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Vulnerabilidad en las comunidades del sur de México frente a los desastres: una
propuesta de gestión de riesgo con equidad
María Teresa Munguía Gil
Mtro. Xavier Moya García
Introducción
Las comunidades del sur de México enfrentan situaciones de desastre periódicamente:
inundaciones, huracanes y tormentas entre otros. Manejar el riesgo con equidad supone
comprender los desastres como procesos sociales, en donde las estructuras sociales son
jerárquicas y las formas de organización como las oportunidades de formación y
capacitación están inmersas en relaciones de poder desigual. El riesgo de desastres hace
visibles las vulnerabilidades diferenciadas por edad, etnia y sexo, por lo que es necesario
transformar las condiciones y posiciones de género en la sociedad. En este artículo se
presenta la experiencia del Programa de Manejo de Riesgos de Desastres de Naciones
Unidas y su desarrollo en comunidades rurales del sur de México.
La península de Yucatán está ubicada en la trayectoria de huracanes, durante la
primavera se presentan marcadas sequías y quemas de origen antrópico (Capurro, 2005).
Sus impactos afectan los diversos ecosistemas, comprometiendo las vidas, empleos y
medios de subsistencia de las familias y representa costos económicos de miles de
millones de dólares en daños materiales.
El riesgo se incrementa en las zonas costeras de esta región, ante la evidente
correlación de factores como la fragilidad de sus ecosistemas, un desarrollo basado en el
modelo económico in sustentable, un tejido social debilitado y una organización social
casi inexistente, así como la exposición de las zonas costeras a las amenazas
meteorológicas arriba mencionadas. La alta vulnerabilidad ambiental, y la oferta de los
recursos de subsistencia en los últimos veinte años generaron un declive en las
actividades productivas. Batllori, (2009) y Munguía, (2009) muestran que la caída en la
captura anual de la pesca de pulpo pasó de 25 a 3 toneladas en 15 años; así mismo la
disminución en el total de especies pesqueras, pasó de 46.6 miles de toneladas en 1996,
año de la máxima pesca, a 28.0 en 2002 y 2003. La línea de tendencia de los últimos 16
años sugiere una paulatina disminución de las capturas hasta valores cercanos a las 20 mil
toneladas en el año 2020 trayendo como consecuencia sobre el territorio: a) crecimiento
de conflictos sociales, b) mayor presión sobre los recursos costeros y c) migración de la
población. Lo anterior se observa en el siguiente gráfico:
Gráfico 1. Captura anual de la pesca de pulpo en Dzilam???
Fuente: Poner la fuente de la gráfica o señalar si es elaboración propia.
Esta situación nos permite dimensionar los riesgos frente a las amenazas de huracanes,
sequías y sobre-pesca, que intensifican las relaciones de poder en la región como
consecuencia de la disputa por los recursos costeros. Estudios como el de Zaldivar (2004)
muestran que la deforestación y perturbación y posterior pérdida de manglares hacen que
las costas sean más propensas a inundaciones y con ello a la pérdida de especies
faunísticas y florísticas en detrimento de las actividades productivas y de servicios, como
puede observarse en el gráfico 2, a continuación:
Gráfica 2. Poner nombre a la gráfica
Fuente: Poner la fuente de la gráfica o señalar si es elaboración propia.
Blaikie (1996) citando a Campbell, nos explica que además del daño del viento y la
inundación causados por los ciclones tropicales, éstos ejercen una gran variedad de
efectos físicos que incluyen vínculos sociales y naturales. La acción del viento y de las
olas tiene impactos inmediatos, pero la erosión y la incursión del agua salada pueden
deteriorar la economía por meses o incluso años. Así mismo, la recuperación del impacto
posterior al paso del huracán carece de políticas y programas que permitan a la población
en su conjunto recuperarse del fenómeno, y acercarse a procesos de gestión integral del
riesgo.
El riesgo y la vulnerabilidad como proceso social
La vulnerabilidad de quienes viven en áreas de riesgo es quizá la más importante causa
de las pérdidas y daños producidos por los desastres (Kofi A. Annan, 1999). Antes del
huracán Isidore en Yucatán el costo del combate a la pobreza equivalía a USD 18,000
dólares; con el impacto del huracán, el costo ascendió a USD 65,000 dólares, lo que
conlleva una reducción en el crecimiento económico de la costa (Batllori, 2009).
Las causas que refuerzan la vulnerabilidad de la población, empiezan con sed de
tierra pues conllevan una desesperada búsqueda de opciones de subsistencia en las
ciudades que crecen (Blaikie, 1996), incrementándose el factor de vulnerabilidad cuando
los países no cuentan con políticas de reducción del riesgo corresponsables de las
inequidades existentes ante cualquier amenaza, sea ésta ambiental o antrópica. Las
poblaciones que desconocen su propia realidad acrecientan su vulnerabilidad al exponerse
a cualquier amenaza, en este sentido, el contexto social no sólo es determinante sino
determinado por las diferencias sociales multifactoriales, de clase, étnicas, de edad y
sexo, así como por las decisiones políticas y económicas que toma el Estado.
Todo proceso social esta relacionado con el ejercicio de poder en las decisiones de
Estado, con las estructuras sociales, el ejercicio de ciudadanía, el modelo de desarrollo y
la justicia social; consecuentemente, el riesgo debe ser visto desde un enfoque integral
para analizar el impacto ambiental, la vulnerabilidad social, económica, las políticas de
riesgo, el contexto sociopolítico, la fragilidad social, de género, y la falta de resiliencia de
la comunidad propensa a responder o absorber el impacto.
La reducción del riesgo —y por ende el de la vulnerabilidad— se entienden como
procesos sociales al considerar que las condiciones y oportunidades están ligadas al
trabajo que desempeñamos al interior de un grupo social. No obstante, las limitantes
establecidas por el modelo económico y las decisiones de los gobiernos fragmentan y
acrecientan la vulnerabilidad de la sociedad en su conjunto. La situación social, vista
desde las relaciones de poder, es en sí misma una forma de cultivar la vulnerabilidad y el
riesgo de las poblaciones con menor posición y condición de prevenir, mitigar o
incrementar su capital resiliente, de ahí que se requiera fortalecer habilidades y
capacidades por edad y sexo para incrementar el capital social en cada comunidad,
municipio o región y responder ante las amenazas.
Riesgo y vulnerabilidad desde el análisis de género
La gestión integral se analiza desde múltiples enfoques; el de desarrollo, el de sistemas
complejos, el intercultural, el de infancia o el de género, todos pensados desde una lógica
distinta pero retomando elementos, medidas y herramientas dirigidas a estudiar y observar
los impactos de la intervención de la amenaza y la vulnerabilidad, que contribuyan al
diseño de estrategias y acciones hacia la disminución del riesgo de desastres en culturas,
poblaciones grupos de edad o sexo.
Los riesgos y vulnerabilidad son conceptos que se han utilizado en todos los
enfoques, sus especificidades dependen de la percepción sociocultural de género y edad
para establecer el tipo de prevención, los preparativos y la estrategia de intervención
“antes, durante y después” de una contingencia. Referirnos a la gestión integral del
riesgo de desastres, es establecer y articular los diferentes tipos de intervención
considerando la prevención – antes conocida como “mitigación de desastres”– la
preparación, la respuesta y la recuperación, de forma articulada entre gobierno y
sociedad, para el diseño y operación de políticas públicas sensibles a los diversos
enfoques mencionados –equidad de género, interculturalidad- y establecer acciones que
respondan a las necesidades de la población y a su capacidad y habilidad para la
participación en la gestión del riesgo.
En este sentido, una política de gestión de riesgos no sólo se refiere a una serie de
medidas unilaterales en un territorio específico, sino por su propósito, a la articulación de
las diversas fuerzas existentes: sociales, políticas, institucionales, públicas y privadas de
todos los niveles territoriales, que fomente la participación democrática y la suma de
esfuerzos y responsabilidades de acuerdo con el ámbito de competencia de cada quien
(Cardona, 2001).
La vulnerabilidad tiene impactos diferenciados en los distintos grupos de una
sociedad (Blaikie y otros, 1994), esto permite reconocer el riesgo al que se exponen
mujeres y hombres frente a la ocurrencia de un evento adverso (Munguía, et al., 2009).
Los impactos que se presentan, producto de una amenaza, tienen como efecto profundizar
la división social del trabajo en las actividades de respuesta y recuperación frente a la
emergencia, acrecentando las desigualdades entre hombres y mujeres, reduciendo los
índices de desarrollo humano y haciendo aún más inequitativa la distribución de los
recursos y beneficios. El riesgo de desastres es vivido de manera diferenciada debido a
que las identidades de género que orientan los comportamientos de hombres y mujeres,
conformadas en las instituciones sociales, conllevan capacidades, habilidades y
posiciones sociales distintas y, por tanto, vulnerabilidades y fortalezas diferenciadas
(Munguía 2009). Socialmente se espera que frente a la vulnerabilidad y el riesgo hombres
y mujeres actúen de acuerdo a la división sexual del trabajo y a los roles de género
constitutivos de las acciones, lo que, en la mayoría de los casos, les lleva a niveles aún
mayores de vulnerabilidad y acrecienta el desastre, como podemos observar en el
siguiente testimonio:
Lo que para los varones es importante es la familia, pero primero las actividades
productivas, mientras que para las mujeres son los refugios, el abasto de alimentos y
agua, la salud y la seguridad de su familia. Carmen Salgado.
Es un poco complicado manejar los
testimonios en recuadros porque el formato de
la publicación es tipo libro, no sé si les parezca
bien incorporarlo al texto. VER
SUGERENCIA ARRIBA
La condición y posición de género conllevan, entonces habilidades y capacidades
diferenciadas por las exigencias sociales a su rol, lo que hace que las formas de gestión
del riesgo sean diferenciadas por género.
Para disminuir el grado de vulnerabilidad y riesgo se requieren formas de
adaptación desde el enfoque de género, entendiendo ésta como los ajustes cognitivos,
culturales, de conducta, comportamiento y habitus (propuesto por Bourdieu) que mujeres
y hombres deben hacer de manera diferenciada para acortar la brecha de las
desigualdades; diseñando estrategias para prever, enfrentar y actuar de manera personal y
comunitaria los efectos de las amenazas ambientales que conlleva desastres.
Las estrategias adaptativas con enfoque de equidad dependerán del manejo y
conocimiento cultural diferenciado por género, y del grado de dependencia o
independencia conseguida con respecto a los recursos disponibles, al acceso y control de
sus beneficios, y a la capacidad local para la gestión del riesgo de desastres con equidad.
El argumento anterior se desglosa en el grafico 3, a continuación:
Grafica 3. Ponerle nombre
Lo que para los varones es importante es la familia, pero primero las actividades productivas, mientras que para las mujeres son los refugios, el abasto de alimentos y agua, la salud y la seguridad de su familia. Carmen Salgado
Fuente: Munguía (2007) Modificado 2009.
Partiendo de esta base de información, corresponde a la organización social
determinar qué nuevas capacidades y habilidades se requieren para acortar la brecha de
las desigualdades, por tanto, de la vulnerabilidad y el riesgo, frente a las amenazas.
La importancia metodológica en el programa de gestión del riesgo con equidad
La relevancia metodológica para acortar la brecha de la desigualdad e incrementar
las capacidades y habilidades para la gestión del riesgo es sumamente importante y es
posible si las estrategias comunicativas son democráticas. Callaghan (2003) señala que la
comunicación es un elemento clave en cualquier estrategia de educación ambiental,
entendiendo ésta como el proceso de interacción social, dirigido a capacitar en el análisis
de conflictos ambientales, en el debate de alternativas y en la toma de decisiones
individuales y colectivas.
El Programa de GREG surge desde este principio comunicativo. En el año 2003,
posterior al impacto del Huracán Isidoro que hizo visible la vulnerabilidad y el riesgo de
la población maya de Yucatán, un equipo de trabajo de diferentes Organizaciones de la
Sociedad Civil: Investigación y Educación Popular Autogestiva A.C. (IEPAAC),
Educación Cultura y Ecología A.C. (EDUCE) y Acción Popular de Integración Social
A.C. (APIS), trabajaron en conjunto con el Programa de Pequeñas Donaciones del Fondo
para el Medio Ambiente Mundial (PPD-FMAM), operado por Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo (PNUD) en México, para el diseño y lanzamiento del programa
ESTRATEGIAS ADAPTATIVAS EN LA GESTIÓN DEL RIESGO =
Capacidades (sexo y edad)
+ Habilidades (sexo y edad)
Niveles de vulnerabilidad (sexo y edad)
+
Organización social con equidad (división del trabajo reconociendo lo reproductivo, productivo y comunitario)
+
Toma de decisiones con base a procesos sociales y ecológicos.
+ Voluntad política (y políticas sensibles al género y al ambiente) y gestión.
“Gestión Integral de Riesgos con Enfoque de Género” en el Sureste de México. El
programa contó con financiamiento inicial para un periodo de dos años, provisto por el
Buró para la prevención y la recuperación de crisis del Programa de las Naciones Unidas
para el Desarrollo (BCPR-PNUD). Sus acciones de capacitación y asesoría permitieron,
en un primer momento, organizarse con la población maya frente a la emergencia y,
posteriormente, desarrollar un proceso de capacitación y formación de expertos/as locales
en la gestión del riesgo. Desde comunidades de aprendizaje se adquirieron conocimientos,
se conformaron promotores/as y se facilitaron herramientas metodológicas para dar
respuesta al riesgo a partir de tres enfoques principales: derechos humanos, equidad de
género e interculturalidad.
De nuevo un testimonio local ilustra nuestra argumentación:
Lo significativo para mí es que se han logrado integrar gran número de mujeres en los
comités de emergencias comunitarios, así como en las diferentes brigadas de apoyo y esto
significa, en primer lugar, la aceptación de los hombres sobre la importancia de la
participación de hombres y mujeres y lo mas importante es que ellas pueden opinar,
incidir, participar y tomar decisiones. Carmen Salgado
Otras experiencias de América Latina, en donde se emplean metodologías
participativas con enfoque de equidad de género ya existentes entre las OSC mexicanas
asociadas, fueron línea base para que el equipo consultor retomara en el diseño de la
estrategia GREG para la intervención en comunidades y municipios de trabajo.
Esta estrategia se centra en los siguientes principios y criterios:
• Fortalecimiento institucional de las organizaciones de la sociedad civil y
de base comunitaria, contrapartes y socios en la implementación del
programa, incluyendo la elaboración de agendas de incidencia en
políticas públicas del tema.
• Creación de capacidades en las comunidades rurales, los gobiernos
locales y estatales, para la adecuada gestión de los riesgos en sus
respectivos territorios, a través de programas formativos
semipresenciales, incluyendo la asesoría y el seguimiento por periodos
de entre 18 y 60 meses.
• Equidad entre los géneros, desagregando información por sexo y edad,
en torno a la situación, necesidades y potencialidades de la población,
incluyendo la ampliación de las capacidades y habilidades de las mujeres
para prevenir y manejar riesgos, así como promover su participación en
la toma de decisiones, específicamente en la conformación de los
comités locales y municipales para el manejo de riesgos.
• Abordaje intercultural de la capacitación y el diseño de soluciones
técnicas, ahora ya probado en microrregiones con más de 13 diferentes
pueblos indígenas.
• Valoración y documentación de los conocimientos y prácticas locales
como base para adaptarse a los efectos del cambio climático.
El proceso de intervención comunitaria se realiza de dos maneras: donde existen
organizaciones de la sociedad civil u organizaciones sociales interesadas en el tema (15
microrregiones), el programa forma alianzas con éstas y son sus equipos los encargados
de las acciones concretas en campo. Donde no se cumple con el criterio anterior (17
microrregiones), el programa cuenta con las Unidades Microregionales para la Atención a
Contingencias (UMAC). En ambos casos, el equipo de trabajo elabora una estrategia para
la gestión de los riesgos de desastre existentes, que permitan la conservación de los
ecosistemas y mejorar la calidad de vida comunitaria, a partir de la gestión local de
riesgos con equidad. Al respecto señala un promotor formado en este programa: Se ha logrado participar, aportar, planear y trabajar por igual en cuanto a la preparación, reducción, pero también en la respuesta pues hemos participado en diferentes tareas hombres y mujeres del equipo, con motivo de los huracanes Wilma y Dean, o bien en las inundaciones de Tabasco. Basilio Chi.
Los equipos locales de trabajo se conforman con dos o tres promotores locales,
de ambos sexos, por microrregión. Entre los requisitos está la experiencia previa en
desarrollo comunitario (3-5 años), hablar la lengua indígena (si es el caso), y contar con el
respaldo de las organizaciones sociales y civiles de su microrregión. El programa financia
y auspicia su capacitación en un diplomado de 420 horas, donde se abordan diversas
temáticas del área de preparación y respuesta ante desastres, desarrollo humano,
interculturalidad, metodologías participativas con enfoque de equidad de género, gestión
municipal, vulnerabilidad y riesgo, entre otras.
El enfoque fenomenológico es el marco de referencia del quehacer de las
personas participantes en el programa y, a través del método participativo con enfoque de
género, se impulsan las acciones locales para el manejo de riesgos. La propuesta
metodológica incluye los siguientes pasos (PNUD, 2009):
a. Propuesta de trabajo con la comunidad –o municipio- para mejorar la gestión del
riesgo de desastre y la aceptación por parte de la comunidad y autoridades
locales.
b. Definición de un comité o grupo de trabajo que incluye mujeres y hombres
interesados en participar.
c. Realización de un diagnóstico rápido sobre el manejo de los riesgos junto con el
grupo de trabajo local, analizando las amenazas, capacidades, vulnerabilidades,
recursos, así como los comportamientos de riesgo de mujeres y hombres de la
comunidad.
d. Análisis de género de los diferentes sistemas de manejo de recursos naturales
existentes en la comunidad, junto con el equipo local/municipal y las
autoridades.
e. Análisis de género en los distintos sectores sociales y/o organizaciones de base
presentes en la comunidad, junto con el equipo local/municipal y las
autoridades.
f. Diseño del plan de gestión de riesgos, con los principales sectores de la
comunidad/municipio, promoviendo la asistencia de las mujeres y la
participación activa de éstas en la construcción de la estrategia y el plan local.
Cuando la disparidad de poder entre mujeres y varones es notable, es
recomendable organizar reuniones especiales con mujeres para que puedan
expresar su opinión y discutir en público.
g. Validación, acuerdos internos y externos de colaboración, y nombramiento de
personas responsables en la implementación del Plan Local de Manejo de
Riesgos de la comunidad o municipio.
h. Diseño de indicadores que permitan analizar, medir y evaluar el avance en la
implementación del plan local, así como de la participación efectiva y la
respuesta de mujeres y hombres de la comunidad en general.
Además de las estrategias y planes locales/municipales de gestión de riesgos de
desastre, son necesarias las alianzas entre comunidades y otros actores para modificar,
evaluar y diseñar políticas públicas que conduzcan a reducir la vulnerabilidad del
territorio y del sistema en general. Para esto, se usan acciones como las siguientes:
i. Diseño de una agenda política de incidencia para la negociación de estrategias
locales/municipales/estatales de manejo de riesgos frente a contingencias, en la
que participan comunidades, organizaciones sociales y civiles, funcionarios/as
varios/as, entre otros.
j. Gestión y negociación con tomadores/as de decisión para la implementación de
las propuestas de políticas públicas elaboradas.
Metodologías de gestión de riesgos con perspectiva de género (GREG)
Considerando la importancia de contar con herramientas metodológicas con enfoque de
género en la ejecución del programa, se han retomado algunas y adaptado otras para ser
aplicadas en las estrategias y planes locales, de modo que se garantice la
transversalización del enfoque de género y la reducción de las inequidades y la
vulnerabilidad que éstas conllevan. Las herramientas incluyen cuatro grandes conjuntos
(PNUD, 2009):
1. Herramientas para analizar las capacidades y comportamientos de
riesgo por sexo y edad y reducir la vulnerabilidad en el desarrollo, que incluyen
mapa de riesgos contemplando recursos sectores y actores, tabla de amenazas y
factores de vulnerabilidad por sexo, planeación del uso sostenible del suelo y los
recursos hídricos y blindaje de inversiones.
2. Preparación y respuesta ante eventos climáticos: plan local/municipal
de gestión de riesgos, evaluación de daños y análisis de necesidades
desagregadas por sexo, planeación participativa de la rehabilitación y
reconstrucción. Considerando en este conjunto de herramientas la participación
de las mujeres en el diseño y ejecución del plan.
3. Construcción de conocimientos y aprendizajes: diseño curricular
intercultural, técnicas didácticas y de comunicación popular, comunicación
comunitaria.
4. Herramientas para el diseño de agendas sociales para que las UMAC’s
tengan un papel más activo en la gestión e incidencia municipal y estatal, y
propongan a los y las tomadoras de decisión que se involucren en el diseño de
políticas públicas ambientales y de desarrollo con enfoque de género.
Esta metodología ha propiciado una mayor participación de las mujeres con excelentes
resultados:
Antes, al participar sólo los hombres, se dejaban sueltas muchas cosas que ellos no veían.
En la prevención y preparación, la participación de mujeres ha hecho más eficaz la
atención de las necesidades básicas de higiene, salud, alimentos y, sobre todo, la oportuna
distribución y manejo de ayuda humanitaria después de algún desastre. Testimonio de las
Unidades Microrregionales de Atención a Contingencias, del PMR-PNUD.
El siguiente gráfico, extraído del reciente Foro Mundial del Agua, 2006, muestra
cómo se puede combinar metodologías de preparación inmediata y respuesta ante
desastres, con otras de prevención y mitigación, que orientan más a revisar de fondo los
modelos de desarrollo que generan vulnerabilidad ante futuras contingencias. Este
enfoque se conoce ya como la gestión integral de los riesgos de desastre. El programa
GREG del PNUD en México lo intenta implementar además, con una orientación a la
equidad entre géneros y entre grupos étnicos diferentes.
Grafico 4. Ciclo de la Gestión Integral de Riesgos
Fuente: Foro Mundial del Agua 2005, adaptado por Munguía (2007)
El programa GREG estimula un proceso de reflexión conceptual y metodológica
que orienta el diseño de una estrategia de fortalecimiento de las capacidades de agentes
implicados en la gestión de los riesgos de desastre, impulsando la incorporación del
enfoque de género en las agendas y actividades de planificación de la gestión de riesgos
en la región.
El programa también favorece la creación de una comunidad de intercambio y
aprendizaje donde identificar, compartir, sistematizar, difundir y potenciar los recursos y
servicios en torno a la transversalidad de género y la gestión de los riesgos de desastre.
Los municipios en los que se ha implementando el programa presentan avances
diferenciados con respecto a aquellos en los que sólo se trabaja el tema de la protección
civil cuando se da respuesta a las emergencias. Los avances son referidos por hombres y
mujeres que participan en el programa y de las comunidades, se muestran en la tabla 1
precisando que explicar la tabla en forma sintética: Tabla 1. Ponerle título a la tabla
Aspecto Municipios sin
proyecto de GREG Municipios con Proyecto de GREG
Metodología
No participativa;
promueve decisiones
verticales y
concentradas y
desestimula la
corresponsabilidad.
• Marco conceptual y herramientas metodológicas
con enfoque de equidad de género.
• Herramientas diseñadas para analizar
las capacidades, habilidades y comportamientos
de riesgo por sexo y edad, y reducir la vulnerabilidad en
el desarrollo: mapa de riesgos de recursos, sectores
y actores, tabla de amenazas y factores de
vulnerabilidad por sexo, planeación del uso sostenible del
suelo y los recursos hídricos, blindaje de inversiones.
Líderes
Locales
La exigencia
y capacitación previa
no son exigibles.
Las personas
son designadas
por periodos
• Mayor visibilidad de la participación de las
mujeres en la gestión de riesgos de desastre.
• Apertura a liderazgos femeninos en momentos de
crisis.
• 32 equipos microrregionales integrados con cuotas
de género; sensibilizados y formados en este enfoque.
• Unidades microrregionales del programa,
Aspecto Municipios sin
proyecto de GREG Municipios con Proyecto de GREG
administrativos
cortos.
Organizaciones sociales y civiles con planes
de incidencia en política de riesgos.
• 129 expertos/as locales graduados en 4 generaciones
del diplomado del programa.
• 553 promotores/as comunitarios,
personal gubernamental de 60 municipios y de
4 gobiernos estatales en capacitación constante.
• Cobertura a 196 municipios, más de
1,000 comunidades y 184 cooperativas, con planes
y personal capacitado (nivel municipal, comunitario
y de empresa social).
Comunidade
s y
Municipios.
• Alerta
oportuna sólo hasta
cabeceras
Municipales.
• Evacuación
sólo del 20-50% de la
Población
(evaluación durante
el huracán Emily,
2005).
• Dependencia de
las comunidades
y lentitud
para evaluar daños;
resultados inexactos
y generalizantes.
• Infraestructura
y equipo destruido
en un 50%
(caso huracán Wilma,
• Aviso oportuno a todas las comunidades,
con mensajes diferenciados por género y grupo étnico,
dentro de los 196 municipios de 32 microrregiones en
7 estados.
• Evacuación voluntaria del 97% de la
población durante los últimos eventos adversos
(huracanes Emily, Wilma y Dean).
• Protección del 98% de embarcaciones y
proyectos ecoturísticos, 80% de apiarios, casi total
en agricultura y agroforestería (caso evaluado en
el huracán Wilma, 2005).
• Autoevaluación rápida preliminar, desagregada
por sexo, tanto de los daños, como de las necesidades
humanitarias, y se emitan propuestas de recuperación
temprana.
• Análisis de Riesgos y
Planes comunitarios/municipales, y
de organización/empresa, con información
desagregada por sexo y estrategias específicas por
género.
Aspecto Municipios sin
proyecto de GREG Municipios con Proyecto de GREG
2005). • Blindaje de más de 200 proyectos de mujeres
y hombres.
Política
pública
• Políticas
centralizadas.
• Estado responsable
de la seguridad.
• Hacer realidad una Gestión de Riesgo con un enfoque
de derechos.
• Revisión de Atlas de Riesgos, Planes de
Protección Civil y Leyes y reglamentos estatales,
para incluir una visión integral del manejo de los
riesgos y el enfoque de equidad.
• Blindaje de proyectos de mujeres y hombres, tanto
en programas privados e internacionales, como a nivel
de los gobiernos estatales y dependencias federales.
• Tomadores de decisión que incorporan la
perspectiva de género en planes de contingencia y
planes de recuperación
articulados interinstitucionalmente.
Los programas de gestión de riesgos con equidad deben estar orientados a validar el papel
de mujeres y hombres como actores sociales en el uso, manejo y decisión sobre la
relación de éstos con su ambiente, debe también reconocer que ciertas prácticas de
manejo de riesgos, adaptación y mitigación del cambio climático, comienzan y se
desarrollan a nivel local (Breton, Yvan et al, 2006), de manera diferenciada por sexo y
edad, y que ello permite mejores estrategias de organización social para el desarrollo.
Ofrece una oportunidad única para examinar los entornos socioeconómicos y culturales,
el conocimiento tradicional, las organizaciones políticas de las comunidades y la equidad
en la gestión del riesgo, disminuyendo además la vulnerabilidad ambiental, de género y
cultural y neutralizando las relaciones de poder desigual.
La implementación de esta agenda, a través del Programa GREG del PNUD, es un
proceso dinámico en tiempo y espacio que debe adaptarse a circunstancias políticas,
humanas, ambientales, culturales y de género en cada territorio. De ahí que el monitoreo
de indicadores y los simuladores, así como los propios eventos de desastre, deben ser
considerados para la evaluación del programa y de la transversalización de los enfoques
dentro del mismo profundizando así en el binomio gestión de riesgos y equidad de
género, de manera que se institucionalice y pueda contar con indicadores de evaluación y
monitoreo también en los diferentes niveles de gobierno.
Consideraciones finales
Los instrumentos internacionales son, en sí mismos, un compromiso para institucionalizar
el enfoque de género: la CEDAW (1981) en la eliminación de todas las formas de
discriminación a las mujeres; el ECOSOC para intensificar esfuerzos en el diseño de
políticas y programas con enfoque de género; la Agenda 21 en la igualdad en el desarrollo
sostenible; y el Marco de acción de Hyogo 2005 – 2015 sobre reducción del riesgo de
desastres, que han permitido establecer el tema del Manejo de Riesgos con perspectiva de
género en la agenda nacional. En 2009, con una estrategia conjunta de organismos
internacionales de la ONU, instancias del gobierno federal (Coordinación General de
Protección Civil, INMUJERES, INDESOL y SEMARNAT), y representantes de la
academia y la sociedad civil organizada, se lanza el programa conjunto para
transversalizar la perspectiva de género dentro del sistema nacional de Protección Civil,
que incluye acciones nacionales generales y algunas más intensas en 4 estados piloto
(Quintana Roo, Tabasco, Chiapas y Yucatán) durante el 2009 y el 2010.
El diálogo y la atenta observación de la realidad empírica, es decir, de las
lecciones que nos dejan los recientes desastres (huracanes Emily, Wilma y Dean, así
como las inundaciones de Tabasco-Chiapas 2007), han permitido que se construya una
comprensión común del problema y sus posibles soluciones. Los procesos locales de
GREG deben ser integrales y con participación de mujeres y hombres si queremos
aprovechar la riqueza de los saberes, del aporte ciudadano y transitar hacia escenarios que
reduzcan la vulnerabilidad y riesgo.
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