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Pit volorep udipsanis quunt dipsam asitatqui inctum velic toreperi accum vitempo sanimil ipsum qui voluptis AT IL MAGNAM FUGA. PA VELIA VOLESTEM MAGNAM FIRMA Cargo 2.XXX. X-X de mes de 2010 PLIEGO El pasado 19 de junio se presentó oficialmente el Instrumentum laboris de la XIII Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana (7-28 octubre 2012). A poco más de tres meses de tan importante cita eclesial, estas páginas nos brindan la oportunidad de revisar todo lo que implica emprender una acción evangelizadora “novedosa”, para que su oferta pastoral llegue a interpelar realmente a nuestros contemporáneos, ya sean creyentes o no. He aquí algunas propuestas o sugerencias necesarias al hilo de este desafío. UNA PROPUESTA PASTORAL DE NUEVA EVANGELIZACIÓN FRANCISCO JOSé ANDRADES LEDO Sacerdote de la Archidiócesis de Mérida-Badajoz Universidad Pontificia de Salamanca 2.807. 30 de junio-6 de julio de 2012

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PLIEGO

Pit volorep udipsanis quunt dipsam asitatqui inctum velic toreperi accum vitempo sanimil

ipsum qui voluptis

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2.xxx. x-x de mes de 2010PLIEGO

el pasado 19 de junio se presentó oficialmente el Instrumentum laboris de la Xiii Asamblea general ordinaria del sínodo

de los obispos sobre La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana (7-28 octubre 2012). A poco más

de tres meses de tan importante cita eclesial, estas páginas nos brindan la oportunidad de revisar todo lo que implica

emprender una acción evangelizadora “novedosa”, para que su oferta pastoral llegue a interpelar realmente a nuestros contemporáneos, ya sean creyentes o no. He aquí algunas

propuestas o sugerencias necesarias al hilo de este desafío.

unA PRoPuestA PAstoRAl De nuevA evAngeliZACiÓn

FRAnCIsCo José AndRAdes Ledosacerdote de la Archidiócesis de Mérida-Badajoz

Universidad Pontificia de salamanca

2.807. 30 de junio-6 de julio de 2012

Una estrategia de renovacióncon dios, al seguimiento libre y decidido de Jesús, a la cooperación para que el Reino de dios sea una realidad entre los hombres y para asumir lo que conlleva la dimensión comunitaria de la fe en la Iglesia. Con ello estamos hablando de una renovación del modo de emprender la Iglesia su acción evangelizadora para ser fiel a la misión de siempre, por un lado, y para responder a la situación, necesidades y exigencias experimentadas por el hombre actual, por otro, muy diferentes a las de cualquier otra época en la que también la Iglesia ha sido evangelizadora.

Por tanto, la que puede resultar “novedosa” es la oferta pastoral que se haga por parte de la Iglesia para dar una respuesta evangelizadora a la nueva situación del destinatario, pero no la evangelización en sí. esta tiene un contenido que es válido para la Iglesia en todos los tiempos: el evangelio entendido como Buena noticia (euanggelion) y con carácter salvífico para el hombre. desde ahí se entiende que, entre sus inquietudes principales, estén la implantación del Reino de dios, la liberación del mal en todas sus expresiones, el amor como criterio de acción humana, los más pobres como destinatarios preferentes y la defensa del ser humano por encima de todo, con sus valores supremos de verdad, justicia y libertad.

Consecuentemente, para emprender una acción evangelizadora con carácter novedoso en este momento y que tenga repercusiones evangelizadoras en el

hombre contemporáneo, la Iglesia tiene que abordar en primer lugar la situación específica del hombre en disposición de ser evangelizado –que no enemigo de la Iglesia–, del hombre que espera el mensaje liberador del evangelio –aunque no haya crecido en un entorno de fe cristiana–. entonces sí la Iglesia estará en condición de ofrecer una propuesta pastoral novedosa, aun a riesgo de no acertar plenamente en un principio en el modo concreto de llevarla a efecto. Tampoco eso debe suponer un obstáculo insalvable para la Iglesia ni una paralización de su oferta pastoral, porque ante las nuevas circunstancias hay que ensayar nuevas respuestas: “A vino nuevo, odres nuevos” (cf. Mt 9, 16-17; Mc 2, 22; Lc 5, 37-39). Y ahí es donde se sitúa la “nueva” evangelización como propuesta eclesial en su quehacer pastoral en este momento concreto de la historia.

Probablemente, la nueva situación del hombre llamado a ser evangelizado hoy requiera de una nueva conciencia evangelizadora, en la que los primeros pasos a dar van en la dirección del primer anuncio, de una acción misionera que pretenda provocar un conocimiento inicial de Jesús, un descubrimiento de la importancia de dios en la vida, la necesaria conversión a él y la decisión firme de optar por su seguimiento y de llevar una vida conforme al espíritu (cf. Rom 8). esta finalidad vale igualmente para muchos de los que se consideran cristianos,

I. EVANGELIZAR: ¿UNA PROPUESTA PASTORAL NOVEDOSA?

Ante la nueva evangelización, la primera cuestión a abordar que surge es el empleo del calificativo “nueva” para su identificación. Puede dar la impresión de que se pretende emprender una tarea diferente a la que siempre ha venido realizando la Iglesia, como si la evangelización hubiera quedado anticuada durante un tiempo y necesitase ser renovada. Algo así podría pensarse si no se tuviera en cuenta que la evangelización es la obra que la Iglesia siempre ha realizado desde que, con el envío del espíritu santo, los apóstoles asumieran la tarea de dar a conocer el misterio pascual que ellos han tenido la suerte de vivir junto a Jesús, así como su obra y mensaje, como tan entusiastamente nos narra el libro de los Hechos de los Apóstoles, a pesar de las dificultades que ellos mismos experimentan en dicha misión.

Más bien habría que interpretar entonces esta catalogación de novedad para la evangelización si esta se entiende como el modo de llevar a cabo de manera concreta las acciones pastorales necesarias para dar a conocer lo que ella, a su vez, ha recibido a través de la tradición. es decir, se podría hablar de “nueva” evangelización para designar una forma “novedosa” de emprender las acciones eclesiales encaminadas a conducir al hombre contemporáneo al encuentro personal

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confiesan su fe en dios Padre, Hijo y espíritu y celebran con normalidad su fe participando en las celebraciones litúrgicas eclesiales. en bastantes de esos casos, su vivencia cristiana se ha ido ritualizando con el paso del tiempo y se ha ido diluyendo la razón que la motivaba. Por eso, en todo este proceso evangelizador “nuevo”, para la Iglesia lo realmente importante debe ser el mismo evangelio de Jesucristo, el Reino de dios anunciado por él, la salvación querida por dios para la humanidad y su amor por cada ser humano, que tiene que propagarse en el amor mutuo entre los hermanos, pero no las prácticas pastorales que ella misma realiza, por más espectaculares y atractivas que estas puedan ser.

II. ELEMENTOS DE REFERENCIA NECESARIOS PARA LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

Indicamos a continuación cuatro elementos de referencia imprescindibles donde enmarcar toda la acción evangelizadora novedosa de la Iglesia.

1. La obra evangelizadora de Jesús y el anuncio apostólico

Jesús, “el primero y más grande evangelizador” (en 7), es el ejemplo del testimonio a dar por parte de los cristianos. él es testigo de dios porque ha sido enviado por el Padre para anunciar la Buena noticia del Reino (cf. Lc 4, 43). su condición de Hijo de dios (cf. Lc 4, 41) le permite tener una relación filial con el Padre (cf. Jn 1, 14; 3, 16-17; 6, 46) y, por eso, puede comunicar a otros lo que el Padre le ha revelado, lo cual lleva a cabo por su condición humana, y compartir la vida con los hombres. el conocimiento de la acción evangelizadora de Jesús, que revela a dios Padre con obras y palabras (cf. dV 2), permitirá a los cristianos asumir su compromiso apostólico al estilo de Jesús. este, ya lo sabemos, pretende establecer un nuevo modo de vivir la relación filial con dios Padre, que comporta una consideración fraternal para el resto de la humanidad.

el mismo Jesús es quien elige a sus discípulos para que den continuidad a la obra emprendida por él y sean testigos de ello ante los hombres (cf. Mt 10, 1-10). Para ello, les acompaña en su proceso de conocimiento del Padre y les va preparando paulatinamente para asumir el compromiso adquirido. Pero lo que más les impulsa a emprender esta tarea es la experiencia que ellos han tenido del encuentro personal con Jesús y la transformación experimentada en sus vidas tras el acontecimiento pascual. La vivencia junto a Jesús de su pasión y muerte y la posterior resurrección por parte del Padre ha supuesto para ellos tal sacudida que les ha cambiado plenamente sus hábitos vitales, les ha conferido audacia frente al ambiente hostil y les ha empujado a comunicar lo que han visto y oído (cf. Hch 4, 20). La superación del miedo inicial y el atrevimiento para anunciar en público el cambio experimentado en ellos por la acción de dios va calando progresivamente y va consiguiendo la conversión del corazón entre muchos de los que no han oído hablar de Jesús o lo han hecho sin querer aceptarlo, lo cual hace que se adhieran a la comunidad inicial otros muchos creyentes (cf. Hch 2, 41).

son esos mismos principios los que han de servir de estímulo a la Iglesia hoy para continuar la tarea de la evangelización. Las circunstancias ambientales y sociales probablemente sean diferentes a las de aquel tiempo; los destinatarios, distintos; las condiciones han experimentado cambios, han surgido otras dificultades,

pero la necesidad de seguir anunciando a dios es la misma, así como las necesidades por parte de los hombres de experimentar lo que supone la fe en dios y la consecuente conversión de sus vidas y la sociedad desde ella, por más que existan signos de un rechazo de dios o de la no aceptación de su transmisión por parte de la institución eclesial. Igualmente, son distintas las posibilidades evangelizadoras actuales y la preparación de los agentes encargados de esa evangelización.

2. La conversión del corazónLa práctica pastoral habitual de otros

tiempos ponía excesiva insistencia en la llamada a la conversión, al conferir una importancia máxima a las prácticas de piedad orientadas a ello. Tanto el hábito de celebrar el sacramento de la penitencia con asiduidad como otras costumbres piadosas, principalmente celebradas en el tiempo de la Cuaresma (devoción del Vía Crucis, ayunos y abstinencias), ponían el acento en la necesidad de convertirse, entendiendo esto más bien como un esfuerzo por parte del creyente a conducir su vida a dios, que como aceptación del don que él le ofrece para orientar su vida evangélicamente. estaba muy presente en ese mensaje el esfuerzo personal –voluntarismo– que el cristiano hiciera y los logros personales que por ello pudiera conseguir. era más una consecución personal que una acción de dios en la vida del creyente.

Resulta difícil poder seguir entendiendo la conversión en esta clave, sin pretender con ello eliminar la parte correspondiente al creyente para entrar en el proceso de conversión. La fe es un acto personal de opción libre por dios y por el seguimiento de Jesucristo, al que conduce la conversión como el elemento central. Convertirse a dios supone entrar en ese proceso de encuentro personal con él y de orientar la propia vida según los criterios evangélicos, siendo el mismo dios quien confiere al hombre las posibilidades –la gracia– para poder hacerlo contando con su colaboración. en ese encuentro de voluntades es donde se desarrolla la vida entendida

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relación personal de cercanía y fraternidad, alegre y esperanzada ante las dificultades temporales, de compasión y entrega generosa a quien más necesidad pueda sentir de nosotros, para ser testigos veraces de una vida de seguimiento de Jesús en autenticidad, a la vez que atractiva.

4. El anuncio explícito del Evangelio

Pero el testimonio de vida, siendo necesario, no sustituye al anuncio explícito del evangelio, que es imprescindible. el destinatario de la evangelización necesita conocer expresamente el contenido evangélico que habla de la obra reveladora de dios en la persona de Jesucristo y de su acción salvadora a favor de los hombres. es el conocimiento directo de Jesús lo que puede provocar en quien no es creyente, o lo es de manera insuficiente, una adhesión del corazón a su persona y a su mensaje de vida. ser creyente no es una ética de comportamientos inspirados por una persona histórica o una institución que ha dado muestras de su preocupación por el bien general de la humanidad. Cuando una persona toma la decisión de seguir a Jesucristo, es porque ha descubierto en él un atractivo muy firme para orientar su vida según unos criterios y unas pautas de comportamiento muy determinados, para lo cual es necesario conocer en profundidad a la persona que se desea seguir. el conocimiento intenso de la persona de Jesús es lo que provoca la conversión del corazón y la apuesta decidida por seguirle.

Partiendo de este principio básico, se hace necesaria la predicación del evangelio de Jesucristo para ayudar a otros a entrar en el proceso de la fe. Así al menos lo entendía quien ha sido considerado paradigma de la predicación evangélica en los primeros tiempos de la evangelización cristiana. “¿Cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Cómo creerán en aquel a quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que se les predique?”, se preguntaba Pablo en Rom 10, 14; a lo que él mismo responde: “La fe viene de la predicación, y la predicación, por la Palabra de Cristo” (Rom 10, 17). Lo que la sabia tradición teológica ha conocido siempre

dios como a la consagración al prójimo en una preocupación sin límites. el reflejo de dios en el mundo es el hombre; la referencia de la comunión con dios es la dedicación al prójimo. el otro es el destinatario directo del amor a dios; la calidad de uno manifiesta la autenticidad del otro. La teo-logía y la antropo-logía se dan la mano y se reclaman mutuamente, la referencia a una sin contar con la otra puede quedarse en mera teoría vacía de contenido, sobre todo cuando se trata de la práctica del amor, sea a dios o al prójimo.

“La primera forma de evangelización es el testimonio”, venía a decir Juan Pablo II en su carta encíclica sobre la acción misionera de la Iglesia Redemptoris missio (cf. nn. 42-43). Las palabras no resultan atractivas ya en una sociedad cargada de promesas vacías o de tanta palabrería hueca en medios de comunicación social o en una literatura que poco o nada aporta al bien del hombre. Para dar fiabilidad a las palabras escuchadas hoy, es necesario contemplar la coherencia de vida con esas palabras. son muchos los que anuncian una realidad que después resulta ser falsa en los hechos. Para convencer a otros hay que vivir lo que se anuncia. esta ha sido la actitud más evangelizadora en todo momento, y ahora no puede ser de otra manera. el convencimiento de otros de la bondad de la vivencia cristiana tiene que venir por el descubrimiento por parte de ellos de que eso es una realidad. Ahí es donde debe orientarse el empeño de los cristianos, en mantener una

vocacionalmente, en la que es posible comprender correctamente la llamada a la conversión.

La nueva evangelización tiene que apuntar, entonces, entre sus tareas esenciales la de provocar ese acto personal de fe que lleva a la conversión del corazón, para lo cual habrá que replantear los medios y métodos pastorales empleados hasta aquí por la Iglesia, que no han servido para dicho fin. en el horizonte evangelizador eclesial no puede faltar la finalidad de alcanzar este objetivo si realmente quiere ser fiel a la voluntad de dios (cf. ez 18, 30-32), a la indicación del Bautista (“convertíos porque ha llegado el Reino de dios”, Mt 3, 2) y al mandato expreso de Jesús (“convertíos y creed en la Buena noticia, porque el Reino de dios está cerca”, Mc 1, 15).

3. El testimonio personal de vida Pablo VI, en su ya clásica exhortación

apostólica sobre la evangelización (Evangelii nuntiandi), decía que “para la Iglesia el primer medio de evangelización consiste en un testimonio de vida auténticamente cristiana, entregada a dios en una comunión que nada debe interrumpir y, a la vez, consagrada igualmente al prójimo con un celo sin límites” (en 41). el texto, que no es el único en toda la exhortación, hace referencia al doble polo de la vida cristiana y, consecuentemente, de la obra evangelizadora: dios y los hombres. el testimonio de vida cristiana que los hombres de Iglesia están llamados a dar está orientado tanto a la comunión con

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como fides ex auditus. La predicación evangélica se hace insustituible en la tarea evangelizadora de la Iglesia. otra cosa bien distinta es plantearse cómo llevarla a cabo.

son muchas las personas, estructuras, medios, tiempo, etc. que se destina a ello dentro de la comunidad eclesial, pero poco el que se invierte en hacerlo hacia fuera. Algunas iniciativas han dado su fruto en otros momentos de la evangelización eclesial (misiones populares, cursillos de cristiandad, ejercicios espirituales), pero parece que ahora no consiguen los mismos resultados. Quizás habrá que replantear, partiendo de los logros obtenidos por estos medios en su momento, el modo de hacer cercanos la persona y el mensaje de Jesús al hombre contemporáneo. Hoy es más frecuente para una mayoría el uso de otras herramientas, como Internet con todas sus posibilidades de comunicación (páginas webs, blogs, redes sociales…), o la imagen visual (el cine y la televisión), o la expresión plástica (pintura y escultura) o cultural (literatura, música y teatro). Poco a poco, van apareciendo iniciativas que ayudan a comunicar el evangelio a los demás en estos espacios, que tienen que ser incentivadas y promovidas por la misma institución eclesial. eso no anula la parte correspondiente a cada creyente particular para que siga comunicando en su entorno más cercano aquello que le lleva a dar razón de su esperanza (cf. 1 Pe 3, 15). La finalidad no puede ser la de crear una “contracultura católica”, sino hacer uso de los medios adecuados para dar a conocer a Jesucristo y posibilitar que otros puedan terminar creyendo.

III. ASPECTOS PARA UNA PROPUESTA PASTORAL DE NUEVA EVANGELIZACIÓN

Ante el nuevo marco en el que desarrolla su misión evangelizadora la Iglesia, se hace obligatorio el planteamiento de algunas iniciativas pastorales que ayuden a concretar esta propuesta pastoral de “nueva evangelización”. Partimos del dato esencial de que la Iglesia misma recibe una llamada a autoproclamarse el Reino de dios y, consecuentemente, a una actitud permanente de conversión (cf. en 13). solo desde ahí podrá emprender una tarea de evangelización del mundo. La renovación que conlleva la nueva evangelización parte, a su vez, de la constatación de la insuficiencia de continuar con la misma forma de realizar la acción pastoral que hasta ahora ha venido siendo habitual en la Iglesia y, por tanto, de la necesidad de modificar el planteamiento de acción pastoral. eso supone entrar en una dinámica de conversión pastoral de las estructuras y acciones con las que ella

realiza la evangelización, apostando por una actitud claramente misionera y evangelizadora, donde la construcción del Reino querido por el Padre y motivo del empeño evangélico de Jesús se convierta en el elemento central de esa renovación pastoral. Algunos aspectos de esta renovación los comentamos a continuación.

1. Una renovación en el planteamiento pastoral eclesial

el nuevo orden de cosas, que habla no de la desaparición del cristianismo sino de la insuficiencia de una forma histórica concreta de vivirlo, nos indica que estamos en un momento decisivo del paso de una Iglesia entendida en clave de “cristiandad” a una Iglesia “evangelizadora en estado de misión”. este estado de misión demanda una nueva forma de organizar y estructurar la acción pastoral, así como las mismas estructuras pastorales que dan cobertura a esa acción. se trata de que sean significativas para la fe de tantos contemporáneos que ahora se sienten algo confusos y de que hagan creíble a la misma institución eclesial que las lleva a cabo como presencia del evangelio de Cristo en las plazas y calles, en los talleres y en el campo, en los hogares y en los lugares de ocio, en los espacios de decisión pública y en los de reflexión personal, en las manifestaciones culturales y en la vida de los más desheredados de nuestros pueblos y ciudades.

se impone una renovación de la atención pastoral prestada por parroquias, arciprestazgos, iglesias locales, colegios con identidad cristiana, movimientos eclesiales y comunidades de todo tipo. si la finalidad es que sea conocido Jesucristo y su evangelio, y no tanto la Iglesia y sus acciones, la acción pastoral debe estar impregnada por un espíritu evangelizador más firme, por la necesidad de contagiar la ilusión de la vivencia cristiana más decidida. Las estructuras pastorales pueden seguir siendo válidas, con la incorporación de las mejoras que puedan introducirse, pero la orientación de sus acciones tiene que transformarse. Ya no sirve continuar a la espera de que llegue una demanda de servicios religiosos (sacramentos, catequesis, actos

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esta es la eficacia que se le pide a la Iglesia, para que ajuste sus métodos evangelizadores en función de los objetivos planteados.

Consideramos que la planificación pastoral hoy –quizá más que en otros tiempos– supone una herramienta pastoral necesaria e imprescindible para realizar bien la misión eclesial. Las razones pueden ser de varios órdenes (humano, teológico, eclesiológico o pastoral), pero lo que no puede faltar nunca es la motivación de fondo: servir de instrumento para que el dios Padre de Jesucristo sea conocido por los hombres y la Iglesia sea eficaz en la transmisión del evangelio. eso requiere de una adecuada y pensada estructuración, de unos medios organizados, de unos criterios claros y firmes, de unos agentes que desarrollen las acciones programadas, de unos tiempos marcados para el desarrollo de las acciones y de una revisión de su consecución. Pero previamente requiere de un período de análisis y reflexión conjunto del escenario del que se parte y de la situación nueva que se pretende alcanzar, para lo que es necesaria la dedicación de tiempos largos y prolongados por parte de los distintos agentes que van a intervenir en el desarrollo de la programación.

Aquí es donde reside uno de los beneficios principales que conlleva la planificación pastoral, en la necesidad de ponerse a trabajar de manera conjunta las diferentes personas que intervienen en la acción evangelizadora (ministros ordenados, laicos y religiosos). son los ministros

renovación tendrá que venir también por la participación de todos los miembros cristianos en esos procesos de innovación. Habrá que vencer miedos y resistencias tanto por parte de los responsables de la acción pastoral (los ministros ordenados) como por los laicos que normalmente han permanecido en una actitud más pasiva.

2. Una planificación pastoral coordinada y estructurada

Una pastoral de misión como la que venimos planteando requiere de una planificación pensada y estructurada. La Iglesia, en las diferentes estructuras en que está sustentada su acción pastoral, al estilo de otras estructuras sociales (políticas, educativas, económicas, culturales, empresariales, etc.), tiene que llevar a cabo una planificación a la que no está acostumbrada con vistas a la consecución de unos objetivos, que no serán ya de orden de rentabilidad, pero sí de conocimiento del evangelio de Jesús, la existencia del Reino y su incidencia en la vida de los hombres.

culturales, atenciones puntuales) –que no faltará, aunque vaya en descenso–, o de satisfacer solamente a los miembros de la comunidad, sino que ha de irrumpir como preocupación prioritaria el que otros puedan conocer a Jesús, se sientan amados por dios y orienten sus vidas según los criterios evangélicos. no se trata solo de que otros conozcan más cosas sobre Jesús o den cumplimiento al sentimiento religioso cristiano que siempre ha guiado sus vidas, que habrá que seguir favoreciendo y ayudando para que sea cada vez más auténtico, sino de contagiar un interés por la intimidad personal con Jesús y lo que ello supone para la vida propia y la de los demás. Para ello no es necesario que desaparezcan las estructuras pastorales a que nos referíamos, pero sí que modifiquen sus planteamientos y formas de acción.

Las acciones programadas por las distintas instancias pastorales han de ser programadas convenientemente a tal fin, planificadas correctamente y elegidos los agentes de manera apropiada. Probablemente haya que reestructurar los procesos catequéticos de iniciación cristiana, o los procesos catecumenales de adultos, los encuentros de preparación a la celebración de sacramentos por parte de adultos (matrimonios o bautismos de hijos), el modo de celebrar la liturgia, etc. Probablemente haya que plantearse también nuevas formas de acercamiento a los alejados, o de hablar de dios a quienes se encuentran en búsqueda de una referencia trascendente. Probablemente tendrá que ayudarse también a los fieles a comprender su compromiso cristiano de una forma diferente, teniendo en el horizonte de realización no solo la participación activa en actividades programadas intraeclesialmente, por más enriquecedoras que estas sean y de las que no se pueda prescindir, sino también la formación personal y la dedicación a los no creyentes. La preocupación por la atención a los más pobres es otro de los referentes esenciales en esa renovación evangelizadora, junto al empeño por testimoniar la identidad cristiana en espacios donde normalmente no suele ser bien admitido. La citada

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ordenados los responsables de potenciar ese espíritu de trabajo en común y crear los cauces operativos para su desarrollo. Pero son también los laicos quienes tienen que despertar su espíritu e inquietud evangelizadora, poniendo a disposición de la comunidad eclesial su disponibilidad y deseo de corresponsabilidad en la acción pastoral. Los religiosos, por su parte, están embarcados en esta tarea eclesial que no pueden desempeñar de manera aislada, sino en mutua coordinación con pastores y laicos.

La eclesiología de comunión reclama y exige este trabajo común por parte de los distintos miembros eclesiales, y la pastoral evangelizadora impone esta metodología de planificación pastoral. estamos, pues, ante una herramienta pastoral necesaria para la Iglesia en nuestros días, que apunta más beneficios para la misión eclesial que dificultades pueda tener en su desarrollo práctico, por más que estas existan y algunos quieran ver en ellas una forma de ahogar la vitalidad del espíritu por encasillarla en estructuras humanas.

3. Un nuevo paradigma catequéticoActualmente, la acción catequética

eclesial está organizada casi de igual modo a como venía haciéndose cuando la situación socio-religiosa era diferente, donde la familia, el colegio y el entorno social educaban cristianamente. Hoy ya no se puede partir de la confianza inicial en la labor educativa cristiana de otras instancias que no sean las comunidades cristianas, al margen de algunos núcleos familiares que todavía la realizan. La comunidad cristiana tiene que modificar su planteamiento de acción catequética para suplir lo que aquellas hacían en otro tiempo. el despertar religioso, la motivación cristiana en la niñez, el acompañamiento y maduración en la fe durante los años de la adolescencia y la juventud están entre las finalidades principales de la acción catequética, y no solamente la preparación para la recepción de un sacramento. Pero, para convencerse de esta necesidad de renovación de los procesos catequéticos, hay que partir de un planteamiento teológico inicial que puso de relieve el entonces cardenal

Ratzinger: el catecumenado forma parte constitutiva del mismo sacramento a recibir o recibido (cf. J. Ratzinger, Teoría de los principios teológicos, Herder, Barcelona, 1985, pp. 39-42.). Con este planteamiento teológico de fondo quizá resulte más fácil a los responsables de la acción catequética emprender la renovación necesaria de los procesos catecumenales en este momento.

La catequesis sirve para preparar al catecúmeno a la conversión inicial a dios, a la opción personal por el seguimiento de Jesús, a la incorporación a la vida de la Iglesia y al compromiso de una vida cristiana según la fe profesada en el dios Trino con la esperanza de la vida eterna. en el proceso catequético de iniciación cristiana tiene que darse esta primera respuesta personal de fe, que supone una conversión inicial y la aceptación personal de lo que ella supone. Por eso hay que presentar el mensaje central de la persona de Jesús (kerigma) y acompañar a esta presentación el encuentro personal y directo con dios, desde la oración, la alabanza y la celebración comunitaria. Todo hay que integrarlo en el proceso catequético. no tiene que dar miedo a que así sea, porque la fe vendrá por el encuentro personal, no tanto por el conocimiento teórico de la persona y el mensaje de Jesús, aunque ambos aspectos tengan que complementarse. Incluso para el conocimiento de Jesús hay que replantear la forma de hacerlo, concediendo una importancia capital a la lectura y comentario de textos neotestamentarios. el acercamiento directo de niños, adolescentes, jóvenes y adultos a los textos bíblicos es uno de

los mejores servicios evangelizadores que la acción pastoral eclesial puede emprender hoy.

esto requiere una nueva pedagogía catequética por parte de la Iglesia que tiene que atreverse a iniciar. Probablemente no resulte fácil ni cómodo, por el tiempo transcurrido haciéndolo de la misma manera. es más, puede resultar incluso desconocido en su metodología práctica. en otros puede despertar también reticencias porque signifique abandonar el procedimiento tradicional de conocimiento de las verdades y enseñanzas de la Iglesia y se centre excesivamente en la persona y el mensaje de Jesús. Pero habrá que plantearse cuál es el objetivo principal que persigue la Iglesia y, desde ahí, preguntarse por el modo de conseguirlo. si el núcleo central del contenido evangelizador está en la persona de Jesús y su mensaje (dios como Padre, el Reino como aspiración, la salvación como experiencia personal, el amor como medio de acción, los demás como destinatarios de la propia acción y la vida eterna como aspiración y horizonte de realización), el modo de proceder de la Iglesia tendrá que adaptarse a él para que pueda ser conocido. el temor eclesial en ocasiones ha paralizado los necesarios cambios estructurales. no puede resultar así en esta ocasión, donde una modificación metodológica conveniente puede ser muy provechosa para la acción evangelizadora, por más que de principio pueda resultar embarazoso plantear y articular ese cambio. Las dificultades habrá que vencerlas a base de reflexiones serias, análisis profundos y procesos diseñados concienzudamente.

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potencie la corresponsabilidad laical en la acción pastoral.▪ Celebrar los misterios de la fe

de manera gozosa y festiva, de tal manera que las celebraciones litúrgicas favorezcan el encuentro con dios y la experiencia comunitaria de fe, donde todos los asistentes puedan sentirse partícipes de lo que allí se celebra y no meros espectadores de cuanto se realiza por parte de los celebrantes.▪ diseñar una pastoral con jóvenes

que ayude a estos a encontrarse con Jesucristo, considerarlo alguien especialmente significativo para sus vidas y vivir su fe en medio de sus ambientes desde la alegría que supone creer. esta pastoral tendrá que conjugar encuentros de formación con momentos de oración, personal y grupal, acciones puntuales con un proceso continuado de formación, la formación personal con la implicación en el compromiso creyente, la celebración litúrgica con el compromiso creyente en medio de realidades juveniles y de acción socio-caritativa, etc.▪ sensibilizar a todos los miembros

de la comunidad cristiana de su compromiso socio-caritativo en favor de los más necesitados de la sociedad, no delegando solo en Cáritas (parroquial o diocesana) esta dimensión ineludible de la fe cristiana. esta acción conlleva ser consciente de todo cuanto afecta al compromiso político de los creyentes en la vida pública, así como la implicación en la mejora y desarrollo de la sociedad.▪ Promover la dimensión vocacional

de la vida cristiana. Todo cristiano es llamado por dios a vivir según el espíritu por el bautismo recibido. La vida cristiana entendida en clave vocacional (llamada de dios-respuesta del hombre-misión evangelizadora) permite asumir con mayor entrega el compromiso por el anuncio evangélico. en ese marco vocacional de la vida cristiana resulta más asequible escuchar y aceptar la llamada particular que dios dirige a la vida consagrada y al sacerdocio, para ejercer un ministerio específico dentro de la comunidad cristiana.

Pero no se trata solo de apuntar algunas ideas, sino de diseñar las estrategias pastorales para que puedan ser realizadas. Y eso requiere de participación, planificación y organización.

que asuman la parte de compromiso que tiene su vocación bautismal y su incorporación a la Iglesia, y se preparen convenientemente para ello. Urge, pues, desarrollar una dinámica de corresponsabilidad en la misión evangelizadora eclesial, para que esta pueda ser asumida por todos los miembros de la Iglesia, nadie se sienta excluido de ella y cada uno asuma la responsabilidad que le compete.

IV. ALGUNAS SUGERENCIAS PASTORALES CONCRETAS

Para finalizar, y según lo que venimos apuntando, nos atrevemos a indicar –a modo de sugerencia y entre otras muchas posibles– algunas propuestas que pueden ayudar a hacer realidad esta nueva acción evangelizadora.

▪ Fomentar espacios donde compartir la fe comunitariamente. el encuentro con otros creyentes, la acogida de quienes pretenden iniciar un proceso de discernimiento y vivencia de la fe en comunidad, la profundización en aspectos ya conocidos junto a otros, etc., según la situación propia de cada uno, favorece el enriquecimiento de la fe personal.▪ Favorecer la formación de los laicos,

no tanto en lo que a la adquisición de conocimientos teóricos se refiere, sino principalmente por lo que afecta a la experiencia de fe y al compromiso apostólico. Para ello es conveniente que se creen cuantas estructuras sean necesarias –parroquiales, arciprestales o diocesanas– para cumplir dicho fin. esta medida favorecerá que se

4. La necesaria implicación laicalLos laicos son miembros activos y

participativos de la misión eclesial en razón de la llamada de dios al compromiso apostólico en el bautismo. ellos no son delegados de los pastores para emprender alguna acción apostólica concreta, sino que participan de la misión salvadora de la Iglesia en plenitud, en coordinación y colaboración con los pastores. A los laicos compete una tarea importante en la misión eclesial que deben asumir como propia, la de ser testigos del evangelio en medio de las realidades temporales (cf. LG 31). eso no supone que deban descuidar la asunción de alguna responsabilidad al interior de la propia comunidad cristiana, como el mismo texto conciliar reconoce, pero el carácter secular de su vocación bautismal orienta su compromiso de una manera más decidida hacia los espacios donde desarrolla ordinariamente sus tareas cotidianas (familia, actividad profesional, compromiso ciudadano y social, esparcimiento y ocio, etc.).

La implicación laical en la misión evangelizadora de la Iglesia conlleva también para los pastores comprender lo que eso supone: por una parte, disponibilidad para acompañar convenientemente los procesos personales de madurez y crecimiento en la fe que desembocan en el compromiso apostólico; por otra, garantizar espacios formativos y de encuentro comunitario para fortalecer la fe personal y las responsabilidades evangelizadoras; también ofrecer cauces operativos dentro de la comunidad para asumir responsabilidades en la reflexión, debate, planificación y realización de acciones evangelizadoras. no menos importante se considera ahora la institución de determinados ministerios laicales, en todos los ámbitos de la acción pastoral, que confieran identidad eclesial a los servicios emprendidos por los seglares y el debido reconocimiento por parte del resto de la comunidad cristiana. Resulta imprescindible que ellos se sientan responsables de la tarea apostólica que emprenden, y que no la entiendan como un mero encargo de los pastores o una delegación suya. Pero es igualmente necesario

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