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Reseñas <www.medtrad.org/panacea.html> 282 Panace@. Vol. V, n. o 17-18. Septiembre-diciembre, 2004 GUARDIOLA, Elena, y BAÑOS, Josep-Eladi: Eponí- mia mèdica catalana. Quaderns de la Fundació Dr. Antoni Esteve, n.º 1. Barcelona: Fundació Dr. Antoni Esteve; 2004. 109 páginas. ISBN: 84-8124-210-1. La Fundación Dr. Antonio Esteve (fundacion@esteve. org) distribuye el libro de forma gratuita entre los in- teresados. Una versión electrónica íntegra en formato PDF puede descargarse asimismo gratuitamente desde Internet (<www.esteve.org/FEsteve/content/publicacio- nes/1075713967.6/pub.pdf>). Enfermedad de Parkinson, aparato de Golgi, borreliosis de Lyme, reacción de Mitsuda, síndrome de Wolff-Par- kinson-White, mechero de Bunsen, demencia de Alzheimer, signo de Babiński, posición de Trendelen- burg, enfermedad de Behçet, bacilo de Koch, índice de Quételet, cu- chillete de Von Graefe, enfermedad de Crohn. La antroponimomanía (o eponimomanía) es, desde luego, jun- to con la anglomanía y la siglomanía, una de las características más llamativas del lenguaje médico moderno. Repasando estos antropónimos que salpican cualquier texto de medicina —Hirschsprung, Abrikósov, Ehlers, Paget, Raynaud, Von Recklinghausen, Pacini, Calvé, Creutzfeldt, Waldenström, Pott, Sjögren, Kaposi—, uno tiene a veces la sensación de que los países de habla hispana han estado al margen del discurrir histórico de nuestro lenguaje especializado. Y en cierto modo, así es. Tres son los principales requisitos necesarios para que un antropónimo se imponga a nivel inter- nacional, y en ninguno de ellos han destacado precisamente nuestros países: a) Es preciso, en primer lugar, que la medicina o la cien- cia de un país esté en primera línea de vanguardia. Y es bien sabido que, con posterioridad al siglo XVI y a excepción de algunos fulgores pasajeros (como la escuela neurohistológica de Ramón y Cajal, a principios del siglo XX), la medicina espa- ñola e hispanoamericana ha ido a remolque de la que se hacía fuera de nuestros países. b) Es preciso, además, que el colectivo nacional de médi- cos se muestre activo y dinámico en la creación de nombres para los nuevos conceptos y en la adopción masiva de los neologismos acuñados en nuestro idioma, en lugar de tomar dócilmente los que le llegan de fuera. Las disputas chovinistas, como las sostenidas durante cien años por malattia di Flajani con Graves disease y con Morbus Basedow (o Basedow- Krankheit), fueron siempre en nuestro idioma batallas perdidas de antemano. De otro modo, no se explica que llamemos hoy síndrome de Forbes-Albright al síndrome de amenorrea y ga- lactorrea descrito por los argentinos Ahumada y Del Castillo; o que llamemos hoy pelagra (según el término italiano utilizado por Francesco Frapolli en 1771) al mal de la rosa descrito por el español Gaspar Casal siete lustros antes que Frapolli; o que la RAE haya pasado a recomendar, desde el año 2001, la grafía wolframio (con w) para dar nombre al único elemento químico bautizado por españoles, que sus descubridores, los hermanos De Elhúyar, llamaron volframio (con v) en 1783; o que varios siglos después de que el garrotillo fuera bien descrito en Espa- ña, a partir de finales del siglo XVIII entrara en nuestro idioma con fuerza arrolladora el anglicismo croup. c) Y sería preciso, por último, recopilar, elaborar y publicar glosarios y diccionarios de antropónimos para difundir entre nuestros médicos de hoy las aportaciones de quienes los prece- dieron, de tal manera que todo galeno de habla hispana supiera que el mal de altura puede llamarse también enfermedad de Acosta, que células de Del Río Hortega es otro nombre de los microgliocitos o que el huesecillo del estribo, en el oído, fue descubierto por anatomistas españoles. Tampoco aquí parece que nuestros países hayan estado a la altura de los de nuestro entorno. Prácticamente todos los glosarios y diccionarios de antropónimos médicos publicados en español son o bien traduc- ciones de obras extranjeras, o bien recopilaciones realizadas a partir de glosarios y diccionarios foráneos, donde la presencia de nombres españoles e hispanoamericanos es insignificante, menor incluso de lo que cabría esperar de la ya de por sí escasa aportación de nuestros países a la historia de la medicina. Eponímia mèdica catalana constituye, hasta donde yo sé, el primer intento de acabar con esta tercera carencia para el ámbito geográfico de la medicina catalana. Sólo por ello, la obra de Elena Guardiola y Josep Baños vale ya la pena y es digna de elogio. Como es frecuente en medicina, los autores no son historia- dores profesionales de la ciencia, sino historiadores aficiona- dos —apasionados, más bien— con interés bien conocido por el lenguaje médico y su historia. Como ya hicieran para otra publicación conjunta previa —El dolor del lenguaje, reseñada por Miguel Turrión en el número 9-10 de Panace@ (pág. 104: (<www.tremedica.org/panacea/PanaceaPDFs/Panacea9-10_Di ciembre2002.pdf>)—, Guardiola y Baños, farmacólogos en ejercicio ambos, han optado también en esta ocasión por el formato que mejor se adecua a las posibilidades de trabajo del historiador aficionado: la recopilación de artículos indepen- Veintiún médicos catalanes que dejaron huella en el lenguaje médico internacional Fernando A. Navarro* * Cabrerizos (Salamanca, España). Dirección para correspondencia: [email protected].

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Reseñas <www.medtrad.org/panacea.html>

282 Panace@. Vol. V, n.o 17-18. Septiembre-diciembre, 2004

GUARDIOLA, Elena, y BAÑOS, Josep-Eladi: Eponí-mia mèdica catalana. Quaderns de la Fundació Dr. Antoni Esteve, n.º 1. Barcelona: Fundació Dr. Antoni Esteve; 2004. 109 páginas. ISBN: 84-8124-210-1.

La Fundación Dr. Antonio Esteve ([email protected]) distribuye el libro de forma gratuita entre los in-teresados. Una versión electrónica íntegra en formato PDF puede descargarse asimismo gratuitamente desde Internet (<www.esteve.org/FEsteve/content/publicacio-nes/1075713967.6/pub.pdf>).

Enfermedad de Parkinson, aparato de Golgi, borreliosis de Lyme, reacción de Mitsuda, síndrome de Wolff-Par-kinson-White, mechero de Bunsen, demencia de Alzheimer, signo de Babiński, posición de Trendelen-burg, enfermedad de Behçet, bacilo de Koch, índice de Quételet, cu-chillete de Von Graefe, enfermedad de Crohn. La antroponimomanía (o eponimomanía) es, desde luego, jun-

to con la anglomanía y la siglomanía, una de las características más llamativas del lenguaje médico moderno. Repasando estos antropónimos que salpican cualquier texto de medicina —Hirschsprung, Abrikósov, Ehlers, Paget, Raynaud, Von Recklinghausen, Pacini, Calvé, Creutzfeldt, Waldenström, Pott, Sjögren, Kaposi—, uno tiene a veces la sensación de que los países de habla hispana han estado al margen del discurrir histórico de nuestro lenguaje especializado.

Y en cierto modo, así es. Tres son los principales requisitos necesarios para que un antropónimo se imponga a nivel inter-nacional, y en ninguno de ellos han destacado precisamente nuestros países:

a) Es preciso, en primer lugar, que la medicina o la cien-cia de un país esté en primera línea de vanguardia. Y es bien sabido que, con posterioridad al siglo XVI y a excepción de algunos fulgores pasajeros (como la escuela neurohistológica de Ramón y Cajal, a principios del siglo XX), la medicina espa-ñola e hispanoamericana ha ido a remolque de la que se hacía fuera de nuestros países.

b) Es preciso, además, que el colectivo nacional de médi-cos se muestre activo y dinámico en la creación de nombres para los nuevos conceptos y en la adopción masiva de los neologismos acuñados en nuestro idioma, en lugar de tomar dócilmente los que le llegan de fuera. Las disputas chovinistas,

como las sostenidas durante cien años por malattia di Flajani con Graves disease y con Morbus Basedow (o Basedow-Krankheit), fueron siempre en nuestro idioma batallas perdidas de antemano. De otro modo, no se explica que llamemos hoy síndrome de Forbes-Albright al síndrome de amenorrea y ga-lactorrea descrito por los argentinos Ahumada y Del Castillo; o que llamemos hoy pelagra (según el término italiano utilizado por Francesco Frapolli en 1771) al mal de la rosa descrito por el español Gaspar Casal siete lustros antes que Frapolli; o que la RAE haya pasado a recomendar, desde el año 2001, la grafía wolframio (con w) para dar nombre al único elemento químico bautizado por españoles, que sus descubridores, los hermanos De Elhúyar, llamaron volframio (con v) en 1783; o que varios siglos después de que el garrotillo fuera bien descrito en Espa-ña, a partir de finales del siglo XVIII entrara en nuestro idioma con fuerza arrolladora el anglicismo croup.

c) Y sería preciso, por último, recopilar, elaborar y publicar glosarios y diccionarios de antropónimos para difundir entre nuestros médicos de hoy las aportaciones de quienes los prece-dieron, de tal manera que todo galeno de habla hispana supiera que el mal de altura puede llamarse también enfermedad de Acosta, que células de Del Río Hortega es otro nombre de los microgliocitos o que el huesecillo del estribo, en el oído, fue descubierto por anatomistas españoles. Tampoco aquí parece que nuestros países hayan estado a la altura de los de nuestro entorno. Prácticamente todos los glosarios y diccionarios de antropónimos médicos publicados en español son o bien traduc-ciones de obras extranjeras, o bien recopilaciones realizadas a partir de glosarios y diccionarios foráneos, donde la presencia de nombres españoles e hispanoamericanos es insignificante, menor incluso de lo que cabría esperar de la ya de por sí escasa aportación de nuestros países a la historia de la medicina.

Eponímia mèdica catalana constituye, hasta donde yo sé, el primer intento de acabar con esta tercera carencia para el ámbito geográfico de la medicina catalana. Sólo por ello, la obra de Elena Guardiola y Josep Baños vale ya la pena y es digna de elogio.

Como es frecuente en medicina, los autores no son historia-dores profesionales de la ciencia, sino historiadores aficiona-dos —apasionados, más bien— con interés bien conocido por el lenguaje médico y su historia. Como ya hicieran para otra publicación conjunta previa —El dolor del lenguaje, reseñada por Miguel Turrión en el número 9-10 de Panace@ (pág. 104: (<www.tremedica.org/panacea/PanaceaPDFs/Panacea9-10_Diciembre2002.pdf>)—, Guardiola y Baños, farmacólogos en ejercicio ambos, han optado también en esta ocasión por el formato que mejor se adecua a las posibilidades de trabajo del historiador aficionado: la recopilación de artículos indepen-

Veintiún médicos catalanes que dejaron huella en el lenguaje médico internacionalFernando A. Navarro*

* Cabrerizos (Salamanca, España). Dirección para correspondencia: [email protected].

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<www.medtrad.org/panacea.html> Reseñas

Panace@. Vol. V, n.o 17-18. Septiembre-diciembre, 2004 283

dientes. En este caso, Eponímia mèdica catalana recopila una veintena de artículos publicados desde mediados de 1999 hasta julio del 2003 en la sección «Sense amnèsia» de la revista catalana Annals de Medicina (<www.acmcb.es/pages/academ/vidaacad/publica/annals/annals_w.htm>).

La mejor forma de que el lector se haga una idea del con-tenido de esta obra es, me parece, reproducir directamente el índice, donde aparecen ordenados alfabéticamente 21 médicos catalanes que han dejado huella en el lenguaje médico a través de 35 expresiones antroponímicas:

• Hermenegild Arruga i Liró: les operacions d’Arruga i altres epònims

• Els Barraquer: una nissaga rica en epònims– Ignasi Barraquer i Barraquer: el mètode o operació

de Barraquer (la facoèrisi)– Lluís Barraquer i Bordas: els signes de Barraquer i

Bordas– Joaquim Barraquer i Moner: la tècnica d’extracció

de la cataracta de Barraquer (la zonulòlisi enzimáti-ca)

– Josep Ignasi Barraquer i Moner: les tècniques de Ba-rraquer en queratoplàstia refractiva (la queratofàquia i la queratomileusi)

– Lluís Barraquer i Roviralta: la lipodistròfia progres-siva de Barraquer-Simons

• Francesc Duran i Reynals: el factor de difusió de Duran Reynals

• Jaume Ferran i Clua: el vaccí de Ferran• Salvador Gil i Vernet: l’anestèsia extradural de Gil Vernet• Josep Maria Gil-Vernet i Vila: les operacions de Gil-Vernet• Antoni de Gimbernat i Arboç: el lligament de Gimbernat• Fernando Martorell i Otzet: els epònims de Martorell• Agustí Pedro i Pons: els epònims de Pedro Pons• Pere Piulachs i Oliva: els epònims de Piulachs• Antoni Puigvert i Gorro: els epònims de Puigvert• Emili Roviralta i Astoul: els epònims de Roviralt• Lluís Sayé i Sempere: la síndrome de Burnand-Sayé• Eduard Tolosa i Colomer: la síndrome de Tolosa-Hunt• Josep Trueta i Raspall: el mètode Trueta• Xavier Vilanova i Montiu, Joaquim Piñol i Aguadé: la

hipodermitis nodular subaguda migràtoria o síndrome de Vilanova-Piñol.

El libro se completa con dos índices de gran utilidad: uno onomástico (aprox. 220 artículos) y otro temático (aprox. 530 artículos). No hay un apartado bibliográfico final común, por cuanto cada capítulo —originalmente artí-culos independientes— incorpora su propia bibliografía.

El origen del libro a partir de recopilación de artícu-los de revista explica asimismo que los veinte capítulos tengan todos aproximadamente la misma extensión, con independencia de la importancia que el correspondiente antropónimo tenga para el médico actual (véase el cuadro adjunto). Así, el capítulo dedicado al factor de Duran Rey-nals es incluso ligeramente más amplio que el dedicado al ligamento de Gimbernat; o el dedicado al signo de Piulachs

ocupa más espacio que el correspondiente al síndrome de Tolosa-Hunt.

Frecuencia de uso de las expresiones antroponímicas comentadas en Eponímia mèdica catalana, según el número de apariciones registradas en Google el día 1 de octubre del 2004, con restricción de la búsqueda a las páginas en español (para las expresiones indicadas; p. ej.: pinza de Arruga o pinzas de Arruga) y en inglés (para los equivalentes ingleses; p. ej.: Arruga forceps o Arruga’s forceps).

Expresión En español En ingléssíndrome de Tolosa-Hunt 105 1820síndrome de Martorell 14 209síndrome (o lipodistrofia progresiva)

de Barraquer-Simons 16 186

ligamento de Gimbernat 29 146úlcera de Martorell 11 69método (o técnica o procedimiento u

operación) de Barraquer* 21 49

pinza(s) de Arruga 1 18operación de Gil-Vernet 1 45factor (de difusión) de Duran

Reynals – 43

método (o técnica) (de) Trueta 11 14signo de Pedro Pons 13 2enfermedad de Puigvert 6 1vacuna (anticolérica) de Ferrán 5 3signo de Martorell 3 4síndrome de Roviralta 1 5operación de Arruga 2 3signo de Barraquer Bordas 2 –síndrome de Burnand-Sayé 2 –operación (o intervención) de

Puigvert 1 1

síndrome de Vilanova-Piñol 1 –síndrome de Piulachs-Hederich – 1técnica de Duhamel-Roviralta

(-Casasa) – 1

anestesia (extradural) de Gil Vernet – –prueba (flebográfica) de Martorell – –esplenomegalia gastrorrágica

hemocitopénica de Pedro Pons – –

signo (del pinzamiento del flanco) de Piulachs – –

ectopia gástrica (parcial) de Roviralta – –

* Hay al menos tres técnicas diferentes, correspondientes a tres mé-dicos distintos del mismo apellido, que comparten estos nombres

La estructura interna de los capítulos es sumamente homo-génea en toda la obra. Cada capítulo se inicia con una lista de expresiones antroponímicas documentadas con el apellido del autor correspondiente y su definición en los principales dic-cionarios consultados (Diccionari enciclopèdic de medicina,

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Reseñas <www.medtrad.org/panacea.html>

284 Panace@. Vol. V, n.o 17-18. Septiembre-diciembre, 2004

Diccionario terminológico de ciencias médicas, Dorland’s illustrated medical dictionary, Stedman’s medical eponyms y Dictionary of medical syndromes, entre otros). A continuación, el cuerpo del artículo suele estar dividido en tres partes bien diferenciadas: el hombre, la obra y el antropónimo. Tras una breve semblanza biográfica, Guardiola y Baños comentan las principales aportaciones del autor a la medicina o a la es-pecialidad correspondiente, para detenerse por último en la publicación que dio origen a la expresión antroponímica que ha pasado a los diccionarios especializados. La inclusión de la referencia bibliográfica concreta en el origen de un antropóni-mo dado me permite analizar el idioma en el que los veintiún médicos catalanes considerados presentaron a la comunidad médica internacional su aportación más destacada. Si tenemos en cuenta que Vilanova y Piñol deben contabilizarse como uno solo por cuanto firmaron juntos el artículo donde describieron la hipodermitis nodular subaguda migratoria, y que en dos casos no se aportan en la obra datos suficientes para determi-nar con certeza el idioma de publicación original, obtenemos los siguientes resultados: de los 18 médicos para los que hay datos fiables, 11 publicaron su obra original —artículo, mono-grafía o libro de texto— en español, 4 lo hicieron en francés, 2 en inglés y 1 en alemán. Pese a estar escrita íntegramente en catalán, pues, Eponímia mèdica catalana es una obra que puede adscribirse claramente a la historia del lenguaje médi-co en lengua española. Es de destacar, por cierto, que el más citado en la actualidad de todos los antropónimos analizados, el síndrome de Tolosa-Hunt, tiene su origen en el artículo que Eduardo Tolosa publicó, en inglés, en el Journal of Neurology, Neurosurgery and Psychiatry; no parece que sea casualidad.

En la mayor parte de los capítulos, Guardiola y Baños incorporan alguna figura con la reproducción facsímil, en for-mato muy reducido, de la primera página del artículo —o la portada del libro— donde el autor correspondiente realizó la descripción inicial del síndrome, del signo, de la intervención o de la técnica quirúrgica que hoy llevan su nombre. Para la muy probable segunda edición de esta obra, tal vez podría ser buena idea reproducir, a modo de anexo final o en cada capí-tulo, no sólo la portada, sino el artículo original completo —o el capítulo o pasaje completo, en el caso de libros y monogra-fías—. El proceso de recabar permisos de reproducción no se-ría mucho más complicado que el ya realizado para reproducir las portadas, y a buen seguro muchos lectores agradecerían la

información añadida y el acceso directo a la fuente primaria.Eponímia mèdica catalana es, en definitiva, una obra muy

recomendable para el lector de Panace@. Felicito a los au-tores por la paciente labor de documentación, por la claridad de exposición y por la estupenda presentación de los datos. Y hago extensiva mi enhorabuena a la Fundación Esteve (véase Panace@, vol. 4, n.º 12, pág. 202: (<http://tremedica.org/panacea/PanaceaPDFs/Panacea12_junio2003.pdf>) por esta nueva aportación al conocimiento del lenguaje médico, que ponen una vez más gratuitamente a diposición de toda persona inte-resada.

Para quien espere de una reseña crítica en Panace@ algo más que felicitaciones, enhorabuenas y parabienes, diré que, si algo echo de menos en esta obra, es la presencia de más capítulos y más nombres. Llama muy especialmente la aten-ción, por ejemplo, que en una obra sobre eponimia médica catalana no se diga una sola palabra de los hermanos Brugada —Josep, Ramon y Pere—, cuyo apellido constituye hoy, con mucho, el antropónimo médico catalán más universal. Baste para demostrarlo el hecho de que Google recupere 511 páginas en español con síndrome de Brugada y 6700 páginas en inglés con Brugada syndrome (o Brugada’s syndrome): ¡casi tres veces más que todos los antropónimos incluidos en Eponímia mèdica catalana juntos! A la vista de la ilusión que demuestran los autores por el asunto, no obstante, doy por sentado que esta ampliación del contenido es algo que llegará por sí solo con el tiempo. Los propios Guardiola y Baños, de hecho, siguen adelante con la serie en Annals de Medicina, donde en los últi-mos meses han publicado tres nuevas entregas no recogidas en la obra que reseño: «La malaltia de Forestier-Rotés Querol», «La malaltia de Nubiola» y «La prova d’Azoy». Supongo que no cesarán en el empeño hasta haber completado la aportación catalana al lenguaje médico.

Ya puestos, bien podrían Guardiola y Baños continuar con el resto de los antropónimos españoles e hispanoamericanos. Imagine el lector una obra que, siguiendo el mismo formato de Eponímia mèdica catalana, diera cabida a Daniel Carrión y a Enrique del Castillo, a Moisés Chédiak y a Jorge Víctor Pérez, a Juan Manuel Rivero Carballo y a Genaro Sisto, a Fernando Pérez y a Gregorio Marañón, a Alberto Barton y a Juan Fer-nández Sotos, a Maximiliano Ruiz Castañeda y a Antonio Gar-cía Tapia. Muchos, desde luego, lo agradeceríamos de veras.