término koinonía

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COMUNIÓN Sentido y significado para la Doctrina Católica La koinonía es un concepto teológico que significa comunión. Como tal, se refiere a la comunión eclesial y a los vínculos que esta genera entre los miembros de las iglesias cristianas y Dios. La palabra proviene del griego κοινωνία (koinonía), que traduce ‘comunión’ o ‘participación en lo común’. Este término aparece en la Biblia diecinueve veces como sustantivo (koinonía) y ocho como verbo (koinonéo), en el sentido de ‘compartir’; ambas, a su vez, derivan de la voz griega κοινωνός (koinonós), que significa ‘compañero’ o ‘participante’. En el Nuevo Testamento hay varias corrientes de pensamiento. El concepto de koinónia puede estar presente, por supuesto, aunque no se use la palabra. Los textos en que aparece, aunque haya cierta superposición, se pueden distinguir entre los que son principalmente cristológicos y pneumatológicos y los que son también eclesiológicos. Estamos llamados a la hermandad con el Hijo (ICor 1,9), a la comunión con el cuerpo y la sangre de Cristo (lCor 10,16); tenemos parte en los sufrimientos de Cristo (Flp 3,10; IPe 4,13). Somos conducidos a la comunión con Cristo y con el Padre (Un 1,3.6). Participamos ya en la gloria que ha de manifestarse (IPe 5,1), en la naturaleza divina (2Pe 1,4). Tenemos parte en el evangelio a través de la fe y a través de la colaboración en la evangelización (Flp 1,5; cf 1Cor 9,23). Una idea muy importante es la koinónia del Espíritu (2Cor 13,13; Flp 2,1). Otros textos tienen un tono más eclesiológico. La colecta de Pablo para los pobres de Jerusalén es un acto de solidaridad (2Cor 8,4; 9,13; cf Rom 15,26). El ministerio tiene también connotaciones de comunión (2Cor 8,23). Hay comunión en la fe (Flm 6; cf 6,17; lJn 1,7; Heb 10,33), en la que tiene su origen la mutua participación (Heb 13,16). Aunque el sentido más inmediato del compartir en He 2,42 es el reparto de los bienes materiales (2,45; 4,32-37), su colocación entre la enseñanza y la eucaristía parece apuntar a otros sentidos también del compartir, de modo que el rasgo característico de la Iglesia primitiva era el estar formada por hermanos que compartían entre sí los dones divinos. Koinónia y otras palabras afines del Nuevo Testamento tienen una rica significación trinitaria y eclesiológica. En la época del Vaticano II hubo un interés creciente por la idea de la comunión. El concilio habló de ella en una larga serie de textos

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descripciòn del término koinonía

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Page 1: Término Koinonía

COMUNIÓNSentido y significado para la Doctrina Católica

La koinonía es un concepto teológico que significa comunión. Como tal, se refiere a la comunión ecle-sial y a los vínculos que esta genera entre los miembros de las iglesias cristianas y Dios.

La palabra proviene del griego κοινωνία (koinonía), que traduce ‘comunión’ o ‘participación en lo co-mún’. Este término aparece en la Biblia diecinueve veces como sustantivo (koinonía) y ocho como ver -bo (koinonéo), en el sentido de ‘compartir’; ambas, a su vez, derivan de la voz griega κοινωνός (koino -nós), que significa ‘compañero’ o ‘participante’.

En el Nuevo Testamento hay varias corrientes de pensamiento. El concepto de koinónia puede estar presente, por supuesto, aunque no se use la palabra. Los textos en que aparece, aunque haya cierta superposición, se pueden distinguir entre los que son principalmente cristológicos y pneumatológicos y los que son también eclesiológicos.

Estamos llamados a la hermandad con el Hijo (ICor 1,9), a la comunión con el cuerpo y la sangre de Cristo (lCor 10,16); tenemos parte en los sufrimientos de Cristo (Flp 3,10; IPe 4,13). Somos conducidos a la comunión con Cristo y con el Padre (Un 1,3.6). Participamos ya en la gloria que ha de manifestarse (IPe 5,1), en la naturaleza divina (2Pe 1,4). Tenemos parte en el evangelio a través de la fe y a través de la colaboración en la evangelización (Flp 1,5; cf 1Cor 9,23). Una idea muy importante es la koinónia del Espíritu (2Cor 13,13; Flp 2,1).

Otros textos tienen un tono más eclesiológico. La colecta de Pablo para los pobres de Jerusalén es un acto de solidaridad (2Cor 8,4; 9,13; cf Rom 15,26). El ministerio tiene también connotaciones de comu-nión (2Cor 8,23). Hay comunión en la fe (Flm 6; cf 6,17; lJn 1,7; Heb 10,33), en la que tiene su origen la mutua participación (Heb 13,16). Aunque el sentido más inmediato del compartir en He 2,42 es el re -parto de los bienes materiales (2,45; 4,32-37), su colocación entre la enseñanza y la eucaristía parece apuntar a otros sentidos también del compartir, de modo que el rasgo característico de la Iglesia primi-tiva era el estar formada por hermanos que compartían entre sí los dones divinos.

Koinónia y otras palabras afines del Nuevo Testamento tienen una rica significación trinitaria y eclesio-lógica.

En la época del Vaticano II hubo un interés creciente por la idea de la comunión. El concilio habló de ella en una larga serie de textos importantes. Es clave para entender la eclesiología del concilio. El vín-culo interno entre los fieles es la comunión (LG 13; DV 10; UR 2).

Esta tiene su origen en el Espíritu Santo (LG 4; UR 2; GS 32). Aunque hay diversidad, existen también vínculos de comunión íntima en relación con las riquezas espirituales, los agentes apostólicos y la asis-tencia temporal (LG 13).

Para el Vaticano II, por tanto, la comunión es una realidad espiritual interna que se expresa visible-mente. Hablar de este aspecto interno no significa necesariamente la imposición del juridicismo sobre el elemento espiritual de la Iglesia; la Iglesia es al mismo tiempo «una asamblea visible y una comuni -dad espiritual» (LG 8).

En 1992 la Congregación para la doctrina de la fe envió a todos los obispos una carta titulada Algunos aspectos de la Iglesia como comunión. Se dice en ella que el concepto de comunión «puede ser cierta -mente clave para la renovación de la Iglesia» (n 1). Parece que la razón es para el documento que «ciertos planteamientos eclesiológicos adolecen de una conciencia claramente inadecuada de la Iglesia como misterio de comunión» (n 1). Sigue en gran medida al Vaticano II, articulando también su exposi -ción en cinco partes: la Iglesia como misterio de comunión; la Iglesia universal y las Iglesias particula -

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res; la comunión de las Iglesias, la eucaristía y el episcopado; la unidad y la diversidad en la comunión eclesial, y la comunión eclesial y el ecumenismo. Pero hay ciertos desarrollos basados en textos ponti-ficios recientes: el concepto de comunión «está en el corazón mismo de la autocomprensión de la Igle -sia» (n 3); «El primado del obispo de Roma y el colegio episcopal son elementos propios de la Iglesia universal, que "no se derivan de la particularidad de las Iglesias" (Juan Pablo II), pero que son no obs -tante internos a cada Iglesia particular» (n 13); «Toda celebración válida de la eucaristía expresa esta comunión con Pedro y la Iglesia entera, o la reclama objetivamente, como en el caso de las Iglesias cristianas separadas de Roma» (n 14); «La fórmula del concilio Vaticano II: la Iglesia está formada en las Iglesias y de ellas (Ecclesia in et ex Ecclesiis) es inseparable de esta otra fórmula: las Iglesias están formadas en y de la Iglesia (Ecclesiae in et ex Ecclesia, n 9)». La carta advierte contra las exageraciones en el modo de concebir la Iglesia particular (n 9) y de ciertas eclesiologías eucarísticas. La carta plantea un difícil problema de hermenéutica. Pretende «recordar breve y claramente algunos de los elementos fundamentales que han de considerar ya establecidos incluso quienes emprenden la ansiada investiga -ción teológica» (n 2).

La comunión es el modo de asentar firmemente la eclesiología en la encarnación y en el misterio de la Trinidad: la Iglesia, en su relación con Cristo y con el Espíritu, en su unidad interna entre la realidad local y universal, puede considerarse un reflejo de la perijórésis trinitaria. La teología de la comunión subyace en todos los intentos de edificar la comunidad dentro de la Iglesia. La comunión apunta hacia el centro Eucarístico de la Iglesia; es su principio vital. A través de la comunión, la Iglesia es una comu-nidad de culto, misión y servicio.

1-Dimensiones de la Comunión

Koinonía no es un neologismo cristiano, pero en la experiencia cristiana recibe un contenido novedoso, incluso atrevido. En el mundo griego era utilizada para designar relaciones interpersonales, la armonía cósmica e incluso la comunidad con dios obtenida especialmente en las comidas sagradas. El Antiguo Testamento no emplea el término, aunque la idea de Alianza puede ser considerada como su equiva -lente.

Estos precedentes no pueden ocultar la osadía de 2Pe. 1, 4 que presenta a los cristianos como “partíci -pes (koinonoi) de la naturaleza divina”. El sentido exacto sólo se puede entender a la luz de la Revela -ción del Dios que ha actuado en la historia como Trinidad. Desde esa óptica abrirá perspectivas eclesio-lógicas fundamentales. La eclesiología debe basarse sobre la teología trinitaria si quiere ser una ecle -siología de comunión.

Como punto de referencia implícita debe ser considerada la experiencia de Jesús con sus discípulos más íntimos y de estos entre si. La vocación implicaba la ruptura con los vínculos existenciales anterio -res para unirse enteramente a Jesús, a su destino, y a su misión. La adhesión a la persona de Jesús es lo que había transformado sus vidas y la que los había introducido en una experiencia comunitaria distin-ta.

Pero no se podía hablar aún de comunión en sentido cristiano estricto. A partir de la Pascua, cuando la misión del Espíritu, el creyente experimenta el sentido pleno de la salvación: restaurado en sus relacio -nes fundamentales e integrado en sus escisiones interiores, acogido en el misterio del amor trinitario, perdonado y abierto a la esperanza participa de la alegría de Dios y con ello afronta de modo nuevo su propio drama personal... Todo ello queda incluido en la comunión. La comunión siempre incluye este aspecto soteriológico y antropológico.

Pero esa koinonía se produce por el proceso de la Trinidad económica: la salvación viene del Padre por el Hijo en el Espíritu. Es el dinamismo del Amor Trinitario el que envuelve al creyente haciéndole parti-

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cipar en él. Es la dimensión vertical de la salvación, que el Nuevo Testamento presenta de un modo muy realista.

Un documento de los obispos italianos recoge esta lógica en virtud de la cual el hombre queda incor-porado en la comunión de las Personas divinas: comunión es “aquel don del Espíritu por el cual el hombre no está ya solo ni alejado de Dios, sino llamado a participar de la misma comunión que une entre sí al Padre, al Hijo y al Espíritu, y tiene el gozo de encontrar en todas partes, sobre todo en los creyentes en Cristo, hermanos con quienes comparte el misterio profundo de su relación con Dios”. La comunión, por su raíz trinitaria, se abre a la historia: al ser recibida por el hombre, esa comunión rom-pe desde lo más profundo su soledad haciéndolo hijo de Dios y hermano de los hombres. La libertad de la salvación se mide no sólo por la esclavitud de la que libera sino por el ámbito de la comunión al que incorpora.

La comunión posee una base y una expresión sacramental: el bautismo, inicio de la comunión, porque hace participar en el misterio pascual y regala la nueva filiación en Cristo por el Espíritu; es la apertura de un dinamismo que alcanza su ratificación y plenitud en la eucaristía, en cuanto inserción en el Cuer -po del Señor. La dimensión vertical de la comunión hace así posible la apertura horizontal: su eclesiali -dad.

La koinonía posee siempre una versión y una apertura eclesiológica. Es fruto de la dialéctica que ya expresaba Pablo: la participación en lo mismo crea comunidad entre los participantes; las relaciones interpersonales así establecidas serán tanto más pro-fundas cuanto más elevada sea la realidad en que se participa. Por ello, si bien no de-be establecerse una exacta sinonimia entre comunión e Iglesia, la koinonía debe ser considerada como la base de la eclesiología neotestametnaria y la Iglesia como la prolongación en el tiempo de la comunión de y con la Trinidad santa. La cristología y la pneumatología, en cuanto son soteriología, se transforman en eclesiología.

La reciprocidad Eucaristía-Iglesia articula y conjuga la conexión de las dimensiones vertical y horizontal. En la antigüedad cristiana koinonía designaba de modo inseparable la manducación del Cuerpo del Señor y la vinculación eclesial. La Iglesia como misterio de comunión se hace presente y se realiza en la asamblea litúrgica. En ella la unidad del Pueblo de Dios, fundada en la consagración bautismal, opera-da por el Espíritu que hace a este Pueblo santo y enviado, se manifiesta como participación de todos y cada uno en la medida del don recibido.

La koinonía exige gestos, actitudes y acciones concretas en su ejercicio. En el seno de los miembros de la propia asamblea la creación de “un mismo sentir” que respe-te las diferencias y las peculiaridades de cada uno.

La comunión posee una tensión escatológica intrínseca porque apunta al momento en que Dios lo sea todo en todos. Todo ejercicio de comunión, al nivel de personas o de pueblos, es acercamiento a esa meta, una efectiva anticipación. La comunión ad-quiere relieve sobre el vasto horizonte de la esperan-za, alimentada por una promesa que afecta al destino del hombre y de su mundo: la dimensión sote -riológica de la comunión no debe excluir al conjunto de la realidad y del cosmos, que es el hogar de los hombres y el escenario de su historia.

Lumen Gentium describe el misterio de tres formas distintas.

Primera: (LG 2): El Padre nos creó según su beneplácito eterno y nos llamó a parti-cipar de la vida divina. GS 19 Esa comunión con Dios consiste especialmente en la dignidad de la persona humana.

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Segunda (LG 3): La comunión se realiza a través de la encarnación del Hijo de Dios. De ese modo el Hijo se ha unido en cierto modo con todo hombre. GS 22 Jesucristo es el prototipo de toda comunión entre Dios y el hombre.

Tercera (LG 4, 48): Lo acontecido en Cristo es continuado por el Espíritu Santo. La comunión con Dios realizada a través del Espíritu constituye el fundamento de toda comunión eclesial.

Es el Espíritu el que une a la Iglesia en comunión con el Padre en Cristo Jesús

2-Distintas maneras de utilizar el concepto de Comunión en la Iglesia

1. Comunión es Dios en la intimidad de la vida divina.

2. Comunión es el modelo según el cual Dios ha imaginado y creado a los hombres.

3. Comunión es el don de Cristo, desde su entrada en la humanidad a través de su sacrifi -cio redentor hasta culminar en la atracción salvífica y gloriosa de su Cuerpo resucitado. El don de Cristo es sobre todo el Espíritu, quien se encarga de reunir a los discípulos y a la creación entera en el misterio de comunión.

4. Comunión es la Eucaristía en la que son plenamente comunicados el don y el Donante.

5. Comunión es la fuerza que mantiene vinculado a cada uno de los fieles con Cristo y a los fieles entre sí.

6. Comunión es la fuerza que permite a la Iglesia universal engendrar a cada una de las iglesias particulares y mantenerlas vivas dentro de sí respetando su identidad específi-ca.

7. Comunión es el vínculo que une a las Iglesias particulares entre sí, uniendo ante todo ordenadamente a sus pastores unos con otros y juntos con el Obis-po de Roma.

8. Comunión designa el objetivo y la tarea de todo ministerio y de todo carisma que el Espíritu suscita en la Iglesias locales para hacerlas vivir como un único Cuerpo, bien compaginado y conexo.

9. Comunión es la relación que une a la Iglesia (y a las Iglesias) de ayer a la/s de hoy y a la/s de mañana y mantiene inmersas a las generaciones de creyentes en un mismo y misterioso flujo vital.

10.Comunión es el vínculo corroborante que une a la Iglesia peregrinante con la Iglesia celestial.

11.Comunión es el dinamismo que pone en relación y en movimiento todas estas realida-des y las destina a la misión: a la conversión del mundo entero.

12.Comunión se llama, con justo título, a la “eucaristía recibida” que hace a cada cristiano plenamente partícipe –ahora y aquí- de tanta riqueza salvífica.

Usar siempre el mismo término – aún sabiendo que es aplicado analógicamente – sirve para expresar la mutua interioridad de cada uno de los aspectos. Algunos teólogos hablan justamente de “recíproca inmanencia de todos los elementos constitutivos” que nunca deben ser disociados.

http://www.mercaba.org/DicEC/C/comunion_koinonia.htm

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http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_28051992_communionis-notio_sp.html

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