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REPRESENTACIÓNY REFLEXIVIDAD EN
LA (AUTO)ETNOGRAFÍACRÍTICA:
¿VOCES O DIÁLOGOS?
Susan Street*
Si nuestras investigaciones y nuestras conceptualizaciones no fueran unazona de mediación de la producción social de conocimiento con la construc-
ción del protagonismo popular, acaso no servirían para nada.
Jorge A. Huergo, en Nómadas 17, p. 44.
* Especializada en Sociología de la Educación; investigadora en Política educativa, ma-gisterio, sindicalismo, trabajo docente y luchas por la democracia. Profesora investiga-dora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, A.C.(CIESAS-Occidente) en Guadalajara, México. Doctora en Educación de la Universi-dad de Harvard, 1988. E-mail: [email protected]
Se utilizan algunos trabajos teóricos sobre la reflexividadpara discutir la categoría de investigación emancipatoriatal como se manifestó en dos modalidades epistemológicasdiferentes de la investigación: la naturalista y la colabora-cionista o dialógica. Se relata cómo la crisis de representa-ción hizo problematizar su postura respecto a la etnografíacrítica: contrasta el rescate de las voces de los maestrosdemocráticos del magisterio mexicano, con el desarrollo dela postura de activista que pudo transformar la relación(de separación ) entre la investigadora y los sujetos en unatarea compartida de teorización con base en un grupo dediscusión con activistas. Se concluye que no necesaria-mente la investigación con los sujetos sea más emancipatoriaque la investigación realizada para ellos, pero los proble-mas éticos son distintos.
The author discusses a naturalist ethnography that centeredon legitimating teachers’ voices by depicting cultural meaningsbehind teachers’ political actions during struggles for democracyin México, as opposed to a (later) dialogical approach wherebyresearcher and teacher activists theorize together movementproblems, moving ethnography towards culture making andaway from a naturalist epistemology. Emancipatory researchbased on the ethical goodness of collaborative research by virtueof making problematic fieldwork is contrasted with the ethicalvoid of the representation of voices approach, dependent uponthe once-and-for-all decision of placing research at the serviceof the oppressed.
Palabras clave: Representación, reflexividad, colabo-racionista, etnografía crítica.
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ca de Nómadas18, haré breve men-ción de algunas de las intencio-nalidades destacadas al respecto:re-instituir el sentido crítico del inte-lectual (Huergo, 2002; 38); des-mitificar el papel heroico delintelectual como único productorde conocimiento a la vez que re-conocer la importancia estratégi-ca y política de la investigación
(Cubides y Durán, 2002; 16);abandonar viejas concepciones delintelectual orgánico e innovar estra-tegias de investigación con los sec-tores populares en lugar de paraellos (Huergo, 2002; 42); asumiruna actitud ética basada en la sos-pecha de los saberes académicosinicialmente contra-hegemónicosy posteriormente instituciona-lizados mientras se agudizan lasdesigualdades (Beverly, 2002; 54);
Introducción
Reproduzco aquí la última fra-se del artículo de Jorge Huergoporque reafirma la apuesta quepermea y da sentido a mis veinteaños de investigación con un ac-tor político mexicano, el movi-miento magisterial democrático.Después de leer los artículos enNómadas 17 dedicados altema de Investigación yTransformaciones Sociales,y posicionada como etnó-grafa crítica al interior demúltiples crisis que afectanlas ciencias sociales, hagomía la reafirmación deHuergo porque me permiteseguir sosteniendo una pos-tura activista1 que de otromodo parecería insosteni-ble. En este trabajo traigo acuenta la categoría de inves-tigación emancipatoria parapoderla interrogar a la luz deuna reflexión (auto)críticade dos modalidades episte-mológicamente diferentes(la naturalista y la colabo-racionista), que he trabaja-do a partir de una praxisinseparable de un sujeto co-lectivo subalterno2 .
Encuentro que los auto-res de Nómadas 17 tambiénven la manera de no renunciar alvínculo entre la investigación y lossujetos populares, no obstante lasgrandes transformaciones en losprocesos socioculturales, políticosy económicos y, por tanto, en losprocesos constitutivos e identi-tarios de los sujetos populares. Sinpretender rescatar en toda su ri-queza las salidas de las crisis queestos autores se imaginan para lainvestigación cualitativa, temáti-
tomar conciencia del desplaza-miento del intelectual críticoante la multiplicación de sitiosque reciclan la función crítica,aunque dicha función ya no ten-ga el mismo impacto que antesen las injusticias que, más quenunca, requieren ser documenta-das y denunciadas (Hopenhayn,2002; 60).
La crisis derepresentaciónteorizada desde lareflexividad
Voy a empezar sinteti-zando los límites de la na-rrativa que relato aquí paracomunicar de entrada mitransitar por la investiga-ción cualitativa desde unainstitución mexicana deantropología social. En unprimer momento (a prin-cipios de los noventa), miinvestigación estaba com-prometida con los sectoresoprimidos, puesta al serviciode los grupos más organi-zados y de los líderes máslúcidos para “influir en elaumento de la capacidadde los movimientos popu-lares para recuperar su pro-pia historia e incorporarla
como elemento decisivo de sus lu-chas...” (Camacho, 1985: 14). Enun segundo momento (varios añosmás tarde), la investigación vol-teó la mirada a los modos dereflexividad y de teorización delos activistas magisteriales y aca-démicos al interactuar sujetos einvestigadora en grupos de discu-sión para historizar la construc-ción social de la democracia delmagisterio disidente.
A. von Humboldt vio su trabajo en Cosmos, donde plasmó latotalidad de la creación, como una carrera contra la muerte
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Voces representandológicas identitarias (deun sujeto unitario)
La primera modalidad de inves-tigación creó una serie de represen-taciones, analizadas como voces,que hacían comprensibles para lossectores integrados de la sociedadlas luchas por la democracia que seorganizaron desde la parte del ma-gisterio mexicano que se percibíaexcluida de los beneficios queotorgaba el Estado educador asus trabajadores. Lo emanci-patorio de esta investigación seencontraba en dos compromi-sos específicos: por una parte,en la fidelidad hermenéutica,esto es, en la lealtad interpreta-tiva entre las categorías sociales(y sus pautas de estructuraciónepistémica) y los textos etno-gráficos, y por otra parte, en lapolítica de devolución que yoasumía activamente tanto en eltrabajo de campo como en ladifusión de los resultadoscientíficos3 .
Lo que hizo temblar esteplanteamiento naturalista de laetnografía crítica fue mi apro-piación de la (ya generalizada)crisis de representación: elpercatarme de que el costo deluso del posicionamiento4 aca-démico para legitimar a un su-jeto subalterno, opositor delgobierno-único (del Partido Revo-lucionario Institucional, PRI) y delrégimen autoritario mexicano, erahaber promovido una reificación dela categoría del sujeto revoluciona-rio histórico en una forma social es-pecífica (el movimiento político demasas), y haber abstraído los pro-cesos constitutivos contextual-mente específicos del actor político
disidente en un sujeto unitario conuna identidad única. La identidaddemocrática auténtica después fueutilizada políticamente por activis-tas en las luchas internas (de fac-ciones) comunes a grupos de laizquierda que buscaban hegemonizaral movimiento. El afán por represen-tar al Otro, y el papel de la investi-gación como puente entre los excluidosy los incluidos, que me posicionabacomo traductora de los sentidos cul-
turales de los nativos, reproducía laseparación entre sujeto y objeto deinvestigación. Y este planteamien-to permanecía subyacente no obs-tante la estrecha relación entre lainvestigadora y quienes eran lossujetos concretos de ella, maestrosque fungían como informantes,otros como entrevistados, otroscomo observados y otros como
masa que se formó como base gra-cias al actuar pedagógico del mo-vimiento democrático.
En otras palabras, esta concep-ción de la investigación cualitati-va suponía que era éticamentecorrecto (y posible) compaginar unacuerdo ideológico con los objeti-vos políticos del actor subalterno(democratizar el sindicato nacionalde docentes) con los principios aca-
démicos que orientaban la pro-ducción del conocimiento conbase en la aplicación rigurosa dela teoría fundamentada (groun-ded theory de Glaser y Strauss,1967). Y qué mejor cuando misregistros de observación partici-pativa apuntaban sustantiva-mente a un cuadro axiológicode tipo humanista, centrado enla dignidad humana de los quepelean por sus derechos y parael derecho de tener derechos.
¿Mistificación oemancipación?
Lo que comenzaba comouna intencionalidad por resca-tar al sujeto, ante la tendenciaestructural de la política educa-tiva a tratar al profesor como unobjeto receptor de directivas, ylo que era una tarea por repre-sentar las voces, ante los meca-nismos de control corporativista
y de dominación capitalista que si-lenciaban a las bases magisteriales(“el movimiento fue la manera enque el maestro recuperó su voz” enpalabras de un dirigente chiapa-neco), a la hora de atender las crí-ticas (feministas) post-structuralistay post-colonialista, se convirtió enuna construcción mistificadora enlugar de emancipatoria. Aun cuan-
Manuscrito de los Diarios de A. von Humboldt
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do, sin duda, mis escritos contribu-yeron a la memoria histórica de esteactor político colectivo, la investi-gación también creó un sujetotranscrito y traducido, ajeno al su-jeto realmente existente en la medi-da de la des-contextualización delas categorías.
Mi investigación sobre la identi-dad democrática de los maestroschiapanecos había sucumbido a al-gunas de las trampas que se handetectado en estudios antro-pológicos sobre la identidad(Gitlin y Russell, 1994: 191). Aposteriori, reconozco haberconcebido la identidad de losmaestros como si ésta fuera unevento en lugar de tomarlacomo una serie de narrativassobre los eventos (Scott, 1992),por lo que se descuidó la distin-ción entre la identidad y la ac-tuación (performance) delsujeto. Precisamente porquetanto investigadores como su-jetos investigados utilizan lashistorias de vida para fines te-rapéuticos, Andy Convery(1997) recomienda vigilar queno se privilegie la narrativacomo un medio referencial,para conocer algún objeto, acosta de ignorar la narrativacomo un medio para la actua-ción (performance), con discur-sos identitarios implícitos5 .Como recuerda Mariam Fraser(1999: 120) en su contribución auna discusión sobre la teoría deperformativity de Judith Butler, lasluchas de los sectores populares noescapan a las dinámicas de re-presentación, ya que las luchas sontambién por crear representacio-nes o por resignificar representa-ciones estigmatizantes construidashistóricamente.
Ahora bien, la crisis de repre-sentación dirige la crítica no sola-mente a las formas que tienen lossujetos de representarse, sino tam-bién y fundamentalmente a los mis-mos investigadores, en tantointérpretes de narrativas estructu-radas no solamente por interesesinstitucionales específicos (y porclase, género y raza), sino sobretodo porque las interpretacionesson filtradas por sus propios even-
tos psíquicos, la mayoría de las ve-ces inconscientes (Figlio, 1988).Alice J. Pitt (1998: 551) postulaque, por esto, el problema de larepresentación es el problema dela autorrepresentación; por ellotambién Michael Herzfeld (1997:181) ha definido la etnografíacomo “la realización social del yo”.Es en este punto donde la reflexi-
vidad se vuelve autorreflexividady la etnografía, autoetnografía(Reed-Danahay, 1997). Los post-estructuralistas han enfatizado laimportancia de la reflexividadcomo una preocupación por cul-tivar una habilidad para interrogarlas representaciones que construi-mos6 . Una política de reflexividad sig-nifica.. . tomar una posiciónrespecto a los paradigmas de pen-samiento y de praxis que han con-
formado la indagación en lasciencias humanas, negociandola heterogeneidad compleja dediscursos y prácticas. Esta ha-bilidad por establecer y man-tener un diálogo aceptable conlos lectores... implica tomar de-cisiones sobre cuál políticadiscursiva seguir, cuál régimende verdad adoptar, cuál másca-ra metodológica asumir. (La-ther, 1994: 39)
Pero es importante darsecuenta de que una reflexividadmetodológica que se basa en laexaminación (auto-crítica) decómo la investigación cualitita-tiva construye la realidad queobjetiviza, es muy diferente deuna reflexividad radical, tal comolo entiende Michael Lynch(2000: 33), desde la que se nie-ga la objetividad y se preocupapor explicitar las preconcep-ciones profundas presentes encualquier análisis de las repre-
sentaciones construidas. En estadiscusión aparentemente intermina-ble, la reflexividad, que se vuelveuna estrategia para escribir textosse convierte en una ética en sí mis-ma, y por tanto, en un criterio parauna investigación emancipatoria. Esdecir, la incorporación de estareflexividad a la investigacióninterioriza la política de devolución
Manuscrito de los Diarios de A. von Humboldt
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que se solía plantear para con lossujetos: ahora se privilegian los diá-logos imaginarios entre la escritorade narraciones y los posibles lecto-res de los textos. Sin embargo, esteposicionamiento de salir de los rela-tos y re-escribir a los personajes y losescenarios y las acciones (St. Pierre,1997: 280) no parece muy pro-metedor. Se me ha hecho muy difí-cil llevar a cabo una política dereescritura, tanto porque se hacepoco factible re-contextualizar lascategorías una vez abstraídas de susprocesos socio-históricos, comoporque la reflexividad pareceempujarme demasiado hacia el gé-nero de la autobiografía (que,como arguye Lynch, puede o noresultar de interés a otros), aleján-dome de los problemas de las lu-chas populares.
Debo agregar también que unareflexividad sin límites (a la críti-ca post-modernista) parecería re-forzar las múltiples brechas abiertasentre la investigación y los movi-mientos populares promovidas porla neo-liberalización de las cienciassociales en los países de-pendientes y periféricos.Tiene razón Néstor GarcíaCanclini (1991: 63) en en-fatizar la importancia detomar en cuenta cómo lasrelaciones de poder queestructuran las institucio-nes académicas afectan lasdefiniciones teóricas yepistemológicas que toma-mos a la hora del trabajode campo. Mi problema,entonces, era cómo amino-rar la violencia representati-va (Said, 2002: 21) y lasobre-reflexividad que ha-bían subvertido mi posicio-namiento de intelectual
orgánico y mi perspectiva crítico-emancipatoria.
Diálogos inventados yel rescate de una éticarelacional desde eltrabajo de campo
Una primera respuesta fue mo-dificar mi postura de voces a una deactivista y concebir la etnografía entérminos dialógicos y colabora-cionistas. La nueva postura supon-dría dejar atrás el rescate, a travésde la labor interpretativa, de (lapluralidad de) las voces y pasar aconcebir la etnografía como unproceso de creación de cultura(Mannheim and Tedlock, 1995: 3).Implicaba teorizar juntos la inves-tigadora y los sujetos, a través deconversaciones políticamente sensibles(Fine, 1994: 17), las condicionespara la producción del conocimien-to tal como se dan en las luchas porcambiar el mundo (Roman, 1992:558)7 . Aquí la categoría de inves-tigación emancipatoria tambiéncambiaría de forma y de fondo: deja
el terreno futuro (de una sociedadmás justa) de uso del producto cien-tífico y los compromisos posiblesgracias a la afinidad identitaria (li-berar a los oprimidos), y pasa a ge-nerar, en el presente, espacios dereflexión y teorización compartidaque definen el proceso mismo deinvestigación. A riesgo de simplifi-car mi tránsito, diría que se tratóde sustituir una ética político-identitaria macro a una éticarelacional y procesual micro.
Asumir la postura activista mepermitió manejar abiertamente tan-to mis creencias político-ideológi-cas como las expectativas concretasde la investigación: se trataba deexplicar por qué el movimiento de-mocrático magisterial había creadoformas elitistas de democracia y porqué no había generado procesos dereforma escolar y propuestas pro-piamente pedagógicas alternativas(a las del Estado capitalista). Peroel factor importante que puso lascondiciones dialógicas es que esteproblema era un problema compar-tido, es decir, uno que preocupaba
a los activistas del actorsubalterno, por lo que pudeinteresarlos en participaren un seminario de discu-sión8 . Si bien nos interesa-ba explicar los procesos dedemocratización del Sindi-cato Nacional de los Tra-bajadores de la Educación(SNTE) que había prota-gonizado el movimientodemocrático, poco a poconos percatamos de que ha-bíamos creado una plata-forma para compartir ycomparar perspectivas, teo-rías en uso, construcciones,en fin, modos de teorizac-ión que nos permitían
“¡... y mide catorce metros de circunferencia!” Hoy estosgrandes vegetales han caído. De: Vues des cordillères
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objetivar las narrativas fundamen-talmente políticas que operaban alinterior del sujeto democráticomagisterial. Y empezamos a cues-tionar las nociones y los conceptosque más circulaban entre nosotros(democracia popular, poder popular,democracia de base), a socializar de-terminadas lecturas teóricas, y adesarrollar discusiones conceptua-les sobre las categorías sociales y lasculturas políticas del movimientodemocrático. La terminología deMichele Fine de conversaciones po-líticamente sensibles resulta adecua-da en el sentido de que la estrategiametodológica no dependía de larelación entre el entrevistador y elentrevistado, sino que todos losparticipantes fuimos simultánea-mente intérpretes y narradores, teó-ricos y analistas; el saber académicose mezclaba con el saber activista.
La investigadora que antes eravocera de un movimiento disidente,ahora solo podía hablar de la expe-riencia propia (de analista del mo-vimiento), formulaba argumentospolíticos y teorizaba a la par de losparticipantes delseminario; y esosparticipantes, su-jetos de la inves-tigación, no eraninformantes queofrecían informa-ción privilegiadaal investigador,sino que eran lossujetos de lareflexividad en-tendida como losque teorizaban lascondiciones deproducción de lasluchas por la de-mocracia. Los diá-logos, entonces,
no fueron para compartir informa-ción tanto como fueron paracontrastar interpretaciones y con-cepciones. Una política de devo-lución (que supone la separaciónentre investigador y sujetos inves-tigados) en este contexto poco sen-tido tenía al interior del seminario,aunque siguió vigente al exterior,como una comunicación de los re-sultados hacia otros activistas yhacia las bases de otros contingentesdel movimiento democráticomagisterial.
Mientras en la investigación devoces yo como investigadora apro-vechaba con frecuencia la posturaneutral para evitar expresar mispropios puntos de vista (tanto parano contaminar lo que era propio delOtro, como para respetar a mis in-formantes), el posicionamiento deneutralidad me implicaba olvidartoda una serie de cuestiones éticasque se manifiestan en cualquier tra-bajo de campo. Según Deyhle, etal. (1992: 612), los enfoques críti-cos tienden a abstraer lo ético fue-ra del texto etnográfico porque -se
supone- lo emancipatorio se en-cuentra precisamente en los finesúltimos de la investigación a favorde los sectores desfavorecidos. No fueasí en la investigación de activista:en el seminario fue posible entablarrelaciones de respeto entre los par-ticipantes y crear una especie deética de trabajo, en buena parteporque evitamos jerarquizar los es-pacios y los términos del debate.
Reflexión final
No obstante, hay que decir queel seminario funcionó un pococomo un laboratorio de experimen-tación ya que, por más equitativoque haya sido el proceso de cons-trucción de las narrativas opo-sicionales, las relaciones y losposicionamientos sociales allá afue-ra permanecían desiguales social yculturalmente. Pertenecer a la aca-demia no es lo mismo que pertene-cer al magisterio. En otras palabras,nuestros mundos institucionalesmantenían enormes distancias entérminos de distinciones simbólicas
(a la Bourdieu) yrecompensas eco-nómicas, una des-igualdad que nopodía ser abre-viada por un actode voluntad (querealmente eranaños de trabajopor construir unposicionamientopro-movimien-to), ni por unaética comunica-tiva y dialógicaconstruida en elseminario. Aquíhay que recono-cer una de lasHumboldt y Bonpland en el Orinoco
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precondiciones para este procesocolaborativo: mi aceptación de laforma social del movimiento polí-tico de masas. Mi posicionamientono me permitía -de hecho nadiedesde dentro puede poner en dudala unidad política del movimientosin arriesgar la expulsión-, cuestio-nar la política del movimiento (sumanera de concebir la acción polí-tica), aun cuando muchos activis-tas reconocían los cambios en lopolítico, en los antagonismos de lasociedad (para apoyarme en la dis-tinción de C. Mouffe). A la horade ser una investigación para undeterminado sujeto, aun cuando serealiza con personas vinculadas a esesujeto, no se podía evitar que di-cha investigación fuera posicionadadentro de una lógica de acumula-ción de poder para tomar el Estado,justo en el momento de emergen-cia de otra lógica de anti-poder(Holloway, 2002), momento mar-cado por el levantamiento delEjército Zapatista de Liberación Na-cional (EZLN) en el Estado deChiapas en 1994.
No debe sorprendernos que lareflexividad no haya solucionadolos problemas de representación,aunque ha permitido experimentarotras formas de asumir la investiga-ción emancipatoria en sus aspectospolíticos y éticos. La investigacióndialógica, tal como la he realizadohasta la fecha, tampoco me ha lle-vado a trascender totalmente la et-nografía representativa, pues no esdifícil imaginar las narrativas de losactivistas como formas de autorre-presentación, producidas dialógi-camente y no desde la separaciónsujeto-objeto. No obstante, la in-vestigación es búsqueda, y éstadebe seguir; lo que está en duda esla dosis precisa de reflexividad re-
querida, pero ojalá esa dosis depen-da más de los sujetos populares quede la investigadora.
Citas
1 En este trabajo retomo la distinción quehace Michele Fine (1994: 17) de las pos-turas (stances) posibles de asumir por cadainvestigador, ya sea expresamente odetectables a partir de la presencia delautor en el texto: la neutral o de tercerapersona (ventriloquy) en la que la inves-tigadora se posiciona como vehículo detransmisión sin voz propia; la narrativa(voces) en la que se busca activamenteinterpretar las voces representadas comoelaboraciones de los sentidos culturales;y la activista donde la intencionalidaddisruptiva, transformadora de la investi-gación involucra expresamente algúnplanteamiento político.
2 Este trabajo sigue una línea de reflexiónque se convirtió en artículo publicadopor primera vez en Street, 1999, seguidopor una ponencia (Street, 2000). El an-tecedente más inmediato se encuentraen una ponencia intitulada “The Perilsand possibilities of ethnographic researchas dialogic construction; ‘emancipatoryresearch praxis’ and teacher narratives”presentada en el X Inter-AmericanSymposium on Ethnographic andQualitative Research in Education quetuvo lugar en la Universidad de NuevoMexico, Albuquerque, Nuevo México,E.E.U.U. en octubre del 2002.
3 Además de los textos académicos (verStreet, 1994; 1996), difundí los resulta-dos en periódicos y revistas de circula-ción nacional.
4 Ivor Goodson (1999: 279) habla de unacrisis de posicionalidad (positionality)para referirse al hecho de que, como in-vestigadores, hemos sido reposicionadosante los problemas (educativos), así comotambién los maestros a los que estudia-mos. La desregulación del capitalglobalmente y la reestructuración pro-ductiva de las relaciones sociales de pro-ducción ha re-posicionado lo público detal manera que ahora las condiciones pararealizar la etnografía crítica se han modi-ficado. Lo que antes era un mundo siendoconstruido en el que los investigadores dela educación podían dialogar con los fun-cionarios gubernamentales abiertos a suspropuestas, ahora es un mundo siendo des-
construido donde la educación públicarequiere ser defendida ante las múltiplesofensivas de la Derecha. Por estoGoodson recomienda no suponer queproyectos colaborativos sean, por defini-ción, progresistas o emancipatorios, puespueden justificar el pragmatismo quemantiene al profesor en un terreno depura práctica. Más bien enfatiza en re-inscribir la misión teórica en todo el pro-ceso de investigación.
5 “Las narrativas de profesores no puedenser exentas de una indagación crítica; sonun aspecto de la actuación práctica delmaestro. Sugiero que, si los investigado-res fueran a confrontar a los maestrosnarradores (storytellers) con la evidenciade cómo se hacen las formulacionesidentitarias a través de estrategias narra-tivas, algo de la comodidad en la relaciónentre el profesor y el etnógrafo críticopudiera desaparecer, a la vez que la resul-tante de-construcción colaborativa deestas narrativas podría capacitarlos a ex-plorar la gestión de la identidad profesio-nal e instruirnos en cómo y por qué lassubjetividades docentes...(se teorizan endiscurso).” (Convery, 1997; 145)
6 Para una discusión importante del femi-nismo post-estructuralista, ver el núme-ro temático coordinado por Elizabeth St.Pierre del International Journal of Qualita-tive Studies in Education, volumen 10,número 3, julio-septiembre de 1997.
7 Donna Haraway (1991: 157) habla deconstruir posicionamientos revoluciona-rios, entendidos como “epistemologías queson los logros de la gente comprometidacon cambiar el mundo... (lo que) ha sidoparte del proceso que demuestra los lími-tes de la identificación”.
8 Participaron en el Seminario doce acti-vistas de varios Estados de la República(Jalisco, Michoacán, Estado de Méxi-co, Distrito Federal); se celebraron ochosesiones de cinco horas cada una, entre1994 y 1994. Produjimos un texto co-lectivo (escrito por la investigadora)que fue reescrito por todos y presentadoen varias sesiones con otros grupos deactivistas de la CNTE. (Ver Street,1997).
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