vista del amanecer en el trópico
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7/25/2019 Vista Del Amanecer en El Trpico
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Franklin B. Garca-Snchez
Trent University
VISTA DEL AMANEC ER EN EL TRPICO
COMO FICCIN HISTORIOGRFIC
En la cultura intelectual de fin de siglo se ha afirmado una poderosa
orientacin epistemolgica, de evidente raz nietzschiana, articulada en
torno a la idea rectora de la imposibilidad de alcanzar de modo central
y definitivo a la realidad en su inacabable y laberntica complejidad.
1
En
un a poca filosficamente escptica com o la po sm oderna, el positivismo
se fisura, retrocede y pierde su primaca en tanto qu e m odelo discursivo
viable para la interpretacin de la cultura. El texto de ficcin ha tendido
a convertirse en un artefacto que apunta con lucidez metaficcional a la
m anera im aginaria cmo se construye la realidad (W augh 48-61), aunq ue
sin que ello deba interpretarse como nihilismo respecto al mundo
histrico (Hutcheon 87-101). Por su parte, la historiografa, terreno
privilegiado del positivismo, ha sido testigo de una subversin
epistemolgica que h a puesto al descubierto su carcter eminen temente
discursivo y, por ende, subjetivo
2
, y reducido su potencial cognoscitivo
a lo que se ha denominado objetividad dbil o intersubjetividad
(Santerres-Sarkany 109-10). Resulta obvio que la posmodernidad ha
engendrado un movimiento de mutua atraccin entre la ficcin y la
historiografa en torno a los conceptos de discurso, narracin y
referencia. La historiografa ha revelado su intimidad narrativo-
discursiva, aunque reivindicando, por supuesto, una referencia inscrita
en el mundo emprico. La ficcin, en una metamorfosis todava ms
compleja, ha ahondado, por un lado, en su condicin de discurso
imaginario y, por otro, se ha abierto al mundo de lo social e histrico,
implicando as, ya sea de modo problemtico, al referente emprico. En
el fondo, lo que parece estar manifestndose con particular inten sidad en
la narracin posmoderna es la idea de Paul Ricoeur de la referencia
cruzada entre la historiografa y el relato de ficcin. Para el terico
francs, en efecto, los dos tipos de discurso se hallan en una cierta
relacin de simbiosis: as, la ficcin debera parte de su dinamismo
referencial a la referencia por indicios propia de la historiografa, en
tanto que sta ltima se apoyara en la referencia metafrica comn a
toda obra potica (Ricoeur 154).
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La obra que me ocupar en esta comunicacin,
Vista del
amanecer
en
el
Trpico(1974), de G uillermo Cabrera Infante, constituye en mi op inin
un texto sugestivo para discutir dicha problemtica del acercamiento
entre los discursos ficticio e histrico. Tan equidistante es su posicin
entre ellos, que ha de ser considerada como una ficcin mediana (o sea,
que no se manifiesta plenamente como ficcin) de tendencia historio-
grfica, pues combina con excepcional equilibrio estrategias textuales
pro pia s d e la historiografa y de la narracin ficticia. Y, en esta vo lun tad
de ruptura de las fronteras entre la ficcin y la prctica historiogrfica,
Vista del
amanecer
3
manifiesta un a perceptible sensibilidad neohistoricista
y posmoderna. Como se trata de una produccin literaria que brota de
la ntima tensin entre lo historiogrfico y lo ficticio, la analizar desde
esa dob le perspec tiva, tratando de establecer sus respectivos coeficientes
de historizacin y de ficcionalizacin. Siguen, pues, dos secciones a las
qu e denom ino operaciones historizantes y operaciones ficcionales.
Operaciones Historizantes
Estas operaciones implican la construccin de buena parte de la
digesis de la obra con unidades preconstituidas provenientes de la
realidad aliteraria.
4
Unidades que incluyen a prcticamente todos los
personajes que desfilan por sus pginas, a los acontecimientos en ella
relatados, al universo espacial, explcito o implcito, de su digesis,
5
as
como a una serie de
tekmeria
6
o restos textualizados de carcter
documental. Semejantes opciones hacen de
Vista del
amanecer un texto
indiso lublem ente ligado al referente Cuba y su historia. En este nivel,
pues,
la obra se apoya slidamente en la referencia por indicios
caracterstica de la historiografa. Veamos ahora de manera ms
especfica cada uno de los elementos que informan dicha modalidad
referencial.
Vista del amanecer
recupe ra sin desviaciones pa ra su digesis el
referente espacial Cuba histrica, al cual le estn consagrados todos y
cada uno de los enunciados de la obra. En este aspecto, el libro de
Cabrera Infante no se distingue de discursos no ficticios como el
periodismo de reportaje o la historiografa, en los cuales el referente
interno y el emprico se hallan superpuestos. Ello crea una innegable
ilusin de historicidad, acentuada por la insercin en dicho espacio de
personajes y acontecimientos de la misma constitucin ontolgica:
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histricos.
El espacio deVista delamanecer est poblado ya sea por personajes
histricos en la acepcin m s ceida del trm ino (el indio H atuey , M art),
ya sea por figuras inm ersas en el anom imato del tejido histrico cuban o
(indios, negros, cimarrones, mambises). Se trata, en definitiva, de los
mism os tipos de entes con que opera la historiografa: agentes hu m ano s
indiv idua lizado s o colectivos. Una caracterstica sobresaliente de
Vista del
amaneceres la de informalizar la historia, ubicando con frecuencia a sus
actores en un a zon a priva da o ntima. Es lo que ocurre, po r ejemplo, con
el mo tivo que pod ramo s llamar d e las m adres sufridas o estoicas, el cual
presenta tres recurrencias (Cabrera Infante 65, 109, 227-31). El
procedimiento, de hecho, logra acentuar la historicidad del relato al
ubicar la historia en pliegues ms recnditos de la realidad. O, dicho de
otro m od o, ms all de l mero acontecimiento. As, inconscientemen te, sin
duda, el texto de Cabrera Infante se acerca a determinadas opciones de
la escuela neohistoricista francesa en su rechazo de la histoirevnemen-
tielle.
Recordemos q ue Fernand Braudel, sin negar la realidad de los
acontecimientos o el pape l de los individuo s, se pronu ncia p or la
historia profu nda, silenciosa, annim a (Braudel 21), tan n timamente
ligada a su historia de tiempo largo. El texto de Cabrera Infante m uestra ,
por cierto, una indiscutible sensibilidad por esa cuenta larga de la
historia al hacer comparecer al personaje de la madre sufrida en tres
m om entos clave de la historia cubana: en las luchas por la ind epen den-
cia, en el perodo republicano y en la poca castrista.
Imperceptiblemente nos hem os deslizado hacia los acontecimientos,
de los cuales no es posible disociar a los personajes. Estos, en efecto,
viven en
Vista del
amanecer como emanaciones de la cultura poltica
cubana, atrapados en tanto vctimas o victimarios en procesos histricos
que repiten como una pesadillesca letana similares acontecimientos,
gestos y com portam ientos. As, el eje temtico del relato se desenvo lver
como tensin entre la violencia (o la represin) y la resistencia (o la
insurreccin), polos en los cuales se irn insertando los personajes. En
este sen tido, es posible establecer las gran des articulaciones secuenciales
del relato del modo siguiente:
I. Secuencia Colonia/Resistencia I
II.Secuencia Repblica/Resistencia II
III. Secuencia Castrismo/Resistencia III
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El acontecer en
Vista delamanecer
es, por consiguiente, eminentemente
circular: los acontecimientos son otros, pero son los mismos, ya que
responden a estructuras ntimas, profundas de la realidad histrica. La
tempo ralidad propia de la obra es, evidentemente, el tiempo largo d e la
historia y en ello revela una filiacin historiogrfica al mod o braud eliano.
El uso d e
tekmeria
instrumentos idneos de la prctica historiogr-
fica delata d e la mane ra m s concreta posible la volu ntad historizante
que ha presidido la creacin deVista delamaneceren el Trpico. Dichos
restos textualizados incluyen los siguientes materiales: citas historiogr-
ficas,
cuatro grabados de la poca colonial, un mapa del siglo XVIII, un
bando gubernamental del siglo XIX, un graffito del propio siglo y ocho
fotografas del perodo republicano. Todos estos documentos estn
tratados con una inconfundible sensibilidad semitica que los interpreta
y les da sentido desde u n posicionamiento actual. Me limito, a mo do de
brevsim a ilustracin, a la puesta en perspectiva del graffito p or p art e d el
nar rador: Dice el graffito, todava conm ovedor despu s de ciento
cincuenta aos (Cabrera Infante 37). A causa de la relacin dinm ica
que establece entre el presente y el pasado, veo en este enunciado una
suerte de abismacin de la visin neohistoricista que anima a
Vista del
amanecer: el suyo, en efecto, es un pasado vibrante, de largo aliento,
cuyas ondas llegan hasta el presente, su inesquivable foco actualizador.
Esa emocin ciento cincuenta aos despus encierra una conciencia
semitica y, de hecho, subjetiva, segn la cual los signos slo cobran
sentido en los infinitos presentes.
7
Operaciones Ficcionales
Es evidente que, como obra histrica,
Vista delamanecer
adopta una
forma altamente esttica. Incluso com parada con una de las
producciones ms osadas en cuanto a despliegue de la potencialidad
narrat iva de la historiografa , Montaillou, village occitain de 1294 a 1324 ,
el libro de Cabrera Infante aparece como ms literario, ms ficcional. Sin
embargo, buena parte de la ficcionalidad de
Vista del amanecer
no
com prom ete, sino que simplemente acenta potencialidades descubiertas
po r el neohistoricism o. Es de esta acentuacin ficcional de lo que q uisiera
ocuparme en el resto de la ponencia. Se trata ahora de considerar las
fuerzas dionisacas que la obra pone en juego . El foco de ese dionisism o
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creo poder ubicarlo en la figura del autor implcito, principio organiza-
dor del relato. Dicha entidad es el lugar de origen de una serie de
puls iones que hacen derivar el texto hacia el mbito de la referencialidad
metafrica. Pulsiones que podran repartirse tentativamente entre los
campos siguientes: el montaje, la temporalidad, el estilo, la polifona, la
irona y el ludismo.
Recordemos con Paul Veyne que el historiador, de m anera similar al
novelista, organiza sus materiales en una operacin claramente subjetiva
(Veyne 14). EnVista delamaneceren el Trpico, la arquitectura del texto
responde a un innegable impulso dionisaco, pues implica un acto
creativo de transvase de formas cinem ticas a la textura literaria, es decir
una operacin hipertextual de signo transesttico. En efecto, como ya
dem ostr en otro trabajo, la forma de
Vista delamanecer
es la del montaje,
el cual enlaza con notable fluidez las ciento una vietas o secuencias del
libro (Garca-Snchez 6-7). El gesto es dionisaco y , sin em bargo , el efecto
es conciliador, puesto que esa rpida sucesin de imgenes configura
de modo plausible una suerte de filme intrahistrico sobre la violencia
poltica en Cuba. As, mediante el estmulo provocado por la forma
cinemtica en el receptor, se acenta la ilusin de historicidad de una
digesis construida segn el principio de la referencia por indicios. En
realidad, la estructura flmica adoptada por este texto constituye una
estrategia persuasiva de gran eficacia: la historia de Cuba encapsulada
en ciento una secuencias, como si la verdad histrica slo pudiera
hallarse contenida dentro de esos encuadres. Lo cual no d ebe sorpren der
dem asiado si se piensa, como Michel de Certeau, que no h ay operacin
histrica inocente, es decir que no vaya dirigida a la consecucin de
determinados fines (de Certeau 21-37).
El acto del autor implcito que me interesa considerar en segundo
lugar es la insercin, al principio y al final del montaje, de secuencias
sobre una Cuba ahistrica: la primera de ellas describe el nacimiento
geolgico de la isla en remotos tiempos prehistricos, en tanto que la
segunda la ubica en un perodo poshistrico. Como trat de demostrar
en el otro trabajo sobreVista delamanecerantes sealado, esta m odalidad
de disposicin de la materia narrativa responde a una brillante estiliza-
cin del procedim iento cinematogrfico del establishing / reestablishing
shot (Garca-Snchez 7). Lo que deseo apu nta r aqu , sin em bargo, es el
sentido del mismo, a saber la dilatacin sufrida por el tiempo largo de
la historia, al cual sabemos que se halla adscrita la obra. Ese marco
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histrico queda ahora subvertido por acentuacin, y asistimos a la
desrealizacin del referente Cuba histrica. No es por ello gratu ito el
que se superponga la forma discursiva lrica a la estrategia del montaje
inicial y terminal de una Cuba intemporal. La Cuba que surge de
semejante operacin es una Cuba entraable teida de poesa. Pero,
claro,
nos hemos deslizado hacia la pulsin estilstica.
Si se atiende a la totalidad de la obra, es lcito afirmar que,
cuantitativamente, Vista del
amanecer
opta por u n lenguaje m s bien llano
y de limitada vibracin estilstica. Por momentos, sin embargo, el autor
implcito se manifiesta anmicamente y el texto reverbera con notas
lricas. La pieza antolgica de
Vista del
amanecer
desde la perspectiva del
estilo es la descripcin del msico mulato tocando la guitarra (Cabrera
Infante 127-28), fragmento de treinta y cinco lneas sin pu nto, en el cual
la frase amplia, sinuosa (hay una incisa de veinticuatro lneas) homologa
con pertinencia esttica la porcin de digesis correspondiente. En esta
obra intrahistrica, la importancia otorgada a la msica tratada en este
fragmento como forma y como contenido no es casual: la msica es el
ms seguro de los rasgos permanentes de la cultura cubana.
El plurivocalismo a la Bajtn es una de las presencias ms sugerentes
en esta especie hbrida de discurso histrico sustentado por un
refinadsimo andamiaje ficcional. Un examen atento del mapa polifnico
de Vista delamanecer pondr de manifiesto la existencia de unas ochenta
voces.
Con excepcin del autor implcito el cual, por definicin, gozar
siempre de un estatus de presencia o de latencia discursiva-, la pieza
clave de la estrategia polifnica de la obra ser el narrador heterodieg-
tico,
el cual aparecer en todas las vietas salvo tres.
8
Pero tambin
prestarn sus voces al discurso alrededor de ochenta instancias de la
institucin historiogrfica o del cuerpo histrico o cultural cubanos.
Semejante heterogeneidad discursiva crea por momentos en el receptor
la sensacin de una enunciacin colectiva, de un discurso coral.
La irona constituye el rasgo retrico decisivo del discurso deVista
del amanecer,lo cual pa recera alejar n otablem ente la obra de las
producciones historiogrficas, incluso de las neohistoricistas. Sera un
error, en efecto, considerar este libro como un mero desfile de imgenes
neutras. Al contrario, a la manera del meganarrador cinematogrfico,
quien mediante determinados procedimientos revela la subjetividad de
la imagen (Gaudreault y Jost 42-45), el autor implcito de Vista del
amanecerperturb a sistemticamente el discurso del n arrado r con
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inflexiones irnicas. Con ello, el autor ha puesto al desnudo uno de los
rasgos nodales del discurso histrico identificados po r los epistemlogos
del neohistoricismo: la imposibilidad del
non lieu,
es decir de la
enunciacin ideolgica neutra (de Certeau 36-37).
El ludismo de Vista del
amanecer
es inmenso comparado con otras
obras historiogrficas, pero moderado si se le contrasta con el que
ofrecen otras producciones del propio autor. Su carcter mesurado
(aunque real) representa la actitud creadora del novelista al enfrentarse
con la materia histrica. Aun as, se halla en una relacin de extrema
tensin con la marcad a orientacin historiogrfica de la obra: esas formas
dionisacas se sirven a s mismas son autorreferenciales--, p ero tambin
le sirven al tipo de referencialidad propugnada por el discurso histrico.
La condicin bifronte de Vista delamanecer es indiscutible: como obra
histrica se apoya abiertamente en la referencia por indicios; como obra
ficcional crea su propio referente al poner al desnudo mediante
acentuacin el potencial ficticio latente en la operacin historiogrfica.
Sin embargo, esas dos modalidades referenciales se hallan tan trabadas
en el texto que son absolutamente indisociables. Esta doble referenciali-
dad no encierra contradiccin alguna. De hecho, toda obra es bipolar por
cuanto propone al receptor un incansable viaje entre lo conocido y lo
desconocido, entre la mimesis y la fantasa;
9
tambin lo es a causa de su
doble constitucin ontolgica: palabras y mundo (Waugh 100-101). Lo
que ocurre es que Vista delamaneceren elTrpico ilustra esas dualidades
con una inhabitual claridad. Y lo hace por su condicin, p robablem ente
paradigmtica, de obra de frontera.
Notas
1 Cf., entre otros, Hutcheon 1988:57 sigs., Norris 1988:56-60,
77
y O'Neill
1990:14-15.
2 Cf. de Certeau 1974:19-68, White 1990:26-57 y Veyne 1979.
3 En lo sucesivo, este ttulo quedar as abreviado con frecuencia.
4 Este ltimo sintagma se halla en una relacin de paralelismo con realidad
aflmica, acuado por Etienne Souriau (Gaudreault et Jost 1990:34).
5 O sea, a la forma del contenido segn Seymour Chatman (Chatman 1988:26).
6 Esta voz griega proviene de Paul Veyne, quien la utiliza como equivalente
de traces (indicios, en espaol). Cf. Veyne 1979:14.
7 Me parece oportuno apuntar unas recientes declaraciones de uno de los
principales exponentes de la Nouvelle Histoire francesa, Georges Duby,
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sobre la prctica historiogrfica: Le discou rs historique n'est ren d'autre que
l'motion d 'un ho mm e d'aujourd'hui face ce qu'il apercpit des hom mes du
pass. (Duby 1992:51).
8 Son las vietas noventa y seis, noventa y ocho y cien (Cabrera Infante
1974:217-19, 223-24, 227-31).
9 Obsrvese que ni siquiera la literatura histrica escapa a este plan team iento.
As, Hayden White, apoyndose en Ricoeur, ha podido sealar que la
historicidad es una mezcla de realidad y de misterio (White 1990:53).
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