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«SUBIDA DEL MONTE CARMELO» Y «NOCHE OSCURA» JOSÉ DAMIÁN GAITÁN Para muchos, hablar de san Juan de la Cruz y exponer su doctrina es hablar de la «Subida del Monte Carmelo» y de la «No- che oscura», y de la doctrina espiritual que allí se nos expone. De ahí la identificación de Juan de la Cruz con todo lo que dice rela- ción a purificaciones, negaciones, noches, del sentido y del espíritu, activas y pasivas, como camino para llegar a la contem- plación de Dios. En esta dinámica, los contenidos doctrinales de «Cántico Espiritual» y «Llama», parecerían, en algunos casos, ca- si como un apéndice ornamental de lo anteriormente dicho, o, co- mo mucho, un ulterior enriquecimiento. Por otra parta, el destino y la historia han querido que estas dos obras de san Juan de la Cruz, «Subida del Monte Carmelo» y «Noche oscura», estén íntimamente vinculadas entre sí. De ahí que, en este trabajo, intentemos acercarnos a las mismas de una forma conjunta, pero sin olvidar la propia identidad de cada una de ellas. I. E l conjunto «S ubida -N oche » Antes de acercarnos al texto de «Subida» y de «Noche», es importantísimo tener en cuenta lo que podríamos llamar el con- texto de los textos. Este acercamiento es, a mi entender, impor- tante para una mejor comprensión dé los mismos, y no debe nun- ca descuidarse. De ahí el sentido de esta primera parte1. 1 A lo largo de este trabajo, muchas veces haremos referencia a la «Subida del Monte Carmelo» y a la «Noche oscura», poniendo simple- mente «Subida» y «Noche». Como estas obras están divididas en libros y capítulos, a veces también citaremos poniendo delante el número del li- bro correspondiente, después, de forma abreviada, la obra (S o N), y, fi- Teresianum 40 (1989/2) 289-335

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«SUBIDA DEL MONTE CARMELO» Y «NOCHE OSCURA»

JOSÉ DAMIÁN GAITÁN

Para muchos, hablar de san Juan de la Cruz y exponer su doctrina es hablar de la «Subida del Monte Carmelo» y de la «No­che oscura», y de la doctrina espiritual que allí se nos expone. De ahí la identificación de Juan de la Cruz con todo lo que dice rela­ción a purificaciones, negaciones, noches, del sentido y del espíritu, activas y pasivas, como camino para llegar a la contem­plación de Dios. En esta dinámica, los contenidos doctrinales de «Cántico Espiritual» y «Llama», parecerían, en algunos casos, ca­si como un apéndice ornamental de lo anteriormente dicho, o, co­mo mucho, un ulterior enriquecimiento.

Por otra parta, el destino y la historia han querido que estas dos obras de san Juan de la Cruz, «Subida del Monte Carmelo» y «Noche oscura», estén íntimamente vinculadas entre sí. De ahí que, en este trabajo, intentemos acercarnos a las mismas de una forma conjunta, pero sin olvidar la propia identidad de cada una de ellas.

I. E l c o nju nto « S u b id a -N o c h e »

Antes de acercarnos al texto de «Subida» y de «Noche», es importantísimo tener en cuenta lo que podríamos llamar el con­texto de los textos. Este acercamiento es, a mi entender, impor­tante para una mejor comprensión dé los mismos, y no debe nun­ca descuidarse. De ahí el sentido de esta primera parte1.

1 A lo largo de este trabajo, muchas veces haremos referencia a la «Subida del Monte Carmelo» y a la «Noche oscura», poniendo simple­mente «Subida» y «Noche». Como estas obras están divididas en libros y capítulos, a veces también citaremos poniendo delante el número del li­bro correspondiente, después, de forma abreviada, la obra (S o N), y, fi­

Teresianum 40 (1989/2) 289-335

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1. Valor y actualidad de «Subida» y «Noche»

El aprecio que se ha podido tener de las obras «Subida del Monte Carmelo» y «Noche Oscura» hasta este siglo, ha seguido un poco el camina, común de todos los demás escritos de san Juan de la Cruz, y de su misma figura dentro de la Iglesia. Frente a nuestro místico, se da una situación de aprecio dentro del Car­melo, pero, dentro del marco más amplio de la Iglesia, sólo en nuestro siglo logra pasar ésta a un primer plano. En el Carmelo, se le admira y se le imita. Algunos discípulos de los primeros tiempos, imitan su estilo de escribir y su doctrina 2. Pero, en todo caso, siempre experimentaron una gran dificultad a la hora de saberlo presentar a la Iglesia y al mundo.

Un camino difícil'» '

Cuando se publicaron por primera vez las obras del santo, varias décadas después de su muerte (1591-1618), «Subida del Monte Carmelo» y «Noche oscura» se encuentran entre las que han podido ser publicadas desde el principio. «Cántico Espiri­tual» y otros escritos menores quedan fuera. Pero las dificultades no fueron pocas y pequeñas, dada su temática místico-espiritual y ciertas originalidades interpretativas de Juan de la Cruz al res­pecto. De ahí que el P. Diego de Jesús (Salablanca), encargado de preparar la primera edición o Edición príncipe de las obras del santo (1618), sintiera la necesidad de acompañar éstas con un am­plio alegato titulado «Apuntamientos y advertencias en tres dis­cursos para más fácil inteligencia de las frases místicas, y doctri­na de las obras espirituales de nuestro venerable Padre Fray Juan de la Cruz» 3. Las dificultades a las que intenta responder con su alegato el P. Diego de Jesús (Salablanca) tienen su origen, fundamentalmente, en textos y enseñanzas de la «Subida del

nalmente, el número del capítulo y el de la división interna dentro del mismo, por ejemplo: 1 S 4,6; 2 N 1,1-2. Cuando transcribo textos del san­to, los subrayados son míos.

2 Cfr. Crisógono de Jesús Sacramentado, San Juan de la Cruz. Su obra científica y literaria, Avila, 1929: tomo primero, Su obra científica, cap. 21, «La escuela de san Juan de la Cruz. Discípulos Carmelitas», 433- 467 (sobre todo a partir de la página 449).

3 Obras espirituales..., Alcalá, 1618, 615-682. Este texto se puede en­contrar también en S ilv e r io De Santa Teresa, Biblioteca Mística Carmeli­tana, t. 10, Burgos, Monte Carmelo, 1929, 347-395. De ahora en adelante citaremos este volumen con las siglas: B.M.C.

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«SUBIDA DEL MONTE CARMELO» Y «NOCHE OSCURA» 291Monte Carmelo» y de la «Noche oscura».

Benemérita e importante fue también, en este sentido, la acti­tud y aportación de Basilio Ponce de León, agustino, profesor de teología en la cátedra de prima en Salamanca, quien, algún año más tarde, en 1622, con otro amplio alegato intentó, igualmente, rebatir todas las posibles objeciones que se ponían a ciertas ense­ñanzas de Juan de la Cruz en los libros de «Subida» y «Noche», principalmente 4.

Desde el principio, pues, la polémica en torno a estas dos obras de Juan de la Cruz hizo que muchos centraran su atención en ellas; lo que, sin duda, ha sido determinante en la posterior supervaloración de estos escritos y su doctrina dentro del con­junto del pensamiento de nuestro místico. Por otra parte, todo esto no se entiende suficientemente si no se tiene en cuenta, a su vez, el marco más amplio de la polémica que se planteó, en los al­bores del siglo XVII, en torno a la mística y las distintas clases posibles de contemplación.

A las dificultades internas que dichos escritos de Juan de la Cruz planteaban en aquellos ambientes históricos, hay que añadir el hecho de que, algunos grupos, a veces un tanto marginales, de iniciados y practicantes de un estilo de oración contemplativa, empezaran a tener, como punto de referencia de sus doctrinas y de su práctica vital, las enseñanzas de Juan de la Cruz. Hay que recordar, entre otros, la corriente mística de los jesuítas france­ses del siglo XVII y, sobre todo, Miguel de Molinos y los grupos llamados «quietistas». «

En toda esta dinámica histórica fue muy importante la opi­nión o censura que Juan Bautista Lezana, consultor de la Sagra­da Congregación de Ritos, dió en 1655 sobre los escritos de Juan de la Cruz. Su texto es breve, pero acertado en cuanto a lo esen­cial de las líneas evangélicas de la doctrina de nuestro santo, po­niendo como secundario y subsidiario todo lo demás. Curiosa­mente, en este documento ya se le llama «doctor místico» a nues­tro santo castellano. Sin duda, esta opinión, aceptada por la Iglesia oficial, y su posterior beatificación en 1675, le libró del verse implicado y complicado en las consecuencias directas que, la posterior condena del quietismo (1685-1687), supuso para los escritos de muchos autores espirituales. Pero no se libró de la enorme losa que cayó, por mucho tiempo, sobre todo lo que su­piera y oliera a mística y a contemplación 5.

4 Cfr., B.M.C., t. 10, 396-439.5 El texto de la censura o parecer dada por el P. J.B. Lezana, carme-

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A todo esto hay que añadir el hecho de la espiritualidad ba­rroca y moralizante, que dominó toda la época moderna hasta nuestros días. Nada más contrario a lo que es el estilo espiritual de «Subida» y «Noche». De esa corriente de la época no se libró tampoco el Carmelo Reformado, que, como otros muchos, acos­tumbraba alimentar espiritualmente a sus hijos en los escritos espirituales de otros maestros, considerados entonces de primera fila. Curiosamente, la caída de esos maestros ha coincidido con el descubrimiento de Juan de la Cruz en su radicalidad más evangé­lica.

La primera mitad del siglo XX

La cosa comienza un poco antes de que comience nuestro si­glo. El tercer centenario de la muerte de san Juan de la Cruz (1891), marca el punto de partida de una nueva creciente actuali­dad de su persona y su doctrina. En esta recuperación de nuestro místico, la «Subida del Monte Carmelo» y la «Noche Oscura», so­bre todo la primera, tuvieron un'lugar destacado. Ya en la peti­ción que se hace a León XIII, en 1892, para que se declare a san Juan de la Cruz doctor de la Iglesia, se insiste, en primer lugar, en el valor doctrinal de la «Subida del Monte Carmelo», y, sólo en un segundo lugar, se recuerdan los otros escritos 6.

lita calzado, sobre la doctrina de Juan de la Cruz, se puede ver en B.M.C., t. 10, 440-441.

Respecto a los distintos seguidores y detractores que tuvo la doctri­na de nuestro místico en este época, cfr. los siguientes estudios: Claudio De Jesús Crucificado, Influencia y desarrollo de la autoridad de san Juan de la Cruz hasta las controversias antiquietistas, en Varios, Homenaje de devoción y amor a san Juan de la Cruz, Segovia, 1928, 240-280; M. Olphe- G a llia rd , Le P. Surin et S: Jean de la Croix, en Mélanges... Cavallera, Tou- louse, 1948, 425-439; M. de Certeau, Jean-Joseph Surin, interprete de saint Jean de la Croix, en Revue d’Ascétique et de Mystique 40(1979) 45- 70; Eu logio De La V irgen D e l Carmen (Pacho), El quietismo frente al ma­gisterio sanjuanista sobre la contemplación, en Eph. Carmeliticae 13 (1962) 353-426; Idem, San Juan de la Cruz y Juan de santo Tomás, O.P., en el proceso inquisitorial contra Antonio de Rojas, en Eph. Carm. 22(1971) 349-390; Idem, Apología antiquietista de san Juan de la Cruz, en Monte Carmelo 68(1960) 501-513; V a len tin o di Santa María, Una apología della contemplazione e di S. Giovanni della Croce al principio del secolo XVIII, en Eph. Carm. 13 (1962) 427-496; A. Ruano, La mística de occidente, Santo Domingo, Editore Montalvo, 1956, 55-109.

6 El texto se publicó en San Juan de la Cruz. Revista carmelitano- teresiana, 1892, III, n° 4, 85-92. Esta otra documentación de aquellas fe-

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«SUBIDA DEL MONTE CARMELO» Y «NOCHE OSCURA» 293Podemos decir que, por diversos motivos, toda la primera mi­

tad de nuestro siglo es una etapa de supervaloración del conjunto «Subida-Noche», dentro del marco de los escritos y la doctrina de san Juan de la Cruz. En dichas obras se veía contenido y refleja­do lo mejor de su doctrina como pensador, filósofo, conocedor del alma humana, teólogo y místico. Y esto se veía así tanto den­tro de la Iglesia Católica como fuera de ella, e incluso en ambien­tes no confesionalmente cristianos. Y, en este sentido, no se pue­de silenciar la figura de Jean Baruzi y su decisiva aportación al sanjuanismo en nuestro siglo. Pues bien, en su monumental obra «Saint Jean de la Croix et le problème de l'expérience mystique» (Paris, 1924, 790 p.), este autor dedica, al conjunto «Subida- Noche», la parte más importante y amplia de su estudio 7.

Por otra parte, en una época en la que se volvió a despertar el interés y la controversia en torno al tema de la mística y la contemplación (posibilidad de distintas clases de experiencia con­templativa, vocación universal a la mística, etc.), «Subida» y «No­che» se convirtieron en punto obligado de referencia para mu­chos, sobre todo después de la proclamación de san Juan de la Cruz como doctor de la Iglesia (1926). Y, en una época de neoto- mismo filosófico y teológico dentro de la Iglesia Católica, «Subi­da» y «Noche» fueron punto de referencia preferidos para probar la ortodoxia o heterodoxia de nuestros santo respecto del tomis­mo ofic ia l8.

También ha sido a partir de aquellas décadas que, algunos maestros de escuelas místicas no cristianas, descubrieron en san Juan de la Cruz, preferentemente en «Subida» y «Noche», un punto válido de enganche y encuentro con la religión y mística cristiana. No es ningún secreto que esta corriente se fijará, sobre todo, en la doctrina de nuestro místico en torno a la purificación del hombre, el vaciamiento, la negación como camino de recon­

chas, en torno al doctorado solicitado para san Juan de la Cruz, puede encontrarse en Eu logio De San José, Doctorado de santa Teresa de Jesús y de san Juan de la Cruz, Córdoba, 1896, 199-215. En este volumen se pu­blica también un amplio estudio del P. Eulogio de san José titulado En San Juan de la Cruz se encuentran todos los requisitos necesarios para ser declarado doctor de la Iglesia, 141-198. Este texto había sido presentado a un certamen en Segovia en 1891.

7 Cfr. p. 231-636.8 Sobre la presencia autorizada o controvertida de Juan de la Cruz

en la primera mitad de nuestro siglo, cfr.: Crisógono De Jesús Sacramen­tado, La escuela mística carmelitana, Avila, 1930, p. 233-365; A. Ruano, La mística de occidente, o.c., 17-51.113-192.

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strucción interior9.Con el tiempo, se ha ido comprendiendo que ni «Subida» ni

«Noche», sobre todo la primera, son obras tan bien pensadas y estructuradas como se creía en esas décadas: que, al escribirlas, san Juan de la Cruz no había pretendido hacer, principalmente, tratados de filosofía o de teología escolástica, y, mucho menos, tratados de fenomenología mística, aunque de todo eso haya bas­tante en dichos escritos; y que «Subida» y «Noche» ni son ahora, ni lo fueron para Juan de la Cruz, sus dos obras más importantes y completas.

A pesar de todo, el acercamiento que se dió a san Juan de la Cruz en la primera mitad de nuestro siglo, aunque parcial, hecho sobre todo a partir de «Subida» y «Noche», fue positivo, porque abrió el camino de su descubrimiento, tanto dentro como fuera de la Iglesia Católica.

La segundo mitad del siglo XX

A partir de los años cincuenta aproximadamente, se empieza a dar una caída de interés hacia temas antes muy en boga, como el misticismo, la contemplación infusa o adquirida, el tomismo, la catalogación de la fenomenología mística, etc. Esto coincide, a su vez, con años de recomposición interior del sanjuanismo. El fruto de todo ello es el comienzo de una nueva etapa de reflexión en torno a «Subida» y «Noche». Por una parte, hay todo un pro­ceso de relativización de las mismas, pero, por otra, se llega a una más justa valoración de ellas, en sí mismas consideradas y en el conjunto de los escritos y el pensamiento de Juan de la Cruz. A partir de los años cincuenta aproximadamente, se co­mienza a poner de relieve el valor y la importancia doctrinal, en sí y en la mente del santo, de otros escritos suyos, sobre todo «Cántico Espiritual», pero también «Llama» y algunos otros escritos menores, como los «Dichos de Luz y Amor», los «Roman­ces» y algunas otras poesías suyas. Junto a esto, también se co­mienza a abordar desde perspectivas nuevas, más acordes, por otra parte, con la sensibilidad actual, los planteamientos doctri­nales de «Subida» y «Noche». Se pone de relieve la primacía de

9 Cfr. Siddeswarananda, (Swami), Le Raja Yoga de Saint Jean de la Croix, Paris, Gretz, 1951. Recientemente J. Mamic publicó su tesis docto­ral titulada S. Giovanni della Croce e lo zen-buddismo, Roma, Teresia- num, 1982, 191 p. La doctrina de san Juan de La Cruz se expone, sobre todo, a partir de las ideas de noche, vaciamiento, y el tríptico conocimiento-fe, memoria-esperanza, voluntad-caridad (p. 31-107).

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«SUBIDA DEL MONTE CARMELO» Y «NOCHE OSCURA 295lo teologal y lo evangélico sobre lo fenomenológico y lo filosófico en la mística sanjuanista, en general, y, en «Subida» y «Noche», en particular. Se pone de relieve la importancia de las virtudes o actitudes teologales como el gran mensaje y clave de lectura del li­bro de «Subida», y como su gran aportación a la mística de todos los tiempos. O se subraya el valor purificador de la noche pasiva y de la noche del espíritu, más allá de cualquier esfuerzo ascético 10.

No es que ahora se hable de estos temas y desde estas pers­pectivas por primera vez. Pero, en épocas pasadas, todo ello había quedado un tanto ahogado por la generalización de otro ti­po de planteamientos y acercamientos a Juan de la Cruz. La cri­sis de dichos planteamientos, a la que hemos aludido antes, ha fa­vorecido una nueva lectura y accercamiento a nuestro místico.

A pesar de todo, la «Subida del Monte Carmelo» sigue siendo un libro de difícil lectura para muchos. El abundante uso que allí se hace de terminologías filosóficas y divisiones, que tanto atrayeron en otro tiempo, ahora repugnan a muchos. Y, si en el pasado, en una época barroca y moralizante, lo que podía repug­nar de «Subida» era su radicalismo espiritual, en la actualidad, en una época en que se tiende más al esencialismo y al radicali­smo, el de san Juan de la Cruz en «Subida» sigue pareciendo de­masiado fuerte, poco «practicable» 11, Por otra parte, las muchas páginas que allí dedica el santo a la fenomenología mística, hace que no siempre se perciba como es debido su verdadero mensaje teologal y evangélico.

El libro «Noche oscura», sin embargo, suscita hoy sentimien­tos mucho más favorables. La presente situación la resume así Federico Ruiz: «Algo tiene de enigmático esta obra que tan pro­fundamente atrae. Subida, más práctica y comprensible en apa­riencia, suscita reparos y objeciones de todas clases entre los cre­yentes actuales. En cambio, estos mismos creyentes acogen No­che con emoción, siendo como es obra fundamentalmente

10 Cfr. Federico De San Juan De La Cruz (Ruiz Salvador), Vida teolo­gal durante la purificación interior en los escritos de san Juan de la Cruz, en Rev. de Espiritualidad, 18 (1959) 341-379; Em eterio d e l S. Corazón, La noche pasiva del espíritu de san Juan de la Cruz, en Rev. de Espirituali­dad 18 (1959) 5-49: Idem, Naturaleza de la noche pasiva del espíritu, en ib.187-228. Estos estudios proceden precisamente de tesis doctorales, defen­didas en aquellos años por sus autores.

11 F. Ruiz, en la Introducción que hace a «Subida», en San Juan de la Cruz. Obras completas, Madrid, EDE, 3a ed„ 1988, se pregunta: ¿Es «practicable» la «Subida»?, 161-162. Por su parte, intenta responder a las dificultades que hoy se pueden plantear en este sentido.

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mística, porque sienten una extraña afinidad espiritual con la ex­periencia relatada en ella. Nos encontramos ante una experiencia humana primordial. El hombre se va haciendo camino a base de continuas conquistas y eliminaciones, y su fidelidad a una voca­ción le obliga a dar continuamente pasos en lo desconocido» 12. La intuición central de la obra toca tan directamente el ser del hombre, que hace que muchos se sientan identificados con ella, aunque su experiencia esté lejos del nivel de lo que allí se habla. El libro de «Subida» es esencialista (virtudes teologales, radicalis­mo, esfuerzo de reconstrucción del hombre total), pero «Noche» lo es aun más. Conecta con el hecho universal de la vida sentida como dificultad, y no como algo lineal. Y conecta también con las experiencias del sin sentido de la vida o la vida como un sin sen­tido sin Dios, en un mundo en que se plantea, de una forma drás­tica, el problema de Dios en la vida del hombre.

2. El díptico «Subida-Noche»

Bajo este epígrafe queremos tratar ahora el tema de la rela­ción que existe entre «Subida del Monte Carmelo» y «Noche oscura». Tema que adquiere un especial interés, dado que, en nuestro siglo, son bastantes los autores que, de una forma o de otra, se han pronunciado al respecto. La cuestión es más impor­tante de lo que pudiera parecer a primera vista a un lector profa­no. Lo que se ha venido planteando, desde comienzos de siglo, es si «Subida» y «Noche» son, en realidad, una única y misma obra o son dos, diferenciadas y distintas, aunque complementarias en­tre sí. Siendo más sutiles, la pregunta sería si san Juan de la Cruz había pretendido escribir, con ambos libros, una única obra, o si, de hecho, pretendió escribir dos obras distintas. Los mismos textos darían pie para pensar lo primero. Y esto, tanto por la temática común y complementaria de ambas obras, como por las muchas referencias a futuras divisiones estructurales, se­ñaladas en «Subida» y que se refieren, sin ninguna duda, a lo que será después la temática de «Noche»: los defectos de los princi­piantes, las purificaciones pasivas 13. En el común de la gente, el hecho de que la edición príncipe (1618) igualara estructuralmente «Subida» y «Noche», configurando la segunda al estilo de la pri­

12 Idem, Introducción a «Noche Oscura», en o.c. p. 423.13 Los textos que se suelen citar son los siguientes: 1 S 1, 2; 13, 1; 2

S 2,3; 6,8; 11,7; 18,4; 3 S 2, 13-14; 33,5; 2 N 22,2; LLama 1,25.

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«SUBIDA DEL MONTE CARMELO» Y «NOCHE OSCURA 297mera, ha podido, sin duda, pesar mucho en la visión de ambas co­mo un conjunto bastante homogéneo.

La teoría de la unidad

Los primeros editores de las obras del santo en nuestro siglo, los Padres Gerardo y Silverio, cada uno en su respectiva edición (1912 y 1929), a pesar de la larga tradición histórica en contra, confesada y reconocida por ellos mismos, manifiestan su opinión de que «Subida» y «Noche» son, en realidad, una misma y única obra. Sin embargo, por respeto a la tradición, las editan por se­parado, haciendo preceder, a cada una de ellas, su respectiva in­troducción. Esta es la opinión y la práctica que se va imponiendo a lo largo de nuestro siglo, siendo su máximo exponente el Padre Lucinio del Smo. Sacracramento (Lucinio Ruano), quien, en su edición de las obras del santo (edición BAC), a partir de la 2 a edi­ción (1950), no sólo defiende la unidad de ambos escritos, sino que además, desde entonces en las sucesivas ediciones, ha hecho siempre una introducción conjunta a los mismos.

La idea del «d íptico»

A pesar de todos los argumentos que se daban a favor de la unidad, no se podían ignorar ciertas diferencias estructurales y de estilo, y, sobre todo, había una cosa que hacía pensar: el he­cho de que el santo se hubiera puesto a escribir «Noche oscura», en teoría la parte cuarta del libro de «Subida», habiendo dejado ésta («Subida») inacabada en su tercer libro, y quedando todavía mucha materia por delante. Estas y otras razones hicieron que algunos autores empezaran a hablar de «Subida» y «Noche» co­mo de un Díptico: una obra maestra en dos cuadros distintos, pe­ro que, a su vez, forman una única realidad. Entre sí, ambas obras estarían unidas por el poema «Noche oscura» y por un proyecto común, expresado sobre todo en el Prólogo de «Subida». Si no me equivoco, fue el P. Gabriel de santa Maria Magdalena, en el año 1937, quien primero usó la palabra «díptico» para expresar la relación entre «Subida» y «Noche» I4. Sin embargo, quien le dió mayor difusión fue el Padre Juan de

14 Cfr. G abriele Di S.M. Maddalena, S. Giovanni della Croce. Dottore dell’Amore Divino, Firenze, Libreria Editrice Fiorentina, 1937, p. 24. Esta expresión se encuentra dentro de un contexto en que se nos habla de la relación entre los distintos escritos del santo (13-29).

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Jesús María (Saera), quien, algún año más tarde (1943), publicó un artículo que precisamente tituló: «E l díptico Subida-No­che» 15.

Primeros reparos

No obstante el «crescendo» en favor de la tesis unionista, al­gunos años más tarde (1947), el Padre Efrén de la Madre de Dios quiso replantearse de nuevo todo el tema. En su tesis doctoral «San Juan de la Cruz y el misterio de la Santísima Trinidad en la vida espiritual» aborda la cuestión. Reconoce que la tesis unionis­ta tiene razones internas muy fuertes para defender la unidad de «Subida-Noche», pero, afirma, «debemos también reconocer que la cuestión completa tiene otro aspecto, el externo, fundado en el historial de ambos tratados. Aquel exige la unidad; éste la niega. La solución definitiva debería, por tanto, darse respetando todos los datos» 16. A continuación expone, de forma clara y concisa, las razones que hay en un sentido y en otro. Dice así:

A. El testimonio histórico niega la unióna) Suelen ser considerados como dos tratados diferentes, ya

nombrándolos distintamente, ya nombrando sólo el de Noche.b) Son diferentes las circunstancias de su composición... (se

hace referencia al testimonio del P. Juan Evangelista).c) Según consta de los códices manuscritos, la Subida está

escrita en forma de libro; la Noche, en cambio, en forma de cues­tiones especiales.

d) Los códices de uno y de otro tratado corren suerte distin­ta; muchos sólo tienen la Noche-, pocos, sólo la Subida. Y cuando ambos andan en un mismo códice no suele ser por considerarse un solo tratado, sino como parte de todas las obras del santo...

B. El argumento interno exige la unióna) Al proponer el Sto. la división general de la Subida in­

cluye la Noche «como cuarta parte».b) Con relación a la Subida llama a la Noche «libro cuarto»,

o «tercero», o «segundo».c) En la Subida promete tratar cuestiones que luego de he­

15 Juan De Jesús María, El díptico Subida-Noche, en Varios, Sanjua- nistica, Roma, 1943, 27-83.

16 E frén De La M adre De Dios, San Juan de la Cruz y el misterio de la Santísima Trinidad en la vida espiritual, Zaragoza, 1947, p. 125.

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«SUBIDA DEL MONTE CARMELO» Y «NOCHE OSCURA 299cho hallamos tratadas en la Noche.

d) En la Noche alude a propósitos declarados sólo en el Pró­logo de la Subida.

e) En la LLama nombra la Noche como parte de la Subida 11.Con el fin de solucionar los posibles puntos oscuros de la in-

terrelación «Subida-Noche», nuestro autor esboza algunas posi­bles soluciones. Pero, al final, vuelve a resumir el estado de cosas diciendo: «El testimonio histórico nos obliga a separar los dos li­bros y el texto nos obliga a unirlos. La unidad temática debe ser admitida; pero adviértase que la unidad del plan sanjuanista se realiza, no sólo en la Subida y Noche, mas también... en el Cánti­co y LLama» 18.

La teoría de la separación

Sólo años más tarde, y con pocos meses de diferencia entre sus respectivas publicaciones (finales de 1968 y principios de 1969), dos ilustres sanjuanistas de nuestros días, Federico Ruiz Salvador y Eulogio Pacho (de la Virgen del Carmen), volvieron a desviarse de la teoría unionista, haciendo valer los argumentos contrarios a la misma.

En su «Introducción a san Juan de la Cruz» (Madrid, BAC, 1968), Federico Ruiz aborda el tema de la relación «Subida- Noche» en un capítulo conjunto dedicado a ambas obras (cap. 7). En el apartado tercero del mismo, titulado curiosamente «Obra unitaria», reconoce que entre «Subida» y «Noche» hay una uni­dad temática y estructural, pero, afirma, éstas no deben llevar­nos a ignorar las diferencias que existen entre ellas. Diferencias internas que vendrían a reforzar los argumentos externos o histó­ricos en favor de la separación. El pensamiento de nuestro autor en esta obra se puede resumir en la siguiente frase suya: «Subida y Noche son demasiado afines para poder vivir aisladas, y dema­siado diferentes para poder fundirse» 19.

Analizando el tema desde perspectivas fundamentalmente hi­stóricas, Eulogio Pacho, en su libro «San Juan de la Cruz y sus escritos» (Madrid, Ed. Cristiandad, 1969) se pronuncia también igualmente a favor de esta línea de la separación o «distinción re- daccional de ambos escritos», es decir «Subida» y «Noche». Su pensamiento nos lo resume él mismo cuando dice: «De nuestra

17 Idem, o.e., 125-126.18 I dem , o.e., 127.19 p. 195 (véase p. 194-199).

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exposición se deduce que nos apartamos un tanto del modo ordi­nario de plantear la cuestión. Admitida, como indiscutible, la uni­dad temática o doctrinal de ambas obras, debe salvarse su diver­sidad redaccional. La Noche está concebida como complemento de la Subida, pero está redactada como escrito a se, sin distin­ción de libros ni capítulos: como un comentario semejante a la LLama» 20.

Posteriormente, en sus respectivas ediciones de las Obras completas del santo21, ambos autores se reafirman en su anterior postura al respecto, es decir, que estamos ante dos obras redac- cionalmente distintas, aunque fuertemente complementarias. Se­gún estos autores, los argumentos de crítica interna, esgrimidos por otros a lo largo de este siglo en favor de la unión, tendrían su fundamento en el hecho siguiente: el santo habría comenzado a redactar «Subida» con la intención de comentar el poema «Noche oscura» y, a su vez, describir los caminos de las purificaciones interiores del hombre. Y esto es lo que se nos indica, por ejem­plo, en el famoso Prólogo de «Subida». Como este libro, «Subida», se iba desviando cada vez más de este proyecto inicial, y su redacción se iba abriendo progresivamente a nuevos campos temáticos, el santo habría optado por comenzar un libro nuevo, expresamente dedicado a tratar los caminos de las purificaciones pasivas y en el que se recuperase el proyecto inicial de comentar el poema «Noche oscura». De esta manera, el nuevo libro obedecería a proyectos antiguos, esbozados en el libro de «Subi­da», de la que, sin embargo, nunca llegó a ser parte real. Estaríamos, pues, ante un proyecto inicial único, de ahí las refe­rencias mútuas y la fuerte complementaridad entre ambos escri­tos de Juan de la Cruz, pero llevado a cabo, de hecho, en dos obras redaccionalmente distintas entre sí, de ahí las diferencias. El testimonio de la tradición histórica al respecto vendría a con­firmar estos planteamientos.

Personalmente, quisiera completar todo este discurso con una reflexión posterior. A pesar de las primeras apariencias, el nuevo proyecto de comentar desde el principio el poema «Noche oscura» desde la perspectiva de las purificaciones pasivas, se ve­

20 p. 270, nota 61 (véase p. 229-270).21 Cfr. San Juan De la Cruz, Obras completas, 2a ed., Introducciones

y notas de J.V. Rodríguez y F. Ruiz, Madrid, Ede (Editorial de Espirituali­dad), 1980. Este misma postura se ha mantenido en la 3 a ed. (1988). Véa­se también San Juan De La Cruz, Obras completas, Introducciones y no­tas de Eulogio Pacho, Burgos, Monte Carmelo, 1982.

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«SUBIDA DEL MONTE CARMELO» Y «NOCHE OSCURA» 301rá pronto superado22. En toda la primera parte del libro «Noche oscura», dedicada a la purificación pasiva del sentido, se observa una constante tensión de Juan de la Cruz por conectar con el poema «Noche oscura» desde la perspectiva de la purificación o noche pasiva del espíritu23. De ahí que, cuando llega el momento de hablar de la noche pasiva del espíritu, el santo decide comen­zar de cero, por tercera vez, el comentario al poema «Noche oscura» 24.

Nos encontramos, pues, no sólo con dos obras que tienen co­mo punto de arranque el poema «Noche oscura», sino que, ade­más, en ellas podemos observar un triple acercamiento o intento de acercamiento interpretativo a dicho poema25. Si se tiene en cuenta, por otra parte, que todos los autores suelen coincidir en que la línea interpretativa más acorde con el espíritu primigenio del poema «Noche oscura» es la tercera, es decir, la del segundo libro de «Noche», creo que podemos afirmar que, en cierta medi­da, temática y dinámicamente hablando, el entero libro de «Subi­da del Monte Carmelo» y el primer libro de «Noche oscura», to­dos ellos conjuntamente, constituyen un gran prólogo o introduc­ción al segundo libro de «Noche», y, desde esa perspectiva, habría que leerlos. Quizá esto es lo que nos está indicando el fa­moso Prólogo de «Subida», tan ampliamente dedicado al tema de la purificación pasiva. Temáticamente, pues, habría que hacer to­do un esfuerzo por no presentar «Noche oscura» como un simple complemento de «Subida». Más bien, habría que invertir la rela­ción en la línea de lo que antes dijimos.

3. Génesis y tiempo de composición

Redaccionalmente, el santo habría comenzado a elaborar el libro «Subida del Monte Carmelo» en los años de su estancia en Baeza (1579-1581). Juan de la Cruz posee en ese momento dos grandes poemas: «Cántico» y «Noche oscura». El primero de ellos lo completará precisamente en esos años, en los que también co­menzará a elaborar lentamente su comentario teológico-místico. Comentario que, en su primera redacción, acabará en Granada en

22 «Noche oscura», Pról. 1, y 2 N 3,3.23 1 N 8,1-2; 10,3; 11,4; 14,1-2; 2 N 1,1.24 2 N 3, 1-3.25 J.D. Gaitán, San Juan de la Cruz: En torno a «Subida» y «Noche».

Su relación con el poema «Noche oscura», en Varios, Introducción a san Juan de la Cruz, Avila, Diputación Provincial, 1987, 77-90.

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1584. El segundo, el poema «Noche oscura», está ya completo cuando llega a Baeza. El santo tiene intención de tomarlo como punto de partida de otra obra, «Subida del Monte Carmelo», al estilo de lo que está haciendo con «Cántico». Pero, junto con el comentario al poema, aquí pretende mezclar otros proyectos y puntos de partida (cfr. el dibujo del Monte), lo que hace a «Subi­da», de hecho, un texto con un estilo distinto de «Cántico».

Del testimonio del P. Juan Evangelista y de otros religiosos que convivieron con fray Juan de la Cruz en Granada o le trata­ron durante su permanencia en dicha ciudad (1581-1588), se dedu­ce que el santo habría traído, de Baeza a Granada, el libro de «Subida» solamente iniciado, y allí lo habría continuado, aunque «con muchas quiebras». Y allí, en Granada, habría compuesto «Noche» 26.

Así las cosas, la primera redacción de «Cántico» habría sido acabada de escribir antes que el actual texto de «Subida» (obra no concluida o inacabada). «Noche oscura» (obra igualmente ina­cabada) la habría escrito el santo en su integridad estando ya en Granada, y con cierta posterioridad a «Cántico» y «Subida», pero antes de iniciar el comentario a «LLama». Unico comentario que habría escrito Juan de la Cruz durante du vicariato en Andalucía (1585-1587). Da ahí que se pueda decir que, los últimos retoques del actual texto de «Subida» y la redacción íntegra de «Noche», los llevara a cabo nuestro místico entre 1584 y 15 8 5 27.

Pero, en la génesis de toda obra escrita, hay siempre una se­rie de circunstancias personales y ambientales que, de una mane­ra o de otra, influyen en el estilo y contenido de la misma. En el conjunto «Subida-Noche», algunas de estas realidades previas son bastante explícitas y determinantes. Nos fijaremos funda­mentalmente en dos:

a. El radicalismo humano y evangélico de Juan de la Cruz-Radicalismo que no hay que confundir con ascetismo o rigo­

rismo, que era algo muy común en su época. En el ascetismo lo que se pone de relieve son las formas y los modos. En el radicalis­mo, son las actitudes. Actitudes que, ciertamente, necesitan re­flejarse y expresarse en formas y modos, pero no se pone el acen­

26 Los testimonios del P. Juan Evangelista al respecto, se pueden en­contrar en B.M.C., t. 10, 340-345. Este y otros testimonios pueden verse también en Eu logio de la V irgen d e l Carmen, San Juan de la Cruz y sus escritos, Madrid, Cristiandad, 1969, 220-223.

27 Idem, o.c., 229-270.

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«SUBIDA DEL MONTE CARMELO» Y «NOCHE OSCURA 303to en ellos ni se les considera la cosa más importante. Esta es la línea de Juan de la Cruz en todos sus escritos. También en «Subi­da» y «N oche»28

Desde su infancia Juan de la Cruz vive en un clima de desa­rraigo, desapego y esencialidad en lo humano, impuesto por las circunstancias, pero que le favorece, sin duda, en su posterior comprensión de la esencialidad y radicalidad evangélica. De ahí que no sea extraño que el santo insista, tanto en «Subida» como en «Noche», en enseñanzas evangélicas tan importantes como: Dios suprema riqueza del hombre, el posponer-renunciar-perder todo para poder ser discípulo, el camino estrecho que lleva a la vida. Su radicalidad y esencialidad le lleva a exhortarnos, en di­chos escritos, a no acumular ni siquiera riquezas espirituales, que serían tanto o más peligrosas, evangélicamente hablando, que las materiales (cfr. «Subida»), y a presentarnos un Dios que ayuda al hombre a despojarse de todo lo que le impide (al hom­bre) alcanzar su más verdadera riqueza y realización (cfr. «No­che»), En este sentido, la experiencia de la cárcel de Toledo fue, para Juan de la Cruz, una escuela complementaria de la expe­riencia de su infancia y juventud 29

Ciertamente, la radicalidad humana y evangélica, siendo algo inherente a la persona del santo y a su propria vida, no es, ni puede ser, exclusiva de «Subida» y «Noche». De una manera o de otra, ésta comienza a manifestarse ya en sus primeros escritos anteriores a «Subida» y «Noche», que, por lo mismo, tienen res­pecto de estas obras una relación de precedencia no sólo cronoló­gica sino también temática. Uno de ellos, el dibujo del Monte, con su senda estrecha, será uno de los puntos iniciales de partida de «Subida», hasta el punto que inspirará incluso el mismo título de la obra: «Subida del Monte Carmelo». Pero también el poema «Noche oscura», que constituye igualmente un punto de partida tanto para «Subida» como para «Noche», a pesar de su gran liris­mo, nos habla de esencialidad y de radicalidad. Es la expresión de aquel desarraigo y búsqueda de lo único importante que el santo vivió en la dura experiencia humana y evangélica de la cár­cel de Toledo.

28 Cfr. «Subida», Pról. y 2 S 7.

29 Sobre la experiencia en la cárcel de Toledo y su reflejo en otra de las poesías del santo cfr.: J.D. Gaitán, San Juan de la Cruz: un canto en tierra extraña. Exégesis y actualidad de un romance, en Rev. de Espiri­tualidad, 37 (1978) 601-621.

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b. La religiosidad ambiental.Me refiero al mundo socio-religioso que le tocó vivir a Juan

de la Cruz. «Subida» y «Noche» son dos de sus obras en las que más se refleja y recoge los sentimientos que la religiosidad am­biental suscitaba en nuestro místico. Y, cuando digo religiosidad ambiental, me refiero a todo un estilo de ver y vivir el cristianis­mo bastante común en los ambientes en que le tocó vivir: la España del siglo XVI, en concreto Castilla y Andalucía. Algo que reafirmará repetidamente a lo largo de «Subida» y «Noche», ya desde el Prólogo mismo de «Subida», es el tema de la necesidad que siente de hablar y exponer claramente ciertos principios evangélicos básicos con todos sus consecuencias. Es mucha la in­cultura evangélica que le parece ver a su alrededor, especialmete en la gente culta y religiosa. Y, de algunos temas importantísimos (cfr. noche pasiva o purificación pasiva del espíritu), hay muy po­co escrito. «Para escribir esto, nos dice en «Subida», me ha movi­do, no la posibilidad que veo en mí para cosa tan ardua, sino la confianza que en el Señor tengo de que ayudará a decir algo, por la mucha necesidad que tienen muchas almas» 30. En el libro «No­che oscura», hablando de la noche del sentido, manifestará su prisa «por pasar a tratar más de propósito de la Noche Espiri­tual por haber de ella muy poco lenguaje, así de plática como de escritura, y aun de experiencia muy poco» 31.

Ya en el Prólogo a los «Dichos de luz y amor» el santo había hecho planteamientos parecidos en torno a la necesidad que veía a su alrededor. Sin embargo, en «Cántico» y «Llama» el plantea­miento es distinto. En sus respectivos Prólogos no habla para na­da de la necesidad que ve a su alrededor como motivo impulsor de ambos escritos. Más bien hace referencia a la luz e inspiración que Dios le ha dado para explicar ciertos temas de «teología mística», y al papel decisivo que han jugado los peticionarios y destinatarios primeros de las obras. Es cierto que también en el Prólogo de «Subida» hace una breve referencia a los que le han pedido que escribiera dicha obra (n° 9), pero no aduce su peti­ción entre las causas que le han movido a escribir. La referencia a sus peticionarios es, más bien, una confidencia esperanzada de que, al menos ellos, sintonizarán con lo que allí se enseña.

A lo largo de «Subida» y «Noche» el santo insistirá en aque­llas situaciones que le parecen más necesarias. Algunas, corres­

30 «Subida», Pról. 3. Recuerdo que los subrayados en el texto del santo son siempre míos.

31 1 N 8, 2.

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«SUBIDA DEL MONTE CARMELO» Y «NOCHE OSCURA» 305ponderán a etapas y momentos del hombre religioso de todos los tiempos. Otras, serán propias y típicas de la religiosidad ambien­tal de su tiempo.

II. SUBIDA DEL MONTE CARMELO

1. Características redaccionales

El texto de este libro, «Subida del Monte Carmelo», es, sin duda, uno de los menos lineales y elaborados de san Juan de la Cruz. Esto hace que su lectura no siempre sea fácil. A este res­pecto, el P. Eulogio Pacho inicia su reflexión introductoria a «Su­bida» con las siguientes palabras: «Es persuasión generalizada que la Subida del Monte Carmelo se lee con mejor comprensión que los otros escritos sanjuanistas. Favorece su asimilación doc­trinal y espiritual el carácter de tratado ordenado y sistemático. Hay bastante de espejismo en este creencia, no confirmada fre­cuentemente por los resultados obtenidos por muchos lectores. Las líneas maestras, identificadas con facilidad al primer contac­to, se van difuminando poco a poco al enterarse en la maraña de temas y esquemas cada vez más complicados y minuciosos. Aun­que el pensamiento del Doctor místico tiene una secuencia lógica impecable, su desarrollo externo o material no siempre presenta un curso rectilíneo consonante con los programas o proyectos anunciados. Una lectura demasiado atada a la materialidad de los esquemas puede alejar de los puntos básicos para una sín­tesis genuina de la obra»32.

Ciertamente, muy distinta era la perspectiva que nos daba el Padre Silverio en las primeras décadas de nuestro siglo: «Es una obra (Subida) muy meditada en su conjunto, y muy bien ejecuta­da en sus pormenores de análisis psíquicos, con aplicaciones ascéticas y místicas, y supone uno de los mayores esfuerzos que la inteligencia del hombre ha hecho hasta el presente para poner a disposición de la ciencia del amor santo... el rico caudal filosó­fico que para su tiempo se había remansado en las más célebres escuelas del saber» 33.

Estos dos textos marcan dos estilos, dos tiempos, y dos mo­

32 E. Pacho en San Juan de la Cruz. Obras completas, o.c., p. 129.33 B.M.C., t. 10, p. 263.

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dos distintos de ver el libro de «Subida». El pasado, un tanto for­zado por la necesidad de presentarnos a un Juan de la Cruz acor­de con ciertas exigencias teológico-filosóficas propias de la épo­ca. El presente, mucho más realista y acorde con lo que es el tex­to de «Subida».

E l proyecto y los proyectos

Al contrario de lo que sucedió con «Cántico» y «Llama», cuyo proyecto y texto no sólo quedó completo, sino que, además, fue reelaborado por el santo en distintas ocasiones, «Subida del Mon­te Carmelo» ni se acabó de redactar por completo en todos sus esquemas previstos ni se reelaboró nunca en su conjunto lo ya redactado. Para colmo, fue una obra en la que el proyecto origi­nal se fue readaptando varias veces, en la medida que se iban re­dactando los distintos capítulos y temas. Ciertamente, en esta continua actitud cambiante que se da en «Subida», no se varían las intuiciones humanas y evangélicas básicas que se nos quieren comunicar, pero sí el dónde y el cómo de lo que se nos quiere de­cir.

Los dos puntos de referencia que, en principio, parece que van a ser los más importantes, el poema «Noche oscura» y el di­bujo del Monte (cfr. «Subida», Argumento, y 1S 13,10), acaban ce­diendo el puesto a la división antropológica sentido-espíritu (1S 1,1-2), y, posteriormente, a la tríade entendimiento-fe, memoria- esperanza, voluntad-caridad (2S 6). Pero, por encima de todo, se mantiene una idea: la de tratar de la purificación integral del hombre (sentido y espíritu) en su vertiente activa, primero, dejan­do para más tarde la vertiente pasiva (1S 1,1-2; 13,1).

Quizá el fallo estuvo en que el santo quiso concentrar dema­siados proyectos en una misma obra, y esto no le fue posible. Quiso juntar el símbolo «Noche» con el del «Monte» o «Subida». Y quiso comentar el poema «Noche oscura», como había hecho ya con «Cántico Espiritual», Pero, a la vez, quiso probar la redac­ción de un libro en forma de un tratado en toda regla, según el uso de la época34.

34 Para un análisis amplio de los distintos proyectos que se entre­mezclan en «Subida», cfr. E. Pacho, San Juan de la Cruz. Obras comple­tas, o.c., Introducción a «Subida del Monte Carmelo», 129-164.

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«SUBIDA DEL MONTE CARMELO» Y «NOCHE OSCURA 307La consecuencias

La acumulación de varios proyectos o ideas inspiradoras en un mismo proyecto, es decir, el libro «Subida del Monte Carme­lo», trajo consigo dos consecuencias importantes. La primera, el pronto abandono del comentario al poema «Noche oscura», que acaba quedando totalmente absorbido por la dinámica del trata­do, con sus diferentes libros, capítulos, divisiones y subdivisiones temáticas. La segunda, el abandono, aunque más tardío, de la re­dacción misma de la obra, que se había convertido en una cadena interminable de divisiones y subdivisiones a tratar. La experien­cia debió ser tan negativa para nuestro escritor, que nunca más volvió a intentar esta forma de redactar o escribir un libro. Y eso que, después de «Subida», redactó «Noche» (no se olvide que las divisiones en libros y capítulos que allí encontramos se debe a la Edición Príncipe) y «Llama».

Por otra parte, el tratado acabó no sólo con el símbolo «No­che», sino también con el símbolo o imagen de «subir», «ascen­der» («Subida del Monte Carmelo»), Algunos dicen que, en «Subi­da», prevaleció la imagen o símbolo de «subir» o la idea de «mon­te» sobre el símbolo «noche-oscuridad»; pero yo creo que eso no es del todo exácto. Creo, más bien, que ambos sufrieron suerte parecida; lo cual no quita que, sobre todo en los libro I y II de «Subida», nos encontremos referencias, más o menos importan­tes, a uno u otro de dichos simbolismos. Y, si bien no se puede dudar que la idea de «subir» («salir», «monte» = éxodo) tiene una mayor relación de sintonía con todo lo que es el esfuerzo de la purificación activa, también hay que afirmar que la idea de «noche-oscuridad» tiene una presencia importante y decisiva en determinados momentos de la obra35.

De todas las formas, hay algo en el dibujo del Monte, que, a mi entender, ejerce un influjo decisivo en la dinámica misma del libro «Subida del Monte Carmelo», y que no se pierde nunca de vista: la tensión entre el único camino que conduce directamente a Dios (la senda que lleva a la vida) y los otros caminos que, en mayor o menor medida, nos apartan de esta meta o llegan a mu­cho menos; la tensión entre lo que es principal, y vale la pena bus­

35 Cfr. M a Jesús Mancho Duque, El símbolo de la noche en san Juan de la Cruz. Estudio léxico-semántico, Salamanca, Ediciones Universidad, 1982, 324 p. El título puede despistar un poco, ya que aquí se estudian otras muchas ideas complementarias del símbolo noche dentro del con­junto «Subida-Noche»; entre ellas, las referentes a subir, salir, monte, etc.

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car sobre todas las cosas, y lo que es relativo; la tensión entre lo que es el camino del seguimiento de Jesús y del evangelio como norma de vida, y los otros caminos, por muy espirituales que pa­rezcan. En este sentido, el dibujo del Monte es una clave de lectu­ra muy importante para leer y entender la dinámica interna y evangélica del entero libro de la «Subida del Monte Carmelo».

2. Páginas introductorias

La acumulación de proyectos y de esquemas que es el libro de «Subida», es algo que ya se aprecia desde sus primeras pági­nas. El santo no entra en seguida en el tema propio de esta obra, sino que, como suele ser habitual en él, se detiene en las prime­ras páginas de la misma a comunicarnos sus planteamientos y la metodología que pretende seguir. Esto es lo que aqui llamamos «páginas introductorias», que merecen, por lo que después se ve­rá, una atención especial. Estas páginas o textos introductorios serían: título, subtítulo, argumento, canciones (poema «Noche oscura»), prólogo, y los capítulos 1 y 2 del primer libro de «Subi­da». En teoría, estos dos capítulos tendrían que formar parte del discurso propio del primer libro de la «Subida», pero, de hecho, en ellos el santo sigue haciendo planteamientos globales que afectan al conjunto de la obra. Por eso los consideramos aqui en­tre los textos introductorios. A todos ellos habría que añadir el dibujo del Monte, que, según nuestro autor mismo, estaría al co­mienzo del libro, formando parte integrante de él (1S 13,10). Ana­licemos cada uno de estos textos.

Dibujo del Monte

De por sí es una pieza independiente y anterior a «Subida». Por lo mismo, aquí no interesa tanto considerarlo por lo que es en sí, sino por su relación con «Subida». El dibujo influye en el título que se da a la entera obra: «Subida del Monte Carmelo». El mismo santo llamaría también, a la figura o dibujo del Monte, «Subida del Monte» (1S 13,10). Y, como ya dijimos más arriba, su influjo más importante en «Subida» ha de buscarse en el valor que tienen los diversos caminos que allí se encuentran, en orden a alcanzar la cima o meta que es Dios, la unión con Dios. A parte de esto, el lector puede encontrar aquí o allí, cuando menos se lo

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«SUBIDA DEL MONTE CARMELO» Y «NOCHE OSCURA 309espera, algunas referencias más o menos explícitas, a elementos que componen el dibujo del Monte 36.

Título

Aquí habría que distinguir entre título y subtítulo. En cuanto al primero, al contrario de lo que sucede con otros escritos de Juan de la Cruz, el título «Subida del Monte Carmelo» es, con to­da certeza, el que el mismo santo dió a esta obra. Esto se nos confirmará, poco después, en el Argumento, y, de forma más in­directa, en otros textos sajuanistas (1S 13,10 y LL 1,25).

El título en sí no es de lo más original de Juan de la Cruz. Otros autores antes que él, por ejemplo Bernardino de Laredo, dieron título muy parecido a sus obras (cfr. «Subida del Monte Sión»), Sin embargo, cada palabra de este título tiene su impor­tancia para entender lo que será después el contenido de la obra.

— «Subida»: dice relación a los caminos o sendas.— «del»: (del Monte). Curiosamente, nosotros tenemos

tendencia a cambiar la expresión «del monte» por la «al mon­te». En sí podría ser lo mismo una que otra, pero, la que usa el santo, indica con más fuerza lo que es el recorrido, el ca­mino, mientras que la otra centra más nuestra atención en lo que es la cima.

— «Monte Carmelo»: los prim itivos del «Monte Carmelo», tanto frailes como monjas, son sus principales des­tinatarios, porque ellos se lo pidieron (Pról. 9), pero no por­que aquí se hable sólo para ellos. El Monte Carmelo, como otros montes del Antiguo Testamento, era lugar por excelen­cia de la presencia y experiencia de Dios.En sí, éste es un título partidista, porque pone el acento en la

idea de Monte (Subida del Monte), y no recoge, bajo ningún aspecto, la idea de «Noche».

El subtítulo confirma y profundiza la idea del título, y tam­bién es muy esclarecedor respecto a todo lo que, de hecho, es ac­tualmente el libro de «Subida». Dice así: «Trata de cómo podrá una alma deponerse para llegar en breve e la divina unión. Da avisos y doctrina, así a los principiantes como a los aprovecha­dos, muy provechosa para que sepan desembarazarse de todo lo

36 En este sentido, hay que leer siempre, a la luz de este dibujo, to­dos los textos que nos hablen de subir, salir, monte (montes), camino, sen­da, versillos del Monte, cumbre del monte, honra y gloria de Dios, etc.; cfr. también la nota anterior.

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temporal y no embarazarse con lo espiritual, y quedar en la suma desnudez y libertad de espíritu, cual se requiere para la divina unión».

En una lectura detenida de este texto podemos observar lo si­guiente: se subraya lo activo («disponerse», «desembarazarse», «no embarazarse», quedarse en «suma desnudez y libertad de espíritu») y no se hace referencia a lo pasivo; se habla por dos ve­ces de la «divina Unión» como meta a alcanzar, pero no como te­ma a tratar37; las etapas que aquí se tratarán serán, pues, las previas a la unión plena o perfecta, es decir, la de los principian­tes y la de los aprovechados; tanto a unos como a otros, para lle­gar a la divina unión, les exhortará a no embarazarse ni con lo temporal ni con lo espiritual; ante ambas clases de bienes, lo que se ha de buscar siempre es la actitud de desnudez, pobreza y li­bertad de espíritu, que es la única que abre verdaderamente el corazón del hombre a Dios (cfr. caminos y senda del Monte); para ayudarnos a llegar «en breve» (senda del Monte) a la divina unión, se propone darnos tanto avisos como doctrina; los prime­ros, sirven para evitar errores, y la segunda, para fundamentar opciones; ambas cosas se compaginarán entre sí a lo largo de «Subida».

Ante posibles lecturas no Cristinas de este título o subtítulo de «Subida», y a la luz de lo que después se nos dice en el libro, quiero señalar aquí que: la unión divina de la que se habla, no es una unión metafísica o puramente intelectual, sino de sintonía plena entre el designio de Dios (voluntad de Dios) y nuestra pro­pia realidad (1S 11,2-3; 2S 5); que, aunque en el creyente hay siempre una cierta unión con Dios, de la que aquí se habla, al de­cir «unión divina», es la «unión perfecta de amor de Dios» (Pról. 1); y que la desnudez y libertad de espíritu que aquí se recomien­da, es la desnudez evangélica del posponer todo el evangelio y la libertad de los hijo de Dios (1S 4,6; 5,2).

37 Este es el gran tema de otros escritos sanjuanistas como «Cántico Espiritual» y «Llama». También en «Noche oscura» se trata y canta di­cho tema, pero de forma supeditada al gran tema de la purificación pasi­va. En «Subida» se hace referencia al mismo de forma mucho más redu­cida. Sólo en algún momento estratégico se afronta, para que no se olvi­de cuál es la meta hacia la que han de mirar todos los esfuerzos purifica­tivos. Típico es el caso del cap. 5 e 2S. En este sentido, hay que decir que todo el mundo de la llamada fenomenología mística del que se nos habla­rá en 2S, en cuanto tal, no constituye para Juan de la Cruz la esencia de la unión divina, «pues éstas ni son mérito ni demérito» (2S 22,19).

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«SUBIDA DEL MONTE CARMELO» Y «NOCHE OSCURA» 311Argumento

Por primera vez se hace referencia aquí al poema «Noche oscura». De sus canciones se dice que contienen «el modo de su­bir hasta la cumbre del monte... que aquí llamamos unión del al­ma con Dios». Quizá es aquí donde más claramente aparece la in­tención de juntar la idea de Monte y el poema «Noche oscura», como puntos de inspiración de «Subida». Algunos ven, en esta conjunción, el deseo de juntar la idea de éxodo (salida de Egipto) hacia el Monte Sinaí, lugar del encuentro con Dios, con la idea de «Noche pascual». Pero ya dijimos antes que este proyecto se rea­lizará muy a medias.

También se hace aquí referencia a otro aspecto de la metodología que se piensa seguir. Como ya habia hecho en «Cán­tico», el santo habla de transcribir primero todo el poema «No­che oscura», para luego ir poniendo cada estrofa y cada verso «según lo pidiere la materia y la declaración».

Canciones

La transcripción íntegra del poema «Noche oscura» va prece­dida de un breve titulillo, que es de gran importancia a la hora de comprender el sentido que aquí se quiere dar a dicho poema. En él aparece la dialéctica, que ya hemos mencionado antes, en­tre el tratado y el comentario al poema. Mientras que, en los tex­tos anteriores se hablaba expresamente de «tratar», aquí se habla de «cantar» («canciones en que canta el alma»). El poema «No­che», ciertamente, no es un tratado, sino un canto. Quizá de ahí viene la dificultad de poderlo tener como guía, en una obra como «Subida» que se quiere plantear como un tratado.

Aquí se canta «la dichosa ventura que tuvo (el alma) en pasar por la oscura noche de la fe... a la unión del Amado». La meta si­gue siendo la unión, pero, en este caso, se habla del «Amado», lo que da un tono de mayor color humano a la experiencia que se relata. En esta línea, más tarde se hablará de «unión de amor», «unión perfecta del amor de Dios» (Pról. 1). Por otra parte, esta experiencia se describe como un «pasar» («pasar por la noche oscura»). No es esta una expresión sin mayor trascendencia. En el texto posterior, el del Prólogo, se volverá a describir, en repeti­das ocasiones, esta experiencia como un «pasar». Y, no en vano, la idea de «pasar» va unida a la de «noche oscura», porque, am­bas juntas, nos acercan a la idea de «noche pascual» o paso libe­rador del Señor en la noche, según la tradición bíblica y cris­

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tiana 38. Por último, se nos dice que esta noche oscura por la que se ha de pasar, es la de la fe, que sólo se podrá vivir en la medida que se sea capaz de vivir en «desnudez y purgación». De la dinámica posterior de la obra, se comprende que la experien­cia de la fe, a la que aquí se hace alusión, es la experiencia del hombre que vive según los criterios de la fe, es decir, la revela­ción. Pero esta experiencia sólo se puede vivir en un gran clima de pobreza evangélica de espíritu.

Por lo que respecta al poema «Noche oscura» en sí mismo considerado, creo que no es éste el lugar más adecuado para ha­cer un amplio análisis del mismo. Por eso me remito, simplemen­te, a otros estudios que se han hecho del mismo39. Sólo quisiera recordar que, en el poema, se cantan dos grandes temas: el de la búsqueda y el de la unión. La distribución sería la siguiente: las cuatro primeras estrofas cantan la búsqueda, la quinta es una estrofa puente, y de la sexta a la octava se canta la unión. Pero si leemos el poema desde los planteamientos que se hacían en el subtítulo, se puede comenzar ya a sospechar que el santo no lle­gue a comentar por entero el poema, sino sólo las estrofas dedi­cadas a la búsqueda, es decir, a la salida en busca del Amado.

Prólogo

En este texto está esborzado el gran proyecto del santo sobre los caminos de la purificación del hombre, que, como dijimos, en un principio proyectaba trazar de forma progresiva dentro de la misma obra. En él aparece claramente la relación de subsidiarie- dad e importancia que existe entre la purificación activa y la pa­siva, y cómo la primera no es más que una preparación para la segunda , que es la verdaderamente importante para llegar a la meta de la «unión perfecta del amor de Dios» (Pról. 1). Pensando

38 Las ideas de pasar, dejarse llevar por Dios, tránsito son, en este sentido, muy esclarecedoras de la idea sajuanista de noche oscura. Algu­nas referencias fundamentales son: «Subida», Pról. 1.3-4.8; 1S 2,1.3.

39 Aquí me remito a unos estudios recientes: C.P. Thompson, El poeta y el místico, San Lorenzo del Escorial, Editorial Swan, 1985, 195-214; A. Donazar, Fray Juan de la Cruz. El hombre de las ínsulas extrañas, Burgos-Vitoria, Monte Carmelo — El Carmen, 1985, 85-101. Desde un punto de vista más bien lingüístico: M. B a lle s te ro , Juan de la Cruz: De la angustia al olvido, Barcelona, Península, 1977, 19-60. Desde el punto de vista de la literatura profana, J.C. N ie to intenta acercarse a éste y a otros poemas del santo en San Juan de la Cruz, poeta del amor profano, Navacerrada, Editorial Swan, 1988, 414 p.

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en lo que después se nos dirá, tanto en «Subida» como en «N o­che», se puede ver una progresión clarísima entre los que co­mienzan voluntariamente a hacer algo (cfr. los tres libros de «Su­bida»), los que son como niños y se resisten a que Dios los lleve adelante (cfr. primer libro de «Noche»), y los que Dios mete en una noche purificadora en la que llegan «a más que morir» (cfr. segundo libro de «Noche»).

Las primeras palabras del Prólogo son muy representativas de lo que luego se dirà a lo largo del mismo. «Para haber de de­clarar y dar a entender esta noche oscura por la cual pasa el al­ma para llegar a la divina luz de la unión perfecta del amor de Dios cual se puede en esta vida, era menester otra mayor luz de ciencia y experiencia que la mía, porque son tantas y tan profun­das las tinieblas y trabajos, así espirituales como temporales por que ordinariamente suelen pasar las dichosas almas para poder llegar a este alto estado de perfección, que ni basta ciencia huma­na para lo saber entender ni experiencia para lo saber decir; por­que sólo el que por ello pasa lo sabrá sentir, mas no decir»40.

Se habla de «declarar», lo cual se refiere tanto a las «cancio­nes» como a las situaciones anímicas de las que se hará mención posteriormente («declarar y dar a entender»). Se describe la «no­che oscura» como paso para llegar a la unión. Se pone de mani­fiesto el contraste entre la oscuridad que está en nosotros y la que nos produce la purificación, y la luz que es Dios («divina Luz»). La unión de la que aquí se habla en la unión perfecta. Y esta unión perfecta es de amor de Dios, como ya quedó dicho an­tes al explicar el titulillo del poema. Con un «cual se puede en esta vida», el santo deja bien claro que «la unión perfecta del amor de Dios... en esta vida» es siempre relativa respecto a la del más allá, porque se vive siempre en la kénosis de nuestra condi­ción carnal. La «noche oscura» se describe como situación de «tantas y tan profundas tinieblas y trabajos, así espirituales co­mo temporales, por que ordinariamente suelen pasar» todos aquellos que quieren llegar a la plenitud antes mencionada. La noche no sería, pues, un camino extraordinario, sino ordinario, a recorrer. Por último, también se ha hecho referencia al tema de la experiencia y de la ciencia como medio para llegar a conocer y dar a entender estos caminos de Dios en el hombre. El santo se siente superado por un tema que le parece arduo de tratar, pero la necesidad que ve a su alrededor puede más en él, y, por eso, se

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40 Pról. 1. Me parece importante volver a recordar que los subraya­dos en los textos del santo son siempre míos.

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decide a escribir sobre estos temas — «decir algo» será su expre­sión (n° 2,3,7) —, confiando más en la ayuda de Dios que en sí mi­smo (n° 2-4).

A partir de estas primeras explicaciones, en los n° 3-7 nues­tro místico despliega toda una panorámica de situaciones espiri­tuales significativas en este camino del hombre hacia Dios. Estas situaciones son como un resumen de esa « mucha necesidad que tienen muchas almas» y que le ha movido a «decir algo» con la ayuda de Dios (Pról. 3). Contemporáneamente, en dichos núme­ros, va describiendo cómo Dios va guiando al hombre por este ca­mino y cómo el hombre, tantas veces, no sabe interpretar los ca­minos de Dios, los propios o los de los otros, o pone el acento en lo que no importa y se olvida de lo que es verdaderamente esen­cial. Dice «Y así, es lástima ver muchas almas a quien Dios da ta­lento y favor para pasar adelante, que si ellas quisieran animarse, llegarían a este alto estado, y quédanse en un bajo modo de trato con Dios, por no querer, o no saber, o no les encaminar y enseñar a desasirse de aquellos principios. Y ya que, en fin, nuestro Ser ñor las favorezca tanto que sin eso y sin esotro las haga pasar, llegan muy más tarde y con más trabajo, y con merecimiento, por no haber acomodándose ellas a Dios, dejándose poner libremente en el puro y cierto camino de la unión» (Pról. 3). De una forma más breve, poco antes había dicho casi lo mismo: «Mucha necesi­dad que tienen muchas almas, las cuales, comenzando el camino de la virtud, y queriéndolas nuestro Señor poner en esta noche oscura para que por ella pasen a la divina unión, ellas no pasan adelante, a veces por no querer entrar o dejarse entrar en ella, a veces por no se entender y faltarles guías idóneas y despiertas que las guíen hasta la cumbre» (ibidem). Como se puede apreciar, en ambos textos hay referencias muy claras al Monte y sus di­stintas sentencias o inscripciones. Por otra parte, se ve claro que, según el santo, el problema no está sólo en la disponibilidad del hombre frente a Dios, sino también en la capacidad de los direc­tores para ayudar a descubrir los caminos de Dios y no confun­dir a la gente, haciéndoles creer lo que no es. Al creyente, Juan de la Cruz le aconseja repetidamente «dejarse llevar por Dios» (3 y4). Y, a los maestros o directores, les aconseje que no «doblen el trabajo a la pobre alma» ni que la crucifiquen de nuevo, porque ya tienen bastante con todo el transiego que supone la purifica­ción interior que Dios actúa en ella. Lo único que tendrán que ha­cer en muchos casos es ayudar a la persona a colaborar con Dios, a estar en el designio de Dios, « consolándolas y animándolas a que quieran aquello hasta que Dios quiera, porque, hasta entonces* por más que ellas hagan y ellos digan, no hay remedio» (Pról. 5).

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Resumiendo esta panorámica de los n° 3-7, podemos decir que el n° 3 y el comienzo del 4 describen la relación entre el creyente y Dios, mientras que, desde el n° 4 hasta el final del n° 7, se describe, más bien, la relación maestro-creyente-Dios.

Posteriormente, en los n° 8-9, el santo hará referencia a sus posibles lectores. Es consciente de que «la desnudez de espíritu que aquí se escribe» no es fácil de aceptar, y que se acogerían mejor sus palabras si se dedicase a hablar de otras «cosas muy morales y sabrosas». Por eso también manifiesta su convenci­miento de que, de esta doctrina, se aprovecharán los menos. Pero confía en que, al menos los que le han pedido que escribiera esta obra, «algunas personas de nuestra sagrada religión de los primi­tivos del Monte Carmelo, así frailes como monjas..., a quien Dios hace merced de meter en la senda de este Monte..., como ya están bien desnudos de las cosas temporales de este siglo, entenderán mejor la doctrina de la desnudez de espíritu». Ciertamente, no se habla aquí de los Carmelitas en general. Se habla de personas concretas, a las que, según el santo, Dios ha hecho ya la gracia de meterlos en la senda de este Monte. A ellos les juzga con más po­sibilidades de entendimiento y sintonía con lo que va a escribir. Pero él pretende hablar aquí a todos, y dar «doctrina sustancial y sólida, así para los unos como para los otros, si quisieren pasar a la desnudez de espíritu, que aquí se escribe».

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Capítulos 1 y 2 del primer libro de «Subida»

Lo que en ello se dice, en parte del primero, y sobre todo en el segundo, sin ninguna duda forma parte del conjunto de textos introductorios de «Subida».

En el capítulo primero (n° 1-3), se nos aclara que hay dos ma­neras principales de purificación, que aquí se llaman «noches», por las que se ha de pasar ordinariamente para llegar a la perfec­ción: la purgación de la parte sensitiva y la purgación de la parte espiritual. Se trata, pues, de una purificación total del hombre, en vistas a su total recomposición interior.

Se asigna la primera estrofa del poema «Noche oscura» y la primera parte de este libro á la purificación de la parte sensitiva. Y, a la segunda estrofa, se le asigna la purificación del espíritu y la segunda y tercera parte del libro. Esto en cuanto a lo activo, porque, a lo pasivo (la purificación pasiva del hombre) se piensa dedicar una cuarta parte o' libro de «Subida». Proyecto que se realizará, como ya hemos dicho, en la obra «Noche oscura».

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«Subida del Monte Carmelo» estará compuesta sólo de tres libios los dedicados a la purificación activa.

En este capítulo, se establece también la relación que hay en­tre cada una de las noches antes mencionadas y los estadios espi­rituales de principiantes y aprovechados a los que se hizo refe­rencia, ya antes, en el subtítulo.

En el capítulo segundo, se intenta una nueva explicación glo­bal de la idea central de «Noche oscura», como guía de la presen­te obra y de las distintas etapas del camino que lleva a la unión con Dios. A través de un triple acercamiento al mismo e idéntico fenómeno-símbolo que es «noche», el santo intenta hablarnos de la unidad y, a la vez, de la diversidad de causas y etapas, que cons­tituyen este proceso de purificación, que aquí se llama «noche». Así, se nos habla de tres causas de esta noche (la negación del apetito de las cosas, el camino de la fe, y Dios en cuanto término al que se va y que supera todo cuanto somos); de tres noches por las que hay que pasar antes de llegar a la unión con la Sabiduría de Dios (primero se purifica el corazón de todo apego por el fue­go del amor de Dios, después se camina en la fe de los padres, es decir, los patriarcas, y, por último, se llega a la noche de la oscu­ra contemplación y comunicación de Dios al espíritu); y de tres partes de una misma noche (el primer oscurecerse es la purifica­ción del sentido; el caminar en la fe es comparable a la mediano­che y el despidiente o amanecer es esa clase de experiencia de Dios en esta vida, que parece estar ya muy cercana a la luz del día de la otra vida, pero sin llegar a poseerla del todo).

En cada uno de estos tres acercamientos al símbolo «noche»,, el primer aspecto siempre dice relación a la purificación del sen­tido, algo que sólo se puede hacer con el fuego del amor de Dios; el segundo, siempre es el caminar en la fe, es decir, caminar co­mo los patriarcas abiertos al Dios de la revelación y a sus desig­nios; y el tercero, dice siempre relación a la posesión plena de Dios. Los dos primeros aspectos son camino para el tercero, y son, cada uno en su medida, noche y oscuridad para el hombre terreno, no evangélico. Pero también la posesión de Dios en esta vida, por muy plena que sea, será siempre noche, oscuridad, por­que vivimos en la kénosis de nuestra condición terrena (cfr. «Cán­tico» 39,12-13: «en la noche serena»). En algunos casos podrá sen­tirse cercana la alborada, pero, mientras vivamos en este mundo, Dios no dejará de ser «noche» para nosotros.

También en este capítulo se volverá a hablar de la «noche» como paso o tránsito (n° 1). Todo él es una verdadera síntesis ma­gistral de los contenidos esenciales que después se desarrollarán en «Subida» y «Noche».

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«SUBIDA DEL MONTE CARMELO» Y «NOCHE OSCURA» 3173. Los libros o la realización del proyecto

El libro «Subida del Monte Carmelo» es un proyecto que se realiza en tres partes o libros. De todos los varios esquemas pro­puestos en las páginas introductorias, se queda con el propuesto en 1S 1,2. Este se constituye en criterio de todos los demás. Nos encontramos, por tanto, con un primer libro, más bien breve (15 capítulos en total), dedicado a la purificación «de la parte sensiti­va del alma». Y un segundo y tercer libro dedicados a la purifica­ción de la parte espiritual: la fe purifica el entendimiento (libro segundo, 32 capítulos), la esperanza purifica la memoria (libro tercero, cap. 1-15), y la caridad purifica la voluntad (libro tercero, cap. 16-45). No hay que olvidar, sin embargo, que, en todos estos libros y capítulos, se trata siempre de la purificación activa del hombre.

Aunque no podemos ahora entrar en análisis detallados de te­mas, textos y capítulos, sí quisiera poner de relieve aquí algunas líneas básicas estructurales y doctrinales de cada uno de estos tres libros.

Purificación de la dimensión sensitiva del hombre.(Libro primero)

Estructuralmente podemos dividir este primer libro en dos grandes bloques. Por una parte, el formado por los capítulos 1-2 y 14-15 tienen el verso, la primera estrofa de «Noche oscura», co­mo punto de referencia principal, y, en ellos, se canta, se comen­ta y se explica la «dichosa ventura» del hombre que, impulsado por el amor, es capaz de salir de la sujeción y esclavitud de las cosas a la libertad de los hijos de Dios.

Este primer bloque hace de enmarque a un segundo bloque, formado por los capítulos 3-13, en los que es el tratado teológico- espiritual lo que predomina, dejando, por lo tanto, a un lado el verso. Pero las reflexiones que aquí se hacen, no son, ni mucho menos, ajenas a lo que se canta en los versos de la primera estro­fa de «Noche oscura», que es la que corresponde a este primer li­bro. En estos capítulos, se trata de explicar la importancia huma­na y evangélica de recorrer esta experiencia de la purificación de la parte sensitiva del hombre.

En general, toda la reflexión del santo en este primer libro gira en torno a una doble perspectiva antropológica:a) De tipo teológico

— Dios es el verdadero bien supremo del hombre (1S 4)— El hombre ha sido creado a imagen de Dios (1S 9,1-2)

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— El pecado original ha roto el equilibrio de esta imagen den­tro del hombre, lo que hace que sea el apetito sensitivo y no la razón lo que guíe su actuar (1S 1,1; 15,1; 8,3).— El pecado personal no sólo afea la imagen de Dios en noso­tros, sino que, además, nos imposibilita para percibir la gran­deza de la nueva llamada de Dios a vivir como hijos suyos (1S6.8-9).— A esta nueva meta sólo se puede llegar por el camino del discipulado, del posponer todo, de la imitación de Jesús, de la cruz (1S 5; 13,3-4).

b) De tipo filosófico-psicológico— Roto el equilibrio entre sentido (apetito sensitivo o instinti- vidad) y razón, el hombre se guía por el primero y tiende a ha­cer de él criterio del bien y del mal (1S 1.3-15).— En esto juegan un papel decisivo los sentido externos, que son los que nos ponen en comunicación con el mundo exterior (1S 3).— De ahí la importancia de educar los sentidos externos como medio imprescindible para educar el apetito sensitivo en el hombre y librarnos de todo predominio del mismo, que sea esclavizante (1S 3 y 13).A veces nosotros pasamos por alto todo esta dimensión puri­

ficativa del hombre. Es un grave error. Juan de la Cruz nos hace ver, bien claro, que el hombre teologal y evangélico sólo es posi­ble a partir de un hombre verdaderamente racional, es decir, en el que la razón guíe por encima de los criterios de las apetencias (1S 15). Humanamente, y no sólo teologalmente, muchas son las consecuencias negativas en el hombre que no ha entrado por los caminos de esta purificación sensitiva (1S 6-12). Muy esclarece- dor, respecto de toda esta dinámica, es el texto siguiente: «El apetito en cuanto apetito ciego es, porque de suyo ningún enten­dimiento tiene en si, porque la razón es siempre su mozo de cie­go. Y de aquí es que, todas las veces que el alma se guía por su apetito, se ciega, pues es guiarse el que ve por el que no ve; lo cual es como ser entrambos ciegos» (1S 8,3)41.

41 Para un análisis más amplio de la dinámica de este primer libro, cfr. J.D. Gaitán, San Juan de la Cruz y su «dichosa ventura». Opción por Dios y purificación de los sentidos, en Rev. de Espiritualidad, 45 (1986) 489-520.

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Purificación del entendimiento por la fe (Libro segundo).

Sobre la base de lo que se nos dice en el primer libro, aquí se da un paso más en la formación del hombre evangélico. También el espíritu, o dimensión mas espiritual o personal del hombre, ha de ser purificado. Al hombre' no le sale espontáneamente lo evan­gélico, y, por lo mismo, el hombre se puede equivocar muy fácil­mente en el mundo de lo religioso y lo espiritual. De ahí que Juan de la Cruz empiece este apartado, al que dedica dos libros, tratando de la purificación del entendimiento por la fe.

Estructuralmente, este segundo libro empieza con dos capítu­los de ambientación general. En ellos se tiene en cuenta, más o menos, la referencia a la segunda estrofa del poema «Noche oscu­ra». A partir del capítulo 3, se abandona del todo el poema,y co­mienza el tratado teológico-espiritual en toda regla hasta el final del libro tercero.

Ya dentro del tratado, qn este libro segundo podemos distin­guir una primera parte de fundamentación teológica (cap. 3-9), y una segunda en la que se pasa a examen toda una gran gama de caminos de conocimiento de lo sobrenatural, ya sea por vía natu­ral o sobrenatural (cap. 10-32). Sin embargo, en esta segunda par­te tampoco faltan capítulos muy interesantes y fundamentalísi­mos de reflexión teológica (cfr. 17, 21-22, 27,29).

En este libro Juan de la Cruz no nos enseña a purificar nues­tro entendimiento en cuanto tal o en cuanto es fuente de conoci­mientos humanos de las cosas. Curiosamente, aquí no se habla de la relación entendimiento-realidades humanas. En todo caso, sólo se habla de estas últimas como medio de conocimiento de Dios o consecuencia de este conocimiento. Esto explica también que, la fe de la que aquí habla Juan de la Cruz, no tenga como finalidad vaciar o purificar nuestro entendimiento de todo tipo de conoci­miento en general, sino sólo purificar nuestros conocimientos de Dios. Y esto es posible, en la medida que se tiene a la fe como criterio y guía suprema de nuestra experiencia de Dios.

Siguiendo en esta misma línea, hay que decir que, para Juan de la Cruz, la fe no es algo vacío, sino algo positivo. Nos vacía y purifica de conocimientos de Dios limitados y ajenos a la revela­ción, pero no nos deja vacíos. La fe de la que aquí se habla, es la aceptación de Dios revelado en Cristo (cfr. 2S 22) y que se nos ha transmitido por la predicación. En este sentido, el conocimiento de Dios que nos da la fe, no es fruto, pues, de la imaginación per­sonal o de nuestra capacidad de llegar a descubrir a Dios y cono­cerle tal cual es. Después de recordar la frase paulina de «fides ex auditu» (Rm 10,17), comenta el santo: «La fe no es ciencia que

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entra por ningún sentido, sino sólo es consentimiento del alma de lo que entra por el oído» (2S 3,3). Por eso, más delante, y comen­tando también otro texto paulino (ICor 2,9; Is 64,4) añade: «Gran­demente se estorba un alma para venir a este alto estado de unión con Dios cuando se ase a algún entender, o sentir, o imagi­nar, o parecer, o voluntad, o modo suyo, o cualquiera otra cosa u obra propia, no sabiéndose desasir y desnudar de todo ello; por­que, como decimos, a lo que va es sobre todo eso, aunque sea lo más que se puede saber o gustar; y así, sobre todo se ha de pasar al no saber» (2S 4,4).

Juan de la Cruz quiere librarnos de toda tentación de un Dios a nuestra imagen, según nuestra capacidad de imaginar, sentir, comprenderle y experimentarle. Por eso, siempre, más allá de toda experiencia de Dios, por positiva que sea, pedirá volver a la fe y quedarse en esa fuente y criterio seguro de conocimiento de Dios. Si en el libro anterior hablaba de la razón como guía de ciego del apetito sensitivo (1S 8,3), aqui nos hablará varias veces de la fe como guía de ciego de nuestro entendimiento en el cono­cimiento de Dios (2S 1,2; 3,2; 4,3.7; 9,1). De esta comparación con­tinuada del ciego y el mozo de ciego, resulta la siguiente visión del hombre evangélico según «Subida». El hombre evangélico es aquel que ha logrado que la razón guíe el apetito sensitivo, y, a su vez, la fe ilumina la razón y la guíe. Y, a este respecto, recuer­de Juan de la Cruz la frase de Cristo en el evangelio de san Juan: «Yo he venido a este mundo para un juicio, de manera que los que no ven vean, y los que ven se hagan ciegos» (Jn 9,39; 2S 4,7).

Pero, en contra de lo que pudiera parecer, esta fe no excluye la reflexión sobre Dios y sobrfe los propios contenidos de la fe, ni la ayuda de la razón humana y el discernimiento fraterno a la ho­ra de saber vivir evangélicamente nuestra vida, es decir, a la hora de saber encarnar y aplicar los criterios de la fe a nuestra vida concreta (2S 11-15; 21-22). Porque esta fe no es para ser contem­plada simplemente, sino para ser vivida en la radicalidad del se­guimiento (2S 7). La necesidad de juntar siempre la ley evangéli­ca, la razón humana y el discernimiento fraterno es, sin duda, una de las constantes más características de este libro. Junto a estos también aparece aquí con gran fuerza el tema del demonio. No es de extrañar, ya que para Juan de la Cruz el demonio es siempre el seductor, el engañador. En este caso, sería el que lleva al hombre a la idolatría, a ideas equivocadas respecto de Dios. Por eso, en 2N 21, al acoplar los enemigos del alma con las virtu­

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«SUBIDA DEL MONTE CARMELO» Y «NOCHE OSCURA 321des teologales, pondrá frente a frente demonio y fe 42.

Para concluir digamos que, para Juan de la Cruz, la fe (la pa­labra revelada) es una lámpara que arde en lugar oscuro y nos da la seguridad en el caminar, hasta que despunte el día de Cristo en el más allá (2S 16,15). También la compara a la nube que guiaba a los israelitas por el desierto, que era oscura de día, pero lumi­nosa en la noche; y así es la fe para nosotros, hasta la llegada del día que es la bienaventuranza en el más allá (2S 3,4-5). Por últi­mo, en otro texto también lleno de resonancias bíblicas, se com­para la fe a las luces que los soldados de Gedeón tenían en sus vasijas, que, aunque las tenían en sus manos, no se podía ver has­ta que no se quebrasen las vasijas que contenían dicha luz; «y así la fe, que es figurada por aquellos vasos, contiene en sí la divina luz, la cual, acabada y quebrada por la quiebra y fin de esta vida mortal, luego parecerá la gloria y la luz de la Divinidad que en sí contenía» (2S 9,3).

La esperanza y el amor purifican la memoria y la voluntad(Libro tercero).

El poema «Noche oscura», en cuanto tal, esta totalmente au­sente de este tercer libro de «Subida». El tratado predomina ab­solutamente. Temáticamente hablando, podemos decir que la fe nos abre a la esperanza de la plena realización en nosotros de nuestra llamada a ser hijos de Dios, y a responder a Dios con nuestro amor concreto sobre todas las cosas y con todo nuestro ser.

En este libro, el capítulo primero es de introducción global. Del 2 al 15, son los capítulos dedicados expresamente a la purifi­cación de la memoria por la esperanza. En ellos se alteran los tex­tos de fundamentación teológica con los de reflexión práctica. El razonamientos del santo es, más o menos, el siguiente: El hombre tiende a hacer acopio de experiencias, tanto en lo humano como en lo religioso. La memoria de estas experiencias suelen servir de guía en sus actuaciones posteriores, lo que, tantes veces, impide al hombre tener la suficiente lucidez para actuar, incluso en lo humano (3S 3), además de impedir la acción guidadora y directriz del Espíritu Santo. Y, a este respecto, cita la enseñanza paulina «los que son movidos por el Espíritu de Dios, esos son hijos de

42 Sobre la dialéctica razón-fe en el santo, cfr. J.D. Gaitán, El camino de la sabiduría. Dialéctica razón-fe en san Juan de la Cruz, en Rev. de Espiritualidad, 35 (1976) 377-400.

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Dios» (Rm 8,14; 3S 2). Pero además de todo esto, el santo consta­ta que quien se siente rico de sus propias realidades y experien­cias internas, incluso espirituales, y no es capaz de perderlas to­das, se cierra a las nuevas y constantes gracias con las que Dios quiere ir enriqueciendo al hombre (3S 7; 15,1). Juan de la Cruz opone así memoria y posesión a esperanza. Pero la desposesión que provoca en nosotros el vivir en la esperanza es siempre en orden a una mayor posesión, porque, dice él, «acerca de Dios, cuanto más espera el alma tanto más alcanza» (3S 7,2).

A la otra dimensión del espíritu, que es la voluntad, se le de­dica desde el capítulo 16 de este tercer libro hasta el final (cap. 45). Son, en total, treinta capítulos, en los que, sin embargo, el santo no hace más que tratar una mínima parte del amplio pano­rama de temas que, en este apartado, tenía intención de tratar (3S 17).

Estructuralmente, podemos decir que lo más importante de la fundamentación teológica de la purificación de la voluntad por el amor se encuentra en los capítulos 16 y 17. A partir del capítulo 18, y hasta el final, se van analizando las diversas clases de bienes en los que el hombre, la voluntad del hombre, se puede gozar (temporales, naturales, sensuales, sobrenaturales, espiritua­les, motivos). En todos ellos, Juan de la Cruz intenta hacernos ver lo negativo que puede ser para el hombre elevarlos a la categoría de bienes supremos a tener o alcanzar. En la fundación teológica general (cap. 16-17), y en la que va haciendo después en los si­guientes capítulos, el santo habla de la importancia de amar a Dios con todo nuestro ser y por encima de todas las cosas, no só­lo terrenas sino también espirituales. Nada en nuestra existencia, si de verdad quiere ser evangélica, puede estar fuera de esta di­námica. De ahí que, el amor de Dios así entendido, purifique nues­tra voluntad de otros quereres, amores y voluntades. Pero purifi­car no es lo mismo que anular. Al menos en este libro, significa poner cada cosa en su sitio. Por eso, al tratar, en estos capítulos, de las distintas clases de bienes en los que el hombre se puede gozar, no se hablará tanto de aniquilar o anular, cuanto de «ende­rezar el gozo en ellos a Dios». Y, desde el punto de vista del hom­bre creyente, esto es de lo más lógico. Ninguna meta o ideal que el hombre pueda alcanzar se puede comparar con Dios; se quede en algo muy pequeño si eso se posee sin Dios al mismo tiempo. De ahí el criterio que el santo nos da: buscar en todas las cosas, y por encima de todo, servir a Dios según el evangelio (3S 17,2). Quizó por eso, estos capítulos se caracterizan por la gran abun­dancia de referencias bíblicas evangélicas fundamentales.

Todo el mensaje de este libro, y de estos capítulos dedicados

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«SUBIDA DEL MONTE CARMELO» Y «NOCHE OSCURA» 323a la purificación de la voluntad por medio del amor de Dios, está perfectamente resumido en el siguiente texto: «Para todo ello conviene presuponer un fundamento, que será como un báculo en que nos habremos de ir siempre arrimando; y conviene llevarle entendido, porque es la luz por donde nos habernos de guiar y en­tender en esta doctrina y enderezar en todos estos bienes el gozo a Dios; y es que la voluntad no se debe gozar sino sólo en aquello que es gloria y honra de Dios, y que la mayor honra que le pode­mos dar es servirle según la perfección evangélica, y lo que es fuera de esto es de ningún valor y provecho para el hombre» (3S17,2).

III. N o c h e o scu ra

1. Peculiaridades redaccionales

La característica redaccional más importante del libro «No­che oscura» es, sin duda, su adherencia del poema «Noche oscu­ra». Esta obra, como dijimos más arriba, supone la vuelta de Juan de la Cruz al estilo de comentario poético-doctrinal en la re­dacción de sus obras. Al lector que hoy día se encuentra editada esta obra al estilo de «Subida», con divisiones en libros y capítulos, hay que recordarle, una vez más, que éstas se deben a la Edición Principe y no al santo. Por lo mismo, se aceptan como puntos de referencia muy útiles, pero nada más.

A esta nueva obra, llega Juan de la Cruz desvinculando el te­ma de los caminos de las purificaciones pasivas de lo que era el proyecto inicial de «Subida», y rescatando, para su nuevo proyec­to, el poema «Noche oscura». Se tiene el propósito de comenzar a comentarlo de nuevo, — el anterior intento fue el de «Subida» —, y hacer del símbolo noche la referencia central y más importante de toda la obra. Se juntan, pues, en un mismo nuevo proyecto, el poema «Noche oscura» y el tema de los caminos de las purifica­ciones pasivas, sobre todo la del espíritu. La idea de «monte» y de «subir» prácticamente desaparecen por completo, y, en su lu­gar, adquiere una gran fuerza la idea de «noche». En esto se dis­tinguen los acercamientos y lecturas que se hacen del poema en «Subida» y en «Noche». Sin embargo, no se pierden otras ideas que fueron importantes en «Subida» y que tienen mucho que ver con el poema «Noche», como es la idea de «salir» o la idea del «camino estrecho que lleva a la vida». Estas referencias, coloca­

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das en algunos lugares estratégicos de la obra, dan un sentido de seguimiento evangélico a las experiencias que aquí se describen. Por otra parte, la noche, en cuanto ambiente y experiencia que permite la trasformación y reconstrucción evangélica del hom­bre, encuentra en el poema «Noche oscura» su mejor expresión. Y esto es algo que el santo ni quiere ni puede disimular. Sin du­da, la experiencia de la cárcel de Toledo, que tiene, en el poema «Noche oscura», uno de sus frutos literarios más preciados, tuvo muchos puntos en común con lo que es la obra «Noche oscura», sobre todo en su segunda parte.

Lo dicho aquí sobre la importancia del poema «Noche oscu­ra» en este nuevo proyecto, no se contradice con el hecho de que el santo inicie, pero no acabe una vez más, el comentario a dicho poema. Esta vez se quedará en el inicio de la tercera estrofa. An­te este hecho, el lector quizá se puede sentir decepcionado. Sin embargo, Juan de la Cruz, lejos de sentirse frustrado, se siente bastante satisfecho con lo que nos ha dejado escrito en esta obra, porque, afirma, ha logrado expresar lo más importante de aque­llo por lo que se puso a redactar esta obra (cfr. 2N 22,1-2). Esta­mos, pues, ante una obra incompleta por lo que se refiere al co­mentario al poema «Noche oscura», pero, sin duda, completa por lo que respecta a las intenciones principales de Juan de la Cruz en torno al tema de los caminos de las purificaciones pasivas en el hombre, tanto del sentido como del espíritu. Por otra parte, quizá el santo pensó que, aunque quedan sin comentar estrofas muy bellas del poema «Noche» que cantan la unión, de este tema ya había tratado largamente en «Cántico».

Dos veces se comenta la primera estrofa: una para explicar la purificación pasiva del sentido (1N) y otra para explicarla purifi­cación pasiva del espíritu (2N). La razón de este doble inicio del comentario al poema, está en que el santo siente la necesidad de comenzar de nuevo, desde la primera estrofa y el primer verso, cuando quiere afrontar el tema de la noche pasiva del espíritu (2N 3,3). De este estrofa, será el verso «En una noche oscura» el que más y más amplios comentarios reciba. Se le comienza a co­mentar por tres veces (1N 1; 1N 8; 2N 5), y, a su luz, se escriben amplias páginas de esta obra (1N 1-10; 2N 5-10); pero es, sobre to­do, en el tercer acercamiento al mismo, al hablar de la noche pa­siva del espíritu, cuando más se siente la gran fuerza humano- espiritual que Juan de la Cruz da y encierra en el símbolo «noche oscura».

A los otros versos de la primera estrofa se les dedica mucho menos espacio. Sin embargo, entre el primer comentario a la mis­ma, al hablar de la noche del sentido, y el segundo, que se refiere

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a la noche del espíritu, hay una diferencia significativa. En el pri­mer caso, se acentuará el contenido del verso «salí sin ser nota­da» (1N 11,4-13,13), mientras que, en el segundo, se pone el acen­to en el verso «con ansias, en amores inflamada» (2N 11-13). Esto se debe, sin duda, al tono distinto que tienen cada una de las dos noches o purificaciones arriba indicadas. En una, hay todavía mucho de referencia a aquello que se deja. En la segunda, sólo queda el amor.

La segunda estrofa sólo se comenta una vez, ya dentro de las reflexiones en torno a la purificación pasiva del espíritu (2N). Esta estrofa estaba destinada a servir de base para la explicación de dicha noche del espíritu, en contraposición a lo que se escribía en la primera estrofa (N, Pról. 1). Pero, al cambiar el san­to de opinión, ésta pasó a un segundo plano dentro del conjunto de «Noche». El comentario a sus versos suele ser bastante igual uniforme. En ella se cantan y se explican otras realidades y cuali­dades, del paso por esta noche del espíritu, que no habían sido explicadas, o no lo habían sido de una forma tan amplia, en el acercamiento y explicación de la primera estrofa. A su comenta­rio se dedican varios capítulos (2N 15-24). Y su aportación al con­junto es muy importante, porque ella pone el acento en el carác­ter dinámico de esta experiencia.

El comentario a la tercera estrofa sólo se encuentra iniciado (2N 25). En la actualidad, sirve casi como de conclusión a la obra entera. Esta estrofa, que, por otra parte, tiene ciertos parecidos temáticos con el final de «Cántico», resume muchos de los senti­mientos reflejados en las dos estrofas anteriores y sus comenta­rios. Y, si nos fijamos en el poema, podemos decir que, con esta conclusión, la obra se configura como el paso de la «Noche oscu­ra» a la «Noche dichosa». Un paso que, estilísticamente, tendría la dialéctica siguiente:

noche oscura - dichosa ventura a oscuras y segura - dichosa ventura noche dichosa.

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2. Claves de lectura

En este acercamiento al texto del libro «Noche oscura», dis­tinguiremos tres apartados: textos introductorios, primer libro de «Noche», segundo libro de «Noche».

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2.1. Textos introductorios

No siempre se les ha dado la debida atención, pero son esen­ciales para comprender las primeras intenciones del santo al po­nerse a redactar una obra. También en esta caso de «Noche», aunque, a primera vista, parezca que nuestro místico no se ha esforzado mucho en dotar a «Noche» de esa clase de textos. Aquí nos detendremos en los singuientes: Título, Prólogo y poema, De­claración de la Canción primera.

Título

Muy acertadamente se suele dar a esta obra el título de «N o­che oscura». Pero lo cierto es que el título que aparece en la obra es algo más rimbombante, aunque muy significativo: «Declara­ción de las canciones del modo que tiene el alma en el camino espiritual para llegar a la perfecta unión de amor con Dios, cual se puede en esta vida. Dícese también las propiedades que tiene en sí el que ha llegado a la dicha perfección, según en las cancio­nes se contiene». Es todo un programa muy significativo. Se in­tentan declarar las canciones. Estas contienen el modo del alma en el camino espiritual, para «llegar a la perfecta unión de amor con Dios, cual se puede en esta vida». Expresiones, todas ellas, que ya habían sido usadas en los textos introductorios de «Subi­da». Por último, se dice también que, en dichas canciones se ha­bla de las propriedades de los que han llegado ya «a la dicha per­fección».

Algo más adelante, en un texto muy parecido, se omitirá esta referencia a los que ya han llegado a la perfección y sus propie­dades, lo cual es muy significativo. Entre ambos textos hay como una dialéctica entre lo que es el problema del poema «Noche oscura» en todas sus dimensiones de purificación y de unión, y lo que es, de hecho, el libro «Noche oscura». La meta, sin embargo, de todo este caminar, será siempre llegar a la «Unión del amor con Dios».

Prólogo y poema

La transcripción del poema «Noche oscura» divide en dos partes el «Prólogo al lector». El primer texto es, sobre todo, me­todológico. Explica que se van a poner primero todas las cancio­nes, y luego se irán comentando, canción por canción y verso por verso. Esta metodología no es nueva en el santo. Ya la había usa­do en «Cántico», y tuvo la intención de seguirla en «Subida», aun­

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«SUBIDA DEL MONTE CARMELO» Y «NOCHE OSCURA 327que los hechos fueron, más bien, otros. Explica también que, en las dos primeras canciones, se declaran los efectos de las purga­ciones espirituales de la parte sensitiva del hombre y de la espiri­tual». Y, en las otra seis, los efectos «de la iluminación espiritual y unión de amor con Dios».

De nuevo, como ya hiciera en «Subida», acopla las dos purifi­caciones del hombre a las dos primeras estrofas del poema. Las res­tantes, que tienen como tema «la unión de amor con Dios», no se contarán, a pesar del propósito aquí expresado. Lo que me pare­ce muy interesante es que el santo insiste, tanto en un caso como en el otro, en que aquí se declararán los efectos de dichas etapas espirituales. Efectos es una palabra que recoge muy bien el estilo de esta obra. Efectos equivale aquí a las repercusiones que estas etapas producen en el hombre. De aquí también el carácter, un tanto existencial y vivencial, de esta obra.

Después de estas aclaraciones metodológicas, nuestro místico poeta pasa, sin más, a transcribir el poema «Noche oscura». Esta vez, sin ningún titulillo previo. Una vez transcrito por entero, presiente que se le ha quedado algo importante que decirnos, y que ha de sentirse como previo al comentario de las canciones. Dice: «Antes que entremos en la declaración de estas canciones, conviene saber aquí...» Y sigue con un texto temáticamente muy importante para comprender el verdadero sentido humano y cris­tiano de esa experiencia espiritual que es la noche pasiva del hombre:

— Estas canciones, el alma las dice estando ya en la perfec­ción, es decir, habiendo ya pasado por los trabajos y aprietos que supone ejercitarse en el camino estrecho que lleva a la vi­da, del que nos habla el Salvador en el Evangelio (Mt. 7,14. Está claro que la dicha de esta noche sólo se puede cantar a hecho pasado, una vez vistos sus efectos, porque la noche, en si misma, es un hecho muy duro.— Este es el camino ordinario para llegar a la unión.— Por ser tan estrecho, pocos entran por él, como se nos di­ce también en el evangelio (Ib.).— De ahi también, en parte, la dicha que siente el que ha pa­sado por este camino estrecho, que aquí se llama «noche oscura» y «del que tanto bien se le siguió».Mucho se ha discutido en el pasado sobre el sentido de cier­

tas frases de Juan de la Cruz, que encontramos en este libro, so­bre el hecho de que pocos recorren la totalidad de este camino (N. Pról. 2; 1N 2,8; 8,1-2; 9,9; 10,3; 11,4; 14,5). Pero en esto el santo no se inventa nada. La idea está en el texto evangélico que aquí se cita. El por qué de esta afirmación, habría que preguntárselo a

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Jesús, o, como mucho, a los evangelistas. Juan de la Cruz sólo ha­ce que recoger la enseñanza evangélica (Mt. 7,14), que, sin duda, la veía refrendada por la experiencia. Por otra parte, en dicho texto se nos da la clave cristiana y de seguimiento evangélico des­de la que se ha de leer e interpretar «Noche». Para llegar a la vi­da, a la resurrección con Cristo, sólo hay un camino: seguirle en la cruz y en la muerte.

Declaración de la canción primera

En teoría, se trata de un texto-declaración del contenido doc­trinal de la primera canción, pero, en él, se especifican todavía algunas líneas doctrinales importantes para comprender la obra «Noche oscura» en su conjunto.

Se nos dice que, en esta primera estrofa, pero también, en ge­neral en todo el poema, se cuenta o canta «el modo y manera que tuvo (el alma) en salir, según la afición, de sí y de todas las cosas, muriendo por verdadera mortificación a todas ellas y a sí misma, para venir a vivir vida de amor dulce y sabrosa con Dios» (n° 1). En este texto, se subraya el camino («modo y manera»), el punto de arranque (la salida de sí y de todas las cosas; se trata de algo radical, por eso esta salida se llama también muerte), y la meta («venir a vivir vida de amor... con Dios»). Junto a esto, no hay que olvidar que aquí se nos está indicando, claramente, la dialéctica pascual de muerte-resurrección. Se trata de una verdadera muer­te, pero, a su vez, de una muerte que lleva a la vida.

A partir del texto antes citado, se nos aclara posteriormente la relación que existe entre «salir» (negar, morir) y esta imagen de la «noche oscura». La «Noche oscura», según se entiende aquí, es el ambiente de contemplación purgativa que «pasivamente» causa en el hombre dicha negación o salida de sí y de todas las cosas. Lo que impulsa a salir y a ir siempre adelante en medio de esta experiencia tan radical es «el amor de su Esposo». Y el «Esposo» es Cristo, como se nos dirá claramente al final de esta obra (cfr. 2N 21,3). Finalmente, se nos dice que es una «buena di­cha», un «próspero suceso», «encaminar a Dios por esta noche» sin que ningún enemigo lo pueda «impedir». Pero para esto hace falta que, el entero ser del hombre, tanto su casa de la sensuali­dad como la del espíritu, esté totalmente purificado.

2.2 Noche pasiva del sentido (Libro primero).

Ya dije que la división de esta obra en dos libros y capítulos no es del santo, pero sí la división de las purificaciones pasivas

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«SUBIDA DEL MONTE CARMELO» Y «NOCHE OSCURA» 329en «noche del sentido» y «noche del espíritu». Esta doble temáti­ca, claramente señalada y referenciada por nuestro místico (1N 14,6), es lo que dió pie a la división de «Noche» en dos libros. Por otra parte, cada uno de estos libros se dividieron, al estilo de «Subida», en 14 y 25 capítulos respectivamente.

El capítulo primero del tratado sobre la noche del sentido, es un texto importantísimo que no tiene desperdicio. En él se nos habla claramente de Dios como autor y actor principal de esta noche; y de la interrelación qüe existe entre los distintas etapas espirituales. Pero, lo que es la dinámica interna de lo que aquí se nos va a decir en torno a esta noche pasiva del sentido, está muy bien resumido en el texto siguiente: «Por tanto, para entender y declarar mejor qué noche sea ésta por que el alma pasa, y por qué causa la pone Dios en ella, primero convendrá tocar aquí al­gunas propiedades de los principiantes..., para que, entendiendo la flaqueza del estado que llevan, se animen y deseen que los pon­ga Dios en esta noche, donde se fortalece y confirma el alma en las virtudes y pasa a los inestimables deleites del amor de Dios» (1N 1,1).

Para explicar la necesidad de este paso, tan importante para el hombre, el santo recurrirá a la imagen del niño y la madre y del crecimiento, que combina muy acertadamente con la imagen o símbolo de noche. Cuando el hombre empieza a servir a Dios determinadamente, éste, Dios, le rodea de mil cariños y facilida­des «como a niño tierno», como hace la madre con el niño peque­ño. Pero, si se quiere que el niño llegue a madurar en todos los sentidos, a un determinado momento el estilo de trato tiene que cambiar y ser otro muy distinto. Ese cariño especial, que en un primer momento ha servido para hacer crecer de una forma sa­na, lleva al niño a creerse el centro del mundo, que todos giran en torno a él, que todo se le debe, y guiarse sólo por lo que le gu­sta. Esto mismo nota Juan de la Cruz que sucede en el camino espiritual. El pequeño tratadillo de los defectos de los principian­tes, estructurado según los siete pecados capitales (1N 2-7), no es más que una puesta en escena de lo que acabamos de decir. Fra­ses somo «querrían ellos ser preferidos en todo», «querrían que quisiese Dios lo que ellos quieren», «háceles tristeza y repugnan­cia entrar por el camino estrecho (que dice Cristo) de la vida», resumen bien esta situación (1N 7). Aunque más fervores tengan, no tienen lo que verdaderamente vale, que son las virtudes fuer­tes. Y, por eso, caen en todos los pecados capitales. De ahí la ne­cesidad de que Dios les haga pasar, a estos, por la noche sensi­tiva o del gusto, en la que, de repente, les parece que «se les ha vuelto todo al revés» (1N 8,3). Esta es una noche o crasis de

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crecimiento y madurez, y, por lo mismo, necesaria. Por eso tam­bién el santo nos habla de ella como de un tiempo de cura (1N11,2). Lo evangélico no se puede costruir en la estructura humana de una persona caprichosa, es decir, no madura en el plano hu­mano.

Lo que es esta crisis de crecimiento de la noche pasiva del sentido, se nos describe en los capítulos 8— 11; a los que, sin du­da, hay que añadir el capítulo 14. En esta situación el santo reco­mienda, sobre todo, tranquilidad, sosiego y esperanza en Dios, «que no deja a los que con sencillo y recto corázón lo buscan» (1N 10).

A partir del capítulo 11,3 y hasta el final del capitulo 13, se nos habla de los provechos que se siguen de pasar por esta etapa o noche pasiva del sentido. Provechos que, en relación directa con la situación anterior a la noche del sentido, se pueden resu­mir en una actitud más realista y humilde frente a Dios y más ca­ritativa frente a los prójimos (cfr. 1N 13,7-8). Para Juan de la Cruz, la noche pasiva del sentido es la puerta angosta de que ha­bla el evangelio, que nos permitirá después entrar por el camino estrecho de la otra noche del espíritu (1N 11,4).

2.3. Noche pasiva del espíritu (Libro segundo).

El mejor modo de comprender la temática de esta noche es seguir el hilo de los comentarios a las distintas estrofas y versos del poema «Noche», que aquí se comentan. Pero sin olvidar los 25 capítulos en los que actualmente está estructurado este segun­do libro de la «Noche oscura».

Los cuatro primeros capítulos son introductorios. En ellos se explica cómo Dios va encaminando al hombre hacia esta noche de espíritu, y la necesidad y el valor transcendental de la misma. A pesar de lo positivo y provechoso de la purificación anterior­mente descrita, en el hombre quedan muchos aspectos de su vida no transformados plenamente. De ahí la necesidad de pasar por un proceso ulterior de purificación y de noche, que llegue a las esencias más profundas del hombre. Es un verdadero proceso de muerte, pero para nacer a una nueva vida (2N 6,1). Para explicar­nos este proceso, Juan de la Cruz coloca, estratégicamente, unas referencias a la dialéctica paulina hombre viejo-hombre nuevo, creado según Dios (2N 2-4), que ayudan a situar esta experiencia dentro de las coordenandas cristianas más fundamentales de reno­vación evangélica. Referencias paulinas que, más tarde, volverá a recordar el santo, cuando hable de los frutos que, el paso por la noche del espíritu, produce en el hombre (2N 13,11; 16,4; 24,2).

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SUBIDA DEL MONTE CARMELO» Y «NOCHE OSCURA» 331A partir del capítulo 5, se entra en la explicación de la cruda

y dura noche del espíritu. Son seis densos capítulos sobre todo (5-10), los que más directamente están relacionados con este te­ma, es decir, la crudeza de esta noche. Por eso, quizá, al acabar el capítulo 10 finalizando el comentario al verso «en una noche oscura», dice: «Será bueno salir de estas cosas tristes de el alma y comenzar ya a tratar del fruto de sus lágrimas y de sus propie­dades dichosas» (1N 10,10).

La noche oscura del espíritu se produce por la entrada total y definitiva de Dios en la vida del hombre. De ahí el schock tre­mendo que produce en él, no comparable con ninguna situación anterior. En esta noche purificadora, Dios entra en la vida del hombre para curar-sanar-limpiar-transformar hasta las últimas, raíces y rincones más recónditos de su personalidad. El santo ha­bla de «jabón», «fuerte lejía», «amarga purga» (2N 2,1; 13,11). De ahí que al hombre le parezca que Dios, no sólo se le ha vuelto contrario, sino que, además, le ha arrojado de sí (2N 5,5.7; 7.7). El hombre siente con fuerza su soledad frente a Dios. Una soledad que nada ni nadie humano puede aliviarle, porque es ésta una fuerte experiencia existencial personal. Los capítulos del 5 al 10 están liemos de referencias en este sentido.

Para comprender lo que son los sentimientos de aquel que pasa por esta noche purificadora del espíritu, son muy clarifica­doras las referencias a figuras bíblicas como Job , Jonás o Jeremías. También a algunos salmos, en los que nuestro místico ve reflejada la experiencia de David. Decisivas, desde un punto de vista cristiano, son igualmente las referencias a la dinámica pas­cual de muerte-sepulcro-resurrección (2N 6,1), al sentimiento de descender al infierno viviendo (Salmo 54,16; 2N 6,6), o a la expe­riencia del purgatorio en el más allá (2N 7,7). Se compara este estado también con el de quien ha sido echado en una prisión o en una mazmorra, y está allí sin saber hasta cuando (2N 7,3). Pe­ro es en la comparación del fuego y el madero, o del madero que llega a transformarse en fuego, donde el santo ve un poco el resu­men de todo este proceso (2N 10).

No todo, sin embargo, es experiencia de muerte y destruc­ción, de soledad y de lejanía de Dios. Junto a ellas, el hombre co­mienza a sentir, poco a poco, la plenitud del amor de Dios que le va transformando y se va encarnando en todas las dimensiones de su ser. Todo en la persona tiende a ser sólo amor de Dios, de una forma apasionada e inflamada. Y esta es la vertiente positiva de esta experiencia (2N 11-13). De ahí que, al llegar al capítulo 14, el santo comience su comentario por tres veces a partir del verso «dichosa ventura».

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En los capítulos que restan hasta el final, se nos explicará ul­teriormente cómo, la profundá oscuridad de esta noche del espí­ritu, que hace que el hombre no sepa ni dónde está ni por dónde va, es lo que permite que Dios pueda llevar adelante, en nosotros, la obra de nuestra total transformación, sin que nada ni nadie se le interfiera. Es éste un camino oscuro pero seguro, con una se­creta escala cuyos peldaños son grados de crecimiento y madurez en el amor hacia Dios. Y es ésta una experiencia que sólo puede ser vivida por aquel que, olvidándose de todo, centra su vida en la fe, en la esperanza y en el amor de Dios. Sin duda, lo que en estos capítulos se nos narra, coincidiendo con el comentario a la segunda estrofa de «Noche oscura», es una experiencia de reno­vación fruto de la muerte anterior al «hombre viejo». Pero la di­námica de este resurrección comienza de forma decidida incluso antes. El capítulo 11, en el que se comienza el comentario al ver­so de la primera estrofa «con ansias, en amores inflamada», es un punto de arranque muy importante de esa nueva dinámica: la de la nueva vida, la de la resurrección. Este es el motivo por el que, a partir de dicho capítulo, encontramos referencias muy si­gnificativas a la Magdalena que busca al resiícitado, y a la Espo­sa de los Cantares, y se empieza a hablar de Esposo y Amado.

En este contexto de resurrección del hombre nuevo, podemos considerar el capítulo 25, en el que la «noche oscura» ya ha deja­do de ser tal para convertirse definitivamente en «noche dichosa», como el aleluya de la resurrección pascual, con la que Juan de la Cruz pone broche final al libro «Noche oscura».

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«SUBIDA DEL MONTE CARMELO» Y «NOCHE OSCURA» 333B I B L I O G R A F I A

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NB. Para otros títulos y publicaciones menos recientes sobre el tema, cfr. las Bibliografía de: San Juan de la Cruz■ Obras com­pletas, Madrid, EDE, 3a ed. 1988 (Bibliografía temática, p. 1109- 1141), y E. Pacho , Iniciación a san Juan de la Cruz, Burgos, Mon­te Carmelo, 1982 (Orientación bibliográfica, p. 243-294).