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1 Título: La Responsabilidad de los Proveedores de Servicios de Internet. Una Perspectiva de Derecho Comparado para el Sistema Jurídico Mexicano y América Latina. Autor: Roberto Garza Barbosa Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Campus Monterrey Tel: +5281 8328-4294 [email protected]

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Título: La Responsabilidad de los Proveedores de Servicios de Internet. Una Perspectiva de Derecho Comparado para el Sistema Jurídico Mexicano y América Latina. Autor: Roberto Garza Barbosa Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Campus Monterrey Tel: +5281 8328-4294 [email protected]

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I. Introducción

En esta ocasión, hablaré de un tema actual y de mucha relevancia que tiene

que ver con el desarrollo tecnológico y los derechos de autor. Como todos Ustedes

ya lo saben, los derechos de autor son el producto de una tecnología, en ese

entonces nueva: la Imprenta. Con cada cambio tecnológico, la legislación se ha ido

adaptando y sus conceptos se han ido trasplantando prácticamente en todos los

sistemas jurídicos del mundo. Y no solamente eso, sino que se han desarrollado

tratados internacionales de gran relevancia sobre la materia, que contienen

principios básicos, como el principio de la no formalidad, el trato nacional, la

independencia del derecho al soporte materia, así como una serie de derechos

mínimos, por mencionar algunas características. Dichos tratados van desde el

Convenio de Berna, hasta el Acuerdo sobre Aspectos de los Derechos de Propiedad

Intelectual Relacionados con el Comercio (ADPIC o TRIPs por sus siglas en inglés).

O bien los tratados comerciales y sistemas de integración regional que cuentan con

un amplia regulación en materia de propiedad intelectual.

Más aún, los propios derechos conexos son el resultado de la creación de

las cintas magnéticas, ya que anterior a las mismas era más difícil copiar un disco

de vinil en otro, que interpretar uno mismo la propia canción.

Pero esta ponencia no se trata de lo que ya está resuelto, sino de un tema

que no está incluido en los tratados internacionales, no lo está al menos en el

Convenio de Berna, o en el TRIPs. Tampoco se encuentra regulada en algunos

sistemas jurídicos de América Latina, como en el caso de la Ley Federal del Derecho

de Autor mexicana. Se trata de la responsabilidad de los proveedores de servicios

de Internet. Estos son servicios que ofrecen acceso a Internet, hospedaje de

páginas y materiales, tránsito de materiales de un servidor a otro, reproducción

temporal de estos materiales para el tránsito de dichos materiales, motores de

búsqueda, entre otro servicios.

Con el advenimiento del denominado Web 2.0 y el concepto llamado user

generated content, que refiere a contenidos generados por los usuarios y a mayor

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grado de interactividad de los usuarios en las páginas de Internet, los problemas

relacionados con los derechos de autor y derechos conexos se vuelven cada vez

más frecuentes. Basta con abrir la página YouTube y buscar en ella “película

completa,” o “concierto completo,” para darnos cuenta del problema. O bien, basta

con percatarnos de la existencia de sitios como Grooveshark, en donde quedó

demostrado en juicio que los propios empleados de la compañía, Escape, así como

su propio director subían música para tener un repertorio competitivo para darnos

cuenta de la gravedad del problema.

A continuación expondré varios litigios relacionados con la responsabilidad

de los proveedores de servicios de Internet. Dos litigios norteamericanos, así como

tres litigios europeos. Entre ellos, veremos el caso de YouTube en los Estados

Unidos, así como en Francia. Además, veremos cómo se resolvería lo anterior en

el sistema jurídico mexicano.

II. Viacom International v. YouTube

Litigio norteamericano que trata de un sistema desarrollado dentro del

contexto de lo que se denomina Web 2.0, término utilizado para referirse a servicios

de Internet enfocados en la interacción del usuario y en contenidos creados o

subidos por él mismo. (Robins, 2012, p. 4; Arsham, 2013, p. 778) En sentido estricto,

estos proveedores de servicios de Internet podrían estar infringiendo los derechos

de autor y derechos conexos, ya sea directamente, o por medio de responsabilidad

solidaria. Es decir, cuando un usuario sin autorización del titular del derecho sube

la obra protegida, acción que ocurre en lo automático en servicios como YouTube,

éste sería responsable de infringir varios de los derechos exclusivos, dígase

distribución, transmisión, o reproducción. Sin embargo, existe una limitante de

responsabilidad para proveedores de servicios de Internet que se encuentra en la

sección 512 del Copyright Act norteamericano, denominada Digital Millennium

Copyright Act (DMCA). De esto se trata este litigio, del alcance de dicha sección.

El caso tiene mucha relevancia a nivel internacional, debido a que estos sitios

de Internet afectan considerablemente a titulares de derechos de autor y derechos

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conexos de todo el mundo, específicamente a aquellos de obras cinematográficas

y de fonogramas. Lo anterior se debe a que tales servicios pueden ser visualizados

desde cualquier parte del mundo, por lo que esta legislación afecta globalmente. Se

pueden encontrar obras protegidas norteamericanas, o de cualquier nacionalidad

por igual. Pareciera que dichos proveedores de servicios de Internet se encuentran

establecidos y operando en un país que no tiene protección autoral alguna, en un

sistema anárquico que afecta gravemente a los autores. La relevancia del caso,

entonces, no radica en que se ocupe de una buena pieza de legislación interpretada

y aplicada por un tribunal magistralmente, sino por lo contrario, el caso es

emblemático por tratarse de un precepto legal que raya en la obsolescencia, con

una mala interpretación de sus alcances.

Si bien los titulares de derechos de autor y conexos tuvieron mucha influencia

en el proceso legislativo, logrando incluso algunas provisiones procesales

favorables contenidas en el DMCA, al parecer no repararon en la capacidad y

rapidez que los equipos de cómputo tendrían años después en la Web 2.0. (Imfeld,

2005, p. 31.) El propósito de dicho proceso legislativo era establecer una norma

jurídica que equilibrara los intereses de los titulares de los derechos de autor, en

relación a los intereses de los desarrolladores de Internet y nuevas tecnologías. (Xu,

2012, p. 155) Sin embargo, el DMCA se emitió en 1998, muchos años antes del

surgimiento de sitios web de gran capacidad e interactividad con usuarios subiendo

contenidos. Es de considerarse que al momento de emitirse dicha legislación, no se

tuviera en mente el tipo de servicios de Internet que se tiene actualmente,

específicamente aquellos ofrecidos por la parte demandada del litigio en análisis.

Las limitantes de responsabilidad contenidas en la sección 512 son para

varios tipos de actividades que los proveedores de servicios de Internet

normalmente realizan, como la transmisión de materiales subidos por terceras

personas, el almacenamiento de material subido por usuarios, servicios de

búsqueda de Internet, entre otros. Este caso versa sobre la sección 512 párrafo c,

que contiene una limitante de responsabilidad por las actividades de

almacenamiento de la demandada.

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Diversos titulares de obras protegidas, entre ellos Viacom International, Inc.,

Comedy Partners Country Music Television, Inc., The Football Association Premier

League Ltd, entre otros, demandan ante un Juez Federal de Distrito en Nueva York

a los operadores de la página de Internet conocida como YouTube, es decir a

YouTube, Inc., YouTube, LLC, y Google Inc., por infracción directa y por

responsabilidad solidaria de sus derechos de autor. (Viacom International v.

YouTube, pp. 25, 26) Los derechos que se alegaba infringía la parte demandada

eran los de comunicación al público mediante la transmisión, la exhibición, así como

la reproducción de casi ochenta mil obras audiovisuales que aparecieron en la

página de YouTube entre el año 2005 y el 2008.

La cuestión legal a resolver era el alcance de la sección 512 (c). Había dos

posibles interpretaciones. La primera de ellas, estableciendo que dicha sección

requiere que para alcanzar la limitante de responsabilidad es necesario que el

proveedor de servicios de Internet no deba tener conocimiento alguno de

actividades infractoras, las cuales eran evidentes en este caso. Es decir, un

conocimiento en lo general de dichas infracciones, dejaría al demandado fuera de

la limitante de responsabilidad. Esta interpretación está basada en lo que se conoce

como conocimiento bandera roja (red flag knowledge), connotación gráfica que

refleja la naturaleza del mismo. O bien la segunda interpretación, sosteniendo que

para quedar excluido de la limitante de responsabilidad, dicho conocimiento tenga

que ser más específico, es decir de cada infracción o video en específico.

Conocimiento que únicamente adquiriría el proveedor de servicios de Internet con

una notificación hecha a detalle por el titular de los derechos. En este caso, quedaría

fuera de la limitante de responsabilidad si no deshabilitara el video en cuestión. Con

este razonamiento, un proveedor de servicios de Internet puede tener conocimiento

general de que cientos o miles de videos, fonogramas u otras obras protegidas

están disponibles en su servicio, pero no tendrá que hacer nada hasta que cada

titular de esos videos le notifique con los requerimientos establecidos por la

legislación en cuestión.

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El Juez de Distrito sostuvo la segunda interpretación, es decir, que se debe

tener el conocimiento de cada infracción en específico, sosteniendo así que el mero

conocimiento general de actividades infractoras no es suficiente. Es decir, de

acuerdo al Juez de Distrito, el proveedor de servicios de Internet, no tendría que

hacer siquiera una breve búsqueda para ver si habría videos que evidentemente

fuesen infracción. En su resolución, se puede observar que el Juez citó en parte la

historia legislativa, no solamente del párrafo (c) de la sección 512, sino que también

del resto de los párrafos de dicha sección. Generalmente, se puede encontrar en

una sentencia referencia a la historia legislativa cuando el texto de un precepto legal

es difícil en cuanto a su redacción, o bien cuando se busca apartarse del sentido

literal del precepto legal en cuestión. (Abernathy, 1995, pp. 30-33) Además de la

historia legislativa, la sentencia en análisis, se fundamenta además en una serie de

precedentes para concluir que “el conocimiento general de que las infracciones son

generalizadas no impone sobre el proveedor de servicios el deber de monitorear o

buscar en su servicio esas infracciones.” (Viacom International v. YouTube, p. 525)

Por otro lado, al interpretar la sección 512(c)(3), que establece los requisitos

de la notificación que el titular de los derechos de autor debe hacer al proveedor de

servicios de Internet, el Juez de Distrito sostuvo que no solamente basta con el

nombre de la obra, sino que también la exacta ubicación URL del video en cuestión.

Lo anterior cambia lo que anteriores precedentes y otros circuitos habían

establecido, haciendo más difícil el mecanismo de notificación para los titulares de

derechos. Lo anterior, a pesar de que literalmente la sección 512(c)(3) del Copyright

Act norteamericano establece que dicha información debe ser “razonablemente

suficiente para permitir al proveedor localizar el material.” (U.S. Copyright Act, 17

U.S.C. § 512(c)(3)). Con ello tenemos que, anteriormente, una sola notificación

que estableciera que se estaba infringiendo la obra X, bastaba para que el

proveedor de servicios de Internet quitara todos los videos que contenían esa obra;

sin embargo, con esta interpretación se necesitaría una notificación por cada video

subido. Ello resulta particularmente gravoso dado el gran número de videos que se

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pueden encontrar, ya sean 300 o 3000 videos relacionados con la misma obra,

significarían 300 o 3000 notificaciones distintas.

Posteriormente, la Corte de Apelaciones del Segundo Circuito afirmó y

modificó en parte la sentencia del Juez de Distrito. En una decisión que se

caracteriza por su falta de claridad y certeza, reenvía el caso al Juzgado de Distrito

para que éste, a su vez, emita una nueva resolución en la que se analice si YouTube

tenía conocimiento o estaba consciente de la actividad infractora. La Corte de

Apelaciones tomó en cuenta correos electrónicos y ciertos estudios hechos por

personal de la parte demandada en los que ellos mismos dan cuenta de que un

buen número de videos hospedados en su servidor constituyen infracción. Por lo

tanto, la Corte de Apelaciones sostuvo que fue prematuro por parte del Juez de

Distrito otorgar la limitación de la responsabilidad, si de esos hechos se pudiera

determinar que YouTube sí tenía conocimiento sobre, al menos, esos videos. De

manera que, mientras algunos ven esta determinación como una señal a favor de

los proveedores de servicios de Internet, ya que no modificó sustancialmente la

decisión del Juez de Distrito, simplemente la ajustó a fin de no precipitarla, otros la

ven como un revés a dichos proveedores, (Arsham, 2013, p. 778; Drath, 2012, p.

229) ya que, contrario al Juez de Distrito, para quien la única manera en la que se

tendría ese conocimiento es por la notificación hecha por el titular de los derechos,

para la Corte de Apelaciones dichos correos electrónicos y estudios, podrían

constituir prueba de dicho conocimiento, dejando así al demandado, fuera de la

limitante de responsabilidad.

La nueva resolución que el Juez de Distrito dictase para cumplimentar lo

ordenado por la Corte de Apelaciones del Segundo Circuito en el reenvío en

cuestión, hubiese sido significativa como precedente para futuros casos. Sin

embargo, antes de que el Juzgado de Distrito dictara la nueva resolución, las partes

llegaron a un arreglo y dieron por terminado el litigio, emitiendo conjuntamente la

siguiente declaración: “este arreglo refleja el creciente dialogo colaborativo entre

nuestras dos compañías sobre oportunidades importantes, y buscamos en adelante

trabajar más cercanamente.” (Rabil, 2014, p. 24)

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Los problemas de interpretación se deben a que de acuerdo a la sección 512

(c), la limitante de responsabilidad opera siempre y cuando el proveedor no tenga

conocimiento de la actividad infractora. Sin embargo, la sección 512(m)(1) del

mismo ordenamiento puede ser contradictoria, ya que la misma establece que ello

no significa la obligación de monitorear sus servidores para detectar infracciones.

(Castree, 2012, p. 29) Queda poco clara la frontera entre el no tener conocimiento,

pero tampoco tener la obligación de monitorear los contenidos. Lo anterior hace que

para el actor de una demanda sea sumamente difícil probar que el proveedor de

servicios de Internet demandado tenía conocimiento de la actividad infractora, a

menos de que le haya notificado de la infracción específica mediante el

procedimiento establecido por el propio ordenamiento, y que el proveedor no haya

deshabilitado el material infractor. De manera que un proveedor de servicios de

Internet actuando de mala fe, puede tener conocimiento de numerosas infracciones

en su servicio, e incluso incentivarlas o promoverlas, pero escudarse en que no

tiene obligación de monitorear los contenidos. En la sentencia, el Segundo Circuito

no resuelve lo anterior, ya que sostuvo que la sección 512 (m) no abrogó la doctrina

denominada “ceguera voluntaria” (willful blindness) proveniente de precedentes

judiciales, es decir del common law, que sostiene la responsabilidad del demandado

para casos en los que éste haya tenido la voluntad de mantener un hecho en el

supuesto de la ignorancia. El Segundo Circuito limitó la doctrina para casos en los

que se pueda demostrar que el demandado conocía alguna infracción. Es decir, la

resolución resulta contradictoria ya que deja la puerta abierta para la doctrina de

“ceguera voluntaria” y al mismo tiempo basa la decisión en la sección 512(m).

Existen dos explicaciones para lo que ocurrió en este y en otros litigios sobre

el tema. La primera de ellas consiste en que los titulares de los derechos de autor

estaban tratando de ganar lo que ya habían perdido en el Congreso norteamericano

durante el proceso legislativo que dio lugar al DMCA. (Reichman, 2007, p. 994) La

segunda interpretación de lo sucedido es que los tribunales han interpretado

incorrectamente la legislación así como su historia legislativa al negarse a aplicar y

abrogar de facto la sección 512(c)(1)(A)(ii) del Copyright Act norteamericano, que

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contiene el gráficamente llamado conocimiento de bandera roja. (Chang, 2010, p.

203) Es decir, la legislación contiene dos maneras de tener el conocimiento de

actividades infractoras que, sin tomar acción alguna, dejarían al proveedor de

servicios de Internet fuera de la protección del esquema en cuestión. Sin embargo,

los tribunales solamente aplican la primera de estas formas de tener conocimiento,

contenida en la sección 512(c)(1)(A)(i), la misma establece que la limitante de

responsabilidad subsiste siempre y cuando el proveedor de servicios de Internet no

tenga: “(i) … conocimiento real de que el material…constituye infracción….”

Conocimiento que sólo se logra con la notificación del titular de los derechos de

autor, como hemos mencionado anteriormente. La segunda manera de obtener

dicho conocimiento, la que los tribunales no aplican consistente en que: “(ii) en la

ausencia de ese conocimiento real, [el proveedor] no está consciente de hechos o

circunstancias de los cuales la actividad infractora es aparente….” Mediante esta

segunda forma de obtener dicho conocimiento, resultaría obvio que las pruebas

presentadas en el litigio de YouTube, como por ejemplo los correos electrónicos

mencionados y algunas otras, conllevarían a determinar que la demandada sí tuvo

conocimiento y que la compañía no está protegida por la limitante de

responsabilidad.

Todos estos desarrollos jurídicos dejan la puerta abierta para el surgimiento

de proveedores de servicios de Internet cuyo modelo de negocio corre a expensas

de los derechos de autor y derechos conexos. Tal es el caso de Grooveshark. El

problema no termina allí, ya que dada la naturaleza del Internet que no tiene

fronteras, el mismo afecta incluso a autores e intérpretes de otros países, incluyendo

México.

En el litigio de Grooveshark, (UMG Recording, Inc. et al. v. Escape Media

Group et al.) o más bien en los tres litigios emprendidos en contra de la empresa

Escape Media Group, Samuel Tarantino y Joshua Greenberg, directivos de la

empresa, se logró demostrar mediante el procedimiento de discovery, que eran los

propios empleados de la compañía, siguiendo instrucciones de sus directivos

codemandados, los que subían los archivos de música. Los propios directivos

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también subían archivos de música sin autorización. Además, era virtualmente

imposible tumbar una canción mediante la notificación a que se refiere la sección

512 del Copyright Act, debido a que cada canción tenía un archivo maestro y

muchos archivos secundarios que sucesivamente tomaban el papel del archivo

maestro al ser borrada por la notificación recibida de su titular.

III. UMG Recordings, Inc. v. Veoh Networks Inc.

Este caso del Noveno Circuito es muy parecido al anterior caso Viacom

International, Inc. v. YouTube, Inc. El demandado, Veoh Networks, Inc. tenía un

servicio abierto al público que permitía compartir videos a través de la red Internet.

UMG Recordings, Inc. y otros titulares interpusieron acción en contra de Veoh por

infracción directa, y por responsabilidad solidaria (contributory infringement y

vicarious infringement). El Juzgado de Distrito sostuvo que Veoh estaba cubierto

por la limitante de responsabilidad establecida por el Copyright Act norteamericano,

específicamente en la parte denominada DMCA y la Corte de Apelaciones del

Noveno Circuito afirmó la resolución.

UMG argumentaba que el servicio de Veoh estaba fuera del alcance de la

limitante de responsabilidad establecida por la sección 512(c)(1) del Copyright Act

norteamericano. De acuerdo con dicha sección la limitante opera si esos videos se

hospedan en los servidores de los proveedores de servicios de Internet “bajo la

dirección del usuario.” El argumento de UMG se centraba en el hecho de que el

servicio del demandado tomaba de manera automática los videos y los ponía a

disposición del público, por lo tanto el proceso automatizado dejaba fuera del

alcance del precepto legal al servicio ofrecido por Veoh. Durante el proceso

automatizado, un programa de cómputo de Veoh cambiaba el formato de los videos

subidos por los usuarios a fin de hacerlos accesibles al público. Consecuentemente,

bajo el argumento de UMG, este proceso automatizado estaba fuera del término

“bajo la dirección del usuario,” requerido por la sección 512. Sin embargo, el Noveno

Circuito no estuvo de acuerdo y sostuvo que el proceso automatizado solamente

tenía como propósito convertir el formato de los videos a fin de ponerlos a

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disposición del público. Además, estableció que Veoh no seleccionaba los videos,

no los veía con anticipación, no los subía, y tampoco supervisaba la subida de los

mismos.

Respecto al conocimiento que hubiera requerido tomar alguna acción bajo la

sección 512, el Noveno Circuito se enfocó en el denominado conocimiento de

bandera roja. Ello debido a que no estaba en controversia el hecho que Veoh había

removido los videos de los cuales había recibido notificación de infracción bajo los

términos de la sección 512. Sin embargo, la Corte de Apelaciones destacó de los

hechos que UMG no había notificado a Veoh video alguno a fin de ser removido de

conformidad con la sección 512(c)(1)(A)(i). Por el contrario, UMG argumentó que

Veoh “debió haber sabido...sobre contenido no autorizado, dado su conocimiento

general.”(UMG Recordings, Inc. v. Veoh Networks Inc., p. 1036) Es decir, el

conocimiento de bandera roja, ese que no requiere de notificación alguna y que está

contenido en la sección 512(c)(1)(A)(ii). Sin embargo, la Corte de Apelaciones

sostuvo que hospedar materiales protegidos con conocimiento general de que el

servicio podría ser utilizado para la infracción no reúne el requisito de conocimiento

establecido por la sección 512(c)(1)(A)(i), tampoco aquel requerido por la sección

512(c)(1)(A)(ii).

El Noveno Circuito estableció que el Congreso de ese país puso la carga de

demostrar el denominado conocimiento de bandera roja sobre los titulares de

derechos y no sobre los proveedores de servicios de Internet. La Corte basó este

razonamiento en la sección 512(m), la misma establece que: “nada en esta sección

será interpretado como condicionante a la aplicabilidad de las subsecciones … a

que… el proveedor de servicios monitoree su servicio buscando hechos que

indiquen actividades infractoras.” La Corte de Apelaciones del Noveno Circuito

también fundamentó su decisión en sus propios precedentes, específicamente en

Perfect 10, Inc. v. CCBill LLC, caso en el que nombres de dominio como “illegal.net,”

y “stollencelebritypics.com (fotos de celebridades robadas),” no fueron considerados

suficiente causa para demostrar el conocimiento de bandera roja.

Consecuentemente, la Corte de Apelaciones sostuvo que el conocimiento

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generalizado alegado por UMG no era suficiente para constituir el conocimiento de

bandera roja.

Como evidencia del conocimiento de bandera roja, UMG presentó varios

artículos de prensa que reportaban que Veoh hospedaba materiales infractores.

Además, había un testimonio del director general de Veoh, reconociendo que él

tenía conocimiento de esos artículos y admitiendo que en algunas ocasiones ha

habido contenidos que constituyen infracción en el servicio. Sin embargo, el Noveno

Circuito sostuvo que estas pruebas eran insuficientes para demostrar el

conocimiento de bandera roja. La Corte también reconoció que “los procedimientos

de notificación y remoción no harían ciencia,” si la limitante de responsabilidad

pudiera ser anulada de esta manera. La Corte también rechazó como prueba del

conocimiento de bandera roja, un correo electrónico enviado por el director general

de una empresa titular de derechos estableciendo que varios materiales estaban

hospedados en el servicio de Veoh sin autorización. La Corte estableció que este

correo electrónico informal viniendo de un titular de derechos de autor, en todo caso

estaría sujeto a los procedimientos de notificación establecidos por la sección

512(c)(1)(A)(i). Más aún, la Corte de Apelaciones sostuvo que aunque ese correo

electrónico pudiese constituir un conocimiento real o de bandera roja, la respuesta

de los ejecutivos de Veoh indicando que removerían los materiales inmediatamente,

junto con la falta de pruebas para demostrar lo contrario, mantenían al Veoh dentro

de la limitante de responsabilidad. El Noveno Circuito también rechazó un correo

electrónico que venía de un usuario que no era titular de derecho alguno como

prueba para demostrar el conocimiento de bandera roja. El tribunal sostuvo que

UMG no fue capaz de probar que el demandado no removió los contenidos

reclamados en ese correo.

Aunque Veoh obtuvo un resultado favorable, no obtuvo gastos y costas,

específicamente los honorarios de sus abogados. Los gastos incurridos en el juicio

finalmente llevaron a la compañía a la quiebra. (Lital y Gideon, 2011, p. 1208)

IV. Caso C-70/10 Scarlet Extended v. SABAM

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Este caso llega al Tribunal de Justicia Europeo por medio de una cuestión

referida al mismo por un Tribunal de apelaciones en Bélgica. Lo anterior debido a

que en Europa, cuando un tribunal ordinario se topa con una posible contradicción

o una cuestión de interpretación de alguna fuente del derecho comunitario, entonces

detiene el litigio y refiere dicha cuestión al Tribunal de Justicia Europeo. Este

procedimiento se asemeja a la referencia que los tribunales europeos hacen a sus

respectivas cortes constitucionales cuando se encuentran ante una cuestión de

constitucionalidad sobre la cual no se pueden pronunciar, aspecto característico del

sistema de revisión constitucional centralizado imperante en Europa. (Jackson,

1999, p. 2191)

En este caso se trataba de la interpretación de varias directivas emitidas por

el Parlamento y el Consejo Europeo: Directiva 2000/31/CE, Relativa a Determinados

Aspectos Jurídicos de los Servicios de la Sociedad de la Información en Particular

el Comercio Electrónico en el Mercado Interior; la Directiva 2001/29/CE, Relativa a

la Armonización de Determinados Aspectos de los Derechos de Autor y Derechos

Afines a los Derechos de Autor en la Sociedad de la Información; la Directiva

2004/48/CE, Relativa al Respeto de los Derechos de Propiedad Intelectual; la

Directiva 95/46/CE Relativa a la Protección de las Personas Físicas en lo que

Respecta al Tratamiento de Datos Personales; y, la Directiva 2002/58/CE, Relativa

al Tratamiento de los Datos Personales y a la Protección de la Intimidad en el Sector

de las Comunicaciones Electrónicas.

El actor de la demanda, la Sociedad Belga de Autores, Compositores y

Editores SCRL (SABAM), demandó al proveedor de servicios de Internet, Scarlet

Extended, S.A., ante el Tribunal de Primera Instancia de Bruselas. Dicho proveedor

no es de algún servicio específico en los que el usuario sube contenidos o videos,

sino que, más bien, es un proveedor general que da acceso a Internet a sus

usuarios. La causa de la acción estaba basada en las infracciones a los derechos

de autor cometidas por los clientes de Scarlet a través de la tecnología punto a

punto (peer to peer como se le conoce en inglés), la misma de Grokster y un tanto

de Napster, que Ustedes recordarán. Específicamente, la infracción fue de los

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derechos exclusivos de reproducción y comunicación al público. El Tribunal de

Primera Instancia de Bruselas ordenó a Scarlet impedir cualquier “forma de envío o

de recepción por sus clientes, mediante un programa ‘peer-to-peer,’ de archivos

electrónicos que reprodujeran una obra musical del repertorio de SABAM…”(Caso

C-70/10 Scarlet Extended v. SABAM, párrafo 23).

La demandada apeló la resolución, alegando, entre otras cosas, que la

resolución la obligaba a supervisar todas las comunicaciones en su red, ya que

cualquier mecanismo o dispositivo para detectar comunicación punto a punto

requiere dicha supervisión generalizada, supervisión prohibida por el artículo 15 de

la Directiva 2000/31/CE, en los siguientes términos: “los Estados miembros no

impondrán a los prestadores de servicios una obligación general de supervisar los

datos que transmitan o almacenen….” (Caso C-70/10 Scarlet Extended v. SABAM,

párrafo 25). Asimismo, la demandada alegó en su apelación que dicha supervisión

es contraria a las directivas relativas a la privacidad de datos personales, ya que la

dirección IP es un dato personal.

Dado lo anterior, la Corte de Apelaciones de Bruselas suspendió el

procedimiento y remitió al Tribunal de Justicia Europeo la cuestión jurídica

consistente en si las directivas 2000/31/CE, 2001/29/CE, 2004/48/CE, 95/46/CE,

2002/58/CE, así como la Carta de Derechos Fundamentales, en relación con el

Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades

Fundamentales, leídos e interpretados en conjunto, autorizan a un juez a ordenar a

un proveedor de servicios de Internet un sistema de filtrado de todas las

comunicaciones que pasan a través de su servicio para detectar aquellas que

utilizan la tecnología peer to peer, e impedirlas. Filtrado de carácter preventivo, sin

limitación de tiempo y al costo del proveedor de servicios de Internet.

El Tribunal de Justicia Europeo resolvió en sentido negativo, estableciendo

que dicha supervisión, necesariamente conllevaría a la vigilancia de todas las

comunicaciones y datos a transmitir de la totalidad de los clientes, supervisión

general prohibida por el artículo 15 de la Directiva 2000/31/CE, Relativa a

Determinados Aspectos Jurídicos de los Servicios de la Sociedad de la Información

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en Particular el Comercio Electrónico en el Mercado Interior. Además, el Tribunal de

Justicia Europeo determinó que el requerimiento judicial en cuestión, podría

vulnerar no solamente los derechos de privacidad de Scarlet, sino también los de

sus clientes, específicamente el derecho a la protección de carácter personal y su

libertad de hacer o recibir comunicaciones, derechos protegidos por los artículos 8

y 11 de la Carta de Derechos Fundamentales.

El Tribunal, además, sopesó lo que denominó “un justo equilibrio entre la

protección del derecho de propiedad intelectual…y la protección de la libertad de

empresa…,” (Caso C-70/10 Scarlet Extended v. SABAM, párrafo 46) equilibrio entre

los titulares de los derechos de autor y los proveedores de servicios de Internet. En

este sentido, fundamentó su resolución en el artículo 16 de la Carta de Derechos

Fundamentales que contiene la libertad de empresa de los proveedores de servicios

de Internet, así como en la Directiva 2004/48/CE, Relativa al Respeto de los

Derechos de Propiedad Intelectual, que en su artículo 3 establece que los

procedimientos y medidas de consecución de los derechos de propiedad intelectual

deberán ser justos y no deberán ser “inútilmente complejos o gravosos.” Se

determinó el equilibrio hacia el proveedor de servicios de Internet, dado que de lo

contrario se vulneraría la libertad de empresa, la protección de datos personales,

así como la libertad en las comunicaciones. En este caso, resulta evidente que la

medida judicial fue demasiado gravosa para el proveedor de servicios de Internet,

así como para sus clientes, porque tendría que revisar cada uno de los accesos a

Internet de todos sus clientes, a la vez que se cuestionó la utilidad de la medida. Lo

anterior ya que, cada vez que un cliente accediera a Internet, para utilizar cualquier

aplicación, se tendría que verificar si no está utilizando tecnología peer to peer, y

aun así, podría no ser detectada la infracción.

La resolución deja, entonces, fuera de análisis el grado de conocimiento o

responsabilidad de un proveedor de servicios de Internet en relación a la propiedad

intelectual, porque el resultado casi obvio de la resolución fue que dicho proveedor

no tiene que revisar cada una de las comunicaciones para detectar infracción.

Entonces, lo que en apariencia sería un precedente favorable para los proveedores

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de servicios de Internet, deja mucho sin resolver en cuanto a la responsabilidad de

los mismos.

V. Twentieth Century Fox Film Corp. et al v. Newzbin Ltd.

Litigio resuelto en el Reino Unido por el tribunal denominado High Court of

Justice Chancery Division (Alta Corte de Justicia, División Cancillería). La causa de

acción estaba basada en el hecho de que el demandado operaba un sitio de Internet

llamado Newzbin, mismo que utilizaba una plataforma de grupos de discusión

conocida como Usenet, que facilitaba que usuarios pusieran a disposición de otros

usuarios diversas obras protegidas, principalmente obras cinematográficas y

programas de cómputo. Además, el sitio promovía que cierto grupo de usuarios

llamados “editores,” facilitaran, a su vez, el traslado y unión de los archivos que

contenían las obras protegidas. De esta manera, el común de los usuarios, a final

de cuentas, tendría un archivo listo para grabarse en soporte DVD (disco versátil

digital).

Derivado de estos hechos, la parte actora fundamentó como causas de la

acción lo siguiente: autorizar actos de infracción; procurar, motivar y diseñar, junto

con sus usuarios, una plataforma para infringir, así como comunicar al público, las

obras protegidas. El autorizar un acto de infracción sería el equivalente en el Reino

Unido a la responsabilidad solidaria que existe en el sistema jurídico

norteamericano, pero con algunas diferencias. De los precedentes y de la

legislación sobre derechos de autor que expresamente contiene la figura jurídica en

cuestión (sección 16 del Copyright, Designs and Patents Act de 1988), se concluye

que se perfecciona la autorización si algún usuario podría deducir que el

demandado tiene el poder para autorizar la copia y otorga dicho permiso. Así por

ejemplo, la sentencia cita al precedente C.B.S. Songs Ltd and ors v. Amstrad

Consumer Electronics Plc, en el que el fabricante de una grabadora reproductora

de doble casetera con capacidad para hacer reproducciones en alta velocidad, no

es responsable de autorizar la infracción dado que ningún comprador podría deducir

que el demandado poseía la potestad de autorizar. Es decir, la mera asistencia, o

17

la promoción de la actividad ilícita, o el colocar los medios para cometer la infracción

no es suficiente. En el caso concreto, el Tribunal determinó que un usuario

razonable podría deducir que el demandado tenía el poder de autorizar u otorgar

cualquier permiso debido a que los índices contaban con información suficiente de

cada obra protegida, así como las ligas a los materiales; además, activamente

instruía a los usuarios editores a poner ligas y hacer los materiales disponibles.

El Tribunal determinó que la demandada era responsable de autorizar y

procurar la infracción de obras propiedad de la actora. Por lo tanto, condenó a

daños y perjuicios, dado que el demandado deliberadamente había incurrido en esa

conducta responsable a sabiendas de que sus usuarios infringían obras protegidas.

Posterior a la sentencia, en ejecución de sentencia, dichos daños y perjuicios fueron

determinados en la cantidad de £ 230,000 libras esterlinas. Además, el Tribunal

ordenó a la parte demandada detener los actos de infracción, pero solamente en

relación a las obras cuyo titular fuese la parte actora. Es decir, no se ordenó la

suspensión general del sitio.

En relación al conocimiento general que la sección 97a párrafo 1 del

Copyright, Designs and Patents Act de 1988 - que implementa en el sistema jurídico

británico el artículo 8(3) de la Directiva 2001/29/CE, Relativa a la Armonización de

Determinados Aspectos de los Derechos de Autor y Derechos Afines a los Derechos

de Autor en la Sociedad de la Información,- establece que el demandado debe tener

sobre la infracción a fin de otorgar la orden de suspensión, el Tribunal sostuvo no

era necesaria la notificación previa por parte del titular de los derechos al proveedor

de servicios de Internet, ya que se puede tener dicho conocimiento sin dicha

notificación. Es decir, la falta de conocimiento de la infracción puede venir no

solamente de la notificación del titular como en el precedente norteamericano, sino

de cualquier circunstancia, lo cual es diferente al precedente norteamericano de

YouTube, interpretando la sección 512 del U.S. Copyright Act.

De igual manera, la resolución no contradice la limitante de responsabilidad

para proveedores de servicios de Internet que para sus actividades de transmisión,

de almacenamiento temporal para transmisión y alojamiento establecen

18

respectivamente los artículos 12, 13 y 14 de la Directiva 2000/31/CE, Relativa a

Determinados Aspectos Jurídicos de los Servicios de la Sociedad de la Información

en Particular el Comercio Electrónico en el Mercado Interior. Esto se debe a que

dichas limitantes operan siempre que el proveedor de servicios de Internet no tenga

conocimiento de la infracción. En este caso, como ya se mencionó, de acuerdo al

propio Tribunal, el proveedor no solamente tenía conocimiento de la infracción, sino

que la autorizó y procuró. Además, los propios preceptos legales, expresamente

establecen que los mismos no impedirán una orden de suspensión de cualquier

actividad que conlleve infracción.

Finalmente, las operaciones del sitio fueron suspendidas por los propios

operadores, quienes llevaron a hospedar su sitio de Internet a otro país fuera del

Reino Unido, lo que dio lugar al siguiente litigio.

VI. Twentieth Century Fox Film Co. et al. v. British Telecommunications PLC

Comúnmente conocido como Newzbin 2, este litigio también lo resolvió el

tribunal denominado High Court of Justice Chancery Division (Alta Corte de Justicia,

División Cancillería) del Reino Unido. Fue consecuencia del litigio abordado en el

apartado anterior. Posterior a la orden de detener la infracción y la condena a daños

y perjuicios, los demandados hospedaron en el extranjero su sitio de Internet, con

exactamente las mismas características, funcionamiento e, incluso, el mismo

nombre de dominio. En este caso, el demandado era el proveedor de servicios de

Internet más grande del Reino Unido, British Telecommunications PLC (BT de aquí

en adelante). El actor buscaba una orden que bloqueara el acceso de todos los

clientes de BT a la página de Internet infractora. En caso de tener éxito, intentaría

lo mismo con otros proveedores de servicios de Internet. De hecho, antes de

interponer la demanda, le solicitó lo anterior a BT, a lo cual ésta se negó.

En cuanto a la orden para restringir el acceso a la página, el fundamento legal

se encontró en la sección 97a del Copyright, Designs and Patents Act de 1988. Al

igual que en el litigio Newzbin original, el conocimiento general de la infracción por

parte del demandado es factor fundamental para emitir la orden de suspensión. En

19

este sentido, el Tribunal sostuvo que: “el abogado [de la actora] aceptó que no

podría probar que BT tenía conocimiento real de la infracción en particular a cada

obra protegida; … sin embargo alegó que BT tenía conocimiento real de usuarios y

… operadores de Newzbin2 usando su servicio para infringir los derechos de

autor…” (Twentieth Century Fox Film Co. et al. v. British Telecommunications PLC,

párrafo 157).

El anterior argumento resultó convincente para el juzgador, quien sostuvo

que el conocimiento general por parte de BT de que sus usuarios infringían

derechos a través de Newzbin2 satisfacía el conocimiento requerido por la sección

97a del ordenamiento en comento, para emitir la orden de suspensión.

Además, BT argumentaba que una orden de restricción de la página en

controversia violaría el artículo 15(1) de la Directiva sobre Comercio Electrónico,

que prohíbe imponer a proveedores de servicios de Internet la obligación general

de monitorear la información que se transmite a través de sus servicios. En este

sentido, el Tribunal sostuvo que la orden no se trataba de una obligación de

monitorear la información en lo general, sino más bien una obligación específica y

limitada de restringir el acceso al sitio Newzbin2 de manera automática.

Otro argumento de BT consistía en que una orden basada en la sección 97a

sería contraria al artículo 10 del Convenio Europeo de Derechos Humanos, que

contiene el derecho de libertad de expresión. Lo anterior en el sentido de que la

orden de suspensión violaría el derecho de los usuarios al acceso de la información,

que es una vertiente de la libertad de expresión contenida en el mencionado

precepto legal. Por su parte, la actora argumentó que los derechos de autor eran

derechos de propiedad protegidos por el artículo 1 del Primer Protocolo del propio

Convenio Europeo de Derechos Humanos. Ante tal contradicción de derechos, se

sostuvo que ningún artículo prevalece sobre otro, por lo que la solución provendría

de un balance comparativo de ambos derechos, así como la proporcionalidad de

valores y medidas tomadas en la controversia específica.

Lo anterior trajo a colación el procedimiento ante el Tribunal de Justicia

Europeo analizado en anteriores líneas Scarlet Extended v. SABAM, dado que, en

20

dicho precedente, el Tribunal Europeo tuvo que hacer un balance entre varios

preceptos legales, incluyendo el de protección de propiedad intelectual en relación

con la protección de Derechos Humanos, e incluso la libertad de empresa. Al tiempo

de la resolución del litigio que nos ocupa, el Tribunal de Justicia Europeo no había

resuelto SABAM, pero el Tribunal Británico ya tenía a su disposición la opinión del

Abogado General de la Unión Europea, que en gran medida fue tomada

posteriormente por el Tribunal de Justicia Europeo. Aunque, en la opinión del

Abogado General y del Tribunal de Justicia Europeo, el balance operó a favor del

proveedor de servicios de Internet, en el presente litigio el Tribunal Británico

determinó que no se trataba de la misma medida, ya que, mientras en aquel

precedente se trataba de una medida para todas las comunicaciones de los clientes

en lo abstracto, aquí se trataba de una medida delimitada, “clara y precisa.”

Finalmente, la medida se autorizó ya que se consideró adecuada. Cabe

mencionar que no fue causa de rechazo que la misma medida podría prevenir el

acceso a un número limitado de usuarios, o que podría, además abarcar obras

protegidas, cuyo titular no fuese el actor de la demanda.

VII. Television Francaise 1- TF1 S.A. et. at. v. YouTube LLC.

Este litigio es muy parecido a dos casos norteamericanos analizados

anteriormente: Viacom International v. YouTube, así como UMG Recordings, Inc.

v. Veoh Networks Inc. El mismo fue resuelto por el denominado Tribunal de Grande

Instancia de París (un juzgado de primera instancia e instrucción) el 29 de Mayo de

2012. La demanda fue interpuesta por la cadena Televisión Francesa 1 TF1, S.A.

(TF1 de aquí en adelante) y algunas de sus subsidiarias. El derecho aplicable es

parecido al de los casos europeos anteriores. Se trata de la Ley para la Confianza

en la Economía Digital del 21 de junio de 2004, la misma implementa en Francia la

Directiva 2000/31/CE, Relativa a Denominados Aspectos Jurídicos de los Servicios

de la Sociedad de la Información en Particular el Comercio Electrónico en el

Mercado Interior. Dicho ordenamiento limita la responsabilidad de los Proveedores

de Servicios de Internet.

21

Los actores de la demanda solicitaban alrededor de 150 millones de euros

por concepto de daños y perjuicios por la infracción a sus derechos debido a miles

de videos subidos a la página de YouTube. A su vez, solicitaban la retirada de videos

infractores. A continuación se presentan los principales argumentos de los actores.

Primeramente, sostenían que YouTube no debería ser cubierto por el artículo 6-1-2

de la Ley de para la Confianza en la Tecnología Digital debido a que sus actividades

iban más allá del simple hospedaje técnico y automático de los videos infractores,

ya que de los hechos y circunstancias se desprendía que YouTube jugaba un papel

editorial activo en la puesta y retirada de dichos videos. Además, argumentaban que

debido al conocimiento que YouTube tenía de los videos infractores, debió haber

retirado los mismos aún antes de cualquier notificación realizada por TF1 o alguna

de sus subsidiarias. Los actores enfatizaron el hecho de que en su página, YouTube

seleccionaba videos para colocarlos dentro de diversas categorías, como

“recomendables” o “elección,” por tanto dicha selección no pudo ser resultado de un

hospedaje técnico y automático sino más bien de una labor editorial en la selección

de contenidos. La parte actora también argumentó que YouTube en su contrato de

uso con sus usuarios adquiría los derechos sobre los videos subidos de manera no

exclusiva, por lo que no podría hablarse de un simple hospedaje técnico y

automático cuando al mismo tiempo YouTube estaba adquiriendo derechos sobre

dichos videos. Por último, TF1 argumentó que YouTube colocaba publicidad a los

videos infractores, por lo que obtenía ganancias de la actividad ilícita.

Al contestar la demanda, YouTube interpuso las siguientes excepciones y

defensas. La primera de ellas, exitosa por cierto, fue la falta de legitimación de la

parte actora para interponer la acción debido a que los demandantes no justificaron

poseer derecho alguno sobre los contenidos infringidos. En este sentido, YouTube

argumentó que TF1 y sus subsidiarias no justificaron sus derechos como

productores de videogramas, solamente de los programas que ellos mismos

producen. Asimismo, YouTube solicitó constatar que no era el origen de los videos,

ya que los mismos fueron subidos por sus usuarios y que se declarara que sus

actividades eran de hospedaje automatizado en los términos del artículo 6-1-2 de la

22

Ley para la Confianza en la Economía Digital, misma que contiene la limitante de

responsabilidad para los proveedores de servicios de Internet. En este sentido,

YouTube declaró haber cumplido diligentemente con las notificaciones que sobre

videos infractores le ha enviado la parte actora, por lo que estaría cubierto por la

limitante de responsabilidad establecida por el precepto legal en cuestión. Además,

YouTube estableció que desde el 25 de abril de 2008 puso a disposición de los

demandantes una tecnología que reconoce contenidos protegidos e impide que los

mismos sean subidos por los usuarios, la misma se denomina “content

identification.”

YouTube también argumentó que de acuerdo al artículo 6-1-7 de la Ley para

la Confianza de la Economía Digital, un juez solamente puede ordenar como medida

cautelar o definitiva la “vigilancia temporal y específica de contenidos identificados,”

ya que una prohibición general iría en contra del ordenamiento en cuestión.

YouTube de igual manera, solicitó suspender el procedimiento hasta que el Tribunal

de Justicia Europeo resolviera el caso SABAM, analizado en anteriores líneas.

Además, alegó que no era responsable de daños y perjuicios debido a que retiró los

videos infractores que le fueron notificados en su momento. Finalmente, solicitó

100,000 euros por concepto de gastos y costas de conformidad con los artículos

699 y 700 del Código de Procedimientos Civiles.

Al analizar la legitimación de la parte actora para ejercer la acción, el Tribunal

de Gran Instancia citó el artículo L 331-1 del Código de Propiedad Intelectual, que

establece que el beneficiario de una licencia a título exclusivo de un fonograma o

videograma, podrá “ejercer la acción en justicia en virtud de este derecho.” Es decir,

al tratarse de una licencia exclusiva, la legislación presume el poder para ejercer

acción legal. Por el contrario, si la licencia no es exclusiva, el beneficiario no podrá

ejercer acción alguna a menos que la licencia le otorgue expresamente poder para

ello. El Tribunal, entonces analizó cada una de las licencias a favor de cada uno de

los demandantes, sobre las obras que alegaban fueron infringidas. Del análisis de

cada licencia, el Tribunal sostuvo que no se desprendía que la licencia fuese

exclusiva, y tampoco que el beneficiario de la licencia le fuera otorgado poder alguno

23

para ejercer acción legal. De esta manera, el Tribunal de Gran Instancia concluyó

que si la ley no presume la personalidad jurídica para demandar y la misma no

proviene del contrato, la parte actora no estaba legitimada para ejercer la acción en

relación a esas obras.

Respecto de las obras audiovisuales que TF1 dijo ser productor y titular de

derechos, YouTube alegó que TF1 no aportó prueba alguna para demostrarlo. El

Tribunal estuvo de acuerdo con YouTube y sostuvo que la parte actora solamente

se limitó a afirmar el hecho y no aportó elemento alguno para probar su dicho. Lo

mismo ocurrió con otra obra audiovisual que una de las subsidiarias de TF1

presentaba como producción propia.

El argumento principal en este tipo de casos, tal como lo vimos con el litigio

de YouTube en los Estados Unidos es el alcance de la limitante de responsabilidad

para los proveedores de servicios de Internet. Al igual que en los Estados Unidos,

en la Unión Europea existe una limitante de responsabilidad para los proveedores

de servicios de Internet que de manera automatizada hospedan materiales subidos

por terceros. Ello dentro de otro tipo de actividades que un proveedor de servicios

de Internet puede realizar, como por ejemplo los motores de búsqueda, acceso a

Internet, e incluso ser vehículo para la transferencia de datos que no provienen y

que no fueron solicitados por sus clientes. Como se mencionó en anteriores líneas,

la Unión Europea contempla esta limitante de responsabilidad en la Directiva

2000/31/CE, Relativa a Denominados Aspectos Jurídicos de los Servicios de la

Sociedad de la Información en Particular el Comercio Electrónico en el Mercado

Interior, que en Francia se ha implementada mediante la Ley para la Confianza en

la Economía Digital del 21 de junio de 2004. En este sentido, el pronunciamiento del

Tribunal fue favorable para YouTube.

Dentro de los argumentos más importantes de la parte actora, recordemos

que ésta alegó que YouTube es editor de los contenidos ya que sus actividades no

se limitaban a una cuestión meramente técnica sino que su papel era editorial ya

que censuraba a priori videos que consideraba no acordes a su “línea editorial.”

Asimismo, la parte actora alegó que YouTube promovía aquellos contenidos

24

considerados más atractivos. De haber procedido este argumento, YouTube no

habría quedado cubierto por la limitante de responsabilidad. Para resolver esta

cuestión, el tribunal citó el artículo 6-1-2 de la Ley para la Confianza en la Economía

Digital, mismo que define a los proveedores de servicios de Internet, así como el

artículo 6-1-7 que establece, al igual que su contraparte norteamericana, que los

proveedores de Servicios de Internet no tienen la obligación de vigilancia sobre la

información que transmiten o almacenan, tampoco la obligación de investigar la

licitud de los hechos o actividades que transmiten. El tribunal entonces, citó del

mismo precepto legal la definición de editores, entendidos estos como “la persona

que determina los contenidos que deben ser puestos a disposición del público….”

Asimismo, el tribunal sostuvo que YouTube no determinó o seleccionó los videos

que sus usuarios compartían, sino que su labor está limitada a operaciones

puramente técnicas para recodificar el formato de los mismos.

En cuanto a la promoción de contenidos por parte de YouTube, el tribunal

sostuvo que esta cuestión no es otra cosa sino el resultado de una determinación

hecha por un software sobre los videos más visitados. Por lo tanto, el Tribunal

sostuvo que no se trataba de la promoción de contenidos atractivos como lo

afirmaba la parte actora. Sobre el argumento relativo al control de contenidos a

priori, el Tribunal estableció que dicho control se limitaba a evitar videos conteniendo

actos de pedofilia, crímenes contra la humanidad u odio racial, cuestión que tendría

que ver con una obligación legal y no con una labor editorial.

En cuanto al conocimiento respecto de los videos que constituyen infracción,

aquél conocimiento que dejaría a YouTube fuera de la limitante de responsabilidad

si no suprime los videos en cuestión en un tiempo razonable, el Tribunal sostuvo

que el mismo no puede provenir de una vigilancia a priori que el propio YouTube

haga de sus contenidos en busca de infracciones. De acuerdo al Tribunal, dicho

conocimiento solamente puede provenir de la notificación hecha por el titular del

derecho de autor, o bien por la notificación de un tercero. Este último punto es muy

interesante, al compararse con los litigios norteamericanos, en donde la generalidad

de los tribunales ha sostenido que el único conocimiento que quitaría la protección

25

al proveedor de servicios de Internet, es mediante la notificación pormenorizada del

titular de los derechos del video. Finalmente, el Tribunal de Gran Instancia sostuvo

que YouTube suprimió todos los videos que le fueron notificados en un plazo de 3

días después de dicha notificación, lo que consideró un tiempo razonable.

Consecuentemente, el Tribunal declaró improcedente la acción y condenó a

la parta actora, TF1 y sus subsidiarias, a pagar solidariamente a YouTube 80,000

euros por concepto gastos y costas, de conformidad con los artículo 699 y 700 del

Código de Procedimientos Civiles francés.

VIII. A Manera de Reflexión

Dentro del sistema jurídico mexicano, no existe limitante de responsabilidad

para los proveedores de servicios de Internet. Sin embargo, no se conoce litigio

alguno en contra de los mismos. Lo anterior debido a varios factores entre los que

podemos enumerar los siguientes: los daños y perjuicios contenidos en la

legislación no son ni resarcitorios y tampoco disuasorios, son mínimos; la

responsabilidad solidaria por infracción a los derechos de autor, no está señalada

en la legislación y tampoco se deduce de algún precedente judicial; asimismo, hasta

hace relativamente poco, un actor no podía interponer acción por infracción a los

derechos de autor ante una autoridad judicial, si con anterioridad no había obtenido

una declaración de infracción por parte del Instituto Mexicano de la Propiedad

Industrial (IMPI), lo que hacía extremadamente largos este tipo de litigios.

26

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