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TALLER No 7 ESPIRITU SANTO EL ESPIRITU SANTO COMO TERCERA PERSONA DE LA TRINIDAD Según el Catecismo de la Iglesia Católica, el Espíritu Santo es la "Tercera Persona de la Santísima Trinidad". Es decir, habiendo un sólo Dios, existen en Él tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta verdad ha sido revelada por Jesús en su Evangelio. El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo de la historia hasta su consumación, pero es en los últimos tiempos, inaugurados con la Encarnación, cuando el Espíritu se revela y nos es dado, cuando es reconocido y acogido como persona. El Señor Jesús nos lo presenta y se refiere a Él no como una potencia impersonal, sino como una Persona diferente, con un obrar propio y un carácter personal. El Espíritu Santo, el don de Dios "Dios es Amor" (Jn 4,8-16) y el Amor que es el primer don, contiene todos los demás. Este amor "Dios lo ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado". (Rom 5,5). Puesto que hemos muerto, o al menos, hemos sido heridos por el pecado, el primer efecto del don del Amor es la remisión de nuestros pecados. La Comunión con el Espíritu Santo, "La gracia del Señor

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Page 1: Taller No 7(Dogma)

TALLER No 7ESPIRITU SANTO

EL ESPIRITU SANTO COMO TERCERA PERSONA DE LA TRINIDAD

Según el Catecismo de la Iglesia Católica, el Espíritu Santo es la "Tercera Persona de la Santísima Trinidad". Es decir, habiendo un sólo Dios, existen en Él tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta verdad ha sido revelada por Jesús en su Evangelio.

El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo de la historia hasta su consumación, pero es en los últimos tiempos, inaugurados con la Encarnación, cuando el Espíritu se revela y nos es dado, cuando es reconocido y acogido como persona. El Señor Jesús nos lo presenta y se refiere a Él no como una potencia impersonal, sino como una Persona diferente, con un obrar propio y un carácter personal.

El Espíritu Santo, el don de Dios

"Dios es Amor" (Jn 4,8-16) y el Amor que es el primer don, contiene todos los demás. Este amor "Dios lo ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado". (Rom 5,5).

Puesto que hemos muerto, o al menos, hemos sido heridos por el pecado, el primer efecto del don del Amor es la remisión de nuestros pecados. La Comunión con el Espíritu Santo, "La gracia del Señor Jesucristo, y la caridad de Dios, y la comunicación del Espíritu Santo sean con todos vosotros." 2 Co 13,13; es la que, en la Iglesia, vuelve a dar a los bautizados la semejanza divina perdida por el pecado. Por el Espíritu Santo nosotros podemos decir que "Jesús es el Señor ", es decir para entrar en contacto con Cristo es necesario haber sido atraído por el Espíritu Santo.

Mediante el Bautismo se nos da la gracia del nuevo nacimiento en Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo. Porque los que son portadores del Espíritu de Dios son conducidos al Hijo; pero el Hijo los presenta al Padre, y el Padre les concede la incorruptibilidad. Por tanto, sin el Espíritu no es posible

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ver al Hijo de Dios, y, sin el Hijo, nadie puede acercarse al Padre, porque el conocimiento del Padre es el Hijo, y el conocimiento del Hijo de Dios se logra por el Espíritu Santo.

Vida de fe

El Espíritu Santo con su gracia es el "primero" que nos despierta en la fe y nos inicia en la vida nueva. Él es quien nos precede y despierta en nosotros la fe. Sin embargo, es el "último" en la revelación de las personas de la Santísima Trinidad.

El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo del Designio de nuestra salvación y hasta su consumación. Sólo en los "últimos tiempos", inaugurados con la Encarnación redentora del Hijo, es cuando el Espíritu se revela y se nos da, y se le reconoce y acoge como Persona.

El Paráclito

Palabra del griego "parakletos", que literalmente significa "aquel que es invocado", es por tanto el abogado, el mediador, el defensor, el consolador. Jesús nos presenta al Espíritu Santo diciendo: "El Padre os dará otro Paráclito" (Jn 14,16). El abogado defensor es aquel que, poniéndose de parte de los que son culpables debido a sus pecados, los defiende del castigo merecido, los salva del peligro de perder la vida y la salvación eterna. Esto es lo que ha realizado Cristo, y el Espíritu Santo es llamado "otro paráclito" porque continúa haciendo operante la redención con la que Cristo nos ha librado del pecado y de la muerte eterna.

Espíritu de la Verdad: Jesús afirma de sí mismo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6). Y al prometer al Espíritu Santo en aquel "discurso de despedida" con sus apóstoles en la Última Cena, dice que será quien después de su partida, mantendrá entre los discípulos la misma verdad que Él ha anunciado y revelado.

El Paráclito, es la verdad, como lo es Cristo. Los campos de acción en que actúa el Espíritu Santo, son el espíritu humano y la historia del mundo. La distinción entre la verdad y el error es el primer momento de dicha actuación.

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Permanecer y obrar en la verdad es el problema esencial para los Apóstoles y para los discípulos de Cristo, desde los primeros años de la Iglesia hasta el final de los tiempos, y es el Espíritu Santo quien hace posible que la verdad a cerca de Dios, del hombre y de su destino, llegue hasta nuestros días sin alteraciones.

Símbolos

Al Espíritu Santo se le representa de diferentes formas:

Agua: El simbolismo del agua es significativo de la acción del Espíritu Santo en el Bautismo, ya que el agua se convierte en el signo sacramental del nuevo nacimiento.Unción: Simboliza la fuerza. La unción con el óleo es sinónima del Espíritu Santo. En el sacramento de la Confirmación se unge al confirmado para prepararlo a ser testigo de Cristo.Fuego: Simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu.Nube y luz: Símbolos inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo. Así desciende sobre la Virgen María para "cubrirla con su sombra". En el Monte Tabor, en la Transfiguración, el día de la Ascensión; aparece una sombra y una nube.Sello: Es un símbolo cercano al de la unción. Indica el carácter indeleble de la unción del Espíritu en los sacramentos y hablan de la consagración del cristiano.La Mano: Mediante la imposición de manos los Apóstoles y ahora los Obispos, trasmiten el "don del Espíritu".La Paloma: En el Bautismo de Jesús, el Espíritu Santo aparece en forma de paloma y se posa sobre Él.

¿QUÉ HACE EL ESPÍRITU SANTO EN SU VIDA DE CREYENTE?

La salvación (el hecho de haber nacido de nuevo) es la primera obra del Espíritu en nuestras vidas. El segundo propósito del Espíritu al venir a nuestro interior, es otorgarnos poder para vivir vidas santas y para el servicio. Nos lleva al conocimiento de la salvación.

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El Trae Convicción (Jn 16:8-11). Un aspecto importante de la obra del Espíritu Santo es producir convicción, reprender y convencer a los inconversos de pecado, de justicia y de juicio. Sin la obra de convicción del Espíritu, ignoraríamos nuestra condición pecaminosa y perdida. Él nos hace conscientes de la contaminación del pecado, de cuán cortos nos quedamos en la norma de justicia de Dios, y del horrible juicio que le espera a cada pecador. El produce conversión Y regeneración, regeneración significa volver a nacer espiritualmente, renovación espiritual y restauración.

"Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo" (Tit 3:5).

"Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados" (Ef 2:1).

"El espíritu es el que da vida" (Jn 6:63).

Él nos libera del poder del pecado y de la muerte, a fin de que seamos santos. "Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte" (Ro 8:2).

Él nos da una seguridad interna de nuestra salvación. "Porque el mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios" (Ro 8:16).

"Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad" (1 Jn 5:6).

"Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan en uno" (1 Jn 5:8).

El Espíritu Santo bien a nuestra vida a darnos el poder de la vida. Él nos guía a toda verdad. "Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir" (Jn 16:13).

Él nos enseña todas las cosas. "Más el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho" (Jn 14:26).

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"Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él" (1 Jn 2:27).

Él da vida a nuestros cuerpos físicos. "Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros" (Ro 8:11). El término "mortal" significa "destinado a la muerte", y se refiere a nuestros cuerpos físicos. El Espíritu imparte vida. Por consiguiente, la promesa de esta Escritura es ésta: Cuando el Espíritu mora en nosotros, nos imparte vida, fuerzas, salud y vigor a nuestros cuerpos. El vivir en el Espíritu es un ejercicio que promueve la salud. Esto aumentará nuestra fuerza física y nuestra longevidad de vida.

Él nos otorga poder para el servicio. "Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos …" (Hch 1:8).

Jesús usó el término griego "dunamis" (traducido como "poder"), del cual derivamos nuestra palabra "dínamo". Un dínamo es una máquina que genera un suministro de energía consistente y continua. Así que, el poder del Espíritu dentro de nosotros genera poder o energías que nos capacitan para ser testigos (mártires) para Cristo. No sólo estamos capacitados para llevar el testimonio de Jesús, sino que también somos testigos de Él.

El reviste de poder nuestras oraciones. "Orando en el Espíritu Santo" (Jud 20).

"Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu" (Ef 6:18).

"Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos" (Ro 8:26, 27).

Él inspira la alabanza y la adoración a Dios. (Hch 2:11).

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¿QUÉ HACE EL ESPÍRITU SANTO EN LA VIDA DE LA IGLESIA?

El Espíritu Santo edifica, anima y santifica a la Iglesia… Llama a las personas para que sirvan a Dios y les da los dones que necesitan para esto, los organiza en sus respectivas funciones, para que todos den «el fruto del Espíritu». (CIC-C#145). Debido a que la Iglesia está formada por pecadores que somos todos, Sacerdotes y laicos, nuestros pecados y deficiencias hacen parecer que la Iglesia está como abandonada, pero el Espíritu Santo siempre está actuando en su Iglesia. El solo hecho de que, a pesar de todas las fallas personales de los católicos, la Iglesia sigue en pie desde hace 2000 años, es una señal de que el Espíritu Santo es Quien la sostiene. El Espíritu Santo es Quien actúa en los Sacramentos de la Iglesia Católica para darnos todas las gracias que recibimos en cada uno de los Sacramentos.

¿Qué son los Carismas y para qué sirven?

Los Carismas son dones extraordinarios que el Espíritu Santo derrama en la Iglesia, para el bien de la Iglesia y de las personas, para las necesidades del mundo y para reavivar la fe en medio de las diferentes comunidades eclesiales.

Nos dice el Concilio Vaticano II que hay Carismas institucionales (LG 2,12) y extraordinarios- que son “Regalos” de servicio dado a algunos para su ejercicio en bien de la humanidad, para despertar la fe entre los hombres y para la edificación y el funcionamiento de la Iglesia (AA 1-3).

San Pablo lista los carismas en cuatro puntos diferentes en sus Cartas:

Rom 12, 6-8; 1 Cor 12,8-10; 1 Cor 12, 28-30; Ef 4, 11.

Las listas contienen un total de 18 carismas diferentes. Mientras unos son dones para ejercer ciertos oficios dentro el funcionamiento de la Iglesia, hay otros que capacitan para ejercer ciertas actividades espirituales, y otros son definitivamente extraordinarios. Pero todos son obra del Espíritu Santo.

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Entre los Carismas Extraordinarios están Profecía, Sanación, Discernimiento de espíritus, hablar con Sabiduría, Mensaje en lenguas, Interpretación de lenguas, Milagros, Caridad.

Los Carismas son dados para utilidad de la comunidad, pues su manifestación está dirigida hacia la edificación de la fe, como auxilio a la evangelización y como un servicio a los demás, tal como lo indica San Pablo y como nos lo recuerda el Concilio.

CONCLUSIÓN

El Espíritu Santo me va santificando, si dejo que Él vaya haciendo esa labor de santificación y si hago todo lo que debo para ser santo. Jesús nos anunció que el Espíritu Santo sería nuestro Maestro, que nos recordaría todo lo que Él nos había dicho y lo que no había podido decirnos: Aún tengo muchas cosas que decirles, pero es demasiado para ustedes por ahora. Y cuando venga Él, el Espíritu de la Verdad, los guiará en todos los caminos de la Verdad. (Jn 16 12-13a).

El Espíritu Santo me hace receptivo a Dios, me enseña a orar y ora en mí. Es también Maestro de oración. Mientras más abiertos estamos al Espíritu Santo, más y mejor puede actuar en nosotros.

Así devuelve a los bautizados la semejanza divina, perdida a causa del pecado para que en vez de que crezcan en nosotros las obras de la carne (fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes –Gal 5, 19-21) puedan florecer en nosotros los frutos del Espíritu (amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí –Gal 5, 22-23). El Espíritu Santo, con todas sus gracias, dones, carismas, etc., me capacita para ayudar a los demás.