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UNlvERSiDAb bE MEX1CÚ VÍRGENES NECIAS HET'ARTO y DISTANCIA \lIRTUDES ",<1, "7P111 f'ln allfnriza pi nrin" ha de jubilarse. A los cuarenta años convierte en el marido modelo. j Soledad todopoderosa! Aun los víajantes de co- mercio, villanos de opereta, no siempre escapan a tiempo. y caen en d cscotillón del matrimonio. El aburrimiento: vano y triste callejón sin salida. Es droga, pero ayuda a seguir tirando. ¿ Qué hacer para conjurarlo? Los que van a ver pasar trenes saben que la cosa no tiene remedio: unos rostros grises se asoman un segundo al escaparate de la provincia. Todas las caras son iguales; lueITo esperar el próximo tren qlle llegará un cargamento de máscaras veloces c idénticas. ¿ Aparecerá una gente que tenga rostro, y no una fotografía movida enjugar de ?, ¿alguien que. pueda decir: eXIstes, porque yo eXisto MIEDO ANTIGUO La noche en la provincia exuda terror. Cuando los rezagados vuelven a casa, su misma sombra, tapete lleno de malas in- tenciones, se les enreda en los pies. El crímen se cuela en todas partes. Los la- drones esperan bajo las camas y los ase- sinos brotan de las alcantarillas. El viento pone música de fondo a las novelas dt" misterio. Hasta los faroles tienen aspecto torvo y vicioso, como astros sedientos de sangre. No hay faroles más fríos, duros y opacos, que los de la provincia; cons- tituyen una descarada invitadón al sui- cidio. y ¿ los árboles? Son vampiros que Se alimentan de sangre humana: la mayoría de los árboles provincianos son genealó- gicos. Arboles genealógicos para ejecuta l' en las ramas a los oscuros antepasado:,. El olvido es la única arma defensiva de los vivientes. A veces se intenla encar- celar a los árboles verdaderos -pagan justos por pecadores- en ridículas jaujas enanas; pero más que presos parecen se- ñoras encorsetadas. Otras ,"eces la justi- cia se contenta con uniformarlos, como a los presos, en falditas blancas. Y cuando se conocen bien los árboles gencalógicos. se puede sospechar que las raíces del mic- do son muy profundas. LA DE VICIOS Y PROVINCIA Por Carlos VALDES CALLEJÓN SIN SALTOA La plática se eterniza inútilmente junto a.1a taza de café y las colillas; el tedio t ¡:Il1':l fa sobre la .barroca pro- ,"1\1Clana. Es terrible el OCIO: abismo que elevara a hijos pródigos y señoritos. Ellos mantienen la dignidad romántica con sus frentes pálidas de amores imposibles, y la ayuda no confesada del diccionario de l;¡ rima. Pero está cAcrito ql1e don lllan Las provincianas no se entregan por el escote del vestido; pero seducen lJ1ás que manzanas envueltas en papel de china. Manzanas del misterio, porque el misterio constituye la máxima atracción. Provin- cianas tibias como plumeros y amables como esponjas, empeñadas en la ingenua provocación: la coquetería de las niñas bobas causa mayores estragos. Vírgenes necias que dejan empañar sus lámparas (alumbrado ineficaz: luz justa para mi- rar sin ser visto). Vírgenes que sueñan con príncipes azules; pero si la oportu- nidad llama a sus puertas, no pierden el tiempo, se transforman en matronas. j Cualquier cosa con tal de poblar la so- kdad! En provincia sólo hay dos clases mujeres: gallinas cluecas y solteronas ¡rredentas. ¿ Quién no teme a las tías --agrias y resecas como limones viejos- que. ,se levantan a .la primera misa? y <qUien no se ante las torpes ¡meas que anuncian el porvenir: niños, jardines, novios, madres y nodrizas? L A T'ROVI!\ClA es la porción que nos toca en el reparto del pastel terri- torial; distribución de premios úni- ca, en la que ql.ledamos los golosos y eXigentes. ¿ Que provmclano no está orgulloso de serlo? La provincia, como los toros, se aprecia de lejos mejor y con más seguridad. j\ medida que aumenta la lejanía (potente levadura, la nostalgia) se activa el pro- ceso de embellecimiento. Distancia: salón de belleza que garantiza los resultados. Vista de cerca la provincia es sórdida y sorprendente como la encantadora desco- nocida que amanece con cara de esposa. La provincia: mujer contradictoria. Al mismo tiempo generosa y mezquina, ab- sorbente y cruel, embrutecedora y cal- mante, celosa y olvidadiza, lasciva y casta. Alguien nos ha jugado una broma: del sombrero mágico donde debería brotar un hermoso conejo (quizá el de Alicia en el País de las Maravillas), sólo aparece un gato común y corriente, un animalito ho- gareño, hábil en abrirse paso con sus garras hasta nuestro corazón sensiblero. Quien ha vivido o nacido en provincia nunca pierde completamente el aire ate- morizado; el recuerdo le duele como vie- jas heridas de la batalla familiar. "//11(/ másrnm filtre las otro;r" inerte, no son tierra. Machado es poeta de alta y generosa inspiración. Cuando en una de las zonas marginales de su amplia poesía la carga írónica y reflexiva de sus versos crezca a tal punto que deba ceder a la prosa parte de su riqueza, veremos nacer este diario travieso, tesoro de alegría y de meditación. El Juan de M airl'na se ahonda y florece como nunca en los años de la guerra civil. Y la edi- ción final -póstuma- de este libre dic- cionario filosófico podrá ofrecernos así, envuelta en un humorismo grave e inci- tante, su cosecha sin par: admirables sen- tencias del profesor apócrifo sobre el pueblo y los señoritos, sobre Inglaterra y Alemania, sobre guerra y paz, sobre ideas y creencias, sobre cristianismo y comunismo, sobre Bergson y Heidegger, sobre Cristo y los sacristanes, sobre la ola de que amenaza mundo, sobre la Vida y muerte de Espana, sobre "el maestro Unamuno", a quien se con- sagran los últimos renglones del libro. En la amistad, en la poesia, y en la re- flexión conmovic!fl se encontraron feliz- mente Unamuno y Machado. También la muerte los unió. Ambos se vieron des- garrados por el desgarramiento de Es- paña: apasionados y clarividentes cada cual lo sufrió a su modo. A ambos tendrá que acudir, como a testigos supremos, el historiador de la conciencia española. Y tendrá que interrogar una y otra vez no sólo los versos de Antonio Machado' sino las prosas de Juan de Mairena, nial invención de un poeta "luminoso y proftlnr!o". y Y eso de que 'e nos rcvele como auténtico y radical filosofar lo que a primera vista parece ejercicio de humorismo antiiilosófico, eso también debe ser secreto de raza: de raza acostumbrada ;1 lanzarse en busca de oriente volviendo hacia occidente la proa de sus Así vio Rubén Dario al jO\'{'n ¡'\ntonio Machaoo ('n n rOlllo errollle: 1:'ra lmninuso y profal/do romo era hombre de ¡mena fl', y en Opiniones: "Ha escrito poco y meditado mucho. Su vida es la de un filósofo estoico. Sabe decir sus ensueños en frases honda!'. Se interna en la exis- tencia de las cosas, en 1;1 naturaleza. Tal verso suyo sobre la tierr;1 habría encan- tado a Lucrecio·'. Sólo que Mach;1do ha crecer maravillosamenté, Su buena fe no es la del simple; las cosas en cuya existenci.l se ínterna su poe"ía no naturaleza

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UNlvERSiDAb bE MEX1CÚ

VÍRGENES NECIAS

HET'ARTO y DISTANCIA

\lIRTUDES

",<1, "7P111 f'ln allfnriza pi nrin"

ha de jubilarse. A los cuarenta años ~l'

convierte en el marido modelo. j Soledadtodopoderosa! Aun los víajantes de co­mercio, villanos de opereta, no siempreescapan a tiempo. y caen en d cscotillóndel matrimonio.

El aburrimiento: vano y triste callejónsin salida. Es droga, pero ayuda a seguirtirando. ¿ Qué hacer para conjurarlo? Losque van a ver pasar trenes saben que lacosa no tiene remedio: unos rostros grisesse asoman un segundo al escaparate de laprovincia. Todas las caras son iguales;lueITo esperar el próximo tren qlle llegaráC01~ un cargamento de máscaras velocesc idénticas. ¿Aparecerá una gente quetenga rostro, y no una fotografía movidaenjugar de cabe~a ?, ¿alguien que. no~pueda decir: tú eXIstes, porque yo eXisto ~

MIEDO ANTIGUO

La noche en la provincia exuda terror.Cuando los rezagados vuelven a casa, sumisma sombra, tapete lleno de malas in­tenciones, se les enreda en los pies. Elcrímen se cuela en todas partes. Los la­drones esperan bajo las camas y los ase­sinos brotan de las alcantarillas. El vientopone música de fondo a las novelas dt"misterio. Hasta los faroles tienen aspectotorvo y vicioso, como astros sedientos desangre. No hay faroles más fríos, durosy opacos, que los de la provincia; cons­tituyen una descarada invitadón al sui­cidio.

y ¿ los árboles? Son vampiros que Sealimentan de sangre humana: la mayoríade los árboles provincianos son genealó­gicos. Arboles genealógicos para ejecuta l'

en las ramas a los oscuros antepasado:,.El olvido es la única arma defensiva delos vivientes. A veces se intenla encar­celar a los árboles verdaderos -paganjustos por pecadores- en ridículas jaujasenanas; pero más que presos parecen se­ñoras encorsetadas. Otras ,"eces la justi­cia se contenta con uniformarlos, como alos presos, en falditas blancas. Y cuandose conocen bien los árboles gencalógicos.se puede sospechar que las raíces del mic­do son muy profundas.

LADE

VICIOS Y

PROVINCIAPor Carlos VALDES

CALLEJÓN SIN SALTOA

La plática se eterniza inútilmente juntoa.1a taza de café y las colillas; el tediot ¡:Il1':l fa sobre la .barroca ~Iocuencia pro­,"1\1Clana. Es terrible el OCIO: abismo queelevara a hijos pródigos y señoritos. Ellosmantienen la dignidad romántica con susfrentes pálidas de amores imposibles, yla ayuda no confesada del diccionario del;¡ rima. Pero está cAcrito ql1e don lllan

Las provincianas no se entregan porel escote del vestido; pero seducen lJ1ásque manzanas envueltas en papel de china.Manzanas del misterio, porque el misterioconstituye la máxima atracción. Provin­cianas tibias como plumeros y amablescomo esponjas, empeñadas en la ingenuaprovocación: la coquetería de las niñasbobas causa mayores estragos. Vírgenesnecias que dejan empañar sus lámparas(alumbrado ineficaz: luz justa para mi­rar sin ser visto). Vírgenes que sueñancon príncipes azules; pero si la oportu­nidad llama a sus puertas, no pierdenel tiempo, se transforman en matronas.j Cualquier cosa con tal de poblar la so­kdad!

En provincia sólo hay dos clases d~mujeres: gallinas cluecas y solteronas¡rredentas. ¿ Quién no teme a las tías--agrias y resecas como limones viejos­que. ,se levantan a .la primera misa? y<qUien no se en~oclOna ante las torpes¡meas que anuncian el porvenir: niños,jardines, novios, madres y nodrizas?

LA T'ROVI!\ClA es la porción que nostoca en el reparto del pastel terri­torial; distribución de premios úni­

ca, en la que ql.ledamos sati~fecho~ h~st;¡los golosos y eXigentes. ¿Que provmclanono está orgulloso de serlo?

La provincia, como los toros, se apreciade lejos mejor y con más seguridad. j\medida que aumenta la lejanía (potentelevadura, la nostalgia) se activa el pro­ceso de embellecimiento. Distancia: salónde belleza que garantiza los resultados.Vista de cerca la provincia es sórdida ysorprendente como la encantadora desco­nocida que amanece con cara de esposa.La provincia: mujer contradictoria. Almismo tiempo generosa y mezquina, ab­sorbente y cruel, embrutecedora y cal­mante, celosa y olvidadiza, lasciva y casta.Alguien nos ha jugado una broma: delsombrero mágico donde debería brotar unhermoso conejo (quizá el de Alicia en elPaís de las Maravillas), sólo aparece ungato común y corriente, un animalito ho­gareño, hábil en abrirse paso con susgarras hasta nuestro corazón sensiblero.Quien ha vivido o nacido en provincianunca pierde completamente el aire ate­morizado; el recuerdo le duele como vie­jas heridas de la batalla familiar.

"//11(/ másrnm filtre las otro;r"

inerte, no son tierra. Machado es poetade alta y generosa inspiración. Cuandoen una de las zonas marginales de suamplia poesía la carga írónica y reflexivade sus versos crezca a tal punto que debaceder a la prosa parte de su riqueza,veremos nacer este diario travieso, tesorode alegría y de meditación. El Juan deM airl'na se ahonda y florece como nuncaen los años de la guerra civil. Y la edi­ción final -póstuma- de este libre dic­cionario filosófico podrá ofrecernos así,envuelta en un humorismo grave e inci­tante, su cosecha sin par: admirables sen­tencias del profesor apócrifo sobre elpueblo y los señoritos, sobre Inglaterray Alemania, sobre guerra y paz, sobreideas y creencias, sobre cristianismo ycomunismo, sobre Bergson y Heidegger,sobre Cristo y los sacristanes, sobre laola de cil~is1l10 que amenaza a~ mundo,sobre la Vida y muerte de Espana, sobre"el maestro Unamuno", a quien se con­sagran los últimos renglones del libro.

En la amistad, en la poesia, y en la re­flexión conmovic!fl se encontraron feliz­mente Unamuno y Machado. Tambiénla muerte los unió. Ambos se vieron des­garrados por el desgarramiento de Es­paña: apasionados y clarividentes cadacual lo sufrió a su modo. A ambos tendráque acudir, como a testigos supremos, elhistoriador de la conciencia española. Ytendrá que interrogar una y otra vezno sólo los versos de Antonio Machado'sino las prosas de Juan de Mairena, ge~nial invención de un poeta "luminoso yproftlnr!o".

illlpue~t() y t'xptlt'~to, Y ha~ta eso de que'e nos rcvele como auténtico y radicalfilosofar lo que a primera vista pareceejercicio de humorismo antiiilosófico, esotambién debe ser secreto de raza: de razaacostumbrada ;1 lanzarse en busca deoriente volviendo hacia occidente la proade sus carabeb~,

Así vio Rubén Dario al jO\'{'n ¡'\ntonioMachaoo ('n n rOlllo errollle:

1:'ra lmninuso y profal/doromo era hombre de ¡mena fl',

y a~i en Opiniones: "Ha escrito poco ymeditado mucho. Su vida es la de unfilósofo estoico. Sabe decir sus ensueñosen frases honda!'. Se interna en la exis­tencia de las cosas, en 1;1 naturaleza. Talverso suyo sobre la tierr;1 habría encan­tado a Lucrecio·'.

Sólo que Mach;1do ha ~abiJo crecermaravillosamenté, Su buena fe no es ladel simple; las cosas en cuya existenci.lse ínterna su poe"ía no ~on naturaleza

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UNtVERsIDAD DE MEXICü 19

está ocupado. Los patriarcas, en las ban­cas de la plaza, autorizan con su ejemploel ocio de la juventud.

Parece que una activa organizació~ fo­menta y protege el ocio en sus expresIOnesmás refinadas. Los flojos se asocian encirculos que son respetados por sus reu­niones. en las cuales sólo se ha llegadoal unánime acuerdo de no asistir a ellas.Si no fuera porque el trabajo es un vicioarraigado en las costumbres de! hombre,ya 10 hubieran abolido. La flojera cuentacon sus filósofos, hombres de ciencia, ycon decididos campeones de la ley delmenar esfuerzo, quienes pretenden im­plantarla en todo su vigor. Los teóricosse quiebran la cabeza ideanelo un sistemaele trabajo que rinda el mayor número dehoras inactivas. Por su parte los teólog'Jsdel divino descanso hacen llover máximassobre los fieles para inculcar el sano te­mor: "El trabajo es el padre de todoslos vicios." "El flojo y e! mezquino noandan dos veces e'l camino", etc. Así,mediante el sencillo proceso de enseñarla otra cara de los refranes, demuestran'lue el pueblo siempre ha vivido en laignorancia.

PLANTA DE SUM Il,RA

La lujuria sin las alas de la imagina­ción resulta inofensiva, más bien ridícula.Como el globo desinflado pierde el pres­tig-io. No requiere el rótulo consabido:"lJsese exclusivamente por prescripción ybajo la vigilancia médica." Los castos ylos don Juanes no poseen fantasía.

La provincia saborea en secreto el pe­cado que prospera en los rincones; lalujuria cuando más se atreve a espiar elpaso ondulante de las muchachas. Alcan­zar la lujuria implica ascetismo: la pri­vación de placercs menores y el ejercicioconstante ele la fantasía. Su conquistase prepara con idéntíco fervor que el cam­peonato deportivo. Ningún sacrificio re­sulta vano; la frente del lujurioso brillapurisima como estrella.

No obstante la provincia es timorata:se escandaliza hasta de ]a ropa interiorpuesta a secar en sitio visible. LTnos cal­zoncillos bastan para una protesta pu­dorosa. Y no hav contradicción; la lu­iuria es planta éle sombra y traspatio.impropia para el exhibicionismo. Sólo el;1oocenado cspíritu cincmalOgráfico pre­tcnde t('nUr a los solitarios con escenas

CONTRA ))ILIGENCIA. PEREZA

-rOLO 1<.

"1'11 pr07Jint:ia la vida aún corre falltasmal por Cfl1/.I'I'S "I'ofundos .v teHebrosos"

-Foto 1.<. SaJa zar"los ¡'obres cubren las apariencias"

N o es pecado no hacer nada, sino unac~rrera que proporciona medallas y certi­fIcados de nobleza. Sus materias se cur­sa~ al aire libre: en los jardines, a lasabda de los templos, en las puertas deI~s ~afés. ~a. pereza es el opi~ de la. pro­\'InCIa: rehg-lOll que se practIca ablerta­mentc. Xi siquiera se debe fingir que se

cados secretos. Aqui se aprecia aún ]avoluptuosidad masoquista de condenarseal fuego eterno -los castigos y Jos amo­res son eternos-o La gente no cometeerrores, sino pecados; sigue prefi riendo laoscura magia del confesor a la inmacu­lada ciencia del psiquíatra; nadie hacetibias confidencias, sino cálidas confe­siones; al psicoanalista, con su mandilblanco, se le considera un señor que sededica a lavar los pañales de la infanciaque el adulto ha olvidado en algún rincánde la conciencia. En provincia la vida aúncorre fantasmal por cauces profundos ytenebrosos, conserva la antigua palpita­ción de los tiempos heroicos, cuando seluchaba en las tinieblas, sin preguntar sie! adversario era animal, ángel o de­monio.

RELOJES y CAMPANAS

Las horas se detienen en las cuatro es­quinas sin decidirse por ninguna; lascaJles desembocan fatalmente cn el campo.Parece que aún miden el tiempo con re­lojes de arena. Los otros, los de cuerda,hace mucho que están parados; nadie havuelto a consultarlos desde que las mane­cillas se trabaron en un bostezo intermi­nable. Además, ¿para qué se necesitareloj donde las campanas repican cadacuarto de hora? Hay campanas de todascIases y tamaños que compitcn entre sí.Verdadera riña de vecindad, en la cuallo más incierto es el resultado. Lo únicoprevisible es que las campanas gordas sebatirán en retirada, cuanclo las pequeñas,que tienen muy mal genio, alcen las vo­ces agudas y rápidas; igual que los ma­ridos pachorrudos se callan prudentemen­te, cuando hablan sus esposas diminutasy explosivas.

¿ ANGEL o DEMONIO?

COMPÁS REACCIONARIO

La provincia vive a deshora; se em­pecina, como la solterona, en las modasde ayer. En ningún otro lado florecenmás lozanos retratos de abuelos barbudos.Hasta los niños juegan en una atmósferade naftalina y muebles apolillados. Laprovincia, rústico que reparte pisotonesen el baile, no sabe llevar el compás delprogreso.

La provincia es un gran museo: lasmujeres tienen no sé qué de estatuas ylas estatuas son tan imperfectas y sor­prendentes como mujeres. Los hombres.en cambio, demasiado concretos y realis­tas, parecen el retrato de sí mismos cuan­do conservaban el pelo intacto. La pro­vincia posee una colección rozagante dcviejos desesperadamente verdes contra to­da esperanza. Hay también algunos cria­dos (¡ heroica resistencia al tiempo!) quesobrepasan en años de servicio la edad delos amos. Se puede decir, sin miedo aequivocarse, que comenzaron a servirlosantes de que nacieran, y que continúansirviéndolos después de muertos. Memo­riosos porteros de las porterías eternas,se niegan a cerrar las puertas detrás <lelos que parten. La provincia para no ol­vidar se oscurece de luto: las viudas,pertinaces moscas del recuerdo.

Se encuentran sin trabaio verdaderaspiezas de museo: hay señOl:es que tomanel amor libre tan en serio que, como enlas comedias pasadas de moda, le ponencasa a la querida. En la provincia todavíaexisten ideales talleres donde se confec­cionan sombreros adornados de plumasy cintas. Los talleres consumen por ma­teria prima plumas y carne fresca: obre­ras y aves de! paraíso. L~s obreritas can­tan y se alimentan con huevos; no existetónico mejor para la yoz. Los pájarosdesplumados padecen frío y callan. Lasfamilias que se respetan heredan un pianode cola cargado de tradición; pero quedesafina y fastidia, como moscardón, consus monótonas escalas; un piano dondelas niñas aprenden pronto la impertur­bable ley que rige el destino, y que luegoes el refugio de la impaciente soltería.

Las virtudes y los peca.dos alcanzan enprovincia.cumbres· heroicas. C9,si siempre,contrariandola-' vanidad· pueblerina, ·las\:irttllies pe l'man0C('Jl. públic<ls y los pe·

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--.I' OlO t<.. ::,alaZar

"dese'mbocan jata/mente 1'11 el calnpo"

amorosas tan falsas como la peluca {lelos actores.

LAS VACAS GORDAS

Los provincianos compensan las priva­ciones mundanas en una tosca pero vorazretórica culinaria. (La geografía más quede linderos está configurada por guisosregionales.) Cuidan más los secretos decocina que los de Estado. Cada provinciaproclama su superioridad sobre las veci­nas, en una polémica que presenta porargumentos las salsa:;, y no vacila en apo­yarse en sofismas cochambrosos.

La provincia no guarda la línea: elideal y deleite son las señoras a la Rubens.Mujeres que obtienen sus encendidos co­lores en la sobremesa, cuando se desabro­chan furtivamente el corsé, mientras re­parten grasosas sonrisas entre sus ad­miradores. Aquí la gordura se ve conojos benévolos, no porque: "la atracciónes proporcional al volumen de las masas",razón de mucho peso, pero demasiado ob­via para ser verdadera. La gordura revela-aseguran los regionalistas fanáticos- elpatriótico apego a la buena mesa. Encambio a los flacos se les atribuyen se­gundas intenciones; pero en realidad lasfiguras angulosas son un mudo reprocheal engolosinado amar propio. A la horade la digestión laboriosa, en desquite, lostragones se entregan sin reservas al sueñovindicativo de las vacas gordas que de­voran a sus congéneres flacas; los se­ñores de aspecto búdico -yacentes, cal­vos y barrigones- declaran optimista­mente, en medio de nubes casi sagradasde tabaco fino, que la gula bien entendidaes pecado de dioses. Alguien con pocosentido del humor -seguramente un re­franero anónimo y rencoroso- dijo quelas tumbas se ven frecuentadas por go­losos y dormilones; pero por fortuna elmoralista no podrá negar el derecho in­contestable de elegir la propia muerte,mucho más satisfactoria que la ajena.

CHISME y CHOCOLATE

No todo es felicidad. La provincia, tancelebrada por varias generaciones espon­táneas de poetas bucólicos, esconde enel casto y maternal seno la maledicencia.J\fonstruo que trahaja en la os\;uridad

de las trastiendas y reboticas, y acaba porenvenenar a medio mundo.

Calumnia, que algo queda, sentencióUn experto en demoler honras. Unascuantas palabras dejadas al azar, como sinquerer, son semilla suficiente para selvasde malos entendimientos. La calumnia esel arma preferida de las mujeres renco­rosas: los efectos son corrosivos, y raravez se descubre al francotirador.

La maledicencia se inicia en los lava­deros rabiosos de espuma, y medra a lasombra de los tendederos donde las cuer­das trazan caminos aéreos; luego penetraen la sala donde las señoras linajudasbeben chocolate. Nada más inocente queel chocolate irisado y voluptuoso, perodesde sus márgenes la murmuración crecee inunda el pueblo. La gente conoce lamordedura de la calumnia. El qué diránse convierte en ti rano, paraliza los cora­zones y hace palidecer los rostros. Elverdugo del pueblo se pasea por las callescon aire funesto, y puntualmente arrojac('niza en el pan qee comerá la inocencia.

Los PL'ERQUITOS

Los provincianos, confundiendo el finy los medios, disfrazan la avaricia conel hábito puritano del ahorro. Los puer­cos -metáfora plástica no superada­engordan centavo a centavo para que undía los hijos pródigos despilfarren el sus­tancioso contenido. Las alcancías sientennotable flaqueza por los amantes de 10ajeno, igual que las niñas bien, se dejandeslumbrar por el equívoco prestigio delos truhanes. (Recuérdese: la provinciaperdona cualquier otro pecado, antes queel talento.)

Los provincianos al mismo tiempo sonavaros y derrochadores, ahorran duranteaños para gastarlo todo en una noche deembriaguez y pirotecnia. N o tienen sen­tido de las proporciones: o se aburrenmortalmente o revientan de alegría. Lafiesta es como la vieja borracha que pre­tende apurar los posos del placer y des­pués morir.

Gracias a los rígidos principios de laeconomía, en provincia no existe pobreza.Más bien dicho: los pobres cubren lasapariencias: maestros en zurcido y doc­tores en comer pan y eructar pollo. Lospobres tienen buen cuidado de ocultarse,pues la caridad, señora rimbombante, seencarga de reducir el índice estadísticode los mendigos; muy pocos resistenla saludable dieta a laque los condena laprudencia de los filántropos locales. Si austed le ofrecen boletos para una tóm­bola, endurezca su corazón, recuerde lasvidas que puede salvar negándose.

EpÍLOGO OPTIMISTA

La provincia es capaz de sobrevivir asus defectos, y' hasta a sus virtudes. Hadado muestras de gran vitalidad y poderregenerador. Soporta las más duraspruebas: las novedades no han conse­guido indigestarla.

La provincia cuando se endominga escursi y ruidosa; pero al otro día estarácumpliendo con sus obligaciones. Se pa­rece a la humilde criadita, buena produc­tora de carne de cañón, que barre lasaceras de la mañana, y que con poco pantrabaja mucho. Sueña y trabaja; no esraro que se quede dormida sobre el man­go de la escoba. Se defiende de la fatigacon el ensueño; panacea"' de" los -e-spírittl~aooloridos

UNIVERSIDAD DE MEXICO

CESAREZAVATTINI

Por Elena PONIATOWSKA

EN su CUARTO DE HOTEL, con las yen­tanas bien abiertas, Cesare Zavatti­ni escribe frente a la mesa. La sir­

vienta María, de blusa color bugambilia.trapea y quita el polvo. La puerta que daal corredor también está abierta a las mi­radas de los curiosos.

Zavattini se sienta en un sillón. Ha en­cendido la radio y los anuncios se sigueninterminablemente unos a otros:

Los pollitos dicen pío, pío, píocuando tienen hambre, cuando tienen frío.los nii1itos dicen: Pep, Pep, Pepcuando tienen ganas de aparpr la sed.

-¡Ecco! Ql/esto e malta carino" Es deCri-Cri ¿ verdad? Me estoy· aquí largashoras oyendo la radio. A veces tocan can­ciones italianas. pero lo que más me gustaes oir los anuncios. Anoche me pasé lashoras sin clormir y a cada rato escuchaba:"No pague, no pague", con una voz ven­gativa que me dio mucho en que pensar.Más adelante decían algo así como "Déel corcholatazo", pero no lo entendí muybien. A ver, signorilw, ¿ qué preguntas ibausted a hacerme?

-¿ Cómo y por qué ingresó al cine?--He contestado a esa pregunta por lo

menos tres millones de veces. Siempreque la oigo trato de responder con la ma­yor precisión posible, sin hacer chistes.Mi contestación es muy larga y a todoslos periodistas les cuento que mi primeraidea cinematográfica fue la idea ele unahuida, de un hombre que huía. Estabaconvencido de que la idea de la fuga esbuena. Siempre he tenido una gran pa­sión por el cine. Fui profesor en un co­legio de Parma e iba a ver las películascon todos los estudiantes. Me encantabanlas de Charles Chaplin y me metía al cinecon todo y discípulos aunque eso estuvie­ra prohibido a los maestros. Hace sola­mente 20 días que en mi casa de Roma unperiodista extranjero me hizo la mismapregunta. Quisiera yo que no se me ha­blara siempre de cine, porque a fuerza detanto repetirlo las cosas se gastan; seagotan.

-Pero es que usted es un hombre decine y es normal que las gentes le pre­gunten acerca de sus películas. ¿Escribeusted los textos definitivos de su películao los enriquece durante la filmación?

-Todos los scripts se escriben de ante­mano. Sabe usted, hay películas en las queel director utiliza lo que en Italia se lla­ma el copione" Por ejemplo, Rosellinies un tipo que se sirve del script como deuna simple sugerencia, y cambia las cosa~

según sus impulsos y enriqt:ece lapelícu­la con detalles nuevos. Naturalmente"; haydirectores que siguen elcopiollc al piede la letra. Pero ser director no consisteen traducir o en comunicar, sino en re­crear. Puede decirse que la película naceuna segunda vez. En realidad la películatiene dos nacimientos. Primero, cuandose hace el script, y después 'cuando' vuel;.ve a recrearse de una manera' plástica.; Entiende llstedla dependenci:,\ v la in-