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VIVIR LA NAVIDAD El espíritu de la fiesta DIOS SE LUCIÓ Ocho milagros del Nacimiento EL RELOJ DE ARENA Diosidencias CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA

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ViViR LA NAViDADEl espíritu de la fiesta

DiOS SE LUCiÓOcho milagros del Nacimiento

EL RELOJ DE ARENADiosidencias

C AMB I A TU MUNDO C AMB I ANDO TU V I DA

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Director Gabriel García V.Diseño Gentian SuçiProducción Samuel Keating

© Activated, 2016

Es propiedad. Impreso en Taiwán por Ji Yi Co., Ltd.A menos que se indique otra cosa, los versículos citados provienen de la versión RV, revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizados con permiso.

Año 17, número 12

A N U E S T RO S A M IG O SP r ac tic a r el mensaje de l os á ngel es

En este agobiado mundo nuestro es difícil no sentirnos abrumados por los aluviones de malas noticias con que nos atosigan los medios. Los actos de terrorismo, las guerras, las catástrofes naturales y todo tipo de violencia y sufrimiento son pan de cada día. El mensaje de la Navidad —paz en la Tierra,

buena voluntad para con los hombres— nunca había sido tan pertinente. Sin embargo, tengo a veces la impresión de que mis tentativas de hacer algo que influya para bien y produzca un cambio positivo son como gotitas de agua en medio del océano.

Imagínate lo pequeños e incapaces que se debieron de sentir los pastores cuando la hueste angelical los instó, la noche en que nació Jesús, a anun-ciar una noticia que era «para todo el pueblo». Mas ellos no se amilanaron, sino que hicieron correr la voz hasta que el hecho se divulgó a diestra y siniestra.

También nosotros podemos poner nuestro grano de arena para propiciar la paz. ¿Cómo? Rectificando nuestro modo de ver a los demás, tratando con consideración a las personas con quienes nos relacionamos, realizando actos de bondad cuando se nos presenta la ocasión, sin esperar nada a cambio. A veces basta con que nos dirijan una palabra amable en el momento indicado o que nos tiendan una mano solidaria para que el mundo recobre su belleza.

Pidamos a Dios que esta Navidad nos brinde oportunidades de obsequiar felicidad a los demás con Su mensaje de amor, paz y buena voluntad para todos.

En nombre de todo el equipo de Conéctate, ¡que Dios te bendiga con un toque de Su amor y te dé una Navidad rebosante de alegría con tus seres queridos!

Gabriel García V.Director

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La Navidad es comparable a un regalo, un magnífico obsequio. Dios es quien lo hace, y los beneficiados somos nosotros, cada persona del planeta. La analogía se basa en uno de los versículos más conocidos y citados de la Biblia, Juan 3:16: «De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna».

La sencillez de esas palabras y el hecho de que la salvación no dependa de nuestros méritos y esfuerzos y solo requiera una fe llana, infantil, es algo que descon-cierta a cualquiera. Precisamente esa sencillez, junto con la accesibilidad

y a ti te dejaran en un rincón, sin percatarse de tu presencia.

Esta Navidad acordémonos de agradecerle a Dios el incomparable regalo que le hizo al mundo: Jesús. Y demos a Jesús los obsequios que más le agradan: un rato para escucharlo o leer Su Palabra, gestos de amor para con el prójimo, etc. Puestos a ello, no lo hagamos solo en Navidad, sino siempre que se nos presente la ocasión. Dios verá nuestros esfuerzos y nos sonreirá.

Gabr iel García Valdivieso es dir ector de la r evista Conéctate . Vive en Chile y está afiliado a La Fa milia Inter nacional. ■

EL REGALOGabriel García V.

de Dios y del Cielo, es quizá lo más representativo de la Navidad. Dios amó y Dios dio.

Todo el nacimiento de Jesús fue un canto a la sencillez. Un viaje en burro, un humilde pesebre, un abigarrado grupo de pastores, un astro guía… Es fácil perder de vista ese candor en la complejidad de la vida moderna. Enfrascados en tanto consumismo y tantos afanes, nos olvidamos de lo simple y del signi-ficado de la Navidad: que Dios nos obsequió a Su Hijo y que la fiesta es para celebrar el cumpleaños de Jesús. Imagínate cómo te sentirías en tu aniversario si tus familiares y amigos organizaran una tremenda fiesta e intercambiaran cantidad de regalos,

Algunos […] pensamos: «¡Si yo hubiera estado allí! ¡Cómo me habría apresurado a ayudar al Niño! Le habría lavado los pañales. Alegremente habría acompañado a los pastores a ver al Señor en el pesebre». Sí, ahora lo haríamos. Decimos eso porque conocemos la grandeza de Cristo; pero si hubiéramos estado allí en aquella época no nos habríamos comportado mejor que los pobladores de Belén. […] ¿Por qué no lo hacemos ahora? Tenemos a Cristo en nuestro prójimo. Martín Lutero (1483–1546)

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Dios. Y ahora concebirás en tu vientre, y darás a luz un Hijo, y llamarás Su nombre Jesús”»1. Primer milagro.

Concepción milagrosa, en dos casos

Huelga decir que uno de los mila-gros más destacados y conocidos es que María —Su madre— era virgen en el momento en que lo concibió. La Biblia lo dice bien claramente:

«María dijo al ángel: “¿Cómo será esto? pues no conozco varón”. Respondiendo el ángel, le dijo: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con Su sombra; por lo cual también, el Santo Ser que nacerá será llamado Hijo de Dios”»2.

el prodigio que acaban de presenciar. El nacimiento de Jesús entrañó todo eso, pero también estuvo signado por al menos ocho milagros más.

Anunciación angélicaPara empezar, el nacimiento de

Cristo se anunció aun antes de que Él fuera concebido. «El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María. Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: “¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres”. Entonces el ángel le dijo: “María, no temas, porque has hallado gracia delante de

Se escucha el primer llanto, se corta el cordón umbili-cal, y los padres y todos los presentes —ya sea un obstetra y sus asistentes en una aséptica clínica moderna o una matrona tribal en una ancestral choza de paja— celebran con júbilo

DIOS SE

LUCIÓSamuel Keating 

1. Lucas 1:26–28,30,31

2. Lucas 1:34,35

3. Isaías 7:14

4. Lucas 1:36,37

5. V. Lucas 1:5–25,57–66

6. Mateo 1:19 (ntv)

7. V. Deuteronomio 22:13,14,21

8. Jesús es la forma griega de Josué, que

quiere decir «El Señor salva»

9. Mateo 1:20,21,24,25 (nvi)

10. Miqueas 5:2 (RVR 95)

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En ese momento Dios envió también un ángel a José, no solo para tranquilizarlo y reconfortarlo, sino también, indudablemente, para acla-rarle la situación. «Se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María por esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a Su pueblo de sus pecados”8. Cuando José se despertó, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado y recibió a María por esposa. Pero no tuvo relaciones conyugales con ella hasta que dio a luz un hijo, a quien le puso por nombre Jesús»9. Cuarto milagro.

Lugar de nacimientoNacer en Belén constituyó igual-

mente un cumplimiento milagroso de una profecía del Antiguo Testamento, puesto que sus padres vivían en Nazaret, a varios días de viaje de Belén. «Tú, Belén Efrata, tan pequeña entre las familias de Judá, de ti ha de salir el que será Señor en Israel»10.

El emperador romano César Augusto había decretado que se llevara a cabo un censo en todo el imperio. La tradición judía exigía

el apelativo de Juan el Bautista. Todo sucedió exactamente como dijo el ángel Gabriel5. Tercer milagro.

Confirmación angélicaY ¿qué hay de José, el prometido

de María? ¿Qué pensó cuando des-cubrió que María, al regresar de su visita a Elisabet, estaba embarazada de tres meses? Como era de esperar, tuvo reacciones encontradas. «José,

su prometido, era un hombre bueno y no quiso avergonzarla en público; por lo tanto, decidió romper el compromiso en privado»6.

Quiso evitar que María fuera humillada y hasta condenada a muerte, pues así se castigaba el adulterio en la ley judía7. Al mismo tiempo cabe imaginarse el dolor que debió de sentir al pensar que su prometida llevaba en su vientre el hijo de otro hombre.

Ese acontecimiento fue predicho 700 años antes por el profeta Isaías: «El Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un Hijo, y llamará Su nombre Emanuel» [que en hebreo quiere decir Dios con nosotros]3. En todo sentido, Jesús es Hijo de Dios. Segundo milagro.

Gabriel también le anunció a María que su prima Elisabet —mujer estéril que ya había superado la edad reproductiva— también daría a luz un hijo: «Tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril; porque nada hay imposible para Dios»4. Elisabet dio a luz un hijo que de grande recibió

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11. Lucas 2:10–14

12. Lucas 2:17 (ntv)

13. Mateo 2:9–11

14. 1 Juan 5:11

Los pastores dejaron sus rebaños y se dirigieron a Belén, donde encon-traron al Mesías tal como el ángel les había dicho. «Después de verlo, los pastores contaron a todos lo que había sucedido y lo que el ángel les había dicho acerca del niño»12. Eso significa que desde el primer día hubo personas que atestiguaron que el Mesías al fin había llegado. Sexto milagro.

Señal en los cielosUnos sabios —según la tradi-

ción fueron tres, pero la Biblia no especifica cuántos— de Oriente —la Escritura no dice de qué región de Oriente, pero posiblemente vinieron de Arabia, Persia, Babilonia o hasta de la lejana India— observaron un fenómeno inusual en el cielo, que interpretaron como señal del nacimiento del «Rey de los judíos», y salieron en Su busca para adorarlo.

En aquellos días los viajes eran lentos y dificultosos. A juzgar por otros pasajes, se cree que entre los preparativos y el viaje les tomó cerca de dos años llegar a Judea para entre-gar a Jesús sus obsequios. «La estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño.

Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra»13. Séptimo milagro.

Con mucho, el mayor de todosNo obstante, el milagro supremo

nada tuvo que ver con ángeles, sabios ni señales en el cielo. Fue el hecho de que el unigénito Hijo de Dios se encarnó en un bebito débil e indefenso con el fin de amarnos y comprendernos como nadie mediante todo lo que sufrió y experimentó, y a la postre morir por nosotros. «Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en Su Hijo»14. ■

que para todo empadronamiento cada hombre regresara a la ciudad que consideraba su hogar ancestral. En el caso de José —descendiente directo del rey David—, ello implicaba regresar a Belén con su esposa embarazada, la cual dio a luz poco después de llegar allí. Quinto milagro.

Aparición de ángelesUnos pastores que apacentaban

sus ovejas en los montes aledaños a Belén recibieron la visita de un ángel, que les dijo: «“No temáis; porque he aquí yo os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre”. Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: “¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!”»11.

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La Biblia dice que vemos por espejo, oscuramente. La frase alude a nuestra limitada capacidad para entender a ple-nitud las realidades espirituales del Cielo. Sin embargo, creo que esa limitada percepción de que adolecemos también afecta nuestra capacidad de entender a fondo el corazón de las personas con las que interactuamos en este mundo. En muchos casos, no vemos a los demás como Jesús los ve, como amados del Señor por quienes Él haría cualquier sacrificio. Jesús ve en ellos un hermoso espíritu que Él creó y se da cuenta de lo que pueden llegar a ser por medio de Él.

Muchas veces miramos a las personas y notamos sus defectos —como la ira, el egoísmo, el orgullo— en vez de reparar en la tristeza, el sufrimiento y la desesperanza con que tienen que lidiar. Nos fijamos en las apariencias en vez de considerar la inmensa necesidad de una persona perdida y solitaria que anhela esperanza y apoyo. Con frecuencia no advertimos la chispa eterna de vida, esa parte de Dios que arde en su interior tan ciertamente como brilla en nuestro corazón.

Cuando pensemos en el humilde establo de Belén, recordemos que tenemos a nuestro alrededor cantidad de establos donde viven incontables personas. El niño Dios puede obrar a través de cada uno de nosotros para que irradiemos Su luz en la oscuridad que las envuelve, así como Su nacimiento iluminó el establo.

Jesús quiere que veamos a cada persona como un alma de incalculable valor por la que Él murió y a la que anhela bendecir con Su paz y salvación. Nos pide que nos acerquemos a los que están tristes, deprimidos y desespe-rados para que Él les pueda iluminar el corazón con Su vida y amor.

Jesús se acercó a nosotros y nos dio acceso a Su reino. María se proyectó más allá de las circunstancias del establo, se acordó de las promesas del ángel y vio el regalo de Dios para la humanidad cristalizar delante de sus ojos. La multitud de ángeles se percató de la realidad que se escondía detrás de los humildes inicios del Hijo de Dios en la Tierra, ¡y los cielos no pudieron contener su regocijo!

Recibamos Su luz radiante para que ilumine nuestra opaca percepción terrenal, de manera que alcancemos a ver el corazón de las personas que Él nos pide que ame-mos y cuidemos. Jesús vio lo que había dentro de nuestro caparazón de humanidad y nos condujo al esplendor de Su Espíritu. ¿No deberíamos hacer lo mismo si amamos a Aquel que lo dio todo por nosotros?

M ar ía Fontaine dir ige junta mente con su esposo, Peter A mster da m, el movimiento cr istiano La Fa milia Inter nacional. ■

POR ESPEJO, OSCURAMENTE

Adaptación de un artículo de María Fontaine

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Cuando me dirigí a mi escritorio por la mañana en la víspera de Navidad descubrí que nuestro apreciado reloj de arena se había quebrado. Lo boté a la basura, aunque luego lo volví a tomar para sacarle una última y nostálgica foto.

Los relojes de arena siempre me han fascinado, sobre todo ese. Fue un regalo que le hice a mi mujer la Navidad anterior, con la idea de que representara «el don de pasar el tiempo juntos». Además me recordaba el guion de una obra teatral que escribí basada en el simbolismo del reloj de arena.

Olvidé el asunto y me fui a trabajar de Santa Claus en un evento navideño de una empresa. Mientras recorría las oficinas y me sacaba fotos con los empleados y sus hijos vi un magnífico reloj de arena en un despacho. Entramos y tomamos fotos con todos los niños pequeños encima del escritorio del gerente. Le mencioné que el reloj era una belleza y le comenté la significación que tienen esos relojes para mí.

—Lo tengo para asegurarme de que las reuniones no duren más de 30 minutos —me respondió.

—¿Lo consiguió en la India? —le pregunté con la esperanza de reemplazar el que se nos había quebrado. (En aquel entonces yo vivía allá.)

—Sí. Le daré la dirección del lugar donde lo compré. Ya me iba cuando de golpe tuvo una inspiración. Me

entregó el reloj con una sonrisa casi tan radiante como la de Santa Claus y me dijo:

EL RELOJ DE ARENACurtis Peter van Gorder

1. http://elixirmime.com

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—Acéptelo como regalo de Navidad de mi parte. Se lo agradecí efusivamente y le prometí que le enviaría el texto

de la obra de Navidad que había escrito sobre el reloj de arena. Llegué a casa con mi nuevo reloj y unas ganas inaguantables de

contar lo que había pasado. Era casi medianoche cuando estacioné el vehículo frente a nuestra casa después de haber estado casi dos horas cruzando la ciudad. ¡Y cuál no fue mi sorpresa cuando justo en ese momento vi llegar a mi mujer y a mi hija! Menos mal, pues solo uno de los tres tenía la llave de la casa. Si cualquiera de los otros dos hubiera llegado antes, habría tenido que esperar fuera. ¡Tres autos que habían salido de lugares distintos, a distintas horas, y todos llegamos con menos de un minuto de diferencia! ¿Cuál es la probabilidad de que ocurra algo así? Por mucho que uno lo progra-mara de antemano, sería imposible lograr semejante hazaña con el caótico tráfico que hay en Bombay.

¿Qué tiene que ver eso con mi reloj de arena? No estaba muy seguro, pero mi intuición detectivesca me decía que alguna conexión había. Después de cavilar un rato sobre el asunto, llegué a la conclusión de que ambos casos evidencian la existencia de un poder invisible que vela por cada detalle de mi vida. Meditando sobre lo ocurrido me pregunté si se trataba de una coincidencia. Todo era demasiado asombroso para haber sido fruto de la casuali-dad. Pero entonces, ¿qué explicación había?

Para algunos esas coincidencias son sucesos totalmente aleatorios, a los que no prestan ninguna atención. Siguen de largo sin pesta-ñear. Yo podría haber hecho lo mismo y atribuido ambos incidentes de aquella Nochebuena a un mero golpe de suerte. Pero al hacer memoria recordé muchas otras navidades en que todo encajó como los pines de una cerradura al abrirse. Para mí eso significa que Dios me ama y se preocupa por manifestármelo con esa clase de detallitos.

La mayor parte del tiempo no soy consciente de lo que Dios hace entre bastidores. Es más, a veces Sus actos me resultan desconcertantes. De todos modos, cuando suceden milagros como los de aquella Nochebuena, mi fe se revitaliza tremendamente. En momentos así alcanzo a atisbar la obra de Sus manos.

Curtis Peter van Gor der es guionista y mimo1. Vive en A lemania.  ■

M E T A S D E N A V I D A DAnónimo

La Navidad es una ocasión ideal para volver a consagrarnos a Jesús, el autor y consumador de nuestra fe, que dio la vida por nosotros para que pudiéramos hacer contacto con Dios. Él anhela tener dulce comunión con nosotros, de corazón a corazón.

Otra buena meta podría ser comunicar el verdadero sentido de la Navidad dando a conocer el amor del Señor y la vida eterna que nos ofrece. Podemos promover una Navidad verdaderamente feliz mostrándoles a los demás la paz, felicidad y alegría que da el amor de Jesucristo.

En esta temporada la mayoría de la gente se abre más a los demás y está más atenta a sus necesidades. Es una época de reflexión, en que muchos se detienen a pensar en los auténticos valores de la vida. Es una época en que la gente se reúne para celebrar y a menudo está más receptiva al mensaje de Jesús y la razón por la que vino a la Tierra.

¡No dejes pasar esta oportunidad única! Hazte el propósito de traer un alma al círculo del amor de Jesús. ■

En la vida hay que tener en cuenta el azar. El azar, en definitiva, es Dios. Anatole France (1844–1924)

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Era Nochebuena. Andaba con prisas para terminar pronto de traba-jar y prepararme para la velada que iba a pasar con mi familia y amigos, cuando de repente sonó el teléfono. Respondí con impaciencia:

—Sí, dígame.Al otro lado de la línea alguien

exclamó alegremente con acento extranjero:

—¡Feliz Navidad, Lilia!—¿Cecilia? ¡Feliz Navidad!

¿Cómo te va?Tras los acostumbrados saludos

y frases triviales, Cecilia me explicó que estaba de guardia aquella noche en el hospital donde nos habíamos conocido. Como es la matrona con más antigüedad del pabellón y ade-más está soltera, le había tocado el

turno de Nochebuena. Normalmente viaja al sur para estar con su familia y asistir a la Misa de Gallo en el pueblo donde nació. Por el tono de su voz me di cuenta de que estaba con el ánimo por los suelos.

Como yo he sido preparadora para parto natural, coincidimos una vez que asistí a un alumbramiento. Después de eso seguimos en contacto, y la iba a visitar de tanto en tanto. Nos hicimos amigas.

Aunque Cecilia nunca se ha casado, crió a los hijos de su hermano menor, que falleció en un accidente de automóvil hace unos veinte años. Los chicos han crecido y se han ido a vivir lejos, así que ella se ha quedado sola.

Sentí el impulso de decirle que pasaría a verla un rato esa noche.

Sonó gratamente sorprendida e incluso emocionada cuando se lo dije. Pero me respondió que no me preocupara si no lograba ir a verla. Al fin y al cabo era Nochebuena, y una fecha tan señalada debía pasarla con mi familia, comentó.

Llegaron todos mis familiares y temporalmente me olvidé de Cecilia mientras disfrutábamos juntos, cantábamos villancicos y tomábamos chocolate caliente acompañado de galletas hechas en casa. Era casi medianoche cuando de pronto algo me hizo acordarme de la promesa que le había hecho a Cecilia. Acabábamos de cantar un villancico que habla de que Jesús dejó el Cielo por amor, y me avergoncé de no haber considerado más prioritario

NochebueNa compartida

Lilia Potters

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abandonar mi pequeño cielo para ir a animar a un alma solitaria.

Rápidamente llené un termo de chocolate caliente, envolví unas galletas en una servilleta roja con motivos navideños y preparé una tarjeta con un mensaje de amor y aprecio por lo bien que cuida Cecilia a todas las mujeres que dan a luz en su hospital. Lo puse todo en una bolsa de plástico y tomé una vela decorativa para regalársela y una caja de fósforos para encenderla. Salí poco después de la medianoche.

El hospital estaba en silencio y casi desierto. La enfermería de la sala de partos se encontraba a oscuras. Pensé: «Esta noche no hay partos. ¿Estará ya dormida?» Sin hacer mucho ruido, toqué a la puerta.

—¿Quién es?—Cecilia, ¡soy Lilia!Luego de unos instantes de silencio,

la puerta corrediza se abrió de golpe, y Cecilia salió apresuradamente con los brazos abiertos y el rostro radiante. Me abrazó y exclamó con lágrimas en los ojos:

—¡Sabía que vendrías! ¡Lo sabía!Me contuve de llorar y en silencio di

gracias a Dios por haber hecho caso de la indicación de ir a visitarla.

—Cecilia —le dije—, traje chocolate caliente. ¡Celebremos juntas la Navidad!

—Voy por unas tazas —contestó saliendo a toda prisa.

Cuando volvió, la alegría y la gra-titud que le iluminaban el semblante bastaron para confirmarme lo sola que se había sentido esa noche.

Nos sentamos, tomamos cho-colate caliente y disfrutamos de las galletas. Conversamos, reímos y hasta hicimos el intento de cantar unos villancicos. Cecilia no dejaba de exclamar que jamás olvidaría esa Navidad y que había sido la mejor de su vida.

Antes de irme le pregunté si podía rezar por ella. Ni bien había terminado de hacerlo cuando ella, con gran sinceridad, le expresó a Dios su gratitud. Su oración se alargó, y observé que le rodaba una lágrima por la mejilla. Estaba claro que mi pequeño gesto de amor había dejado una profunda huella.

Lilia Potters es escritor a y redactor a. Vive en EE . UU.  ■

En Navidad y cada día del año, todos nosotros en quienes habita el Espíritu de Dios somos en cierto sentido una extensión de Él en nuestra comunidad: para nuestros amigos y vecinos, nuestros colaboradores, los que nos atien-den en los locales comerciales y restaurantes y los desconocidos a quienes Él pone en nuestro camino. El amor que expresamos al relacionarnos con el prójimo, nuestras palabras, nuestras acciones, la amabilidad y generosidad que manifestamos, la ayuda que ofrecemos, reflejan que el Espíritu Santo mora en nuestro interior. Los demás perciben en nosotros algo singular y poco común, y cuando les explicamos que Dios está con nosotros y puede estar también con ellos, contribuimos a que se cumpla la razón última de la Navidad. Peter Amsterdam

La Navidad es el espíritu de dar sin ánimo de recibir. Es felicidad porque vemos alegría en la gente. Es olvidarse de uno mismo y hacerse tiempo para los demás. Es descartar lo insustancial y poner el acento en los valores verdaderos. Thomas Monson (n. 1927)

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Yo me crié en el seno de una familia misionera, en la que la Navidad no era sinónimo de algarabía y abundancia de bienes, ni para mí ni para la gente con que me relacionaba. De ahí lo emocionada que me sentí la primera Navidad en que tuve oportunidad de tirar la casa por la ventana y hacer toda clase de compras para mi familia. Me pasé días enteros comprando en un centro comercial, horas buscando las mejores ofertas en línea y otras más envolviendo los regalos y poniéndo-les lacitos.

A medida que se acercaba el gran día, varias veces me dije a mí misma: «Me muero de ganas por que se acabe todo esto». Nunca me había sentido ansiosa por que pasara la Navidad. De más está decir que terminábamos las celebraciones agotados; pero la Navidad nunca me había producido malestar o espanto. 1. www.just1thing.com

produciéndote la misma felicidad ahora, al cabo de un par de semanas? Esa hermosa prenda que querías tener a toda costa, ¿cuán a menudo te la pones?

Hay muchas tradiciones navide-ñas. Si bien cada familia tiene las suyas, en la mayoría se practica el intercambio de regalos. Sabiendo eso, las tiendas se preparan con meses de anticipación. Los pasillos se atiborran de posibles regalos y de fotografías de personas que reciben sonrientes artículos de la tienda. Los almacenes nos bombardean con des-cuentos y anuncian días de rebajas, incentivos y productos que se pueden reservar pagando un pequeño depósito. Todo el mundo —desde los vendedores de automóviles hasta las tiendas de baratijas— nos ofrece ideas de regalos que podemos comprar a nuestros seres queridos en Navidad.

A casi todo el mundo le encanta recibir regalos. Es maravilloso saber que alguien se tomó la molestia de pensar en lo que nos podría gustar, salió a comprarlo o lo preparó con sus propias manos y nos lo entregó.

Hacer regalos también propor-ciona una peculiar satisfacción. Cuando encuentras un regalo que sabes que le encantará al benefi-ciario, es divertido entregárselo. El deleite de la persona que lo recibe es a su vez un regalo para nosotros. Nos motiva a continuar dando. Pero piensa por un momento, de todos los regalos que has recibido a lo largo de tu vida, cuáles han sido los más sobresalientes.

Quizá saltaste de emoción cuando te regalaron un videojuego por el que suspirabas. Pero ¿sigue

Mara Hodler

Vivir la Navidad

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Si bien estaba participando en lo que podría llamarse una Navidad tradicional, en vez de ser una tempo-rada de dicha, se me hacía estresante. Me di cuenta de que estaba rodeada y atiborrada de Navidad y, sin embargo, tenía la sensación de que me la estaba perdiendo. Así y todo redoblé esfuerzos, y tuvimos la Nochebuena más frenética que haya vivido nunca. Intercambiamos pilas de regalos y llenamos una bolsa de basura tras otra con papel de regalo y restos de paquetes. Concluida la festividad quedé exhausta. Era como si me hubiera perdido el apoteósico final de una buena película y solo hubiera alcanzado a ver los créditos. ¿Qué había sido de la Navidad?

¿Y los regalos que había escogido con tanto esmero? En el curso de las siguientes semanas y meses encontré varios guardados en el fondo de algún cajón o llenos de polvo en un estante. Descubrí también que algunos de los presentes que yo había recibido carecían de utilidad. Entre todos habíamos gastado un dineral en regalos, y al cabo de unas semanas no parecía que hubieran enriquecido o ennoblecido a nadie.

• Realizar actos de bondad en mi barrio y entorno

• Preparar delicias navideñas para colegas y amigos

• Evitar los centros comerciales• No complicar la Navidad: menos

alboroto y más significado• Pasar el mayor tiempo posible con

mi familia y amigos• Y ¿qué regalo le daré a Jesús? ¡Mi

gratitud!Ya estamos en diciembre. Te

propongo que nos tomemos un rato —antes que se desate la locura de las festividades— para pensar cómo podemos darle un profundo sentido a esta hermosa temporada y evitar que no se nos pase sin que nos demos cuenta.

M ar a Hodler ha sido misio-ner a en Extr emo Or iente y en Á fr ica Or iental. Actualmente vive en Tex as con su esposo y sus hijos y administr a una pequeña empr esa fa miliar. Este artículo es una adaptación de un podcast publicado en Just1Thing1, portal cr istiano destinado a la for mación de la ju ventud. ■

Antes que pienses que soy como El Grinch, deseo aclarar que no me opongo al intercambio de obsequios. Es solo que detesto ver la Navidad eclipsada por un frenesí de compras y un estrés furibundo. La decepción que viví aquel año me enseñó que el verdadero espíritu de la Navidad, el gozo que otorga sentido a esa fecha, es algo que se tiene que buscar. No se da por el solo hecho de que sea diciembre y nos dediquemos a comprar regalos, decorar el árbol y escuchar villancicos.

Estas son algunas cosas que me he propuesto hacer para difundir el verdadero espíritu de la Navidad.• Enviar tarjetas navideñas a mis

seres queridos, ya sea que vivan cerca o lejos

• Contar o leer emotivos relatos navideños a mis hijos y amigos

• Publicar mensajes alegres, profundos y que inviten a la reflexión en mi página de Facebook

• Enviar donativos para obras misioneras que se encarguen de alegrar la Navidad de niños y familias necesitadas

Vivir la Navidad

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Page 14: ViViR LA NAViDAD - Activated

era en francés, mis pensamientos gravitaron hacia Dios.

¿Estaba presente? ¿De verdad me entendía?

«Dios, me dicen que eres un Padre. Yo no sé lo que es eso».

Cerré los ojos y me quedé contemplando mi propio vacío.

Entonces vi una luz. Alumbró mi oscuridad y me tocó. Era cálida y estimulante, serena y tranquilizante, e innegablemente real.

En ese momento una voz me habló al corazón. No era una voz audible, pero sí clara y nítida, firme y amorosa. «Yo soy Padre de los que no tienen padre».

Me quedé mudo. Parado allí, rodeado de personas a las que no conocía y cuyo idioma apenas hablaba, aprendí que mi verdadero Padre siempre está presente y que Su amor por mí es mayor que el de ningún padre terrenal.

Koos Stenger es escr itor independiente. Vive en los Países Bajos. ■

—Dios es tu padre —me dijo el joven—. Vino en Navidad en forma humana. Por medio de Jesús puedes descubrir cómo es Dios.

Aunque me miraba con ojos espe-ranzados, yo no estaba convencido.

—Un padre se preocupa por sus hijos —continuó—. Vela por ellos, está siempre presente.

Me quedé mirándolo y meneé la cabeza en señal de desacuerdo. Se equivocaba. Mi padre nunca se había preocupado por mí, nunca había velado por mí, nunca había estado pre-sente. Se fue cuando yo tenía tres años. Eso me marcó y me hirió en el alma. Mi madre hizo una labor estupenda; pero ¿padre? No, yo no tenía ni idea de lo que era contar con un padre.

—Que Dios sea mi padre no sig-nifica nada para mí —le respondí—. Nunca tuve uno.

Entonces fue el joven quien se quedó mirándome. Adiviné en sus ojos lo que pensaba, que yo era un caso sin remedio. De hecho, había pocas esperanzas para mí. A la primera oportunidad me había

marchado de Holanda —mi país de origen— en busca de la verdad y la felicidad. En ese momento estaba en Francia. Pero hasta entonces no había encontrado sino más soledad. Estaba desaliñado, hambriento, con frío, y sobre todo falto de un padre.

Con razón que el joven no sabía qué hacer conmigo.

Masculló: —Feliz Navidad —y se alejó

presuroso.Yo no tenía nada contra Jesús.

Todo lo que había oído de Él era positivo: un hombre compasivo que sanaba a los enfermos, que perdo-naba a la gente. Me parecía bien conocer a Su padre; pero ¿cómo?

Oí repicar las campanas de una iglesia y caí en la cuenta de que era Nochebuena. ¿Por qué no ir a la pequeña iglesia del pueblo para huir de las tinieblas en que me encon-traba, aunque fuera por un rato? Decidí hacerlo.

Las luces tenues y los cantos me levantaron el ánimo. Aunque no entendí el oficio religioso, dado que

PADRE DE LOS QUE NO TIENEN PADRE

¿Quieres que Dios sea tu Padre? Lo único que tienes que hacer es invitarlo a entrar en ti:

Te ruego que entres en mi vida y me llenes de Tu

amor y luz. Ayúdame a aprender

más sobre Ti y sobre Tu Hijo

Jesús. Amén.

Koos Stenger

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UN

SALVADOR MULTIFACÉTICOHe estando pensando que las tradiciones navideñas varían no solo de país en país, sino también de familia en familia. La comida

En algunos países el plato princi-pal más clásico es jamón o cerdo al horno; en otros, pavo, ganso, pollo, bacalao, tamales, pierogi o una tabla de quesos. Un asado de cordero, ternera o cerdo es bastante común en los países del hemisferio sur en los que la Navidad cae en verano.

Las guarniciones, postres y bebi-das son aún más variados, y dentro de cada familia son muy caracterís-ticos y complejos. Muchas familias combinan distintas tradiciones.

Los regalosAlgunos niños reciben regalos el

24 de diciembre, otros el 25 y otros el 6 de enero. Algunas familias los entregan a lo largo de un par de días, en algunos casos hasta doce. Cuando visité por primera vez a la familia de mi mamá, que es polaca, me enteré de una tradición navideña que tienen, en la que uno de los tíos se disfraza de Santa Claus y da regalos a todos los niños después de la cena de Nochebuena.

Aunque a casi todo el mundo le encanta la Navidad, lo que le gusta a cada uno de la celebración, lo que representa para él, su modo de vivirla y su trato con los demás durante la temporada varía mucho. Creo que con el propio Jesús nos sucede un poco lo mismo: Él significa algo distinto para cada uno. Se nos da a conocer, nos habla y obra en nuestra vida según quiénes somos y qué necesitamos. Sin embargo, esencialmente sigue siendo el mismo: el Hijo de Dios, nuestro Salvador.

La Biblia lo llama de muchas maneras: por ejemplo, «el buen pastor»1, «el pan de vida»2, «la luz del mundo»3, «el camino, la verdad y la vida»4 y «la resurrección y la vida»5.

Es también nuestro sanador6, el defensor de los vulnerables7 y —mi título preferido— nuestro amigo8. Uno podría imaginarse a Jesús diciéndonos hoy en día: «Soy tu confidente», «Soy tu terapeuta», o hasta: «Soy tu novio». Dios se presentó a Moisés diciendo simple-mente «Yo soy el que soy»9. Él es, está en la vida de cada uno de nosotros y se nos presenta en la forma en que lo necesitamos, tanto en Navidad como todo el año.

Jessie R ichar ds participó en la producción de Conéctate desde el 2001 hasta el 2012 y escr ibió var ios artículos en calidad de r edactor a de la r evista. Ta mbién ha tr abajado como r edactor a y editor a par a otr as publicaciones cr istia-nas y portales de Inter net. ■

1. Juan 10:11,14

2. Juan 6:35

3. Juan 8:12

4. Juan 14:6 (RVR 95)

5. Juan 11:25

6. Por ej., Juan 9

7. V. Juan 8:1–11

8. V. Juan 15:13–15

9. Éxodo 3:14

Jessie R ichar ds

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CelebraCión del am r La Navidad es para estar alegre y celebrar. Sin embargo, ¿te pasa que al acercarse la fecha sientes de todo menos alegría y ganas de celebrar?

Si consideras que cada Navidad tiene que ser mejor y más aparatosa que la anterior, probablemente aprovechas ansiosamente cada momento libre para hacer preparativos que te acerquen a ese objetivo. Pero recuerda que a veces menos es más.

Cuanto menos te afanes por crear la Navidad perfecta, más tiempo tendrás para gozar de ella. Cuanto menos te dejes arrastrar por el estrés y las presiones, más alegres y felices serán los momentos que pases con tus seres queridos.

La Navidad se disfruta más cuando no se centra en los adornos, los regalos y las festividades, sino en el amor. La Navidad consiste en pasar buenos momentos con tu familia y amigos, en apreciar y celebrar el amor que se tienen. Es una ocasión de festejar el mayor regalo otorgado a la humanidad. Fue por amor a ti que estuve en la Tierra. Fue ese amor lo que me motivó a andar por tu mundo como un ser humano, a vivir y morir por ti. Piensa en Mi amor esta Navidad y disfrutarás de una temporada verdaderamente gratificadora.

De Jesús, con cariño