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Tema 9. La crisis de las democracias y
los fascismos
1. LA CRISIS DE LAS DEMOCRACIAS PARLAMENTARIAS EN EL
PERIODO DE ENTREGUERRAS
Al acabar la I Guerra Mundial parecía que los regímenes democráticos gozaban de muy
buena salud, además se habían extendido por un buen número de países en la Europa
central y oriental. La realidad será bien distinta y la democracia va a sufrir el empuje de
los regímenes autoritarios de partido único (ya sean comunistas, ya sean fascistas) y en
gran parte de los países de la Europa central, oriental y meridional la democracia va a
ser sustituida por regímenes autoritarios, por dictaduras. La consolidación de estos
regímenes totalitarios conllevará, en último extremo, el enfrentamiento con las
democracias y el estallido de la II Guerra Mundial. En los países de tradición
democrática, ésta también entrará en crisis debido a los problemas económicos y al
ascenso de partidos y movimientos de corte totalitario (comunistas y fascistas).
1.1. Causas de las crisis de las democracias.
Tras la guerra, la democracia parlamentaria como forma de gobierno va a entrar en
crisis como consecuencia de los ataques que sufre, desde el exterior, por los nuevos
regímenes políticos, el fascismo y el comunismo. En el orden interno, también, las
democracias parecen mostrarse ineficaces para resolver los profundos cambios traídos
por la guerra.
Se tiene la idea de que la democracia liberal o parlamentaria no se adapta a las
circunstancias y a los problemas de la postguerra. Hay sectores sociales que así lo
entienden; en las “viejas democracias”, es decir, en aquéllas donde la democracia es,
desde hace tiempo, la forma de gobierno, ahora es considerada caduca, antigua, a la que
le pesa la tradición y le falta modernidad; ahora bien, en las “nuevas democracias”, en
los países de la Europa del este, que han aparecido tras los tratados de paz, la
democracia también fracasará. En ellos se considera que la sociedad no está preparada
para acoger la democracia, dándose paso, a través de golpes de Estado, a regímenes
autoritarios, a dictaduras.
Italia ofreció el modelo con la “marcha sobre Roma” y el establecimiento del fascismo
(octubre de 1922). El ejemplo es imitado y así otros países siguen la misma evolución
durante el decenio 1920-1930: Polonia, Hungría, Rumanía, Yugoslavia, Grecia y
Turquía. El contagio autoritario no se limitó a Europa oriental y debe añadirse otros
países. En España, de 1923 a 1930, se mantuvo la dictadura del general Primo de
Rivera; en Portugal otra dictadura militar se implanta en 1926. En la Europa de los
dictadores, a la que luego se une Alemania, hay que incluir al comunismo soviético con
la dictadura totalitaria de Stalin.
Los países con tradición democrática (monarquías escandinavas, Países Bajos,
Bélgica, Suiza, Gran Bretaña y Francia) no entraron en el club de las dictaduras, pero
conocieron movimientos de agitación a favor de fórmulas autoritarias. Los ataques se
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vieron facilitados por las continuas crisis ministeriales y por las dificultades económicas
que ponían en entredicho al sistema parlamentario, incapaz a la hora de dar soluciones
para salir de las crisis.
Fuera de Europa, en Japón, los militares se hicieron con el control del país e iniciaron
una política expansionista en Asia.
1.2. La crisis en los países de tradición democrática.
a) Francia (1919-1939).
Francia es el país que más ha sufrido la guerra, y tras la contienda sale totalmente
debilitada a pesar de haber recuperado Alsacia y Lorena. Veamos la evolución del país
en este periodo.
El Bloque Nacional y la difícil reconstrucción económica (1919-1931).
En 1919 se celebran elecciones generales y dan la victoria al Bloque Nacional,
coalición integrada por las fuerzas políticas que habían dado la victoria a Francia en la
Primera Guerra Mundial; se trataba de una coalición de partidos de centro-derecha. El
gobierno del Bloque Nacional tuvo que enfrentarse a la crisis social y económica de
postguerra pensando en las indemnizaciones que debía recibir de Alemania. El eslogan
“hacer pagar a Alemania” no dio resultado y Francia respondió ocupando el Ruhr
alemán (1923), rico en carbón, para cobrarse la deuda.
Finalmente, Alemania inició el abono de las indemnizaciones y ello contribuyó a
mejorar la situación económica.
Los años de crisis. El Frente Popular (1932-1939).
Cuando los esfuerzos para la recuperación exigidos a la sociedad francesa empezaban a
dar sus resultados, la crisis mundial de 1929 vino a complicar el panorama político con
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el desarrollo de gobiernos inestables, mientras crecían también las organizaciones de
inspiración fascista, como Action Française o la Croix de Feu, que criticaban a los
gobiernos pero sin llegar a subir al poder. Ante esa posibilidad los partidos de izquierda
decidieron unirse en una coalición electoral, el Frente Popular, integrado por
socialistas, radicales y comunistas, que triunfa en las elecciones de 1936. La idea de
formar Frentes Populares partió de la Internacional Comunista. Se trataba de constituir
una alianza o coalición de partidos de izquierda para frenar el ascenso de los partidos de
corte fascista.
El gobierno del Frente Popular, presidido por el socialista León Blum, se enfrentó al
problema económico a través de los “acuerdos de Matignon”: semana de 40 horas de
trabajo, vacaciones pagadas, subida de salarios… Con todo, la crisis económica
persistía contribuyendo a la caída del gobierno de Blum. Otra cuestión, la guerra civil
española, vino a dividir a la coalición. Los comunistas estaban a favor de ayudar a la
República, en cambio, los socialistas prefirieron aplicar una “política de no
intervención” y los radicales, por su parte, desconfiaban de los comunistas.
A partir de 1938, los gobiernos aplicaron una política de austeridad, pese a la oposición
de las organizaciones obreras, y promovieron un reame militar ante el peligro alemán.
El 3 de septiembre de 1939 Francia declaraba la guerra a Alemania.
b) Gran Bretaña (1918-1939).
Las dificultades de la economía británica y la subida de los laboristas.
En Gran Bretaña los efectos de la guerra sobre la economía fueron muy fuertes, sus
exportaciones cayeron en picado y sus mercados fueron en parte conquistados por EE.
UU. y por Japón.
En lo político, no hubo radicalización y el sistema democrático se mostró sólido y
estable. Los trabajadores británicos contaban con poderosos sindicatos, convertidos en
interlocutores entre el gobierno y los empresarios. Los sindicatos estaban a favor de
medidas reformistas, no revolucionarias, y podían contar con el Partido Laborista
(socialista) que, dirigido por Mac Donald, accederá por primera vez al poder en 1924.
Así, el tradicional bipartidismo británico se seguirá manteniendo pero ahora formado
por el partido conservador y el laborista, que con sus propuestas logró atraerse a buena
parte del electorado que venía votando al partido liberal.
Cuando parecía que los problemas económicos empezaban a resolverse, la crisis de
1929 se dejó sentir muy pronto en Gran Bretaña, cogiendo en el poder a los laboristas
de R. Mac Donald. El gobierno luchó contra el paro, principal secuela de la crisis, con
subsidios de desempleo, pero esta política conllevó un gran desequilibrio en los
presupuestos del Estado.
La situación económica volcó al electorado al partido conservador con un triunfo
apabullante: en las elecciones de octubre de 1931 los conservadores obtenían 472
escaños (65 los liberales y 52 los laboristas). Los conservadores aprovecharon su triunfo
para establecer un artículo esencial de su programa: la vuelta al proteccionismo.
También, en 1932, en la Conferencia Imperial de Ottawa, los países de la
Commonwealth o Comunidad Británica de naciones (Canadá, Sudáfrica, Australia y
Nueva Zelanda), aceptaban tarifas preferenciales en las relaciones comerciales con
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Gran Bretaña (es decir, decidieron gravar las importaciones no británicas con derechos
arancelarios más altos).
La política británica, entre 1931 y 1939, se caracterizó, como vemos, por una actitud de
repliegue económico, que tuvo también su traducción en el ámbito de la política
exterior, en donde los británicos aplicaron la llamada política de “apaciguamiento”
frente a la Italia fascista y la Alemania nazi, como queriendo, con ella, evitar la guerra,
pero no fue así. En septiembre de 1939 Alemania invadía Polonia y con esta acción
comenzaba la II Guerra Mundial.
El problema de Irlanda.
Al terminar la Primera Guerra Mundial la independencia de Irlanda se convierte en el
principal problema para Gran Bretaña. En 1919 el partido Nacionalista Irlandés o
Sinn Fein proclama la República Independiente de Irlanda y a E. de Valera su
presidente. El Reino Unido respondió con el empleo de la fuerza, pero en diciembre de
1921 acabó reconociendo el Estado Libre de Irlanda, concediéndose el status de
dominio dentro de la Commonwealth Británica. El Ulster (Irlanda del Norte), con
mayoría de población protestante prefirió permanecer fuera del Estado Libre y continuó
incorporada al Reino Unido de Gran Bretaña, con gran descontento entre los
republicanos irlandeses dando lugar a enfrentamientos entre grupos terroristas católicos,
partidarios de su integración en Irlanda (IRA), con bandas terroristas protestantes,
partidarias de mantener su unión con Gran Bretaña.
En 1937 el Reino Unido reconoció a Irlanda como Estado independiente. Los últimos
lazos formales con la Commonwealth Británica se rompen en 1949, proclamándose
oficialmente la República de Irlanda.
c) Alemania y la República de Weimar (1918-1933).
Los inicios. El fracaso de la revolución espartaquista.
El día 9 de noviembre de 1918 el káiser Guillermo II abdica y en ese día se proclama la
República en el Reichstag (parlamento alemán), formándose un gobierno provisional
presidido por el socialdemócrata Friedrich Ebert. Este gobierno será el encargado de
firmar la paz y de aceptar el tratado de Versalles. Esta República es denominada de
Weimar por ser en esa población, localidad a unos 150 kilómetros de Berlín, donde fue
aprobada en 1919 la Constitución del nuevo régimen.
Días después de proclamada la República, Alemania vivió, en los primeros días de
enero (1919), momentos de fuerte tensión. Entre ellos el más importante fue la revuelta
de los espartaquistas, movimiento revolucionario comunista dirigido por Karl
Liebknecht y Rosa Luxemburgo que intentó implantar un Estado comunista a
imitación del establecido en la Rusia soviética. Serán eliminados con la creación, por
parte del gobierno de Ebert, de los “cuerpos francos” (Freikorps), grupos de
excombatientes que se encargarán de acabar con los espartaquistas de forma violenta.
La institucionalización del nuevo régimen. La Constitución de 1919.
También, en enero de 1919 se producen las primeras elecciones, constituyentes, al
Reichstag o parlamento alemán; en esas elecciones ningún partido tuvo la mayoría, pero
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la coalición de los tres partidos mayoritarios (el Socialdemócrata (SPD), el Partido del
Centro y el Democrático), con el 76% de los votos, será la que gobierne.
La elaboración en Weimar de la Constitución, aprobada en julio de 1919, será un paso
importante en la consolidación del nuevo régimen. Esta Constitución establecía una
República federal. El presidente de la República, elegido por sufragio universal directo,
con un mandato de siete años, tenía la facultad de nombrar al gobierno y disolver el
Reichstag o Cámara de los Diputados. El primer presidente de la República fue el
socialdemócrata Ebert.
Por último, el Parlamento queda dividido en dos cámaras, el Reichstag o Cámara de los
Diputados, que representa al conjunto del pueblo alemán, y el Reichsrat o Cámara
Federal, donde quedaban representados los Estados federales.
La evolución de la República de Weimar y sus problemas.
Las duras condiciones de la paz (1919-1924). Los años de crisis.
Como es sabido, las consecuencias de la I Guerra Mundial fueron terribles para
Alemania. Por el tratado de Versalles, Alemania pierde territorios y, además, debe pagar
una enorme indemnización de guerra.
La situación económica es desgarradora y cualquier intento de crecimiento está
hipotecado por la obligación de pagar una deuda enorme. En 1923 la situación es
dramática, una inflación galopante hace que el marco alemán se cambie a 4,2 billones
por dólar. En ese año se produce también la ocupación francesa de la cuenca carbonífera
del Ruhr al no poder pagar Alemania ninguna cuota de la deuda, lo cual fue otra
humillación más para el país.
En este panorama tan desastroso la situación política no podía ser peor. Hay intentos de
golpe de Estado tanto por la extrema izquierda (comunistas en Sajonia) como por la
extrema derecha (putsch de la cervecería de Múnich, un intento fallido de Hitler de
hacerse con el poder).
La etapa de consolidación (1924-1929).
En esta etapa podemos hablar de una recuperación económica y de prosperidad general.
Eso es debido a la reforma monetaria con la creación de una moneda, el reichmark, que
puso fin a la hiperinflación, y el Plan Dawes encargado de racionalizar el sistema de
pagos de las indemnizaciones de guerra.
La fortaleza de la nueva moneda (el reichmark) genera la llegada de capitales
extranjeros, americanos sobre todo, y la prosperidad industrial que se traduce en la
concentración de grandes grupos industriales.
En política se da un periodo de estabilidad y el mariscal Hindenburg, héroe de la
Primera Guerra Mundial, tras la muerte de Ebert en 1925, es elegido presidente de la
República.
La agonía del régimen (1929-1933).
Al producirse el crac de Wall Street, que dio la señal de la gran crisis mundial, la
prosperidad alemana resultó rápidamente afectada. En efecto, la crisis financiera de
1929 hace que los americanos retiren sus capitales invertidos en Europa, afectando con
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dureza a Alemania. Fue un duro golpe para la economía, muchas empresas cerraron y
los bancos suspendieron pagos. En este panorama la crisis era absoluta y esto se tradujo
en la existencia de 6 millones de parados y de 8 millones de empleados a media jornada.
El descontento es generalizado y esta situación será el caldo de cultivo para entender el
ascenso del partido Nazi. En las elecciones de septiembre de 1930 se hunden los
partidos que habían gobernado y se produce el ascenso de nuevas figuras como Hitler.
En las elecciones a presidente de la República de 1932 es reelegido presidente
Hindenburg pero a corta distancia de Hitler. Ante la inestabilidad política Hindenburg
encargará a Hitler la formación de gobierno el 30 de enero de 1933, los nazis llegaban al
poder y van a poner fin a la República de Weimar.
d) Los Estados Unidos.
Nación muy beneficiada por la guerra, ya que realizó un gran número de préstamos a los
países aliados europeos, su participación supuso una excepción en su tradicional política
de aislamiento. Tras la contienda, el Senado americano se mantuvo en el aislacionismo
y no aprobó la política exterior del demócrata Wilson; en consecuencia, las cláusulas del
tratado de Versalles no afectaban a EE.UU. y, por lo tanto, no entró en la Sociedad de
Naciones.
Los felices años veinte, de la prosperidad a la crisis.
La guerra enriquece a EE.UU. Desde 1921 los índices de producción no se detienen
hasta 1929. Esta larga etapa es un periodo de gran prosperidad (los felices años veinte).
Se avanza hacia una sociedad de consumo. Se desarrolla el sistema de venta a plazos,
animándose al consumo a través de la publicidad: en la radio, el cine y en anuncios
impresos. La moderna tecnología (el “trabajo en cadena”) acelera el ritmo de
producción, eleva la productividad del trabajo y reduce el costo de los productos (el
modelo Ford T pasa de 950 dólares a 290).
Durante la “prosperidad” se desarrolla el “americanismo”. Se defiende una “América
para los americanos”. Se restringe la inmigración. Un hecho significativo es la
reaparición de movimientos nacionalistas, extremistas y racistas, como el ku-klux-klan
dedicado a hacer la vida imposible a la población negra.
Así mismo, en esta época, al acentuarse el puritanismo, ello se va a plasmar en la
famosa ley seca, que prohíbe la fabricación y comercialización de bebidas alcohólicas;
la medida tiene un efecto contrario y se hacen grandes fortunas con el contrabando de
alcohol, es la época de los gánsteres (Al Capone en Chicago).
La política, como ya se ha advertido, está dominada por el nacionalismo y el
aislacionismo frente al exterior. Los éxitos electorales corresponden a los republicanos,
que dejan gran libertad a las empresas. El presidente Calvin Coolidge (1923-1929) su
lema político encajaba con el pensamiento republicano: “el gran negocio del pueblo
americano son los negocios”. Todo iba bien mientras no apareciera la crisis. El
electorado prefirió seguir la máxima de “el mejor gobierno es el que menos gobierna”.
La coyuntura alcista le permitió alejarse del control de las empresas y mejorar las
condiciones de vida de la población modesta. A su sucesor, Herbert Hoover (1929-
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1933), le tocó la crisis y la depresión. Fue incapaz de encontrar la “prosperidad” que,
según él, “estaba a la vuelta de la esquina”.
El ascenso del partido Demócrata tras la crisis de 1929.
La crisis financiera de 1929 es tremenda y sus consecuencias devastadoras. Quiebran
fábricas y negocios y aumenta el paro, la situación es desesperada para la población.
Con la crisis, en las elecciones de 1932 los americanos dan su voto mayoritario al
partido Demócrata seducidos por la oratoria de Franklin Delano Roosevelt. El nuevo
presidente, en su política de New Deal, aplicó medidas económicas y sociales para
luchar contra el paro y para facilitar poder adquisitivo a gran parte de la población; sus
logros fueron tales que se mantuvo en el poder hasta su fallecimiento en 1945.
2. LAS RELACIONES INTERNACIONALES EN EL PERIODO DE
ENTREGUERRAS (HASTA LA SUBIDA DE HITLER AL PODER).
2.1. Los primeros años veinte: Versalles y sus efectos.
A principios de los años veinte el principal problema en las relaciones internacionales
en Europa era el resentimiento y las tensiones que el tratado de Versalles generaba en
Alemania. Para los alemanes el tratado de Versalles era una paz impuesta, vengativa.
Nunca consideraron como decisivas las nuevas fronteras y las reparaciones de guerra
eran vistas como una hipoteca perpetua sobre su futuro. Los franceses, en cambio,
confiaban en el pago de las reparaciones para cubrir los daños provocados por la guerra.
Al no avanzarse, al mantenerse bloqueada esta cuestión, los franceses, en 1923,
ayudados por los belgas, enviaron tropas para ocupar los centros industriales del Ruhr.
Como respuesta, el gobierno alemán decreta la resistencia pasiva, convoca una huelga
de los obreros contra los franceses y el propio gobierno se encargó de abonarles lo que
no cobrasen por la huelga. Como reacción, los franceses expulsan a 200.000 obreros
alemanes y los sustituyen por franceses. Pero Alemania, como ya ha quedado apuntado,
vivía bajo una inflación galopante que impedía cualquier proyecto. El papel moneda
prácticamente carecía de valor. A finales de 1923, un dólar valía 4 billones de marcos
de papel. La situación era insostenible, Francia no tenía apoyos y estaba aislada. Al final
Stresseman, canciller alemán, puso fin a la resistencia pasiva, estabilizó el marco y
aceptó el Plan Dawes (1924) para resolver el pago de las reparaciones. Los franceses,
por su parte, evacuaban el Ruhr en 1925.
2.2. La distensión: Locarno y el entendimiento.
La distensión provocada por el acuerdo anterior posibilitó un proceso de reconciliación
francoalemán. En efecto, un cambio radical en las relaciones entre Francia y Alemania
se va a producir en 1925 cuando Stresseman, ahora como ministro de Asuntos
Exteriores, se declare a favor de aceptar las fronteras occidentales consagradas en
Versalles, es decir, la integración de Alsacia y Lorena en Francia. Así, en octubre de
1925, se firma el tratado de Locarno entre Francia, Alemania, Gran Bretaña y Bélgica.
En este tratado Alemania aceptaba sus fronteras al este y al oeste, renunciaba a la
violencia, a hacer uso de la fuerza, incluso en la revisión de sus fronteras del este.
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El tratado de Locarno fortaleció a la Sociedad de Naciones, en la que ingresó Alemania
en 1926 como miembro permanente del Consejo.
Las consecuencias de Locarno fueron muy positivas, contribuyeron a bajar la tensión en
las cancillerías europeas, y un clima de concordia y colaboración reinaba en el viejo
continente. Es tal su efecto que muchos hablan del espíritu de Locarno para aludir al
clima de entendimiento y distensión que se respiraba en Europa. Simultáneamente una
ola de pacifismo recorría el mundo, ese pacifismo se ve coronado por la firma en 1928
del llamado pacto de Briand-Kellog, una iniciativa del ministro francés de Negocios
Extranjeros y del Secretario de Estado norteamericano (de ahí su nombre) y que fue
firmado por sesenta y cinco países. En él se condenaba la guerra como medio para
solucionar los conflictos internacionales.
El mundo parecía haber entrado en una etapa de tranquilidad y de prosperidad. Los
niveles de producción económica ya superaban a los de anteguerra. Pero, en 1929, la
crisis económica sacudió a todo el mundo, y también a Europa. Los intercambios
comerciales se redujeron y el espíritu de cooperación y solidaridad de la etapa anterior
desapareció totalmente.
2.3. El “viraje de 1932”.
A partir de 1932 el mundo entró en una era en que las relaciones internacionales se
fueron agravando progresivamente hasta el estallido de la II Guerra Mundial.
Con anterioridad habían surgido algunos signos inquietantes. Así, en septiembre de
1931, Japón ocupa parte de la Manchuria (territorio chino). La SDN denuncia la
acción ilegal de Japón en Manchuria, pero no hubo sanción alguna. En 1933 Japón
abandonaba la SDN. Se demuestra que ésta no tiene fuerza disuasoria y de nada sirven
los acuerdos internacionales.
En Europa, la crisis económica trajo consigo, en 1932, el fin de las reparaciones de
guerra. Éstas se habían regulado desde 1930 por el Plan Young. En la Conferencia de
Lausana (1932) los países acreedores de las reparaciones renunciaron a ellas. A partir de
diciembre de 1932 Francia cesa de pagar sus deudas de guerra a los EE.UU., el ejemplo
francés fue pronto imitado por la mayoría de los países deudores. Pero ello tuvo como
resultado un mayor distanciamiento de EE.UU. con respecto a Europa.
También, paradójicamente, la apertura de la Conferencia de Desarme en Ginebra
(1932), marcó el inicio de un periodo de tensiones. En el tratado de Versalles se
estipulaba el desarme de Alemania, lo que constituía una especie de prolegómenos de
un desarme general. Una vez iniciada la Conferencia de Desarme, Alemania planteó un
dilema que no podía eludirse: que las demás naciones se desarmaran o bien que
admitieran el derecho de Alemania a rearmarse. Gran Bretaña y EE.UU. estaban
dispuestos a aceptar la postura de Alemania. Francia se veía cada vez más empujada a
legalizar o al menos a aceptar de hecho el rearme alemán. A finales de 1932, Alemania
abandonó la Conferencia y mediante esta jugada conseguirá el reconocimiento de la
igualdad de derechos. En octubre de 1933, ya con Hitler en el poder desde enero, la
abandona definitivamente y se retira también de la Sociedad de Naciones. No hay ley o
norma internacional que evite el rearme, la carrera armamentística.
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3. LOS FASCISMOS
Al finalizar la I Guerra Mundial parecía que las democracias estaban fuertemente
asentadas en Europa, pero la realidad era bien distinta. Ante la crisis económica y social
que se abre en casi todos los países al reconvertir la industria de guerra, tras el final de
la contienda, y el agravamiento de la economía tras la crisis de 1929, surgen en un gran
número de países europeos regímenes autoritarios y antidemocráticos Para los fascistas,
el fascismo es otra alternativa frente al capitalismo y al comunismo. Se caracteriza este
sistema por la negación de la libertad personal y los derechos elementales frente a un
Estado todopoderoso que controla todos los aspectos de la vida (en este carácter
totalitario tiene muchos puntos en común con el régimen comunista ruso). Los dos
ejemplos más acabados de regímenes fascistas serán la Italia de Mussolini y la
Alemania de Hitler. En la primera parte del tema hablaremos de las características de
los regímenes fascistas, en la segunda aplicaremos esos rasgos a la Italia de Mussolini y
en la tercera a la Alemania de Hitler. Es importante el estudio de los fascismos porque
la aplicación de su política por parte de Mussolini y, sobre todo Hitler, desencadenará la
II Guerra Mundial.
Los historiadores han realizado distintas interpretaciones del término fascismo. Algunos
lo limitan al movimiento italiano, otros prefieren hablar de totalitarismo para todos estos
regímenes y otros incluyen también en esta etiqueta al Estalinismo.
3.1. Características generales de los fascismos
El fascismo nace en Italia y su denominación procede de la palabra fascio. Poco
después de terminada la guerra, tomarán este nombre grupos compuestos por
excombatientes, para, a continuación, pasar a denominar todo un régimen y su
ideología. Así, se llama fascismo al régimen que, en Italia, dura desde octubre de 1922,
en que el rey Víctor Manuel III confía a Mussolini la formación de un gobierno, hasta la
caída de Mussolini, ya durante la II Guerra Mundial. El término fascismo se ha
extendido también a otros países donde acabaron instalándose regímenes de corte
similar al de Mussolini.
Ocupado el poder, la doctrina fascista fue definiéndose progresivamente, en cambio, el
nacionalsocialismo fue una excepción porque las ideas ya estaban definidas mucho
antes de alcanzarse En Mein Kampf (“Mi el poder. En efecto, desde 1923, Hitler ha
dado a conocer su doctrina, la ha presentado en Mein Kampf (“Mi lucha”). Los diez
años que transcurren hasta que alcanza la cancillería no añadieron ni suprimieron nada,
el programa no se alteró para nada.
Los principios ideológicos comunes a todos los movimientos fascistas:
a) Un nacionalismo extremo.
En Alemania este principio es alimentado como protesta contra el “dictado” de
Versalles, impuesto por los vencedores. En Italia, a pesar de estar entre los vencedores,
se desarrolla un nacionalismo desenfrenado al comprobarse que no recibía los territorios
esperados. En Alemania el tratado de Versalles es una humillación, en Italia se tiene la
sensación de haber sido tratada con ligereza por los demás aliados.
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b) La exaltación del Estado, totalitario y absoluto.
El Estado se exalta por encima de los derechos y libertades de los individuos, que están
subordinados a los intereses del Estado. El fascismo italiano, el nacionalsocialismo y el
Estado soviético constituyen regímenes totalitarios al dar más importancia al Estado que
a la nación. El Estado debe ser todopoderoso y controlar todos los aspectos de la vida, y
el individuo debe estar sometido y subordinado a las directrices del Estado. Se da, por
tanto, más importancia a la colectividad, encarnada por el Estado, que a los derechos del
individuo que dejan de tener importancia frente a los del colectivo.
El Estado totalitario, al recibir todos los poderes, puede actuar libremente para eliminar
a la oposición y a los disidentes y para encuadrar a los ciudadanos en organizaciones
corporativas sometidas a ese Estado. También fomenta el militarismo y la disciplina en
las distintas organizaciones en las que encuadra a sus ciudadanos.
c) Rechazo de la democracia.
La democracia afirma la libertad del individuo y garantiza sus derechos. El fascismo
considera que el individuo no tiene derechos propios; tiene los que la comunidad quiera
otorgarle: el individuo encuentra su razón de ser en la subordinación al grupo y su
realización en la integración dentro de una comunidad. El fascismo exalta los valores de
grupo, de la colectividad, de la comunidad nacional. Rechaza todo aquello que pueda
contribuir a la diversidad, al pluralismo: así se anulan los partidos políticos y los
sindicatos.
d) El culto al líder.
Al frente del Estado se encuentra un líder carismático (el Duce en Italia, el Führer en
Alemania) que concentra todos los poderes y es el jefe del partido único. Al líder se le
rinde un culto casi religioso y la propaganda se encarga de que su fotografía esté por
todos los rincones del país y presida los actos más importantes, tanto públicos como
privados. A veces se le representa como el salvador de la patria humillada y otras como
el padre de la nación. Ese culto a la personalidad del líder va a ser obsesivo, incluso a la
hora de saludar se saluda con el nombre del líder.
Un hecho importante es que, por primera vez, se utilizan los medios de comunicación de
masas para extender las ideas y la “adoración” del líder. La aparición ante sus
seguidores del Führer en Alemania o del Duce en Italia será estudiada al detalle, desde
la hora a la que se produce hasta la estética teatral que reviste su actuación.
e) La desconfianza en la razón.
La democracia es un régimen racionalista: trata de convencer y se dirige a la mente de
los ciudadanos. En el fascismo, frente al racionalismo, se impone el instinto, el culto a
la fuerza física, incluso a la violencia.
f) Antimarxismo.
La lucha de clases atenta contra la unidad del Estado y de la nación.
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g) Expansionismo.
Para el fascismo una gran nación encuentra su horizonte en la formación de un Imperio.
Elogia el valor de la fuerza y defiende la legitimidad de la guerra como instrumento de
progreso y de selección de naciones y razas.
En el caso de Alemania se traduce en la formación de una Gran Alemania para abarcar a
toda la comunidad germánica. En el caso italiano se tradujo en aspiraciones sobre
Albania y territorios yugoslavos y coloniales (Etiopia y Libia).
3.2. Variedades nacionales.
Las variantes nacionales vienen motivadas por las singularidades debidas al pasado o
bien debidas a la doctrina.
En cuanto al pasado, Italia es el ejemplo perfecto. En efecto, el fascismo exaltó la
grandeza de Roma. El fascismo enlaza con la gloria del Imperio romano (restauración
de monumentos, excavaciones del Foro…).
Sobre la doctrina, Alemania es el mejor ejemplo a la hora de buscar diferenciación es
dentro de los movimientos fascistas. El nacionalsocialismo recoge también varias
tradiciones: la nacionalista, la pangermanista, la antisemita. Pero a estos elementos,
Hitler les añade uno nuevo, el racismo, una teoría pretendidamente científica que
establece el postulado de la desigualdad de razas y afirma que las razas superiores
tienen el deber de preservar su pureza biológica. Dentro de la jerarquía de razas, la
prioridad pertenece a la raza aria y la nación germánica, que desciende de ella. Hitler
transforma la teoría en una fe, un dogma que inspira una actuación política concreta,
que dicta una legislación (las famosas Leyes de Nuremberg destinadas a evitar la
mezcla de sangre) y que lleva a los campos de concentración, a la llamada “solución
final”, al exterminio de los judíos, al genocidio.
3.3. Las bases sociales.
Los grupos sociales que apoyan estos movimientos son muy heterogéneos y varían
según la etapa. En general podemos ver a:
1. Excombatientes. Se trata de gentes desclasadas que una vez que ha terminado la
guerra no se adaptan a la vida civil y van a ingresar en las organizaciones paramilitares
fascistas (los Fasci di Combattimento, las Squadre d´Azione, las SA, las SS).
2. Jóvenes nacionalistas. Dentro de la juventud encontrarán a muchos descontentos
frustrados por los resultados de la Guerra y decepcionados con las democracias. Su
carácter violento y belicoso será encauzado por estas organizaciones para actuar de
forma violenta contra manifestaciones obreras y contra el gobierno.
3. Clases medias. Se sienten amenazadas por la crisis económica y el trauma de la
proletarización y ven en las promesas de estos movimientos un futuro prometedor.
4. Parados. Serán atraídos por los movimientos fascistas ante la promesa de puestos de
trabajo, promesa que van a cumplir en gran medida.
5. El apoyo del gran capital. Va a ser muy importante para financiar estos
movimientos; muchos patronos ven en ellos un gran apoyo contra el peligro de
revolución comunista y no tendrán reparos en subvencionar todo tipo de actividades
fascistas. Junto a éstos se encuentran también los grandes terratenientes que sufren la
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misma amenaza por parte de los campesinos entre los que se extiende la propaganda
anarquista.
6. El papel de la burocracia y el ejército. Es importante en el triunfo de estos
movimientos, su tolerancia primero y su colaboración después les darán un gran apoyo.
4. EL FASCISMO ITALIANO
4.1. La Italia de posguerra.
En este apartado analizaremos los graves problemas por los que pasa la Italia de
posguerra para entender en qué ambiente se produce el nacimiento y desarrollo del
fascismo italiano.
a) La victoria mutilada.
Italia se sentía frustrada tras la I Guerra Mundial. Aunque estaba en el bando de los
vencedores, la paz fue considerada como una victoria mutilada. Se tenía el
convencimiento de que las pérdidas materiales y humanas no se veían recompensadas
con los territorios recibidos, mucho menos de los prometidos por los aliados en el
tratado de Londres de 1915, a cambio de su entrada en la I Guerra Mundial. El país, por
tanto, se consideraba engañado y humillado y ello provocó el desarrollo de un
nacionalismo desenfrenado que contribuyó a alimentar al fascismo, a punto de nacer.
b) La situación económica.
Tras la Guerra la situación económica en Italia es caótica, con pérdidas humanas y
destrozos materiales, necesita reconvertir la industria y adaptarla a los tiempos de paz.
A todo ello se unen los problemas financieros del Estado con un fuerte déficit
presupuestario y una enorme deuda que ha tenido que emitir para cubrir los gastos de la
guerra.
c) La agitación social.
Las dificultades económicas generan un movimiento huelguístico y de ocupaciones de
fábricas y tierras de los grandes propietarios. Esta “ofensiva revolucionaria o proletaria”
se ve potenciada por la revolución rusa, que ya se ha producido y que está animando a
los obreros de toda Europa al ver en ella un modelo a seguir. Por el contrario, los
patronos sienten un gran temor a que estalle la revolución bolchevique y no dudarán en
utilizar todos los medios a su alcance para evitarlo. Serán frecuentes los tiroteos entre
patronos y obreros.
d) La situación política.
Al frente de la monarquía italiana se encuentra Víctor Manuel III (1900-1946). Desde
1919 se suceden en Italia gobiernos inestables, no duran nada y son frecuente las crisis
ministeriales: entre 1919 y 1922 se suceden cinco gobiernos diferentes. La inestabilidad
junto con la debilidad de los gobiernos hace que la democracia italiana aparezca como
un sistema político desprestigiado. Los sucesivos gobiernos se muestran impotentes
contra la agitación social, y son muchos los que piden un gobierno fuerte y orden en las
calles. Esas peticiones serán atendidas por los fascistas.
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En la oposición se encuentran dos grandes partidos. El Partido Socialista que es
partidario de la República, defiende la supresión del Senado y la reforma agraria. Como
en otros países, el sector más a la izquierda del partido decidió salir de él y formar el
Partido Comunista Italiano (1921).
El otro gran partido es el Partido Popular Italiano que engloba a la derecha y es de
inspiración católica. En sus programas piden el voto de la mujer, la descentralización
administrativa y un senado electivo, no por designación real.
Frente a estos dos partidos surgen en 1919 los Fasci di Combattimento y las Squadre
d´Azione organizaciones fascistas de Mussolini que todavía no tienen ningún peso pero
que empiezan a hacerse notar al actuar de forma brutal contra popolari y socialistas.
Tras unos inicios complicados, el fascismo adquiere fuerza entre 1920 y 1921 en el
marco revolucionario de temor a la bolchevización. Propietarios, industriales, banqueros
apoyan a esas organizaciones y el gobierno deja actuar. La banda de las porras se
impone en la calle, obreros y sindicalistas sufren la violencia del “garrotazo” y del
“aceite de ricino”.
En conclusión, el fascismo se forma en este ambiente de crisis económica y de agitación
social, de nacionalismo radical y de inestabilidad política. Mussolini va deprisa. En
1921, en noviembre, en el Congreso de Roma transforma los Fasci en el Partido
Nacional Fascista. En 1922 Mussolini se propone conquistar el poder. Cuenta con los
apoyos necesarios.
4.2. Mussolini y el fascismo. La Italia fascista (1922-1939).
a) Mussolini y el nacimiento del fascismo.
Benito Mussolini (1883-1945) va a ser el líder indiscutible y carismático del fascismo
italiano. De orígenes modestos se va a encumbrar en las más altas magistraturas del
Estado. Su padre era un socialista convencido y los primeros pasos en política de
Mussolini serán en ese partido. En 1900 dirige el periódico socialista Avanti, pero al
llegar la I Guerra Mundial ha de dejar la dirección por defender la participación italiana
en la contienda. Funda entonces un nuevo periódico Il popolo d´Italia. En 1919 canaliza
el descontento de posguerra y funda en Milán los Fasci di Combattimento integrados
por excombatientes, extremistas... y actuarán de forma violenta para reprimir huelgas y
manifestaciones obreras. En el año 1920 al ocupar fábricas los obreros y tierras los
campesinos, ante la impotencia del gobierno, inician una ofensiva contra los socialistas
y los sindicalistas.
b) El ascenso del fascismo. La “marcha sobre Roma” y la llegada al poder.
Los fascistas van a adquirir cada vez más fuerza, las Squadre d´Azione y los Fasci di
Combattimento se enfrentan a piquetes socialistas y atacan a municipios gobernados por
socialistas. El gobierno en vez de poner fuera de la ley a los fascistas, disuelve los
municipios gobernados por los socialistas; es la quiebra de la democracia, el gobierno
no castiga a los culpables sino que hace la vista gorda y golpea a las víctimas, para
muchos la democracia ya no tiene credibilidad.
En las elecciones a la Cámara de Diputados, en mayo de 1921, los fascistas entran al
Parlamento con 35 diputados, entre ellos Mussolini. A partir de 1922 Mussolini cuenta
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con la simpatía del gran capital y la patronal italiana (Confindustria) que aportan dinero
para subvencionar a los grupos fascistas y que utilizan, sin apenas disimulo, material del
ejército y de la policía. Las organizaciones de izquierda respondieron lanzando la
consigna de huelga general para el 1 de agosto (de 1922), para protestar contra la
violencia fascista, pero la fuerza desplegada por los fascistas la hace fracasar. Mussolini
lanzó un ultimátum al gobierno y a los huelguistas: si el gobierno no actúa, los fascistas
“restablecerán el orden”. En octubre de 1922 el Consejo Nacional Fascista, máximo
órgano del Partido Fascista, reunido en Nápoles, propone la “marcha sobre Roma”
para “convencer” al rey Víctor Manuel III para que entregue el poder a Mussolini. El
rey, poco partidario del parlamentarismo y temeroso del avance de la izquierda, encarga
a Mussolini formar gobierno el 29 de octubre de 1922, Mussolini ha llegado al poder.
c) El fascismo en el poder (1922-1925).
Desde su primer gobierno, Mussolini prestó especial atención a acabar con la oposición
política.
Tras modificar la ley electoral, para dotarse de un Parlamento favorable, se convocan
nuevas elecciones (abril de 1924) en las que Mussolini obtuvo, después de una campaña
violenta, la mayoría absoluta (el 65% de los escaños). El partido socialista, a través de
su diputado Giacomo Matteotti, criticó la violencia de la milicia fascista y el fraude en
el recuento de votos y exigió la anulación de las elecciones; fue, sin embargo,
secuestrado y asesinado por bandas fascistas (mayo de 1924). Este hecho hizo que los
diputados de la oposición abandonaran la Cámara; Mussolini y el Partido Fascista
quedaban solos en las instituciones. Mussolini declaró, el 3 de enero de 1925, que
asumía “la responsabilidad histórica y moral” del asesinato de Matteotti y anunció la
promulgación de leyes destinadas a dar cuerpo a la dictadura fascista.
d) La organización del Estado fascista (1926-1939).
Una vez eliminada la oposición, Mussolini prosiguió la tarea de construir un Estado
fuerte y totalitario. A partir de diciembre de 1925 una serie de leyes excepcionales
sobre “atribuciones y prerrogativas del jefe del gobierno” y sobre las “facultades del
ejecutivo para derogar y emanar normas jurídicas” concedían a Mussolini los mismos
poderes que al jefe del Estado (Víctor Manuel III), único facultado para deponerle.
Mussolini empezó legislando por decreto: disolución de partidos y organizaciones no
adictas al régimen y persecución de miembros y dirigentes, creación de una policía
política, la OVRA, y de Tribunales especiales “para la defensa del Estado”.
El corporativismo, rasgo peculiar del fascismo, se aplicó con las leyes laborales de
Rocco, de 1925-1926. Se eliminaban los sindicatos y se establecía una nueva
organización sindical basada en la “colaboración entre las clases”. El Estado era el
encargado de ordenar las relaciones laborales y sólo se reconocían dos grandes
organizaciones sindicales, la de los patronos y la de los trabajadores. Las huelgas fueron
declaradas ilegales.
En otro ámbito, con la finalidad de difundir y asegurar el futuro del régimen se
encuadraba a los niños y jóvenes en organizaciones de masas fascistas; así se creó la
“Opera Nazionale Balilla” (“Obra Nacional Balilla”) donde se registraban a los niños y
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jóvenes según su edad. Para los adultos se organizó la “Opera Nazionale Dopolavoro”,
dedicada a actividades recreativas y que integraba a diferentes trabajadores (de la
industria, banca, comercio, agricultura…).
En otro orden cabe destacar la política demográfica del fascismo que fomentó el
crecimiento de la población. Así, se frenó la emigración y se preconizó una política
natalista con apoyos a las familias numerosas.
En contraste con la política de gobiernos anteriores, Mussolini decidió aplicar una
política de acercamiento al Vaticano; todavía estaba pendiente de resolver el
contencioso nacido entre la Iglesia y el Estado italiano en 1870, a raíz de la
incorporación de los territorios pontificios al reino de Italia. Ahora se normalizarán las
relaciones con la firma del Pacto de Letrán (1929). El acuerdo tenía una parte política
y otra económica. Por su parte política, el pacto suponía el reconocimiento por la Santa
Sede del reino de Italia y su capital Roma; el Estado italiano, a su vez, daba el rango de
Estado soberano e independiente a la Ciudad del Vaticano. Por su parte económica, la
deuda italiana con la Santa Sede se liquidaba mediante la entrega de 750 millones de
liras y mil millones en títulos de la renta italiana con un interés del 5% anual.
e) La política económica del fascismo.
La economía fascista evolucionó de acuerdo a la situación internacional y nacional. En
un primer momento se adoptaron medios de apoyo al capital privado y, a partir de 1926,
se entra en una fase intervencionista. Mussolini decide emprender sus “batallas”
económicas con el fin de dotar a Italia de una moneda fuerte y de incrementar la
producción del país. La lira fue revaluada con respecto a otras monedas extranjeras; la
“batalla del trigo” dio resultados positivos logrando Italia el autoabastecimiento
interno. También lanzó un “programa de grandes obras” en el terreno de la industria
destinado a paliar el desempleo: construcción de autopistas, electrificación ferroviaria,
trabajos arqueológicos, que contribuían a exaltar el pasado romano…
Con la crisis mundial de 1929, cuyos efectos empiezan a notarse a partir de 1932, el
régimen respondió con una política autárquica. “Italia debe vivir de sus propios
recursos”, cerrándose al mundo exterior elevando los derechos arancelarios sobre los
productos “no vitales” y establecer acuerdos de clearing con Alemania, Rumanía y
Bulgaria. A su vez, el gobierno reforzó su control sobre la economía, creando
organismos encargados de conceder créditos o de suministrar a las empresas en
dificultades los fondos necesarios para su reactivación a través del “Instituto para la
Reconstrucción Industrial” (IRI).
Por último, la política autárquica se acentuó a partir de 1936, año en el que Italia
invadió Etiopía y diversos países congelaron sus relaciones con la Italia fascista. A
finales de los años treinta la política económica italiana se orientó también hacia una
economía de guerra ante la probabilidad de que estallase una nueva guerra en Europa.
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5. EL NAZISMO
5.1. Hitler y la formación del Partido Nazi y su ideología.
La figura de Hitler es la clave para entender el nazismo. Nació en Austria en Braunau,
en la frontera con Alemania, este ya es un hecho destacado ya que va a intentar la unión
de los dos países de lengua y cultura alemanas. En Viena intentó, sin éxito, ser admitido
en la Academia de Bellas Artes. En 1913 se traslada a Munich y al año siguiente se
enrola como voluntario en el ejército alemán; herido en el frente, fue condecorado por
su comportamiento.
Terminada la guerra vuelve a Munich donde entrará en contacto con un grupo
ultranacionalista, el Partido Obrero Alemán (DAP), fundado en enero de 1919 y en el
que Hitler se afilia antes de finalizar el año. El Partido se definía antisemita y partidario
de unir a todos los territorios de lengua alemana (pangermanismo). Al año siguiente,
Hitler participa en la redacción del programa ideológico del Partido Obrero Alemán
(DAP) –los “25 puntos”-, donde se propugna la revisión del tratado de Versalles, la
unión con Austria (considerada parte integrante de Alemania), el antisemitismo (los
judíos tenían que ser privados de la ciudadanía alemana) y la adopción de medidas de
carácter socializante, así se defiende la nacionalización de grandes empresas y la
intervención estatal en los grandes comercios para beneficiar a los pequeños
comerciantes.
En 1921 Hitler, como miembro del Comité de dirección del DAP, consigue cambiar el
nombre del partido para pasar a denominarse Partido Obrero Nacionalsocialista
Alemán (NSDAP, o partido nazi), del que Hitler es nombrado jefe (Führer) y al que se
le da un emblema (bandera roja con un círculo blanco en el centro donde sitúa la
esvástica).
En 1923, aprovechando el caos económico por el que vivía Alemania, la ocupación del
Ruhr por las tropas francesas y el éxito de la “marcha sobre Roma” de Mussolini, a la
que se quiso imitar, Hitler y el mariscal Ludendorff protagonizaron en Munich un
intento de golpe de Estado, conocido como el putsch de la cervecería. La operación
fracasó y Hitler fue condenado a cinco años de prisión (en 1924 es puesto en libertad).
Aquí escribe la primera parte de Mein Kampf (“Mi lucha”). La segunda aparecerá entre
1925 y 1927.
En Mein Kampf Hitler reitera y amplía los principios contenidos en los “25 puntos”; en
concreto, hay que destacar la doctrina racista y la teoría del “espacio vital”:
a) La doctrina racista y el antisemitismo.
Se defiende la superioridad de la raza blanca, y dentro de ella era la superior la raza aria,
siendo los alemanes sus herederos directos. La pertenencia al pueblo alemán no se funda
en razones jurídicas, sino biológicas, lo que lleva a dividir a la población en alemanes,
que son protegidos por el Estado, y los no alemanes, descartados de las funciones
públicas y excluidos de la comunidad, como el caso de los judíos. Considerados una
raza inferior, deben permanecer apartados de los ciudadanos alemanes.
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b) La teoría del “espacio vital”.
La superioridad racial tenía que ir unida a un nuevo orden en Europa basado en el
dominio germánico. Para ello, se rechazaba el tratado de Versalles, se defendía el
pangermanismo, es decir, la construcción de un Gran Reich (Gran Alemania), un
Imperio que comprendería a todos los territorios de habla alemana, perdidos por el
tratado de Versalles. Por último, la expansión por el este de Europa -a costa de los
pueblos eslavos-, territorio considerado “espacio vital” (lebensraum) de Alemania,
necesario para el crecimiento y la subsistencia de la Gran Alemania.
5.2. La toma del poder por Hitler.
Al salir de la cárcel, a finales de 1924, Hitler se encuentra al partido nazi con divisiones
internas. Así, las SA (Secciones de Asalto), grupo creado en 1920, dirigido por Ernest
Röhm, que se encargaba de proteger las reuniones del partido y ejercía la violencia en
las calles, se mostraba con opiniones contrarias a las de Hitler. Había también un ala
izquierda en el partido que postulaba la nacionalización de la industria pesada y los
latifundios. Hitler no se dejó impresionar, reorganizó el partido y reforzó en él su
autoridad. Fundó, en 1925, otro grupo, las SS (Secciones de protección), con la misión
de velar por la seguridad del Führer, al que tributaban una obediencia ciega.
Con un partido reorganizado, bajo su liderazgo indiscutido, Hitler preparó de forma
metódica la conquista del poder. El modelo del putsch de 1923 no estaba dispuesto a
repetirlo. Ahora el partido nazi debía ganar en influencia, movilizar a las masas
mediante ideas muy simples y machaconamente repetidas. La prensa del partido, las
publicaciones, el talento oratorio de Hitler y el empleo de medios espectaculares, con
los que se trataba de sugestionar a la opinión pública, todo ello se organizaba con vistas
a conseguir el acceso de Hitler al poder.
Sin embargo, la mejora de la situación económica y social entre 1924 y 1929 hizo
perder terreno a los nazis, que se vieron obligados a frenar su actividad
antiparlamentaria. Todo parecía tranquilo, pero llegó la Gran Depresión de 1929. Hitler
se convirtió gracias a las consecuencias de la depresión en Alemania en un líder con
enormes apoyos. El elevado número de parados (6 millones en 1932) y el
empobrecimiento de amplias capas de la población, sobre todo de trabajadores y clases
medias, trajo consigo que muchos alemanes perdieran toda la fe en el sistema
económico y en la democracia.
Hitler supo moverse muy bien en este ambiente. Lanzó duros ataques contra los
comunistas, los socialistas, la democracia de Weimar y contra los judíos. El electorado
alemán se dejó llevar por los partidos extremistas. En las elecciones de 1930, los nazis
consiguieron 107 escaños frente a los 12 de las elecciones de 1928; los comunistas
pasaron de 54 a 77. En las elecciones de julio de 1932 el partido nazi fue el más votado,
obtuvieron 230 escaños y los comunistas 89. Pero Hindenburg se oponía a la
designación de Hitler como canciller. En noviembre del mismo año hubo otras
elecciones, los nazis ganaron pero retrocedieron (bajan a 196 diputados) mientras
avanzaban los comunistas (100 diputados). Parecía que Hitler perdía toda posibilidad de
llegar al poder. Pero, las fuerzas conservadoras y el Partido Católico, más alarmadas por
la influencia comunista que por el nazismo llegarán a un acuerdo con Hitler.
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Al final Hindenburg fue convencido por nacionalistas, oficiales del ejército, magnates
de la industria y de la banca y decidió encargar a Hitler la formación de un gobierno.
Era el 30 de enero de 1933. Por medios totalmente legales, Adolfo Hitler pasó a ser
canciller de la República alemana.
5.3. Los nazis en el poder: la eliminación de la oposición y la creación del Estado
totalitario.
Una vez en el poder Hitler se propuso establecer un régimen totalitario, un Estado
donde el partido nazi debía controlar todas las instituciones del Estado y la sociedad
alemana. Hitler fue muy deprisa. En el mismo año de 1933 se da el primer paso con la
disolución (el 1 de febrero) del Parlamento (Reichstag), la convocatoria de nuevas
elecciones para el 5 de marzo y la persecución de los comunistas y otros miembros de la
izquierda. Para ello se utilizó el incendio del Reichstag, en la noche de del 27 de
febrero, atribuido por los nazis a los comunistas, y que permitió al gobierno utilizarlo
como excusa para aprobar el decreto para la protección de la nación y el Estado (28 de
febrero): se suspendían las libertades individuales y se restablecía la pena de muerte.
En las elecciones, celebradas el 5 de marzo, los nazis, aprovechando su situación
privilegiada y la ayuda financiera de la gran industria, se lanzaron a una agresiva
campaña electoral convirtiéndose en el partido más votado (conseguirán el 43% de los
votos, aunque sin llegar a la mayoría absoluta). Hitler consiguió del Parlamento que le
permitiera gobernar con plenos poderes por decreto durante cuatro años (23 de
marzo).
Se abría el camino hacia el Estado totalitario. Por la Ley de Unificación de los Länder (7
de abril) se suprimía la estructura federal y Alemania se convertía en un Estado unitario
y centralizado; por la Ley de Reorganización de la Burocracia era depurada la
Administración; por otros decretos se prohibían todos los partidos políticos, excepto el
nazi, así como los sindicatos, sustituidos por una organización sindical única, el Frente
Nacional del Trabajo (FNT).
En 1933 ya empiezan a funcionar los primeros campos de concentración a donde eran
enviados los opositores políticos (comunistas, socialistas, sindicalistas, demócratas…).
El terror policíaco se acentuó con la creación de la Gestapo, policía secreta del Estado.
La represión no se limitó a los opositores al nazismo, también afectó a los rivales que
Hitler tenía dentro del partido. La sangrienta limpieza tuvo lugar en la “noche de los
cuchillos largos”, del 29 al 30 de junio de 1934, dirigida contra las SA, que se oponían
a las SS, asesinando a su jefe Ernest Röhm, y a otros líderes. En adelante, el Führer se
apoyaría exclusivamente en su policía secreta (Gestapo), en las S.S. y en el ejército,
cada una de estas instituciones en manos de gente de confianza.
Mientras, el régimen impuso una cultura nazi basada en las ideas racistas y
nacionalistas. Goebbels, ministro de Información y Propaganda, demostró sus
excelentes cualidades en el control de la información. La prensa, la radio y el cine
fueron medios de propaganda al servicio del régimen. Intelectuales y artistas tuvieron
que abandonar Alemania; la cultura se nazificó, se crearon listas de autores prohibidos,
en la plaza de la Ópera de Berlín fueron quemados libros considerados “subversivos”. A
los pintores modernos se les vejó con la organización de la “Exposición de Arte
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Degenerado” (en Munich, 1937) donde eran menospreciados artistas considerados “no
alemanes”, influenciados por el “bolchevismo y el judaísmo”.
En cuanto al antijudaísmo, la Alemania nazi no dejó de presentar a los judíos como
responsables de todos los males del pueblo alemán. El objetivo era hacerles la vida
imposible, obligarles a abandonar Alemania, perseguirlos de forma sañuda: boicot a los
negocios de los judíos; Leyes de Nuremberg (1935) o de “protección de la sangre y el
honor alemanes”, que retiraban la nacionalidad alemana a los judíos y prohibía los
matrimonios entre alemanes y judíos y ocupar un puesto público. Después los judíos
fueron obligados a llevar una estrella de David en el pecho como distintivo. Y el 9 de
noviembre de 1938 tuvo lugar la llamada “noche de los cristales rotos” donde miles de
judíos fueron detenidos, algunos de ellos asesinados, destruidos sus comercios e
incendiadas sus sinagogas. Comenzaba la detención de judíos y su internamiento en
campos de concentración.
El Estado nazi aparecía totalmente articulado y vertebrado en torno a la figura del
Führer al que se debía jurar obediencia ciega y lealtad incondicional. Ahora bien, la
puesta en práctica de manera metódica de su programa llevará inevitablemente a una
nueva Guerra.
5.4. La economía.
Vamos a distinguir dos momentos claramente diferenciados.
a) La lucha contra la crisis (1933-1936).
Durante esta etapa el objetivo es hacer desaparecer el desempleo mediante la
reactivación económica. El éxito fue indudable: de 6 millones de parados (enero de
1933) se pasa a 1 millón (en 1936). El paro se combate a través del desarrollo de los
efectivos del ejército, de la policía, del aparato del partido nazi y de la burocracia junto
al inicio de grandes construcciones de obras públicas (ferrocarriles, aeropuertos,
autopistas), y del desarrollo de la industria de guerra.
b) La autarquía (1936-1939).
A partir de 1936 se aplica una política autárquica, es decir, lograr el
autoabastecimiento económico del país. Se potenció el sector agrícola y se desarrolló
una industria química de productos de sustitución (petróleo sintético, fibras textiles
artificiales) con la finalidad de asegurar la independencia económica en caso de guerra.
Por este motivo el Estado ayuda a la industria pesada y a la fabricación de armamento
frente a la industria de consumo.
Frente al exterior, las importaciones estaban controladas por el Estado y con diversos
países se mantuvieron acuerdos de clearing y de trueque.