[thomas szasz] drogas y ritual

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El presente volumen, cuya primera edición apareció en 1975, es un trabajo sin precedentes por la precisión de sus análisis y la amplitud de su perspectiva. Remontándose a la tradición del«chivo expiatorio», Szasz hace una ordenada exposición del discurso prohibicionista que combina el rigor conceptual con la pincelada mordaz, el dato útil con la visión de conjunto, hasta acabar produciendo la obra sin duda más seria publicada hasta entonces, y quizá hasta el día de hoy.

TRANSCRIPT

  • DROGAS Y RITUAL.LA PERSECUCIN RITUAL DE DROGAS,

    ADICTOS E INDUCTORES

  • THOMAS SZASZ

    DROGAS Y RITUALLa persecucin ritual de drogas, adictos e

    inductores

    Traduccin y Prlogo de A n t o n io E sc o h o ta d o

    diSFONDO DE CULTURA ECONMICA

    MXICO-MADRID'BUEN OS AIRES

  • EDIClON ORIGINAL:CEREMONIAL CHEMISTRY. THE RITUAL PERSECUTION OF DRUGS. ADDICTS, AND PUSHERS

    LEARNING PUBLICATIONS, INC., HOLMES BEACH, 1985 1985 THOMAS S. SZASZ

    PRIMERA EDICIN EN ESPAOL, 1990

    D.R. 1990 FONDO DE CULTURA ECONMICA, S. A. DE C.V.AV. DE LA UNIVERSIDAD, 975; 03100 MXICO, D.F.

    FONDO DE CULTURA ECONMICA, SUCURSAL PARA ESPAA VlA DE LOS POBLADOS (EDIF. INDUBUILDING^OICO, 4-15). 28033 MADRID

    DISEO DE LA COLECCIN: LEO GARCA NAVARRO ILUSTRACIN DE CUBIERTA:

    I.S.B.N.: 84-375-0297-7 DEPSITO LEGAL: M-I5755-1990

    IMPRESO EN ESPAA

  • PRLOGO

    T^HOMAS SZASZ no es slo un mdico con destacadas investigaciones en temas de patologa orgnica, y uno de los principales psicoterapeutas actuales. Es quiz ante todo un pensador original y profundo, a

    quien debemos una decena de libros propiamente filosficos, centrados sobre las relaciones entre Estado, Medicina e Iglesia. Su obra es la de un humanista en sentido estricto, que domina la tradicin clsica y defiende los principios ticos y polticos del humanismo con la irona de un Voltaire, la claridad de un Jeffersony el denuedo de un Di- derot.

    El presente volumen, cuya primera edicin apareci en 1975, es un trabajo sin precedentes por la precisin de sus anlisis y la amplitud de su perspectiva. Remontndose a la tradicin d e lchivo expiatorio, Szasz hace una ordenada exposicin del discurso prohibicionista que combina el rigor conceptual con la pincelada mordaz, el dato til con la visin de conjunto, hasta acabar produciendo la obra sin duda ms seria publicada hasta entonces, y quiz hasta el da de hoy.

    Concebida como crtica de la conciencia que produce y sostiene la cruzada contempornea, Drogas y ritual exhibe como ulterior mrito no perder nunca de vista aquello que

  • la cruzada tiene de mero sntoma o expresin de un fenmeno ms amplio, identificable en ltima instancia con las formas y legitimaciones del control ajeno, tanto expresas como tcitas. Induce as a recordar que el planteamiento cientfico en esta materia no consiste en el apoyo a un bando u otro, sino en diseccionar cuidadosamente los supuestos y matices del actual problema.

    Lo que est en juego advierte no es un asunto particular, que afecte a un nmero relativamente minoritario de personas, sino la punta del iceberg en una iniciativa global, cuya meta es perpetuar viejas modalidades de dominio bajo nuevos nombres, dentro de la transformacin genrica representada por el Estado del Bienestar, que convierte el ideal democrtico clsico del gobierno mnimo en un sistema de gobierno mximo, amparado sobre esquemas de tutela vitalicia para el cuerpo social. De ah que a la larga, esta cruzada pseudomdica y apoyada a la vez por los pases capitalistas y comunistas, puede resultar ms peligrosa para la causa de la libertad y la dignidad humana que ninguno de los conflictos armados de nuestro tiempo.

    An t o n io E sco h o ta d o

  • Los hombres estn capacitados para la libertad en exacta proporcin a lo dispuestos que estn a encadenar moralmente sus propios apetitos; en la proporcin en que su amor a la justicia est por encima de su rapacidad; en la proporcin en que su correccin y sobriedad de entendimiento estn por encima de su vanidad y presuncin; en la proporcin en que estn dispuestos a escuchar los consejos de los sabios y buenos antes que la adulacin de bribones. La sociedad no puede existir sin que en alguna parte exista un poder hegemnico sobre la voluntad y el apetito, y cuando menos quede dentro, ms deber haber fuera. Est prescrito en la eterna constitucin de las cosas que los hombres de mente intemperante no pueden ser libres. Sus pasiones forjan sus grilletes.

    E d m u n d B u r k e (1791)

  • AGRADECIMIENTOS

    Co n c ada n u e v o libro crece mi deuda y gratitud hacia mi hermano George. Su dedicacin a mi trabajo est ms all del elogio, y cualquier esfuerzo por reconocerlo est destinado a quedarse corto. Deseo tambin dar las gracias a mis hijas Margot y Susan Marie por sus generosos esfuerzos localizando materiales de consulta, por la seria crtica de mis opiniones, y por sus ideas propias; a Bill Whitehead, mi editor en Doubleday, por la constante y concienzuda ayuda a mis libros previos y a ste en particular; a mi colega Ronald Carino, por leer el manuscrito y por sus muchas sugerencias de revisin; a Helen Vermeychuk por su consejo y asesoramiento sobre fuentes y terminologa griega; al personal de la biblioteca de la Universidad de Nueva York, en el Upstate Medical Center, por sus incansables esfuerzos dirigidos a asegurar muchas de las referencias consultadas en la preparacin de este volumen; y a mi secretaria, Debbie Murphy, por sus meticulosos y eficaces trabajos.

  • PREFACIO

    H ay pr o b a b l e m e n t e una c o sa , y slo una, en la que estn de acuerdo los lderes de todos los Estados modernos; en la que estn de acuerdo catlicos, protestantes, judos, mahometanos y ateos; en la que estn de acuerdo demcratas, republicanos, socialistas, comunistas, liberales y conservadores; en la que estn de acuerdo autoridades mdicas y cientficas de todo el mundo; y en la que coincide el parecer de la gran mayora de los individuos en todos los pases civilizados, segn sondeos de opinin y votaciones. Esa cosa es el hecho cientfico en cuya virtud ciertas substancias que las gentes gustan de ingerir o inyectarse son peligrosas, tanto para quienes las utilizan como para los otros, y que el uso de tales substancias constituye abuso de drogas o toxicomana, una enfermedad cuyo control y erradicacin constituye un deber para las fuerzas combinadas de la profesin mdica y el Estado. Sin embargo, hay escaso acuerdo de persona a persona, de pas a pas, incluso de dcada a dcada sobre qu substancias son aceptables, considerndose su uso abuso de drogas y toxicomana.

    Mi propsito en este libro es simple y al mismo tiempo amplio. Primero, quisiera identificar los verdaderos acontecimientos que constituyen nuestro llamado problema de drogas. Mostrar que este fenmeno consiste, de hecho, en una vehemente promocin y una aterrorizada prohibicin de varias substancias; en el uso habitual y la temerosa abstinencia de ciertas drogas y, normalmente, en la regulacin mediante el lenguaje, la

  • ley, las costumbres, la religin, y cualquier otro medio concebible de control social o simblico, de cierta clase de comportamientos ceremoniales y suntuarios.

    Segundo, quisiera identificar la esfera conceptual y la categora lgica a que pertenecen estos fenmenos. Mostrar que pertenecen al reino de la religin y la poltica; que drogas peligrosas, adictos e inductores* son los chivos expiatorios de nuestras seculares sociedades modernas, imbuidas teraputicamente; y que la persecucin ritual de estos agentes farmacolgicos y humanos debe enmarcarse sobre el fondo histrico de la persecucin ritual a otros chivos expiatorios, como brujas, judos y dementes.

    Y tercero, quisiera identificar las implicaciones morales y legales de afirmar que el uso o la abstinencia de drogas no son cuestiones de salud y enfermedad, sino cuestiones de bien y mal; en otras palabras, que el abuso de drogas no es un lamentable ente clnico sino una prctica religiosa repudiada. Por consiguiente, nuestras opciones con respecto al problema de las drogas son las mismas que nuestras opciones con respecto al problema de religiones; esto es, podemos adoptar varios grados de tolerancia o intolerancia ante aquellos cuyas religiones ya sean teocrticas o teraputicas difieran de las nuestras.

    Durante el ltimo medio siglo el pueblo americano se ha embarcado en una de las guerras ms despiadadas luchada bajo los colores de drogas y mdicos, enfermedades y tratamientos que jams haya visto el mundo. Si hace cien aos el gobierno americano hubiera intentado regular qu substancias podan o no ingerir sus ciudadanos, el esfuerzo habra sido ridiculizado como absurdo y rechazado por anticonstitucional. Si hace

    * La terminologa americana es mucho ms rica que la espaola para designar al traficante de drogas. Al objeto de no perder sus matices, pero tampoco inducir a confusin, se traduce dealer por traficante, pusher por inductor y peddler por camello. Aunque todos estos personajes viven de la venta de frmacos ilcitos, el primero es el mayorista, el segundo su escaln intermedio y el tercero se encarga de repartir dosis en la calle. (N. del T.)

  • cincuenta aos el gobierno americano hubiera intentado regular qu cosechas podan o no cultivar los granjeros en pases extranjeros, el esfuerzo habra sido criticado por injerencia y rechazado por colonialismo. Sin embargo, ahora el gobierno americano se encuentra comprometido en la imposicin de tales regulaciones precisamente a sus ciudadanos por medio de leyes penales y sobre salud mental, y a los otros pases mediante tratados econmicos e incentivos; y estas regulaciones llamadas controles sobre drogas o controles sobre estupefacientes son aclamadas y apoyadas por incontables individuos e instituciones, tanto en casa como en el extranjero.

    De este modo, hemos conseguido reemplazar coacciones y colonialismos raciales, religiosos y militares, que ahora nos parecen indecorosos, por coacciones y colonialismos mdicos y teraputicos, que ahora nos parecen decorosos. Como estos ltimos controles estn ostensiblemente basados en la Ciencia y slo pretenden asegurar la Salud, y como los as coaccionados y colonizados a menudo reverencian a los dolos del es-cien- tismo mdico y teraputico tan ardientemente como lo hacen los coactores y colonizadores, las vctimas ni siquiera pueden expresar su difcil situacin, y son en buena medida incapaces de resistir a sus verdugos. Quiz semejante persecucin de unas personas por otras semejante canibalismo simblico, que proporciona significado a una vida privando de l a otra sea una parte inexorable de la condicin humana y, por tanto, inevitable. Pero no es en modo alguno inevitable que muchas personas se engaen a s mismas hasta el punto de creer que la persecucin ritual de chivos expiatorios en Cruzadas, Inquisiciones, Soluciones Finales o Guerras contra el Abuso de Drogas efectivamente proporciona deidades o previene dolencias.

    T h o m a s S z a z sSyracuse, Nueva York 1 de septiembre de 1973

  • PREFACIO A LA EDICIN DE 1985

    H a t r a n sc u r r id o ms de una dcada desde que escrib el prefacio a la edicin original de este libro. Muchas cosas han cambiado en la vida americana durante estos aos, pero la guerra contra las drogas no es una de ellas. Todo sigue igual con respecto al abuso de drogas y polticas sobre drogas, slo que agravado. Incontables americanos continan plantando y traficando, vendiendo y comprando, ingiriendo, inhalando e inyectndose drogas ilcitas en cantidades que parecen aumentar constantemente. Otros o quiz parte de los mismos continan promoviendo agitacin contra el abuso de drogas y el trfico de drogas, con una imbecilidad e intensidad que parecen aumentar constantemente. Mientras tanto, el americano comn va viendo cada vez ms amenazada su vida diaria, tanto por aquellos que abusan de las drogas como por aquellos cuyo trabajo es abusar de las personas que abusan de las drogas.

    Sin embargo, nada de esto hace que la gente ponga en duda la validez de las premisas sobre nuestro llamado problema de drogas, o la legitimidad de las polticas sociales ostensiblemente dirigidas a combatirlo. En realidad por qu habra de suceder algo as? Si la gente quiere negar que el peligro de las drogas peligrosas tales como herona, cocana o m arihuana- no reside en las substancias en s mismas sino en la propensin humana a tomarlas, y en las decisiones personales de aquellos que las usan, entonces lo negarn. Y, habindolo ne

  • gado, procedern a perder de vista ideas anticuadas pero eternamente vlidas como tentacin y autocontrol, y terminarn por negar tambin la libertad y la responsabilidad personal. Finalmente, la gente se convencer como ya sucede con la mayora de los americanos de que nuestro problema de drogas es algo histricamente novedoso, que implica nuevas enfermedades que requieren nuevos tratamientos. He ah una ilusin que sale cara.

    Aparentemente, la gran disputa moral de nuestra poca es la lucha entre el comunismo y el capitalismo. En realidad, esa lucha encubre una disputa todava mayor: la batalla librada por polticos y sus lacayos intelectuales, tanto del Este como del Oeste, contra el libre albedro y la responsabilidad personal. Ofrecido en la imaginera del determinismo histrico o biolgico, o contemplado como ciencia marxista o de la conducta, el mensaje real es el mismo: el individuo no es responsable de su comportamiento, es una vctima que debe ser salvada (del capitalismo o de las drogas) por un Estado protector teraputico.

    El hecho es que mientras permanezcan en el laboratorio o en el cajn esto es, en cualquier parte distinta del cuerpo humano las drogas son substancias rigurosamente inertes. La herona, la cocana y la marihuana no plantean problemas a aquellos que no las toman, y a diferencia de las drogas psiquitricas hoy de moda nadie est obligado a tomarlas. En consecuencia, es abusar gravemente del lenguaje llamar peligrosas a ciertas drogas (ilcitas), y algo peor an que la demencia declararles la guerra.

    T h o m a s S z a s zSyracuse, Nueva York 1 de noviembre de 1984

  • INTRODUCCIN

    En SU a c t u a l u so popular y profesional, el trmino adiccin no se refiere a una enfermedad sino a una forma de desviacin menospreciada. En consecuencia, el trmino adicto no se refiere a un paciente de buena fe, sino a una identidad estigmatizada, que normalmente se aplica a una persona contra su voluntad. De este modo, adiccin (o abuso de drogas) se asemeja a enfermedad mental o a brujera, y el adicto (o la persona que abusa de las drogas) se asemeja al paciente mental y a la bruja, puesto que todos estos nombres identifican categoras de desviacin y a los all incuidos. En realidad, sera ms preciso decir que la adiccin est considerada como una enfermedad mental especfica, lo mismo que histeria, depresin y esquizofrenia se consideran enfermedades mentales especficas.

    Por consiguiente, las observaciones y argumentos sobre la enfermedad mental y la empresa psiquitrica que he presentado en otros ensayos especialmente en El mito de la enfermedad mental y La fbrica de la locura son aplicables, muta- tis mutandis, a la adiccin, los adictos y los llamados expertos que ejercen su profesin incesante y abnegadamente por cuenta de ellos1. Intentar no repetir estas observaciones y argumentos aqu y limitarme, en la medida de lo posible, a los aspectos del consumo de drogas y las persecuciones de consumidores de drogas que caracterizan dichos comportamientos, y

    1 Vase tambin Thomas Szasz, Ideology and Insanity y The Age of Madness.

  • los distinguen de otros tipos de desviacin definida mdicamente y sus persecuciones psiquitricas.

    La bruja modelo era inicialmente una mujer estrambtica, el loco modelo un manaco homicida, y el adicto modelo un nar- comonstruo* trastornado; pero una vez que estas categoras fueron aceptadas no slo como verdaderas sino como inmensamente importantes, los ncleos para el reclutamiento de desviados tales crecieron rpidamente. Con el tiempo, fue posible que cualquiera salvo quiz los tratantes de desviados con ms xito, y sus ms poderosos maestros resultara descubierto como abusador de drogas; y brujera, locura y abuso de drogas fueron entonces declaradas plagas de proporciones epidmicas, ante cuya infeccin nadie era inmune. En el caso de los tratantes en adicciones, pueden distinguirse tres mecanismos interconectados para crear y descubrir personas propensas a la adiccin. El primero consiste en clasificar como estupefacientes peligrosos ciertas substancias que no son ni peligrosas ni estupefacientes, pero s particularmente populares en grupos cuyos miembros se prestan fcilmente a la estigmatizacin social y psiquitrica (siendo tales grupos los negros y portorriqueos de suburbios, y los jvenes). El segundo es prohibir esas substancias y perseguir mediante una represin corrupta y caprichosa a los que se asocian con su uso como criminales depravados (camellos), y como pacientes locos (adictos y narcomonstruos). El tercer mecanismo es la persistente pretensin de que el uso de estupefacientes peligrosos est creciendo a un ritmo alarmante, lo cual supone lanzar una gigantesca campaa de publicidad para favorecer el consumo de drogas que, aun siendo ilegales, se hallan fcilmente disponibles a travs de canales ilcitos, y que supuestamente son fuente de inmensos placeres. Estos procesos aseguran una fuente ilimitada de materia prima, a partir de la cual pueden fabricarse tantos adictos diplomados y etiquetados oficialmente como necesario sea.

    * Dope fiend. (N. del T.)

  • Tal como en tiempos se enfrent el Occidente Cristiano al problema de las brujas se enfrenta ahora el mundo cientfico al problema de los toxicmanos. Las unas han sido el producto de su creacin tanto como los otros lo son ahora. La fabricacin del problema de las drogas genera, sin embargo, ciertos fenmenos que podran ser descritos o abordados de muchas maneras. Muchos de estos fenmenos especialmente la prohibicin de ciertas substancias llamadas drogas peligrosas, y el hecho de que su consumo se llame abuso de drogas o toxicomana se examinan ahora en los manuales de farmacologa. Esto equivale a examinar el uso del agua bendita en los manuales de qumica inorgnica. Pues si el estudio de la toxicomana pertenece a la farmacologa porque la dependencia tiene que ver con las drogas, el estudio del bautismo pertenece a la qumica inorgnica porque dicha ceremonia tiene que ver con el agua.

    Por supuesto, el bautismo es una ceremonia, y resulta generalmente admitido como tal. Muchas formas de uso de drogas por ejemplo, ciertos tipos de automedicacin tambin constituyen ceremonias, pero no se admiten como tales. En consecuencia, el estudio del uso ceremonial de las drogas pertenece a la antropologa y la religin antes que a la farmacologa y la medicina, y debiera llamarse correctamente qumica ceremonial. En otras palabras, propongo distinguir ms tajantemente que hasta ahora entre el estudio de las drogas y el estudio de su uso y evitacin. Tanto la qumica orgnica como la qumica biolgica y la farmacologa se relacionan con las propiedades qumicas y los efectos biolgicos de drogas. Por su parte, la qumica ceremonial se relaciona con las circunstancias personales y culturales del uso y la evitacin de drogas. El objeto de la qumica ceremonial es, por tanto, lo mgico en contraposicin con lo mdico, lo ritual en contraposicin con las dimensiones tcnicas aparejadas al uso de drogas; ms especficamente, su objeto de estudio es la aprobacin y la desaprobacin, la promocin y la prohibicin, el uso y la evitacin de substancias simblicamente significativas y las explicaciones

  • y justificaciones ofrecidas para las consecuencias y el control de su empleo.

    Las drogas adictivas guardan el mismo tipo de relacin con las drogas ordinarias o no adictivas que el agua bendita con la ordinaria o no bendita. Cuando identificamos ciertas drogas, las llamadas adictivas y las clasificamos junto a otras drogas, como los antibiticos, los diurticos o las hormonas cometemos un error categorial similar al que cometeramos si distinguisemos un tipo de agua llamada bendita y la clasificsemos junto al agua destilada o al agua pesada2. Se sigue de ello que intentar entender la adiccin a las drogas por el procedimiento de estudiar las drogas tiene tanto sentido como intentar entender el agua bendita estudiando el agua; y que regular el uso de drogas adictivas, partiendo del tipo de drogas que son, tiene tanto sentido como regular el uso del agua bendita, partiendo del tipo de agua empleada.

    Sin embargo, esto es exactamente lo que hacemos ahora. La confusin que generamos as en nuestras propias mentes y vidas, y en las mentes y vidas de aquellos a quienes afectamos con nuestra legislacin, tratamiento o sentido comn, no podra ser mayor. Pues la locura en la que hemos cado es realmente de enormes proporciones: hemos destronado a Dios y al Diablo, y los hemos reemplazado con nuevos dioses y diablos. Nuestros nuevos dioses y diablos creaciones nuestras, aunque a la vez monstruos misteriosos son las drogas que reverenciamos y tememos.

    Cuando se crea realmente que el cuerpo humano era propiedad de Dios, apenas se permita a los mdicos actuar sobre l (excepto quiz cuidar las heridas, para devolverlo a su estado natural).

    Cuando no se cree realmente que el cuerpo humano pertenece a Dios, apenas hay cosa que a los mdicos no se les permita (excepto quiz destruirlo con el confesado propsito de destruirlo).

    2 Vase Gilbert Ryle, The Concept of Mind.

  • El fundamentalismo religioso, por ejemplo, no conoce lmites en su adoracin de Dios, creando una deidad todopoderosa en cuyas obras le est prohibido al hombre interferir. Creado por y a imagen de Dios, el ser humano es una obra maestra infinitamente valiosa que no debe ser tocada por los visitantes del Museo Divino, ni mucho menos alterada pues alteracin es aqu sinnimo de degeneracin.

    De forma similar, el fundamentalismo mdico no conoce lmites en su adoracin de la Ciencia, creando una Medicina todopoderosa capaz de operar inacabables mejoras en toda materia biolgica, y especialmente en el hombre. Creado por y a la imagen de la Medicina, el ser humano es un modelo operativo en el laboratorio del empleado tcnico biolgico, que todo operario cientfico debe tratar de alterar. Pues alteracin es aqu sinnimo de progreso.

    Es obvio que ya sea por su concepto inmoderado de Dios, o por su concepto inmoderado de Salud, el hombre acaba convirtindose en vctima de su propia arrogancia. A mi entender, lo que el gnero humano necesita fundamentalmente ahora, es moderacin y templanza en todas las cosas importantes; y puesto que dos de las cosas ms importantes en la vida son la religin y la medicina, necesitamos moderacin y templanza con respecto a Dios y la Salud. Moderacin con respecto a Dios significa tolerancia religiosa, esto es: no un control del adorador, sino de aquellos que controlaran cmo debe adorarse. En Estados Unidos la Primera Enmienda a la Constitucin y, en otras sociedades seculares libres, leyes y costumbres anlogas garantizan la proteccin del ciudadano frente a semejante usurpacin religiosa. De igual manera, moderacin con respecto a la Salud significa tolerancia mdica; esto es, no un control sobre el usuario de drogas, sino sobre aquellos que controlaran cmo deben usarse las drogas. Pero ni en Estados Unidos ni en ninguna otra sociedad moderna est el ciudadano protegido frente a semejante usurpacin mdica.

    En resumen, debemos rechazar las imgenes de deidades todopoderosas y de una omnipresente salud y vida. Al mismo

  • tiempo, debemos retener en realidad, elevar a niveles sin precedentes un respeto hacia leyes ms altas que las de los hombres, como smbolo de que ante el tribunal de la vida una persona no puede ser al mismo tiempo litigante y juez. Debemos en consecuencia aprender a experimentar y exhibir un autntico respeto hacia la salud y la vida, como smbolo de que precisamente porque los hombres y las mujeres pueden dar y quitar, prestarle cuidado es su principal deber. Y cmo podran las personas demostrar esto? Quiz simplemente reexaminando y renunciando a su conviccin inamovible y a la conducta basada sobre dicha conviccin de que el cuidado justifica la coercin, y que la coercin es la prueba ms esencial del cuidado.

  • Pharmakos: el chivo expiatorio

  • 1. EL DESCUBRIMIENTO DE LA TOXICOMANA

    D e s d e q u e la farm acologa y la psiquiatra fueron aceptadas como disciplinas mdicas modernas aproximadamente desde el ltimo cuarto del siglo xix- qumicos, mdicos, psiclogos, psiquiatras, polticos y fabricantes farmacuticos han buscado todos, en vano por supuesto, drogas no adictivas para aliviar el dolor, inducir el sueo y estimular la atencin. Esta bsqueda se basa en la doble premisa de que la adiccin es un estado que causan las drogas, y que unas drogas son ms y otras menos adictivas. Este criterio resume la confusin entre los efectos farmacolgicos de las drogas y sus usos prcticos.

    Cuando una droga amortigua el dolor, induce sueo o estimula atencin, y cuando la gente sabe que hay drogas capaces de cumplir estas finalidades, algunas personas en funcin de sus circunstancias y deseos personales o sociales quiz desarrollen un inters por usarlas. Por qu mucha gente usa habitualmente tales drogas, e innumerables otras substancias, no debe de momento ocuparnos aqu, salvo para hacer notar que la razn de ello no puede atribuirse al hecho de ser adictivas tales drogas. Es al contrario: llamamos adictivas a ciertas drogas porque las gentes gustan de utilizarlas tal como llamamos combustibles al ter y a la gasolina porque se inflaman fcilmente. En consecuencia, es tan absurda una bsqueda de drogas no adictivas que produzcan euforia como una bsqueda de lquidos no inflamables que sean fciles de encender.

  • Nuestra confusin contempornea con respecto al abuso de drogas y la toxicomana es parte integrante de nuestra confusin con respecto a la religin. Es religiosa cualquier idea o acto que proporcione a hombres y mujeres un sentido acerca de la vida; que, en otras palabras, proporcione a su existencia significado y finalidad. La ciencia, la medicina, y especialmente la salud y la terapia estn admirablemente adaptadas para funcionar como ideas, valores y afanes casi religiosos. Es necesario pues, distinguir entre la ciencia como ciencia, y la ciencia como religin (algunas veces llamada escientismo).

    Desde que el uso y la evitacin de ciertas substancias tiene que ver con prescripciones y prohibiciones, con lo que es legal o lcito o ilcito, el llamado problema del abuso de drogas o toxicomana tiene dos aspectos: el religioso (legal) y el cientfico (mdico). En realidad, sin embargo, como los aspectos fcti- cos o cientficos de esta materia son insignificantes, el problema es, a todos los efectos prcticos, casi enteramente religioso o moral1. Un ejemplo simple ampliar la naturaleza de la distincin, y la confusin, a que me refiero.

    Al igual que algunas personas buscan o evitan el alcohol y el tabaco, la herona y la marihuana, otro buscan o evitan el vino kosher y el agua bendita. Las diferencias entre el vino kos- her y el vino no kosher, el agua bendita y el agua ordinaria, son ceremoniales, no qumicas. Aunque sera idiota buscar la propiedad de la kosheridad en el vino, o la propiedad de la santidad en el agua, esto no significa que no existan cosas como el vino kosher o el agua bendita. El vino kosher es vino ritualmente puro con arreglo a la ley juda. El agua bendita es agua consagrada por un sacerdote catlico. Esto crea una cierta demanda de tal vino y tal agua por parte de gente que desea ese tipo de cosa; al mismo tiempo, y precisamente por la mis

    1 Vase Thomas Szasz, The ethics of addiction, Harpers Magazine, abril 1972, pgs. 74-79, y Bad habits are not diseases, Lancet, 2, pgs. 83-84 (julio 8), 1972.

  • ma razn, tal vino y tal agua son rechazados por aqullos que no tienen fe en su utilidad.

    De igual manera, las importantes diferencias entre la herona y el alcohol, o la marihuana y el tabaco en cuanto toca al abuso de drogas no son qumicas sino ceremoniales. En otras palabras, la herona y la marihuana no producen aproximacin o evitacin porque sean ms adictivas o ms peligrosas que el alcohol y el tabaco, sino porque son ms sagradas o profanas, segn los casos.

    La cuestin ms importante para comprender el problema del uso y evitacin de drogas es, a mi juicio, la perspectiva mdica sobre la conducta moral. Como he mostrado en alguna parte2, la pretensin psiquitrica de que la conducta personal no es volitiva sino reflexiva en resumen, que los seres humanos no son sujetos sino objetos, organismos y no personasen principio fue emitida en relacin con actos que eran socialmente perturbadores y que convencionalmente podan llamarse enloquecidos o insanos.

    Los pioneros alienistas del siglo xvni dirigieron las primeras fbricas de locos, y pusieron en prctica las primeras campaas publicitarias para vender demencia atribuyendo a la maldad el nuevo nombre de locura, y ofreciendo despus eliminarla. Los famosos neuropsiquiatras del siglo xix hicieron progresos decisivos tanto en la produccin como en la promocin de locura, estableciendo la realidad del concepto moderno de enfermedad mental: primero, presentaron progresivamente la conducta desagradable y los deseos prohibidos bajo la metfora de la enfermedad, creando as ms y ms enfermedad mental; luego literalizaron esta metfora mdica, insistiendo en que el comportamiento censurable no era simplemente como una enfermedad, sino que era una enfermedad, confundiendo as a otros, y quiz tambin a ellos mismos, en cuanto

    2 Vase, especialmente, Thomas Szasz, The Myth of Mental Illness e Ideology and Insanity.

  • a las diferencias entre anormalidades corporales y de comportamiento.

    Ya avanzado el siglo xix en gran medida gracias al trabajo de Freud y los psiclogos modernos la locura haba estallado atravesando los muros de los manicomios, y estaba siendo descubierta en clnicas y consultas mdicas, en la literatura y el arte, y en la psicopatologa de la vida cotidiana. Desde la Primera Guerra Mundial, los enemigos de esta psiquiatriza- cin del hombre en particular, la religin y el sentido comn haban perdido su nervio; ahora no intentan siquiera resistir a las teoras oportunistas y a las tecnologas opresivas de la moderna ciencia conductista.

    De este modo, cuando los actuales drogabuslogos, legisladores y psiquiatras americanos entraron en escena, las lenti- llas que refractaron la desviacin como enfermedad se hallaban tan profundamente incrustadas en las crneas del pueblo americano que slo podan desprenderse con el mayor de los esfuerzos; y slo dejando tanto a laicos como a profesionales tan dolorosamente heridos y temporalmente ciegos que mal podra esperarse tolerancia hacia una interferencia semejante en su visin, y mucho menos una autoilustracin tan dolorosa.

    El resultado fue que al llegar la era de la posprohibicin, despus de la Segunda Guerra Mundial, vigente la calidad-qumica-de-vida, cuando el llamado problema de las drogas azot Amrica los fenmenos que hizo ver slo pudieron captarse refractados por esas lentillas fijas. Quienes utilizaban drogas no podan valerse por s mismos. Puesto que eran vctimas de sus impulsos irresistibles, necesitaban de otros que les protegieran ante esos impulsos. Eso hizo lgico y razonable que polticos y psiquiatras abogasen por controles de drogas. Y en vista de que nada de esto funcion y, cmo habra podido funcionar? la culpa de todo pudo finalmente atribuirse a los que vendan drogas ilcitas: fueron llamados camellos, y perseguidos de la espantosa forma que acostumbran a emplear quienes nadan en la conviccin de su propia bondad con aquellos cuya maldad resulta innegable.

  • Cabe presumir que algunas personas han abusado siempre de ciertas drogas: del alcohol durante milenios, del opio durante siglos. Sin embargo, slo en el siglo XX ciertas pautas de uso han sido etiquetadas como adicciones. Tradicionalmente, el trmino adiccin significa simplemente una fuerte inclinacin hacia determinados tipos de conducta, con poco o ningn sentido peyorativo. De ah que el Oxford English Dictionary ofrezca ejemplos pre-siglo-veinte sobre el empleo del trmino, como ser adicto a los asuntos civiles, la lectura provechosa y a las malas costumbres. Ser adicto a las drogas no figura entre las definiciones enumeradas.

    Hasta hace relativamente poco, se daba por sentado que el trmino adiccin se refera a un hbito bueno o malo segn fuera el caso, y en realidad era aplicado con ms frecuencia a lo primero. Este uso evit a la gente la confusin a la que inevitablemente ha conducido el significado contemporneo de este trmino.

    Aunque el trmino adiccin todava se emplea con frecuencia para describir hbitos normalmente de tipo indeseable, su significado se ha extendido y transformado tanto que ahora se utiliza para indicar casi cualquier clase de asociacin ilegal, inmoral o indeseable con ciertos tipos de drogas. Por ejemplo, alguien que slo ha fumando un cigarrillo de marihuana, o que nunca ha consumido una droga creadora de hbito o ilegal, puede pasar por persona que abusa de las drogas o drogadicta; no otra cosa acontece cuando una persona es descubierta en posesin de drogas ilcitas, examinada por las autoridades legales y mdicas por el uso (antes que por venta o simple tenencia) de esas substancias y, finalmente, condenada judicialmente por abuso de drogas o drogadiccin.

    En definitiva, durante el ltimo medio siglo y especialmente en las ltimas dcadas el sustantivo adicto ha perdido su significado denotativo y su referencia a personas comprometidas con ciertos hbitos, para convertirse en una etiqueta estigmatizante que slo posee significado peyorativo cuando se refiere a ciertas personas. El trmino adicto ha sido aadido

  • as a nuestro lxico de etiquetas estigmatizantes, tal como judo puede mentar a quien profesa cierta religin, y a un asesino de Cristo que merecera ser asesinado; o como negro puede mentar a una persona de piel oscura y tambin a un salvaje que debe ser mantenido en un status de esclavitud efectiva o social. Ms especficamente an, la palabra adicto se ha aadido a nuestro vocabulario psiquitrico de diagnsticos estigmatizantes, ocupando un lugar junto a trminos como demente, psictico, esquizofrnico, etc.

    Esta transformacin conceptual, cultural y semntica en el uso y significado del trmino adiccin se refleja tambin en la reciente y notable aparicin de aquello que los psiquiatras contemplan como listas autorizadas u oficiales de enfermedades psquicas o diagnsticos psiquitricos. La primera edicin del libro de texto clsico de Kraepelin, publicado en 1883, no enumera ni la intoxicacin por drogas ni la drogodependencia en su inventario de enfermedades mentales3. La segunda edicin, publicada en 1887, menciona intoxicaciones crnicas y detalla alcoholismo y morfinismo, pero no menciona todava la adiccin. Cuatro aos despus, en la cuarta edicin, el cocainismo se aade a las intoxicaciones, pero la adiccin an no se menciona. (Sin embargo, la homosexualidad se ha aadido ahora a la lista.) La sexta edicin, publicada en 1899, incluye tanto las intoxicaciones agudas como las crnicas, mencionando especficamente las tres drogas antes aadidas a la lista; en la octava edicin, publicada entre 1909 y 1915, se enumeran los mismos diagnsticos, con una significativa ausencia de la adiccin.

    En el famoso Manual de psiquiatra de Bleuler, publicado en 1916, se incluyen las psicosis txicas, pero no la adiccin. En Estados Unidos, el manicomio de Hartford, Connecticut, tena en 1888 un sistema de clasificacin que inclua demencia masturbatoria y demencia alcohlica, pero no intoxicaciones o adiccin. En Estados Unidos el diagnstico toxicomana slo

    3 Vase Karl Menninger, The Vital Balance, pgs. 419-489.

  • fue reconocido oficialmente en 1934, cuando se incluy por primera vez entre las enfermedades mentales enumeradas en la Nomenclatura oficial de enfermedades clasificadas de la Asociacin Psiquitrica Americana4.

    El texto ms respetado sobre historia de la psiquiatra y el ms utilizado hoy en escuelas mdicas americanas y en programas de residencia psiquitrica, es Una historia de la psiquiatra de Gregory Zilboorg. En el ndice de este libro, publicado por primera vez en 1941, no hay apartados correspondientes a adiccin o toxicomana5.

    Actos ceremoniales como participar en la Sagrada Comunin, celebrar el Yom Kippur o saludar a la bandera articulan ciertos valores comunitarios. Al participar en el ceremonial el individuo afirma su calidad de miembro dentro del grupo; renunciando a participar en el afirma su rechazo o margi- nacin con respecto a l.

    Por consiguiente, para entender la qumica ceremonial debemos distinguir entre los efectos qumicos y mdicos de las drogas y los aspectos ceremoniales o morales de su uso. A primera vista, parece una distincin fcil. Pero resulta huidiza como tendremos oportunidad de observar porque es una distincin que con frecuencia hacemos arriesgando perder nuestra valorada pertenencia a una familia, profesin u otro grupo, del que depende nuestra propia estima cuando no nuestra substancia misma.

    Los manuales de farmacologa versan sobre los efectos qumicos de diversas drogas sobre el cuerpo, y especialmente sobre el cuerpo humano; ms precisamente, versan sobre el uso de drogas para el tratamiento de enfermedades. Naturalmente, existe una premisa tica implcita incluso en esta perspectiva al parecer puramente mdica, pero es tan manifiesto que normalmente no consideramos necesario decirlo; la premisa es considerar que ciertas drogas son teraputicas, benefi

    4 Ibd. pg. 474.5 Gregory Zilboorg, A History of Medical Psychology, pgs. 591-606.

  • ciosas para la persona (paciente) que las utiliza, y no para los microorganismos patgenos que infectan su cuerpo, o para las clulas cancerosas a las que hospeda. Un libro de texto de farmacologa escrito para neumococos o espiroquetas no sera idntico a uno escrito para seres humanos. La suposicin moral bsica aunque tcita a la cual apunto es que la farmacologa constituye una disciplina cientfica aplicada, entindase por ello que se aplica al bienestar del paciente enfermo, tal como ese bienestar suele entenderse y ponerse en prctica por el propio paciente.

    No obstante, todos los libros de texto recientes sobre farmacologa contienen en sus pginas un elemento totalmente incoherente e incompatible con esta finalidad y premisa, y rigurosamente contrario a la evidente tarea intelectual del estudiante o profesional en farmacologa. Me refiero al hecho de que todos esos manuales contienen un captulo sobre toxicomana y abuso de drogas.

    En la cuarta edicin de The Pharmacological Basis of Therapeutics, famoso tratado de Goodman y Gilman, el psiquiatra Jerome H. Jaffe, define el abuso de drogas como ...el uso, normalmente por autoadministracin, de cualquier droga cuando se desve de pautas mdicas o socialmente aprobadas dentro de una cultura dada6.

    Implcitamente, pues, Jaffe, Goodman y Gilman aceptan el abuso de drogas al igual que ocurre con casi todos, en casi todas partes hoy como una enfermedad cuyo diagnstico y tratamiento es legtima incumbencia de los mdicos. Pero observemos con cuidado qu es abuso de drogas. Jaffe lo define como cualquier desviacin de pautas mdicas o sociales aprobadas en cuanto al consumo de drogas. Somos, as, inmediatamente lanzados a las ms recnditas profundidades de la mitologa sobre la enfermedad mental; pues si la conducta farmacolgica censurada socialmente constituye abuso de drogas,

    6 Jerome H. Jaffe, Drug Addiction and Drug Abuse, en Louis Goodman y Alfred Gilman (eds.), The Pharmacological Basis of Therapeutics, 4.a ed., pg. 276.

  • y es oficialmente reconocida como enfermedad por una profesin mdica que constituye un organismo diplomado por el Estado, tambin la conducta sexual censurada socialmente constituye perversin, y de igual manera se reconoce oficialmente como enfermedad; y tambin, de forma ms genrica, la conducta personal de cualquier clase censurada socialmente constituye enfermedad mental oficialmente reconocida como cualquiera otra. Interesa e importa de modo particular en todas estas enfermedades el abuso de drogas, el abuso del sexo y la enfermedad mental en general que muy pocos, o ninguno de quienes las sufren, reconocen estar enfermos; y que, quiz por esta razn, estos pacientes pueden ser, y con frecuencia son, tratados en contra de su voluntad7.

    A mi entender, y como confirma la propia definicin de Jaf- fe, el abuso de drogas es un asunto convencional; por tanto, es un tema que pertenece a la antropologa y la sociologa, a la religin y al derecho, a la tica y la criminologa; pero no, sin duda, a la farmacologa.

    Por otra parte, como el abuso de drogas se relaciona con modelos desaprobados o prohibidos del uso de drogas, no se asemeja al uso teraputico de drogas para tratar a pacientes enfermos, sino al uso txico de drogas para envenenar a gente saludable. Ciertos abusos de drogas podran, pues, ser considerados como actos de autoenvenenamiento, que se relacionan con actos de envenenamiento criminal como el suicidio se relaciona con el homicidio. Pero si esto es as, por qu no incluir tambin en manuales de farmacologa captulos sobre cmo tratar a quienes no abusan de las drogas envenenndose a s mismos, sino envenenando a otros? Naturalmente, esto parece una idea absurda. Por qu? El motivo es que quienesenvenenan a otros son criminales. Lo que hagamos con ellos no es un problema planteado a la ciencia o la farmacologa, sino una decisin a tomar por los legisladores y tribunales. Acaso es me

    7 Al respecto, vase Thomas Szasz, Law, Liberty, and Psychiatry y Psychiatric Justice.

  • nos absurdo incluir en el campo de la medicina o la farmacologa qu hacer con quienes se envenenan a s mismos, e incluso con quienes hieren y simplemente violan ciertas normas sociales o reglas legales?

    Por supuesto, es evidente que tras de esta dimensin o normativa legal, en el problema de las drogas hay una cuestin biolgica que puede legtimamente ser objeto de la farmacologa. Sin considerar cmo se introduce una substancia qumica en el cuerpo de una persona bien a travs de un mdico (como en los tratamientos ordinarios), o por intermedio de algn malhechor (como en los casos de envenenamiento criminal) esta sustancia tendr ciertos efectos que podremos entender mejor, y mitigar ms satisfactoriamente, si contamos con conocimientos y mtodos farmacolgicos. Todo esto es obvio. Lo que quiz no resulte tan obvio es que enfocando la qumica de las drogas podemos oscurecer podemos querer oscurecer en realidad el simple hecho de que a veces nos hallamos ante personas que se consideran enfermas y desean ponerse bajo control mdico, mientras que en otros casos nos hallamos ante personas que no se consideran enfermas pero desean tratarse con arreglo a su propio control. Tal como las medidas farmacolgicas y de otro tipo sirven para contrarrestar la toxicidad de las drogas, sus efectos txicos pertenecen por derecho propio a un anlisis de sus dems efectos biolgicos; sin embargo, las intervenciones sociales y legales impuestas a personas llamadas abusadores de drogas o toxicmanos no tienen lugar legtimo alguno en los manuales sobre farmacologa.

    Como ciencia cuyo objeto es el uso de las drogas, no olvidemos que la farmacologa estudia los efectos curativos (teraputico) y nocivos (txico) de las drogas. Si, a pesar de ello, los manuales de farmacologa contienen legtimamente un captulo sobre la toxicomana, por el mismo motivo, los manuales de ginecologa y urologa deberan contener un captulo sobre prostitucin, los manuales de psicologa un captulo sobre perversin, los manuales de gentica un captulo sobre la inferioridad racial de judos y negros, y los manuales de matemticas

  • un captulo sobre los gremios de apostadores y, naturalmente, los manuales de astronoma un captulo sobre el culto al sol.

    La mitologa de la psiquiatra no slo ha corrompido el sentido comn y la ley, sino tambin el lenguaje y la farmacologa. Como acontece con todas las corrupciones y confusiones semejantes, la presente no es algo que nos haya sido impuesto por psiquiatras conspiradores o intrigantes; al contrario, es simplemente otra manifestacin de una necesidad humana tan profundamente arraigada como la magia y la religin, el ceremonial y el rito, y la expresin encubierta (inconsciente) de dicha necesidad en aquello que nos engaamos al considerar como ciencia de la farmacologa.

    Mientras no distingamos con ms claridad que actualmente entre los usos y efectos qumicos y ceremoniales de las drogas no podremos hacer una descripcin sensata ni un anlisis racional del as llamado problema de la toxicomana.

    Hoy en da se reconoce y acepta que nuestro lenguaje no slo refleja sino que moldea nuestra experiencia. Sin embargo, esta sofisticacin no ha tenido un efecto apreciable en las actitudes y polticas contemporneas ante problemas sociales donde la configuracin verbal del problema constituye por s misma mucho o incluso todo el ulterior problema. Aparentemente, poco o nada nos ensea el hecho de que no tuviramos problema alguno con las drogas hasta que literalmente nos convencimos de tenerlo. Primero declaramos que esta o aquella droga era mala y peligrosa, luego les dimos nombres feos como estupefaciente, y finalmente se promulgaron leyes prohibiendo su consumo. El resultado son nuestros actuales problemas de toxicomana.

    Los simples hechos histricos son que antes de 1914 no haba problema de drogas en Estados Unidos; no tenamos siquiera un nombre para cosa semejante. Hoy existe un inmenso problema de drogas en Estados Unidos, y un montn de nombres para designarlo. Qu fue primero: el problema del abuso de drogas, o su nombre? Es lo mismo que preguntar por la gallina o el huevo. Slo podemos estar seguros de que cuantas

  • ms gallinas existan, ms huevos habr, y a la inversa. De igual manera cabe afirmar que cuantos ms problemas surjan, ms nombres habr para ellos, y a la inversa. Mi opinin es simplemente que nuestros expertos en abuso de drogas, legisladores, psiquiatras y otros guardianes profesionales de la moralidad mdica han mantenido en funcionamiento granjas avcolas y que continan gracias en parte a ciertos abusos tcticos y caractersticos de nuestro lenguaje fabricando y manteniendo el problema de drogas que tan ostensiblemente tratan de resolver. Los siguientes extractos de la prensa popular y especializada y mis comentarios sobre ellos ilustran y apoyan este criterio.

    De un editorial aparecido en Science, titulado Herona mortal:

    El abuso de drogas, que otrora fue una enfermedad de Har- lem, sobre todo, es ahora una plaga que se est extendiendo a zonas residenciales acomodadas. El uso de drogas ha sido rodeado de glamour, mientras se silencian las descripciones de sus terribles consecuencias [...]. Dos mtodos relativamente recientes parecen prometedores. Uno es el uso de la metadona. La segunda propuesta, de ndole psiquitrica, hace hincapi sobre cambios caracterolgicos y utiliza exadictos para dar apoyo emocional a quienes desean dejarla. Esta nacin debera suministrar los fondos necesarios para actuar con vigor contra una creciente plaga8.

    Las muertes causadas por la prohibicin de la herona, y especialmente por su adulteracin en los mercados ilcitos, se atribuyen de modo falaz a la herona misma; se llama enfermedad al uso de la herona, y se llama plaga a su diseminacin desde los negros a los blancos; el uso de la metadona se considera un tipo de tratamiento mdico perfectamente legtimo para el hbito de la herona, sin mencionar que la herona

    8 Philip H. Abelson, Death from heroin (editorial), Science, 168, pg. 1.289 Gunio 12), 1970.

  • surgi como tratamiento para el hbito de la morfina. Adems, las intervenciones psiquitricas a los estigmatizados como to- xicmanos se tergiversan como ayuda solicitada por pacientes que quieren dejar de tomar drogas ilcitas, cuando eso es en realidad algo impuesto por la ley y por aquellos que quieren hacerles abandonar dicho hbito. La poltica de atormentar psiquitricamente a personas que toman drogas ilcitas, y la utilizacin de recursos fiscales para suministrarles drogas lcitas (metadona, por ejemplo), aceptan sin crtica o puesta en cuestin alguna, como cosas mdicamente indicadas y moralmente justificadas.

    De un informe aparecido en el Syracuse Herald-Journal, titulado Nueva droga ofrece esperanza: puede inmunizar a los heroinmanos:

    La droga es el EN-1639A, proveniente de laboratorios en Gar- den City, Nueva York. Fuentes industriales han confirmado que la firma se aproxima a la fase de experimentacin clnica, ltimo trmite previo.a comercializar una nueva droga [...]. El EN-1639A ya ha sido ensayado con algunos sujetos humanos en el centro federal de rehabilitacin para toxicmanos sito en Lexington, Kentucky. Algunos funcionarios de esa institucin, creen que la nueva droga podra extirpar la adiccin del mismo modo que las vacunas han eliminado la viruela9.

    Esto ilustra algunas entre las consecuencias que se derivan de confundir la metfora con el objeto metaforizado. La adiccin ya no es como una plaga, es una plaga. Una droga administrada obligatoriamente a los adictos ya no es como una vacuna, es una vacuna.

    De un informe aparecido en el New York Times, titulado An- fetaminas utilizadas por un mdico para levantar el nimo a pacientes famosos:

    9 Jared Stout, New drug offers hope: May immunize heroin addicts, Syracuse Herald Joumal, die. 23, 1971, pg. 1.

  • El doctor Max Jacobson, de 72 aos, mdico en Nueva York, ha estado durante muchos aos inyectando anfetamina el poderoso estimulante que la cultura de las drogas llama speed en las venas de docenas entre los ms clebres artistas, escritores, polticos y gente de la jet set en nuestro pas [...]. El doctor Jacobson es el ms conocido de un pequeo nmero de mdicos neoyorquinos especializados en la prescripcin y administracin de anfetaminas pero no para tratar dolencias, sino para levantar el nimo de pacientes saludables. Muy lejos del tpico cuadro de canallas juveniles que se administran a s mismos drogas obtenidas ilegalmente, la historia del doctor Jacobson y sus pacientes es la de adultos ricos y famosos que dependen de un mdico diplomado para sus inyecciones completamente legales [...]. Sus pacientes ms famosos fueron el presidente Kennedy y su esposa [...]. Por ejemplo, en 1961 fue con el Presidente a Viena a propsito de su reunin con Kruschev, y Jacobson dijo en una entrevista que all haba administrado inyecciones al Presidente [...]. En cierta ocasin, cuando el Dr. Jacobson se hallaba entre los asistentes al ensayo en Boston de On a clear day, del seor Lerner, se volvi hacia la seora Burton Lae, esposa del compositor, y alarde de algo que segn muchas personas repite a menudo. La seora Lae recuerda que el doctor Jacobson se seal el prendedor de corbata, una insignia Pt-109, y dijo: Sabe cmo consegu esto? He trabajado con los Kennedy. He viajado con los Kennedy. He tratado a los Kennedy. Jack Kennedy. Jacqueline Kennedy. Nunca lo habran conseguido sin m. Me dieron esto en prenda de agradecimiento [...]. Jacqueline Kennedy Onassis confirm a travs de un portavoz que haba sido tratada por el doctor Jacobson, pero se neg a dar ms detalles10.

    Aqu la medicalizacin del idioma ingls ha progresado tanto que no slo tenemos pacientes enfermos sino tambin pacientes saludables, y tenemos tratamientos no slo para aliviar a personas enfermas sino para hacer ms energticas a personas saludables. Sin duda, estas distinciones son slo apli

    10 Boyce Rensenberger, Amphetamines used by a physician to lift moods of famous patients The New York Times, die. 4, 1972, pgs. 1 y 34.

  • cadas a los poderosos y a los ricos: cuando toman drogas psi- coactivas, continan siendo lderes polticos respetados que, en sus ratos libres, hacen la guerra al abuso de drogas; cuando los impotentes y los pobres toman esas mismas drogas son narcomonstruos (depe fiends) dispuestos a destruir la nacin. El antiguo proverbio latino quod licit Jovi, non licet bovi (lo permitido a Jpiter no lo est al buey) es quiz ms instructivo para comprender los usos ilcitos de drogas que todas las verdades y fantasas qumicas sobre el abuso de drogas reunidas en los manuales de farmacologa y psiquiatra.

    En la cena anual de la Cmara de Comercio, el gobernador Nelson Rockefeller declara: Nosotros, los ciudadanos, estamos encarcelados por los traficantes. Quiero meter en la crcel a los traficantes para que nosotros podamos salir, damas y caballeros11.

    Glester Hinds, lder de la Harlems Peoples Civic and Wel- fare Association* comentando la propuesta presentada por Rockefeller de cadena perpetua sin libertad condicional para los traficantes de herona manifiesta: Creo que el Gobernador se ha quedado corto. La pena capital debera ser incluida en su proyecto de ley, porque necesitamos librarnos completamente de estos asesinos12.

    El doctor George W. McMurry, pastor de la Mother African Methodist Episcopal Zion Church**, ensalza a Rockefeller por su franca perseverancia contra la adiccin, que l mismo define como una forma sutil de genocidio13.

    William F. Buckley, en un artculo sobre las propuestas del gobernador Rockefeller para tratar con los traficantes de herona, escribe: Se nos encoge el corazn pensando en la acti

    11 John A. Hamilton, Hooked on histrionics The New York Times, feb. 12, 1973, pg. 27.

    * Asociacin Cvica y Benfica de la Comunidad de Harlem. (N. del T.)12 Black leaders demand stiff drug penalties Human Events, feb. 17, 1973,

    P g . 3.** Madre Iglesia Africana Metodista Episcopal de Sin. (N. del T.)13 Ibid.

  • tud medieval de inventar suplicios particularmente adaptados al delito [...]. Pero no me parece inapropiado sugerir que un medio justo para librar al mundo de los traficantes de herona sera prescribir una sobredosis. Da la casualidad de que es una forma humana de morir, si definimos como humana una forma relativamente indolora. Y, por supuesto, existe una satisfaccin rabnica en la idea de que el traficante debera abandonar este mundo en las mismas circunstancias que impuso a otros14.

    Autoridades diversas nos dicen que los ciudadanos estn encarcelados por los traficantes, cuando lo cierto es que la seguridad de los ciudadanos es puesta en peligro por los legisladores y polticos, que al prohibir la venta y el consumo de la herona crean los crmenes asociados al mercado ilegal; nos dicen que los traficantes son asesinos merecedores de pena capital, cuando lo cierto es que no hacen dao alguno y mucho menos matan, y cuando no existe pena de muerte en el Estado de Nueva York ni siquiera para el asesinato, nos dicen que la adiccin es una forma de genocidio, cuando lo cierto es que expresa autodeterminacin; y nos dicen que los traficantes de herona son criminales a los que se debe matar con sobredosis de herona, abogando otra vez por la pena de muerte para los homicidas metafricos, a pesar de que no existe tal pena para los homicidas literales.

    De una alocucin pronunciada por el diputado James M. Han- ley (demcrata, de Nueva York) ante la Cmara de Comercio de Baldwinsville:

    El diputado Hanley llam a 60.000 toxicmanos conocidos de los Estados Unidos, la parte visible del iceberg, y expres preocupacin por los adictos desconocidos presentes y potenciales, preguntando: Cuntas sabandijas estn infestando nuestros

    14 William F. Buckley, Jr., Rockefellers proposal, Syracuse Post-Standard, feb. 15,1973, pg. 5.

  • institutos y universidades, promocionando esa basura entre nuestra incauta juventud?15.

    Para condenar a personas que consumen o venden drogas ilegalmente, el diputado Hanley utiliza la misma metfora que utilizaron los nazis para justificar la ejecucin de judos con gas venenoso; es decir: que los perseguidos no son seres humanos sino sabandijas.

    De una carta al New York Times escrita por Steven Joas, doctor en Medicina y profesor ayudante en la Universidad de Nueva York:

    La nueva propuesta del gobernador Rockefeller para tratar el problema de las drogas atacando a los vendedores (con cadena perpetua a quienes vendan drogas peligrosas) est fuertemente respaldada por la teora epidemiolgica. En particular, la adiccin a la herona se parece mucho a una enfermedad contagiosa, a pesar de no ser infecciosa. Existe un huesped, el hombre, un agente, la herona y factores ambientales identificables, igual que existen en las enfermedades contagiosas. Adems, existe un vector, portador o agente el traficante (y el camello) que puede o no estar infectado. De este modo, la adiccin a la herona es similar en muchas cosas a enfermedades como la malaria con su vector identificable, el mosquito16.

    Un mdico, profesor de Universidad, asevera aqu que la adiccin a la herona es como la malaria, que la herona es como un parsito, y que el vendedor de herona es como un mosquito. La transformacin del ser humano en sabandija, puesta en marcha por el Ministerio de Sanidad de la Alemania nazi, se ve as proseguida sin ningn reconocimiento pblico del hecho gracias a la guerra americana contra el abuso de drogas.

    15 Thomas Adams, Hanley urges stiffer penalties for drug abusers, Syracuse Herald-Joumal, marzo 23, 1968, pg. 2.

    16 Steven Jonas, Dealing with drugs (carta al director), The New York Times, enero 12, 1973, pg. 30.

  • Claramente, las diferencias entre el uso pasado y el presente la moral tradicional y el mdico moderno del trmino adicto difcilmente podran ser mayores. En el primer caso tenemos una descripcin un nombre no enteramente libre de juicio valorativo, sin duda, pero que identifica principalmente un hbito particular en la persona a quien se aplica. En el segundo caso, tenemos una adscripcin un epteto no enteramente libre de facticidad, sin duda (salvo que sea utilizado equvoca o mendazmente), pero que identifica principalmente un juicio particular de la persona que lo est haciendo. En su sentido descriptivo, el trmino adiccin nos dice algo sobre lo que el adicto se hace a s mismo; en su sentido adscrip- tivo, nos dice algo sobre lo que planean hacerle los que emiten el juicio.

    He hecho este mismo tipo de distincin entre hecho y valor, descripcin y adscripcin, autodefinicin y definicin por otros en varios de mis trabajos previos. En particular, he intentado mostrar que no slo hay dos psiquiatras diferentes la voluntaria y la involuntaria, sino que son antagnicas entre s; y he intentado demostrar que confundir y combinar a una con otra slo puede conducir a mistificacin para los psiquiatras e infortunio para los llamados pacientes17. En el rea del llamado abuso de drogas la distincin resulta sobremanera obvia, porque los hechos son bastante simples: algunas personas quieren tomar ciertas drogas que algunos otros no quieren que tomen. Los que utilizan las drogas llamados personas que abusan de las drogas o toxicmanos por las autoridades consideran sus drogas como aliados, y a quienes intentan privarles de ellas como adversarios suyos; por su parte, los polticos, psiquiatras y exadictos que se llaman a s mismos expertos en abuso de drogas y toxicomana consideran las drogas prohibidas como enemigos, las personas que las consumen como pacientes, y sus intervenciones coercitivas como

    17 Vase Thomas Szasz, Ideology and Insanity, especialmente pgs. 218-245; y The Age of Madness.

  • tratamientos. Pienso que gran parte de lo que hoy se piensa y escribe sobre la adiccin est viciado hacindose vaco, engaoso y daino por un persistente fracaso o negativa a hacer las distinciones antes reseadas. Se hacen asertos, se ofrecen respuestas y se debate acaloradamente sobre el tema, sin preocuparse nadie de investigar qu nombra con los trminos adicto y adiccin. Una razn para todo ello sera que resulta mucho ms sencillo examinar los efectos qumicos de una droga consumida por una persona que los efectos sociales de una ceremonia ejecutada por ella.

    Se requiere inteligencia para entender la qumica de la droga que uno toma, pero entender la ceremonia que uno ejecuta requiere coraje; y si hace falta inteligencia para entender la qumica de la droga que otros toman, hace falta tanto coraje como tolerancia para entender la ceremonia que ejecutan. La inteligencia, el coraje y la tolerancia escasean y decrecen por ese orden. Mientras eso siga siendo la condicin humana, las llamadas Ciencias Humanas continuarn muy rezagadas con respecto a las Ciencias Naturales.

    Para entender el agua bendita, no debemos analizar el agua sino a sacerdotes y parroquianos; para entender las drogas de abuso y adictivas, no debemos analizar las drogas sino a doctores y adictos, a polticos y poblaciones. Algunas situaciones son claramente ms favorables para semejante empresa que otras. No era fcil estudiar muy bien el agua bendita en la Italia o Espaa medieval, especialmente si uno era, y tena esperanzas de seguir siendo, un buen catlico. De la misma forma, no es fcil estudiar muy bien el opio y la herona, o la marihuana y la metadona, en los U S A o en la U R S S, especialmente si uno es, y tiene esperanzas de seguir siendo, un mdico leal cuyo deber consiste en ayudar a combatir la plaga de toxicomana.

    Las ceremonias sociales sirven para reunir a individuos en grupos. A menudo desempean bien esta funcin, aunque a un alto precio para ciertos individuos del sistema, o para ciertos valores apreciados por el grupo. Puesto que someter a examen

  • los ceremoniales tiende a debilitar sus poderes cohesivos, el escrutinio se percibe como una amenaza para el grupo. En esto reside el lmite bsico de la viabilidad e influencia de un anlisis del ritual, ya sea mgico o mdico.

  • 2. EL CHIVO EXPIATORIO COMO DROGA Y LA DROGA COMO CHIVO EXPIATORIO

    H a c e m il e s d e a o s en tiempos que nos gusta llamar primitivos (pues nos convierte en modernos sin necesidad de que nos esforcemos adicionalmente por merecer esa calificacin) la religin y la medicina eran una empresa comn e in- diferenciada: aliadas estrechamente con el gobierno y la poltica, el inters de ambas era mantener la integridad de la comunidad y la de sus miembros individuales. Cmo protegan las sociedades antiguas y sus sacerdotes-mdicos a las gentes de plagas y escaseces, de los peligros derivados de inminentes combates militares, y de toda suerte de calamidades amenazadoras para las personas y los pueblos? Generalmente lo hacan ejecutando ciertas ceremonias religiosas.

    En la antigua Grecia (como en cualquier otra parte), una de esas ceremonias consista en sacrificios humanos. La seleccin, bautizo, tratamiento especial y, finalmente, destruccin ritua- lizada del chivo expiatorio, constitua la ms importante y potente intervencin teraputica conocida por el hombre primitivo. En la Grecia arcaica, la persona sacrificada como chivo expiatorio era llamada el pharmakos. De ah que la raz de trminos modernos como farmacologa y farmacopea no sea medicina, droga y veneno, como afirman errneamente la mayora de los diccionarios, sino chivo expiatorio! Sin duda, una vez que la prctica de sacrificios humanos fue abandonada en Grecia, probablemente alrededor del siglo vi a.C., la palabra pas a significar medicina, droga y veneno. En la Albania actual, pharmak significa an veneno solamente.

  • El lector moderno puede sentir la tentacin de quitar importancia a todo esto, considerndolo curiosidad etimolgica. La magia en la que crean sus ancestros le parece a l tontera. l no cree en la magia. Slo cree en realidades, en la ciencia, en la medicina. Fundada o no, esta caracterizacin crtica de la mente moderna nos muestra palmariamente dos cosas: una es que si la anatoma y la fisiologa humana han cambiado poco o nada durante los ltimos tres mil aos, puede decirse lo mismo de las organizaciones sociales y los principios del control social; la segunda es que, al menos en algunos aspectos, el hombre moderno puede ser ms primitivo de lo que fue el hombre antiguo. Cuando los antiguos vean a un chivo expiatorio, eran por lo menos capaces de reconocerlo en cuanto tal: un pharmakos, un sacrificio humano. Cuando el hombre moderno ve a un chivo expiatorio, no lo reconoce, o se niega a reconocerlo, en cuanto tal; en lugar de ello busca explicaciones cientficas para explicar lo obvio. De este modo, para la mente moderna las brujas fueron mujeres mentalmente enfermas; los judos en la Alemania nazi fueron vctimas de una psicosis colectiva; los pacientes mentales involuntarios son gente que ignora su propia necesidad de tratamiento, y as sucesivamente. Sostengo, y voy a intentar demostrar, que en la larga lista de chivos expiatorios suscitada por apetito humano de pharmakos, al parecer insaciable, uno de los ms importantes hoy en da son ciertas substancias llamadas drogas peligrosas y estupefacientes, ciertos empresarios llamados traficantes o inductores, y ciertas personas que consumen ciertas substancias prohibidas, llamadas toxicmanos, personas que abusan de las drogas o drogodependientes. Este lenguaje pseudocientfico y pseudomdico es al mismo tiempo causa y resultado de la bochornosa insensibilidad actual en lo que concierne a sacrificar seres humanos, y de la ceguera ante los chivos expiatorios mismos. En contraste con sus ancestros primitivos, el hombre civilizado sabe que el opio es un estupefaciente peligroso; que quienes lo venden son individuos diablicos, adecuadamente comparados con asesinos y tratados como

  • tales; y que quienes lo usan son a la vez enfermos y pecaminosos, y deben ser tratados contra su voluntad por su propio bien; en resumen, sabe que ninguno de ellos es un chivo expiatorio. As, la promocin de la nueva ley sobre drogas de 1973, vigente para el Estado de Nueva York, concluye con esta reveladora admonicin y promesa: Proteja a los adictos de s mismos y ayude a hacer de Nueva York un lugar mejor para vivir1.

    Los antiguos griegos hubieran reconocido la situacin a la que esta ley se refiere, y de la cual es ella misma una parte importante, como algo relacionado con pharmakoi y no con farmacologa. Es distinto nuestro caso, y eso mide la irreprimible inhumanidad del hombre con el hombre, expresada a travs de su insaciable apetito de sacrificios humanos. Intentar mostrar que este apetito lo satisfacemos ahora confiando en la far- macomitologa y los rituales caractersticos de una qumica ceremonial. Para seguir mi argumento, ser necesario suspender nuestra fe en la sabidura convencional, especialmente en cmo define y ve ahora esa Sabidura a la Iglesia, el Estado y la Medicina.

    La Primera Enmienda a la Constitucin de los Estados Unidos decreta una separacin entre la Iglesia y el Estado, lo cual implica que son instituciones separadas y separables. De forma similar, las sociedades modernas distinguen claramente entre religin y medicina, clrigos y mdicos, lo cual implica que las empresas e instituciones clericales y mdicas son cosas separadas y separables. Dentro de ciertos lmites bastante poco amplios y para ciertos propsitos bastante discretos es verdaderamente posible y deseable distinguir la religin de la medicina, y ambas del gobierno. No obstante, tanto estas distinciones como los hbitos de lenguaje y entendimiento que engendran, nos han hecho perder de vista algunas verdades muy antiguas, simples y profundas; sobre todo, que la tarea ms im

    1 How the new drug laws affect you, Syracuse Post-Standard, agosto 20,1973, pg. 5.

  • portantes de cualquier sociedad es regular el comportamiento de sus miembros; que en el mundo antiguo no haba separacin entre el papel del sacerdote y el del mdico; y que tambin en el mundo moderno la Iglesia, la Medicina y el Estado continan colaborando para mantener el orden social mediante una regulacin de la conducta personal.

    El concepto fundamental con respecto al control social es, por supuesto, la ley, que antiguamente era rabnica, cannica y eclesistica, as como secular, poltica o legal; y que ahora parece ser exclusivamente secular o legal, aunque tambin sea religiosa y poltica, y cosa muy importante mdica y psiquitrica. Atestigua llamativamente nuestros poderes de autoengao que creamos posible ampliar nuestras libertades civiles oponindonos a las amenazas que provienen de los polticos, mientras que al mismo tiempo solicitamos y aceptamos las amenazas a la libertad que provienen de mdicos y psiquiatras.

    Ilustra esas amenazas a nuestras libertades, y la unidad esencial de conceptos y sanciones religiosas, mdicas y legales en las normas que las amenazan, la nueva legislacin sobre drogas del Estado de Nueva York, que entr en vigor el 1 de septiembre de 1973. Con grandes anuncios que ocupan casi una pgina entera en los peridicos, donde se advierte a la gente con el lema no te dejes coger con las manos en la masa, el propsito de las nuevas leyes se explica como sigue: Para disuadir a la gente de la venta y posesin ilcita de drogas ilegales, y rehabilitar a quienes son, o estn en peligro inminente de convertirse en dependientes de esas drogas2. La idea de rehabilitar a personas del peligro inminente de convertirse en dependientes de las drogas que el Estado de Nueva York no quiere ver utilizadas es, por supuesto, una idea esencialmente religiosa, tanto con respecto a la ofensa como a las sanciones derivadas de ello.

    La amalgama de medicina, psiquiatra y ley implcita en to

    2 Ibd.

  • das estas leyes se explcita enteramente en los anuncios mediante los nombres de las nuevas leyes: Ley de Salud Pbica: artculo 33; Ley de Higiene Mental: artculo 81; Ley Penal: artculo 220. Ms adelante averiguamos que las leyes sobre drogas proporcionan una lista de crmenes... y de sus correspondientes castigos. Los adictos son instados entonces a someterse a tratamiento. Adems de hacer cumplir la ley, el Estado est gastando dinero en tratamientos para el abuso de drogas [...]. Hay programas de tratamiento las 24 horas del da. Lo nico que ha de hacer es llamar!3.

    El contenido de estas leyes es decir, las conductas proscritas y las penas prescritas para ellas ilustran finalmente la combinacin de magia, medicina y poltica que informa semejante legislacin. La pena para la posesin ilegal de dos onzas o ms de cualquier sustancia narctica es de 15 aos a perpetuidad; la posesin ilegal de una onza o ms de marihuana, se castiga con penas de uno a quince aos de reclusin; y la posesin ilegal de cinco miligramos o ms de LSD se castiga con penas que van de un ao a perpetuidad.

    Para entender por qu algunas personas toman ciertas sustancias, y por qu otras declaran ilegales estas sustancias, castigando ferozmente a quienes las toman, debemos empezar por el comienzo, con los principios bsicos de la integracin social y el control social.

    En su estudio clsico sobre la religin griega, Jane Ellen Ha- rrison describe lo que considera una ley fundamental de organizacin social en general, y del ritual religioso en particular: La conservacin y fomento de la vida4. Esta proteccin de la vida, tanto individual como comunitaria, se realiza de dos maneras, una negativa y otra positiva, descartando todo lo que se considera hostil y estimulando todo lo que se conciba como favorable para la vida5.

    3 Ibd.4 Jane Ellen Harrison, Epilegomena to the Study of Greek Religion and Themis,

    pg. xvii.5 Ibid.

  • A fin de poder vivir, escribe Harrison, el hombre primitivo tiene ante s la doble tarea de librarse del mal y proteger el bien. Fundamentalmente el mal para l es desde luego el hambre y la esterilidad. El bien es alimento y fertilidad. La palabra hebrea para bien significaba originalmente bien comestible6. Los individuos y sociedades procuran as incluir lo que consideran bien, y excluir lo que consideran mal. Este principio puede tambin invertirse: individuos o grupos pueden, y a menudo lo hacen, fomentar o prohibir ciertas substancias y, para justificarse, definirlas como buenas o malas. El ritual simboliza y define el carcter de la substancia que se busca o evita ceremonialmente, y la creencia sobre la bondad o la maldad de la substancia mantiene a su vez el ritual. Esto explica la estabilidad social de tales creencias y rituales, y su relativa inmunidad frente a los argumentos racionales y cientficos que intentan alterarlos. Tambin explica por qu algunos individuos o grupos estn tan profundamente entregados al uso (ritual) de ciertas substancias como el alcohol o el opio, el ganado vacuno o porcino del mismo modo que otros se comprometen con su abstinencia (ritual).

    La ceremonia del chivo expiatorio es con certeza uno de los ms importantes ejemplos y prototipos de todos los rituales de exoneracin. En Grecia, durante el siglo i a.C., no se mataba al chivo expiatorio sino que simplemente se le someta a una expulsin ritual. La ceremonia fue descrita por Plutarco (c. 46-120), que como primer magistrado de su ciudad natal represent la ceremonia, haciendo naturalmente el papel de sa- crificador. Harrison describe la ceremonia como sigue: El pequeo municipio de Queronea en Boecia, lugar de nacimiento de Plutarco, vio representado ao tras ao un ceremonial extrao y muy antiguo, llamado expulsin del hambre. Un esclavo domstico era expulsado de la casa a latigazos de agnus castus, una planta sauciforme, y sobre l se pronunciaban las

    6 Ibd.

  • palabras fuera con el Hambre, adentro con la Salud y la Riqueza7.

    Aunque esto era slo un simulacro de sacrificio, en Grecia haba sacrificios reales del chivo expiatorio, tanto antes de Plutarco como despus. Frazer nos refiere que en cierta poca los atenienses mantenan a un cierto nmero de seres degradados e intiles a expensas pblicas, y cuando alguna calamidad sobrevena a la ciudad, sacrificaban a dos de esos chivos expiatorios desechados8. Ms adelante esos sacrificios dejaron de limitarse a ocasiones extraordinarias y se convirtieron en ceremoniales religiosos ordinarios. Segn Frazer, en el festival de Targelia, celebrado cada ao por mayo, dos vctimas una por los hombres y otra por las mujeres eran conducidas fuera de Atenas y lapidadas hasta morir. La ciudad de Ab- dera, en Tracia, se purificaba pblicamente una vez al ao, y uno de los ciudadanos, reservados para este propsito, era lapidado hasta morir a modo de chivo expiatorio o sacrificio indirecto por la vida de todos los otros [...]9.

    Como he mencionado antes, el nombre griego para personas sacrificadas as era pharmakoi. El informe de John Cuthbert Lawson sobre estos sacrificios humanos rituales es instructivo: Si la calamidad alcanzaba a la ciudad a travs de la clera divina, ya fuera hambre, pestilencia o cualquier otra desdicha, un pharmakos era conducido a un lugar designado para el sacrificio. Se le daba queso, pastel de cebada e higos secos. Era golpeado siete veces en las partes ocultas con esquilas, higos silvestres y otras plantas silvestres; y finalmente era quemado con fuego de lea y de rboles salvajes, y las cenizas esparcidas a los vientos y al mar10.

    Este tipo de destruccin explcita del chivo expiatorio huma

    7 Ibd.8 James George Frazer, The Golden Bough (hay traduccin castellana: La rama

    dorada, F. C. E.), pg. 579.9 Ibd.10 John Cuthbert Lawson, Modern Greek Folklore and Ancient Greek Religion,

    pg. 355.

  • no es desagradable para la mentalidad ms civilizada o moderna, que prefiere enmascarar sus ceremoniales de sacrificio de chivos expiatorios. Por ejemplo, Gilbert Murray observa: El recuerdo de la poca en que los seres humanos fueron deliberadamente sacrificados como forma de agradar a Dios pasa por la literatura del siglo v como algo lejano, romntico, horrible. Podemos compararlo a nuestros propios recuerdos sobre quema de herejes y brujas, hazaas llevadas a cabo bastante recientemente por hombres muy parecidos a nosotros, aunque apenas podemos concebirlas como psicolgicamente posibles para cualquier ser humano en su sano juicio. Exactamente de la misma forma, para el primero de los grandes atenienses, Esquilo, el sacrificio de Ifigenia es algo monstruoso, que trasciende toda comprensin. El hombre que lo hizo debi estar loco. Para Eurpides actos semejantes estn generalmente conectados con un estudio de las peores posibilidades de una turba salvaje, o de reyes intrigantes manipulados por sacerdotes malignos y medio enloquecidos11.

    Llama la atencin no slo lo profundamente difundida que se encuentra la pasin humana de victimizar a chivos expiatorios, sino tambin el intento de ocultar esa pasin atribuyndola a la demencia.

    Segn Murray, la palabra pharmakos significa literalmente medicinas humanas o chivos expiatorios12. Martin Nilsson ofrece una interpretacin similar pero todava ms reveladora. Asegura que los pharmakoi eran como esponjas para limpiar la mesa, que cuando han absorbido toda impureza son totalmente destruidas para que esta impureza desaparezca con ellos: son desechados, quemados, lanzados al mar. Y esa es la causa de que el llamado sacrificio no necesite, como otros, ser sin tacha o defecto. Podra utilizarse un perro, que por otra parte nunca se sacrificaba, o un criminal condenado. Se le llamaba pharmakos (remedio), peripsema, (escoria) o katharmada

    11 Gilbert Murray, The Rise of the Greek Epic, pgs. 11-12.12 Ibid.

  • (aquello que se elimina); esta ltima palabra muestra con particular claridad el significado del rito. Podemos entender cmo estas palabras pasaron a significar desperdicio y se convirtieron en los peores tacos de la lengua griega. Una vctima de esta naturaleza es un chivo expiatorio que carga con todo lo malo pero que en lugar de ser llevado al desierto es completamente destruido, junto con su carga maligna13.

    Las semejanzas entre esta imaginera y la conjurada por quemas de herejes, brujas, judos, libros y drogas prohibidas impresionan por su contenido. Lo mismo acontece con las semejanzas entre los ceremoniales suavizados del pharmakos y los ceremoniales contemporneos suavizados que en lugar de incinerar encarcelan a los locos y toxicmanos.

    Para describir un ceremonial de chivo expiatorio modificado, Murray hace referencia a Ister, un historiador del siglo ni, que produjo esta descripcin del ritual: Dos personas, una para los hombres de la ciudad y otra para las mujeres, eran llevadas como si a una ejecucin se tratara. Portaban collares, uno de higos blancos y el otro de negros. Parece que se les obsequiaba solemnemente con pasteles e higos, y que despus eran azotados y arrojados fuera de la ciudad [...]. Al final, se supona que los pharmakoi estaban muertos, y sus cenizas eran lanzadas al mar. La ceremonia era una imitacin, segn Is- ter, de la lapidacin14.

    A Murray no le impresiona este descargo, y cita ejemplos de sacrificios humanos que contradicen a Ister. Es muy consciente de la profundidad que tiene la pasin humana por el sacrificio ritual de chivos, tan sencilla de activar en tiempos de angustia y afliccin pblica. De hecho aade Murray justamente en ocasiones como esas tienden a ocurrir sacrificios humanos: en un ejrcito desorganizado o en una multitud llena de miedo, incitada por algn sacerdote o profeta fantico. En Roma se produjeron hechos luctuosos cuando el miedo a An

    13 Martin P. Nilsson, A History of Greek Religion, pg. 87.14 Murray, op. cit., pgs. 12-13.

  • bal estuvo en su apogeo, con asesinatos judiciales de vrgenes vestales, as como el enterramiento en vida de Gallus et Galla, Graecus et Graeca en el Foro Boario15.

    Al comienzo de los aos sesenta, una generacin despus de triunfar sobre todos sus enemigos en la Segunda Guerra Mundial, el pueblo americano estaba tambin lleno de temores, y era incitado por fanticos sacerdotes de la drogabusologa. El resultado fue la invencin de nuevas fantasas de polucin, por drogas, traficantes y adictos. Y la de una nueva categora de pharmakoi, cuya carga de maldad es, literalmente, farmacolgica.

    Sin duda existe una diferencia importante entre el pharma- kos de la Grecia antigua y el farmacolgico chivo expiatorio moderno americano. El primero, una persona sacrificable, era un objeto o cosa: masculino o femenino, era una efigie o smbolo el chivo expiatorio en una ceremonia de purificacin, y tambin un partcipe el adicto o traficante en una contraceremonia que celebra una substancia declarada tab por la tica social dominante.

    Muchos de los momentos ms dramticos de la historia, tanto bblicos como seculares, tienen que ver con pharmakoi. Segn Patn, Adn y Eva eran pharmakoi16, interpretacin que convertira a Dios en el primer sacrificador de chivos expiatorios. Ciertamente, la leyenda es compatible con la necesidad que Dios tiene de limpiar Su Jardn, polucionado por la ingestin que el Hombre hace de una sustancia prohibida. Todos los hombres y mujeres son as chivos expiatorios. Cuando rechazan este papel es normalmente porque se convierten en sacri- ficadores de chivos expiatorios.

    El sacrificio intentado por Abraham con su hijo transforma a Isaac en otro pharmakos, y apoya la imaginera de que el dios judo es un sacrificador de chivos expiatorios. La autodefini-

    15 Ibd., pg. 14.16 W. R. Patn, The pharmakoi and the story of the Fall, Revue Archologi

    que, 3:51-57, 1907.

  • cin de los judos como Pueblo Elegido por Dios puede ser interpretada como un intento por escapar del rol de chivo expiatorio, confiriendo ese papel a todos los no judos a travs de su status implcito de hijos espurios o rechazados de Dios.

    Resulta obvio que la figura central de las religiones cristianas es un pharmakos. Por otra parte, Cristo era un gran curador incluso mientras estuvo en vida. Resucitado como una deidad, es verdaderamente la panacea cristiana, la cura de todas las enfermedades, una funcin ya desempeada, como hemos visto, mediante la matanza ceremonial del pharmakos.

    Cumplimos as un crculo completo: de pharmakoi a farmacologa; de curalotodo a travs del sacrificio humano a curalotodo a travs de la qumica. Para desembocar en el sacrificio de pharmakoi farmacolgicos, gracias a cuya expulsin el Hombre, dios de la qumica, trata de purificar su polucionado Jardn Terrenal.

  • 3. MEDICINA: LA FE DE LOS DESCREDOS

    H e so s t e n id o que el principio sacrificial de la purificacin por el chivo expiatorio es bsico para el mantenimiento de las sociedades humanas. Puesto que esto es, histricamente hablando, un concepto y una ceremonia religiosa ejemplificada por la celebracin del Yom Kippur judo y por la Sagrada Comunin cristiana debemos investigar el destino de este principio bajo condiciones no favorables ya a las instituciones y prcticas religiosas, semejantes a las que predominan hoy en el mundo. Quiz ms que nadie, Kenneth Burke ha apreciado y advertido que el principio sacrificial de victimacin (el chivo expiatorio) es intrnseco a la congregacin huana1 y ha sugerido sabiamente que nuestro deber, como estudiosos de la conducta humana y humanistas, no es dilucidar cmo podran eliminarse de una cultura cientfica los motivos sacrificiales revelados en las instituciones mgicas y mdicas, sino [mostrar] qu nuevas formas adoptan2.

    He sealado, en otro lugar, que como los valores mdicos han reemplazado a los religiosos, los rituales mdicos han ocupado el lugar de los religiosos3. El nuevo principio es: cualquier cosa que promueva la salud buena comida, buenas drogas, buena herencia, buenos hbitos debe ser incorporada o cul

    1 Kenneth Burke, Interaction: III. Dramatism, en David L. Sills (ed.), International Encyclopedia of the Social Sciences, vol. 7, pg. 450.

    2 Ibid., pg. 451.3 Vase Thomas Szasz, Ideology and Insanity.

  • tivada; cualquier cosa que promueva la enfermedad venenos, microbios, taras hereditarias, malos hbitos debe ser eliminada o desaprobada. En consecuencia, he sugerido que contemplemos todo el movimiento de salud mental como un enorme ritual pseudomdico: lo considerado bueno se define como salud mental y se adopta; lo considerado malo se define como enfermedad mental y se repudia. La perspectiva sobre abuso de drogas y toxicomana que desarrollo en este libro es en realidad un caso especial econmica y socialmente ms importante hoy de esta funcin ceremonial del movimiento por la salud mental.

    Es un hecho notable y revelador, como veremos que el carcter ritual de nuestro llamado problema de drogas y las tentativas para controlarlo (que, por supuesto, son dos caras de la misma moneda) sea tan firmemente ignorado o pasado por alto.

    Alcohol y Cristiandad, dijo Nietzsche, son los dos grandes narcticos europeos. La religin es el opio del pueblo, aadi Marx. Casi todo el mundo conoce estos aforismos. Pero, claramente, casi nadie se los toma en serio. Es esencial entender por qu.

    Para que la vida tenga sentido y sea vivible, la gente siempre ha dependido de ciertas creencias y prcticas que solan llamarse religiones; tambin ha dependido siempre de ciertas substancias, cuyo uso formaba parte de sus prcticas religiosas.

    Estos hechos no han cambiado. Pero ha cambiado nuestra perspectiva, y el vocabulario que usamos para describirlos y para intentar entenderlos. El hombre moderno le da la espalda a la religin (qua religin), y en otro caso es consciente si no orgullosamente hostil a ella. En el mundo comunista, la mentalidad antirreligiosa se cultiva deliberadamente porque la religin se considera opuesta a los principios dialctico-materialistas sobre los cuales se basa ostensiblemente el Estado, y que utilizan para justificar sus polticas; en el llamado mundo libre, por su parte, la mentalidad antirreligiosa se estimula in

  • conscientemente, porque la religin se considera opuesta a los principios cientfico-racionales sobre los cuales se basa la economa y la industria del Estado, y que el Gobierno utiliza para justificar sus polticas domsticas y especialmente las de salud y bienestar.

    No obstante, el hombre no puede vivir sin religin. De ah que los objetos de su fe y sus prcticas religiosas hayan sido transformados y rebautizados: culto al Estado Comunista en el Este; y culto a la ciencia y al bienestar general en el Oeste.

    Todo esto ha sido comentado y descrito a menudo. Lo que se ha descuidado y pasado por alto, sorprendentemente, es un cambio cultural que discurre paralelo a este sentimiento antirreligioso mundial y en realidad forma parte de l. A saber, el sentimiento y movimiento contrario al uso ceremonial de las drogas, y especialmente contra el uso personal de ciertas drogas modificadoras del nimo condenadas por mdicos y criminalizadas por polticos. Como la mayor parte de la gente no puede vivir sin drogas, del mismo modo que no puede vivir sin religin, estas autnticas cruzadas contra drogas ceremoniales han generado acciones compensatorias para abastecer a la gente de lo que parece tan indispensable para su existencia espiritual.

    Tras su xito a la hora de privar a muchas personas del uso legtimo de drogas a las que haban estado acostumbradas (o por cuyo uso se haban interesado ms recientemente), los gobiernos de las naciones principales del mundo satisfacen ahora el ansia inextinguible de su gente por las drogas ceremoniales siguiendo una o varias de estas tres lneas: la primera es legitimar ciertas drogas definindolas como no drogas y alentando su consumo, como sucede con el alcohol y el tabaco en los EE.UU. y en la U.R.S.S.; la segunda es fomentar indirectamente un comercio ilegal de drogas prohibidas, como sucede con la herona y la marihuana en los EE.UU.; la tercera es promover agresivamente, gracias a recetas mdicas, el uso de ciertos tipos de nuevas (no tradicionales) drogas modificadoras del

  • nimo, por ejemplo, psicofrmacos sintticos en todo el mundo civilizado.

    Es cierto que los fenmenos que ahora llamamos toxicomana y abuso de drogas constituyen especies definidas de comportamientos ceremoniales y, por consiguiente, que slo pueden ser entendidas en trminos apropiados al anlisis de prcticas ceremoniales, por contraposicin a las tcnicas. Utilizo aqu los trminos ceremonia y ceremonial en su sentido acostumbrado, que significa accin, comportamiento o conducta gobernada por reglas prescritas, normalmente de carcter tradicional. Las reglas pueden ser prescritas por instituciones como una iglesia, tribunal, ejrcito o colegio, o por expectativas sociales transmitidas culturalmente que se difunden por toda la comunidad. As pues, los sinnimos de ceremonial son: convencional, religioso, ritual y simblico; y sus antnimos son: personal, cientfico, tcnico e idiosincrsico. Unos cuantos ejemplos ilustrarn algunos aspectos de esta distincin, tan pertinente para mi argumento ulterior.

    Para sobrevivir debemos comer ciertas clases de alimentos, pero la eleccin de lo que en realidad comemos est determinada ms por la ceremonia social que por la necesidad fisiolgica. Por ejemplo, la carne de gatos o perros nos nutrira tan bien como la del ganado porcino o vacuno; comemos lo segundo en vez de lo primero por razones de convencin, y no de biologa. De modo similar, cuando los judos se abstienen del cerdo, los hindes del ganado vacuno y los vegetarianos de carne en general, es por razones ceremoniales propiamente dichas.

    Necesitamos experimentar comunin con nuestros semejantes y algunas veces con las fuerzas que atribuimos a la naturaleza, el universo o una deidad, y para satisfacer esta necesidad utilizamos, entre otras cosas, ciertas substancias que afectan a nuestros sentimientos y comportamiento. A veces se llama drogas a algunas de estas substancias, y se dice que sus efectos sobre individuos o grupos son mentales.

    En realidad, los efectos de las llamadas drogas