tobena, veronica (2013). la historia argentina al banquillo. los usos politicos del pasado y los...

Upload: valeria-kozel

Post on 01-Mar-2018

228 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

  • 7/26/2019 Tobena, Veronica (2013). La Historia Argentina Al Banquillo. Los Usos Politicos Del Pasado y Los Regimenes de Hist

    1/28

    X Jornadas de Sociologa. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos

    Aires, Buenos Aires, 2013.

    La historia argentina al

    banquillo. Los usos polticos

    del pasado y los regmenes de

    historicidad.

    Tobea, Vernica.

    Cita: Tobea, Vernica (2013). La historia argentina al banquillo. Los usos

    polticos del pasado y los regmenes de historicidad.X Jornadas de

    Sociologa. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos

    Aires, Buenos Aires.

    Direccin estable: http://www.aacademica.org/000-038/1

    Acta Acadmica es un proyecto acadmico sin fines de lucro enmarcado en la iniciativa deaccesoabierto. Acta Acadmica fue creado para facilitar a investigadores de todo el mundo el compartir su

    produccin acadmica. Para crear un perfil gratuitamente o acceder a otros trabajos visite:

    http://www.aacademica.org/000-038/1http://www.aacademica.org/000-038/1
  • 7/26/2019 Tobena, Veronica (2013). La Historia Argentina Al Banquillo. Los Usos Politicos Del Pasado y Los Regimenes de Hist

    2/28

    1

    X Jornadas de sociologa de la UBA

    20 aos de pensar y repensar la sociologa.

    Nuevos desafos acadmicos, cientficos y polticos para elsiglo XXI

    1 a 6 de Julio de 2013

    Mesa 1: Memoria y representaciones del pasado reciente

    Ttulo de la ponencia: La historia argentina al banquillo.

    Sobre los usos polticos del pasado y los regmenes de

    historicidad.

    Autora: Tobea, Vernica (rea Educacin, FLACSO -

    Argentina)

  • 7/26/2019 Tobena, Veronica (2013). La Historia Argentina Al Banquillo. Los Usos Politicos Del Pasado y Los Regimenes de Hist

    3/28

    2

    Introduccin

    El siguiente trabajo se ocupa de una discusin que hace a las disputas por el canonhistoriogrfico como la que se desencaden entre profesionales y divulgadores de la

    historia a la salida de la crisis de 2001, suscitada por el xito de ventas de lasdivulgaciones histricas y la impugnacin que esos relatos1 despertaron entre algunosacadmicos de la disciplina. Los cnones historiogrficos que configuran cada una deestas propuestas no se instituyen como opuestos solamente porque se diferencian en losaspectos retricos, de formato, de institucin que funciona como centro legitimador, etc.,sino que hay adems tradiciones de las que cada uno de ellos son deudores e imgenesde la historia que funcionan de gua para ellos, que explican las diferencias que existenentre ambas concepciones de cmo debe hacerse la historia.

    A su vez, nos interesa analizar ambos modelos historiogrficos a partir de lo queFranois Hartog denomina rgimen de historicidad (2007, 2010), pues esta nocin seconcentra en la experiencia del tiempo que existe en una poca dada.

    Empecemos entonces por intentar dar cuenta de las tradiciones de las que son deudorasy las imgenes del pasado que emanan de las posturas desplegadas en la disputa.

    Dos tradiciones historiogrficas y un nudo temtico: la historia cientfica y lahistoria militante frente a la ltima dictadura militar

    Si se trata de distinguir dnde se hunden las races de las lneas en pugna que abrenestos historiadores de vertiente contraria resulta insoslayable considerar la especificidaddel discurso historiogrfico. Esa singularidad de la historia est dada por su objeto, elpasado. Y el pasado, sobre todo cuando se reconstruye teniendo como eje articulador ala Nacin o el Estado nacional, como es el caso de los relatos histricos de lacontroversia de la que aqu nos ocupamos, nos involucra a todos como sociedad, porquecontribuye a dar carnadura histrica a nuestra identidad nacional y a ofrecernos unaimagen de nuestro pasado de la que podemos extraer quines somos y a dnde vamos.La historia nacional da contextura y densidad temporal al pas que hoy somos, para dar oquitarle legitimidad al camino recorrido y otorgarle o restarle valor a las opciones con lasque hoy contamos2. En este sentido, la historia es importante no slo porque nos proveede un pasado comn y nos cuenta cmo llegamos al presente sino porque justifica elcamino a transitar hacia el futuro (Jelin, 2001; Carretero y Voss, 2004).La especificidad de la historiografa est dada entonces por tratarse de un tipo dediscurso tanto modulado por como modulador del campo poltico; un discurso que sepresta al uso poltico tanto a favor como en contra de una relacin de fuerzas dada, delstatus quo(Myers, 2004; Pittaluga, 2010).

    1 Que aqu llamaremos los libros de la controversia.2 Vase el concepto de tradicin selectivaen Williams, 1980.

  • 7/26/2019 Tobena, Veronica (2013). La Historia Argentina Al Banquillo. Los Usos Politicos Del Pasado y Los Regimenes de Hist

    4/28

    3

    Ahora bien, cules son los hechos de nuestro pasado que se constituyen en ejes de lacontroversia en la disputa sealada? Es decir, sobre qu acontecimientos del pasadose producen lecturas que reponen preocupaciones polticas y valoraciones de corteideolgico en el discurso de la historia? Por otro lado, resulta importante tener en cuentacmo fue pensado y cmo intent ser constituido el campo historiogrfico en la

    Argentina, puesto que la arquitectura del campo resultante de estos procesos puedetener consecuencias respecto al modo en que se ponderan algunas dimensiones delpasado. Creemos que ambas cuestiones estn estrechamente vinculadas y no puedenabordarse de forma independiente, puesto que en la arquitectura del campohistoriogrfico local jug un papel importante una contraposicin entre dos modeloselevados a ciertas dimensiones mticas pero igualmente muy funcionales, yprecisamente la naturaleza de los hechos histricos alrededor de los cuales se fundanbuena parte de las crticas que los acadmicos hacen a los divulgadores y sobre los queestos fundan su posicionamiento poltico y sus diferencias ideolgicas con losacadmicos, tiene como condicin de posibilidad la contextura que presenta el campo3.

    Esos modelos que hacen a buena parte de la contextura que presenta la historiografaen la Argentina son el modelo de excelencia acadmica y del modelo de la universidadpolitizada de los aos setenta4; esto es, la contraposicin entre la historia cientfica y lahistoria militante o poltica (Pittaluga, 2010: 129-130). Esos modelos son divergentesfundamentalmente porque se basan en valores que tambin lo son; las caractersticas yel legado que dejan cada una de esas matrices son conocidas. Repasmoslos.

    La historia cientfica recibe esta denominacin al establecer para s criterioscientficos5 para evaluar la calidad de una produccin historiogrfica. Entre esoscriterios que permiten dirimir la solvencia de un texto se cuentan: la explicitacin de loque en la jerga de las ciencias sociales se denomina estado del arte del tema que esobjeto de anlisis; la presentacin de la evidencia y de las fuentes en las que se basa elestudio; rigurosidad en el anlisis; el manejo de un adecuado aparato de referenciasbibliogrficas; una presentacin temtica sobria, sin pretensiones narrativas (uso precisode los trminos, lenguaje estricto, conceptos afinados); el respeto a la distancia con elobjeto de estudio que debe traducirse en asepsia valorativa y en el mantenimiento de la

    3 No hay que entender que cada uno de estos modelos al que hacemos alusin constituye un espaciohomogneo ni monoltico. Ms bien todo lo contrario. Se trata de una idea, un paradigma bajo el cual seejerce la labor de historiador que agrupa perspectivas tericas, polticas, epistemolgicas, retricasheterogneas, pero que comparten o reconocen en un mismo criterio su fuente de legitimidad y por lo tantose producen, a pesar de las diferencias que entre ellas pueda existir, con arreglo a las mismas reglas deconstruccin del discurso histrico.4

    En este punto seguimos la denominacin propuesta por Roberto Pittaluga, quien distingue por un lado,un modelo de excelencia acadmica que se postul para la Universidad de 1955 a 1966, y que para lahistoriografa era un fuerte polo de legitimidad, por las figuras que la haban motorizado en aquellos aos,aunque se trataba, en realidad, de un fragmento del campo historiogrfico argentino, un fragmentobastante pequeo por otro lado. Ese modelo fue contrapuesto al modelo de la universidad politizada de losaos setenta. De esta ltima se destac la colonizacin del discurso historiogrfico, del discursoacadmico en general, por el discurso poltico, es decir, la subordinacin de cualquier saber crtico a lasnecesidades del programa poltico del grupo que fuere(Pittaluga, 2010: 129-130).5 Criterios que elabora tomando como modelo a las ciencias sociales.

  • 7/26/2019 Tobena, Veronica (2013). La Historia Argentina Al Banquillo. Los Usos Politicos Del Pasado y Los Regimenes de Hist

    5/28

    4

    autonoma intelectual de las preocupaciones y las urgencias de la poltica (Pittaluga,2010; Di Meglio, 2012; Sazbn, 2012). sta ltima exigencia es la que exclua de laagenda historiogrfica la posibilidad de hacer historia del pasado reciente, puesto que sucercana con el presente hace de ese pasado algo todava actual.

    La denominada historia militante, por su parte, se contrapone a la anterior en cada unode estos aspectos. La calidad de un texto histrico est dada para esta perspectiva porsu compromiso con la poltica y su capacidad para revelar los grandes conflictos quemotorizan la historia. Esta tradicin hace del posicionamiento poltico del historiador unacondicin, y como pone el acento en la politicidad de la prctica histrica ms que en sucientificidad, para ella todos los reparos metodolgicos, los recaudos del lenguaje, laneutralidad valorativa y las prescripciones que tienen que ver con imponer limitacionesen lo que hace a los aspectos narrativos de la historia no son vlidos. Tampoco respetala premisa que reza que la historia debe mantener cierta distancia crtica y temporal consu objeto de estudio. Lo que gua el trabajo historiogrfico de esta corriente es unaparticin esencial de lo histrico en campos conflictivos (Fernndez, 2012), de modoque su historia se vertebra en torno a conflictos grandes y ltimos, como la existencia yconflictividad de clases, de la oligarqua o de la particin entre derecha e izquierda. Lapropuesta es ver esas particiones como expresiones de una dupla agonal fundante de lopoltico mismo(Fernndez, op. cit.).

    De acuerdo a las crticas realizadas por los acadmicos a los divulgadores de la historiay la defensa a las mismas que esgrimieron estos ltimos, no parece necesario aportarmuchos ms argumentos para demostrar que los primeros suscriben al modelo histricocientfico mientras que a los segundos debera inscribrselos en la matriz militante. Ahorabien, en el tratamiento que ambas corrientes hacen de algunos hechos oacontecimientos de nuestro pasado se vislumbra a nuestros ojos la condensacin deesas divergencias. Uno de esos hechos histricos que funcionan como divisor de aguas,como nudo temtico capaz de sintetizar de forma elocuente las diferentes concepcionesdel quehacer histrico en que se basan estos dos modelos es la ltima dictadura militar.Esto no slo se constata en el hecho de que es en torno al tratamiento de este tpicoque se montan muchos de los sealamientos que los acadmicos hacen a losdivulgadores, sino que tambin se rastrea en el modo conflictivo en que el campoacadmico post-dictatorial se relaciona con esa historia reciente, pues como diceRoberto Pittaluga, este ltimo se constituy sobre la base de una casi total exclusin delpasado inmediato, de su propio pasado reciente como campo acadmico, y tambin delpasado poltico reciente de la Argentina (p. 124)6.

    6

    Una muestra elocuente de esto lo constituye un artculo publicado en el ao 1982 por la revista Punto deVista, elaborado por un conjunto de historiadores que ya eran muy importantes entonces y hoy lo son anms (entre los firmantes estn Luis Alberto Romero, Hilda Sbato, Leandro Gutirrez, Juan Carlos Korol,Ricardo Gonzlez y Miriam Trumper) aglutinados alrededor del PEHESA (Programa de Estudios deHistoria Econmica y Social Americana), en el que bajo el ttulo Dnde anida la democracia? sepropone un programa de estudios histricos de cara a la transicin democrtica, donde la historia recientede la Argentina queda totalmente excluida y donde lo que articula al campo es una pregunta oproblemtica de carcter poltico, como es la pregunta por la democracia. El perodo que los autores eligenpara esa indagacin, el lapso temporal en el cual van a buscar o constituir la tradicin democrtica

  • 7/26/2019 Tobena, Veronica (2013). La Historia Argentina Al Banquillo. Los Usos Politicos Del Pasado y Los Regimenes de Hist

    6/28

    5

    Por qu en general la historia acadmica expuls el pasado reciente de su agendacuando se institucionaliz en los aos ochenta?7 El de la transicin democrticaconstituy uno de esos momentos histricos en que las relaciones entre poltica y campointelectual se estrechan, en que las convicciones y las urgencias de uno se replican en

    los valores y en las preocupaciones del otro. Y si nos detenemos a analizar cul fue laclave de lectura que promovi el campo poltico para encarar la relacin entre latransicin democrtica y el pasado reciente, descubrimos que la misma surgi de unanegacin de la historia que se acababa de vivir como hija de procesos previos y propios,declarando as las atrocidades vividas durante el perodo hurfanas de cualquiertradicin democrtica precedente. De modo que se hace frente a la transicindemocrtica recortando una tradicin democrtica completamente ajena a la historia deviolencia poltica que la preceda, porque al pensar a la ltima dictadura militar como unparntesis en nuestra historia, se piensa en la posibilidad de erradicarla totalmente de lasociedad argentina. Y esta lectura tuvo un impacto inmediato en el campo historiogrfico,que legitim y reprodujo esta interpretacin desde las producciones provenientes de lasposiciones hegemnicas al interior del campo. Para el historiador Roberto Pittaluga:

    La formulacin ms concisa, clara y contundente de esto es la llamada teora de los dosdemonios. Esa era una de las figuras discursivas que actuaron como fondo para laconfiguracin del campo historiogrfico, un fondo o contexto que de alguna maneramodelaba las posibilidades de lo decible e investigable en trminos histricos (p. 125).

    Otros intelectuales, como Beatriz Sarlo y Juan Carlos Torre, hacen descansar en lascaractersticas cruentas del pasado reciente y en la dimensin biogrfica que ese pasadotiene para los historiadores las razones para abstenerse de abordarlo desde el trabajohistoriogrfico. Sarlo afirmaba que los aos 60 y 70 probablemente estuvierandemasiado cerca, y fueran a la vez demasiado terriblescomo para hablar de ellos(1994: 172). La reflexin de Juan Carlos Torre al respecto es elocuente de la moderacinque muestran las consignas intelectuales tras la experiencia de la violencia de los aossetenta. Despus de haber abogado por la revolucin dice- nos hemos desplazado apedir un pas normal, donde simplemente estemos al abrigo de las disrupciones, de losquiebres, del espectculo sobrecogedor del abismo (2004: 196). El historiador OmarAcha (2008) plantea que este ideal del pas normal que sistematiza la reflexin deTorre constituy la doxa de la disciplina. La consolidacin del campo historiogrfico sedesarroll con numerosas reflexiones y estudios que tenan como horizonte a unasociedad normalizada. De modo que el sentido de la prctica historiogrfica estaba paralos acadmicos fuertemente condicionado por la historia que se acababa de vivir (Acha,2008: 171), en sintona con los supuestos, las premisas y los valores progresistas que

    argentina, es el comprendido entre 1880-1943, es decir, que estos historiadores no slo se abstienen depensar la historia reciente sino que tampoco se ocupan de pensar en qu contribuy el peronismo anuestra tradicin democrtica. Para un anlisis del texto citado vase el trabajo de Roberto Pittaluga(2010).7 Desde luego, hay excepciones; pero mirado desde el conjunto del espacio historiogrfico acadmico,representaron una corriente que estaba como en una especie de latencia, de trabajo permanente ysilencioso, y ciertamente marginal (p. 131), considera Pittaluga.

  • 7/26/2019 Tobena, Veronica (2013). La Historia Argentina Al Banquillo. Los Usos Politicos Del Pasado y Los Regimenes de Hist

    7/28

    6

    por entonces institua el campo poltico, que quedan resumidos en las ideas demodernizacin, integracin, inclusin, desarrollo y democratizacin.

    Ahora bien, en relacin a las consecuencias que la operacin postdictatorial tiene para elcampo historiogrfico acadmico, que lo llev a una bsqueda de asepsia cientificista

    tomando como el anti-modelo a la tradicin de la historia militante de dcadas anteriores,de la cual termin por desmarcarse (Di Meglio, op. cit.), hay dos cuestiones a sealar. Laprimera de estas cuestiones tiene que ver con la creciente profesionalizacin del campo8

    y su progresivo desplazamiento de la figura del intelectual a la del especialista (Sarlo,1985). La otra cuestin es la ilusin de cientificidad que las reglas y las pautasdisciplinares que va dndose el campo contribuyen a generar y la consiguientesensacin de despolitizacin de la actividad que las mismas despiertan (Di Meglio,dem). Usamos las expresiones ilusin de cientificidad y sensacin de despolitizacinpara subrayar la artificiosidad del discurso histrico, para acentuar que esta neutralidadque destila la historiografa producida con arreglo a las pautas que dicta la academia esproducto de los efectos del discurso y se debe en buena medida a las formas que adoptael mismo.

    La constitucin del campo historiogrfico que propici el rgimen democrtico abrazuna concepcin de la disciplina histrica asociada a un quehacer intelectual emancipadode las demandas polticas inmediatas, que desde entonces se arrojaron aldesprestigiado terreno de la ideologa. Pero en rigor, este gesto que buscaba producirun corte con la imbricacin con la poltica tan habitual en las dcadas precedentes, noconstituye un movimiento tendiente a la despolitizacin sino ms bien a la repolitizacin.En efecto, al abogar por un pas normal y un paquete de valores que se identifican concierta consciencia progresista, la poltica no desaparece. Los presupuestos que porentonces sostiene la historiografa no podran estar menos condicionados por la historiaque se vena de vivir. Lo que desaparece es el posicionamiento explcito en los textos,desaparece la suerte de fetichizacin de la poltica que se encontraba en la historiamilitante precedente, pero la visin del autor est en los textos, los permea. CuandoFelipe Pigna busca defenderse de las crticas que lo acusan de hacer una historiasesgada, que toma partido, diciendo que la objetividad no existe, est intentandodesmontar esta idea de neutralidad que se arroga la historia acadmica.

    De modo que el escenario que se abre con la reinstalacin de la democracia en 1983ofrece un clima incompatible con la tradicin historiogrfica militante, la cual sueleconllevar una prosa provocativa y preada por el conflicto, esto es, formas discursivas ylecturas del pasado que intentaban dejarse atrs desde la matriz democrtica que sereivindica desde la poltica oficial. Los marcos establecidos por el gobierno de Alfonsn,

    8 La profesionalizacin de la disciplina tiene tambin que ver con los nuevos dispositivos de regulacincientfica del sistema acadmico, basados en una estricta evaluacin respecto a la metodologa, al nmerode artculos a publicar, a los circuitos y soportes por los cuales se hace circular los resultados de lasinvestigaciones, etc. Este dato es importante para nosotros en tanto el ejercicio del oficio histrico bajo laspautas que prescriben estas regulaciones suele ser tan exigente que constituye en s mismo una fuente deidentificacin para quienes se someten a ellos y, por lo tanto, un motivo para suscitar solidaridadescorporativas fuertes.

  • 7/26/2019 Tobena, Veronica (2013). La Historia Argentina Al Banquillo. Los Usos Politicos Del Pasado y Los Regimenes de Hist

    8/28

    7

    en cambio, s constituyeron condiciones favorables a la tradicin cientfica de la historia.En la Argentina este modelo tena como antecedente la historia social y cultural, que dela mano de Jos Luis Romero haba desembarcado en la universidad a instancias de lallamada Revolucin Libertadora en 1955 (Myers, 2004; Devoto, 2009; Acha, 2009;Cernadas y Lvovich, 2010). En los ochenta esta corriente historiogrfica se recupera y la

    disciplina emprende la marcha firme hacia la profesionalizacin, siguiendo de cerca parasu puesta a punto las corrientes historiogrficas imperantes en pases como EstadosUnidos, Inglaterra y Francia (Di Meglio, 2012). La tendencia hacia la profesionalizacinse profundiza y se expande constituyndose en el modelo hegemnico.

    El escenario post-crisis en el que surgen los libros de la controversia es muy distinto alque se recortaba en la dcada del ochenta. Los ecos que haba dejado la violenciapoltica de los aos setenta ya no resonaban como en la dcada que la sucedi y ms deveinticinco aos ininterrumpidos de rgimen democrtico haban revelado que eso deque con la democracia se come, se cura y se educa no era ms que un slogan. Lateora de los dos demonios que haba representado el plano medio de la opinin mscomn (Kohan, 2012), y por ello haba gozado de un formidable consenso social,comenzaba a ser objetada como verdad universal o definitiva.

    Sabemos que cuando el espacio de la poltica se abre a la contingencia como en esemomento, la posibilidad de disputar la conduccin de ese espacio resulta ms factibleque en perodos de estabilidad y solidez institucional. Lo mismo ocurre con la historia,pues con la puesta en cuestin de los liderazgos y los acuerdos polticos entran en crisislas cosmovisiones en las que estos se sostenan y apoyaban, y las evaluacioneshistricas imperantes caen en desprestigio.

    Un recorrido sumario por el derrotero histrico de la historiografa moderna argentina essuficiente para documentar la gravitacin de la poltica en la contextura que vaadoptando el campo histrico:

    Los estudios histricos comienzan a consolidarse en las ltimas dcadas del siglo XIXcon las obras de Bartolom Mitre y de Vicente Fidel Lpez. () En la ltima dcada delsiglo XIX y los primeros aos del siglo XX, surgen atisbos de una revisin del perodo deJuan Manuel de Rosas y los caudillos, en autores como Ernesto Quesada, AdolfoSaldas y David Pea. Durante el mismo perodo se consolida el ensayo positivista, cuyoparadigma historiogrfico es el trabajo de Jos Mara Ramos Meja sobre Rosas. Laperspectiva adopta tras el Centenario un viraje idealista con Jos Ingenieros. Despusde 1910 emerge una nueva generacin de estudiosos con implantacin universitaria: laNueva Escuela Histrica. () En la dcada de 1930 nace el revisionismo histrico, en elque puede distinguirse una vertiente rosista que se formaliza en 1938 con la fundacinde un Instituto de Investigaciones Histricas. Sus referentes principales son JulioIrazusta, Vicente Sierre, Jos Mara Rosa y Ernesto Palacio. La otra vertienterevisionista, de ndole antiimperialista y orientacin yrigoyenista, es la del grupo FORJA:Ral Scalabrini Ortiz y Arturo Jauretche. Ambas perspectivas critican el liberalismo, perola segunda es ms ambigua ante la figura de Rosas. Implantada en la universidad apartir de 1955, comienza a desarrollarse la historia social alrededor de Jos Luis

  • 7/26/2019 Tobena, Veronica (2013). La Historia Argentina Al Banquillo. Los Usos Politicos Del Pasado y Los Regimenes de Hist

    9/28

    8

    Romero. Esta corriente pregona la necesidad de estudiar la economa, la demografa y lasociedad (). Contemporneamente surgen versiones historiogrficas de orientacinmarxista como en Milciades Pea, Jorge Abelardo Ramos, Rodolfo Puiggrs y, con unadecidida carga peronista, Rodolfo Ortega Pea. Sus obras giran en torno al dilema decmo articular la lucha de clases con la liberacin nacional. En materia de divulgacin

    histrica, aparece en 1967 la revista Todo es Historia, dirigida por Flix Luna. Ladictadura militar 1976-1983, () aborta una naciente historiografa de izquierda. A partirde 1984 se produce la reorganizacin universitaria que permite la edificacin de unahistoriografa profesionalizada, donde es posible reconocer la preeminencia de unaversin de la historia social y poltica de corte progresista. En 2001 comienza un perodode vacancia historiogrfica (Acha, 2009: 11-12)

    La cartografa de la historiografa que nos deja esta apretada sntesis nos muestra uncampo heterogneo, que a medida que va edificndose se puebla de lneas tericas,polticas e ideolgicas variadas. En ella se destacan dos momentos que son importantespara nosotros como antecedentes de la disputa de la que aqu nos ocupamos, pues enella se reeditan conflictos en torno a la definicin historiogrfica legtima y se reactualizandos evaluaciones histricas divergentes en un marco de crisis y de cambios polticosabruptos y violentos como fueron los golpes militares de 1930 y de 1955.

    El primero vio nacer a los revisionismos histricos, en cuya vertiente de orientacinyrigoyenista y antiimperialista parecen abrevar, en parte, la historia que aparece en loslibros de la controversia que, como aquellos, representa una alternativa a lahistoriografa hegemnica en la universidad, que en el treinta estaba encarnada por laNueva Escuela Histrica, identificada con una manera de hacer historia profesional, decorte liberal y de la cual se nutre la versin oficial de la historia.

    El segundo momento, coincidente con el golpe al peronismo propiciado por la llamadaRevolucin Libertadora, es el que le permite a la renovacin historiogrfica que seestaba dando en el campo historiogrfico de la mano del historiador Jos Luis Romero9,arribar a espacios institucionales que les haban sido proscriptos por el peronismo, comola universidad. En una tradicin progresista, la historia social y cultural que introduceRomero tiene en su horizonte la intencin de refundar la universidad reformndolaacadmica y polticamente. La corriente de la historia social se propone renovar a lahistoriografa apoyndose en los aportes de las ciencias sociales, fundamentalmente dela economa y la sociologa.

    Asimismo, los aos posperonistas tambin son importantes para el ascenso delrevisionismo ya que durante esta etapa dicha corriente logra su mayor expansin. Si bienla universidad les seguira resultando hostil, la coyuntura cultural s constituy un marcofavorable para fijar sus races, ya que el reservorio peronista significaba ahora unenorme pblico en disponibilidad (Devoto, 2009: 278).

    9 Dicha renovacin historiogrfica debe a la experiencia de la revista Imago Mundi buena parte de sumaduracin intelectual. Vase Acha, 2008 y Devoto, 2009.

  • 7/26/2019 Tobena, Veronica (2013). La Historia Argentina Al Banquillo. Los Usos Politicos Del Pasado y Los Regimenes de Hist

    10/28

    9

    En suma, lo que es comn a las distintas corrientes historiogrficas que fueroncomplejizando el campo de la disciplina a lo largo de su historia y ampliando la variedadde sus tradiciones intelectuales, es su emergencia en tres contextos de crisis de lahistoria poltica argentina. Dos de esos momentos corresponden a dos golpes de Estadomilitares que derrocaron a los dos gobiernos ms populares de la historia argentina, los

    de Hiplito Yrigoyen y Juan Domingo Pern, y el tercero refiere al retorno a lademocracia de la mano del radical Ral Alfonsn tras aos traumticos, que no sloincluyen un gobierno militar de facto, sino que contienen terrorismo de Estado, violenciapoltica y hasta una guerra. Los revisionismos surgidos a fines de la dcada del 30, losrevisionismo que afloran en el 55 y que se sostienen con xito a lo largo de la dcadasiguiente, la historia social que conquista la universidad en el 55 tras la proscripcin quele impuso el peronismo, y la definitiva instalacin de la historia profesional que propicia latransicin democrtica iniciada en 1983, tienen como denominador comn el hecho deencontrar en un escenario atravesado por la incertidumbre poltica y social lascondiciones para su emergencia.

    Luego, existen ciertos aires de familia entre algunos de ellos. En trminosepistemolgicos, una serie podra establecerse, por un lado, entre la historia social del55 y la historia profesional del 83, y por otro lado, entre los revisionismos de lasdcadas del 30, los de la del 50-60 y los libros de Pigna-Lanata-ODonnell del siglo XXI.Ciertamente, el humor revisionista de estos ltimos libros fue aludido en el anlisis yconsiguiente crtica de los mismos realizado por algunos historiadores acadmicos, queincluso llegaron a referirse a ellos como neo-revisionismo. La ubicacin de dichos best-sellers en el linaje revisionista tiene que ver con la identificacin de motivos comunes,como el antiimperialismo, la oposicin a un relato histrico que se denomina comohistoria oficial, la adscripcin a un modelo conspirativo de la historia y la derivadaautopostulacin como la operacin histrica que viene a denunciar la alianza ocultaexistente entre el saber y el poder para someter al pueblo. Pero la asociacin de loslibros de la controversia con la tradicin revisionista tambin se funda en otrasafinidades, como que en la base de ambas experiencias editoriales est la bsqueda deuna explicacin capaz de generar algn tipo de respuesta, tanto a la crisis poltica comoa los cambios sociales y culturales introducidos por la primera, y por ello se emparentanen que unas obras y otras utilizan el pasado como excusa para hablar del presente.Tambin en el hecho de que ambas recibieron una respuesta masiva del pblico, seforjaron y circularon por espacios extraacadmicos e inspiraron la reprobacin de lasvoces de la academia. Sin embargo, aunque los acadmicos fueron uno de lospropiciadores de la asociacin entre los libros de la controversia y el revisionismo,tambin son ellos quienes impugnan la inscripcin de los primeros en el linaje queconstituyen los segundos, puesto que destacan su calidad sensiblemente inferior, susresortes comerciales por oposicin a las convicciones polticas que motivaban a losrevisionistas del siglo pasado, y la ausencia en los ltimos de alternativas y de gestospropositivos que propicien alguna tradicin poltica en reemplazo de los panteones quedesmantelan con sus interpretaciones.

    Ms all de las diferencias sealadas, creemos que lo que introduce una variante, unsalto cualitativo entre los neo-revisionistas y los revisionistas del siglo pasado, es el

  • 7/26/2019 Tobena, Veronica (2013). La Historia Argentina Al Banquillo. Los Usos Politicos Del Pasado y Los Regimenes de Hist

    11/28

    10

    hecho de que los best-sellerscontemporneos inscriben a la ltima dictadura militar en laserie de hechos deleznables que los esquemas revisionistas de la historia suelenplantear y sealar como aquellos que la llamada historia oficial se empea en ocultar oen presentar desprovisto de sus rasgos ms dramticos y de la identificacin de susresponsables. Con la introduccin de este pasado reciente en las lecturas conspirativas

    de la historia y con la acentuacin del mismo que implica su uso como modelo y medidapara juzgar otros hechos, reducen as a todos los conflictos que atraviesan a la historiaargentina al planteo violento que asumieron las diferencias polticas por esos aos. Eseplanteo violento pertenece a un captulo de nuestra historia al que justamente parecedifcil encontrarle parangn con cualquier otro hecho histrico precedente. Este gesto noslo es controvertido porque transgrede las reglas del mtodo histrico que aconsejanesperar a que los hechos se enfren para hacer de ellos un objeto de estudio, sinotambin porque vulnera la interpretacin que haba logrado hegemonizar al interior delcampo historiogrfico el espacio poltico-intelectual durante la transicin democrtica.Esto es, que no hay nada bueno que pueda salir de ese arcn de los recuerdos, quefue una etapa dominada por los demonios.

    A su vez, hay que apuntar que la presencia de alusiones a la dictadura militar de partede estos libros (para afirmar, por ejemplo, que Mariano Moreno es nuestro primerdesaparecido), coincide con una coyuntura poltica y cultural en la que se resquebraja elconsenso sobre ese pasado reciente, reconfigurando con ello el marco de lo decible y delo investigable en esta materia. El campo poltico recupera el pasado reciente parahacerlo objeto de la poltica, apoyado en una interpretacin de ese pasado que planteaprofundas diferencias con la promovida por la transicin democrtica10. Un conjunto defiguras cobran protagonismo en la escena pblica, como la del militante, la deldesaparecido, la de los/as hijos/as de desaparecidos; y la interpretacin oficial denuestra historia abandona la lectura que se atribuye a Ernesto Sbato y promueve laidea de que la violencia de esos aos era la escalada de un conflicto que tena a dosdemonios por contendientes, para pasar a afirmar que uno de ellos no era tal, sino quese trataba de una generacin de jvenes comprometidos hasta la muerte con latransformacin social de su pas.

    La impugnacin de los acadmicos a la historia de divulgacin puede interpretarse comoun reflejo corporativo, lo cual, debido a que dicho grupo nuclea a un conjuntoheterogneo de profesionales de la historia11, probablemente pueda estar relacionadocon que sus diferencias no impiden que los mismos hagan sistema. Es que lo queparece entrar en juego para ello es el sentido comn del espacio acadmico que habitan,lo que Bourdieu denomina la doxa de un campo disciplinario. Pero adems, comointentamos argumentar a lo largo de estas pginas, creemos que la sintona entre laredefinicin de la interpretacin que desde el campo poltico se promueve de ese

    10 En este sentido pueden entenderse los cambios introducidos por el gobierno de Nstor Kirchner en elao 2006 al prlogo de Nunca ms.11 Estos best-sellerlograron congregar nombres como los de Tulio Halpern Donghi, Luis Alberto Romero,Beatriz Sarlo, Hilda Sbato, Mirtha Z. Lobato, Miguel ngel de Marco, Horacio Gonzlez, Jos Vazeilles,Jorge Gelman, Juan Suriano, Ema Cibotti.

  • 7/26/2019 Tobena, Veronica (2013). La Historia Argentina Al Banquillo. Los Usos Politicos Del Pasado y Los Regimenes de Hist

    12/28

    11

    captulo de nuestro pasado cercano con un fenmeno editorial del gnero histrico quehace de la omnipresencia de la ltima dictadura militar el hecho crucial de todo nuestropasado nacional(Acha, 2008: 186), permite pensar en un proceso de reconfiguracin defuerzas en el plano poltico-intelectual que bien puede estar en la base de las reaccionesde los acadmicos en contra de la historia que escriben los divulgadores. Si bien

    creemos que hay aqu tambin una actitud defensiva que busca proteger las posicionesconquistadas en el campo historiogrfico que amenaza el avance de estas historias,descansa asimismo, a nuestros ojos, una preocupacin de carcter ideolgico-polticodetrs de las intervenciones ms duras de los acadmicos. Creemos que en lo que hacea esta dimensin del conflicto, la postura divergente que mantienen los contendientes entorno a la ltima dictadura militar es un factor central, porque la misma condensa dosmiradas contrapuestas y extendidas en nuestro campo cultural sobre el perodo mstraumtico de nuestra historia nacional.

    Una lectura de los cnones historiogrficos en disputa a la luz de la nocin dergimen de historicidad

    Ahora bien, hay otra problematizacin que puede hacerse de esta disputa conservandocomo dato el papel que juega la ltima dictadura militar en el modo que sta esrecuperada (o no) por las tradiciones historiogrficas en las que se inscribe la historiaque escriben los contendientes. Nos referimos a un modo de auscultar la disputa, o msespecficamente a un modo de auscultar la razn ms trivial que parece estar entre losresortes de la disputa -que tiene que ver con la suerte desigual que ambas propuestashistricas tienen al ir al encuentro de un pblico-, que hace foco en algo ms de lo quesuele plantearse en este tipo de indagaciones. Esto es, no slo en las conviccionessobre el presente de la que parece estar cargada la mirada que se efecta hacia atrs yla programtica que se postula para el porvenir en estos relatos histricos, es decir,atenta a la evaluacin y la imaginera histrica que se promueve sobre el pasado contodo lo que ello condensa sobre el presente y el futuro. Tampoco ceida a las formasque adoptan para hacer esto, a sus condiciones formales, a sus caractersticas retricas,sus propiedades de lenguaje, su apelacin o no a lecturas de sentido comn, su uso ono de aparatos eruditos, su abrevar en tipos de construcciones discursivas propias de ladisciplina o propias de la cultura ms general, etc. Adems de tener en cuenta estas doscuestiones para nuestra indagacin, que simplificada y esquemticamente podemossintetizar como cuestiones que aluden a la forma y al contenido de ambas opcioneshistoriogrficas, proponemos reponer en el ejercicio de indagacin otras dos cuestiones.

    Por un lado, creemos que para ponderar la brecha existente en el tipo de acogida que elpblico dedica a estas dos opciones histricas resulta insoslayable atender al contextoen el que sta se produce. Decamos en el captulo anterior que uno de los factores quetodos los actores convienen en sealar como decisivo para comprender el por qu delinters masivo que despiertan los best-sellersen cuestin, tiene que ver con el contextode crisis en que ste se produce. Atender al contexto de recepcin de estas obras espara nosotros fundamental porque creemos que ciertos contenidos slo hacen sentido ologran interpelar al lector si estn dadas las condiciones para su recepcin, es decir, si elcontexto en el que esos mensajes circulan otorga verosimilitud a los mismos. Pero

  • 7/26/2019 Tobena, Veronica (2013). La Historia Argentina Al Banquillo. Los Usos Politicos Del Pasado y Los Regimenes de Hist

    13/28

    12

    cuando proponemos atender al contexto de recepcin no hacemos referencia slo a unaspecto poltico y/o social sino tambin a una dimensin que impregna todo, que es ladimensin cultural, es decir, aludimos a los rasgos que asume la contemporaneidad queconfiguran los marcos de percepcin y de significacin de los productos simblicos. Eneste sentido, el ejercicio que proponemos para aproximarnos a entender cul es el

    secreto del xito de masas experimentado por la historia de divulgacin y cul es la clavede la indiferencia sistemtica que tributa el gran pblico a la historia acadmica, esanalizar, en relacin a su articulacin con los contenidos y las formas concretas queproponen los dos modelos historiogrficos, de qu manera pueden estar incidiendoalgunas condiciones de la contemporaneidad en este impacto social desigual que tienenambos modelos histricos. A su vez, creemos que la consideracin de lo que aqullamamos contemporaneidad, nos llevar indefectiblemente a analizar otro nivel delcontenido de estas historias, que tiene que ver con la nocin de rgimen de historicidadacuada por el historiador francs Franois Hartog (2007; 2010), que tiene lapeculiaridad de preguntarse por el orden temporal que asume el discurso histricoarticulando este interrogante con una reflexin sobre cmo es experimentado el tiempopor la poca de la que es hija ese discurso.

    Empecemos por hacer un repaso sucinto de las caractersticas que asumen cada uno deestos modelos histricos en relacin a la forma que adoptan y al contenido queprivilegian, a partir de lo cual estaremos en condiciones de analizar el tipo de rgimen dehistoricidad que prima en ellos y de conjeturar cmo se lleva el orden del tiempo quepregonan estas obras con el modo en el que experimenta la temporalidad nuestracontemporaneidad.

    Comencemos por la historiografa acadmica. Siguiendo el anlisis propuestoanteriormente, lo que define a esta historiografa respecto de la evaluacin histrica quepropicia es, fundamentalmente, que tiene como faro el ideal del pas normal12. La

    12 Es cierto que esta idea de pas normal con que ligamos a la historia acadmica no se desprende de lostrminos que se asocian a ella en la disputa con los divulgadores sino que surge de algunasinvestigaciones que toman por objeto a la historiografa profesional (Hora y Trmboli, 1994; Acha, 2004;Oberti y Pittaluga, 2006; Pittaluga, 2010), lo cual creemos que es suficiente para dar crdito a esta lectura.Por otra parte, de alguna manera un reconocimiento de este tipo por parte de los acadmicos en el mediode esta disputa parece improbable si se tiene en cuenta que una reivindicacin de sus textos histricosque apunte a poner en valor la construccin del pasado en aras de un pas normal, sera lo mismo quereconocer que ejercen el oficio guiados por ciertos valores o consustanciados con determinados objetivospolticos, que es precisamente lo que salen a criticar a los divulgadores. De modo que, en relacin a estavinculacin de la historia acadmica con la idea de pas normal seguimos el anlisis de varios estudioshistoriogrficos de corte acadmico realizad por el historiador Omar Acha, a partir del cual llega a esta

    conclusin por la cual se vincula el ideal del pas normal con los abordajes histricos realizados desde laacademia. En el corpus que analiza Acha figura Breve historia contempornea de la Argentina (FCE) deLuis Alberto Romero; dos summas historiogrficas que muestran un sector decisivo de la disciplina, desus temas y perspectivas ms recientes (Acha, 2008: 177) como son la Nueva Historia de la NacinArgentina, obra colectiva producida por la Academia Nacional de Historia y dirigida por Victor TauAnzotegui (bajo la coordinacin de Miguel ngel de Marco, con trabajos de Daisy Rpodas Ardanaz,Ernesto J. A. Maeder, Roberto Cort Conde, Csar A. Garca Belsunce, Dardo Prez Guilhou, TulioHalpern Donghi, Lila Caimari y Ezequiel Gallo); y la Nueva Historia Argentina, coleccin de diezvolmenes dirigida por Juan Suriano, inscripta en el linaje de la historiografa universitaria refundada en

  • 7/26/2019 Tobena, Veronica (2013). La Historia Argentina Al Banquillo. Los Usos Politicos Del Pasado y Los Regimenes de Hist

    14/28

    13

    deformacin del pas a la que haba contribuido la dictadura se contrapuso otro desde laimaginacin historiogrfica, que planteaba aspiraciones moderadas pero decididamenteprogresistas: uno que desarrollara un modesto capitalismo, que soportara el pluralismode partidos, defendiera una discreta redistribucin de los ingresos y respetara losderechos humanos. En suma, se aspir a un pas normal (Acha, op. cit.: 171). Este

    ideal, como ya dijimos, impregn las convicciones polticas a la vez que model lainstitucionalizacin de la tarea intelectual que sobrevino tras los aos de plomo. Laconsolidacin del campo historiogrfico se desarrollo con numerosas reflexiones yestudios que tenan como horizonte a una sociedad normalizada, que haban sidoincubados en las catacumbas o en el exilio. De modo que el sentido de la prcticahistoriogrfica estaba para los acadmicos fuertemente condicionado por la historia quese acababa de vivir (Acha: 171) pero tambin estaba decididamente instalada de cara alfuturo, imaginando un futuro que estaba anudado de forma refractaria con el pasadoreciente.

    Como ya fue sugerido anteriormente, creemos que esta evaluacin histrica tiene quever con el modo en que funcion la teora de los dos demonios en el campo intelectualen general, y en el historiogrfico en particular, estableciendo ciertos marcos de lodecible y de lo investigable, estableciendo los lmites del tipo de lectura crtica que podahacerse del perodo que se acababa de dejar atrs13. La teora de los dos demonioshaba funcionado para el campo historiogrfico, desde nuestra perspectiva, comocerrojo, como una vuelta de pgina forzada de un captulo dramtico de nuestra historiaque dejaba un vaco de sentido para el perodo, al decretar su sinsentido. Esa teoradice: ni los militares, ni los guerrilleros, ni la dictadura, ni la revolucin, y ceida a estaformulacin del conflicto cierra as la posibilidad de pensar las tramas que llevaron a lasderivas violentas tomadas por nuestra sociedad en ese perodo14. La cuestin de lamilitancia, de las organizaciones armadas, la filosofa poltica que las guiaba, etc.,quedan as, por el momento, prcticamente sin registro histrico.

    1984 (la asesora general de la obra estuvo a cargo de Enrique Tndeter, y la direccin de los sucesivostomos que aparecieron a partir del ao 2000 en funcin de su temtica, estuvo a cargo de Miriam Tarrag,Enrique Tandeter, Noem Goldman, Marta Bonaudo, Mirta Z. Lobato, Ricardo Falcn, AlejandroCattaruzza, Juan Carlos Torre, Daniel james y Juan Suriano. La obra se completa con una historia del artedirigida por Jos Emilio Buruca- y un atlas). Segn plantea Acha, aunque la perdida de unidad narrativaque conlleva la conformacin de volmenes y de distintos autores de la que estn hechas estas historiaslleva al desdibujamiento del ideal de pas normal, el punto esencial es que la nocin de pas normal primaen el conjunto, aunque desigualmente (Acha, 2008: 178).13 Ya mencionamos que hubo algunos investigadores que trabajaron a contracorriente de esta tendencia,constituyndose en contadas excepciones.14

    Creemos pertinente aqu la reflexin que propone el historiador Roberto Pittaluga en relacin alfuncionamiento de la teora de los dos demonios como cerrojo, basndose en una perspectiva propuestapor Hctor Schmucler. Pittaluga dice que incluso los nombrados como demonios, militares o guerrilleros,carecen, por esta misma denominacin, de responsabilidad, pues como afirma Schmucler, los demoniosno pueden actuar ms que como demonios, y por tanto, como no son libres, carecen de responsabilidadsobre sus actos. Vemos as todo el alcance de la llamada teora de los dos demonios. Hctor Schmucler,Para qu recordar?, en Seminario 2006. Entre el pasado y el futuro. Los jvenes y la transmisin de laexperiencia argentina reciente, Buenos Aires, Eudeba/Ministerio de Educacin, 2007 (Pittaluga, 2010:127).

  • 7/26/2019 Tobena, Veronica (2013). La Historia Argentina Al Banquillo. Los Usos Politicos Del Pasado y Los Regimenes de Hist

    15/28

    14

    Por otra parte, si pensamos que quien oficia dispensando legitimidad a la historiaprofesional es la academia, no resulta extrao que estos relatos presenten dificultadespara atraer lectores, pues deben regirse por valores cientficos como el rigor, lametodologa y la neutralidad que hacen ms engorrosa la construccin fluida de lostextos, la inteligibilidad de los hechos que se cuentan y la implicacin del lector en el

    relato. Asimismo, como tambin ya dijimos, con el retorno de la democracia y lascondiciones institucionales y polticas que esta supone, la disciplina logra emprender elcamino de la normalizacin y experimenta una profesionalizacin profunda (Hora yTrmboli, 1994; Acha, 2008, 2009; Cernadas y Lvovich, 2010; Pagano, 2010). A medidaque el presente se pacifica y se normaliza, las investigaciones historiogrficas se venliberadas de las urgencias que impone el presente y el campo se va retrayendo. Estoredunda en una mayor especializacin y una creciente sofisticacin de la disciplina. Lafragmentacin constituye el signo de estos tiempos para la historiografa15, convirtindolaen un territorio heterogneo y dispar, marcado por la complejidad16. Nora Paganosubraya la entrada de los estudios histricos en una dispersin expresada en laprevalencia de pequeas monografas metodolgicamente sofisticadas pero carente degrandes preguntas (Pagano, 2010: 49). En definitiva, se trato del proceso que dichahistoriadora caracteriz como de estructuracin hacia adentro y desestructuracin haciaafuera17 (2010: 50) y que es precisamente el fenmeno que motoriza a los historiadoresRoy Hora y Javier Trmboli a embarcarse en la empresa del libro Pensar la Argentina:Nos perturbaba la relacin con el exterior, signada por la retraccin de la historia delcampo de debates de la cultura argentina, dicen los historiadores en el prlogo. Elhistoriador Fernando Devoto resume esta preocupacin a la que aluden Trmboli y Horaen una frase que da cuenta del consenso existente entre los historiadores sobre el climade disconformidad que se respira en el campo atento a sus derivas, dice: ms y mejorhistoria como la que hoy se practica no parece llevar a una mejor indagacin de laexplicacin acerca de las relaciones entre el pasado y el presente (Devoto, 2010: 11).

    La evaluacin histrica que promueven los divulgadores, en cambio, propone ubicar alpas en un sitial distinto al del pas normal que impregna las lecturas realizadas por losacadmicos y tambin difiere de aquellas en su decidida indagacin del pasado atenta ala necesidad de consagrar este ejercicio a la bsqueda de respuestas que urgen alpresente. Tal como qued planteado por los acadmicos en sus crticas, pero tambin

    15 El historiador Tulio Halperin Donghi habla de un crecimiento de la disciplina en forma de coralina parailustrar la modalidad predominantemente agregativa bajo la que creci el campo (Hora y Trmboli, 1994).16 La complejidad a la que aludimos surge de la caracterizacin que ofrece de la historiografa del perodola historiadora Nora Pagano, quien plantea que resulta ya un lugar comn caracterizar el panoramahistoriogrfico como dominado por el desgranamiento temtico, los cruces conceptuales y metodolgicos,

    la dilatacin de las fronteras y la estimulacin de confluencias disciplinarias, la multiplicacin ydiversificacin del universo documentario. Receptivos a los nuevos enfoques particularmente al giroantropolgico, el retorno al sujeto, al neohistoricismo-. Un amplio grupo de historiadores privilegian laexploracin de subjetividades y reconstruyen el desempeo activo de los individuos en la conformacin delazos sociales, deslizndose de las estructuras a las redes de sociabilidad, de los sistemas deestratificacin a las situaciones vividas, de la racionalidad global a las estrategias singulares, o sea, lamanera a travs de la cual los individuos producen el mundo social(2010: 51)17 Se recomienda la lectura del trabajo de Pagano (2010) para un conocimiento ms acabado de lascaractersticas que asume la produccin historiogrfica reciente.

  • 7/26/2019 Tobena, Veronica (2013). La Historia Argentina Al Banquillo. Los Usos Politicos Del Pasado y Los Regimenes de Hist

    16/28

    15

    como surge de algunos estudios que se dedican a analizar a las divulgaciones histricasde las que nos ocupamos aqu (Acha, 2008; Rodrguez, 2010), estos autores proponenuna reconstruccin histrica que se informa por la frmula ayer es igual que hoy. Demodo que lo que caracteriza a estas historias es que en su produccin est ausente laidea de cambio social. En ellas la historia se vertebra a partir de la operacin que

    homologa el pasado al presente, aplicando una lectura que tiende a asimilar el pasado almundo actual, borrando as los condicionamientos de poca que intervienen en eldevenir histrico. Para ello incurren en anacronismos y proyecciones del sentido comndel presente hacia el pasado, porque la interrogacin al pasado est inspirada en losproblemas del presente. Las categoras del presente se aplican al pasado, y el mismotermina adoptando un cariz muy parecido al de hoy, a partir del uso y abuso de figurasque hoy nos resultan familiares pero que son ajenas al mundo simblico de la poca a laque se aplican18. Todo esto -el desdibujamiento del pasado al que conduce suequiparacin con el presente, la comparacin recurrente de los vicios que muestra laclase poltica actual con los que se atribuyen a los protagonistas de la historia, lasapreciaciones dirigidas al pasado desde marcos interpretativos extemporneos a esetiempo- impide pensar el pasado en sus propios trminos. Lo que permite hacer estalectura es una concepcin de la historia que avanza por la lucha entre buenos y malos,por accin de hroes y villanos, prescindiendo de los procesos, las estructuras, losactores sociales.

    El punto de nuestra historia que estos relatos toman como arquetipo, al cual adaptanmuchas de las circunstancias de nuestro pasado y en el cual abrevan muchas de las

    18 A los ejemplos que aportaron sus crticos en este sentido, podemos sumar los que agregan algunos delos estudios que analizan los textos de divulgacin. Martha Rodrguez, por su parte, cita varios ejemplos decmo el presente trasunta en el pasado en el primer tomo de Los mitos de Pigna que analiza: En eltemprano siglo XV con tal de no aportar sus joyas para sponsorear la expedicin, la reina [Isabel la

    Catlica] record un viejo pleito con la ciudad de Palos (Pigna, 2004: 32); y luego durante la primerafundacin de Buenos Aires, Pedro de Mendoza y su gente entablaron relaciones conflictivas con losindgenas pues bast que los querandes suspendieran por un da el delivery para mil doscientaspersonas para que el noble don Pedro los mandara masacrar con palabras amistosas (p. 86); la mujer deDimn de Valdez, la Guzmn, llegar a ser una activa participante de la banda [de contrabandistas y otrosdelitos liderada por su marido] y as se convertir en adelantada de tantas mujeres de funcionario por venir(p. 122); otro miembro de su banda, Juan de Vergara, aunque todava no exista la revista Caras [] sejactaba, ante quien quisiera escucharlo, de tener setenta y cinco esclavos para servicio domstico y unacasa de quince habitaciones (p. 135). Es durante las invasiones inglesas, ms precisamente en lasdeliberaciones realizadas en el Cabildo que destituyeron al virrey Sobremonte, cuando se concret elprimer triunfo del pueblo sobre la autoridad del rey [] por la instalacin en la opinin pblica de la idearevolucionaria de que los funcionarios corruptos, cobardes e ineficaces podan ser removidos por el puebloorganizado (p. 209). Varios funcionarios coloniales dejaron en la historia sus enseanzas para las

    generaciones futuras, por ejemplo, el hroe de la resistencia de Buenos Aires a las invasiones inglesaspara hacer frente a la deuda reclamada [por la Real Hacienda] y dictando ctedra para los futurosfuncionarios argentinos, Liniers, sin muchas vueltas, ech mano de los fondos donados por la poblacinque deban remitirse a Espaa (p. 257); por su parte, Gervasio Posadas, director supremo de lasProvincias Unidas, adelantndose con su actitud casi dos siglos a otra mxima autoridad del PoderEjecutivo, una especie de De la Ra de la poca (p. 378), por su falta de decisin, su escasa capacidadpara manejar la administracin pblica y sus medidas slo complic la ya de por s compleja situacinpoltica. No slo designa a sus familiares directos en puestos clave para la poca sino que desarticula lasestrategias llevadas a delante por los ejrcitos que luchaban contra los espaoles(2010: 127-128)

  • 7/26/2019 Tobena, Veronica (2013). La Historia Argentina Al Banquillo. Los Usos Politicos Del Pasado y Los Regimenes de Hist

    17/28

    16

    figuras a las que apelan los divulgadores, es el perodo que comprende la ltimadictadura militar. Imgenes como la de los desaparecidos, los militares asesinos, losindultos, los 24 de marzo, aparecen aqu y all, proyectando las connotaciones que lasmismas encierran a una realidad difcilmente equiparable a la que estn asociadasdichas imgenes19. El estudio que el historiador Omar Acha realiza sobre las

    producciones histricas de Pigna y de Lanata lo lleva a sostener que la clave del xito desus trabajos est en el acento que estas historias ponen en la ltima dictadura militar,concentrndose especialmente en la prctica de desaparicin de personas que staintrodujo como poltica de Estado, haciendo de este hecho el eje articulador de toda lahistoria nacional, tanto hacia atrs como hacia adelante de la lnea cronolgica en la quese ubica el perodo militar 1976-1983. Al leer toda la historia argentina en esta clave, loque operan estas narraciones es la eliminacin de la idea de cambio social, los hechosque ingresan en esta historia son aquellos que son pasibles de ser articulados a partir debinomios equiparables a los que campeaban en nuestra poca ms oscura. Achaejemplifica el punto al que alude su tesis cuando reconstruye el modo en que presenta lahistoria Pigna, para quien: Los pueblos originarios diezmados por la conquista fueron losprimeros desaparecidos, as como Mariano Moreno fue arrojado al mar para hacerdesaparecer su cuerpo temido por el saavedrismo reaccionario20 (Acha, 2008: 184). Eneste sentido, si la historiografa acadmica hace una evaluacin histrica en la que elpas normal emerge como ideal para nuestra historia, la evaluacin histrica querealizan los divulgadores los lleva a sostener la necesidad de incluir a la memoria socialen la historia.

    Por otro lado, cabe consignar que las caractersticas que asumen las propuestas de losdivulgadores que describimos anteriormente hace de esta historia un relato de fcilabsorcin para el lector, porque, como dice Sarlo,

    la repeticin es un recurso de inteligibilidad, porque lo nuevo y lo desconocido seexplican segn las condiciones que se cree conocer bien, estableciendo unacomparacin implcita, gobernada por la analoga de lo diferente y lo conocido. Lo quean no se entiende porque acaba de suceder es iluminado por un historicismoespontneo y escptico que identifica lo nuevo con lo viejo21

    A su vez, tanto algunas de las crticas de acadmicos como de las investigaciones quetoman por objeto a las divulgaciones histricas que nos ocupan sealan que las

    19 El anlisis realizado por Acha del segundo tomo del libro Argentinosde Jorge Lanata, que comprende,como se anuncia en su ttulo, desde Yrigoyen hasta la cada de De la Ra, arroja que de las 671 pginas

    del volumen, las dedicadas a la dictadura militar y a sus estribaciones en el Nunca Ms y las leyes deimpunidad ocupan 176 (26%); en contraste, el primer peronismo es presentado en 33 pginas (5%) (2008:186).20 En rigor, la prescindencia de la nocin de cambio social en la historia que hace Pigna ya haba sidosealada por las crticas que hacen a la misma los historiadores acadmicos, pero hasta Acha ninguno sehaba animado a sealar que el eje articulador de los binomios a partir de los cuales se va desplegando lahistoria en su narracin se vale del trauma social que abre la ltima dictadura militar con la prctica dedesaparicin de personas.21 SARLO, Beatriz, Historia acadmica v. historia de divulgacin, en La Nacin, 22/01/2006.

  • 7/26/2019 Tobena, Veronica (2013). La Historia Argentina Al Banquillo. Los Usos Politicos Del Pasado y Los Regimenes de Hist

    18/28

    17

    diferencias de forma y contenido que presenta con la historia acadmica tienen que vercon que las primeras no se escriben con arreglo a las reglas de la disciplina como lohace la segunda y que el nico protocolo que siguen es el que manda el mercado, estoes, vender y gustar al pblico (Semn, 2006: Acha, 2008; Rodrguez, 2010), para lo cualla mejor estrategia parece ser la de abandonar las rigideces conceptuales y recaudos

    interpretativos que valoran las instituciones acadmicas, dejar de lado el efecto deneutralidad en pos de un posicionamiento explcito del historiador que permita a loslectores identificar el punto de vista desde el que se est contando la historia y, en loposible, una presentacin sencilla del pasado, que est a tono con los marcosinterpretativos del presente desde el cual se lee la historia. A esto debe sumarse unaretrica simple, el uso de un lenguaje llano y una hilacin del relato de aprehensinsencilla.

    Ahora bien, ambos relatos histricos, los de los divulgadores y los de los acadmicos,circulan en condiciones culturales que son dignas de mencin, pues stas siempreconfiguran una contemporaneidad que indudablemente condiciona el modo en que sonrecibidos dichos relatos. Dicha contemporaneidad se define por un clima dominado por elfin de las certidumbres, la cada de los grandes relatos y los cambios de escala queimponen las derivas culturalistas. Algunos investigadores han sealado que eldesdibujamiento de la idea de progreso que estos desplazamientos suponen ejerceefectos deflacionarios sobre las ideas de pasado y de futuro, produciendo una inflacindel presente (Debord, 1995; Virno, 2003; Sibilia, 2008; Hartog, 2010). Lo que introducenestas transformaciones es un cambio en el modo en que nos relacionamos con eltiempo. En este sentido, cabe tener presente que la de tiempo es una categora quevara temporoespacialmente, pues sus caractersticas se modifican al comps de loscontextos y los cambios histricos. Siguiendo a Franois Hartog podemos precisar quedicha contemporaneidad est marcada simultneamente por la cada del Muro de Berlnen 1989, por el desvanecimiento de la idea comunista basada en el porvenir de laRevolucin y por el ascenso de mltiples fundamentalismos, perturbando de manerabrutal y duradera nuestra relacin con el tiempo (2007: 21). Tambin lo est por otrarealidad que consiste en el reconocimiento de la diversidad de las culturas que comienzaa configurarse a mediados del siglo pasado22.

    Asimismo, el carcter renovado que asume hoy la idea de tiempo tambin debe sustransformaciones a la globalizacin y al avance del gnero informativo (Hartog, 2010: 25)que, con sus ritmos fugaces y su presentacin fragmentada, promueve ladestemporalizacin y la destotalizacin (Sibilia, 2008: 154). La idea de

    22

    Este reconocimiento ya est presente en las pginas de Raza e historiaescrita por el antroplogo Lvi-Strauss a instancias de la UNESCO en el ao 1957, en donde el autor empieza a criticar el falsoevolucionismo, denunciando como una actitud del viajero occidental que cree volver a encontrar,digamos, la Edad de Piedra entre los indgenas de Australia () Pone plenamente en perspectiva la ideade progreso. Las formas de civilizacin que uno tena tendencia a imaginar como escalonadas en eltiempo deben ms bien verse como desplegadas en el espacio () A esta primera relativizacin deprincipio es preciso aadir una ms, que se vincula con la posicin misma del observador. Para explicarlomejor, Lvi-Strauss recurre entonces a los rudimentos de la teora de la relatividad (Hartog, 2010: 35-36)

  • 7/26/2019 Tobena, Veronica (2013). La Historia Argentina Al Banquillo. Los Usos Politicos Del Pasado y Los Regimenes de Hist

    19/28

    18

    destemporalizacinalude a un tiempo al que no le es inherente el pasado ni la promesadel futuro, es un tiempo sin tiempo porque en l el tiempo se comprime. Es un presenteconstantemente presentificado(dem: 132), un tiempo congelado(Debord, 1995), unpresente omnipresente (), un presentismo (Hartog, 2010: 28):

    Esa sensacin de que vivimos en un presente inflado, congelado, omnipresente yconstantemente presentificado, promueve la vivencia del instante y conspira contra lastentativas de darle sentido a la duracin (...) la dimensin del tiempo se ha perturbado ysu linealidad estall en una infinidad de astillas dispersas(Sibilia, 2008: 143-155).

    Estos cambios en la vivencia del tiempo constituyen la plataforma de emergencia delsentido comn posmoderno que pregona el fin de la historia (Virno, 2003). Lapercepcin actual del tiempo parece vaciada de contenido y significado histrico, sucontinuidad permanentemente interrumpida torna cada vez ms difcil la acumulacin ola reconstruccin progresiva y lineal de aquello que llena el tiempo, debilitando laexperiencia histrica. El presente ya no es vivido como un punto de condensacin delpasado que se proyecta hacia el futuro, con un espesor temporal denso por sus raceshundidas en el pasado y sus ramas extendidas hacia el futuro. El presente hoy esexperimentado desde el instante y sin aquella carga temporal que lo ubicaba como puntode pasaje entre el pasado y el futuro. Es precisamente el andar ligero del presente y suconexin inmediata y a-histrica con el futuro lo que hace proclamar el derrumbe de lahistoria.

    Paradjicamente, la prdida de sentido histrico que supone nuestro presente seconsustancia con una tendencia aparentemente contraria: la creciente reivindicacin delpasado y la profusin de una cultura de la memoria (Huyssen, 2002). En rigor, estaconvivencia no es paradjica sino que se trata de dos caras de la misma moneda: lapreocupacin por el pasado y las actividades retrospectivas tienen como resorte lavivencia destemporalizada del presente. En este sentido, cabe consignar que en lo quehace, por ejemplo, a la experiencia individual del pasado () el vigor de ese pasadorememorado en la duracin de la propia experiencia vital -con su flujo de recuerdos y suobjetivacin del tiempo vivido- slo podr aumentar si el sujeto se encuentra inactivo; osea, si son escasas sus necesidades e intereses ligados a la accin en el presente(Sibilia, 2008: 144).

    Si nuestra concepcin del tiempo es distinta a la concepcin moderna del mismo, que secaracterizaba por el anudamiento entre pasado, presente y futuro y a su vez constituy labase a partir de la cual se organiza la historiografa moderna, cul es el papel que seespera que desempee el historiador en un mundo presentista (Hartog, 2010)?

    En rigor, lo que importa preguntarse y responder es cmo se llevan con las nuevascondiciones de percepcin del tiempo la historia que escriben acadmicos ydivulgadores, segn la imagen que de ellas nos deja la disputa de la que aqu nosocupamos. Si se trata de pensar por qu los primeros no logran atraer un pblicosignificativo hacia su historia y por qu los segundos consiguen tanta repercusin,probablemente sea en las maneras diferentes de interactuar con las condiciones que

  • 7/26/2019 Tobena, Veronica (2013). La Historia Argentina Al Banquillo. Los Usos Politicos Del Pasado y Los Regimenes de Hist

    20/28

    19

    presenta la contemporaneidad y con su manera de experimentar el tiempo donde residela clave de su suerte. En este sentido es que nos interesa analizar ambos modeloshistoriogrficos a partir de lo que Franois Hartog denomina rgimen de historicidad(2007; 2010), pues esta nocin se concentra en la experiencia del tiempo que existe enuna poca dada. Creemos que el rgimen de historicidad, entendido como las diferentes

    maneras de articulacin de las categoras del pasado, del presente y del futuro, comoaquello que distingue el orden del tiempo segn el acento sea puesto sobre el pasado,el futuro o el presente (Hartog, 2010: 26), constituye un instrumento heurstico til paraponderar el dispar impacto que los relatos histricos que intervienen en la disputa queaqu se analiza tienen.

    Cul es el orden del tiempo que parece primar en la historia acadmica segn laimagen que devuelve de ella la discusin aqu reseada?, cul es el rgimen dehistoricidadpor el que se rige?Por una lado, hay que sealar que la tendencia de la historiografa profesional local de laque nos habla Nora Pagano, consistente en la adaptacin de sus enfoques a lasrenovaciones tericas ms innovadores que se estn dando en algunos puntos deEuropa y EEUU (particularmente al giro antropolgico, el retorno al sujeto y elneohistoricismo), produce un deslizamiento de las estructuras a las redes desociabilidad, de los sistemas de estratificacin a las situaciones vividas, de laracionalidad global a las estrategias singulares, o sea, la manera a travs de la cual losindividuos producen el mundo social (Pagano, 2010: 51). Esta desviacin de lo nacionalpara tomar en cuenta lo econmico y lo social en la historiografa profesional local, aligual que lo hizo la historiografa profesional en general en el resto de occidente (Hartog,2007: 158) a la luz de la cual la nuestra se fue renovando, fue la manera aunqueindirecta- en que aqu la historia acadmica tom nota de las transformaciones en lasformas de experimentar el tiempo23.

    Ahora bien, dentro de la historia acadmica hay autores que conservan la perspectivanacional24. En rigor son dichas historias las que constituyen una alternativa de la queescriben los divulgadores puesto que, como ellas, asumen a la Nacin como ejevertebrador del relato. En este sentido, para responder a la cuestin del rgimen dehistoricidad por el que se rige la historia acadmica resulta fructfero tener presente elpapel que juega la idea de pas normal como ideal a alcanzar en sus relatos histricos.Porque si la tarea del historiador es la de poner el presente en perspectiva (Hartog,2007: 14), lo que ordena la perspectiva que adopta la historia acadmica es el punto devista del porvenir, que en este caso se consustancia con la idea del pas normal. Lainteligibilidad de la historia acadmica viene as del futuro, lo que le da sentido, lo que

    23 Habra que explorar si este desplazamiento de la Nacin hacia la Sociedad por parte de la historiaacadmica se acompa de una diferente relacin con el tiempo para el caso argentino. Para el casofrancs el historiador Pierre Nora afirma que la legitimacin del pasado, por lo tanto de la historia, cedi elpaso a la legitimacin del futuro (citado en Hartog, 2007: 158-159), es decir, que se trata de una historiaque, a pesar de redefinir sus enfoques a la luz de la fragmentacin que experimenta la idea de tiempo enel mundo contemporneo, no deja por ello de organizarse a partir de un rgimen moderno de historicidad.24 Incluso, entre aquellos en los que se detecta un desplazamiento hacia un registro del pasado desde unaescala individual, hay casos en los que se mantiene la perspectiva nacional.

  • 7/26/2019 Tobena, Veronica (2013). La Historia Argentina Al Banquillo. Los Usos Politicos Del Pasado y Los Regimenes de Hist

    21/28

    20

    organiza la interpretacin del pasado es su prospectiva, es la idea de pas normal quese aspira para el futuro lo que proyecta su luz hacia el pasado organizando la historia enfuncin de este telos. Por eso, el pasado reciente, la ltima dictadura militar, quesobresale por su deformidad y su excepcional brutalidad, nada tiene para contribuir en elcamino hacia un pas normal, quedando as relegada de la matriz progresista que

    intenta reivindicar esta perspectiva y bajo la cual se coloca

    25

    . En todo caso, en estosrelatos histricos, esta etapa de nuestra historia es pensada como un interregno, ya quelo que se destaca es su anormalidad, lo cual, de cierta forma, tambin es unainterpretacin impregnada por el ideal del pas normal26.

    En suma, la historiografa acadmica, en coherencia con la tradicin cientfica en la quese inscribe, produce un relato histrico slidamente atado al concepto de progreso. Eneste sentido, si seguimos la definicin propuesta por Hartog de la nocin de rgimen dehistoricidad y lo entendemos entonces como las diferentes maneras de articulacin delas categoras del pasado, del presente y del futuro, como aquello que distingue el ordendel tiempo segn el acento sea puesto sobre el pasado, el futuro o el presente (2010:26), el orden del tiempo que sin duda enfatiza la historia acadmica es el futuro. Es elfuturo, y no el presente ni el pasado, el punto de vista desde el que se pone enperspectiva el presente y se organiza la lectura del pasado; se interroga el presente y elpasado en funcin de las preguntas que instala el porvenir. Segn la identificacin quepromueve Hartog, un tipo de tensin entre pasado, presente y futuro como la quepropicia la historia acadmica, un tipo de articulacin de los tres tiempos como la quepromueve el discurso historiogrfico profesional, es la tpicamente moderna27. Estaconcepcin est en sintona con una idea lineal del tiempo en la que el pasado determinael presente, que a su vez genera el futuro.

    25

    Recurdese que la historia acadmica comparti en general la interpretacin de lo ocurrido en esosaos que propuso la teora de los dos demonios, de modo que no haba tampoco para ella ningunatradicin libertaria o democrtica que rescatar en ese perodo.26 En efecto, quiz deberamos entender que es mayoritariamente en funcin de este perodo que secontornea esta inclinacin hacia la aspiracin de una Argentina normalizada. Si bien una vez definido elideal de pas normal el pasado reciente queda ubicado por fuera de la matriz democrtica que se intentareivindicar, en la base de la definicin de este ideal a partir del cual procesar la lectura de nuestro pasadoest sin duda la anormalidad que impregna los aos que comprende la ltima dictadura militar.27 Ciertamente, haciendo suya la lectura propuesta por Reinhart Koselleck, Franois Hartog consigna queel tiempo histrico lo produce la distancia que se crea entre el campo de la experiencia, por una parte, y elhorizonte de espera, por la otra: el tiempo histrico se engendra por la tensin entre ambos(p. 39). Cules la estructura temporal que caracteriza al rgimen moderno de historicidad? Siguiendo a Koselleck,Hartog plantea que la estructura temporal de los tiempos modernos est marcada tanto por la apertura del

    futuro como por el progreso y se caracteriza por la asimetra entre la experiencia y la espera; () estahistoria puede conocerse esquemticamente como la historia de un desequilibrio siempre creciente entreambos, como efecto de la aceleracin (p. 39-40). Esta perspectiva entiende la historia moderna comoproceso y motorizada por un orden que es el del progreso, que no cesa de acelerar, la historia se haceentonces en nombre del porvenir y se escribe por consiguiente tambin en nombre de l (p. 134).Impregnado por la idea de la historia como proceso, el rgimen moderno de historicidadparte de concebira los acontecimientos que se despliegan en la historia no como acontecimientos que tienen lugarsolamente en el tiempo, sino a travs de l: el tiempo se convierte en actor, si no es que en el actor(p.131).

  • 7/26/2019 Tobena, Veronica (2013). La Historia Argentina Al Banquillo. Los Usos Politicos Del Pasado y Los Regimenes de Hist

    22/28

    21

    Es compatible el rgimen moderno de historicidadcon la configuracin del tiempo quese impone en la cultura contempornea? Es la condicin presentista que caracteriza anuestra poca un marco de lectura propicio para las historias que se escriben bajo elrgimen moderno de historicidad? El rgimen moderno de historicidad es todavafuncional en el contexto de predominio hasta ahora indito de la categora del presente

    imperante?Hartog opina que si la crtica del progreso no implica una promocin automtica delpresente, s deja dudas sobre el carcter forzosamente positivo de la marcha hacia elporvenir (p. 138). Para l el futurismo28 se hundi en el horizonte y el presentismo loreemplaz. El presente se convirti en el horizonte. Sin futuro y sin pasado, elpresentismo genera diariamente el pasado y el futuro de quienes, da tras da, tienennecesidades y valoran lo inmediato(pp. 140-141).

    Cuando el porvenir se cierra, cuando el futuro se torna incierto o incluso amenazante,cuando la visin teleolgica de la historia queda impugnada por las duraciones fugaces yefmeras que caracterizan los modos contemporneos de vivir el tiempo, tanto por laimposibilidad de acumular experiencias progresivas en virtud de la creciente aceleracinque sufre la historia como por la impugnacin del sentido histrico del tiempo que estoimplica, la luz proyectada desde el futuro disminuye y el presente se convierte en lacategora preponderante, mientras que el pasado reciente aquel del que nossorprendemos que no pase o del que nos inquietamos que pase- exige incesante ycompulsivamente ser visitados y revisitados(Hartog: 168).

    Ahora bien, no slo la perspectiva desde la que se escribe la historia acadmica pareceentrar en cortocircuito con el presentismo. Tambin la profunda crisis que sobrevino en elao 2001 contorne un escenario refractario a esa matriz historiogrfica. Como yasugerimos, el proceso que sobrevino con la cada del gobierno de la alianza radical-frepasista tuvo, adems de ribetes polticos, sociales y econmicos, un impacto culturaldevastador. En tanto crisis cultural, el 2001 supuso

    una suspensin del sentido comn y del imaginario acerca de quines somos () es elperodo en el cual se produce una sensacin colectiva de liminalidad, de que algo hallegado a su fin, o de que un sentido crucial se ha tornado obsoleto, y no se impone otrorgimen de significacin que pueda otorgar certidumbres mnimas a la sociedad(Grimson, 2011: 14)

    En este sentido, el historiador Omar Acha sugiere la hiptesis de que el derrumbe delgobierno de De la Ra representa mucho ms que la cada de un gobierno. Para l, conella se quebrant una idea del progreso nacional, y se fractur la fuerza deconvencimiento de la historia acuada para examinar al pas normal. Este escenarioimplica un agotamiento de las capacidades cognoscitivas de la historia acadmica a lavez que constituye su oportunidad, que para Acha debe orientarse a superar el

    28 El futurismo debe entenderse aqu como la dominacin del punto de vista del futuro.

  • 7/26/2019 Tobena, Veronica (2013). La Historia Argentina Al Banquillo. Los Usos Politicos Del Pasado y Los Regimenes de Hist

    23/28

    22

    idealismo senil de esa normalidad imposible sin retornar a las antiguas aporas del pasdeforme () replantendose [con ello] el faro desde el cual ensayar una historianacional (2008: 193). Las bsquedas y las demandas de nuevas narrativas que aportensentido al devenir histrico que despierta una crisis de esta ndole son las que explican,para este historiador, el xito del revisionismo light de Pigna y Lanata(p. 194).

    Ahora bien, analicemos entonces, a la luz de la vacancia histrica que los divulgadoresvendran a llenar segn la hiptesis que acabamos de plantear de la mano de OmarAcha, qu rgimen de historicidad prima en el tipo de evaluacin histrica quepromueven las producciones de Pigna, Lanata y ODonnell. Interrogumonos, siguiendoesta hiptesis, sobre la supuesta funcionalidad de estas historias bajo una configuracincontempornea presentista y en un contexto de crisis de significados sociales cruciales.

    Lo primero a destacar respecto a estos autores es que los mismos dan a luz sushistorias nacionales en un momento de impasse, en un contexto en el que entran encrisis los sentidos hegemnicos en el cual la mirada hacia atrs se volvi legtima: paraabarcar el camino recorrido, para tratar de comprender en dnde estbamos y por qu.Como ya fue sealado, lo que prima en estos discursos histricos es la desaparicin dela idea de cambio histrico, que se materializa por la frmula ayer es igual que hoy. Asu vez, se ha dicho que estas narraciones tienen cierto humor revisionista, al releer lahistoria nacional al calor de las heridas que deja nuestra ltima dictadura militar,haciendo uso del recurso de figuras asociadas al perodo (desparecidos, indultos, 24de marzo) en circunstancias histricas que no tienen parangn con el llamado Procesode Reorganizacin Nacional. La omnipresencia de la ltima dictadura militar funciona ascomo el hito crucial de todo el pasado (Acha, 2008: 186) en las narraciones histricasde los divulgadores.

    La pregnancia que logran estas narraciones entre el gran pblico parece estarsealando, dice Acha, la emergencia de un nudo temtico que se impone como divisoriade una caracterizacin concentrada de lo nacional: la dictadura militar 1976-1983. Sicomo sostiene este investigador, el nuevo nudo de la historia argentina es steperodo29, resulta verosmil plantear que el xito de los divulgadores bien puede residiren haber reemplazado el ideal del pas normal por el de la memoria social. Ms verosmilan si se tiene en cuenta que la revisin de la historia que promueven bajo las imgenesde la ltima dictadura militar ,encuentra en un mundo signado por el presentismo y porun clima de poca marcado por la memoria social que la hace objeto de polticas

    29 Que adems se constata en la inflacin que se observa en las investigaciones surgidas en el mbito

    universitario dedicadas al perodo. Asimismo, creemos que la hiptesis de Acha cobra fuerza si se tiene encuenta que quienes ocupan el poder de gobernar a escala nacional desde el ao 2003 han reinstalado elpasado reciente en la agenda poltica por medio de medidas como la derogacin de las leyes de indulto yde Obediencia Debida y Punto Final, de polticas de la memoria y al apoyo estatal que han brindado a losOrganismos de Derechos Humanos, entre otras. Adems, hay que consignar que el mrito de estegobierno de la instalacin en la esfera pblica de la discusin por el pasado reciente no se debenicamente a actos de gestin poltica sino tambin a intervenciones de su parte que involucrandimensiones simblicas, que tienen que ver fundamentalmente con la retrica setentista que susrepresentantes enarbolan.

  • 7/26/2019 Tobena, Veronica (2013). La Historia Argentina Al Banquillo. Los Usos Politicos Del Pasado y Los Regimenes de Hist

    24/28

    23

    pblicas30, un ambiente propicio donde echar sus races. El rgimen de historicidadqueadoptan estas narraciones es entonces otro del moderno, aunque es difcil arriesgar porqu tipo de rgimen de historicidad se rige, si por un rgimen contemporneo dehistoricidad, es decir, uno en el que el orden imperante sea el presente, o uno en el quesea el pasado de donde se extraen las lecciones de la historia, esto es, un rgimen de

    historicidad antiguo, que descansa en la creencia de la historia como maestra de la vida(la historia magistra)31. Lo que s resulta evidente es que el pasado en tensin con elfuturo deja de ser el eje de la narracin histrica para concentrar su atencin en latensin que genera el pasado con el presente, esto es, un pasado concreto, que por lasheridas abiertas que dej en la sociedad reverbera en el presente, que como no lograprocesarse vuelve como sntoma.

    Si nos volcamos por pensar a estas historias regidas por un rgimen contemporneo dehistoricidad, lo que resulta ponderado es el acento que estas narraciones hacen deltiempo presente. Esta lectura llevara a entender que la historia nacional que losdivulgadores transmiten se cuenta pasndola por el tamiz de nuestro pasado dictatorialinmediato, pero a partir de la memoria construida en el presente sobre aquel traumticohecho. Es decir, en una aproximacin que sintoniza con el acento presentista quecaracteriza a nuestra poca y que configura la subjetividad de quienes constituyen elpblico potencial de las mismas32.

    Si por el contrario, arriesgamos que lo que entra en juego en el modo en que losdivulgadores ponen en perspectiva nuestra historia es el modelo de la historia comomaestra de vida, en lo que se intenta hacer foco es en la falta de novedad en la historiaque caracteriza a estos relatos, su prescindencia de la idea de cambio que quedasintetizada en algo que todos los crticos y los investigadores de este fenmeno editorialsubrayaron: la idea de que ayer es igual que hoy. El modelo de la historia magistrasebasaba, segn recuerda Hartog, en la idea de que el futuro, si no repeta exactamente elpasado, al menos no lo exceda jams, puesto que se mova dentro del mismo crculo,con la misma Providencia y con las mismas leyes y, en todos los casos, con hombresdotados de la misma naturaleza humana (dem: 131). La repeticin y el anacronismoconstituyen el dinamismo explicativo de este modelo expulsando al tiempo afuera de la

    30 Y esta gestin poltica de la memoria no es un fenmeno exclusivamente nacional sino que se extiendeen buena parte de Europa, en su caso fundamentalmente centrado en torno al Holocausto. Para conoceren detalle qu rasgos asumen estas polticas en Francia se recomienda la lectura de Hartog (2010) y delmentado libro de Pierre Nora, Los lugares de memoria (2001). En En busca del futuro perdido. Cultura ymemoria en tiempos de globalizacin, el libro de Andreas Huyssen (2002), se encuentra una aproximacinal fenmeno para el caso alemn.31

    En la base de este modelo por el cual la historia puede ser una fuente de sabidura para la vida existeuna concepcin de la misma desprovista de la idea de tiempo como cambio. La estabilidad y la continuidadsera lo que caracteriza al tiempo para este modelo, que entonces debe apelar a argumentos de tipoprovidenciales para explicar los cambios en la historia (Palti, 2004: 68-69).32 No slo esta aproximacin desde el presente sintoniza con nuestra contemporaneidad sino que tambines funcional a ella el modo en que construyen el relato sus autores, que como haban sealado suscrticos, se caracteriza por una estructura fragmentaria, dividida en muchos captulos, que habilita elpicoteo y un consumo similar al zapping televisivo, y se apoya en soportes mediticos y en sistemas depromocin editorial que se ajustan a la lgica de mercado.

  • 7/26/2019 Tobena, Veronica (2013). La Historia Argentina Al Banquillo. Los Usos Politicos Del Pasado y Los Regimenes de Hist

    25/28

    24

    historia. Lo que estos relatos histricos parecen estar empeados en demostrar es lafalsedad del rgimen moderno de historicidad, a partir de la acumulacin de ejemplos enpos de la idea de que el tiempo no marcha(p. 166).

    Lo cierto es que la historia de los divulgadores se desplaza, respecto de las que

    escriban los acadmicos, de lo prospectivo a lo retrospectivo, y de esa forma sacan elnfasis del futuro y lo ponen en el pasado. Lo que no est claro es si lo hacen en elpasado por s mismo o si el pasado, que es contemplado con el presente a la vista, essubsumido al presente. Lo que efectivamente realizan los divulgadores es unasustitucin deliberada del clsico relato de la Nacin, que va de sus orgenes hastanuestros das a travs de un recorrido temtico y lgico, por otro que se divorcia de lossupuestos en los que aquel se apoyaba. No se trata para ellos de narrar a la Argentinauna vez ms, sino, ms bien, de operar una ruptura con el relato convenido,preguntndose por el pas ya no desde el ideal de normalidad sino interrogndolo a partirdel presente, para intentar reencontrar en su pasado las respuestas a dichas preguntas.Lejos de ser teleolgico, retroactivamente teleolgico, su recorrido es regresivo. Elpresente provee el punto de partida, el punto de vista y el punto de llegada parainterrogar lo nacional, pero no es del todo evidente hasta qu punto ese tiempo llega adominar el carcter de esta interrogacin que se lanza al pasado que se acaba de vivir.

    Si pensamos en la historia como artefacto cultural, el vasto pblico conquistado por lahistoria de divulgacin y el magro nmero de lectores que cosecha la historia acadmicaparece estar dicindonos algo del estado de nuestra cultura. Pensar la historia a la luz deesta nocin implica verla como un objeto a la vez material y simblico que fue investidopor la cultura de un valor afectivo y cognitivo, y en el cual sedimentan diferentes usos ysignificados culturales (Bakhurst, 2002; San Martn, 1999; Cole, 1999)33. En este sentidopodemos preguntarnos por qu guarda tanta fuerza una narrativa que establece unadicotoma sin matices entre buenos y malos tomando como modelo las divisiones msesquemticas que se extraen de nuestros aos de plomo y abrevando en las figurasparadigmticas que le estn asociadas? La respuesta que ofrece Acha a esteinterrogante es para nosotros interesante porque, quiz sin advertirlo, considera oguarda relacin con algunas tendencias que hacen a nuestra poca y que fueronsealadas aqu, como el presentismo y la cultura de la memoria. Su planteo postula que:

    Desde una historia de la cultura, las alusiones a la desaparicin son explicables por larepercusin subjetiva (consciente e inconsciente) que las ltimas atrocidades castrensesproducen hasta el presente en la memoria social. Ese tema en el que fracasan lastorsiones ideolgicas atenidas a las minucias cotidianas y las formas de la poltica, que

    33 Esta es la perspectiva desde la que interroga el fenmeno Semn en su investigacin y que formula delsiguiente modo: Cul es el valor poltico de la aparicin y circulacin de estos libros?, cul es larelacin del fenmeno con la vida poltica del pas y especialmente con las representaciones de la nacinque se dividen y constituyen en la vida poltica? (2006: 77). Omar Acha, tambin adopta este punto devista y lo plantea en interrogantes del tipo: cmo no preguntar sobre la posibilidad concreta de otrasmaneras de contar nuestra historia latinoamericana recuperando la capacidad de indignacin de que sealimenta el xito de Pigna?(2008: 187).

  • 7/26/2019 Tobena, Veronica (2013). La Historia Argentina Al Banquillo. Los Usos Politicos Del Pasado y Los Regimenes de Hist

    26/28

    25

    atraviesa las crisis econmicas, del que se ha dicho que constituye un trauma, es elsecreto de la narracin de Pigna (p. 184)

    Si la historia vertebrada a partir del ideal de pas normal supo prestarse a un usopoltico en el marco recortado por la denominada transicin democrtica, la configuracin

    cultural (pero tambin la poltica y la social) que presenta el nuevo siglo, propiciacondiciones de produccin y de recepcin para una historia que retorna al pasado parasaldar las cuentas que la historiografa hegemnica dej pendientes. Y la peculiaridadque parece distinguir a estas narraciones de alcance masivo es su intencin de conciliarhistoria con memoria, de plantear un pacto entre historia y memoria que est ausente enla historiografa acadmica34.

    A modo de cierreEn este sentido decimos que la ltima dictadura militar se constituye en un nudotemtico. Creemos que el modo contrastante en que plantean cmo debe encararse larelacin de la historia con la poltica las dos tradiciones historiogrficas en las queabrevan las posturas desplegadas en la disputa, esto es, la historia cientfica y lahistoria militante, son decisivos para producir modos de abordaje divergentes alrededorde la oscura historia vivida entre 1976 y 1983. Los reparos metodolgicos,epistemolgicos y narrativos que imponen los criterios cientficos b