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UNIVERSIDAD DE MEXICO 13 Por Huberto BATIS Un cuento de Jorge Luis' Borges, publicado en E! Aleph . EL DESTINO DE OTÁLORA o T R E de vivir en la antigüedad griega y romana / ... / Lees los prospectos los católogos los anunCIos que cantan en voz alta / ahí está la poesía esta mañana y para la prosa están I?s periódicos / están las entregas a 25 cén- tImos llenas de aventuras policíacas / retratos de los grandes hombres y mil títulos diver- sos / ... / He visto esta mañana una linda clfyo nombre he olvidado... / por la manan a tres veces la sirena gime allí / una campana rabiosa ladra hacia mediodia I las inscripciones de los anuncios y de las mura- llas / las placas los avisos a la manera de los loros chillan / Me gusta la gracia de esta calle industrial/situada en París entre la calle AU1110nt- Thiéville y la avenida Des Ter- nes. 11 Del rojo al verde todo el amarillo se muere / Cuando cantan las guacamayas en las selvas natales / menudillo de pihis / hay un poema por hacer sobre el pájaro que sólo tiene un ala / 10 enviaremos en mensaje telefónico / traumatismo gigante / '" / Oh París del rojo al verde todo el amarillo se muere / París Vancouver Hyeres Maintenon Nueva York y las Antillas / la ventana se abre como una naranja / el hermoso fruto de la luz. 12 Quién pues sabrá hacernos olvidar tal o tal parte del mundo / dónde está el Cris- tóbal Colón a Quien deberemos el olvido de un continente / perder / pero perder de veras para dejar sitio al hallazgo. _. be en función del tiempo tradicional -finitud- ni siquiera cuando escribp para destruirlo. Borges se sitúa en el tiem- po sin tiempo del dios, en posición escalo- friante, en lo onírico, en 10 irreal, sin de- jar por eso de comprender la realidad, que procura destruir. Difícil posición la suya, que abarca el todo sin dejar de per- cibir las partes y singularidades: Borges dice haber visto en la esfera del Aleph "desiertos y cada una de sus arenas, libros y cada una' de sus letras". Otálora comprende antes de morir; en un instante se le permite percibir su des- tino tal como es: pasado, presente y futu- ra conjugados por la muerte, más allá de ella; vertiginosamente sigue el proceso de su vida, una y otra vez, hasta que sien- te que está encerrado, sin escapatoria po- sible, en lo que es tiempo a la vez intem- poral y eterno, en lo que es infinito con comienzo y fin paradójicos. Otálora comprende que "desde el prin- cipio lo han traicionado" (no lo habían) y que "ha sido condenado" (no fue, es ni será: todo a una), porque "lo daban por muerto", porque "ya estaba muerto". Otá- lora, al llegar a comprender su destino, se da cuenta que no es él quien ha estado forjándoselo; a este respecto, podría ha- blarse de un predestino, de un Bandeira como predestinador, si nos permitiera Borges situarnos en una catalogación de orden temporal; pero, él está situado en el equilibrio perfecto entre lo temporal -para él apariencia- y lo intemporal -realidacl-, v camina con sabia intui- ción por esa floja de la tensión finitud-infin.itud, hombre-dios, lo termi- nado - lo incomplelo: "Sospecho que la palabra infinito fue alguna vez una in- sípida equivalencia de inacabad?; ahora es una qe las perfecciones de DIOS en, l.a teología y un discutidero en la metaflsl- ca", dice Borges en Discusión. (p. 164). u M L E proyectaban baja la luna sus sombras / yo es- cuchaba esa noche en el declinar del verano / un pájaro lánguido y siempre irritado / y el ruido eterno de un río ancho y sombrío / .:./ La vida es variable al igual que el Eu- fino. 7 Mi hermoso barco oh mi memoria / si habremos navegado bastante / en una onda mala de beber / si habremos divagado bas- tante / de la hermosa alba a la triste tarde / ... / Vía Láctea oh hermana luminosa / desde les b1<:ncos arroyos de Canaán / y desde los cuerpos blancos de las enamoradas / nadado- res muertos ¿ seguiremos con jadeo / tu curso hacia otras nebulosas? / ... / Yo que sé layes para las reinas / las Quejas de mis años / himnos de esclavo a los murenas / la ro- manza del mal amado / y canciones para las sirenas ... 8 Qué bellos estos cohetes que iluminan la noche / suben a su propia cima y se asoman para mirar / son señoras que bailan con su mirada por ojos brazos y corazón / ... / es- tas bailarinas sobredoradas. 9 Hacia un pueblo de la retaguardia / se iban cuatro bombarderos ¡. .. / los cuatro de la clase dieciséis / hablaban de antaño no de porveni r / así se prolongaba la ascesis / que los ejercitaba a morir. JO Al cabo estás cansada de este mundo ?-ntiguo / pastora oh torre Eiffel el rebaño de los puentes bala esta mañana / estás harta "el laberinto ¡nesoluto e irresoluble" e OMEl"ZANDO el análisis de "El Muer- to", de Borges, de la muerte al nacimiento, fácil es decir que Otá- lora estaba destinado a morir de un bala- zo. Es un destino obvio al lector que sigue leyendo más allá de sus últimas palabras, y ve a Otálora desangrarse como res en- tre matarifes; tanto como es patente al lector que -hundiéndose en el último punto, sin seguir adelante- se queda sólo con la angustia del disparo. Difícil será reunir las dos posiciones: quedarse en el momento en que la muerte es y continuar, al el momento, con la muerte que sigue siendo. Mucho más difícil será situarse en una tercera posición, la que Borges ha tomado para escribir su cuen- to: la muerte que ya era, laque sería eternizar el tiempo, entre el inicio y el término, llegar al final de las cosas sin haber salido del presente que, además, ha dejado de serlo: porque Borges no escrt- lIoso aún, Apollinaire no carecerá de lec- tores. Un poeta no tiene, otra inmorta- lidad. En Apollinaire, el crítico no se separa del poeta.. El gusto por las artes plás- ticas es en él hijq de un espíritu "ar- diente en la búsqueda de la belleza", dis- puesto a maravillarse de ella, y prodigio- samente sensible a todo lo que trascien- de la vida cotidiana. Apasionado de los bibelots extraños, de ·Ios "fetiches de Oceanía y de 'Guinea", de los dibujos de niños, fue uno de los artesanos de la gloria del Douanier Rousseau, en quien encontraba la ingenuidad y el frescor de los viejos Primitivos. Desde 1904, en contacto con Derain, Vlaminck y Matis- se, exalta el tumulto del color en los Fauves, y las tres virtudes plásticas, pu- reza, unidad y verdad, que mantienen "bajo sus pies a la naturaleza derriba- da". Su encuentro con Picasso, que ha dejado de él una serie de conmovedores retratos, hace de Apollinaire- el cantor de la poesía de la época azul, y luego, después de un momento de desorienta- ción ante "Las señoritas de Aviñón", el teórico apasionado del cubismo, "no arte de imitación sino un arte de concepción que se empeña en elevarse hasta la crea- ción". Más todavía que las disciplinas del cubismo, los ritmos cromá- ticos y las hechicerías de colores puros de Robert Delaunay, tan importantes para el nacimiento del arte abstracto, re- mueven profundamente su sensibilidad de poeta: Apollinaire comprendió el al- cance de ese paso de lo figurativo a lo' inobjetivo y creó para designar esas bús- quedas el término de Orfismo. Las ex- travagancias de la aventura futurista sólo le seducen un momento, pero apoya sin desmayos ia pintura "metafísica" de Chirico, en el que veía "el pintor más asombroso de su tiempo" y el descubri- dor de relaciones nuevas entre los obje- tos, los sueños y lo inconsciente. Sin la valentía y el intdigente ardor de Apollinaire, hubiera faltado algo a los creadores de la pintura moderna, v sus concepciones eStéticas revolucionarias hubieran tardado más en imponerse. Apol1inaire supo reanudar la tradición de Baudelaire: los grandes poetas y los ver- daderos pintores andan en busca de un mismo secreto. (Traduc. de Tomás Segovia) NOTAS 1 En la jerga literaria francesa, negl-e ("negro") es el Que escribe a sueldo para otro escritor que firma (y cobra) las obra,. 2 Dijimos adiós a toda una época. / ... / Comprendimos mi camarada y yo / Que el pequeño auto nos había conducido a una época nueva / y aunque siendo ya los dos hom- bres maduros / acabábamos sin embargo de nacer. 3 Un hombre tartamudo con dos surtido- res de llamas en la frente / pasó llevando a un pueblo ínfimo por el orgullo / de comer cada día las codornices y el maná / y de haber visto el mar abierto como un ojo / Los sacadores de agua barbudos tocarlas de bande- letas / negras y blancas contra los males y sortilegios / regresaban del Éufrates y los ojos de las lechuzas / atraían a veces a los busca- dores de tesoros ... 4 Bajo el puente Mirabeau fluye el Sena / y nuestros amores / ¿tendré que recordarlo? / la alegría venía siempre tras la pena / Venga la noche suene la hDra / los días se van yo permanezco. 5 Yo pasaba a la orilla del Sena / con un libro antiguo bajo el brazo / el río es igual que mi pena / transcurre y no se agota / ¿ cuándo terminará la semana? 6 ¿ Te acuerdas de los suburbios y del re- baño plañidero de los paisajes? / Los ciprese<;

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Page 1: Un E! Aleph . Por Huberto BATIS · UNIVERSIDAD DE MEXICO 13 Por Huberto BATIS Un cuento de Jorge Luis'Borges, publicado en E! Aleph . EL DESTINO DE OTÁLORA E R T o ... el equilibrio

UNIVERSIDAD DE MEXICO13

Por Huberto BATIS

Un cuento de Jorge Luis' Borges, publicado en E! Aleph .

EL DESTINO DE OTÁLORA

oTRE

de vivir en la antigüedad griega y romana /... / Lees los prospectos los católogos losanunCIos que cantan en voz alta / ahí está lapoesía esta mañana y para la prosa estánI?s periódicos / están las entregas a 25 cén­tImos llenas de aventuras policíacas / retratosde los grandes hombres y mil títulos diver­sos / ... / He visto esta mañana una lindacall~ clfyo nombre he olvidado... / por lamanana tres veces la sirena gime allí / unacampana rabiosa ladra hacia mediodia I lasinscripciones de los anuncios y de las mura­llas / las placas los avisos a la manera delos loros chillan / Me gusta la gracia de estacalle industrial/situada en París entre lacalle AU1110nt-Thiéville y la avenida Des Ter­nes.

11 Del rojo al verde todo el amarillo semuere / Cuando cantan las guacamayas en lasselvas natales / menudillo de pihis / hay unpoema por hacer sobre el pájaro que sólo tieneun ala / 10 enviaremos en mensaje telefónico /traumatismo gigante / '" / Oh París del rojoal verde todo el amarillo se muere / ParísVancouver Hyeres Maintenon Nueva York ylas Antillas / la ventana se abre como unanaranja / el hermoso fruto de la luz.

12 Quién pues sabrá hacernos olvidar talo tal parte del mundo / dónde está el Cris­tóbal Colón a Quien deberemos el olvido deun continente / perder / pero perder de veraspara dejar sitio al hallazgo. _.

be en función del tiempo tradicional-finitud- ni siquiera cuando escribppara destruirlo. Borges se sitúa en el tiem­po sin tiempo del dios, en posición escalo­friante, en lo onírico, en 10 irreal, sin de­jar por eso de comprender la realidad,que procura destruir. Difícil posición lasuya, que abarca el todo sin dejar de per­cibir las partes y singularidades: Borgesdice haber visto en la esfera del Aleph"desiertos y cada una de sus arenas, librosy cada una' de sus letras".

Otálora comprende antes de morir; enun instante se le permite percibir su des­tino tal como es: pasado, presente y futu­ra conjugados por la muerte, más allá deella; vertiginosamente sigue el procesode su vida, una y otra vez, hasta que sien­te que está encerrado, sin escapatoria po­sible, en lo que es tiempo a la vez intem­poral y eterno, en lo que es infinito concomienzo y fin paradójicos.

Otálora comprende que "desde el prin­cipio lo han traicionado" (no lo habían)y que "ha sido condenado" (no fue, es niserá: todo a una), porque "lo daban pormuerto", porque "ya estaba muerto". Otá­lora, al llegar a comprender su destino,se da cuenta que no es él quien ha estadoforjándoselo; a este respecto, podría ha­blarse de un predestino, de un Bandeiracomo predestinador, si nos permitieraBorges situarnos en una catalogación deorden temporal; pero, él está situado enel equilibrio perfecto entre lo temporal-para él apariencia- y lo intemporal-realidacl-, v camina con sabia intui-ción por esa ~uerda floja de la tensiónfinitud-infin.itud, hombre-dios, lo termi­nado - lo incomplelo: "Sospecho quela palabra infinito fue alguna vez una in­sípida equivalencia de inacabad?; ahoraes una qe las perfecciones de DIOS en, l.ateología y un discutidero en la metaflsl­ca", dice Borges en Discusión. (p. 164).

uMLE

proyectaban baja la luna sus sombras / yo es­cuchaba esa noche en el declinar del verano /un pájaro lánguido y siempre irritado / y elruido eterno de un río ancho y sombrío /. : . / La vida es variable al igual que el Eu­fino.

7 Mi hermoso barco oh mi memoria / sihabremos navegado bastante / en una ondamala de beber / si habremos divagado bas­tante / de la hermosa alba a la triste tarde /... / Vía Láctea oh hermana luminosa / desdeles b1<:ncos arroyos de Canaán / y desde loscuerpos blancos de las enamoradas / nadado­res muertos ¿ seguiremos con jadeo / tu cursohacia otras nebulosas? / ... / Yo que sé layespara las reinas / las Quejas de mis años /himnos de esclavo a los murenas / la ro­manza del mal amado / y canciones para lassirenas ...

8 Qué bellos estos cohetes que iluminan lanoche / suben a su propia cima y se asomanpara mirar / son señoras que bailan con sumirada por ojos brazos y corazón / ... / es­tas bailarinas sobredoradas.

9 Hacia un pueblo de la retaguardia / seiban cuatro bombarderos ¡. .. / los cuatro dela clase dieciséis / hablaban de antaño no deporveni r / así se prolongaba la ascesis / quelos ejercitaba a morir.

JO Al cabo estás cansada de este mundo?-ntiguo / pastora oh torre Eiffel el rebañode los puentes bala esta mañana / estás harta

"el laberinto ¡nesoluto e irresoluble"

eOMEl"ZANDO el análisis de "El Muer­to", de Borges, de la muerte alnacimiento, fácil es decir que Otá­

lora estaba destinado a morir de un bala­zo. Es un destino obvio al lector que sigueleyendo más allá de sus últimas palabras,y ve a Otálora desangrarse como res en­tre matarifes; tanto como es patente allector que -hundiéndose en el últimopunto, sin seguir adelante- se queda sólocon la angustia del disparo. Difícil seráreunir las dos posiciones: quedarse en elmomento en que la muerte es y continuar,al s~lcederse el momento, con la muerteque sigue siendo. Mucho más difícil serásituarse en una tercera posición, la queBorges ha tomado para escribir su cuen­to: la muerte que ya era, laque seríaeternizar el tiempo, entre el inicio y eltérmino, llegar al final de las cosas sinhaber salido del presente que, además, hadejado de serlo: porque Borges no escrt-

lIoso aún, Apollinaire no carecerá de lec­tores. Un poeta no tiene, otra inmorta­lidad.

En Apollinaire, el crítico no se separadel poeta.. El gusto por las artes plás­ticas es en él hijq de un espíritu "ar­diente en la búsqueda de la belleza", dis­puesto a maravillarse de ella, y prodigio­samente sensible a todo lo que trascien­de la vida cotidiana. Apasionado de losbibelots extraños, de ·Ios "fetiches deOceanía y de 'Guinea", de los dibujos deniños, fue uno de los artesanos de lagloria del Douanier Rousseau, en quienencontraba la ingenuidad y el frescor delos viejos Primitivos. Desde 1904, encontacto con Derain, Vlaminck y Matis­se, exalta el tumulto del color en losFauves, y las tres virtudes plásticas, pu­reza, unidad y verdad, que mantienen"bajo sus pies a la naturaleza derriba­da". Su encuentro con Picasso, que hadejado de él una serie de conmovedoresretratos, hace de Apollinaire- el cantorde la poesía de la época azul, y luego,después de un momento de desorienta­ción ante "Las señoritas de Aviñón", elteórico apasionado del cubismo, "no artede imitación sino un arte de concepciónque se empeña en elevarse hasta la crea­ción". Más todavía que las disciplinasa~céticas del cubismo, los ritmos cromá­ticos y las hechicerías de colores purosde Robert Delaunay, tan importantespara el nacimiento del arte abstracto, re­mueven profundamente su sensibilidadde poeta: Apollinaire comprendió el al­cance de ese paso de lo figurativo a lo'inobjetivo y creó para designar esas bús­quedas el término de Orfismo. Las ex­travagancias de la aventura futuristasólo le seducen un momento, pero apoyasin desmayos ia pintura "metafísica" deChirico, en el que veía "el pintor másasombroso de su tiempo" y el descubri­dor de relaciones nuevas entre los obje­tos, los sueños y lo inconsciente.

Sin la valentía y el intdigente ardorde Apollinaire, hubiera faltado algo alos creadores de la pintura moderna, vsus concepciones eStéticas revolucionariashubieran tardado más en imponerse.Apol1inaire supo reanudar la tradición deBaudelaire: los grandes poetas y los ver­daderos pintores andan en busca de unmismo secreto.

(Traduc. de Tomás Segovia)

NOTAS

1 En la jerga literaria francesa, negl-e("negro") es el Que escribe a sueldo paraotro escritor que firma (y cobra) las obra,.

2 Dijimos adiós a toda una época. /... / Comprendimos mi camarada y yo / Queel pequeño auto nos había conducido a unaépoca nueva / y aunque siendo ya los dos hom­bres maduros / acabábamos sin embargo denacer.

3 Un hombre tartamudo con dos surtido­res de llamas en la frente / pasó llevandoa un pueblo ínfimo por el orgullo / de comercada día las codornices y el maná / y dehaber visto el mar abierto como un ojo / Lossacadores de agua barbudos tocarlas de bande­letas / negras y blancas contra los males ysortilegios / regresaban del Éufrates y los ojosde las lechuzas / atraían a veces a los busca­dores de tesoros ...

4 Bajo el puente Mirabeau fluye el Sena /y nuestros amores / ¿tendré que recordarlo? /la alegría venía siempre tras la pena / Vengala noche suene la hDra / los días se van yopermanezco.

5 Yo pasaba a la orilla del Sena / conun libro antiguo bajo el brazo / el río esigual que mi pena / transcurre y no se agota /¿cuándo terminará la semana?

6 ¿Te acuerdas de los suburbios y del re­baño plañidero de los paisajes? / Los ciprese<;

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Borges fusiona lo tradicional y lo au­téntico infinito metafísico, aunque sóloaparentemente; en realidad está sólo en losegundo: "Nos hemos acercado a la me­tafísica, única justificación y finalidad detodos los tema's (el cursivo es nuestro),dice en El idioma de los argentiwos (p.34). "Borges sabe que toda realidad sedisuelve con la presencia del infinito ylo convoca constantemente en sus obras,a veces aludiéndolo en una palabra, otrasdesarrollándolo en complejo argumento",nos dice Ana María Barrenechea (La ex­presión de la irrealidad en la obra de J. L.Borges. El Colegio de México, 1957).

Hemos visto ya el argumento implícitoen el tiempo del verbo que Borges empleapara definir el ser de Otálora y disolversu realidad: "lo daban por muerto, yaestaba muerto" ; además las palabras crea­doras de un ambiente espacio-inespacialabundan en el relato, así como las enume­raciones sucesivas, los dobles adjetivos,los paréntesis que explican o amplían lospensamientos, el desasosiego de lo incon­n:ensurable, los símbolos, los laberintos,etc... elementos todos del estilo de Bor­ges ya estudiados y conocidos. Unicamen­te, como algo de interés, queremos llamarla atención sobre la inclusión en la estruc­tura de "El Muerto", de ese esbozo delo cíclico, que es el episodio del borrachoa quien Otálora impide acuchillar a Ban­deira en el altercado, y a quien éste per­mite gozar de la farra, tal como permitiráa Otálora compartir a la mujer de pelocolorado. Borges, en su derecho, ha olvi­dado conscientemente registrar el castigode aquel hombre por no dejar entrever elfinal de su relato. Todo el cuento estádentro de esta ansiedad fatalista cíclica,porque, al fin y al cabo, Otálora -uni­versalizándolo- es el hombre, en la luchacomún pretenciosa de suplantar al dios;es Otálora el Adán que se repite, la hormi­ga que edifica Babel, con su momento delucidez: cuando se confunde en su labe­ríntico destino de frustración, con la con­secuente condena.

Pero, Borges, al llegar a presentar ma­ravillosamente el problema del destino delOtálora-hombre, no lo resuelve, ni siquie-

. ra le propone alguna posible solución.Sólo le interesa presentar, con lo literariola inexplicable fatalidad del destino co~mún: sardónica filosofía aplicada, ejem­plificada, símbolos por ideas: Otálora pore~ ,hombre, Bandeira por el dios ("tam­bien el hombre que entreteje estos sím­bolos") .1 La cI~ve ideológica de la compreI1sión

Gel destlllO de Otálora podría parecer en­contrarse en el fatalismo pagano del de­venir del suceso. En realidad, BorRes haceuna sutil elaboración de la fisolofía cris­tiana del destino humano. Siempre se oyeen boca del cristiano: "no sucederá sinolo que Dios quiera", "ya hubiera hechoesto, ya aquello, habría sido el resultadosiempre con forme a la voluntad de Dios" .el mismo Cristo dice: "no se mueve I~hoja del árbol si El no la mueve." Si ve­mos con detenimiento el destino de Otá­lora, v~remo~ que no le sucede sino lo queBandelra qUiere, a veces activa. a vecespasivamente. Deja a Otálora hicer, apa­relitemente se nulifica ("taciturno entrelos que gritan, deja que .. ."). A Otálorale parece que en su destino él mismo es elq.ue quiere: en realidad (más bien en apa­nencla) su voluntad es obedecida en lasuplantació:l consumada; en apariencia

. (más bien en realidad) sólo consienten a

sus deseos. "Dios permite que tú, hom­bre cristiano, puesto que eres libre, hagas,tornes y vuelvas a hacer; al final se ajus­tan las cuentas." Borges ahonda en elproblema: ("aquí la historia se complicay ahonda"): ¿ Qué tan libre es el hom­bre?, parece preguntarse. Existen circuns­tancias, tentaciones, inclinaciones, existeel demonio - brazo siniestro de Dios."Tienta .El a los hombres para probarlos,para acnsolarlos." Borges insinúa el con­flicto de la predestinación, el innombrableasunto, bizantino de tan viejo, que la I ale­sia prohibe a sus predicadores en el púlpi­to. "Si Dios tiene prefijada la salvacióno la condenación, ¿para qué preocupar­se?" Borges inicia a la duda: al conseiltir,Bandeira respeta la libre iniciativa de Otá­lora; ¿ lo tienta sólo para acrisolarlo o]

hacer de él un lugarteniente, o lo tientapara que falte y poder, así, condenarlo?Más bien parece que Bandeira le incita ala culpa: le permite entrar en su habita­ción para que lo contemple de cerca, talcual es; le instiga: le muestra a la mujer,esa prolongación fetichista de sus atribu­tos; le presume el caballo y el apero depiel de tigre. Bandeira no es inocente enla culpa de Otálora: además, existe eltraidor ?uár:ez, traidor a Otálora aunque,en apanenCla, traidor a Bandeira; Suá­rez, el demonio, traidor relativo del dioscompleto traidor del hombre. (Se ha es~tudiado suficientemente al traidor en Bor­ges: ver el libro de Marcial Tamayo yAdolfo Ruiz Díaz, Borges, enigma y cla­ve, Bs. As., 1955.)

El dios-Bandeira va más allá de la ten­tación: permite al insubordinado el gocede ~u poderío: el caballo, los aperos, lamUjer que, además, todo 10 sabe (cuandoBandeira toca a su puerta antes del des­enlace "le abre en seguida, como si espe­rara el llamado"). Seguro de sí y de lossuyos, Bandeira demuestra una soberbiamás de Dios que de hombre: no puede':xistir la duda de si la mujer enamorada("'ya que vos y el porteño se quieren tan­to") siguió la misma suerte que Otálora;pero, si el paulatino suplantar al dios, deOtálora, no pudo contagiar a Suárez, tam­poco a la mujer; simplemente actúa ellacon la pasividad de los objetos -criatu­ras del dios, seguras de sí mismas- enmanos del hombre que los usufructúa parasu daño. N o creemos que sea, la mujerde cabellos rojos, Eva, ni serpiente; entodo caso manzana - prohibida pero noinalcanzable. En su primitivismo divino

"ansiedad fatalista cíclica"

_ UNIVERSIDAD DE MEXICO

"la pI'esencia del infinito"

no¡. i~a a matar Ban~eira a la mujer ni alca"a,!o porqUé se dejara montar.

La eternidad y el destino cristianos sonmostrados por Borges con todas sus su­tilezas: la bestia, el demonio la manzanaprohibida, el libre albedrío e~ tensión conla predestinación. Otálora ha creído cs­~~r ma~ejando su propio destino, porque

el u~lverso parece conspirar con él";Bandelra el absoluto, que no el universo.Sólo hasta el final se siente en las garrasde otro ser que le ha permitido construirBabeles en el aire, para luerro burlarsede él. El dios bíblico, terrible

b

y justicie­ro, que contempla a los hombres tratar deHegar al cielo, que les interrumpe la labory les, c<.mfunde para verlos anegarse enlos vertJgos de su propia supuesta sah'a­ci~n, es bondadoso comparado con Ban­de~ra. El d~eño evangtflico del campo, quedeja a la Cizaña crecer con la mies, por­que ya llegará el día de la selección, cuan­do ser.á seJ?arada y arrojada al fuego, seasemeja mas al caudillo.

Otálora, creemos, ha ido más allá queel arcángel negro, pues no quiere, comoéste, "ser como"; quiere Otálora "ser enlugar" de Bandeira. La divinidad de Ban­deira -gauchesco caudillaje, "una toscadivinidad, una versión mulata y cimarro­na del incomparable Sunday de Chester­ton"- se mixtifica, se mitdica para siem­pre al condenar y castigar la servidumbreque no ~ólo ha querido imitar, sino que hadespreCiado al grado de querer subsistirsin destruir ("por una mezcla de rutinay de lástima"). El destino del siervo esvivir en ceguera, para ver, sólo hasta elf!n, cómo el dios aparentemente despre­CIable se sacude las cenizas y remonta elvuelo para oCl;lpar el lugar clue, en reali­dad, no ha perdido. El destino del hom­bre, para Borges, es la decepción, el frus­trado desencanto, la derrota del propioser frente al del dios, el Ctlal viene a sersu suicidio. Bandeira no se toma la mo­lestia de infringir él mismo el castigo:"Suárez casi con desdé:l hace fuego.')

EL DESTINO DE BANDEIRA

Pero no nos contentemos con rebuscaren el problema del destino de Otálora-

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"1111 disculidr,-o en la metajísl:ca"

UNIVERSIDAD bE MEXICO

hombre; en nuestro insidioso papel delector que pretende profundizar y buscarel venem rico, la madeja de la elaboradatrama que el Borges simbólico entt-eteje,indaguemos por la veta del dios. Con Bor­ges hem-os vislumbrado un destino espan­toso del hombre, no tanto por su irreali­dad como por su incorruptibilidad, por suinmanencia ineludible e incontrovertible.N o nos dejemos encerrar en el laberintoin-esoluto e irresoluble del conflicto: des­trucción del ser del hombt-e _por el con­vencimiento de la inconciencia de su yo,por la detención del tiempo destruido, ladeshumanizacian de los personajes, la ina­nidad del cosmos. Segúi1 Borges, el hom­bre no hallará -si no es en el momentode la comprensión última, ya demasiadotarde- la Clave del propio ser simbólico,mucho menos la clave de interpretacióndel conocimiento de su un iverso (Wc/­tansclwuung), por causa de la intrnmisióndel infinito, el elemento corruptor porexcelencia. Llega Borges, por este cami­no, al alucinante convencimiento de la in­comprensión absoluta, desembocando sóloen las pavorosas "calles unánimes que en­gendran el espacio", que dice en sus poe­mas, y en los "corredores de vago rniedoy de sueño". La inconfon11ielad del queno se contenta con la posiblc comprensiónde la duda -la duda misma-- nos llevaa buscat- por nuevos laberintos esta vez,los e1el destino ckl dios en Borges. Jugue­mos a buscar la comprensión al mistet-iomágico de Bancleira.

"Encontrareis -dice en el Epílogo alAleph- la misma historia de Otálora enLa caída y decadencia del imperio rOlnMtO,de Edward Gibbon." Hemos leido estahistoria del traidor traclicional, que Bor­ges cali fica de "mejor contada" que lasuya, pero que él ha sabido t-eíeri r conmás malicia. En esta referencia a la fuen­te ele su tema, no deja de haber un goceen burlarse del lector -o del crítico­despistándolo. Sin embargo, después del'sta lectllt-a, nos he1110S ciado cuen'1:a deque siempre hemos visto al traicionado enfunción de sí mismo, nunca en funcióndel traidor. En nuestro caso, si hemos vis­to al Otálora-hombre en función del Ban­deira-dios, ¿ por qué no ver a éste en fun­ción de aquél? Nuevas dudas nos envuel­ven, descubrimos una "extraña telarañade plata" en el interior de la pirámide quehemos venido construyendo para llegar :11vértice irrealidad del hom,bre; una extra­ña telaraña en ia base de toda la funda­mentación hecha a costa de la supuestarealidad del dios.

N os hemos Cjuedado con la creencia 111{¡­

gica popular elel doble, con la iclea. gnós­lica del universo platónico -inverSIón delorden celeste-, con el hombre espejo,imagen y semejanza del dios. De pronto,

. tocios los .vértigos urdidos se derrumban,porque, en Borges, también la realidaddel dios es suposición aparen te; la eter­nidad clel clios flaquea, porc¡u-: el espejo.que aparentemente sólo la duplica, estáempar:aclo ("hay un espejo Cjue tiene laluna empaí}ada"); ahora. ;]1 comprcnclerque el paño lo tiene ya la imagen quc ~e

refleja, la "tosca divinidacl" aparece endecadencia, en peligro de terminar. 13or­ges se dice: el dios necesita del hombre,lo crea para no sentirse tan solo, Jo c¡merepara sí. Y destruye, con esta' versión deldios-Bancleira, a sus demás dioses locos omalévolos, ávidos de castigo, de vengan-

za, Porque 130rges presenta, ahora, undios que, inexplicablemente, está a puntode no serlo.

Hojeando el libro de Sir James George17razer, La rama dorada, ]¡.fagia y reli­gión. (F. C. E., 1956, pp. 330 Y ss.), seencuentra uno con un par de-páginas queiluminan al Bandeira "osCln-o y remoto"que BOt-ges ha presentado, Habla 17t-azcrde Babilonia, en época histórica, del fes­tival de Zagmuk, durante el cual debía elrey renovar sus podere por medio de unaceremonia anual. Podría ser -dice- quelos reyes perdieran no sólo la corona sinotambién la vida, al cabo cle su reinado.Según el historiador Beroso, se cekbrabala fiesta de la Sacaea, que duraba cincodías, dl\1"ante los cuales re/es Y súbditoscambiaban de papeles (lotería) dando Ól-­denes éstos y sirviendo aquéllos. Hablatambién el historiador de un prisioneroque -condenado a muerte- era puestoen el tt-ono real y se le permitía aun yacercon las concubinas del rey; pero, al ten11i­nar el corto lapso de las fiestas, era des­pojado de los atributos del poder y ajus­ticiado. Concluye 17razer que esta ceremo­nia "podría quizá explicarse como una'burla hon-enda a expensas de un: desgra­ciado criminal".

No perdamos de vista el paralelo connuestros símbolos Otálora y Bandeira.Conocemos la realidad íntima del caueli­110 "que yace boca arriba, sueña y se que-

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ja", del Bancleira a quien "una vehemen­cia de sol último lo define".

Otálora "nota las canas, la fatiga, laflojedad, las grietas de los años". N os en­contramos frente a una rudimentaria Go­lerdiimerung. A Otálora "lo subleva quelos esté mandando ese viejo" ; llega a atre­verse a pensar que "un golpe bastaríapara dar cuenta de él", El gauchesco Ban­deira parece ser el rey babilónico al cabode su reinaclo. Borges lleva a Otálora aconvertirse en reo de ambición irreveren­te y de traición. Hay un rey caduco y unprisionero apto para ser coronado "rey eleburlas". El rey trueca ,.;u poderío con elreo al permitir, sufrir y quet'er la suplan­tación. Este primer paso nos abre ya unmundo de sugerencias importantísimaspara una mejor comprensión del destinode Bandejra.

Volvamos a Frazer y demos con él unsegundo paso: "Considerando la celosareclusión del harén ... el permiso de in­vadirlo nunca hubiera sido concedido porel dé'spota y menos aún a un criminal con­victo, excepto por una gravisima razón,la de que el condenado iba a morir en lu­gar del rey, y para hacer pedecta la sus­titución era necesario que gozase de to­dos los derechos de la realeza durante subreve reinado. La regla Cjue ordena moriral rey, ya a la aparición de cualquier sin­toma de decadencia. , . es ciet-tamente unaley que los reyes tratarian de abolir o mo-

Page 4: Un E! Aleph . Por Huberto BATIS · UNIVERSIDAD DE MEXICO 13 Por Huberto BATIS Un cuento de Jorge Luis'Borges, publicado en E! Aleph . EL DESTINO DE OTÁLORA E R T o ... el equilibrio

ASPECTO16

di f icar ... No debemos olvidar.:. que elreyes occiso en su carácter de dl?~ o se­midios, y su muerte y :esurrecclOn sonlos únicos medios disponIbles para perpe­tuar la vida divina incólume que se creenecesaria para la salvación de su puebloy del mundo".

. N o necesitaba el Bandeira decadente¿ I ..

una resurrección para. volver él a( qutr1r,a sus ojos y ante los demás, la soberaníade su caudillaje? ¿N o muere aparente­mente al permitir a Otálora la suplanta­ción y el uso de los derechos del mand?,pél ra .luego resucitar perpet~lando ~u caJ¡­dad de dios? ¿No es el ellOs OCCISO quenecesita disponer del hombre que ha demorir en su lugar para perpetuar su vidaincólume? ¿ Cuál destino es ahora másbárbaro, el del hombre-Otálora o el deldios-Bandeira? ¿Quién es más dios o máshombre de los dos, o ni dioses ni hom­bres? ¿ Quién es más necesario o más su­plantado de los dos? Otálora cree no nece­sitar de Bandeira, ese es su error; peroOtálora siempre es Otálora para sí mis­mo; en cambio, para Bandeira, Otáloratiene que ser Bandeira para que Bandeirapueda volver a ser Bandeira. Y, al ser elhombre tal hombre, ¿ qué tan dios es taldios?

El laberinto se cierra de nuevo, llega­mos a su centro y descubrimos que notiene salida -salida o entrada, que paralaberintos es 10 mismo. N o es sólo el des­tino del hombre sujeto a un hacedor comola mayoría ha interpretado el relato deBorges; es también el destino del dios su­jeto al del hombre; no es sólo la presen­tación de 10 irremediable, de la fatalidad,es además la duda, la incertidumbre, laangustia, la niebla de la negación hechade magia y poderes ocultos; porque paraBorges el destino de! hombre aparece enfunción del destino del dios, y la irrea­lidad del Otálora-hombre se contraponea otra irrealidad, más tenebrosa aún, másangustiante, la irrealidad del Bandeira­dios.

Y, por aquí, ni Borges ni nadie pode­mos ir a ninguna parte, nos lo dice elAleph, que 10 encierra todo sin encerrarnada, 10 sabe todo sin nada saber, 10 mues­tra todo sin mostrar nada: nihilismo ab­soluto.

Borges sabe presentarnos su proble­mática intelectual de filiación universal,con el ropaje particular del paisaje de lapampa y el lenguaje genuinamente popu­lar y culto, de mérito paradójico, siguien­do la tradición de los escritores de logauchesco. En "El Muerto" podrían en­contrarse perfectamente dilucidadas las ca­racterísticas del gaucho: el fatalismo, lasocarronería, el coraje; pero el individua­lismo de los personajes no excluye, sinembargo, al ser universal. N o se quedaBorges en el cosmo-ambiente local, a pe­sar de sus insinuaciones al paisaje; no se"agaucha" por el uso buscado de america­nismos. Borges es, Cl-eemos, un escritoruniversal, aunque diga que "otros escri­ben mejor que yo, que a casi todos lesasiste una espontánea, negligente facilidadque me está vedada y que no lograré nipor la meditación, ni por el trabajo, nipor la indiferencia, ni por el magníficoazar". Además de sus cualidades en cuan­to al modo de decir (Amado Alonso lealababa por esto" recordemos siempreque Borges es magnífico por su modo deinquirir constantemente procedimientosexpresivos, discursivos, recreadores de lamagia metafísica universal.

UNANTAGONISMO

DE

UNAMUNOy ORTEGAPor Rugo RODRIGUEZ ALCALA

eOi\IO ES nIEN SABIDO, durant~ 111l~chos

años Unamuno y Ortega eJercIeronsu apostolado intelectual reñidos e.n

úspero antagonismo. A todo lecto~ famI­liarizado con la cultura de la Espana con­temporánea le son conocidas las razones

Ortega y Gasset

de índole temperal1lental e ideológica quesuscital'On el desacuerdo y enemistad en­tre las dos figuras máximas de esa cul­tUI-a. Por consiguiente, resulta innecesariopuntualizar aquí el OI-igen y desarrollo dela discordia, tanto más cuanto que el temaya ha sido tratado más de una vez. 1

Me limitaré, pues, a estudiar aquí unsólo aspecto de la diferencia que los apar­tó dur«nte los lustros en que estos dosgrandes hombres, el uno en Salamanca yel otro en Madrid, desempeñaron su glo­rioso magisterio y forjaron su renombreuniversal.

A unque el aspecto del disentimientoque voy a exponer es sólo uno de los mu­chos que integran la trama de la sonadaquerella, no deja por eso de ser significa­tivo: Se refiere al contraste de la posturaque ambos maestros asumen ante la sin­cCI-idad. Y digo que es significativo por­que si el análisis pormenorizara todas susimplicaciones, habría material no sólo paraun denso artículo sino para todo un libro.Me atendré, por tanto, a un propósito másmodesto de mera exposición y parco co­mentario.

UNIVERSIDAD DE MEXICO

DELPero antes de entrar en materia e in­

dicar por qué Unamuno vio en la since­ridad además de una virtud efectiva algoasí como un procedimiento o método deredención individual y colectiva, y por quéOrtega la consideró un síntoma de laxitudy decadencia espiritual, convendrá prime­ramente hablar de Ortega en relación conotro ilústre escritor español, campeón dela sinceridad como profilaxia moral. Esteescritor espaDol, tercero en discordia, 110

es otro que Pío Baroja, de origen vasco,es tanto o más sincero que Unamuno, y,sin embargo, a despecho de 'su sinceridad,muy amigo del castellano Ortega.

Y quiero hablar primero de Ortega yde Baroja porque el sincero Baraja me­reció de la amistad de Orteg-a el elogiode su sinceridad en páginas de maravillo­sa lucidez crítica, al paso que el sinceroUnamuno inspiró a Ortega en más de unaocasión, precisamente lo más contrario delelogio: los apóstrofes acaso más violentosque el pensador madrileño haya jamásfulminado contra un escritor español oL'xtran jera.

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He dicho que la sinceridad de Barajamereció el elogio de Ortega, y como esteaserto puede inducir a que se supongaque entre Baroja y Ortega debió existiralguna recóndita afinidad ideológica otemperamental, no estará de más estable­cer una rápida comparación de sus respec­tivas posturas ante e! mundo y la vida.y lo primero que hay que advertir al es­tablecer esta comparación es que Ortegay Baroja son dos polos intelectuales yemocionales diametralmente o p u e s tos.Para Ortega el mundo es, según su pro­pia expresión, "una maravilla". Para Or­tega la vida tiene "sentido" ; para Ortegavivir es una continua fruición intelectualy estética; vivir es ejercer un gozoso es­fuerzo de comprensión y de amor ende­rezado a los seres y a las cosas. "No, nome basta con tener la materialidad de unacosa" -ha escrito Ortega en el primerode sus libros famosos-:

"necesito además tener el 'sentido' quetiene, es decir, la sombra mística que so­bre ella vierte el resto del universo. Pero,¿ no es esto lo que hace el amor? Decirde un objeto que lo amamos y decir quepara nosotros es el centro del universo,lugar donde se anudan los hilos todos,cuya trama es nuestra vida, ¿ no son ex­presiones equivalentes?" 2

M undo y vida ofrecen a Ortega un de­leitable espectáculo que espejea en la pu­lida elegancia de su prosa. A una damacon que el meditador dialoga en el cam­po de golf de Madrid, éste le confiesa queél ha elegido ser mártir, esto es, testigode la vida, solamente espectador de la vi­da, como si a éllc fuera ajeno el vivir conintensidad y plenitud. Pero esto es másun indirecto cumplido o galantería parauna aristócrata deportista que la expre­sión de una venIal total, pues la biografíade Ortega constituye un prolongado y vi­goroso ímpetu en que reflexividad y ac­tividad se manifiestan parejamente inten­sas; porque la suya fue una carreraejemplar y luminosa a lo largo de la cualdejó una amplia estela de triunfos y de