tema 10: la segunda guerra mundial - ies pedro salinas
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Tema 10: La Segunda Guerra Mundial
La crisis de los años treinta puso en evidencia las
limitaciones inherentes al sistema de «seguridad
colectiva» de la Sociedad de Naciones. El ascenso de
Hitler al poder en enero de 1933 señaló el comienzo
de una nueva etapa en las relaciones
internacionales, que se caracterizó por el creciente
papel agresivo de los regímenes totalitarios
fascistas.
Entre 1934 y 1939 se sucedieron una serie de
acontecimientos que condujeron a la guerra. En
1935, Italia invadió Abisinia; en 1936 se formó el Eje Roma-Berlín y Alemania e Italia decidieron intervenir
en la guerra civil española a pesar de haberse unido al «Comité de No Intervención»; en 1938,
Aleman1a invadió Austria, y un año después, Checoslovaquia .
Las potencias democráticas europeas adoptaron una posición de claudicación ante Hitler. La cuestión de
Danzig y el «corredor polaco» fue la última reivindicación nazi que desembocó en la invasión ele Polonia en
septiembre ele 1939. Pero este hecho sí provocó la reacción ele Reino Unido y Francia, y acabó siendo el
desencadenante de la Segunda Guerra Mundial.
La Segunda Guerra Mundial fue un conflicto todavía de mayores dimensiones que la Gran Guerra de 1914-
1918. Se movilizaron todas las economías y todos los recursos humanos (más ele 60 millones de personas
lucharon en los frentes) y sus consecuencias humanas, materiales y morales dejaron una profunda huella.
1. Orígenes y causas de la guerra
Los años treinta fueron un período de inestabilidad en las relaciones internacionales. Dos fueron los factores
decisivos en los orígenes de la Segunda Guerra Mundial: el expansionismo de las dictaduras fascistas y la
crisis económica de los años treinta. Frente al expansionismo de Alemania, Italia y Japón, las democracias
occidentales practicaron una política de apaciguamiento que, a la larga, resultaría fatal.
1.1. Las primeras iniciativas del nazismo
La crisis económica de los años treinta creó un clima favorable a la exacerbación de los nacionalismos y al
apogeo de las soluciones totalitarias. Una serie de hechos pusieron fin al breve período de cooperación
internacional inaugurado con los Pactos de Locarno (1925) y Briand-Kellog (1928).
Con la llegada de Hitler al poder en Alemania en 1933 pronto se manifestó la fragilidad de la Sociedad de
Naciones (SDN) como garante de la paz. La Conferencia de Desarme de 1932-1933, reunida en Ginebra, fue
el gran objetivo de la diplomacia europea. En esta conferencia se reconoció a Alemania el principio de
igualdad de derechos, pero a pesar de eso no hubo entendimiento con Hitler y Alemania abandonó la
Sociedad de Naciones. El fracaso del diálogo confirmó la voluntad de Hitler de no someter a ningún arbitraje
la cuestión del rearme alemán.
A partir de ahí, Hitler fue conculcando las limitaciones impuestas a Alemania por el tratado de Versalles. El
dictador alemán proyectaba dominar toda Europa. Primero había que crear un gran Estado nacional
socialista de base racial (Gran Reich) más allá de las fronteras fijadas en Versalles. A continuación, se le
dotaría de un «espacio vital» a través del expansionismo y la guerra).
El primer paso fue el intento de anexionar Austria en 1934, anexión que estaba expresamente prohibida por
los tratados de Versalles. La anexión se abortó, sobre todo, por la rápida intervención de Mussolini, que no
deseaba ver a Austria bajo el dominio alemán.
En 1935 Hitler se anexionó el Sarre tras la celebración de un plebiscito en el que la población se manifestó
partidaria de su incorporación a Alemania. Inmediatamente después, el gobierno nazi anunció su propósito
de restablecer el servicio militar obligatorio, de constituir un ejército de 36 divisiones y crear una fuerza
aérea, la Luftwaffe.
Francia, el país más amenazado por estas iniciativas de Hitler, reaccionó in tentado aislar diplomáticamente
a Alemania. En 1935 en la Conferencia de Stressa, Francia logró firmar un acuerdo con Italia y Reino Unido
para asegurar la independencia de Austria y contra la política armamentista de Hitler. La red de alianzas se
completó con otro pacto de asistencia mutua con la URSS en caso de agresión y con el pacto soviético-
checoslovaco. Así, hacia 1935, Alemania parecía hallarse «cercada» diplomáticamente.
1.2. La colaboración entre los estados fascistas
Pero el eslabón más débil de esta coalición antialemana fue Italia. Entre 1935 y 1936 Italia invadió y conquistó
Etiopía, lo que provocó la oposición de las potencias europeas. La Sociedad de Naciones condenó esta acción
y decidió adoptar sanciones económicas contra Italia. La respuesta de Mussolini fue romper los pactos de
Stressa, aproximarse a Alemania y abandonar la Sociedad de Naciones.
Alemania dejó de estar aislada en Europa y retomó la iniciativa. En 1936 Hitler ordenó la ocupación de la
zona desmilitarizada de la Renania, lo que rompía el tratado de Versalles y la principal garantía de la seguridad
de Francia. Las potencias europeas aceptaron la situación, pues sobreestimaron la capacidad bélica alemana.
La pasividad de las democracias fue percibida por Hitler y Mussolini como una prueba de debilidad ante una
política de hechos consumados.
El estallido de la guerra civil española en julio de 1936 puso una vez más en evidencia la debilidad de las
democracias occidentales. En agosto se logró un acuerdo de no intervención que fue firmado por 25 países,
entre los cuales estaban Alemania, Italia y la URSS. El acuerdo pronto se convirtió en «papel mojado», pues
la Alemania nazi y la Italia fascista ayudaron con tropas y material bélico a los militares sublevados contra la
república, y la URSS ayudó a la república con armas y técnicos.
La guerra civil española (1936-1939) facilitó la alianza entre Hitler y Mussolini que, en octubre de 1936,
forjaron una alianza bautizada como el «Eje» Roma-Berlín. Poco después, en noviembre, Alemania y Japón
firmaron el Pacto Antikomintern contra la URSS, al que se adhirieron Italia y la España de Franco en 1937.
1.3. El camino hacia la guerra
Reforzados los lazos entre Alemania, Italia y Japón, Hitler tomó la
iniciativa a finales de 1937. El temor de las democracias a la guerra
les llevó a una política de apaciguamiento, que intentaba evitar la
guerra haciendo determinadas concesiones que «calmaran» a los
dictadores.
Hitler desveló sus planes en una reunión con sus más estrechos
colabora dores y se recogieron en el memorándum o protocolo
Hossbach de noviembre de 1937. Planteó que para alcanzar la
autarquía y el rearme era necesario aplicar drásticamente la idea del
«espacio vital»: Alemania necesitaba nuevos territorios para
satisfacer la necesidades de materias primas para su industria bélica
y alimentos para su población. En esta política expansionista estaba
previsto el recurso a la guerra. Hitler también anunció claramente
sus objetivos iniciales: primero la anexión de Austria y, después, la
incorporación de Checoslovaquia.
Tras los éxitos diplomáticos de Hitler y ante la débil respuesta de las democracias occidentales, en marzo de
1938 tropas alemanas entraron en Viena y Hitler anunció la celebración de un plebiscito que ratificó la
anexión de Austria al Reich alemán (Anschluss).
El paso siguiente fue Checoslovaquia. La excusa fue la llamada cuestión de los Sudetes, una región
checoslovaca rica en minas e industrias en la que vivían unos tres millones de alemanes. El partido pronazi
Partido Alemán de los Sudetes reclamó su anexión al III Reich. Las amenazas de Hitler de intervenir surtieron
efecto: los jefes de gobierno de Reino Unido, Francia e Italia acudieron a la Conferencia de Munich en
septiembre de 1938, donde aceptaron la anexión de los Sudetes al Reich, sin el consentimiento de la misma
Checoslovaquia.
Pero la cuestión checoslovaca no acabó aquí. En marzo de 1939 Eslovaquia proclamó su independencia y a
continuación tropas alemanas penetraron también en Bohemia, formándose un «Protectorado de Bohemia
Moravia» como Estado satélite del III Reich.
En el mismo mes, Hitler se anexionó el puerto de Memel (en Lituania) y en abril Mussolini ocupó Albania. En
mayo, Alemania estrechó relaciones con Italia con la firma de una alianza ofensiva, el Pacto de Acero.
La anexión de Checoslovaquia puso en evidencia el estrepitoso fracaso de la política de apaciguamiento
practicada por Reino Unido y Francia, que decidieron cambiar de actitud. Las dos potencias acordaron ofrecer
garantías a los Estados que estuvieran amenazados por el expansionismo germano-italiano. En agosto de
1939 se firmó un pacto con Polonia.
La amenaza que existía sobre Polonia (Hitler reivindicaba Danzig y el «corredor polaco») hizo que la URSS
cobrase un especial relieve. En marzo de 1939, Reino Unido y Francia iniciaron negociaciones con la URSS,
que se vieron entorpecidas por los recelos polacos a que tropas soviéticas atravesaran su territorio y por la
desconfianza hacia la Rusia bolchevique.
El 23 de agosto de 1939 se firmó el Pacto germano-soviético de no agresión, por el que ambos países dejaban
de lado temporalmente sus conflictos y diferencias ideológicas. Dicho pacto contenía además un protocolo
secreto por el que se preveía el reparto de Polonia entre alemanes y soviéticos, así como el reconocimiento
de los derechos de la URSS sobre Finlandia, los países bálticos y Besarabia.
Este pacto, considerado contra natura por todos, solo parece justificarse como una alianza táctica entre dos
regímenes totalitarios que pretendían sacar partido del reparto de Polonia. Hitler quería evitar una guerra
en dos frentes en caso de conflicto con Francia y Reino Unido, asegurándose la neutralidad de la URSS. Stalin
justificó el acuerdo por el clima de evidente hostilidad
de las potencias occidentales hacia la URSS» y con el fin
de evitar el aislamiento y prevenir una posible agresión
alemana. El pacto causó estupor en las democracias
occidentales.
Respaldada por el pacto, el 1 de septiembre Alemania
invadió Polonia. Pero esta vez Reino Unido y Francia no
cedieron y el día 3 declararon la guerra a Alemania. Así
comenzaba la Segunda Guerra Mundial.
1.4. El expansionismo de Japón
Otro de los escenarios de la crisis de las relaciones internacionales en los años treinta fue Asia y el área del
Pacífico. De hecho Japón fue el primer país que desafió al sistema de seguridad colectiva.
Japón estaba profundamente afectado por la crisis económica a comienzos de los años treinta y se lanzó a
una política expansionista sobre su vecina China como remedio a sus graves problemas. En 1931 ocupó
militarmente Manchuria y en 1932 anunció la constitución de un Estado
satélite, Manchukuo. Las potencias apenas reaccionaron.
Entre 1932 y 1937, ante la falta de respuesta internacional, Japón se
dispuso a conquistar China y todo el sudeste asiático. En 1937,
aprovechando un incidente en Pekín, dirigió un ultimátum al gobierno
chino e inició la guerra de conquista de su propio «espacio vital». Británicos
y estadounidenses se limitaron a emitir protestas formales y abandonaron
apresuradamente China, mientras la Sociedad de Naciones ni declaró
2. El desarrollo de la guerra
En los inicios de la guerra, las fuerzas reales enfrentadas mostraban una clara superioridad del Reich, a pesar
de que Reino Unido y Francia eran superiores en población y recursos económicos. En el caso de las fuerzas
terrestres, las divisiones de infantería alemanas superaban ampliamente a las de Reino Unido, Francia y
Polonia. El predominio germano en fuerzas aéreas fue claro en ese momento.
No obstante, la maquinaria de guerra alemana tuvo algunos fallos, como las carencias en hierro, gasolina,
caucho, etc., que le obligaron a buscar fuentes de aprovisionamiento.
2.1. Las innovaciones técnicas y la táctica militar
Durante la Segunda Guerra Mundial se registraron
interesantes cambios en la táctica militar. Hitler y su
Alto Estado Mayor eran conscientes de que la guerra
tenía que ser corta y diseñaron la llamada guerra
relámpago (Blitzkrieg). Esta táctica buscaba alcanzar un
éxito rápido mediante la penetración en el territorio
enemigo usando carros de combate, apoyados desde
el aire por la aviación. Esta estrategia constituyó el
elemento sorpresa y explica la superioridad del ejército
alemán hasta 1941.
Los ejércitos aliados habían pensado en una guerra
similar a la Primera Guerra Mundial, que se había
basado en el avance de la infantería y la lucha en
trincheras, y no estaban preparados para esta nueva
táctica. Por eso, los aliados solo pudieron pasar a la
ofensiva cuando la guerra se alargó, con lo que la potencia económica pasó a ser un factor fundamental para
seguir fabricando armamento y ampliando el ejército.
Otras innovaciones importantes fueron la aplicación de los avances científico-técnicos (el radar inglés, los
sistemas de bombas dirigidas alemanas y la energía atómica por parte de los Estados Unidos) y la
construcción de nuevas armas (el desarrollo del tanque y de las unidades mecanizadas, de la aviación y de
potentes portaaviones).
2.2. Las ofensivas alemanas: la «guerra relámpago» (1939-1941)
El 1 de septiembre de 1939 el ejército alemán (Wehrmacht) invadió Polonia. El ejército polaco estaba
anticuado y carecía de artillería antiaérea, por lo que fue incapaz de enfrentarse a la guerra relámpago de los
alemanes. El 27 de septiembre capituló todo el ejército polaco. Ante estos hechos, Francia y Reino Unido
dejaron sola a Polonia.
Por otra parte, desde el 17 de septiembre, el Ejército Rojo penetró en el territorio oriental de Polonia y, como
se acordó en el Pacto germano-soviético, Polonia fue repartida entre Alemania y la URSS. Las tropas
soviéticas ocuparon también Estonia, Letonia y Lituania e invadieron Finlandia.
Los aliados decidieron intervenir en Noruega para cortar el
aprovisionamiento de hierro sueco hacia los alemanes, pero estos se
adelantaron e invadieron Dinamarca y Noruega en abril de 1940.
En mayo de 1940, las tropas alemanas comenzaron la ofensiva en el
frente occidental. La primera línea alemana invadió Bélgica y los Países
Bajos, mientras que otra ala rompió el frente en Sedán. Entre medias
quedaron aislados en Dunkerque más de 350.000 soldados (de los
cuales 100.000 eran franceses). Milagrosamente, la mayoría de estos
soldados lograron embarcar y refugiarse en Inglaterra, aunque las
pérdidas materiales y humanas fueron enormes.
Las divisiones blindadas alemanas continuaron su avance en Francia por
las Ardenas eludiendo la fortificada línea Maginot*, sorprendiendo y
arrollando al ejército francés. En junio, las tropas alemanas entraron en
París y se firmó el armisticio en Compiegne por el que Francia quedó
dividida en dos zonas: el norte y la costa atlántica quedaron ocupadas por los alemanes, mientras que, en el
centro-sur, la llamada Francia de Vichy estableció un gobierno autoritario dirigido por el mariscal Petain,
influido por el fascismo y colaboracionista con los nazis. Desde Londres, el general francés De Gaulle hizo un
llamamiento a la resistencia, creando los primeros núcleos de las «fuerzas francesas libres».
La ocupación de Francia dejó solo a Reino Unido frente a los alemanes.
Pero Winston Churchill, nombrado primer ministro en mayo de 1940,
contando con la ayuda estadounidense y el respaldo de las colonias,
rechazó las ofertas de paz alemanas y decidió continuar la guerra.
Hitler aceptó el plan de Goering y desencadenó, en el verano de 1940,
una encarnizada batalla aérea que duró hasta principios de 1941, la
conocida como batalla de Inglaterra. Ante las pérdidas de aviones,
producidas por la efectividad de los aviones de caza ingleses (Spitfire) y
el uso del radar, los alemanes respondieron con bombardeos
terroríficos, día y noche, sobre las ciudades (Coventry, Londres).
Pronto surgieron nuevos frentes: el norte de África y los Balcanes. En
junio de 1940 la Italia de Mussolini entró en la guerra al lado de
Alemania. En África los italianos, apoyados por el Africa Korps del mariscal Rommel, lanzaron desde sus bases
de Libia una ofensiva para conquistar Egipto, colonia británica. Pretendían llegar al Canal de Suez, lo que
obstaculizaría las comunicaciones de los británicos con su imperio, y acceder al petróleo del Próximo Oriente.
Los italianos intentaron invadir Grecia desde Albania, pero fracasaron, lo que obligó a Hitler a intervenir en
los Balcanes. Entre 1940 y 1941 Hungría, Bulgaria y Rumania firmaron pactos para entrar en la guerra al lado
de Alemania. Entre abril y junio de 1941 las tropas del Eje ocuparon Yugoslavia y Grecia.
2.3. La guerra adquiere dimensión mundial (1941-1942)
Hasta la primavera de 1941, la guerra había tenido como escenario fundamental el continente europeo y el
norte de África. La agresión alemana a la URSS y la de Japón a la flota naval estadounidense en el Pacífico
ampliaron el campo de las operaciones.
El 22 de junio de 1941, la Wehrmacht invadió por sorpresa la Unión
Soviética. El objetivo de la invasión era obtener los cereales rusos y el
petróleo del Cáucaso, es decir, los suministros que Alemania necesitaba
para continuar la guerra. El plan alemán pretendía destruir, con un
ataque relámpago, la potencia soviética antes de que esta pudiera
prepararse militarmente. En un principio, la debilidad del Ejército Rojo,
sin altos mandos tras las purgas estalinistas, favoreció el éxito alemán.
Pero la brusca llegada del invierno, la falta de carburante y la táctica
rusa de tierra quemada hicieron fracasar a las tropas nazis en el asedio
de Leningrado y en la toma de Moscú, con lo que la guerra con la URSS
se prolongó.
Paralelamente, la situación cambió en Asia. Ante la invasión japonesa
de Indochina, Estados Unidos decretó el embargo sobre el comercio
japonés. La réplica del gobierno del general Tojo fue el ataque aéreo sobre la base naval estadounidense de
Pearl Harbour, el 7 de diciembre de 1941, sin previa declaración de guerra. Este hecho provocó la entrada en
el conflicto de Estados Unidos Cuatro días más tarde, Alemania e Italia declararon la guerra a Estados Unidos.
Tras la destrucción de la flota estadounidense en el Pacífico, el dominio japonés sobre el mar le permitió un
rápido proceso de ocupaciones. A fines de 1942 eran dueños de Indochina, Siam (Tailandia), Malasia,
Birmania, la zona costera de China, las Indias Holandesas (Indonesia), Filipinas, Guam, islas Salomón y Nueva
Guinea, y llegaron a amenazar a Australia.
2.4. El viraje de la guerra (1943-1944)
A finales de 1942 los aliados tomaron la iniciativa y la
guerra experimentó un giro decisivo. Hitler sufrió su
primera y más importante derrota en Rusia. En el
verano de 1942, la toma de Stalingrado era el objetivo
básico del ejército alemán. La lucha encarnizada
concluyó con la ocupación de la mayoría de la ciudad.
Pero la contraofensiva rusa de noviembre cercó a 22
divisiones alemanas. Hitler cometió el error de dar la
orden de resistir y romper el cerco. Los rusos
impidieron la llegada de refuerzos, y el hambre y el frío
obligaron a los alemanes a capitular en febrero de 1943.
Más tarde, la decisiva derrota de las divisiones
blindadas alemanas en Kursk en julio de 1943 decidió la
suerte de la guerra en el frente oriental.
En África, la ofensiva del África Korps de Rommel fue detenida por los británicos, al mando del general
Montgomery Los aliados emprendieron la contraofensiva desde El Alamein y alcanzaron Trípoli a comienzos
de 1942. En noviembre, un cuerpo de ejército anglo-norteamericano desembarcó en los puertos de
Marruecos y Argelia. En la primavera de 1943 los italianos y los alemanes tuvieron que evacuar Túnez.
En el verano de 1943, los aliados desembarcaron en Sicilia y emprendieron la conquista de Italia. Ante el
avance aliado, Víctor Manuel III destituyó a Mussolini y nombró primer ministro al general Badoglio. En
septiembre de 1943, Italia firmó el armisticio con los aliados. No obstante, los alemanes ocuparon el norte y
el centro del país hasta Roma y liberaron a Mussolini, quien organizó la llamada República de Saló bajo el
estrecho control de los nazis.
Mientras tanto, los estadounidenses contraatacaron en
el Pacífico en el verano de 1942. Las batallas
aeronavales de mar del Coral, Midway y Guadalcanal
terminaron con la hegemonía naval japonesa y
pusieron de manifiesto la superioridad de los potentes
portaaviones y de la flota aérea estadounidense.
Este cambio en el curso de la guerra fue posible tanto
por la intervención de Estados Unidos como por un
mayor acercamiento del Reino Unido y Estados Unidos
con la URSS. En la Conferencia de Teherán (noviembre
de 1943) Stalin, Roosevelt y Churchill trataron
conjuntamente los aspectos tanto de la guerra como de
la posguerra.
2.5. La derrota del Eje y el final de la guerra (1944-
1945)
La definitiva derrota alemana comenzó en el oeste con
la gran ofensiva a raíz del desembarco aliado de
Normandía en junio de 1944, que desbarató las
defensas alemanas y permitió el avance de las tropas
aliadas. En agosto, París fue liberada y a finales de
octubre los territorios francés y belga fueron
totalmente reconquistados.
Hitler recurrió al reclutamiento masivo y a las nuevas armas (bombas y cohetes volantes V1 y V2) y decidió
un ataque desesperado en el oeste, en las Ardenas, que fue detenido por los aliados.
En el este, los avances del Ejército Rojo fueron más intensos. El asalto final se produjo entre finales de 1944
y principios de 1945.
En abril de 1945 el régimen nazi se descompuso. Berlín, la capital del Reich, fue cercada y bombardeada. A
finales de ese mes Hitler se suicidó en su búnker y la ciudad capituló, firmándose la rendición incondicional
de la Alemania nazi y la detención de sus responsables.
La guerra continuó en el Pacífico y Extremo Oriente. En
la primavera de 1945, Japón se encontraba cercado y
sin recursos defensivos, a pesar de lo cual la lucha
encarnizada continuaba. El nuevo presidente de
Estados Unidos, Truman, decidió utilizar la bomba
atómica, que fue lanzada sobre las ciudades japonesas
de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945. Sus efectos
fueron terroríficos: solo en Hiroshima hubo 100.000
muertos e innumerables heridos o afectados por las
radiaciones, de una población de 250.000 habitantes. El 2 de septiembre de 1945 Japón capituló. La guerra
había acabado.
3. El «nuevo orden» nazi en Europa
Hitler, después de sus conquistas y con el fin de asegurar el Gran Reich consideró esencial construir un
«nuevo orden» en el que quedase claro el dominio de Alemania sobre Europa.
3.1. La explotación económica de los países conquistados
La estrategia alemana de la guerra relámpago presuponía una guerra corta,
y su prolongación creó problemas. El ministro de armamento y municiones
del Reich, Albert Speer, logró llevar al máximo la capacidad de producción
bélica de la industria alemana. Pero desde 1942 se desvaneció la ilusión de
una guerra rápida, y Alemania no era capaz de mantener el esfuerzo de la
guerra solo con sus recursos. Por eso, se diseñó una política de explotación,
saqueo y rapiña de los recursos humanos y económicos de los países
ocupados.
Los países conquistados tuvieron que pagar los gastos militares de
ocupación y además se procedió al saqueo bajo diversas formas: requisa
de materias primas, de productos industriales y alimenticios, expoliación
de bienes judíos, etc.
El régimen de ocupación fue especialmente duro en Europa oriental, donde se establecieron miles de campos
de trabajo, en los que las SS y los grandes conglomerados industriales alemanes explotaron sin límites a una
mano de obra esclava. Unos 8 millones de civiles y prisioneros de guerra fueron deportados a Alemania y
empleados en las fábricas de armamento o en los sectores agrícolas.
Buena parte del esfuerzo de guerra alemán fue aportado, por lo tanto, por los países europeos ocupados.
Así, mientras la población alemana mantuvo un cierto grado de bienestar, la penuria, el racionamiento, el
hambre y el «mercado negro» recayeron sobre las poblaciones de los países conquistados.
3.2. Colaboracionismo y resistencia
El «nuevo orden» hitleriano instaurado en los países ocupados encontró respaldo en una minoría. Solo en
Polonia y en la URSS, dada la dureza de la ocupación, no se dio la figura del colaboracionista. Destacaron dos
regímenes colaboracionistas, el noruego del comandante Vidkun Qyuisling y el régimen de Vichy en Francia,
con el mariscal Petain al frente. Aunque el colaboracionismo también se dio de forma particular.
Las razones del colaboracionismo fueron varias: el apoyo a las ideas nazis; la consideración del nazismo como
algo «inevitable»; el temor al comunismo, que hizo ver en el nazismo una opción «salvadora», etc.
Junto al colaboracionismo apareció la resistencia en todos los países sometidos al terror nazi. Surgió como
un movimiento patriótico caracterizado por su rechazo a la ocupación alemana. En Europa del este la unidad
de las fuerzas de la resistencia se realizó bajo la hegemonía comunista, casos de Yugoslavia y Grecia. En
Europa occidental la resistencia estaba formada por todos los sectores sociales contrarios al nazismo.
Yugoslavia fue el país donde la resistencia tuvo una mayor amplitud. En la dirección de la oposición a la
ocupación alemana acabaron por imponerse el comunista Josif Broz Tito y sus partisanos. En 1944, antes de
la llegada del Ejército Rojo, Tito liberó y reunificó el país.
Italia tuvo un importante desarrollo de la resistencia en la zona de la
República de Saló (norte de Italia), donde hubo episodios tanto de
guerra contra el invasor nazi como de guerra civil contra los fascistas.
A pesar de la hegemonía comunista, en la resistencia italiana
participaron también el resto de los partidos políticos antifascistas.
En Francia y otros países de la Europa occidental los movimientos de
resistencia fueron alentados por los británicos, y sus acciones se
intensificaron a partir de 1941. Emprendieron, sobre todo, acciones
de hostigamiento, sabotaje y trabajos de inteligencia al servicio de
la causa aliada. Al frente de la resistencia francesa en el exterior estaba Charles de Gaulle, como dirigente de
la Francia libre. En el interior, los sindicatos y partidos, en la clandestinidad, se agruparon en el Consejo
Nacional de la Resistencia, que reconoció a De Gaulle como líder.
La represión contra la resistencia fue feroz. Así, en Francia, por cada alemán asesinado se fusilaba a cincuenta
rehenes franceses, en su mayoría civiles inocentes. La Gestapo, las SS y los campos de concentración fueron
los instrumentos del terror hitleriano.
3.3. Germanización y genocidio
Los aspectos más brutales de la ocupación alemana derivaron de las dos bases del proyecto de Hitler: la
purificación de la raza alemana y la expansión de sus fronteras en busca del ''espacio vital» en el este.
En Europa oriental se desarrolló el programa de desplazamiento de
los pueblos eslavos, considerados "subhumanos» y carentes de
derechos, para dejar espacio a las poblaciones alemanas.
El aspecto más horrible de la espantosa política racial nazi fue el
exterminio de los judíos, el Holocausto. En 1941 Hitler encargó el
esbozo de un plan de eliminación de los judíos de Europa, unos 11
millones, cuyo primer paso fue una masiva deportación a guetos y a
campos de concentración.
Tras la Conferencia de Wannsee de enero de 1942 empezó el exterminio masivo y planificado de los judíos
en las cámaras de gas y en los hornos crematorios de los principales campos de exterminio, como Auschwitz,
Treblinka, Chelmo, Bergen-Belsen, Buchenwald, etc. Es lo que se llamó la solución final al problema judío. En
apenas dos años, fueron exterminados unos 6 millones de judíos, así como cientos de miles de gitanos,
homosexuales, discapacitados, opositores políticos, etc.
4. Las consecuencias de la guerra
Los efectos humanos, materiales y morales de la Segunda Guerra Mundial fueron devastadores, sobre todo
en Europa, uno de los principales escenarios del conflicto. El final de la Segunda Guerra Mundial significó el
declive definitivo de Europa y el inicio del dominio de dos grandes superpotencias: Estados Unidos y la Unión
Soviética.
4.1. Pérdidas humanas
La potencia destructiva de las nuevas armas, el carácter de guerra total y la determinación de ambos bandos
de proseguir el conflicto hasta el final sin importar la pérdida de vidas humanas explican que la Segunda
Guerra Mundial sea la mayor catástrofe que ha conocido la humanidad.
El conflicto se extendió al mundo entero y desapareció el concepto de retaguardia. A los efectos de la
ocupación nazi y japonesa en los territorios conquistados (deportaciones en masa, exterminio y genocidio de
di versas etnias, feroces represalias sobre la resistencia, etc.) se añadió el bombardeo brutal y masivo de
muchas ciudades por ambos bandos.
En la guerra se pudieron alcanzar los 55 millones de muertos, unos 35 millones de heridos y cerca de 3
millones de desaparecidos. A diferencia de la Primera Guerra Mundial, más de la mitad de las víctimas fueron
civiles.
La URSS fue el país más afectado. Le siguieron Polonia, Alemania y Checoslovaquia, mientras en el resto de
Europa y Estados Unidos la cifras fueron algo menores. En el sudeste asiático, la guerra y la represión
provocaron también enormes pérdidas, sobre todo en China (las cifras han sido estimadas entre los 2
millones y los 13,5 millones de muertes civiles y militares). En Japón superaron el millón y medio de muertos,
en su inmensa mayoría militares.
Otro efecto humano de la guerra fueron los grandes
desplazamientos de población. Unos movimientos fueron
provocados por los nazis en los países que ocuparon durante el
conflicto. Otros se produjeron justo al final del mismo, como
consecuencia de la liberación de prisioneros de guerra en los campos
de concentración o por los acuerdos establecidos en los tratados de
paz y de los cambios de fronteras. En mayo de 1945 había en Europa
alrededor de 40 millones de hombres, mujeres y niños
desarraigados, sin hogar o en busca de un lugar en el que
establecerse, entre ellos unos 13 millones de alemanes expulsados de Checoslovaquia y de las zonas
anexionadas por Polonia y la URSS ,...
4.2 Efectos morales
La guerra provocó también un intenso trauma moral y cuestionó
todos los valores éticos en los que descansaba la civilización
occidental. El descubrimiento de las fosas de Katyn en Polonia,
donde los soviéticos asesinaron con un tiro en la nuca a más de 4.500
oficiales polacos; los bombardeos aliados sobre ciudades alemanas
y el lanzamiento de bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki
fueron, entre otras, muestras de la tremenda brutalidad, crueldad y
violencia de esta guerra en la que la población civil fue, a menudo,
el blanco principal.
Con todo sobresalieron las atrocidades del nazismo, el genocidio de los «campos de la muerte» en los que
los nazis exterminaron a judíos, gitanos, eslavos, homosexuales y opositores políticos, en aplicación de sus
teorías raciales y totalitarias. Aunque se desconocen las cifras totales del genocidio, se han calculado entre 5
y 6 millones de víctimas solo en lo que concierne a la población judía.
Para juzgar estas atrocidades, por primera vez se constituyó un
tribunal internacional, compuesto por jueces de los «cuatro
grandes» (Estados Unidos, Reino Unido, Unión Soviética y Francia),
que definió un nuevo concepto jurídico en el derecho internacional:
el de los crímenes contra la humanidad. Entre 1945 y 1946, tuvo
lugar el juicio de Nuremberg, que juzgó a 21 dirigentes nazis, de los
que 12 fueron condenados a muerte. Este proceso fue seguido de
otros para castigar a los responsables del régimen nacionalsocialista
y conseguir la «desnazificación» de Alemania.
4.3. Consecuencias económicas
El final de la guerra ofreció un paisaje de ruina y desolación sobre todo en la Europa oriental, donde las
ciudades, los campos y la estructura productiva habían sido destruidos.
En la Europa occidental y en Japón los mayores daños se produjeron en las infraestructuras (carreteras,
ferrocarriles, puertos, aeropuertos, etc.). Los efectos sobre la producción industrial fueron más irregulares,
pero Europa en su conjunto perdió el 50 % de su potencial industrial.
Los más serios problemas, que hicieron pensar en la imposibilidad de la reconstrucción, fueron dos: en primer
lugar, los derivados de la destrucción de las ciudades, los problemas de aprovisionamiento alimentario y
el desamparo de la población civil; y, en el plano financiero, el elevado volumen de la deuda que se había
contraído para poder pagar la guerra, y la subida de los precios.
Una vez más, Estados Unidos fue el país en el que la guerra repercutió más favorablemente. Su alejamiento
del escenario de la lucha le convirtió en el principal centro productor de armamento y otros suministros para
los aliados, lo que le permitió un desarrollo notable de la capacidad productiva y de su equipo industrial.
Experimentó un crecimiento económico en torno al 10% anual, el ritmo más rápido de su historia. Así pues,
la guerra aceleró el declive de las viejas potencias europeas, mientras que Estados Unidos consolidó su
posición hegemónica de gran potencia agraria, industrial y financiera mundial.
La URSS, a pesar de las destrucciones de la guerra, salió confirmada como la segunda potencia mundial. Su
política de industrialización de las regiones orientales -más allá de los Urales- evitó que los ataques alemanes
destruyeran su potencial industrial, a lo que se añadió el desmontaje de fábricas alemanas y de otros países
ocupados de la Europa oriental y su traslado a la URSS.
4.4. Consecuencias políticas
En el orden político, la derrota de las potencias del Eje por los aliados supuso el fracaso de los sistemas
fascistas, aunque se mantuvieron dictaduras cercanas a e la ideología. Pero la distinta ocupación por los
aliados dividió a Europa en dos zonas políticas.
En la Europa occidental, liberada por los angloamericanos, se restableció la democracia parlamentaria y el
sistema económico capitalista de libre mercado. Resurgieron con vigor los partidos socialdemócratas y
demócrata-cristianos. También cobraron fuerza los partidos comunistas prosoviéticos, especialmente en
Italia y Francia.
En la Europa oriental (Alemania Oriental, Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumania y Bulgaria), liberada por
la Unión Soviética, se impusieron a la fuerza las llamadas democracias populares, en realidad dictaduras
comunistas bajo la hegemonía de la URSS.
En Yugoslavia y Albania, liberadas por los partisanos comunistas, pero sin la intervención del Ejército Rojo
soviético, también se implantaron regímenes comunistas aunque independientes de Moscú.
4.5. Las conferencias de paz y los cambios internacionales
Ya desde 1941 los aliados empezaron a planificar cómo debía ser el orden internacional después de la guerra.
Pero las decisiones más importantes de los «tres grandes» (Estados Unidos, Reino Unido y la URSS) sobre el
nuevo mapa político de Europa y Japón se adoptaron en las Conferencias de Yalta (febrero de 1945) y de
Potsdam Julio-agosto de 1945).
En la Conferencia de Yalta (Crimea) se reunieron Roosevelt, Churchill
y Stalin. Se decidió la partición de Alemania en diversas zonas de
ocupación; se creó una comisión de reparaciones para evaluar las
cantidades que Alemania tenía que pagar a sus víctimas; se aceptó
que Polonia fuese administrada por un gobierno de unidad nacional,
que surgió del Comité de Lublin (prosoviético); se acordó la
celebración de elecciones libres en los países liberados; y se
confirmó la anexión de los Estados bálticos y del este de Polonia a la
URSS.
En la Conferencia de Potsdam (Alemania) cambiaron los personajes. Roosevelt había muerto, y Harry Truman,
nuevo presidente de Estados Unidos, se mostró más receloso con la URSS de Stalin. Durante dicha
conferencia, el laborista Clement Attlee sustituyó a Churchill como primer ministro británico. Aun así, se
pusieron de acuerdo sobre aspectos muy importantes:
En primer lugar, se definió el futuro de Alemania. El país quedaría
dividido en cuatro zonas de ocupación (estadounidense, británica,
soviética y francesa), al igual que la ciudad de Berlín, incluida en la
zona soviética; se procedería a la desnazificación de Alemania y el
juicio a los criminales de guerra (Juicio de Nuremberg); se fijaron las
reparaciones de guerra alemanas, que serían recibidas, sobre todo,
por la URSS; y se determinaron las fronteras con Polonia.
También se delimitaron los cambios territoriales como
consecuencia de la guerra. Los principales se produjeron en Europa:
Alemania perdió unos 100.000 km2 en su frontera este y en
Prusia Oriental. Polonia tuvo que ceder a la URSS las regiones del este y a cambio su frontera oeste se fijó
en la línea Oder-Neisse. La URSS fue la más beneficiada de estos cambios territoriales.
En el Extremo Oriente, Japón perdió todo su imperio en Asia y fue ocupado por los estadounidenses, que
acabaron con el régimen autoritario e impulsaron su democratización. La URSS se anexionó el sur de la isla
de Sajalín y las Kuriles. China recibió Formosa (Taiwán) y Corea quedó dividida en dos zonas de ocupación
separadas por el paralelo 38° (el norte ocupado por los soviéticos y el sur por los estadounidenses).
Finalmente, en la Conferencia de París (1946-194 7) se elaboraron y se firmaron los tratados de paz con otros
países europeos que habían apoyado a Alemania: Italia, Rumania, Hungría, Bulgaria y Finlandia. Con Austria
no se firmó un tratado de paz hasta 1955, tras el final de su ocupación por Estados Unidos, URSS, Francia y
Reino Unido.
4.6. Los cambios en las relaciones internacionales
En las conferencias que tuvieron lugar durante la guerra, las tres grandes potencias aliadas consideraron
necesaria la creación de una nueva organización internacional tendente al «mantenimiento de la paz y la
seguridad internacional». En junio de 1945, en la Conferencia de San Francisco, se fundó la Organización de
Naciones Unidas (ONU).
Los fines de la ONU, fijados en la Carta de la Naciones Unidas, son:
- El mantenimiento de la paz y la seguridad internacional,
obligándose sus miembros a buscar soluciones pacíficas a sus
conflictos.
- El reconocimiento del derecho a la libre determinación de
los pueblos, en referencia a las colonias que formaban los
grandes imperios.
- El desarrollo y estímulo de los derechos y libertades.
- El impulso a la cooperación pacífica en cuestiones
económicas, sociales, culturales, educativas y sanitarias.
En cuanto a su estructura, la ONU cuenta con tres órganos principales:
- La Asamblea General está formada por todos los Estados miembros con igualdad de voto. Solo puede
emitir «recomendaciones».
- El Consejo de Seguridad está integrado por quince miembros. Hay cinco miembros permanentes, los
«cinco grandes» (Estados Unidos, Reino Unido, URSS, Francia y China), que, además, disponen del
derecho de veto sobre cualquier decisión. Los otros diez miembros del Consejo se eligen por períodos de
dos años. Los países miembros de la ONU se comprometen a cumplir las decisiones del Consejo.
- La Secretaría General está formada por el secretario general, elegido por períodos de 4 o 5 años, y los
funcionarios de la organización.