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2 ¡soTILEZAI IMAGEN •Colis, 2015. El monumento es meramente un escenario para poder desarrollar el narcisismo ante La experiencia cultural. EL aura del Lugar ya no opera como un espacio emocionante. D E S C U B R I E N D O , •Dublin, 2016. En unas sociedades tan opulentas visualmente como son Las nuestras, sorprende La persistencia de vias técnicas aísticas en lugares turísticos que se solapan a la iconosfera digital. •Espectáculo. Para el visitante digital el espacio expositivo es sobre todo un espacio espectculár. Captando en el Louvre en 2017 la reproducción del cuadro de Ucello 'La batalla de San Romano'. Viernes 27.09.19 EL DIARIO MONTAAES ÁNueva rk. El espectador digital intenta culminar su experienéia con una captura de las obras que les resultan más conocidas.Una nueva forma de repetición diferente a la de Warhol en esta del MOMA. Foto: Bernardo Riego P O R C A S U A L I D A D , A L N U E V O Álondres, 2013. EL actual espectador digital no contempla ni reflexiona sobre lo que mira, tan solo captura y almacena. Ante unos sarcófagos en Las salas egipcias del British Museum 2013. Foto: Bernardo Riego. ÁNueva York, 2014. Las nuevas prácticas digitales y los imaginarios que conforman estas experiencias se sirven de Las paredes del museo con sus cuadros como meros telones de fondo. Ante el cuadro 'Flag' de Jasper Johns. Sobre las nuevas rmas de relación con la cultura del espectador digital y de la conversión de los museos en escenarios BERNARDO RIEGO AM�ZAGA «Vivimos una epoca de transi· clón, de claroscuro en la que los fenómenos netamente dfinidos se-hacen raros, los an· tiguos valores ya no tienen cur· so y los nuevos todavía no se han impuesto. Es un mundo en el que un cuerpo hace sombra sobre el otro». Ernst Jünger. (Citado por An· tón Patino en: 'Todas las pan· tallas encendidas'). A comienzos de este año 2019, tuve la oportunidad de vi- sitar en Madrid la exposición que el Museo del Prado organizó para celebrar 'su bicentenario. 'Un lugar de memoria', que así se titulaba, no solo intentaba ser un reco' rrido histórico por el museo artísü�o de referencia espa- ñol, hasta la inau ación en 1992 del Centro de Arte Rei- na Soa, un proyecto que tar- ente, pero con gran aer- to, se incardinó a las nuevas propuestas osi del arte contemporáneo que puso en circulación el MOMA de Nue- va rk en 1929. Hasta ese mo- mento el Museo del Prado, más que un centro expositi- , e uno de los agentes sig- cas de la idendad c- tural española desde los leja- nos años de su inau ación. En sus paredes, las coleccio- nes reales se convirtieran en colecciones nacionales y al igual que ocurría en ancia, Alemania, Gran Bretaiia y otros países europeos, visitar el museo era un acto que iba más allá de la contemplación de laspb s, pa con- vertirse, ante todo, en una suerte dceremonia en la. que se ponía de manifiesto «el alma y la expresión de un país», mientras que la visita no estaba exenta de una cier- ta liturgia de respeto y aclmi- ración por lo expuesto en aquellas salas que siempre se visitaban en silencio. La prensa del siglo XIX es- muló y mosó la visita a los museos como un acto de a- cripción al mundo moderno liberal que entonces se estaba confi ando, y España llevó sus mejores obras a las expo- siciones unirsales, como la adea en 1876, en el s- mo año que se estaba presen- tando al mundo el νevo in- nto norteamericano del te- léno, nuestro país exhibía orgulloso lo mejor de su pasa- do pictórico en u salas tem- porales que imitaban al Mu- seo del Prado y mosaban los cuadros con la densidad po- sitiva típica de aquellos mo- mentos, cuando el «horror al áo» era una prácca esté- ca que no dejaba descanso a la mirada del visitante y todas las obras rmaban parte de un connuum que ahora, con la densidad iconográfica que tenemos, nos cuesta mucho a todos seguir. Pero comencemos esta his- toria r oo pnpio que - plica por qué me interesa cap- tar lo que hace el público en los museos y espacios cultu- rales de todo el mundo. Todo empezó en el año 2013, ha- bía pasado casi es meses in- vestigando en una universi- dad catalana, donde estaba co- menzando a estudiar los cam- bios que se produjeron con el espectador de la modedad a comienzos del siglo XX, cuando descubrió scinado en las barracas el cine.mudo que sin leer podían ver y en- tender su empo, un e- dor al que las nuevas tecnolo- gías le permitían contemplar nuevas temáticas inrmati- vas, inéditas hasta entonces, gracias a las revistas gráficas que como 'Blanco y Negro' y otras muchas, que redujeron la extensión de los textos mientras publicaban imáge- nes de gran tamaño de lo que a en el mundo en pues- tas en página y maquetacio- nes que recordaban al nacien- te montaje cinematográfico de las secuencias de un acon- tecimiento, o ensan con una de las primeras redes so- dales, la que confi ó la tar- jeta postal de las que se edita- ban y ndían millones de co- pias cada mes. Un espectador que descubrió que la materia haa arente con unos espectáculos de ras X de los que nadie sabía entonces su peligrosidad, y la nueva posi- bilidad científica de esos mis- teriosos rayos Roentgen da- ban gar a fantasí literarias como la de H.G Wells y su "Hombre insible" que se pu- blicó en entregas en la pren- sa, en el momento que se co- noció aquella extraña luz que no se ía פ que haa ns- parente la invisibilidad. Habían sido unos meses in- tensos en Barcelona, y antes .de volver a Santander decidí pr un fin de en n- dres, una ciudad donde tengo buenos gos y nunca deja a nadie inderente. mí a visita obligada allí siempre es Viernes7.09.19 EL DIARIO MONTAES ÁOslo, 2018. Una nueva versión de los 'cuadros vivientes' que atravesaron La cultura europea hasta Los inicios del cine mudo. Visitante imitando 'EL grito' de Munch en La Galería Nacional de ruega. Foto: RI ÁParís, 2017. ¿Dónde está la Monna Lisa? Aunque $in duda, La pregunta más adecuada sería: ¿A quién y para qué interesa a los visitantes el icono de Leonardo da Vinci? Tomada en el Louvre de París en 2017. •Museo y mirada. Esta fotografía en el MOMA en 2014 muestra en Lo que se ha convertido La experiencia del museo para un espectador digital para el que Lo importante es la captura del icono y no su contemplación. E S P E C T A D O R D I G I T A L y s u s p R Á e T I e A s C U L T U R A L E S •París, 2017. La experiencia cultural pasa ahora por ver y captar en pantalla La obra de arte que ya es un icono conocido. Visitantes ante La Venus de Milo en el Louvre de París en 2017. el Museo Británico, y en esta ocasión tenia mucho interés en ver en sus vitrinas los pri� meros sos escos, pues ha- bía leído con mucho interés a Ernst Gombrich, uno de los mejores histoadores del arte europeos, que se instaló en Londres huyendo de la Ale- mania hitleriana, y deáa que por primera vez en la storia de la cultura quienes decora- ron aquellos vasos, en lugar de representar convenciones visuales, miraron de verdad a la realidad y la reprodujeron, justo lo que hacemos ahora con las imánes tográficas. Tras comprobar aquellas piezas de ceráca e que se eron seiscientos años antes de nuesa era, pasé a las salas egipcias, donde estaba remente presionado en- do los sarcógos dibujados y ado complidad sim- bólica de unos seres humanos e habían vido cuao o n- co mil años antes que noso- tros, y que desde el punto de vista sico éramos iguales, pero al mismo empo nos d· tanciaban dos concepciones culturales y sociales muy di- ferentes. Me enconaba prác- ticamente solo en la sala, ab- sorto en estas ideas,cuando de repente aquello se llenó · de ristas. Todos venían con sus telénos o con sus cá- maras digitales, miraban un instante la vitrina, hacían una to, alguno, un poco más sofisticado, tografia- ba también la cartela y en apenas unos segundos pasa- ban a la si iente. la No contemplaban, no mira- ban, solamente capturaban, enían la cultura y sus sig- nificados como un producto más de la sociedad de consu- mo en la e la encia del museo quedaba atrapada en los bits y en los píxeles de sus tarjetas de memoria, tal vez para no ser vistas de nuevo, o tal z p enar a n - go o conocido como certifica- do de haber estado allí, en un lugar que, desde luego, no ha- bían sido capaces de entender. ÁPicasso, MoMA. La Imagen capturada con un instrumento digital solo sirve para corroborar los iconos culturales ya conocidos con anterioridad que ahora forman pae del archivo personal. De repente, s haber asis- do a este momento me acor- dé de un maravilloso teo de Jorge Luis Borges, La búsque- da de Averroes, en la que el fi- lóso cordobés de la España árabe, se pasa días intentan- do entender dos téinos para los que no encuena explica- ción alguna mientras tradu- ce a Aristóteles: la diferencia entre tragedia y comedia, a pesar de que lo había tenido ante sus ojos cuando alguien le explica que había asistido en tierras cristianas a una re- presentación teaal, una r- ma diferente y extraña a la narración oral de lo que suce- día y se podía represent ar con la voz, propia de la cultura musulmana. Así que, por una casudad, después de pasarme meses es- tudiando las nuevas prácticas culturales del espectador de la meda acaba de s- tir, sin saberlo ni esperarlo, a las nuevas rmas de relación n la la que tenía el nue- espectador digit. Hablán- dolo meses después con un buen amigo que es restaura- dor en el equipo del Museo Reina Soa, me confesó que s hr enado en el u- vre una escultura española para una exposición tempo- r, como disponía de empo, se paseó r el m y en una de las salas pudo ver a un gru: po de turistas orientales que entró en el espacio expositi- dolo todo a tras de sus cmaras y en ninn mo- mento apartó la vista de las pantallas para mirar directa- mente a las piezas artísticas que allí se exhibían. A partir e ese momento entendí que una de las mejo- res rmas para explicar esos intensos cambios culturales que se están produciendo era llevando en el bolsillo una cá- mara digital o tener prepara- da la del teléno m Como muy bien nos ha explicado el histoador dital Paice Fli- chy, esos elfmedia, que to- dos portamos en el bolsillo y que han puesto en icción y a ces en csis a los massme- dia tradicionales con los que •Nueva York, 2014, Espectadores narcisistas ensimismados en La sala de Las vanguardias europeas en el MOMA, en La mejor tradición que auguró Wenders en su película 'Hasta el fin del mundo'. Foto: Bernardo Riego compite. Unas tecnologías que se convienen en un buen libro de notas visuales para captar lo que está endo, especialmente en dos espa- cios que se han transrma- do intensamente: el vie tu- rístico y las visitas a los mu- seos, ·un espacio, éste último, donde se ha do el ri- tual cultural para el que se crearon y se han convertido ahora en simples escenarios para el n arcisismo de unos vi- sitantes que utilizan sus con- tenidos como meros ndos para satiscer su ego. Los sel- fies y otras manifestaciones digitales actuales, parecen nuevas en sus rmas y en sus significados culturales y en eso µcho la nue in- gital, pero enen an- tecedentes que ahora se han olvidado. Algunos tienen si- glos de da cull, como los cuadros vivientes que llega- ron del teatro popular hasta el cine mudo y que ahora se repiten en esas personas que, en Oslo, por ejemplo, posan imitando 'El grito' de Edvard Munch, o esos visitantes que continúan la propuesta de se- riación de dyWarhol incor- porándola a la memoria de sus cámaras digitales, o esos es- pectadores a los que solo le in- teresa la 'Gioconda' para que rme parte del encuadre de su toma. Muchas persisten- cias como la de los dibujantes en la opulenta sociedad hiper- visual en la que habitamos, el desplazamiento histórico de las postales de iconos cultura- les. En s, cada n cap- tada es el descubrimiento de un tiempo que ha cambiado y al que estamos asistiendo ahora mo, y demos com- prenderlo porque ya no hay posibilidad de volver a un pa- sado que los espectadores ac- tuales han olvidado y ya pa- rece que no les sir ni enen- den cuáles eron sus raíces y significaciones. Bernardo Riego Amézaga es Profesor de T ecnologia Educativa y Comunicación Audiovisual en la Universidad de cantabria.

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Page 1: 2 ¡soTILEZAI IMAGEN · 2020. 3. 31. · 2 ¡soTILEZAI IMAGEN •Coliseo, 2015. El monumento es meramente un escenario para poder desarrollar el narcisismo ante La experiencia cultural

2 ¡soTILEZAI IMAGEN

•Coliseo, 2015. El monumento es meramente un escenario para poder desarrollar el narcisismo ante La experiencia cultural. EL aura del Lugar ya no opera como un espacio emocionante.

D E S C U B R I E N D O ,

•Dublin, 2016. En unas sociedades tan opulentas visualmente como son Las nuestras, sorprende La persistencia de viejas técnicas artísticas en lugares turísticos que se solapan a la iconosfera digital.

•Espectáculo. Para el visitante digital el espacio expositivo es sobre todo un espacio espect:iculár. Captando en el Louvre en 2017 la reproducción del cuadro de Ucello 'La batalla de San Romano'.

Viernes 27.09.19 EL DIARIO MONTAAES

ÁNueva York. El espectador digital intenta culminar su experienéia con una captura de las obras que les resultan más conocidas.Una nueva forma de repetición diferente a la de Warhol en esta del MOMA. Foto: Bernardo Riego

P O R C A S U A L I D A D , A L N U E V O

Álondres, 2013. EL actual espectador digital no contempla ni reflexiona sobre lo que mira, tan solo captura y almacena. Ante unos sarcófagos en Las salas egipcias del British Museum 2013. Foto: Bernardo Riego.

ÁNueva York, 2014. Las nuevas prácticas digitales y los imaginarios que conforman estas experiencias se sirven de Las paredes del museo con sus cuadros como meros telones de fondo. Ante el cuadro 'Flag' de Jasper Johns.

Sobre las nuevas formas de relación con la cultura del espectador digital y de la conversión de los museos en escenarios

BERNARDO RIEGO AM�ZAGA

«Vivimos una epoca de transi· clón, de claroscuro en la que los fenómenos netamente de· finidos se-hacen raros, los an· tiguos valores ya no tienen cur· so y los nuevos todavía no se han impuesto. Es un mundo en el que un cuerpo hace sombra sobre el otro». Ernst Jünger. (Citado por An· tón Patino en: 'Todas las pan· tallas encendidas').

A comienzos de este año 2019, tuve la oportunidad de vi­sitar en Madrid la

exposición que el Museo del Prado organizó para celebrar

'su bicentenario. 'Un lugar de memoria', que así se titulaba, no solo intentaba ser un reco'. rrido histórico por el museo artísü�o de referencia espa­ñol, hasta la inauguración en 1992 del Centro de Arte Rei­na Sofía, un proyecto que tar­díarnente, pero con gran acier­to, se incardinó a las nuevas propuestas expositivas del arte contemporáneo que puso en circulación el MOMA de Nue­va York en 1929. Hasta ese mo­mento el Museo del Prado, más que un centro expositi­vo, fue uno de los agentes sig­nificativos de la identidad cul­tural española desde los leja­nos años de su inauguración. En sus paredes, las coleccio-

nes reales se convirtieran en colecciones nacionales y al igual que ocurría en Francia, Alemania, Gran Bretaiia y otros países europeos, visitar el museo era un acto que iba más allá de la contemplación de laspbras artísticas, para con­vertirse, ante todo, en una suerte de-ceremonia en la. que se ponía de manifiesto «el alma y la expresión de un país», mientras que la visita no estaba exenta de una cier­ta liturgia de respeto y aclmi­ración por lo expuesto en aquellas salas que siempre se visitaban en silencio.

La prensa del siglo XIX es­timuló y mostró la visita a los museos como un acto de ads­cripción al mundo moderno liberal que entonces se estaba configurando, y España llevó sus mejores obras a las expo­siciones universales, como la de Filadelfia en 1876, en el mis-

mo año que se estaba presen­tando al mundo el nuevo in­vento norteamericano del te­léfono, nuestro país exhibía orgulloso lo mejor de su pasa­do pictórico en unas salas tem­porales que imitaban al Mu­seo del Prado y mostraban los cuadros con la densidad expo­sitiva típica de aquellos mo­mentos, cuando el «horror al vaáo» era una práctica estéti­ca que no dejaba descanso a la mirada del visitante y todas las obras formaban parte de un continuum que ahora, con la densidad iconográfica que tenemos, nos cuesta mucho a todos seguir.

Pero comencemos esta his­toria por otro principio que ex­plica por qué me interesa cap­tar lo que hace el público en los museos y espacios cultu­rales de todo el mundo. Todo empezó en el año 2013, yo ha­bía pasado casi tres meses in-

vestigando en una universi­dad catalana, donde estaba co­menzando a estudiar los cam­bios que se produjeron con el espectador de la modernidad a comienzos del siglo XX, cuando descubrió fascinado en las barracas el cine.mudo que sin leer podían ver y en­tender su tiempo, un especta­dor al que las nuevas tecnolo­gías le permitían contemplar nuevas temáticas informati­vas, inéditas hasta entonces, gracias a las revistas gráficas que como 'Blanco y Negro' y otras muchas, que redujeron la extensión de los textos mientras publicaban imáge­nes de gran tamaño de lo que ocurría en el mundo en pues­tas en página y maquetacio­nes que recordaban al nacien­te montaje cinematográfico de las secuencias de un acon­tecimiento, o ensayaban con una de las primeras redes so-

dales, la que configuró la tar­jeta postal de las que se edita­ban y vendían millones de co­pias cada mes. Un espectador que descubrió que la materia se hacía transparente con unos espectáculos de rayos X de los que nadie sabía entonces su peligrosidad, y la nueva posi­bilidad científica de esos mis­teriosos rayos Roentgen da­ban lugar a fantasías literarias como la de H.G Wells y su "Hombre invisible" que se pu­blicó en entregas en la pren­sa, en el momento que se co­noció aquella extraña luz que no se veía pero que hacía q:ins­parente la invisibilidad.

Habían sido unos meses in­tensos en Barcelona, y antes .de volver a Santander decidí pasar un fin de semana en lDn­dres, una ciudad donde tengo buenos amigos y nunca deja a nadie indiferente. Para mí una visita obligada allí siempre es

Viernes"27.09.19 EL DIARIO MONTAÍIES

ÁOslo, 2018. Una nueva versión de los 'cuadros vivientes' que atravesaron La cultura europea hasta Los inicios del cine mudo. Visitante imitando 'EL grito' de Munch en La Galería Nacional de Noruega. Foto: BERNARDO RIEGO

ÁParís, 2017. ¿Dónde está la Monna Lisa? Aunque $in duda, La pregunta más adecuada sería: ¿A quién y para qué interesa a los visitantes el icono de Leonardo da Vinci? Tomada en el Louvre de París en 2017.

•Museo y mirada. Esta fotografía en el MOMA en 2014 muestra en Lo que se ha convertido La experiencia del museo para un espectador digital para el que Lo importante es la captura del icono y no su contemplación.

E S P E C T A D O R D I G I T A L y s u s p R Á e T I e A s C U L T U R A L E S

•París, 2017. La experiencia cultural pasa ahora por ver y captar en pantalla La obra de arte que ya es un icono conocido. Visitantes ante La Venus de Milo en el Louvre de París en 2017.

el Museo Británico, y en esta ocasión tenia mucho interés en ver en sus vitrinas los pri� meros vasos etruscos, pues ha­bía leído con mucho interés a Ernst Gombrich, uno de los mejores historiadores del arte europeos, que se instaló en Londres huyendo de la Ale­mania hitleriana, y deáa que por primera vez en la historia de la cultura quienes decora­ron aquellos vasos, en lugar de representar convenciones visuales, miraron de verdad a la realidad y la reprodujeron, justo lo que hacemos ahora con las imágenes fotográficas.

Tras comprobar aquellas piezas de cerámica etrusca que se produjeron seiscientos años antes de nuestra era, pasé a las salas egipcias, donde estaba realmente impresionado vien­do los sarcófagos dibujados y admirando la complejidad sim­bólica de unos seres humanos que habían vivido cuatro o cin­co mil años antes que noso­tros, y que desde el punto de vista físico éramos iguales, pero al mismo tiempo nos dis·

tanciaban dos concepciones culturales y sociales muy di­ferentes. Me encontraba prác­ticamente solo en la sala, ab­sorto en estas ideas,cuando de repente aquello se llenó

· de turistas. Todos venían consus teléfonos o con sus cá­maras digitales, miraban uninstante la vitrina, hacíanuna foto, alguno, un pocomás sofisticado, fotografia­ba también la cartela y enapenas unos segundos pasa­ban a la siguiente.

ErwaA la ailturaNo contemplaban, no mira­ban, solamente capturaban, engullían la cultura y sus sig­nificados como un producto más de la sociedad de consu­mo en la que la experiencia delmuseo quedaba atrapada en los bits y en los píxeles de sus tarjetas de memoria, tal vez para no ser vistas de nuevo, o tal vez para enviar a algún ami­go o conocido como certifica­do de haber estado allí, en un lugar que, desde luego, no ha­bían sido capaces de entender.

ÁPicasso, MoMA. La Imagen capturada con un instrumento digital solo sirve para corroborar los iconos culturales ya conocidos con anterioridad que ahora forman parte del archivo personal.

De repente, tras haber asis­tido a este momento me acor­dé de un maravilloso texto de Jorge Luis Borges, La búsque­da de Averroes, en la que el fi­lósofo cordobés de la España árabe, se pasa días intentan­do entender dos términos para los que no encuentra explica­ción alguna mientras tradu­ce a Aristóteles: la diferencia entre tragedia y comedia, a pesar de que lo había tenido ante sus ojos cuando alguien le explica que había asistido en tierras cristianas a una re­presentación teatral, una for­ma diferente y extraña a la narración oral de lo que suce­día y se podía representar con la voz, propia de la cultura musulmana.

Así que, por una casualidad, después de pasarme meses es­tudiando las nuevas prácticas culturales del espectador de la modernidad, acababa de asis­tir, sin saberlo ni esperarlo, a las nuevas formas de relación con la cultura que tenía el nue­vo espectador digital. Hablán­dolo meses después con un

buen amigo que es restaura­dor en el equipo del Museo Reina Sofía, me confesó que tras haber entregado en el lDu­vre una escultura española para una exposición tempo­ral, como disponía de tiempo, se paseó por el museo y en una de las salas pudo ver a un gru: po de turistas orientales que entró en el espacio expositi­vo mirándolo todo a través de sus c:í.maras y en ningún mo­mento apartó la vista de las pantallas para mirar directa­mente a las piezas artísticas que allí se exhibían.

A partir d,e ese momento entendí que una de las mejo­res formas para explicar esos intensos cambios culturales que se están produciendo era llevando en el bolsillo una cá­mara digital o tener prepara­da la del teléfono móvil Como muy bien nos ha explicado el historiador digital Patrice Fli­chy, esos .¡¡elfmedia, que to­dos portamos en el bolsillo y que han puesto en fricción y a veces en crisis a los massme­dia tradicionales con los que

•Nueva York, 2014, Espectadores narcisistas ensimismados en La sala de Las vanguardias europeas en el MOMA, en La mejor tradición que auguró Wenders en su película 'Hasta el fin del mundo'. Foto: Bernardo Riego

compite. Unas tecnologías que se convienen en un buen libro de notas visuales para captar lo que está ocurriendo, especialmente en dos espa­cios que se han transforma­do intensamente: el viaje tu­rístico y las visitas a los mu­seos, ·un espacio, éste último, donde se ha difuminado el ri­tual cultural para el que se crearon y se han convertido ahora en simples escenarios para el narcisismo de unos vi­sitantes que utilizan sus con­tenidos como meros fondos para satisfacer su ego. Los sel­fies y otras manifestaciones digitales actuales, parecen nuevas en sus formas y en sus significados culturales y en eso insiste mucho la nueva in­dustria digital, pero tienen an­tecedentes que ahora se han olvidado. Algunos tienen si­glos de vida cultural, como los cuadros vivientes que llega­ron del teatro popular hasta el cine mudo y que ahora se repiten en esas personas que, en Oslo, por ejemplo, posan imitando 'El grito' de Edvard

Munch, o esos visitantes que continúan la propuesta de se­riación de Andy Warhol incor­porándola a la memoria de sus cámaras digitales, o esos es­pectadores a los que solo le in­teresa la 'Gioconda' para que forme parte del encuadre de su toma. Muchas persisten­cias como la de los dibujantes en la opulenta sociedad hiper­visual en la que habitamos, el desplazamiento histórico de las postales de iconos cultura­les. En suma, cada imagen cap­tada es el descubrimiento de un tiempo que ha cambiado y al que estamos asistiendo ahora mismo, y debemos com­prenderlo porque ya no hay posibilidad de volver a un pa­sado que los espectadores ac­tuales han olvidado y ya pa­rece que no les sirve ni entien­den cuáles fueron sus raíces y significaciones.

Bernardo Riego Amézaga es Profesor de T ecnologia Educativa y Comunicación Audiovisual en la Universidad de cantabria.