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--a-- NECROLOGIAS SOBRE «CLARIN» José María Martínez Cachero En memoria de mis amigos «clarinistas» Narciso Alonso Cortés, Carlos Claveda, Mel- chor Fernández Almagro y Guillermo de To· rre. l. LLOVIA EN VETUSTA D el piso de la calle de Campomanes, número 3; de aquel despacho «amplio y claro, con dos anchos balcones que daban al campo, desde los cuales se dominaba el hermoso parque del conde de güera, el Prao Picón y, al ndo, las tapias y los cipreses del Cementerio Viejo » (1), donde a veces (2) daba clase a sus alumnos, se mudó Leopoldo Alas -segunda quincena de mayo de 1Z1- «a una casa [sita en la Fuente del Prado] con una gran h _ u rta, muy ancha y alegre[...], sin idos, gran s1t10 para trabajar, magnífico » (3). La mudanza terminó el día 2 de junio, sólo once antes del fallecimie _ nto; y hubo de cumplirse así el presagio que renría Posada (4): «¡Qué triste tarde aqué- lla! Paseábamos juntos él, Buylla y yo; andaba Alas de mudanza de casa. [... ] ¡Qué ilusiones! ¡Qué planes! ¡cuánta dicha en perspectiva! Se le había ocurrido un cuento de circunstancias, muy suyo; _ un pobre enrmo que se muda, lleno de entusiasmo, a una casa alegre, toda luz; manda s s muebles, envía sus libros, y se agrava, y al fin, s1, se muda... para el cementerio. » A las siete de la mañana del jueves 13 de junio de 1901, aquejado de una tuberculosis intestinal en último grado y como consecuencia de un ataque de disnea, moría en Oviedo Leopoldo Alas; «cuando la noticia [inrma «El Carbayón » ] se difundió por la ciudad, causó impresión pronda y dolorosa » . El mismo diario (en su número del 15-VI) da noticia de las exequias: traslo del féretro a la Universidad; funeral en la iglesia de San Isidoro, parroquia a la que pertenecía el di- funto; acto seguido, el entierro, desde la Univer- sidad al cementerio de El Svor. Se rmaron varios duelos: eclesiástico -con don Joaquín de la Villa, canónigo doctoral; don Julián Bayón, cate- drático del Seminario; y do José Aramburu-, de amigos, de mia, universitario. «La manista- ción era verdaderamente imponente y a pesar de la lluvia que caía a torrentes, llegó compacta la multitud hasta San Roque [donde se despedían los duelos]. [Iban en el entierro] muchos obreros que habían solicitado permiso para dejar los talleres y acompar el cadáver. » Amigos que se desplaza- ron desde lejos para estar presentes en estos pia- dosos actos, flores, telegramas y cartas de condo- lenci , sueltos periodísticos, homenajes póstumos (realizados algunos tras larga espera) (5). Y necro- logías. 2 2. «EL PROGRESO DE ASTURIAS» RE- CUERDA A «CLARIN» «El Progreso de Asturias » era un diario liberal de matiz republicano, moderado en su tono, que contaba como colaboradores asiduos a algunos docentes universitarios; nació en Oviedo -año 1901-, vivió no mucho tiempo y parece que tuvo escasa disión; lo dirigía José C. Otero (6). «A la memoria del Doctor don Leopoldo G. Alas (Cla- rín), sabio profesor de Derecho, pensador pro- ndo, insigne escritor y eminente crítico » dedicó este periódico parte de su número 65 (16-VI-1901) por medio de muy breves y conmovidos recorda- torios, insertos desde la primera página, debidos a compañeros y amigos del fallecido, cuya fotogra- a centraba dicha página, compuesta a cinco co- lumnas. Sin duda el recordatorio a «Clarín-» e pedido pocas horas después de su óbito, premura de tiempo que junto a la brevedad requerida y a la dolorosa emoción que embargaba el ánimo de los así solicitados, explica la inanidad de algunas res- puestas y el tasado interés de otras. Entre estas últimas coloco las firmadas por: Adolfo Buylla -que considera a quien fue su colega de Facultad como «perdurable pedagogo, criticando y ense- ñando » y, también, como «un enamorado de lo ideal » -, Adolfo Posada (7) -quien reconoce la ac- ción beneficiosa de Leopoldo Alas, «luchador por la verdad, por la justicia y por la belleza » , cerca de la juventud intelectual española aún no caída Leopoldo Alas, Clar.

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Page 1: --a-- · 2019-06-18 · El mismo diario (en su número del 15-VI) da noticia de las exequias: traslado del féretro a la Universidad; funeral en la iglesia de San Isidoro, parroquia

--a--NECROLOGIAS SOBRE

«CLARIN»

José María Martínez Cachero

En memoria de mis amigos «clarinistas» Narciso Alonso Cortés, Carlos Claveda, Mel­chor Fernández Almagro y Guillermo de To· rre.

l. LLOVIA EN VETUSTA

D el piso de la calle de Campomanes, número 3; de aquel despacho «amplio y claro, con dos anchos balcones que daban al campo, desde los cuales se

dominaba el hermoso parque del conde de �güera, el Prao Picón y, al fondo, las tapias y los cipreses del Cementerio Viejo» (1), donde a veces (2) daba clase a sus alumnos, se mudó LeopoldoAlas -segunda quincena de mayo de 1901- «a unacasa [ sita en la Fuente del Prado] con una granh_u�rta, muy ancha y alegre[ ... ], sin ruidos, grans1t10 para trabajar, magnífico» (3). La mudanza terminó el día 2 de junio, sólo once antes del fallecimie_nto; y hubo de cumplirse así el presagioque refenría Posada (4): «¡Qué triste tarde aqué­lla! Paseábamos juntos él, Buylla y yo; andaba Alas de mudanza de casa. [ ... ] ¡ Qué ilusiones! ¡Qué planes! ¡cuánta dicha en perspectiva! Se le había ocurrido un cuento de circunstancias, muy suyo;_ un pobre enfermo que se muda, lleno deentusiasmo, a una casa alegre, toda luz; manda s�s muebles, envía sus libros, y se agrava, y al fin, s1, se muda ... para el cementerio. »

A las siete de la mañana del jueves 13 de junio de 1901, aquejado de una tuberculosis intestinal en último grado y como consecuencia de un ataque de disnea, moría en Oviedo Leopoldo Alas; «cuando la noticia [informa «El Carbayón» ] se difundió por la ciudad, causó impresión profunda y dolorosa». El mismo diario (en su número del 15-VI) da noticia de las exequias: traslado del féretro a la Universidad; funeral en la iglesia de San Isidoro, parroquia a la que pertenecía el di­funto; acto seguido, el entierro, desde la Univer­sidad al cementerio de El Salvador. Se formaron varios duelos: eclesiástico -con don Joaquín de la Villa, canónigo doctoral; don Julián Bayón, cate­drático del Seminario; y dori José Aramburu-, de amigos, de familia, universitario. «La manifesta­ción era verdaderamente imponente y a pesar de la lluvia que caía a torrentes, llegó compacta la multitud hasta San Roque [donde se despedían los duelos]. [Iban en el entierro] muchos obreros que habían solicitado permiso para dejar los talleres y acompañar el cadáver.» Amigos que se desplaza­ron desde lejos para estar presentes en estos pia­dosos actos, flores, telegramas y cartas de condo­lenci::t, sueltos periodísticos, homenajes póstumos (realizados algunos tras larga espera) (5). Y necro­logías.

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2. «EL PROGRESO DE ASTURIAS» RE­

CUERDA A «CLARIN»

«El Progreso de Asturias» era un diario liberal de matiz republicano, moderado en su tono, que contaba como colaboradores asiduos a algunos docentes universitarios; nació en Oviedo -año 1901-, vivió no mucho tiempo y parece que tuvo escasa difusión; lo dirigía José C. Otero (6). «A la memoria del Doctor don Leopoldo G. Alas (Cla­rín), sabio profesor de Derecho, pensador pro­fundo, insigne escritor y eminente crítico» dedicó este periódico parte de su número 65 (16-VI-1901) por medio de muy breves y conmovidos recorda­torios, insertos desde la primera página, debidos a compañeros y amigos del fallecido, cuya fotogra­fía centraba dicha página, compuesta a cinco co­lumnas. Sin duda el recordatorio a «Clarín-» fue pedido pocas horas después de su óbito, premura de tiempo que junto a la brevedad requerida y a la dolorosa emoción que embargaba el ánimo de los así solicitados, explica la inanidad de algunas res­puestas y el tasado interés de otras. Entre estas últimas coloco las firmadas por: Adolfo B uylla -que considera a quien fue su colega de Facultadcomo «perdurable pedagogo, criticando y ense­ñando» y, también, como «un enamorado de loideal» -, Adolfo Posada (7) -quien reconoce la ac­ción beneficiosa de Leopoldo Alas, «luchador porla verdad, por la justicia y por la belleza » , cercade la juventud intelectual española aún no caída

Leopoldo Alas, Clarín.

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por entero «en el positivismo materialista», con­servando todavía «amor al ideal y cierto espíritu sinceramente religioso»-, Fermín Canella -dipu­tando a «Clarín» como una gloria nacional, se complace recordando sus vinculaciones biográfi­cas y literarias a Oviedo y Asturias: «el origen de sus mayores» y el solar de Guimarán, alumno y profesor en la Universidad ovetense, cuentos y novelas «saturados» de ambiente vernáculo-, Melquiades Alvarez -define al que fue su maestro y era su compañero de claustro como «un obrero intelectual», que hubo de padecer «las estrecheces poco envidiables de una modesta burguesía»-, Enrique Uriós -un catedrático de la Facultad de Ciencias, venido de fuera años antes y a quien Alas encantaba como conversador pues «a su cla­rísimo talento, a su gran erudición, a su espíritu observador y analítico, juntaba una viveza de imaginación, un original gracejo que mantenía al interlocutor en un estado de verdadero deleite in­telectual»-, Rogelio Jove y Bravo (8) -cuya ima­gen profunda de Alas la constituyen «una percep­ción clara de lo bello, gran independencia de jui­cio, organización bastante impresionable para no ser exclusiva, espíritu rebelde a toda imposición del exterior, y un temperamento batallador en el cual la acometividad y la tenacidad vivieran jun­tas»- y José Quevedo -que ofrece el texto de una carta- confidencia de Alas a él dirigida (Oviedo, 1876). y celebra como relevantes en el amigo muerto «un acendrado espíritu religioso y un sen­timiento de justicia y de amor al prójimo» (9).

3. LUIS BONAFOUX, UN ENEMIGO IRRE­CONCILIABLE

Con alegría (lo mismo que cuando Angiolillo asesinó a Cánovas) acogió Bonafoux el falleci­miento de Leopoldo Alas -«quiero ser el primero en celebrar la muerte de «Clarín», escribió en «Heraldo de París» del 22 de junio-, enemigo desde la polémica de 1887, resonante acusación de plagios que he estudiado en otro lugar ( 10); un enemigo que, irreconciliable, continuó persi­guiendo a su víctima de manera casi obsesiva: en París y en Madrid, en la prensa periódica y en libro, disponiendo el banquete de 20 de noviembre de 1897, falso homenaje rendido a Leopoldo Alas por «El Progreso», diario madrileño que dirigía Alejandro Lerroux, o, incluso, arremetiendo con­tra quienes, como Andrés Corzuelo y Luis París, habían ponderado los méritos de Su único hijo y Doña Berta, respectivamente.

Dicha necrología en el periódico parisino ( 11) se titula Explosión de un traductor, extraño título que se explica ya a su final del siguiente modo: «Clarín» ha muerto herido en el intestino por la explosión de un tubérculo gramático, acelerado su fin [ ... ) por exceso de trabajo que se impuso para hacer la traducción de la obra Travail» (12). Bona­foux recuerda complacidamente la polémica con «Clarín» -«fui el único que le atacó sin haber sido atacado por él [ ... ] , cuando nadie había osado

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Primera página de «El Progreso de Asturias» del 16 junio 1901.

atacarle [ ... ) »-; le empareja con Cánovas, dos dic­tadores a los que odió en vida y sigue odiando ya mue11os, símbolos en literatura y en política, res­pectivamente, de «una regresión histórica»; valora con desprecio al autor de La Regenta: «un escri­tor mediocre y egoísta», destacado sólo por «sus cacareadas grandezas y su insoportable pedan� tismo». Indignan a Bonafoux aquellos que como Eusebio Blasco (13) «adulan» ahora si no a «Cla­rín», sí a su cadáver y parecen olvidar las rencillas de antaño pues perdonan y reconocen los méritos del colega fallecido.

Si hacemos caso al testimonio de Luis Santu­llano (14), Bonafoux atenuaría tan violenta acti­tud: «en 1906 yo tuve una larga conversación en París con Bonafoux, en la que él [ ... ) noblemente me dijo palabras de estimación intelectual para los grandes valores de Leopoldo Alas.»

4. EMILIO BOBADILLA, JOSE FERNANDEZBREMON Y FRANCISCO NAVARRO LE­DESMA O TRES ENEMIGOS QUE FUERON

No sin algún fundamento podía recelar Altamira que, tras la muerte de su compañero y amigo, «los imbéciles, los fanáticos y los envidiosos [darían] rienda suelta a la murmuración contra el que ya no vive para fustigarlos con su pluma y con su pala­bra» ( 15), y casos de ello hubo como el ya visto de Bonafoux. Fueron más en número, sin embargo, los testimonios necrológicos debidos a personas antaño disgustadas con «Clarín» que, a su muerte,

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hablaron de él respetuosamente; tal es el caso de Bobadilla, Bremón y Navarro Ledesma.

El cubano Emilio Bobadilla, que hizo muy co­nocido el seudónimo de «Fray Candil» (16), tuvo con Leopoldo Alas sus más -buena amistad, car­tas entre ambos, elogios críticos recíprocos, un prólogo de «Clarín» al libro Escaramuzas ( 1888) de su colega- y sus menos -alusiones despectivas por escrito y chismorreo mentiroso que conduje­ron a la ruptura, polémica de tono muy insultante en las páginas del semanario «Madrid Cómico» a lo largo del año 1892 y, por último, un duelo en el que Alas resultó levemente herido (17)-. Pero ahora, cuando recibe en París la triste noticia, Bobadilla se apresura a escribir, con destino al «Madrid Cómico» precisamente, cosa harto dis­tinta a los artículos de años antes. Escribe para reconocer valores que «Clarín» poseía en alto grado -«ingenio sutil y mordaz, cultura extraordi­naria, originalidad de estilo»-; para elogiarle en cuanto crítico -uno de los «más sagaces, más hos­pitalarios, más comprensivos y de más refinado gusto» con que han contado nuestras letras-, que alguna vez, sin embargo, frente a determinados escritos de nombradía -Belart, Echegaray, Me­néndez Pelayo son los ejemplos aducidos- se mos­tró poco explícito y demasiadamente respetuoso -«por razones mesológicas y de economía domés­tica, como me dijo en una carta, no podía decirtodo lo que pensaba de ciertos autores»-.

A José Fernández Bremón le destacó Alas en 1900 como «chroniqueur fameux, d'un langage tres correct et auteur de beaucoup de contes pleins de talent et de fra'icheur charmante» (18). Se habían llevado bien hasta la ruptura de su amis­tad a fines de 1882 y desde entonces ( «ambos éramos tercos») no dejaron de molestarse recípro­camente: Bremón procuraba silenciar el nombre del enemigo y éste le apellidaba «crótalus Bremo­nensis»; a empeorar la situación contribuyeron las patrañas inventadas por la mala intención de algu­nos -«que tuve parte en el fracaso de Teresa, en los juicios [adversos a esta pieza dramática de Alas] de la prensa, en su separación de «El Libe­ral»-, patrañas que Alas creyó eran verdad. Fer­nández Bremón, que hace la necrología dentro de su acostumbrada y muy leída «Crónica general» de «La Ilustración Española y Americana» (19), quiere ser justo y ofrece ahora una estimación que tiene sombras y luces; entre las primeras, que «Clarín» fue crítico «muchas veces» injusto e irrespetuoso en sus burlas, que hizo daño y acaso alejó del cultivo de las letras «a mucha gente de valer», que «no todas sus censuras gramaticales [y «Clarín» fue insistente crítico gramaticalista] de­ben aprobarse». Lo que sí debe aprobarse, reco­nocer en Leopoldo Alas, según el cronista, es su pasión por las letras, tan «verdadera»; el ingenio, «vivo y sagaz», del que hay muestra abundante en los paliques; el estudio que revelan sus críticas serias.

En 1889 Francisco Navarro Ledesma tenía

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,

Antiguo monumento a Clarín, de Alvarez Laviada.

veinte años y comenzaba su carrera literaria, que había de ser breve y no carente de brillantez; fue por entonces cuando estableció relación amistosa con Leopoldo Alas, de la que son testimonio algu­nos artículos del primero y cartas cruzadas entre ambos (20), relación que se rompería en 1897 a causa de unas alusiones poco favorables a «Cla­rín» que Navarro Ledesma firmaba en el semana­rio satírico «Gedeón» con el seudónimo de «Cali­nez». No es ocasión de contar las vicisitudes de esta enemistad (21), que acaso «más valdría olvi­dar para honor de las letras españolas» y que tuvo en la escalera del Ateneo madrileño un imprevisto episodio: ante el asombro de los circunstantes, Navarro Ledesma abofeteó a Leopoldo Alas que por entonces (final es de 1897) actuaba como con­ferenciante en aquella famosa tribuna. Poco más de tres años habían pasado cuando, a la muerte de Alas, su ofensor de hecho compuso para la presti­giosa revista «La Lectura» (Madrid, número 9: setiembre de 1901) la necrología titulada «Clarín» (apuntes para un estudio psicográfico), de «carác­ter informativo en cierto modo, y en otro res­pecto, psicológico».

Se sirve Navarro Ledesma del emparejamiento «Clarín»-Cánovas que se le había ocurrido a Bo­nafoux pero con intención distinta a la de éste: se trata de dos poderosísimas personalidades que «tuvieron captada la voluntad de España mucho tiempo» y ahora, desaparecidos ambos, ¿quién llenará su -hueco? Alas, «una verdadera taravilla»

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Actual monumento a Clarín en el Campo de San Francisco. Cabeza de Víctor Hevia.

Antiguo monumento a Clarín.

Actual monumento a Clarín. Reverso.

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por su nerviosa e incesante inquietud intelectual, estudiante siempre pues «no consentía que nadie se le adelantase en lo de estar a la última moda», fue una víctima de la actualidad, literaria sobre todo, tras cuyo apresamiento corría desalado, con detrimento para su obra más creadora ya que a esa actualidad, efímera y cambiante, sacrificó :<1os mejores dones de su ingenio». Sicológicamente Alas padecía, por su amor a la literatura, una especie de panliteraturismo a todas luces nocivo que le hizo, de una parte, mirar por encima del hombro como si fuesen gente ordinaria a los no­literatos y, de otra, confundir vida y literatura, de tal modo que «para él, un poeta ripioso era un enemigo jurado» y «la sosería literaria, el gaii­cismo, los defectos sintácticos deberían estar cas­tigados en el código penal». Con todo, su paso por la república de las letras no resultó baidío ya que «espoleaba al viejo corcel castellano con los pin­chos de su ingenio y lograba sacarle de su anda­dura matalona, y conseguía el milagro de hacer pensar en cosas espirituales a los boticarios de los lugares y a los aduaneros de las costas».

5. LA NECROLOGIA QUE MOLESTO ENOVIEDO

Urbano González Serrano era auxiliar de la cá­tedra de «Metafísica» de la Universidad de Ma­drid y sustituía en ocasiones al catedrático Nicolás

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Salmerón, como en aquella mañana de octubre de 1871 en que le vio por vez primera el alumno Leopoldo Alas: «[ ... ] un joven de poco más de veinte años, moreno, de aventajada estatura. Ha­blaba con rapidez y con gesto y acento apasio­nado; movía mucho los brazos extendidos y tenía cierta expresión de misterio en la mirada, en las inclinaciones de la cabeza y en el i_r y venir de las manos, que a veces tomaban movimientos de alas. Parecía un moro vestido de levita. Lo que decía, también tenía para mí algo de árabe, a lo menos por lo incomprensible» (22). Andando el tiempo nacería entre ambos una amistad que se mantuvo invariable a través de los años, manifestada en un epistolario (de «numerosa correspondencia», ha­bla González Serrano), en un prólogo de «Clarín» -al libro Góethe, ensayos críticos de GonzálezSerrano, 1892, libro «serio, [que] busca la verdad,casi una monografía científica»-, en la atencióncon que González Serrano, crítico de la actualidadintelectual española, sigue la obra de Alas (23). Alos pocos días de su muerte escribe González Se­rrano la necrología que va a ocuparnos, «un juiciode impresión honda, pero sincera»; añado que esartículo repleto de apuntaciones interesantes y di­versas.

Para el articulista, Leopoldo Alas era «sobre todo» un crítico de los que «saben mirar y ver» que rindió «culto a la verdad», sin que este afán y aquella cualidad queden gravemente rebajados por la anécdota de sus polémicas, las cuales «a veces degeneraban en riñas de comadres [y] excitaban su biliosa irritabilidad». Crítica la suya que no sólo es valoración positiva o negativa de obras y autores sino, además, crónica o relato de lo que pasaba en náestras letras, «la historia real y vivida» de las mismas, aspecto por el que su labor puede ser aproximada a la de Sainte-Beuve en los famosos «Lundis».

Interesaron a L. Alas bastantes cosas tales como: el socialismo, movimiento «que miraba con simpatía»; la política, militante incluso, «a la cual hacía excursiones momentáneas arrastrado por su espíritu batallador»; la filosofía, pues era pensador temperamentalmente «serio», «impresionable» y proclive a «idealismos difusos». A este último par­ticular señala González Serrano, muy temprana­mente por cierto en la bibliografía sobre Alas, que «a partir de 1880» se inició, y fue creciendo con el paso y el peso de los años, una «transformación interna» de Leopoldo Alas, incurso en un modo de Neo-Cristianismo, con apoyos magistrales en Renan y en Castelar (son los nombres menciona­dos); muestra en definitiva de su .«ansia de lo divino y [ de un] anhelo de oxigenar de Dios [ el] alma» (palabras de «Clarín» en carta a González Serrano, que éste ofrece como apoyo de su pare­cer).

Concluye González Serrano proclamando la ex­cepcionalidad de Alas, que «excedió la línea de lo vulgar», y augurando que con el curso del tiempo, una vez cese la polémica y se calme la pasión

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Folleto necrológico de homenaje a Clarín aparecido en Oviedo el 1 de julio de 1901.

injusta, «perdurará lo positivo de su obra, [ se] agrandará su personalidad».

Muchas más luces que sombras contiene esta semblanza necrológica pero a algunas gentes de Oviedo, llevadas quizá por un exceso de celo amistoso, no pareció bien, disgustó incluso. ¿Por qué así? Cuando González Serrano recoge su es­crito en volumen (24), coloca una nota informativ'a de lo sucedido a la altura de un breve párrafo (tres líneas y media) cuyo sujeto es la «perspicacia crí­tica» de Alas, matizada así: «pero la obscurecía [ esa perspicacia] y aun ponía en difumino con un mariposeo intelectual que le conducía a veces a un infantilismo incomprensible». ¿Fueron estas palabras matizadoras, y no desprovistas de algún fundamento, las que motivaron la protesta ove­tense?

6. FINAL

Hubo otras muchas necrologías, de ordinariosueltos breves y tópicos, anónimos en buena parte, que sólo prueban cómo la importancia del personaje exigía hacerse eco de la noticia de su fallecimiento; en diarios, semanarios y revistas de muy varias y distantes localidades -desde Muros de Pravia (25) hasta Buenos Aires (26)- aparecie­ron por aquellos días de junio de 1901 unas líneas,

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cuando menos, de condolencia. Fue Bonafoux quien, como buen anarquista literario. se llevó la palma de lo desagradable y hasta mMstruoso en tanto otros colegas, enfrentados en vida con- Alas, tuvieron la elegancia de deponer en esta hora su hostilidad; los amigos y compañeros de Oviedo prorrumpieron en alabanzas, arrastrados por la emoción de la irreparable pérdida. � T�as ella se abría la posteridad, la fama ._.lpostuma.

NOTAS

(1) Así lo recuerda Adolfo Alas: p. 19 de Epistolario a«Clarín» ... , 1. (Madrid, ediciones «Escorial», 1941).

(2) «El día que no lograba librarse de la pesadez intestinal,los alumnos recibían las clases en el despacho. Todavía re­cuerdo [Elisa Alas] que Adolfín y yo nos divertíamos en mirar por la cerradura a los veinte jóvenes atentísimos a la palabra de nuestro padre, ya más apagada, pero con más alma y más emotividad», (p. 67 de Marino Gómez-Santos, Leopoldo Alas,«Clarín». Ensayo bio-bibliográfico. Oviedo, Instituto de Estu: 1

dios Asturianos, 1952).

Tumba de Leopoldo Alas en el cementerio de El Salvador, en Oviedo.

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(3) Carta ele Alas a üaldós, fechada en Oviedo: 18 de abril1901, (p. 295 de Soledad Ortega, Cartas a Galdós. M., Revista de Occidente, 1964).

(4) Adolfo Posada, p. 171 de Autores y libros. (Valencia,¿ 1909?).

(5) Da noticia de los mismos Constantino Suárez «Españo­lito» en las pp. 128B y 129A del tomo I de Escritores y artistasasturianos ... (M., 1936).

''(6) Rogelio Jove y Bravo en Un siglo de prensa asturiana(/808-/9/6) («BIDEA», n.0 7, Oviedo, 1949) hace breve men­ción de este periódico, «del cual era alma Aniceto Sela» y a cuya desaparición «ya no tuvo órgano el partido republicano [en Asturias]».

(7) Otros textos, más extensos y meditados, de Buylla yPosada pueden leerse en el volumen Leopoldo Alas «Clarín»,edición de José María Martínez Cachero. (M. Tauros, 1978).

(8) ¿Fue Jove y Bravo, que escribía versos y los publicabacon el seudónimo de «Luis del Carmen», el punto de partida utilizado por L. Alas para la creación del personaje «regen­tino» Trifón Cármenes?

(9) Otra miscelánea necrológica ovetense fue la. ofrecidapor «Revista Popular» en su número extraordinario del 1 de julio de 1901 dedicado «al maestro de maestros Leopoldo Alas (Clarín)».

(10) José María Martínez Cachero, Luis Bonafoux y Quin­tero «Aramis » contra «Clarín». (Historia de una enemistadliteraria) («Reyista de Literatura», Madrid, 1953, pp. 99-112).

Posteriormente Jean Franyois Botrel aportó más datos a semejante historia; véase U/timos ataques de Bonafoux a«Clarín» («Archivum», Universidad de Oviedo, XVIII, 1968, pp. 177-188).

(11) Puede leerse en las pp. 265-270 del libro Bilis (París,1908).

(12) El último trabajo de empeño realizado por Alas fue latraducción de uno de «Los Cuatro Evangelios» de Emilio Zola; la novela Travail. El encargo se lo hizo la editorial barcelonesa Maucci que publicó en 1901 (poco antes de la muerte del traductor) dos tomos (de 320 pp., el primero y 288 pp., el segundo) con su versión.

(13) Eusebio Blasco, periodista, poeta, dramaturgo, quebulló mucho en sus días y tuvo alguna agarrada con Leopoldo Alas, publicó en el n.0 138 (21-VI-1901). de «Relieves», Ma­drid, una necrología donde, aunque afirma que «Clarín» había sido «un tirano» en las letras españolas, hace justicia a sus méritos y le recuerda con respeto.

( 14) P. 4 del n.0 76 (IV-1952), de «Insula» (M.).( 15) Rafael Altamira en su contribución al homenaje de «El

Progreso de Asturias». ( 16) Sobre Bobadilla puede consultarse: Graziella Barinaga

y Ponce de León, Estudio crítico biográfico de Emilio Bobadi­lla ( Fray Candil). (Habana, 1926).

(17) Marino Gómez-Santos, ob. cit., pp. 108-112, ha refe­rido esta polémica y su desenlace.

(18) En la p. 90 del volumen L'Espagne. Politique, littéra­ture . ... (n.0 especial de la «Nouvelle Revue Internationale», París, 1900). El artículo que firmado por Leopoldo Alas «Cla­rín» se inserta en dicho panorama (pp. 83-97), lleva como título Le mouvement littéraire contemporain.

(19) N.0 XXIII: 22-VI-1901.(20) De todo esto da noticia Dionisio Gamallo Fierros, En

el centenario de un malogrado gran escritor, Francisco Nava­rro Ledesma. Una carta que dirigió a «Clarín» ... («Arriba», M., 5-IX-1969).

(21) Se refiere a la cuestión Carmen de Zulueta en las pp.128-131 de su libro Navarro Ledesma. El hombre y su tiempo.(M., Alfaguara, 1968).

(22) «Clarín», Ensayos y revistas. (M., 1892), pp. 12-13.(23) Así en el volumen (Estudios críticos) (M., 1892), pp.

149-155: sobre los «Folletos literarios».(24) Páginas 141-147, con el título Un día de luto, de La

literatura del día (1900 a 1903). (B., «Biblioteca de Escritores Contemporáneos», 1903).

(25) Edmundo Díaz se hace eco de la muerte de «Clarín»en la p. 2 del n.0 105 (15-VI-1901) de «El Nalón», «revist� ilustrada de intereses generales».

(26) Hay una breve nota necrológica en el n.,° 142 (22-Vl-1901) del popular semanario bonaerense «Caras y Caretas».