una iglesia que acompañe a los creyentes hoy

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teologia, eclesiologia

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  • JESUS CONILL

    UNA IGLESIA QUE ACOMPAE A LOS CREYENTES, HOY

    Para cumplir su misin, la iglesia tendr que estar muy atenta a la realidad para, hacindose cargo de la misma, cargar con y encargarse de ella. Es imprescindible que conozca la realidad en la que est inserta para poder revisar el estilo de su presencia. Y esto en lo que se refiere a las ideas y a la realizacin de las mismas. El artculo seala algunos rasgos del momento presente para expresar a continuacin algunos deseos sobre lo que podra ser la iglesia del futuro.

    Una iglesia que acompaa el nacimiento y crecimiento de la fe, Iglesia Viva n.118 (1985) 347-361

    I. El mundo en que vivimos

    El mundo en que vivimos no est marcado esencialmente ni por el enfrentamiento entre fe e increencia ni tampoco por la pugna entre neonacionalcatolicismo (o neoconfesionalismo) y renovacin eclesial postconciliar. Tal vez su rasgo ms determinante es el que se ha producido como resultado de los procesos modernizadores, cuyo motor consiste en la "produccin tecnolgica, que ha sido capaz de sustituir el anterior universo simblico -diseado desde la religin- por otro, cuya estructura es la razn instrumental o tcnica. Su principio fundamental es la "eficacia".

    La razn tcnica y la eficacia

    La modernidad es un plexo complejo de interrelaciones, donde se ha ido configurando una realidad y un pensamiento contradictorios en s y entre s. Entre las diversas tendencias ha triunfado, por el momento, la que viene configurada por la razn tcnica; ha logrado la hegemona porque se ha convertido en la fuerza de produccin ms destacada. Se ha visto en ella el mejor camino para resolver los problemas que el hombre tena planteados ante la realidad. Y los resuelve eficazmente: mximo rendimiento, mnimo costo. Este es el procedimiento para lograr el mayor dominio de la realidad jams pensado. Por esto mismo se ha convertido tambin en ideologa dominante y casi horizonte utpico para algunos porque con ella podemos producir un mundo a 'nuestro gusto, segn las directrices de nuestro saber y voluntad, formulados racionalmente. As se constituye no slo la dimensin objetiva, sino tambin la subjetiva, de la realidad, sustituyendo la sustancia tradicional por la funcionalidad (mximo rendimiento, mnimo costo). Se produce una dominacin objetiva y subjetiva que se retroalimenta en virtud de sus constantes xitos frente a lo real. Se define as una nueva relacin con el mundo: autocompresin tecnocrtica del hombre y su entorno, como expresin de la razn y de la libertad.

    La secularizacin

    Una de las consecuencias de este fenmeno global ha sido la secularizacin, es decir, el proceso por el que la religin pierde su influencia sobre las instituciones, costumbres y

  • JESUS CONILL

    conciencias. Esta se produjo inicialmente en el terreno econmico y pottico, pero ha ido invadiendo tambin la familia y la propia conciencia. Y, como la fe religiosa se construye y mantiene socialmente, cuando fallan las estructuras que la apoyan, se debilita la realidad subjetiva del mundo religioso, lo cual genera incertidumbre, escepticismo, crisis de credibilidad. Lo religioso se convierte en mera opinin subjetiva, sentimiento privado o "preferencia". Por consiguiente, se requiere un esfuerzo deliberado y constante para vivir con fe religiosa.

    La secularizacin es, pues, aquel proceso por el que no slo lo pblico, sino tambin lo privado deja de estar influido por lo religioso. Sencillamente, porque para resolver todos los problemas, stos han de iluminarse desde dentro de la realidad secular, desde sus propias leyes especficas en cada campo, sin que sea lcito querer interferir desde fuera como si hubiera un principio unificador. Por lo tanto, la funcin de cohesin social y unificacin de sentido colectivo cultural que haba ejercido la religin deja de tener vigencia social, ya que la realidad se encuentra fragmentada en un "pluriverso" carente de sentido unvoco, porque no hay principio intersubjetivamente vlido (aceptado) de unificacin del sentido de la realidad. Este sentimiento de autonoma puede vivirse en clave de conflicto o de indiferencia, dependiendo de las circunstancias.

    En realidad, podemos hablar de sociedades "postsecularizadas", es decir, aquellas en las que no hay ya pugna entre lo religioso (representado oficialmente por la iglesia) y lo secular (lo econmico, lo poltico, lo moral, lo cultural...). La irrelevancia social parece el destino que pesa sobre la religin y la iglesia. Y, por lo tanto, la relacin se vivir en clave de indiferencia: ser una ms de las preferencias de los individuos en el "mercado de las ideologas".

    Tendencias vitalistas

    Sin embargo, han surgido otras tendencias que se enfrentan a los procesos modernizadores. Hay muchos que no estn satisfechos con el progreso basado en el productivismo creciente, la competencia y la razn estratgica como versin sociopoltica de la razn tcnica. Porque los mecanismos tecnolgicos y estratgicos no hacen felices a los hombres. Porque el individualismo radical se siente por muchos como deshumanizador. Porque no hay motivos para soportar coercin alguna ni en nombre de la "razn" ni del "futuro" ni de la "eficacia" ni del "orden". Por qu vivir bajo el peso del ethos del trabajo, el orden y la eficacia? Hay un sentimiento ms o menos generalizado de rebelin contra cualquier tipo de imposicin de controles racionales. Se considera mejor cultivar la espontaneidad, la ley del mnimo esfuerzo, el dejarse llevar sin metas definidas... Por caminos distintos y con potencial desigual llegamos a una actitud vital que puede formularse diciendo: Si puedo y me apetece, por qu no?

    Nos encontramos en situacin vital mezclada de optimismo marchito y pesimismo desesperanzado. Son tiempos para muchos de redesencanto, desilusin y pesimismo radical (que slo se cura con escepticismo, pragmatismo o fuga mundi); de desconfianza ante el futuro; de oscuridad del sentido del dominio del mundo (desastre ecolgico...); de cada del mito de la abundancia entre liberales y marxistas; de fracaso de los pases llamados socialistas y del fracaso social de occidente (minora, privilegiados/mayora explotados)...

  • JESUS CONILL

    Problemas centrales

    Los problemas centrales de nuestro mundo son: la revolucin tecnolgica y estratgica, que invade y moldea la sociedad y las conciencias; la pobreza, miseria y hambre de los pases subdesarrollados, que exigen liberacin y protagonismo internacional; la crisis de los derechos humanos, de la solidaridad y de los valores fundamentales de la persona humana; la acumulacin de poder poltico de las superpotencias con "derecho a veto", ejemplo de hipocresa y cinismo prepotente en las relaciones internacionales; el peligro del armamentismo, generador de los negocios mortferos y de los arsenales nucleares capaces de destruir el planeta; la progresiva destruccin del medio ambiente en funcin de un crecimiento economicista desmedido; la trivializacin de la vida que pierde calidad humanista (se pierde hasta el sentimiento de la piedad y la compasin ante el dolor); y, entre nosotros, adems, destacan el problema del paro, la adhesin a Europa (y a la OTAN) y la agona de una civilizacin, que est generando un hombre desesperanzado, sin vitalidad utpica, acomodado y maximizador de bienestar, individualista y pragmtico, que carece de inters por un hombre nuevo que resulte disfuncional para el sistema.

    Hacia un nuevo humanismo?

    Las necesidades ms o menos conscientes del hombre, sus interrogantes y problemas son la realizacin de un nuevo humanismo, donde se viva la reconciliacin del hombre con la naturaleza y entre s; para ello hace falta descubrir los valores e intereses que rigen los mecanismos de decisin individual y social, para ver si son los apropiados a la felicidad humana y tener la capacidad de cambiarlos, engendrando un nuevo estilo de vida ms felicitante y sanador. Este es el mundo donde los creyentes en iglesia se mueven y el reto principal del que depende el futuro humano desde una sociedad laica y secularizada.

    II. Dificultades para creer hoy

    El resultado de todos los componentes psicosociales que hoy ejercen la hegemona constituye un obstculo para creer, esperar y amar. Se crea una atmsfera en la que la dimensin teologal se evapora. Es difcil sentir como relevante el misterio del hombre y de la realidad en un universo simblico tecnolgico. Estamos casi incapacitados para ser hombres de esperanza, cuando carecemos de utopas fiables y de razones para esperar, mientras no estemos insatisfechos y anhelemos otra cosa. Es desconcertante el amor en un mundo regido por la competencia eficiente, donde la ternura desaparece y la gratuidad se difumina o se mercantiliza. Surgen as varias dificultades para creer, a saber:

    - La conviccin por parte de muchos de que la fe cristiana, catlica en particular, es una barrera para el desarrollo de una vida libre y feliz, ya que no hace ms que reprimir el gozoso disfrute de lo que la vida ofrece.

    - A ello se une la experiencia habitual de que la inmanencia es autosuficiente para vivir bien, de acuerdo con la razn y con los sentimientos humanos. Por el contrario, la fe nos llena de remordimientos, de mala conciencia, de constante insatisfaccin, de amargura y

  • JESUS CONILL

    sentimiento de impotencia, una tensin difcil de resistir con alegra. La abertura teologal es sustituida por la satisfaccin serena con la finitud.

    - Una desertizacin espiritual, una especie de silencio de Dios, a la que acompaa su irrelevancia terica y prctica, que se manifiesta en la prdida de atractivo del estilo de vida cristiana; una de cuyas razones es la persuasin de que con los valores evanglicos no se puede vivir, pues no funcionan.

    - iY cmo no aludir a la propia iglesia como piedra de escndalo! Desde el antitestimonio e hipocresa en ciertos asuntos hasta el miedo a optar y comprometerse como iglesia de modo radical.

    - La propia increencia del creyente es otra fuente de dificultades para contagiar la fe. La falta de radicalidad y transparencia convierte la fe en ideologa que claudica ante las seducciones y halagos del clientelismo de turno que se practica en los diversos agrupamientos eclesiales visceralmente opuestos entre si. No se producen as desamor, desazn y desengaos, que resecan la fe y hasta la asfixian, por exceso de ideologizacin maniquea y ausencia de voluntad de verdad?

    -La privatizacin de la fe y su conversin en objeto de preferencias dentro del mercado de smbolos en competencia, causadas por el politesmo reinante y por el resquebrajamiento del apoyo social de la fe.

    - En esta situacin faltan estmulos gratificantes para optar por la fe. No resulta suficientemente atractivo vivir los valores disfuncionales del evangelio. No es ventajoso, ni rentable, ni eficaz, ni est mejor visto; no conlleva triunfos, ni prestigio, ni placer. Antes bien, lo contrario. Para qu sirve entonces? Para amargarse la vida? Ms vale no tomrselo tan en serio; arrastrarlo, a lo sumo, como algo tradicional, pero sin fuerza vital capaz de cambiar la vida. De ah la tendencia a la desafeccin o a la indiferencia.

    III. Cmo acompaar el nacimiento y crecimiento de la fe en nuestro mundo?

    Por muchas que sean las dificultades, la iglesia tiene una misin esencial: evangelizar, anunciar una buena noticia; por consiguiente, no puede desfallecer por conservadurismo o desesperacin a la hora de buscar las formas de prestar ese servicio ahora y en el futuro. Y para ello no debera tener miedo a las innovaciones, en vez de aferrarse y defender lo establecido por afn de seguridad. No hay que tener nostalgia ms que del futuro absoluto prometido: el reino de Dios y su justicia. Estamos ante una ocasin histrica: el anuncio de la fe cristiana en, desde y para la libertad, incluso en un medio adverso o de indiferencia.

    1. Inculturacin de la fe

    Hace falta encontrar un estilo de presencia de la iglesia en el mundo, acorde con su esencia y con los tiempos que corren.

  • JESUS CONILL

    Algunos parece que desean la desaparicin de lo religioso del panorama social; no se trata de eso. Habra que adoptar un modelo basado en la fidelidad ms que en la identidad; fidelidad a Dios y al hombre, por parte de aquellos que confan a Dios la justificacin de su vida de compromiso por la causa del hombre. Esta sntesis vital de entrega (knosis-plrosis) inspira la prctica de los creyentes que se comprometen con valores, acciones, movimientos de liberacin, polticos, sociales, culturales, para, desde y en su particularismo, expresar y realizar el universalismo transcendente del amor evanglico: estar en el mundo con todas las consecuencias, sin ser del mundo, sin ser absorbido por l, y por tanto, libres para ser esclavos por el amor.

    La aplicacin de este estilo evangelizador supone la inculturacin de la fe en las culturas y organizaciones laicas, introduciendo en ellas elementos y perspectivas que se desvelan a la luz de la fe, como la defensa de los oprimidos y marginados, de los que son poca cosa en este mundo, de los pobres.

    La Iglesia habr de ser antes evangelizadora que moralizadora. Evangelizar presupone tener una buena noticia para los hombres. Para proclamarla hay que irradiar el gozo de estar experimentando y testimoniando que Dios libera y humaniza radicalmente al hombre. Y desde ah ser solidarios con todas las justas aspiraciones de los hombres, preferentemente de los pobres y marginados. Aqu la razonabilidad pasa por el testimonio. Y para ello se necesitan hombres nuevos: santos. "Sin santidad real en la iglesia difcilmente tendr xito la evangelizacin" (Jon Sobrino).

    Por otra parte, la lgica de la encarnacin no conduce al silencio cmplice de cualquier situacin, antes al contrario; tambin en las sociedades secularizadas tiene la iglesia la tarea de profetizar y discernir los valores hegemnicos y al parecer incontestables de la sociedad, como son la eficacia y el egosmo, para recordar que no slo de pan vive el hombre y desvelar los "dolos de muerte" de cada poca y sus correspondientes "pirmides de sacrificios".

    2. Servicio de la vida teologal

    Si estamos en un mundo ateologal, un servicio fundamental de la iglesia ha de ser la superacin de la secularizacin de la conciencia, que es el fondo del proceso secularizadar y que produce un derrumbamiento personal, incertidumbre y desgarro, o tal vez un atesmo prctico.

    Por eso es urgente nutrir las conciencias y cuidar la subjetividad, desde donde hay que experimentar y vivir la fe. Tal vez la carencia ms importante que se detecta sea la falta de vida teologal, de fe viva, esperanza y amor desbordante. Falta mstica y espiritualidad, por la que se palpe la misteriosa presencia de Dios en el mundo. Porque la experiencia de Dios es condicin de posibilidad para que el servicio del hombre no se convierta en nuevas formas de dominacin.

    Pero para ello habr que cambiar las formas de transmisin de la fe, centradas en la catequesis y el culto; hace falta una profunda experiencia de fe teologal que mantenga la esperanza y el amor cristianos.

  • JESUS CONILL

    Igualmente hay que superar la confusin entre moral y religin, sustentada en parte por la enseanza doctrinal y por la tendencia excesiva y prevalente a la moralizacin en las manifestaciones eclesiales, cuando el centro del mensaje es "buena noticia", que suscita "testigos" del "amor de Dios".

    Pero estn pensadas y adaptadas las formas eclesiales para alimentar este tipo de fe y calentar el corazn? Sirven para atender al que voluntariamente quiere ser cristiano y vivir en la dispora y a la intemperie actual? O en el fondo se pretende y confa que siguen valiendo las formas de siempre, sin percatarse del cambio que se ha producido? Es que es lo mismo alimentar y hacer crecer la fe en una sociedad de masas cristianamente socializadas que en una iglesia como comunidad de creyentes de libre adhesin en el medio social al que nos hemos referido antes? La respuesta obvia requiere una transformacin estructural de la iglesia, primordialmente mstica, espiritual, carismtica, sin la cual cualquier otra forma de cambio ser hojarasca o, a lo sumo, una buena organizacin administrativa y burocrtica.

    Sin esta renovacin teologal la iglesia no podr colaborar a la promocin y forja de un hombre nuevo segn el espritu del evangelio: un hombre de esperanza y solidario por amor.

    3. Transformacin estructural de la iglesia

    La transformacin estructural de la iglesia en profundidad viene exigida por su transformacin mstica y espiritual, pero tambin por la nueva situacin del mundo en que vivimos, a fin de que sea expresin creble de la presencia misteriosa de Dios y signo de la esperada salvacin.

    Tal vez el mejor camino sea el modelo comunitario de iglesia. Las comunidades reconstruyen el tejido eclesial desde la base; en ellas se vive y practica la comunin, participando realmente y regenerando as un autntico sujeto eclesial, activo y responsable. As se hace verdad la vida del pueblo de Dios y no de una masa amorfa y pasiva (plebs!). Sin la participacin eclesial masiva no se superar el clericalismo persistente, que burocratiza y empobrece la pluralidad de los carismas, ya que al monopolizarse stos hay peligro de encadenar institucionalmente el espritu.

    De las comunidades surgirn grupos de accin social, comprometidos en los ms diversos campos en que se descubran necesidades, tanto para denunciar las situaciones o estructuras como ayudar mediante el apoyo solidario, el trabajo de base, la poltica o los servicios sociales, a quien sufra cualquier opresin material o espiritual, aqu o en el "tercer mundo".

    La iglesia comunitaria es una iglesia desde la base, basada en la libre opcin y asociacin, sea a partir de la plataforma de la parroquia o desde otros medios. En ella tienen expresin todos los carismas, de donde surgirn las diferentes dedicaciones, compromisos y responsabilidades. Sin comunidades, la iglesia no est articulada realmente como pueblo.. Sera conveniente que hubiera una promocin e impulso de las mismas, en vez de centrarse en otras tareas, como las catequesis de nios; pues el nuevo reto en la transmisin de la fe est en los adultos: stos slo pueden aprender a creer y vivir en cristiano mediante los procesos interpersonales de identificacin que se dan en

  • JESUS CONILL

    las comunidades en las cuales se hace (o se har) patente las consecuencias prcticas del seguimiento de Jess. Slo se podr convertir la masa en pueblo mediante comunidades y movimientos apostlicos, donde cada persona se encuentra directamente con otras, compartiendo realmente la vida desde la experiencia teologal, en las alegras y las penas, experimentando las dificultades, la debilidad, la gracia y la conversin, la experiencia de Dios y el cambio de estilo de vida por amor.

    En las comunidades se superan las estructuras alienantes, y aunque no pueden ser una alternativa global a la institucin inevitable, s constituyen un permanente fermento de fraternidad, de servicio liberador y de renovacin eclesial. De ah brotarn fuerzas para articular lo institucional y lo comunitario, de manera que primando este ltimo, cambien ciertas actitudes con respecto a la participacin de los laicos y de la mujer en todos los rdenes de la vida eclesial, segn los carismas y sin ningn tipo de discriminacin.

    Conclusion

    Tal vez sea mejor no extenderse ms y remitir a la lectura de escritos como Cambio estructural de la Iglesia, de Karl Rahner, de ya hace aos, pero que no han perdido actualidad. Junto a esto, deberamos dejarnos interpelar por la mstica renovadora de la iglesia latinoamericana de base no para imitar mimticamente, sino para aprovechar el impulso del espritu que all sopla e infundir aqu un estilo de vida para nuestra sociedad fiel al seguimiento de Jesucristo. Una oferta de felicidad universalizable, ms all de las coerciones morales, como camino liberador y felicitante, atractivo. Cmo sera un anuncio experimental ertico del amor cristiano? Cmo sera posible la "alegra de Dios" sin rebajar las exigencias de la responsabilidad solidaria de amor en el actual "invierno cultural" y "eclesial" de Europa?

    Extract y condens: MONTSERRAT FERNNDEZ