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Unidad 2 2.1 El pensamiento político antiguo 2.1.1 Grecia antes de Sócrates; Platón y Aristóteles De la antigüedad griega dimana la mayor parte de nuestras ideas político filosóficas, la aparición de un sistema lógico de la teoría política, y la aparición de la Ciudad Estado. Grecia como civilización resulta algo extraordinario, pues, se desarrolla fuera de una gran cuenca hídrica, contrario a la civilización egipcia, babilónica, india o china. Las ciudades griegas practicaron un próspero comercio en el mediterráneo lo que propició minorías ilustradas que disponían de tiempo libre que algunos dedicaron al estudio de las ciencias y de las artes. El ejemplo del despotismo persa y la guerra del Peloponeso entre la oligarquía de Esparta y la democracia de Atenas dieron nuevos incentivos para el examen político. Los filósofos griegos guiaron su atención, desde el mundo de la naturaleza, al examen de los principios políticos y sociales desvaneciendo la fe religiosa. Al amparo de la libertad de pensamiento se abrió el espacio para la pugna entre la antigua clase aristocrática y una nueva clase comerciante, con poder adquisitivo e inclinación a la innovación. 1

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Teoría del Estado, unidad 2 desarrollada.

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Unidad 2

2.1 El pensamiento político antiguo

2.1.1 Grecia antes de Sócrates; Platón y Aristóteles

De la antigüedad griega dimana la mayor parte de nuestras ideas político filosóficas, la aparición de un sistema lógico de la teoría política, y la aparición de la Ciudad Estado.

Grecia como civilización resulta algo extraordinario, pues, se desarrolla fuera de una gran cuenca hídrica, contrario a la civilización egipcia, babilónica, india o china.

Las ciudades griegas practicaron un próspero comercio en el mediterráneo lo que propició minorías ilustradas que disponían de tiempo libre que algunos dedicaron al estudio de las ciencias y de las artes.

El ejemplo del despotismo persa y la guerra del Peloponeso entre la oligarquía de Esparta y la democracia de Atenas dieron nuevos incentivos para el examen político.

Los filósofos griegos guiaron su atención, desde el mundo de la naturaleza, al examen de los principios políticos y sociales desvaneciendo la fe religiosa.

Al amparo de la libertad de pensamiento se abrió el espacio para la pugna entre la antigua clase aristocrática y una nueva clase comerciante, con poder adquisitivo e inclinación a la innovación.

Los sofistas, filósofos presocráticos cuyas enseñanzas eran retribuidas tuvieron de la filosofía y de la cultura e general una concepción pragmática y relativista. Rechazaban la idea de una verdad universal.

Los sofistas pensaban que el Estado descansaba sobre una base individualista, artificial y egoísta en que los fuertes acordaban estar sobre los débiles y, para que, los débiles se reunieran en defensa de las pretensiones de los fuertes.

Para Sócrates combatir el pensamiento de los sofistas se convirtió en su mayor preocupación.

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Los sofistas también señalaban que por ley natural los hombres son diferentes, unos nacidos para mandar otros para obedecer. Este pensamiento llega al extremo en Calicles al afirmar que la justicia radica en la fuerza.1

Sócrates

Partidario de la aristocracia del conocimiento, criticó las instituciones de la democracia al sostener “…el principio mismo de la democracia es la negación a pretender una superioridad de la inteligencia…”

Señalaba que así como no se encomienda a la suerte la designación de un arquitecto para una construcción o de un músico para una festividad, resultaba una locura decidir así (democracia) el nombramiento de las magistraturas de la república.

El arte de mandar es el arte de conocer y de escoger los hombres y de hacerse obedecer y respetar por ellos.2

Platón

Para Platón la política es la moral misma, la cual se traduce en el conflicto entre el amor reflexivo hacia el bien y el deseo ciego del placer.

El fin del Estado es la justicia que persigue el bien común.

La necesidad es la base de la sociedad y la sociedad la del Estado.

Es necesario que en el Estado coexistan diversas clases sociales animadas por el deseo de lo que es útil, fundamento del trabajo que satisface las propias necesidades y las de los demás.

En un Estado bien constituido todo debe ser común; la propiedad produce la desigualdad y la desigualdad la guerra.

Hay dos cosas que separan los intereses del hombre de los intereses del Estado: la familia y la propiedad.1 González, María de la Luz, Teoría General del Estado, pp. 133 a 141.2 González, María de la Luz, Teoría General del Estado, pp. 144 a 148.

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Todo Estado se compone de dos pueblos siempre enemigos, ricos y pobres.

En la antigüedad, Esparta tenía instituciones casi comunistas, por lo tanto, la comunidad de bienes nada tenía de absurda.

En la República de Platón, el gobernante debe tener una educación especial, es el rey filósofo.

Cuando el amor a la riqueza desplaza al amor a la gloria, el poder no se concede al que más lo merece, sino al más acaudalado, así la opulencia se enfrenta a la miseria, naciendo los indigentes, mendigos y bandidos, todos amenaza para el Estado.

A medida que la riqueza se acumula en un pequeño número de manos, los ricos van siendo menos y los pobres más, apareciendo así la democracia.3

Aristóteles

Representó el realismo de la política, contrario al extremo utopismo de Platón.

Destacó que todo conocimiento iniciaba por la percepción de los sentidos.

Su mayor preocupación está en el desarrollo de las virtudes ciudadanas; la finalidad última de la política es la persecución de la felicidad y, esto sólo se alcanza por el desarrollo de las virtudes ciudadanas.

La “politeia” (virtud de la política) representa una democracia moderada que resulta ser el justo medio (justo medio aristotélico) entre el faccionalismo de la oligarquía y, la demagogia de la democracia.

Para Aristóteles la esclavitud se justifica como un elemento más de la cadena productiva.

El verdadero hombre de Estado ha de ocuparse de la virtud para hacer de los hombres ciudadanos de bien, obedientes a las leyes.

3 González, María de la Luz, Teoría General del Estado, pp. 149 a 166.

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La perfección de un ser es la virtud, la felicidad es inseparable de la virtud, definir la virtud es definir la felicidad; aun en la situación más modesta se puede ser feliz si se obra conforme a la razón y la virtud.

Contrario a Platón, considera al placer como parte esencial de la acción del hombre, pero placeres sujetos y medidos por la virtud y al principio de la recta razón.

Se le considera el padre de la ciencia política y, apoyando en hechos y análisis descubre en la familia el origen de la ciudad.

En términos de economía política distingue dos especies de valores: 1) el valor de uso, y; 2) el valor de cambio.

En el Estado todos los miembros son libres e iguales y, la misma autoridad de un magistrado es la de un igual sobre sus iguales, es una autoridad limitada, no tiene por objeto el interés, su único salario es el honor y no es perpetuo, cada uno manda y obedece alternativamente, la autoridad depende de la sociedad misma al considerarla un mandato.

El Estado no es una unidad verdadera, sino una colección de individuos.

El ideal aristotélico fue siempre el gobierno con arreglo a derecho, por lo tanto, el soberano debe de ser la ley. Al ajustarse la relación del gobernante con sus súbditos con base en la ley, ambos siguen siendo libres y, por este hecho tienen igualdad moral.

Plantea una disyuntiva ¿Es preferible ser gobernado por los mejores hombres o por las mejores leyes? Aristóteles acepta la supremacía de la norma jurídica como signo distintivo del buen gobierno.

El razonamiento: ni siquiera el gobernante más sabio puede prescindir de la ley, ya que esta tiene una calidad impersonal que ningún hombre por bien intencionado que sea puede alcanzar.

Señala formas puras e impuras de gobierno; las puras monarquías, aristocracia y democracia; las impuras, tiranía, oligarquía y demagogia.

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Aristóteles también señalaba que, como la riqueza es de unos cuantos y la pobreza de una mayoría, es que, las causas de las disensiones políticas entre ricos y pobres, está en que, los ricos son pocos, pero la libertad es de todos.

En una democracia, según Aristóteles, los pobres deberían ser mayoría entre los gobernantes pues son mayoría en la sociedad. Pero vivimos en una plutocracia. Son los ricos los que gobiernan... Los gobiernos son los comisarios políticos de los poderes económicos.

Aristóteles y la educación

La educación debe de ser pública y, por lo tanto, impartida por el Estado.

Las leyes deben de estar siempre en relación con los principios de la constitución y, las costumbres particulares de cada ciudad afianzan el sostenimiento del Estado.

Es así que, las costumbres democráticas conservan la democracia, así como las costumbres oligárquicas conservan la oligarquía, y cuanto más puras son las costumbres, más puro será el Estado.

Como el Estado tiene un fin único, la educación debe ser necesariamente una e idéntica para todos sus miembros, por lo tanto, la educación debe de ser objeto de vigilancia pública, pues, lo que es común debe de aprenderse en común.

Sólo por medio de la educación pueden sostenerse los estados, porque encontrándose las costumbres y los principios de los ciudadanos en armonía con los principios del gobierno son de temer menos las revoluciones.

La vigilancia es la salvación del Estado, es necesario cuidar que ningún ciudadano, partido o clase social se engrandezca de manera desmedida, ya que puede amenazar la integridad del Estado, por lo que, resulta necesario rendir cuentas de sus provechos.4

2.1.2 El ocaso de la Ciudad-Estado

4 González, María de la Luz, Teoría General del Estado, pp. 167 a 190.

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La ética política de la Ciudad Estado según Platón y después Aristóteles consistía en la colaboración (división del trabajo según Platón) como noción de mayor importancia ética que los derechos.

Platón y Aristóteles cuanto más disciernen en el sentido ético potencial de la Ciudad Estado, tanto más se ven precisados a consentir la solución de que ese sentido existe sólo para unos pocos y no para todos.

La Ciudad Estado afrontó desde fecha muy temprana de su historia una disyuntiva, no podía alcanzar la autosuficiencia económica ni política, sin caer en el aislamiento y no podía aislarse sin sufrir el estancamiento. Por otro lado si optaba por no aislarse, se veía en la necesidad de buscar alianzas las cuales no podían tener buen éxito sin restringir la autonomía de sus miembros.

El auge de Macedonia y las conquistas de Alejandro Magno engrandecieron los límites del Estado e hicieron de la polis una formación anticuada para los nuevos tiempos, aunado a lo anterior, la extensión de Macedonia trajo consigo la divulgación de la cultura griega.

Lo anterior evidenció que la Ciudad Estado era demasiado pequeña aun para gobernar al mundo griego y generar mayor desarrollo económico.

Las conquistas de Alejandro de Macedonia abrieron un nuevo camino a la cultura griega, por la cual era la cultura helénica lo que importaba y no el estar adscrito a una polis lo que determinó la ciudadanía.

Estos cambios trajeron una nueva orientación al estudio del Estado, los problemas (y por ende las soluciones) ya no eran planteadas desde la participación en la vida política de la polis, pasando a centrarse en el individuo y el orden cosmopolita, en el análisis ya no existían griegos sino hombres ciudadanos del mundo.

Este cambio trajo consigo nuevas escuelas de pensamiento:

a) Cinismo.- despreciaban los convencionalismos sociales, enaltecían la virtud y la entereza para padecer las carencias de las clases desposeídas.

b) Epicúreos.- esta doctrina está basada en eliminar el temor a los dioses y a la muerte. Respecto a lo primero señalaban que los dioses son tan perfectos que no se ocupan de la vida de los mortales. Respecto a lo

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segundo señalaban, “…no temas a la muerte, pues, cuando tú eres ella no está, y cuando ella está, tú ya dejaste de ser…”

c) Estoicismo.- postulaba la fortaleza, el deber, la indiferencia ante el placer, el dolor o la muerte; defendía el principio de libertad interior inviolable y el de la unidad del género humano basado en el orden y la razón universal.

Estoicismo antiguo.- sostenían una posición de absoluto desdén político, nadie debía reducirse a vivir en los límites de la polis, se debe considerar a todos los hombres ciudadanos del mundo.

Estoicismo medio.- le importa la actuación civilizadora del hombre honrado, que encuentra en una sociedad civilizada medios y ocasiones de satisfacer su actividad creadora.

Estoicismo nuevo.- la producción literaria de Seneca es la máxima exponente de esta corriente en su última etapa, la cual reafirma la idea de la liberación de las pasiones por la razón y la virtud.5

2.1.3 Polibio y Cicerón

Polibio al analizar la constitución romana en época de la República, encuentra en ella combinadas las tres formas de gobierno aristotélicas puras.

1) Por los cónsules.- una monarquía;2) Por el senado.- una aristocracia, y;3) Por el pueblo.- una república.

La mezcla de las 3 formas de gobierno es un reparto de la soberanía entre los tres poderes, que cada uno es a la vez necesario y ninguno de ellos podrá prescindir.

El Consulado es una jefatura bicéfala que en tiempos de guerra ejercen un poder absoluto y, en tiempos de paz presiden el senado, convocan las asambleas populares, redactan los informes al senado.

5 González, María de la Luz, Teoría General del Estado, pp. 190 a 205.

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El senado, tiene como facultad disponer de los fondos, tiene el derecho de vetar a los cónsules, conceder los cargos públicos como el de “pretor”, así como la realización de los trabajos públicos.

El pueblo, a través de sus tribunos, que tienen la prerrogativa de ratificar los tratados y declarar la guerra, aprobar o rechazar leyes.

Fuertes para defender a Roma los tres poderes eran incapaces para destruirse. Un incipiente sistema de pesos y contrapesos.

Cicerón

La república requiere de hombres preparados y virtuosos que una vez llegados al poder, han de cumplir sus obligaciones para el bien de todos y olvidar sus propias conveniencias, pues, la república a través del ejercicio de sus magistraturas permite manifestar la grandeza de espíritu en bien de todos.

“…para gobernar bien, primero se debe saber obedecer…”

Cicerón representa la forma más acabada del gobierno romano al afirmar que la organización política debe fincarse sobre las vinculaciones recíprocas, el respeto al derecho que aglutina a los individuos entre sí y, la participación en la cosa pública, la “res publicae”.

Para Cicerón, la ley natural no es otra cosa que la recta razón, pues, pertenece a la concepción moral del mundo, incluso por encima del derecho civil que no puede desconocer ni desligarse de aquella.

Para él, el Estado no puede subsistir a menos de que se finque en la consideración de las obligaciones mutuas y el reconocimiento recíproco de los derechos.

El Estado es una comunidad moral, un grupo de personas que poseen en común el derecho y la cosa del pueblo (res populi – res publicae), y asociados por causa de utilidad.

De la anterior definición que nos propone Cicerón, se siguen 3 cosas:

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1) El Estado y su derecho son bien común del pueblo y su autoridad surge del poder colectivo del pueblo;

2) El poder político cuando se ejerce recta y legítimamente es en realidad el poder del pueblo como cuerpo, y;

3) El Estado y su derecho están sometidos siempre a la ley natural que es la justicia y, la fuerza sólo está justificada para preservar aquélla.

Las máximas de que la autoridad proviene del pueblo, que sólo debe ser ejercida con el apoyo del derecho y, que sólo se justifica por razones morales, merecieron una aprobación casi universal y han seguido siendo aceptados en la filosofía política.6

2.1.4 Doctrinas políticas de los primeros siglos del cristianismo

El cristianismo floreció en siglo I de nuestra era entre el pueblo judío de la dispersión (La Diáspora), expandiéndose por las provincias orientales del Imperio romano hasta llegar a su capital.

El cristianismo más allá del dogma comprende otras verdades como la racionalidad del alma y el libre albedrío, situaciones que intentó resolver la filosofía griega.

“…Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos;… y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres…” (Juan 8:31-32).

Sin embargo, los judíos desconocían a Jesús como el mesías de Yavhé, motivo por el cual la fe en Cristo se vio desplazada al ámbito griego, lugar en el que debe situarse el inicio del cristianismo antiguo.

Aunque no existe tendencia política en Jesús de Nazaret si se advierte el dualismo entre materia y espíritu, escindiendo el poder en dos lealtades deviniendo en dos tipos diferentes de autoridad (temporal y espiritual) “…dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios…”. (Mateo 22:17-21)

Es de llamar la atención que en los primeros siglos del cristianismo la Iglesia propiciaba una autonomía respecto del Imperio romano, lo que para el Imperio era inadmisible.6 González, María de la Luz, Teoría General del Estado, pp. 205 a 212.

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Es de destacarse que, la Iglesia católica perseguida en sus inicios por el Imperio romano, siglos después ya establecida y afianzada como poder emprendería una persecución religiosa sin precedentes en contra de todas aquellas creencias paganas.

En esencia política y filosófica la unidad y complementación que se da entre cristianismo, liberalismo y capitalismo es la exaltación del individuo, como único e indivisible más allá de cualquier poder estatal que lo pueda limitar.7

2.2 Desarrollo de las ideas políticas en la Edad Media

2.2.1 La formación del pensamiento político medieval

San Agustín de Hipona

Escribió “La Ciudad de Dios” obra de teología en donde se planteaba un nuevo sentido al dividir el género humano en dos órdenes; uno arreglado por hombres que viven según los hombres, otro por hombres que viven según Dios, a esto llama también dos ciudades.

“…no hay autoridad que no provenga de Dios y las que existen por él fueron instituidas, de tal manera que aquel que falta a la autoridad se opone al orden establecido por Dios…”

Por lo tanto, una ciudad es la organización política y la otra es la Iglesia las cuales en toda vida terrenal se encuentran mezcladas, para separarse hasta el día del juicio final.

Como resultado de las ideas sostenidas por San Agustín la humanidad se aglutinó en una sociedad bajo dos gobiernos con sus propios órdenes jurídicos y sus peculiares órganos administrativos y legislativos, dividiéndose en consecuencia la lealtad de los seres humanos entre dos arquetipos de gobierno: el temporal y el espiritual, hacia el Estado y hacia la Iglesia.

La agresión contra la libertad de conciencia comenzó a perfilarse cuando los cristianos negaron el sacrificio a los dioses paganos y aunque políticamente

7 González, María de la Luz, Teoría General del Estado, pp. 212 a 220.

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fueran buenos ciudadanos, si en el orden religioso resistían las decisiones imperiales.

San Agustín estableció el derecho a violentar las conciencias.8

2.2.2 Las controversias políticas medievales

Las ideas que sobrevivieron de la tradición romana, que fueron una consecuencia de las doctrinas del cristianismo o un resultado de las prácticas feudales ejercieron escasa influencia en las instituciones políticas. La filosofía era substancialmente apolítica desde la desaparición de la Ciudad Estado en Grecia.

El pensamiento político de la Edad Media se desarrolló fuera de la órbita de la historia, del sentido científico, de la preocupación crítica, utilizó la deducción sobre dogmas y creencias, en lugar de ser inductivo, valiéndose de la observación, del experimento y la investigación científica. La enseñanza quedó a cargo de los eclesiásticos enclaustrados en los monasterios, y la reflexión intelectual giró en torno a cuestiones teológicas. El pensamiento estuvo condenado por una ortodoxia severa y cuantas ideas se le enfrentaron fueron acosadas brutalmente.

El punto cardinal del pensamiento político en la Edad Media está determinado por la relación entre la potestad espiritual y la secular, la tendencia general fue plantear el problema de una teoría sobre la supremacía de la Iglesia y el Papado en el mundo político.

A pesar de la subida al pontificado de hombres poco dignos, la Iglesia, monopolizadora de la cultura conservó su prestigio y su fuerza moral, transformándose en el poder director y moderador de la Europa desmembrada en el feudalismo.

En torno a estas controversias, surgieron diversos argumentos para defender la supremacía espiritual, así como la primacía temporal. Ambas posturas consideraban la justicia como punto fundamental de su política, pero en su pensamiento la justicia abarca los siguientes puntos fundamentales:

1) La soberanía papal sobre el cuerpo de la Iglesia;8 González, María de la Luz, Teoría General del Estado, pp. 221 a 224.

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2) La liberación de los clérigos del control laico;3) La prepotencia pontificia para infligir correctivos y penitencias incluso

a los reyes.

Ahora bien, los motivos por los que la Iglesia fue la organización política más importante de su tiempo son los siguientes:

1) Por su amplia base consuetudinaria;2) Por el ejercicio jurisdiccional en la mayor parte de las controversias;3) Por la naturaleza exclusiva del control espiritual, y;4) Por la facultad de deponer gobernantes.

2.2.3 La culminación del pensamiento político medieval

Juan de Salisbury

Señala que existen dos tipos de instintos: el amor de lo justo y el de lo útil. Del primero nace el amor de la libertad y de la patria; del segundo, la pasión de dominar, no hay persona que no ame la libertad y que no desee obtener fuerzas para defenderla. De aquí viene que uno para procurarse el poder, se procura de cualquier modo la riqueza, pero, una vez dueño del poder se erige en tirano y, despreciando la justicia, no tiene temor de Dios por oprimir a aquellos que le son iguales por naturaleza y condición, el verdadero príncipe combate por la leyes y por la libertad del pueblo; el tirano lo primero que cree tener que hacer, es suprimir las leyes y reducir los pueblos a la servidumbre.

El príncipe es una imagen de la divinidad, y el tirano una imagen de Lucifer. El príncipe, imagen de Dios, debe de ser amado, honrado y venerado; el tirano, imagen de la maldad debe de ser muerto violentamente la mayor parte de las veces, no solamente está permitido matar a un tirano, sino que es una acción conveniente y justa.

Es justo que el derecho se arme contra aquellos que desarman las leyes y, que el poder público se subleve contra los que quieren anularle. Entre los crímenes de lesa majestad no hay ninguno como el que se comete contra el cuerpo mismo de la justicia.

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En estas tesis se encuentra un cimiento lógico para la destitución de los gobernantes que no cumplen con sus deberes, tesis que habla de una influencia formidable a partir del siglo XII.

Hacia las postrimerías del siglo XII se inicia un importante florecimiento intelectual debido principalmente a la creación de universidades, en especial la de Oxford la de París que, junto a los órdenes religiosas (franciscanos y dominicos) fueron medio de difusión de la nueva cultura, cuyo contenido lo determinó en primer término la recuperación del pensamiento clásico, especialmente aristotélico que empezó a ser conocido a partir del siglo XIII, aportándole al Medievo una nueva imagen de la vida intelectual griega y la convicción de que la razón conduce al conocimiento del mundo natural.

Santo Tomás de Aquino

Durante el siglo XIII, Santo Tomás de Aquino buscó reconciliar la filosofía Aristotélica con la teología agustiniana. Tomas utilizó tanto la razón como la fe en el estudio de la metafísica, filosofía, moral y religión.

A principios del siglo XIII las principales obras de Aristóteles estuvieron disponibles en una traducción latina de la Escuela de traductores de Toledo, acompañadas por los comentarios de Averroes y otros eruditos islámicos. El vigor, la claridad y la autoridad de las enseñanzas de Aristóteles devolvieron la confianza en el conocimiento empírico, lo que originó la formación de una escuela de filósofos conocidos como averroístas. Bajo el liderazgo de Siger de Brabante, los averroístas afirmaban que la filosofía era independiente de la revelación.

Esta postura amenazaba la integridad y supremacía de la doctrina católica apostólica romana y llenó de preocupación a los pensadores ortodoxos. Ignorar a Aristóteles —en la interpretación que de sus enseñanzas hacían los averroístas— era imposible, y condenar sus enseñanzas era inútil. Tenía que ser tenido en cuenta.

Reconciliando el énfasis agustino sobre el principio espiritual humano con la afirmación averroísta de la autonomía del conocimiento derivado de los sentidos, Tomás de Aquino insistía en que las verdades de la fe y las propias de la experiencia sensible, así como las presentaba Aristóteles, son compatibles y complementarias. Algunas verdades, como el misterio de la

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Encarnación, pueden ser conocidas sólo a través de la revelación, y otras, como la composición de las cosas materiales, sólo a través de la experiencia; aun otras, como la existencia de Dios, son conocidas a través de ambas por igual. Así, la fe guía al hombre hacia su fin último, Dios; supera a la razón, pero no la anula.

En su filosofía de la política, a pesar de reconocer el valor positivo de la sociedad humana, se propone justificar la perfecta racionalidad de la subordinación del Estado a la Iglesia.

Subraya el lugar y la función de la razón dentro de la conducta moral, afirma que lo que define al hombre es la posesión de la razón, la cual le permite actuar deliberadamente con vistas a un fin conscientemente aprendido, elevándolo por encima del nivel de la conducta puramente instintiva; si el hombre es un animal político en posesión de la razón, existe en él la tendencia societaria que le compele a vivir en sociedad, no sólo en grupos reducidos, sino en vastos grupos cuyas formas desarrolladas se denominan comunidades políticas. De esta forma la vida social se finca en la naturaleza humana y tanto la familia como la organización política son comunidades naturales.

Toda sociedad necesita de dirección y gobierno, porque una vida social para muchos no podría existir si no hubiera alguien que los presidiera y atendiera al bien común, por ello, el gobierno existe primariamente para cuidar dicho bien, es una institución natural, lo mismo que la sociedad. Así pues, si es natural para el hombre vivir en sociedad, es necesario que tenga una guía dentro de la multitud, ya que son muchos los hombres y cada uno busca por sí mismo lo que necesita, la multitud se dispersaría en sus fines, si no hubiera quien tuviese cuidado de procurar que todo se dirija al bien común. Esto es razonable, puesto que no es lo mismo el fin propio y el fin común. Según el fin propio todos difieren, según el fin común todos se unifican, por lo tanto, es necesario que donde se dé pluralidad se dé un principio unificador.

Pero acontece que cuando muchas cosas se dirigen a un fin, unas lo hacen rectamente, otras de manera no recta, por eso al gobernar una multitud se encuentran cosas justas e injustas. El régimen se convierte en injusto al despreciar el monarca el bien de la comunidad y sólo busca su bien particular. Por tanto, mientras más se aparte del bien común, tanto peor será su régimen.

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De acuerdo con el Digesto, santo Tomás dice que la justicia es la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno su derecho y la sistematiza en lo sustancial en Aristóteles:

“…necesariamente las virtudes mayores son aquellas que prestan mayor servicio a los demás; porque la virtud es una fuerza bienhechora. Por eso alabamos a los fuertes y a los justos; porque los fuertes prestan su servicio en la guerra, y los justos en la guerra y en la paz…”

Según el tipo de justicia esta se divide en justicia distributiva y justicia conmutativa. La justicia distributiva ordena las relaciones mutuas entre las personas privadas; la justicia conmutativa ordena la relación de lo comunitario con cada uno de los individuos, consistente en la distribución proporcional de los bienes comunes, distinguiéndose la justicia distributiva de la conmutativa no sólo en cuanto a lo privado y comunitario.

La justicia distributiva, reparte algo entre los particulares, en cuanto lo que pertenece al todo se distribuye entre las partes; por tanto, según la justicia distributiva tanto más participa de los bienes comunes quien tiene mayor participación en el gobierno de la ciudad. Por tanto, en la justicia distributiva no se mide según el valor objetivo de las cosas, sino según la proporción que guardan dichas cosas con las personas.

En cambio en la justicia conmutativa se da algo al otro individuo particular en proporción a la cosa de que se trate; por ejemplo en la compra venta, la igualdad se da entre objeto y objeto. En ese caso es necesario que cuando uno tiene más de lo que le corresponde, y ese exceso pertenece al otro, tenga que restituirlo a su dueño. Es por ello que se da la igualdad en forma aritmética.

En santo Tomás, todas las virtudes morales han de ser prudentes, todos los vicios se oponen a la prudencia, así como todas las virtudes son dirigidas por ella, especialmente la justicia, porque todos los preceptos contenidos en la ley, sobre actos de justicia, se ordenan a la ejecución de la prudencia.

La razón es la esencia misma de la ley, y la ley, regla y medida de los actos, según la cual cada uno está obligado a hacer o no hacer.

La ley según su esencia es el aspecto normativo de la sabiduría divina, la que como natural o revelada, se aplica con el carácter de normatividad obligatoria a la conducta humana. Santo Tomás divide la ley en:

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Eterna.- es expresión del gobierno por Dios de todo lo creado y que, por tanto, puede ser designada como el plan de la creación de Dios, en quien coinciden sabiduría y voluntad operante.

Natural.- es la específica manera en que el hombre, como ser racional y libre participa de la ley eterna, por tanto, está subordinado en el mundo. El hombre como criatura racional, es partícipe de la razón eterna; la participación de la criatura racional en la ley eterna es la ley natural.

Humana.- tiene que brotar de los preceptos de la ley natural como de principios universales e indemostrables, para obtener de ellos la ordenación de los singular y concreto. A estas medidas particulares alcanzadas por la razón humana a partir de la ley natural se le designa leyes humanas. La ley humana tiene como fin la felicidad terrestre, la divina tiende a la felicidad celeste; la ley divina es superior a la ley humana en justicia; la ley humana obra por el temor, en tanto la divina por el amor.

Sobre las formas de gobierno, sostiene en la Suma Teológica que es más conveniente una constitución mixta, que la unión del elemento monárquico, aristocrático y democrático daría este tipo de constitución, pero siempre encontrándose en un rey su expresión unitaria. Por tanto, la mejor forma de gobierno será aquella en la cual sea uno el que se pone frente a la organización y subordinándose a él colaboren otros magistrados sea de todos electos y electores.

Tal es el régimen bien combinado. Monarquía en cuanto uno preside, aristocracia, en cuanto participa en el gobierno por su virtud un crecido número; y democracia, en tanto que los gobernantes pueden ser elegidos del seno del pueblo, porque al pueblo pertenece la elección. Nótese que la forma mixta de gobierno no constituye una forma nueva, es una combinación de lo bueno de las tres formas justas, que cifra el mejor sistema práctico de gobierno, en donde cada forma aporta lo mejor: la monarquía la unidad superior de acción y dirección; la aristocracia la selección de gobernantes; la democracia el sentido comunal.

LA MONARQUÍASegún Santo Tomás, se precisa un dirigente por medio del cual se consiga todo lo que a él se le ha encargado. Siempre el hombre pretende

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un fin por el que se rige su vida, se dirige al fin apetecido de modos muy diversos. Entonces este necesita alguien que lo dirija a su fin.

Condicionado por la naturaleza a ser un individuo sociable y político necesita de los demás para poder alcanzar su fin.

Es necesario que haya entre los hombres algo por lo que se rija la mayoría. Como existen muchos hombres y cada uno se preocupa de lo que le es beneficioso, la multitud se dispersa en diversos núcleos, pero si hubiera alguien en ella que cuidase del bien de la sociedad esto no sucedería.

Por lo propio se enemistan y por lo común se unen, por lo que es necesario que además de lo que les mueve a cada uno a buscar su propio bien, haya algo que mueva al bien común de la sociedad. Pero es preciso que en toda sociedad haya algo que le dirija.

Si hay un régimen injusto a causa de solo una persona, que busca su propio beneficio a él se le denomina tirano. Si hay un régimen injusto a causa de varios se llama oligarquía o gobierno de pocos, Y si hay un gobierno injusto a causa de muchos, se denomina democracia, es decir, poder del pueblo, es como si el pueblo actuara como un único tirano.

El régimen justo si es gobernado por un grupo, se le llama con el nombre común de política; si es gobernado por unos pocos honestos se le denomina aristocracia, es decir, el gobierno de los mejores o de los próceres; Si el gobierno justo es ejercido por uno exclusivamente, este es llamado rey.

Pertenece a la noción de rey ser uno solo el que presida y sea pastor, buscando el bien común de la sociedad.

El bien y la salvación de la sociedad son que se conserve su unidad, a la que se llama paz. Esto es a lo que ha de tender sobre todo el dirigente de la sociedad: procurar la unidad en la paz. No obra con rectitud si no consigue la paz en la sociedad a la que sirve.

Esto se demuestra por la experiencia: las provincias y ciudades que no son gobernadas por uno padecen disensiones y vacilan faltas de paz mientras que las provincias y ciudades que se encuentran bajo solo un

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gobernante gozan de la paz, se distinguen por la justicia y se alegran en la abundancia.

Igual que es mejor el buen del gobierno de uno que el de muchos, .es también más nocivo el mal de uno que el de muchos. La fuerza y la maldad del que preside injustamente tiende hacia el mal de la multitud cuando solo busca el bien de sí mismo. En un régimen justo cuanta mayor unidad haya mejor y más útil será el régimen pero un ese gobierno sea injusto y mayor su unidad también será mayor su mal. Por tanto, la tiranía es más perjudicial que la democracia.

Se separa del bien común la oligarquía porque se busca el bien de unos pocos, pero se separa aún más del bien la tiranía porque solo se busca el poder de uno mismo, de uno solo. Cuando el bien proviene de una sola causa es más fuerte y cuando el mal viene de múltiples causas es más débil. Así conviene más que para ser más fuerte el gobierno sea de uno, pero si este se desvía de la justicia conviene más que haya muchos para que sea más débil y se obstaculicen mutuamente. Entonces entre los regímenes injustos el más tolerable es la democracia y el peor la tiranía.

LA LEY En este texto, perteneciente a la Suma Teológica, se estudia la ley

natural (moral) y sus características más importantes, llegando a la conclusión de que dicha ley, coincide con las inclinaciones naturales del hombre, es universal e inmutable, si bien puede variar en sus aplicaciones particulares concretas. La ley eterna, mediante la cual Dios regula la estructura del universo que ha creado, se proyecta en las criaturas a través de la ley natural y, en el caso del hombre, rige sus tendencias naturales mediante la razón. De ahí los preceptos comunes a todos los seres de conservar la vida, a los animales de reproducirse y cuidar a la prole y, más específicamente, al ser humano de buscar la verdad y convivir con los demás.

La ley natural, al ser aprehendida por la razón humana, pertenece al ámbito de las verdades racionales; por encima del cual se sitúan las verdades de fe. Sin embargo, Tomás de Aquino señala que existe un ámbito intermedio de verdades reveladas que pueden ser demostradas racionalmente, en el que pueden colaborar fe y razón: es el terreno de la teología natural.

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Mediante la razón y el conocimiento de la ley natural, el ser humano también domina los impulsos pasionales, adquiriendo así las virtudes éticas. A través del conocimiento o a través del control de las pasiones, la virtud supone el predominio de la razón, y esta tiene siempre como fin la felicidad. La felicidad más elevada que le cabe alcanzar al ser humano consiste en buscar y conocer a Dios.

Si el hombre es un ser sociable, deberá buscar la felicidad dentro de la sociedad, pero esta necesita una ley positiva que concentre los preceptos genéricos de la ley natural y busque el bien común. La ley positiva, por tanto, se deriva de la ley natural, con la que no puede entrar en conflicto si quiere ser una ley legítima. Santo Tomás garantiza, de esta forma, el vínculo entre el orden político y el orden moral, el cual, a su vez, enlaza por medio de la ley natural de Dios.

Dante Alighieri

Trata de justificar que la paz perfecta se logró únicamente bajo el dominio de los emperadores romanos, y que la destrucción de la unidad del Imperio romano precipitó la anarquía, por lo que hace falta restaurar el gobierno universal. Pero esta única voluntad no puede darse a no ser que haya un solo príncipe para todos, cuya voluntad pueda ser dueña y directriz de todas las demás.

Dante se lamentaba del deplorable estado de guerra que vivía en la Edad Media. No viendo a su derredor más que división entre los hombres, deseaba ardientemente la unidad del género humano bajo una sola autoridad.

Dante define a la monarquía como el imperio de un solo hombre sobre todos los demás. En toda multitud que tiene un fin común, es indispensable un jefe único, éste es el emperador, porque el mundo mejor organizado es aquel donde impera la justicia y la más perfecta justicia es la que radica en un solo hombre.9

2.2.4 (el ocaso del mundo político medieval)

Marsilio de Padua9 González, María de la Luz, Teoría General del Estado, pp. 236 a 252.

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Considera que bajo un antifaz de virtud y dignidad, el papado es tan aventurado para la naturaleza humana que acarreará, si no se le frena, un menoscabo doloroso a la civilización.

Para Marsilio, el poder temporal no tiene limitaciones ni taxativas de ninguna índole, dado que donde quiera que el poder del príncipe encuentre materia para ejercerse sobre el territorio sometido a su jurisdicción, no debe tener ninguna traba, lo cual no impide que esté sujeto a la ley, que es la manifestación de la justicia y del bien favorable a la vida del Estado.

Los hombres se han congregado en sociedad civil para hallar en ella provechos, obtener lo que es ineludible a la subsistencia y evadir lo que les es contrario. Es menester, entonces, que todos conozcan las reglas que puedan serles útiles o nocivas, es decir, las leyes, ya que éstas son la más sólida salvaguarda de la felicidad de un Estado.

El pueblo, en su pensamiento, no es simplemente como lo estiman la mayor parte de los juristas medievales: la fuente del poder imperial en el sentido de haber otorgado al emperador la soberanía despojándose de ella. El pueblo es siempre el soberano de derecho, puesto que él es solamente el verdadero legislador. Inquirir quien es el soberano en una sociedad, es preguntar a quien pertenece el poder de hacer las leyes y hablando en términos absolutos, el derecho de soberanía no es otra cosa que el derecho de hacer la ley. Por tanto, el legislador, causa primera o eficiente de la ley, es el pueblo o una parte de él que legisla a su nombre.

En la obra de Marsilio se encuentran los tres puntos esenciales de toda doctrina democrática:

1) Que el poder legislativo pertenece al pueblo;2) Que el mismo poder (legislativo) instituye al ejecutivo;3) Que el juzgar, cambiar y deponer al ejecutivo si falta a sus deberes,

también pertenece al legislativo.

Marsilio es un defensor del poder civil y sostiene la independencia de los poderes, por lo tanto, dado que no solamente quiere separar la Iglesia del Estado, sino libertar al Estado del poder absoluto.

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Guillermo de Ockam (8 cuestiones sobre la potestad del sumo pontífice)

Basado en la inviolabilidad de los derechos naturales afirmaba que el papa no puede privar a nadie de un derecho que él no haya otorgado, sino que procede de Dios, de la naturaleza o de otro hombre, no puede privar a los hombres de libertades que les han sido concebidas por Dios o por la naturaleza.

La autoridad política adecuada es ministerial, es decir, sirve a los intereses de los gobernados y no a los intereses del gobernante, justamente porque las personas libres no pueden someterse legítimamente a ningún otro tipo de autoridad.

Afirmaba que en principio el papa es superior al emperador en los asuntos de la Iglesia y, el emperador es superior al papa en los asuntos temporales: el papa puede juzgar al emperador por herejía y, el emperador puede juzgar al papa por homicidio.10

2.3 El pensamiento político en la época del absolutismo

En la mayor parte del pensamiento del último siglo medieval (XV), se percibe ya, nítidamente, las directrices que van a definir a la época moderna: un racionalismo cada vez más divorciado de la fe; un nacionalismo cada vez más separado del cuerpo místico; una tendencia secularizante que lleva a separar cada vez más la autoridad temporal de la eclesiástica.

A mediados del siglo XV, la teoría del papado como monarquía adoptó su forma definitiva de tal manera que dio un empuje inicial a una teoría de la monarquía absoluta para todos los reyes y príncipes que pudiera justificar su abandono de las limitaciones de la ley, el consejo y el parlamento, y finalmente inclinaron la mezcla medieval del rey y el pueblo lejos de toda interpretación democrática.

Las aseveraciones de que los notables o el parlamento podían revocar decretos reales, de que podían apelar los fallos del príncipe, de que un monarca podía ser censurado o destituido, fueron impugnadas consecuentemente. La diversidad de gobernantes acarrea discordia; sólo la monarquía absoluta puede promover orden social y seguridad política. La confianza pública y el bienestar común pueden fomentarse con mayor firmeza a través del gobierno 10 González, María de la Luz, Teoría General del Estado, pp. 253 a 267.

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de un solo individuo. El principio de centralización del poder se advertía claramente.

Así, la secularización y centralización del poder político temporal, conduciría en corto tiempo, a la formación de las nacionalidades que seguirían un proceso típico: el pueblo, ya nacional, con una gran carga de lealtad en torno al destino de una corona, otorgará su apoyo al rey para que éste triunfara en el interior de su organización política sobre los señores feudales, las ciudades libres, los gremios y las pretensiones del clero, por ello, la primera manifestación del Estado Nación, fue la monarquía absoluta.11

2.3.1 Características ideológicas de la época moderna. Renacimiento y Reforma

El ideal de unidad personificado en el mundo cristiano se conmocionó durante los siglos XIV y XV, por ser incompatible con el incipiente florecimiento del espíritu nacional y con el nacimiento de las monarquías absolutas que habían logrado centralizar el poder manifestándose en las entrañas mismas de la Edad Media, porque de ellas se desprende toda la exteriorización del reencuentro de la humanidad con el mundo, en donde el factor individual se vitaliza en tanto que la organización política asume diferentes formas de gobierno.

En el contexto de las organizaciones políticas renacentistas, ya fueran repúblicas o tiranías, floreció la poderosa razón para el advenimiento de la modernidad. Al finalizar el siglo XIII la literatura italiana inicia el movimiento humanista al retomar a los clásicos enclaustrados en los monasterios; situación que originó un cambio global en la actitud respecto a la antigüedad, el primer fruto por madurar era recuperar el pensamiento griego, conocido hasta entonces por medio de transcripciones árabes pasadas al latín en la escuela de traductores de Toledo.

Desde sus inicios el humanismo italiano se tiñó de nacionalismo, inflamado de amor hacia la patria.

La práctica inveterada del pensamiento político antiguo y medieval fue estremecida por la irrupción de nuevos hechos, como el individualismo propio de la época, la fundamentación de los principados italianos, la decadencia del papado, el florecimiento de los Estados nacionales y el descubrimiento de 11 González, María de la Luz, Teoría General del Estado, pp. 268 a 271.

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América. Al mitigarse toda esa revolución renacentista, la especulación política encontró su cauce en un pensamiento de sentido progresivo, que a lo largo de los siglos XVII y XVIII fincó los derechos del individuo y las bases de la autoridad propiciaron los fundamentos del Estado moderno.

El Renacimiento

I. Los dos valores centrales del Renacimiento: racionalidad y libertad se aplican también a la visión renacentista de la sociedad y del pensamiento. El progreso en la historia depende de la acción del hombre y no de la intervención divina.

II. Con el Renacimiento, aparece en la realidad política del mundo, una nueva magnitud política: el Estado nacional que lucha por su autoridad, por su liberación de los lazos supranacionales del sistema medieval, por su unificación y organización unitaria.

III. La libertad mental conquistada por el hombre del Renacimiento y que lo apartaba de dogmas, para enfrentar de manera más creadora la realidad material, representa el nuevo espíritu con el que la burguesía ascendente organizó las relaciones sociales en la Europa de los siglos XIV, XV, XVI.

IV. En el Renacimiento encontramos la exaltación del vivir, ya que el canon medieval preparaba al individuo para un buen morir promisorio de premios eternos y sobrehumanos. El hombre renacentista si bien siguió creyendo en la recompensa eterna, se desligó del dogmatismo religioso.

V. La liberación de la individualidad en el Renacimiento contrastó con el feudalismo, en el que las artes, el pensamiento y el comercio alcanzaron un nivel de estancamiento extremo.

VI. Durante el Renacimiento los hombres se liberaron de la opresión de grupo, la náutica revigorizó el comercio y las florecientes burguesías urbanas reivindicaron su emancipación económica-social, al borrar la noción de dependencia jerárquica; abriendo así, el campo a la emancipación de la conciencia y a la reaparición del pensamiento. Así fue como se esbozó la era de la civilización occidental, en la que la

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emancipación de la persona humana correspondía a la expansión de la economía urbana.

VII. El Renacimiento había dado inicio a la separación del poder eclesiástico del civil en el mundo, y las cuestiones religiosas quedaban restringidas al ámbito de la conciencia individual. La ciencia renacentista había despojado al hombre de su armadura teológica y le había devuelto la voluntad de organizar su existencia, sin temores o esperanzas de una vida ultra terrena.

VIII. El Estado también empezaba a concebirse como un poder civil, no ofrecido a los individuos por derecho divino sino por intereses económicos, de clases, o por ambiciones personales.

IX. El Renacimiento aporta dos novedades sustanciales que son: el dato experimental como punto de arranque de la inducción científica, y la independencia de las ciencias con respecto a aquella unidad teológico-filosófica que preside todo el pensamiento de la Edad Media. Este proceso de autonomía llega hasta nuestros días con la especialización cada vez más pormenorizada, pero en el siglo XVI suponía una lucha a veces violenta con los sostenedores de la vieja unidad, rota ya en parte por el Humanismo y mucho más por la Reforma.

X. Lo positivo del Renacimiento es la fuerte aparición del concepto hombre-individuo, liberado de la corporación en la que inmerso en lo colectivo carecía de personalidad y reconocimiento. Lo negativo es el inicio de un desmedido a obtener el poder adquisitivo de lo material.

La Reforma

No es precisamente en la filosofía moral donde se ha buscar la excelencia de este siglo (siglo XVI) sino en la teología y en la política. Fue la teología la que incitando a toda Europa, dividiendo a los pueblos, a los súbditos y a los reyes, espoleó a los partidos a combatirse unos a otros con la pluma y aun con las armas; a prescribir sus derechos y a discutirlos; a medir los linderos del deber y de obedecer y del derecho de resistencia. Fue, pues, de la Reforma de donde nacieron los grandes debates políticos que se sostuvieron durante los siglos posteriores.

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El hombre renacentista era tan religioso como sus antepasados en la Edad Media, pero su sensibilidad había cambiado, ya que requería de una religión que hablara al cerebro, al corazón casi a la carne. No es casualidad que la piedad cristiana se orientara a un camino que conduciría a un Dios vivo, humano, más fraternal. La Iglesia no se acomodó con la suficiente rapidez a aquella necesidad de renovación del sentimiento religioso.

Las circunstancias históricas habían obligado a los pontífices a desempeñar en exceso el papel de jefes de Estado, lo que implicaba la organización de una estructura militar, nada compatible con las funciones sacerdotales, y la de una tesorería y un sistema fiscal, además de una corte tentadora atraída por el lujo, unas alianzas europeas demasiado sutiles y determinadas presiones políticas acerca del nombramiento de obispos y cardenales.

La gran revolución religiosa que estalló en el siglo XVI rompiendo la unidad cristiana europea tradicional no se produjo de forma repentina, sin antecedentes que la prepararan y favorecieran, sino que se debió a múltiples causas que crearon un ambiente propicio para su desarrollo y rápida propagación.

A estas causas o antecedentes hay que agregar el cuadro de desigualdad social existente entonces Alemania y diversos motivos económicos que influyeron notablemente en los espíritus. Todas estas condiciones espirituales, políticas y sociales, prepararon y desarrollaron un gran movimiento revolucionario religioso que vino determinado por la disolución de los principios fundamentales de los tiempos medios y el triunfo de las nuevas corrientes ideológicas, el cual encontró un ambiente propicio en Alemania donde la inestabilidad social, el fracaso de la centralización política y la mezcla de fervor religioso con vivos sentimientos disidentes fueron circunstancias favorables para que las nuevas posturas religiosas arraigaran en el pueblo.

Los nuevos místicos, los antiguos herejes y los descontentos se agruparon a la generación reformista profundamente religiosa y crítica del 1500 como Lutero y Zuinglio y al dudar de que la Iglesia medieval fuera la verdadera Iglesia de Cristo se inclinaron a buscar en la Biblia la satisfacción de los grandes problemas que les atormentaban.

El 31 de octubre de 1517, el fraile agustino Martín Lutero exponía en la puerta del castillo de Wittenburg sus 95 proposiciones sobre el abuso de las indulgencias. Lutero no pensaba a la sazón en separarse de la Iglesia, ni

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atacaba la doctrina de las indulgencias en sí misma, sino que pretendía simplemente provocar una discusión científica de aquel problema; creía que una vez advertida la Iglesia acerca de los abusos cometidos con el tráfico de las indulgencias, aquella intervendría enérgicamente contra tantos excesos, Lutero estaba convencido de ello y por tal motivo no deseaba la supresión de las indulgencias y aún menos la ruptura con la Iglesia católica.

Martín Lutero se había empapado de los principios teológicos de Ockam y, a medida que progresaba en sus directrices hacia la Reforma, al influencia de Ockam le prestaba un apoyo cada vez más firme en su oposición a las autoridades eclesiásticas, además el pensamiento de San Pablo y San Agustín, mucho ayudaron al reformador a vencer la crisis religiosa de donde surgía su doctrina.

El éxito de Lutero procedió en gran parte de que había surgido del pueblo y poseía una elocuencia particularmente viva y eficaz, hablando la lengua franca y sencilla de la tierra y tomando sus ejemplos e imágenes de la vida cotidiana de los aldeanos, los mineros y los artesanos.

El movimiento reformista propiciado por Lutero, se sustentó en dos fuerzas motoras:

1) La Biblia como fuente de veracidad, no la Iglesia católica, y;2) La nación como manantial de poder, no el emperador ni el papa.

Martín Lutero utilizaba en sus disertaciones la lógica de los humanistas, por lo que sus ideas propiciaron la escisión de Europa en dos campos religiosos adversarios entre sí. Con ello se ocasionaron graves consecuencias en las relaciones políticas, al considerar una clara distinción entre la autoridad política y la espiritual, al sostener el criterio de que le orden de la sociedad y el Estado debería fundarse en la obediencia pasiva, que el supremo poder eclesiástico no era el papado sino el concilio general.

Finalmente, en Calvino, pensamiento y voluntad tiene que sujetarse a las exigencias del derecho; para él, el gobierno secular y la autoridad espiritual deben ejercerse en diferentes esferas.

El Estado es necesario, debe dar cumplimiento a las necesidades del pueblo, conservar el orden, salvaguardar la propiedad, promover la piedad y la

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religión; en tanto que la Iglesia debe limitar su autoridad a los asuntos de índole espiritual, porque el Estado e Iglesia son dos sociedades diferentes.12

2.3.2 (Maquiavelo)

La forma de gobierno fue cosa secundaria para Maquiavelo, ante la idea de que Italia llegara a ser un poderoso Estado (término de cuño maquiavélico), capaz y esforzado, para arrojar de sus seno a los extranjeros. Deseaba la igualdad y la libertad, pero ante todo quería la unidad nacional italiana.

Maquiavelo entiende que para lograr la unidad, el soberano requiere de sumo poder que sólo puede ser comprendido en la monarquía absoluta. Para obtener éxito en el intento de unificar, armar y liberar la patria, ha de ser y debe ser un tirano hecho a imagen de los grandes legisladores. Armando el pueblo y expulsados los extranjeros, dará buenas leyes y procurará la duración y seguridad de su obra.

Si en lugar de razonar las sentencias esgrimidas en El Príncipe, se presentan en lineamientos generales, afirmándose que es necesario engañar, mentir, ser cruel y fingir creer en una religión que se desprecia, no existe la posibilidad de cuestionamiento y se logra fácil triunfo contra un pensamiento monstruoso que sólo existe en la imaginación de sus impugnadores. Así, se hizo pasar a Maquiavelo como un acérrimo enemigo de la moral, la religión y la justicia, filtrándose el término maquiavelismo en forma peyorativa.

El Príncipe fue en los primeros tiempos de su aparición el manual de política más leído y consultado, porque en él sólo se vale de la experiencia y la razón para elaborar consejos aplicables a la conducción de los grandes negocios políticos. La unidad e independencia de los Estados fue defendida por el florentino, así como la libertad política y la libertad de conciencia de las que realizó una apología en sus Discursos, pero de ninguna de las dos se ocupó en El Príncipe, de ahí que lo atacaran los liberales porque defendía el absolutismo, y los protestantes y católicos porque sólo trataba de la religión como elemento político.

Maquiavelo no defendió el despotismo, sino su necesidad histórica en determinadas condiciones sociales, estaba convencido de que sólo la monarquía absoluta, a través de la fuerza podía mantener la unidad de un 12 González, María de la Luz, Teoría General del Estado, pp. 271 a 278 y 287 a 299.

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pueblo corrompido y así salvarlo de la anarquía. Se considera que ésta es la verdadera significación de la obra.

Maquiavelo sacrifica el individuo al Estado y todas las aptitudes de aquél, que no afecten a la política o a la guerra le son indiferentes, por eso al hablar de virtud, se refiere a las virtudes públicas, no a las virtudes privadas, jamás aquilata el valor moral de los actos individuales, sino su efecto real como actos políticos.

Para él, el único método aceptable en materia política, es el histórico, es decir, la forma de enfocar los problemas del presente, y aun del futuro, a la luz de los hechos del pasado. Consideraba al Estado como un fin en sí mismo; la existencia y conservación del Estado están por encima de las acciones privadas de los individuos. El florentino separa la política de la ética, estableció abiertamente, la subordinación de los principios éticos al bienestar público y a las necesidades del Estado.

El arte de la política se funda en razones de egoísmo, según atestiguan la historia y la experiencia de los tiempos. La fuerza física, la astucia, la habilidad, constituyen las bases esenciales para el engrandecimiento político de Maquiavelo no admitió la idea del derecho natural, admitida generalmente, y puso en su lugar, la concepción de la ley como norma positiva, creada por el soberano y amparada por la fuerza física.

El florentino veía en el monje Girolamo Savonarola el antipríncipe, llamándolo el “profeta desarmado”. ¿Desarmado de qué? De virtud política, no en sentido moral, sino político; intuición, experiencia, pericia, prudencia, cálculo racional. La falta de virtud del dominico lo llevó a denunciar los excesos de “su santidad” Alejandro VI y terminó sus días en la pira inquisitorial.

Concibe la formación política como un secreto de Estado, dirigido a los humanistas entendidos como los conocedores de la historia, el griego, el latín y de la psicología del hombre.

Los enemigos externos del Estado son un estímulo para el desarrollo. El debate interior de los órganos del Estado es sano porque deja de manifiesto una auténtica vida pública.

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Un Estado rico, es un Estado sano, sin embargo, la riqueza atrae la corrupción y la calumnia.

En conclusión

Un humanista con nostalgia de la grandeza de la antigua Roma; patriota, sin principios éticos y oportunista. Maquiavelo se encuentra en el extremo pragmático. Rechazó cuanto fuera idealismo y teoría y aplicó el sentido práctico.

En el último capítulo de El Príncipe, titulado Exhortación a liberar Italia de las manos de los bárbaros, proclama con apasionada sinceridad lo que constituye la idea rectora y motivante de la obra: Italia debe hallar su gobernante y sacudir el yugo extranjero.

Debido a su preocupación por el destino de Florencia y de Italia, y deseoso de expresar su pensamiento madurado en muchos años de experiencia política, es que para Maquiavelo los fines políticos eran inseparables del "bien común". Todo lo que atenté contra el bien común debe ser rechazado y por ello "la astucia, la hábil ocultación de los designios, el uso de la fuerza y el engaño, adquieren categoría de medios lícitos, si los fines están guiados por la idea del bien común; noción que encierra la idea de patriotismo, por una parte, pero también las anticipaciones de la moderna razón de Estado".

La moral, radica en los fines y la ley, constituye el núcleo organizador de la vida social.

Tiene una concepción totalmente diferente de la sociedad humana: para él el hombre es por naturaleza perverso y egoísta, sólo preocupado por su seguridad y por aumentar su poder sobre los demás; sólo un Estado fuerte, gobernado por un príncipe astuto, puede garantizar un orden social justo que frene la violencia humana.

La realidad se confronta a partir de la razón y de la experiencia concreta con el mundo, desmitificando el método escolástico. Maquiavelo constituye desde esa perspectiva una mentalidad profana e inquisitiva para la cual, la realidad inmediata y sensible es la fuente del conocimiento.

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Bajo el impulso de ese nuevo espíritu, Maquiavelo logró intuir, que los valores y la moral tradicional, cimentados por la iglesia católica, no se ajustaban al mundo cambiante e inestable que surgía en la Europa renacentista.

Para Maquiavelo, la razón suprema no es, sino la razón de Estado.

El bien supremo no es ya la virtud, la felicidad, la perfección de la propia naturaleza, el placer o cualquiera de las metas que los moralistas propusieron al hombre, sino la fuerza y el poder del Estado y de su personificación el príncipe o gobernante.

El bien del Estado no se subordina al bien del individuo o de la persona humana en ningún caso, y su fin se sitúa absolutamente por encima de todos los fines particulares por más sublimes que se consideren.

Para Maquiavelo la política debía ser el arte de lo posible, y ello significaba que ésta debía de basarse en realidades.

Para él el primer mandamiento de un político es ser realista, conocer las circunstancias y adaptarse a ellas.

Virtud y fortuna, la segunda es ciega y caprichosa y por eso no podemos adelantarnos a ella haciendo uso del análisis racional. La primera es, mezcla de inteligencia y eficacia, valor personal y capacidad para conseguir los fines propuestos. Virtud y fortuna mantienen una confrontación por el dominio de la historia. Y afirma, si bien es cierto que, en ocasiones estrategias calculadas con meticuloso cuidado se vienen abajo, por un golpe de la fortuna, la virtud puede reducir al mínimo las posibilidades del azar.

El príncipe de Maquiavelo no es prudente del todo, constantemente reta a la fortuna, al ser ésta el ámbito de lo imponderable, del destino. En este sentido el florentino afirma que la suerte es mujer al representar el capricho, la naturaleza indomable, el ámbito de lo posible, de lo imponderable, es por ello que el ideal del príncipe maquiavélico debe golpear a la suerte, antes de ésta lo golpee a él.13

Bibliografía13 González, María de la Luz, Teoría General del Estado, pp. 278 a 287.

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GONZÁLEZ Gónzalez, María de la Luz. Teoría General del Estado. Primera edición, editorial Porrúa, México 2008.

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