tomo 13 - méxico y el caribe desde 1930

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HISTORIA DE AMRICA LATINA

SERIE MAYORDirectores: JOSEP FONTANA y GONZALO PONTN

PorLESLIE BETHELL,

catedrtico emrito de historia de Amrica Latina, Universidad de Londres; director, Centro de Estudios Brasileos, Universidad de Oxford, y fellow, St. Antony's College, Oxford

ROBERT W. ANDERSON, Hato Rey, Puerto Rico JORGE DOMNGUEZ, catedrtico de estudios gubernamentales, Universidad de Harvard ALAN KNIGHT, catedrtico de historia de Amrica Latina, Universidad de Oxford FRANK MOYA PONS, Fondo para el Avance de las Ciencias Sociales, Santo Domingo DAVID NICHOLLS LOUIS A. PREZ, JR.,

catedrtico de historia, Universidad de Carolina del Norte, Chapel Hill PETER H. SMITH, catedrtico de ciencias polticas, Universidad de California, San Diego

LESLIE BETHELL, ed.

HISTORIA DE AMRICA LATINA13. MXICO Y EL CARIBE DESDE 1930

CRITICAGRIJALBO MONDADORI BARCELONA

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacin escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccin total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografa y el tratamiento informtico, y la distribucin de ejemplares de ella mediante alquiler o prstamo pblicos. Ttulo original: THE CAMBRIDGE HISTORY OF LATN AMERICA VIL LATN AMERICA SINCE 1930: MXICO, CENTRAL AMERICA AND THE CARIBBEAN Traduccin castellana de JORDI BELTRAN Colaboracin editorial de MAGDALENA CHOCANO Diseo de la coleccin y cubierta: Enric Satu 1990: Cambridge University Press, Cambridge 1998 de la traduccin castellana para Espaa y Amrica: CRTICA (Grijalbo Mondadori, S.A.), Arag, 385, 08013 Barcelona ISBN: 84-7423-435-2 obra completa ISBN: 84-7423-869-2 tomo 13 Depsito legal: B. 35.892-1998 Impreso en Espaa 1998. HUROPE, S.L., Lima, 3 bis, 08030 Barcelona

PREFACIOLos primeros cuatro volmenes de la Historia de Amrica Latina de Cambridge se ocupan principalmente de los aspectos econmicos, sociales, polticos, intelectuales y culturales de los tres siglos de gobierno colonial espaol y (en el caso de Brasil) portugus, comprendidos entre el descubrimiento, la invasin, la conquista y la colonizacin del Nuevo Mundo por los europeos, a finales del siglo xv y comienzos del xvi, y la vspera de la independencia latinoamericana en las postrimeras del xvm y principios del xix. Los volmenes quinto y sexto examinan el fracaso y el derrocamiento del rgimen colonial que tuvieron lugar en toda Amrica Latina (a excepcin de Cuba y Puerto Rico) durante el primer cuarto del siglo xix, y la historia econmica, social y poltica durante el medio siglo posterior a la independencia (entre aproximadamente 1820 y 1870). En los cuatro volmenes siguientes se analiza la situacin de Amrica Latina hasta 1930. Durante el primer medio siglo que sigui a la independencia, Amrica Latina experiment, en el mejor de los casos, nicamente unas tasas muy modestas de crecimiento econmico y, al menos en Hispanoamrica, violentos conflictos polticos e ideolgicos, as como una considerable inestabilidad poltica. Aparte de la guerra entre Mxico y los Estados Unidos (1846-1848) y de frecuentes intervenciones extranjeras, especialmente britnicas, tambin hubo, al finalizar el perodo, dos conflictos importantes entre estados latinoamericanos: la guerra de la Triple Alianza (1865-1870) y la guerra del Pacfico (1879-1883). Contrastando con ello, el medio siglo siguiente, y sobre todo el perodo que concluy con la primera guerra mundial, fue para la mayora de los pases latinoamericanos una edad de oro caracterizada por el crecimiento econmico inducido de forma predominante por las exportaciones, de prosperidad material (al menos para las clases dominantes y las clases medias de las ciudades), de consenso ideolgico y, con algunas excepciones notables como Mxico durante la revolucin (1910-1920), de estabilidad poltica. Asimismo, aunque continuaron las intervenciones extranjeras principalmente las norteamericanas en Mxico, Amrica Central y el Caribe, no hubo importantes conflictos internacionales en Amrica Latina entre el fin de la guerra del Pacfico (883) y el estallido de la guerra del Chaco (1932). El sptimo volumen lo forman nueve captulos de carcter general sobre la historia econmica y social del conjunto de Amrica Latina. Dos captulos examinan el crecimiento de las economas latinoamericanas, el primero en el pero-

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do 1870-1914, el segundo en los aos que van de la primera guerra mundial a la vspera de la depresin mundial del decenio de 1930. Este crecimiento fue en gran parte fruto de la gran aceleracin de la incorporacin de las economas latinoamericanas, como productoras bsicas, en la economa internacional en expansin, as como de significativas entradas de capital extranjero, particularmente britnico, y, en el siglo xx, norteamericano. Al mismo tiempo, no se pasan por alto los mercados nacionales y la acumulacin de capital igualmente nacional. Las relaciones de Amrica Latina con las principales potencias europeas y, sobre todo en Amrica Central y el Caribe, con los Estados Unidos, cada vez ms expansionistas, se tratan por separado. Otro captulo analiza el crecimiento de la poblacin latinoamericana (de 30 millones en 1850 a 105 millones en 1930), que en parte fue producido por la inmigracin en masa de europeos, singularmente en Argentina y Brasil. El profundo efecto de la penetracin capitalista en el mundo rural es la materia de que se ocupan dos captulos, uno de los cuales se concentra en las tradicionales tierras altas de Mxico, Amrica Central y los Andes, y el otro en el Caribe espaol. El primero de ellos, a la vez que afirma que las economas y sociedades rurales experimentaron mayores cambios en el perodo de 1870-1930 que en cualquier otra poca anterior exceptuando la conquista, tambin se propone demostrar que en muchas zonas rurales, especialmente en los Andes, las fuerzas de cambio encontraron resistencia y continuaron existiendo estructuras precapitalistas. La sociedad urbana tambin experiment cambios rpidos en este perodo, y hay captulos que examinan por separado el crecimiento de las ciudades latinoamericanas, en especial ciudades importantes como Buenos Aires, Ro de Janeiro y Ciudad de Mxico, todas las cuales ya tenan entre uno y dos millones de habitantes en 1930 y rivalizaban con las principales urbes de Europa y los Estados Unidos; los comienzos de la industria, sobre todo en Brasil, Argentina, Chile, Colombia y Mxico; y la aparicin de una clase trabajadora urbana como fuerza significativa en muchas repblicas, as como la historia de los primeros movimientos obreros de Amrica Latina. El octavo volumen examina la cultura y la sociedad en Amrica Latina durante el siglo que sigui a la independencia y especialmente en el perodo de 1870-1930. Empieza con un captulo que trata la evolucin de las ideas polticas y sociales (y en especial la adaptacin del liberalismo a unas sociedades muy estratificadas que tenan economas subdesarrolladas y una tradicin poltica de autoritarismo, as como la influencia del positivismo en las lites gobernantes e intelectuales). Un segundo captulo examina de qu modo la Iglesia catlica latinoamericana se adapt a la disminucin de su poder y sus privilegios en una era secular, al mismo tiempo que conservaba la adhesin de la inmensa mayora de los latinoamericanos. Finalmente, dos captulos hablan de movimientos importantes y de notables logros individuales en la literatura, la msica y el arte de Amrica Latina en este perodo. Los volmenes noveno y dcimo se componen de captulos sobre la historia econmica, social y, sobre todo, poltica de los distintos pases latinoamericanos desde c. 1870 hasta 1930. El volumen noveno se ocupa de la historia de Mxico, Amrica Central y el Caribe. En la primera parte, dedicada a Mxico, hay captulos sobre el Porfiriato (los treinta y cinco aos de dictadura de Porfirio Daz, 1876-1910), la revolucin y la reconstruccin bajo la dinasta sonorense durante el decenio de 1920. La segunda parte dedica un captulo nico a las cin-

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co repblicas de Amrica Central y captulos a Cuba, Puerto Rico, la Repblica Dominicana y Hait. El dcimo volumen est dedicado a Amrica del Sur. La primera parte consiste en cuatro captulos sobre la evolucin econmica, social y poltica de Argentina, que en muchos aspectos era ya la nacin ms avanzada de Amrica Latina en 1930, y captulos individuales sobre Uruguay y Paraguay. La segunda parte contiene captulos referentes a Chile, Bolivia y Per en el medio siglo que empez al concluir la guerra del Pacfico y captulos que hablan de Colombia, Ecuador y Venezuela. Finalmente, en la tercera parte, dedicada a Brasil, hay captulos que estudian su economa dominada por el caf en este perodo, el sistema poltico y la poltica reformista durante los ltimos tiempos del imperio (1870-1889) y la estructura social y poltica de la primera repblica (1889-1930). Los volmenes undcimo y duodcimo versan sobre economa, poltica y sociedad desde 1930. El volumen undcimo, Economa y sociedad desde 1930, comprende seis captulos. Los tres primeros examinan las economas latinoamericanas durante la dcada de 1930, tras la depresin de 1929, durante e inmediatamente despus de la segunda guerra mundial, y durante la nueva edad de oro de crecimiento econmico (1950-1980), impulsada esta vez principalmente por la ISI (industrializacin de sustitucin de importaciones) y a la que, no obstante, sigui la llamada dcada perdida de 1980. El cuarto aborda el cambio demogrfico durante el perodo 1930-1990, en que la poblacin de Amrica Latina se cuadruplic (de 110 a 450 millones). El quinto captulo analiza la rpida urbanizacin de Amrica Latina (menos del 20 por 100 de su poblacin estaba clasificada como urbana en 1930; en 1990, casi el 70 por 100) y el cambio social urbano, principalmente en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Mxico y Per. La transformacin de las estructuras agrarias es el tema del sexto captulo. El volumen duodcimo, Poltica y sociedad desde 1930, consta de cinco captulos. El primer captulo estudia el avance, y tambin los retrocesos, de la democracia en Amrica Latina, principalmente en Chile, Costa Rica, Colombia, Uruguay y Venezuela y, en menor grado, en Argentina, Brasil y Per. Los xitos y fracasos de la izquierda latinoamericana, la democrtica y la no democrtica, son material del segundo captulo. El tercer captulo se centra en la clase obrera urbana y el movimiento obrero urbano, subrayando su papel en la poltica. El cuarto captulo explica la movilizacin y la violencia rurales, especialmente en Mxico, Amrica Central y los Andes. El quinto se ocupa de los militares en la poltica latinoamericana: sus intervenciones y los golpes de Estado, as como los regmenes militares y los problemas de la transicin al gobierno civil. El volumen decimotercero es el tercero de la serie de volmenes dedicados a Amrica Latina desde 1930. La primera parte contiene dos captulos sobre Mxico: el primero examina el rumbo de la revolucin durante los aos treinta, sobre todo durante el gobierno de Lzaro Crdenas (1934-1940), el impacto de la segunda guerra mundial en Mxico v el carcter de la subsiguiente coyuntura de posguerra; el segundo analiza el perodo iniciado en 1946, y destaca en especial el crecimiento econmico (hasta la dcada de 1980), el cambio social y la estabilidad poltica. La segunda parte, dedicada a los pases del Caribe, contiene dos captulos sobre Cuba: el primero sobre el perodo que va de la dictadura de Machado a la de Batista, y el segundo sobre la revolucin, y captulos sobre la Repblica Dominicana, Hait y Puerto Rico.

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El decimocuarto volumen se abre con una visin general del desarrollo econmico y poltico de Amrica Central desde los aos treinta a los ochenta, a la que siguen captulos separados sobre la historia de Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. La segunda parte se ocupa de Panam con un captulo sobre la historia de esta repblica desde su creacin en 1903 y otro sobre la historia de la zona del Canal de Panam. Muchos de los colaboradores de estos dos volmenes: cinco britnicos, cinco norteamericanos y tres latinoamericanos comentaron los captulos de sus colegas. Por ello agradezco especialmente a Vctor Bulmer-Thomas, James Dunkerley, Alan Knight y John Major. James Dunkerley tambin acept trabajar como editor asociado de estos volmenes. Su consejo y aliento, as como su experiencia como editor, resultaron invalorables en la preparacin final de los volmenes para su publicacin. Una vez ms, debo expresar mi gratitud a Josep Fontana y Gonzalo Pontn por su inters y dedicacin en la presente edicin castellana.LESLIE BETHELL

Primera parte MXICO

Captulo 1 MXICO, c. 1930-1946Tras el estallido de la Revolucin en 1910, Mxico vivi un decenio de conflictos violentos al que sigui otro de reconstruccin poltica y econmica. La campaa revolucionaria destruy el antiguo rgimen de Porfirio Daz, liquid su ejrcito e instal en el poder a una coalicin que era heterognea y, al mismo tiempo, muy influida por las fuerzas del norte y comprometida en lneas generales con un proyecto de construccin del Estado y de desarrollo capitalista. Aunque, en lo que se refiere a estos objetivos generales, los lderes revolucionarios siguieron precedentes porfirianos, los medios que emplearon eran muy distintos, como lo era tambin el entorno sociopoltico en el cual actuaron. Es cierto que la Revolucin no haba revolucionado la economa mexicana. El antiguo patrn de crecimiento capitalista inducido por las exportaciones el llamado desarrollo hacia afuera no haba sufrido ningn cambio fundamental. Las inclinaciones nacionalistas del rgimen en el terreno econmico, expresadas en la Constitucin de 1917, provocaron disputas con Estados Unidos, pero no se produjo una ruptura total y en 1929 las inversiones directas de los estadounidenses en Mxico fueron superiores a las de 1910. Adems, pese al descenso de la produccin de petrleo despus de 1921, la economa se recuper y creci, al menos hasta 1927. En cambio, la Revolucin cambi fundamentalmente la vida social y poltica de Mxico, aunque a menudo fue de un modo no planificado e imprevisto. La movilizacin armada de 1910-1920 cedi ante formas nuevas de movilizacin institucional: ligas campesinas, sindicatos y gran nmero de partidos polticos, de izquierdas y de derechas, grandes y pequeos. El resultado no fue una decorosa poltica liberal, como la que Francisco Madero haba propugnado en 1910; pero tampoco fue un sistema autocrtico cerrado, personalista, como el que Daz haba mantenido hasta el fin. La nacin poltica se haba ensanchado y ahora era quiz la mayor de Amrica Latina; se estaba gestando una forma de poltica de masas, agitada, a veces radical, a menudo violenta y corrupta. No es posible generalizar cuando se habla de esta clase de poltica. Formaban parte de ella los caciques locales y caudillos regionales (muchos de ellos, pero no todos, de origen nuevo y revolucionario); el agrarismo radical, como en el caso de Morelos, y los propietarios conservadores, como en el de Chiapas; el anticlericalismo revolucionario y la accin social catlica (por no hablar del clerica-

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lismo conservador catlico); un pretorianismo agresivo y ambicioso, y una incipiente tecnocracia civil. Una de las grandes preocupaciones del gobierno central, especialmente durante la presidencia de Plutarco Elias Calles (1924-1928) fue el control y la cooptacin de estas facciones rivales fisiparas. Para ello Calles hizo la guerra contra la Iglesia, en el campo de batalla y en el aula; redujo y profesionaliz el inflado ejrcito; favoreci al movimiento obrero, en especial a la Confederacin Regional Obrera Mexicana (CROM), oficialista y encabezada por Luis N. Morones; y toler a veces estimul tcticamente la movilizacin de los campesinos. Si bien el control estatal de la sociedad civil aument as (dada la cuasi anarqua del perodo 1910-1920, difcilmente poda disminuir), el Estado que -construyeron los lderes de Sonora (1920-1934) no era un leviatn autoritario. La tumultuosa sociedad civil de los aos veinte desafi dicho control. Los cris, teros combatieron a Calles hasta alcanzar un sangriento punto muerto; los caciques y caudillos locales se opusieron a la expansin del poder estatal; y el ejrcito se rebel dos veces. Las lites regionales, tales como la poderosa plantocracia yucateca, se resistieron a las reformas de los que se proclamaban callistas. Los obreros y los campesinos organizados optaban frecuentemente por aliarse con el Estado, pero sola tratarse de una alianza condicional y tctica y haba muchos ejemplos de disidencia popular. El panorama poltico era muy diferente del que exista durante el porfiriato, con su control personalista y centralizado, su estrecha poltica de camarillas y su rotunda negativa a que las masas participasen en la poltica. En tiempos de Daz se daban casos de disidencia y protesta populares, pero normalmente eran sofocados con rapidez; no adquirieron una forma institucional y, por supuesto, no se establecieron en el Estado porfiriano mismo. Es ms, en el decenio de 1920 las exigencias y la retrica de los movimientos populares y de los polticos que procuraban sacar provecho de los mismos ya mostraban un radicalismo nuevo, , una confianza indita en s mismos. La Revolucin haba socavado las antiguas certidumbres sociales y la deferencia que las acompaaba. La CROM, la confederacin obrera oficial dominante, no era un simple cascarn del Estado callista: obligaba a los patronos a contar con los obreros como nunca antes. Los sindicatos independientes, tales como el de los ferroviarios y el de los petroleros (trabajadores del petrleo), se hallaban situados ms a la izquierda, se resistan al .abrazo de la CROM y se apoyaban en su propia fuerza industrial. De igual manera, el campesinado, que segua constituyendo el grueso de la poblacin, mostraba un talante diferente en comparacin con la poca prerrevolucionaria. Despus de todo, los campesinos haban sido las fuerzas de choque de la Revolucin. Es cierto que la reforma agraria oficial tard en llegar y fue gradual: en 1930 slo el 9 por 100 del valor de la tierra de Mxico se haba traspasado a propiedades ejidales (comunales). Pero estas cifras son engaosas y probablemente subestiman la escala del reparto de tierra; ciertamente no reflejan los cambios que la Revolucin introdujo en las relaciones sociales y en la mentalidad. Los terratenientes conservaban en su poder el grueso de su tierra, pero en condiciones diferentes, ms difciles y onerosas. Puede que en general sus peones residentes siguieran siendo dciles; pero los habitantes de los poblados vecinos, que tenan derecho a pedir tierra, presentaban una amenaza constante y enervadora. Por tanto, los terratenientes tenan que lidiar con un campesinado cada vez

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ms organizado y un Estado que, en sus manifestaciones regionales y nacionales, en modo alguno les era tan favorable y tan fiable como su predecesor porfiriano. Algunos terratenientes ya se haban arruinado durante la Revolucin de 1910-1920; muchos tenan que soportar ahora impuestos ms gravosos, mercados inestables y costes salariales ms elevados. La clase terrateniente anhelaba la belle poque del porfiriato y lamentaba el surgimiento de agraristas problemticos y de polticos advenedizos y demaggicos que les daban aliento. Algunos terratenientes actuaron con prudencia y desviaron su capital hacia la industria y el comercio urbanos, con lo cual aceleraron la muerte de la hacienda tradicional, acaparadora de tierras con su mano de obra barata. La clase terrateniente (que, huelga decirlo, variaba de una regin a otra) no fue eliminada por la Revolucin, pero result severamente desgastada, y en algunos estados, como Morelos profundamente debilitada. As, mucho antes de la ciruga radical del decenio de 1930 el sistema de la hacienda mostraba los sntomas de una progresiva anemia debilitante, y sus futuros legatarios ya se estaban reuniendo alrededor del lecho del enfermo. Mientras tanto, aunque la extrema violencia a escala nacional del perodo 1910-1920 haba disminuido, la violencia local y la regional continuaban siendo endmicas. La masiva movilizacin campesina generada por la guerra de los cristeros en 1926-1929 asol el Mxico centrooccidental. En las localidades, el terrateniente luchaba contra el campesino, el agrarista contra el cristero. Los caciques combatan por el poder; las comunidades, por la tierra o por su independencia corporativa. La nave del Estado sonorense suba y bajaba empujada por las olas de una sociedad agitada. A veces la perspectiva del tiempo transcurrido nos permite sugerirlo Mxico amenazaba con seguir el mismo camino que Colombia despus de 1949: esto es, hacia un conflicto faccionalista, autnomo y endmico, por el estilo de la Violencia. Que no llegara a ocurrir se debi en cierta medida al arte de gobernar de que dio muestra la faccin victoriosa: de Venustiano Carranza, Alvaro Obregn y, sobre todo, Calles, que nunca perdieron de vista la necesidad de integrar y reconstruir la nacin. Ms importante fue el hecho de que la violencia endmica de Mxico era el resultado de una autntica revolucin social, no un sucedneo de la misma. No era simplemente la violencia sin objeto, embrutecedora, de facciones recalcitrantes, tampoco la violencia que repetidamente perpetraba el antiguo rgimen porfiriano. Y la acompaaba una serie de fenmenos importantes derivados de la Revolucin: una movilidad social y espacial ms marcada, la migracin, as nacional como internacional; la ascensin de nuevos grupos y familias empresariales; la expansin de los programas de enseanza; el indigenismo y el arte revolucionario. Por consiguiente, a finales del decenio de 1920 la Revolucin ya haba producido cambios importantes en la sociedad y la poltica mexicanas. A pesar de ello, el resultado de la Revolucin segua sin estar claro. Su curso segua avanzando y haba opiniones muy diferentes sobre adonde se diriga. Clases, facciones y regiones disputaban unas con otras; creci el control que ejerca el Estado sobre la sociedad civil, pero incluso con el patrocinio por parte de Calles del nuevo partido oficial, el Partido Nacional Revolucionario (PNR) en 1929, dicho control continuaba siendo desigual y a veces tenue. Se iba avanzando hacia la consecucin de los amplios objetivos revolucionarios de construccin del Estado y desarrollo capitalista, pero el avance era lento y tropezaba con frecuentes obstculos.

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Y haba serias discrepancias incluso entre la lite gobernante sobre los mejores mtodos que deban adoptarse. Por algn tiempo, durante la favorable coyuntura fiscal y econmica de 1924-1926, pareci que el nuevo gobierno de Calles estaba imbuido de cierta confianza. La reforma de la banca y las obras pblicas daban testimonio de los crecientes poderes del Estado. Con la intencin de poner en prctica los controles constitucionales impuestos a la Iglesia y a la industria del petrleo, Calles desafi audazmente tanto a los catlicos como a los gringos. Sin embargo, pronto tuvo que hacer frente a la revuelta cristera, al conflicto con Estados Unidos y al deterioro de la situacin econmica. El proyecto callista empez a tambalearse y el presidente se desplaz hacia la derecha. En julio de 1928 el asesinato de Alvaro Obregn, ex presidente (1920-1924) y presidente electo en el momento de su muerte, sum la crisis poltica a la recesin econmica, que en Mxico fue anterior a la crisis econmica mundial de 1929. Calles respondi con habilidad, desplegando sus dotes de estadista. Rehus prolongar su presidencia y prefiri ejercer el poder entre bastidores. As, tres presidentes sucesivos (Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo Rodrguez) gobernaron durante el sexenio siguiente mientras Calles, el jefe mximo, ejerca el poder detrs del trono; de aqu viene el ttulo convencional que se da a este perodo de transicin: el maximato. El maximato fue transicional en dos sentidos. En primer lugar, durante el mismo hubo un claro desplazamiento del gobierno personalista al institucional. Tras proclamar el fin de la poltica caudillesca, Calles convoc una asamblea del nuevo partido revolucionario oficial, el PNR, a principios de 1929. En el curso de aquel ao agitado se aplast una revuelta militar obregonista; se lleg a una conclusin negociada de la guerra cristera; y Ortiz Rubio, el insulso candidato del PNR, arroll a la oposicin liberal y antirreeleccionista de Jos Vasconcelos en las elecciones presidenciales de noviembre. As pues, podemos situar en 1929 el comienzo de la hegemona ininterrumpida del partido oficial. No obstante, la institucionalizacin poltica del maximato fue acompaada del crecimiento de los conflictos sociales y la polarizacin ideolgica. Aqu se encuentra la gnesis del cardenismo, el movimiento poltico ligado al presidente Lzaro Crdenas fue fruto de su tiempo; dio su nombre a un perodo que a pesar de la supremaca presidencial mexicana le molde a l antes que lo contrario. No obstante, es vlido ver la historia de Mxico en el decenio de 1930 como la crnica de la ascensin y la dominacin del cardenismo: proyecto nacionalista y radical que afect fundamentalmente a la sociedad mexicana y que represent la ltima gran fase reformadora de la Revolucin. No es menos cierto que el decenio de 1940 presenci el ocaso del cardenismo: el debilitamiento de su poltica, la eliminacin de sus cuadros polticos, la ascensin de nuevos lderes entregados a otro proyecto. Ningn historiador pone en duda la importancia del cardenismo, pero muchos discrepan en lo que concierne a su carcter. Tradicionalmente tanto los seguidores como los adversarios de la ortodoxia revolucionaria han considerado que en el cardenismo culmin la Revolucin social. Otros lo han presentado como un intermedio dramtico y radical dentro del proceso revolucionario, una desviacin

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casi bolchevique a ojos de algunos. En estudios recientes se ha vuelto a hacer hincapi en las continuidades, aunque de un tipo diferente: las de la construccin del Estado, el corporativismo y el desarrollo capitalista. Aqu el cardenismo encaja perfectamente en la Revolucin, pero no se trata de la Revolucin como vehculo de la redencin nacional y del radicalismo popular, sino del estatismo y de la acumulacin de capital. Toda evaluacin del cardenismo debe trascender los lmites de la presidencia de Crdenas. Su historia no es la de un nico hombre, ni siquiera la de un solo sexenio. Tuvo sus orgenes en dos amplias tendencias socioeconmicas que se cruzaron con dos crisis polticas ms especficas. En lo que se refiere a las alineaciones ideolgicas, personales y de clase, es verdad que el cardenismo recuerda la Revolucin de 1910. Pero tambin fue fruto de la depresin y de los conflictos sociales y replanteamientos ideolgicos que sta provoc. Si la primera fue una influencia autctona, la segunda puede compararse con lo ocurrido en el conjunto de Amrica Latina. El cardenismo tambin naci de sucesivas crisis polticas: la asociada con el asesinato de Obregn en 1928, que condujo a la formacin del PNR; y otra ms importante, a saber, la batalla por el control del partido y el gobierno que culmin con la lucha entre Calles, el jefe mximo, y Crdenas, el presidente, en 1935-1936. Esta lucha debe verse teniendo presente su trasfondo poltico inmediato: la creacin del partido oficial, PNR, en 1929; la derrota de los militares obregonistas que se rebelaron aquel mismo ao; y la manipulacin, la humillacin y, finalmente, la cada del maleable presidente Ortiz Rubio en 1932. Esta secuencia de acontecimientos demostr tanto la consolidacin paulatina del rgimen nacional como el omnipresente poder personal de Calles, que control al nuevo presidente, Abelardo Rodrguez (1932-1934), de modo menos descarado pero no menos real. El logro de Calles el mantenimiento del poder personal detrs y a pesar de la institucionalizacin formal de la poltica que l mismo haba iniciado fue ms precario de lo que pareca a muchos. Le haba granjeado numerosos y cordiales enemigos polticos; e hizo que cualquier presidente entrante (en especial el orgulloso y obstinado Crdenas, que haba presenciado desde muy cerca la destruccin de Ortiz Rubio) fuera muy consciente del dilema que se le planteaba en sus relaciones con el jefe mximo: mostrarle deferencia o desafiarle? C Los enemigos y los crticos de Calles y el callismo crecieron en nmero a ^ consecuencia de los efectos de la depresin. Su impacto en Mxico fue ms acumulativo que instantneo, y menos serio y prolongado que en economas basadas en el monocultivo como la chilena o la cubana. El pas ya haba sufrido por causa de la cada de los precios de las exportaciones, la deflacin y la contraccin de Via economa desde 1926. Entre 1929 y 1932 el comercio exterior descendi en unos dos tercios; la capacidad de importar qued reducida a la mitad; el desempleo creci, inflado por la repatriacin de unos trescientos mil mexicanos que haban emigrado a Estados Unidos. Sin embargo, dentro de la gran lotera de los productos de la depresin, Mxico fue relativamente afortunado. El oro, la plata y el petrleo, que representaban conjuntamente tres cuartas partes de las exportaciones mexicanas, no sufrieron una cada tan extrema de la demanda y los precios como la que afect a otras materias primas; asimismo, el empleo en

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el sector de exportacin era pequeo (slo un 3 por 100 de los trabajadores no rurales generaba dos tercios de los ingresos de exportacin de Mxico), por lo que las repercusiones en los salarios, el empleo y los niveles de vida fueron menos acentuadas que en economas como la brasilea, por ejemplo, que vivan de la exportacin agraria basada en una fuerza de trabajo masiva. Mientras tanto, el importante sector de la agricultura de subsistencia de Mxico se recuper de las malas cosechas de 1929-1930 (el clima result benignamente contracclico), a la vez que la industria manufacturera que satisfaca la demanda nacional se vea afectada de forma menos severa que la industria extractiva y pudo beneficiarse de la imposibilidad de importar. La depresin estimul de esta manera un proceso de industrializacin de sustitucin de importaciones. Entre 1929 y 1932, por tanto, es posible que el producto interior bruto (PIB) de Mxico disminuyera en alrededor del 16 por 100. Es difcil evaluar el efecto que esta recesin surti en las masas. No hay duda de que los salarios reales descendieron (tambin en este caso la tendencia ya se observa en 1927) y algunos historiadores identifican una fase de movilizacin frecuente pero fragmentaria caracterizada por huelgas, ocupaciones de tierras, y marchas del hambre que coincidi con la depresin econmica. Es ms claro que la militancia popular, que sigui los patrones habituales, se , hizo ms acentuada a medida que la economa fue reactivndose lo cual se produjo con cierta rapidez, gracias en parte a la poltica reflacionaria keynesiana que adopt Alberto Pai en su condicin de secretario de Hacienda (1932-1933). Pai aument la oferta monetaria (31 por 100 en 1932, 15 por 100 en 1933), y sacrific el peso en aras del crecimiento. Las exportaciones, el empleo y los salarios reales se recuperaron. En 1934 el PIB volva a encontrarse ya en los niveles de 1929, el peso se estabiliz y la perspectiva econmica era alentadora. As pues, Crdenas subi al poder en el momento en que los efectos de ,1a depresin retrocedan, aun cuando sus repercusiones polticas seguan notndose. Para muchos el maximato (1928-1934) haba sido un perodo difcil, y la sucesin presidencial ofreca ahora una apertura poltica a travs de la cual podan encauzarse los agravios populares acumulados. La lite poltica respondi a la depresin de distintas maneras y ello produjo una polarizacin en el seno del naciente PNR. Para Calles y sus partidarios los veteranos los acontecimientos recientes en modo alguno invalidaban el modelo existente de desarrollo capitalista, el basado en la empresa privada, las exportaciones, las inversiones extranjeras, el control riguroso de los obreros y un Estado generalmente pasivo. Al contrario, haba que mejorar el modelo, y restringir anomalas como la agricultura ejidal no era la medida menos importante que poda tomarse para ello. En 1930 Calles declar que la reforma agraria haba sido un fracaso: el ejido fomentaba la pereza; el futuro estaba en la agricultura capitalista, de propiedad privada. Se hicieron esfuerzos por concluir rpidamente la reforma y la concesin de ejidos pas a ser menos frecuente despus del punto mximo de 1929. Otro factor que alarm a Calles fue la agitacin obrera: el capital necesitaba seguridad para sacar al pas de la recesin, y era necesario tomar medidas severas para limitar las huelgas. Calles continu machacando el viejo tema anticlerical, motivo principal de la poltica en el decenio de 1920, y el papel de la enseanza como medio de transformacin revo-

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lucionaria. Los objetos adecuados para la ingeniera social sonorense no fueron los medios de produccin, sino las mentes. Se reaviv el anticlericalismo y el nuevo secretario de Educacin, Narciso Bassols, dio nuevo estmulo a la poltica de laicizacin (1931). Tres aos despus, en su clebre Grito de Guadalajara, Calles pidi una revolucin psicolgica, una nueva conquista espiritual para ganar el corazn y el cerebro de los jvenes para la Revolucin. Calles y sus veteranos se aferraron a las normas y las panaceas del decenio de 1920 y, en medio del movimiento poltico y social de principios del de 1930, parecan de forma creciente una fuerza favorable al conservadurismo, admirada por la derecha. En verdad que los ejemplos fascistas influyeron en el pensamiento de Calles, que citaba a Italia y a Alemania (as como a la Unin Sovitica) como casos de educacin poltica coronada por el xito. Calles se daba cuenta de que una nueva generacin estaba alcanzando la madurez poltica, una generacin para la cual las heroicidades de 1910 eran mitos o historia y que cada vez se mostraba ms desilusionada con la Revolucin de tipo sonorense. Rechazaba la ideologa del decenio de 1920 anticlerical, liberal en lo econmico, conservadora en lo social y abogaba por cambios socioeconmicos radicales. Participaba en el desplazamiento mundial desde el laisser-faire cosmopolita hacia el dirigismo nacionalista. Si, al igual que Calles, se inspiraba en modelos extranjeros, era el New Deal o la planificacin econmica de la Unin Sovitica (mal interpretada, sin duda) lo que tena importancia. Era imposible hacer caso omiso de los hombres y las nuevas ideas, ni siquiera mientras Calles y los callistas todava gobernaban. A partir de 1930 se introdujeron de forma provisional normas reformistas e intervencionistas. Una Ley Federal del Trabajo (1931) ofreci concesiones en lo referente a los horarios, las vacaciones y los convenios colectivos, a cambio de que el Estado reglamentara ms rigurosamente las relaciones industriales. La derecha consider que la nueva ley era peligrosamente radical, la izquierda la critic y la tach de fascista, mientras que los ms perspicaces se dieron cuenta de que los salarios mnimos podan reforzar la demanda interna y beneficiar con ello a la industria. En 1934 se cre un Departamento Agrario autnomo y un nuevo Cdigo Agrario permiti por primera vez que los peones de las haciendas solicitaran concesiones de tierra. El Cdigo tambin ofreca garantas a las propiedades particulares; tal ambivalencia reflejaba divisiones profundas dentro del PNR. Del congreso que el partido celebr en 1933 sali un Plan Sexenal que, pese a su falta de detalles polticos, contena elementos del nuevo planteamiento que exiga la nueva generacin de tecncratas, polticos e intelectuales. El plan, que criticaba implcitamente el modelo sonorense, recalcaba el papel del Estado intervencionista y la necesidad de que fueran mexicanos quienes explotaran los recursos de Mxico; prometa a los trabajadores salarios mnimos y el derecho a convenios colectivos; y subrayaba la importancia primordial de la cuestin agraria, que requera soluciones radicales, incluyendo la divisin de las grandes propiedades. Por consiguiente, en vsperas de la presidencia de Crdenas el clima ideolgico estaba cambiando con rapidez. Pero las ideas nuevas coexistan con los viejos cuadros polticos, que impedan poner en prctica medidas radicales al mismo tiempo que toleraban el radicalismo retrico que dejaba intacta la sustancia de su poder. Tampoco la candidatura de Crdenas pareci amenazar su posicin. Al escoger a Lzaro Crdenas como candidato oficial para las elecciones de 1934,

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el PNR se inclin hacia la izquierda; pero la vieja guardia se consol pensando que de esta forma podra controlarla mejor. Crdenas haba demostrado su radicalismo sin salirse de los trminos ortodoxos, institucionales durante su poca de gobernador de Michoacn (1928-1932); pero en todo lo dems era un poltico modelo que durante su carrera haba pasado por las filas del ejrcito revolucionario (donde por primera vez sirvi a las rdenes de Calles), ocupado importantes puestos de mando en el decenio de 1920 y alcanzando la presidencia del partido y la Secretara de Guerra. Lugarteniente leal aunque no colaborador ntimo de Calles, era un general clave en la jerarqua poltico-militar. Haba ayudado a aplastar cuartelazos y se haba encargado de desarmar a los agraristas de Veracruz en 1932. Aunque no fuese el primer elegido de Calles, era un candidato seguro: en parte porque careca de una base local (su sucesor en Michoacn haba desmantelado la maquinaria cardenista que hubiera all) y en parte porque pareca leal, hasta insulso y obtuso (reputacin que su vida personal, austera, honrada y puritana, reforzaba). Aunque la izquierda institucional del interior del PNR respaldaba su candidatura, su historial no le granjeaba el apoyo de los obreros ni de la izquierda independiente; los comunistas presentaron un candidato rival y declararon que no estaban ni con Calles ni con Crdenas, sino con las masas cardenistas. Sin embargo, una vez le hubieron escogido candidato del partido, Crdenas empez a dar muestras de una dscola heterodoxia. El alcance y la actividad de su campaa electoral de 1934 superaron a los de todas las campaas anteriores (con la posible excepcin de la de Madero en 1909-1910). Viajando unos treinta mil kilmetros, visitando ciudades, fbricas y pueblos, Crdenas cre un estilo peripattico que continuara durante su presidencia y que le llevara a desplazarse a las provincias en repetidas ocasiones (pas ms de un ao del sexenio fuera de Ciudad de Mxico), a veces a comunidades remotas y lugares casi inaccesibles que, con gran consternacin del squito presidencial, hacan necesario viajar a caballo o incluso, segn se deca, nadar hasta la playa desde el barco presidencial.1 La campaa electoral y las giras posteriores dieron al presidente un conocimiento directo de las condiciones que existan en el pas y se dice que contribuyeron a radicalizarle, lo cual parece verosmil. Unidos a su retrica reformista, especialmente agrarista, estos viajes suscitaron las expectativas y las exigencias populares; y demostraron a las comunidades remotas la realidad del poder presidencial. Sin duda Calles y los conservadores se dijeron que estos bros del principio acabaran consumindose; que una vez se hubiera instalado cmodamente en el palacio presidencial, todava se le podra aplicar la vieja cancin que deca: el que vive en esta casa es el seor presidente pero el seor que aqu manda vive en la casa de enfrente.2

1. Rees, Ciudad de Mxico, 19 de diciembre de 1939, FO (Foreign Office) 371/24217, A359, Public Records Office, Londres. 2. Luis Gonzlez, Historia de la Revolucin mexicana, 1934-1940: Los das del presidente Crdenas, Mxico, D.F., 1981, p. 44.

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Despus de la animada campaa electoral, las elecciones propiamente dichas resultaron aburridas, muy diferentes de las contiendas de 1929 o 1940, y el nuevo presidente, que obtuvo una victoria aplastante, asumi el poder en diciembre de 1934 en medio de la mayor calma posible.' Pareci que tambin la estabilidad y la continuidad se vieron atendidas en la composicin del nuevo gabinete, en el que los callistas ocupaban algunos cargos clave y pesaban ms que los partidarios de Crdenas. Las esperanzas de Calles de que continuara el maximato se reflejaron en el disgusto de la opinin pblica, que vea en Crdenas a otro pelele, y en los temores del propio Crdenas de seguir el mismo camino que Ortiz Rubio. Mientras Crdenas iba familiarizndose con el aparato del poder, callistas recalcitrantes como el gobernador de Tabasco, Toms Garrido Canabal cuyos excesos anticlericales empezaban a aumentar, se esforzaban por crear problemas y debilitar al nuevo ejecutivo. Sin embargo, el control callista no era tan total como pareca; quiz nunca lo haba sido. En las provincias, el callismo de muchos caciques locales era necesariamente provisional. Mientras la obediencia a Calles apuntalase el poder local, eran sus partidarios, pero una crisis nacional poda provocar una racha de defecciones. As ocurri en 1935-1936. A escala nacional, donde la poltica era ms voltil, el callismo andaba de capa cada. Sus adeptos seguan controlando secretaras clave, puestos de mando del ejrcito y sindicatos, pero una nueva generacin se agolpaba en la puerta, apartando a la generacin veterana que haba nacido en el decenio de 1880 y que haba conquistado el poder durante la Revolucin armada. (Hay que sealar, sin embargo, que el progreso de los recin llegados tambin haca necesarias las alianzas con veteranos Saturnino Cedillo, Juan Andreu Almazn, Cndido Aguilar que tenan fuerza en San Luis, Nuevo Len y Veracruz, respectivamente, y estaban dispuestos a renegar de Calles.) Esta generacin nueva significaba un cambio de carcter y de acento poltico. Sus miembros tendan a ser ms urbanos y cultos y menos obviamente norteos que sus predecesores; y, como toda generacin que sube, se concentraba en los defectos de sus antepasados (sus pecados de comisin: el anticlericalismo, el militarismo, la corrupcin; sus pecados de omisin: las reformas agraria y laboral), y en su lugar recalcaba la nueva poltica que se expona en el Plan Sexenal. Eran libres de hacer todo esto porque estaban menos ligados por los compromisos previos de la mediana edad y de una carrera ya asentada. Los viejos revolucionarios haban cumplido su misin histrica, declarara ms adelante Crdenas; haba llegado el momento de que una generacin nueva diese un paso al frente para que las masas puedan beneficiarse de perspectivas polticas diferentes, producidas por hombres que estn frescos.4 Las luchas internas de la lite eran tanto ms significativas cuanto que coincidan con las demandas y las presiones que se hacan evidentes en todo el pas y que la administracin entrante tuvo que afrontar en seguida. Las lites rivales manipulaban a las masas, pero hasta cierto punto tambin stas manipulaban a aqullas. As, todo presidente que ofreciera resistencia al control del jefe mximo, o que buscara el apoyo de las masas que se oponan al conservadurismo ca-

3. 4.

Farquhar, Ciudad de Mxico, 6 de diciembre de 1934, FO 371/18705, A706. Gonzlez, Los das del presidente Crdenas, p. 57.

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llista, tena que desplazarse hacia la izquierda, hacia los sindicatos, cada vez ms combativos, y hacia el campesinado, cuya agitacin iba en aumento. Porque ahora, al reactivarse la economa, proliferaban las huelgas. Las cifras oficiales, que muestran un incremento prodigioso (13 huelgas en 1933; 202 en 1934; 642 en 1935), son significativas, pero engaosas: reflejan un cambio de la poltica del gobierno ya que aument el nmero de huelgas reconocidas como legales. Aunque cuesta obtener cifras relativas a las huelgas de facto, la evidencia no cuantitativa es abrumadora: los paros laborales afectaron a los ferrocarriles (foco de activismo sindical desde haca mucho tiempo), las minas y las fundiciones, los campos petrolferos y las fbricas textiles. En el ao 1934 hubo una oleada de huelgas sin precedentes en estos sectores y en otros menos importantes. Slo en Ciudad de Mxico haba sesenta huelgas pendientes cuando Crdenas asumi el poder en diciembre; y en los primeros meses de 1935 hubo huelgas importantes contra el guila Oil Co., en los tranvas y los ferrocarriles, y en las haciendas comerciales, as como conatos de huelga general en Puebla y Veracruz. Se ha dicho que Crdenas hered una explosin sindical.5 Las reivindicaciones eran bsicamente econmicas (algunos huelguistas pretendan recuperar lo que haban perdido a causa de las reducciones salariales de aos recientes), pero se expresaban con una combatividad inusitada. Una elevada proporcin de huelgas se declaraban por simpata: los electricistas de Tampico fueron a la huelga para apoyar las reivindicaciones obreras contra la Huasteca Oil Co., y recibieron a su vez apoyo de lugares tan lejanos como San Luis Potos, Guanajuato, Yucatn, Michoacn y Jalisco. Este estado de cosas reflejaba tanto la radicalizacin de la poltica nacional como la creciente complejidad de la organizacin de la clase trabajadora. Desde su apogeo en el decenio de 1920 la CROM haba perdido mucho apoyo. En 1929 Fidel Velzquez y los cinco lobitos se escindieron, llevndose consigo treinta y siete sindicatos, incluido el grueso de los trabajadores organizados en la capital; les siguieron los electricistas y los ferroviarios tradicionalmente bien organizados y combativos, que formaron la Cmara de Trabajo. En 1933 la CROM se dividi otra vez cuando el ala radical de Vicente Lombardo Toledano rompi con el liderazgo de Morones. La CROM debilitada polticamente desde el asesinato de Obregn se encontr con que su nmero de afiliados quedaba muy reducido a la vez que perda irrecuperablemente el monopolio de la representacin obrera dentro del PNR y de las juntas de arbitraje laboral. Mientras tanto los disidentes la Federacin Sindical del Distrito Federal (FSTDF) de Velzquez, la CROM lombardista y otros grupos contrarios a la CROM, incluidos los electricistas se unieron en octubre de 1933 para formar la Confederacin General de Obreros y Campesinos de Mxico (CGOCM), que hizo suya una forma de sindicalismo ms nacionalista y militante. Tambin los comunistas, empujados a la clandestinidad despus de 1929, formaron un nuevo frente obrero, la Confederacin Sindical Unitaria de Mxico (CSUM), que reclut muchos adeptos entre los maestros y los trabajadores rurales (especialmente en La Laguna y Michoacn), en la capital y en el bastin conservador de Nuevo Len. Las diatribas que Calles y la CROM lanzaban contra el comunismo no eran exclusi5. Alicia Hernndez Chvez, Historia de la Revolucin mexicana. Perodo 1934-1940: La mecnica cardenista, Mxico, 1979, p. 140.

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vamente fruto de la paranoia; en 1935 la lnea oficial del partido ya impulsaban a la CSUM y al Partido Comunista Mexicano (PCM) hacia la formacin de un frente comn con fuerzas progresistas, entre las que se encontraran la CGOCM de Lombardo y, finalmente, el gobierno de Crdenas. Entretanto resucit el espectro del agrarismo. Despus del gran cataclismo de 1910-1915 la protesta agraria haba disminuido o se haba visto encauzada hacia la reforma oficial a menudo manipuladora que alcanz su apogeo en 1929. La CROM haba hinchado su fuerza nominal con la incorporacin de campesinos y se haban reclutado agraristas para combatir a los cristeros. Los antiguos puntos de conflicto agrario, tales como el Morelos de Zapata, el Valle del Maz de Cedillo, haban experimentado el sedante de la reforma controlada; otros La Laguna, Michoacn la represin concertada, as fsica como ideolgica, de gobernadores, generales, terratenientes y no pocos clrigos. Sin embargo, en el decenio de 1930 las corrientes represadas del agrarismo volvieron a crecer y amenazaron con desbordarse. Los gobernadores de algunos estados ya haban dado ejemplo: Adalberto Tejeda en Veracruz, Portes Gil en Tamaulipas, el propio Crdenas en Michoacn. Aunque con frecuencia actuaban as pensando en su propio provecho poltico, segua siendo necesaria la movilizacin, que a su vez ofreca experiencia y oportunidades. Pero la movilizacin local era precaria y no tard en fracasar, tanto en Veracruz como en Michoacn. No obstante, las elecciones y la nueva presidencia aumentaron las expectativas agrarias y avivaron los temores de los terratenientes. La lucha annima que se libraba en gran parte de las zonas rurales pas a ser explcita, perceptible y a relacionarse directamente con la lucha por el poder nacional. Los primeros aos del decenio de 1930 fueron testigos de espordicas ocupaciones de tierras, repetidas huelgas rurales y ms agitacin, as local como nacional, en pro del reparto de tierras. La administracin Rodrguez se vio empujada hacia la reforma, muy a su pesar; la de Crdenas la abraz con entusiasmo. La radicalizacin del rgimen estuvo estrechamente ligada a la lucha por el poder que domin el perodo 1934-1936 y en la cual la conducta de Calles no fue menos importante que la de Crdenas. Conocido por su clerofobia, enemigo del agrarismo y de la agitacin laboral, Calles result incapaz de adaptarse a los cambios del clima poltico. Cuando polticos obsequiosos acudieron a Cuernavaca para hacerle la corte, Calles les habl del peligro que la subversin industrial representaba para la economa y, aunque dedic palabras amables a Crdenas, puso como un trapo a Lombardo y a los lderes obreros radicales, denunciando tales intereses bastardos e insinuando la probabilidad de que se repitiera la destitucin presidencial de 1930. Estas declaraciones patriticas, como las llam la prensa callista, se difundieron rpida y ampliamente. A medida que el enfrentamiento se agudizaba, Calles empez a llamar la atencin sobre las flaquezas de Crdenas, denunci las tendencias comunistas que vea detrs de todo ello y seal el sano ejemplo que daban los estados fascistas de Europa.6 Habida cuenta de su carcter, as como de las presiones polticas que reciba, Crdenas no poda por menos de responder; no estaba dispuesto a ser un Ortiz Rubio. Los lderes an6. John W. F. Dulles, Yesterday in Mxico: A Chronicle of the Revolution, 1919-1936, Austin, Texas, 1961, pp. 636-639 (hay trad. cast.: Ayer en Mxico: una crnica de la Revolucin, 1919-1936, FCE, Mxico, D.F., 1977); Gonzlez, Los das del presidente Crdenas, p. 78.

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ticallistas radicales como Tejeda, oportunistas como Almazn deseaban vivamente que el jefe mximo se llevara su merecido. Lo mismo queran la opinin pblica y los trabajadores organizados. En la izquierda la amenaza de un nuevo maximato, de represin, incluso de un desplazamiento hacia el fascismo engendr un gran deseo de solidaridad que vino a complementar la lnea oficial que en aquellos momentos dictaba Mosc. En el perodo 1934-1935 Mxico fue tierra frtil para el frentepopulismo. Al pasar al ataque, Crdenas y sus aliados se enfrentaron a un adversario que todava era formidable. Calles poda proclamar afablemente su retirada de la poltica (como hizo en junio de 1935, a raz del furor que despert la entrevista de Cuernavaca) y poda confesar picaramente que prefera el golf a la poltica, como hizo en diciembre, al volver de Estados Unidos. Sin embargo, no poda disimular que continuaba albergando ambiciones y que no le gustaba el rumbo que segua el nuevo rgimen, a la vez que poderosos grupos le estaban empujando hacia un enfrentamiento. El sector empresarial tema al activismo de los trabajadores y esperaba que Calles le brindara tranquilidad, al tiempo que la clase media urbana estaba harta de la oleada de huelgas que trastornaba la vida en las ciudades. Haba an muchos polticos callistas en el Congreso, el partido, la CROM y los gobiernos de los estados, hombres cuyo futuro poltico estaba hipotecado con el del jefe mximo. Tambin en el ejrcito haba elementos inquietos, mientras Estados Unidos vea con preocupacin el giro que iba tomando la poltica y esperaba quiz haca algo concreto en este sentido que hubiera un acuerdo en lugar de un enfrentamiento entre los dos. Polticos con experiencia, como el callista Juan de Dios Bojrquez, que en aquel momento era el secretario de Gobernacin, tambin aconsejaban que se buscara una solucin de compromiso, arguyendo que el enfrentamiento poda llevar a la guerra civil y destruir la preciosa estabilidad poltica conseguida por los sonorenses. Como sugiere este panorama, en los clculos polticos haba elementos de fanfarronera. Calles poda desestabilizar la nueva administracin, pero ello representara un grave riesgo para la obra de su vida. En cuanto a Crdenas, si rechazaba una frmula satisfactoria para ambas partes, tendra que buscar el apoyo de la izquierda, lo cual llevara aparejados nuevos compromisos radicales. En estas circunstancias, Crdenas desenmascar a Calles. Se cercior de la lealtad de algunos hombres clave, as polticos como generales, y, a raz de la entrevista de Cuernavaca, destituy a varios ministros del gabinete que eran callistas y ascendi a varios de sus propios hombres, entre los cuales haba algunos veteranos anticallistas (en esta crisis fue importantsimo el apoyo de figuras tales como Cedillo, Almazn y Portes Gil). Al observar el desplazamiento de los grandes electores, el bloque callista en el Congreso se desmoron. Hubo entonces una leve purga en el PNR: se destituy a los gobernadores indciles, como el notorio Garrido Canabal, gobernador de Tabasco; y los caciques locales se apresuraron a cambiar de bandera. El ejrcito planteaba un problema ms difcil, pero en este caso fueron una ayuda para Crdenas sus largos aos de servicio en las fuerzas armadas y la solicitud que mostraba para con los militares, as como la lealtad de Manuel vila Camacho, que, en su puesto de subsecretario de la Guerra, haba defendido constantemente la causa cardenista. Se efectuaron cambios en la estructura de mando del ejrcito, se distribuyeron hombres leales por todo el pas y se tomaron medidas parecidas en el caso de la polica. Esta limpieza poltica, que ya estaba muy avanzada a mediados de 1933, permiti a Crdenas hacer ta-

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blas; durante el ao siguiente el presidente pudo pasar a la ofensiva, seguro de la victoria. Mientras tanto, una de las consecuencias de esta lucha fue mucho movimiento de generales y polticos. En 1938 de los 350 generales que Crdenas haba heredado, 91 ya haban sido destituidos. Entre las bajas se contaban ahora antiguos aliados como Saturnino Cedillo, cacique del estado de San Luis, y Joaqun Amaro, el principal arquitecto del ejrcito profesional posrevolucionario. Incluso en el momento en que entraba en su fase institucional, radical, la Revolucin conservaba un carcter darwiniano. La lucha en el seno de la lite afect de forma inslita la naturaleza de la poltica nacional. Crdenas, por ejemplo, se propuso refrenar el anticlericalismo extremo que haba caracterizado al callismo y que probablemente era su rasgo ms odiado. Despus de una breve tregua entre la Iglesia y el Estado en 1929, el anticlericalismo oficial revivi en 1931; cuando Crdenas subi al poder los excesos anticlericales de Garrido seguan igual que antes mientras que unos siete mil cristeros continuaban luchando por una causa perdida en el norte y el oeste. Crdenas obr con prudencia. Aunque haba tratado a los cristeros ms decentemente que la mayora de los comandantes del ejrcito, estaba cortado por el patrn anticlerical. Segua repitiendo la vieja cancin de la opresin clerical; y su poltica educativa, que haca hincapi en la educacin socialista, estaba calculada para irritar la sensibilidad de los catlicos. Pero la sabidura poltica conspir con la moderacin personal para dictar cierto grado de acercamiento. El asunto del anticlericalismo marc una distancia conveniente entre el nuevo rgimen y el anterior; Calles continuaba atacando al clero, pero Crdenas se mostraba ms circunspecto; y Garrido, que trajo a sus esbirros de camisa roja de Tabasco a Ciudad de Mxico (donde ocup brevemente el puesto de secretario de Agricultura), atrajo sobre s tanto las protestas de los catlicos como el enojo presidencial, lo que condujo a su cada. Se dijo que los catlicos gritaron Viva Crdenas! por las calles de la capital. A partir de aquel momento se aflojaron progresivamente las ordenanzas anticlericales ms rigurosas (que limitaban el nmero de sacerdotes y de iglesias, as como la difusin de literatura religiosa), lo cual alegr a los fieles y tranquiliz al devoto Josephus Daniels, embajador de Estados Unidos. El presidente puso especial empeo en sealar que la educacin socialista combata el fanatismo y no la religin por s misma: incluso fue visto abrazando a un sacerdote en pblico. Si bien algunos enrags continuaron escribiendo folletos anticlericales y cometiendo actos de vandalismo en las iglesias, eran una minora cada vez ms reducida. Las famosas jeremiadas de Graham Greene ya estaban desfasadas cuando su autor las escribi. El contrapunto de este cese de las hostilidades entre la Iglesia y el Estado fue el creciente conflicto entre las clases sociales. El presidente pareca alentarlo fomentando el apoyo de las masas y utilizando una retrica radical, pero su gobierno responda a las demandas en la misma medida en que las iniciaba. El desmoronamiento de la CROM anunci un activismo poltico ms militante por parte de la clase trabajadora, y sindicatos y polticos rivales competan unos con otros en sus intentos por captar afiliados. Los sindicatos se alinearon detrs de Crdenas y organizaron manifestaciones para protestar por las declaraciones antiobreras de Calles, adems de librar luchas callejeras con sus adversarios callistas y conservadores (como el movimiento fascista de los camisas doradas fascistas). Y, si bien la clase obrera urbana estaba en la vanguardia de esta movilizacin semioficial, el

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campesinado no permaneci inmvil. De nuevo unos movimientos espontneos se mezclaron con la lucha en el seno de la lite y contribuyeron a formar una nueva coalicin radical. A escala nacional, organizaciones agraristas como, por ejemplo, la Confederacin de Campesinos Mexicanos (CCM) haban apoyado a Crdenas en su campaa para llegar a la presidencia. A escala local, agraristas en apuros como los de Chiapas, que tenan enfrente a un gobernador hostil, se encontraron ahora con que podan recurrir a un centro que simpatizaba con ellos y que a su vez poda movilizar a los agraristas contra el callismo. Al acelerarse el ritmo de la reforma agraria, pronto se contaron entre las vctimas algunos veteranos de la Revolucin: Calles y su familia; los hermanos Riva Palacio, caciques del estado de Mxico, sobre los que pesaban amenazas de expropiacin y de expulsin del partido oficial; los gobernadores Villarreal, de Tamaulipas, y Osornio, de Quertaro, cuya posicin se haba visto socavada por la oposicin agrarista; Manuel Prez Trevio, cacique de Coahuila y rival derechista de Crdenas para la candidatura presidencial en 1934, que, al igual que otros, sufri a causa del gran reparto en La Laguna en 1936. El agrarismo oficial ya era un arma de probada eficacia cuando se emple para desposeer a Cedillo en 1938, que fue quiz el caso ms sonado. Para entonces haca ya mucho tiempo que se haba resuelto el cisma nacional. Con su hbil combinacin de alianzas tcticas y movilizaciones populares, Crdenas haba derribado al maximato y puesto fin a la era de dominacin de los sonorenses. Despus de pasar seis meses en Estados Unidos, Calles haba sido recibido con un coro de censuras al volver a finales de 1935. Al reanudarse la polmica y la violencia callejera, el gobierno aprovech un ataque terrorista contra un tren en Veracruz para tomar medidas contra sus enemigos. La polica detuvo a los callistas ms destacados: Morones, Luis Len y el mismsimo Calles, al que encontraron en cama en su finca, cerca de la capital, reponindose de una gripe y leyendo Mein Kampf. Se dijo que segua inmerso en los delirios de Hitler cuando le metieron en el avin que le llevara a Estados Unidos. As pues, en la primavera de 1936 Crdenas ya se haba liberado de la tutela de Calles, adems de afirmar su poder presidencial y demostrar una inesperada combinacin de resistencia y perspicacia. Todo esto se haba logrado con poca violencia. El conflicto institucional estaba desplazando la fuerza a un segundo trmino, al menos en el nivel superior de la poltica, donde los srdidos asesinatos, como forma de imponer la voluntad oficial... prcticamente desaparecieron durante el sexenio.7 En el curso de este proceso haba sido necesario estimular las exigencias y la movilizacin populares y el gobierno haba trazado una ruta hacia un destino desconocido que no resultara clara hasta que se llevaran a cabo las reformas radicales de 1936-1938.8 La reforma agraria fue la poltica clave del rgimen en 1936-1937. Sirvi a la vez de arma poltica para abatir a los enemigos y de instrumento para promover la integracin nacional y el desarrollo econmico. Pero su papel instrumen7. Frank L. Kluckhohn, The Mexican Challenge, Nueva York, 1939, p. 3. En el nivel local el descenso de la violencia poltica fue ms lento y desigual. 8. Nora Hamilton, The Limits of State Autonomy: Post-revolutionary Mxico, Princeton, 1982, pp. 144-145 (hay trad. cast.: Los lmites de la autonoma del Estado, Era, Mxico, D.F., 1983).

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tal y manipulador, destacado por estudios recientes, no debe exagerarse. La reforma fue tambin una respuesta a las reivindicaciones populares, que a veces se sostenan ante la oposicin oficial en los estados donde el agrarismo se consideraba sospechoso desde el punto de vista poltico: Sonora, Chiapas, Veracruz. Nada de esto era nuevo, pero ahora la reforma agraria iba ms lejos y era ms rpida, y sus objetivos nacionales eran ms ambiciosos. Mientras que Calles haba declarado que la reforma estaba terminada, Crdenas, respaldado por el ruidoso sector agrarista, la consideraba el medio de transformar la sociedad rural y, con ella, la nacin. De origen provinciano, michoacano, Crdenas simpatizaba de verdad con el campesino, era aficionado a la vida rstica y senta cierta antipata puritana por la ciudad (lo cual le converta en blanco de las burlas de los ingeniosos cosmopolitas). A diferencia de sus predecesores sonorenses, no conceba el ejido como una estacin de paso hacia el capitalismo agrario y tampoco como un simple paliativo poltico, sino como la institucin clave que regenerara el ^ campo, liberara al campesino de la explotacin y, si reciba el respaldo apropiado, fomentara el desarrollo nacional. En este sentido, el nuevo recurso del ejido colectivo, que por primera vez haca posible la expropiacin general de grandes haciendas capitalistas, tena que ser importantsimo. Finalmente, el ejido sera el campo de formacin poltica de un campesinado culto y dotado de conciencia de clase. En el momento culminante de la campaa agrarista no se fijaron lmites para el potencial del ejido. Crdenas declar: Si se cuida la organizacin del ejido como hasta ahora se ha planeado, es posible que los ejidatarios logren absorber toda la tierra que hoy queda fuera de su jurisdiccin.' Un proyecto as podra calificarse de utpico, ingenuo y populista, pero es indudable que no puede verse como una estrategia dirigida al desarrollo industrial, favorable a la acumulacin de capital. Y, por supuesto, tampoco lo vean en estos trminos en aquel tiempo; al contrario, se granje la hostilidad unnime de los terratenientes y de la burguesa. Esta supremaca agrarista breve y anmala dentro de la historia de la Revolucin hay que verla en el contexto de la poca. El antiguo proyecto de crecimiento basado en las exportaciones (en el que la agricultura era una fuente importante de divisas extranjeras) haba fracasado de modo palpable, dejando deprimidas y subcultivadas a regiones que, como Yucatn y La Laguna, en otro tiempo haban sido dinmicas y comerciales. Las tensiones sociales que la Revolucin haba desatado en primer lugar, y que luego se haban agravado a causa de la recesin econmica y el conflicto entre Calles y Crdenas, exigan soluciones. Una generacin nueva, impresionada por los ejemplos de dirigismo econmico extranjeros y deseosa de distanciarse de su predecesora, que estaba sumida en la bancarrota poltica, buscaba ahora el poder. Los orgenes de esta generacin eran ms urbanos y menos plebeyos que en el caso de los veteranos de la Revolucin, pero proceda del centro de Mxico en lugar del norte por esto mostraba mayor simpata por los intereses de los campesinos y estaba convencida de que era necesario tomar medidas radicales. As, mientras que otros regmenes latinoamericanos recurran a la reforma poltica, a la movilizacin proletaria y al nacionalismo econmico para dar respuesta a las presiones del decenio de 1930, el gobierno

9.

Gonzlez, Los das del presidente Crdenas, p. 114.

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mexicano fue el nico que sum a estas respuestas una amplia reforma agraria, prueba de la tradicin agrarista que anidaba en el corazn de la Revolucin popular y que ahora imbua el pensamiento oficial. El agrarismo, que en otro tiempo muchos equipararon con el bolchevismo, era ahora respetable desde el punto de vista poltico, incluso necesario. La jerga del agrarismo impregnaba el discurso poltico; inspiraba el arte, la literatura y el cine (con efectos estticos no siempre buenos); se ganaba partidarios a la vez ardientes y oportunistas, incluso dentro de la floreciente burocracia agraria y entre los caciques locales. Huelga decir que semejantes conversiones sbitas y superficiales no eran un buen augurio en lo que se refiere a la longevidad o la pureza de la campaa agrarista. Mientras tanto, sus logros eran impresionantes. En 1940 Crdenas ya haba repartido alrededor de 18 millones de hectreas de tierra entre unos 800.000 beneficiarios; los ejidos contenan ahora el 47 por 100 de la tierra cultivada, en comparacin con el 15 por 100 en 1930; la poblacin ejidal se haba doblado con creces (de 668.000 a 1,6 millones de personas), y la poblacin sin tierra haba descendido de 2,5 millones a 1,9 millones. Al aumentar los ingresos del gobierno gracias a la recuperacin econmica, los recursos se encauzaron hacia la agricultura. Comparada con otras, esta administracin hizo milagros en la provisin de crditos agrcolas, que representaron la importante cifra del 9,5 por 100 de los gastos totales en 1936; el recin creado Banco Nacional de Crdito Ejidal se llev la parte del len.I0 Otros recursos se destinaron a obras de regado, carreteras y electrificacin rural, aunque se probable que estas inversiones en infraestructura beneficiaran a la agricultura privada ms que al sector ejidal. Paralelamente, los campesinos, al igual que los trabajadores urbanos, eran instados a organizarse, y sus organizaciones que eran numerosas, dispares, pero cada vez mayores y ms combativas se vinculaban de modo creciente al aparado del Estado. En 1933 la CCM haba respaldado la candidatura de Crdenas; dos aos despus Portes Gil asumi la tarea de formar una confederacin central de campesinos, patrocinada por el PNR; as se cre el ncleo de la futura Confederacin Nacional Campesina (CNC) (1938). Sin embargo, la reforma agraria cardenista no se llev a cabo de modo gradual, burocrtico, como las anteriores y (generalmente) las que se efectuaron despus. En vez de ello, se puso en marcha con tremendo fervor y la puntuaron dramticas iniciativas presidenciales." En regiones de conflicto agrario arraigado el clima cambi de la noche a la maana; los asediados agraristas se encontraron de pronto respaldados por el centro. Un caso clsico fue La Laguna. Centro importante de conflictos y rebeliones agrarias durante la Revolucin, esta regin haba conocido una agitacin campesina constante durante el decenio de 1920, a pesar de que el clima poltico era hostil.12 Aunque el grueso de los trabajadores de La Laguna lo formaban proletarios empleados total o parcialmente en las plantaciones de algodn, en modo alguno eran inmunes a los atractivos del reparto de tierras, especialmente a causa del elevado desempleo estacional. As, las clsicas10. James W. Wilkie, The Mexican Revolution: Federal Expenditure and Social Change Since 1910, Berkeley, 1970, pp. 136-140 (hay trad. cast.: La Revolucin mexicana, 1910-1976: gasto federal y cambio social, FCE, Mxico, D.F., 1978). 11. R. H. K. Marett, An Eye-witness of Mxico, Londres, 1939, p. 142. 12. Clarence Snior, Land Reform and Democracy, Gainesville, Florida, 1958, p. 52.

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reivindicaciones proletarias de mejoras salariales y de horarios de trabajo coexistan con reiteradas peticiones de tierras. Las malas condiciones (tan malas que ningn orangutn consciente de su propia dignidad las hubiera tolerado)" se vieron exacerbadas por el descenso de la produccin algodonera en 1931-1932. Cuando el comunista Dionisio Encina tom la iniciativa y se puso a organizar a los peones, los terratenientes respondieron con sus mtodos habituales: violencia, ruptura de huelgas y formacin de sindicatos blancos (propatronales). Tambin juzgaron prudente iniciar una reforma cosmtica y se efectuaron dos pequeas dotaciones de tierras a finales de 1934, pero durante el ao siguiente los conflictos laborales se multiplicaron y en mayo de 1936 se convoc una huelga general. Como en el caso de las posteriores expropiaciones ferroviarias y petroleras, el gobierno intervino y resolvi la disputa de forma radical; los conflictos laborales condujeron de este modo a una reestructuracin importante de las relaciones de propiedad. En octubre de 1936 Crdenas intervino personalmente y decret una amplia reforma en virtud de la cual tres cuartas partes de las valiosas tierras de regado y una cuarta parte de las de secano se entregaron a unos treinta mil campesinos agrupados en trescientos ejidos. Entre los perjudicados haba varias compaas extranjeras y, como mnimo, cinco generales revolucionarios: uno de ellos coment filosficamente que la Revolucin me dio la tierra y la Revolucin me la quita.14 El alcance y el carcter de la expropiacin que se llev a cabo en La Laguna no tena precedentes. Por primera vez se invoc la Ley de Expropiaciones de 1936, y las grandes haciendas comerciales se entregaron en bloque a sus empleados, es decir, a los peones en vez de a los habitantes de los pueblos. Esta nueva forma de expropiacin exiga mtodos igualmente nuevos. El rgimen se opuso a la fragmentacin de las grandes unidades productivas y los beneficiarios, siguiendo los consejos oficiales, votaron en proporcin de cuatro a uno a favor de los ejidos colectivos en vez de parcelas individuales. Cada ejido compartira la tierra, la maquinaria y el crdito, y sera dirigido por comits elegidos; la cosecha se repartira entre los trabajadores en proporcin a sus aportaciones de trabajo (a cada cual segn su trabajo: en el mejor de los casos, esto era socialismo y no, como decan los crticos, comunismo). El Banco Ejidal proporcionara crditos, asesoramiento tcnico y supervisin general; el propio ejido aportara una serie de servicios educativos, mdicos y recreativos. El funcionamiento de los ejidos de La Laguna pieza clave del proyecto cardenista merece analizarse y, lgicamente, el anlisis debe llevarse ms all de 1940. Al principio los terratenientes y los hombres de negocios predijeron con confianza que seran un fracaso y que en dos aos los trabajadores volveran arrastrndose y suplicando que les dejaran trabajar de nuevo para sus antiguos patronos.15 No ocurri as. La produccin de algodn (que era ejidal en un 70 por 100 en 1940 comparada con el 1 por 100 de 1930) fue en aumento inmediatamente despus de la expropiacin, se estabiliz en las postrimeras de la dcada de 1930, descendi mucho al estallar la guerra y luego experiment un auge despus de 1941. Otros productos, tales como el trigo, mostraron un incremento todava ms rpido. La agricultura colectiva demostr as que era capaz de dar fruto, en el sentido material13. 14. 15. Pegram, en Murray, Ciudad de Mxico. 21 de abril de 1936. FO 371/19792. A3895. Gonzlez, Los das del presidente Crdenas, p. 103. Snior, Land Reform and Democracy, p. 97.

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de la palabra. Es cierto que, segn los clculos, la productividad era inferior en los ejidos colectivos comparados con las haciendas privadas; pero stas, que representaban las mejores tierras de regado que los terratenientes haban conservado, disfrutaban de niveles ms altos de inversin de capital. De hecho, en La Laguna, como en otras partes de Mxico y Amrica Latina, uno de los efectos importantes de la reforma agraria fue estimular una agricultura ms eficiente en el sector privado. Entretanto, con el apoyo activo del Banco Ejidal, el nivel de vida de los campesinos de La Laguna subi, tanto absoluta como relativamente, al menos hasta 1939. Los salarios rurales mnimos, que en 1934-1935 eran iguales al promedio nacional, los superaban en un tercio en 1939. Tambin se registr un incremento perceptible de los gastos de consumo, de la alfabetizacin (que produjo un tremendo incremento de la circulacin de los peridicos) y en los niveles de sanidad: en esto coincidan todos los observadores, tanto los simpatizantes como los crticos. Y estas mejoras cuantificables no lo eran todo. Se opinaba que con la alfabetizacin y la autogestin los campesinos demostraban poseer nuevas habilidades, una responsabilidad y una dignidad igualmente nuevas. A un viajero le dijeron: Antes vivamos como animales. Ahora, por lo menos somos hombres y a medida que aumenta la cosecha ganamos ms.16 La mejora de la seguridad material y de la seguridad personal iban juntas: disminuy la agitacin poltica y ya no era de rigor llevar pistola en La Laguna. No obstante, el xito del experimento dependa de que las circunstancias fuesen favorables, de la demanda de algodn (que descendi en 1939-1941 y de nuevo en 1945-1947); del suministro de agua en cantidad suficiente (que ni siquiera poda garantizar la nueva presa Lzaro Crdenas, que qued terminada en 1946); y, sobre todo, del respaldo poltico. Aunque Crdenas prestaba atencin a los problemas de La Laguna, y aunque el Banco Ejidal era generoso, en 1941 subi al poder un nuevo gobierno y hubo un cambio inmediato en el orden de prioridades. El Banco Ejidal impuso ahora una poltica econmica ms rigurosa, se redujeron drsticamente los proyectos no econmicos, los crditos se concedieron con mayor parsimonia y el banco y sus acreedores tuvieron que recurrir a fuentes privadas, tales como la Anderson Clayton Co. Ejidos divididos en parcelas empezaron a sustituir a los colectivos y se introdujo en stos un sistema de pagos basados en incentivos. El Sindicato Central, la combativa asociacin de ejidatarios, estaba perdiendo el control de los recursos econmicos (los centros de maquinaria, por ejemplo, fueron traspasados al Banco Ejidal en 1942) al mismo tiempo que tena que hacer frente a una competencia poltica directa, toda vez que el gobierno recort sus fondos, aleg que estaba bajo influencia de los comunistas (que indudablemente haba crecido durante los primeros aos del decenio de 1940) y promocionaba a la rival CNC. La unidad de los campesinos, la unidad que Crdenas haba defendido incansablemente y fomentado de manera activa, result destruida. Los antiguos dirigentes del decenio de 1930 perdieron terreno y La Laguna se convirti en escenario de disputas entre facciones. As se perdi la mejor defensa contra la esclerosis y la corrupcin burocrticas, que, incipiente en los aos treinta, alcanz grandes proporciones en los aos cuarenta.

16. Dutton, Torren, 4 de enero de 1939, FO 371/22780, A1015; Fernando Bentez, Lzaro Crdenas y la Revolucin mexicana, vol. 3: El cardenismo, Mxico, D.F., 1978, p. 66.

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Estas nuevas circunstancias revelaron cruelmente los defectos del experimento. Al igual que muchas reformas cardenistas, fue fruto de una improvisacin apresurada; necesitaba tiempo y cuidado para dar buen resultado. El reparto original, como otros de la poca, se haba efectuado en seis semanas y conservaba la pauta original de cultivo, la de centn. Haba dejado las mejores tierras en poder de los terratenientes y, sobre todo, haba repartido la tierra disponible entre demasiados beneficiarios, entre los que haba numerosos inmigrantes que no residan en La Laguna. Por supuesto, estos defectos tenan sus virtudes rapidez, continuidad de la produccin, generosidad de las asignaciones, y, con tiempo y buena voluntad, podran haberse corregido. Pero tal voluntad no existi a partir de 1940 y, debido al aumento de la poblacin, los ejidos de La Laguna ya no podan dar sustento a las familias que se hacinaban en ellos. Aqu, como en otras partes, los ejidos colectivos sufrieron una acentuada estratificacin entre ejidatarios de pleno derecho y proletarios de facto. El mercado foment esta divisin a la vez que el gobierno la permita. Se propusieron polticas de signo igualitario que implicaban movimientos de poblacin y la drstica intervencin oficial; algunos sostuvieron que en vez de distribuir tierras entre los hombres de acuerdo con el clsico principio del reparto, el rgimen distribuyera hombres entre las tierras, es decir, que en cada unidad de produccin colocara el nmero de hombres necesarios para llevar a cabo dicha produccin sin destruir la unidad [de la empresa].17 Aunque completamente racional, semejante solucin difcilmente habra sido muy popular, como, de hecho, tiende a confirmar el lema de sus defensores: haciendas sin hacendados. El cardenismo no era estalinismo. Si se quera que la reforma fuese rpida, amplia y popular, los defectos eran inevitables y slo podran corregirlos administraciones posteriores. stas optaron por no hacerlo. En lo que se refiere a sus orgenes, alcance, rapidez y resultados, la reforma de La Laguna sent precedentes que se siguieron en otras partes: en el valle de Mexicali, donde se expropi a la Colorado Land Co. a favor de ejidatarios, tanto individuales como colectivos, de pegujaleros y colonos; en Sonora, donde los indios yaquis y mayos lograron que les restituyesen parte de sus tierras; en Michoacn, donde las propiedades de la familia Cusi empresarios italianos progresistas y dotados de cierta conciencia social fueron entregadas, intactas, a unos dos mil campesinos agrupados en nueve ejidos. Tambin el sur, que desde haca mucho tiempo era coto vedado de la oligarqua de plantadores, experiment ahora una amplia reforma colectivista. La ms espectacular y menos afortunada fue la gran reforma de Yucatn, que sigui con mucha fidelidad el precedente de La Laguna. Debido a que la industria del henequn haba sufrido una decadencia ininterrumpida despus del auge de la primera guerra mundial, el coste de oportunidad de la reforma fue bajo y las reivindicaciones de justicia social fueron tanto ms irresistibles. Asimismo, la reforma ofreci al gobierno central el medio de introducirse en la poltica del sureste, que era tradicionalmente introvertida. As, en agosto de 1937 el presidente lleg a la pennsula a bordo de un barco cargado de generales, ingenieros, burcratas, periodistas y extranjeros curiosos. El

17. Ivn Restrepo, y Salomn Eckstein, La agricultura colectiva en Mxico: la experiencia de La Laguna, Mxico, D.F., 1975, p. 35.

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80 por 100 de las haciendas henequeneras fue entregado en seguida a treinta y cuatro mil peones mayas, que estaban agrupados en ms de doscientos ejidos: fue el mayor acontecimiento de reforma agraria jams ocurrido en Mxico. Yucatn compartira con La Laguna el papel del ejemplo del ejido colectivo.18 Pero tambin en este caso pronto se hicieron visibles los problemas inherentes a esta reforma precipitada. La ruptura de las antiguas redes productivas dej a algunos ejidos sin acceso a la imprescindible maquinaria raspadora y muchos posean plantas de henequn que eran demasiado viejas o demasiado jvenes. Se deca que muchos de los beneficiarios no eran campesinos y no tardaron en orse las consabidas quejas de corrupcin y de opresin burocrtica. Pero el problema principal que era ms agudo en Yucatn que en La Laguna o incluso que en el vecino Chiapas era la situacin del mercado exterior. Yucatn, que en 1915 monopolizaba el 88 por 100 del comercio mundial del sisal, gozaba slo del 39 por 100 en 1933 y del 17 por 100 en 1949. La socializacin de una industria dependiente, en decadencia, fue desde el principio una muestra poco brillante de colectivizacin. Incluso cuando la demanda permaneca en alza como en el caso del caf los obstculos internos que impedan el xito de la colectivizacin eran formidables. La ltima reforma importante de los aos de Crdenas fue dirigida contra los plantadores de Chiapas, que tambin haban rechazado las reivindicaciones de los proletarios y los campesinos desde la Revolucin y que, ante el resurgir del agrarismo en el decenio de 1930, echaron mano de sus antiguas armas: adelantarse dividiendo las propiedades, emplear prestanombres, llevar a cabo reformas superficiales, cooptar o eliminar a los adversarios. Incluso cuando la reforma se estaba efectuando en 1939 los plantadores trataron de utilizar sus plantas de procesamiento y redes de comercializacin para provocar la bancarrota de los nuevos ejidos. Aunque se ampli la reforma para que afectara tambin a las plantas procesadoras y con ello se conjur esta amenaza, el cambio de gobierno en 1940 surti inmediatamente un efecto desfavorable. La reforma qued interrumpida: se dividieron los grandes ejidos colectivos; el Banco Ejidal y los caciques aliados a l pasaron a ejercer el control corrupto sobre el sector ejidal: El banco se convirti en un hacendado burocrtico, el ejidatario, en un pen del Banco.19 En las elecciones de 1940 se consider que los ejidatarios eran los nicos partidarios locales del candidato oficial. As pues, instituciones creadas durante una fase de autntica movilizacin campesina (hacia 1930-1940) pronto empezaron a hacer las veces de instrumentos para controlar incluso desmovilizar al mismo campesinado. Cuando lleg el auge de la posguerra (la produccin cafetalera de Chiapas creci en dos tercios entre 1945 y 1950) la beneficiara fue la agricultura privada, que ahora disfrutaba de un clima que volva a ser benigno. Estas reformas espectaculares, aunque problemticas, corrieron parejas con numerosos ejemplos de menor escala, algunos de los cuales seguan el nuevo patrn colectivo (Atencingo, Zacatepec, El Mante), mientras que otros permane18. Vase G. M. Joseph, Revolution from Without: Yucatn, Mxico and the United States, 1880-1924, Cambridge, 1982, pp. 288-289 (hay trad. cast.: Revolucin desde afuera: Yucatn, Mxico y los Estados Unidos, 1880-1924, FCE, Mxico. D.F.. 1992). 19. Thomas Louis Benjamn, Passages to Leviathan: Chiapas and the Mexican State, 1891-1947, tesis doctoral indita, Michigan State University, 1981, pp. 247-250.

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can fieles al viejo principio del usufructo individual. Con el tiempo muchas veces el primer sistema dio paso al segundo, y hacia la dcada de 1940 las demandas de parcelacin individual de las tierras comunales ya eran insistentes y en algunos lugares provocaban conflictos violentos. Adems, incluso all donde segua existiendo el sistema colectivo (La Laguna, Chiapas, Atencingo), ste tenda a producir una estratificacin interna entre, por una parte, los beneficiarios con plenos derechos y, por otra, los proletarios o semiproletarios. Fruto de un crecimiento forzado y efmero, los ejidos colectivos cardenistas no tardaron en marchitarse en el clima desfavorable de los aos cuarenta. Los ejidos tradicionales resistieron ms tenazmente. Con frecuencia eran fruto de antiguas luchas agrarias y la dotacin cardenista fue la culminacin de aos de peticiones, politiqueras y protestas armadas. A veces, como ponen de relieve estudios recientes, la reforma serva a los intereses de lites locales oportunistas o era impuesta desde arriba, extraa y mal recibida; pero ni siquiera los ejidatarios que al principio fueron reacios a convertirse en tales mostraron deseos de volver a la condicin de peones. Fueran cuales fuesen los motivos, el resultado fue un traspaso masivo de recursos que cambi profundamente el mapa sociopoltico de Mxico. A corto plazo, la reforma no slo mejor el nivel de vida y el amor propio de los campesinos, sino que tambin provoc un desplazamiento del equilibrio poltico y dio a las organizaciones campesinas un breve momento de poder condicional. Fue condicional porque el rgimen se asegur de que la movilizacin de los campesinos estuviera ligada estrechamente al partido oficial; y breve, porque en el decenio de 1940 este vnculo, lejos de reforzar la organizacin y el activismo campesinos, sirvi para atarles a una estructura poltica cuyo carcter estaba cambiando con rapidez. Por consiguiente, la muerte del proyecto cardenista llev aparejada una desmovilizacin de la solidaridad de clase y la lucha independiente, en vez de una disolucin de las organizaciones formales.20 Las organizaciones cardenistas continuaron viviendo, pero al servicio de otros fines. La reforma agraria y la movilizacin campesina estaban ligadas de modo inseparable a la poltica educativa de los aos de Crdenas, as como al compromiso con la educacin socialista. Sin embargo, en este apartado la administracin dio muestra de mayor continuidad. Los sonorenses haban mostrado un compromiso ms activo en este terreno que en el de la reforma agraria: aumentaron el presupuesto de educacin de un 4 a un 14 por 100 del gasto pblico (19211931), construyeron seis mil escuelas rurales y dieron al maestro el papel de portador de valores seculares, nacionales. As pues, en el campo de la educacin el estado activo ya exista. Pero con los aos treinta llegaron nuevas iniciativas que se adelantaron a la presidencia de Crdenas y cuya seal fue el nombramiento de Narciso Bassols como titular de la Secretara de Educacin pblica (1931). Joven, enrgico e impaciente, Bassols fue el primer marxista que desempe un cargo ministerial. Puso fin a un perodo (1928-1931) en que la Secretara naveg a la deriva y dio comienzo a una fase de reformas agresivas que algunos interpretaron como la respuesta del Estado a la Cristiada. So capa de la educacin socialista, Bassols foment la laicizacin de la enseanza, para lo cual hizo que se cumpliera el artculo 3 de la Constitucin: se imponan multas y a veces se clausuraban las escuelas catlicas que no respetaban los principios del20. bid., p. 251.

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laicismo. Por otra parte, la hostilidad de los catlicos aument a causa del osado compromiso de Bassols con el primer programa sistemtico de educacin sexual que hubo en Mxico. Ninguna de estas medidas responda a caprichos individuales. Detrs de Bassols haba una falange de grupos progresistas, prueba de los cambios que el clima ideolgico estaba experimentando a principios del decenio de 1930. Las asociaciones de maestros abogaban ahora por un plan de estudios francamente colectivista,21 y el ms numeroso (y no el ms radical) de los sindicatos de maestros pidi la socializacin de la enseanza primaria y de la secundaria. Corrientes parecidas agitaban la Universidad Nacional. En un plano ms amplio, el realismo socialista se puso de moda en los ambientes culturales. Y el Plan Sexenal inclua un compromiso deliberadamente ambiguo, pero significativo, con una educacin que se basaba en la doctrina socialista que sostena la Revolucin mexicana. En un terreno ms prctico, el plan dispona un incremento anual del 1 por 100 en el presupuesto destinado a la educacin, cifra que aumentara del 15 al 20 por 100 del gasto total entre 1934 y 1940. Finalmente, el Congreso se inclin ante la recomendacin del PNR y aprob una forma de educacin federal de signo socialista que combatira los prejuicios y el fanatismo (lase clericalismo) e inculcara un concepto exacto, racional, del Universo y de la vida social.22 Por consiguiente, el compromiso con la educacin socialista fue algo que la administracin Crdenas hered. Por supuesto, cada cual interpretaba a su modo el significado de la palabra socialismo. Haba dignificado el darwinismo social tatiste de sonorenses como Salvador Alvarado, el furibundo anticlericalismo de Garrido, el seudosocialismo de la CROM. Los debates sobre la educacin en los aos treinta revelaron (segn los clculos de una estudiosa atenta) que existan treinta y tres interpretaciones diferentes.21 Ms an que la reforma agraria, la educacin poda camuflarse bajo la retrica. Callistas que en 1930 ya haban vuelto la espalda a la reforma agraria todava podan hacer comedia en el campo de la educacin, lugar ideal para hacer demostraciones de radicalismo de mediana edad. Teniendo presentes los ejemplos fascistas, albergaban la esperanza de encandilar a la juventud y, quiz, desviar la atencin de las penalidades de la recesin. As, en su Grito de Guadalajara, Calles poda parecer un radical joven y un jesuta viejo al mismo tiempo. Para muchos el socialismo era simplemente una nueva etiqueta para el anticlericalismo, el antiguo tema central de la poltica sonorense. Las palabras socialismo y racionalismo se usaban de forma intercambiable. Otros se tomaron en serio el cambio semntico. Bassols haca hincapi en el papel prctico de la educacin, que estimulara una tica colectivista; los maestros no se limitaran a ensear, sino que, adems, modificaran los sistemas de produccin, distribucin y consumo, estimulando la actividad econmica en beneficio de los pobres.24 Otros iban ms lejos y hacan de la educacin el tablero central de una21. David L. Raby, Educacin v revolucin social en Mxico, 1921-1940, Mxico, D.F., 1974. p. 39. 22. lbid., pp. 40-41. 23. Victoria Lerner, Historia de a Revolucin m