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:: portada :: Palestina y Oriente Próximo :: 26-08-2017 Wahabismo y salafismo Óscar Carrera La Voz del Sur Al igual que lo que hoy conocemos como ecumenismo cristiano o meditación budista, el fundamentalismo islámico es en gran medida un producto de siglos recientes. Ello no quiere decir que no haya habido fundamentalistas antes en el islam: en la propia Al-Ándalus los almorávides se atribuyeron el derecho de conquista de unos reinos de taifas que percibían como laxos, y lo mismo hicieron con los almorávides los aún más severos almohades. Lo que sí quiere decir es que la versión del fundamentalismo islámico que hoy se extiende por el mundo es una muy concreta, y tiene un origen claramente fechable: Arabia, siglo XVIII. Floreció allí y entonces Muhammad ibn Abd al-Wahab, fundador de una corriente conocida, por su apellido, como wahabismo. Es sorprendente el escaso conocimiento en Occidente de personajes semejantes, que han tenido un impacto decisivo sobre el mundo en que vivimos y que luchamos, a veces desesperadamente, por comprender. Quizá nos ayude repasar la historia de Wahab, el padre del fundamentalismo islámico moderno. Entre los siglos XV y XVIII, la cabeza del mundo musulmán era el Imperio turco otomano (1299-1922), con capital en Estambul desde 1453. El Imperio incluía las ciudades sagradas de Meca, Jerusalén y Medina, y su élite cultural hablaba tres lenguas: turco, árabe y persa. En su extenso territorio vivían cristianos, judíos y otras minorías religiosas a cambio de un impuesto adicional. Hacia finales del siglo XV la mayoría de los habitantes del Imperio eran cristianos, y aún a principios del XIX los musulmanes no superaban el 60%. Este carácter multicultural bastaba, como era de esperar, para que algunos clérigos y juristas consideraran a los otomanos poco más que paganos disfrazados, excesivamente asimilados a influencias externas. Uno de esos juristas era Muhammad ibn Abd al-Wahab (1703-1792), que se dedicó en cuerpo y alma a predicar a las tribus árabes una versión "purificada" del islam, desprovista de prácticas "idólatras" como el culto a los santos y fundamentada en la más estricta de las cuatro escuelas jurídicas islámicas, la hanbalí. Los primeros actos de proselitismo público que se le recuerdan a Wahab fueron del estilo de destruir tumbas populares, cortar árboles sagrados u organizar la lapidación de una mujer adúltera. Quizá no nos sorprenda saber que el férvido predicador fue expulsado de su propio pueblo y se refugió en la ciudad de Diriyah, lo que favorecerá a su carrera. Algunos de los elementos de los que Wahab quería expurgar el islam eran simplemente tradiciones desconocidas para los beduinos de su aislada región natal, Nejd. Sus planes de reforma, que como los de los futuros talibanes no distinguían claramente entre el islam y las normas de su propia tribu, despertarán durante mucho tiempo el rechazo y la irrisión de las élites intelectuales de El Cario o Estambul, ignorantes de que las tornas cambiarían. Ya en vida vio Wahab notables avances en la implementación de sus ideas, como el derrocamiento del gobernador de la Meca, que fue asesinado por sus seguidores (quienes también destrozaron las abundantes tinajas de vino del gobernador), y, sobre todo, la firma de un pacto con la casa de Saúd en 1744, el llamado pacto de Diriyah, en virtud del cual fue fundado el emirato de Diriyah, en el que el reformador gozaba de la máxima autoridad en materia religiosa. Sin embargo, no fue hasta 1932 cuando la Arabia saudita se independizó en su conjunto del Imperio otomano, convirtiéndose en el primer Estado islámico moderno. Las leyes actuales del país, que han hecho correr ríos de tinta, están fundadas en la page 1 / 3

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:: portada :: Palestina y Oriente Próximo ::

26-08-2017

Wahabismo y salafismoÓscar CarreraLa Voz del Sur

Al igual que lo que hoy conocemos como ecumenismo cristiano o meditación budista, elfundamentalismo islámico es en gran medida un producto de siglos recientes. Ello no quiere decirque no haya habido fundamentalistas antes en el islam: en la propia Al-Ándalus los almorávides seatribuyeron el derecho de conquista de unos reinos de taifas que percibían como laxos, y lo mismohicieron con los almorávides los aún más severos almohades. Lo que sí quiere decir es que laversión del fundamentalismo islámico que hoy se extiende por el mundo es una muy concreta, ytiene un origen claramente fechable: Arabia, siglo XVIII. Floreció allí y entonces Muhammad ibn Abdal-Wahab, fundador de una corriente conocida, por su apellido, como wahabismo. Es sorprendenteel escaso conocimiento en Occidente de personajes semejantes, que han tenido un impactodecisivo sobre el mundo en que vivimos y que luchamos, a veces desesperadamente, porcomprender. Quizá nos ayude repasar la historia de Wahab, el padre del fundamentalismo islámicomoderno.

Entre los siglos XV y XVIII, la cabeza del mundo musulmán era el Imperio turco otomano(1299-1922), con capital en Estambul desde 1453. El Imperio incluía las ciudades sagradas deMeca, Jerusalén y Medina, y su élite cultural hablaba tres lenguas: turco, árabe y persa. En suextenso territorio vivían cristianos, judíos y otras minorías religiosas a cambio de un impuestoadicional. Hacia finales del siglo XV la mayoría de los habitantes del Imperio eran cristianos, y aún aprincipios del XIX los musulmanes no superaban el 60%. Este carácter multicultural bastaba, comoera de esperar, para que algunos clérigos y juristas consideraran a los otomanos poco más quepaganos disfrazados, excesivamente asimilados a influencias externas. Uno de esos juristas eraMuhammad ibn Abd al-Wahab (1703-1792), que se dedicó en cuerpo y alma a predicar a las tribusárabes una versión "purificada" del islam, desprovista de prácticas "idólatras" como el culto a lossantos y fundamentada en la más estricta de las cuatro escuelas jurídicas islámicas, la hanbalí. Losprimeros actos de proselitismo público que se le recuerdan a Wahab fueron del estilo de destruirtumbas populares, cortar árboles sagrados u organizar la lapidación de una mujer adúltera. Quizáno nos sorprenda saber que el férvido predicador fue expulsado de su propio pueblo y se refugió enla ciudad de Diriyah, lo que favorecerá a su carrera.

Algunos de los elementos de los que Wahab quería expurgar el islam eran simplemente tradicionesdesconocidas para los beduinos de su aislada región natal, Nejd. Sus planes de reforma, que �comolos de los futuros talibanes� no distinguían claramente entre el islam y las normas de su propiatribu, despertarán durante mucho tiempo el rechazo y la irrisión de las élites intelectuales de ElCario o Estambul, ignorantes de que las tornas cambiarían. Ya en vida vio Wahab notables avancesen la implementación de sus ideas, como el derrocamiento del gobernador de la Meca, que fueasesinado por sus seguidores (quienes también destrozaron las abundantes tinajas de vino delgobernador), y, sobre todo, la firma de un pacto con la casa de Saúd en 1744, el llamado pacto deDiriyah, en virtud del cual fue fundado el emirato de Diriyah, en el que el reformador gozaba de lamáxima autoridad en materia religiosa. Sin embargo, no fue hasta 1932 cuando la Arabia sauditase independizó en su conjunto del Imperio otomano, convirtiéndose en el primer Estado islámicomoderno. Las leyes actuales del país, que han hecho correr ríos de tinta, están fundadas en la

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autoridad de Wahab y sus seguidores. Es intrigante que estas leyes comprendan prácticascomúnmente asociadas a los talibanes o al grupo terrorista Daesh (ISIS), como la ejecución pordecapitación, que sólo Arabia Saudita practica entre todos los países del mundo, o la demolición depatrimonio histórico (mezquitas, mausoleos...) en su propio territorio, incluyendo el cementeriodonde estaban enterrados algunos de los compañeros de Mahoma en 1806 o las tumbas de lafamilia del profeta en 1925. Esta destrucción indiscriminada de monumentos, bajo la creencia deque respetarlos supone alentar el "politeísmo", carece de precedentes históricos: se calcula que el90% de los cascos históricos de las ciudades de Meca y Medina ha sido derruido para hacer sitio aconstrucciones modernas.

Poco lejos habría llegado esta clase de islam rigorista y maximalista si se hubiera reducido a unareforma nacionalista saudita del siglo XVIII. Fue la situación colonial la que le permitió reapareceren otros pueblos y latitudes, dando lugar a lo que hoy conocemos como salafismo (de salaf: [elislam de los] 'antepasados'), un término que agrupa una multitud de corrientes islámicas que seoponen a la influencia democratizadora y secularizadora de los países occidentales, y aspiran a unsupuesto "retorno" al modelo político y social de los primeros muslimes, tal como cada grupo loentiende. A diferencia del temprano wahabismo, las ideologías salafistas son por lo generalinternacionalistas y su enemigo común es el secularismo moderno (desconocido para Wahab y lossuyos), aunque su ámbito de acción se reduce con frecuencia a un país o comunidad; a vecesincluso se muestran críticas con algunos de los excesos de los monarcas sauditas. Sin embargo, elejemplo de éstos quedará asociado a sus primeros grandes referentes, en parte porque, por rudoque fuera, era el único disponible hasta entonces de un Estado "puramente" islámico. Tal fue elcaso del indio Siddiq Hasan Khan, alma del movimiento Ahl-i Hadith (c. 1850), a quien lasacusaciones de wahabista le costaron su cargo en el British Raj, y del fundador de los HermanosMusulmanes (1928) Hasan al-Banna, que deseaba un modelo político de inspiración similar paraEgipto, aunque serán seguidores como Muhammad Qutb los que construirán puentes ideológicoshacia la dinastía de Saúd.

Aunque el "salafismo" más vistoso actualmente sea el de grupos terroristas como Al-Qaeda o Daesh(ISIS), la verdadera invasión es silenciosa y está ampliamente financiada por los petrodólares de lospaíses del golfo Pérsico. Con éstos se construyen mezquitas, se publica una inmensa literatura, secrean cátedras y se patrocinan programas de audiencia mundial, que han conseguido, desde losaños 70, que en países lejanos al mundo árabe como India o Malasia los hijos se dejen más barbaque sus padres o las hijas lleven más velo que sus madres. Pues el salafismo afectainvariablemente a las costumbres, al mundo privado y familiar, y no necesariamente se traduce enun programa político como el de los partidos islamistas, ni mucho menos en uno bélico-terroristacomo el del yihadismo, que es una corriente muy minoritaria. Esta expansión de la sensibilidadsalafista, que desde dentro es interpretada como un renacimiento islámico, es considerada por laspotencias occidentales como una amenaza, sobre todo desde la propagación del terrorismo global apartir de los años 90 (tras más de dos siglos de "fundamentalismo" islámico moderno).

Es innegable que el escenario sería muy diferente si lo que se exportara a todos los rincones delglobo fuera, por ejemplo, el sunismo malikí de Marruecos o Senegal, mucho más flexible. Sinembargo, no parece ser ésta la tendencia: en 2009 se calculaba que había cerca de 50 millones desalafistas en el mundo, cifra que crece velozmente. Aquellos que están involucrados activamenteen grupos yihadistas podían sumar unos 106.000 en 2014. Comparados con un total de unos 1.600millones de musulmanes, se puede apreciar lo desmedido de la influencia de este 3,1% desalafistas (y 0.0066% de yihadistas): a raíz de los atentados terroristas del 22 de marzo de 2016 enBruselas, se estimaba que el 95% de los cursos de islam para musulmanes en la ciudad estaban a

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cargo de predicadores entrenados en Arabia Saudí.

Fuente original: https://www.lavozdelsur.es/wahabismo-y-salafismo

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