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16 En Comunión con todas las comunidades de todos los empos nos apren- demos el Credo niceno constannopolitano. " Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros lo hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén. 1 Señor, tu eres nuestro Dios y nosotros somos tu pueblo CUADERNILLO SINODAL 6 Una Iglesia Comunidad de comunidades en Comunión “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos, el que permanece en mi y yo en él, ese da mucho fruto; porque separados de mi no pueden hacer nada Jn. 15,5

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Page 1: Una Iglesia Comunidad de comunidades en Comunión 6.pdf · 16 En Comunión con todas las comunidades de todos los tiempos nos apren-demos el Credo niceno constantinopolitano. Creo

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En Comunión con todas las comunidades de todos los tiempos nos apren-demos el Credo niceno constantinopolitano.

"Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.

Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros lo hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.

Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.

1

Señor,

tu eres nuestro Dios

y nosotros somos tu pueblo

CUADERNILLO SINODAL 6

Una Iglesia

Comunidad de comunidades

en Comunión

“Yo soy la vid, ustedes los sarmientos,

el que permanece en mi y yo en él,

ese da mucho fruto; porque separados de mi no pueden hacer nada

Jn. 15,5

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PRESENTACIÓN

La vocación al discipulado misionero es con-vocación a la comu-

nión en su Iglesia. No hay discipulado sin comunión. Ante la tenta-

ción, muy presente en la cultura actual, de ser cristianos sin Iglesia

y las nuevas búsquedas espirituales individualistas, afirmamos que la fe en Jesucristo nos llegó a través de la comunidad eclesial y ella

“nos da una familia, la familia universal de Dios en la Iglesia Cató-

lica. La fe nos libera del aislamiento del yo, porque nos lleva a la

comunión” Esto significa que una dimensión constitutiva del acon-

tecimiento cristiano es la pertenencia a una comunidad concreta, en

la que podamos vivir una experiencia permanente de discipulado y

de comunión con los sucesores de los Apóstoles y con el Papa.

DA 156

Experimentamos esas tentaciones de la cultura actual y, también, la necesi-

dad de cercanía, de conocer y ser reconocidos, acogidos y valorados. Lo

necesitamos, sobre todo, cuando nos sentimos perdidos en ciudades gran-

des, en barrios a los que hemos llegado nuevos en los que, a veces, la pena

y, sobre todo, el miedo nos encierran en la casa. La fe nos lleva a la comu-

nión. Y el Espíritu del Señor nos conduce suscitando comunidad como en

Jerusalén en el comienzo y como a lo largo de la vida de la Iglesia.

El Espíritu, que suscita diversidad de tareas y funciones, es el que garantiza

la unidad en el servicio a la construcción de la Iglesia. El Espíritu, que

transforma nuestros corazones y nos hace capaces de amar, es el que hace

brotar diversidad de formas de vida, de comunidades, de movimientos y de caminos en la Iglesia de hoy. Es, también, el que nos invita a discernir có-

mo es, según su proyecto, la pertenencia a una comunidad concreta y có-

mo esa pertenencia nos conduce a la comunión de comunidades “en medio

de las casas” donde Dios convoca a su Pueblo.

Los discípulos de Jesús están llamados a vivir en comunión con el

Padre (1 Jn 1, 3) y con su Hijo muerto y resucitado, en “la comu-

nión en el Espíritu Santo” (2 Co 13, 13). El misterio de la Trinidad

es la fuente, el modelo y la meta del misterio de la Iglesia: “Un

pueblo reunido por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu

Santo”, llamada en Cristo “como un sacramento, o signo e instru-

mento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género

humano”. La comunión de los fieles y de las Iglesias Particulares

en el Pueblo de Dios se sustenta en la comunión con la Trinidad.

DA 155

Iniciamos nuestra tarea con ilusión diciendo juntos:

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

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4. ORACIÓN

Recitamos juntos el salmo 133

¡Qué bueno y agradable

es que los hermanos vivan unidos!

Es como el óleo perfumado sobre la cabeza,

que desciende por la barba

–la barba de Aarón– hasta el borde de sus vestiduras. 3 Es como el rocío del Hermón

que cae sobre las montañas de Sión.

Allí el Señor da su bendición,

la vida para siempre.

No hemos visitado las montañas de Palestina ni conocemos el gran monte

Hermón. Sí miramos y admiramos el Merendón y nos alegra cuando des-

cienden por sus laderas torrentes vivos hacia el valle. Sí experimentamos el

gozo de los días de lluvia tranquila que esponja la tierra y refresca nuestros

calores.

No hemos participado en la consagración de ningún sacerdote aaronita en

el antiguo Templo de Jerusalén pero sí hemos sentido el perfume que en el

bautismo o en la confirmación nos consagra como sacerdotes, profetas y

reyes.

También experimentamos la bendición de Dios en el cariño compartido en

la comunidad y en nuestras casas. Hacemos silencio y recordamos actitu-

des, gestos y experiencias de comunión que nos han esponjado y dado vida.

Damos gracias en nuestro interior. Si alguno lo desea invita a todos a dar

gracias.

Demos gracias por…

También tenemos experiencia de rupturas y divisiones. En silencio, cada

uno, pide perdón. Si alguno lo desea invita a todos a pedir perdón:

Pidamos perdón por …

Y recitamos juntos:

Padre, venga tu Reino, perdona nuestras ofensas como también

nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

Nos damos la paz y cantamos .

Canto: Comunión es unión es unión con Dios. O Juntos como hermanos.

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3. EN CAMINO

(Actuar: Nuestras Propuestas)

Desde nuestra experiencia y lo que hemos reflexionado:

¿Qué nos parece que hay que mantener y reforzar en parro-

quias, instituciones, movimientos…

¿Qué corregir para mejorar una vida en comunidad y cómo

hacerlo?

¿Qué actitudes tienen que cuidar el obispo, los presbíteros, de-

legados, religiosos y todos los agentes de pastoral para hacer

crecer la comunión?

¿Es importante que existan consejos pastorales parroquiales y

los cauces de participación que ya existen? ¿Proponemos al-

guno más? ¿Conviene insistir en alguno especialmente?

¿Cómo animar y mejorar la comunión en las actividades y ce-

lebraciones ordinarias de toda la parroquia para que nadie se

sienta excluido?

Como siempre, pueden agregar otras que consideren perti-

nentes y no aparezcan en las sugerencias anteriores.

Nota:

Recordar de enviar lo antes posible las propuestas a la parroquia O a la respectiva comisión de síntesis de sus movimientos, cami nos o asociaciones.

3

1. ENCRUCIJADA (Mirar la realidad)

Existen muchas maneras de servir en la Iglesia, mu-

chos carismas y, también, existen dificultades de lide-

razgo, tensiones entre grupos, celos, olvido de la espi-ritualidad de comunión y de sus actitudes. Siempre ha

pasado y hasta que el Señor envíe sus ángeles seremos

trigo y cizaña, Mt 13,24-30, y seguiremos necesitados

de discernir y de orar para que el Señor nos muestre su

camino en medio de las encrucijadas.

1. En la Colonia Villa de Robledales está la iglesia de

San Martín de Porres, viven unos 20,000 habitantes, hay varias co-

munidades eclesiales, grupos y movimientos de la Iglesia. Sin em-

bargo, uno de los grupos no quiere unirse en el trabajo parroquial,

dicen que solo ellos hacen las cosas bien. Incluso con el P. Máximo

han entrado en discusiones no agradables, lo cual ha llevado a la comunidad a ver esto con mal gusto. Y algunos se han retirado por

este mal testimonio.

2. Argentina ha tenido un niño y lo quiere bautizar. Ella no va mucho a la

Eucaristía ni está casada. En su aldea sí iba a la celebración de la

Palabra e hizo la primera comunión pero, desde que vino a San

Pedro, dejó de celebrar el domingo. Además la relación con el papá

de su hijo, que ahora la ha abandonado, fue una experiencia muy

difícil y sigue viviendo el dolor y sintiéndose culpable. Cuando ha

ido a preguntar por el bautismo de su hijo la han invitado a partici-

par en una comunidad que se reúne cerca de su casa. Le daba pena ir pero ahora está bien contenta. La han acogido muy bien, se siente

querida y se da cuenta de cómo Dios la quiere. Ahora mira a su hijo

con más cariño todavía y prepara el bautismo renovando el suyo..

3. La aldea de Tres Pinos tiene el proyecto de construir su templo. Celebran

la eucaristía en una champita. La parroquia consta de siete comuni-

dades, pero Tres Pinos se siente una comunidad sola, porque a las

demás no les importa su situación ya que cada una hace actividades

solo para ellos. Aún sabiendo que pueden ayudar a esta comunidad

para que construyan rápido su templo no lo hacen porque se han

acostumbrado a trabajar solo para sí mismos.

¿Cómo es posible que suceda esto? Se pregunta doña Asunción.

4.-Óscar y su esposa están desconcertados en su parroquia. Participan habi-

tualmente en la celebración de la Eucaristía, que está bien cuidada, y

ahí se encuentran con bastante gente pero se sienten algo al margen.

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Tienen la sensación de que hay una “argolla” que cada día controla

más y a la que parece preocupar solo el hacer eventos y vender los

boletos para que vaya mucha gente.

5.- En la comunidad parroquial están contentos porque van caminando y

avanzando en su vida cristiana. El grupo de catequesis realiza su

tarea con alegría y se va formando. Hay una preocupación grande

por ayudar a los que necesitaban medicinas o comida y sobre todo

de la educación de los pequeños. Llegaron a la comunidad personas

de un movimiento y ayudaron en algunas tareas e invitaron también

a actividades de su movimiento a los que ya estaban comprometidos

y trabajando en la comunidad. Ahora continuamente quieren que

vayan a eventos del movimiento y se resiente la vida y la tarea de la

comunidad en la colonia.

6. Mario y Lucía hace tiempo que no se les miraba por la comunidad. Les

echábamos de menos y fuimos a su casa, porque pensamos que qui-

zás se habían enfermado. Cuando llegamos sentimos que no éramos

muy bien acogidos. Nos dijeron que iban a una sala evangélica que

la tienen a una cuadra de la casa. Eso de caminar hasta la iglesia era

pesado, muy largo. Todos creemos en el mismo Dios.

7.- La Comunidad Eclesial de nuestra colonia es pequeña. Se han visitado

los hogares, los católicos y de una manera especial los de las perso-

nas alejadas de la vida de la Parroquia. Se les ha invitado a formar

parte de la vida de la pequeña comunidad. Nos dicen que con ir a la

misa o a la celebración de la Palabra es suficiente, que no hay tiem-po para andar de reuniones.

8.- Supongamos que cuando están reunidos, entra un hombre con un

anillo de oro y vestido elegantemente, y al mismo tiempo, entra otro pobremente vestido. Si ustedes se fijan en el que está muy bien

vestido y le dicen: «Siéntate aquí, en el lugar de honor», y al pobre

le dicen: «Quédate allí, de pie», o bien: «Siéntate a mis pies», ¿no

están haciendo acaso distinciones entre ustedes y actuando como jueces malintencionados?

¿De qué sirve si uno de ustedes, al ver a un hermano o una herma-

na desnudos o sin el alimento necesario, 16 les dice: «Vayan en paz,

caliéntense y coman», y no les da lo que necesitan para su cuerpo? 17 Lo mismo pasa con la fe: si no va acompañada de las obras, está

completamente muerta. St 6,2

13

12- Un Reino a cuyo servicio está la Iglesia:

Por esto la Iglesia, enriquecida con los dones de su Fundador y

observando fielmente sus preceptos de caridad, humildad y abnega-

ción, recibe la misión de anunciar el reino de Cristo y de Dios e

instaurarlo en todos los pueblos, y constituye en la tierra el germen

y el principio de ese reino. Y, mientras ella paulatinamente va cre-

ciendo, anhela simultáneamente el reino consumado y con todas sus

fuerzas espera y ansia unirse con su Rey en la gloria. LG 5

Anhelamos como Iglesia el reino consumado. La iglesia no es el Reino y,

mucho menos, lo es este tipo de comunidad, esta congregación, instituto, diócesis, parroquia, movimiento…No somos el Reino de Dios. Solo el

Reino es lo absoluto todo lo demás es relativo, es decir, tiene sentido y

valor en tanto en cuanto hace presente los signos del Reino. Discernir es

preguntarnos: “Aquí y ahora ¿cuáles son esos signos del Reino?” Nos

hacemos esa pregunta porque somos ya Pueblo de Dios, nos la hacemos,

por la gracia de Dios, desde las actitudes que generan comunión y partici-

pando en las estructuras de misión y comunión. Lo hacemos experimen-

tando en la comunidad la presencia del Señor Resucitado y aprendiendo a

esperar alegres y a decir mientras caminamos: ¡Ven, Señor Jesús!

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Dada la diversidad de personas que formamos la Iglesia en sus di-

versos círculos de comunión y la variedad de servicios y tareas que

realizamos, las mutuas relaciones van tejiendo una tupida red de

conexiones múltiples que nos enriquece, fortalece y nos comprome-

te. Por eso, estamos llamados a “en-redarnos”, a hacer red, a esta-blecer múltiples conexiones de relación y de implicación con los

demás. No podemos quedarnos como espectadores que observan y

juzgan y, lo que es peor, condenan.

Esta es la razón que explica el interés que tenemos y el esfuerzo que hacemos por las “pequeñas comunidades” o “comunidades eclesia-

les de base”, esas comunidades en las que pueden establecerse unas

relaciones cercanas, afectivas, interpersonales, a la vez que se sa-

ben abiertas a la comunidad más amplia de la parroquia y diócesis.

Monseñor Ángel Garachana

Los Obispos, como pastores y guías espirituales de las comunidades

a nosotros encomendadas, estamos llamados a “hacer de la Iglesia

una casa y escuela de comunión. Como animadores de la comunión,

tenemos la misión de acoger, discernir y animar carismas, ministe-

rios y servicios en la Iglesia. DA 188.

11- Señales evidentes de la presencia del Reino

Así comienza el numeral 383 del Documento de Aparecida:

Señales evidentes de la presencia del Reino son: la vivencia perso-nal y comunitaria de las bienaventuranzas, la evangelización de los

pobres, el conocimiento y cumplimiento de la voluntad del Padre, el

martirio por la fe, el acceso de todos a los bienes de la creación, el

perdón mutuo, sincero y fraterno, aceptando y respetando la rique-

za de la pluralidad, y la lucha para no sucumbir a la tentación y no

ser esclavos del mal.

Estos signos de la semilla del Reino se han hecho presentes de muy diver-

sas formas a lo largo de la historia de la Iglesia. Esa semilla ha crecido

junto al mal, al pecado, las contradicciones, los límites que son propios del

corazón del hombre pero ha ido produciendo diversidad de frutos en la espera de la plenitud del Reino.

5

Dialoguemos 1. ¿Cómo está la comunión y la vida comunitaria en nuestra parroquia

y comunidad?

2. ¿Qué dificultades encontramos en la vida de nuestras comunidades?

3. En nuestra comunidad o parroquia: ¿hay unidad y comunión entre

pastorales y movimientos, sacerdotes y religiosos y religiosas?

4. ¿Experimentamos dificultades o rechazo para trabajar con algunos

grupos, movimientos o personas? ¿Cuál es la posible causa en no-sotros y en los otros?

2. BRÚJULA Y MAPA (Juzgar: Conocer la enseñanza de la

Iglesia)

1- La multitud de los fieles tenía un solo corazón y

una sola alma.

Los Hechos de los Apóstoles nos presentan por tres veces una especie de “resúmenes” de la vida en la comunidad primera de Jerusalén. Vamos a

leer esos tres textos que encontramos en:

Hch 2, 42-47; Hch 4, 32-37; Hch 5, 12-16.

Los hemos llamado “resúmenes” porque son muy cortos y no son una cró-

nica completa de lo que pasa en la comunidad primera. El mismo libro de

los Hechos nos recuerda que hay problemas que vienen de fuera y tensio-

nes que están dentro de la comunidad. Lo que estos textos proclaman es la

Buena Noticia de que el Espíritu del Señor Resucitado actúa en la comuni-

dad y hace realidad la promesa de una Alianza Nueva.

Hoy, el mismo Espíritu sigue actuando y renovando la vida de todo el Pue-blo de Dios. A lo largo de toda la historia de la Iglesia, estos resúmenes del

libro de los Hechos han suscitado conversión, renovación, compromiso,

fidelidad, nuevas estructuras y amor solidario y entregado. Hoy también,

en nuestro camino sinodal, leemos, meditamos, oramos y contemplamos

guiados por estos textos. Y el último Sínodo Universal de la Iglesia, el

Concilio Vaticano II, acogiendo con devoción la Palabra de Dios iluminó

desde ellos el camino de la Iglesia en estos 50 últimos años.

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2- Las dimensiones de la comunidad.

La lectura de estos resúmenes es útil, también, para estructurar una refle-

xión sobre las dimensiones de la comunidad cristiana y para discernir la

presencia del Espíritu en ella. Los planes pastorales de las diócesis, los

proyectos de renovación de la parroquia, las estructuras de participación,

han de integrar cuatro dimensiones que aparecen en todo el Nuevo Testa-

mento y que están resumidas en estos textos:

a) El Espíritu suscita la proclamación y la escucha de la Palabra. La

comunidad es convocada y reunida por el testimonio de los apóstoles,

por la proclamación de que en Jesús se ha cumplido la promesa de Dios.

Sin escucha de la Palabra no hay comunidad cristiana.

b) El Espíritu hace exclamar con libertad: Abba, Padre. La oración en

común, alegre y confiada, alcanza su plenitud cuando la comunidad

“parte el pan”, haciendo memoria y uniéndose a Jesús en su entrega al

proyecto del Padre.

Si un grupo, aun escuchando la Palabra, no acoge el don de Dios ni

se inicia en el camino de su gracia no es una comunidad cristiana.

c) El Espíritu suscita un amor afectivo que une corazones y espíritus y

un amor efectivo, comprometido y generoso que realiza la promesa y el

mandato de Dios: “no habrá necesitados entre ustedes”, Dt 15,4.

Si en un grupo se escucha la palabra y se parte el pan pero en ella

unos pasan hambre mientras otros se embriagan, 1 Cor 11, 17-22,

allí no hay comunidad cristiana.

d) El Espíritu hace que la comunidad genere vida, suscite esperanza,

trasmita sanación, haga signos de lo que Dios prepara para todos los

pueblos.

Pero si el grupo que se considera cristiano no se conmueven en sus

entrañas ante el dolor del pueblo, ni se ocupa de anticipar el ban-

quete del Reino con su servicio a todos, ahí no está el Espíritu del

Señor.

Hemos leído los resúmenes del Libro de los Hechos no para decir: ¡qué

buenos eran aquellos! Sino para reconocer qué grande es la fuerza del Espí-

ritu que hoy sigue actuando en nosotros y para reconocer que el mismo

Espíritu suscita los mismos signos.

Nos detenemos y dialogamos brevemente

1. ¿Qué sentimientos se producen en nosotros al escuchar esta refle-

xión sobre las primeras comunidades cristianas?

2. ¿Vivimos todas estas dimensiones hoy en la parroquia y en nuestras

pequeñas comunidades o solamente alguna de ellas?

11

9- Juntamente con grupos, asociaciones, movimien-

tos.

Aparecida hace insistente llamada a la comunión no solo entre las personas

sino también entre las comunidades en su diversidad.

Como respuesta a las exigencias de la evangelización, junto con las comunidades eclesiales de base, hay otras válidas formas de peque-

ñas comunidades, e incluso redes de comunidades, de movimientos,

grupos de vida, de oración y de reflexión de la Palabra de Dios...

DA 180

Todas las comunidades y grupos eclesiales necesitamos discernir. En el

texto último se nos recuerda dos grandes criterios de los que encontrába-

mos en el Libro de los Hechos: Palabra y Eucaristía. Al igual que en las

CEBs , ninguna comunidad, grupo, asociación, movimiento, camino, puede

olvidar los otras dimensiones de la comunidad: comunión y servicio. Lo

recordamos, también, para nuestras propuestas.

10- Discernir como animadores de la comunión

Mientras más se multiplique la riqueza de los carismas, más están

llamados los obispos a ejercer el discernimiento pastoral para favo-

recer la necesaria integración de los movimientos en la vida dioce-

sana, apreciando la riqueza de su experiencia comunitaria, formati-

va y misionera. Conviene prestar especial acogida y valorización a

aquellos movimientos eclesiales que han pasado ya por el reconoci-

miento y discernimiento de la Santa Sede, considerados como dones

y bienes para la Iglesia universal.

Nuestro Obispo Ángel nos invita insistentemente a vivir la comunión efec-

tiva y afectiva en comunidades cercanas, cálidas, acogedoras y comprome-

tidas. Por eso, orienta nuestro discernimiento y nos invita a discernir con él; ha acogido múltiples experiencias de vida religiosa y de grupos laicales;

ha considerado que otros no respondían a la comunión y misión de la vida

diocesana en este momento. Realiza esa tarea no porque es el que manda

sino porque ha de servir, junto con su presbiterio, a la comunión. Leemos

unas palabras suyas en un artículo en el que reflexiona sobre el sentido de

pertenencia a la Iglesia:

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10

8- Comunidades Eclesiales escuela de formación y

misión por su método.

En las Comunidades Eclesiales el método de reflexión es también impor-

tante y crea comunión. Es un proceso constante de ver, juzgar, actuar y

celebrar. Estos cuatro pasos iniciales tienen, además, dos tareas: la primera

en relación a todo el pueblo: divulgar y testimoniar lo visto y reconocido como proyecto de Dios y la segunda en relación a la propia comunidad:

formación constante.

Los pasos del método crean un estilo de vida comunitaria:

1) VER es estar atentos a la vida, a las pequeñas y grandes realidades

que afectan a cada uno, al barrio, a la aldea, a la colonia. Es mirar

con cariño y con calma , no superficialmente

2) JUZGAR es profundizar e iluminar con la Palabra de Dios lo que

se ha visto para, como profetas, valorar sus causas y sus consecuen-

cias y buscar lo que Dios quiere en esa situación.

3) ACTUAR es decidirse por acciones concretas, personales y comu-

nitarias. Es elaborar un proyecto con objetivos, estrategias y accio-

nes que se evalúan

4) CELEBRAR comprende dos momentos: el de la fiesta comunitaria

y el de la celebración de la fe.

7

3- La vida en comunidad es esencial a la vocación

cristiana.

Como hemos recordado, los textos del libro de los Hechos son

“resúmenes” que nos invitan a la lectura de todo el libro para descubrir

cómo el Espíritu congrega a su Pueblo hasta el confín de la tierra. Una

escucha atenta de la Palabra de Dios nos muestra lo que Aparecida recuer-da:

La vida en comunidad es esencial a la vocación cristiana. El disci-

pulado y la misión siempre suponen la pertenencia a una comuni-

dad. Dios no quiso salvarnos aisladamente, sino formando un Pue-

blo. Este es un aspecto que distingue la vivencia de la vocación

cristiana de un simple sentimiento religioso individual. Por eso, la

experiencia de fe siempre se vive en una Iglesia Particular. DA 164

Tarea del Sínodo es avanzar en la escucha y acogida de la llamada de Dios.

Tarea nuestra ahora es discernir y proponer cauces para que hoy vivamos

en nuestra Iglesia particular, en nuestra Diócesis, lo que es esencial a la vida en Cristo.

4- La Diócesis, presidida por el Obispo, es el primer

ámbito de la comunión y la misión.

Así nos lo recuerda igualmente el documento de Aparecida:

La Diócesis debe impulsar y conducir una acción pastoral orgánica

renovada y vigorosa, de manera que la variedad de carismas, mi-nisterios, servicios y organizaciones se orienten en un mismo pro-

yecto misionero para comunicar vida en el propio territorio…

DA 169

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5- La parroquia, comunidad de comunidades

Recogemos solamente algunas frases de los números 170 al 177 en los que

el Documento de Aparecida orienta la tarea de renovación de las parro-

quias:

Entre las comunidades eclesiales, en las que viven y se forman los

Discípulos misioneros de Jesucristo, sobresalen las parroquias.

Ellas son… lugar privilegiado en el que la mayoría de los fieles

tienen una experiencia concreta de Cristo y de la comunión eclesial.

Están llamadas a ser casas y escuelas de comunión…

La renovación de las parroquias, al inicio del tercer milenio, exige

reformular sus estructuras, para que sea una red de comunidades y

grupos, capaces de articularse logrando que sus miembros se sien-

tan y sean realmente discípulos y misioneros de Jesucristo en comu-

nión.

Cada parroquia debe llegar a concretar en signos solidarios su

compromiso social en los diversos medios en que ella se mueve, con

toda “la imaginación de la caridad “No puede ser ajena a los gran-des sufrimientos que vive la mayoría de nuestra gente y que, con

mucha frecuencia, son pobrezas escondidas.

6.- Al crecer el número de los discípulos… Hch 6, 1 Recordemos con el libro de los Hechos cómo los Apóstoles responden jun-

to con la comunidad al reto del crecimiento de los que se incorporan a la

fe. Vemos así cómo la vivencia de lo que es esencial a la vida cristiana, la

comunión, exige respuestas siempre nuevas.

La llamada del Concilio a renovar la comunión y la misión de la Iglesia ha

generado múltiples iniciativas. En nuestro Continente la realidad de parro-

quias muy extensas y numerosas junto a la experiencia de marginación,

exclusión y radical pobreza de la multitud que busca a Jesús suscitó el bro-

tar de pequeñas comunidades que, en su mayor parte, conocemos como

Comunidades Eclesiales de Base. En Europa la realidad de unas guerras

devastadoras, las tensiones con el mundo comunista, la secularización y la extensión de una cultura que se ha venido a llamar postmoderna han provo-

cado la necesidad de una respuesta distinta que se ha concretado sobre

todo en los llamados nuevos movimientos eclesiales.

9

7- Aparecida, se fija especialmente en las Comunida-

des Eclesiales de Base, como algo más propio nuestro.

En la experiencia eclesial de algunas iglesias de América Latina y

de El Caribe, las Comunidades Eclesiales de Base han sido escue-

las que han ayudado a formar cristianos comprometidos con su fe,

discípulos y misioneros del Señor, como testimonia la entrega gene-rosa, hasta derramar su sangre, de tantos miembros suyos...

DA 178

Las comunidades eclesiales de base, en el seguimiento misionero de

Jesús, tienen la Palabra de Dios como fuente de su espiritualidad y

la orientación de sus Pastores como guía que asegura la comunión

eclesial. Despliegan su compromiso evangelizador y misionero en-

tre los más sencillos y alejados, y son expresión visible de la opción

preferencial por los pobres. Son fuente y semilla de variados servi-

cios y ministerios a favor de la vida en la sociedad y en la Iglesia.

Manteniéndose en comunión con su obispo e insertándose al pro-

yecto de pastoral diocesana, las CEBs se convierten en un signo de vitalidad en la Iglesia particular. Actuando así, juntamente con los

grupos parroquiales, asociaciones y movimientos eclesiales, pueden

contribuir a revitalizar las parroquias haciendo de las mismas una

comunidad de comunidades. En su esfuerzo de corresponder a los

desafíos de los tiempos actuales, las comunidades eclesiales de base

cuidarán de no alterar el tesoro precioso de la Tradición y del Ma-

gisterio de la Iglesia. DA 179

Nos detenemos un momento y hacemos una lista de las indicaciones que

dan los obispos para las CEBs:

escuchar la Palabra de Dios, que se convierte en fuente de su

espiritualidad

vivir la fraternidad,

animar en la oración,

profundizar procesos de formación en la fe,

fortalecer el compromiso de ser discípulos misioneros en la

sociedad de hoy, especialmente entre los más sencillos y aleja-

dos,

ser expresión visible de la opción preferencial por los pobres

….

….

Recordamos lo que leíamos de la comunidad de Jerusalén en los resúmenes

del Libro de los Hechos y lo tenemos en cuenta para nuestras propuestas.