tomás de aquino

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Tomás de Aquino, maestro del orden También se ha resaltado el carácter sintético y equilibrado de sus doctrinas. Como nunca se dejó llevar de prejuicios de escuela, ni de simpatías o antipatías personales, supo ver que en todos los filósofos y teólogos que le habían precedido se encontraba algo aprovechable, e incorporó esas aportaciones a su propio sistema, de manera sencilla y genial al propio tiempo. Porque no hizo una amalgama informe de todo ello, sino que lo que tomó de los demás lo pasó por el tamiz de su propio pensamiento y lo encajó perfectamente en un sistema nuevo y original; al darles una nueva forma, aquellos materiales se vieron completados y enriquecidos. Refiriéndose concretamente a la síntesis que supo lograr entre Aristóteles y San Agustín, escribe Santiago Ramírez: 1 En primer lugar, habremos de destacar la armonía existente en él entre el orden natural y el orden sobrenatural, entre la naturaleza y la gracia, la razón y la fe, la filosofía y la teología. Y después, ya dentro del campo de la filosofía, veremos el orden propuesto por él entre sus distintas partes y en todas ellas. 2 Es propio del sabio el ordenar, y por ello la sabiduría es la perfección mayor de la razón, de la que es propio conocer el orden. En efecto, las potencias sensitivas conocen algunas cosas en absoluto, pero el conocer el orden-de unas cosas a otras es exclusivo del entendimiento o de la razón (...). Ahora bien, el orden es objeto de la razón de cuatro maneras. 3 En consecuencia, tenemos cuatro tipos de orden diferentes, que fundan otras tantas partes de la filosofía: a) El orden natural, que es aquel que la razón humana no construye, sino que se limita a considerar. No se trata exactamente del orden real en toda su amplitud, sino del orden que no depende de la capacidad constructora y ordenadora de la razón humana. Porque el orden artificial es también un orden real, y hasta el orden moral es real en cierto modo; pero estos dos órdenes son producidos por la razón humana, lo que no ocurre con el orden natural. Natural es, pues, lo que se da en la Naturaleza con independencia y con anterioridad respecto de la actividad humana que es 1 pág. 20 2 22 3 Aquino Comentarios a la Etica a Nicómaco de Aristóteles

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Tomás de Aquino, maestro del orden

También se ha resaltado el carácter sintético y equilibrado de sus doctrinas. Como nunca se dejó llevar de prejuicios de escuela, ni de simpatías o antipatías personales, supo ver que en todos los filósofos y teólogos que le habían precedido se encontraba algo aprovechable, e incorporó esas aportaciones a su propio sistema, de manera sencilla y genial al propio tiempo. Porque no hizo una amalgama informe de todo ello, sino que lo que tomó de los demás lo pasó por el tamiz de su propio pensamiento y lo encajó perfectamente en un sistema nuevo y original; al darles una nueva forma, aquellos materiales se vieron completados y enriquecidos. Refiriéndose concretamente a la síntesis que supo lograr entre Aristóteles y San Agustín, escribe Santiago Ramírez:1

En primer lugar, habremos de destacar la armonía existente en él entre el orden natural y el orden sobrenatural, entre la naturaleza y la gracia, la razón y la fe, la filosofía y la teología. Y después, ya dentro del campo de la filosofía, veremos el orden propuesto por él entre sus distintas partes y en todas ellas.2

Es propio del sabio el ordenar, y por ello la sabiduría es la perfección mayor de la razón, de la que es propio conocer el orden. En efecto, las potencias sensitivas conocen algunas cosas en absoluto, pero el conocer el orden-de unas cosas a otras es exclusivo del entendimiento o de la razón (...). Ahora bien, el orden es objeto de la razón de cuatro maneras.3

En consecuencia, tenemos cuatro tipos de orden diferentes, que fundan otras tantas partes de la filosofía: a) El orden natural, que es aquel que la razón humana no construye, sino que se limita a considerar. No se trata exactamente del orden real en toda su amplitud, sino del orden que no depende de la capacidad constructora y ordenadora de la razón humana. Porque el orden artificial es también un orden real, y hasta el orden moral es real en cierto modo; pero estos dos órdenes son producidos por la razón humana, lo que no ocurre con el orden natural. Natural es, pues, lo que se da en la Naturaleza con independencia y con anterioridad respecto de la actividad humana que es esencialmente racional. Por eso, el orden natural no es algo operable por el hombre, sino meramente especulable, y en él, por supuesto, se incluyen, tanto el orden físico, de las realidades materiales, como el orden metafísico, de las realidades inmateriales y de las mismas nociones comunes a lo material y lo inmaterial.

b) El orden lógico, que es el orden que la razón humana introduce en sus propios actos con el fin de alcanzar con ellos la verdad filosófica de manera segura y fácil. Pero esta ordenación de los actos de la razón se verifica atendiendo a los conceptos que la propia razón elabora, conceptos que pueden ser simples (las nociones) o complejos (los enunciados y los razonamientos). Por ello, no se trata de un orden real, sino racional (doblemente racional, o, sea, por parte del sujeto y por parte del objeto).

c) El orden moral, que es el orden que la razón humana introduce en las operaciones de la voluntad con el propósito de encaminar al hombre hacia el fin último de toda la vida humana, o sea, la auténtica felicidad, tanto objetiva como

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subjetiva; lo que no es posible sin la adquisición y el ejercicio de las virtudes morales. Y esto tanto en el individuo como en la sociedad. d) Por último, el orden artificial, que es el orden que la razón humana introduce en las cosas exteriores, transformando dichas cosas en productos humanos, en artefactos útiles o bellos, en los que el hombre plasma de alguna manera su propio espíritu. 4

De aquí también las distintas partes de la filosofía o de la ciencia, a saber: a) La filosofía natural, que comprende el estudio del orden físico, y con ella la metafísica, que abarca el estudio de lo que es común a todos los seres (tanto materiales como espirituales), o sea, el orden propiamente ontológico, y también el estudio de la causa primera, es decir, de Dios en cuanto accesible a las solas luces de la razón humana, que constituye lo que puede denominarse el orden teológico, dentro, por supuesto, del orden natural.

b) La filosofía racional o lógica, que se ocupa de aquellas propiedades que adquieren las cosas por el hecho de ser entendidas (propiedades meramente lógicas, no reales), y según los tres actos del entendi-miento: la simple aprehensión, el juicio y el raciocinio. La lógica es también un arte, pero no mecánica, sino liberal, por la cual el hombre, en el uso de la razón, procede de manera ordenada, fácil y sin error.

c) La filosofía moral o ética, que se ocupa del deber ser de las acciones humanas, de la regulación de dichas acciones en cuanto calificables de buenas o malas moralmente, y por ello trata también de las virtudes y de los vicios, para promover las primeras y evitar los segundos. Y esto tanto en la vida individual como colectiva.

d) Por último, el conjunto entero de las artes mecánicas o serviles, o de las técnicas de todo tipo, que se ocupan de transformar y potenciar las energías naturales y todo el entorno material en el que vivimos, haciéndolo más habitable y más humano.

Esta es, pues, la ordenación que nos servirá de pauta para la exposición de la filosofía de Santo Tomás. Y a ella antepondremos la consideración de las relaciones entre el orden natural y el sobrenatural, tal como fueron perfiladas por nuestro autor.5

El objeto propio de la razón es el orden, que puede ser: A) Sobrenatural (gracia, fe, teología sagrada).

B) Natural (naturaleza, razón, filosofía o ciencia), que se divide a su vez en:

a) Real o independiente de la razón, que abarca: 1. Orden físico (filosofía natural sensu stricto).

2. Orden ontológico (ontología).

3. Orden teológico (teología natural).

b) Lógico (filosofía racional o lógica).

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c) Moral (filosofía moral o ética).

d) Artificial (artes mecánicas o técnicas). 6

El orden natural y el orden sobrenatural

primero, que el orden de la gracia es completamente gratuito y que es añadido por Dios al orden natural, y segundo, que ese orden de la gracia no va en contra del orden de la naturaleza, sino que es perfectamente congruente con él, pues lo prolonga, al elevar y perfeccionar la naturaleza misma en una línea en la que ésta es capaz de ser perfeccionada, con una potencia pasiva, no activa. 7

Así pues, tenemos, por una parte, a la naturaleza, que tiene una capacidad intrínseca de ser elevada o completada o perfeccionada por el orden de la gracia, totalmente sobrenatural o gratuito, es decir, no exigido en modo alguno por la naturaleza. Y por otra parte, tenemos ese orden de la gracia.

La naturaleza en el hombre no se encuentra ni se ha encontrado nunca en la situación que podríamos llamar de naturaleza pura. Por el contrario, desde el mismo momento de su creación fue colocada en un estado, del que luego decayó, que Santo Tomás llama de inocencia y también de justicia original. Dicho estado supone la elevación de la naturaleza humana al orden sobrenatural de la gracia o de la filiación divina, pero también otra serie de prerrogativas, convenientes o congruentes con esa elevación sobrenatural, que reciben el nombre de dones preternaturales *. Los dones preternaturales son también gratuitos, es decir, no exigidos por la propia naturaleza del hombre, pero son muy convenientes a ella para sanar o reparar ciertas deficiencias inherentes a la naturaleza del hombre en tanto que compuesto de cuerpo y alma. Fueron, pues, concedidos por Dios gratuitamente, y lo fueron en razón de ese otro don más elevado y más por encima de todo lo conveniente a la naturaleza, que es el don de la gracia. Por lo demás, esos dones preternaturales consistían esencialmente en la completa sujeción del cuerpo al alma (lo que acarreaba la impasibilidad corporal y la inmortalidad), y en la perfecta sujeción de las potencias inferiores a la razón * y a la voluntad * (lo que llevaba consigo la posesión de todas las virtudes morales * y de las intelectuales *).

Tomás de Aquino defiende la tesis de que lo único que supuso el pecado original (y que por supuesto no es poco) es la pérdida de los dones sobrenaturales y preternaturales que se encontraban reunidos en la justicia original, todos los cuales eran gratuitos y en manera alguna exigidos por la pura naturaleza del hombre.

Del bien de la naturaleza podemos hablar en tres sentidos: primero, se aplica ese nombre a los principios intrínsecos que la constituyen y a las propiedades que de ellos dimanan, como son las potencias del alma y cosas semejantes; segundo, como el hombre está inclinado a la virtud por su propia naturaleza, esa inclinación es un bien de la naturaleza, y tercero, se aplica él nombre de bien de la naturaleza al don de la justicia original, concedido a toda la naturaleza humana en el primer hombre. Según esa distinción, concluimos que el primer bien de la naturaleza ni sufre disminución ni destrucción por el pecado; el tercer bien de la naturaleza desapareció completamente por el pecado de los primeros padres; y ese bien intermedio, es decir, la inclinación natural a la virtud sufrió disminución a causa del pecado.

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