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TRATADO DE ZOOLOGÍA
In-Versa
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Raúl Muñoz González.
Con todo mi cariño y aprecio
a mi padre.
I
-Estás escuchando la Varshavianka.
No eres nada. Y podrías serlo todo
Raúl; ese todo y la nada son
el juego de tus muñecas sin ti.
-No podía dormirme en cama propia;
por una interminable sucesión
de estaciones sin pomelos ni brisas,
volaban octavillas por mi mente.
-¿Ahora quieres amar taxonomías,
qué sabes del género y su aureola
envolviendo la filiación del árbol,
en este Tratado de Zoología?
-Las banderas decidieron al hombre
escrito en la guerra de un edificio,
con amplias vidrieras, por subterráneos
que llevaban a cocinas sin lumbre.
-Microscopía nocturna, Raúl,
tus ojos son quienes ahora se ocultan:
lentes desgastadas por una luz
que te enfoca sin ser más que dolor.
-Sin embargo, hubo la plenitud;
el jaleo de la barra brindando,
a la vuelta de cada esquina el mundo
que nos esperaba siempre de nuevo.
“Quisiera ser igual al hombre ameba”
-su cariño es la unidad en el ser-
pensaba mientras veía al amigo
que embriagado pronunciaba su esencia.
-Buscas una respuesta, en tanto, amable
te preocupas por lo que no comprendes,
mas quisieras hablar por la razón
bebiéndote los días sin hallarte.
-Olvidaba por completo ducharme
mis dedos acariciaban el borde
de las letras impresas, en relieve,
sobre la portada de aqueste fractal.
-Sientes por el pabellón auricular
al gusano inverso por lo más simple
que regresa en el gesto automático
de aquello que no quisieras oír.
-La locura de algún experimento
en la platina de tantos recuerdos,
y mi cuerpo sin hallar la bandera
desterrado de la misma locura...
Ah triste batallón de aqueste insomnio
planeando la victoria de algún sueño-
Quiero decir
cuando no me replicas.
II
La esponjosa melancolía de un renacuajo
encandila con azúcar a una madreselva
–equidistante-
Las manos acarician montículos de arena
recordando la tenue forma de un hormiguero
-rectilíneo–
Se asoman al filo de la tarde los pedruscos
despeñándose en el abismo de una mirada
-cóncava-
Desgrana el semillero un pájaro ultravioleta
oculto en la insondable blancura de una luna
-esférica-
En la inmensidad del misterio pluricelular
divaga la ciliada verdad de un paramecio
–ovalado-
Recita un pobre payaso sus micro-oraciones
ahogando en formol la astronomía de una vida
–irregular-
Un padre explica la razón de la histología
apartando el seco ramaje de un árbol bronquial
–inmenso-
Se derrite en silencio la blanca parafina
ofreciéndose en pentagramas a una neoplasia
–terminal-
Y la soledad traza líneas de metileno
imaginando la cálida mano de un tiempo
–infinito-
III
El objetivo es la familia extensa:
por un imperativo desmembrado
escrudiñar la sangre que se tensa
en aquellos miembros decapitados.
Vindicar por el hilo la academia
azul por la sed inerte del cielo
evitando al ser posible la isquemia
tras enhebrar los posibles alelos.
Se precipitan las preparaciones
estiradas sobre unos portaobjetos
y por el gel de las disoluciones
quedan ensambladas a cubreobjetos.
Es cuando babean las aves plomo
asombradas por encontrar un orden
más allá de cualquier tejido amorfo
inmerso en indescifrables temblores.
La colonia de seres diminutos
secciona tejidos incandescentes
desparramando la hiel de Saturnus
por el vidrio cincelado en la lente.
La complejidad se busca en lo simple:
empujando la luz de la médula
como si se tratara de un cebiche
que vislumbra lo etéreo en la materia;
encendiendo la muesca del temor
cuando se hunde en la aspereza del hueso
y drena la mixtura del amor
que hierve en la blancura del acervo.
La grasa sustantiva busca un nombre
tamizando con llamas las mucosas
dispuestas para arder en los adobes
que regurgitan imberbes colonias:
revelan negativos del tratado
al indagar en la materia negra
y cimientan los invisibles lazos
que a una taxonomía se aferran.
IV
La escalera llevaba al cuarto oscuro.
En aquella estación, conmigo mismo,
huía del lánguido catecismo
encontrándome en mi propio conjuro.
Jugaba al escondite cierto apuro
de la belleza frente al despotismo;
buscando la entraña de un aforismo
me recostaba entre la luz impuro.
Hallado en la temblorosa vitrina
despreciaba un colegio, dolorido,
violentado por un frío siniestro.
Mis pasos el aura por la sordina
a salvo de academias instruido
por quien no se considera maestro.
V
Este saber infectaba una lengua:
la enfermedad de una casa vacía
mostraba el espacio poliédrico,
de un sólo golpe lo decía todo.
La malla intangible de la belleza
amaba los rostros de aquel céfiro;
nutrida por boca de la verdad
se encontraba la desdicha del fuego.
Crecía sin reparos frente a ellos
que burlaban el temblor de los labios;
sin comprender a quienes señalaban,
sus estambres trepaban por el vidrio.
El consuelo de una llama erguíase
por el plenilunio de un corazón;
entregábase a la ciencia natural
sin más pretensión que aprender la vida.
La turbia soledad de tantos huesos
dispuestos al orden matemático,
en el aula de ciencias naturales
donde los libros transpiraban secos.
Aparente calma de tantos niños
librados a la más cruenta batalla
por castigar inocentes venturas
de aquel cuerpo vacío sin órganos.
VI
Eduardo, escúchame solo en mi ciencia
albergando ser de nuevo tu hijo;
por los vericuetos de un entresijo
amado por una amada dolencia.
El amor del verso por la confluencia
antes de ofrecernos su luz predijo
la dulce derrota de un acertijo
a desvelar por la imberbe conciencia.
Sirvase del olvido la cordura
cuando la raíz hundida en la tierra
añora las manos del sueño eterno.
Quepa en tu frente mi propia fractura
el tiempo escrito de quien desentierra
la razón de ser contigo más tierno.
VII
Larga operación la de estar despierto:
por la infinita estrella de hidrógeno
su corazón a toda luz abierto
revive por este verso halógeno.
Exhala el olvido una bendición
cual lengua iridiscente regurgita
un rostro desfigurado en canción
hurdido en el poema La marmita.
Eduardo me nombra al baño maría
cual esfera gira la eternidad
memoria alzada en un ave maría
sobrevolando tanta inmensidad:
la página sin escribir en blanco
por esta duda del amor vistiendo
a quien quiere mostrarse siempre franco
cual caricia atemporal desvistiendo.
Evaporación de un cuerpo vacío
unidad en la propia incertidumbre
saber amando sin objeto ansío
escuchar cómo calienta tu lumbre.
VIII
-¿Le hablaron de mi ciencia sin pupilo
si cuentan sus días tantas páginas
como puestas de sol sin descubrirme?
¿Qué árbol cobija su aprendizaje?
-El misterio no te abandona nunca
porque te quiere la voz de tu hijo,
mas su apego por ti lo significa
errante por esta ecuación del tiempo.
-¿Tiene mi eco propiedad científica
si pienso hacer tanto amor de mi hijo?
Necesito empuñar su misma letra
sentirme la voz por su propia pluma.
-Conoces la fragilidad del vidrio
tus huesos son pasto de las estrellas
incluso así quien por ti vive es terco
se engaña sin saberse vulnerable.
-Bien, entonces, podría ser más frío
entregarme sin pulir a sus ojos
ser una sombra que habla no sabiendo
quién me encuentra por un espejismo.
-Sabes, Eduardo, que no eres posible
más que humedecido en sus propios labios:
por su verbo te ama aunque no despierte
abrazado a las lunas que os amparan.
IX
Cambiaba de tonalidad el aire
las hogueras descendían del cielo
tantas cuencas, vacías en los rostros
adquirían un mate más perplejo
por la luz de la vigilia encrespada.
Se abrían las bolsas de neopreno
tantas cremalleras interminables
ardían deshaciendo las membranas
frágiles ínsulas de los recuerdos.
Opereta de los metabolitos
la lisis en el espacio y el tiempo
pérdida irreversible de conciencia
por amplias superfícies anilladas.
En la masa esférica y ovalada
espiralado por los anillos
regurgitaba Eduardo tantas bolas
por la superfície del inconsciente.
Morfogénesis de una nueva vida.
X
Si preguntas, si otro mundo es posible
recuerdo tu caminar por la nieve
sin imprimir una huella, escarbando
la luz detenida en un tiempo blanco.
Leías sobre la historia de Europa
la Rusia feudal donde el abuso era
una estepa hundida por los basaltos
la norma famélica sin límites.
Millones de hijos por tantas bóvedas
soñaban interminables banquetes
congelados morían a las puertas
sin permiso para entrar en palacios.
Me hacías llorar leyendo en voz alta
cómo pagaban tributos a un Zar
que nunca tenía suficiente amor
esposado a las manos cercenadas.
Me hablabas mucho de una aberración
aún te puedo ver, siempre saltabas
las clases iracundas del dinero
obnubilado por el azul mar.
Una revolución era inminente
sentado a la vera del canalillo
oculto entre tantas huertas hablabas
mientras me sonreías hacia adentro.
Te levantabas de nuevo subía
el volumen de tu voz el dolor
que acrecentaba tu marcha forzada
germinando la verdad en tus ojos.
No hablaba contigo pero entendía
la agónica batalla de una idea
que arrasaba los mansos cañizares:
Adoraba el silencio escuchándote.
XI
Trazada la línea del horizonte
virginal e infranqueable la belleza
al abrigo del sol una certeza
la mater por el espejo bifronte
empuja a fuerza de hacerse simbionte
el rostro ecuánime de una proeza
desprendido tanto amor por su alteza
me asomo a la música del sinsonte .
Todas las voces caben en un grito
mientras Eduardo juega a la pelota
quien fuera el hijo desciende del cielo.
Y solo sin encontrarme gravito
mientras discurro por esta derrota:
la larga cabellera del anhelo.
XII
En la teoría Eduardo descansa
mientras la actividad es frenética
en Saturnus perforan la materia
reina la inestabilidad del tiempo
la porosidad del espacio abierto.
Los ciudadanos que son diminutos
por la pantalla de los electrones
se hacen visibles entre las burbujas
del metileno son las espirales
el humo verde hilando sus orejas
a finas membranas evanescentes.
La nieve purpurea viste con chal
cubriendo el conglomerado gaseoso
que conforma la belleza sublime
por la delicada emoción de un niño
este certero rayo de infrarrojos
descubre a quien escribe lo no dicho.
Repleto Saturnus de yacimientos
eterna sucesión de montículos
insondables en lo efímero están
los huevos de cuarzo luminiscentes.
Vista es inabarcable la tormenta
todos los mares se han cristalizado
en la extensión lampiña del azufre
debe ser que del espacio vacío
sacan los huevos fabricando así
el vidrio por el cual obran las mentes.
Van y vienen tubo arriba o abajo
abren y cierran todas las fisuras
siendo interminables los relámpagos
parecidos a rizomas escriben
la información en los significantes
que todo poema siente tan suyos.
Siendo que el ansia más fortuita estalla
intermitente disuade el registro
cuando la ilusión devora los huevos
diseminando globos de colores
gases inflados por la egolatría.
El tiempo aquí también aunque me digan
que Eduardo descansa sin ser consciente
resiste a lo líquido adquiere forma
se hace la materia por los adobes
que construyen los espacios lineales
la confluencia donde vamos a parar
quienes nos hacemos por la memoria.
La razón de preguntar por Saturnus
de ser una eterna bola de nieve
agujereada por cuánticas dudas
que disuelven la plenitud del uno
al otro lado sin ser oxímoron.
Uno se apaga si todo se enciende
lo inusualmente tangible sería
la presencia de mi padre en Saturnus.
XIII
Hagamos el fresco con tu memoria
la cual versa sobre la poesía
la historia y nuestra condición animal
que se revela como una instantánea.
La revolución la entrada en palacio
una larga mesa con camaradas
con la mirada atenta a los diez días
que conmovieron al mundo. El cuadro
donde aparecen Marx, Engels y Lenin.
Ingentes octavillas apiladas
en fila escondidos en los armarios
carteles aún por colgar y sprays.
En el patio había una nevera
que no faltara la cerveza fría
porque sudaban unas escrituras
queriendo derramar la sangre fría.
Y que obraran al fin las largas piernas
de la skineta con gesto aburrido
que mostraba su gorra sin atender
a demasiadas teorizaciones.
Cuando no venía a vuestras reuniones
pensabais en ella siempre sin prisas
esperando hasta derramar al fin
la sangre prematura de algún martir.
Aprendíais las lecciones de historia
los días que tocaba ir a la calle
aunque a efectos prácticos resultara
una guerra de globos muy dispersos
lanzados a volar por las esquinas
adelantados a tantas patrullas.
Suerte que nadie disparaba a matar.
La sangría no defraudaba a nadie
por las lenguas de trapo peroratas
mientras subidos a los altavoces
Kortatu La polla y los Reincidentes
petaban aquella guerrilla imberbe.
Qué largas eran las noches, Raúl,
y que hermosa aquella revolución
deambulando por las calles vacías
como una proclama de la victoria.
Despertar de nuevo cada mañana
cuando el triste tren de las mercancías
atravesaba la ciutat podrida
llevando consigo algún desengaño.
No había tiempo de colgar pancartas
enojado bajaba el bolchevique
refunfuñando: -¡¿ Por qué no me avisan
que venía aquel tren a toda leche?!
-¡Ei que no lo habíamos visto venir
joder casi te lleva por delante!
Era un héroe, podía estar contento
como si hubiera regresado al fin
cumpliendo la promesa formulada
escrita con pasión en las libretas
a muy altas horas de una madrugada
declarando una guerra indefinida
a la Empresa de Trabajo Temporal.
Mientras el día se hacía de noche
y cientos de jóvenes sublevados
que pasaban por aquel mismo local
preparaban el asalto a los cielos.
La rabia se abría paso tras oler
la revuelta irrumpiendo en oficinas
empujando a la policía urbana
cortando el tráfico de toda calle
cuando se amotinaban estudiantes.
La hermosa mujer cansada de esperar
llamó al timbre con más insistencia
hasta quemar la odiada explotación
que ardía por aquella planta baja.
Habían más gabinetes de crisis
estrechaba el cerco la policía
Ya no lanzaban globos de colores
al fin aparecieron las esposas
con ellas los primeros detenidos.
Los motoros viajaban en patrulla
mientras en largas filas se quemaban
tantos contenedores como leyes
e interrogatorios a dos manos.
¿Recuerdas al madero encabritado
que hojeaba sin permiso la carpeta?
Las manos asesinas se trotaron
esposadas a la misma tortura
cubrieron con la vergüenza al silencio
secuestrando la palabra de un joven.
Más solo que nunca recorrió calles
sin alcanzar a engañarse a sí mismo
solo queriendo encontrar las palabras
que a golpes le arrebataron.
No encontró la forma de despedirse
cuando quería regresar con todos
un tren quebraba su último intento.
Levantaron lo que quedó de él
pero tú sigues aquí a mi lado
con la mirada perdida en un balde:
Poesía, Raúl ¿Qué más quisieras?
Hundir mi palabra en su corazón
plantar la semilla por la memoria
que no ha de quedar en el olvido
pues aquel joven se entregó a todos.
Lo llamábamos y ahora lo llamo
Bolancel.
XIV
Grabado a fuego en este campo santoarde imperecedero el espíritu
esta palabra te hace más pequeñocircunscrito al ocular del silencio.
Te veo dormido en la nave espacialviajando suavemente por maullidossin sostener losa alguna la quieresentre tus brazos la gata se duerme.
Regentaba entonces aquel negociosí hijo mío tampoco quería abrir cada mañana una losa
y palpar la inclemencia del destino.
Me salen estas palabras si mirocómo se contornea entre tus piernas
rogando una caricia su alimento:-¡Voy a comprar hígado a la gata!Escucho con atención cuanto dicentus ojos su brillo por la pelambre
blanca y negra entre tus manos ansiosas.
Cruje una eternidad verde aceitunala mirada complacida en tu amorque ha detenido el curso natural
de la materia en descomposición.
El motivo de una preocupaciónel minar continuo del padecer
en un mundo demasiado materialprogramado por la lucha de clases.
Pero son incontables las fisuraspor donde escapar si nos abrazamos
a los versos que otros habrán de escribircuando nos encontremos en Saturnus
juto a la gata por las mismas letrasde un Tratado de zoología in-versa.
Estamos impresos en el aliviode esta profunda y remota pena
son estas palabras nuestro consuelocuando sin uno quererlo hace daño.
Acaso diez los sólidos pesadosaños en relojes sin esperanza
sin orejas en punta ni espiralesde humo verde y lápices futuribles
rodeado de adultos y otras presenciasgiratorias por la tierra mojada
en terrazas donde la mano inmensavuelca el vino cobrándose el entierro.
Con aquel pensamiento en tu cabeza:-Soy tonto -me decías pidiéndome
cinco duros para las golosinas.
Soy generoso pero estaba enfermotristemente abatido por la vidacuando repetías séptimo curso
y un maestro te llamaba socarróndecía chinito mandalín. Tú
entonces no podías escondertey no sabía entonces dónde buscar.
Tan ausentes sin poesía algunasin fisuras por donde inmiscuirnos
hasta esculpir una desolaciónque nos declaraba muertos en vida.
Te acompaña la culpa. A mí la sombrade las manos que golpeaban con furia
la ira del animal irreductibleque no alcanza a explicar su condición.
Nos acompañan ahora las letrasque escriben todo cuanto hace el silencio
sin fruto posible ni muerte algunamás allá del movimiento aquietado.
Quebrado en el fragor de un pensamientoentredicho por la filogénesis
hipostasiado al devenir materialveo cómo te alejas por el parque
con los prismáticos que te compré.
Llegas por el arroyo donde te hallashueles a la misma tierra mojada
mientras se van posando a beber aguay escarban con su pico en esta tierra.
Tal vez comenzaste a escribrir en seriocon la mirada absorta en los árbolesy aquella voz tan amable y cálidaque con delicadeza te acechaba:
-¿Tanto te gusta observar a las aves?-¡Por el momento es todo cuanto quiero!
-Y de mayor ¿qué quisieras hacer?-¡Cuánto quisiera estudiar zoología!
Tus ojos se iban nublando. Estallabasilenciosa una emoción en la cuenca
se hundía si te hablaba con cariñoexplicándote que comía huevospara llevar la semilla a mi boca.
No sabía de la larga enfermedadque esperaba paciente en mis pulmones.
Quién podía hablar de lo caóticotambién presente en la misma escritura
cuando se replica el mismo ADN.
Aún no me había desvanecidoagazapado entre los matorrales
con algún huevo en las manos calientescuando diagnosticaron aquel cáncerdemasiado avanzado y ya terminal.
En pocos meses descansaba en Papiol.
Yo estaba allí el día de tu entierrotendrías que haberme visto tan solorecordando travesuras campestresperdido por aquellos subterráneosque iban al velatorio y la capilla.