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XVIII Congreso. 25 | 27 de Abril de 2012. Querétaro. Asociación Mexicana de Estudios del Caribe A.C AFROAMÉRICA Y NUESTRA AMÉRICA EN LA VIDA HISTÓRICA DE LA OCHA (SANTERÍA CUBANA) Ricardo J. Solís Herrera 1 Facultad de Filosofía y Letras, UNAM [email protected] 1 Estudiante de la licenciatura en Estudios Latinoamericanos, FFyL-UNAM. Miembro del proyecto PAPIIT IN402610 “Estudios Afroamericanos. Aportes africanos a las culturas de Nuestra América” coordinado por el Dr. Jesús M. Serna Moreno. Ponente y organizador de distintos encuentros estudiantiles donde se abordaron temáticas relacionadas al Circuncaribe y Afroamérica.

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XVIII Congreso.

25 | 27 de Abril de 2012. Querétaro.

Asociación Mexicana de Estudios del Caribe A.C

AFROAMÉRICA Y NUESTRA AMÉRICA EN LA VIDA HISTÓRICA DE LA OCHA (SANTERÍA CUBANA) Ricardo J. Solís Herrera1 Facultad de Filosofía y Letras, UNAM [email protected]

                                                                                                                         1 Estudiante de la licenciatura en Estudios Latinoamericanos, FFyL-UNAM. Miembro del proyecto PAPIIT IN402610 “Estudios Afroamericanos. Aportes africanos a las culturas de Nuestra América” coordinado por el Dr. Jesús M. Serna Moreno. Ponente y organizador de distintos encuentros estudiantiles donde se abordaron temáticas relacionadas al Circuncaribe y Afroamérica.

 

   

1

Se conoce como Ocha o Santería al sistema religioso afrocubano traído por los Yorubas2 en

condiciones de esclavitud al continente americano. A lo largo de su vida histórica en Cuba

ha adquirido características propias resultado de diversos procesos de transculturación con

otras religiones africanas, el catolicismo, el espiritismo, religiones indoamericanas e incluso

asiáticas.

La Ocha se circunscribe a un complejo cultural afroamericano donde converge y se

mezcla con otras religiones afrocubanas como la Sociedad Secreta Abakuá de matriz efik-

ibibio, el Palo Monte del sustrato lingüístico-cultural Bantú y los Arará con matriz adja-

fon. Así también, dialoga con diversos sistemas religiosos de otras partes del continente,

por ejemplo el Candomblé brasileño y el Vodou haitiano. Además, mantiene un contacto

cercano con la religión yoruba en Nigeria que permite a los practicantes intercambiar

conocimientos, formas y estrategias que dinamizan los procesos religiosos y culturales.

El complejo religioso de la Santería cubana se estructura a partir de dos núcleos que

le dan cohesión dentro de la gran diversidad ritual que la caracteriza: primero, el culto al

par egun3-oricha4 y, segundo, el respeto a los “sistemas predictivos-interpretativos”5

integrados por: el oráculo del Obí –adivinación por medio del coco-, Diloggun –la lectura

de los caracoles- y el tablero de Ifá. Los dos primeros son practicados por los olorichas6 y

oba oriates7, el segundo y el tercero son trabajados por los babalawos8, en especial el

último que es del dominio exclusivo de estos.9

La Santería refleja los valores de la cultura popular cubana. En este sentido, la Ocha

concentra diversas líneas de fuerza que permite investigar las intersecciones generadas

entre Afroamérica, Nuestra América y África desde diferentes niveles de análisis:

1) Tensiones entre lo afro y la nación cubana,

2) Relación religión-cultura dentro del complejo socio-cultural cubano, nuestroamericano y

afroamericano,

                                                                                                                         2 Los Yorubas provenientes del territorio que hoy conocemos como Nigeria en la costa Occidental del África subsahariana. 3 El egun es un ancestro divinizado según la cosmovisión santera y yoruba. 4 Espíritus divinizados del panteón yoruba a quienes los practicantes de la Ocha llaman también santos. 5 Lázara Menéndez, Rodar el coco, pp.21-22. 6 Hombre o Mujer Iniciada en la religión. 7 Jerarquía más alta dentro de la Ocha, domina los rituales y tiene el permiso para sacrificar animales. 8 Sacerdote de Orula en Ifá. Guardian de la filosofía yoruba. 9 Aquí solo se mencionan los sistemas, para una información más densa consultar Retos de una religión de Jesús Fernández.

 

   

2

3) Formas de transmisión de saberes,

4) La noción de tradición como concreción de las tensiones generadas por aquellos

elementos que cambian y aquellos que permanecen,

5) Las continuidades y discontinuidades históricas con África.

El presente trabajo tiene como objetivo dibujar la configuración histórico-cultural

de la Santería en Cuba. El grueso de la información proviene de la tradición oral de los

practicantes. La idea es esbozar genealogías que nos den cuenta de las especificidades del

proceso histórico santero dentro del conjunto de las religiones afroamericanas. Así como,

de las continuidades y rupturas históricas a partir del referente de África, de las relaciones

de género y poder acontecidas al interior de la religión con sus protagonismos, alianzas,

unificaciones y antagonismos.

El texto se divide en tres apartados, el primero esboza las relaciones entre dos

categorías Afroamérica-Nuestra América y a partir de ese primer punto se argumenta sobre

la pertinencia de hablar desde el África de América; el segundo plantea un esquema general

sobre las relaciones históricas entre lo afro y la nación, concentrándonos alrededor del

“ciclo de formación de la nación cubana”; tercero, se emprende un ejercicio de

historificación de la Ocha hasta 1944. Al final del último apartado se hacen algunos apuntes

generales sobre el caso del culto a Sanfancón que traza relaciones culturales interesantes

entre África y Asia pero apropiadas a las condiciones históricas de América.

Cabe mencionar que a continuación se propone un ejercicio que da luz sobre las

tendencias historiográficas que abordan la religión.

Consideraciones en torno a las tendencias historiográficas sobre Ocha.

Existe una riquísima producción historiográfica en América Latina que aborda la Santería

cubana desde los más diversos enfoques de las ciencias sociales, sobresaliendo los de signo

antropológico. Las tendencias principales que hemos podido advertir pueden agruparse de

la siguiente manera:

1) esfuerzos antropológicos, principalmente desde la etnografía, que intentan describir la

complejidad filosófica y cultural que caracteriza la cosmovisión y la cosmogonía

santera expresada a través de la reconstrucción de las practicas rituales y sociales de las

distintas familias religiosas; ejemplos de ello son los trabajos clásicos de autores como

 

   

3

Lydia Cabrera, Natalia Bolívar, Rómulo Lachatañeré, Heriberto Feraudy y Mirta

Fernández.

2) ejercicios de “esclarecimiento” antropológico e histórico de la “intensidad” de las

africanías; es decir, el grado de pureza de los elementos religiosos y culturales con

respecto a su origen africano y de aquellos elementos propiamente cubanos.

Los trabajos se encuentran atravesados por las discusiones fundacionales de los

estudios afroamericanos: la posibilidad o no de las pervivencias africanas en el

continente y la condición “sincrética” de las religiones con matriz afro; por ejemplo:

Fernando Ortiz, Jesús Fernández, Tomás Fernández, Lázara Menéndez, entre otros.

3) Desde una perspectiva histórica centra su tarea intelectual en la reconstrucción del

proceso de configuración de la Santería, abordándola a partir de la tradición oral,

aportando valiosos saberes en cuanto a las relaciones de género y poder.

Un buen número de académicos que sostiene esta perspectiva son practicantes,

algunos bastante reconocidos dentro del mundo de la religión santera ocupando

importantes jerarquías religiosas; ejemplos de ello son los Oba Oriates Miguel Willie

Ramos y Ernesto Pichardo.

4) Por último, desde un enfoque que va de la sociología a la antropología, se estudia el

complejo cultural y religioso de la Ocha a partir de la noción de transnacionalización.

Las investigaciones aportan conocimientos en torno al proceso de expansión de la

Santería en el mundo globalizado y la manera en que, a nivel local, la religión va

desarrollando una dinámica propia producto de las influencias de la cultura en donde la

práctica santera se inserta.

En México, tal vez es la corriente que más se trabaja en instituciones de

investigación, como el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en

Antropología Social [CIESAS] o en proyectos académicos internacionales:

AFRODESC e IDYMOV. Todos ellos vinculados al Institut de Recherche pour le

Développement de Francia [IRD]; entre otros académicos podemos nombrar a Kali

Argyriadis, Stefanie Capone, y, en México, Nahayelli Juárez y Reneé de la Torre.

A pesar de la existencia de una historiografía plural, no conocemos algún trabajo

que tenga como objetivo hacer una historia de la Ocha donde se ubiquen y establezcan sus

relaciones con la historia social, económica y política de la nación cubana, sobre todo en el

 

   

4

periodo de su formación nacional. Tal empresa permitiría aportar saberes con respecto a la

participación afro en la construcción de la nación cubana y las relaciones entre

Afroamérica, Nuestra América y África dentro de la vida histórica de la religión santera.

África de América

La tarea martiana de unir lo disperso y lo diverso10 se constituye como referencia

programática para emprender un proyecto de reflexión crítica en torno a las mediaciones

que articulan la vida histórica, las experiencias de lucha y los actos de cultura entre

Afroamérica y Nuestra América, entendidas como categorías históricas, en tanto son

indicativas de formas de ser y condiciones de existencia (históricas).

Una y otra establecen relaciones constitutivas porque aprehenden la realidad de un

continente desde una condición histórica propia pero compartida, por un lado Afroamérica

concentra la complejidad de experiencias del ser afro a lo largo y ancho del continente y,

por el otro, Nuestra América logra converger la diversidad de experiencias que plantea el

ser y estar al sur del río Bravo.

Lo afroamericano es un elemento central en la configuración histórica de los

pueblos y sus naciones en el continente. Bajo esa tesis afirmamos la existencia de África de

América, un complejo histórico-cultural que sin perder su matriz africana ya es americano

porque nació de este lado del océano Atlántico, producto de la consecución histórica de

numerosos y diversos procesos de transculturación.

Partir del África de América significa comprender que la participación de africanos

y sus descendientes, a través de su trabajo físico e intelectual, junto con las otras

colectividades etnoculturales, han revolucionado sustantivamente las formas de ser y

condiciones de existencia histórica, ambiental, cultural, social, científico-tecnológica,

económica y política en nuestro continente.

Lo afro y la nación cubana.

El ciclo de formación de la nación cubana es constitutivo del proceso de acriollamiento de

los diversos componentes etnoculturales que integran al pueblo cubano, producto de

                                                                                                                         10 José Martí, “Con todos y para el bien de todos”, discurso pronunciado en el Liceo Cubano de Tampa Bay, USA, el 26 de noviembre de 1891.

 

   

5

sucesivas transculturaciones en un mismo territorio protagonizadas por diversas etnias y

culturas procedentes principalmente de Europa, África, Asia y América.

En las primeras décadas de la invasión europea, con el asentamiento de incipientes

villas aparecen los primeros trazos configurativos de una sociedad criolla con un arraigado

sentido de pertenencia a la patria local, punto de partida de la nacionalidad. Esta primera

“etapa formativa de la nación y el pueblo cubano” se afianzará a lo largo del siglo XVII y

concluye en 1763. A este periodo, el historiador cubano Eduardo Torres-Cuevas lo llamará

la “Sociedad criolla”.11

La clave del proceso socio-histórico de la formación nacional y del pueblo cubanos

se objetiva en la constitución de un ente humano que será el germen de un nuevo complejo

cultural: el criollo; donde indígenas, europeos y africanos participaran muy activamente.

Por lo general, se piensa que los indígenas taínos no tuvieron una participación

constitutiva en la cultura cubana debido a su pronta extinción en el siglo XVI a

consecuencia del etnocidio provocado por enfermedades, masacres y la sobre-explotación

impuesta por los europeos. Los indígenas, la mayoría de las veces desde la experiencia del

cimarronaje en los palenques, transmitieron a los contingentes inmigrantes europeos y

africanos: los saberes ancestrales, costumbres, tradiciones, tecnologías, hábitos, etc., que les

permitirá una adaptación ecológica a las nuevas condiciones del medio. Por ejemplo, en el

ámbito gastronómico y en la actividad agrícola es muy significativa la herencia de la

cultura taína de la yuca, hoy en día, fácilmente reconocible en el consumo del casabe12.

Una segunda etapa (1763-1840) que denominaremos “sociedad esclavista” es un

periodo de enriquecimiento de las culturas y pueblos que emergieron en la etapa anterior

gracias a las profundas transformaciones sociales, económicas y culturales acontecidas en

el marco del auge azucarero y el sistema de plantación que se consolidó a partir de la caída

de la producción de Saint Domingue a consecuencia de la revuelta de los esclavos y

mulatos libres en la última década del s. XVIII.

El éxito económico que acontecerá puede verse en cifras donde se muestra que la

producción azucarera aumento más de cuarenta veces edificando, según Pérez de la Riva,                                                                                                                          11 Eduardo Torres-Cuevas, “En busca de la Cubanidad (I)”, pp.257. Es importante mencionar que para este apartado tomamos como referente la periodización que Torres-Cuevas elabora y denomina “etapas formativas del pueblo y la nación cubana”. Para ver su desarrollo respecto a este tema ver los dos tomos de “En busca de la cubanidad” publicados recientemente. 12 El casabe es un pan ácimo, delgado y circular hecho con harina de yuca, asado en un comal.

 

   

6

monstruosas plantaciones con más de 11, 000 acres, donde laboraba casi mil esclavos en

cada una.13 Tal incremento de la producción solo pudo ser sostenido por la masiva

introducción de esclavos africanos.

El sistema de plantación y su principal producto: la caña de azúcar, propició la

“unión cultural”14 de Cuba; en el sentido de que su producción generaba relaciones sociales

protagonizadas por las grandes matrices etnoculturales convergentes. Por ejemplo, los

esclavos negros y chinos semi-esclavizados, los últimos a partir de la década de 1840, eran

los encargados de los múltiples trabajos en la cadena productiva del azúcar. A su vez, había

la presencia de blancos o mulatos pobres asalariados que generalmente ocupaban los

puestos de mayoral o contramayoral del ingenio. Y todos ellos relacionados con el

campesinado, en su gran mayoría, blanco que intercambiaba productos como la miel de

abeja y el tasajo a partir del trueque.

Pensamos que es importante aclarar que estas matrices etnoculturales: afro, europeo,

asiático e indígena se encuentran conformados por una diversidad étnica que la hacen

mucho más compleja de lo que ahora se ha esbozado. Solo por mencionar un caso, para la

matriz etnocultural africana debemos tomar en cuenta las especificidades étnicas de los

distintos grupos, no es lo mismo un yoruba del sur nigeriano, un ngola de la zona bantú o

un mandé islamizado de las márgenes del río Niger, etc.

Los procesos de transculturación de los distintos grupos étnicos formativos de la

nación cubana poseen su factor dinámico y de conciencia en el antagonismo principal de la

época colonial expresado en la lucha de los estratos subalternos -libres o esclavos- versus la

clase criolla “blanca” y, a su vez, estos dos en un conflicto prolongado con el Estado

Colonial.

Esta situación de confrontación y diversidad étnica fue el escenario donde los

fundamentos de la nacionalidad cubana se definieron a partir de la combinación de factores

que se contraponen pero complementarios: criollo vs europeo, negro vs blanco, natural vs

inmigrado y hispano vs anglosajón.

La gestación de la nación cubana y su nacionalidad es un proceso no simultáneo en

las distintas regiones de la isla. Cada región posee tiempos históricos propios con periodos

                                                                                                                         13 Citado en Mirta Fernández, Oralidad y africanía, pp.11. 14 Miguel Barnet, “La cultura que generó el mundo del azúcar”, pp.165.

 

   

7

de aceleración y desaceleración determinados por la coyuntura socio-económica y/o

política. Situación que propicia la coexistencia de distintos niveles de identidad y

consolidación en cuanto a la integración de los diversos componentes étnicos con respecto

a la nacionalidad cubana.

No es lo mismo, haciendo un análisis a partir de las tres grandes regiones de la isla

en el siglo XIX, por un lado, Occidente con su economía de plantación que aunque propició

una mayor integración territorial y económica, dificultó la integración de los grupos étnicos

principalmente africanos y sus descendientes a la comunidad nacional en formación y, por

el otro, Centro y Oriente, donde su base económica de hatos ganaderos, además de

pequeñas y medianas parcelas de cultivo con una esclavitud semi-patriarcal permitió una

sociedad más integrada étnicamente pero aislada y con menor desarrollo.

Una tercera etapa: “la sociedad capitalista y dependiente” (1840’s-1929) es

particularmente importante para nuestro interés porque es donde la Ocha adquiere sus

principales características contemporáneas. Es aquí, históricamente, donde la sociedad

esclavista cambia a una sociedad capitalista dependiente, sucintándose una serie de

transformaciones que tendrá como expresión política concreta la creación del Estado

Nacional en 1902, cuando Cuba logra su independencia aunque notablemente limitada por

la enmienda Platt que garantizaba legalmente la intervención de la isla por parte de Estados

Unidos en cualquier momento bajo el pretexto de la defensa de sus intereses.

Las transformaciones económicas locales y mundiales, especialmente en el mercado

internacional, como la implementación de medidas proteccionistas en países europeos y el

incremento de producción del azúcar de remolacha en el s. XIX irá configurando los 2

rasgos más significativos de la economía cubana hasta por lo menos el primer cuarto del s.

XX: la monoproducción azúcarera y el monomercado estadounidense.

El central -como nuevo modelo de producción- aumentó sustantivamente la

producción de azúcar, lo que produjo, entre otras situaciones: a) la expansión territorial del

cultivo cañero para poder cumplir con las altas exigencias de producción; b) el deterioro

acelerado de los pequeños y medianos productores; y c) el requerimiento de una mayor

mano de obra y un mayor nivel de especialización, lo que se traduce, desde el referente de

la institución esclavista, en una mayor concentración de esclavos en unidades azucareras de

grandes dimensiones.

 

   

8

La necesidad de mano de obra también implicó, entre 1840 y 1860, grandes oleadas

de inmigración que le imprimieron una mayor diversidad etnocultural al panorama nacional

en formación. En el periodo de 1847 y 1875 se introdujeron cerca de 150, 000 personas de

la China meridional, además llegaron del suroeste norteamericano alrededor de 5, 000

chinos que huían de una sociedad que tenía legislaciones de fuerte corte racista alrededor de

los años de 1860 a 1875.

Otros contingentes importantes fueron los mayas yucatecos provenientes de

México; y de España llegaron canarios, asturianos, gallegos y andaluzes. La política

colonial y posteriormente en la República que promovía la migración de canarios tenía

como objetivo crear un campesinado blanco capaz de integrar a su núcleo cultural hispano

la totalidad cultural de la isla. Pinar del Río y Las Villas fueron las regiones donde

principalmente se asentó la migración canaria.

La esclavitud se convierte en patrimonio casi exclusivo de los grandes propietarios.

La concentración de esclavos en los centrales produce un efecto de distanciamiento entre la

institución de la esclavitud y las clases medias, aconteciendo un acercamiento cultural entre

africanos y afrodescendientes con los nuevos contingentes migrantes, lo que no supone que

se emprendiera un proceso de erosión del racismo dentro de las clases medias y bajas.

La nacionalidad cubana surgió socialmente, según el historiador cubano Enrique

López Mesa, primero en las clases bajas del sector no esclavo, entre artesanos y

campesinos, ya sean blancos, chinos, negros o mulatos libres cuya aproximación debió ser

atraída por el eje gravitacional de la pobreza15. En plena Guerra de liberación en 1868,

estos sectores sociales fueron “la cantera social” donde surgiría buena parte de los soldados,

clases y oficiales del Ejército Libertador. El proceso de independencia cubano puede

caracterizarse como de consolidación respecto a la integración socio-racial ubicada en el

teatro de operaciones.

Con la guerra de los diez años (1868-1878) se concreta en la aparición del ejército

mambí todo un proceso de acumulación histórica insurgente producto de la convergencia de

lo afro e indígena principalmente, pero también de los otros componentes etnoculturales

europeos y asiáticos, vivida en la experiencia del cimarronaje.

                                                                                                                         15 Enrique López Mesa, “La historiografía y el proceso de formación nacional en Cuba”.

 

   

9

Desde sus inicios, la naciente República en Armas de Cuba y su ejército mambí

tuvieron una amplia participación de apalencados que aunque ya habían conquistado su

libertad se incorporaron masivamente a la batalla por la liberación nacional y los viejos

palenques se convirtieron en campamentos, hospitales y talleres mambises, además de

enseñarle a la dirección de la insurgencia: el arte del contrabando con otras islas,

principalmente con Jamaica y Haití, actividad de suma importancia para la obtención de

insumos que permiten el mantenimiento de la guerra.

La guerra dio inicio con el Grito de Yara en la noche del 10 de octubre de 1868 en

el ingenio La Demajagua, propiedad de Carlos Manuel de Céspedes, quien él mismo dio la

libertad a sus esclavos. Resulta importante comentar que en esta primera fase de la

independencia cubana, las principales figuras como Carlos Manuel de Céspedes o

Francisco Vicente Aguilera formaban parte de ese grupo de propietarios que para finales de

la década del 1860 habían perdido toda posibilidad de incorporarse con éxito a la

competencia ahora lideradas por grandes firmas azucareras, sociedades anónimas, casas de

crédito y bancos, los únicos con capacidad suficiente para adquirir nuevas tecnologías.16

La guerra finaliza en 1878 con la firma del Pacto del Zanjón, el cual otorgaba la

libertad a los colonos esclavos que habían peleado en las filas del ejército mambí. De esta

manera, aunque el movimiento revolucionario que había dado un golpe demoledor a la

institución esclavista había terminado un ciclo histórico sin poder lograr el tan anhelado

sueño de alcanzar la liberación de la isla del colonialismo español.

La abolición de la esclavitud dictada en 1886 es resultado, en gran medida, de 2

factores: el primero, la gran fuerza de presión que ejercían los insurrectos y, segundo, la

política de inmigración creó una numerosa población libre. Inmediatamente después del

acontecimiento, el gobierno colonial legisló disposiciones que limitaban la libertad lograda

de todos los negros y mulatos restringiendo el acceso a la educación, la posibilidad de

organizarse y la participación política.

A partir de la experiencia acumulada con la Guerra de los diez años (1868-78) y la

Guerra Chiquita (1879-80), se inicia la guerra de 1895 con el Grito de Bairé y terminó con

la rendición de las tropas realistas ante el asedio del ejército libertador al puerto de La

Habana, punto neurálgico del sistema colonial en la isla y la intervención de la armada

                                                                                                                         16 Eduardo Torres-Cuevas, En busca de la cubanidad, Tomo II, pp.291.

 

   

10

estadounidense que le robó la victoria al ejército Mambí y la República en Armas de Cuba

en 1898.

En la última década del s. XIX, la consideración común de las elites políticas

cubanas “blancas” en torno a lo “negro” como algo inferior e incapaz de asimilar una

cultura civilizada abrió paso a la reanudación rápida de las relaciones entre españoles y

cubanos (blancos); entablando una defensa de los valores hispanos expresadas en políticas

públicas que restringían los actos de cultura de los afrocubanos. En este contexto, las

autoridades se esfuerzan por hacer desaparecer los cabildos de nación porque, según ellos,

impedían a los nuevos hombres y mujeres libres de color convertirse en ciudadanos

españoles.

La dinámica de repoblamiento promocionada por la política migratoria que

facilitaba la introducción de contingentes fenotípicamente blancos en el marco de una

estrategia de recomposición social y racial se mantendrá como eje fundamental hasta 1929,

desde el punto de vista de la demografía etnocultural. El advenimiento de la República en

1902 fue un acontecimiento que solo aceleró el proceso.

Los mambises creyeron que con el establecimiento de la República se construiría un

nuevo clima, más democrático e igualitario, esta concepción idealista fue derrumbada por la

realidad sometida bajo el yugo imperialista de los Estados Unidos y el espíritu colonial que

continuo reproduciendo los prejuicios raciales y el afrocubano era un ciudadano a medias a

pesar de que la Constitución de 1901 dictara lo contrario.

Fue entonces cuando los oficiales y combatientes negros del ejército libertador

crearon el Comité de Veteranos de la Raza de Color para hacer valer los derechos que la

República les negaba y que posteriormente devendría en 1908 en la Agrupación

Independiente de Color, que tiempo después cambiaría su nombre a Partido Independiente

de Color, participando en las elecciones de diputados a la Cámara de Representantes en ese

mismo año.

En 1910, los Independientes de Color realizan una serie de protestas en contra de la

enmienda Morúa que proscribía a las organizaciones con programas políticos que

favorezcan a una sola raza; y fue en 1912, Evaristo Estenoz, líder del PIC, planteo la

posibilidad de una protesta armada en el oriente de la isla, conocida como la “guerra de las

razas”, la sublevación fue reprimida violentamente. La Guerra de 1912 en realidad fue una

 

   

11

masacre que expresó de manera concreta la brutalidad del racismo instalado en la primera

mitad del s. XX cubano

Tras la represión al PIC, la policía urbana habanera incremento considerablemente

las redadas en los lugares donde se reunían practicantes de cultos afrocubanos en un intento

por controlar lo que ellos consideraron un incremento peligroso e indeseable de la brujería

africana y los disturbios políticos de los negros.

Vida histórica de la Ocha (Santería)

El proceso de configuración histórico-cultural de la Ocha establece relaciones reciprocas

con el ciclo de formación nacional y el proceso de acriollamiento del pueblo; dicho de otro

modo, la Santería como un elemento constitutivo de la cultura nacional expresada en la

religiosidad popular cubana.

Por lo menos, desde la segunda mitad del s. XVI, podemos plantear la existencia de

formas religiosas africanas en la isla a consecuencia de las primeras migraciones forzadas

de africanos para el trabajo esclavo, principalmente, en las minas de la región oriental. Las

religiones provenientes de África tendrán sus primeras transculturaciones entre ellas

mismas, con los taínos y caribes en el barracón donde comparten la condición de esclavos y

en el palenque, como cimarrones; también, en el marco de relaciones de dominación, habrá

intercambios con el catolicismo y el paganismo de los conquistadores europeos.

Las formas religiosas africanas transculturadas, a lo largo del s. XVII y hasta

mediados del s. XVIII, se pueden ubicar dentro del ámbito rural en los asentamientos

cimarrones que logran sobrevivir al paso del tiempo y a los asedios del poder colonial o en

los barracones de las haciendas.

En el contexto urbano del s. XVII, comienzan a estructurarse los Cabildos de nación

en las ciudades portuarias, organizaciones socio-religiosas que agrupaban africanos,

esclavos o libres, de una misma procedencia étnica o geográfica erigidas como espacios de

resistencia, focos de insurgencia e instituciones de reproducción cultural. En estos lugares,

las culturas y religiones africanas tendrán sus propios procesos de transculturación.

Un ejemplo claro tuvo lugar en los primeros meses de 1811 cuando se comienza a

fraguar una conspiración abolicionista dirigida por el liberto José Antonio Aponte y Ubarra,

teniendo como centro de operaciones la casa sede del cabildo Lucumí Shangó-Tedúm,

 

   

12

ubicada en la calle de Jesús Peregrino en el puerto de La Habana. Se dice que Aponte tenía

hecho Changó, pertenecía a la sociedad secreta Abakuá, estaba iniciado en el Palo Monte

teniendo la jerarquía de tata nganga17 y era director del cabildo. El movimiento fue

delatado el 16 de marzo de 1812, sus principales líderes encarcelados, sometidos a juicio y

ejecutados al poco tiempo.

En el marco de las necesidades de la sociedad esclavista, los momentos más álgidos

de la trata se conjugaron con la caída del imperio de Oyó en África, aproximadamente en

1825, a consecuencia de las guerras, entre los Haussá y los Yorubas primero y, después,

entre los reinos de Oyó y Dahomey. Hechos que permitieron la entrada masiva de esclavos

de origen Yoruba a Cuba, particularmente provenientes de la zona de influencia de Oyó,

sustrato cultural base de la Ocha.

Las sublevaciones de La Habana en 1835 plantean relaciones entre la religión y las

resistencias populares objetivadas en amotinamientos, insurgencias, rebeliones, etc. Todo

empezó cuando las autoridades de la ciudad incursionaron en una ceremonia secreta de

Ocha en el momento en que un religioso se encontraba montado18 por Obbatala Allágguna

–camino del oricha Obbatala con capacidad de guerrear-, el montado decapitó al guardia

que intentaba aprehenderlo; con esta acción, los practicantes enardecidos salieron a las

calles. Las fuerzas del orden contuvieron la situación, matando a gran cantidad de gente y

capturando a otros más, fusilados poco tiempo después.

El episodio es significativo porque, según el etnólogo cubano James Figarola, se han

encontrado evidencias que muestran la presencia de rasgos musulmanes, lo cual tiene

mucha coherencia, si tomamos en cuenta que la religión yoruba en África históricamente ha

interactuado con el Islam.19 De paso, destacamos que este caso no es aislado en el contexto

de Afroamérica, para los mismos años se tiene noticia que en Brasil y la Louisiana

existieron sublevaciones que contienen relaciones entre Islam y lo Yoruba.

A finales del s. XIX, posteriores a la abolición (1886), el poder colonial y después,

las autoridades republicanas emprenden una gran acometida política contra los antiguos

cabildos y de todo posible rasgo africano en la sociedad finisecular. Numerosos cabildos                                                                                                                          17 Teodoro Díaz Fabelo, Diccionario de la lengua conga residual en Cuba, Cuba, Casa del Caribe/ ORCALC/ UNESCO/ Universidad de Alcalá, 1998, pp.85 citado en Fernández Martínez, Oralidad y africanía en Cuba, pp.27. 18 Posesión que realiza un oricha de un creyente. 19 James Figarola, “De la sentina al crisol”, pp.63.

 

   

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comienzan a desaparecer por la represión, otros tantos se vieron obligados a cambiar

exteriormente convirtiéndose en Sociedades.

A pesar de las restricciones y prohibiciones legisladas en contra de los cabildos, el

puerto de La Habana contaba con veinte registros en 1909 y otros tantos más en la

provincia matancera. Las autoridades no pudieron evitar que estas instituciones, con sus

debidas transformaciones en respuesta a la coyuntura socio-política, permitieran un

distanciamiento de la cultura dominante y la posibilidad de convertir sus estructuras y

propiedades en instituciones clasistas, étnicas y/o políticas20.

Una de las más famosas organizaciones habaneras de este tipo en 1911, la Sociedad

de Protección Mutua y Recreo del Culto Africano Lucumí “Santa Bárbara” nombró como

Presidente honorario al etnólogo Fernando Ortiz, situación que nos da cuenta de las tácticas

empleadas por los miembros para buscar alianzas políticas que permitan, entre otras cosas,

disponer de un aliado de alto nivel; recordemos que Ortiz colaboró en el servicio exterior

cubano y, también, obtener un “plus” que proporcione prestigio entre los correligionarios

santeros.21

Otra vía de transformación de los cabildos fue el transitar al Ilé Ocha (Casa-

Templo)22. Forma que se constituye en el espacio dominante donde se practica la religión

santera en el contexto de la ofensiva contra los cabildos durante los primeros años del s.

XX. La aparición del Ilé Ocha en el escenario sociorreligioso no es producto exclusivo de

la ofensiva en contra de los cabildos, sino que está situación solo los hizo más notorios.

El Ilé Ocha fomenta la constitución de células religiosas relacionadas pero

independientes que permitió a los creyentes defenderse mejor del acoso y la represión

social; tal arte de resistencia posee su sustento en la tradición yoruba donde el

comportamiento religioso es compartimentado, basado en el culto a los egun –ancestros- a

nivel de la familia ritual dando origen a diferencias religiosas que subsisten hoy en día.

                                                                                                                         20 Rebeca J. Scott, La emancipación de los esclavos en Cuba. La transición al trabajo libre 1866-1899, La Habana, Editorial Caminos, 2001, pp.328-329 citado en Martha Silvia Escalona, “El impacto de la modernidad en Matanzas”, pp.3 21 Jesús Fernández Cano, Retos de una religión, pp.152-153. También para mayores referencias ver los trabajos del mismo Fernando Ortiz en especial sus Ensayos etnográficos y su zaga intitulada “Hampa afrocubana” en el periodo de mucho contacto con el positivismo criminológico de Lombroso y Ferri integrados por Hampa Afrocubana (1906), Los negros brujos (apuntes para un estudio de etnología criminal) (1906), Los negros esclavos (1916), Los negros curros (1986, edición póstuma). 22 Casa religiosa conformada por un padrino o madrina y sus ahijados.

 

   

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Un elemento estratégico de resistencia que debemos mencionar fue el de enmascarar

los orichas africanos con la iconografía católica en tiempos coloniales, una de las

principales razones de porque popularmente se conoce como Santería. Este ejercicio de

enmascaramiento se encuentra relacionado con los cabildos de nación porque cada uno

congregaba a individuos de un mismo grupo étnico bajo la advocación de un santo católico,

lo que permitía a partir de una serie de paralelismos el enmascaramiento entre los santos

católicos y orichas, ya sea en su apariencia iconográfica o en su hagiografía, es así que se

establece la relación: Changó-Santa Bárbara.

Reuniendo los resultados de distintos trabajos de Lydia Cabrera, Fernández Cano,

Willie Ramos, Fernández Robaina y David Brown principalmente, se ha logrado identificar

el nombre de trece lukumís, nueve mujeres y cuatro hombres, todos supuestamente nacidos

en África, que se constituyeron como los fundadores de las principales ramas religiosas de

la Ocha, a quienes ahora mencionamos: Ña Victoriana Rosalía “Efuche”; Ña Margarita

Armenteros “Ainá”; Ña Caridad Argudín “Igoró”; Ña Belén González “Apoto”; Ma

Moserrate González “Obá Teró”; Francisca Entensa “Palmira”; Moserrate Asiñabí; Tía

Julia Abonse; Timotea Albear “Latuán”; José Pata de Palo “Urquiola”; Perfecto y

Gumersindo “Los Ibeyes”; Octavio Samar “Obadimelli”.

Esta cuestión es de gran importancia porque el conocimiento sobre los linajes y la

pertenencia a uno de mucho prestigio son presentados como garantía de tradición y es muy

tenido en cuenta entre los religiosos, dándose discusiones y descalificaciones en la

reivindicación de la pureza de los rituales que se practican.23

A principios del s. XX, podemos distinguir dos focos de irradiación de la Ocha: La

Habana y Matanzas. Timotea Albear Latuán (Ajaypi Lewú) y Ña Victoriana Rosalía Abreu,

Efuché (Efuché Warikondó), originarias de la región de Egbado en África, así como Ma

Monserrate González, Oba Teró, eran las tres religiosas más reconocidas en La Habana.

Religiosas que contribuyeron a que la forma habanera de practicar la religión se haya

convertido paulatinamente en la tradición dominante en la Santería.

                                                                                                                         23 Para mayor información sobre las discusiones y conflictos al interior de la religión sobre la pureza de la tradición entre los practicantes de la Santería ver en general los trabajos de Kali Argyriadis, en especial sus artículos intitulados “Religión de indígenas, religión de científicos” y “El desarrollo del turismo religiosos en La Habana”, ambos publicados por la revista Desacatos. Revista de Antropología Social y la tesis doctoral del antropólogo costarricense Jesús Fernández: Retos de una religión afrocubana en el sur de la Florida.

 

   

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Por esas décadas, en una fecha que aún no se ha podido precisar bien, aconteció lo

que se conoce como la “división de La Habana”, protagonizado por Latuán y Oba Teró,

que después de una serie de confrontaciones, llegaron al acuerdo de que Oba Teró partiría a

Matanzas. Lo sucedido debe pensarse como uno de los factores de expansión de la tradición

santera asentada en La Habana y que con el tiempo llegó a asentarse a lo largo de la isla

como la forma hegemónica, aunque Matanzas sigue teniendo en sus formas religiosas

particularidades que la hacen distinta, fieles a una ancestralidad que nadie puede poner en

duda.

Al respecto, es interesante mirar las confrontaciones entre La Habana y Matanzas a

la luz del mito yoruba en donde se narra las causas de la rivalidad entre los hermanos

Changó y Ogún, debido al incesto que este último cometió con su madre Yemayá. Changó

representa la ciudad con la diversión, el triunfo, el hedonismo, la osadía, la conquista; Ogún

representa el campo, el trabajo duro, la sobriedad; por eso Matanzas, para los habaneros,

representaba el campo y en efecto, era una zona agrícola con muchos esclavos y

plantaciones, de manera que se considera como el dominio de Ogún.

Las diferencias entre la tradiciones de La Habana y Matanzas y la hegemonía de la

primera, provienen no sólo por la condición de capital de la isla, sino que se entrelaza con

el hecho de haber recibido un influencia de Oyó, la capital y centro de poder político-

militar de los yoruba donde prevalecía el culto a Changó, que entre otras situaciones se

caracteriza por: a) El dominio de los tambores batá24; b) el papel limitado de los babalawos

en los rituales de los olorichas o santeros; c) la colocación de un racimo de plátanos,

símbolo de Changó, en el igdobú25 o cuarto de iniciación; d) la presentación del iyawó26 o

novicio a los batá después de la iniciación.

Para explicar el dominio de Oyó en La Habana, extendiéndose después al resto de la

isla, enumeramos las siguientes cuestiones: 1) la gran cantidad de yorubas llegados en el s.

XIX a la colonia; 2) La importancia de Oyó dentro del conjunto imperial yoruba debido a

que dominaron durante varios siglos en las esferas de lo político, lo militar y la economía y;

3) La tradición urbana del África subsahariana occidental que les permitía identificarse con

la vida en las ciudades.

                                                                                                                         24 Tambores sagrados de la Ocha. 25 Espacio sagrado donde se llevan a cabo aquellas ceremonias a las que sólo pueden asistir los iniciados. 26 Persona que ha recibido un oricha y aún no cumple el año de haber sido iniciada.

 

   

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A las dos grandes personalidades santeras en La Habana, Latúan y Efuché, se une

Octavio Samar, Obadimelli, ya que Latuán lo tomó como su ahijado, convirtiéndolo en obá

oriaté. Octavio Samar fue quién enseño al conocido obá oriaté Nicolás Angarica, uno de

los mejores rumberos de Cuba.

Tras morir Latuán en 1944, la función de obá oriaté pasó a ser dominio exclusivo

de los hombres y fue el quién enseñó a los obá oriatés más reconocidos de La Habana.

Según David Brown, Obadimelli rompió con la hegemonía de las mujeres en la función de

obá oriaté e inicio un proceso de ascenso de los hombres en las jerarquías religiosas.27

Tanto Latuán como Efuché exigían a los que venían del “campo” a La Habana una

segunda iniciación independientemente de que ya hubieran sido iniciados. El término

“campo” incluía también a los que habían sido iniciados en África. Fue Efuché quien

instauró en La Habana la ceremonia del pinaldo28, en la que se entrega el cuchillo que

pertenece a Ogún, recibiendo protección de éste, confirmando el haber recibido el oricha y

en algunas ramas la autorización a los hombres para sacrificar ritualmente.

Las diferencias entre La Habana y Matanzas provenían también del hecho de la gran

influencia que tenían en esta última provincia los Arará, pueblo vecino de los Yorubas

asentados en lo que hoy es la República de Benín y de donde procede el Vodou. Orichas y

rituales de Ararás y Lucumís, aunque con grandes similitudes, no eran los mismos por lo

que se daba una tensión entre los dos cultos.

En esa circunstancia, según cuentan los mayores, se celebró un ritual entre finales

del s. XIX y principios del s. XX, en Simpson, Matanzas, donde se celebró un toque de

tambor, donde el oricha Arará Towosi montando a un religioso reclamó a una lucumí. Obá

Teró siendo lucumí dirigió como obá oriaté la ceremonia y de esta manera los dos cultos

comenzaron a funcionar unificados. Esta unificación se extendió a La Habana, aunque

Matanzas mantuvo ciertas particularidades.

En cuanto a la Regla de Ifá29, a finales del s. XIX en Calimete, provincia de

Matanzas, vivía Eulogio Gutiérrez, quien decide regresar a Nigeria con la idea de recuperar

                                                                                                                         27 Brown, Santeria Enthroned, pp.106 28 Ceremonia en el que se recibe el cuchillo de ogún que le permitirá sacrificar animales de cuatro patas. 29 Parte de la religión reservada a los babalawos, especialistas en el conocimiento de Ifá y el dominio del oráculo regido por Orula.

 

   

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sus raíces africanas. Ya en África, se dice que fue reconocido como descendiente de obás30,

visitó Ifé donde recibió el mensaje de Orula, quien lo reclamo como hijo suyo para

entonces Gutiérrez ya tenía asentado Obatalá. El orisha Orula le encomendó regresar a

Cuba e instaurar la Regla de Ifá –la sagrada orden de los babalawos-. Tiempo después de

su vuelta a la isla se instaló en el poblado de Regla, cerca de La Habana, donde abrió una

casa de Ifá. Allí hizo a sus primeros ahijados: Bernabé Menocal, Bernardo Rojas y Taita

Gaytán.

Una de las controversias importantes en la vida histórica de la Ocha tiene como

protagonistas a los santeros y babalawos. Las diferencias podemos rastrearlas desde la

misma África cuando el sistema de Ifá resguardado por los babalawos, proveniente de Ilé

Ifé se introdujo en Oyó, durante el reinado de Onobogi, y los ciudadanos de Oyó se negaron

a aceptar el culto.31 Los babalawos venían avalados por Ilé Ifé, que era el centro espiritual

de los yorubas, y rechazados por Oyó que era el centro de poder político-militar.

En el caso cubano, la tarea de dirigir los rituales la reivindican tanto los oba oriatés

como los babalawos. Ambos se acusan de usurpar la función del otro y, tras las muchas

acusaciones, existen razones supuestamente históricas, pero también se esgrimen razones

que ocultan un interés en el protagonismo religioso y el poder.

Al igual que en la Ocha, en Ifá se da una gran batalla entre los babalawos por hacer

valer su legitimación, no tanto a través de las ramas de las que descienden, sino que aquí se

utiliza, aparte de los años de estar iniciado, la posesión de Olofín (otro nombre de

Olodumare32) que resulta ser el principal fundamento o materialización de una divinidad,

en este caso la mayor, que no todos han recibido.

El culto a Sanfacón. África y Asia de América

El origen étnico de las inmigraciones chinas del s. XIX provienen de dos grupos: punti y

tonkia. Ellos se asentaron en las ciudades cubanas más importantes y en la región conocida

como la llanura Habana-Matanzas, espacio donde el sistema de plantación tuvo su mayor

                                                                                                                         30 Jefe, Rey. Rango más alto en la Santería. En Cuba ha desaparecido y se le llama asía al oriaté, quien tiene más conocimiento en Ocha, domina los rituales y puede sacar el itá en el día del medio. Tiene que tener el cuchillo o capacidad de sacrificar animales de cuatro patas. 31 Ramos, Oyo, Bata drums, pp.98 32 Ser supremo en la Ocha.

 

   

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presencia y lugar donde se asentó una gran cantidad de chinos. Ellos transformaron

sustantivamente el panorama socio-cultural de la isla.

Sanfacón, San Facón o Chan Fan Kong considerado en Cuba como uno de los

caminos del oricha Changó es un muy singular producto cultural de lo que podríamos

llamar la Asia de América, resultado de un complejo proceso de transculturación entre

chinos y africanos. El “ancestro Kuang Yu” le da vida a este avatar del oricha Changó que

es mostrado como un valiente guerrero chino y mulato –a la vez- con vestimenta de color

rojo y en su mano posee una espada, razón de porque es fácil plantear paralelismos entre

este ancestro chino y Changó.

Esta identificación entre Kuang Yu y Changó es posible dentro de la cosmovisión de

la Ocha porque se parte del principio de representación múltiple de los Orichas en el

complejo religioso santero33; Sanfacón es la expresión desde la lejana China de Changó.

Conclusiones

La vida histórica de la Ocha es una vía de acceso a las relaciones entre lo afro y la nación

cubana, no valorada aún en su totalidad, en tanto, las formas religiosas y espirituales

concentran los valores más íntimos de la cultura de un pueblo. Las indagaciones realizadas

en el texto siguieron los caminos que intentan darle un contenido especifico a la tesis de

James Figarola: “El mayor aporte negro a la cultura del Caribe son, precisamente, sus

formas de religiosidad”34.

Los sistemas religiosos afrocubanos son indisociables de las luchas históricas del

pueblo cubano. Tal situación permite ubicar la Ocha en el conjunto cultural popular cubano

presente en los episodios y momentos históricos claves del pueblo y la nación cubana,

incluso, la misma Ocha no podría haberse constituido como tal sin la interacción profunda

con el proceso de configuración nacional.

En la santería no solo se advierten elementos etnoculturales provenientes de África

y Europa, sino que forman parte todos los componentes constitutivos del pueblo cubano. La

                                                                                                                         33 Juan Mesa Díaz, “Sanfacón. Un chino en la corte de Olofi” 34 James Figarola, “De la sentina al crisol”, pp.74-75.

 

   

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santería como elemento genuino de la cultura popular cubana es resultado de la diversidad

etnocultural de la isla, pero siempre mantiene como columna vertebral su condición de

afroamericana.

África de América se objetiva en la Ocha. Al respecto, conviene recordar lo que

Suri Quezada expresa en una magnifico resumen del proceso de apropiación americana de

las religiones africanas:

Lo que ya no estaba fue reinventado para que volviera a estar; lo que ya no era

fue rehecho al llamado del instinto por vivir. Los poderes de la selva de allá

fueron sustituidos por los del monte aquí. Hubo que nombrar lo desconocido y

volver a vivir.35

La santería cubana vista como expresión de Afroamérica y Nuestra América esboza

posibles derroteros culturales respecto a los proyectos políticos que sus pueblos emprendan;

y aún más, permite establecer profundas relaciones entre Nuestra América y África.

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                                                                                                                         35 Emilio Suri Quezada, “Cuando cantan los gallos” en periódico Juventud Rebelde, La Habana, 28 de junio de 1991, pp.4-5. Citado en Mirta Fernández, Oralidad africanía, pp.19.

 

   

20

Fernández Cano, Jesús, Ocha, Santería, Lucumí o Yoruba. Los retos de una religión afrocubana en el sur de la Florida, Tesis de Doctorado en Antropología Social, España, Departamento de Antropología Social, Universidad de Granada, 2008, 588 p. Fernández Martínez, Mirta, Oralidad y Africanía en Cuba, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2005, 198p. Figarola, Joel James, “De la sentina al crisol” en Martínez Montiel, Luz María (comp.), Presencia Africana del Caribe, México, CONACULTA, 1995, pp.53-87. Lachatañeré, Rómulo, Manual de Santería, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2004, 55p. Colección Echú Bi López Mesa, Enrique, “La historiografía y el proceso de formación nacional en Cuba”. Ponencia presentada en el VIII Congreso Internacional de Historia de América llevado a cabo en Casa de Colón/Cabildo de Gran Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, España, 1998. Martí, José, Con todos y para el bien de todos, discurso pronunciado en el Liceo Cubano de Tampa Bay, USA, el 26 de noviembre de 1891. Mesa Díaz, Juan, “Sanfacón. Un chino en la corte del Rey Olofí”. Disponible en http://www.archivocubano.org/sanfancon.html [Consultado: 15/nov/2011, 12:04 pm] Menéndez, Vázquez Lázara, Rodar el coco. Proceso de cambio en la santería, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2002, 368p. Ramos, Miguel, The empire beats on: Oyo, Bata drums and hegemony in nineteenth-century Cuba, Thesis (Master of Arts in history), Miami, Florida International University, 2000, 306p. Torres-Cuevas, Eduardo, En busca de la cubanidad, Tomo II, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2006, 356p.