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PLIEGO UNA IGLESIA ‘EXCÉNTRICA’ PARA EL SIGLO XXI La eclesiología conciliar de Lumen Gentium RAFAEL VáZQUEZ JIMéNEZ Doctor en Teología Dogmática y profesor del Instituto de Ciencias Religiosas San Pablo (Málaga) 2.798. 28 de abril-4 de mayo de 2012

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PLIEGO

UNA IGLESIA ‘EXCÉNTRICA’PARA EL SIGLO XXI

La eclesiología conciliar de Lumen Gentium

Rafael Vázquez JiménezDoctor en Teología Dogmática

y profesor del instituto de Ciencias Religiosas San Pablo (málaga)

2.798. 28 de abril-4 de mayo de 2012

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Una vidriera multicolorhoy Dios queriendo establecer su diálogo con el hombre? O, siguiendo a Juan Ramón Jiménez, ¿sigue siendo hoy Dios deseado y deseante?

el ser deseado depende del hombre, y cabe la respuesta afirmativa o negativa. el ser deseante es siempre afirmativo por depender de Dios. Y, en este divino deseo de salir y venir al hombre de todos los tiempos, la iglesia cobra una renovada actualidad al seguir mostrando por los caminos del mundo a Cristo como Luz de los pueblos (Lumen gentium).

I. UN TÍTULO ‘EXCÉNTRICO’ PARA UNA IGLESIA ‘EXCÉNTRICA’

el mismo título de la constitución dogmática sobre la iglesia nos obliga a redirigir la mirada hacia aquél que ha de ser centro y fundamento de todo el existir eclesial: Jesucristo. Solo él es Lumen gentium (luz de los pueblos), y la iglesia ha de “iluminar a todos los hombres con la luz de Cristo, que resplandece sobre su rostro” (lG 1). Como si de la luna se tratara (mysterium lunae), ella refleja una luz que no le es propia.

Si la iglesia preconciliar se había replegado sobre sí misma comprendiéndose como sociedad perfecta (autosuficiente en orden a su fin), haciendo hincapié en la visibilidad y legitimidad de sus instituciones (infalibilidad, jurisdicción del papa, etc.) frente a un mundo por el que se sentía amenazada; la iglesia del siglo XXi se proyectaba como una realidad excéntrica, no por ser rara o extravagante, sino por encontrar su centro paradójicamente fuera de sí.

Ha sido el cardenal Angelo Scola, antes patriarca de Venecia y hoy arzobispo de milán, en su obra ¿Quién es la Iglesia? (2005), el que últimamente se ha referido a la iglesia del Concilio como una “realidad elíptica”, que se dibuja desde dos puntos focales con los que se relaciona intrínsecamente: Cristo y el hombre en el drama de su realidad concreta. Desestimar alguno de estos

polos, ya sea el divino o el humano, supondrá la desfiguración del rostro de la iglesia, tendiendo nuevamente a la circularidad sobre un solo punto concéntrico.

la iglesia del siglo XXi no está exenta del peligro del repliegue y el espiritualismo salvífico, así como de un moralismo basado en valores de un cierto humanismo religioso.

II. ¿SOBRE QUÉ APOYAR EL EDIFICIO DE LA IGLESIA DEL TERCER MILENIO?

¡qué importantes son los cimientos en cualquier tipo de construcción! Sobre ellos se levanta y apoya la estructura del edificio. un fallo en la cimentación afectará a todo el entramado arquitectónico, provocando en el futuro graves problemas de difícil reparación.

los textos conciliares se levantan sobre bases sólidas. Todo en el Concilio tiene un porqué, nada es fruto de una decisión casual o tomada a la ligera. no es exagerado decir que cada tema, cada esquema, cada capítulo, y especialmente los de las cuatro constituciones, han sido estudiados una y otra vez, modificados y corregidos hasta contar con la aprobación de los padres sinodales. es obligado, por tanto, el estudio de la estructura de Lumen Gentium como pórtico de entrada a la eclesiología conciliar, desde donde visualizar a vista de pájaro las claves eclesiológicas del Concilio.

Un primer esbozoRemitiéndonos a la historia de la

redacción del texto, dos momentos reflejan el cambio de mentalidad que se estaba produciendo dentro de la iglesia.

en primer lugar, el rechazo del primer proyecto del esquema De Ecclesiae, que llega al aula conciliar el 23 de noviembre de 1962, redactado principalmente por el jesuita holandés S. Tromp. Once capítulos componían este esquema:

en su primer mensaje radiofónico del 17 de octubre de 1978, al día siguiente de ser elegido Papa,

Juan Pablo II se refería a la constitución sobre la iglesia en estos términos: “es necesario que tomemos de nuevo en las manos la magna charta del Concilio, es decir, la constitución dogmática Lumen Gentium para que meditemos con renovado y reforzado afán sobre la naturaleza y misión de la iglesia”.

ante la inminente celebración del cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano ii (1962-2012), se hace nuevamente necesario tomar entre las manos la constitución Lumen Gentium (lG) para seguir ofreciendo a los hombres de nuestro tiempo el rostro siempre renovado a la luz de Cristo de la iglesia. es hora de desempolvar nuestro olvidado Vaticano ii y volverlo a colocar en el estante de los libros frecuentemente usados de nuestra biblioteca.

una cuestión que cobra especial carácter de urgencia al encontrarnos con generaciones de cristianos adultos que comienzan a tomar responsabilidades en la tarea evangelizadora de la iglesia sin la perspectiva histórica del profundo cambio que supuso el acontecimiento conciliar. es importante en este período de recepción sosegada del Concilio que las nuevas generaciones de cristianos aprendan a valorar el viraje hacia Cristo y hacia el mundo con el que los Padres conciliares orientaron a la iglesia para emprender su travesía rumbo al tercer milenio.

intentamos refrescar la memoria a los olvidadizos y hacer extensible la onda del Concilio a las nuevas generaciones, para afrontar el reto de ser iglesia en el mundo y tiempo que nos ha tocado vivir.

en este nuevo escenario, marcado por grandes avances tecnológicos, cambios en la jerarquía de valores e incluso en la misma concepción de la realidad, que ahora pasa a ser virtual, cabe preguntarse: ¿sigue hoy el hombre necesitando a Dios?, ¿sigue

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I. la naturaleza militante de la iglesia II. los miembros de la iglesia militante y la necesidad de esta para la salvación III. naturaleza de la iglesia IV. el episcopado como grado supremo del orden y del sacerdocio V. los obispos residenciales VI. los laicos VII. el magisterio de la iglesia VIII. autoridad y obediencia en la iglesia IX. las relaciones iglesia-estado y la tolerancia religiosa X. la necesidad de la iglesia para anunciar el evangelio a todos los pueblos de la tierra XI. el ecumenismo

los Padres valoraron positivamente el uso de la Sagrada escritura en la definición de la iglesia, así como la introducción de la doctrina del laicado y el episcopado, y la inserción de la cuestión ecuménica. Pero criticaron duramente la excesiva insistencia en el aspecto jurídico y militante de la iglesia, en su dimensión místico-escatológica, el aire triunfalista, y la falta de perspectiva pastoral y misionera.

Tras el rechazo de este proyecto, comenzaron a trabajarse esquemas alternativos, cobrando especial relevancia la propuesta del teólogo belga G. Philips, en la que cristaliza la doble perspectiva desde la que el cardenal Suenens había orientado los

trabajos del Concilio: Ecclesia ad intra y Ecclesia ad extra. es decir, una reflexión sobre la identidad de la iglesia y su relación con el mundo.

El esquema Philips y sus modificaciones

en 1963, llegaba al aula conciliar el esquema Philips, estructurado en cuatro capítulos:

I. el misterio de la iglesia II. la constitución jerárquica de la iglesia, en especial, el episcopado

III. el Pueblo de Dios, en especial, los laicos IV. la vocación a la santidad de la iglesia Tras su presentación, tiene

lugar otro momento importante para la configuración de la eclesiología conciliar. muchos valoraron el sabor bíblico del texto, así como su tono pastoral y ecuménico. aunque se formularán algunas indicaciones de gran repercusión.

la primera sugerencia es la división del capítulo iii en dos: uno dedicado al Pueblo de Dios y otro a los laicos. el capítulo sobre el Pueblo de Dios se sitúa antes del capítulo sobre la constitución jerárquica de la iglesia, incluyéndola dentro del Pueblo de Dios. Pues la jerarquía está compuesta por miembros del Pueblo de Dios que han sido constituidos en servidores del mismo (ex hoc populo Dei et pro eo).

al añadirse un capítulo más, la llamada a la santidad de la iglesia pasa a ocupar el capítulo V, desdoblándose también este en dos: uno dedicado a la vocación de toda la iglesia a la santidad, y el otro, completando al anterior, sobre los consejos evangélicos, marco en el que se sitúa a los religiosos en la vida de la iglesia (capítulo Vi).

Otra de las apreciaciones acusaba la carencia de la dimensión escatológica y el carácter peregrino de la iglesia en el esquema. la iglesia es esencialmente una realidad dinámica constituida sobre el ímpetu apostólico y misionero, y abierta a la esperanza de su meta definitiva: el cielo. Será esta la causa de la aparición de un nuevo capítulo sobre el carácter escatológico de la iglesia (capítulo Vii).

Por último, se sugirió la inserción del esquema sobre la Virgen María en el texto de Lumen Gentium, vinculando así íntimamente a maría al misterio de Cristo y al misterio de la iglesia. al añadir el capítulo Viii, se completaba la laguna mariana del esquema De Ecclesiae.

Con todas estas indicaciones se comenzaba un período de nuevas discusiones, ahora sobre cuestiones concretas del contenido de los capítulos, hasta la aprobación solemne de la constitución Lumen Gentium, el 21 de noviembre de 1964, con un esquema en ocho capítulos:

La Iglesia ha de “iluminar a todos los hombres con la luz de Cristo, que resplandece sobre su rostro” (LG 1). Este es el gran mensaje –también hoy, en pleno siglo XXI– de la constitución Lumen Gentium: seguir ofreciendo a los hombres de nuestro tiempo el rostro siempre renovado de la Iglesia a la luz

de Cristo. En el año del cincuentenario de la apertura del Vaticano II, estas páginas nos invitan a releer y meditar la eclesiología conciliar para afrontar con renovado entusiasmo el reto de ser

Iglesia en el mundo de este tercer milenio. Una Iglesia que sale de sí misma (excéntrica) para llegar a cada hombre y mujer a través de la armónica diversidad de colores de su vidriera.

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la encargada de emprender con valentía (cfr. ef 6, 19) la tarea de anunciar, esclarecer y manifestar el misterio escondido durante siglos (cfr. ef 3, 8-9) hasta que alcance a toda la humanidad (cfr. ef 3, 9; Rom 16, 26) y “todo tenga a Cristo por Cabeza” (ef 1, 9-10).

en conclusión, cuando san Pablo usa el término ‘misterio’ se está refiriendo al mismo ser de Dios, al misterio de Dios y al misterio de su voluntad (1 Cor 1, 2; Col 2, 2), que se despliega en la historia, mostrando a todos los hombres su proyecto universal de salvación. Cristo encarna el misterio de Dios en la historia, que llega a su culmen en su muerte y resurrección. Y la iglesia, íntimamente vinculada a Jesucristo (cfr. ef 5, 32), tiene la misión de manifestar a los hombres de todos los tiempos y lugares el misterio de la salvación de Dios, que trasciende la historia tendiendo a su consumación definitiva en el Reino de los cielos (cfr. ef 3, 17-19).

la concepción bíblica del concepto ‘misterio’ aleja de nuestra mente cualquier interpretación del término como algo difícil de entender, o que hace referencia a secretos extraños e incomprensibles relacionados con el mundo de lo esotérico.

El despliegue del misterio en Lumen Gentium

la arquitectura dogmática de la iglesia del Concilio se despliega en torno a la idea bíblica de ‘misterio’. no en vano el primer capítulo lleva por título “el misterio de la iglesia”. Desde esta óptica, tres capítulos se muestran esenciales para la articulación interna del documento: el capítulo i (el misterio de la iglesia), el capítulo ii (el pueblo de Dios) y el capítulo Vii (el carácter escatológico de la iglesia peregrina), que reflejan las dos etapas en el dinamismo del misterio y su finalidad escatológica.

1. ¿Por qué la Iglesia es un misterio?el primer capítulo presenta a la iglesia

enraizada en el misterio de la Trinidad (cfr. lG 2-5), que se despliega a lo largo de la historia de la salvación y vive en la tensión escatológica hasta la plenitud de los tiempos: “esta [la iglesia] aparece prefigurada ya desde el origen del mundo y preparada maravillosamente en la historia del pueblo de israel y

la estructura orgánica de la comunidad eclesial: los pastores (iii. la constitución jerárquica) y el laicado (iV. los laicos). los dos siguientes capítulos se refieren a la misión esencial de la iglesia, es decir, la santificación de todos los miembros del Pueblo de Dios (V. Vocación universal a la santidad), a la que se encuentra vinculada la Vida Religiosa (Vi. los religiosos). Y los dos últimos capítulos describen la dimensión escatológica de la iglesia peregrina (Vii. Carácter escatológico de la iglesia), ofreciendo como prototipo a la Virgen maría (Viii. la bienaventurada Virgen maría).

Sin descartar la explicación de Philips, de obligada referencia en cualquier estudio de Lumen Gentium, nuestra propuesta de articulación interna del documento se fundamentará en el concepto bíblico de ‘misterio’, basándonos en el estudio que realizara R. Penna en 1978 sobre el concepto mysterion en san Pablo (Il ‘mysterion’ paolino: traiettoria e costituzione).

A la luz del misterio en san Pabloel epistolario paulino describe el

misterio de una forma dinámica (cfr. 1 Cor 2, 7; Rom 16, 25-26; 1 Cor 2, 10; Col 1, 26-27; ef 1, 9; 3, 3. 5. 9). aquello que estaba escondido en Dios desde la eternidad (cfr. Rom 16, 25) se desvela, manifiesta y se da a conocer en el ahora de la historia (cfr. Rom 16, 26a; Col 1, 26b; ef 5, 5.10).

Dos etapas se distinguen dentro de este proceso unitario: el misterio en Dios, y su revelación en la historia. en la segunda etapa, tiempo de cumplimiento y realización del misterio de Dios en Cristo, tienen un papel relevante los primeros destinatarios de la revelación: los cristianos (cfr. Col 1, 26, 1 Cor 2, 10; ef 1, 9; 3, 3; 3, 5). Será la iglesia

I. el misterio de la iglesia II. el Pueblo de Dios III. la constitución jerárquica de la iglesia, en especial, el episcopado IV. los laicos V. la vocación universal a la santidad en la iglesia VI. los religiosos VII. Carácter escatológico de la iglesia peregrina y su unión con la iglesia del cielo VIII. la bienaventurada Virgen maría, madre de Dios, en el misterio de Cristo y de la iglesiaOcho trazos con los que se dibujaba

el nuevo rostro de la iglesia a la luz de la Palabra de Dios y de la Tradición. Ocho trazos que definen la naturaleza y la misión de la iglesia, no de forma narcisista, sino en relación con Jesucristo y en diálogo con el mundo.

estos datos, expuestos de manera esquemática, son suficientes para apreciar el laborioso proceso de aprobación de los textos del Concilio y la importancia del estudio de su estructura y engranaje interno.

III. UNA ‘MISTERIOSA’ EXPLICACIÓN DE LA ESTRUCTURA DE LUMEN GENTIUM

¿Un esquema en dípticos?a los dos años de la clausura del

Concilio, G. Philips, en su comentario a la constitución Lumen Gentium titulado La Iglesia y su misterio, explicaba la lógica interna del documento en dípticos, siguiendo el mismo orden de los capítulos.

los dos primeros capítulos abordan el misterio de la iglesia desde su dimensión trascendente (i. el misterio de la iglesia) y su forma histórica (ii. el Pueblo de Dios). el tercero y el cuarto describen

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en la antigua alianza, se constituyó en los últimos tiempos, se manifestó por la efusión del espíritu y llegará gloriosamente a su plenitud al final de los tiempos” (lG 2).

la iglesia no se reduce a una mera institución social, visible e histórica, sino que tiene su fundamento en el misterio del Dios uno y trino. Brota de la voluntad salvífica del Padre (lG 2), se realiza en la obra del Hijo (lG 3) y del espíritu Santo (lG 4), y tiene su meta en el Reino de Dios (lG 5). Su misión no es otra que la de comunicar la salvación de Dios, invitando a todos los hombres a la unión con Cristo y manifestando ya en esta tierra la realidad del Reino, de la que es germen y comienzo.

el ser y la misión de la iglesia se muestran íntimamente vinculados desde la perspectiva del misterio de la Trinidad que se despliega en la historia, superándose así el riesgo de una visión unilateral de la iglesia como realidad puramente sociológica y jerarcológica. la iglesia es (naturaleza) por su relación al misterio de Dios, y, en cuanto realidad histórica, no tiene otro fin (misión) que servir al hombre en orden a su salvación.

una realidad que se define por ser relacional: en relación a Dios y en relación al hombre al que sirve. este es el rostro excéntrico de la iglesia que se dibuja en el primer capítulo de la constitución Lumen Gentium.

el Sínodo de 1985, celebrado a los 20 años de la clausura del Concilio, esclarece esta cuestión, proponiendo en la Relatio finalis una relectura de la eclesiología conciliar desde la clave de la koinonia/comunión, que consideraba como idea central y fundamental en los documentos del Concilio Vaticano ii.

Desde esta perspectiva, la iglesia tiene su origen en la íntima comunión del Padre, del Hijo y del espíritu Santo. ella define su naturaleza como manifestación de la comunión trinitaria en la historia, y centra su misión en una llamada constante a todos los hombres a participar en esta comunión visible e invisible, reflejo de la comunión del Dios Trino.

De manera magistral se referirá Juan Pablo ii a esta esencial conexión entre comunión y misión en la exhortación apostólica Christifideles Laici (1987): “la comunión y la misión

están profundamente unidas entre sí, se compenetran y se implican mutuamente, hasta tal punto que la comunión representa a la vez la fuente y el fruto de la misión: la comunión es misionera y la misión es para la comunión” (Chl 32).

las distintas imágenes bíblicas con las que se describe la iglesia (lG 6), destacando la del Cuerpo místico de Cristo (lG 7), expresan la íntima naturaleza de la iglesia.

este primer capítulo de Lumen Gentium orientará el desarrollo de los temas tratados a lo largo de la constitución. así, todo lo visible en la iglesia habrá de reflejar la comunión trinitaria que la hace vivir; de lo contrario, no podrá ser considerada como una realidad propia de la naturaleza esencial de la iglesia. Todo en ella ha de ser eikon/imagen del Dios uno y trino, realidad excéntrica, o no será como tal iglesia.

¿no se convierte para nosotros hoy en un capítulo sobre el que volver una y otra vez, como si de un examen de conciencia para toda la iglesia se tratara?

2. El Pueblo de Dios, sujeto histórico del misterio

el último número del capítulo primero se refiere a la iglesia como una realidad compleja en la que se une lo humano y lo divino, lo visible y lo invisible, en analogía con el misterio del Verbo encarnado (lG 8). Y da paso de modo admirable al siguiente capítulo, en el que se tratará la realidad histórica de la iglesia.

Siguiendo el dinamismo del misterio paulino, el segundo capítulo de Lumen Gentium nos muestra la iglesia bajo el tema bíblico del Pueblo de Dios. ella, movida por el espíritu, continúa haciendo presente en la historia de los

hombres la obra de la redención realizada en Cristo, es decir, continúa haciendo posible que la humanidad tenga acceso al misterio de la comunión con Dios que, a través de la iglesia, se configura en estructuras comunitarias y visibles.

la salvación es comunitaria: Dios “quiso santificar y salvar a los hombres no individualmente y aislados, sin conexión entre sí, sino hacer de ellos un pueblo” (lG 9). Salvar significa entrar en comunión, participar en la comunión del Dios uno y trino que salva.

al entrar en comunión con Dios, el hombre experimenta la auténtica salvación, se libera de las redes del individualismo que conducen a la muerte, y se descubre como un ser en relación, abierto a los hermanos y a Dios. el Pueblo de Dios es un pueblo de personas, en el sentido más profundo del término, que se definen por la relacionalidad horizontal (con los hermanos) y vertical (con Dios). no hay posibilidad de eliminar ninguno de los vectores sin falsear la salvación bajo apariencia de ideologías sociales o espiritualidades desencarnadas.

“la Trinidad es nuestro programa social”, afirmaba el pensador ruso del siglo XiX N. Fédorov. Y así lo aplicamos a la iglesia. ella ha de ser transparencia en sus estructuras comunitarias y visibles de la íntima comunión existente entre el Padre, el Hijo y el espíritu Santo, la única comunión que salva.

no hay comunión salvífica donde no hay igual dignidad de los hijos de Dios, porque en la Trinidad a las tres Personas se les puede llamar “divinas”: el Padre es Dios, el Hijo es Dios, el espíritu Santo es Dios.

no hay comunión salvífica donde la diversidad queda anulada por la uniformidad, que hace de lo particular un absoluto, porque en la Trinidad el

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esquema protológico (protos: lo primero), propio del mundo occidental, de influencia platónica, que considera la realidad como imagen imperfecta de una idea preexistente que la origina (arquetipo). en segundo lugar, un esquema escatológico (ésjaton: lo último), propio del mundo oriental, que sitúa la verdad de las cosas en el futuro, trasladando el arjé (principio) al fin. De esta manera, la realidad será icono de la verdad escatológica.

Si el primer esquema ontológico de la realidad tiene claras influencias sobre Orígenes y san Agustín, el segundo se personaliza en Máximo el Confesor, que se refería así a la historia de la salvación: “las cosas del antiguo Testamento son sombra (skía), las del nuevo Testamento son imagen (eikon) y las del futuro son verdad (aletheia)” (Sch. in eccl. Hier. 3, 3, 2).

Será Zizioulas el que actualmente aplique la ontología escatológica a la iglesia, considerándola icono del Reino, es decir, anticipación histórica de la futura comunión de todo lo creado en la comunión del Dios uno y trino. así, aunque la iglesia vive en la historia, encuentra su identidad en el futuro: ella es aquello que será.

Retomando la constitución Lumen Gentium, podríamos decir que, si el capítulo segundo acentúa más la dimensión protológica del misterio de la salvación, haciendo hincapié en la manifestación histórica de la comunión intratrinitaria; el capítulo séptimo nos hace contemplar la realidad histórica del misterio de la iglesia como anticipación de su verdad futura. así se ve reflejado al comienzo del capítulo, cuando se afirma: “el final de la historia ha llegado ya a nosotros y la renovación del mundo está ya decidida de manera irrevocable e incluso de alguna manera real está ya

o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano” (lG 1). una cuestión que se retoma al comienzo del capítulo segundo, refiriéndose a la iglesia como “el sacramento visible de esta unidad que nos salva”(lG 9), y al inicio del capítulo séptimo, sobre el carácter escatológico de la iglesia, donde es considerada como “sacramento universal de salvación” (lG 48).

al referirse a la iglesia como sacramento, la constitución Lumen Gentium inserta la realidad eclesial en el dinamismo de la concepción bíblica del ‘misterio’.

en el primer capítulo se ha fundamentado la iglesia en el misterio de la Trinidad; en el segundo, hemos contemplado la realización histórica o sacramental del misterio del Dios trinitario como comunión visible abierta a toda la humanidad. Y en el capítulo séptimo, contemplaremos cómo la iglesia, fiel a su naturaleza y misión, anticipa visiblemente y de forma misteriosa su destino: la comunión definitiva con Dios, Padre, Hijo y espíritu Santo.

no es extraño, por tanto, que B. Forte, en su obra La Iglesia, icono de la Trinidad (2003), haya sintetizado así la eclesiología conciliar: “la iglesia viene de la Trinidad”, “la iglesia es icono de la Trinidad” y “la iglesia va hacia la Trinidad”.

la categoría ‘sacramento’, término latino que traduce el griego ‘misterio’, hace referencia a la manifestación histórica, social y visible del misterio de la iglesia, y, en cuanto tal, a su ser “germen y comienzo” (lG 5) del Reino futuro en el ya de este mundo.

Se yuxtaponen aquí dos esquemas de comprensión de la realidad, que se complementan y equilibran mutuamente. en primer lugar, un

Padre no anula al Hijo, ni el Hijo al Padre ni al espíritu, etc. las relaciones divinas se establecen en comunión de amor y libertad.

no hay comunión salvífica donde la autoridad es anulada, porque en la Trinidad existe un ‘orden’ (taxis) con un único principio (mono-arché) en el Padre.

no hay comunión salvífica donde no hay apertura a la universalidad y a la catolicidad, porque la comunión en libertad y amor de la Trinidad es puro éxtasis, salida, comunicación. la Trinidad no se repliega sobre sí misma, es excéntrica y plasma su excentricidad en la iglesia. Por ello, la comunión eclesial se abre a la misión, evitando cualquier tipo de narcisismo comunitario. Y la misión se comprende en continua referencia a la comunión eclesial, que es expresión de la comunión divina. De lo contrario, la misión pierde su sentido genuino e identidad cristiana.

el programa eclesial propuesto por el Concilio está profundamente caracterizado por el misterio de la Trinidad. así se verifica a lo largo de todo el capítulo segundo de Lumen Gentium, y serán estas unas constantes que se concreten en la consideración de los miembros del Pueblo de Dios en los capítulos tercero, sobre la jerarquía, y cuarto, sobre los laicos.

Por ejemplo, el estatuto eclesiológico del obispo, se inserta en el colegio episcopal presidido por el obispo de Roma, el papa, como “comunión jerárquica” (lG 22), que refleja el misterio de la comunión trinitaria. Y con el obispo, que preside la iglesia local, se articula también la relación iglesia universal-particular, manifestándose así la diversidad en la unidad.

no hay estructura visible en la iglesia que no transparente el misterio, la comunión, la Trinidad. Y si no es así, quizás habría que plantearse si es constitutivo de la iglesia, o es polvo eclesiástico que se nos ha pegado a lo largo de la historia y urge sacudirlo cuanto antes.

3. ¿Por qué la Iglesia es como un sacramento?

la categoría ‘sacramento’ aparece en el proemio de la constitución: la iglesia es “en Cristo como un sacramento

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por anticipado en este mundo” (lG 48c). Y previamente habrá vinculado esta salvación futura con la iglesia en estos términos: “la restauración prometida que esperamos ya comenzó en Cristo, progresa con el envío del espíritu Santo y por él continúa en iglesia” (lG 48b).

la categoría ‘sacramento’ aplicada a la iglesia permite establecer la intrínseca correlación existente entre protología y escatología, dimensiones configuradoras de toda realidad eclesial. Como sacramento, la iglesia hace presente en la historia de manera visible el misterio de la comunión de Dios, al mismo tiempo que anticipa el futuro de la humanidad: la unión íntima en Dios de todo el género humano. en ella se funde históricamente su origen en la Trinidad y su futuro definitivo en la comunión trinitaria. ella es memorial y profecía de la unidad a la que está llamada a participar toda la humanidad.

4. La santidad, los religiosos y María en el dinamismo del misterio

¿Dónde situar estos capítulos sobre la santidad, los religiosos y la Virgen maría en la estructura de la iglesia delineada en la constitución Lumen Gentium?

Tanto el capítulo quinto como el sexto se sitúan a caballo entre el segundo, sobre el Pueblo de Dios, y el séptimo, sobre el carácter escatológico de la iglesia. Observaremos cómo el capítulo dedicado a la llamada universal a la santidad se inclinará más por el esquema protológico, y el capítulo

sobre los religiosos, por el esquema escatológico de la eclesiología.

así, la santidad de los miembros de la iglesia se plantea como una participación de la naturaleza divina, una gracia que recibieron en su bautismo y que han de “conservar y llevar a plenitud” (lG 40). Por el contrario, el estado religioso, perteneciendo a la santidad de la iglesia, “manifiesta mucho mejor a todos los creyentes los bienes del cielo, ya presentes en este mundo. También da testimonio de la vida nueva y eterna adquirida por la redención de Cristo y anuncia ya la resurrección futura y la gloria del Reino de los cielos” (lG 44c).

finalmente, el capítulo octavo, dedicado a la cuestión mariológica, se puede considerar como una prolongación del capítulo séptimo, sobre el carácter escatológico de la iglesia. maría, en relación al misterio de Cristo y al misterio de la iglesia, se presenta como la consumación del despliegue del misterio en su sentido bíblico. ella es modelo y tipo de la iglesia ya realizada, la iglesia que ya ha alcanzado su plenitud, la verdad futura que se hace presente como imagen y comienzo en la iglesia, como aquí se formula: “la madre de Jesús, glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y comienzo de la iglesia que llegará a su plenitud en el siglo futuro” (lG 68).

Con la Virgen maría, se cierra el proyecto eclesiológico propuesto por la constitución Lumen Gentium, que

hemos articulado desde la dinámica del ‘misterio’, en cuanto despliegue y manifestación del proyecto divino de salvación en el mundo, y anticipación histórica del misterio consumado.

IV. CAMBIOS DE RUMBO EN LA RECEPCIÓN DE LUMEN GENTIUM

la reflexión eclesiológica de los años posteriores al Concilio está marcada principalmente por la concepción de la iglesia como Pueblo de Dios. Y así se extiende a todos los ámbitos de la realidad eclesial: consejos parroquiales, sínodos diocesanos, catequesis, escuelas de teología, etc.

Poco a poco, a partir de la idea de la igual dignidad de todos los miembros del Pueblo de Dios por su bautismo, y la misma vocación a la santidad (cfr. lG 32), se va extendiendo la concepción de la iglesia como comunión, que –como ya hemos apuntado– el Sínodo de 1985 considerará central para la interpretación de la eclesiología del Concilio.

unos años más tarde, la Congregación para la Doctrina de la fe advertía en la carta Communionis notio (1992) de la necesidad de integrar en la noción de ‘comunión’ aplicada a la iglesia, los conceptos de ‘Pueblo de Dios”, ‘cuerpo de Cristo’ y ‘sacramento’. aunque más interesante resulta la clarificación de los elementos fundamentales de la comunión. Será esencial –según el documento– situar la comunión en relación a la unidad que se da en la Trinidad, al misterio de la salvación en su perspectiva bíblica y patrística, en relación a la dimensión visible e invisible (su realidad sacramental), y a la dimensión misionera y escatológica del misterio de la comunión. Y esta “comunión eclesial, en la que cada uno es inserto por la fe y el Bautismo, tiene su raíz y su centro en la Sagrada eucaristía, (…) de tal modo que este cuerpo puede ser llamado verdaderamente Cuerpo de Cristo”.

eclesiología de comunión y eucaristía aparecen íntimamente vinculadas en la iglesia como Cuerpo de Cristo. Tema ya apuntado en el Concilio al tratar la imagen del Cuerpo místico de Cristo: “en la fracción del pan eucarístico compartimos realmente el Cuerpo del Señor, que nos eleva hasta la comunión

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eucarístico como evento eclesial, por tanto, es incomprensible al margen de la concepción bíblica del ‘misterio’.

Tanto la dimensión trascendente e histórica, como comunitaria, de la salvación aparecen aunadas en la realidad de la iglesia desde esta reorientación eucarística de la eclesiología conciliar. Otros aspectos, sin embargo, merecen una mayor precisión.

en primer lugar, ¿cómo salvar el carácter escatológico de la iglesia? en Occidente se ha resaltado sobre todo la eucaristía como memorial del sacrificio de Cristo, que podría manifestarse nuevamente en un cristomonismo eclesial, definido por el énfasis en las estructuras visibles e institucionales. Se hace necesaria la apertura a la epíclesis eucarística, ponderada en la liturgia oriental, vinculando así la cristología y la pneumatología en la celebración eucarística. Su traducción eclesial ha de realizarse como conciliación entre el aspecto institucional jerárquico y comunional, entre el aspecto histórico y el escatológico de la única realidad compleja de la iglesia. ella es memorial y epíclesis, y en tanto que lo es, anticipa en el presente el futuro de la iglesia en la historia: la comunión definitiva de todos los hombres entre sí y de estos con Dios.

en segundo lugar, ¿cómo resaltar la dimensión misionera de la iglesia desde la clave de la eclesiología eucarística? Como fuente desde la que mana toda su fuerza, en la celebración de la eucaristía se yuxtapone un fenómeno de implosión y explosión eclesial, en analogía al doble movimiento cardíaco de la sístole y la diástole, según la explicación del teólogo suizo reformado J. J. von Allmen. la implosión eucarística manifiesta la identidad de la iglesia como comunión, que por la acción del espíritu (epíclesis) la inserta en una corriente explosiva hacia su realización plena en el Reino, que la transforma en una comunión misionera. no hay posibilidad, por tanto, de repliegue en la eclesiología eucarística.

evitando los riesgos mencionados, la iglesia podrá seguir reflejando al mundo la Luz de Cristo, podrá seguir siendo transparencia de la luz trinitaria, que llega hasta cada hombre a través de la armónica diversidad de colores de la vidriera de la iglesia.

los riesgos que pudiera entrañar este replanteamiento en nuestros días, y, sobre todo, la posibilidad de articulación con la eclesiología de Lumen Gentium en la perspectiva del ‘misterio’ bíblico.

V. ¿ES COMPATIBLE LA ECLESIOLOGÍA EUCARÍSTICA CON LA IGLESIA DEL CONCILIO?

la constitución Sacrosanctum Concilium se refiere a la liturgia como “la cumbre a la que tiende toda la acción de la iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza” (SC 10). este sentido dinámico de la liturgia, especialmente de la celebración eucarística, es el marco propio para situar la eclesiología eucarística, si no queremos caer en un proceso de liturgización desencarnada de la vida de la iglesia, que se concretará inevitablemente en una comprensión ritualista del ministerio ordenado, una configuración del laicado exclusivamente ad intra, una concepción cerrada de la comunión y en la ausencia del vigor misionero.

la inserción del evento eucarístico en el dinamismo del ‘misterio’ bíblico evita el riesgo de una comprensión estática y devocional de la celebración de la eucaristía, que ha de entenderse como epifanía del proyecto de salvación de Dios, cuyo origen se sitúa en la comunión trinitaria, manifestado en la encarnación, muerte y resurrección de Jesucristo, y que por la acción del espíritu Santo se actualiza en la historia invitando a todos los hombres a participar de esta comunión salvífica.

Desde esta perspectiva, la eclesiología eucarística y el planteamiento de la iglesia desde el ‘misterio’ paulino de Lumen Gentium se hacen complementarios, permitiendo definir la identidad de la iglesia como una realidad excéntrica y en relación con el misterio de la Trinidad y la obra de la salvación.

en la celebración eucarística se realiza la comunión simultánea de los hombres con Dios, y la comunión de los hombres entre sí. la iglesia participa ontológicamente en la vida de la Trinidad, siendo constituida como comunidad histórico-sacramental que peregrina en este mundo hasta su consumación en el Reino. el evento

con él y entre nosotros. Puesto que el pan es uno, aunque muchos, somos un solo cuerpo todos los que participamos de un mismo pan (1 Cor 10, 17). así todos somos miembros de su Cuerpo (cf. 1 Cor 12, 27) y cada uno miembro del otro (Rom 12, 5)” (lG 7b).

la reflexión eclesiológica a partir de la celebración eucarística, enraizada en la teología patrística de Ignacio de Antioquía, Hipólito o Cipriano de Cartago, ha ido adquiriendo un peso considerable en la teología actual. Con el gran impulso de los teólogos ortodoxos N. Afanasiev –el primero en hablar de una ‘eclesiología eucarística’– A. Schmemann, J. Meyendorff o zizioulas, y de teólogos católicos como H. de Lubac, Y. Congar, J.-M. Tillard, W. Kasper, entre otros, la eclesiología eucarística se ha afianzado en nuestros días.

este “cambio de rumbo” en la eclesiología posconciliar se ha dejado notar en los documentos del magisterio, como se constata en la encíclica Ecclesia de Eucharistia (2003) y la carta apostólica Mane nobiscum Domine (2004), ambas de Juan Pablo ii, y más recientemente la exhortación Sacramentum Caritatis (2007), de Benedicto XVi. Todo ello con grandes repercusiones en la vida concreta de la iglesia. la misma Conferencia episcopal española titulaba su Plan Pastoral 2006-2010 Yo soy el Pan de vida. Vivir de la Eucaristía.

el entonces cardenal Joseph Ratzinger, en una conferencia sobre la eclesiología de Lumen Gentium, pronunciada en el Congreso internacional sobre la aplicación del Concilio Vaticano ii organizado con motivo del Jubileo del año 2000, afirmaría: “la eclesiología de comunión es, en su aspecto más íntimo, una eclesiología eucarística”.

Todo este proceso abre una nueva etapa en la recepción de la eclesiología conciliar. Cabe preguntarse por