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Universidad Autónoma de Sinaloa
Facultad de Historia
Maestría en Historia
Legitimar el Imperio Mexicano:
Fiesta, Rito y Ceremonia
(1821- 1823)
Tesis que presenta
L.H. José María Navarro Méndez
Tesis que para obtener el grado de
Maestro en Historia
Director de tesis
Dr. Wilfrido Llanes Espinoza
Culiacán Rosales, diciembre del 2018
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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SINALOA
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Índice
Agradecimientos ....................................................................................................... 5
Introducción .............................................................................................................. 6
Capítulo I. ................................................................................................................ 21
De lo eclesiástico a las fiestas; de lo político a los símbolos.............................. 21 a) El poder desde lo político: El clero y los políticos en la Nueva España .............. 22 b) Los símbolos y la fiesta .............................................................................................. 27 c) La ritualidad política.................................................................................................... 30 d) Tres obras y su valor a la teorización de la historia de la ritualidad .................... 38 e) La fiesta política en Hispanoamérica ........................................................................ 43
Capítulo II. ............................................................................................................... 46
Entre la guerra y la política: La Nueva España de 1820-1821 .............................. 46 a) Agustín de Iturbide: El Libertador de México .......................................................... 47 b) La revolución de los militares .................................................................................... 69 c) La Imperial Ciudad de México ante las nuevas cuestiones ................................... 88
Capítulo III................................................................................................................ 94
Las fiestas sacras y honras civiles de la Independencia ..................................... 94 a) Ana Huarte de Iturbide y el amor a la patria. Valladolid de Michoacán ................ 95 b) Iturbide y su entrada a la Capital Imperial de México ........................................... 102 c) Del anuncio de penas a los días de risas ............................................................... 114 d) La legislación y la idea de las fiestas ..................................................................... 122
Capítulo IV. ............................................................................................................ 130
El poder imperial ................................................................................................... 130 a) La marcha de Pío y las celebraciones por el Soberano ....................................... 131 b) La coronación de Agustín de Iturbide y Ana Huarte ............................................. 144 c) Los crudos golpes políticos y la fiesta por un príncipe ....................................... 161 d) La Orden de Guadalupe y la Familia Imperial ........................................................ 171
Epílogo ................................................................................................................... 183
Conclusiones ........................................................................................................ 188
Apéndice ................................................................................................................ 193 Documento 1. Entrada de Ana María Huarte a Valladolid. ........................................... 193 Documento 2. Sobre los gastos en la entrada del Ejército Trigarante a la capital. .. 195 Documento 3. Reglamento de la Coronación de los Emperadores.. .......................... 197 Documento 4. Constitución de la Imperial Orden de Guadalupe. ............................... 206 Documento 5. Lista de la Familia Imperial de Sus altezas Majestades. ..................... 209
Fuentes .................................................................................................................. 213 Archivos.............................................................................................................................. 213 Bibliografía general y documental .................................................................................. 213 Artículos ............................................................................................................................. 217
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Índice de Ilustraciones Ilustración 1. Casa natal de Agustín de Iturbide. ..................................................... 49
Ilustración 2. Casa de Agustín de Iturbide y Ana Huarte. ........................................ 53
Ilustración 3. Antigua casa de Isidro Huarte. ........................................................... 99
Ilustración 4. Altar mayor de la Catedral de Morelia. ………………………………….101
Ilustración 5. Solemne y pacifica entrada del Ejército de las Tres Garantías. ........ 106
Ilustración 6. Agustín de Iturbide. .......................................................................... 156
Ilustración 7. Ana María Huarte de Iturbide. .......................................................... 158
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“…Si yo fuera un anticuario sólo me gustaría ver las cosas viejas. Pero soy un
historiador y por eso amo la vida…”.
Marc Bloch, Introducción a la Historia…
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Agradecimientos
El día de hoy me encuentro en el umbral de las cosas grandes, de concluir un camino
largo en el cual he aprendido, me he divertido y, claro, he compartido. Este trabajo es
un enorme esfuerzo que ha salido avante gracias los siempre bien focalizados empeño
y dedicación, no sólo mío sino de las personas que me han acompañado a través de
estos dos años.
Agradezco a mis padres, José María y Asteria, quienes en todo momento
me han bridado la fuerza para completar las arduas tareas que nos hemos impuesto,
de igual manera le agradezco a mi hermano Raúl Orestes su eterna amistad y su
incondicional apoyo.
De forma particular le agradezco al Dr. Wilfrido Llanes Espinoza, quien en
todo momento dedicó su conocimiento para enriquecer esta tesis; a la Dra. Mayra
Lizzete Vidales Quintero, quien con sus comentarios ayudó siempre a apuntalar la
obra. De igual manera le agradezco al Dr. Samuel Ojeda Gastelum por siempre haber
conferido su conocimiento a la finalidad de terminar en tiempo y forma este trabajo.
Quiero agradecer también a mis amigos y compañeros de clases: Anderson,
Pau, Paola, Reymundo, José Roberto, Aurelia, Ricardo y Yacksi. Gracias por haber
sido parte de este proceso y por su sincera amistad; de igual forma doy las gracias por
el apoyo de mis amigos Rodolfo, Sergio, Iván y José Gerardo.
Y sin más, le agradezco de todo corazón y con amor a Georgina C. M. por
todo su apeo, su amor y su cariño, gracias por compartir este viaje conmigo.
Sursum Versus
Et
Indivisa manent
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Introducción
La historia de la nación mexicana es aún un valle verde del cual podemos hacer
interpretaciones diversas, reinterpretar procesos y reevaluar las figuras, los momentos
y los personajes que la intervinieron, aquellos hombres y mujeres que en el campo han
sido llamados “conservadores”, “monarquistas”, “liberales” o de “izquierda” y “derecha”.
Para nosotros, al igual que para algunos historiadores, el personaje más notable fue
Agustín de Iturbide, y siguiendo el sentido común, el gobierno del Imperio Mexicano.
Su olvido se debe a distintos hechos que, por lo general, tienen que ver con su política
de carácter nacionalista. Su rememoración se encuentra siempre atada a la búsqueda
de la reivindicación que un hombre y su legado dejaron.
La figura del Imperio Mexicano debe estar en constante estudio. Es necesario
que valoremos el papel histórico que desempeñó Agustín de Iturbide en la formación
del Estado-Nación, con la finalidad de recordar lo que hace 200 años se logró, es decir,
la consumación de la independencia de la América septentrional. A lo largo de las
siguientes cuartillas, la visión que elaboramos sobre este periodo histórico atiende a la
manifestación del poder político que se ciñe sobre los elementos de la fiesta y la
ceremonia.
En el año de 1821 el coronel Agustín de Iturbide y Arámburu presidió el
movimiento que enarboló la autonomía del territorio de la Nueva España, la Revolución
Militar,1 la cual modificó los estratos sociales en los que vivía el virreinato. Bajo el Plan
de Iguala y los Tratados de Córdoba, Agustín de Iturbide, Vicente Guerrero y
posteriormente Juan O’Donojú, ratificaban la formación del Imperio Mexicano.
De lo anterior se desprende nuestro objeto de estudio; buscamos explorar la
ritualidad política que se vivió durante este periodo, nos interesa analizar el papel
simbólico de los ritos, las fiestas, las ceremonias y las liturgias que se desarrollaron
durante el primer Imperio Mexicano, enfocándonos en la legitimidad del sistema
político a través de estos actos impregnados de un nacionalismo Imperial, para ello
nos centraremos en los episodios que consideramos de mayor importancia durante
estas etapa.
1 Moisés, Guzmán Pérez, “El Movimiento Trigarante y el fin de la guerra en Nueva España (1821)”, Anuario Colombiano de Historia, Social y de la Cultura, número 41.2, Colombia, Universidad Nacional de Colombia, 2014, p. 139.
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Debemos explicar que en el estudio de la historia los ritos, fiestas y liturgias,
han sido elementos relativamente menos explorados, por ello la poca noción de su uso
político durante el pasado. Estos elementos se encuentran en estrecha relación con
los proyectos de construcción y legitimación del Estado. Al referirnos a ellos como:
fiesta patriótica, ceremonias cívicas, fiestas políticas o rituales políticos, inquirimos en
entenderlas, en este sentido, como actos performativos que se buscaba fueran
perdurables en el tiempo. Estos fenómenos evidencian las tensiones y disensos en
torno a la representación y la definición de las identidades nacionales.2
Existe una necesidad del estudio de las fiestas, celebraciones y ritos que nos
permita reconsiderar la relación histórica que han tenido con la memoria política del
país. Las celebraciones son la forma que tiene el poder político para comunicarse entre
los que gobiernan y los gobernados. Hacer la historia de las fiestas de una nación
significa, por tanto, conjugar un capítulo de la historia de las instituciones con otro de
historia social y cultural y política.3
Esta obra discurre en la no tan reciente corriente de la historia de lo político, los
estudios que se desarrollaron a lo largo de los siglos XX-XXI han abogado por ponderar
los elementos tradicionales en la cultura política durante el periodo de la
independencia. Se han ocupado del pensamiento jurídico del antiguo régimen, han
atendido la preponderancia de los ayuntamientos en la declaración de la libertad
política. Muchos historiadores se han ocupado de estudiar las continuidades de
algunas corporaciones, así también, han notado los pensamientos cotidianos que la
cultura popular tenía durante y después de la guerra de independencia. Muchos han
insistido en observar la religiosidad de los individuos que encabezaban el proceso
emancipador y de igual forma han visto la destacada participación del clero a favor o
en contra del mismo proceso. Otros autores han mostrado la continuidad de la retórica
eclesiástica que se acomodó a las circunstancias del siglo XIX.4 En otras palabras,
2 Sebastián, Vargas Álvarez, “La investigación sobre las conmemoraciones rituales en Colombia (siglos XIX-XXI): balance historiográfico”, en Anos 90, Brasil, Universidad Federal del Río Grande del Sol, v. 2, Núm. 42, pp. 208- 209. 3 Maurizio, Ridolfi, “Fiestas y Conmemoraciones”, en Jordi Canal y Javier Moreno Luzón, (eds.) Historia de la Política Contemporánea, España, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2009, pp. 59- 65. 4 Ávila, Alfredo, “De las independencias a la modernidad. Notas sobre un cambio historiográfico” en
Erika, Pani, y Alicia, Salmerón, (coordinadoras), Conceptualizar lo que se ve François-Xavier Guerra historiador homenaje, México, Instituto Mora, 2004, pp. 93- 94.
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muchos estudios se han dedicado a observar el comportamiento del poder y su
relación política en la construcción de los procesos. Nuestra obra no pretende resolver
un vacío historiográfico, más bien se inscribe en esa vacante para ahondar en la
construcción de una historia más completa sobre los primeros años de la vida
independiente de México.
Es necesario precisar que el Estado del Arte gira sobre la figura de Agustín de
Iturbide y eventos festivos, de allí que señalemos tres líneas historiográficas
importantes para conocer las bases bibliográficas que orientarán estas tesis Ponemos
especial atención a los clásicos de la historia de México, a los especialistas en Agustín
de Iturbide del siglo XX y autores contemporáneos que se han enfocado en desarrollar
estudios que resuelvan inquietudes particulares que derivaron de la firma del acta de
independencia y el establecimiento del Imperio Mexicano.
La primera línea son aquellos estudios clásicos que se desarrollaron durante o
a través de los eventos del siglo XIX. Autores claves como Lucas Alamán, Carlos María
de Bustamante, Vicente Rocafuerte y Niceto de Zamacois, la compilación que realizó
Vicente Riva Palacio en especial los tomos III y IV escritos por Julio Zárate y Juan de
Dios Arias respectivamente, así como las obras que abordan directamente a Agustín
de Iturbide, desde los manifiestos que él mismo escribe durante su exilio en Liorna
Italia, hasta lo publicado por José Malo en la década de los 60 del siglo XIX, de la
misma forma lo que efectuó José María Tornel y Mendívil.5
Estos autores clásicos llevaron a cabo estudios considerables. A pesar de su
desmedida carga patriótica, nacionalista y paternalista, han brindado elementos
necesarios para entender el contexto. Bustamante, Alamán, Rocafuerte, Malo,
Zamacois, Zarate y Juan de Dios nos brindan solamente representaciones cortas del
personaje, así mismo reconstruyeron pequeñas escenas de las celebraciones
efectuadas en estos años —celebraciones de los momentos dignos de recordar—, lo
5 Ver a: Alamán, Lucas, Disertaciones sobre la historia de Méjico, México, Imprenta de Agüeros, 1899; Carlos María, de Bustamante, Cuadro histórico de la revolución Mexicana de 1810, México, Imprenta de Mariano Lara, 1843; Vicente, Rocafuerte, Bosquejo ligerísimo de la revolución de Mégico, desde el grito de Iguala hasta la proclamación de Iturbide, Filadelfia 1822; José, Malo, Apuntes sobre el destierro, vuelta al territorio mexicano y muerte del libertador don Agustín de Iturbide, México, Imprenta de la revista universal, 1869; José María, Tornel y Mendívil, Breve reseña histórica de los acontecimiento más importantes de la nación mexicana, desde el año de 1821 hasta nuestros días, México, Imprenta de Cupido, 1852.
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que rescatamos de cada uno de ellos son las precisiones contextuales en torno a las
formas en que se realizaron las celebraciones.
Debemos señalar las imprecisiones que realizó Vicente Rocafuerte,6 así como
las que efectuó Carlos María de Bustamante,7 pues de ambos es conocido que fueron
acérrimos rivales políticos de Iturbide, haciendo que gran parte de los trabajos de
ambos autores se vean cargados de un sentimiento de repudio, diríamos de odio hacia
él. Al margen de lo anterior, son estudios que nos pueden dar luz sobre la percepción
del grupo republicano rspecto a los eventos festivos que se efectuaron en tiempos
imperiales. Así como señalamos a los detractores políticos debemos señalar las
memorias que escribió José Malo, pues debido a la cercanía que mantuvo con su tío
Agustín de Iturbide las notas publicadas en 1869 están marcadas por un irresistible
amor a la figura del adalid de Iguala.8
Por otro lado, la amplia aportación que efectuó Alamán a la historia de México,
así como a la política, reflejan un aprecio a lo realizado por Iturbide, pero demeritando
las formas de actuar del Libertador. Entre líneas se pueden apreciar ciertas burlas,
sobre todo en el acto ceremonial de coronación, pues él ve el evento como una
extravagancia del momento.9
Dentro de la segunda línea historiográfica, hemos de señalar los trabajos que
surgieron durante el siglo XX con respecto a la figura de Iturbide.
Las obras de Mariano Cuevas, Francisco Castellanos, la monumental obra de William
Spence Robertson, así como los trabajos que Timothy Anna E., Jaime del Arenal
Fenochio y las aportaciones del colombiano Javier Ocampo,10 generaron amplias
6 Vicente, Rocafuerte, Bosquejo ligerísimo de la revolución de Mégico, desde el grito de Iguala hasta la proclamación de Iturbide, Estados Unidos de América, 1822. 7 Carlos María, de Bustamante, Cuadro histórico de la revolución Mexicana de 1810, México, Imprenta de Mariano Lara, 1843. 8 José, Malo, Apuntes sobre el destierro, vuelta al territorio mexicano y muerte del libertador don Agustín de Iturbide, México, Imprenta de la revista universal, 1869. 9 Alamán, Lucas, Historia de Méjico, Tomo V, p. 363 10 Ver a: William, Robertson Spence, Iturbide de México, México, Fondo de Cultura Económica, 2012; Jaime del Arenal, Fenochio, Un modo de ser libres: Independencia y constitución del México (1816- 1822), México, El Colegio de Michoacán, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución de México (INEHRM), 2002; Anna, Timothy, El Imperio de Iturbide, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA) y Alianza Editorial, 1991; Vega, Juanino, Agustín de Iturbide, México, Cambio 16, 1987; Francisco, Castellanos, El Trueno. Gloria y martillo de don Agustín de Iturbide, México, Diana, 1982; Javier, Ocampo, Las ideas de un día el pueblo de México ante la consumación de su independencia, México, El Colegio de México, 1969; Mariano, Cuevas, Iturbide El Libertador. Documentos selectos de don Agustín de Iturbide, México, Patria, 1947.
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interpretaciones sobre el propio Iturbide, así como de su reinado. Se pueden señalar
diversos aspectos y ejes temáticos que los autores realizaron: estudios de la actuación
política, 11 la transición del antiguo régimen a la modernidad y las formas de
desenvolvimiento que suscitó la entrada del ejército Trigarante a la Ciudad de
México;12 así como un amplio barrido de fuentes publicadas en la década de los 40’,13
pero debemos señalar un punto en común entre los autores, ya que ellos generaron
amplios aportes biográficos sobre la figura de Agustín de Iturbide así como de su
familia y de la independencia.
Queremos resaltar la labor que realizó Spence Robertson en la década de los
50 del siglo XX, con un amplio trabajo sobre la vida de Iturbide. Título editado por
primera vez al español en 2012 (por Fondo de Cultura Económica, con motivos del
bicentenario de la gesta independentista) refleja la ardua labor que significa el elaborar
una biografía. Pues no solo se limita a resaltar los datos y las anécdotas del personaje
en cuestión, sino que realiza un amplio barrido documental y exhibe información que
hasta entonces se desconocía. La obra consta de 15 apartados en los cuales muestra
el actuar del joven vallisoletano, desde sus primeros días en la milicia, pasando por su
papel político entorno a la sublevación militar que enarboló, y culmina con su
fusilamiento tras su retorno del exilio. En el desarrollo del libro se mencionan algunas
de las celebraciones que se realizaron cuando El Libertador llegó a ser monarca,
haciendo hincapié en la coronación, pero relegando el hecho a una breve mención.
Cabe resaltar que los aportes que Spence realizó han servido como base para las
nuevas interrogantes sobre el biografiado. El mérito de la investigación efectuada por
el estadounidense Robertson radica en los nuevos aportes al método biográfico,
abriendo un nuevo paradigma en el devenir de la figura de Iturbide.14
11 Anna, Timothy, El Imperio de Iturbide, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA) y Alianza Editorial, 1991. 12 Moisés, Guzmán Pérez. “El Movimiento Trigarante y el fin de la guerra en Nueva España (1821)”. Anuario Colombiano de Historia, Social y de la Cultura, número 41.2, 2014, pp. 131- 161. 13 Mariano, Cuevas, Iturbide El Libertador. Documentos selectos de don Agustín de Iturbide, México, Patria, 1947. La obra remite a distinto documento que fueron transcritos por el autor. Mariano Cuevas realizo una amplia labor paleografía sobre Iturbide, trabajo que no se había realizado debido a la pésima reputación con la que contaba en Agustín. 14 Jaime del Arenal, Fenochio, “Presentación”, en William, Robertson Spence, Iturbide de México, México, Fondo de Cultura Económica, 2012, pp. 9- 27.
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Debemos puntualizar en algunas líneas. El repudio al que ha sido sometido
Agustín de Iturbide es derivado del sistema de gobierno que emanó a la caída del
Imperio Mexicano, pues la figura de Iturbide ha sido sometida a la crítica moralista, a
la intolerancia y al injusto juicio histórico. Pensamos en razón a los estudios de
Fenochio y compartimos ampliamente su visión, pues Iturbide no tuvo un Carabobos
ni un Ayacucho; su esfuerzo histórico fue gracias a la diplomacia y a la política de
carácter conciliador e integral.15
No obstante, han sido pocos los que han dirigido su mirada a la historia de las
fiestas y ceremonias, sobre todo a la hora entender el proceso mexicano y las
implicaciones que Agustín de Iturbide tuvo en ello.
Con respecto a la tercera línea historiográfica, es decir, a los trabajos que se
centran sobre las celebraciones y ritos, así como en los elementos de la formación del
gobierno y choque de las facciones políticas de ese momento, destacamos a algunos
autores; Alfredo Ávila, Virginia Guedea, José Luis Soberanas Fernandez, Silke Hensel,
María José Garrido Asperó, Enrique Plasencia de la Parra.16 Consideramos que estos
trabajos así como los enfoques que tomaron, dan luz a elementos de comprensión
15 Jaime del Arenal, Fenochio, Un modo de ser libres. Independencia y Constitución 1816- 1822, México, El Colegio de Michoacán, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución de México, 2011, pp. 221- 269. La batalla de Ayacucho refiere a uno de los últimos enfrentamientos que se sostuvo en el cono sur del continente, la cual marcó el final de la presencia militar española, este enfrentamiento fue entre las fuerzas de la Gran Colombia y las fuerzas republicanas del Perú. Por su parte la batalla de Carabobos, de igual manera fue el fin de la posición española en la región que hoy comprende Venezuela. 16 Ver a Ávila, Alfredo, En nombre de la Nación. Formación del gobierno representativo en México, México, Taurus, Centro de Investigaciones y Docencia Económica, 2002; Ávila, Alfredo, Para la libertad. Los republicanos en tiempos del imperio, 1821-1823, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Tesis Doctoral, 2001; Ávila, Alfredo y Alicia, Salmerón, (coordinadores), Partidos, facciones y otras calamidades. Debates y propuestas acerca de los partidos políticos en México, siglo XIX, México, Fondo de Cultura Económica, Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Nacional Autónoma de México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2012; Virginia, Guedea, “La figura de Agustín de Iturbide en los centenarios de la Independencia (1910- 1921)”, en Alicia Azuela de la Cueva y Carmen Gonzalez Martínez, (eds.), México y España. Huellas contemporáneas. Resimbolización, imaginario, iconoclasia, España, Universidad de Murcia/ Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 2010 (Vestigios de un mismo mundo 3); José Luis, Soberanes Fernández, “El primer Congreso Constituyente Mexicano”, en Revista de Derecho Constitucional Cuestiones constitucionales, Núm. 27, julio- diciembre, Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, 2012, pp. 311- 381; Silka, Hensel, “La coronación de Agustín de Iturbide. Un ritual ambiguo en la transición mexicana del Antiguo Régimen a la Independencia”, en Historia Mexicana, Núm. LXI, Volumen 4, México, El Colegio de México , pp. 1349- 1411; María José, Garrido Asperó, Fiestas cívicas históricas en la ciudad de México, 1765- 1823, México, Instituto de Investigaciones José María Luis Mora, 2006; Enrique, Plasencia de la Parra, Independencia y nacionalismo a la luz del discurso conmemorativo (1825- 1867), México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1991, (Regiones).
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12
política y de representaciones a través de las vicisitudes emanadas de la
independencia.
Los trabajos de Alfredo Ávila, En Nombre de la Nación, y Para la Libertad, son
un reflejo de las inquietudes por desarrollar respuestas a las prácticas y
preocupaciones políticas del momento, así como al conflicto que se engendró en torno
a la soberanía a comienzos de la vida independiente de México. Dentro de la premiada
investigación doctoral del estudioso mexicano,17 se logra mostrar la actuación oculta,
la intriga y la conspiración, entorno al sistema monárquico constitucional que Iturbide
instauró. La exhaustiva explotación documental de la cual está nutrida dicha obra
muestra las acciones emprendidas por la oposición republicana. Ávila ofrece una
explicación del cómo y del por qué la conspiración forma parte del sistema político del
siglo XIX mexicano, además, vislumbra al Imperio Mexicano en el actuar y
confrontación de dichas ideas.18
Los estudios señalados no cesan en la confrontación política, ni en el
complicado vaivén de la construcción de la identidad de la soberanía, sino que
asumimos la preocupación de leer y ver los trabajos que se acercan a nuestro objeto
de estudio, como lo que presentó en su momento María José Garrido, Fiestas cívicas
históricas en la ciudad de México, 1765-1823. 19 Es la minuciosa lectura de las
celebraciones efectuadas dentro de la capital de la Nueva España y posteriormente
capital de la nación mexicana. La autora devela la intervención del Estado en el
universo de las celebraciones ya fuera la Monarquía Hispana o la mano de los nuevos
líderes políticos del Imperio Mexicano.20
La intención directa de María José es el análisis de las diferencias festivas entre
el Ayuntamiento de la ciudad de México y las distintas autoridades que tuvo la ciudad
entre los años 1765 a 1823. Planteó cómo los desacuerdos políticos, las reformas
borbónicas y los conflictos armados emanados de la crisis española, fijaron un punto
de ruptura entorno a la soberanía y la forma simbólica de las festividades. Finalmente,
17 Ávila, Alfredo, Para la libertad. Los republicanos en tiempos del imperio, 1821-1823, Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Nacional Autónoma de México, 2005. 18 María José, Garrido Asperó, Alfredo Ávila, Para la libertad. Los republicanos en tiempos del imperio, 1821-1823, Instituto de Investigaciones Históricas- Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2005. Secuencia. Revista de historia y ciencias sociales 2006, (mayo-agosto): 19 María José, Garrido Asperó, Fiestas cívicas históricas en la ciudad de México, 1765- 1823, México, Instituto de Investigaciones José María Luis Mora, 2006. 20 Ibid. pp. 27- 83.
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examina la forma en que se celebraron las fiestas en tiempos del Imperio, señalando
metódicamente las disputas generadas por el establecimiento de las fechas y la
búsqueda de un panteón de héroes. 21 Si bien el análisis de las celebraciones
imperiales lo centra en las discusiones legislativas, dando un amplio panorama de las
necesidades festivas del nuevo Estado, la autora deja de lado la caracterización del
poder, fijando la lectura en la mención de lo celebrado y lo legislado.
La alemana Hensel Silka con su artículo, La coronación de Agustín de Iturbide.
Un ritual ambiguo en la transición mexicana del Antiguo Régimen a la Independencia,22
brinda una amplia explicación sobre la importancia que tuvo la coronación de Agustín
de Iturbide, de esta forma la investigadora se centra en explicar la hibridicidad de la
ceremonia. Una creación desde la perspectiva del antiguo régimen con valores
propios, valores de un Estado constitucional moderno. Para la autora, dicho acto no
logró acaparar el consenso de todos los sectores, pero marco la ruptura tácita con los
viejos valores y el establecimiento de un nuevo orden, la transformación que se vivió
representó la transición política del México español al México soberano.
Hemos señalado a algunos autores que demuestran amplias aportaciones
sobre temas esencialmente parecidos y algunos palpando a nuestros intereses de
investigación, pero debemos puntualizar algunas ausencias. Aunque la mayoría de los
autores contemporáneos muestra estudios dedicados a visualizar la esfera de lo
político, así como la explicación a las formas de actuar de ciertos grupos antagónicos
en el México decimonónico, se olvidan o mejor dicho, no dedican espacio al análisis
de las fiestas y liturgias en la búsqueda del significado político.
Finalmente, las investigaciones presentadas en el Estado del Arte resultan
bastante heterogéneas si se observan como un conjunto; abordan diferentes
momentos históricos, unas como un gran estudio del pasado mexicano y otras que
buscan precisar particularidades en la vida y gobierno de Iturbide. Más allá de la
existencia de diferencias o especificidades, las lecturas presentadas ofrecen
importantes aproximaciones, descripciones y análisis interpretativos de los procesos
mencionados. Nosotros no demeritamos la importancia de cada una, pero nos
21 Ibid. pp. 84- 156. 22 Silka, Hensel, “La coronación de Agustín de Iturbide. Un ritual ambiguo en la transición mexicana del Antiguo Régimen a la Independencia”, en Historia Mexicana, Núm. LXI, Volumen 4, México, El Colegio de México, 2015, pp. 1349- 141.
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suscribimos a las corrientes historiográficas que abogan por entender mejor el pasado
del primer gobierno independiente, así como sus prácticas políticas y a los individuos
que lo encabezaron.
A lo largo de la obra adoptamos una visión crítica, donde valoramos y mostramos
interrogantes en las cuales se exhiban la importancia de las celebraciones, tanto
cívicas como religiosas, con la finalidad de ver las causas que posibilitaron la
legitimación política. Por lo tanto la investigación busca identificar, entender y dar
respuesta a las interrogantes siguientes: ¿de qué forma y con qué fin fueron utilizados
los rituales, fiestas o ceremonias cívicas /patrióticas?, ¿cuál fue el papel de la Familia
Imperial en la construcción de la ritualidad política?, ¿de qué forma pretendía el grupo
en el poder implementar el nacionalismo?, ¿cómo es que la nueva élite política
configuró los ritos y fiestas?, ¿las fiestas y celebraciones enunciadas por dicho grupo
fueron una novedad, una continuidad o un híbrido que emanó de la transición política-
histórica?, ¿qué papel jugaron los obispos de Guadalajara, Juan Cruz Ruiz de Cabaña
y Crespo y el de Puebla, Antonio Joaquín Pérez Martínez en la legitimación de la
liturgia Imperial? y ¿las celebraciones realizadas durante el reinado de Agustín de
Iturbide realmente consolidaron su poder o sólo matizaron su actuar?
Las celebraciones las vemos como el reflejo de la legitimidad de un sistema
político, pero en absoluto sugerimos que esa legitimidad descansa únicamente en las
relaciones de tal o cual fiesta, estas actividades lúdicas fueron diseñadas como reflejo
de un sistema político el cual pretendió legitimarse. Partiendo de las preguntas
planteadas arriba, los objetivos que se desprenden son los siguientes:
General
• La investigación pretende develar la consolidación política que se dio en el México
imperial, a través de una reconstrucción documental en la que podamos hacer
visible el papel que jugó la fiesta y la liturgia a la hora de legitima el poder político
de Agustín de Iturbide.
Particulares
• Conocer y puntualizar las celebraciones efectuadas en conmemoración a la figura
de Iturbide.
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• Identificar a los actores políticos, militares y religiosos que ayudaron a instruir las
fiestas políticas en el Imperio de México.
• Revalorar a partir de los datos utilizados una nueva forma de entender la primera
monarquía constitucional mexicana, con la finalidad de entender las prácticas
políticas a través del escenario de las fiestas cívico-religiosas.
En síntesis, la investigación propuesta en estas líneas nos permitirá una mejor
comprensión del cómo se construyó la legitimidad imperial, a través del entendimiento
de determinadas celebraciones que se enarbolaron durante el primer Imperio
Mexicano. Ya que entendemos y vislumbramos a la independencia de la Anáhuac
como una crisis política, la cual afectó la unidad y cohesión social existente hasta ese
momento, generando en los novohispanos-mexicanos una ilustración propia; un
movimiento interno que se llenó de nuevas ideas, alimentados de su realidad
inmediata, es decir, de la modernidad.23 Es necesario reconstruir la identidad generada
desde el Imperio con el fin de dar una historia propia, que demuestre la construcción
de la nación y revele la importancia histórica del primer gobierno independiente de
México. El reto es mostrar la importancia histórica de los ritos, fiestas y liturgias durante
el Imperio, ya que estas celebraciones sí legitimaron el poder del gobierno en un
momento en el que aparentemente se decía que no existía.
Esta historia está construida desde una perspectiva metodológica cualitativa, es decir,
partimos del análisis discursivo de los sujetos para proceder a una interpretación
crítica. En este sentido, utilizamos como principal herramienta teórica la historia de lo
político, como lo adelantamos párrafos arriba.
La investigación será abordada a partir de la historia de lo político, para que
comprendamos el entramado de las actividades festivas, lo simbólico y lo ceremonioso
que se desarrollaron durante el Imperio de Agustín de Iturbide. Trataremos de explicar
las categorías a emplear, retomaremos lo que se ha propuesto en la nueva historia
política, la cual es el resultado de reevaluar a la vieja historia política. Partiremos de la
23 François-Xavier, Guerra, Modernidad e Independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, México, Fondo de Cultura Económica, Mapfre, 2014, p. 20.
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intención de mostrar a los hombres y mujeres como individuos en su acción
socializadora dentro del marco político.24
La nueva historia política está enmarcada en el uso intenso de diversas formas
de acercamiento al problema histórico político, nos ha permitido vislumbrar a los
actores en el escenario contextual, mostrándonos a personas reales y no cifras
abstractas. El uso de la biografía, la prosopografía, el análisis del discurso, es decir,
una nueva lectura de los textos fundamentales de las vidas políticas de las naciones,
el estudio de las identidades e imaginarios sociales, así como estudios sobre la opinión
pública y, más puntualmente, la búsqueda de una definición del precepto poder, han
formado la base de las nuevas explicaciones acerca de lo que es la historia política.
Haciendo que ésta corriente histórica se centre en el estudio de las relaciones políticas
y culturales. El eje central de éstas es el poder derivado de esto, los trabajos que se
han efectuado corresponden a temas como la soberanía, la ciudadanía, las
representaciones, la sociabilidad. Así mismo, se interesa por explicar lo simbólico, las
celebraciones, entre otros aspectos. Esto ha permitido reevaluar obras clásicas como
los trabajos de Marc Bloch, sobre todo su aporte en Los reyes taumaturgos,25 donde
aborda una historia del poder asociada a las relaciones económicas de una larga
época,26 agrupando a las imágenes rituales, a lo símbolos y representaciones reales
dentro de la existencia de la tradición mística curativa de los reyes franceses e
ingleses, permitiéndonos entender los elementos determinantes de la vida política en
la formación de la vida histórica, “un análisis político del proceso histórico”.27
Dentro de todas las variables a considerar, nos avocaremos a estudiar el
concepto de poder. Gil Pujol nos dice que la vigorización de la historia política se debe
al interés de estudiar al poder como forma de apreciar la nueva historiografía, el poder
se valora en su ejercicio y reparto, y en consiguiente a la importante atribución de la
toma de decisiones, que significa la suposición de la relativa autonomía de la esfera
24 Roicer Flórez, Bolívar, y Jairo Álvarez, Jiménez, “El retorno de la política: “La nueva” historia política sobre el Caribe Colombiano en el siglo XIX. Tendencias, rumbos y perspectivas”, en José Polo y Sergio Paolo Solano (editores), Historia Social del Caribe colombiano, Colombia, 2011, p. 240. 25 Marc, Bloc, Los reyes taumaturgos, México, Fondo de Cultura Económica, 2017. 26 Álvaro Acevedo, Tarazona, “Los retornos de la historiografía. La historia política y del acontecimiento”, en Revista Historia y Espacio, volumen 23, Colombia, 2004, p. 9. 27 Francisco Javier, Gil Pujol, “Notas sobre el estudio del poder como nueva valoración de la historia política”, en Pedralbes. Revista d’Història Moderna, 3, Universidad de Barcelona, España, 1983, p. 88.
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política en su evolución temporal.28 En el mismo sentido, Jaume Vicens Vives observa
el término de la siguiente manera: (…) el poder es una realidad de mando, una realidad
vivida cotidianamente por quienes habían de gobernar y quienes deseaban o no
deseaban ser gobernados de tal guisa.29 De lo cual debemos insistir que el poder son
las relaciones recíprocas entre Estado y Sociedad, o, en el caso de las monarquías,
con las concepciones políticas entre el rey y su reino.30
Creemos que en lo mencionado está la forma de proceder de esta investigación,
ya que el estudio del poder refiere a los hombres y mujeres que lo detentaron, e integra
a las élites o gobiernos que lo asumieron.31 La concepción del término conduce a un
enfoque histórico que busca en la medida de lo posible la compresión tanto del tiempo
como del espacio, la idea conductora es la explicación y la reconstrucción de los
individuos en pro de identificar cómo es que percibían su mundo y cómo las
celebraciones configuran la legitimación del poder.
De los comentarios que ha arrojado Gil Pujol,32 pensamos que el estudio del
poder visto desde la ritualidad festiva, de las ceremonias cívicas, la ritualidad
ceremoniosa o las fiestas políticas, que tuvieron lugar al inicio de la vida independiente
mexicana, ayudó a definir la concepción política de la época. Bien lo refiere Pilar
Monteaguado, 33 existe una necesidad de demostrar los elementos simbólicos y
rituales, dado que son los que establecen la esencia y la configuración del Estado
mismo. La ceremonia y el ritual festivo, en calidad de representaciones conceptuales,
tienen la función de mostrar la naturaleza, la identidad, las aspiraciones y la
justificación de los poderes que el Estado representa. Sin el conocimiento de estos
fenómenos no podríamos tener una visión completa del mismo.
Puesto en mesa lo anterior, estas ideas tienen una conjunción, es decir,
tomamos las contribuciones de Maurizo Ridolfi desde la perspectiva del Uso Político
28 Ibid., p. 70 29 Jaume Vicens Vives, “Estructura administrativa estatal en los siglos XVI y XVII”, en Albereda Salvado Joaquín, Janué Miret, Marició i (eds.), El nacimiento y la construcción del Estado moderno: Homenaje a Jaume Vicens Vives, España, Universidad de Valencia, 2011, pp. 31- 56. 30 Francisco Javier, Gil Pujol, Op. cit., p. 71. 31 Ídem. 32 Ver a: Francisco Javier, Gil Pujol, Op. cit., pp. 61- 88. 33 Ma. Pilar Monteaguado, Robledo, “La ciudad, escenario de la fiesta política en el antiguo régimen”, en Palma Martinez-, Burgos García, Alfredo, Rodriguez González coordinadores, Las fiestas en el mundo hispánico, volumen 24, Universidad de Castilla- La Mancha, España, (Colección Estudios), 2004, pp. 321- 350.
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del Ritual y el Ritual Político, ya que estos términos reflejan un valor esencial en el
análisis que proponemos, pues identifican la relación entre el poder y la fiesta y el
papel que esto representa dentro del ámbito político.34 Los Rituales Políticos, como las
fiestas y ceremonias, encauzan las emociones, guían el conocimiento y organizan a
los grupos sociales. Así, el Rito Político genera una integración y una identificación
histórica. El Rito desempeña la función de suscitar un consenso cuya legitimación es
aceptada por los logros históricos de los próceres. De aquí el interés en usar la
perspectiva de análisis de M. Ridolfi, ya que entenderíamos cuales han sido los efectos
de la legitimidad política de nuestro objeto de estudio. Porque, de hecho, el impacto
del Rito Político va más allá de su inicial contenido ideológico, influye tanto en las
expectativas del poder como a las formas de adaptación. El uso de este modelo de
análisis nos permitirá sondear las formas de sacralización política o, dicho en otras
palabras, nos permitirá ver el plano de la dimensión simbólica en la construcción de
los vínculos sociales de la identidad nacional.35
Los rituales políticos, las fiestas patrióticas, los ceremoniales cívicos, o las
fiestas políticas, suponen para nosotros un consenso que delimita el comportamiento
en una visión unitaria, cuya matriz social se sostiene en la construcción hibrida de las
ideas que estableció el Imperio.36
En esta lectura de las fiestas y celebraciones con respecto al poder y la
búsqueda de la legitimidad política, observamos la conjunción de dos elementos de la
vida histórica de cualquier Nación, es decir, la actuación de los poderes seculares y
eclesiásticos. La explicación de la manifestación de estos dos elementos brinda un
mecanismo interpretativo a la hora de formar un Estado. Su cruce y diálogo dentro del
proceso que conformó tanto al Imperio Mexicano como a otros países a lo largo del
siglo XIX. Apela a una configuración de modelos que constituyen confirman roles
políticos; uno construyendo las instituciones y el otro integrando la cosmovisión
religiosa con el ser nacional.37 “De ese modo, el catolicismo como pilar de nacionalidad
34 Maurizio Ridolfi, Op. cit., pp. 59- 60. 35 Ibid., p. 61. 36 François-Xavier Guerra, “De la política antigua a la política moderna: invenciones, permanencia, hibridaciones”, Oslo, 19th International Congress of Historical Sciences, University of Oslo, 2000, agosto, p. 12. 37 Juan Cruz, Esquivel, “Cultura política y poder eclesiástico. Encrucijadas para la construcción del Estado laico en Argentina”, Archvies de sciences sociales des religions, Núm. 146, Francia, École des Hautes Études de Sciences Sociales, abril- junio, 2009, p. 42.
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otorgaba a la Iglesia el poder y el derecho de controlar multitudes…”,38 es decir, el
espacio político y social, advirtiendo que las practicas eclesiásticas van de la mano de
las practicas seculares.
Ambos poderes actuaron en la construcción del poder político, el largo virreinato
de la Nueva España es muestra de ello, pudiéndose evidenciar un comportamiento
que reflejó el uso del poder a la hora de la legitimación de ciertos actos; ejemplo de
ello son las juras reales, que se abordarán en el primer capítulo de la investigación. En
este tipo de celebraciones, la materialización de los poderes y la exaltación del legítimo
rey de los hispanos, es una buena forma de ver el funcionamiento interno.39 Más allá
del contexto y para el periodo que nos corresponde, 1821-1823, se pueden identificar
métodos que conjugan la observación de la fiesta política, la matización del poder y la
clara exaltación de símbolos que figuren una explicación de la legitimidad del gobierno.
A la luz de lo anterior, la reflexión que planteamos aquí y a lo largo del texto que
el lector tiene entre manos, puntualiza la relación del poder en la forma de materializar
las actividades festivas, la aceptación y negación que tienen por parte de la sociedad,
poniendo énfasis en el funcionamiento de las diversas corporaciones que se
aglutinaron alredor de Iturbide a la hora de establecer la nación mexicana.
Advertimos al lector que nuestra obra es un estudio sobre las fiestas y celebraciones
políticas realizado desde un punto de vista institucional. Nuestra intención es
enfocarnos en el análisis de las relaciones existentes entre las celebraciones y el
carácter legitimador que se tuvo en el contexto que se vivió. Esta línea interpretativa
nos permite comprender los acontecimientos coyunturales del periodo, y las
adaptaciones que efectuaron las nuevas instituciones de gobierno. Las fuentes son
por ello, las que provienen de las autoridades de gobierno, hacemos énfasis en que
gran parte de nuestro trabajo utiliza las fuentes bibliográficas como parte fundamental
de la crítica y análisis interpretativo, no por ello demeritando el uso de las fuentes
archivísticas, hemerográficas y la folletería. Entre los repositorios consultados nos
ayudamos del Archivo Histórico de la Ciudad de México, del Archivo General de la
Nación, del Archivo Capitular de la Catedral de Morelia, del Archivo Histórico Municipal
38 Ídem. 39 Óscar, Mazín (editor), Las representaciones del poder en las sociedades hispánicas, México, El Colegio de México, 2012.
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de Morelia, el Archivo de la Notaria Parroquial del Sagrario de Morelia y de la
Hemeroteca Nacional Digital de México, donde se puso énfasis en la lectura de la
Gaceta del Gobierno Imperial de México, 1821-1822. En cierto sentido, la investigación
cuenta la historia de cómo se reconoció el rompimiento de México con España y la
manera en que el Imperio de México legitimo su independencia.
La estructura que guía la investigación se compone de cuatro capítulos en donde
buscamos; primero: encontrar un enfoque metodológico adecuado que brinde una
herramienta interpretativa adecuada, conjugando teoría y contexto; segundo: construir
un marco histórico que permita al lector adentrarse en los hechos, así como entender
los motivos de los actores inmersos en los procesos; tercero: entablamos una
discusión critica donde abordamos las fiestas y celebraciones políticas que
enaltecieron y celebraron la formación de la Nación- Estado; finalmente observamos
la manera en que el poder imperial se materializa y, ante las temporalidades
expresadas en el título, se esfuma. Atendiendo las respectivas partes del cuerpo del
texto, proponemos una serie de conclusiones que se enfocan en vislumbrar los
porqués de las fiestas políticas en el México imperial.
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Capítulo I.
De lo eclesiástico a las fiestas, de lo político a los símbolos
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Son cuatro las categorías con las que trabajaremos el entramado de esta
investigación, la intención es utilizar cada una de las categorías como un conjunto, con
la finalidad de entender el Poder que se teatralizo durante el reinado de Agustín de
Iturbide, de allí que nos interesen categorías como fiesta y símbolos, al unísono de lo
que representa lo político y eclesiástico de ambas. Por lo tanto, asumimos que las
categorías presentadas aquí se interpreten como una lectura de la ritualidad política,
la cual se representó en momentos específicos de 1821 a 1823.
El sentido y propósito de este capítulo es dialogar bajo el conocimiento que se
ha planteado con respecto a los postulados teóricos, que, si bien no son novedosos,
están en un punto reinterpretativo. Así como se ha observado una relectura pues las
discusiones han intentado incrementar las interpretaciones con base en nuevos
cuestionamientos a las fuentes.
a) El poder desde lo político: El clero y los políticos en la Nueva España
El giro que se le brindó a la vieja historia política en la búsqueda de la renovación
matizó el resurgimiento de la historia de lo político esta novedad buscaba enfatizar el
todo, con la finalidad de brindar un amplio panorama para difundir las representaciones
mentales e ideológicas, donde las trasformaciones se observaran reflejadas y
matizadas en el análisis, para detectar a quienes operan en los espacios. La
conjunción de la historia de lo político en el camino reflexivo ha considerado su
cercanía con la ciencia política para buscar nuevas interrogantes, bajo las cuales, las
nuevas formas de interpretar arrojen un amplio panorama.
Ahora bien, dado a nuestro entero interés en el análisis reflexivo de la política y
bajo las consideraciones contextuales de la Nueva España y el México Imperial,
sabemos y entendemos la necesidad de atender cuestiones centrales como el vínculo
entre lo público y lo privado, la irrupción del individuo, las formas de las prácticas
políticas, así mismo las representaciones y configuración del imaginario, lo cual
permite entender y/o acercarnos a la vastedad de lo político.
Dentro de la reflexión, debemos explicar ciertas inquietudes con las que se ha
formado este apartado, nos corresponde conceder una explicación consciente de los
términos a utilizar. Las largas reinvenciones de la historia política nos han ayudado a
esclarecer el complejo entramado de los diversos significados de lo que llamamos
poder. El poder, en términos de Michel Foucault, funciona y se ejerce a través de una
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organización reticular que se funde en el orden social donde existen redes y donde
circula no sólo los individuos, sino los escritos. La relación de la categoría referida
aporta y nos permite entender la analogía cortesana que se vivió.40 Así mismo Jacques
Le Goff y otros estudiosos de la cuestión como Gordon A. Craig y Benjamín Schwartz,
coincidían en subrayar la importancia de la política y de la diplomática entendidas
como estudio del poder y sus prácticas.41 Por su parte Pierre Rosanvallon ve lo político
como la discusión de las relaciones del poder, de la ley, del Estado, la Nación, de la
identidad y la diferencia,42 es decir, que busca identificar en todos los campos que
componen y qué constituyen la vida de las urbes. Dice él que para la historia las
explicaciones de lo político ayudan a seguir los hilos de las experiencias y de las
controversias en los cuales las polis han encontrado la forma de legitimarse. Brindado
una imagen de fortaleza.43
El poder como categoría o herramienta de análisis, determina la superación de
las tendencias de los nuevos enfoques que proyectan una lógica estalista siempre con
respecto al estudio de las formas políticas. Oscar Mazín señala que a partir de las
nuevas reflexiones nos podemos acercar al concepto desde su propia legitimidad y su
propia construcción jurídica, política y cultural.44
A pesar de la amplia configuración del precepto poder, optamos por las
precisiones que realiza el español Gil Pujol y el francés Jaume Vicens Vives, ya que,
dentro de sus aportes conceptuales, ellos ven el termino de Poder bajos las realidades
de mando. Así pues, se intenta configurar y generar una interpretación asequible de la
relación que hay entre el monarca y el pueblo, o expresado en términos de Vicens
Vives: la concepción política entre el rey y el reino. 45 Por lo tanto, para fines
expresados en el planteamiento teórico conceptual de esta investigación, y al
margen de las amplias definiciones que se dan sobre el poder, creemos que verlo
teóricamente desde dichos autores ayudará a comprender cómo es que el poder se
vio durante la ritualidad del Imperio Mexicano, pues: es necesario buscar más hondo
40 Michel, Foucault, Microfísica del poder, Ediciones de la Piqueta, España, 1979. 41 Francisco Javier, Gil Pujol, “Notas sobre el estudio del poder como nueva valoración de la historia política”, p. 65. 42 Pierre Rosanvallon, Por una historia conceptual de lo político, p. 20. 43 Pierre Rosanvallon, Ibíd., p. 26. 44 Óscar, Mazín, “Introducción”, en Óscar, Mazín (editor), Las representaciones del poder en las sociedades hispánicas, El Colegio de México, México, 2012, p. 9. 45 Jaume Vicens Vives, “Estructura administrativa estatal en los siglos XVI y XVII”, p. 32.
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en el seno de la humanidad que constituye el armazón de la Monarquía absoluta, y
llegar hasta los ministros y oficiales del Príncipe en su calidad de sostenes del Poder
y actores de su progreso.46
El dimensionar lo eclesiástico como parte del poder político es evidenciar lo
imbricado que ambos estaban. Los procesos políticos que encabezó la Iglesia Católica
refieren firmemente dos aspectos que creemos fundamentales. Primero, el elevado
estatus de la Iglesia en la vida cotidiana, y el segundo, la firme posición poder que
tenía ante las autoridades civiles. La Nueva España refleja una estructura efectiva que
contribuye a comprender el pensamiento hegemónico de dicha institución.
En la Nueva España se pudieron observar manifestaciones de la hegemonía
que mostraba los cuerpos eclesiásticos junto con las autoridades civiles, por lo regular
en eventos conmemorativos que se realizaban en la exaltación de los monarcas. Un
ejemplo de esto mismo, fue la manera en que se celebró la coronación de Carlos IV
en Valladolid de Michoacán, pues ellos buscaban afianzar y consolidar su lealtad ante
el nuevo rey.47
Hay que recordar que, si bien se entiende que el poder de Dios y de la Iglesia
se comprender como uno sólo, el Clero como representante de Deus, refleja la
identificación que corresponde a él. Jérôme Baschet, menciona que es inequívoco
limitar las representaciones, pues el poder sacerdotal conforma la colectividad de la
institución que se concibe a sí misma como madre rectora o, dice él, como Mater
Ecclesia.48 El poder sacerdotal se posiciona como la figura terrestre de las referencias
masculina y femenina (Dios, Virgen e Iglesia). El primero como trinitario, que se asume
esencialmente en el hijo o padre. Por otro lado, vemos a la Virgen-Iglesia representada
por el cuerpo colegiado del clero, cuyas manifestaciones se dan desde las iglesias
locales hasta la universal.49
Las juras, o proclamas del rey, tienen por objetivo perpetuar el poder, marcado
bajo el cambio, ya fuera por la muerte del anterior monarca o por sucesión (estando
46 Jaume Vicens Vives, “Estructura administrativa estatal en los siglos XVI y XVII”, p. 33. 47 Eugenio Mejía Zavala, “Testimonios de la proclamación de Carlos IV en Valladolid de Michoacán en 1791”, en Tzintzun Revista de Estudios Histórico, núm. 38, julio- diciembre, México, Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2003, p. 163. 48 Jérôme Baschet, “Poder de Dios y Poder de la Iglesia”, Óscar, Mazín (editor), Las representaciones del poder en las sociedades hispánicas, El Colegio de México, México, 2012, p. 190. 49 Ibíd., p. 204.
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aún vivo el anterior), bien lo refiere Eugenio Mejía al recapitular lo que aconteció en
Valladolid. Los eclesiásticos y las autoridades civiles organizaron el magnánimo
evento.50 Ante la muerte de Carlos III de España, las reales disposiciones se dieron a
conocer prontamente, en este caso, Carlos IV de España; a través de la Real Cedula
de Proclamación emitida el 24 de diciembre de 1788, dada a conocer por el virrey de
Revillagigedo, disponía que se realizaran las celebraciones públicas por su ascenso al
trono de España y demandaba pronta obediencia a su figura.51
Tal fue el caso, que en Valladolid de Michoacán, las autoridades, tanto civiles
como eclesiásticas, no repararon en gastos por la celebración, pues tenían la
esperanza de verse favorecidos por el monarca y a la vez buscaban la manera de
legitimar el nombre del nuevo soberano. 52 Las honras tuvieron las mismas
características en todas la ciudades de la Nueva España y es que el alférez real en su
labor inquiría a la población en ir a jurar el rey; tanto en la Casa Real como en el Palacio
Episcopal, es decir, buscaba que se celebrara al monarca frente de los hombres y ante
los ojos de Dios. Una de las prácticas que se disponían en los días de júbilo era la
iluminación de la ciudad, así como hacer circular monedas conmemorativas por el
evento. En este caso las autoridades eclesiásticas fueron los que realizaron los
trámites necesarios, pues Manuel Caro del Castillo, en su labor como miembro del
cuerpo eclesiástico, atendió la obligación de recoger las monedas.53
El desarrollo de las celebraciones que se vieron en Valladolid de Michoacán
consistió en realizar actividades que se encomendaron a ambos cuerpos
administrativos con la finalidad de ayudarse y dividir el trabajo. El cuerpo que
representaba a la Iglesia se preocupó por el ordenamiento y los preparativos del paseo
y jura, mostrando pronta preocupación por adornar y embellecer la ciudad, además el
obispo fray Antonio de San Miguel encomendó al canónigo magistral la elaboración de
un sermón que se daría durante la misa conmemorativa.54 La amplia muestra de
lealtad observada se puede matizar como un ejemplo de dominio en el poder ya que
50 Eugenio Mejía Zavala, “Testimonios de la proclamación de Carlos IV en Valladolid de Michoacán en 1791”, p. 165. 51 Archivo General de la Nación (AGN, en adelante), Reales Cedulas Originales, vol. 141, Reales cedulas de Proclamación de Carlos IV dirigidas al virrey de la Nueva España y Real Audiencia, 24 de diciembre de 1788, f. 281. 52 Eugenio Mejía Zavala, Op. cit., p. 169. 53 Ibid., p. 172. 54 Eugenio Mejía Zavala, Op. cit., pp. 173- 174.
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el paseo realizado se exaltaba la gloria del monarca y reflejaba lo encarnada que se
encontraba la Iglesia católica en la sociedad.
Aun siendo explicativo, no podemos dejar de mencionar la activa participación
que tuvo la figura del virrey como cabeza la fuerza política de la Nueva España, pues
el poder conferido por el rey español reflejaba la soberanía imperial, cuya
manifestación no solo se mostraba a través de las personas, sino también en las
ciudades y territorios a los que se le encomendaba con la finalidad de mantener e
impartir la justicia. Así lo menciona Solange Alberro, en la entrada de los virreyes a la
capital de la Nueva España, comúnmente los acompañaban numerosos conjuntos
simbólicos, los cuales matizan a la monarquía.55 La muestran y el despliegue de la
ceremoniosidad, las llamadas “armas reales” o “las armas de su Majestad “, los
escudos, las banderas, los pendones reales, los cetros y coronas, todo ello remite a la
institución que pesaba sobre el virrey.56
Las certezas en las representaciones empleadas muestran el entramado de las
redes que se han generado en la construcción contextual. Vicens Vives nos explica
cómo la monarquía hispana ofrece un nítido ejemplo en la expresión del poder, pues
a través de los procesos de las normas jurídicas que estos ejercían, se obligaba el
respeto a las instituciones y al soberano. Para los reinados de Carlos III, Carlos
IV y posteriormente Fernando VII, se puede ver la absoluta voluntad del soberano. El
absolutismo como vertiente de poder va a asimilar y reducir la efectividad de los
cuerpos que integraban los tres estados, en consecuencia, el poder de los monarcas
se va a asimilar bajo la voluntad de hierro.
Lo mostrado a través de ejemplos y conceptos refiere a los marcos de
compromiso a los que estamos sujetos, si bien es cierto que (…) los conceptos
políticos no son entendidos puramente racionales y abstractos, sino que, por el
contrario, son sujetos a factores emocionales en el origen mismo de la racionalidad
consiente (…),57 por lo tanto; las construcciones y la formación del universo de las
expresiones como patria, pueblo y nación, se constituyen en la acción de la abierta
55 Solange Alberro, “Reyes y monarcas en las fiestas virreinales”, en Oscar Mazín (editor), Las representaciones del poder en las sociedades hispánicas, El Colegio de México, México pp. 288- 289. 56 Ibid.., Solange Alberro, “Reyes y monarcas en las fiestas virreinales”, p. 290. 57J. Fernández, Sebastián, “Conceptos y metáforas en la política moderna. Algunas propuestas para una Nueva historia de política- intelectual”, en Jordi Canal y Javier Moreno Luzón, (eds.) Historia de la Política Contemporánea, España, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2009, pp. 13- 14.
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confrontación, con la finalidad de matizar los fenómenos y otorgar voz a las
revoluciones.
b) Los símbolos y la fiesta
La historia cultural como elemento de análisis continúo refleja o intenta arrojar
explicaciones que sorprendan. El historiador busca el cómo la gente común entiende
el mundo. Intenta investigar su cosmología, mostrar la organización de su realidad y
expresar su conducta. Como menciona Robert Darnton: no trata de encontrar un
filósofo en el hombre de la calle, sino descubrir el por qué la vida callejera requiere una
estrategia…, 58 y con la finalidad de formular proposiciones lógicas, los hombres
comunes usan las cosas que ofrece la cultura, como los cuentos, las ceremonias o las
fiestas.59
En ese afán de enfatizar el camino de los dos conceptos que se leen en el
subtítulo, ofrecemos una ilustración que va y viene entre la historia cultural y la historia
de lo político, pues es necesario recordar la importancia de los recursos teóricos, ya
que es fácil…suponer cómodamente que los [hombres de determinado siglo] pensaron
y sintieron igual como lo hacemos hoy en día…,60 el falso sentido de la familiaridad
con el pasado puede condenar cualquier intento de hacer un trabajo histórico. La
historia de lo político, como lo hemos venido discutiendo, engarza en la discusión y
arroja luz sobre cómo la fiesta construye las realidades conscientes del universo de
los hombres, en especial aquellas que caen en la conformación de prácticas políticas.
El comportamiento de la historia de lo político y el giro cultural de los procesos de esta
misma, traen a cuenta lo simbólico del comportamiento político. Si bien no planteamos
una historia cultural de lo político, sí nos ayudaremos de ella para explicar algunos
factores como los símbolos y lo mismo con la fiesta.61
Las fiestas como elemento de análisis y de representación de la sociedad son
clave en el entramado de las observaciones, ya que refieren a los procesos que
implican la comprensión de los sentidos. Para Roger Caillois, la intención de la fiesta
58 Robert, Darnton, La gran matanza de los gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa, México, Fondo de Cultura Económica, 2015, p. 11. 59 Ídem. 60 Robert, Darnton, Ibid.., p. 12. 61 Jordi Canal y Javier Moreno Luzón, “Introducción”, en Jordi Canal y Javier Moreno Luzón, (eds.) Historia de la Política Contemporánea, España, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2009, pp. 1- 4.
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es la renovación profunda del mundo. Lo festivo da paso a un tiempo especial,
vinculado con el principio original y lo sagrado. Para Robert Darnton, la manifestación
de las fiestas o celebraciones debe asumirse en el sentido del sacrificio y la ruptura
del orden, si bien, la explicación es con base en las celebraciones emanadas de los
Carnavales, ayuda a explicar cómo las estructuras se modifican, pues las barreras
sociales se rompen, dando paso al desenfreno de las pasiones; como lo pueden ser la
risa, la sexualidad o los cambios políticos.62
Pero ante la perorata y la verborrea que significa todo lo anterior, se hace una
pregunta que Ridolfi concretó ya hace algunos años ¿es necesario hacer una historia
de las fiestas y celebraciones, el estudiar las estructuras y las representaciones que
hace la política misma? Él mismo se contestaba años antes sobre lo anterior, ya que
el explicar los elementos de una festividad política y los símbolos que de ella emanan,
o que de ella misma se realizan, ayuda a afirmar que las fiestas, políticas o públicas,
muestran la cohesión que existían entre los símbolos del poder y la representación de
las jerarquías sociales.63
De aquí se desprende un elemento La fiesta nacional, celebraciones que
emergen entre mediados y finales del siglo XIX,64 es decir, cuando los procesos de
configuración de la nación brotan y comienzan a configurar un proceso político menos
elitista, basado en la representación de los ritos y mitos, así como símbolos de la
antigüedad. Como lo veremos más adelante, no solo las naciones europeas amagan
este tipo de explicaciones. Pues lo que se buscaba era dar un sentido de identidad
colectiva. 65 La retórica política realizó acopio de determinados elementos con la
finalidad de suscitar las emociones colectivas de los hombres, lo cual llevó a la
adaptación de los rituales, ya fueran dinásticos o de carácter religioso.66 La renovación
de los sentidos patrióticos de las naciones influía en la construcción de la tradición de
62 Robert, Darnton, Op. cit., p. 89. 63 Maurizio, Ridolfi, “Las fiestas nacionales. Religiones de la patria y rituales políticos en la Europa liberal del «Largo Siglo XIX»”, en Pasado y Memoria. Revista de historia Contemporánea, número 3, España, Universidad de Alicante, 2004, p. 135. 64 Maurizio, Ridolfi, “Las fiestas nacionales…”, p. 137. Observamos que la temporalidad que muestra el autor del artículo, es en base a los procesos europeos, si bien menciona que el surgimiento de estas festividades como elementos cohesionadores de la soberanía y por ende de la legitimidad de los gobiernos, se le escapa las experiencias hispanoamericanas. 65 Maurizio, Ridolfi, Ibid., p. 137. 66 Ídem.
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la identidad nacional. Así, las fiestas nacionales, las cuales están cargadas de las
políticas, pretendían legitimar esa identidad, ya fuera en la Alemania o Italia, cuya
pluralidad territorial la canalizaron a través del pasado glorioso y su repentina caída, lo
cual afirmaba en sus fiestas de corte nacional un resurgimiento de los poderes.67
Ejemplos más se pudieran decir, pero lo veremos más adelante en pleno
desarrollo de la investigación. Las interpretaciones que realiza Ridolfi, ayudan a ajustar
los marcos de entendimiento, pues en el afán de esclarecer los principios de la nueva
idea de nación, el impulso de la nación política, como dice Pierre Noran: …ejercía un
triple significado: el social: un cuerpo de ciudadanos iguales ante la ley; el jurídico: el
poder constituyente ante el poder constituido; el histórico: una colectividad de hombres
unidos por la continuidad, por el pasado y por el porvenir….68
El simbolismo que se engarza en la vida de los hombres de cualquier tiempo es
reflejo de su cultura, cultura que se conjunta en la manifestación de la espontaneidad
del clima contextual que atañe a los hitos históricos que viven los pueblos. Las
interpretaciones de los símbolos o las teorías que se han hecho para su análisis,
inciden en diversos campos, ya sea la intención de interpretar simbólicamente una
pintura o imagen, o en la explicación del significado de las representaciones religiosas
de los textos que se escriben en determinadas épocas. Jaques Le Goff dice que el
símbolo es un signo de contrato, …es la referencia a una unidad perdida, recuerda y
tiende hacia una realidad superior y oculta…, si bien el termino se aplica para el
medievo, el significado varía de acuerdo a su origen etimológico, pues los griegos
hacen referencia a que el termino symbolon, que era un signo de reconocimiento
representado por las dos mitades de un objeto repartidas entre dos personas. Le Goff
hace mención que el dentro del desarrollo mental de la población medieval, los
símbolos comenzaban en el plano de las palabras pues “nombrar una cosa ya era
explicarlo”. En la interpretada búsqueda, el mundo de los símbolos era un perpetuo
descubrimiento debido al pensamiento mágico que se le otorgaba a la realidad, las
continuas oraciones a Dios hacia fácil el contacto con él, como ejemplo. La lectura que
67 Maurizio, Ridolfi, Op. cit., pp. 137- 139. 68 Pierre Noran, “Nazione”, en Furet, François y Ozouf Mona, Dizionario crtico della rivolucione francese, Milano, Bompiani, 1988, p. 723, visto en Maurizio, Ridolfi, “Las fiestas nacionales”, p. 136.
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brinda Jaques Le Goff, da pie a la idea imperante de la lectura de las palabras como
elemento codificador de los signos que destacaban en el medievo europeo.69
c) La ritualidad política
Es necesario partir de los historiadores que al respecto han escrito. Nos interesa la
forma en que Maurizio Ridolfi y Renato Moro han definido y explicado las formas de
abordar las fiestas y celebraciones del pasado. Los rituales públicos los asumimos
como la representación y la visión mítica del mundo, aquellas formas de dramatizar los
actos que simbolicen el poder.
En dicha explicación se ve el uso político de los rituales y su valorización que
son las reflexiones histórica que vislumbran la configuración del poder, es decir, lo que
confiere legitimidad a las instituciones y cuyo análisis devela los aspectos sociales y
culturales en relación con la fiesta.70 Cierto es que el análisis da resultados útiles para
comprender los largos o cortos periodos de ciertas prácticas políticas o formas de
gobierno, o mejor dicho, lo que concierne a procesos de politización, los cuales se ven
en la sacralización política. Maurizio Ridolfi lo definía desde el año de 1997, pues
explica que en la carga de los múltiples significados de la religiones políticas, situados
en grados distintos de la consciencia o inconsciencia social, reflejaron en Italia la
adaptación de modelos estéticos del neoclásico que vertían en ellos la herencia
revolucionaria que Mazzini impulsó, sobre todo en la revolución italiana de 1849, a
partir de aquí despuntó en Italia un origen fundacional, con el cual se pudo aspirar a
una legitimación propia, desde el plano de lo simbólico ritual.71
México no es la excepción de lo anterior. A lo largo de su historia se han vivido
formas particulares de legitimación que comenzó a partir de celebraciones. Enrique
Florescano y Bárbara Santa Rocha menciona la larga tradición festiva que se ha
formado en México, como imaginario del tiempo y el espacio, haciendo que las
celebraciones originadas de lo cotidiano se vuelvan el espacio de esparcimiento. El
momento en que se rompe la rutina diaria y fortalece la identidad de los grupos. Las
69 Jaques, Le Goff, La civilización en Occidente Medieval, España, Paidós originales, pp. 297- 299. 70 Maurizio Ridolfi, Op. cit., p. 59. 71 Maurizio Ridolfi, “El culto a la república en los tiempos del rey. Lugares de memoria y símbolos republicanos en la Italia liberal”, en Historia Social, Núm. 29, España, Fundación Instituto de Historia Social ,1997, p. 113.
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celebraciones patrias, el paseo del pendón, las ferias, los días de santos, fiestas de
héroes, así como los símbolos, los colores, y un largo etcétera,72 reflejan aquello que
afirma el valor de una idea, de una visión, de un valor condensado que da pie a la
reflexión de los significados sociales y culturales.73
Por ello que el ritual político se despierte a través de las emociones
encontradas, para el caso que estudiamos, a pesar de que se reflejan a través de los
documentos oficialistas, se pueden sentir dichas inquietudes, sobre todo en hitos
conquistados, como la independencia de un territorio y las celebraciones que se dieron
a partir de ello. Con la intención de mostrar el misticismo político que se vivía en
aquellos años.
Al respecto del misticismo que se muestra en las celebraciones, el rito
desempeña una instrucción de consenso entre los individuos que materializa la forma
de comunicación entre los gobernantes y los gobernados, una trasmisión de símbolos,
de normas las cuales tienen interés en la evidente legitimidad política de los procesos
y hechos.74 Debemos tener en cuenta que los rituales políticos van más allá del
contenido ideológico, las formas del poder o la adaptación de rituales religiosos, ya
que el ritual político y su estudio es la interpretación de las formas de la sacralidad
política, o en otras palabras, se observa la dimensión simbólica en la construcción de
los vínculos sociales de la identidad.75
Cierto es que la representación de las identidades nacionales y el sentimiento
patriótico es un desafío importante en los procesos de construcción de una política,76
en el espectro temporal, los políticos y las elites gobernantes, han hecho uso de las
diversas formas de representación con la intención de mantener viva la memoria de la
cultura pública y se han valido de diversas formas para …legitimar no sólo y no tanto
el poder en sí, sino más bien la idea y la encarnación del principio de la soberanía
popular….77 El ejemplo más notable son los rituales públicos, aquel escenario donde
interactúan las representaciones de los mitos, de los símbolos e imágenes. En el caso
72 Enrique Florescano, Bárbara Santana Rocha, Op. cit., tomo I, pp. 11-16. 73 Maurizio, Ridolfi, Op. cit.,, p. 60. 74 Ídem. 75 Maurizio, Ridolfi, Ibíd., p. 61. 76 Maurizio, Ridolfi, Ibíd., p. 62. 77 Paolo, Pombeni, “Uso pubblico del passato e democrazia. Strategie di legittimazione nell’Europa del XIX e XX secolo”, Contemporanea, 2, Italia, (abril), 2005, pp. 371- 383.
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que nos atañe, las claras referencias que realizó Iturbide tanto en la firma del Plan de
Iguala como en la ratificación de los Tratados de Córdoba, donde dentro de los
discursos que realizó a las poblaciones afirmaba el pasado indiano y el mestizaje, así
también señaló los símbolos y colores que acompañarían a lo que denominó Imperio
Mexicano.78 Todo ello contribuye a definir, o ir definiendo, el sentido identitario de los
grupos y la comunidad.79
El análisis que presentamos atiende a la correlación de la historia de lo político,
ya que los procesos de legitimación política se ven vinculados a la sacralización de las
prácticas y de los valores civiles, como menciona Ridolfi:
… ese patrimonio de memorias y símbolos objeto de representación del que se alimentaron los proyectos de pedagogía nacional y las religiones políticas en la edad de la secularización de las masas. En lugar de, o al menos junto a la artificiosidad de la propaganda verbal, se desarrollaron formas de movilización que extraían su fuerza de impulsos emocionales, con la afirmación de un estilo político nuevo.80 El recuerdo se vuelve complejo, sobre todo cuando se intenta rememorar las
guerras civiles o las campañas independentistas, en cuyo contenido ideológico se hace
evidente el conflicto simbólico que yace en los enfoques conmemorativos, hacen
áspera la tensión entre los “oficialistas” y la “contrahistoria”, en el relato y el espacio
público.81 Garrido Asperó ha señalado dicho conflicto para los primeros años de vida
independiente en México, manifestando que las fiestas y héroes comenzaron a ser
motivo de diferencias al interior del Congreso y entre éste y Agustín de Iturbide.82
Las múltiples declinaciones de la historia de las fiestas interesan en el sentido
de reconstruir la relación entre la historia de la nación y su memoria pública, aquel uso
político del pasado y la manifestación del poder como forma de comunicación. Son
parte constitutiva de la singular relación que hay entre la historia social, la historia
cultural y la historia de lo político. Dicha singularidad se representa a pleni air, o como
menciona Maurizio, en el gran escenario que se extiende entre la capital y la periferia
del país.83 Modelos que se repiten o que se van repitiendo en el entendido legitimador.
78 Jaime del Arenal, Fenochio, Un modo de ser libres. Independencia y Constitución 1816- 1822, pp. 95- 116. 79 Maurizio, Ridolfi, Op. cit., p. 62. 80 Maurizio, Ridolfi, Ibíd., p. 64. 81 Ídem. 82 María José, Garrido Asperó, Op. cit., p. 140. 83 Maurizio, Ridolfi, Op. cit., p. 65.
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La clase política hegemónica, el Estado y las instituciones, la Iglesia y los
organismos eclesiásticos, así también las organizaciones políticas y las asociaciones
que derivan de los grupos de la comunidad, forman parte del escenario de los rituales
públicos. No nos debe extrañar la forma en que se jerarquizó en México el colorido
teatro que acompaño a Iturbide en la vida de oropel que protagonizó.84
La ritualidad política que trajo Agustín de Iturbide es el aproximado de las
“religiones revolucionarias”, claro que sin salirse de la realidad vivida en la Nueva
España o del Imperio Mexicano, ya que el “amor patrio” recuerda el cambio, la
destrucción del vínculo entre el antiguo régimen y el nuevo orden, la reconstrucción
del mexicano, aquel ciudadano/súbdito bajo los principios de la trigarancia, que aprecia
el vínculo de la representación simbólica e influye en la inducción de la obediencia que
debía “forjar la nación”.85
Las bases modernas de la identidad nacional están sujetas a los sentimientos
de solidaridad e identidad de los símbolos y rituales, los cuales son capaces de
representar los valores de la religiosidad civil, la cual se anuncia no en contraposición
de la religión tradicional, sino como una forma hibrida, que se presenta en las fiestas
públicas bajo la intención de cohesionar el espíritu y la moral de la comunidad. Cuando
Agustín de Iturbide y los jefes del ejército Trigarante capitularon la ciudad de México,
la población de la urbe embelleció las calles, prepararon los arcos triunfales y los
religiosos hicieron oración por el hito alcanzado.86
Maurizio Ridolfi y Renato Moro dicen que en función de la modernidad de los
procesos históricos, la sacralización de la política implica la representación nacional a
través del sacrificio, de la vida pública de los caídos y la manifestación de la expresión
de la guerra por parte de los excombatientes.87 Dicho ritualismo puede expresar el
imaginario político, ya que considera el uso político de las tradiciones ideológicas y los
rituales religiosos para acompañar a la figura del líder y exaltar a los caídos.88 Esto
mismo se ha vivido alrededor del mundo, en el caso del Imperio Mexicano, ante la
muerte de Juan O’Donojú, se alude a la grandeza de ese último “virrey”, de forma que
84 Maurizio, Ridolfi, Ibíd., p. 66. 85 Maurizio, Ridolfi, Ibíd., p. 68. 86 Verónica, Zarate Toscano, “Las fiestas civiles en el siglo XIX”, en Enrique, Florescano, Bárbara, Santana Rocha, (coordinadores), La fiesta mexicana, México, Fondo de Cultura Económica, Secretaria de Cultura, Tomo I, 2016.pp. 205- 208. 87 Maurizio, Ridolfi, Op. cit., p. 73. 88 Renato Moro, Op. cit., pp. 145- 147.
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su muerte marque la transición histórica de la Nueva España. Iturbide hizo uso en ese
momento del culto a los héroes caídos.
Entender el entramado de los ritos y las liturgias políticas, de la moderna política
sacralizada y la moderna religión politizada, atiende al estudio de los actores históricos
que han referido y experimentado las tradiciones. Dichos fenómenos deben
dimensionarse en el sentido simbólico y religioso de lo político, el cual es un terreno
delicado e imperceptible, como afirma Moro, ya que los matices no expresados son
fundamentales en su análisis interpretativo. Ante las dimensiones, debemos recordar
que puede haber ceremonial político sin dimensión religiosa y dejando a flote las
dificultades elementales de la fuerza religiosa. Tratamos de mostrar una dimensión
conceptual que valore y distinga los ritos políticos cargados de valores religiosos, así
como ver al rito político que carezca de religiosidad.89
A pesar de que existen varias definiciones de lo que es un rito, ya sea desde la
perspectiva de la historia de lo política y la ciencia política, o bajo la luz de los estudios
de la ciencia religiosa o las amplias y complejas definiciones de la antropología,
creemos que la verdadera cuestión no está en cuál sería la definición más exacta de
lo que es un rito, se trata de cómo el concepto de ritual puede insertarse de forma útil
dentro de nuestro análisis de estudio y es preciso hacer hincapié aquí, ya que, en el
México de Agustín de Iturbide, el ritual vivido suma frente a la liturgia, la realidad de
trascendencia en ciertos momentos históricos, los cuales viven un significado que se
entiende en el alcance de la fe y la creencia propios de la Independencia del Imperio
Mexicano.90
Debemos hacer conciencia, que, si bien en la construcción que hemos realizado
se entiende el camino que seguiremos sobre las interpretaciones de la ritualidad
política, no podemos quedar excusados de atender las otras vertientes que componen
al concepto de ritualidad. Las observaciones complejas sobre las diversas formas de
entender las prácticas ritualizadas de a la sociedad dentro del marco analítico indican
diversos aspecto y disyuntiva sobre el planteamiento.
El camino que ha marcado Maurizio Ridolfi y Renato Moro en la producción
teórica-metodológica es una aportación importante, Álvaro López ha detectado tres
vertientes de esta propuesta según la utilidad del concepto y sus adaptaciones al
89 Renato Moro, Ibíd., pp. 137- 147. 90 Renato Moro, Ibíd., pp. 132- 136.
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momento de explorar lo empírico; el enfoque durkheimiano, el cual se construyó junto
con la vertiente de Van Gennep, este concibe a los rituales como actos relacionados
con procesos de tradición, marcada bajo la jerarquía social. La segunda línea de las
valoraciones de la ritualidad, se da en la esencia constitucional de la política moderna,
que es el vínculo de la dramatización de los mitos y símbolos del poder visto por los
autores Moore y Mayrhoff. Por último, la perspectiva microinteraccionista sobre la
producción de los rituales y los universos simbólicos, más que con la producción de
las estructuras políticas.91
Emilie Durkheim dio a los marcos de interpretación un nuevo enfoque sobre la
cohesión social. Enfatizó el papel de las creencias y de los actos de rituales,
enmarcando su teoría en el fenómeno religioso, como lo mostró Albert Mathiez. El
mencionado hecho religioso se considera la contribución a la integración moral de las
sociedades. Álvaro López despeja el campo interpretativo de la escuela dukheimiana,
en la cual se esclarece la dicotomía de la conexión de lo profano-sagrado, lo irracional-
racional y el hecho-creencia.92
El aspecto del ritual es el que según la teoría dukheimiana revela una distinción
entre la creencia, definiendo al ritual como un modo de acción determinada, mientras
que las creencias son estados de opinión, consientes en representación. En este
enfoque, Durkheim no duda en subrayar que las creencias son antes que el mito,
mencionando que: … el pensamiento precedente al movimiento, de tal forma que no
se puede, pues definir el rito sino después de haber definido la creencia…, así pues,
se menciona que el ritual es la norma, una regla y una conducta adecuada que indica
como un individuo ha de comportarse frente a objetos sagrados, entendiendo según
Álvaro que, si las creencias preceden a la acción ritual, entonces la función del ritual
es la propagación de las creencias por medio de las emociones.93 Definiendo por lo
tanto a los ritos como una asimilación del aspecto social bajo la influencia de las
emociones, o dicho, en otros términos, es el carácter socio- afectivo del ritual, con el
que las comunidades comunican la corporalidad de su fundamento.94
91 Álvaro López Lara, “Los rituales y la construcción simbólica de la política. Una revisión de enfoques” en Sociológica, Núm. 59, enero- abril, Vol. 20, México, Universidad Autónoma Metropolitana, 2005, pp. 61- 92. 92 Álvaro López Lara, Ibíd., pp. 65- 66. 93 Álvaro López Lara, Ibíd., p. 66. 94 Álvaro López Lara, Op. cit., p. 66.
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Durkheim y su teoría ayudaron a definir y embarcarlas explicaciones lógicas de
cómo se conforman las sociedades, la constitución de la creencia en los rituales, en si
brinda una herramienta con la cual se pueden observar las construcciones
contextuales, en referencia a lo simbólico- significativo, en los cuales se inscriben las
acciones humanas y sus formas de integración.
Los actos rituales se asocian a la creación y elaboración de creencias, las
cuales ayudan a reforzar las normas colectivas. En este sentido Álvaro López plantea
la preocupación por las formas modernas de la ritualizacion de la política, diciendo que
sus efectos políticos reanudan la legitimación de las autoridades basadas en creencias
tradicionales.95 David Kertzer, ve a la práctica del ritual político moderno, como la
persistente búsqueda entre los fenómenos religiosos y las fiestas cívicas, en los cuales
las masas populares ven estimulado el influjo de sentimientos comunes.96
Esta serie de representaciones se origina en el surgimiento de los nuevos
modelos políticos, donde el Estado tiene por objeto solidificar su autoridad moral. En
este sentido se extiende una preocupación y es cómo se refuerza el sentimiento de
colectividad a través de la moralidad. La reconstrucción de valores y normas figura
como la respuesta, es decir, que los fundamentos racionales del control político se
conjunten en ideas y sentimientos patrióticos que unan al individuo, a la masa con el
Estado, de aquí que se usen los desfiles militares, el pasado antiguo, así como música
u otros elementos simbólicos que afirmen esta necesidad.97
Dentro de las otras vertientes que surgieron en el entendimiento de los rituales,
la experiencia teórica que arrojó Van Gennep sobre los ritos del pasado, refiere a los
aspectos que acompañan a todo cambio de lugar, estado, posición social y edad. Así
mismo, se acompañan los cambios en la vida social, basados en las concepciones
mágico-religiosas.98 Estas ideas refieren a las sociedades del pasado remoto, aunque
se pueden manifestar algunas de las percepciones que el autor tiene en la
construcción ritualizada de las practicas diarias, está lejos de responder para nuestro
95 Álvaro López Lara, Ibíd., p. 68. 96 David I. Kertzer, Ritual, Politics, and Power, Estados Unidos de América, Yale University Press, 1988, p. 52. 97 Álvaro López Lara, Op. cit., p. 69- 74. 98 Álvaro López Lara, Ibíd., p. 76.
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entendimiento la dimensión simbólica de la legitimación política de un imperio surgido
en lo que François-Xavier Guerra llama: el imaginario de la Modernidad.99
Los rituales que se constituyen en la lucha del orden y conflicto surgen como
una construcción de la escuela de Manchester, donde Max Gluckman, formuló una
reinterpretación de dos vertientes, la primera basada en la teoría del conflicto, y la
segunda en la rebelión y cambio. En consecuencia, en esta interpretación se mantiene
lo sagrado y lo profano, lo racional e irracional. Menciona Álvaro López que las
estructuras que Max elaboró se definen fácilmente en tres puntos. En el primero, se
orientan en el medio místico, los lugares que no están sujetos a los controles
sensoriales; el segundo punto está dirigido en la segregación del espacio, el cual
define los roles sociales; por último, la tercera observación es sobre la dramatización
inerme al conflicto social.100
Los efectos estructurales del ritual y su dimensión micro resultan en un énfasis
donde la orientación del concepto del ritual se encuentra sujeto a la explicación de la
parte constitutiva de la vida diaria, es decir, que el halo místico donde siempre se le ha
detentado no es algo fuera de las realidades perceptibles. Según Erving Goffman, al
despojar al concepto de su carácter místico, se encontraran acertadas interpretaciones
de los sucesos extraordinarios.101 Lo cierto es que el entendimiento de lo sagrado
permite comprender más la vida diaria y a quien la vive que así como los eventos de
carácter intrínseco en la construcción de la identidad política de un Estado.
La interpretación del mundo político y simbólico que ha realizado Clifford Geertz,
la asumimos como uno de los elementos más útiles y acertados para nuestros fines
contextuales, así como el que hemos recuperado de Moro y Ridolfi. La ritualidad
política, dice Geertz;102 tiene la función de reinsertar en la actividad política cotidiana
los sentidos fundamentales de los valores morales y los mitos históricos. Afirma que la
interpretación de la acción política esta medida por los símbolos. Es a través de ellos
que los ciudadanos desarrollan sus ideas sobre las instituciones políticas, e identifican
99 François-Xavier Guerra, Op. cit., p. 65. 100 Álvaro López Lara, Ibíd., p. 77. 101 Álvaro López Lara, Op. cit., p. 84. 102 Geertz, Clifford, “Ritual y cambio social: un ejemplo de javanés”, en La interpretación de las culturas, Argentina, Gedisa, pp. 131- 151.
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las organizaciones y las nociones más abstractas del discurso político, como la justicia,
el bien común y el nacionalismo.103
Por último, la representación que Clifort Greetz ha realizado respecto a los
rituales y los cambios sociales, enfatiza que los cambios mostrados en que “las
creencias y particularmente los ritos refuerzan los tradicionales vínculos sociales entre
los individuos”; centrándose en el modo en que “las estructuras de un grupo social se
fortalecen y perpetúan por la simbolización ritual o mítica de los valores subyacentes
de la sociedad en la que descansan”.104 Geertz ha afirmado que su teoría es aplicable
en modelos sociales que han vivido largos periodos de estabilidad puesto que es más
fácil que “realicen un estrecho ajuste a su sociedad”. Pensando el contexto de la Nueva
España en términos explicativos, es posible mediar y analizar los reajustes simbólicos
al momento de la Independencia. En dicho caso, la cultura social vivió un ordenamiento
simbólico cuya finalidad era la integración social misma.105
Creemos que esta serie de vertientes ayuda en lo posible a matizar el recorrido
histórico que desarrollaremos. En lo posible que la alusión directa a estas formas
interpretativas generara una visión mucho más amplia de cómo el Imperio Mexicano
buscó legitimarse. El poner en diálogo los conceptos con lo empírico, y problematizar
el texto, hará muestra de la conciencien y congruencia en el análisis y todo lo que
implicó.
d) Tres obras y su valor a la teorización de la historia de la ritualidad
¿En qué momento historiográfico se encuentra nuestra discusión o debate de los
referentes teóricos? Lo cierto es que dentro del debate historiográfico que existe en el
orden de los referentes teóricos, debo mencionar que se ha coincidido en dos aspectos
que creemos importantes: el primero radica en el planteamiento que se ha realizado
entorno a la nueva historia de lo político, respecto a las aportaciones en la compresión
del significado de Poder; mientras que en segunda instancia los cruces intelectuales
se han visto obligados a dar un revisionismo a los aportes clásicos. Autores como
103 Álvaro López Lara, Op. cit., p. 86. 104 Clifort Greetz, Op. cit., p. 131. 105 Clifort Greetz, Ibíd., p. 133.
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Alberth M., M. Bloch, así mismo E. Kantorowicz, son vistos a través de las
implicaciones de la historia de lo político.
Al entrar en la discusión historiográfica sobre los estudios que traten el
ritualismo político, el examen de las experiencias de las representaciones políticas que
simbolicen las expresiones de los símbolos, los ritos, o revisar el culto dentro de las
largas o cortas prácticas revolucionarias o monárquicas, tres autores sobresalen en el
filón del glosario de las antiguas tradiciones en la historiografía del siglo XX.106 Albert
Mathiez con su trabajo Los Orígenes de los cultos revolucionarios (1789- 1792),107 el
clásico de Marc Bloch, Los reyes taumaturgos108 y el trabajo de Ernst H. Kantorowicz,
Los dos cuerpos del Rey.109 En estos autores se observa una amplia corriente en la
que, dentro del enfoque de la tradición de los estudios de la ritualidad política, o por lo
menos para nuestra interpretación, así lo observamos, se matizan perspectivas
bastante similares entre sí pero con sutilezas que direccionan las interpretaciones de
cada autor.
El trabajo de Albert Mathiez publicado originalmente a principios de siglo XX, y
reeditado en varias ocasiones, ejemplifica cómo en la Francia revolucionaria va
adquiriendo sentido el culto a la propia revolución. Mathiez expresa a lo largo de la
obra cómo los intereses políticos hacen de la religión un producto ideológico social, el
cual mimetiza las expresiones de los hombres de aquellos años. Albert hace acopio
tanto de la dialéctica histórica marxista como del entramado nudo de durkheimiano,
para configurar esa nueva visión en la construcción o mejor dicho en la reinvención de
los espacios religiosos, los cuales se trasformaron en estructuras laicas y ayudaron a
la sacralización de la república naciente. 110 Las matizaciones que Albert Mathiez
realizó con base en la revolución y lo que ella aportó, en relación con los cultos que se
van adquiriendo o inventando, son el fundamento de la sociedad regenerada que ve al
106 Renato Moro, Op. cit., p. 98. 107 Ver a Albert Mathiez, Los origines de los cultos revolucionarios (1789- 1792), España, Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2012. 108 Marc Bloch, Los reyes taumaturgos: Estudio sobre el carácter sobrenatural atribuido al poder real, particularmente en Francia e Inglaterra, México, Fondo de Cultura Económica, 2006. 109 Ernst H. Kantorowicz, Los dos cuerpos del rey. Un estudio de teología política medieval, España, editorial Akal, 2012. 110 Pierre, Serna, “Prologo”, en Albert Mathiez, Los orígenes de los cultos revolucionarios (1789- 1792), España, Prensa de la Universidad de Zaragoza, 2012, pp. X- XII.
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futuro y logra vislumbrar la relación que tiene con la religión y el mundo. La plataforma
de una política que hacía de razón, la creencia en un “Ser Supremo”.111
Los estudios de la ritualidad (dentro de la disciplina histórica) se van
popularizando debido a la relectura que se realiza a Mathiez tras su muerte, la icónica
obra del francés destaca en dos aspectos que creemos fundamentales, y que priorizan
el surgimiento o popularización de los estudios que atienden a la ritualidad política.112
Primeramente, el trabajo Los orígenes de los cultos revolucionarios (1789- 1792), es
la más fuerte apuesta al desarrollo de la interdisciplinariedad que buscaba la historia
como disciplina a finales del siglo XIX, pues como adelantamos, la obra se matiza bajo
los aportes de la escuela sociológica de Durkheim y es que las calificaciones, así como
los señalamientos reflejan la intención de elaborar una historia social de la revolución
francesa. Y el que creemos como segundo elemento es que el impacto de la tesis de
Albert anticipó la evolución de la historiografía y el interés que se desataría en la
década de los 70 del siglo XX.113
Caso similar se da en la obra de Bloch, pues los anticipados lineamientos y
postulados que dirige en su trabajo van a dar una nueva reinterpretación historiográfica
en los años venideros de la “nueva historia” y es que las aportaciones que dio la obra
del toque real junto con los cultos de los revolucionarios integrarían una amplia red de
estudios con enfoques interpretativos similares.
Marc Bloch y Los reyes Taumaturgos, obra que creemos, es una de las más
finas reflexiones sobre la vida histórica de la sociedad medieval francesa e inglesa y
que a ojos críticos, como los de Jaque Le Goff, es por lejos su “mejor y más grande
obra”.114 Dicho libro publicado en 1924, como bien a anotado Renato Moro y antes de
él Carlo Guizburg, había sido precisamente la experiencia directa de la Primera Guerra
Mundial, la cual había estimulado a Bloch. Dicha experiencia de regresión arcaica,
menciona Moro a través de Guizburg, había reconstruido ante sus ojos una sociedad
111 Pierre, Serna, Op. cit., p. XIII. 112 Francisco Javier, Ramón Solans, “Estudio preliminar”, en Albert Mathiez, Los orígenes de los cultos revolucionarios (1789- 1792), España, Prensa de la Universidad de Zaragoza, 2012, p. XXIII. 113 Francisco Javier, Ramón Solans, Op. cit., p. XXIII. 114 Jacques Le Goff, “Prologo”, en March Bloch, Los Reyes Taumaturgos. Estudio sobre el carácter sobrenatural atribuido al poder real, particularmente en Francia e Inglaterra, México, Fondo de Cultura Económica, 2006, p. 12.
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casi medieval, y la correspondiente mentalidad.115 El estudiar el rito de las mágicas y
santas curaciones de los reyes era para él una amplia contribución a la historia política
de Europa, en el sentido más amplio del término. La explicación radica según Bloch,
en el entendimiento de lo que fueron los monarcas y la misma monarquía, con esto se
buscaba entender y dar una explicación a la larga dominación sobre el espíritu de los
hombres. Pues para su sentido no era suficiente ver el funcionamiento de las
instituciones que tenía la monarquía, era necesario analizar en abstracto las creencias,
las leyendas que florecían entorno a las casas principescas, de no hacer esto, no se
tendría la verdadera dimensión de lo que era la monarquía, de lo que era la realeza
mística y sus ritos.116
La obra, que como ya mencionamos, fue influenciada por la Gran Guerra, es
una clara muestra de la habilidad tanto metodológica como reflexiva de Bloch que
buscaba “lo más profundo en la historia”, aquello que “también fuera lo más seguro”,117
Le Goff encuentra en dichas líneas la idea detrás de la obra pues a juicio de él, los
reyes y sus poderes mágicos era una colosal noticia falsa.
Lo interesante de Los reyes Taumaturgos, para nosotros claro está, radica en
que el trabajo de Bloch es como dice el mismo autor y posteriormente Le Goff, “es el
estudio de la historia de un milagro”,118 y es que el trabajo es eso, el estudio de la
creencia de un milagro y como ese milagro va desapareciendo. De aquí se desprende
la forma en como son abordados los documentos, pues en otro sentido la obra se
puede interpretar de diferentes maneras debido a que la interdisciplinariedad de la
misma es un excelso trabajo, a la ves es un trabajo que aborda una problemática de
la historia de la medicina, toma elementos de la historia de la política y legitimación de
la soberanía, así como es también un estudio de la religión (en un sentido
durkheimiano).119
Los dos cuerpos del rey, el estudio de Ernst H. Kantorowicz, editado por la
Universidad de Princeton en 1957 y reeditado en varios momentos, construye una
115 Renato Moro, Op. cit., p. 99. 116 Ídem. 117 Jacques Le Goff, Op. cit., p. 18. 118 Bloch, March, Los Reyes Taumaturgos. Estudio sobre el carácter sobrenatural atribuido al poder real, particularmente en Francia e Inglaterra, México, Fondo de Cultura Económica, 2006, p. 86. 119 Jacques Le Goff, Op. cit., p. 24.
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propuesta interesante sobre la realidad dual de los reyes en la Europa medieval, pues
el rey es tanto hombre común como hombre divino. Sobre el libro se ha comentado
que la existencia del mismo renovó de manera sustancial las investigaciones históricas
respecto a los trabajos de simbología y ritos del poder. Si bien se trata de una obra
que aborda temas de la historia político-jurídica-cristiana, se centra en el realce de la
teología política.
Kantorowicz planteó su estudio como una forma de entender y demostrar los
medios y métodos de los “axiomas de una teología política que mutatis mutandi sería
válida hasta el siglo XX, y que comenzaron a desarrollarse en la Edad Media tardía”.
Él pretendía que su esfuerzo no fuera entendido desde la perspectiva de su resultado
como intento de investigar el surgimiento de los ídolos de las modernas religiones
políticas ya que … sobre la base de la horrible experiencia de nuestros tiempos en el
que naciones enteras, desde las más pequeñas a las más grandes, fueron presas de
los dogmas más irracionales y en el que los teologismos políticos se convirtieron en
auténticas obsesiones que desafiaron los principios más elementales de la razón
humana y política. Así pues, Kantorowicz, lograba reflexionar y conjugar la historia
política con la ideología jurídica en una síntesis –dice Moro-, inédita y fascinante.120
Uno de los principales problemas con estas tres obras es que, si bien refieren
un cambio de paradigma correspondiente en diferentes ramales de la materia de la
historia, ninguna tuvo un impacto inmediato en la reflexión histórica, sino hasta mucho
tiempo después. Y es que las revaloraciones historiográficas forman parte del
entramado que presentamos párrafos arriba, es decir, su valor está presente a partir
de la nueva historia, cuyo análisis de la modernidad detalló formas e
interdisciplinariedad, suscitados sólo después de la veneración de estos aportes, pues
como afirma Renato Moro, no hay historiador que no reconozca valor en los conceptos
que los tres historiadores, Albert Mathiez, Marc Bloch, Ernst H. Kantorowicz, hayan
dado, y es que ritual civil, religión cívica, y/o religión política representan un importante
instrumento para la investigación sobre los siglos XIX y XX.121
120 Renato Moro, Op. cit., pp. 100- 101. 121 Ibíd., pp. 130-131.
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No deseamos hablar en demasía sobre los elementos historiográficos
mexicanos que han tocado el tema de la ritualidad. Por un lado, han sido muy pocos
los estudios, mientras que por el otro, nos explayaremos según vaya avanzando el
texto que el lector tiene en manos.
Diversos autores han escrito y realizado trabajos sobre la ritualidad, así como de las
fiestas políticas, creemos que en este sentido hay tres grandes exponentes del
proceso historiográfico de dicha corriente, la cual se ha venido desarrollado desde los
siglos XIX y XX, Albert Mathiez, Marc Bloch, Ernst H. Kantorowicz, estos autores
reflejan las base y formas de metodológicas de los fenómenos de la ritualidad
política.122
e) La fiesta política en Hispanoamérica
De manera breve dedicaremos algunos renglones a este apartado con la finalidad de
establecer un dialogo en relación con las celebraciones de corte político que existieron
en Hispanoamérica durante el periodo de las independencias, con la finalidad de
ejemplificar y mostrar que el México Imperial no fue el único gobierno que se advocó
en usar la fiesta con el fin de mostrar la ruptura con el viejo régimen en la península.
Así pues, tomaremos algunos ejemplos para ello.
Los nuevos órdenes políticos surgidos por la crisis española en 1808 generaron
en sus territorios un fuerte desequilibrio de poderes. El desorden que atrajo la invasión
napoleónica y la lenta respuesta española ante ello obligaron a los diversos virreinatos
a virar y conseguir su independencia. Esta nueva e interesante situación permitió a los
hombres involucrados en el proceso construir e imaginar nuevos símbolos, colores,
rituales con los cuales legitimaran su actuar. Sin duda, ejemplos interesantes existen
muchos, dado el amplio espectro de análisis al que podemos recurrir, concretamente
nos ceñiremos a sólo unos cuantos.
Es inequívoco ubicar a la gran mayoría de las celebraciones de corte político
dentro de periodos que con contundencia marcaron a los Estados-Nación. Las fiestas
122 Renato Moro, Op. cit., p. 99.
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patrióticas que analizamos se originan con el sisma de las independencias hispanas.
No resulta simple el pensar que estos actos surgen con la finalidad de marcar y
trasmitir la legitimidad de la nueva nación, sustentado siempre en los actos
performativos que se heredaron del orden virreinal.
Muchos son los autores que han dedicado su obra en discutir e interpretar el
origen y las claras finalidades. Marco Gózalez Pérez en su trabajo sobre las Fiestas
Nacionales, en Colombia, describe cómo las fiestas cívicas se convirtieron en
escenarios de guerra en los cuales realistas e independentistas luchaban.
Celebraciones como la victoria de Ayacucho marcan prácticas públicas que se ven
repetidas a lo largo del continente, la exhibición de trofeos de guerra, los desfiles
monumentales, entre otras prácticas, consagran de forma masiva el pensamiento de
ruptura.123
Quizás los teatros celebrativos como tales no muestren diferencia con respecto
al orden antiguo, pero conceptos novedosos son introducidos al vocabulario general
de la sociedad, esto bajo la lógica de las fiestas de independencia. En Fiestas de
independencia en Colombia, de Marco Gózales, se exhibe la falta de novedad con
respecto a la usanza virreinal, pero se establece un vocabulario totalmente distinto con
palabras como: Libertad, Victoria, Independencia, Soberanía, entre otras aparecen en
el consciente de la población,124 todo ello marcado bajo la lógica de las celebraciones
que se generaron en Bogotá.
Lo anterior nos sujeta a pensamientos similares en otras latitudes de
Hispanoamérica, un caso concreto de ello son las celebraciones llevadas a cabo en
Chile. Los actos rituales que se generaron en el cono sur del continente no difieren con
los que aparecieron en Colombia, por ejemplo, el establecimiento de fechas que
marcaron un antes y un después. El 18 de septiembre para la sociedad chilena marca
esos momentos, con el establecimiento de la Junta de Gobierno. La práctica política
de este evento teatraliza a la sociedad chilena con marcados toques de nacionalismo
123 González Pérez, Marcos, “Fiesta nacional y Guerra de Independencia neogranadina”, en Guerrero, Javier; Wiensner, Luis (Comp.), Memoria, historia y nación: a propósito del Bicentenario de la Independencia en Latinoamérica, Colombia, La Carreta-Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, 2010. 124 Sebastián Vargas Álvarez, Op. cit., pp. 210- 211.
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esparcido en todo el territorio. Esto propició la regeneración política y la formación de
la independencia en el Estado-Nación.125
La conformación de las fiestas legitimadoras se dirige a un solo sentido, como
observamos, se representa la ruptura con el viejo régimen, se escenifica un nuevo
vocabulario, se crean colores que atavíen la nueva identidad y se ofrece un ritual
performativo en el cual los individuos se sientan inmersos en el proceso de las cosas
grandes. No resulta equívoco el pensar que en el México de 1820-1823, los dirigentes
de la revolución militar no estuvieran al tanto de todas aquellas declaraciones,
celebraciones, pues Hispanoamérica a pesar de las distancias se encontraba en
constante comunicación.
125 Peralta C., Paulina, Chile tiene fiesta! El origen del 18 de septiembre (1810- 1837), Chile, Ediciones LOM, 2007.
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Capítulo II.
Entre la guerra y la política: La Nueva España de 1820- 1821
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Debemos tener en cuenta la actitud de los hombres y su tiempo, al momento de hacer
reflexión sobre la posición política que encabezaron cada uno de ellos. Los momentos
son cruciales y más cuando se elaboran muchas de las obras historiográficas que
refieren a figuras tan ambivalentes como es el caso que nos atañe. Ya sea, Vicente
Rocafuerte o José Domingo Malo, dos puntos opuestos que relatan su posición sobre
Agustín de Iturbide. Ambos casos discurren en los extremos y muestran la frágil línea
que divide al hombre del personaje. Sin duda, la imagen que nos ha llegado de Iturbide
corresponde a la configuración histórica que realizaron los revolucionarios del siglo
XX, quienes forzando los procesos legitimadores de la historia inventaron el nuevo
carácter simbólico, uno que se adecuara a su sistema político.126
Como ha recordado Jaime del Arenal Fenochio, poca justicia se le ha hecho a
la vida de Agustín de Iturbide, tan poca, que la sociedad ha configurado un juicio de
valor que ha minado la labor histórica que el propio personaje logró. Descrito como
uno de los personajes más “malos” de la historia mexicana, por encima de Santa Anna,
Hernán Cortés e incluso peor que el segundo emperador de México; el austriaco
Maximiliano de Hamburgo.127 No cabe la duda del maniqueísmo de la construcción de
la versión oficialista de la historia nacional y de las representaciones que se han hecho
del personaje. Son reflejo del triste legado que se ha negado al Libertador de la
Anáhuac. Olvidamos la dimensión humana de las personas, olvidamos la dimensión
contextual en la que crecen, y sobre todo, la falta de memoria cuyo voluntarismo resulta
en ignominia para nuestra propia historia, para nuestro propio entendimiento.128
a) Agustín de Iturbide: El Libertador de México
El libertador de México, provenía de una familia noble la cual estuvo asentada en el
Reino de Navarra. Su padre, José de Iturbide Arregui, nació en aquellos pueblos
montañosos, poco se sabe de la realidad que vivió la familia Iturbide en aquel
entrañable reino, que se jactó de ser el defensores de la patria ante la amenaza de los
126 Jaime del Arenal Fenochio, Op. cit., pp. 224- 231. 127 Ibíd., p. 215. 128 Ibíd., p. 214.
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moros.129 José de Iturbide quien en edad viril salió de la vieja España con la intención
de hacerse de la América, llegó a la ciudad de Valladolid capital de Michoacán, entre
los años de 1760-1765, donde se dirigió a vivir con un paisano, seguramente con José
Arregui. José de Iturbide, al igual que sus contemporáneos inmigrantes, los
montañeses Gabriel García Obeso, Isidro Huarte y los que llegaron después; Bernardo
de Focerrada y Llano, Alonso Gavidía, Francisco Antonio de Lloreda, Francisco de la
Riva, entre otros como el licenciado Manuel Abad y Queipo,130 afianzó su posición y
contrajo nupcias con una mujer noble, la señora María Josefa Arámburu, oriunda del
pueblo de Santa Clara del Cobre. De la unión nacieron nueve hijos, dentro los cuales
el hijo pródigo sería quien diese fama al apellido.
Oriundo de la ciudad de Valladolid de la en entonces llamada Provincia de
Michoacán, Agustín Cosme Damián de Iturbide y Arámburu, nació un 27 de septiembre
de 1783,131 en casa paterna, (en la actual ciudad de Morelia, ubicada en el centro
histórico sobre la calle Valladolid, número 75. –Hoy una triste heladería–.) de origen
español el cual fue bautizado a los pocos días. Su padrino fue el fraile Lucas Centeno,
prior provincial de la Provincia de San Nicolás Tolentino de Michoacán. A lo largo de
los años, se han contado diversas versiones que corresponden a la mitificación de la
figura de Iturbide. Uno de los cuentos más utilizados, tanto por sus adversarios
políticos como por allegados a él, es el de su nombre, el cual se debe a la divina
salvación que dio san Agustín, a la precaria salud del niño.132 Existen otros cientos de
cuentos que sus adversarios políticos se habrían encargado de divulgar. Vicente
Rocafuerteque supone que, en alguna ocasión, Agustín en su años de estudiante tiró
del pie a uno de los mozos del colegio, causándole la muerte por el golpe tan fuerte
que recibió en la cabeza,133 otro de esos curiosos cuentos, porque no deben de tener
otra categoría para ser referidos, es lo que menciona Rocafuerte sobre su infancia,
pues ha escrito que: … de persona fidedigna lo he oído de boca de su mismo padre,
129 Spence Robertson, Op. cit., pp. 39- 45. 130 Carlos Juárez, Nieto, La oligarquía y el poder político en Valladolid de Michoacán, 1785- 1810, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Instituto Michoacano de la Cultura, Congreso del Estado de Michoacán, 1994, p. 100. 131 Archivo de la Notaria Parroquial del Sagrario de Morelia (En adelante ANPSM), Bautismos de españoles, Lib. 32, años 1780- 1786, f.v 79. 01 octubre de 1783. 132 Spence Robertson, Op. cit., p. 42. 133 Vicente Rocafuerte, Op. cit., 1822, p. 7.
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que siendo niño cortaba los dedos de las gallina, para tener el bárbaro gusto de verlas
caminar con sólo el trocito de las canillas…, 134 si estas palabras no nos hace
reflexionar el cómo se ha visto a Agustín de Iturbide a través de los años, nada lo hará.
Ilustración 1. Casa natal de Agustín de Iturbide. Foto de José María Navarro Méndez. Ubicada en la calle
Valladolid en la ciudad de Morelia, Michoacán, 2018.
La vida del joven Agustín estuvo llena de oportunidades. Al ser originario de una familia
acomodada, contaba con los medios suficientes para su progreso social. En temprana
edad ingresó al Seminario Tridentino de Valladolid, en cuyas aulas comenzó a
estudiar. La ciudad, al ser cede del obispado de Michoacán, contaba con instituciones
de prestigio. La intelectualidad permeaba por todas partes. Robertson menciona que
si bien la enseñanza novohispana, al igual que la que se impartía en la América
virreinal, no era sistematizada, no significa que fuera carente de rigor.135 Iturbide no
fue uno de los estudiantes más sobresalientes académicamente, pero se destacó en
algunas materias.136 Las clases que atendió el joven Iturbide, fueron: latín, retórica,
filosofía, teología y las de sagradas escrituras.
La religiosidad permeó la vida de Agustín de Iturbide, orgulloso católico, como
gran parte de la sociedad novohispana, pero en la medida en que fue creciendo el
joven vallisoletano reorientó sus intereses, y la vida de seminarista no fue lo suyo.
Prontamente dejó los estudios para dedicarse a la administración de una de las
haciendas de su padre, en la cual descubrió una de las habilidades que le valió mucho
134 Vicente Rocafuerte, Op. cit., p. 7. 135 Spence Robertson, Op. cit., p. 43. 136 Ídem.
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reconocimiento años después, ya que resultó ser un hábil jinete. Además se ocupaba
de las actividades propias como el pastoreo y trabajo agrícola, lo cual le ayudo a
constituirse y madurar.
El restablecimiento de las fuerzas milicianas en el territorio de la Nueva España,
obra del virrey Branciforte, y la creación del Batallón de Infantería de Valladolid,137
cuya organización fue trabajo del conde de la Casa Rul, brindó una puerta de
oportunidades a la élite vallisoletana. Las familias michoacanas entendieron desde los
primeros momentos lo conveniente que resultaba reforzar su poder, es decir, tomar
control de las fuerzas milicianas. Dentro de los distintos beneficios que se obtenían al
ser miliciano se encontraba el fuero, fue uno de los más atractivos debido a los
privilegios inherentes que se extendían no sólo al militar, también a sus familiares y
sirvientes. El fuero no fue lo único que motivó a la sociedad vallisoletana a incursionar
en el real servicio de las armas; dado que los sacrificios que impone la vida castrense
muchas veces no merecían la pena.138
Pero más allá del fuero, ¿en qué sentido valía la pena el obtener un grado oficial
miliciano? Agustín de Iturbide al igual que sus coetáneos, o mejor dicho, los padres de
estos criollos, veían dos aspectos de importancia por sobre la jurisdicción militar. Por
un lado, el evidente beneficio económico; pues las élites se veían francamente atraídas
por la posibilidad de ampliar sus negocios. Caso particular que resalta la investigadora
Vega Juanino, es el de Isidro Huarte, quien aprovechó su posición para aumentar sus
ventas de índigo, el cual es un producto esencial para la producción de los tejidos, en
este caso los uniformes. El otro aspecto está orientado a la realidad social, ya que ni
los privilegios del fuero, ni la posibilidad de realizar negocios, son elementos que
expliquen, la disposición de ingresar a las fuerzas armadas, debemos observar que, a
finales del siglo XVIII, los militares se habían convertido en el primer apoyo del rey y
por lo mismo en los principales administradores de la Corona. El factor decisivo para
ingresar a la milicia, fue estar cerca del poder, o dicho bajo el contexto en el que
vivieron los actores, buscaban el favoritismo del monarca hispano. Según Vega
137 Ibíd., p. 45. 138 Juanino, Vega, La Institución Militar en Michoacán en el último cuarto del siglo XVIII, México, El Colegio de Michoacán, pp. 119- 122.
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Juanino; las familias más poderosas de la Nueva España vieron que pertenecer a la
institución militar era un medio para alcanzar el favor del rey, y por ende una forma de
obtener algo de poder, pues a partir de las reformas, a los criollos se les fue excluyendo
de los cuerpos administrativos.139
La búsqueda del poder en esta primera etapa de la vida del joven Agustín marcó
su devenir. Quizá su interés por la vida castrense debió haber sido reforzado por su
tío Domingo Malo, quien era miembro del Batallón.140 Iturbide ingresaría al cuerpo de
Infantería mediante la compra del puesto. 141 Fue colocado como subteniente de
bandera, mismo puesto que ostentaba Ramón Huarte, así Iturbide comenzaba a
construir su propia carrera pública e indirectamente conocería a Ana Huarte, gracias
al peso social y político que su padre ejercía.142
Antes de 1805 a Iturbide se le describe como un orgulloso miliciano, el cual,
engalanado por su atuendo, se paseaba por la ciudad. Muy seguramente en su
recorrido pasaba por el Colegio de Santa Rosa de Valladolid, una institución dedicada
a las señoritas y cuya preocupación consistía en proteger a las “[…] Rosas de Castilla,
sin mezcla de otras flores, todas españolas.”, ahí su vida comenzó a cambiar de
manera paulatina, 143 pues entre las bellas educandas se toparía con Ana María
Huarte, a quien seguro ya había comenzado a cortejar.144
Ana María Huarte y Sánchez de Tagle nació en la misma ciudad que Iturbide,
sexta hija del segundo matrimonio de Isidro Huarte con Ana Manuela Sánchez de
Tagle. Creció en un mundo fastuoso, sin ninguna preocupación y con la vida de
desasosiego que les permitía la muy basta fortuna de Isidro Huarte. Ella ingresó al
Colegio de Santa Rosa de Valladolid, posiblemente en los mismos términos que todas
139 Ibíd., 123- 126. 140 Spence Robertson, Op. cit., p. 47. 141 Vega Juanino, Op. cit., p. 135. Nota: El empleo de Subteniente de bandera, era especialmente codiciado por las familias ricas, de la región, pues con el pago de 200 pesos, se lograba colocar a los hijos de la élite en el ejército. 142 Vega Juanino, Op. cit., p. 135. 143 Carreño Alvarado, Gloria, El Colegio de Santa Rosa de Valladolid 1743-1819, México, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 1979, p. 35. 144 Navarro Méndez, José María, La mujer del emperador Ana María Huarte de Iturbide (1786-1861). Una biografía histórica, [Tesis de Licenciatura en Historia] Morelia, Michoacán, Facultad de Historia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2015, p. 32.
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las demás colegialas. Los requisitos eran estrictos, consistiendo estos en ser español,
lo cual comprobaban mediante la fe de bautismo y un documento llamado Información
de Pureza de Sangre, que consistían en 4 o 5 testimonios jurados, hechos por los
vecinos de muy buena reputación.145 Para los Huarte y Muñiz ese trámite posiblemente
fuera omitido, pues el exhibir su pureza sanguínea era deshonrar el honor familiar. El
hecho de ingresar a estudiar en esta institución de corte religioso, era continuar una
tradición familiar. Ana, al igual que su madre146 y posiblemente sus hermanas María
del Carmen y María Teresa, fueron estudiantes hasta antes de que contrajeran
matrimonio.147
El año de 1805 fue un parteaguas para la vida del joven miliciano, pues tomaría
la mano de Ana Huarte en matrimonio. El himeneo de la feliz pareja se llevó a cabo en
completa solemnidad en el suntuoso templo de Santa Catalina de Siena. Así, el día 27
de febrero de 1805, contrajeron matrimonio en presencia del provisor general capitular
del obispado, el doctor Juan Antonio de Tapia. Ella contaba con 19 años, presenciando
como padrinos Isidro Huarte por parte de la novia, y por parte del novio el señor
Domingo Malo,148 quien estaba casado con María de los Ángeles Iturbide y Arregui,
hermana del padre de Agustín149 el cual pertenecía al mismo regimiento militar que el
novio. La misa nupcial la celebraron al día siguiente en el oratorio de la casa de los
recién casados en lo que hoy se conoce como portal Galeana número 117.150 Aquí el
hermano de Ana, Isidro, y doña Nicolasa, hermana de Agustín, junto con el intendente
de Valladolid Felipe Díaz de Ortega, firmaron la certificación.151 Es casi seguro que la
feliz pareja recibiese la dote por parte de la novia ya que esta rica heredera tuvo la
145 Gloria Carreño Alvarado, Op. cit., p. 127. 146 Guzmán Pérez, Moisés y Barbosa Malangón, Patricia, “Lecturas femeninas en Valladolid de Michoacán (siglo XVIII). La “librería” de Ana Manuela Muñiz Sánchez de Tagle”, en Tzintzun. Revista de estudios históricos, núm. 58, Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, julio- diciembre, p. 25. 147 José María Navarro Méndez, Op. cit., p. 33. 148 Spence Robertson, Op. cit., p. 47. 149 Ver el árbol genealógico que el IIH-UNAM genera en su sitio WEB: http://gw.geneanet.org/sanchiz?lang=en;p=maria+de+los+angeles;n=iturbide+arregui visto el día 12 de mayo del 2017. 150 Spence Robertson, Op. cit., p. 47. 151 ANPSM, Matrimonios de españoles, lib. 15, años 1789-1806, f.v. 174, 27 de febrero de 1805.
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fortuna de haber recibido de su padre, hasta antes de 1821, poco más de 30,000
pesos.
No hay rastro de su información matrimonial, pues se debió a las dispensas que
se les concedió,152 ya que para la posición social que ostentaban sus familias era
cuestión de pudor el exhibirse ante los demás. Guzmán Pérez demuestra esta
aseveración a través de la dispensa de José Nicolás Michelena, cuando él pretendía
matrimoniarse con María Ignacia Monasterio. Dice el historiador que eso de anunciarlo
en las distintas parroquias se tenía de poca estima y de honor.153
Ilustración 2. Casa de Agustín de Iturbide y Ana Huarte, hoy Hotel Cantera Diez. Foto de José María Navarro
Méndez. Ubicada en avenida Madero en la ciudad de Morelia, Michoacán, 2018.
Cabe mencionar que las bodas no eran los ceremoniales festivos que más atraían a la
sociedad novohispana154 debido a que se celebraban por lo regular en casa particular,
y de noche, o muy de mañana, y la presenciaban sólo los familiares más cercanos de
los desposados, y por eso no era motivó de fiesta ni pretexto para que las damas y los
caballeros lucieran su mejor gala.155 Sin embargo, debido al peso social de la familia
152 APSM, Matrimonios de españoles, lib. 15, años 1789-1806, f.v. 174. 27 de febrero de 1805. 153 Guzmán Pérez, Moisés, Las Mujeres Michoacanas antes de 1810, México, Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología de Michoacán, Gobierno del Estado de Michoacán, p. 14. 154 Elena Díaz Miranda, “Nosotros los nobles. Los festejos de la nobleza en la Nueva España del siglo XVIII”, en Relatos e Historia en México, Núm. 83, año VII, 2015, México, Editorial Raíces, p. 33. 155 Manuel de Romero Terreros, Boceto de la vida social de la Nueva España, México, Porrúa, p. 181.
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Huarte, en la ceremonia pudieron haber estado aquellos personajes de importancia en
la ciudad, así como miembros de las autoridades civiles y eclesiásticas. Personajes
como el conde de Sierra Gorda, Gabriel García Obeso, José María García Obeso,
Juan José de Michelena, de la misma manera pudieron haber estado presentes la
rectora del Colegio de Santa Rosa de Valladolid, Gertrudiz López y miembros de la
Vascongada.156
Al poco tiempo de las nupcias, el joven militar, junto con el regimiento de
Valladolid, fueron llamados a servir en la guarnición de la ciudad de México. En la
capital virreinal permaneció corto tiempo, para pasar por orden del virrey a Xalapa,
donde se llevaba a cabo el acantonamiento militar. En su estancia, Iturbide fue
ascendido por su buena disciplina, ostentando el puesto de teniente primero.157 Para
aquellos años los novohispanos no prevenían lo que acontecía en Europa. La empresa
que Napoleón desató en la península afectó profundamente la estabilidad virreinal. La
crisis española de 1808, así como los posteriores enfrentamientos políticos internos
de la Nueva España, serian vistos con horror, pero pusieron de manifiesto la lealtad
de los novohispanos por lo menos antes de 1810.
La llamada “crisis de 1808” afectó profundamente a la Nueva España, los
motines de Aranjuez, así como las abdicaciones de Bayona, generaron confusión y
miedo en la amplia población hispana e hispanoamericana. La abdicación de Carlos
IV a favor de Fernando VII, Napoleón obligando a renunciar a Fernando VII a sus
derechos por la corona, y el anunciamiento de José Bonaparte I como nuevo rey de
España y de las Indias, también son factores a considerar. Las reacciones ante la
invasión tardaron en aparecer, pero de manera fortuita comenzaron a surgir juntas o
consejos locales que se adjudicarían la soberanía del pueblo y condenarían de forma
“organizada” la invasión francesa a suelo hispano. Ante este vaivén de conflictos
políticos y militares tuvieron que reaccionar los virreinatos, para la Nueva España, su
virrey: el general José de Iturrigaray, oriundo de Navarra, intentó sortear la crisis
obteniendo de ello resultados trágicos.
156 José María Navarro Méndez, Op. cit., p. 39. 157 Spence Robertson, Op. cit., p. 48. p. 48
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Ante las circunstancias adversas que ocurrían en la vieja España, el virrey
Iturrigaray, apoyado del Ayuntamiento de México, y de la propia Real Audiencia de
México, desconoció el Gobierno de José I. Aun así, la crisis en los territorios
novohispanos era de tal magnitud que en el periodo de 1808 a 1810 la sucesión de
virreyes fue continua, pues la estabilidad política del reino era precaria. Respecto a
esto Roberto Breña nos dice: en un lapso de dos años, fueron cuatro los virreyes que
estuvieron al frente del gobierno, eso sin contar el gobierno provisional que mantuvo
la Real Audiencia de México…,158 durante esta serie de sucesiones el gobierno del
general Iturrigaray sería el más afectado, ya que fue depuesto de su cargo, mandato
de la Real Audiencia, junto con algunos de los comerciantes de la capital esto bajo el
argumento de intentar crear una junta de gobierno. A su vez los golpistas, dirigidos por
Gabriel del Yermo, instalaron en el poder al octogenario Pedro Garibay, con bendición
del arzobispo Javier Lizana y Beaumont, quien lo sustituiría como virrey.159
El teniente Iturbide, así como otros miembros de las fuerzas armadas del
virreinato, externaron su posicionamiento. Ellos defenderían la patria y, como
menciona la Gaceta de México: las armas al Servicio Real derramaran hasta la última
gota de sangre, en defensa del catolicismo romano, de Fernando VII y de la Madre
Patria. 160 Tan pronto los nombres fueron publicados en la gaceta oficial de las
autoridades virreinales, el nombre de Iturbide comenzó a escucharse y a ganar
relevancia. Robertson menciona a través de las notas de la Gaceta de México que la
familia Iturbide pronto se unió a la causa justa mediante donaciones, ante los embates
que España sufría por las fuerzas invasoras. La posición de Iturbide, así como la de
su familia, había sido dada, pues se reflejó la especulación ante los continuos rumores
sobre el destino de la península. Las nuevas autoridades que se establecieron tras el
golpe a Iturrigaray, debieron de alguna manera incentivar la seguridad del reino. El
apoyo que dio Iturbide dejó ver su posición política,161 por lo menos para estos años,
158 Breña, Roberto, “La España peninsular y la Nueva España ante los acontecimientos de 1808 (El liberalismo Gaditano y la insurgencia novohispana en una era revolucionaria)”, en Historia Mexicana, Núm. 1, Vol. LXVI, México, El Colegio de México, julio- septiembre, 2016, p. 180. 159 Ídem. 160 HNDM, Gaceta Extraordinaria de México, Núm. 97, T. XV, 16 de septiembre de 1808, pp. 675- 680; Gaceta de México, Núm. 101, T. XV, 21 de septiembre de 1808, pp. 701- 702. 161 Spence Robertson, Op. cit., p. 50.
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así también se muestran los miedos sociales, reflejo de la psicosis colectiva que
permeaba ante la incertidumbre.162
Las limitaciones políticas que se comenzaron a dar en la Nueva España
generaron dentro de su amplio territorio juntas clandestinas que pretendían exigir su
participación en la reconstrucción de la soberanía.163 Se hizo evidente la participación
de la élite novohispana, el caso de las conjuras de Valladolid de Michoacán, así como
la que se dio tiempo después en Querétaro, marcaron a la sociedad. Bajo la misma
lógica que siguieron las juntas en la península, los hombres encargados de la conjura
en Valladolid debieron discutir en acaloradas tertulias la crítica situación de los reinos
españoles. En estos foros de discusión se dieron opiniones en torno a la vida política
que se debía adoptar. Prontamente los involucrados comenzaron a construir un
imaginario en el cual se preguntaban contra qué o contra quién se conspiraba. Moisés
Guzmán y Carlos Juárez dicen que el deseo autonomista de los criollos vallisoletanos
fue consecuencia de diversos factores, ambos historiadores han considerado que …
los efectos sociales-económicos provocados por la aplicación de la real cedula de
consolidación; los acontecimientos que se gestaron un año atrás en España; la violenta
destitución del virrey Iturrigaray y la trágica suerte de algunos regidores del
ayuntamiento de la ciudad de México, a consecuencia de ese acontecimiento;
finalmente, cabría añadir, la situación política que se vivió…”164 en la esfera de la élite
de la ciudad de Valladolid, pues vivía una pugna entre los criollos y gachupines por el
derecho de representación.165
Entre los vecinos involucrados en la conjura de Valladolid, encontramos
personajes como los hermanos Michelena, Mariano Chávez, Luis Valdovinos, José
María Izazaga, el escribano José Ramírez Rojas, el fraile Vicente Santa María y el
162 Guzmán Pérez, Moisés, “Valladolid en 1809: Rumor y conspiración política”, en Guzmán Pérez, Moisés y Sánchez Díaz, Gerardo (Editores), La Conspiración de Valladolid de 1809. Cultura política, actores y escenarios, Colección: Bicentenario de la Independencia, Núm. 11, México, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Instituto de Investigaciones Históricas, 2012, p. 119. 163 Tutino, John, “Soberanía quebrada, insurgencias populares y la Independencia de México: la guerra de Independencia, 1808- 1821”, en Historia Mexicana, Núm. 1, Vol. LIX, México, El Colegio de México, 2009, p. 23. 164 Juárez Nieto, Carlos, La oligarquía y el poder político en Valladolid de Michoacán, 1785- 1810, México, Congreso del Estado de Michoacán, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Instituto Michoacano de la Cultura, 1994, p. 271. 165 Carlos Juárez Nieto, Op. cit., p. 27; Moisés, Guzmán Pérez, Op. cit., p. 121.
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capitán García Obeso.166 La participación de cada uno de los individuos citados se ha
estudiado. Guzmán recuerda que el proyecto que ellos contemplaban era un
pensamiento muy generalizado en la sociedad del momento, pues la idea de crear una
Junta Nacional no era original de Michelena [y mucho menos de los otros], sino que
pululaba en las principales villas y ciudades del reino que contaban con
ayuntamiento…167 La intriga juntera terminó siendo descubierta en diciembre de 1809,
denunciada por Luis Gonzaga Correa, aunque se ha dicho de manera equivocada que
fue Iturbide quien lo hizo.168
La participación de Iturbide fue constreñida al seguimiento de las órdenes
militares, pues como ha recordado Robertson; la participación del joven criollo se limitó
a ejecutar varias comisiones que se confirieron a finales de 1809,169 los propios relatos
del entonces teniente refieren que detuvo a uno de los principales líderes de la
conspiración rebelde.170
A pesar de todo, la vida del joven militar se puede definir en un ir y volver, pues
las actividades cotidianas entre el campo y la ciudad no se constreñían ante la
agitación política que se vivía. Iturbide reflejaban la cómoda vida de los oficiales
milicianos que sólo se preocupaban por sus cosas.171 Esa cómoda vida se vio afectada
por la arenga que el cura de la parroquia de Dolores desataría en 1810.
El alzamiento revolucionario que el cura Hidalgo comenzó la madrugada del 16
de septiembre de 1810, retumbó en todas y cada una de las familias novohispanas,
pues el horror desatado por las tropas insurgentes fue capaz de fracturar el vínculo
social entre las autoridades y la sociedad; de modificar las prácticas políticas haciendo
166 Para tener un panorama mucho más amplio sobre la conjura de Valladolid, así como una interpretación más amplia sobre el papel histórico de sus actores, recomendamos una lectura dedicada en específico al tema; Guzmán Pérez, Moisés y Sánchez Díaz, Gerardo (Editores), La Conspiración de Valladolid de 1809. Cultura política, actores y escenarios, Colección: Bicentenario de la Independencia, Núm. 11, México, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Instituto de Investigaciones Históricas, 2012. 167 Moisés Guzmán Pérez, Op. cit., p. 128. 168 Moisés Guzmán Pérez, ha explorado y escrito sobre la documentación existente y refiere que no hay más denunciantes, el investigador menciona; “Luis Gonzaga Correa testificó el 8 de diciembre de 1809, que durante la fiesta de la virgen de la Concepción había llegado a la hacienda de Xaripeo, en donde encontró algunos vecinos entre ellos los Michelena, José María Izazaga, Luis Valdovinos y otros…”. 169 Spence Robertson, Op. cit., p. 53. 170 Ídem. 171 Vega Juanina, Op. cit., pp. 119- 126.
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crear nuevas estructuras militares y de gobierno. 172 La toma de la alhóndiga de
Granaditas fue el punto de inflexión.173
El movimiento que se originó en la conspiración de Querétaro de inmediato se
conoció en las inmediaciones de la región del Bajío. El rumor y el miedo se apoderaron
rápidamente de la capital michoacana. El 20 de septiembre, a solo un par de días del
acontecimiento, se supo con certeza de lo que acontecía. El intendente interino, José
Alonso Terán, convocó a cabildo extraordinario en presencia del alcalde provisional
Isidro Huarte. Los regidores José Manuel de Olarte y Juan Bautista de Arana, y el
procurador Rafael Suárez Pereda, atendieron la crisis disponiendo que la ciudad debía
ser custodiada por las fuerzas milicianas. El comandante Robledo situó a los milicianos
alrededor de las haciendas y rancherías que estaban cerca de la capital. Moisés
Guzmán estima que un total de 500 hombres de infantería y 500 de caballería fueron
emplazados en caso de ataque.174
Ante el horror que las tropas insurgentes dejaban a su paso, Agustín de Iturbide
que en esos momentos permanecía en la hacienda de Apeo, atendiendó la
administración de sus bienes, y fue ahí donde lo sorprendió la noticia de la insurrección
de Dolores:
Cuando comenzó la insurrección, yo me encontraba en la hacienda de Apeo con licencia indefinida del servicio militar que había sido concedido por el señor Lizana, para recuperar de una serie de enfermedades que había padecido. El 20 de septiembre recibí noticia del estallido de la rebelión. De inmediato hice planes de proceder a la capital. Una vez llegado ahí, me presente con su Excelencia el señor Venegas. le hice saber mi deseo de enrolarme activamente en el servicio del rey. Personas honorables, talentosas, y de influencia le dieron buenas referencias mías. En consecuencia, él me envió a capturar a los rebeldes Luna y Carrasco, que habían atacado el pueblo de Acámbaro…175
Iturbide decidió primero disponer sus servicios al intendente de Valladolid y pasar a
Maravatío, en su diario militar y la correspondencia que mantuvo con otros jefes
militares de la región se da detallan las decisiones que tomó. Menciona que con treinta
172 Moisés Guzmán Pérez, Op. cit., p. 109. 173 Ibíd., p.119. 174 Ibíd., p. 116. 175 Apuntes interesantes para. el M., f. 1, Iturbide Papers, Library of Congress, Washington D. C., en Spence Robertson, Op. cit., p. 55.
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y dos soldados, un sargento y dos caballos de tropa y 15 rancheros,176 mantuvo el
orden de la villa de Maravatío. Robetson recuerda que con 35 hombres defendió
aquella comarca, impidiendo la entrada de 500 insurgentes.177 El interés de Iturbide
por proteger aquella región se debía a que dentro de la jurisdicción de la villa se situaba
la hacienda de Apeo, propiedad de la familia Iturbide Huarte.
A medida que los insurgentes avanzaban por las tierras del Bajío y saqueaban
las urbes de las que iban tomando control, el sequito heterogéneo que se aglomeraba
alrededor de Hidalgo crecía constantemente. Los pobladores de Valladolid, aterrados
ante los fuertes rumores que se formaban sobre el aura insurgente, decidieron salir de
la urbe con la intención de ir a la capital virreinal. Muchas familias vallisoletanas, entre
ellas los Iturbide, decidieron trasladarse.
Antes del cinco de octubre de 1810, José de Iturbide, su esposa, hijas y su nuera
con nietos, así como otros parientes, decidieron salir acompañados y escoltados por
las fuerzas que tenía a su disposición Iturbide. Antes de llegar a México tuvieron una
corta estancia en Apeo.178
Las fuerzas insurgentes tomaron la capital de Michoacán, donde instalaron el
gobierno insurgente. Ante la luz de la especulación y poco antes de la toma de
Valladolid, se ha dicho que el cura de Dolores le ofreció a Iturbide la faja o grado de
teniente general, en escenario peculiar, cerca del pueblo de San Felipe del Obraje,
donde le prometía la protección de su familia. Iturbide rechazó la propuesta.179 La
noche del 16 de octubre el “Capitán General de América”, entraba a Indaparapeo,
donde negoció la rendición de Valladolid, pues la enorme plebe que se aglutinaba a lo
largo de los caminos comenzaba a entrar a la ciudad. Acerca de las negociaciones,
176 Año de 1810. Correspondencia del Virrey don Francisco Xavier Venegas con don Agustín de Iturbide y otros jefes realistas, durante el mes de octubre, en Correspondencia y diario militar de Don Agustín de Iturbide, Tomo I, México, Secretaria de Gobernación, Publicaciones del Archivo General de la Nación, 1923, pp.1- 5. 177 Spence Robertson, Op. cit., p. 55. 178 Ídem. 179 Pablo Villavicencio, Carrera militar y política de Don Agustín de Iturbide, Imprenta de la ex- Inquisición a cargo de Manuel Ximeno, México, 1827, pp. 4- 6. Nota: Este libro se encuentra mal citado por Spence Robertson en Iturbide de México ya que él le da la autoría a Agustín de Iturbide, dato erróneo pues son tres años después de su muerte y corresponde a un recopilado de las Memorias Escritas desde Liorna, las cuales son de la autoría de Agustín de Iturbide.
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Moisés Guzmán ha escrito y recuerda que fue labor del licenciado Isidro Huarte, el
señor capitán Arancivia y el canónigo Betancourt, parlamentar para el respeto de los
templos y colegios. También pedía el respeto a monjas y sacerdotes, entre otras
observaciones, solicitaba que se le negara la entrada a la ciudad a los indios, a lo que
Allende se negó.180 Las circunstancias no estaban para pelear, al día siguiente las
fuerzas insurgentes avisaron de su entrada a Betancourt, y este a su vez al cabildo
civil. Ingresó una comitiva de 50,000 almas, un millar a caballo, soldados armados e
indios que con palos, machetes, lanzas, ondas y piedras acompañaban a Hidalgo,
Allende y Aldama.181
El 19 de octubre, bajo las órdenes del virrey, Agustín de Iturbide paso a formar
parte de las fuerzas de Torcuato Trujillo, con la intención de evitar que la desbandada
insurgente se presentara sobre México. Iturbide se unió a las fuerzas regulares de
Toluca. Trujillo, previniendo la posición más idónea, postró a sus tropas en el Monte
de las Cruces. “Y a la vista de las agujas y cúpulas, de la capital se libró un fiero
combate”, entre los insurgentes y los realistas. El 30 de octubre se dio la batalla, si
bien las fuerzas realistas se retiraron ante la abrumadora masa, las tropas del rey
salieron victoriosas, pues causaron cientos de bajas a los insurgentes que provocaron
su desbandada.182
En el combate, la participación de los hombres que encabezó Iturbide fue igual
de bizarra que la que sostuvieron las fuerzas del regimiento de las Tres Villas, en una
carta dirigida al virrey Venegas, el vallisoletano expresaba que la participación y
heroísmo de sus soldados, es decir, las fuerzas del Regimiento Provincial de Infantería
de Valladolid, merecían la misma gloria y reconocimiento. En palabras del virrey … los
26 individuos de dicha Partida y el citado Capitán [Agustín de Iturbide], usen del mismo
Escudo de valor y fidelidad que se concedía al expresado Regimiento [de las Tres
Villas]… 183 Resulta evidente que el joven militar buscaba afianzar sus esfuerzos
bélicos, que finalmente serían reconocidos. Spence menciona que no solo las cartas
180 Moisés Guzmán Pérez, Op. cit., pp. 136- 137. 181 Ibíd., p. 138. 182 Spence Robertson, Op. cit., p. 57. 183 Año 1811, Correspondencia del Virrey don Francisco Xavier Venegas con don Agustín de Iturbide y otros jefes realistas, de 8 de febrero a 5 de agosto, en Correspondencia y diario militar de Don Agustín de Iturbide, Tomo I, pp. 7 -8.
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de Iturbide resonaron entre la correspondencia del virrey, sino que también el general
Trujillo buscó reconocer su esfuerzo.184
La primera ola insurgente cayó en enero de 1811. El empuje de las fuerzas del
general Calleja redujo a los contingentes insurgentes en el mes de enero durante el
enfrentamiento que se dio en el puente de Calderón. El desequilibro que se dio entre
los líderes de la insurgencia y el claro declive militar terminó en la detención de sus
principales jefes, Hidalgo y Allende. La estafeta de la insurgencia poco antes de su
declive total fue pasada a Ignacio Rayón, un hombre letrado de la villa de Zitácuaro,
quien, al momento de regresar por orden de Hidalgo, instaló la Suprema Junta
Gubernativa.
Ante los combates, el capitán Iturbide permaneció en la zona limítrofe a la
jurisdicción de Zitácuaro y de Toluca, donde combatía fieramente a las fuerzas
insurgentes que aún permanecían allí. Iturbide realizó una queja ante las autoridades
virreinales por la trasportación de provisiones, ya que se ocupaban las mulas de su
hacienda. En la queja que ponía Iturbide ante el virrey refería que las mulas de su
propiedad, que habían sido embargadas para uso oficial, no habían sido depuestas, y
a la vista de la pérdida significativa que se tuvo en los enfrentamientos que se dieron
en Zitácuaro, pedía ante el virrey que se resolviera, pues Iturbide recordaba …que
jamás dio queja de la expropiación de los animales…, pero el descuido de las tropas
y el mal uso que le den las que robaron los insurgentes…, perjudicaba sus miras….185
Ante los reclamos del vallisoletano, el virrey Venegas puso a su disposición 1400
pesos por robo de las mulas que las tropas insurgentes realizaron.186
Hasta agosto de 1812, Agustín de Iturbide recordaba a las autoridades
virreinales la fidelidad que había cumplido en aquellos días. El vallisoletano buscaba
el ascenso de grado, así como alguna condecoración, mediante una carta particular
que dirigió a Venegas, misma en la que anexaba las recomendaciones particulares
que se hacían sobre sus 14 años y 11 meses de servicio a las armas del rey. En la
184 Spence Robertson, Op. cit., p. 57 185 Año 1811, Correspondencia del Virrey don Francisco Xavier Venegas con don Agustín de Iturbide y otros jefes realistas, de 8 de febrero a 5 de agosto, en Correspondencia y diario militar de Don Agustín de Iturbide, Tomo I, pp. 9- 10. 186 Spence Robertson, Ibíd., p. 59.
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exposición destacaba las más de nueve “acciones de guerra” que había tenido y
enfatizaba las 32 escaramuzas en las que se había batido, desde la defensa de
Maravatío hasta después de la captura de Albino García. Con satisfacción recordaba
al virrey la manutención, así como los premios que había obtenido para sus hombres
(tenía a su disposición 150), además de tener en los caminos espías y mozos.187 La
solicitud no sería atendida por Venegas sino hasta tiempo después por el virrey Calleja.
Los vaivenes de la guerra seguían, y la toma de la isla de Liceaga fue una de
las batallas que más renombre le otorgó a Iturbide. Recordaba que desde el 31 de
octubre por la noche se prepararon las municiones y se alistaron lo botes, … la
molestísima tarea de embarcar a los hombres termino a las 12 de la noche. 188
Alrededor de las dos de la mañana, las fuerzas realistas sorprendieron a los
insurgentes fortificados en la que era la inexpugnable isla. Menciona Iturbide en su
diario que, sin perder un solo hombre de los nuestros, ni escapar uno de los
rebeldes…, se tomó la isla de Liceaga. Al tiempo se enjuicio y ejecutó a las cabecillas
rebeldes.189
Una acción similar a la que fue la toma de la isla Liceaga se dio en el pueblo de
Zacapu. Desde Valladolid, Iturbide ideó la forma en que se tomaría la isla. En esta
ocasión Agustín mantuvo el asedio con fuego de artillería durante tres días, “desde la
costa las baterías abrieron fuego en contra de los insurgentes”. Recuerda Iturbide en
su diario militar que la confrontación hubiera podido terminar esa misma noche, pero
uno de los Comandantes, se precipitó en su actuar”, a pesar de ello, los realistas
lograron romper el fuego insurgente.190 En este primer intento por tomar la isla en la
cual había una fábrica, armas, munición y seguramente pólvora, cayó prisionero el
sargento realista Juan Espinosa. A la mañana siguiente se comenzó a reducir el agua
abriendo algunos canales. El intercambio de fuego continuo sucedió hasta el día 28 de
febrero que un destacamento de Negrete y De la Cruz, arribaron para proporcionar
187 Año 1812, Correspondencia del Virrey Venegas con Agustín de Iturbide del 31 de agosto al 31 de octubre, en Correspondencia y diario militar de Don Agustín de Iturbide, Tomo I, pp. 11- 12. 188 Diario militar particular de Agustín de Iturbide, en Correspondencia y diario militar de Don Agustín de Iturbide, Tomo I, p. 131. 189 Diario militar particular de Agustín de Iturbide, en Correspondencia y diario militar de Don Agustín de Iturbide, Tomo I, pp. 131- 132. 190 Diario militar particular de Agustín de Iturbide, en Correspondencia y diario militar de Don Agustín de Iturbide, Tomo I, p. 148.
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apoyo, comenzando una ofensiva por los lados Norte y Este de la isla. Iturbide mandó
a la infantería a tomar posesión de la isla, caminando por el fango, “en no menos de
cinco minutos logre lo que quería”, recuerda Agustín, la liberación de Espinosa y la
captura total de la fortaleza insurgente.191
Ante la fama que ganaba el vallisoletano las representaciones que comenzaron
a realizarse de él se enmarcaban con burlonas críticas a su persona. Se le pintaba
como un cruel militar que no perdonaba a mujeres o niños,192 así también los realistas
creaban su propia visión; se le mostraba como un bravo militar y hábil estratega, se ha
recordado que comentaba Iturbide siempre fui feliz en la guerra; la victoria fue
compañera inseparable de mis tropas que mandé.193
La activa campaña que mantuvo Iturbide a lo largo de 1810 a 1813 le mereció
el ascenso que había buscado. Tras la captura del puente de Salvatierra, en donde
Ramón Rayón se había fortificado,194 a Iturbide se le dio el mando de una de las
divisiones de los Ejércitos del Norte, en el cual se desempeñó hasta 1816. El
Regimiento de Celaya se puso a su disposición, estuvieron 1200 hombres que
integraban ocho compañías. Robertson señala que las actividades que desempeñó
Iturbide estuvieron orientadas a mantener los caminos limpios de rebeldes, auxiliar a
los convoyes de comerciantes e impartir justicia rápida y equitativa, ya fuera soldados
o civiles.195
Spence Robertson ha reconocido que fue en ese periodo, el de 1813, en el que
Iturbide manifestó la necesidad de parar la guerra. En una carta que le escribió a su
padre mencionaba que era ya innecesaria, ya que ni los galones, ni condecoraciones
ni la adulación han desterrado su placer de ver a su país tranquilo.196 Seguramente la
intención de retirarse del servicio militar rondaba su cabeza. La vida de guerra y
191 Diario militar particular de Agustín de Iturbide, en Correspondencia y diario militar de Don Agustín de Iturbide, Tomo I, p. 149. 192 Spence Robertson, Op. cit., p. 63. 193 Pablo Villavicencio, Op. cit., p. 7. 194 Jaime del Arenal Fenochio, Agustín de Iturbide, México, Editorial Planeta- Booket, 2002, p. 37. 195 Spence Robertson, Op. cit., p. 65. 196 Spence Robertson, Op. cit., p. 65. Véase la anotación de la cita número 48, con respecto a los papeles y documentos que se tienen de Iturbide en la Universidad de Yale.
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continua movilización lo llevó a alejarse de su familia, así como a pensar acerca de los
horrores de la misma.
Mucho se ha especulado, que fue durante estos años en los que Agustín de
Iturbide comenzó a madurar dentro de sí la idea de un plan conjunto entre insurgentes
y realistas, con el fin de dar libertad a la Nueva España. A pesar de estas
aseveraciones, mismas que sostiene Fenochio, Iturbide mantenía la idea firme
respecto al erróneo modelo que habían tomado los insurgentes.
Morelos, quien tomó el estandarte de liderazgo tras el fusilamiento de Hidalgo,
comenzaba a tomar fuerza y a constituir la idea del congreso mexicano. A finales de
1813 el denominado siervo de la nación y ex cura de Nocupétaro y Carácuaro, el señor
José María Morelos se encontraba en la cúspide de su carrera militar y política. En
esta última etapa del general Morelos, quien era el protector del Congreso de
Chilpancingo e integrante del mismo, dispuso la tomar de la ciudad que lo vio nacer.197
Provocando un cruento enfrentamiento entre paisanos. El jefe de la insurgencia hizo
venir a sus hombres más fieles, Matamoros y Nicolás Bravo, a quienes acompañaban
5700 hombres, 30 cañones, una muy buena dotación de parque y el auxilio de las
fuerzas de Ramón Rayón y Navarrete. Para la defensa de la ciudad, el virrey Calleja
mandó a dos de sus hombres más duros Ciriaco del Llano y Agustín de Iturbide.
Las acciones militares se llevaron a cabo en la víspera de las fiestas
decembrinas de 1813, Morelos estacionó a sus cuantiosos soldados en la Loma de
Santa María, a la vista de los campanarios de la ciudad de Valladolid. Los insurgentes
comenzaron a preparar lo que sería su intento por tomar la capital michoacana. Ciriaco
del Llano y Agustín de Iturbide atendieron el llamado de Calleja y comenzaron los
preparativos para la defensa. Tras varios días de movilización realista, la batalla estalló
el 22 de diciembre de 1813 en la loma de Santa María.198 Las fuerzas realistas que
encabezó Iturbide dieron un sorpresivo ataque a los insurgentes con 170 infantes de
la corona y ciento noventa caballos de los Fieles del Potosí. Iturbide aprovechó la
197 Ernesto de la Torre Villar, La Independencia de México, México, Fondo de Cultura Económica, Mapfre, 2010, p. 97. 198 Año de 1813. Diario Militar de Iturbide, del 15 de diciembre de 1813 al 30 de abril de 1814, 26 de diciembre de 1813, en Correspondencia y diario militar de Don Agustín de Iturbide, 1814, Tomo II, México, Archivo General de la Nación, Talleres gráficos de la Nación, 1926, pp. 129- 135.
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oscuridad, para arremeter fuertemente a los insurgentes. Estos, defendidos por 24
cañones, no pudieron ante el brío de los realistas.199 A dos días de haberse suscitado
el combate, Agustín de Iturbide asistió a la iglesia de San José en Valladolid, en la cual
se brindó misa fúnebre en conmemoración a los soldados realistas muertos.200
Las acciones de Iturbide fueron celebradas y reconocidas por las autoridades
virreinales, aunado a esto la acción insurgente fue decreciendo. Ciriaco del Llano
elogió a Iturbide tras la derrota de los insurgentes en Valladolid. En los informes
militares que reportó Del Llano se menciona que Iturbide hacía razonamiento de que
el resultado más importante de esta proeza, fue demostrar que Morelos no era
invencible.201 A partir de este punto la ofensiva realista se incrementó en contra de los
reductos insurgentes que todavía estaban en activo, Morelos, en sus últimos
esfuerzos, intentó poner a salvo al Congreso Insurgente.
Iturbide había sido frecuentemente elogiado, por sus hazañas en combate y
pese al haber sido promovido de rango, él sentía que sus servicios y esfuerzos no
habían sido adecuadamente reconocidos.202 En carta enviada al virrey Calleja, Iturbide
exponía los motivos por los cuales debía ser promovido y nombrado caballero de la
Orden Nacional de San Fernando. Ha mencionado Robertson que la petición del
vallisoletano fue ingenua debido a la situación particular del virreinato. A pesar de la
extensa documentación con la que indexó la larga carta que escribió a Calleja, el
trámite para obtener la Cruz de la Orden no fructífero.203
Las actividades que continuó Agustín de Iturbide fueron afines tanto al gobierno
constitucional español como al gobierno absolutista de Fernando VII. Éste último
recuperaría el trono de la corona española en 1814, desconociendo todas las reformas
que promovieron las Cortes en ausencia del rey, así como la misma Constitución liberal
que se había promovido en 1812. Iturbide dio a conocer esta noticia a sus tropas y a
la región del Bajío, pues desde Irapuato celebró el regreso de “el Deseado”.
199 Jaime del Arenal Fenochio, Op. cit., p. 39. 200 Agustín de Iturbide, “Diario Militar de Iturbide, del 15 de diciembre de 1813 al 30 de abril de 1814”, 26 de diciembre de 1813, p. 136. 201 Spence Robertson, Op. cit., pp. 68- 69. 202 Ibíd., p. 69. 203 Ibíd., pp. 69- 70.
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Pese a que a Iturbide no se le dio la Cruz de la Orden de San Fernando, fue
ascendido a comandante general del Bajío y se le encargó el mando de los Ejércitos
del Norte en septiembre de 1815. A la par, el virreinato viviría momentos de estabilidad.
La insurgencia se encontraba cada vez más menguada y la posterior captura de
Morelos, así como su ejecución en Ecatepec, afectó de forma profunda a los
insurgentes. Calleja llevaría una cruenta lucha en contra de ellos. Por su parte, Agustín
de Iturbide traería estabilidad a la zona del Bajío, a pesar de que él intentó objetar este
nombramiento, pues creía que existían militares más capaces para la ardua tarea. La
objeción se da en un marco muy particular, el vallisoletano había pedido un permiso
para viajar a España y radicar por dos años en tierras ibéricas, según Robertson, esta
intención se pierde al momento de ser nombrado como jefe militar.204
La experiencia de Iturbide al mando de los ejércitos del norte de la Nueva
España (los cuales estaban compuestos por un grueso cuerpo de hombres de guerra,
y en cuyo cargo se encontraban la estabilidad de las Intendencias de Guanajuato y
Valladolid) no estuvo lejos de ser criticada. A pesar de los triunfos, que en realidad
fueron cuantiosos, en estos momentos Iturbide fue severamente descalificado. Se le
acusaba abiertamente de ejercer una excesiva crueldad, aquí debemos recordar que
la posición de Iturbide era la misma que la de muchos militares, es decir, no es
suficiente imputársela simplemente, pues él seguía los deseos y designios de
implacables amos y señores como el virrey Calleja y el rey absolutista Fernando VII.205
Por otro lado se le increpaba por actos de usufructo, a partir de su posición, y es que
las denuncias en su contra le llevaron a separarse del cargó que él ostentaba. Hay que
recordar que si bien era el jefe militar de la zona, la voluntad del mismo estaba atada
a los deseos de la elite económica. Además, una de las principales tareas que se le
dio al momento de tomar el control de la región fue el impulsar la economía. En carta
a su abogado e íntimo amigo, Juan Gómez Navarrete, exponía su posición. Esta
seguridad y las distinciones que me ha conferido el virrey, me han atado de manos. Sé
que su Excelencia pidió informes secretos acerca de mi conducta y permítaseme decir
204 Spence Robertson, Op. cit., p. 75. 205 Ibíd., p. 77.
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que en ellos he sido tratado justamente. 206 Pero como menciona Robertson las
imputaciones y la honorabilidad de él se vieron sumamente afectadas, al punto de
preferir ser peón de hacienda a seguir escuchando el chisme que se generaba en torno
a su persona y sobre su familia.207
Derivado de las injurias y las acusaciones que rehacían en la casa de los
Iturbide Huarte, a principios de 1816, fue que la vergüenza seguramente manchó el
honor de Ana María Huarte de Iturbide. El 10 de abril del año citado, Iturbide, por orden
del virrey, debía presentarse en México para hacer frente a las acusaciones. Antes de
esto, Agustín tuvo que dejar el mando de su ejército en manos del coronel José
Castro.208 Ante la honorabilidad quebrada suponemos que Ana María acompañó a su
esposo. Las referencias bibliográficas muestran que Agustín llegó a la capital virreinal
junto con la familia.209 Por un lapso de varios meses él defendió su posición ante las
acusaciones de malversación de fondos, diciendo que no podría tener mayor gloria
que la de derramar su sangre en defensa de su santa religión, de un rey justo y de una
patria amada.210
Hay que recordar que el tema de injuriar a una persona, así como el manchar
el honor de alguien conllevaba al desprecio social, y no era para menos las
acusaciones que se ceñían en el caso de Iturbide, el sentirse ofendido por este tipo de
“calumnias que lastimaban a la gente”; el ser llamado ladrón, ingrato o canalla,
tipificaba a las clases más bajas de la sociedad novohispana, tal como lo señala Marín
Tello, se ponían de manifiesto la estratificación social. Éste atentado en contra del
honor manchaba la posición social y de no restituirse el prestigio, se corría el riesgo
de ser señalado de por vida.211
206 Spence Robertson, Op. cit., p. 79. La carta fue escrita el 3 de abril de 1815. Según los datos que Robertson recopilo sobre el “Interludio” que vive Iturbide, este fue el punto donde las relaciones con la cúpula militar se deterioran a pesar de que las acusaciones que hay sobre él se desestiman. 207 Ídem. 208 Calleja a Iturbide, 4 de abril de 1816, en Correspondencia y diario militar de Iturbide, Tomo III, México, Secretaria de Gobernación, Publicaciones del Archivo General de la Nación, 1924 p. 338. 209 José María, Navarro Méndez, Op. cit., pp. 62- 63. 210 Mariano, Cuevas, El libertador: Documentos selectos de Don Agustín de Iturbide, México, Patria, 1947, pp. 124-167. 211 Isabel Marín Tello, La vida cotidiana en Valladolid de Michoacán 1750- 1810, México, Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, (Colección Bicentenario de la Independencia núm. 7), 2010, pp. 62- 67.
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A medida que los días avanzaban, Iturbide entró en una espiral de lo que hoy
llamaríamos depresión. A pesar de la amplia investigación que Calleja llevó a cabo,
Iturbide se encontraba socialmente en un marco de deshonra. En este “Interludio”,
palabra que usa el mismo Robertson para definir la situación en la que se hallaba el
vallisoletano; el de atender los asuntos legales. Dicho alegato obligó a Iturbide a
retirarse a su hacienda y cultivar sus tierras. La mala situación económica de la familia
Iturbide Huarte obligó a Agustín a pedir un crédito; evidentemente… las necesidades
financieras [lo] indujeron a obtener un préstamo de Diego Fernández de Cevallos por
20,000 pesos;212 es de suponer que la familia debió acompañar a Iturbide entre la
hacienda y la ciudad de México.
El desarrollo de la vida de la familia Iturbide y Huarte en este periodo, es
postrado ante las marejadas de sus enemigos, que años después escribirían los actos
que la memoria colectiva no ha olvidado. Ante las acusaciones, la falta de solvencia
económica y la desaprobación social que se les adjudicó en las esferas
grandilocuentes de la capital del virreinato, Agustín de Iturbide y su esposa Ana María
Huarte debieron pasar a segundo o incluso a tercer término en su estatus de
convivencia social, modificando también la percepción que se tenía de ellos.213
Como vemos la vida que llevó Agustín de Iturbide antes de la idealización del
Plan de Iguala, es un recorrido muy particular e interesante. Al ser un hombre enrolado
en su contexto histórico ve el mundo de manera muy particular. Su formación de
soldado le constriñe en el sentido de la posición que debía guardar ante las autoridades
virreinales, aunado a esto creemos que al momento de ser separado de los cargos
militares tras la serie de imputaciones en contra de su persona y las cuentas que el
mismo virreinato le debe, amarga la cruel posición que guardaba cuando defendía su
honor.
De aquí nace Iturbide, en este escenario guerrero y es en este lapso de crueles
años de guerra fratricida donde germina su deseo y comienza a crear un imaginario
que a juicio de él es muy plausible, su futura empresa orientada al resultado del
nacimiento de la aspiración que sus hermanos novohispanos-mexicanos habían
212 Spence Robertson, Op. cit., p. 93. 213 José María Navarro Méndez, Op. cit., p. 65.
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deseado. Pero no es hasta febrero de 1821, en donde Iturbide deja de ser subordinado
de su tiempo y emprende a ser cabeza de la realidad mexicana.
b) La revolución de los militares
La revolución de los militares, concepto que acuña el investigador michoacano, Moisés
Guzmán Pérez y cuyo significado se elaboró en la recuperación del compromiso que
adquirieron los hombres que, convencidos por el discurso de Iturbide, se movilizaron
ante el contexto que imperaba en la vieja España.
Si recapitulamos la historia inmediata para el periodo, hasta ese momento, eran
dos los proyectos fuertemente establecidos que encabezaron los insurgentes. El
primero de ellos fue el que Miguel Hidalgo y Costilla comenzó la madrugada del 16 de
septiembre de 1810, el cual fue continuado por Guerrero en su última etapa; el
segundo fue el que enarboló Agustín de Iturbide, el cual lideraba desde febrero de
1821.214 Ambos proyectos no pueden ser mencionados por igual, ya que si bien, la
historiografía mexicana (sobre todo la oficialista) ha generado una imagen pérfida y
oportunista de Iturbide. Fue su proyecto el que alcanzó la Independencia del Imperio
Mexicano, las nuevas aportaciones académicas nos han alejado de la figura que
tradicionalmente se presentó de Iturbide, de aquel –caudillo que centró su atención en
negociar en beneficio propio-.
El movimiento trigarante nace en la coyuntura de los vaivenes políticos que
afrontaba la península Ibérica. En los primeros meses de 1820 los gritos liberales de
Rafael de Riego y Antonio Quiroga en Cabezas de San Juan, afloraron la defensa de
la Constitución Gaditana, obligando a Fernando VII a jurarla el siete de marzo de 1820
y convocando a la elección de Cortes para un nuevo inicio conocido como el Trienio
Liberal. Estos cambios políticos afectaron profundamente los dominios de los reinos
americanos, en especial en la Nueva España, la cual se informaría de lo ocurrido hasta
fines del mes de abril. Para mayo de ese mismo año el virrey Juan Ruiz de Apodaca,
con temores encontrados, tuvo que declarar el restablecimiento de los mandatos
constitucionales, los cuales ya gozaban de haber sido jurados por el monarca. Lo
214 Moisés Guzmán Pérez, “El Movimiento Trigarante y el fin de la guerra en Nueva España (1821)”. Anuario Colombiano de Historia, Social y de la Cultura, número 41.2, Colombia, 2014, p. 134.
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anterior melló algunas prerrogativas que el virrey intentó retrasar lo más que pudiera.
Como ejemplo y ante las presiones de las Cortes se restituyó la libertad de imprenta,
también termino liberando a varios presos de la insurgencia.
El restablecimiento de “la Pepa” ayudó en gran medida a la independencia de
la Nueva España, como afirma Guzmán Pérez, ya que así se refiere en varios panfletos
de la época:
… un autor anónimo escribió en aquella época unos apuntes en los que dio a conocer los factores de orden externos que habían influido, de manera decisiva, en el movimiento por la Independencia de México; entre ellos mencionaba el restablecimiento de la Constitución liberal en España, la instauración de la libertad de imprenta, que desató a la opinión pública, a favor de la independencia, y los derechos de las Cortes que abolían la Inquisición y afectaban a los fueros y privilegios del clero.215
Ante los acontecimientos que se fueron registrando tras la promulgación de la
Constitución española, los periódicos declaraban que los pasos que se estaban dando
eran en base a los derechos fundamentales del hombre.216 En septiembre de 1820 las
Cortes llamaron a elecciones, al llamado respondieron personajes como Juan Gómez
de Navarrete, el cual se presentó por la Intendencia de Valladolid de Michoacán y
quien era íntimo amigo de Iturbide y abogado de su familia; Manuel Gómez Pedraza
quien se presentó por la Intendencia de México, en palabras de Spence Robertson,
Iturbide discutió con él un plan para la independencia de México.217 La situación militar
que imperaba en la Nueva España era de clara tranquilidad pero con evidentes puntos
rojos, el más claro de estos era en el sur (lo que hoy conocemos como Guerrero) pues
era entre Acapulco y su capital donde prevalecían las guerrillas rebeldes, las cuales
eran conducidas por Pedro Ascencio y Vicente Guerrero, quienes en su indomable
espíritu habían combatido por casi una década entera, los embates que dio José
Gabriel Armijo comandante realista, no fructificaron. Por su parte el conde del Venadito
encomendó al fraile José Epigmenio de la Piedra la misión de espiar a los insurgentes,
logrando extraer lo que Robertson llama una “buena intencionada explicación”; ya que
215 “Muchos acontecimientos del año de 1821”, Centro de Estudios de Historia de México Carso (en adelante CEHM), México, Fondo I- 2, 3/38, folios 1- 4, en Moisés Guzmán Pérez, “El Movimiento Trigarante y el fin de la guerra en Nueva España (1821)”, p. 136. 216 Spence Robertson, Op. cit., p. 99. 217 Ibíd., p. 100.
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los insurgentes tenían el propósito de ofrecer una reconciliación con España en base
a la paz, la unión y la religión católica romana.218
Ante los tristes resultados por intentar sofocar los embates de la guerrilla
insurgente, el virrey del Venadito cesó de sus funciones a Armijo, dado que este último
afirmaba tener deteriorada la salud,219 en la búsqueda de su remplazo el virrey fijó sus
ojos en Melchor Álvarez, el cual era un curtido veterano de los ejércitos del rey. El
oficial declino la posición, el virrey Apodaca se volvió hacia Iturbide de quien dijo que
desde el principio de la insurrección había trabajado con eficiencia; y buenos
resultados.220 El nueve de noviembre de 1820 el virrey designó al coronel Agustín de
Iturbide comandante del Distrito Militar del Sur, el cual se extendía desde Taxco hasta
el puerto de Acapulco. Con satisfacción y miedos encontrados 221 Iturbide pronto
respondió a las órdenes del Virrey de Apodaca.
La Nueva España era golpeada por el embate que significaba la Constitución
Política de la Monarquía Española, esta rompía con tradiciones sumamente asentadas
como la perdida de fueros y privilegios, y por supuesto fragmentaba la fidelidad al
rey,222 por lo menos eso es lo que el canónigo Matías Monteagudo argumentaba en
aquellas “reuniones” que se efectuaron en la Profesa.223 Sobre la Profesa, Fenochio al
igual que Moisés Guzmán, comentan que uno de los grandes mitos sobre la Conjura
son los comentarios que se hacen acerca de la misma. La “historia oficial” ha elaborado
complejas tesis en las cuales aparece un clero alto todopoderoso, sin fisuras, unidos
en el afán de conseguir la independencia política, lo cual garantizaba la continuidad de
los fueros.224 Esto es algo que no podemos afirmar, puesto que Fenochio la toma como
el intento de hacer resaltar a un Iturbide no viciado de las cuestiones políticas. Pero sí
podemos decir que quienes más apoyan esta postura han sido políticos como Vicente
Rocafuerte quien asegura de forma categórica que son en esas reuniones donde surge
una de las caras más oportunistas de Agustín de Iturbide. 225 Lo que si se pude
aseverar es que en este punto tanto la vida de Iturbide como la de la Nueva España
218 Spence, Robertson, Op. cit., p. 101. 219 Ídem. 220 Ídem. 221 José María Navarro Méndez, Op. cit., pp. 68- 69. 222 Moisés Guzmán Pérez, Op. cit., p. 137. 223 Jaime del Arenal Fenochio, Op. cit., pp. 85- 95. 224 Ibíd., pp. 117- 118. 225 Vicente Rocafuerte, Op. cit., p. 40.
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cambiarían radicalmente. Fueron vario los factores que lo obligaron a virar sus
misiones. La muerte de una de sus hijas en 1820,226 la falta de pagos por parte de la
corona, así mismo el claro embate que sufrió su honorabilidad y la de su familia en los
años que fue comandante de los Ejércitos del Norte.227
Las revoluciones siempre comienzan en casa de los ejecutores y el hogar de
Iturbide no fue la excepción. El coronel pronto puso el orden y se dio la tarea de dar
instrucciones detalladas respecto a la siembra de maíz y cebada en los campos de su
hacienda. Para la fecha del nueve de noviembre de 1820, Iturbide aseveraba que
ocupaba dinero para el sostenimiento de su familia. Robertson afirma que la falta de
pagos por parte del gobierno virreinal, ascendía a 13,000 pesos. Iturbide pidió al
Venadito que a través de la Tesorería Real le pagaran la cantidad de 6,000,228 los
cuales servirían para el sostenimiento de su familia. Según las indagaciones de
Robertson, así como las de Moisés Guzmán, Iturbide sustituye a Armijo el nueve de
noviembre de 1820 y el 14 del mismo afirmaba encontrarse en el umbral de hechos
muy importantes.229 Manuel Gómez Pedraza en su manifiesto al mundo afirmaba que
el movimiento debía comenzar de la circunferencia al centro y que la ocupación de la
capital debía de ser el último paso de la empresa230
Varios días pasaron tras el traslado de Iturbide de México a Teloloapan, en este
último lugar se encontraba la base de la División Militar del Sur. En el distrito, se
encontraba Armijo quien cedió el control de 1800 hombres de la división, algunas
jornadas después el Regimiento de Celaya se incorporó a las fuerzas del sur con 550
soldados de lealtad inquebrantable al comandante michoacano.231 En el escenario del
sur del virreinato y con las fichas acomodadas, Agustín de Iturbide había
226 José María Navarro Méndez, Op. cit., pp. 69 y 139. Las notas archivísticas que obtuvo el autor refieren a los burieles de la infanta. Ella muere el 10 de julio de 1820. Al cabo de los días Iturbide recupera los ánimos ante los asensos militares y el nacimiento de otra de sus hijas. 227 Spence Robertson, Op. cit., pp. 91, 102 y 103. Las deudas que se firman en el texto son con respecto a las operaciones que Iturbide realizó cuando estaba a la cabeza de los Ejércitos del Norte, ciertas operaciones financieras no habían sido cubiertas. 228 Ibíd., p. 102. 229 Moisés Guzmán Pérez, Op. cit., p. 138; Spence Robertson, Op. cit., p. 103. 230 Manuel Gómez, Pedraza, Manifiesto que Manuel Gómez Pedraza, ciudadano de la Republica de Méjico, dedica a sus compatriotas; o sea una reseña de su vida pública, Estados Unidos de América, En la Imprenta de Benjamín Levy, 1831, p. 8. 231 Spence Robertson, Op. cit., p. 104.
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comprometido a algunos diputados de las cortes en apoyar su proyecto.232 Desde
mediados de noviembre de 1820 Iturbide y Guerrero habían avanzado en las
negociaciones a través de epístolas, Fenochio afirma la existencia de aproximaciones
previas a la llegada de Iturbide a la comandancia de los distritos del sur. Según Del
Arenal, en las negociaciones que sostuvo Iturbide promovía una “causa justa”.233
Esa causa lograría sus frutos en febrero de 1821, la trigarancia tomaba forma y
al conglomerado militar se sumaron no sólo Guerrero y sus leales guerrilleros, sino los
hombres de la Tierra Caliente. Desde Oaxaca, pasando por lo que es el actual estado
de Guerrero, las dos tierras calientes en Michoacán, hasta Colima, la incorporación de
soldados dirigidos por Juan Álvarez, Gordiano Guzmán, Pedro Ascencio Alquisiras e
Isidro Montes de Oca, se anexaron a la trigarancia. La revolución de los militares había
comenzado y como menciona Guzmán Pérez paradójicamente no comenzó a través
de las armas, sino a través de acuerdos y consensos [que surgieron por la pluma].234
Diversas dirigencias emprendidas lograron trazar los acuerdos con los
ayuntamientos y milicias de las Intendencias novohispanas. Los acuerdos políticos que
se realizaron en los distintos niveles tenían total conocimiento de la escala del
proyecto, pues éste era distinto al de Dolores que comenzó Hidalgo, este plan “no era
la desastrosa revolución de hace 10 años”, decía Vicente Filisola;
… ni son aquellos las que la dirigen: son los mismos que justamente se opusieron y la sofocaron, y por lo tanto no hay que esperar los mismos resultados. Si por una permisión del Omnipotente las cosas tomaran otro aspecto del que tienen, exhalaré gustoso mi último suspiro en empresa tan justa. Sólo el excelentísimo señor virrey con su innata piedad puede remediar los males que se sospechan, con acceder al voto general del pueblo; en lo que hará otra cosa que cumplir como cristiano y obedecer la soberana voluntad.235
La revolución de los militares tomó su carácter institucional en la firma del Plan de
Iguala, el 24 de febrero de 1821, la obra de Agustín de Iturbide, que se definía en 24
232Manuel Gómez, Pedraza, Op. cit., p. 9; Moisés Guzmán Pérez, Op. cit., p. 138. Entre los diputados que más compromiso tuvieron con Iturbide fueron Gómez Navarrete diputado por Valladolid de Michoacán y Manuel Gómez Pedraza diputado por la Intendencia de México. Manuel Gómez Pedraza menciona que intento convencer a varios diputados de las cortes españolas, pero fue poco el éxito que obtuvo. Los diputados zarparon a España el 13 de febrero de 1821. 233 Jaime del Arenal, Fenochio, “La ¿Segunda? Carta de Iturbide a Gurrero”, en Relaciones. Estudio de Historia y Sociedad, Vol. XXVIII, Núm. 110, El Colegio de Michoacán, México, 2007, p. 146. 234 Moisés Guzmán Pérez, Op. cit., p. 139. 235 El mejicano Independiente 2 de junio de 1821: 6, Moisés Guzmán Pérez, Op. cit., p. 139.
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puntos,236 en los cuales, según Fenochio, radica parte de la genialidad del movimiento
trigarante, pues se lograron expresar los sentimientos y sensibilidades
novohispanas.237 El Plan establecía la total Independencia de la Nueva España, la
Religión católica apostólica romana era la única de la nación, sin tolerancia de alguna
otra y se establecía la Unión e igualdad de los novohispanos. El Plan de Iguala
proyectaba el establecimiento de un gobierno monárquico moderado, que sería
salvaguardado por el Ejército de las Tres Garantías, los cuales velarían por la Unión
entre los europeos y americanos, defenderían la Religión y sostendrían la soberana
Independencia de los que sería llamado “Imperio Mejicano”.238
El Plan de Iguala, es original como lo mencionamos arriba, pues con base en
las aportaciones que ha realizado el diplomático mexicano Jaime del Arenal Fenochio,
observa la composición minuciosa del proyecto itrubidista. En sus largos estudios,
asevera que la existencia del proyecto del michoacano responde a la cuestión histórica
de la Nueva España. El programa que Iturbide redactó tuvo éxito por ser acorde, más
aún que el proyecto que Morelos enarboló y sentenció en Apatzingán. El pacto de
Unión que convocó Agustín de Iturbide con respecto a los europeos y americanos no
se limitó en ellos ya que su extensión va más allá, pues esa unión se llevó a los negros
y mulatos, a los asiáticos y nativos originarios de las tierras de la América
Septentrional. “Los hombres sólo serán diferentes por sus virtudes” Iturbide logró
entender dicha composición y lo expresó en el Plan de Iguala:
[¡]Americanos! Bajo cuyo nombre comprendo no solo a los nacidos en América, sino á los europeos, africanos y asiáticos que en ella residen: tened la bondad de oírme…. Esta misma voz que resonó en el pueblo de Dolores en el año de 1810, y que tantas desgracias originó al bello país de las delicias por el desorden, al abandono y otra multitud de vicios, fijó también la opinión pública, de que la unión general entre europeos y americanos, indios e indígenas es la unión base sólida en que pueda descansar nuestra común felicidad… ¡Españoles europeos!, vuestra patria es la América, porque en ella vivís,… ¡Americanos!, ¿quién de vosotros puede decir que no desciende de Español?...239
Así mismo, podemos continuar con la explicación sobre lo religioso, o lo del sistema
de gobierno, que proyectaba el Plan de Iguala. Pues el proyecto de la revolución que
236 Ver la tabla de Jaime del Arenal Fenochio pues se pierde o aparece un punto, por las diversas variaciones que se realizaron. 237 Jaime del Arenal, Fenochio, Op. cit., p. 121. 238 Moisés Guzmán Pérez, Op. cit., p. 140. 239 Plan de Iguala, firmado el 21 de febrero de 1821, Agustín de Iturbide, p. 1.
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Iturbide encabezaba iba más allá de lo que sus detractores más asiduos han afirmado,
ya que su proyecto estaba inserto en el proceso liberal.240 Fenochio menciona que la
clave para expresar la sorprendente facilidad con que se aceptó el plan propuesto por
Iturbide radica en la promesa de establecer un régimen constitucional formal que
respetase la materia religiosa. Así como la particular constitución histórica de la Nueva
España.241 De aquí parte la explicación sobre el por qué los militares aceptaron la
propuesta y la adhesión al plan, y no sólo jefes u oficiales principales, sino también
miembros de mediana graduación, Moisés Guzmán Pérez ha ilustrado mejor esta serie
de adhesiones:
… algunos jefes de las fuerzas expedicionarias de 1813, 1815 y 1817, secundados por las compañías de patriotas, realistas urbanos y algunos insurgentes indultados e incorporados al régimen, quienes, desconociendo a sus mandos superiores, desertaban de sus cuerpos para engrosar las líneas del Ejército Trigarante. Juan Ortiz ofreció una lista de varios de ellos: José Joaquín de Herrera se adhirió al plan en Jalapa y fue secundado por sus tropas en aquel cantón, Luis Cortázar y Anastasio Bustamante lo hicieron en Guanajuato, Juan José Zenón Fernández se sublevó a favor de Iturbide en San Luis Potosí, Pedro Celestino Negrete y José Antonio Andrade desconoció a José de la Cruz y se sumaron al Plan en Nueva Galicia, en Querétaro la mayoría de las tropas abandonaron a sus jefes, en Monterrey ocurrió lo mismo, en las Provincias Internas de Oriente, Nicolás del Moral y Pedro Lemus, se rebelaron en contra de Joaquín de Arredondo, y el capitán de la milicia de Huajuapan, Antonio León, en Oaxaca insurrecciono a toda la Provincia.242
Esta red de hombres y oficiales que se unieron a la causa trigarante era bien conocida
por Iturbide, había sido formada por Calleja a principios de la guerra. Las amplias
negociaciones que realizaron los emisarios del Jefe de la Trigarancia, y las imperativas
concesiones que se realizaron tanto con las autoridades civiles, eclesiásticas, así
como militares, permitieron conservar sus formas de gobierno y ayudaron a la
subversión de pueblos, villas y ciudades con entera facilidad.243
Pero fue el virrey Conde del Venadito quien se negó a reconocer el amplio
polvorín que había dejado caer Agustín de Iturbide, así se lee en el edicto que el virrey
mandó a publicar a todo lo largo y ancho de la Nueva España el 14 de marzo de 1821
lo declaraba fuera de la Ley bajo el argumento de que la sublevación encabezada por
él, era en parte por el dinero usurpado… [y], el resultado … [del] termino ignominioso
240 Jaime del Arenal, Fenochio, Op. cit., pp. 95- 96. 241 Ibíd., p. 121. 242 Moisés Guzmán Pérez, Op. cit., pp. 140- 141. 243 Ibíd., p. 142.
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a que conduce la felonía, la soberbia, el orgullo, la hipocresía, la avaricia y la ingratitud.
Sobre este desgraciado…244 el Venadito usó también diversas formas en el edicto,
para humillar a Iturbide en temimos generales, pues lo calificaba de un hijo
desobediente, un esposo desvirtuado, un mal ejemplo de padre y un amigo que
deseaba descomponer el Supremo Gobierno del pueblo;
… las repetidas instancias de un padre octogenario y lleno de honradez, negada su voluntad a seguir los ruegos de una virtuosa esposa y siete inocentes hijos, como a las suplicas, y reclamos de los que antes eran sus amigos, para que los volviese al orden, depusiera las armas y confiase en la benignidad de este Superior Gobierno… y que tantas veces ha ejercitado en estas provincias con millares de extraviados, no queda esperanza en lo humano de sacar a este hombre del caos en que se ha sumergido voluntariamente….245
Ante el agravio que significaba el edicto de Apodaca, se impuso la firme voluntad del
Jefe Trigarante y el sostenimiento de la revolución con base en el Plan de Iguala era
lo que quedaba en ese momento. La abnegada rendición significaba enfilarse al
pabellón, sólo quedaba continuar la lucha en lo que se creyó justo, pues Iturbide
comprendió mejor que el virrey la realidad de la Nueva España, él entendió que se
había roto la unión del virreinato y que en dicha ruptura se habían formado diversas
clases e interese que lastimaban la extraordinaria unión que había.246
La intensión y firmeza de Iturbide era clave para la victoria de la revolución de
los militares, si bien el Plan de Iguala, así como las negociaciones que se realizaron,
fueron de gran ayuda para la compresión y “salvación” de la Nueva España, el
programa político que se adaptó al reino trajo consigo las aspiraciones relativas a la
conservación de los derechos de propiedad y la retención de los puestos públicos
agradaron no sólo a los militares sino también a los terratenientes y funcionarios
públicos, y como Robertson menciona “el Plan de Iguala tenía algo para todos”.247 Los
empujes que se generaban en la política novohispana se daban a toda marcha, para
mediados de marzo de 1821, el coronel Iturbide había enviado una carta a su amigo
Gómez de Navarrete, con la intención de presionar más a los diputaos de las Cortes
244 Archivo Histórico de la Ciudad de México (en adelante AHCDMX), Fondo Ayuntamiento y Gobierno del Distrito, Historia en General, Vol. 2255, Tomo II, exp. 94, Fojas 11, impreso, 14 de marzo de 1821, F. 10- 10 v., Impreso. 245 AHCDMX, Fondo Ayuntamiento y Gobierno del Distrito, Historia en General, Vol. 2255, Tomo II, exp. 94, Fojas 11, impreso, 14 de marzo de 1821, F. 10- 10 v., Impreso. 246 Jaime del Arenal Fenochio, Op. cit., p. 96. 247 Spence Robertson, Op. cit., p. 137.
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en Madrid, según los datos encontrados por Spence, Iturbide había anexado algunos
escritos que tenían la intención de llegar a Fernando VII y por supuesto a las Cortes.248
Muchos militares, así como autoridades civiles y eclesiásticas, reconocieron el
mérito del Plan de Iguala y de Iturbide, fueron varios por igual quienes desconocían el
proyecto calificándolo de pernicioso, el cual dañaba la felicidad de la nación y rompía
la lealtad al rey. El programa no solo fue desconocido por el virrey Conde del Venadito,
el 14 de marzo, sino también por las autoridades en Querétaro,249 en Valladolid de
Michoacán,250 entre otras como ocurrió en la Provincias de Coahuila, por conducto del
Gobernador Antonio Elozua,251 así como distintos miembros quienes se decían listos
para la defensa, pero con la intención de frenar a Iturbide para evitar una nueva guerra
civil. A pesar de las amenazas de distintas autoridades los Ejércitos del Rey ya no
tenían fuerzas suficientes para llevar a cabo una nueva lucha, además la falta de
armas, parque y alimentos no permitía el sacrificio en combate. Aunado a lo anterior
los embates entre criollos y las tropas expedicionarias fragmentaron la poca posibilidad
de defender los territorios del rey.252 A diferencia del programa que los primeros
insurgentes lideraban, el proyecto de la trigarancia desató los nudos de las rivalidades
criollas en contra de los gachupines, pues las ambiciones de ambos lados se vieron
reducidas en los tres preceptos que fundaron al Imperio Mexicano.
Ante la situación política que vivía los novohispanos y el escandaloso conflicto
que se dio entre el Conde del Venadito y Francisco Novella, quien fungía como
mariscal de campo de las fuerzas expedicionarias del rey, Se desató en Palacio
Virreinal un golpe de estado.253 El mariscal Novella se presentó amenazante con sus
tropas puso a Apodaca y su familia un ultimátum, este último desistió y salió rumbo a
Veracruz escoltado bajo las tropas de Marina y dragones a su mando. El edicto que
confirmaba al nuevo virrey y capitán general lo recibió el Ayuntamiento de la Capital el
nueve de julio y el 12 del mismo el cabildo y los alcaldes constitucionales reconocieron
248 Spence Robertson, Op. cit., p. 137. 249 HNDM, Gaceta del Gobierno de México, Núm. 32, T. XII, del 10 de marzo de 1821, pp. 237- 245. 250 Spence Robertson, Op. cit., p. 139. 251 HNDM, Gaceta del Gobierno de México, Núm. 62, T. XII, del 10 de mayo de 1821, pp. 469- 471. 252 Moisés Guzmán Pérez, Op. cit., p. 144. 253 Ernesto de la Torre Villa, Op. cit., p. 129.
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el mando de Novella.254 Así Francisco Novella escribió por conducto de su secretario
lo siguiente:
Por el adjunto se impondrá Vuestro señor de la renuncia que hizo el Excelentísimo Sr. Conde del Venadito del mando militar político de esta Provincia habiendo recaído en mí los empleos del Virrey, Gobernador Capitán general con las atribuciones que le son anexas, he tomado posesión ayer de ellos previo al juramento correspondiente según el actual sistema constitucional: lo que aviso a Vuestros señores, para su inteligencia y fines consiguientes. Dios guarde a vuestros señores muchos años. México, Julio 9 de 1821. [Rubrica.] Novella.255
Este conflicto entre el Conde del Venadito y Novella no hizo sino aumentar la
popularidad del Generalísimo, e intentar dar fin lo más pronto posibles al conflicto.
Haciendo de Iturbide una figura protectora que salvaguardaba la religión y buscaba la
unión en lo que él denominaba México. Moisés Guzmán señala que si bien la
popularidad del jefe de la trigarancia era parte de la construcción del héroe, no se
puede omitir que su protagonismo influyó notablemente en el ánimo de sus hombres,
quienes se mostraban ansiosos y entusiastas por la Independencia.256 Pese al forzoso
cambio de mando en el virreinato, la influencia del Plan de Iguala seguía dando frutos.
Entre los días 12 y 13 de junio se juró el proyecto en Zapotlanejo y posteriormente en
Guadalajara donde el papel corría, pues varios folletos elogiaron el acontecimiento,
dice Vicente Filisola:
Es la una y media de la tarde, y ya está enterado mucha tropa que se ha esparcido por las calles precedida del Pueblo, gritando con el mayor júbilo viva la Independencia. El comercio está cerrado desde esta mañana, los europeos muy temerosos, pero sin
motivo porque reina el mejor orden.257
Iturbide no dejó pasar la oportunidad de unir a la ciudad de Valladolid, su ciudad natal,
a la causa de los trigarantes, pese a la lealtad de su Intendente Manuel Merino quien
254 AHCDMX, Fondo Ayuntamiento y Gobierno del Distrito, Historia en General, Vol. 2255, Tomo II, exp. 106, impresos, de julio de 1821, F. 1- 2. Sobre la renuncia del Excelentísimo señor virrey Conde del Venadito en Novella y encargó de esté mando militar. Se puede leer en el expediente la reacción del Ayuntamiento, pues de inmediato en sesiones de cabildo los alcaldes y regidores de la Capital de la Nueva España lo reconocen como su máxima autoridad. 255 AHCDMX, Fondo Ayuntamiento y Gobierno del Distrito, Historia en General, Vol. 2255, Tomo II, exp. 106, impresos, de julio de 1821, F. 1, Lado derecho de la foja, la cual es una nota de enterado a las autoridades de la capital. 256 Moisés Guzmán Pérez, Op. cit., p. 146. 257 Vicente Filisola, “México y la Independencia de Centroamérica”, en García, Documentos inéditos…, p. 853, en Moisés Guzmán Pérez, “El Movimiento Trigarante y el fin de la guerra en Nueva España (1821)”, p. 147.
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estaba comprometido a la causa de Fernando VII.258 Lo ocurrido ante las presiones
que Luis Quintanar comandante de las fuerzas de la ciudad y la silenciosa participación
de Manuel de la Bárcena, arcediano de la catedral, generó en los habitantes y
autoridades un conflicto –diremos que de termino moral– que terminó con la
capitulación de manera pacífica de Valladolid.259 Desde el día 12 de mayo Iturbide
mandó varias proclamas a la ciudad, en ellas pedía adoptar el Plan de Iguala, y por lo
tanto la rendición de Valladolid,260 y recordaba la precariedad del reino de la Nueva
España así Agustín de Iturbide recordaba a sus hermanos y a los habitantes de la
capital michoacana:
A los hijos y habitantes de la Ciudad de Valladolid. Conciudadanos. No es un fiero conquistador el que os habla por esta vez (en referencia al sitio que llevó a cabo Morelos), ni las expresiones que os dirija se resentirán jamás de los vergonzosos afectos de rivalidad, odio, venganza, o ambición. El espíritu de paz, de justicia, de amor, y de fraternidad alentará mi voz constantemente y reglará todos mis pasos.
… Conciudadanos: deponed por un instante todo género de preocupación: reprimid cualquier sentimiento que os inspire la parcialidad; y sin dar oídos a sugestiones e imposturas consultad la opinión pronunciada por los pueblos, buscada en la conmoción actual del Reino”.261
De inmediato el intendente Merino convocó a las autoridades en sesión de cabildo,
donde se discutió asiduamente los efectos que se estaban viviendo.262 Manuel Merino
incitó a los presentes mencionando que las fuerzas militares de la ciudad debían
defenderla. Lo cual ha sido calificado de una desesperada maniobra política, pues
como mencionó Carlos Juárez, él intentó comprometer a Luis Quintanar quien ya era
adepto a Iturbide.263
258 Carlos, Juárez Nieto, Guerra, política y Administración en Valladolid de Michoacán: La Formación profesional y la Gestión del Intendente Manuel Merino. 1776- 1821, Gobierno del Estado de Michoacán, Secretaria de Cultura, México, 2012. La investigación se trata de la tesis doctoral del estudioso michoacano, la cual es un recorrido biográfico político de la vida de Manuel Merino, quien fungió como último intendente de Michoacán. 259 Spence Robertson, Op. cit., p. 149. Las proclamas se pueden leer con mayor detalle en el icónico trabajo de Carlos María de Bustamante, pues desmenuza día por día las actividades que Iturbide fue realizado. 260 Carlos Juárez Nieto, Op. cit., p. 649. 261 Joaquín Fernández de Córdoba, Verdadero origen de la imprenta en Morelia. Reproducciones facsímiles de los primeros impresos vallisoletanos de 1821, México, 1949, p. 15. Proclama que el Generalísimo de los Ejércitos Imperiales de Méjico realizó en el pueblo de Huaniqueo, el día 12 de mayo de 1821. En la imprenta portátil del Ejército, dirigida por Rafael Núñez y Rafael Escandón. 262 Archivo Histórico Municipal de Morelia (en adelante AHMM), Libros de Actas de Cabildo, 1816- 1821, Libro 119, F. 170. La sesión del 14 de mayo de 1821, entre otros aspectos se discutieron si la ciudad debía entrar en combate contra Iturbide y el Ejército Trigarante. 263 Carlos, Juárez Nieto, Op. cit., p. 649. El intentó de comprometer al comandante realista fue en vano pues ya era adepto a la causa de los Trigarantes.
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Los regidores, así como el alcalde constitucional de la ciudad, se vieron
enfrascados en una amplia discusión en contra de las medidas que intentó imponer el
intendente, pues entre los grandes miedos que se veían era el posible caos que se
generaría en la población, o que las mismas tropas tomaran represalias en contra del
pueblo. Finalmente, el ayuntamiento acordó la entrada pacifica de las tropas
trigarantes a la ciudad, lo cual chocaba con la posición de Merino, pues significaba
aceptar el Plan de Iguala.264 Así el cuerpo colegiado del cabildo, acordó en la misma
sesión que se le encargaría a Antonio de la Haya y a José María Cabrera llegar a un
acuerdo con el comandante Iturbide, Jefe del Ejército Trigarante.265 Antes de terminar
la sesión extraordinaria, el cabildo recordaba las proclamas que mandó Agustín de
Iturbide:
¿Queréis que invada a fuerza de armas la plaza en que vi la luz primera, y por cuya conservación he despreciado mi existencia? (de nueva cuenta refiere a la defensa de Valladolid en contra de Morelos) ... Uníos pues conmigo para consumar la obra de nuestra política regeneración, aceleraremos el día venturoso de nuestra venturosa libertad; trabajaremos de consenso para allanar los débiles obstáculos que retardaran la instalación de las Cortes mejicanas, único objeto de mis tareas y el termino último de mis deseos….266
Bien mencionó Carlos María de Bustamante, sobre el significado de la capitulación de
Valladolid. Las armas nacionales obtenían una de las victorias más gloriosas de las
que se puede jactar el Ejército de las Tres Garantías. Sin ningún tiro logró la ocupación
total de la plaza en tan sólo diez días.267 La tarde del día 17 de mayo, Iturbide en
compañía de su escolta, así como los regimientos de infantería de la Corona, las Tres
Villas y el de Celaya se dirigieron al convento de San Diego, donde fijaron su centro
de operaciones. Esa misma tarde noche las primeras manifestaciones de victoria se
hacían presentes pues recuerda el historiador y político Carlos María que esta
hermosa división se paseó por la ciudad, [con] tambor batiente alternado con las
muiscas. 268 En este preámbulo, Iturbide recibió varios oficios entre los cuales
Quintanar, acudía a él con una intención conciliadora entre las fuerzas realistas y los
trigarantes.
264 Carlos Juárez Nieto, Op. cit., p. 649. 265 AHMM, Libros de Actas de Cabildo, 1816- 1821, Libro 119, F. 171. 266 Joaquín, Fernández de Córdoba, Op. cit., México, 1949, p. 15. 267 Carlos María de Bustamante, Cuadro de la Revolución Mexicana, comenzada en el 15 de septiembre de 1810 por el ciudadano Miguel Hidalgo y Costilla, Cura del pueblo de los Dolores en el obispado de Michoacán, Tomo V, Imprenta de la calle de los Rebeldes Núm. 2, México, 1846, p. 154. 268 Carlos María de Bustamante, Op. cit., Tomo V, p. 156.
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La plaza de Valladolid se encontraba ya en los últimos términos a su rendición,
entre los días 18 y 19 de mayo Iturbide daba un ultimátum desde San Diego, (para
quienes no conozcan la ciudad de Valladolid, hoy Morelia, el templo de San Diego, se
encuentra a poco menos de 15 o 20 minutos del corazón de la ciudad, yendo a pies.)
pues decía que de una forma u otra tomaría la plaza. Aunado a lo anterior sucedió el
escandaloso número de deserciones de los ejércitos del rey, incluso el comandante
Quintanar renunció y fue abiertamente fue recibido en las líneas de los trigarantes al
presentarse en San Diego.269 El panorama estaba dado y lo difícil estaba hecho. El
Ayuntamiento de la ciudad estaba prácticamente rendido, el intendente no ostentaba
ya fuerza política y los ejércitos reales se encontraban en clara desventaja. Con la
victoria en breve, las fuerzas insurrectas negociaron en el trascurso de los días 20 y
21 la entrada que se daría y los preparativos de las comitivas.
El mismo día 21 muchos de los habitantes de Valladolid acudieron a la plazuela
que disponía el templo con el afán de ver al “glorioso Jefe de las Tres Garantías”.
Bustamante muestra a Iturbide como un hombre extraordinario, el cual ha sido
bendecido por la providencia y destinado al éxito y la gloria. Podemos imaginarnos las
emociones encontradas entre la población, por una parte, el éxtasis que se dejaba
sentir en ambiente, pues la América mexicana tomaba forma y esa forma se comenzó
a representar en las festividades que surgieron de manera espontánea, las coloridas
banderas y banderines que la población usaba en alusión a la victoria trigarante.
A las seis de la mañana pasó a la plaza el sargento mayor Francisco Cortázar, a recibirse de las artillerías, fusiles, parques y vestuarios. Concluida la entrega, marchó la tropa del Conde del Venadito con los honres de la guerra, quedando la ciudad guarnecida por las fuerzas nacionales, compuestas de Nueva España, Tamarindos y
batallón de Valladolid.270
Tras el abandono de las fuerzas virreinales, las tropas de los Ejércitos Trigarantes
realizaron una solemne misa y Te Deum, en la iglesia de San Diego.271 Resulta al
menos curioso que dicho acto fuera celebrado en un templo de menor envergadura,
pues los acontecimientos merecían un espacio mucho más solemne como la catedral,
seguramente fue Manuel de la Bárcena quien celebró la acción de gracias y optó por
269 Carlos María de Bustamante, Op. cit., Tomo V, p. 157. 270 Carlos María de Bustamante, Ibíd., Tomo V p. 158. 271 Ídem., Tomo V.
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dicho lugar para el acto.272 A pesar de lo anterior lo cual se puede leer como un reflejo
de negación a aceptar los acontecimientos por parte de las autoridades eclesiásticas
de Valladolid, y para el caso de Michoacán. Las celebraciones publicas emprendidas
por parte del Ayuntamiento de la ciudad decían todo lo contario, es decir, una
aceptación y unificación bajo el Plan de Iguala, pues se entiende que el poder político
de la capital michoacana aseguraría la unión de los demás ayuntamientos. Este
escenario fue el preámbulo de lo que se vendría a dar en el futuro próximo.
En sentido estricto, vemos que la composición del proyecto iturbidista y la
aprobación generalizada de los vallisoletanos, brinda una lectura sobre la formulación
de las formas dentro de los anteriores ejercicios por la Independencia de la Nueva
España. Las propuestas de los insurgentes que pertenecieron a la primera fase del
movimiento eran inaceptables, la población “mexicana”, mejor dicho, novohispana, que
hacía política jamás aceptaría un movimiento tan radical y popularizado. A diferencia
de lo que proponían Iturbide y los hombres de la elite y burguesía, estas propuestas
tenían una clara oportunidad.273 Vemos pues que la mencionada oportunidad se puede
ver en cómo los vallisoletanos celebraron y cedieron ante las negociaciones que
emprendió el cuerpo militar y corresponsales de Agustín de Iturbide.
El lector se ha de preguntar qué vivió la ciudad de Valladolid, tras ser capitulada
por las tropas del Ejército Trigarante, y lo cierto es que se dio una aceptación
generalizada que se propagó rápidamente. Recordando lo que menciona Ridolfi, a
partir de un hecho significativo sucede la construcción de una “fiesta” de carácter civil,
así se construye el escenario donde las emociones fluyen y la legitimidad se configura,
se hace tangible. El proceso ritualizado que vivió la ciudad se trató de una celebración
muy sencilla, pero con una connotación política militar importante, pues no sólo había
vencido a su ciudad natal, sino que en la demostración de fuerza y superioridad
estratégica Iturbide supo imponer y sumar la partición de Valladolid. La solemnidad
que se observó fue un hito que se había alcanzado en muy pocas ocasiones.
La participación de los hombres con poder no se hizo esperar. El ayuntamiento
local hizo pronto acto de presencia, así como parte de las autoridades eclesiásticas.
272 Archivo Capitular de la Catedral de Morelia (en adelante ACCM), no se localizó el acta correspondiente a la misa. 273 Timothy Anna, E., La caída del gobierno español en la ciudad de México, México, Fondo de Cultura Económica, 1987, pp. 201- 213.
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Ejemplo de ello es la cercanía que mostró Ramón Huarte y Manuel de la Bárcena. El
desfile que se dio fue notorio, tanto que propios y extraños de la población salieron de
sus casas para ver lo que ocurría, esto representó motivos de alegría y aclamaciones
con júbilo. Aceptaban el Plan de Iguala. Decía el procurador del Ayuntamiento José
María Cabrera que había llegado el tiempo de poder explicar con libertad los
sentimientos del corazón, y a pesar de las circunstancias propuso pasar a felicitar a
Iturbide, pues ellos defendían la causa justa cuyos valores sostenían.274
Algunos autores, así como personajes de la localidad han visto y hablado sobre
este episodio de la historia Michoacán que se ha olvidado; la celebración, que se dio
en el marco de la firma de la rendición de la ciudad, es entendida como fiesta triste
para la población michoacana. Si se realiza un poco de retrospectiva sobre la
envergadura de Iturbide, el acto es recordado como despreciable, un acto de completa
humillación para los que hoy se consideran hijos de la capital moreliana. Más allá de
especulaciones contemporáneas, debemos mencionar que dicho acto se proyectó
como el preámbulo de lo que se esperaba al capitular la ciudad de México. Un miembro
del rey que huye,275 una aceptación generalizada por parte de la población, un cabildo
deseoso de adoptar nuevas formas y un espectáculo sin igual.276
La campaña de liberación que Iturbide enarbolaba fue avanzando con firmeza
y el 28 de julio capitulo la ciudad de Puebla de los Ángeles, disponiendo que la ciudad
debía ser evacuada por las tropas realistas, al igual que en Valladolid Iturbide mostró
una cara compasiva y humanitaria para los soldados y milicianos realistas que
permanecieron en la ciudad, pues en los acuerdos de la capitulación reconocía las
carreras y esfuerzos de ellos, y pedía que permanecieran unidos.277 En este escenario
tanto las autoridades civiles, como eclesiásticas mostraron su apoyo a la empresa de
la trigarancia. El obispo de Puebla, Antonio Joaquín Pérez, fue uno de los personajes
274 AHHM, Libros de Actas de Cabildo, 1816- 1821, Libro 119, F. 174; Carlos Juárez Nieto, Op. cit., p. 652. 275 Hay que hacer observar sobre la aceptación y resignación de los hombres leales al rey. Para ver más al respecto recomiendo la lectura de Carlos Juárez Nieto, Guerra, política y Administración en Valladolid de Michoacán: La Formación profesional y la Gestión del Intendente Manuel Merino. 1776- 1821, Gobierno del Estado de Michoacán, Secretaria de Cultura, México, 2012; Timothy Anna, E., La caída del gobierno español en la ciudad de México, México, Fondo de Cultura Económica, 1987. 276 José María Navarro Méndez, “Ana María Huarte de Iturbide y su entrada a Valladolid, 1821”, en Rosa de los Vientos, Vida Cotidiana en el Centro Histórico de Morelia, Número 7, Archivo Histórico Municipal de Morelia, H. Ayuntamiento de Morelia, México, 2016, pp. 35- 277 Spence Robertson, Op. cit., p. 157.
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más destacados, mostró pronto apoyo a favor de los trigarantes, considerándose a sí
mismo un adepto a la revolución.
Si bien en la toma de la ciudad natal del Generalísimo se dio muestra de la
exaltación entorno al propio Iturbide y sus fuerzas, en Puebla se dio un paso más en
la construcción de la legitimación. Esta surge al momento de la manifestación alegórica
de una celebración, haciendo que la misma sea el escenario ritualizado en la
representación de la soberanía, donde la interacción entre los gobernantes, en este
caso, quien supusiera la dirección de la nación, y los gobernados,278 es decir, el pueblo
que buscaba constantemente a Iturbide, mostró la certeza y aceptación del
movimiento. Así mismo, se fortaleció la idea de que Iturbide era quien ostentaba la
soberanía de los novohispanos. Tras la toma de la ciudad de Puebla, Iturbide, quien
en esos momentos atendía desde la casa episcopal del obispado poblano, realizó
actos de legitimación en respuesta a las masas que lo aclamaban constantemente.
Seguramente lo hacía con la intención de consolidar la clara victoria que se acercaba,
además, si realizamos una lectura con mayor detalle de los hechos ocurridos se puede
observar que el sitio desde donde él realiza el acto,279 (la casa del obispo) era un claro
posicionamiento político. Además, se recuerda que dentro de la misma catedral de
Puebla, el cinco de agosto, se juró el apoyo a la causa de la independencia, se elogió
el Plan de Iguala y el obispo Antonio Joaquín Pérez280 reafirmó su compromiso.281
En este punto la lealtad de los eclesiásticos era intachable, desde Manuel de la
Bárcena, el obispo de Puebla Pérez Martínez, San Martin de Oaxaca, hasta el
representante del obispado de Sonora, aceptaban los planteamientos de la “causa
justa”.282 “El Plan salvador de Iguala” que proponía el iturbidismo era, a ojos de los
eclesiásticos, la forma en que se garantizaba la existencia de la religión, la cual había
sido agravada por las reformas constitucionales del trineo liberal.283
278 Maurizio Ridolfi, Op. cit., p. 62. 279 Spence Robertson, Op. cit., p. 157. 280 El obispo Antonio Joaquín Pérez Martínez, fue uno de los hombres más cercanos durante el gobierno imperial de Agustín de Iturbide. Se ha discutido sobre su participación e influencia en las decisiones que Iturbide realizó tras la toma de Puebla. Ver a: Pérez Memen, Fernando, El episcopado y la Independencia de México (1810- 1836), México, El Colegio de México, 2014, pp. 147- 209. 281 Lucas, Alamán, Op. cit., Tomo V, pp. 201-202. 282 Fernando, Pérez Memen, El episcopado y la Independencia de México (1810- 1836), México, El Colegio de México, 2014, pp. 182- 192. 283 Fernando Pérez Memen, Op. cit., p. 191.
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Así pues, en un contexto que se mide en la impresionante eficacia del Plan de
Iguala, este, junto con su autor, habían hecho mucho. Tardó poco menos de siete
meses en derrumbar la estructura de gobierno del virreinato de la Nueva España. La
llegada de Juan O’Donojú, 284 frenó la pronta entrada de Iturbide a la capital del
virreinato. Iturbide comisionó a tener acercamiento al nuevo Jefe Superior Político y
capitán general de la Nueva España. Así Manuel Santa Anna fue el primero que dio
conocimiento de la situación sobre el jefe político.285 A la llegada de O’Donojú al puerto
se enteró del estado de las cosas. Tanto de la escisión de las autoridades civiles y
eclesiásticas, como de la amplia aceptación del Plan de Iguala. Como ha afirmado
Ernesto de la Torre Villar, O’Donojú comprendía el estado de la Nueva España, pues
sólo una guerra cruenta, con un enorme ejército y varios años de sangre y fuego podría
salvar el reino para la metrópoli,286 ya fuera por la evidente desventaja numérica a la
que se enfrentaba, o por su atinada visión diplomática, O’Donojú prontamente buscó
entrevistarse con Iturbide.
Entretanto, las agudas negociaciones que se dieron entre el mariscal Novella y
el nuevo Jefe Superior Político, así como las del Generalísimo con los dos anteriores,
estuvieron en puntos críticos. Las indicaciones del general O’Donojú referían, primero,
que el general y Jefe Superior Político de la Nueva España tomara control de la
administración de la Nueva España; segundo, que en momento pertinente se
trasladaría a la capital del virreinato; y tercero, las instrucciones que con él le
acompañaban referentes a su calidad y títulos eran sostenidos por la Constitución de
la Monarquía Española,287 reconociendo a Novella sólo como mariscal, y este a su vez
intentando enviar a representantes para que negociaran con O’Donojú.
284 De Juan O’Donojú, se puede precisar que su amplia carrera política al servicio de la autoridad real española le valió grandes méritos, así como desgracias, de linaje irlandés O’Donojú tenía una espectacular carrera al servicio de España. Mientras combatía bajo las órdenes del general Blake contra los invasores franceses, fue herido seriamente. Sirvió en dos ministerios el de Estado y en el de Guerra durante el cautiverio de Fernando VII. Fue un fuerte constitucionalista y su nombre aparece en la larga lista de Amigos de la Constitución, quien poco después de la restauración del “Deseado” y el retorno del absolutismo fue enviado al calabozo por Francisco Eguía, y liberado hasta 1817, y restaurado su honor fue puesto a servicio de la corona nuevamente. Robertson, Spence, Iturbide de México, p. 166; Ernesto de la Torre Villar, La Independencia de México, p.130; Ignacio González- Polo, “Juan O’Donojú, un benemérito gobernante olvidado en la historia de México”, en Boletín, Núm. 1 y 2, Vol. XI, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2006, pp. 33- 44. 285 Spence Robertson, Op. cit., p. 173. 286 Ernesto de la Torre Villar, Op. cit., p.130. 287 HNDM, Gaceta Extraordinaria del Gobierno de México, Núm. 110, T. XII, del 14 de agosto de 1821, pp. 841- 842.
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Desafortunadamente, de todo lo anterior estaba informado el jefe trigarante, la extensa
red que controlaban las fuerzas tricolores permitía tenerlo informado de los
acontecimientos políticos.288
En este tenso contexto, el “virrey” O’Donojú había acordado las pláticas con
Iturbide. Prontamente se preparó el terreno en la villa de Córdoba, los jefes de las
fuerzas trigarantes, así como el propio Iturbide, esperaban al O’Donojú, quien era
escoltado por los hombres de Santa Anna. Llegaron tras cinco días de viaje, pasando
por Xalapa, donde realizó una estancia para continuar a Córdoba. A las puertas de la
villa, la población quito las mulas del carro en el que el general iba, arrastrándolo hasta
donde se hospedaron él y su esposa. Entre aplausos y vivas, la población celebraba
la llegada del “virrey”. Esa misma noche Iturbide recibió a O’Donojú.289 Al día siguiente,
tras la misa, los dos generales convinieron en que era prudente comenzar las
negociaciones; Supuestamente la buena fé y armonía con que nos conducimos en
este negocio, supongo que será muy fácil cosa que desatemos el nudo sin
romperlo….290 A lo largo del día, se desarrolló la discusión de las puntualizaciones del
Plan de Iguala, llegando a presentar elogios por la gran adaptación de las necesidades
del reino.
Lo que derivó de la negociación fue la firma de los Tratados de Córdoba. Estos
fueron la ratificación del Plan de Iguala. Como lo ha mencionado Alamán, el mismo
Carlos María de Bustamante, así como varios autores que al respecto han hecho
aportaciones en la discusión historiográfica; 291 los Tratados de Córdoba son la
confirmación de lo que se había venido trabajando desde hace ya varios meses y uno
de los puntos álgidos para la independencia de la Nueva España, pues como menciona
Alfredo Ávila, las mínimas modificaciones que se le realizaron al Plan de Iguala daban
a los novohispanos la alternativa, el establecimiento de un gobierno representativo.292
Las múltiples celebraciones que se dieron por la firma de los tratados ratificaron
la innegable verdad, la independencia era sólo cuestión de días, y quienes se
288 Spence Robertson, Op. cit., p. 176. 289 Lucas Alamán, Op. cit., Tomo V, pp. 269- 275. 290 Ibíd., Tomo V, p. 274. 291 Ver a Lucas, Alamán, Historia de Méjico, Tomo V, pp. 274- 276; Carlos María de Bustamante, Cuadro de la Revolución Mexicana…, Tomo V, pp. 231- 235; Timothy Anna, E., La caída del gobierno español en la ciudad de México, p. 239; Timothy Anna, E., El Imperio de Iturbide, pp. 14- 38; Jaime del Arenal, Fenochio, Un Modo de ser Libres…, p. 151; Alfredo, Ávila, En nombre de la Nación…, pp. 208- 209. 292 Alfredo, Ávila, Op. cit., p. 209.
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mantenían aún expectantes ante la amplia aceptación del movimiento de Iturbide, se
adhirieron en juramentos que se extendían a lo largo y ancho del ya celebrado Imperio
Mexicano. 293 Ejemplo de ello fueron las juras y celebraciones que se dieron en
Valladolid de Michoacán, con motivo de la estancia de Ana Huarte de Iturbide. Si bien,
como menciona Ávila, los Ayuntamientos, así como las diputaciones de la Nueva
España, no aceptaron las juras, los operadores militares del Generalísimo, conocían
las condiciones militares y políticas del reino.294
Como hemos visto, la independencia del pueblo novohispano fue obra y
resultado de los esfuerzos de la Trigarancia. Fueron ellos quienes conquistaron el hito
de la independencia, a pesar de las pocas escaramuzas que se dieron tras la firma de
los Tratados de Córdoba.295 La representación del ejército, así como de su primer jefe,
se volvió objeto del principio de la soberanía, menciona Francisco Bulnes en alusión a
lo anterior: si la democracia consiste en seguir la voluntad de la gran mayoría, entonces
Iturbide y su [proyecto] representaban una democracia…296 una idea que si bien, se
sostiene bajo la lógica misma de lo que proponía el Plan de Iguala, es decir, un
gobierno acorde a la realidad del reino, resulta en un punto de vista agregado que se
sujeta a la realidad de la popularidad de Iturbide en un determinado momento. La cual
se ha demostrado innegablemente.
Mientras las fuerzas realistas seguían padeciendo amplias deserciones,
continuaban las aproximaciones de los trigarantes al área limítrofe de la ciudad de
México. Las miras ya estaban puestas y sólo era cuestión de tiempo para tomar las
distancias prudentes que permitieran la capitulación final. La revolución de los militares
fue muestra del esfuerzo, sobre el que se basa el principio del fin. En la llamada Guerra
de Independencia, el liderazgo y la unión se logró bajo la bandera trigarante y el
impulso detentor de las complejas formas.
Finalmente, el objeto más importante que pretendían construir tanto el Plan de
Iguala como los Tratados de Córdoba, era la consolidación del Imperio Mexicano, el
cual se planteaba, asimismo, como la construcción moderna y limitada que evitara la
293 Ídem. 294 Ibíd., p. 210. 295 Lucas Alamán, Historia de Méjico, Tomo V, p. 230; Carlos María de Bustamante, Cuadro de la Revolución Mexicana…, Tomo V, p. 235. Las batallas desatadas tanto en Azcapotzalco como en Veracruz. 296 Bulnes, Francisco, La guerra de independencia: Hidalgo- Iturbide, México, Taller de “El Diablo”, 1910, pp. 347- 378.
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propagación de los norteamericanos y la fragmentación interna que había tenido el
virreinato. Esta nueva entidad política constituía en sí la unión general de un Estado
fuerte, que dentro de su amplia extensión territorial, guardaría los caracteres bajo los
cuales la sociedad novohispana se identificaría. La Unión, la Independencia y la
Religión, hablan de un proyecto que se imaginaba a sí mismo como modelo de nación
e imaginario de pueblo, constituido con base en las prácticas políticas modernas,297 es
decir, prácticas políticas de su tiempo.
c) La Imperial Ciudad de México ante las nuevas cuestiones
Bajo el escenario histórico que se enmarca en los albores de la Independencia
mexicana, el Jefe Trigarante había mostrado sus dotes conciliadores al momento de
su entrada pública a la ciudad de México. En septiembre de 1821 él, junto con su
ejército, se presentó como el hijo prodigo de la nación. Su estancia, las atenciones y
el propio desfile que encabezó, son objeto de las prácticas legitimadoras de los nuevos
órdenes políticos. La ciudad se teatraliza mostrando la ruptura con el virreinato y
exhibiendo a los nuevos actores políticos que ostentaron la nueva visión que se
pretendía construir: el Imperio Mexicano. La Imperial ciudad de México mostró la
aceptación de la Independencia, y celebró vivamente esta nueva forma de gobierno.
La configuración espacial, así como la adaptación de la nueva forma de
gobierno, formularon nuevos símbolos, nuevos valores y nuevos colores que el
proyecto Trigarante abanderaba; representados en la Unión, la Independencia y la
Religión. En este sentido pensamos a la capital imperial como el espacio y el lugar
donde la acción legitimadora de la política engarzó y proyectó el nuevo orden
independiente.
Antes que nada, debemos concebir al “espacio” no como el depósito de los
hechos, sino como el lugar donde la actividad humana registra sus acciones, ya sea
bajo el entorno de la urbe o en la presencia de las grandes praderas, se asumen estos
entornos como fondos decorativos. Esta vieja visión se ha intentado separar al
momento del establecimiento del “giro espacial”, donde a partir de la segunda
297 Jaime del Arenal Fenochio, Op. cit., pp. 165- 168.
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generación de los Annales, se configuró un nuevo modelo de análisis que
gradualmente transitaría por un nuevo ángulo interpretativo que: viera el papel activo
de los procesos sociales en la producción de lo espacial, de la incorporación de las
subjetividades, las representaciones e imaginarios en la espacialidad de las personas
y sus colectividades.298 Este renovado interés permite mostrar que la ciudad no es sólo
la botella donde los hechos se guardan, sino que va más allá, pues tenemos la
necesidad de mostrar lo político, lo religioso, lo simbólico y lo ritual.
Existen diversas cuestiones acerca de la entrada que realizó Iturbide a la ciudad
de México, el interés intrínseco sobre este momento contextual radica en dos
preguntas, la primera respondería a por qué realizar el acto en septiembre, la segunda
cuestión se sujeta a las emociones que se vivieron al momento de ver a los ejércitos
de las Tres Garantías, los cuales comenzaban a modificar los colores, los símbolos y
las formas.
A la entrada de las fuerzas del Ejército de las Tres Garantías, la ciudad de
México era la urbe más importante de la corona española. Este imponente centro
resistía los embates frontales que las fuerzas insurgentes daban, así como los golpes
de guante blanco que la política proporcionaba. La ciudad de México tenía en sus
calles una cuantiosa población. Tras el estallido de la guerra, la capital virreinal
aumento su masa demográfica, pasando de 150 mil habitantes en 1810 a 170 mil en
1811 y oscilando entre esos memores para 1820.299 La muy notable y hermosa ciudad
que todo viajero admiraba, se destacaba por todo, la plaza mayor frente a catedral y
el palacio virreinal, el cual tenía una fachada sobria recién terminada; enlozado con
baldosas de pórfido.300 Este se extendía por 250 varas, frente a las calles de Plateros
y San Francisco.301 La plaza cerrada con rejas ricamente guarnecidas de bronce,
dentro de las cuales campeaba la estatua ecuestre del rey Carlos IV, colocada en un
298 Salomón, González Arellano, “Integración de la dimensión espacial en las ciencias sociales: revisión de los principales enfoques analíticos”, en Mercado Celis, Alejandro (coord.), Reflexiones sobre el espacio en las ciencias sociales: enfoques, problemas y líneas de investigación, México, Universidad Autónoma de Metropolitana, Juan Pablos Editor, 2010, p. 164. 299 Unikel, Luis, (Coord.), Desarrollo Urbano de México, México, El Colegio de México, 1978, p. 20. 300 Humboldt, Alexander, von, Ensayo Político sobre el Reino de la Nueva España, traducción de Vicente Fernández Arneo, Francia, En casa de Rosa, Gran patio del Palacio Real, 1882, pp. 340- 341. 301 Rivera Cambas, Manuel, México pintoresco, artístico y monumental, México, Imprenta de Reforma, 1880, p. 9.
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pedestal de mármol mexicano.302 Esta cede de los poderes virreinales era el último
punto para lograr el hito, la Independencia del Imperio Mexicano. Era pues la respuesta
acorde a la producción de las relaciones sociales, teniendo una existencia social que
se mueve también en la existencia espacial. La capital se proyectaba dentro del
espacio nacional, al cual se encontraba inscrita. Y también en el proceso de producción
del espacio mismo.303 Es aquí donde el espacio ha sido formado, modelado a partir de
elementos históricos o naturales. De ahí que se preste atención en los elementos
políticos e ideológicos. El espacio político e ideológico es una representación de
ideologías.304
Y es que a Iturbide se le presentó el espacio idóneo, seguramente debió
confesarse así mismo que la capital tenía un aire de grandeza como el de cualquier
gran metrópoli. Su situación natural era excelente para el comienzo de los nuevos
proyectos.305 Humboldt ha recordado para la posteridad que el aire seco descendiente
de las montañas que se internaba en las calles y llegaba a los ahuehuetes que se
movían, era exótico y fue ese exótico viento que se respiraba en septiembre, lo que
aludía al Generalísimo a terminar la lucha ensangrentada que había rompido la unión
de los mexicanos.306
No podemos negar la acertada serie de negociaciones políticas que el Iturbide
realizó a lo largo de los meses de campaña. La inclusión de O’Donojú al proyecto
político trigarante fue uno de los aciertos políticos más destacados. Este ayudó a
matizar a los últimos reductos que se negaban a aceptar los planes y tratados que
emanaron de Iturbide. O’Donojú, ya involucrado de lleno con los trigarantes, exaltó a
la población de la Nueva España a reconocer el avance de la independencia en oficio
del 22 de septiembre que envió a las autoridades de toda la Nueva España, recordaba:
Habitantes de la Nueva España…, yo me apresuro a comunicaros, poseído del placer más puro, las noticias más satisfactorias, recompensándoos así de alguna manera la buena acogida que encontré entre vosotros y la distinción que os debiera ¡Ojalá pueda daros tales testimonios de mi gratitud que queden satisfechos mis deseos!... Mexicanos
302 Alexander von Humboldt, Op. cit., p. 342. 303 Henri, Lefebvre, The production of space, Estados Unidos de América, Blackwell publishing, 1991, p. 129. 304 Henri, Lefebvre, Espacio y política, España, Ediciones península, 1976, p. 46. 305 Alexander von Humboldt, Op. cit., p. 342. 306 Alexander von Humboldt, Ibíd., pp. 342- 343.
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de todas las provincias de este vasto Imperio, a uno de vuestros Compatriotas digo hijo de la Patria tan hermosa, debéis la justa libertad civil que disfrutáis ya, y será el patrimonio de vuestra prosperidad; empero un europeo ambicioso de esta clase de glorias quien quiere tener en ellas la parte a que pueda aspirar, esta es la de ser el primero por quien sepáis que termino la guerra. (Letra cursiva original en el oficio).307
Este edicto que se publicó en los ayuntamientos del virreinato, y con especial empuje
en el de la ciudad de México, fue parte del último esfuerzo que realizaron los trigarantes
para marcar la separación de España y la formación de un gobierno independiente de
la metrópoli. En atención al contexto que se circunscribe estas anotaciones, el jefe
político del Ayuntamiento Ramón Gutiérrez del Mazo dio a conocer al cabildo, con
respecto al recibimiento del impreso y la intención de los Ejércitos mexicanos de
marchar por la capital.308
Ante este escenario Iturbide, y los miembros de la futura Junta Gubernativa, así
como los militares que en fervor victorioso se aventuraban en un nuevo paso, debían
atender las nuevas cuestiones. A estos hombres recién nacidos les correspondía
establecer un gobierno Independiente. 309 El día 25 de septiembre las tropas
trigarantes, que encabezaba el jefe del Estado Mayor, Melchor Álvarez, se movilizaron
desde Tacubaya. La orden era expresa; “entrar a la ciudad de México”, alrededor de
15 000 soldado victoriosos comenzaron su marcha.310
Iturbide recordaba al pueblo la grandeza del acontecimiento y no era para
menos, pues evocó los sentimientos de los ciudadanos poco antes de que se
movilizaran las tropas. En carta que se publicó en la Gaceta de México, recordaba a
los habitantes que:
Mexicanos: El Ejército Trigarante que con la rapidez del rayo destruyó los obstáculos que se oponían al logro de la independencia de esta rica región, va a entrar a vuestra ciudad, la Corte del gran Imperio que ha formado. Su entusiasmo patriótico es igual a su bizarría, y su valor en todo conforme a su subordinación y disciplina. Desprecian los peligros, no le arredran los riesgos, y la misma muerte le fue gustosa por conseguir la libertad de la Patria. Hizo la alegría de los pueblos por donde transitó, dejando en ellos
307 AHCDMX, Fondo Ayuntamiento y Gobierno del Distrito, Historia en General, Vol. 2255, Tomo II, exp. 105, Fojas 3, impresos, 22 de septiembre de 1821, F. 2, Impreso. 308 AHCDMX, Fondo Ayuntamiento y Gobierno del Distrito, Historia en General, Vol. 2255, Tomo II, exp. 105, Fojas 3, 1821, F. 1 y 3. Corresponde a las anotaciones que realizaron los miembros del cabildo de México. 309 Spence Robertson, Op. cit., p. 198. 310 Ídem.
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tanto testimonio de su moderación, cuanto son elogios con que ensalzaron su generoso
proceder…311
El glorioso resultado de una revolución incruenta lograba despegar el yugo ominoso
que había agobiado a los habitantes del Imperio,312 recordaba el Generalísimo que la
inclemencia que se había padeció en los suelos de la América Septentrional, por fin
terminaba. El reclamo era claro, Iturbide pedía en su discurso previo a la toma de la
ciudad capital que los ciudadanos del imperio tomaran en sus manos el destino de la
nación, pues “el estado deplorable y la desnude que en ella se encuentra podía ser
sacudida para fortalecer la grandeza de esta rica nación”. No cabe duda que el
discurso gira entorno a la legitimación del personaje y de sus fuerzas. Él era el hombre
que había conquistado el hito, por él y sus hombres se consumaba la independencia:
esos defensores de vuestras personas, de vuestros bienes, y que os redimieron de la
esclavitud (…) han avanzado y los hijos del imperio darían forma y grandeza a este
nuevo sistema.313 El discurso al haber sido publicado en la Gaceta de México, marcaba
ese fin e inicio del nuevo sistema.
Iturbide, en una arenga que ofreció al Ejército Imperial, el mismo 25 de
septiembre, les reiteraba a sus hombres y seguramente a los pobladores que con
intención de escuchar al Generalísimo se aglutinaron cerca de las tropas que los;
Mexicanos: ya estáis en el ocaso de saludar a la Patria independiente como os ofrecí en Iguala: ya recorrí el inmenso espacio que hay desde la esclavitud a la libertad, y que toqué los diversos resortes para que todo americano enseñase su opinión escondida… recorridas quedan las principales provincias de este reino; y todas uniformadas en la celeridad han dirigido al Ejército Trigarante vivas expresivos, y al cielo votos de gratitud… Contribuid con vuestras luces y brindad materiales para el magnífico código.314
No tenemos la exactitud desde donde se dio el discurso, seguramente en Tacubaya,
pero el mismo refiere la aceptación ya generalizada por la Independencia, pues
muestra la postura sobre la nueva labor que se había de hacer, es decir, convocar a
311 HNDM, Gaceta del Gobierno de México, Núm. 129, T. XIII, del 25 de septiembre de 1821, pp. 1003- 1004. 312 HNDM, Gaceta del Gobierno de México, Núm. 129, T. XIII, del 25 de septiembre de 1821, pp. 1003- 1004. 313 HNDM, Gaceta del Gobierno de México, Núm. 129, T. XIII, del 25 de septiembre de 1821, pp. 1003- 1004. 314 Arenga de Don Agustín de Iturbide al Ejército Imperial, el 25 de septiembre de 1821, en Iturbide, Agustín de, Escritos diversos, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, (Colección: Cien de México), pp. 70- 71.
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las Cortes y legislar la constitución bajo la cual se regiría el Imperio. Asuntos que se
atenderían después.
El Ayuntamiento de la ciudad de México, tuvo a bien el documentar la serie de
cuestiones que surgieron con respecto a la entrada de las fuerzas del Ejército de las
tres Garantías, El 26 de septiembre, un día después de los llamados que realizó
Iturbide, recibieron las condiciones de cómo se ocuparía la capital, así también los
documentos muestran la actitud del Jefe Trigarante, pues recordaba que el acto de
capitular a la capital era uno de emancipación del rey.315
La pronta movilización de las tropas propició la legitimación del personaje, pues
el fin de la revolución daba pie a la construcción del hombre mitificado, aquel que se
configuraba como el guía inmortal. La demostración de alegría es parte del escenario
festivo, los folletos que elevaban la calidad de Iturbide fueron mares de tinta que
expresaban la popularidad y aprobación. Javier Ocampo ha señalado que el
entusiasmo colectivo se convirtió en un estilo de vida, si bien fue sólo para los primeros
días, la embriaguez que se generó, recorrió todo el territorio del inmenso Imperio
Mexicano; desde Yucatán hasta las Californias, las ideas se manifestaban
alebrestadamente.316 Todas las manifestaciones alegóricas que se comenzaban a
realizar, discurrieron en la legitimación de su principal ejecutor y detrás de él, su
Ejército.
315 AHCDMX, Fondo Ayuntamiento y Gobierno del Distrito, Historia en General, Vol. 2255, Tomo II, exp. 104, Fojas 7, 1821. Oficio del Generalísimo Don Agustín de Iturbide avisando que el 27 de septiembre será su entrada el Ejército Trigarante a esta Capital y afinando la lista de las personas que deben formar la Junta de Gobierno. 316 Ocampo, Javier, Las Ideas de un día. El pueblo mexicano ante la consumación de su Independice, México, El Colegio de México, 1969, p.13.
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Capítulo III.
Las fiestas sacras y honras civiles de la Independencia
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Con la intención de precisar la idea de la representación festiva para la nación, la
experiencia mexicana se ve enriquecida por las prácticas españolas. Álvarez Junco
explica la que el Imperio Español vivió una enorme redefinición.
Para continuar las expresiones e ir definiendo las circunstancias que gravitan
en los escenarios, debemos poner el dedo sobre algunos actores que se han sujetado
a la figura de Agustín de Iturbide, en los siguientes renglones daremos pie a la
demostración del amor patrio fuera de la ciudad de México, así como el que demostró
la urbe capitalina.
a) Ana Huarte de Iturbide y el amor a la patria. Valladolid de Michoacán
Ana María Huarte y Muñiz de Iturbide fue una de las mujeres icónicas de la ciudad de
Valladolid de Michoacán para el año de 1821.La excelentísima generala de las tres
garantías, cuya vida ha sido minimizada por los embates historiográficos a los que se
ha sometido el apellido de Iturbide, refleja el abandono y el conflicto cultural a los que
las mujeres son sometidas.
El individualizar a una mujer es un arduo trabajo de sapiencia académica, más
aún si se trata de un personaje como lo fue la esposa de Agustín de Iturbide. Una mujer
singular cuyo pasado ha sido representativo, pues su vida ha implicado el preponderar
sobre determinada documentación. El individualizarla es contar y visualizar que la
existencia femenina busca recuperar las vidas robadas 317 para incorporar a las
mujeres en el relato universal del hombre.318 Lo anterior nos hace preguntarnos cómo
una ciudad acogió a un personaje como lo fue Ana María Huarte de Iturbide en un
momento de transición y cambios abruptos en el devenir de lo novohispano a lo
mexicano.
Los asegunes de la vida de Ana Huarte junto a Agustín de Iturbide, pueden
matizarlos y volverlos personajes más humanos y menos mitificados. En las
representaciones que se han realizado del general trigarante de manera particular.
Como mencionamos en el capítulo anterior, ella fue hija de Isidro Huarte y Ana
317 Bolufer Mónica, “Multitudes del yo: biografía e historia de las mujeres”, en Ayer Revista de Historia Contemporánea, Núm. 93, 2014 (1), España, Arce, 2014, p. 89 318 Ibíd., p. 37
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Manuela Sánchez de Tagle,319 criada en el mundo de oropel de la elite vallisoletana,
es la efigie de la cómoda vida que se daba los grandes hacendados y poderosos
comerciantes del mundo novohispano (hasta antes de la Guerra de Independencia).
Se muestra a una cómoda doncella, a una honrada esposa y una fiel cristiana, que
mezclaba los días, ya fuera en tertulias o atendiendo a su marido tras las largas
jornadas a caballo en la hacienda de Apeo.320
Ante el escenario imperante que controlaba el Ejercito de las Tres Garantías
para julio de 1821,321 Agustín de Iturbide con el propósito de mantener el enclave de
su ciudad natal, idealizó el mandar a su esposa a Valladolid, con la intención de
generar presión política y concretar el apoyo total de la urbe. Si bien, como afirma José
María Navarro, Iturbide intentó no involucrar a su familia en las vicisitudes de la guerra
y la política, la partida de Ana Huarte a su hogar natal responde a la búsqueda de la
representatividad trigarante, además de informar de la situación que prevalecía en la
capital novohispana. De ese modo ella junto, con sus hijos, se trasladó desde México
en un viaje cuanto menos largo y cansado.322
Iturbide y las autoridades civiles de Valladolid de Michoacán, tenían ya desde
principios de marzo anunciada la presencia de Ana Huarte en la ciudad, se comenzó
a mentalizar y preparar la entrada de la esposa del Jefe Trigarante. Así lo denota el
acata que levantó el cabildo del ayuntamiento, el 24 de marzo de 1821,323 la cual
indicaba que el cabildo con alcalde constitucional de primera instancia del
319 ANPSM, Bautismos de españoles, Libro 32, años 1780-1786, f. 162v. 18 enero de 1786. "México, Michoacán, registros parroquiales y diocesanos, 1555-1996," images, FamilySearch (https://familysearch.org/pal:/MM9.3.1/TH-1-19135-21357-90?cc=1883388&wc=MC8K-V2S:178285301,219866401,219953501 : accessed 23 January 2015), México, Michoacán, registros parroquiales y diocesanos, 1555-1996 > México, Michoacán, registros parroquiales y diocesanos, 1555-1996 > Morelia > Sagrario Metropolitano > Bautismos 1780-1787 > image 178 of 476; parroquias Católicas, Michoacán [Catholic Church parishes, Michoacán]. 320 Al respecto sobre Ana Huarte de Iturbide se han escrito sólo algunos trabajos de corte académico, ver a: Pérez Guzmán, Moisés, Historia Ilustrada de la Guerra de Independencia de Michoacán, Las Mujeres Michoacanas en la Independencia, Morelia, IIH-UMSNH, Gobierno del Estado de Michoacán de Ocampo, Secretaria de Educación del Estado, 2010, No.11; Navarro Méndez, José María, La mujer del emperador Ana María Huarte de Iturbide (1786- 1861) Una Biografía histórica, Morelia, UMSNH, noviembre 2015. 321 Guzmán Pérez Moisés, Historia Ilustrada de la Guerra de Independencia de Michoacán, Las Mujeres Michoacanas en la Independencia, Morelia, IIH-UMSNH, Gobierno del Estado de Michoacán de Ocampo, Secretaria de Educación del Estado, 2010, No.11, p. 23 322 José María, Navarro Méndez, Op. cit., p. 79. 323 AHMM, Libros de Actas de Cabildo, 1816- 1821, Libro 120, f.v. 162- f. v. 163. Nota: El acta del cabildo la menciona como la esposa del Jefe de las Tres Garantías o Jefe Trigarante.
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Ayuntamiento de Valladolid de Michoacán,324 conocía la intención de la entrada de
doña Ana Huarte de Iturbide. El oficio indica que se prepararía una misa en la catedral
para dar gracias al todo poderoso por la llegada de la señora de Iturbide.
En el registro se lee que el encargado de dar anuncio al cabildo eclesiástico fue
Mariano Quevedo, quien fungía como vocal del ayuntamiento, atendiendo las
indicaciones. Se encargó además obtener el dinero de los gastos que el ayuntamiento
tendría, y el cual se tomó de las limosnas usadas para el mantenimiento de los presos,
señalando que el procurador permitiera se sustrajera parte de este, también se
obtuvieron fondos por parte de donación de privados, además se vendieron algunas
propiedades del ayuntamiento, de los cual se encargó el Mayordomo de la ciudad.
Los acuerdos se firmaron y dieron fe de lo señalado haciendo ver que el
Ayuntamiento de Valladolid, tierra del adalid de Iguala, fuera una de las ciudades más
comprometidas al proyecto Imperial, pues desde antes de la capitulación de la ciudad
de México la capital michoacana proyectó una imagen de consolidación. La fiesta que
se comenzaba a planear y los gastos que se vislumbraban responden a una serie de
emociones encontradas, pues el proyecto político de Agustín de Iturbide tenía la
suficiente fuerza y aceptación generalizada en la sociedad. Por lo menos eso muestra
la parte oficial, pues si bien Ramón Huarte es familiar tanto de Ana como de Iturbide,
la ciudad muestra una actitud deseosa de la independencia. Recordemos que para
esas fechas era sabido la proyección del proyecto iturbidista, el cual se encontraba
cerca de la capitulación de la ciudad de México.
Así pues, entre los días del 13 y 14 de agosto de 1821, Ana y sus hijos se
pondría en marcha rumbo a Valladolid de Michoacán, junto con una pequeña escuadra
de dragones, quienes tuvieron la tarea de protegerlos.325 De esta manera, la familia
Iturbide Huarte se puso en marcha con la bendición de Agustín y la de su fiel confidente
el obispo Antonio Joaquín Pérez.326
El viaje fue cansado, debido al mal estado de los caminos. Pese a esto, Ana
llegó a su destino en tiempo (normalmente las diligencias que salían de México con
rumbo a Valladolid tardaban entre 8 y 10 días en llegar); las fuentes nos refieren que
324 Hacemos una precisión aquí ya el Alcalde Constitucional, era Ramón Huarte, hermano de Ana Huarte. 325 José María, Navarro Méndez, Op. cit., p. 79. 326 José María Navarro Méndez, Op. cit., pp. 35- 36.
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el 21 de agosto327 estaba entrando a la ciudad, y vaya entrada que tuvo, pues las
autoridades gubernativas y eclesiásticas ya los esperaban.328
La llegada de Ana María Huarte a su ciudad natal fue un deleite para propios y
extraños.329 Si bien Iturbide celebró su entrada a la Imperial Ciudad de México como
César Augusto a Roma, para Ana María fue como si la zarina Catalina la Grande
arribara a San Petersburgo, es decir, una confirmación de poder que se matizó en
actos públicos. Varios relatan el gran suceso, para el caso Joaquín Fernández de
Córdoba, recuperó folletería del periodo la cual asegura que:
… las patrióticas e ilustres opiniones de los vallisoletanos, [por] el recibimiento que se le hizo ha sido uno de los espectáculos más lúcidos y pomposos que se haya visto jamás en … la ciudad de Valladolid [que en] todas [sus] calles estaban sembradas de flores y desde lo alto de los edificios doncellas graciosamente vestidas, representando
las garantías, derramaban sobre el carro frescas flores.330
Es probable que sus hijos Agustín Gerónimo, Sabina, Juana, Josefa, Ángel, María del
Jesús y Salvador, fueran con ella ataviados como pequeños militares y bellas
princesas que, ante la atenta mirada de sus vecinos y amigos, celebraban aquel
inusitado desfile. La esposa del primer jefe del Ejército Trigarante regresaba a su
ciudad y “la artillería hacía subir el estruendo al cielo”.331
De la calle Real a la casa paterna; donde la aguardaba el viejo Isidro Huarte, el
carro de “doña Ana tardó poco más de una hora en llegar”,332 y de las puertas de la
fastuosa mansión salieron a recibirla todas las ricas damas de Valladolid, puestas con
primor,333 con aquel lujo que les era tan propio. El cabildo eclesiástico decidió oficiar
una misa a su llegada,334 y la invitó a asistir en lo sucesivo a recibir la eucaristía en
catedral, ya que gozaba de un espacio especial para ella, frente al árbol evangélico.
327 Archivo Capitular de la Catedral de Morelia en adelante ACCM, Actas de Cabildo, libro 47, año 1819-1821, f. v. 168- 175 r-v. 328 José María Navarro Méndez, Op. cit., p. 37. 329 Véase Apéndice. Documento 1. 330 Joaquín, Fernández de Córdoba, Verdadero origen de la imprenta en Morelia. Reproducciones facsímiles de los primeros impresos vallisoletanos de 1821, México, 1949, pp. 36- 37, Nota: Lamina número 7, Anónimo, “Entrada publica en Valladolid de la señora doña Ana Huarte de Iturbide, digna esposa del inmortal héroe mexicano”. El folleto es de dos partes ensalza la entra de Ana Huarte a Valladolid en aras de la capitulación de la ciudad de México a manos de Agustín de Iturbide. 331 Ídem. 332 Anónimo, Entrada de la esposa del general Agustín de Iturbide, la excelentísima señora doña Ana María de Huarte, 21 de agosto de 1821. 333 José María Navarro Méndez, Op. cit., p. 37. 334 ACCM, Actas de Cabildo, libro 47, año 1819-1821, f. v. 168- 175 r-v.
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Concluida la misa, la celebración comenzó de inmediato en la casa paterna:
al entrar en el salón que estaba preparado rompió una sinfonía ejecutada por hábiles profesores. [Así] comenzaron [a] llegar todas las corporaciones a cumplimentarla: el muy ilustre y venerable cabildo eclesiástico en cuerpo; […] el muy ilustre Ayuntamiento bajo de meza; los reverendos padres prelados de las sagradas religiones; el Colegio Seminario, etcétera. [Tras esto] se sirvió un espléndido refresco; enseguida se dio un gran concierto en el que el divino [José Mariano] Elízaga tuvo en suspensos y arrebatados los ánimos largo rato; por último, se entonaron canciones patrióticas y otras piezas de mucho gusto.335
Ilustración 3. Antigua casa de Isidro Huarte, hoy Museo Regional de Michoacán INAH. Foto de José María
Navarro Méndez. Ubicado en la calle Allende en la ciudad de Morelia, Michoacán. 2018.
Las fiestas no están completas sin regalos, y cierto es que el recibimiento de la esposa
del jefe de los ejércitos imperiales de México ameritaba uno. El cabildo eclesiástico,
en su sesión del 25 de agosto, había resuelto la iniciativa del licenciado Santa María,
quien era “conocedor de la venta de unas sortijas y que era del parecer de que se
debían de comprar, para regalárselas a Ana María Huarte, esposa legitima del primer
Jefe del Ejército Imperial Mejicano, don Agustín de Iturbide”.336 A los tres días de
haberse discutido el tema, los encargados de comprar las dos sortijas y un solitario
fueron los licenciados Santa María, Zarco, el señor Olivares y el magistrado Prim.
335 Anónimo, Entrada de la esposa del general Agustín de Iturbide, la excelentísima señora doña Ana María de Huarte, 21 de agosto de 1821. 336 ACCM, Actas de Cabildo, libro 47, año 1819-1821, 25 de agosto de 1821, f. 170- f. 170 v.
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Estos caballeros se dirigieron a casa de los Huarte para hacerle el presente a Ana
María.337
El derroche que vivió Valladolid en esos momentos se asemeja a los que vivía
ante la jura del rey español. Aunque la folletería afirma que los vallisoletanos nunca
habían visto tanto lujo y esplendor, se puede entender bajo dos preceptos y es que en
primera instancia el recibimiento de la esposa de Iturbide, el héroe de Iguala y quien
en ese momento abanderaba la independencia de México, su entrada ameritaba un
recibimiento de tal magnitud, pues si se quiere observar desde el lado romántico ella
capituló Valladolid de Michoacán y él México. Y, en segundo término, la creciente
idealización de ver a Iturbide coronado, idea que se comenzaba a hablar, pues él
mismos menciona en sus memorias escritas en el extranjero que la pesadez de la
corona ya se cernía en él desde antes de la entra a la Imperial Ciudad de México.338
Debemos recordar que las fiestas y celebraciones son reflejo de la legitimación
de los nuevos órdenes,339 claro ejemplo ha sido Ana Huarte, pues ante el imperante
escenario de cambios políticos y el continuo movimiento de las fichas, en el juego de
ajedrez de la vida política, las actitudes de los hombres y corporaciones, buscaban
afianzar sus posiciones. Este consenso materializa las formas en que se comunican
los gobernantes a los gobernados y enfatizan en los símbolos que gallardamente
adornaban la ciudad, los arcos triunfales, las insignias, la música y los colores que
sembraban el cambio, el cual comenzaba a florecer desde lo alto de los edificios,
doncellas graciosamente vestidas representando a las tres garantías, derramaban
sobre el carro frescas flores, 340 bellas ninfas, que en representación de la
Independencia, la Unión y la Religión, ejemplificaban cambio, un nuevo orden, un
nuevo discurso, una nueva soberanía.
Seguramente la ritualidad política que tenemos en cuenta va más allá del
contenido ideológico, como dice Ridolfi: la interpretación de las formas, de la sacralidad
política, se ve al dimensionar esos símbolos que construyen los vínculos 341 lo
imperante es que esos vínculos están sujetos a la contribución del brillo, del esplendor,
337 ACCM, Actas de Cabildo, libro 47, año 1819-1821, 28 de agosto de 1821, f. 170 v. 338 Agustín de Iturbide, Diario desde Liorna. 339 Maurizio Ridolfi, Op. cit., p. 60. 340 Anónimo, Entrada de la esposa del general Agustín de Iturbide, la excelentísima señora doña Ana María de Huarte, 21 de agosto de 1821. 341 Maurizio Ridolfi, Op. cit., p. 61.
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del espectáculo que corresponde a la manifestación de la independencia del terruño,
de allí que las celebraciones fueran catalogadas como magnánimas.
Las fiestas y celebraciones no cesaban, pues ante el furor que generaba el
Ejército de las Tres Garantías, Valladolid recibió la noticia sobre la capitulación de
México, Ese día se celebró un Te Deum en conmemoración al evento.342 El cinco de
septiembre, en un impreso de Puebla se escribía de la firma de los Tratados de
Córdoba, la noticia llegó a oídos del doctor Juan Manuel de Michelena, quien junto con
el cabildo eclesiástico acordaron darle a Ana María el título de “excelencia”.343 Es
significativo este nombramiento, pues a pesar de que a muchas mujeres les endilgaron
el título de sus esposos, como lo fueron los casos de doña Mariana Martínez Rulfo,
esposa de Rayón, a quien llamaban “la Ministra”; o de Antonina Guevara, la esposa
de Nicolás Bravo conocida como “la brigadiera”; Ana María no se asumió como “la jefa
trigarante”, simplemente utilizó el título que le fue dado en Valladolid.344
Ilustración 4. Altar mayor de la Catedral de Morelia. Foto de José María Navarro Méndez. Ubicada en la avenida
Madero en la ciudad de Morelia, Michoacán, 2018.
Spence Robertson menciona que, al día siguiente, el doctor Manuel de la Bárcena
declaró durante la misa que el dedo de Dios había dirigido el movimiento revolucionario
342 ACCM, Actas de Cabildo, libro 47, año 1819-1821, 02 de septiembre de 1821, f. 171. 343 ACCM, Actas de Cabildo, libro 47, año 1819-1821, 05 de septiembre de 1821, f. 171. 344 José María Navarro Méndez, Op. cit., p. 40.
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¡Religión, Unión e Independencia -exclamó- son las tres garantías celestiales, las tres
columnas indestructibles que el artífice ha establecido para que sobre ellas se pueda
construir con solidez el edificio nacional que ha de perdurar eternamente!”.345 Un par
de días después, Manuel de la Bárcena fue llamado por Agustín de Iturbide para ser
testigo de la firma de la segunda Acta de la Independencia. Se había ordenado la
iluminación de la ciudad por cuatro días, justo cuando el Ejército Trigarante se
encontraba a las puertas de la ciudad de México.346
Las ritualidades políticas que se vivieron en aquel escenario son reflejo de la
hegemonía de las instituciones, cuyas bases son el principio de la moderna Nación y
que, en la luz de la complejidad histórica, revelan el carácter de los hombres ante los
embates circunstanciales, que se son exteriorizados en la lógica del espectáculo y
ritualizado por la política.
b) Iturbide y su entrada a la Capital Imperial de México
Las nuevas autoridades, así como los héroes de la idílica campaña que encabezó
Iturbide, fueron llegando de manera paulatina a la capital, coincidiendo con la salida
del conde del Venadito que permaneció en la capital hasta ya entrados los embates
del ejercito trigarante. Salió con rumbo a Veracruz y tomo el navío Asia que había
traído a O’Donojú.347 Este último, entró a la capital desde la garita de Belem, el día 26
de septiembre; la entrada de O’Donojú solemnizó tanto a las autoridades como al
pueblo, pues su recibimiento amerito un refresco, cena y cama…”, dice Alamán; como
se acostumbraba a dar a los virreyes.348 En lo sucesivo los demás personajes que se
integraron a la campaña trigarante fueron ingresando a México a lo largo del día.
Fijando entretanto que la entrada triunfal del Ejército de las Tres Garantías fuese el día
27 de septiembre.
El 27 de septiembre de 1821, se tiene en la historia mexicana como uno de los
momentos más olvidables y bien han hecho los herederos del sistema político
345 Oración gratulatoria a Dios que por la independencia mexicana dijo en la catedral de Valladolid de Michoacán… el día 6 de septiembre del año de 1821, p. 3, en Spence, Robertson, Iturbide de México, p. 196 346 Moisés Guzmán Pérez, Op. cit., p. 24. 347 Lucas Alamán, Op. cit., Tomo V, p. 254. 348 Ídem.
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mexicano en minimizarlo, pues ese día, Iturbide como cabeza del Ejército Trigarante
Mexicano, capituló la Imperial ciudad de México. Como lo afirmamos varios párrafos
arriba, si Ana Huarte celebro como la zarina Catalina la Grande su entrada a Valladolid,
el desfile y recibimiento que Iturbide tuvo en las calles de la nueva capital del Imperio
Mexicano fue para los mexicanos similar a cuando Cesar regresó triunfante de las
campañas en la Gálea. Ese día la ciudad recibió casi 16 000 hombres de armas.
El lector se preguntará como se logró movilizar a esta enorme cantidad de
soldados en algunas horas, y es que la conformación del Estado Mayor Imperial se
había concretado rápidamente, Lucas Alamán recuerda que Melchor Álvarez, brigadier
de los ejércitos fue su primer jefe y junto con Agustín de Iturbide organizaron la entrada
de las fuerzas en una cuantiosa procesión.349 Demostrando así el poderío militar
mexicano y conformado la legitimidad del acto suscitado ese 27 de septiembre.
Orden general que dispone la entrada del ejercito a la ciudad de México. [Al] Estado Mayor general: El jueves 27 del corriente deberá entrar en la capital el Ejército Imperial, llevando a la vanguardia la división del centro al mando de su segundo comandante, el señor Anastasio Bustamante, formando su vanguardia una compañía de caballería; seguirá a ésta una compañía de cazadores formada en guerrilla; a ésta seguirá las piezas de artillería con su parque; luego toda la columna de Infantería dividida por mitades y frentes iguales; a ésta seguirá la caballería con frente proporcionado al que debe ocupar en las calles. Este ejército juntará su cabeza apoyándola por el camino que llaman de la Verónica, a la puerta del frente de Chapultepec, y deberá estar en este punto a las siete de la mañana. A esta división la seguirá la retaguardia, en los mismos términos y ordenes de formación, ocupando la derecha, a la izquierda de la que le precede tomando parte del camino de los Hospitales, que se dirige hacia Tacuba. Seguirá la izquierda de esta división la de vanguardia, ocupando el espacio que necesita hacia Tacuba y Azcapotzalco: para no retener el movimiento general de todo el ejército, el señor jefe de la vanguardia procurará dar sus órdenes y emprender su marcha con la anticipación que sea necesaria.350
Las tropas en los cuarteles generales emprendieron sus actividades y su marcha a las
cinco de la mañana, con la finalidad de ir ocupando sus lugares en la procesión, la
documentación nos recuerda que las tropas a mando de Filisola “salieron [a] México
antes de amanecer…”, incorporándose según las ordenes que se dieron. Los
batallones que cargaban con rumbo a las puertas de la capital y los escuadrones con
los equipos de los oficiales quedaron a cargo de un oficial menor con una pequeña
349 Ibíd., Tomo V, p. 753. 350 Orden general del 21 de septiembre de 1821 que dispone la entrada del Ejército a la ciudad de México, el 21 de septiembre de 1821, en Iturbide, Agustín de, Escritos diversos, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, (Colección: Cien de México), pp. 67- 69.
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escolta, los cuales se quedaron en la retaguardia del ejército, y no dejando que “…
entrará ninguna [persona] por pretexto alguno a la ciudad, hasta tanto se avise; que
siempre será una hora después de haber entrado el ejército, para lo cual se detendrá
a todo sin distinción, en la garita de Belén.”.351
Desde que se comenzó la marcha las columnas fueron acompañadas por los
oficiales de Infantería estos fueron marchando a pie, sólo los oficiales jefes y
ayudantes iban a caballo. Disponiendo la orden de “que los caballos de los que deben
ir a pie se queden con las cargas…”. Y los ayudantes de los hombres del Estado Mayor
que estuvieran destinados a las divisiones estuvieron a sus lados para poder ser
mandados.352
Mientras tanto a la cabeza de la vanguardia los jefes mayores del Estado Mayor
permanecieron al lado del primer Jefe y Generalísimo, bajo el principio de poder
mandar en cualquier momento. Iturbide encargó de manera puntual y particular tanto
a los soldados como a los jefes del Ejército Trigarante, que procuraran que todas las
tropas “se presentaran con el mayor aseo posible, atendidas las circunstancias de falta
de vestimenta [y uniformes], con el armamento y correaje en el mejor estado de aseo;
por último, pidió el mayor silencio y moderación, tanto en la marcha del día de la
entrada como en la subsecuente estancia y permanencia en la capital”, con la intención
de tener la mayor armonía con los habitantes y dando prueba de la obediencia a los
nuevos ordenes políticos y militares.353
Ante la necesidad que generaba la misma procesión militar, en la capital, las
autoridades del Ayuntamiento de México se vieron agravadas por la necesidad
económica y es que las arcas de la ciudad se encontraban en un estado deplorable;
pues en reunión urgente los regidores y alcalde constitucional mencionan que:
Aunque con arreglo a la última ley de la materia solo se permite a este ayuntamiento gastar sus fondos, la cantidad de 8 mil p. En la entrada y recibimiento de los virreyes, cuya regla pareciera debiera observar en las actuales leyes circunstancias con respecto al Excelentísimo señor Juan O’Donojú, sin embargo, de no venir ya como Capitán General y Jefe Superior Político que nada hay prevenido para este caso particular, y que además se ha reunido a este suceso el muy alto recomendable extraordinario de la entrada del señor Jefe Primero del Ejército Imperial de las Tres
351 Orden general del 21 de septiembre de 1821 que dispone la entrada del Ejército a la ciudad de México, el 21 de septiembre de 1821, p. 68. 352 Orden general del 21 de septiembre de 1821 que dispone la entrada del Ejército a la ciudad de México, el 21 de septiembre de 1821, p. 68. 353 Orden general del 21 de septiembre de 1821 que dispone la entrada del Ejército a la ciudad de México, el 21 de septiembre de 1821, pp. 68- 69.
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Garantías con el planiable motivo de la emancipación proclamada y realizada de este reino y la instalación del nuevo Gobierno, cuyos hechos originan grandes demostraciones de júbilo y alegría, ha tenido este cuerpo en hacer y preparar gastos de muchas consideraciones que sin duda excederán de la referida cantidad; y no pudiendo limitarse a ella (refiere a los gastos en la entra de los virreyes), según las circunstancias ocurriesen la Diputación provisional por medio de Vosotros como Jefe Superior Político interino para que se sirva apresurar el gasto que se ejecuten, y hayan tomado la suma que se necesite gravando los propios de la N. C., como lo hemos ejecutado para permanencia del informe y otras indicaciones; no habiéndose encontrado otra menor perjudicial en las circunstancias lastimosas, penosas y miserias a estar hoy reducidos los fondos de la N. C., como ya otros motivos tenemos… Día 25 de septiembre de 1821 [Rubrica] Señor Intendente Geje Político Don Ramón Gutiérrez354
Y es que el gasto que se tenía advertido era poco, las fiestas y armonías que se
pretendían alcanzar merecían la pena aumentar el gasto previsto. Las celebraciones
emanadas del acto capitular que dio el Ejército Trigarante generaron en el
ayuntamiento una muestra de su posición debido al hecho de aceptar, así como el de
derrochar más dinero, esto marcó la pauta para la ruptura con Fernando VII y la
metrópoli. El rompimiento con el rey fue una realidad, los regidores capitalinos,
estrecharon su posición con la de Iturbide, ya que las …demostraciones públicas que
exige este acto decisivo de la emancipación del Rey…, que …colocado en [el] corte
de gloria de las Naciones libres e Independientes, va a tomar invariablemente… rumbo
el Imperio Mexicano.355
El recibimiento de las tropas encabezadas por Agustín de Iturbide, materializó
la ya añorada independencia.356 El ayuntamiento de México, las elites políticas, así
como el pueblo llano de la ciudad, celebraron el hito. Las fiestas emanadas del acto y
las celebraciones generadas a lo largo del día consumaron la creación del Estado
Mexicano, es decir, la fiesta formalizó la consumación de la independencia del Imperio
Mexicano.357 Como ha descrito Maurizio Ridolfi: los nuevos símbolos, los nuevos
354 AHCDMX, Fondo Ayuntamiento y Gobierno del Distrito, Historia en General, Vol. 2255, exp. 92, Fojas 9, 1821. Sobre los gastos que se han de erogar en la entrada del Ejército Trigarante a la capital. Hoja de acuerdo del cabildo, 25 de septiembre de 1821, F. 1. 355 AHCDMX, Fondo Ayuntamiento y Gobierno del Distrito, Historia en General, Vol. 2255, exp. 104, Fojas 7, 1821. Oficio del Generalísimo Don Agustín de Iturbide avisando que el 27 de septiembre será su entrada el Ejército Trigarante a esta Capital y afinando la lista de las personas que deben formar la Junta de Gobierno. 24 de septiembre de 1821, F. 1, 1v- 2. 356 La añorada Independencias que recuerda Alamán, se suscribe al recuerdo que vivía aún en la memoria del colectivo, recordando que “Los que vivieron, conservan todavía fresca la memoria… la satisfacción de haber obtenido una cosa largo tiempo deseada…”, Lucas Alamán, Historia de Méjico, Tomo V, p. 257. 357 María José Garrido Asperó, Op. cit., p. 126.
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colores y las nuevas jerarquías mostraban la cohesión de la representación política.358
El líder que encabezaba el cuadro militar llegó al centro de la capital, imponiendo la
idea de la nación política, soberana e independiente de la vieja España.
Ilustración 5. Solemne y pacifica entrada del Ejército de las Tres Garantías a la Ciudad de México el día 27 de septiembre del memorable año de 1821. Óleo sobre tela. Autoría anónima, 1822. Ubicada en el Museo de
Historia Nacional, Castillo de Chapultepec.
La muestra de las emociones matizadas en el discurso de la fiesta es parte de ese
nacimiento político. El acto teñido de notas sacras son la representación de la fe
política; los valores legales y racionales se reproducen paso a paso, según la serie de
discursos emitidos a lo largo del día. Dejando claro la utilización de las formas escritas,
verbales, iconográficas y simbólicas a lo largo de este primer acto ritual, para legitimar
no sólo y no tanto el poder en sí, sino más bien la idea y la encarnación del principio
de soberanía popular,359 pues el pueblo no sólo es observador del acto, es participe,
en la decoración, en el arrojo, en la música, entre otros aspectos, con la finalidad de
definir el sentido de identidad.360
358 Maurizio Ridolfi, Op. cit., pp. 136- 140. 359 Maurizio Ridolfi, Op. cit., p. 62. 360 Maurizio Ridolfi, Op. cit., pp. 59- 65.
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La ritualidad del acto merece la atención y la explicación, pues el decorado de
la ciudad y su embellecimiento reflejan el cambio, es en las sutilezas donde
encontramos los detalles explicativos. Haciendo hincapié en la precariedad monetaria
del ayuntamiento, este se vio forzado a recibir un préstamo por el alcalde Juan José
de Acha, quien sin buscar el beneficio propio dio 20,000 pesos para la empresa del
recibimiento y acogida del Jefe Trigarante y sus ejércitos.361 La investigadora Vázquez
Mantecón, precisa que cerca de 60,000 espectadores presenciaron la entrada del
mayor ejército jamás visto en la capital.362 La construcción, arreglos y embellecimiento
de la ciudad preciso la elaboración de un arco triunfal y el decorado de los palcos con
colores trigarantes, avivaron el día, recordado por Carlos María de Bustamante como
el día más fastuoso que [pudo] ver la nación mexicana.363
Las ya mencionadas penosas condiciones del vestido y calzado del ejército
trigarante no lo hacía menos, pues Iturbide le recordaba a los ya mexicano que: la
tropa se hallaba mal parada de vestuario y calzado, [pero e]n el término que los miráis
consiguieron la empresa sublime que será la admiración de los siglos (…), ya que; la
patria eternamente recordará, que sus valientes hijos pelearon desnudos por hacer la
independencia y feliz , pues los mexicanos gloriosos celebraban a pulmón abierto la
gloria alcanzada.364
Iturbide, engarzado en la elegancia de los militares de la época, vestía un frac
verde e iba empotrado en un caballo prieto.365 Fue vitoreado como héroe inmortal y
desde la garita de Belén, las tropas salieron pasando por el arco triunfal que se
encontraba allí, el cual ostentaba las armas del monarca español,366 el ejército recorrió
las calzadas desde Chapultepec hasta llegar a la calle San Francisco donde se
encontraba el arco triunfal y las autoridades esperaban a los fieros combatientes. La
361 Lucas Alamán, Op. cit., Tomo V, p. 255. 362 Vázquez Mantecón, María Carmen del, “Las Fiestas para el Libertador y Monarca de México Agustín de Iturbide, 1821- 1823”, en Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, No. 36, México, Universidad Nacional Autónoma de México, julio- diciembre, 2008, p. 51. 363 AHCDMX, Fondo Ayuntamiento y Gobierno del Distrito, Historia en General, Vol. 2255, exp. 92, f. 8- 8 v, 1821; Carlos María de Bustamante, Op. cit., Tomo V., p. 327. Véase Apéndice. Documento 2. 364 HNDM, Gaceta del Gobierno de México, Núm. 129, T. XII, del 25 de septiembre 1821, pp. 1003- 1004. 365 Lucas Alamán, Op. cit., Tomo V, p. 256. Destaca que Iturbide iba a la cabeza de las tropas y sin distintivo alguno al de sus hombres, de aquí que Alamán refiera que sobresalía aún más por ello, pues en consideración del autor guanajuatense fue lo que lo distinguió en aquellos momentos. 366 María del Carmen, Vázquez Mantecón, Op. cit., p. 52.
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marcha se detuvo, y los miembros del cabildo saludaron grandilocuentemente a
Iturbide. En un primer momento las autoridades a través de José Ignacio Ormaechea
alcalde de primera elección, le otorgo al Generalísimo la llave de oro de la ciudad y un
azafate de plata, Alamán rememora que el Jefe Trigarante bajo de aquel caballo prieto,
para recibirlas y las devolvió no sin antes aprovechar el momento para dar un breve
discurso.367
En un tono alebrestado Iturbide dejó claro que el principio y el móvil de la
revolución, la cual se terminaba en ese acto,368 él bajo los ojos de la multitud fijados
en su ser dijo;
Estas llaves, que son las de las puertas que únicamente deben estar cerradas para la irreligión, la desunión y el despotismo, como abiertas a todo lo que pueda hacer la felicidad común, la devuelvo a vuestra excelencia finado de su celo que procurara el
bien del público al que representa.369
Si nos detenemos unos breves momentos en este discurso, encontraremos que en
todo momento Agustín de Iturbide aprovechaba para ejemplificar los principios de la
revolución; aquel móvil que comentaba Alamán dilucidaba la Religión, la Unión y para
el caso del despotismo; Iturbide veía la Independencia del territorio. El marcado
simbolismo de las palabras, generaban una figura rectora de las cosas que se debían
proyectar, es decir, celebrar la religión de la nación, festejar la unión del territorio y
gritar en todo momento la independencia y soberanía de la patria.
Tras cumplimentar al Generalísimo y a sus hombres, él junto con el cabildo civil
caminó a lo que fue el Palacio Virreinal, donde O’Donojú lo esperaba y desde el palco
principal pasaron revista a las tropas imperiales.370 Los actos de devoción no se
hicieron esperar, el cabildo eclesiástico celebró una misa en acción de gracias y el
ayuntamiento había declarado tres días de fiestas. Los más puros sentimientos
expresados a lo largo del día era de alegría universal, y puede decirse que este ha
sido en todo el largo curso de una revolución de [cruentos] años, el único día de puro
entusiasmo y goce, sin mescla de recuerdos tristes o de anuncios de nuevas
desgracias, que han disfrutado los mexicanos.371
367 AHCDMX, Actas, Vol. 141A., Año 1821, Actas de Cabildo: Sesión Ordinaria, F. 705v, 706, 706v; Lucas Alamán, Historia de Méjico, Tomo V, p. 256. 368 Lucas Alamán, Op. cit., Tomo V, p. 256. 369 Ídem. 370 Spence Robertson, Op. cit., p. 200. 371 Lucas Alamán, Op. cit., Tomo V, p. 257.
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La Gaceta Imperial recordó a los hombres del imperio que “… en toda la
inmensa distancia que media entre el palacio y la garita de Belén, no se oyeron otras
expresiones que las que viva el padre de la patria, el libertador de la Nueva España,
el consuelo de nuestras aflicciones, el Genio tutelar…”,372 aquella alegría inusitada,
envolvía aquel ritual alegórico en un misticismo único.
Al término del cuantioso desfile, las tropas fueron regresando a sus respectivos
cuarteles. Iturbide y los jefes principales del ejército, así como O’Donojú pasaron a la
catedral metropolitana junto con las autoridades civiles y eclesiásticas, donde el
arzobispo Fonte los esperaba,373 con una catedral soberbiamente iluminada para el
acto.374 Dado a la calidad que ostentaba Iturbide, él tomó el asiento de los virreyes,
mientras una orquesta interpretaba la música del Te Deum, dando gracias al
Todopoderoso por la gloria adquirida.375
Al término de la misa, las autoridades pasaron al otrora Palacio Virreinal, donde
el cabildo civil dio un banquete de 200 cubiertos, 376 en honor a Iturbide y sus
principales oficiales. En la cena el regidor del ayuntamiento Sánchez de Tagle, recitó
lo que hemos denotado como el primer poema del México Independiente, pues él
regidor declamo la Oda al primer Gefe del Ejército imperial.377
Honsanna pues, hosanna Mexicanos, Repitamos cien veces, y otras ciento, En inmortal contento; Y digamos ufanos, Vivan, por don de celestial clemencia,
372 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 1, T. I, del 2 de octubre de 1821, p. 4. 373 El Arzobispo Fonte y su posición ante la Revolución Trigarante mantuvo una clara conducta negativa y tanto dudosa, el investigador Fernando Pérez Memen, ha afirmado que la actitud del arzobispo era en razón de los excesos que él mismo señalaba en sus circulares; pues con bases en la idea de la legitimidad exhortó a su clero a no dejarse seducir por quien ofrecía la felicidad. Su postura la sostuvo aun en tiempos del Imperio, rechazando toda subordinación, así como dignidades que los itrubidistas le dieran, inclusive rechazando la presidencia de la Junta Provisional Gubernativa. A pesar del rechazo con el nuevo sistema de gobierno, el arzobispo apelaba para sus clero y feligreses; “el deber sagrado de obedecer a la nueva potestad que los gobernaba, para obedecer a la doctrina católica y contribuir a la prosperidad pública”. Fernando Pérez Memen, El episcopado y la Independencia de México (1810- 1836), pp. 175- 219. 374 Lucas Alamán, Op. cit., Tomo V, p. 257. 375 Spence Robertson, Op. cit., p. 200. 376 Lucas Alamán, Op. cit., Tomo V, p. 257. 377 Oda pronunciada en el banquete que la excelentísima ciudad dio al excelentísimo señor primer gefe del Ejército imperial, en el día de su entrada a esta capital, México, Imprenta de D. Alejandro Valdez, 1821, pp. 1- 4.
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La Religión, la Unión, [y] la Independencia.378
Los vivos aplausos acompañaron el momento, pues la esencia de la oda leída en ese
momento, es la primera chispa de un proyecto nacional- patriótico, producido con la
intención de encarnar “el cuerpo de la nación”, y figura el espíritu del movimiento
mostrando al héroe y a sus valientes “Guerreros”, esos “grandes hombres”, dice
Ridolfi, se convierte en objeto de sacralización por medio de las practicas
conmemorativas. En este primer esfuerzo, se ve pues la búsqueda que representaba
la generación de identidad y consolidación de política.379
Las armoniosas celebraciones, continuaron por largo rato y tras el refresco que
regaló el ayuntamiento capitalino, Iturbide al final de la noche emitió un manifiesto al
pueblo mexicano, enfatizando: Ya sabéis el modo de ser libres: a vosotros toca señalar
el de ser felices.380Al término de la cena, los líderes se retiraron del palacio para dar el
empuje conclusivo al día siguiente.
A primera hora del 28 de septiembre, los miembros seleccionados por Iturbide
para integrar la Junta Soberana Gubernativa se reunieron en el ya Palacio Imperial. El
ayuntamiento de México dio nota de los hombres que se seleccionaron para presidir
la junta cuyo objeto era la convocatoria del Congreso Constituyente.
La Lista de los señores vocales nombrados por el señor Primer Jefe del Ejército
Imperial de las Tres Garantías que compondrán la Junta Superior de Gobierno del
Imperio, hasta tanto se congreguen las Cortes. El documento recibido por el
ayuntamiento, destaca los oficios y nombres de los personajes que ostentaron dicha
regencia, destacando, por ejemplo; Antonio Joaquín Pérez, obispo de Puebla, Juan
O’Donojú, Teniente general de los Ejércitos Nacionales, Matías Monteaguado, Rector
de la Universidad Nacional, José María Faguaga, Oidor honorario de la Audiencia,
378 Oda pronunciada en el banquete que la excelentísima ciudad dio al excelentísimo señor primer gefe del Ejército imperial, en el día de su entrada a esta capital, México, Imprenta de D. Alejandro Valdez, 1821, p. 4. La cursiva es parte del texto original. Nota: Lucas Alamán en su tomo V, de la Historia de México, recuerda el poema, pero lo cita de manera incompleta, dejando las tres primeras estrofas fuera. 379 Maurizio, Ridolfi, “Fiestas y conmemoraciones”, p. 72. 380 El documento cuenta con dos páginas y se puede encontrar bajo diferentes títulos. Spence Robertson lo titula El primer jefe del exército imperial a los habitantes de México, o como; Arenga de Don Agustín de Iturbide al Ejército Imperial, este último se encuentra titulado así en la compilación que realizó el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes en su colección de Cien de México. Nota: Spence Robertson, Iturbide de México, p. 201. Menciona que la emisión del discurso se da al término de la cena que dio el Ayuntamiento de la ciudad de México. Mientras que la compilación del CONACULTA, lo situar el 25 de septiembre de 1821, en los días que se preparaba la entrada del ejército a la ciudad.
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Francisco Manuel Sánchez de Tagle, Regidor del Ayuntamiento, Anastasio
Bustamante, Coronel de los Ejércitos Nacionales, Manuel de la Bárcena, Arcediano
del obispado de Michoacán, Manuel de Hera Soto, Conde de la casa Hera, Manuel de
Sotarriva, Brigadier de los Ejércitos Nacionales; entre otros destacando que los
miembros de la Junta Gubernativa,381 fueron hombres letrados, personajes del alto
clero, hombres de armas y nobles criollos- hispanos.
Aquellos 38 individuos, que componían la elite nacional, pidieron a Iturbide que
llevase en sus hombros el cargo de presidente de la regencia, hay que señalar que los
antiguos insurgentes no figuraron en este primer órgano de gobierno y menos los
partidarios de la forma republicana.382 Como denotó Spence Robertson, las cualidades
de liderazgo político de Agustín de Iturbide se expresaron aquel día, declarando pues
la libertad de su tierra.
Iturbide en un nuevo discurso preparado para la ocasión mencionaba que;
El pueblo mexicano reintegrado, a merced de sus heroicos esfuerzos, en la plenitud de sus derechos naturales, sacude hoy el polvo de sus abatimientos, ocupa el sublime rango de las naciones independientes, y se prepara a establecer las bases primordiales sobre que ha levantarse el Imperio más grande y respetable… Nombrar una regencia que se encargue del Poder Ejecutivo, acordar el modo con que ha de convocarse el cuerpo de diputados que dicten las leyes constitutivas del Imperio, y ejercer la potestad legislativa mientras se instala el Congreso Nacional… [Pues] Una vez derrocado el trono de la tiranía, a vosotros toca sustituirlo por el de la razón y humanidad… Caminad pues, ¡oh padres de la Patria!, caminad a paso firme y con ánimo tranquilo; desplegad toda la energía de vuestro ilustre celo; conducid el pueblo mexicano al encuentro solio a donde lo llama el destino, y disponeos a recibir los laureles de la inmortalidad.383
Esos mismos hombres que Iturbide llamó “padres de la patria”, firmaron el Acta de
Independencia del Imperio Mexicano, pronunciada por su Junta Soberana Congregada
en la Capital de él en 28 de septiembre de 1821.384 Hombres que se han minimizado
en los embates de la historiografía.385 El Acta de Independencia, signada ese día
recuerda las necesidades y propone los principios sobre los cuales se sujeta el Imperio
Mexicano.
381 AHCDMX, Fondo Ayuntamiento y Gobierno del Distrito, Historia en General, Vol. 2255, exp. 104, Fojas 7, 1821. Oficio del Generalísimo Don Agustín de Iturbide avisando que el 27 de septiembre será su entrada el Ejército Trigarante a esta Capital y afinando la lista de las personas que deben formar la Junta de Gobierno. F. 3- 3 v.- 4. 382 Spence Robertson, Op. cit., p. 201. 383 Alocución a la Junta Soberana, el 28 de septiembre de 1821, pp. 74- 76. 384 Acta de Independencia del Imperio Mexicano, pronunciada por su Junta Soberana Congregada en la Capital de él en 28 de septiembre de 1821. 385 Ávila, Alfredo, “Los firmantes. Los Padres de la Patria que no fueron” en Relatos e Historia, Núm. 102, año IX, México, marzo, 2017. pp. 67- 71.
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Acta de Independencia del Imperio Mexicano. La nación Mexicana que por trecientos años ni ha tenido voluntad propia, ni libre el uso de la voz, sale hoy de la opresión en que ha vivido. Los heroicos esfuerzos de sus hijos han sido coronados, y ésta consumada la empresa enteramente memorable que un genio superior a toda admiración y elogio, amor y gloria de Patria principió en Iguala, prosiguió y llevó a cabo arrollando obstáculos casi insuperables. Restituida, pues, esta parte del Septentrión al ejercicio de cuantos derechos le concibió el Autor de la naturaleza, y reconocer por enajenables y sagrados las naciones cultas de la Tierra, en libertad de constituirse del modo que más convenga a su felicidad y con representantes que puedan manifestar su voluntad y sus designios, comienza a hacer uso de tan preciosos dones y declara solemnemente por medio de la Junta Suprema del Imperio que es [N]ación, [S]oberana e [I]ndepenediente de la antigua España, con quien en lo sucesivo no mantendrá otra unión que la de una amistad estrecha en los términos que prescriben los tratados; que entablarán relaciones amistosas con las demás potencias, ejecutando respecto de ellas cuantos actos pueden y estén en posesión de ejecutar las otras naciones soberanas: que va á construirse con arreglo á las bases que en el Plan de Iguala y Tratados de Córdoba estableció, sabiamente, el Primer Gefe del Ejército de las Tres Garantías; y en fin que sostendrá, á todo trance, y con el sacrificio de los haberes y vidas de sus individuos, (si fuese necesario) esta solemne declaración, hecha en la Capital del Imperio á veinte y ocho días de septiembre del año de mil ochocientos vente y uno, primero de la Independencia Mexicana. [Rubricas de los 38 hombres que componían la Junta].386
Tras la firma del acta, los individuos pasaron a catedral donde de nueva cuenta el
arzobispo y las autoridades civiles y eclesiásticas los aguardaban. La Gaceta Imperial
en sus hojas expuso que la Junta legítimamente instalada, preservará y sostendrá
inviolablemente la dicha y la esperanza vistos en los tres principios y heredados de la
paz [que] verán [sobre] la religión, la unión y la libertad .387 La legalidad del acto se ve
sacralizada por el actuar de la iglesia, pues los miembros de la junta, pasaron al altar
mayor, donde José Domínguez388 leyó el juramento a cada uno de los individuos y les
386 Acta de Independencia del Imperio Mexicano, pronunciada por su Junta Soberana Congregada en la Capital de él en 28 de septiembre de 1821. Nota: De las distintas copias y facsímiles que hemos observado ningún difiere de la que conserva el Archivo General de la Nación. Entre las que observamos destacamos la que publicó la Gaceta del Gobierno Imperial de México, pues en ella difieren el uso de cursiva y mayúscula en las palabras Nación, Soberana e Independencia. La que publicó Lucas Alamán en su Historia de México, es la misma que publico la gaceta, dejando el dato de la existencia de dos originales, una para la Junta Soberana Gubernativa y la otra que permaneció en el salón de sesiones de la Cámara de Diputados. 387 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 4, T. I, del 6 de octubre de 1821, p. 21. 388 Diario de las Sesiones de la Soberana Junta Provisional Gubernativa del Imperio Mexicano, Instalada según prevista el Plan de Iguala y Tratados de la Villa de Córdoba, México, Imprenta de Alejandro Valdez, 1821, en Actas Constitucionales Mexicanas (1821- 1824), Tomo I, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1980, p. 8. Nota: Los impresos recuperados son facsímiles. En el impreso se recupera el juramento que leyó José Domínguez.
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pidió [el] observar y guardar fielmente el Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba,389
siempre con la finalidad de desempeñar el cargo que se les fue dado, para lo cual los
hombres de la junta subieron al presbítero y con las manos en los Evangelios juraron
hacerlo.390 Ante el acto en el altar mayor, los presentes escucharon el Te Deum,
finalizando la mañana con una misa de acción de gracias que presido José Manuel
Sartorio.
La noche de ese mismo día y reunidos en el Palacio Imperial, dieron voz a todo
el Imperio, que la Independencia de aquel territorio era una realidad, publicando el Acta
de Independencia con todos los honores y solemnidad pertinente. A juicio, pensamos
que la instalación del gobierno provisional del Imperio, es legal bajo el influjo de los
hechos que protagonizaron los hombres firmantes, es decir, que se construye en el
sentido del momento, y no bajo la lupa de los hechos ocurridos posteriormente, la
legitimidad pues es de Iturbide y del pueblo, al cual apelan desde el principio
iusnaturalista y a su forma histórica. Siendo pues la justificación para un nuevo modelo
político. Si bien, autores como Bustamante o Alamán, ven en el Imperio Mexicano, un
despropósito y en especial este último lo designa bajo su característico sarcasmo
como una comedia,391 no podemos dejar de lado la posición inequívoca, que les brindo
el acta de independencia, una justificación sancionada en el deseo del pueblo más allá
de su conexión con Iturbide.
La junta procedió pues a nombrar a los miembros de la regencia, siendo
presidida por cinco individuos; Iturbide, O’Donojú, Bárcena, Isidro Yañez y Velázquez
de León, tomando en cuenta que la regencia recaía en Iturbide al igual que la
presidencia de la Junta se designó a Antonio Joaquín como presidente de la regencia,
dejando a Iturbide el honor de presidir la misma.392 En la elección de los mismos se
389 Lucas Alamán, Op. cit., Tomo V, p. 259. 390 Diario de las Sesiones de la Soberana Junta Provisional Gubernativa del Imperio Mexicano, Instalada según prevista el Plan de Iguala y Tratados de la Villa de Córdoba, 28 de septiembre de 1821, p. 8; Lucas Alamán, Historia de Méjico, Tomo V, p. 259. 391 Annino Antonio, “Historiografía de la Independencia (Siglo XIX)”, en Annino Antonio y Rojas Rafael, La independencia. Los libros de la patria, México, Fondo de Cultura Económica, Centro de Investigaciones de Docencia Económica, 2010, pp. 38- 58. 392 Diario de las Sesiones de la Soberana Junta Provisional Gubernativa del Imperio Mexicano, Instalada según prevista el Plan de Iguala y Tratados de la Villa de Córdoba, 28 de septiembre de 1821, p. 11; Lucas Alamán, Historia de Méjico, Tomo V, p. 262.
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puede encontrar los nombres de los viejos insurgente como Vicente Guerrero y
Guadalupe Victoria.393
La noche terminó con una última declaración de la Junta Soberana; dando a
Iturbide el cargo de Generalísimo de las armas del Imperio de mar y tierra, o por
Generalísimo Almirante,394 terminando la sesión en tono alto y honrando en diversas
ocasiones a Agustín de Iturbide.395
Sin duda, la marcada efervescencia del momento distingue en las celebraciones
una tónica nacionalista, cuya manifestación ritual buscaba imprimir en la memoria
colectiva una escenificación que muestre la voluntad general, es pues, ese deseo de
apropiarse de la historia nacional para reconstruir el sentido de la comunicación entre
el pasado y el presente, cuya finalidad es cerrar las heridas que dejó la guerra y
estandarizando una cita anual que reverbere el mito fundacional, que busca cada vez
regenerar el vínculo patriótico.396
c) Del anuncio de penas a días de risas
Las cuestiones políticas continuaron, varias de las actividades de la Junta Soberana,
así como las que ocuparon a la Regencia fueron atender los gastos, los empleos para
los ministros y dar conclusión a las circunstancias militares que todavía quedaban
pendientes en algunas zonas del territorio nacional, además advirtieron la crítica
situación de O’Donojú, quien cayó enfermo de una afectación pulmonar y en lo
sucesivo de los primeros días del mes de octubre falleció,397 Alamán advirtió que
habían odiosas imputaciones al honor de Iturbide pues los rumores que corrían en la
capital declaraban que él lo mandado a envenenar, recordando;
Se han hecho vagamente á Iturbide odiosas imputaciones por la muerte de O’Donojú, pero son absolutamente destituidas de fundamento. La enfermedad de que falleció fue bien conocida, y además de haberlo asistido en ella el médico que con él vino de España, Iturbide comisionó á todo el protomedicato para que lo visitase. No habiendo
393 Diario de las Sesiones de la Soberana Junta Provisional Gubernativa del Imperio Mexicano, Instalada según prevista el Plan de Iguala y Tratados de la Villa de Córdoba, 28 de septiembre de 1821, pp. 10- 11. 394 Diario de las Sesiones de la Soberana Junta Provisional Gubernativa del Imperio Mexicano, Instalada según prevista el Plan de Iguala y Tratados de la Villa de Córdoba, 28 de septiembre de 1821, p. 11. 395 María José Garrido Asperó, Op. cit., p. 127. 396 Maurizio, Ridolfi, Op. cit., pp. 71- 75. 397 Spence Robertson, Op. cit., p. 205.
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tiempo para que hubiese nacido todavía oposición alguna entre ambos, lo que á poco andar habría sucedido, por lo que no puede dudarse, que la muerte en el tiempo en que le sobrevino á O’Donojú, lo libró de grandes sinsabores.398
La larga lucha que presentó O’Donojú ante su último aliento, extrae la otra cara de las
celebraciones; la Gaceta Imperial recordó en su edición del 11 de octubre que en aquel
elevado trasporte de la alegría en el que el Imperio celebraba por la independencia,
“… dio a conocer que en la vida no hay felicidad completa, pues el día de risas es
anunció de penas…”.399 La muerte de la persona amada y amigo de la bondad, de la
moderación y la prudencia, dejaba el plano existencial el 8 de octubre, tras largos y
agobiantes días.400 El día 10, su cuerpo fue ceremoniosamente sepultado en la iglesia
catedral metropolitana, dejando sus restos en la capilla de los reyes.401
La muerte de O’Donojú, generó en la sociedad y en el mismo gobierno, la
influencia decisiva para difundir las manifestaciones de los rituales de la memoria y
generar el culto a los caídos, en esta primera manifestación, la sociedad que
pendientes de la salud del Teniente General Juan O’Donojú, comenzaba a difundir sus
hazañas; “… en las calles unos a los otros se preguntaban por el estado de su salud,
y cuando resonó la voz lúgubre de su fallecimiento, el dolor se apodero de sus
corazones. Para consolarse mutuamente de perdida tan grande, cada cual contaba los
pasajes más preciosos de su vida y otros el bien que le hizo al Imperio…”.402 Este
modo de expresión precisó la instauración de una forma particular de conmemoración
donde la prefiguración de la relación entre las fiestas civiles y las litúrgicas religiosas
marca un ritual de memoria.403
Pocas horas después se embalsamó el cadáver y vistió con el uniforme de Teniente General y todas las insignias militares que le corresponden por sus empleos, y de las órdenes que era individuo, siendo el manto que se le puso, el de la de Carlos III. En la sala principal de su habitación, en que se colocó en una cama correspondiente rodeada de luces, se erigieron tres altares en los que se celebraron todas las misas posibles en la maña de los días 9 y 10. Por la tarde del primero ocurrieron las comunidades a cantar reposo, y estuvo franca la entrada para el público, sin que se advirtiera desorden alguno.404
398 Lucas Alamán, Op. cit., Tomo V, pp. 277- 278. 399 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 6, T. I, del 11 de octubre de 1821, p. 35. 400 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 6, T. I, del 11 de octubre de 1821, p. 36. 401 Spence Robertson, Op. cit., p. 205. 402 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 6, T. I, del 11 de octubre de 1821, p. 37. 403 Maurizio, Ridolfi, Op. cit., p. 75. 404 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 6, T. I, del 11 de octubre de 1821, pp. 37- 38.
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Teniendo particular atención de la vida pública de O’Donojú y siendo el principal móvil
del gobierno imperial, se ve la necesidad de hacer público su velación, con la clara
intención de generar un culto a él, por lo menos eso manifiesta lo proporcionado por la
Gaceta Imperial, poniendo de esta forma en el centro del escenario ritual la figura del
hombre ilustre que cumplió con su deber dando patria a una nueva nación,405 o por lo
menos en términos del discurso hecho por parte de la Regencia Imperial.
Dispuesta por la regencia la etiqueta del ceremonial del entierro…: salió de la casa mortuoria, llevando por delante una partida pequeña de tropa para abrir paso por estar las calles del tránsito llenas de gente, ansiosas de ver el cadáver: seguían los pobres del hospicio, luego los del divinisimo, y los trinitarios: después el acompañamiento de individuos de todas las órdenes religiosas; y el Ilustrísimo y Venerable Cabildo Eclesiástico que hizo los oficios: a continuación seguía el cadáver: detrás y a los cuatro extremos del féretro, caballeros de la orden y coroneles en además de cargarlo: cuatro lacayos conducían la tapa: comenzaba el duelo del Tribunal del Protomedicato, la Imperial Universidad con los bedeles enlutados, y los doctores con las insignias respectivas: el Excelentísimo Ayuntamiento Constitucional abrió sus mazas también enlutadas, y se incorporó en su seno lo restante de su comitiva, que fue tan grande como lucida, presidiéndola la Regencia del Imperio: cerraron el acompañamiento dos compañías de granaderos con armas a la funerala, y dos escuadrones de caballería,
el coche del Generalísimo con su respectiva escolta.406
Si bien podríamos afirmar que este pasaje luctuoso es un simple protocolo que se
emite bajo el duelo; no podemos rechazar la intención de la ritualidad que se
ejemplifica; esta politización de la liturgia luctuosa, es pues parte de la religión de la
política cuyo fundamento refleja la celebración de los “grandes hombres” que se
adelantaron. La memoria de O’Donojú “… siempre será venerada en el Imperio…”,407
representa pues la afirmación del discurso, parte esencial del proyecto nacional-
patriótico.408
Las cuestiones políticas continuaban, si bien el desaire que se generó por la
muerte de O’Donojú, frenó en parte algunas actividades, no significo la desatención de
las necesidades más urgentes, en la medida que avanzaban los días tanto el Poder
Ejecutivo como el Legislativo, atendieron las circunstancias económicas y la
asignación de nuevos impuestos, así como la reducción y desaparición de otros. Las
405 Maurizio, Ridolfi, Op. cit., p. 76. 406 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 6, T. I, del 11 de octubre de 1821, p. 38; AHCDMX, Actas, Vol. 141A., Año 1821, Actas de Cabildo: Sesión Ordinaria, F. 739- v.740. Nota: Con respecto a la nota que se discute en la sesión ordinaria en las salas del Cabildo, es la que se publicó en la gaceta. 407 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 6, T. I, del 11 de octubre de 1821, p. 39. 408 Maurizio, Ridolfi, Op. cit., p. 72.
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cuestiones militares, fueron afirmado el poderío del Imperio; pues en la guardia del
Castillo del Perote entregó la plaza a las fuerzas del entonces comandante Antonio
López de Santa Anna,409 y la fortaleza de Acapulco se rindió ante el comandante Isidro
Montes de Oca, 410 en lo sucesivo cayeron o proclamaron la adhesión de a la
Independencias del Imperio, algunas otras plazas.
La Junta Soberana en sesión del 3 de octubre, decreto la necesidad de extender
la Acta de Independencias, de la misma forma precisaron que en fecha del 27 de
octubre fuese el día para el juramento y solemne proclamación de la Independencia
del Imperio, quedando señalado en lo sucesivo se le informaría a los tribunales y a los
ayuntamientos la forma de la jurar.411
Así pues, a un mes de haberse llevado a cabo la entrada del Ejército Imperial
de las Tres Garantías en la capital del Imperio Mexicano, los dos órganos de poder del
Imperio ordenaron que en todos los confines del vasto Imperio se jurase la
independencia y la soberanía “en la forma y con la magnificencia que se hacía antes
las juras de los reyes”,412 la investigadora Vázquez Mantecón, ha precisado que a lo
largo y ancho del imperio se celebraron poco a poco, entre los meses de septiembre
de 1821 y marzo de 1822.413 Estos grandes festejos vistos en los todos los pueblos,
villas y ciudades se destacaron por los coloridos bailes, la iluminación continua, las
pelea de gallos o las corrida de toros adornaban la celebración.
En particular la jura que se llevó a cabo en la capital del Imperio, se realizó bajo
las órdenes del Bando sobre el juramento de la Independencia,414 que se publicó en la
Gaceta Imperial, en la cual se puede observar las particulares disposiciones:
La Soberana Junta Provisional gubernativa del Imperio Mexicano teniendo en consideración, que aunque en muchas Ciudades y Pueblos del Imperio está solemnemente jurada y proclamada su independencia, aún no se han practicado tan necesarios actos en esta Capital y algunos otros lugares... decreta:
409 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 8, T. I, del 16 de octubre de 1821, p. 51. 410 Lucas Alamán, Op. cit., Tomo V, p. 263. 411 Diario de las Sesiones de la Soberana Junta Provisional Gubernativa del Imperio Mexicano, Instalada según prevista el Plan de Iguala y Tratados de la Villa de Córdoba, 3 de octubre de 1821, pp. 21- 25. Nota: En sesión del 5 de octubre de 1821, se dictó la necesidad de imprimir el bando solemne que Decretara la declaratoria de la independencia, para también comunicarle a la Regencia y poner en circulación los ocho puntos del acto. 412 María del Carmen Vázquez Mantecón, Op. cit., p. 53. 413 Ídem. Nota: La autora toma de referencia la consulta del Archivo General de la Nación, con relación a los documentos que contienen las juras de las distintas villas, ciudades y pueblos; lo cual se puede corroborar también en la Gaceta del Gobierno Imperial que va dando nota de las “buenas nuevas”, según va llegando la información. 414 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 15, T. I, del 27 de octubre de 1821, p. 101.
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1. Que el juramento y solemne proclamación de la Independencia de este Imperio se verifique en esta Capital…. y en las demás ciudades que no se haya proclamado…
2. Que para el día señalado concurra en la mañana á los Ayuntamientos para mayor solemnidad del acto los individuos nombrados de antemano por cada uno de los Tribunales, Corporaciones de la Ciudad respectiva y presidida los Ayuntamientos por el Gefe político donde lo haya, ó por el Alcalde, donde no,… leyéndose el juramento bajo esta fórmula: ¿Reconocéis la Soberanía de este Imperio representada por su Junta provisional gubernativa? Si la reconozco. ¿Juráis obedecer sus decretos, observar las garantías proclamadas en Iguala por el Ejército del Imperio Mexicano con su primer Gefe, los tratados celebrados en la villa de Córdoba y desempeñar fielmente vuestro cargo en servicio de la Nación? Si lo juro. Si así lo hiciereis Dios os ayude y sino os lo demande.
3. Que antes hacer este solemne juramento se lea en los Ayuntamientos la [Acta de Independencia del Imperio Mexicano].
4. Que en la tarde del día… el Alcalde de primera elección á nombre del Pueblo [haga la] proclamación en forma y con magnificencia como se hacía antes…
5. Que al día siguiente haya una magnifica función de Iglesia para dar gracias la Todopoderoso.
6. Que el Ayuntamiento se maneje con toda la economía que no dañe á la magnificencia de un acto tan augusto.
7. Que en el tiempo intermedio los Tribunales, Oficiales y Corporaciones otorguen en su mismo seno privada, y particularmente el juramento debido bajo la forma expuesta…
8. Que de los actos solemnes del juramento y proclamación que se hicieron en consecuencia de las disposiciones precedentes, se remita testimonio a la Regencia
del Imperio y esta los pase a la Soberana Junta.415
Debemos tener en particular atención la formulación del juramento, pues en su
elaboración se puede observar la particular obediencia que se buscaba, tanto por los
cuestionamientos sobre la soberanía como la jura de la obediencia, los cuales debían
ser remitidos en informes que se solicitaban. A lo largo y ancho del territorio nacional
se leyó y se juró sostener la Independencia del Imperio. La proclama pública que se
dio refleja pues la vehemencia, la prudencia y el arrojó que las ciudades expresaron;
se pueden observar coloridamente, como el gran discurso festivo que refleja la
legitimidad del Imperio.
Ese 27 de octubre la ciudad y sus ciudadanos en un bullicioso movimiento se
preparó para recibir “los sagrados vínculos con los que van a sellar la mayor lucidez y
decoro digno de tan fastuoso momento”,416 la ciudad de México de nueva cuenta con
ayuda de todos los vecinos, prepararon la iluminación, la limpieza y los adornos en las
415 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 15, T. I, del 27 de octubre de 1821, pp. 101- 103. 416 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 15, T. I, del 27 de octubre de 1821, p. 104.
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calles y casas, haciendo del evento un trabajo inclusivo que reflejó el fecundo camino
del reconocimiento general de la Independencia.417
La Gaceta del Imperio recuerda que, en días anteriores a la función, no se
observaron otra cosa que no fuese preparativos;
… resonaba en todas partes el golpe de martillo; los talleres de los artesanos estaban poblados de manos útiles á quienes faltaba tiempo para sus laboriosas operaciones: las calles presentaban la idea de una ciudad que se estaba formando: no se veía más que andamios para pintar las fachadas de las casas, gente en solicitud de trabajadores, haciendo ofertas generosas para conseguirlos; en una palabra la rapidez del giro mercantil fue la prueba decisiva de que cada cual con el adorno de su persona pretenda concurrir al placer común.418
Para la gran magnificencia de la jura, se puso en escena un gran templete en la Plaza
Mayor, donde se encontraba la estatua ecuestre de Carlos IV,419 la cual se ocultó, y el
templete fue decorado con pinturas y poesía de carácter nacionalista. El claro
rompimiento con el pasado se externa y se manifiesta ante los ojos de los capitalinos,
así como de las autoridades civiles y eclesiásticas, esta mera acción que, envuelta en
una trama de simbolismo, dice Ridolfi, sirve para encauzar emociones y guiar el
conocimiento social,420 en este espacio simbólico cargado de colores y arte sublime,
aunque momentánea, somete el pensamiento y la memoria colectiva, generando una
identidad propia.
El centro del [templete] lo formaba el pedestal de la estatua que quedó cubierta con 16 grandes y primorosos lienzos…, la estatua lo quedo también con el remate del templete que dividió en dos cuerpos asemejaban a un cono, en cuyo extremo se miraba sobre un Nopal parada un Águila, la que simboliza la libertad de la Nación. Los lienzos que cubrían el pedestal representaban, el primero la elevación de la América Septentrional al rango de nación independiente y libre, y ser igual a las demás que los son. En él se ve elevado un trono magnifico con cintial en frente, en el cual se hallan colocados el cetro y una corona imperial: la América representada con todos sus símbolos y vestida de manto soberano sube por las grandes conducidas por su digno hijo GRANDE ITURBIDE.421
El ambiente de evidente fiesta, ofrece un cuadro fecundo donde todos conviven;
militares, clero y civiles, se ven reflejados en el evento, son ellos los que dan la
legitimidad del evento. La simbolización de la libertad de la nación,422 arroja al aire las
417 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 15, T. I, del 27 de octubre de 1821, p. 104. 418 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 16, T. I, del 30 de octubre de 1821, pp. 109- 110. 419 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 16, T. I, del 30 de octubre de 1821, p. 110. 420 Maurizio, Ridolfi, “Fiestas y conmemoraciones”, p. 442. 421 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 16, T. I, del 30 de octubre de 1821, pp. 110- 111. Nota: Las mayúsculas son de la edición original y los números son de nosotros. 422 María del Carmen Vázquez Mantecón, Op. cit., p. 54.
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investiduras de las autoridades locales y es que el Ayuntamiento tras haber jurado en
seno privado mostró su obediencia al nuevo régimen, tras el paseo dado el cual se
acostumbraba realizar para este tipo de eventos, los alcaldes, regidores y síndicos
pasaron al templete, junto con los miembros de la Junta Soberana y de la Regencia,
donde los reyes de armas ayudaron a mantener el orden, se leyó la Acta de
Independencia y acto seguido se hizo guardar silencio, un ensordecedor silencio que
se rompió con vivas.
“… a consecuencia los Reyes de Armas impusieron Silencia, Silencio y el señor Alcalde primero tremolado el estandarte procedió a la primera proclamación por el rumbo de Oriente diciendo a voz en grito: Méjico, Méjico, Méjico, Jura la Independencia del Imperio Mejicano bajo las bases fundamentales del Plan de Iguala y Tratados de Córdoba.423
Toda expresión nacionalista se hizo presente, los colores, las alegorías, la música,
todo en una conjunción que ecualizaba al rugido de los cañonazos, las campanadas y
la alegría del pueblo en general. Si bien, no se trata de una alegoría que pretenda
marcar una fiesta nacional, si busca marcar el rompimiento con lo viejo y varios son
los elementos que realmente ayudan a ello. Los evidentes son los que resaltamos
arriba, dejando que los elementos sutiles los capte el pueblo por si solos.
El cabildo del ayuntamiento de la ciudad de México, se le encargo la acuñación
de las monedas que se pretendían arrojar durante el evento, teniendo en cuenta la
elaboración del escudo que se utilizaría. Las actas de las sesiones arrojan, la entera
necesidad de utilizar los símbolos de la fundación de la ciudad; “… en una laguna sale
una [rayado] de ella un nopal en su cuna una águila con su corona imperial y una
culebra en la boca…”,424 este escudo que se toma por iniciativa del pasado indiano,
ve reforzado con la intención de eliminar al tigre o león de castilla, de la nueva
simbología.425
Entre las otras cuestiones que se atendieron en honor a la jura de la
independencia, las autoridades de la Junta Provisional, acordó pasar con los miembros
del ayuntamiento capitalino, con la finalidad de hacer conocer dos bandos en los
cuales se ven el indulto de reos comunes y militares, seguramente con la intención de
423 AHCDMX, Actas, Vol. 141A., Año 1821, Actas de Cabildo: Sesión Ordinaria, F. 805- 806. 424 AHCDMX, Actas, Vol. 141A., Año 1821, Actas de Cabildo: Sesión Ordinaria, F. 753- v.753. Nota: Se observó las indicaciones del libro de cabildos de 1641 a 1643. Para verse las armas en las celebraciones del 14 de agosto del 1642. Ojo el uso del pasado para legitimar los signos de la nueva nación. 425 AHCDMX, Actas, Vol. 141A., Año 1821, Actas de Cabildo: Sesión Ordinaria, F. 754.
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mostrar la vehemencia del gobierno nacional. Finalmente, y jurada la fidelidad por la
causa de la independencia del Imperio Mexicano se dieron tres días de fiesta y misas
ininterrumpidas, por las celebraciones que se debía de hacer al Todopoderoso.426
Las cuestiones políticas que concurrieron a lo largo de los meses de noviembre
se centraron en la convocatoria para establecer el Congreso Constituyente, la labor de
dicha tarea, fue llevada a cabo por la Junta Soberana Provisional Gubernativa, los
miembros de la junta entablaron acalorados debates sobre cómo y bajo qué principio
se debía llevar acabo los comicios, como menciona Alfredo Ávila, en principio, la
mayoría de las propuestas se enfrentaban a lo propuesto por el Plan de Iguala, pues
este señalaba que se harían según lo establecido por la Constitución Gaditana.427 Sin
embargo, en las discusiones de la sesión del 8 de noviembre de 1821,428 la comisión
encargada se vio en la necesidad de modificar y sugerir algunos cambios.
En general se buscaba en parte que las elecciones para los diputados
constituyentes fuera un proceso confiable y directo, pero de igual forma se debatieron
otras propuestas, el mismo Iturbide intentó señalar el camino de alguna de ellas, pero
marcando la necesidad de establecer dos cámaras, bien dice Ávila, “… esto no
significaba que hubiera una Cámara Alta y una Baja…”.429 Finalmente, dentro del
abanico de posibilidades, una de las propuestas del Generalísimo broto con cierta
consistencia, pues pensaba “… que en la constitución de la nueva nación debería
intervenir todos los grupos que formaban el país… Cada corporación y cada clase
debía elegir a sus diputados dependiendo de su importancia en la sociedad…”,430
Iturbide intentaba representar a los grupos de interés y no tanto una proposición de
tipo funcional o corporativista.431 Las reacciones no se esperaron, viéndose obligados
a negociar un punto intermedio, “… la convocatorio procuró ser un acuerdo entre la
propuesta del Generalísimo y las opiniones opuestas, por lo que satisfizo a nadie…,
426 AHCDMX, Actas, Vol. 141A., Año 1821, Actas de Cabildo: Sesión Ordinaria, F. 807- v.809. 427 Alfredo, Ávila, Op. cit., p. 216. 428 Diario de las Sesiones de la Soberana Junta Provisional Gubernativa del Imperio Mexicano, Instalada según prevista el Plan de Iguala y Tratados de la Villa de Córdoba, 8 de noviembre de 1821, p. 85. 429 Alfredo, Ávila, Op. cit., p. 217. 430 Ídem. 431 Ídem.
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quedando una propuesta indirecta como el modelo Gaditano, pero poniendo en énfasis
que algunas provincias debían elegir a hombres de alguna de las clases…”.432
d) La legislación y la idea de las fiestas
El Congreso Constituyente del Imperio Mexicano establecido el 24 de febrero de
1822,433 el cual se había formado bajo las presiones y diversificaciones de ideas.
Celebraba su creación y a la par juraba en la Catedral Metropolitana,434 al menos 100
miembros constituyentes se perfilaron ceremoniosamente al presbítero y ahí,
colocaron su mano en las Sagradas Escrituras, y cada diputado juró solemnemente
sostener la independencia, proteger la religión católica romana y elaborar la
constitución de acuerdo a las bases de los Tratados de Córdoba y el Plan de Iguala,
así mismo, juraron mantener separados los poderes de gobierno. La actitud de Iturbide
era la del “… libertador de la Nación, como tenía que haber actuado el Héroe de
Iguala…” recuerda Stephen Austin.435
La primera tarea de los congresistas fue una sesión larga y decisiva. Alfredo
Ávila ha estudiado a la Corte Imperial y ha considerado que la misma, encausó el
rumbo que tomarían las relaciones entre Iturbide y los diputados. Robertson por su
parte ha sacado a la luz que el primer rose entre los diputados y Agustín de Iturbide
fue debido a la ocupación de la silla principal del recinto donde se estaban llevando a
cabo las sesiones. “... El congreso pronto eligió a su presidente y a dos secretarios.
De acuerdo con José María Bocanegra, diputado por Zacatecas, cuando el presidente
de la regencia entró al salón, tomó el asiento más prominente. Esto provocó una
protesta a la que Iturbide replicó diciendo que a él se le había asignado el lugar más
alto en las sesiones de la junta...”.436 Y es que el enfrentamiento de las fuerzas políticas
432 Diario de las Sesiones de la Soberana Junta Provisional Gubernativa del Imperio Mexicano, Instalada según prevista el Plan de Iguala y Tratados de la Villa de Córdoba, 8 de noviembre de 1821 y 10 de noviembre de 1821, pp. 85- 88; Alfredo, Ávila, En nombre de la nación, p. 218. 433 Alfredo, Ávila, Op. cit., p. 224. 434 AHCDMX, Actas, Vol. 142A., Año 1822, Actas de Cabildo: Sesión Ordinaria, F. 110- 112. La sesión de cabildo, del día 23 de febrero de 1822, refiere a la disposición y acomodo de los diputados e invitados, para el evento. 435 Spence Robertson, Op. cit., p. 240. 436 Ídem.
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se ponía en juego, pues se buscaba legitimar su actuar. Iturbide recordaba a los
diputados que, gracias a él, la nación había formado su congreso y es la recurrente en
la historia de México, que “en la mayoría de los casos, los organismos constituyentes
están conformados de ante mano en los planes políticos que les dieron origen”,437 esto
fue lo que ocurrió con el caso de la Cortes del Imperio, ya que la Junta Provisional
Gubernativa, cuyo umbral estaba en el Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba y es
que la tarea primordial de la Junta era la redacción de la convocatoria para reunir a la
primera corte constituyente.438
En general el problema fue que cada uno de los actores, es decir, Iturbide y los
diputados, quisieron legitimar su actuación dejando la idea y los argumentos en donde
cada uno hacía uso de la soberanía nacional. El reconocimiento que el Congreso
Constituyente le dio a Iturbide fue trascendental; pues los diputados reconocieron que
su origen estaba en el Plan de Iguala. En esta sesión los diputados formalizaron la
existencia del imperio sujetándose a aprobar la legitimidad del congreso a lo cual los
diputados dijeron que si, el segundo asunto que atendieron fue, si la soberanía reside
esencialmente en la nación, a lo cual respondieron de la misma forma, además
aceptaron que la religión católica romana era la religión oficial de la nación, de manera
unánime los diputados aprobaron que la nación tomaría el modelo político de
monarquía moderada constitucional y en lo sucesivo la nación tomaría el nombre de
Imperio Mexicano, atendiendo también los llamamientos del trono a la Casa de Borbón,
según lo establecido en los tratado del 24 de agosto de 1821, a lo cual los diputados
accedieron de forma unánime.439
Ante las posteriores negativas de la corona española de reconocer la
independencia del Imperio Mexicano, se hizo evidente la falta de reconocimiento por
parte de las potencias europeas, más allá de los márgenes del continente americano
y en específico la américa hispana. Alfredo Ávila muestra que sobre Iturbide ya pesaba
la idea de convertirlo en monarca, y es que Joaquín Fernández de Lizardi argüía la
437 Alfredo Ávila, “Las primeras elecciones del México Independiente: el debate en torno al gobierno representativo” en Política y cultura, Núm. 11, México, Universidad Autónoma Metropolitana, invierno, 1998- 1999, pp. 29- 60. 438 Alfredo Ávila, Op. cit., p. 215. 439 Actas constitucionales mexicanas (1821- 1824), Tomo II, Vol. I, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1980, Instalación del Congreso, 24 de febrero de 1822, México, Imprenta de Alejandro Valdés, 1822, p. 8.
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idea de “… mejor sería tener un monarca mexicano a ver sometido al imperio bajo una
dinastía extranjera”,440 y es que sin mencionar el nombre de Iturbide la sociedad
mexicana ya pensaba en Agustín I, pues el apoyo popular lo convertía en el mejor
candidato.441 Idea sobre la cual regresaremos para desarrollar más detenidamente.
Las distintas interpretaciones de la independencia, hacían que los cuerpos
políticos de la nación entraran en un enfrentamiento abierto, mientras Iturbide y sus
partidarios pretendían que legislación fueran pensadas a partir de la escancia del Plan
de Iguala, la oposición a él buscaba legitimar el legado de los viejos insurgentes. Esto
se puede observar en la configuración de las fiestas nacionales.
Ridolfi ha establecido que el estudio de determinadas fechas genera un
bullicioso elemento de análisis. El interrogarse al respecto de la composición de los
calendarios civiles, ayuda a definir y entender el cómo y el por qué determinados
eventos y personajes históricos (según cada realidad), forman parte de la legitimidad
del pasado. “Mistificado la sustancia de las efectivas jerarquías sociales, con la
finalidad de legitimar los equilibrios de poder, el rito garantiza formas diversas de
consenso: efemérides, momentáneo, duradero, según los casos. Éste, sin embargo,
está dotado de un propio, variable, leguaje de símbolos y significados que hacen más
compleja la interpretación de sus efectos”.442 Una situación particular se suscitó en los
primeros encuentros de los debates constituyentes de las Cortes mexicanas, pues la
elección de la fecha de la independencia abría fuertes heridas a los hombres que
alcanzaron el hito.
Es esencial especificar que las disputas festivas que se dieron en el Congreso
y entre éste y Agustín de Iturbide se apoyaban, dice la investigadora Garrido Asperó,
por un lado, “… en las distintas concepciones del orden político y relación de poderes
en que debía sustentarse el Imperio Mexicano y, por otro, estrechamente relacionado
con aquél, en las también distintas interpretaciones que de la guerra de independencia,
de los personajes y acontecimientos que fundaron el nuevo Estado….”,443 en pocas
palabras, nos referimos al claro embate entre los dos poderes el Legislativo y el
Ejecutivo.
440 CF, Joaquín Fernández de Lizardi, El sueño del Pensador no valla a salir verdad. Dedicado al soberano Congreso, México, Oficina de Betancourt, 20 de abril de 1822. 441 Alfredo Ávila, Op. cit., p. 227. 442 Maurizio Ridolfi, Op. cit., p. 65. 443 María José Garrido Asperó, Op. cit., p. 132.
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En este contexto, la selección del universo festivo del Imperio, facultad que era competencia del legislativo, se convirtió en un importante tema en disputa. Los diputados desafectos a Agustín de Iturbide, los que habían participado en la insurgencia y los partidarios de la república, intentaron premiar el mérito de los insurgentes y decretar días de festividad nacional las fechas que recodaban la insurgencia, así reconocían que el origen y el futuro del nuevo Estado independiente tenía sus antecedentes en 1810 y no, como Iturbide pretendía, en 1821, en el grito de Dolores y no en el Plan de Iguala.444
Esta discusión política, enfatizaba lo que ha llamado Ridolfi; “guerra de fechas”,
concepto que marca la composición de los calendarios civiles. Este conflicto político
propiamente interno, define qué eventos y que figuras del pasado legitimar como
objeto de conmemoración.445 Es evidente el claro conflicto que se tenía entre manos,
revela el padecimiento de la doble soberanía que Luis Villoro y Alfredo Ávila han
marcado en distintas ocasiones.446
La legislación de las fiestas que nos atañe en este apartado, como hemos
adelantado, refiere estrechamente una pugna de poder que se relaciona con las
diversas formas de entender la Independencia. Antes del establecimiento del
Congreso Constituyente, en sesión del 24 de febrero de 1822 la Junta Soberana
Gubernativa, mandó a José María Fagoaga, proponer los días festivos para el Imperio,
proponiendo en sesión del 28 de febrero en el Congreso Constituyente los días; 24 de
febrero, 2 de marzo y 27 de septiembre. La idea era que, para el primer día, se
celebrase el Plan de Iguala y la instalación del Soberano Congreso Constituyente; para
la segunda fecha, se buscaba festejar la jura que dio el Ejército de las Tres Garantías
al Plan de Iguala; y la tercera ocasión alegórica, serviría para recordar la entrada de
los Trigarantes a la capital.447 Si bien, este primer intento de seleccionar fechas no
termino componiendo una idea general, vislumbro los primeros escollos de la pugna.
… habiéndose llamado la atención por muchos señores diputados, acerca del día en que se firmaron los tratados de Córdoba, del en que se dio el grito primero de la libertad nacional en Dolores, y hechos importantes y tiernas memorias de los señores Hidalgo, Allende, Aldama, Abasolo, y Morelos, recordando el [señor] Arganda que el primer grito giró sobre religión, independencia, unión y monarquía, aunque muy luego todo se confundió y entro el desorden horroroso
444 Ídem. 445 Maurizio Ridolfi, Op. cit., p. 65. 446 Villoro Luis, El proceso ideológico de la revolución de Independencia, México, Fondo de Cultura Económica, 2010, p. 203; Alfredo Ávila, En nombre de la Nación, p. 226. 447 Actas constitucionales mexicanas (1821- 1824), Tomo II, Vol. I, Acta del congreso, I, 28 de febrero de 1822, p. 22.
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por no haber correspondido la opinión general y quedó sacrificado en los cadahalsos el mérito de los primeros caudillos, se acordó como mejor que una comisión compuesta de los señores Andrade, Herrera, Argandar, Paz y Robles, proyectaran cuanto fuera oportuno.448
Los escollos que mencionamos, reflejan el tipo de consenso que se pretendía tener.
Un mito fundador basado en el Plan de Iguala, que bajo la unión de los militares
capitularon la capital del virreinal, un movimiento incruento que logró instalar un
Congreso Soberano en la tierra de las delicias. Este mito fundador pretendía
apoderarse de la memoria colectiva instituyendo las fechas que mencionamos y
afirmase el carácter monárquico del Estado.449 Siempre en el entendido de que el
mérito de la independencia es parte de la adhesión militar, cuyo objeto es hacer sentir
al ejército su relación con el imperio y recordarle que su deber es a ellos y siempre con
sensibilidad.450
De hecho, la elección de los héroes a quienes celebrar, se discutió
acaloradamente, pues la memoria de los primeros insurgentes seguía en flor de piel,
se ha mencionado que, en esta primera discusión en torno a las fechas civiles, se
debatió bajo un tono conciliador; entre los esfuerzos de Iturbide y de los viejos
caudillos,451 considerando por igual la labor de O’Donojú y de Mina.452 Proponiendo
también que el 28 de agosto fuera reverenciado como fecha alegórica para el Imperio
por ser santo de Agustín.453
El problema escancia en estas primeras discusiones creemos que va más allá
del intento de dar un sentido conciliador, pues para los diputados que no eran afines
al proyecto Imperial Mexicano, consideraban igual los esfuerzos de los insurgentes
que combatió Iturbide con el hito que él había alcanzado. El diputado Francisco
Arganda, quien fue firmante de la Constitución de Apatzingán,454 consideraba que las
bases elementales de aquella Carta Magna eran a su entender iguales a los del Plan
448 Actas constitucionales mexicanas (1821- 1824), Tomo II, Vol. I, Acta del congreso, I, 28 de febrero de 1822, p. 22. Nota: Las cursivas en los nombres de los legisladores son propias del documento. 449 Maurizio Ridolfi, Op. cit., p. 65. 450 Albert Mathiez, Op. cit., p.88. 451 María José Garrido Asperó, Op. cit., p. 140. 452 Actas constitucionales mexicanas (1821- 1824), Tomo II, Vol. I, Acta del congreso, I, 28 de febrero de 1822, p. 23. 453 Actas constitucionales mexicanas (1821- 1824), Tomo II, Vol. I, Acta del congreso, I, 28 de febrero de 1822, p. 23. 454 Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana; María José, Garrido Asperó, Fiestas cívicas históricas..., p. 140.
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de Iguala.455 Estas discusiones evidenciaron las heridas que aún no sanaban, pues
como se ha afirmado; “… las fiestas y los héroes comenzaron a ser motivo de
diferencias en el interior del Congreso y entre éste y Agustín de Iturbide”.456
En sesión del 1 de marzo, bajo una apresurada deliberación de la comisión
encargada de redactar y seleccionar las fechas nacionales, acordaron establecer las
que a su parecer eran las más urgentes, pues se tenía previsto que el día 2 de marzo
se celebrara la primera fiesta legalmente instalada. Siendo pues el caso los
legisladores encargados dieron su resolución “… serán los días 24 de febrero, 2 de
marzo, 16 y [27] de septiembre de festividades nacionales…”.457 La bizarría de los
legisladores; introdujeron claros elementos de discordia, “perturbadores” en términos
de Alamán; según los ojos de los diputados itrubidistas.458
La memoria comenzó ser motivo de discordia. Iturbide en sus escritos
redactaría que el “… tiempo demostró la certeza de mis predicciones. Hidalgo y los
que le sucedieron, siguiendo su ejemplo desolaron el país, destruyeron las fortunas
radicaron el odio entre europeos y americanos...”, afirmaba pues que a “… aquellos
hombres que se les intentaba dar honras fúnebres” y días festivos, él les volvería a dar
guerra. La clara comparación entre él e Hidalgo le resultaba horrorosa, ya que para
Iturbide la forma de conseguir la independencia distaba en mucho del “sacrificio de
millares de víctimas, de la desorganización en el ejército, … haciendo peor la condición
de los americanos, … y lejos de conseguir la independencia, aumentaron los
obstáculos que a ella se oponían...”.459 Siendo que la opinión de Iturbide, es una
afirmación de su idea de Estado, pues el uso político del pasado inmediato, tenía que
reflejar el proceso de unión. Las fiestas pues al ser una parte constitutiva de la
comunicación del poder; 460 le correspondían establecer la idea imperante del
trigarantismo y no la desunión, que bajo la perspectiva de él arrojaban los primeros
caudillos.
455 Actas constitucionales mexicanas (1821- 1824), Tomo II, Vol. I, Acta del congreso, I, 28 de febrero de 1822, p. 22. 456 María José Garrido Asperó, Op. cit., p. 140. 457 Actas constitucionales mexicanas (1821- 1824), Tomo II, Vol. I, Acta del congreso, I, 28 de febrero de 1822, p. 27. Nota: La cursiva es parte del texto original, hay un error de imprenta, la original marca 16 y 17 de septiembre. 458 Lucas Alamán, Op. cit., Tomo V, p. 484. 459 Agustín de Iturbide, “Memorias desde Liorna”, en Escritos diversos, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2014p. 140. 460 Maurizio Ridolfi, Op. cit., pp. 65- 67.
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Los legisladores a todas luces intentaban hacer presente la arenga de Dolores
como fiesta nacional, lo cual implicaba el claro reconocimiento del cura Hidalgo como
héroe de la patria, evidenciando la necesidad de una ceremonia especial que
inmortalizara su recuerdo.
Aunado a estos embates, la comisión de diputados que se encargó de los
premios militares, que encabezaban los diputados; Múzquiz, Serna y Ercharte,
Carvajal, Sánchez del Villar y Espinoza de los Monteros, precisaron la necesidad de
establecer un díctame “imparcial”, que buscase esclarecer a que individuos debería
otorgárseles méritos, de nueva cuenta se buscaba premiar a Hidalgo, Morelos, Allende
y Abasolo,461 la comisión y el mismo Congreso Constituyente aprobaron la iniciativa,
considerando; que sin el principio del grito en Dolores no habría Plan de Iguala.
Alamán ha recordado el borlote entorno a recordar la memoria de los “antiguos
insurgentes”, los escritos de Fernando de Lizardi salen a la luz dilucidando la opinión
de que sin los esfuerzos de aquellos hombres no se tendría hoy un Congreso
Constituyente. Dicha opinión genero replicas que era contestadas públicamente, el
coronel Parres contesto los escritos del Pensador Mexicano; “hablando de mérito de
Hidalgo, Allende y demás jefes de la insurrección, nuestra patria les debe lo poco que
causados los males a la patria contribuyeron a formar la idea de la independencia”.462
Lo cierto es que, en esta guerra de fechas y selección de los individuos idóneos
para ser celebrados; el victorioso fueron los diputados de oposición, por varios
factores, Jaime del Arenal Fenochio resalta el más evidente, pues el Congreso impuso
su voluntad, afianzándose la soberanía “con el despotismo de la misma”, ellos se
reservaban para sí el ejercicio del poder legislativo en toda extensión, siendo
“representativo, soberano y constituyen-te, por lo tanto, un poder supremo”.463
En cualquier caso, los legisladores del primer Congreso Constituyente y el
presidente de la Regencia Imperial Agustín de Iturbide, es decir, los sujetos políticos,
buscaban desplegar los símbolos y héroes que representaran y que dieron la
soberanía a la nación. Intentaban imprimir una fe cívica, donde las pasiones se
difundieran por los aires patrióticos, cada uno de los actores políticos, intentaban dar
461 Actas constitucionales mexicanas (1821- 1824), Tomo II, Vol. I, Acta del congreso, I, 28 de febrero de 1822, p. 33. 462 Lucas Alamán, Op. cit., Tomo V, p. 388. 463 Jaime del Arenal Fenochio, Op. cit., p. 82.
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una inspiración, pero un mismo deseo de honrar las instituciones políticas y claro está
la forma de gobierno del Estado, el recuerdo pues de los grandes acontecimientos que
da lugar a estas acaloradas discusiones, en el fondo constituye un culto a la
Independencia, el problema inherente es a quien le hacen el culto, 464 para los
iturbidistas no duda alguna, la consolidación del hito mexicano es para ellos, pero el
testimonio de los primeros combatientes y de los primeros esfuerzos dieron a su
manera, forma a la historia o por lo menos bajo el contexto del Imperio Mexicano.
464 Albert Mathiez, Op. cit., pp. 51- 68.
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Capítulo IV.
El poder imperial
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a) La marcha de Pío y las celebraciones por el Soberano
En la noche del 18 de mayo de 1822 y la madrugada del 19, la Imperial ciudad de
México atestiguó uno de los acontecimientos de mayor significado del que se allá
tenido en la vida independiente de la América Septentrional y a la vez uno de los menos
explorados y tachado de curioso. Alrededor de la una de la madrugada poco más tarde
en consideración de la fuente que se utilizan, se escuchó el estruendo de las multitudes
gritando: ¡viva Agustín I!
Surge la necesidad de expresar una reflexión sobre el papel histórico (del
sujeto) que Iturbide representó al momento de la arenga pública que se dio en las
calles de México, la noche del 18 y madrugada del 19 de mayo de 1822.
Con el surgimiento del Imperio Mexicano, la sociedad comenzó a elaborar ideas
sobre quien sería elegido como monarca de la corona mexicana y bajo la firme
intención de representar los planes políticos que dieron origen a la nación se comenzó
a configurar el acto, donde los actores involucrados deificaron y consolidaron al líder
moral del pueblo.
Si bien los problemas entre Iturbide y el congreso imperial se hacían más
evidentes estos ayudaron a adelantar los acontecimientos del 18 de mayo de 1822,
por un lado, los diputados en sesión secreta, aprobaron un reglamento en el cual se
declaraba la incompatibilidad del mando de tropas cuando se ostentaba el cargo de la
Regencia imperial,465 y es que se tenía miedo que el Poder Ejecutivo mantuviese un
fuerte enclave en los ejércitos imperiales; era palpable la idea de que el encargado del
poder ejecutivo se convirtiera en un déspota. Por otro lado, Iturbide y sus constantes
pugnas con el presupuesto hacían la relación con el congreso más tensa, pues él
recordaba a los diputados la falta de solvencia para mantener un ejército regular y
tener a flote la nueva burocracia, se preguntaba:
¿Cuál ha sido la situación de México hasta el presente?, ¿Sin una constitución, sin un ejército, sin una hacienda, sin la separación de los poderes gubernamentales, sin ser reconocido como Estado independiente? Sin una marina, con todos sus flancos expuestos, con sus habitantes distraídos, insubordinados, abusando de la libertad de prensa y de costumbres, con oficiales que son insultados, sin jueces y sin magistrados. ¿Qué es México? ¿Es
465 Alfredo Ávila, Op. cit., p. 227.
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este país propiamente una nación? Y en qué dolorosa situación está el ejército que puso la primera piedra del edificio de la libertad. Aquéllas personas que deben a México sus fortunas, su existencia política y sus mismas vidas lo desprecian y se mofan de él.466
Tras su fina reflexión él arrojaba a los diputados un oscuro escenario, pues presentaba
su renuncia a la jefatura de la regencia como medida de presión política, de no ser
atendidas las más urgentes necesidades del Imperio;467 ya que él consideraba que la
falta de un ejército regular que salvaguardara a la Nación, así como, la falta de la
constitución que le diera cohesión nacional y que asumieran la búsqueda del
reconocimiento internacional (específicamente de Europa), serían la perdición del
Imperio Mexicano, entendida como nación.
Las cuestiones fueron atendidas a la brevedad, pero la moneda estaba arrojada
y es que la misma noche del 18 y madrugada del 19 de mayo, la ciudad de México se
convulsionó ante los movimientos militares y los populares. Pío Marcha y varios
comandantes encabezaron las armas y se manifestaron a favor de nombrar a su
Generalísimo Almirante Emperador de México, bajo el nombre de Agustín I.
El vivo recuerdo de lo acontecido ha sido descrito por Alamán quien establece
una fina relación sobre las circunstancias de tan transcendental acontecimiento, pues
el teatro de los sucesos que protagonizó Pío Marcha e Iturbide fue en lo que se
conocería como el Palacio de Iturbide o la Casa de la Moncada. “… Estaban
acuartelados en lo que había sido el convento de San Hipólito, el regimiento de
infantería número 1, [al cual] se le había sumado un hombre del regimiento de Celaya
[llamado Pío Marcha] quien hizo tomar las armas en la noche del 18 de mayo, a la
tropa para proclamar a Agustín I…”,468 a lo largo de las calles las partidas de soldados
llamaban y gritaban a Agustín I, a la par del acto en circunstancia cronometrada los
demás cuarteles hacían lo mismo. Poniendo en movimiento los barrios de la ciudad,
pues el populacho se encargó de dar a conocer la intensiva noche.
Tal fue el susto para la población de la capital imperial que las autoridades del
Ayuntamiento fueron sorprendidos y estupefactos ante el acto; las tropas marchaban
llamando a Iturbide al trono, los edificios iluminados de forma repentina y una abrigada
población entusiasmada, gritaba a los cuatro vientos. Los regidores tomaron el asunto
466 Emilio Castillo Negrete, México en el Siglo XIX, XV, México, Santiago Sierra Tipógrafo, 1877, p. 164. 467 Spence Robertson, Op. cit., pp. 249-250. 468 Lucas Alamán, Op. cit., Tomo V, p. 451.
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con toda la normalidad que se pudiera hacer, pero las fuentes nos muestran el miedo
y la zozobra. Pues a las dos de la madrugada las tropas comenzaron a movilizarse,
los regidores asustados ante lo que aún no sabían que era, intentan recabar toda la
información para saber qué era lo que acontecía, y es que, ante la tónica de las
exaltaciones temían lo peor. Los documentos en los archivos muestran una
descripción engarzada en el ímpetu, ya congregados a las dos y media de la
madrugada el Cabildo intentó ante los escasos medios a su disposición hacer guardar
la compostura.469
En todas partes se escuchaban los cohetes, los tiros de fusil y los cañonazos,
seguido de las campanadas, la ciudad se transformaba en un caos, “… [pues] el pueblo
hizo sacar las artillerías y se apoderaron de los campanarios …”,470 los miedos que el
Cabildo tenía era bien justificados pues aún ya entrada la madrugada del 19 de mayo
desconocían que era lo que realmente ocurría, pues a las tres de la mañana, el cabildo
prohibió el salir de la ciudad hasta que se recompusiera el orden, ya que muchas
personas intentaron salir tan pronto como los cañonazos comenzaron. A juicio
personal, creemos que los miembros del cabildo, así como sus enviados o recaderos
se encontraban asustados por los acontecimientos que sucedieron por la madrugada
y aún entrada la mañana se desconocía mucho de la situación.471
Ante el intenso caos que vivía la capital, Iturbide estaba ocupado en una partida
de tresillo, seguramente atendiendo cuestiones políticas, junto con el general Negrete
y otros allegados, tuvieron que detener el juego; pues los gritos y explosiones llamaron
mucho la atención de los invitados.472 Se ha recordado, que el primer impulso de
Iturbide fue salir a negar y rehusar la corona; la cual era una “… pesadumbre que lo
oprimía demasiado…”,473 pues el peso que se ceñía en sus hombros venía desde que
469 AHCDMX, Fondo Ayuntamiento y Gobierno del Distrito, Historia en General, Vol. 2255, exp. 123, Fojas 4, 1822, Movimiento político por la proclamación del Emperador Iturbide la noche del 18 al 19 de mayo. 470 Lucas Alamán, Op. cit., Tomo V, p. 452. 471 AHCDMX, Fondo Ayuntamiento y Gobierno del Distrito, Historia en General, Vol. 2255, exp. 123, Fojas 4, 1822, Movimiento político por la proclamación del Emperador Iturbide la noche del 18 al 19 de mayo, F. 2. 472 Lucas Alamán, Op. cit., Tomo V, p. 452. 473 Pablo Villavicencio, Carrera militar y política de Don Agustín de Iturbide, Imprenta de la ex- Inquisición a cargo de Manuel Ximeno, México, 1827, p. 27. Nota: Este libro se encuentra mal citado por Spence Robertson en Iturbide de México ya que él le da la autoría a Agustín de Iturbide, dato erróneo pues son tres años después de su muerte.
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capituló la ciudad de Puebla en 1821, desde aquellos días entre la multitud se
escuchaban los ecos de “¡Viva el Emperador Agustín I !”,474 entre la agitación que se
dio al interior del Palacio de Iturbide, la consideración que salió a flote fue los consejos
que de un amigo (en los documentos no refiere a quien pudo haber sido pero se ha
señalado a Negrete y al obispo poblano Antonio Joaquín como artífices, seguramente
la presión de su esposa Ana Huarte fue también crucial en la elección de Iturbide), el
aceptar la corona pues la plebe y los soldados mismos, podrían considerar como un
“desaire”. Lo que aconteció en seguida fue la elaboración de un discurso “emotivo”, no
en el sentido sentimental, sino que el extracto confluye a la exaltación de ideas en
donde el hombre se inmortaliza, dejando de ser un hombre o un líder para convertirse
en algo más.
¡Mexicanos!... Me dirijo a vosotros sólo como un ciudadano que anhela el orden y ansía vuestra felicidad, infinitamente más que la suya propia. Las vicisitudes políticas no son males cuando hay por parte de los pueblos la prudencia y la moderación de que siempre disteis prueba. El ejército y el pueblo de esta capital acaban de toma[r] partido; al resto de la nación corresponde aprobarle o reprobarle; yo, en estos momentos, no puedo más que agradecer su resolución, y rogarles, sí, mis conciudadanos, rogaros, pues los mexicanos no necesitan que yo les mande, que no se dé lugar a la exaltación de las pasiones, que se olvide resentimientos, que respetemos las autoridades, porque un pueblo que no las tiene, o las atropella, es un monstruo. ¡Ah! ¡No merezcan nunca mis amigos este nombre! Que dejamos para momentos de tranquilidad la decisión de nuestro sistema y de nuestra suerte; van a suceder luego, luego. La nación es la Patria; la representan hoy sus diputados; oigámoslos; no demos un escándalo al mundo; y no temáis errar siguiendo mi consejo; la ley es la voluntad del pueblo; nada hay sobre ella; entendedme, y dadme la última prueba de amor que es cuanto deseo, y lo que colma mi ambición. Dicto estas palabras con el corazón en los labrios, hacedme la justicia de creerme sincero y vuestro mejor amigo.475
En la fresca madrugada se escucharon las fuertes palabras de Iturbide, no negando la
corona, sino pidiendo que los representantes de la nación, es decir, los diputados del
soberano Congreso Constituyente, que dieran pie a la legalidad, como muestra del
amor que el pueblo estaba dando. Seguramente, Agustín de Iturbide salió al palco
principal de la Moncada, tras escribir el breve, pero sumamente conciso discurso,
474 Alfredo Ávila, Op. cit., p. 226. 475 Arenga de Iturbide, México 18 de mayo de 1822, en Agustín de Iturbide, Escritos diversos, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2014, pp. 98- 99.
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estaba ataviado, pero logró resumir con aura mística el simbolismo del imperio
mexicano.
Émile Durkheim ha realizado una atinada descripción de como los lideres les
dan uso a las manifestaciones alegóricas. El adalid de Iguala la persona de mayor
moral en el México independiente es reconocido como el hombre sensato, cuya
energía imana la voluntad de la nación, doblegando el sentimiento en ideas precisas
cuya espiritualidad le da rostro en lo que se buscaba ser. Lo que determina al hombre
mexicano son las ventajas de la actitud ante el rompimiento con la España ibérica, la
recompensa para quien quitó el yugo es por lo menos en ese momento “la gloria
eterna”, la gloria de ser el líder, el monarca, el emperador de la tierra de las delicias.
La orden de que el pueblo se dirija al congreso y les exija a sus representantes es la
razón que rasa en las formas de asumir en la brevedad las contundentes órdenes que
no se dejan a la vacilación.476
La presión social que se ejerció en los representantes de la nación fue tal que,
dentro del desaire propiciado por parte de los Borbón, no podía ser otro la elección. A
quien se tenía que votar sino a Iturbide, las ideas suscitadas por el hombre se
extienden fuera de él y se potencian los valores que busca por falta de ellos. Los
hombres del imperio obedecen a su rey, lo siguen y por esa razón dice Durkheim,477
los hombres creen tener a su dios consigo mismo, los hombres y los militares irrumpen
en la sala de sesiones del congreso y con firmeza abordan al mundo de las letras y
leyes, con el sentimiento de una energía acrecentada. Ellos son los hombres quienes
llevan en la madrugada a Iturbide en su carro y no los animales, puesto que los
animales no merecen tal honor. Esta acción reconforta y vivifica a la sociedad
capitalina, pues manifiestan en particular su amor. En el seno de la asamblea, donde
los humos de las emociones se encienden por las pasiones comunes, todos los
presentes se vuelven susceptibles a los sentimientos, pues “el mejor amigo” de los
ciudadanos, hace acto de los cuales no son capaces de entender y de manifestar.
Iturbide en breves discursos grandilocuente logró que el pueblo se proyectara por
encima y engarzara la idea de que la nación que engendraban era el punto de
partida.478
476 Émile Durkheim, Op. cit., p. 258. 477 Émile Durkheim, Op. cit.., p. 259. 478 Ibíd., pp. 261- 264.
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Dice Durkheim que la exaltación misma del hombre corresponde a los cambios
de matiz y de grado;
… el hombre se trasforma en otro. Las pasiones que lo mueven son de tal intensidad que no puede satisfacerse sino por medio de actos violentos, desmesurados: actos de heroísmo sobrehumano o de barbarie sanguinaria. Esto es lo que explica, por ejemplo, las cruzadas y tantas escenas sublimes de la Revolución francesa. Bajo el influjo de la exaltación general, se ve al burgués más mediocre y más inofensivo transformarse en héroe o en verdugo. Y todos esos procesos mentales son hasta tal punto de los que están en la raíz de la religión, que a menudo los propios individuos se han representado de forma expresamente religiosa la pasión a la que cedían…479
No podemos tildar a los actos ocurridos como una lucubración, o como una coacción
política, más allá de la mera manifestación popular y militar, se ha recordado que los
actos ocurridos la madrugada del 19 mayo, forman parte de la toma de partido, de
mantener vivíos los planes que vieron nacer a lo que se denomina México, más allá
de su forma de gobierno que adopta; no por imposición sino por necesidad histórica,
la expresión social contemplada en las calles de la capital imperial son el esfuerzo de
la convocación popular ante la falta acción de los mismos representantes, todo el país
era adepto al líder, quien en discursos revitalizaba la fe del común, la idea del
bienestar, y es que al momento de experimentar la euforia y las actitudes particulares
se fortalece los sentimientos de unión. Iturbide es quien habla a la muchedumbre que
lo alaba, él logró entrar en conjunción con ellos, sus ciudadanos, sus soldados, los
individuos que sujetos al lenguaje grandilocuente, fijaron en él la energía y la pasión
para que el simple individuo se transfigurara y encarnara lo divino.
… ¡Y que podré decir de mi agradecimiento a una Nación tan generosa! Las pasiones no tienen idioma conocido: mi corazón late… la ternura no me permite articular palabra alguna… ¡Ojalá sea tal mi conducta que el pueblo que me ha elegido, y el Congreso que ha confirmado su sufragio, se den por satisfechos: yo sin embargo jamás podré creer que mi gratitud corresponda a mi deseo! Quiero, mexicanos, que, si no hago la felicidad del Septentrión, si olvido algún día mis deberes: cese mi Imperio. Observar mi conducta, seguros de que si no soy por ella digno de vosotros, hasta la existencia me será odiosa. ¡Gracias Dios! no suceda que yo olvide jamás que el principie es para el pueblo, y no el pueblo para el principie.480
Jaime del Arenal nos ha señalado que el acto de asumir la corona del imperio mexicano
reflejó la necesidad política, pues de no haberse aceptado, la cohesión nacional
479 Ibíd., pp. 263- 264. 480 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, México, Núm. 44, T. II, 25 de mayo de 1822, p. 334.
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obtenida el 27 de septiembre de 1821, no se hubiera podido sustentar, ya que “a la
ausencia de un gobernante legítimo” México caería en la posición de ser reconquistado
o de fragmentarse estados independientes.481
Tras las largas noches y la serie de manifestaciones realizadas de forma
continua, el Congreso Constituyente del imperio tenía dos cosas que realizar; lo
primero era darle legitimidad a lo ocurrido y lo segundo fue darle un nombre al nuevo
jefe de estado. La tarea más ardua fue casi inmediata a los actos de adoración
desenfrenada, pues los diputados pronto votaron la elección del Generalísimo. En un
amplio debate el Congreso Nacional discutió si existía legalidad en la proclama popular
que se había dado, dado que el tumulto que se acumulaba en la asamblea era
demasiado ruidoso en continuas ocasiones pidieron a Iturbide calmar los ánimos.
Menciona Alfredo Ávila que para Iturbide no existía duda alguna, pues su exaltación al
trono fue producto del pueblo, de su voluntad y no sólo por entusiasmo de los léperos
y agitadores, sino por su calidad moral, por su carácter en el cual se le había
investido.482 Tras las largas deliberaciones, los diputados se dispusieron a votar, pues
se buscaba obtener el bienestar del pueblo, ya que eso era la ley suprema. Algunas
de las deliberaciones elevaban la calidad humana de Iturbide y otras argüían que con
la votación por el emperador se evitaría el derramamiento de sangre. Con la votación
efectuada se entiende y se lograba mantener el status quo.483 Irremediablemente la
votación se dio. Ese día se declararon 67 votos a favor y 15 en espera a la respuesta
de las provincias. 484 La sentencia del constituyente hacía de Iturbide Emperador
Constitucional de México.
El ahora emperador debía ser nombrado de alguna forma y las posteriores
deliberaciones al interior del Congreso tuvieron a resolver el tema, con un giro
interesante pues el nombre oficial del emperador lo sujetaba a ellos, creando una
nueva turbulencia en su relación. Los diputados Toribio Alcocer y Mendiola llevaron al
Constituyente a ver cómo debía firmar en consiguiente Iturbide, haciendo un dictamen
en la sesión del 23 de mayo, donde se confirmó el nombre oficial del Ejecutivo
nombrándolo; “Agustín Primero, por la divina providencia y elección del congreso
481 Jaime del Arenal Fenochio, Op. cit., p. 88. 482 Alfredo Ávila, Op. cit., p. 227. 483 Ibíd., p. 213. 484 Pablo Villavicencio, Op. cit., p. 30.
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general, Emperador Constitucional de México”.485 Claramente se ve un intento de
generar una identidad propia haciendo la fusión política. A demás cabe resaltar la
forma en que se alinea el nombre oficial del gobernante pues al asumir los legisladores
la frase de “y elección del congreso” se denota la intención de enfatizar que por obra
del congreso se le otorgaba la gracia de representarlos, haciendo evidente el conflicto
interno.486
Pese a la amplia representación social, así como los claros amarres que generó
el congreso, Agustín de Iturbide comprendió que el juego de la doble soberanía se
debía ceder para poder afianzar algunas premisas, pues el juramento que da Iturbide
el 24 de mayo de 1822, frente a los representantes y público en general engarza la
idea que suscita la obediencia, pero siempre al margen que se podía observar en cada
uno de los poderes. El juramento es corto pero conciso:
Agustín, por la Divina providencia y nombramiento del Congreso de representante de la nación, emperador de México: juro por Dios y por los Santos Evangelios que defenderé y conservaré la religión católica, apostólica, romana sin permitir otra alguna en el Imperio; que guardaré y haré guardar la constitución que formará dicho Congreso y entre tanto la española en la parte que está vigente, y así mismo las leyes, órdenes y decretos que ha dado y en lo sucesivo diere el repetido Congreso, no mirando en cuanto hiciera sino al bien y provecho de la nación; que no enajenaré, cederé, ni desmembraré parte alguna del Imperio; que no exigiré jamás cantidad alguna de frutos, dinero ni otra cosa, sino las que hubiera decretado el Congreso; que no tomare a nadie jamás sus propiedades, y que representaré, sobre todo, la libertad política de la nación y la personal de cada individuo; y si en lo que he jurado, o parte de ello, lo contrario hiciera, no debo ser obedecido, antes aquello en que contraviniere sea nulo y de ningún valor. Así Dios me ayude, y sea mi defensa, y si no me demande.487
485 Actas constitucionales mexicanas (1821- 1824), Tomo II, Vol. I, Acta del congreso, I, 23 de mayo de 1822, p. 325. 486 AHCDMX, Actas, Vol. 142A., Año 1822, Actas de Cabildo: Sesión Ordinaria, F. v.271- v.272. Ante las excitaciones generales, que se vivían en la capital del Imperio el ayuntamiento de la ciudad, en su sesión ordinaria de cabildo, del 21 de mayo de aquel año, acordó la inmediata publicación del Bando que ha de anunciar la proclamación del nuestro Emperador el señor Agustín de Iturbide,486 el cuál iba dirigido en la tónica que anteriormente se hacían por la entronización de los Reyes Hispanos. Un ceremonial que recorrió las principales calles y carreras de México, todos los individuos que acompañaron el ceremonial fueron en los mejores trajes y formados en orden procesal, salieron a caballo a primeras horas de la mañana, pues “… desde las siete de la mañana comenzaron á venir los señores á reunirse para las disposiciones que hicieron efectivas [y] se dictaron anoche para la solemnidad…”,486 y anuncio de la proclamación de Iturbide como Emperador. 487 Juramento de Iturbide al Congreso, 24 de mayo de 1822, en Agustín de Iturbide, Escritos diversos, p. 106.
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Tenemos que tener en cuenta varis expresiones que menciona Iturbide, si bien deja a
pie la posibilidad de cesar su imperio de no obedecer los principios que el enuncia, se
deja claro la falta de desatención que el Congreso tenía con respecto a la Constitución
del Imperio, pues ya fuera la novatez o la presión política que buscaban generar en el
poder ejecutivo, los diputados aceptaron las formas e Iturbide marco las maneras.
Vemos pues que la elevación de Iturbide va más allá del análisis político o de
enfatizar en lo que ya se ha estudiado, es decir, sobre su legitimidad como emperador.
La exaltación y la vivificación que vivió al momento de la arenga pública refleja el
nacimiento de un ser nuevo, cuya adoración ostentan el misticismo que podríamos
indicar, que se trata de una especie de mascara que metafóricamente hablando
engarza la representación exterior y la encarnación interior; provocando que Iturbide,
pase del mundo profano al mundo de lo sacro. Iturbide pues deja de ser un hombre
para convertirse en un rey- emperador, quien bajo su calidad moral opera para impartir
justicia. Es él el soberano, en él en quien se depositó la esperanza y la fe, que si bien,
no es, en el acto divinizado, es por lo menos representante de la divinidad y muestra
de lo que se llama “divinidad social”, pues sólo la sociedad y sólo ellos, son capaces
de engendrar lo divino en los hombres que gozan de ser líderes.488
Por último, creemos que el discurso que dio Iturbide al Congreso tras haber
dado su juramento da pie a toda manifestación divinizada, de sentimientos colectivos
los cuales sólo son capaces de ser observados en los actos festivos donde los
hombres se divinizan. Agustín habló a los presentes en el salón de sesiones; “… dignos
e ilustres representantes, pueblo amado, séame permitido empezar protestándoos por
el Dios de la verdad, por el honor de que blasono, por vosotros, que son para mí los
juramentos más sagrados…”, sin equivocarnos la euforia y los sentimientos
encontrados se apoderan del hombre, el temblar de los labios, el rápido palpitar de
corazón y la efusión más pura dan inicio a las continuas evocaciones de felicidad.
Iturbide continuaba; “Cuando pronuncié en Iguala la independencia del Imperio,
cuando resonó en todos los confines de Anáhuac la encantadora voz de Libertad, … y
proponerme romper las cadenas con que un mundo sujetó a otro…, sin otra razón que
488 Émile Durkheim, Op. cit., pp. 266- 271.
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la violencia y el terror…”, Iturbide marcaba la separación, dejando claro que el inicio
de la independencia rompía los tiempos sombríos de la ignorancia.489
La patria salvada de la anarquía por los hijos pródigos; Iturbide gritaba que en
aquellos días la Providencia y aquellos soldados y hermanos le brindaron la serenidad,
para ofrecer a los pueblos la voluntad que tenían acallada. “… [aquellos] tres siglos de
silencio ominoso le habían privado hasta de la facultad de expresarse …”, y reconocía
que el virreinato era el generador de violencia, y es que, en ese momento de
exuberancia y entusiasmo general, lo viejo que antes era, es lo perverso y lo malo. En
su conciencia cabía que él “… reunir la opinión a un centro, era preciso dejar a salvo
la voluntad general cuando pudiese libremente pronunciarse…”, y es que aquella
empresa de la que ya hemos dejado nota resultaba y coincidía en la sala del congreso
imperial.
Iturbide incesantemente recordó en este discurso, que habían llamado al trono
mexicano a los nobles de la segunda rama de Hugo Capeto y de igual manera a la
casa de Borbón, con la intención de evitar que los padres de la patria tuviesen el cetro
en mano, pero el entusiasmo de los mexicanos no produjo en aquellos un sentimiento
claro despreciando toda voluntad, ante ello Iturbide menciona que levantar la patria del
advenimiento tuvo que resignar su voluntad a la del pueblo. “Sí, pueblo, he admitido la
suprema dignidad a que me eleváis, después de haber rehusado por tres veces,
porque creo seros así más útil; de otro modo, prefería morir a ocupar el trono…”, la
inspiración se debió de apoderar del hombre, mostrando su humildad y asumiendo
dignamente los sentimientos expresados por el pueblo, por los militares, por los
religiosos y también por los diputados, no podemos engañarnos el acto cargado de
alegorías a la nación y de simbolismo remarco el carácter de la dignidad propia de
Iturbide, recordando que; “… mexicanos, la dignidad imperial no significa para mí más
que estar ligado con cadenas de oro, abrumado de obligaciones inmensas: es que
llaman brillo, engrandecimiento y majestad son juguetes de la vanidad…”.
Las virtudes y la dignidad del hombre se fortalecen, la legitimidad del monarca
y el hecho inmanente que refleja la gloria que el pueblo da, vislumbraron una tónica en
las celebraciones, un líder al cual se le puede observar, un héroe que situado en las
calles de la capital; se le puede celebrar. Francamente desde la posición histórica en
489 Discurso al Congreso, Después del juramento, 24 de mayo de 1822, en Agustín de Iturbide, Escritos diversos, p. 107.
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la que nos encontramos, debemos sujetar la idea de cómo los hombres se
inmortalizan. Si bien a Iturbide, se le ha encumbrado como moraleja histórica,
proveniente de las marejadas de la historia de bronce, valemos en la afirmación del
contexto inmanente, en el que se encuentra reflejado las necesidades políticas y
sociales.
Tras la elección del emperador y la ratificación del congreso, la constitución de la
familia imperial de Iturbide era una necesidad pues el sentido hereditario del trono
mexicano ameritó establecer los títulos correspondientes a cada miembro de los
Iturbide. El congreso en sesión del 22 de junio de 1822 debatió acaloradamente la
necesidad de establecer el mecanismo de elección a la muerte de Agustín I, la
conclusión a los ojos de los legisladores era evidente; dar a Agustín Gerónimo, hijo
mayor del emperador el título de príncipe imperial, mientras que sus demás hijos se
les designaría príncipes mexicanos, a su hermana Nicolás se le nombró princesa de
Iturbide y su padre Joaquín de Iturbide se le denomino príncipe de la Unión.490
La noticia dada a conocer por la Gaceta Imperial dio gran eco alrededor de las
autoridades de los poderes locales, muchos grupos y corporaciones cumplimentaron
de la decisión del congreso a los herederos del trono, de las prontos salutaciones que
se dieron; el ayuntamiento de la capital fue uno de los últimos en realizarlas, pero dado
a la importancia del acontecimiento las autoridades locales de la ciudad de México
decidieron brindar al príncipe imperial un banquete digno.
Las celebraciones engarzan la legitimidad del poder de quien lo ostenta, es una
clara verdad en el juego de lo político. La efervescencia surgida de la toma de partido
nos permite hablar de la construcción de celebraciones que se dieron a lo largo del
camino, entre la coronación del adalid de Iguala y los momentos de la creación del
ceremonial.
Es significativo que conjuguemos este capítulo puntual que dio el Ayuntamiento
de México, pues la instrucción puesta en marcha el seis de julio de 1822,491 demuestra
490 HNDM, Gaceta Extraordinaria del Gobierno Imperial de México, México, Núm. 59, T. II, 26 de junio de 1822, pp. 447- 448. 491 AHCDMX, Fondo Ayuntamiento y Gobierno del Distrito, Historia en General, Vol. 2255, exp. 110, Fojas 3, 1822, Acerca de los acuerdos que el Ayuntamiento realizó para pasar a Tlalpan a felicitar a S. S. M. M. Y Príncipes por la declaración de la sucesión de la Corona. F. 1.
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una parte fundamental para la conformación de la institución mexicana, en el sentido
de las fiestas de carácter político. La intención de esta, denota los dos polos que
encausan las dimensiones del reconocimiento que le da el Ayuntamiento de México a
los Iturbide y por ende la celebración- banquete que estos le dan a ellos en San Agustín
de las Cuevas.
La relación de poder que se ve en la política local refleja enteramente el
sentimiento general de la nueva Nación. En la audiencia de cabildo del Ayuntamiento
de México, los señores alcaldes y regidores; Pérez, Sotomayor, Morales, Garay, Pérez
Gales y Alcocer, acordaron en sesión ordinara el pasar a felicitar a la nueva familia
Imperial mexicana, puesto que ellos como corporación aún no habían pasado a
felicitarlos.492 Relejando la necesidad de reconocimiento institucional, claro más allá
de los ojos de los diputados.
Debemos tener en cuenta el comportamiento político de los actores que se ven
inmersos en este evento. Si bien, tenemos una percepción particular por la sociedad
novohispana- mexicana, la cual se encuentra en transición histórica, la lógica de estos
hombres es la celebración por un gran acontecimiento, el establecimiento de un
monarca- emperador y la designación de su heredero. Al igual que en las
celebraciones por los reyes hispanos, las autoridades locales brindan un banquete en
honor al jefe del poder Ejecutivo, quien, convertido en emperador, arroja un destello
por el porvenir.493 Asumimos pues que el juego de los regidores y alcaldes locales
orientaron un nuevo código cultural puesto que no brindarían por un rey lejano, sino
que pasarían a ver “Su Majestad” para cumplimentarlo.494 Así mismo, a los ojos de
estos hombres la herencia material del imperio mexicano era subrogada en el hijo de
aquel inmortal héroe, los festejos es lo menos que merecen la familia del imperio.
Los miembros del ayuntamiento comenzaron a idealizar un banquete que
celebraría la elección de Iturbide como monarca y la elección del príncipe imperial
como sucesor a la corona. La intención pues en palabras de ellos era; “…hacerles la
492 AHCDMX, Fondo Ayuntamiento y Gobierno del Distrito, Historia en General, Vol. 2255, exp. 110, F. 1. 493 Castro Gómez, Ángela de, “Historia, Historiografía y cultura política de Brasil”, en Ayer Revista de Historia Contemporánea, Núm. 70, 2008 (2), España, Arce, 2008, p. 127. 494 AHCDMX, Fondo Ayuntamiento y Gobierno del Distrito, Historia en General, Vol. 2255, exp. 110, F. 1.
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debida demostración en por tanto apreciables felicidades…”.495 La noticia para Iturbide
no debió ser una sorpresa pues las continuas felicitaciones por su elevación eran
comunes. Quizás cabría pensar que el banquete ofrecido sí pudo ser sorpresivo.
Los preparativos de la comida, los meseros, los carros que trasportaron a todos
los individuos, generaron en las autoridades un ajetreado fin de semana, pues el
alquiler de los coches debía ser la primera prioridad, seguidamente de la búsqueda de
la casa que se rentaría para el alojamiento de los representantes del ayuntamiento que
fueron, así mismo la cuestión de los alimentos para cada individuo. Evidentemente el
gasto de toda la operación corrió por cuenta del ayuntamiento, el gasto del evento es
otro punto que debemos tener en cuenta puesto que el cabildo se permitió arrojar una
cuantiosa suma de dinero para el banquete, proyectándose un gasto máximo de 100
pesos para hecho, teniendo un gasto total de 94 pesos y 50 reales.496
Un banquete cuantioso en el que se tuvo en cuenta el cocinero contratado para
el evento tenían en consideración a 36 individuos a los cuales preparó “un par de
sopas, tres guisos, un asado de frituras, el cocido, un dulce y un postre”, se proyectaron
un total de “doce botellas, ocho de vino y cuatro de aguardiente y dos casos que se
pidieron”, además se encargó “tres libras y media de queso”, que se dio en compañía
de la bebida, para después de la comida se encargó café y “helados para refrescar
que fueron dos docenas y dos”, la mesa estuvo decorada con fruta fresca de la cual
los 36 invitados entre ellos las autoridades del ayuntamiento capitalino, la familia del
emperador e invitados varios.497
Los gastos y lo referido por el ayuntamiento dan una particular lectura a la
celebración por la declaración de la sucesión en la corona Imperial de México. Es
importante pues está claro que las autoridades de la capital querían quedar bien con
el Emperador, pero es singular lo que se refiere, pues si lo vemos desde el lado de la
ritualidad política se puede explicar en la suntuosidad de celebrar los edictos que se
dan. Y no es que ya en ese momento tras las celebraciones de la coronación del
495 AHCDMX, Fondo Ayuntamiento y Gobierno del Distrito, Historia en General, Vol. 2255, exp. 110, F. 1. 496 AHCDMX, Fondo Ayuntamiento y Gobierno del Distrito, Historia en General, Vol. 2255, exp. 110, F. 3. 497 AHCDMX, Fondo Ayuntamiento y Gobierno del Distrito, Historia en General, Vol. 2255, exp. 110, F. 3. Nota: Al parecer la comida fue un éxito, pues en las cuentas que hace el señor Alcocer, da nota de la propina para el cocinero y lo meseros que dedicaron un “esplendido servicio”. Además la utilería; mesas, sillas, lonas, mantelería y otros varios, fueron prestados por un de los regidores, la foja no especifica por quien.
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emperador se pensaba en que fuera a morir, sino como la línea imperial de sucesión
podía seguir. La continuidad de la familia Imperial eso era lo que se celebraba. Un
atisbo por crear sin intención una suerte de religión no al emperador sino a su familia.
b) La coronación de Agustín de Iturbide y Ana Huarte
El polvorín que había dejado caer Pío Marcha, llevó al escenario político nuevas
cuestiones que atender, por un lado, se ve la necesidad de coronar al monarca, y por
el otro, se observa la clara manifestación de la divinización del hombre, cuyo precepto
manifiesta el ritual bajo el cual se le inviste. Un proceso que, en la memoria colectiva
moderna, es de poca relevancia, pero para explicar la misma existencia del Imperio
Mexicano amerita un acercamiento.
La experiencia mexicana, era muy pobre con relación a la existencia de un rey
en tierras del Septentrión, claro que bajo la tradición histórica- política de la sociedad
novohispana, la cual al haber pertenecido a un sistema monárquico absolutista les
permitió preparar los títulos y rituales en base al conocimiento de las fiestas de
proclamación de los reyes españoles. En un aspecto los rituales del medievo hispano
se reflejarían en un intento de fusionar los sistemas políticos de representación popular
y el monárquico, David Carbajal López hace un atinado comentario y reflexión
afirmando; que el hecho de coronar propiamente al soberano, es un elemento de
ruptura con el mundo hispano, más aun, el hecho de consagrarlos como tal, reitera la
originalidad del ritual que se pensaba elaborar,498 sin duda alguna los actores políticos
buscaban la forma de legitimar una figura votada a la cual se atribuía caracteres
mesiánico. De hecho y atendiendo a tal afirmación se entendería ciertas actitudes ante
la elaboración de los planes de la coronación, sobre las cuales volveremos más
adelante.
Si bien, como adelantamos la elección del título oficial del emperador, “Agustín
Primero, por la divina providencia y elección del congreso general, Emperador
Constitucional de México” es un intento de construir una identidad, en cuya base se
encuentra la acción de ratificar de forma legal lo divino, su constitución recrea en parte
498 David Carbajal López, “Una liturgia de ruptura: ceremonial de consagración y coronación de Agustín I”, en Signos Históricos, Núm. 25, enero- junio, México, Universidad Autónoma de México, 2011, p. 81.
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la superioridad al que se le cree estar sujeto; el fiel, el vasallo o el ciudadano en este
caso, se ven y creen obligados a actuar en una dirección cuya naturaleza es el principio
sagrado.499
El emperador constitucional mexicano, aquella figura votada es pues el choque
de los dos preceptos políticos que se siembran en la lógica de los constituyentes; un
monarca constitucional que surge del sentimiento colectivo de una sociedad que
pretendía postrar una idea de grandeza nacional. Debemos tener en cuenta el
desarrollo de la doble soberanía, aquel choque político que muestra el quiebre en las
relaciones entre Iturbide y los diputados, pues las pugnas entre las facciones
partidarias (iturbidistas-imperialistas y moderados-republicanos) mostraron que si
bien, sólo el Congreso era depositario de la soberanía y de la representación nacional,
el Ejecutivo emanado de ellos era quien ostentó la representación nacional, pues al
ser aceptado como Emperador Constitucional, los legisladores asumían un papel de
inferioridad que se reflejó en la coronación.
Las cuestiones que los diputados atendieron en sesión del 24 de mayo, por la
comisión presidida por Toribio Alcocer y González, junto con el presidente del
Congreso, el Emperador y “las personas que por razón de su oficio han de cooperar a
una función tan augusta” 500 comenzaron el “Proyecto del ceremonial que para la
inauguración, consagración y coronación de Su Majestad el Emperador Agustín
Primero”.501 Debemos ver que más allá del formalismo de la época a Iturbide se le
reconoce como una majestad análoga al dios cristiano, es pues el repositorio de la fe
de aquellos que ven en su gobierno un ideal espiritual de grandes y la pronta
prosperidad.
El proyecto emanado de la comisión era tanto menos original, pues dejaba ver
claras aproximaciones al ritual hecho para entronizar a Napoleón I, así como la
utilización del Pontifical Romano, del cual claramente se omiten o se agregan pasos,
en el entendido de lo que se buscaba era crear un ritual propio, en el cual se reflejaba
499 Émile Durkheim, Las formas elementales de la vida religiosa, p. 259 500 Actas constitucionales mexicanas (1821- 1824), Tomo II, Vol. I, Actas del congreso, I, 24 de mayo de 1822, pp. 328- 329. 501 Gaceta del Gobierno Imperial de México, México, Núm. 61, T. II, 29 de junio de 1822, pp. 457- 464. Se presentó por la comisión encargada de formarlo, al soberano congreso, el 17 de junio de 1822. La cursiva es de nosotros.
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la expresión del Congreso y la unidad del catolicismo apostólico romano, pero a la vez
se buscaba con insistencia omitir las practicas serviles; reflejo del antiguo régimen.
La importancia del ceremonial radica en dos aspectos que hemos pensado, el
primero es lo que ya habíamos adelantado el híbrido que representa, es decir, la
conjunción de elementos modernos con elementos tradicionales de la sociedad
mexicana, desde el hecho de desfilar a la usanza del Paseo del Pendón502 y a la vez
incorpora nuevas prácticas y nuevos actores que se inmiscuyen en el hecho, así
mismo se escenifica a la ciudad bajo los colores trigarante con la intención de dar un
aire nacionalista. En segunda instancia el ceremonial refleja el comienzo de una nueva
etapa —platónicamente hablando—, nos referimos a la conducción de la soberanía
que de manera simbólica se trasladó.
Es trascendental entender todos los puntos, pues en estos giran la importancia
de la legitimación del soberano. Debemos puntualizar que son 63 puntos los que
forman el decreto, estos se encuentran divididos en cinco apartados en los cuales se
especifican los hechos a realizarse. 503 Así pues, los primeros nueve puntos son
dedicados a establecer el orden en la ciudad, su limpieza, el actuar de las
corporaciones, además de la elaboración de las nuevas monedas de la Nación,
también se ve la preparación del “teatro”, como dice Alamán, donde se realizaría la
misa y ungirían los poderes.
Proyecto del ceremonial que para la inauguración, consagración y coronación de S. M. el Emperador Agustín Primero, se presentó por la comisión encargada de formarlo, al soberano congreso, en 17 de junio de 1822 1. Se supone la orden del Congreso de Cortes que se comunique al Gobierno, para que desocupe el Palacio Imperial de la Carcel y Tribunales, se prepare del modo más conveniente para recibir a SS. MM. II., y que se halle en él con la familia imperial pará dirigirse a la Catedral el día de la coronación.
[….] 3. Este teatro se dispondrá y acomodara por los comisionados conforme a las bases siguientes y según lo proporcione el teatro: deben de levantarse dos Tronos, uno mayor que el otro; el mayor junto al presbítero, y el menor cerca del coro, ambos en la capilla mayor este deberá ocuparse por SS. MM. antes de la coronación, y el segundo después de ella.
[…]
502 El Paseo del Pendón, es la fiesta y tradición que se instauró a la caída de la ciudad de Tenochtitlán, siendo Hernán Cortez el primero en celebrarla. Dicha fiesta se extendió a lo largo de la vida historia de la Nueva España, caracterizándose por celebrar al recibir a los nuevos virreyes y altas autoridades provenientes de la península y que dichas celebraciones consistieron en los desfiles donde las corporaciones participaban en honores al rey y/o a la conquista o fundación de la urbe. 503 Véase Apéndice. Documento 3.
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9. Con separación de estas se acuñarán medallas en número suficiente, para redimir a la corte extranjera de las comunicaciones del Imperio, Ayuntamientos, Capitales del mismo, diplomáticos, y demás personas que han integrar el proceso informativo de estilo en la coronación; de modo que estas podrán ser de dos mil quinientas a tres mil. Para ellas se formará un diseño con el busto del Emperador hasta el pecho, con su divisa imperial, y anverso la inscripción siguiente: Agustín, Primer Emperador Constitucional de los Mexicanos; y por reverso: Ungido el 29 de junio del año 1822, segundo de nuestra Independencia.504
Con la intención de mostrar el poderío y el renovado espíritu de los mexicanos, lo
mostrado en el ceremonial ejemplifica el nuevo inicio y la idea imperante de comenzar
en todo lo alto el segundo año de vida independiente. Entre la clara necesidad del
embellecimiento de las calles, así como los preparativos en la catedral y la
construcción del escenario donde se rindió tributo es muestra de ello.
En el segundo título, que corresponde a la “Conducción de los Emperadores
desde el Palacio Imperial hasta la Santa Iglesia Catedral”, son desarrollados del punto
10 al 15 y se establece una particular combinación de novedad y tradición.
Conducción de los Emperadores desde el Palacio Imperial hasta la Santa Iglesia Catedral 10. El Jefe Político de México, por un bando a toda solemnidad, anunciará al público el día de la coronación de SS. MM. II., previniendo el aseo y adorno de las calles de la ciudad con colgaduras e iluminación en su víspera y dos días siguientes.
[…] 12. Al honorable enviado de la República de Colombia, al cónsul de la República de Norte América, y cual quiera otra persona diplomática que exista en esta corte, se pasara conviene por el Ministro de Estado, para que reunidos a las ocho de la mañana en la posada de alguno de los mismos, una escolta de tropas los conduzca a la Catedral, en donde los dos Capitulares destinados a recibir y colocar a los asistentes de oficio, los introducirán a una tribuna de coro despejada a este objeto.
[…] 14. Otra escolta se separará para conducir al Congreso, debiendo estar reunido en el salón de su sesión a las ocho de la mañana, de donde saldrá procesionalmente escoltado, con total dignidad y decoro, directamente para la iglesia Metropolitana. En esta se separarán en dos comisiones, cada una de veinticuatro Diputados, incluso en cada una de ellas el respectivo secretario, nombradas ambas con anticipación, y se dirigirán al palacio de SS. MM. con aviso previo, para que sean recibidos conforme al reglamento. Una de estas diputaciones acompañara al Emperador y la otra a la Emperatriz. 15. En virtud de citación anticipada hecha por el Gefe Político á todas las Corporaciones, deberán estas hilarse en el Palacio de SS. MM. á la hora que llegue las Diputaciones del Congreso, con excepción del muy Venerable Cabildo Metropolitano, que estará esperando en la Iglesia.505
504 HDNM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 61, T.II, 29 de junio de 1822, pp. 459- 461. 505 HDNM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 61, T.II, 29 de junio de 1822, pp. 461- 462.
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El recorrido de los emperadores recuerda a los realizados por la tradición hispana; el
hacer el paseo a pie, así como la incorporación de 48 diputados constituyentes a la
comitiva que acompaña a Agustín de Iturbide 506 y a Ana María Huarte,507 deban
legitimidad política y formaban parte del ritual que se mostraba a los ojos
“internacionales”, ya que los representantes de otras naciones americanas estarían
presentes para ser testigos de la coronación y así reconocer tanto la independencia
de la nación como la soberanía investida en el emperador.
Así mismo, los puntos que corresponden del 16 al 21 son con respecto a la
“Procesión del Palacio a la Iglesia”, continuidad de los anteriores, ya que especifican
algunos aspectos de la ceremonialidad que se vivió.
Procesión del Palacio a la Iglesia 16. Esta será dispuesta y regimentada por el Gefe de la Regencia del Ceremonial, conforme se acostumbra, por las antigüedades de los Cuerpos Religiosos, condecoraciones y dignidades de los políticos. Un repique general y correspondientes descargas de artillería solemnizarán la pompa ínterin dure la marcha.
[…] 19. El otro grupo se formaran de tres Generales, querellaran primero la corona del Emperador, el segundo el cetro, el tercero el anillo imperial sobre respectivas almohadones; otro llevara la canastilla con el manto. A derecha e izquierda de cada uno, un Oficial de la mayor graduación; quedando cerca el grupo con la diputación del Congreso, que llevara dentro de su ceno al venerable Padre de S. M. y príncipes del imperio prescindiendo a toda la comitiva el Emperador sin insignias. Seguir a S. M. el General comandancia de la guardia en servicio, el Limosnero mayor, y el Mayordomo mayor, los cuatro edecanes de S. M., Ministros de Estado y grandes Generales del Imperio.
[…] 21. Luego que el acompañamiento llego al coro, se dividirá en dos filas, en toda la nave de la Iglesia, comportándose de modo que puedan SS. MM. ser conducidos al trono chico.508
Podemos observar que se tiene un particular cuidado por el acomodo de los cuerpos
políticos que representan a la nación, más allá de la diputación que acompaña a los
emperadores, se vislumbra una participación de las corporaciones; los cuerpos
religiosos; el cabildo civil y el eclesiástico y los oficiales militares de alto grado. En un
506 De los diputados que acompañaron a Iturbide en la procesión destacan los nombres de; José Miguel Guardi y Alcocer, Carlos María Bustamante, José Manuel de Herrera, el marqués de Raya, el conde del Peñasco, Manuel Espinoza, Manuel Mier y Terán, entre otros. 507 De los legisladores que acompañaron a la emperatriz destacan nombres como los de Lucas Alamán, Foncerrada y Soravilla, Obregón, fray Servando Terreno de Mier, Gómez Farías, Mariano Mendiola Velarde, entre otros. Se ve que la oposición legislativa que tenía Iturbide dentro del Congreso eran los que se acomodaron con ella, quizás con la intención de evitar algún incidente, de allí que Mier acompañe a Ana María y no a Iturbide. José María, Navarro Méndez, La mujer del emperador La mujer del emperador Ana María Huarte de Iturbide (1786-1861), p. 90. 508 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 61, T.II, 29 de junio de 1822, pp. 461- 462.
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segundo acomodo (lo cual no demerita su participación), estaba la familia de los
emperadores, en particular Joaquín de Iturbide y los príncipes de Iturbide que forman
parte del acto.
El espectáculo de la artillería y el repique de las iglesias metropolitanas brindó
de bullicio al espectáculo que estaba a punto de comenzar. Otro aspecto que refieren
es el acomodo dentro de la catedral, pues la importancia de la familia imperial se ve
reflejado, por ejemplo, se lee, mejor dicho, se observa la superioridad del padre del
emperador al ser puesto —de forma simbólica— en el seno de los diputados, mismo
ocurre con los príncipes.
Cuando la comitiva llegase a la catedral y tras saludar a las autoridades
presentes, el ceremonial tenía previsto que a partir de los puntos 22 hasta el 28
correspondiente al apartado de la “Ocupación del Trono Chico”.
Ocupación del Trono Chico 22. Continuándose la marcha desde el coro al trono chico por medio de las dos filas que formarán los acompañantes, ocupara el Emperador un Solio, entregando la espada al Presidente del Congreso. Detrás del Solio estarán dos príncipes del Imperio; detrás de estos el General comandante de la guardia, el Limosnero Mayor y el Mayordomo Mayor. Los oficiales generales que han traído las insignias del Emperador, también se colocaran detrás, de manera que este expeditos para las funciones que les corresponden de aproximar las insignias al altar; detrás de los Generales dos edecanes. La Emperatriz se colocara conforme se queda dicho en el numero 4, así como el venerable Padre del Emperador. De tras de la Emperatriz las princesas; un poco detrás de estas y oblicuando hacia adelante la Dama y señora de honor; detrás de estas, dos edecanes, con los Generales portadores de las insignias como se dijo respecto al Emperador.
[…] 25. Aquí se recibirán dichas insignias, y serán llevadas al altar sucesivamente por los Dignidades mitrados, en esta forma la corona, el manto del Emperador y su anillo; la corona, el manto y anillo de la Emperatriz. Hechas las entregas de las insignias los oficiales Generales ocuparan sus puestos detrás de las sillas de SS. MM.
[…] 28. Incontinenti se hacercara al Trono el Presidente, Vice presidente y Secretario del Congreso, para exigir a S. M. I. el juramento que presentara en voz alta lengua castellana conforme al tenor de la fórmula que el Congreso tiene acordada en 21 de mayo, y por los Santos Evangelios.509
El inicio formal del ceremonial y como las compañías de los emperadores se debían
sentar, de la misma manera se redactó la conducción de las insignias imperiales; los
anillos, los mantos, la espada y el cetro. Se hace mención también el inicio de la misa
y su término, se ve la designación del obispo consagrante y la actuación que debían
509 HDNM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 61, T.II, 29 de junio de 1822, p. 463- 464.
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realizar los diputados, pues ellos tenían la tarea de hacer jurar al emperador ante Dios
y las leyes su nuevo estatus.
Debemos precisar el significado político y místico de los símbolos, dado que a
los mismos se le confiere una majestad o una divinidad propia. Dice Víctor Turner,510
que la noción significante que se encuentra sujeta al objeto posee una cualidad
asociada al hecho en el que se encuentran los pensamientos, dicha asociación puede
dejarse de lado o ser tomada como algo trivial. Error sería dejarlo como mera mención
la existencia de la espada, cetro y mantos del emperador. Por muy azaroso que pueda
ser la inclusión de ellos, hay un ancho de fenómenos que explica el porqué de estos.
La guerra, la representación, así como la protección, son los principios de la
materialidad del imperio, temas que desprenden los significados siguientes.
Primero la espada que se forja en elementos que se incrusta dos campos
simbólicos. Por un lado, la forja del arma, debido a que no tenemos especificaciones
de esta suponemos que ella fue moldeada en materiales tradicionales, pero tanto la
funda como el mango fueron elaborados con laminados de oro y plata; esta espada
representa de forma alegórica ser la primera arma de la nación, a la cual se le santifica
para que pueda ser al mismo tiempo defensora de la tierra como del catolicismo
romano. Un significado que provoca la enjundia de los sentimientos. En segundo
término, tenemos el cetro o dicho de otra forma; la vara de mando, que simboliza la
regencia de poder, seguramente elaborada en base de un laminado de oro, este
pequeño cetro simboliza de manera férrea el poder, al ser consagrado en la catedral y
llevado por los militares mantiene dos funciones, la de mando en la religión y la de
mando militar, una simbolización que no es extraña a las funciones de los reyes. Por
último, el manto o la capa, así como los anillos, objetos dados a los emperadores, tanto
Ana como Agustín son merecedores de ellos, pues la función es similar para ambos,
ya que los dos, tanto emperador como emperatriz son protectores y el manto busca
proteger; con él cubren a sus ciudadanos, claro es que, de forma simbólica, otro
aspecto del que pueden dar respuesta de la dignidad de la casa de Iturbide.
Continuando con los puntos del ceremonial, el capítulo que atañe a la
“Consagración” ubicado a partir de los artículos 29 al 34 son correspondientes la
unción de los oleos sagrados conforme al pontifical romano (en la medida de las
510 Turner, Víctor, La selva de los símbolos. Aspecto del ritual ndembu, España, Siglo XXI Editores, 1980, pp. 30- 31.
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adaptaciones realizadas por el Congreso). Debemos entender la acción de unción
como un acto de entera solemnidad, pues es el momento donde los hombres se acerca
a Dios, según, la tradición católica. Las intenciones son claras —por lo menos para
nosotros—, pues es evidente que se glorifica la figura de Iturbide, ya que se santifica
a un mortal y lo mismo para la emperatriz.
Consagración 29. Esta se hará conforme al Pontifical en consonancia con lo que previene la Constitución vigente, y puede reducirse a los artículos siguientes para conocimiento de todos. 30. Se da principio a la misa, y acabado el gradual el Limosnero Mayor, los obispos y dignidades mitrados se acercarán a SS. MM. haciéndoles una profunda reverencia, y los conducirán al pie del altar para recibir la ungió sagrada; nadie más los acompañara a esta ceremonia. 31. SS. MM. se arrodillarán al pie del altar en almohadones. 32. El Prelado consagrante ungirá al Emperador, y a la Emperatriz entre el codo y la
mano en el brazo derecho. 33. Terminada esta ceremonia acompañaran a SS. MM. a su Trono chico la misma persona que los condujo al altar.
34. El Magistral de esta Santa Iglesia el Dr. D. Miguel Guridi y Alcocer enjuagaran al Emperador en el Trono el Santo Oleo, y entregaran al Limosnero Mayor el paño que haya usado; y el Canónigo D. Florencio Castillo hará lo mismo con la Emperatriz, entregaran también al Limosnero Mayor el paño que haya servido.511
Debemos observar que la consagración del soberano; es un acto engarzado en la
solemnidad cristiana y a la vez es la confirmación política de su estatus. Pues el acto
de ungir los aceites santos es la antesala de la coronación, la divinidad del emperador
y de la emperatriz, en conjunción con Dios los direcciona a la felicidad y la prosperidad
del reino y la afirmación de la victoria, es decir, la elevación de la Nueva España a
Imperio Mexicano.
Este acto permite entrever el cómo se materializa la legitimidad, la misma
afirmación de la existencia del emperador- monarca, evidencia la ruptura frente el viejo
estatus de virreinato infiriendo una hibridación entre los pensamientos, pues los actos
religiosos son llevados a cabo por los representantes de la Iglesia, pero la coronación
no. Marc Bloch en su momento afirmó que la solemnidad se reunía en dos aspectos:
“por un lado, la entrada de las insignias, entre las cuales la corona siguió siendo la
principal; y por el otro, la unción que se mantuvo, hasta el final, como el acto significado
511 HDNM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 62, T.II, 2 de julio de 1822, pp. 465- 466. Nota: Si uno revisa la portada de la Gaceta, esta refiere al 2 de junio, asumimos que se debe a un error de impresión ya que el número anterior (Núm. 61) refiere al 29 de junio, la cual concluye con un: Concluye en el siguiente número.
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por excelencia”. 512 El nacimiento de la consagración “real”, hacía de los reyes-
emperadores protegidos de Dios. Elevando al emperador, al soberano, por encima del
común. Para nuestro caso a diferencia de las prácticas del medievo, la presencia del
presidente del congreso releva la función superior de los religiosos, aquel privilegio de
los curas y obispos es supeditado a un líder civil y en este caso preeminencia de lo
civil sobre lo espiritual.513
De los artículos correspondientes del 35 al 63 que conforman la “Coronación”
se ubican las especificaciones y los tratados de la procesión a realizarse para
inaugurar el reinado del emperador constitucional. En esta serie de puntos los cuales
están previstos en el Pontifical romano se puede observar el tratamiento de las
insignias imperiales, es decir, la bendición que reciben; como lo denotamos arriba. Lo
importante de este apartado radica en el punto 38 pues es aquí donde se defina el
sistema político que adopto México ya que la soberanía —lo pensamos de esa forma—
radica en la corona imperial que fue bendecida por el obispo consagrante y que
sostiene el presidente del congreso. He aquí la particularidad del Imperio, se refleja en
la dualidad del origen de la soberanía según los preceptos mexicanos, y haciendo
alucino a lo realizado por Napoleón, la coronación de Ana Huarte va de mano de
Iturbide, de nuevo creemos que se refleja ese juego de dualidad, que se sujeta en los
lasos católicos y el seno legislativo.
Coronación 35. Se hará lo prevenido por el Pontifical romano que podría reducirse a los artículos siguientes.
[…] 38. Las insignias del Emperador se irán recogiendo por el Presidente del Congreso, quien la pondrá en la cabeza del Emperador, diciendo las siguientes palabras: Señor: Presidente del Congreso que representa la Nación Mexicana al ceñir vuestras dignas sienes con la Diadema del Imperio, hace presente a V. M. que la sublime dignidad a que la nación os eleva, tiene solamente por objeto la conservación, el bien y la felicidad de la misma y de cada uno de sus individuos. Sabed, Señor, que vuestra augusta persona, es y será siempre sagrada e inviolable, para que podáis conducir con más acierto el estado, proteger vuestros súbditos, y ser verdaderamente el padre de vuestro pueblo; pero no olvides que ese gran poder que la Nación pone es vuestras augustas manos tiene por limites la Constitución y las Leyes. Al empeñar Señor las riendas del gobierno, fije V. M. I. en cuantas importantes verdades, y cuente seguramente con el amor, respeto, fidelidad y obediencia de los mexicanos si las observa. Pero, si, lo que no es de esperarse de las conocidas virtudes, y del amor que profesa V. M. I. a la Nación, convirtiese en su dueño y reinante, ha
512 Marc Bloch, Op. cit., p. 140. 513 Ibíd. p. 141.
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autorizado con este hecho a la Nación para reclamarle los imprescriptibles derechos que le asiente legítimamente.
[…] 40. En seguida los Generales recibirán del Dignidad asistente las otras insignias imperiales, y tendrán el honor de ponérselas a S. M junto con el Prelado consagrante; quien diría al mismo tiempo las correspondientes oraciones de la Iglesia.
[…] 44. Colocados que sean todos, el obispo consagrante In hoc Imperii solio &. Pronunciadas estas palabras se convertirá hacia el Emperador, y en seguida hacia los asistentes, diciendo en voz alta viva Imperator in aeternum, respondiendo los asistentes; viva el Emperador y la Emperatriz, este es el acto que los reyes de armas deben arrojar las monedas fuera de la catedral.
45. Entonara el obispo él Te deum y continuara la misa. […]
52. La marcha de las gradas al trono hasta el altar, se ordenará con esta forma; los Uxieres, los Reyes de Armas, los Pages, los Ayudantes y Jefes de la ceremonias; los que conduzcan la ceremonia. La Emperatriz y sus acompañantes, el Emperador y los suyos. 53. En la última grada del altar se detendrán todos. Los Emperadores, con sus necesarias comitivas, llegara al pie del altar y se arrodillaran sobre almohadones; la Emperatriz a la izquierda; los que llevan las ofrendas se colocaran un poco detrás a la derecha del Emperador a cada uno de los lados habrá un maestro de ceremonias.
[…] 59. El Jefe de los Reyes de armas, recibida la orden del Jefe del ceremonial, dirigió en voz alta y clara el muy piadoso y muy augusto Emperador Constitucional primero de los Mexicanos Agustín, esta coronado y entronizado. Viva el Emperador. Responderán los asistentes; Viva el Emperador, a que añadirán; Viva la Emperatriz. Una salva de artillería anunciara, la coronación y entronización de SS. MM. 60. El Ministro de Estado dará fe y testimonio de haber presentado el juramento el Emperador. 61. Hecha esta formalidad volverá el clero al pie del trono con palio, para acompañar a SS. MM., a su salida, que será en el mismo orden que se previno para la entrada. 62. El Congreso se disolverá en el acto de retirarse, SS. MM. a quienes solo acompañaran la diputación de los 24 nombrados al efecto de cada una SS. MM. hasta conducirlos al Palacio Imperial, que deberá estar preparado para recibirlos, según se previene en el artículo 1. 63. Ninguno saldrá de la iglesia hasta que hallan salido el acompañamiento de SS. MM.
en el Palacio Imperial, México 17 de junio de 1822.514
De este amplio marco, debemos entender la composición de este y en referencia a quienes
realizan el acto. Las ideas expresadas en el desarrollo del ceremonial, se puede
observar la fusión de los modelos políticos imperantes, además el intentó desarrollar
un ritual el cual fuera resultado de la tradición histórica hispana, católica y francesa,
vislumbra la necesidad de marcar una identidad propia. 515 Seguidamente en el
desarrollo de la coronación y sacramentación de las insignias imperiales se establece
514 HDNM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, México, Núm. 61, T. II, 2 de julio de 1822, pp. 466- 469. 515 Silke Hensel, Op. cit., p. 1353.
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la resolución del conflicto de la soberanía al ser está investida en una corona, en un
manto, en un cetro y una espada. La respuesta al conflicto fue que la soberanía se
traspasara del obispo consagrante al presidente del Congreso y él a su vez traspasa
los poderes al Ejecutivo, o por lo menos así es como vemos el conflicto histórico. En
esencia ya para estos momentos del contexto histórico, podemos afirmar que la idea
de la mexicanidad comienza a brotar en este acto, engarzado en la realidad festiva.
El establecimiento del orden político que, aunque efímero, hizo presente la
estabilización de los vientos violentos que se veían, repetimos quizás de forma
efímera, pero marcando un precedente en la construcción de la paz interior del Estado.
La coronación al tratarse de una construcción mixta de ideas y posiciones se vela en
la necesidad de conciliar y el acto es muestra de ello.516
En este sentido podemos intuir como se pudo ocurrir en el ceremonial, a través
del imaginario histórico. Dice el Spence el día 21 de julio de 1822517 el tan esperado
evento se realizó, y cuya espera se había postergado casi un mes. 518 Viéndose
aproximado el día, se le encargó a Luis Quintanar y éste a su vez encomendó a
Anastasio Bustamante, decorara las fachadas de los edificios públicos y se mantuviera
iluminada la ciudad por tres noches.519 Al mismo tiempo, se preparaba el ceremonial
en la catedral: 520
Se había prevenido el teatro para la función; habiéndose levantado dos tronos al lado del evangelio, el uno mayor junto al presbiterio, el menor cerca del coro, y entre ambos se pusieron la cátedra o púlpito para el sermón y un asiento elevado destinado al jefe de la ceremonia y sus ayudantes, para que desde allí pudiesen inspeccionar todo. En cada uno de los tronos se colocó el solio o silla para el emperador en el sitio más alto y prominente; su derecha una grada más baja, un sillón para el padre del monarca, a quien como otra vez hemos notado, nunca se le sobraba sin acompañar el adjetivo “venerable” y otra igual en la misma grada a la izquierda para la emperatriz; los príncipes y princesas debían ocupar las sillas colocadas a la derecha del padre del emperador y a la izquierda de la emperatriz. Detrás del emperador, su esposa y familia, habían de situarse dos generales, las damas de la emperatriz y la servidumbre del palacio. Al frente de los tronos y al lado de la epístola, se levanto un tablón con doble orden de sillas para el Congreso, cuyo presidente nombrado para aquel mes, D. Rafael Mengano, había de poner la corona sobre la cabeza del emperador. No habiendo lugar
516 Ibíd., pp. 1400- 1401. 517 Spence, Robertson, Iturbide de México, pp. 265- 267. 518 Ver a: Spence, Robertson, Iturbide de México; Timothy Anna, El imperio de Iturbide; Juanino Vega, Agustín de Iturbide, entre otros. 519 Lucas Alamán, Op. cit., Tomo V, p. 363. 520 Ídem.
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para todas las corporaciones, se les invito asistir por diputación, señalándoles el sitio
que habían de ocupar según su orden.521
Así pues, la madrugada de ese 21 de julio, el palacio de Iturbide era un hervidero. Se
ordenó que las campanas de todas las iglesias sonaran desde las seis de la
madrugada “un repique cada hora”,522 junto con veinticuatro salvas de artillería. La
emoción no debió dejar dormir a Ana y menos a Agustín, sin duda esto era más grande
que su boda, puesto que recibirían en un par de horas la bendición de manos del
obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas y Crespo, 523 mientras que la corona sería ceñida
por Rafael Mengano, íntimo amigo de Iturbide y además presidente de la Cámara
legislativa.
Una comitiva de 48 diputados se presentó en el palacio a primeras horas de la
madrugada, con tal de cumplir al pie el protocolo establecido. 524 A esta comitiva se le
adjuntaron a la misma hora las demás compañías con excepción del cabildo
metropolitano, los cuales estaban ya en catedral. La emperatriz Ana María fue
acompañada de 24 diputados entre los que destacaban: Lucas Alamán, Foncerrada y
Soravilla, Mendiola, Mier, Gómez Farías, etc… y el emperador por igual número,
destacando a Anastasio Bustamante, el conde de Peñasco, el marqués de Rayas,
Guridi y Alcocer y otros. En la lista destacaban militares, abogados, comerciantes,
canónigos e incluso médicos, todos ellos hombres letrados y de más alta estima del
imperio, salieron del Palacio Imperial, encontrándose en solemne procesión a los
cónsules y a los prelados de la Iglesia, frente a las puertas de catedral. Mientras
recorrían las calles se dejaba ver la pasión nacional; las casa, los palcos y pórticos se
decoraron vivamente con los colores trigarantes, que el pueblo había adornado en
conmemoración de aquel día.
El desfile estaba dividido en dos columnas: detrás de los emperadores se
distinguían los diputados y la familia imperial, siendo considerado el acompañamiento
de ellos; el jefe del ceremonial Luis Quintanar, el limosnero mayor fue Antonio Joaquín
Pérez, el mayordomo del emperador el marqués de San Miguel de Aguayo José María
521 Ídem. 522 Ibíd., Tomo V, p. 364. 523 Zárate, Julio, “La guerra de Independencia”, en Riva Palacio, Vicente, México a través de los siglos, p. 455. 524 HDNM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 61, T. II, 29 de junio de 1822, pp. 457- 464. Comisión de los 24 señores Diputados que han de acompañar a S. M. el Emperador el día de la coronación.
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Valdivieso y cuatro edecanes acompañaban al emperador. Mientras tanto, a la
emperatriz la seguían la camarera mayor la condesa de San Pedro del Álamo Dolores
Valdivieso, su dama primera y guarda mayor doña Anna Iraeta de Mier y demás
damas. Cerraban las filas tres generales, los cuales llevaban los anillos, las coronas,
los mantos, el centro y espada del emperador en almohadas. La opulencia de aquel
evento opacó vorazmente las que los virreyes traían. La gran comitiva entró a la Iglesia
catedral metropolitana y dirigidos al coro el gran desfile se divido a izquierda y derecha,
acomodándose según lo establecido en el programa. Los emperadores se dirigieron
pues al trono chico, atrás de ellos se encontraba una guardia de honor, el padre del
emperador José Joaquín Iturbide y los príncipes y princesas.525
Ilustración 6. Agustín de Iturbide. Óleo sobre tela. Retrato atribuido a Josphus Arias Huarte. 1822. Ubicado en la
Colección del Museo de Arte de Filadelfia, Estados Unidos de América.
Los generales que traían consigo los anillos, las coronas, el centro y una espada, los
entregaron al presidente del Congreso el diputado Rafael Mengiano y luego se
acomodaron de forma que pudieran conducir las insignias del imperio. En cuanto
tomaron asiento los emperadores el obispo consagrante Juan Ruiz de Cabañas,
entonó el Vine Creator, el cual resonó en la palpitante sala, los emperadores de rodillas
oraron mientras terminaba el himno. Los generales que portaban las insignias
525 HDNM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, núm. 61, t. II, 29 de junio de 1822, México, p. 464.
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imperiales, rápidamente se movieron y se colocaron frente al altar, de pie al presbítero
donde dieron los símbolos a sus majestades imperiales.526
En cuanto termino el himno, el obispo Ruiz de Cabañas preguntó al emperador
¿Profiteris ne? a lo cual él respondió Profiteo, mientras el limosnero mayor había
puesto el libro de los evangelios frente a Iturbide. Acto seguido el obispo Cabañas
recito tres versículos, las letanías y oraciones correspondientes, con el fin de terminar
la misa conforme al pontifical romano.527
Terminada la misa,528 se acercaron a los emperadores el limosnero mayor, los
obispos y dignidades mitrados de la Iglesia, quienes realizaron una solemne
reverencia; los condujeron al altar donde se arrodillaron y el obispo consagrante les
ungió los óleos sagrados entre el codo y la mano del brazo derecho. Hecho esto,
Agustín y Ana María regresaron al trono chico. Ya sentados, el magistral de la catedral
Miguel Guridi y Alcocer enjuagó al emperador en el trono, usando el santo óleo, y por
su parte el canónigo Florencio Castillo realizó lo mismo con la emperatriz, ambos
entregaron los paños utilizados al limosnero mayor Antonio Joaquín.
Siguiendo el protocolo, siguió el acto de coronación. Mientras los emperadores
estaban sentados, el obispo Cabañas bendecía las coronas, mantos, anillos, centro y
espada de sus majestades. Naturalmente Crespo apeló a las sagradas escrituras, oró
y pidió a Dios el socorro en las necesidades públicas. Concluidas estas, Agustín y Ana
María fueron acompañados de nueva cuenta por el limosnero mayor, los obispos y
dignidades mitrados de la Iglesia agregándose a ellos el capitán general de la capital
del Imperio, el mayordomo mayor, los cuales iban detrás del emperador, así como tras
la emperatriz la seguían las damas y señora de honor.529
Las insignias ya consagradas, fueron recogidas por el presidente del congreso
Rafael Mengano, el cual, con la autoridad concebida por el Poder Legislativo, dijo las
siguientes palabras:
Señor: Presidente del Congreso que representa la Nación Mexicana al ceñir vuestras dignas sienes con la Diadema del Imperio, hace presente a V. M. que la sublime dignidad a que la nación os eleva, tiene solamente por objeto la conservación, el bien y la felicidad de la misma y de cada uno de sus individuos. Sabed, señor, que vuestra augusta persona, es y será siempre sagrada e inviolable, para que podáis conducir con
526 HDNM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 62, T. II, 02 de julio de 1822, México, p. 466. 527 HDNM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 62, T. II, 02 de julio de 1822, México, p. 467. 528 Castaldo, Ceremonias de la iglesia en la unión y coronación del nuevo Rey ó Emperador escritas en Latín… traducidas al Castellano, en Spence, Robertson, Iturbide de México, p. 266. 529 HDNM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 70, T. II, 20 de julio de 1822, pp. 538- 539.
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más acierto el Estado, proteger vuestros súbditos, y ser verdaderamente el padre de vuestro pueblo; pero no olvides que ese gran poder que la Nación pone en vuestras augustas manos tiene por limites la Constitución y las Leyes.
Al empeñar señor las riendas del gobierno, fije V. M. I. en cuantas importantes verdades, y cuente seguramente con el amor, respeto, fidelidad y obediencia de los mexicanos si las observa. Pero, si, lo que no es de esperarse de las conocidas virtudes, y del amor que profesa V. M. I. a la Nación, convirtiese en su dueño y reinante, ha autorizado con este hecho a la Nación para reclamarle los imprescriptibles derechos que le asiente legítimamente.530
Después de la coronación de Agustín I de México, los generales acompañantes en la
procesión recibieron las insignias imperiales, y junto con los prelados pusieron al
emperador el manto y los anillos. Llegando a este punto, Iturbide en completa
solemnidad, tomó la corona de la emperatriz y la ciñó en sus sienes,531 las damas de
honor Dolores Valdivieso y Anna Iraeta de Mier cubrieron con el manto de igual manera
a Ana María, poniéndole su anillo María Loreto de Vivanco y Luisa Cacho y Gómez
Navarrete.532
Ilustración 7. Ana María Huarte de Iturbide. Óleo sobre tela. Retrato atribuido a Josephus Arias Huarte. 1822.
Ubicado en la Colección del Museo de Arte de Filadelfia, Estados Unidos de América.
530 HDNM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 62, T.II, 2 de junio de 1822, p. 467. 531 Taylor a Adams, 04 de agosto de 1822, del Departamento de Estado, Archivo Nacional (Departament of State, National Archives), Washington DC, Correspondencia consular, en Spence, Robertson, Iturbide de México, p. 267. 532 Nota: No se encontró algún registro de quienes pusieron las insignias a la emperatriz. Los nombres que damos nosotros, corresponden según el puesto de importancia que cada mujer ocupó en la familia imperial.
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De manera oportuna, el obispo Cabañas y todo el cabildo metropolitano se levantaron
de sus sillas y condujeron a los emperadores al trono mayor. La familia imperial se
dirigió a donde ellos y tomaron asientos de nueva cuenta, según los lugares que les
correspondieron. El obispo consagraste regresó al podio y pronuncio en voz alta viva
¡Imperator in aeternum!, en la iglesia se escuchó en una fuerte contestación ¡Viva el
emperador y la emperatriz!
Inmediatamente las ovaciones se vieron opacadas por el Te Deumm; el general
Luis Quintanar y todos los que se encontraban frente a ellos realizaron una reverencia.
El limosnero mayor pasó al altar y tomó de la mano del diácono el santo Evangelio,
llevándolo a los emperadores junto con los maestros y ayudantes.
Los emperadores se pusieron de pie y recibieron a algunos diputados, los
cuales llevaban las ofrendas; estas consistieron en dos cirios, dos panes uno de oro y
el otro de plata, y un Cáliz. En cada uno de los cirios estaban incrustadas tres piedras,
una de oro y una de plata. Agustín y Ana María bajaron del trono mayor en dirección
al altar. La emperatriz acompañada de las princesas y damas de honor sostenían su
manto, y de un general que recibió su corona para realizar la reverencia, ella presidio
en su marcha al emperador, quien siguió con su venerable padre y príncipes, los que
sostenían su manto imperial, el general comandante de la guardia, limosnero mayor y
mayordomo mayor los acompañaron. En una marcha multitudinaria los emperadores
presentaron las ofrendas, se arrodillaron un par de minutos y regresaron a sus tronos.
Esperando continuara el evento, el limosnero mayor condujo a sus altezas
imperiales a sus asientos en el trono mayor. El Agnus Die y el ósculo de la paz,
concluirían la misa de coronación. El obispo Joaquín Pérez y Luis Quintanar se
ubicaron del lado izquierdo del jefe de armas de los reyes, quien dijo en voz clara y
fuerte: “el muy piadoso y muy augusto Emperador Constitucional primero de los
Mexicanos Agustín, esta coronado y entronizado. Viva el Emperador”. 533 Los
asistentes respondieron; “Viva el Emperador, Viva la Emperatriz.”.534
Mientras se escuchaban un sin fin de aplausos, gritos y piezas oratorias, el
ministro de Estado dio fe y testimonio de aquel acto. Las comitivas se prepararon en
seguida y se pusieron de pie, mientras los emperadores presidieron la procesión para
salir de la catedral. En las puertas Ana María y Agustín arrojaron monedas como era
533 HDNM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 62, T.II, 2 de junio de 1822, p. 469. 534 HDNM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 62, T.II, 2 de junio de 1822, p. 469.
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acostumbrado; según el orden de llegada a la misa se retiraron al Palacio Imperial,
donde desde el balcón principal continuaron arrojando monedas de oro, plata y cobre
en medio de los festejos del pueblo.
La coronación y así mismo la entronización del emperador mexicano, es el claro
resultado lógico de los sucesos. Bien lo ha marcado Fenochio y antes que él
Robertson, en afirmar que la elevación de Agustín de Iturbide no estaba en
contradicción con los sucesos históricos de las naciones hispanoamericanas. El
ejemplo más evidente, de la trasformación del héroe a ejecutivo del nuevo Estado fue
Simón Bolívar a quien se le designo presidente de la Gran Colombia; hecho llevado a
cabo por un puñado de revolucionarios. Caso igual de emblemático fue el de José de
San Martín a quien se le invistió el poder ejecutivo por algunos patriotas chilenos.535
En cierta medida, la elección del sistema monárquico y la elevación del sujeto
con mayor moral o el héroe del momento; no es un hecho antinatural, por el contrario,
y repetimos es el paso lógico al ser herederos de un sistema paternalista atado a las
lógicas del monarquismo. En México el liderazgo y prestigio del autor de la
independencia, trajo consigo la evidente consecuencia de la legitimidad, hecho que
hoy en día despierta pasiones, pero lejos de ello y como lo anotamos varios párrafos
arriba el problema era Europa, pues bajo la lupa hispanoamericana Bolívar, el gran
caudillo del sur, reconocía en Iturbide una herencia monárquica legitima, “pocos
monarcas de Europa poseían un título más legítimo que el de Agustín I”, hay que
reconocer que esta discusión que se establece en Sudamérica es gracias al juego
político que pone Iturbide al escribir a Bolívar en mayo de 1822 reconociendo la
existencia política de ambas potencias.536
Más allá de todo ello, resulta natural que Iturbide sea el campeón de la
monarquía, un joven de buen prestigio, de buena familia, donde la adoración a la
Iglesia y al Rey; eran un principio incuestionable.537 El joven michoacano emanaba
una particular luz, la cual enarbolaba las ambiciones políticas de los criollos, quienes
vieron en él un prototipo de la mexicanidad.
535 Spence Robertson, Op. cit., p. 277. 536 Spence Robertson, Op. cit., p. 278; Agustí de Iturbide, Al generalísimo Simón Bolívar, México, 29 de mayo de 1822, pp. 111- 112. 537 Ídem.
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c) Los crudos golpes políticos y la fiesta por un príncipe
El evidente resultado tras la coronación del emperador Agustín I y de la emperatriz
consorte Ana María Huarte, fue una singular reseca, por decirlo de forma hilarante. Si
bien, las secuelas generales tras la ominosa noche de la coronación; se consideran
una victoria para el grupo iturbidista, las actitudes políticas de los detractores del
imperio se exacerbaron en calurosos desacuerdos. Aunado a los declives políticos que
tomó Iturbide a lo largo de los meses subsecuentes de julio de 1822.
Los primeros pasos de Agustín I responden a las necesidades atenuantes de la
política interna del imperio, tales como: el Real Patronato, el reconocimiento de la
independencia por las potencias europeas, el reacomodo de la geografía política de
México, el resolver las necesidades económicas (la agricultura y la minera
principalmente) a lo largo y ancho del territorio nacional, así como el lidiar con la
oposición política, la cual ya se encontraba fraguando en contra de él.538
Pensamos en tres puntos fundamentales para entender la desazón entre los
legisladores e Iturbide. Por un lado, la negación del veto sobre las propuestas de ley y
los impuestos al emperador, por otro, los dos poderes se adjudicaban la facultad de
designar al tercer poder, es decir, al judicial. Y, por último, el conflicto por establecer
los tribunales militares en todas las capitales del imperio.539
Las tensiones y rumores que se esparcieron en el mes de julio, así como las
acusaciones de las conspiraciones generaron fuertes rupturas. La clara insuficiencia
de la constitución de Cádiz, ante las necesidades de Imperio Mexicano y la falta de
labor legislativo por parte de los diputados constituyentes, puso en evidencia que a lo
largo de ocho meses no lograron cumplir su cometido principal,540 generado una fría
indiferencia con las necesidades administrativas del Estado, tanto la suerte de la nueva
burocracia como la desafinada visión de ingobernabilidad que percibía la ciudadanía,
manchó el prestigio del Congreso, en términos generales éste se venía abajo.541 El
538 Ver a: Spence Robertson, Op. cit., pp.280- 310. Nota: Enfatizamos la amplia apreciación que da Robertson en su décimo capitulo, pues hace acopio de los principales problemas que enfrento Iturbide a lo largo del segundo semestre de 1822. 539 María José Garrido Asperó, Op. cit., p. 148. 540 De manera redundante la legislación constituyente se encargaba de cosas triviales. Alfredo Ávila ha señaló que la falta de tribunales como la resolución de asuntos personales menguo la labor de los diputados. Alfredo Ávila, Op. cit., p. 230 541 Jaime del Arenal Fenochio, Op. cit., pp. 95- 96.
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panorama atenuaba en una conspiración en contra del emperador y este en contra de
los diputados. Los ataques que se generaban unos a otros evidenciaban más el
desafiando sentimiento por la reducción de los poderes en manos de los legislativos y
el aumento por parte del emperador.
La agudización del conflicto y el arresto de varios diputados promovieron el
cierre del órgano del poder legislativo. La noche del 26 de agosto de 1822, varios
diputados fueron arrestados por las tropas al mando del general José Antonio
Echávarri. 542 Carlos María de Bustamante recuerda el acto de su detención
presumiendo claridad y neutralidad, más allá de ello, no dudamos en que lo que precisa
debió ser denigrante.543
La voluntad de Iturbide en cuanto a la disolución del Congreso y arresto de sus diputados se cumplió en todas sus partes. Ningún obstáculo había para un hombre que en aquellos días reunía al prestigio, la fuerza y las fuentes potestad de hacer el mal… la noche del 26 de agosto, a las diez dadas, estando rodeado de mi familia, se entra un oficial en mi casa, escoltado de unos dragones, con la espada desnuda, y me intima
arresto, mostrándome un simple papel.544
El día siguiente, en sesión extraordinaria, el Congreso llamó a declarar al capitán
general de la provincia por el escandaloso hecho. La principal preocupación de los
diputados era la violación de los fueros, pues en acuerdo a la constitución española,
los diputados sólo podían ser juzgados por la nación, es decir, un tribunal especial era
quien debía llevar el caso.
En este punto de ruptura, el descontento era evidentes. En la sesión
extraordinaria del Congreso, del 29 de agosto, los ánimos y las tensiones
incrementaron, pues entre los llamamientos que los diputados realizaron se
presentaron Luis Quintanar, José Manuel de Herrera y Andrés Quintana Roo, quienes
de manera continua refirieron y afirmaron que los detenidos eran cómplices de
conspiración. 545 Por su lado el emperador sostenía que los arrestos no habían
violentado la constitución vigente manteniéndose en lo dispuesto en el artículo 172.
542 Alfredo Ávila, Op. cit., p. 231. 543 Carlos María de Bustamante, Continuación del cuadro histórico. Historia del emperador Agustín de Iturbide y establecimiento de la república popular federal, Tomo VI, México, Imprenta de I. Cumplido,1846, pp. 22- 23. 544 Ídem. 545 Actas Constitucionales Mexicanas (1821- 1824), Tomo IV, Volumen III, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1980, “Sesión Extraordinaria del día 29 de agosto de 1822”, pp. 114- 126.
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Entre las palabras encontradas en la sesión, se resaltan las de Valentín Gómez
Farías y Agustín Paz,546 quienes proponían en la misma sesión, la disolución del
Congreso, como medida de presión ante los atropellos de los diputados, por otro lado,
Agustín I, hacía hincapié en veladas amenazas.
He jurado a la nación gobernar de acuerdo a un sistema constitucional. Seré fiel a mi palabra y respetare lo que realmente existe hasta donde el bienestar del Imperio lo permita. Sin embargo, si debido a las faltas de su organización o a las pasiones de sus agentes, se manifiesta el deseo de convertir ese sistema en un instrumento de anarquía, la nación misma, en uso de sus derechos soberanos, promoverá una nueva representación legislativa. Yo seré el primero en invocar dicha legislatura de manera que, provisto de leyes que salvaguardaran el bienestar general de los ciudadanos, yo disminuiré la enorme carga de la administración, misma que no debo ni deseo ejercer despóticamente. De acuerdo con mis principios y los más fervientes deseos de mi corazón, seré monarca constitucional sujeto a todas las leyes que emanen de los órganos legítimos establecidos por la nación.547
La detención de los diputados trajo consigo una serie de protestas en contra de las
medidas aplicadas, el 26 de septiembre de ese año el general Felipe de la Garza y la
Diputación Provincial de Nuevo Santander, denunciaba abiertamente las tendencias
despóticas de Agustín I,548 de igual manera, el Ayuntamiento de Soto la Marina y sus
oficiales de guarnición protestaron por el aprisionamiento de los diputados
constituyentes.549 La culpa y el sentido de ingobernabilidad que percibía la elite política
del Imperio, no era culpa del emperador en su totalidad, pues varias de las misivas
enviadas a la capital destacan los “malos consejos de algunos peninsulares que
buscaban destruir el país”.550
La franca ruptura entre el emperador y los diputados era inevitable. La relación
entre ambos poderes fue insalvable, a pesar de la intención de disminuir los miembros
de las cortes. Ya fuera pretexto o no, Iturbide cortó la cabeza al órgano legislativo. La
falta de trabajo en las más urgentes necesidades, es decir, la creación de la
Constitución nunca se dio.551
546 Alfredo Ávila, Op. cit., p. 232. 547 Spence Robertson, Op. cit., pp. 293- 294. La nota de donde toma la cita lo enmarca en la sesión extraordinaria que tiene el Congreso por motivo del arresto de los diputados, de manera puntual dicha cita no la localizamos en las actas de sesiones. 548 Íbid., pp. 297- 298. 549 Alfredo Ávila, Op. cit., p. 232. 550 Ídem. 551 Esta es la tesis que sostienen Alfredo Ávila y Jaime del Arenal Fenochio, en los últimos años, a pesar de ello muchos de los autores “serios”, que han escrito sobre el periodo y puesto especial énfasis en la figura de Iturbide, señalan acertadamente que la disolución del congreso se debió a la falta de voluntad para legislar una constitución política para el cuerpo del Imperio Mexicano.
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El 31 de octubre de 1822, la fecha fatal en términos generales estaba dada.
Dice Fenochio; el Imperio se precipitaba hacia la ruina, ya que la disolución del
Congreso marcó el comienzo del desastre. Agustín I en bando solemne, se expresó
ante la nación, explicó que había cumplido con sus deberes religiosamente, sus glorias
las debía al Divino, pero la obra del Congreso Constituyente no estaba dada. “El dictar
leyes sabias que organizaran el Gobierno e hicieran la felicidad del Imperio, el
Congreso entró en empeños muy distintos de sus institutos y contravino las facultadas
que le fueron dadas”.552 Desde este punto de vista, los diputados defraudaron a la
nación incumpliendo sus deberes y asumiendo tareas que no les correspondían.
Iturbide diría tiempo después:
A tamaños males ya no alcanzaban paliativos ni bastantes remedios; aquel Congreso ni podía ni debía existir, así me pareció y del mismo modo pensaron todos aquellos con quienes consulté la materia en particular y una junta de notables que públicamente tuve en mi palacio, en la que convoqué a los hombres mejor reputados, los ministros, el consejo de Estado, los generales y jefes y setenta diputados.553
El Congreso quedaba disuelto, alrededor de medio día de ese 31 de octubre, sin
violencia y con todo el decoro, los diputados se retiraron de la sala de sesiones. Tras
las medidas aprobadas, Iturbide de nueva cuenta era elogiado, en el acto mismo
convocó a la Junta Nacional Instituyente. Este nuevo órgano de poder estaba
compuesto por dos diputados y sus respectivos sustitutos por cada provincia numerosa
y un diputado y su sustituto por cada provincia chica en su población. En términos
generales en la Junta Nacional Instituyente, se pueden encontrar los nombres de
antiguos diputados, muchos de ellos no apoyaban del todo a Agustín I. Si bien, en la
Junta varios de los hombres habían sido puestos por designación de él y por el Consejo
de Estado, en la memoria colectiva se tiene más presente el “intento” de la atribución
desmedida de poder. Carlos María de Bustamante recoge acertadamente la idea que
existía de esta Junta, en particular en los círculos republicanos, de ello Mier nos dejó
una composición.554
Un obispo, presidente; Dos payasos, secretarios;
552 HDNM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 121, T. II, 5 de noviembre de 1822 pp. 922- 923. El Bando originalmente se público el 31 de octubre del mismo año, enfatizamos que varios autores utilizan la referencia de la Gaceta Imperial. 553 Agustín de Iturbide, Op. cit., pp. 163- 164. Referimos que las memorias que escribió desde Liorna marcan un particular punto de vista. 554 Alfredo Ávila, Op. cit., p. 234.
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Cien cuervos estrafalarios. Es la Junta Instituyente. Tan ruin y villana gente Cierto es que legislarán A gusto del gran Sultán: Un magnifico sermón Sera la Constitución Que estos brutos formaran.555
La labor principal de aquella Junta era la redacción del Proyecto de Constitución y del
reglamento con el que se discutiría en el “nuevo” Congreso. En las bases orgánicas
de la Junta Nacional se preocupó por el tema de la representatividad nacional. Iturbide
no permitió que la Junta se apreciara así misma como depositaria de la soberanía. Se
puede apreciar un intento de control por parte de Agustín I, pero como ha referido
Alfredo Ávila; “no lo consiguió del todo”.556 Robertson, por su parte observa, que las
medidas tomadas por el emperador eran dirigidas en la lógica de evitar los extremos,
de allí que invite a varios diputados opositores.557
La ominosa existencia de la Junta y su labor atrajeron consigo afectos y
desacuerdo, pese a ello el 2 de noviembre de 1822, la Junta Nacional Instituyente, juró
lealtad al gobierno. Un triste presagio, si lo pensamos bajo la lógica supersticiosa de
la sociedad en aquellos años, pues los lúgubres sentimientos del día de Todos Santos
se entremezclaban en señales palpitantes del principio del fin.558
Desde la perspectiva del momento aquella disolución relató la aserción de evitar
el despotismo legislativo, varias de las provincias se pronunciaron a favor de la medida,
e incluso las festividades emanadas por la jura de lealtad a Agustín I lo demuestran.
Sin embargo, los ecos en contra del emperador y la designación de los miembros de
la Junta mellaron las relaciones con el poder ejecutivo.
Aunado al declive del poder legislativo, las pretensiones del emperador por
tomar San Juan de Ulúa desembocaron en su marcha a Xalapa, en una medida poco
premeditada, según Carlos María de Bustamante. Los tristes intentos por tomar la
fortaleza y la poca eficacia tenido meses atrás, llevaron a Iturbide a intentar levantar la
moral y prepara un nuevo plan para la conquista de aquel significativo sitio.
555 Carlos María de Bustamante, Op. cit., Tomo VI, p. 23. La cita la retoma del padre Mier. 556 Alfredo Ávila, Op. cit., pp. 234- 235. 557 Spence Robertson, Op. cit., p. 300. 558 Carlos María de Bustamante, Op. cit., Tomo VI, p. 24.
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Agustín I, salió de la capital con pompa y gala, la marcha imperial que emprendió
responde a dos necesidades; el fomentar su figura en las provincias próximas a la
ciudad de México y el deslumbrar con la mexicanidad del momento. El sequito que lo
acompañó brilló y deslumbró a multitudes, varios de los nobles anclados a la Familia
Imperial lo acompañaron, así como miembros del gabinete y de la ominosa Orden
Imperial de Guadalupe.559 Iturbide y sus miembros se pusieron en marcha el 10 de
noviembre, una salva de artillería despidió al emperador, las iglesias capitalinas
rogaron a Dios “que le diese buena mano” en su misión. En Puebla “con el mayor
aplauso fue recibido” y pronto emprendió su camino a Xalapa, donde entró el 16 de
noviembre por la tarde. Iturbide señaló a su llegada:
“… Pudo notar desde luego que reinaba en aquella villa otro influjo que en Puebla: los comerciantes españoles de Veracruz predominaban en ella, y descontentos entonces de la conducta y las medidas ventajosas que habían seguido a aquel acto, el recibimiento de se le hizo fue tan frio que le hizo decir que perecía que España empezaba en Xalapa…”.560
Pese al tibio recibimiento que tuvo Iturbide, las corporaciones, pasaron a cumplimentar
al emperador, quizás de forma tajante, las felicitaciones fueron llevadas a cabo.
Agustín I pronto paso revista a los granaderos del imperio, los cuales dieron una
demostración de sus habilidades, en un breve discurso el cual fue recibido con vivas,
manifestaba la eficacia del ejército imperial que era “el apoyo de la monarquía
moderna”.561
En el tiempo que Iturbide y su corte permanecieron en Veracruz, hizo
comparecer a Antonio López de Santa Anna, por lo ocurrido en su intento de tomar el
fuerte.562 La reprimenda por parte del emperador fue llevarse a Santa Anna a una
comisión a la capital, por la falta de dinero y asuntos varios el brigadier no emprendió
el viaje junto a Agustín I. Esta orden tacita del emperador le fue muy sensible a Santa
Anna, pues fue obligado a dejar todas las comodidades de su mando.563
559 Ibid., p. 33. 560 Lucas Alamán, Op. cit., Tomo V, p. 677. 561 Carlos María de Bustamante, Op. cit., Tomo VI, p. 35. 562 Carlos María de Bustamante, Op. cit., Tomo VI, p. 37. La materia de murmuración de la que fue objeto el veracruzano, no fue por el escandaloso lucimiento con el que se presento ante Iturbide sino por el intento de sobornar a las fuerzas defensoras del castillo de San Juan, con 11 onzas de oro. Dice Bustamante que por principio de decencia Iturbide lo separo de su cargo. Dato que ratifica Alamán. 563 Ídem.
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Iturbide dispuso su partida el primero de diciembre, Santa Anna lo acompañó
hasta alguna distancia de la villa “… y respirando venganza por su destitución y por el
desaire que se le hizo con motivos del ceremonial del palacio, se puso inmediatamente
en camino para Veracruz, dando prisa a llegar antes que se conociese su
destitución”.564
En su viaje de regreso el emperador realizó una escala en Puebla, aquella
ciudad deslumbró con su jura de lealtad, renovando el espíritu y los ánimos, pues la
ciudad de los Ángeles sobre acogió al soberano. La relación que da la Gaceta Imperial
demuestra las honras de aquel regocijo pues:
Todos los pueblos del tránsito celebraron la presencia de su amable libertador, quien recibió con agrado y afabilidad natural las expresiones de regocijo vertidas del corazón agradecido de sus hijos, exaltando más y más su entusiasmo reconociendo en él un
padre digno de todo su amor.565
Pese al ominoso día, la sombra se fue erigiendo en los cortos momentos de la
ceremonia, pues la noticia de la revolución que encabezaba Antonio López de Santa
Anna desazonó la noche festiva. A pesar de ello cerca de 40000 almas acompañaron
el recorrido;566 “en las calles, las plazas, en los balcones y las azoteas se respiraban
el placer de ver al libertador, jurando al unísono aquel goce que dio a la Madre Patria
libertad, derechos, y nombre entre las naciones”.567 Este acto generó dos aspectos
importantes en el contexto inmediato, por un lado, vemos la posición política de la
región la cual proporcionaba fe de la construcción política en favor de un sistema de
gobierno y por otro, lo que bien ha señalado Vázquez Mantecón; Puebla fue la única
ciudad que juró la independencia y a su emperador en tiempos del imperio, cuyo matiz
ejemplifica la importancia de la fiesta política aún en tiempos de crisis, ya que la
escenificación del poder en dicho momento pretendía construir una legitimidad
nacional.568
La fe al Estado no se funda en su totalidad sobre los hombros de los hombres,
ni en las expresiones totémicas, sino sobre las instituciones políticas. Esta fe fluctúa
según la fuerza de quien ostenta y dirige el poder, dicha fe se encuentra íntimamente
564 Lucas Alamán, Op. cit., Tomo V, pp. 678- 679. 565 HDNM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 136, T. II, 7 de diciembre de 1822, p. 1035. 566 María del Carmen Vázquez Mantecón, Op. cit., p. 67. 567 HDNM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 139, T. II, 11 de diciembre de 1822, p. 1052. 568 Maurizio Ridolfi, Op. cit., p. 11.
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ligada a su portador y por ende a sus vástagos, Albert Mathiez, ha matizado lo
anterior.569 En esta idea preconcebida para los momentos ominosos, la representación
del emperador como modelo político, refleja una clara construcción legitimadora que
se muestra a través de esta fiesta y lo que nos atañe en los días posteriores.
Al día siguiente, Iturbide se puso en marcha dejando tras de sí el territorio
poblano. Las cuestiones apremiantes se comenzaron a ceñir sobre el imperio, pese a
ello la fiestas y conmemoraciones no paraban pues ante el regreso del soberano topo
con la noticia del nacimiento de su hijo.
La tarde del 30 de noviembre de aquel año se registró en la capital imperial el
nacimiento del príncipe mexicano. Aquel acontecimiento ameritaba una fiesta no
menos solemne que señaló el fin del imperio, según los ojos críticos de los
republicanos. La emperatriz habiendo dado a luz a un niño de nombre Felipe Andrés
María Guadalupe, la tarde de aquel día, mientras el emperador caminaba de regreso
a la capital, la emperatriz entre achaques y gritos, trajo al mundo al príncipe mexicano,
en recuerdo a dichoso día las autoridades y todas las corporaciones de la capital
pasaron a cumplimentar a la emperatriz.
El repique de campanas y el sin fin de misas fue unánime. Los adversarios al
régimen imperial han escrito al respecto sobre el nacimiento del infante, si bien, a lo
largo de la historiografía tradicional se le menciona como el evento que dio fin al oropel
del imperio y se tilda bajo el sarcasmo de varios autores, no podemos dejar de precisar
que aquel evento acarreó la mirada fluctuante del odio y el acierto de esta.
El acontecimiento fue descrito por Carlos María de Bustamante, dejando una
mirada peyorativa sobre la función, ejemplo de ello es el poema compuesto a partir del
que se realizó para María Luisa de Borbón, sesgando un crudo sentimiento a la
celebración.570 Por su parte, Lucas Alamán ha descrito mejor lo ocurrido así también
la función llevada a cabo, bajo su particular sentido del humor.571
Esta celebración es poco abordada debido al convulso contexto político que
mencionamos párrafos arriba, pero es sin duda un momento interesante en la
construcción de las celebraciones políticas que se engarzó en la representatividad
social de la corte imperial y en las prácticas de la Orden Imperial de Guadalupe, fue el
569 Albert Mathiez, Op. cit., p. 30. 570 Carlos María de Bustamante, Op. cit., Tomo VI, pp. 38- 40. 571 Lucas Alamán, Op. cit., Tomo V, pp. 679- 680.
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nacimiento de Felipe de Iturbide, en el albor del imperio. Si bien, la existencia
contextual nos puede inferir en la falta de cohesión al momento del evento, las
prácticas y las celebraciones mismas del acontecimiento muestran otro escenario.
A través de un comunicado de José Manuel de Herrera, la Gaceta Imperial de
México dio noticia de lo acontecido.572 El aviso dio a conocer que las instituciones
imperiales, así como sus miembros fueron del conocimiento casi inmediato del parto;
la Junta Instituyente, a los cuerpos diplomáticos, a los Grandes Cruces del Imperio que
se encontraban en la capital y las provincias, a los cuerpos del cabildo civil y
eclesiástico, así como a militares, tribunales y a prelados de las órdenes religiosas
debían estar listos pues el emperador no se encontraba.
A las siete horas en el palacio imperial de Iturbide, se presentó ya repuesta la
emperatriz junto con José Joaquín de Iturbide, Agustín Gerónimo y el príncipe Felipe,
donde los individuos de la Familia Imperial y los hombres de la Orden de Guadalupe
aguardaban a ver al recién nacido. En el acto el obispo de Puebla Antonio Joaquín
Pérez suministró el agua del socorro siendo su padrino de brazos Agustín Gerónimo.
Al momento de haberse presentado la noticia las salvas de artillería retumbaban en el
cielo de la capital.573 Al acto se reservó el acostumbrado crisma hasta la llegada del
emperador, así como él Te Deum debido a la hora.
A la llegada de Iturbide, la celebración se llevó a cabo, pese a la situación del
imperio la fiesta no puede faltar, en su caso y con buen motivo la capital se volvió a
iluminar. El bautismo del recién nacido se efectuó en el Palacio de Iturbide o casa de
la Moncada. El príncipe fue conducido en procesión por el corredor por toda la
servidumbre, dirigiéndolo a la gran sala donde estaba el gran trono del emperador; en
aquel lugar se le pusieron los oleos católicos, el obispo de Puebla los suministró y en
seguida Iturbide lo nombró caballero, gran maestre de la Orden de Guadalupe. La
función titular se realizó en la iglesia del Oratorio de San Felipe Neri, mejor conocida
por el nombre de la Profesa, donde se cantó la misa por Antonio Joaquín. Los
caballeros estaban vestidos con todas sus insignias realizaron reverencia al término
572 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 133, T. II, 1 de diciembre de 1822, p. 1013- 1014. 573 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 133, T. II, 1 de diciembre de 1822, p. 1014.
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de la afrenta cristiana y desenvainaron sus espadas, en seguida Manuel de la Bárcena
dio un discurso con motivo de aquel acontecimiento.574
Con motivo del parto de Ana Huarte la Emperatriz de la Anáhuac, se
realizaron promociones dentro del ejército imperial, en particular en las clases de los
generales, concediendo los ascensos a tenientes generales a Alejo García Conde y a
Manuel de la Sotarriva, al mariscal de campo Manuel Torre Baldivia se le otorgó
honores dentro del Consejo de Estado, así también se dieron letras de servicio y
honores a los brigadieres Mariano Díaz Bonilla, José Gabriel de Armijo entre otros. De
igual manera se celebró a los coroneles José Mendívil, Nicolás Cosío, Francisco
Berbejo, José Figueroa, con el grado de brigadieres.575 Dentro del amplio número de
asensos podemos observar un particular interés por los hombres que se encontraban
en la villa de Xalapa, pues se consideró a Narciso Echegaray y a Faustino Cepillo con
honores de comisión de guerra, quienes se desempeñaban como administrador de las
alcabalas el primero y como administrador de correos en aquella villa.576
Sin duda la celebración por el nacimiento del hijo del emperador brinda una veta
de análisis muy rica, ya que el momento celebrativo parte del entusiasmo por construir
una ritualidad escenificadora. En la que los miembros del corte imperial intentan
fortalecer la identidad mexicana. La simbolización del lugar y la construcción
interpretativa del momento son de particular preocupación pues a la vez de que
observamos una ruptura política dentro de las instituciones imperiales (o el principio
de la ruptura) podemos afirmar que la fiesta en particular esta última celebración
puntualiza la construcción de un rito que si bien en el futuro inmediato no se retoma si
crea un particular interés por las aproximaciones más laicas de una religión de estado
o las fiestas que emanan del Estado.
Aquel año de 1822 primero de la vida independiente de la Nación Mexicana, es
el año en el que se vio instalado el congreso constituyente, mismo año en el que se
nombró un soberano reinante de las tierras de la América Septentrional, año de su
coronación así también año de la disolución del congreso por su supuestas intrigas e
ineficacia, en el curso de los días habían ocurrido y transgredido intensas
conspiraciones, aprisionamientos, sediciones de las fuerzas armadas, el escaso fondo
574 José María Navarro Méndez, Op. cit., p. 102. 575 Ídem; Lucas Alamán, Op. cit., Tomo V, p. 680. 576 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 152, T. II, 31 de diciembre de 1822, p.1138.
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de hacienda permitió particularidades en el intento de restaurar la economía de una
patria sangrante, no prestigiaba un buen auguro, la bandera penetrante de la
revolución veracruzana comenzaba a hondear de manera continua y el fin del año de
1822 terminaba con la pronta intención de cualificar los cambios venideros.
El convulso fin del imperio se aproximaba en los subsecuentes meses de 1823,
el desgaste o los aires pacifistas de Iturbide llevaron la carga del Estado proyectando
un último intento que terminaría con su abdicación el 23 de marzo.
d) La Orden de Guadalupe y la Familia Imperial
Debemos entender la conformación de la Orden Imperial de Guadalupe en el
entramado contextual y más aún en la composición idealizada que se tenía de ella.577
Bien podemos marginar la existencia de la fraternidad como lo ha señalado Alamán;
“una farsa que completó la coronación”,578 o a modo de un acto simplista y politizado,
como lo ha matizado Luis Chávez; “monos de oropel que pretendían crear una seudo
aristocracia”. 579 Cabe mencionar que ciertos contemporáneos, lisonjeaban la
existencia de la institución; “aquellos hombres de dios”. Elevando la calidad de todos
sus integrantes.580 La valoración pues de la Orden no debe quedar sesgada por la
clasificación politizada o por el pensamiento de sus contemporáneos, su origen y su
función no deben ser entendidas como una ocurrencia del momento, sino como una
construcción política que pretendía contribuir en la exaltación nacionalista a través de
ritos y celebraciones.
La creación de la Orden Imperial de Guadalupe deviene de la ratificación del
decreto de la Junta Gubernativa, que realizó el Congreso Constituyente el 11 de junio
de 1822, el cual, proveía la creación de una sociedad honoraria, cuya función estaba
dirigida a celebrar el “… verdadero merito, y acciones magnánimas con que muchos
577 Robertson Spence, Op. cit., p. 275. 578 Lucas Alamán, Op. cit., Tomo V, p. 488. 579 Luis Chávez Orozco, Historia Mexicana (1808- 1836), México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, (Colección: Obras Fundamentales), 1985, p. 159. 580 Rafael Heliodoro Valle, Iturbide: Varón de Dios, México, Ediciones Xóchitl, 1944, p. 114.
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dignos hijos de este suelo se distinguieron con su valor, talento y virtudes cívicas para
conseguir la gran obra de su emancipación…”.581 La Virgen de Guadalupe, santa
patrona de los revolucionarios mexicanos, fue señalada como patrona protectora de la
orden.582
Antes de adentrarnos en la idea de lo que fue y para que funcionó la Imperial
Orden de Guadalupe, tenemos que tener en cuenta ¿cuál fue el papel que jugó la
imagen de la virgen de Guadalupe en la sociedad imperial? Y más importante aún para
el tema que nos ocupa en la investigación, cómo debemos entender las fiestas y
celebraciones que emanaron durante la corta existencia de dicha institución, es decir,
ver dichos actos institucionales tan sólo como una seudo representación de una
aristocracia decadente o tener en cuenta, una representación idealizada de la
mexicanidad que se expresaba abiertamente en sus prácticas.
De forma general, no es inexacto que una sociedad tenga todo lo necesario
para suscitar en lo espiritual una acción, bien se ha acertado en categorizar las
acciones que se ejercen en la sensación de lo divino. “La sociedad es a sus miembros
lo que un dios es a sus fieles”.583 Es de esta forma que los efectos de la representación
se expresen vivamente en la figura de la virgen de Guadalupe. No pensamos en una
sustitución o una creación particular de un catolicismo mexicano bajo la bandera del
Imperio, sino que expresamos el uso alegórico que se le brinda a una figura tan
relevante para la idiosincrasia novohispana- mexicana. Las formas exteriores y
simbolizastes de este personaje remiten a determinar particularidades de la sociedad
mexicana.
El guadalupanismo mexicano sostiene una serie de expresiones cargadas de
simbolismos. Es a través de sus banderas y signos por los cuales el Estado distingue
una visible marca de su carácter identitario. La figura de la Guadalupe se convierte en
un símbolo, sin volverse dios, para la sociedad.584 En el México Imperial, se evidencia
la búsqueda de un origen celestial en este primer momento histórico, para que su
población viese una representación matizada de sus grandes hijos vinculados en una
calidad mística; definiendo la dirección y el sentido de la búsqueda del futuro.
581 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 56, T. II, 20 de junio de 1822, p. 425. 582 Robertson Spence, Op. cit., p. 273. 583 Émile Durkheim, Op. cit., p. 259. 584 Idem.
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Si la religión responde a una necesidad muy diferente que no sea la de
adaptarnos a las cosas sensibles, el Estado acoge el hecho de la adaptación, para ir
definiendo una idea y un mundo mental que se defina así mismo como mexicano.585
Es aquí, donde la figura de la virgen irrumpe. Es a lo largo de las dos primeras décadas
de ese convulso siglo XIX, donde los grupos insurgentes e incluso los realistas se
ayudaron de la imagen guadalupana para expresar el amor protector a la Nueva
España, de la América Septentrional, de la Anáhuac y de México, evidente fueron los
casos que protagonizaron Hidalgo y Morelos e incluso el virrey Venegas; apeló a
ella.586 Iturbide tomó la iniciativa como una práctica común (pues eso parece). El uso
político de la imagen de la virgen de Guadalupe genera fuertes emociones dentro de
la colectividad social y en sí misma, funciona como un cohesionador de los intereses
de la mexicanidad o por lo menos de esa forma la distinguimos.
Teniendo en cuenta lo anterior no es de sorprender que los estatutos que dan
vida a la Orden tienen la intención de marcar un precedente glorioso que fija la epopeya
de la libertad Mexicana,587 es decir, un momento fundacional que deslumbra a su
sociedad. Se consigue a través del “… honor a la devoción que tiene el Imperio a la
Madre Santísima de Dios bajo la advocación de Guadalupe…”.588 Como adelantamos
arriba, es inequívoco pensar en esta fraternidad, como un objeto sacado de la nada,
su originalidad (por lo menos como una institución emanada de la emancipación
política), radica en su constitución, es decir, en los Artículos que la componen.
Es en particular su artículo V, donde descansa su finalidad, ya que cualquier
hombre mayor a los 25 años, hijo del Imperio Mexicano, católico de origen y devoción,
que este en sus facultades legales puede ser merecedor de ser ejemplo de la
mexicanidad, ser miembro de la Orden siempre bajo la lógica de su heroísmo al Estado
585 Íbid. p. 135. 586 Margarita Salas Aranda, La Orden de Guadalupe en los Gobiernos de Agustín de Iturbide (1822- 1823) y de Antonio López de Santa Anna (1853- 1855). Con documentos y biografías para su estudio, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras, Posgrado de Historia, (Tesis de Maestría) abril, 2011, pp. 17- 27. 587 Constitución de la Imperial Orden de Guadalupe. Instituida por la Junta Provisional Gubernativa del Imperio, a propuesta del señor Generalísimo Almirante Don Agustín de Iturbide, México, Imprenta de Alejandro Valdez, 18 de febrero de 1822, p. 1. Refiere al Artículo I de la orden. Véase Apéndice. Documento 4. 588 Íbid. p. 2. Refiere al Artículo II; HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 56, T. II, 20 de junio de 1822, p. 425.
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y su actitud sobresalienta así él. 589 El modelo de mexicano debía exaltar valor,
ilustración, virtud y patriotismo en todo momento;590 un ciudadano activo diríamos.591
En la organización interna de la fraternidad correspondía al gran Maestro de la
Orden Agustín I quien dentro de sus facultades tenía derecho inalienable de nombrar
a los miembros de la sociedad, así como de elaborar sus reglamentos.592 Si bien, esto
pareciera una contradicción, el uso que le dio Iturbide se circunscribió a nombrar a sus
hijos como parte orden. Sus miembros estaban jerarquizados en tres clases:
caballeros de la primera clase, quienes serían investidos con la Gran Cruz de la Orden;
caballeros de la segunda clase clasificados como “de numero” y aquellos
pertenecientes a la tercera clase, quienes serían denominados caballeros
“supernumarios”.593
La Gaceta del Gobierno Imperial de México, en su edición del 25 de julio,
presentó a sus lectores la “Lista de los señores que componen la órden Imperial de
Guadalupe”.594 Los cuatro príncipes de la Familia Imperial fueron galardonados con la
Gran Cruz; “El Príncipe del Imperio [Gerónimo], El Príncipe de la Unión Ángel, El
Príncipe Mexicano Salvador, El Príncipe Mexicano [Felipe]”.595 Los prelados honrados
con la misma insignia fueron los obispos de Guadalajara Juan Ruiz de Cabañas, el de
Puebla Antonio Joaquín Pérez, el de Oaxaca Manuel Isidro Pérez y el de Nicaragua
Nicolás García, así también se honró al arzobispo de Guatemala Ramón Casaus. Entre
los “caballeros” a los que se concedió dicho honor (la Gran Cruz) estaban los generales
Pedro Negrete, Anastasio Bustamante, Luis Quintanar, Domingo Lucas, Vicente
Guerrero, entre otros, así también no era necesario el ser militar para estar a la par de
ellos, pues se destaca los nombres de Isidro Huarte, Manuel Campos Rivas, Manuel
de la Bárcena, Miguel Cavalieri y Pedro del Paso y Troncoso, etc. El más digno era el
589 Íbid. p. 3. Refiere al Artículo V. 590 Íbid. p. 10. Refiere al Artículo XX. 591 Albert Mathiez, Op. cit., p. 29. 592 Constitución de la Imperial Op. cit. 593 Robertson Spence, Op. cit., p. 273; Margarita Salas Aranda, Op. cit., pp. 36- 40. Hay que denotar el trabajo de Margarita Salas, al realizar un enorme compendio que da pie a ver de forma detallada a los miembros de esta primera Orden de Guadalupe. 594 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm.72, T. II, 25 de julio de 1822, p. 549. 595 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm.72, T. II, 25 de julio de 1822, p. 549. Sobre el último príncipe, la nota no da el nombre en específico del infante, pero ya era de conocimiento público el embarazo de la Emperatriz Ana Huarte, la Gaceta infiere que podría ser varón.
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finado Juan O’Donojú, quien fue de esta manera horado como si aún viviera,
destacando el papel que jugó y de alguna forma rememorando su figura.596
En la segunda clase de la Orden denominada “Caballeros de número”, nos
topamos con personajes tales como Vicente Filísola, Nicolás Bravo y Antonio López
de Santa Anna, Felipe de la Garza, Ramón Rayón entre otros. Si bien, encontramos
muchos militares en la lista, los hombres que cubrían el poder civil tienen un importante
número de personaje, caso de los Intendentes; Ramón Huarte de Valladolid, Carlos
García de Puebla, Manuel de Iruela de Oaxaca, Fernando Pérez Marañón de
Guanajuato, Juan García Rebollo “Gefe Político de Querétaro”, etc. 597 Entre los
miembros de la tercera clase (los supernumarios) estaban José Malo, Joaquín Huarte,
Juan de Dios Ortega, José Manuel Zozaya, Pablo Domínguez, Alejandro Valdez,
Gómez Navarrete, Sixtos Verduzco, José González Arévalo, Marcial Arechavala, entre
otros.598
Obviamente Iturbide no perdió el tiempo y honró a sus amigos, sus socios y sus
parientes,599 pero es de notar que, entre los 246 caballeros de la Orden Imperial,600
aparecieron nombres que fácilmente se asocian a las primeras etapas de la guerra
insurgente. Sin bien se encontraba un buen número de amigos del gran Maestro que
se habían distinguido, es también notable el esfuerzo de selección a través de los
méritos cívicos, eclesiásticos, militares, políticos y económicos a sus miembros.
Margarita Salas ha afirmado; que, si bien hay personas que no apoyaron de manera
significativa a la independencia a través de la lucha armada o de aportes ideológicos,
la Orden representó un importante punto para el orgullo nacional.601
La mañana del 13 de agosto, las corporaciones de México y los personajes
elegidos por la Orden concurrieron en el Palacio de Iturbide para acompañar el
carruaje que condujo a la Familia Imperial a la iglesia, de la villa de Guadalupe. Ese
día se inauguró la Orden Imperial de Guadalupe. La marcha comenzó a las 9 de la
mañana y a la cabeza de la procesión iba Iturbide quien escoltado por un escuadrón
596 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm.72, T. II, 25 de julio de 1822, pp. 549- 550; Robertson Spence, Op. cit., p. 274. 597 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm.72, T. II, 25 de julio de 1822, p. 551. 598 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm.72, T. II, 25 de julio de 1822, p. 552- 553. 599 Robertson Spence, Op. cit., p. 274. 600 Margarita Salas Aranda, Op. cit., pp. 43- 46. Véase cuadro I. 601 Margarita Salas Aranda, Op. cit., pp. 274- 275.
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de caballería marcaba el paso de los caballos y trenes de las corporaciones.602 Sin
duda los adornos, los banderines y el arco triunfal que adornaban el tránsito en la garita
de Peralvillo, hicieron ameno y simbólico el corto recorrido.603
Aten la mirada de la ciudad y el repique de las campanas; la comitiva fue
recibida por el Cabildo de la Colegiata, donde “… todos los Ministros de coro con capas
pluviales…”, recibieron a Agustín de Iturbide. Su majestad imperial fue colocado en un
trono improvisado, tras haber “… hechos creación…” y se cantara un solemne Te
Deum, fue escoltado a una plataforma sobre la cual estaba dispuesto un trono al lado
del evangelio. Ahí, después de presentar el juramento requerido por el estatuto de la
Orden, Iturbide fue ataviado con la Gran Cruz y una capa (esclavina) de color raso
carmesí con una muceta.604
Los caballeros rindieron su juramento, en grupo, de mantener la religión católica
romana, defenderla Constitución del Estado y proteger al Emperador. “Para ahorrar
tiempo” un miembro de cada clase fue ataviado con la capa y la cruz de su respectivo
grado; por los Grandes Cruces fue investido Manuel del Campo y Rivas, por los
caballeros de número fue galardonado Juan Nepomuceno Navarrete y por los
supernumarios Manuel Basconcelos.605 Parece que el príncipe de la unión añadió a su
escudo de armas una representación de la Gran Cruz y de la capa de la orden
caballeresca, rematada por una corona.606
Sin duda, el decorado y el esfuerzo de los encargados del templo y del pueblo
llamaron la atención de los invitados. En un día tan ominoso y una celebrando un
importante, no se puede dejar de lado la colorida actitud, así como el significativo
pasaje que extraemos de la Gaceta Imperial pues:
El Alatar mayor se veía adornado con cuanta brillantez [que se] pedía [para] la función: ricas colgaduras de terciopelo carmesí con (fuestos/flecos) y galones de oro cubrían las columnas y cornisas de la iglesia, por toda la que estaban distribuidos simétricamente muchos candiles de oro, plata y cristal: la orquesta se compuso de los mejores profesores; y todo daba a conocer el buen gusto de los Señores Capitulares que no perdonaron trabajo para manifestar sus patrióticos sentimientos…. Concluida
602 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm.81, T. II, 15 de agosto de 1822, p. 621. 603 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm.81, T. II, 15 de agosto de 1822, p. 621. La Gaceta Imperial señala que en la garita había un piquete de infantería que resguardaba la plaza, el cual hizo un saludo de honor. 604 Margarita Salas Aranda, Op. cit., p. 46. 605 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm.81, T. II, 15 de agosto de 1822, p. 623. 606 Robertson Spence, Op. cit., p. 274.
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la ceremonia… y la misa… [los Caballeros salieron en] procesión por la plaza mayor de la Villa de Guadalupe: la carrera estaba cubierta con velas, y los vecinos se esforzaron á competencia para adornar los balcones y fachadas de sus casas. Dos caballeros de la Gran Cruz, y dos de la del número llevaban en hombros una imagen de su patrona María Santísima de Guadalupe, S.M.I. presidia toda la procesión… fue inmensa la concurrencia, y la función se hizo con cuanta magnificencia pudo proporcionarse, apurando cada cual sus arbitrios para no dejar que desear a sus respectivas atribuciones. Por conclusiones se sirvió un espléndido ambigú, al que se dignaron asistir S.M.I. y A.A.607
Así pues, la celebración forma parte del ritual, ningún evento de este tipo puede quedar
al margen de la fiesta pública, pues como ha anotado Ridolfi, la celebración de carácter
político se enaltece a partir del uso de los símbolos nacionales y de los colores,
suscitando un consenso de naturaleza emocional y comunicando a la sociedad una
nueva forma de celebración, un rito que se pretendía fuera perdurable a lo largo del
imperio. Las normas y los valores sociales son puestos en marcha perfilando una
conciencia nacional exaltada por los grandes hijos del Imperio. Este proceso de
sacralización política revela el delineado de la conciencia nacional en un espacio
simbólico que se emplea en un proceso político y legitima una nueva fase para el
país.608
Quizás de forma tajante reduzcamos esta reconstrucción histórica sobre la
importancia de la Orden Imperial pero esta y sus prácticas se encuentran sujetas a la
contextualización de los momentos vividos, es decir, la vida de dicha fraternidad al
igual que el corto reinado de Agustín de Iturbide se ven extinguidos por el despojo de
las galas imperiales. Pero no sin antes dejarnos otros dos pasajes importantes en el
desarrollo del naciente nacionalismo.
El primero de ellos ya lo hemos desentrañado paginas arriba, pues la exaltación
de Felipe de Iturbide como Gran Cruz de la Orden, demuestra la vinculación que
pretendía construir el Maestro de los caballeros con la corte familiar. Por otro lado, la
celebración que se realizó el 15 de diciembre de 1822, que se celebró en la Profesa.
Aquella misa consagrada a la adoración de la virgen y a la rememoración de los
hombres que murieron siendo caballeros. Margarita Salas a referido que fueron ocho
los miembros comisionados para recibir a las corporaciones, así como magistrados de
los tribunales y demás invitados. Iturbide estuvo acompañado por miembros de la
607 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm.81, T. II, 15 de agosto de 1822, pp. 622- 624. 608 Maurizio Ridolfi, Op. cit., pp. 61- 62.
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Orden quienes observaron desde el extremo inferior el acto del obispo Antonio Joaquín
y el de Manuel de la Bárcena quien dedico un sermón a la virgen. Al día siguiente se
celebraron unas exequias por los miembros de la orden difuntos. En los dos días de
celebración la iglesia estuvo decorada elocuentemente con los símbolos nacionales,
los colores y el primor de la música engrandeció el logro alcanzado.609
Puede resultar extraño y desgastante buscar en un corto periodo la brillantes
de una institución que pretendía engrandecer la patria a través de sus hombres
ilustres.610 Si bien, las fuentes no remiten un actuar preciso, podemos concluir que la
Orden Imperial de Guadalupe ayudó de forma coherente el establecimiento de un
canon en la idealización del hombre mexicano, la existencia de la misma, arroja fuertes
destellos de la naciente necesidad de promover el deseo de un orden y una estabilidad
institucional y como se ha afirmado en otros trabajos; “el tener dos elementos
considerados símbolos muy representativos del orgullo nacional: los colores de la
bandera nacional y la virgen de Guadalupe, era el mejor principio para el nacimiento
de una nueva nación libre, la unión de ambas intentaba dar mayor fuerza al surgimiento
de una nación”.611
La Familia Imperial612 una construcción de las relaciones del tipo cortesano que se dio
dentro de esta institución tildada como una clara burla y matizada como un intento
fallido de la política imperial de Iturbide. Si nos suscribimos a la interpretación que
realiza Norbert Elías, una lectura a las particularidades de la sociedad cortesana ayuda
a determinar la cuestión valorativa de su importancia a la hora de formar la idea de la
mexicanidad, pues no debemos considerar lo bueno o lo malo del fenómeno de la
“buena sociedad” sino la cuestión del para qué y del cómo de tal fenómeno, ajeno a la
realidad mexicana.613
Si ponderamos este apartado a las dos interrogantes mencionadas arriba
podemos observar cuestiones significativas, por ejemplo; el prestigio que se alcanzaba
609 Margarita Salas Aranda, Op. cit., p. 52. 610 Ibid., p. 57. 611 Ibid., p. 275. 612 Véase Apéndice. Documento 5. 613 Norbert, Elías, La sociedad cortesana, México, Fondo de Cultura Económica, 2012, p. 132. Nota: El termino buena sociedad, es utilizado por el autor para distinguir las prácticas de sociabilidad cortesanas. Además, enfatiza en la diferencia entre sociedad aristocrática y la sociedad burguesa, bajo la manta del “antiguo régimen”.
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al ser miembro de la Familia Imperial, el ser cortesano imperial y su clara labor o
manifestación de caridad en la sociedad y más importante aún, el hecho de que
cualquiera podía ser cortesano bajo la lógica de la fundación del Imperio Mexicano y
sus estatutos políticos.
Las claras apreciaciones implicadas en esta construcción de relaciones
inferidas a la hora de establecer la Orden Imperial, al igual que al momento de “crear”
a la Familia Imperial manifiestan una clara inclinación al sentido tradicionalista, pero
vemos una manifestación importante pues la calidad de Iturbide como emperador lo
postra en otro punto, es decir, el sentido de su ceremonialidad, no se trata de una mera
etiqueta es parte del decoro y de la importancia velada de la función de la casa real de
un Estado monárquico.
Veamos pues que, en la constitución de la Familia Imperial, se puede observar
a miembros de la corte que en relación con la nobleza hispana era muy escueta, claro
sin tachar a los miembros nobles de cepa. La Gaceta Imperial, informó a la sociedad
de que su formación era en términos generales mixta, es decir, que se muestra a la
sociedad un contingente de hombres y mujeres aptos para el servicio, y no solamente
un puñado individuos obtusos de oropel.614
Entre los diversos individuos que operan dentro de la lógica cortesana
observamos con claridad individuos “normales”, ejemplo de ello son los frailes
escogidos como confesores del emperador, la emperatriz y el príncipe; Ignacio
Treviño, Joaquín Silva, José Salvatierra, respectivamente.615 Quizás los casos menos
nombrados sean el sastre y peluquero del emperador, es aquí donde la normalidad
puede ser parte de la alta esfera imperial pues Rafael Romero y Domingo Álvarez,616
reflejaron enormemente la capa de distinción que podía segregar en razón del
nacionalismo dominante de cada individuo.
Atinadamente Norbert Elías, lee a la sociedad cortesana bajo el decoro nobiliar
de las casas imperiales,617 siendo en un sentido instrumento de gobierno, para poder
ser creído por los ciudadanos- súbditos. Es presididle entender la efímera existencia
de las relaciones internas de la Corte Imperial Mexicana, pues a través de ella se
614 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 70, T. II, 20 de julio de 1822, pp. 536- 537. 615 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 70, T. II, 20 de julio de 1822, p. 536. 616 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 70, T. II, 20 de julio de 1822, p. 538. 617 Norbert Elías, Op. cit., p.153.
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puede determinar el fin de sí misma. Ya que, a esta le pertenece el monopolio del
nacionalismo o por lo menos así se muestra estructurada. Es evidente que la corte al
igual que las fiestas políticas que emanaron a lo largo del primer gobierno nacional de
México, son constituyentes de una parte mucho mayor del amplio espectro de poder
político, no lo consideramos determinante, pero si una vaga confirmación de los
nuevos ordenes de poder mediante el cual Iturbide dirigió un ámbito de dominio mucho
más amplio.618
No podemos negar la ridícula carga que engendraba la continua pretensión de
llamar a todos los miembros de la casa de Iturbide, bajo la denominación de príncipe
o princesa, el mismo Alamán ha comentado la clara burla, pero esto refleja un intento
continuo de construir una práctica. A lo largo del reinado, no más de 18 meses y 10 si
sólo contamos los meses a partir de la coronación de Agustín y Ana, la configuración
de la estructura cortesana de la Familia Imperial de Iturbide devela interesantes
interpretaciones sobre la misma construcción y funcionamiento.
Quizás las propias risas burlonas entorno a la institución cortesana se deba a
la ignoraban del papel que se debía desempeñar. El canónigo Juan José Gamboa,
quien había estado en su juventud en la corte española introdujo las practicas
ceremoniales que él observo en la casa del Patriarca de las Indias, Gamboa brindó
lecciones a la familia y la corte mexicana acerca de los ceremoniales y rituales que se
debían de ejecutar.619
En México la practica ceremonial cortesana estaba anclada a los virreyes,
quienes en su mayoría reducian a la mayor sencillez su uso. Es de notar que los
últimos virreyes se habían limitado a tener algunos ayudantes como ha precisado
Lucas Alamán.620 La crítica realizada por el coetáneo, asegura que el exceso de gala
y la fanfarrea fue uno de los grandes malestares dentro de la sociedad mexicana, pues
muchas ocasiones se tomaba el acto de forma burda y cómica. Pese a lo chusco que
puede sonar no podemos delimitar la institución y sus actores, pues no creemos que
su actuar fuera espontaneo, es evidente la maquinación que se tenía, pues los actores
inmersos en el ritual se debieron tomar con total seriedad, ya que pretendían ser una
618 Ibid. pp. 154- 155. 619 Lucas Alamán, Op. cit., Tomo V, p. 469. 620 Ibid., p. 470.
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corte igual o más ilustrada que las europeas o por lo menos eso se esperaba. Pese al
reducido presupuesto hacendario la corte de Iturbide tuvo consonancia a la hora de su
formación.621
De manera particular es difícil explicar los actos que se realizaban dentro de la
Corte Imperial. Dado que no se cuenta con un registro histórico de la existencia y
funcionamiento de esta institución, podemos delimitar su actuar tanto en celebraciones
como en misas especiales, más allá de las tradicionales actividades a las que se les
delegaba. Ejemplo de ello y creemos que puede decir mucho, en el organigrama de la
corte que hemos referenciado arriba, se puede denotar la existencia de pedagogos
que dedicaban su tiempo para los príncipes mexicanos. Así también la función puntual
de las capellanías y el constante interés por los mayordomos de la semana.
Es quizás particular que no encontrarnos con la figura de un contador de la
corte, como en el caso de las practicas europeas, sin duda podemos observar en el
caso mexicano una falta de madures dentro de estas nuevas prácticas. Algunas de las
funciones de las que tenemos conocimiento dentro de la corte era dirigida
principalmente a construir una imagen fuerte del hombre de estado.
Explicar algunas de las funciones de los hombres en la corte junto con Iturbide,
es enfatizar en la construcción entorno a la bonaza de la imagen. De manera generales
podemos manifestar que la participación de cada uno de los miembros de la corte era
el mantenimiento del palacio, la preparación de las ceremonias, además de las
actividades protocolarias a las que se sujetaban como atender a los infantes de Iturbide
y aconsejar en las tareas de gobierno al Emperador. Es significativo que no
observemos un trabajo detallado de ellos y sobre sus funciones, la misma
efervescencia que conllevó su instalación, así como la desaparición del imperio reduce
su conocimiento, quizás una mirada importante sobre estos nobles este en la mirada
de Verónica Zarate, pues al atender el destino de los nobles mexicanos, afirma que su
suerte durante el breve “episodio imperial, los nobles trabajaron en función de arropar
al emperador”.622
621 Véase Apéndice. Documento 5. Se puede observar el amplio espectro de personas que componían las comitivas de la Familia Imperial. 622 Zarate Toscano, Verónica, “El destino de la nobleza novohispana en el siglo XIX ¿Decadencia o Adaptación?”, en Historia Mexicana, Núm. LXV, Volumen 4, México, El Colegio de México, p. 1793.
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En el caso de la función de las damas imperiales al igual que la función de la
Emperatriz lo que conocemos es poco, más allá de los elementos tradicionales (como
el de dar un heredero varón digno de la corona, hacerse cargo del bienestar del
Emperador y funciones tradicionales), no se ha dejado un abundante rastro en el que
podamos extendernos como nos gustaría. Hemos de decir que de manera concreta
las funciones de la emperatriz estaban apegadas al código español, es decir, a las
Siete partidas de Alfonso X y a la Constitución gaditana, si bien esto resulta ambiguo,
es así como pensamos su función; ambigua más que restringida. Es claro que el
escoger a las damas de honor, es ver su poder ejercido pero constreñido.
Pero más allá de lo anterior, las damas de honor de la Emperatriz representaban
la prolongación femenina de la Familia Imperial, ellas eran la figura simbólica de lo que
la mujer mexicana debía de ser. Un mujeres enérgicas, benévolas, emprendedoras y
devotas. De alguna manera, un contra reflejo de los hombres que engrosaban las filas
de la Imperial Orden de Guadalupe. Estas féminas fueron la elite de su género, aquí
encontramos a condesas, marquesas y doñas, las cuales destacaron sustancialmente.
Es en este lugar donde Ana María Huarte ejercía su influencia y poder de manera
efectiva y real.623
Ellas y su actuar dentro de la Corte, fue el ejercicio de un poder personal
superior a la individualidad que la ceñía su género, y como hemos afirmado en otros
trabajos, las lógicas operantes de pertenencia permitieron a Ana Huarte conducirse a
través del funcionamiento del aparato Estatal.624
Qué debemos entender de la incipiente formación cortesana en los márgenes
contextuales del México Imperial, sin duda pensamos que su valor radica en el intento
continuo de construir un valor común, una idea de identificación nacional y un continuo
reconocimiento social de cohesión. Ambas instituciones, la Orden de Guadalupe y la
Familia Imperial, pretendían lo mismo o por lo menos así lo concebimos. Si bien es
fácil mofarse de los miembros de estas instituciones de corte nacionalista, podemos y
debemos afirmar que su existencia no se inscribe en los caprichos de unos cuantos,
ni mucho menos de los líderes. No se observaba en estas un elemento fugaz que no
623 José María Navarro Méndez, Op. cit., pp. 95- 96. 624 José María Navarro Méndez, Op. cit., p. 99.
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se tomase con formalidad, al contrario, es la búsqueda de la formalidad dentro de la
construcción de un nacionalismo naciente que refleja la importancia en todo momento.
De manera general y concluyendo, ambas instituciones; la Orden Imperial de
Guadalupe y la Familia Imperial de Iturbide, son en sus bases más fundamentales el
refugio de las relaciones sociales internas que matizan la evolución de la vida
asociativa, es decir, la calidad de ambas instituciones la medimos en relación a la
sociabilidad y el sentido particular que ejerce Norbert Elías al definir a las sociedades
cortesanas como el lugar donde se define el accionar de la elite a través de
mecanismos de gala y pompa. En cada una se construyó una identidad que reafirmaba
un nacionalismo intrínseco, compartían el interés por generar un espíritu en el naciente
ciudadano. A través de sus actividades festivas acercaban los principios cívico-
políticos de los cuales se valían para separar las tradiciones hispanas de las nuevas
acciones institucionales mexicanas.
Epílogo
Los dilemas del congreso, las vicisitudes políticas y las afecciones económicas
continuas, fueron factores y dilemas a los que se enfrentó Agustín de Iturbide desde el
establecimiento del gobierno imperial. Las conjuras en contra del Imperio de México,
la intromisión de los agentes extranjeros,625 y de igual manera la afronta entre los
militares y los roces personales, fueron circunstancias que afectaron el legado de la
independencia trigarante.
Para finales de 1822 tras el encuentro de Iturbide y Santa Anna en Veracruz, el
resentimiento contra el Emperador confluyó en la conspiración a favor de establecer la
república. El movimiento santanista fue engrosando sus filas al verse apoyado por
Guadalupe Victoria y la posterior adhesión de Echávarri,626 así como la suma de los
antiguos insurgentes que tuvieron poco reconocimiento como Nicolás Bravo y Vicente
625 Entre los extranjeros que se inmiscuyeron en el establecimiento de la república, destaca la participación de Miguel Santa María, Vicente Rocafuerte y Joel R. Ponisett, a este último se le asocia el establecimiento de la logia Yorkina en México. 626 Ivana Frasquet, Op. cit., p. 257, Nota: La autora establece que la adhesión de Echávarri a la conjura de Santa Anna, se forjó bajo pactos que hoy aún se desconocen, lo que si fue conocido, es que Echávarri entabló una línea negociación con las autoridades locales y los diputados provinciales.
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Guerrero. La dimensión de la rebeldía veracruzana tomaría desprevenido a Iturbide,
pues lo que se pensaba como una revuelta local, tomaría un camino de envergadura
nacional.627 Pese a la fuerza que en ese momento conservaba el Emperador sobre un
gran número de elementos del ejército, prescindió de ellos con la intención de evitar
una nueva guerra civil.628
El 1 de febrero de 1823 se proclamó en Casa Mata el Acta del Acuerdo
celebrado por el Ejército de Operaciones sobre Veracruz,629 entre los hombres que
firmaron el acta destacan los nombres de José Antonio Echávarri, Anastasio
Bustamante, Rafael de Ortega, entre otros miembros de los regimientos de infantería
10°, del 7° y por el 1°.
Dentro de las exigencias de los militares que firmaron el plan, el cual está
dividido en un total de 11 artículos, se pedía: la restauración del Congreso
constituyente, la elección de nuevos diputados bajo el formato de elección anterior, así
como el sostenimiento de la representación nacional por parte de los elementos
adheridos a la conjura. El ejército en su plan no desconocía a Agustín I, pero dejaba
entrever que los encargados del congreso decidirían el destino de él. En el Artículo 11°
se enfatiza lo siguiente: El ejército nunca atentará contra la persona del Emperador,
pues lo contempla decidido por la representación nacional. Aquel se situará en la Villa
o en donde las circunstancias lo exijan, y no se desmembrará por pretexto alguno,
hasta que lo disponga el Supremo Congreso.630
La petición de los rebeldes fue respondida encausando a Iturbide a reconocer
la reinstalación del desprestigiado congreso631 pues la “representación nacional, que
es el voto de los pueblos lo es también de S. M… El Gobierno no desconoce la justicia
ni se opondrá jamás a la voluntad libremente pronunciada de la Nación, Los Pueblos
627 Ibid., p. 256. 628 Jaime del Arenal Fenochio, Op. cit., p. 98; José María Navarro Méndez, Op. cit., pp. 104- 105; Como hemos enfatizado en otros trabajos, quizás el cambio de actitud de Iturbide fuese generado a partir de 1819 tras la muerte de una de sus hijas, así también por el acercamiento que tuvo a su esposa tras caer de las filas del ejército del rey en 1816. 629 Plan de Casa Mata, Acta del Acuerdo celebrado por el Ejército de Operaciones sobre Veracruz. Firmado en Casa Mata, Veracruz, el 1 de febrero de 1823. 630 Plan de Casa Mata, Acta del Acuerdo celebrado por el Ejército de Operaciones sobre Veracruz, Artículo 11. 631 Jaime del Arenal Fenochio, Op. cit., p. 98.
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quieren Congreso y sus votos son muy justos.632 Siendo así el día 7 de marzo 1823, a
algunos días después de la declaración que se presentó en la Gaceta Imperial, el
Congreso constituyente se reunía; pese a ello, solo 50 diputados concurrieron a la
sesión, donde Iturbide expresaba nuevamente que la voluntad de la nación es el
restablecimiento del Congreso.633
No importando los miedos y las aversiones que sentían cada bando, así como
los temores de los diputados sobre el tema de su seguridad y la legitimidad del
Congreso, este continuó las actividades previstas. Incluso se movió de la capital para
disolver las presiones que pudiera ejercer el Emperador desde el Palacio de Iturbide.634
La adversidad de los acontecimientos llevó a Iturbide a negociar con los
golpistas. La falta de gobernabilidad y la incapacidad de controlar a un buen número
de militares obligaron al Emperador a hacerse a un lado. El 19 de marzo de 1823, Juan
Gómez Navarrete presentó la abdicación de Agustín I al trono imperial mexicano. La
ruina, la pesadumbre y el descolorido final de la monarquía del Imperio de México
terminaron a poco menos de un año de haber empezado.635
En el oficio de la abdicación al trono,636 Iturbide recordaba que “el pueblo no es
del príncipe, sino el príncipe es para el pueblo”. El Emperador evocaba que de mala
gana había aceptado ser emperador y renunciaba por ser incapaz de darle felicidad a
la Anáhuac,637 él voluntariamente abandonaría su tierra natal para irse a un país
extranjero, pues su presencia atraería desavenencias. En la abdicación señala que, en
un lapso de 10 a 15 días, resolvería algunos negocios de su familia y daría inició a los
preparativos para la salida del país. La noticia, al ser leída en el Congreso, fue tomada
sin mayor medida que apuntalarla para la sesión del día 20 de marzo, pues la falta de
cuórum hacia imposible resolver el asunto.638
632 HNDM, Gaceta del Gobierno Imperial de México, Núm. 31, T. I, 5 de marzo de 1823, p. 115. Nota: las cursivas son de la publicación original. 633 Ivana Frasquet, Op. cit., p. 288. 634 Ibid. pp. 288- 290; Spence Robertson, Op. cit., p. 341. Ambos autores estableces una discusión sobre el miedo y la legitimidad del congreso que se reinstauró en México. 635 Ocho meses duro el reinado de Agustín I, del 19 de mayo de 1822 al 19 de marzo de 1823. 636 Carlos María de Bustamante, Op. cit., pp. 114- 116. 637 En el punto segundo de la carta de abdicación que Bustamante rescata de su Historia del exemperador Agustín de Iturbide, señala que, sí no abdico fue por falta de representación nacional, siendo inútil cualquier cosa que él afirmase y que de haberse hecho quizás o a su criterio hubiera sido perjudicial. 638 Spence Robertson, Op. cit., pp. 343- 345.
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El 30 de marzo, Iturbide y su familia se pusieron en marcha, desde Tacubaya
hasta Veracruz, se trasladaron en un tortuoso camino. Por orden expresa del Congreso
se le prohibido pasar por Puebla, por la posibilidad de que el exemperador se refugiase
en este territorio. Lo cansino del camino obligó a Agustín a dejar atrás a su padre José
de Iturbide y a su hermana Nicolasa de Iturbide. A su llegada al puerto de Veracruz, el
Rawlings, una embarcación británica, esperaba a la familia Iturbide Huarte. Con la
ayuda de Pedro del Paso y Troncoso, el cual era representante de Agustín, se
embarcaron provisiones. Entre los bienes que logró subir al barco había dos vacas
lecheras, seguramente para los hijos de ellos, 10 terneros, 52 borregos, 16 carneros,
600 pollos, 6,000 huevos, 100 melones, dos cajas de vino Málaga, 30 cajas de clarete
y 12 barricas de vino catalán.639 Con la salida de la familia imperial junto con algunos
de sus amigos y colaboradores, terminaba el Imperio. Fernández de Lizardi describió
en 1823 que Iturbide fue un actor al que se le despojó de su corona imperial, manto y
cetro, quien se lamentaba de la repentina desaparición de sus amigos.640 El Rawlings,
zarpó el 11 de mayo de Veracruz.
El 7 de abril de 1823 el Congreso definió que tanto el Plan de Iguala y los
Tratados de Córdoba, así como la coronación de Agustín de Iturbide y de su esposa,
fueron ilegales. La nulidad del gobierno imperial y el desconocimiento del pasado
inmediato afirmaban que la nación estaba en libertad de adoptar la forma de gobierno
que quisiera.641 A pesar de las resoluciones sobre Iturbide, los planes y tratados, el
nuevo gobierno siguió conociendo los principios que dieron cimientos al Estado
Mexicano, pues José Mariano Marín, diputado presidente, pidió a la legislatura
mantener vivos los principios trigarantes; Religión, Unión e Independencia.642
La familia Iturbide Huarte tuvo una muy corta estancia en Europa. Tras cerca
de tres meses de viaje y con un sentimiento de olvido por parte de sus amigos y
familiares, Ana y Agustín junto con sus hijos, servidumbre, algunos familiares y
colaboradores tocaron puerto en Liorna Italia, el 2 de agosto. Con poco menos de
639 Ibid., p. 342. 640 José Joaquín Fernández de Lizardi, El Unipersonal de Don Agustín de Iturbide, emperador que fue de México. Visto el 20 de mayo del 2018, en: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/el-unipersonal-de-don-agustin-de-iturbide-emperador-que-fue-de-mexico/html/d24c205c-7d5e-11e1-b1fb00163ebf5e63_2.html#I_0_ 641 Ibid., p. 352. 642 Ivana Frasquet, Op. cit., p. 315.
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9,700 pesos pagados por el gobierno de México. Hasta septiembre de aquel año
decidió moverse a Londres, pues las intrigas y el continuo señalamiento en su contra,
minaron la ya baja calidad de vida que se daba en aquella tierra.643
La desastrosa estancia en Liorna obligó a Agustín y Ana María a depositar en
Fletcher, Mcbean and Company el 22 de noviembre de 1823 varias pertenencias entre
las que destacaron; alhajas de oro y plata, vajilla fina de porcelana china y diversos
muebles, la crisis que atravesaba la familia Iturbide Huarte, era notable. Robertson ha
señalado que; Iturbide pido que estos artículos fueran vendidos al mejor postor si la
necesidad lo ameritaba.644 Seis días después, Ana María y Agustín junto con sus hijos,
Manuel Torrente 645 y servidumbre compraron boletos para viajar en un buque
mercante llamado George & Mary.646
Los hechos posteriores a la llegada de Iturbide y su familia a Londres han sido
de una continua especulación y la creación de fama también a mellado el final de él.
Pues desde las tierras inglesas zarpó de nuevo a México, ya que las intrigas de la
Triple Alianza se cernían sobre la nación que había nacido de la conciliación trigarante.
Agustín de Iturbide y Ana María Huarte llegarían el 14 de julio de 1824 a la barra de
Santander, donde fue identificado por Felipe de la Garza y posteriormente enjuiciado
por el Congreso de Tamaulipas. La última empresa de Agustín de Iturbide terminaría
en la triste plaza de Padilla exclamando por vez final: “A ver, muchachos, daré al
mundo la última vista”. 647
El 19 de julio de 1824, a los 41 años de edad, murió el adalid de Iguala. El
deceso de Agustín de Iturbide firmó el surgimiento de la República Federal de los
Estados Unidos Mexicanos. El precipitado final de él tiene en su generalidad una visión
mística, profética dirían algunos, sobre la existencia del mismo Estado Mexicano. La
grandeza y la perpetua afirmación del resurgimiento glorioso, bajo la bandera de la
sangre derramada por el hijo prodigo, es tomada de forma literal, pues como ya hemos
afirmado anteriormente: “México nació del patricidio”.648
643 Spence Robertson, Op. cit., pp. 366- 367. 644 Ibid., p. 370. 645 En ese tiempo Iturbide mantuvo correspondencia con Mariano Torrente, el cual era cónsul de España, a lo largo de la estancia en Liorna, Iturbide mantuvo una estrecha amistad con el español. 646 Ibid., p. 371. 647 Jaime del Arenal Fenochio, Op. cit., p. 114. 648 José María Navarro Méndez, Op. cit., p. 128.
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Conclusiones
El generar este estudio, nos ha permitido mostrar el desarrollo de una historia sobre
los actos performativos que acarrean las celebraciones. Nos encaminamos a entender
por qué y para qué de las mismas. En muchas ocasiones las limitaciones a las que
nos enfrentamos fueron las fuentes, no por su limitada cantidad, sino por la distancia
en relación con el lugar desde donde se origina esta tesis. Pensamos que, a pesar de
lo anterior, hemos podido exponer nuestro objeto de estudio en relación con su tiempo,
su espacio y las circunstancias que originaron cada acto analizado a lo largo de la
obra.
¿Qué no decir de la fiesta bajo el primer gobierno independiente de México?
francamente se necesita decir todo, o por lo menos lo que las fuentes nos permitan,
para demostrar que los actos durante el gobierno que encabezó Agustín de Iturbide
estuvieron encaminados en la necesidad de establecer un punto y aparte. Todos los
eventos de los que hemos tenido noticia nos dan una reflexión particular sobre los
momentos y circunstancias políticas. Las fiestas y celebraciones de índole política,
reflejan siempre una continua búsqueda de originalidad, anclada en el pensamiento
político de los actores. No es casualidad que hayamos observado novedades y a la
vez claras continuaciones de las prácticas de usanza.
Este trabajo no solo se dedica a observar los eventos, también brinda atención
a los personajes de forma concreta, ya que una de nuestras intenciones no enunciadas
fue ver la inmersión de los acontecimientos y su impacto en los actores que
protagonizaron el primer Imperio Mexicano. Esto nos ayudó a tener más certeza a la
hora de comprender el proceso mismo.
Si bien nuestro tema no resulta del todo novedoso, creemos que el enfoque que
posee nos brindó las herramientas necesarias para atender cada fiesta y evento festivo
bajo la lupa de lo político, entendiendo que cada uno de esos actos giraban en la
búsqueda de la legitimidad, no en el sentido de la forma de gobierno, sino en el de
brindar la legitima ruptura con el viejo régimen.
Sin duda nos ha parecido interesante enfocar nuestros esfuerzos en confrontar
y entender la fiesta y lo político presentados a lo largo del gobierno imperial. Estas
manifestaciones políticas, generadas a partir de 1821, demuestran las combinaciones
de los nuevos elementos y las viejas prácticas en la definición del futuro político de la
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sociedad mexicana. La apelación a las costumbres religiosas, a la costumbre política
y a la evidente tradición corporativista, muestran el derrumbamiento de símbolos
anteriores e imponen la construcción de los nuevos eventos dentro del imaginario
colectivo, quitando y poniendo un nuevo sistema identitario en la sociedad.
La culminación de la guerra de independencia de la Nueva España y el
surgimiento del Imperio Mexicano creó un punto de ruptura que modificó los cimientos
sociales, la estructura económica, la vida cotidiana, la administración del gobierno y,
claro, las celebraciones y las fiestas de índole política se vieron trastocadas al
momento de la marcha triunfal del Ejército Trigarante en la ciudad de México. La nueva
elite que dirigía al país implementó nuevos modelos y mecanismos interesantes para
denotar el nuevo orden de las cosas. La fiesta patriótica, las ceremonias cívicas, las
fiestas políticas o los rituales políticos fueron parte esencial de ese mecanismo, cuyo
propósito era el legitimar el nacimiento del nuevo Estado-Nación. Por lo anterior, con
esfuerzos desarrollamos un estudio dirigido a entender los mecanismos mencionados
como parte esencial del proceso, que de una u otra forma brindaron al insipiente país
de un esquema creado, no de la espontaneidad, sino pensado y dirigido a otorgar
legitimidad de las acciones empleadas por Agustín de Iturbide y del gobierno que
encabezó.
Es inequívoco creer que Iturbide y los hombres del Imperio vieran en la fiesta
un recurso efímero, el cual no se tomase con total seriedad las expresiones sensibles,
el embellecimiento de las calles, de los balcones, el arrojo social que atrajo la fiesta
demuestra lo contrario. La fiesta cívica, la fiesta política y todas las conmemoraciones
de este orden, son parte fundamental de aquello que intentaba impregnar en la
memoria histórica, la cual ritualiza el poder de los individuos que lideraron la nación.
Tan pronto como se distinguió el final de la guerra, el desconcierto fue disminuyendo
y el reconcilio social y político del territorio tuvo un breve periodo de lucidez. México
fijó su búsqueda en proyectar nuevos elementos festivos los cuales legitimaran la
separación de España, destacando aquí la necesidad de carácter político,
sustituyendo, apropiándose y combinando las prácticas históricas con la finalidad de
generar en el consciente de la población la transición de la que fueron partícipes.
Las evidencias documentales, las notas periodísticas surgidas de los órganos
oficiales y las notas generadas por los pensadores del momento, nos dan atisbos sobre
la particularidad de los hechos que hemos enmarcado a lo largo de la obra. El contexto
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que observamos denota el carácter creativo de los involucrados, siempre con miras en
futuro y a la vez recordando el pasado glorioso. Los desfiles victoriosos que
encabezaron Ana Huarte en agosto de 1821 en Valladolid, y el de Agustín de Iturbide
en septiembre del mismo año en la ciudad de México, declaran el discurso mencionado
arriba. Lo que notamos en aquellos eventos es la necesidad de construir actos que
reflejaran y enfatizaran el rompimiento con el viejo régimen.
La sociedad volcó su pasión en las celebraciones que fueron emanando. La
independencia que se dibujó el 27 de septiembre de 1821 era absoluta. Es la primera
fiesta de la nación, el primer día del nuevo calendario nacional y aunque la idea de
nación se dibujaba en trazos, el nuevo imaginario político se formó y expresó el júbilo
de la colectividad. Esta nueva comunidad política, ataviada en colores verde, blanco y
“encarnecido”; de símbolos como el águila, la serpiente, la corona y el nopal creciendo
sobre el lago donde se yergue la capital; y de banderas que ondulantes en las calles
reciben el nuevo pacto político, aparecen para formar la unanimidad social. Lo
novohispano deja de estar para dar paso a lo mexicano en un primer momento, dentro
de las celebraciones. Es en esta marcada atmosfera en donde convergieron las
nuevas ideas. El escenario patriótico, el escenario de fiesta en el que todas las clases
y todas las distintas capas sociales comparten la esencia de la modernidad, de una
monarquía constitucional. Con ello, con la fiesta, el desfile y el performance, se
afirmaba el triunfo discursivo de la independencia ya que así quedaba asegurado
desde abajo.649
Las celebraciones son discursivas, afirman el surgimiento, la ruptura y siempre
tratan de enfatizar los legados. En la idea del rompimiento con el viejo régimen es
donde encontramos el entendimiento de la fiesta política, pues es ante los ojos del
común, del pueblo llano, es donde se entiende que el rey hispano ya no es la máxima
autoridad. De lo anterior, se muestra nuestro interés por observar la coronación y la
consagración de Agustín I. Ya que a pesar de la marcada improvisación que pudiera
o no denotar el evento, con él se enfatizó y se vinculó la devoción y la intención de
consolidar la idea de un México soberano. Lo notable del ceremonial, más allá de la
649 Rojas Reinaldo, “Venezuela 1811: Crisis del antiguo régimen, imaginario político y nación”, en Moisés Guzmán Pérez (Coordinador), Guerra e Imaginarios Políticos en las Independencias, México, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Instituto de Investigaciones Históricas, 2007, p. 160.
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gala y de la luminosidad que pudo ostentar el acto, es que el evento atrajo un momento
de quietud en las turbulencias políticas. Es imposible no observar el aura y las notas
sobre las cuales se suscitó el evento.
Es impresionante que los vertiginosos acontecimientos despertaran en las
autoridades imperiales una repuesta no militar. En el caso que nos atañe, las
celebraciones por la elección del príncipe Gerónimo como heredero, las solemnidades
por la Orden de Guadalupe y así mismo, las festividades que fueron llevadas a cabo
por la Familia Imperial, dan respuesta directa sobre cómo intentaron sortear los males
políticos que aquejaban a la sociedad imperial.
Por ejemplo, sobre los actos ocurridos durante la celebración de la virgen de
Guadalupe, esto se engarza de forma proporcional en relación con el uso de las figuras
icónicas del pensamiento con fines políticos, esto bajo las miras del naciente
nacionalismo que protagonizó la fugaz Orden de Guadalupe, la cual pretendía que esta
fuera la bandera guía para ofrecer los mejores individuos al país.
Otro ejemplo, es el bautismo del príncipe Felipe. Ante el evento religioso, las
autoridades imperiales intentaron integrar la celebración a la consciencia nacional, de
allí pues que se otorgaran rangos militares y una notable celebración por el
acontecimiento.
Sin duda en muchas ocasiones se piensa que el Imperio Mexicano fue un
periodo sombrío y que a partir de la abdicación del adalid de Iguala el Estado-Nación
comenzó una ruta luminosa, claro que con sus descalabres, pero es innegable que la
documentación presentada muestra a los actores involucrados en el gobierno que, de
manera continua, buscaron levantar el país. Si bien las ideas de las fiestas se pueden
poner bajo la lógica del “pan y circo”, resulta inequívoco creer que estas no se tuvieran
un sentido legitimador sobre el nuevo régimen instaurado.
Como vemos, todos los actos están bajo la lógica del pensamiento futuro, es
decir, las fiestas y sus significados esperaban que fueran tomadas por la sociedad para
que en la medida del tiempo estas fueran parte de la nación y de su idiosincrasia, que
mejor explicación que la que nos dejaron los coetáneos de aquel momento.
En medio de las más vivas y extraordinarias demostraciones de júbilo el Primer Jefe fue incesantemente proclamado por el pueblo como su Libertador. Salvas de artillería, el repiqueteo general de campanas y el inmenso número de cohetes, así como las
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flores y los poemas que le llovían desde los balcones y las azoteas de las casas,
formaban el clímax del júbilo de ese feliz día.650
Ofrecemos al lector un último balance que pesamos aglutina nuestro pensamiento
entorno a la tesis. La efimeridad del Imperio Mexicano establecido en 1821 no es
atributo, por sí sólo, para menospreciar las celebraciones que emanaron de esta etapa
histórica. A lo largo de las cuartillas en las que hemos mostrado nuestros resultados,
otorgamos un balance entre los aspectos históricos, las interpretaciones mediadas de
las circunstancias y aspectos de la vida de los involucrados. Creemos que hemos
brindado un pequeño aporte al mar de interpretaciones del periodo. En particular
indicamos que nuestras valoraciones han traído; tensión y distensión sobre nuestra
hipótesis. De manera puntual, creemos que es un resultado ubicado en una parte
media.
Si bien, lo efímero o lo fugaz del gobierno de Agustín de Iturbide resulta en la
tensión, la distensión, por su parte, la ubicamos en tres aspectos: primero, las
celebraciones y fiestas emanadas de su gobierno sí matizan la legitimidad de lo que
llamamos México, más allá de su forma de gobierno, es decir, que las categorías
enunciadas tuvieron un objetivo, legitimar la independencia del territorio; segundo, los
actos performativos empleados, en la serie de eventos que fueron objeto de nuestra
atención, muestran, en efecto, una ruptura histórico-política entre México y España,
demostrando así que los actos eclesiásticos y laicos enmarcados en lo político ya no
eran de índole ibérica, sino de cualidad mexicana o más bien, de un hibrido creado de
la suma y sustracción de determinados elementos, los cuales matizamos en la lectura;
tercero, el papel que jugó Agustín de Iturbide a la hora de connotar las fiestas políticas
fue finalmente constreñido a lo que Reinhard Koselleck denomino un horizonte de
expectativa, aquello que remitía a un futuro que se convertiría en presente, pero que
todavía se encontraba en construcción, ya que los hombres tienen sus miras en el
futuro, más que en el pasado.
650 “Descripción de la entrada del ejército trigarante en México”, en Boletín del Archivo General de la Nación, México, número 3, vol. X, Archivo General de la Nación, pp. 483- 486.
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Apéndice
Documento 1. Entrada de Ana María Huarte a Valladolid. Fernández de Córdoba, Joaquín, Verdadero origen de la imprenta…, pp. 36- 37.
Entrada publica en Valladolid de la señora doña Ana Huarte de Iturbide, digna esposa
del inmortal héroe mexicano. El 19 del corriente Agosto en la tarde se tuvo noticia
cierta de su llegada, que debía verificarse el próximo 21; y aunque la premura del
tiempo parece quitaba todo arbitrio para hacer grandes preparativos, lo cierto es, que
por un prodigio debido á las patrióticas e ilustradas opiniones de los Vallisoletanos, el
recibimiento que se le hizo ha sido uno de los espectáculos más lúcidos y pomposos
que ha visto jamás Valladolid, revistiendo esta Ciudad en tal ovación, de todo el
esplendor y grandeza de los pueblos cultos, y compitiendo con los que más lo sean en
lujo y magnificencia, en el buen gusto de sus aparatos, y sobre todo, en [lo] sublime
de sus sentimientos.
El citado día 21 desde la mañana temprano comenzó a sentirse la agitación y
alboroto del pueblo que trabajaba en asear las calles y en disponer todo generó de
colgaduras y adornos para los edificios. Diversas numerosas comitivas de los pueblos
circunvecinos que entraban conduciendo arcos triunfales y otras insignias con música
y serenatas aumentaban el alegre bullicio. A poco se encapotó el cielo, y el sentimiento
era general por el temor de que el mal tiempo impidiera la solemnidad; pero solo se
deslizo una suave y menuda lluvia que bastó para regar graciosamente las calles, y
despejando los horizontes, sólo quedo un hermoso cortinaje de nubes que
encubriendo constantemente al sol, quebrantada la actividad de sus rayos.
Al medio día las gentes a millares se oprimían ya en las calles; cubriendo hasta
el campo del Zapote. La gente principal en gran número monto a caballo con el mayor
lujo y enérgicamente. Todas las calles que desde la entrada hasta la plaza de la
Constitución forman la llamada calle real, estribos del carro. Desde aquí fue conducida
como en triunfo, que tal parecía por la pompa solemnidad, suntuoso aparato e
incesantes aclamaciones. Los cuerpos de infantería marcharon a vanguardia y otros
de dragones de América a retaguardia. Todas las calles estaban sembradas de flores
y desde lo alto de los edificios, doncellas graciosamente vestidas representando las
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garantías, derramaban sobre el carro frescas flores. La Artillería hacia subir el
estruendo al cielo.
Una hora tardó en llegar á la casa paterna de donde salieron a recibirla todas
las damas de Valladolid puestas con primor, con aquel lujo que les es tan propio. Al
entrar al salón que estaba preparado, rompió una sinfonía ejecutada por hábiles
profesores. Comenzaron a llegar todas las corporaciones a cumplimentarla: el muy
ilustre cabildo eclesiástico en cuerpo. (el señor gobernador de la mitra había salido a
recibirla á alguna distancia de la Ciudad como también el señor comandante,
acompañado de la oficialidad de esta plaza) El muy ilustre Ayuntamiento bajo de meza:
los reverendos padres prelados de las sagradas religiones: el colegio seminario y
otros. Se sirvió luego un espléndido refresco: en seguida se dio un gran concierto en
que el divino Elízaga tuvo suspenso y arrebatados los ánimos largo rato, y por último
se cantaron canciones patrióticas y otras piezas de mucho gusto.
Muchas circunstancias que no están sujetas a una descripción, contribuyeron
sin embargo a realzar demasiado el brillo y esplendor de este espectáculo; pero lo
dicho debe bastar para que se vea como ha correspondido Valladolid en esta coacción
al justo concepto que se tiene de sus sentimientos, decoro e ilustración.
Impreso en Valladolid y por su original en México en la imprenta de los ciudadanos
militares independientes, don Joaquín y don Bernardo de Miramón.
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Documento 2. Sobre los gastos que se han de erogar en la entrada del Ejército Trigarante a la capital. Fondo Ayuntamiento y Gobierno del Distrito, Historia en General, Vol. 2255, exp. 92,
Foja 8 y vuelta, 1821.
Foja 8
Por días antes de la entrada que hicieron a esta Capital los excelentísimos señores
O’Donojú e Iturbide con el Ejército Imperial, manifestamos a usted para que lo tuviera
en consideración en la Diputación Provincial que los gastos que íbamos a invertir en
esta entrada, y en la fiesta y regocijos públicos excedería con mucho de los 8 mil p. A
que parecieran debían arreglarse según los mandados últimamente para el
recibimiento del virrey, y que no teniendo el Ayuntamiento cantidad alguna de que
echar mano para tan urgentes e indispensables actos, nos hemos vistos en la presión
de gravar los propios de rentas de la N. C., sobres que empezábamos la aprobación
de la Diputación Provincial, atendidos los propios que para comprar cosas habían
concurrido antes y concurrían aun en aquella circunstancias.
V.t de acuerdo con la excelentísima Diputación se acordó aprobar otra conducta
en el oficio del 26 de septiembre y para aclarar hoy el ordenamiento se ha hecho
presente a usted que la cantidad de 25 mil p. Que nos amplió Don Ignacio María del
Castillo en los términos que usted ya ha visto en otros expedientes y que cuya
devolución le obliga a mas con especialidad…del contenido y en lo … los demás
centros y fondos de la N. C. Se invirtieran en esta manera:
Foja 8 v.
14586 pesos en la entrada de los referidos excelentísimos señores y equipo de las
habitaciones para que estén frescos, iluminación, y general que vio el público aparece
por menor del acto respectivo y [mancha de tinta] 612[No se puedes leer si hay otro
número, pues los documentos están cosidos] 2 mil pesos que se pagaron a los señores
comisionados de hospitales, para cubrirse de los que generaron para subsistir de
ciertos piadoso Ayuntamiento con tanto justicia y tanto de desentenderse entre
cuerpos, principalmente protestaron renuncia sus comisiones y no ya mal supliendo,
sino se les satisfacían lo que se entraba restando, hasta aquellos días según también
representada a V. S.
Ya que quedaron existentes 4223 pesos de ellos se deberán rebajar los 1103 pesos y
42 reales al señor Regidor Don Fráncico Javier de Hera para el total que reintegro de
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su partido, para el nutrido [no se puede leer pues queda el fragmento en lo cosido], y
como más de 200 pesos de coche que fuera el Excelentísimo O’Donojú, de suerte que
rebasa esta cantidad han quedado 29 pesos poco más o menos.
Y como esta cantidad era demasiado mínima e insuficiente para preparar y hacer los
gastos de la proclamación solamente de la independencia del Imperio Mexicano,
disputa por la Suprema Junta Gubernativa, y mandada a efectuar para la regencia del
reino, nos hemos visto en la necesidad solicitar por vía de préstamos, otros con
hipotecas de los propios y rentas de la N. C., y habiéndolos conseguido, los
participaron a ustedes para que se mantenga así a la Diputación Provincial, se sirva a
aprobar este procedimiento, así como el gasto que con la mayor economía, y sin
preferencia de la magnificencia han hecho, y están percatado para la solemnidad, de
tan admirable acto, conforme a lo que uno ha mandado, y prevenido con advertencia
de que si tomasen este arbitrio fue en el concepto de que debiendo representarse uno
mismo lo gastos de la entrada de los Excelentísimos señores y el Ejército Imperial, y
los que han existido y aún existen la proclamación conjunta de la Independencia, este
evento complaciendo en la Suprema aprobación que usted nos manifestó en el citado
oficio así como su dado la efectuada solicitud en complacencia…
[En la parte final de las fojas se especifica la entra y sus inconvenientes económicos,
refiriendo el tema a la diputación para que reponga el gasto realizado.].
Octubre 25 de 1821
Rubrica. Señor Jefe Político Intendente Don Ramón Gutiérrez.
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Documento 3. Reglamento de la Coronación de los Emperadores
Constitucionales Mexicanos.
Gaceta del Gobierno Imperial de México, México, Núm. 61, T. II, 29 de junio de 1822,
pp. 457- 464; Gaceta Imperial de México, núm. 62, T. II, 2 de julio de 1822, pp.465-
472.
Proyecto del Ceremonial que para la inauguración, consagración y coronación de S.M.
El Emperador Agustín Primero, se presentó por la Comisión encargada de formular, al
soberano Congreso, en 17 de junio de 1822.
1. Se supone la orden del Congreso de Cortes que se comunique al Gobierno, para
que desocupe el Palacio Imperial de la Carcel y Tribunales, se prepare del modo más
conveniente para recibir a SS. MM. II., y que se halle en él con la familia imperial pará
dirigirse a la Catedral el día de la coronación.
2. El acostumbrado órgano del Gobierno se dará orden al Jefe Político de esta Coarte,
y oficio al Presidente del Cabildo Metropolitano, para que en la Catedral se disponga
el retrato de la augusta función.
3. Este teatro se dispondrá y acomodara por los comisionados conforme a las bases
siguientes y según lo proporcione el teatro: deben de levantarse dos Tronos, uno
mayor que el otro; el mayor junto al presbítero, y el menor cerca del coro, ambos en la
capilla mayor este deberá ocuparse por SS. MM. antes de la coronación, y el segundo
después de ella.
4. Cada uno de los Tronos deberá tener escalas a la derecha e izquierda, para el más
fácil desempeño de los que han de oficiar a S. M.; una grada más abajo, a su derecha,
su venerado Padre, en cómoda o silla brazo; a la izquierda, y en misma segunda grada,
S. M. la Emperatriz, en los mismo asientos; al teatro de SS. MM. y familia imperial, dos
generales; al de las princesas, la Dama y señora de honor; y después de esta comitiva
se colocará la servidumbre del Emperador y Príncipes.
5. Al frente de los Tronos, y al lado de la epístola, se levantara un tablado para el
congreso, donde quedan con comodidad los asientos de los diputados, colocados en
dobles hileras, una más elevada que la otra.
6. En el resto de la iglesia se distribuirán los cuerpos y asistentes conforme a la
capacidad del Templo.
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7. Para mejor desempeño del referido teatro, y colocación de la gran concurrencia, su
posible comodidad y decoro, se avisara con anticipación al jefe de la ceremonia, que
como tan apropósito para estos casos podrá serlo el Sr. Oidor Decano de la Audiencia
territorial de esta corte D. Manuel del Campo y Rivas, al Jefe Político, excelentísimo
ayuntamiento, y venerable 8. Cabildo Metropolitano, para que disponiendo igual
comisión en eclesiástico o eclesiásticos de su confianza, todos desacuerdo entiendan
en el desempeño previó del referido Teatro, y colocación de toda la concurrencia, con
la decencia y decoro que les dicte su celo.
Como preliminar importante se previene, que deberá acuñarse el correspondiente
numero de monedas conforme a los diseños aprobados por el Congreso, para que se
arrojen por los reyes de armas al pueblo, fuera de la iglesia, al tiempo de concluirse la
coronación de SS. MM. por el viva el emperador.
9. Con separación de estas se acuñarán medallas en numero suficiente, para redimir
a la corte extranjera de las comunicaciones del Imperio, Ayuntamientos, Capitales del
mismo, diplomáticos, y demás personas que han integrar el proceso informativo de
estilo en la coronación; de modo que estas podrán ser de dos mil quinientas a tres mil.
Para ellas se formará un diseño con el busto del Emperador hasta el pecho, con su
divisa imperial, y anverso la inscripción siguiente: Agustín, Primer Emperador
Constitucional de los Mexicanos; y por reverso: Ungido el 29 de junio del año 1822,
segundo de nuestra Independencia.
Conducción de los Emperadores desde el Palacio Imperial hasta la Santa Iglesia
Catedral
10. El Jefe Político de México, por un bando a toda solemnidad, anunciará al publico
el día de la coronación de SS. MM. II., previniendo el aseo y adorno de las calles de la
ciudad con colgaduras e iluminación en su víspera y dos días siguientes.
11. El Capitán general dispondrá que se hagan en la víspera la correspondiente salva
de artillería, que se repetirá de hora en hora en todo el día de la consagración desde
el amanecer hasta el ponerse el sol, y se pondrán tropas que se guarnezcan toda la
carrera, entras y salidas.
12. Al honorable enviado de la República de Colombia, al cónsul de la República de
Norte América, y cual quiera otra persona diplomática que exista en esta corte, se
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pasara conviene por el Ministro de Estado, para que reunidos a las ocho de la mañana
en la posada de alguno de los mismos, una escolta de tropas los conduzca a la
Catedral, en donde los dos Capitulares destinados a recibir y colocar a los asistentes
de oficio, los introducirán a una tribuna de coro despejada a este objeto.
13. Otra escolta se designará para conducir a la misma Santa Iglesia al Prelado
consagrante, para que con anticipación este en el altar con los Prelados asistentes o
Dignidades mismas.
14. Otra escolta se separará para conducir al Congreso, debiendo estar reunido en el
salón de su sesión a las ocho de la mañana, de donde saldrá prosecionalmente
escoltado, con total dignidad y decoro, directamente para la iglesia Metropolitana. En
esta se separarán en dos comisiones, cada una de veinticuatro Diputados, incluso en
cada una de ellas el respectivo secretario, nombradas ambas con anticipación, y se
dirigirán al palacio de SS. MM. con aviso previo, para que sean recibidos conforme al
reglamento. Una de estas diputaciones acompañara al Emperador y la otra a la
Emperatriz.
15. En virtud de situación anticipada hecha por el Jefe Político a todas las
Corporaciones, deberán estas hallase en el Palacio de SS. MM. a la hora que lleguen
las Diputaciones del Congreso, con excepción del muy venerable Cabildo
Metropolitano, que estará esperando en la Santa Iglesia.
Procesión del Palacio a la Iglesia
16. Esta será dispuesta y regimentada por el Jefe Regente del ceremonial, conforme
se acostumbra, por las antigüedades de los cuerpos Religiosos, [en] consideración y
dignidad de los procesos, un repique general y correspondiente descarga de artillería
(Borroso).
17. (Borroso).
18. Considerando el acompañamiento lo cerraran tres Generales, que llevaran el
(Borroso), anillo de la Emperatriz (Borroso) la canastilla (Borroso) la corona de la
Emperatriz. y señora de honor, con la comisión de los veinticuatro Diputados para
conducir y acompañar a S. M. y AA.
19. El otro grupo se formara de tres Generales, querellaran primero la corona del
Emperador, el segundo el cetro, el tercero el anillo imperial sobre respectivas
almohadones; otro llevara la canastilla con el manto. A derecha e izquierda de cada
uno, un Oficial de la mayor graduación; quedando cerca el grupo con la diputación del
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Congreso, que llevara dentro de su ceno al venerable Padre de S. M. y príncipes del
imperio prescindiendo a toda la comitiva el Emperador sin insignias. Seguir a S. M. el
General comandancia de la guardia en servicio, el Limosnero mayor, y el Mayordomo
mayor, los cuatro edecanes de S. M., Ministros de Estado y grandes Generales del
Imperio.
20. Llegando SS. MM. al pórtico de la Iglesia, un obispo dará agua bendita a la
Emperatriz, y otro al Emperador; ambos y el Cabildo Metropolitano, conducirán a SS.
MM. y AA. procesionalmente, y bajo de palio, que llevaran los Canónigos hasta el coro.
21. Luego que el acompañamiento llego al coro, se dividirá en dos filas, en toda la
nave de la Iglesia, comportándose de modo que puedan SS. MM. ser conducidos al
trono chico.
Ocupación del Trono Chico
22. Continuándose la marcha desde el coro al trono chico por medio de las dos filas
que formarán los acompañantes, ocupara el Emperador un Solio, entregando la
espada al Presidente del Congreso. Detrás del Solio estarán dos príncipes del Imperio;
detrás de estos el General comandante de la guardia, el Limosnero Mayor y el
Mayordomo Mayor.
Los oficiales generales que han traído las insignias del Emperador, también se
colocaran detrás, de manera que este expeditos para las funciones que les
corresponden de aproximar las insignias al altar; detrás de los Generales dos
edecanes. La Emperatriz se colocará conforme se queda dicho en el numero 4, así
como el venerable Padre del Emperador. De tras de la Emperatriz las princesas; un
poco detrás de estas y oblicuando hacia adelante la Dama y señora de honor; detrás
de estas, dos edecanes, con los Generales portadores de las insignias como se dijo
respecto al Emperador.
23. Apenas lleguen SS. MM. al Trono chico, el obispo consagrante pasara de su sito
al altar, entonara el Vine Creator. Mientras se canta el himno, oraran los Emperadores
en sus respectivos reclinatorios, o sobre dos cojines, y terminando tomaran asiento.
24. En este tiempo del himno, los oficiales Generales que han traído las insignias
imperiales, se colocaran al frente del altar al pie de la última grada del presbítero.
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25. Aquí se recibirán dichas insignias, y serán llevadas al altar sucesivamente por los
Dignidades mitrados, en esta forma la corona, el manto del Emperador y su anillo; la
corona, el manto y anillo de la Emperatriz. Hechas las entregas de las insignias los
oficiales Generales ocuparan sus puestos detrás de las sillas de SS. MM.
26. Cuando el Vine Creator, el Prelado consagrante hará al Emperador la pregunta
Profiteris ne &, a que el Emperador tocando con las manos el libro de los Evangelios,
que le presentará el Limosnero Mayor, responderá Profiteo.
27. Sentadas SS. MM. se cantarán las oraciones y letanias, y solo arrodillarán, cuando
el obispo consagrante resiste los tres versículos; Ut hune famulum tuum &.
28. Incontinenti se hacercara al Trono el Presidente, Vice presidente y Secretario del
Congreso, para exigir a S. M. I. el juramento que presentara en voz alta lengua
castellana conforme al tenor de la fórmula que el Congreso tiene acordada en 21 de
mayo, y por los Santos Evangelios.
Consagración
29. Esta se hará conforme al Pontificial en consonancia con lo que previene la
Constitución vigente, y puede reducirse a los artículos siguientes para conocimiento
de todos.
30. Se da principio a la misa, y acabado el gradual el Limosnero Mayor, los obispos y
dignidades mitrados se acercarán a SS. MM. haciéndoles una profunda reverencia, y
los conducirán al pie del altar para recibir la ungió sagrada; nadie más los acompañara
a esta ceremonia.
31. SS. MM. se arrodillarán al pie del altar en almohadones.
32. El Prelado consagrante ungirá al Emperador, y a la Emperatriz entre el codo y la
mano en el brazo derecho.
33. Terminada esta ceremonia acompañaran a SS. MM. a su Trono chico la misma
persona que los condujo al altar.
34. El Magistral de esta Santa Iglesia el Dr. D. Miguel Guridi y Alcocer enjuagaran al
Emperador en el Trono el Santo Oleo, y entregaran al Limosnero Mayor el paño que
haya usado; y el Canónigo D. Florencio Castillo hará lo mismo con la Emperatriz,
entregaran también al Limosnero Mayor el paño que haya servido.
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202
Coronación
35. Se hará lo prevenido por el Pontifical romano que podría reducirse a los artículos
siguientes.
36. El obispo Consagrante bendecirá la corona de los Emperadores, mantos, anillos,
cetro y espada del Emperador, y dirá las preces acostumbradas para estos casos,
durante este ceremonial, permanecerán SS. MM. en su trono.
37. Concluida que sean, pasaran al pie del altar con el mismo acompañamiento en que
la consagración a que se agregara el Capital General de la capital del Imperio, el
Limosnero Mayor, y el Mayordomo Mayor, que se pondrán detrás del emperador; así
como tras la Emperatriz la Dama y Señora de honor; nadie más acompañara a SS.
MM.
38. Las insignias del Emperador se irán recogiendo por el Presidente del Congreso,
quien la pondrá en la cabeza del Emperador, diciendo las siguientes palabras:
Señor: Presidente del Congreso que representa la Nación Mexicana al ceñir vuestras
dignas sienes con la Diadema del Imperio, hace presente a V. M. que la sublime
dignidad a que la nación os eleva, tiene solamente por objeto la conservación, el bien
y la felicidad de la misma y de cada uno de sus individuos. Sabed, Señor, que vuestra
augusta persona, es y será siempre sagrada e inviolable, para que podáis conducir
con más acierto el estado, proteger vuestros súbditos, y ser verdaderamente el padre
de vuestro pueblo; pero no olvides que ese gran poder que la Nación pone es vuestras
augustas manos tiene por limites la Constitución y las Leyes.
Al empeñar Señor las riendas del gobierno, fije V. M. I. en cuantas importantes
verdades, y cuente seguramente con el amor, respeto, fidelidad y obediencia de los
mexicanos si las observa. Pero, si, lo que no es de esperarse de las conocidas virtudes,
y del amor que profesa V. M. I. a la Nación, convirtiese en su dueño y reinante, ha
autorizado con este hecho a la Nación para reclamarle los imprescriptibles derechos
que le asiente legítimamente.
40. En seguida los Generales recibirán del Dignidad asistente las otras insignias
imperiales, y tendrán el honor de ponérselas a S. M junto con el Prelado consagrante;
quien diría al mismo tiempo las correspondientes oraciones de la Iglesia.
41. Las de la Emperatriz se entregarán por el mismo Presidente del Congreso para
que se bendigan por el obispo consagrante.
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42. La Emperatriz recibirá de rodillas la corona que le pondrá el Emperador en la
cabeza; el anillo y manto la investirá la Dama y señora de honor.
43. El obispo se levantará de su silla acompañado del Cabildo Metropolitano, y
conducirá a SS. MM. y comitiva solemnemente al Trono Grande. Este será ocupado
con la misma proporción, y por las mismas personas que en el chico. Hecho esto el
obispo consagrante, y sus acompañantes regresaran a sus sillas.
44. Colocados que sean todos, dir el obispo consagrante In hoc Imperii solio &.
Pronunciadas estas palabras se convertirá hacia el Emperador, y en seguida hacia los
asistentes, diciendo en voz alta viva Imperator in aeternum, respondiendo los
asistentes; viva el Emperador y la Emperatriz, este es el acto que los reyes de armas
deben arrojar las monedas fuera de la catedral.
45. Entonara el obispo el Te deum y continuara la misa.
46. Concluido el Evangelio, el Maestro Mayor de ceremonias hará una reverencia al
Limosnero Mayor convidándole que pase al altar donde recibirá el libro de los
Evangelios de manos del Diácono; acompañándolo los maestros y ayudantes de la
ceremonia, lo llevaran a besar a SS. MM., y lo volverán al altar en el mismo orden.
47. Al ofertorio, el Maestro mayor de la ceremonia hará una profunda reverencia a SS.
MM. para avisarles que pasen a presentar la ofrenda.
48. Esta debe reducirse a dos cirios, dos panes uno de oro y el otro de plata, y un
Cádiz. En cada uno de los sirios estarán incrustados tres piedras, en el una de oro y
en la otra de plata.
49. Se comisionará a cinco diputados, para que cada uno de ellos lleve al tiempo de la
ofertorio las referidas ofrendas.
50. Pasaran los referidos diputados hasta la grada primera grada del Trono, llevando
las ofertas.
51. SS. MM. bajarán del Trono, la Emperatriz acompañada de la princesas de la Dama
y señora de honor que sostendrán su manto, y del General que debe recibir su corona,
y precederá en su marcha al Emperador; quien seguirá, con su venerable padre y
príncipes, y sostendrá su manto imperial el General comandante de la Guardia,
Limosnero Mayor y Mayordomo Mayor.
52. La marcha de las gradas al trono hasta el altar, se ordenará con esta forma; los
Uxieres, los Reyes de Armas, los Pages, los Ayudantes y Jefes de la ceremonia; los
![Page 205: Universidad Autónoma de Sinaloahistoria.uas.edu.mx/historia/wp-content/uploads/2019/12/... · 2019. 12. 7. · Agustín de Iturbide, y siguiendo el sentido común, ... movimiento](https://reader036.vdocuments.pub/reader036/viewer/2022071517/613afc56f8f21c0c8268bfb5/html5/thumbnails/205.jpg)
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que conduzcan la ceremonia. La Emperatriz y sus acompañantes, el Emperador y los
suyos.
53. En la ultima grada del altar se detendrán todos. Los Emperadores, con sus
necesarias comitivas, llegara al pie del altar y se arrodillaran sobre almohadones; la
Emperatriz a la izquierda; los que llevan las ofrendas se colocaran un poco detrás a la
derecha del Emperador a cada uno de los lados habrá un maestro de ceremonias.
54. Hallándose en el presbítero SS. MM. desprenderán sus mantos las personas que
los asistan, y ocuparan los puestos que tuvieron al principio de la consagración y
coronación.
55. Los Emperadores con las coronas puestas tomaran las ofrendas de los que las
llevan, las presentaran al consagrante y se volverán al Trono grande en el mismo orden
que vinieron.
56. Continuando la misa, al alzar, quitara un oficial general la corona del Emperador,
y la señora de honor la de la Emperatriz.
57. Al Agnus Die recibirá el Limosnero Mayor el osculo de la paz del Consagrante con
el portapaz, y lo llevará a SS. MM.
58. Concluida la misa, el Limosnero Mayor, a quien avisara al Jefe del ceremonial,
llevara otra vez al Emperador el libro de los Evangelios y se mantendrá de pie a la
izquierda de S. M.
59. El Jefe de los Reyes de armas, recibida la orden del Jefe del ceremonial, dirá voz
alta y clara el muy piadoso y muy augusto Emperador Constitucional primero de los
Mexicanos Agustín, esta coronado y entronizado. Viva el Emperador. Responderán los
asistentes; Viva el Emperador, a que añadirán; Viva la Emperatriz. Una salva de
artillería anunciara, la coronación y entronizacion de SS. MM.
60. El Ministro de Estado dará fe y testimonio de haber presentado el juramento el
Emperador.
61. Hecha esta formalidad volverá el clero al pie del trono con palio, para acompañar
a SS. MM., a su salida, que será en el mismo orden que se previno para la entrada.
62. El Congreso se disolverá en el acto de retirarse, SS. MM. a quienes solo
acompañaran la diputación de los 24 nombrados al efecto de cada una SS. MM. hasta
conducirlos al Palacio Imperial, que deberá estar preparado para recibirlos, según se
previene en el artículo 1.
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63. Ninguno saldrá de la iglesia hasta que hallan salido el acompañamiento de SS.
MM. en el Palacio Imperial, México 17 de Junio de 1822.
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Documento 4. Constitución de la Imperial Orden de Guadalupe.
Constitución de la Imperial Orden de Guadalupe, Instituida por la Junta Nacional
Gubernativa del Imperio, a propuesta del Serenísimo Señor Generalísimo Almirante.
Don Agustín de Iturbide. 18 de febrero de 1821. Imprenta de Alejandro Valdez.
Agustín, por la Divina Providencia y por el Congreso de la Nación, Primer Emperador
Constitucional de México, … SABED: Que el Soberano Congreso constituyente
Mexicano ha decretado lo siguiente.
“El Soberano Congreso constituyente, habiendo tomado en consideración las justas
razones que tuvo presentes la extinguida Junta Suprema Gubernativa para probar los
estatutos de la Orden Imperial de Guadalupe, ha tenido á bien confirmar el Decreto de
20 de Febrero último que al efecto expidió la referida Junta; mucho mas cuando
estando próximo el día de la Coronación de S. M. I. ninguna otra demostración de la
Pátria es mas propia para que esta premie á sus dignos hijos en tan fausto día.”
[…]
Estatutos
De la Imperial Orden
de Guadalupe
[…]
Artículo I.
Para que nuestros descendientes tengan un testimonio de las glorias de sus
predecesores, y la historia que tenga un documento que fije la época de la libertad
Mexicana, es la voluntad de la Junta Provisional Gubernativa establecer y crear una
Orden, titulada: ORDEN IMPERIAL DE GUADALUPE.
Artículo II.
Todas las instituciones deben su brillo á las virtudes, así como su firmeza y estabilidad
á la Religión, sin la que no pueden existir aquellas: de aquí es que cuantas se conocen
buscaren un Protector celestial, cuando no fue la Divinidad misma: siguiendo tan
luadable ejemplo, elije la Junta para que lo sea de esta Orden á la Madre de Dios de
Guadalupe, que ya lo es del Imperio; en reconocimiento también de los beneficios
que hemos debido todos á la Providencia por su intercesión, y conformándose con la
voluntad general: bien señalada es la devoción que le profesan los Mexicanos.
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207
Artículo III.
Como representante del Pueblo declara Gefe y Gran Maestre de dicha Orden, con el
derecho inherente é inalienable de nombrar los Caballeros y Ministros de ella, y de
disponer de todo lo que le pertenezca con arreglo siempre á este Estatuto, que puede
sufrir las alteraciones y modificaciones que tengan por conveniente hacer en él los
representantes sus sucesores, á S. M. el Emperador; y establece deban serlo
perpetuamente los Emperadores que le secunden, ó los que ejerzan en su nombre el
poder ejecutivo.
Artículo IV.
Los individuos que compondrán esta Orden Imperial, se dividirán en tres clases, con
la denominación de Caballeros Grandes Cruces, Caballeros de número, y Caballeros
supernumerarios: los primeros no deberán pasar en adelante de cincuenta; aunque en
esta primera institución no es preciso se complete el número: el de los segundos será
de ciento; y el de los terceros el que el Gran Maestre tuviere por conveniente.
Artículo V.
Para ser agraciado en cualquiera de las tres clases de esta Orden, se necesita haber
cumplido veinte y cinco años, ser Ciudadano del Imperio, estar en ejercicio de los
derechos de tal, ser Cristiano Católico, Apostólico, Romano; gozar de concepto público
y haber hecho al Estado servicios distinguidos, calificados por la Asamblea de la
misma Orden.
[…]
Artículo XXXIII.
Se destinará por el Gobierno una de las Iglesias de la Corte para que celebre en ella
la Orden sus funciones generales, reducidas á una Misa solemne y Sermón en el día
de la Patrona: otra igual el 2 de Marzo, aniversario del pronunciamiento de la
Independencia en Iguala, ¡día de eterna memoria para el Imperio! y el de difuntos, un
oficio aplicado por las almas de los Caballeros que hubieren fallecido.
Artículo XXXV.
No creemos necesario establecer reglas para que reine entre los Caballeros el mejor
orden, la mas perfecta armonía y el efecto mas cordial, considerándose y tratándose
todos como buenos amigos, verdaderos hermanos, y exactos observadores de la
moral del Evangelio.
[…]
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208
Artículo XLVI
Todos los Caballeros de la Orden usarán debajo del vestido un escapulario pequeño
bendito, que la Orden les dará, de tela de lana con la Imagen de la Patrona: los
Eclesiásticos rezarán al menos una vez en la semana el oficio Parvo de la Virgen
Santísima, y los seculares cada día la salutación del Ángel ó el Ave María. Uno de los
caracteres que distinguirán á los Caballeros de la Orden Imperial de Guadalupe, será
su generosidad en socorrer con sus consejos y con sus limosnas á los afligidos y
menesterosos.
[…]
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209
Documento 5. Lista de las Personas que componen la Familia Imperial de Sus
altezas Majestades.
Gaceta del Gobierno Imperial, Núm. 70, T. II, 20 de julio de 1822, pp. 536- 539.
Lista de personas que componen la Familia Imperial de SS. MM.
Mayordomo de S. M. el Emperador
Marqués de San Miguel de Aguayo.
Caballero Mayor
Conde de Regla.
Capitán de Guardia
Marqués de Salvatierra.
Ayudantes de S. M.
Teniente General don Gavino Gainza, Brigadier don Domingo Malo é Iturbide,
Brigadier don José Antonio Echavarri, Brigadier don Rafael Ramiro, Brigadier don Luis
Cortazár, Brigadier don Gabriel Armijo, Brigadier don Agustín Bustillos, Brigadier José
María Cervantes.
Limosnero Mayor de S. M.
El Excelentísimo é Ilustrísimo señor Obispo de Guadalajara.
Su Teniente
Dr. Don Félix Flores Alatorre.
Capellán Mayor
El Excelentísimo é Ilustrísimo señor Obispo de Puebla.
Su Teniente
Dr. Don Juan José Gamboa.
Confesores
De S.M. I. Fray José Ignacio Treviño. De S.M la Emperatriz fray Joaquín Sílva. De S.
A. el príncipe del Imperio fray José Salvatierra.
Ayo de los Príncipes
Don José Antonio López.
Pedagogo del Príncipe del Imperio
Don José Zúñiga.
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210
Pedagogo de los Príncipes Mexicanos
Don Primo Feliciano Cárdenas.
Capellanes de SS. MM.
Don Manuel Sartori, doctor y maestro don Isidro Ignacio Icaza, don José Antonio
López, doctor Manuel López, don Ignacio Corea, don Ignacio Villaseñor.
Capellanes honorarios
Doctor don Pedro Games, doctor don Cirio Villaurrutia, doctor don José María Bucheli,
doctor don Juan Bautista Arechederreta, doctor José Julio García Torres, doctor don
Estanislao Segura, doctor don Antonio Cabeza de Baca, don José Antonio Huarte, don
Pedro Fernández, don José Ignacio de Arévalo, doctor don Luciano Castorena,
licenciado y maestro don José María Troncoso y licenciado Antonio Camacho.
Predicadores
Doctor Juan Julio García Torres, fray José María de Jesús Belaunzarán, Manuel
Sartorio, doctor don Manuel Ramírez.
Honorarios
Fray Gaspar Tembleque, doctor don Miguel Guardi y Alcozer, padre don Pedro Julián
López, doctor don Marcos Cárdenas.
Sumiller de Palacio
Don José Mariano Fernandez.
Maestro de Ceremonias
Doctor y maestro don Isidro Ignacio de Icaza.
Gentiles hombres de Cámara con ejercicio
Mariscal de Castilla conde de san Mateo, coronel don Antonio Terán, Id. don Pedro
Acevedo, Id. don Juan Cervantes, marqués de la Cadena, teniente coronel don Juan
Ignacio Guerra, don José Garay, don José Isita, conde del Valle, marqués de
Guadalupe Gallardo.
Mayordomos de Semana
Conde de la Torre Cosío, marqués de Uluapa, conde de Casa Rúl don Gerónimo
Villamil, don José Ramón Malo, don Manuel Agreda, don Juan Michaus, don José
Antonio Icaza, don José María Icaza, don Juan Bautista Lobo, don Antonio Uluapa,
don Miguel Ozta, don José María Zardeneta, teniente coronel don Gabriel Manuel de
Iturbe.
Capellán privado de la Familia
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211
Fray Gaspar Tembleque.
Maestro de los caballeros Pajes
Coronel don Manuel Pardo.
Medico de Cámara de S.M
Doctor y maestro don José Ignacio García Jove.
Cirujano de Cámara de S.M.
Doctor don Juan Nieto Samaniego.
Medico de la Familia Imperial
Don José María Varela, con honores de Cámara.
Cirujano de la Familia Imperial
Don Francisco Montesdeoca con honores de Cámara.
Caballeros de Pages de S.M. el Emperador
Don Luis Camacho, don Ignacio Lorenzo Torres Cosio, don Eduardo de la Vara, don
Cosme Sánchez Aparicio, don Pedro Otero, don Joaquín Cadena, don Emeterio
Liarbide, don Juan Rubio y Mayora, don Joaquín Sotomayor é Iturbide, don Manuel
Labastida, don Manuel Quintanar, don Juan Guerra Manzanares, don Juan Amable y
Guerra, don Agustín Castillejo, don José María Baldovinos, don Francisco Pérez
Palacios.
Supernumarios
Don José María Gamboa y Sandoval, don José Manuel Frías, don Antonio Valdés, don
José Antonio Bernal y Pérez.
Uxieres
Don Juan Duran, don Bruno Fragoso, don Antonio Zárate, don José Vidalón.
Ayudantes del Emperador y Príncipes del Imperio
……………………………………………………………………………………………………
……………………………………………………………………………………………………
Guarda ropa, don Rafael Romero, Peluquero don Domingo Alvarado.
Camarera Mayor de Su Alteza Majestad la Emperatriz
Condesa de San Pedro del Álamo.
Dama Primera de Guardia Mayor
Doña Ana Iraeta de Mier.
Damas
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212
Doña Ana Ozta de Cervantes, la marquesa de Salvatierra, doña Teresa Medina de
Sotarriva, marquesa de la Cadena, la marquesa de Vivanco, doña Luisa Cacho y
Gómez Navarrete, la condesa de la Presa.
Damas Honorarias
Condesa de la Cortina, la marquesa de Aguayo, doña María Olivarrieta de Negrete,
condesa de Regla, doña Rita Lama de Domínguez, Marquesa de Rincón Gallardo,
doña Ignacio Rojas de Cacho, doña Josefa Gregoria de Torres y doña Luisa Vicario
de Moreno, María del Amparo de Paula.
Camaristas
Doña María Cervantes, doña Dolores Abarca, doña Manuela Chacho, doña Antonia
Bonilla y Valero, doña María Rodríguez y Gamiña, doña Josefa Azcarate, y doña
Brígida Pérez Palacios.
Guardarropa de la Emperatriz
Doña Rafaela Repetto.
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