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TEATRO I – Trabajo Práctico N° 2 Manuel Tuchweber
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Tuchweber, Manuel
89075
Trabajo Práctico N° 2
Análisis de Casa de Muñecas, Los Tejedores, La Señorita Julia y Seis Personajes en Busca de un Autor
Teatro I
Andrea Mardikian
Lic. En Dirección Teatral 1A
1 21/05/2015
TEATRO I – Trabajo Práctico N° 2 Manuel Tuchweber
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INDICE
Casa de Muñecas, H. Ibsen
Biografía del Autor…………………………………………...……………3
El Realismo en Casa de Muñecas…………………………….…..……….3
Los tejedores, G. Hauptmann
Biografía del Autor………………………………………………………...8
El Naturalismo en Los tejedores………………………………………….8
La Señorita Julia, A. Strindberg
Biografía del autor………………………………………………………..12
El realismo en La Señorita Julia………………………………………...12
Seis Personajes en busca de un autor, L. Pirandello
Biografía del autor…………………………………………………..……15
La metateatralidad en Seis personajes en busca de un autor………….15
Bibliografía………………………………………………………………….…………17
TEATRO I – Trabajo Práctico N° 2 Manuel Tuchweber
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CASA DE MUÑECAS, H. Ibsen
BIOGRAFÍA DEL AUTOR
Para comenzar, se presentará a continuación una biografía del autor, teniendo en cuenta
el contexto político y social en el que se realizó la obra.
Henrik Ibsen, fue un dramaturgo noruego, nacido en la ciudad de Cristianía (Oslo), en
1828. Comenzó a escribir obras teatrales y poemas al finalizar la secundaria. Su primera
obra representada, fue La tumba del guerrero, en 1851. Al año siguiente, consiguió un
trabajo donde se vio comprometido a representar una obra al año, donde conoció a
quien sería su esposa. Años después, en 1857, se hizo cargo de la dirección artística del
Cristianía Norske Theater, el cual quebró cinco años después. En 1878, se trasladó a
Roma debido a un exilio voluntario, donde escribió sus principales obras teatrales. Casa
de muñecas se estrenó un año después, generando gran controversia debido a sus
críticas hacia el matrimonio del Siglo XIX.
Durante la época de Casa de Muñecas, Europa atravesaba su segunda revolución
industrial, innovando en cuanto a lo tecnológico, social, económico y científico.
Comienzan a haber nuevas técnicas de producción y se suplanta la mano de obra
artesanal por la maquinaria. Además, es una etapa posterior a las revoluciones
burguesas, donde los movimientos obreros comenzaron a desarrollarse, y sus
manifestaciones eran de carácter nacionalista. En cuanto a lo artístico, se produce un
quiebre del romanticismo y comienzan a surgir algunas vanguardias.
EL REALISMO EN CASA DE MUÑECAS
El autor expresa que Casa de Muñecas es un drama en tres actos, es decir que el género
está definido desde un principio. Esta es una de las características del realismo. Además,
mantiene una unidad de acción a lo largo de la obra (manteniendo la coherencia y lógica
temporal), y utiliza la mímesis con la realidad de entonces. Estos tres conceptos de
Aristóteles, son retomados de la tragedia y comedia griegas, y habían sido abandonados
por el romanticismo. Es decir que la estructura, es clásica. A continuación, se explicará
cómo se usa la mímesis en la obra: Las didascalias describen detalladamente un lugar de
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la cotidianeidad de una familia burguesa, donde aparentemente todo se encuentra bajo
control. Esta es un de las principales características del realismo: mostrar una fotografía
de la realidad de una época determinada. Para esto, se utilizan la mayor cantidad de
detalles posibles.
Una habitación agradable, amueblada con un buen gusto pero sin lujos. Al fondo,
dos pueras que conducen, la de la derecha al recibidor, y la de la izquierda, al
despacho de HELMER. A la izquierda, en primer término, una ventana, y en
segundo término, una puerta. A la derecha, en primer término, una chimenea, y
en segundo término, una puerta. Entre las dos puertas del fondo, un piano. A la
izquierda, cerca de la ventana, una mesa, un sillón y un pequeño diván. A la
derecha, entre la chimenea y la puerta, una mesa pequeña y, a ambos lados de la
chimenea, varias butacas. Un mueble con vajilla, un armario lleno de libros
lujosamente encuadernados, grabados y algunos objetos de arte
convenientemente distribuidos, completan el decorado de la escena, que debe
estar alfombrada. Es un día frío de invierno y en la chimenea arde un buen fuego.
Casa de Muñecas es la historia de personajes de carne y hueso, y representan una clase
social determinada: la burguesía. Se analiza su ambiente y condición social. Se muestra
cómo es el manejo del dinero de un padre de familia y la relación con su mujer, quien
no tiene libertad en el control del mismo.
Nora: (Rápido) Dame plata. Sí, Torvi, sí. Lo que creas que me podés dar; y yo me
compro algo.
Helmer: Igualita a tu padre: necesito plata, plata, plata todo el tiempo, y apenas
la conseguís se te acaba.
Nada te alcanza
Nora: Ojalá hubiera heredado más las cualidades de papá.
Helmer: ¿Y así que mi chiquita piensa derrochar todo mi dinero?
Nora: Un poquito podemos, ¿no? Un poquito.
Durante el transcurso de la obra, se producen distintos desenmascaramientos en los
personajes. Este concepto de enmascaramiento surge de la clase burguesa: dejando de
lado a los conceptos teológicos, por entender que “Dios no interviene en la contingencia
de cada día” (Romero), crean una vida urbana a raíz de la fortuna y el esfuerzo. Esta
idea de organización y desorden que se genera, debe mantener cierta dignidad. Por esto,
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esconden lo indigno y, aquí, es donde se crea la máscara. Esta hipocresía burguesa es lo
que se muestra en el realismo.
El primer desenmascaramiento de Nora, se produce cuando le confiesa a una vieja
amiga que ella, siendo mujer (estando prohibido, en ese entonces), pidió un préstamo de
dinero para poder salvarle la vida a su marido. Aquí sale a la luz la mentira que esconde
el personaje, develándose frente al lector/público.
Nora: Sí, claro. Pero te digo una cosa. Yo también tengo de qué sentirme
orgullosa y feliz.
Sra. Linde: Nadie dice que no. ¿Pero qué es?
Nora: Hablá más bajo; no se tiene que enterar Torvald, ni nadie más que vos.
Vení, acércate. Fui yo la que le salvó la vida a Torvald.
Sra. Linde: ¿Le salvaste la vida? ¿Cómo?
Nora: Con el viaje a Italia. Torvald no estaría vivo si no hubiéramos ido…
Sra. Linde: Sí, ya sé, pero tu papá te dio…
Nora: Papá no nos dio nada. La plata la conseguí yo.
Más adelante, se observa cómo la mentira ha crecido y cómo el personaje construyó su
máscara, ya que llega un epleado de Torvald (con riesgo de ser despedido) y le pide
ayuda a Nora para mantener su empleo y su reputación. Tras su negación, Krogstad le
dice que tiene cómo obligarla a convencer a su marido, y la ‘chantajea’ con el episodio
del pagaré.
Krogstad: Su padre también estaba enfermo.
Nora: Se estaba muriendo.
Krogstad: ¿Y murió poco después?
Nora: Sí.
Krogstad: Y dígame, señora, ¿se acuerda por casualidad qué día falleció? La
fecha…
Nora: Papá murió el 29 de septiembre.
Krogstad: Exacto. Estuve averiguando. Y acá es donde aparece lo raro del caso…
(Saca un documento)
Nora: ¿Lo raro? No sé qué…
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Krogstad: Lo raro, Sra. Helmer, es que su padre firmó el contrato tres días
después de morir. (Nora guarda silencio) Murió el 29 de septiembre; pero mire
qué curioso: fechó la firma el 2 de octubre. Es lo que yo llamaría raro, ¿o no,
señora? (Nora se mantiene en silencio) Casi sobrenatural. (Nora aún no
responde) También me llamó la atención que la fecha no estuviera escrita con la
letra de su padre. Está escrita con una letra que me parece conocida. En fin,
puede haber una explicación: su padre se olvidó de fecharlo y otra persona le
puso una fecha cualquiera, sin enterarse de su muerte. No tiene nada de malo.
Pero lo que realmente importa es la firma. Porque supongo que es auténtica,
¿verdad? Su padre realmente firmó esto, ¿o no?
Nora: (Pausa) No, no firmó él. Firmé yo.
Posteriormente, en otra escena, Krogstad le dice que fue despedido. Aquí el conflicto se
agudiza, ya que él le pide lo que resta de la deuda y le plantea que le escribió una carta a
su marido. A cambio de mantener el secreto, le pide a Nora la reincorporación a la
empresa con un cargo mayor. Aquí se produce un quiebre en el personaje de Nora, y se
comienza a mostrar fuerte y decidida.
Krogstad: Lo conozco. No se va a animar ni a protestar. Ya va a ver. Y en un año,
voy a ser yo y no él la
Mano derecha del director.
Nora: No se lo voy a permitir.
Krogstad: Si usted no puede…
Nora: Ahora sí tengo el coraje.
Krogstad: ¿Me quiere asustar? ¿Una damita sensible y malcriada como usted?
Nora: Ya va a ver. […]
Krogstad: Yo ya tengo su reputación en mis manos, señora. Viva o muerta. Así
que no haga ninguna estupidez. Y cuando Helmer lea mi carta, espero una
contestación… él me obligó a esto. Nunca se lo voy a perdonar. Adiós.
Cuando finalmente la carta es leída por Torvarld, se produce un desenmascaramiento de
ambos personajes: la mentira de Nora es sacada a la luz frente a su marido y, él, muestra
su lado más malvado, denigrándola como persona y mujer. La dignidad y la reputación
están por encima del sentimiento hacia su esposa. Nora se mantiene sumisa y aceptando
todo frente a su marido.
Helmer: […] Heredaste todas tus bajezas. Falta de religión, falta de moral, falta
de sentido del deber. […]
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Nora: Sí. Así.
Mientras se da esta conversación, suena el timbre y Helmer se ve amenzado. Le pide a
su mujer que se esconda y dirá que está enferma, pero ella no se mueve. Al abrir la
puerta, encuentra otra carta.
Nora: Leela.
Helmer: (Cerca de la lámpara) Casi no tengo valor. Tal vez ya estamos perdidos.
Pero no; tengo que
Saber. (Rompe el sobre, lee algunas líneas, examina un papel adjunto y lanza un
grito de alegría)
¡Nora! Espera un minuto, la tengo que leer otra vez… Sí, es verdad, sí. ¡Estoy
salvado! Nora, ¡Estoy salvado!
Nora: ¿Y yo?
Helmer: Y vos también, por supuesto. Estamos salvados, vos y yo. […] Todavía
no podés creer que te haya perdonado. Pero te perdono, Nora, te lo juro. Te
perdono todo, todo lo que hiciste. Sé que lo hiciste por amor a mí. […] Me amaste
como una mujer debe amar a su marido. Sólo te faltó entendimiento para elegir
los medios. ¿Pero creés que te quiero menos por eso; porque no sabés guiarte a
vos misma?
En este momento, Helmer vuelve a construir su máscara pero, una vez que se cae, es
imposible reconstruirla. Por eso, Nora se “quita el disfraz” y muestra realmente su
verdadero ser. Pudo ver lo que su marido era capaz de hacer con ella, con tal de
mantener su reputación y, por primera vez, se rebela ante él.
Nora: Vos arreglaste todo a tu gusto, yo adapté el mío al tuyo… O a lo mejor
fingí, no sé. Probablemente una mezcla de las dos cosas. Ahora mirmo para atrás
y siento que tuve una vida de mendigo: viví al día, de hacer piruetas para vos,
Torvald. Pero eso es lo que vos querías. Vos y papá me hicieron un daño muy
grande. Los dos son culpables de que yo nunca haya llegado a ser nada. […] Vos
siempre fuiste muy bueno conmigo. Pero nuestra casa nunca fue más que una
casa de juguete. Yo fui la muñeca-esposa de esta casa, como fui la muñeca-niña
de la casa de mi papá. Y mis hijos, a su vez, fueron muñecos míos. A mí me
divertía que jugaras conmigo, como a los chicos les divierte que yo juegue con
ellos. Eso es todo lo que fue nuestro matrimonio, Torvald.
Frente a esta actitud, el personaje de Nora muestra un mensaje de positivismo frente a la
realidad que vivía la mujer. La mujer toma su camino y se impone frente a las ideas de
su marido. Por esto, la obra fue tomada como feminista y revolucionaria. Este
positivismo es una característica del realismo.
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LOS TEJEDORES, G. Haputmann
BIOGRAFÍA DEL AUTOR
En Silecia nació GERARDO HAUPTMANN en 1862. Tejedores habían sido sus
antepasados, y la evocación de sus rebeldías forjaron el “clímax” propicio para modelar
su pensamiento, acercándolo con decidida simpatía a quienes pugnaban por hallar
remedio a los desniveles sociales que, como la sombra al cuerpo, acompañaban al
afianzamiento del capitalismo industrial en Alemania. Estudioso de Darwin y de Marx
en su paso por la universidad, su vocación literaria necesitó buscar correspondencia
estética a las doctrinas humanísticas, no tardando en vincularse y compartir los puntos
de vista dramáticos del grupo de los “naturalistas consecuentes”, que habían fundado en
berlin el “Freie Bühne” (Escenario libre), propugnando un arte nuevo que no fuese
ajeno a la verdad social de los tiempos presentes. Allí estrenó Antes del Alba (1889), su
primera obra, suscitando las protestas de una sociedad que se resistía a admitir esta
cruda revelación escénica de sus injusticias. A ella siguieron La fiesta de la paz (1890),
Los solitarios (1891) y los tejedores (1892), que es su producción más aguda desde el
punto de vista social. Estas obras, fieles a las premisas del naturalismo, fueron un medio
para reproducir teatralmente la plenitud de la vida real, mas la posterior crisis estética de
aquella corriente alcanzaría al propio Haputmann, quien a partir de Hannale (1893) y La
Campana sumergida (1896), se aleja del naturalismo inclinándose al simbolismo y el
impresionismo psicológico. Murió en 1946, sin que ese abandono postrero de su
temática rebelde eclipse la poderosa contribución de Hauptmann a un movimiento
renovador de vasta repercusión artística, que al intentar el reflejo de lo social inaugura
para el teatro otra etapa de significativo relieve.
EL NATURALISMO EN LOS TEJEDORES
Al incio de la obra, el autor presenta una didascalia describiendo, muy detalladamente,
el espacio donde transcurriría la misma y cómo está compuesta la escenografía. Este es
un recurso para que la puesta sea lo más asemejada a la realidad posible, ya que el
naturalismo, al igual que el realismo, pretende representar una fotografía de la realidad.
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Una vasta lonja, de muros grises, en la fábrica de Dreissiger, en Petterwaldan.
Es el lugar a donde los tejedores van a entregar los tejidos terminados. A la
izquierda, ventanas sin cortinas. En el fondo, una puerta de vidrieras; a la
derecha, otra puerta, también de vidrieras, por la que los tejedores, mujeres y
niños, entran y salen continuamente. A lo largo de la pared de la derecha, que
está en su mayor parte, como las otras paredes, llena de estantes se extiende a un
mostrador, sobre el que los tejedores depositan las piezas que traen. Con arreglo
a su orden de llegada, van a que les examinen su trabajo.
Además, en la misma didascalia, se presenta a algunso personajes y se describe su
posición en la escena y algunas acciones generales que debe realizar.
El encargado PFEIFER, está de pie tras una mesa grande, sobre la cual cada
tejedor coloca a su vez la pieza que lleva para someter al examen. Para este
examen, PFEIFER, el tejedor se sirve de un compás y de una lupa. Una vez vista
la pieza por PFEIFER, el tejedor la vuelve a tomar y la pone en una balanza, en
donde el empleado comprueba su peso. El mismo empleado procede a almacenar
enseguida la mercancía aceptada. El encargado PFEIFER, indica cada vez, en
alta voz, al cajero NEUMANN, sentado ante una mesa, el salario que se ha de
pagar. La escena se desarrolla en un día nublado, de fines de mayo. El reloj
señala las doce. La mayor parte de los obreros presentes permanecen allí como si
estuvieran en la barra de un tribunal del que tuviesen que esperar una decisión
que fuera para ellos cuestión de vida o muerte.
Se describen, también, ciertas características físicas y aspecto del personaje, así como
también algunos sentimientos y sensaciones del mismo.
Todos tienen un aspecto abatido, aspecto como de mendigos, de miserables que
han robado la humillación en humillación, y que, teniendo el sentimiento de no
ser más que tolerados, están habituados a hacerse lo más pequeños posible.
Todos los rostros llevan el rudo sello de crueles e inútiles ensueños. Los hombres
se parecen casi todos, bajos de estatura, estrechos de hombros, catatorrosos, con
la cara pálida y sucia, condenados al oficio de tejer, que les hace ser patizambos.
Sus mujeres son menos típicas a primera vista. Parecen enervadas y agotadas,
mientras que los hombres presentan todavía aspecto de una cierta gravedad
lamentable. Aquellas no van cubiertas sino de harapos, mientras que los trajes de
los hombres están, por lo menos remendados. Entre ellas, las jóvenes no carecen
de gracia: tienen una palidez de cera, formas delicadas, ojos grandes, salientes y
melancólicos.
La obra presenta un drama social, trayendo a la escena circunstancias políticas y
económicas. Se describen situaciones de la clase obrera de aquel momento,
contraponiéndose con la clase burguesa, haciendo hincapié en las vivencias y la fuerza
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de voluntad de la clase baja. De esta manera, construye un relato épico, basándose en
algo histórico y real, como lo son las revoluciones de las clases bajas en aquel tiempo.
En este relato, se cruzan las circunstancias de la realidad y la subjetividad de donde es
contada la historia, en este caso Los Tejedores.
UNA TEJEDORA: (Que apenas se ha alejado de la caja, y que de cuando en
cuando dirige en torno a ella una mirada desesperada, como para buscar
socorrro, parece, en fin, tomar una resolución heroica, y se dirige de nuevo
suplicando al cajero). No podré salir de apuros si no me da usted un pequeño
adelanto… ¡Ah, Jesús mío!
PFEIFER: Déjenos en paz con sus jererniadas; y deje a Jesús tranquilo. ¡Cómo si
se ocupara usted mucho de Jesús, habitualmente! Mejor será que se ocupe usted
más bien de su hombre. No hay medio de hacer a usted adelantos. También
nosotros tenemos que rendir cuentas. No es dinero nuestro, tenemos que decir lo
que hemos hecho de él. Y además, cuando se conoce el oficio y se trabaja con
temor de Dios, jamás se necesitan adelantos. ¿Estamos?
Por esta razón, se presenta la mirada de varios personajes que aparecen en distintas
situaciones, y se construye lo que se llama el yo épico. No se describe la historia de uno
o más personajes en particular, sino que se cuenta una realidad de toda una clase social
entera, cuyo punto en común es que están a favor de la revolución. Los conflictos que se
generan no son interpersonales, sino que hay confrontaciones entre clases sociales
(tejedores-burgueses). Estas confrontaciones no son expresadas mediante los diálogos,
sino que son tensiones que permanecen durante toda la obra. La línea de acción se
desvanece y poco se sabe de los personajes. Lo que importa, son las características
sociales de cada uno.
OTRO TEJEDOR JOVEN: A partir de hoy, es preciso que los tejedores tengan
una casa para dormir y tajes para cubrir sus cuerpos.
EL ABUELO HILSE: ¿De dónde diablos venís con todos esos palos y esas
hachas?
BAECKER: Son para romper la cabeza a todos los Dietrich.
Para la construcción de este yo épico y para mostrar la realidad de distintos tejedores en
busca de un bien común, se propone la estructura de “varieté”. Los distintos actos no
tienen vínculo entre sí, sino que cierran una idea y aparece algo nuevo, manteniendo el
hilo conductor. La línea de acción, entonces, está intervenida por los cortes. Se
mantiene la idea de revolución.
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Es una sala grande cuyo techo está sostenido en su centro por una columna de
madera, alrededor de la cual hay una mesa. La puerta de entrada está en la
pared del fondo, un poco a la derecha. Se ve por esa puerta un espacio ocupado
por toneles y todo el material cervecero. A la derecha de la puerta, en el ángulo,
se encuentra el mostrador con los estantes para vasos y botellas. […]
Gabinete particular del fabricante Dreissiger, en Petterwaldan, lujosamente
amueblado con el frío estilo de la primera mitad del Siglo XIX.
Las maderas, la chimenea, la puerta, son blancas; alfombra de flores menudas,
de rayas rectas, de un tono frío, color de pizarra. Divanes y butacas de caoba,
ricamente esculpidos y forrados de rojo. Muebles y sillas diversos. […]
Modesta habitación-taller del abuelo HILSE, en Laugen-Bielan.
A la izquierda una pequeña ventana, y ante ella un telar. A la derecha, una cama,
y una mesa a su lado. En el ángulo, a la derecha, el hogar, con un banco.
Alrededor de la mesa, sentados en taburetes, y en el borde de la cama el abuelo
HILSE.
En el naturalismo, diferenciándose del realismo, el mensaje del autor es pesimista para
la sociedad. En Los Tejedores, se deja un mensaje de que las relaciones entre las clases
sociales, son inmodificables. De hecho, a pesar de las políticas de estado en algunos
países, aun en la actualidad, la clase social más alta tiene beneficios y autoridad sobre la
clase más baja. No se muestra una posibilidad de que haya un cambio.
Abuelo Hilse.- ¡Yo no me voy! ¡Aunque os volváis locos todos! (Se dirige a la
vieja, con éxtasis creciente.) Aquí me ha colocado mi Padre Celestial. ¿No es así,
vieja? ¡Y aquí nos quedamos y cumplimos con nuestro deber, aunque le prendan
fuego a la misma nieva! (Comienza a tejer. Suena una descarga. Herido de
muerte, abuelo HILSE se incorpora para caer enseguida, pesadamente, sobre el
telar. Al mismo tiempo se oye un “¡Hurra!” formidable. La gente que hasta ahora
había permanecido en el corredor, sale corriendo a su vez, gritando también:
“¡Hurra!”).
Este drama social construido por Hauptmann, cambia los parámetros del medio social,
ya que toma una atmósfera y a un grupo de personajes; los caracteres, ya que ahora no
se presentan personajes cerrados, sino que se marcan rasgos generales de la clase social;
y la línea de acción es interrumpida por la estructura de varieté mencionada
anteriormente.
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LA SEÑORITA JULIA, A. Strindberg
BIOGRAFIA DEL AUTOR
August Strindberg fue un dramaturgo nacido en Estocolmo, Suecia, en el año 1849. Sus
obras han tenido gran influencia en el teatro moderno. Fue quien instauró el naturalismo
en Suecia, y se lo considera pionero de la reforma expresionista. En sus últimas obras se
reproducen estados hipnóticos y sugestiones del actualmente llamado inconsciente. Por
esta razón, se lo considera un pionero del surrealismo, iniciado algunas décadas
después. La Señorita Julia, escrita en 1889, narra el encuentro entre un criado y una hija
de un conde. Algunas características de la infancia de cada uno son expresadas en
monólogos, un recurso que usa. Se presenta un perfil negativo sobre el mundo femenino
y especialmente en la mujer de la nueva era.
EL REALISMO EN LA SEÑORITA JULIA
El autor presenta detalles sobre la escenografía y la disposición del escenario, y algunos
elementos. Además, presenta las acciones iniciales de los personajes. Esto es para que la
escena contenga la cantidad necesaria de recursos para asemejarla lo más posible a la
realidad.
Una amplia cocina con techo de vigas decoradas y las paredes laterales ocultas
entre telas. La pared del fondo avanza, sesgada, hacia el centro de la escena. A la
izquierda, también, dos alacenas adornadas con papel de cocina, y en ellas,
baterías de estaño, hierro y cobre. A la derecha, primer término, se ve parte de
una gran puerta vidriera, en arco, por donde se divisa una fuente, con surtidor y
un amorcillo, entre el ramaje de saúcos en flor y algunos chopos. Puertas a
derecha e izquierda. Por la izquierda se distingue la esquina de un fogón de
ladrillos con parte de la campana. A la derecha, una mesa de madera blanca
para el servicio y algunas sillas. Sobre la mesa, una gran jarra japonesa, con
ramos de saúco. También el fogón está adornado con ramas de abedul. En el
suelo, esparcidas, ramas de enebro. Un cajón grande para el hielo. Un lavabo.
Un fregadero. Sobre la puerta, un grande y antiguo reloj de péndulo. Una bocina
de comunicación interior. Cristina, a la izquierda del hogar, remueve una tartera
puesta al fuego. Lleva vestido claro y delantal de cocina. Por la puerta de
cristales entra Juan, de librea. Trae en la mano unas botas de montar, con
espuelas, y las deja en el suelo, bien a la vista del público.
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Lo que hace el autor en La Señorita Julia, es lo que se llama la dramaturgia del yo. Es
decir, que se muestra lo oculto del personaje y su vida anímica. Salen a la luz en los
diálogos, algunos pensamientos internos y lo que tiene reprimido. Para esto, utiliza el
recurso de los monólogos como pensamientos internos en voz alta, con tendencia a
relatos más intensos y a la vez perversos. Afloran ciertos mensajes del inconsciente del
personaje, y saca a la luz la psicología del mismo.
JUAN. (Angustiado). No puedo, no. Las barreras existen mientras nos hallemos
en esta casa, en este ambiente. Aquí está el pasado, aquí está el señor conde.
Jamás me he visto ante un hombre que me inspire mayor respeto. Con sólo ver
sus guantes sobre una silla, me achico; si oigo el timbre de arriba, salto como un
caballo espantadizo. Me basta estar viendo ahí sus botas, rígidas y severas, para
sentir escalofríos por la espalda. (Aparta con el pie las botas). No hay medio de
librarnos de los prejuicios y supersticiones que nos han imbuido desde la
infancia. Vámonos a otro país, a una república, y podrá prosternarse ante la
librea de mi portero —prosternarse, sí—, pero no yo. No he nacido yo para estar
prosternado, porque en mí hay madera, hay carácter; y ahora que ya he logrado
asirme de la primera rama, ya me verá usted subir, subir. Hoy día aún soy un
criado; el año que viene seré colono; dentro de diez años, propietario. Luego, en
Rumelia, me haré condecorar y podré —fíjese en que digo podré— acabar mis
días siendo conde.
También, gracias a este recurso, salen a la luz imágenes y pensamientos de la infancia
de los personajes, pudiéndose apreciar su pasado que influye de cierta manera en su
actuar.
JULIA. Lo dice usted por decir, sin contar con que mis secretos son harto
conocidos. Mi madre no procedía de familia ilustre: su origen era, por el
contrario, muy humilde. Fue educada en las ideas de su tiempo sobre igualdad y
emancipación de la mujer y sentía una verdadera repugnancia hacia el
matrimonio. Cuando mi padre se enamoró de ella le manifestó que nunca sería su
esposa, aunque luego cambió de parecer y consintió en ello. Yo nací contra el
deseo de mi madre, por lo que luego he podido entender. Decidieron educarme
como a un muchacho medio salvaje, y por ello hube de instruirme en todo aquello
que se suele enseñar a los jóvenes, para que más adelante pudiera demostrar que
la mujer posee iguales cualidades e igual resistencia que el hombre. Podía
vestirme como un muchacho, ocuparme de los caballos, pero me impedían, en
cambio, penetrar en la granja. Tenía que lavar y aparejar los caballos, tomar
parte en las cacerías...; tenía también que adiestrarme en las faenas del campo.
Al distribuir los trabajos, había costumbre de asignar a los hombres los
quehaceres de las mujeres, y a las mujeres las ocupaciones de los hombres.
Resultado de todo esto fue que el patrimonio comenzó a resentirse y que la
vecindad de las fincas cercanas se reía de nosotros. Al fin mi padre debió
despertar de su letargo y rebelarse ante aquel estado de cosas, porque todo se
trastocó según su deseo. Enfermó mi madre, y aún ignoro cuál fue su enfermedad;
pero tenía frecuentes calambres, se ocultaba en la granja y pasaba las noches a
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la intemperie. Entonces fue cuando sobrevino el terrible incendio del que usted
habrá oído hablar. La casa, la granja, los establos ardieron por completo, y en
circunstancias que hicieron suponer intencionado el incendio, pues ocurrió el
hecho al día siguiente de vencer el trimestre del seguro, y la prima que mi padre
envió a su tiempo quedóse retrasada por negligencia del consignatario. (Vuelve a
llenar el vaso y bebe).
Esto tiene que ver con el concepto de hipnosis con el que se involucró el autor. De
hecho, en la obra lo menciona, cuando Julia le pide a Juan que le mande como el señor
conde lo hace con él.
JULIA. Mándeme, pues, como si usted fuese él y yo fuese usted. Hace poco podía
usted fingir el ponerse de hinojos ante mí; entonces se creía usted un caballero.
¿No recuerda usted haber visto en el teatro a los hipnotizadores? (Juan hace un
gesto afirmativo). El hipnotizador ordena al médium: «Coge la escoba»; y él la
coge. Luego le dice: «Barre», y barre.
En La Señorita Julia, se produce un enfrentamiento entre Juan y Julia por sus distintas
clases sociales: él es un criado y ella la hija de un conde. Entre ellos nace una historia de
amor y, a la vez, un choque entre los sexos. Se muestran los deseos reprimidos de cada
personaje, y la tensión que se produce con el contexto en el que se mueven.
JUAN. ¿Se convence de que es usted una mísera criatura? ¿Por qué se
enorgullece y se envanece como si fuese la reina del Universo? Bueno; pues
entonces mandaré yo: váyase a cambiar de ropa, provéase de dinero para el viaje
y después vuelva aquí.
JULIA. (Con voz suave). Venga usted conmigo...
JUAN. ¿A su cuarto? Ahora vuelve a disparatar. (Dudando unos instantes). No;
váyase, váyase usted enseguida. (Cogiéndola de una mano, la empuja fuera de la
puerta de cristales).
JULIA. (Mientras se va). Háblame con ternura, Juan.
JUAN. Una orden siempre resulta desagradable. Usted, por sí misma, puede
ahora comprobarlo.
El poder de uno frente al otro se ponen en juego. Ella tiene el poder sobre él, ya que es
de una clase social más alta, pero él tiene poder sobre ella por ser un hombre. Por esta
razón se menciona la lucha entre los sexos que se genera. Mientras tanto, el Conde, sin
aparecer, ejerce poder sobre ambos personajes.
Strindberg propone lo que se llama Drama Subjetivo. Se muestran las realidades del yo
de cada personaje, y se ponen de manifiesto sus deseos internos.
TEATRO I – Trabajo Práctico N° 2 Manuel Tuchweber
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SEIS PERSONAJES EN BUSCA DE UN AUTOR, L. Pirandello
BIOGRAFÍA DEL AUTOR
Luigi Pirandello fue un escritor italiano nacido en Sicilia en 1867. Estudió en Roma y
Bonn y enseñó literatura italiana. Su carrera literaria se destacó entre 1897 y 1921, y se
hizo mundialmente conocido gracias a la publicación de Seis Personajes en Busca de un
Autor, en 1921. Aquí se reflejan algunas ideas filosóficas del autor, como los conflictos
entre los instintos y la razón y que un individuo no posee una personalidad definida,
sino muchas, dependiendo de cómo se lo juzgue. Los personajes de este autor se
encuentran con la realidad por sí mismos y descubren que ellos mismos son fenómenos
inestables e inexplicables. A través del humor, logró expresar el pesimismo y crítica
hacia la humanidad. Fue un gran influyente en su trabajo, ya que se adelantó al
existencialismo de Anouilh y Sartre y a las comedias absurdas de Ionesco y Beckett.
Falleció en Roma, en 1936, dos años después de recibir el Premio Nobel de Literatura.
LA METATEATRALIDAD EN SEIS PERSONAJES EN BUSCA DE UN AUTOR
El recurso que utiliza Pirandello es la metateatralidad. Se mezclan en la obra, escenas y
características de otra obra teatral, ya que se trata de personajes actores y un director. En
la misma obra, aparece una didascalia donde se aconseja que no se confundan los SEIS
PERSONAJES, con los ACTORES de la compañía.
Quien vaya a intentar una puesta en escena de esta comedia debe valerse de
todos los medios disponibles para lograr un efecto gracias al cual estos SEIS
PERSONAJES no se confundan nunca con los ACTORES de la compañía. La
disposición de unos y otros, indicada en las anotaciones, cuando ya se encuentren
en el escenario, será sin duda útil; tanto como una intensidad luminosa variada
de reflectores especiales.
Al igual que en las demás obras, el autor presenta una didascalia describiendo el espacio
escénico. Pero, en este caso, no hay tanta escenografía como propone el realismo puro,
para mostrar una fotografía de la realidad.
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Al entrar en la sala del tearo, los espectadores encontrarán el telón levantado y el
escenario tal como está de día, sin bastidores ni decorados, casi a oscuras, vacío,
para que tengan desde el principio la impresión de un espectáculo no preparado
de antemano. Dos escalerillas, una a la derecha y otra a la izquierda,
comunicarán el escenario con la sala. Sobre el escenario, la concha del
apuntador estará junto al foso. Al otro lado, cerca del proscenio, una mesita y un
sillón de espaldas al público, para el DIRECTOR. Otras dos mesitas, una más
grande, una más pequeña, con muchas alrededor, colocadas para tenerlas a
mano, si hubiera necesidad, en el ensayo. Otras sillas, aquí y allá, a derecha e
izquierda, para los ACTORES, y un piano, en el fondo, a un costado, casi oculto.
Apagadas las luces de la sala, se verá entrar por la puerta del foro al
TRAMOYISTA con un mono azulado y una bolsa atada a la cintura; cogerá de un
rincón al fondo algunos listones, los colocará en el proscenio y se arrodillará
para fijarlos. Al escucharse los martillazos, saldrá de la puerta de los camerinos
el DIRECTOR DE ESCENA.
La obra no se divide en actos ni escenas.
La comedia no tiene actos ni escena. La representación será interrumpida por
primera vez, sin bajar el telón, cuando el DIRECTOR y el primer personaje se
retiren para acordar el escenario y los actores desaparezcan del escenario; la
segunda vez, cuando el TRAMOYISTA haga caer el telón por error.
Se rompe con la idea de mímesis, ya que hay una representación dentro de la obra.
Entonces, se diferencia la personalidad de un yo con el personaje que le toca
representar. Conviven dos niveles en la representación: la personalidad del actor y el
director; y el personaje que interpreta.
Esta ruptura rompe con la ilusión de realidad que se proponía en las obras anteriores.
El padre: Entienda, señor: hemos nacido para la escena…
El director: ¿Son como aficionados?
El padre: No: digo nacidos para la escena, porque…
El director: ¡vamos! ¡Usted debe haber actuado!
Aparece, también, la autoreferenciación del autor.
El director: Estamos obligados a poner en escena las comedias de Pirandello,
que nadie entiende.
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BIBLIOGRAFÍA
http://www.autores.org.ar/iapolo/Obras/Obrasbajar/CasadeMunecas.pdf
http://es.scribd.com/doc/53366632/Gerhart-Hauptmann-Los-Tejedores#scribd
http://www.epdlp.com/escritor.php?id=2337
http://jbarret.5gbfree.com/juanbarret/LB/OB/Julia.pdf
http://biblio3.url.edu.gt/Libros/6%20personajes%20en%20busca%20de%20un%2
0autor.pdf