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Trigésimo segundo domingo ciclo “B” 10-11 de noviembre 2012 El profeta Elías con la viuda de Sarepta [Robert Campin, el “Maestro Flamenco”. Hacia 1375-1444] Introducción 0.1.-(…) En el centro de la liturgia de la Palabra de este domingo, trigésimo segundo del tiempo ordinario, encontramos el personaje de la viuda pobre, o más bien, nos encontramos ante el gesto que realiza al echar en el tesoro del templo las últimas monedas que le quedan. Un gesto que, gracias a la mirada atenta de Jesús, se ha convertido en proverbial: "el óbolo de la viuda" es sinónimo de la generosidad de quien da sin reservas lo poco que posee. Ahora bien, antes quisiera subrayar la importancia del ambiente en el que se desarrolla ese episodio evangélico, es decir, el templo de Jerusalén, centro religioso del pueblo de Israel y el corazón de toda su vida. El templo es el lugar del culto público y solemne, pero también de la peregrinación, de los ritos tradicionales y de las disputas rabínicas, como las que refiere el Evangelio entre Jesús y los rabinos de aquel tiempo, en las que, sin embargo, Jesús enseña con una autoridad singular, la del Hijo de Dios. Pronuncia juicios severos, como hemos escuchado,

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Trigésimo segundo domingo ciclo “B”10-11 de noviembre 2012

El profeta Elías con la viuda de Sarepta[Robert Campin, el “Maestro Flamenco”. Hacia 1375-1444]

Introducción

0.1.-(…) En el centro de la liturgia de la Palabra de este domingo, trigésimo segundo del tiempo ordinario, encontramos el personaje de la viuda pobre, o más bien, nos encontramos ante el gesto que realiza al echar en el tesoro del templo las últimas monedas que le quedan. Un gesto que, gracias a la mirada atenta de Jesús, se ha convertido en proverbial: "el óbolo de la viuda" es sinónimo de la generosidad de quien da sin reservas lo poco que posee. Ahora bien, antes quisiera subrayar la importancia del ambiente en el que se desarrolla ese episodio evangélico, es decir, el templo de Jerusalén, centro religioso del pueblo de Israel y el corazón de toda su vida. El templo es el lugar del culto público y solemne, pero también de la peregrinación, de los ritos tradicionales y de las disputas rabínicas, como las que refiere el Evangelio entre Jesús y los rabinos de aquel tiempo, en las que, sin embargo, Jesús enseña con una autoridad singular, la del Hijo de Dios. Pronuncia juicios severos, como hemos escuchado, sobre los escribas, a causa de su hipocresía, pues mientras ostentan gran religiosidad, se aprovechan de la gente pobre imponiéndoles obligaciones que ellos mismos no observan. En suma, Jesús muestra su afecto por el templo como casa de oración, pero precisamente por eso quiere purificarlo de usos impropios, más aún, quiere revelar su significado más profundo, vinculado al cumplimiento de su misterio mismo, el misterio de su muerte y resurrección, en la que él mismo se convierte en el Templo nuevo y definitivo, el lugar en el que se encuentran Dios y el hombre, el Creador y su criatura.

0.2.-El episodio del óbolo de la viuda se enmarca en ese contexto y nos lleva, a través de la mirada de Jesús, a fijar la atención en un detalle que se puede escapar pero que es decisivo: el gesto de una viuda, muy pobre, que echa en el tesoro del templo dos moneditas. También

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a nosotros Jesús nos dice, como en aquel día a los discípulos: ¡Presten atención! Miren bien lo que hace esa viuda, pues su gesto contiene una gran enseñanza; expresa la característica fundamental de quienes son las "piedras vivas" de este nuevo Templo, es decir, la entrega completa de sí al Señor y al prójimo; la viuda del Evangelio, al igual que la del Primer Testamento, lo da todo, se da a sí misma, y se pone en las manos de Dios, por el bien de los demás. Este es el significado perenne de la oferta de la viuda pobre, que Jesús exalta porque da más que los ricos, quienes ofrecen parte de lo que les sobra, mientras que ella da todo lo que tenía para vivir (cf. Mc 12,44), y así se da a sí misma.

0.3.-Queridos amigos, a partir de esta imagen evangélica, deseo meditar brevemente sobre el misterio de la Iglesia, del templo vivo de Dios. (…) La Iglesia es un organismo espiritual concreto que prolonga en el espacio y en el tiempo la oblación del Hijo de Dios, un sacrificio aparentemente insignificante respecto a las dimensiones del mundo y de la historia, pero decisivo a los ojos de Dios. Como dice la carta a los Hebreos, también en el texto que acabamos de escuchar, a Dios le bastó el sacrificio de Jesús, ofrecido "una sola vez", para salvar al mundo entero (cf. Hb 9,26. 28), porque en esa única oblación está condensado todo el amor del Hijo de Dios hecho hombre, como en el gesto de la viuda se concentra todo el amor de aquella mujer a Dios y a los hermanos: no le falta nada y no se le puede añadir nada. La Iglesia, que nace incesantemente de la Eucaristía, de la entrega de Jesús, es la continuación de este don, de esta sobreabundancia que se expresa en la pobreza, del todo que se ofrece en el fragmento. Es el Cuerpo de Cristo que se entrega totalmente, Cuerpo partido y compartido, en constante adhesión a la voluntad de su Cabeza. (…)1

Comentario bíblico

Primera Lectura: 1º Reyes 17,10-16 1.1.- Los cambios sociales producen habitualmente repercusiones profundas en la vida religiosa de los individuos y las comunidades. En la historia de Israel el paso del desierto a la vida sedentaria en Canaán desató una grave crisis religiosa. Los israelitas se dejaron seducir y ‘marear’ por los usos y costumbres cananeos. Al igual que los habitantes del país, se pusieron a invocar a los dioses de la fecundidad para asegurarse la prosperidad de campos, ganados y familias. Baal tomó el lugar de YHVH y muchas veces, con un sincretismo nada escrupuloso, invocaban a ambos, de ahí el reproche del profeta: Elías se acercó a todo el pueblo y dijo: “¿Hasta cuándo van a andar rengueando de las dos piernas [por arrodillarse con una ante Baal y con la otra ante YHVH]? Si el Señor es Dios, síganlo; si es Baal, síganlo a él”. Pero el pueblo no le respondió ni una palabra (1Re 18,21). Lo sabemos también, gracias al libro de los Jueces, que repite con insistencia la fórmula: Los israelitas hicieron lo que es malo a los ojos del Señor y sirvieron a los Baales (Ju 2,11. 12. 17; 3,7; 8,33; 10,6…). Lo atestiguan la corriente deuteronomista y los profetas, en especial Oseas, para quienes la idolatría y el culto a Baal, constituyen el pecado ‘capital’ en el que cayó Israel.1.2.- En el reino del Norte la crisis religiosa alcanzó proporciones gravísimas en la época de Elías. Omri transfirió la capital de su reino de Tirsa a Samaría (1Re 16,24) reorientando de

1 Benedicto XVI, Homilía 8 de noviembre 2009, visita pastoral a Brescia. Extractada y adoptada.

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esta manera la brújula de su política hacia Fenicia. La cosa empeoró aun más con el casamiento del hijo de Omri, Ajab, con Jezabel, la hija del rey de Tiro. Todos estos pasos resultaron funestos para la fe israelita ya que Jezabel no se contentó con profesar personalmente el culto a Baal, sino que trato de imponerlo por todos los medios, lícitos e ilícitos, que el poder ponía a su disposición (1Re 18,19; 16,32; ver también 2Re 10,18 y Ap 2,20-29).

1.3.- Elías personifica la defensa de la fe de Israel contra el baalismo, lucha de vida o muerte en una atmósfera de gran dramatismo, como lo atestigua, entre otras, la escena del monte Carmelo (1Re 18,20-40). Ya el mismo nombre del profeta lo dice; Elías, en hebreo ‘Elíyajú’, significa: “YHVH-es-mi-Dios” o, enfáticamente, ‘’únicamente-YHVH-es-mi-Dios”. Todos los hechos relatados en los capítulos 17-18 del primer libro de los Reyes están enmarcados por idéntica situación, la de una gran sequía (17,1-7 y 18,41-46. ¡Cualquier alusión a situaciones actuales corren por cuenta y riesgo de…!), a la que Flavio Josefo y hasta el Nuevo Testamento aluden (Lc 4,25) y que nuestro profeta anunció del siguiente modo: Elías el tisbita, de Tisbé en Galaad, dijo a Ajab: “¡Por la vida del Señor, el Dios de Israel, a quien yo sirvo, no habrá estos años rocío ni lluvia, a menos que yo lo diga!” La carestía provocada por la falta de lluvia, además de la persecución de Jezabel llevan a nuestro hombre a esconderse cerca de un torrente y cuando también éste se seca el tisbita no tiene más opciones que alejarse de su patria e irse al extranjero, a Sarepta, la tierra natal de Jezabel y allí es donde tiene lugar el episodio que constituye nuestra primera lectura.1.4.- Todo el episodio tiene un marcado tinte popular que gusta del contraste entre dos tipos de mujer, de Jezabel, que domina el escenario de estos capítulos y la viuda de Sarepta:-Jezabel persigue a Elías, la viuda le hace el bien.-Jezabel impone el culto de su Baal a Israel, pero la viuda pagana acepta al profeta de YHVH.-Jezabel vive en el lujo, la viuda en la pobreza.-Jezabel es maldecida por Elías, la viuda es bendecida por el profeta.

1.5.-Todo el episodio pone de manifiesto la eficacia de la fe en la Palabra de Dios. Es la Palabra la que empuja al profeta Elías, perseguido por la reina Jezabel, a refugiarse en la tierra de origen de su enemiga: el Señor ha predispuesto que otra mujer fenicia, viuda y paupérrima, sea para Elías instrumento de salvación en el tiempo de carestía (vv 8ss). A la petición de alimento por parte del profeta le responde la mujer declarando su propia indigencia: le queda sólo el sustento de un día para ella y para su hijo; sin embargo, confiando en Elías, que le predice una intervención prodigiosa del Señor, es capaz de renunciar a lo que le aseguraría la supervivencia para ese día. La fe de la viuda se hace caridad generosa y se vuelve para ella verdadera riqueza: en la experiencia cotidiana del milagro puede constatar que verdaderamente que el Señor protege [...] al huérfano y a la viuda (Sal 145,9) y que quien confía en él no queda defraudado (1Re 17,15ss). Precisamente mientras los israelitas se dejan descarriar por los cultos paganos introducidos por Jezabel y no escuchan ya la Palabra de YHVH, triunfa la fe auténtica en la humilde caridad de una extranjera que no vacila en privarse de lo necesario para obedecer a la

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palabra que Elías le comunica. Ofrece el alimento de un día al hombre de Dios y recibe de la mano del Señor el alimento para la vida del cuerpo y del espíritu2.

Salmo Responsorial: Salmo 145[146],7. 8-9a. 9b-c-10

2.1.- El salmo 145 es aleluyatico, el primero de los cinco con los que termina la colección del Salterio. Ya la tradición litúrgica judía usó este himno como canto de alabanza por la mañana: alcanza su culmen en la proclamación de la soberanía de Dios sobre la historia humana. En efecto, al final del salmo se declara: El Señor reina eternamente (v. 10). De ello se sigue una verdad consoladora:  no estamos abandonados a nosotros mismos; las vicisitudes de nuestra vida no se hallan bajo el dominio del caos o del hado; los acontecimientos no representan una mera sucesión de actos sin sentido ni meta. A partir de esta convicción se desarrolla una auténtica profesión de fe en Dios, celebrado con una especie de letanía, en la que se proclaman sus atributos de amor y bondad (vv. 6-9).

2.2.- Dios es creador del cielo y de la tierra; es custodio fiel del pacto que lo vincula a su pueblo. Él es quien hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos y liberta a los cautivos. Él es quien abre los ojos a los ciegos, quien endereza a los que ya se doblan, quien ama a los justos, quien guarda a los peregrinos, quien sustenta al huérfano y a la viuda. Él es quien trastorna el camino de los malvados y reina soberano sobre todos los seres y de edad en edad. Son doce afirmaciones teológicas que, con su número perfecto, quieren expresar la plenitud y la perfección de la acción divina. El Señor no es un soberano alejado de sus criaturas, sino que está comprometido en su historia, como Aquel que propugna la justicia, actuando en favor de los últimos, de las víctimas, de los oprimidos, de los infelices.

2.3.- Así, el hombre se encuentra ante una  opción  radical  entre  dos  posibilidades opuestas: por un lado, está la tentación de confiar en los poderosos (v. 3), adoptando sus criterios inspirados en la maldad, en el egoísmo y en el orgullo. En realidad, se trata de un camino resbaladizo y destinado al fracaso; es un sendero tortuoso y una senda llena de revueltas (Pr 2, 15), que tiene como meta la desesperación. En efecto, el salmista nos recuerda que el hombre es un ser frágil y mortal, como dice el mismo vocablo 'adam, que en hebreo se refiere a la tierra (‘adamá), a la materia, al polvo. El hombre -repite a menudo la Biblia- es como un edificio que se resquebraja (Qo 12, 1-7), como una telaraña que el viento puede romper (Job 8, 14), como una brizna de hierba verde por la mañana y seco por la tarde (Sal 89, 5-6; 102, 15-16). Cuando la muerte cae sobre él, todos sus planes perecen y él vuelve a convertirse en polvo: Exhala el espíritu y vuelve al polvo; ese día perecen sus planes (Sal 145, 4).

2 El § 1.5 está tomado de: G. Zevini y P G Cabra (eds.), Lectio divina para cada día del año, Volumen 14: Domingos del tiempo ordinario, ciclo “B”, Estella (Navarra) 2003, pp. 290-291.

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2.4.- Ahora bien, ante el hombre se presenta otra posibilidad, la que pondera el salmista con una bienaventuranza: Bienaventurado aquel a quien auxilia el Dios de Jacob, el que espera en el Señor su Dios(v. 5). Es el camino de la confianza en el Dios eterno y fiel. El amén, que es el verbo hebreo de la fe, significa precisamente estar fundado en la solidez inquebrantable del Señor, en su eternidad, en su poder infinito. Pero sobre todo significa compartir sus opciones, que la profesión de fe y alabanza, antes descrita, ha puesto de relieve. Es necesario vivir en la adhesión a la voluntad divina, dar pan a los hambrientos, visitar a los presos, sostener y confortar a los enfermos, defender y acoger a los extranjeros, dedicarse a los pobres y a los miserables. En la práctica, es el mismo espíritu de las Bienaventuranzas; es optar por la propuesta de amor que nos salva desde esta vida y que más tarde será objeto de nuestro examen en el juicio final, con el que se concluirá la historia. Entonces seremos juzgados sobre la decisión de servir a Cristo en el hambriento, en el sediento, en el forastero, en el desnudo, en el enfermo y en el preso (Mt 25, 40)… 

2.5.- Concluyamos nuestra meditación del salmo 145 con una reflexión que nos ofrece la sucesiva tradición cristiana. El gran escritor del siglo 3º, Orígenes, cuando llega al versículo 7 del salmo, que dice:  El Señor da pan a los hambrientos y liberta a los cautivos, descubre en él una referencia implícita a la Eucaristía: 

Tenemos hambre de Cristo, y él mismo nos dará el pan del cielo. "Danos hoy nuestro pan de cada día". Los que hablan así, tienen hambre. Los que sienten necesidad de pan, tienen hambre". Y esta hambre queda plenamente saciada por el Sacramento eucarístico, en el que el hombre se alimenta con el Cuerpo y la Sangre de Cristo3.

Segunda lectura: carta a los Hebreos 9,24-28

3.1.-Según todos los autores del Nuevo Testamento, entre la antigua alianza y la nueva hay una relación de correspondencia querida por Dios. Naturalmente, es sabido que en Cristo se cumplieron las profecías del Antiguo Testamento mejor, más perfectamente y a veces también de distinta manera de como quizá lo habían concebido los mismos profetas. Pero sólo el autor de la carta a los Hebreos redujo como a una fórmula filosófica la relación entre la antigua alianza y la nueva. El esquema alejandrino de lo celestial y arquetípico y de lo terrestre y figurativo le ofreció la posibilidad de determinar exactamente la esencia y el «lugar» de la revelación habida en Cristo. Todos los acontecimientos, bienes e instituciones de la nueva alianza pertenecen a la esfera de las cosas «celestiales», que necesitan ser purificadas por «sacrificios mejores». Aunque el autor -por influencia de los modelos del Primer Testamento- usa el plural, sin embargo, sólo piensa en el sacrificio único e irrepetible de Jesús en la cruz. Mediante este sacrificio sangriento, que facilitó el acceso al verdadero lugar santísimo de Dios, fueron purificadas las cosas celestiales, los espacios y objetos cultuales de la nueva alianza o, en otras palabras, fueron puestos en condiciones de honrar a Dios real y eficazmente (cf. 9,4). No debemos perder nunca de vista que nuestra

3 Orígenes-Jerónimo, 74 omelie sul libro dei Salmi, Milán 1993, pp. 526-527, citado por Juan Pablo II de quien hemos adaptado y transcrito su Catequesis del 2 de junio 2003.

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carta no entiende nunca por cosas celestiales sectores lejanos, apocalípticos, sino algo que nos afecta directamente, por ejemplo, nuestra conciencia, que por la sangre de Cristo puede ser purificada del pecado. Así entendió ya san Juan Crisóstomo la aserción chocante a primera vista sobre la purificación de las cosas celestiales: “¿Qué entiende él por cosas celestiales? ¿Acaso el cielo? ¿O los ángeles? Nada de eso, sino lo que es nuestro” (PG 63,12S).

3.2.-Una nota distintiva del orden celestial y arquetípico es la unicidad e irrepetibilidad del hecho que lo funda, mientras que en el ámbito de lo terrestre y figurativo pueden verificarse una y otra vez los mismos procesos. Del significado del de una vez para siempre volverá a hablarse todavía más por extenso en el capítulo 10. Aquí nos limitaremos a llamar la atención acerca de una frase que parece una trivialidad y, sin embargo, tiene profundo sentido en el contexto: Y así como para los hombres está establecido el morir una sola vez, y, tras esto, el juicio… (v. 27). Que todos tenemos que morir una vez no es por cierto nada nuevo; pero que este morir nuestro tenga lugar de manera tan única, irrepetible y definitiva como el sacrificio expiatorio de Cristo en la cruz, es cosa que da que pensar. La concordancia en lo formal podía y debía llevar a una asimilación objetiva y material a la muerte de Cristo. Entonces no tenemos ya que temer el juicio, temor que no pueden evitar los que se han desligado de la cruz de Cristo (Cf. 10,26-31)4.

Evangelio: san Marcos 12,38-44

4.1.-Después de haber discutido con diversos representantes religiosos de Israel (ver Mc 11,27-12,37), Jesús se dispone a abandonar definitivamente el templo de Jerusalén. El Evangelio de este domingo nos trae las últimas palabras pronunciadas por Jesús en el templo antes del discurso escatológico (Mc 13) y de su pasión, muerte y resurrección (Mc 14-16).Dirigiéndose a la multitud y a los discípulos Jesús comienza afirmando: cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Estos recibirán una condena más severa. Son palabras que recuerdan las otrora pronunciadas por los profetas (leer Is 1,10-20; Jer 7,1-15; Am 5,21-27); son palabras claras y precisas, aunque breves, si se las compara con las invectivas que trae san Mateo (Mt 23), palabras que en el fondo, son una admonición para todo creyente, en especial para las personas “religiosas”. Es muy frecuente que las personas “religiosas”, impulsadas por su pretendida “justicia”, se erijan en ejemplo a imitar, terminando por exhibir sus propias virtudes únicamente para suscitar admiración en los demás. Por eso Jesús los califica como sepulcros blanqueados (Mt 23,27), que se esfuerzan cada día por edificar su “santa reputación”; en lugar de servir a sus hermanos, se sirven de su ministerio para ser honrados y enaltecidos. Su pecado se llama “hipocresía”, que en la lengua griega califica a los actores de teatro que llevan una máscara; en otras palabras su vida no es otra cosa que “una puesta en escena”: aparentar más que ser (en el lenguaje rioplatense se los llamaría: ¡mascarita, mascarita!). Por algo

4 F.-J. Schierse, Carta a los Hebreos, Barcelona (NTSM 18) 19882, pp. 88-89. Levemente modificado y

adaptado.

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Jesús dice en otro lugar que ya han recibido su recompensa (¡los aplausos recibidos! Leer Mt 6,2. 5. 16, Admonición que, por algo será, nuestra sabia madre, la Iglesia, nos hace meditar cada miércoles de Ceniza). 4.2.-Jesús, por el contrario, no gustaba llevar ropas suntuosas para destacarse o ser reconocido por las multitudes, sino que escapó muchas veces a la admiración y al aplauso; no pretendía ocupar los lugares destacados en las sinagogas y cuando lo hacía era para explicar la Palabra; no expoliaba a las viudas sino que buscaba mitigar sus sufrimientos (leer Lc 7,11-15); por supuesto que amaba participar de la liturgia de su pueblo, como todo buen judío, pero gustaba de orar en la soledad (Mc 1,35), con oído atento y en comunión con el Padre. Jesús nunca buscó los lugares de honor en los banquetes, sino que por el contrario, comía con publicanos y pecadores, testimoniándoles de este modo la infinita misericordia de Dios, y lo hacía, aun a riesgo de escandalizar precisamente a escribas y fariseos, los cuales decían de Él que era un comilón y un borracho (Mt 11,19).

4.3.-Después Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. A partir de las acciones más simples y cotidianas Jesús discierne las intenciones del corazón (ver Jn 7,24), observando lo que los demás no son capaces de ver. Entonces él llamó a sus discípulos y les dijo: “Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir”, o traduciendo más literalmente “puso toda la vida”. La mujer se dio toda entera a Dios sin buscar llamar la atención y poniéndose en sus manos con fe y amor, al igual que la viuda de Sarepta, como lo veíamos comentando la primera lectura…. Jesús se encamina hacia una muerte que será el gesto supremo de toda una vida entregada libremente por amor al Padre y a los hermanos y aprovecha la ocasión para enseñar a los discípulos a hacer otro tanto…

4.4.- Dios es absolutamente más rico que nadie, porque es absolutamente el más pobre. No tiene nunca nada para sí, sino siempre para el otro. El Padre para el Hijo, el Hijo para el Padre, el Padre y el Hijo para el Espíritu Santo común. Pero tampoco el Espíritu tiene nada para sí, sino todo para el Padre y para el Hijo. Esto no es tampoco un egoísmo a dos o a tres, puesto que en Dios cada uno piensa verdaderamente sólo en el otro y quiere enriquecer al otro. Y toda la riqueza de Dios consiste en este darse y recibir el Tú.La pobre viuda, que ha dado todo lo que tiene para vivir, está muy cerca de este Dios. ¿Acaso no se puede decir que Dios ha echado todo lo que tiene en el tesoro de las ofrendas del mundo, cuando nos dio a aquel hombre sin apariencia, escondido, apenas localizable en la historia del mundo, llamado Jesús de Nazaret? ¿No se puede decir que en “esa-casi-nada” nos ha entregado Dios más que con el rico y gigantesco universo, puesto que así nos ofreció todo lo que necesitaba para vivir, a fin de que nosotros, aunque él muriera, pudiéramos vivir de su vida eterna?5

Los Padres de la Iglesia nos iluminan

5 El § 4.4. es una cita de: H. U. von Balthasar, Tu coroni l’anno con la tua grazia, Milán 1990, p. 177, mejorando la traducción citada en: G. Zevini y P G Cabra (eds.), Lectio divina para cada día del año, Volumen 14: Domingos del tiempo ordinario, ciclo “B”, Estella (Navarra) 2003, pp. 294.

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Al ofrecer al Rey nuestra oblación le rendimos honor y le mostramos afecto. Esto es lo que el Señor, queriendo que lo hiciésemos con toda simplicidad e inocencia, enseñó a ofrecer diciendo: Si al presentar tu oblación ante el altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu oblación ante el altar, primero ve a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda (Mt 5,23-24). Lo propio es, pues, ofrecer a Dios las primicias de su creatura, como dice Moisés: No te presentarás con las manos vacías en la presencia del Señor tu Dios (Dt 16,16). De este modo, en las mismas cosas en las cuales el ser humano muestra su gratitud, Dios reconoce su agradecimiento y recibe el honor divino.

No se condena, pues, el sacrificio en sí mismo: antes hubo oblación, y ahora la hay; el pueblo judío ofrecía sacrificios y la Iglesia los ofrece; pero ha cambiado la especie, porque ya no los ofrecen siervos, sino libres. En efecto, el Señor es uno y el mismo, pero es diverso el carácter de la ofrenda: primero servil, ahora libre; de modo que en las mismas ofrendas reluce el signo de la libertad; pues ante él nada sucede sin sentido, sin signo o sin motivo. Por esta razón ellos consagraban el diezmo de sus bienes. En cambio quienes han recibido la libertad, han consagrado todo lo que tienen al servicio del Señor. Le entregan con gozo y libremente lo que es menos, a cambio de la esperanza de lo que es más, como aquella viuda pobre que echó en el tesoro de Dios todo lo que tenía para vivir (Lc 21,4).

En un principio Dios puso los ojos sobre las oblaciones de Abel, porque las ofrecía con sencillez y justicia; en cambio no miró el sacrificio de Caín, porque su corazón estaba dividido por celos y malas intenciones contra su hermano, según Dios mismo le dijo al reprenderlo por lo que ocultaba: ¿Acaso no pecas aunque ofrezcas tu sacrificio rectamente, si no compartes con justicia? Tranquilízate (Gén 4,7). Es que no se aplaca a Dios con el sacrificio. Por eso, si alguien tratara de ofrecer su sacrificio de modo que pareciese puro, recto y legítimo, en cambio en su alma no compartiera con rectitud en el trato con su hermano ni tuviera temor de Dios, no por haber ofrecido un sacrificio externamente correcto seduciría a Dios: por dentro estaría lleno de pecado y su oblación de nada le serviría si no cesa de hacer el mal que ha concebido interiormente; pues al simular una obra, el pecado mismo hace homicida a esa persona6.

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6 San Irineo de Lyon, Contra las Herejías IV,18,2-3. Tomado de: www. multimedios.org/docs/d001092/ San Ireneo nació con gran probabilidad, entre los años 135 y 140, en Esmirna (hoy Izmir, en Turquía), donde en su juventud fue alumno del obispo san Policarpo, quien a su vez fue discípulo del apóstol san Juan. No sabemos cuándo se trasladó de Asia Menor a la Galia, pero el viaje debió de coincidir con los primeros pasos de la comunidad cristiana de Lyon: allí, en el año 177, encontramos a san Ireneo en el colegio de los presbíteros. Precisamente en ese año fue enviado a Roma para llevar una carta de la comunidad de Lyon al Papa Eleuterio. La misión romana evitó a san Ireneo la persecución de Marco Aurelio, en la que cayeron al menos 48 mártires, entre los que se encontraba el mismo obispo de Lyon, Potino, de noventa años, que murió a causa  de  los malos tratos sufridos en la cárcel. De este  modo,  a  su  regreso,  san Ireneo fue elegido obispo de la ciudad. El nuevo pastor se dedicó totalmente al ministerio episcopal, que se concluyó hacia el año 202-203, quizá con el martirio. (Benedicto XVI, Catequesis 28-03-2007)

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