ya no me quieras tanto -...

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1 YA NO ME QUIERAS TANTO Texto de Jorge Alberto Silva Personajes: ÉL ELLA HIJO imaginario PLOMERO AMELIA, la vecina VICKY, ex secretaria de ÉL. Escenario: La acción se desarrolla en una casa de muebles viejos y gastados. Las paredes evidencian el descuido del lugar, dado que vemos grietas e incluso partes en donde el enjarre de la pared ya se ha caído. Hay una puerta y una ventana que dan a la calle. En un extremo, una barra, un par de bancos y un refrigerador representan la cocina. Hay un pasillo que lleva al resto de la casa; especialmente, al baño. Al frente, por un lado hay una ventana con un pequeño balcón sobre el cual hay muchas plantas. ÉL está sentado en un sillón ruidoso y maltratado. Está leyendo. ELLA: (Desde afuera): ¿Amor? ¿Amor? ÉL sigue leyendo. No escucha o no quiere escuchar. ELLA entra y se coloca frente a ÉL. Le quita el libro. ELLA: ¿No me escuchaste? ÉL: ¿Me estabas hablando? ELLA: Se volvió a tapar el baño. ¿No lo habías arreglado? ÉL: Sí. Lo arreglé. ELLA: Pues la mierda no se va. ÉL: (Hace un gesto de desagrado) ¿Es necesario? ELLA: ¿Qué? ¿Qué se vaya la mierda? Tú dirás si quieres vivir con la peste. ÉL: Digo que si es necesario decir la palabra. ELLA: ¿Qué quieres que diga? ¿Popó? Ésa no es popó, es mierda. ÉL: Puedes ser un poco menos escatológica. Podrías decir “heces”, “excrementos”, “desechos”. Incluso “popó” habría sido menos desagradable. Pero no, tienes que ser tan expresiva.

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Page 1: YA NO ME QUIERAS TANTO - jorge-silva.com.mxjorge-silva.com.mx/.../Ya_no_me_quieras_tanto_2011.pdf · ELLA: ¿No te acuerdas? Dejó manchado todo el piso de cemento crest. Los tubos

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YA NO ME QUIERAS TANTO Texto de Jorge Alberto Silva Personajes: ÉL ELLA HIJO imaginario PLOMERO AMELIA, la vecina VICKY, ex secretaria de ÉL. Escenario: La acción se desarrolla en una casa de muebles viejos y gastados. Las paredes evidencian el descuido del lugar, dado que vemos grietas e incluso partes en donde el enjarre de la pared ya se ha caído. Hay una puerta y una ventana que dan a la calle. En un extremo, una barra, un par de bancos y un refrigerador representan la cocina. Hay un pasillo que lleva al resto de la casa; especialmente, al baño. Al frente, por un lado hay una ventana con un pequeño balcón sobre el cual hay muchas plantas. ÉL está sentado en un sillón ruidoso y maltratado. Está leyendo. ELLA: (Desde afuera): ¿Amor? ¿Amor?

ÉL sigue leyendo. No escucha o no quiere escuchar. ELLA entra y se coloca frente a ÉL. Le quita el libro. ELLA: ¿No me escuchaste? ÉL: ¿Me estabas hablando? ELLA: Se volvió a tapar el baño. ¿No lo habías arreglado? ÉL: Sí. Lo arreglé. ELLA: Pues la mierda no se va. ÉL: (Hace un gesto de desagrado) ¿Es necesario? ELLA: ¿Qué? ¿Qué se vaya la mierda? Tú dirás si quieres vivir con la peste. ÉL: Digo que si es necesario decir la palabra. ELLA: ¿Qué quieres que diga? ¿Popó? Ésa no es popó, es mierda. ÉL: Puedes ser un poco menos escatológica. Podrías decir “heces”, “excrementos”,

“desechos”. Incluso “popó” habría sido menos desagradable. Pero no, tienes que ser tan expresiva.

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ELLA: Ay, qué delicadito. Como si tú no hicieras. A las cosas por su nombre: esas

inmundicias flotando en el retrete son mierda aquí y en China. ÉL: Es por demás contigo. Mejor llamémosle a un plomero. ELLA: Pues sí… ¿Qué más? ÉL: ¿Guardaste el número? ELLA: ¿Qué número? ÉL: ¡De quién va a ser! ¡Del plomero! ELLA: (Preocupada) No le vas a hablar al de la otra vez, ¿verdad? ÉL: ¿Por qué no? ELLA: ¿No te acuerdas el atascadero que hizo? ÉL: Sinceramente, no. Refréscame la memoria. ELLA: ¿No te acuerdas? Dejó manchado todo el piso de cemento crest. Los tubos que

cambió los dejó ahí arrumbados. Y lo peor fue cómo hedía el infeliz. Me dejó el baño tan apestoso que tuve que comprar diez velitas de aroma en el Waldo’s para medio despistarle.

ÉL: No recuerdo que oliera tan mal. ELLA: A lo mejor te pasó desapercibido. Como tú no hueles precisamente a rosas. ÉL: No empieces. ELLA: Perdóname, mi cielo. Pero eres más fodongo que una mamá de quintillizos. ÉL: Eso no está en discusión. ELLA: Pues debería… Te urge un cambio de look… O mínimo una bañadita diaria. ÉL: Más bien, me urge un cambio de esposa. ELLA: Ándale… Atrévete a buscarte otra que te aguante. ÉL: Bueno, basta… Hay que hablarle al plomero. ELLA: Ya te dije. No quiero al de la otra vez.

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ÉL: ¿Y de dónde pretendes que saque a otro plomero? ELLA: ¡Yo qué sé! ÉL: ¿Puedes preguntarle a la vecina? A ver si conoce a alguien. ELLA: ¿A la marrana? No, pregúntale tú. ÉL: Ya sabes que no me gusta hablar con ella. No puedo evitar verle los dientes que

tiene como granos de maíz con gorgojos (se estremece del asco). ELLA: Vas a hablar con ella. No a besarla. ÉL: Eso lo sé. Pero le tengo aversión. ELLA: Aversión (ríe con sarcasmo). Como a otras no les has tenido “aversión”. ÉL: ¿De qué estás hablando? ELLA: Hazte el inocente. ÉL: ¿Podrías por favor contextualizar tu comentario? ELLA: Ay, ya… No quiero discutir. Vas a ir con la vecina, ¿sí o no? ÉL: No. ELLA: Pues chíngate con la peste. ÉL: Mira, le voy a hablar al plomero de la vez pasada y punto.

ELLA va a la barra. Toma un pequeño folleto y va a arrojárselo a ÉL. ELLA: Ahí está la guía comercial. Busca otro plomero. ÉL: ¿Para qué experimentamos? Vamos a hablarle al que ya conocemos. ELLA: Ya te dije que es un puerco. Me dejó mucho mugrero. ÉL: Pues lo limpias y ya. ELLA: Claro, para ti es muy fácil. No te jodeteas. No puedes ni arreglar el baño. ÉL: Bueno, lo limpio yo. ELLA: ¿Igual que como lo arreglaste? No, gracias.

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ÉL: (Toma el teléfono) Mira, le voy a hablar. ¡Para qué batallar! ELLA: ¡Para qué batallar! ¡Cínico cabrón! ÉL: ¡Ya! Le digo que sea cuidadoso y se acabó. ELLA: Ya estoy viendo cómo va a dejar el baño. Viene a deshacerse de una mierda

para dejar otra. ÉL: ¿Bueno? Sí. ¿El plomero? No sé si me recuerde… De los Departamentos del

Prado. ELLA: Soy aquel imbécil al que le dejó el baño hecho un asco.

ÉL le indica que se calle con un gesto. ÉL: Sí, necesito que venga a revisar mi retrete. Sí, otra vez está tapado. Perfecto.

Acá lo espero. ELLA: (Indignada) Siempre haces lo que te pega en gana. Yo no tengo voz ni voto. ÉL: Pues en lo de la “voz” tienes razón… Tú no hablas, gruñes. ELLA: Me ninguneas, me minimizas. ÉL: No seas dramática. Ves mucha novela. ELLA: Mínimo las novelas tienen final feliz. A como veo esto… Bueno, a menos que

enviude pronto.

ÉL vuelve a su sillón y a la lectura. ELLA se va a la barra de la cocina. Sirve un café. ÉL: ¿Con que quieres enviudar? Pues podrías envenenarme poco a poco. Puedes

usar un raticida a base de talio. Es prácticamente imperceptible en los exámenes toxicológicos.

ELLA: Sí, ya lo sé.

ELLA le lleva a ÉL una taza de café. Va a darle un trago, pero se detiene. ÉL: ¿Y qué vamos a cenar? ELLA: Es muy temprano para andar pensando en eso. ÉL: Ni tan temprano. Mejor ve pensando en opciones.

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ELLA: (Ríe) ¿Opciones? ¿Qué crees que aquí es Los Generales o qué? Lamento decirte que el menú de hoy sólo tiene un platillo: migas con huevo

ÉL: ¿Migas con huevo? ELLA: (Lo remeda) Migas con huevo. Sí, migas con huevo. ¿Algún problema? ÉL: ¿Y si puede saber en qué momento nuestra situación se volvió tan precaria

como para tener una cena tan paupérrima? ELLA: ¿Paupérrima? ¿Y eso qué significa? ÉL: ¿No te da pena ser tan inculta? Paupérrima significa pobre. ELLA: Ah, “paupérrima” tu jubilación… Por no decirle: “jodida”. ÉL: Algo es algo, ¿no? ¿O qué prefieres, que ande por las calles limpiando vidrios por unas monedas? ELLA: En una de ésas, sacas más. ÉL: Pero… ¿migas con huevo? ¿No fuiste a la tienda ayer? ELLA: Sí, fui… Y compré huevo y tortillas. ¿Qué resulta si los mezclas? ¡Migas con

huevo! ÉL: Prefiero huevo solo. Y me lo ceno con una tortilla. ELLA: ¿Ves? ÉL: ¿Qué veo? ELLA: Sólo lo haces por molestar. ÉL: ¿Qué es lo que según tú hago sólo por molestar? ELLA: Si te vas a comer el huevo con una tortilla, ¿por qué no de una vez te metes las

pinches migas con huevo? ÉL: Primero, no tienes por qué usar ese léxico tan de barriada. Segundo, sucede

que no me provoca la tortilla dorada. ¿Contenta? ELLA: Pues voy a hacer migas con huevo. ÉL: Haz lo que quieras. ELLA: Por eso, migas con huevo… Es lo que quiero.

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ÉL: Siempre haces lo que quieres, ¿no? ELLA: Ja, nunca he hecho lo que he querido. Ahí tienes… No quería aquí a ese

plomero hediondo. ÉL: Pues ya vas a hacer tus migas con huevo. ¿No es lo que quieres? ELLA: No es tanto que yo quiera hacer migas con huevo, es que es lo único que puedo

hacer. ÉL: Da igual. ELLA: Para ti todo da igual. ÉL: Te propongo algo: ¿qué tal si cierras la boca?

Ella se queda callada. Se ve que contiene el coraje. Va hasta la cocina, abre el refrigerador y saca un huevo, lo avienta a su marido, pero cae en el suelo. ELLA: ¿Querías huevo? ¡Pues ahí está!

Él no hace mucho aspaviento. Sólo da una breve mirada al piso y continúa con su libro. Ella pasa el coraje y va con una jerga a limpiar el huevo que arrojó. ELLA: Ya nada más quedó un huevo. Ni siquiera vamos a alcanzar con las migas con

huevo. ÉL: Pues vas a la tienda a comprar más.

Ella deja de limpiar y extiende la mano. ÉL: (Desconcertado) ¿Qué? ELLA: ¿Cómo qué? ¿Con qué pago? ÉL: ¿Ya se te acabó lo que te di? ELLA: Lo que me das se acaba apenas me lo das. No sé si me entiendas.

Él se levanta malhumorado. Va hasta un librero y empieza a buscar un libro. Recuerda que su mujer lo está viendo. Voltea hacia ella. Su actitud denota que no quiere mostrar donde guarda su dinero. ÉL: ¿No tienes cosas qué hacer en la cocina? ELLA: Sí, la cena. Pero no tengo nada… Por eso te dije…

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ÉL: Sí, ya sé lo que me dijiste. ¿Puedes irte? ELLA: ¿Cómo? ÉL: Que si puedes irte. ELLA: Te entendí. Pero, ¿para qué quieres que me vaya? ÉL: Nada más vete al cuarto. Ahorita te llevo el dinero. ELLA: ¿No quieres que sepa dónde guardas el dinero? ÉL: ¡Qué cosas dices! ELLA: (Indignada)¡No quieres que sepa donde guardas el dinero!

ELLA va hasta el librero, toma un libro y lo abre. ÉL: ¿Qué haces?

El libro tiene un hueco entresacado de las hojas. La mujer saca un fajo de billetes y lo arroja al piso. ELLA: Como si no lo supiera. ÉL: Entonces, ¿por qué haces el numerito? ELLA: Cuarenta y dos años de casados y no me tienes la confianza suficiente para

decirme en dónde guardas el dinero. ÉL: No es porque no te tengo confianza. No te quería preocupar. ELLA: ¿Preocuparme de qué? Cuántas veces no te lo he dicho: yo te guardo el dinero.

¡No! ¿Para qué? Que tal que un día, limpiando, se me ocurre tirar unos cuantos libros…

ÉL: Ni se te ocurra tirarme ni uno solo de mis libros. ELLA: Sí, ya sé que los adoras… Más que a mí. ÉL: No digas tonterías. ELLA: ¿Qué? ¿Guardas más dinero? A ver, ¿está aquí? ¿En Don Quijote? ¿O en la

Divina Comedia? ¿O en este de… Camus? (Pronuncia “Camus” castellanizado) ÉL: No es “Camus”, se dice “Camus” (lo pronuncia en francés).

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ELLA: Ahora hasta ignorante me dices. No vales madre.

ÉL va a sentarse. ELLA empieza a recoger los libros. ÉL: Bueno, ¿vas a ir a la tienda sí o no? ELLA: Ve tú. ÉL: ¿En estas fachas? ELLA: Pues ve a cambiarte. ÉL: No quiero. ELLA: ¿Desde cuándo traes puesta esa camisa? ÉL: No tenía pensado salir a ningún lado. ELLA: Desde el sábado, ¿verdad? ÉL: Como si tuviera que arreglarme para alguien. ELLA: Si sales, ¿qué va a decir la gente? Que soy una puerca marrana que no lava la

ropa de su marido. ÉL: ¿No me oíste? No pensaba salir. ELLA: ¡Qué diferencia antes! Cuando ibas a tu trabajo, arregladito, rasuradito,

perfumadito. ÉL: ¿A dónde iría ahora? ELLA: Te lavaba la ropa a mano, con cuidado. Las lavadoras nunca me han gustado.

Nada como tallar a mano pelona. ÉL: ¿Para qué necesito estar presentable? ELLA: Te planchaba las camisas, te las almidonaba. Los cuellos eran mi especialidad. ÉL: ¿Para quién necesito estar presentable? ELLA: Los pantalones con la línea bien marcada… Hasta a los calzones les pasaba la

plancha. (Ríe) Los calzones… Para que te los vieran las viejas con las que tenías tus aventuras.

ELLA: Óyeme, yo nunca…

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ÉL: Sí, ya sé… Me lo has dicho muchas veces. (Por lo bajo) Y jamás te he creído. ÉL: Entonces, ¿traigo huevo? ¿Falta algo más? ELLA: (Ríe) ¿Que si falta algo más? ÉL: Bueno. No me tardo. ELLA: Por mí, ni regreses. Sé como uno de esos que sale a comprar cigarros y no

vuelve nunca. ÉL: Yo no voy por cigarros, voy por huevos. Y por la misma razón, voy a regresar.

ÉL sale de la casa. ELLA toma un control remoto y enciende una televisión colocada en la cuarta pared. El público no la verá. Se escucha la voz de una locutora de televisión. LOCUTORA: El secreto de un matrimonio feliz no está en el dinero, ni en la

comprensión, ni en la fidelidad. Está en la cama. Estudios hechos en todo el mundo reflejan que un gran porcentaje de parejas en riesgo de divorcio han logrado salvar su matrimonio gracias a una reactivación de su vida sexual. El sexo matrimonial tiende a ser convencional y poco creativo. Buscar nuevas maneras de disfrutar en pareja es una buena opción para salvar aquello que parece insalvable.

Ella apaga la tele. ELLA: Bueno, qué sarta de pendejadas se ven ahora en la televisión. Esas son cosas

privadas de la gente. Cómo se va a estar hablando de eso… (Se queda pensando)… ¿Y será cierto? ¿Será que es nomás de ponerte cachondona de vez en cuando?… ¿Traviesona…? Ya me veo yo diciéndole a mi viejo: ¿entonces qué, chiquito? ¿Encendemos la estufa?

Va hasta el espejo y ensaya movimientos sensuales. ELLA: Soy un bombón asesino… así como la Ninel… Pero menos pendeja… No seas

tímido, acércate… Ven y prueba de lo prohibido… Devórame otra vez.

ÉL entra y se encuentra a su esposa frente al espejo. Los dos se quedan mudos y estáticos en un momento francamente vergonzoso. ÉL: Se me quedó el dinero.

En silencio, ÉL pasa y toma el dinero. Regresa a la puerta. Está a punto de salir. ÉL: Espero que esta pregunta no te incomode, pero, ¿qué estabas haciendo?

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ELLA: (Tajante) Ejercicio. ÉL: Eso pensé.

ÉL sale de nuevo de escena. ELLA: No pues va a estar medio cabrón. (Se sienta en el sillón). Recuerdo cuando te

conocí. Yo atendía en la cafetería a la que tú ibas después de la universidad. Las primeras veces ni me volteabas a ver. Tuve que echarte el café encima “sin querer” para que supieras que existía. “Ay, qué pena; soy una tonta. Permítame, por favor. En serio, mil disculpas”. La cara de perro que pusiste. Pero luego, cuando te dije que tu almuerzo iba a ser gratis, bien que se te dibujó una sonrisota. Siempre has sido un pinche tacaño. Las siguientes veces hasta bromeabas con lo del café y yo empecé a ir más escotada, más atrevida, más… (Ríe) Tu cara de menso cuando me agachaba a recoger los cubiertos que se me “caían”. Me devorabas con la mirada. Y luego nos conocimos como hombre y mujer, en la fiesta esa con tus amigos de la universidad. Dijiste que yo era secretaria. Te daba vergüenza, ¿verdad? Yo lloré porque lo sentí, sentí que te avergonzabas de mí. Y ahí fue cuando aprovechaste… ¡Y gracias a Dios que te aprovechaste! Se me olvidó la vergüenza en un dos por tres. (Suspira) Pero de eso, ya nada… Tuvimos unos años muy ardientes. En la luna de miel (se ruboriza). Acapulco, no te acabes. Luego, cuando tratamos de buscar bebés… (de repente, se pone triste) Y nunca llegaron. Y nos cansamos de intentar.

Suena el timbre. ELLA: ¿Y ahora qué se le olvidó a este pendejo? Va hasta la puerta y la abre. ELLA: ¡No puedo creer que seas tan idio…! (Cambia el tono) ¡Vecina!

Entra a escena AMELIA, la vecina. Es una mujer vestida de manera descuidada y entrada en carnes. AMELIA: Vecina, ¿vengo en mal momento? ELLA: (Irónica) No, de ninguna manera. AMELIA: ¿No me invita a pasar? ELLA: No. AMELIA: (Pasa) Ay, ¡vecina tan bromista! Oiga, ¿qué huele tan feo? ELLA: Pues no sé, pero usted acaba de entrar, vecina.

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AMELIA: No vaya a tener un animal muerto. ¿Sí sabe lo que nos pasó a nosotros?

Mis niños tenían un gatito, no vaya a creer que uno fino, uno corrientito que recoge uno de la calle. Negro negro. Viera qué animal más noble. Los huercos encariñadísimos con él, y un día que no lo hallamos. Y ahí estoy yo “michi michi”, y nada. Pues así como llegó se fue, pensé yo. Y los huercos en Magdalenas, llore y llore. Al día siguiente que me llega un olor, ¡pero feo, vecina! ¿Y de dónde viene, de dónde viene?, ahí me tiene buscando debajo de las camas, en los clósets, y nada. Donde abro el horno de la estufa para hacer un pastel, ¡no me encuentro ahí al gato muerto, todo tieso!

ELLA: Qué bonita historia, vecina. Pero el problema aquí es el baño. AMELIA: Ay, mi baño vive tapado. Es la tubería de los departamentos. Le

pusieron puro material chafo. ELLA: Pero dígame en qué le puedo ayudar… Digo, para que ya se vaya. AMELIA: Ah, es que le traigo ofrecer unas galletas que ando vendiendo. ELLA: ¿Usted las hizo? AMELIA: Sí. ELLA: ¿En su horno? AMELIA: Sí. Y me salieron riquísimas. ELLA: Pero, ¿y su gato? AMELIA: ¡No le digo que se murió el pobre! Ay, vecina, chéquese. No vaya a traer

el Alz-Jaime. ELLA: Eso quisiera. Que se me olvidaran las cosas. AMELIA: No diga eso, vecina. Mejor pruebe las galletitas. ELLA: ¡Qué linda, vecina! Pero traigo arriba la azúcar. AMELIA: Es que mi niño, el grande, ya va a entrar a la Prepa. Bueno, a un Conalep

porque no pasó los exámenes de admisión, pero como quiera es prepa. Y pues ando bien limitada de dinero.

ELLA: ¿A un Conalep? No tarda en hacerla abuela. AMELIA: Mire, mejor ahí que ande en la calle de vicioso. Además, es buen

muchacho. Nada más dos veces se lo ha llevado la granadera.

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ELLA: Menos mal. AMELIA: Los hijos son la cruz de una, vecina. Pero ¡bendita cruz! Le dan a una

algo por qué luchar. ELLA: Pues yo no tengo hijos, pero con mi esposo tengo suficiente para luchar…

contra él… AMELIA: Ay, su esposo. Tan buen hombre. ELLA: Es lo que usted cree. AMELIA: Si se ve que no rompe ni un plato. ELLA: No, no lo rompe. Ni lo levanta de la mesa y mucho menos lo lava. AMELIA: Ya quisiera yo un marido. Ya ve cómo me fue con el papá de mis hijos.

Lo único bueno que me dejó fue eso: mis hijos. Oiga, entonces, ¿cuántas bolsitas de galletas le dejo?

ELLA: Mire, ni mi marido ni yo comemos galletas. AMELIA: No importa, me las paga mañana. ELLA: Le digo que… Déjame dos bolsitas. AMELIA: Le dejo tres y una galletita de regalo…

Saca de su morral tres bolsitas de galletas y se las da ELLA, junto con una galleta suelta. ELLA: (con asco) Ay, gracias. Para el cafecito. AMELIA: ¿Y sabe qué otra cosa le voy a dejar? El teléfono de mi primo, es

plomero. Para que le venga a arreglar el baño. ELLA: No se moleste, ya le hablamos a uno. ¿Sabe qué? Mejor sí déjemelo.

Anótemelo aquí.

ELLA le da a AMELIA un papelito para que anote el teléfono. AMELIA: El viernes le traigo más galletitas. ELLA: No se mortifique.

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AMELIA sale del departamento. ELLA mira la galleta largamente. La huele. Empieza a acercársela a la boca sin decidirse a darle una mordida. Finalmente la prueba. ELLA: No está tan mal. Mientras las mastica, siente algo raro en la boca. Extrae un cabello. ELLA: ¡Un pelo negro! ¡Qué asco! ¡Del gato tieso!

Tose y sale corriendo de escena. Se escucha como afuera escupe los restos de la galleta. Tocan de nuevo la puerta. ELLA, sin recuperarse del todo, va a abrir. De nuevo es AMELIA, quien entra por unos segundos. AMELIA: Vecina, se me olvidó decirle: gracias por ayudar a mis hijos.

AMELIA se va de nuevo. ELLA se queda pensativa unos segundos mientras va hasta el balcón. Toma una pequeña regadera de mano y empieza a regar las flores. ELLA: (Melancólica) Hijos… Dios no nos quiso dar esa bendición. Habría sido bonito.

Tener en casa la alegría, las risas… pequeñines corriendo… y haciendo escándalo… (poco a poco el tono melancólico va despareciendo; ahora dice el diálogo con una creciente angustia) y pintando las paredes con crayolas, y ensuciando los muebles, y contestándote groserías cuando los regañabas, y llegando tarde y borrachos y casándose antes de tiempo porque embarazaron a una huerca… ¡Qué bueno que no tuvimos hijos! Aunque, quizá hubiera sido distinto… No nos habría matado este tedio, esta monotonía… Un hijo…

Entra a escena un joven de algunos 22 años, va bien vestido. Lleva libros

cargando. La iluminación muestra un ligero cambio para sugerir un ambiente onírico. HIJO: Ya llegué, mamá. ELLA: Mi amor, ¿cómo te fue en tus exámenes? HIJO: Excelente, mamá. Llevo 100 en todo. ELLA: Ay, mi rey. Siempre has sido bien cuerda. HIJO: Igual que mi papá. ELLA: Sí, idéntico. HIJO: Tengo que comer rápido porque tengo una entrevista de trabajo en uno de los

mejores bufetes de abogados de la ciudad. ELLA: Pero todavía te falta un año para que acabes tu carrera.

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Mientras se da la plática, ELLA va a la cocina y sirve comida en un plato que

posteriormente servirá al HIJO. HIJO: No importa, puedo con ambas cosas. Uno de mis maestros me recomendó en

ese bufete. ELLA: Estoy tan orgullosa de ti. HIJO: ¿Y qué hay de comer? ELLA: Tu platillo favorito: migas con huevo. HIJO: (Emocionado) ¿De verdad? ELLA: Ya sabes que me encanta consentirte. HIJO: Te adoro, mamá. Voy a mi recámara a cambiarme. El HIJO le da un beso y la abraza. Después sale de escena. ELLA va al espejo y empieza a arreglarse un poco. ELLA: Habríamos sido otros, habríamos tenido algo por qué luchar. No nos habríamos

conformado con una vida tan mediocre y deschistada. Otra vida… Entra ÉL trajeado y cargando un maletín. ÉL: ¿Cómo está, la mujer más hermosa del Universo? ELLA: Hola, mi vida. EL y ELLA se abrazan y se besan. ELLA: ¿Mucho trabajo? ÉL: Muchísimo. Ser el Secretario de Administración del Gobierno del Estado es

agotador. ELLA: Has llegado muy alto. ÉL: Y aún no llego a la cima. Adivina a quién va a postular el partido para una

diputación local. ELLA: (Emocionada) No, no puede ser… ¿A ti? ÉL: No, a mi compadre Calixto.

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ELLA: Ah… Bien por él. ÉL: A mí no me podrían postular para ese cargo. ELLA: ¿Por qué no? Tienes capacidad de sobra, mi vida. ÉL: Ya lo sé. Por eso van a postularme para Alcalde… ELLA: (Grita) ¡Alcalde! Ay, ¡qué alegría! ÉL: La elección está ganada. La gente me conoce, tengo una trayectoria

intachable…. Nunca he estado en escándalos. ELLA: O sea, que yo seré… ÉL: La Primera Dama. ELLA: Ya me vi: ayudando en causas nobles, encabezando proyectos de desarrollo…

No, si la Gaviota me va quedar corta. ÉL sirve unas copas de vino. Le da una a ella. ÉL: Esto amerita un brindis. No habría llegado a ningún lado de no haber sido por ti.

¿Te imaginas? ¿Si hubiera seguido en ese trabajito mediocre en el departamento de compras? Pero tú fuiste mi inspiración, el aire bajo mis alas, la razón para luchar… Salud…

Ambos dan un trago al vino. ELLA: Por nuestro futuro… Y por nuestro hermoso hijo. ÉL lanza un eructo. ELLA: (Apenada) Amor, ¡qué fue eso! ÉL: (Extrañado) Disculpa… ¿Qué dijiste? ELLA: Qué brindo por nuestro hijo. Estoy segura que será un hombre exitoso como su

padre. ÉL: ¿De qué hijo estás hablando? ELLA: ¿Cómo de cuál? Del nuestro. Nuestro retoño… ÉL: ¿Nuestro…? Pero… nosotros no tenemos hijos.

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ELLA: Amor, no estés bromeando de esa manera. ÉL: Lo mismo te digo. ELLA: Tenemos un hijo de más de veinte años. Está en la Uiversidad, pronto tendrá un

trabajo. Acaba de decírmelo. ÉL: ¿Les has estado entrando al tequila o qué? ELLA: No. Te digo que… Es más, está en la recámara. ÉL: ¿Qué? ¿Hay alguien en la casa? ELLA: Sí, él. Nuestro hijo. Voy por él. ÉL: (la detiene) Amor, nosotros no tenemos ningún hijo. ¿Te sientes bien? ELLA: ¡Suéltame! Como broma ya estuvo bueno. De seguro los dos se pusieron de

acuerdo para hacerme sufrir. (Hacia la habitación) Ya, bebé, ya descubrí su jueguito. Ven para acá.

ÉL: Amor, ¿te puedo hacer una pregunta y no te ofendes? ELLA: ¿Cuál? ÉL: De pura casualidad, ¿te volviste loca? ELLA: ¡Basta! Voy por él, y lo voy a traer de las greñas si es necesario. ELLA va hacia las habitaciones. ELLA: Hijo, ven por favor. ¿Hijo? Mi vida, ¿dónde estás? ELLA regresa con rostro preocupado. ELLA: No está. ÉL: Claro que no está. Amor, no tenemos ningún hijo… Es nuestra realidad. ELLA: (Desesperada) No, no puede ser… Yo tengo un hijo muy guapo y muy

inteligente. Todos me lo envidian. Tiene un futuro prometedor… ÉL: A ver, mi cielo. Quiero que te sientes y te tranquilices. Vas a estar aquí muy

quietecita mientras voy por un doctor. ¿Okey? ELLA: ¿Un doctor? ¿Para qué?

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ÉL: (Va a la puerta) Para que arregle nuestro baño… ELLA: ¿Qué? ÉL: Sí, para eso lo necesitamos… Al plomero… ELLA: Dijiste que ibas por un doctor. ÉL: ¿Un doctor? ¿Para qué? ¿Te sientes mal? Voy por el plomero. ÉL sale de escena. ELLA respira de forma agitada y de pronto se tranquiliza. ELLA: Ah, claro. No tenemos hijos… Y necesitamos un plomero. Se queda pensativa unos momentos. Se pone de pie y camina hasta el balcón. ELLA: Cómo hubiera querido… Un hijo… un niñito al cual amar…

Justo en ese momento, una pelota entra volando a la casa. ELLA logra esquivarla. Estalla en furia. Se escucha en off la voz de un niño. NIÑO: (Off) ¡Perdón! Pase la bola, señora. ELLA: ¿Qué te pase la…? ¡No te voy a pasar ni madre! ¡Qué les pasa! Huercos

desgraciados. ¡Tengan más cuidado! NIÑO: Fue sin querer. ELLA: ¿Sin querer? Sin querer dejarme viva, lepe cabrón… ¡Son unos criminales! NIÑO: Perdón, señora… Ya denos la pelota. ELLA: ¿Sabes cuándo le voy a dar esa pelota? ¡Nunca! Y no quiero volver a verlos

jugar enfrente de mi casa. NIÑO: Pinche vieja. ELLA: Con más ganas me la quedo, méndigo huerco. Y tráeme a quien quieras: a tu

papá, a tu abuelita, ¡hasta al ejército! Yo no te doy nada. Ay, sí, qué malo eres pintándome el dedo.

ELLA vuelve a la casa. Recoge la pelota y se la lleva a la barra de la cocina. Saca

un cuchillo. Va a descargar una cuchillada cuando escucha desde afuera, se detiene. ÉL: (Desde afuera) Óiganme, no estén apedreando mi casa. ¡Le voy a hablar a una

granadera!

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Entra ÉL, lleva en la mano una bolsa con los huevos recién comprados. ÉL: (Indignado) ¡Es inadmisible! Esos muchachitos lapidando nuestra casa sin razón

aparente. Semejante barbarie no es concebible. ¡En qué mundo anárquico e irracional vivimos! ÉL llega a la cocina y ve a su mujer con la pelota y el cuchillo en la mano.

ÉL: Ah, por eso estaban apedreando la casa. ELLA: Me aventaron la pelota. Si la ventana no ha estado abierta nos rompen el

vidrio. ÉL: De seguro fue sin querer. Debiste devolverles la pelota. ELLA: ¿Te estás poniendo del lado de esos lepes miserables? ÉL: Permíteme decirte que has utilizado erróneamente la palabra “lepe”. De

acuerdo a la Real Academia Española, el adjetivo “lepe” se le adjudica a un individuo de gran perspicacia, o sea, a alguien astuto e inteligente

ELLA toma la pelota y se la arroja a ÉL en el estómago. Éste deja caer los

huevos. ÉL: ¿Qué te pasa? ELLA: No fuiste muy “lepe” al decirme eso. ÉL: Se rompieron los huevos. ELLA: No seas escandaloso, te golpeé en la panza. ÉL: Me sacaste el aire. ELLA: ¡Quién te manda ponerte de parte de quien no debes! ÉL: Es que no ganabas nada quedándote con esa pelota. ELLA: Sacié mi sed de venganza ÉL: No te hicieron nada, sólo fue un descuido. Ahora los provocaste y por eso

estaban apedreando la casa. ELLA: Ah, ¿los justificas? ÉL: Claro que no.

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ELLA: Me estás diciendo que apedrearon la casa porque yo los provoqué. ÉL: Les hubieras dado la pelota y fin de la historia. Se escucha que un vidrio que se rompe. ELLA: (Encendida) Hijos de su mamá.

ELLA va a de nuevo al balconcito. ÉL: ¿Qué vas a hacer? ELLA: A hacer lo que tú no puedes: ¡defender nuestra casa! (Empieza a gritar a la

calle) ¡Voy a averiguar dónde viven y me las van a pagar, malditos huercos! ÉL toma la pelota y la arroja por el balcón. ÉL: ¡Ya está! Asunto arreglado. ¿Era tan difícil? ELLA: ¿Qué hiciste, animal? ÉL: Acabé con el problema. ELLA se le queda mirando con odio. Va hasta el sillón y se derrumba. ÉL permanece en el balcón. ELLA: De haber tenido hijos, los hubieras echado a perder. Los habrías hecho igual de

mediocres y miedosos que tú. ÉL: Por algo no los tuvimos. ELLA: No fue por mí. ÉL: Ya hemos hablado de eso antes. Hay un silencio. ÉL: ¿Qué es lo que huele tan mal? ELLA: ¡Qué va a ser! ¡El baño! Está tapado, ¿sí recuerdas? ÉL: Necesito ir a comprar más huevo. ELLA: Yo voy. No aguanto más en este lugar. El encierro me mata. Y nos puedo más

con la peste. ÉL: Ya cálmate. Ahorita que venga el plomero se va a acabar el mal olor.

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ELLA: Yo no digo la peste del baño… ¡Sino la tuya! ÉL: Pues si tanto te molesta, ponme una de tus velitas de aroma. ELLA: ¡N’ombre! Que las voy a andar desperdiciando… ÉL: Déjame darte dinero. ELLA: Yo tengo mi propio dinero. No necesito del tuyo. ÉL: Ese dinero es de lo que yo te doy. ELLA: Pero es mío. ELLA se dispone a salir. Toma un paraguas de un perchero. ÉL: ¿A dónde llevas eso? No está lloviendo. ELLA: Por si me encuentro a los chamacos inmundos de la pelota. Me van a conocer. ELLA sale. ÉL va hasta la puerta. ÉL: No te metas en problemas. ÉL regresa a su sillón. Toma su libro. ÉL: ¿Estoy yo mal? Sólo quiero vivir tranquilo mis últimos años. Trabajé toda mi

vida. Ahora sólo quiero… leer. Sentarme en mi sillón, ver la vida pasar sin que sea detrás de un escritorio organizando órdenes de compra, soportando las llamadas de los proveedores exigiendo su pago… Pasé 30 años de eso… Merezco tranquilidad. Ella qué sabe. Se la pasó aquí todo este tiempo, viendo telenovelas, haciendo la comida. No le di la mejor de las vidas, pero nada le faltó… Quería la estufa, se la compraba; quería la sala, se la compraba. Poco a poco íbamos cubriendo las mensualidades. Una vez hasta fuimos de vacaciones… A Acapulco… fue en… la Luna de miel… Parece que fue ayer. Ahora quiere tener esa vida. Imposible. Debemos cuidar el dinero. Nos debe alcanzar de aquí hasta que tengamos que enfrentarnos con lo inevitable. Es difícil de carácter esa mujer. Pero debe entender. Las cosas ya no son como antes… Pero la vida sigue… Mientras tanto, podemos leer. Dicen que una persona, para considerar que su vida valió la pena, debe plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo. No hice ninguna de las tres cosas. ¡Pero ya qué! Dediqué mi vida a un trabajo digno. Puse todo de mi parte para avanzar, pero no se pudo. Y luego de treinta años, una pensión ridícula que no alcanza ni para comer dignamente. ¡Qué más da! Ahora leo. Es mejor que ver la televisión. La televisión es para haraganes. Yo leo. Pienso. Reflexiono. (Se queda callado unos momentos) Ese olor no me deja tranquilo…

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ÉL: Voy a echarle un ojo… ¡Qué de ciencia puede tener! ÉL se levanta y sale hacia el baño. Poco después se escucha el flush del baño. ÉL: No, no, no… ¡Ya se salió todo el mugrero! Entra a escena nuevamente y va a la cocina por un trapeador. ÉL: ¡Santo Dios! ¡Qué peste! Sale de escena nuevamente rumbo al baño. ÉL: ¡Argh! ¡Qué asco! Dios mío… ÉL regresa tratando de controlar las ganas de vomitar. ÉL: Esto es como el infierno de Dante. ¡De ninguna manera! Yo no entro ahí. Se oye desde afuera la voz de ella. ELLA: ¿Siguen aquí? Ahora verán malditos vagos. ÉL: Ahí viene ésta… Mejor sí me meto. Al instante, ELLA entra con la compra en la mano. Se ve enfurecida. Va directamente al teléfono en la mesita al lado del sofá. Marca un número. ELLA: ¿Bueno? Con la policía, por favor. Quiero denunciar a una pandilla… ¡Pues de qué va a ser! ¡De pandilleros! ¡Qué pregunta, señorita! Me están haciendo desmanes aquí afuera de mi casa. Son puros huerquillos de catorce, quince años. Traen los pelos así como de apaches y los pantalones esos que enseñan todas las… Sí, las ropas interiores… Enfrente de los departamentos Del Prado. (Enojada) ¿Una hora? Ya para entonces van a tener la de elector, m’ijita… Mejor le hablo a la Marina. Hasta viniendo de Tampico llegan antes que ustedes. ¡En caridad de Dios! Peligro y hasta traen pistolas… Bueno, gracias… Cuando necesite a un grupo de inútiles, les vuelvo a llamar. Cuelga enfurecida. Nuevamente la pelota entra por la ventana. ELLA: Ahora van a saber quién soy, méndigos desgraciados. ELLA va hasta balcón y empieza a arrojar los huevos recién comprados a los muchachos de la calle. ELLA: Aunque ya sean unos huevones, ahí les van unos poquitos más. Les estoy dando con todos los huevos. Ahora sí se largan, ¿verdad? Pues lárguense mucho a su…

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Suena el teléfono justo para opacar lo que ELLA recién dice. ELLA: ¿Bueno? ¿Bueno? Conteste, carajo… ¿Bueno? (Se queda callada un momento, en un tono serio) Eres tú, ¿verdad? ¿Bueno? Finalmente cuelga. ELLA: ¡Viejo! ¡Viejo! ÉL sale del baño con evidente nerviosismo. ÉL: ¿Qué pasa? ELLA: Ya me pude vengar de esos pandilleros. ÉL: ¿Qué hiciste? ELLA: Les di con todos los huevos. ÉL: ¿Eso es literal o figurado? ELLA: Literal. ÉL: ¿Les aventaste…? ¿Y ahora qué vamos a cenar? ELLA: Yo ya no voy a cenar. Con mi venganza es suficiente. ÉL: ¿Y yo qué? ELLA: Puedes salir a cenar algo. ÉL: ¿Ah sí? ¿Solo? ELLA: Lo mismo te pregunto. ÉL: ¿Qué? ELLA: ¿Qué si vas a salir solo? ¿O acompañado? ÉL: ¿Acompañado? ¿Salir a dónde? ELLA: ¿No estás esperando una llamada? ÉL: ¿Una llamada? ¿Yo? ¡Por supuesto que no! ¿De quién? ELLA: No te hagas pendejo.

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ÉL: ¿Y ahora qué te pasa? Has perdido la cordura por completo. Primero le avientas

a los muchachos ésos los huevos que eran para mi cena, y ahora me sales con no sé qué extravagancia de una llamada.

ELLA: Es ella, ¿verdad? ÉL: ¿Ella quién? ELLA: ¡Sabes de quién hablo! Te ha seguido llamando. ÉL: ¿Cuándo vas a entender que no…? ELLA: Acaba de hablar. No me contestó la muy piruja. Tiene el valor de llamar a la

casa de un hombre casado, pero no de enfrentar a la esposa. ÉL: ¡Estás paranoica! ELLA: No tarda en llamarte. ÉL: Nadie va a llamarme… Sabes bien que… Suena el teléfono. Ambos dirigen la vista hacia el aparato. ELLA: Yo contesto. ÉL: Deja, contesto yo. ELLA: ¿Qué le vas a decir? La dirección del hotel donde piensan encontrarse. ÉL: ¡Qué dirección ni que…! Contesto yo porque tú eres capaz de mandar al diablo

a quien hable sin siquiera saber quién es. Tómate un té de tila, por favor. Estás neurasténica.

ELLA: Lo único que voy a tomar va a ser la llamada.

Empiezan a forcejear y a discutir por el teléfono hasta que éste sale volando y cae en el suelo. Deja de sonar.

ÉL: Ahí tienes. ELLA: ¿Se descompuso? ÉL: Claro que no. Se fue de vacaciones. Es evidente, ¿no? ELLA: Y ahora, ¿a dónde te va a hablar la pirujilla esa?

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EL: Me rehúso a seguir hablando contigo. Tu mente está claramente obnubilada. ELLA: ¿Por qué no querías que contestara? ÉL: No pienso seguir hablando. ELLA: ¡Rata!

ELLA sale de escena rumbo a la recámara. Apenas sale y el teléfono vuelve a sonar. ÉL contesta. ELLA regresa y espía a su marido. ÉL: ¿Bueno? Sí, él habla… ¿Cómo que no…? Pero no puedo más… Necesito que

vengas. ELLA: ¡Ah! ¡La piensas traer a la casa! ÉL: ¡No! Espera… (A su mujer) No estés gritando, por favor. ELLA va y le arrebata el teléfono. ELLA: Óyeme bien, huililla de quinta. A mí no me vas a robar el marido. Cuando ya no

lo quiera te lo regalo, pero ni él ni tú me van a venir a contar las muelas ni van a manchar el honor de mi casa. ¿Entendido? (De pronto su exaltación se desvanece) ¿Quién habla?

ELLA le regresa el teléfono.

ELLA: Es el plomero. ÉL: Sí, perdón, es que… Mi esposa es actriz y está ensayando una obra. ¿Qué me

decías? Oye, es que la peste ya es insoportable. Es preciso que… Pero ya habías quedado en venir… Está bien. Pero sin falta.

ELLA: Mira lo que me haces hacer. ÉL: A mí no me responsabilices de tu locura. ELLA: ¿Y qué dijo el plomerito? ÉL: No te va a gustar. ELLA: Ya sé que no me va a gustar. ÉL: Se le atravesó algo. No puede venir hasta mañana.

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ELLA: ¿Se le atravesó algo? Yo seré la que le atraviese algo al muy infeliz. ¡Te dije! Busca otro, pero tú: “No, el mismo que nos hizo un desastre”. Si tan sólo me hicieras caso. ¿Sabes qué? Yo misma lo voy a arreglar.

ELLA se dirige al baño.

ÉL: ¡No! Espérate, no entres al… baño. ELLA: (Grita) ¡Pero qué pinche mugrero es éste! ÉL toma la agenda o sección amarilla. ÉL: Tienes razón, amor. Voy a buscar a otro plomero. ÉL empieza a buscar en la agenda. Oscuro. Fin del Primer Acto.

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Segundo Acto ÉL aparece en escena haciéndose el nudo de la corbata. Suena el timbre del teléfono. ÉL se apresura en contestar. ÉL: ¿Bueno? Sí, compadre. Ya listo. Pues ¿cómo crees que me siento? ¡Al fin me jubilo! Ahora sí, de aquí en adelante, me dedicaré al hedonismo. O sea, a disfrutar de la vida. Sí, ya sé. Mi mujer salió a casa de su hermana. Me dio permiso de llegar tarde. Le dije que si iba, pero no quiso. ¡Qué detalle tuvieron con la reunión, compadre! En serio. Sí, gracias. Allá te veo. Saludos.

ÉL cuelga el teléfono y en eso suena el timbre de la casa. Se dirige a abrir la puerta. Apenas atiende una mujer se abalanza sobre ÉL, se trata de VICKY, su secretaria, quien lo besa apasionadamente. VICKY: ¡Al fin solos! ÉL: Vicky, ¿qué está haciendo aquí? VICKY: Sé que no está tu mujer. ÉL: Vicky, ¿qué confianzas son ésas? Soy su jefe, no me tutee. VICKY: No, ya no es mi jefe. Ya se jubiló, no se le olvide. ÉL: Pues su jefe o no. Téngame respeto, por favor. VICKY: Respeto, respeto… Y yo lo que quiero es que me pierdas el respeto… Perdón,

que me “pierda”, el respeto. Quiero ser muy clara en esto: no se me va a escapar.

ÉL: Vicky, usted tiene esposo e hijos. ¿No le avergüenza comportarse así? VICKY: No me da vergüenza admitir lo que siento: lo deseo, licenciado. Lo deseo desde

hace mucho tiempo. Y usted… Me va a dejar. No puedo permitirlo.

Intenta besarlo nuevamente, ÉL la aparta. ÉL: Nunca le he dado razones para pensar que pueda haber algo entre nosotros. VICKY: ¿Nunca? ¿Y esas miraditas en la oficina? ÉL: ¿Cuáles miraditas? VICKY: Y las veces que me ha dicho que luzco radiante.

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ÉL: Vicky, lo más atrevido que pude haberle dicho ha sido “buenos días”. Usted sabe que siempre nunca me he propasado.

VICKY: Pues propásese ahora. Tengo una suite reservada en un hotel. Algo para mí y

para ti, nada más. ÉL: ¡Estás loca! En un rato más es mi reunión de despedida. Si no voy… y no va

usted… La gente va a pensar que… VICKY: ¡Qué piensen lo que quieran! Tú y yo estaremos en el cielo. Ahí es donde

estarás de ahora en adelante si vienes conmigo. ÉL: No entiendo. VICKY: ¿Qué es lo que no entiendes? ÉL: ¿Cómo puedes fijarte en mí? Soy un viejo, acabo de jubilarme con una pensión

que apenas me va a dar para sobrevivir. VICKY: ¿Qué es lo que veo en ti? Tu caballerosidad. Tu elegancia. Tu manera de

hablar… Mi marido es un animal. En cambio, tú…

Intenta besarlo, ÉL se aparta y ELLA termina besando el cuello de la camisa. VICKY: Te manché la camisa. ÉL: No puede ser.

ÉL empieza a quitarse la camisa. VICKY está por hacer lo mismo. ÉL: ¡No! ¿Qué haces? VICKY: Haremos el amor, ¿no? Te estás quitando la camisa. ÉL: Es porque me manchaste el cuello. Esto no puede estar pasando.

ÉL se sienta en el sillón. VICKY se le acerca. Toma un retrato de ELLA. VICKY: ¡Qué mujer tan afortunada! Bueno, en tenerte a ti, porque no es muy guapa.

No más que yo. ÉL: Vicky, será mejor que te vayas. Y de preferencia, no vayas a la reunión. VICKY: ¿Qué? ÉL: Después de lo que ha pasado aquí, las cosas no pueden seguir igual.

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VICKY: No ha pasado nada. ÉL: Y es mejor que siga así. VICKY: Dime la verdad: ¿no me deseas?

ÉL permanece callado. Se pone de pie y vas hasta la puerta. La abre. VICKY lo sigue y cierra la puerta. VICKY: No me voy hasta que me contestes.

ÉL sigue sin hablar. VICKY: No digas nada.

VICKY se acerca para besarlo. Oscuro. ÉL y ELLA en la sala; ambos llevan puestos tapabocas. ÉL está leyendo su libro. ELLA está tejiendo. ELLA (se quita el tapaboca; con desagrado): ¿Todavía no se quita? Se levanta y va a la cocina por un spray de aromatizante. Rocía toda la sala. ELLA: Ya limpié el baño, puse velitas de olor, rocíe más de cinco veces con este spray

y ¡nada! El olor maldito sigue impregnado. ÉL: Esa cosa que esparciste huele peor. ELLA: Tú ni me hables. ÉL: Pero me estabas hablando. ELLA: Me estaba hablando a mí misma. ÉL: Los soliloquios son para el teatro. En la vida real serían “solilocos”. ELLA: Ahora me dices loca. ÉL: Es una broma. ELLA: Ya no me hables. Voy a castigarte un par de días con mi indiferencia. ÉL: ¿Y eso es un castigo? Me portaré mal más a menudo.

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ELLA: El baño ya estaba hecho un desastre y tenías que ir a meter la cuchara… ÉL (asqueado): No utilices la frase “meter la cuchara” y la palabra “baño” en una misma oración, por favor. ELLA: Ay, perdón. Se me olvidaba que eres muy delicadito. ÉL: Iba a ayudarte a limpiar. ELLA: Tu estomaguito es tan susceptible que no puedes aguantar el más mínimo

olorcito. ÉL: Se me revolvió el estómago. Yo tenía toda la intención. ELLA: No conforme con limpiar toda la mier… Perdón, los “desechos” del retrete,

también tuve que limpiar tu vómito. ÉL: Yo te dije: “dame un minuto y yo me encargo”. ELLA: Y te di el minuto. Luego cinco, diez, quince… ¡media hora! Y el señorcito jamás

se dignó a hacer su reaparición. ÉL: Me estaba recuperando. ELLA (vuelve a rociar aerosol): Ya cállate. ÉL: Te digo que ya no rocíes de esa cosa. Se me está revolviendo el estómago otra

vez. ELLA: ¡Ah no! Ahora lo que avientes lo limpias tú. ÉL: Voy a salir. ELLA: ¿A dónde? ÉL: Adonde sea. No soporto el hedor. ELLA: ¡Y yo me chingo! Tú eres el culpable de que esto huela así de mal. ÉL: No quería tener que ser tan gráfico, pero la última que usó el baño antes de

que se tapara, fuiste tú. Por ende, tus desechos, que por cierto, son los que provocaron que la casa se inundara de esta inmunda peste.

ELLA: No vas a ningún lado. El Plomero no tarda en venir. ÉL: ¿Y?

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ELLA: No me pensarás dejar sola con él. ÉL: ¿Por? ELLA: ¿Qué tal que es un depravado sexual? ÉL: No lo dudo de alguien que está obsesionado con los “tubos”. ELLA: Muy chistosito. ¿Vas a dejar indefensa la virtud de tu mujer? ÉL: Aun si el plomero fuera un depredador sexual, no creo que tú corras peligro.

Al rato vengo. Te dejo dinero por si… Ah, ya sabes dónde está. ÉL se dirige a la puerta. ELLA: No des un paso más. ÉL se detiene. ELLA: Tú atraviesas esa puerta y nunca más entrarás a la casa. ÉL: Lo hubieras dicho antes. ÉL acelera la marcha. ELLA: Pero antes te castro.

ÉL se detiene y hace un apagado gesto de dolor tras imaginarse la situación que ella plantea. ELLA: Vas a estar aquí con tu mujer. ¡Cómo debe de ser! ÉL: Pero no aguanto ese hedor inmundo. ELLA: Pues te aguantas. ÉL: Bueno. Mínimo me voy a echar un cigarro en el balcón. ELLA: Ándale. Entre más pronto te dé enfisema pulmonar, mejor. ÉL toma una cajetilla de cigarros de su librero y se va al balcón. ELLA vuelve al tejido. ÉL enciende el cigarro y le da el primer toque. ÉL: Esta sí es “la región más transparente del aire” (ríe levemente). ELLA: No entendí tu chiste.

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ÉL: Es el título de un libro. Habrías entendido si leyeras. ELLA: Y tú sabrías lavar si le entendieras a la lavadora. ÉL: ¿Cuánto llevas con ese tejido? ELLA: No sé. ÉL: A todo esto, ¿qué es lo que tejes? ELLA: La mortaja para cuando te mueras. ÉL: Qué humorcito traes, mujer. ELLA: No se te olvide que te tengo castigado. ÉL: Ya, relájate. Vente a echar un cigarrito conmigo. ELLA: No, gracias. Muérete solo. ÉL: ¡Sólo uno! Antes fumabas como chacuaca. ELLA: Sí, pero desde que salen en las cajetillas las fotos esas tan feas ya mejor no le

entro. ÉL: Yo también he dejado el vicio. ELLA: Sí, lo dejas ahí en el librero. ÉL: Ándale. Un cigarrito para recordar los buenos tiempos. ELLA se levanta más a fuerza que con gusto. Se dirige hasta el balcón. Toma un cigarro de la cajetilla de ÉL, quien se lo enciende caballerosamente. ELLA da un toque, tose un poquito. ELLA: Y aparte de los cigarros más corrientes. ÉL: Para ti serán corrientes. Para mí, una verdadera delicia. ¿Te acuerdas cuando

nos echábamos el cigarrito a la salida de tu trabajo en el restaurante? ELLA: Me acuerdo de que en esa época te avergonzabas de mí. EL: ¿Yo? ¡Claro que no! ELLA: Cuando iba a servirles a tus amigos de la Universidad y a ti, nunca me

presentaste como tu novia.

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ÉL: Es que en ese entonces no eras mi novia. ELLA (Indignada, manotea con el cigarro en la mano): ¡Cómo que no era tu novia! ÉL: ¡Cuidado! No me vayas a quemar. ELLA: Antes di que no te echo encima el aguarrás y un cerillo. ¡No era tu novia! Pero

ya habíamos… Ya nos habíamos… ÉL: Ya nos habíamos conocido en el sentido bíblico. Es cierto, pero acuérdate que

era la época del amor y paz. ELLA: Sí, pero a mí nada más ¡paz! (hace un movimiento aludiendo a las relaciones

sexuales). EL: Ay, amor. ELLA: No me digas “amor”. ¡Cuál amor! ¡Pura calentura tuya! Aprovecharte de una

muchachita indefensa recién llegada del rancho… Bueno, de las afueras de la ciudad. ¡Sinvergüenza!

EL: Cielo, de eso ya hace mucho. ELLA: ¿Cielo? ¿Amor? ¡Serás hipócrita! ÉL: ¿No podemos degustar de un buen cigarro tranquilamente? ELLA: Como los que te fumas después de que haces el amor con la güila esa con la

que me engañas. ÉL: Y la respuesta a mi cuestión es no. ELLA: ¿Vas a seguir negándomelo? ÉL: (con fastidio) A ver, ¿quién es esa güila de la que hablas? ELLA: Sabes de quién hablo. ÉL: No, no tengo idea. ELLA: ¿Qué te dice el nombre de… Virginia? ÉL: No conozco a ninguna Virginia. ELLA: ¿Y tu ex secretaria? ÉL: ¿Vicky?

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ELLA: ¿Vicky? ¡Qué confiancitas! ÉL: ¿Cómo se te ocurre que…? Hace seis años que me jubilé. ELLA: Eso no quiere decir que no la sigas viendo. ÉL: ¿En qué momento quieres que la vea? No sé de ella desde que dejé el trabajo. ELLA: No te creo. ÉL: Y aunque la viera, ¡jamás te fui infiel con ella! ¡Era casada! ELLA: Ay, ¿y si no hubiera estado casada entonces sí? ÉL: No, tampoco… A ver, no me quieras confundir. ELLA: La muy zorra se la pasaba de encajosa contigo. ÉL: ¿Cómo puedes saber eso? Nunca estuviste en la oficina. ELLA: Pero tenía mis contactos, fíjate. Te tenía bien checadito. ÉL Siempre estábamos hasta el tope de trabajo…. No había tiempo para… ¿Y por

qué te tengo que dar explicaciones? ¿No te basta mi palabra? Fuera de lo laboral, Vicky y yo nunca tuvimos nada que ver.

ELLA: ¿Ah no? Vamos a ver si no. Así como tú tienes tus secretos, yo tengo los míos.

Va hasta la cocina y abre la alacena; saca de ahí un envoltorio. Lo abre y saca de él una camisa blanca completamente arrugada. ELLA: ¡Aquí está la prueba! ÉL: ¿Una tela arrugada? ELLA: Es una camisa… ¡tuya! ÉL: ¿Y eso qué prueba, Sherlock? ELLA muestra el cuello de la camisa. ELLA: Una mancha de labial. Del mismo tono que el que usaba la piruja ése: rojo

ramera. ÉL: ¿Desde cuándo tienes guardada esa camisa?

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ELLA: Desde que faltaste a nuestro matrimonio. Hace 7 años. ÉL: ¿Y ahora me reclamas? ELLA: Desde hace mucho lo tengo guardado aquí (se señala el corazón). ÉL: Ahora sí me voy… Aunque me castres. ELLA: ¡Eso! ¡Lárgate! Eso prueba que tengo razón.

ÉL abre la puerta y se encuentra con el PLOMERO, quien apenas ha levantado la mano para tocar la puerta. El PLOMERO es un hombre cercano a los treinta años. PLOMERO: ¿Aquí es donde tienen el baño tapado? ELLA: ¡Al fin se aparece! PLOMERO: Perdón, estaba tocando en el departamento de al lado. ELLA: Pues no se quede ahí. Vaya a echarle un ojo al problema. PLOMERO: Claro que sí. ¿Dónde está su baño? ELLA: ¿Dónde va a estar? Fondo a la derecha. PLOMERO: Con permiso. Ah, ¿por cierto? ¿Podría usar su baño? ÉL y ELLA se ven a las caras, confundidos. ÉL: Está descompuesto. A eso vino: a arreglarlo. PLOMERO: Sí, lo sé; yo digo después de que lo arregle. ELLA: Primero arréglelo. PLOMERO: Claro que sí. El PLOMERO sale de escena rumbo al baño. ÉL: ¿En qué estábamos? Ah, sí: ya me iba. ELLA: ¿Me vas a dejar sola con el plomero? ÉL: Sí. En caso de que quiera hacerte algo, empieza a hablarle y seguro se va. ELLA tapa la puerta.

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ELLA: ¿Que no viste la cara de pervertido que tiene? ¡Es peligroso! El PLOMERO vuelve. PLOMERO: Disculpe, señora. Es que tengo una duda sobre el baño. ELLA: Dígame. PLOMERO: ¿Está a la derecha para acá? (Indica con la mano a su derecha; se voltea e indica de nuevo a la derecha) o a la derecha para acá? ELLA: A su derecha. PLOMERO (indica con su derecha, inseguro) ¿Para acá? ELLA: Sí. PLOMERO: Gracias. El PLOMERO vuelve a salir rumbo al baño. ÉL: No te preocupes, amor. Estás a salvo. ÉL aprovecha y sale de la casa. ELLA: ¡Regresa! ELLA hace un desplante de coraje. Regresa al sillón y toma su tejido. Empieza a tejer compulsivamente hasta que no puede más y arroja el tejido al suelo. Se cubre la cara y empieza a llorar. El PLOMERO entra nuevamente. Se acerca con timidez a ELLA, quien no se ha percatado de su presencia. PLOMERO: Disculpe… ELLA se levanta de un brinco. Grita. Toma las agujas de tejer y las esgrime en una actitud defensiva. ELLA: ¡No se me acerque! PLOMERO (asustado): No, claro que no… Es que… ELLA: Ni se le ocurra abusar de mí. PLOMERO: ¡No, señora! ¡Ni loco! ELLA: ¡Cómo que ni loco! Ni que fuera yo una vaca.

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PLOMERO: No lo digo por eso. Es que… ELLA: ¡Calla! ¿Qué es lo que quieres de mí? PLOMERO: Una llave. ELLA: ¿Una llave? ¿Qué es lo que quieres abrir? PLOMERO: No, una llave steelson. Es que se me olvidó la mía. ELLA (baja las agujas): Fíjese en la cocina. En las puertitas debajo del fregadero. El PLOMERO va adonde ELLA le indicó y busca la llave. Logra encontrarla. La MUJER vuelve al tejido como si nada hubiera pasado. PLOMERO (muestra la llave con timidez): Aquí está. Ya me voy a seguir arreglando el baño. El PLOMERO se dirige al baño a paso lento, como si quisiera decirle algo a ELLA. Se detiene y le habla. PLOMERO: Tengo esposa e hijos. ELLA (indiferente, sigue tejiendo): Felicidades. PLOMERO: Se lo digo para que no tenga pendiente. Ya sé que su esposo no está y…

Pues yo soy gente de respeto, gente honesta, gente que trabaja para salir adelante… No la voy a molestar.

ELLA: Pues ya me está molestando. PLOMERO: ¿Y qué teje, oiga? ELLA: Y sigue molestándome. PLOMERO: Es que mi mujer también sabe tejer. Le hizo unas bufandas bien bonitas

a mis hijos ora en Navidad. Así con unos pinitos y unos monitos de nieve… ELLA: Y dígame una cosa: ¿usted ha engañado alguna vez a su mujer? PLOMERO: No, señora. ¡De ninguna manera! ELLA: ¡Mentiroso! ¡Todos los hombres son iguales! PLOMERO: ¿A poco su esposo…? ELLA (duda): Pues… tengo razones para creer que sí.

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Hay una pequeña pausa. ELLA: ¿Cuánto lleva de casado? PLOMERO: Siete años. ELLA: Cuarenta y dos. PLOMERO: Ándele… Yo ni de edad tengo tantos. ELLA: Estoy segura que me ha visto la cara. Quizá ahora no porque ya está muy

correteado; pero alguna vez se habrá echado una canita al aire… PLOMERO: ¿Se le hace? ELLA: Claro. PLOMERO: Pues yo tengo que salir en defensa de mi género. Y sí, como usted dice,

hay muchos hombres que son bien canijos y sinvergüezas; pero habemos otros que somos fieles.

ELLA: Pero… ¿Y este lápiz labial en la camisa de mi esposo? PLOMERO: A lo mejor ni es labial. ELLA: Usted defiende a mi marido porque ha de ser igual de jijo que él. PLOMERO: No, seño… Mire, aquí donde me ve, no me han faltado ocasiones para

ser cabrón… Ay, disculpe. ELLA: No se fije, yo también soy bien pinche mal hablada. PLOMERO: Ah, bueno. Le decía, cuando uno se dedica a esto de la plomería, pues

ve de todo… De pronto, hay mujeres bien desesperadas que hasta departamentito te ponen con tal de… Usted ya sabe…

ELLA: ¿En serio? PLOMERO: Derecho. A mí hasta me han dicho: “deja a tu mujer y a tus hijos, yo te

pago todo, ya no te vas a preocupar por nada”. Pero yo no le hago a eso. Quiero a mi familia.

ELLA: Ahora me siento ridícula por estar celando a mi esposo a estas alturas, pero… PLOMERO: ¿Pero qué?

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ELLA (cae en cuenta de que está hablando con el Plomero): Pero usted vino a arreglar el baño, ¡ándele! ¿Qué espera?

PLOMERO: Sí, señora… A’i voy. El PLOMERO se dirige al baño, pero se detiene nuevamente. PLOMERO: Se siente bien bonito que lo celen a uno. ELLA: ¿Qué dice? PLOMERO: A mí también mi esposa me ha agarrado de bajada con eso de la

infidelidad y todo eso… ELLA: ¿Y dice que siente bonito? PLOMERO: Pues sí. ELLA: ¿Por qué? PLOMERO: Porque así la mujer demuestra que todavía tiene interés en uno. ELLA: ¿Usted dice que una mujer necesita volverse loca de celos para que su marido

se dé cuenta de que todavía lo quiere? PLOMERO: Pues sí… Más o menos. ELLA: ¿O sea que lavar, planchar, hacer la comida, el aseo y demás lindezas no sirven

para pura chingada? PLOMERO: Bueno… Eso es distinto… Eso es… su obligación. ELLA: Usted me empezaba a caer bien. PLOMERO: No, doña, no me lo tome a mal. No vaya a pensar que soy machista. ELLA: No pienso que usted sea machista, pienso que usted es un pendejo bien hecho. PLOMERO: Yo a las mujeres las respeto. ELLA: Pero si sigue pensando así, las mujeres no lo van a respetar. ¡Mira este! Ya

váyase a seguirle con el baño.

EL PLOMERO se retira. Se escucha que tocan el timbre de manera frenética. ELLA va y abre. ELLA (con mal humor): Ya voy, ya voy. Que no vaya a ser la estúpida vecina porque...

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Abre la puerta y se topa con ÉL, quien luce agitado y sudororso. ELLA: ¿Y ahora tú? ¿Corriste un maratón o qué?

ÉL trata de contestar, pero no logra articular palabra. De pronto, no puede más y se desploma. ELLA grita y se hinca ante él; lo pone boca arriba y trata de reanimarlo. ELLA: ¿Qué te pasa? ¡Contéstame! No me asustes, por favor… Dime algo. EL empieza a volver en sí, trata de balbucear algo. ELLA: No te entiendo. ¿Qué me quieres decir? ÉL sigue balbuceando. ELLA: Háblame claro. ¿Quieres una ambulancia o qué? ¡Responde! ÉL: (En un esfuerzo) ¡Me estás…apa…apachu… apachurrando los dedooos… ELLA se mueve de lugar. Toma la mano de ÉL y la empieza a sobar. ELLA: Ay, discúlpame, que no la vi. ÉL: Necesito aire. ELLA: ¿Por qué estás tan agitado? ÉL: Me corretearon. ELLA: ¿Quiénes? ÉL: Los muchachos de la pelota. ELLA: ¡Desgraciados! ÉL: Y ahora estaban jugando beisbol… ¡Traían bates! ELLA: Infelices. ÉL: Corrí cuatro cuadras. ELLA: ¿Cuatro cuadras? ¿Y por eso te estás muriendo? ÉL: Fue más el susto. ELLA: ¿Ves? Por tanto fumar.

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ÉL: Ya casi no fumo. ELLA lo ayuda a levantarse. ELLA: Ven a sentarte acá al sillón, ándale. ÉL: (triste) Ya estoy viejo. ELLA: Y te vas enterando. ÉL: Esta persecución despiadada es un signo… mi vida está entrando a su ocaso. ELLA: Es un signo de que los huercos ya no respetan. ¿Ves? Y tú que les diste la

pelota. ÉL: Tienes razón. Si hubiéramos tenido hijos, yo los habría echado a perder. Me

hubiera gustado tenerlos. A lo mejor no habríamos sido tan malos padres. ELLA: No tuvimos hijos porque no se pudo… Punto. ÉL: Muy pronto moriré. ELLA: Ahora el dramático es otro. EL: Y no puedo irme sin hacerte una confesión. ELLA: Ahorita no estamos para eso; mejor… ÉL: No… Necesito decírtelo. ELLA: Una triste corrida y te pones sincero… No la jodas. ÉL: Es sobre Vicky. ELLA: ¿Tu secretaria? ÉL: De ella estábamos hablando hace rato, ¿no? ELLA: Lo sabía. ÉL: Todavía no te digo nada y tú ya estás sacando conclusiones precipitadas. ELLA: ¿Qué más me puedes decir sobre ella? Me engañaste, ¿verdad? ÉL: ¿Puedes escucharme?

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ELLA: ¿Para qué quieres que te escuche? Ya sé lo que me vas a decir: fue una noche de copas, una noche loca.

ÉL: Esa es canción de mujer. ELLA: ¿Pues cuál te canto? ¿La de “No debes tener dos amores”? ÉL: Sabía que te ibas a poner como loca. ELLA: ¿Y qué quieres que haga? Estás a punto de confesarme que me engañaste con

la piruja esa. ÉL: No… precisamente eso es lo que te voy a confesar: que no te engañé… Pero

estuve a punto… ELLA: ¿Qué dices? ÉL: Tú tenías razón en una cosa: ella andaba detrás de mí a sol y a sombra. ELLA: ¿Detrás de un vejestorio como tú? ÉL: Bueno, ¡quién te entiende! Me dijo que yo era el amor de su vida y que quería

todo conmigo. ELLA: (Escandalizada) ¿Todo? ÉL: Todo. En la comida que me hicieron los del trabajo por mi jubilación, me dijo

que no me iba a escapar. Ya había separado la suite en un hotel. ELLA: ¿Y…? ÉL: Me le escapé. ELLA: ¿Ni siquiera te paso por la mente…? ÉL: ¿Aceptar? No. Cuando tú y yo nos casamos, hicimos un pacto… Hasta que la

muerte nos separe… La muerte se ha tardado, pero el juramento sigue en pie… Al menos por mi parte…

ELLA empieza a quebrarse poco a poco. Se derrumba en el sillón en estado de shock. ÉL: Crees lo que te digo, ¿verdad? No te lo dije antes porque no quería que le

armaras un escándalo a Vicky. Después de todo, tenía su esposo y sus hijos. En los primeros meses después de jubilado, trató de contactarme; pero con el tiempo se dio cuenta de que era inútil: no iba a ceder a sus peticiones por nada del mundo. Y bueno… esa es mi confesión. ¿Tienes algo qué decirme?

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ELLA: (Explota en llanto) ¡Yo sí te fui infiel! ÉL: (Incrédulo) ¿Qué? ELLA: Pero nomás poquito… ÉL: ¿Cómo que poquito? O eres fiel o eres infiel… ¿Con qu…? Me estás gastando

una broma, ¿verdad? ELLA: Eso quisiera… ÉL: Pero… ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? Y lo más importante: ¿con quién? ELLA: Con el plomero. Sale el PLOMERO todo mojado. PLOMERO: Doña, ¿no tendrá un trapeador? No estoy muy seguro, pero creo que le

pegué a un tubo… ÉL: ¡Infeliz! ÉL se va corriendo tras el PLOMERO. PLOMERO: ¡Ay, mamá! ÉL: Ahora verás, desgraciado. ELLA (a Él): ¡Espérate! El PLOMERO sale corriendo de regreso al baño. ÉL lo persigue. ELLA: No te terminé de decir… ELLA sale rumbo al baño. Los siguientes diálogos se pronuncian desde afuera. ÉL: (Desde afuera) ¡Te voy a matar! PLOMERO: ¿Yo qué hice? ELLA: Escúchame, por favor. PLOMERO: ¡No! ¡Con la steelson no! El PLOMERO entra huyendo de ÉL, quien lo persigue con la llave steelson en la mano.

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ÉL: Te voy a romper toda tu estructura ósea. El PLOMERO se tira por la ventana del balcón. ÉL y ELLA llegan hasta ahí. ELLA: ¡Se mató! ÉL: Le fue mejor... Yo lo iba a cortar en pedacitos por haberse acostado contigo. ELLA: No fue con ese plomero… Sino con el de la vez pasada. ÉL deja su furia. Mira hacia abajo. ÉL: ¿Estás bien? ELLA: Además, ¿quién dijo que me acosté con el Plomero? Ni que fuera una zorra. ÉL: Pero me dijiste que me engañaste con él… ¿No me fuiste infiel? ELLA: ¡Sí, animal! Pero sólo con el pensamiento. ÉL: Como que… ¿De qué hablas? ELLA: Me imaginé estando con él en una isla desierta… y pasó lo que tenía que pasar

cuando un hombre y una mujer se quedan en una isla desierta. ÉL: Pero… sólo pasó en tu imaginación, ¿verdad? ELLA: (suspiro) Sí… Pero fue muy real. Por eso no quería que viniera. Me daba pena. PLOMERO: (desde afuera) ¡Viejos locos! ELLA: ¡Está vivo! ÉL: Suba, por favor. Todo fue un malentendido, vamos a… Oiga, ¡no me pinte el

dedo! ELLA: Le vamos a mandar con alguien su herramienta. (Le quita a Él la steelson) ¡Esta

va de regalo! ÉL y ELLA van a sentarse a la sala. Están callados como estatuas. ELLA: (Sollozando) ¿Podrás perdonarme? ÉL: Sólo si te echas un cigarro conmigo.

ÉL y ELLA, sin decir más palabra, van hasta el balcón. ÉL le enciende el cigarro a ELLA y luego enciende uno para él. Ambos le dan un toque a sus respectivos cigarros.

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ÉL: Ahora hay una fuga en el baño. ELLA: Necesitamos a otro plomero. ÉL: Lo voy a hacer yo. ELLA está a punto de protestar, ÉL le pide que guarde silencio. ÉL: Voy a tener cuidado. Le dan otro toque al cigarro. ELLA: ¿Amor? ÉL: Dime. ELLA: Nada. Otro toque a cigarro. Ambos observan la calle desde el balcón. Oscuro final.

“Ya no me quieras tanto” (2011-2015).

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