trampas de tinta
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lectura tipográfica desde el trauerspiel de BenjaminTRANSCRIPT
Trampas de tinta. Una lectura tipográfica de Walter Benjamin en Alegoría y Trauerspiel
maestría en comunicación y cultura contemporánea
la constitución de la sociedad moderna
Profesor. Eduardo GrünerAlumno. Sebastián Della Giustina
julio 2011
“La alegoría (...) no es una técnica gratuita de producción de imágenes, sino
expresión, de igual manera que lo es el lenguaje, y hasta la escritura.” Walter Benjamin, Alegoría y Trauerpiel
“Si hasta aquí hemos potenciado todo aquello referido a un saber tipográfico, es porque estamos hechos de tipografía. Nuestra cultura, sobre esto ya se
ha insistido suficientemente desde M.McLuhan en adelante, está hecha por la imprenta así como nuestros cuerpos están hechos de átomos pesados
(carbono) sintetizados por estrellas cercanas a nuestro sistema que existieron con anterioridad a que comenzara a brillar la generación de soles a la que
pertenece el nuestro. Del mismo modo que nuestra vida depende del cielo, más restringidamente, nuestra cultura depende de la evolución de la letra impresa y
ésta es patrimonio del género humano, no sólo de los occidentales ni de aquellos profesionales que compiten socialmente, arrogándose para sí el derecho inculto
de sacar provecho de ella.” Fernando Fraenza y Alejandra Perié, en el artículo “Letras Libres”
www. caractertipografico.com.ar, Córdoba. 2011
Albert Durer (o Albrecht Dürer) Escudo de Armas de la casa Durero (que renombraremos como El ángel de la historia del Trauerspiel)
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I
No sería novedad alguna comenzar este relato diciendo (repitiendo) que Walter
Benjamin fue un curioso escrutador de épocas y detalles, que miró allí donde
la sombra se hacía tan oscura que parecía taparlo todo y que proporcionó a
su generación y todas las venideras la chispa que alumbra lo que desborda, el
resto, la ruina, los pedazos. Pero lo hizo con una mirada infantil (en el sentido
del juego y del cuestionamiento de lo dado), abierta, y sobre todo incómoda.
Con una incomodidad que le permitía circular y moverse, acumular retazos,
recortes, postales, notas en la construcción de ese enorme caleidoscopio que es
su (no) obra.
La historia debe ser peinada a contrapelo, y a veces con un peine muy fino, que
recoja aquellos aspectos que aún han sido salteados, abolidos por la velocidad
del progreso y cubiertos por sus acumulaciones, también aquellos que han sido
subsumidos en una falsa totalidad.
Tomaremos el momento coincidente con el del Barroco que analiza Benjamin
en sus escritos sobre la alegoría y nos valdremos también de ese concepto
para entrecruzar, trenzar una historia de las letras (aquellas que portan forma,
tinta, plomo), sus transformaciones y “olvidos”, sus rasgos de época y sus
dislocaciones. Podría ser también una excusa para llamar la atención allí donde
Benjamin nota que algo pasa, lo releva, pero no se sumerge en el análisis de los
aspectos que conciernen a la letra impresa como unidad de un dispositivo mayor
que nos permita hacer una lectura de la época desde las formas, tanto aquellas
que contiene, como aquellas que traduce.
Benjamin se sumerge en el modo en que actuaban las representaciones del
Trauerspiel, pero centrando su mirada en la manera en que esas imágenes
expresaban mucho más de lo que era visible. Encontraba en las representaciones
innumerables elementos preñados de significado que le permitían hundirse en las
imágenes, en lo oculto, variable, siempre cambiante y hacedoras de sentido.
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II
“Jamás se da un documento de cultura sin que lo sea a la vez de la
barbarie. E igual que él mismo no está libre de barbarie, tampoco lo
está el proceso de transmisión en el que pasa de uno a otro.” “Tesis de
Filosofía de la Historia”, en Discursos Interrumpidos, Madrid, Taurus, 1979.
Esta sentencia de Benjamin concentra elementos cruciales de nuestro análisis.
“Jamás se da un documento de cultura....” Podríamos decir un documento como
un testimonio fijado en un soporte. Un testimonio fijado con imágenes, con
formas significantes, con letras impresas que han “sobrevivido” a otras voces,
acalladas y olvidadas, algunas sin haber tomado forma visual, otras descartadas...
por la barbarie. Un tipo de barbarie que el occidente europeo llevó por el
mundo con un tipo de violencia ejercida mediante los desarrollos técnicos que
importaban la producción de estos soportes sobre los que se irían fijando los
testimonios (de libros hablamos) y por medio de los cuales se introducía “para su
bien” a las sociedades “menos desarrolladas”.
De la segunda parte recogeremos aquello de “... tampoco lo está el proceso de
transmisión en el que pasa de uno a otro” el proceso de transmisión de la(s)
historia(s) es un proceso que está también construido por objetos, por modos,
que impregnan todo el proceso de transmisión. Los objetos de transmisión
tienen unas escrituras, y esas escrituras son forma (son gesto, voz, letra,
tipografía, pixel).
En cuanto al libro, ese objeto de apariencia estática, se transforma con solo
manipularlo en un elemento cinético, activo, profundo y enigmático. Pensemos
en cómo en los libros las ideas encarnan en imágenes y esas imágenes son las
tipografías con las que el contenido toma forma, y que a su vez también, en sí
mismas, como objetos aislados, aportan (y sobre todo portan) sentidos, ideas,
épocas que entran en diálogo (y porqué no discusión) con las ideas de los autores
a los que les da forma.
Aquel terreno llano y descampado donde las ideas florecen como en los
sembrados de amapolas, se transforma de pronto en una selva profunda y
desbordante, oscura y viva, donde por la tupida superficie se filtran los destellos
que hacen luz sobre lo infinito, lo siempre variable, lo movedizo.
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Una página impresa entonces se transforma en capas de musgo y humus, de
gusanos y tierra revuelta, y son las ideas “en abstracto” que este suelo contiene
como la tupida cúpula de la selva vista desde arriba aparentando una superficie
sólida, con matices y relieves, pero blanda, compleja y profunda: trasvasable.
La tipografía muchas veces es olvidada en las lecturas, no es tenida en cuenta en
su carácter de imagen por el lector, quien concentrado en las ideas olvida como
estas adquieren (conjuntamente) unas formas visibles, visuales, táctiles.
Los estudios sobre tipografía prestan atención a las continuidades históricas
lineales que hacen devenir unas formas de otras, pero en la letra conviven desde
la trampa que prepara el tipógrafo para contener los desbordes de tinta hasta la
cabeza del búfalo que imaginaron los sumerios.
La letra primero y la tipografía después no son el sonido hecho forma, ni la voz
del autor del libro que estamos leyendo, es esa doble ausencia estetizada.
En la letra lo que ya no está es lo constitutivo de lo que se ve, de lo que
aparece. Los fragmentos que han desaparecido del hierro son el vacio que
da cuerpo a la letra impresa, eso que ha sido arrancado permite que la letra
aparezca, hable, tenga cuerpo. La tinta impresa sobre el papel solo nos dice la
ausencia, la letra que se lee es el olvido de lo que ya no está allí, de lo que fue
“hurtado a la mirada”.
Nos detendremos en un detalle, que funciona como medio de la articulación del
poder, y que también traduce en sus formas contenidos profundos, allí donde
parece que todo se detiene, se abren enormes puertas para entrar en terrenos
más inciertos, pero no menos significativos a la hora de mirar el material con el
que se arma una forma y como se relaciona con el contexto particular en el que
aparece. En este caso le prestaremos atención a la letra impresa. A la forma que
asume el aspecto individual de la tipografía. Operaremos con algunos conceptos
entre lo particular y lo universal, intentaremos recorrer las formas y espíritus
de la época, revisaremos aquello que a Benjamin le llamó la atención cuando
analizaba el Barroco alemán.
Nos interesa la lectura alegórica que propone Benjamin pues desde esa categoría
podemos tomar, arrancar cualquier objeto, desprenderlo de su contexto histórico,
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despojarlo de su función, mirarlo en detalle, situarnos fuera de época para mirar
la época, recoger lo que ha sido descartado y con ese elemento armar un nuevo
pensamiento, producto del montaje de los fragmentos, una nueva idea, un nuevo
sentido otorgado, frente a los que han “sobrevivido” por la afirmación histórica
del concepto.
En la sección Alegoría y Trauesrpiel (de “El origen del Drama Barroco Alemán”),
hay numerosas citas que hacen referencia al aspecto escrito, impreso, que
dan cuenta de un interés, de una molestia del autor acerca de la forma visual
que asumía la página. No era solamente el contenido, sino también la manera
visual que asumía ese contenido. La tipografía, y su manifestación mínima, la
letra, es un elemento que puede ser observado en detalle, que cruza los objetos
tanto artísticos como científicos y poéticos de la época. Es un elemento que nos
permite hacer una lectura en un momento clave de su transformación íntima.
Coincidentemente, es en este momento donde podemos ver el comienzo del
ocultamiento en la producción de la forma de la letra de su aspecto “humano”
derivado de la caligrafía, abandonando progresivamente la escritura manual para
devenir forma en sí.
II
Si recorremos brevemente la historia de la letra impresa encontramos en su
origen letras que son la producción tecnificada de la caligrafía. En el caso de
Gutenberg fue la caligrafía gótica utilizada para las producciones escritas de su
época. La gótica que usaría Gutenberg en su imprenta quería ocultar el artificio,
“parecer” letra caligráfica. Las razones tendrían que ver con un valor cultual
otorgado hasta el momento al libro escrito a mano, también inscrito en los
lugares de la producción de estos libros (principalmente monasterios o cortes);
aunque se podrían sugerir razones como el acostumbramiento a la lectura de
estos textos que se vería “interrumpido” por una intervención técnica abrupta
(suponiendo que el mismo Gutenberg haya visionado la transición entre el
manuscrito y el texto impreso de esa manera. Cuestión poco probable desde la
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razón, pero quizás intuida sensiblemente). A esto podemos agregarle una mirada
instrumental-económica que indica que para el tipo de gótica que se utilizó
en la biblia de 42 lineas1 se utilizaba el mismo contrapunzón para generar las
contraformas de todas las letras2 (a diferencia de otras estructuras tipográficas,
como las de letras de tipo humanistas3 donde las contraformas varían4).
La tipografía comienza a transformarse en ontología de la letra misma operando
una naturalización que separa (desprende) lo caligráfico de lo tipográfico y
produciendo este “olvido” (el de la mano escribiente) hasta su máxima expresión
por ejemplo en las letras geométricas, sans serif, o de pixels, más próximas a
nuestra época. Este desprendimiento que comienza a darse tempranamente
marcará entre los siglos XVI y XVII el momento también de decadencia de la
caligrafía como medio de escritura formal.
“La batalla entre la vieja y la nueva forma” produce vencedores y vencidos. Los
vencidos de esta historia son aquellos que (de alguna manera) la inauguran.
Alemania sale rápidamente de escena y la luz se hace sobre Francia, Italia y
Holanda quienes se llevan las glorias del diseño tipográfico de la época. Es
curioso notar como los registros en esta materia abundan en relación a estos
últimos tres países y casi desaparecen las menciones alemanas. También es
notable (en una mirada superficial) la diferencia entre las producciones de libros
alemanas y las de sus vecinos.
Siguiendo los rastros de las menciones de poetas e impresores que hace
1 Recorte de página de la Biblia de 42 líneas o Biblia de Mazarino impresa por Gutenberg entre 1450 y 1454 en Maguncia, Alemania.
2 Reproducción vectorial de la gótica utilizada en la Biblia de 42 Líneas y las contraformas internas de las letras
3 Recorte del libro de Cordus Valerius impreso en Roma en 1548.
4 Reproducción de la contraforma interna de las letras del impreso mencionado en el punto anterior.
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Benjamin en su escrito, notamos que los impresos alemanes se caracterizan
por el uso de la gótica y una estructura general que nos recuerda los libros
caligrafiados hasta bien entrado el 17005 mientras que los impresos Italianos6,
Franceses7 y Holandeses8 rápidamente adoptan las formas llamadas humanísticas
para el desarrollo de sus libros impresos.
5 Interior del libro de Lohenstein, impreso en Leipzig por J. Fr. Gleditsch, 1689. Fuente http://www.pierre-marteau.com/library/g-1689-0003.html
6 Interior del libro Hypnerotomachia Poliphili, impreso por Aldus Manutius en Venecia, 1499. Fuente http://www.flickr.com/photos/62147861@N07/
7 Interior del libro Champs Fleury, impreso por Geoffroy Tory en París, 1529. Fuente http://citrinitas.com/history_of_viscom/images/masters/champsfleury.html
8 Interior del libro Geometria de René Descartes, impreso por L. & D. Elzevir, en Amsterdam, 1659-1661. Fuente http://www.shl.lon.ac.uk/specialcollections/demorganexploration.shtml
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Esta tensión viene dada incluso desde antes de la invención de la imprenta; en
el aspecto caligráfico, sobre todo los italianos se diferenciaron de la dureza de la
letra gótica en pos de una caligrafía abierta, redonda, que recordaba la “amplitud
del espíritu humano”. Fue llamada también Antigua, diferenciándose de la
gótica que era la Moderna de la época, de hecho, “gótica” es la denominación
que los italianos le ponen para denostarla asociándola a los bárbaros (godos) y
atribuyéndole el carácter oscuro de la Edad Media. Oscuridad, vaguedad, lujuria,
artificio se contrarrestaba con la claridad, geometría, apertura, legibilidad de
las letras que comenzaban a hablar el idioma del sistema-mundo que traería
aparejada la (despareja) modernidad europea.
Las letras góticas no coincidían con el ideal de claridad, de “luz” del sistema-
mundo en gestación, a pesar de haber sido más modernas que las que luego
pasarían a la historia oficial.
Tomemos un artista, impresor y tipógrafo alemán de la época como fue Albert
Durero (1471-1528), quien imprimió en su libro De Symmetria9 (entre otras
cosas) sobre la manera en que las formas se relacionan con los números y las
simetrías. Además de los apartados dedicados a la figura humana y los aspectos
específicamente matemáticos, están aquellos dedicados a la forma de la letra.
En este caso enseña la geometría de la letra gótica Fraktura que diseñaría
Leonard Wagner y luego utilizaría Durero para imprimir el libro de oraciones del
emperador alemán Maximiliano, pero también, le dedica una parte del libro a la
enseñanza de la construcción y geometría de las letras mayúsculas romanas. Los
párrafos de texto de este libro están completamente escritos con gótica. En este
breve ejemplo vemos la batalla que comienza en la transición de los modelos (y
por ello le dedicamos la portada con la, para quien escribe, significativa historia
del encuentro con el escudo de armas de la casa de Durero).
9 Interior del libro “De Symmetria”, Nuremberg, 1525. Fuente http://www.rarebookroom.org/Control/duruwm/index.html
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IV
En el Barroco la tensión entre la palabra y la escritura es
inconmensurable. La palabra podría decirse que es el éxtasis de la
criatura: es exposición, presunción, impotencia frente a Dios; mientras
que la escritura constituye su compostura: es dignidad, superioridad,
omnipotencia sobre las cosas del mundo.” (Ibid: 198)
¿Cómo podrían entonces representar esta compostura, dignidad, superioridad
y omnipotencia unas letras, que como las romanas, preocupadas por la
legibilidad y la luz, tienden a “desaparecer” en la página en pos de una mayor
lecturabilidad/legibilidad? ¿A funcionar “honrando el contenido”10? Para ello,
la gótica se alza firme en la página; negra, imbricada. En la composición visual
de las páginas con gótica se propone también una experiencia de lectura. En
términos de Benjamin:
En el contexto de la alegoría la imagen es tan sólo signatura, tan sólo
monograma de la esencia, y no la esencia velada. La escritura, sin
embargo, no comporta nada de utilitario, no se elimina en la lectura
en cuanto escoria. Entra a formar parte de lo leído en cuanto “figura”
suya. Los impresores, y hasta los mismos autores del Barroco, prestaban
la mayor atención a la figura de lo escrito. De Lohenstein se sabe que
ejercitó en reproducir “sobre el papel, con su propia mano e imitando la
mejor tipografía, el lema del grabado Castus amor Cygnis vehitur, Venus
improba corvis”. Herder cree (y este parecer aún sigue siendo válido
hoy día) que la literatura barroca “apenas ha sido superada... en lo que a
calidad de impresión y de ornamentación respecta”. (Ibid: 210) (ver imágenes de referencia 5 y 6)
10 Parafraseando la célebr(ada)e frase “La tipografía existe para honrar contenido”. Del libro Los elementos del estilo tipográfico de Robert Bringhurts, FCE, México DF, 2008
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En los ejemplos de impresiones realizadas de las obras de Lohenstein 11-12-13
vemos como, aunque ya estemos en el último período del siglo XVII, la forma
de componer las portadas y las páginas, las tipografías utilizadas, los márgenes,
son las de una estructura de tipo caligráfica, apretada y oscura y con góticas
como (casi) única familia tipográfica. Veremos por ejemplo en el caso del libro
de la obra Ibrahim Sultan que se utilizan cabezadas y numeraciones de página
con tipografías romanas, por lo cual debemos suponer que componían de esta
forma por una intención específica de que los textos se vieran de esta manera,
más que de una (digamos) carencia de instrumentos tipográficos. Debemos
mencionar también que cuando se dice “... con su propia mano e imitando la
mejor tipografía...”, estaríamos hablando de la imitación de la forma tipográfica
de la caligrafía gótica. Es curioso.
11 Imagen del libro “Blumen” de Daniel Caspers von Lohenstein, Breßlau, 1689. Fuente http://daten.digitale-sammlungen.de
12 Imagen del libro “Gedanken” de Daniel Caspers von Lohenstein, Breßlau, 1689. Fuente http://daten.digitale-sammlungen.de
13 Imagen del libro “Ibrahim Sultan” de Daniel Caspars von Lohenstein, Breßlau, 1701. Fuente http://daten.digitale-sammlungen.de
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Podemos ver cómo estos textos involucran los sentidos y son también significado:
“El lenguaje hablado es, por consiguiente, el dominio de la expresión
libre, originaria, de la criatura, mientras que los caracteres escritos de la
alegoría esclavizan a las cosas en los excéntricos entrelazamientos del
significado.” (Ibid: 198)
El miedo a lo oscuro, a lo oculto impregna este mundo en transición llegando
hasta nosotros por ejemplo en la mirada de Susan Buck-Morss cuando habla
en relación a la letra escrita como el lugar donde se oculta el inconsciente del
escritor, pero citemos a la autora:
“La grafología nos ha enseñado a reconocer en la escritura imágenes
en las que se oculta el inconsciente del escritor. Es de suponer que el
procedimiento mimético, que llega a la expresión en esta forma, en la
actividad de escribir de una persona, fue de la mayor importancia para
la escritura en los tiempos lejanos en los que ésta se originó. Así, escribir
es, junto con el lenguaje, un archivo de correspondencias no sensibles”
(“Über das mimetische Vermögen, II, p. 211” en Dialéctica de la Mirada,
Susan Buck-Morss: 294)
Y avanzando un poco más sobre este terreno y en la misma autora encontramos:
“la letra impresa, que había encontrado en el libro un refugio en el que
desarrollar una existencia autónoma, es arrastrada sin compasión a
la calle por el cartel publicitario (... que) coloca dictatorialmente a la
letra impresa en posición perpendicular”. (Einbahnstrasse, IV, p. 103,
traducción de Jephcott y Shorter, One Way Street, p. 62, en Dialéctica de la
Mirada, Susan Buck-Morss: 295)
¿A qué se debería que la letra, refugiada en el libro, ha desarrollado una
existencia autónoma?¿De quién debía refugiarse? ¿De los usos “impropios”?
¿Qué dependencias estaría evidenciando? ¿Porqué sería “arrastrada sin
compasión”? ¿Ante “la dictadura de la posición perpendicular”, debemos
entender que hay una democracia de la posición horizontal? ¿Será el miedo
a una recuperación de una omnipotencia sobre las cosas del mundo que
mencionábamos páginas más arriba?
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V
Como ya dijimos la caligrafía, o letra de gestión amanuense, es previa a la
impresión tipográfica que apareció presumiblemente en China hasta comienzos
de 1100 y se perfeccionó en Maguncia por Johannes Gutenberg hacia 1440 cuando
da inicio a la imprenta de tipos móviles. Tanto en el modelo chino que utilizaba
moldes de cerámica como en el modelo alemán que utilizaba primero tablillas de
madera y luego de plomo, la forma que asumían las letras derivaban de la forma
de la escritura. Gutenberg copió la letra gótica muy utilizada en la época para
imprimir su primera biblia y, deliberadamente, realizó varios modelos distintos
de letras que imitaran la escritura manual, su variación y forma de relación.
Con el transcurrir del tiempo, la caligrafía asume nuevas modos de realización.
Los tipógrafos, atentos a los cambios en los modos de escribir, reproducen de
alguna manera en la tipografía estas variaciones. Las letras tipográficas a su vez
responden también a condiciones de impresión que no son los de la letra escrita
a mano y ello comienza a determinar una suerte de alejamiento de las maneras
caligráficas, quedando estas relegadas a una categoría distinta de la escritura.
Así las cosas en la letra impresa se produce una negación de la caligrafía, asume
sus propias leyes, sus propias necesidades y una condición particular de su
producción. La letra impresa se transforma y niega su historia.
En el cruce de aguas entre unas formas (caligráficas) y las otras (tipográficas),
y a raíz de un análisis que no había comenzado con ese fin, encontramos cómo
un sistema de ideologías tapan, ocultan y excluyen de la historia oficial las
otras formas que también hicieron la historia de la letra impresa; y yendo más
hondo, inauguran la historia de la letra impresa. La razón y sus derivas evitan el
desborde de lo voluptuoso, lo dramático, lo oscuro, haciendo vivir unas formas
que, salteando y ocultando una parte (su parte gótica), construyen una totalidad
(in)completa del saber tipográfico.
El relato oficial cuenta rápidamente la historia de la imprenta para detenerse
luego en los devenires tipográficos de la Europa humanista, la de las geometrías y
los grandes logros.
La tipografía es el resultado (¿final?) de un proceso difícil de reconstruir y
percibir desde la letra impresa en la página. Son resultado de un montaje
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que desaparece, de un dispositivo que permanece siempre oculto producto
de reflexiones (en el sentido físico del término) que lo hunden en una
historia totalizada.
La tipografía se sumerge en la pieza final (el libro, el afiche, el folletín)
dándose su recepción por medio de la disipación, de la dispersión. Pero
atento a ello Althusser nos advierte que la ideología se filtra en imágenes,
conceptos, estructuras, que la mayor de las veces actúan mediante un proceso
que se nos escapa.
La tipografía es ese particular concreto, que asume formas, aperturas, estilos
y representaciones de época, que se pone en tensión con la historia universal
de las formas de escribir, de las voces, trazos, espíritus que desde el bizonte
de Altamira (y antes quizás) están retenidos en la forma final, prestos a
explotar alegóricamente.
Y solamente comenzando (desprolija y desbaratadamente) con este texto una
(otra) observación más sobre los ocultamientos y forclusiones a los que ya nos
tiene acostumbrados esta modernidad en curso, destacamos como la operación
de lectura alegórica y los textos de Benjamin, nos sirven nuevamente para dar ese
“aviso de incendio” de un pasado que nos sigue quemando.
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Bibliografía
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