suplemento cultural - hp 661

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Un nuevo fervor que bien podría llamarse leomanía, leofilia, Leo es la onda… Leo es amor Por: Juan L. Simental Págs: 4 y 5 “¡Leonardo, hermano, ya eres mexicano!” Comunicante Comunicante Comunicante VIERNES 04 DE MARZO DE 2016 SUPLEMENTO CULTURAL 68 Marguerite Duras: la duda es escribir Una joven con labios rojos y el rostro limpio. Una mujer casi anciana con el “rostro devastado” que recuerda a su amante de la China del Norte. “La historia de mi vida no existe” Anna Ajmátova: cómo helarse en el infierno Una dama altamente intoxicada de poesía y con una fabulosa propensión a transitar sendas que cualquier dictadura considera caminos prohibidos. Escribió con furia, alzó la voz con todo su desaliento Antonio Lucas Pág. 7 Aloma Rodríguez Pág. 6

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"¡Leonardo, hermano, ya eres mexicano!"

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Un nuevo fervor que bien podría llamarse leomanía, leofilia, Leo es la onda… Leo es amor

Por: Juan L. Simental Págs: 4 y 5

“¡Leonardo, hermano, ya eres mexicano!”

ComunicanteComunicanteComunicanteVIERNES 04 DE MARZO DE 2016 SUPLEMENTO CULTURAL 68

Marguerite Duras: la duda es escribir

Una joven con labios rojos y el rostro limpio. Una mujer casi

anciana con el “rostro devastado” que recuerda a su amante de la

China del Norte.“La historia de mi vida no existe”

Anna Ajmátova: cómo helarse en el infiernoUna dama altamente intoxicada de poesía y con una fabulosa propensión a transitar sendas que cualquier dictadura considera caminos prohibidos. Escribió con furia, alzó la voz con todo su desaliento

Antonio Lucas Pág. 7Aloma Rodríguez Pág. 6

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VIERNES 04 DE MARZO DE 2016

Diseño / Grupo Editorial HADEC

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El 7 de marzo tendría que ser llamado Día del Luto de la Filosofía, y es que ese día murieron, con mil 598 años de diferencia, Aristóteles y Tomás de Aquino, pilares ambos del pensamiento. Hasta la fecha, sus enseñanzas siguen siendo un referente obligado en el mundo de la Filosofía.

Gógol, en perspectiva

(Nació el 2 de marzo de 1942).

“No creo en la nostalgia al menos que sea mía”, Lou Reed.

Ante Nikolai V. Gógol se enfrentaron las tres ma-neras de leer la literatu-

ra rusa que imperaron durante un siglo y medio. Los occiden-talizantes, incluyendo a los marxistas, festejaron al realista satírico, al inventor de la magia urbana, al testigo de la miseria rural y de sus supersticiones, al notario de una servidumbre agraria según ellos denunciada en “Almas muertas” (1842).Más tarde, cuando la sombra de Kafka empezó a oscurecer el siglo XX, no fue difícil ver en

“El inspector” (1836), la sátira gogoliana de los funcionarios provincianos, un augurio del universo burocrático cuya alma mecánica habría puesto al descubierto el praguense.Pero como Gógol, al quemar la continuación de su gran novela y ponerse en manos de los monjes hizo de la crisis de conciencia (o del “desdoblamiento religio-so”, como lo llamó de manera más apropiada Merejkovski) la publicidad por excelencia de la literatura rusa, a los eslavófilos les dio por santificarlo, muerto

en 1852, como al primero de sus redentores cristianos.“Gógol y el diablo” (1939) se tituló el ensayo de Dimitri Merejkovski que sentó cátedra sobre la lectura religiosa de Gógol. Resalta Merejkovski, en Gógol, a un asceta apocalíptico a quien sólo estiman genuina-mente los niños y un mártir cuyo sacrificio fue una adver-tencia no del todo escuchada por el pueblo ruso y la Iglesia Ortodoxa, con las terribles y conocidas, por desastrosas, consecuencias.

Afirma Nabokov, sólo los reformadores de pacotilla pue-den creer que “Almas muertas” tiene algún mensaje social, político o moral sobre Rusia. No tiene ninguno y, de hecho, Gógol, que pasó los mejores años de su vida en Roma, sólo conocía del campo ucraniano lo que podía verse desde la ventanilla del ferrocarril. (Christopher Domínguez Mi-chael, Letras Libres; julio de 2009. Edición Comunicante. Gógol murió el 4 de marzo de 1852).

Nomás por hablar de algo...La Efeméride

El 4 de marzo de 1929 Plutarco Elías Calles funda el Partido Nacional Revolucionario, abuelo del PRI, con la idea de repartir el poder entre los caudillos de la Revolución, la Familia Revolucionaria, y así acabar con las tentaciones de una nueva lucha armada. Hasta la fecha, la repartición de rebanadas de poder, parece que ha funcionado.

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3SATÍN Y SEDA

Días de religiosidad y de los oficios de la Inquisición

¡Ya estamos en el mes de las vacaciones! -irrumpen los niños en la sala, dejando las mochilas a un lado y los abrigos por otro.

-¿Cuáles vacaciones? -los atajo antes de que se sienten “de clavado” en los sillones de lo que algún día fue la “sala para recibir visitas”, ahora es una estancia donde en el lugar principal está la mochila, los antebra-zos están ocupados por batas de laboratorio tapando las “herencias de la tía Cleo”, de cristal y porcelana, infinidad de boletines, recordatorios del dentista y circulares del co-legio. ¿Dónde recibo ahora a las visitas? ¡En el carro! Así no hay necesidad de ofrecer al-gún aperitivo y cuando doy por terminada la visita basta arrancar para dejarlas en su casa.

-Las vacaciones, tendremos dos sema-nas y podemos hacer todo -dice Piper el más pequeño.

-Me voy a acostar bien noche viendo pe-lículas -agrega Lole.

-Yo dormiré hasta tarde -finaliza Yaya, la mayor.

Semejante panorama de energía y en-tusiasmo por 15 días seguidos me hacen preferir enrolarme como voluntaria en los campamentos de la Cruz Roja para ayudar en los accidentes de carretera, “esas sí serían vacaciones”, comparo al ins-tante. Quedarme con mis hi-jos sería un acto heroico y de entrega absoluta y, si mal no recuerdo, en estos días el único que puede ser el principal protagonista de esto es Cris-to y yo no quiero opacar el gran sacrificio que hizo por nosotros.

-¡Claro que no! No son días para jugar y hacer todo lo que quieran. Tienen que hacer reflexión, pensar en lo mucho que Dios nos ama, porque nos dio a su único hijo para salvarnos. Tienen que vivir la pasión y el dolor de Cristo que llevó en la Cruz... -de momento no se escuchó nada, incluso el ruido del grillo de siempre se vio intimidado por el silencio tan pesado que se dejó caer sobre ellos. Se miraron unos a los otros y

luego con un gran suspiro dijeron: “¡aaah!, ¿es broma verdad?”. Casi se me salieron los ojos al ver esa

La psicología nos diría que nuestros hijos son el resultado de errores cometidos en la crianza

reacción. “En qué he falla-do”, me cuestioné de pron-to. Dónde están la religio-sidad y los días de guardar como dicen las Escrituras.

-No pusieron aten-ción -les digo simulando un poco mi desilusión.

-¿Podrías repetirme lo que dije hace unos momentos? -pregunté. Piper me miró y, con voz cansada, comenzó a res-ponder: “que tenemos que hacer flexiones y hay que dejar que Dios nos ame mucho, por-que nos prestó a su hijo para que podamos lle-var todas las medallas con la cruz”.

Ante esto, ¿qué dice usted? La psicología nos diría que nuestros hi-jos son el resultado de errores cometidos en la crianza, que tomemos una terapia en familia para poder sanear las relaciones entre padre-hijo, hijo-madre. La religión me pediría que to-

mara el camino de la paciencia y como virtud la prudencia, que orara por el entendimiento del amor de Dios y que este me ayu-dará a que mi hijo reconozca ese amor; que ayunara para someter mi cuerpo y meditara en la for-

ma en que le he ayudado a transitar el camino de la verdad.

La espiritualidad opinaría que cada cual en-cuentra la verdad como mejor le parezca. Mi vecina Inés justificaría que todo es por las cari-caturas tan violentas que ven los niños hoy en día... Yo tuve ganas de gritar, pero reprimí las ansias; por último, resoplé con fuerza y le di un zape al escolar y me consideré por bien servida.

-Esta Semana Santa vamos a visitar los siete templos, no uno ni dos, ¡los siete! Asistiremos al Ofi-cio de las Tinieblas, la Hora Santa para orar y con-memorar la agonía del Señor, cuando en el Huerto de los Olivos sudó sangre al considerar los pecados de los hombres por quienes iba a morir.

T a m -bién asistiremos al Lavatorio de Pies, para ver si se les pega algo de humildad; daremos el pésame a la Virgen, rezaremos el Vía Crucis y estaremos en la Predicación de los Siete Palabras y, ¡por su-puesto!, el domingo celebraremos la Resurrec-ción de Cristo, nuestro Salvador...

No supe a qué hora se habían marcha-do, quizá entre el Huerto de los Olivos y el Lavatorio, no sé; me perdí en mis propias homilías y sermones. No quise gritarles y hacer cumplir mi autoridad, después de todo eran vacaciones y en Semana Santa no hay que enojarse.

Me acerqué a la ventana cuando veo al niño sentado en los escalones del patio, por lo que fui y me senté a su lado. Ya no tenía nada qué decir, además, mi garganta estaba seca.

-¿Sabes qué, mamá? Dios murió por noso-tros, ¿para qué? Pues para que seamos felices,

por eso nos da vacaciones, para que recordemos que de-bemos estar contentos; si no, vino para nada. ¿No crees? -acto seguido, se levantó y

comenzó a corretear por el jardín.¿Qué dirían mis guías espirituales

de esto? Nueve palabras: “¡qué espe-ras para irte ya al día de campo!”.

No supe a qué hora se habían marchado,

quizá entre el Huerto de los Olivos

y el Lavatorio

Yo tuve ganas de gritar, pero reprimí las

ansias de ahorcarlo

Nadia Bracho

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“¡Leonardo, hermano, ya eres mexicano!”Un triunfo que nos reconcilia con la vida

Por Juan L. Simental

Un nuevo fervor que bien podría llamarse leomanía, leofilia, Leo es la onda… Leo es amor

Era la noche del domingo 28 de fe-brero. Era el Ángel de la Indepen-dencia del Paseo de la Reforma, en

el corazón de la Ciudad de México. Era el motivo... no, esta vez el motivo no era, no como en otras ocasiones, el jolgorio nacio-nalista urdido en los afanes futbolísticos por el triunfo verde en un cuarto partido mundialista y la esperanza, ansiosa y gua-dalupana, del quinto (que dicen que no hay quinto malo). La oca-sión no era para menos.

Era la noche de los Óscares, la noche para festinar todo eso que los expertos de la Academia de Artes y Ciencias Cine-matográficas, Hollywood pues, uno de los emporios económicamente más rentables del orbe, llama “lo mejor del cine”. Y México, como para echar sal en la heri-da de la lengua viperina de Trump, tenía mucho para celebrar.

Por tercer año consecutivo -y con esto hace historia-, Emmanuel Lubezki, El Chi-vo, se llevó la estatuilla por la Mejor Fo-tografía. Luego de la hazaña, él mismo se autonombró como “el fotógrafo con me-jor buena suerte del planeta”. Pero eso no acabó ahí. Venía lo mejor de la noche, al menos lo más esperado para los mexica-nos y mexicanas, tan necesitados todos de un triunfo, aunque fuera de otro, pero un triunfo al fin y al cabo con sabor a propio, a mío.

El nombre del ganador en la categoría de Mejor Director era, junto a los de Mejor Actor, Mejor Actriz y Mejor Película, uno de los más esperados. ¿Se llevaría México, por tercer año consecutivo, la distinción? ¿Se-ría capaz, de nuevo, Alejandro González Iñárritu? Lo fue. Y aunque la orquesta en el Teatro Kodak de Los Ángeles, Califor-

nia, hizo por enmudecer las pala-bras encendidas del mexicano,

impregnadas con un dejo de reproche por la desigualdad que priva no solo en el mundo del cine, este no se achicopaló y continuó hasta terminar.

Hasta aquí la reseña noticiosa de la 88a entrega de los Óscares. Lo que sigue va más allá de todo aquello que tenga que ver con el cine, y para eso es necesario re-montarse, una vez más, al principio del re-

lato: Era la noche del domingo 28 de febrero, en el Ángel del Paseo

de la Reforma, corazón de la Ciudad de México...

YA ES MEXICANOAdemás de las porras,

pancartas, matracas, sil-batos, mantas, osos de pe-

luche, caras pintadas, ánforas de mezcal de a 15 pesos el litro

(cortesía de las tiendas de conveniencia de las dos equis –casi pornográficas- que han proliferado como el virus del zika) y hasta pliegos de papel cartoncillo, decenas de reunidos proclamaron el nombre de ese que los congregó allí esa noche.

¿Lubezki?, ¿Iñárritu? No. El motivo te-nía otro nombre: “Si gana Leonardo todos al Ángel de la Independencia”. Tal fue el mensaje publicado al mediodía en las re-des sociales, especialmente Tweeter.

¿Leonardo? Sí, ese Leo ya tan entra-ñado en el alma de tantos mexicanos. El

mismo Leonardo ganador, ¡por fin!, del Óscar a Mejor Ac-

tor. Luego de tantos afanes truncados y no menos bochornos y noches de frustración, el protagonis-ta de “The Revenant” fue

reconocido como lo que es: un actor que alcanzó la ma-

durez. Sus primeras palabras: “no me lo esperaba”. Quizá no, pero

cómo lo quería.Y aquí es donde comienza lo peliagudo

del asunto, baste con echar un ojo a las improvisadas proclamas de papel, de car-tón, de gestos y exultantes exclamaciones

de un nuevo fervor que bien po-dría llamarse leomanía, leofilia, Leo es la onda... Leo es amor.

“¡Felicidades Leo! #Pray for Leo”, “¡Congrats Leonardo!”, “Gracias: 1. Por perseverar; 2. Por ser siempre tú; 3. Porque al contrario del Titanic, tu carrera solo va para arriba; 4. Por no ser Bradley Cooper (¡¿quién diablos es Bradley Cooper?!); 5. Por preocu-parte por el planeta. Pero lo más impor-tante... 6. Por atrapar el Os-car”. (De haber habido un inciso siete, podría ha-ber llorado).

Sin embargo, aún había más, una más, precisa, contundente, di-recto a la quija-da: “¡Lo logramos Leo!” (¿“lo logra-mos”, kimosabi?). Y, en medio de todo, el grito unánime: “¡Leo-nardo, hermano, ya eres mexicano!”... Ante los ojos de Dios, por supuesto, todos somos hermanos y en el mismo camino andamos, pero ¿en verdad tan extrema nueva filiación?

EN BUSCA DE LA IDENTIDAD… ¿PERDIDA?Dijo Octavio Paz en las palabras de An-tonio Machado, en el epígrafe al prin-cipio de “El laberinto de la soledad”: “Identidad = realidad”. ¿Qué tan cierto es esto? Y es que en un México como el actual, en el que realidad es corrup-ción, impunidad, salario que no alcanza, políticos que no cumplen lo que pro-meten, tránsfugas que como dicen una

“Identidad = realidad”. ¿Qué

tan cierto es esto?

¿En verdad es lo que somos?

¿El clown que se autohumilla?

“¿Dónde está México? ¿Qué es

México?”

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“¡Leonardo, hermano, ya eres mexicano!”Un triunfo que nos reconcilia con la vida

Por Juan L. Simental

Un nuevo fervor que bien podría llamarse leomanía, leofilia, Leo es la onda… Leo es amor

cosa dicen otra, violencia que no mengua... se antoja harto ingrato que la identidad nacional sea eso y nada más. Quizá, justamente por eso, es que haya que buscar una identidad, otra, una mejor imagen frente al espejo.

“A todos, en algún momento, se nos ha revelado nuestra existencia como algo particular, intransferible y precioso”, escribió el Nobel de Literatura. Somos, quizá, el pachuco, ese “clown impasible y siniestro. (...) Esta actitud sádica –que- se

alía a un deseo de autohumillación, que me parece constituir el fon-

do mismo de su carácter”. ¿En verdad es lo que somos? ¿El

clown que se autohumi-lla? ¿O somos el revolu-

cionario radical? ¿Los crédulos que rinden culto a la muerte?

¿Esos que “cree-mos que el pecado

y la muerte constituyen el fondo último de la natura-leza huma-na”?

Una po-s i b i l i d a d más: “Vie-jo o ado-lescente, criollo o mestizo, g e n e -

ral, obrero o licenciado, el mexicano se me

aparece como un ser que se encierra y se preserva: máscara el rostro y máscara la sonrisa”.

Prefiero, quizá, un poco más al mexi-cano ese que se encuentra (a sí mismo, su identidad) en el estadio de futbol de algún lugar del mundo, ese que, cuando marca el equipo nacional, se desternilla en un grito unánime, el más sincero de todos: “¡viva

México, cabrones!”. El mexicano que se reconcilia consigo mismo y con su his-toria de Malinches y espejitos y, de una vez, con su futuro, ese que no llegará tal vez: el de administrar la abundancia, las abundancias todas.

“MAÑANA O PASADO”Quizá es que no hay más; quizá es que es lo que hay. Jorge Castañeda hace pre-guntas (im)pertinentes: “¿Dónde está México? ¿Qué es México?”. El espíritu patriota, el sentir nacionalista, obliga a responder: en lo mejor de su gente, en el valle, en las montañas; en el esfuerzo de los que, cada día, hacen del país un terruño que da frutos, dulces y jugosos; en la solidaridad como en el 85; en su folclor y en sus tradiciones... Sin embar-go, de seguir por esta ruta esto amenaza

convertirse en un panegírico de virtu-des para el boletín oficial que se publica encerrado en recuadro y asterisco. ¿Qué es México? En algún tiene que haber una respuesta... ¿En el viento?

Dice Jorge Castañeda en su texto “Mañana o pasado. El misterio de los mexicanos”, que el mexicano es proclive a esos logros que nadie más, en el mun-

“Identidad = realidad”. ¿Qué

tan cierto es esto?

¿En verdad es lo que somos?

¿El clown que se autohumilla?

“¿Dónde está México? ¿Qué es

México?”

do, ambiciona: el tamal más grande, la rosca de Reyes mayor, el taco magno –con su salsa picosa, por supuesto-; el número mayor de individuos que bailan el “Gang-nam style”, los miles de ellos y ellas que se besan al mismo tiempo; el número multi-plicado y vuelto a multiplicar de Evas y Adanes cautivos en la lente de Spencer Tunick... A los mexicanos nos gusta lograr eso que a otros no importa lograr.

Y es que competir en desarrollo, en aprovechamiento académico, en incenti-vos a la ciencia y la tecnología, en creci-miento del Producto Interno Bruto, en un sistema eficiente de justicia y en Estado de Derecho, eso es otro cantar. Ojalá que algún día.

Mientras tanto, “¡Congrats Leonar-do!”, “gracias por ser siempre tú” y “no ser Bradley Cooper (¡¿quién diablos es Bradley Cooper?!). “¡Lo logramos Leo!”,

“¡Leonardo, hermano, ya eres mexicano!”. Gracias porque, a pesar de ser el reiterado perdedor para los expertos de Hollywood, no cejaste y tu triunfo –que sentimos como nuestro- nos reconcilia con la vida.

(Nota aclaratoria para evitar malos entendidos: yo también celebro el gane de Leonardo; se lo merecía desde hace rato).

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“Muy pronto en la vida es demasiado tarde”

La obsesión por la verdad, por saber, por contar… una obsesión que desborda y se derrama en el papel

Por Aloma Rodríguez

Marguerite Duras: la duda es escribir

Una joven con labios rojos y el rostro limpio. Una mujer casi anciana con el “rostro devas-

tado” que recuerda a su amante de la China del Norte. La mujer que espera noticias de su marido capturado por los nazis y llevado al campo de con-centración de Dachau. La escritora que afirma que “a los dieciocho años ya era demasiado tarde”. La joven te-merosa de su hermano mayor y que busca el cariño de su madre. La blan-ca pobre en Indochina. La hija de la institutriz. La casera de un joven En-rique Vila-Matas. La escritora que se ha convertido en referente, expreso o no, de otros escritores. La mujer de las gafas de pasta, siempre con un ciga-rrillo en la mano, que aparece en las fotos en blanco y negro. La anciana que sonríe. La directora de cine. La escritora a la que Raymond Queneau aconseja que “escriba, no haga nada más”. A la que confunden por la calle con Marguerite Yourcenar. La gana-dora del Goncourt con “El amante”, novela que escribe casi en un arreba-to. Todas esas son Marguerite Duras, que habría cumplido cien años el 4 de abril (hace dos años).

En “El amante” cuenta que supo pronto que quería escribir. Sin embar-go, su madre prefería que estudiara matemáticas, como el padre. No sabemos cuán-do empezó; el hecho es que, felizmente, empezó y Marguerite Donnadieu se convirtió en Margueri-te Duras: la escritora cuyo estilo no se parecía al de nadie.

En 1943 publicó su primera nove-la: “La impudicia”, cuyo manuscrito envió a Gallimard bajo el título de “La Famille Taneran” y fue rechazado. En “Un lecteur de Marguerite Duras”, Raymond Queneau, que era lector en Gallimard, recordaba la llegada del manuscrito de “La vida tranquila” y

la certeza de estar ante una escri-tora, una “profesional”. Que-

neau rescata el informe que escribió después de leer El

square: “En M. D. hay una preocupación por la renovación, por la profundización de su arte, que es poco común entre las escritoras. Puede que aquí haya influencias de Compton-Burnett, se puede pensar también en ciertas tendencias del arte contemporáneo (Beckett, Ionesco e in-cluso Tardieu); pero eso son menos influencias propiamente dichas que pretextos en la búsqueda de su propia originalidad”.

Su prosa tiene música y conseguirla fue una de sus preocupaciones: en la entrevista con Bernard Pivot en Apostrophes, Duras afirma: “he logrado la escritura fluida que buscaba. Ahora estoy segu-ra. Y con escritura fluida quiero decir escritura casi distraída, que corre, que pretende atrapar las cosas más que decirlas”. Hay, además, una constante en la obra de Duras: la obsesión por la ver-dad, por saber, por contar y por contar de una manera determinada, por entender, una obsesión que desborda y se derrama en el papel.

Duras se convirtió en un personaje apasionante: la sospecha del incesto, la relación con la madre, la

vuelta de la colonia a la metrópo-li, la Resistencia, el niño que nace muerto en 1942, la espera y la vuel-ta del marido del campo de concen-tración, la amistad con Mitterrand, la expulsión del Partido Comunista, el alcoholismo, la desintoxicación, el impacto del Holocausto, el amor de Yann Andréa, al que dobla (casi triplica) en edad, y el treintañero chino con el que descubrió el sexo y el placer cuando era adolescente, como cuenta en “El amante”.

Su biógrafa, Laura Adler, escribe: “correr riesgos constante-mente, hasta el riesgo de morir. El cuerpo como ins-trumento. La perdición como principio de apro-ximación. Ir lo más lejos posible.

Con los demás, pero primero con ella misma. No protegerse nunca. Todavía menos de ella misma”.

En “Escribir”, un libro-reflexión que parte de una conversación de 1993 filmada por Benoît Jacquot, Du-ras afirma: “escribir: es lo único que llenaba mi vida y la hechizaba”. O: “nunca descubriré por qué se escribe ni cómo no se escribe”. Más adelante: “la duda, la duda es escribir”.

Y también: “esa ilusión que te-nemos –y que es justa– de ser la

única per-sona que ha escrito lo que hemos es-

crito, sea nulo o maravilloso”. Y, contundente: “y para escribir libros que me han permitido saber, a mí y a los demás, que era la escritora que soy”. (Letras Libres; marzo de 2014. Marguerite Duras mu-rió el 3 de marzo de 1996. Edición Comunicante).

“La historia de mi vida no existe. (…) Hay vastos pasajes donde se insinúa que alguien

hubo, no es cierto, no hubo nadie”

“Nunca descubriré por qué se escribe ni cómo no

se escribe”

“El mundo puso el pecado y nosotros la ocasión”

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Anna Ajmátova fue una dama altamente intoxicada de poe-sía y con una fabulosa propen-

sión a transitar sendas que cualquier dictadura consi-dera caminos pro-hibidos. Amó con precocidad, escri-bió con furia, alzó la voz con todo su desaliento dentro y murió con ganas de morir después de hospedarse en varios infiernos.

El comunismo tuvo entre sus sinies-tras apuestas la de arrasar la cultura por indomable, por disidente, por sospecho-sa. Ajmátova formó parte de la mejor generación de poetas rusos del siglo XX. De aquella tribu no quedó en pie ninguno (Mandeslstam, Marina Tsvie-táieva. Esenin, Maiakovski...). Lo dicho: ni uno. Unos y otras fueron cayendo mientras el estalinismo se aupaba como una fatídica corte de los milagros.

A los 11 años comenzó a armar poemas con los materiales que acumu-laba: fantasías de bosques fabulosos, atardeceres improbables, viajes que la embalaban hacia latitudes inéditas. Un cobijo contra la tormenta para aquella niñez que tenía ya algo de fracaso. El padre odiaba la poesía con el mismo ardor con que Anna la necesitaba. Le prohibió escribir versos y exigió que jamás uno de sus artefactos verbales saliese impreso con su apellido. Fue cuando tomó el apellido de la abue-la tártara y se dibujó para la literatura como Anna Ajmáto-va. Un nombre artístico forza-

do que será el primer síntoma de una densa soledad.

“Llevamos el paraíso como una cadena bendita, miramos

en él, como en un aljibe insondable”

Escribió “Réquiem” en recuerdo de las víctimas de

Stalin, entre ellas su hijo Lev

Se mantenía en pie con una dieta de libros y hombres

“… Y porque al final no nos ha salvado Dios”

“Hay en la intimidad un límite sagrado que trasponer no puede aun la pasión más loca”

Por Antonio Lucas

Anna Ajmátova: cómo helarse en el infierno

El siguiente paso era escapar de la siniestra fortaleza que fue la casa familiar. Y atravesó la claraboya del hogar para llegar a Kiev, donde estudió derecho, y a San Petersburgo más tarde para licenciarse en latín, literatura e historia. Aquí

se alistó a las tropas nocturnas que hacían nido de madrugada en el café El Perro Errante, un galpón que acogía a una tribu de artistas pobres, poetas pobres, músicos pobres y diletantes abo-llados por las pedradas del alco-

hol. Anna Ajmátova se hizo sitio en medio de aquel relente de aulladores. Y escribió: “Aquí todos somos bebedores,/ to-dos nos acostamos con todos./ Juntos, formamos una pandi-lla de desesperados./ Incluso las flores y los pájaros pintados en las paredes pare-cen ansiar las nubes”.

Pero 1917 le tor-ció el destino. La revolución bolche-vique estalló en fe-brero. La vida no iba bien, nunca iba bien para Anna Ajmáto-va. Y cuando nada podía ser peor, el crítico literario Boris Eijenbaum publica una elogiosa reseña de su obra con una frase mortal para la poeta: “Mitad puta que arde de pasión, mitad monja que im-plora el perdón de Dios”. Los perros de Stalin se acogieron a la sentencia y prohibieron los libros de Ajmátova.

Vivió más de 25 años en una extrema pobreza, pero nun-ca dejó de escribir. Su hijo Lev era la única zona templada de su existencia. Pero eso también lo sabían los estali-nistas y en 1938 fue arrestado y acusa-do en falso de conspirar contra el régi-men y diseñar asesinatos. Lo enviaron

al peor de los campos de concentración de Siberia. La deses-peración hizo entonces carámbano en la frágil arquitectura de

Anna Ajmátova, que también fue depor-tada. Bajo los efectos del espanto, quemó gran parte de sus papeles. Le pegó fuego a su voz. Se inmoló a sí misma.

Humillada, ofendida, arrastrada y enferma, en vez de hincar el alma con este penúltimo golpe, Anna Ajmátova decidió no callar nunca más. Escribió los poemas de su libro más intenso, “Ré-quiem”, donde denunció los crímenes de la URSS. Dijo que los únicos que po-dían vivir eran ya los muertos, mientras los vivos perdían el aliento empujados de un campo de concentración a otro.

Cuando ya conoces el infierno y la más pura pobreza forma parte de tu estética cerebral, todo lo demás im-porta poco. “Su sola mirada te cortaba el alien-to. Alta, de pelo oscuro, morena, esbelta y ágil, con los ojos verdosos de un tigre polar”, escribió Joseph Brodsky.

Anna Ajmá-tova fue una de las grandes poetas del siglo XX. Un recuento de ex-

travíos, ultrajes y dignidad. Una larga soledad en pareja. Un frío mortal en los labios. El corazón le saltó en mil peda-zos durante su estancia un sanatorio de las afueras de Moscú: 5 de marzo de 1966. Pero antes dejó una queja que bien puede ser un último suspiro: “Por-que el mundo es adusto y brutal/ y por-que al final no nos ha salvado Dios”. (El Mundo; 15 de marzo de 2015. Edición Comunicante).

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guiente mensaje: <ROTFL>, literalmente “rodando por el suelo muerto de risa” (Rolling’on the Floor Laughing).

Pero si no llega a tanto y se queda en la carcajada, pul-sará <LOL>> (Laughing Out Loud), la cual, caso de que sea larga, podrá reite-rarse como <LOL>, <LOL>, <LOL>, esto es, traducido libremente, “¡ja, ja, ja!”. Por medio de la red entran a veces en contac-to amistoso y, hasta íntimo, dos personas que ignoran sus sexos respectivos. La mu-

jer confesará que lo es tecleando :>, y el varón declarará así su varo-nía :-. Resulta sucinto pero sugiere en exceso.

No creamos, sin embargo, que los interlocutores están obligados a comunicarse fríamente, bien al contrario: manifiestan muy bien su estado de ánimo. Así (: (expresan que están supertristes; y si, al contrario, revientan de alegría, especificarán que :-). También puede hacerse con los iconos respectivos, ( y (; hay varios de parecido jaez.

Por lo pronto, son ya muchos los hispanohablantes que, inventando o importando, trabajan para convertir la nuestra en lengua espectral. Para ello, comprimen muchos elementos, preparándolos para su ulterior reducción a co-mas, puntos, paréntesis y demás signos del ordenador.

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VIERNES 04 DE MARZO DE 2016

“El lenguaje es el andamiaje del pensamiento”

En contra de la incultura léxica que abunda en el ámbito de las redes sociales… y el periodismo

Por Lázaro Carreter

Escritura electrónica

El estudio adultera a muchos ton-tos su memez ingénita. Abun-dan los bobos cuyo desarrollo

ha sido entorpecido por los libros, pero sin debilitarlo mucho. Algunos, incluso, tienen fama de doctos, aun-que tarde o temprano, y a veces con frecuencia, asoman la patita. Eso no va a ocurrir en un futuro próximo, pues se está produciendo una regresión del lenguaje, la cual, lejos de enmascarar la necedad ingénita, va a potenciarla. Muy pronto tendremos tontos inalte-rados, puros, como de manantial. Y los habrá también reciclados, restituidos a su condición en cuanto se adapten a la posmodernidad cuyo ariete es Internet.

Figurarán entre ellos muchos que conversan con conocidos o descono-cidos por ordenador, valiéndose de un lenguaje pretendidamente universal, escueto y económico, aunque, por ahora, muy simple. Así, si un intern-auta pregunta a otro por los datos de un compacto que ha oído —es genial, oye— con cuplés anglos cantados por un tal Rod y no los recuerda (este ignorante se refiere, casi seguro, a Rod Stewart y a su celebérrimo Un-plugged... and Seated), se despedirá tecleando: <TIA>, que quiere decir “gracias por adelantado” (o sea las ini-ciales de Thanks in Advance). Habrá que aprender esto si se quiere gozar de las cálidas amistades cibernéticas con una mínima prestancia.

Supongamos que el hablante avisa a su conectado o conectada que inte-rrumpe hasta pronto la comunicación: <BFN>le dirá, esto es “adiós por aho-ra” (Bye For Now). Y si es que el co-nectado o conectada lo ha obsequiado

con un chiste desternillante, hará que su módem electrifique el si-

“La palabra es la

materia básica para entender lo humano”

“Si se empobrece la lengua se empobrece

el pensamiento”

“El lenguaje nos ayuda a capturar el mundo, y cuanto menos lenguaje

tengamos, menos mundo capturamos”

El asunto no es de broma: licen-ciados universitarios desconocen qué significan golpe bajo, rabo entre pier-

nas, manga ancha o francotirador. Insis-to en lo de licencia-dos universitarios; y, además, con ofi-cio de hablar o es-cribir retribuido. La instrucción pública ha sufrido tantos ataques reforma-dores, que es hoy mustio collado. En esto sí: o revolución o muerte. (“Se habla español”, El País; 7

de abril de 2002).“El lenguaje nos ayuda a capturar

el mundo, y cuanto menos lenguaje tengamos, menos mundo capturamos. O más deficientemente. Una mayor capacidad expresiva supone una ma-yor capacidad de comprensión de las cosas. Si se empobrece la lengua se empobrece el pensamiento”.

(El texto principal: tomado de “El nuevo dardo en la palabra”. Fernan-do Lázaro Carreter fue un filólogo y académico español, director de la Real Academia Española. Murió el 4 de marzo de 2004).