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DEPORTEA FÚTBOL I Capítulo 1: Orígenes históricos. (páginas 2 a 6) Tan solo tres letras: Gol El siglo del fútbol Los antiguos juegos de pelota El calcio florentino Los inicios del futbol moderno Nace el fútbol internacional Llega a la Argentina Capítulo 2: Táctica y estrategia (páginas 7 a 18) Cómo ver un partido de fútbl Técnica y jugadas claves. Estretegia Evolución de las tácticas Capítulo 3: Desarrollo del fútbol argentino (páginas 19 a 34) Alumni Racing, sucesor de Alumni Fútbol nacional Los privilegios La década del 30 La década del 40 - El éxodo a Colombia La década del 50 La década del 60 (el fútbol espectáculo) - Las copas internacionales - La violencia La década del 70 La década del 80 La década del 90 El siglo XXI Trece décadas de fútbol Capítulo 4: Los equipos que quedaron en la historia (páginas 35 a 59) Capítulo 5: La Selección Argentina (páginas 60 a 77) 1

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DEPORTEA

FÚTBOL I

Capítulo 1: Orígenes históricos. (páginas 2 a 6) Tan solo tres letras: GolEl siglo del fútbolLos antiguos juegos de pelotaEl calcio florentinoLos inicios del futbol modernoNace el fútbol internacionalLlega a la Argentina

Capítulo 2: Táctica y estrategia (páginas 7 a 18) Cómo ver un partido de fútblTécnica y jugadas claves. EstretegiaEvolución de las tácticas

Capítulo 3: Desarrollo del fútbol argentino (páginas 19 a 34)AlumniRacing, sucesor de AlumniFútbol nacionalLos privilegiosLa década del 30La década del 40

- El éxodo a Colombia La década del 50La década del 60 (el fútbol espectáculo)

- Las copas internacionales - La violencia

La década del 70La década del 80La década del 90El siglo XXITrece décadas de fútbol

Capítulo 4: Los equipos que quedaron en la historia (páginas 35 a 59)

Capítulo 5: La Selección Argentina (páginas 60 a 77)

Bibliografía sugerida

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Capítulo 1: Orígenes históricos. (páginas 2 a 6)

Tan solo tres letras: Gol

Vendrá el partido, vendrá el gol y pasara el domingo. La historia del HINCHA quedará en blanco. Dentro de siete días, puntualmente, volverá a empezar. Así siempre.

............El fútbol, el espectáculo colectivo más grande y popular de nuestro tiempo embarca todas las

virtudes y defectos del hombre actual. Domingos domingo, millones de seres en distintas latitudes viven la ilusión de la victoria y también la amargura de la derrota. Juego dialéctico en que se contraponen (como quien dice) el bien y el mal, el jolgorio y la angustia, la fe y la frustración. Y al final de las cuentas el gol, que es la medida de todas las cosas. Internas o externas. Pero tanto ajetreo ha creado un pensamiento propio, un clima, un ambiente donde el hombre confronta sus debilidades y grandezas, pero públicamente. Así surge el hincha ese héroe anónimo-sufrido, obstinado, eufórico y desesperado, de acuerdo alas circunstancias.

El jugador sale a la cancha como cada uno de nosotros deja su casa para ganarse el pan diario. Y corre los mismos peligros. Triunfar o no. Apoyarse en la suerte, en la inteligencia, en la bondad, en la generosidad, en el compañerismo. Por eso el buen gol no es producto de uno. Cuando más unido marcha el equipo, mejor. Es como la solidaridad en la vida rea. Cuando le metemos un verdadero gol a la existencia, sin faulear a nadie, y por fin llegamos a la vejez contentos de haber corrido por la cancha como locos para meter el gol limpio y humano de la vida.

............No existe lugar en el mundo. No lo creemos, donde no se conozcan estas tres letras: GOL.

Detrás de la palabra esta la emoción. Nadie nombra al gol como si fuese una palabra, no, porque no se trata de eso. El gol es el deseo, la esperanza, las tantas ganas acumuladas. El gol es los ojos de cada hincha siguiendo al jugador, acompañando la pelota, frenando la respiración por un instante hasta que si, ya, ahora, la pelota entró en el arco y... ¡lo hicimos!, hicimos un gol todos. Para las estadísticas tal vez figure un nombre, para la vida es toda una tribuna, una multitud enloquecida, una ilusión que estuvo siete días esperando, un hijo que soportamos todos en la espera semanal y que nos renueva la fe para seguir con las expectativas, los sueños, el odio y el amor.

Gol, para ganar o perder, para seguir, para estar, para entender el fútbol con solo tres letras.............Millones de personas vigilan, comentan, se enfervorizan, aman y odian los domingos por la

tarde. Un acto amatorio colectivo donde se queda la resaca de la semana, donde se purifican siete días soberbios y extraños. Nadie puede imaginarnos a todos gritando el mismo gol. Seria demasiado hermoso. Solo la historia, la poesía y los sueños cuentan de un hombre entero hablando de todos. Y un país, una tierra, una sociedad espera siempre ese hombre nuevo y sentido. Mientras tanto llena estadios buscándolos y apuesta a la emoción para encontrarlo; Será-seguro-materia de sabios, de sociólogos, de analista explicar porque. El hincha nada tiene que explicar... Pues, finalmente, de donde vinimos los hombres sino de una miseria guerra cotidiana en la que se empeñan los músculos y el alma. En cada ser humano hay un pequeño cataclismo y un hermoso azar, pariéndolo. Y en la cancha, detrás de cada abrazo que el fervor concita, esta naciendo un niño extraño que comparte nuestros huesos, presente en el parto, y todo nuestro torpe, desprevenido amor...

... Y que mejor lugar para encontrarnos que allí, donde nunca estamos solos, ni en la alegría ni en la tristeza, sino juntos en la espera de gritar un gol...

... Porque nosotros, los que creemos, encaramados en lo alto de una ilusión, mantenemos los ojos llenos y la garganta fértil y más, aun la infatigable ternura que nos permite reír, aullar, estirar los brazos para tocarlo todo: el césped, el jugador, la pelota, la tarde, la tarde del domingo. Nosotros hemos borrado el lunes de nuestra historia.EL FUTBOL NUESTRO DE CADA DIA... DANOSLO HOY.

El fútbol nuestro de cada día (Paul Acosta/ Pedro Uzquiza) Ediciones de LA LINEA-COLECCION LOS POPULARES (1974)

El siglo del fútbol

El fútbol se ha convertido en parte integrante de la sociedad en todo el mundo. Joao Havelange, ex presidente de la FIFA, al celebrarse, en 1984, los ochenta años de esa institución que rige el fútbol en 150 países con una población total de 4.209.173.000, en su alocución imagino la sorpresa que se hubiera apoderado de los representantes de las siete asociaciones fundadoras, en 1904, si hubieran podido comprobar que ocho décadas después, ese fútbol que ellos estaban organizando era visto por más de 10.000 millones de personas en todos los continentes. Ocurrió esto durante la disputa de la copa del mundo de 1982, en España. Cuatro años después fueron 13.000 millones - en directo, diferido y repetido en videos – las personas que vieron la copa de México ’86. Todo esto antes de la última gran revolución tecnológica. Poco más de 20 años después, no hay

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rincón en el planeta que no se vea fútbol. Según el censo realizado por la FIFA en 2006, había 207 asociaciones afiliadas y 250 millones de personas practicaban fútbol en todo el planeta. La cobertura televisiva de la Copa Mundial de la FIFA 2006 fue la más amplia hasta la fecha, con 376 cadenas que ofrecieron el acontecimiento frente a las 232 de 2002. Además, la edición de 2006 estuvo en antena, con un total de 43,600 retransmisiones, en 214 países y territorios, lo que generó una cobertura global de 73,072 horas; es decir, un incremento del 76% respecto a la edición de 2002 (41,435 horas) y del 148% respecto a 1998. Eso significa que, si toda la cobertura de 2006 fuera ofrecida por una sola cadena, llevaría más de 8 años de emisión ininterrumpida. La Copa Mundial de la FIFA Alemania 2006 tuvo en total una audiencia televisiva acumulada de 26,290 millones (24,200 millones de espectadores en los hogares y 2,100 millones fuera de sus casas). Dichas cifras son equiparables a las de la edición de 1998 (que, al igual que la de 2006, se celebró en Europa), pero están un poco por debajo de los 26,400 millones de espectadores "domésticos" registrados en la Copa Mundial de la FIFA Corea/Japón 2002. Estas cifras de potenciaron en Sudáfrica 2010, el primer mundial disputado en el continente africano, y en 2014, en Brasil.

Brasil sigue contando con el Maracaná. Fue el estadio más grande del mundo, con capacidad

para 200.000 personas. Ahora reducido por las nuevas disposiciones reglamentarias. No debería sorprender porque Brasil es una potencia futbolística de primer nivel, ganador de tres copas mundiales, pero si el extraordinario apoyo económico que el fútbol esta recibiendo en países no tradicionales, como Corea del Norte, donde hace un año inauguro en la capital, Pyong Yang, un estadio para 150.000 personas. Y en Riad, Arabia Saudita, se construyó especialmente para las finales del Mundial sub 20 el más moderno de todos los conocidos con un costo real de 568 millones de dólares. Nuevos y mejores estadios se construyen día a día en todo el mundo. Se viene Rusia 2018 y Qatar en 2022, que promete ser una gran novedad en medio del desierto. Aunque es cierto, los qataríes hacen un manejo obsceno del dinero que les ingresa por los petrodólares.

El fútbol es, sin ninguna duda, el fenómeno deportivo, social y económico más trascendente de este siglo.

Los antiguos juegos de pelota

En solo 41 años, desde 1873 hasta 1904, se logró la consolidación del deporte más atractivo y popular de los tiempos modernos. Ese período que a algunos le puede parecer extenso y que, en realidad, es insignificante si nos detenemos a reseñar los orígenes históricos del fútbol, una aventura milenaria cuyo punto de partido imprescindible es la pregunta: Si Gran Bretaña fue el país que organizó el fútbol actual. ¿Cuáles fueron los antecedentes? ¿Quién les transmitió a los británicos la afición a este deporte?

Los historiadores coinciden en que las legiones romanas durante la ocupación de Grecia habían conocido un duro y apasionante juego que se practicaba con una pelota. Lo incorporaron y lo llevaron hasta la Bretaña francesa, donde por su violencia se popularizó muy pronto. Ese deporte, que en tierra francesas se llamaba “Cholue” o “Shoule”, saltó a las islas británicas llevado por las tropas de Guillermo el conquistador. Lo que los romanos habían visto de Grecia era “lasphaira makles” que se practicaba con una pelota, pero no por equipos. Fueron los romanos los que organizaron un juego que llamaron “haspartum”, que consistía en empujar una vejiga llega de aire y arena hasta conseguir que traspasara una línea en el campo contrario, algo así como los arcos de fútbol de hoy. Un pueblo guerrero como el romano empleaba el “haspartum” para endurecer a sus soldados y resulta obvio que el vencedor no era el más hábil sino el más fuerte. Ganaba el más violento, no el más técnico. Estaban permitidas las zancadillas, las cargas desleales por la espalda, los puntapiés y era lícito derribar a un contrario para quitarle la pelota. Estas características del juego provocaban continúas riñas personales y los encuentros se transformaban en batallas colectivas, con heridos graves y hasta algunos muertos. Fue esta brutalidad la que deslumbró a Guillermo, el conquistador, quien rápidamente entendió que le serviría para templar más aún a sus soldados.

Este football, así se lo llamó en Inglaterra, poco tenía de común con el actual. Su característica principal era la violencia y la brutalidad y por esa razón sufrió sucesivas prohibiciones por edictos reales, pese a que las tropas lo seguían jugando. Un historiador sintetizó las consecuencias del juego con detalles estremecedores: “a menudo se rompen el cuello, a veces un brazo, otras los dos, es frecuente verlos sangrar por las narices, los ojos les salen de la orbita y todos terminan heridos”. Hubo que esperar siglos, hasta el XVII, para que las prohibiciones fueran levantadas, pero se autorizó un fútbol espectacular, desprovisto de la brutalidad del anterior. Esto aconteció en 1681, cuando el conde Albermale, de regreso en Londres, después de cumplir una misión oficial en Italia, informó al rey Carlos II que había visto en la península un juego extraordinario por su belleza y espectacularidad. El conde le detalló al rey las características del Calcio que hacía furor en Italia e invitó al monarca a una prueba en la que se enfrentaría las fuerzas del rey con las suyas. Se eligió un terreno de 120 por 80 metros y como metas se clavaron dos postes a los cuales se llamó goal. Ganó el bando del conde Albermale; al rey le gustó el espectáculo y autorizó su práctica con algunas limitaciones.

Del calcio (se pronuncia calcho) se pueden encontrar amplias referencias en Florencia, lugar donde se lo jugaba, en las plazas, preferentemente en la de Santo Croce, que fue escenario de un histórico encuentro el 17 de febrero de 1530, que relataremos más adelante. Se lo jugaba en invierno

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y las competencias con mayor repercusión entre los pobladores eran disputadas en carnaval, entre equipos de los cuatro barrios de la ciudad.

El calcio florentino despertaba una gran pasión y muchos de los que lo practicaban eran miembros de la aristocracia y de las clases intelectuales. Lo practicaron, entre otros, el duque Toscana, el de Urbino, Julio de Médici, Alejandro de Médici, Maffeo Barberini, estos tres últimos elevados más tarde a la máxima jerarquía de la iglesia católica como papas con los nombres de Clemente VII, León XI y Urbano VIII.

La diferencia fundamental con el fútbol moderno es que la pelota se podía jugar con los pies y las manos y los equipos estaban compuestos por 27 jugadores. En el desarrollo del juego, los hombres más hábiles pasaban la pelota rápidamente para evitar los golpes porque se permitían las zancadillas, el agarrarse unos a otros y las jugadas violentas. La dirección del juego estaba a cargo de seis árbitros sentados en las tribunas, en distintos sectores.

Así era el calcio que deslumbró al conde de Albermale y que, trasplantado y mejorado en Inglaterra fue perfeccionándose con los años hasta acercarse a lo que es hoy, el juego más atractivo. Atrás, 2.000 años a.d.C, quedaron las referencias chinas sobre un juego con una pelota de cuero rellena de pelo de crin, que era disputada por dos equipos sin que haya llegado hasta nosotros otras precisiones, a no ser el nombre de dos héroes de ese deporte: Yang Tsé y Wang Chi-son.

El calco florentino

Hace cinco siglos los florentinos inventaron el juego que es antepasado del fútbol actual. El periodista Sergio Valentini narra en la revista IL MONDIALE que edita el Comité Organizador del mundial de Italia, el partido jugado durante el carnaval de 1530, cuando la ciudad estaba sitiada por las fuerzas de CARLOS V. Así es el relato de la historia: Tuvo la idea Pandolfo Puccini, el más famoso de los gastadores de Florencia.

Se reunió en el Consejo de los ochenta, llamado los Requeridos, y aprobó la solicitud a condición de que Malasteta Baglioni, gobernador general de la milicia florentina, concediese una tregua de armas a los jugadores. De ese modo, el 17 de febrero de 1530, la República ofreció a sus ciudadanos y a los asediadores imperiales el fútbol florentino en librea.

Era carnaval. En el Vicolo de Cavallari, en el puente de la carraia, en la esquina de la Cuculia, en el Vicolo de la Fogna, aprendices de jugador, veteranos y transeúntes se desafiaban sin ternera ni librea; el jueves lardero los campeones acudían a la PLAZA GRANDE por la ternera de premio y por el honor, “agraciados y bellos con librea de gala porque tenían como espectadores a las mujeres más atractivas y los hombres más linajudos de la ciudad”.

Los viejos recordaban un partido de cuarenta años antes, del 10 de enero de 1490 “cuando el Arno estaba tan helado que los jugados combatieron sobre la loza de hielo entre el puente Vecchio y Santa Trinitá”; sin embargo, el partido que estaba por disputarse había de ser, por los siglos de los siglos, el más épico y glorioso, el más legendario de todos los encuentros de Calcio, el fútbol florentino.

Así, pues, Raffaello Girolami, los gobernadores de los barrios, los doce nuevos hombres, los diez priores de Libertad y Guerra, los ocho de potestad y custodia, en suma, todos los magnates de la República prepararon el ceremonial y el partido para la Florencia asediada y para la posteridad. De los baluartes de San Miniato al Monte- plaza fuerte de la resistencia- descendió a la ciudad Miguel Ángel Buonarroti, “gobernador y procurador general instituido para construir y abastionar las murallas y levantar cualquier otra fortificación y protección para la ciudad de Florencia”. Aluigi Alamanni, poeta de la academia de los geogofilos, lo presentó al público: “él-dijo- proyecta, funde, fortifica, filosofa, versifica, arenga, combate, en resumen hace de todo”. Luego lo invitó a disponer en orden el cortejo de los jugadores. “Dios lo quiere”, sentenció Fray Benedetto Tiezzi da Foiano, predicador de Santa Croce.

Desde el 24 de septiembre del año anterior, Florencia estaba sitiada por las tropas imperiales de Carlos V, deseoso de que la ciudad retornase a los de su linaje, los Médici, derrotados por la revuelta de 1527. Mandados por el virrey de Nápoles, Filiberto de Chalóns, príncipe de Orange, lansquenetes alemanes del conde de Lodrón, infantes españoles de Antonio de Leyda y tropas pontificias de Sciarra Colonna se ido adueñando de Consentino, Valdarno, Vallonvrosa, Rignano, Settignano, Mugelio, Chianti, Giramonte, Poggio Imperiale, Scandicci, Badia Di Fiesole y San Donato Polvorosa. Ahora apretaban sobre Florencia.

Sivestro Aldobrandini sometió a voto la propuesta de jugar el partido en la plaza de Santa Croce, que las tropas imperiales divisaban desde los cerros próximos, a fin de que constatasen que el largo asedio, el hambre y las enfermedades que los sitiados sufrían no habían amenguado la resistencia.

La campana de la señoría taño y el cortejo que el Maestro Miguel Ángel había alineado partió de Santa María Novelia para Santa Croce; signiferos con mazas de plata de adornadas con flores de lis, trompetas, músicos, tambores, Bindo di Marco, llamado Gorzerino, vestido de Heraldo con flor de lis roja en el pecho, bombarderos, arcabuceros, palafreneros, lanzas rotas, el Procónsul de las artes, las siete Artes Mayores y las catorce menores, el Tribunal de Comercio, los estandartes de los cuatro barrios, blanco el de Santo Spirito Rojo el de Santa María Novella, verde el de San Giovanni y azul el de Santa Croce.

Cocimo Strozzi y Giangirolamo Pitti llevaron el Marzocco, león coronado que era el símbolo de Florencia. Dos vaqueros condujeron la ternera de premio, toda de hueso, última res que se había conseguido introducir en Florencia por el corredor de Fiesole. Los jugadores llegaron a

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Santa Croce por las torres de guardia, los bastiones y los campanarios de San Miniato, que Miguel Ángel había protegido contra las bombardas con pacas de lana. Como demostración y advertencia para los vigías imperiales, dispusieron ordenadamente sus armas al lado del campo de juego: culebrinas, trabucos, arcabuces, alabardas, falcones, esmeriles, serpentines, basiliscos, ballestas, gerifaltes, picas, anchas, partesanas, estoques, seceletes, celadas.

Se sacaron las corazas y aparecieron maravillosas libreas de seda, terciopelo y brocado de oro.

Centenares, miles de notables, damas y simples ciudadanos habían acudido al lugar del mismo modo que las rameras de Via della Nina y de Via della Amorino, a quienes el “bando contra las mujeres de malvivir” obligaba a abandonar la ciudad”. “Bocas inútiles”, señalaba el bando: merecieron que se les condonase la pena por proveído diariamente la ciudad de berro, achicoría y rapónchigos que recogían fuera de las murallas bajo el fuego enemigo.

Cantos en canon ascendían de la plaza hasta los imperiales alineados en los cerros: afición burladora y plebeya contra el emperador Carlos V y el Papa Clemente, de quien se notificaba un modesto pasado de futbolista florentino de ser hijo bastardo de Giuliano de Médici.

“Abajo el Marzocco”, replicaban los imperiales desde su tribuna en le Giramonte. Y entonces voló por encima de la muchedumbre un proyectil de culebrina. Lo había lanzado un lansquenete alemán, despechado por el coro republicano y más aún por la fiesta y por el espectáculo de Florencia, tan bella y aún intacta, ofrecía: la cúpula de Brunelleschi, la torre de Bargello, Santa María del Fiore, Palazzo Vecchio, Ponte Vecchio, el Arno...

En la plaza se formaron los equipos alrededor de los campeones mas celebrados. El fútbol florentino era considerado “Escuela de guerra y luz de vida / noble fatigas de héroes bien nacidos”. Por eso los poetas lo cantaban delicadamente: “Como soles resplandecen los jugadores/ pues no caben tullidos y deformes/ donde reina júbilo y armonía”. El 17 de febrero de 1530 no hubo júbilo entre los jugadores. Hermanados en la guerra contra los imperiales, todos se acordaron el día del partido de viejas rencillas de barrio, discordia de censo y de casta, envidias de oficio y diferencias de intereses y de fe.

En el partido, Dante de Castiglione se cargó a Morticino degli Antinori y, habiendo arroyado y pisoteado a los jugadores del barrio de Santo Spiritio que le cerraban el paso, “lanzó más allá de la empalizada a Morticino y la pelota inflada que éste apretaba en el pecho”.

La jugada decidió el resultado. Los / aplausos de la plaza y de los cerros decretaron triunfo análogo para Morticino degli Antinori, “glorioso por haber sufrido el cañoneo antes de soltar la pelota.

Los inicios del futbol moderno

El fútbol moderno tal como hoy se practica en todo el mundo, tiene un lugar y fecha precisas: el 26 de octubre de 1863 en la Freemason’s Tavern, en la Great Queen Street, en Londres. Ese día se reunieron allí delegados de escuelas y colegios, representantes de clubes y capitanes de equipos, quienes después de nueve horas de discusiones fundaron la Football Association, la mayor organización del fútbol de Inglaterra. Dos meses después, en diciembre de 1863, se dio el paso decisivo para el desarrollo definitivo al redactarse un reglamento, de catorce puntos, llamado Laws of Game. La regla fundamental establecía que al fútbol solo se podía jugar con los pies (a excepción del arquero y en un espacio limitado) y ello originó la separación de quienes pretendían seguir jugándolo con las manos y con los pies, como lo habían hecho hasta entonces. Se establecieron 14 reglas, que más de 150 años después siguen siendo la base troncal del juego. Enseguida se estableció un ordenamiento circunstancial, un arquero, dos defensas, un medio y siete delanteros (que se constituiría en las semillas}, que dio origen al nacimiento de las tácticas de juego. En aquella histórica reunión de Frremason’s Tavern se designó a Arthur Pember, del club Kilburn, primer presidente de la Football Association.

La unificación de distintos reglamentos en uno solo, el que imponía la Football Association, produjo de inmediato el nacimiento de clubes en toda Inglaterra, primero, y en toda La Gran Bretaña después, cual simultáneamente. En 1871 se organizó la primera competición de Copa de Inglaterra. La disputaron 14 clubes y la ganó Wanderers. La idea, como muchas otras posteriores, nació en la redacción de un diario, The Sportsman, que instituyó como premio una copa al vencedor.

Nace el fútbol internacional

El desarrollo del juego creó muy pronto rivalidad entre las cuatro naciones de La Gran Bretaña (en realidad se trata de cuatro estados federales) y el 30 de noviembre de 1872 se jugó, en Glasgow, Escocia. El primer partido internacional entre los locales escoceses (todavía no había sido fundada la Federación escocesa) e Inglaterra, que finalizó empatado cero a cero. En 1879 jugaron Inglaterra – Gales y en 1882 Inglaterra – Irlanda, concretándose así el primer universo del fútbol cuando en la temporada 1883-84 nació el Torneo de las cuatro Naciones (Inglaterra, Escocia. Irlanda y Gales) germen de toda la actividad internacional futura.La acelerada difusión que alcanzaba el fútbol, llevado por comerciantes, profesionales, docentes y marineros (en ese orden) más allá de las fronteras de la Gran Bretaña, determinó la necesidad de crear un organismo internacional al que creara una unificación de los distintos matices con que se lo practicaba en los diversos lugares. Así nació la Internacional Board, entidad que redactó las reglas

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definitivas del juego y que a partir de ese momento se convirtió en la única que pudo modificarlas e interpretarlas. La INTERNATIONAL BOARD ha cumplido un papel fundamental en la historia del fútbol y su éxito se debe a que fue capaz de reglamentar un juego complicado en muy pocas normas, todas simples y de fácil aplicación en todos los grados de juego a nivel mundial.Un año antes (1885), se reconoció también por primera vez en Inglaterra el profesionalismo, y se autorizó a jugar por remuneración directa, ya que hasta entonces los jugadores podían percibir las compensaciones por los salarios perdidos. Tema muy polémico, no solo en Inglaterra, sino después en todos los países donde se lo implantó, el profesionalismo produjo beneficios muy concretos, porque el jugador aceptando los deberes de entrenamiento, régimen de vida y disciplina a cambio de contrarrestar sus condiciones naturales para jugar, se convirtió en un trabajador.

Llega a la Argentina

Mientras que el fútbol se jugaba en distintas partes del mundo, en la Argentina se tiene conocimiento de partidos realizados por marineros ingleses en las inmediaciones del puerto de Bs. As en la década de los años 1860. El primer partido oficial de fútbol en nuestro país se jugó el 20 de junio de 1867. Su inspirador fue Tomas Hogg, quien había publicado un aviso en el periódico de la colectividad británica proponiendo fundar una institución: el Bs. As. Football Club. El día del partido varios asistentes no se animaron a lucir pantalones cortos ante las damas presentes, y solo jugaron ocho contra ocho. Fueron muy aplaudidos, pero el Bs. As. no prosperó, y en los años siguientes el fútbol continuó siendo una rareza de los gringos.

En 1881 desembarcaba en Bs. As Alejandro Watson Hutton, un escocés tenaz y visionario, quien llegaba para hacerse cargo del Saint Andrews College. De inmediato, incorporó el fútbol al programa de estudios. Profesores y vecinos protestaron por la gritería y los vidrios rotos. Mas tarde Hutton fundó su propia escuela, la Bs. As English High School, donde los alumnos pudieron dedicarse al fútbol sin presiones.

Primero en los colegios ingleses y luego en los nacionales, la práctica del fútbol se fue generalizando. Lo introdujeron sacerdotes y pastores en los colegios religiosos con la consigna: “misa por la mañana, fútbol por la tarde”.

En 1891 se crea la primera liga, Argentina Association Football League, se juega el primer torneo en el país, pero no tuvo continuidad al año siguiente. En 1892 también existían en Bs. As numerosos centros dedicados a la actividad atlética, que consideraron al fútbol como una practica interesante para incorporarlo a los programas de educación física. En ese momento surgió la necesidad de asociar los distintos esfuerzos y el visionario fue Watson Hutton. En febrero de 1893, fundó la Argentina Association Football League, que con el tiempo pasaría a convertirse en la actual Asociación de Fútbol Argentino, redactó los reglamentos y fue designado presidente. Del primer campeonato fundado por la nueva institución, participaron seis equipos (English High School, Flores Athletic, Quilmes, Lomas, Bs. As y Rosario Heil Ways) y lo ganó el Lomas Athletic Club.

Los alumnos y ex alumnos de Alejandro Watson Hutton constituyeron primero el English High School (campeón en 1900) y luego el ALUMNI, todo un símbolo y punto de partida de los éxitos del fútbol argentino. ALUMNI ganó nueve de los once campeonatos realizados entre los años 1901 y 1911, y asumió, en muchos casos, la representación del fútbol nacional ante la visita de equipos de las islas británicas.

El ejemplo de Watson Hutton se repitió en otros países sudamericanos y fueron maestros de colegios británicos los verdaderos padres del fútbol en Uruguay, Brasil y Chile, mientras que un holandés, Willams Prats, profesor de cultura física en la escuela normal de Asunción, sembró la semilla en Paraguay.

Se crea la FIFA

La colaboración de un docente holandés en la difusión del fútbol no era casual porque fue un dirigente de esa nacionalidad, Hirschmann, el primero en advertir que había llegado la hora de agrupar las diversas asociaciones nacionales que auspiciaban el fútbol en una entidad internacional. Este propósito se concretó el 21 de mayo de 1904, en una pequeña oficina de la sede parisina de la Unión des Societés Francaise de Sport Atehetiques, en Rue Saint Honore 229, siete asociaciones (Francia, Bélgica, Dinamarca, Holanda, España, Suiza y Suecia), pese a no contar con la adhesión de la poderosa Asociación Británica (Football Association, FA), fundaron la Federación Internationale de Football Association (FIFA).

Un año más tarde (el 4 de abril de 1905) la Asociación Británica adhirió a la FIFA que, en su segundo congreso (del 10 al 12 de junio de 1905) contó con ocho nuevos afiliados (además de Inglaterra, se inscribieron: Alemania, Austria, Italia, Hungría, Escocia, Gales e Irlanda). Se habló ya en esa ocasión de una competición internacional a disputarse en 1906 con semifinales y final en Suiza, proyecto elaborado por el holandés Hirschmann. Entusiasmado el vicepresidente helvético, Víctor Scheneider, instituyó un trofeo pero todo se esfumó rápidamente. El proyecto fracasó por las dificultades internas y económicas de varias federaciones. En Suiza, en 1906, el congreso eligió un nuevo presidente de la FIFA, el inglés Daniel Burley Woolfall, quien impulsó reglas uniformes reconociendo la internacional Board y asumió la realización del torneo olímpico de los juegos de Londres de 1908.

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Capítulo 2: Táctica y estrategia (páginas 7 a 18)

Cómo obsevar un partido de fútbol

El trabajo del periodista comienza mucho antes. Informándose en los días previos, siguiendo esa información y si es posible –y lo es muchas veces cuando se trabaja en una revista especializada o se comenta por radio o televisión- asistiendo a alguno de los entrenamientos de los equipos que se van a enfrentar. Esto permitirá llegar con un conocimiento pleno de la preparación de cada uno de ellos. El día del partido, la actividad comienza en los vestuarios a donde se debe recurrir para obtener la formación oficial de los equipos. Esto parece una obviedad pero ocurrió muchas veces que los encargados de prensa del club local cometen errores en la publicación del equipo visitante porque no recurrieron a la mejor fuente, el director técnico o alguno de los integrantes del cuerpo técnico. Además es de profesionales constatar, cuando los equipos están en la cancha, que las alineaciones que obtuvo sean las correctas porque también sobran ejemplos de jugadores que han sido cambiados a último momento por una razón imprevista. Y eso ha ocurrido, incluso, en alguna Copa del Mundo.

Nunca está de más recordar que el periodista debe dejar afuera del estadio al hincha que lleva adentro. Esta condición es imprescindible para que sus sentimientos no presionen sobre su raciocinio, en el momento de hacer el análisis del juego. Otra condición insoslayable es la de olvidarse de los preconceptos. Los antecedentes sirven para el conocimiento pero no para la valoración del desempeño del jugador o del equipo en “ese” partido. Con ese mismo criterio se debe analizar la actuación del juez y sus colaboradores.

El factor principal a tener en cuenta por el comentarista es desentrañar las razones por las cuales se produce el desequilibrio en el juego. Pueden ser varias simultáneas o una excluyente. Por ejemplo, el desempeño sobresaliente de un jugador que rompe con todas las previsiones del adversario. En otras ocasiones el desequilibrio se produce por superioridad numérica o técnica, en sectores claves como el medio campo o por una capacidad de definición distinta.

Siempre, en estos casos, el analista debe observar con la mayor concentración el desarrollo del juego porque, y esto seduce a muchos, el dominio del terreno no significa, muchas veces, que el equipo que lo ejerce también domina el juego. Esto obliga a no desentenderse de las nociones de táctica y estrategia porque, algunas veces, un equipo retrocede o forma un bloque muy cerrado de defensa en zona para atraer al rival y enseguida “rematarlo” en contraataques. En casos como este si el que domina no creó situaciones de gol lo suyo será solo un espejismo. Por eso, una de las claves fundamentales para medir la justicia o no de un resultado se encuentra en las situaciones de gol que creó cada equipo. Y aquí hay que evitar un error muy común. Las que se presentan nunca son OPCIONES de gol porque los jugadores NO OPTAN por hacer el gol o no: siempre lo quieren convertir, sólo que a veces fallan.

Lo dicho precedentemente obliga a otra aclaración para que los nuevos periodistas no “entren” en una polémica absurda. De acuerdo a mi experiencia, en treinta años de periodismo deportivo nunca encontré un director técnico que dijera que la táctica es más importante que los jugadores. Sería bueno que al comenzar se despejen las posibles dudas: LOS PARTIDOS LOS GANAN Y PIERDEN LOS JUGADORES. Pero, a igualdad de condiciones o con una diferencia escasa de capacidad técnica CASI siempre ganará el que tenga un mejor ORDENAMIENTO. El que juegue mejor EN EQUIPO. La síntesis sería: Los partidos los ganan los buenos jugadores pero los ordenamientos tácticos ayudan, como ayuda una excelente preparación física y un cuidado lógico- que ni siquiera necesita ser exagerado- en la vida privada.

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Técnica y jugadas claves

Ubicado el periodista en función de comentarista o analista del partido su responsabilidad profesional lo obliga a procurar capacitarse en el tema y, si ya lo logró, a perfeccionarse. Todos los días se aprende algo nuevo. Eso es tan viejo y cierto como la injusticia. Aquí, simplemente, trataremos de brindarle un pantallazo de las jugadas o los movimientos elementales que se dan en un partido de fútbol. A partir de este puntapié inicial lo más conveniente es que cada uno trate de profundizar este conocimiento. Y se logra eso cuando uno aporta un criterio lo suficientemente abierto como para asimilar lo que se diga en charlas, en reportajes, en notas, en anécdotas y, sobre todo, en el campo de juego porque la verdad, como decía con la simpleza con que Ángel Labruna encaraba todas las cosas de la vida “esta en el verde césped”. Los movimientos básicos son los siguientes:

La gambetaA pesar de que cada vez se utiliza menos, sobre todo en la Argentina donde la fama de sus

jugadores se gestó en la mayoría de los casos por exhibir su habilidad, la gambeta sigue siendo uno de los principales factores desequilibrantes en el fútbol. También puede utilizarse como recurso y, mal utilizada puede terminar siendo un defecto. En este punto es necesario señalar que en el fútbol es mucho más importante desequilibrar por superioridad numérica que por habilidad individual. Es más: con superioridad numérica es sencillo conseguir la gambeta. Si un equipo queda con tres delanteros contra dos que defienden, al que lleva la pelota siempre le va a resultar más fácil amagar el pase, engañar al rival y poder eludirlo. En fútbol hay un concepto fundamental: ES MAS FACIL PASAR LA PELOTA QUE PASAR A UN RIVAL. Si un jugador tiene espacio para jugar es preferible siempre el pase a la gambeta, que se convierte en un defecto cuando se arriesga innecesariamente en la mitad de la cancha; no así cuando se intenta en la zona de definición. Cuando un jugador se reitera en la gambeta sin aportar nada positivo se convierte en un individualista y eso no sirve.

De todos modos, estos conceptos prácticos no invalidan el gusto de los argentinos, que está consustanciado con la gambeta. Nuestros jugadores- aún los menos habilidosos- consideran a la gambeta un placer muy difícil de definir. Es, por otra parte, el arma más potente para contrarrestar las tácticas y sin dejar espacios, la mejor fórmula es darle la pelota al jugador técnicamente más dotado para que intente sacarse dos hombres de encima y que aparezcan los espacios.

Para quebrar los esquemas especulativos, sobre todo aquellos que apelan al hombre a hombre, la gambeta es casi la única alternativa porque sin un jugador deja a su marcador en el camino se produce la superioridad numérica, debe salir el libero y se desequilibra la estructura defensiva.

La paredLa denominación de pared en la Argentina, tiene su origen en los partidos callejeros. Para

superar la oposición de un rival sin recurrir a la gambeta o al 2-1 con un compañero, el jugador hace rebotar la pelota contra la pared de una casa o el cordón de una acera, al mismo tiempo que se corre para el otro costado de ese adversario para recoger la pelota a sus espaldas.

Trasladada esa idea al campo de juego, un compañero de equipo recibe el pase y hace de rebotero -pared- devolviendo el balón al primer jugador. Se trata de una jugada de gran sentido estético y efectividad para quebrar las cerradas defensas. A pesar de su aparente simpleza exige gran calidad técnica de sus ejecutores porque requiere una precisión casi perfecta en la pegada.

Eximios maestros en el arte de la pared fueron jugadores inolvidables como Pelé-Coutinho, del Santos; Di Stéfano-Puskas en el Real Madrid; Labruna-Walter Gómez en el River tricampeón de la década del 50; Pontoni y Martino en el San Lorenzo de 1946; Acosta y Silva en Lanús a quienes bautizaron “Los albañiles” por la cantidad de paredes que tiraban y Bochini, quien siempre tuvo un compañero para ejecutarla, aunque la que más se recuerda es la que derivó en el gol que Independiente consiguió el título Intercontinental en 1973, en el partido jugado en Roma frente a la Juventus y que “construyó” con Daniel Bertoni.

La pared tiene variantes. Puede ser simple, combinada, corta o larga, con descarga, para la entrada de un volante y otras producto de la improvisación, pero la clave es la precisión- como ya apuntamos- que es lo más difícil de conseguir en velocidad. Es una jugada en la que debe prevalecer la sorpresa, debe ser rápida, cambiando los ejecutores el ritmo. Si, por ejemplo, se inicia a 50 kilómetros, debe terminar la doble de velocidad: es decir a 100 kilómetros.

Es muy difícil de contrarrestar. Hay quienes sostienen que el principio básico para marcar una pared es hacer hombre a hombre, o sea: cada defensor debe seguir con el delantero que está marcando. Aquí se aplica el principio defensivo de “en jugada muy rápida, no debe haber cambio de marca”. Otros, en cambio, sostienen el principio de la utilización de la zona ocupando los espacios en interceptando siempre a los receptores de la jugada.

Cruces y cortinas Los cruces y cortinas son variantes de la pared. En el primer caso, la pared se completa; en

el segundo, se amaga y no se lleva a cabo, pero obra como distracción. Ambas son maniobras ofensivas de gran eficacia, que si se realizan dentro de una correcta ortodoxia, llevan la sorpresa necesaria para provocar desequilibrio defensivo.

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Tanto para el cruce como para la cortina, el factor tiempo es de una importancia casi excluyente. El factor tiempo entra a jugar cuando el receptor del primer pase tiene que devolver la pelota al compañero que picó en busca de ella.

Ese mismo factor tiempo influye en la maniobra de “cortina” a cargo del delantero que corre simulando un pedido de entrega por parte del compañero que llega con la pelota. De la exactitud de la jugada depende que algunos de los delanteros queden fuera de juego. La mejor manera de contrarrestar esta jugada es achicando, que no es lo mismo que provocar la ley del Offside. Ya lo veremos en el capítulo dedicado al achique.

En esta jugada, como en la pared, se requieren jugadores de capacidad técnica y talento, de intuición, imaginación y de grandes reflejos, pero, sin dudas, la eficacia va a depender de los rivales porque con un simple adelantamiento puede frustrarse una acción de gran espectacularidad.

¿Hay formas para combatir el fuera de juego? Por cierto. Son varias, pero en este caso vamos a referirnos a “pasar por detrás de la jugada”. La comenzó a utilizar César Luis Menotti en la selección juvenil, campeona del mundo en Tokio. Posteriormente la adoptó Telé Santana en el equipo brasileño que disputó el Mundial de España. Encontró una fenomenal respuesta en el golazo de Falcao contra Italia. La fabricó Toninho Cerezo. Esta jugada le da más opciones al que lleva la pelota, se consiguen espacios, facilita la recepción porque el que va a recibir se queda delante del balón, está de espaldas al arco y sirve como referencia al defensor. En cambio, si sale de la jugada y pasa por detrás del que trae la pelota queda de frente y con espacio para recibir mejor.

El paseEl pase es el medio de comunicación entre los integrantes de un equipo, el elemento

fundamental a través del cual se establece la insoslayable interrelación de los once futbolistas que defienden la misma camiseta. No hay, no puede haber fútbol sin pase entre los compañeros. De acuerdo a las características de cada país, el fútbol podrá encuadrarse por su mayor capacidad técnica, por superior potencia física, por ser más veloz o más lento, por su vocación ofensiva, por preferir determinados sistemas defensivos. Pero en ningún caso, sin pases, sin la entrega de la pelota a un compañero, sería ir contra la esencia misma del juego que, más allá de cualquier otra consideración, es un juego colectivo. Aunque el pase puede hacerse con la cabeza, dadas las limitaciones de un envío de ese tipo, la forma más variada, habitual y lógica de realizarlo es con el pie.

El pase o entrega se divide según su destino, dirección, distancia, altura y número de toques previos, de la siguiente manera:* Por su destino, en: a) pase al claro (vacío, espacio libre o franco); b) pase al pie (o al cuerpo). * Por su dirección, en: a) el pase en profundidad; b) pase hacia atrás; c) pase en diagonal; d) pase lateral.* Por su distancia, en: a) pase corto; b) pase largo. * Por su altura, en: a) pase rasante o bajo; b) pase a media altura; c) pase alto.* Por el número de toques anteriores, en: a) pase de primera; b) pase después de un toque; c) pase después de varios toques.

Bien realizado, cualquiera de estos pases sirven al fin que se busca: conectarse con un compañero. La oportunidad de efectuarlo depende de las circunstancias del juego. El que debe definir siempre sobre la marcha es el jugador, es-obvio- el que debe saber elegir correctamente el tipo de pase que va a emplear. Una demora en la entrega, por lo general, motiva a que el destinatario sea cubierto por el adversario; una entrega apresurada provoca problemas de recepción para el compañero a quien se destina el pase. El factor tiempo, entonces, debe tenerse en cuenta como condición fundamental para no perder la posesión de la pelota, una posibilidad siempre latente cuando se hace un pase.

El pase a realizar está condicionado por la situación imperante en el juego, en el momento que él entra en posesión del balón. No hay nada definido al respecto.

Tampoco es axiomático que todos los pases deban efectuarse hacia adelante. En muchas oportunidades, intentarlo puede ser un error. Por el contrario, el pase hacia atrás-muchas veces criticado- puede ser una fórmula ideal para superar la oposición del adversario y encarar el ataque con francas posibilidades de ataque. En tal sentido, una frase de Cesar Menotti lo sintetiza: “salir para poder entrar”.

Desmarque y distracción ¿Cuántas opciones tiene un jugador cuando lleva la pelota? Son tres. La primera, apunta a un

lugar y va a ese lugar. No engaña a nadie, porque prepara al rival que estará esperando ese pase. La segunda, no anuncia nada. Esta es mejor, tampoco engaña, porque mantiene la expectativa de los adversarios, los deja en tensión y, en definitiva, siguen preparados. Y por último la que debe hacerse: la que anuncia que va a la derecha y cambia para la izquierda. Es la que engaña y desequilibra y crea duda al contrario, que no sabe que se va a hacer, para qué lado va a salir. Es también muy importante psicológicamente. El pase puede ser en diagonal o en línea recta y este concepto básico es el que debe dominar todo jugador: el engaño.

Se ve, de esta manera, la clara diferencia que existe entre desmarque y distracción. Desmarque es escapar de la marca de un rival para recibir la pelota, y distracción, en cambio, es tratar de que lo persigan a un jugador, para permitir que lo haga libre un compañero. Los jugadores que por sus características se manejan bien en la zona de definición deben producir siempre o casi

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siempre, su participación en la jugada de afuera hacia adentro. Este tiene que ser el sentido del desmarque. Para recibir donde actúa con mayor eficacia.

El amagueEl amague o engaño es un concepto básico en el fútbol. Puede resumirse en una frase:

“Cuando voy, vengo y cuando vengo es que voy”. Es una manera de ganar los dos metros necesarios para dominar, tocar y seguir con el funcionamiento que debe tener un equipo. Es una de las formas más concretas de eludir las marcas personales. A Johan Cruyff se lo consideraba un maestro del amague, cuando caminaba era porque iba a picar de repente y, cuando picaba, se frenaba bruscamente. Ganaba espacio con una facilidad asombrosa. Ese concepto es fundamental. Hay algunos jugadores que creen que desmarcarse es moverse y empiezan a moverse a un mismo ritmo. Se mueven durante los noventa minutos sin poder sacarse de encima a un marcador. Lo que hacen, de ese modo, es facilitar el trabajo del marcador. Tienen que hacer justamente todo lo contrario: cuanto más pegajosa es la marca, más quietos tienen que quedarse y romper con sorpresa el ritmo. Lo manejaba Cruyff a la perfección. Venía flojo, caminando, como ausente y, de pronto, rompía ritmo, ganaba los metros necesarios, recibía y dominaba.

Amagar es un argumento muy poco utilizado y debería ser uno de los conceptos fundamentales para el desequilibrio. Es que para el jugador le resulta difícil, pero mucho más lo es trabajar para la distracción de otro compañero, sobre todo con los jugadores sudamericanos, que van siempre a pedir la pelota porque tienen demasiado cariño por el balón. A los argentinos, los brasileños y los uruguayos les cuesta mucho entender la importancia de jugar sin la pelota.

Cómo se juega sin la pelotaObviamente, juegan sin la pelota todos aquellos jugadores que no están en posesión de ella.

Defendiendo o atacando, el concepto no varía. Esto desde el punto de vista ideal. Juega sin la pelota, y bien, aquel que se desplaza y arrastra una marca (concepto del desmarque en el punto anterior) para dejarle el camino libre a un compañero, o el defensor que se prepara para anticiparse a un posible pase destinado a un delantero a su cuidado. No juega sin pelota aquel jugador que permanece estático siempre (no el concepto de quedarse parado para cambiar violentamente de ritmo que vimos en Cruyff), que no se mueve para crear zonas de recepción o para tapar un acuerdo a las circunstancias y exigencias de su puesto.

La subida de los defensores es una clara jugada sin pelota. Por supuesto que debe responder a un ordenamiento estratégico y que debe tener sorpresa. Por lo general se lo utiliza con la proyección de los laterales y deben ser los delanteros que ocupan ese sector los que fabriquen la distracción. Veamos en profundidad.

Subida de los defensoresLo que hay que tener claro es cuándo deben subir los defensores, para qué deben subir y por

dónde. Esta maniobra tiene dos interpretaciones: para algunos técnicos sirve en la medida que provoque sorpresa y que el definidor no sea el defensor que escala. Este concepto es el que sostienen los defensores del fútbol de especialistas. El otro es el que defiende a los poli funcionales.

Estos últimos sostienen -partiendo de la idea del fútbol total- que todos los jugadores pueden jugar en cualquier posición y defender o definir. Lo que hay que clarificar es para qué suben. Una cosa es si lo hacen para distraer y otra, muy distinta, si lo hacen para definir. Hay muchos defensores, principalmente en el fútbol argentino, que nunca estuvieron frente a frente con un arquero. Seguramente cuando lo hagan no tendrán la habitualidad de los delanteros y lo más seguro es que fallen en la definición. Este ejemplo puede verse cualquier fin de semana en cualquier cancha argentina. El tema es hasta psicológico: para un arquero no es lo mismo enfrentar en el mano a mano a Maradona que a un defensor que en diez años en primera división marcó cinco goles y éstos son los que abundan en el fútbol. Los defensores con poder ofensivo, capaces de ser importantes en la zona de definición son las excepciones. Además, para que un lateral vaya al ataque tiene que hacerlo sincronizadamente y con un acertado criterio en los relevos. No pueden subir juntos los laterales y los centrales porque es la mejor manera que puede tener el rival para responder con un contraataque veloz.

Otra de las formas de jugar sin pelota son las jugadas preparadas, sobre todo aquellas que se intentan con pelota detenida. Analicémoslas.

Las jugadas preparadas Son un aditamento; no pueden convertirse en el único argumento para llegar al gol, como

ocurrió con determinados equipos. Muchos creen que es obra de entrenadores “modernos” que comenzaron a aplicarla en la segunda mitad de este siglo. Sin embargo, su nacimiento se pierde en la noche de la historia táctica del fútbol. A partir de la creación del área grande (en los comienzos del fútbol no existía y se ideó para defender al fútbol de la violencia), fueron varios los directores técnicos, especialmente europeos, más concretamente ingleses, los que trataron de aprovechar las situaciones en los tiros de esquina, en los tiros libres fuera y dentro del área y hasta en los saques de banda. Hubo también quienes trataron de capitalizar provecho con una jugada en la salida al comienzo del partido o del segundo tiempo. En este último caso no hay demasiados antecedentes de que haya prosperado y hasta resulta ridículo que un entrenador pierda tiempo en un entrenamiento practicando una jugada que difícilmente logre beneficios.

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Son infinitas las posibilidades de maniobras con pelota detenida, pero siempre van a depender de la sensibilidad de pegada del ejecutante y de la capacidad de definición en la búsqueda de los receptores. En estas jugadas es donde puede utilizarse con criterio la subida de los defensores, de manera particular aquellos que son buenos cabeceadores.

Una de las fórmulas más eficaces que tuvo (y todavía tiene) el tiro libre directo desde afuera del área fue la famosa “folha seca” (la pelota caía lentamente detrás de la barrera como una “hoja seca en el otoño”), cuyo ejecutante más eximio fue Waldir Pereira, Didí, uno de los jugadores más talentosos que dio el fútbol mundial y reconocido posteriormente como técnico de primer nivel por sus convicciones. La fórmula para contrarrestarla fue muy simple: el arquero, que antes cubría nada más que la mitad del arco y el resto era destinado a la barrera, se corrió más al medio para tratar de llegar al remate que superaba a los compañeros dispuestos frente al ejecutante. Pero también fueron los brasileños los que encontraron una nueva fórmula cuando Roberto Rivelinho utilizó el “fuerte y al palo del arquero”, todo lo contrario al concepto anterior y que le dio muy buenos resultados en el Corinthians, su equipo en San Pablo, y en la selección brasileña que ganó el Mundial de 1970.

En estos casos, las jugadas preparadas son simples y dependen exclusivamente de la fenomenal capacidad de pegada de dos grandes jugadores: Didí y Rivelinho. En otros, se recurre a sofisticados movimientos, que en muchos casos no cumplen con la misión de distraer para provocar sorpresa. Esto no significa, de ninguna manera, que no deben practicarse en los entrenamientos, pero lo que tal vez habría que revisar es la utilidad práctica de esas jugadas. Para ello sería interesante recurrir a las estadísticas. Desde el Mundial de México, de 1986, todos los saques laterales próximos a la línea final se hacen al área dividiendo la pelota, como si fuera un centro. Si normalmente se cuestiona a los equipos que utilizan la vía de los pelotazos para llegar ¿qué sentido tiene, entonces, hacerlo con las manos, cuando se puede asegurar el pase a un compañero y al pie?

El cuestionamiento a esa jugada admite también una pregunta clave: ¿cuántos goles se convirtieron como consecuencia de un saque de banda que llega al área? Ninguno de nosotros podrá recordar más de dos o tres en una jugada que se repite cientos de veces en miles de partidos.

El pressingA partir del Ajax de Amsterdam y la selección holandesa, que presionaban a los rivales para

quitarles espacios y tiempo para pensar, se incorporó la moda del pressing y todos los equipos del mundo, en mayor o menor medida lo adoptaron y no a todos les dio el mismo resultado. El pressing no puede aplicarse como norma: debe ser una respuesta más para aplicar de acuerdo con el adversario y las características de determinados partidos. No se puede decir concretamente: este equipo presiona siempre porque los propios holandeses en su época de esplendor tuvieron serias dificultades para ponerlo en práctica. El propio Rinus Michels, considerado uno de los padres del sistema de presionar, reconoció que para hacerlo hay que tener los jugadores apropiados. Explica en su libro FÚTBOL EUROPEO que fue muy difícil poder aplicarlo con otros equipos porque le faltaban aquellos jugadores que en los distintos lugares de la cancha supieran manejar el concepto.

Hay que insistir en el tema que debe hacerse con determinados equipos. Es suicida, por ejemplo, hacerlo contra una línea de fondo que se caracterizara por la precisión en la pegada y el manejo, como solían ser los equipos brasileños de hace unos años. Con un notable manejo técnico se puede salir de esa situación y complicar seriamente al equipo que presiona porque lo tomaría a contra pierna.

Todo el mundo marca, todo el mundo presiona, pero no siempre bien. Para presionar hay que saber utilizar el fuera de juego, como lo hace a la perfección el Milán de Arrigo Sacchi. A equipos que juegan con líbero y stopper se le hace muy difícil presionar si no manejan el fuera de juego. Porque presionar significa reducir espacios en toda la cancha y si el rival utiliza un delantero de punta el stopper debe seguirlo y entre ese defensor y el resto del equipo hay un espacio que es fácilmente utilizable para meter pelotazos. Por eso, cuando el Milán presiona, Franco Baresi llega hasta casi la mitad de la cancha para agrandar el espacio del fuera de juego y reducir el de los contrarios en el contraataque.

El pressing, entonces, está dado en la precisión individual del equipo. En la visión de los hombres que rápidamente adivinan la jugada, intuyen como va a jugar la pelota el rival (de primera o intentar dominarla) para estar arriba en ese momento. Hay que obligar al adversario a acelerar la acción porque, cuanto más acelere, más impreciso será y más posibilidades de recuperación tendrá el equipo que presiona, que es, en definitiva, lo que se busca con el pressing.

Lo que muy pocos equipos saben es qué hacer cuando se recupera la pelota. Lo ideal sería manejar la mayor cantidad de variantes en el contraataque, pero cuando no se puede lo indicado es agrandar la cancha y asegurar la pelota.

ContraataqueEl contraataque no es -como algunos suponen- recuperar la pelota y salir corriendo para

adelante. Tampoco es una táctica porque nadie, absolutamente nadie, puede decir que lo va a utilizar como argumento. Hay que pensar qué pasaría si los dos técnicos de los equipos que se enfrentan disponen el contraataque como base de su juego. Se llegaría al absurdo de que la pelota quedaría en el medio esperando que alguna se decida a pasar la mitad de la cancha para que el otro se decidiera a atacar. Por supuesto que el contraataque es un arma fundamental, sobre todo cuando se lo hace preparando la salida masiva y buscando la superioridad numérica. Sin superioridad numérica no existe el contraataque.

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Lo que hay que pensar es cuál es la formula para oponer al contraataque estando en inferioridad numérica. La más lógica es el fuera de juego.

¿Cómo se contrarresta el fuera de juego? Ya lo vimos: pasando por detrás del que lleva la pelota. Uno de los errores más frecuentes del jugador es pasar al compañero que lleva la pelota porque si les pasa la pelota están fuera de juego.

Como la mayoría de las jugadas en el fútbol, lo que debe privar en el contraataque es el engaño: empezar por un sector para terminar por el otro. Hay que advertir que uno de los jugadores va a ser el receptor y los otros están para distraer.

El cabezazoEl ideal del fútbol sería jugar la pelota con los pies y al ras del piso, pero no siempre se

puede concretar por la oposición del rival. Se hace necesario, entonces, utilizar el juego aéreo. El recurso más efectivo es cabecear, que, con algunas limitaciones, permite los mismos toques que se realizan con los pies.

Se sabe que no todos los jugadores tienen un dominio acabado de la técnica del cabezazo, pero para algunas funciones se hace imprescindible conocer los fundamentos básicos de manera especial en los marcadores centrales. Son dos las partes de la cabeza con las que se puede pegar a la pelota: la frente y los parietales. La zona frontal pareciera la más efectiva por ser la más dura, la más ancha y, además, permite seguir con la mirada la trayectoria de la pelota y elegir el destino del cabezazo.

Se puede cabecear con el jugador detenido o en carrera, saltando o con los pies apoyados. Las técnicas están claramente supeditadas a la predisposición natural del jugador para resolver con ese tipo de jugada y muy poco tiene que ver con la estatura. Hubo casos de excelentes jugadores en el fútbol nacional e internacional que no superaron la talla media. Tal vez el mejor ejemplo sea el primer gol de Brasil a Italia en el Mundial de 1970. Pelé, quien tenía una estatura normal, superó en el salto a Fachetti, diez centímetros más alto que él, por casi medio metro, y los dos fueron a buscar el envío aéreo desde casi la misma posición. Se trató de un hecho de coordinación, de tiempo y distancia del fenomenal futbolista brasileño.

Los ejemplos a nivel nacional pueden ser Norberto Raffo, delantero de Banfield y de Racing en el equipo de José, ganador de la Copa Intercontinental y Osvaldo Potente, brillante delantero en la década del `70 y ex ayudante de campo del técnico uruguayo Oscar Washington Tabarez. Los dos eran de baja estatura y fueron excelentes cabeceadores.

Cabecear con los parietales es un problema porque solo puede dominarse el golpe de uno solo de los costados generalmente el futbolista diestro muestra mayor habilidad con el parietal izquierdo. Si el centro desde la derecha cae en el área, podrá rematar al arco con su perfil más apto. En cambio si el centro sale del sector izquierdo, tendrá más dificultades para hacerlo.

Una de las formas de sorprender con el cabezazo es lo que en la Argentina se llama “peinar la pelota” o “peinada”. Es cuando el jugador, detenido o saltando, desliza o rebota con la frente la pelota hacia atrás inclinando el tronco y la cabeza en la misma dirección. Se puede emplear en jugadas preparadas de corner y tiros libre desde los laterales. Un jugador va a buscar el centro y lo “peina” en dirección a sus compañeros, engañando a los defensores adversarios.

El fuera de juegoEl fuera de juego es utilizado por primera vez en Argentina por Argentino Geronazzo y

Osvaldo Zubeldía. Con esa fórmula, Atlanta fue sorpresa, pero en la actualidad no puede ser táctica. Es un recurso y así hay que entenderlo.

¿Para qué se usa ese recurso? Para achicarles los espacios útiles al adversario, cuando el equipo queda en inferioridad numérica (como ya lo apuntamos) o cuando el equipo va con mucha gente al ataque y pierde la pelota.

¿Cuándo y por qué se tira el fuera de juego? Hay que diferenciar lo que significa jugar al fuera de juego en lanzamientos largos y otra achicar. Se achica para agrandar la zona de impedimento del rival. Es decir: reducir la zona útil. Al reducir la cancha, el rival encuentra menos espacios para jugar. Al jugar al fuera de juego hay que tener en cuenta que todo balón jugado hacia atrás por el rival, debe producirse el achique inmediato de los defensores. ¿Por qué? Porque si el que lo recibe lo juega para adelante, quedarán algunos en fuera de juego, entonces se le reduce, de esa manera, la cancha. Además, como la idea es ahogarlos, se le reduce también el tiempo y se lo obliga al adversario a jugar apresuradamente. Se aumenta también las posibilidades de recuperar la pelota.

Al tirar el fuera de juego, nunca se debe dejar libre al futbolista que lleva la pelota, porque si se hace, le da tiempo a que quien lleva el balón retenga y piense. Al primer toque hacia atrás, hay que realizar el achique inmediato. Pero si este jugador sigue atrasando la pelota no debe achicarse porque se le da el tiempo justo a cualquier jugador que esté detrás de la línea de la pelota, para que pique y aparezca solo.

Lo importante en el achique, entonces, no es provocar el fuera de juego, sino agrandarle la zona inútil al equipo contrario. Reducirle la cancha. Así es mucho más fácil recuperar la pelota y jugarla.

Lo inmediato después de tirar el fuera de juego es agrandar nuevamente el campo. La cancha debe volver a medir 100 por 65.

¿Cómo se contrarresta cuando los rivales juegan el fuera de juego?. El concepto básico es cambiar la orientación de la pelota. Se trata de encontrar espacios que el adversario quiere reducir. Los contrarios vienen a presionar a quien tiene la pelota. ¿Qué hay que hacer? Girar y tocar para

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atrás. Agrandar para atrás el espacio que el adversario reduce para adelante y dar tiempo suficiente para que un compañero, detrás de la línea de la pelota, pique y sorprenda. Los de adelante tienen que desentenderse totalmente de la jugada, hasta que el balón sea lanzado. Entonces, deben acompañar. Hay algunos equipos que cuando rompen el fuera de juego, el lateral llega a la línea de fondo y no encuentra a ningún compañero porque siguen saliendo de la jugada. Una vez que partió la pelota, hay que acompañar al que la lleva. Porque a veces es muy difícil romper el fuera de juego, que suele hacerse por afuera, por los laterales. Se necesitan dos jugadas para llegar al gol: que el que rompe el fuera de juego llegue al fondo y el pase al que acompaña para que defina.

Velocidad y precisión/ Velocidad y fuerzaEn su desarrollo el fútbol es velocidad con precisión. En la preparación de un equipo lo

primero que tiene que hacer un entrenador es lograr precisión para después ir ganando velocidad. Defender la precisión significa resguardar la posesión de la pelota y el control de la situación. El jugador más rápido es el que resuelve antes, no el que corre más ligero. Los equipos más veloces son aquellos que llegan a ponerse en situación de gol atravesando el terreno en el menor tiempo posible.

Los equipos lentos son aquellos, aunque aparezcan como lo contrario, que pasan el terreno acelerando pero llegan en malas condiciones a la zona de definición. Los equipos que creen que son veloces porque meten pelotazos de 40 metros, juegan a la lotería. Es preferible siempre una pelota clara y asegurada hacía atrás que una a dividir hacia delante. Aunque a muchos les parezca lo contrario, es más rápido y se gana tiempo.

Individualmente pasa exactamente lo mismo. Un jugador puede ir muy rápido con la pelota, pero si no la va controlando, lo más probable es que la pierda o que no genere ninguna jugada productiva para el equipo.

En cuanto a la velocidad física-por llamarlo de alguna manera- es una de las variantes que tiene el fútbol y que es posible aprovechar. Pero siempre y cuando no lo haga perder precisión. Veremos que en este concepto se insiste porque es una de las causas principales por las que el fútbol ha perdido su sentido estético. Cuando se quiere habilitar a un compañero veloz que busca a destiempo una pelota en profundidad, generalmente se cae en los pelotazos divididos.

La velocidad está dada también en los cambios de ritmo porque interviene la sorpresa que “frena” al adversario. Hay muchos jugadores que no parecen rápidos, pero tienen un cambio de ritmo que deja parados a los adversarios. Lo que se busca es desequilibrar al adversario y ese cambio de ritmo es un medio más. Hay jugadores, entonces, que sin ser velocistas, dominan ese cambio de ritmo, utilizan la inteligencia y el engaño. Cuando dan la impresión de frenarse, aceleran y sacan una gran ventaja sobre los rivales sin ser demasiados rápidos. Lo hacen varias veces en la carrera y cuando parecen que están al máximo, les queda un poco más de aceleración. Y al revés, cuando aparentan acelerar con un cambio de paso, frenan y sorprenden. Sorprenden siempre y ganan: de eso se trata y no de correr más rápido.

Este cambio de ritmo se puede hacer también de manera colectiva. Un equipo que distraiga con tres o cuatro toques consecutivos y, de pronto, pone una pelota larga. Este cambio de ritmo es velocidad y fue muy bien manejado por equipos que -también- en apariencia eran lentos, como el Peñarol de los años sesenta.

La otra coordenada que se menciona como importante en el fútbol es la fuerza. Hay mucha gente que supone que a través de la fuerza se logran resultados. Cuando se habla de fuerza en fútbol, ocurre lo mismo que con la velocidad: no siempre es bien entendida. La fuerza es la capacidad física para poder estar los 90 minutos en plenitud y desarrollar la técnica y utilizar la inteligencia con la misma intensidad. Este es concepto fundamental en el fútbol. Muchos lo confunden con chocar, pelear, golpear.

En todo caso, cuando hay que ir a pelear una pelota dividida es más importante la astucia. De otra manera no se justificaría que en muchas pelotas divididas ganen jugadores menos corpulentos que otros. El ejemplo puede ser Osvaldo Ardiles, que se consagró como uno de los mejores recuperadores de pelota en un fútbol como el inglés, en el que aparentemente predomina la potencia física.

Hombre o zonaUna de las mayores polémicas instaladas en el fútbol actual está referida a la efectividad de

la marca zonal o la de hombre a hombre con líbero y stopper. Si se simplifica la cosa y se trata de medir por los resultados no se llegaría a ninguna conclusión determinante, porque la selección Argentina ganó dos campeonatos empleando ambas sistemas (zona en 1978 y hombre en 1986). Si se mide por las actuaciones de los mejores equipos mundiales, el Milán ganó la mayoría de los torneos internacionales que disputó actuando en zona y achicando, pero otros equipos, como el Inter de Milán logró muchos lauros con “el catenaccio” que instrumenta el técnico Trappatoni.

Con lo que seguramente no surgirán dudas en si se intenta buscar las diferencias entre un sistema y otro en lo estético. Mirar un partido en el que juegan dos equipos que hacen hombre a hombre es, sin ninguna duda, menos atractivo que otro en el que por lo menos uno de los rivales juega en zona.

Hay quienes dicen que la marca personal es más complicada en su estructuración, pero todo es en apariencia. Este sistema le quita belleza al fútbol. Generalmente se dice que “las marcas le restaron belleza al partido” y es así.

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Tal vez lo más importante de las marcas en zona es que los jugadores toman conciencia de que juegan contra un equipo y no contra un solo jugador, individualmente, como ocurre en las marcas personales.

Los secretos del arco Ese jugador tan peculiar del fútbol que es el arquero tiene ciertas franquicias en su zona de

influencia más directa. El reglamento de juego lo autoriza a usar las manos dentro del penal y le reconoce algunos privilegios en el área chica.

El arquero es, por lo general, el último escollo que presenta un equipo para evitar el gol del adversario. Su función tiene, por consiguiente, gran importancia. Con las particularísimas prerrogativas y limitaciones propias del juego su tarea contiene, además, elementos que lo ligan a al generación de ofensiva de su equipo, a través de las entregas; debe convertirse también en un orientador, por la privilegiada posición de ver todo desde atrás.

Los penalesLos arqueros comenzaron a tener mayor difusión que la que habían tenido hasta entonces

como consecuencia de la definición de los torneos mundiales por la vía de los remates desde el punto del penal, cuando los encuentros terminaban empatados. En la Argentina el hecho de que la selección dirigida por Carlos Salvador Bilardo haya llegado a la instancia final en Italia por esa definición, se sobredimensionó el hecho y se dijo que las detenciones de Sergio Goycochea eran consecuencia del trabajo, algo que no resiste ningún análisis serio. Los penales dependen pura y exclusivamente del azar.

Si bien es cierto que puede atribuírsele a la difusión de la televisión que algunos arqueros “descubren” los secretos de determinado jugador en la ejecución de un tiro penal, no significa que ello haya disminuido la eficacia: el promedio en el mundo entero sigue manteniéndose en 68 por ciento los penales se convierten, y el 32 por ciento, no; de los cuales el 17 por ciento es detenido por los arqueros y el 15 por ciento restante es desviado por los ejecutantes.

No hay misterios en la ejecución de un penal. El remante puede ir a la izquierda, a la derecha o al medio del arco. Esto parece una obviedad, pero no lo es. Y el arquero debe elegir una de las tres alternativas. Si acierta, puede detenerlo, de lo contrario será gol.

Conclusión finalHemos analizado, a grandes rasgos, las jugadas y algunos planteamientos tácticos y

estratégicos que se desarrollan en un campo de juego con el criterio de sacar el mayor número de conclusiones de un partido y poder reflejarlo en una crónica. Todos estos elementos-debidamente ampliados y debatidos- servirán para tener una mayor información. De todas maneras, para los periodistas deportivos es valioso todo el material previo que se pueda obtener (la visita semanal a los entrenamientos, por ejemplo, y también las estadísticas u otros datos), para enriquecer la gama de conocimientos.

Un ejercicio al que recurriremos es algo que parece muy simple, como contar un gol. Muchas veces leemos o escuchamos: “Fue un verdadero golazo”. Con eso no basta. Es necesario contarlo. Decir cómo fue. Trataremos de analizar como debe narrarse de acuerdo a los tres lenguajes: el de los medios gráficos, el radial y el televisivo.

También vamos a utilizar el video para analizar tácticamente un partido o, en algunos casos, las actuaciones individuales. Ese será un trabajo práctico que intentaremos hacer explicado por algún

jugador o director técnico de primera división.

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Evolución de la táctica

El maestro de periodistas que fue Pedro Uzquiza, explicó a través de tres notas publicadas en Clarín en 2001, la evolución de las tácticas. Aquí un resumen de las mismas.

No hay táctica sin jugadores que puedan interpretarla. Esta es una de las escasas verdades absolutas que rigen el fútbol. Desde sus inicios, en 1846, hace más de un siglo y medio, cuando se elaboró el primer código del fútbol, en el Trinity College, cercano a la Universidad de Cambridge, Inglaterra, fueron muchas las modificaciones reglamentarias, pero muy pocas las variables tácticas, aunque hay que aceptar que algunas fueron fundamentales como El Método, la WM, la marca individual y el cerrojo suizo. Posteriormente, a mediados del Siglo XX, llegó el ordenamiento numérico, que comenzó con el llamado 4-2-4 y que se viene sucediendo hasta nuestros días, aunque son variaciones sobre el mismo tema. Una frase del recordado y siempre vigente periodista Dante Panzeri resume el fútbol en todo su significado en el título de uno de sus libros: “Fútbol, dinámica de lo impensado”. Siguiendo ese lineamiento, más vigente que nunca, es imposible hablar de posiciones fijas. Bolton Wanderers, ganador de la primera Copa Inglesa, provocó también la primera innovación en 1881. Hasta ese momento se jugaba con un arquero y diez jugadores de campo que corrían detrás de la pelota para tratar de meterla en el arco contrario. El Bolton retrasó dos jugadores; un back y un half y dejó a los ocho restantes como forwards. Tres años después, en 1884, Aston Villa, el histórico club de Birmingham, comenzó a darle mayor importancia al mediocampo y agregó un nuevo half. Los delanteros quedaron reducidos a siete. Ese mismo año, otro equipo inglés, Blackburn Rovers, comenzó a desarrollar su juego con un arquero, dos zagueros, tres medios y cinco delanteros. Nació el Sistema Clásico o El Método, que logró el equilibrio numérico de cinco defensores y cinco atacantes. Y que largamente perduró por más de medio siglo. ¿Cómo se desplegaban en el campo los equipos? De los dos backs (zagueros), uno jugaba un poco más retrasado (lo llamaban patrón del área): el otro, un poco más adelantado, colaboraba con los halfs (medios) y se decía que “salía a romper el juego”. El centrehalf era la llave del equipo. Por él pasaba todo el juego. Los halves marcaban al ala contraria (wing e insider). Los delanteros se movían en línea o en V, con los dos insiders o entrealas retrasados. Generalmente, el derecho era el que aportaba mayor movilidad y el izquierdo, el talento. Además de la novedad que significó el fútbol piramidal que impuso Blackburn (si se observa la infografía se advierte que la distribución en el campo conforma una pirámide invertida), se incorporó en ese tiempo una marca registrada por los escoceses: el pase. Aunque parezca increíble los ingleses avanzaban en el campo con un estilo primitivo basado en la gambeta (vale recordar que antes corrían todos detrás del balón sin posiciones fijas), siempre para adelante y casi ninguna posibilidad de entregársela a un compañero. Cuando los escoceses comenzaron a pasarse la pelota, nació el fútbol colectivo, solidario, asociado. En 1886 se creó la International Board, a instancias de las cuatro federaciones de Gran Bretaña (Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda) para unificar las reglas de juego. Hasta entonces, la cancha contaba con un área de gol en medio de dos semicírculos que se encontraban en el centro del arco. Los dos postes del arco, inicialmente unidos por un hilo, pasaron a tener travesaño. En la final de la Copa Inglesa de 1892, entre Aston Villa y Blackburn Rovers se utilizaron por primera vez las redes. Todas las infracciones eran penadas en el lugar en que se cometían y los rivales podían formar barrera. En 1891 se produjo un hecho que cambió la historia. Jugaban un partido de Copa y Notts County ganaba 1-0 frente a Stoke City, que dominaba en busca de la igualdad. Un remate de un jugador del conjunto perdedor iba irremediablemente al gol cuando faltaban apenas dos minutos. Pero un defensor del Notts County la atajó como si fuera un arquero. El árbitro cobró tiro libre y los once jugadores del equipo castigado formaron una barrera impenetrable. Esa injusticia logró compensarse al incluir en las reglas el tiro libre sin barrera. Se agregó al campo una línea de banda a banda ubicada fuera del área de los dos semicírculos para ejecutar los penales. Recién en 1902 se instituyeron las dos áreas: la grande, a 16,50 metros de la línea de gol, y la chica, a 5,50 de la misma referencia. Recién en 1936 se incorporaron las dos medias lunas, cuya finalidad es que los jugadores de los dos equipos se ubiquen a igual distancia del ejecutor de la pena. La International Board siguió introduciendo modificaciones a las reglas.

La más importante y la que dio origen a otros sistemas fue la de la ley del offside, en 1925. Herbert Chapman, entrenador del Arsenal de Londres, es uno de los pocos revolucionarios en materia de táctica en el fútbol. Fue el creador de la WM o el Cuadrado Mágico. Se valió de una modificación clave a la regla del offside, implementada por la International Board, a solicitud de Escocia, en 1925. La posición adelantada fue siempre una preocupación de los jugadores, los dirigentes y el público para tratar de embellecer el juego. Una de las primeras reglas que implantaron fue precisamente esa para impedir que el juego se limitara a tirar pelotazos para delanteros que se situaban cerca del arco. En primer término se decretó que estaba en offside el jugador que se encontraba delante de la pelota cuando era jugada por un compañero, cualquiera fuere la posición de los rivales. En 1866 se resolvió que el atacante estaba habilitado si tenía tres adversarios entre su posición y el arco en el momento en que se ejecutaba el pase. En 1907 se dispuso que un jugador no se hallaba adelantado en su propio terreno, y en 1913 la regla tuvo otro cambio: de saque lateral no había offside, La regla más audaz y revolucionaria llegó en 1925. La International Board decidió bajar de tres a dos los rivales necesarios para que un futbolista no estuviera fuera de juego. Los centrodelanteros se adelantaron en el campo y pasaron a jugar metidos entre los dos zagueros rivales. Aumentaron los goles y Chapman creó el back central, que el propio entrenador denominó “centre half policía”, porque era el encargado de perseguir al delantero centro rival. Al bajar a uno de los

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medios, el imaginario dibujo quedó conformado con tres zagueros (hace 70 años se marcaba con tres en el fondo, algo que algunos teóricos consideran hoy una novedad), que era la W; dos volantes, dos entrealas y tres delanteros. Los tres defensores hacían hombre a hombre en zona, los cuatro volantes formaban el cuadrado mágico y la M la armaban los tres delanteros. Chapman ganó con ese sistema cinco títulos de Liga y dos Copas Inglesas entre 1930 y 1938. En la Argentina el uso de tres zagueros demoró años. El primer intento lo impuso Oscar Tarrío, en San Lorenzo. Luego, por inspiración de Carlos Peucelle, La Máquina de River jugó y brilló con ese esquema hasta 1946, con Yácono, Vaghi y Ferreira en la defensa; Rodolfi, Ramos, José Manuel Moreno y Adolfo Pedernera en el cuadrado mágico; y Juan Carlos Muñoz, Angel Labruna y Félix Loustau, los tres de punta. Otra innovación se produjo en el fútbol a partir de la creación de un sistema ultradefensivo ideado para contrarrestar a la WM. Se lo llamó Cerrojo Suizo, aunque el ideólogo fue el austríaco Karl Rappan, entrenador del equipo nacional helvético desde 1938. Pero la paternidad de ese sistema también es adjudicada a dos argentinos: Alejandro Scopelli y Helenio Herrera. El Cerrojo Suizo consiste en colocar un defensor libre detrás de la línea de zagueros. Ese futbolista recibe también el nombre de “escoba” porque barre toda la zona defensiva en auxilio de sus compañeros. En Italia, el sistema se consolidó con el nombre de Catenaccio y con la figura del “battidore líbero”. Herrera aplicó ese esquema en el Inter campeón europeo y popularizó al líbero Pichi como un jugador de mayor importancia de la que tenía. Las estrellas desequilibrantes eran Luis Suárez, Mazzola, Jair y Corso. Cuando Adolfo Pedernera fue transferido a Atlanta a principios de 1947, lo reemplazó un juvenil: Alfredo Di Stéfano. El ingreso de “La Saeta”, como lo bautizó la gente por su velocidad, provocó un cambio total en la estructura de River. Labruna y Di Stéfano jugaron como doble punta, con Moreno como lanzador. El equipo quedó conformado con cuatro delanteros, uno de los primeros antecedentes del fútbol mundial. En 1951, Banfield lo utilizó durante casi todo el torneo que lo consagró en el primer puesto junto a Racing, con una línea de cuatro conformada por Caparelli, Ferreti, Mouriño (quien se tiró atrás para actuar como cuevero o cuarto zaguero) y Bagnatto. Fue otro hecho inédito generado en el fútbol argentino y que luego tuvo trascendencia mundial. En el Mundial de 1954, en Suiza, apareció el fabuloso equipo húngaro, comandado por Puskas y Kocsis, con un esquema de cuatro defensores, dos volantes y cuatro delanteros. No fue campeón, pero tuvo el reconocimiento unánime. Cuatro años después, Brasil utilizó el mismo dispositivo con jugadores mágicos como Didí, Garrincha, Zito, Vavá, Zagalo, Djalma Santos, Nilton Santos y un chiquilín de 17 años llamado Pelé. Al 4-2-4 le hicieron bien tantos genios juntos.

El Mundial 62 mostró a Brasil con Zagalo retrasado. El mismo seleccionado dio a luz el mejor equipo de la historia en el 70, con cinco “10” adelante. La Holanda de Cruyff fue el último equipo innovador. El auge del esquema de cuatro defensores, dos volantes y cuatro delanteros (4-2-4), que le dio tanto éxito a Brasil en 1958, en Suecia, duró muy poco. La mayoría de los técnicos vio que el medio quedaba desprotegido. Surgió el tercer volante, un extremo para darle más aire a los mediocampistas. Esa fue la razón por la que se lo llamó “ventilador”.Así nació el llamado 4-3-3, que tuvo a Jorge Mario Zagalo casi como un símbolo de ese nueva esquema. Zagalo se replegó en ese equipo, colaborando con Didí y Zito. En el Mundial de 1962 en Chile fue fundamental porque, lesionado Pelé, Garrincha asumió el papel de conductor sobre la raya derecha, desbordando y provocando las llegadas de Vavá y Amarildo, que brilló y se consagró como reemplazante de Pelé, mientras que el mediocampo lograba equilibrio. Siempre las características de los jugadores y sus condiciones técnicas fueron determinantes para implementar un esquema. Zagalo era hábil jugando por la raya, pero también muy veloz para tomar posiciones defensivas cuando el equipo perdía la pelota. Por esa razón, se lo eligió como tercer volante. Cuatro años después, Inglaterra utilizó un esquema que en su momento fue novedoso: cuatro en el fondo, un líbero delante de esa la línea defensiva, con tres volantes y solo dos puntas. Si se lo valora numéricamente, 4-1-3-2-. Sir Alf Ramsay, el histórico manager de las selecciones inglesas, explicó que llegó a usar ese planteo por necesidad. “En Inglaterra no se usaba el líbero. Sus jugadores no se adaptaban. Tampoco teníamos un wing que pudiera desequilibrar. Ninguno, ni por derecha ni por izquierda. Entonces, opté por la línea de cuatro zonal y lo ubiqué a Nobby Stiles (el chiquito de los lentes de contacto, tan recordado por los hinchas de Estudiantes en las finales contra el Manchester) para que barriera delante de los defensores, con Bobby Charlton como estratega y solamente dos puntas”. El ejemplo más valedero de que la aplicación de la táctica responde a la capacidad individual de los jugadores fue Brasil 1970. En ese momento había 6 jugadores de un nivel excepcional que en sus clubes actuaban en el mismo puesto: eran los números 10 y los estrategas. Mario Zagalo, el técnico, junto a cinco: Jairzinho, Gerson, Tostao, Pelé y Rivelino y dejó como reserva a Paulo César. El resultado se tradujo en un –sino el mejor– gran equipo del Siglo XX. Fue tricampeón mundial y goleó en la final al amarretismo italiano. Rinus Michel y Stefan Kovacs fueron innovadores en el fútbol holandés de finales de década del 60 y principios del 70. En el Ajax y en la selección de Holanda lograron darle forma al denominado “fútbol total”. Se basaba en jugadores en constante movimiento, con cambios de funciones y de posiciones en el campo. Para concretarlo tuvieron a un jugador de toda la cancha (a la manera de Alfredo Di Stéfano en los cincuenta): Johan Cruyff. Además de contar con futbolistas de excepcional nivel que rodeaban a Cruyff (Krol, Hann, Neeskens, Rensenbrink y Van Hanegem, un zurdo con enorme talento y elegancia) lo destacado era la dinámica de conjunto, un despliegue espectacular y algunas premisas fundamentales para lograr un juego de gran poder ofensivo. En primer lugar, la presión sobre el jugador rival que tenía el balón en su poder (los holandeses fueron considerados los reyes del pressing, un recurso que siguen utilizando, aunque no todos los equipos son capaces de sostenerlo durante mucho tiempo). La otra, la salida rápida en contraataque con dos jugadores sobre los laterales abriendo la cancha. Y por último, la llegada

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masiva para poner 5 ó 6 jugadores en ofensiva. Así, Holanda no fue campeón mundial, pero dejó su juego como un sello a través del tiempo. Desde aquella renovación que significó conceptualmente “La Naranja Mecánica”, hasta la fecha, no hubo demasiadas variantes. Alemania jugó en el Mundial de 1982, en España, con un líbero y dos stoppers; cinco volantes y dos delanteros, un esquema que aplicó Argentina cuatro años después en México. La polémica sigue siendo la cuestión numérica, cuando, en realidad, el problema es de actitud y de aptitud. Un equipo puede poner tres o cuatro defensores, cinco volantes de contención y uno solo creativo -o ninguno- ubicar uno, dos o tres delanteros, pero estará siempre supeditado al rendimiento colectivo y, particularmente, a la capacidad individual de los ejecutantes. Una de las pocas verdades absolutas que existen en el fútbol es que no hay táctica sin los jugadores capaces de interpretarlas.

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Capítulo 3: Desarrollo del fútbol argentino (páginas 19 a 34)Las diferentes asociaciones (cuadro sinóptico)

HECHO LOS NOMBRES DE LAS ASOCIACIONES OFICIALESLIGAS PARALELAS

(NO OFICIALES)       The Association Argentine Football League (1891)    (Su presidente fue F. Wooley)    La AFA no la reconoce como predecesora    The Argentine Association Football League (1893)    (Fundada el 21 de febrero por Alejandro Watson Hutton)         Argentine Football Association (febrero de 1903)    (cambió el nombre pero es continuadora)       

Primera escisión Asociación Argentina de Football (febrero de 1912)

Federación Argentina de Football (14-6-

1912)

  (Estaban River, Racing y Quilmes)

(Estaban Indepediente y Estudiantes LP)

  En 1913 se suma Boca       Unificación Asociación Argentina de Football (23-12-194)    El torneod e 1915 juegan juntos Boca, River, Independiente    San Lorenzo y Racing            

Segunda escisión Asociación Argentina de Football (1919)

Asociación Amateurs de Football 22-12-

1919)

  (Quedan Racing, River, San Lorenzo e Independiente)

(Están Boca, Huracán y

Estudiantes)     

UnificaciónAsociación Amateurs Argentina de Football (Noviembre de 1926)  

  En el torneo de 1927 participan 34 equipos  

Tercera escisiónAsociación de Football Amateurs y Profesionales (junio de 1931)

Liga Argentina de Football (18-5-1931)

  Mantiene el reconocimiento de FIFA.

Profesional, sin reconocimiento de

FIFA

   Participan 18

equipos     Unificación Asociación del Football Argentino (1934)    La fusión se lleva a cabo el 3 de noviembre de 1934.    En 1946 se castellaniza y toma su actual nombre:    Asociación del Fútbol Argentino (AFA).  

Alumni

Nunca fue un club. Sólo un equipo de fútbol. Luego de ganar el campeonato de 1900, sus integrantes, ex alumnos de la English High School, tomaron el nombre con que inscribirían su gloriosa historia: ALUMNI. Además de Alejandro Watson Hutton, los otros pilares del grupo fueron los esposos Diego Brown y Elisa Gibson: siete de sus catorce hijos formaron en el equipo, Jorge Brown, el hermano mayor, fue su capitán y el jugador más destacado, verdadero símbolo de los futbolistas de aquella época. Alumni ocupó los primeros planos de la década del `10. Pero supremacía del equipo no se agotó en esa trayectoria. Inspirado en el principio del juego limpio, fue un autentico modelo de ética deportiva. Y pasaría a la posteridad como una “escuela de campeones”. Nuestro fútbol naciente ya iba conformando su identidad. Y recibió de visita a varios equipos ingleses de primera división. El primero fue Southampton, en 1904. El presidente de la República,

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general Julio Argentino Roca, se contaba entre los ocho mil aficionados que asistieron al triunfo de los ingleses sobre Alumni por 3-0. Luego arribaron más equipos británicos, incluido en combinado de África del Sur, al que Alumni venció por 1-0. Fútbol de ingleses. Fútbol inglés, aunque ya estaba dejando de serlo. En los ámbitos en que la flema y la caballerosidad no servían para la supervivencia de todos los días, el fútbol criollo crecía con un impulso incontenible. Sin el dinero necesario para comprar arcos, las camisetas, ni siquiera la pelota (comenzó a rodar de trapo), los pibes de los barrios se reunían en una vieja estación de trenes, en torno al banco al banco de una plaza, o en las veredas de sus casas para construir un equipo. La incorporación masiva de los criollos y los hijos de inmigrantes en el período finisecular y el gran auge que tuvo el fútbol en los primeros años del siglo XX, tuvieron un aspecto destacado en la integración de los inmigrantes en el medio local. En el libro “FÚTBOL: PASIÓN DE MULTITUDES Y DE ELITES”, de ARIEL SCHER y HECTOR PALOMINO (1988) se resume esa etapa con lucidez: “Después de Alumni, se introdujo en los clubes que nucleaban las familias acaudaladas, como Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires o San Isidro. Pero, finalmente, el fútbol formó parte de un intenso movimiento asociativo que animó a nuestro país a fines del siglo y a principios del actual. Junto con sindicatos, sociedades de ayuda mutua u organizaciones de distintas comunidades de inmigrantes, fueron surgiendo clubes dedicados preponderantemente o exclusivamente al fútbol”.

“Entre los fundadores de los clubes había numerosos inmigrantes o hijos de inmigrantes, sobre todo italianos. Sin embargo, el origen étnico no parece haber sido definitorio, pues en todas las instituciones convivían italianos, gallegos, franceses y criollos. Esa presencia multinacional permitiría esbozar la hipótesis de que el fútbol contribuyó a acelerar la integración de los inmigrantes en el medio local y a superar las diferencias idiomáticas y de costumbres prevalecientes a principio de siglo.”

Racing, sucesor de Alumni

En 1911 la hegemonía de Alumni llegaba a su fin. Habían ganado el campeonato de ese año con muchas dificultades y al término del torneo decidieron disolver el equipo. Representaban un fútbol que comenzaba a vivir su ocaso. El último gesto fue elocuente: distribuyeron los fondos que quedaban entre sociedades de beneficencia.

Aparece Racing, el sucesor. Entre 1913 y 1919 conquista siete campeonatos seguidos, en los que sólo cayó derrotado en cinco partidos. Nace “LA ACADEMIA”. Y con ella un estilo que comienza a definirse. Pasaron a la historia con un conjunto de grandes jugadores: Francisco Olazar, centro medio que buscó perfeccionar su juego hasta el ideal, Alberto Ohaco, a quienes los hinchas de la época consideraban un verdadero artista y junto a él, Caravelli, Marcovechio, Hospital y Perinetti, integraron la primera gran delantera del fútbol nacional.

El final de la década del `10 y la llegada de la década del `20 marcan un hito. Los que más adelante serían los clubes más populares, ganaban su primer campeonato. Boca en 1919, River en 1920. Ambas provenían de la misma barriada, de las mismas casas de madera y chapa, de las mismas riberas del Riachuelo. Unos alentaban a “Mérico” Tesorieri, el arquero leyenda y a Calomino, “Calumín”, inventor de fantasías, entre ellas “la bicicleta”. Los otros a Carlos Isola, un arquero sorprendente, “el hombre de goma”. Nacía la mayor rivalidad futbolística del país.

Los años veinte serían para nuestro fútbol los de su ingreso a la edad adulta. Se apoderó definitivamente del alma popular y lo maravilló con su estilo. El primer triunfo internacional fue el del campeonato sudamericano de 1921, jugado en Buenos Aires. El seleccionado nacional se impuso a Brasil, luego a Paraguay y finalmente a Uruguay, con un gol de Julio Libonatti, el brillante delantero rosarino, quien, además fue el primer futbolista argentino contratado por el fútbol italiano.

Si bien el fútbol el fútbol argentino se hallaba dividido en dos federaciones, los clubes grandes se consolidaban en Asociación Amateur ganaban campeonatos River, Racing, Independiente y San Lorenzo. En la Argentina, Boca y Huracán. Luego de ganar los torneos de 1919, 1920, 1923 y 1924, Boca consolidó su identificación con las capas populares luego de su exitosa gira por Europa. Jugó 19 partidos, ganó 15, empató 1 y perdió solamente 3. A su regreso fue consagrado campeón de honor, en mérito a su formidable campaña europea.

Y siguieron los éxitos internacionales. En 1926 se ganaba otro sudamericano en Buenos Aires y en 1927, con un equipo armado con lo mejor de las asociaciones, ya unificadas, obtiene el primer sudamericano fuera del país. En Lima le convierte 7 goles a Bolivia, 3 a Uruguay y 5 a Perú.

El fútbol argentino cierra la década del `20 logrando el sudamericano del `29 sobre Perú, Uruguay y Paraguay, que obtiene el subcampeonato.

Fútbol nacional

El fútbol nacional comienza, entonces, a tener identidad a partir del acceso de las capas populares, fundamentalmente al disolverse Alumni y al aparecer RACING. En lo institucional, la entidad original (ARGENTINA ASSOCIATION FOOTBALL LEAGUE) se había convertido en la ARGENTINA FOOTBALL ASSOCIATION. Esta sufrió su

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primer cisma de importancia, en 1912, del que surgieron dos entes distintos: la FEDERACIÓN ARGENTINA DE FOOTBALL y la ASOCIACIÓN ARGENTINA DE FOOTBALL. Por primera vez los nombres se castellanizaban. En lo deportivo, aparecen los primeros ídolos nacionales. Francisco Olazar y Natalio Perinetti compiten en popularidad con las figuras del espectáculo y la política argentina. Los dos son de origen humilde y el pueblo los toma como modelos. El extraordinario auge que siguió teniendo el fútbol, principalmente en la década del `20, hace nacer el “amateurismo marrón”. Una huelga precipita la instauración del profesionalismo y nace una conciencia gremial en los jugadores argentinos que les permite, años más tarde, constituir la primera organización sindical del mundo que nuclea a los futbolistas. El modelo fue tomado por todas las entidades de su tipo en casi todo el mundo. Pero aquella primera huelga fue solo el detonante de una situación que se venía planteando desde hacía muchos años y que tenía un profundo contenido social.

Si bien la huelga fue uno de los factores, el conflicto que origen a la práctica profesional del fútbol enfrentaba de hecho a dos ideologías deportivas, sustentadas en actores sociales claramente diferenciados. Quienes propagaban la continuidad del amateurismo defendían una concepción que podría llamarse “aristocratizante”. Para ello, el perfeccionamiento en el deporte debía ser alcanzado sin que mediara ningún “estimulo espurio”. Por supuesto, esta modalidad beneficiaría a quienes podrían disponer libremente de su ocio para la práctica del deporte, o sea individuos ubicados socialmente entre las clases más pudientes. Los defensores del profesionalismo, en cambio, estaban animados por una ideología, si se quiere, más “democratizante”: rentar a los jugadores permite que quienes “deben trabajar para vivir” se dediquen por entero al fútbol, igualando sus posibilidades con quienes disponen de tiempo porque no deben procurarse el sustento. Pero esta segunda concepción abre también la posibilidad de que constituir el fútbol como negocio, es decir una actividad en la que se pueden realizar inversiones y obtener las correspondientes ganancias. En este sentido, democracia y mercadO se combinan como elementos legitimadores del cambio propuesto. La disputa entre estas concepciones tiñe los orígenes del fútbol. Surgido como una actividad recreativa desarrollada por los jóvenes de clase alta en los colegios ingleses y en las universidades, fue derivando poco a poco en práctica frecuente de los sectores populares, quienes fueron los que más insistieron para la implantación del profesionalismo, en razón de las perspectivas de movilidad y ascenso social que les proporcionaba.

Los privilegios

En 1934 se funda la Asociación de Fútbol Argentino y la primera etapa de la entidad es importante porque en ella se sientan las bases para el desarrollo posterior institucional y de la actividad futbolística, dos fenómenos íntimamente ligados. Por un lado se implantaron los mecanismos que privilegian a ciertos clubes en la toma de decisiones dentro de la AFA; desde el comienzo es manifiesta la diferenciación entre clubes grandes y chicos, que se cristaliza en la práctica del voto calificado o proporcional. Esa medida fue calificada en su momento como antipopular, pero al cabo del tiempo hay quienes sostienen que la vuelta a esa práctica puede significar una de las soluciones para los problemas que aquejan al fútbol. En la actualidad, Boca o River, los dos clubes con mayor poder de convocatoria, tienen en el Comité Ejecutivo un voto, lo mismo que Deportivo Español o Racing de Córdoba, cuyas hinchadas son mínimas.

Por el otro lado se verifica un acercamiento cada vez más estrecho entre la AFA y el Estado, hecho que preanuncia la etapa posterior. Y junto con esos aspectos se observa el fruto de su combinación: la construcción de estadios, que aumenta la distancia económica entre las entidades grandes y chicas y compromete la relación de AFA con el Estado, proveedor de fondos y favores.

La década del 30

Como consecuencia de la derrota frente a Uruguay en el PRIMER CAMPEONATO MUNDIAL, disputado en MONTEVIDEO, en 1930, el fútbol argentino sufrió su primera gran sangría, que se prolongaría sin solución de continuidad hasta nuestros días. Los europeos se llevaron a Guillermo Stabile, goleador del Mundial con ocho tantos, Luis Monti, Scopelli, y más tarde a Guaita y Demaría. Sin embargo, el mayor impacto del año 1930 no fue la derrota con los uruguayos en el mundial, sino el golpe que derrocó a Hipólito Irigoyen, el 6 de septiembre, inaugurando una modalidad argentina: la de subvertir al Estado con una asonada militar. Un año después se inició la era profesional en nuestro fútbol. Cada vez concurría más gente a los estadios con tablones de madera. El fervor trascendía los barrios y cobraban el valor de nacionales. Boca y River comenzaban a ganar el afecto de la gente del interior.

Habían dejado de ser vecinos. Instalado en la aristocrática Avenida Alvear, frente al actual edificio del AUTOMÓVIL CLUB ARGENTINO, River perdió el color del suburbio y trató de cambiar su configuración social; Boca, en tanto, exaltaba su barrio y su ancestro genovés.

El primer partido del profesionalismo terminó en una batalla campal. El segundo con la vuelta olímpica de los boquenses en la cancha de su máximo adversario, gusto extra que duplicaba su triunfo.

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No era cuestión de quedarse atrás, y River alborotó el mercado con adquisición cuyo monto fue considerado un delirio. La primera fue la de Carlos Peucelle. La más costosa, la de Bernabé Ferreyra, un centrodelantero cuyos fenomenales remates con gran potencia y precisión le valieron el mote de “LA FIERA” o “EL MORTERO DE RUFINO”.

Impulsado por el nuevo fenómeno, los que se llamaron desde entonces “MILLONARIOS”, ganaron el campeonato de 1932, y treparon a la cumbre de la popularidad.

La policromía de estilos y grandes figuras aumentaba el caudal de espectadores. Con su juego vigoroso y directo, Lema, Scarone, Chividini, Cantelli, García y Arrieta le hicieron ganar a San Lorenzo el campeonato de 1933.

Los dos equipos de LA PLATA se destacaron por la excelencia de su juego: Estudiantes de 1931, con una delantera a la que bautizaron “LOS PROFESORES”, con Lauri, Scopelli, Zozaya, FERREIRA y Guaita; y Gimnasia en 1933, “EL EXPRESO”, con Humberto Recanatini, José Minella, y otro quinteto privilegiado de la época: González, Palomino, Naón, Zoroza y Morgada.

El fútbol seguía ganando adeptos. Las figuras eran fundamentales. El estilo también. Racing tenía dos delanteros excepcionales: Vicente Zito, llamado “LA BORDADORA” y el Chueco García. En Huracán se lucía un centrodelantero formidable: Herminio Masantonio. Boca reunía regularidad y nombres ilustres: en el arco Yustrich, el “PEZ VOLADOR”. En el medio campo, Arico Suárez y el PIBE DE ORO, Ernesto Lazzatti. En la delantera, un trío temible: Pancho Varallo, Delfín Benítez Cáceres y Roberto Cherro. Superando por un punto a Independiente fueron campeones en 1934. En la temporada siguiente fortificaron su defensa con Víctor Valussi y Domingo da Guía, un brasileño dueño de una técnica exquisita. Cumplieron una gran campaña y volvieron a ganar el campeonato.

River en tanto, seguía su carrera de adquirir jugadores. Incorporó a PEPE Minella, de Gimnasia Esgrima La Plata. Repatriaron a Renato Cesarini, que había jugado en la Juventus de Italia. Pero también apostaron a nuevos valores de las divisiones inferiores: José Manuel Moreno y Adolfo Pedernera, dos jóvenes que serían glorias insuperables de nuestro fútbol.

Los campeonatos que ganó River en 1936 y 1937 fueron como un preludio de la época majestuosa que avecinaba. Había nacido “LA MAQUINA”, que revolucionó táctica y técnicamente el fútbol argentino. Al año siguiente inauguraron su gran estadio de cemento junto al RIO DE LA PLATA, encontrándose por fin con aquel que le diera su nombre.

El fútbol nacional llegaba a otro punto culminante: Independiente campeón de 1938 y 1939. A sus jugadores se los llamaba desde la década anterior “los diablos rojos” y éstos exhibían un estilo exquisito, admirable. Vicente “Capote” de la Mata, dueño de una gambeta laberíntica; Arsenio Erico, un acróbata de la cancha, el máximo goleador argentino de todos los tiempos con 293 goles señalados en 322 partidos oficiales; Antonio Sastre, “Cuila”, quizás el jugador más completo de nuestro fútbol- de acuerdo con la opinión de la mayoría de sus colegas-, crack en cualquier posición. Entre los dos torneos sumaron 218 goles, con un promedio de más de tres tantos por partido.

El año 1939 fue también testigo de dos hechos sobresalientes. La incorporación a San Lorenzo de un jugador vasco escapado de la GUERRA CIVIL ESPAÑOLA, Isidro Lángara. El mismo día de su llegada le hizo cuatro goles a River en el primer tiempo, y el ingreso al profesionalismo de los dos grandes del fútbol rosarino: NEWELL´S OLD BOYS y ROSARIO CENTRAL.

Otra etapa finalizaba. Paradójicamente los años terribles de la DECADA INFAME, fueron los de enriquecimiento y adultez de nuestro fútbol, y darían sus frutos en el período que se iniciaba en forma resplandeciente, la EDAD DORADA.

La década del 40

La década del ´40 consolida la concepción estética de nuestro fútbol. No es casual. Está íntimamente ligada a las transformaciones políticas y sociales que se viven en el país. También contribuyen en buena medida la difusión y crecimiento que tiene la cultura nacional y popular. Largas colas en los teatros, en los cines y en los palcos tangueros para ver a las figuras que le pueblo consagraba.

Con la llegada del peronismo al poder, el fútbol adoptó nuevas formas de conducción y organización que dieron lugar a nuevas relaciones con el Estado. Hasta la llegada de Perón a la presidencia, el deporte era exclusivamente conducido en la Argentina por sociedades civiles. El Estado no tenía organismos destinados a la organización y el control de las actividades deportivas. El peronismo revirtió ese panorama. Por primera vez en la Argentina, el deporte pasaba a ser formalmente uno de los campos de acción directa del Estado, un área más de la administración nacional.

El tiempo del peronismo es, sin ninguna duda, el de mayor expansión del fútbol profesional, expresada, entre otros indicadores, en el más alto promedio de ventas de entradas de la historia del fútbol argentino. El quinteto 1946-1950 arrojó un promedio de 12.755 entradas vendidas por partido, en tanto que el de 1950-1955 registró un promedio 12.865. Si se toman valores anuales, 1954, año en que fue campeón BOCA JUNIORS, con 15.056 espectadores que pagaron entrada por encuentro, estableció la marca tope de un decenio, en el que el promedio de asistencia jamás se redujo a menos de 10.000 asistentes por encuentro.

En este hecho tuvo fundamental incidencia la inmigración interna y esos factores tendrían una influencia inversa años posteriores, cuando decae considerablemente la cantidad de entradas vendidas.

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Los medios de confort (especialmente el automóvil y la televisión) a los que pudieron acceder las capas medias de la población y algunas bajas, fueron algunos de los factores que contribuyeron para que la gente se fuera alejando de los estadios. Hubo otros.

En lo deportivo, el ´40 constituyó la etapa más brillante de nuestro fútbol. Se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que si en la actualidad Argentina tiene dos títulos mundiales en mayores, cuatro en menores y dos olímpicos, si sus clubes marchan al tope en la conquista de Copas Internacionales, si hay más de cien futbolistas demostrando su talento creador en las canchas de todo el mundo, si Maradona es el mejor jugador del mundo, es, simplemente, consecuencia de aquella herencia.

Boca era cada vez más popular, e inició la década estrenando su estadio de cemento: la Bombonera. El suceso comprometía un título. Y por él lucharon tenazmente Estrada, Ibáñez, Valussi, Viana, Lazzatti, Tenorio, Alarcón y otro terceto de los grandes, desprendido de una delantera insigne de Ferro: Sarlanga, para muchos el más grande centrodelantero de Boca, Gandulla y Emeal. Lograron el objetivo con una excelente campaña, salvo un 7-1 que le infligió Independiente, pero fue vengado en la revancha con un 5-3 que los coronó campeones.

En el torneo siguiente San Lorenzo aparecía como candidato. El 21 de septiembre el ataque de River formó con Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Deambrosi, que con la incorporación de Loustau en la punta izquierda sería la formación más recordada de “LA MAQUINA”, pese a que solamente jugaron juntos 18 partidos. Esa tarde derrotaron a Independiente 4-0, alcanzaron la punta y cambió el curso del campeonato. River terminó el año con triunfos espectaculares en un clásico: 5 a 1. En la última fecha derrotaron a Estudiantes 3 a 1 y dieron la vuelta olímpica.

En 1942 la marcha de River fue incontenible, y culminó con un nuevo título. Con nuevas figuras, Boca logró el torneo de 1943. Claudio Vacca, el “Leoncito” Pescia, Lucho Sosa y dos delanteros que se convirtieron rápidamente en ídolos. Uno era uruguayo: Severino Varela. Había venido ya veterano desde Peñarol, pero sus “boinazos” lo hicieron celebre admirado por la hinchada. El otro era argentino: Mario Boyé, a quien bautizaron “EL ATOMICO”, y los hinchas le dedicaron un cántico famosísimo:

Yo te daréTe daré niña hermosa Te daré una cosa Una cosa que empieza con beBoyé.

Boca vuelve a salir campeón en 1944. Ese año también deja un saldo trágico. Finalizado el partido en el que River derrotaba a San Lorenzo, por 2 a 1, se produjo una avalancha en las tribunas altas del Monumental. Era la mayor tragedia hasta ese momento en el fútbol argentino. Pero un hecho aislado. Ya antes se habían suscitado algunas manifestaciones violentas, pero se trataba de hechos poco frecuentes. El asesinato de un simpatizante uruguayo por un hincha argentino en el Campeonato Sudamericano de Montevideo, en 1924, y el posterior encubrimiento del homicida por parte de algunos integrantes de la delegación nacional, es caracterizado por Dante Panzeri como “pequeño exponente de la realidad de que el fútbol ya estaba sucio en épocas consideradas limpias”. Décadas más tarde, otras investigaciones en ambas márgenes del Río de La Plata descubrieron que sí hubo un asesino y al menos pasó un año y medio preso en la cárcel de Devoto. El asesino se llamaba José Lázaro Rodríguez alias El Petiso y fue detenido gracias a la pericia del comisario uruguayo Juan Carlos Gómez Folle, según publicó el periodista uruguayo Alejandro Pérez en el diario El País, de Montevideo, el 1° de abril de 2006, y el hecho también fue reflejado y ampliado en el libro Mitos y creencias del fútbol argentino, de Waldemar Iglesias y Oscar Barnade.

La violencia siempre estuvo latente en el fútbol. Pero en esa época, entre nosotros, no era necesaria. El placer del juego y la destreza prevalecían. El domingo era una fiesta. Si los clubes podían mostrar jugadores admirables, la selección se nutría de ellos y ganaron cuatro de los cinco campeonatos disputados en la década. El de 1941 y los de 1945, 46 y 47. En 28 encuentros, ganaron 25, empataron 2 y perdieron solamente 1.

Cifras y hechos de una época de gloria del fútbol nacional.

El éxodo a Colombia

River parecía haberse adueñado de los años cuarenta. Ya no estaba Moreno que se había ido a México, y la presencia de Muñoz en el torneo de 1945 fue limitada, pero el nivel del equipo no decayó. El semillero de River seguía aportando nuevos valores y ese año debutaron dos jóvenes de promisorio futuro: Nestor “Pipo” Rossi y Amadeo Carrizo, el arquero que inauguraría un nuevo estilo. El equipo siguió con el esquema que lo había distinguido y acaparó un nuevo título.

En 1946 apareció San Lorenzo con una sólida defensa y un quinteto atacante notable: Imbellone, Farro, Pontoni, Martino y Silva. Desplegaban un juego de gran capacidad ofensiva. A trece años de la conquista anterior, ganaron el campeonato de 1946 marcando 90 goles a favor, a razón de tres por partido. Ese mismo año se asistió al retorno de José Manuel Moreno. El estadio de Ferro no pudo albergar a todos quienes querían volver a ver al crack y muchísima gente quedó afuera de la cancha, mientras que adentro caían los alambrados por la presión del público.

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En 1947, River se quedó sin otra figura estelar: Adolfo Pedernera, quien pasó a Atlanta. Y al término de su préstamo en Huracán, debutó un jovencito al que lo esperaba un fenomenal destino, tanto como que recientemente fue coronado el mejor jugador de Europa de posguerra: ALFREDO DI STEFANO. Fue el goleador del año y su éxito fue tan fulminante como el nuevo torneo de River.

La gran prosperidad de la época no llegaba nunca para Racing. Pero en 1948 se puso en marcha una gran renovación. Pudo integrar una delantera memorable: Salvini, Méndez Bravo, Simes y Sued. Concretaron una carrera de triunfos y se ubicaron en el primer puesto, pero llegó el conflicto...Desde hacía bastante tiempo los jugadores mantenían una controversia con los dirigentes por las condiciones de contratación. El trasfondo era el reconocimiento de su condición de trabajadores. Al no llegarse a un acuerdo FUTBOLISTAS ARGENTINOS AGREMIADOS, cuyas cabezas eran ADOLFO PEDERNERA Y FERNANDO BELLO, fueron a la huelga, la primera que un gremio le decretaba al gobierno del general Juan Domingo Perón. La consecuencia fue el éxodo de la mayoría de los jugadores a Colombia, que por entonces mantenía un conflicto con la FIFA. Su federación, la DIMAYOR, era considerada”pirata” por la organización internacional. Cincuenta y siete futbolistas argentinos jugaron en equipos colombianos, entre ellos los mejores, los que habían conquistado la mayoría de los títulos sudamericanos de la década. Se fueron Pedernera, Di Stéfano, Néstor Rossi, Sastre, Pontoni, Julio Cozzi, Báez.

El torneo de 1948 terminó con los jugadores amateurs y Racing quedó postergado por Independiente, pero al año siguiente, había podido retener a al mayoría de sus jugadores, ganó el torneo de 1949 e inició el camino al tricampeonato, el primero de la era profesional argentina.

La década del 50

En 1950 la ausencia de los jugadores emigrados hizo más contundente la diferencia entre Racing y los otros equipos. Respaldaba su excelente delantera con Antonio Rodríguez, Higinio García, García Pérez, Fonda, Rastelli, Gutiérrez...Ese año se sumó a su plantel, de regreso de Italia, Mario Boyé. Ganaron un nuevo campeonato e inauguraron el estadio de Avellaneda.

El torneo de 1951 revistió características singulares: por primera vez, e impulsado por Eliseo Mouriño, uno de los conjuntos más humildes terminó la competencia, con mejor gol promedio, igualando el primer puesto: Banfield. El otro finalista era Racing. La AFA hizo disputar dos partidos en el GASÓMETRO, el estadio de San Lorenzo. El primer encuentro finalizó empatado sin goles y en el segundo, un espectacular remate de Mario Boyé desde afuera del área derrotó al arquero Graneros y concretó la hazaña de lograr tres torneos de AFA consecutivos. Mucho se habló de los favores políticos que recibió Racing en es época, fundamentalmente por la vinculación que tenía con la institución el ministro de Hacienda, Ramón Cereijo, sin embargo nadie puede negar la indudable capacidad técnica que tenía el conjunto expresada con individualidades como Norberto “Tucho” Méndez y Rubén Bravo, dos de las grandes figuras que tuvo el fútbol argentino de todos los tiempos.

El fútbol nacional se encontraba sumido en un aislamiento casi total (sólo se competía con los sudamericanos). El conflicto con los jugadores, la mala relación con la Confederación Brasileña y otras razones políticas confluyeron para que Argentina finalmente no concurra al Mundial de Brasil. Sin embargo, el 9 de mayo de 1951, por primera vez un equipo argentino hacía su presentación en la cuna del fútbol. En el legendario estadio de Wembley, Mario Boyé, a los 17 minutos, recibió un centro de Ángel Labruna y con un espectacular cabezazo puso en ventaja al equipo nacional. Finalmente, pese a la magnifica actuación del arquero de Vélez Sarsfield, Miguel Rugilo, Inglaterra concretó dos goles, uno de ellos en clara posición adelantada y consiguieron la victoria por 2 a 1.

En el terreno local, los campeonatos habían decaído en su nivel y comenzó a sentirse la disminución de público. En River se destacaban Walter Gómez, un delantero uruguayo de excepcional calidad, Eliseo Prado, Santiago Vernazza y vigencia de Ángel Labruna.

Antes del campeonato de 1952, River realizó una gira por Europa que culminó con un resultado histórico: le ganó 4-3 al Manchester City. Era la primera vez que un equipo argentino vencía a un conjunto inglés en su propia tierra. De regreso ganaron el título, consagrándose en las oficinas de la AFA, ya que en un tumultuoso partido contra Newell´s, un gol de Eliseo Prado fue duramente discutido por los locales y la violenta reacción provocó la suspensión del encuentro. El Tribunal de Disciplina, dos días más tarde, otorgó el triunfo a River y con ello el título.

En 1953 Racing como Vélez le disputaron duramente el campeonato a River. Pero en la penúltima fecha, en un partido decisivo, River ganó por 2-1 y se aseguró un nuevo título.

Ese año se presentaron dos selecciones europeas de primer nivel. Primero fueron los ingleses. Argentina ganó 3-1, con un recordado gol de Ernesto Grillo, el del empate, rematando al arco desde un ángulo cerrado, cuando todos esperaban un centro, que el periodismo inglés calificó como “GOL IMPOSIBLE”.

Dos nuevos goles de Micheli y el mismo Grillo consolidaron uno de los triunfos más importantes del fútbol argentino hasta ese momento.

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Micheli, Cecconato, Lacasia, Grillo y Cruz. La delantera de Independiente era la más brillante y formó en su totalidad el ataque del equipo nacional. Se lució nuevamente con los españoles, que cayeron derrotados 1-0, con gol de Grillo.

Al finalizar ese año, Independiente se fue de gira a Europa, donde realizó una magnifica campaña, derrotando por goleada al Real Madrid en el mismísimo Santiago Bernabeu.

El ataque de Independiente de aquellos tiempos es uno de los más recordados por nuestro fútbol, sin embargo nunca fueron campeones.

En 1954, Boca respaldándose en una sólida defensa, logró el título con un equipo sin grandes estrellas, pero de gran consistencia.

River retomó la vanguardia en 1955. De Colombia había regresado Néstor Rossi en el ataque brillaban dos jóvenes talentosos y atrevidos: Enrique Omar Sivori y Norberto Menéndez. Luego de quitarle el campeonato a Boca de ese año, en 1956 lo disputó con modesto con un modesto conjunto del Sur: LANUS, que había logrado una expresión de fútbol fino y armonioso, por lo que merecieron el apodo de los GLOBERS TROTTERS. En un encuentro decisivo, River ganó 3 a 1 y ya nada detendría la marcha del equipo hacia una nueva vuelta olímpica.

En 1957, Ángel Amadeo Labruna cumplió 25 años de actuación inniterrumpida en River y el Monumental fue testigo de una fiesta espectacular que lo reunió nuevamente con MUÑOZ, MORENO, PEDERNERA y LOUSTAU. Habían jugado juntos por última vez trece años antes.

Y River ganó otra vez el torneo, con la mejor campaña de esa época, pero también se iniciaría una larga cadena de desencuentros que duró varios años.

La selección ganó el Sudamericano de 1955, en Chile, con amplia superioridad. En el de Lima, en 1957, se presentaba un rival difícil: Brasil. Nuestra selección contaba con la solidez de Rogelio Domínguez en el arco, Dellacha, Vairo y Pipo Rossi; para el ataque, el técnico Guillermo Stabile había apostado a un grupo juvenil atrevido, sorprendente, que se divertía a la hora de definir era implacable: Corbatta, Maschio, Angelillo, Sivori y Garabal. Poco antes de partir, éste último fue vendido a España y su puesto fue ocupado por Cruz, puntero de Independiente.

Trazaron un ciclo deslumbrante: le ganaron a Colombia 8 a 2, a Ecuador 3 a 0, a Uruguay 4 a 0, a Chile 6 a 2 y a Brasil(con la base del equipo que el año siguiente fue campeón mundial en Suecia, sin Pelé) 3 a 0. Faltaba una fecha y ya eran campeones.

Aquel ataque quedó en la historia como “LOS CARASUCIAS DE LIMA”.Ya teníamos el equipo para el Mundial de Suecia, después de 28 años de ausencia. Pero la

ilusión duró poco.Tras el Sudamericano, Rogelio Domínguez fue transferido al Real Madrid, Maschio,

Angelillo y Sivori, a distintos clubes de Italia y Ernesto Grillo al Milan. El fracaso de Suecia tiene distintas interpretaciones. Hay quienes lo calificaron como un “desastre deportivo”; otros como el punto de partida de la decadencia de nuestro fútbol porque se trató de copiar modelos europeos. Lo real es que siempre se tuvo la impresión de que “nos habían pasado por arriba con la velocidad", cuando, en realidad el campeón fue Brasil, un equipo cuya característica más destacada era la pausa, la gambeta, la improvisación, esos mismos brasileños que habían sido humillados en Lima por los CARASUCIAS.

Lo cierto es que el público comenzó a alejarse de los estadios. Se puso énfasis en lo táctico y en lo estratégico.

Comenzó una nueva etapa. Racing, con una delantera imaginativa y potente en ataque (CORBATTA, PIZZUTI, MANFREDINI, SOSA Y BELEN) se consagró campeón de ese año, y el siguiente, San Lorenzo exhibió inclinación ofensiva con la extraordinaria capacidad goleadora de JOSE FRANCISCO SANFILIPPO, quien se consagraría goleador del fútbol argentino durante cuatro años consecutivos con un fantástico promedio de gol por partido.

El reencuentro con los viejos triunfos y la concurrencia del público lo constituyó el Sudamericano de 1959, disputado en Buenos Aires.

Argentina le ganó sucesivamente a Chile, Bolivia, Perú, Paraguay y Uruguay. Llegó por fin el momento esperado: el encuentro con el equipo que había ganado el título mundial de Suecia, incluido el REY PELE. Los argentinos llevaban un punto de ventaja por el empate de los brasileños con los peruanos. Primer tiempo, gol de Pizzuti. Segundo tiempo, gol de Pelé. El empate significó el título, el último continental que ganó nuestro país.

La década del 60 (el fútbol espectáculo)

Alberto J. Armando, presidente de Boca, y Antonio Vespucio Liberti, titular de River, impulsaron lo que ellos mismos titularon “FÚTBOL ESPECTÁCULO”. Al enfrentarse Boca y River, en 1960, entre los 22 jugadores había siete extranjeros. River, que había cimentado su prestigio en las figuras que salieron de su semillero, logró conformar una delantera completa con futbolistas importados; el uruguayo Domingo Pérez, los brasileños Moacir, Delem y Roberto y la exótica presencia de un delantero español, Pepillo. Sin embargo, el primer torneo de la década del 60 lo ganó Independiente. Fue un campeón que no pasó a la historia. Sólo consiguió 49 goles. El estilo nacional lo defendió Argentinos Juniors, reconocido como el mejor equipo del año, con 68 goles, casi 20 más que el ganador del título.

También Racing contribuyó a resguardar la identidad de nuestro fútbol, con el aporte del célebre quinteto atacante, se consagró en 1961, con 88 tantos a favor.

El fracaso del fútbol espectáculo impuso cierto retorno a la sensatez. Las luminarias exóticas fueron desapareciendo gradualmente, y Boca se robusteció con la depuración. Contaba con tres

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ídolos indiscutibles: Roma, Marzolini, quienes habían venido de Ferro, y Rattín, hecho en las inferiores. Adquirió a Menéndez, Errea, Alberto González, Silvero, Pizzuti. Repatrió a Ernesto Grillo y retuvo a los brasileños Orlando y Valentín, este último sinónimo de gol, y cuyo duelo con Amadeo Carrizo añadía un ingrediente especial al clásico.

River y Gimnasia le disputaron duramente el título. Este último, dirigido por Adolfo Pedernera, fue animador del torneo con un juego grato a las tribunas, decayó en el final y el segundo encuentro de los dos rivales clásicos definió el campeonato con una alternativa que se discute hasta hoy: el penal que le detuvo Antonio Roma, adelantándose, al brasileño Delem. El gol de la victoria boquense lo había conseguido otro brasileño: Paulo Valentín.

El fracaso en el Mundial de Chile agudizó el desaliento en el fútbol argentino. Su técnico, Juan Carlos Lorenzo, había sido designado a último momento. Luego de un triunfo mediocre frente a Bulgaria (1-0), hizo cambios ubicando a jugadores en puestos que no eran habituales. La derrota frente a Inglaterra fue contundente y el empate con los húngaros sin tantos decretó la eliminación. Los dirigentes volvieron a caer en la improvisación y el resultado no podía ser otro.

El torneo de 1963 tuvo un vergonzoso final. Independiente, luego de desbancar a River del primer puesto, se tenía que medir con San Lorenzo en la última fecha y ganar para obtener el título. Tras un golazo inicial, Héctor Veira fue brutalmente agredido por Rubén Marino Navarro, un zaguero conocido como “HACHA BRAVA”. El partido siguió ante la pasividad del árbitro frente a las agresiones y San Lorenzo quedó con seis hombres. Se negaban a jugar, aplaudían los goles adversarios y hasta hicieron uno en contra. Independiente paró en el 9-1 y dio la vuelta olímpica.

En realidad, la violencia y la confusión que reinaban en el país, trascendían al terreno futbolístico. La caída de Arturo Frondizi, la guerra entre dos sectores del Ejército denominados azules y colorados eran los elementos que predominaban en el escenario político argentino. La respuesta del fútbol era la falta de creatividad, de vuelo. Por eso no extrañó que en 1964 se consagrara otro campeón deslucido: Boca Juniors, autor de solamente 35 goles en 30 partidos, la cifra más baja de los torneos argentinos.

En medio de esa pobreza, un joven jugador, dueño de una cintura casi mágica, traía el soplo de habilidad y talento que faltaba: ANGEL CLEMENTE ROJAS, ROJITAS. Y en 1965, el nuevo título descansará en cifras más alentadoras: 55 goles en 34 fechas.

El Mundial de Inglaterra volvió a marcar el signo de la improvisación. Nuevamente casi sobre la hora fue llamado Juan Carlos Lorenzo para dirigir el equipo nacional, que debutó ganándole a España 2-1, empató sin goles con Alemania, superó a Suiza por 2 a 0 y pasó a los cuartos de final. Y ante Inglaterra debió soportar un arbitraje claramente parcial. Por un reclamo, el juez alemán expulsó a Rattín, quien fue a sentarse en el estrado real. Un cabezazo de Geoffrey Hurst definió la victoria inglesa. Pero ni la parcialidad del árbitro ni la expulsión de Rattín justificaron la derrota. Los argentinos habían jugado con un esquema defensivo y especulador. Habían llegado una sola vez al arco rival (remate de Oscar Mas desviado).

El nuevo fracaso fue revertido como gesta moral, los jugadores se convirtieron en héroes nacionales y el nuevo gobierno, el que había derrocado a Arturo Illia, se sumó a la farsa.

En 1965, Racing había descendido al fondo de la tabla. Llegó como técnico Juan José Pizzuti y sumaron 14 fechas invictos. Al año siguiente sorprendieron con un estilo agresivo y dinámico. Carrizo o Cejas, en el arco y Martín, Perfumo, Basile y el “Panadero” Díaz; en el sector defensivo y un medio campo en el que se destacaba Humberto “Bocha” Maschio, regresado de Italia, y acompañado por Mori; adelante, la capacidad goleadora del “Chango” Cárdenas y Yeya Rodríguez, fueron la base del conjunto que, invictos durante 26 fechas más, consiguió el record del fútbol nacional con 39 encuentros sin conocer la derrota. Una caída frente a River (2-0), y luego invulnerablemente en 12 partidos más, hasta consagrarse campeones. Desde entonces, la ACADEMIA, heredera de ALUMNI no pudo conseguir más títulos en la AFA.

Desde 1967, por iniciativa del interventor de AFA, Valentín Suárez, se jugaron dos torneos: Metropolitano y Nacional, con la intención de hacer participar a los equipos del interior. El funcionamiento en zonas del Metropolitano le restó una considerable cuota de interés. A poco de iniciarse resultó llamativo el desempeño de Estudiantes de La Plata. Su técnico e ideólogo era Osvaldo Zubeldía, con su portavoz en la cancha, Carlos Salvador Bilardo, y un jugador genial para desequilibrar con su habilidad: Juan Ramón Verón.

Luego de imponerse a Platense, en un partido espectacular, disputado en cancha de Boca, 4-3, en semifinales, le ganó fácilmente por 3 a 0 a Racing y se clasificó primer campeón Metropolitano.

El año siguiente apareció un gran equipo: San Lorenzo. Con jugadores creativos y con un gran equilibrio defensivo, fueron llamados “LOS MATADORES”. Buticce, Albretch, Calics, Telch, Pedro González, Fischer, Veglio, Cocco, Tojo, Villar, y Rendo conformaban el plantel base y como técnico, ELBA DE PAULA LIMA, TIM, un brasileño sabio para ordenar el equipo y para las relaciones humanas. Fueron invictos y son considerados como la mejor expresión futbolística de la década.

El último título Metropolitano fue para otro equipo chico: Chacarita, encargado de aportar un soplo renovador y vivificante. En la final le ganó a River por 4-1, postergando una vez más las aspiraciones riverplatenses.

El primer Nacional lo ganó Independiente con el mayor promedio de puntos del profesionalismo en nuestro país. Un equipo con nivel y estilo, dirigido por otro brasileño: OSWALDO BRANDAO, tenía en Savoy, Artime, Monges, Pavón, Bernao, Mura, Yazalde,

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Pastoriza y Tabarini a sus figuras. Es uno de los equipos que más se recuerda porque logró conjurar riqueza técnica con potencia ofensiva.

De la mano de un exquisito del fútbol, Daniel Willington, y la capacidad goleadora de Carlos Bianchi, Vélez Sarsfield consiguió su único título profesional en 1968.

En 1969, el campeón Nacional fue Boca, dirigido por ALFREDO DI STEFANO, quien contó con un sólido respaldo en jugadores de buena técnica como Julio Meléndez, Norberto Madurga, Silvio Marzolini, “Mane” Ponce, Ángel Clemente Rojas, Nicolás Novello y la experiencia de Rubén Sánchez, en el arco, y Rogel y Suñé en defensa.

El Nacional pretendió incorporar al fútbol del interior, pero las primeras experiencias fueron decepcionantes. Los debutantes se comportaron a la altura de sus antecedentes y el desnivel entre los equipos profesionales y los amateurs fue muy pronunciado. No elevaron el interés ni las recaudaciones, que era lo que, en definitiva, se buscaba.

Las copas internacionales

Tomando el modelo de las Copas Europeas, Washington Cataldi, presidente de Peñarol de Montevideo, ideó la realización de una copa similar que nucleara a los diez campeones de la Confederación Sudamericana de Fútbol. La primera edición se jugó en 1960 y se consagró campeón precisamente el equipo de los mirasoles uruguayo, luego de haber eliminado a San Lorenzo. Los conjuntos argentinos le dieron la espalda a las primeras ediciones de la llamada COPA LIBERTADORES DE AMERICA, a tal punto que en esa ocasión, San Lorenzo resignó su condición de local ante Peñarol por razones económicas y quedó afuera.

Recién en 1963, BOCA JUNIORS, dirigido por Adolfo Pedernera, encaró la disputa del torneo con seriedad. Llegó a la final y perdió dignamente con Santos de Pelé, el mejor equipo del momento, abriendo el camino para una brillante campaña de los clubes nacionales, que les permitió ganar la mitad de los torneos disputados hasta el momento (15 sobre 30) y con una marca, la de Independiente, con siete conquistas (1964, 1965, 1972, 1973, 1974, 1975 y 1984), cuatro de ellas consecutivas, que parecía difícil de igualar hasta la irrupción de Boca en el siglo XXI, totalizando seis copas (1977, 1978, 2000, 2001, 2003 y 2007) Los restantes títulos argentinos los conquistaron: Racing (1967), Estudiantes (1968,1969, 1970, 2007), Argentinos Juniors (1985), River (1986 y 1996) y Vélez (1994)

La Copa Libertadores tuvo una etapa de esplendor en los primeros años, pero su interés comenzó a decaer cuando los uruguayos impusieron que fueran dos los equipos por asociación los que participaran, con la clara intención de que estuvieran siempre representados Nacional y Peñarol, los dos grandes del fútbol oriental. Pero la equiparación de los equipos chicos, determinó que más de una vez alguno de ellos quedara afuera.

Otro de los elementos que conspiró contra el éxito de la Copa Libertadores fue la violencia. Muchos de los partidos terminaron en batallas campales, lo que contribuyó para hacer mucho más sombría la imagen del fútbol sudamericano en el mundo.

Paralelamente con la iniciación de la disputa de la Copa Libertadores, la Confederación Sudamericana de Fútbol propuso a la UEFA (Unión Europea de Fútbol), un enfrentamiento, ida y vuelta, entre los campeones de los continentes. Se llamó Europea – Sudamericana, también conocida como Intercontinental y tiene el valor de una pequeña copa del mundo de clubes. A partir de 1980, una empresa japonesa fabricante de automotores (TOYOTA) la hizo disputar en un solo partido, en el mes de diciembre, en el estadio Nacional de Tokio. La última edición se jugó en 2004 y la ganó Porto de Portugal. A partir de 2005, la FIFA se hizo cargo de un nuevo torneo entre los clubes campeones de cada confederación, con la creación de la Copa Mundial de Clubes.

También, aunque con algunas interrupciones, los campeones de la CSF se enfrentan con los de la CONCACAF (Confederación de Centroamérica y el Caribe) en la disputa de la COPA INTERAMERICANA, con amplio dominio de los sudamericanos.

A partir de 1988 la Conmebol hizo disputar la SUPERCOPA, en la que intervienen los equipos afiliados que conquistaron alguna vez la COPA LIBERTADORES. En 1998 la reemplazó la Mercosur y a partir de 2002 la Sudamericana. La violencia

La muerte de un hincha, de apenas 15 años, Héctor Souto, en 1967, marca el punto de partida de la violencia en nuestro fútbol. Un año después, al finalizar el clásico River y Boca, jugado en el estadio Monumental, en lo que se llamó “la tragedia de la puerta 12” setenta y un muertos, cientos tres heridos, casi todos boquenses, fueron el saldo de una avalancha incontenible.

Según algunos testigos, las puertas semicerradas y los molinetes de control obstruyeron la salida; hubo quienes atribuyeron el hecho al prepotente accionar policial.

¿Hubo responsabilidad criminal encubierta? Es probable. La espantosa catástrofe aún espera una explicación, como la espera cientos de hechos que a partir de entonces se convirtieron en cotidianos. Tal vez lo más preocupante para el fútbol nuestro de cada día sea la institucionalización y el poder que fueron adquiriendo a partir de la década del ´60 las llamadas “barras bravas”, alimentadas en más de una ocasión por los dirigentes y en algunos casos por jugadores y técnicos.

La violencia instalada en la sociedad naturalmente se traslada al fútbol. 27

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La década del 70

Los años setenta le devolvieron la sonrisa al fútbol argentino. Finalmente logró su primer título Mundial. Aparecieron tres enormes talentos del fútbol: Norberto Alonso, Ricardo Bochini y Diego Armando Maradona. River volvió a ser campeón tras un largo período de frustraciones. Independiente se convirtió en el Rey de Copas. Huracán de Menotti fue un canto al buen fútbol. Se trató del reencuentro de la vieja escuela de Alumni y de Racing. Independiente fue un campeón inesperado en el Metropolitano de 1971. En la última fecha Vélez le llevaba un punto y debía medirse con Huracán, en Liniers. El equipo de Avellaneda recibía a Gimnasia y Esgrima La Plata. Pero el equipo de Parque Patricios dio la gran sorpresa y derrotó a los locales 2-1, en tanto que Independiente ganó 2-0 y obtuvo su octavo campeonato del profesionalismo. Dirigido por Angel Labruna, Central se sumó a la lista de los campeones en el Nacional 1971. Tras la palomita de Poy frente a Newell’s, en semifinales, en cancha de River, le ganó la final en Rosario (cancha de Newell‘s) 2-1 a San Lorenzo y fue el primer grande del interior que subió a lo más alto del podio. Con el esquema compacto que caracterizó a los equipos de Juan Carlos Lorenzo, San Lorenzo ganó los dos torneos de 1972. En la dramática final con River, en cancha de Vélez, derrotó en tiempo suplementario a River 1-0, con gol Luciano Martín Figueroa. El Huracán de Menotti fue casi la perfección. Con jugadores dotados de gran capacidad técnica, impuso el fútbol que fue siempre del gusto de los argentinos. Después de 45 años, el viejo Globo de Patricios volvió a la gloria. Rosario Central, con un fútbol diferente al que marcaba su historia, ganó el Nacional 1973, con Carlos Griguol como técnico. En el Metropolitano de 1974, con Obberti, Mario Zanabria y Cucurucho Santamaría, Newell’s se dio el lujo de ser campeón en la cancha de su enemigo de toda la vida: en el Gigante de Arroyito. San Lorenzo, con Osvaldo Zubeldía al frente, y las definiciones del Gringo Héctor Scotta (marcó 60 goles en 1975: 32 en el Metropolitano y 26 en el Nacional) ganó el Nacional de 1974. “Si agarro River es para ser campeón”, dijo Angel Labruna a principios de 1975, tras 18 años de decepciones. Y Angel cumplió. Armó un equipo con juventud y experiencia. Y la ansiada vuelta olímpica llegó con un gol del juvenil Bruno porque los profesionales estaban en huelga. Fue la noche del 14 de agosto de 1975, frente a Argentinos Juniors, en cancha de Vélez. A partir de ese título, River dominó la última parte de la década. Fue nuevamente campeón en el Nacional (1975), el Metropolitano (1977) y tricampeón por segunda vez en su historia (Metro y Nacional ‘79 y Metro ‘80). Juan Carlos Lorenzo, esta vez con Boca, logra la hazaña de ganar los dos torneos del año e iniciar un ciclo que completó con dos Copas Libertadores y una Intercontinental. Independiente luego de sumar cinco títulos internacionales, ganó el Nacional 1978 y en el Metropolitano, el viejo Quilmes volvió a dar una vuelta olímpica luego de más de medio siglo. Diego Armando Maradona debutó el 20 de octubre de 1976, en la vieja canchita de Argentinos Juniors, en el porteño barrio de La Paternal, frente a Talleres de Córdoba. Nadie imaginó que iba a llegar tan lejos. Nadie supo que había entrado en escena el más grande de todos los tiempos. Con César Luis Menotti como conductor y con un nuevo estilo de conducción y una generación de futbolistas que interpretaron la idea, la Selección argentina conquistó su primer título Mundial en 1978. Fue el comienzo, porque al año siguiente, los juveniles de Diego y Ramón, deslumbraron en Tokio y consiguieron otra Copa Mundial.

La década del 80

En 1981 Boca convulsionó todo el país, concretando una operación espectacular: contrató a Diego Maradona. Junto con Hugo Gatti y Miguel Brindisi como figuras y muy buenos acompañantes (Mouzo, Ruggeri, Trobbiani, Escudero, Perotti...) consiguen el título Metropolitano en un cabeza a cabeza hasta el final con el Ferro de Carlos Griguol, equipo que consumó una gran campaña en los años siguientes. Para equiparar el impacto que produjo la contratación de Maradona, River gastó tres millones de dólares en Mario Kempes. Alfredo Di Stéfano, quien ya habían salido campeón con Boca, repitió el título con River, el equipo donde había surgido como futbolista. En la final derrotó a Ferro y fue campeón del Nacional. Ese año 1981 marcó un hecho histórico: el descenso de San Lorenzo, el primer grande que perdió la categoría. Ya había dejado el Viejo Gasómetro y se despidió en cancha de Ferro, con una derrota ante Argentinos Juniors. El halago de River en el Nacional 1981 abrió un largo paréntesis –interrumpido por Independiente en el Metro de 1983– para los grandes. Fue el predominio de los chicos. Ferro conducido por Griguol, obtiene el Nacional de 1982 invicto y repite en el Nacional de 1984, con la fórmula que mantuvo toda su trayectoria: trabajo y honestidad. Estudiantes de La Plata con Carlos Bilardo primero y con Eduardo Luján Manera, después que Bilardo tomó la Selección, fue campeón Metropolitano 1982 y Nacional 1983. Independiente, que había perdido por escaso margen dos torneos frente a Estudiantes, con la dirección de José Omar Pastoriza se apoderó del Metro de 1983 y en el último partido superó a Racing 2-0 y condenó a su tradicional rival al descenso. Luego, con un Bochini brillante se

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consagró por séptima vez campeón de la Libertadores. Y va a Tokio y conquista la Intercontinental frente a Liverpool. Tras el nuevo título de Ferro, aparece un equipo que mostró una identificación total con el juego asociado: Argentinos Juniors. Con el toque como bandera, se lleva los últimos Metropolitano y Nacional, el primero en 1984 y el segundo, en 1985, sin usar su cancha. Con anterioridad sólo dos campeones habían jugado en otros terrenos: Racing, en 1949 y River en 1977. Argentinos le ganó la Libertadores a América de Cali y jugó uno de los mejores partidos de la historia frente a Juventus, en Tokio. Perdió por penales, pero el gusto de los argentinos fue más fuerte y postergó el resultado para reservarle un rincón en sus afectos. Claudio Borghi, Sergio Batista, Michel Platini y Michael Laudrup dieron una clase de fútbol. River contrató a Enzo Francescoli y fue un acierto. Con la dirección del Bambino Veira y el regreso al club de Norberto Alonso, ganó el torneo 1985/86, cuando la AFA decidió acomodar los calendarios a la europea, cinco fechas antes de la finalización. Alonso marcó los dos goles frente a Boca en la Bombonera y sería el conductor decisivo en la Libertadores y en diciembre de 1986, cuando River vence a Steaua de Rumania y consigue la Intercontinental. En la temporada 1986-87, Rosario Central concreta la hazaña única en nuestro fútbol de ser campeón llegando desde el ascenso, con el mérito enorme de ganar un torneo todos contra todos. Racing logró ascender en diciembre de 1985, pero como los torneos estaban en receso recién se reintegró en julio de 1986. Y “alquiló” el equipo completo a Argentino de Mendoza. El año siguiente, otro rosarino, Newell’s, inscribe su nombre en el torneo de la mano del Tata Martino. Independiente y River cierran la década. Independiente, con la vigencia del Bocha y la conducción del Indio Solari y River, con Reinaldo Carlos Merlo, en la primera parte y la aparición de Daniel Alberto Passarella, quien confirmó que como entrenador seguiría la huella ganadora que mostró como futbolista.

La década del 90

La AFA introdujo modificaciones en los torneos en 1991. Se jugaron dos campeonatos, uno ganado por Boca, en la segunda parte del 90 y otro por Newell’s, en la primera del 91. Y los dos vencedores se medirían en partido de ida y vuelta para definir el campeón. Newell’s ganó 1-0 en cancha de Central y, en La Bombonera, Boca consiguió igual resultado. En la definición por penales, Norberto Scoponi detuvo dos y Newell’s, dirigido por Marcelo Bielsa, se consagró por tercera vez campeón de la AFA. Con el subcampeonato en el Mundial de Italia 1990, se cerró el ciclo de Carlos Bilardo y se inició el de Alfio Basile. Argentina había sido la vedette de los torneos sudamericanos en las décadas del 50 y del 60. Pero después de 1959 no había ganado más. En Chile 1991, en una excelente actuación, el conjunto de Basile ganó seis de los siete partidos y aventajó por un punto a Brasil. La Copa América volvió a las vitrinas de la AFA 32 años después. Y en Ecuador, en 1993, le ganó en la final a México y obtuvo el bicampeonato. También en 1991 comenzaron los torneos Apertura y Clausura, con un campeón por campeonato. El primero fue River, que sacó una ventaja apreciable. Al disputarse la tercera fecha se produjo un récord de ineficacia: en los diez partidos disputados se convirtieron sólo 6 goles, la cifra más baja de toda la historia. En un reñido torneo, en el que estuvieron en la pelea, Vélez, Deportivo Español, Boca y River, Newell’s ganó el Clausura y Boca, después de once años se reencontró con el éxito en el Apertura. En 1993 apareció Vélez, de la mano de Carlos Bianchi (el técnico más ganador de la década) para disputarle el derecho de ser el mejor de los noventa a River y a Boca, que entre los tres monopolizaron esos diez años. Vélez fue campeón en el Clausura 93, Apertura 95, Clausura 96 y Clausura 98. Ganó la Libertadores frente al San Pablo, en el Morumbí y la Intercontinental, en Tokio, frente al Milan multicampeón europeo. Apenas Independiente (Clausura 94 y San Lorenzo Clausura 95) cortaron la serie de Vélez, River y Boca. Con Américo Gallego, River fue campeón invicto en 1994, cuando Passarella se fue a la Selección. Con Ramón Díaz, fue tricampeón 1996-97 y ganó la Libertadores. Entre Ramón y Gallego compartieron el bicampeonato 1999-2000. Bianchi condujo a Boca campeón en el Apertura 98, el Clausura 99 y el Apertura 2000, año en que concretó la hazaña de ganar la Libertadores y la Intercontinental frente a Real Madrid. Quedan los amargos sinsabores de Estados Unidos y Francia, cuando pudimos ser campeones y quedamos en la antesala.

El siglo XXI

A River le volvió Américo Gallego, quien había dirigido al River campeón invicto del Apertura 94 y después estuvo de ayudante de campo de Daniel Passarella en la Selección entre 1994 y 1998. Volvió y River fue campeón. En ese torneo comenzó la conformación de un cuadrado ofensivo inolvidable, Los Cuatro Fantásticos, con Pablo Aimar, Ariel Ortega, Javier Saviola y el colombiano Juan Pablo Ángel. El Burrito fue repatriado para el Apertura, 2000, pero en el primer torneo de año River fue campeón en la última fecha goleando a Ferro por 4-0 con goles de Aimar, Saviola y dos del colombiano Angel..

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Mientras River se había quedado con el bicampeonato en la temporada 99/00, Boca se hacía fuerte en el terreno internacional. Pero no descuidaba tampoco el torneo doméstico y, mientras se preparaba para jugar una final Intercontinental después de 22 años, seguía marcando superioridad en el país. Hilvanó una serie de cinco victorias consecutivas y llegó al Superclásico, que se hizo una costumbre jugarlo en la décima fecha, muy firme en la punta. Después del 1-1 con River, mantuvo su invicto por hasta la fecha 16. Se fue a Japón con el título bajo el brazo. Tras su regreso triunfal de Japón, perdió dos partidos seguidos (Independiente y Chacarita) y festejó tras una leve zozobra en la última fecha ante Estudiantes, al vencer por 1 a 0, con gol de Matías Arce.

Cuando ya se había iniciado el Clausura 2001, llegó a San Lorenzo desde chile el técnico Manuel Pellegrini, apodado el Ingeniero por su título universitario. Con un equipo en formación, integrado entre otros por el goleador Bernardo Romeo, Leandro Romagnoli, Estévez, Horacio Ameli, Walter Erviti, Guillermo Rivarola, Jorge Quinteros, Leo Rodríguez, Zurita y Fabricio Coloccini, tuvo un mal debut (0-2 con Racing) y una buena racha que lo llevó a pelear la punta en la octava fecha ante River. La derrota por 3-1 en el Nuevo Gasómetro generó desilusión en la gente que creía perdido el campeonato de antemano. Sin embargo, a partir de ese momento, el equipo se patentó como lo que no se puede: invencible. Forjó una serie de victorias que se transformó en récord para el fútbol argentino. San Lorenzo ganó los últimos once partidos del campeonato y, por supuesto, fue campeón. Al ganar los dos siguientes partidos del Apertura, San Lorenzo completó 13 triunfos seguidos, caso único en la historia del fútbol profesional, superando las doce victorias al hilo de Independiente en 1938-39.

A fines de la década del noventa, Racing había estado en el mayor de los abismos. Se salvó. Se necesitaron algunas leyes y el aporte de capitales privados, un poco para aliviar al club y otro mucho para seguir haciendo negocios con la popularidad de uno de los grandes del fútbol argentino. El aporte económico tuvo nombre y apellido: Blanquiceleste S.A., la firma que gerenció el fútbol de club con el empresario Fernando Marín como cabeza visible durante los primeros años. En el Apertura 2000, Racing había quedado último y su posición en la tabla de promedios del descenso era muy complicada. Reinaldo Merlo fue el técnico elegido por el gerenciamiento, y el club logró mantener la categoría con un quinto puesto en el Clausura 2001. Sin grandes nombres, pero con jugadores que consolidaron eficiencias, Racing comenzó en inmejorable posición el Apertura 2001. Se mantuvo invicto por once fechas, con 9 triunfos y 2 empates, y perdió por primera vez frente a Boca (1-3) en un partido adelantado ya que el equipo de Bianchi se iba otra vez a jugar una final Intercontinental. Pero para esa altura, Mostaza Merlo ya tenía el equipo, paso a paso: Gustavo Campagnuolo, Martín Vitali, Gabriel Loeschbor, Claudio Ubeda, Gerardo Bedoya, Francisco Maciel, Adrián Bastía, Gustavo Barros Schelotto, José Chatruc, Maximiliano Estévez y Diego Milito, La crisis institucional y económica que se desató en el país a fines del 2001 le dio hasta un toque insólito a la consagración de Racing. La última fecha, prevista para el 20 de diciembre se suspendió. Una semana después, la AFA decidió jugar solamente dos de los diez partidos: Racing fue visitante de Vélez y River recibió a Rosario Central. Racing necesitaba al menos un punto. Una derrota y una victoria de River obligarían a un desempate. Por eso los hinchas colmaron a la vez el José Amalfitani y también el estadio Juan Domingo Perón. A los 8 minutos del segundo tiempo, gracias a un cabezazo de Loeschbor, hubo explosión de júbilo en Liniers y en Avellaneda, en todo el país. Después Vélez empató, River goleó a Central 6-1, pero Racing volvió a festejar un título. A lo grande.

Ramón Díaz había vuelto a la dirección técnica de River para el Apertura y fue subcampeón de Racing. Consolidado, con un nuevo goleador como Fernando Cavenaghi que se destapó enseguida, con Ortega a pleno, con Esteban Cambiasso, con Andrés D’Alessandro y con un gran plantel, River atacó, sumó goles, combinó calidades y contundencias, dejó en el segundo lugar a un muy buen Gimnasia y Esgrima La Plata y repitió sus hábitos festivos con todo el mérito.

Independiente, en el Clausura 2002 había quedado por primera vez en la historia en el último puesto y con peligro de descenso. Fue Américo Gallego el que comenzó a moldear el equipo en los días de pesares y dibujó a un gran campeón. Independiente hizo goles en todos los partidos (48 en 19 encuentros), tuvo dos goleadas seguidas y contundentes ante Argentinos (7-1) y Chacarita (6-2), contó con toda la capacidad goleadora de Andrés Silvera, con el talento y la creación de Federico Insúa y Daniel Montenegro, con la calidad en defensa de Gabriel Milito.

Entre enero y junio de 2003 el ingeniero Manuel Pellegrini construyó un nuevo título en el fútbol argentino, esta vez desde el banco de River. Fue la despedida de Leonardo Astrada de su lugar en el centro del campo, la confirmación de Cavenaghi como goleador implacable y la presencia de Franco Costanzo, Ameli, los hermanos Claudio y Darío Husain, Ariel Garcé, Esteban Fuertes, Guillermo Pereyra y Víctor Zapata, Andrés D'Alessandro y Martín Demichelis, entre otras figuras.

Américo Gallego llegó a Newell's en febrero de 2004. Como en Independiente, necesitó un torneo para acomodar al equipo y otro para ganarlo. Fue el campeón con menos puntos en torneos cortos, pero eso no le quitó méritos a un plantel que tenía como estrella a Ariel Ortega, la seguridad en el arco del paraguayo Justo Villar, la experiencia de Julián Maidana y la solidez de Sebastián Domínguez, el andar de Fernando Belluschi, Marino, Ariel Rosada y Ariel Zapata, y la calidad de Rubén Capria. En la última fecha festejó ante Independiente, a pesar de perder 2-0 en Avellaneda, porque Vélez, que ganando podía forzar un desempate, igualó 1-1 con Arsenal en Liniers. Para el Guinness quedó la marca de Gallego: tres títulos con tres equipos diferentes, igual que José Yudica (Quilmes 78, Argentinos 85 y Newell’s 87/88)

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Cada campeón tiene su particularidad. El del Clausura 2005 fue el primero que no marcó goles en los primeros tres partidos. Es más, la gente de Vélez pedía a gritos la renuncia del técnico Miguel Angel Russo, sostenido con fuerza por la dirigencia. A partir de la cuarta jornada, Vélez empezó a ganar. Sufrió una sola caída, 2-3 con Instituto, pero festejó en la penúltima fecha con una gran actuación ante Estudiantes (3-0). Fueron campeones Rolando Zárate, Juan Manuel Martínez, Fabián Cubero, Lucas Castromán, Gastón Sessa, Bravo, Maximiliano Pellegrino, Ariel Broggi, Fabricio Fuentes, Jonás Gutiérrez y Leandro Somoza, todos conducidos cerebralmente por Leandro Gracián.

Después de casi treinta años como entrenador, en 2005 el Coco Basile tuvo la oportunidad de dirigir a Boca. Y lo hizo con éxito. Bicampeón con una base fuerte y el esquema 4-3-1-2, ya un clásico de la época y un plantel con Roberto Abbondanzieri, José María Calvo, Hugo Ibarra, Rolando Schiavi Matías Silvestre, Daniel Díaz, Juan Krupoviesa, Claudio Morel Rodríguez, Sebastián Battaglia, Pablo Ledesma, Fernando Gago, Federico Insúa, Daniel Bilos, Juan Román Riquelme, Rodrigo Palacio y Martín Palermo. Hubo crisis cuando perdió con Colón 1-0 y con Arsenal 4-1 y parecía que se escapaba el campeonato. Pero en la recta final ganó los últimos cuatro partidos y giró con otra vuelta olímpica. Repitió en el siguiente torneo, en el que hasta venció en siete partidos seguidos.

Al partir Basile a la Selección, la dirigencia de Boca sorprendió contratando a Ricardo La Volpe. Así y todo, pareció ir hacia un título seguro. Faltando dos fechas, le llevaba cuatro puntos de ventaja a Estudiantes, que había hilvanado una serie de diez victorias consecutivas. Boca perdió con Belgrano en Córdoba y Estudiantes empató 2-2 con Argentinos. En la última fecha, Boca recibía en La Bombonera a Lanús. Con un empate era campeón. Pero perdió 2-1 y Estudiantes le ganó 2-0 a Arsenal. Por primera vez en torneos cortos, se imponía un partido de desempate. Y no había una final-final desde la época de los viejos Nacionales. Se jugó en cancha de Vélez, y ganó Estudiantes, con goles de Sosa y Pavone. Los once campeones de la final fueron Mariano Andujar, Angeleri, Agustín Alayes, Fernando Ortiz, Pablo Alvarez, José Sosa, Braña, Juan Sebastián Verón, Diego Galván, Mariano Pavone y Pablo Lugüercio. En el equipo de Simeone también jugaron Damián Albil, Casierra, Leandro Benítez, Saucedo, Calderón, Piatti, Maggiolo y Mosquera.

San Lorenzo revolucionó el mercado repatriando a Ramón Díaz, quien no dirigía en el país desde 2002. Fue la cabeza de un plantel que respondió enseguida: Agustín Orion, Jonathan Bottinelli, Cristian Ledesma, Gastón Fernández, Andrés Silvera, Ezequiel Lavezzi, Sebastián Méndez, Adrián González, Cristian Tula, Santiago Hirsig y Osmar Ferreyra, entre otros. El 10 de junio, una fecha antes del final, le ganó 4-2 a Arsenal y sumó una nueva vuelta olímpica.

En 2003 comenzó a trabajar en las inferiores de Lanús Ramón Cabrero. Dos años después, fue confirmado como entrenador de Primera. Y otros dos años más tarde, con muchos jugadores de la cantera, Lanús fue campeón, tras empatar 1-1 el último partido, el 2 de diciembre, con Boca en La Bombonera. Fue la gloria para una generación y para un modelo institucional que se ganó el bronce eterno. Allí estuvieron Carlos Bossio, Rodolfo Graieb, Walter Ribonetto, Santiago Hoyos, Maximiliano Velázquez, Matías Fritzler, Agustín Pelletieri, Sebastián Blanco, Diego Valeri, Lautaro Acosta, el gran goleador José Sand, Marcos Aguirre, Sebastián Biglieri, Jadson Viera y Nelson Benítez.

River, siempre protagonista de los torneos cortos, hacía rato que no ganaba nada. El Clausura 2008 le dio su oportunidad. Diego Simeone, llegado desde Estudiantes, logró su segundo título como entrenador. Trece victorias, cuatro empates y dos derrotas le alcanzaron para dar la vuelta olímpica (festejó en la penúltima fecha tras vencer a Olimpo 2-1) a un plantel integrado por Juan Pablo Carrizo; Paulo Ferrari, Gustavo Cabral, Eduardo Tuzzio, Cristian Villagra, Leonardo Ponzio, Augusto Fernández, Matías Abelairas, Diego Buonanotte, Ariel Ortega, Sebastián Abreu, Radamel Falcao y Alexis Sánchez, entre otros.

Aquel torneo no fue el más emotivo de la historia, cosa de la que estuvo un poco más cerca el Apertura 2008. Por segunda vez en la Argentina, el título se definió por un triangular, con Boca, San Lorenzo y Tigre, el sorprendente Tigre que dirigía Diego Cagna y ya había sido subcampeón de Lanús. En el primer encuentro, San Lorenzo le ganó 2-1 a Tigre, en Vélez. Después, Boca le ganó 3-1 a San Lorenzo, en Racing. En el partido decisivo, el 23 de diciembre en Racing, Tigre le extendió un abrazo a la hazaña, pero le faltaron uno centímetros para cerrarlo a pesar de imponerse por 1 a 0 a Boca con gol de Leandro Lázzaro. Al quedar todos nivelados con tres puntos, Boca, dirigido por Carlos Ischia, fue campeón del Apertura con varios históricos (Ibarra, Riquelme, Palermo, Battaglia, Morel Rodríguez) y nuevos campenes (Lucas Viatri, Julio César Cáceres, Jesús Dátolo, Nicolás Gaitán, Javier García, Gabriel Paletta y Ricardo Noir). El contraste fue River, que por primera vez en la historia finalizó en el último puesto.

A comienzos de 2009 la dirigencia de Vélez apostó a un cambio y nombró a Christian Bassedas como manager deportivo. Por sugerencia del ex volante campeón de todo en la década del 90, fue contratado Ricardo Gareca. En la previa del centenario de su fundación y con un plantel considerado uno de los mejores del fútbol argentino, Vélez edificó un nuevo título. En ese torneo también se destacó Huracán, dirigido por Angel Cappa, que le imprimió al equipo un juego vistoso, muy emparentado con las mejores tradiciones del fútbol argentino, al que todos apodaron "tiki-tiki" (Javier Pastore, Matías De Federico y Mario Bolatti eran sus mayores exponentes). Los dos llegaron a enfrentarse en la última fecha, en Liniers, en una definición digna de una película de Fellini. La gripe porcina amenazaba la salud de la gente, muchos espectáculos deportivos y culturales se suspendieron para evitar la aglomeración de gente, pero finalmente se decidió jugar. Así, mucha gente concurrió al José Amalfitani provista de un barbijo para, de alguna manera, evitar algún

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contagio. Vélez tuvo un penal y Gastón Monzón se lo atajó a Hernán Rodrigo López. Antes de finalizar el primer tiempo, se desató una tormenta de lluvia y granizo infrecuente en los cielos porteños. El partido estuvo suspendido casi media y hora y luego se reanudó. Finalmente ganó Vélez 1-0 con gol de Maxi Moralez, en una acción que generó polémica (supuesta falta al arquero Monzón) y que casi le costó la carrera al árbitro Gabriel Brazenas, quien unos minutos antes no había sancionado un claro penal de Carlos Arano a Cubero y en el primer tiempo había invalidado un gol de cabeza de Eduardo Domínguez, defensor de Huracán. Tras el triunfo, festejaron Montoya, Gastón Díaz, Sebastián Domínguez, Nicolás Otamendi, Emiliano Papa, Cubero, Somoza, Víctor Zapata, Moralez, Cristaldo, López, Razzotti, Alejandro Cabral, Joquín Larrivey y Nicolás Cabrera, entre los que más jugaron.

Banfield, con Julio César Falcioni como entrenador, alcanzó su primer título en la división superior. Se consagró el 13 de diciembre de 2009, en La Bombonera, a pesar de perder con Boca 2-0, porque ese mismo día Newell’s, el otro candidato, cayó 2-0 con San Lorenzo en Rosario. Con un brillante Walter Erviti, con un sorprendente James Rodríguez, con la potencia ofensiva de los uruguayos Sebastián Fernández y Santiago Silva (goleador con 14 tantos), fue un legítimo campeón. También integraron aquel plantel Christian Lucchetti, Sebastián Méndez, Víctor López, Marcelo Bustamante, Marcelo Quinteros, Julio Barraza, Roberto Battión, Julio Marchant, Maximiliano Bustos y Cristian García.En el año del bicentenario, un nuevo título profesional se disputaba en la Argentina. Lejos de la pelea estaban River y Boca, dominados por problemas económicos, futbolísticos e institucionales. A tono con la mediocridad de los dos grandes del fútbol argentino, el Superclásico del 21 de marzo de 2010 se suspendió a los 11 minutos del primer tiempo por lluvia. Un hecho nuevo para el clásico de los clásicos de Argentina. Así es el futbol: siempre hay algo nuevo. Pero no era el final. Una mala temporada, dos malas temporadas, y el fantasma del descenso que acecha como nunca en la historia. Llega a la última fecha del Clausura 11 con posibilidades de zafar de todo. Necesitaba un gol de Quilmes, que perdía como local con Olimpo. Pero ese gol nunca llega y tiene que jugar la promoción con Belgrano de Córdoba. Y lo que parece un trámite se transforma en una pesadilla. River desciende de por primera vez en su historia y después de 102 años consecutivos en Primera División. Dos años después, el mismo proceso sufre Independiente, que también baja por primera vez en su historia de categoría. Los dos estarán apenas un año en la Primera B Nacional. River regresa como campeón. Independiente necesitó un partido de desempate con Huracán para definir el tercer puesto del torneo y el ascenso. Ya en 2015, la novedad es que el fútbol argentino vuelve a los torneos largos pero con 30 equipos en Primera División. Todo cambia y nada cambia. Como en los últimos años del amateurismo, los dirigentes recurren a una fórmula que no tiene futuro. Pero reglamentan que el fin de la novedad será luego de cuatro temporadas. Está previsto que en 2019 serán 22 los equipos en Primera División. Con esta secuencia: A partir de la 2016/17 serán cuatro los descensos y dos los ascensos, por lo que en 2017/18 habrá 26 equipos en la máxima categoría, en la 2018/19, 24 y recién a partir de la 2019/20 se alcanzarán los 22 que se buscan.

Trece décadas de fútbol

A decir del inolvidable Pedro Uzquiza: “Este es un recordatorio al querido fútbol nuestro. Porque su evolución y reconocimiento fue consecuencia de la capacidad de sus jugadores. Esos futbolistas que aún condicionados por un medio que pregona que “lo único que importa es ganar” entienden que hay una idea para defender. Esa que nos dio identidad. Desde Julio Libonati a estos herederos de las glorias de Jorge Brown y sus hermanos; de Pedro Ochoa, “el crack de la afición”; de Pedro Calomino y Américo Tesoriere: de las históricas delanteras: Canaveri, Ohaco, Marcovecchio, Hospital y Juan Perinetti; Carricaberry, Acosta, Maglio, Velente y Delor; Canaveri, Lalín, Ravaschino, Seoane y Orsi; Loizo, Espósito, Stábile, Chiesa y Onzari; Lauri, Scopelli, Zozaya, Ferreyra y Guaita; González, Palomino, Naón, Zoraza y Morgada; Maril, Bognia, Sarlanga, Gandulla y Emeal; Maril, De la Mata, Erico, Sastre y Zorrilla; Boyé, Corcuera, Sarlanga, Varela y Sánchez; Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau. Herederos de Bernabé, de Farro, Pontoni y Martino; de Tucho Méndez y de Rubén Bravo; de Alfredo Di Stéfano y Pipo Rossi; de Ernesto Grillo y Carlos Lacasia; de Humberto Maschio, Antonio Angelillo y Enrique Omar Sívori; del Ronco Onega y el Beto Menéndez; de Rojitas, Alonso, Bochini, Maradona...Ahí están, en Europa, Batistuta, Zanetti, Verón, Crespo, Simeone, Claudio Lopez, Gallardo y tantos más...Y cada domingo aquí Juan Román Riquelme, Pablo Aimar, Javier Saviola, el Cuchu Cambiasso, Leandro Romagnoli, Ezequiel González, Damián Manso son los mejores herederos de aquellos grandes. El fútbol nació inglés. Pero es indiscutible que en nuestro país al ser adoptado por el pueblo se transformó en un sentimiento propio. Por esa razón existe un fútbol argentino. Porque en muchas partes del mundo el juego de la pelota despierta pasiones multitudinarias, pero es innegable que en pocos lugares se dan identificaciones tan profundas. Porque Brasil es Brasil, Alemania es Alemania, Uruguay es Uruguay y lo mismo pasa con Italia. Y claro, Argentina es Argentina. Y eso no es materia de discusión. Hubo una escuela y hubo seguidores y también quienes se inclinaron e inclinan por aportarle sus particulares visiones y gustos. Para todos hay lugar, pero todos (los fieles y los renovadores) descansan en la calidad que viene por herencia. Que sólo se transmite de generación en generación por cuestiones de estilo y de preferencias. Antes abundaban los potreros y ahora no, pero siguen naciendo pibes con amor por el fútbol. La mejor garantía para el futuro”.

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  ESTRUCTURA ACTUAL DEL FUTBOL ARGENTINO (HASTA 2014)          

  PRIMERA DIVISION  (20 equipos)  Los campeones van a la Libertadores  Los mejores de la general también    Los mejores de la general van a la Sudamericana    Más Boca y River invitados    NACIONAL B    (20 Equipos)  ARGENTINO A 2 ascensos y 2 descensos directos PRIMERA B

Un ascenso directo 2 PromocionesUn ascenso directo

Una promoción  Una promoción

ARGENTINO B  PRIMERA C

Un ascenso directo  Un ascenso directo

Una promoción  Una promoción

Torneo del interior  PRIMERA D

Un ascenso directo  Un ascenso directo

Una promoción  Una promoción

   Una desafiliación

  ESTRUCTURA ACTUAL DEL FUTBOL ARGENTINO (2015)            

  PRIMERA DIVISION OTROS  (30 equipos) COPA ARGENTINA  El campeón y el segundo van a la Libertadores Un cupo en Libertadores  Del 3° al 6° puesto juegan una Liguilla Pre Libertadores SUPERCOPA ARG  Del 7° al 18° puesto juegan una Luguilla Pre Sudamericana Un copo en Sudamericana  Descienden dos equipos de categoría    NACIONAL B    (22 Equipos)  Torneo Federal A Un campeón PRIMERA B (22 equipos)40 equipos Un segundo ascenso, del 2° al 5° puesto Un campeón

Dos ascensos 4 descensos (sin distinción, pueden ser directamente afiliadosUn segundo ascenso (2° al 9°)

Ocho descensos (van a la Primera B) o indirectamente afiliados (al Argentino A) Dos descensosTorneo Federal B   PRIMERA C (22 equipos)

128 equipos   Un campeón

Ocho ascensos  Un segundo ascenso (2° al 5°)

Torneo Federal C   Dos descensos

257 equipos   PRIMERA D (16 equipos)Siete ascensos   Un campeón

 Un segundo ascenso (2° al 5°)Una desafiliación

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LAS CATEGORIAS HISTORICAS DEL FUTBOL ARGENTINOPRIMERA DIVISION Un torneo x año desde 1891 hasta 1966    Entre 1967 y 1985 2 campeones por año (Metro y Nacional)    1985/86 a 1989/90, un torneo x año (más Liguilla Pre Libertadores)    Apertura 90+Clausura 91 (final por el título anual)    Desde el Apertura 91 2 títulos por temorada         SEGUNDA DIVISION Se juega desde 1899. Hubo años en que no hubo ascenso a Primera    Sí los hubo en 1908, 1909, 1910, 1912, 1913 y 1914.    En algunos torneos, los equipos que actuaban en primera intervenían    también, con la llamada división intermedia, y junto con otros clubes que sólo  participaban en segunda.  

 A partir de 1937, ya en la era profesional, volvieron los ascenso a Primera.  

  Almagro fue el primero en conseguirlo.    Entre 1935 y 1939 jugaron este torneos las segundas profesionales.    A partir de 1942 la categoría se transformó en profesional    A partir de 1950 comenzó a llamarse Primera B. Hasta 1985.    Desde la temporada 86/87 se juega el Nacional B.         TERCERA DIVISION En los primeros años del amateurismo juegaban las terceras de los    equipos de Primera, con otros clubes que en esta división    presentaba su mejor equipo. Estudiantes de Buenos Aires fue el primer campeón  en 1903.      Con la unificación de 1934, a partir de 1935 se reanudaron los ascensos y   descensos entre Tercera y Segunda. Progresitas, en 1935, fue el primer campeón.  Hasta 1959 se llamó Tercera de Ascenso. A patir de 1960 Primera C.    Desde la temporada 86/87 es la Primera B Metropolitano, ahora Primera B.  Se sumó el Torneo Argentino A desde 1996. Desde 2015, Federal A         CUARTA DIVISION 1950 se crea la división de Aficionados. Conocida desde 1960 como Primera D.  Desde la temporada 86/87 es Primera C.    Se sumó el torneo Argentino B desde 1996. Desde 2015, Federal B         QUINTA DIVISION Desde la temporada 86/87.  

 Se sumó el torneo Argentino C desde 1996, luego Torneo del Interior y desde 2015, Federal C.

OTROS TORNEOS OFICIALES DE NIVEL LOCAL (COPAS NACIONALES)     COPA DE COMPETENCIA JOCKEY CLUB 1907-1933  COPA DE COMPETENCIA A.AMATEURS 1920-1926  COPA DE COMPETENCIA LIGA ARGENTINA 1932-33  COPA ESTIMULO 1920-1926-1929  COPA DE HONOR MUNICIPALIDAD 1905-1936  CONCURSO POR ELIMINACION 1913-1914  COPA IBARGUREN 1913-1944  COPA BECCAR VARELA 1932  COPA DE ORO 1936 Se la incluye dentro de la temporadaCOPA ESCOBAR 1939-1949  COPA RAMIREZ 1943-45  COPA BRITANICA 1944-46  COPA SUECIA 1958  COPA ARGENTINA 1969-70  COPA CENTENARIO 1993  COPA ARGENTINA 2012-2015  SUPERCOPA ARGENTINA 2012-2015  COPA CAMPEONATO (SUPERFINAL) 2013-2015 Se la incluye dentro de la temporada

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Capítulo 4: Los equipos que quedaron en la historia (páginas 35 a 59)

ALUMNI(1901-1911)

Alumni nunca fue un club: fue un equipo. Nació como consecuencia de una resolución de la Argentina Asociación Football, presidida por Francisco Chevallier Boutell, que disponía la creación de la tercera división para mayores de 17 años y que los clubes con nombres de instituciones educacionales debían actuar en la nueva categoría. Se intentaba, de esa manera, evitar la publicidad de esos colegios, incompatible con el espíritu amateur. El English High School, representó el instituto que había creado Alejandro Watson Hutton (1853-1936), debía cambiar de denominación.

De regreso de un partido jugado en Lanús, uno de los jugadores, Carlos Bowers, propuso el de Alumni. Bowers había egresado del English High School en 1888 y realizó un viaje de estudios por los Estados Unidos. Regresó impresionado con las obras que llevaban a cabo las "Alumni Associations", centros de ex alumnos de enseñanza. Lo recordó y todos aceptaron el nuevo nombre y también mantener los mismos colores: el rojo y blanco a bastones verticales. La reunión tuvo lugar en una confitería del barrio de Constitución, cercana a la casa de los Brown (Brasil 819), padres de los celebres jugadores de igual apellido.

Alumni obtuvo la primera victoria frente a un conjunto extranjero, en 1906, al derrotar a la selección de Sudáfrica por 1 a 0 y sus jugadores fueron la base de los primeros equipos nacionales albicelestes en las confrontaciones internacionales. Desde 1900 hasta 1911, año de su disolución, ganó diez de los doce campeonatos argentinos que disputó. Pese a sus orígenes, Alumni puede considerarse el primer equipo nacional, sobre todo porque en sus equipos comenzaron a mezclarse, en su última época, algunos apellidos de otras corrientes inmigratorias, como Tomás González o José Labuca Laforia, considerado "un delantero" en el arco.

RACING(1911- 1925) EL SUCESOR DE ALUMNI

En 1911 Racing consigue jugar en la primera división, apenas ocho de su fundación institucional. El nacimiento futbolístico coincide con el ocaso de Alumni. Los dos equipos se enfrentaron ese 1911 sin que nadie pudiera animarse a predecir que estaba naciendo el sucesor del equipo de los ex alumnos del English High School, el que sería el primer club con sello identificatorio con la identidad nacional.

El Racing club, con ascendencia inglesa, es uno de los primeros equipos que comienza abrir sus puertas a los italianos y españoles que conformaban las grandes corrientes inmigratorias de la etapa finisecular y de principio de este siglo.

En 1913, cuando todos miraban a Racing como un equipo en consolidación, sorprende a todos ganando el primer campeonato, en dos finales. En la primera a River, que había compartido el primer puesto en la Zona A: 3-0; y en el segundo, a San Isidro, ganador de la Zona B; 2-0.

Se inicia de este modo una serie triunfal en la que conquista 9 campeonatos, siete de ellos consecutivos y cinco invictos entre ese 1913 y 1925. En la serie de 7 torneos seguidos, el Racing Club cumplió la hazaña de que solamente perdiera cinco encuentros en los 129 que disputó.

Pero tal vez el mayor mérito de "La Academia", como comenzó a llamársela en aquel tiempo, haya sido el de rescatar para el pueblo los primeros ídolos nacionales. Sin dudas, el que logró captar las mayores muestras de afecto fue Alberto Ohaco, a quien puede considerarse el primer ídolo futbolístico de los argentinos. Su nombre, junto a los de Francisco Olazar, Ángel Betular, Nicolás Vivaldo, Alberto Marcovechio, Juan Hospital, Natalio Perinetti y Pedro Ochoa, forman la primera legión de jugadores que merecieron el reconocimiento popular. Con los apellidos de los inmigrantes italianos y españoles, el fútbol dejaba de "ser cosa de ingleses locos". Obtuvo el campeonato de 1913 (le ganó la final a San Isidro por 2-0), el torneo de 1914, 1915

(1-0 en el desempate a San Isidro), 1916, 1917, 1918, 1919, 1921 y 1925. Fue subcampeón de River en 1920, cuarto en 1922, cuarto en 1923 y séptimo en 1924.

Su plantel lo compusieron, entre otros: Allan, Bethular, Cova, Firpo, Frers, Alberto Ohaco, Seminario, Ayarzábal, Vidaillac, Winne, Canaveri, Perinetti, Crocce, Castagnola, Pepe, Olazar, Macchiavello, Zabaleta, Marcovecchio, Hospital, Vivaldo, Loncan, Presta, Prince, Bustince, Franch, Rey, Riccitelli, Brissotti, Sereni, Zumelzú, Bussolini, Albarellos, Massetti, Tassara, Carreras, Spraggon.

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BOCA JUNIORS(1919-1931)

Boca Juniors conquistó su primer título en 1919, pero es en la década del '20 cuando consolida su identificación con las capas populares, esa identificación que todavía perdura. En el período que abarca entre 1919 y 1931, cuando obtuvo el primer campeonato de la era profesional, es realmente significativo para la institución y si bien no puede ser abarcativo de un solo equipo, ya que tuvo varias modificaciones, hay que tomarlo en conjunto porque fue cuando Boca logró sus primeras hazañas y gran popularidad.

Los campeonatos conseguidos en 1920, 1923 (luego de cuatro desempates con Huracán) y 1924, posibilitaron que su fama cruzará el Atlántico y fuera requerido para una gira, que marca un hilo fundamental en la historia de Boca Juniors y del fútbol argentino.

El 5 de febrero de 1925, en el Vapor de la Carrera a Montevideo, parte el plantel de Boca, reforzando con otros jugadores de gran categoría, entre ellos Octavio Díaz, de Rosario Central, Manuel Seoane de El Porvenir, quien fuera figura destacada en Independiente, y Cesáreo Onzari, de Huracán. En la capital uruguaya transbordan al Formosa y el 27 de Febrero llegan a Vigo, debutando el 5 de Marzo, frente al Celta de esa ciudad, ganando 3-1 (Cerroti 2 y Onzari). Desde ese partido y hasta el 7 de Junio, que enfrentan a Olimpic Francais, en París, ganando 4-2, juegan en total 19 cotejos, ganan 15, empatan 1 y pierden 3. Convierten 40 goles una sola vez, en Irán, no pueden quebrar el cero y su arco sufre 16 caídas. Con 12 tantos, Manuel Seoane fue el goleador del equipo, Cerroti y Médice tuvieron asistencia perfecta. Ese año fue declarado campeón de honor. A su regreso, ganó una enorme popularidad y también un compromiso: devolverle a su público tanto afecto. Volvió a ser campeón en 1926 y tuvo el privilegio de cerrar el ciclo amateur e inaugurar el profesional (1930-1931) ostentando el título. Ya no estaba el arquero Américo Tesoriere, una de las glorias boquenses, pero seguían integrando la línea de zagueros Bidoglio, Muttis y algunos de los jugadores de la gira del 25, más la incorporación de Francisco Varallo, "El Cañoncito", quien compartió el primer puesto en la tabla de goleadores junto a los estudiantiles Alejandro Scopolli y Alberto Zozaya, en el primer torneo profesional.

Ganó los torneos de la Asociación Argentina de 1919, 1920, 1923 (tras vencer en el desempate a Huracán), 1924, 1926, 1929, 1930 y 1931, primer campeonato de profesionalismo. Fue tercero en 1921 y 1922, subcampeón en 1927 con la Asociación Argentina ya unificada, subcampeón en 1928.

En mérito a la gran gira realizada por Europa en 1925, fue declarado campeón de Honor. Sus planteles fueron integrados por Ortega, Busso, Américo Tesoriere, Canavery, Cortella,

Bozzo, López, Calomino, Miranda, Elli, Martín, Mainardi, Brichetto, Carassini, Pertini, Galeano, Bertolini, Muttis, Bidoglio, Médice, Cerrotti, Tarasconi, Dighero, Oliva, Martínez, Fortunato, Tazza, Moreyras, Roberto Cherro, Mena, Pedemonte, Fleitas Solich, Arico Suárez, Penella, Kuko, Varallo, Evaristo, Vargas, Fossatti, Dedovich y Alberino.

ESTUDIANTES(1931-1932) "LOS PROFESORES"

Dos próceres del periodismo deportivo de la Argentina, Félix Daniel Frascara y Diego Lucero, consideraron a "LOS PROFESORES" de Estudiantes como "la mayor expresión de arte colectivo sobre una cancha de fútbol".Su línea delantera conformada por Miguel Ángel Lauri, Alejandro Scopelli, "Nolo" Ferreira, Alberto Zozaya y Enrique Guaita, esta considerado como uno de los quintetos más celebres del fútbol profesional Argentino, comparable con la de Independiente de 1939 (Maril, De la Mata, Erico, Sastre y Zorrilla) o la de "La Maquina" de River (Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau).

Esa delantera se junto en 1930 desde distintos orígenes: Scopelli, al que se lo conocía como "el Conejo", surgió desde las inferiores; Manuel Ferreira llegó desde Trenque Lauquen; Lauri, nacido en Zarate y criado en Belisso, Zozaya y Guaita desde Entre Ríos. Inmediatamente hubo una gran afinidad entre los cinco en la manera de sentir el fútbol. Por entonces se llamaban "combinaciones" y con el tiempo "paredes". Era una de las características de ese ataque. En una ocasión, Alberto Zozaya señalo: "nosotros no la conocimos como paredes, pero les puedo asegurar que las hacíamos hasta con revoques".

Fueron subcampeones en 1930; terceros en 1931con 103 tantos a favor, 18 más que Boca, que salió campeón. "No fuimos campeones por los arbitrajes", señaló alguna vez Alejandro Scopelli, quien posteriormente fue uno de los técnicos que mayor aporte le hicieron al fútbol mundial.

La célebre delantera se desintegró porque Lauri, Scopelli y Guaita fueron requeridos desde Europa. "El Indio" Guaita fue campeón mundial con Italia en 1934 y Scopelli también integró a la selección "azurra".

Fue el primer ejemplo de un equipo que no necesitó de títulos para ser considerado uno de los mejores del profesionalismo. Le vasto con la habilidad y la capacidad goleadora.

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Obtuvo la tercera posición en el primer torneo profesional de 1931, escoltando a Boca y San Lorenzo. Había sido subcampeón en el último certamen amateur de 1930 detrás de Boca.

En 1931 tuvo la delantera más goleadora con 104 tantos y los dos primeros en la tabla de goleadores, Alberto Zozaya (33) y Alejandro Scopelli (31). En 1932 alcanzó la sexta ubicación convirtiendo un gol menos que el campeón River. En el ciclo 31/32, jugó 68 partidos oficiales, de los que ganó 36, empató 12 y perdió 20. Logró

184 goles y le conquistaron 114. Sus jugadores principales fueron los arqueros Scandone, Latorre Lelong y Canuano; los

defensores Neri, Rodríguez, Viola, Raúl y Roberto Sbarra; los volantes Uslenghi, Pérez Scalá, Riolfo; los delanteros Lauri, Scopelli, Zozaya, Manuel Ferreira y Guaita. También actuaron Comasco, Telleschea, Padrón, Appolito, Sabio, Juariste, el uruguayo Castro, Alesco y Estevarena.

Los 184 tantos se repartieron entre Zozaya (53), Scopelli (44), Guaita (35), Manuel Ferreira (16), Lauri (15), produciendo entre los 5 delanteros titulares, 163 de los 184 goles del equipo, o sea el 88,6% de los tantos.

En 1931, goleó por 7-0 a Chacarita, 5-2 a Independiente, 5-2 a Ferro, 5-1 a Argentinos, 8-0 a Lanús, 6-1 a Atlanta, 8-0 a Ferro, 6-3 a Racing, 4-1 al campeón Boca y en 1932 6-1 a su clásico rival, Gimnasia.

El 14 de Agosto de 1932 al jugarse la fecha nº 21, Estudiantes y River se midieron en La Plata, empataron en tres goles. Ganando River por 2-0, se produjo un hecho insólito: el delantero local, Alberto Zozaya, remató y la pelota, tras pegar en el travesaño, pico dentro del arco, sin que el juez De Angelis advirtiera el gol.Las protestas fueron muy duras y el árbitro opto por retirarse a su vestuario, una casilla. Allí estuvo 15 minutos y al volver al campo, otorgó el gol ante el asombro general. Una versión muy difundida en la época indicó que el presidente de Estudiantes arma en mano amenazó a De Angelis, quien optó por dar el tanto. Desde ese momento, se lo conoce como "el gol de la casilla".

SAN LORENZO(1933)

Después del gran éxito que había logrado River con la contratación de Bernabé Ferreyra, en 1933, la mayoría de los clubes quiso tener un artillero, con características similares a las del Mortero de Rufino. Independiente contrató a Hugo Lamanna, de Talleres de Remedios de Escalada; Racing, a Evaristo Barrera; y Vélez, a Agustín Cosso. La excepción fue San Lorenzo, que trajo desde Brasil a un centrodelantero exquisito: Petronilho De Brito. Lo acompañaron dos compatriotas: Teixeira y Ramón, que jugaron apenas unos partidos. También a dos paraguayos: Brizuela, quien había actuado en Chacarita, y Achinelli, incorporado luego de haber actuado las primeras cinco fechas para Atlanta. Con Diego García, quien venía del amateurismo, como hábil conductor de la línea atacante, que completaban Gabriel Magán, Genaro Canteli y Arturo Arrieta, se conformó un equipo de gran jerarquía que le dio a San Lorenzo el primer título profesional y que recibió el bautismo de Los Gauchos de Boedo. Ganó su primer campeonato profesional con 50 puntos en 34 partidos, con 22 victorias, 6 empates y 6 derrotas, 81 goles a favor y 48 en contra, fue campeón en la última fecha al perder Boca (que reunió 49 unidades) su encuentro con River y al derrotar San Lorenzo a Chacarita por 1-0, en Villa Crespo.

Fue goleado por River en la segunda fecha por 7-1 (4 tantos de Bernabé Ferreyra), quedando segundo al finalizar la primera rueda, a dos puntos de Gimnasia. Venció al líder por 7-1 en un partido anormal y también le ganó a Boca el otro candidato al título, por 2-0.

Su plantel lo formaron Lema, Pacheco y Fossa; Chivirini, Scavone y Achinelli; Magán, Ecoma, Canteli, Diego García, Petronilo Do Britos y Arrieta.

También jugaron, entre otros, Brizuela, Baigorria, Villalba, Wilson, Alarco, Eduardo Gómez, Bellomo y Freytes. Sus 81 goles lo convirtieron Diego García (22), Magán (20), Petronilo Do Britos (13), Canteli

(10), Fossa (4), Alarcón (3), Arrieta (3), Villalba (3), Eduardo Gómez (2) y Chividini (1).

GIMNASIA (1933) "EL EXPRESO"

Pese a no haber sido campeón, Gimnasia de 1933 se ganó un espacio en la lista de los equipos que engrandecieron al fútbol nacional. Razones extradeportivas condicionaron la posibilidad de demostrar que - junto a San Lorenzo, que fue el campeón - había sido el mejor del año.

Era un conjunto en el que se resumían la solidez y lo armónico, conocido por el húngaro Emérico Hirschl. Una de sus mejores figuras fue el entonces veterano Humberto Recanatini, famoso por su gorrito Gath y Chaves, y por la solvencia para desempeñarse como último hombre de la línea de zagueros (un anticipo de lo que sería el libero), complementándose con su compañero de saga: Evaristo Delovo, encargado de "salir a romper el juego", como se decía entones. De acuerdo a la

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disposición pocisional de la época, la línea media la componían las tres M: Montañez, Minella y Miguens. Los que ocupaban los laterales eran los "halves" y se encargaban de marcar el ala contraria y pasar al ataque. Montañez era sumamente hábil y el uruguayo Miguens, la imagen de la garra y el tesón. José María Minella luego gran figura en River, era el que recuperaba la pelota y distribuía el juego a una delantera fenomenal: Tomás Peralta, Alberto Palomino, Arturo Naon, Armando Zorada e Ismael Morgada.

Gimnasia ganó la primera rueda del campeonato con 27 puntos, seguidos por San Lorenzo a 2. En la segunda rueda decrece su rendimiento, fundamentalmente por los arbitrajes parciales. A medida que se consolidaba el liderazgo del equipo de LA Plata, se hacían más ostensibles las presiones de los clubes grandes a nivel directivo para impedir que lograra el campeonato. El primer síntoma es el partido jugado en cancha de Boca, el 24 de Julio, en el que Gimnasia vencía 2-0 con goles de Morgada y Echevarrieta reemplazante de Naón. Pero una lamentable actuación de árbitro De Dominici determina que Boca de vuelta el partido y gane 3-2. Como consecuencia de esa actuación el juez fue expulsado de la Asociación de Fútbol Argentino.

El episodio que determino la caída de Gimnasia fue el encuentro frente a San Lorenzo, el 8 de octubre, en el Gasómetro, cuando en disconformidad con la actuación de árbitro Rojo Miró (suspendido un año) los jugadores visitantes decretaron "la huelga de peinas caídas", que posibilito el triunfe de San Lorenzo por 7-1.

Finalmente, Gimnasia quedó cuarto en el torneo, pero igual entró en la historia.

Gimnasia ganó la primera rueda del campeonato con 27 puntos sobre 34, seguidos por San Lorenzo a 2. Mantuvo la primera ubicación 28ª fecha, cuando se midió con San Lorenzo en Boedo y sus jugadores al sentirse perjudicados por el arbitraje de Rojo Miró se sentaron en el campo de juego, perdiendo finalmente por 7-1. El juez De Dominici, que dirigió Boca 3 Gimnasia 2 y fue decisivo en el resultado final (26ª fecha) fue expulsado de la liga por mal desempeño, pero el resultado se mantuvo. Finalmente Gimnasia ocupó la cuarta ubicación frente a River, a 4 puntos del campeón San Lorenzo reuniendo 46 puntos sobre 50 de líder. Gimnasia ganó 21 partidos, empató 4 y perdió 9, manteniendo su cancha invicta, con 90 goles a favor - la máxima del torneo- y 55 en contra. Su plantel lo formaron Herrera, Delovo y Recanatini; Montañez, Minella y Miguenz: Tomás González; Palomino, Naón, Zoroza y Morgada. Además jugaron Fidel, Martín, Belli, Echevarrieta, Gainzarain, Panei, Ruiz, De Gitano, Cruel, Farras, Garza, Del Preste y Fernández. Sus 90 goles se repartieron entre Arturo Naón (33), González (10), Palomino (9), Zoroza (9), Morgada (8), Gainzarain (5), Echevarrieta(5), Fidel (3), Minera (3), entre los principales. Sus mejores resultados fueron: 5-2 a Boca, 4-2 al campeón San Lorenzo, 2-1 a River, 4-2 a Huracán como visitante, y 2-1 a Independiente

BOCA JUNIORS(1934-1935)

Dicen los que llegaron a verlo jugar que fue una de las formaciones más importantes de la historia de Boca. El de 1935 se acercó casi a la perfección; el de 1934 tuvo como característica un ataque demoledor y una defensa con fallas, pero que corregida en la temporada siguiente fue esa síntesis que lo coloco entre los mejores conjuntos del fútbol nacional.

El equipo tenía dos conductores: Mario Fortunato, desde afuera de la cancha y Roberto "cabecita de oro" Cherro, en el campo. El entrenador como se debía entonces, tenía conocimiento de psicología y era un estudioso del fútbol. El jugador se destacaba como estratega y un gran ascendiente sobre sus compañeros.

Pero no eran solo Fortunato y Cherro. En la tercera fecha del torneo de 1934 apareció un joven flaco que había llegado de Ingeniero White, Ernesto Lazzatti quien se convirtió en una figura indiscutida durante años en la primera de Boca. En el ataque estaban Francisco "Pancho" Varallo y el paraguayo Delfín Benítez Cáceres, que conformaron con Cherro un tercero goleador inolvidable. Al Boca campeón de 1934-1935 le falto un tanto para llegar a doscientos en las dos temporadas: convirtió 101 el primer año y 98 el segundo.

El título de 1934 no logró disimular el déficit defensivo. Fue así que Mario Fortunato vio en una gira por Brasil a un back, Domingos Da Guía, quien llegó a ser ídolo en Boca y posteriormente integró la selección brasileña que consiguió el tercer puesto en el mundial de 1938. Con Domingos y Valussi, el equipo logró el equilibrio que no había tenido en la temporada anterior.

En 1935 Boca se convirtió en el equipo récord del fútbol argentino, igualado dos años más tarde por River, con el 85,29% de los puntos disputados, marca que se mantuvo vigente durante 32 años, cuando Independiente de Oswaldo Brandao consiguió el 86,67%, en el nacional de 1967, pero en 15 partidos.

Ganó ambos torneos, el de 1934, con 55 puntos sobre 78 (70,5% de rendimiento), el de 1935 con 58 puntos sobre 68 (85,3%) y en ambos casos superó a Independiente, por uno y tres unidades respectivamente.

En ambos torneos hizo 113 puntos con 50 victorias, 13 empates y 10 caídas, marcando 199 tantos y recibiendo 93 tantos.

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Su plantel base estuvo integrado por Yustrich, Domingos Daguia y Valussi, Verniros/Martínez, Lazzatti y Arico Suárez; Luis Sánchez / Zatelli, Benítez Cáceres, Varallo, Cherro, Cusatti, actuando también Moisés y Bibí (paraje brasileña de zagueros de 1934), Benavidez, Providente, Tenorio, Baztarica, Garibaldi y Troncoso, entre otros.

Sus goles, 199 en 73 partidos (2,73 de promedio por encuentro) se repartieron entre el paraguayo Delfín Benítez Cáceres (44), Francisco Varallo (41), Roberto Cherro (38), Cusatti (24), Luis Sánchez (11), Providente (10), Benavidez (11) y Tenorio (5), entre los más efectivos.

Sus mejores resultados se marcan en las tres victorias que obtuvo sobre River en 1934; su goleada sobre Ferro por 6-2 en Caballito; sus dos éxitos sobre San Lorenzo en 1935; el 8-0 a Atlanta; el 5-0 a Quilmes en el sur; 6-1 a Platense y un contundente 5-1 a Estudiantes en La Plata.

RIVER(1936-1937)

River Plate revoluciona el fútbol profesional en 1931, con grandes adquisiciones que le hacen ganar el mote de "los millonarios". Los pases más resonantes, entre varios, son los de Carlos Peucelle, por lo que paga 10.000 pesos y el de Bernabé Ferreyra, conocido como "El Mortero de Rufino" o "La Fiera", por quien abona a Tigre 35.000 pesos. Esa política de grandes compras tiene su recompensa con el título alcanzado en las últimas fechas de 1932 (desempate con Independiente, en cancha de San Lorenzo, 3-0 con goles de Bernabé Ferreyra, Zatelli y Peucelle, el 20 de Noviembre), pero fracasa en los tres años siguientes.

En 1936 se produce un hecho que hace cambiar fundamentalmente la actitud institucional de River Plate: son promovidos a primera división José Manuel Moreno, en primer lugar, y Adolfo Pedernera, posteriormente. La actuación de estos dos jóvenes, conformando una línea delantera excepcional con Carlos Peucelle, Renato Cesarini, Bernabé Ferreyra, José Manuel Moreno y Adolfo Pedernera, determina que la institución cambie su política de grandes adquisiciones para darle mayor importancia al semillero.

También ese equipo de 1936 y 1937 es considerado como el precursor de "La Maquina", que deslumbra años más tarde y esta considerado como "revolucionario" en la historia del fútbol mundial. Del encuentro entre Renato Cesarini, quien había regresado de Italia, y Carlos Peucelle surgen las ideas que luego se plasmarían en "La Maquina".

En 1936, el torneo se diputó en dos ruedas y el ganador de cada una se clasificaba para la final (el mismo que se utiliza para el campeonato 1990-1991). El primer torneo se denominó Copa de Honor y lo ganó San Lorenzo y el segundo, Copa Campeonato, lo consiguió River. En la final ,River gana 4-2 y se consagra por segunda vez campeón profesional.

Al año siguiente, con una campaña excepcional, River vuelve a lograr el torneo, con Moreno y Pedernera brillantes, por 6 puntos de ventaja y con una marca de 106 goles a favor y 43 en contra en 34 partidos, de los que gana 27, empata 4 y pierde solamente 3. Pasa así a la historia del fútbol nacional como uno de los mejores equipos.

Ganó los dos torneos. En 1936 el campeonato se dividió en dos copas: Copa de Honor y Copa Campeonato. River disputó la final con San Lorenzo y lo venció por 4-2, pese a que en la suma de ambas copas, reunió 49 puntos contra 52 del club de Boedo. En 1937reunio 58 puntos sobre 68 posibles, el 85,3% de los puntos, con 106 goles a favor y 43 en contra. La segunda rueda de River ´37 fue espectacular: jugó 17 partidos, ganó 15, empató 1 (4-4 con Racing) y perdió 1 (5-2 con Huracán, de local) con un dato sobresaliente: ganó los 8 partidos que jugó como visitante. Sus mejores resultados: 3-2 sobre Boca como visitante en 1936, tras 17 años de no ganar el clásico en esa condición; goleo por 6-0 a Argentinos; 6-1 a Quilmes; 6-1 a San Lorenzo; 6-1 a Talleres; 5-1 a Tigre y le ganó por 4-1 a Estudiantes en La Plata.

LA MAQUINA DE RIVER(1941-1946)

A nadie le puede parecer exagerado sostener con total convencimiento que la "revolución futbolística" que protagoniza el Ajax de Ámsterdam y la selección de Holanda en la década del 70 y que se conoció como "fútbol total", tuvo su primera expresión en "La Maquina" de River (1941-1946). Hay datos que lo certifican concretamente.

Mucho se habló sobre los factores que contribuyeron a formar aquel equipo excepcional, que conquisto los torneos de 1941, 1942 y 1945; subcampeonatos en 1943 y 1944 y el tercer puesto de 1946. Se dice que los ideólogos fueron Carlos Peucelle y Renato Cesarini. Sin embargo el propio Peucelle, en un libro, trascripto por el periodista Dante Pazzeri, "Fútbol Todo Tiempo" (axioma, en Bs. As. 1975) da en la clave al señalar, que "quien inventó la máquina fue doña Rosa, la mamá de Adolfo Pedernera", en clara alusión a las condiciones naturales del gran futbolista. Porque si bien aquel equipo fue una clara muestra de innovación táctica, no es menos cierto que contó con los jugadores para realizarla, en su gran mayoría excepcionales. Siempre se recuerda su famoso ataque: Moreno, Muñoz, Pedernera, Labruna y Loustau, pero el propio Adolfo Pedernera puso las cosas en

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su lugar al señalar que el equipo estaba equilibrado con jugadores en defensa de gran categoría. Es que son, al cabo y siempre, los futbolistas los que marcan la diferencia.

La Maquina reunió todos los atributos. No era solo fútbol, también tenía pasión como aquel memorable partido en que debía empatarle a Boca en su cancha para consagrarse campeón de 1942. Al terminar el primer tiempo perdía 2-0 con tantos marcados por Bernardo Gandulla. En el segundo sin perder el estilo, se fue a buscar la igualdad con potencia que finalmente consiguió con dos tantos de Adolfo Pedernera. Pudo dar la vuelta olímpica en la Bombonera porque puso temperamento sin claudicar de sus convicciones.

Ernesto Lazzatti alguna vez confeso: "Uno juega contra La Maquina con toda la intención de ganarle, pero como gustador del fútbol a veces prefería quedarme en la tribuna viéndola jugar".

RIVER PLATE (1941-1946)

Ganó los torneos de 1941, 1942, 1945. Fue subcampeón en 1943, 1944 y ocupo el tercer lugar en 1946. En ese ciclo 41-46, jugó 180 partidos oficiales. Ganó 112, empato 41 y perdió 27. Marco 421 tantos (2,4 por partido) y le hicieron 211. Logro 74% de los puntos en juego. Sus mejores campañas fueron las de 1942 y 1945, con 46 puntos sobre 60, con 20 triunfos, 6 empates y 4 derrotas, el 77% de los puntos obtenidos. Algunos resultados sobresalientes: 5-1 sobre Boca en 1941, 4-0 al mismo rival en 1942, 5-1 a Racing en 1944, 5-0 también a Racing en 1943, 6-1 a Banfield como visitante en 1943, 5-3 a Newell´s en Rosario, durante 1944. Sus principales formaciones: Barrios, Vaghi y Ferreira; Yácono, Rodolfi y Ramos, Peucelle / Muñoz; Moreno y D´Alessandro, Labruna, Deambrosi / Pedernera, En 1941. En 1942 debutó Félix Loustau como puntero izquierdo pasando Pedernera al centro del ataque, en lugar de D´Alessandro. Los zagueros Ferreyra y Eduardo Rodríguez, junto a Gallo, el arquero peruano José Soriano, Manuel Giúdice, Antonio Báez y Joaquín Martínez, Alternaron en el equipo titular. En 1945 debuto Amadeo Carrizo y ese año, jugó un solo encuentro Alfredo Di Stéfano. De los 421 goles convertidos por River en el ciclo 41-46, Ángel Amadeo Labruna hizo 113 goles, Adolfo Pedernera 77, José Manuel Moreno 42, Juan Carlos Muñoz 32, Félix Loustau 39. Entre los 5 concretaron el 72% de los goles de aquel River.

BOCA JUNIORS(1943-1944)

Desde 1936 a 1939 Boca atravesó periodos de transición y cambios. No obtuvo ningún título. Pero en 1940 conforma un gran equipo con la llegada desde Ferro de Sarlanga, Gandulla y Emeal. La columna vertebral de ese equipo la conformaban el arquero Estrada, el zaguero Ibañez, el "pibe de oro" Ernesto Lazzatti, Jaime Sarlanga y Bernardo Gandulla. Era un fútbol compacto, fuerte en defensa, inteligente en el medio campo y talentoso en ataque, principalmente con Sarlanga y Gandulla.

Eran los tiempos del Independiente de Maril, de la Mata Erico, Sastre y Zorrilla y La Maquina de River en formación. Sin embargo, Boca logra consagrarse el mejor de ese año, pese a que Independiente lo derrota 7-1 en la 15º fecha, pero se venga en la revancha y lo golea 5-2, en la flamante Bombonera que Boca mantenía invicta.

El Boca del ´40 arrastra multitudes. Gana el campeonato con 55 puntos, 8 más que Independiente y 13 más que River y Huracán. Después llegan dos años en los que tiene que rendirse ante la superioridad de La Maquina, que predomina en el fútbol nacional.

En 1943, estos nombres: Vacca, Marante y Valussi; Sosa, Lazatti y Pescia; Boyé, Corcuera, Sarlanga, Severino Varela y Sánchez. Arrancan mal y parece que volverá ser para La Maquina, pero llega la recuperación con los célebres "boinazos" de Severino Varela y es precisamente el uruguayo el que le da el triunfo a Boca en el clásico de la segunda rueda, que le permite sacarle un punto de ventaja a su tradicional rival. Hasta el final River no lo puede alcanzar y en la cancha de Ferro, en la última fecha, a 10 minutos del final, Jaime Sarlanga, con dos goles, cierra la campaña y la obtención de una nueva estrella.

En 1944, Boca, con el mismo equipo, con la misma solvencia, vuelve a encontrarse con River en una nueva repetición del duelo por el título. El torneo es muy parejo y cuando faltan 10 fechas para que finalice, se encuentran Boca y River en la Bombonera. Otro "boinazo" de Severino Varela, faltando dos minutos para el final, desata el delirio de la hinchada boquense. La mayoría, pese a que faltaban disputar 20 puntos, cree que Boca volverá a ser campeón sin problemas. Sin embargo, comienza a declinar y por incidentes en un partido por la 29º frente a Rosario Central, le suspenden la cancha. Tiene que definir en el último partido frente a Racing, actuando como local en el Monumental. Dos goles de Corcuera y Marante, de penal, decretan el 3-0 definitivo. Boca da su primera vuelta olímpica en la cancha de River.

Ganó ambos campeonatos. En 1943 superó por un punto a River (45 contra 44), al año siguiente venció con una luz de dos puntos sobre River (46 contra 44). En total, jugó 60 partidos, con 37 triunfos, 17 empates y 6 derrotas. Marcó 161 goles y le hicieron 83.

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Sus mejores resultados fueron: 10-1 a Chacarita en 1943 (con 4 goles de Corcuera), 6-4 a San Lorenzo en Boedo, 6-2 a Chacarita en 1944 y 1-0 sobre River en el Monumental , con gol del uruguayo Severino Varela. Su plantel fundamental lo integraron: Vacca, Marante y Valussi; Carlos Sosa, Lazzatti y Pescia: Boyé, Corcuera, Sarlanga, Severino Varela y Mariano Sánchez. También jugaron Diano, Gandulla, Lijé, Zárraga, Rosella, Valsechi, Laidlaw y Vilanoba. Sus goles (161) se repartieron fundamentalmente entre Severino Varela (35), Jaime Sarlanga (33), Mario Boyé (28), Pío Corcuera (29) y el puntero Sánchez (11).

SAN LORENZO (1946-1947)LA GIRA POR EUROPA

Un solo jugador, René Pontoni, le cambió el estilo a San Lorenzo, que hasta 1946 se había caracterizado por haber sido un equipo arrollador, que recibió el apelativo de “El Ciclón”. Con Pontoni, el equipo perdió potencia, pero ganó estética, porque el talentoso santafesino encontró en la creatividad de Armando Farro y en la inteligencia de Reinaldo Martino el complemento ideal.

Los componentes de “El trío de oro”, como se lo denominó, fueron los autores de 56 goles en 1946, más de la mitad que señaló todo el equipo, 90, con un promedio de tres tantos por partido. Complementaban la línea delantera Antonio Imbelloni, en la punta derecha, Oscar Silva, en la izquierda y Francisco de la Mata, hermano de Vicente, quien alternó en las dos posiciones. Pero el equipo de San Lorenzo no era sólo el ataque. Contaba con la serenidad de Mierko Blazina en el arco; una pareja de zagueros en la que descollaba el señorío de Oscar Basso y la decisión de José Vanzini y una por entonces considerada línea media que integraban “El Vasco” Ángel Zubieta, Salvador Greco y Bartolomé Colombo.

Luego de ganarle a Tigre, en la primera fecha, San Lorenzo tuvo un comienzo irregular con empates y derrotas, terminando la primera rueda en tercer lugar detrás de River y Boca. Pero en la segundad rueda la campaña fue excepcional: ganó 12, empató 2(River y Boca) y perdió sólo 1(Estudiantes). Obtuvo goleadas contundentes: le marcó 7 goles a Rosario Central, 6 a Atlanta, y 5 a Lanús, Racing y Platense.

La excelente campaña influyó para que sea reclamado desde España y Portugal, donde se presentó el 22 de diciembre de 1946, venciendo a Atlético Aviación (el actual Atlético de Madrid) por 4 a 1. Desde ese día, en que en el Estadio Metropolitano de Madrid, 50.000 espectadores lo despidieron arrojando los sombreros al aire, cada presentación del equipo argentino fue una fiesta de fútbol y goles, concretando una campaña que comprendió 10 partido jugados, 5 ganados, 4 empatados, y una derrota, con 46 goles a favor (4,6 por partido) y 28 en contra.

Ganó brillantemente el torneo de 1946, con 46 puntos sobre 60, producto de 20 victorias, 6 empates y 4 derrotas, con 90 goles a favor (3 por partido) y apenas 17 en contra. Superó por cuatro puntos a Boca y le sacó cinco de ventaja a River. En la segunda rueda produjo sobre 15 partidos, 12 triunfos, 2 empates y una única caída ante Estudiantes, por 2-1 en La Plata. Sus mejores resultados: 5-0 a Vélez en Villa Luro, 7-0 a Rosario Central, 5-1 a Lanús, 6-1 a Atlanta, 5-0 a Racing, 5-1 a Platense, todo en 1946. En 1947 ocupó la quinta posición, a once puntos de líder River, produciendo un 6-1 sobre Banfield y un 4-0 sobre Newell´s en Rosario, como resultados más sobresalientes. En diciembre de 1946 y enero de 1947 realiza una inolvidable gira por España, causando sensación: vence por 7-5 a un combinado español en Barcelona y el 16 de enero aplasta por 6-1 al seleccionado español en Madrid. Su formación titular habitual: Blazina, Vanzini y Basso; Zubieta, Greco y Colombo /Manuel Rodríguez; Imbellone /De la Mata, Farro, Pontoni, Martino y Silva. También alternaron Tablada, Rial, Banegas y Agallay. Sus máximos goleadores fueron, sobre esos 90 tantos de 1946, René Pontoni con 20, Reinaldo Martino y Armando Farro con 18, seguido por Silva con 10.

RACING (1949-1950-1951)EL PRIMER TRICAMPEÓN

Racing había sido el club sensación en la época del amateurismo, con los títulos conseguido entre 1913 y 1919, y lo de 1921 y 1925. Pero en el profesionalismo no pudo repetir esas hazañas en los primeros tiempos y debieron pasar muchos años para que lograra un título. Fue en 1949, se prolongó el siguiente y concluyó en 1951. Un ciclo memorable, con la obtención del tricampeonato que hasta entonces no tenía antecedentes y que vino a compensar los sinsabores vividos desde 1931, cuando se implantó el profesionalismo en la Argentina.

Se hace inevitable asociar al Racing de esa época con algunos funcionarios, fundamentalmente con el ministro de Hacienda, Ramón A. Cereijo y con el gobernador de la

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provincia de Buenos Aires, mayor Carlos Aloé. Pero nada puede opacar la sensacional campaña del equipo, compuesto por jugadores de excepción en el fútbol nacional. La única verdad es que era un equipazo. Los favores, si los hubo, en todo caso hay que atribuírselos a factores extrafutbolísticos, como la inauguración del estadio de Avellaneda, con ayudad oficial y que fue inaugurado en 1950. De esa manera se puso fin a un largo peregrinaje por campos ajenos, a tal punto que la vuelta olímpica por el título obtenido en 1949 tuviera que darse en la cancha de Boca.

El gran equipo de comenzó a conformarse en 1948 con una delantera integrada por Juan Carlos Salvini, Norberto Méndez, Rubén Bravo, Llamil Simes y Ezra Sued y el complemento ideal en un organizador inteligente como fue Ernesto Gutiérrez. Ese año Racing se mantenía cómodamente en al punta, pero una huelga, producida en parte por el éxodo a Colombia, determinó que finalizara el torneo con jugadores de divisiones inferiores y quedara relegado al segundo puesto por Independiente.

En 1949 no hay problemas y comienza un ciclo que se cierra el 5 de diciembre de 1951, en cancha de San Lorenzo, cuando Mario Boyé, con una espectacular volea desde afuera del área, derrota al arquero Graneros de Banfield, en la segunda final (la primera empataron 0-0) y le da a Racing el tercer campeonato consecutivo.

RACING CLUB(1949-50-51)

En 1949 ganó con 49 puntos sobre 68(21-7-6) y seis puntos de ventaja sobre River y Platense, los escoltas. En 1950 reunió 47(23-1-10) pero amplió la diferencia, al sacarle ocho a Boca y a Independiente. Finalmente, en 1951 igualó la primera ubicación con Banfield con 44 puntos sobre 64, con uno de ventaja sobre River. Racing superó por 1-0 a Banfield en el desempate y se consagró tricampeón. Marcó 233 goles en 100 partidos con varios delanteros que se destacaron nítidamente: Llamil Simes (61), Rubén Bravo (30), Mario Boyé (15), Norberto Méndez (25), Ezra Sued (15) y su zaguero Higinio García señaló 20 goles, en su mayoría de tiro penal. Jugó todo el torneo de 1949 como local en el estadio de Boca y recién pudo actuar en su nueva cancha, a partir del 3-9-50, cuando venció a Vélez 3-0. Sus máximos resultados: 6-1 a Lanús, 5-2 a Independiente como visitante, 6-2 a Boca, 3-1 a San Lorenzo en Boedo y 4-0 a Ferro, en una racha espectacular de 1949. También vale mencionar un 5-1 sobre Estudiantes en La Plata y un 6-1 a San Lorenzo, ese mismo año. En 1950, 3-0 a River en el Monumental, 4-2 a Independiente de visitante y 5-3 a River en el desquite. En 1951, volvió a ganarle por 5-3 a River, más un 3-0 a Gimnasia, en La Plata. Platense tuvo un privilegio: fue el único equipo que le hizo cinco goles en el trienio, al vencerlo por 5-3 en la cancha de Boca. Su plantel base: Antonio Rodríguez/Grisetti; Fonda/ Juan Carlos Giménez, Higinio García y Palma/García Pérez; Rastelli, Gutiérrez; Salvini/Boyé, Méndez, Rubén Bravo/ Blanco/Simes y Sued. También alternaron Palma, Ámela, Cupo, Gagliardo, Hernández, Ongaro y Blasetti.

INDEPENDIENTE(1952-1953-1954-1955)

Suele ponerse como ejemplo de que no siempre el mejor equipo es el campeón. Este es el caso de Independiente en los primeros años de la década del ´50, con un ataque que se convirtió en el único caso en la historia del fútbol argentino en que su delantera completa es convocada para la selección nacional en partidos de la trascendencia que tuvieron los enfrentamientos con ingleses y españoles. Son Micheli, Cecconato, Lacasia, Grillo y Cruz, y posteriormente la inclusión de Bonelli en lugar de Lacasia.

Durante esos años, Independiente siempre estuvo a un paso del título, pero nunca lo consiguió. Se hicieron muchas interpretaciones sobre esta circunstancia, algunas vinculadas con la relación poco cordial que mantenían los jugadores con los dirigentes, pero, en realidad, no hay que perder de vista que coincidentemente se dio en una etapa en la que hubo grandes equipos. Bastaría recordar el Racing tricampeón (1949-50-51), el Boca del 1954 y la formidable delantera de River integrada por Vernazza, Prado, Walter Gómez, Labruna y Loustau.

En 1952 ocupa el tercer puesto a cinco puntos de River; en 1953 sufrió la suspensión de Carlos Ceconatto y Ernesto Grillo durante 10 fechas, lo que resintió el equipo que había ganado la primera rueda y no pudo repetir en la segunda; en 1954 sale subcampeón a 4 puntos de Boca, pero con la particularidad de haber perdido 10 puntos con los cuatro últimos (3 con Tigre, 3 con Gimnasia, 2 con Huracán, y 2 con Banfield), mientras que-paradójicamente- gana 15 de los 16 puntos que disputa que disputa con los considerados “grandes” (0-0 con River).

En sus memorables partidos quedaron algunas goleadas históricas; 7-1 a Ferro, en 1952; 6-2 a Estudiantes, en 1953; 6-2 a Platense, 5-1 a San Lorenzo y 4-1 a River(los tres como visitantes), en 1954 y el histórico 5-1 a Racing en la última fecha de 1953.

Europa llegó a conocerlos. Fue en la gira de 1954, que arrancó nada menos que con un memorable 6-0 en el Santiago Bernabeu de Madrid, al Real de Di Stéfano y Molowny y que culminó con una serie goleadora de 39 tantos en 21 encuentros.

Fue tercero en 1952, cuarto en 1953, subcampeón en 1954 y cuarto en 1955.42

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Tuvo la delantera más goleadora en 1952 (72 goles en 30 partidos) y en 1954 (61 en 30). Se destacaron nítidamente sus hombres de ataque: Micheli, Cecconato, Lacasia/Bonelli, Grillo y Cruz. En esa delantera, también incursionaron Gatti, Chirico y Cervino. Sus goleadores: en 1952, Carlos Lacasia con 17, Ernesto Grillo con 15 y Rodolfo Micheli con 13. En 1954, Micheli (16), Bonelli (14) y Grillo (11). Sus mejores resultados: 7-1 a Ferro y 5-1 a Newell´s en 1952; 6-2 a Estudiantes y 5-1 a Racing en 1953; 3-0 al campeón Boca, de visitante, en 1954; 6-1 a Newell´s en 1955. Su plantel base: Abraham/Simonetti; Arias, Barraza, Arrigó/Mousegne; José Varacka, Britos/Emilio Varacka; Micheli, Cecconato/ Lacasia/Bonelli/ Grillo y Cruz. También jugaron Simonetti, Amaya, Violín, Juárez, Zorzenón y Maldonado.

RIVER PLATE (1952-1953-1955-1956-1957)

La hegemonía que mantuvo Racing desde 1949 hasta 1951 no pudo ser quebrada por River, pese a que contaba con un equipo excepcional y con uno de los mejores centrodelanteros del fútbol argentino: el uruguayo Walter Gómez. Pero a partir de 1952, River inicia el período más brillante de su historia, en el que obtiene cinco títulos en seis años, tres consecutivos.

A principios de 1952 realiza una gira por España, Suiza, Italia, Francia, Inglaterra Portugal. Gana 6 partidos, empata 7 y pierde solamente uno (5-1 frente al Atlético de Bilbao, en el encuentro inicial de la excursión). Saldo muy favorable, sobre todo porque el 22 de febrero, en Manchester, derrota al Manchester City por 4-3 (goles de Labruna, 2, Vernazza y Walter Gómez) y consigue el primer éxito argentino en la tierra de los inventores del fútbol. Convirtió 49 goles y le hicieron 35.

Con esta gran satisfacción, River inicia el torneo de 1952, que se trasforma en un diálogo con Racing por el título. En las últimas fechas, Racing se encuentra a un punto de River, que faltando tres partidos derrota ampliamente a Huracán en Parque Patricios (7-1) pero en la fecha siguiente pierde un punto ante Banfield (1-1), en el Monumental, y Racing no puede alcanzarlo porque también empata. Llega la última fecha. River tiene 38 puntos y Racing 37. El puntero debe jugar en Rosario frente a Newell´s. Con gol de Prado, River le corta la racha a Racing e inicia la suya.

En 1953 el torneo es una repetición del anterior: River y Racing luchan nuevamente por el título. Se encuentran el 8 de noviembre, en Núñez y con el triunfo por 2-1, River se asegura el bicampeonato.

En 1954 Boca posterga las aspiraciones de River del tricampeonato, pero el equipo de la banda roja obtiene ese año dos grandes satisfacciones: derrota a su tradicional rival en la Bombonera (debut de Norberto Menéndez, en pareja con Sivori, reemplazantes de Labruna y Walter Gómez) con gol de Prado en los últimos minutos y en la revancha, en el Monumental, le vuelve a ganar, esta vez 3-0, con goles de Labruna (2) y Walter Gómez.

Finalmente, llega el tricampeonato. El de 1957 concluye con 46 puntos, 8 más que en el segundo. San Lorenzo, prueba de su superioridad sobre el resto. Nadie podía imaginarse que esa vuelta olímpica, el 8 de diciembre, en Villa Crespo, luego de ganarle a Atlanta 3-1, sería la última de un largo período.

Ganó cinco de los seis campeonatos de este lapso, salvo el de 1954, que fue obtenido por Boca, y lo ubicó tercero. Su mejor campeonato fue el de 1957, con 46 puntos sobre 60 posibles, con 19 triunfos, 8 empates, y 3 derrotas, con ocho puntos de ventaja sobre San Lorenzo. En total, disputó 180 partidos, con 105 victorias, 45 empates y 30 derrotas. Convirtió 370 goles y le señalaron 222. Logró el 71% de los puntos en juego. Sus mejores resultados: 7-1 a Huracán en Parque de los Patricios (1952), 6-2 a Platense (1953), 7-0 a Ferro (1957), 6-1 a Estudiantes (1957) y 6-2 a Argentinos (1957). Su peor resultado: 4-0, de local, con Boca en 1955. La base: Carrizo; Yácono/Mangegari; Alfredo Pérez, Soria/F.Vairo; Prado/Sivori, Venini/Rossi, Ferrari/Solá; Vernazza, W. Gómez/Menéndez, Labruna y Loustau/Zárate. Los jugadores principales del ciclo: Amadeo Carrizo (160), Ángel Labruna (149), Alfredo Pérez (134), Santiago Vernazza (134), Eliseo Prado (123), Félix Loustau (109), el defensor Mantegari (107) y otro defensor, Verni (106). Más atrás, con menos torneos jugados pero igual de valiosos, el uruguayo Walter Gómez (80), Roberto Zarate (68), Enrique Omar Sívori (63), Néstor Rossi (61) y Norberto Menéndez (57) y el defensor Sola (100). De los 370 goles, Ángel Labruna convirtió 67, seguido por Eliseo Prado con 56, Santiago Vernazza 50, Roberto Zárate 38, Walter Gómez 37 y Enrique Omar Sívori.

BOCA JUNIORS(1962-1964-1965)

La actuación argentina en el Mundial de Suecia desembocó en el llamado “fútbol espectáculo” que propusieron River y Boca a través de sus presidentes, Antonio Liberti y Alberto J. Armando. A Boca, llegó, en 1961, Vicente Italo Feola, un brasileño que había sido uno de los entrenadores del Brasil campeón del mundo de 1958.

Con Feola también llegaron una gran cantidad de jugadores extranjeros, pero hay dos que son fundamentales en la posterior campaña: Orlando Pecanha Carvallo y Paulo Valentim; el primero para

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estructurar la defensa con solidez y el segundo como goleador. El nuevo director técnico es José D´Amico, quien arma la última línea con Simeone, Silvero, Orlando y Marzolini. En el medio campo, la columna vertebral era Antonio Ubaldo Rattín, pero se insinúa la fundamental gravitación de Alberto González como cuarto volante. Y en ese 1962, los grandes del fútbol argentino pelearon el campeonato fecha a fecha. Llegan igualados a la 29. Es el 9 de diciembre. Valentín captura un envío de Echegaray y Carrizo lo derriba. Penal. Remata el propio Valentim y gol, 1-0. Cuando faltan 5 minutos para el final, Simeone derriba a Artime en el área. Penal para River y la posibilidad de igualar. Delem dispara, Roma adivina la trayectoria, se adelanta y el título es para Boca.

La campaña de 1963 no es buena, pero hay una aparición deslumbrante: Ángel Clemente Rojas. Se hace cargo Adolfo Pedernera y Boca consigue un nuevo título en 1964 con una defensa que muestra una gran solidez: 15 goles en contra en 30 partidos; solamente 6 en los últimos 2.250 minutos de juego. ¡Un tanto cada 375 minutos! Boca es campeón con un extraño designio: ganar los torneos los años terminados en 4, como en 1924, 1934, 1944 y 1954. Esta vez, con una defensa casi invulnerable. A Boca, con un gol le alcanzaba.

En 1965 un accidente posterga a Adolfo Pedernera, quien es remplazado por Néstor Rossi. Con la presencia de Alfredo Rojas y la dupla Norberto Menéndez-Ángel Clemente Rojas, el equipo tiene mayor poder ofensivo. Le gana los dos partidos a River (2-1) y establece un punto de diferencia sobre su tradicional rival, logrando un nuevo título, el tercero en cuatro años.

Ganó los tres torneos y fue cuarto en el de 1963. Sus campañas fueron en 1962 (28-18-7-3) con dos puntos de ventaja sobre River; en 1964 (30-17-10-3) con seis puntos de diferencia sobre Independiente y en 1965 (34-19-12-3) con una unidad sobre River. Marcó, en los tres ciclos, 135 goles en 92 partidos y le hicieron 63. Tuvo la defensa menos vencida en 1962 y 1964. Sus mejores resultados: 5-1 a Quilmes, 3-0 a Racing, 1-0 a River en 1962; 3-0 a San Lorenzo en 1964; 7-2 a Chacarita, 2-1 y 2-1 a River y 5-0 a Lanús en 1965. Sus principales formaciones: Roma; Simeone, Silvero/Magdalena, Orlando/Silveira, Marzolini; Menéndez, Rattín, Alberto González, Angel Rojas; Pianetti, Valentim/Alfredo Rojas.. De los 135 goles conseguidos por Boca en el tricampeonato 62/64/65, el máximo artillero fue el brasileño Paulo Valentim con 29; Alfredo Hugo Rojas hizo 17, Ángel Clemente Rojas 16, Norberto Menéndez 16 y Oscar Pianetti 13, entre los principales. Dos veces definió el título con River: en 1962, venciéndolo por 1-0 con gol de Valentín de penal y arbitraje de Carlos Nay Foino, quien convalidó un tiro penal detenido por Roma a Delem antirreglamentariamente, que pudo haber cambiado al definición del torneo. En 1965 ante la penúltima jornada, Boca le ganó por 2-1 a River en la Bombonera (goles de Pianetti, Menéndez y Artime) y sacó el punto de ventaja decisivo.

ESTUDIANTES DE LA PLATA(1967-1968-1969-1970)

Se jugaba una de las semifinales del Metropolitano de 1967. En cancha de Boca se enfrentaban Platense y Estudiantes de La Plata. El partido era francamente favorable para Platense, que logró ponerse 3-1. Carlos Pachamé, en un esfuerzo desesperado, consiguió salvar sobre la línea el cuarto gol, en el arco de la Casa Amarilla. Estudiantes se sobrepuso y alcanzó el empate: 3-3. Sobre la hora, el arquero Hurt detuvo la pelota de un corner, pero reaccionó violentamente aplicándole un puntapié a Carlos Salvador Bilardo. Fue penal y gol. También el comienzo de una historia que culminó con la obtención de la Copa Intercontinental, frente al Manchester United, en tierra inglesa.

Todo había empezado en el verano de 1969, cuando Osvaldo Juan Zubeldía aceptó hacerse cargo del equipo, que había peligrado con el descenso de categoría en los años anteriores. Miguel Ignomirielo dirigía la tercera que había ganado el campeonato de su categoría en 1964. De ese semillero se nutrió Zubeldía para darle forma al equipo. Contó con el aporte de Carlos Bilardo, convertido en el conductor dentro del campo. En 1965, Estudiantes logra un meritorio quinto puesto y un año más tarde se ubicó séptimo. Al llegar 1967, se clasifica segundo en su zona en el Metropolitano-con igual puntaje que Racing pero con menor diferencia de goles y debe enfrentar a Platense. Logra ese triunfo increíble (4-3) y el título frente a Racing, en cancha de San Lorenzo: 3-0.

Después, la consagración en la Copa Libertadores con tres títulos consecutivos: 1968 (final con Palmeiras), 1969 con Nacional e Montevideo y 1970 con Peñarol de Montevideo, pero, sin dudas, el título más significativo fue el de la Copa Intercontinental de 1968, en Manchester.

Llovía sin cesar aquella noche. El estadio era una caldera. A los 16 minutos, Madero toma un tiro libre. Ribaudo y Coniglairo se cruzan y desorientan a los ingleses. Aparece Juan Ramón Verón y sorprende con un cabezazo. Argentina lograba la segunda Copa Intercontinental en dos años. Primero había ido Racing, en 1967, ese año el Estudiantes de Zubeldía.

En estos cuatro años ganó el torneo Metropolitano de 1967, fue subcampeón en el Nacional de 1967 y en el Metropolitano de 1968. Obtuvo la Copa Libertadores en 1968, 1969 y 1970 y ganó la Copa Intercontinental en 1968. Fue el primer equipo- fuera de los cinco grandes- que se adjudicó un campeonato de primera división. En el Metro ´67 disputó 24 partidos, con 13 victorias, 7 empates y 4 derrotas. Venció en la

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semifinal a Platense por 4-3 y dio cuenta en la final de Racing por 3-0. Si incluimos su campaña en el Nacional ´67, donde fue segundo e invicto, redondeó 39 partidos, con 22 victorias, 13 empates y 4 derrotas, 50 goles a favor y 26 en contra. Sus mejores resultados: 1-0 a Boca, 2-1 a Racing en Avellaneda, 2-1 a River. Su formación titular: Poletti; Manera, Aguirre Suárez, Madero, Malbernat; Bilardo, pachamé, E. Flores/Echecopar; Bedogni/Bilardo, Conigliaro y Verón. Llegó a la final del Metro ´68 tras 22 partidos, con 9-6-7 como registro y tras vencer en las semifinales a Vélez por 1-0, cayendo en la final frente a San Lorenzo por 2-1 en la cancha de River. En los torneos siguientes y hasta el Nacional de 1970, mantuvo la misma base de jugadores, a los que se agregaron elementos juveniles debido a la participación del club en la distintas Copas Libertadores. Otros jugadores del ciclo 67/70: Medina, Gabriel Flores, Spadaro, Lavezzi, Togneri, Taverna, Trullet, Zibecchi, Fucceneco, Aguilar, Verde, Errea, Cremauco, Forteis, Orife, Zuccarelli, Rudzki, Barale, Jorge Solari, Pagnanini, Romeo y Pezzano. Sus series en la Copa Libertadores: 11-2-3 en 1968, venciendo en la final a Palmeiras de Brasil (2-1,1-3 y 2-0). En 1969 disputó 4 partidos, ganando todos los encuentros y superando por 1-0 y 2-0 en las finales a Nacional, de Montevideo. En 1970, disputó cuatro partidos, con tres victorias y un empate, ganándole la final a Peñarol por 1-0 con gol de Néstor Togneri empatando el desquite en Montevideo. Ganó la Copa Intercontinental en 1968 (1-0 y 1-1 con Manchester United, de Inglaterra), perdiendo luego en 1969 con Milan (0-3 y 2-1) y en 1970 con Feyenoord de Holanda (2-2 y 0-1).

RACING CLUB – EL EQUIPO DE JOSÉ (1966-1967)

Lo que fue calificado como “el desastre de Suecia” en el Mundial 1958, provocó una serie de cambios en el fútbol argentino que, en algunos casos, fueron negativos. En la década del ´60 la tendencia de la mayoría de los equipos era el juego defensivo. Quien intentó romper con esa regla y lo consiguió fue Juan José Pizzuti, quien se hizo cargo de Racing el 19 de septiembre de 1965, cuando el equipo ocupaba el último lugar en la tabla de posiciones.

Ese día le ganó al puntero del campeonato, River, por 3-1 y comenzó una racha histórica. Al final del torneo, luego de 14 fechas invictas, Racing ocupa el quinto lugar. Al año siguiente, Juan José Pizzuti introduce algunos cambios posicionales (Perfumo como marcador central, Alfio Basile como segundo zaguero, el “Panadero” Díaz, que jugaba como 6 en la tercera, de marcador de punta y Maschio como cuarto volante) y varios refuerzos (Joao Cardoso, Raffo, Spillinga, Manilo y Martinoli, entre otros) y el equipo consigue el récord del fútbol argentino con 39 fechas sin conocer la derrota, consagrándose campeón de AFA.

El año siguiente se corona titular de la Copa Libertadores, luego de tres partidos finales con Nacional de Montevideo (0-0 en la capital uruguaya y en Avellaneda, y 2-1, con goles de Norberto Raffo y Joao Cardoso, en el estadio Nacional de Santiago de Chile).

Después llegó la Copa Intercontinental, el primer título a nivel mundial que ganó un equipo argentino, frente a los escoceses del Celtic. Fue derrotado 0-1 en Glasgow, triunfo en Avellaneda 2-1 con tantos de Raffo y Juan Carlos Cárdenas, y el título en el Centenario de Montevideo con el “zapatazo” del “Chango” Cárdenas desde 35 metros, en un partido violento, que culminó con las expulsiones de Basile y Rulli, en Racing, y Lennox, Hughes y Jhonstone, para el Celtic.

Fue “el equipo de José”, el que tuvo como mérito quebrar la actitud especulativa que reinaba en la década del ´60 y ser el primer equipo nacional que consiguió un título a nivel mundial.

Cumplió una campaña excepcional que lo mantuvo 39 fechas invicto, récord en el fútbol argentino. En el torneo de 1966, recogió 61 puntos sobre 76 posibles, con 24 victorias, 13 empates y una sola derrota, ante River por 2-0 en el Monumental. Convirtió 70 goles y le marcaron apenas 24 tantos. Logró algunos resultados espectaculares: 5-0 a Quilmes como visitante, 2-0 a Independiente como visitante, 2-1 a San Lorenzo en Boedo, 6-0 a Ferro en Caballito, venciendo a Central en Rosario e igualando con Newell´s. Su formación principal: Cejas/Luis Carrizo; Martín, Perfumo, Basile y Rubén Díaz; Rulli, Mori, Maschio; Martinoli/Cardoso, Cárdenas/Raffo y Juan José Rodríguez. También participaron Chabay, Vicente, Rambert, Parenti, Canadell y Vilanoba. Del equipo titular, todos menos el lateral Oscar Martín, marcaron goles. El principal fue James Martinoli con 18, Juan José Rodríguez hizo 16, Juan Carlos Cárdenas 8, Alfio Basile y Humberto Maschio 6, Rubén Díaz 5, el volante Rulli 4, Miguel Mori 3, Roberto Perfumo 2, Nelson Chabay 1. En 1967 ganó la sección “A” del torneo Metropolitano con 29 puntos sobre 44 posibles. Venció en la semifinal a Independiente por 2-0 (goles de Raffo) y cayó en la final ante Estudiantes por 3-0, en el viejo estadio de San Lorenzo de Almagro. En esa temporada, incorporó al brasileño Joao Cardoso, al delantero Norberto Raffo, más el arquero Antonio Spilinga. Participó en la Copa Libertadores de América por primera vez y la ganó. Su campaña abarcó 20 partidos, de los que ganó 14, empató 4 y perdió 2, con 44 goles a favor y 14 en contra. En

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semifinales eliminó a Universitario de Perú, River Plate y Colo Colo de Chile, venciendo en la final a Nacional de Montevideo, en un desempate disputado en Santiago de Chile. El 4 de noviembre de 1967, obtuvo la Copa Intercontinental por primera vez para la Argentina, al superar en una serie de tres partidos al Celtic de Glasgow, de Escocia (0-1, 2-1 y 1-0) con el recordado gol de Cárdenas, en el estadio Centenario de Montevideo. Ganó todo: campeonato, Copa Libertadores y Copa Intercontinental.

INDEPENDIENTE DE BRANDAO(1967)

EL MEJOR PROMEDIO DEL PROFESIONALISMO

Luego de ganar las Copas Libertadores de 1964 y 1965, Independiente no pudo repetir en 1966 y fue eliminado por River, en el partido desempate de semifinales, 2-1, en cancha de San Lorenzo ante una multitud. Daniel Onega y Luis Cubilla marcaron para River y Luis Artime para Independiente. De esta manera se cerraba un ciclo. Llegó un técnico de gran prestigio internacional: el brasileño Oswaldo Brandao, quien ya había estado en la institución en 1961.

Con profundos conocimientos sobre fútbol y una cordialidad poco común en el trato con los jugadores, Brandao confió en el mismo equipo que había actuado el año anterior, más la incorporación de un juvenil que provenía de Piraña, una institución del ascenso: Héctor “Chirola” Yazalde, quien inmediatamente se convirtió en una gran figura e ídolo de la hinchada.

Ese 1967 se reestructura el fútbol de AFA. Comenzó a disputarse Metropolitano y Nacional. En el primer torneo Independiente ocupó el segundo lugar en la zona B, a un punto de Platense. Debió jugar la semifinal con Racing y perdió 2-0. En el Nacional, la campaña fue brillante; jugó 15 partidos, ganó 12, empató 2 y perdió solamente 1, con San Lorenzo (1-3), logrando 26 puntos sobre 30 posibles, lo que lo convirtieron en el equipo con el mayor promedio del profesionalismo: 86,67 por ciento.

La producción goleadora también fue espectacular: 43 tantos en 15 encuentros, con un promedio de 2,86 por partido. Luis Artime fue el goleador con 11, seguido por Héctor Yazalde, 10; Aníbal Tarabini, 7; Raúl Bernao, 3; Osvaldo Mura, 2; y Vicente de la Mata (h), Omar Pastoriza, Diéguez y Elbio Ricardo Pavoni, 1 cada uno.

La consagración se produjo nada menos que frente a Racing, que ostentaba el título Intercontinental, en cancha de Independiente, con una goleada histórica: 4-0 con goles de Luis Artime, dos, Aníbal Tarabini y Mario Savoy. El día siguiente, Osvaldo Brandao regresó a Brasil y nunca más dirigió en la Argentina, pero su paso fue inolvidable y dejó su sello a uno de los equipo que hicieron historia en nuestro fútbol.

Ganó el primer campeonato Nacional, en 1967, con 26 puntos sobre 30 (15-15-2-1), un rendimiento del 87%, 43 goles a favor y 14 en contra. Dirigido por Osvaldo Brandao, experimentado entrenador brasileño, fue semifinalista en el primer torneo Metropolitano, cayendo ante Racing Club, en esa instancia, por 2-0. Su campaña de todo el ciclo 1967, redondeó 38 partidos, con 25 victorias, 9 empates y 6 caídas, 76 goles a favor y 31 en contra, 59 puntos, el 77% de los puntos conseguidos. Sus mejores resultados en el Nacional ´67: 6-0 a Central Córdoba de Santiago del Estero y a Chaco For Ever, 5-2 a Lanús, 2-0 a River como visitante y 4-0 al Racing Club. Su única derrota fue en Boedo, 3-1 con San Lorenzo. Su plantel: Santoro; Roberto Ferreiro, Monges, Acevedo y Pavoni; Mura/Savoy, Pastoriza y Tarabini; Bernao, Artime y Yazalde. También jugaron Diéguez y De la Mata. Un caso notable: procedente de Piraña, un club de la categoría llamada entonces “Fútbol Aficionado” hoy Primera “D”, llegó el delantero Héctor Casimiro Yazalde. Debutó el 24 de septiembre ante Platense, en Manuela Pedraza y Crámer, venciendo Independiente por 2-1, con un gol suyo, en el segundo tiempo y otro de Savoy. Yazalde jugó 9 partidos en el Nacional ´67 y marcó 10 goles, escoltando en la tabla de goleadores a su compañero Luis Artime, quien señaló 11 tantos. Los otros goleadores: Aníbal Tarabini 7, Raúl Savoy y Raúl Bernao 4, entre otros. Ingresó directamente a la Copa Libertadores de 1968 con su escolta, Estudiantes de La Plata, equipo que lo eliminó en dicho torneo.

SAN LORENZO(1968)

“LOS MATADORES”

“Los Matadores” de San Lorenzo, campeones Metropolitanos de 1968, serán recordados como una de las mayores expresiones futbolísticas en una época en que imperaba la especulación en el fútbol argentino. El artífice de este conjunto fue un brasileño inteligente, sabedor del fútbol y de la vida, Elba de Paula Lima, conocido como Tim, quien logró conformar un equipo que conjugaba belleza y contundencia.

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San Lorenzo se reforzó con Antonio Rols (Gimnasia y Esgrima La Plata), Victorio Nicolás Cocco (Unión de Santa Fe), Carlos Veglio (Deportivo Español) y un uruguayo desconocido, Sergio Villar, quien ganó la titularidad a los pocos partidos. San Lorenzo ganó la primera rueda (dividida en dos zonas) por tres puntos sobre Estudiantes, que habían mantenido la formación del año anterior y se perfilaba como serio aspirante a disputarle el título. Pero en la segunda ronda, San Lorenzo ganó ocho encuentros consecutivos (Atlanta, Platense, Boca, Estudiantes, Racing, Ferro, Lanús y Bánfield) y sacó doce puntos de ventaja sobre Estudiantes. En la otra zona, Vélez ocupó la primera colocación y River la segunda. En semifinales, el 31 de julio, en cancha de Racing, San Lorenzo venció a River 3-1, con goles de Pedro González, Cocco y Veglio; y el empate transitorio lo señaló Ermindo Onega. Al día siguiente, Estudiantes venció a Vélez 1-0, en el mismo estadio de Racing, con un tanto conseguido por Verón. La final se jugó el domingo 4 de agosto, en el estadio Monumental. Se vendieron 47.347 entradas y los 90 minutos terminaron 1-1. Convirtieron Verón (47m) y Veglio (67). En el suplementario, el misionero Rodolfo Fischer le dio el triunfo a al mejor equipo del torneo. San Lorenzo de 1968 fue un equipo con un tremendo poder ofensivo y una firme estructura defensiva. Muchos de los partidos los definió en el segundo tiempo con un par de precisas indicaciones del brasileño Tim. Terminó invicto y con un apodo que lo acompañará por siempre: “Los Matadores”.

Ganó el campeonato invicto, con 24 partidos jugados, 16 victorias y 8 empates. Logró 40 puntos sobre 48, el 83,3% de los puntos. Hizo 49 goles y le marcaron 12. Sus mejores resultados: 5-1 a Atlanta en Villa Crespo, 2-1 y 2-0 a Boca, 1-0 a Estudiantes en La Plata, 5-0 a Ferro, 3-0 a Racing, 3-1 a River en semifinales y 2-1 a Estudiantes en la final, en tiempo suplementario. Su técnico era el brasileño Elba de Padua Lima, “Tim”, quien afirmaba que el fútbol era como “una manta corta: si te tapás la cabeza, te destapás los pies y viceversa”, parodiando ataque y defensa. La formación titular: Buttice, Villar, Calics, Albertch y Rols; Rendo, Telch y Cocco; Pedro González, Fischer y Veglio. También alternaron Agustín Irusta, Veira, Tojo, Sconfianza, Magliolo y Gramari.

EL BOCA DE DI STEFANO(1969-1970)

Una de las formaciones de Boca que más se recuerda es: Sánchez; Suñé, Meléndez, Rogel, Marzolini, Novello, Madurga, Medina, Ponce, Ángel Rojas y Peña. Este equipo se debió a dos circunstancias: una casual y la otra determinante. La primera fue la expulsión de Nicolau, Rattín y Rogel en un partido del Metropolitano de 1969 frente a San Lorenzo, en el Gasómetro, y que el equipo de la Ribera pierde 2-1. La segunda se debe a la intuición y la sapiencia de Alfredo Di Stéfano, el formador de ese gran equipo que conquistó los títulos en los Nacionales de 1969 y 1970.

La ausencia de Rattín por esa suspensión obligó a Di Stéfano a buscar una solución. Luego de algunos ensayos, lo ubicó a Norberto Madurga como último volante, contando con la colaboración del uruguayo Orlando Medina en la tarea defensiva y la de Nicolás Novello como factor desequilibrante de tres cuarto de cancha para arriba. En el Metropolitano de ese año es eliminado por River, en semifinales, en cancha de Racing, pese a que el partido finalizó 0-0.

En el Nacional cumple una campaña excelente, con los famosos “Madurgazos”, que eran los desenganches de Norberto Madurga desde el fondo sorprendiendo con sus apariciones en ataque, la cintura prodigiosa de Ángel Clemente Rojas y la velocidad de los punteros Ponce y Peña. Llega a la última fecha del torneo con 2 puntos de ventaja sobre River, a quien tiene que enfrentar en el Monumental y con la única posibilidad de ganar para alcanzar a su tradicional rival. Boca presenta el equipo mencionado con la variante de Savoy en lugar de Novello, que se había lesionado. Ese 14 de diciembre de 1969 funcionaron los “Madurgazos” a la perfección: pelotazo de Orlando Medina para la subida del volante. Boca se pone 2-0 en 35 minutos. Con goles de Oscar Mas y Víctor Marchetti. River consigue el empate, pero no le alcanza. Boca se da el gusto de dar la vuelta en el Monumental.

Al año siguiente, Alfredo Di Stéfano regresa a España y José Maria Silvero lo reemplaza. Boca repite el título en el Nacional. Ocupa el segundo lugar en la Zona B con la misma cantidad de puntos que Rosario Central, pero con menos goles a favor. Le gana 2-0 a Chacarita en semifinales y obtiene el derecho de enfrentar a Rosario Central, vencedor de Gimnasia y Esgrima. La noche del 23 de diciembre de 1970 vuelve a dar otra vuelta en el Monumental, al ganar 2-1, en tiempo suplementario.

El Boca de Alfredo Di Stéfano sorprendió con la modalidad táctica de subir con un volante de contención. Ese fue su mérito que pasó a la historia como el de los “Madurgazos”, aunque era un conjunto de gran categoría.

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Fue semifinalista del Metropolitano ´69, perdiendo con River por diferencia de goles, al haber igualado 0-0. Había ganado su grupo con 30 puntos (22-12-6-4).

Obtuvo el Nacional de ´69, con 29 puntos sobre 34 posibles (17-13-3-1), siendo dirigido todo el año por Alfredo Di Stéfano.

Fue cuarto en el Metropolitano ´70, a dos puntos del campeón Independiente, con una serie 20-10-5-5 y ganó el Nacional ´70, tras compartir el liderazgo del Grupo B con Rosario Central, superar a Chacarita Juniors en semifinales por 2-0 y batir a los rosarinos por 2-1, en la final jugada en River Plate, con un ciclo total de 22-15-3-4.

El bienio oficial 1969-70 fue muy positivo para Boca: 81 partidos jugados, con 50 triunfos, 17 empates y 14 derrotas. Logró 139 goles y le marcaron 62 tantos.

Sus mejores resultados: 5-0 a Banfield como visitante y 4-1 a Independiente(Metro´69), 6-0 a Talleres de Córdoba (Nacional ´69), 4-0 a Newell´s (Metro ´70), 3-2 a Independiente en Avellaneda (Nacional ´70)

Sus jugadores: Roma, Suñé, Meléndez, Rogel y Marzolini; Madurga, Rattín y Medina; Cabrera, Ángel Clemente Rojas y Savoy. Para el Nacional ´69 se destacaron el arquero Rubén Sánchez, los delanteros Ignacio Peña, Nicolás Novello y Ramón Ponce, pasando Norberto Madurga a la posición de volante central. También lucieron Jorge Coch, Miguel Nicolau, Oscar Pianetti, Hugo Curioni, Armando Ovide, Aldo Villagra, Ramón Palacios y Omar Larrosa, entre otros.

Sus goleadores (139): Ángel Clemente Rojas 21, Norberto Madurga 20, Rubén Suñé 16, Jorge Coch 10, Aldo Villagra en Ignacio Peña 9, Roberto Rogel 7, Nicolás Novello y Raúl Savoy 6, Hugo Curioni 5, entre otros.

El Nacional de 1970 lo ganó bajo la conducción táctica de José Maria Silvero.

SAN LORENZO (1972) BICAMPEON

Juan Carlos Lorenzo tomó el equipo de San Lorenzo en 1972, como antes lo había hecho- sin demasiado éxito- en 1961 y 1965. Había sido el técnico de los equipos nacionales en los Mundiales de Chile e Inglaterra. Tras una poco feliz actuación en River, en 1967, regresó a Europa, donde dirigió al Lazio de Roma. Posteriormente pasó a ser colaborador de Helenio Herrera en la Juventus de Turín. Fue allí donde lo fue a buscar el presidente Osvaldo Valiño.

La primera tarea de Juan Carlos Lorenzo fue tratar de buscar el equilibrio del plantel, dentro y fuera de la cancha, porque eran públicas las divisiones. En mayo, Botafogo formalizó su interés por Rodolfo Fischer, que era uno de los elementos conflictivos, y Lorenzo aprobó su venta, que le reportaron al club 150.000 dólares y la posibilidad de promocionar a Rubén Ayala, un delantero cono excelentes condiciones, que terminó consagrándose goleador de la temporada con 22 tantos (14 en el Metropolitano y 8 en el Nacional).

En el Metropolitano San Lorenzo tuvo tardes inolvidables, en las que la hinchada se reencontró con uno de sus grandes ídolos: José Francisco Sanfilippo, autor de 8 tantos en las primeras fechas. Tal vez la victoria más festejada fue el 4-0 a River, en el Monumental, con tres goles de Fischer y 1 de Sanfilippo, que determinó el fin de la era Didí. Redondeó un récord; 15 partidos invicto como visitante (compartido con dos equipos de Racing, los de 1932 y 1966) y tuvo su tarde culminante cuando postergó a River en la final del Nacional, en cancha de Vélez, en tiempo suplementario con gol de Luciano Figueroa, después que Enrique Chazarreta malograra un penal en los segundos finales de los 90 reglamentarios. San Lorenzo se llevó un título invicto.

Lo llamaron “el equipo computadora”. Para su técnico, Juan Carlos Lorenzo, “fue un conjunto práctico, que no dio ventajas, con mucha moral y conformado en bloque. Un anticipo de lo que serían los equipos futuros”. Fue el primero en obtener un bicampeonato de AFA cuando se disputaban Metropolitano y Nacional.

Bicampeón. Ganó el Metro ´72 con seis puntos de ventaja sobre Racing y una campaña con 49 puntos(34-18-13-3) con el 72% de los puntos ganados. Se adjudicó invicto el Nacional ´72, tras vencer en la final a River por 1-0 con una serie de 14 partidos, con 11 partidos y 3 empates, el 89% de los puntos. En total, jugó 48 encuentros, ganó 29, empató 16 y perdió apenas 3(77% de los puntos), con 89 goles a favor y 39 en contra.

Sus mejores resultados: 4-0 a River como visitante, 4-0 a Rosario Central, 3-0 a Boca en la Bombonera, 5-0 a Lanús, 3-0 a Huracán, en Racing Club.

El equipo titular: Irusta, Glaría/Villar, Rezza, Heredia, Rosl; espósito, Telch, Cocco, Chazarreta; Scotta/Figueroa y Ayala/Sanfilippo/Veglio.

Sus principales goleadores: Rubén Ayala 22, Rodolfo Fischer 11, Ramón Heredia 8, Victorio Cocco 8, Enrique Chazarrreta 7 y Roberto Telch 5.

INDEPENDIENTE (197-1972-1973-1974-1975)

El REY DE COPAS48

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Independiente fue el segundo equipo argentino en participar en la Copa Libertadores. El primero, San Lorenzo, había desdeñado la competencia sin valorizar la trascendencia que tendría posteriormente. Tampoco Independiente puso demasiado entusiasmo en la edición de 1961 y fue eliminado por Palmeiras. Recién en 1964, cuando accedió con su quinto título profesional de AFA, logrado el año anterior, tuvo su consagración internacional al ganar ese torneo y el siguiente. Desde 1965 a 1972 pareció demasiado tiempo sin que Independiente consiguiera un título, pero ese año fue la plataforma para lograr lo que nadie hasta ese momento: cuatro torneos consecutivos.

En 1971, Independiente ganó el campeonato Metropolitano y volvió a la Libertadores. Consumada la etapa eliminatoria, disputó la final con Deportivo Universitario de Lima, Perú. En la capital peruana empató sin goles y en Avellaneda venció 2-1, con dos tantos de Eduardo Maglioni. Llegó el tercer intento por la Copa Intercontinental (en 1964 lo había postergado el Inter De Helenio Herrera) frente al Ajax de Holanda, que por entonces contaba con la brillante figura de Johan Cruyff. Fue empate en la Argentina 1-1 y 3-0 en Holanda. Independiente regresó con una nueva frustración.

En 1973 finalmente, Independiente pudo conquistar la Intercontinental. Ganó la Libertadores en triple final con Colo Colo de Chile (1-1, en Avellaneda, 0-0 en Santiago y 2-1 en Montevideo), y tuvo como rival a Juventus, en el estadio olímpico de Roma, el 28 de noviembre. El equipo tarinés impuso una marcación casi perfecta, hasta que a los 35 minutos del segundo tiempo. Los jóvenes Bochini y Bertoni se asociaron en una pared monumental y en el último intento Bochini levantó la pelota por encima del arquero Dino Zoff. Independiente enriquecía sus vitrinas con la copa que se le había negado tres veces: la Intercontinental. Posteriormente venció a Olimpia-de Honduras- campeón de la CONCACAF y se adjudicó la Copa Interamericana, redondeando un ciclo único: tres copas internacionales en un solo año.

Después, con la incorporación definitiva de Ricardo Bochini, completó el tercero (también triple final con San Pablo: 1-2 en Brasil, 1-0 en la Argentina y 1-0 en el Nacional de Santiago de Chile) y el cuarto título consecutivo (otra vez triplete, esta vez con Unión Española de Chile: 0-1, en Santiago, 3-1, en Avellaneda y 2-0 en Asunción).

De la mano del talento creador Ricardo Bochini, de la capacidad de Daniel Bertoni, de la regularidad de “Pancho” Sá y Ricardo Pavón, Independiente se convirtió en el Rey de Copas.

Al ganar el campeonato Metropolitano de 1971, accedió a la Copa Libertadores, junto con Rosario Central, vencedor del torneo Nacional de ese mismo año. Ganó la sección 1 (marginó a Rosario Central, Nacional de Medellín e Independiente Santa Fe de Bogotá), superó en las semifinales a Barcelona de Ecuador y San Pablo de Brasil y se impuso en la final a Universitario de Lima, Perú, igualando sin tantos en Perú y triunfando por 2-1 en Buenos Aires, el 24-5-72.

Entró en las semifinales de 1973, batiendo a San Lorenzo de Almagro y Millonarios de Bogotá, para dar cuenta de Colo Colo de Chile en la final (1-1, 0-0 y 2-1).

Ingresó en las semifinales de 1974, superando a Peñarol de Uruguay y a Huracán, de Buenos Aires. En la final, le ganó a San Pablo por 1-2, 2-0 y 1-0, en el desempate jugado en Santiago de Chile.

Jugó directamente las semifinales de 1975, superando a Rosario Central y a Cruceiro de Belo Horizonte. En la final, batió a Unión Española de Chile (0-1, 3-1 y 2-0)

En total, jugó entre 1972 y 1975-ganó las cuatro copas- 33 partidos, ganó 18, empató 9 y perdió 6, con 49 goles a favor y 25 en contra. Al mismo tiempo, ganó la Copa Intercontinental de 1973 (1-0 al Juventus de Turín, en Roma, con gol de Ricardo Bochini) y las Copas Interamericanas de 1973 (2-1 y 2-0 a Olimpia, de Honduras) y 1974 (1-0, 0-1 y 4-2 por penales al Deportivo Municipal de Guatemala).

Sus jugadores fundamentales: Miguel Santoro, Francisco Sá, Miguel Ángel López, Eduardo Commisso, Ricardo Pavoni, Luis Garisto, Omar Pastoriza, Miguel Raimondo, Alejandro Semenewicz, Rubén Galván, Ricardo Bochini, Daniel Bertoni, Eduardo Maglioni, Agustín Balbuena, Ricardo Ruiz Moreno, Dante Mírcoli, Manuel Magna, Miguel Giachello, Hugo Saggioratto, Carlos Gay, José Alberto Pérez y Carlos Bulla.

Sus principales goleadores en el período 72/75 copero: Agustín Balbuena y Daniel Bertoni 7, Ricardo Pavoni 5, Dante Mírcoli 4, Ricardo Bochini 3, Omar Pastoriza, Hugo Saggioratto, Miguel Giachello, Mario Mendoza, Eduardo Maglioni y Ricardo Ruiz Moreno, 2 cada uno.

HURACÁN (1973)

Fue uno de los grandes equipos de los últimos tiempos. Conquistó para Huracán el único título de era profesional, algo que no lograba desde 1928, en el amateurismo.

Este gran equipo comenzó a gestarse el 2 de mayo de 1971, cuando el entonces presidente Luis Feijoó viajó a Rosario para contratar a César Luis Menotti, quien no tenía mayores antecedentes como entrenador, con excepción de su trabajo como ayudante de campo de Miguel Antonio Juárez, en Newell´s Old Boys. A partir de su incorporación, Menotti fue depurando el plantel y realizó algunas incorporaciones (Larrossa, Russo, Carrascosa, Fanesi, Chabay) que fueron modelando al equipo que deslumbró en 1973. La última incorporación fue el toque que le faltaba: René Orlando Houseman uno de los jugadores más dotados que dio el fútbol argentino.

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Ya en 1972 se vislumbraba el perfil de ese equipo, que finalizó tercero en el Metropolitano y que brindó espectáculos memorables, como el histórico 5-1 a Boca, en Parque Patricios, el mismo día que Miguel Ángel Brindisi y Carlos Babington bajaron al mediodía del avión en Ezeiza (habían viajado para probarse en el Valenciennes de Francia) y jugaron por la tarde.

El Metropolitano de 1973 fue, entonces, la culminación de ese trabajo. En la primera rueda concretó goleadas inolvidables como 6-1 a Argentinos Juniors, 5-2 a Atlanta, 5-0 a Racing, 5-2 a Ferro y 5-0 a Rosario Central, en Arroyito, que provocó la insólita ofrenda del aplauso del público rosarino en homenaje al fútbol de alto nivel que concretó ese día el equipo de Parque de los Patricios.

En la segunda rueda, al producción goleadora disminuyó porque la mayoría de sus jugadores fueron convocados por Enrique Omar Sivori para la selección nacional que debía jugar la eliminatoria del Mundial de Alemania ´74. Sin embargo, el equipo no perdió la línea y logró la coronación tres fechas antes del final, pese a perder en su cancha con Gimnasia 1-2.

Huracán del ´73 pasó a la historia como uno de los equipos más vistosos y ofensivos, con jugadores de alto nivel técnico como Miguel Ángel Brindisi, Carlos Babington, Omar Larrosa, Roque Avallay, René Houseman y Jorge Carrascosa.

Ganó su primer campeonato profesional, tras 45 años: el último había sido durante la época amateur, en 1928.

Disputó 32 partidos, obteniendo 46 puntos (72%) con 19 triunfos, 8 empates y 5 derrotas. Convirtió 62 goles y le marcaron 30 tantos.

A partir de la fecha número 20, varios de sus titulares quedaron afectados al seleccionado argentino- eliminatorias para el mundial de 1974- y debió apelar a los suplentes. Hasta ese momento, iba primero con cuatro puntos de ventaja.

Su equipo titular: Roganti; Chabay, Buglione, Basile y Carrascosa; Brindisi, Russo y Babington; Houseman, Avallay y Larrosa. También alternaron Leone, Eduardo Quiroga, Del Valle, Scalise, Tello, Cantú, Ríos, Keurikián y Tolisano.

Sus mejores resultados: 6-1 a Argentinos Juniors, 5-2 a Atlanta, 2-0 a Newell´s y 5-0 a Rosario Central, ambos como visitante, 5-0 a Racing Club, 5-2 a Ferro.

Sus principales goleadores: Omar Larrosa 15, Miguel Brindisi 12, Roque Avallay 11, René Houseman 10, Carlos Babington 8 y Eduardo Quiroga 3.

Quedó tercero en su grupo en el Nacional ´73 y no pudo pasar a la rueda final. Jugó la Copa Libertadores de 1974 y tras eliminar a Rosario Central , quedó marginado por

Independiente, finalmente campeón de ese certamen.

RIVER PLATE (1975)

CAMPEON, 18 AÑOS DESPUÉS

“Vengo a River para ser campeón”, dijo Ángel Labruna apenas fue contratado a comienzos de 1975, luego de que bajo su conducción Talleres de Córdoba deslumbrara en el Nacional 1974. Confeccionó una lista de jugadores y no todos creyeron en esos nombres, algunos veteranos y otros casi desconocidos. Así llegaron Roberto Perfumo, luego de actuar en el Cruceiro de Belo Horizonte; los cordobeses Artico, Comelles y Reinaldi (los dos primeros de Talleres); Miguel Ángel Raimondo, un volante de gran equilibrio que había sido campeón de la Libertadores con Independiente; Pedro González con toda su experiencia, el paraguayo Alcides Bareiro y Oscar “Pinino” Mas, que regresaba del Real Madrid.

A las incorporaciones se sumaron los “pibes” nacidos en el club, algunos promocionados por Didí (Juan José López, Alonso, Morete) y uno al que el propio Ángel Labruna había hecho debutar en primera varios años antes y que luego fue símbolo de River: Reinaldo “Mostaza” Merlo, sumado al momento excepcional de Ubaldo Matildo Fillol, y la aparición de Daniel Passarella.

En la primera rueda la actuación del equipo fue deslumbrante y se había cortado solo. Renovó el fervor entre sus hinchas y produjo recaudaciones sensacionales. Marchaba sin dificultades rumbo al título, pero faltando siete fechas para el final del campeonato y cuando nadie dudaba que alcanzarían el objetivo postergado tantos años, sufrieron tres derrotas consecutivas (Atlanta, Newell´s y Boca) y un empate (Temperley). “Los fantasmas volvieron a poblar el Monumental”, decían las publicaciones de la época. Pero llegó el triunfo 2-0 frente a San Lorenzo y a dos partidos de la culminación llevaban cuatro puntos. Faltaba el broche de oro. Pero la gran noche, en cancha de Vélez; el público celebró el campeonato sin sus figuras, quienes estaban en huelga. El gol de un anónimo Bruno pasó a la historia y los juveniles dieron la vuelta olímpica que los profesionales no pudieron dar, porque en el último partido, frente a Racing, en el Monumental, el público invadió la cancha y postergó el festejó.

Atrás habían quedado 18 años de frustraciones. A partir de entonces, River inició otra historia. Ganó el Nacional de ese año, el Metro del 77 y los dos torneos de 1979, el Metropolitano del 80, el Nacional del 81, el Metro del 85, la Libertadores, la Intercontinental y Interamericana de ese año y el torneo de 1989/90.

Ángel Labruna tenía razón: llegó para ser campeón y cambiar la historia.

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Ganó los dos torneos, Metropolitano y Nacional, dirigido por Ángel Labruna, tras 18 años de segundos puestos y frustraciones. El Metro lo obtuvo con 55 puntos sobre 76 (73% de rendimiento), aventajando por cuatro unidades al escolta Huracán. El Nacional le demandó ganar la zona A y triunfar en la serie final, con un total de 37 sobre 46 disputados (80%). El resumen del River´ 75, indica 61 partidos, 40 triunfos, 12 empates y 9 derrotas. Marcó 126 goles y le señalaron 63 tantos. Sus mejores resultados: 6-1 a Temperley, 5-1 a San Lorenzo, 5-0 a Chacarita, 6-1 a Cipolletti de Río Negro, 5-0 a All Boys, 1-0 a Estudiantes, en cancha de Vélez. Sus jugadores: Fillol; Comelles, Perfumo, Artico y Héctor López; Juan José López, Raimondo y Alonso; Pedro González, Morete y Oscar Mas. Para el Nacional ´75, ingresaron como titulares Daniel Passarella, Hugo Pena y Leopoldo Luque. También jugaron muchos partidos Alejandro Sabella, José Omar Reinaldi, Ramón Bareiro, Alberto Vivalda y Jorge Ghiso, entre otros. Sus goleadores: Norberto Alonso 27, Carlos Morete 24, Pedro González 13, Oscar Mas 15, Daniel Passarella 9, Juan José López 8, Leopoldo Luque y José Omar Reinaldi 5, cada uno. Con la base de este plantel, River-conducido siempre por Labruna- ganó los torneos metropolitanos de 1977, 1979 y 1980, los nacionales de 1977 y 79. .

ESTUDIANTES (1982-1983)

Con la conducción de Carlos Salvador Bilardo, Estudiantes ganó su segundo título en el profesionalismo- el primero había sido en 1967- en el Metropolitano de 1982, utilizando el mismo esquema que cuatro años más tarde le dieron el título del mundo a la selección argentina, en México. José Luis Brown era el líbero y Gette, el stopper; Herrera y Julián Camino los laterales; Miguel Ángel Russo el volante de marca y un medio campo con una interesante cuota de creatividad: Marcelo Trobbiani, el “Bocha” Ponce y Alejandro Sabella; adelante, Guillermo Trama Hugo Gottardi, quienes convirtieron 24 de los 50 goles que marcó el equipo (13 Trama y 11 Gottardi). También jugaron gran parte de los partidos los volantes Ángel Landucci y Miguel Ángel Lemme y el delantero Rubén Galetti.

Cumplió una excelente campaña con 21 triunfos, 12 empates y solamente 3 derrotas. De las 21 victorias logradas 12 fueron como local y 9 de visitante. Los contrastes fueron: frente a Boca, en la Bombonera, 0-1 y en La Plata 1-2 y con Newell´s Old Boys, en el Parque Independencia de Rosario, 1-3. Luego de la derrota frente a Boca, como local, en la fecha 24ª, produjo una serie invicta de 13 partidos con 8 victorias y cinco empates que lo llevaron al título.

Carlos Bilardo se hizo cargo de la selección nacional y su puesto en Estudiantes lo ocupó Eduardo Luján Manera. Con muy pocas modificaciones (Agüero por Gette, Bertero e Islas por Delménico) Estudiantes ganó el Nacional de 1983, con una campaña en la que conquistó 11 triunfos, 4 empates y 5 derrotas. Convirtiendo 35 goles a favor y le marcaron 20. Los goleadores fueron Brown (7), Gottardi (6) y Trama (5).

El torneo se dividió en etapas. En la primera, debió enfrentarse con Unión (Santa Fe), Racing (Córdoba) y Unión San Vicente (Córdoba); en la segunda, a Vélez, Nueva Chicago e Instituto de Córdoba; en la tercera (octavos de final) debió eliminarse con Ferro. Le ganó 1-0, en La Plata y empató 2-2 en Caballito; en cuartos de final dejó en el camino a Racing por mejor diferencia de gol; en semifinales enfrentó a Témperley, igualando 1-1, en La Plata y definiendo en tiempo suplementario en la revancha. En la final se midió con Independiente y el triunfo en su estadio por 2-0 resultó decisivo, porque pese a que perdió en Avellaneda 2-1, el gol de Guillermo Trama le dio el tercer título de su historia.

Ganó el Metropolitano de 1982 con 54 puntos sobre 72 (36-21-12-3), el 75% de los puntos en juego, con una diferencia de dos sobre Independiente. Hizo 50 goles y le marcaron 18. Se adjudicó el Nacional ´83, con 20 partidos y una serie 11-4-5, 35 goles a favor y 20 en contra.

En total, el ciclo 82-83 con dos títulos: jugó 56 partidos, ganó 32, empató 16 y perdió 8, 80 puntos sobre 112 (71,4% de rendimiento), con 85 goles a favor y 38 en contra.

Sus mejores resultados: 4-0 a Unión, 3-0 a Nueva Chicago, 2-1 y 1-0 a Vélez, 5-0 a Unión San Vicente de Córdoba, 2-0 y 1-2 en la final con Independiente.

Sus titulares y jugadores principales: Delménico/Bertero/Islas; Camino, Brown, Gette/Landucci/Agüero, Herrera; Miguel Russo, Trobbiani, Sabella, Ponce; Gottardi y Trama. Además Gurrieri, Galletti, Lemme, Vieta, Gugnali, Llane y Tévez, entre otros.

Sus goleadores: Guillermo Trama 18, Hugo Gottardi 17, José Luis Brown 14, Marcelo Trobbiani 10, Rubén Galletti 5 y Alejandro Sabella 4.

Participó en la Copa Libertadores de 1983 y 1984. En la primera, llegó a semifinales quedando eliminado ante Gremio de Porto Alegre, con una serie de los partidos y 4-3-3. En 1984, no pasó la primera fase, con tres empates y tres caídas.

INDEPENDIENTE (193-84)

Para el Nacional 82 asumió en el club como director técnico Nito Osvaldo Veiga en reemplazo de Miguel Angel López. La aparición de los juveniles Jorge Burruchaga (adquirido a Arsenal de Sarandí), Carlos Enrique y Sergio Merlini, más las incorporaciones de Claudio Marangoni y José

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Pepe Castro, le permitieron a Veiga empezar a delinear un equipo competitivo, siempre con la bandera del buen juego como premisa. Para el Metropolitano de ese año se incorporaron Carlos Manuel Morete y Oscar Alberto Ortiz y entonces Independiente recuperó el protagonismo en los torneos de Primera División, como no lo había tenido en años anteriores. Disputó el título hasta la última fecha con Estudiantes, pero se consagró campeón el equipo de Carlos Bilardo. Con el mismo plantel, Independiente encaró el Nacional 83 y llegó hasta la final. Otra vez le tocó definir el torneo con Estudiantes, ahora dirigido por Eduardo Manera. Perdió 2 a 0 el partido de ida en La Plata; y en Avellaneda, en la revancha del 10 de junio, ganó 2 a 1, pero no le alcanzó.

Dos días después de la final del Nacional comenzó el Metropolitano. Independiente empató de local con Central 1 a 1. Fue la despedida de Nito Veiga. Dos días más tarde anunciaba su renuncia: "Yo tengo 54 años, no acepto presiones", dijo antes de irse. Pero también confesó que le habría gustado irse campeón. Los dos subcampeonatos no fueron suficientes. Los dirigentes se tomaron varios días para definir el sucesor. En la 2 fecha, el 21 de junio, ante Platense, al equipo lo dirigió la Subcomisión de fútbol. Recién después asumió José Omar Pastoriza. Su llegada fue el motor que necesitaba el grupo. El debut fue un emocionante 2 a 2 contra Boca. Desde ese partido la actitud del equipo fue otra y también se notó un cambio positivo en Bochini. Ese tarde jugaron Goyén; Clausen, Villaverde, Olguín, Mario Killer; Burruchaga, Marangoni, Bochini; Enrique Sánchez, Merlini (Carlos Enrique) y Percudani. Enseguida llegaron cuatro triunfos consecutivos, que colocaron a Independiente en la vanguardia: Ferro (1-0), Unión (3-2), Instituto (3-1) y San Lorenzo (3-2). Luego perdió el invicto con Newell''s y más tarde sumó cinco empates seguidos. Pastoriza separó del plantel a Morete, y a la falta de gol se sumó la venta de Calderón al Betis de España. Cuando perdió con Vélez 3 a 1 en Liniers, en la 17 fecha, Independiente tenía 19 puntos (igual que San Lorenzo y Vélez), cuatro menos que Ferro. La reacción llegó sobre el final de la primera rueda con triunfos sobre Talleres y Racing. En la segunda rueda solo perdió dos partidos, ante Central y contra San Lorenzo. Sin embargo, el 22 de noviembre —dos días después de derrotar a River en el Monumental— hubo sorpresa cuando Pastoriza anunció su renuncia por las presiones recibidas durante las semanas anteriores. En realidad, el Pato estaba muy molesto porque varios jugadores lo criticaron públicamente. Las miradas apuntaban al indultado Morete (mantenía viejas discrepancias), Mario Killer (se negaba a jugar de lateral derecho) y Mario Olguín. En 48 horas el presidente Pedro Iso arregló la situación y Pastoriza anunció: "Hasta ahora me quedo. Los tres jugadores implicados desmintieron lo que fue publicado". Sin embargo los tres se alejaron luego del título. El torneo se definió en la última fecha. Independiente venció a Racing, ya descendido, 2 a 0 con goles de Trossero y de Giusti.

Ya en 1984 Pastoriza apostó todo al campo internacional, más aun cuando Ferro lo eliminó del Nacional en cuartos de final. En la Libertadores ganó el grupo que también integraban Estudiantes y los paraguayos Sportivo Luqueño y Olimpia. En semifinales eliminó a Nacional de Montevideo y a Católica de Chile. En la primera final logró un triunfo histórico en el Olímpico de Porto Alegre, al vencer a Gremio 1 a 0, con gol de Burruchaga. El 0 a 0 en Avellaneda, el 27 de julio, le permitió obtener la séptima y última Libertadores. La trilogía la completó el 9 de diciembre en Tokio, al vencer 1 a 0 al Liverpool de Inglaterra, con gol de Mandinga Percudani. Con Trossero, Marangoni, Bochini y Burruchaga como columnas más firmes, aquel Independiente estuvo a tono con el paladar exigente de sus hinchas y con un fútbol de toque y lujo llegó a la cima del mundo.

ARGENTINOS JUNIORS (1984-1985)

El jugador más ilustre de la historia de Argentinos Juniors fue Diego Armando Maradona. Se reconoce en la entidad de la Paternal un antes y un después del fenomenal jugador. Precisamente con Maradona obtuvo un subcampeonato en 1980, escoltando a River, con 42 puntos en 36 partidos (13 triunfos, 16 empates y 7 derrotas, 57 goles a favor, de cuales 25 los convirtió Maradona, y 48 en contra). Fue hasta ese momento la mejor actuación de su historia. Al año siguiente, “el pibe de Fiorito” pasó a Boca y en 1982, Ángel Labruna comenzó a gestar un nuevo equipo, cuando se afianzaron Videla, Villalba, Domenech y Pasculli. Llegaron Castro, Pavoni y Lemme.

Luego de un interinato de Rodolfo Talamonti, quien asumió cuando falleció Ángel Labruna, se hizo cargo del equipo Roberto Marcos Saporiti. Se habían sumado Vidallé -reemplazó a Fillol quien no fue al Flamengo de Brasil-, Olguín, Pellegrini, Commisso, Juan José López y Morete. En el Nacional de ese año, Argentinos llegó a semifinales, donde fue eliminado por Talleres de Córdoba. Pero en el torneo de Primera División de 1984 conquistó el primer título de su historia, iniciando un ciclo de un año en el que logró el Nacional y la Copa Libertadores de 1985, con José Yudica como técnico. El torneo organizado por la AFA, lo ganó en dos finales durísimas frente a Vélez y en la Copa continental, dejó a Ferro en el camino en un partido desempate, tras la eliminación de los brasileños Fulmínense y Vasco da Gama. Después, en dos partidos para el recuerdo, postergó a Independiente y en la final, el jueves 25 de octubre, se coronaba campeón de América al vencer en la definición por penales a América de Cali, en Asunción de Paraguay. Argentinos había ganado en cancha de River 1-0 , perdió por el mismo resultado en Colombia, igualando 1-1, en el estadio Defensores del Chaco. En los remates desde el punto del penal, Vidallé le atajó el remate a De Avila y ganó Argentinos 5-4.

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Pero tal vez la actuación más significativa de este histórico Argentinos Juniors haya sido en la derrota. Fue el domingo 8 de diciembre de 1985, en el Estadio Nacional de Tokio, ante 62.000 espectadores. Enfrentó a la Juventus de Italia, con su máxima figura: Michel Platini. Todo el país futbolístico gozó con la brillante demostración que llegó a través de la televisión la madrugada de ese domingo. Inolvidable. Fue empate: 2-2. En la definición por remates desde el punto del penal, ganó Juventus, pero aquel Argentinos Juniors entró a la historia grande de nuestro fútbol respetando un estilo.

Ganó el Metropolitano de 1984 con 51 puntos en 36 partidos (71%) y una serie 20-11-5, 69 goles a favor y 36 en contra. Se adjudicó el Nacional de 1985 tras vencer en la final a Vélez por 2-1. Su serie fue 14-8-5-1, con 29 goles a favor y 11 en contra.

En total, disputó 50 encuentros, ganó 28, empató 16 y perdió 6, obteniendo el 72% de los puntos en juego. Hizo 98 goles y le marcaron 47.

Sus mejores resultados: 4-1 a Huracán, 2-0 y 4-1 a Independiente, 3-0 y 5-1 a Boca, 3-1 y 4-1 a Talleres de Córdoba. En el Nacional ´85, le ganó por 8-0 a Central Norte de Salta, 4-2 a Belgrano de Córdoba, 3-0 a Ferro en Vélez y venció en la final al propio Vélez.

Su formación habitual: Vidallé; Villalba, Pavoni, Olguín, Domenech; Commisso, Batista, Videla; Castro, Pasculli y Ereros. También jugaron Pellegrini, Lemme, Juan José López, Borghi, Morete, Corsi, Olarán y Mayor.

Sus principales goleadores: Pedro Pasculli 29, Jorge Olguín 12, José Antonio Castro 11, Adolfo Ereros 13, Mario Videla 9 y Carlos Morete 5.

Disputó las Copas Libertadores de 1985 y 1986. La primera la ganó, venciendo en la final por penales al América de Cali, Colombia, en Asunción. Su ciclo en la Copa de 1985, abarca 14 partidos, con 9 triunfos, 3 empates y 2 derrotas, 20 tantos a favor y 12 en contra. Jugó la Copa Intercontinental en Tokio ante Juventus de Italia, igualando 2-2 y cayendo por penales. En 1986 perdió en la semifinales ante River tras empatar-por diferencia de goles- tras empatar la primera posición del grupo A.

FERRO DE CARLOS GRIGUOL(1981-1982-1983-1984)

“El proceso de Ferro se explica en forma muy sencilla. Llegamos al club en 1980 con la idea de evitar el descenso. Fue un año de transición. Allí se echaron las bases para organizar todo el fútbol del club. Nada se puede hacer en esta época sin organización. Ahí radica todo. El cuerpo técnico mostró sus planes. Los dirigentes los aceptaron. Y todos trabajamos. Después se compraron jugadores (Cañete, Jiménez, Juárez, Gómez) y con los que estaban se apreció la posibilidad de apuntar hacia arriba, a los títulos. Mientras tanto se iba haciendo un trabajo silencioso, con una gran ambición: que Ferro no se viera obligado a comprar otros jugadores cuando llegara la instancia del recambio. De esto hablaba incluso en momentos triunfales, en 1981 y en 1982. A eso hemos llegado en este Campeonato Nacional de 1984”.

Los conceptos pertenecen a Carlos Timoteo Griguol y fueron publicados por la revista “El Gráfico” al termino del Campeonato Nacional de 1984 y son la síntesis de se conformó el equipo de Ferro que logró ese título y del Nacional de 1982, este último invicto y con el segundo promedio del profesionalismo, con el 86,30 por ciento de los puntos en disputa.

El ciclo había comenzado en 1981 cuando hasta la última fecha del Metropolitano le disputó el título “cabeza a cabeza” al Boca de Diego Armando Maradona. Luego vino la excepcional campaña del Nacional del ´82, en el que disputó 22 encuentros, ganó 16 y empató 6, señalando 50 goles y recibiendo solamente 13.

El Nacional de 1984 tuvo una particular forma de desarrollo. En la primera etapa participaron cuatro equipos por zona. Ferro la compartió con Platense, Altos Hornos Zapla de Jujuy e Instituto de Córdoba. Ganó la serie con tres triunfos y tres empates, 12 goles a favor y 6 en contra. En la segunda etapa debió eliminarse con Huracán. En Caballito ganó 1-0 con gol de Marchesini. En Parque Patricios se registró el mismo resultado a favor de Huracán y en la definición por penales se impuso Ferro por 7-6. Independiente y Talleres de Córdoba quedaron en el camino en las etapas siguientes y llegó la final con River. El primer partido, jugado en el Monumental, terminó con la victoria contundente de Ferro 3-0. El segundo, jugado en Caballito, el 30 de mayo, fue suspendido por los incidentes que protagonizó la hinchada de River, cuando Ferro ganaba 1-0, con gol de Alfredo Cañete. Esa noche no hubo vuelta olímpica, pero no hizo falta para certificar que Ferro había sido un digno campeón.

Ganó el Nacional de 1982 invicto (16-6-0), fue subcampeón en el Metropolitano de 1981 (a un punto del Boca de Maradona), subcampeón en el Nacional de 1981 (perdió las finales con River), tercero en el Metro ´83, subcampeón en el Metro ´84 y campeón del Nacional ´84. En total, en el ciclo 81-84, disputó 212 partidos, ganó 105, empató 75 y perdió 32, obteniendo 285 puntos sobre 424, el 67,2% de los puntos. Marcó 312 goles y le convirtieron 152. Sus mejores resultados: 7-3 a Instituto de Córdoba, sus siete triunfos sobre River (3-0 en la final del Nacional ´84 en el Monumental, el más recordado), 4-0 a Independiente en Avellaneda en 1982, 3-0 y 4-0 a Boca en la Caballito, 4-0 a San Lorenzo y 5-0 a Unión, en Santa Fe.

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Utilizó pocos jugadores para las cuatro temporadas. Su formación 81/82, Barisio; Roberto Gómez, Cúper, Rocchia, Garré; Carlos Arregui, Saccardi, Cañete; Crocco, Julio Jiménez y Miguel Ángel Juárez. Para el período 83/84, Basigalup; Agonil, Cúper, Marchesini, Garré; Arregui, Brandoni, Cañete; Noremberg, Márcico y Gargini/Oscar Acosta. También actuaron Silvio Sotelo, Fantaguzzi, Esteban González, Bauzá, Andreuchi, Daniel Fernández, Jorge Martín, Ferrero y José Luis Carrizo. Los principales goleadores: Miguel Ángel Juárez 39, Alberto Márcico 39, Carlos Arregui 20, Juan Domingo Rocchia 20, Adolfino Cañete 29, Hugo Noremberg 15. Participó en las Copas Libertadores de 1983 y 1985. En la primera, quedó eliminado en la fase inicial con un ciclo 6-2-1-3 y en 1985, igualó la punta del Grupo I, pero Argentinos Juniors lo dejó fuera en un desempate por 3-1, con una serie 7-4-1-2.

EL RIVER DE VEIRA(1984-1986)

Héctor Rodolfo Veira debutó como director técnico en River Plate el 30 de setiembre de 1984. Esa tarde su equipo perdió ante Vélez por 1-0. A partir de ese momento se iniciaría un ciclo de renovación tendiente a lograr un equilibrio en la formación que recién se concretaría dos años más tarde. El River de Veira alcanzó su esplendor en 1986 cuando se adjudicó el torneo de la AFA (1985/86), la Copa Libertadores de América y la Europea-Sudamericana.

El campeonato de la AFA se definió a favor de River con tanta amplitud que, al final, la tabla de posiciones mostró diez puntos de ventaja sobre los dos segundos: Newell´s y Deportivo Español. River ganó 23 de los 36 partidos que jugó, empató 10 y perdió 3 solamente, contra Independiente y Español por 1 a 0 y ante Ferro (2-1). Obtuvo, además 74 goles a favor y tuvo 26 en contra. El equipo se estructuró sobre la base de un arquero seguro (Pumpido), dos centrales fuertes (el uruguayo Nelson Gutiérrez y Oscar Ruggeri), un medio campo compensado con la destreza y el movimiento de Héctor Enrique, el quite de Gallego, el talento del Beto Alonso, la efectividad de Morresi (a veces cuarto volante y ocasiones tercer delantero) y el complemento ofensivo que se dio entre Amuchástegui y Enzo Francescoli. El uruguayo tuvo una temporada espectacular convirtiéndose en el goleador del equipo con 25 tantos, la mayoría de ellos de gran belleza. Morresi sumó 16, Amuchástegui 10 y el Beto Alonso 5. La salida rápida en contraataque, facilitada por el gran manejo y la precisión de volantes y delanteros fue la clave del equipo.

Esa “explosión” ofensiva, como la calificaba Viera llevó luego al equipo a la conquista de al Copa Libertadores, un viejo sueño hasta entonces incumplido. En la Copa se sumaron el uruguayo Alzamendi y el puntano Funes. Ellos, y el reencuentro con el gol de Centurión resultaron fundamentales a la hora de las definiciones. River llegó a la final de la Copa con el América de Cali (Colombia) al que derrotó 2 a 1 en el estadio Pascual Guerrero de Cali, con goles de Funes y Alonso y 1 a 0 en Núñez el 29 de octubre de 1986.

Como campeón de la Copa Libertadores, el River de Veira viajó a Tokio para jugar la tradicional Copa Europea-Sudamericana (Toyota) y allí, el 13 de diciembre, se la adjudicó al derrotar al campeón de Europa, el Steau de Bucarest (Rumania) por 1 a 0 con un gol convertido por el uruguayo Alzamendi. Esa noche, el equipo de River se integró con Pumpido; Gordillo, Nelson Gutiérrez, Ruggeri y Montenegro; Héctor Enrique, Gallego, Alonso y Alfaro (Sperandío); Alzamendi y Funes.

RIVER DE DANIEL PASSARELLA (1990-94)

La hora dorada de los años noventa arrancó bajo la conducción de un hombre fuerte, nacido en las entrañas del club: Daniel Alberto Passarella. Junto a su amigo Américo Gallego estuvo al frente del plantel en la primera mitad de la década, en la que River se coronó cuatro veces campeón. El primer gran grito fue al llegar, en 1990, para ponerle el moño a la temporada 89/90 que había comenzado con la dupla técnica formada por Reinaldo Merlo-Norberto Alonso. Después se lograron los títulos en el Apertura 91, Apertura 93 y Apertura 94, éste último ya con Gallego como DT porque el Kaiser había asumido el cargo en la Selección. En diciembre de 1989 hubo elecciones y no sólo cambiaron las autoridades del club. También cambió el cuerpo técnico. El sábado 9 Alfredo Davicce fue proclamado nuevo presidente. Al día siguiente se disputó la última fecha del año. River perdió en Santa Fe con Unión 1 a 0 y así quedó segundo, a un punto de Independiente. Davicce intentó convencer a Merlo (al Beto Alonso no porque se había encolumnado políticamente detrás de Osvaldo Di Carlo, último presidente y candidato oficialista) pero Mostaza mantuvo su decisión. De ese modo, en enero del 90 asumió quien había sido El Gran Capitán. El nuevo River metió presión: con Astrada y Zapata como ejes de un mediocampo lleno de despliegue, con Juan José Borrelli generador del circuito ofensivo, y con Ramón Ismael Medina Bello adelante, quien fue un delantero clave y goleador del conjunto con 9 tantos. El 13 de mayo, dos fechas antes del final, River abrazó el título. Superó en el Monumental 2 a 0 a Estudiantes con dos gritos del Mencho Medina Bello y ya no hubo equipo con chances de alcanzarlo. Aunque el arquero titular era el Flaco Angel David

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Comizzo, ese día atajó el Gato Miguel. También jugaron Basualdo, Higuain, Corti, Carlos Enrique; Héctor Enrique, Astrada (luego Vázquez), Zapata, Borrelli; Medina Bello y Da Silva (Silvani). El título número 22 en la historia del club llegó en el Apertura 91, con la base de titulares que habían obtenido la última consagración, aunque con algunos agregados rutilantes: Sergio Berti y Ramón Díaz. También con Guillermo Rivarola, formando la dupla central con Jorge Higuain. Ramón volvió de Europa a lo grande. Fue el goleador del equipo con 14 conquistas. Ya en el arranque, en la primera fecha, demostró que no había vuelto a pasear: marcó los dos tantos en el 2-1 a Central en Núñez. River enhebró nueve victorias consecutivas en el comienzo del certamen, un paso arrollador que todavía hoy es un récord vigente. Y no hubo oposición en su camino al éxito. Boca, el segundo, terminó a siete unidades. El 12 de diciembre festejó el título ante Argentinos Juniors. No importó el resultado, la vuelta olímpica la dio antes de jugar, ya que Boca perdió un rato antes con Estudiantes. Para el próximo festejo, en el Apertura 93, Passarella apostó a dos astros que brotaron en el semillero: Ariel Ortega y Hernán Crespo. Regresaron Sergio Goycochea, Ernesto Corti y Sergio Berti. Se sumaron Fernando Gamboa y José Luis Villarreal. El 19 de marzo del 94, tras el 1-1 con Argentinos (goles de Toresani y Ortega Sánchez) en el Monumental, River salió de nuevo campeón. Y formó con Goycochea; Hernán Díaz, Gamboa, Corti, Lavallén; Toresani, Astrada, Berti, Albornoz (Villalba); Ortega y Crespo. Medina Bello, que ya se había ido a jugar a Japón, fue el goleador del equipo con 8 goles. Victorioso, entonces, Passarella dejó River para dirigir la Selección. Invicto, con cinco puntos de ventaja sobre el segundo (San Lorenzo), ganador del clásico más clásico ante Boca (con un contundente 3 a 0 en la mismísima Bombonera), el River de Américo Gallego fue un justo campeón del Apertura 94. Contó con Germán Burgos en el arco. Con la categoría de Roberto Ayala en la defensa y de Marcelo Gallardo en el medio. Y con el regreso, tras ocho años, de un hijo pródigo como estandarte: Enzo Francescoli. Fue goleador del equipo con 12 tantos y fue figura. Fue el Príncipe que volvió a encantar a su gente. “Lo dije un millón de veces. Y estoy cansado de repetirlo. Di una palabra y voy a cumplirla: me voy a la Selección. La plata no es todo en la vida”. Así Gallego dejó el club para volver a juntarse con Passarella en el seleccionado. La gran década de River continuaría con el desembarco de Ramón Angel Díaz en la dirección técnica en julio de 1995. Pero ésa es otra historia...

NEWELL’S DE BIELSA (1990-92)

Los procesos exitosos de los equipos grandes durante el profesionalismo fueron causa, en general, de los mismos factores: poder económico, estructura sólida en todo el país y calidad y cantidad de profesionales. Cuando, en cambio, el protagonista es un equipo chico conjugan otros elementos a partir de historias riquísimas. Si bien el Newell's que se consagró campeón en la temporada 1987/88

Tuvo condiciones para quedar en la historia, como su excelente nivel de juego y su solidez colectiva, el éxito también estuvo acompañado por un técnico experimentado como José Yudica y la madurez futbolística de jugadores como Raúl Alfaro, Fabián Basualdo, Juan Manuel Llop, Jorge Pautasso, Juan José Rossi, Norberto Scoponi, Sergio Almirón y Víctor Ramos, entre otros. Ese equipo, que llegó a la final de la Libertadores de 1988 y fue subcampeón (perdió con Nacional de Montevideo), fue la base en la que se cimentó el ciclo de Marcelo Bielsa.

"Marcelo, si usted piensa encarar el campeonato con una dupla central de 19 años de promedio, está loco...", le dijo Jorge Castelli a Marcelo Bielsa antes de comenzar la pretemporada en Funes en agosto de 1990. "Profesor, espere a ver la calidad de estos jugadores. Después me dice", fue la respuesta del actual técnico de la Selección Argentina. Los jugadores en cuestión eran Fernando Gamboa (20 años) y Mauricio Pochettino (18). Además Darío Franco y Eduardo Berizzo tenían 21 años, Fabián Garfagnoli, 20; Cristian Ruffini, 19, Julio César Saldaña, 23; Adrián Taffarel y Julio Zamora, 24. Los más viejos eran Norberto Scoponi (29) y Gerardo Martino (28).

Bielsa contaba apenas con 35 años. El presidente Mario García Eyrea explicaba su designación: "Griffa fue quien nos sugirió que Bielsa ya estaba para dirigir en Primera. Necesitábamos reducir el presupuesto del cuerpo técnico y darle oportunidades a quienes vienen trabajando desde abajo. Además, Griffa sostuvo que para culminar su trabajo necesitaba un técnico que proviniese — como casi todos los jugadores— de las inferiores". Otra clave del éxito.

Para acceder a la final de la temporada 1990/91, Newell's ganó el torneo Apertura 90, en el que tuvo momentos clave. El triunfo sobre Central 4-3 en el Gigante de Arroyito. Una serie de cuatro triunfos consecutivos en el final del torneo. En la última fecha, el 23 de diciembre de 1990, le alcanzó un empate (1-1) ante San Lorenzo en cancha de Ferro, mientras River perdía en el Monumental 2 a 1 con Vélez. "Yudica puso en Primera a Saldaña, a Berizzo, a Pochettino, a Gamboa, a Franco. El Piojo sembró el año pasado y a mí me tocó cosechar", escribió Bielsa en el suplemento deportivo del desaparecido diario Sur. El juego de esa temporada se basó en orden táctico, capacidad de correr todo el partido y jugar con clase.

El título de la temporada lo definió con Boca, que había ganado el Clausura 91. La primera final se jugó en Rosario el 6 de julio de 1991. Newell's ganó 1 a 0 con gol del Toto Berizzo. Tres días después se disputó la revancha en la Bombonera. En los 90 minutos, Boca ganó 1 a 0 con gol de la Vieja Reinoso. En el alargue no hubo goles y el título de campeón se definió en los penales. Newell's ganó 3 a 1 y el héroe fue Scoponi, quien atajó dos penales.

Con la mala campaña en el Apertura 91 (finalizó antepenúltimo) parecía que lo mejor del ciclo Bielsa había terminado. Pero en 1992 apareció otra vez el equipo y dejó huella. No sólo por haber

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sido campeón del Clausura 92 y subcampeón de la Libertadores 92 (perdió ante el poderoso San Pablo de Telé Santana), sino también porque Bielsa cambió el sistema de juego (tomando de ejemplo al Ajax de Van Gaal) y dibujó en la cancha un 3-3-1-3 que luego adoptaría la mayoría de los equipos argentinos. Este Newell's sorprendió por su dinámica.

El campeón del Clausura 92 tuvo un arranque decisivo: ganó cuatro partidos, empató otro y no recibió goles. En la 3ª fecha derrotó a Central en el clásico con un equipo de juveniles. Obtuvo una goleada histórica en el Monumental por 5 a 0, el día que Castrilli echó a cuatro jugadores de River. Y se coronó campeón un viernes, sin jugar, al empatar Español 0 a 0 con Racing en el partido adelantado.

Es cierto que Newell's no pudo coronar en el plano internacional su brillante ciclo nacional. Pero la jerarquía y calidad de sus jugadores y la capacidad de su cuerpo técnico encabezado por Bielsa, le permitió sembrar su prestigio por todo el mundo.

VELEZ DE BIANCHI (1993-96)

Fue una constante la aparición de Vélez en los primeros puestos del torneo durante la década del 70 y del 80. Sin embargo, el equipo de Liniers nunca terminaba de consolidarse y no podía lograr el título. Dos veces había estado muy cerca: cuando llegó a la final del Metropolitano 79 (perdió con River) y en el Nacional 85 (con Argentinos). Cuando comenzó la última década del siglo pasado, Vélez siguió siendo protagonista: cuarto en el Apertura 91, segundo en el Clausura 92 y sexto en el Apertura 92.

En diciembre de 1991 Vélez contrató al arquero José Luis Chilavert y al defensor de Estudiantes Roberto Trotta. Cuando lo presentaron, el paraguayo se despachó con una frase que sonó a ocasión: "Vengo a salir campeón con Vélez". El segundo puesto detrás de Newell's en el Clausura 92 (Manera era el técnico), reavivó viejas decepciones en los hinchas de Vélez.

El regreso de Carlos Bianchi sería decisivo para el club. "Cuando recibí la llamada del dirigente Juan Carlos González, le dije que para las fiestas de fin de año estaría en Buenos Aires. Me ofreció la dirección técnica de Vélez y me embalé. Si la oferta hubiera sido de otro club, no me habría movido de París. Vine y arreglé enseguida...", contó luego Bianchi. El martes 29 de diciembre de 1992 fue presentado oficialmente como nuevo técnico de Vélez. Había arreglado un año de contrato. Se quedó tres años y medio.

El primer inconveniente que tuvo Bianchi fue cuando los dirigentes decidieron vender a Ricardo Gareca y a Alejandro Mancuso, quienes habían tenido un buen año. "No importa, no contraten a nadie, me arreglo con estos jugadores", sorprendió el Virrey. El debut fue el 21 de febrero de 1993, ante Español en el Bajo Flores. Vélez ganó 2 a 0 con dos goles Omar Asad. Ese día Vélez formó con Chilavert; Almandoz, Trotta, Sotomayor, Cardozo; Basualdo, M. Gómez, Bassedas, Pico; Asad y Camps. Con esa base y en apenas cuatro años, Vélez cosechó tres títulos locales y cinco internacionales bajo la conducción de Bianchi primero, y de Osvaldo Piazza después.

Vélez edificó el mejor momento de su historia desde el arco, con el enorme temperamento y la personalidad de Chilavert. Tuvo una línea de cuatro dura y equilibrada, con otro caudillo como Trotta. En el medio se apoyó en el ida y vuelta de Basualdo y de Pico (luego Pompei), la garra de Marcelo Gómez y el cerebral manejo de Bassedas. Y arriba dos tanques: Omar Asad y José Oscar Flores.

El primer título fue el Clausura 93. En la penúltima fecha, empató con Estudiantes en La Plata 1 a 1, pero tuvo que esperar hasta la noche para festejar recién cuando se conoció el empate de Independiente ante Belgrano.

En 1994 Bianchi priorizó la Libertadores. Ganó la primera fase delante de Cruzeiro, Palmeiras y Boca. Llegó a la final eliminando a Defensor de Montevideo, a Minervén de Venezuela y a Junior de Colombia. En la final destronó al San Pablo de Telé Santana. Ganó 1 a 0 en Liniers con gol de Asad y perdió en el Morumbí por el mismo resultado. Pero venció por penales 5 a 3 y conquistó América.

El 1 de diciembre de 1994, Vélez sorprendió al mundo. En Tokio, ante el poderoso Milan de Baresi, Maldini y Boban ganó 2 a 0 con un gol de Trotta de penal y otro con una definición magistral de Asad. Vélez formó con Chilavert; Almandoz, Trotta, Sotomayor, Cardozo; Basualdo, Gómez, Bassedas, Pompei; Asad y Flores.

La serie triunfal continuó en el Apertura 95, con la misma base y algunos nombres nuevos (Herrera, Zandoná, Pellegrino, Camps, Posse). Fue una espectacular arremetida en el final: ganó 6 partidos seguidos y le arrebató el título a Boca, que le llevaba 6 puntos. En febrero del 96 sumó la Copa Interamericana ante el Cartaginés de Costa Rica (0-0 y 2-0). En el Clausura 96 logró el bicampeonato, en un torneo que marcó la despedida de Bianchi (se fue a Roma) y el pase de mano a un amigo del Virrey, Osvaldo Piazza, quien lo dirigió en las últimas 4 fechas. Con Piazza Vélez ganó la Supercopa 96 y la Recopa 97. Un año después, en el Clausura 98, sumó su último título, ya con Bielsa como DT y otro plantel. Fueron nueve títulos en cinco años. Más de lo que hubiera imaginado un equipo chico del fútbol argentino. Más de lo que pudieron hacer algunos grandes

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RIVER DE RAMON DIAZ (1995-99)

Ramón Díaz se despidió como jugador de River el 16 de marzo de 1993, en un partido por la Copa Libertadores de América ante Cerro Porteño (1-1). Se fue a seguir haciendo goles al Yokohama Marinos de Japón. Dos años después decidió colgar los botines de apuro ante una oferta muy tentadora: reemplazar a Carlos Babington, quien no conformaba a los hinchas, en la dirección técnica de River. Aterrizó en julio de 1995 y debutó el miércoles 26 enfrentando a Vélez por los cuartos de final de la Libertadores. Fue 1 a 1 en el Monumental, 0 a 0 en Liniers y River eliminó a Vélez –defensor del título– en la definición por penales. Luego quedó marginado en semifinales por Atlético Nacional de Medellín, también por penales. Después tuvo buen arranque en el Apertura 95 (5 triunfos y 5 empates), pero decayó en la última parte del torneo. Las críticas hacia la gestión del Pelado no tardaron en aparecer, haciendo hincapié en su forma de hablar, sus gestos y en algunos cambios e indicaciones confusas. Encima, tuvo algunos choques internos con varios pesados del plantel. Todo mal para Ramón.

Cuando el 18 de abril de 1996 River se aseguró el pase a la segunda ronda de la Libertadores, la marcha en el Clausura no era buena (2 triunfos y 4 derrotas). La única opción de continuidad era apostar todo a la Libertadores. Pasó Sporting Cristal de Perú (1-2 y 5-2). Pasó San Lorenzo (2-1 y 1-1). Pasó Universidad de Chile (2-2 y 1-0). Llegó a la final definiendo siempre la serie como local. Además, Ramón Díaz utilizó una táctica que le daba resultado: de visitante jugaba Sorin y en el Monumental el titular era Cedrés. La primera final con el América se jugó en Cali el 19 de junio. Ganó el equipo colombiano 1 a 0. El 26 de junio fue la revancha y el Monumental ardió. Hubo 80.000 personas, se recaudaron casi 3 millones de dólares, River ganó 2 a 0 con dos golazos de Crespo y logró su segunda Copa Libertadores. con esta formación: Burgos; Hernán Díaz, Rivarola, Celso Ayala y Altamirano; Escudero, Almeyda y Cedrés; Ortega; Francescoli y Crespo.

Para el Apertura 96 se fue Hernán Crespo a Italia pero llegaron Julio Cruz y el chileno Marcelo Salas. Emigraron también Almeyda, Cedrés y Juan Gómez y llegaron Berizzo, Sergio Berti, Monserrat, Pena y Rivarola. Fue un equipo explosivo que mataba de mitad de cancha hacia arriba. Convirtió 52 goles (récord para torneos cortos) en 19 partidos. El plantel regresó herido en su orgullo tras perder la final Intercontinental con la Juventus, ganó cuatro partidos seguidos y se consagró campeón, ante Vélez, faltando dos fechas. Ochenta mil personas se bancaron la lluvia en el Monumental para el triunfo de River 3 a 0: Salas entró faltando 27 minutos, hizo dos goles y se terminó de meter a la gente el bolsillo.

Los éxitos siguieron a nivel local pero no internacional. Hubo apenas dos refuerzos: Roberto Trotta y Hernán Maisterra y emigró Ortega al Valencia. Gallardo pasó a ser el conductor y Francescoli aportó toda su experencia al lado de Salas o de Cruz. Enzo fue el goleador del Clausura 97 con 12 goles, y River dio la vuelta otra vez ante Vélez, esta vez en Liniers, al ganar 2 a 0 con dos goles de Francescoli. En la Libertadores quedó eliminado por Racing en octavos y perdió con Vélez la final de la Recopa en Japón.

El tricampeón fue un verdadero lujo. Porque peleó y le ganó el campeonato a Boca. Porque a la vez disputó hasta el final y ganó la Supercopa 97. Porque se conocían de memoria y se notaba en la cancha: corría la pelota y no el jugador. Tocaba lindo. Para ese torneo llegaron Diego Placente, Pedro Sarabia, Martín Cardetti, Juan José Borrelli y Sebastián Rambert. Pero la base era una sola: Burgos; Hernán Díaz, Celso Ayala, Berizzo y Sorin; Monserrat, Astrada, Berti y Gallardo; Salas y Francescoli.

Un partido histórico fue el del 25 de octubre en el Monumental. River era el líder con 22 puntos y Boca tenía 21. En la cancha, de un lado Francescoli y del otro Maradona. Fue el último partido oficial de Diego y si bien River perdió (1-2), la caída le sirvió para reaccionar y quedarse con el título, tras una serie de 7 triunfos y 2 empates. Y un final a toda orquesta. El 17 de diciembre alzó la Supercopa al vencer 2-1 al San Pablo. Cuatro días después, se aseguró el Tri al empatar 1-1 con Argentinos en Vélez. “Este año fue perfecto”, declaró Ramón luego. No era para menos, cerraba un ciclo de 5 títulos en apenas 2 años.

BOCA DE BIANCHI (1998-2001)

La sequía de Boca llevaba seis años. La renovación que había llevado adelante Mauricio Macri desde su llegada la presidencia no daba resultados. Ni la contratación como técnico de Carlos Bilardo primero y de Héctor Veira después. El mágico regreso de Diego Maradona haciendo dupla con el Pájaro Claudio Caniggia, tampoco. Eran tiempos de Cabaret, como había definido Diego Latorre la situación interna del plantel

Después de perder con Ferro 4 a 1, Veira dejó de ser el técnico del equipo. Fue Carlos García Cambón quien terminó al frente del equipo las últimas seis fechas. Perdió el primer partido ante Español (3-2), pero luego sumó cuatro triunfos y un empate. Fue una rachita insignificante en ese momento, pero que cobraría luego un extraordinario valor histórico.

Corría mayo de 1998 y Macri buscaba el reemplazante de Veira. El acuerdo con Carlos Bianchi, de un exitoso paso por Vélez y otro fugaz por la Roma de Italia, no tardó en llegar y el 27 de ese mes fue presentado oficialmente como técnico del equipo. El Virrey de Liniers tuvo más de un mes para armar el equipo que debía afrontar dos torneos: Mercosur y Apertura. Varios jugadores dejaron el club (Néstor Fabbri, Diego Latorre, Sergio Castillo, Nolberto Solano) y se sumaron Antonio Barijho, José Basualdo, Hugo Ibarra y el peruano Pereda, además del regreso del Mellizo Gustavo. Caniggia entró en conflicto con el club y ya no volvió a jugar.

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El debut oficial de Bianchi fue ante su querido ex club, Vélez, el 5 de agosto por la Copa Mercosur. Empezó con el pie izquierdo: perdió en la Bombonera 1 a 0. Pero cuatro días después, en el debut del Apertura, goleó a Ferro 4 a 2. La marcha hacia el título fue contundente y la consolidación del equipo tuvo el sello de Bianchi. Le confió la titularidad del arco a Oscar Córdoba, luego de un arranque difícil. Al fondo le dio proyección (Ibarra), liderazgo (Bermúdez), marca y calidad (Samuel y Arrubarrena). En el medio apostó a la experiencia (Basualdo), la garra y los relevos (Serna), el ida y vuelta (Cagna) y la conducción (Riquelme). Y arriba confió en la dupla Guillermo Barros Schelotto-Palermo: habilidad y gol. El primer título llegó el 29 de noviembre, luego de empatar 0 a 0 con Independiente en la Bombonera. Faltaban dos fechas y Boca mantuvo el invicto. La fiesta siguió con el Clausura 99. Tuvo un arranque demoledor antes de enfrentar a River: ganó 9 partidos y empató 2. Llegó al superclásico con cinco puntos de ventaja, ganó 2 a 1 (Bermúdez y Palermo) y se despegó de River. San Lorenzo seguía a cinco unidades, pero después se cayó. El 2 de junio Boca logró un récord en el profesionalismo: se mantuvo invicto durante 40 partidos. Y cuatro días después, a pesar de perder 4-0 con Independiente, logró el bicampeonato.

Con los éxitos en el terreno local asegurados, Bianchi fijó como objetivo primordial la Copa Libertadores. Se fue Cagna y se consolidó Battaglia. Llegó Marcelo Delgado y fue la alternativa cuando se lesionó Guillermo. Cristian Traverso suplió con éxito la falta de Serna. Faltaron los goles de Palermo, pero cumplió Barijho. Y la mística ganadora que Bianchi supo mostrar en Vélez, se repitió en Boca. Compartió el grupo con Blooming, Universidad Católica y Peñarol y lo terminó ganando sin complicaciones. Luego siguieron El Nacional de Ecuador, River (con un 3-0 inolvidable en la Bombonera y la reaparición de Palermo luego de una lesión) y América de México. En la final enfrentó al Palmeiras, empató 2 a 2 como local y 0-0 en Brasil. En los penales ganó Boca 4-2 y continuó la cosecha.

Tres titulares se marcharon a mitad de temporada pero no se resintió el equipo. Samuel se fue a la Roma y Cagna y Arruabarrena, al Villarreal. Mientras iba a paso firme a la conquista del Apertura 2000, Bianchi preparaba los detalles para la final Intercontinental. El 28 de noviembre, en Tokio, le alcanzaron 5 minutos para sorprender al Real Madrid con dos goles de Martín Palermo. Boca fue otra vez mundial, como en 1978. Volvió y a pesar de perder dos de los cuatro partidos que jugó, dio la quinta vuelta olímpica en dos años (ante Estudiantes, el 17 de diciembre).

¿Faltaba más? Sí. El bicampeonato de América. La final la jugó con Cruz Azul: ganó 1 a 0 en México y perdió en la Bombonera. Pero en los penales mantuvo su suerte ganadora. Boca pudo haber sumado una nueva estrella, pero perdió la Intercontinental ante el Bayern Munich de Alemania (0-1). Habría sido el premio extra para un plantel que supo hacer del trabajo en equipo un éxito.

SIN PERIODOS LARGOS, OTROS GRANDES EQUIPOS.

Y después del Boca de Bianchi, quién? Los últimos 10 años del fútbol argentino se caracterizando por la cantidad de equipos que se consagraron campeones. Algunos mejores que otros, el factor común fue la paridad. Por primera vez salieron campeones Banfield, Lanús y Arsenal. Lograron repetir Estudiantes, Argentinos, Newell’s y Racing. Después de mucho tiempo un subcampeón fue reconocido entre los que no festejaron: Huracán de Cappa en 2009. Tal vez sea Vélez, con Ricardo Gareca como entrenador durante cinco años, el equipo que mantuvo un estilo definido y acompañado por varias vueltas olímpicas en el fútbol local (le faltó reconocimiento internacional).

VELEZ DE RICARDO GARECA (2009-2013)

LOS CINCO AÑOS DE GARECAPor Martín Burgos (Goal.com)Cinco años, 10 torneos locales disputados, tres ganados, una superfinal. Con la espina de no ganar algo a nivel internacional, la historia del Tigre en el Fortín llega a su fin.

El 5 de enero de 2009, Ricardo Gareca tomaba las riendas del plantel de Vélez Sarsfield, en el comienzo de la pretemporada de verano preparatoria para el Torneo Clausura 2009. Unas semanas antes, Christian Bassedas anunciaba la contratación de un hijo de la casa, proveniente de Universitario de Perú, para suceder a Hugo Tocalli.

Los resultados no se demorarían y así arrancaba un ciclo repleto de éxitos que llega a su fin cinco años después, al tomar la decisión de no renovar una vez más su vínculo, que finaliza el 31 de diciembre. El balance arroja que ganó cuatro títulos (Clausura 09, Clausura 2011, Apertura 2013 y la Superfinal 2013 ante Newell's), mientras que queda la deuda del festejo a nivel internacional que se negó periódicamente.

Hasta el momento, la etapa del Tigre en el Fortín era la más duradera en el fútbol argentino, ya que a lo largo del año Blas Giunta dejó Almirante Brown y Pepe Romero hizo lo propio en All Boys. Pero para los hinchas del conjunto de Liniers, se termina un período que sólo puede ser superado por el de Carlos Bianchi a principios de los 90, campeón de América y del mundo.

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En el desglose de sus éxitos, el primero tuvo toda la emotividad de una definición a cinco minutos del final del último partido, con la polémica definición ante Huracán en el Clausura 09 y el gol de Maxi Moralez, para levantar un título después de cuatro años y medio del logrado de la mano de Miguel Russo.

En el Clausura 2011 se tomó revancha del subcampeonato del semestre anterior, cuando 43 puntos no le alcanzaron y quedó a dos de Estudiantes. Con los goles de Santiago Silva y la habilidad del Burrito Martínez, dio la vuelta olímpica de nuevo ante Huracán pero en el Palacio Tomás A. Ducó, para finalizar con 39 unidades y quedar cuatro arriba de Lanús.

18 meses más tarde, ya en el Apertura 2011, los tantos de Facundo Ferreyra ante Unión le darían la tercera consagración en la 18º fecha, finalizando el certamen con 41 puntos, cinco más que Newell's. Y sería a la Lepra al que derrotaría en la primera Superfinal, en la que enfrentó al ganador del Torneo Inicial, por 1 a 0 en Mendoza con gol de Lucas Pratto.

Gareca se va de Vélez con una deuda y es la de ser campeón a nivel sudamericano. Desde el 2010 disputó de forma ininterrumpida la Copa Libertadores y fue en la edición 2011 cuando estuvo más cerca, al caer en semifinales contra Peñarol, con el famoso penal errado de Santiago Silva en la revancha en el José Amalfitani. En la edición 2012 caería ante el vigente campeón Santos, por penales en cuartos de final. Y tanto en la de 2010 como en la de 2013 sería eliminado en octavos de final, por las Chivas de Guadalajara y Newell's respectivamente.

Y en lo que respecta a la Copa Sudamericana, fue también en el 2011 que se quedó en las semifinales, vencido por Liga de Quito, mismo rival que lo eliminó en los cuartos de final del 2009. También estuvo en esta etapa en la Copa de este año, derrotado de manera sorpresiva por Ponte Preta. En el 2010 no pudo superar a Banfield en la primera ronda, mientras que se ausentó de la edición 2012.

Entre torneos locales, Superfinal, Copa Libertadores y Sudamericana, el Tigre dirigió al Fortín en 251 encuentros. Consiguió 129 victorias, 63 empates y 59 derrotas. Así logró casi el 60% de los puntos, hasta que el desgaste provocó el final de una era que quedará en la historia del José Amalfitani.

Capítulo 5: La Selección Argentina (páginas 60 a 77)

BREVE RECORRIDO DE LA SELECCIÓN ARGENTINA(Extractos del libro Deporte Nacional, de Ariel Scher, Jorge Búsico y Guillermo Blanco, con investigación de Oscar Barnade).

LOS PRIMEROS AÑOS

Se reconoce como el primer partido de la Selección el disputado con Uruguay el 20 de julio de 1902, en Montevideo. Argentina ganó 6 a 0. Los diarios de la época dejaron en claro que se trataba del

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primer choque entre argentinos y uruguayos. “Cada team se compone de once jugadores y es obligatorio que cada jugador sea nativo de la República que representa”, anuncia el diario El Diario. Y luego aclara: “El primer match internacional de football del continente sudamerican, es un acontecimiento sportivo, que merece señalarse”.Fue el comienzo de un largo recorrido."Venimos para recibir una lección de football de los colosos argentinos", conjeturaron las autoridades del Club Nacional de Fútbol, que representó a Uruguay el 19 de marzo de 1903, en el partido debut de la Selección Argentina como local. Pensaban una caída, pero, acaso porque el fútbol ya anticipaba su imprevisibilidad, triunfaron por 3 a 2. El clima recíproco era bastante dulce, igual que cuando, en 1905, jugadores de ambos países se enfrentaron en la Sociedad Sportiva Argentina, por la primera edición de la Copa de Caridad, cedida por Thomás Lipton, un millonario dedicado a la industria del té cuyo único requerimiento había sido que los jugadores fueran nativos de los países a los que representaban. "Cuando el referee dio su silbido ordenando la cesasión del match a causa de la poca luz que había, el público invadió el field aclamando a orientales y argentinos con júbilo extraordinario", describió la revista PBT aquel empate.Eran años de veloz organización internacional de fútbol, en especial desde la fundación de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) el 21 de mayo de 1904. Argentina se sumó en 1912, luego de ir consolidando sus propias instituciones, que en esa fase mezclaban en los elencos directivos a los británicos con miembros de la clase alta local. Frank Chevallier Boutell fue presidente de la Argentine Association Football League entre 1900 y 1903 y continuó en el mismo rol cuando la entidad viró su nombre al de Argentine Football Association.Las competiciones internacionales crecieron y empezaron a sistematizarse. En 1910, la Selección argentina perdió con Uruguay por la Copa Lipton y la Copa de Honor, pero un combinado de varios equipos del país hizo la primer visita futbolítica a Chile y sólo sumó triunfos. Además, se apropió de la Copa Centenario ante Uruguay y Chile. En 1912, miles fueron a ver la gira de los inglses del Swindon Town, algo que se reiteraría en 1914, cuando llegó el Exeter City y cuando el Torino se convirtió en el primer equipo italiano que pasó por el país. En 1913, Julio Argentino Roca, siempre atento a los vínculos con Brasil, fue unos los 25.000 testigos de la victoria argentina por 2 a 0 ante la Liga Paulista en la cancha de Gimnasia y Esgrima, revancha de una derrota de una semana antes. Ritual de época, Roca también metió su apellido en el fútbol al donar una copa para que la disputaran argentinos y brasileños.

Argentinos, brasileños, chilenos quedaron detrás de los uruguayos cuando jugaron en la cancha de Gimnasia y Esgrima el primer Campeonato Sudamericano, en julio de 1916. Aquella era una edad con alguna improvisación. El gol argentino para empatar 1 a 1 con Brasil lo hizo José "Negro" Laguna, un talentoso jugador que un ratito antes del arranque del partido estaba en la tribuna y entró porque faltaba uno para completar los once. La primera Copa América se realizó en Uruguay, en 1917, y Argentina volvió a ser segunda detrás de los mismos campeones. Y así sucedió, sobre todo, con el Campeonato Sudamericano, desde que Argentina logró su primer título al vencer a Uruguay 1 a 0, con gol del rosarino Julio Libonatti, y en las consagraciones de 1925, 1927 y 1929. El Sudamericano de 1924, disputado en Montevideo, concedió un subcampeonato ante los locales, pero eso fue lo de menos. Tras el último partido, hubo enfrentamientos entre argentinos y uruguayos y uno de éstos fue asesinado. Décadas después, los periodistas Dante Panzeri y Amílcar Romero mostrarían que la falta de esclarecimiento de ese crimen había inaugurado una zaga de impunidades en torno del fútbol.

Poco antes de ese Sudamericano, el 2 de octubre de 1924, la cancha de Sportivo Barracas cobijó el triunfo de la Selección Argentina sobre el Uruguay que traía su título olímpico por 2 a 1. Fue el increíble día de tres novedades: la gran cantidad de gente en las tribunas -que había provocado ya una vez la suspensión del partido- hizo que se jugara con un alambrado que separó a los jugadores del público; Cesáreo Onzari convirtió el primer gol directo de córner de la historia que, en tributo a la circunstancia, fue bautizado como "gol olímpico"; y el periodista Atilio Casime y el radioaficionado Horacio Martínez Seeber -de sólo 23 años- se subieron a una tarima sobre los vestuarios, relataron el partido por Radio Argentina e inauguraron las transmisiones radiales de fútbol en el país. En el resto de la década, en lo que para muchos era un acompañamiento hecho de encantos, las voces de Jorge Leal, Tito Martínez Delbox, Roque Silliti y Alfredo Aróstegui comenzaron a sonar trayendo fútbol desde la radio.

DOS MUNDIALES, AUSENCIAS Y DESAZON

Un equipo de talentos argentinos fue subcampeón de la primera de las grandes citas de la FIFA luego de que Uruguay lo venciera por 4 a 2 en lo que, algo más de siete décadas después, iba a ser definido, con literatura y exactitud, por el escritor Juan Sasturain como "la final de barrio más grande del mundo". Juan Bottaso, José Della Torre, Fernando Paternoster, Juan Evaristo, Luis Monti, Pedro "Arico" Suárez, Carlos Peucelle, Francisco Varallo, Guillermo Stábile, Manuel Ferreira y Mario Evaristo fueron titulares esa tarde bajo la mirada de Francisco Olazar, gloria de Racing, entrenador de una era en la que los entrenadores intervenían con un protagonismo chico o sin protagonismo. Lo tenía o parecía que lo tenía Argentina a ese partido. Ganaba 2 a 1 al final del primer tiempo porque Peucelle había convertido un gol y porque Stábile había hecho el segundo, con lo que cerraba en ocho su cuenta privada para ser el goleador del Mundial.

En la segunda parte, venció Uruguay, que metió tres goles y pudo meter más. Y venció ese hervidero que era el estadio. Cada argentino que, a través de las radios, recibió una mala noticia

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detrás de otra se fue decepcionando y pareció comprobar las versiones de que a Monti, un estandarte, lo habían amenazado. Los medios nacionales coincidieron en contar que los argentinos habían pasado el torneo recibiendo hostilidades y que el árbitro belga John Langenus les toleró brusquedades varias a los locales. Hubo broncas extendidas, diarios y revistas que pidieron no jugar más contra los uruguayos, una decisión de los dirigentes del fútbol de aquí de romper relaciones con sus pares de allá y una movilización hacia la sede diplomática uruguaya en Buenos Aires.

Algunos de esos jugadores tomaron parte en dos consagraciones de la Selección Argentina. Se llevó el Sudamericano de 1937, como local, tras un desempate con Brasil que concluyó 2 a 0, con dos goles del muy joven De la Mata. En 1941 y en Chile, volvió a ser campeón con una supremacía tan abrumadora que hasta Stábile, quien dirigía al equipo, no terminaba de sorprenderse.

El Mundial de Suecia acabó con la ausencia de la Argentina en los Mundiales, que duró formalmente veinticuatro años, pero que de verdad duró veintiocho, si se tiene en cuenta que en 1934 apenas jugó un partido. Sin embargo, ese no fue el final más importante. Lo que se cerró fue la idea de que en esta franja de la humanidad habitaba el mejor fútbol del mundo. Una idea sostenida a través de grandes jugadores, de grandes equipos y de grandes selecciones, pero no corroborado en los mundiales se descompuso en sólo tres partidos, en una primera rueda, en una goleada que no pronosticaban ni los pronosticadores de goleadas.

Argentina llevó futbolistas brillantes. Amadeo Carrizo, arquero como ninguno; Oreste Osmar Corbatta, genio y loco suelto por la banda derecha; Pipo Rossi, el mediocentro de la presencia sin igual; Pedro Dellacha, impasable defensor, ganador del Olimpia en 1957; Ángel Labruna, ya mayor pero siempre Labruna; Federico Vairo, el Beto Menéndez, calidad a pleno. Y un plantel de jugadores apreciados en el medio local que se chocó sin demasiadas explicaciones con una realidad de adversidades e imprevistos. Alemania lo cacheteó enseguida con un 3 a 1 que había empezado sonriente, con un gol rápido de Corbatta. Irlanda del Norte habilitó la resurrección en una victoria por 3 a 1, con goles de Corbatta, Menéndez y Ludovico Avio. Y, al final, Checoslovaquia, que tuvo un día de todas las inspiraciones, todos los goles y todo el fútbol y hundió una goleada mayor: 6 a 1. Otra vez Corbatta metió un gol, pero ni sirvió de consuelo.

"Fue como cuando vas a jugar al potrero y de enfrentás con otros jugadores de los que no sabés ni cómo juegan, ni nada. No teníamos ni idea de con qué nos íbamos a encontrar al entrar en la cancha", se lamentó Carrizo décadas después. El periodismo fue severísimo con los futbolistas y con el entrenador Guillermo Stábile -una gloria del fútbol nacional- y cargó con énfasis sobre los presuntos retrasos tácticos del fútbol argentino a causa de un aislamiento de la alta competición internacional. La propia AFA suscribió ese criterio en su Memoria de 1958: "El Consejo Directivo que finaliza su mandato y que tuvo la responsabilidad de la conducción en este amargo trance, ni la rehuye ni la distribuye. Señala, solamente, que una superioridad no demostrada acabadamente alentaba a todos. Los hechos evidenciaron la necesidad de rectificar conceptos, modificar sistemas y adecuar la marcha al ritmo que fijan nuevas concepciones sobre el fútbol".

Era una concepción repetida, pero difícil de sostener si se atendía a otro dato: el campeón del Mundial había sido Brasil, fiesta del fútbol ofensivo y libre, con la súbita aparición de Pelé, todavía un semiadolescente, como estrella superior. Lo escribió Dante Panzeri, un esclarecido en medio de los discursos que se imponían: "No caigamos en el snob -bastante remachado antes de ir a Suecia- de que el fútbol moderno exige atacante de mucha estatura, mucho peso y mucho remate de larga distancia (...) allí está Brasil (...) señalando que el fútbol bien jugado se realiza con habilidad y velocidad". No obstante, ocurrió lo que analizó el sociólogo Roberto Di Giano: "El sobredimensionamiento de la desventura deportiva sirvió para que los agentes modernizadores del campo convirtieran en estigmas lo que hasta entonces habían sido considerados ricos atributos e hicieran de las construcciones híbridas un motivo de jactancia".

La recepción al equipo en el aeropuerto de Ezeiza expresó broncas, dolores y desmesuras. Al regreso desangelado a los mundiales se lo llamó, en la liturgia futbolera, "el desastre de Suecia". Más desastre fue mucho de lo que se dijo, mucho de lo que se escribió, mucho de lo que se hizo.

SIN IDENTIDAD

Para el mundo, fue el Mundial de 1962. Para Argentina, fue el Mundial de una semana. Entre el 30 de mayo y el 6 de junio de 1962, la Selección jugó en Chile sus únicos tres partidos, sin sembrar memorias ni sonrientes ni especialmente crueles. Se trató de una fugacidad, una de tantas fugacidades argentinas, próxima en la geografía, lejana de los momentos cumbres e la historia del fútbol nacional.

Como siempre, había un plantel capaz de alimentar los sueños -esta vez más módicos que en Suecia- de las tribunas argentinas. Antonio Roma y Rogelio Domínguez eran arqueros mucho más que fiables, Silvio Marzolini y Federico Sacchi defendían con una prestancia impar, Antonio Rattín contagiaba fibra, Martín Pando y Rubén Sosa representaban la sutileza, José Sanfilippo era alguien hecho de gol. Y Juan Carlos Lorenzo, el entrenador elegido, surgía como el conocedor de los secretos tácticos que se reclamaron para el Mundial de 1958.

En Rancagua, la sede de todos los partidos argentinos, la Selección debutó con un triunfo ante Bulgaria para el que bastó un gol inmediato de Héctor Facundo: 1 a 0, sin exaltaciones ni padecimientos. Luego vino Inglaterra, la realidad se oscureció un rato y el gol de Sanfilippo sólo redujo una distancia que cristalizó el 3-1 final. Existía una clasificación posible en la última fecha,

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contra Hungría, pero se necesitaba de una victoria y lo que hubo fue una igualdad en cero. Quería decir que había que pegar la vuelta. Y que ya no habría posibilidad de seguir viendo por televisión, aunque con imágenes que llegaban con un retraso de dos días, los movimientos de los muchachos de celeste y blanco, comentados por un equipo periodístico del que era parte Guillermo Stábile.

Hubo lamentos y no mucho más por aquel adiós tempranero. Brasil se consagró, a pesar de que una lesión lo dejó sin Pelé. Argentina se enteró de la noticia como acostumbrada a que, en los Mundiales, la fiesta era de otros.

Si los mundiales no trajeron júbilos, en las competiciones más cercanas la Selección evitó los cimbronazos. En el Sudamericano de 1956, en Montevideo, Argentina fue, como de costumbre, con Stábile de entrenador y con lo mejor que tenía. Llegó a Uruguay para defender el título conquistado el año anterior en Santiago de Chile. La definición se produjo en la última fecha. El equipo local ganó 1-0, fue campeón y Argentina quedó segunda.

Pero fue el Sudamericano de 1957 el que renovó las ilusiones de Argentina con vistas al Mundial -ya clasificada tras superar a Chile y Bolivia- que se jugaría al año siguiente en Suecia. Stábile juntó en el mismo equipo a Antonio Angelillo, Humberto Maschio y Enrique Omar Sívori. Los tres fueron para siempre Los Carasucias de Lima. El equipo argentino ganó 5 de los 6 partidos que jugó y marcó 25 goles (perdió con Perú 2-1 cuando ya se había consagrado campeón). Maschio, con 9 tantos, fue el goleador del torneo. Angelillo anotó ocho y Sívori, 3. Además jugaban Benegas, Brookes, Juan Castro, Corbatta, Cruz, De Bourgoing, Dellacha, Rogelio Domínguez, Juan Carlos Giménez, Guidi, Miguel Antonio Juárez, Iñigo, Mantegari, Pizarro, Roma, Néstor Rossi, Sanfilippo, Schadlein y Vairo. Un equipazo con un plantel de lujo. Tras la consagración, los tres Carasucias fueron vendidos a Italia. Domínguez se fue con sus grandes atajadas al Real Madrid. Casi un año después, el equipo argentino sentiría como nunca sintió esas ausencias.

En 1959 se disputaron dos Sudamericanos. En el primero, jugado en Buenos Aires, Argentina se coronó campeón tras ganar todos los partidos y empatar en la última fecha con Brasil, que venía de obtener el título mundial. Pelé, como el año anterior, brilló, fue el goleador del torneo pero no pudo levantar la copa. A fin de año, en Guayaquil, se jugó un Sudamericano Extra (se denominaba así cuando no estaba en juego la Copa América) y esta vez lo ganó Uruguay, por encima de Argentina y de Brasil.

A partir de 1960 volvieron los amistosos con equipos europeos, en la previa al Mundial de Chile, al que ya había clasificado tras ganarle los dos partidos a Ecuador. En una gira realizada en junio de 1961, Argentina le ganó a Portugal en Lisboa 2 a 0, perdió 2 a 0 con España en Sevilla, cayó 4-1 con Italia en Florencia, e igualó con Checoslovaquia 3-3 en Brno, y con Unión Soviética 0 a 0 en Moscú. La idea de Victorio Spinetto, el entrenador, era sumar roce internacional para que no se repitiera lo de Suecia. Luego de otras decepciones en el Mundial de 1962, Argentina participó del Sudamericano de 1963 en Bolivia. Los locales fueron campeones, por encima de Uruguay (segundo) y de Argentina (tercero). Como nunca antes, ese plantel contó con cinco jugadores de Rosario Central (Edgardo Andrada, Norberto Bautista, Néstor Cardoso, Enrique Fernández y César Luis Menotti) y cuatro de Chacarita (Oscar Martín, Mario Rodríguez, Raúl Savoy y José Ricardo Vázquez).

La gran revancha del fútbol argentino sucedió en la Copa de las Naciones, disputada en Brasil en 1964, organizada para festejar los 50 años de la Confederación Brasileña de Deportes. Con un actuación soberbia, Argentina derrotó a Portugal 2-0 (Alfredo Rojas y Rendo), luego 3 a 0 a Brasil (el día que Pelé fue marcado por José Mesiano y se fue expulsado), con goles de Ermindo Onega y 2 de un jovencito llamado Roberto Telch, y finalmente a Inglaterra 1-0, con gol de Alfredo Rojas. También hubo revancha para Amadeo Carrizo (el arquero que sufrió los seis goles de Checoslovaquia en Suecia), quien atajó una maravilla y le paró un penal al brasileño Gerson. El plantel argentino, con José María Minella de entrenador, estuvo integrado por Carrizo, Righi, Ramos Delgado, Magdalena, Miguel Angel Vidal, Vieytez, Simeone, Adolfo Vázquez, Rattín, Telch, Varacka y Mesiano, Chaldú, Onega, Rendo, Fernández, Artime, Rojas, Prospitti, Willington, Bielli y Casa.

En 1965, Argentina no tuvo problemas en superar a Paraguay y Bolivia en la Eliminatoria para el Mundial de Inglaterra. Sin embargo, no le pudo ganar a Unión Soviética (1-1) y Polonia (1-1) en Buenos Aires, y sufrió un preocupante 3 a 0 con Italia en Turín, en el último partido previo al Mundial. Fue una preocupación que muy rápido bordearía el olvido. En el Mundial de Inglaterra, el eje quedaría muy lejos de esos resultados.Un futbolista que hubiera preferido ser ese día otra cosa recordó que un militar al que jamás había visto avisó que ahí venía el presidente. Vino. Juan Carlos Onganía caminó adelante, miró a la cara y habló lo suficiente como para mencionar más de una vez la palabra "patria". No era la patria la que había jugado unos poquitos días antes el Mundial de 1966, pero la patria y el fútbol consumaban su matrimonio en cada segundo de esa Argentina, la de Onganía, la de otro Golpe de Estado, flamante y devastador, hecho -qué otra palabra se iba a usar- también en nombre de la patria.

Tal cual. Los futbolistas argentinos terminaban de regresar de Inglaterra, donde por primera vez en treinta y seis años, la Selección había pasado la primera rueda. En los cuartos de final, el rival fue el equipo local, ávido, como los organizadores, como el público, de avanzar hasta el título que finalmente conseguiría. Un gol de Geoffrey Hurst a diez minutos del final resolvió el 1 a 0 que mantuvo a uno en competición y al otro lo fletó a casa. Pero esa no fue la mayor historia que el histórico estadio de Wembley albergó el 23 de julio. Lo mayor fue la expulsión del capitán argentino, Antonio Rattín, a los 36 minutos, luego de una controversia con el árbitro alemán Rudolf

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Kreitlen, que en la interpretación argentina dominante fue una contribución a la victoria inglesa y en otras interpretaciones menos extendidas, pero también argentinas, fue la consecuencia de una protesta que demoraba injustificadamente el juego. Rattín, disgustado, luego se sentó en la alfombra real y más luego estrujó una banderita inglesa. Indignada como su gente, la prensa local usó el vocablo "animals" para escribir a los futbolistas argentinos.

"Después se hizo una novela con aquella expulsión y la verdad es que el tipo nos tendría que haber echado a la mayoría, porque lo reputeamos en todos los idiomas", se sinceró, décadas más tarde, el delantero Luis Artime, alguien reconocido por sus muchísimos goles y también por su honestidad intelectual, ante el periodista Daniel Arcucci. Igualmente lúcido para pensar sobre la cancha y sobre el poder, Artime extendió su evaluación: "Me acuerdo que, cuando volvimos, nos recibió una multitud. Desde Ezeiza hasta la Quinta Presidencial de Olivos, hasta allá nos llevaron, nos siguió una caravana increíble. La verdad era que los milicos nos querían hacer quedar como campeones morales para anotarse un poroto ellos". "El retorno fue apoteótico y los cimientos del Aeropuerto Internacional de Ezeiza se conmocionaron", evaluó el periodista José María Otero en la revista Extra. Artime no se confundió: "Yo nunca me sentí campeón moral de nada".

Un año después de imponerse en las Eliminatorias a Paraguay y a Bolivia, la Selección había partido despedida entre moderaciones por el todavía presidente Arturo Illia y ordenó en una gira previa un equipo otra vez conducido por Juan Carlos Lorenzo, otra vez poblado por muy buenos jugadores y, ya no como otras veces, más cauteloso en su planteo táctico. Antonio Roma, Roberto Ferreiro, Roberto Perfumo, Rafael Albrecht, Silvio Marzolini, Jorge Solari, Rattín, Alberto González, Ermindo Onega, Artime y Oscar Mas fueron los titulares, pero el plantel contaba además con Hugo Gatti, Oscar Calics, Nelson López, José Omar Pastoriza, José Varacka, Mario Chaldú, Rolando Irusta, Alfredo Rojas, Carmelo Simeone, Aníbal Tarabini y Juan Carlos Sarnari. Artime le metió dos goles a España en Birmingham y eso bastó para vencer a España por 2 a 1 en el estreno. En la segunda presentación, nuevamente en Birmingham no convirtió ante Alemania, pero eso no provocó una derrota porque terminó 0 a 0. Y en el último partido de la serie inicial, en Sheffield, marcó el primero del 2-0 a Suiza, que significó la clasificación. El segundo fue propiedad de Onega, de River y nacido en la santafesina Las Parejas, un exquisito. Jorge Valdano, también de Las Parejas y campeón mundial con la Argentina en 1986, lo describió en un recuerdo de cuando tenía sólo cinco años: "Vino de visita Ermindo Onega a mi pueblo. Lo estuve siguiendo toda la tarde, pero no me acuerdo de su cara porque sólo le miré las piernas: estaba convencido de que todos los secretos de un futbolista estaban ahí".

Después tocó el partido contra Inglaterra, sobre el que un gobierno autodefinido como nacionalista y recién llegado asoció sus discursos a los de un sector de la prensa y presentó la actuación como un nuevo ultraje del Imperio Británico hacia el honor nacional. Acostumbrado a sonar como una voz disidente, Dante Panzeri captó que en ese momento "la Patria era un jugador llamado Rattín" y no le concedió excusas al equipo. "Una banda de cínicos es convertida en orgullo nacional", sentenció.

No era el único cinismo de esa Argentina en la que la patria tan invocada vivía, otra vez, en dictadura.Uno de las magias esenciales del fútbol es que posibilita lo increíble. Lo increíble -más que los jugadores, más que los entrenadores, quizás más que la mismísima pelota- era la sustancia de lo que pasaba en el estadio absorto de Boca el 31 de agosto de 1969. Argentina, que muchas veces pudo ir a los mundiales y no quiso, terminaba de querer y no poder. Una elegante selección de Perú, erigida en torno de los pies ricos de Teófilo Cubillas, le sacó un empate 2 a 2, la ubicó tercera en un grupo de tres que completaba Bolivia y le impidió sacar boletos para jugar al año siguiente en el Mundial de México.

Si a Juan Carlos Onganía la memoria de 1966 le evocaba al fútbol como un recurso político útil, la experiencia de 1969 se le transformó en un cachetazo. Ya había gastado sus arengas sobre la importancia de llegar lejos y ya había malgastado las confianzas que tuvo en el fútbol, a pesar de que había estado siempre mucho más próximo al polo y a los caballos. No resultaba fácil convencerlo de que no sólo él estaba de cara a algo increíble. No podían creerlo jugadores de la talla de Roberto Perfumo, Rafael Albrecht, Héctor Yazalde, Miguel Brindisi, Silvio Marzolini o Agustín Mario Cejas, que integraban ese equipo que se disolvía en nada. Y no podía creerlo Alberto Rendo, a quien el entrenador Adolfo Pedernera le había preguntado en el entretiempo si se animaba a entrar. Como se animó, entró, jugó fenómeno y hasta hizo el segundo gol argentino, una jugada personal de fantasías, a tres minutos del final, cuando dos definiciones del peruano Oswaldo Ramírez y un penal convertido por Albrecht, tenían el resultado 1 a 2. Lo increíble se hubiera multiplicado si Rendo o cualquiera hacían un tercer gol y Argentina forzaba un desempate en territorio neutral. “Fue el gol más triste de mi vida. Ni lo festejé. Agarré la pelota rápido para sacar y hacer el tercero que no llegó", dijo Rendo. Eso: no llegó.

Fue el cierre de un ciclo de confusiones en el que Humberto Maschio, muy poco antes retirado como jugador de Racing, dirigió a la Selección hasta un mes antes de las Eliminatorias. A Onganía no lo dejó conforme el curso de las cosas y desplazó a Armando Ramos Ruiz, titular de la AFA intervenida por la dictadura, y al propio Maschio. Con Pedernera en el banco, sobrevino el debut con caída ante Bolivia en La Paz y un segundo traspié contra Perú en Lima. El triunfo sobre Bolivia por 1 a 0 en Buenos Aires, gracias a un gol de penal de Albrecht, agitó una ilusión. Lo demás fue ese empate con Perú.

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En 1970, Brasil armó un equipo que encandilaba, hizo que la pelota firmara un convenio con la alegría y fue campeón del mundo. Hubo que verlo desde el Sur y reconocer que, jugado así, el fútbol volvía a ser increíble.

SELECCIÓN DE DILEMAS

El único torneo de relevancia, a excepción de los mundiales, que disputó argentina fue la Copa América de 1967, en Montevideo. Ya no estaba en el banco Juan Carlos Lorenzo. En una época en los que entrenadores de la Selección se sucedían sin descanso, fue el turno de Alejandro Galán (conocido popularmente por Jim Lopes). Todos creían que era brasileño, pero había nacido en Parque Patricios y se radicó en Brasil, donde fue boxeador (de ahí su apodo). Luego se dedicó a la preparación física y a la dirección técnica. Con un par de retoques de la base titular del Mundial de 1966 (Iselín Ovejero por Perfumo, David Acevedo por Ferreiro, Raúl Bernao por Ermindo Onega, Sarnari por Solari) acudió a la cita en Montevideo. Argentina ganó los primeros cuatro encuentros: 4-1 a Paraguay, 1-0 a Bolivia, 5-1 a Venezuela y 2-0 a Chile. En la última fecha, Argentina llegó con un punto de ventaja sobre Uruguay, pero vencieron los locales por 1 a 0 y se quedaron con la Copa. Argentina, que había ganado el trofeo por última vez en 1959, debería esperar 32 años para coronarse otra vez en el continente. Fue la única experiencia de Jim Lopes en la Selección. Hasta la llegada de Maschio, desfilaron Carmelo Faraone, Renato Cesarini y Juan José Minella.

Después de Pedernera y la eliminación del Mundial de México y hasta el trinomio mundialista de 1974, tuvieron su chance Juan José Pizzuti y Enrique Omar Sívori. El técnico campeón del mundo con Racing en 1967 tuvo a su cargo el equipo que participó de la Copa Independencia, disputada en junio de 1972 en Brasil por conmemorar los 150 años de su soberanía. Fue una especie de minicopa del mundo. Las confederaciones de Africa y del Norte, Centro y Caribe (Concacaf) presentaron su propio seleccionado. Además participaron los europeos Yugoslavia, Unión Soviética, Checoslovaquia, Portugal, Escocia, Francia e Irlanda del Norte; e Irán en representación de Asia. Argentina superó la primera ronda pero luego no pudo acceder a la final. Disputó ocho partidos, ganó cinco, empató uno y perdió dos (Portugal y Yugoslavia). Varios de los jugadores de aquel plantel (Daniel Carnevali, Miguel Ángel Santoro, Enrique Wolf, Ángel Hugo Bargas y Ramón Heredia) estuvieron dos años después en Alemania.

Entre Mundial y Mundial, entre Eliminatorias y Eliminatorias, Argentina despuntaba el vicio futbolístico dirimiendo históricas copas con los chilenos (Dittborn), los uruguayos (Lipton y Newton), los brasileños (Roca), los peruanos (Mariscal Castilla) y los paraguayos (Chevallier Boutell). El único contacto con equipos europeos fue en la gira previa al Mundial: le ganó 1-0 a Francia en París, igualó 2-2 con Inglaterra en Londres y perdió con Holanda 4-1 en Ámsterdam. Ese día, Argentina comprobó que La Naranja Mecánica no era sólo una película.

La historia de la Selección Argentina comenzó a cambiar en octubre de 1974, cuando César Luis Menotti, un joven técnico de pelo largo y pinta de intelectual que había sacado campeón a Huracán después de 45 años, fue designado entrenador. Como le gustaba hablar, el Flaco Menotti habló de tiempo, habló de seriedad, habló de un trabajo a largo plazo, habló de mirar hacia el Interior, habló de buscar en valores en las inferiores, en las juveniles. Y también dijo que había que jugar al fútbol, había que jugar bien al fútbol, como lo había hecho Huracán en 1973, para obtener resultados. Lo escucharon. Y, a diferencia de tanta rotación que lo antecedía, él se quedó.

Argentina llevó a Alemania tres técnicos, veintidós jugadores de calidad probada y unas cuantas propagandas que explicaban que sería sede del próximo Mundial. Jugó seis partidos, ganó sólo uno y a Haití que jamás había jugado en una competición así, y estrenó el ejercicio de mezclar futbolistas que estaban en ligas extranjeras con otros que continuaban en el país. Carlos Babington, quien había quedado fuera de la lista de convocados, fue llamado de emergencia por la lesión de Roque Avallay y fue titular en cinco de los seis partidos. Casi todo transitó sobre extrañezas y adversidades. Tanto que a los diez minutos de empezar su Mundial de 1974, a la Selección ya le habían hecho dos goles.

El 2-3 contra Polonia con goles de Ramón Heredia y Babington, el 1-1 frente a Italia (gol de Houseman) y el 4-1 ante Haití (dos de Héctor Yazalde, Houseman y Rubén Ayala) preludiaron una segunda etapa complicada. El trinomio técnico compuesto por Vladislao Cap, Víctor Rodríguez y José Varacka no encontró fórmulas secretas para frenar a Holanda, el mejor equipo del torneo y subcampeón tras Alemania Federal, y el 0-4 del desenlace sólo expresó una porción de la desigualdad que hubo sobre el césped. Tampoco fue posible salir de la derrota, en un duelo más próximo al equilibrio, contra Brasil, que ganó 2-1 (Miguel Brindisi, de tiro libre) y la despedida contra Alemania democrática -un 1 a 1, con gol de Houseman- sirvió para estrenar a Ubaldo Fillol como arquero mundialista y para que los futbolistas salieran un rato del estremecimiento que provocaba enterarse a la distancia de que el presidente Juan Domingo Perón había muerto el 1 de julio.

En 1973, Argentina había resuelto sin las angustias de cuatro años antes la clasificación tras dejar atrás a Bolivia (4 a 0 en Buenos Aires y 1 a 0 en la altura con un equipo especialmente armado y al que la prensa denominó "la selección fantasma") y a Paraguay (1 a 1 en Asunción y 3 a 1 en Buenos Aires). Entonces, el entrenador era Enrique Omar Sívori, jugador crack transformado en técnico ambicioso. Sin embargo, no duró. Aquel era un escenario recurrente en la Selección: nada duraba.

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Como si los coletazos de los mundiales se sacaran fotocopias, el periodismo expresó una vez más que había improvisación y que las diferencias con los europeos y con Brasil eran insoslayables. Difícilmente, alguien hubiera apostado en medio de esas rutinas de desencanto a favor de que apenas faltaban cuatro años para que Argentina fuera campeón del mundo.

VOLVER A LAS FUENTES

Ese MundialVidela se sentía en la gloria. El micrófono era sólo suyo y también los oídos del mundo. Estaba a un kilómetro de la Escuela Superior de Mecánica de la Armada, el mayor campo de concentración del país; y a un año exacto del secuestro de Roberto Jorge Santoro, el dulce poeta de Literatura de la pelota; y a nada o casi nada de que Alemania y Polonia empezaran a trazar los dos ceros con los que andarían sin demasiada gracia arriba del césped de River. Entonces, en un junio que comenzaba con sol, habló: "Señoras, señores: hoy es un día de júbilo para nuestro país, la Nación argentina. Dos circunstancias concurren para este efecto: la iniciación de un torneo deportivo en escala internacional como es este Campeonato Mundial de fútbol de 1978 y la amistosa visita de miles de mujeres y hombres procedentes que procedentes de las más diversas regiones de la Tierra nos honran con su presencia con la sola condición de su buena voluntad en un clima de afecto y de respeto recípoco.Y es justamente la confrontación en el campo deportivo y la amistad en el terreno de las relaciones humanas la las que nos permiten afirmar que aún es posible en nuestros días la convivencia en la unidad y en la diversidad, única forma para construir la paz. Por ello pido a Dios Nuestro Señor que este torneo sea realmente una contribución para afirmar la paz, esa paz que todos deseamos para todo el mundo y para todos los hombres del mundo. Esa paz dentro de cuyo marco el hombre puede realizare plenamente como persona con dignidad y en libertad en el ámbito de una confrontación eportiva caracterizada por la caballerosidad y la amistad entre los hombres y los pueblos. Y bajo ese signo de la paz declaro oficialmente inaugurado este onceavo Campeonato Mundial de Fútbol 1978".

La dictadura hacía lo que le había indicado la empresa estadounidense a la que consultó para trabajar sobre su imagen. Frente a las denuncias internacionales por la vulneración en la Argentina a los derechos humanos más básicos, apelaba a la palabra paz todas las veces que fuera posible. Trataba de construir homogeneidades en cada prédica, incluso en la canción más repetida de esos días. "Veinticinco millones de argentinos jugaremos el Mundial", proclamaba. El que estaba con el Mundial estaba con el país. El que no, era antiargentino, como se bautizaba en estas fronteras a los cuestionamientos sobre lo que ocurría en el país. Antiargentinos podían sonar los razonamientos de Dante Panzeri, quien desde el comienzo de la década del setenta cuestionó la realización del torneo porque "después de todo, el compromiso argentino de organizar el Mundial de 1978 es solamente un deseo de un núcleo de mercaderes del fútbol". Panzeri no llegó a ver el Mundial. Murió el 14 de abril de 1978 cuando su libro "Burguesía y gangsterismo en el deporte" se añejaba en las bibliotecas como un clásico.

Un día después del acto inaugural, Argentina debutó en el Mundial. Era el comienzo del objetivo con el que el cuerpo técnico encabezado por César Luis Menotti había hecho su tarea desde el 12 de octubre de 1974, cuando la AFA de los años peronistas lo contrató como reconocimiento a su labor en el Huracán campeón de 1973. Los militares no le quitaron el cargo, a pesar de que conocían sus afinidades con sectores de izquierda. Menotti cambió los criterios inestables con los que la Selección funcionaba hacía muchos años, consiguió que, en el contexto de la inminencia de un Mundial en hogar propio, se le diera prioridad al equipo nacional y pudo hacer una tarea de largo alcance. La gira europea que atravesó el Golpe y una serie de amistosos internacionales en la cancha e Boca en 1977 le dieron ejercicio internacional a su equipo. El último partido de esa serie -una victoria frente a Alemania Oriental- añadió una circunstancia de asombros: el capitán Jorge Carrascosa, autor de un gol en ese partido, renunció a la Selección y, por ende, al Mundial. "No estaba de acuerdo con que el Mundial fuera jugado como algo de vida o muerte, para mí era un hecho natural, aunque no así para los demás. Un partido de fútbol es simplemente eso, nada más. En un partido no está ni el amigo, ni un hermano, ni la patria, ni la vida, no hay que confundir, hay cosas mucho más importantes", le confesó a la revista nosdigital a treinta años de aquella determinación.

Con todo ese recorrido, el estreno del 2 de junio frente a Hungría, de noche y en River, fue tenso. Menotti envió al campo a Ubaldo Fillol, Jorge Olguín, Luis Adolfo Galván, Daniel Passarella -el capitán-, Alberto Tarantini, Osvaldo Ardiles, Américo Gallego, José Daniel Valencia, René Houseman, Leopoldo Luque y Mario Kempes. Era una formación virtuosa que se correspondía con un plantel en el que también estaban listos para jugar Héctor Baley, Ricardo La Volpe, Rubén Pagnanini, Miguel Ángel Oviedo, Daniel Killer, Omar Larrosa, Rubén Galván, Ricardo Julio Villa, Ricardo Daniel Bertoni, Oscar Ortiz y Norberto Alonso. Los once que eligió el director técnico resistieron arrancar en derrota y empataron con un gol de Luque. Ante la dificultad, el técnico fortaleció la ofensiva con los ingresos de Alonso y de Bertoni. Salió bárbaro: justo Bertoni convirtió el gol de la victoria.

La evolución de Argentina en el torneo marcó un segundo éxito en un duelo equilibrado: 2-1 a Francia, con un penal de Passarella y un tiro de afuera del área de Luque. Y luego un 0-1 ante Italia. La segunda fase la disputó en Rosario. Apareció en su plenitud Mario Kempes, vigoroso y contundente, y le metió los dos goles del 2-0 a Polonia, en una noche en la que Fillol tapó un penal y Villa, un talentoso volante ofensivo, entró para abrir caminos que se bloqueaban. Siguió un empate sin goles con Brasil, lo que estableció que los resultados de los últimos partidos de la segunda ronda, los del miércoles 21 de junio, fijarían el destino de Argentina y de Brasil: uno sería finalista, el otro

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iría por el tercer puesto. La tarde de esa jornada de definiciones trajo informaciones complicadas. Brasil superó a Polonia por 3 a 1, con lo que, como las posiciones se dirimían por diferencia de gol, Argentina debía imponerse en la noche a Perú por, al menos, cuatro goles.

La humanidad se enteró al rato: la Selección hizo esos cuatro goles y dos más también. Fue 6-0, con dos de Kempes, dos de Luque, uno de Tarantini y uno de Houseman. La humanidad no se enteró, pero una parte de ella sí sospechó que detrás de ese resultado podía haber algo irregular. No aparecía en cuestión la potencialidad del equipo argentino, que era audaz, ofensivo, coherente con los planteos teóricos y con las búsquedas prácticas de Menotti, siempre en favor de la dimensión estética del juego. Las suspicacias se vinculaban y siguieron vinculándose largamente con que obtener ese resultado no era sencillo en el alto nivel internacional y, especialmente, con lo que significaba para los militares en el poder la tentación de ganar el campeonato. De todas las exploraciones sobre lo que ocurrió esa noche en Rosario, la más exhaustiva fue la del periodista Ricardo Gotta, quien la desplegó en su libro Fuimos campeones. Gotta allí no le restó ninguna capacidad deportiva al equipo argentino, pero enfatizó que hubo múltiples acciones desde el poder político argentino y peruano -en buena sintonía en ese tiempo- para amedrentar a los jugadores visitantes y hasta para corromperlos. Entre ellas, la presencia de Videla y del ex secretario de Estado de los Estados Unidos, Henry Kissinger, en el vestuario de Perú antes de salir a la cancha, el sugestivo llamado del presidente peruano, Francisco Morales Bermúdez, al capitán Héctor Chumpitaz también previo al partido, el bombazo en el domicilio del secretario de Hacienda de la propia dictadura, Juan Alemann -crítico de los gastos del Mundial-, en el momento del gol clasificatorio argentino o las disidencias muchos más reservadas que públicas que los futbolistas peruanos tuvieron entre sí.

Ese antecedente se inscribió en la historia, pero no salió a jugar en la tarde nublada del 25 de junio, cuando, de regreso en el estadio de River, Argentina venció a Holanda por 3 a 1 en tiempo suplementario y fue campeón del mundo por primera vez en su historia. Kempes, la figura del torneo, hizo el primer gol, lleno de potencia. Dirk Nanninga empató y forzó el alargue. Rob Resenbrink, un excelente delantero holandés que ya había sido subcampeón en el Mundial de Alemania, pegó un pelotazo en el poste sobre el minuto noventa. Luego, Kempes otra vez y Bertoni marcaron la diferencia.

Los hinchas en el estadio y en cada pueblito del país se conmovieron con la consagración. Millones celebraron en las calles. Muchos militantes que sufrían la dictadura compartieron ese sentimiento, desde la comprensión de que era una alegría popular generada por un equipo y por una identidad histórica como el fútbol, aunque esa alegría fuera expropiada por los criminales en el poder. Los genocidas disfrutaron hasta abrazarse y no tardaron nada en contar como propios los goles de los futbolistas. "Lo que ha sucedido es un ejemplo que debe seguir sucediendo en la Argentina", se entusiasmó el ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz. Además, hizo una evaluación: "Argentina ganó merecidamente. Contó con una buena defena y un ataque audaz. La victoria es de los audaces". Alguna de sus audacias incidió en las perspectivas de los ciudadanos de su país. En 1976, cuando asumió la dictadura, la deuda externa era de 9.700 millones de dólares y a fin de 1983, cuando la dictadura concluyó, esa deuda escalaba a 45.100 millones de dólares. Creció el 465 por ciento.

Más condundente que todos fue Lacoste, cuya provechosa relación con el titular de la FIFA, Joao Havelange, lo llevó a ser vicepresidente de esa organización: "El fútbol ha sido un conducto para que todo esto vuelva a empezar la grandeza argentina. Que terminemos con el subdesarrollo mental, que es peor que el otro. Y de hoy en adelante todo lo que hagamos lo hagamos en grande". Con esa suma de triunfalismo y nacionalismo, el Mundial tuvo su propia película laudatoria, "La fiesta de todos". Desde una perspectiva antagónica, muchos años después llegaron a la pantalla dos documentales muy valiosos: "Mundial 78, ¿verdad o mentira?", del periodista Cristian Rémoli, y "Mundial 78: la historia paralela", de Gonzalo Bonadeo y Ezequiel Fernández Moores. Por lo menos dos libros también revisaron duramente el campeonato: "El terror y la gloria", de Abel Gilbert y Miguel Vitagliano, y "La vergüenza de todos", de Pablo Llonto. En ambos quedaron espejados ese fútbol y ese país que, además plasmó en su poema "Mundial" el periodista y escritor Carlos Ferreira: "Y nosotros allí/con esos bombos/con esas insensatas banderas sudorosas,/con el mundo al revés,/hechos pelota”.

La Sociedad Rural Argentina, el Ejército, las notas editoriales de muchos medios de comunicación y un mensaje al país del propio Videla abonaron la construcción por la que, con el Mundial como llave, la Argentina ingresaba en una fase ascendente y victoriosa de su historia. El fútbol era la patria. Y la patria, por supuesto, eran ellos.

Diego, sin y con MundialEl, chiquito, increíble, capaz de inventar con el fútbol lo que no parecía posible en el fútbol, lloró. Pudo estar entre los veintidós jugadores que Menotti escogió para afrontar el Mundial, pero -como les pasó a Víctor Bottaniz y a Humberto Bravo- se cayó de la lista final en la última jugada. Diego Armando Maradona tenía 17 años, un matrimonio ya famoso con la pelota y la seguridad de que si lo ponían iba a entregar toda su fe y todo su arte. La bronca de quedarse afuera le dolió hasta en los pies. Lloró por eso. Y después del llanto necesario no lloró más. Lo que hizo fue jugar. Jugar como nadie.

Un adolescente encantado con el fútbol que moraba todas las tribunas posibles en la mitad de los setenta se lo contó a un amigo al día siguiente: "En el entretiempo, un hincha de Argentinos nos avisó que entraba el pibe Marandona. 'Maradona', lo corrigió otro que sabía todo lo que pasaba en el

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club. Cómo juega ese chiquito". Era el 20 de octubre de 1976 y ni ese adolescente ni ningún otro testigo del partido pudo adivinar que corría una fecha clave, inolvidable para el fútbol argentino. Ese día, con apenas 15 años y a 10 días de cumplir los 16, debutó Maradona en Primera. Lo hizo con la camiseta número 16 de Argentinos Juniors frente al poderoso Talleres de Córdoba. “Vaya, Diego, juegue como usted sabe”, le dijo el técnico Juan Carlos Montes. Y lo primero que hizo Diego fue tirarle un caño a Juan Domingo Patricio Cabrera, el experimentado volante del equipo cordobés. Argentinos terminó perdiendo 1 a 0, pero empezaba una era.

En el fútbol de los grandes, Maradona confirmó lo que todos sabían de él desde que había encandilado hasta a los adversarios en su infancia de jugador de los Campeonatos Evita. A una cámara de televisión le contó que soñaba con ganar un Mundial y a los hinchas de cada semana les demostró que nunca estará visto todo lo que se puede ver en una cancha. No tardó nada en afianzarse como titular de Argentinos y para el Metropolitano 1978 se consagró como goleador del fútbol argentino, con 22 tantos, a apenas un día de cumplir los 18 años. Ser goleador del campeonato se le volvería un hábito. Igual que jugar.

Si el Mundial de mayores se le esfumó en 1978, el de los juveniles del otro año representó el pasaporte para que el planeta verificara que en Argentina había un fenómeno. El verano de 1979 le dio otro pasaporte, que fue la clasificación a ese Mundial, obtenida con un segundo puesto sudamericano en Montevideo. Y lo que llegó después reivindicó al fútbol como joya. En Tokio, un viernes de setiembre, con Maradona como estandarte, los pibes argentinos lograron el campeonato del mundo con un equipo que era la belleza del juego.

Sergio García, Abelardo Carabelli, Juan Simón, Rubén Rossi, Hugo Alvez, Juan Barbas, Osvaldo Rinaldi, Maradona, Osvaldo Escudero, Ramón Díaz y Gabriel Calderón se repitieron como titulares en un plantel que también integraban Rafael Seria, Marcelo Bachino, Jorge Piaggio, Juan José Meza, Alfredo Torres, Daniel Sperandío y José Luis Lanao. Las percepciones iniciales del maestro Ernesto Duchini y la conducción de Menotti armaron el grupo. Argentina se impuso sucesivamente a Indonesia (5-0), a Yugoslavia (1-0), a Polonia (4-1), a Argelia (5-0) y a Uruguay (2-0). En la final, contra un muy buen rival como la Unión Soviética, estuvo un gol abajo, pero revirtió el resultado con un gol de penal de Alves y dos golazos de Díaz y de Maradona. Toque, fiesta, vuelo, gambeta, alegría, frescura, orden, aventura y -mil veces estupendo- Maradona: ese fútbol abundaba en todo e invitaba a decir gracias después de cada jugada.

También parecían agradecidos los militares, con el recuerdo intacto de sus usos del Mundial de 1978 y con una necesidad nueva. El triunfo del Juvenil coincidió con la primera visita a la Argentina de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos. Venían a raíz de muchos señalamientos sobre la barbarie en el país. En la Plaza de Mayo, confluyeron los familiares de las víctimas de la represión y los fanáticos del fútbol. Una maniobra mediática instó a la gente a concurrir a la Plaza para mostrar que "los argentinos somos derechos y humanos", como rezaba la consigna de respuesta que había pergeñado el Gobierno. José María Muñoz, de absoluto alineamiento con los militares un año antes, se erigió en vocero principal. Como parte de la misma jugada, Videla quedó en conexión telefónica con los argentinos en Japón y escuchó el discurso emocionado del presiente de la delegación, Julio Cassanello, quien le manifestó: "Tenemos la convicción de que realmente hemos podido demostrar a través de nuestra estada aquí la forma de ser libre, la forma de pensar, la forma de vivir de toda una juventud argentina, de hoy y de siempre". Titular del Quilmes Athletic Club, Cassanello fue intendente de la ciudad de su club durante la dictadura. No toda la prensa actuó del mismo modo. Al día siguiente, una crónica sobre la confluencia de movilizaciones enfrente de la Casa Rosada desenmascaró la maniobra de Muñoz y compañía. La publicó en el diario Clarín el periodista Oscar Raúl Cardoso, un extraordinario cronista que amaba al fútbol, a Boca y, desde luego, a Maradona.

Era imposible ser de Boca y no querer a Maradona, a quien Argentinos retuvo por cuatro años. Los clubes más importantes de Europa pretendían llevárselo y apenas faltaba un año y medio para la disputa del Mundial de España, donde Argentina defendería el título. Por ocho millones de dólares, Boca compró el pase y anunció con pompas justificadas el debut del 22 de febrero de 1981 ante Talleres. Un título de campeón en 1981 y mil emociones hicieron desbordar a La Bombonera en tardes y noches de fútbol excelso hasta el año siguiente, cuando lo capturó el poder económico del otro lado del mar. El adiós a Boca se produjo tras un partido contra Vélez, en el que la pegajosa marca de Abel Moralejo, levantó la furia del crack y lo hizo salir expulsado. Fue su último partido en el país. Después del Mundial, se iría a Barcelona, y luego a Napoli. Cuando lo vieron partir, muchos sintieron una anticipada nostalgia de fútbol. Acaso, como Diego a los 17, también lloraban.

Un Mundial en la Guerra¿Por qué siempre el espanto estaba tan cerca? Aquel Mundial, el de 1978, había representado una preocupación y una ocupación estratégicas de la dictadura. Y este, el siguiente, el de España, en 1982, coincidió con una guerra. La Selección Argentina, que proseguía orientando Menotti, se preparaba con la base de su equipo campeón para ir en busca del título repetido. Encima, tenía unos refuerzos gloriosos. Ni hablar de Maradona, que ya no se desbarrancaría de ninguna lista. Pero además estaban Ramón Díaz -el socio en la consagración del Juvenil de 1979-, Jorge Valdano -un prematuro migrante de Newell's Old Boys a España que triunfaba en las canchas de ese país- y Juan Barbas -otro recambio interesante con memoria del Juvenil campeón-. Cuando parecía que el Mundial atraparía todos los ecos de la época, inclusive los del renacimiento de la protesta política y gremial que se había expresado el 30 de marzo en una multitudinaria marcha hacia la Plaza de Mayo, ocurrió otra cosa. El 2 de abril la dictadura avisó que había ocupado militarmente las Islas Malvinas

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o, de otro modo, que un histórico reclamo de la Argentina se salía de los cauces diplomáticos para encarar otro recorrido.

Inglaterra reaccionó como algunos voceros gubernamentales auguraban que no iba a reaccionar. Reaccionó con las armas. Lo que siguió fue una guerra en el Sur del mundo en la que un ejército profesional llegado desde Europa confrontó contra la voluntad y la entrega de una fuerza formada mayoritariamente por muchachos que apenas habían hecho o estaban haciendo el servicio militar obligatorio. En eso, la dictadura tuvo una cierta coherencia: primero trabajó desde el terrorismo de Estado para arrasar a una generación que se proponía cambiar la realidad; luego, mandó a la muerte o al desamparo a otra juventud. En un caso y en el otro, alrededor seguía habiendo fútbol. Un fútbol que evidenciaba esa edad de contrastes: una delegación nacional y deportiva se ilusionaba con la gloria debajo del sol de España; otra delegación nacional enfrentaba heladas y bombas frente a una potencia imperial. Síntesis de un mismo país: Osvaldo Ardiles fue un excelente mediocampista cordobés que brilló en las canchas de la Argentina y brillaba en el Tottenham Hotspur inglés. Y más que eso: su primo, José Leónidas, murio en y por la Guerra.

La Guerra de las Malvinas provocó el desencanto de un grupo de argentinos que ya se veían en España. Eran los líderes de algunos de los grupos violentos que poblaban las tribunas argentinas. Personeros del Gobierno los habían nucleado para pagarles ese viaje a cambio de una tarea: evitar cualquier manifestación contraria a la dictadura durante el Mundial. No había ingenuidad en ese proyecto. El 22 de mayo de 1979, en un partido que se jugó en Berna y que fue caratulado como revancha del Mundial, los televidentes argentinos pudieron ver cómo nunca unas pancartas que formaban la inscripción "Videla asesino". Fue un impacto. El chárter con las barras que trabajarían para evitar otro impacto nunca salió de Ezeiza. Los militares concentraron energías en la confrontación del Atlántico Sur y pararon la iniciativa.

Argentina debutó con una sorpresiva caída ante Bélgica por 1 a 0 en el más pasmoso 13 de junio de la historia del país. Las tapas de los diarios combinaban las noticias del Mundial con el saldo de la visita del Papa Juan Pablo II y con la inminencia del final en derrota de la Guerra. Una actuación fabulosa con goleada a Hungría por 4 a 1 marcó la recuperación del equipo y un 2 a 0 calmo ante El Salvador significó asegurar el pase a la segunda fase. Las Malvinas de nuevo eran una tristeza honda, los muros informativos que habían levantado muchos medios empezaban a derrumbarse y el dictador Leopoldo Galtieri -sucesor de Roberto Viola, quien, a su vez, había continuado a Videla- se iba de la Casa Rosada llevándose la suma de discursos efectistas y falaces con los que había llenado los oídos del pueblo.

Para la Selección tampoco vinieron días felices. Primero Italia, que sería campeón, y luego Brasil, que jugaba mejor que todos, la dejaron fuera de la zona de definición del Mundial. Maradona se despidió con una expulsión por pegarle una patada a un brasileño, seguro que como síntoma de una impotencia. Esta vez no hubo fiestas en las calles ni tampoco gobernantes explicando por qué la Argentina era un país condenado al éxito. La dictadura viajaba en toboganes. Ni siquiera la pasión colectiva por el fútbol la podía ayudar a inventar otro juego.

BILARDO Y LA MANO DE DIEGO

Diego nuestro que estás en los cielosDe nuevo era junio, de nuevo era Mundial y de nuevo estaba Diego. Diego, que no había extraviado ni un solo secreto del fútbol en sus pies con alas, pero que había crecido, se había curtido en golpes en Barcelona y en Nápoles (la ciudad donde vivía y pateaba desde 1984) y pesaba como líder de una Selección que llegaba al Mundial de México, en 1986, con pocas apuestas sonrientes sobre su porvenir porque unas cuantas actuaciones del pasado inmediato no la mostraban en plenitudes deportivas. No le importó nada de eso ni nada de nada a Maradona, quien palpitaba que iba a ser rey del mundo con la misma naturalidad con la que millones de personas saben en el planeta que existen el sol, el amor o el hambre. Esa descomunal dimensión de confianza en sus propios recursos se esparció en cada minuto en la cancha. Con ella y desde ella, Argentina desbarató dudas y fue campeón mundial.

Acaso ese equipo se entrenó en espantar augurios difíciles cuando dio el paso final para clasificarse rumbo a México. En el estadio de River y en 1985, una corajeada de Daniel Passarella, a la que se asoció el delantero Ricardo Gareca con un breve toque, le expulsó a la Selección las angustias, le permitió empatarle muy cerca del final a Perú 2 a 2 y le dio el boleto que ansiaba después de haberse advertido más que complicada. Justo Passarella, el capitán de los dos últimos mundiales, iba a ser parte de la expedición de 1986, pero un severo problema digestivo le impidiría pisar la cancha siquiera un segundo. Maradona quedó como capitán del plantel que conducía Carlos Bilardo y asumió a pleno su rol en el día del debut contra Corea del Sur. Nery Pumpido, Néstor Clausen, José Luis Brown, Oscar Ruggeri, Oscar Garré, Ricardo Giusti, Sergio Batista, Jorge Burruchaga, Pedro Pasculli y Jorge Valdano se complementaron con Maradona para vencer 3 a 1, con dos goles de Valdano, uno de Ruggeri y mil patadas a Diego. En el plantel estaban también Luis Islas, Héctor Zelada, Sergio Almirón, Claudio Borghi, Carlos Tapia, Marcelo Trobbiani, Ricardo Bochini, por fin en un Mundial, y el lesionado Passarella. Además, esperaban Julio Olarticoechea, Héctor Enrique y José Luis Cuciuffo, tres que migrarían pronto a la titularidad.

Un gol de Maradona, de zurda y milimétrico, valió igualarle a Italia 1 a 1, casi un salvoconducto a la segunda fase, que se completó con la victoria ante Bulgaria por 2 a 0, sin los sobresaltos que pertenecen al fútbol, con goles de Valdano y Burruchaga. Argentina había ganado partidos, puntos y tranquiidades. Aun sin alcanzar todavía sus ráfagas más brillantes, si de algo había

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tomado distancia era de la fragilidad. En los octavos de final, transpiró unos cuantos de sus mejores sudores hasta que encontró la ruta para entrarle a Uruguay y superalo, por 1 a 0, a través de un gol de Pasculli.

Lo que sobrevino fue una de las historias centrales del fútbol. Una historia mundial adentro del Mundial. En los cuartos de final, esperaba Inglaterra. Algunos discursos inflamados en nacionalismo aludían a las memorias dolorosas de Malvinas. Los jugadores soñaban otra cosa. "Este será un partido ideal para que se confundan los imbéciles", expresó Valdano, con una lucidez analítica que no se suspendía ni en las competiciones más difíciles. "Las Malvinas son argentinas, el fútbol es de los pueblos", escribió, con una sintonía idéntica, Juan José Panno, enviado especial del diario la Razón.

El fútbol fue de todos los que lo vieron en directo en el estadio Azteca o en los televisores del universo. Y fue de Maradona, quien en una sola tarde convirtió dos de los goles más comentados desde que los goles empezaron a escribir su larga historia dentro de la más larga historia de la humanidad. El primero fue con la mano, pero el árbitro tunecino Alí Bennaceur no se dio cuenta y lo cobró. Los gritos de los argentinos duraron lo que duran los gritos de los goles más necesitados, los debates morales sobre lo que implicaba hacer, deshacer, acepetar o rechazar ese gol se extendieron, en cambio, muchísimos años más, con indignaciones inglesas incluidas. La argumentación de Maradona se ciñó a una síntesis quizás genial: "Fue la mano de Dios". El segundo gol casi no se pudo y casi no se puede contar porque su inmensidad visual y emocional logró lo que poquitas cuestiones pueden: volver insuficientes a los lenguajes. El segundo gol de Argentina a Inglaterra, el más mítico gol de la vida de un país hecho de goles, sólo aceptó un lenguaje: el de su imagen. Se lo vio y se lo verá mientras haya que explicar no tanto lo que es sino lo que pueden llegar a ser el fútbol, la creatividad y la alegría. Tal vez quien más se aproximó desde la escritura a un relato de ese gol fue Valdano, ayudado por su calidad literaria y porque, sin la pelota, como un testigo en un sendero paralelo, él acompañó el recorrido inspirado de Diego hacia el gol entre los goles. En el final de un texto conmovido y conmovedor, redactó: "Gambeteó también al arquero y, ya sin impedimentos, marcó ese gol que fue una antología de mentiras bien contadas y de planes perfectamente frustrados en donde la inteligencia supo ser libre".

A la Selección, las dos obras tan diferentes de Maradona no le aseguraron el tránsito calmo hasta el minuto noventa de ese 22 de junio porque Gary Lineker, goleador de aquel campeonato, achicó la brecha y dejó el partido 2 a 1. Asustó y no encontró más Inglaterra y entonces Argentina llegó a la semifinal. Allí, el obstáculo era Bélgica, pero Maradona -muy bien rodeado por un equipo imbuido de seguridades ganadoras- ya estaba en el punto de la vida en el que alguna gente percibe que no la puede frenar nada. Hizo dos golazos (uno menos mítico, pero técnicamente a la altura del que le metió a los ingleses) y con un 2-0 que evidenció disparidades, empujó a Argentina hacia la final. Mitad ternura y mitad fútbol, en el ratito último pudo Bochini jugar sus únicos minutos de mundiales. Al verlo entrar, alguien que creció tratando de emularlo se le acercó y le dio aliento y cariño. Era Maradona.

El 29 de junio, de nuevo en el Azteca, Argentina supo ser campeón frente a Alemania Federal. Un cabezazo de Brown y una corrida de Valdano encaminaron lo que se perfilaba como un triunfo consolidado, pero, de golpe, Alemania se puso a la par con goles de Karl Heinz Rummenigge y Rudi Voeller. Bilardo daba indicaciones, los suplentes se paraban y se sentaban, los hinchas se enmudecían y se entumecían, nadie se animaba a acertar qué pasaría. Un instante -otra vez inteligencia, otra vez libertad- le resolvió a Maradona la ecuación oculta para volcar el campeonato del lado de los suyos. Le lanzó un pase exacto a Burruchaga y este corrió como en sus años más jovencitos en Arsenal de Sarandí, acarició la pelota con su botín derecha en el segundo justo y definió todo.

El regreso al país tuvo las multitudes y las apoteosis de las celebraciones mayores. No hubo sorpresas en eso. Un gesto, en cambio, desacomodó supuestos. El presidente Alfonsín les cedió el balcón más mítico de la Casa de Gobierno a los futbolistas en el fin de una caravana lenta que partió desde Ezeiza. Sin embargo, eligió no compartir el lugar, como si evaluara que se podía ser campeón mundial de fútbol dos veces, pero el poder no se podía portar las dos veces igual. El mérito, pareció decir sin hablar, era del equipo. Mientras tanto, la gente aplaudía, los medios de comunicación contaban y vendían y el mundo, donde todo iba tan rápido, amagaba con quedarse quieto y repetía y repetía dos palabras vueltas casi una: Argentina y Maradona.

El Mundial del llanto de DiegoRamón Díaz se desvivía por un lugar en el Mundial y Valdano hacía lo imposible para ponerse a tono y ganarse un puesto en el plantel, sin saber que su destino era cruzar el océano y ahogarse a pocos metros de la orilla. Hasta el Presidente de la Nación, coterraneo del “Pelado” y por ende con una remarcada influencia regional, llegó a referirse al tema con elentrenador Carlos Bilardo a su lado, en la sala A de la Quinta de Olivos. “No anda bien Ramón con Diego. Inclusive mi hijo ha conversado telefónicamente con Diego y él le ha dicho a Carlitos: 'decile a tu papá que no insista con Ramón porque la cosa no funciona'. Mi hijo se reía y le decía: 'Diego, está la Argentina de por medio'".

Como si fuera poco, Zulemita, la hija del primer mandatario, presente en la reunión en Olivos, también “apuró” a Bilardo con un “Carlos, llámelo a Ramón”. Tanto Díaz como Valdano, también muy ilusionado con jugar su tercer Mundial, terminaron viendo el campeonato por televisión. Y el caso de este fue producto de una discutible decisión técnica que asombró hasta al

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mismísimo Maradona, ya que el santafesino quedó afuera en el último entrenamiento antes de dar la lista, cuando estaba rindiendo muy bien.

Se había ido 1989 con una impagable promoción de la Argentina en las pantallas de la RAI, por idea y conducción del periodista Gianni Miná. Fue el referido al entonces campeón mundial el primero de los programas referidos a la Copa del Mundo. Y en un estudio milanés compartieron dos horas Maradona y su esposa, Balbo, Troglio, Barbas, Pasculli y Sensini. Diez millones de televidentes en Italia y otro tantos en Europa, observaron un programa en el que Maradona dijo que él no tenía decisión para incluir a Ramón Díaz en la Selección. “Barbas también es amigo mío y tampoco está”, argumentó.

En ese programa, se mostraron varias “maravillas” del país, razón por la que viajaron varios artistas: el fútbol, a través de Maradona, los Carasucias del ’57 -con Humberto Maschio quien viajó para la ocasión y se reencontró con su “compinche” Antonio Angelillo y luego con Enrique Sívori-; y Alfredo Di Stéfano –se pasaron imágenes de las Cinco Copas de Europa en las que participó -; el tango como vida (Mayoral y Elsa María en baile y Raúl Lavié en canto); la reencontrada democracia, con imágenes del ex presidente Raúl Alfonsín y gente en las calles; el tango como expresión, con el bandoneón de Astor Piazzolla desde Roma; la Argentina turística, con imágenes del rompimiento del glaciar Perito Moreno, obtenidas a través de la Secretaría de Turismo de la Nación; el cine argentino, con Fernando Solanas entrevistado en Roma, junto a flashes de la película ganadora del Oscar, “La historia oficial”; la canción argentina, con Valeria Lynch, y La belleza de las Pampas, con la presencia de la Miss Argentina, Patricia Wiedenhofer, casualmente de la provincia de La Pampa.

Prolegómenos de un Mundial en el que el máximo candidato era Italia. Tanto para Sívori, máximo impulsor de la inclusión de Ramón Díaz, hasta de los argentinos que respondieron a una encuesta de Deportea a 3.500 personas en la Capital Federal. El 33 por ciento optó por Italia, el 29 por Argentina, el 14 Brasil, el 10 Alemania y Holanda, el 2 la Unión Soviética y el 1 Uruguay e Inglaterra. En cuanto a la zona que le tocó a la Argentina, opinaba Sívori: “Es la más difícil y complicada de todas. Los rumanos juegan bien al fútbol; habrá que esperar para saber si quedan resabios de lo ocurrido últimamente en ese país. Muchos deportistas han tenido intervención directa en el conflicto bélico. El Steaua pertenecía a las Fuerzas Armadas y es la base del equipo. Tienen un jugador muy bueno, Hagy, quien no se ha cuidado mucho y ha aumentado de peso, pero si entrena bien es un fenómeno.

-Y la Unión Soviética y Camerún?-Los soviéticos serán difíciles en la primera parte del campeonato,. Ellos históricamente son

así, pero luego a ese juego colectivo compacto no le agregan creatividad. En México ocurrió eso y después se quedaron afuera porque les metieron dos goles en off- side contra Bélgica. Individualmente no son gran cosa. Yo creo que la Juventus incorporando a Zavarov y Aleinikov se equivocó. Con respecto a Camerún, considero que la Argentina no puede tener problemas en superarlo".

Nadie es perfecto y los partidos hay que jugarlos. En Milán, Camerún sacudió al seleccionado argentino en su primer encuentro. Un cabezazo de Oman Biyik desorientó a Pumpido y la Argentina comenzó perdiendo. Uno de los jugadores más rápidos y precisos que diera el fútbol argentino, Claudio Caniggia, arrancó el Mundial en el banco de suplentes. La recuperación llegó en el segundo partido, ante la Unión Soviética en Nápoles, todavía hogar cálido de Maradona. Se ganó 2 a 0 (Troglio y Burruchaga) y hasta hubo una mano intencional de Diego, quien desvió la pelota cuando estaba por ingresar al arco y el árbitro fue el único en no ver la acción. El drama apareció de pronto con el choque de Olarticoechea con Pumpido, producto del cual el arquero quedó fracturado y la casual aparición de Goycoechea fue como un impensado plazo fijo para la hora de definirlo todo por tiros libres penales.

Rumania pasó con un 1 a 0 tranquilizante y ya contra Brasil, en Turín, Claudio Caniggia mitigó la abrumadora supremacía rival con un gol producto de una gambeta a otro Claudio, el arquero Tafarell, tras un pase forzado con el pie derecho de un dolorido Maradona (quien arrastraba una inflamación en el tobillo izquierdo). Pocas veces la Selección fue superada tanto, sobre todo en el primer tiempo. Pero la fortuna y la presencia de un desvencijado Maradona y de Caniggia bastaban en un equipo desprovisto de mayores expectativas a nivel de juego.

Yugoslavia fue otra muestra de lo difícil que era todo. Hasta Diego erró un tiro desde el punto del penal luego de un encuentro duro, complicado, sin creatividad, justamente en una ciudad artística y cultural como Florencia. Terminó 3 a 2 por tiros en el desempate desde el incierto punto de los penales. Nápoles, la de las leyendas, con su gente singular, la tierra del gran Toto y de Sofía Loren, la Nápoles que se hace difícil de transitar por el lúgubre barrio de Forcella y que se extiende aristocrática por Posillipo. La que se hace mar en Riba Fiorita, ese reino del argentino José Alberti, quien un día del 60 llegó para jugar al fútbol con la chapa de haber sido suplente de Sanfilippo en San Lorenzo y se quedó para siempre alimentando su bohemia. La Nápoles de Marechiaro y su luna que aparece cada noche para bañarse, mansa, en el agua del Mediterráneo. La ciudad donde Sívori intentó los últimos amagues con sus medias bajas y su fútbol alto; donde se hizo querer Bruno Pessaola y a la que le regaló un hijo actor y difusor del tango. La que recibió a Maradona el 5 de julio de 1984 y lo hizo suyo, místico, lo equiparó a San Cayetano y como una contradicción loca lo tuvo ahí en ese mismo estadio San Paolo de tardes memorables como cuando el Nápoli dio la vuelta olímpica por primera vez en el ‘87, y ahora con la camiseta argentina enfrentándola y dejando a Italia a la vera del camino mundialista. Con Goycoechea –aquel que entrara por el infortunio de

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Pumpido- abrazado por todos tras adivinar la esquina izquierda, adonde iría el remate desde el penal de Serena.

Argentina ya estaba en la final. Increíble pero cierto. Cada vez que el mayor goleador de los mundiales, Just Fontaine, coincidía con un periodista argentino en los centros de prensa, la carcajada era sinónimo de saludo: “Argentino, culo cosí”, gritaba en un italiano afrancesado haciendo referencia a las “virtudes” del equipo de Bilardo. Y la final se fue con dos argentinos expulsados, Pedro Monzón y Gabriel Dezotti (por primera vez en la historia ocurrió algo así), con los insultos de Maradona como respuesta a las silbatinas a la hora de interpretarse el himno argentino en el estadio Olímpico, con el penal de Sensini a Völler, que provocó el gol de Brehme y el título para Alemania, y con el último gran llanto de Diego adentro de una cancha de fútbol, comparable al ocurrido diecisiete años antes, cuando con los “Cebollitas” perdió la semifinal de los Juegos Evita, ante los chicos santiagueños de Pinto.

LOS ULTIMOS 20 AÑOS

Estados Unidos 1994: positivo y negativo"Toco y me voy". "Para poder salir hay que saber entrar". Fueron frases inmortalizadas, la primera por el racinguista Luis Pentrelli en la década del sesenta, la segunda por César Luis Menotti. Hubo otra, menos técnica y más sentimental, que también quedó fijada con todo su drama en la historia, fue musitada por Diego Maradona en un hotel de Dallas, la ciudad donde había sido asesinado John Fitzerald Kennedy veintiún años atrás. “Me cortaron las piernas”, le dijo al periodista Adrián Paenza luego de que le diera positivo el análisis antidoping posterior al partido frente a Nigeria en Boston y en vísperas del enfrentamiento ante Bulgaria.

Nunca la vida de la Selección transitó por un camino liso. Y este proceso que culminó en Estados Unidos de forma tan abrupta como estremecedora –el país calló ante la noticia del doping de Maradona- tuvo sus momentos de velocidad crucero y de baches profundos. Alfio Basile fue designado director técnico y el debut resultó promisorio. Fue el 19 de febrero de 1991 ante Hungría, y ganó 2 a 0 con goles de Darío Franco y de Antonio Mohamed. Basile se mantuvo treinta y un partidos oficiales invicto, más otros dos amistosos, contra Resto de América y Resto del Mundo, no considerados Match AA por la FIFA.

La consolidación del equipo se produjo en poco tiempo. Apenas cinco meses transcurrieron hasta que el 21 de julio y después de 32 años, Argentina volviera a obtener la Copa América. Fue en Santiago de Chile y de 7 partidos ganó 6 y empató 1. En el equipo jugaban Goycochea, Fabián Basualdo, Sergio Vázquez, Ruggeri, Altamirano, Franco, Astrada, Simeone, Leonardo Rodríguez, Caniggia, Batistuta, Giunta, Carlos Enrique, Lanari, Latorre, Gamboa, Zapata, Medina Bello, Claudio García, Craviotto, Mohamed y Cancelarich. En cuartos de final y en semifinales, Goycochea, como en Italia 90, volvió a ser héroe en los penales. En la final, jugada en Guayaquil, le ganó 2-1 a México. Fueron bicampeones Goycochea, Basualdo, Craviotto, Claudio García, Vázquez, Ruggeri, Altamirnao, Franco, Simeone, Leo Rodríguez, Zapata, Medina Bello, Batistuta, y se sumaron Redondo, Gorosito, Islas, Fernando Cáceres, Jorge Borelli, Alberto Acosta, Julio Zamora, Scoponi, Mancuso y José Basualdo.

En ese 1993, antes y después de la Copa América, no todo sería conjugado en el infinitivo “ganar”. El 18 de febrero, festejando el Centenario de la AFA , la Argentina y Brasil empataron 1 a 1 en el estadio Monumental, con gol de Alejandro Mancuso. Y el 5 de septiembre, Colombia le asestó un duro golpe a la Selección argentina al golearla 5 a 0 en el mismo escenario, por las Eliminatorias para el Mundial ‘94. La derrota obligó a recurrir a Maradona para jugar un repechaje con Australia, y de un pase de Diego a Balbo llegó el gol, sinónimo de pasaje a Estados Unidos.

Ya estaba ahí nomás la Copa del Mundo en un país sin tradición futbolera pero con una rigurosa capacidad organizativa y una modificación de la FIFA de tres puntos en vez de dos para el ganador de un partido. El sorteo de Las Vegas indicó que Argentina fijara residencia en el Babson College de Boston y no en San Francisco, donde terminaría Brasil. En el estadio Foxboro se insinuó ante Grecia el potencial del equipo de Basile, y la goleada así lo remarcó: el grito desencajado de Maradona ante una cámara de tevé fue su despedida de los goles mundialistas, aunque en pleno alarido ni él lo sabía. Fue también allí donde ante Nigeria, en un emocionante triunfo por 2 a 1 con tantos de Caniggia, volvió a demostrar sus posibilidades de seguir evolucionando.

Pero aquella deferencia de la rubia asistente médica estadounidense Ingrid María Froug, quien tomó de la mano a Maradona y se lo llevó presta hacia el control antidoping, fue el preámbulo de una historia que terminó con su separación del torneo, su posterior suspensión por quince meses y dos derrotas consecutivas que como a un precipicio, hicieron caer a un equipo sin brújula hasta hacerlo retornar. Bulgaria, primero en Dallas, y Rumania, luego en Los Angeles, aprovecharon la hecatombe provocada por la ingesta de efedrina de Maradona e hicieron añicos lo que quedaba del sueño argentino. Como una muestra más de lo vivido, el propio Maradona fue comentarista televisivo de la derrota ante Nigeria en el Bowl de Pasadena, allí donde unos días después se jugaría la final que Brasil le ganaría a Italia en una de los partidos decisivos más insulsos que se hayan visto en los mundiales. Último del siglo y sin MaradonaArgentina estaba por debutar en la Copa del Mundo de 1998 y el nombre de Maradona no figuraba: ya no era un jugador. Además, desde diciembre de 1994 el director técnico de Argentina era Daniel

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Passarella, pasado de capitán campeón mundial y de entrenador de Ríver, un puesto que, al firmar el contrato con la AFA le dejó a Américo Gallego.

Aquellos años entre Estados Unidos 94 y Francia 98 habían reafirmado la capacidad del fútbol argentino para acentuar la calidad de su semillero, con los títulos de los Panamericanos de 1995 en Mar del Plata (el sub ‘23 ganó la final por tiros desde el punto del penal a México 5 a 4), y los Mundiales sub ‘20. Uno fue el de Qatar (final y triunfo ante Brasil con goles de Leonardo Biagini y Panchito Guerrero). Además de los goleadores finalistas, los pibes que asomaban eran Germán Arangio, Julio Bayón, Raúl Chaparro, Walter Coyette, Diego Crosa, Cristian Díaz, Federico Domínguez, Andrés Garrone, Ariel Ibagaza, Joaquín Irigoytía, Mariano Juan, Guillermo Larrosa, Gustavo Lombardi Sebastián Pena, Gastón Pezzutti y Juan Pablo Sorin, el capitán.

El segundo consecutivo de la era de José Pekerman y tercero en la historia fue en Malasia, luego de vencer en la final a Uruguay por 2 a 1, con tantos de Esteban Cambiasso y Diego Quintana. Juan Román Riquelme lideró con su incipiente talento a un plantel en el ahora también jugaban Leo Franco, Leandro Cufré, Walter Samuel, Juan José Serrizuela, Diego Markic, Bernardo Romeo, Pablo Aimar, Pablo Rodríguez, Cristian Muñoz, Fabián Cubero, Diego Placente, Fernando Perezlindo, Nicolás Diez, Sebastián Romero y Lionel Scaloni. Antes y después del Mundial de Malasia, el Sub 20 conquistó el Sudamericano, en Chile en 1997 (después de 30 años) y como anfitrión en 1999. Buen volante de Argentinos Juniors en sus días de jugador, Pekerman había sorprendido a quienes no lo conocían por su notable capacidad de forjar equipos jóvenes. Cada uno de los futbolistas que estuvo bajo su tutela le reconoció a través de los años el mérito competitivo de haberlos impulsado hacia grandes consagraciones, pero, sobre todo, su don de gentes para cuidar los procesos madurativos de los deportistas, en un tiempo de mercantilización alta, resultadismo extremo y tentaciones a montones.

En ese plantel de Malasia estaban Pablo Aimar, Walter Samuel y Juan Román Riquelme, quien tres meses y medio después, el 25 de octubre del 1997, reemplazaría en el estadio Monumental a Maradona en su último partido oficial, ante River, que Boca ganó 2 a 1 con goles de Julio Toresani y de Martín Palermo.

No podía faltar algún tema ríspido en el seno de la Selección. La relación entre Passarella y el presidente Julio Grondona era endeble, y la añeja tirantez entre los protagonistas y los periodistas, por no tener bien claro el rol de cada sector, atizó la hoguera y se puso de manifiesto en aquel Mundial. Ante rumores de dóping en los días previos, que trascendieron a la prensa, los jugadores emitieron un comunicado de disconformidad y decidieron presentarse solo en conferencias, con el capitán, Diego Simeone, a la cabeza.

Esta disputa interna llegó a la organización mundialista, que solicitó a la AFA una mayor comprensión y predisposición para con el trabajo periodístico. La relación entre presidente y DT mostraba nubarrones, y mientras el plantel daba a conocer en la concentración de L’Etrat el comunicado, Grondona aceptaba que un doping en los controles internos antes del comienzo del Mundial había existido, y que era mejor que eso hubiera ocurrido en ese momento y no durante la competencia.

Toulouse aguardó el 14 de junio con parte de la historia argentina metida allí, en esa casa que mostraba el nombre de Carlos Gardel. Antes del partido debut de Argentina ante Japón, era obligación sentir el perfume del lugar y allí acudieron los escritores Roberto Fontanarrosa, Juan Sasturain (dos que despertaron la curiosidad por leer y escribir en clave de literatura futbolera) y un grupo de periodistas enviados especiales de medios nacionales. Era como una caricia del destino poder estar ahí, tan suave como el toque de Gabriel Batistuta para desorientar al arquero Kawaguchi y así anotar su gol 44 en la Selección para la victoria por 1 a 0. De nada le valió al técnico nipón, Takeshi Okada, presenciar una práctica de Argentina y ver los tres goles de Batistuta a Renato Cesarini, equipo sparring que ya había aportado lo suyo con Bilardo en el ‘90 y con Basile en el ’94.

Fue en París el 21 de junio en el Parque de los Príncipes cuando Jamaica asimiló un 5 a 0 letal en el segundo partido del grupo H, con Ariel Ortega espléndido, quien anotó los dos primeros goles e hizo expulsar a Powel. Ese día, Batistuta marcó los tres restantes, el tercero tras un pase de Ortega, el cuarto entrando libre por el medio y “triturando” a Barrett y el quinto por un penal.

Seis puntos en dos partidos era sinónimo de pasaporte a octavos de final, y ante Croacia logró su tercera victoria. Fue el 26 de junio en Burdeos. Un golazo de Mauricio Pineda tras subir y picar la pelota luego de un buen pase de Ortega fue suficiente, con una positiva labor de Matías Almeyda, Marcelo Gallardo y el mismo Pineda.

Toda la carga psicológica del encuentro ante Inglaterra el 30 de junio se vio en las calles de Saint Etienne y en un estadio cuya referencia mayor para con la selección albiceleste había sido la presencia en el equipo local del defensor Osvaldo Piazza, quien estuvo a punto de participar en el Mundial de 1978. Se le ganó a los ingleses por tiros desde el punto del penal gracias al arquero Carlos Roa, luego de empatar 2 a 2. Se jugaron 75 minutos con un hombre más, por la expulsión de David Beckham por agresión a Simeone, Batistuta marcó de penal. Pero Alan Shearer, de la misma forma, y Michael Owen, entrando de derecha hacia el centro, parecían diseñar una revancha por lo ocurrido en México en 1986. Pero Javier Zanetti aprovechó una salida corta de Verón en un tiro libre luego de que Batistuta pasara por encima de la pelota, y empató entrando solo por el sector derecho del área. La definición encontró a un Roa que recordó al Goycoechea de 1990. Sergio Berti, Verón, Gallardo y Roberto Ayala anotaron para Argentina. Roa no pudo con Shearer, Merson y Owen, pero sí con Ince y Batty.

El 4 de julio, diez días antes de celebrarse en toda Francia un nuevo aniversario de su Revolución, Argentina y Holanda definieron su paso a las semifinales con un partido en el que los

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europeos tuvieron mayor tiempo de posesión de la pelota. Kluivert puso en ventaja a Holanda tras recibir de Bergkamp, seis minutos después Claudio López empató luego de un pase de Verón y, cuando el partido expiraba, un pase largo en diagonal de izquierda a derecha de Frank de Boer permitió que Bergkamp cerrara el partido y terminara con la esperanza argentina. Ya habían sido expulsados Numan, por una falta a Simeone, y Ortega, por agredir al arquero rival. “A los argentinos tendrían que darnos el premio a los boludos por haber aguantado tanto a este técnico”, remató desde un micrófono Maradona. Antes del partido, César Menotti había dado un indicio de lo que ocurriría: “Si Holanda pierde, solo pierde un partido, pero no su estilo”. Fue el último Mundial del siglo.

Eso es el desencantoEl cambio estaba planteado. Las esperanzas de una nueva etapa en la Selección Argentina habían sido depositadas en Marcelo Bielsa, ese técnico que sin demasiada chapa irrumpió y sorprendió en Newell’s a principios de la década del noventa. Revolucionó el fútbol local y se fue a México a organizar el fútbol del Atlas de Guadalajara; volvió a Vélez y siguió sumando títulos; se fue al Espanyol de Barcelona y, tras el Mundial de 1998, le llegó la oportunidad de dirigir a la Selección.

No fue buen inicio la primera competición oficial, la Copa América de 1999 en Paraguay, el torneo en el que Martín Palermo, el último gran goleador del fútbol erró tres penales el mismo día ante Colombia (0-3), en la primera fase. En cuartos de final, Argentina perdió 2-1 con Brasil y sacó boleto de regreso a la misma altura que en la Copa América anterior, de la de Bolivia en 1997 cayó 1-2 ante Perú en Sucre). Fue un equipo integrado en partes iguales por jugadores del torneo argentino y del exterior, entre los que se destacaban Roberto Ayala, Juan Román Riquelme, Javier Zanetti, Juan Pablo Sorin, Diego Simeone, Ariel Ortega y el Kily González.

El objetivo final era el Mundial 2002 que se disputaría conjuntamente en Japón y Corea del Sur. Fue arrollador el paso en la etapa eliminatoria. Ganó en forma consecutiva los primeros cinco encuentros: 4-1 a Chile, 4-0 a Venezuela, 1-0 a Bolivia, 3-1 a Colombia y 2-0 a Ecuador. Luego perdió el invicto con Brasil (1-3) en San Pablo, pero avanzó hacia la clasificación con holgura.

Tras la crisis institucional y económica que se desató en la Argentina en diciembre de 2001 y que puso fin al gobierno de Fernando de la Rúa, la participación de la Selección presumía la única alegría para un país en crisis, en el que cambiaban los presidentes, los ahorros quedaban atrapados por el sistema financiero y la moneda se devaluaba para transformar en otra afirmación vencida a la que indicaba que el peso y el dólar valdrían lo mismo hasta la eternidad. Esa apuesta por el fútbol no la proclamaba ningún poderoso, sino que surgía de la expectativa y de la pasión de muchos.

Por eso la desazón fue inmensa. En Kashima, en un estadio pegado a la estatua del futbolista brasileño Zico, la Selección le ganó 1-0 a Nigeria en el debut, con un gol de Gabriel Batistuta, quien de esa manera consiguió la marca de haber anotado goles en el debut argentino en tres mundiales seguidos. Lo que llegó luego fue desencanto. En el estadio techado de Sapporo, bien al norte japonés, perdió con Inglaterra 1-0 en el segundo encuentro, por un penal que convirtió David Beckham. El desenlace fue en la ciudad de Miyagi, donde el equipo migró de la fe a la nada ante Suecia, penó un gol de tiro libre de Svensson y empató 1 a 1 al final a través de Hernán Crespo, un resultado que no le alcanzó para seguir en carrera. Nada más que tres partidos jugaron Pablo Cavallero, Walter Samuel, Mauricio Pochettino, Zanetti, Sorin, Juan Sebastián Verón, Aimar, Ortega, Batistuta, Crespo, Claudio López y Cristian González; dos partidos completó Diego Placente; y José Chamot y Matías Almeyda, uno. Ese equipo audaz, atrevido, vertiginoso y ofensivo, defraudó. “Si tengo que ponerle un rótulo a la actuación, fue un fracaso. Si lo que quieren es buscar un responsable y terminar con esto, el responsable es el conductor. Si realmente quieren hacer un análisis más serio, hay que revisar otros tres puntos”, manifestó Bielsa en la primera conferencia de prensa que brindó cuando llegó al país. Y analizó los tres puntos. “El primero es el de la discusión por el estilo, el mismo que tuvimos en los 40 partidos anteriores con éxito. Lo reprochable no hubiese sido mantener la conducta de seguir con ese estilo, sino traicionarlo. El segundo punto es la producción, y estoy conforme con lo que hizo este equipo. El fútbol es un deporte en el que no siempre gana el que lo merece, y el 80 por ciento del tiempo jugado en los tres partidos lo hicimos en el terreno rival. Y el tercer punto es la contundencia: ése es el reprochable”. Le hicieron más reproches que ese, aunque una franja significativa de la prensa y del público le valoró la coherencia y la lealtad a las ideas.

"A veces, este juego muy injusto", se sinceró Sorin, futbolista apasionado, entre dolores. Lo hizo en una estación ferroviaria y de pueblo en Japón, con la misma frustración de cualquier jugador de cualquier cosa al que se le acaba de ir una ilusión. Luego subió a un tren junto con Verón, con el Piojo López y con Crespo. Igual que a aquella Argentina de tantos desencantos, a esos jugadores en tristezas les tocaría buscar cómo construir la próxima esperanza.

Hasta ahí en AlemaniaPasó en un país acostumbrado a cortar cabezas ante la derrota. Pasó: Bielsa siguió. Después del Mundial de Japón, la AFA le renovó el contrato hasta el fin de la Eliminatoria 2006. Era un acto infrecuente de confianza, acaso una búsqueda de revancha.

La tarea empezó tras ganar el Preolímpico que condujo a Atenas. Y siguió, antes de los Juegos, con la Copa América de Perú en 2004. Con una base casi lista para el 2006, Argentina jugaba con Abbondanzieri; Zanetti, Ayala, Heinze; Luis González, Mascherano, Sorin; D’Alessandro; César Delgado, Saviola y Cristian González. Tras una gran actuación, llegó a la final, en la que enfrentó a Brasil, el último campeón mundial. Argentina jugó un gran partido, vencía 2 a 1, pero su rival le igualó en la última jugada y lo superó en el desempate por tiros desde puntos del

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penal. Luego, Bielsa voló Atenas, disfrutó del oro olímpico y de una victoria más en las Eliminatorias (3 a 1 a Perú en Lima). A su regreso, renunció. "Solo contra el sistema autoritario del poder que controla el fútbol argentino desde hace más de 25 años, cansado ya de pedir -como millones de argentinos en las calles de todo el país- que simplemente se aplique la ley y se haga justicia, convencido de que no hay título, ni torneo, ni fin superior que justifique violar sus principios, el entrenador Marcelo Bielsa renunció después de seis años a la dirección técnica de la selección nacional porque no podía seguir aceptando estas condiciones", escribió el periodista Carlos Ares en el diario El País, de España.

José Pekeman primero fue el director técnico de los seleccionados juveniles. En 1998 le ofrecieron ser el entrenador de las mayores, pero no aceptó. Más tarde fue nombrado coordinador general de las selecciones argentinas, mientras Bielsa era el entrenador principal. Tras la eliminación en la primera fase del Mundial 2002, Julio Grondona le dejó casi en sus manos el nombramiento del sucesor, aunque íntimamente seguía queriendo que fuese él. Pekerman se inclinó por la continuidad de Bielsa. Tras la renuncia de entrenador rosarino en 2004, finalmente se hizo cargo de la Selección. La clasificación ya estaba en marcha y Argentina aseguró su pase en forma anticipada. Un año antes del Mundial, Argentina participó de la Copa Confederaciones, en Alemania. En la fase clasificatoria, le ganó 2-1 a Túnez, 4-2 a Australia e igualó 2-2 con Alemania. En semifinales, empató 1-1 con México y se impuso en los penales. En la final, el equipo argentino sucumbió ante el poderío brasileño, que fue campeón con un contundente 4-1.

En el 2006, hubo boleto para Roberto Abbondanzieri, Nicolás Burdisso, Roberto Ayala, Gabriel Heinze, Juan Pablo Sorin, Javier Mascherano, Maximiliano Rodríguez, Esteban Cambiasso, Juan Román Riquelme, Javier Saviola, Hernán Crespo, Leonardo Franco, Oscar Ustari, Lionel Scaloni, Gabriel Milito, Fabricio Coloccini, Leandro Cufré, Pablo Aimar, Carlos Tevez, Julio Cruz, Rodrigo Palacio y Lionel Messi. Alemania, hecha Mundial, esperaba. En los anuncios, no sólo esperaba, sino que lo hacía con un grupo al que las rimbombantes presentaciones periodísticas llamaban "de la muerte". No obstante, Argentina, que vivía en el pueblo de Herzogenaurach, vivió sin problemas. En Hamburgo, superó a los nervios del debut y a Costa de Marfil al mismo tiempo con un 2 a 1 justo( Crespo y Saviola) y después invitó a algo especial. En Gelsenkirchen, goléo por 6-0 a Serbia y Montenegro (Crespo, Cambiasso, Maximiliano Rodríguez -2- Tevez y Messi). Reporteros gráficos argentinos expertos en fútbol y en mundiales como Gerardo Horovitz, Ricardo Alfieri, Carlos Sarraf, Daniel García o Alejandro Pagni tuvieron que abrir sus ojos entrenadísimos dos, tres o quien sabe cuántas veces para creer lo que veían y ver los que creían que pasaba justo delante de ellos. No sólo por la cantidad de goles, sino por lo que fue el segundo tanto: toque, toque y de nuevo toque hasta que Cambiasso convirtió. Y, encima, Messi... Messi, como lo contó Jorge Valdano: "Faltando exactamente 17 minutos para el final entró Lionel Messi para formalizar su debut en un Mundial: un tema burocrático. Pero los talentos superiores nunca quieren la paz, de modo que Messi decidió empezar otro partido. Tocó el sistema nervioso del equipo entero porque cada vez que el balón pasaba por él se hacía más travieso, atractivo, peligroso. Maradona, que es el apodo futbolístico de Argentina, miraba. Messi hacía. Y el mundo aplaudía la aparición de un gran antídoto contra la mediocridad".

Alcanzaba con que ese festival hubiera existido, pero, en términos prácticos, además sirvió para asegurar el pase a los octavos de final, así que el tercer partido de la fase inicial , un empate en cero con Holanda en Frankfurt, no agregó mucho. Dirigido por Ricardo La Volpe, un argentino campeón mundial en 1978, México no fue cualquier obstáculo y, tras noventa minutos con un empate 1 a 1 (gol de Crespo), hubo un alargue tenso como todos los alargues. Un zurdazo espléndido, hecho desde fuera del área y desde dentro de las maravillas, le permitió a Maxi Rodríguez acabar con el equilibrio y regresó al júbilo a los cientos de argentinos que viajaron a Leipzig y a los millones que gozaban muy al sur y muy lejos. Lo último fue en Berlín, en el estadio Olímpico, contra Alemania, que estaba derrotado por un cabezazo de Ayala y reaccionó hasta llevar el duelo a otro desempate. En los penales, a Argentina se le fue el Mundial. No puso ser, se dijo, más como resignación que como crítica. De tanto en tanto, el fútbol y otras cuestiones funcionan como le ocurrió a la Selección en las canchas alemanas: un rato de esplendores y un rato sin nada más.

De Basile a MaradonaPekerman no quiso más aunque en la AFA querían que quisiera. Y lo sucedió Alfio Basile, con su circunstancia multicampeona de Boca. Jugó amistosos mejores y peores. Y le tocó la Copa América, su especialidad, en la Venezuela del 2007. Parecía el tiempo de festejar un campeonato después de 14 años. Argentina llegó a la final con cinco triunfos consecutivos. Firme, contundente, mágica. Brasil, en cambio, por primera vez pasó la primera fase casi de casualidad. Pero Brasil fue Brasil. En la final, goleó otra vez 3-0. Quedó como consuelo la ilusión de un tránsito rápido en las Eliminatorias rumbo al Mundial de Sudáfrica. Argentina comenzó como comenzaba Argentina: con tres triunfos seguidos. Una derrota y una serie de cuatro empates consecutivos empezaron a preocupar. En octubre de 2008, Argentina venció 2-1 a Uruguay en el Monumental y perdió 1-0 en Santiago, contra Chile, el Chile que dirigía Marcelo Bielsa. Fue el detonante: Basile renunció.

De la elección del sucesor habló la Tierra. Porque era la Selección Argentina. Y porque era Diego Maradona. Entre el interés genuino y la trivialidad de tantas discusiones, se debatió todo: Si tenía experiencia o si no la tenía, si era ese su lugar en el mundo o si era otro, si podría estimular como director técnico algunas de las fascinaciones que promovió como jugador, si sería mejor conduciendo un grupo o un programa de televisión como fue La Noche del 10, una iniciativa del 2007 en la que dominó la pantalla y se sentó a charlar hasta con Pelé.

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El debut de Diego, en noviembre de 2008, fue efectivo: 1-0 a Escocia en Glasgow, 2-0 a Francia en París y 4-0 en el las Eliminatorias a Venezuela. tropezó feo en la altura de La Paz, cuando Argentina sufrió una de las peores derrotas de su historia: 6-1. Para el clásico con Brasil, que venía en alza, la se mudó el escenario al Interior. No fue una solución: en el estadio de Rosario Central, Argentina perdió 3 a 1. Luego, cayó 1-0 con Paraguay. Estuvo al en la cornisa externa del Mundial cuando igualaba con Perú en River, en el penúltimo encuentro, pero Martín Palermo, el último gran goleador del fútbol argentino y 35 almanaques encima, le dio la victoria en el descuento. En la fecha final, Argentina visitó a Uruguay y se reeditó el viejo clásico rioplatense porque la victoria de uno significaba la eliminación o el repechaje para el otro. Argentina ganó 1-0 con gol de Mario Bolatti, faltando seis minutos. Llegó, por fin,algo de calma. Cuando la patria cumplía 200 años, Maradona definía detalles y sueños para el Mundial de Sudáfrica. Una nueva aventura. Una nueva ilusión. Un nuevo desafío.

LA REVOLUCION JUVENIL

Lleno de crisis estructurales, de jugadores percibidos como mercadería por los dueños del negocio y de violencias consolidadas, el fútbol de la Argentina fue capaz de alumbrar la alegría semanal de los que se sentían parte de un mundo propio cuando iban la cancha o de los que no rompían el ritual de jugar con amigos una vez, dos o las que se pudiera en cada semana. Dio otra satisfacción el fútbol, llegada desde la alta competición. Entre 2001 y 2008, las selecciones juveniles brillaron en un esplendor como hasta allí no se conocía. En apenas siete años, Argentina conquistó dos medallas de oro en los Juegos Olímpicos (Sub 23, con refuerzos), tres mundiales y un sudamericano (Sub 20) y un sudamericano (sub 17). El semillero estaba intacto.

La cosecha comenzó en el Mundial 2001 Sub 20 que se jugó en el país. Los éxitos anteriores provocaron que ante cada encuentro del equipo argentino, los estadios estuvieran colmado. El torneo tuvo como sedes a Mendoza, a Salta, a Rosario y, por supuesto, a Buenos Aires. Fue el último título que tuvo como responsable a José Pekerman y en el plantel estaban Germán Lux, Nicolás Burdisso, Julio Arca, Mauro Cetto, Nicolás Medina, Fabricio Coloccini, Javier Saviola (goleador con 11 conquistas), Ocar Ahumada, Herrera, Leandro Romagnoli, Maximiliano Rodríguez, Ariel Seltzer, Colotto, Leonardo Ponzio, Andrés D’Alessandro, Mauro Rosales, Caballero y Bueno (por el lesionado Alejandro Domínguez). Argentina le ganó 2-0 a Finlandia, 7-1 a Egipto, 5-1 a Jamaica, 2-1 a China, 3-1 a Francia, 5-0 a Paraguay y, en la final, 3-0 a Ghana, con goles de Colotto, Saviola y Maxi Rodríguez. Cada apalauso que tronó en el estadio de Vélez fue un premio y, también, una explicación de que habían jugado muy bien.

Esa consagración heredaba toda la labor efectuada por José Pekerman y su equipo en la década anterior y, al mismo tiempo, marcaba una línea destinada a continuarse: durante el 2003, la Argentina dominó la escena sudamericana, al imponerse por segunda vez en el Sudamericano Sub 17, disputado en Bolivia, y en el Sudamericano Sub 20, realizado en Uruguay. Los éxitos de los juveniles evidenciaban dos procesos contrapuestos: por un lado, la tarea muy cuidada en los equipos nacional, con una concepción impulsada por Pekerman que aspiraba a cuidar a los jugadores en su desarrollo integral (hasta se construyó una tarea estable desde la psicología deportiva, encabezada por el prestigioso especialista Marcelo Roffé); por el otro, la certeza de que en muchos clubes, muy a contramano de lo que ocurría con las selecciones, a los chicos se los cuidaba poco y empresarios dediados a captar talentos precoces los compraba y los vendían como a cualquier producto.

En 2005, la Selección Sub 20 de Argentina, inscribió, en Holanda, otro título mundial, ya con Francisco Ferraro como entrenador. Lionel Messi, con apenas 18 años, fue el goleador del torneo, con seis tantos, pero eso, aun con todo el mérito, terminó siendo casi un apunte estadístico. Lo más potente fue que ese muchachito rosarino, que nunca jugó en Primera en la Argentina e iba en marcha a ser la estrella del Barcelona, llevó la pelota tan cerca e su pie y con tanta velocidad que no se la sacaron en ningún intento. Maravilloso Messi de la cancha, en ese Mundial mostró los rasgos básicos y electrizantes que avisaron que un argentino, otro más, jugaba al fútbol como nadie.

Ese equipo inició su camino con una derrota ante Estados Unidos (0-1), luego venció 2-0 a Egipto, 1-0 a Alemania, 2-0 a Colombia, 3-1 a España y 2-1 a Brasil. En la final, con dos goles de Messi, ambos de penal, Argentina pudo con Nigeria por 2 a 1 y festejó un nuevo título. Oscar Ustari, Gustavo Cabral, Lautaro Formica, Barroso, Juan Manuel Torres, Gabriel Paletta, Lucas Biglia, Pablo Zabaleta, Pablo Vitti, Patricio Pérez, Emiliano Armenteros, Nereo Champagne, Ezequiel Garay, Abraham, Rodrigo Archubi, Neri Cardozo, Fernando Gago, Sergio Agüero, Oberman y Navarro se sumaron a la galería de campeones. Al día siguiente, en Holanda y en mil lugares, la prensa reconoció que la Argentina generaba jugadores a montones. Y que, encima, en la punta de ese montó, había uno que se llamaba Messi.

Costó creerlo, pero hubo más. Los juveniles continuaron dando las alegrías que la Selección mayor, por ese tiempo, dejó en el recuerdo. En 2007 se disputó el Mundial de Canadá. La defensa del título comenzó con un 0-0 con la República Checa. Luego hubo una goleada ante Panamá (6-0), otras victoria ante Corea del Norte (1-0), Polonia (3-1), México (1-0) y Chile (3-0). En la final otra vez la República Checa apareció en el camino. El 22 de julio, en Toronto, Argentina ganó 2-1 con goles de Sergio Agüero y Mauro Zárate. Con Hugo Tocalli al frente del equipo, fueron campeones Sergio Romero, Federico Fazio, Emiliano Insúa, Gabriel Mercado, Éver Banega, Matías Cahais, Claudio Yacob, Matías Sánchez, Zárate, Agüero, Escudero, Javier García, Voboril, Sigali, Cabral, Alejandro Gómez, Maximiliano Moralez, Ángel Di María, Piatti, Lautaro Acosta y Centeno.

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La fiesta, otra vez, fue larga. Ser joven y argentino, esa combinación de tantas historias, daba un fruto sostenido: ser campeón del mundo.

Los Juegos Olímpicos

El Congreso de la FIFA, realizado en SUIZA, en 1906, había decidido organizar los JUEGOS OLIMPICOS DE LONDRES de 1908. Tomaron parte seis equipos (Francia participó con dos conjuntos). En el torneo se registraron resultados récords, como el 17-1 con el que Dinamarca aplastó a Francia. El título quedó en manos de Inglaterra, que en la final venció a los daneses por 2-0 ante 8.000 espectadores. La misma final y el mismo campeón se repitieron en los JUEGOS DE ESTOCOLMO en 1912. También se registraron resultados catastróficos como el 16-0 de Alemania a Rusia. Con un 4-2 en la final sobre los locales, los ingleses se consagraban los mejores internacionalmente en los primeros años del siglo.

Las cosas cambiaron para Inglaterra en los años siguientes. LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL paralizó la actividad deportiva y en la reanudación, en AMBERES, 1920, el signo fue el escándalo. En la final contra Bélgica, los checoslovacos dejaron el campo en la mitad del partido considerándose perjudicados por el árbitro inglés LEWIS. Fueron descalificados y BÉLGICA consiguió el título haciendo valer su condición de local.

Los Juegos Olímpicos tuvieron su gran despegue en los JUEGOS DE PARIS, en 1924. Allí apareció deslumbrando al mundo la habilidad de los rioplatenses. El URUGUAY de Nasazzi, Scarone, Andrade (3-0 en la final ante SUIZA frente a 60.000 espectadores) fue netamente superior a sus rivales y dejó las huellas de un estilo.

En 1928, en los JUEGOS DE ÁMSTERDAM, HOLANDA, se presenta por primera vez un equipo argentino. Luego de vencer a los Estados Unidos 11-2, a Bélgica 6-3 y a Egipto 6-0, debe jugar la final con los uruguayos, cuya rivalidad había crecido como consecuencia de varios enfrentamientos con algunos problemas en los sudamericanos. El primer partido finalizó empatado en un tanto y debieron recurrir a un nuevo encuentro, en que los uruguayos se impusieron por 2-1 y naciendo una leyenda que se prolongó por años, principalmente cuando en 1930 los orientales volvieron a imponerse en la final del mundial, y que sostenía que los argentinos eran “blandos” para ese tipo de instancias.

Desde entonces, la Argentina participó en tres olimpíadas con resultados francamente negativos. En 1960, en ROMA, cayó ante Dinamarca por 3-2 y venció a Túnez (2-1) y Polonia (2-0); en TOKIO, en 1964, un empate con Ghana 1-1 y una derrota frente a Japón 3-2 levantaron una ola de criticas. Tampoco fue feliz la última participación en SEÚL, con un equipo profesional. Empataron con Estados Unidos 1-1, le ganaron a los locales 2-1 y perdieron con la Unión Soviética (2-1) y Brasil (1-0).

En realidad, los Juegos Olímpicos comenzaron a desvirtuarse en su esencia cuando, a partir de 1952, ingresaron los países del entonces bloque socialista. Enfrentaba a jugadores con varios partidos internacionales a nivel de selecciones nacionales con conjuntos juveniles o de amateurs. Todos los torneos en que participaron los ganaron ellos, con excepción del de Los Ángeles, en que a causa de un boicot jugaron solamente equipos del bloque capitalista. Hungría ganó en 1952, 1964 y 1968; la Unión Soviética en 1956 y 1988; Yugoslavia en 1960; Polonia en 1972, Alemania Democrática en 1976 y Checoslovaquia en 1980. En Los Ángeles el título fue para Francia. Con la caída del muro de Berlín y el bloque soviético, hubo más paridad. Argentina se destacó en los últimos 15 años. Logró la medalla de bronce en Atlanta 96 y las medallas de oro en Atenas 2004 y Beijing 2008.

UN HECHO HISTORICO

El día de las dos medallasEl 28 de agosto del 2004 al deporte le llegó duplicado lo que le había faltado durante 52 años. Como si Atenas, la cuna del olimpismo, fuera una invitación a retomar los mejores orígenes, dos medallas de oro, bien colectivas y muy celebradas, salieron una atrás de la otra. No había casualidades, salvo en la coincidencia, increíble, de la fecha. Uno de los campeones era el fútbol, cuya historia era casi la historia argentina y, con una labor metódica y entusiasmada, había ido en busca del título que le faltaba. El otro campeón era el básquetbol, que había unido en la cancha a un grupo de jugadores virtuosos, pero sobre todo estaba cristalizando la construcción que, ladrillo a ladrillo, empezó a levantarse el día en que León Najnudel y un grupo de amigos parieron a la Liga Nacional.

Grecia era un sol entero cuando un gol de Carlos Tevez, el octavo de un campeonato excelente, le dio a Argentina la victoria por 1 a 0 frente a Paraguay que valió el primer puesto en el estadio Olímpico de Atenas. Tevez, Roberto Ayala, Gabriel Heinze, Cristian "Kily" González, Javier Mascherano y Germán Lux sobresalieron en un plantel que contaba con Nicolás Burdisso, Fabricio Coloccini, Andres D´Alessandro, César Delgado, Luciano Figueroa, Luis González, Mariano González, Nicolás Medina, Clemente Rodríguez, Mauro Rosales, Javier Saviola y Wilfredo Caballero. El modelador había sido Marcelo Bielsa, un director técnico que mostró desde el

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comienzo un interés olímpico infrecuente entre sus colegas, en lo que le significó una reivindicación justa tras la frustración en el Mundial de Japón.

En la primera fase, jugando en la ciudad de Patras, la Selección mostró cuál era su rumbo y venció en cadena a Serbia y Montenegro por 6 a 0 (dos de Tevez, Kily González, Delgado, Heinze y Rosales), a Túnez por 2 a 0 (Tevez y Saviola) y a Australia por 1 a 0 (D'Alessandro). En los cuartos de final goléo a Costa Rica por 4 a 0 (tres de Tevez, uno de Delgado), en la semifinal resolvió sin problemas frente a Italia por 3 a 0 (Tevez, Luis González y Mariano González) y tuvo su partido menos cómodo en la final, pero fue claramente superior a Paraguay. La emoción enorme de los jugadores, los ecos instantáneos en la Argentina y la tentación de saber qué ocurriría con el básquetbol que en un rato jugaba su final casi no dieron tiempo en ese día para hablar de las audacias ofensivas del equipo, de un arco que no recibió goles en todo el torneo y de la certeza de que acababa de ocurrir algo que ingresaba en la historia.

El básquetbol desembocó en una final contra Italia luego de haner peregrinado de emoción en emoción. Costó creer que existiría alguna mayor que la del debut, cuando Argentina le ganó a Serbia y Montenegro, un candidato mayúsculo, en la última pelota. Claro que esa última llegó desde las manos de Alejandro Montecchi hasta los dedos de Emanuel Ginóbili, quien, cayéndose, decidido a desafiar al equilibrio y al reloj, le apuntó al aro y acertó para cerrar el partido con un resultado favorable de 83 a 82. Podía no pasar más nada en los Juegos que eso ya era una gloria.

El superlativo Ginóbili y un gran base como Montecchia era partes de un plantel en el que además estaban José Ignacio "Pepe" Sánchez -el otro base, el ingeniero intelectual del equipo-, Andrés Nocioni, Fabricio Oberto, Rubén Wolkowyski, Carlos Delfino, Gabriel Fernández, Leonardo Gutiérrez, Walter Hermann, Luis Scola y Hugo Sconochini. La mayoría de ellos compartía un itinerario no sólo en la Selección, sino también en sus carreras: gente que salió de la Liga Nacional, que se fue al exterior (Europa, algunos luego a la NBA) y que volcó en el equipo nacional lo que había aprendido.Bien lo aprovechaba el cordobés Rubén Magnano, director técnico del grupo.

Tras Serbia y Montenegro, vinieron una derrota ante España (76-87), dos victorias contra China (82-57, Nueva Zelanda (98-94) y otro traspié frente a Italia (75-76). Quedó tercera en su grupo, por lo que su rival en cuartos de final fue Grecia, local, fervoroso y coprotagonista de un partido que los argentinos se llevaron por 69 a 64 tras estar mucho rato en desventaja y con un final conmocionante. La semifinal valió los Juegos Olímpicos enteros. Del otro lado quedó Estados Unidos, casi como decir que del otro lado estaba el básquetbol. La Selección hizo un partido fantástico y Ginóbili hizo lo que no cabe en los partidos: puso en la canasta rival 29 puntos y, más importante aún, ofrendó la sensación de que un jugador así en medio de un equipo así jamás podría perder. El triunfo por 89 a 81mandó del grito a la lágrima y de la lágrima a la fiesta a la gente que hacía flamear banderas celestes y blancas en un costado del estadio.

Hasta con menos tensión, hasta con menos sensación de estar abriéndole la vista a un pelota que seguiría picando en los libros de historia, los dueños de esas banderas celestes y blancas enfocaron punto a punto el último partido. Argentina lo controló casi todo el tiempo, a pesar de los esfuerzos generosos de Italia, a pesar de que sólo en una fugacidad la diferencia entre uno y otro se redujo a un doble. El resultado en el tablero fue 84 a 69. El resultado más profundo fueron esos muchachos en el posio, envueltos en laureles, felices ante la cámara del reportero gráfico Ricardo González, desparramados así de grandotes uno sobre el otro sin que a ninguno le pesara nada.

Un rato después del segundo oro, los diarios sacaron ediciones especiales con las dos medallas, las radios y la televisión mostraron cada jugada, cada sonrisa y cada declaración un poco más que un millón de veces. Un adulto serio como Bielsa tenía en los gestos las fascinaciones tiernas de un chiquito que hizo una gran jugada. Ginóbili no tuvo tantas palabras como juego porque no había palabras posibles, pero igual procuró contar cómo le estaba latiendo el corazón en la columna que hacía para el diario La Nación. En los rincones anónimos de un país de demasiadas historias difíciles había breves pero dulces felicidades. El deporte, un buen pretexto para vivir, sacudía una vez más a la Argentina.

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