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Apunte de Cátedra nro. 6: Cultura Apunte de Cátedra 6 Cultura Apunte de Cátedra [Se reproducen aquí en parte los capítulos sobre el concepto de cultura publicados en Apertura a la Antropología, 2008; 93-128] La cultura como concepto central de la Antropología Ariel Gravano Sentidos amplio y restringido de cultura Ya que el objeto de estudio de la Antropología ha quedado definido como la otredad cultural y se ha identificado a la alteridad como eje de ese objeto, nos ocuparemos ahora del segundo componente de la ecuación: lo cultural o, con mayor precisión, del concepto de cultura, tomando en cuenta tanto sus usos más corrientes cuanto la forma como lo trata el enfoque antropológico. ¿Para qué puede servir hablar de cultura? ¿Por qué la Antropología puede aportar al enfoque de problemas mediante el uso de este concepto? […] Vamos a contextualizar el momento en el que surge la noción de cultura en general y su sentido antropológico en particular. […] Un concepto se define por el foco o conjunto de fenómenos a los que refiere. Los antropólogos decimos que cultura es lo que el hombre crea y produce, un modo de vida, o el conjunto de representaciones y prácticas de todo grupo humano. Este sentido amplio del concepto proviene de la definición clásica del antropólogo inglés Edward Tylor (1871): cultura ... es aquel todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre...”. Pero, también hay otro uso, más corriente y más restringido: el que considera que la cultura está compuesta por ciertas y especiales manifestaciones y comportamientos, como las artes plásticas, la escritura y literatura, la educación, la música, la danza, la poesía, el cine, la comunicación mediática, los espectáculos. A su vez, todo concepto se define por oposición a otros fenómenos que no refiere, en este caso a lo que no es cultura. En cuanto al sentido antropológico que vimos recién, lo opuesto a la cultura sería lo que pertenece a la naturaleza, lo que el hombre tiene como animal, su físico, su funcionamiento orgánico. Y en cuanto al otro sentido, cultura se distinguiría del sistema o estructura económico-social, el sistema político, la tecnología Antropología (cátedra Sabarots) 2011

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  • Apunte de Ctedra nro. 6: Cultura

    Apunte de Ctedra 6

    Cultura

    Apunte de Ctedra

    [Se reproducen aqu en parte los captulos sobre el concepto de cultura publicados en Apertura a la Antropologa, 2008; 93-128]

    La cultura como concepto central de la Antropologa

    Ariel Gravano

    Sentidos amplio y restringido de cultura

    Ya que el objeto de estudio de la Antropologa ha quedado definido como la otredad cultural y se ha identificado a la alteridad como eje de ese objeto, nos ocuparemos ahora del segundo componente de la ecuacin: lo cultural o, con mayor precisin, del concepto de cultura, tomando en cuenta tanto sus usos ms corrientes cuanto la forma como lo trata el enfoque antropolgico.

    Para qu puede servir hablar de cultura? Por qu la Antropologa puede aportar al enfoque de problemas mediante el uso de este concepto? [] Vamos a contextualizar el momento en el que surge la nocin de cultura en general y su sentido antropolgico en particular.

    [] Un concepto se define por el foco o conjunto de fenmenos a los que refiere. Los antroplogos decimos que cultura es lo que el hombre crea y produce, un modo de vida, o el conjunto de representaciones y prcticas de todo grupo humano. Este sentido amplio del concepto proviene de la definicin clsica del antroplogo ingls Edward Tylor (1871): cultura ... es aquel todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros hbitos y capacidades adquiridos por el hombre....

    Pero, tambin hay otro uso, ms corriente y ms restringido: el que considera que la cultura est compuesta por ciertas y especiales manifestaciones y comportamientos, como las artes plsticas, la escritura y literatura, la educacin, la msica, la danza, la poesa, el cine, la comunicacin meditica, los espectculos.

    A su vez, todo concepto se define por oposicin a otros fenmenos que no refiere, en este caso a lo que no es cultura. En cuanto al sentido antropolgico que vimos recin, lo opuesto a la cultura sera lo que pertenece a la naturaleza, lo que el hombre tiene como animal, su fsico, su funcionamiento orgnico. Y en cuanto al otro sentido, cultura se distinguira del sistema o estructura econmico-social, el sistema poltico, la tecnologa

    Antropologa (ctedra Sabarots) 2011

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    industrial, para citar algn ejemplo.Estos dos sentidos de cultura -amplio y restringido- no se distinguen solamente porque

    el primero abarca una realidad ms total (todo lo que el hombre hace) y el segundo una ms reducida (cierto tipo de obras), sino porque conforman dos perfiles de una misma moneda, ya que -como veremos- nada de lo que el hombre hace deja de tener un carcter significante, y esto nos da pie para comenzar a abordar la complejidad del fenmeno y los interrogantes ya citados.

    Surgimiento del concepto: modernidad y expansin colonial

    Cultura es una categora conceptual, una construccin que surge en determinado momento histrico y que va modificndose segn diversos usos. Su matriz original es la poca del Iluminismo, a la par de otras nociones y otras palabras que emergen dentro del pensamiento de la Modernidad para encarar determinadas cuestiones no vistas hasta ese momento como tales o no tenidas en cuenta. Es lo que pasa con humanidad e ideologa: junto a cultura, apuntan a definir el fenmeno humano en forma autnoma y ya no como algo dependiente en sus determinaciones de la Providencia Divina o como algo degradado respecto de sta. Lo humano se va constituyendo como un objeto de reflexin a partir de la ruptura con el paradigma del pensamiento hegemnico medieval, previo a la Modernidad, en el que prevalece la argumentacin mstica para explicar el mundo.

    Las necesidades de las relaciones capitalistas de produccin (en cuanto al desarrollo de la tecnologa, los procesos sociales y de trabajo) impulsan a explicar el mundo como algo racional, analizable, manejable y, sobre todo, previsible, con precisin y garanta de optimizacin de resultados y ganancias. Por eso comienza a perfilarse el racionalismo como la forma de pensamiento ms acorde con esos intereses, en puja con las posturas mstico-absolutistas que defendan el rgimen feudal. No es casual que coincida esto con la ponderacin de la Razn como herramienta distintiva de la comprensin y accin del ser humano respecto del mundo.

    Desde el pensamiento moderno, cientfico, secular, las causas del acontecer histrico van a ir a buscarse, entonces, tambin en los actos de los hombres, tanto los que se definen como materiales o prcticos cuanto los espirituales. Vemos que en esta ltima palabra se refleja parte del antiguo paradigma, que escinde -como seala Nstor Garca Canclini- un viejo divorcio: entre lo material y lo espiritual, el cuerpo y el alma, el trabajo y la conciencia (Garca Canclini 1981:9). Esta separacin, reproduce en el campo terico la divisin de la sociedad en clases: de un lado, la actividad -material- de apropiacin y transformacin de la naturaleza; del otro, la traduccin simblica -ideal- de esas operaciones concretas (bid).

    A esto se suma que la expansin colonial europea haba producido nuevos interrogantes o bien nuevas respuestas a interrogantes previos. Una de esas cuestiones era si deba concebirse a los seres humanos como conformando una unidad y, si era as, cul de las sociedades conocidas hasta el momento era la ms perfecta y modelo a seguir. El prejuicio generalizado en el pensamiento eurocntrico colocaba a las sociedades capitalistas mercantiles y en proceso de producir la revolucin industrial como ideal de ese modelo. Este es el terreno desde donde surgirn, en consecuencia, las ciencias humanas y sociales.

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    La paradoja es que cuando el podero econmico, militar y organizativo de Occidente logra la expansin y encuentra la amplia diversidad de imgenes de los Otros, comienza a surgir la pregunta por los componentes comunes que pudieran hacer posible hablar de una sola Humanidad. La diversidad pone en el tapete, entonces, la cuestin de la unicidad humana. La Antropologa dir lo suyo cuando enuncie la nocin de unidad psquica de la especie humana en su conjunto.

    La cultura emerge, entonces, como una categora construida en gran medida a partir de esta nueva problemtica que planteaba la expansin colonialista y su correspondiente visin del mundo: el cruento y asimtrico encuentro con la diversidad respecto a Occidente, con los otros. Lo que interesa puntualizar aqu es que la diversidad estuvo representada tanto por el aspecto fsico de los otros como -y principalmente- por las distintas formas de comportamiento, de prcticas rituales, de sistemas de creencias, de valores, de smbolos, en suma, de culturas.

    La cultura como tesoro de signos

    En realidad, la cultura del hombre -como fenmeno- existe desde que el hombre es hombre y produjo el primer artefacto, como se vi cuando estudiamos los procesos de hominizacin y humanizacin. Pero la palabra cultura aparece en 1750 (pleno Iluminismo), enunciada por el estadista y filsofo francs Anne Robert Jaques Turgot: cultura es -dice- el tesoro de signos que constituye la herencia social de la Humanidad1, que propende, a la reproduccin de los hombres sobre la base de la transformacin de la naturaleza.

    Con la expresin tesoro de signos se sintetizaba lo que nosotros hoy englobamos en la nocin de cultura en un sentido amplio, que incluye bsicamente el lenguaje, sus imgenes materializadas en relatos, conos, gestos, que aluden a valores, metforas, smbolos, y que se atesoran precisamente porque los grupos sociales (y en conjunto la Humanidad, dir Turgot) le asignan valor, sentido y necesidad de preservarlos.

    Mitos, creencias, tabes, cultos, ideas, recetas, sistemas de clasificacin, transformados tambin en prcticas: ceremonias, ritos, oraciones, cantos, formas de conseguir y tratar el alimento, criar a los nios, de saludar, de considerar a los mayores, a las mujeres, a los hombres, todo de acuerdo con valores implcitos o expresados pblicamente. Lo que nosotros incluimos en el conjunto de representaciones simblicas que refieren a significados compartidos y a prcticas llevadas a cabo en forma regular precisamente por estar valoradas culturalmente.

    La primera asociacin es con la nocin de cultivo; esto es: lo que hacen o producen los hombres, lo que no es natural. Y un eje inicial constitutivo del concepto puede ser sealado por esta distincin entre herencia social y herencia biolgica. Esta ltima es lo que los hombres -a nivel de su especie- tienen en comn con el resto de los seres vivos. Pero la

    1 Poseedor de un tesoro de signos que tiene la facultad de multiplicar hasta el infinito, el hombre es capaz de asegurar la conservacin de las ideas que ha adquirido, de comunicarlas a otros hombres y de transmitirlas a sus sucesores como una herencia constantemente creciente, deca Turgot [1750] (en Harris 1978: 12).

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    cultura, los signos, hacen que los hombres se diferencien cualitativamente del reino de lo puramente orgnico, constituyendo un algo ms, que el componente biolgico no puede explicar.

    A ese algo ms, la cultura, cada generacin debe aprenderla en su totalidad, ya que no se recibe por legado gentico. De acuerdo con esta nocin inicial, todos los hombres son igualmente capaces de producir cultura, poseerla, transmitirla y fundamentalmente renovarla, ya que en la cultura no hay copia; siempre implica innovacin, porque el signo es eso: un resultado de la relacin dialctica entre algo familiar (p.e. el significante, la forma) y algo nuevo: el efecto de significado que puede tener en los receptores. Por eso la cultura es un terreno de interminables interpretaciones de esos signos que, para mayor precisin, llamaremos smbolos2.

    Hablar de smbolo (o de representacin simblica) implica situarnos en el salto cualitativo que da nuestra especie en su ruptura con lo dado de su naturaleza. El smbolo se constituye por sustitucin respecto de un referente real o imaginario: cualquier palabra remite a una cosa, a un estado, a algo que acta de referente de lo que la palabra misma significa.

    Pero el smbolo slo re-presenta (vuelve a presentar), no es esa cosa, estado o situacin, sino que, por medio de la abstraccin y la sntesis, es posible incluir en l numerosos casos particulares de referentes que se condensan en el mismo smbolo y hacen posible la comunicacin y la comprensin.

    Adems de la representacin, la cultura incluye los modelos o convenciones en que los hombres hacen todo, incluyendo sus actividades ms ligadas a lo orgnico y natural, como las formas y normas para comer, vestirse, unirse sexualmente, ms que ingerir alimentos, abrigarse o reproducir la especie. En otras palabras: en ninguna cultura los seres humanos solamente se nutren, se abrigan o se reproducen: siempre a cada una de esas actividades se les da una significacin, que implica gustos, identidades, orgullos o desprecios compartidos, normas sobre lo que hay que comer y cmo y en qu momento; qu ponerse sobre el cuerpo y sobre lo que no hay que hacer con l para no recibir las burlas del conjunto (resultado de la perplejidad). Y los actos sexuales no dejan de estar regidos por tabes (eso no se hace, eso no se toca, eso no se dice, con se o aqulla no, etc.) y valores ponderados (econmico, sentimental, esttico, etc.).

    La cultura, entonces, implica hablar de prcticas y representaciones simblicas, acciones de vida que adquieren significacin establecida por los actores que las comparten y no sentidos dados en forma natural. Y adems implica el establecimiento de modelos que sirven para la accin, que actan como parmetros para la atribucin de esas significaciones y valores.

    2 La constitucin misma de la cultura en el reino de lo simblico implica situarnos en el terreno de lo arbitrario y lo convencional, de lo que no tiene un sentido natural o fijo, como podra ser el sentido de las seales que sirven para establecer la comunicacin entre los animales, sino sentidos construidos en forma explcita o implcita como valores de esa cultura.

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    La cultura como transformacin de lo natural

    La produccin de significados y sentidos tiene una inherente relacin con la cultura como transformacin []. Desde esta perspectiva, la produccin (material y simblica) es el rasgo humano por excelencia.3 Desde el surgimiento del hombre, todos sus actos han devenido productos, en donde lo meramente vital se ha desgarrado bajo la infinita formacin y transformacin de la naturaleza en cultura. Y es necesario resaltar que nada de lo material deja de adquirir significacin simblica y ningn smbolo puede manifestarse sin un soporte material.

    Podemos afirmar que la cultura se constituye por oposicin y transformacin de la naturaleza. [], como especie, en esta doble dimensin entre lo natural y lo cultural, nos pasamos todo el tiempo tratando de conocer las leyes naturales para contradecirlas. Es como si la contra-diccin (decir en contra) fuera nuestra ms especfica forma de comportarnos4.

    Para crear cultura, el hombre contradice a la piedra, para que deje de ser solamente piedra y pase a ser un instrumento que le permita cazar un animal y abrigarse y alimentarse. As se adapta a los ms variados climas sin cambiar su naturaleza, sino mediante sus herramientas, su cultura. Y hoy manda naves a las otras galaxias aplicando este mismo principio de la contra-diccin.

    Esta oposicin conceptual entre naturaleza y cultura, entonces, resulta bsica para comprender no slo sta ltima nocin sino tambin para situar el primero de los eslabones que constituyen al ser humano como tal: ser productor de cultura a partir del principio de contradiccin. La oposicin a lo natural, como lo dado, mediante el trabajo de la cultura, mediante las prcticas materiales significativas, implica la constitucin del hombre como ser histrico.

    Por eso la Historia resulta ser una contienda continua con lo dado, con lo que aparece como natural, como naturalizado dentro de las representaciones del mundo, como lo que se preconcibe como la naturaleza de las cosas, con lo que niega a la cultura ese carcter bsico de ser ruptura con lo dado.

    3 El concepto de trabajo de Marx y Engels es el equivalente a la base de la produccin humana, pero no se reduce ni al trabajo ni a la produccin como los entiende la economa capitalista, como mercanca. Lo que hoy se llama trabajo no es ms que un fragmento diminuto y miserable de la formidable y poderossima produccin La moral mercantilista aleja al trabajo de la totalidad de los matices que tiene la vida humana, incluida la diversin y el placer, a pesar de que tambin eso es producir (Marx & Engels: La Ideologa Alemana), con lo cual el trabajo queda entendido dentro de la cultura en su sentido integral.

    4 La vida consiste precisamente en que un ser sea al mismo tiempo, en el mismo instante, el que es y otro. La vida no es, a su vez, ms que una contradiccin albergada en las cosas, y en los fenmenos y que se est produciendo y resolviendo incesantemente: al cesar la contradiccin, cesa la vida... (Engels: Anti Dhring; 127).

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    La cultura como arena de lucha por los significados: dominacin y hegemona

    Si decimos que los significados o sentidos no son algo dado sino construcciones permanentes, tambin tenemos que tomar nota que en las culturas siempre se establecen -como afirmamos recin- modelos de lo que hay que hacer, decir, etc. Los monumentos nos dictan a quines debemos venerar y recordar como modelos de accin para el futuro. Los himnos nos dictan a qu smbolos debemos atenernos para mantener una cierta identidad. Las ceremonias y ritos nos dictan qu debe repetirse, evocarse, mantenerse. Estas seran funciones de la cultura que tienden a la reproduccin, a la actualizacin y re-presentacin de ciertos valores, ciertas ideas y no otras.

    Y hemos repetido la palabra dictar porque precisamente esos dictados son mensajes que apuntan a la reproduccin porque representan intereses que tratan de imponerse, conservarse, mantenerse. Y esto es as porque esos valores o ideas a mantener estn en riesgo de perderse o son cuestionadas, contradichas. Si no, no habra necesidad de invocar su conservacin en una cultura. Ningn signo se mantiene o se trata de mantener de modo inercial, sin una razn histrica, sin un inters y una racionalidad que lo motoriza.

    Esta racionalidad puede manifestarse hasta en un gusto artstico, por ejemplo, musical. Cunto de nuestra identidad se construye alrededor de nuestros gustos musicales y de nuestros artistas preferidos? Cuntas veces en un festival se establecen bandos que pujan por el mantenimiento en el escenario de su artista en desmedro de los otros? Bien, pensemos -parafraseando irreverentemente a Turgot- que una cultura es un festival de significaciones, de valores, ideas, es una lucha permanente por imponer esas significaciones, esas ideas y esos valores.

    Y el mantenimiento o no de los mismos va a depender de quin detente el poder de establecer esos sentidos o bien de convencer a los dems de que esos sentidos son los que hay que mantener. A la primera forma -la imposicin- se la llama dominacin, que es cuando al otro no se le brinda la oportunidad ni siquiera de manifestar su significacin o su identidad. La dominacin es la imposicin desde el exterior de una determinada relacin; imposicin violenta, que cuenta con resistencia explcita y que slo puede mantenerse con el aparato represivo, explicaba el revolucionario italiano Antonio Gramsci.

    [] Pero estar en una cultura implica tambin aceptacin, consenso. El hecho mnimo de hablar un lenguaje, desde el que establecemos la comunicacin, indica que adherimos a un modelo (sintctico, semntico), al que difcilmente cuestionemos. En realidad, a la mayora de las prcticas las realizamos sin siquiera cuestionarlas, dado que estar en una cultura es precisamente no contradecir en forma explcita todo el tiempo todo lo que hacemos. Algo siempre deberemos tomar como dado, en algn lugar debemos pararnos, centrarnos como sujetos. Estos son los componentes ms interesantes de toda cultura. Son los modelos que actuamos y arraigan sin imposicin forzada.

    Y puede haber representaciones o prcticas que no respondan a nuestros intereses objetivos, pero an as las actuamos. A esta segunda forma, que no implica necesariamente imposicin por la fuerza sino consenso de parte de quienes no comparten objetivamente los intereses de quien domina y, sin embargo, se apropian de ellos, se le da el nombre de hegemona. Consiste en la aceptacin de una concepcin del mundo como propia, an

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    cuando resulte contraria a los intereses sociales o de clase de quien la adopta.La censura durante las dictaduras muchas veces est precedida o acompaada por

    la concepcin generalizada de que en realidad existen expresiones peligrosas y hasta pensamientos peligrosos5 que deben ser censurados. Hasta la represin se avala con asunciones como en algo andara..., equivalente a los prejuicios con que se amparan las discriminaciones de nuestros das.

    La hegemona produce dominio, si bien con la anuencia de los dominados, porque produce que los actores adquieran las ideas que no se corresponderan con sus intereses, sobre todo de clase. As lo estableca Marx:

    las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada poca; o, dicho en otros trminos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposicin los medios para la produccin material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la produccin espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por trmino medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresin ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante son tambin las que confieren el papel dominante a sus ideas (Marx & Engels: La Ideologa Alemana; 50)

    Marx establece como eje de la dominacin el ejercicio del poder. Pero no meramente un poder material, sino espiritual o, decimos nosotros, simblico, en el terreno de las ideas, de los valores, de la cultura, porque es slo en el terreno de las ideas, de la ideologa y siempre en la cultura, que los sujetos pueden representarse el mundo de acuerdo con intereses propios o ajenos y hasta opuestos a los propios.

    Toda clase que aspire a implantar su dominacin tiene que empezar conquistando el poder poltico, para poder presentar su inters como el inters general (op.cit.30). Cada nueva clase que pasa a ocupar el puesto de la que domin antes de ella se ve obligada a presentar su propio inters como el inters de todos los miembros de la sociedad, a imprimir a sus ideas la forma de lo general, a presentar esas ideas como las nicas racionales y dotadas de vigencia absoluta (b.52).

    Pero sealemos que, en el terreno de la cultura, la hegemona es necesaria para ejercer el poder porque detrs (o en contra) de ella hay un juego permanente de oposicin que podemos llamar alterna, porque representa, en el fondo, un antagonismo con el poder hegemnico. Si no existiera esa alternidad, no habra razn para que se ejerciera la

    5 Cuando Benito Mussolini manda a prisin a Gramsci, ordena a sus carceleros: que ese cerebro deje de pensar...

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    hegemona6.Como no existe ningn actor, individual y colectivo que sea pasivo en trminos

    culturales, siempre la hegemona se da en lucha con su contrario, latente o explcito, en un proceso permanentemente dinmico en donde nunca est dicha la ltima palabra. Las vctimas de la represin y de los prejuicios discriminatorios en general cuestionan al poder con su sola existencia, de ah su peligro.

    La dominacin se ejerce por la necesidad de aplastar un movimiento opositor pre-existente, resistente y alterno a esa misma dominacin, no porque s. La hegemona tambin se edifica sobre la base de contrarrestar o neutralizar la conciencia de verdades que las ideologas no se representan o bien aquellos contenidos de verdad que las ideologas no cuestionan, que encubren u opacan, lo que se da en llamar la falsa conciencia, que es cuando el sujeto asume como propia una idea ajena a su inters. Pero dentro de una cultura esto es algo normal, no se puede evitar. Toda comunicacin produce ideologa y opacidad, aunque tienda a la transparencia. Es una dialctica insoslayable del estar en el mundo humano, social e histrico.

    Por qu aceptamos ideas o valores que no tienen que ver con nuestros intereses y son an contrarios a ellos? Por qu aceptamos la hegemona? Porque vivir en la cultura implica vivir en un mundo de significados en construccin permanente y no en un mundo de ideas fijas, transparentes o verdaderas de por s, cuyo sentido no pueda ni deba ser contrastado, interpretado y verificado respecto a condiciones reales.

    La opacidad de nuestra vida -aquellas representaciones de la realidad que se nos escapan dentro de la totalidad- es la que nos impide conocer todo, saber todo, estar por encima de los smbolos, pero a su vez es la que nos permite -parafraseando a Engels- estar vivos, contradiciendo, desentraando, desenmascarando permanentemente nuestras propias condiciones de existencia, transparentando mediante nuestra conciencia.

    En este proceso, lgico es que las fuerzas de mayor poder tanto comunicativo cuanto material -como dice Marx- se impongan como las ms importantes, verdaderas o hasta inevitables. Por eso la cultura hegemnica efectiva es aquella que se ejerce con flexibilidad, que se adecua a situaciones y cambios. La hegemona no acta en forma impositiva ni unidireccional (Garca Canclini 1987: 23), sino que opera mediante cambios, ambigedades y sentidos cruzados, en los que bsicamente lo que se dirime es el poder de imponer por consenso sentidos ajenos y an contrarios a los intereses de quienes se los apropian.

    Lo importante es que los mismos contenidos culturales pueden resultar hegemnicos, esto es conservadores de intereses dominantes en un contexto y contrarios a esos intereses en otros contextos. Es lo que ejemplifica Gramsci con la religin: las mismas creencias y los mismos ritos pueden esgrimirse para consolidar a sectores dominantes como para luchar contra ellos. Es precisamente lo que llama lucha cultural (Gramsci 1976: 126).

    6 El concepto de alternidad no se reduce al de contra-hegemona o hegemona alternativa (Williams 1980:132 y ss.) sino que abarca procesos de conflicto u oposicin latentes, de hecho, no slo de lucha explcita. Es lo que hace que los mensajes hegemnicos se tornen necesarios para los sectores dominantes, ya que ponen en riesgo ese dominio.

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    Como estamos viendo, la relacin entre la cultura y el contexto de lucha por los significados -en trminos de dominacin y hegemona- no puede estar ajena a la realidad de la lucha de clases, ya que implica identificar quin ejerce el poder de dictar o pretender dictar los valores, los modelos, las representaciones, los smbolos y, por lo tanto, determinar las acciones y los hechos sociales. Pero tambin nos obliga a categorizar los procesos de confrontacin (oposicin explcita) y alternidad (que puede ser una oposicin objetiva pero no declarada respecto al dominio) con relacin a los significados dominantes. Por eso hablamos de puja y contradiccin.

    Podemos decir que la cultura no brinda la imagen de una laguna apacible, sino que se parece ms al oleaje permanente de un mar embravecido, a una confrontacin permanente, a una lucha por dar, cambiar y reproducir sentidos. Con esto afirmamos que la cultura no responde a un nico orden, lgica o sentido, sino que ser precisamente el reinado de la diversidad, de la heterogeneidad, por su carcter de magma de contradicciones permanentes y una arena de luchas (al decir del semilogo Valentim Voloshinov) por dar, compartir o imponer significados.

    [] Cultura, entonces, es el conjunto de operaciones simblicas y prcticas mediante las cuales el hombre est en el mundo transformndolo, producindolo como un mundo especficamente humano. Es el conjunto de prcticas y representaciones simblicas mediante las cuales, en una determinada sociedad, grupo u organizacin, la gente, los pueblos, los sectores sociales, dan sentido, en forma compartida (an dentro de la heterogeneidad de intereses y valores determinados por la estructura social), a las acciones y actividades que realizan.

    El sentido antropolgico del concepto de cultura

    Se habla del sentido antropolgico del concepto de cultura cuando sta se atribuye a todos los hombres, sin establecer juicios de valor sobre cules manifestaciones podran eventualmente ser o no cultura, o ser ms o menos cultas o tener menos o ms cultura. Este sentido ni siquiera tiene en cuenta estas cuestiones, no se las plantea: se parte de la base de que toda manifestacin (material o simblica) producida por cualquier grupo humano es cultura. Este es el concepto que ms ha sido utilizado por los antroplogos, iniciales especialistas en el tema de la diversidad, precisamente por haber apropiado y redefinido el concepto de cultura en estos trminos.

    El hecho de partir de la nocin de una cultura distribuida por igual -en tanto tal- entre todos los hombres es lo que hace posible concebir la diversidad entre las manifestaciones de esa cultura genrica como culturas -en plural-, como diversidad. De esta cuestin surgir ms adelante el problema de dnde est el lmite entre una y otra cultura, porque pensar una diversidad implica obligarse a establecer elementos en comn y elementos que distinguen y, por lo tanto, hacen posible una identificacin entre unidades, como pueden ser cada cultura en particular (la cultura mapuche, la cultura europea, la cultura nahualt, la cultura trobriandesa), en distintas escalas.

    Hablamos de cultura en un sentido antropolgico cuando nos ocupamos de todo lo que los seres humanos hemos construido en el mundo y todo lo que nos representamos de ese

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    mundo, las formas de hacer, de pensar y de expresar. Desde este punto de vista, no hay distingos de ms o menos cultura, mejor o peor cultura: todos producimos cultura.

    El uso antropolgico es relativista cultural, ya que afirma la validez igualitaria de la pluralidad de culturas, sin que sea admisible que una prepondere sobre otra y cada una deba ser comprendida en sus propios trminos, es decir: tal como la interpretan sus propios miembros. La paradoja es que la definicin ms clsica, que ha servido para fundamentar la perspectiva antropolgica, es la de Tylor que vimos al inicio, enunciada en el contexto de la Inglaterra colonialista y desde la concepcin evolucionista, segn la cual a la civilizacin occidental se la pre-conceba como el pinculo de la evolucin humana y al mismo tiempo se atribuye la cultura en particular a la totalidad de la especie y a la totalidad de cosas que la especie hace. Aplicada hoy, abarcara desde la narracin de un chiste hasta la ms complicada ceremonia religiosa, desde la fabricacin de una canoa hasta una nave espacial.

    Cuando nos referimos al sentido antropolgico, entonces, no estamos hablando de la cultura entendida como conocimientos refinados, o formas de buena educacin, ni tampoco las bellas artes o la literatura. Este ltimo sentido del concepto sera el uso iluminista, y es el de uso ms recurrente. Si bien es opuesto al sentido antropolgico, tienen entre s relaciones que se remontan al surgimiento del concepto mismo.

    Vimos que la matriz de gestacin de la nocin de cultura y sobre todo la apropiacin ms generalizada es la del iluminismo como tendencia del pensamiento occidental y la Modernidad como paradigma histrico e ideolgico de ese pensamiento. Esto es lo que explica que el mismo sentido antropolgico, que establece la universalidad de la produccin de cultura como patrimonio de la especie humana, sea eclipsado -en situaciones concretas de uso- por la valoracin asimtrica de las diferencias culturales propias de los procesos de colonialismo y conquista de las que emergieron.

    En efecto, la diversidad fue concebida a partir del contraste entre las culturas otras de los territorios colonizados y los valores de las culturas consideradas modernas y civilizadas, que no eran otras que las de las sociedades dominantes y de sus sectores dominantes. Estos valores fueron tomados como parmetros desde los que era posible establecer representaciones etnocntricas desde culturas pre-concebidas como superiores hacia culturas consideradas inferiores, lo que muchas veces era expresado como un conflicto entre los verdaderos valores culturales y su contrario, o entre los portadores de ms o menos cultura y eran, por lo tanto, considerados ms o menos cultos.

    Para este pensamiento dominante al que nos referimos, los no cultos o menos cultos podan ser tanto el nativo de la colonia como el campesino europeo o ambos a la vez, en situaciones de cercana o lejana geogrfica, pero siempre como smbolos del otro, del distinto-extrao y en no pocas ocasiones peligroso.

    Por eso podemos afirmar que el conflicto es la base de la cultura. Los conflictos sociales -segn el pensador francs contemporneo Pierre Ansart- no son diferentes a cmo se plantean los conflictos dogmtico-religiosos, aunque de manera ms compleja y formalizada de otros modos. Pero en s se realizan dentro de este mundo cultural, donde la lucha por los significados es el ring donde se dirimen. Por ejemplo, para los historiadores de la denominada en forma oficial Conquista del Desierto (que, en realidad estaba poblado por numerosos pueblos y para nada desierto) los indios tomaban cautivos, en cambio los

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    blancos tomaban prisioneros, nada pequea aunque aparentemente sutil diferencia. Y para algunas corrientes antropolgicas (y, por lo tanto, ms relativistas que esos historiadores etnocntricos), los indios tenan cultura, en cambio los blancos eran sostenedores de la civilizacin.

    La Antropologa se ocupa de la alteridad de valores, de la lucha de racionalidades y significados, del entrecruzamiento de sistemas de representaciones, de la diversidad de actores en pugna y cooperacin, dentro de la realidad prctica y concreta, en una palabra: de la realidad concebida como una dialctica de la cultura. En el enfoque antropolgico se necesita, epistemolgicamente, de la voz de un actor otro, y en eso reside su punto de partida dialctico en lo metodolgico. Para que sea dialctico se deben tener en cuenta, desde la misma definicin y constitucin de los actores, sus relaciones mutuas de interdependencia, asimetra y contraposicin.

    Si asignamos a la cultura el papel de transformadora de la naturaleza por medio del trabajo o, si se prefiere, el ser resultado de la transformacin de la naturaleza por medio del trabajo del hombre, la relacin bsica o estructural que se est implicando es la de una ruptura con lo dado. Por eso decimos que la cultura es una herramienta tanto de la reproduccin como de la transformacin, porque sobre todo implica desarrollarse dentro de esta dialctica entre lo que se supone dado, verdadero a priori, y, por lo tanto, no se cuestiona, y lo que pretende producir una ruptura con ese prejuicio o creencia en una verdad absoluta.

    El sentido humanista o iluminista del concepto de cultura

    Un antroplogo, George Stocking, llama humanista al uso contrario al sentido antropolgico de cultura. l define humanista como el uso que proviene del pensamiento iluminista, y que es una manifestacin del etnocentrismo que concibe a la otra cultura en forma paternalista. Este sentido supone en el fondo la existencia de un modelo de cultura como paradigma desde el cual las otras se colocaran en una posicin de parecerse ms o menos. Este modelo de cultura visto en singular ubica a la pluralidad de culturas como girando en su derredor, como subordinadas, degradadas o marginales, si bien acepta que si se encaminan por el respeto de esos valores considerados centrales y ms perfectos podrn aspirar a parecerse, a encolumnarse en el camino a esa perfectibilidad. Este modo de ver la cultura acepta como posible un camino progresivo de evolucin y perfectibilidad hacia esa cumbre, que representara la cultura entendida como superior.

    De esto resulta no slo que se considere que hay personas, sectores o pueblos ms cultos que otros sino que haya actividades valoradas como propiamente culturales y otras que caeran lisa y llanamente en el campo de la in-cultura o de lo que no sin esfuerzo podra aspirar a ser cultura.

    Ms all que el rtulo humanista pueda ser un tanto engaoso, digamos que esta actitud iluminista hacia la cultura es la propia de todos los sistemas de enseanza, pero mucho ms de los dominantes y por nosotros ms conocidos. stos ltimos se establecen sobre la base de la idea de un recinto oscuro de por s (el alumno, etimolgicamente, del latn: alumni, equivalente a un ser sin luz), al que se debe iluminar con la transmisin de

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    determinados contenidos elegidos de antemano y concebidos como superiores, los que finalmente l debe ser capaz de reproducir, o sea repetir en forma lo ms cercana al modelo que recibi. Es como, si desde esta posicin humanista no se considerara cultura a los valores de quien todava no est dentro del sistema formal de apropiacin de esos valores: la educacin.

    Por eso, el punto de vista humanista establece parmetros que supuestamente sirven para medir el grado de cultura pero a la vez es tolerante ante el otro y, a su manera, relativamente relativista cultural, ya que considera que cualquiera (persona, pueblo, sector social) puede escalar o evolucionar desde lo menos perfecto a lo ms perfecto, por medio de la educacin en los valores considerados superiores.

    De algunos distinguidos argentinos que mechan palabras en francs en su habla cotidiana, estn seguros de cul tenedor es el apropiado para cada tipo de manjar, se quejan de lo atascante del trnsito alrededor del Trastvere romano, enarcan sus cejas los fines de semana ante las pginas culturales de los diarios y a situaciones complicadas les atribuyen el ser algo kafkiano, se suele decir que son personas cultas.

    Se acostumbra a denominar cultura general a un conocimiento acumulado que en gran medida sirve para establecer una distincin entre los que lo tienen y -paradjicamente- la generalidad de las personas.

    Para agregado cultural de las embajadas se suele nombrar a quien se ha destacado por su notoriedad en actividades culturales por antonomasia, como la literatura, la pintura o la msica culta.

    Estn quienes ritualizan en forma ms que abundante la ingesta de bebidas de eufricos efectos sin caer en el descontrol, por lo que se les admira su cultura alcohlica.

    Desde este uso, entonces, vimos que tendra ms cultura quien comparte ciertos y determinados conocimientos, distribuidos en forma distintiva: para saber cul es el tenedor ms apropiado hay que pertenecer a tal grupo de iniciados en la materia; lo mismo para conocer tal o cul trmino extranjero o lo que se considera cultura general, como conocimiento acumulado. Para saber cun enmadejado es el trnsito en el centro de Roma hay que haber estado en Roma, y para saber que algo complejo puede ser kafkiano hay que haber ledo a Kafka, y as de seguido.

    Ac es necesario no confundir lo verdadero con lo verosmil (lo que es y lo que se cree que pueda ser). Porque la cuestin de fondo es que para ninguna de estas imgenes es necesario conocer lo que se dice que se conoce sino ostentarlo, que no es lo mismo. En otras palabras: lo importante es el valor simblico que puede adquirir la posesin del conocimiento de cierto bien distintivo de cultura, lo que representa para ese grupo y para el resto social del cual ese grupo intenta diferenciarse, apareciendo como culto.

    Queda claro entonces el carcter socio-cntrico y elitista del sentido humanista o iluminista de cultura. La especificidad de las pginas culturales de un peridico y de la agregadura diplomtica estaran tambin basadas sobre este sentido, que produce la valoracin de ciertas y determinadas actividades como propiamente culturales, principalmente las artstico-literarias y de stas slo algunas, y principalmente manifestadas en los centros dominantes. El chisme de la cola del mercado, el refrn en una conversacin de caf, el canto de la tribuna futbolera o los cuentos de Jaimito, por ejemplo, no entraran

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    dentro de esta clasificacin, como tampoco sus ejecutores como gente de la cultura.Y el ejemplo de la cultura alcohlica es interesante porque se apartara de estas

    concepciones de lo culto como lo exclusivamente artstico-erudito o como contenido de conocimiento. Si al que toma mucho se le nota, es un borracho; si no se le nota, es un hombre culto (de alcohol). La ostentacin, lo que se muestra, es lo ms importante, aunque la cantidad real sea la misma.

    En el fondo, la perspectiva que prevalece es la de la cultura como algo cuantificado, acumulable, seleccionable y centralizable, siempre determinada por el sujeto que se auto-atribuye el poder de cuantificar, acumular, seleccionar y centralizar ciertos valores supuestamente ms culturales.

    Unidad de contrarios

    El sentido antropolgico sirve para tomar conciencia que todas las manifestaciones humanas de cualquier latitud y cualquier poca son, han sido y sern cultura, como parte de la produccin simblico-material de la especie, transmitida en trminos de signos aprendidos y arbitrarios, compartidos y en transformacin permanente, y que todas las sociedades y grupos son productores de cultura, sin que sea posible distinguir en trminos de ms o de menos. En consecuencia, nos permite realizar una crtica respecto de las posiciones etnocntricas, sociocntricas y elitistas respecto a la cultura, que en gran medida coinciden con el sentido que Stocking tipifica como humanistas y en general situamos como iluministas.

    Pero debemos tomar nota que ambos sentidos constituyen un par de opuestos que conforman una unidad, ya que uno se constituye y define en funcin del otro y, como veremos enseguida, adquieren un valor analtico y de transformacin social slo si se los ve en esta unidad de contrarios.

    Por ahora digamos que si bien todas las sociedades poseen cultura por igual, no existe grupo humano que no pondere, dentro de su misma cultura, unos valores por sobre otros.

    Lo que equivale a expresar que ninguna cultura deja de reivindicar, ensear o imponer ciertos valores, comportamientos o creencias por encima de otras. Si bien las culturas pueden diferir sobre quin realiza la socializacin y educacin de los nios (los futuros sucesores de la definicin de Turgot), en ninguna cultura se deja de sealar qu se debe decir, qu se debe tocar, qu se debe hacer, etc., en suma: ninguna cultura, paradjicamente, deja de ser iluminista consigo misma, con lo que el relativismo cultural extremo encuentra otro punto de crisis en s mismo.

    []

    Cultura para la accin

    Cmo situarse desde una posicin y accin transformadora con esta base conceptual del concepto de cultura?

    Evidentemente el concepto antropolgico, manejado en forma hipertrofiada, como hemos visto, tiende a la reproduccin del statu quo. Su utilidad se dar siempre y cuando

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    se lo maneje como un contrario en unidad con el concepto iluminista. Es difcil pensar una transformacin social sin apelar a un sentido de la cultura como aprendizaje continuo, de acuerdo con determinados valores y no de absolutizaciones de lo relativo.

    Slo de la combinacin dialctica y constante entre pares analticos (material-simblico, etnocentrismo-relativismo, iluminista-antropolgico) se pueden dar cuenta de la realidad ms all de las naturalizaciones y los preconceptos. Si se recorren las modificaciones que fue sufriendo la postura de la UNESCO respecto a las cuestiones culturales, se podr encontrar de lleno con una dinmica entre la perspectiva iluminista y la antropolgica, entre concebir la cultura como todo lo creado por el hombre y el modo de vida de los pueblos y advertir a la vez contra los peligros de la provincializacin (uno de los efectos del relativismo extremo) de las realidades culturales, que conlleva al ahistoricismo y la aceptacin de modelos estticos y congeladores de la historia.

    Si la cultura no se hereda ms que socialmente y se debe aprender todo en cada generacin, nada puede obligarnos a naturalizar ni el progreso continuo ni un mundo mejor como algo garantizado de por s, por el mero transcurrir de los tiempos. Es la Historia, como eslabonamiento de contradicciones, la que puede construir el progreso, pero tambin puede no hacerlo. Y es la accin de los hombres, dentro de las contradicciones de cada sistema social, la que determina que los cambios sean posibles.

    La fantasa es como la veleta y es como una antena la conciencia del hombre. Amo a las dos. Las dos en mi tejado vibran como una rosa, escribi el poeta argentino Ral Gonzlez Tun (1905-1974). Tanto la fantasa como la conciencia entran dentro de la cultura, pues se construyen mediante la dimensin simblica de las acciones humanas. Es imposible escindir una de otra, como es imposible, en el mundo humano, dejar de lado el vuelo creador de las representaciones y el proceso de profundizacin de la conciencia social, en el terreno frtil que las contiene como herramienta de anlisis y transformacin: la cultura.

    Cuerpo y cultura

    Mercedes Cravero y Alejandra Roca

    Lo material y lo simblico

    La Antropologa ha mantenido una perspectiva social y cultural de los diversos fenmenos y manifestaciones humanas. Desde sus comienzos, el enfoque holstico de la antropologa clsica ha prestado inters a las formas materiales del universo simblico, interpretndolas en la compleja red de significaciones culturales. Como ha dicho Claude Lvi-Strauss: no podemos estudiar dioses, ignorando sus imgenes, a la vez que toda representacin simblica utiliza mediaciones materiales. De esta forma, el diseo de los objetos, la distribucin espacial, la arquitectura de las casas, los templos, la utilizacin de los colores y las vestimentas, no han pasado inadvertidos por los antroplogos y menos an por

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    los arquelogos, quienes trabajan exclusivamente con restos materiales socio-culturales. De este modo, la expresin material y simblica de toda produccin humana, ha constituido uno de los ejes fundamentales de la Antropologa.

    Lvi-Strauss afirma que cierto tipo de hacha de piedra, puede ser un signo. Qu significa esto? Fuera de su contexto cultural, un ingeniero podra examinar la eficiencia del hacha como herramienta, la tecnologa con la cual fue realizada, en una palabra, el aspecto utilizado del artefacto. Un diseador se detendra en sus lneas y formas, un artista en su valor esttico; un coleccionista en su valor como reliquia, y un anticuario en su valor monetario. Asimismo, un anlisis de laboratorio nos brindara el detalle de su composicin qumica, determinando a su vez su antigedad. Sin embargo, un hacha de piedra supone un conjunto de elecciones, que implican tanto su eficacia, su valor esttico y tecnolgico, pero esta hacha adquiere su sentido pleno en el contexto de una cultura particular. Lo que Lvi-Strauss llama un sistema de elecciones posibles; es decir, esta hacha de piedra es una y no otra de tantas posibles. Es un producto material dotado de significado, dentro de un contexto especfico. En otros trminos, la observacin de Lvi-Strauss hace referencia a la existencia de un sistema cultural particular que opera en elecciones arbitrarias a menudo percibidas como estrictamente funcionales (utilizando como ejemplo un hacha de piedra, un objeto aparentemente simple y rudimentario).

    Estas observaciones no se limitan al estudio de las llamadas sociedades primitivas. Historiadores como Eric Hobsbawm han percibido con precisin la dimensin simblica de la cultura material, tal como surge de las descripciones pormenorizadas que hace del mundo capitalista del siglo XIX, de donde surge la estrecha relacin entre el interior burgus, los objetos que lo habitan, y los valores estticos, morales, religiosos, las prescripciones de clase y los smbolos de status. En La era del capitalismo, Hobsbawm se refiere al mundo burgus del siglo XIX de la siguiente forma:

    Permtasenos comenzar el anlisis de esta sociedad... con la descripcin de las ropas que vestan sus miembros y los intereses que las rodeaban. El hbito hace al monje, deca un proverbio alemn, y ninguna otra poca lo entendi tan bien como sta, en la que la movilidad social poda colocar a un gran nmero de personas en la situacin, histricamente nueva, de desempear nuevos (y superiores) roles sociales, y, en consecuencia vestir las ropas apropiadas. [...] La impresin ms inmediata del interior burgus de mediados de siglo es de apiamiento y ocultacin, una masa de objetos, con frecuencia cubiertos por colgaduras, cojines, manteles y empapelados y siempre, fuese cual fuese su naturaleza, manufacturados. Ninguna pintura sin su marco dorado, calado, lleno de encajes e incluso cubierto de terciopelo, ninguna silla sin tapizado o forro, ninguna pieza de tela sin borlas, ninguna madera sin algn toque de tomo, ninguna superficie sin cubrir por algn mantel o sin algn adorno encima. Sin ninguna duda era un signo de bienestar y status. [...] Los objetos expresaban su precio... los objetos eran algo ms que simples tiles, fueron los smbolos del status y de los logros obtenidos... [...] Sus objetos al igual que las casas que los albergaban eran

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    slidos... La dualidad entre solidez y belleza expresaba una neta divisin entre lo material y lo ideal, lo corporal y lo espiritual, muy tpica del mundo de la burguesa; sin embargo en l, tanto el espritu como el ideal dependan de la materia, y nicamente poda expresarse a travs de la misma o, en ltima instancia a travs del dinero que poda comprarla. Nada era ms espiritual que la msica, pero la forma tpica en que entr en los hogares burgueses fue el piano, un aparato excesivamente grande, elaborado y caro.

    Vemos entonces cmo, tanto en el estudio de las sociedades arcaicas como en las modernas e industrializadas se ha demostrado que lo material y lo simblico conforman una totalidad.

    Un hacha de piedra, una alfombra, un piano, un chicle, una pieza tallada de jade, una gua telefnica, o un corpio con relleno, expresan el sistema de mltiples determinaciones de la sociedad que los produce y adquieren significado en un contexto especfico. Cabe sealar tambin que el contexto cultural, al tiempo que posibilita, limita nuestra capacidad para signar significados e interpretar. Para dar un ejemplo, cuando vemos un film, un mismo objeto, como una goma de mascar sobre una alfombra persa, puede significar, de acuerdo con la trama, la contradiccin entre Oriente y Occidente, la presencia de un espa norteamericano en Irn, o la pista de un asesino. En nuestra vida cotidiana, solemos estar permanentemente atentos al significado de nuestras prcticas y tambin (especialmente) a las de los dems.

    El clebre dramaturgo Molire observ mordazmente estas aspiraciones, en su retrato del burgus gentilhombre, donde satiriza las pretensiones y el ascenso econmico de la burguesa del siglo XVII:

    El seor Jourdain: -Os he hecho esperar un poco, pero es que ahora me estoy haciendo vestir como las gentes de categora; y mi sastre me ha enviado medias de seda como jams pens que haba de ponerme.

    El maestro de msica: -No estamos aqu sino para esperar que os desocupis.

    El seor Jourdain: -Os ruego a ambos que no os vayis hasta que no me hayan trado mi traje, a fin de que podis vrmelo. [...] Mi sastre me ha dicho que las gentes de categora andan as por la maana,

    El Sastre: -Mirad, aqu tenis el ms y mejor guarnecido traje de corte. Es una obra maestra haber inventado un traje tan serio sin que fuera negro ...

    El seor Jourdain: -Qu significa esto? Habis puesto las flores para abajo!

    El Sastre: -S, por cierto todas las personas de categora las llevan en esa forma.

    El seor Jourdain: -Las personas de categora llevan las flores para abajo?

    El Sastre: -S, seor.El seor Jourdain: -Oh, entonces est bien.

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    En este retrato de un parvenu (algo as como un nuevo rico), observarnos un uso de la indumentaria que resulta familiar en nuestra sociedad: el gasto desmedido en la vestimenta que expresa la pretensin de pertenencia a un sector social de status ms elevado.

    Los significados sociales atribuidos a la indumentaria se relacionan as tanto a diferencias de clase y status, como tambin a distinciones de gnero, preferencias sexuales, etreas, actividad laboral, o de grupos definidos por lo que se han dado en llamar las nuevas identidades urbanas. Innumerables trabajos etnogrficos acerca de las sociedades llamadas primitivas describen con amplitud los distintos tipos de arreglos y ornamentaciones, as como las ropas apropiadas que deben usarse en diferentes ocasiones, tales como rituales de iniciacin, funerarios, bodas y ritos de pasaje.

    Consumo de signos

    Estas prescripciones indumentarias y de arreglo personal, como ya dijimos, no son puramente estticas, o puramente funcionales, sino que expresan de modo implcito la estratificacin social, los valores, etc. La sociedad capitalista va a imprimir su propio sesgo a este tipo de expresiones, ya que si bien existen convenciones (novias de blanco, luto de negro), las mismas tendrn su propia expresin en diferentes grupos sociales, de acuerdo con sus propias pautas de consumo. Estas no descansan solamente en el poder adquisitivo que se tenga con respecto a un bien. Pierre Bourdieu nos habla de una apropiacin diferencial de los bienes. Si bien las clases sociales se diferencian por su relacin con la produccin y la propiedad, tambin lo hacen por el aspecto simblico del consumo, es decir por la manera de usar los bienes transmutados en signos. Este rasgo es especfico de la llamada sociedad de consumo. Por ejemplo: la entrada a un Museo, o a un concierto de una orquesta sinfnica puede ser gratuita (lo que la hara accesible a todos), pero slo algunos sectores sociales consumen y gustan este tipo de bienes culturales. La posibilidad de apropiarse de los mismos est relacionada con hbitos socioculturales, estticos y estructuras del gusto, internalizadas y aprendidas en el grupo de pertenencia.

    La apropiacin diferencial de los bienes se expresa tambin en el consumo de espacios de recreacin pblicos o semipblicos. Un ejemplo de ello son los paseos de compras o shopping center. All pueden reunirse una chica que ha hecho un largo viaje en colectivo con sus familiares para fotografiarse con su traje de cumpleaos de 15 en un ambiente de lujo, un contingente de amas de casa del interior del pas para hacer un tour de compras y recreacin, un grupo de adolescentes que hacen del shopping un lugar de encuentro, una persona que entra directamente a una negocio, realiza una compra y se va... Todos estos sujetos sociales se apropian en forma diferenciada y desigual del mismo espacio.

    En la indumentaria, por ejemplo, una misma prenda puede ser consumida de modo diferencial: una camisa verde loro, corta, con solapas enormes y botones diferentes, acompaada de saco marrn, o un jean roto, no produce la misma impresin (es decir: hacemos otra lectura de la misma) en una modelo que en una empleada domstica. Tambin diferentes elementos del contexto como el lugar (una disco de moda o un

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    transporte colectivo del Conurbano Bonaerense), el tipo de arreglo personal, los accesorios, el horario, nos hablan de situaciones y usos sociales por completo diferentes, aunque se trate de la misma prenda. Sin dudas, para la empleada domstica esa camisa no est a la moda, si no se compra otra es porque no puede hacerlo. En cambio para la modelo seguramente signifique algo retro y original, inclusive estar dispuesta a comprar ropa usada, en un comercio exclusivo.

    Como ya sealara Garca Canclini, cabe plantearse que los procesos de diferenciacin que se expresan en el consumo y generan identidades son resultado de desigualdades, es decir, dejar de lado un enfoque relativista de acuerdo con el cual slo veramos diferencias, donde en realidad hay desigualdades.

    Las diferencias de clase no implican entonces solamente el aspecto econmicomaterial, ya que la burguesa desplaza la diferenciacin a un sistema conceptual, en un plano simblico. De ah que Bourdieu nos habla de la lucha simblica. Esta estrategia crea la ilusin de que la diferenciacin no se debe a lo que se tiene, sino a lo que se es. De esta forma, la cultura, el arte, el buen gusto, la distincin, aparecen como un don natural.

    Finalmente, podemos retomar aqu el concepto de cultura, tal como lo entiende la Antropologa, segn el cual todo sistema simblico inserto en estructuras materiales expresa sentidos, a la vez procesos de identidad y diferencia, observables en las diversas prcticas e instituciones sociales. Recordemos la nocin de cultura que la define en oposicin a la naturaleza (ver Gravano): la arbitrariedad y diversidad de la produccin humana que va ms all de lo dado, de lo natural, transformndolo... El hombre, al modificar la naturaleza se transforma a s mismo, y su propio cuerpo lleva inscriptas las marcas de su cultura.

    A propsito de esta distincin entre naturaleza y cultura, Lvi-Strauss nos relata, en Tristes Trpicos, en alusin al arte del tatuaje de los indios Caduveo (de Brasil),

    en sus pinturas faciales ... los mbay expresan un mismo horror por la naturaleza. El arte indgena proclama un soberano desprecio por la arcilla de la que estamos amasados... Y luego agrega: Las pinturas conferen al individuo su dignidad de ser humano, operan al paso de la naturaleza a la cultura, del animal estpido al hombre civilizado...

    Es que la construccin social y cultural del cuerpo es comn a toda experiencia humana.

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