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    SANTOS JULI 19 JUN 2014 - 00:00 CET

    LA CUARTA PGINA

    Una tradicin inventada

    Ni en su origen ni en las primeras dcadas de existencia de las izquierdas la Repblica estaba entre

    sus preocupaciones. Para algunos, es como si no hubiera ocurrido nada entre 1930 y 2014

    Archivado en: OpininOpinin PCEPCE Cayo LaraCayo Lara PSOEPSOE RepblicaRepblica Partidos polticosPartidos polticos EspaaEspaa SociedadSociedad PolticaPoltica

    Entre los males que de un tiempo a esta parte se achacan al proceso

    de transicin poltica a la democracia iniciado en julio de 1976 ocupa

    un destacado lugar lo que el portavoz de la Izquierda Plural evocaba

    hace unos das en el Congreso como renuncia de tanta gente a

    tantos sueos y tantas convicciones, hasta aceptar un monarcadesignado inicialmente por el dictador. Basaba Cayo Lara la

    legitimidad de la convocatoria de un referndum para que el pueblo

    decida su destino precisamente en todas esas renuncias en la

    Transicin para que la democracia saliera adelante. Al cabo de 35

    aos, Izquierda Plural tiene claro que los males que afectan a la

    democracia espaola proceden de aquellas renuncias en mala hora

    consentidas por los partidos que fraguaron el pacto constitucional y

    entre los que nadie dira hoy que el comunista haya desempeado un

    papel fundamental.

    Renunciaron los dos partidos de la oposicin de izquierdas, el

    socialista y el comunista, a su vocacin republicana durante el

    proceso de transicin a la democracia? O mejor, defina a esos

    partidos, PSOE y PCE, una cultura, una vocacin o una tradicin

    republicanas? Y si era as, desde cundo? Porque si algo hay claro

    en la historia de ambos partidos es que ni en su origen ni en las primeras dcadas de su

    existencia dieron muestra alguna de que la Repblica como forma poltica del Estado entrara

    entre sus principales preocupaciones.

    Ms bien suceda lo contrario: en las deslumbrantes claridades dicotmicas que inundaban de

    luz su concepcin del mundo, Pablo Iglesias tard tres dcadas en percibir que exista un

    terreno situado entre explotadores y explotados, entre burguesa y proletariado, que mereca la

    pena explorar. Vencida al fin su repugnancia, accedi en 1909 a formar una coalicin con los

    republicanos, tildados poco antes de maestros consumados en el arte de engaar, no por

    ningn motivo mezquino, como el de conquistar escaos en el Congreso, sino porque servira

    para ayudar a la revolucin.

    La Repblica adquiri as para los socialistas un valor instrumental al que se atuvieron en el

    futuro: vala en la medida en que permita al proletariado avanzar tranquilamente, sin

    innecesarias perturbaciones, hacia su meta final. No es sorprendente, por eso, que en 1930

    escribiera Julin Zugazagoitia que un socialista solo poda ver la idea de la Repblica con

    indiferencia por la muy sencilla razn de que a quien se haba educado en las convicciones

    marxistas le tiene perfectamente sin cuidado el trastueque que se opera en un pas al pasar

    de la Monarqua a la Repblica; una toma de posicin no muy alejada de la respuestaantolgica que el comit ejecutivo del PCE se dio a s mismo despus de preguntar, tambin

    en 1930, qu significaba la Repblica para los obreros: Es la Guardia Civil garantizando la

    propiedad y la explotacin de los obreros y los campesinos bajo la direccin de un presidente

    en lugar del rey.

    EDUARDO ESTRADA

    Una tradicin inventada | Opinin | EL PAS http://elpais.com/elpais/2014/06/18/opinion/1403109760_054248.html

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    Pablo Iglesias tard tres

    dcadas en percibir que

    haba un espacio entre

    burguesa y proletariado

    Socialistas y comunistas

    hicieron saber que

    aceptaran un rey en la

    jefatura del Estado

    Se comprende que solo al cabo de otros cuatro meses, mientras las

    gentes festejaban en las calles el advenimiento de la Repblica, un

    grupo de agitadores del PCE irrumpiera con su camioneta en la

    Puerta del Sol gritando la consigna Abajo la Repblica, vivan los

    soviets. Y que al cabo de cuatro aos, hecha la experiencia

    republicana, El Socialistaanunciara en un editorial que la Repblica,

    ni vestida ni desnuda nos interesa y le deseara la muerte. A manos de quin? Ah, eso no

    importaba, de quien fuera.

    De modo que, cuando la rebelin militar de julio de 1936 puso a la Repblica a los pies de los

    caballos, los partidos y sindicatos que acudieron a sofocarla conservaran, por encima de su

    adhesin o lealtad republicana, su identidad propia, su cultura y prcticas polticas, sus

    estrategias y sus metas finales, que no eran la Repblica de 1931 sino el comunismo, el

    socialismo, el anarquismo o la independencia de sus naciones: por eso luchaban y por eso

    moran y por eso merecen ser recordados.

    La debilidad de los republicanos y los fines muchas veces enfrentados de las fuerzas

    coligadas retrasaron y finalmente impidieron una estrategia comn de defensa frente al

    enemigo, que tampoco el gobierno de Negrn pudo imponer. A pesar de la sangre derramada

    en su defensa, la Repblica sucumbi doblemente derrotada: por quienes se rebelaron contraella y por quienes en su interior libraron ms de una guerra civil en Catalua, en Aragn, en

    Madriddentro de la Guerra Civil.

    Aos despus de la derrota, cuando algn nio de la guerra o de la inmediata posguerra

    conversaba, en Pars o en Madrid, acerca de todo esto con un socialista de tal o cual faccin,

    aprenda que los culpables de la derrota haban sido los socialistas de la faccin contraria; si

    hablaba con un comunista, la culpa recaa sobre los anarquistas, por su indisciplina y su

    infantilismo revolucionario, o sobre el Consejo Nacional de Defensa, por su traicin; y si con

    anarquistas o sindicalistas, entonces los culpables eran los comunistas, que haban vendido la

    Repblica a los intereses de la Unin Sovitica. Cmo se poda, con estas memorias

    enfrentadas, hoy disueltas, silenciadas o desaparecidas en una inventada memoria

    democrtica, recuperar una tradicin republicana? Salvo la efmera ilusin acariciada tras el

    triunfo de los aliados en la Guerra Mundial, muy pocos en el exilio volvieron a acordarse de las

    instituciones de la Repblica, digna y solitariamente mantenidas por personalidades

    republicanas sin el apoyo de los partidos socialista o comunista, por no hablar de los

    sindicalistas.

    Por eso, cuando ahora se oye que las izquierdas espaolas vienen de una tradicin

    republicana a la que traicionaron en los aos de Transicin por el plato de lentejas de una

    democracia devaluada, habra que recordar que el Partido Comunista renunci a plantear la

    cuestin de la Repblica veinte aos antes de que la transicin comenzase, en 1956, cuando

    public su clebre declaracin por la reconciliacin nacional, por una solucin democrtica y

    pacfica del problema espaol, donde la Repblica ni se menciona. Y diez aos despus, en

    1966, sera la mismsima Dolores Ibarruri quien, al recordar que el problema del rgimen

    estaba en la calle y evocar a quienes en el deshojar de la margarita poltica espaola se

    preguntan: Monarqua y Repblica?, afirmaba que solo caba una respuesta: Democracia y

    Libertad, ambas en mayscula.

    Democracia y libertad, sin mencin de la Repblica, fue tambin la

    base de la resolucin a la que llegaron en Mnich en 1962 varios

    partidos de la oposicin interior y del exilio, con presencia principal

    del PSOE. Y aunque con la cercana de la muerte del dictador, la

    Repblica federal, para ms seas retornara a declaraciones y

    congresos, no conviene olvidar que el Partido Comunista y lasllamadas personalidades independientes de la Junta Democrtica no dejaron de instar a don

    Juan de Borbn a publicitar un manifiesto postulndose como titular de la Corona: no que no

    quisieran un rey en la jefatura del Estado, sino que se equivocaron de candidato. En cualquier

    caso, desde 1948 los socialistas y desde 1956 los comunistas, todos haban hecho saber en

    Una tradicin inventada | Opinin | EL PAS http://elpais.com/elpais/2014/06/18/opinion/1403109760_054248.html

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    privado y en pblico que aceptaran un regente o un rey en la jefatura del Estado siempre que

    abriera el camino a un proceso constituyente con referndum final. Y eso fue lo que ocurri a

    partir de 1976 y hasta 1978, en condiciones que nadie poda ni imaginar siquiera treinta o

    veinte aos antes.

    Sin duda, nada se puede objetar a la legitimidad de una movilizacin por la Repblica, pero no

    deja de suscitar cierta melancola que a su cabeza se encuentren los herederos de quienes en

    los aos sesenta del pasado siglo ensearon a jvenes desorientados que el problema no era

    Monarqua o Repblica, sino democracia o dictadura. Hoy, como ya no hay dictadura, perocomo volvemos a saborear el placer intelectual y el potencial movilizador de las claridades

    dicotmicas, el dilema vuelve a enunciarse, por quienes inventan una tradicin republicana de

    la que se apropian ochenta y cuatro aos despus de haberla despreciado y combatido, como

    Monarqua o democracia. Con lo cual, limpios de polvo y paja, volvemos a 1930 sin que aqu

    haya pasado nada.

    Santos Julies profesor emrito de la UNED. Acaba de publicar Nosotros, los abajo firmantes.Una historia de Espaa a travs de manifiestos y

    protestas(Galaxia Gutenberg / Crculo de Lectores).

    EDICIONES EL PAS S.L.

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