white, george h. - llego de lejos

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White, George H. - Llego de Lejos

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CAPTULO PRIMERO

CAPTULO PRIMERO

Eran las cuatro de la madrugada cuando Betty Seton lleg al Cuartel de Polica del Distrito de Brooklyn. En la antesala, un grupo bastante numeroso de marineros borrachos, rateros y atracadores aguardaban el momento de ser introducidos a la sala contigua. Tambin haba all un nio perdido, dos menores de edad capturados junto con el dueo del establecimiento que les permiti entrar en su local, una mujer histrica, una dama en traje de noche y un caballero de frac, dos mujeres con aspecto de haberse atacado con las uas y un par de conductores de taxi que se contemplaban con odio por delante del abombado trax y los brazos cruzados del agente que los haba detenido.

ste era el cuadro de todas las noches, la resaca de las primeras horas de la madrugada que arrojaba entre los brazos de la ley a todos aquellos que solan aprovechar las horas de oscuridad y silencio para bur1arla. Betty Seton, que era asidua visitante del cuartel de polica y estaba acostumbrada a este espectculo, se acerc al alto mostrador donde un aburrido sargento haca lista de todos los objetos sacados de los bolsillos de los detenidos.

- Algo nuevo, O'Hara?

El sargento levant los ojos para clavarlos en el lindo rostro, un poco desencajado por el cansancio, que asomaba por el otro lado del mostrador.

-Hola, miss Seton -contest-. No, nada de inters para su peridico, si es eso lo que quiere decir. Robos, atracos, escndalo nocturno... Lo de todas las noches.

- Se encuentra en su despacho el capitn Bliven?

-No le vi salir -contest el sargento. Y sealando con un movimiento de cabeza al largo pasillo, aadi-: Ya conoce el camino.

Betty Seton se introdujo por el corredor. A derecha e izquierda, algunas puertas abiertas le permitan ver el interior de las habitaciones en donde los detectives interrogaban, escuchaban pacientemente o amonestaban con severidad, segn la ndole del detenido y la gravedad de las faltas por las que haba sido detenido. Constantemente estaban abrindose y cerrndose puertas, entrando y saliendo policas llevando del brazo a hombres y mujeres de todas las edades y cataduras. La corriente de aire que circulaba por el pasillo iba impregnada del perfume del caf, del olor a emparedados de salchicha rancia y del rumor de sillas arrastradas, ficheros metlicos que se abran, teclear de mquinas, repicar de telfonos, voces que protestaban airadas y chasquidos de alguna que otra bofetada.

Hacia el fondo del pasillo, una puerta vidriera tena grabado en el cristal: Captain Bruce R. Bliven. Esta puerta se abri cuando la periodista iba a empujarla y por ella salieron una mujer y un hombre de aspecto respetable y compungido, entre los que andaba una muchacha bien vestida, el rostro cubierto por las manos entre cuyos dedos sollozaba. En pos del tro salieron un joven de unos 17 aos con la faz muy roja y un polica de rostro impasible.

Betty Seton se hizo a un lado para dejar paso al cortejo y entr en el despacho. El capitn Bruce R. Bliven, que sostena la puerta abierta, hizo una mueca de disgusto al verla.

- Llego en mal momento? -pregunt Betty pasando por delante del capitn y yendo a tomar asiento en un confortable silln tapizado de cuero.

El capitn, que era un hombre de unos 40 45 aos, robusto y recio de espaldas, cerr la puerta y se qued mirando a la joven mientras ella humedeca con saliva el extremo de una larga carrera que presentaban sus medias de cristal a todo lo largo de la esbelta pantorrilla.

Betty Seton sigui la direccin de la mirada del oficial, se cubri las afiladas rodillas con la falda y sonri.

- Qu le trae por aqu? -pregunt Bliven avanzando hasta un velador cercano y tomando de una bandeja una tetera y una taza de caf.

-Vena por aquel reportaje sobre el uso de estupefacientes que usted me prometi y, de paso, a ver si caa alguna noticia sensacional.

- Cunto tiempo lleva usted en Nueva York? -pregunt Bliven con brusquedad, tendindole la taza vaca.

-Un ao -contest Betty tomando la taza y acercndola al pico de la tetera.

- Y todava espera usted descubrir algo sensacional en un cuartel de la Polica? -gru Bliven vertiendo el caf en la taza-. Debiera saber por experiencia que los casos de robo, estupro, rapto y dems sucesos que aqu se registran cada noche carecen de inters para el lector habitual. El pblico est saturado de noticias de esta ndole, miss Seton. Tiene usted talento. Por qu no escribe sobre otras cosas y deja a los periodistas viejos o remolones la tarea de desbastar los bancos de las comisaras?

- Me est usted animando a volver a mi vieja granja de Pensilvania, capitn? -murmur Betty contemplando el negro lquido que se agitaba en el fondo de su taza.

-Si estaba bien en su vieja granja, no veo razn para que zancajee por el asfalto de Nueva York arrastrando sus tacones torcidos. Esto es como una jungla, miss Seton. O devora uno o es devorado. Si carece de pretensiones o amigos que la ayuden, ser mejor que regrese a Pensilvania. Est ciudad est llena de talentos que se pudren tras una mesa de oficina o dentro de la sudada camisa de un vendedor ambulante.

Betty Seton se mir los altos tacones de sus zapatos, los cuales estaban efectivamente torcidos y despellejados. Las palabras del capitn Bliven tenan todo el amargo sabor de una verdad conocida.

-No es ambicin lo que me falta -asegur frunciendo sus rojos y gordezuelos labios-. Lo que necesito es una oportunidad...! Una buena oportunidad!

-Naturalmente -contest Bliven con sarcasmo-. Qu cree usted que necesitan los miles de escritores, artistas, pintores, dibujantes, msicos e inventores que pululan entre los ocho millones de habitantes de esta ciudad?

Betty Seton adelant sus carmneos labios para contestar pero uno de los telfonos repiquete. El capitn se sent sobre la mesa mientras aplicaba el auricular a su odo.

- Otro? -exclam despus de escuchar la voz que gangueaba por el aparato-. De qu se trata esta vez?

La voz volvi a ganguear. El capitn hizo una mueca.

- Vaya por Dios! Triganlo aqu -refunfu. Y colgando el telfono dijo a la periodista-. Otro chiflado que ha sido encontrado vagando por las calles. Es el segundo de la noche, pero ste al menos tiene originalidad. Asegura ser, un marciano u hombre de no s qu otro planeta. Los napoleones van quedando anticuados.

Betty sonri forzadamente y dijo:

-Respecto a esa oportunidad, qu le parece si escribiramos un buen serial acerca de la difusin del narcotismo entre los menores de edad de esta ciudad?

-Olvdelo -contest Bliven-. Ya se ha escrito cuanto haba sobre el asunto. Yo mismo he facilitado cuantos informes y experiencia propias posea acerca de ese tema. No podra escribir usted nada que no haya sido repetido un milln de veces. Si quiere el consejo de un buen amigo...

Betty Seton cerr los ojos para escuchar las palabras fatales: Vuelva usted a su granja de Pensilvania y dedquese a criar polluelos.

Pero el capitn no lleg a rematar la frase porque la puerta se abra en aquellos momentos cediendo el paso a un individuo vestido de forma llamativa, al cual segua un agente uniformado.

Miss Seton abri tambin sus lindos ojos azules y los clav entre admirada y sorprendida en el recin llegado. ste era un joven de unos 25 26 aos, alto, atltico, vestido con una especie de mono de un tejido negro y brillante (satn seguramente) el cual se cerraba en los puos, cuello y tobillos con unos pasadores dorados incrustados de cristales rojos tallados en forma de estrellitas. Sobre el ancho pecho del atleta y al parecer directamente pintado sobre la tela, se vea un gran crculo dentado dorado del que destacaban una media luna y un lucero apresado entre los cuernos de sta, todo dorado sobre fondo rojo.

Sobre los anchos hombros del joven descansaban unas placas de metal, tambin dorado. El atleta llevaba adems un ancho cinturn y zapatos de cuero o cartn amarillo. Pero lo ms sorprendente de todo, sobre todo tratndose de un desequilibrado mental, era el rostro de aquel hombre, de una correccin y una belleza varonil realmente extraordinarias. Sus ojos, grandes e inteligentes, armonizaban con la expresin tranquila, bondadosa y simptica de sus facciones.

-Pobre muchacho -pens Betty sintiendo despertar en ella sus instintos maternales-. Tan guapo, tan fuerte, y chiflado.

El capitn Bliven, acostumbrado a tratar con estos desdichados, adopt una actitud amable y atareada.

-Estoy muy ocupado en estos momentos, seor... cmo dijo que se llamaba?

-No lo dije -contest el joven atleta mostrando una doble hilera de dientes fuertes, blancos e iguales al sonrer-. Pero puede llamarme usted Ram Takau. se es mi nombre.

Tanto miss Seton como el capitn notaron que el joven hablaba con cierto acento extranjero, pero aquello formaba parte seguramente de la ficticia personalidad que crea poseer el demente.

-As que Ram Takau -dijo el capitn sonriendo-. Encantado de conocerle, seor Ram Takau. Tengo entendido que andaba usted extraviado en busca de cierta direccin cuando le encontr el agente Hyland. Podemos ayudarle en algo?

-As lo espero -contest el interpelado volviendo a sonrer de aquella su especial manera optimista y simptica-. Busco el edificio de las Naciones Unidas. Esta ciudad se llama Nueva York no es cierto?

-S, claro, desde luego -dijo Bliven gravemente-. Slo que no es probable que a estas horas de la madrugada encuentre usted a nadie en la sede de las Naciones Unidas.

-No me importa esperar -asegur el joven.

-Muy bien. Dnde quiere esperar? Aqu, o le llevamos a su casa?

- A mi casa?

-Usted tendr tambin casa en Nueva York, por supuesto -insinu Bliven astutamente.

Y el joven vestido de negro exclam:

- Oh, no! Mi casa queda bastante lejos de aqu.

- Dnde vive usted?

-Actualmente en el autoplaneta Ragt.

-Eso debe quedar por Richmond -medi el agente Hyland guiando un ojo a Betty.

Y Ram Takau contest:

-No. Nuestra flota de autoplanetas, el Ragt entre ellos, se encuentra ahora describiendo una rbita de satlite alrededor de ese planeta que ustedes llaman Saturno.

El capitn Bliven frunci el ceo, en tanto Betty haca esfuerzos para contener su risa.

- As que llega usted de Saturno? -refunfu Bliven.

-Temo que no me haya comprendido usted, seor Bliven -dijo el supuesto saturnino-. Aunque nuestras astronaves estn ancladas cerca de Saturno no es precisamente de aquel planeta de donde venimos, sino de otro, muy lejano... muchsimo ms lejano.

-Deb comprenderlo -dijo Bliven con aire pesaroso-. Tiene usted en el rostro inconfundibles huellas de sentirse muy cansado despus de un viaje tan largo.

-No es cansancio fsico lo que nos aflige, sino acuciante necesidad moral de sentirnos a salvo y seguros en un mundo verdadero, con una atmsfera y un sol autnticos, con plantas verdes, ocanos, montaas y ros. Durante un tiempo equivalente a unos doscientos aos de la Tierra nuestro pueblo ha estado viviendo encerrado en sus planetas artificiales, rodeado por todas partes de acero y cemento. Nadie puede comprender lo que significan dos siglos de continuo viajar por el espacio hasta haber vivido esa amarga experiencia.

- Claro, claro! -exclam el capitn Bliven con acento compungido- Nos hacernos cargo, seor Ram Takau... nos hacemos cargo.

El telfono repiquete y el capitn lo tom con ademn irritado acercndolo a su odo. Mientras l escuchaba, el supuesto astronauta miraba a su alrededor con curiosidad. Sus ojos fueron a encontrarse con los de miss Seton, que le contemplaban llenos de inters. Betty sonri, y el gigante vestido de negro y oro correspondi a esta sonrisa con otra amable y simptica.

-Bueno, seor Ram Takau -dijo el detective volviendo el telfono a su soporte-. Siento no poder dedicarle ms tiempo, pero otros asuntos no menos importantes que su llegada a la Tierra me aguardan. Querr usted disculparme?

-Desde luego, seor -contest el joven-. No quisiera ser causa de ninguna molestia. Si fuera tan amable de indicarme por dnde queda el edificio de las Naciones Unidas...

-El agente Hyland le conducir ahora a una habitacin en donde podr descansar unas horas hasta que se abran los despachos -dijo Bliven con mal contenida impaciencia-. Ms tarde pondr a su disposicin un automvil para que le conduzca a la sede de las Naciones Unidas. De acuerdo?

-Es usted muy amable -asegur el joven haciendo una reverencia. Y saludando a Betty con otra inclinacin de cabeza abandon el despacho mostrando al hacerlo una especie de bordados geomtricos dorados que llevaba en la espalda.

-Nadie dira que se trata de un infeliz chiflado -dijo la periodista apenas la puerta se hubo cerrado-. Qu piensa hacer de l?

-El doctor Michie le pondr una inyeccin que le har dormir tranquilo unas cuantas horas -contest Bliven empuando el telfono-. Probablemente para cuando despierte ya sabremos de qu sanatorio mental ha escapado. O si procede de una casa particular ya habrn telefoneado sus familiares preguntando por l. Y ahora, si usted me permite, voy a... es usted, doctor Michie? -pregunt Bliven por telfono.

Betty Seton abandon el despacho del capitn. Al fondo del pasillo, en la sala de espera, crey advertir que reinaba cierta agitacin entre un grupo de negros que hablaban todos a la vez haciendo grandes aspavientos. La primera sospecha de que algo de inters estaba ocurriendo la tuvo Betty al ver centellear el flash de una cmara fotogrfica.

La periodista cruz rpidamente el pasillo en direccin a la sala de espera. All vio a Bill Roman, del New York Herald, que coga rpidamente su sombrero y trataba de escabullirse en direccin a la puerta.

Betty le retuvo por un brazo y le pregunt:

- Qu ocurre? A qu se debe tanto alboroto?

-Nada importante -contest el reportero-. Estos negros estaban trabajando en el muelle cuando dicen que vieron surgir de entre las aguas oscuras un monstruoso pez parecido a un tiburn gigantesco que se acerc al malecn como para olfatearlo. El pnico les dej clavados en el suelo, y as pudieron ver cmo se abra una escotilla en el lomo del supuesto tiburn. Por el agujero brot una luz difusa de color rojo, la cual vomit a una figura humana. El hombre anduvo por el lomo del monstruo y salt a tierra perdindose en la oscuridad. Entonces el monstruo cerr su escotilla, retrocedi lentamente, se sumergi en el agua y desapareci sin dejar rastros.

Betty se volvi a mirar al grupo de excitados negros, los cuales hablaban incoherentemente y todos a la vez.

-Adis, Betty -murmur Bill Roman hundindose el sombrero hasta las cejas y echando a andar.

- Espera! -le llam Betty corriendo hasta alcanzarle-. A dnde vas, Bill?

- A dnde iras t? -contest el reprter. Y desasindose de Betty sali corriendo del cuartel.

Betty supuso que Roman se diriga al puerto para fotografiar el lugar donde segn los negros apareci el monstruo. Su primer impuls fue seguirlo, pero casi al mismo tiempo cruz por su cabeza una idea extraa. Estara relacionada la aparicin de aquel monstruo con el chiflado que deca llamarse Ram Takau y venir de un mundo lejano?

La idea era absurda, sin duda. Y sin embargo, Betty no pudo desalojarla de su cabecita. El corazn le lata apresuradamente en el pecho. Se pregunt si no estara a las puertas de un reportaje sensacional con intervencin de naves misteriosas y seres de otro mundo, precisamente la clase de reportaje que poda encumbrarle hasta la fama en un abrir y cerrar de ojos.

-Es absurdo -se dijo meneando la cabeza- Eso no puede ocurrir en la realidad.

-Tonta -le grit una voz-. Pues claro que eso no puede ocurrir! Ningn hombre de otro planeta ha llegado a la Tierra, y con toda seguridad esos negros analfabetos y supersticiosos han tomado por un monstruo una gabarra o cualquier otra cosa absolutamente natural. Pero si t fueras lista...

La idea estaba ya en la calenturienta cabecita de Betty Seton. La oportunidad por la que tanto haba suspirado surga inopinadamente al alcance de su mano.

Rpidamente volvi al pasillo y lo recorri hasta llegar a una puerta en donde rezaba: Sanitary Department. Dr. J. Michie.

Betty empuj la puerta y entr. El doctor Michie, que estaba llenando una jeringuilla junto a una vitrina llena de frascos, la mir por encima de sus gafas.

- No est aqu ese muchacho de Saturno? -pregunt Betty sonriendo.

El doctor seal a una puerta que se vea cerrada y Betty agreg:

-Quisiera hacer un ltimo intento para ver si nos dice dnde vive o de dnde escap.

-No creo que consiga nada. El hombre est muy convencido de que acaba de llegar de otro mundo, pero pruebe usted si quiere.

Betty abri la puerta y entr en una habitacin con aspecto de enfermera, en la cual se vean dos pequeas camas niqueladas. El agente Hyland haca un elogio de la comodidad de los lechos saltando como un acrbata sobre uno de ellos.

- Ve usted? Aqu dormir estupendamente hasta que sea hora de llevarle al edificio de las Naciones Unidas.

Ram Takau se volvi hacia Betty y le sonri.

-Salga un momento, Hyland. Tengo que hablar dos palabras con el seor Ram Takau.

Hyland vio por la puerta abierta al doctor Michie que le haca seras de asentimiento y sali de la habitacin cerrando la puerta tras de s.

Seguida de la curiosa mirada de Ram Takau, Betty cruz la habitacin y abri una puerta. sta, como haba supuesto, daba a un corto pasillo al fondo del cual haba un lavabo. El pasillo terminaba en una puerta blindada cuya cerradura estaba en el lado opuesto.

Betty entr en el lavabo y se alz de puntillas para comprobar que la ventana daba al patio de estacionamiento. La ventana tena una slida malla de acero que pareca atornillada al marco por el exterior.

Betty regres junto a Ram Takau y le dijo en voz baja, misteriosamente y haciendo girar las pupilas en la rbita de sus ojos.

-Atienda esto, seor Ram Takau. Est usted entre enemigos. El doctor Michie est preparndose para inyectarle a usted una droga diablica que le har dormir y hablar y hablar hasta que usted confiese todos sus preciosos secretos.

- Qu dice? -exclam Ram Takau sonriendo, como si le divirtiera la actitud de la periodista-. No hay ningn secreto en la venida de mi pueblo a la Tierra. Todo lo que pedimos es que se nos permita desembarcar aqu y colonizar un pequeo territorio donde podamos formar una segunda patria.

- Oh, oh! -exclam Betty muy excitada, sacudiendo los dedos como si se quemara-. Y cree usted que los americanos les permitirn asentarse aqu tranquilamente? Seor Ram Takau, los Estados Unidos aspiran a dominar este mundo, y no tolerarn una competencia del estilo de la de ustedes. Por lo tanto, no permitirn que llegue usted hasta las Naciones Unidas con su justa peticin. Primero le harn decir todo lo que ellos quieren saber, y despus le enterrarn en una profunda mazmorra para que se pudra all.

- Cree usted que harn eso? -pregunt Ram Takau alarmado.

-Tiene usted que huir, Ram Takau. Afuera tengo mi automvil. Voy a salir y a intentar destornillar la malla de alambre para que pueda saltar por la...

La puerta se abri y en ella apareci el doctor Michie seguido de Hyland y de otro agente, el cual llevaba bajo el brazo un lo de ropas con todo el aspecto de ser una camisa de fuerza.

- Ha terminado usted, seorita Seton? -pregunt el doctor. Y viendo la actitud desolada de ella aadi-: Ya le dije que no conseguira nada. Djenos ahora a nosotros.

Betty sali de la habitacin quedndose junto a la puerta que Hyland cerr guindole un ojo. No tard en escuchar el ruido de una cama de hierro al ser volcada, la voz excitada del doctor Michie que daba rdenes y un confuso rumor de lucha.

Al cabo de unos segundos se entreabri la puerta y por el resquicio asomaron las gafas destrozadas y la sangrante nariz del doctor Michie, el cual le grit:

- Pronto. Corra usted y llame para que vengan refuerzos!

La puerta volvi a cerrarse, quedando nuevamente amortiguado el fragor de la batalla que se desarrollaba all dentro. Pero Betty no se movi, sino que sonri beatficamente.

Un cuerpo cay ruidosamente contra la puerta. Escuchse el chirrido de los muelles de un lecho. Betty vio moverse el tirador, como si alguien se dispusiera a abrir. Entonces agarr el tirador con ambas manos, apoy un pie en la jamba e hizo fuerza para que nadie pudiera salir.

-El muchacho parece fuerte -razon en voz alta- Espero que deje K.O. a los tres.

Escuchse un golpe sordo al otro lado de la puerta. Dejaron de forcejear en el tirador. Socorro!, grit una voz sofocada. En seguida un rugido, un crujido, y todo qued quieto y en silencio.

Betty cruz el dedo anular sobre el ndice de su mano izquierda y empuj la puerta. Toda la habitacin estaba llena de plumas que revoloteaban por all despus de haber salido de las almohadas destripadas en la lucha. Ram Takau, el atleta chiflado, erguase victorioso en el centro del campo de batalla. A sus pies yaca un colchn arrollado, del cual asomaban los inquietos extremos de las piernas del doctor Michie. La cabeza, liada con una manta, asomaba por el extremo opuesto de aquel extrao sndwich humano.

Junto a la puerta, recostado en la pared y con la gorra sobre los ojos, estaba sentado el agente Hyland. El otro polica yaca en un rincn con la boca abierta, un ojo completamente negro y los brazos y las piernas abiertos en aspa.

Ram Takau, con el aliento entrecortado, mir a los ojos de la periodista.

-Magnficos msculos -asegur la muchacha contemplando al atleta con admiracin-. Espero que no haya matado a nadie.

- Socorro! Auxilio! -grit la sofocada voz del doctor bajo la manta.

-Amarre bien ese emparedado y veamos si podemos salir de aqu -dijo Betty.

Y advirtiendo que Hyland daba seales de vida fue hasta l, tom el barrote de una silla destrozada, levant la gorra del polica y le asest un golpe en la cabeza.

Hyland exhal un suspiro y dej caer la barbilla sobre el pecho. Betty volvi a ponerle la gorra sobre los ojos y esper a que Ram Takau acabara de amarrar al doctor y al colchn con las sbanas.

-Voy a salir por la puerta como si nada hubiera pasado -dijo Betty-. Al final del pasillo encontrar un lavabo donde hay una ventana. Yo acudir all por la parte de afuera provista de un destornillador y una palanqueta.

Ram Takau asinti y Betty abandon la habitacin. Unos momentos ms tarde pasaba por la sala en donde los negros, ya tranquilizados, relataban al capitn Bliven su horrenda experiencia en el muelle.

Betty sali a la vista de todos, cruz el patio y alcanz su flamante automvil segunda mano. De la caja de herramientas tom un destornillador de gran tamao, lo ms grande que encontr. Mirando a derecha e izquierda para asegurarse de que nadie la observaba, cruz el sombro patio y dobl la esquina del edificio en busca de la ventana.

Un poco antes de llegar vio a Ram Takau que saltaba gilmente por la ventana. Haba conseguido arrancar la malla de alambre sin ms ayuda que sus nervudos dedos.

-Venga por aqu -susurr Betty. Y asindole de la mano cruzaron corriendo el patio hasta el automvil.

Un minuto despus Betty Seton abandonaba el cuartel de polica llevando agazapado en el asiento posterior al corpulento Ram Takau. El guardin de la puerta apenas si lanz una distrada mirada sobre el automvil.

CAPTULO IILa sala de redaccin estaba en plena efervescencia cuando Betty Seton entr en ella. Los periodistas escriban apresuradamente o corregan sus escritos echados de codos sobre las mesas. El piso estaba cubierto literalmente de cuartillas. A travs de los mamparos de cristal de la oficina del redactor jefe se vea a Peter Bendix, el ogro, braceando y seguramente gritando como un energmeno a los apabullados periodistas que iban presentndole sus trabajos.

Betty Seton fue hasta su mesa, arranc la funda de hule de la mquina, puso una cuartilla en el carro y empez a escribir con rapidez. Sus bellas pupilas azules centelleaban como las de un insigne msico en trance de espiritual inspiracin, a tal extremo que no pudo por menos de llamar la atencin de uno de sus colegas vecinos, el cual indic a otro.

-La mquina de la palurda echa humo. Qu le habr ocurrido?

Betty, que a causa de su procedencia aldeana era conocida en la redaccin con el sobrenombre de la palurda, no oy el comentario de sus poco compasivos colegas. Saba no obstante que la llamaban as, y acaso hubiera sonredo compasivamente de haberlo odo, ya que estaba segura de estar escribiendo algo que hara saltar de sus asientos a aquellas ratas de redaccin si Peter Bendix no encontraba demasiado atrevido su plan y no arrojaba el escrito al cesto de los papeles.

Betty escribi a toda velocidad por espacio de una hora. Cuando ech atrs la silla y arranc la ltima hoja del rodillo de la mquina, la sala de redaccin estaba casi completamente desierta. Con sus cuartillas en la mano se encamin a la oficina del jefe de redactores, el cual estaba trabajando con el jefe de prensa en el ajuste de las planas del peridico.

-Reserven un espacio en la primera plana para m -dijo Betty entrando resueltamente en la oficina.

Peter Bendix le dirigi una furibunda mirada a ras de sus cejas hirsutas y excesivamente pobladas.

-Un disgusto es lo que le reservo a usted si de aqu a maana no me trae algo que justifique al menos el sueldo que cobra -asegur Bendix sombramente. Y alargando la mano hacia las cuartillas de Betty pregunt:

- Qu patochada es esa que la ha entretenido tanto tiempo?

Betty frunci los labios al entregarle las cuartillas y esper plida y con el aliento en suspenso mientras el redactor jefe lea en voz alta:

Criaturas ultraterrestres sobre la Tierra. Yo habl con el Hombre de Saturno. Por Betty Seton.

Peter Bendix levant sus ojos del papel y los clav en la plida carita de Betty.

- Qu tontera ha escrito, miss Seton? -bram.- Por qu no sigue leyendo? -insinu Betty con voz desfallecida.

Bendix, en efecto, sigui leyendo para s. Pero a las pocas lneas levant los ojos para mirar a la periodista y tir las cuartillas sobre la mesa.

- Qu se ha credo que es esto, miss Seton? -grit furioso-. Una revista ilustrada para nios?

-Le advierto que no se trata de un cuento -dio Betty-. La cosa ha ocurrido en realidad.

- Quiere decir que una criatura extraterrestre ha llegado verdaderamente a Nueva York? -chill Bendix.

-Ese es el quid de la cuestin -contest la joven con entereza-. Un hombre procedente del espacio podra haber llegado a la Tierra y nadie lo creera. Examine el asunto desde este punto de vista, seor Bendix. El hecho de si en realidad ha llegado o no slo tiene una importancia secundaria. Lo interesante es que, en caso de haber llegado, nosotros no podramos saberlo a menos que l nos lo dijera. Y entonces, sencillamente lo tomaramos por loco y lo encerraramos en un manicomio. Me refiero, naturalmente a un ser que fuera en estatura, aspecto y sentimientos igual a nosotros.

- Sabe que no acabo de entenderla? -pregunt Bendix con la faz torva- .A dnde quiere ir a parar?

-A esto, seor Bendix. Esta noche, mientras me encontraba en el cuartel de la Polica, lleg un agente conduciendo a un joven vestido de forma estrafalaria. El hombre en cuestin asegur tranquilamente que acababa de llegar a la Tierra procedente del espacio. l y su pueblo, tripulantes de una flotilla de naves interplanetarias, llevaban dos siglos navegando por el espacio hasta llegar a nuestro sistema solar. La flota se haba quedado en Saturno en tanto destacaba a este nombre para que viniera a la Tierra y se entrevistara con los representantes de las Naciones Unidas. Al parecer, esa raza de hombres extraterrestres se propone pedir asilo en la Tierra, donde esperan hallar refugio y poder crearse una segunda patria...

-El hombre, desde luego, sera un chiflado -cort Bendix secamente.

-Eso crey tambin el agente que lo detuvo, el capitn Bliven, e incluso yo misma. Sin embargo cabe preguntarse hasta qu punto estamos capacitados para enjuiciar el estado mental de un hombre que viste de pies a cabeza en arreglo a una moda y un gusto que no es el nuestro, que tiene aspecto saludable e inteligente y que no se contradice en un solo punto al hablar. Cmo sabemos nosotros que es un chiflado? Por qu no podra ser quien asegura ser? Es sensato dictaminar precipitadamente que un hombre est loco porque no viste como nosotros y asegura proceder de otro mundo?

Peter Bendix mir sombramente a las pupilas relampagueantes de la muchacha, sacudi la cabeza y dijo:

-se podra ser quizs el tema para un artculo interesante. Pero lo que usted ha escrito es algo muy distinto. Asegura, sin ms ni ms, que una criatura extraterrestre ha llegado a Nueva York y vive entre nosotros. Eso no es cierto.

- Cmo puede asegurarlo? -pregunt Betty muy excitada-. Escuche esto, Bendix. La idea se me ocurri cuando un grupo de negros llegaron muy asustados asegurando haber visto en la baha a un monstruo marino que surga de las aguas, se acercaba al muelle y desembarcaba a un hombre, volviendo a sumergirse y a desaparecer acto continuo. La conversacin con aquel chiflado que hablaba con tanto aplomo me haba impresionado hasta el punto que me pregunt si no sera posible que fuera cierta su historia y hubiera llegado a Nueva York a bordo del monstruo marino visto por los negros. Naturalmente, desech enseguida tal suposicin. Pero entonces se me ocurri hacer un reportaje sensacional a partir de la coincidencia de la detencin del joven chiflado y lo que los supersticiosos negros crean haber visto en el muelle. Volv donde estaba el muchacho y le incit a huir. Ahora lo tengo ah en la calle, a bordo de mi automvil.

- Cmo? -grit Bendix pegando un salto en su silla-. Ayud a escapar a ese demente?

-Es un loco pacfico -asegur Betty-. Ahora necesito que me facilite cincuenta dlares y un sitio donde podamos escondernos junto con mi automvil.

- Seorita Seton! -bram Bendix saltando en pie-. No cuente con el peridico para llevar a cabo un disparate!

-Muy bien -dijo Betty empezando a recoger sus cuartillas esparcidas sobre la mesa-. Ir en busca de otro peridico donde la gente tenga ms ingenio que aqu. Y entonces no pedir cincuenta dlares, sino cien o doscientos

Bendix la observ atentamente mientras recoga y ordenaba las cuartillas. Sbitamente alarg la mano y retuvo las hojas contra la mesa.

-Todava es usted empleada del World and Life -dijo en una especie de gruido-. Tengo derecho a acabar de leer esas cuartillas.

-Muy bien. Pero dse prisa -contest Betty con sequedad.

Peter Bendix volvi a dejarse caer en su silln giratorio y se puso a leer rpidamente. Sus ojillos se animaban a medida que avanzaba en la lectura. Cuando se encontraba a la mitad levant los ojos para preguntar.

- Qu es exactamente lo que se propone hacer, miss Seton?

-Voy a esconderme con ese Ram Takau donde la Polica no pueda encontrarnos. Har de ese desdichado un autntico hombre extraterrestre que lleg esta noche a bordo de una nave submarina en forma de un tiburn gigantesco que espant a los espectadores de color que le vieron acercarse al muelle. Hoy relato solamente mi encuentro con l y la sensacional lucha del cuartel de la Polica. Maana y en das sucesivos escribir sobre diversos temas relacionados con el hombre del espacio, el xodo de una raza supercivilizada en busca de un planeta donde refugiarse, el desarrollo le una cultura distinta a la nuestra, y sobre todo el contraste de nuestro mundo y nuestras costumbres con el de Ram Takau. Voy a desarrollar a nuestra sociedad poniendo en ridculo nuestros prejuicios y lo que consideramos reglas y barreras inabatibles, visto a travs de los ojos de un ser extraterrestre que nos ha de encontrar forzosamente ridculos y absurdos. Eso es lo que pienso hacer, y regresar a mi granja de Pensilvania para dedicarme a la cra de cerdos si no armo un estrpito periodstico que pone al mundo sobre ascuas.

-Pero algn da se descubrir la falsedad de todo lo que ha escrito -insinu Peter Bendix.

-Seguramente, mas eso qu importa? Si no puedo deshacerme del fantstico Ram Takau de una manera elegante, hacindole regresar con los suyos defraudado por todo cuanto aqu ha visto, por ejemplo har punto final con la consabida frmula de: Nada de cuanto ustedes han ledo ha ocurrido en realidad. Pero pudo haber ocurrido y nadie puede predecir que no ocurra alguna vez o est ocurriendo ahora mismo en cualquier punto de nuestro absurdo planeta. El pblico habr vivido unas jornadas de intensa emocin y nuestros peridicos se habrn vendido por tiradas de varios millones.

Peter Bendix se qued mirando a la muchacha con expresin ausente.

-Mike -dijo de pronto, volvindose hacia el expectante jefe de mquinas-. Reserve los titulares y un buen espacio en primera pgina para el trabajo de miss Seton. Haremos una tirada tres veces superior a la normal corriendo el riesgo le que el dueo nos despida a todos. Voy a terminar de leer esto.

Betty Seton se desplom en el divn que haba junto al mamparo de cristal. Senta vehementes deseos de echarse a llorar, aunque tambin tena ganas de rer a carcajadas. Un sudor fro le invada el cuerpo, a la vez que la alegra le regodeaba en el corazn.

- Bravo, Betty! -rugi Bendix llamndola por el nombre-. Presentar la dimisin como jefe de redactores si este libelo no levanta ampollas en la piel de todos los propietarios de peridicos de los Estados Unidos.

Y tomando un lpiz de color anot en el margen superior de la primera cuartilla el tamao de las letras de los titulares. Luego arroll las hojas, las sujet con una goma y lanz el paquete por el tubo que comunicaba con la sala de linotipias.

- Sospechar la polica que huy usted con ese Ram Takau? -pregunt a Betty.

-Seguramente llegarn a esa conclusin despus de haber registrado infructuosamente todo el cuartel. Alguien pensar que pudo salir escondido en mi automvil.

-Vaya por ese Ram Takau, entre en el almacn y mtalo en mi automvil. Voy a buscarle un escondite entre las casas que se ofrecen en alquiler en nuestra seccin de anuncios.

Betty hizo todo aquello en cinco minutos y regres a la oficina del jefe.

- Segua Ram Takau en su automvil? -le pregunt Bendix.

-No pudo moverse de all, porque le dej encerrado.

-No olvide que si lograra escaprsenos echara a perder nuestro plan.

-Ya lo s.

-Tal vez fuera conveniente que le acompaara uno de nuestros muchachos en calidad de celador.

-La presencia de un extrao poda despertar la susceptibilidad de Ram Takau. Yo procurar hacerle creer que le persigue la Polica para mantenerle asustado y que no intente escapar.

-Corre usted un grave riesgo al encerrarse a solas en una casa con un demente. Quin sabe si no le dar la locura por estrangularla?

- Oh, no! Ram Takau es un muchacho pacfico. Y si le diera por la violencia no sera necesario un celador, sino media docena de robustos boxeadores para reducirle. Tiene la fuerza de un titn -asegur Betty con una especie de extraa complacencia.

-Bueno, No deje de avisarme para que le mande refuerzos si le ve intranquilo -dijo Bendix-. Aqu tiene usted la direccin de la casa y cincuenta dlares para gastos extraordinarios. Arreglar lo del alquiler con el dueo, pero ahora tendrn que entrar por alguna ventana. Maana temprano enviar a alguien para que recoja mi automvil. Y ahora apresrese. La polica vendr a buscarla de un momento a otro.

-Voy a pasar por mi piso para recoger algunas cosas -indic Betty mientras sala-. Le mandar ms artculos por correo.

Ram Takau daba cabezadas en el asiento posterior del automvil de Peter Bendix. Despert sobresaltado al or el chasquido de la portezuela al abrirse. Betty le sonri animosamente, empu el volante y puso el motor en marcha.

- A dnde vamos ahora? -pregunt el joven.

-He localizado una casita deshabitado en Long Beach. All estar usted a salvo mientras la polica revuelve de arriba a abajo la ciudad -asegur Betty mientras sacaba el coche por la ancha puerta del almacn.

- Cundo me llevar al palacio de las Naciones Unidas? -pregunt Ram Takau quien, al parecer, viva obsesionado por la idea de llegar a lo que deba considerar una meta.

-No querr usted que le apresen y le lleven a un calabozo, verdad? -contest Betty-. La polica estar aguardndole a la puerta del edificio de la ONU, porque supone que all es a donde se dirigir usted. Pero nosotros somos ms astutos que la polica. Armaremos tal escndalo en los peridicos descubriendo los siniestros manejos del Gobierno americano que ste no tendr ms remedio que disculparse. Entonces podr usted hablar con los representantes de las Naciones Unidas. Todo se reduce a que espere usted tres o cuatro das hasta que se pongan en claro las cosas.

Ram Takau permaneci silencioso y pensativo durante unos instantes mientras el coche rodaba por las silenciosas, desiertas y recin regadas calles de Brooklyn. Al cabo pregunt:

- Por qu se arriesga usted ayudndome a huir de la polica, seorita? Ni siquiera s cmo se llama.

-Me llamo Betty Seton, seor Ram Takau. Y le ayudo, entre otras cosas, porque me es usted simptico, porque siento curiosidad por todo lo relacionado con la misin que le trae a la Tierra y porque considero que este mundo resultara altamente beneficiado con el concurso de una civilizacin tan sper avanzada como, sin duda, lo est esa a la que pertenece usted.

-Mi pueblo ama la paz y cooperara gustosamente en cimentar el bienestar de las naciones de la Tierra si ustedes accedieran a darnos un pequeo territorio donde asentar nuestras ciudades y nuestra industria.

Betty Seton sonri mirando a travs del cristal parabrisas. Desde luego, se abstuvo de preguntar cmo podran impedir las naciones de la Tierra que una raza sper poderosa se adueara de los territorios que ms le gustaran. La chifladura de aquel que crea llamarse Ram Takau resultaba tanto ms manifiesta cuanto que no se detena a considerar lo absurdo del ruego que pensaba elevar al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Unos instantes despus Betty detena el automvil ante el edificio donde habitaba.

-Aguarde sin moverse de aqu -recomend-. Bajar en seguida.

Betty, en efecto, no tard ms que unos breves minutos en poner algunas ropas en una maleta, tomar su mquina de escribir y regresar junto al automvil. Poco despus rodaban por la ruta 27 en direccin a Long Beach, donde estaba enclavada la casita alquilada por el peridico.

Las 25 millas de excelente ruta, muy transitada en verano por los neoyorquinos que escapaban de su escaldada ciudad hacia las playas durante los fines de semana, acabaron por dormir completamente a Ram Takau, recostado contra el asiento posterior.

Aunque senta verdadera hambre y le quemaban en el bolsillo los cincuenta dlares que podan proporcionarle un suculento desayuno, Betty no se atrevi a detenerse ni entrar en ninguno de los paradores del camino.

Confiaba en que Peter Bendix no osara publicar su fotografa en el peridico.

Pero si no el World and Life, otros peridicos de la tarde publicaran su fotografa. El dueo de cualquiera de aquellos paradores recordara perfectamente a Betty y proporcionara una pista a la polica. Betty Seton, desde luego, estaba segura de que su reportaje iba a levantar ampollas incluso en el asfalto de las calles de Nueva York.

Amaneca cuando llegaron a Long Beach. Betty encontr sin dificultad la casa que haban escogido como refugio. Se trataba de una pequea quinta que imitaba la construccin de los bungalows australianos. La muchacha detuvo el coche bajo unas acacias y sacudi a Ram Takau.

- Vamos, despierte! Hemos llegado.

Ram Takau abri los ojos y mir a su alrededor. Una extraa expresin de felicidad y admiracin brill en el fondo de sus inteligentes pupilas a la vista del paisaje que iba surgiendo de la oscuridad a favor de la lechosa claridad del alba.

Entonces hizo una cosa extraa. Salt de] automvil lanzando una exclamacin de alegra, se ech de rodillas, apoy en el suelo las palmas de las manos y se inclin para aspirar la fragancia del csped hmedo y tierno.

La forma en que husme la tierra confirm en Betty la seguridad de que estaba completamente chiflado. Sin embargo, no era la expresin de un loco la que luca en los negros ojos de Ram Takau cuando ste se irgui y mir a la periodista.

- Por qu hace eso? -pregunt Betty desconcertada, sintiendo un hondo e indefinible malestar.

-Es la primera vez que mis ojos contemplan un mundo lleno de vida. No le dije que nuestras astronaves viajaron doscientos aos a travs del espacio antes de llegar a la Tierra? Yo nac a bordo de un autoplaneta cuando haca muchos aos que mis padres ya haban abandonado su hermosa patria. Soy un sideronato. Mis ojos nunca vieron un mundo como ste, ni mis pies pisaron jams la corteza firme de un planeta verdadero hasta que desembarqu en la Tierra.

- Ah! -murmur Betty. Y luego, encogindose de hombros, aadi- Bueno, vamos a ver si encontramos por donde entrar en la casa.

Cinco minutos ms tarde Betty Seton y Ram Takan se introducan en la casa por una ventana. La periodista hizo una detenida exploracin de toda la quinta. Cuando regres al living encontr a Ram Takau en el mismo sitio que le haba dejado, es decir, de pie ante la ventana contemplando el paisaje con expresin de xtasis.

Me parece que este pollo est tomando demasiado en serio su papel de extraterrestre -refunfu Betty para s-. El pobre est ms loco que un cencerro.

Betty encontr en la cocina un pote de caf, al parecer abandonado por los anteriores inquilinos de la casa. Cuando estaba hirviendo el agua sobre una cocina de petrleo escuch gritos desaforados que la hicieron salir disparada hacia el living.

- Mire! Mire, miss Seton! -grit Ram Takau muy excitado, sealando por la ventana.

Betty, que lo menos esperaba verle colgando de una viga por el cuello, recobr en parte el aliento y se acerc a la ventana. Los rayos del sol saliente la obligaron a hacer pantalla con una mano sobre los ojos.

- Qu ocurre? -pregunt-. No veo nada.

-El sol, seorita Seton. Est saliendo el sol! Es maravilloso!

- Y por eso se pone a chillar? -mascull Betty fulminndole con la mirada. Y luego, mientras volva hacia la cocina, farfull para su capote- Hombre, ve y que te zurzan!.

CAPTULO IIIReportaje sensacional! Seres extraterrestres sobre la Tierra! Una periodista entrevista al hombre de Saturno! ltima hora!

Los transentes, con el sueo todava pegado a los prpados, se arremolinaban en torno al muchacho vendedor de peridicos. Desde el interior del automvil, Betty Seton contemplaba la escena llena de orgullo y satisfaccin. Sobre las rodillas tena extendido un ejemplar del World and Life. Era el nico peridico de Nueva York que hablaba del hombre de Saturno.

El New York Herald publicaba tambin un reportaje de Bill Roman en donde se relataba con pelos y seales la aparicin de un fantstico monstruo marino en la baha de Nueva York. Esto vena en apoyo de la versin dada por Betty Seton, la cual identificaba el tal monstruo con una especie de submarino que poda tambin elevarse en el espacio y servir de nave interplanetaria.

Con su vanidad ya satisfecha, Betty Seton esper en el automvil leyendo y volviendo a leer lo que ella misma haba escrito hasta que las tiendas de Long Beach empezaron a abrir sus puertas.

Tanto los compradores como los dueos y los dependientes de las tiendas donde Betty entr estaban tan excitados con motivo del hombre de Saturno que nadie debi fijar su atencin en la muchacha rubia de sonrisa misteriosa.

Betty llen un cesto de provisiones, compr un tinte para el cabello, adquiri un traje de hombre confeccionado y regres apresuradamente a la casita enclavada en el extrarradio de la ciudad. Lo primero que hizo apenas llegar fue comprobar que Ram Takau continuaba en la casa.

En efecto, Ram Takau se haba echado sobre una cama y dorma profundamente, completamente vestido. Betty sonri, volvi a cerrar la puerta con sigilo y se puso a comer. Mientras coma volvi a leer su reportaje, aunque hubiera sido capaz de repetirlo palabra por palabra, sin omitir punto ni coma.

Despus de haber saciado su apetito procedi a teirse el cabello y las cejas. Estaba frotndose la cabeza con una toalla cuando llamaron a la puerta.

- Ah! Es usted, Warton? -exclam Betty reconociendo a uno de los empleados de la redaccin del World and Life-. Viene por el coche del seor Bendix?

-S. Y tambin le traigo las llaves de la casa y el recibo del alquiler. Dnde est ese fenmeno? -pregunt Warton entrando y mirando a derecha e izquierda.

- Se refiere a Ram Takau? Duerme ahora.

Warton contempl a Betty con ojos llenos de admiracin.

-Hablando con sinceridad, seorita Seton -le dijo-. Yo fui uno de los que predijeron que no hara usted muy larga carrera en el oficio de periodista. Reconozco que me equivoqu. Su estilo como redactora sigue siendo amanerado y confuso, pero tiene talento.

- Lo cree usted? -pregunt Betty muy impresionada, porque Warton era el redactor ms antiguo del peridico y su juicio era considerado incluso por el borrascoso Peter Bendix.

- Cmo reaccion el pblico de Nueva York ante nuestro reportaje? -le pregunt a continuacin.

-La gente se ha bebido la primera tirada como el agua. Bendix prepara otra edicin extraordinaria para la tarde. Quiere que escriba usted algo ms sobre Ram Takau, aunque sea poco, para aadirlo al resumen de lo ya publicado.

- Ahora? Pero si todava no he pegado ojo! -protest Betty.

-Esa no es excusa bastante buena para Bendix. Tampoco l ha dormido en toda la noche-. Sabe que la polica estuvo en la redaccin buscndoles a usted y a Ram Takau? Los peridicos de la tarde nos pondrn verdes acusndonos de estar explotando la chifladura de un pobre hombre para aumentar la tirada del World and Life. Necesitamos ms lea para atizar el fuego.

-Bien. Procurar inventar algo -dijo Betty. Y fue a sentarse ante la mquina de escribir.

Despus de unos instantes de meditacin se puso a teclear rpidamente en la mquina.

-Eso est bien -dijo Warton leyendo por encima del hombro de la muchacha-. Lgicamente un hombre que ha crecido a bordo de una nave que viaja por el espacio debe sentirse impresionado al pisar por vez primera la tierra firme de un planeta.

Betty redact un reportaje mucho ms largo de lo que ella misma esperaba. En realidad, no hizo ms que relatar su fuga con Ram Takau a travs de la noche, cmo ste se arrodill para olfatear la tierra y el csped hmedo de roco y su maravilla ante la salida del sol. Para hacer ms lrico el reportaje, Betty describi un amanecer sobre el mar.

-Bien -dijo Warton despus de leer hasta el final- Eso le gustar al pblico. Tiene usted mucha imaginacin, miss Seton.

Betty no contest. Acompa a Warton hasta la puerta, le despidi y regres lentamente al living. En verdad no poda sentirse muy satisfecha de su trabajo. Lo que Warton atribua a su imaginacin, no era lo sucedido en realidad? En todo caso, las felicitaciones debieron ser para la frtil fantasa de aquel pobre loco.

A Betty le hubiera gustado en este momento saber algo ms acerca de la mentalidad de los dementes. Poda un chiflado vivir su ficticia personalidad hasta el extremo que la viva aquel que crea llamarse Ram Takau?

-Arakoa poa. O como dicen ustedes, buenos das -dijo una voz bien timbrada a espaldas de Betty.

La muchacha volvise para mirar a Ram Takau, el cual le sonrea desde la puerta del dormitorio.

- Cmo! -exclam el hombre de Saturno- Se ha teido usted el pelo?

-Pura precaucin. La polica me anda buscando. Espero ver m fotografa publicada en todos los peridicos de la tarde. Tambin usted tendr que quitarse ese traje absurdo.

- Pues qu tiene mi traje? -pregunt Ram Takau mirndola de arriba a abajo-. Es mucho ms cmodo que los que se usan aqu.

-Es posible -refunfu Betty sintindose inexplicablemente malhumorada-. Sin embargo, resulta demasiado llamativo para la vista. Le he comprado uno nuevo. Est en esa caja. Pngaselo mientras le preparo algo de comer.

Betty entr en la cocina. Oy a Ram Takau cerrar la puerta de la habitacin. Betty regres al living con una bandeja llena de provisiones que deposit sobre la mesa. A poco sali Ram Takau vistiendo la camisa, la americana y los pantalones comprados en la ciudad.

-Este traje le queda corto -murmur Betty.

-As me lo pareci a m -dijo Ram Takau. Y le mostr la espalda, en donde las costuras haban saltado desbordadas por el voluminoso trax del atleta.

-Qutesela y se la arreglar -le dijo Betty.

Ram Takau se sent a comer en mangas de camisa. Betty entr en la habitacin donde el joven haba dormido y abri la ventana. Sobre la cama estaba el traje de Ram Takau. Betty lo tom notando en seguida que era bastante pesado y de un contacto extrao al tacto.

Lo examin con curiosidad. No estaba tejido, sino que era a modo de una delgada pelcula de plstico. Lo ms sorprendente era que careca de costuras. Estaba hecho de una sola pieza. Y tampoco era plstico, sino una materia ms dura y a la vez ms flexible.

Parece como si fuera metlico, se dijo Betty, aunque saba que no poda serlo.

Sin embargo, tom el traje y lo sac al living.

- Dnde le confeccionaron esta ropa? -pregunt con brusquedad.

Ram Takau levant los ojos y la mir con extraeza.

- De qu est hecho? -pregunt Betty, sintindose invadida de una desagradable inquietud.

-De un metal... creo que ustedes lo llaman circonio, aunque no se trata de circonio puro, naturalmente.

- Quiere usted une me lo crea? -pregunt Betty arrugando su lindo entrecejo.

-No comprendo lo que quiere decir -exclam Ram Takau.

Cuidado, Betty! Que resbalas! -grit la voz del sentido comn de la periodista- Olvidas que hablas con un chiflado?

-S, claro... Circonio -murmur Betty, sonriendo forzadamente.

Ram Takau sonri a su vez y sigui comiendo con excelente apetito. Betty contempl sombramente el traje que tena entre las manos. Sbitamente inspirada por un arrebato de furia empu las tijeras que tena al alcance de la mano y trat de clavarlas en la tela negra y brillante. La acerada punta de las tijeras resbal sin traspasar la tela. Y el ruido son realmente a metal contra metal.

- Cmo es posible? -murmur Betty sintindose baada en sudor fro. Y doblando la tela trat de cortarla con las tijeras sin conseguirlo.

Al levantar sus sorprendidos ojos del traje, Betty se tropez con la mirada de Ram Takau que la observaba sorprendido desde la mesa. La muchacha volvi a sonrer forzadamente y simul hallarse muy interesada en los dibujos geomtricos dorados de la espalda del mono.

No se trataba de un bordado, como crey en in principio, sino de una especie de pintura aplicada directamente sobre la extraa materia del traje.

De pronto las charreteras doradas sujetas a los hombros del mono llamaron su atencin. Se trataba de dos placas metlicas con muescas redondeadas en los cantos. Engarzados en el metal se vean tres piedras del tamao de almendras talladas en forma de luceros. El cristal incoloro de las piedras era de una nitidez perfecta y centelleaba a la luz hiriendo la vista.

Betty Seton no era una entendida en materia de joyera, pero la pureza de aquellas piedras le hizo pensar automticamente en los diamantes. Claro que no poda tratarse de diamantes, de la misma forma que las placas tampoco podan ser de oro, aunque lo parecieran. Sin embargo, el traje no poda ser metlico, pero resista al filo y la punta de las tijeras.

La inquietud que de una manera vaga se adue de Betty Seton aquella madrugada aument en intensidad. Inexplicablemente, Betty se sinti presa del terror. Sera cmicamente trgico haber hecho pasar a un loco por un hombre de otro mundo y que al fin resultara un autntico extraterrestre.

Betty Seton hizo un llamamiento a su sentido comn para alejar de s el pnico que le dominaba. Qu era aquello de hombres extraterrestres tripu1antes de fantsticas aeronaves? Todo aquello eran patraas, buenas para servir de argumento a pelculas y novelas, e incluso para sumir en la incertidumbre a un pblico crdulo impresionado por los formidables avances de la ciencia en la primera mitad del siglo XX. Pero en la realidad...

Betty trat de sonrer. Pero no pudo.

El destino se vengaba de ella sumindole en la misma incertidumbre que ella acababa de sembrar en el corazn de su pblico lector.

Mir fijamente a Ram Takau tratando de ver en l los ademanes inconfundibles de un loco. Pero el atltico y varonil Ram Takau no le pareci un loco, sino todo lo contrario: un hombre sensato, seguro de s mismo, fabulosamente inteligente...

-Seor Ram Takau -pregunt la periodista con voz nerviosa y de agudo timbre-. De qu medios se vali usted para llegar hasta Nueva York?

-El mismo crucero que me trajo desde Saturno me desembarc en el muelle -contest Ram Takau llevndose a la boca una rodaja de salchichn.

- Miente! -grit Betty saltando bruscamente en pie.

Ram Takau la mir sorprendido, con el tenedor que ensartaba la salchicha a medio camino hacia su boca abierta.

- Usted no desembarc en la baha de Nueva York! -chill Betty acercndose a la mesa- Eso lo ha ledo en el peridico! Y lo invent yo!

Ram Takau pestae rpidamente. Su cara era tan ingenua como la de usa inocente criatura al asegurar:

-No la comprendo, miss Seton. Por qu dice que miento? Yo jams digo una mentira. Ese pecado no se conoce entre las gentes de mi raza.

- Djese de monsergas, seor Ram Takau! -grit Betty perdido el control de sus nervios- Usted es tan extraterrestre como yo. Ni siquiera se llama Ram Takau. No ha venido del espacio ni desembarc anoche en Nueva York, sino que se encontraba en la ciudad horas, das y tal vez aos antes que la polica le detuviera. Escap de un manicomio o de la casa donde su familia le tena recluido, no es cierto? Diga! No es cierto?

Ram Takau dej caer ruidosamente el tenedor sobre el plato. Sus negras pupilas centellearon y Betty recobr sbitamente la lucidez comprendiendo que haba ido demasiado lejos dejndose arrastrar por sus nervios sobreexcitados por la fatiga y el sueo. Temi por lo que aquel chiflado pudiera hacerle y retrocedi un paso.

Pero inmediatamente comprendi que sus temores eran infundados. Ram Takau o comoquiera que se llamara no reaccion corriendo hacia ella para estrangularla. En sus negras pupilas no se lea el deseo de matar, sino la expresin de la ms pattica amargura y sorpresa.

- Cmo es posible que me haya tomado por loco, miss, Seton? -exclam con acento de reproche- Qu motivos le he dado para que formara de m tan deplorable opinin? Cree que la enga..., que no soy quien aseguro ser?

Betty le mir sin aliento, sumida en una confusin tremenda.

-Usted no se llama Ram Takau. No puede haber venido del espacio.... no puede ser -balbuce con voz ronca.

- Por qu no? -pregunt el joven, visiblemente sorprendido.

-Porque no. Porque... -protest Betty. Y se interrumpi. Qu razn poda aducir en contra de la afirmacin de aquel hombre extraordinario? En realidad, por qu no poda llamarse Ram Takau y proceder de un remoto mundo del Universo?

- Oh, no lo s! -gimi Betty desesperada, prxima a echarse a llorar vctima de un ataque de nervios- Slo s que no es posible que sea usted un hombre de otro mundo! Usted es tan terrestre como yo!

Contra lo fue esperaba, Ram Takau no intent siquiera una accin de protesta. Sonri y abri los brazos, encogindose de hombros en ademn de impotencia. Esto exasper ms si caba a Betty Seton.

- Demustreme que es usted un ser venido de otro mundo! -grit desafiante- Por qu no lo hace?

- Y por qu he de hacerlo, miss Seton? -contest Ram Takau- No comprendo esta extraa manera de ser de los terrcolas. Si en sus relaciones entre ustedes cada hombre ha de exigir y aportar testimonios que corroboren sus palabras, cmo se entienden?

-Ver usted, seor Ram Takau -contest la periodista con sarcasmo, mientras una nueva sospecha se abra paso en su cerebro-. En condiciones normales, la palabra de un hombre suele ser tomada en completa buena fe. Slo en ciertas circunstancias, cuando se trata de algo inverosmil, necesita un hombre aportar pruebas en apoyo de sus palabras.

- As, es inverosmil que yo me llame Ram Takau y sea un extranjero en la Tierra?

-S. Y si quiere hacrmelo creer tendr que darme alguna prueba -contest Betty secamente.

-La palabra de Ram Takau es tan buena como la de cualquier terrcola. Si yo no le exijo a usted pruebas que justifiquen que se llama miss Seton, que ha nacido en la Tierra y se trata realmente de una mujer, por qu ha de exigrmelas usted a m? Entre mi pueblo, la palabra de un hombre se acepta como verdad inviolable. La simple duda sera la ms grave ofensa que pudiera inferrsenos -contest el hombre con dignidad.

Y Betty exclam:

- Ah, no me venga ahora con pretextos de hombre ofendido en su honor! Ya s quin es usted, seor Ram Takau. No se trata de un loco, desde luego, aunque tampoco de una criatura extraterrestre familiarizada con trajes indestructibles, naves interplanetarias y otras zarandajas por el estilo. Un fresco, eso es usted! Un terrible guasn que se ha estado burlando del capitn Bliven, de m y de todos cuantos le tomamos por un chiflado. Menudo hombre del espacio est usted hecho, seor Ram Takau!

La cara del hombre tradujo la ms profunda expresin de estupor. Sus labios se entreabrieron para exclamar algunas palabras en un idioma sonoro y completamente incomprensible para Betty. Pero la muchacha no se arredr ante estos sonidos extraos a su odo, porque crea estar segura de haber acertado con la verdadera personalidad de Ram Takau.

-Apuesto a que eso es coreano -dijo sonriendo.

-No la comprendo en absoluto, miss Seton -tartamude el hombre.

- Vamos, vamos! -anim la periodista con sorna-. Dgame que acaba de hablar en el idioma de su lejano mundo.

-As es, seorita Seton -balbuce Ram Takau mirndola con expresin de profundo aturdimiento.

- Hombre, claro! -se ri Betty en su cara- Y ahora jreme que ese estrafalario mono est hecho de circonio.

-No necesito jurarlo. Est hecho realmente de circonio -repuso el joven con aires de dignidad ofendida.

- Naturalmente! Y le apuesto a que esas lminas de las hombreras son de oro puro.

-S, son de oro.

-Y las piedras son diamantes.

-No, no son diamantes -contest Ram Takau-. Son brillantes.

- Embustero, ms que embustero! -chill Betty exasperada-. Tiene usted la cara de cemento! No basta ya para broma? Necesito que colaboremos en la prolongacin de este mito, pero no tiene necesidad de sacarme de mis casillas insistiendo en esa estpida historia de autoplanetas y viajes de dos siglos por el espacio.

-Seorita Seton -contest Ram Takau irguindose-, he escuchado muchos ms insultos de los que puedo tolerar. Entiendo que deber prescindir de su ayuda para llegar hasta la sede de las Naciones Unidas y dar cima a la misin que me ha trado a la Tierra.

Betty Seton le mir estupefacta.

- Pero es que insiste todava en prolongar la burla? Escuche!

La puerta del dormitorio se cerr con estruendo tras las anchas espaldas de Ram Takau. Sumida en una catica confusin, Betty Seton se dej caer en el divn.

Soy una estpida! -se dijo llena de rabia contra s misma-. Si ese idiota se marcha habr estropeado por completo mi carrera. Lo que pudo hacerme famosa me convertir en una fracasada. Y todo por no saberme contener la lengua y dejar que Ram Takau siguiera adelante con su broma o su chifladura!

Pero qu es en realidad? -se pregunt a continuacin- Un chiflado, un bromista... o un ser extraterrestre?

Evidentemente, Betty Seton no consegua alcanzar aquella seguridad que deseaba. A pesar de todo, continuaba clavada en una terrible duda.

Sus dedos, mientras tanto, jugaban nerviosamente con una de aquellas extravagantes charreteras.

- Oro y brillantes! -mascull rabiosa- Se acab!

Arranc de un tirn la placa dorada, sujeta al traje por un resorte de presin, la meti en su bolso y se lanz precipitadamente a la calle. Unos minutos mas tarde, un taxi la depositaba ante la nica joyera competente de Long Beach.

Un viejo encorvado, armado de gruesas lentes y severamente vestido de negro, le sali al encuentro.

- Deseaba algo la seorita? -pregunt mirando a la excitada faz de Betty, medio enmascarada por unas gafas de sol.

- Podra usted decirme de qu est hecho esto?

El joyero tom la placa que le tenda Betty y la examin con inters.

- Que cosa mas rara! -exclam, y quitndose las gafas se ajust en la rbita del ojo una pequea lupa de relojero

Betty tacone nerviosamente sobre el suelo, empez a roerse las uas y a dar muestras de evidente agitacin.

-Dgame al menos si la chapa es de oro -murmur sin aliento.

- De oro? -pregunt el joyero levantando la cabeza para mirarla con extraeza- Crame que ni siquiera me haba fijado en ella. Cre que lo que le interesaba eran los brillantes.

-Pero... son brillante? -tartamude Betty.

-Desde luego -contest el respetable anciano- Y no parecen artificiales, como cre al principio debido a su extraordinario tamao. Sin duda se tralla de brillantes autnticos. Su transparencia es impecable, maravillosa... Nunca vi cosa igual. Su valor es incalculable, quizs...

-No me lo diga -balbuce Betty buscando a tientas el apoyo de una silla-. Creo..., creo que voy a desmayarme... de todos modos.

CAPTULO IVBetty Seton botaba sobre el asiento del taxi a impulsos del nerviosismo y la ansiedad que le dominaban.

Es fantstico. Es fantstico -se repeta incesantemente. Y luego pensaba.-: Se habr marchado? Dios mo, qu torpe he sido!

- No puede ir ms aprisa? -pregunt inclinndose sobre el respaldo del conductor.

Para exasperacin de la periodista, el taxi se detuvo al llegar a un concurrido cruce de calles. Betty mir con aborrecimiento a los peatones que atravesaban la calzada al amparo de las luces. De pronto vio algo que la hizo prorrumpir en una exclamacin de asombro. Ram Takau estaba cruzando la calle!

Lo reconoci en seguida, tanto por su cabeza, que destacaba sobre la inmensa mayora de los transentes, como por los descosidos de las costuras de su chaqueta.

Sin dudarlo un instante abri la portezuela del coche y salt al asfalto. Detrs de ella escuch el chirrido de los frenos de un automvil y una voz airada grit:

- Mire por donde anda, estpida!

El conductor del taxi tambin grit:

- Eh, escuche, monada! Me debe usted la carrera!

Pero Betty no se detuvo ni se volvi, sino que cruz la calle sorteando por delante de los automviles cuando ya Ram Takau ganaba la acera y se encendan las luces verdes del trfico.

Betty alcanz la acera y corri atolondradamente tropezando aqu y all con los indignados peatones hasta alcanzar a Ram Takau.

- Ram Takau! -susurr con voz entrecortado por el aliento, cogindole de un brazo.

El joven se volvi con cierto sobresalto.

- Ah, es usted! -refunfu. Y sigui andando a grandes zancadas.

Betty corri nuevamente tras l, le alcanz y acomod un animado trote al paso rpido de Ram Takau.

-Esccheme, Ram... -Betty se mordi los labios sin acabar de pronunciar el nombre y prosigui entrecortadamente-. Atindame, por favor. He comprobado que deca usted la verdad que acaba de llegar de... de lejos. Estoy confusa, asustada...

Ram Takau sigui andando a grandes zancadas, frunciendo el ceo y la mirada fija al frente.

-Me he comportado como una estpida... lo... lo reconozco -jade la periodista trotando junto al gigante para no quedarse atrs-. Presiento que le he ofendido en lo ms profundo de su dignidad. Pero tampoco... tampoco usted se ha mostrado muy... muy comprensivo conmigo. Se encuentra en un pas extranjero, donde rigen leyes y costumbres distintas de las suyas. Amigo! Quiere escucharme?

Betty se colg con todo su peso del brazo de Ram Takau obligndole a detenerse. Se miraron de hito en hito, enfurruados y agresivos como dos gallos de pelea dispuestos a atacarse.

-Mire usted, Ram... eso -exclam Betty enrgicamente-. No demuestra ser muy inteligente en estos precisos momentos. Se enfada conmigo porque desconfi de su palabra. Pues bien. Sepa que lo mismo que le ha ocurrido conmigo le suceder dondequiera que vaya sobre este mundo. Nunca se ha dado el caso de que llegara a la Tierra un hombre de... de all. Por enojoso, por muy humillante que sea para usted que alguien ponga en duda sus palabras, tendr que soportar las burlas y la incredulidad de la gente hasta que demuestre de una manera incontrastable que es usted quien asegura ser. Hagamos las paces, quiere? Usted me necesita. No puede marcharse por ah exponindose a que la gente se le ra y le encierren en un manicomio. Nunca podr usted entrar en el edificio de las Naciones Unidas y mucho menos ser recibido por los representantes de la ONU sin antes haber dado pruebas fehacientes de que no est guillado ni pretende tomarles el pelo a esos dignos seores del Consejo de Seguridad. Hgame caso, seor Ram... eso! Soy su amiga y deseo ayudarle. Es que no quiere creerme?

Ram Takau se humedeci los labios con el extremo de la lengua artes de murmurar:

-Siempre le consider a usted como una buena y leal amiga, miss Seton. Pero obr con lealtad conmigo? Si no puede creer que yo haya venido de otro mundo, por qu fingi que lo crea desde el primer momento?

Betty Seton enrojeci en tanto se morda con fuerza el labio inferior.

-Mire, no podemos seguir hablando en medio de la calle. La gente nos mira con curiosidad. Quiere que regresemos a casa o prefiere que entremos en alguna parte donde podamos charlar? -pregunt anhelante.

Ram Takau mir a su alrededor como vacilando. En esto lleg a marcha lenta un taxi que se detuvo en seco junto al bordillo de la acera. El conductor sac medio cuerpo por la ventanilla y grit:

- Oiga, pimpollo! Cree que trabajo para divertirme? Me debe usted...

Era el mismo taxi que Betty haba abandonado en plena calle. La periodista hizo una sea de asentimiento, cogi a Ram Takau por un brazo y tir de l hacia el coche. Ram Takau se dej llevar y subi al vehculo.

No cruzaron palabra durante el corto viaje de regreso al bungalow. l esper pacientemente mientras ella aada una buena propina al precio de la carrera y luego entraron juntos en la casa.

-Bueno, seor Ram Takau -dijo Betty dejndose caer en el divn del living-. Vamos a ver si podemos esclarecer esta extraa situacin. Le confesar que cuando le vi en el despacho del capitn Bliven le tom por un chiflado..., un chiflado simptico, para decirlo todo. Pero despus llegaron unos obreros del puerto asegurando haber visto un monstruo marino en los muelles. Aunque no cre en el cuento de aquellos tontos me acord de usted y entonces se me ocurri relacionar ambas historias, raptarle a usted por unos das y escribir un serial de reportajes sensacionales a expensas de su original chifladura y de la visin de aquellos negros.

- Pero usted esperaba hacer creer a la gente que yo era un ser extraterrestre?

-Supongo que algunas almas de cntaro lo habrn credo, simplemente por el hecho de haberlo ledo en un peridico. Sin embargo, la aspiracin del periodista nunca llega tan lejos. Se trata nicamente de crear un clima de dudas y temores. La gente discute, se preocupa, compra peridicos y crece la fama del autor del reportaje. Nada ms que eso.

-No es muy honrado, verdad? -pregunt Ram Takau-. Si intentara usted hacer eso entre la gente de mi raza sera severamente castigada.

-Segn est dando a entender usted, ese pueblo suyo es una raza de puritanos. No dicen jams una mentira... su palabra se considera inviolable, no se tolera que nadie explote la credulidad del pblico... y mandan un embajador para suplicar asilo a las Naciones Unidas! -exclam la periodista con acento no desprovisto de sarcasmo.

-Parece que le cuesta a usted de creer -apunt Ram Takau.

-S. Francamente, resulta difcil de creer que una raza supercivilizada, contando sin duda con tremendos medios de destruccin, venga a pedir permiso para asentarse sobre un mundo que poda tomar entero por la fuerza si quisiera.

Ram Takau la mir con sorpresa y ella agreg:

-Porque ustedes deben tener armas y medios ofensivos de los que aqu en la Tierra ni siquiera podemos formarnos una vaga idea, no es cierto?

-Mi nacin es un pueblo pacfico, que aborrece la violencia. Desde luego, disponemos de medios para defendernos en caso de ser agredidos, y eventualmente de fuerzas de ataque para quienes nos provoquen. Sin embargo, nosotros jams utilizaramos esas armas para atacar a la Tierra.

- Ni aun en el caso que las Naciones Unidas de la Tierra les negaran el permiso para aterrizar en cualquier parte de este mundo? -interrog Betty.

-Tal negativa de parte de las Naciones Unidas es una eventualidad en la que no cabe pensar. Sera inconcebible que un mundo tan escasamente poblado, con espacio de sobra para acoger a una humanidad cien veces mayor, se negara a dar refugio a doscientos millones de desgraciados aptridas.

- Doscientos millones! -exclam la periodista con voz enronquecida por el asombro-. Yo cre que eran ustedes tres o cuatro mil hombres a lo sumo!

-Los doscientos millones que hemos llegado a este sistema planetario somos slo una centsima parte de la poblacin total de nuestro desdichado planeta Angol -contest Ram Takau-. Pero antes que nuestro mundo entrara en colisin con un planeta errante, lo que significaba inapelablemente el fin de Angol, toda la poblacin fue evacuada en los autoplanetas, que durante muchos aos, desde que supimos el inminente fin de nuestro mundo, habamos estado preparando con vistas a la emigracin. Despus de la catstrofe, los autoplanetas se agruparon en flotas de a veinte, y cada uno de estos grupos parti en distinta direccin en busca de un nuevo mundo donde las condiciones de vida se ofrecieran favorables a nuestra naturaleza. Slo una pequea fraccin de nuestro pueblo ha llegado hasta aqu.

-Pues as y todo es demasiada gente para que las naciones terrcolas se sientan tranquilas tenindoles por huspedes -contest Betty-. Adems, dnde van a alojarse ustedes? No existe en la Tierra un pas deshabitado lo suficiente grande para acomodar doscientos millones de nuevos colonos.

- Oh, usted est confundida, miss Seton! -exclam Ram Takau con aquella su impenitente sonrisa de buen muchacho-. Mi pueblo se halla en un avanzado grado de civilizacin y no necesita para alimentarse un territorio tan vasto como los Estados Unidos. No necesitamos ms espacio que el indispensable para acomodar nuestras ciudades y nuestra industria. No importa que se nos conceda una regin fra en el Canad o un pedazo de sus ardientes desiertos. Nos contentaremos con lo que nos den, y tanto si es un yermo polar como un rido desierto de arenas, nosotros lo transformaremos, acondicionndolo a nuestro gusto y necesidades.

Betty Seton contempl al hombre entre admirada y curiosa.

-Supongamos que las Naciones Unidas les niegan la autorizacin para desembarcar en la Tierra. Qu haran ustedes?

-Afortunadamente, eso no suceder -asegur Ram Takau-. Estoy seguro de poder persuadir a las Naciones Unidas.

- Declarando la guerra a la Tierra, quizs? Tomando por la fuerza lo que, sin duda, les negarn de buen grado? -pregunt la periodista llena de inquietud.

-Creo haber dicho que mi pueblo detesta la violencia -contest el hombre de Angol-. Si esperamos obtener ese permiso, dbese nicamente a nuestra confianza en el sentido comn de los terrcolas. Nadie rechazara una transaccin tan ventajosa como la que nosotros estamos dispuestos a ofrecer... Un pedazo de la Tierra a cambio de la felicidad y el bienestar de todo el mundo. Cree usted que las Naciones Unidas rechazarn esta proposicin?

Supongamos que la rechazan. Qu haran ustedes? Marcharse, o desembarcar de todos modos, aun en contra la voluntad de los terrcolas?

Ram Takau arrug el ceo sombramente.

-Tal contingencia no ha sido estudiada por nuestro Estado Mayor, aunque sin duda optaramos por renunciar a desembarcar en la Tierra -asegur con disgusto.

- Se marcharan... sin luchar? -interrog la periodista con incredulidad.

-Intentaramos acomodarnos en el planeta Marte. Por muy duras que sean all las condiciones de vida, las preferimos a continuar nuestro inacabable xodo a travs del espacio. Naturalmente, acondicionar el planeta Marte regenerando su atmsfera y dotndole de algn pequeo mar, sera una empresa infinitamente ms larga y penosa que hacer habitable el Polo Norte de la Tierra o convertir en una pradera el desierto del Sahara.

Betty Seton mir al joven con la boca abierta.

- Quiere decir que si se lo propusieran fabricaran una atmsfera respirable e incluso mares en el planeta Marte? -pregunt sin poder dar crdito a lo que oa, pensando nuevamente en la posibilidad de que aquel hombre estuviera rematadamente loco.

-Desde luego, podramos hacerlo -contest Ram Takau con naturalidad-. Podramos extraer qumicamente el oxgeno que Marte fij en sus rocas y en su suelo, y luego formar un ocano uniendo cada dos molculas de hidrgeno con una de oxgeno.

-Un trabajo muy laborioso ese de formar un ocano fabricando el agua gotita a gotita, no es cierto? -insinu la periodista muy escamada.

-En efecto -repuso el angolino sonriendo-. Calculo que nos llevara dos siglos largos coronar nuestra tarea, incluida la construccin de las nuevas ciudades y la completa repoblacin forestal de Marte.

-Dos siglos es mucho tiempo -asegur la periodista con irona, que el extraterrestre no pareci advertir-. Bien mirado merece la pena apurar hasta el ltimo recurso para que se les permita establecerse en la Tierra. Lo que no comprendo es cmo le han enviado solo para llevar a cabo unas negociaciones tan importantes.

- Acaso duda de mi competencia? -pregunt Ram Takau.

-No he querido decir eso, sino que una embajada ms numerosa, desembarcando en la Batera y dirigindose al edificio de las Naciones Unidas en medio de la expectacin de la gente, hubiera impresionado mucho mas que viniendo usted solo y de incgnito.

- Es posible que los representantes de las Naciones Unidas se nieguen a recibirme por haber venido solo? -pregunt Ram Takau, dando visibles muestras de preocupacin.

-Si quiere usted una respuesta sincera, Ram Takau, creo que va a tropezar con serias dificultades para hacerse escuchar de esos hombres. Eso de que viene usted de otro mundo resulta duro de creer aqu en la Tierra. Si quiere entrar en la ONU por la puerta grande, tiene que presentarse usted de forma espectacular, arrogante y terrorfico, echando rayos atmicos por los ojos o haciendo cualquier otra cosa sobrehumana. De lo contrario, todos nos sentiramos defraudados.

- Pero eso es ridculo! -exclam Ram Takau.

- No puede hacerlo? -interrog la periodista enfurruada-. Entonces, qu clase de hombre interplanetario es usted?

-No puedo asustar a la gente con amenazas o arrogantes demostraciones de fuerza, miss Seton -protest el hombre-. Ello contribuira a formar una equivocada opinin acerca de nuestro carcter y nuestras verdaderas intenciones. Somos un pueblo pacfico y civilizado, deseoso de entablar relaciones de amistad con el pueblo terrcola. No puedo entrar en el Palacio de las Naciones Unidas por la violencia y luego hablar de paz a unos hombres asustados y humillados.

-Bueno -refunfu Betty Seton de mal talante-. No es menester que entre en la sede de las Naciones Unidas echando abajo las puertas. Pero si aspira usted a ser recibido habr de demostrar antes que se trata, en efecto, de un ser extraterrestre. No puede usted presentarse en plena sesin y decir: Buenos das, caballeros. Me llamo Ram Takau y acabo de hacer un viaje de dos siglos a travs de todo el Universo para llegar a la Tierra. Eso sera de mucho efecto dramtico... durante un segundo. En seguida se escuchara una carcajada en todos los idiomas de la Tierra, le meteran a usted en una camisa de fuerza y le llevaran a un manicomio. Es lo que hubiera ocurrido si yo no le ayudo a escapar anoche del cuartel de Polica. Quiere repetir la experiencia?

Ram Takau empez a pasear arriba y abajo del living con las manos a la espalda. Se detuvo ante la ventana y se puso a mirar hacia el exterior.

- Qu cree usted que debo hacer, miss Seton? -pregunt sin volverse.

-Ha de demostrar que es realmente un hombre extraterrestre. Y lo ha de demostrar ahora, antes de intentar acercarse al edificio de la ONU. Eso contribuir a crear una atmsfera de gran inters en torno a su persona y le abrir prcticamente el camino hasta el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Cuando usted vaya a parlamentar, ya no tendr que or las risas y las burlas de los representantes. Por el contrario, ellos estarn dispuestos a escucharle con gran inters.

Ram Takau sigui mirando por la ventana abierta.

- Qu podra hacer? -murmur.

-Cualquier cosa que sea debe revestir el carcter de lo extraordinario y nunca visto. Yo lo anunciara maana a grandes titulares en mi peridico, por ejemplo: El hombre del espacio har que oscurezca sobre Nueva York a las doce en punto.

-No puedo hacer que oscurezca al medioda sin haber un eclipse de sol -apunt Ram Takau.

-Es un decir, aunque un hombre como usted debiera poder trastornar la mecnica universal y hacer que hubiera un eclipse a su antojo.

-Usted tiene una idea equivocada acerca de m, miss Seton -repuso Ram Takau, volvindose para sonrer-. Aunque nuestra ciencia sea muy superior a la terrcola, no podemos hacerlo todo. Sin embargo... veamos. Se ha helado alguna vez la baha de Nueva York en pleno mes de junio?

-Al menos, que yo sepa, no se ha helado ni siquiera en enero durante los ms crudos inviernos. Oiga! -exclam la periodista, saltando en pie de un brinco-. Podra usted hacer eso? Podra convertir en un carmbano las aguas de la baha, interrumpiendo todo el trfico fluvial?

-S. Podra hacerlo, a condicin de hacer descender la temperatura en toda la ciudad. No slo se congelara el agua, sino que seguramente habra grandes nevadas y mucha gente enfermara de pulmona. Bien mirado no podemos hacer eso.

- Por qu no? La gente estar prevenida por mi peridico, del cual se harn eco todas las emisoras de radio del pas.

-En tal caso, tendr que aconsejar usted que se cierren todas las ventanas, se enciendan las estufas y se pongan ropas de abrigo. Sera conveniente que nadie anduviera por las calles. La temperatura descender casi bruscamente a cincuenta grados bajo cero.

- Oh, magnfico, magnfico! -exclam la periodista con entusiasmo-. Y dgame, Ram Takau, cundo podr hacerlo?

-Cuando usted quiera. Cuanto ms pronto, mejor.

-Entonces... -balbuce Betty sin aliento-. Maana tal vez?

-S, maana mismo.

Aquello era demasiado fantstico y repentino para que la muchacha pudiera creerlo. La desconfianza volvi a invadirla, as que pregunt:

- Y de qu medios piensa valerse usted para realizarlo, Ram Takau? Trae en los bolsillos algunos polvos mgicos o le basta, como al mago Merln, hacer una simple sea con la mano?

Sigue usted exagerando mi poder, miss Seton -sonri Ram Takau, sin caer en la irona de la joven-. En realidad, no ser yo quien haga personalmente descender la temperatura de Nueva York. Sumergido en las aguas de la baha exterior, a cierta distancia de la costa, se encuentra el crucero sideral en que vine de Saturno. Esta noche, a las doce en punto, el crucero har emerger su antena de radio en espera de mis instrucciones. Lo que har ser sencillamente ordenarle que maana, al medioda, vuele sobre Nueva York enfriando la atmsfera por un procedimiento electrnico.

- Quiere decir que les dar instrucciones por radio? Dnde tiene la emisora?

-Aqu -contest Ram Takau. Y hundiendo la mano en el bolsillo trasero del pantaln extrajo una cajita metlica extraplana, parecida por su forma y tamao a las que se usaban para los cigarrillos de lujo.

-Comprendo. Una emisora de radio de tamao reducido, eh?

-S

-Bien -dijo Betty desperezndose y amagando un bostezo. Vamos a escribir un reportaje verdaderamente sensacional. Tan sensacional que Peter Bendix no querr publicarlo a menos que vayamos personalmente a drselo y le convenzamos de que es usted en realidad un extraterrestre. As que voy a dormir un rato. Luego escribir ese reportaje, comunicar usted con su crucero interplanetario e iremos a Nueva York para hablar con Bendix. Bendix es el redactor jefe de mi peridico. No se echa usted tambin, Ram Takau?

-No tengo sueo -contest el joven-. Si no le importa saldr a dar un paseo. Ardo en deseos de contemplar el mar.

-Bueno, vaya usted, pero procure no trabar conversacin con nadie, so pena de descubrirse y que le detenga la Polica.

-Descuide, no hablar con nadie.

Betty Seton entr en el dormitorio, puso el despertador a las nueve y se ech en la cama. Oy el rumor de la puerta al cerrarse detrs de Ram Takau y el crujido de la grava del sendero bajo sus pies.

Se durmi ignorando que el despertador de la casa estaba estropeado. Cuando despert, sobresaltada, eran las doce y diez minutos de la noche.

CAPTULO VLanzando una exclamacin de enojo, Betty salt del lecho y empez a ponerse el vestido. Del living, a travs de la puerta cerrada, llegaba una voz que hablaba alto en una lengua extraa y sonora. La periodista supuso que era Ram Takau hablando por radio con los tripulantes del crucero sideral.

Al abrir la puerta y asomarse al living vio a Ram Takau, que estaba sentado de frente a ella ante un aparato bastante voluminoso, aproximadamente del tamao de las emisoras de onda corta porttiles que utilizaba el ejrcito. Ram Takau le dirigi una sonrisa, pronunci apresuradamente unas palabras en su extrao idioma y apag el aparato.

Betty Seton avanz hacia el centro de la sala sintiendo algo indefiniblemente extrao en cuanto le rodeaba, una sensacin parecida a la que se experimenta cuando una persona entra en una casa en donde los mismos muebles se han cambiado de lugar.

Los muebles, sin embargo, estaban en el mismo lugar que los dej Betty al ir a acostarse. A1 llegar a la altura de Ram Takau, la muchacha vio con asombro que el aparato no era una simple emisora de radio sino un televisor.

En el mismo instante la muchacha comprendi que era aquello que le haba extraado al entrar.

- De dnde ha sacado ese televisor? pregunt con una especie de sobresalto.

Ram Takau la mir con expresin de no haber comprendido y Betty grit:

- Cmo ha llegado aqu un aparato tan grande? Eso no puede haber salido de la cajita de latn que me ense!

Ram Takau comprendi entonces el asombro de la linda terrcola y se ech a rer.

Pues, la verdad, es que sali de aquella cajita asegur.

- Oiga, Ram Takau! No pretenda tomarme el pelo. Usted compr ese televisor esta tarde cuando sali con el pretexto de dar un paseo. Quizs lo haya adaptado para hablar con la tripulacin de su barco, pero no sali en modo alguno de un estuche de cigarrillos.

- Vuelve a dudar de mi palabra? pregunt Ram Takau arrugando el ceo.

Betty comprendi que el angolino iba a enfadarse de nuevo como aquella tarde. Ahora bien, en estos momentos Betty Seton se saba la periodista ms afortunada del mundo, la nica que haba conseguido entrevistar a un ser extraterrestre y, si no cometa una torpeza, la que tendra en exclusiva las futuras declaraciones de Ram Takau. As que cedi ante el ceo amenazador del extranjero diciendo:

Disclpeme, Ram Takau. Me costar un poco acostumbrarme a sus cosas. Ya s que no se puede poner en duda la palabra de un angolino. Mire, nos queda poco tiempo para escribir un reportaje y llevarlo a Nueva York antes que se cierre la tirada del peridico. Quiere quitar de la mesa ese chisme y preparar una taza de caf mientras escribo?

Ram Takau deposit el televisor en un rincn, Betty puso sobre la mesa su mquina de escribir y empez a teclear con rapidez.

- Escribe cada palabra signo por signo? le pregunt Ram Takau extraado.

- Conoce usted alguna otra forma de escribir a mquina? refunfu Betty detenindose para borrar una falta.

Nosotros escribimos dictndole a nuestras mquinas contest Ram Takau marchndose en direccin a la cocina.

Betty le sigui con la mirada, agit la cabeza y sigui escribiendo.

- Arregl lo de la helada con sus hombres para el medioda de hoy? pregunt poco ms tarde a Ram Takau, que sala de la cocina con el caf.

S, justamente a las doce menos diez minutos el crucero emerger del mar y se elevar en el espacio. Cinco minutos ms tarde empezar a sentirse el descenso de la temperatura. A las doce en punto har tanto fro que las aguas de la baha, del Hudson, y del ro Este se helarn.

Magnfico, magnfico! exclam Betty restregndose las manos. Y sigui escribiendo a gran velocidad.

Unos minutos despus de las dos de la madrugada Betty Seton arranc la ltima cuartilla de la mquina y anunci triunfalmente

Esto ya est. Dentro de cinco horas, cuando los peridicos salgan a la calle, la gente de .Nueva York vibrar de emocin ante el anuncio de la prxima helada. Esta misma tarde mi prestigio como periodista habr quedado firmemente cimentado y usted podr encaminarse tranquilamente a la sede de las Naciones Unidas seguro de que nadie pondr en duda su origen extraterrestre.

Breves minutos ms tarde los dos jvenes salan a la calle y buscaban un taxi. Poco despus, camino de Nueva York, Betty preguntaba:

Todava hay algo que no acierto a comprender, Ram Takau. Cmo, siendo un extranjero, habla usted tan bien el ingls?

Lo primero que hicimos, despus de observar este mundo desde el planeta Marte y asegurarnos de que estaba habitado, fue destacar un crucero sideral para que viniera a verificar la naturaleza y grado de civilizacin de los seres que lo poblaban. Nuestro crucero amar en el ocano Pacfico, lejos de toda mirada humana, y en plena noche y despus de un da de navegacin submarina toc en la costa de California. El comandante de nuestro crucero, una mujer por cierto, desembarc con algunos hombres llegando hasta una casa cerca de la playa. Aquella patrulla apres a los habitantes de la casa, los llev a bordo del crucero y la nave se elev regresando a su base. Por aquellas gentes y con ayuda de una mquina que traduce idiomas pudimos aprender rpidamente el ingls.

Y aquellas personas... qu fue de ellas? pregunt Betty.

Siguen en nuestro autoplaneta. Se sienten felices all y no desean volver por ahora.

Por qu razn vino usted a la Tierra y no otro cualquiera de sus compatriotas, Ram Takau? Quin es usted all? Un rey... quizs un prncipe?

Oh no! exclam Ram Takau echndose a rer. Nada de eso. En nuestra sociedad no existe ms alcurnia que aquella que un hombre o una mujer se forjan por s mismos con su talento.

Betty abri su bolso y extrajo de l la placa de oro que engarzaba los tres grandes brillantes en forma de luceros.

Qu significa esto, Ram Takau? pregunt sintindose emocionada a pesar suyo. Debe ser usted un hombre muy rico para permitirse el lujo de llevar unas joyas tan valiosas.

Se refiere a esas insignias de washi? pregunt mirando el objeto. Carecen de valor material alguno. Se aprecian nicamente por la satisfaccin moral que da el poder lucirlas.

Pues qu es un washi?

Un comandante de autoplaneta.

Y es tan importante eso? Betty sintise desilusionada. Traducido a los rangos militares terrcolas a qu equivale?

El rango de washi no tiene equivalencia en los mandos militares de la Tierra. Digamos que un washi es a la vez alcalde de una ciudad con cerca de diez millones de habitantes. Como esta ciudad est encerrada en una esfera metlica que tiene la propiedad de moverse a grandes velocidades a travs del espacio, el washi es a su vez comandante de una nave interplanetaria. Lejos de su base, el washi, es el jefe supremo de los diez millones de almas que rigen bajo su mando. Dicta rdenes, administra justicia, cuida de la salud y bienestar de su tripulacin y es como un reyezuelo de un pequeo mundo en marcha a travs del cosmos. Pero esta astronave lleva tambin medios de defensa y ataque, incluida una flota de combate de varios miles de cruceros siderales y un ejrcito de algunos millones de hombres robot. Por lo tanto, un washi es una jerarqua militar con mando sobre unas Fuerzas Armadas ms potentes y numerosas que las del Ejrcito, la Aviacin y la Marina de Guerra de los Estados Unidos juntos. Eso es un washi.

Betty Seton contempl sin aliento a este hombre extraordinario, por el cual senta crecer su admiracin y respeto a cada minuto que transcurra.

-Pues debe ser usted un chico muy listo para mandar uno de esos fabulosos autoplanetas siendo tan joven. Cuntos aos tiene?

-Setenta y siete.

- Ha dicho veintisiete?

-He dicho setenta y siete, miss Seton -repiti Ram Takau. Y viendo la cara de estupefaccin de la periodista aadi-: El perodo de vida medio de mi raza es algo superior al de ustedes... alrededor de trescientos aos.

- Dios mo! --exclam Betty mirando con estupefaccin la cara sin una arruga, los cabellos sin una cana y la vivacidad de los ojos de aquel venerable anciano.

Ram Takau explic que aquel mayor alargamiento de la vid