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Una catedral ultramoderna para quienes se incorporan a la escritura occidental: Jorge Eielson en la contemporaneidad europea y peruana de posguerra Luis Rebaza Soraluz King’s College, Universidad de Londres La presentación que ofrecí durante el Congreso Internacional Palabra, Color y Materia en la Obra de Jorge Eduardo Eielson tuvo por título: “De ángeles de aluminio a nautas incorpóreos: Jorge Eielson en la contemporaneidad europea de posguerra”, y consistió en el despliegue de un sintético mapa conceptual de relaciones sociopolíticas y culturales entre la obra de Jorge Eielson y los contextos europeo y peruano de posguerra entre 1946 y 1956. La presentación tenía como objetivo compartir los resultados parciales de un estudio en marcha dentro del espacio privilegiado de la celebración del trabajo de un artista sobresaliente. Las páginas que siguen no son aquellas leídas durante la presentación original, que dependían en gran manera de un archivo visual considerable; son más bien una primera entrega de la investigación mayor y todavía en camino. 1

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Una catedral ultramoderna para quienes se incorporan a la escritura occidental:

Jorge Eielson en la contemporaneidad europea y peruana de posguerra

Luis Rebaza Soraluz

King’s College, Universidad de Londres

La presentación que ofrecí durante el Congreso Internacional Palabra, Color y Materia

en la Obra de Jorge Eduardo Eielson tuvo por título: “De ángeles de aluminio a nautas

incorpóreos: Jorge Eielson en la contemporaneidad europea de posguerra”, y consistió en el

despliegue de un sintético mapa conceptual de relaciones sociopolíticas y culturales entre la

obra de Jorge Eielson y los contextos europeo y peruano de posguerra entre 1946 y 1956. La

presentación tenía como objetivo compartir los resultados parciales de un estudio en marcha

dentro del espacio privilegiado de la celebración del trabajo de un artista sobresaliente. Las

páginas que siguen no son aquellas leídas durante la presentación original, que dependían en

gran manera de un archivo visual considerable; son más bien una primera entrega de la

investigación mayor y todavía en camino. Cubren específicamente un período más reducido,

los años 1945 y 1946, y muestran en detalle las maneras en las que la reflexión intelectual y

la práctica profesional de Eielson se articulan tanto con el proceso acelerado de

modernización sociopolítica y cultural que tuvo lugar en el Perú durante el gobierno de José

Luis Bustamante y Rivero (1945-1948), como con los “ultramodernizadores” —aplicando

terminología de Eielson— procesos estéticos europeos de posguerra cuyas direcciones se

dirigen a problemáticas muy actuales a principios del siglo XXI: el cuestionamiento de la

palabra, la corporalidad y la materia. Estos últimos procesos vincularán la obra de Eielson al

geometrismo arquitectónico, la cibernética y a artistas tales como el holandés Piet Mondrian,

el italiano Giuseppe Capogrossi y el francés Yves Klein.

1

En diciembre de 1946, viviendo en Lima, Jorge Eduardo Eielson publica “Literatura

atómica”, una nota periodística dedicada al Lettrisme francés; entre sus textos que en esos

años abordan temas europeos, éste muestra particular actualidad: está enfocado en muy

recientes —y juveniles— inquisiciones radicales al lenguaje verbal y a la palabra escrita. El

ensayo es evidencia de la temprana inserción de Eielson en un proceso estético de posguerra

en el que van a confluir tanto una ruta hacia a la desverbalización de la literatura como otras a

la descorporeización de la subjetividad y a la desmaterialización de la obra de arte. La

posición de Eielson frente a un programa desintegrador de la escritura como el que proponen

los letristas, jóvenes algo menores que él, a pesar de lo prometedor que parece en ese

entonces, es cauta y escéptica. Este “nuevo monstruo” no le parece ser tan novedoso: “el

verdadero móvil de la desintegración del verbo”, afirma, “asoma entre las líneas de cada

intento literario”; y en este caso “[l]a desesperación contemporánea ataca más agudamente

por el lado de la materia”. Eielson les reconoce sin reparo el haber asumido el riesgo de que

su arte termine convirtiéndose en “mera actitud”, de fracasar el intento, aunque también le

llaman la atención sus posibilidades espirituales: “Una catedral escrita debe ser edificada1—

según ellos, creadores ahora de un ‘ismo’— con retazos de razón, de carne, de música y... de

papel!”. El acercamiento letrista al espíritu humano, observa Eielson, no busca el encuentro

con un subconsciente colectivo; ellos evitan las doctrinas del aún dominante Surrealismo y

optan más bien por un camino poco explorado por la vanguardia que los precede: el afán

letrista, observa, “alcanza el campo de la física y la fisiología. El análisis psicológico resulta

anticuado para el alma ultramoderna”. De fracasar en su cometido, especula Eielson al

1 En su libro Per una storia del lettrismo (2005), Mirella Bandini menciona la analogía de los letristas entre sus metas y la construcción de una catedral: “Il segno con la lettera (che è anche entità sonora) divengono la base primaria sulla quale Isou edifica una ‘nuova cattedrale dell’arte’ fin dagli esordi” (13). No especifica, sin embargo, de dónde proviene su cita. Tal figura no aparece en el manifiesto original. No me ha sido posible consultar directamente La Dictature Lettriste ni las reseñas periodísticas a sus primeras apariciones públicas para precisar el origen. Textos posteriores de los letristas, de los años cincuenta, sí hacen referencias a catedrales, pero apuntando al urbanismo o a otros contextos diversos.

2

terminar su nota, le queda a los letristas convertirse “en la gran industria literaria del futuro”.

Una década más tarde, sin embargo, la posición de Eielson, establecido ahora en París, ha

cambiado radicalmente. En el ensayo “Homenaje a Piet Mondrián” (1956), publicado en

Lima, acepta por completo no sólo el proyecto desverbalizador sino también el de la

descorporeización en el arte; y lo hace confesando el haber descubierto que la

ultramodernidad europea había ya construido su catedral de razón antes de que lo propusieran

los jóvenes letristas:

Tuve que rehacer casi completamente mi falsa cultura plástica. Me olvidé de la

existencia del arte moderno y lo descubrí, en cambio, nueva, definitiva y

realmente, en toda su conmovedora verdad, en toda su promisoria y sin

embargo antigua limpidez, en los colores puros —líneas negras sobre fondo

blanco, verticales y horizontales—, en la diamantina veracidad de una pintura

que reproduce en sí los luminosos contornos de una catedral ultramoderna, la

elevación de un himno humano a la inteligencia y al prodigioso ordenamiento

del universo que nos rodea. Un canto de amor al universo, tan elevado y tan

sobrio a un mismo tiempo, tan lleno de confianza en el futuro y de respetuoso

silencio ante el misterio que nos rodea, no podría lograrse sin desvanecer

deliberadamente toda huella humana de su sagrado recinto. Ni siquiera la mano

del artista era digna de turbar, con su recuerdo, el origen humildemente

humano del poema.

En Mondrian, Eielson ve la culminación de un proyecto que consigue visualmente la

materialización de una verdad mediante su purificación geométrica. Tal verdad se revela

producto de una inteligencia hiperhumanizada que al presentarse despojada de todo contexto

corporal reflejaría el ordenamiento del universo. Lo que parece ser en la reflexión de Eielson

un salto que va desde la atención brindada a un desmantelamiento del significado en la

3

literatura (en pos del mero acto de significación, sirviéndose para esto de un asalto a la

materialidad de los actos de trazar y emitir) para llegar al interés de un desmantelamiento de

la subjetividad en la pintura (que busca despojar la imagen pictórica del espejismo de la

percepción humana), no es un movimiento brusco sino más bien un decantamiento paulatino

que se inicia en el Perú y, sin perder contacto con las particularidades locales que toma este

proceso estético, luego se define y pone en práctica ya una vez en Europa.

La inserción de Eielson en este proceso europeo estético de abstracción extrema, que en

ese entonces él califica de “ultramoderno” y comprende cronológicamente su

contemporaneidad, es un paso que requiere verse al interior, y como parte, de un proceso

cultural más vasto de modernización urbana en el Perú. Proceso éste que atraviesa por un

momento de aceleración entre 1945 y 1948, durante los años del interrumpido gobierno del

Presidente José Luis Bustamante y Rivero, que es también el periodo que se extiende desde el

inicio de las publicaciones ensayísticas de Eielson hasta su partida definitiva hacia Europa; a

los dos meses de dejar el Perú, un golpe de estado detiene el impulso de las reformas de

Bustamante. Dentro de este proceso nacional, Eielson participa en casi una decena de

plataformas modernizadoras vinculadas general o particularmente a la cultura, entre las que

se encuentran, en secuencia cronológica2: la Alianza de Intelectuales Antifascistas, el Frente

Democrático Nacional, el Partido Social Republicano, el diario La Nación, la Editorial

Cultura Antártica, la Agrupación Espacio, la revista Las Moradas, la Galería de Lima y la

revista Mar del Sur.

Algunos investigadores que se han acercado histórica, sociológica y políticamente a

este periodo opinan que tanto Bustamante y Rivero (fiel a los objetivos que declara en su

Memorándum de la Paz)3 como la mayoría de los miembros del Frente Democrático Nacional 2 Podría incluirse en esta lista la Peña Pancho Fierro, fundada en los años treinta.3 Citado en La vida y la historia: ensayos sobre personas, lugares y problemas (1981) de Jorge Basadre: “En el

célebre Memorándum de La Paz fechado el 13 de marzo de 1945, expresó don José Luis que consideraba al período presidencial venidero como ‘una etapa de transición reconstructiva que antes que pretender realizar obra definitiva de gobierno, deberá sentar las bases de una república normal y organizada a fin de prepararla

4

—que él acabó liderando— buscaban, luego de una serie de gobiernos autoritarios, afianzar

la democracia formal en el Perú aprovechando que el sistema democrático se había hecho

prestigioso y deseable luego del triunfo de los aliados en la Segunda Guerra Mundial

(Contreras, Cueto 297; Portocarrero 13-14). Su organización de amplia base y reales

posibilidades de llegar al poder atrajo un número significativo de personas ya trabajando o

interesadas en trabajar en la educación y la cultura. Una de estas personas, el historiador

Jorge Basadre, quien también sostiene esta opinión, ha dejado testimonio analítico de su

participación como Ministro de Educación en el gobierno Bustamante. En el capítulo

“Diversas notas en torno a Bustamante y Rivero y algo sobre lo que vino después”, de la

segunda edición de su libro La vida y la historia (1981), Basadre llama la atención particular

sobre la participación de electores recientes escolarizados y capitalinos: “la verdad es que

Bustamante dio una oportunidad a varios profesionales jóvenes” (697). Entre los aspectos que

contribuyeron a la caída del régimen hay un par, la inestabilidad de la cohesión política del

Frente y la falta de experiencia de muchos de sus miembros, que paradójicamente pudieron

haber permitido que, entre aquellos jóvenes, un grupo de artistas e intelectuales provenientes

de una nueva clase media tuviese acceso a las plataformas modernizadoras promovidas por

las reformas. Para quienes apoyaban el Frente se trataba de establecer cambios democráticos

irreversibles que en la práctica se dirigían a bloquear el fascismo que había negociado con los

gobiernos de Sánchez Cerro, Benavides e incluso Prado, y llevar a cabo algo semejante a la

reconstrucción modernizadora europea sin haber pasado por la destrucción social de la

guerra. Del número, nivel educativo, profesión, calificación racial, ubicación geográfica y

edad de los votantes4, podría deducirse que los jóvenes de 21 a 30 años con estudios

para el libre juego ulterior de los resortes democráticos en el que las decisiones electorales respondan al criterio de las mayorías ciudadanas sobre el rumbo que debe adoptar el Perú dentro de la evolución ideológica y política del mundo’. Otro de los puntos del Memorándum exigía a sus electores colaboración leal y permanente tratando de buscar tópicos de coincidencia en medio de la heterogeneidad.” (571).

4 Según los datos oficiales recogidos por Basadre, participaron 456,310 votantes. 305,590 votaron por Bustamante, de los cuales 100,697 lo hicieron en Lima. Más de la mitad —234,546— eran mestizos; 56,135 eran considerados blancos. 11,066 tenían educación superior, y una fracción de 14,889 ejercía profesiones liberales. Entre los votantes jóvenes, 102,970 tenían entre 21 y 25 años, y 73,197 de 26 a 30 (684-695).

5

superiores que ejerciendo profesiones liberales apoyaron a Bustamante a nivel nacional no

pasaron de 5,000, y que, de ellos, 3,350 votaron en Lima. De estos últimos, puede que menos

de 1,000 hubiesen sido considerados, tanto por el sistema como por ellos mismos, jóvenes

blancos. Entre los individuos que formaban esta minoría de limeños de clase media “blanca”

se encontraban Jorge Eielson y Sebastián Salazar Bondy. De acuerdo a los bio-bibliógrafos

de este último (Gerald Hirschhorn, citado en Salazar Bondy 285), ambos se conocen en 1942;

para 1944 Salazar Bondy trabaja en el diario La Prensa y es al mismo tiempo secretario de

Jorge Basadre, director, entonces, de la Biblioteca Nacional desde 1943. El vínculo entre

Salazar Bondy y Basadre hace posible que, para marzo de 1945, aparezca publicada la

colección poética Reinos de Eielson en el número nueve de Historia: Revista Peruana de

Cultura dirigida entonces por Basadre y en donde se le dedican dos notas al candidato

Bustamante y Rivero. La presencia de Salazar Bondy como Redactor en Jefe en La Prensa

hasta marzo del ese año5 y el que Eielson recibiese en julio el Premio Nacional de Poesía6 en

base a Reinos, parecen haber creado la oportunidad de que Eielson publicase allí su primer

ensayo, en octubre de ese año, al hacerse cargo de una columna que aparece con regularidad

virtualmente semanal hasta febrero de 19467. Medio año antes de empezar a colaborar en el

periódico, en abril del 45, durante la campaña presidencial, y en momentos en que el Ejército

Rojo está a punto de tomar Berlín, Eielson firma un “Llamado de los intelectuales

antifascistas” invitando a una manifestación de bienvenida a Lima al candidato Bustamante;

la lista de firmantes, que incluye miembros de diversos grupos de oposición, es encabezada,

alfabéticamente, por Xavier Abril, seguido de Arguedas, maestro de Eielson en la escuela

Después de su análisis, el historiador concluye: “Se comprueba así la existencia en este reducido electorado de una mayoría de mestizos seguida por un número de indígenas que, por separado y en conjunto, superaron a los blancos. También aparece el predominio de quienes tenían educación elemental y primaria. El personal de la administración pública y el de los profesionales liberales apenas si son una escasa minoría. Desde el ángulo cronológico, los jóvenes presentan una fuerza dominante, si bien ella ha debido ser mayor en años posteriores. Lo que aquí se afirma, sin embargo, no tiene un sentido conservador” (694-695).

5 Deja el puesto debido a que el director del periódico, Guillermo Hoyos Osores, decide apoyar al General Eloy Ureta, rival político de Bustamante.

6 Véase Alfonso Castri1lón: “Jorge Eielson en Lima, antes de su viaje a Europa” (15).7 En mayo de 1946, Eielson publica en La Prensa la nota “Homenaje a César Vallejo” fuera de su columna.

6

secundaria y miembro, con Abril y Manuel Moreno Ximeno, del grupo de intelectuales

antifascistas desde los años 30.

Bajo el título “La ciudad y las letras”, la columna de Eielson en La Prensa subraya la

modernidad urbana y su necesaria cultura internacional. Se trata de ensayos que están

dedicados a discutir crítica literaria, narración, poesía y teatro; y en los que domina el enfoque

en lo europeo y lo estadounidense dentro de una preocupación por la posguerra; los autores

directamente discutidos son: Joseph Frank, Eugene O’Neil, William Saroyan, Rainer Maria

Rilke, Gérard de Nerval, Jules Supervielle, Paul Valery, Herman Melville, Franz Kafka y

Georges Duhamel; los textos comentados, originales o traducciones, eran en su mayoría, de

publicación reciente. Solo en dos casos específicos, el del entonces joven pintor ecuatoriano

Osvaldo Guayasamín y el de César Vallejo, el espacio está dedicado en pleno a

Hispanoamérica y las artes visuales. Su interés aislado por la pintura dentro de La Prensa

pudo haberse visto como la producción ocasional de un especialista en literatura, futuros

ensayos sobre la pintura en el Perú demostrarán un interés mucho más serio. “Encuentro de

Osvaldo Guayasamín” es un reportaje-entrevista que toma la forma de una conversación con

el artista, quien se encontraba en Lima exhibiendo en una muestra grupal itinerante apoyada

por la cancillería de su país. Lo que Eielson no ofrece en la columna en forma de ensayo de

fondo es recogido en piezas muy breves, a modo de miscelánea, bajo los subtítulos “Notas

críticas” o “Apuntes”. Y éste constituye el espacio que él reserva para discutir autores

hispanoamericanos y peruanos: Gabriela Mistral, José María Arguedas, otra vez César Vallejo

y José Santos Chocano; y para, excepcionalmente, referirse a la inestable situación política de

ese momento.

La nota de Eielson que toca lo político, publicada en los “Apuntes” del 13 diciembre de

1945, comenta, sin ser específica, los enfrentamientos callejeros que tuvieron lugar el 7 de

diciembre entre opositores y defensores de la críticamente denominada “ley mordaza”

7

propuesta por la bancada mayoritaria formada por los congresistas pertenecientes al APRA; el

proyecto de “Ley de Imprenta” estaba dirigido a controlar a los propietarios de los grandes

medios de comunicación, entre ellos los diarios El Comercio y La Prensa.:

Nunca estuvo más amenazado el espíritu humano en este país; el espíritu

humano cuya suprema expresión es la palabra. La noche del viernes último casi

todo un pueblo ciego, corrompido por la adulación política de sus conductores,

sujeto a una ruin consigna, dio el repugnante espectáculo de masacrar, en plena

calle, el cuerpo mismo, la razón de la grandeza humana: su libertad de

expresión —carne y hueso del espíritu— su palabra. Y es que cuando la cabeza

comienza a adular a los pies, cuando los malos líderes optar por endiosar

demagógicamente a un pueblo, a una muchedumbre mejor —instintiva e

irresponsable— es porque la degeneración política ya no reconoce límites. Pero

no culpemos al pueblo cuyo único delito es estar necesitado y ser ignorante,

que tampoco son culpas suyas; no culpemos al pueblo cuyos ojos están cegados

por el número y la magnificencia nefasta y falsa de una secta que lo está

matando.

Entretanto aguardemos el despertar, de un modo u otro, de tan triste pesadilla.

Y no nos olvidemos, los que trabajamos con las letras, que es la palabra

humana, el espíritu del hombre el más amenazado en este trance.

Si bien Eielson deja claro que su quehacer principal es la escritura, la producción

intelectual, y en esa capacidad se establece su relación con el poder, su reclamo es puesto a

niveles más trascendentes; lo que para él está en juego es algo que le es inalcanzable al afán

político: el espíritu humano, aquel que en Europa el Letrismo parecería, meses más tarde,

querer rescatar durante la reconstrucción de posguerra. La terminología “espiritual” se repite

con frecuencia dentro de estas plataformas modernizadoras y parece aplicarse en tres áreas

8

distintas: en la de la naturaleza humana, la de las artes y la de la identidad nacional. Este texto

de Eielson coloca el espíritu dentro de la primera, lo que le permite que su discusión sea

inclusiva del mundo occidental y que los actos condenados se hagan equivalentes a las

agresiones a su civilización; está dirigido a un público informado y culto, a algunos miles,

sobre todo en Lima, que colocan el trabajo con las ideas por encima de todo partidarismo.

Además de todo esto, su postura no contradice la posición antiaprista del diario. El que

Eielson asuma una posición que pone mayor énfasis en el costo humano de la defensa del

derecho a la libertad de expresión que en las maniobras políticas del APRA o los intereses

partidarios de La Prensa refleja las observaciones que el sociólogo Guillermo Rochabrún, en

su ensayo “Las ideas socialistas en el Perú” (1986), hace sobre los jóvenes intelectuales de ese

momento:

Nacida entre 1920-1925, [esta nueva generación] era mayormente limeña a

diferencia de la generación de la Reforma Universitaria, y su vertiente más

importante no recibió la influencia del marxismo. Desde edad muy temprana

fue impactada por la crisis de 1930, el avance del fascismo, la Guerra Civil

española. Transitaba por sus veinte años durante la Segunda Guerra Mundial, y

experimentaba como una realidad cotidiana la clausura dictatorial de los

espacios políticos democráticos. Quienes fueron reticentes al marxismo

stalinista del PCP así como al caudillismo y las catacumbas apristas, fueron

permeables a una cultura europea vanguardista ... En este clima político

cultural del país y del mundo desarrollaron una óptica ético-existencial con la

que aspiraban a una modernidad universal, humanista y espiritual, antes que

racionalista. La política fue así para ellos un campo vedado al que aspiraban

desde sus inquietudes por la cultura, la filosofía, la ética, la estética. De ahí que

cuando años después participaron en la política partidaria lo hicieron más con

9

una vocación consejera que como instrumentalización o efectiva voluntad de

poder. (2009, 370).

Esta actitud frente a la escritura y sus temas continúa una práctica cultural y literaria

que, según señala Rochabrún, viene siendo llevada a cabo desde mediados de los años treinta

por ciertos intelectuales quienes, además de su enfoque humanista, comentan actualidades sin

llegar a la política: “en este campo redujeron sus metas a la defensa de la democracia frente a

la amenaza fascista” (2009, 367). En lo escrito por el joven Eielson también se percibe lo que

Rochabrún identifica como una aspiración generacional al “campo vedado” de la política; es

decir un vocabulario que revela un sentimiento de ilegitimidad en el uso del discurso político;

usado, sin embargo, desde un lugar de enunciación que no pierde de vista el cuadro mayor, el

de un proceso necesario de inserción en la contemporaneidad occidental de posguerra. Los

términos “conductores”, “malos líderes”, “secta”, marcadamente retóricos, hacen obvia

referencia al APRA y a su abandono del proyecto democrático de la coalición. En su II

Convención Nacional Clandestina del 28 de julio de 1944, el APRA decide reinscribirse

legalmente bajo la denominación Partido del Pueblo (Haya de la Torre 462) y apoyar la

candidatura de Bustamante y Rivero formando parte del Frente Democrático Nacional. Luego

de volver a la legalidad el 15 de mayo de 1945, el APRA espera el triunfo de la coalición en

las elecciones8 para, una vez en el Congreso, hacer que sus miembros renuncien al acuerdo e

inicien su propio programa de reformas, entre las cuales estaba su proyecto de ley de

imprenta. El ataque de Eielson al APRA no se reduce a cuestionar su participación política y

condenar el papel del partido en la desastibilización del gobierno democrático, es también, y

sobre todo, un ataque a las fuerzas que obstaculizan el proceso de modernización en las áreas

de lo que Rochabrún identifica como “la cultura, la filosofía, la ética, la estética”. En una

8 Sobre la importancia del APRA en las elecciones señala Basadre: “Nadie se atrevería a discutir que en 1945 votaron a favor de este candidato [Bustamante y Rivero] disciplinadamente los camaradas y prosélitos de Víctor Raúl. Pero sería injusto el olvido de todo lo que significaron, además, en todo el país, los sufragios de demócratas derechistas y centristas, antiguos benavidistas, comunistas y gente de izquierda no identificada con partidos.” (579).

10

brevísima de sus “Notas críticas y apuntes” del 13 de diciembre, Eielson agrega: “Virtudes de

la raza. Nuestro maravilloso celo patriótico, que nos hizo perder una guerra, nos dio un vate

tan inconmensurable como Chocano e incendió una Biblioteca Nacional9, nos obsequia ahora

con un partido político que es el sumun de la democracia y la hospitalidad reunidas”. Con

ironía, Eielson apunta directamente hacia los responsables del hasta entonces fallido intento

de construcción nacional: las clases dirigentes tradicionales, la literatura populista del

modernismo, la incompetencia cultural del establishment y el APRA. En términos filosóficos,

estéticos y culturales, su crítica se centra en un puñado concreto de aspectos: el modernismo,

el nativismo, el costumbrismo, el supuesto enfrentamiento entre las llamadas “poesía social” y

“poesía pura”, y el Indigenismo.

Por un lado, Eielson hace en su nota una diferencia tajante entre cierto tipo de

modernismo finisecular y lo que él entiende como literatura de la modernidad del siglo XX,

representada en las obras de Eguren y Vallejo: “No puedo resistir el mito de Chocano. ¿Quién

defiende a Chocano?”, “Chocano no es sino el cascabel más grande, vacío y sonoro de nuestro

zarandeado arlequín literario” (“Apuntes” 7 diciembre 1945) y “Si comparáramos la poesía

peruana con un ave —gaviota o cóndor— José María Eguren sería el vuelo, Vallejo la entraña

y Chocano las plumas” (Notas críticas y apuntes” 13 diciembre 1945). Este ataque, sumado a

las referencias a la Guerra del Pacífico, es también uno a la vieja aristocracia. Por otro lado,

su crítica al APRA recae en el grupo de los autodenominados “Poetas del Pueblo”10 y,

9 Eielson se refiere aquí al incendio que destruyó la Biblioteca Nacional el 10 de mayo de 1943 y dio lugar al nombramiento posterior de Basadre como su director y responsable de su reconstrucción.

10 El investigador Eugenio Chang-Rodríguez describe de esta manera la formación de los Poetas del Pueblo: “Hacia 1942 ó 1943 aparece en el firmamento literario limeño dos manifestaciones poéticas totalmente disímiles y contrapuestas. La primera aglutinaba a los llamados en ese entonces poetas puristas (Jorge Eduardo Eielson, Javier Sologuren, Sebastián Salazar Bondy, etc.). Ellos se mostraban devotos de la poesía pura y la cultivaban con técnicas heredadas de la novísimas vanguardias europeas; sus motivaciones eran exclusivamente estéticas y se inscribían en los dominios subjetivos. Sin lugar a dudas tenían como tótems literarios a José María Eguren y al César Vallejo inicial.La segunda nucleaba a los autodenominados Poetas del Pueblo, todos ellos vinculados al Partido Aprista Peruano, propugnaban en cambio la poesía social; sus maestros no eran los de vanguardia sino los Alberti, Machado, Neruda, o el Vallejo comprometido; consideraban que la poesía, además de un hecho estético, es una forma de acción social. Conformaban este grupo de poetas sociales Gustavo Valcárcel, Eduardo Jibaja, Julio Garrido Malaver, Mario Florián, Felipe Arias-Larreta, Abraham Arias-Larreta, Luis Carnero Checa, Guillermo Carnero Hocke, Antenor Samaniego, Ricardo Tello Neira, Juan Gonzalo Rosé, Manuel Scorza,

11

específicamente, en su “poesía social”: “Lo malo no es cantar sentidamente la causa del

pueblo, que aquello es lo noble altamente social y humano”, escribe días antes de ocurrir los

disturbios, “lo malo es hacer ‘literatura’ de las necesidades públicas y saciar —traicionar

diremos mejor— en abono de la popularidad personal de unos cuantos, los apetitos del

pueblo, cuyos más altos sentimientos, en esta edad del mundo, son ante todo universales.”

(“Apuntes” 30 noviembre 1945: 5). Las relaciones entre Eielson y este grupo parecen haber

sido de tolerancia mutua mientras éstos eran parte del Frente durante la campaña presidencial;

de hecho, en el llamado antifascista de abril también figuran firmando, entre otros, Luis

Carnero Checa, Guillermo Carnero Hocke, Mario Florián, Julio Garrido Malaver y Antenor

Samaniego, todos ellos Poetas del Pueblo que representaban al Partido del Pueblo. Aquella

volátil situación cambia un mes más tarde luego de que el APRA regresa a la legalidad e

inicia su oposición al régimen de Bustamante.

Entre las colecciones de “poesía social” publicadas anteriormente por estos poetas

figuran Vida de pueblo (1940) y Palabras de tierra (1944), de Garrido Malaver, y Cantaro

(1944), de Samaniego; el resultado más exitoso de su estética se halla, sin embargo, en su

producción nativista: la colección Urpi (canciones neo keshwas) de Florián, por la que se le

concede en 1944 el recientemente creado Premio Nacional de Poesía que gana Eielson un

años después. Tanto la ideología política del APRA como el tipo de poesía producida por los

Poetas del Pueblo son vistas por Eielson como un obstáculo a la inserción en el mundo

contemporáneo de posguerra; el camino político está para él en las reformas democráticas, el

literario en continuar la universalización conseguida por Eguren y Vallejo. El centrarse

artísticamente en la dinámica de la sociedad no es un problema para Eielson, lo social ya es

parte de la natulareza misma de lo que entiende por el poetizar humano; tampoco lo es el

tratar poéticamente la localidad, en este caso el mundo andino. Tratado superficialmente lo

local, su representación caería en lo que Eielson llama “costumbrismo” y “criollismo”,

Alberto Valencia y Felipe Neira.” (Chang-Rodríguez 222).

12

términos que no se refieren históricamente a las tendencias del Romanticismo sino a su

aplicación en el siglo XX: “El teatro de costumbres, tal como lo hemos tenido, no es sino la

exaltación o desmedro de los más elementales valores locales, sin importáncia estética alguna

en el desarrollo de lo esencialmente teatral, es decir, sin incorporar ningún nuevo matiz al

vasto panorama del teatro universal.” (“Apuntes” 30 noviembre), “Todo nuestro actual

criollismo literario se reduce a alimentar —en bares y cafés—, la llama ociosa e insalubre de

nuestro gracejo e inútil grandeza.” (”Apuntes” 7 diciembre). Las particularidades nacionales

no se eliminan con la inserción en la modernidad de Occidente; al modelo de Florián,

sostenido por el APRA, o al del costumbrismo y criollismo, Eielson le opone la obra de

Arguedas, que presenta lo que llama “drama nativo” entendiéndolo como versión del “drama

humano” cuyas verdades universales están fundadas en valores estéticos que provienen de la

autenticidad de su producción, no del éxito de la demagocia proselitista. El tratamiento del

conflicto social en el mundo andino de hoy debe partir, afirma, del modelo arguediano, del

estudio del “alma”, léase aquí “del espíritu nacional” o, en otras palabras, de su tradición

cultural:

Un escrito de José María Arguedas huele a tierra mojada, a lluvia a hombre

maltratado; tiene la misma ternura y fortaleza de esta pulpa terrenal que a

diario nos sostiene y alimenta, y es sencillo como ella; con las solas galas

naturales y la dignidad que le confiere a la tierra la consumación sobre ella del

drama humano. Las hermosísimas versiones —que actualmente realiza

Arguedas— de los himnos y poemas quechuas, unidas a la vitalidad y frescura

de su obra personal, dicen de sobra de lo que es capaz un creador noble y

sincero, carente de todo artificio literario, verdaderamente enraizado al drama

nativo del Perú. Porque no es realizando ociosas y ridículas remociones del

pasado incaico como solucionaremos los problemas presentes, sino estudiando

13

estos últimos a conciencia, calando a fondo en el alma indígena

contemporánea, sobre la base de materiales y documentos tan vivos y

verdaderos como los que nos proporciona Arguedas, cuyo alto valor estético,

aparte de lo cual, reside en su autenticidad y poderío artístico de raza.

(“Apuntes” 30 noviembre 1945: 5)

Cuando en octubre de 1946 se crea el diario La Nación como órgano del Partido Social

Republicano fundado en ese mismo mes por, entre otros, Jorge Basadre, con el fin de, en

palabras del historiador: “tratar de formar una fuerza intermedia entre el aprismo y la extrema

derecha y apoyar, desde el llano, a Bustamante”11, Salazar Bondy pasa a ser su Jefe de

Redacción e invita a Jorge Eielson a ser colaborador regular, labor que éste inicia a dos

semanas de haberse lanzado el diario12. Salazar Bondy también pasa a ser Jefe de Redacción

de la revista Turismo (Tello 618), en donde la colaboración de Eielson será esporádica13. Los

ensayos que Eielson publica inicialmente en La Nación, a medio año de haber dejado La

Prensa, son tan extensos como los publicados en “La ciudad y las letras” mas no siguen esa

línea sino más bien aquélla trazada por las “Notas críticas y apuntes”. Colaborar en La

Nación en ese momento, implica posicionarse políticamente14; lo que Eielson hace actuando

11 Basadre describe de esta manera la fundación del partido: “Éramos muchos los que creíamos que existía la necesidad de tratar de formar una fuerza intermedia entre el aprismo y la extrema derecha y apoyar, desde el llano a Bustamante. Así fue cómo en octubre de 1946 quisimos formar el Partido Social Republicano cuyo documento inicial suscribieron junto conmigo, Francisco Tamayo, Oscar Trelles, Arturo Osores Gálvez, Javier de Belaúnde, Alberto Sabogal, el obrero Lorenzo Gallardo, el artesano Nicolás Ponce Durand y los estudiantes Jorge Luis Recavarren, Federico Costa, Hernando Corzo y Fernando Pineda. Los principios del partido fueron resumidos textualmente al final de dicho documento en cuatro puntos: 1º En el orden político la realización de la democracia obtenida y garantizada por la libre, pacífica y ordenada convivencia ciudadana y el respeto a la dignidad de la persona humana. 2º En el orden social y económico, la realización de la democracia sin explotación del hombre por el hombre, con el máximo desarrollo socializado de nuestras fuerzas económicas para que la riqueza nacional beneficie a todos los peruanos. 3º En el aspecto de la organización interna del país, la implantación de un efectivo descentralismo que afirme la auténtica unidad de la nación. 4º En el panorama internacional la concepción y el cumplimiento de un plan que, tomando siempre en cuenta los derechos e intereses del Perú —combatiremos a toda forma de imperialismo— contribuya a la realización de la solidaridad americana y de la paz mundial basada en la colaboración de los pueblos.” (714).

12 El primer número salió el 22 de octubre de 1946.13 En Turismo aparecen dos ensayos —uno dedicado a T. S. Eliot y otro al poeta peruano Xavier Abril— y su

relato “Diario de la errancia”. 14 Sobre el ambiente político al que se enfrentaron los colaboradores de La Nación, relata Basadre: “Había

aparecido ya desde 1945 en la juventud una generación postaprista. Al social republicanismo asociáronse varios entre los mejores exponentes de ese sector. Dirigió La Nación, diario del movimiento hasta noviembre de 1946, Sebastián Salazar Bondy y en el período ulterior Alfredo Cánepa Sardón. Tuvimos la promesa de

14

como una suerte de consejero cultural, y esto queda claro tanto en el título de la columna de

la que se hace cargo: “Objeto de la palabra”, como en los temas de sus primeras entregas:

“Literatura de combate o encanto” (5 de noviembre), “Desorganización de lo bello” (22 de

noviembre) y la ya mencionada “Literatura atómica” (6 de diciembre).

Los dos primeros ensayos, de títulos veladamente antagónicos y hasta tímidamente

sensacionalistas, abordan dos temas concéntricos vinculados con la situación política:

primero, el problema de la inserción de la cultura peruana en el proceso modernizador del

Occidente de posguerra; y, segundo, la discusión literaria local que Estuardo Núñez identifica

ya, en su Panorama actual de la poesía peruana de 1938, como la convivencia simultánea,

posterior a la vanguardia, de los que llama “el poema regionalista, el romance nuevo y el

poema ‘puro’ sin relación especial directa con el ambiente” (42). En cuanto a la inserción en

Occidente, la posición general de Eielson asume lo que Rochabrún considera es una

característica generacional: “un punto de vista que enjuiciaba al capitalismo por su

inhumanidad” (2009, 370); en su caso, ataca el materialismo que parece ganar hegemonía

como fuerza reconstructiva de Europa, en “Desorganización de lo Bello” escribe: “Una

violenta sordera deshizo el lugar del hombre.”, para continuar más adelante, “Nubes, lluvias,

pestes, hambres, guerras, calamidades crecientes terminaron con sus días. La desolación fue

hecha: imprentas, fábricas, profesiones, política y economía fueron sus resultados.”. Si bien

es cierto, arguye Eielson, que la desolación contemporánea en Europa hace parecer superflua

la idea de belleza, tal concepto debe mantenerse en la mira a pesar que su configuración esté

rarificada por el mundo cotidiano: “El actualísimo Jean-Paul Sartre no cesó nunca de

defender la vigencia de la realidad en la estructura superior del arte.” Tal labor vigilante está

numerosos senadores y diputados en el sentido de que se incorporarían a nuestro equipo; pero maniobras oscuras hicieron fracasar este enfático anuncio. La aparición de nuestro conato de partido y la de su conato de diario produjo la inmediata hostilidad aprista. Dicha hostilidad fue casi permanente. Grupos organizados de los que formaron parte hasta concejales del P.A.P. en Lima y en algunos distritos trataron de impedir la colocación de carteles y la distribución de la propaganda, en algunos casos con la ayuda de policías. Se efectuó un verdadero esfuerzo para dificultar o cortar sistemáticamente la distribución de La Nación en los puestos callejeros de la capital y en los envíos por correo o en transportes terrestres a provincias.” (715).

15

en manos de los artistas —poseedores de las llaves al espíritu de las artes— y debe ser

defendida por las fuerzas democráticas a las que se dirige La Nación: “Es ciertamente,”

escribe líneas más abajo, “porque las facultades intelectuales, sensoriales y espirituales del

artista están más desarrolladas, por un continuo ejercicio, para la captación del suceso

profundo que informa las mutuaciones [sic] e incidencias de la exterioridad amanual”15.

Dentro del contexto en el que se discute, arguye Eielson, el asunto del enfrentamiento entre la

poesía social y otra que le es antitética es una premisa falsa, como también lo es la mera

existencia de tales poesías. Sólo se podría hablar de un solo tipo y de una sola idea de arte

que en el caso del Perú de ese momento es de tradición europea; tal arte, tal poesía, ya

incluye la presencia de la realidad social y es lo que puede calificarse de “puro” no por su

falta de relación con el “ambiente” sino por su naturaleza disciplinaria. Un escritor

contemporáneo como Jean Giraudoux, comenta Eielson en “Literatura de combate o de

encanto”, sostiene, por ejemplo, que la literatura francesa ha construido una tradición de

“comodidades”, aparentemente desconectada de “la organización social”; lo que ha devenido

en un enfrentamiento de “la finura, la elegancia, la alta forma literaria, acordes con una

humanidad superior, melancólica, soñadora, con las fuerzas sociales disociadas por el

hambre, la peste y la miseria”. Este tipo de enfrentamiento, de existir16, arguye Eielson, es

ajeno a una tradición como la peruana; no existe en el Perú un legado nativo semejante al

15 El término es tomado de Manuel García Morente: “además de esta división en subregiones, este mundo de las cosas reales nos presenta capas de profundidad. La primera capa es la que llamaríamos el mundo ‘amanual’. La palabra es rara. Es un poco rara; pero es quizá la manera menos mala de traducir un término forjado por Heidegger que es ‘das zuhandene Welt’ o ‘el mundo es cuanto que está a mano’. El pastor, el empleado de Banco, el mozo que se pasea por la calle, el filósofo, en cuanto que no es filósofo, en las horas del día en que no es filósofo (que son las más), el matemático en cuanto que no es matemático, sino hombre como todo el mundo, los hombres, en la inmersión de su propia vida, viven en un mundo ‘amanual’; es decir; para ellos, el mundo, el primer aspecto de este mundo de objetos reales es simplemente de una enorme colección de cosas que manejan, que tienen a mano; con las cuales van haciendo unas cosas u otras: muebles, calles, casas, pajaritas de papel, comiéndoselas. El hombre, fundamentalmente, es esto; es el que vive en el mundo amanual, en el mundo ese que está a mano. Nadie pregunta por qué ni qué es esto, ni qué es lo otro, mientras está viviendo y manejando el mundo. Es la relación vital, inmediata, en que este mundo se nos ofrece. Este mundo amanual constituye, pues, la primera capa.” (282-283)

16 Poco más adelante, Eielson afirma que tales disociaciones han sido “recogidas también ahora por la palabra (Jean-Paul Sartre) y no hace mucho por el fusil” de la resistencia, la que, a su vez, cerró filas para defender el “alma” y “la infinita libertad del espíritu”.

16

francés ni se ha pasado por agresiones tan graves al espíritu humano como las sostenidas por

Occidente, aunque haya quien polarice posiciones estéticas locales o explote agudizaciones

sociales inmediatas:

Ahora, para terminar, nada sostiene que se reclame ... los gloriosos trofeos

obtenidos por el espíritu francés, después de tanta tradición estética y racional,

para uso de razas silvestres que recién se incorporan al profundo fluir de la

escritura occidental. La guerra de las letras empezará para tales razas cuando una

violenta conmoción humana amenace SUS propias bases, y sobre todo cuando

sobre estas bases se encuentre erigido ya, solitario y perfecto, el monumento a la

belleza y al arte puro. Porque, de otro modo ¿qué tendrían que defender, más

concreto y más alto? Entretanto, arribamos recién a la edad propia del arte en

América. Evitemos violentar su trayectoria FINGIENDO MOTIVOS SOCIALES

O HUMANOS QUE, SIN NEGAR SU EXISTENCIA, NO VAN MÁS ALLÁ

DE ELLOS MISMOS y que no alcanzan a modificar las hundidas esencias en que

se sustenta en verdadero arte universal.

El planteamiento de Eielson se podría resumir de la siguiente manera: la incorporación

al continuum de la cultura occidental tuvo lugar recientemente, a inicios del siglo XX, con

Eguren y Vallejo; con ellos empieza un proceso de construcción cultural que empieza con la

producción de un resultado que es semejante o, más bien, equivalente al europeo que le es

contemporáneo. Es decir, la tradición artística peruana es intrínsecamente moderna ya que se

inicia en el momento histórico de inicios del siglo XX, durante el cual se ha producido en el

Perú una literatura equiparable a la que produce en ese mismo momento al interior de las

tradiciones europeas. La construcción de un arte universal en el Perú se inicia, por lo tanto, en

la modernidad de la sociedad de masas, y en un área específica de la disciplina literaria: el de

la poesía. Pretender que se cuenta en el país con una larga producción literaria contemplativa,

17

tal como la entiende Giraudoux en el caso francés, que es necesario desmantelar, debido a la

existencia de fuerzas contrarias, sin haber todavía levantado una tradición semejante a la

europea ni pasado por la destrucción de un conflicto de aquellas proporciones, es proponer la

obstaculización mezquina del levantamiento ya iniciado de una cultura humanista nacional.

“Literatura atómica”, el ensayo de Eielson que, entre estos tres primeros en La Nación,

no hace referencia directa al panorama de la inserción modernizadora y sus obstáculos en el

Perú, revela los parámetros que Eielson y, probablemente, el lado cultural del Partido Social

Republicano tienen en cuenta en su evaluación de la Europa contemporánea. Su tratamiento

de la producción europea reciente asume un lenguaje común, la misma actualidad; no se está

en la modernidad de Eguren o Vallejo sino en la contemporaneidad de su propia obra. El

Letrismo17 se dio a conocer en París en enero de 1946 por medio de lecturas públicas18 y

apariciones performativas19; para finales de ese mes ya había sido impreso el primer y único

número de la revista La Dictature Lettriste: Cahiers d’un nouveau régime artistique en el

cual se incluía su manifiesto. Podría afirmarse sin mayor reparo que la circulación de este

folleto fue limitadísima y que la difusión inmediata de sus ideas entre un público selecto se

debió a un par de notas aparecidas en la prensa político-cultural de Francia. A pesar de que

los letristas llevan a cabo otra manifestación pública en noviembre de ese año20, puede

suponerse que es poco posible que Jorge Eielson hubiese obtenido detalles de tal información

con tiempo suficiente como para poder publicar su nota veinticuatro días después, y también

que hubiese tenido en esas fechas acceso directo al texto del manifiesto aparecido en la

revista. Lo más probable es que llegaran a sus manos algunas notas periodísticas francesas

17 En 1951, viviendo en Europa, Eielson va a establecer lazos de amistad como Francois Dufrene, representante reconocido del Letrismo.

18 El 8 de enero, en la Salle des Sociétés Savantes de Paris, tiene lugar el evento “Nouvelle poésie – Nouvelle musique – Art nouveau”.

19 El 21 de enero, en el Théâtre du Vieux-Colombier, los letristas Isou y Pomerand interrumpen la presentación que Michel Leiris hace de La Fuite de Tristán Tzara, el primero de sus trabajos en hacerse público durante la posguerra (Schlatter 20).

20 El 14 de noviembre Jean Caillens leyó en la Salle de Géographie el Manifeste de la Peinture Lettriste.

18

que aparecieron entre enero y julio y se referían a los letristas como “poètes atomiques”

(Schlatter 20)21, lo que explicaría el título de su nota. De ser así, este acceso revela, primero,

que se tiene fuentes de información actualísimas de lo que ocurre en Europa, Francia en

particular; segundo, una simpatía o vínculo políticos entre La Nación y el periódico parisino

Combat (publicación nacida durante la resistencia, entre 1945 y 1946 tenía a Albert Camus

como Redactor en Jefe y a Sartre como colaborador y corresponsal) donde aparecen dos de

estas notas; y, tercero, un liderazgo político22 cultural en la figura de Salazar Bondy, quien en

su rol de jefe de redacción, hasta fines de noviembre de ese año23, debió haber tenido acceso a

los ejemplares del periódico francés.

El 7 de diciembre de 1946, un día después de publicarse “Literatura atómica”, sale de

imprenta, según su colofón, la antología La poesía contemporánea del Perú, editada por

Eielson, Salazar Bondy y Javier Sologuren. Este libro no es una propuesta aislada; por un

lado, debió haber sido acompañado por un segundo tomo, que nunca vio la luz; por otro, es

uno de dos volúmenes gemelos, salidos de imprenta en los mismos lugar y fecha, que son

parte de un proyecto que se propone registrar, sincrónicamente, el estado de las artes en el

Perú de posguerra. Ambos fueron preparados bajo la guía del historiador Raúl Porras

Barrenechea, Director Literario de la Editorial Cultura Antártica. El otro volumen, La pintura

contemporánea en el Perú, fue encargado al escritor Juan Ríos. Las ideas que Eielson articula

en “¿Literatura de combate o de encanto?” y “Desorganización de lo bello”, sus dos primeros

21 En su entrada “Lettrisme”, Christian Schalatter describe “La presse parle de ‘poètes atomiques’, Pomerand balance un verre d’eausur l’auditoire, un lettriste déclare ‘Descartes, ennemi public numéro 1’” (20).

22 Basadre “La pobreza de todos y cada uno de nosotros impidió que nuestro periódico fuese grande o atractivo; resultó necesario arrendar una imprenta que no disponía de facilidades. El lector se encontraba ante una hoja demasiado modesta y mal impresa. Quizás hubiese sido mejor comenzar con una revista mensual o un semanario. No faltaron, por otra parte, personas asustadizas a quienes no gustó, de un lado, la orientación muy izquierdista de algunos jóvenes escritores y, por otra parte, la franqueza a veces ruda de ciertos comentarios también noveles, relativos a personas de figuración política en aquel momento. Alguien habló con Francisco Graña Garland en la búsqueda de una ayuda económica para el incipiente esfuerzo social republicano y su periódico. La respuesta fue terminante: ‘Ustedes serían peores que los apristas’”. (604).

23 Los ensayos son los siguientes: “Les ‘lettristes’ chahutent une lecture de Tzara au Vieux-Colombier”, de Maurice Nadeau, en Combat del 22 de January de 1946, y “Naissance du lettrisme”, de Guy Marester, en Combat del 5 de julio de 1946.

19

ensayos en aparecer en La Nación, constituyen parte del andamiaje conceptual de lo que la

antología busca hacer evidente en la práctica: la existencia innegable en el Perú de una

tradición moderna de dimensiones universales. La antología que se inicia con Eguren y

Vallejo incluye una secuencia de poetas posteriores que debería continuar en el segundo

tomo y llegar a los más recientes; es decir, a los antologadores y sus coetáneos, de los que

quedan excluidos los “sociales”, nativistas e indigenistas. La propuesta deja claro que la

modernidad les corresponde a Eguren y a Vallejo; a los que siguen les pertenece la

contemporaneidad que, siendo equivalente a la producción europea, responde con igual

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