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1. Los dominios actuales de la pequeña y de la gran propiedad: áreas latifundistas y minifundistas Las estadísticas catastrales y las censales (por más que estas últimas recojan información de explotaciones y no de propie- dades) ponen de manifiesto como la Campiña y Ribera béti- cas aparecen divididas desde el punto de vista de estructura de la propiedad en dos grandes áreas, una integrada por mu- nicipios que podrían calificarse de minifundistas y otra consti- tuida por municipios latifundistas (1). Tanto una como otra presentan cierto «orden» en su localización (Figuras 1-4). El área min^ndista se dibuja como una aureola casi conti- nua en el borde sur campiñés, zona que desde el punto de vis- ta topo ĝráfico podría denominarse Alta Campiña. Se integran en ella la mayor parte de los municipios jiennenses y buen nú- mero de los de la provincia de Córdoba. En la provincia de Sevilla esa continuidad se rompe en alguna medida. Como área relativamente minifundista hay que considerar también algunos tramos de la vega del Guadalquivir en las pro- vincias de Jaén, Córdoba y Sevilla, aunque sin la continuidad (1) Se emplean aquí los calificativos latifundista y minifundista en su sentido literal, sin que incluyan por ello valoración alguna sobre las formas de explotación. 33

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Page 1: 1. Los dominios actuales de la pequeña y de la gran ...€¦ · La unidad comascal de laĝ Colonias, constituida por los muni-cipios de La Carlota, Fuente-Palmera, San Sebastián

1. Los dominios actuales de la pequeña y dela gran propiedad: áreas latifundistas yminifundistas

Las estadísticas catastrales y las censales (por más que estas

últimas recojan información de explotaciones y no de propie-

dades) ponen de manifiesto como la Campiña y Ribera béti-

cas aparecen divididas desde el punto de vista de estructura

de la propiedad en dos grandes áreas, una integrada por mu-

nicipios que podrían calificarse de minifundistas y otra consti-

tuida por municipios latifundistas (1). Tanto una como otra

presentan cierto «orden» en su localización (Figuras 1-4).

El área min^ndista se dibuja como una aureola casi conti-

nua en el borde sur campiñés, zona que desde el punto de vis-ta topoĝráfico podría denominarse Alta Campiña. Se integran

en ella la mayor parte de los municipios jiennenses y buen nú-

mero de los de la provincia de Córdoba. En la provincia de

Sevilla esa continuidad se rompe en alguna medida.

Como área relativamente minifundista hay que considerar

también algunos tramos de la vega del Guadalquivir en las pro-

vincias de Jaén, Córdoba y Sevilla, aunque sin la continuidad

(1) Se emplean aquí los calificativos latifundista y minifundista en susentido literal, sin que incluyan por ello valoración alguna sobre las formasde explotación.

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que presenta la Alta Campiña. Quedan por último otras dos

áreas integradas por diversos términos municipales, que apa-

recen como auténticos islotes de pequeña y mediana propie-

dad en el centro de las campiñas cerealistas cordobesa y sevi-

llana. Se trata de la comarca de Las Colonias, a caballo entre

Córdoba y Sevilla, y la de los Alcores en esta última.

Ahora bien, no puede darse al calificativo minifundista apli-

cado a estas áreas el mismo contenido que se le adjudica en

otras regiones españolas. En el marco de la formación social

andaluza, aún dentro de estos municipios de pequeños propie-

tarios-agricultores, la organización social es marcadamente

desigualitaria. Ciertamente en muchos de ellos los pequeños

contribuyentes y cultivadores superan la mitad de las bases im-

ponibles y de la tierra cultivada, pero en contrapartida raro

es el pueblo en el que un reducido grupo -oligarquía local.

o comarcal- no controla más allá de la cuarta parte de las tie-

rras y de la riqueza.

Se trata, en definitiva, de municipios con muchos propie-

tarios de patrimonios medios tan reducidos que difícilmente

pueden servir de base a explotaciones auténticamente familia-

res; sobre esta masa dominante en términos absolutos y relati-

vos existe siempre un moderado nivel de acumulación de tie-

rras, bien a cargo de una oligarquía local, no comparable en

su posición económica y en su capacidad de cooptación políti-

co-social a la auténtica «élite agraria andaluza», bien en ma-

nos de esta última, que distribuye espacialmente ĝu poder en-

tre los grandes términos bajocampiñeses y los minifundistas de

la Alta Campiña o la Vega.

Prueba también de esa polarización social es el escaso pesoeconómico de la propiedad media, que debía ser la base, enlas actuales circunstancias, del empresariado familiar dominanteen otras zonas peninsulares. El intervalo de contribuyentes de40.000 a 100.000 pesetas o el de explotaciones comprendidasentre 30 y 100 hectáreas es el menos representativo, con muyescasas excepciones, en todos los municipios minifundistas dela región; falta, pues, el grupo social de los propietarios me-

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dios, soporte del campesinado en su sentido más ortodoxo, ybase de una organización social en la que debieran privar lanoción de comunidad y la explotación familiar como unidadde producción y de relaciones sociales (2).

Así pues, y aunque adelantando buena parte del conteni-

do de nuestra tesis, la información estadística más convencio-

nal pone ya sobre aviso acerca de las «peculiaridades» del mi-

nifundio andaluz, un minifundio demasiado reducido, valga

la redundancia, como para automantenerse, y ubicado en mu-

nicipios en los que siempre existe, además, un moderado ni-vel de acumulación de riqueza.

La cartografía elaborada a partir de los Estados de Valores

catastrales y de la información censal pone de relieve los as-

pectos señalados. La Alta Campiña en las provincias de Cór-

doba y Jaén aparece dominada, en cierto modo, por los pe-

queños propietarios y empresarios; son numerosos los térmi-

nos en los que contribuyentes de menos de 40.000 pesetas de

base imponible o explotaciones de menos de 30 hectáreas su-

peran el 40% y hasta el 55% de las bases imponibles y de la

S.A.U. municipales.

La unidad comascal de laĝ Colonias, constituida por los muni-

cipios de La Carlota, Fuente-Palmera, San Sebastián de losBallesteros en Córdoba, y por La Luisiana en Sévilla, está ní-

tidamente individualizada en el corazón de la Campiña por

excelencia. A pesar de los intentos acumuladores, nacidos in-

mediatamente después de la colonización, la pervivencia del

minifundio en la propiedad y en la explotación son aún rasgos

definidores de esta comarca (Fotograma 1).

(2) Sobre esta concepción del campesinado y algunas otras más «hetero-doxas>^ pueden verse, entre otros, los trabajos de B. Galeski, Sociología delCampesinado, Barcelona, Ed. Península, 1977; Lipietz, A., E[ capita[y su es-pacio, Méjico, Siglo XXI Editores, 1979; T. Shanin, «Definiendo al campe-sinado: conceptualizaciones y desconceptualizaciones>^, en Agñcultura y So-ciedad n.° 11, 1979, págs. 9-53; A. V. Chayanov, La organización de la unidadeconómica campesina, Buenos Aires, Nueva Visión, 1974; K. Vergopoulos yS. Amin, La cuutión campesina y el capital•mo, Barcelona, Libros de confron-tación, 1980.

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De menor entidad espacial, pero de gran interés en la con-

trastación de una de nuestras hipótesis, es el núcleo de los Al-

cores, al oeste de Sevilla. Aunque la estrecha franja alcoreña

surca diversos municipios de gran extensión (Carmona, Alca-

lá de Guadaira y Dos Hermanas) dominados por las grandes

fincas, existen dos de reducidas dimensiones -El Viso y Mai-

rena del Alcor- ubicados en buena parte sobre el altozano y

en los que la estructura de la propiedad y de las explotaciones

presenta caracteres «atípicos» en el centro de la Campiña sevi-

llana (Fotograma 2).

^Foto6raf'ia 2.- EI Akor (1) y la Vega de Carmona (2). EI contraste paisajístico cntre los cerros

alcoreños y la Vega de Carmona es uno de los más Ilamativos de la Baja Andalucía, como ha

destacado ya Josefina Cruz (1980). Nuevamente la opoaición de una mor(ología agraria altamen-te pazcehda y predominantemente oGvarcra con otra latifundista y cereakra está descansandocn soportes de muy distinto potencial agrológico. EI Akor, con sus delgados sudos dc fácil la-

branza pero de bajas capazidades de retenciát de bumedad y de intercambio catimico; la Vega,

con sus feraces bujeos.

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No son tampoco aquí los grandes propietarios el grupo so-

cial que detenta la mayor cantidad de 'tierras. Mairena pre-

senta, hasta cierto punto, una distribución equilibrada del suelo,

mientras que en El Viso los pequeños contribuyentes llegan

a controlar más del 40% de la base imponible municipal. Es

interesante constatar también como el tramo de Alcor en los

grandes municipios antes señalados presenta igualmente ras-

gos minifundistas, hecho que se presenta enmascarado por los

datos globales municipales. Puede afirmarse, pues, que más

allá de límites administrativos, la franja alcoreña constituye otro

enclave minifundista en el marco campiñés.

Respecto a la franja ribereña del Guadalquiair resulta más pro-

blemático hacer referencias taxativas, dado que bastantes mu-

nicipios de la Vega extienden sus dilatados términos por la in-

mediata Sierra Morena (Andújar, Marmolejo, Hornachuelos,

etcétera). Sin embargo el tratamiento de la información de los

municipios casi estrictamente ribereños (3) y las comprobaciones

y matizaciones verificadas sobre municipios mixtos de sierra

y vega (4), ponen de manifiesto el notable peso de las grandes

fincas y explotaciones en tierras regadas.

Aunque, como veremos, la política de colonización poste-

rior a la Guerra Civil ha alterado localmente la estructura fun-

diaria, la acumulación de tierras en los regadíos béticos se

mantiene con posterioridad a la traída de las aguas. En ese sen-

tido las zonas regables reproducen, en buena medida, la es-

tructura de propiedad preexistente; tal ocurre, por ejemplo,

(3) Casos, por ejemplo, de Tocina, La Algaba, Alcolea, Brenes y Villadel Río, este último en la provincia de Córdoba y los restantes en la de Sevilla.

(4) Se ha trabajado con los polígonos catastrales de la zona de ribera

de mĝnicipios como Marmolejo o Villanueva de la Reina en la provinciade Jaén, que cuentan con casi las tres cuartas partes de sus respectivos mu-nicipios situados sobre Sierra Morena. Tanto el parcelario, en general, comoel estudio de una muestra de propietarios ponen de manifiesto que la distri-bución de la tierra en la zona de vega, aunque desigualitaria, registra tam-bién un peso significativo de los pequeños propietarios.

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en los grandes municipios ribereños de Andújar, Córdoba o

Lora del Río y, muy especialmente, en los del Bajo Guadal-

quivir como Puebla del Río y Utrera.

Ahora bien, no debe pasar inadvertida la existencia de

un grupo de pequeños municipios de vega en los que la dis-

tribución de la propiedad y de las explotaciones presenta cier-

to equilibrio (Alcolea del Río) o en los que, incluso, el predo-

minio de los «pequeños» llega a ser nítido (Villanueva de la

Reina, Brenes, Burguillos, entre otros); en estos casos suelen

concurrir un nivel de acumulación de tierras no muy marcado

con anterioridad a la llegada del regadío y una actividad par-

celadora importante a cargo del Estado. Es significativo que

en muchos de estos municipios el IRYDA aparezca como ma-

yor contribuyente (Alcalá del Río, 9.209.078 pesetas de B.I.;

Burguillos, 3.904.968; Los Palacios., 6.029.455; Villaverde,

3.677.888) y que paralelamente el grupo dominante de explo-

taciones sobre el total de la S.A.U. sea el de las de menos de

30 hectáreas.

Junto a estas demarcaciones comarcales o municipales, haytambién en la Campiña y Vega béticas otros enclaaea minifundis-tas, menos importantes superficialmente, pero que han desem-

peñado y aún desempeñan un importante papel en el funcio-

namiento del sistema agrario; se trata de los «ruedos», de las

parcelaciones de bienes municipales, de las huertas tradicio-

nales y de las áreas de reciente colonización. Esos paisajes, y

algún otro que pudiera añadirse, difícilmente pueden detec-

tarse a través de las estadísticas globales municipales, pese a

que constituyen piezas repetidas hasta la saciedad en el campo

andaluz; sólo el estudio espacial pormenorizado logra poner-

los en evidencia. Su reiteración en el espacio, en cada munici-

pio casi siempre, es prueba inequívoca del necesario engrana-

je de estos paisajes dentro del sistema, muy especialmente en

los municipios latifundistas.

Difícil resulta encontrar municipios campiñeses o ribere-

ños carentes de ruedo. La organización aureolar de la produc-

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ción y del consumo (5), circunscrita en torno al núcleo de

población concentrado, generó, como se verá, una corona in-

mediata a los pueblos, diferenciable tanto por la estructura de

las explotaciones como por la orientación de los aprovechamien-

tos, aureola que se ha perpetuado hasta la actualidad, por más

que los cambios producidos hayan sido cuantiosos. En este sen-

tido los ruedos se han mostrado a lo largo de toda la investiga-

ción como uno de los indicadores más significativos de la

dinámica agraria general: las alteraciones en los cultivos, in-

cluso en los usos del suelo (por crecimiento de los núcleos

urbanos) y los cambios en la propiedad se han correspondido

siempre, como veremos, con el desarrollo general de las fuer-

zas productivas y con los mecanismos cambiantes de depen-

dencia entre los pequeños y grandes propietarios.

Es de destacar, también, que la existencia de ruedos no sólo

tiene lugar en los municipios latifundistas, sino en aquellos de-

finidos en principio como minifundistas: en estos últimos, el

menor tamaño de las parcelas, pero sobre todo, la orientación

productiva más intensiva son los rasgos que contribuyen a su

diferenciación del resto del terrazgo.

Las huertas tradicionales o «los regadíos viejos» de la campiña

andaluza son también una constante de su paisaje y raro es

el municipio que desde antaño no posee un paraje huertano,

por reducido que sea. La fuerza paisajística de estas cintas ver-

des surcando el ocre campiñés no se corresponde, en la mayor

parte de los casos, con una trascendencia paralela en los as-

pectos productivo y social. Son, sin embargo, buenos ejemplos

de un minifundio antiguo, que en contados casos y allí donde

la superficie regada llega a ser importante, da lugar a una for-

(5) Buena parte de los municipios campiñeses, especialmente los de mayortamaño, suelen presentar una distribución de aprovechamientos -y unidacasi siempre a ella de propiedad- que tiene cabida en el mazco teórico plan-

teado por Von Thĝnen, en la medida que se trata de una zonificación apro-ximadamente aureolar de intensidad de aprovechamientos. Véanse, en esesentido, las apreciaciones de M. Drain para tierras de Sevilla en Les campa-

gnes de la province de Sevilla, Lille, 1977, 2 vols., I, pág. 304 y siguientes.

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ma de explotación huertana de rasgos familiares; constituyen

así ejemplos escasos, pero significativos, del campesinado an-

daluz (6).Otros enclaves minifundistas que sólo el análisis de los par-

celarios y de la fotografia aérea permiten detectar son los para-

jes de antigtcos^iropios, comunales o baldíos repartidos, sobre todo,

a partir del siglo XVIII (7) y que, con las lógicas mutaciones,

perviven aún hoy en el paisaje. Tendremos ocasión de anali-.

zar con detalle los procesos de parcelación de municipios cam-

piñeses y su evolución hasta la actualidad (Marchena y Arjo-

nilla), pero vale la pena adelantar ya el interés de este tipo de

minifundio, no sólo en las coyunturas que favorecieron su cons-

titución (hambres, levantamientos sociales, etc.), sino en el

marco de la actual estructura de propiedad, en la que suertes

adjudicadas hace uno o dos siglos se mantienen aún como autén-

ticos cotos minifundistas, con unos rasgos en los aprovecha-

mientos y en la movilidad de la propiedad muy distintos a los

del latifundismo circundante (Fotograma 3).Tiene, por último, gran interés en la constatación del mi-

nifundio actual, la labor colonizadora desarrollada por el Estado

tras la Guerra Civil. Es difícil encontrar un municipio o una

unidad comarcal en las que la actividad parceladora haya lo-

grado alterar en profundidad la estructura de propiedad pre-

térita (quizá sean los casos de Los Palacios y Burguillos las

únicas excepciones), pero no es menos cierto que tanto en las

grandes zonas regables como en las menos estudiadas de seca-

no, la actividad puntual del I.N.C. (hoy IRYDA) ha logrado

(6) López Ontiveros se ha ocupado del estudio de los pagos huertanos

cordobeses en Emigración, psopiedad y paisaje agsario de la Campiña de Córdoba,Barcelona, Ariel, 1975, pág. 551 y siguientes. Especial interés tiene tam-

bién la monogra8a de Isabel Jurado Carmona Propiedad y explotación agrarias

en Puente Genil en la que se aborda el estudio de una de las áreas de <^regadío

viejo» más interesantes de Andalucía Occidental.

(7) En los capítulos cinco y seis se comentan brevemente las iniciativasde reparto de tierras de Propios, tanto para su arrendamiento en plazos cor-tos durante el siglo xv[^t, en aplicación de la legislación carolina, como para

su venta a censo reservativo a partir de 1834.

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constituir una masa de pequeños propietarios ex noao que con-

viene analizar de forma detenida para evaluar las formas de

integración de este nuevo «empresariado» en el sistema agra-

rio y la funcionalidad que implícita o explícitamente se le ha

adjudicado.

A1 margen de los tipos de minifundio señalados, las gran-

des fincas aparecen como forma dominante en la ocupación

del espacio. Entre las pequeñas y las grandes se intercala sólo

un reducido número de los que podrían denominarse media-

nos propietarios o empresarios auténticamente familiares. Tanto

los datos catastrales como los censales coinciden en señalar como

grupos de propietarios y empresarios agrarios menos signifi-

cativos el de los medianos. Incluso en municipios tan latifun-

distas como Córdoba, Utrera o Ecija, los contribuyentes con

bases imponibles comprendidas entre 40.000 y 100.000 pese-

tas y los empresarios con superficies de 30 a 100 hectáreas con-

trolan menos riqueza y extensión que los pequeños propieta-

rios y agricultores.

Morfológicamente pueden marcarse diferencias entre la gran

propiedad de la alta y la baja Campiña. En aquélla, definida como

«relativamente» minifundista, las grandes fincas se distinguen

con claridad en un mar de pequeñas parcelas y quizá sea por

ello por lo que en esta comarca la confrontación no sólo social,

sino también espacial, entre pequeña y gran propiedad resulte

más evidente. A ello contribuye también, como constataremos

inmediatamente, que los usos del suelo han sido en el pasado,

y en parte aún en el presente, distintos.

Por el contrario, en el corazón de la Campiña, en los gran-

des términos latifundistas (Carmona, Córdoba, Utrera, San-

taella, y tantos otros), los cortijos y haciendas lo invaden todo

o casi todo; con las excepciones de ruedos y Propios reparti-

dos, las grandes parcelas se continúan una tras otra sin que

el contraste espacial de la pequeña y de la gran propiedad re-

sulte tan evidente. El dominio absoluto del latifundio llega a

producirse en aquellos términos en los que el crecimiento de

sus suelos urbanos se ha comido materialmente la primera

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aureola minifundista, careciendo hoy de un ruedo mínimamente

representativo (Córdoba, Sevilla y Alcalá de Guadaira).

Conviene señalar, por último, tal y como se desprende de

la cartografia adjunta, la correlación significativa existente entre

el tamaño de los municipios y el peso relativo de la gran pro-

piedad. Concretamente el coeficiente de Pearson arroja el va-

lor + 0,568, lo que pone de manifiesto la tendencia clara a la

acumulación de tierras en los grandes municipios y, a la in-

versa, la propensión al minifundio en los términos municipales

reducidos. La explicación parece clara y habría que buscarla,

como analizamos en algún momento, en los procesos de se-

gregación habidos durante los siglos XVI al XVIII, por los que

adquirieron derecho de villazgo cantidad de aldeas con sus pe-

queños términos minifundistas, aureolas de ruedo y tras-ruedo,

integradas previamente en los extensos términos latifundistas

de Sevilla, Jaén, Arjona, Osuna o Marchena (8).

2. La correlación entre estructura de

propiedad y usos del suelo^. Los paisajesintrarregionales

Hasta aquí ha quedado constatada la existencia de una dis-

tribución polarizada de la propiedad y de las explotaciones a

lo larĝo de la Campiña y Vega béticas. Dicha polarización puede

matizarse y enriquecerse áún más mediante un indicador a la

vez fisionómico y productivo: los aprovechamientos agrarios.

En un intento, pues, de delimitar unidades paisajísticas, de base

(8) Tenemos noticias concretas, por ejemplo, de Arjonilla, segregada de

Arjona (A.G.S., Mercedes y Privilegios, leg. 260, exp. 9); de Cazalilla, se-

gregada del de Jaén (A.G.S., Mercedes y Privilegios, leg. 276, exp. 34);

de Mairena del Alcor, término segregado de Carmona (A.H.N., Sec. Osu-

na, libro índice de Mairena). Drain, igualmente, en la obra citada (Vol. I,

pág. 306 y siguientes) se ocupa del tema de la constitución de nuevas «célu-

las» municipales a partir de los grandes términos campiñeses.

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