viaje a pastrana
DESCRIPTION
Un acercamiento a la Iglesia Colegiata de La Asunción y visita a la exposición de Tapices flamencos de Arcila y TángerTRANSCRIPT
1
VIAJE A PASTRANA
(Un acercamiento a la Iglesia Colegiata de La Asunción y visita a la
exposición de Tapices flamencos de Arcila y Tánger)
Sencilla entrada principal de la colegiata de La Asunción, en Pastrana
El viajar tiene un gran inconveniente que se hace vicio: una vez que
te ha atrapado el irrefrenable deseo de recorrer otros caminos, ya no puedes
sustraerte a la contumaz ilusión de conocer nuevas tierras, nuevas gentes.
Hoy, lunes 22 de junio de 2015, el amigo Antonio Dávila, presidente
de la Asociación Amigos del Camino Real de Guadalupe, nos ha
emplazado para visitar la Iglesia Colegiata de la Asunción, de Pastrana,
Guadalajara, con el fin de visitar la importantísima exposición de tapices
flamencos denominados del rey Alfonso V de Portugal, que nos narran las
hazañas de dicho rey en la conquista de las plazas de Arcila y Tánger, y
que datan de los años de 1471 a 1475, que más adelante comentaremos.
2
El amigo Antonio se nos ha “aburguesado” y ya no nos lleva en su
famoso todoterreno llamado “la peregrina”, que tantos dolores de huesos y
sustos nos ha costado a los asiduos viajeros, y esta vez nos lleva en un
nuevo y amplio automóvil que nos invita al recreo de nuestros ojos y al
descanso del cuerpo.
El grupo que
salimos de Madrid lo
formamos esta vez tres
viajeros: Antonio, el
pintor de Guareña
Damián Retamar y este
humilde aprendiz de
cronista, Ricardo
Hernández Megías.
Nuestro deseo, y el de
nuestro enlace en el
pueblo, Eduardo, viejo conocido de anteriores excursiones por el
Monasterio de San Bartolomé de Lupiana, su pueblo, y esta vez reconocido
y solvente guía en el Museo y exposición de Tapices de la Colegiata de
Pastrana.
La mañana de junio es clara, con un cielo azul deslumbrante, que a
estas horas de la mañana en que salimos de Madrid, ya el calor nos asaetea
con sus rayos como queriendo disuadirnos de nuestra aventura. El tráfico es
intenso a estas horas de la mañana y, nosotros, fuera ya del circuito
comercial, agradecemos el tener todo el día para nuestra complacencia. La
distancia desde Madrid hasta Pastrana es de unos 100 kilómetros, pero,
como es costumbre en nuestro conductor, siempre nos depara una sorpresa
en cada viaje, por lo que al llegar al cruce con Lupiana, el coche se desvía y
emprende rauda marcha hasta tan conocido, para nosotros, lugar.
El campo alcarreño se encuentra a estas alturas del año agostado; la
cebada y el trigo, aquel que no ha sido ya segado, está a la espera de que las
modernas máquinas lo corten eliminando el peligro de las tormentas
veraniegas, por lo que Damián, ojo avizor, puede contemplar los distintos
tonos del ocre de las mieses contrastando con el verdor de las manchas de
bosque mediterráneo que aún quedan por el contorno, o bien despuntando
contra los tesos calizos que se levantan sobre la llanura manchega.
3
Cuando nos acercamos a nuestro lugar de visita, nuevamente al
Monasterio de San Bartolomé, lugar de donde salieron los primeros monjes
jerónimos que llegaron al monasterio de Guadalupe, Cáceres, y entramos
en los frescos y arbolados caminos sombríos que nos conducen a su
entrada, una sensación de bienestar invade nuestros espíritu, mientras que
atento a todo cuanto nos rodea de naturaleza, nuestro pintor va tomando
buena nota de los colores que a nuestro alrededor, y como un nuevo regalo
de la luz del día, van punteando.
El fotógrafo ha sabido captar toda la belleza del paisaje alcarreño
La visita va a ser corta en esta ocasión, pues lo que pretende Antonio
Dávila es obsequiar al nuevo viajero con la contemplación del soberbio
claustro de Alonso de Covarrubias. Su construcción como monasterio
propiamente dicho comenzó en el año 1474 sobre una ermita ya existente
dedicada a San Bartolomé, que databa de 1330. Este monasterio es la casa
madre de la Orden de San Jerónimo, fundado gracias a Pedro Fernández
Pecha y Fernando Yáñez de Figueroa, regla que fue aprobada por Gregorio
XI en 1373. A partir del siglo XVI el cargo de prior del Monasterio de
Lupiana está aparejado con el cargo de Superior de la Orden y allí se
celebraron los Capítulos Generales cada tres años. Es actualmente de
propiedad particular y sus actuales dueños lo dedican, preferentemente a
bodas y actos sociales con los que poder seguir restaurando y conservando
tan espléndido patrimonio cultural. Un matrimonio, aún joven son los
guardianes de esta joya del siglo XV, y se permite su visita guiada todos los
lunes de cada mes.
4
Siempre que se visitan las ruinas del monasterio de San Bartolomé,
en Lupiana, y nos encontramos con los viejos muros y tapiales
desvencijados, el viajero tiene la sensación de enfrentarse a un hecho
inexorable como es la levedad del tiempo. Mirado el monasterio desde la
lejanía, con el pueblo como principal testigo, arropado éste entre montes de
pequeña altura y bordeado por las filigranas que va dibujando el verdor del
pequeño río, el torreón de su iglesia se nos presenta como una mole
indestructible, para una vez alcanzado y a los pies del mismo, darnos
cuenta de que no quedan del mismo más que cuatro paredes desvencijadas
y en proceso de recuperación. Sólo el claustro, de belleza singular, parece
luchar a contracorriente de los tiempos, manteniéndose erguido y bello, tal
como lo diseñó y construyó Covarrubias hace cinco siglos, a mayor gloria
de Dios y complacencia de los hombres.
La espléndida belleza del claustro del convento de San Bartolomé
Para completar dicha visita y que Damián pueda hacerse una idea del
entorno en que se asienta tan magna obra, el conductor ha querido visitar,
sin bajarnos, la magnífica plaza castellana, porticada del pueblo de
Lupiana, que tan buenos recuerdos levanta en nuestra memoria, para salir
directamente hacia la nacional 320 y retomar el camino que ha de
conducirnos hacia Pastrana.
La carretera es complicada y seseante en todo su recorrido, por lo
que la lógica precaución del conductor hace que podamos contemplar el
5
campo alcarreño en todo su esplendor en estos primeros días de verano y
disfrutar de todas las tonalidades que pintan las charnegas y los álamos del
río Tajuña que se despereza, riega y alimenta las tierras de los contornos,
mientras que los henchidos campos de cereales, a la espera de la siega, nos
ofrecen el espectáculo de contemplar cómo la suave brisa mañanera dibuja
las ondas sobre sus lomos cargados de frutos y de esperanzas para el
agricultor alcarreño.
Plaza de Lupiana, con su “Picota”, o Royo de Justicia frente al Ayuntamiento
Cuando retomamos la asfaltada carretera, una sensación de tristeza
parece que se apodera de los viajeros, no queriendo salir de un cuadro
digno de los pinceles de Cañamero.
Entrar en la Villa Ducal de Pastrana es retrotraerse a otros tiempos en
la historia de este complejo y diverso país. Es la capital de La Alcarria y
fue núcleo muy principal durante los siglos XVI y XVII, habiendo sido
declarada la ciudad como Conjunto Histórico–Artístico, desde 1966.
Durante el siglo XVI perteneció a la Orden de Calatrava, hasta que
Carlos V la vendió a doña Ana Mendoza de la Cerda y Castro, viuda de
6
don Diego Hurtado de Mendoza y duquesa de Pastrana, abuela de la
Princesa de Éboli, doña Ana de Mendoza y de la Cerda.
Nuestra entrada en Pastrana la realizamos por la calle de Santa
Teresa, que desemboca, como casi todas las calles principales del pueblo en
la Plaza de La Hora, y frente al hermoso palacio ducal aparcamos nuestro
coche para callejear por sus calles y disfrutar de su arquitectura.
Palacio Ducal de los Duques de Pastrana
Podríamos decir, si no existiera la Colegiata, que toda la historia del
pueblo se puede resumir a partir de este monumental palacio renacentista,
obra de Alonso de Covarrubias y de su dueña Doña Ana de Mendoza,
princesa de Éboli, mujer bellísima que tantos quebraderos de cabeza iba a
proporcionar al rey Felipe II, hasta el punto de
enclaustrarla en dicho palacio hasta su muerte, acusada
de conspiración con su amante Antonio Pérez,
secretario del rey, acusado de ser el promotor de la
muerte de su secretario Escobedo. Es muy conocido en
dicho palacio el balcón enrejado que da a la plaza de la
Hora, donde se asomaba la princesa melancólica. Tras
la fuga de Antonio Pérez al Reino de Aragón en 1590,
Felipe II mandó poner rejas en puertas y ventanas del palacio Ducal.
Este palacio, también, fue el lugar de alumbramiento de María Ana
de Austria, hija de María de Mendoza y Juan de Austria, historia que
7
nosotros ya hemos recopilado en otro momento y que se encuentra en
nuestro blog.
Hemos señalado que Pastrana y su bellísima composición
arquitectónica podría resumirse a partir del Palacio ducal, si no existiera la
Colegiata, a lo que, para ser justos deberíamos añadir la importante obra
que en dicha ciudad realizó Santa Teresa de Jesús fundando dos
comunidades religiosas: una para hombres, el convento del Carmen, 1586,
entre cuyos frailes destaca la figura de San Juan de la Cruz, que fue
maestro de novicios. Estuvo ocupado por Frailes Carmelitas hasta la
desamortización de Mendizábal (1836). Más tarde, en 1855, fue ocupado
por la Orden Franciscana, que lo utilizó como seminario para formar a los
misioneros que enviaban a extremo oriente.
El otro convento
fundado por la santa de
Ávila llevará el nombre
de Nuestra Señora del
Consuelo, y fue
inaugurado, el día 23 de
Junio de 1569. La
inauguración se hizo
"con procesión muy
solemne de cruces,
pendones, reliquias y
religiosos, y con
grandes congregaciones de gentes y fiestas de danzas y replique de
campanas, sigue contando el escribano que levantó acta del
acontecimiento que "la dicha Teresa de Jesús, priora y supriora, entraron
en el dicho monasterio". Como priora de la comunidad quedó Isabel de
Santo Domingo, que había venido con la Madre desde Toledo, y como
supriora fue puesta Catalina de la Cruz. Para completar la comunidad
hizo venir de Medina a Isabel de San Jerónimo y a Ana de Jesús, y llamó
de la Encarnación de Avila a Jerónima de San Agustín. El día 28 de junio
se dio licencia para que se pusiese el Santísimo Sacramento y "decir y
celebrar Misas y los divinos oficios".
Después de callejear por las estrechas calles del pueblo, que nos
recuerdan las de las juderías de otras ciudades españolas, nos acercamos a
8
la Iglesia–Colegiata de la Asunción, donde hemos quedado con nuestro
amigo Eduardo para la visita guiada por sus expertos y amplios
conocimientos del rico patrimonio que en ella se encierra.
Sin embargo, la sensación que uno experimenta al acercarse a la
entrada de tan magnífico monumento es de una pobreza singular,
contrarrestando con los tesoros que la colegiata guarda en su seno.
Una sensación de frescor
y sosiego nos alcanza cuando
atravesamos la puerta de
entrada. Sus anchos muros y la
sabia disposición de sus
riquezas ornamentales hacen
que nos sintamos a gusto
mientras esperamos la llegada
de nuestro amigo Eduardo, un
personaje que se ha hecho
imprescindible, tanto a la hora
de trabajar en la recuperación o
mantenimiento del mobiliario,
como a la hora de guiar a los
visitantes por cada uno de los
interesantes detalles que hacen
a la Colegiata o Iglesia de la
Asunción única en su género.
Nuestra primera gran sorpresa
es el magnífico retablo
llamado de los Miranda, en el que sobresalen los cuadros de dichos
personajes atribuidos a Juan Bautista Maíno. Como Retablo Mayor, de
1638 y sustituyendo a uno anterior del que solo quedan tres hermosas
tablas de Juan de Borgoña, pintadas hacia 1537, sustituidas hoy por otras
en las que solamente figuran retratos de mártires femeninas, una esplénda
obra de artesanía digna de admiración
La Iglesia Colegiata de la Asunción tiene sus orígenes en una
primitiva iglesia románica del siglo XIII construida por los caballeros
calatravos, de la que aún se conservan algunos elementos. Fue reformada
completamente en los siglo XVI y XVII, aunque ya existen reformas de la
iglesia románica en el siglo XIV o XV en la zona de lo que actualmente es
el coro. También sobre el muro norte se realiza una nueva portada, el actual
acceso, de tradición gótica que incluye un arco conopial con dos pilastras
laterales rematadas con pináculos y florones.
9
Sin embargo, la primera gran trasformación se produce a partir de
1569 cuando el primer duque de Pastrana, Ruy Gómez de Silva, obtiene la
bula pontificia que permite convertir el templo en colegiata. Para adaptar el
inmueble a su nueva categoría canóniga construye una amplia cabecera de
estilo gótico, conservando las naves, de lo que ahora mismo es el coro, sin
ser alteradas.
La segunda gran
transformación se realiza entre
1626 y 1639 cuando el arzobispo
Pedro González de Mendoza
reedifica y amplía el edificio. Se
encargó la obra al arquitecto
carmelita Alberto de la Madre de
Dios. Se sustituye entonces la
cabecera del templo por otra de
mayores dimensiones con cripta y
crucero, siguiendo el estilo
clasicista esculariense. También
se mantiene la diferencia de altura
de la cabecera con el resto de la
iglesia, detalle característico del
templo y resultado de la reforma
del siglo XVII.
La cripta es de planta de
cruz latina y cuenta con grandes urnas funerarias, seis de las cuales son de
mármol rosado procedentes del panteón ducal del monasterio de San
Francisco de Guadalajara, y el resto de granito realizadas con la cripta. Ésta
es la última reforma reseñable del templo y la que configura su apariencia
actual, salvo por el campanario, al que se añadió un desafortunado reloj en
la Edad Moderna.
En dicha cripta se encuentra enterrada toda la familia de los duques
de Pastrana, entre ellos la famosa doña Ana de Mendoza y de la Cerda,
princesa de Éboli, duquesa de Pastrana, condesa de Mélito y su esposo Ruy
Gómez de Silva, amigo y hombre de confianza del rey Felipe II.
Otra de las joyas que podemos contemplar y tocar con nuestras
pobres manos es el soberbio órgano del siglo XVIII (1703), construido por
el organero Domingo de Mendoza “maestro de Su Majestad Felipe V y de
su Real Capilla”. Este organista y organero Domingo de Mendoza, era
natural de Lerín (Navarra) y murió en Madrid, en 1735, habiendo sido
maestro de la capilla real, desde 1689. Fue su maestro, su paisano Juan de
10
Andueza, asimismo organero y maestro de la real capilla. Domingo de
Mendoza desarrolló su labor en Madrid y su provincia, también trabajó en
los órganos de las catedrales de Cuenca, Sigüenza y Ávila, y en los de otras
iglesias de las provincias de Toledo y Guadalajara.
El órgano de la Colegiata de Pastrana, le construyó el año 1704,
como reza la inscripción puesta en la parte superior del cuadro del teclado –
tapada por una tabla decorada– que dice así “En el año del Señor de 1704
hizo este órgano Domingo de Mendoza Maestro de su Majestad y de su real
capilla. Reinando Felipe V”.
El contrato entre el Cabildo y el organero, se suscribió el día 3 de
octubre de 1703, entre el escribano Antonio de León y se encuentra en el
Archivo de protocolos de Pastrana.
Antonio Dávila y Damián Retamar toman posesión del órgano de la Colegiata
11
No podíamos dejar de visitar la famosa
cripta donde desde hace siglos reposan los restos
de los duques de Pastrana y de los Príncipes de
Éboli, que tanto juego dieron en su momento,
tanto a lo que hoy llamaríamos “prensa del
corazón”, como a la de cotilleos políticos que
tanto afectaron al reinado de Felipe II.
No es nuestro cometido hacer un balance
sobre los amores de Doña Ana de Mendoza y de
la Cerda, ni del cometido político de su marido
don Ruy Gómez de Silva y tan solo dejaremos
señalado en estos apuntes algunos datos biográficos sobre la dama: Ana de
Mendoza pertenecía a una de las familias castellanas más poderosas de la
época: los Mendoza. Hija única del matrimonio entre Diego Hurtado de
Mendoza y de la Cerda, virrey de Aragón, y María Catalina de Silva y
Toledo, se casó a la edad de doce años (1552) con Ruy Gómez de Silva,
por recomendación del príncipe Felipe, futuro Felipe II; su marido era
príncipe de Éboli (ciudad ubicada en el Reino de Nápoles) y ministro del
rey. Los compromisos de Ruy motivaron su presencia en Inglaterra por lo
que los cinco primeros años de matrimonio, apenas estuvieron tres meses
los cónyuges juntos.
Fue una de las mujeres de más talento de su época, y se la consideró
como una de las damas más hermosas de la corte española. Entre las teorías
sobre la causa de la pérdida de su ojo derecho, la más respaldada es la que
asegura que la princesa fue dañada por la punta de un florete manejado por
un paje durante su infancia. Pero este dato no es claro, quizá no fuese tuerta
sino estrábica, aunque hay pocos datos que mencionen dicho defecto físico.
En cualquier caso, su defecto no restaba belleza a su rostro; su carácter
altivo y su amor por el lujo se convirtieron en su mejor etiqueta de
presentación, y ejerció una gran influencia
en la corte.
Solicitó junto con su marido dos
conventos de carmelitas en Pastrana.
Entorpeció los trabajos porque quería que se
construyesen según sus dictados, lo que
provocó numerosos conflictos con monjas,
frailes, y sobre todo con Teresa de Jesús,
fundadora de las Carmelitas descalzas. Ruy
Gómez de Silva puso paz, pero cuando éste
12
murió volvieron los problemas, ya que la princesa quería ser monja y que
todas sus criadas también lo fueran. Le fue concedido a regañadientes por
Teresa de Jesús y se la ubicó en una celda austera. Pronto se cansó de la
celda y se fue a una casa en el huerto del convento con sus criadas. Allí
tendría armarios para guardar vestidos y joyas, además de tener
comunicación directa con la calle y poder salir a voluntad. Ante esto, por
mandato de Teresa, todas las monjas se fueron del convento y abandonaron
Pastrana, dejando sola a Ana. Ésta volvió de nuevo a su palacio de Madrid,
no sin antes publicar una biografía tergiversada de Teresa, lo que produjo el
alzamiento de escándalo de la Inquisición, que prohibió la obra durante
diez años.
Tras la repentina muerte de Ruy Gómez de Silva en 1573, Ana se vio
obligada a manejar su amplio patrimonio y durante el resto de su vida tuvo
una existencia problemática. Gracias a sus influyentes apellidos consiguió
una posición desahogada para sus hijos. Su hija mayor, Ana, casaría con
Alonso Pérez de Guzmán el Bueno y Zúñiga, VII duque de Medina
Sidonia; el siguiente, Rodrigo, heredaría el ducado de Pastrana; Diego sería
duque de Francavilla, virrey de Portugal y marqués de Allenquer. A su hijo
Fernando, ante la posibilidad de llegar a cardenal, le hicieron entrar en
religión, pero escogió ser franciscano y cambió su nombre por el de Fray
Pedro González de Mendoza (como su tatarabuelo el Gran Cardenal
Mendoza), y llegaría a ser arzobispo.
Sarcófago con los restos de doña Ana de Mendoza. Debajo de él están los de su esposo
13
Debido a su alta posición, mantenía relaciones cercanas con el
entonces príncipe y luego rey Felipe II, lo que animó a varios a catalogarla
como amante del rey, principalmente durante el matrimonio de éste con la
joven Isabel de Valois, de la cual fue amiga. Lo que sí parece seguro es
que, una vez viuda (1573) sostuvo relaciones con Antonio Pérez, secretario
del rey. Antonio tenía la misma edad que ella y no se sabe realmente si lo
suyo fue simplemente una cuestión de amor, de política o de búsqueda de
un apoyo que le faltaba desde que muriera su marido. Estas relaciones
fueron descubiertas por Juan de Escobedo, secretario de Juan de Austria
(hijo natural del rey Carlos I), quien además mantenía contactos con los
rebeldes holandeses. Antonio Pérez, temeroso de que revelase el secreto, le
denunció ante el rey de graves manejos políticos y Escobedo apareció
muerto a estocadas, de lo que la opinión pública acusó a Pérez; pero pasó
un año hasta que el rey dispuso su detención. Los motivos de la intriga que
llevaron al asesinato de Escobedo y a la caída de la princesa no son claros.
Parece probable, junto a la posible revelación de la relación amorosa entre
Ana y Antonio Pérez, también la existencia de otros motivos, como una
intriga compleja de ambos acerca de la sucesión al trono vacante de
Portugal y contra Juan de Austria en su intento de casarse con María
Estuardo.
Detalle de la Cripta. A la derecha, los príncipes de Éboli
La princesa fue encerrada por Felipe II en 1579, primero en el
Torreón de Pinto, luego en la fortaleza de Santorcaz y privada de la tutela
de sus hijos y de la administración de sus bienes, para ser trasladada en
1581 a su Palacio Ducal de Pastrana, donde morirá atendida por su hija
menor Ana de Silva (llamada Ana como la hija mayor de la Princesa, que
tuvo dos hijas del mismo nombre, se haría monja luego) y tres criadas. Es
muy conocido en dicho palacio el balcón enrejado que da a la plaza de la
14
Hora, donde se asomaba la princesa melancólica. Tras la fuga de Antonio
Pérez a Aragón en 1590, Felipe II mandó poner rejas en puertas y ventanas
del Palacio Ducal.
No está tampoco muy claro el porqué de la actitud cruel de Felipe II
para con Ana, quien en sus cartas llamaba "primo" al monarca y le pedía en
una de ellas "que la protegiese como caballero". Felipe II se referiría a ella
como "la hembra". Es curioso que mientras la actitud de Felipe hacia Ana
era dura y desproporcionada, siempre protegió y cuidó de los hijos de ésta
y su antiguo amigo Ruy. Felipe II nombró un administrador de sus bienes y
más adelante llevaría las cuentas su hijo Fray Pedro ante la ausencia de sus
hermanos.
Falleció en dicha localidad en 1592. Ana y Ruy están enterrados
juntos en la Colegiata de Pastrana.
La mañana seguía plácidamente el guión que el experto guía nos iba
marcando. Después de degustar plenamente de tanta riqueza como atesora
la colegiata y después de visitar el coro con sus cuarenta y nueve bancos
más el del Deán, todos ellos de madera de nogal labrado, su facistol y el
catafalco en que fueron expuestos los restos de la princesa de Éboli, hoy
dignos de conservarse en el museo, todo ello detrás de una verja labrada
por los mejores herreros del siglo XVI, entramos en lo que según él era el
verdadero motivo para una visita a la Colegiata: su Museo parroquial,
dividido en dos partes: la primera, en la que se conservan pinturas y objetos
de culto religioso, así como innumerables relicarios de desconocidos santos
mártires de la iglesia y el segundo que alberga los famosos tapices
flamencos de la toma de Arcila y Argel por el rey Alfonso V de Portugal, a
15
los que habrá que añadir: otros dos tapices flamencos, fabricados hacia
finales del siglo XV, de temática guerrera similares a los anteriores, pero
pertenecientes a otra serie donde se representan el cerco de Alcázar Seguer
y la entrada en Alcázar Seguer, más otros dos tapices de finales del siglo
XV que represen diversas hazañas de Alejandro Magno, de la serie
conocida como la del Tetrarca.
Pero vamos nosotros a detenernos momentáneamente en el Museo
religioso y darle gusto a los curiosos sobre sus importantísimos tesoros
como este alberga:
Un conjunto de exequias del siglo XVII pertenecientes a la princesa
de Éboli. El conjunto está formado por catafalco, doce candelabros
grandes y doce pequeños, ocho cetros, dos cruces con peana y dos de
árbol, dos incensarios, dos navetas, acetre, hisopo, paletilla y
apuntador, dos atriles, dos pares de vinajeras con sus platillos, dos
salvillas, ternos sacerdotales y frontales de altar y púlpitos.
Un retablo de los Miranda, con los retratos sobre tabla de Juan
Miranda con San Francisco de Asís y Ana Hernández con San Juan
Evangelista, pintados por Juan Bautista Maíno hacia 1627.
Un óleo sobre lienzo del siglo XVII de Juan Carreño de Miranda que
representa la Aparición de la Virgen a San Bernardo.
Un Retrato de María Gasca de la Vega ante la Dolorosa, obra
atribuida a Felipe Diricksen y datada hacia 1625.
Una tabla del siglo XV representando el Descendimiento, de Juan de
Borgoña y taller.
Un Cristo en madera policromada, de los siglos XIV y XV.
Una talla de madera del siglo XVIII representando al profeta Elías,
atribuida a Francisco Salzillo.
Una talla del siglo XVIII representando La Divina Pastora, atribuida
también a Salzillo.
Un retrato anónimo del siglo XV de fray Pedro González de
Mendoza.
16
Un cuadro representando a San Jerónimo penitente, atribuido a la
escuela de El Greco.
Un Ecce Homo del siglo XVI atribuido a Luis de Morales.
Un retablo de La Piedad en marfil enmarcado en bronce dorado del
siglo XVII.
Una arqueta de bronce con esmalte de Limoges del siglo XIII.
Una naveta de plata (Nautilus) sobredorada y nácar de mediados del
siglo XVI.
Una cruz procesional datada hacia 1550 con marca del platero Juan
Francisco, de Alcalá de Henares.
Un relicario de la Regla de San Francisco, armario relicario de
ébano, bronce dorado y piedras duras del siglo XVII que, según la
tradición, contiene la Regla de la orden franciscana manuscrita en
pergamino por San Francisco de Asís.
Un cáliz de Santa Teresa, obra anónima de plata dorada del siglo
XVI.
Un busto–relicario de Santa Teresa de Jesús del siglo XVII.
Muestra de las importantísimas obras del Museo: Virgen Pastora, Inmaculada, Cruz
Guía de plata dorada, Cruz Guía de bronce y plata dorada, Crucificado filipino de marfil
y cuadro de la pasión en marfil.
17
A todo esto habría que añadir la cantidad de casullas y ropa y
ornamentos sagrados (casullas, dalmáticas, capas pluviales, etc.) de un
valor incalculable.
Panorámica de una de las salas de la exposición, relicario de Santa Teresa, y arcón del
siglo XVI
Nuestros ojos se detienen, curiosos, sorprendidos, ante un relicario
que contiene un trozo de carne del cuerpo de Santa Teresa. Confesamos
que es la primera vez que escuchamos su historia y vemos tan respetable
reliquia. Sabíamos que a la pobre santa la habían poco menos que
descuartizado para poseer las distintas y numerosas comunidades
carmelitas una reliquia suya, como era el brazo incorrupto, un dedo, etc.,
pero no sabíamos hasta qué punto había sido dividido su cuerpo.
Con el espíritu henchido ante tanta belleza y tanta obra de arte,
continuamos la última parte de nuestra visita, que esta vez no es otra que la
exposición de los tapices flamencos que en la Colegiata se conservan desde
hace siglos.
Después de muchos años de exposición en la misma Colegiata de
manera poco convincente, han merecido el honor de ser limpiados para ser
conocidos por medio mundo y, finalmente, merecer ser parte importante
del nuevo y moderno Museo parroquial. Esta es su historia:
Los tapices de Pastrana son una espectacular serie de seis tapices
flamencos del siglo XV, cuatro de los cuales miden cada uno 11 metros de
largo por 4 de alto. Componen un reportaje a todo color sobre la conquista
de las plazas del norte de África por Alfonso V de Portugal, que por estas
hazañas recibió el sobrenombre de “el africano”.
18
Reflejan varias etapas de la toma de las ciudades de Arcila y Tánger por el
monarca portugués junto a su hijo Don Juan, el príncipe perfecto, los
nobles portugueses de la época y sus contrarios, los defensores de esas
plazas. Estas son: Desembarco en Arcila (20 de agosto), Cerco de Arcila
(24 de agosto), Toma de Arcila (24 de agosto) y Entrada en Tánger (28 de
agosto).
Antigua exposición de los tapices flamencos
Los tapices fueron tejidos en seda y lana, casi con toda probabilidad,
en los telares flamencos del prestigioso taller de Passchier Grenier en
Tournai por encargo del mismo Alfonso V. Además, los cuatro paños son
de gran interés histórico como documento de su época. En su parte superior
muestran unas largas leyendas que explican las escenas, menos el cuarto
tapiz, que ha perdido dicha parte. Se tejieron pocos años después de los
hechos representados.
Se sabe muy poco de la procedencia de estos paños. Aunque no
existen documentos que lo demuestren, las similitudes con otros tapices
procedentes de este afamado taller flamenco apuntan en esa dirección.
Tampoco está clara la autoría de los cartones aunque se han atribuido
al pintor de corte Nuno Gonçalves, autor de las seis fascinantes tablas
góticas conocidas como Paneles de San Vicente, por la similitud que hay
entre sus retratos y los que aparecen en los tapices.
19
Que los tapices narrasen hechos históricos contemporáneos era algo
muy insólito en esa época frente a la temática al uso limitada a escenas
bíblicas y mitológicas, lo que convierte en excepcional esta serie. No sólo
facilitan información sobre los personajes que aparecen representados, sino
que también proporcionan datos de interés relativos a los uniformes y las
armas de los portugueses y su flota retratados con extrema fidelidad. Nos
muestran escenas bélicas donde aparecen soldados, armas, estandartes,
combates, embarcaciones, ciudades y escudos y donde se reconocen
claramente al rey Alfonso V y a su hijo el príncipe Don Juan.
Los tapices en la moderna exposición en Pastrana
Es incierta la forma en la que los paños llegaron a la Colegiata de
Pastrana y existen varias hipótesis al respecto. Algunos piensan que
formaron parte del botín español obtenido en la batalla de Toro del 1 de
marzo de 1476, que enfrentó a los Reyes Católicos con Alfonso V –casado
entonces con Juana la Beltraneja– en la lucha por el trono español, o que se
trata de un obsequio personal del monarca portugués al cardenal Mendoza
como gesto de gratitud por su postura con los prisioneros lusos. Otros creen
que el monarca portugués no los llegó a recibir nunca y que pasaron
directamente al patrimonio de Felipe el Hermoso, duque de Borgoña, que
los traería a España al aceptar la corona española en nombre de su esposa.
A su muerte en 1506 serían vendidos en pública almoneda, quedándose con
ellos el duque del Infantado.
20
El único dato que se conoce a ciencia cierta es la fecha en que fueron
donados por el duque del Infantado a la Colegiata de Pastrana, iglesia
elevada a esa categoría por el patrocinio de D. Rui Gomes da Silva,
príncipe de Éboli y I duque de Pastrana. Está documentado que en 1628 se
encuentran ya en el palacio de los duques del Infantado en Guadalajara y
que en 1664 la familia Mendoza los cede a la Colegiata de Pastrana. Ahora,
un equipo de investigación trata de establecer qué itinerario previo
siguieron hasta figurar en la testamentaría del duque en 1630.
Por su extraordinaria
calidad y estilo, los expertos
afirman que fueron realizados,
entre 1475 y 1480, bajo la
dirección de Passchier Grenier,
el más prestigioso marchante
de arte de Tournai en la época:
un solo tapiz de estas
características costaba el
precio de tres carabelas.
Vencedores y vencidos quedan
reflejados en actitudes ajenas al triunfalismo o a la humillación, sin
exasperaciones ni merma de la dignidad.
Para los portugueses tienen el valor que aquí atribuimos al cuadro de
Las Lanzas de Velázquez. Para la historia del arte son piezas únicas.
Olvidadas del mundo en la Colegiata de la Villa Ducal de Pastrana, a
principios del siglo XX los historiadores de arte portugueses José de
Figueiredo y Reynaldo dos Santos las volvieron a “encontrar” en Pastrana.
El dictador Oliveira Salazar adquirió para el Estado portugués las copias
que en tiempos de Manuel Azaña se habían encargado a la Fábrica
Nacional de Tapices. Las reproducciones están hoy en el Palacio de los
Duques de Bragança de Guimarães.
Por iniciativa de la Fundación Carlos de Amberes , los tapices, pasto
de las polillas, fueron restaurados por la Real Manufactura De Wit de
Malinas en 2009. Durante 2010 fueron expuestos en el Museo de Arte e
Historia de Bruselas, en el Palacio del Infantado de Guadalajara, en el
Museo de Arte Antiga de Lisboa y en el Museo de Santa Cruz de Toledo.
21
Se presentaron en las salas de la Fundación Carlos de Amberes de Madrid
en 2011–motivo por el cual los traemos a estas páginas– para
después viajar a Estados Unidos y mostrarse en la National Gallery de
Washington, el Meadows Museum de Dallas, San Diego e Indianápolis.
El proceso de restauración de estas
obras –conservación curativa, lo llaman los
expertos– contó con el patrocinio del
Fondo In Be–Baillet Latour (que protege el
patrimonio belga) y de la Fundación Caja
Madrid, que aportaron 50.000 euros cada
una para la empresa, que tuvo un coste total
de 150.000 euros.
El premio Europa Nostra por este
proyecto fue entregado a la Fundación
Carlos de Amberes en el Concertgebouw
de Ámsterdam, el 10 de Junio de 2011,
Son las 14,15 horas cuando lon los ojos ahítos de luz y de belleza
decidimos salir de la nave de la Colegiata, con el buen propósito de cubrir
también con las necesidades físicas ante un buen plato de comida y un
excelente vino de la tierra. El calor del exterior nos indica que estamos en
pleno verano y en medio de La Alcarria, por lo que los cuatro amigos
aligeramos el paso buscando un lugar adecuado y fresco donde reponernos
de tantas y buenas experiencias.
Con la tranquilidad que da el saberte acompañado de buenos amigos
y en la paz de una sobremesa tan austera como complaciente, nos
despedimos del amigo Eduardo hasta una próxima aventura (que ya son
numerosas) y emprendemos la marcha de regreso.
Pero el incansable Antonio Dávila, conocedor de todos los caminos y
andurriales, nos tenía preparada una nueva sorpresa. Tiene la intención de
dar un paseo por el pueblo de los pintores: Olmeda de las Fuentes.
Durante alrededor de un siglo, Olmeda contará con su propia
jurisdicción, concretamente hasta 1683, cuando los vecinos no pudiendo
hacer frente a los problemas económicos optarán por venderla nuevamente.
El nuevo comprador, Fernando Antonio de Loyola recibirá del rey el título
22
de marqués de la Olmeda, título vitalicio que no pasará al siguiente
comprador.
Vista de Olmeda desde la carretera de entrada al pueblo
Transcurridos unos años el marqués de Olmeda, se verá, obligado a
vender la jurisdicción de la villa. El nuevo comprador; Don Juan de
Goyeneche dejará su impronta en la historia del pueblo. Quedará estipulado
que el título de Marqueses de la Olmeda, otorgado por el rey, no pase a
Don Juan ni a sus descendientes, quedando vinculado a la familia del
anterior propietario. D. Juan de Goyeneche compra el señorío de la villa de
la Olmeda de la Cebolla en 1714. Establecerá en Olmeda su primera
industria, creada, principalmente, para abastecer a las tropas reales de
artículos textiles de muy buena calidad. Esta actividad constituyó un
momento de gran esplendor en la historia del pueblo, tanto económica
como demográficamente, se calcula que mientras permaneció esta industria
a pleno rendimiento, la población de la villa estaba en torno a los 800
habitantes. Al morir D. Juan de Goyeneche, la Olmeda, vinculada a su
primer mayorazgo pasará a manos de su primogénito, Francisco Javier de
Goyeneche que morirá en 1748 sin descendencia, convirtiéndose en
heredero de la fortuna, su hermano Francisco Miguel, Conde de Saceda y
Marqués de Belzunce casado con Maria Antonia de Indaburu. A su muerte
en 1762, su viuda se hará cargo de la jurisdicción del lugar como tutora y
cuidadora de su hijo el Conde; Juan Javier de Goyeneche e Indaburu.
Si Juan de Goyeneche fue un personaje importante para la historia
del pueblo, también lo fue, sin duda Pedro Páez Xaramillo, misionero
jesuita y primer europeo en alcanzar las fuentes del Nilo Azul en 1618.
23
A partir de 1953 se desarrollan las gestiones para el cambio de
nombre. De esta manera el 29 de septiembre de este mismo año se fecha el
expediente promovido para la sustitución. En él, el alcalde del momento, -
D. Ricardo Gonzalo Sáez- se dirige al ministro de la gobernación
exponiendo este deseo: "Que es aspiración unánime y sentida de todo el
vecindario de esta Villa y del Ayuntamiento que tengo el honor de presidir,
el cambio de nombre de esta localidad sustituyéndolo por el de OLMEDA
DE LAS FUENTES, nombre más eufónico y que responde a una realidad,
dada la gran cantidad de fuentes existentes en el pueblo y en su término".
El agua es la mayor protagonista del pueblo de olmeda de las Fuentes
Olmeda ha estado siempre un lugar abierto a las corrientes culturales;
sobre todo en este siglo XX, con la llegada al lugar de un grupo de pintores,
con Álvaro Delgado a la cabeza. Se instalan en el pueblo en torno a los
años 60; conscientes de la particularidad y lo pintoresco del lugar.
Y ahora sí. Cansados pero felices por tan productivo día, los tres
viajeros regresamos sanos y salvos hacia nuestro lugar de salida esta
mañana.