zapatillas e identidad

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CON LA IDENTIDAD EN LOS PIES. LAS TRIBUS SE RECONOCEN POR SUS ZAPATILLAS. UNA BREVE GUIA PARA SABER QUIEN ES QUIEN LA CULTURA DE LAS ZAPATILLAS. Uno-dos, uno-dos, uno-dos. Miles de veces al día todos ejercemos el hábito de caminar. Uno lo hace y no piensa en el uno-dos, ni en el ritmo, aunque sí hacia donde se va y para muchos con qué se va, qué zapas se llevan puestas. En los adolescentes de hoy, caminar se ha transformado en una manera de vivir y no se debe precisamente a una acción para estar en forma. Nadie marcha esos 30 minutos por día para prevenir enfermedades. La caminata de cada joven y adolescente depende y se caracteriza por sus zapatillas, llantas, championes, calzados o como se quieran llamar. Las zapatillas hablan, los pies no, a algunos les dan más ganas de caminar para mostrarlas. Usar unas u otras es identificarse, ser parte de algo, pensar como alguien, ser visto de una forma. Gastón trabaja como vendedor en un local, tiene experiencia en el rubro: "Apenas uno ve entrar al cliente ya sabe qué zapatillas ofrecerle. Lo notás en su corte de pelo, en la ropa que lleva, en si tiene o no piercings. Te diría que hasta en la forma de caminar. Es facilísimo darse cuenta, lo ves y ya le apuntas para el stand de su estilo", sostiene. Modas siglo XXI. A partir de la década del 2000 han cambiado muchas cosas en cuanto a la cultura de las zapatillas. Ya no es moda poner chapitas de latas de gaseosa entre los cordones, no se escriben a los costados leyendas de rock y no hay competencias por tener las Topper más rotas; tampoco se ven esas que tenían lucecitas y suena a nostalgia hablar de "las que nos hacían correr más rápido" cuando uno era pibe. Las tribus ya tienen asignadas o les asignan, mejor dicho, modelos que les pertenecen, que son fabricadas pura y exclusivamente para un target en particular, así son más fáciles de vender. Las más caras son las que usan los pibes que suelen identificarse con la cumbia, el deporte, las hinchadas y el barrio. Generalmente son consumidas por un sector que nunca tiene un mes sin fin de mes. Gastón cita un ejemplo que vivió trabajando: "En una oportunidad atendí a un muchacho medio zaparrastroso, vestido como un ciruja. Lo acompañaba la mamá, que estaba un poco mejor empilchada. Fue, eligió y se gastó como cuatro gambas en zapatillas, en ese momento eran las más caras, yo no entendía nada". Esa obsesión hace que muchos se las presten o se las cambien por días o que alumnos que cobran la beca vayan y la gasten en la casa de deportes y cursen sin útiles, o que los pibes que están en institutos de menores y cobran subsidios, manden a comprarse zapatillas. Alexis está preso hace tres años, dice que en su momento él era de esos que les gustaba usar llantas, como les dicen a las zapatillas: "Digamos que las zapatillas, cuando vos andás robando, es el premio mayor. Es en lo primero que pensás en comprarte cuando hacés plata, aunque robes para alimentarte. La primera vez vas a afanar para darle de comer a tu familia, pero la segunda vez te vas a comprar las zapatillas. Es la manera de disfrazar tu miseria. Vos vas a un baile y para ganarte una mina hoy en día lo primero que tenés que tener son las zapatillas. Es como que si no tenés las zapatillas no sos nadie", cuenta, desde la Unidad de Marcos Paz. Palermitanas. Un target completamente antagónico al rumbero es el de las John Foos. Es para leer entre líneas la diferencia en la publicidad de esta marca con el resto. Lo que menos se muestra es el producto: un modelo carilindo posa en las revistas y las zapatillas apenas se llegan a ver, siempre suelen ser discretas, desapercibidas. Es como que apuntan a la figura más que al producto. Si bien están dirigidas a una clase media más cerca de la alta que de la baja, no son las más caras; ni se les acercan a las deportivas, esas que parecen galácticas. Rondan los 250 pesos para abajo. Viendo las publicidades de John Foos, se puede llegar a interpretar algo así como "si usás estas sos un winner y las mujeres van a morir por vos, grosso!". "El tema de la publicidad no es lo central. Si bien ella especula con eso, la causa de toda esta cuestión es más compleja y tiene que ver con la falta de ideales. Entonces, cuando caen estas cuestiones aparece la prevalencia de la imagen, del puro narcisismo, todos esos fenómenos se explotan cuando otros registros como la jerarquía, la confianza en uno mismo, los valores, no existen, están ausentes", opina el psicólogo Diego Luparello. "Hay un montón de zapatillas que para mí eran horribles y los jóvenes se las compraban por el precio. Unas Adidas que venían con un chip llegaron a costar 800 pesos, venían con los amigos que les decían 'comprate éstas, comprate éstas que están buenísimas', y vos pensás ¿si salieran 200 te gustarían tanto?", acota Gastón, el vendedor. Para Luparello, "No es algo exclusivo de un estrato social, es demostrar por algún elemento cierta señal de procedencia propia de todos los sectores sociales. ¿Con qué se muestran? Y, hay quienes tienen un cero kilómetro y no tienen donde caerse muertos o quienes tienen el último celular y andan sin crédito, o el que usa un reloj de oro y va a pata. En lugar de administrar el dinero prefieren gastarlo en algo que les dé una seguridad, que les dé un prestigio, una especie de demostración ante otros de que esté posiblemente bien parado... ojo, lo de posiblemente bien parado es una metáfora para pensar". Botitas multicolores. La tribu de moda son los floggers. Andan por todos lados y las marcas están pendientes de los que andan por todos lados en busca de pertenencia, de consumo. Los floggers también tienen sus zapatillas. Nike se enfocó en ellos en el último tiempo. Diseñó una serie de botitas, algunas con abrojos, otras con cordones. Lo peor que les puede pasar es que alguien se las “queme”, que aparezca con las mismas. En los portales de internet se pueden conseguir más baratas y el

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las zapas de los pibes

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Page 1: Zapatillas e Identidad

CON LA IDENTIDAD EN LOS PIES. LAS TRIBUS SE RECONOCEN POR SUS ZAPATILLAS. UNA BREVE GUIA PARA SABER QUIEN ES QUIEN

LA CULTURA DE LAS ZAPATILLAS.

Uno-dos, uno-dos, uno-dos. Miles de veces al día todos ejercemos el hábito de caminar. Uno lo hace y no piensa en el uno-dos, ni en el ritmo, aunque sí hacia donde se va y para muchos con qué se va, qué zapas se llevan puestas. En los adolescentes de hoy, caminar se ha transformado en una manera de vivir y no se debe precisamente a una acción para estar en forma. Nadie marcha esos 30 minutos por día para prevenir enfermedades. La caminata de cada joven y adolescente depende y se caracteriza por sus zapatillas, llantas, championes, calzados o como se quieran llamar. Las zapatillas hablan, los pies no, a algunos les dan más ganas de caminar para mostrarlas. Usar unas u otras es identificarse, ser parte de algo, pensar como alguien, ser visto de una forma. Gastón trabaja como vendedor en un local, tiene experiencia en el rubro: "Apenas uno ve entrar al cliente ya sabe qué zapatillas ofrecerle. Lo notás en su corte de pelo, en la ropa que lleva, en si tiene o no piercings. Te diría que hasta en la forma de caminar. Es facilísimo darse cuenta, lo ves y ya le apuntas para el stand de su estilo", sostiene. Modas siglo XXI. A partir de la década del 2000 han cambiado muchas cosas en cuanto a la cultura de las zapatillas. Ya no es moda poner chapitas de latas de gaseosa entre los cordones, no se escriben a los costados leyendas de rock y no hay competencias por tener las Topper más rotas; tampoco se ven esas que tenían lucecitas y suena a nostalgia hablar de "las que nos hacían correr más rápido" cuando uno era pibe. Las tribus ya tienen asignadas o les asignan, mejor dicho, modelos que les pertenecen, que son fabricadas pura y exclusivamente para un target en particular, así son más fáciles de vender. Las más caras son las que usan los pibes que suelen identificarse con la cumbia, el deporte, las hinchadas y el barrio. Generalmente son consumidas por un sector que nunca tiene un mes sin fin de mes. Gastón cita un ejemplo que vivió trabajando: "En una oportunidad atendí a un muchacho medio zaparrastroso, vestido como un ciruja. Lo acompañaba la mamá, que estaba un poco mejor empilchada. Fue, eligió y se gastó como cuatro gambas en zapatillas, en ese momento eran las más caras, yo no entendía nada". Esa obsesión hace que muchos se las presten o se las cambien por días o que alumnos que cobran la beca vayan y la gasten en la casa de deportes y cursen sin útiles, o que los pibes que están en institutos de menores y cobran subsidios, manden a comprarse zapatillas. Alexis está preso hace tres años, dice que en su momento él era de esos que les gustaba usar llantas, como les dicen a las zapatillas: "Digamos que las zapatillas, cuando vos andás robando, es el premio mayor. Es en lo primero que pensás en comprarte cuando hacés plata, aunque robes para alimentarte. La primera vez vas a afanar para darle de comer a tu familia, pero la segunda vez te vas a comprar las zapatillas. Es la manera de disfrazar tu miseria. Vos vas a un baile y para ganarte una mina hoy en día lo primero que tenés que tener son las zapatillas. Es como que si no tenés las zapatillas no sos nadie", cuenta, desde la Unidad de Marcos Paz. Palermitanas. Un target completamente antagónico al rumbero es el de las John Foos. Es para leer entre líneas la diferencia en la publicidad de esta marca con el resto. Lo que menos se muestra es el producto: un modelo carilindo posa en las revistas y las zapatillas apenas se llegan a ver, siempre suelen ser discretas, desapercibidas. Es como que apuntan a la figura más que al producto. Si bien están dirigidas a una clase media más cerca de la alta que de la baja, no son las más caras; ni se les acercan a las deportivas, esas que parecen galácticas. Rondan los 250 pesos para abajo. Viendo las publicidades de John Foos, se puede llegar a interpretar algo así como "si usás estas sos un winner y las mujeres van a morir por vos, grosso!". "El tema de la publicidad no es lo central. Si bien ella especula con eso, la causa de toda esta cuestión es más compleja y tiene que ver con la falta de ideales. Entonces, cuando caen estas cuestiones aparece la prevalencia de la imagen, del puro narcisismo, todos esos fenómenos se explotan cuando otros registros como la jerarquía, la confianza en uno mismo, los valores, no existen, están ausentes", opina el psicólogo Diego Luparello. "Hay un montón de zapatillas que para mí eran horribles y los jóvenes se las compraban por el precio. Unas Adidas que venían con un chip llegaron a costar 800 pesos, venían con los amigos que les decían 'comprate éstas, comprate éstas que están buenísimas', y vos pensás ¿si salieran 200 te gustarían tanto?", acota Gastón, el vendedor. Para Luparello, "No es algo exclusivo de un estrato social, es demostrar por algún elemento cierta señal de procedencia propia de todos los sectores sociales. ¿Con qué se muestran? Y, hay quienes tienen un cero kilómetro y no tienen donde caerse muertos o quienes tienen el último celular y andan sin crédito, o el que usa un reloj de oro y va a pata. En lugar de administrar el dinero prefieren gastarlo en algo que les dé una seguridad, que les dé un prestigio, una especie de demostración ante otros de que esté posiblemente bien parado... ojo, lo de posiblemente bien parado es una metáfora para pensar". Botitas multicolores. La tribu de moda son los floggers. Andan por todos lados y las marcas están pendientes de los que andan por todos lados en busca de pertenencia, de consumo. Los floggers también tienen sus zapatillas. Nike se enfocó en ellos en el último tiempo. Diseñó una serie de botitas, algunas con abrojos, otras con cordones. Lo peor que les puede pasar es que alguien se las “queme”, que aparezca con las mismas. En los portales de internet se pueden conseguir más baratas y el consejo es comprarlas por lo cómodas que son para bailar, vos podés ser un queso bailando, pero con esas te acercás a Travolta. Flower Power. Lucía tiene 27 años y una onda hippona. Dice que ella y sus amigos no se fijan en las zapatillas, que les da lo mismo. "Uso All Star, en realidad no les doy ni pelota, ni yo ni mis amigos, pero creo que hay algo que me atrae de la marca que no sé bien qué es. Todos tenemos las mismas. Hace poco cuando me tuve que comprar unas fue tremendo. Costaban 150 pesos y eran unas zapatillas que con suerte te duran un año y dije no... me fui a una zapatillería de barrio y compré unas a 80 pesos. Pensé que había hecho negocio pero a los dos meses tenía el pie roto", cuenta. A Lucía le da vergüenza decir lo que piensa, pareciera que viene de ver esos informes del noticiero de América. "No sé por qué, pero si estoy de noche y tengo a un muchacho detrás de mí y usa las Topper me siento más tranquila que si usa esas Nike con resortes." Lucía debería charlar con Gastón, que se topa a diario con clientes y olfatea la procedencia del dinero con que se compran los artículos. "Los adolescentes vienen con la madre y le dicen 'quiero esto, esto y esto' y ella se los compra, sin tarjetear, en efectivo, y vos después te enterás que hay quien les teme por usarlas. Pasa mucho que el padre les dice que salen mucha plata y los terminan convenciendo, porque sus amigos las usan y si el pibe no las tiene a veces es motivo de burla en la propia escuela".

Por Nahuel Gallotta. Fuente: Miradas al Sur.