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99 revista de la facultad de filosofía y letras M I S C E L Á N E A Lenguaje es todo aquel medio que nos sirve para efectos de comunica- ción; es decir, hacer común, compartir los significados de los signos. El lenguaje articulado, facultad exclusivamente humana, se constitu- ye en aquel espacio o dimensión simbólica, paralela a la realidad real, que permite formarnos una idea de los objetos del mundo concreto y abstracto; que a su vez se constituirá en una concepción del mundo de cada uno de los usuarios de la lengua. Esta concepción del mundo construida como una dimensión simbó- lica paralela de la “realidad“, funge como aquel espacio o campo donde entran en acción las relaciones de poder entre los diferentes estratos de la sociedad, entre los sexos, entre los géneros. De ahí nuestra hipótesis de trabajo que postula que la subalternidad y la inequidad adquieren forma, también, a través de la puesta en escena del lenguaje en la sociedad. Esta sociedad, que no se compone de individuos separados unos de otros, sino que expresa la suma de los vínculos y relaciones en que están insertos los individuos, se manifiesta a través de nudos relacionales que se expresan en lo que Bourdieu denomina habitus y campo, en dos con- ceptos fundamentales para enmarcar el problema expuesto. Un campo está integrado por un conjunto de relaciones históricas entre posiciones ancladas en ciertas formas de poder (o capital). Un cam- po al igual que un campo magnético, es un sistema estructurado de fuer- zas objetivas, una configuración relacional dotada de una gravedad específica capaz de imponerse a todos los objetos y agentes que penetran en ella. A manera de un prisma, es capaz de refractar las fuerzas exter- nas en función de su estructura interna y los efectos generados dentro de los campos no son una suma de acciones anárquicas, sino dependientes de esta estructura interna. El mercado lingüístico como campo de definición de poderes en la sociedad Clara Angélica Ureta Calderón

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El mercado linguistico

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    revista de la facultad de filosofa y letras

    M I S C E L N E A

    Lenguaje es todo aquel medio que nos sirve para efectos de comunica- cin; es decir, hacer comn, compartir los significados de los signos.

    El lenguaje articulado, facultad exclusivamente humana, se constitu- ye en aquel espacio o dimensin simblica, paralela a la realidad real, que permite formarnos una idea de los objetos del mundo concreto y abstracto; que a su vez se constituir en una concepcin del mundo de cada uno de los usuarios de la lengua.

    Esta concepcin del mundo construida como una dimensin simb- lica paralela de la realidad, funge como aquel espacio o campo donde entran en accin las relaciones de poder entre los diferentes estratos de la sociedad, entre los sexos, entre los gneros.

    De ah nuestra hiptesis de trabajo que postula que la subalternidad y la inequidad adquieren forma, tambin, a travs de la puesta en escena del lenguaje en la sociedad.

    Esta sociedad, que no se compone de individuos separados unos de otros, sino que expresa la suma de los vnculos y relaciones en que estn insertos los individuos, se manifiesta a travs de nudos relacionales que se expresan en lo que Bourdieu denomina habitus y campo, en dos con- ceptos fundamentales para enmarcar el problema expuesto.

    Un campo est integrado por un conjunto de relaciones histricas entre posiciones ancladas en ciertas formas de poder (o capital). Un cam- po al igual que un campo magntico, es un sistema estructurado de fuer- zas objetivas, una configuracin relacional dotada de una gravedad especfica capaz de imponerse a todos los objetos y agentes que penetran en ella. A manera de un prisma, es capaz de refractar las fuerzas exter- nas en funcin de su estructura interna y los efectos generados dentro de los campos no son una suma de acciones anrquicas, sino dependientes de esta estructura interna.

    El mercado lingstico comocampo de definicin depoderes en la sociedad

    Clara Anglica Ureta Caldern

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    Lo que denominamos rdenes de vida econmico, poltico, religio- so, esttico e intelectual, el mbito domstico, relaciones intersubjetivas en los que se divide la vida social en las sociedades avanzadas, cada campo prescribe sus valores particulares y posee sus propios principios regulatorios. Estos principios definen los lmites de un espacio social- mente estructurado donde los agentes luchan en funcin de la posicin que ocupan en dicho espacio, ya sea para mantenerlo, para modificarlo o transformar sus fronteras y configuracin.

    Al mismo tiempo, un campo es un espacio de conflictos y de compe- ticin donde los contendientes rivalizan para establecer un monopolio sobre un tipo especfico de capital eficiente en l; por ejemplo: la autori- dad cultural en el campo artstico, autoridad cientfica en el campo cient- fico, la autoridad patriarcal en un campo integrado por roles de gnero, la autoridad verbal (lingstica) en el campo de lo privado y lo social.

    Al cobrar relevancia estas posturas, las formas y las divisiones mis- mas del campo se convierten en una postura central en la medida en que modifican la distribucin y el peso relativos de las formas de capital que equivale a modificar la estructura del campo.

    El habitus alude a un conjunto de relaciones histricas depositadas en los cuerpos individuales bajo la forma de esquemas mentales y corpo- rales de percepcin, apreciacin y accin. Es un mecanismo estructurante que opera desde adentro de los agentes, aunque no sea ni estrictamente individual ni por s solo completamente determinante de las conductas. Para Bourdieu el habitus es el principio generador de las estrategias que permiten a los agentes enfrentar situaciones muy diversas. Como resulta- do de la interiorizacin de mltiples estructuras externas, el habitus reac- ciona a los requerimientos del campo en una forma sistemtica y coherente; as es como se van instaurando usos lingsticos adecuados a roles de gnero ya constituidos en los campos.

    Al fungir como colectivo individualizado por el rodeo de la incorpo- racin, o de un individuo biolgico colectivizado por la socializacin, el habitus es un concepto enparentado con la intencin en accin de Searle o con la estructura profunda de Chomsky, con la diferencia de que no se trata de una invariante o cualidad innata, sino de una matriz generativa histricamente construida, con arraigo institucional y por tanto socialmente diferenciada. Es cultural, no natural; es aprendido con base en esquemas y categoras construidas e impuestas por los campos.

    El habitus es un operador de la racionalidad, pero de una racionali- dad prctica, inmanente a un sistema histrico de relaciones sociales y, por ende, trascendente al individuo. Los conceptos de campo y habitus son relaciones, puesto que slo funcionan a plenitud el uno en relacin con el otro.

    Un campo no es una estructura muerta, o sea, un sistema de lugares vacos como en el marxismo althuseriano, sino tambin un espacio de juego que slo existe como tal en la medida en la que existan jugadores que participen en l, que crean en las recompensas que ofrece y que las persigan activamente. Una teora del campo remite necesariamente, a una teora de los agentes sociales.

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    Asimismo. la teora del habitus requiere de una nocin de estructuras que deje lugar a la improvisacin organizada de los agentes. Este arte social de la improvisacin, se encuentra en la ontologa social de Bourdieu.

    Para avanzar en lo expuesto como hiptesis de este trabajo, debemos exponer el modelo propuesto por Bourdieu como base de lo que l deno- mina mercado lingstico; esto es: habitus lingstico + mercado lingsti- co = expresin lingstica, discurso.

    El habitus lingstico se puede diferenciar de la competencia chomskiana porque es producto de una situacin social, no es una sim- ple produccin de discurso sino una produccin del discurso que se ajusta y responde a una situacin o, ms bien, a un campo o merca- do. Este concepto, situacin es necesario reforzarlo con la muy im- portante nocin de oportunidad; es decir, emitir discursos, manipular el lenguaje utilizndolo oportunamente para dar en el blanco.

    Para dar en el blanco afirma Bourdieu y ser atinados, para que produzcan el efecto deseado y sean redituables, habr que utilizar no slo la palabras correctas, sino las que son socialmente aceptables.

    En nuestra cultura patriarcal, por ejemplo, las mujeres elaboramos y emitimos nuestros discursos en un campo muy acotado por la construc- cin simblica de los conceptos femenino y masculino, donde el pri- mero resulta estar ubicado en la subalternidad, lo devaluado, lo no social.

    Sobre la construccin simblica, en este caso, de lo femenino dire- mos que se entiende como tal una direccin determinada de la concep- cin y conformacin espirituales que tiene frente a s una direccin opuesta no menos determinada (Cassirer, 1975) en el tema que nos inte- resa lo masculino.

    Siguiendo a Cassirer, en la construccin simblica de lo masculino y lo femenino, se trata de adoptar la expresin simblica, o sea, la ex- presin de un algo espiritual por medio de signos, imgenes sensibles, comportamientos, prescripciones, restricciones en su significado ms amplio (1975).

    En nuestra cultura, en su dualidad gramatical-textualizada, la concep- cin simblica de estos conceptos est constituida por dicotomas rgidas:

    Masculino = Fuerte Femenino = Dbil Masculino = Social Femenino = Privado

    por slo nombrar algunas, donde el lenguaje no queda excluido y sobre todo el mencionado concepto de situacin donde se instauran o no las reglas que dominan la aceptabilidad social de la lengua utilizada por el hablante, o ms bien a un mercado lingstico que entenderemos como, en primera instancia, aquella situacin en que alguien produce un dis- curso dirigido a receptores capaces de evaluarlo, apreciarlo y darle un precio (Bourdieu, 1990). Dicho de otra manera, la competencia lingsti-

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    ca no nos permite prever cul ser el valor de una actuacin lingstica en el mercado. El mercado lingstico es a la vez muy concreto y muy abstracto; es una situacin social determinada, ms o menos oficial y ritualizada, un con- junto de interlocutores que se sitan en un nivel ms o menos elevado de la jerarqua social. Estas son propiedades que se perciben, juzgan y entran en accin de manera infrainconsciente y que orientan inconscien- temente la produccin lingstica. En trminos abstractos, es un conjun- to de leyes o variables de formacin de los precios de las producciones lingsticas. (Bourdieu,1990).

    Con base en la construccin simblica de lo femenino y de lo mascu- lino, en nuestra sociedad, estas producciones lingsticas son portadoras de las mismas evaluaciones mencionadas en relacin con lo femenino en pginas anteriores. La voz, el decir de las mujeres, no tiene el mismo va- lor, ni el mismo precio a decir de Bourdieuque lo dicho en el discur- so masculino. Esta afirmacin debe ser matizada y acotada a los conceptos de campo y habitus, que no representan lmites geogrficos o de estamentos de clases, necesariamente, ms bien se acogen al grado de semioticidad y simbolizacin de las diferentes culturas.

    En Mxico, por ejemplo, las mujeres campesinas no compiten en cam- po de poder lingstico, que es potestad casi exclusiva de los hombres. El habitus de la vida rural establece que el seor de la casa es quien habla por la familia. Las mujeres urbanas en su habitus, dependiendo del gra- do de educacin y a veces no tanto, tambin carecen de voz propia y de- ben consultar a su seor antes de tomar cualquier decisin o emitir cualquier opinin; estn sujetas a lo que su seor mande.El discurso patriarcal es el que tiene valor social en el campo lingstico y el discur- so femenino se reduce a la subalternidad. Mencionemos algunos ejem- plos: las leyes han sido elaboradas y aprobadas por los varones; la literatura, a travs de la historia, ha sido una literatura masculina (George Sand debi vestirse de hombre para poder ser admitida en los crculos literarios; Virginia Woolf no poda entrar a las bibliotecas, pues la entrada a las mujeres estaba prohibida).

    La competencia lingstica realizada en una actuacin lingstica va- lorizada socialmente, se convierte as en un capital lingstico con cier- to valor para los receptores y apreciado por ellos, al que se le atribuye una autoridad que le permite hablar a tal punto que no importa lo que diga, aunque el lenguaje no cumpla aqu su funcin de comunicacin , pero no deja de satisfacer su funcin social donde se instauran relaciones de fuerza lingsticas que son situaciones, muchas veces, en las que se habla sin comunicar ( i.e. la misa, los discursos en los mtines polticos, en las relaciones intrafamiliares).

    El capital lingstico define los mecanismos de formacin de los pre- cios lingsticos, el poder para hacer que funcionen en su propio provecho las leyes de formacin de estos precios y as obtener una plusvala espec- fica. Todas las interacciones lingsticas son tipos de micromercados que estn siempre dominados por estructuras globales: lo femenino, lo masculino dentro de las situaciones, capos y habitus.

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    En nuestra cultura las mujeres hablamos y construimos nuestros dis- cursos de manera distinta a los hombres. Existe un lenguaje de mujeres, un hablar de las mujeres y otro de hombres. Los albures son potestad va- ronil casi exclusiva, por ejemplo.

    Estas producciones lingsticas, femeninas y masculinas, se ofrecen como productos en lo que denominamos mercado, donde entra en jue- go el juicio de unos y otros y de all surge el precio de mercado de estas producciones. Al igual que en el mercado econmico, donde existen mo- nopolios, relaciones de fuerza objetivas que provocan que los producto- res y sus productos desde el inicio, no sean todos iguales y por ende, no igualmente valorados y apreciados tambin en el mercado lingstico, se instauran relaciones de fuerza que originan leyes de determinacin de precios que hacen que los productores lingsticos de hablas no sean iguales. El buen o mal manejo de la lengua provoca una apreciacin o depreciacin de los hablantes; la contundencia o trivialidad del discur- so, tambin origina una calificacin o descalificacin del hablante. El discurso femenino a veces por su precariedad o en otras por su profu- sin, permanece en la subalternidad ( i.e el 60% de los analfabetos en nuestro pas son mujeres).

    Las relaciones lingsticas de fuerza se convierten en lo que Bourdieu denomina relaciones de dominacin lingstica, cuyas formas poseen una lgica especfica como en cualquier mercado de bienes simblicos. Podramos pensar en la violencia verbal, el insulto entre la pareja, que se finca en la dominacin lingstica por parte del varn que, de inicio, es el proveedor y el jefe del hogar; por lo tanto, el que impone valor y pre- cio a las producciones lingsticas en l, capo de las relaciones matrimo- niales e intrafamiliares que se introyectan en la mayora de los casos, hasta convertirse en habitus.

    Las excepciones a estas relaciones de fuerza lingsticas, que se trans- forman en relaciones de dominacin lingstica, estn constituidas por el lenguaje espontneo que no se somete a la lgica de dichas relaciones y se convierten en islotes, por fuera de las leyes del mercado y que se ob- tiene como una franquicia instituida como un juego excepcional, como un lujo; i.e los discursos de Rigoberta Mench, las prdicas de la madre Te- resa de Calcuta, las escritoras de buena literatura. As y todo, estas fran- quicias son vulnerables de uno u otro modo a las leyes de mercado, ya sea para legitimizacin lingstica o para la censura.

    Por ltimo, podemos afirmar que las relaciones con el lenguaje tie- nen una gran similitud con las relaciones con el cuerpo. As, la relacin de los integrantes de determinado campo con el cuerpo o con el lengua- je, es la relacin desenvuelta de los que estn en su elemento, de los que tienen a las leyes del mercado de su lado. La experiencia de la desenvol- tura y el dominio de s mismos afirma Bourdieu es casi divina. El sen- tirse como es debido, ejemplar, propio, es la experiencia de los absoluto, es una de las ganancias ms absolutas de los dominantes. Al contrario, la relacin de otro campo distinto con el lenguaje y el cuerpo, puede dar- se cargado de timidez, tensin, hipercorreccin; exageran o se quedan cortos, se sienten fuera de lugar, dominados por los dominantes.

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    B I B L I O G R A F A

    Bourdieu, Pierre. Sociologa de cultura. Mxico: CONACULTA, Grijalbo, 1990.

    Cassirer, Ernst. Esencia y efecto del concepto de smbolo. Mxico: F.C.E.,1975.

    Lamas, Marta (comp.) El gnero: La construccin cultural de la diferencia sexual. Mxico:

    UNAM, PUEG, 1996.

    Lotman, Yuri. La semiotica de la cultura. Espaa: Ctedra,1979.

    Moi, Toril. New literary history. Vol.22,No. 4, Autumm, 1991.Apropriating Bourdieu:

    Feminist Theory and Pierre BourdieuSociology of Culture.

    Qu correlatos establecemos las mujeres entre nuestros productos lingsticos o discursos y el manejo de nuestros cuerpos? Para dar una primera respuesta a esta pregunta deberemos estudiar conceptos relacio- nados con el de habitus, como ethos y hexis que tambin son parte de la integracin de los conceptos femenino y masculino.