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La vida urgente de Soledad Rosas:una joven de Barrio Norte acusadade ser la terrorista más peligrosa deItalia.En junio de 1997, cuando salió de laArgentina, Soledad Rosas era unachica de Barrio Norte, 23 años,licenciada en Turismo. Un añodespués, cuando la encontraronahorcada en Turín, estaba presa yacusada de ser la terrorista máspeligrosa de Italia. La suya fue unahistoria de amor y de anarquía y,también, la historia de cómo unEstado se inventa sus peores

enemigos.

Martín Caparrós

Amor y anarquíaLa vida urgente de Soledad

Rosas 1974-1998

ePUB v1.0

GONZALEZ 21.09.11

© 2003, Martín Caparrós

Editorial: Grupo Editorial Planeta S.A./BooketISBN 987-580-128-3Titulo: Amor y anarquía: La vida urgentede Soledad Rosas 1974-1998

A Horacio Amigorena,por aquella charla veneciana

y tantas otras.

"Los argentinos aguantan muchascosas,

pero no toleran la anarquía."Ex senador Eduardo Duhalde

"La Sole se fue de lo linda que era."Los Redonditos de Ricota, "Esto es to-

todo amigos"

Quiero reconocerlo: lo primero queme llamó la atención fue su muerte. Losdiarios la contaban y decían que habíasido por una causa o un amor: en los

últimos días de aquel siglo, las dosrazones sonaban tan extrañas. Morir poruna idea o por una pasión son dosanacronismos diferentes, pero participande la misma esperanza: que más allá deaquí y ahora existe algo mejor, sin locual todo esto es muy poquita cosa.

La muerte de Soledad me llevó a lade su novio, Edoardo: este libro podíahaber sido la historia de dos muertessolitarias —y por lo tanto misteriosas.Un hombre y una mujer que se amaronaparecen colgados de formas semejantesen una celda y una granja del Piamonte.Allí quedaban sus vidas, sus misterios:cómo saber qué pasa cuando dos mueren

solos, cuando no dejan notas que loexpliquen, cuando dejan enigmas. Todamuerte es una certeza que despiertainfinidad de dudas —y algunas, muchasmás. Es verdad: sus muertes me llevarona buscarles la vida. A primera vista susmuertes cambiaron sus vidas porcompleto: las hicieron dignas de algunaforma de la historia. Quizás, en estahistoria, sus vidas puedan cambiar susmuertes: prestarles un sentido, darlesvida.

Quería conocer sus historias: queríasaber cómo se crece en la Argentinacontemporánea, cómo el futuro quenuestro país no ofrece puede ser

reemplazado por otros. Cómo unafugitiva se armaba una vida nueva enotro país —europeo, prestigioso. Cómose hacía una militante en tiempos deneoliberalismo y olvidos y renuncios.Cómo una chica de Barrio Nortellegaba, en pocos meses, a convertirseen el Enemigo Público Número Uno delEstado italiano. Y por qué un Estadomoderno edificaba con tanto cuidado lafigura de sus enemigos —la figura delterrorista— y cómo terminabadestruyendo los monstruos que inventaba—porque los inventaba para eso. Queríasaber si Soledad se inventó un enemigo,si Soledad fue un invento de sus

enemigos: precisaba enterarme.Eso fue hace dos años: eran tiempos

que parecían vacíos. Después las callesde la Argentina volvieron a llenarse depersonas —y también de muertes. YSoledad Rosas empezó a tomar otrossentidos.

LA IRRUPCIÓN

Soledad gritaba. Esa mañana lahabían despertado muy temprano,todavía más que de costumbre. Fueviolento: hacia las seis y media unaguardiana con voz de odio le habíaladrado que se levantara:

—Rosas, arriba. Vamos, rápido.Desde su llegada a Italia, ocho

meses antes, Soledad había dejado deser Soledad: allí todos la llamaban Sole.En Buenos Aires, antes, algunos lallamaban así, pero en Italia Sole era soly le gustaba que su nombre se hubiera

transformado en eso. Hasta la cárcel: enla cárcel no había sol y las guardianas lallamaban Rosas. Para ellas Rosas no eramás que un apellido.

—Vamos, Rosas, no me hagasenojar.

Soledad pensó que le importaba trescarajos que la guardiana se enojara peroigual tuvo que levantarse. La mujer ledijo que la siguiera y la empujó suavito:no mucho, sólo para marcar que podíahacerlo. Soledad le preguntó quépasaba, por qué se la estaba llevando yla guardiana le dijo que no sabía: quizásfuera verdad. Caminaron por un pasillolargo; todavía estaba oscuro.

La guardiana la llevó hasta una celdadonde no había nadie, donde no habíanada; Soledad entró y la otra cerró lapuerta y la siguió vigilando desdeafuera. Fue entonces cuando Soledadempezó a gritar. Estaba sola y sabía queno servía para nada, pero quería gritar:por lo menos les mostraría a esos hijosde puta que no iban a hacer con ella loque se les cantara. Soledad gritaba ypateaba y puteaba, esa mañana, todavíamás temprano que de costumbre.

Al cabo de un rato Soledad se calló.Nadie parecía escucharla, y ademásEdoardo le había dicho que era mejortratar de reírse. Por suerte no la habían

revisado y tenía su última carta en elbolsillo del pantalón: "Yo también lloro,sabés, sirve para descargar lastensiones. Pero reír sería mucho mejor".

Soledad se prometió que ese díaharía todo lo posible por reírse.

"Sole, recibí tu carta, me contáscosas muy lindas y la fábula de la tribuindia me hace acordar un sueño de laotra noche. Vos y yo habíamos alquiladoun bajo eléctrico, un redoblante y uncharleston. Vos tocabas el bajo y yo elredoblante y el charleston. Tocábamoscomo nos daba la gana y nosdivertíamos mucho. Después hacíamos

una fiesta y venían nuestros amigos ytocábamos con ellos; algunos bailaban,otros tocaban y todos se reían felices.Después vos y yo nos íbamos en unabicicleta a dar una vuelta, pedaleando unpoco yo y un poco vos. Era de nochepero se veía porque había luna yestrellas. El cielo estaba límpido y en unmomento llegábamos a un bello pradoflorecido, nos acostábamos, nosabrazábamos y nos dormíamos.

"Cuando leí que pensabas en tenerun chico me acordé que esta mañana,mirando un programa de la tele quehablaba de la adopción, pensé qué lindosería adoptar uno. Pero enseguida

entendí, escuchando lo que decían, queera una cosa complicada, que laburocracia a menudo desalienta a losque lo intentan. (...)

"Me mandaron unos recortes dediario con artículos sobre nuestroarresto. Me guardé una foto tuya, así siun día estoy inspirado me gustaría tratarde hacerte un retrato. Me gustaríahacerlo de memoria pero quizás seademasiado difícil para mí. Quizás si undía un perro llegase a la casa dondevivamos podríamos tenerlo, si élquisiera estar con nosotros.

"Casi todos los días pongo el panque hacemos en la ventana y los

pichones vienen a comerlo. Algunos sonmuy lindos.

"Yo también lloro, sabés, sirve paradescargar las tensiones. Pero reír seríamucho mejor.

"Te valoro tanto, querría abrazartefuerte,

"tu Baleno".Baleno era Edoardo, su hombre, y

Soledad releyó varias veces el final:Edoardo no solía escribir mimos.Después se quedó callada, casi sinpensamientos, esperando algo que noconseguía imaginar. Pero la lectura lahabía reconfortado. En cuanto volviera asu celda le contestaría.

Ya debían ser las ocho, por lomenos: los rumores de la cárcel ibancreciendo y una luz empezaba a filtrarsepor la ventana alta. En la celda deaislamiento no había ni siquiera unamanta, y hacía frío. Soledad pensaba enel retrato que quería hacerle Edoardo yse pasaba la mano por el pelo al ras:había tomado la costumbre de cortárselotodas las semanas y le gustaba elcepillito de su cabeza rapada, esamanera de rechazar el modelo de bellezade las publicidades. Ella había sidobonita como tantas, chiquita, bienformada, una cara agradable, y ahorahabía decidido cambiar su forma de ser

linda: la belleza era la diferencia,atreverse a ser otra y ser ella. Se volvióa pasar la mano por el cráneo y se miróla camiseta roja: grandota, algunamancha.

—Rosas...La interrumpió la guardiana, casi en

un susurro. Su tono parecía más amable:extrañamente amable.

—Vamos, Rosas, te tengo que llevara la sala de coloquios. Te estáesperando tu marido.

—¿Mi marido?—Sí, tu marido.Por un momento se confundió:

seguramente quería confundirse.

Después se sonrió: su marido, claro, noera Edoardo sino Luca Bruno, elcompañero anarquista con quien sehabía casado un mes antes paraconseguir la residencia. Ya había hechovarios intentos para que la dejaran ver aEdoardo pero todos chocaban contra laburocracia de la cárcel y del tribunal:como no los unía nada legal no teníanderecho a una entrevista. Soledad no sedesalentaba: insistiría hasta lograrlo.Luca, en cambio, por aquel casamientoformal, tenía derecho a visitarla y yahabía ido una vez: al fin y al cabo era unamigo, le contaría cómo estaban lascosas afuera, la distraería por un rato.

La sala era grande: a veces sejuntaba mucha gente y el ruido se hacíainsoportable, pero a esa hora estabavacía. Luca la saludó con un beso y bajóla mirada: parecía intranquilo, confuso.Le preguntó cómo estaba y casi noescuchó su respuesta. Pero ella estabacabreada y quería contarle por qué:

—Luchino, no sé qué les pasa aestos hijos de puta que esta mañana meagarraron y me pusieron en aislamiento.¿Qué carajo están haciendo?

Luca seguía callado; los dedos se letrababan armando un cigarrillo. Despuéssupuso que era mejor decírselo cuantoantes:

—Sole, no sé cómo empezar. Balenoestá muerto.

—¿Muerto? ¿Cómo muerto? ¿Quéquiere decir muerto?

Balbuceó Soledad. De pronto elitaliano se le volvía una lengua tanextraña: no entendía. O entendíademasiado. Luca no sabía si callarse oseguir hablando:

—Muerto, no sé, carajo. Me acabande decir que se mató esta noche.

Soledad soltó un grito.

Esa mañana Luca se había levantadodemasiado temprano. No solíadespertarse a esas horas, pero tenía que

visitar a Soledad y no quería llegartarde. Cuando salió de la casa ocupadaque llamaban el Asilo, en la viaAlessandria, recién empezaba a clarear.No tardó mucho en llegar hasta la cárcelde Le Valette: los sábados a esa hora losturineses todavía no atestan las callescon sus fiats.

La visión de los muros de la cárcello entristeció, como cada vez. Y despuésvinieron los trámites, las humillaciones:los guardias de Le Valette asumían quelos parientes de los prisionerosformaban parte de los malos del mundoy se lo hacían sentir. Luchino ya habíapasado los controles cuando un

funcionario de la prisión lo llamó y lollevó hasta una oficina. Ahí adentroestaban todos: los fiscales Laudi yTatangelo, el jefe de la policía políticaPetronzi; mostraban caras graves. Elfuncionario de la cárcel no los presentóni se perdió en preámbulos:

—Mire, lo lamento. EdoardoMassari ha fallecido.

—¿Qué?—Eso, que está muerto, se mató.El tipo trataba de parecer

emocionado o —quizás— estabaemocionado. Hablaba muy bajito, comoen un velorio, y le dijo que esamadrugada, a eso de las cinco, el

guardia que hacía la ronda lo habíaencontrado moribundo. Todavíarespiraba, le contó el funcionario, y queel guardia llamó al médico y le hicieronmasajes cardíacos pero no consiguieronreanimarlo. Edoardo estaba en una celdaindividual con una cama de dos pisos:después muchos se preguntarían por quéEdoardo Massari estaba solo en unacárcel donde casi todos los presoscomparten sus espacios. Las autoridadesde la prisión dirían que él lo habíapedido, como si eso fuera un criterio enese mundo.

Edoardo se había ahorcado, dijo elfuncionario, con su sábana: la había

atado a los barrotes de la cama de arribay se había dejado caer en el suelo sobresus rodillas para asfixiarse. Cuandoalguien se cuelga de una cuerda atada aun soporte alto y queda con los pies enel aire, la muerte llega por el parorespiratorio producido por la sección dela médula y es casi instantánea.Edoardo, en cambio, había tenido quehacer fuerza con su cuerpo haciaadelante durante unos minutos mientrasla sábana atada a su cuello terminaba deahogarlo: había debido sostener esapelea interminable contra su instinto desupervivencia, reafirmar cientos deveces, en esos minutos, que quería

morirse. Era, dijo el funcionario, unamuerte trabajosa: era, no dijo, unamuerte terrible.

Eso si todo había sucedidorealmente como el tipo lo contaba,pensó Luca, y soltó una puteada por lobajo.

—Usted va a encontrarse con suesposa.

Le dijo el tipo, con un tono que nisiquiera era de sorna, aunque no quedaraclaro de quién era la esposa.

—Sí, a eso vine.—¿Prefiere decírselo usted, o le

parece mejor que se lo digamosnosotros?

Luca se quedó pensando unossegundos: imaginó a Soledad oyendo lanoticia de boca de un guardiacárcel ypensó que tenía que evitarlo a todacosta:

—No, déjeme que se lo cuente yo.Yo se lo cuento.

—¡¿Pero por qué me hizo esto?!¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?!

Gritaba Soledad, en castellano, contodo el desgarro que una voz puede dar,y Luca la miraba sin saber qué hacer.

—¡¿Por qué me dejó así?! ¡Hijo deputa, por qué me dejó así!

Muchas veces, en los meses

siguientes, Soledad se arrepentiría deesas puteadas iniciales. Pero en esemomento no podía pensar en otra cosa:Edoardo se había ido, la había dejadosola, la había dejado; se había separadode ella para siempre.

—¿Cómo pudo, carajo, cómo pudo?Soledad seguía gritando, se agarraba

la cara con las manos, se deshacía lacara como el que estruja un tomate muymaduro. El mundo de pronto le resultóun tomate demasiado maduro, a punto dedeshacerse en chorros rojos. Todo leparecía un delirio, una ficción, pero almismo tiempo era tan verdadero: era lavida haciéndose de pronto demasiado

real, convirtiéndose en muerte. Lucaintentó consolarla con un abrazo queSoledad no terminaba de aceptar. Ellahablaba con otro:

—¡Me dejaste, amor, te fuiste, medejaste acá sola, amor, la puta madreque te remil parió!

Gritaba, desesperada. Minutos antesla cárcel era algo terrible; de pronto sehabía convertido en un mal tan menor.Soledad gritaba, lloraba, se retorcía yseguía preguntándole por qué me hicisteesto, por qué me abandonaste. Haypreguntas que sólo se pueden hacer a losque ya no saben contestarlas.

Una hora más tarde, cuando sepresentó el abogado Novaro, Soledadparecía más calmada. Había charladomucho con Luca Bruno: entendido queno entendía muchas cosas, que no sabíabastantes. Quién podía asegurar queEdoardo se hubiera matado como decíanellos, por ejemplo. Quién podía decidir,si en verdad lo había hecho, sus razones.Por momentos Soledad se tranquilizaba;enseguida volvía a pensar que por másrazones que tuviera había una razón queél no había contemplado:

—Amor, ¿por qué, por qué tuvisteque dejarme sola? ¿No pensaste en mí,mi amor no te alcanzaba?

Después pensaba que era injusta,que quizás lo habían matado; despuésvolvía a la indefinición y otra vez losreproches. Novaro la abrazó: nunca sehabían tocado pero Soledad se escondióen ese abrazo. Dos, tres minutos lloraba,sacudida, entre los brazos de esedesconocido que podía definir su futuro.

—¡Qué egoísta, carajo, qué egoístaque estuvo!

Dijo, ya más calmada. Y siguió, conlos ojos extraños de quien no seconvence de que ya no es posible:

—Aunque lo condenaran, igualpodíamos hacer una vida juntos; yo loespero, yo puedo esperarlo.

Novaro la miraba como si tuvieramiedo de hacer el menor ruido. Soledadse sentó: estaba agotada. Miró a sualrededor: todo parecía falso. Ese díaera falso, la cárcel, ese idioma quehablaban esos brutos, los guardias eranfalsos, las detenidas que la mirarían conesa mezcla de simpatía y curiosidaderan muy falsas, ella misma ahora,pensando que todo eso era falso, eramás falsa. Nada de todo eso estabasucediendo en realidad. Soledad nocreía que todo eso le estuvierasucediendo en realidad. No hay lugarespara enterarse de la muerte de un amor,pensó, pero la cárcel es el peor de

tantos imposibles.

—Se me ocurre una sola razón: si lohizo, lo hizo para que no nos olvidaranacá en la cárcel.

Dijo Soledad y los cuatro señores semiraron sin saber qué decir. PasqualeCavaliere, el consejero del partidoVerde, había pedido verla. Junto con élestaban el escritor y senador decentroizquierda Furio Colombo, elsubsecretario de Relaciones ExterioresPiero Fassino, el diputado verdeGiorgio Gardiol, el concejal verdeSilvio Viale y el vicedirector de lacárcel, Giuseppe Mazzini. Después

Furio Colombo diría que creyó entenderque Soledad decía: lo hizo por mí, paraque me liberaran lo antes posible.Soledad no dijo eso. Soledad habíadecidido controlarse, no decirles casinada a estos políticos burgueses que noconocía. Con Cavaliere quizás habríapodido hablar, pero a los otros jamáslos había visto. En todo caso no lesdaría el gusto de su dolor, de verladerrotada.

"Es una figura chiquita y frágil",diría después Colombo, "que parecemucho más joven, y eso contrasta con laforma en que controla su dolor, que enningún momento se volvió emoción. Una

persona fuerte, que se expresa conclaridad".

—¿Dónde está? Dónde se lollevaron ahora.

Dijo Soledad. No dijo un nombre,pero nadie dudaba de que había dichoEdoardo. Estaban en una habitaciónchiquita, las paredes de verde, unescritorio viejo, dos sillas baqueteadas.Todos parados, recelosos.

—Edoardo está en la morgue. Hayque hacerle la autopsia.

Dijo el funcionario. Se hablaban ensusurros, como en cualquier otrovelorio.

—Quiero ir a su funeral. ¿Me van a

dejar ir, no?Dijo Soledad, y enseguida empezó a

pensar que eran todas mentiras. Por quécreerles a estos hijos de puta, se dijo,por qué aceptar sus palabras. Ella notenía por qué creer que Edoardo sehabía suicidado. No porque lo dijeranesos hijos de puta, por lo menos. Huboun silencio incómodo. Cuando se hizoevidente que ya no tenían más nada quedecirse Soledad les dio la mano, seria:la mano, pero no las gracias.

—¡Mamá, mamá, me mataron a miamor, me lo mataron estos hijos de puta!

Gritaba Soledad en el teléfono. "Fue

la primera vez que conseguimos hablarcon ella, justo ese sábado", dirá sumadre, Marta Rey de Rosas. "Sole nospudo llamar por teléfono desde la cárcelel mismo día que mataron a Baleno".

—¿Dijiste "lo mataron"?—Eso piensa Soledad. Que lo

mataron en la cárcel. Soledad me dijopor teléfono "me mataron a mi amado".Yo le dije "por qué no pensás que a lomejor fue una decisión de él yrespetásela". A mí no me interesabamucho hablar de Edoardo en esemomento, cuando sabés que tu hija estápresa y hacía tanto tiempo que nohablaba con ella. Pero a ella lo único

que le importaba era decirnos "mirá loque le hicieron". Lo primero que me dijocuando levanté el tubo fue "mamá, estángrabando la conversación, cuidado conlo que decís". Los abogados ya noshabían avisado que tuviéramos muchocuidado con lo que decíamos, con lo quele preguntábamos y con lo que lecontestábamos. Yo le decía que quizásfue una decisión de él, que no pudosoportar verse ahí. Y ella decía que no,que lo habían matado: que estaba segurade que lo habían matado.

Soledad se sentía impotente,asustada. Poco después del mediodía

una guardiana la había llevado a lacelda de aislamiento. Pensaba quequizás la soltaran pero que ya nuncaterminaría de salir de ese lugar: quealgo se le había quedado para siempreahí. Los habían usado, los seguíanusando, y quizás la única forma de nodejarse usar fuera la que eligió Edoardo,pensó. O quizás no y el muy tonto sehabía apurado y la había dejado sola,sola, sola. Estaba sola, no tenía radio nilibros, pensaba sin parar y no terminabade saber muy bien qué. Entonces se leocurrió que tenía que escribir: frenar lamente y escribir, no permitirles que sequedaran con la última palabra, con esta

historia, y escribir. No sabía qué: por elmomento les escribiría a suscompañeros del Asilo. A esta altura yadebían estar en la calle protestando porla muerte de Edo, pidiendo su libertad,gritando, peleando con la policía.

Un rato antes le habían dicho queEdoardo había muerto a las 5 y 20 de lamañana. El forense había dicho que lacausa de la muerte era "asfixia porestrangulamiento". Las causas de lamuerte nunca son las causas de lamuerte, pensó Soledad. Y pensó que aesa hora ella dormía: no podía creer quetodo eso hubiera sucedido allí mismo, aunos cuantos metros, sin que ella

sintiese nada. Era tan extraño. Todosdecían que Edoardo se había matado yquizás fuera cierto: quizás realmentehabía elegido la forma más definitiva deescapar a esa cárcel, de burlarse deellos una última vez. Y ella, pensabaahora, no podía reprochárselo: tenía queentenderlo. Su obligación era entenderloy lo iba a intentar. Soledad queríaacordarse de su hombre, recordarlecaras y sonrisas, tonos de voz, cariciaspero no: se hacía preguntas. La memoriaes certezas; las preguntas le destruíancualquier intento de recuerdo. Y sabíaque no sabía respuestas; intuía, incluso,sin decírselo, que prefería no saberlas.

Que no le gustarían. Preguntas como unabola negra en la cabeza. Otra vezempezó con los gritos.

Lloraba. En verdad le parecía comosi hubiera estado llorando desdesiempre. Por suerte tenía unas hojas depapel y una birome negra. Para empezarfechó: era el sábado 28 de marzo de1998 y pensó que de pronto esa fechaempezaba a ser tan importante:

"Compañeros: La rabia me dominaen este momento. Siempre he pensadoque cada uno es responsable de lo quehace, pero esta vez hay culpables yquiero decir en voz bien alta quiénes sonlos que mataron a Edo: el Estado, los

jueces, los funcionarios, el periodismo,el TAV ("Tren de Alta Velocidad"), lapolicía, la cárcel, las leyes, las reglas ytoda esta sociedad de esclavos queacepta este sistema".

Escribía Soledad y las palabras sele agolpaban en el mismo italiano quepoco antes le había parecido tan lejano:

"Nosotros siempre luchamos contraestas imposiciones y por eso terminamosen la cárcel.

"La cárcel es un lugar de torturafísica y psíquica, aquí no se dis pone deabsolutamente nada, no se puede decidira qué hora levantarse, qué comer, conquién hablar ni con quién encontrarse, a

qué hora ver el sol. Para todo hay quehacer una 'solicitud', hasta para leer unlibro.

"Ruidos de llaves, de cerrojos quese abren y se cierran, voces que nodicen nada, que chocan en estoscorredores fríos, zapatos de goma queno hacen ruido para espiarte en losmomentos menos pensados, la luz de unalinterna que por las noches te controla elsueño, correo controlado, palabrasprohibidas. Todo un caos, todo uninfierno, todo la muerte.

"Así es como te matan todos losdías, despacio, para hacerte sentir másdolor, y en cambio Edo quiso terminar

enseguida con este dolor infernal. Almenos él se permitió tener un últimogesto de mínima libertad, decidir élmismo cuándo terminar con esta tortura.

"Mientras tanto me castigan a mí yme ponen en incomunicación. Esosignifica no sólo no ver a nadie sinotampoco recibir ningún tipo deinformación, no tener nada, ni siquierauna frazada, tienen miedo de que yo memate. Según ellos es un aislamientocautelar, lo hacen para 'salvaguardarme'y así no se responzabilizan si yo tambiéndecido terminar con esta tortura.

"No me dejan llorar en paz, no medejan tener un último encuentro con mi

Baleno. Veinticuatro horas al día tengouna guardia a menos de cinco metros dedistancia.

"Después de lo que pasó vinieronlos políticos del partido Verde a darmesu pésame, y para tranquilizarme no seles ocurrió nada mejor que decirme que'ahora seguramente todo va a resolversemás rápido, ahora todos van a seguir conmás atención el proceso, quizás hasta teden el arresto domiciliario'. Después deeste discurso me quedé sin palabras,sorprendida, pero pude preguntarles sise necesita la muerte de una personapara conmover a un pedazo de mierdacomo este juez.

"Insisto, en la cárcel han matado aotras personas y hoy mataron a Edoestos terroristas que tienen licencia paramatar.

"Voy a buscar la fuerza de algunaparte, no sé, sinceramente ya no tengoganas pero tengo que seguir, lo haré pormi dignidad y en nombre de Edo. Loúnico que me tranquiliza es saber queEdo ya no sufre más.

"Protesto, protesto con tanta rabia ytanto dolor.

"Sole"P.D.: Si meterte preso es un

castigo, entonces a mí ya me castigaroncon la muerte o mejor dicho con el

asesinato de Edo. Hoy empecé la huelgade hambre para pedir mi libertad y ladestrucción de todas las institucionescarcelarias. Mi condena la voy a pagartodos los días de mi vida".

Escribió Soledad, y se secó los ojos.Sería tan bueno si esa guardiana hija deputa dejara de mirarla. Sería tan buenosi pudiera dormirse.

UNA VIDAARGENTINA

1. EL ORIGEN

El médico le había dicho que seríamejor que no tuviera ese bebé, peroMarta Rey de Rosas se empecinó: no loabandonaría sin luchar. Además nohabía nada más enfrentado a susconvicciones cristianas que un aborto.No, decididamente pelearía —y quefuera lo que Dios quisiera.

Marta Rey había conocido a LuisRosas cuando tenía 18 años y trabajabacomo voluntaria en la Casa Cuna, muycerca de su casa en el barrio deConstitución. Era el fin del año 1965: algobierno del radical Arturo Illia le

quedaban pocos meses, el pop local sellamaba Club del Clan y las pollerasempezaban su ascenso incontenible,pero la revolución sexual de lossesentas era algo que nadie imaginabatodavía. Esa noche de Año Nuevo,Marta no tenía programa y unacompañera de trabajo le insistió paraque la acompañara a aquella fiesta. Ella,por supuesto, podría no haber ido.

Luis Pascual Rosas tenía 24 años, unpadre suboficial mayor del EjércitoArgentino, un empleo en una empresa deconstrucción y cierta prestancia: lapalabra prestancia es de ese entonces.El flechazo fue casi inmediato; el

noviazgo duró cuatro años. En 1969 laArgentina también ardía: el Cordobazola había cambiado a fuerza de gritos ycorridas. Marta y Luis se casaron enenero de 1970, por el civil y por laiglesia. Veinte días más tarde el padrede Luis, postrado por un accidente,deprimido, se tiró bajo un tren.

En aquellos tiempos un matrimoniojoven de empleados de clase mediapodía tener ciertas aspiraciones: losrecién casados pidieron un crédito en elBanco Hipotecario y se compraron undepartamento de dos ambientes enBeruti y Austria. Todo el resto —heladera, juego de living, televisor en

blanco y negro — también fue carne decuota: Marta y Luis decidieron que,antes de tener hijos, tendrían que asentarsu situación económica. Luis empezó atrabajar en el área comercial de unfrigorífico.

En 1972 las cosas parecíanencarriladas: María Gabriela Rosasnació ese 29 de noviembre. Nuevemeses después, Marta comprobó que elsaber común suele equivocarse: aquellaidea de que una mujer que amamanta nopuede quedarse embarazada también erafalsa. Al principio Marta aceptó sullegada con resignación y alegría:hubiera preferido esperar un poco más

pero, se decía, sus dos hijos creceríantan juntos que podrían compartir muchascosas. Sobre todo si llegaba otra nena.Y el aborto estaba descartado. Por esocuando el médico le dijo que lo mejorsería cortar el embarazo, ella se pusodura:

—Ni lo piense, doctor. De ningunamanera.

El médico volvió a explicárselo: lehabían diagnosticado una fiebrereumática particularmente violenta y suembarazo impedía tratarla conpenicilina. Los dolores podían serterribles, tendría que pasar días y díasen cama y, además, no había ninguna

garantía de que el bebé lo soportara.Pero Marta se negó en redondo: ellasufriría los dolores que fuerannecesarios para que su hija viniera aeste mundo. Y, por si acaso, seacostumbró a pasar por la iglesia deSanto Domingo para pedirle a SanRamón Nonato, el protector de lasembarazadas, que la ayudara con elparto, que el bebé fuera sano.

—Y, si podés, que sea una nena, SanRamón, por favor.

María Soledad Rosas nació en laclínica San Camilo, en Caballíto, el 23de mayo de 1974 a la una y media de latarde: pesaba 3,450 y era una beba

"grande, gorda, preciosa" —según sumamá. En esos días su familia se mudó aun departamento más amplio: cuatroambientes en Beruti y Austria, a treintametros del anterior. El país sedespeñaba. María Soledad no tenía seissemanas cuando se murió el presidentegeneral Juan Domingo Perón; susenemigos festejaron poco, susseguidores lo lloraron sin consuelo.Casi todos, en un momento u otro, lohabían considerado el continuador delbrigadier general don Juan Manuel deRosas. Por eso sus opositores hablaronde su gobierno como "la segundatiranía". La primera, desde siempre,

había sido la de don Juan Manuel.

Don Juan Manuel de Rosas, elRestaurador de las Leyes, gobernó laArgentina con mano que muchos dicenférrea entre 1829 y 1852, cuando loderrocó una alianza confusa. Don JuanManuel había nacido en 1793, hijo deuna ganadera y un aristócrata —en unaépoca en que esos dos términos todavíano eran sinónimos en la Argentina.Creció en el campo; mientras losabogados y coroneles porteñosdeclaraban la libertad de la colonia, elmuchacho correteaba vacas y maneabapotros: aprendió a hacerlo como pocos

y, a sus 27, era el caudillo másrespetado del sur de la pampabonaerense —que entonces estaba en elnorte de la pampa bonaerense. De allí ala gobernación de Buenos Aires no tardóni dos años.

Era muy rico; por educación y porcálculo político le gustaba mezclarsecon los pobres. Había sido compañerode los gauchos desde siempre; cuandodecidió que sería poderoso se hizoamigo de negros y mulatos —los hijosde los esclavos liberados por laAsamblea de 1813— y, ya gobernador,solía bailar en sus candombes. Era —fue durante su larguísimo mando— un

patriarca conservador, cristiano yautoritario que se opuso a losprogresistas elitistas acercándose alpueblo y defendiendo cierta autonomíaeconómica nacional contra la aperturacomercial a las grandes potenciaseuropeas.

En 1832 don Juan Manuel terminó suprimer mandato de tres años: no quisorenovarlo si no le otorgaban facultadesextraordinarias —y no las consiguió.Pero tenía un plan alternativo: mientrasesperaba el momento de volver alpoder, se lanzaría a la "Conquista delDesierto". El Desierto era, en laArgentina del siglo XIX, el territorio

poblado —y bien poblado— por losindios; su expedición lo pondría adisposición de la economía de losblancos y haría la fortuna de unoscuantos amigos que se convertirían engrandes hacendados.

La campaña fue grandiosa y triunfal:las tropas de don Juan Manuel corrieronindios hasta el río Colorado y llevaronla frontera de los blancos hasta la alturade Carmen de Patagones. El brigadiergeneral se pasó más de un año encampaña; algunos días se aburría, perouna india mapuche solía amenizar susnoches. En aquellas circunstancias,matar y fornicar formaba parte de un

mismo movimiento: los hombres adegüello, las mujeres a lanza. Don JuanManuel era tan pródigo de su nombrecomo de su simiente: cuando la india leparió una hija la reconoció y la bautizóFénix Rosas, por aquello de losrenacimientos.

Fénix Rosas vivió en Mendoza hastabien pasados los cien años y tuvo varioshijos naturales —a los que, falta de otroapellido, pasó el suyo. Uno de estoshijos, Pascual Rosas, fue el bisabuelo deLuis Pascual Rosas. María SoledadRosas descendía del hombre máspoderoso de la Argentina en el sigloXIX y de una india mapuche que fue su

barragana: el general y la querida, unacuriosa alianza del poder y lailegalidad, la potencia y elsometimiento, el centro del centro y elmargen más extremo.

Pero el cuadro se presentabatranquilo, demasiado tranquilo. Unafamilia tan normal, una casa sinsobresaltos aparentes, una infancia sinhistorias. A sus tres años María SoledadRosas empezó el jardín de infantes en laescuela donde pasaría los quince añossiguientes. El Colegio Río de la Plataestá a tres cuadras de su casa, en plenoBarrio Norte, y es una institución

privada bilingüe con orientacióncristiana: sus dueños y maestros sonlaicos pero enseñan la religión católicay sus alumnos, en principio, debenpracticarla en la iglesia del Redentor, enBeruti y Larrea. Es un colegiorelativamente pretencioso, de uniformesgrises con algún vivo azul, dobleescolaridad, mujeres solas y ciertoorgullo de enseñanza paga.

"El Río de la Plata era una mezclade chicas con dinero y de chicas declase media a las que, con muchoesfuerzo, sus padres mandaban a esecolegio; ése era nuestro caso", diráGabriela Rosas, la hermana de Soledad.

"Mis viejos, con un esfuerzo enorme —vendieron la casa de Ranelagh— noshicieron terminar en ese colegio. A ellosles importaba mucho que fuéramos ahíporque se suponía que la enseñanza erabuena y, además, porque ellos habíanarmado su círculo de amigos un pocoalrededor de los padres de nuestrasamigas. Y por toda una cuestión... no deaparentar sino de una especie de 'm'hijoel dotor' más aggiornado. Como que lasnenas tenían que terminar el colegioprivado y saber hablar bien inglés,cueste lo que cueste. Porque la escuelapública no, y porque todo nuestro mundogiraba un poco alrededor de... fueron

quince años ahí adentro, que tambiénfueron quince años para ellos ahíadentro".

A su alrededor, el Barrio Norte esesa zona de la ciudad que, en lossesentas y setentas, se llenó de edificiosde ocho o nueve pisos para los quepreferían una "buena dirección" a unpoco más de espacio en la sombra deuna calle sin prestigio. Es el barrio de laclase media porteña que habla conacento pretendidamente patricio, votaconservador, va a misa los domingos:que querría ser "clase media alta" —aunque el dinero a veces no acompañe.El Barrio Norte es el punto donde la

ciudad se empieza a hacer burguesa. Norica, burguesa: un barrio sin árboles niostentación, cuyo orgullo más notorioestaba en que todos lo creían un barriodel que se podía sentir algún orgullo.Ahora el Barrio Norte sigue sin tenerárboles, pero tampoco le queda muchavanidad.

Soledad tenía una vida ordenada,casi cuadriculada. Cada día se levantabaa las siete menos cuarto, se lavabameticulosamente —meticulosamente esla palabra —, desayunaba y se vestíapara ir a la escuela. Allí se pasaba casinueve horas: no salía hasta las cinco de

la tarde. Era una alumna correcta,aunque le pesaba el prestigio de suhermana. Gabriela era la estudiantemodelo, con premios y cuadros dehonor, y Soledad se esforzaba por estara su altura.

"En la escuela le fue muy bien,aunque nunca fue como Gabriela", diráMarta Rosas, su madre. "Le costabamucho estudiar pero tenía mucho amorpropio, nunca se llevó una materia salvoen tercer grado que se llevó inglés.Entonces se preparó todo el verano, yaprobó. Me acuerdo que el día delexamen salieron la profesora, Fabiana, ylas demás chicas, y ella no salía. Yo le

pregunté a Fabiana qué pasaba conSoledad y ella me dice 'no sé, porquesigue leyendo y escribiendo'. Entoncesle dije que le pidiera la hoja, porque yole había dicho a Sole que antes deentregar la hoja la revisara y la leyerauna y otra vez. Así que la tipa se podíaquedar hasta las diez de la nocherevisándola por miedo a no pasar. YFabiana me dice 'pobrecita, hace unahora que la está leyendo'. Entonces fue yle sacó la hoja y por supuesto queaprobó. Vos no sabés la sumisión deSoledad. Como tenía una hermana tanbrillante..."

Cada tarde, Soledad llegaba a sucasa a las cinco, se bañaba y hacía lastareas escolares: en general tardaba,porque le costaba mucho concentrarse.Después se tiraba en la cama a mirartelevisión: La Familia Ingalls, Heidi,clásicos de la niñez serena. Fuera declase no solía ver a sus compañeras,pero tenía varias actividadescomplementarias: zapateo americano ybailes escoceses en el colegio acontraturno, tenis o pileta en el clubGimnasia y Esgrima.

Soledad compartía su pieza con suhermana: en verdad, compartía casi todocon su hermana. La pieza tenía un balcón

a la calle, con defensa enrejada, dondevivía la tortuga; la perra, en cambio,vivía por todas partes. La perra era unacocker spaniel blanca y negra que sellamaba Lula, y las dos hermanas solíanpelearse por el privilegio de meterla ensu cama. La pieza también tenía un cajónamarillo donde las dos hermanasguardaban sus juguetes.

"Nuestra pieza era muy ordenadaporque mamá nos torturaba con elorden", dirá Gabriela Rosas, suhermana. "Era una cosa de hacernosordenar la pieza cuatro veces por día. Siestábamos jugando con las barbies yqueríamos empezar a jugar con otra

cosa, era 'no, tienen que guardar lasbarbies para empezar a jugar con otracosa'."

"Soledad tenía una obsesión por lalimpieza", dirá Marta Rosas, su madre."No tenía problema en que te acostarasen su cama pero sólo si te habías bañadoy cambiado la bombacha; si no, no. Poreso cuando tenían esas camas que sesacan ella dormía en la cama de abajo,porque no le gustaba que se sentaransobre su colcha. Y había que ponerleperfume a las sábanas. Y despuéscuando aprendió a coser toda su ropainterior la tenía marcada. Una crucecita.A los seis años, una cosa así. Yo le

enhebraba la aguja y le hacía el nudito yella se hacía crucecitas en las medias,las bombachas, las camisetas, porque...como las dos tenían lo mismo, y delmismo tamaño, entonces ella queríadistinguirlas. Cualquier hilo estaba bien,ella sabía donde lo había marcado".

Las hermanas solían jugar con susbarbies, pero más les gustaba ser suspropias muñecas: se pintaban, sedisfrazaban, tenían un baúl lleno devestidos y collares que les permitíanconvertirse en otras: gitanas, damasantiguas, cachivaches. Aunque Soledadnunca jugaba a lo mismo mucho rato: nose quedaba quieta, nada le duraba más

que unos minutos."Y nos peleábamos un montón por la

ropa", dirá Gabriela Rosas, su hermana."Nos peleábamos porque a mí todo meduraba años, porque yo era muycuidadosa con mis juguetes y doblaba laropa, y a las muñecas de Soledad lesfaltaba el pelo, tenían los vestidos rotos.Entonces, cuando se le acababan lassuyas, ella quería las mías".

Cuando María Soledad cumpliósiete años sus padres cambiaron losfines de semana en Gimnasia y Esgrimapor una quinta que acababan de compraren Ranelagh, al sur del gran Buenos

Aires. Para las hermanas Rosas fue unapérdida: el club era su lugar deencuentro con amigas. Y Soledad notenía tantas:

"Pobre, tenía mala suerte con lasamigas que elegía", dirá GabrielaRosas. "En el colegio, y más en uncolegio de mujeres, se armabangrupitos: o eras de las vivas o eras delas tontas o no eras nadie. En algúngrupo tenías que estar. Ella, parasentirse que era de algo, siempre seenganchaba como cola de ratón dealguna. Terminaban cagándola,peleándola o haciéndola sufrir. Siemprellegaba llorando del colegio. Pobre,

siempre terminaba sufriendo. Era muysensible y trataba de agradar hasta elpunto en que se rompía las pelotas ymandaba a todos al carajo. Entre elamor y el odio había sólo un paso.Había una discusión por cualquierpavada y no había un intento de 'bueno,conversemos, vamos a ver cómo loresolvemos' o 'me la como, está bien, ladejo pasar'. No; cualquier cosa era 'pum,bomba, estallo, a la mierda'. Hacía unesfuerzo por agradar, por pertenecer,por ser aceptada y en algún momento sedaba cuenta de que todo su esfuerzo noservía para nada y entonces sufría unmontón y terminaba mandándolas a todas

a la mierda y seguía solita o conmigo.Los recreos se venía conmigo o salíacon mis amigas, cosas así. Por un ladoera muy débil y tenía muy poco amorpropio, ella no sabía cuánto valía. Y porel otro se defendía agrediendo. Creo queeso le pasaba porque no se valoraba a símisma. Era una chica que vivíalastimada o rompiéndose los dientes.Cada dos por tres se caía de la bicicleta,se bajaba todos los dientes. Se caía enla bañadera, se rompía toda. Se cortabalos brazos, se lastimaba las rodillas.Estaba todo el tiempo con una cicatriz,alguna marca, algún rayón en la cara ycuando jugábamos a disfrazarnos ella se

veía siempre fea, horrible. Era hermosa,mucho más linda que yo. Pero siemprese lastimaba o se tiraba abajo".

Los fines de semana en Ranelaghpronto se transformaron en el mejormomento. Las hermanas solían llevarsea alguna amiga del colegio para jugar alas muñecas, a las escondidas, a lamancha, para treparse a la casita delárbol o bañarse en la pileta. Pero nadase comparaba con las mañanas dedomingo. Ansiosas, las hermanas sedespertaban temprano y tempranodespertaban a su padre para que lasllevara a andar a caballo al parque

Pereyra Iraola. Tenía que ser temprano:a las hermanas les gustaba estar allícuando los caballos de alquiler llegabana los palenques, mirar cuando lospeones los cepillaban y ensillaban,combatir el frío con la excitación de lacabalgata por venir.

Luis Rosas aceptaba el sacrificiocon placer: en la mitología del linajeRosas el contacto con los animales, conel campo, era constitutivo. Gabrielaandaba en un bayo, Soledad en un zainocolorado; a menudo terminaban en elsuelo pero siempre se levantaban yvolvían. El descubrimiento del caballofue un corte para Soledad: una manera

de encontrarse con un mundo distinto,con más cuerpo y con menos palabras,menos civilizado, pocas reglas muyclaras. Un mundo donde ella podíallevar las riendas.

"Ellos tenían una quinta en Ranelaghen esa época, en la década del ochenta",dirá Cecilia Pazo, su prima. "Íbamos entren con mi mamá y mi hermano Diego.Yo tenía once años, Gabriela nueve,Soledad siete, Diego uno menos: la edadjusta para disfrutar una quinta. Como nole dábamos pelota, mi hermano nosmolestaba. Y siempre la que decíapobre Dieguito era Sole. Ella era muycompinche de Diego. Sole y Diego eran

los más graciosos, los que hacían lascagadas. Gaby y yo acompañábamospero los generadores de quilombo eranSole y Diego. Me acuerdo de lasmacanas que nos mandábamos, groseríasbien de varón, jugar con eructos y esascosas. Y Marta decía 'tantos años delRío de la Plata invertidos para queterminen en esto'. Soledad era unaseñorita inglesa, pero cuando estábamostodos era una hecatombe".

"En nuestra infancia Soledad era laquilombera, la que se peleaba siemprecon todo el mundo: con los primos, conlos amigos, con el grupo del barrio",dirá Gabriela Rosas, su hermana. "Era

muy linda, rubia, pelo largo. Siemprellamaba la atención por lo linda que eray por el carácter de mierda que tenía. Ami vieja se le iba un poco de las manosy yo empecé a hacerme cargo, no de laeducación sino de la contenció n deSoledad. Ponerle bien los límites,sanamente. No encerrándola opegándole o poniéndola en penitencia,que eran las medidas que mi viejatomaba ya desesperadamente. No lasabía conducir, decirle 'comportémonosun poco mejor en sociedad, hay algunasreglas que tenés que aprender paraconseguir las cosas de buena manera'".

Soledad no parecía entender las

reglas. Era, entre otras cosas, incapaz deguardar un secreto.

"Se mandaba cada metida de pataque no sabés", dirá Marta Rosas, sumadre. "Vos no podías hablar nadaadelante de Soledad porque después...No podías comprar un regalo con ella:por ejemplo, el cumpleaños deGabriela: 'bueno, Sole, vamos acomprar el regalo de Gabriela'. Despuéspor ahí faltaba una semana paraentregarlo, yo lo escondía en un placardcon llave, para que Gabriela no pudieraencontrarlo. Pero Soledad hasta que selo decía no paraba: 'Gaby no sabés loque te compramos, me parece que te va

a servir, me parece que el color te va aquedar lindo'. Entonces la otra se poníaloca, y me preguntaba qué es, me decía'mirá lo que me dice'. Hasta que al finterminábamos diciéndole 'tomá, mirá,abrilo'."

Sin embargo las reglas abundaban.La quinta, por ejemplo, se acababatemprano: cada domingo, la familiaRosas emprendía la vuelta a mediatarde, porque las nenas tenían que ir amisa de siete en el colegio.

Las fotos la muestran en todas lasfases de la felicidad. Las fotos suelenmostrarla al aire libre y es raro que

aparezca sin un perro, y es más raro queaparezca sin su cara redonda, su pelorubio repartido en dos colas de caballo,su sonrisa confiada. Las fotos lamuestran con piletas, amigas, tortas decumpleaños, hermana casi siempre, másperros, padres, madres, abuelitas. Lasfotos la muestran en algún campamentodel colegio, en vacaciones en el UruguayBariloche Iguazú Mendoza o laPatagonia, en sulkies autos patinestriciclos autitos chocadores, en disfracesde gitana o de cocotte, en pijama mallavestidito de fiesta con volados bluyíncampera para nieve jumper gris delcolegio, en el momento de pintarse unos

bigotes falsos o zapatear americano obailar escocés o comerse un chupetíninmenso. Son fotos. Las fotos lamuestran esperando un caballo,acariciando un caballo, domando uncaballo, parada sobre un caballo,bañando un caballo, besando un caballo,pero enseguida viene el perro. Son fotosde una nena que parece contenta, fotosde grandes espacios y animales, defamilia entusiasta. Se sabe que las fotosson recuerdos, que los recuerdos no seorganizan para ser veraces. Cuandoalguien decide qué fotos va a sacar y,más tarde, qué fotos va a guardar, estáescribiendo esos recuerdos, censurando,

construyendo un pasado feliz para elfuturo casi impensable todavía. Lasfotos, en cualquier caso, la muestranmuy simpática.

Soledad entró en la adolescencia singrandes alharacas. A sus doce uncambio en el espacio marcó el paso: sumadre decidió redecorar la pieza quecompartía con su hermana. Marta Rosasregaló los muebles infantiles y losreemplazó con dos camas anchas muyinglesas, muy femeninas, con colchascolor crema y su muñeca encima. Y unespejo a juego, la mesita de luz entre lasdos, un papel en las paredes de florcitas

rosas: una auténtica habitación deseñoritas.

Soledad solía quedarse en casa: yano miraba La Familia Ingalls; ahoraescuchaba a los Rolling Stones, losRedondos, Freddy Mercury, laRock&Pop. Y no le interesaban lascosas que debían atraer a una chica desu edad: salía muy poco, no pensaba enropas o peinados. Afuera la Argentinacompletaba la noche militar y entraba enlas tinieblas económicas: los planes deAlfonsín no conseguían evitar unainflación cada vez más grosera. Lademocracia era el juguete nuevo quetodos valoraban y el Ejército la

amenazaba para salvar a sus héroes dela justicia criminal: cuatro alzamientosen tres años ponían la casa militar enorden. Pero la calle no era ese espaciode riesgo que había sido antes, que seríadespués: ni dictadura ni inseguridad laamenazaban.

"A nosotros nos preocupaba queSole no saliera, sí", dirá Marta Rosas,su madre. "Nos parecía que no eranormal para una criatura de quince años.No quiso que le hiciéramos su fiesta dequince... ¿Cómo no íbamos a estarpreocupados si todo lo que hacían lasdemás, ella no lo hacía? Digo: ir abailar, salir, comprarse ropa linda,

vestirse bien.—¿Y qué pensaban?—Yo qué sé, que se iba a hacer

monja, que iba a hacer un disparate deesos, que era una aburrida, que algo nole funcionaba bien.

—¿Y hablaron con ella de esto?—Sí, y Luis siempre se recriminó

que no tenía amigas porque nos íbamo sa Ranelagh o a Villa Rosa. Y bueno, ledecíamos que invite a quien quiera, quevengan, que hagan fiestas, que hagan loque quieran. Pero tampoco le interesaba.Decía "no, para qué, si me aburro, si sonfacheras, si solamente les importa laropa, si están en la pavada".

Soledad tenía pocas amigas delcolegio: le molestaba su preocupaciónpor cosas que creía banales. A Soledad,cuando tenía catorce años, lo que más legustaba eran los caballos. Los Rosas yahabían vendido la quinta de Ranelagh,pero cada fin de semana iban a la casade unos amigos en Villa Rosa —unbarrio de Pilar que después haríanfamoso Fernando de la Rúa y susvecinos. Luis Rosas le compró uncaballo a Gabriela y Soledad se quedócon un potrillo que nació allí mismo: sumadre era tan fea que le decían laLancha, su padre un pura sangre. Elpotrillo les pareció precioso. Lo

llamaron Dos y Medio porque nació aesa hora, una tarde de agosto de 1987, ySoledad lo fue domando durante más dedos años con la ayuda de Omar, unvecino petisero de polo. Entre los dos lofueron amansando: la tarea fue larga ymás de una vez Soledad estuvo a puntode perder la paciencia: quería uncaballo "que se pudiera andar". Pero loesperó. Al final, ya domado, Dos yMedio era buenísimo con todos salvocon ella: Soledad era su dueña y lareconocía y la quería, pero la mitad delas veces la dejaba clavada de cabezaen el barro. Ella lo amaba igual. Muchosaños después, encerrada en su celda

italiana, Soledad le escribiría a suhombre encerrado en otra celda que "loquería muchísimo. Lo conocí un díadespués de que naciera, yo tenía treceaños, crecimos juntos. Durante muchotiempo fue mi mejor compañía. Noscomunicábamos con el idioma de lanaturaleza".

En esos días Villa Rosa era máscampo que suburbio: circulaba ciertoespíritu gaucho —o los restos de él.Omar fue el primer mentor de lashermanas Rosas en asuntos equinos yellas lo seguían con devoción:

—Omar, ¿hay que bañar a algúncaballo, hay que herrar, hay que hacer

algo?El petisero estaba encantado con

esas dos chiquitas de ciudad que queríanregistrar cada uno de sus movimientos.Y Soledad, feliz en ese mundo: no erasólo la cercanía caliente de un animalque había que someter; también esospeones le gustaban: gente sencilla, quenecesitaba pocas cosas y se reía dechistes simples, que le contabanhistorias de tropillas y arreos, que leenseñaban a trenzar una rienda o acalmar a una yegua, a perder a la taba oa cebar mate con la espuma debida. Conellos no tenía que hacer ningún esfuerzo:ni ponerse bonita ni hacerse la

interesante ni tratar de gustarle a untonto granujiento. Eso sí que era vida.

Al cabo de un par de años los Rosaspudieron construirse una casa en VillaRosa; cada fin de semana Gabriela ySoledad se ponían bombachas yalpargatas y trataban de integrarse en elpaisaje. A veces, en las fechasseñaladas, Soledad se vestía de gauchitarubicunda y participaba de desfiles yparadas. Soledad podía hacer casi todoencima de un caballo: incluso subirse aun potro palenqueado y jinetearlo unossegundos con revoleo de espuelas yrebenque. Gabriela también: solían salircon sus caballos las dos solas, tiempo

de largas charlas sobre la vida que lasesperaba. En su futuro nunca habíaciudades. Cuando fueran grandes, sedecían, iban a vivir las dos juntas en unacasita rosa en el medio del campo, consu chimenea y su cocina calentita, consus gallinas, patos y conejos, y ahí ibana criar, las dos juntas, a sus hijos:

—Y si es con marido mejor, y si nome chupa un huevo.

Sus perros las seguían: estabaFatiga, una pastora catalana, y su hijo elOso, que tenía sangre grandanés. Enesos días, las hermanas Rosas solíancreer que, en eso que llamaban el futuro,podrían hacer lo que quisieran.

2. VARONES

El mundo idílico empezó aagrietarse cuando brotaron los varones.Primero fueron unos vecinos con los quea veces salían a caballo; despuésGabriela se consiguió su primer novio yel programa Villa Rosa dejó deinteresarle: Soledad, al principio, sesintió traicionada. La ciudad teníaatractivos que la atraían apenas.

A veces su hermana la convencía desalir con ella: un poco porque quería,otro poco porque sus padres,preocupados porque la menor sequedaba siempre en casa, se lo pedían.

A Soledad le resultaba más fácil salircon Gabriela: sólo tenía queacompañarla. Pero igual los bailes no legustaban demasiado.

"Ya de chicas yo empecé a cargarcon ella a todas partes", dirá GabrielaRosas. "'Llevala con vos', me decía mimamá si me iba a algún lado. Lasprimeras veces que Soledad fue a bailarera porque yo quería ir a bailar y ellatenía que venir conmigo. Por ahí erachica, trece, catorce años y se quedabasentada en el boliche esperando que lahermana terminara de bailar paravolver. A mí me gustaba que ella vinieraconmigo, no me molestaba. Aunque a

veces me agarraban ataques de celosporque ella llamaba mucho la atención yyo era más tranquila, más perfil bajo.Me ponía un poco celosa, pero nadagrave".

Después empezaron los recitales; elprimero fue en Obras, con Gabriela y suchico: Ratones Paranoicos. Era unaetapa nueva. Ese verano la familia se fuede vacaciones a Pinamar, y las hermanasse hicieron un grupo de amigos, chicos ychicas de Belgrano y Barrio Norte. Lamayoría tenía la edad de Gabriela:Soledad seguía siendo el chinchorro.

Lo cual no le impidió hundirse en suprimer amor. El pibe se llamaba

Maximiliano y tenía un par de apellidosque sonaban patricios pero sus amigoslo llamaban el Vago: en ese grupo demuchachos más bien arregladitos, Maxise destacaba por el pelo largo, por laropa gastada, por su aureola de rebeldeleve. Era el verano de 1990: en esosdías la Argentina se hundía en lahiperinflación pero la rebeldía noencontraba maneras. Maxi tenía más deveinte años; Soledad ya había cumplidoquince y no quería pensar que su amorera imposible. Dispuesta a todo, ledeclaraba su pasión sin mayor éxito: nifrases ni cartas ni caritas le dabanresultado.

—Sole, yo a vos te quiero muchopero sos muy chica para mí, yo no puedosalir con vos.

Soledad no se desanimó. Ya enBuenos Aires, el grupo siguió viéndose:cuando iban a bailar a Palladium lallevaban, cuando se reunían en algunacasa la invitaban —aunque ella noterminara de formar parte. Con ellosempezó a escuchar a Sumo —el grupode Luca Prodan, que estaba en lo mejorde su retorno de la muerte—, a The Cult,Erasure, The Cure.

"Éramos un grupo de chicas más omenos chetas que salíamos con otroschicos más o menos chetos y que íbamos

a bailar a lugares ni tan caretas ni tanoscuros: sentíamos que estábamos ahí enel borde", dirá Gabriela Rosas."Algunos fines de semana una denuestras amigas, que tenía un yate,mucha plata, nos invitaba a dormir a sucasa en el Boating de San Isidro.Hacíamos fiestas que eran más bienasaltos: cada uno llevaba algo y nosquedábamos hasta la madrugada. Lacasa de esta chica tenía un playroomenorme que daba al embarcadero.Hacíamos asados y pasábamos la nocheescuchando música, viendo videos connuestros amigos. Y al día siguiente nosíbamos a navegar. Era todo muy

elegante. Y era sano, como muchotomábamos cerveza".

Soledad era la benjamina y todos laprotegían, la cuidaban: tambiénMaximiliano. Ella odiaba ese trato perotardó casi un año en aceptar que suasedio no le daría frutos, que su primeramor era imposible.

Un recital en Obras, un amor sindestino, un asalto en el Norte: mepreguntaba qué importa en una¿biografía?

Quizás sea cierto que escribimos oleemos una biografía para entender a unapersona o un momento, para desentrañar

marañas de una vida, mensajes de unamuerte, por compararnos, divertirnos,reconfortarnos con los males del mundosi parecen lejanos. Y entonces qué. Mepreguntaba: ¿qué importa si su padre tal,la madre esto o aquello, ese colegio, siaquella tarde no llovió? Y sospechabaque escribir una biografía equivale arendirse ante la tentación de imponerleun sentido a algo que no suele tenerlo:que no se toma el trabajo de tenerlo. Lavida es, antes de ser relato, unaavalancha. Y, salvo unos pocos, rarospocos, nadie vive para construir elrelato de su vida: solemos estar tanocupados, sobrepasados de vivirla. Me

preguntaba entonces, escribiendo estaspáginas, armando este relato de esavida: ¿con qué buena razón? ¿Con quéderecho?

Soledad no estaba cómoda en el Ríode la Plata. Más de una vez ella y suhermana pensaron en irse al LenguasVivas, pero nunca terminaron deatreverse.

"El Río de la Plata era un colegiomuy familia y muy vigilante, de protegera sus alumnas y de seguir todos tuspasos", dirá Gabriela Rosas. "Unmicroclima absoluto. Ahí adentro eracomo que las cosas no pasaban

realmente. Era un colegio muy típicoporteño, como el Keyserling. Sindemasiados matices. No era un colegioque aceptara mucho la pluralidad. Unavez una chica se quedó embarazada y fueel gran escándalo. Para que no la vierancaminando por la calle emb arazada conel uniforme del colegio la hacían irvestida de civil. Soledad siempre sesintió fuera de lugar en el colegio: comoque no encajaba. No tenía grupo depertenencia, un grupito de amigos que lacontuvieran o que la centraran en algúnproyecto, en algún viaje, en algo.Siempre estuvo yéndose de todos lados.Del colegio lo único que quería era

terminar e irse"."Ella fue a un colegio que no le

gustó nunca", dirá Luis Rosas, su padre."No le gustaba el ambiente, ella decíaque iba a un colegio de chetos y que ellano era cheta. Creo que tenía razón, esecolegio no era para su personalidad.Ella era una mina de una sensibilidadmuy desarrollada, ya en su adolescenciale llegaban los problemas sociales conmucha fuerza, y sus compañeras estabanen otra cosa. Creo que la mandamos alcolegio equivocado".

Ni siquiera con Josefina, su másamiga, su compañera de banco, hablabade ciertas cosas. "Era jodona: una vez

preguntó si a los bárbaros les decían asíporque eran buen mozos. Soledadsiempre tenía una causa", dirá JosefinaMagnasco. "Es loco que una persona quese crió en pleno centro, con todas lascomodidades, salga así... Era muyidealista. Tenía un amigo enfermo yestaba 24 horas al lado tuyo. Eraservicial, le hacía bien ayudar a losdemás". Pero Soledad no encontraba sulugar y escribía mucho: su diario era elespacio de sus confesiones.

"Una tarde del verano pasado Martase apareció con una caja gigante y medijo 'Cecilita, ¿me ayudás?'", diráCecilia Pazo, su prima. "'Son todas las

cosas que traje de Beruti de Sole'. Y yodije guau, qué fuerte. Había cartas ycuadernos y me puse a leer una carta deenero del 91, cuando ella teníadieciséis. Había todo un tema dedepresión, de decir que las cosas noeran como ella quería; está bien que eraen plena adolescencia. Decía que no ledaba la cabeza, que no tenía ganas deestudiar. Siempre hubo competencia conGaby. Gaby era brillante y Soledad sereventaba, pobre. La voluntad que teníaque poner era terrible. Gaby leía y seiba, y Sole estaba toda la tarde. Todoesto lo decía en ese papel. Que nopodía, que no daba más. Ella era muy

directa. Hablaba medio depre. Meacuerdo un pedacito que decía 'no, estono es para mí. Me quiero desterrar deeste planeta'".

Seguramente no era para tanto: laadolescencia es la época de la vida enque todo parece para tanto —y despuéspasa, o cambian los colores. En 1991Gabriela empezó el Ciclo BásicoComún: su llegada a la Universidad deBuenos Aires le abrió otros mundos, ySoledad empezó a conocerlos a travésde su hermana. El cuarto de las Rosas enla calle Beruti era un termómetro: depronto sus paredes se llenaron de

grafittis con letras de canciones de Sumoo de Sinead O'Connor, el corcho confotos y postales, y los posters: uno decaballos, uno de los Stones, de CarlitosChaplin, del Che Guevara. AunqueSoledad no tenía especial interés por lapolítica: no estaba entre sus temas. En1991 la Argentina entraba en un extrañoperíodo de decadencia sorda quemuchos tomaron por bonanza y llamaronmenemismo o convertibilidad. Lapolítica, es cierto, había dejado de seruna opción: los políticos la habíanconvertido en un espacio turbio, en elescenario de sus negocios yclaudicaciones, y los chicos crecían con

esa desconfianza."Mi viejo era muy lector y en casa

había libros del Che y muchos libros dehistoria", dirá Gabriela Rosas. "Mi papámilitó para el Partido Socialista ydespués para el peronismo, entonceshabía una cosa medio política en casa.Yo era sobre todo la que hablaba muchode política con mi viejo y mi hermanaera la que salía con '¿Y cuál es laizquierda? ¿Y cuál la derecha? ¿Y porqué? ¿Y quiénes son? ¿Y cuál es ladiferencia entre el socialismo y elcomunismo?'. No cazaba una. En esaépoca no le daba pelota a la política,jamás. Soledad era lo más apolítico. Era

muy práctica para algunas cosas: sobrelas cosas que no le interesaban nisiquiera daba lugar para la discusión.No le creía a la política, no le creía alos políticos y no hablaba del tema. Lechupaba todo un huevo. Ella vivía suvida, su mundo. Cuando yo terminé elcolegio ya me había rebelado bastante ala religión y todo eso. Y entonces Solese sumaba a mis rebeldías y habíamospuesto un poster con la cara del Che.Estaba dentro de los cánones normalesde rebeldía todavía. Para una chica declase media, el poster del Che nollamaba demasiado la atención. Noestaba Bob Marley fumándose un porro.

Mis viejos todavía no se habíanespantado".

Últimamente la sonrisa de Guevarano es, queda dicho, una toma deposición política: es, más amplio, másdifuso, el signo de que niños quierenempezar a ser jóvenes. Las hermanasRosas también lo intentaban en lascalles del barrio: buscaban nuevascompañías, por primera vez semezclaban con chicos que nopertenecían al kindergarten Pinamar ocolegio privado. Gabriela habíaempezado a salir con Claudio, unmuchacho de pelo largo que cuidaba elparking de enfrente. Sus padres no

estaban contentos y a veces laencerraban en su casa: entonces ellahablaba con su Romeo desde su balcón yse sentía de lo más transgresora.Claudio era amigo de los dos vecinosmás repudiados del edificio de lasRosas: Alejandro y Fernando, "losdrogadictos del segundo", dos tipos demás de treinta años con muchas historiasque contar —o no contar. Claudio,Alejandro, Fernando y las hermanasRosas empezaron a verse bastante: enesa esquina de barrio pretencioso lasRosas conocieron las delicias de losprimeros porros, las cervezas de zaguán,las charlas iracundas.

"Una vez, cuando Soledad tendríadiez años, fue a la quinta de Ranelagh mibisabuela, que no tiene nada que ver conla bisabuela de ella, y se acostó en lacama de Sole a dormir la siesta", diráCecilia Pazo, su prima. "No te puedoexplicar el quilombo que armó: decía'no te puedo creer, esa vieja que tienelos pies roñosos me ensució la cama'.Marta le tuvo que dar vuelta el colchón,cambiar las sábanas, una pulcritudterrible y después en la adolescencia fuetodo lo opuesto. Y de estas cosas en lavida de Sole hay cinco mil. CuandoMarta la peinaba y le quedaba unaondita le pedía que la peinara de nuevo.

Y de adolescente usaba el pelo todorevuelto. Después si la cama no teníasábanas no importaba. Cosas que vosdecís 'cómo esa misma persona puedellegar a ser tan diferente, no, cómo sepuede cambiar tanto'".

Primero Soledad sintió terrible amorpor Alejandro, que le llevaba veinteaños: alguna vez se lo dijo y el tipo lapuso en su lugar. Soledad sufrió unosdías; después conoció a Juan Pablo enesa misma esquina. Ella tenía diecisiete;él un par más. Juan Pablo vivía a lavuelta de su casa y curtía onda dark: sevestía de negro, escuchaba The Cure ylanzaba declaraciones pomposas contra

la pompa de esta vida de aparienciascaretas. Juan Pablo era bonito: morochode ojos verdes, sonrisa seductora. ASoledad le sorprendió que él la deseara:no tenía mucha conciencia de su poderen ese campo.

"La vida de Soledad tenía muchasdualidades", dirá Cecilia Pazo. "Todo elmundo la quería y ella no se sentíaquerida por nadie. Se creía el últimoorejón del tarro y en realidad adondeiba la miraban todos.

Siempre pensaba que nadie se fijabaen ella y al contrario, todos se fijaban enella. Entre otras cosas, porque era unamina muy linda".

Cuando sus padres le reprochaban elestilo de su primer novio, Soledad seenfurruñaba, pegaba un par de gritos, seencerraba en el cuarto con grafittis.Empezó a vestirse de negro, a bucear enlos restos del punk: ya desde elprincipio imaginó que querer a alguienera acoplarse a sus gustos, adaptarse asus gestos; una amiga le dijo que parecíauna esponja y Soledad le dijo que nodijera boludeces, que si no sabía lo queera querer a alguien se callara la boca.

"Soledad era muy vulnerable", diráJosefina Magnasco, su amiga delcolegio. "Influenciable, ésa es lapalabra. Se dejaba llevar mucho. Y la

contracara era que tenía mucha fuerza.Le pasaba una aplanadora y ellaresurgía. Tenía esas dos facetas: muyinsegura, por un lado, y de muchapolenta por otro, muy positiva, quesiempre va para adelante".

Muchas tardes Juan Pablo la pasabaa buscar por el colegio y la acompañabahasta su casa; algunas, subía a tomar laleche con ella. Los viernes solían ir acasa de algún amigo o se quedaban unrato en la vereda o iban a un recital; lossábados a veces eran discoteca, pero alas cuatro de la mañana a más tardarSoledad tenía que estar en casa. Erantanteos, borradores: para él ella también

fue la primera, y descubrieron juntos.

Aquella noche de primavera elmatrimonio Rosas no estaba en casa: sehabían ido a un retiro espiritual.Gabriela pasaría la noche con su noviodel parking en una de las habitacionesde la casa; Soledad pensó que era laocasión que había estado esperando —yJuan Pablo estuvo muy de acuerdo.

"En realidad nunca hablamos ni delo bien ni de lo mal que la habíapasado", dirá Gabriela Rosas. "Nos lotomamos como algo muy gracioso, unasituación cómica, una aventurita decomplicidad entre hermanas. Fue más

graciosa la anécdota que lo que pasórealmente, si le importó o no el hecho deque hubiera sido su primera vez. Nosreímos durante años sobre esa noche delre tiro espiritual. A ella se le manchó lasábana y había que limpiarla: nopodíamos cambiarla porque mi viejaregistra todo, ella sabía qué sábanaestaba y cuál no. Entonces tuvimos quelavarla y después secarla con el secadorde pelo. Y escondiéndonos del portero,que era un botón infernal: le contaba amis viejos quién entraba y quién salíacuando ellos no estaban. 'Mirá, salimospor un ascensor, no, por el otro. Yo bajoprimero y me paro en la puerta, hago que

paseo al perro y me fijo si está o no elportero y te doy vía libre'. Porque elportero empezaba a baldear a las cincode la mañana, entonces había queganarle. Era todo muy cómico: más queel hecho de que fuera la primera vez, sehabía dado todo como una situacióngraciosa".

Después se hizo más complicado.Algunas noches, al principio, Soledaddecía que se iba a dormir a lo de unaamiga, que tenía que estudiar, que unafiesta se terminaba tarde y lejos.Soledad no era buena mintiendo, yademás se cansó:

—Esta noche salgo con Juan Pablo y

no vuelvo a dormir.—¡Eh, pero cómo...! ¿Y me lo decís

de esa manera!?—Bueno, si querés te miento, igual

lo voy a hacer.—¡Pero qué te creés, nena, que

podés hacer lo que se te dé la gana!—Ya vamos a ver."Soledad no sabía mentir, era de

terror para mentir", dirá Gabriela Rosas."Yo era rementirosa y me salían todasbien, tenía culo para mentir. Y Sole,pobre, si decía que estaba en lo de unaamiga, esa amiga llamaba por teléfono yla cagaba, o se le veía que estabamintiendo. Pobre mina, no sabía mentir y

un día dijo 'no miento más'. Empezó adecir la verdad y ahí llegaron loschoques. Pero dejó de mentir y nuncamás mintió. Se dio cuenta de que no erapara ella y que además le traía unmontón de problemas porque secontradecía, se olvidaba de lo que habíadicho. Ahí dejó de mentir de una vez portodas, para todo".

El romance con Juan Pablo le duróvarios meses. A veces se peleaban:Soledad lloraba, la pasaba mal, suponíaque el chico no le prestaba la atenciónsuficiente, se sentía abandonada. Hastaque descubrió que su primer noviotambién tenía un primer novio —y le

gustaba más que ella. Fue el final delprincipio.

3. LA PROPIA VIDA

Soledad tenía que empezar una vida.Ya había cumplido diecisiete años:había terminado el colegio, habíaterminado con su primer novio, dudabade lo que sus padres y su medio habíanquerido hacer de ella. Muchas cosas seterminaban y no estaba claro todavía quéestaba empezando.

Ese verano trabajó por primera vez:era una forma de tomar distancias, de irprobando. La Tartine era un cafépequeño y elegante en la esquina deRodríguez Peña y Vicente López, en lazona más coqueta del Barrio Norte: allí

Soledad servía las mesas y la pasababien. Pero no duró mucho; al cabo dedos meses una amiga de sus padres leofreció colocarla en Berlitz, unaacademia de idiomas, como secretaria.Le pagarían más

o menos lo mismo pero era untrabajo más descansado, de menos horasy más silla. Su madre estaba contenta:allí la nena podría practicar su inglés ytener cierto roce. De todas formas nadieimaginaba que no siguiera estudiando —ni siquiera ella. Soledad se anotó en elC.B.C. de la Universidad de BuenosAires; no sabía bien qué carrera elegir yfue, casi por descarte, Psicología. No

duraría ni tres meses.—¿Vos siempre venís acá a pasear

tu perro?—Sí, bueno, sí, siempre que puedo.—Relindo, tu perro. La verdad, se le

nota...Piltrafa, el pointer de Soledad, no se

dio cuenta de que los piropos eran paraél y siguió corriendo detrás de unaovejera medio renga. Empezaba laprimavera y la gran plaza Las Herasflorecía.

—...se le nota que está bien cuidado,que lo quieren.

Dijo Lorena, y Soledad se sonrió.Lorena Dussort tenía 20 años, el pelo

rubio, los ojos muy claros, movimientosnerviosos y un acento con eses bienmarcadas. Lorena llevaba jeansgastados, zapatillas con barro, unacamiseta módicamente ranfañosa: eluniforme de la paseaperros.

En las últimas décadas la Argentinano ha hecho muchos aportes a la culturamundial; hay quienes suponen que laidea del paseaperros es uno de ellos —junto con los laberintos borgianos y lapalabra desaparecidos. En los barriosmás ricos de Buenos Aires, muchachosaran las veredas con jaurías que puedenllegar hasta las dos docenas deejemplares de todas las marcas y

colores: son un subproducto de laindustria del pet. Vecinos que viven endepartamentos donde los perros seatrofian y que, tomados por susobligaciones, no pueden llevarlos apasear muy a menudo, contratan por unabuena suma el servicio de quien le daráal can su merecida vuelta. LorenaDussort era la primera mujer en unmundo de hombres y se había acercado aSoledad con la intención de siempre:para trabar una conversación que lepermitiera ofrecer sus servicios. Aprimera vista Soledad le había parecidoun buen punto: una chiquita rubia yatildada, bien tilinga del barrio con su

vestido de secretaria de academiainglesa. Pero Lorena solía sentirse sola:era tímida, había llegado de Mar delPlata un par de años antes, la granciudad se le resistía y Soledad le cayóbien. La venta de servicios se convirtióen oferta de trabajo:

—Mirá, no es tan difícil. Te tienenque gustar los animales, claro, pero esopara vos no parece problema.

—¿Y cómo tendría que hacer paraempezar?

—No te calientes, loca. Si tenésganas yo te puedo pasar alguno de losmíos, para que empieces. Total, laverdad que tengo demasiados...

—¿En serio? Sería genial. Ya no mebanco eso de estar todo el día encerradadetrás de un escritorio. ¿Sabés qué? Mepaso el tiempo mirando por la ventana,envidiando a la gente que pasa por lacalle.

"Soledad siempre fue muy amante dela naturaleza, no le matés un mosquitoporque era capaz de matarte ella a vos",dirá Josefina Magnasco, su amiga de laescuela. "Amaba a sus plantas, leshablaba a las flores, y le encantaban losanimales, la fascinaban los caballos, alos perros los tenía redominados, lostrataba como a sus hijos". Al díasiguiente Soledad se había

metamorfoseado: jeans gastados,zapatillas con barro, una camisetamódicamente ranfañosa, paseaba sus dosprimeros perros.

Me preguntaba cómo se arma unavida. ¿Con qué pequeños datos ygrandes decisiones se va trazando eseretrato que, alguna vez, será lo quequede de esos años? ¿Piensan loshombres, las mujeres en el dibujo de suspropias biografías cuando toman ciertasdecisiones, determinadas vías? ¿O susvidas más que nada les suceden, setransforman en su historia cuando ya sonhistoria, cuando no hay mucho que se

pueda cambiar salvo el relato? Mepreguntaba: ¿Quién arma cada vida?

Me lo pregunto sin saber larespuesta, sin saber si la respuesta mesirve para algo: sin respuestas.

"Y entonces vino la hecatombe",dirá Marta, su madre. "Cuando dejó detrabajar en Berlitz y se fue a la plazavino la hecatombe, por la gente con quese rodeaba... Francamente, un desastre.Buscó gente en la calle, gente de laplaza, siempre había algún pobre infelizque se aprovechaba de su bondad, ybueno, había que hacerle comida paraque le llevara, y había que comprarle

ropa, o darle ropa de Luis, esas cosas"."Yo siempre tuve una pelea con

Soledad", dirá Luis, su padre, "porqueyo le decía sí, yo te entiendo, ayudásocialmente a la gente, pero no nivelestanto para abajo, no te mezcles aconvivir con ellos: vos sos otra cosita,estás preparada para ser algo más".

Soledad olía irremisiblemente aperro. Al principio hacía el mismohorario que Lorena: desde la una hastalas siete de la tarde. Pero rápidamentese independizó: el trabajo fluía. Lanueva paseaperros se mandó imprimirunas tarjetas de publicidad: "Soledad ysu pandilla", decían, y tenían el dibujo

de un perro de dibujos animados."Arrasábamos con todo el laburo",

dirá Lorena Dussort, su amigapaseaperros. "Éramos chicas, no éramosvilleras, los clientes podían hablar connosotras más de tres palabras seguidas ynos podían dar sus llaves tranquilos.Cobrábamos 100 pesos cada perro, y nohabía rebajas. El que no podía pagar, nolo agarrábamos. Entonces se hacía unpúblico un poco más seleccionado.Teníamos las llaves de todos losdepartamentos: la gente nos teníaconfianza. Íbamos por Palermo Chico,había cada departamento, unas casas... ASole esa gente mucho no le iba, pero no

era por la gente, era por la plata, y laentendió".

Soledad tenía dieciocho años y másde veinte perros en sus manos: losmeses buenos llegaba a ganar unos2.000 dólares. Era una suma increíblepara una chica de su edad. Habíacambiado de horario: paseaba a lamañana, así que se tenía que despertartodos los días antes de las seis, lavarse,vestirse y pasar a buscar a su primerperro, un siberiano, a las seis y cuarto.Soledad confiaba en su dominio de losanimales y fue de las primeras enllevarlos sueltos, sin correa. La rondade recogida podía durar casi dos horas:

hacia las ocho Soledad y su jauríallegaban a la plaza Las Heras.

La plaza Las Heras es un granespacio verde que aparece casi porsorpresa en medio de una de las zonasmás caras de Buenos Aires. La sorpresatiene su explicación: allí se levantaba,hasta los años sesenta, el presidioporteño; de hecho, los vecinos másviejos todavía llamamos a ese parque"la Penitenciaría". La Penitenciaría eraun edificio de torres y almenares,sombras fuertes, la palmera queasomaba desde el patio interior; allíestaba preso, entre otros, el detective deBorges y Bioy, don Isidro Parodi; allí

fusilaron, entre otros, al militanteanarquista Severino di Giovanni.Soledad no lo sabía. Ahora laPenitenciaría es una plaza muy coquetarodeada de edificios elegantes; albergajuegos, tres escuelas públicas, unaescuela de fútbol, la calesita, docenasde cuerpos al sol en el verano y, todo elaño, un persistente olor a mierda: losperros la han hecho su excusado. Es elúnico recuerdo de sus tiempos de cárcel,junto con una placa en un rincón querecuerda otra muerte: la del 10 de juniode 1956, cuando un pelotón militar —lafase pública de la Operación Masacre—fusiló allí al general Juan José Valle.

Allí, todos los días, Soledad seencontraba con Lorena, se tiraban al solsi había sol, charlaban, se cruzaban conotros paseadores, recibían amigos,vigilaban sus perros. Soledad solíafumarse un porro: miraba cómo venía elviento para que el olor no la delatara ylo encendía; Lorena prefería pasar.

"Y si ella por ahí anduvo en el temade la droga, jamás intentó meterme a míen eso. Nunca", dirá Lorena Dussort, suamiga paseaperros. "Aparte tampoco erala razón de vivir de ella. Pero igual a míme ponía los pelos de punta, yo nisiquiera tomo alcohol. Y yo veía queella era súper inteligente, y me daba

bronca que hiciera esas cosas".A veces Soledad y Lorena tenían

problemas: los demás paseadores,muchachos que las iban de duros, teníanenvidia de su éxito:

—Nos van a hacer calentar,pendejas. Y si nosotros nos calentamosse pudre todo, viste.

El tipo parecía querer decir lo quedecía: tenía un aspecto perdulario, tresamigos al lado y una navaja bailándoleen la diestra. Eran los paseadores de laplaza de ATC, famosos por pesados,decididos a manejar la competencia. Yahabían intentado maniobras más sutiles:agarrar a un perro en la plaza y robarle

el collar, soltar un par de hembras encelo para que los machos se escaparandetrás, llenar de barro un huskiereluciente. Pero el fracaso de esastécnicas los había decidido a la accióndirecta:

—Escuchen, nenas. Nosotrosllevamos quince años paseando perrosy...

—Sí, se te nota. Ya ladrás.Le dijo Lorena, amable. Soledad, al

lado, se quedaba callada. Y parecía,incluso, que sonreía a los agresores.Lorena pensó que arrugaba y se molestó.El tipo la miró con odio:

—No te pasés, pendeja, tené

cuidado. Por esta vez nos vamos, pero sisiguen haciendo boludeces se pudretodo.

La variedad no era el fuerte de suléxico. Cuando se fueron, Lorena lepreguntó a Soledad si se había vueltomuda: estaba indignada.

—No, Lore, pero me parece que esmejor transar. Si nos hacemos amigos seacabó el quilombo, ¿no? Si no se va acomp licar, no seas boluda.

Le habían insistido mucho en queaprendiera a negociar y, por una vez,decidió intentarlo. Soledad se hizoamiga de otros paseadores de ATC.

"Soledad era una mina súper

normal", dirá Lorena. "Cuando yo mecasé, me vestí en la casa de ella y todo...Cuando me fui de luna de miel le dejétodos mis perros a ella para que los sigapaseando y no perderlos. Y en esemomento ella se cambió de parque y sepasó al Jardín Japonés y conoció a todala banda de ahí que era de terror. Deterror. Superfaloperos, hasta le dabanfalopa a los perros, yo cacé todo y mefui a la plaza Las Heras. A ella lecopaba un grupo de gente y se iba yestaba todo bien, no había falsedad.Pero yo con ellos no podía ni hablar deltiempo, nada que ver... Un día vieneGabriela a la plaza y me dice 'boluda,

Soledad no aparece por ningún lado, novino a casa a dormir, no fue a buscar losperros...' Y yo ya sabía dónde estaba.Nos tomamos un taxi al Jardín Japonés:estaba ahí, había estado toda la nochecon ellos. La recagamos a pedos. No porel hecho de desaparecer sino por noavisar. La cazamos de los pelos y latrajimos de vuelta. Y bueno, ella era dehacer esas cosas. No era nada malo. Aella le gustaba estar, hablar con la gente.Pero yo tuve miedo cuando se juntó conesa gente porque eran muy pesados y nola querían bien. Ella era muy cariñosa, yeso tiende a confundir a los varones, porno decir otra cosa. Y ella no se daba

cuenta, y muchas veces era la únicamujer. A mí me parece que se metía enquilombos que ni se d aba cuenta,Soledad".

En circunstancias más normales lasjornadas en la plaza duraban toda lamañana. Antes del mediodía Soledad secomía un pancho o una milanesa;después se volvía a repartir susanimales casa por casa. En muchas nohabía nadie y ella entraba con las llavesque sus dueños le habían dado. Por lastardes a veces iba a la facultad: se habíamatriculado en la carrera de Turismo dela Universidad del Salvador, pero allítampoco duró más de un cuatrimestre.

Soledad tenía mucho tiempo libre yestaba conociendo gente nueva. Estaba,en realidad, cambiando.

"No, la diferencia de edad noimportaba porque ella era divina", dirásu amigo Fabián Serruyo. "Además eralindísima. Eso te atraía mucho. Era tanlinda que te pegabas, con una onda detener alguna historia con ella. Ese era micaso y el de Alejandro también, quenunca se dio. No sé por qué, pero buenaonda igual. ¿Viste cuando la gente tienebuena onda y te sentís querido? Con ellauno se sentía querido. Cuando te sentísquerido te pegás, te pegás con el que

más te quiere en la vida y bueno, fueeso. Eso que me dijo un día Soledad:'vení que lo mejor que me pasaría eneste momento es que vos estuvieras acá'y eso me mató. Uno estaba muerto deplata, no tenía ni para pagar un pasaje decolectivo y vos decís cómo hago parairme para allá. Nosotros salíamos de uncentro de rehabilitación donde veníamoscon una apertura personal con la gente,de haber estado un año teniendo terapiasgrupales y todo eso. Soledad —yGabriela también— eran muy abiertas,muy solidarias. La diferencia de edadquizás no se notaba porque ella era unamina muy inteligente. Había tenido una

buena preparación de colegio y todoeso. Yo no sé si fue eso. Quizás larelación que tenían con los padres lessirvió para ser gente muy abierta, vaya asaber".

Fabián era el amigo de Alejandro:se habían conocido en algún tratamientode desintoxicación. Fabián seentusiasmó; en esos días Fabián yAlejandro visitaban a Soledad en laplaza, la llevaban a tomar algo, arecitales —donde también iba Gabriela.En esos meses Soledad, Gabriela yalguno más fueron a ver recitales deGuns & Roses, Divididos, B.B.King,The Ramones, Santana, Fito Páez y los

Rolling Stones. Algunas veces llevabanincluso al sobrino mayor de Alejandro,el hijo de su hermana Pilar, que vivía enel décimo piso del edificio de Beruticon su marido, Moncho, y sus otros doshijos. El chico era un adolescente bonitoque se pasaba el día mirándose alespejo. Hasta que su tío Alejandro lehizo sacar unas fotos, lo llevó a uncasting y el muchacho, Iván de Pineda,empezó a trabajar.

"Sole se pegó con nosotros, queveníamos zarpados", dirá FabíanSerruyo, su amigo. "Siempre salíamos acaminar con el Alejandro. Un día que seenganchó Soledad nosotros veníamos

tomando tranquilos pero ella se cazó unpedo bárbaro. No sé cuánto, pero ladejamos en la facultad y tenía un pedo...Después me contó Gabriela que llegó ala casa diciendo que le había caído malla comida y la madre le dio una copitade fernet. Y ésa era la historia, seenganchaba con nuestros rollos ynosotros veníamos más locos que lamierda, ¿me entendés?".

"Una vez la llevamos a un psicólogo,porque nos preocupaba que estaba conla marihuana, y nos fuimos los tres", dirásu padre. "El tipo me pareció de lo máspelotudo: empezó diciendo que elenfermo era yo, que no le diera bola a

esas cosas, que estaba todo bien, queella no va a pasar de esto que estáhaciendo, que era una mina sana,fantástica... Claro, Soledad era unbombón de maravilla, una pendejahermosa, sensible, dulce, inteligente,vos te enamorabas de ella a los dosminutos. El psicólogo se volvió loco: esuna pendeja de la gran puta, el boludo esel padre".

Soledad y Fabián se hicieron amigosde verdad: alguna vez Fabián llegó aacompañarla al geriátrico donde estabasu abuela. Alguna vez Soledad losacompañaba cuando se afanaban un parde discos, alguna camisa. Solía

invitarlos a su casa: sus padres ladejaban recibirlos a condición de que sequedaran en su pieza, que había vuelto acambiar: ahora las hermanas tenían denuevo las camas superpuestas, másespacio:

"Ahí pusimos nuestro equipo demúsica, que habíamos comprado amedias con Sole en una liquidación deMusimundo", dirá Gabriela. "Teníamostodos nuestros discos, libros y cosas así:estábamos todo el día ahí adentro. Mivieja nunca nos dejaba ir al livingporque tenía esa cosa de que el livingera para cuando venían visitas, siempreestaba cerrado. Al living íbamos para

los cumpleaños o si venía alguien acenar. Si no, comíamos en la cocina. Asíque recibíamos a n uestros amigos ennuestra pieza: teníamos la cama contrala pared, con almohadones, tipo sillón,una alfombra, el equipo de música y unespejo muy muy grande en una pared.Era nuestro búnker".

Soledad empezaba a descubrir queella también podía hacerse amigos, quepodía gustarle a muy distinta gente. Y leencantó la novedad.

—Che, loca, ¿y si nos vamos juntas?Soledad había ganado dinero con sus

perros y llegaba el verano: ésas seríansus primeras vacaciones sola, sus

primeras vacaciones de persona grande.Y su prima Cecilia acababa de cortarcon un novio militar. Soledad estabacontenta: con esa separación habíarecuperado a su amiga de la infancia.Así que le insistió y a Cecilia le gustó laidea.

—Bueno, por qué no. ¿Y dónde teparece?

Terminaron eligiendo Villa Gesell:ninguna de las dos lo conocía, perosiempre habían escuchado decir que esebalneario era el mejor lugar para un parde chicas con ganas de divertirse. Enerodel 93.

"Para mí Soledad fue una sorpresa

enorme, ese verano", dirá Cecilia Pazo."Las dos habíamos crecido un montón:ya no éramos ni la nena Soledad ni lanena Cecilita. Agarramos dos valijas,nos tomamos el micro y aterrizamos enGesell sin tener nada alquilado, nadapreparado".

Al día siguiente encontraron unacasita minúscula, estilo alpino, de unalemán que posaba de severo y lesexplicó que allí no podían dormir másde cuatro personas. El alemán lesrecomendó que cuidaran mucho laconducta; Soledad lo llamaba PapáCharles —por el padre de la familiaIngalls — y decía que ellas eran Laurita

y Mary pero un poco distintas.Lo eran, y también eran distintas

entre sí: episodios del choque cultural.Para Soledad, Cecilia era "demasiadostandard". Cecilia prefería el pibe lindocon su linda mallíta y Soledad buscabapelilargos; Cecilia quería ir a bailar "alos lugares relindos de Gesell" ySoledad insistía con el Perro Dinamita,un boliche que tomaba su nombre de unacanción de los Redondos —y teníacierta onda ricotera. Y, aún así, Ceciliapensaba que debía proteger a Soledad:insistirle para que comiera, intentarlimitar sus supuestos excesos: Soledadsolía inspirar esos arranques. No

conocían a nadie, pero eso no eraproblema en Villa Gesell, y menos paraella:

"Era increíble la capacidad deSoledad de revolucionar Villa Gesell en48 horas", dirá Cecilia. "Por empezartenía un lomazo, o sea que en la playa nohabía quien no la mirara. Yo trabajandocon el rebote de Sole podía estarfenómena: era impresionante. Y ademásella se interesaba por todos, hacía untrabajo como de periodista. Veía un pibeque estaba colgado de la vida y lepreguntaba 'loco, ¿qué te pasó? Contamecómo fue tu infancia'. Ella tenía unacuestión siempre muy social, muy

humana de rescatar a la gente. Perotambién se metía con ellos: una vez ledije 'terminala con los novios de cuarta,todos vagos, cirujas, que no van a sernada en la vida'. Yo me preguntaba porqué Sole se juntaba con estos pibes queno tenían nada que ver. Creo que tepodés bandear por dos motivos: o porexceso o por defecto. La mayoría es pordefecto, porque no tuvieron contenciónafectiva, porque no les dieron pelota. Enel caso de Soledad tuvosobreprotección, mucho afecto, muchacomprensión. La madre al lado toda lavida: '¿Te cambiaste la bombacha? ¿Tebañaste?'. Así. El aliento en la nuca".

A los pocos días Soledad y Ceciliahabían llenado el chalecito alpino: dos otres ricoteros de Lomas de Zamoraencontrados en la playa, la hermanaGabriela, los amigos Fabián yAlejandro, la amiga Lorena con sumarido muy reciente y todo tipo de sintecho que So ledad amparaba. "Era lomismo que hacía con los perrosvagabundos", dirá su prima. "Seconectaba con este tipo de gente ytrataba de rescatarlos".

Cecilia no estaba cómoda: lapreocupaban los porros que solíancircular, y cuando descubrió queAlejandro tenía sida se puso muy

nerviosa. El tipo podía cortarse con lamaquinita de afeitar, pensaba, ycompartir un mate con él le parecía unaaventura sideral. Quería lavar conlavandina cada vaso, cada plato que élhubiera mirado: Soledad se le reía y leexplicaba que Alejandro era de ésos quete cuidan, no de los que te hacen daño, yle volvía a decir que cómo podía ser tanstandard. Estaba descubriendo: el precioera la audacia y la confianza.

"Llegamos, y era el típicoaguantadero de verano de Villa Gesell:por donde mirabas había flacos de pelolargo", dirá Lorena Dussort, su amigapaseaperros. "Creo que estaba todo

Gesell ahí. Había cuatro camas y veinteflacos. Piso, bolsa de dormir, de a dosen cada cama. Y bueno, era ir a la playay tener quilombo, eran barderos yrefalopa. Se ponían a cantar. Nosmirábamos con Adrián, mi marido, concara de qué hacemos nosotros acá... YSole decía está todo bien. Yo era laúnica rubia. Y los flacos nos decían'nosotros les cedemos la pieza, ustedesestán recién casados'. Nos fuimos a lapieza con los perros, nos levantamostemprano, hicimos la comida, y estabantodos tirados. Todos con todos, era undespelote... Entonces al segundo día ledije a Adrián 'ésta es la última noche

que yo paso acá'. Le dije a Sole 'esto noes para mí, por una vez no coincido convos'. Y nos fuimos".

Era un grupo de lo más variado ysolían salir en dulce montón: a veces,con inclusiones e intrusiones, llegaban alas dos docenas.

"Íbamos a tomar: vivíamos tomandocerveza", dirá Fabián Serruyo, su amigo."Yo en esa época ya no fumaba másmarihuana. Me parece que ellos estabanmuy enganchados. Sole fumaba mucho.Ale no fumaba, ya estaba enganchadocon la merca. Yo en esa época no estabaenganchado con nada, andaba limpio. Mienganche fuerte vino después . Quizás

uno está carente de muchas cosas que legustaría tener y se anestesia con eso hoyen día. Como otros con el alcohol, comoestá pasando con mucha gente. Comotoda esa gente que ves en las esquinastomando cerveza, como Soledad queestaba carente de muchas cosas. ASoledad la reprimían mucho en muchosaspectos. Ella quería vivir de ciertamanera y la madre en particular noquería que viva de esa manera".

Soledad solía terminar las nochescon un martillero público que habíadecidido pasar sus vacaciones en ellado salvaje y Cecilia se habíaencontrado, entre tantos pelos, un

estudiante de abogacía babyface que lepareció más conveniente. Pero se asustómucho una noche, en un bar, cuando unaintegrante de la banda se puso aacariciarle la pierna con denuedo.Cecilia le pegó un par de gritos;Soledad se reía, como si hubiera pasadolos mejores años de su vida en esemundo diferente.

"Soledad quería escaparse de todolo que tuviera que ver con la plata, elcaretaje", dirá Fabián Serruyo. "Queríavivir de una manera más simple. En unaplaya y cagar atrás de un árbol yescaparse del consumo. No le cabía elconsumo y todo eso, y eso que vivía en

un barrio recontra cajetilla, Beruti yAustria. Hoy el barrio ya cambiócompletamente. Pero en aquella épocaera un barrio cajetilla y no le cabíanada. Habrá ido al mejor colegio deBuenos Aires pero había muchas cosasque no le cabían, a la loca".

"Ella siempre estaba buscando unlugar en el mundo", dirá Cecilia Pazo."Sole era una búsqueda impresionante ysiempre se equivocaba. En Gesell seenamoró de un pibe que tenía novia, quele prometió el oro y el moro, se recontraenamoró, sufrió, lloró, pataleó, y el pibecuando llegó a Buenos Aires volvió conla novia. De hecho la llevó a Pilar, a

Villa Rosa. Soledad armó una reunióntipo encuentro viaje de egresados, todoslos de Gesell, y el pibe llevó a la novia.Imaginate".

A veces me pregunto qué pasaría sime la cruzara, ahora mismo, por la calle,en un bar, en la plaza Las Heras. Ellasolía caminar por estas calles: mepregunto qué pasaría si la viera pasarpor la vereda, una desconocidaenredada de perros, una molestia en elcamino. Si miraría sus perros, si lamiraría. Si volvería a mirarla, si mepararía a mirarla por la calle. Y mepregunto si hablaría con ella, si tendría

de qué hablar. Si alguna vez habríamospodido sentarnos a conversar de algo,fumar un cigarrillo o un porrito,soportarnos más de quince minutos —me pregunto, ahora, cuando la vida deella ocupa tanto de mi vida.

Se conocieron en la plaza: él eraamigo de otros paseaperros. Ella nuncasupo exactamente qué de él la atraíatanto; sí sabía que, por primera vez, sesentía enamorada de verdad. La juventudtiene, entre otras ventajas, la deldescubrimiento permanente: uno creeque se enamora hasta los tuétanos sólopara entender, la vez siguiente, que

aquello no era amor y que esto sí, sólopara entender, la vez siguiente, queaquello no era amor y que esto sí, sólopara entender, la vez siguiente —o laotra, quizás, según la suerte. Soledad nosabía bien qué era: sí que, frente a suamor por él, todo el resto habían sidoescarceos de colegiala tonta. Soledadtenía diecinueve años cuando loconoció, en la primavera del '93;Gabriel Zoppi ya había cumplidoveinticuatro.

Gabriel Zoppi era del barrio; vivía,con sus padres, en Juncal y Billinghurst.Había cursado, con idas, vueltas ycambios de colegio, hasta tercer año

nacional. Gabriel tenía una hija de unanovia anterior, que vivía con ella, yhabía trabajado algunas veces: primerode plomero con su padre, después en unaparrilla de la avenida Figueroa Alcorta.Pero no solía hacerlo: no era lo que másle interesaba. Su pasión era River: supadre lo había llevado al club desdemuy chico y a los catorce años ya ibasolo a la popular; pronto la barra bravade Núñez, los Borrachos del Tablón, loaceptó entre sus miembros.

"A Gabriel en la cancha de River loconocía todo el mundo", dirá MartaZoppi, su madre. "Mi hija iba a lacancha y en la entrada decía que era la

hermana de Gabriel Zoppi y le decíanque pase sin pagar. Era muy conocido.Debe ser que había un grupo bienpesado, que él los conocía de ir a lacancha, y otro que era tranquilo: ahíestaba él". Las versiones maternas nosiempre son las más precisas.

"Mi hijo era fanático. Si le hablásmal de River, te corta la cabeza", diráRaúl Zoppi, su padre. "Está bien, laculpa fue mía porque yo de chiquito lollevé a la cancha. Después empezó a irsolo y se enganchó en la barra brava. Elclub lo llevaba a todas partes, lespagaban: a Brasil, a un montón de lados.Cuando yo iba lo veía ahí arriba, pero él

ya era grande y yo no le podía decirnada". Eran salidas bravas, y en una deellas Gabriel estuvo muy cerca de lamuerte: una tarde, en la puerta de unacancha cordobesa, uno de sus mejoresamigos fue baleado por la espalda y porla policía: el muchacho quedó paralíticoy Gabriel lo acompañó a lo largo de surecuperación.

No es seguro que Gabrieldescubriera las drogas en la barra; sí,que tuvo problemas de adicción. Dosveces estuvo internado en curas dedesintoxicación. "Él probó todo", diráRaúl Zoppi. "Después dejó. Un año, dosaños andaba lo más bien y después le

pasaba algo y...". Gabriel curtía lookrollinga: zapatillas all stars, un jeannegro gastado, la remera ajustada. Eramedio petiso y solía llevar el pelo largoy su flequillo; en la mano derecha teníauna pulserita de san Jorge, blanca, roja yverde: hay quienes dicen que es el santoque protege a los ladrones. Gabrielhablaba reo y amenazaba mucho; a vecesse ponía violento.

"Era una etapa en que Soledadestaba convencida de que no erainteligente, linda, nada", dirá SoledadEchagüe, su amiga Sole Vieja. "Y no eraverdad, era un encanto de mina, perotenía esa cosa de '¿quién me va a querer

a mí?'. Y yo le preguntaba si se habíamirado al espejo; era mu y insegura.Podía tener el mejor tipo, y tenía elpeor. A Gabriel yo le decía el Uka: eraun indio. La primera vez que vinieronjuntos a casa, cuando se fue el pobreGabriel, yo le dije '¿por qué, Sole? ¿Porqué este personaje que no puede hablar,que dejó la pluma y la lanza en la puertay entró?'. Llegaba a tu casa, se sentaba yte miraba fijo, no te contestaba. Nopasaba por las drogas que consumiera,es que era un tipo que llegaba a tu casa,se sentaba y vos le hablabas y nocontestaba. Era una pared. Si le pintabadespertarse, se despertaba. Si le pintaba

comer, comía. Si le pintaban las ganasde coger, cogía. Era 'un pesito para labirra, vieja'. A mí me flasheaba porqueno podía entender qué tipo deconversación tenía con Soledad. Era untipo jodido, un tipo de mierda. Yo creoque él estaba con Sole por esa cosa de'loco, mirá la minita que me levanté'.Era un tarado. No pasaba por unacuestión social, sino por una intelectual.Me acuerdo que decía con orgullo 'yosoy de los que le pegaron a RobertoGiordano'. Yo creo que ella no loquería, aunque sí lo creía, pero meparece que necesitaba a alguien. Y él leservía para tapar un hueco. Aparte

Gabriel era la clase de tipo que sefumaba medio porro y ya le pegaba mal.Estaba tan quemado que le pegaba mal.No necesitaba una sobredosis: era comoel alcohólico que se toma una copita yse pone mal. Gabriel se tomaba dospastas y ya se carajeaba. Nunca entendícómo ni por qué tenía tanto acceso a losmedicamentos, pero se ve que losconseguía fácil. Hacerse con una recetano es difícil, el problema es tener eldinero para comprar. Y Soledad lapasaba feo, él se pasaba de revolucionesy ahí le pintaba la agresividad con Sole,la envidia, que ella era una concheta,que tenía lo que él no tenía, la educación

que él no había tenido. Y Sole, queecharse culpas no le costaba nada,enseguida se sentía culposa. Ella era lapeor y tenía lo que no tenía derecho atener. Él la había convencido de eso".

Soledad había conocido a SoledadEchagüe en el Instituto Superior deEducación Física, el ISEF. Seguíadudosa sobre su futuro: no abandonabala idea de estudiar algo —tenía queestudiar algo—, pero no decidía qué.Soledad seguía paseando sus perros ysacando un buen dinero, y cuando suamiga Lorena le propuso que empezaranel profesorado de Educación Física la

idea la entusiasmó. Lorena abandonópronto: estaba recién casada y el tiempono le alcanzaba; Soledad siguió todo elaño. Nunca había sido una grandeportista pero tenía todo el tesón, todala voluntad: como en la escuela, cuandoalgunas materias le costaban y lesdedicaba las horas necesarias, hasta queterminaba por dominarlas.

A veces después de clase se iba acomer con otras alumnas a La Farola deBelgrano. Esa noche, por primera vez, laprofesora Soledad Echagüe lasacompañó y le llamó la atención sutocaya menor: era la única que entendíasus chistes. Después hablaron de

música:—Y sí, yo soy tan antigua que

todavía me acuerdo de Supertramp.Dijo la otra Soledad. Soledad Rosas

le contestó que no era para tanto:—No, si yo también los conozco,

son unos maestros. Yo tengo discos deellos, si querés te puedo grabar algo.

Soledad Echagüe estaba deprimida:su madre agonizaba. Cuando, unos díasmás tarde, su alumna tocaya se aparecióen el velorio con un cassette deSupertramp, Breakfast in America, seemocionó hasta las lágrimas. Fue elprincipio de una bella amistad.

"Yo era su amiga vieja, la Sole

Vieja", dirá Soledad Echagüe. "Ellallamaba cuando había tenido bardo conGabriel y necesitaba un par de días deestar en casa para que los viejos no sedieran cuenta, y volver recuperada. Eranbardos de pendeja, una de esas típicaspeloteras que te contaba. Gabriel pasadode pastas, ella que lo tenía que calmar.A veces los viejos estaban en la quinta yella se lo llevaba a dormir a su casa ydespués tenía que sacarlo, porque elpibe no se iba. Entonces Gabriel seponía agreta y ella se pegaba unos sustosbárbaros. Pensá que Sole era un palito.El otro no necesitaba ser un gigante parasentarla de un sopapo. Cuando pasaban

estas cosas ella se asustaba mucho. Sevenía a casa, dormía y comía bien. Eranboludeces. La cosa de sentirte querido,cuidado, que te preparen un baño, te denla cama, eso. Ella necesitaba eso".

Soledad le toleraba esos desplantes:tras la tormenta volvía con él. Le habíapasado algunos de sus perros para quelos paseara y ganase algún dinero, aveces lo acompañaba al servicio deToxicología del hospital Fernández paraseguir su tratamiento. Su espíritu desamaritana funcionaba a pleno e inclusoalguna vez se olvidó de que era fanáticade Boca y lo acompañó a la cancha deRiver. Gabriel les decía a sus amigos

que por fin había encontrado el amor desu vida y la presentó a sus padres. ParaSoledad, es obvio, la relación se habíahecho más y más difícil pero no dejabade intentarlo: seguía sintiéndoseenamorada, y la oposición de sus amigasy parientes, seguramente, la alentaba ano darse por vencida. Y siempreencontraba alguna razón, por pequeñaque fuese, para pensar y decir que élestaba mejor, que estaba empezando aencarrilarse.

4. EL AMOR PERRO

El 3 de octubre de 1993 MaríaSoledad Rosas votó por primera vez ensu vida: eran unas elecciones menores,legislativas, en plena euforia menemista.La Argentina había decidido que su pesovalía lo mismo que un dólar y, parasostenerlo, se endeudaba y vendía susúltimas posesiones, pero la clase mediacompraba televisores y coches y sesentía feliz. El resultado electoral estabacantado: los peronistas ganaron sinproblemas. Soledad no se interesóespecialmente en la cuestión; ya en elcuarto oscuro eligió la boleta del

Partido Humanista, una formación deizquierda semi-mística que sepresentaba junto al partido Verde,ecologista. Fue la primera vez y sería laúltima: las siguientes elecciones laencontraron en Villa Rosa y prefirió nomolestarse hasta la escuela de la Capitaldonde estaba inscripta.

"Soledad en esa época no teníaningún interés particular por la política",dirá Gabriela Rosas, su hermana. "Delos políticos de acá lo único quepensaba era que son todos una mierda,todos corruptos: no creía en ningúnpolítico. Estaba totalmentedesinteresada de la política local. Creo

que era un síntoma de tantos jóvenes deesa época que no creían en nada".

Ese verano el negocio de los perrosse amplió. Luis Rosas se había quedadosin trabajo, y se le ocurrió que podíanusar la quinta de Villa Rosa como unpensionado para perros —cuyos dueñosno sabían dónde aparcarlos durante susvacaciones.

Soledad ofreció el servicio a susclientes y fue un éxito: durante un par demeses la quinta rebosó de animales quepagaban caro su hospedaje. Para ella eraun placer especial: no había cumplidoveinte años y ya podía ayudar a suspadres a salir de un mal momento

económico: servía para algo."Uno de esos fines de semana,

cuando tenía el pensionado, yo laacompañé a Villa Rosa", dirá su amigoFabián Serruyo. "Soledad ya se habíacomprado ese jeep vejestorio que teníay teníamos que llevar un rotweiler, ocomo se diga, y ella le había dado unsedante para que vaya más tranquilo,porque los perros se ponían locos en elviaje. Y de pronto el perro, que estabamedio groggy, saltó al asiento deadelante y se ahorcó: se estabamuriendo, no reaccionaba más. Era ungarrón, un perro de 400, 500 mangos.Entonces Sole lo tiró en el asiento de

atrás y no sé qué le hizo pero el perrorevivió. Una maestra, Sole".

"Soledad cuando era chiquita erauna cheta", dirá Cecilia Pazo, su prima."Después cambió. No era una negravillera pero... vos la veías yendo a lacancha de Boca y te morías. Me acuerdoun día que fueron mi hermano, bosterode alma, mi papá, todos menos yo. Yella se puso el sombrero de Piluso, conlas lanas, y en realidad no sé si era laesencia, la piba era bardera. Sole másque nada era bardera".

"Soledad era tan desprejuiciada, secagaba en todo, en las modas...", diráMarta Rosas, su madre. "Para ella no

había marcas, no había colores, nada.Me acuerdo de ir caminando por laavenida Santa Fe y oír música deMusimundo, un rock o una cumbia,agarrarte y ya estábamos bailando. 'Perodejate de embromar, Sole'. 'Qué carajote importa. Dale, movete'. O ircaminando por la calle, darse vuelta ydecirme 'qué culo que tenés' y meapretaba".

Uno de esos días, madre e hijacaminaban por una calle de su barrio:

—Yo tendría que haber nacidovarón.

Dijo Soledad.—¿Por qué?

—Y, porque así podría hacer todo loque quie... bueno, la verdad, ¿para quéquiero ser varón si igual hago lo quequiero, lo que me gusta?

—Y así además tenés el tremendobeneficio de poder ser madre, de llevaralgo adentro tuyo, guardadito.

—Sí, ma, tenés razón. La verdadmejor me quedo así.

Era toda una decisión.

"Yo no entendía", dirá GabrielaRosas, su hermana. "Yo le preguntaba'¿De qué podés hablar con un barrabravade River? Soledad, por Dios, explicamede qué hablan, qué hacen, dónde está el

amor ahí'. Y nos peleábamos, ella seenojaba muchísimo y me mandaba a lamierda. Gabriel era un personajesiniestro, yo lo odiaba. Un tipo agresivo,violento, desagradable. Vivía a la vueltade casa. ¿Viste cuando decís lo peor delbarrio?: 'Loca, te venís a enganchar conlo peor del barrio'. Era realmente lopeor: drogón, vago, chorro — porqueandaba en el choreo chiquito, comoafanarse pasacassettes de los autos. Secreía remalo: era un tarado total. Eranesos personajes que a mi hermana se ledaba por proteger. Esa cosa que teníaella de andar recogiendo perritos de lacalle. Gabriel era una cosa así, un

personaje que mi hermana se dedicó atratar de rescatar y de proteger y que alfinal terminó haciéndola mierda.Terminó depositando un montón deenergía en una persona que no ledevolvía nada. Pero sí, para bancarse loque se bancó de alguna manera debehaber estado enamorada de él. O teníaun sentido de la autodestrucción muchomás grande de lo que yo podía ver,porque realmente él era un tipo muyautodestructivo y destruía lo que lorodeaba, no es que solamente searruinaba la vida a sí mismo sino quejodía a los demás. La fajaba, la teníatotalmente bajo control".

Las hermanas empezaron a versemucho menos. Gabriela se había ido avivir sola y no soportaba a los nuevosamigos de Soledad: tenía la sensaciónde que la usaban, que se aprovechabande la generosidad de su hermana —y deldinero que ganaba trabajando muy durocon los perros. Porque Soledad siemprehabía sido capaz de entregar todo lo quetenía.

"Si hay algo que ella tenía era uncorazón enorme", dirá Lorena Dussort,su amiga y ex colega. "Me acuerdo quecuidaba a algunos chicos de la calle.Una vez cayó a la plaza con una bolsa denike y le digo 'che te compraste

zapatillas, ya era hora...'. Y me dice 'no,no son para mí, son para él'. Le habíacomprado un par de zapatillas al neneque pedía en Salguero y Las Heras. Elpibe estaba feliz. Y no sólo eso, tambiénse lo llevaba a comer a la casa. Hacíaesas cosas, que no las hace todo elmundo. Y era de ayudarte en todo, plata,otra cosa, lo que fuera. Era una minabuena, todo lo que hacía lo hacía decorazón, nada era falso".

Lo de las zapatillas no era casual: aesa altura, Soledad se habíadespreocupado completamente de suatuendo. Se había comprado un jeeppero no gastaba nada en ropa: a lo sumo

se compraba un pantalón en una feria deocasión, y era raro verla sin su uniformede jeans, zapatillas y una remera muycomún. No se pintaba y se había cortadoel pelo muy cortito. "Estaba muyerrática", dirá Gabriela Rosas. "En esaépoca era una persona que andaba deacá para allá buscando qué hacer con suvida, que no encontraba su camino".

Me pregunto qué podemos llamar"un camino". Y me pregunto, ahora, anteestas líneas, cómo y para qué dibujarese camino. Si tiene sentido cristalizaruna vida si aceptamos —si es queaceptamos— que una vida está hecha decambios como el tiempo está hecho de

futuros. Y me pregunto, sobre todo, aesta altura, qué le preguntaría si pudiera—si la encontrara, si pudieraencontrarla, qué le preguntaría. Si,sentado frente a ella, me atrevería apreguntarle si Gabriel le pegaba, porejemplo, si es cierto que se peleabatanto con su padre, si le importaba deverdad, si coger le era un gusto o unaforma de pagar el amor, si su madre lacuidaba o asfixiaba, si su hermana eraen serio una amiga, si quería tenermucha plata alguna vez, si no lepreocupaba pasarse tanto tiempo con susperros, si pensaba a veces en su muerte,si alguna vez soñó con futuros heroicos:

esas cosas que no me atrevo apreguntarle a casi nadie —y que, pormomentos, contesto en su lugar.

"Es una edad muy fascinante esa enque a uno le gustaría que lo mataran paraenterarse, después de muerto, de lo quedicen de uno", escribió hace casi unsiglo Rafael Alberti.

Y después me pregunto si seríanimportantes sus respuestas. ¿Aceptaríaque cada cual tiene sobre sí mismoderecho a la respuesta? ¿Que el relatoque vale es el que uno se inventa? Dudo:mi relación con ella es fatalmenteunívoca. No habrá preguntas, sólo

algunas respuestas lo bastante confusas.Pero hay algo más raro: con todas lasdudas, con todos los reparos, terminarépor dibujar una imagen de ella queconocerán muchos más que los que laconocieron de verdad. ¿De verdad? ¿Odebería decir en carne y hueso? ¿Odebería decir en realidad, en larealidad? ¿O debería callarme?

En marzo de 1995 Soledad Rosastomó un par de decisiones importantes.Por un lado, dejó el profesorado deEducación Física y empezó la carrera deAdministración Hotelera en laUniversidad de Belgrano. El tema no le

interesaba especialmente pero teníaciertas ventajas: era una carrera que nole exigiría mucho, y con ellatranquilizaría a sus padres, cada vez máspreocupados porque la nena no parecíacompletar su educación; la carrera,sobre todo, era corta: en sólo dos añosconseguiría un título que le daría laposibilidad de trabajar en distintoslugares, de viajar con un oficio en lamochila. La Universidad de Belgranoera cara pero ella podía pagar los 500pesos mensuales con el dinero de losperros; estaba llena de nenas y nenes depapá pero ella pensó que no tendría porqué adaptarse a ese ambiente: que aun

allí podía seguir siendo sí misma."Soledad era muy abierta, muy

expuesta, una piba que parecía frágil",dirá Juan Gramático, su vecino de VillaRosa. "Y Gabriela era más cool, másfría. Sole, en ese sentido, era más piola.Yo siempre la vi como una chica que noterminaba las cosas que empezaba. Ellame comentaba sueños que tenía ydespués era como que se frustraban. Erabastante soñadora, Solita. Lo que pasaes que los padres son especiales. Sonamigos míos, pero él es muy autoritario,la madre es una mina muy absorbente, elviejo también, por ahí no te dejancrecer, son bastante pesados. Y Soledad

parecía más una piba que no habíapodido concretar cosas, sentía unadeuda grande con todo. Y mucha cargade culpa con la relación familiar. Sihacía algo, lo hacía sin gusto. Derepente hizo una carrera de hotelería queno le importaba ni ahí. No le gustaba, ylo tenía que hacer por las presiones.Ella paseaba perros, y eso lo habíacreado ella. Y levantaba unos buenosmangos. En un momento, a los viejos seles ocurre que ella podía armar acá enVilla Rosa aquel pensionado canino. Yella lo hizo, y le fue bien, le teníanconfianza. Y fue un éxito, pero como semetieron los viejos, ella le restó

importancia".Soledad decidió que ya era hora de

intentar vivir sola. Estaba por cumplirveintiuno y nunca había salido de la casade papá y mamá. Gabriel se entusiasmó:le parecía que era la mejor manera deasegurar su relación. Primero lespidieron a los padres de él la garantíanecesaria para el alquiler:

—Solita, no quiero que te enojespero estoy dudando de la garantíaporque no sé qué va a pasar con ustedes.¿Y si después no cumplen? Nosotroseconómicamente no estamos para quenos pase nada, no tenemos resto.

Les dijo Marta Zoppi. Soledad se

hizo cargo:—No te preocupes, en serio, no te

preocupes. Yo voy a hablar con mi papáy lo vamos a arreglar.

Un par de días después Soledad lesdijo a sus padres que quería alquilar undepartamento para irse a vivir sola.

"Soledad nos dijo que quería tenerla experiencia de vivir sola, a ver cómose arreglaba", dirá Marta Rosas, sumadre. "Entonces le preguntamos siquería uno de nuestros departamentos:en uno vivía mi madre y el otro estabaalquilado. 'No, prefiero otro, lejos,porque si estoy acá te vas a meter alavarme la ropa, a limpiar la casa,

quiero tener privacidad'. Es cierto: yosoy muy metida. Así que le alquilamosun departamento en Billinghurst yCharcas. De un ambiente, lindo, con unaterracita. Con mucha ilusión laayudamos en todo lo que pudimos".

—Mamá, ¿me vas a hacer la cortinadel baño como se la hiciste a Gabriela?

—Sí, te la voy a hacer.—Mamá, ¿me vas a hacer la

cortinita de la cocina?—Sí, te la voy a hacer.Recuerda su madre, y que Soledad

"se compró la heladera, se llevó eltelevisor, el equipo de música, unescritorio. Y el día que va Luis, mi

marido, a conectarle los artefactos delbaño, nos encontramos con que estabatodo invadido por cosas de Gabriel.Lleno de posters, un espanto, toda laropa de él. Ella dijo que en ningúnmomento le dijo a Gabriel que fuera,pero que él se instaló ahí y después eraun problema sacarlo... Luis se enojómucho, se dio media vuelta y se fue.Discutieron un montón, él le dijo que lohabía engañado, que él le habíaalquilado ese departamento pensandoque era cierto que era para vivir ellaporque quería probar cómo era estarlejos de papá y mamá...".

Era cierto que quería probarlo;

también lo era que quería vivir con sunovio —y no había sabido cómodecírselo a papá y mamá. Sus relacionescon su padre no eran fáciles: "Ella y élsiempre se llevaron mal", dirá GabrielaRosas, su hermana. "Se peleaban porcualquier cosa. Mi papá es un tipo muyagresivo y Soledad era muy sensible.Papá decía dos cosas y Soledadenseguida se ponía a llorar y terminabadando un portazo y yéndose. Sepeleaban por cualquier cosa: porque lehabía encontrado un porro en el cajón opor el baño o los horarios. No sellevaban bien, nunca tuvieron una buenarelación. Se querían mucho pero nunca

pudieron entenderse. Era mutuo. Ella noera la hija que él había querido tener, niél el padre que ella habría querido. Seamaban, mi papá la adoraba y ella loquería. Pero ninguno de los dosrespondía a lo que el otro hubieraquerido que fueran. Sole en un momentoempezó a ser distinta de lo que fueeducada, de lo que se esperaba de ella,una hija de papá de clase media, decolegio privado. Empezó a diferenciarsede todo eso cuando terminó el colegio yahí vinieron los problemas. Cuando sesacó el uniforme y empezó a vestirsecomo ella quería. Cuando empezó aelegir, cuando empezó a pasear perros,

cuando empezó a hacer algo distinto a loque supuestamente debía hacerempezaron los quilombos con misviejos, sobre todo con mi viejo. Mi papála insultaba mucho, Soledad lloraba. Lasdiscusiones eran verbalmente muyagresivas, muy subidas de tono. YSoledad se terminó convenciendo de queno servía para nada, de tanto que loescuchó. Mi hermana tenía muy baja suautoestima. No se valoraba, no sequería, no se cuidaba".

La situación era insostenible.Algunas noches Soledad dormía con uncuchillo debajo de la almohada por

miedo a los ataques de Gabriel. Estabadesorientada: ¿cómo podía ser que unamor tan fuerte incluyera semejanteshorrores?

"Yo creo que ella, en el fondo, sabíaque el tipo era un tarado, y además eraun peligro", dirá su amiga SoledadEchagüe, Sole Vieja. "Una noche ellame llamó mal, él estaba muy sacado, lehabía pegado mucho, y me la llevé acasa. Pero él la corría con aquello de 'tenecesito, necesito que me ayudes'. Y asíla historia duró mucho tiempo, era unarelación muy enferma. Gabriel moría deenvidia y de celos. Para él Sole era unaconcheta insoportable y él podía sacarle

provecho. Gabriel era loco, no boludo.Te puedo asegurar que tenía toda laviveza del que sabe utilizar, eso lo teníabien claro".

Gabriel le hacía promesas: que iba aterminar el secundario, que iba a dejarlas pastillas, que nunca más le levantaríala mano. Pero nada le duraba nada. Unode esos días Soledad apareció concicatrices en una muñeca. Cuando sumadre le preguntó qué le había pasadodijo que se había lastimado con un vaso,pero sus padres no terminaron de sabersi era verdad.

La convivencia era imposible —ySoledad tampoco tenía una gran

paciencia: al cabo de dos meses estabade vuelta en casa de sus padres. Pero laseparación tampoco duró mucho; díasmás tarde había vuelto con él: lo amabademasiado —o eso creía, que no es lomismo pero es igual.

Su habitación en la casa familiar sehabía vuelto un lugar impersonal, casi uncuarto de huéspedes con las paredesvacías, sus objetos guardados, su músicaexiliada en casas de amigas. Suverdadero lugar, en esos días, era unamochilita donde llevaba lo pocoindispensable: ya había salido de sucasa familiar, todavía no había llegado a

otra. Muchas veces dormía en lo de suhermana —en Caballito— o en lo deSole Vieja —en Martínez.

"Sole era un ser profundamentegeneroso", dirá su amiga Sole Vieja. " Aveces ella se quedaba a domir en casa,entonces salía muy temprano y se iba acomprar facturas para los demáspaseaperros, que si no no desayunaban.Era muy generosa y eso hacía de imánpara este tipo de gente. Y se vestía comoellos, discutía de fútbol de igual a igual,era una más".

Todos los días, más allá de lo quehubiera pasado la noche anterior, selevantaba a las seis de la mañana para

salir a buscar su jauría; Soledad eraseria y sus clientes seguían confiándolesus animales y las llaves de susdepartamentos. Y por las tardes iba a laUniversidad. En julio rindió su primerfinal: un ocho en Organización hotelera.Además de inglés, que sabía desdechica, tuvo que estudiar materias tanexcitantes como Comunicaciónempresaria, Administración de personal,Estructura y Equipamiento hotelero,Gastronomía, Seguridad yMantenimiento, Computación, Marketinghotelero. Nada que le interesarademasiado, pero cumplía sin problemas.Era, en esa facultad de jóvenes atildados

y correctos, un bicho raro: alguna vez,desconfiado de su aspecto, el portero nola dejó entrar.

—Yo me cago en los compañerosque van vestidos de punta en blanco. Yovengo de laburar, de pasear perros y voyvestida como estoy.

A Soledad no le importaba, pero aveces negociaba, jugaba el juego:cuando tenía que dar un examen, porejemplo, se vestía con más cuidado.

"Entonces Sole me llamaba y medecía 'me voy a vestir a tu casa, porqueyo no tengo nada, no tengo quéponerme'", dirá Gabriela Rosas. "Era unproblema para ella. Con todo se sentía

mal. Nunca una pollera, jamás. Yterminaba con un pantalón de corderoyoscuro y una campera más o menos.Cuando tenía que comprar ropa mepedía que la acompañara: para ella eratodo un esfuerzo el tema de vestirse. Sí,había una cosa de rebeldía en ella, perono era sólo la ropa. Era algo que se fuedando; ella no tenía un discurso clarosobre ella misma. Por lo menos yo no selo percibí. No sé si ella sabía contra quéera rebelde en ese momento, qué era loque le estaba pasando. Creo que sí loencontró después, pero hasta esemomento era como un 'soy así, no sé porqué soy así'. Y se veía que estaba

confundida porque andaba de acá paraallá buscando dónde vivir, con quiénsentirse bien, quiénes eran sus amigos yquiénes no. Se sentía incómoda pero notenía muy claro por qué, ni qué laincomodaba o qué de ella misma ledesagradaba. Porque tenía como undesagrado sobre ella misma, sobre loque estaba haciendo, sobre su vida.Había una especie de nada, como unvacío en ese momento. Fueron dos o tresaños, de los veinte o veintiuno a losveintitrés, ese vacío".

"Yo le demostré a Soledad que esetipo era un cagón", me dirá Luis Rosas,

su padre. "Un barra brava es un cagón,un tipo que trabaja de patota. Yo una veztuve un problema con él, cuandoSoledad ya se había peleado con él y yome enteré que él le había pegado y laseguía jodiendo, entonces me fui a lacasa de él, le toqué el timbre, lo agarréde la solapa, le dije de todo, lo traté demaricón de mierda y el pibe noreaccionó. Entonces le dije a Soledadves que es un cagón, un patotero, quereacciona solamente cuando está enpatota..."

Aquella primavera se le fueintentando separarse definitivamente deGabriel, pero él no se dejaba. A veces

se aparecía en la plaza Las Heras y lepedía perdón, le hacía nuevas promesas;otras la amenazaba, le ahuyentaba losperros, le tiraba las correas tras lasrejas de la escuela. Alguna vez la pelease hizo tan violenta que un par depolicías se acercaron a ver qué pasaba.Muchas mañanas su madre laacompañaba para tratar de disuadir aGabriel, si llegaba a presentarse.

"Nosotros estábamos muypreocupados", dirá Marta Rosas."Teníamos miedo de que el tipo lamatara, que le hiciera algo. EntoncesLuis, mi marido, fue a hablar con elpadre de Gabriel. Y el padre le dijo 'es

loco, no sabemos qué hacer con él, ojaláestuviera muerto', por los dolores decabeza que le daba: imaginate vos loque padecería esa familia".

"Mi marido nunca me dijo eso", diráMarta Zoppi, la madre de Gabriel. "No,mi marido me lo hubiera dicho. Somosde confiar entre nosotros. Inclusive se lovoy a preguntar. Quizás fue así y mimarido no me lo dijo para que no mehaga problema. Soledad y Gaby sepeleaban y él estaba caído. A los pocosdías yo bajaba de casa y me losencontraba en la puerta a besos yabrazos y muertos de risa. Lo que medijo su amigo Martín, que después

falleció en un accidente, es que, paraGabriel, María Soledad era el amor desu vida. Chicas había tenido muchas,pero el amor de su vida era ella".

Soledad no sabía cómo sacárselo deencima —y, a veces, no estabaconvencida de querer hacerlo. Suentuerto con Gabriel se había convertidoen una cuestión para su familia y susamigos. Alguna vez su hermana Gabrielase lo cruzó por la calle y le dijo que ladejara en paz de una buena vez.

—¡Vos metete en tu vida, qué tecreés, no vas a seguir controlando a tuhermana como si siempre tuviera diezaños!

Otras veces sus amigas intentabandistraerla presentándole amigos. Trasuna de sus variadas peleas, Lorena yAdrián, su marido, le propusieron unasalida con un vecino:

"Era el carnicero de la vuelta. Erafeo, y aparte tenía una moto concomputadora, era un personaje", diráLorena Dussort. "Se lo presentamosporque una vez él la vio en una foto y leencantó. El tipo nos dijo que tenía unproblema: 'es un lío; a mí cuandoconozco una mina que me gusta mepongo al palo'. Y yo le dije 'está todobien, con Soledad está todo bien'. Meacuerdo que cuando Soledad lo vio se le

transformó la cara. Y me llamó y medijo 'qué es esto, de dónde lo sacaste'.Yo le dije 'Soledad no te vas a espantar,que vos tenés cada amigo, dejate dejoder...'. Y ella me dijo, yo voy con vosen la moto, ni sueñes que me voy a subirahí. Yo en esa época tenía una motito.Entonces nosotras nos subimos en la míay Adrián y el carniza en la otra. Íbamospor Libertador, y paramos a comer algopor Martínez. El flaco estaba que sederretía. Y la buscaba todo el tiempo, detoquetearla, ya se zarpaba... Y Soledadme dijo 'vos sos una zarpada, encimaestá muerto de hambre'. Y yo le dije'Soledad vos lo estás provocando, ése

es tu problema'. El pibe debe haberdicho ahora o nunca. Así que serezarpaba, la toqueteaba por todoslados, la otra lo cagaba a trompadas. Yasí y todo no era una mina que se teofendiera. Al otro día me dijo 'yo convos no salgo más'. Pero después nada".

La separación no se concretaba.Gabriel se deprimía, lloraba, recaía ensus pastillas, se desesperaba ante lapsicóloga del hospital Fernández: unchantaje bastante completo. Cuando élse tuvo que operar de un menisco, ellaaprovechó para alejarse; en esos díasuna amiga de la familia Zoppi la fue aver para pedirle que no lo dejara:

—Él es un buen pibe, en el fondo, yte adora. Si le tenés paciencia, si loayudás, vas a ver cómo sale.

—Yo también lo quiero, pero hacemás de un año que estoy tratando deayudarlo y no pasa nada, sigue igual. Yoasí no puedo, ya no consigo estudiar nitrabajar ni nada. No, así no puedo más.

Cuando él se curó y volvió a lascalles del barrio los encuentros sehicieron frecuentes otra vez; entoncesSoledad repartió los perros entre suscolegas de la plaza y aceptó lainvitación de un muchacho que habíaconocido poco antes para reunirse conél en el Brasil: era una decisión tajante

pero le pareció la única forma de cortardel todo con Gabriel. Y además ya seiba haciendo hora, se dijo, de empezar aver mundo.

5. GOLPES

Nadie recuerda el nombre de esemuchacho. (Decir nadie recuerda es unaconvención; es decir: yo no he podidoencontrar a nadie que recuerde elnombre de ese muchacho cordobés queSoledad fue a ver al norte del Brasil.) Sísabemos que en esos días, verano del'96, Soledad salió de Buenos Aires condos chicas que conocía de la plaza LasHeras: María y la India. Y que llevabamás de 1.500 dólares en traveller-checks porque pensaba quedarse variassemanas por allí y que con ellos y ellasllegó una tarde a Porto Seguro, estado

de Bahia.El cordobés la recibió sin grandes

efusiones y le pidió que cambiara suscheques: iban a poner juntos unchiringuito de venta de bebidas en laplaya y necesitaban pagar los gastosiniciales. Soledad lo hizo y se instalócon sus amigas en una cabaña alquilada;ya se habían dormido, esa primeranoche, cuando las despertaron los ruidosque hacían tres morochos con cuchillos:los locales las amenazaron con relativacalma y, sin más agravios, lasdesvalijaron. Habían tenido suerte,pensaron después, mientras empezaban arecuperarse del susto, de que todo se

hubiera limitado a un robo, pero locierto era que estaban muy lejos y muypobres. El cordobés nunca másapareció: Soledad siempre dudó sobresu intervención en ese robo.

Soledad tenía recursos: un tío suyo,hermano de su padre, llevaba muchosaños viviendo en San Pablo y, en esemomento, pasaba vacaciones en un hotellujoso de Ilheus, a 200 kilómetros deallí. Soledad consiguió unas monedaspara subirse a otro ómnibus y lo fue abuscar. El hombre se sorprendió: laúltima vez que había visto a su sobrinaera una nena prolija y bien vestida yahora se le aparecía una especie de

hippie con el pelo cortajeado y la ropaen emergencia sanitaria. Pero le dio laplata necesaria: Soledad pudo pasarsemás de un mes en campings y playassolitarias del norte de Brasil, con susamigas porteñas y todo un grupo que sehacía y deshacía sin parar.

El 2 de marzo de 1996, 3.000personas se reunieron en la plaza deSant'Ambrogio di Torino, un pueblo delPiamonte, en el extremo norte de Italia.Sant'Ambrogio está a menos de 20kilómetros de un pueblo mayor que sellama Collegno, a la entrada del valle deSusa, que comunica Italia y Francia a

través de los Alpes. Esa sábado ytodavía hacía frío en la montaña; los3.000 se habían juntado para hacerpública su oposición a un proyecto queestaba revolucionando el valle: "Noqueremos terminar como los indios delas reservaciones", gritaban sin granritmo. Unas semanas antes los ministrosde Transportes de Italia y Franciahabían firmado el acuerdo para iniciarlas excavaciones preliminares quellevarían a la construcción del TAV, un"Tren de Alta Velocidad" que correríaentre Turín y Lyon. Los vecinos y lamayoría de los intendentes de lospueblos del Valle temían por la

preservación de sus lugares, sus casas,sus cultivos, su cultura y queríanexpresarlo.

Soledad Rosas no leyó esa noticiaen los diarios argentinos: en principioporque no leía mucho los diarios y,además, porque los diarios argentinosno publicaron esa noticia —ni tenían porqué.

Soledad volvió flaca, cansada,contenta: había salido al mundo ydescubierto que podía sobreponerse asus peligros. Al otro día la llamó suamigo Fabián y le dijo que tenía queverla urgente.

—No sabés lo que pasó, loca. Alese mató.

—¿Cómo?—Se mató, se tiró abajo de un tren.—¡Abajo de un tren!La muerte de Alejandro nunca quedó

del todo clara. Era seropositivo y solíadeprimirse: esa tarde estaba cruzandolas vías cerca de la estación de Florescon su sobrino menor. Alejandro seretrasó: lo único que vio su sobrino fueque el tren le pasaba por encima; nuncase supo si se había caído, si habíatropezado, si se había tirado.

—No sé, Sole, la verdad que no sési se tiró, se cayó, qué carajo. Todos

dicen que se mató, pero yo sé que él nose quería matar. Tenía a su hija, laquería un montón... A veces hablaba dematarse, que ya no se la bancaba, peroyo sé que no era en serio... Ale no sequería morir.

Soledad patinó. Fue su primerencuentro cercano con la muerte y lasorprendió la violencia de ese choque.Había algo impensable en todo eso:últimamente no lo veía tan a menudo,pero la idea de que Alejandro no fuera aaparecer nunca más, que nunca más iríana fumarse un porrito a la plaza, atomarse unas cervezas en el bar de laReina, le parecía una aberración. Y no

terminaba de entenderla: la muerte es unaprendizaje complicado.

Soledad estaba desconsolada. Esanoche se fue a ver a Sole Vieja, que yase había mudado a Caballíto:

"Yo tenía una vecina que meobsesionaba porque le gritaba mucho asus hijos", dirá Soledad Echagüe. "Midepartamento era chiquito, se oía todo, yyo detesto que se les grite a los niños.Creo que los niños, los animales y lasplantas tienen que tener un cuidadoaparte. Y ese día yo estaba tirada en lacama y Soledad se daba una ducha conla puerta abierta y me contaba,lloriqueando, de la muerte de este chico.

Y en el medio se escuchaban lasputeadas de la mina al hijo. De repenteSoledad abre la ventana, la muyzarpada, se asoma y le grita 'callate,yegua, sos una hija de puta'. Yo mequería morir. La mina nunca más lesgritó a los chicos. Fue un flash eso. Fuerara la situación; digo, que en el mediodel lloriqueo, la tipa se ocupó de abrirla ventana y gritarle a la mina. Qué loco,¿no?".

Aquella noche las dos Soledades sequedaron despiertas hasta muy tarde,con una botella de vino y muchaspreguntas:

—¿Vos creés en el infierno, Ma?

Sole Vieja tuvo un ataque de risa:—No, nena, tampoco la pavada. El

que cree en un Dios que te castiga nocree realmente en Dios, ni en pedo. Diosno es eso, nena.

Sole Vieja era su amiga creyente y, aveces, Soledad trataba de que leexplicara ciertos misterios. Pero esanoche era especial: la muerte se habíaacercado demasiado. "Ella no decía quefuera religiosa pero lo era", diráSoledad Echagüe. "Yo soyprofundamente creyente y ella conmigohablaba mucho de esas cuestiones. Noera practicante, no iba a misa, pero creíaun poco en todo eso. Hablábamos mucho

de la encarnación, yo a veces le leíaalgún párrafo de algo que había leído. Aella le hubiera encantado, por ejemplo,poder acordarse de sus reencarnacionesanteriores. Me acuerdo que yo habíaleído Muchas vidas, muchos sabios deBrian Weiss, un psiquiatranorteamericano que hizo un estudiosobre la hipnosis. Tenía una pacienteque tenía ahogos y que no se le iban ydecide probar con la hipnosis. Pormedio de la hipnosis descubre que lamina, en vidas anteriores, murió en unmaremoto. Y va contando las distintassesiones. Y esa noche hablamos muchodel tema. Pero ella cuando llegábamos a

cierto punto le daba miedo, yo le ofrecíprestarle el libro y ella me dijo quemejor no, ¿me entendés?".

La muerte de Ale no era lo único quela debilitaba en esos días. Una semanadespués seguía cansada, sin fuerzas, yfue a ver a un médico: tenía una hepatitisgalopante. Su madre imaginó que se lahabía contagiado con el agua de esasplayas semisalvajes. Pero no era seguro.

"Allá en Brasil Soledad conoció unmontón de gente y vivían todos tipotribu", dirá Cecilia Pazo, su prima."Todos en carpa, en la playa, dondepodían. Había toda una cosa dehermandad. Me acuerdo que le dije

que la había sacado barata si sehabía traído solamente una hepatitis yella se cagaba de risa. '¿Cómo le vas adecir a un pibe que se cuide? No, somostodos hermanos, todo bien y que fluya',me decía".

Soledad necesitaba cuidados, unpoco de mimos, y se fue a pasar suenfermedad a Villa Rosa, a la quinta desus padres. Sus amigos la iban a visitar."Era un cachorrito, divina", dirá FabiánSerruyo. "Estaba tirada ahí en la camita,indefensa, con cuarenta y pico de gradosde fiebre. Me acuerdo de estar ahí conella. Yo tenía hepatitis crónica, así quetampoco me importaba si me iba a

contagiar. Muy cariñosa, era deacariciarte y yo de acariciarla a ella.Una cosa lindísima la relación queteníamos. Ahí estaba, indefensa, conhepatitis. Se comió como cuarenta díasen cama, pobrecita".

Me pregunto cómo se empieza adelinear un personaje. Veo que vanapareciendo por fin algunos temas y mepregunto qué tenemos, ahora, qué por elmomento. ¿Una chica insegura, generosa,agresiva, bonita, tímida, atrevidabuscándose un lugar en el mundo?¿Buscando su lugar en el mundo? ¿Untipico exponente clase media porteñabarrio norte? ¿Un típico exponente

aburrimiento juvenil sin horizontes? ¿Untípico exponente hija protegida tratandode romper? ¿Un típico exponente chicaargentina chocando contra los muros dela patria? ¿Un típico un carajo, losexponentes son simplificaciones? ¿Unachica de la que nunca sabremosrealmente nada, como de nadie, comosiempre, aunque vayamos suponiendo,atribuyendo, dibujando perfiles quepueden, incluso, parecer posibles? Debeser espantoso, imagino, caer en manosde un biógrafo aprendiz.

Fatiga no era un cachorrito: era laperra que había acompañado a las

hermanas Rosas durante la mayor partede su vida, y estaba muy cansada. Yallevaba doce o trece años corriendo conellas por zanjas y charcos, saltándolesde gusto cada vez que las veía,compartiendo su casa con los demásperros que las muy ingratas le traían sinjamás una queja.

Aquella noche de otoño MaríaGabriela y María Soledad estaban solasen Villa Rosa; hacía mucho frío y lasdos se acurrucaban junto al fuego.Soledad estaba leyendo un libro que lehabía prestado Gabriela: el primer tomode la trilogía Memorias del Fuego deEduardo Galeano. Silvia Gramático, su

vecina, le había ofrecido participar conella en la preparación de una obra deteatro; Soledad se entusiasmó y empezóa armar unas escenas sobre la conquistade América y el destino desgraciado desus indios. De pronto redescubrió unode sus orígenes: ella también descendíade esos indios mapuches que otro de susancestros, el Restaurador, habíamasacrado. Sole dad se basaba en ellibro de Galeano para contar el choque,la violencia de los conquistadores, lamiseria de esos primeros habitantes.Pronto la empezarían a ensayar en unateneo radical de Congreso que Silviahabía conseguido. Soledad no era una

gran lectora, pero el tema la conmovíamás que lo que hubiera imaginado.

—Che, eso que se oye debe serFatiga.

—Sí, andará dando vueltas por ahí.Estaban cómodas y no tenían ninguna

gana de salir, pero los aullidos de laperra se hicieron insistentes.

—Vamos, le debe pasar algo.Tardaron en encontrarla: estaba

echada contra un arbusto en la otra puntadel jardín y respiraba muy difícil. Entrelas dos la levantaron: la perra debíapesar más de 50 kilos. Con esfuerzo lallevaron para adentro: Fatiga se quejabadespacito. Llevaba semanas enferma y

se la veía muy débil, moribunda.—Está sufriendo mucho, Gaby. ¿Qué

hacemos?En el botiquín de la casa tenían unas

dosis de valium que habían usado con unperro epiléptico en la época delpensionado.

—Si le damos una inyección devalium se va a quedar dormida, sindolor, y se va a morir tranquila.

—Pero se va a morir.—Sí, se va a morir."Y así fue", dirá Gabriela Rosas.

"La perra se durmió ahí, calentita, connosotras. Hasta movía la cola, no meolvido más. Estaba ahí el fuego, la perra

tirada en el medio, nos miraba, movía lacola y así se quedó dormida y se murió.Al día siguiente hicimos un pozo y laenterramos entre las dos, mi hermana yyo".

En la noche del 23 de agosto de1996 los descontentos del Valle de Susa—en el Piamonte italiano— inauguraronotros métodos: dos bombas molotovquemaron una perforadora de laConsonda —la sociedad encargada delos sondeos del terreno necesarios parala construcción del Tren de AltaVelocidad— cerca de Bussoleno, uno delos pueblos má s importantes del Valle.

Los daños se calcularon en 50.000dólares; unas pintadas firmaron eloperativo: "Alto al TAV", "No al AltaVelocidad — No a Maastricht — No alpresidencialismo", "Ahora y siempre,Resistencia".

Soledad Rosas tampoco había leídoes a noticia en los diarios argentinos: enprincipio porque seguía sin leer mucholos diarios y, sobre todo, porque losdiarios argentinos no publicaron esanoticia —ni tenían por qué.

Soledad seguía su camino contropiezos que, a la distancia, parecen tanmenores. En esos días una amiga suya,

hija de unos amigos de sus padres, secasaba en Rosario: "Agarramos el auto ynos fuimos los tres para allá", dirá supadre. "Ella había trasnochado, durmiótodo el viaje. Cuando llegamos al hotelen Rosario me puse a sacar las cosas delas valijas y me encontré con un paquetecomo de cien gramos de picadura demarihuana".

—¿Y esto qué mierda es?—No, me lo encargó un amigo, se lo

tengo que dar.—Yo te creo que te lo encargó un

amigo, pero vos me querés mandar encana que yo ande por una ruta con esto.

Le contestó a los gritos. "La verdad

que esa vez le dije de todo", dirá supadre. "No le pegué, pero la maltraté almáximo, y agarré la marihuana y la tirépor el inodoro. No porque me asuste,Soledad se habrá fumado todos losporritos que sea, pero que no seapelotuda, si a mí me agarran con dosporritos no pasa nada pero si nosagarran con eso el pelotudo que va encana soy yo. Ella se enojó muchísimo ydespués un día me dijo sí papá, tenésrazón. Lo que pasa es que Soledad nosabía decir que no, era un grave defectoque tenía. Y creo que eso le costó muymuy caro".

En esos días Soledad pasaba mucho

tiempo en Villa Rosa. Sus amigos solíanvisitarla allí: la quinta de los Rosas eraun espacio muy abierto, donde casitodos eran bien recibidos, y los fines desemana se llenaba.

"Ella siempre trataba de llamar laatención, como si necesitara que lehicieran caso, que se dieran cuenta dealgo", dirá Cecilia Pazo, su prima."Todas esas cosas eran toques deatención. Estaban esos novios quellevaba a su casa, que me parece que noera necesario llevarlos. Podés estar concualquiera pero no necesariamentepresentárselo a tu familia. El modo devestirse, de pensar, de hablar. Por la

calle la miraban mucho porque andabacon todo suelto. Pero se ponía unvestidito, se pintaba un poco y era unadiosa. Era una muñeca, las medidastodo. Petisita pero una modelito. Unsábado que fuimos a su quinta con todoslos amigos de mi marido, Soledad sepuso a tomar el sol en topless: losmonos estaban todos desesperados. Peroella manejó la situación; ¿te creés quealguno se animó a zarparse? Te aseguroque eran trece boludos y estaban todosatónitos porque ésta estaba con un portecomo diciendo '¿Perdón? ¿Pasó algo?' Yen vez de estar incómoda, incomo dabaal resto. Y al que no le gusta que no me

mire o que no venga. Estas cosas son lasque te digo, de buscar siempre eldesorden. Por eso te digo".

Soledad seguía sin tener muy claroqué quería; por el momento terminaríasu carrera y seguramente después podríaviajar un poco: "Sole estaba reenganchada conmigo porque su gransueño era viajar", dirá SoledadEchagüe, Sole Vieja. "Y yo era la únicadel grupo que había viajado a Europa:en plena represión me fui a Inglaterra avivir un año sola, no podía creer quehabía un mundo tan maravilloso y tandiferente. Siempre le contaba a Sole, yle decía 'vos, petisa, tenés que viajar

porque se te va a partir la cabeza'.Siempre jugábamos y fantaseábamos conla idea de viajar juntas. Ella meescuchaba todos mis cuentos de misviajes como yo escuchaba a mi abuela yle pedía que me los repitiera". Viajaría,sin duda viajaría, pero eso no terminabade armarle una vida.

Aquel invierno Soledad empezó acharlar más con su vecino Ezequiel, elhijo mayor de Silvia y Juan Gramático.Al principio Ezequiel era mucho máschico —tres años más chico— peroahora esa diferencia ya no eraimportante. Ezequiel era un jovencitomuy inquieto, conectado por internet con

grupos under europeos y enganchadoaquí con gente de fanzines y delecologismo radical.

—Sí, dice "no va a habercompromisos, no más negociación. Si tenegás a cambiar entonces sos... sosculpable y tenés que ser destruido"...

—Heavy, los pibes.—Re.Ezequiel y Soledad estaban en la

casa de él en Villa Rosa: escuchaban uncassette de un grupo americano, EarthCrisis, y ella le traducía la letra:

—Sí, y después dice "sos un diablocon sangre en tus manos, tu muerte traerásu libertad", dice "their freedom", no sé,

"la libertad de ellos. Yo no puedoquedarme ahí parado y dejar que mueranlos inocentes...".

—¡Guau!"A Soledad empezaron a interesarle

ese tipo de cosas", dirá EzequielGramático, su vecino. "Y yo a veces lainvitaba a alguna acción. Por ahí habíaun antiMcDonald's o una cosa así y lainvitaba, porque me parecía una chicabuena, de buenos sentimientos,inteligente, fuerte... Una persona muysensible, parecida a los demásintegrantes del grupo, que era toda gentemuy humana".

Aquel invierno Soledad emprendió

sus primeros intentos militantes. Unatarde de sábado Ezequiel y ella sesubieron a su jeep y fueron haciaGeneral Rodríguez: allí se encontraríancon más gente del GAPLAH — GrupoAutogestionario por la LiberaciónAnimal y Humana—, dos docenas depibes de Pilar y General Rodríguez conmilitancia ecologista y vagamentelibertaria. Querían formar un piquete ala entrada de un circo que había llegadoal pueblo y que, decían, maltrataba a lospocos animales que tenía.

"Ella estaba medio emocionada, erala primera vez que iba a participar enuna acción de éstas", dirá Ezequiel

Gramático. Pero la acción fue casi unfracaso: cuando se encontrarondescubrieron que no llegaban a la mediadocena, que no eran suficientes parapararse frente a la entrada de la carpa,que si lo intentaban los del circo loscorrerían a guantazos. Así que selimitaron a repartir sus volantes en lascalles de General Rodríguez y sevolvieron a sus casas. Soledad no sedesanimó: le había gustado hacer, porfin, algo que se pareciera a sus ideas.

"Pero bueno, ella nunca estuvo muyinvolucrada en estas cosas", diráEzequiel. "Yo creo que habría podidometerse más, de a poco, si se hubiera

quedado. Pero no tuvo tiempo". En esosdías Ezequiel le grabó su primer tatuaje:el dibujo de un pájaro-dios azteca queSoledad había sacado del libro deGaleano para ponerse en el omóplatoderecho. Era una forma de sellar queempezaba a ser otra.

6. AMOR Y PAZ

Aquel encuentro había tenidomuchos prólogos. Pablo Rodríguezvenía soportando el asedio de suhermana Laura para que conociera a sunueva amiga Soledad, y tantas vecesLaura le había dicho a su nueva amigaSoledad que tenía que conocer a suhermano Pablo.

—Vas a ver, se van a entenderbárbaro. Haceme caso, él es justo paravos.

La primera falló: Pablo no fue a lafiesta que Laura organizó. Después,cuando se enteró de que Soledad sí

había estado y se había ido con otropibe, le dio un ataque. Pocos días mástarde Pablo fue a ver a su hermana y, porcasualidad, estaba Soledad: se quedaronconversando horas y horas, hasta el finde la noche. El azar es una causainsuperable.

—Sí, para mí la gran boludez fuevolverme. Allá me sentía tan bienconmigo misma... No sabés las ganasque tengo de irme de nuevo a Brasil y novolver, loco, quedarme allá, unaplayita...

—¿En serio? Yo estoy igual, che, meparece que si pudiera vivir allá seríafeliz. Sabés, allá tengo como una familia

que...Hablaron del mar, de la naturaleza,

de ciertos pajaritos, de algunasdecepciones y quedaron en llamarsepronto: quizás podrían ir juntos a unencuentro que se estaba preparando enVilla Ges ell, unos días después, a favorde los indios argentinos. Soledad, enesos días, compartía un coche, un Lada,con su madre: para viajar a Geselltendrían que pasar a buscarlo por laquinta de Villa Rosa. Fueron, pero sumadre no quiso dárselo:

—Pero no, Sole, cómo te vas a ir enel auto con alguien que ni conocés, quelo viste dos veces.

Pablo Rodríguez tenía veintinueveaños, rulos enhiestos, el cuerpo flaco yalto, ojos muy claros, aires de hippiepersistente: trabajaba un par de días porsemana con su madre, una psicóloga quehacía un programa sobre partos en latelevisión por cable, y se estabaseparando de una novia brasilera. Pablo,además, tocaba la batería en una bandaque hacía flamenco, reggae, tango,rock&roll: lo que saliera. La banda sellamaba La Senda del Perdedor, por unlibro de Bukowski, y Soledad pensó queel tipo no le daba tres vueltas peroparecía tan bueno y cariñoso que quizásvaliese la pena intentarlo.

—No te preocupes, Pabli, se meocurre otra idea.

Soledad se lo llevó enfrente, a lacasa de los Gramático: Juan y Silvia notuvieron problemas en prestarles unapiecita para que pasaran su primeranoche juntos. Corría octubre de 1996: suúltima primavera en la Argentina.

"A los dos días ella se apareció conun ojo morado", dirá Pablo Rodríguez,su ex novio. "Se había cruzado conGabriel y él le había pegado. Ella habíacortado la historia pero se veían por eltrabajo, paseando perros, y había unasituación de violencia y de tensión. El

flaco ya se estaba curtiendo a una amigade ella, María, una de las que habían idoa Brasil con ella, y había todo unquilombo... Soledad también estaba unpoco harta de hacer ese laburo; tambiénhabía tenido unos problemas para cobrary eso la tiró un poco abajo, porque serompía el culo. Estaba todo un pocomal. Así que los dos pensamos en hacerotra cosa, cambiar de aires. Ahí fue quedecidimos irnos a Brasil".

Era un proyecto: muy poco más queun sueño entre cervezas. Soledadentregó sus perros a varios amigos: loque había empezado como un recursopara ganar algún dinero le había durado

cuatro años, pero ya era tiempo decambiar de vida. Y mientras tanto se fuea vivir a la casa de Pablo en SáenzPeña, partido de San Martín. Él latrataba con una dulzura que lasorprendía.

"Al mes Soledad ya se había llevadosu mochilita a la casa de él", diráGabriela Rosas, su hermana. "En esaépoca ella tenía una facilidad asombrosapara hacer la mochila e irse a vivir a lacasa de un novio. Ella tenía dos o trescosas nomás, las metía en la mochila, seiba a la mierda y chau. Siempre andababuscando algo. La casa aquella estaballena de gatos y de perros. Pablo era un

estilo hippie colgado, estaba fumadotodo el día, desde que se levantaba. Élla ayudó mucho a despegar de Gabriel yde todo ese tema. Comparándolo contodo lo anterior era un tipo bueno que laquería, estaba súper enamorado de ella.Ella estaba con él, supongo, para noestar con Gabriel. No sé si estaba muyenamorada de él, pero era un buen tipo".

Todos lo dicen, y algo falla, engeneral, cuando todos dicen de alguienque es muy bueno. "Sí, era un pibe muytranquilito, muy buenito, muy lassie erael pibe", dirá Fabián Serruyo. "En laArgentina decir que alguien es buen tipoestá muy cerca de decir que es un

pelotudo, también", dirá Luis Rosas."Era un pibe que si Soledad no se poníalas pilas, él se podía quedar tirado en lacama mirando cómo se le venía abajo eltecho. A nosotros no nos gustaba uncarajo, porque realmente era un sorete.El pibe no tenía ninguna perspectiva,ningún proyecto. Era bostero y su únicapreocupación de lunes a sábado eraconseguir la guita para irse el domingo aver a Boca. Era un tipo muy vago, noservía para nada".

Pablo era vegetariano: Soledadempezó a interesarse en la cuestión.Leyó libros de macrobiótica, descubrió

medicinas naturales, dejó de comercarne. Al principio no la impulsaba suhabitual defensa de los animales: era,más bien, una forma de limpiarse elespíritu purificando el cuerpo. Siemprele había gustado cocinar: aprendiórecetas con verduras, se enteró de quécomidas le curarían, supuestamente, undolor de cabeza o un malestar hepático.Soledad comía mucha polenta, lentejas,pastas, una lata de arvejas por día —para aprovechar sus proteínas.

—Ayer leí qué significa vegetal.Decía que significa algo que crece, algolleno de vida. ¿No es copado? Ynosotros matando vida para comer.

Somos increíbles.Soledad había empezado a leer un

poco más, a interesarse por algunascosas nuevas. Descubría el placer deciertos descubrimientos, encontrabarazones con las que podía estar deacuerdo. Y poco a poco se fue haciendomás radical: al cabo de un tiempo yapropagandizaba las bondades de lacomida vegetal ante cualquier públicopresente. Algunos domingos el asadofamiliar en Villa Rosa se convertía en unmotivo de conflicto.

—Pero cómo siguen comiendocarne, che, no sean animales. ¿Noentienden que no es necesario matar a un

animal para alimentar a otrosanimales...?

El proyecto del viaje a Brasilavanzaba, pero hacía falta ciertapreparación. Pablo tenía una novia enIlha do Mel, la playa brasilera dondequería llevar a Soledad, y fue sincero:

—Mirá, antes de irnos yo tendríaque hablar con ella, ver cómo es la cosa.Si vos te lo bancás yo voy antes, la veo,veo qué me pasa con eso y despuésentonces podemos armar el viaje juntos.¿Te parece?

Soledad lo aceptó y le regaló uncolgante de cuarzo para que la tuvieramuy presente. Pablo salió para Ilha do

Mel, en el estado de Paraná, aprincipios de noviembre. Diez díasdespués estaba de vuelta: la habíaextrañado tanto, le dijo, la quería, ya notenía dudas. Decidieron hablar con lospadres de ella.

"Yo les dije que por ahora nosestábamos conociendo pero que nos ibabárbaro", dirá Pablo Rodríguez, su exnovio. "Y que no sabíamos qué podíapasar pero que yo nunca le iba a pegarni faltarle el respeto y que siempre queestuviera conmigo la iba a cuidar, iba atratar de darle lo mejor. A ellos muybien no les cayó. Por un lado sí, porqueSole podía apartarse un poco del

quilombo, pero por otro lado nos decían'por qué no se quedan y hacen elpensionado de perros, y se hacen deguita'. Pero bueno, a veces no importamucho la plata, ¿no? ¿Qué vale más, unananá en la playa o diez lucas en elbolsillo?".

Pablo repartió sus perros y susgatos; Soledad rindió su última materiaen la Universidad de Belgrano:Protocolo estaba llena de consejos queguiarían su vida. Se sacó un nueve y supromedio general fue 7,81. Estaba muybien, pero el fin de su carrera no fuemotivo de gran algarabía; era, más bien,el alivio de pagar una deuda, de

terminar con algo que, suponía, lesdebía a sus padres. A mediados dediciembre Soledad volvió a prepararsela mochila azul y roja.

Ilha do Mel era un lugar casisalvaje, con apenas algún coche y pocaelectricidad y mucha naturalezadesbocada y el mar turquesa y casas muymodestas. En esa isla Pablo tenía unos"parientes": una familia lugareña medioindia de padre y madre y siete hijos, quelo había alojado un año antes. Endiciembre uno de esos hermanos habíaabierto un barcito en la playa: Pabloquedó conchabado para atender las

mesas, Soledad cocinaba con utensiliosmuy precarios y los dos dormían en uncuartito del fondo. Allí pasaron Navidady Año Nuevo: todo sonaba idílico hastaque empezaron las peleas con la mujerdel dueño y los problemas para cobrarsus sueldos. Al cabo de un mes lodejaron: casi enseguida Soledad seconsiguió otro empleo.

"Cuando llegamos a la isla todos meconocían, tenían la mejor onda conmigo.Pero después de un par de semanas todala onda era con ella: Sole era increíble,afectuosa, divertida, todos la querían.Así que enseguida pegó otro laburitoque era de limpiar y cuidar las plantas

del quintal de la mina de al lado", diráPablo Rodríguez. "Yo le hice la cerca.Pero la mina que nos contrató nos quisopagar menos. Yo esas situaciones lasdejo pasar y trato de hacer otra cosa,apostar a cosas independientes, nopretendo vivir de ponerle una cerca a unrico. Pero Sole tuvo quilombo, porqueella lo había hecho a full, súperresponsable, le gustaba hacer las cosasbien... Era muy buena onda, muytrabajadora, siempre buscaba tener unlaburito, dar una mano. A mí a veces memolestaba un poco porque yo sentía quecuando vale la pena es copado, perocuando no es reconocido, como con esta

vieja, no sirve. Y la mina le queríapagar la mitad de lo que habían quedadoy Sole —mirá que no se rayaba nunca-le tiró unas bolsas de basura y la minahizo la denuncia en la cana y tuvimosque hablar con el único policía que hayahí... Igual el cana no hizo nada, sonconflictos chiquitos. Creo que nos dijoque recogiéramos la basura. Fue unareacción de bronca juvenil. En realidadera una boludez, porque la mina podríahaberse quedado en el molde, y nosotrospeleábamos por 20 pesos y teníamos500 en el bolsillo. Era más bien algomoral".

Pablo y Soledad se habían mudado a

una cabaña en el morro, en una zona dereserva ecológica. Estaban contentos:ahora sí tenían un lugar propio y lofueron arreglando, armando entre losdos. Se hicieron muebles, organizaronuna huerta. Un poco más allá, en elmedio del monte, un colombiano sehabía apropiado de tierras ajenas y lasllenaba de basuras. Pablo y Soledad seunieron al pequeño movimiento localque intentó contenerlo: tras unos días deasambleas, trámites y amenazas,consiguieron desalojar al colombiano.Era un triunfo muy menor pero era untriunfo, y los llenó de placer.

—¿Viste que a veces sirve, Sole,

juntarse con la gente?Soledad se rió: no solía ser su

estilo. Pero le encantaba ese lugar, esavida silvestre.

"Lo que me contó fue que terminaronen una isla donde había sólo gente dellugar", dirá su amiga Sole Vieja. "Ellame los pintó como indígenas. Ahísaltaba la inocencia de Sole. Porejemplo, decía que la mayoría de laspersonas que vivían en este lugarestaban en bolas. A Sole le pareceríaque lo más natural era estar en bolas conellos. En bolas significa literalmente enbolas. De repente tenía peloterasterribles con Pablo porque él le decía

'loca, más allá de que sean indígenas yvos lo veas como algo inocente, nodejás de ser una mujer'. Ella no lo veíaasí y se peleaban. A ella le pareceríaque era fashion, andá a saber qué pasabapor la cabeza de Sole. Después cuandollegaron seguía con la misma historia yyo les decía que no podía creer que sesigan peleando por esa boludez. Ellasentía como que Pablo no la podía vercon la misma pureza que la veían losindígenas, una cosa así".

Esas peleas menores no empañabanel bienestar general de esos díastropicales. Algunas noches hacíanplanes: quizás podrían comprar esa

cabaña, quedarse para siempre."Habría sido tan lindo", dirá Pablo

Rodríguez. "Hablábamos de quedarnosahí, hacernos un lugar, tener una huerta,un par de caballos, hasta llegamos ahablar de tener hijos juntos. Perodespués de que pasaron los carnavalesyo tenía que resolver un par de cosas enBuenos Aires: el tema de mi perro y lacuestión de mi laburo, que yo quería versi podía concentrarlo todo una vez pormes, para ir y volver. Entonces le dijeque nos fuéramos por unos días aBuenos Aires; Sole no se quería volver.Me dijo que estaba bien a hí, que sequería quedar y yo le dije que no la iba

a dejar sola ahí. Un poco entre los dosresolvimos dejar las cosas armadas allá,pero ella no estaba muy convencida:decía que tenía miedo que los viejos nola dejaran volver: 'Mirá, yo tengo miedoporque a mí siempre me manejaron y mees difícil salir de ese lugar'. Y yo, comoun boludo, le dije que eso era algo queella tenía que resolver hoy o mañana. Siella de verdad lo quería, de últimas ibaa haber un enfrentamiento, pero si es loque querés lo defendés. Ademásestábamos muy bien, nada hacía preverel desenlace que hubo".

A fines de marzo Soledad y Pabloarmaron sus mochilas, cerraron la

cabaña y se volvieron a Buenos Airespor unos días. En un mes, a lo sumo endos, volverían a su playa brasilera.

En la noche del 11 de marzo de 1997alguien tiró una bomba molotov contrael portal de la iglesia de San Vincenzoen Giaglione, en el Valle de Susa. Lapuerta sólo tuvo chamuscones; junto aella aparecieron unos volantes firmadospor una organización desconocida: LupiGrigi, armata delle tenebre e vendettadei poveri –"Lobos Grises, ejército delas tinieblas y venganza de los pobres".

Era el séptimo atentado en el Valle,y el primero firmado por los "Lobos

Grises". Otros dos habían sidoreivindicados por una organización "ValSusa Libera" y uno por un "FronteArmato Val Susa"; todos ellos habíanconsistido en pequeños incendios demaquinaria e instalaciones de empresasligadas al TAV o la SITAF, laconcesionaria de la autopista queatraviesa el Valle. Una de las pintadasenglobaba al "TAV, RAI, políticos =mafia".

Una semana después, el 18, tambiénen Giaglione, el octavo atentado:desconocidos volaron con dinamitaparte de la cabina desde donde secontrolaba la iluminación y la

ventilación de un túnel de la autopista.Los daños se calcularon en 50.000dólares, y los diarios hablaron de un"salto cualitativo" de los saboteadores.La pequeña bomba fue detonada adistancia y los responsables "eligieronsin tardanzas entre las cuatro puertas dela cabina para dirigirse justo a la quecontiene las conexiones de tensiónmedia... Eran personas expertas o muybien informadas. Antes de poner labomba desactivaron el mecanismoautomático que pone en marcha ungenerador de reserva, para estar segurosde interrumpir el servicio". Además erala única cabina de control de la

autopista que no tenía ningún sistema dealarma. Nadie firmó la operación.

El "salto cualitativo" tampoco llegóa los diarios argentinos: Soledad Rosasseguía sin enterarse de esa historia que,de todas formas, no le habría interesadoen lo más mínimo.

Hay momentos en que todo seacelera: hechos se precipitan, arrecianlas sorpresas. En abril de 1997 MaríaSoledad Rosas estaba por cumplirveintitrés años y a veces les decía a susamigas que ya le había llegado la horade dejar de ser una nena. Lo estabahaciendo: tenía un novio con quien se

entendía pasablemente bien, eseproyecto de vivir con él en una playabrasilera, algún dinero para ponerlo enmarcha. Su vida parecía encarrilada.

—Todo bien, pero tenemos queconseguirnos un lugar para vivir, Pabli.

—Sí, seguro. Aunque sea por estosdías, mientras arreglamos todo paravolvernos.

—¿Y si nos vamos a Villa Rosa?—Por mí, genial."Entonces fuimos a ver a los padres

de Sole a la quinta y les dijimos quetodo eso era provisorio, que nosvolvíamos a Brasil, pero si mientrastanto podíamos vivir ahí, ya que ellos no

estaban nunca", dirá Pablo Rodríguez, suex novio. "Y de paso la cuidábamos,ellos siempre nos hicieron laburar,cortar el pasto, la tenían muy bienacostumbrada a Sole. Y ahí la vieja dijoque no aceptaba el concubinato. Dehecho, un día que fuimos a dormir ahínos quería poner en camas separadas.Yo no iba a coger estando los viejos ahí,no soy tan moderno, pero dormir en elliving... Aparte era ridículo porqueveníamos de meses de vivir juntos. Yademás, ellos habían aceptado esarelación terrible anterior con ese pibeque le pegaba, aunque no durmieranahí".

—Yo querría vivir unos días en latorre del jardín, acá, con Pablo.

—No, Solita, para vos sola sí, claro,pero si te vas a venir con ese pelotudono, ni lo traigas acá.

Le contestó su padre. "Por ahí yo soymuy bestia en mi forma de decir lascosas, está bien", dirá Luis Rosas, "peroes mi forma de ser y no la puedocambiar".

"En parte era mejor porque no se nosmezclaban las cosas con los viejos",dirá Pablo Rodríguez. "Pero nosquedamos en bolas; Juan y SilviaGramático nos apoyaron y nospropusieron ir a su casa. Dormimos un

par de días ahí, no me acuerdo bien, y alfinal ellos averiguaron de un terreno conuna casita, allá a la vuelta. Era de untipo que iba los veranos con los amigosy tenía cancha de fútbol, pileta, un bañoy un cuartito: como se venía el frío noslo alquiló por cien mangos. La situaciónera muy ridícula porque alquilamos unlugar enfrente de la quinta de los viejosde Sole, que iba a estar vacía toda lasemana. Pero empezamos a vivir ahí. Amí me quedaba lejos y teníamos quearreglar bien los horarios. Y la vieja seempezó a quedar todos los días en laquinta. Llegaba el viernes, se iba elmiércoles, y cuando se iba le decía a

Sole si no quería irse con ella. Pero lasituación no era 'yo no quiero que estéscon ese flaco'. Era 'hola, buen día, porqué no vienen a comer unas facturitas acasa'. Y Soledad para hacer sus cosastambién iba a su casa. Cada vezpasábamos menos tiempo juntos, Sole yyo: nos estaban cagando".

"Pablo era macanudo", dirá JuanGramático, su vecino de Villa Rosa. "Lacasa donde estaban era de un amigo mío.Y los viejos de Sole tenían el grito en elcielo. Iban y le rompían las bolas a ella,'mirá dónde estás, cómo estás viviendo',y esas cosas. Pero yo a ellos los veíabien. El problema que tenía la relación

eran los viejos, que no aceptaban alflaco. Ellos pensaban que ella se teníaque casar con un tío con guita, con unflaco cool. Pero no se les daba, porque ala piba le gustaba otro estilo de gente.Sole era una pendeja linda, inteligente,sensible, muy solidaria, copada. Ybueno, era una situación incómoda".

"Yo lo que quería era verla feliz",dirá Marta Rosas, su madre. "Me pareceque Sole creía que era la madre Teresa,que le podía resolver los problemas atodo el mundo, y ni siquiera podía conlos propios. Para mí habría sidosuficiente ver a mi hija feliz. No meimporta si tiene que trabajar veinte

horas, si el tipo es un barrendero. Loimportante es verla a ella contenta,dichosa. Pero no con gente que ellatenga que estar mandándolos a trabajar oconsiguiéndoles trabajo, comprándolesropa, dándoles el coche para que vayana hacer esto o lo otro. De todos modostengo que reconocer que, de todos lospersonajes que yo le conocí a Sole, ésteera el que mejor la trataba. La tratabacon afecto. Pero Sole no era la mamá.Tampoco podés estar enamorado de unapersona que... es lo que ella decía: 'letengo que decir que tiene que hacer esto,que vaya a buscar tal cosa, que haga talotra, a mí ya me tiene podrida una cosa

así'"."Para mí era un buen tipo", dirá

Soledad Echagüe. "La cuidaba mucho.Yo notaba que él le tenía mucho amor,de mimarla, cuidarla. Él se agarrabamuchas broncas porque sentía esasinterferencias de los viejos de ella. Esotraía quilombo. Quizás yo los entiendo alos viejos de Sole, porque ellosesperarían algo mejor. Sole, justamentepor esa cosa de su autoestima tan baja,se enamoraba de todos como si fuera elúltimo. Creo que a los viejos les dabapánico eso, que se engancharadefinitivamente con un tipo como Pablo,y se enroscaron mal con él. Es como esa

amiga mía que cuando habla de la noviadel hijo le dice la chirusa. En realidadtodos los padres tenemos una cosa asíde que la novia del nene siempre es unachirusa. El novio de la nena siempre esuna basura, ella siempre se merece algomejor. Creo que uno se merece lo quetiene, al menos en el momento en que lotiene. No te olvides de que Sole era unanena. A los veintidós años estás un díaenamoradísimo y al siguiente no te lobancás y a los tres días no podés vivirsin él. De hecho, le pasa a gente muchomás grande. Creo que en ese aspecto losviejos, en su afán de protegerla, no ladejaron probar sola. Tenían mucha

influencia sobre Sole, y Sole aparte eramuy influenciable. Todavía no estabamuy formada en su carácter, aunquetambién era una pendeja con ventajasmuy notorias para su futuro. Cuando laconocí, lo primero que pensé fue 'ésta esuna mina que nunca se va a cagar dehambre'. Era una busca. Súperlaburadora. No le gustaba tener quepedirle nada a los viejos. Al revés: ellaestaba preocupada si llegaba elcumpleaños de la vieja, del viejo, elaniversario, qué había que comprarles,qué había que regalarles. Era una minamuy generosa, creo que eso es algo quese les ve a los seres humanos desde que

son chicos y es algo muy importante.Sole tenía todas esas cosas que iban muya su favor. Pero por otro lado tambiénera una niñita que había vivido con susviejos toda la vida, muy cuidada. Poreso todavía era muy maleable. Enmuchas cosas todavía le faltaba crecer.Era una adolescente, todavía".

La casa era tan simple como aquellacabaña brasilera: chiquita, precaria, sulujo era una cama de bronce, muytrabajada, antigua, que les habíaregalado Sole Vieja, pero el baño eraconfuso y había que cocinar en laparrilla al aire libre. No era grave: laquerían por poco tiempo, hasta que

pudieran arreglar todo para volverse asu playa tropical, y no importaba.Todavía no importaba.

Pablo no conseguía solucionar suscuestiones de trabajo: Hacia un partocon amor, el programa de su madre,estaba en peligro y los tiempos se lealargaban. Sin esa fuente de ingresos notenía dinero para irse a Brasil. Habíaalternativas: Soledad compartía aquelcoche con su madre y pensaron que lopodían vender para bancar el viaje.Soledad estaba de acuerdo pero queríaque él también aportara su parte. Y esolos complicaba.

"Él la jodía para que se volvieran aBrasil, a quedarse", dirá GabrielaRosas, su hermana. "Sole no estaba muyconvencida de vivir con él, aunquenunca decía nada porque ella siempreparecía muy enamorada de sus novios.Era muy buena, muy dulce, recariñosa,esas personas que están todo el tiempoabrazadas, besadas y colgadas. Despuésvenía a hablar conmigo y pasaba el librode quejas: 'no hace esto, no hace lo otro,no se pone las pilas'. Soledad era muypilas, cuando se le ponía algo en lacabeza sacaba todo adelante. Si queríajuntar guita para viajar laburaba de loque fuera. Para la casa también: vivían

en un ranchito de dos por dos y ella lotenía relindo. Tenía un parque grande ySoledad lo cuidaba, cortaba el pasto,limpiaba la pileta. Se ve que Pablo eramás colgado, más de sentarse bajo lapalmera y ver cómo Soledad cortaba elpasto. Y ella venía y se quejaba. Ahí yate dabas cuenta de que no iba a durarmucho la historia".

En la casita de Villa Rosa, laburbuja brasilera empezaba a romperse.Soledad tenía sus actividades: leenseñaba inglés a Silvia Gramático,preparaba con ella otra obra de teatro,ayudaba a bañar o pelar o castrar perrospara hacerse unos pesos, visitaba en un

geriátrico de Parque Patricios a suabuela, en la cárcel a su amigo Claudio—que había caído por un robo ingenuo:una tarde dejó su moto en la vereda deuna remisería, se tomó un remise, lollevó hasta un paraje solitario y loasaltó. Después se volvió a la remiseríaa buscar su moto y lo agarraron de laspestañas: se pasó varios años en launidad penitenciaria d el Borda.

Soledad hacía muchas cosas, Pablomuchas menos, y tenía la sensación deque la iba perdiendo día tras día. "Cadavez teníamos menos tiempo para estarjuntos", dirá su ex novio. "No sé cómose fue dando todo pero fue una mierda.

Sole me decía que me estaba esperandoa mí, que cuando yo dijera nos íbamosde nuevo. Y yo no podía resolver lascosas y también quería que se dieracuenta de lo que estaba pasando, y queme apoyara. Yo manejé la situacióncomo un boludo. Entonces un día saliótodo mal, ella esperaba que le dijera quenos íbamos la semana que viene y yo nopodía arreglar lo del laburo ni la guita ninada. Entonces agarré y le dije 'laverdad es que con todos los quilombosque tengo siento que no me entendés, meparece que así no vamos a ningún lado,mejor veamos qué nos pasa a nosotros'.Y ella se puso mal y empezó a ver que

el viaje ya no estaba tan seguro. Y ahívino todo un laburo de los padres dehablar con Silvia y las convencieron alas dos de que se fueran juntas. EntoncesSoledad vino y me dijo 'mi papá meregaló el viaje a Italia'. Y yo le dije'cómo puede ser si vos no vas a Italiasino a Brasil conmigo, y aparte te loregala con tu guita, si tu viejo no estálaburando...'. Era una situación loca: seempezaba a cumplir lo que ella me habíadicho en Brasil. No podía controlar lapresión de los viejos. Es como si teestuvieras por casar con una mina y tusviejos te regalan una semana con MoriaCasán en Tailandia. Puede estar bueno,

pero no tiene nada que ver con tuproyecto: de golpe te lo cambian todo, terevientan la vida".

Me pregunto de nuevo qué lepreguntaría —si la encontrara, sipudiera encontrarla, qué le preguntaría.Que es como preguntarme: de todas lasignorancias, ¿cuál es la que más fuerteme amenaza? Porque sé que mis blancosserán los blancos de ella: misignorancias, vacíos en su vida. Temoese azar: el descontrol de lo que puedasaber o no saber, la casualidadescribiendo no sólo una vida: también elrelato de esa vida. Aunque me consuele

pensando que llegaré a saber lodecisivo, aunque lo intente, me quedatodo el tiempo aquella duda: ¿cómosaber que no se esconde, en algunaignorancia, una clave perdida, la que ledaría por fin a todo su sentido? Y me ríoal ver que sigo pensando, todavía, sinquerer, que todo tiene uno.

7. LA PARTIDA

Fue una tarde de principios de mayo.Soledad estaba en la casa de su hermanaGabriela, dos ambientes al final de unlargo corredor en un PH en Caballito.Las dos hermanas, su madre y SilviaGramático, la Gringa, tomaban mate confacturas; Soledad y Silvia habían estadocharlando de una obra que pensabanhacer y ahora Soledad esperaba quePablo la pasara a buscar. Él le habíadicho que llegaría a las seis pero yaeran las ocho: Soledad se dejaba ganarpor el cabreo. Su madre vio unaoportunidad:

—Sole, ¿por qué no te tomas untiempo para pensar un poco estarelación? Si se ve que no estás bien,nena, pensalo.

—Mamá, ya se va a pasar, no temetas.

—Se me ocurre una idea.Dijo Marta Rosas y sus dos hijas la

miraron curiosas: sabían que eseprólogo presagiaba algo serio.

—Bueno, viste que la Gringa se va aItalia el mes que viene. Nosotros tequeríamos a regalar un viaje por tutítulo. ¿Por qué no te vas con ella aEuropa? Estoy segura que papá está deacuerdo.

Marta ya lo había hablado con sumarido. Soledad se quedó callada unosminutos: las otras tres mujeres lamiraban y el mate había dejado decorrer. Silvia se sumó:

—Dale, Sole, venite. La vamos apasar genial, en serio, vas a ver.

Soledad siguió callada. Despuésdijo que por qué no, que podía ser, peroque primero tendría que solucionar eltema de la jura en la Universidad y unpar de asuntos más.

—Eso se arregla, Sole, no tepreocupes. A mí me parece que tevendría bárbaro. España, Holanda,Italia, imaginate. Europa, Sole,

imaginate."So ledad no sabía, estaba muy

indecisa entre irse y no irse", diráGabriela Rosas. "Y entre todos laconvencimos. Ella estaba en uno de esosmomentos en que se paralizaba. Cuandono sabía qué hacer se paralizaba y sedeprimía. Dejar al novio era comotraicionarlo: ella se comprometía muchocon las personas, y después le costabadejarlas, aunque la hicieran sufrir, ellasiempre era un poco madre. Tenía eserol de cuidarlos, protegerlos,consentirlos. Con Pablo le pasó un pocoeso. Y el otro lloraba: 'yo sin vos no soynadie'. Parecía una novela venezolana.

Y además tenían ese proyecto de irse aBrasil. Finalmente el argumento que ledije fue 'no perdés nada, cuando quieraste podés volver, el pasaje lo tenésabierto; si ves que lo extrañás y noaguantás, te tomás el primer avión y tevolvés. Tenés la posibilidad, te regalanel pasaje. Andá, conocés, paseás unpoco con Silvia'. Soledad la adoraba aSilvia, siempre le decía 'si yo hubierapodido elegir una mamá, te hubieraelegido a vos'. Yo realmente creía queella no tenía que perderse esaoportunidad. Y me dijo 'sí, tenés razón' yahí empezó a averiguar por el pasaje. Lomío no era para separarla de Pablo

porque, la verdad, yo no tenía nada afavor ni en contra de él. No, eso lopensaron mis viejos".

El 3 de mayo fue el cumpleaños desu madre, fiesta familiar: los Rosascomiendo empanadas en Villa Rosa,conversando, riéndose, comentando elpróximo viaje de la nena.

"Nos vimos ahí, en Villa Rosa, y esedía yo le recriminé por esa vez que mehabía dicho que yo era standard: ella nise acordaba", dirá Cecilia Pazo, suprima. "Eso me había dolido mucho. Yono creo ser así y si soy, no creo que estémal tampoco. Pero me pegó porque mepregunté '¿y si tiene razón ella y la

verdadera vida es la alocada de ella, yno la mía?'. Me acuerdo que me vino aabrazar y yo le dije 'salí de acá. ¿Paraqué querés estar conmigo si soy unamina standard?'. Me hice la estrellita. Amí me había pegado pero ella ni seacordaba. Se lo recordé y ella no podíacreer que me hubiera dicho eso. Me dijo'¿sabés cómo me gustaría ser standard, amí? No sabés cómo me gustaría'".

"Entonces nos planteamos quéhacíamos, si seguíamos o no", diráPablo Rodríguez, su ex novio. "Ellaestaba más con toda la historia de irse aItalia y yo no sabía qué hacer. Yo la

quería mucho a ella. Me sentíapresionado por la situación, y tampocoestaba bien. La amaba pero no megustaba bancarme estas cosas.Empezaron los desencuentros. Unanoche habíamos tenido una discusión, yole decía que nos estaban separando. Ellano me dio bola y yo no dormí en toda lanoche. Después vomité sangre. Mesentía remal. Ahí sentí un corte. Ellaestaba como envuelta, protegida en otrasituación pero tampoco era un corte derostro: ella dormía conmigo, ella meamaba. Al día siguiente tenía que ir a lacancha con un amigo pero al final medesmayé, no pude ni ir a la cancha ni ver

a mi amigo. Me sentía mal pero queríaestar con ella y me volví a la quinta.Ella estaba con los viejos y le dije quehabláramos. Ella estaba como dura,como los viejos. Hablamos, me puse allorar, le dije que la amaba, que teníamiedo de perderla. Ella no reaccionaba.Después estuvimos con los viejos hastatarde. Nos fuimos a dormir juntos.Hicimos el amor. Toda una situaciónmuy mezclada, de pelea-reconciliación.Un par de días después yo llegué como alas once de la noche y ella no estaba,entonces toqué timbre en la quinta y nome atendió nadie. Para mí era unatrampa porque no era tan tarde. Me fui a

dormir solo: ella me había dejado unanota diciendo que me amaba, que teníamiedo de que nos separen. Vino a lamañana. Me despertó. Hicimos el amor.Después no sé por qué carajo vino lahermana a hablar conmigo, a decirmeque Sole me quería pero que ya teníatodo armado para irse a Italia, que paraella era difícil decírmelo. Ella insistíaen que yo tenía que dejar que Sole hagasu vida. Pero yo la amaba. Siemprehabía actuado bien con ella y siemprequise lo mejor. Y ese día teníamos quedejar la casa porque había quedevolverla y yo me tenía que llevar miscosas y encima era el cumpleaños de

este pibe Ezequiel, que lo iban a haceren la casa de sus padres, de Juan ySilvia, ahí nomás. Yo la llamé a Sole,no me querían pasar el teléfono y memandé para allá. Quería estar con ella".

"Fue una fiesta muy linda", diráGabriela Rosas. "Estaba Pablo, el noviode Sole, había ido una bandita a tocar.La casa de Silvia es muy abierta, si hayuna fiesta parece más un bar que unacasa. En esa época Ezequiel tenía unabanda de músicos y habían ido a tocar.Habían hecho empanadas vegetarianas opizzas, algo así. Había mucha gente.Pablo lloraba, no sé si estaba en pedo oqué. En un momento le agarró una

depresión tremenda... Le había dado porel llanto y le decía 'no te vayas, Sole, note vayas'. Soledad lo consolaba y ledecía 'pero me voy por un tiempo, voy avolver, no te preocupes. Vos hacé todaslas cosas que dijiste que ibas a hacer.Nos va a venir bien, porque así vos teponés las pilas'. Había mucha gente. Lamitad estaba en pedo y todos refumados,que el tipo estuviera llorando era undetalle".

"Cuando llegué a la fiesta, a la casade Juan, entro y ahí estaba Sole pintada,radiante", dirá Pablo Rodríguez. "Lasituación era medio engañosa. Lahermana le había dicho que no se ponga

mal. Fui a hablar con ella y me encontrécon ese cuadro, un montón de gentecareteando. Después logré que venga ahablar conmigo, en el medio de toda lagente. La cuestión es que le dije que nosdejáramos de joder. Le pregunté si habíaconocido a alguien, qué pasaba. Lepregunté si me amaba y ella se quedócallada. Ahí se me vino el mundo abajo.A veces las palabras sobran. Fue comodecir 'no sé', pero yo lo tomé como 'yafue' porque tampoco dejás de amar de undía para el otro. Me acuerdo que melevanté y me desmayé. Un garrón porquequedé como el pelotudo del año. Encimaque me cortan el rostro, me desmayo.

Estaba hecho mierda. Intenté ser fuerte ybuscar un lugar. Un amigo me invitó a sucasa. Y yo con mi perro. No es fácilconvivir, en un departamento de unambiente, dos tipos y un ovejeroalemán".

Desde agosto de 1996, los atentadosen el Valle de Susa se sucedían a unacadencia más o menos regular de unopor mes, aunque sus objetivos, métodosy firmantes eran tan variados que nadapermitía suponerles un origen único. El8 de abril de 1997 una bomba muyrudimentaria dañó un nodo decomunicaciones de la Telecom: será la

última acción reivindicada por losLobos Grises. Que, el 20 de mayo,pegaron en la estación de tren de Meanaun volante extrañamente pro-francés:"Mejor pagarles impuestos a losfranceses —pocos— que a estos tanosmacarrones y mafiosos".

El 21 de mayo, desconocidosquemaron una perforadora en las obrasde prospección del TAV en Mompanteroy, a unos kilómetros de allí, la mismanoche, hicieron saltar con dinamita lospilares de un repetidor de la televisiónde Berlusconi. Nadie reivindicó lasacciones: lo más extraño fue que losdinamiteros conocían la posición de una

cámara de video pequeña y escondidaque los carabineros habían instaladopara filmar posibles agresores. Losdinamiteros empezaron por mantenersefuera del radio de acción de la cámara;cuando se acercaron, la dieron vueltapara que no los filmara y la volaron deun escopetazo.

Soledad, por supuesto, siguió sinsaber nada. En realidad, nadie se enteródel detalle de la cámara: la policíaitaliana, prudente, lo mantuvo ensecreto. Meses después un volante delos Lobos Grises reivindicaría esaacción y diría que habían hecho saltar lacámara porque la vieron sobre un

container y temieron que los hubierafilmado; visiblemente los queescribieron ese volante no habían estadoallí: la cámara nunca estuvo encima deun container.

María Soledad Rosas juró su títulode licenciada en AdministraciónHotelera en el anfiteatro de laUniversidad de Belgrano el 27 de mayode 1997: cuatro días antes habíacumplido, sin grandes festejos, veintitrésaños. Esa tarde se puso un pantalón y unsuéter elegantes de su hermana Gabrielay sus padres la acompañaron y seemocionaron, pero Soledad tenía la

cabeza en otra parte: el 22 de juniosaldría para Milán con su amiga SilviaGramático. Su padre le decía que sellevara su título, que le podía servir;ella lo haría, pero no pensaba que suviaje sería de esos en los que un títuloasí podía tener utilidad.

Su pasaje estaba abierto por seismeses: Soledad tenía que volver aBuenos Aires hacia mediados dediciembre y había planeado su viaje enconsecuencia. Los dos primeros meseslas dos mujeres trabajarían en los Alpesitalianos: los parientes de una vecina deSilvia tenían una hostería en un pueblollamado Alpe Devero y necesitaban

personal para la temporada de verano.De allí se irían a Munich, donde setomarían un avión hasta Londres y de ahíhasta París. También tenían escalas enMadrid y Amsterdam: un tour casicompleto y, aun así, quizás no resultarasuficiente.

"Soledad había vivido toda la vidacon su mamá y su papá, que la cuidabancomo a la luz de sus ojos", dirá su amigaSoledad Echagüe, Sole Vieja. "Cuandosalía de la casa de mamá y papá, pormás que hiciera bardo y se engancharacon lo que se enganchara, siemprevolvía y ahí estaba protegida. Si no eransus viejos, era yo o su hermana

Gabriela. Era una niñita cuidada portodos. Creo que tenía una gran necesidadde cortar el cordón y el viaje era unaposibilidad muy fuerte de cortarlo.Entonces yo siempre tuve esa idea deque iba a volver pero que iba a tardarmás que lo que les decía a los viejos.Me parece que en ese momento habíaalgunas rencillas con ellos pero no eranada importante: boludeces. Los viejostambién en ese momento tenían unaposición un poco contradictoria.Probablemente ellos no lo recuerden ensu lugar de padres, pero tenían esa cosade 'andate pero volvé, andate peroquedate, andate para olvidarte de Pablo

pero no te olvides de mamá y papá'. Porotro lado, ojo que yo los adoro, peroellos eran padres muy obsesivos. Y Soleera la eterna rebelde: ella tenía que estaren contra de algo, no importaba qué. Porotro lado, ella muchas veces les decía alos viejos lo que ellos querían escucharporque estaba en esa etapa en la que losviejos te hinchan las pelotas y no tenésganas de que te manejen la vida. Por esosi los viejos querían escuchar que Solevolvía en seis meses, Sole les iba adecir que volvía en seis meses.Tampoco lo veo mal. Me parece que esparte de la edad".

"Soledad cuando se fue estaba

buscando, no sabía qué quería", diráGabriela Rosas, su hermana. "No sabíahacia dónde ir, no tenía una conexióncon el mundo más allá del cariño quesentía por las personas que la rodeaban.Estaba buscando. No sentía ningúnorgullo ni satisfacción por su carrera,era como una obligación más quecumplió. No sé si buscabaconscientemente, pero el espíritu delviaje... No empezó a organizarloentusiasmada. Pero cuando se ibaacercando el momento le ibaencontrando sentido y se fue pensandoque algo iba a pasar. Como 'no esperennada más de mí, ahora me voy, soy yo y

que nadie me rompa más las pelotas, nimis novios ni mis padres ni mi hermana'.Como que sabía en algún lado que eraun cambio importante. Ella tenía unanecesidad enorme de alejarse de lafamilia, de papá y mamá. Y quizá de mítambién, porque yo en ese momento eramuy papá y mamá".

Los primeros días de junio Soledadno paraba. Se despidió varias veces desus amigas y amigos, tuvo que legalizarsus documentos, preparar los detalles desu viaje. Su equipaje tenía que serligero: su mochila sería la misma desiempre, la azul y roja, la que usabapara ir de casa en casa esos últimos

tiempos. Y la fue llenando de lo mismode siempre: calzas, remeras, un par demallas, pantaloncitos cortos, dos jeans,una camisa de colores, un pulóver arayas, un buzo gris, las alpargatas.Gabriela la ayudaba:

—Pero no, Sole, qué te vas a llevaresa remera. Si es un trapo de piso.

—Gaby, no me rompas.—¿Y no te vas a llevar ropa de

abrigo?—¿Para qué? En cuanto venga el frío

en el norte yo me voy al sur, alMediterráneo. Ni en pedo voy a pasarfrío, yo, allá. Yo no voy para eso.

Sí metió dos cepillos de dientes:

Soledad se los lavaba varias veces pordía. Y el cepillo del pelo y su walkmany varios cassettes con música étnica deindios del Amazonas y de México y deMano Negra y los Redondos y el librode Galeano y varias fotos de su familia ysus amigos y, enrollado en un tubo decartón, su diploma. También tenía, en unbolsillo escondido, 2.000 dólares entraveller-checks que había comprado enla agencia Thomas Cook: lo suficientepara mantener cierta autonomía duranteel viaje. Dejaba, en su caja de ahorros,otros 6.000, por cualquier cosa. Se loshabía ganado trabajando.

"A ella le encantaba viajar y además

tenía facilidad con los idiomas", diráMarta Rosas, su madre. "Sole no ibademasiado atada a tener que trabajar.Tenía disponibilidad económica comopara poder tomarse los seis meses devacaciones sin ningún problema, pero sipodía ir trabajando a medida queconocía era bárbaro. A mí me pareceque viajar es lo mejor que te puedepasar, cómo te relacionás, cómo temanejás aprendiendo idiomas,conociendo gente y lugares querealmente te enriquezcan. Para ella eseviaje iba a ser una oportunidad única".

Pablo Rodríguez la buscaba como un

alma en pena. Pero cada vez que lallamaba por teléfono alguien le decíaque ella no estaba, que le dejara unmensaje, que ella lo llamaría. Hasta unavez en que escuchó su voz en elauricular. Su saludo fue confuso: estabademasiado nervioso. Después le dijoque necesitaba verla.

—Yo te entiendo, Sole, te entiendo,pero me quiero matar. En serio, estoyreangustiado, no te lo digo paraamenazarte. Tratemos de que esto sea deotra manera, que podamos vernos,charlar y que pueda encaminar mis cosasmás tranquilo.

—Ahora no puedo hablar, hay gente.

Pero si querés podemos encontrarnos eljueves, a la salida del geriátrico.

"Ella estaba divina", dirá Pablo. "Lainvité a comer una pizza, tomamos unpar de vinos. Ahí charlamos bien,después de un montón de tiempo, sinfamilia ni historias de por medio. Ledije que no podía entender que nos estépasando esto, que debería haber hechoalgo terrible para que esté pasando esto,no podés ser tan hija de puta, decimequé pasó. Yo me quería matar. Ella sepuso a llorar y me dijo que se habíaencontrado con Gabriel y se había dadocuenta de que lo amaba".

"Sí, parece que antes de irse se

encontró un par de veces con GabrielZoppi", dirá Gabriela Rosas. "Él lepidió perdón por todo lo que le habíahecho sufrir y ella le dio bola. Solesiempre dejaba todas las puertasabiertas. ¿Viste esas personas que nopueden decir que no a nada, que siempreestán dispuestas a proteger, cuidar,atender? Le costaba mucho romper unvínculo con alguien. Generalmentecuando rompía algún vínculo era porquela cagaban a ella o porque sus amigas lapeleaban. Si dejaba de ver a unapersona era porque el otro habíadecidido no verla más, si no, ellasiempre iba a estar, a volver, iba a

llamar por teléfono. Y con Gabriel fueasí. No sé exactamente qué se dijeron,pero sé que fue así".

Son puntos de vista, versiones quedifieren: "A mí me daba casi envidia,parecía que ella cortaba con un novio ynunca estaba mal", dirá JosefinaMagnasco, su amiga del colegio. "Porahí el que quedaba mal era el otro. Yella le daba para adelante, y a la semanase enganchaba a otro. Iba pasando deuno a otro. No era una persona que sequedara lamentándose. Era protagonista,hacía que su vida cambiara. Y erademasiado buena. Por eso a veces lapasaban por arriba. Yo la pinchaba para

que fuera un poco más mala, porque lagente no es tan buena. Ella si tenía uno,te daba uno. Te invitaba a dormir a lacasa y dormía en el piso. Un corazónenorme". Un corazón enorme.

"Él fue el que me contó todo", diráMarta Zoppi, la madre de su ex novio."Todo, que ellos se habían prometidocuando se vieron un mes antes de queella se fuera y como que hicieron laspaces, Soledad y Gabriel".

"¡Con Gabriel, hermano, con esehijo de puta!", dirá Pablo Rodríguez. "Siella me hubiera dicho que habíaconocido a otro flaco, yo lo hubieraaceptado. Pero después de todas las

movidas era terrible que haya pasadoeso. Un poco pienso que ni ella se locreyó. Le dije que no le creía, no creoque después de esa historia de violencia vos vuelvas con él. Tampococreía que el tipo diera una vuelta atrás.A mí me sonó como una cosa armadadesde la familia. Sentí que era por todoel tema de la familia. Le dije que yohabía tenido unos sueños, que teníamiedo por ella, que todo en la vida es unida y vuelta. Creía que indirectamentetodo lo que ella me estaba haciendo loiba a pagar, pero no porque le estuvieratirando mierda, porque yo la amaba.Pero tenía miedo de que a ella le pase

algo. Aquella vez la cosa quedó medioinconclusa. Habló por teléfono con lavieja delante de mí, le dijo que estabaconmigo y que ya habíamos terminadode hablar, tipo control. Yo la llevé hastala casa. Esa fue la última vez que nosvimos. Le dije si quería que nosviéramos de nuevo y ella me dijo que yaíbamos a arreglar. La tenían muycontrolada y le habían dicho lo que teníaque hacer. Nos dimos unos besos y no séni lo que le dije. Sí sé que intenté hablarcon ella después, no hubo caso. Despuésno sabía si había viajado o no. La llaméa Gaby y no me decía nada. Me decíaque hay unas pastillas buenísimas, unas

Rivotril que son bárbaras para ladepresión. Andá a la mierda. Yo estabaremal. Me quise matar un par de veces:la angustia que tenía era terrible. Ylloraba y pensaba en nosotros y en laisla. Lloraba todo el tiempo, no comía,me bañaba una vez por semana. Un díame decidí y dije que no aguantaba másese dolor. Cuando lo llamé a mi viejome dijo 'y bueno, si te pasa eso escribíun tango'. Me quería matar. Hastapensaba las formas de matarme. Unfierro no tengo, tengo que hacer unamovida para conseguirlo. Con pastas nome cabe. Bueno, me tiro debajo de untren. Un día fui a la casa de una familia

de mi barrio y les iba a dejar losdocumentos. Esas cosas locas. Y cuandoiba para tirarme, pensé en mi vieja. Peroella es adulta y lo va a superar. Mihermana también. Van a entender que mivida es mía, que lo que sufro no me localma nadie y no puedo vivir así. Tengodos hermanitos que en esa época teníannueve o diez años. Pensé en ellos y dijeno puedo, les voy a dejar un agujero queno van a entender nunca. Pasó eso.Después me empezaron a decir que vayaa un psicólogo".

Me pregunto qué hubiera sido deella en la Argentina. En la Argentina,

entre tantos caminos que no hay, no haycaminos para la diferencia: aquí susdiferencias pasaban por historias delocura ordinaria, de capricho, deinadaptación. No hay, en la Argentina,esas formas de sublimar la diferencia,de transformarla en ideología y encamino que a veces ofrece el primermundo. En la Argentina esas maneras dela diferencia suelen llevarte despacito aalgún modo de la destrucción personal odel olvido: alguna droga, algunaenfermedad, otros tropiezos, la renunciay la entrada en el mundo "normal" —quetambién se cierra más y más. Por eso,entre otras cosas, muchos argentinos

quieren irse. Aunque también eso,quizás, deje de ser cierto en estos díasen que muchas cosas dejan de serverdad en la Argentina. Me pregunto quéhabría sido de Soledad en la Argentina.Pero me tengo que preguntar en quéArgentina.

El domingo 22 de junio de 1997, elpresidente Menem estaba en NuevaYork y anunciaba cambios de ministrospor las repercusiones del caso Cabezas,pero su jefe de gabinete, JorgeRodríguez, confirmaba que el martesrecibiría a Alfredo Yabrán en la CasaRosada. En Jujuy miles de personas

marchaban para protestar por larepresión al primer piquete realizado enla Argentina, unos días antes, y losmaestros recibían adhesiones tras suparo y movilización del viernes: 50.000personas en la Plaza de Mayo. En LaPlata, José Bordón y Eduardo Duhaldese encontraban para armar una alianzacon miras a las elecciones legislativasde octubre y declaraban su apoyo almodelo económico del gobiernomenemista; Chacho Álvarez reforzaba sucampaña con una serie de actos en elinterior: "tenemos que consolidarnoscomo la segunda fuerza electoral delpaís". En las antípodas, Hong Kong se

preparaba para pasar a dominio chino;en Hebrón, soldados israelíes herían conbalas de goma y plomo a cuarentapalestinos que los habían atacado conpiedras. Los líderes de los ocho paísesmás ricos —reunidos en Denver,Colorado—, aseguraban que laeconomía mundial estaba mejorando;una de las principales compañíasalemanas reconocía que durante elnazismo había fundido oro de dientesjudíos y fabricado gas para las cámarasde la muerte. En Sucre, Bolivia, laselección argentina de Passarella perdía2 a 1 con Perú y se caía de la CopaAmérica; en Toronto, Diego Armando

Maradona se entrenaba con Ben Johnsonpara preparar su retorno a Boca Juniors.

Hacia las tres de la tarde, MaríaSoledad Rosas presentó su pasaporte23.952.443, expedido en la ciudad deBuenos Aires el 9 de mayo de ese año,en la ventanilla de Migraciones delaeropuerto de Ezeiza. En la foto de supasaporte, Soledad llevaba el pelo hastalos hombros con su raya al medio, lafrente estrecha despejada, las orejaschiquitas, la ojos decididos, la narizrespingada, la boca semiabiertajuguetona: linda, desafiante, entre lasorna y la dulzura, la timidez y lacerteza. La mirada muy clara: como

quien cree que alguna vez verá. Elempleado la miró y le dedicó unasonrisa exagerada; Soledad se laagradeció y respiró hondo: ya estaba delotro lado. Su madre y su hermana habíanido a despedirla; su padre dijo que a élno le gustaban las despedidas deaeropuerto. Su madre había llorado y lehabía hecho las últimasrecomendaciones:

—Nena, llamá cuando llegues parasaber qué tal estuvo el viaje.

—Sí, claro, claro.Ya del otro lado, Soledad y Silvia

se reían:—Che, hasta último momento te van

a dar consejos.Pero todo eso había quedado atrás.

El free-shop no le ofrecía nada que leinteresara: Soledad miraba más bien alos demás pasajeros, el aire de eseembarque que la estaba llevando hastaotro mundo. Algo empezaba y,seguramente, sería mejor que lo quehabía pasado. Sin duda sería mejor quelo que había pasado.

"Cuando se fue, Sole no sabía lo queera ni lo que valía", dirá GabrielaRosas, su hermana. "No sabía nadasobre ella misma, no conocía algo deella que pudiera parecerle bueno. Teníaesa cosa de no valorarse, de no

quererse, de estar perdida en ellamisma, como cuando una persona nosabe lo que es. No había un aspecto deella que valorara, ni el cultural ni elintelectual ni el emocional. No habíanada de ella que la definiera. Y meparece que eso sí lo encontró allá, lejosde nosotros. Creo que en algún lado ellasabía que se iba para no volver. Acá nodejó nada, no dejó un lugar que fuerasuyo. En su habitación no había una foto,no había nada. En el camino, entre tantaida y vuelta, había ido perdiendo suscosas, su ropa, sus libros, en lo de unaamiga, en lo de un novio. Era como quehabía ido deshaciéndose de todo y acá

dejó muy pocas cosas. No tenía un lugardonde volver. Quizás no era consciente,pero en algún lado ella sabía que acá yano había nada para ella".

LA VIDA ITALIANA

1. EUROPA

Cuando su avión aterrizó en elaeropuerto de Milán, María SoledadRosas volaba de fiebre. Le dolía todo elcuerpo y casi no se podía mover: apenaspasaron los controles, Silvia Gramáticola convenció de que se fuera a acostar.Soledad se pasó sus dos primeros días"en Europa" acostada en una cama depensión milanesa, tomando analgésicosmientras su amiga le hacía masajes enlos pies. Se lamentaba por su malasuerte: cómo se iba a enfermar justoentonces, de movida nomás. Aunque pormomentos sospechaba que no debía ser

la suerte: seguramente estaba poniendoen escena el susto, los nervios de dejarpor fin su mundo atrás.

Cuando Soledad pudo levantarsesalieron a dar una vuelta por la ciudad.Milán no las impresionóparticularmente: a primera vista noparecía tan distinta de Buenos Aires. Enla mitología de la clase media argentinael viaje a Europa es un punto fuerte.Para empezar, existe "Europa": unconcepto confuso que sólo algunos toursy los tratados comerciales se empeñanen sostener y que los argentinos, engeneral, intentan recorrer –"hacer"—entera en pocos días. Y, sobre todo, el

viaje a Europa –"el viaje"— es unaceremonia iniciática que marcaclaramente un antes y un después, de laque se esperan revelaciones que nosuelen llegar: cualquier hermeneuta decafé hablaría del retorno a los orígenesmíticos de este pueblo de europeosexpulsados. Pero ahora Soledad yaestaba "en Europa" y nada sucedía: laciudad era quizás un poco más rica ymás limpita, pero no muy diferente. Oeso era lo que quería creer: Soledadoscilaba entre la desenvoltura y elmiedo, la excitación y el temor de nosaber dónde se estaba metiendo. "EnMilán nos sacamos una foto", dirá Silvia

Gramático, su compañera de viaje. "Yoestaba apoyada en un arco y ella a milado, en una postura temerosa. Ydespués la revelamos y Soledadescribió detrás: 'Estaba como una ranitaencima de una piedra': asustada. Comoquien todavía no sabe quién es, mepareció".

Al día siguiente se tomaron el trenhasta Domodossola, un par de horas alnorte: allí los esperaban sus nuevospatrones para llevarlos hasta la hosteríade Alpe Devero.

—Ya van a ver, acá la vida es de lomás tranquila, una delicia...

Alpe Devero es un pueblo casi

inexistente en lo más hondo de los Alpespiamonteses, a dos kilómetros escasosde la frontera suiza y mil metros dealtura. El pueblo vive del turismo decaminantes montañeses y pescadorescon mosca: sus alrededores son de unabelleza montañosa convencional yconvincente. El hotelito donde Soledady Silvia trabajarían, el Bar PensioneFattorini, era una posada alpina clásicacon su techo a dos aguas, unos pocoscuartos y un restorán sin pretensiones.Lo regenteaba un matrimonio detreintaypico: Luca era local; su mujer,Cecilia, había nacido en Buenos Airespero llevaba mucho tiempo allí. Eran

una pareja amable que empezó pormostrarles su cuarto y contarles susobligaciones:

—Bueno, ya ven que acá somos muypocos, así que todos hacemos de todo.Ustedes van a tener que servir lasmesas, lavar platos, limpiar, todo.

—Yo además tengo un título enadministración hotelera, quizás puedeservir para...

—¿Ah, sí? Qué bueno. Bueno, yaveremos qué podemos hacer con eso.

En junio la posada estaba semivacíay Soledad se aburría mucho. Eradecepcionante: no se habían ido tanlejos para quedarse encerradas en un

pueblito, aunque les garantizaran 700dólares por mes. Sole estabasorprendida: imaginaba que en Europalos sueldos eran mejores. Al cabo deunos días Soledad y Silvia le dijeron asus patrones que, ya que todavía nohabía tanto trabajo, quizás podían hacerun arreglo distinto: viajarían un pocopor Italia y volverían dentro de diezdías, cuando se juntara un poco más degente. Y después quizás podrían trabajarlos fines de semana y viajar en el medio."Sabrán bien que no fui yo la que seanimó a pedirlo", escribió Soledad a suspadres; "Silvia se puso firme, y yoaprendo de ella".

"A ella le encantaba estar tan lejosde su casa", dirá Silvia Gramático. "Ensu casa estaba todo muy controlado:todo era tan perfecto, tan limpio, tanorganizado que no había espacio para lalocura, para ninguna desviación. Cuandoempezamos a viajar la conocí másprofundamente. Yo la cuidaba como auna hija, imaginate. Sole era una nena,una new hippie, quería fumarse suporrito tranquila, relajada, buena. Notenía una idea muy precisa. Eran unasvacaciones y de pronto trabajar un poco,a lo mejor quedarse, si pintaba. Lo quenoté fue que en cuanto llegamos se quisoliberar enseguida, hacía cosas más

fuertes que las que suele hacer la gente.Por ejemplo, en un pueblo de montañahay formas que si las transgredís se notamucho. Alpe Devero es un lugar paragente que quiere andar por la montaña,chiquito, donde no pasa nada y todos sela pasan hablando de la lluvia y deltiempo, que cambia a cada rato. Peronosotras subíamos al ómnibus y ella sedescalzaba y ponía los pies sobre elasiento. O se sacaba la ropa en una casapara darse unos masajes... Por fin sehabía liberado de su casa, estaba lejos.Pero había días en que se levantaba ylloraba, sin que apareciera ningúnmotivo, no había ropa que le gustara, yo

tenía que ayudarla con eso, estabatriste".

Esos días llegaban sin avisar, sinque supiera cómo ni por qué, y se lehacían difíciles : "Hay días en los queno estoy bien", le escribió Soledad aEzequiel Gramático, el hijo de Silvia."Siento que me viene una nube negra yme aprieta el pecho muy fuertemente yme cierro y no puedo comunicarme connadie. Supongo que es un poco deinseguridad y un poco de temor a decirlo que pienso, pero cada día trato dealejarlo un poco. Bueno, pero hoy mesiento bien".

El 1º de julio Silvia y Soledad

volvieron a Milán para tomarse un trenhasta Florencia: ahora, quizás,empezaría realmente el viaje.

"Querida Ma: ¿Cómo te va? ¿Elinvierno te trata con frío o la estáspasando en la camita como a vos tegusta y como yo extraño?", le escribía,el 4 de julio, a dos semanas de sullegada, Soledad a su amiga SoledadEchagüe, Sole Vieja. "Acá todo eshermoso, pero te confieso que extrañobastante, es que acá es lejos de verdad.Ahora hace 4 días que estoy enFlorencia, es la ciudad más hermosa queconozco. Pero después de unos días me

siento muy apretada, las calles sonangostísimas y no hay un solo árbol. Esono lo sentí en los 2 primeros días en losque la belleza me impactaba. Pero hoyya estoy cansada de los turistas y delhumo de los autos. Ayer en una plazaconocí a una brasilera que vive acá, ellacanta. Esta chica nos presentó a unescultor argentino que también vive acá.El pibe es macanudo y hoy trabajé paraél posando para unas esculturas".

El pibe se llamaba Erman, eramendocino y le dio a Soledad la primerade las aventuras que ella estababuscando: posar desnuda para un artistaera algo que se podía contar a los

amigos. "Ese chico es escultor y meofreció trabajar para él", le escribiópoco después a Fabián Serruyo. "Poséun día para unas fotos y todo bien, eltipo muy profesional y no se quisosarpar nunca, al contrario". El contrariosiempre es difícil de entender.

Florencia les duró cuatro días decaminar y caminar, comprarse pan yalgún fiambre para comer en una plaza,seguir caminando, admirarse con lasnovedades, caminar, admirarse con lasantigüedades, tomarse una gaseosa,buscar más posibilidades deadmiración: el duro oficio del turista.Cuando se agotaron partieron hacia

Roma para seguir haciéndolo. "Amedida que nos cansamos de cadaciudad nos vamos", le escribió a Fabián."Por acá todo va bene, la verdad que loque vamos conociendo es hermoso y meresulta bastante fácil moverme porItalia. ¿Y a vos cómo te va? No sabéscuánto te extraño. La verdad es quedesde tan lejos se extraña un poco más,sobre todo a los amigos del alma comovos".

Soledad descubría sin parar, pero laexcitación de los des cubrimientos no leimpedía seguir pensando en lo que habíadejado en Buenos Aires: "Má, yo laestoy pasando realmente bien, este viaje

no tiene comparación con nada y notengo problemas como para querervolver", le escribía a Soledad Echagüe."Pero mi corazoncito está ahí en Bs. As.con todos mis seres que tanto quierocomo a vos. Má, te recuerdo siempre yvos estás viajando por acá conmigoporque estás en mi corazón. (...) Má,cuidate mucho y tratá de ser feliz, lo másque puedas que la vida es una sola ymuy corta. Y fúmense un porro en minombre, que ese humito nos una desdetan lejos. Má, cuando recibas mi cartallamala a Gaby y decile que estoy muybien y que la quiero mucho.

"Por favor, si tenés ganas escribime.

Calculá que las cartas tardan 15 días yyo me quedo en esta dirección hasta elfinal de agosto.

"Te quiero. Te mando un beso en lasencías, el esófago, entre los dedos delpie, en el sobaco, el ombligo, atrás de larodilla, la raya del culo, en la cutícula,etc, etc. Con cariño y amor, la Sole chiquita para la Sole vieja!!!"

Soledad y Silvia se quedaron tresdías en Roma. Soledad vio una ciudadque le parecía careta y demasiadomonumental: no llegó a encontrar susrecovecos.

—Che, ma, acá hay demasiado ruinay poca onda. La verdad que nos

podríamos rajar, ¿no?"Con Silvia, la mejor, es buena

compañera de viaje", le escribía aFabián Serruyo. "Ella te manda un besogrande. Dice que le caíste bien, que senota que sos una buena persona.

"Fabi, espero que te estés cuidandoy que no gastes plata en boludeces, másvale guardala para venir para acá. Yocalculo que a fin de agosto ya termino detrabajar, así que en septiembre estarépor España. Fá, venite para acá, daleque te extraño. Mataría que vengas conGaby.

"¿Quemaste mi auto? Mataría queno, porque en el verano quiero hacer el

pensionado de perros. Bueno, si mi autono está lo podemos hacer con tu auto yasí nos hacemos unos buenos mangos.

"Ay Fabi, cuando empiezo a escribiracerca de lo que me gustaría hacer enBuenos Aires es una señal fuerte deextrañar.

"No sé, Roma me hace sentir unsabor amargo. Hoy cuando vi el Coliseosentí como el dolor de los animales y lastorturas que hacían en ese lugar. Ademáshoy es domingo".

El viaje no empezaba a ser un viaje.Ya en Nápoles, las dos amigas tuvieronmás acción. Para cierta mitología

viajera, conocer una ciudad suponerebuscar en sus márgenes. Señores quejamás charlarían con su verdulero seextasían si pueden cruzar cuatropalabras con una panadera parisina:contacto con los aborígenes. Perotambién es cierto que el viaje suponecierta libertad: la que viene de la faltade costumbres. El fulano en su propiolugar tiene un circuito con paradas yatrazadas; fuera de su lugar el fulano laspierde y debe descubrirse otras. Así seencuentran con los que viven fuera delos circuitos como los que ellos mismos,en sus propias ciudades, frecuentan.

"En Nápoli empezó la aventura",

escribió Soledad a sus padres. "Cuandollegamos, la estación era tipoConstitución y nos fuimos a un hoteluchopor ahí cerca. Hacía como 30° y yo nome bancaba más. pero pasaban las horasy empezamos a tomarle el tiempo allugar. Tomamos un tranvía y fuimos auna playa. ¡Para qué! Todos hablabandialecto y eran tan brutos que parecíande las cavernas. Para colmo el aguaresucia y la arena negra. ¡Aguante elprimer mundo! Silvia se durmió las doshoras que estuvimos ahí y yo pensaba enBrasil. Nos fuimos y tomamos uncolectivo para dar vueltas por la ciudad.Es la mejor forma de conocer y además

no se paga. Finalmente llegamos alpunto de la movida napolitana".

En la plaza Santo Domenico, Silviay Soledad conocieron a un grupito depunks: Silvia, más directa, trababaconversación y Soledad, tímida, seplegaba después. "Yo a veces —casisiempre — soy muy tímida al principioy me cuesta encarar, pero la Gringa consu buena parla encara bien y entre lasdos hacemos una buena dupla", leescribió Soledad a Ezequiel, el hijo dela Gringa Silvia. "La verdad es que nosllevamos de primera, tu vieja tiene luzpropia, nos divertimos mucho juntas,hasta de nosotras mismas nos reímos. Tu

vieja es como si no tuviera edad. Paramí es como una mamá espiritual, perotambién es una hermana y una amiga".

Los punks de la plaza se ocuparonde ellas durante los dos o tres díassiguientes. Eran un grupo bien mezclado:"Desde un ex combatiente de Malvinas(inglés), un viejo holandés de esos queandan en las motos tipo los Angeles, unpar de chicas y chicos de mi edad y heteaquí don Nino, el viejo de la banda"escribió Soledad a sus padres. "Era undirector de cine que hizo una película enuna fábrica abandonada en las afuerasde Nápoli. El film: Nápoli enDecadencia. Él era como un guía

nuestro, nos llevaba a pasear y conocer.Hasta que llegamos a esta fábricaabandonada, era alucinante, de películamismo. Esta fábrica era de barcos o seaque teníamos nuestra playa privada. Ycomo fondo del paisaje teníamos estevolcán tan famoso que ahora norecuerdo el nombre".

"En Nápoles estuvimos unos díasviviendo con los punks en la calle", diráSilvia Gramático, su compañera deviaje. "Con ellos nos íbamos a bañar auna especie de astillero abandonado y elmar completamente poluido, lleno depetróleo. Y también íbamos al barrio deellos, un lugar pesado donde tenía que ir

a buscarnos alguien a una de lasentradas, porque si n o te reventaban".

Una gatita perdida las siguió por lascalles de Nápoles. Era negra ydesvalida y Soledad insistió enrecogerla: durante varios días la llevópor trenes, plazas y pensiones, hasta quele encontró un dueño y una casa. Amediados de julio las dos amigasestaban de vuelta en la posada de AlpeDevero: si antes del periplo el trabajoen el pueblo les parecía aburrido, ahorales empezó a resultar insoportable.

Aquel lunes Silvia y Soledadpodrían haber ido a Venecia, a Milán, a

Vicenza, a Verona, pero se fueron aTurín. Una vez allí necesitaron un lugardonde dormir: días antes, enDomodossola, una chica les había dadola dirección de la FederaciónAnarquista, como podría haberles dadola dirección de una pensión barata, unacasa ocupada comunista, un centro deatención de jóvenes cristianos. Eratarde, más de las ocho de la noche: en laFederación Anarquista del corsoPalermo podría no haber habido nadie ouna chica preparando un volante o cincomiembros de un grupo de teatro o aquelseñor mayor de barba. Aquel señorpodría haber estado de un humor de

perros por una pelea con su mujer ydecirles que se fueran o tan contento porel sol del verano y hablarles de laresistencia antifascista o con ánimo decooperar y decirles que no, que allí nose podía dormir pero que él podríaindicarles donde sí.

El señor de barba podría haberleshablado, una vez más, de la pensiónbarata o de la casa de algún amigo conínfulas sudacas que habría estadocontento de alojarlas o de un centrosocial que conocía pero justo se le cruzópor la cabeza la idea de que en la casaocupada del Asilo quizás habría lugarpara esas dos mujeres y les explicó

dónde quedaba, cómo llegar hasta la viaAlessandria. Y podría no haber notadosus caras de despiste y no haberlesofrecido llevarlas en su coche hasta lapuerta de ese lugar, total me queda depaso, yo ya me estaba yendo a casa,vengan, suban.

Y ellas, Silvia y Soledad, podríanhaber sabido que nadie va a una casaocupada a pedir alojamiento así nomássin conocer a nadie, pero lo ignoraban yno llegó a ocurrírseles. Y podrían habertenido reparos o vergüenza o miedo demeterse en ese lugar desconocido peroestaban sobre todo cansadas. Y una vezfrente al Asilo, en esa tarde de verano,

con el sol ya cayendo y el calor en lasveredas todavía y esa luz tibia rosa,podrían haberse encontrado con unapuerta cerrada que las disuadiera. Perono: la puerta del Asilo estaba abierta yel azar funcionaba a todo trapo.

2. EL ASILO

La puerta de la casa ocupada de lavia Alessandria número 12, que llamanel Asilo, es verde y doble y estácubierta de inscripciones. Es la puertade una vieja escuela: en italiano asilosignifica asilo pero también escuelamaternal, jardín de infantes.

Yo llegué a las puertas del Asilocuatro años más tarde, poco después delmediodía de un sábado de septiembre2001, pero había desembarcado en laciudad la víspera: aquel viernes laciudad se había muerto y todavía no lahabían enterrado. Eran las nueve de una

noche de verano: yo caminaba por calleslimpísimas iluminadas de dorado,edificadas por burgueses satisfechospara que todos viéramos cuánsatisfechos se sentían; no había nadie.De tanto en tanto una sombra cruzaba lavía Roma, la calle principal. Eraextraño: todos se habían ido, ese ocaso,a otras partes. Turín es una ciudad quemuchas veces parece estar en otra parte.

Turín empezó como campamentoromano y tiene más de dos mil años, unauniversidad del siglo XV e iglesias detodas las semanas, pero sus días degloria llegaron en 1861 cuando su líderpolítico de entonces, el conde Cavour,

consiguió que nombraran a su jefeVittorio Emanuele II, duque de Saboya,rey de Italia recién unificada. Durantecuatro años Turín fue la primera capitalitaliana: no hay rincón de la ciudad quese prive de proclamarlo. Sus espaciosmás monumentales le vienen de esaépoca —y de la posesión de su tesoro,el tan Santo Sudario. Turín tiene inclusoun palacio real, pero aquí vivieron,entre otros, Nietzsche, Gramsci, CesarePavese: Dios ha muerto, dijo elintelectual orgánico, y vendrá la muertey tendrá tus ojos.

Orgullosa y monarca, Turín era unaciudad de cien mil habitantes hasta que

se hizo cargo de ella la verdadera reinapiamontesa del siglo pasado: el 11 dejulio de 1899, para dar por terminado elsiglo XIX, treinta accionis tas formaronla "Società Anonima Fabbrica ItalianaAutomobili Torino" que, poco después,bajo el mando de un señor GiovanniAgnelli, empezaría a llamarse Fiat.

Turín es la cuna de ciertastradiciones italianas como el Cinzano yel Martini, pero la Fiat es la cuna de laTurín contemporánea. A fines de laSegunda Guerra la ciudad tenía menosde medio millón de habitantes; amediados de los cincuentas el coche —el pequeño Fiat "cinquecento"— se

convirtió en una aspiración y unaposibilidad para casi todos, y laindustria explotó. Cientos de miles demeridionales —sicilianos, calabreses,napolitanos— se escaparon de lapobreza sudista para ir a trabajar en LaFábrica: eran las épocas en que la Fiatcrecía incontenible y, con ella, el poderde su dueño, otro Giovanni Agnelli.

A mediados de los setentasFiatópolis ya tenía más de un millón dehabitantes, una municipalidad deizquierda y una poblacióncompletamente diferente. Los primerosinmigrantes chocaron con el racismo delos viejos piamonteses: cuando llegaron,

los departamentos que se ofrecían teníancarteles que decían que "no se alquila alos meridionales". Ahora, sus hijosaburguesados ponen carteles que dicenque "no se alquila a los árabes". Lasbuenas costumbres nunca se pierden y laciudad creció mucho más cerca deFrancia y Suiza que de Roma,sofisticada y rica, proletaria, recelosa,izquierdista, reservada, ordenadísima.

A primera vista Turín parece unaciudad coqueta, pesada, satisfecha,edificada por burgueses coquetos,pesados, satisfechos. Una ciudad dondetodo refulge de mármol y columnas hastaque aparecen, más allá de los fastos del

centro, extendidos suburbiosindustriales. El barrio del Asilo está enun borde de la ciudad, muy cerca delmercado de pulgas del Balon y delmercado de frutas y verduras de PortaPalazzo, el barrio de la marginalidad.Aquella tarde, cuando llegué, a la vueltadel Asilo, entre dos contenedores debasura, un rubio y un árabe se pinchabancon una jeringuita descartable.

—Eh, boludo, qué carajo mirás.Yo farfullé que no miraba nada y

apuré. En los barrios periféricos deTurín la desocupación juvenil llega al40 por ciento. Es el fin de un ciclo delcapitalismo turinés: el apogeo y caída

de la gran industria automotor,transferida a países periféricos. Haceveinte años la Fiat tenía 130.000obreros; ahora se las arregla con 40.000y siguen despidiendo.

"Turín es una ciudad desmembrada,insegura, llena de una inquietud quebusca figuras que la encarnen", escribióel intelectual y diputado comunistaMarco Revelli. "Aquí se vive unaprofunda crisis de identidad. Antesestaban las dos Turín de Carlo Levi: lade la periferia proletaria, compacta, consus códigos éticos, sus culturas, y la delcentro burgués, las oficinas, losnegocios. Eso duró hasta fines de los

setentas. Era una ciudad muy conflictivay al mismo tiempo muy ordenada, conlenguajes claros. En los últimos veinteaños Turín se ha vuelto opaca. Siguellena de obreros pero ya no es unaciudad obrera. La Fiat tiene un tercio delos empleados que tenía. Hay cincomillones de metros cuadrados de áreasindustriales en desuso. Los códigos decomunicación entre los diversossectores sociales se fuerondeshilachando. Turín tiene periferiasviejas e inquietas. Más aún: puedeconvertirse en una única gran periferia,marginalizada por las transformacionessocioeconómicas de los últimos

tiempos". Todo eso, suponen losintelectuales progresistas, explica elsurgimiento de un movimiento okupaanarquista y autónomo de una potenciasingular. Los squatters no están deacuerdo: no se consideran a sí mismoscomo un fenómeno social; son hombres ymujeres que han elegido una forma devida.

Eran las tres de la tarde cuandotoqué la puerta del Asilo. Alguien meabrió y le pregunté por Luca Bruno, porLuchino:

—No sé, debe estar en su pieza. Esahí al fondo, andá y fijate.

Para llegar hasta ese fondo habíaque caminar metros y metros de unpasillo muy ancho; contra las paredesdescascaradas había muebles rotos,pilas de diarios viejos, carritos desupermercado, pintadas y dibujos.

—¡Luchino, Lu chino!La primera vez que lo vi sólo

alcancé a distinguir su cabeza: fue todolo que sacó de entre las sábanas cuandotoqué la puerta, grité que lo buscaba yme dijo que pasara nomás. La pieza eraun caos de cositas diseminadas por todoel espacio pero no se veía nada comouna cama. Desde arriba una voz me dijociao; le dije que era Martín, un

argentino, que tenía que hablar con él,que le traía una carta de Gabriela Rosas.Dijo "ah, pero ahora estoy durmiendo lasiesta". Su cama estaba a dos metros delsuelo, en un entrepiso hecho de tablas; élasomaba la cabeza despeinada. Desdeesa cama llegaban otros ruidos: le deseébuena siesta y le prometí volver mástarde. Esa misma noche, después decharlar un rato, me invitó a buscarmeuna pieza allí con ellos.

—Tenés suerte, estamos en verano yhay bastante gente afuera, así que seguroque te podemos encontrar un lugar.

Luca tiene los pelos siemprerevueltos como recién despierto, los

ojos chicos vivos, una semisonrisa que aveces se le escapa; es flaco, suspantalones suelen tener cuadros. En elAsilo cada cual tiene su cuarto, que vaarreglando como puede; hay unabiblioteca, una computadora conectada ainternet y dos más desarmadas, un bañono muy limpio al fondo, detrás de lacocina, una cocina grande y luminosallena de cacerolas y de plantas.

—Capaz que puede ser ésta, habíaunos franceses pero se fueron la semanapasada.

La pieza que me encontró eraenorme y estaba muy vacía: una cama,cantidades de revistas apiladas, frazadas

viejas, sillas de tres patas, viejosaparatos de gimnasia, grandes ventanascon los vidrios rotos. Yo le agradecí suentusiasmo; al día siguiente me mudé alAsilo.

—¿Y acá quién hace la comida?—Alguno. Alguno va y la hace.—¿Pero se fijan turnos, se

organizan?—No, de ninguna manera. Si hubiera

turnos tendría que haber algún tipo deautoridad que los hiciera respetar.

—¿Y cómo están seguros de quealguien va a cocinar?

—No estamos. Pero casi siempre

sucede. ¿Nos ves muy desnutridos?No lo estaban. Cada noche, en el

patio enorme del Asilo , todos lospresentes —ocupantes, amigos,invitados— cenaban juntos lo quealgunos habían preparado: son las cenascomunes, la base de la sociabilidadokupa y son, se jactan ellos, un inventoitaliano.

Alrededor, en el patio, en el viejoedificio, todo tipo de restos: pedazos deautos y de motos, más carritos desupermercado, más muebles en retazos,televisores descompuestos, pilas delibros, máquinas sin nombre. El Asiloestá lleno de restos y quizás signifiquen:

allí se recupera todo lo que la sociedadde consumo no consume, o ya consumió:capitalismo desechado, para hacer otracosa. Los okupas tratan de armar con losrestos del capital otros engendros. Paraempezar, construirse una vida fuera delas normas y las leyes.

"Esto es la búsqueda, a través de lanegación del principio de propiedadprivada y pública, de la construcción deun ambiente donde no amenazan losestertores asmáticos de los numerosospulmones sociales: la familia, laescuela, el trabajo, la discoteca —queno es más que la metadona del trabajopara el tiempo en que no se trabaja—, la

droga —o sea el trabajo que sirve parasoportar la familia, la escuela, ladiscoteca, etcétera", decía un folletookupa hace unos años. Yo viví veintedías allí, con ellos, buscando los rastrosde una historia, y fueron conmigo tanamables, absolutamente solidarios.

—Tengo que ir hasta el centro.¿Puedo agarrar una bicicleta?

—¿Hay?—Sí, ahí hay un par.—Entonces no preguntes, dale.No es fácil acostumbrarse a que

nadie te mira, nadie te controla, nadiepiensa en juzgar lo que hacés. Alprincipio trataba todo el tiempo de dar

explicaciones: al fin y al cabo eran misanfitriones, los dueños de casa. "Dueñosde casa" es una expresión demasiadocargada; de a poco fui entendiendo.Muchas tardes trataba de pensar en todoeso: mis ideas no siempre eran muyclaras. Algunos de ellos trabajan enhospitales, escuelas, restoranes, obrasen construcción; algunos no trabajan,otros trabajan en trabajos menospúblicos. Pero su trabajo más activo esarmarse sus vidas, no dejarse ganar porel sistema, instalarse en un mundo queellos mismos controlan —en los límitesde lo tolerado por el otro. Y lo hacenahora, no mañana. La idea del aquí y

ahora es como una versión en positivodel no-future punk: no es que no hayafuturo, es que no hay que esperarlo.

—¿Y en qué consiste su militancia,sus actividades?

—Según, algunos hacen un volante,organizan alguna actividad, otros no,según cada uno quiera. Lo principal esmantenernos vivos y mantener vivo todoesto.

Quizás nada de lo que hacen sea muyextraordinario y, al mismo tiempo, todolo que hacen es extraordinario —ensentido estricto: están inventándose uncamino nuevo, lejos de los infinitoscaminos ya trazados. Y eso es mucho,

sea cual sea el resultado que esté dando.

El Asilo fue ocupado en 1994, perola historia de sus ocupantes viene demucho antes. A principios de los añosochenta el paisaje social italiano estabadesértico: la represión contra elterrorismo de los setentas, los famosos"años de plomo", había acabado con lamayor parte de las iniciativas políticasautónomas.

Los anarquistas jóvenes de Turín noescapaban a esa condición: en esos díasformaban un círculo que languidecía enun local de la via Ravenna; de hecho, elcírculo estaba a punto de cerrar por falta

de medios, metas e integrantes. Mientrastanto, a pocas cuadras, en la piazzaEstatuto, se reunía un grupito de jóvenespunk: a veces los corría la policía, otrasveces el frío. Algunos punks y unospocos anarcos se conocieron, casi porazar: los unía la malaria, la desazóncomún, el rechazo por una sociedad quelos rechazaba. Punks y anarcos pensaronen la posibilidad de hacer algo juntos:lo primero, faltaba más, fueronconciertos.

Turín tiene, desde hace décadas, unamunicipalidad de izquierda, comunista,producto del peso de los obreros de susgrandes fábricas: la Fiat, sobre todo.

Punks y anarcos pedían —y solíanconseguir— locales municipales parasus eventos, pero la transa tenía susproblemas: alguna vez las autoridadesvetaron un grupo porque su nombreincluía la A anarquista, otras intentaronvariadas formas de control y, más quenada, la obligación de pedir permisocada vez que querían hacer algo entrabaen contradicción con sus ideas. Punks yanarcos empezaron a pensar en laposibilidad de conseguir un espaciopropio: de ocupar un espacio.

La idea tenía su tradición: elmovimiento squatter había empezado enHolanda e Inglaterra a fines de los

sesentas: en esos días el margen, la"contracultura" eran el lugar másapetecido por miles y miles de jóvenesoccidentales. Lo más importante, paralos primeros squatters, era encontrar unlugar donde vivir autónomos, fuera delcontrol de familias y otras instituciones,y no tener que pagar por ello. Las leyesinglesas, sobre todo, eran muyfavorables: cualquiera que ocupara unacasa durante más de tres meses sin quenadie se quejara o intentara desalojarlopodía conservarla. Algunos eran másexplícitamente políticos —comunistasextraparlamentarios, anarquistas—,otros más culturales; en todos los casos,

la actitud squatter suponía un desafío,una forma de colocarse fuera de lanormalidad burguesa.

Squatter, según el señor Merriam-Webster, es "aquel que se instala en unapropiedad sin derecho o título o pago deuna renta": era muy amplio. Elmovimiento se politizó más claramenteen Berlín y en Hamburgo en la segundamitad de los setentas. Los squattersalemanes solían ocupar grandesespacios abandonados — fábricas,cuarteles, escuelas, depósitos,complejos de viviendas— y organizabanen ellos un lugar de vida más o menoscomunitaria, con pautas y reglas que se

oponían a la base mercantil de lasrelaciones sociales capitalistas. Ysolían militar en grupos antibélicos,feministas, antinucleares o ecologistasradicales. Hacia 1980 había focossquatters bien establecidos en Ginebra,Amsterdam, Londres, Barcelona, NuevaYork, San Francisco, Hamburgo, Berlíny otras ciudades europeas ynorteamericanas.

En Italia el movimiento había sidoalgo distinto: en los setentas, algunosgrupos de la izquierdaextraparlamentaria fomentaron toma s deviviendas donde vivirían familiasobreras. Pero esas ocupaciones habían

desaparecido con la represión de losaños de plomo. A mediados de losochentas, jóvenes izquierdistas yanarquistas retomaron la tendencia, concaracterísticas más parecidas a laseuropeas: las casas ocupadas seríanlugares de irradiación de una cultura yuna política "antagonista", una forma deplantar, en medio de la ciudad enemiga,un campamento de batalla.

"En esos días los anarcos y lospunks nos juntamos en un grupo que sellamó Avaria", dirá Mario Frisetti, unode los históricos del movimiento, quevenía del círculo de via Ravenna. A

Mario todos sus compañeros le dicenSkizzo —esquizo— porque así firmó susprimeros escritos; Avaria significaavería, daño, deterioro: el grupo teníaalgunas cosas claras. "Nos interesaba lasíntesis de una práctica de autogestiónde la vida cotidiana, dondeexperimentás tus ideas, junto con unapráctica de lucha y de ataque. Noqueríamos rehacer los errores de lasviejas comunas anarquistas, que secompraban un terreno en el campo y seiban a aislar allí, ni tampoco formar elgrupo político dedicado solamente a lalucha. Ni la comunidad ni el grupopolítico, sino una síntesis de ambos".

Las discusiones y los preparativosfueron largos. En febrero de 1984 losanarco-punx estaban dispuestos aintentar su primera toma: un viejo cineabandonado, el Diana, fue el objetivo, yla ocupación duró tres horas: el desalojofue rápidamente dispuesto por elintendente, el comunista Diego Novelli—a quien los anarquistas jóvenesllamaban Topo Grigio, ratoncito gris,"por su sintonía con el gris que lospatrones habían impuesto a esta ciudadde trabajadores que se iban a dormirtodos a la misma hora". El cinedesalojado se derrumbó a los seismeses.

En abril de 1985 los anarco-punxvolvieron a intentarlo, con otromecanismo: ocuparon casi en secretouna fábrica abandonada a orillas del ríoDora. Nadie lo notó: los ocupantesentraban y salían a escondidas, sin hacerolas. Y decidieron hacer pública suocupación con un gran conciertoprogramado para el 2 de mayo: la Fiestacontra el Trabajo. Pero ese día loscarabineros los echaron a mano armada.

Mientras buscaban la manera, losanarco-punx seguían manteniendo otrosintereses: en la primavera de 1986, porejemplo, participaron en una granmanifestación contra una usina nuclear

en la llanura del Po:—Durante esta manifestación la obra

en construcción se incendió: fue unmomento de gran unión...

Dirá Mario Skizzo.—¿Se incendió sola?—No, la ayudaron. Era un delirio de

fuego. La policía no estaba preparada,no consiguió bloquearnos y tampocopudieron agarrar a ninguno. Fue unabelleza.

Poco después los Avaria volvieron ala carga. Una noche de veranoorganizaron un concierto punk en losJardines Reales, el centro de Turín.Durante el concierto hicieron una

performance con máscaras del Zorro ydespués marcharon a ocupar un edificiovecino y vacío. La policía aparecióenseguida; desde los balcones, losocupantes les gritaban con megáfonosque estaban filmando una película y quesu intervención era parte de ella: lospolicías no sabían qué hacer. Lasacciones de los Avaria siempre tuvieronesa parte de juego, de desconciertodadaísta. Pero duró muy poco; en cuantosuperaron su perplejidad, los policíaslos echaron a patadas. Burlados, algunospolicías decidieron darse un gusto: sellevaron a uno de los ocupantes a unbaldío, lo pusieron de rodillas y le

tiraron varios balazos a dos dedos de lanuca: el simulacro de ejecución másclásico.

"Mientras tanto, también loscomunistas autonómos formaron ungrupo, Espacios Metropolitanos, parahacer ocupaciones", dirá Mario Skizzo."Pero su objetivo era reunir gente,mientras que para nosotros la ocupaciónera una meta, que también podía abrirnuevas vías pero ya era una meta en símisma. Una manera de llevar adelantenuestras ideas y experiencias: la música,la habitación, la autoproducción, comer,beber, discutir, escribir". Pero no lolograban. En el invierno de 1987 el

grupo, sin lugar fijo, se había reducido yno llegaba a la veintena. Estaban mediodesesperados: se encontraban en plazasy bares y hacía frío. Era el momento deun intento final.

El 5 de diciembre de 1987 losanarco-punx decidieron ocupar unaescuela que llevaba muchos añosabandonada: estaba en la via PassoBuole y era un caserón de fines del sigloXIX en Mirafiori, el barrio más Fiat deFiatópolis. La policía apareció a laspocas horas pero los sorprendió: no hizonada por desalojarlos. El edificio teníaun estatuto legal complicado porque

pertenecía a una entidad benéfica que loestaba transfiriendo a la Municipalidad:la ambigüedad jugó a favor de losokupas. Pasaron los días. Los vecinoslos ayudaban, les llevaban mueblesviejos, los aceptaban en el barrio. Alcabo de una semana los okupasempezaron a limpiar la cuasi ruina, aponer en marcha los baños, la cocina; aloctavo día estaban cenando a la luz delas velas —la única que había —cuando llegó la policía y los desalojó.

La policía se fue en un par de horas;los ocupantes volvieron al lugar. Al otrodía, el Consejero de Juventud de laMunicipalidad —comunista— les

ofreció entregarles el uso del lugardurante seis meses. Los okupasdiscutieron mucho si tenían que aceptaresa negociación con el poder: habíadudas, cuestionamientos. Los anarco-punx practicaban el derecho de veto:uno solo que se negara podía bloquearcualquier iniciativa. Era una forma dedarle una importancia central alindividuo. Por aquella vez —y sólo poraquella— decidieron hacerlo. Después,durante muchos años, seguiríandiscutiendo si hicieron bien o mal.

"Éramos muy pocos, tuvimos quehacer un pequeño compromiso una vezpara poder seguir adelante", dirá Mario

Skizzo. "En cuanto no lo necesitamosmás, dejamos de hacerlo: hacer uncontrato con el Estado nunca esbeneficioso. Tener que hacer un acuerdopara ocupar un espacio vacío esabsurdo, implica reconocer su poder".

En esos días los okupas, por finocupantes, publicaron una revista deltamaño de un mazo de cartas parapresentar la casa ocupada de El Paso ensociedad: "Prendete un vecchio asiloabbandonato. Riempitelo di bandidos ec a l i e nti señoritas", dice la tapa:"Agarren un viejo jardín de infantesabandonado. Llénenlo de bandidos ycalientes señoritas...". El libelo explica

que "El Paso es un lugar autogestionadodonde se desarrollan las más variadasactividades políticas gráficas musicalesculinarias, todas practicadas de formaantiinstitucional, todas autogestionadas.En pocos días se ha vuelto un punto dereferencia para centenares de jóvenes yno tanto del área anarquista punkrebelde y libertaria, revitalizando muyagradablemente una zona que no ofrecíamás que fábricas y heroína. Demasiado,evidentemente, para la autoridad y lasinstituciones, que prometen echarnos deun momento a otro...".

"La anarquía no es una ideología",dirá Mario Skizzo. "Ideología es el

marxismo, el leninismo, que cuando sejuntan se convierten en una trampamortal. La anarquía, al no ser unaideología, se basa en la búsqueda de lalibertad, a la cual nosotros le agregamosla búsqueda del placer, que es algo querompe con las tradiciones católicas omarxistas, acostumbradas a una idea deldolor, del sufrimiento. Una de lasprácticas muy difundidas en nuestrascasas son las acciones clamorosas,provocadoras, aun cuando las haga pocagente. Que pueden consistir en insertarciertas prácticas digamos dadaístas en lapráctica política habitual: lasmanifestaciones, el grupo que discute, la

pegatina de manifiestos. Esto entra enesa lógica de placer y de libertad: laprovocación, la irrisión, la ironía soncosas que derivan de una visión positiva—y no solamente destructiva— delmundo.

"Es una práctica del placer: tedivertís haciendo lo que hacés, no esaquello de que lo que debés hacer es untormento pero lo hacés en nombre dealgo superior a vos. Yo no admito nadasuperior a mí. Los anarquistas que hanleído a Stirner no admiten ningunaautoridad superior al individuo. Elúnico juicio que puedo tolerar es el mío;el juicio de los demás me chupa un

huevo. Si estoy de acuerdo conmigo mealcanza. Por supuesto que quieroponerme de acuerdo con los queconsidero cercanos, pero no reconozco anadie por encima de mí. Como decíaMalatesta: no todos los individualistasson anarquistas, pero los anarquistas sontodos individualistas. Nos importa eldesarrollo máximo del individuo, ningúnreconocimiento de ninguna forma deautoridad, la coherencia entre elpensamiento y la acción, la ruptura de laseparación entre trabajo manual y eltrabajo intelectual: eso ya lo decían losanarquistas en el siglo pasado; lossituacionistas, que son comunistas

retardados, lo descubrieron en 1950.Acá tenemos cierto gusto por dejar queel aspecto teórico se desarrolle comoconsecuencia de la práctica, y que lapráctica sirva también comopropaganda. En las casas ocupadas lagente hace todo: pueden hacer trabajosde albañilería y también discutir oescribir o salir a la calle, y eso teproduce un desarrollo mucho más ricoque el que te ofrece la vida deseparación, de especialización quetratan de imponernos".

El Paso funcionaba. Había brutosconciertos punk: la escuela ocupada se

convirtió en el gran lugar turinés para lamúsica más o menos alternativa. ManoNegra, Henry Rollins, Dead Kennedys,The Toast tocaron allí. Era un lugarprestigioso y las bandas conocidas ibangratis por el solo gusto de decir quehabían estado: les daba prestigio. Ypara los grupos locales era La Meca.

Después empezó la autoproducciónmusical: un pequeño estudio dondealgunos grupos grababan sus cassettes ohacían ediciones piratas de músicaconocida y la vendían por dos conveinte: entre los pirateados estuvieronTom Waits, B-52, las canciones de laGuerra Civil Española, Fred

Buscaglione, Psychic TV, CarminaBurana, Mark Stewart, Killing Joke yCarlos Gardel. También tenían unalibrería que venía material anarco,libros, revistas, fanzines punk.Organizaron trabajos colectivos paramejorar la casa: albañilería, pintura,plomería. "Recuperaban" material de lasobras en construcción, generalmentemunicipales o provinciales: bolsas decemento, ladrillos, tejas, caños, lo quefuera. También, a veces, comida en unsupermercado: aparecían de a muchos,una masa cromática de fulanos con suscrestas, sus pelos de colores, susdocenas de aros. Una de las funciones

de El Paso, decían, era garantizar quehubiera comida para todos, y empezaron con la tradición de la"convivialidad": todas las noches losokupas que quisieran se juntaban paracenar en una larga mesa compartida losplatos que todos preparaban.

"Pasan un par de meses durante loscuales se rompen lanzas se cambia deaño se organizan conciertos de grupostorineses italianos extranjerosproyecciones de video bailesespectáculos teatrales y una infinidad dereuniones", contaba el libelo. "Para losocupantes es un verdadero tour de forceporque además de la organización de las

actividades, los problemas sonrealmente muchos: de la calefacción alas reparaciones para que no lluevaadentro a las relaciones humanas einhumanas con el vecindario el barrio laciudad las instituciones la cana losdemás grupos y el mundo entero para noinventarse sólo un magnífico ghetto,pero también. ¿Tenemos un lugar? Notenemos nada. Estar dentro de El Paso,haberlo ocupado, haber conseguidoquedarnos no nos hace sentir más lindosmás grandes o más arriba. Seguimossiendo bandidos sin posesiones quereivindican el derecho de existir dereunirse de habitar. Tomamos un lugar

que nadie consideraba suyo. Si nopodemos estar aquí significará que lapróxima vez ocuparemos sus casas". Elpréstamo estaba pactado por seis meses,y nunca se renovó. En junio de 1988 laocupación de El Paso volvió a ser ilegal—y así dura hasta ahora.

"Nosotros no queremos inventar unavida perfecta; sólo una vida donde nohaya quien te diga dónde está laperfección y dónde no", dirá MarioSkizzo. Ahora Mario es un petisocuarentón cara de gnomo divertido, unrulito en el mentón a modo de barbainterrogante. "Pero no existe que te

encierres en tu lugar ocupado y simulesestar en una isla feliz, que tampoco esfeliz porque en tu lugar recogés todas lascontradicciones de afuera, toda lamierda de la vida que te toca vivirafuera. O sea que esto no puede ser elreino de la felicidad: sólo un cretinopodría tener esta ilusión. Sin embargohubo un debate sobre esta cuestión. Esuna especialidad italiana: la crítica delos que nunca hacen nada. Desde afueragrupos más o menos intelectuales noscriticaban diciéndonos que nosestábamos aislando, que éramos comolos hipposos de las comunidades de lossetentas. Nosotros teníamos una práctica

de la autogestión cotidiana pero tambiénteníamos una práctica de la accióndirecta cotidiana, en las calles, hacerquilombo en la ciudad.

"De todas formas, la meta denuestras ocupaciones, su podersubversivo, consiste en poner enpráctica aquí y ahora, sin esperarrevoluciones mitológicas, lo másposible de una vida anárquica, una vidaliberada. Está claro que no podéshacerlo por completo, porque lasociedad sigue estando bajo el imperiodel capital, hay un poder totalitario quete enfrenta. Pero uno vive ahora: ¿quéhacés? ¿Te pasás la vida pensando cómo

destruirlo o pensás también en hacer tuvida? ¿Te convertís en un monjeguerrero terrorista o vivís tu vida aquí yahora? Yo no quiero ser un monjeguerrero. Sé que tendré que enfrentarmecon el capital y con todo lo que heconsiderado invivible desde chico y meenfrento con eso, pero al mismo tiempotrato de vivir desde ya de la manera máscoherente con mis ideas, aun sabiendoque tenés estas limitaciones-que tellevan al enfrentamiento. Pero elenfrentamiento se produce porque vossos distinto, porque vos llevás el mundonuevo en tu corazón y lo ponés enpráctica. Lo primero debe ser un núcleo

no de teorías abstractas sino de ideas yde propuestas practicadas, vividas,concretas que te llevan a chocar contraesta realidad".

Por esos días los anarco-punxsacaron una primera revista que sellamó Selavi —como quien dice c'est lavie. Allí opinaban, por ejemplo, sobreuna campaña de varios políticossocialistas para conseguir leyes másduras contra el uso de ciertas drogas:"Nosotros, anarquistas, afirmamos quees un derecho inalienable del individuoelegir si hará uso de 'sustanciasestupefacientes' y todo lo que esoimplica para su persona, incluida la

pérdida de la salud y la vida, comosucede cada vez más cuando se usandrogas duras. Si se quiere 'poner unfreno' a las muertes por heroína, debevenir de una nueva concienciaindividual y social que ahora essofocada por el Estado, y no por laimposición de nuevas leyes llegadasdirectamente de la central dedistribución. El Estado no es el patrónde nuestra vida y nuestro cuerpo, comoquiere hacernos creer con leyes como laextracción obligatoria de órganos de loscadáveres. Es un deber de cadaindividuo que quiere ser libre defenderla propia libertad —de vivir, de morir,

de drogarse— contra las amenazasestatales. Su ideal es una grey dedrogodependientes, intoxicados desdechicos con la idea de la inevitabilidaddel Estado, una penosa manada deasistidos que no puedan hacer nada porsí mismos, que hagan uso indiscriminadode sus 'servicios', siervos no menoscorrompidos que sus patrones, sólo quemenos afortunados".

En esos días había elecciones, ySelavi daba dos listas. La primeraindicaba "Para qué sirve votar":

1. Producir argumentos dediscusión/polémica en el bar, en eltranvía, en la oficina.

2. Descargar las exiguas reservas dela propia "conciencia social".

3. Legitimar a los capos de lospartidos en su función de guías de lasmasas.

4. Confirmar la propia incapacidadpara tener una opinión propia sobretodo.

5. Considerar a otros másapropiados para decidir por uno —y porlos demás.

6. Seguir haciéndose tasar, explotar,reprimir por las leyes que nuestroselegidos se apropian.

Y la segunda, "Para qué sirve no

votar":1. Gozar de dos días libres sin

obligaciones.2. Ponerse en la situación de tener

que encontrar soluciones alternativas anuestros problemas, directamente.

3. No seguir echándole la culpa delos nuevos impuestos a los políticossino a quien va a votarlos.

4. Tener una boleta de voto paraquemar en el Balon durante laperformance abstencionista de El Paso.

5. No reconocerse más comoparticipante en el Estado italiano,mierdoso, mafioso, hipócrita y religioso.El voto es el único sistema seguro para

no cambiar más. Nunca. El voto es lamuerte de la iniciativa, la negación de laacción directa, la alienación delindividuo.

No les demos a los partidos,politiqueros y mafiosos la posibilidadde decidir por nosotros.

El 8 de junio andate a pescar.COLECTIVO TODOS AL MAR".Y, sobre el mundo del trabajo, un

artículo –"Profesión Imbécil" —empezaba diciendo: "Se trabaja. Nosólo, pero se trabaja por poco. Parasobrevivir. Se trabaja por intereses queno son los propios, haciendo oficiosagradables, cansadores, alienantes,

insatisfactorios. A menudo perjudicialespara uno y para los demás. Pero noalcanza: la obscenidad del mundo deltrabajo (léase explotación) no conocelímites morales y nos exige siempremás, nos lleva más y más hacia laalienación. Las dos consignas ahora son:profesionalidad y especialización. Elresorte que los mueve es principalmentela necesidad de ser reconocidosocialmente, verdaderadrogodependencia de la culturadominante. (...) El primer y decisivopaso que hace de un individuo unapersona que quiere cambiar, unrevolucionario, uno que quiere vivir

mejor, es el reconocimiento del rol quejuega en la sociedad, de las propiascadenas. Esta es la única posibilidadreal de cambiar, de revolucionar antetodo la propia persona, realizar lapropia felicidad, contra lainteriorización de los modelos decomportamiento suministrados/impuestos por el Kapital. Para serindividuos completos, para poder teneruna visión completa y orgánica denosotros mismos, tratemos de asumir unainstrucción y una experiencia completas,para no dejarle espacio a oligarquías yjerarquías. Sin esclavos no haypatrones".

"Eran días de entusiasmo", diráMario Skizzo. "El Paso estaba repleto,faltaba lugar para dormir, las reunionesde los martes juntaban a sesenta, setentapersonas que ya no conseguían discutirnada: eran asambleas enormes donde sehablaba de tanto que ya no se podíahablar de nada. Todo se debatía: desdecómo poner los clavos en la pared hastalos fundamentos y objetivos de laanarquía a través de su historia. Lasreuniones no terminaban más y eran laocasión para enfrentamientos entregrupos que se iban definiendodiferentes, amontonados en el mismolugar. El Paso se volvió una carreta

difícil de gestionar. Se hizoindispensable ocupar nuevos lugares. Laidea tomó cada vez más cuerpo porqueya no cabíamos, éramos demasiados,había habitaciones con cuatro o cincopersonas. Yo ya lo decía antes, pero medecían 'no, por qué, acá estamosbárbaro'. 'No, pero estamos aislados,nos estamos ablandando'".

Desde esa vieja escuela saldríantodas las demás ocupaciones anarquistasde Turín. A mediados de 1990 un primergrupo intentó la toma de una viejaiglesia en la via Barocchio, en lasafueras de la ciudad. Los desalojaron alcabo de tres meses. Los okupas no se

dieron por vencidos: tres veces más lointentaron y fueron expulsados; a lacuarta, en octubre de 1992, consiguieronquedarse. Y enseguida vinieron lasocupaciones del Prinz Eugen, de laDelta House y el Kinoz, exitosas, yvarias más, fracasadas. En 1994 otrogrupo de anarco-punx de El Paso ocupó,finalmente, el Asilo de la viaAlessandria.

El movimiento se demostrabaandando. Organizaba manifestaciones,actos relámpago, bailes, cenas,conciertos, más ocupaciones, apoyo alos presos, batallas campales con la

policía, proyecciones de video,campeonatos de fútbol, jornadas contrael trabajo, defensa ante los desalojos,acciones contra el ejército o festivalesanticlericales. Y hablaba también através de una nueva emisora, RadioBlackout FM 105.250, "uan stescionegheinst de nescion". A mediados de1994, las okupas anarco-punx de Turínarmaron una Coordinadora de lugaresocupados y empezaron a editar unarevista: Tuttosquat, el diario malandrínde los squatters de Turín. La vendíanpor las calles, en las librerías de lascasas ocupadas y en el Balon: el Balones el mercado de pulgas de Turín; el

lugar de encuentro, cada sábado, deanarquistas, okupas, marginalesvariados. El lugar donde también sejuntan todos esos objetos que lasociedad de consumo ya ha descartado.

En su número cero publicaban uneditorial: "AHORCAREMOS A BAMBI(con sus propias tripas)". Allí sedefendían contra los intentos de laMunicipalidad y los "demócratassinceros" de integrarlos: la Ligaderechista estaba ganando popularidad ylos partidos de izquierda que —decían— al principio los trataban como"belicosos prototerroristas, forajidos,drogones", ahora los consideraban

"buenos muchachos que hacen tareasvoluntarias reemplazando las miseriasde un Estado mafioso asistencial,haciendo espectáculos, asistiendo perrosgatos drogones inmigrantes, produciendoarte cultura, todo lindísimopolíticamente correcto".

"Pero no estamos acá para asistir anadie ni para sustituir a un Estado quequeremos hacer desaparecer —enprimer lugar, de nuestras vidas. (...)Como anarquistas y libertarios sóloestamos dispuestos al diálogo con losque comparten estos principiosfundamentales y el rechazo de un mundodominado por las ideologías de derecha

e izquierda, las religiones y el dinero.Estamos por la subversión total de esteestado de cosas y partimos de nosotrosmismos como individuos para liberarnosa través de la autogestión."

"Sabemos que, frente a laimposibilidad de usar la violencia ciegade sus brazos armados —en este caso laMunicipalidad no podría soportar unaimagen de represor brutal—, el poderofrece regalías a sus ciudadanos másturbulentos, los cuales se jactan de'conquistas' y 'victorias' que son, alcontrario, la expresión de la pérdida dela carga subversiva y la adhesión alespectáculo del dominio. En Turín la

Municipalidad está utilizandonegociaciones y tolerancia para reducirla subversividad de los squatters a unespectáculo, a una gestión de loalternativo, a un diálogo democrático".

Los okupas terminaban diciendo queno se iban a convertir en "buenosmuchachos" sólo para conservar suscasas y que por eso se oponían tanto alos desalojos como a la legalización delas ocupaciones: que no querían permitirque "las instituciones corrompieran elcarácter genuino" de sus proyectos, quequerían seguir decidiendo por sí mismossin delegación y "sin preocuparse por lafrontera entre lo legal y lo ilegal. Es

mejor volver a la calle que vivir en unlugar obtenido vendiendo parte denuestra libertad individual, o toda ella",decían. Aunque exponían un peligro: sialgunos ocupantes aceptaban el diálogocon las instituciones, los que seguíannegándose quedaban "como los malos dela película, expuestos al peligro de unarepresión militar legitimada frente a laopinión pública 'democrática'". Lavisión era acertada, pero tardaría unosaños en terminar de confirmarse.

Aquel verano del 97 los okupasturineses estaban de lo más ocupados.En la mañana del 17 de septiembre del

año anterior unos trescientos efectivosdel Ros —Raggruppamento OperativoSpeciale—, el grupo de elite de losCarabineros, encapuchados y armadoshasta las bolas, habían llevado adelanteuna operación especialmente compleja:la detención simultánea de variasdocenas de anarquistas en todo elterritorio italiano. Cumplían con el plandel juez romano Antonio Marini paraacabar con una gran organizaciónsubversiva anarquista tan clandestinaque nadie la había escuchado nombrarnunca.

En su comunicado de prensa, al díasiguiente, el Ros explicaba que "dentro

del movimiento anarquista existe unaorganización con finalidad subversiva ycontactos incluso internacionales,estructurada en dos niveles: el primero,público y notorio, con sus actividadespolíticas en el ámbito del movimiento,sus así llamados centros ocupados, susmanifestaciones, publicaciones yreuniones; el segundo, oculto ycompartimentado, orientado alcumplimiento de actividades ilegalescon atentados, robos, secuestros depersonas y otros hechos para elautofinanciamiento, incluidas lalocalización de armas, explosivos,lugares de depósito y cuanto es

necesario para las exigenciasoperativas". La idea era de una simplezacasi perfecta: nadie conocía el segundonivel porque era secreto, pero todo loque sí se conocía —el primer nivel—dependía de los clandestinos de esesegundo nivel, los nutría y era, por lotanto, criminal. Gran parte delmovimiento anarquista quedabacriminalizado por la tesis Marini que,poco antes, había dicho: "Antes dejubilarme voy a arrestar a una banda deterroristas".

La banda en cuestión —el segundonivel— se llamaba supuestamente ORAI—Organización Revolucionaria

Anarquista Insurreccionalista—, teníaunos setenta integrantes y era acusada detodos los delitos irresueltos de losúltimos años. Nadie la conocía, no habíafirmado ninguna acción, ni siquiera unvolante: su única huella eran lasdeclaraciones de una arrepentida,Mojdeh Namsetchi, que nadie en elmovimiento anarquista decía conocer. Elproceso Ros-Marini, como se lo llamó,fue un paso importante en la escaladarepresiva: las condiciones de vida delos okupas se hicieron más difíciles, elenfrentamiento más brutal. Pero losanarco-punx turineses no perdieron elsentido del humor.

"Nosotros, FLNG, declaramosiniciada la campaña de liberaciónprimavera-verano 97 con las siguientescondiciones", decía el comunicadonúmero 1 del FLNG, Frente deLiberación de los Enanos de Jardín."Liberación indiscriminada de todos losenanos. Las condiciones de detencióninhumanas nos llevan a acciones cadavez más audaces a riesgo de nuestraintegridad. Cada enanito encarceladoserá una barricada. Golpear a uncarcelero para educar a cien. Diez, cien,mil enanos liberados. Golpear en elcorazón a todos los dueños de enanitos.Todo el poder a los espíritus libres de

la selva: enanos, gnomos, elfos ybrujitas. Que cada cual decida en quésitios irrumpir para liberar a loscompañeros enanos. Ahora y siempre:enanos libres y salvajes".

El Frente no se limitaba a loscomunicados: en la noche del 3 de junio,una acción perfectamente coordinadahabía logrado la liberación de veinteenanitos de jardín —sin sufrir ningunabaja. Varios grupos de okupas loshabían retirado de sus prisionesjardineras y, en sentida procesión,llevado hasta las laderas del monteMusiné, un sitio de antiguos ritosmágicos. Allí uno de ellos, Silvano

Pelissero, larga túnica blanca, recitóunas plegarias y todos cantaron ybailaron hasta el alba para festejar esaliberación. "Libres de corretear por elbosque", informaba otro comunicado,"los enanitos ya no cantan ay ay ayvamos a trabajar, sino que se dedican apasatiempos mucho más nobles a lasombra de los mejores hongos". Desdeese día Silvano sería, para muchos desus compañeros, el Druida.

No todos sus actos eran tan festivos.Unos días después, el 20 de junio, unade sus compañeras del LaboratorioAnarchico de Milán, Patrizia Cadeddu,era detenida y acusada de haber llevado

dos meses antes al edificio de RadioPopolare un volante reivindicando unabomba de estruendo que había estalladobajo las ventanas de la Municipalidadmilanesa. La prueba era la filmación deuna videocámara ubicada a la entrada dela radio: las autoridades decían que enesas imágenes confusas PatriziaCadeddu era "reconocible al 97,83 %".Y, gracias al arresto, la Digos —Divisione Investigazioni Generali eOperazioni Speciali, la policía política— encontró la excusa para cerrar elLaboratorio Anarchico, una casaocupada en la via De Amicis: elmecanismo Ros-Marini funcionaba.

El 11 de julio, cincuenta militantesanarcos de Turín se vistieron de carterosy se tomaron el tren a Milán: allídesfilaron frente a la radio Popolare.Llevaban un paquete cada uno y seacusaban d e los crímenes más variados:el corte de la oreja de Van Gogh, elaluvión de 1994, la derrota de Italia enel mundial '90.

—Ustedes la detienen al 97,83 porciento. Nosotros la queremos libre al100 por ciento.

Decía una de sus consignas. PeroCadeddu siguió presa y el Laboratorioclausurado. Esa noche, de vuelta enTurín, los carteros organizaron un baile

en el Asilo: necesitaban juntar fondospara los abogados de su compañera. Elclima era festivo y preocupado. Pero losanarco-punx del Asilo de la viaAlessandria estaban en un momento deoptimismo: el movimiento seguía activoe imaginativo, la casa estaba llena, laestaban arreglando bien y, en esos díasde verano, recibían muchas visitas deotras ciudades italianas y europeas.Pocos días después, el lunes 21 de julio,cenaban con ellos cuatro o cinco chicasde una casa ocupada de Berlín. Unanoche de tantas: risas, porro y pasta bienal dente.

3. LA REVELACIÓN

La puerta del Asilo solía estarcerrada pero aquella noche de veranoestaba abierta. Silvia y Soledad separaron allí: no sabían bien qué hacer.Soledad tenía un poco de vergüenza yestuvieron a punto de no entrar. Pero nose les ocurría otra opción para pasar lanoche.

¿Qué transforma las vidas? ¿Quéhace que de pronto todo cambie?Minucias, supongamos: un viejobarbudo que dice vayan a tal parteporque acaba de recordar que justo allí,la mirada de un chico que hace temblar

las piernas de una chica, la espera deuna palabra que no llega si otra lareemplaza, la lluvia que te cambia losplanes poco antes y entonces sin ellanunca te habrías cruzado con aquel, unlibro que te destella con sus tapas rojas,el coche que dobla donde no debiera, elterror de que nada está trazado: lasucesión de los azares, las tentativaslaboriosas de darles un sentido, latontería, la cobardía de precisar quetengan un sentido. Las decisiones que setoman, después de los azares. Másazares.

"Nos fuimos a comprar un par decervezas para llevar algo, por no entrar

con las manos vacías, y después cuandovolvimos del bar todavía nos quedamosun rato sentadas en la puerta: todo eltiempo salían y entraban punks", diráSilvia Gramático. "Pero de últimas lapuerta estaba abierta y yo pensé bueno,es un centro social, pensé que eraabierto para todos. Yo recién despuésme enteré de que en general había que ircon alguien, pero entonces no lo sabía;creo que si lo hubiera sabido no habríaentrado. Entramos: la cocina estaballena de gente comiendo y nosotras nossentamos en una punta de la mesa,calladitas. Ellos estaban en plena cena,charlaban, y nadie nos dijo nada, el

ambiente estaba ya formado; al cabo deun rato uno nos acercó un helado,empezamos a charlar y nos quedamos".

Después, unos minutos después,sabrían que el del helado se llamabaStefano, un okupa con varios años en labrecha. "Esa noche había muchomovimiento", dirá Stefano, ex ocupantedel Asilo. "Había varias chicasalemanas que estaban de visita. Alprincipio, cuando entraron estas dospensamos que serían un par de alemanasmás, que estarían con las otras, y no lesdijimos nada. Tardamos un rato largo endarnos cuenta de que habían venidosolas". Después, unos meses después,

Soledad diría que aquella puerta abiertale hizo entender que ése era su lugar."Por casualidad el primer día en quellegué al Asilo la puerta estaba abierta,no necesité tocar el timbre. Es de locos:todo un océano de distancia y llegué allugar indicado. Pensar que el mundo estan grande, pero ahí un lugar para cadauno, y yo creo que encontré el que mecorresponde", escribiría ya desde sucelda.

Soledad alucinaba: ese lugar separecía a sus fantasías. Era un espaciosin domesticar, siempre cambiante:nadie era dueño de nada, uno podía

apropiarse una habitación, arreglarla yquizás después abandonarla; lapropiedad es una forma de lapermanencia y en el Asilo nada parecíasometido a la duración. Estos tipos,visiblemente, tenían otra idea del tiempoy del espacio, de las costumbres, de loque significaba convivir. Nadie le pedíaninguna explicación, nadie le preguntabanada que no quisiera contar, pero lesonreían y trataban de entender si ellales hablaba en su cocolicheincomprensible. Y veía que hacían todolo que se les ocurría para pasarla bienen la vida: sobre todo, no juzgar a nadie.

"Cuando ella llegó la casa estaba a

pleno", dirá Ita Primavera, ocupante delAsilo. "Éramos como veinte, y se veíaque estábamos bien. Acá estábamostodos los que la habíamos ocupado,éramos tantos, todos amigos, habíamospasado cantidad de cosas. Se notaba queteníamos un proyecto juntos y que noshacía muy felices llevarlo adelante".

Aquella noche les prestaron unapieza, colchones en el suelo y unasmantas viejas. Pero Silvia y Soledad sequedaron hasta muy tarde en el patioenorme charlando y fumando y bebiendoy cantando con una docena de personasque no conocían y que las trataban comosi las conocieran de siempre. "Nos

cayeron bien, hubo un buen feeling", diráLuca Bruno, ocupante del Asilo desde elprimer día. "Nosotros teníamosexperiencia en esto de ver aparecergente por acá; algunos te gustan, otrosno. En principio si nos piden refugio nolos rechazamos, pero estamos muyatentos para ver cómo se arman lasrelaciones. Si se deteriora rápido lacortamos... Soledad casi no hablabaitaliano, pero hablando español no eratan difícil: nos entendíamos, no eracomo si llegara un turco, ¿no?".

Soledad se sentía en su elemento yesos dos días le resultaron fascinantes.Y también fue fascinante uno de los

okupas: Dennis tenía veintiún años y unanovia Giorgia con quien justo habíadiscutido en esos días.

—¿Qué es ese tatuaje? Es genial.—Nada, un pájaro sagrado, un

símbolo de los indios americanos.—¿Cómo? Contame...Soledad se sorprendió al ver cómo

Dennis se interesaba por sus vagashistorias aborígenes. Esa noche, casi sindarse cuenta, empezó a descubrir que suidentidad latinoamericana laindividualizaba, la hacía distinta de lasotras. Y, sin proponérselo, empezó ajugar con ella. Soledad pasó su segundanoche con él en una cama altísima: una

plancha de madera instalada a más dedos metros sobre una estructura tubular.Era su primer romance en italiano yestaba encantada. Aunque se le notara elsusto.

—¿Qué, no te gusta la cama? Laconstruí yo. Así me queda más espacioabajo, en el cuarto.

—Sí, está bien. Pero me impresionaun poco la altura, me da miedo.

"En una casa ocupada vive muchagente y todos tratan de llevarse bien",dirá Stefano, ex ocupante del Asilo."Pero siempre hay subgrupos, gente quetiene más afinidades entre sí, queademás de vivir juntos se hacen amigos.

En esa época acá vivíamos tres quehacíamos muchas cosas juntos —Dennis,Marco y yo. Y enseguida Silvia ySoledad nos cayeron bien a los tres. Noscayeron simpáticas, nos fascinaba quefueran argentinas y había un buen feelingcultural: a ellas les parecía bien todaesta cuestión de la autoorganización, elhecho de ocupar espacios vacíos comoéste para darles un uso social y hacerexperimentos de vida autogestionaria sinjefes, sin reglas superiores. Así que nospasamos esos dos o tres días juntos acáen Turín. Al final las acompañamos a laestación, porque tenían que volverse atrabajar". En ese tren, mientras subían

hacia el pueblo de cuentito alpino,Soledad se prometió que prontovolvería a Turín.

Soledad nunca había estado muyfeliz en Alpe Devero, pero el contrastecon el deslumbramiento del Asiloterminó de oscurecer esa rutina pava.Igual trató de conformarse: según elarreglo original, todavía les quedabanvarias semanas de posada. El problema—uno de los problemas— era que seaburría bastante. Así que escribía cartas.

La versión para los padres todavíaincluía el reloj cucú: "Acá parece uncuento de hadas, pero trabajamos

bastante", le escribió Soledad a sufamilia. "Yo empiezo 8:30 y mi laborespecífica es la cocina, estoyaprendiendo a cocinar italiano. Tambiénhacemos los cuart os y eso. Después delmediodía es bastante tranquilo ytenemos 2 o 3 horas libres. Nosotras nosvamos a caminar y hacemos gimnasiatodos los días".

La versión para Sole Vieja era máscruda: "El matrimonio de la posada esbuena gente. La minita tiene 32 añospero es súper careta, no careta de faso ytodo eso, pero sí de cabeza. De todosmodos nos tratan rebien. Tenemos uncuarto para nosotras, comemos rebien y

todo lo que queremos. El marido de ellame hizo la onda para pegar jash. Pero,¿sabés qué, má? No me pega. Seráporque se mezclan una mínima pelotitade jash con tabaco, y no me gusta, quieroconseguirme una pipa para fumar sola,pero mientras tanto no tengo ganas defumar".

Dennis y Stefano les habían dichoque irían a visitarlas, pero Soledadsabía que esas cosas se dicen muchomás que se hacen. Por eso sesorprendió, la semana siguiente, cuandolos dos okupas se presentaron en elpueblo. "Fuimos y acampamos, ellasvinieron a visitarnos a la carpa", dirá

Stefano, ex ocupante del Asilo. "Habíacierta atracción entre nosotros, Soledadcon Dennis, yo con Silvia, y eso tambiénjugaba. Pero fue sólo el motor, lachispa, porque enseguida todo eso setransformó en una amistad; a veces pasa,conocés a una persona y capaz que dos otres días te acostás con ella, porque tegusta; después te vas conociendo unpoco más y te das cuenta que no es lagran historia, hay simpatía, tantas otrascosas lindas, pero no el amor —y quedala amistad".

(Después, varios años después, lepreguntaría a Luca si tenían un discursosobre la sexualidad, si había algo de

eso. Luca me dijo que no:—No, no hemos pensado nada

particular sobre el asunto. Ahora nosvamos haciendo grandes y tenemosparejas cada vez más fijas. Algunos noson así, pero...

—Pero no hay un discurso sobre lamoral sexual...

—No, no hay. Eso queda librado ala decisión individual, no hay decisionescolectivas al respecto. La única vez quehablamos un poco entre nosotros fue enencuentros con los españoles, con losberlineses. Ellos hablan más defeminismo, eso entre nosotros noexiste...

—¿No?—No, pero no porque seamos

machistas... Probablemente no existenlas condiciones por las cuales lasmujeres deben llevar adelante estediscurso.)

Al cabo de unos días, cuando Dennisy Stefano se volvieron a Turín, loscuatro quedaron en verse de nuevo en unpar de semanas. Era lo más intenso de latemporada turística y Silvia y Soledadno podían irse así como así. Pero lasituación en la posada empezó adegradarse. Soledad ya no tenía ganas, yademás había cierto maltrato.

"En el hotel no nos trataban bien, y

Soledad se rebelaba: era difícil seguirtrabajando", dirá Silvia Gramático. "Enrealidad ellos eran medio miserables;nos pagaban menos que a las italianasque trabajaban con nosotras y cuando losupimos hubo una primera discusión.Era todo una onda, una energía negativa.Soledad se enojaba porque no ladejaban comer pan fresco, nos lo dabanduro. Los padres del dueño tambiéncomían pan duro, cómo íbamos a comerpan fresco nosotras. Entonces Soledadhacía mal las cosas. Un par de veces ladueña me dijo que no habíamoslimpiado bien y yo le dije que deninguna manera pero ella me mostró y

era cierto. Así que un día salimos acaminar y yo le dije 'Soledad, para estarasí nos vamos, no vale la pena, no fuepara esto que nos vinimo s hasta acá'".

—No, miren, no se lo tomen a malpero la verdad que así no vale la penaseguir. Nos vamos. Todo bien pero nosvamos.

—¿Y el contrato, los papeles?—¿Los qué?Aquella tarde de mediados de agosto

Silvia y Soledad agarraron sus mochilasy empezaron a caminar montaña abajo:querían llegar hasta Domodossola, laestación de tren más cercana.Decididamente en Italia había cosas

mucho más interesantes que pasarse losdías haciendo camas y lavando platos.Soledad caminaba cantando, feliz por ladecisión que habían tomado. Hasta queun muchacho las levantó con su coche ylas llevó hasta la estación.

"Pero perdimos el tren, el últimotren ya había salido", dirá SilviaGramático. "Así que nos invitó a la casade unos amigos en un pueblito. Estabantodos fumando, nos invitaron a tomarunas cervezas y esa noche nos quedamosahí. Total, daba lo mismo, ¿no?". A lamañana siguiente llegaron a Milán.

Varios militantes del Asilo estaban,

en esos días, en Milán, ayudando areocupar el Laboratorio Anarchico de lavia De Amicis. Silva y Soledad losabían y fueron a verlos. Los okupasmilaneses y sus compañeros de otrasciudades acampaban en un jardín detrásdel Laboratorio. La situación era muydistinta de lo que había visto en Turín:en vez de la fiesta del Asilo, era genteesforzándose, trabajando en lareconstrucción de su casa. La policíahabía tirado abajo las escalerasinteriores y, para vivir allí, eranecesario volver a hacerlas. Los okupasse preparaban también para resistir losataques de la policía: necesitaban, sobre

todo, poner barrotes en puertas yventanas para conseguir unos minutos deventaja cuando llegara el desalojo. "Sila policía quiere desalojar, con laspuertas reforzadas tarda diez minutosmás", dirá Luca. "Esos diez minutos sonlos que nos permiten subirnos al techo,que es la forma de resistencia quesolemos usar. Una vez que estamos en eltecho la policía en general no se atreve avenir a sacarnos".

Silvia y Soledad daban una mano enlo que podían: no tenían especialhabilidad para esos trabajos. Entre losmás eficaces había dos militantespiamonteses un poco mayores, más

serios que los demás, Silvano yEdoardo: tenían años de trabajar elmetal y las diversas herramientas.Silvano Pelissero era el Druida, el quehabía arengado a los enanos. "Yo eracasi el único que hablaba español, porel tiempo que había pasado en México,pero esa vez hablé muy poco con ellas",dirá Silvano Pelissero. "La primera vezque la vi a Soledad me pareció unahippie, una trotamundos, una que fumabamarihuana: nada que me interesaramucho". No era una gran opinión; pareceque la de Edoardo Massari, el amigo deSilvano, fue más o menos parecida, peronadie se acuerda.

—Chicas, ustedes a Dennis loconocían, ¿no?

—¿Cómo que lo conocíamos? ¿Quéquerés decir?

—No, nada, nada. Todavía nosabemos muy bien qué pasó. Pero estámuy grave, tuvo un accidente y está muymal.

Soledad estaba recién levantada,legañosa, y se quedó un minuto sinentender gran cosa. Estaban en el jardíndel Laboratorio, entre carpas y botellasvacías, restos de la noche reciénterminada. Silvia se acercó a preguntarqué pasaba.

—No sé, ni idea. Parece que está en

coma."Después nos dijeron que cuando fue

el accidente apareció la policía", diráSilvia Gramático. "Soledad cuando loescuchó le dio un ataque, que era lapolicía la que le había hecho eso, unataque, pateaba las paredes, gritabacontra la autoridad. Pero después nosenteramos que era una historia más tipoIcaro, ¿no?".

Dos días antes, el 22 de agosto,Dennis se había ido a dormir tarde ysolo. En mitad de la noche se cayó de sucama en las alturas: se golpeó la cabezapero no le salía sangre ni parecía grave;se volvió a trepar a su cama y se durmió

hasta la mañana. Cuando se despertó lacabeza le dolía demasiado; un par decompañeros le recomendaron que fueraal hospital y, al rato de llegar, cayó encoma. Esa tarde la policía fue al Asilo:so pretexto de estudiar el asuntorevisaron casi todo el edificio, sinmayores hallazgos. Dennis se murió ellunes 25, temprano a la mañana.

Soledad estaba desconsolada: queríavolver a Turín, aunque fuera estar allípara el entierro, hacer algo donde ya nose podía hacer nada. Silvano y Edoardotambién decidieron volver y tenían uncoche: les ofrecieron llevarlas. El viajeduró menos de dos horas: los dos

italianos y las dos argentinas charlaroncon intermitencias, en medio del dolorpor la muerte del amigo. Fue el primerrato que Soledad pasó con EdoardoMassari: el tipo le pareció un pocobrusco, entre ensimismado y enfático,tímido y presuntuoso. Incluso pensó quesi lo hubiera encontrado en otrasituación quizás le habría gustado, peroseguramente no ese día, cuando suprimer italiano acababa de morirse.

Pocos días más tarde, Soledad sehabía instalado en el Asilo.

La imagino —la sospecho, la esbozo— como una adolescente buscando

algún sentido de la vida: alguien quesupone todavía que hay algo más que loque el plan vulgar ofrece. Laadolescencia —la juventud— es laépoca en que se supone que la vida debe—puede— tener un sentido. La vida noestá hecha todavía, parece como si fueranecesario —fuera posible— hacerla. Laimagino como una adolescente tardíaesperanzada que se encuentra por fin conun mundo que trata de seguir adolescente—en el mejor sentido de la palabra: ungrupo de gente que ha decidido rechazarciertas convenciones que conforman loque llamamos adultez.

(Adultez suele ser el nombre de la

resignación: así es la vida, esto es loque hay, dejate de soñar con pajaritos,ocupate del presente, nena. O, a lo sumo,el nombre de una pelea presupuesta:algo hay que desear, así que te definenqué —criar una familia, avanzar en eltrabajo, engrosar una cuenta, creersealgún modo del éxito.)

La Argentina cada vez más estrechaimpone, entre tantas otras cosas, laadultez inmediata para todos: la nociónde que el único tiempo es el presente.Antes la Argentina estaba llena defuturos: estaba, incluso, plagada defuturos. Pero cuando María SoledadRosas los empezó a buscar ya no

quedaban. En esa Argentina no habíacaminos que llevaran a ninguna parte.

Queda dicho: en la Argentina —entre tantos caminos que no hay— nohay caminos para la diferencia, para larebeldía. No hay —no había, al menos,en 1997— opciones orgánicas para ladiferencia, políticas de la diferencia,ideologías que la sostuvieran con ciertaconvicción. Y, apartada la posibilidadde diferencia, lo igual es igual aldesastre: con suerte, la menguadasupervivencia individual —que tampocoresulta, muchas veces. Por eso, entreotras cosas, tantos que marchan haciaEzeiza: el futuro, en la patria, fue

reemplazado por el aeropuerto. Ahoraempiezan a aparecer otras maneras —tímidas, vacilantes, otras. Aunquetodavía —como en la Argentina de 1997— para muchos, la única salida es lasalida: Soledad decidió lo que miles ymiles. Ahora, quién sabe, habría sidodistinto. O no.

"Eze, cómo te explico", le escribió aEzequiel Gramático, el hijo de Silvia."Acá todo es tan diferente en realidad.Supongo que tiene mucho que ver queacá no hay tantas necesidades yconseguir las cosas es más fácil. y estote permite gastar energía sólo en lo quequieras y en lo que te interesa". Toda

una teoría de la marginalidad en lassociedades opulentas: lo que permite suexistencia es la satisfacción de lasnecesidades básicas, elaprovechamiento de la amplitud de unespacio social agrandado por la riqueza,cargado de excedentes. Y eldeslumbramiento de ver que ladiferencia podía ser otra cosa, unproyecto, una manera de vivir.

"Yo estoy aprendiendo cosas nuevastodo el tiempo", escribía. "Yo sentía deuna forma y en Buenos Aires noencontraba el canal, no entendía bien loque era, y ahora estoy viviendo eso queallá sentía. Pero no sabés todo lo que me

falta, no te digo que allá vivía en untermo (o frasco) porque siempre fuisensible a lo que pasa. Pero siempreestuve en una posición pasiva, desdeotro lado lo vivía. Pero no más pasiva,ahora quiero formar parte de todo esto yaportar lo que tenga y de mí lo mejor".

Ella buscaba —hacía años, buscaba— una razón, una causa, y la topó depronto, donde quizás no la esperaba.Pero estaba preparada —por sus añosde búsqueda— para reconocerla dondela encontrara y no dudó. No hay nadamás excitante, más cómodo e incómodoque tener una causa: un paquete quejustifica, ordena todo, un paquete que

impone reglas sin excepción posible.Soledad había dado, de golpe, con esacausa que la explicaría.

"No, si alguien quiere quedarse acáno tiene que hacer ningún pedidoformal", dirá Ita, ocupante del Asilo."Es algo que va sucediendo poco apoco, casi sin que se note. Alguien sesiente bien, los ocupantes también, y seva dando. Sole había entendido cómofuncionaba la casa sin que nadie tuvieraque explicárselo. Si venís y la ves deafuera te puede parecer un quilombo,pero tiene su orden, que nadie explicapero que funciona. Y ella era como uno

de nosotros, como si siempre hubieraestado acá. Sole aprendió el italianomuy rápido, muy bien. Quizás porquehabía decidido quedarse acá, entoncesse esforzó, no sé. Es lindo cuando aalguien le gusta la casa, la aprecia. Lacasa es algo que hicimos nosotros, lepusimos un toco de amor, de todo. Aella le gustaba la casa, le gustábamosnosotros, ella nos gustaba... La verdadque nos entendimos bien desde elprincipio".

—Ti piace lavorare l'orto?Le preguntó el grandote y Soledad

soltó la carcajada. Empezaba aentenderlo cada vez mejor, pero había

veces en que el italiano le hacía muchagracia. Sobre todo cuando algunapalabra resultaba demasiado próxima alcastellano pero significaba algo tandiferente. Como la palabra anarchico,por ejemplo, que en italiano es tanto másrotunda que el anarquista castellano: lositalianos no son anarquistas —los queestán a favor del anarquismo—; sonanárquicos —los que lo son y lo ponenen acto.

—Sí, certo, me piace.Sí, le gustaba lavorare l'orto:

siempre le habían gustado los trabajosde la tierra y el pequeño huerto en eljardín del Asilo estaba bien cuidado. Se

notaba que el grandote lo trataba concariño.

—Sí, me piace tanto.El grandote era un habitante del

Barocchio —un caserón en el límite delcampo que sus ocupantes habíanarreglado con gusto notable y muchísimotrabajo—, pero a veces trabajaba elhuerto del Asilo. Todos lo llamabanTarzán: Andrea tenía 30 años, era alto,forzudo, serio, el pelo largo desatadosobre los hombros anchos. Aquella tardetrabajaron juntos en el huerto; aquellanoche Andrea la invitó a acompañarlo asu refugio de los Alpes, en un vallelejano de la Val Chiusella, a casi 2.000

metros."Hoy es martes, son las cinco o

cuatro, no sé", escribió Soledad en sucuaderno, para nadie, para sí misma."Afuera está gris pero en este sitio hayluz y música. Nosotros limpiamos todocon Andrea. Ayer volvimos del refugioy el domingo me llevó a la punta de unamontaña. Estábamos entre el cielo y latierra, en el medio, suspendidos en lanada o en todo. Cuando volvimos de esapunta bajamos por una ladera muyempinada, muy verde. Yo me tiré enculopatín y me deslizaba suave. Quéazul estaba el cielo esa tarde, limpio,grande, todo nuestro y de nadie. Lo

pienso y lo siento, la piel se me eriza.Ahora no escribo más, Andrea está en elhuerto trabajando y quiero ir con él,quiero ver sus manos y sus brazos. Estan bello y no puedo dejar de mirarlo,me impresiona".

Pocos días después se lo contó a suamigo Fabián en una carta: "Ahora tuveuna semana de amor con un ragazzo quecómo te explico... Mucha montaña, ríos,agua, sol, naturaleza... y locura. Perovos sabés que cuando uno viaja tododura como un rayo. Poco pero como unrayo, fuerte y luminoso".

Soledad todavía no sabía que rayo,en italiano, se dice baleno.

Soledad se había instalado en unahabitación del primer piso del viejojardín de infantes ocupado. Su ventanadaba al huerto; su cama seguía siendo uncolchón en el suelo y había pegado enlas paredes algunos afiches de losokupas de Turín; alguien le habíaprestado un pequeño radiograbador parasus cassettes argentinos: tenía, porprimera vez en mucho tiempo, una casaque casi consideraba propia —si lapalabra propia no hubiera tenido aquelviejo sentido que la molestaba, la ideade ajena a todos los demás: alguna vezSoledad dijo que su pieza era su piezapropia pero era también de todos, de

cualquiera. A veces Andrea dormía conella allí; otras, ella se iba a dormir alBarocchio.

"Yo me acuerdo de una chicajovencita jovencita, jovencita eingenua", dirá Ita. "Era alegre, íbamosjuntas a bailar a las fiestas delBarocchio, le gustaba divertirse, tomar,como a todos. Era entusiasta, todaenergía, y decía que este lugar le dababuena energía. Muy dulce, pero tambiénmuy severa —sobre todo con ella, unpoco rígida".

"Soledad era muy sociable,simpática, muy buena para hacermasajes de relajación: te daban una

energía muy positiva", dirá Ibrahim, exocupante del Asilo. "Ella cantaba tanto,muchas veces con Maurizio, elbrasilero; hacían unas caipirinhas con lalicuadora y cantaban Aguas de março,era su hit".

"Ella llegó ahí y se sintió bien con lagente, se sintió lejos de su familia,libre", dirá Silvia Gramático. "Yempezó a leer cosas, libros, revistas, yfue adhiriendo. Estaba comosobresaltada, muy atenta a todo. Pero alprincipio la historia no era política, o notan política. Le importaba más todo esode la vida con ellos. Aunque a veces seponía en una situación peligrosa. Por los

curros en los supermercados, encualquier momento los podía agarrar lapolicía. En un supermercado hay tantascosas que es justo llevarse algunas, peroa mí me parece que era más bien cosa dechicos. Lo hacían más por hacerlo quepor necesidad. Porque además ella eramuy activa, si se ponía a trabajar lohacía, no era una lumpen".

El espectro de sus actividades sehabía ampliado tanto: "Si estoy contra lacárcel no puedo quedarme en casa,entonces organizamos manifestaciones yescribimos manifiestos y gritamos antela policía", le escribió en esos días aEzequiel Gramático. "Si estoy en contra

del capitalismo no puedo vivir de ciertaforma que lo alimente, no quierotrabajar para nadie que se llene losbolsillos con mi sacrificio, entonces notrabajo y en la medida que más puedoles saco a ellos la parte que me hacefalta, no es robar, es tomar aquello queme corresponde, más roban ellos a lagente con su sistema mentiroso. Elproblema es que la gente se dejaexplotar y sigue el rebaño. Al menosconmigo que no cuenten, prefiero ser unaoveja negra. Así me siento mejor. Tecuento que esta ciudad es muydecadente, tantas fábricas abandonadas,tan gris. Pero me gusta, también me gusta

entrar a esas fábricas abandonadasdonde se encuentra mucho material quenosotros 'reciclamos', sobre todo loscables, que dentro tienen cobre y eso sevende bien, y en casa todo lo que tengotambién es encontrado, no compro nada.Y lo que no se encuentra seautoproduce".

"Me parece que su presencia acá fuedecisiva para su interés por la política",dirá Stefano, ex ocupante del Asilo."Acá se encontró con un grupo depersonas que teníamos cierta actividadpolítica pero la vivíamos también ennuestras vidas cotidianas, nos dábamosla posibilidad de experimentar de

inmediato en el terreno un cierto tipo devida y, al mismo tiempo, de anudarrelaciones humanas verdaderas. Acá, meparece, se encontró con gente que tenía,en las grandes líneas, ideas parecidas alas suyas pero, a diferencia de lo quedebía pasar en la Argentina, acá esasideas se podían poner en práctica:ocuparse de la casa, autogestionarse...".

La diferencia con la Argentina eracentral: probablemente no porqueSoledad haya tenido, en su país, esasideas y no haya sabido cómo ponerlas enpráctica; parece, más bien, que lo pocoque intentaba poner en práctica noencontraba las ideas que lo organizaran.

La gran novedad de Turín fue, más queel encuentro de una práctica, eldescubrimiento de que todo eso podíacorresponder a unas ideas. Y que podíainscribirse en un marco que superara loestrecho de la búsqueda individual: quele diera un sentido general a suinsatisfacción, una compañía a suaislamiento.

"Acá Sole encontró un ambiente degente con la que compartía ideas, perotambién una práctica", dirá Stefano."Pero no una práctica en el sentido de lacélula clásica. Esto es una vida, no undiscurso. Entre nosotros la idea es queno haya relaciones de dinero —por lo

menos con tus compañeros—, que teautoorganices para hacer todo tipo detrabajos de manutención o mejoramientode la casa, que tomes iniciativas conrespecto a presos o perseguidos,conseguir plata para ellos con fiestas ocenas o imprimir un volante o un folletoo reunirse para discutir y tratar deentender por ejemplo el tema del tren dealta velocidad o cualquier otro que seplantee. Así cada boludez toma unsentido: si tenés que ponerte a cocinarpero esa cena la estás preparando paratodos, es otra cosa. Y si encima depronto a esa cena vienen de otras casasocupadas para ver cómo hacen para

organizar la ayuda a los presos,digamos, por ejemplo, entonces todotoma un sentido distinto. Es la vidaautogestionaria típica de las casasocupadas. Pero no con la mentalidad delos militantes clásicos: no se trata dereunirse en un cuarto, hacer el volante ytomárselas. Se trata de vivir de acuerdocon lo que estás planteando: ahí estátoda la diferencia".

También descubría otras cosas:músicas, grupos, estilos que nosospechaba: "es bueno ver que acá lagente no se agrupa según el palo. HaySXE, punks, posmos, etcétera. Todosjuntos, se comunican y se defienden

entre ellos. Los ambientes son diversosy eso lo hace interesante porqueescuchás muchas cosas diferentes", leescribió a Ezequiel. Como el Drum &Bass, que era "fuerte muy fuerte y si teentrá en el cuerpo vibrás hasta el últimopelo" o el Tecno Trance, "una músicamuy loca que cuando la escuchaba sentíaque estaba como en un ritual, entrandoen trance". Soledad se habíaentusiasmado con la posibilidad deaprender a tocar un instrumento: sipuedo aprender el italiano, decía, porqué no el bajo.

"Sole participaba en todo lo quehacíamos, volanteadas, manifestaciones

en la puerta de la cárcel. Ya de movidaentró en esta vida... nueva, ¿no?", diráIta Primavera. "No, no era de esos quehay que ir a golpearles la puerta de lahabitación. Era muy activa. Era unamilitante. Bueno, una militante ennuestro estilo, no aquello de ir a repartirvolantes a las puertas de la fábrica a lascinco de la mañana. Pero enseguida semostró muy dura, en algúnenfrentamiento con la policía, en susjuicios sobre ellos, sobre los jueces. Sí,era una dura, la recuerdo como unadura".

Silvia Gramático también se llevaba

muy bien con la gente del Asilo pero notenía ninguna intención de quedarse enTurín: quería seguir su viaje. Soledad ySilvia discutieron: Silvia hizo un últimointento por convencerla de que laacompañara.

—Acabás de salir, Sole, reciénsaliste al mundo y ya querés parar...

—Vos no entendés, Ma. ¿Cómo mevoy a ir ahora? ¿Nunca te pasó depensar que de pronto encontraste tu lugaren el mundo?

"Ella estaba encantada", dirá SilviaGramático. "Descubrió que se podíavivir distinto, lo opuesto a todo lo que lehabían transmitido, y no lo quería dejar

por nada del mundo. Y yo tenía queirme, mi parte ya estaba cumplida. Yo ledecía 'Sole tené cuidado, vos no tenésdocumentos, si te agarra la policía teraja, si querés quedarte lo que tenés quedecir es que te encontraste unos chicos yte trajeron a la casa, que vos no sabés nisiquiera que está ocupada'. Ella medecía que sí, pero... yo tampoco era sumamá, ¿no? Tengo una última foto deella abrazándonos en la estación deDomodossola, que vino a despedirme yse quedó unos días".

—Solamente te pido que meprometas una cosa, Sole.

—Lo que quieras, Ma, decime.

—Tenés que cuidarte con el tema dela heroína. Eso no es joda, nena. Ahí síque si te enganchás no te saca nadie.

—No te preocupes, Ma, no tepreocupes.

—¿Me lo prometés?—Sí, claro."Cuando me fui estaba tranquila",

dirá Silvia Gramático. "Yo sabía queella ya tenía amigos, que no se iba aenganchar con la heroína, que era lo quemás miedo me daba. Ella me loprometió y no se enganchó. Pero lamuerte se encuentra de muchas maneras,de tantas formas raras...".

Soledad estaba, por una vez en suvida, extrañamente en paz. Justo cuandovivía con el riesgo permanente de laexpulsión, en una situación nueva yprecaria, sin ningún recurso claro encaso de problemas, se sentía tranquila:tenía la sensación de que sabía lo queestaba haciendo y que hacía lo quequería.

—¡Gingo, venga para acá!Soledad no sabía vivir sin perros y

Gingo era su amigo en el Asilo. Gingohabía sido el perro de Dennis; ahora locuidaba Giorgia, su novia, pero Soledadtambién se ocupaba de él.

—¿Viste qué bien que está Gingo,

Ibra, qué tranquilo? ¿Sabés qué? Meparece que él se da cuenta de queDennis está acá con nosotros.

"Soledad siempre trataba detranquilizar a los demás con esas cosas,con esa creencia", dirá Ibrahim, exocupante del Asilo. "Nosotros hablamosde eso muchas veces, porque es algo quea mí también me interesa mucho: ellaestaba convencida de que el alma seguíaviva, que una persona no se puede morirasí, no es sólo materia, no puededesaparecer así en un momento". Y esaidea le servía para consolarse de lamuerte de Dennis, entre otras cosas.Porque a veces se sentía un poco sola:

"Acá es un poco extraño. Porquefamilia no tengo y amigos sí, pero noesos de siempre, no los hermanos", leescribió a Ezequiel Gramático. "Es tandiferente acá la gente. Es tan fría queahora que es invierno y hace mucho fríosiento que me congelo.

"Acá no estoy sola, estoy conAndrea (un chico) pero en estos días meestoy dando cuenta que entre nosotrosdos hay mucha diferencia. Él tiene 10años más que yo y lo que yo creo quetodavía podemos cambiar en estemaldito mundo, él ya no lo cree.

"Yo todavía, y más que antes, creoque se puede cambiar este mundo sucio

de poder y de dinero, creo, y lo hago, envivir fuera de las normas que establecenotros y pretenden que cumplamos. Y merebelo ante cualquiera que quieraimponérmelas. Y esto me lleva a actuarde cierta manera cada día. Y claro queesto implica un riesgo, pero prefiero notransar por comodidad, porque de lo quehago y lo que pienso estoy convencida.No sé si me equivoco o no, pero sólopuedo hacer lo que siento".

—Odio que vayas a robar a lossupermercados. Si querés estar conmigono lo sigas haciendo, ¿me entendiste?

—¿Ah, sí?—Sí, me da vergüenza cuando hacés

esas cosas. Me parece que no entendésque lo que importa son los placeres dela vida. Irse a la montaña, tranquis,bañarse en el río, fumarse un porrito...

—Yo lo entiendo, claro que loentiendo. Entonces dame plata para ir alsupermercado...

—¿Sabés que sos, vos, Sole? Sosuna ladrona de gallinas. Eso es lo quesos.

—Sí, una ladrona de gallinas. Perobien que te las comés, vos, las gallinasque yo robo.

Sus problemas con Andrea/Tarzánno eran sólo ideológicos. "Tarzán era untipo particular: una buena persona, pero

tenía un carácter de mierda", diráStefano. "Era rencoroso y tenía accesosde rabia realmente exagerados. Erabastante taciturno, encerrado, aunquepodía ser muy simpático y sociablecuando estaba de fiesta. De esos que noles gusta decir lo que piensan sobrecierta gente o ciertas situaciones, se loguardan y después, cuando lo sueltan, lohacen con demasiada violencia porqueno entienden que si pudieran ir diciendolas cosas de a poco todo sería muchomás fácil. Con Soledad él era muyceloso, le gritaba, la trataba mal cuandose cabreaba. Seguramente en otrosmomentos era dulce y amable, si no, ella

no habría estado con él, pero tenía amenudo estos accesos de furia que...".

Que provocaban pelea tras pelea. Enesos días, tras el primer entusiasmo,Soledad tuvo un golpe de desazón.Nadie sabrá nunca exactamente quépasó. Sólo queda, de ese desasosiego, elborrador de una carta que Soledad nuncamandó, unas pocas líneas garrapateadasen un cuaderno con un Pato Donald en latapa: "Chau a todos. No pensaba irmeasí pero me doy cuenta de que no tengola madurez para estar en este lugar. ¿Quépuedo decir? Creo poder llevarme elmundo por delante pero esto me hacedar muchos golpes y hoy estos golpes

me duelen. No los aguanto. Lo sientomucho, me dispiache tanto porque losquiero a todos y me dieron tanto. Dejoesta carta porque no me gustadespedirme", dice y, al final, en unaposdata para Francesca, otra ocupante:"Fra, amiga, relajate y disfruta. Nohagas como yo, que querés hacer todopor la aceptación de los demás. Se pagamuy caro". Soledad nunca mandó esacarta. Y poco después, cuando decidiódejar el Asilo, sus razones fueron muydistintas.

Esa hojita complica mi relato: porqué, cómo fue que pensó en irse. No

encuentro más indicios, al contrario: latenemos encantada con su vida en elasilo, con su nueva vida, internándosecada vez más en su elección y, depronto, una carta anuncia su partida.Quien escribe una historia la tiene a sumerced: yo podría elegir obviar aquellahojita, pero al final decido incorporarla:supongo que me cohibe todavía ciertomito de lo que llamamos la verdad —aun sabiendo que la verdad es unaconstrucción siempre ladeada, una torrede Pisa que ni siquiera sirve para quealgún Galileo derrame plumas sobre elmundo.

La hojita quedó ahí, en su cuaderno

Pato Donald. En cambio, en esos días,Soledad llamó a sus padres parapedirles que le mandaran unos papelesque precisaba para tramitar la extensiónde su visa de turista. Los Rosas sesorprendieron: "Yo tenía la imagen deque a ella allá le iba bárbaro. Ella me lodecía y yo le creía todo", dirá MartaRosas, su madre. "Que le iba bárbaro,que tenía amigos fantásticos, que le ibamuy bien con el trabajo, que semanejaba perfectamente con el italiano ycon el francés. Me escribía y me decíaque estaba bárbaro, que estabatrabajando, las cosas que se habíacomprado, lo que no se había comprado.

Y todo eso me parecía tan normal, tanbien; y además que estaba trabajando enun restaurante, que estaba haciendo unmontón de cosas. Y yo, honestamente,convencida de que estaba haciendo eso.Además, la escuchabas tan contenta, tanbien que no podías dudarlo".

—¿Qué era lo que no te decía?—Que estaba viviendo en una casa

ocupada, que estaba con estemovimiento anarquista, que participabaen manifestaciones. Todo lo que despuésles sirvió para armar esas acusacionescontra ella.

Soledad solía llamar a su familia losdomingos a la hora del almuerzo. Uno de

esos días —mediados de octubre,primavera — su hermana Gabriela ledio la gran noticia:

—¡Sole, vas a ser tía!—¿Qué decís? No te escucho bien.Gabriela estaba eufórica:—¡Sí, boluda, que vas a ser tía, que

estoy embarazada, estoy embarazada!Hubo un silencio. Soledad no pudo

contestar con la misma alegría:—¿Y pensás tenerlo?—Claro, cómo no lo voy a tener. Sí,

quiero tenerlo.—Pero cómo vas a traer un hijo a

este mundo de mierda... A este mundo demierda, Gaby. No entiendo qué es lo que

querés hacer, si además estás sola...Gabriela enmudeció: la respuesta de

Soledad le cayó piedra. Se quedó unossegundos sin saber qué decir y lo únicoque se le ocurrió fue la puteada.Después, por semanas, las hermanas novolverían a hablarse. Mientras tanto, suspadres se preocupaban por el nuevocariz de ese viaje que les habíaparecido, unos meses atrás, tanoportuno, y Luis Rosas se lo escribía enuna carta:

"Nuestra muy querida picolinaSoledad:

"Bueno luego de dos largos mesespor fin te podemos escribir y poner en

un papel unas ideas con respecto a tuviaje y el giro que tomaron los nuevosacontecimientos.

"Solita, nos preocupa un poco eltema de que quieras ver un abogado parasolucionar tu estadía en Italia. Creo quesólo con un contrato oficial de trabajo ypor alguna empresa que lo cubra esposible y por supuesto trabajando enblanco, esto me imagino que estarás bienasesorada y recordá que en todas partestenés truchos que te pueden engrupir conalgún papel que no tenga valor...

"En principio lamentamos con mamáque no uses el itinerario del viaje comoera al principio y te quedes sin recorrer

los países marcados, y que te separarasde la Gringa, esperamos conocer lacausa por vos y no esperar que la Gringanos cuente, en realidad no queremossaber por saber pero en tus llamadas porteléfono se te nota muy feliz, queremoscompartir esa felicidad y nosplanteamos las dudas o los interroganteslógicos de tus viejos.

"Hija, quiero que sepas que estar enforma ilegal en un país a la larga es ungran problema y tu viaje fue planeadopara ser gozado de otra manera, peropor lo visto en Torino encontraste algoque te hizo dar un cambio en todo.(Contanos un poco cómo es ese algo).

"Quiero recordarte que si no usás elpasaje de regreso en la fecha máxima delos seis meses automáticamente perdésla condición de turista y pasás a serinfractora a la ley de inmigraciones parala comunidad Europea y luego de esafecha salís sólo por un tramite realizadocon el consulado y para un futuroreingreso se te plantean problemas dadoque bloquean el pasaporte, y como sedice en nuestro país anda a cantarle aGardel.

"Si tu idea es quedarte y pasar a serun inmigrante ilegal, es una de lassituaciones más difíciles, por mi partecreo que es una barbaridad.

"Creemos que tenés que regresar enla fecha máxima de diciembre y luegoviajar nuevamente si querés. Sabemosque el tenor de esta carta no te gustará,pero como siempre lo hacemos con lamejor intención y pensando que no espara nada bueno que pases a estar comoilegal en Italia. (...) Hija querida cuandoreciba tu carta te sigo con esta historia,pero te ruego que me mandes fotocopiade la solución que te puede dar elabogado en Italia. No hagas las cosasmal, es igual hacerlas bien y te hacendormir tranquilo. Con todo nuestroamor...".

Era un intento. Que, a esa altura, ya

no podía tener el resultado que losRosas querían. Soledad estaba decididaa buscarse una vida en Italia. Una vidadistinta.

4. LA VIDA NUEVA

A principios de octubre Soledaddecidió dejar el Asilo, pero su partidano fue renuncia a su causa tan nueva:era, al contrario, una forma de abrazarlamejor. En esos días otro lugar ocupadode Turín había quedado desocupado: loshabitantes de la Casa Okupada del corsoPastrengo, en Collegno —tomada un añoantes— la habían abandonado porvariadas razones. Por un lado, el lugar:Collegno es un suburbio muy alejado delcentro de la ciudad, aislado, sintransporte público, y la Casa formabaparte del ex manicomio municipal: un

conjunto de construccionessemiabandonadas en medio de un parquemedio salvaje, donde iban a dormirmuchos sin techo.

Por otro, un debate en elmovimiento: ciertos anarquistasempezaban a criticar las ocupaciones."Estaban todos estos que decían que laocupación de casas ya no era un espaciode subversión sino un escape tolerado",dirá Luca Bruno. "Decían que era comosi estuviéramos construyendo un ghetto,una isla feliz que, por nuestrascontradicciones internas, ya no eracapaz de llevar ninguna energía alexterior. Me parece que no tomaban en

cuenta los aspectos materiales,prácticos. En una casa ocupada teorganizás la vida como querés, tenés unaexperiencia riquísima de vida en común,y están las ventajas materiales: no pagásun alquiler, se gasta menos, vivís conmucha menos plata y por lo tanto noestás tan obligado a vender tu tiempopor la guita. Pero ellos insistían en queesa inoperancia se veía porque elEstado ya no intentaba desalojarnos, queno consideraba que esas ocupacionesfueran una amenaza, que no estábamoscumpliendo con ningún papelsubversivo, revolucionario y que nostoleraban, y que nosotros al ocupar no

hacíamos más que administrar nuestrasmiserias y buscarnos una vidita, peroque no jodíamos a nadie. O sea: que laocupación así entendida nos distraía delos verdaderos objetivos de la luchaanarquista". Los okupas de Collegnohabían argüido estas razones para irse:algunos pensaron que en realidadestaban hartos de las incomodidades dellugar.

—¿Y si vamos y nos instalamosallá?

Le dijo, aquella noche, tras la cenaen el Asilo, Soledad a su amigaFrancesca.

—¿Te parece? Mirá que es un

desastre, está lejos, no tiene luz, no tieneagua, y ahora en invierno va a hacer unfrío espantoso.

—Bueno, por eso. Si no vamos elmovimiento pierde una casa, un lugar.No podemos permitirnos eso. Es unaoportunidad que tenemos de ser útiles,de hacer algo más.

"Soledad habría podido quedarse enel Asilo, sin problemas: estaba cómoda,le gustaba, se llevaba bien con casi todoel mundo", dirá Stefano, ex ocupante delAsilo. "Pero estaba al tanto de lahistoria de este lugar, Collegno, quenadie quería ocupar; un lugar ocupado,si no hay nadie, desaparece, y ella, que

quería empezar una nueva vida acá enTurín, decidió ir a ocuparla. Y se fuecon Francesca".

La casa de Collegno era una especiede chalet pesado y cuadrado de dospisos, cien años, no muy grande: treshabitaciones en el primer piso y, en laplanta baja, la gran cocina y una salagrande y levemente siniestra: la sala delos muertos. "Era la cámara fría dondeguardaban los cadáveres", dirá Luca."En el medio, un mesón de maderamaciza donde se hacían las autopsias".La Casa había sido, en su primera vida,la morgue del manicomio de Collegno.

"Eso de que fuera una ex morgue a

mí siempre me resultó incómodo", diráStefano. "No sabés la energía negativaque había ahí adentro. Porque encima noera una morgue de gente muerta bien, sies que se puede morir bien. Eranmuertos que habían muerto mal, quehabían vivido una vida de mierda en unmanicomio, que quizás después demuertos los usaban para hacerexperimentos —como los habían usadocuando estaban vivos. Alguna vez, conPipero, habíamos pensado en ocuparla,porque no nos gustaban estas casasocupadas donde cuatro veces porsemana había conciertos, fiestas,quilombo, tanta gente. ¿Por qué uno,

porque ocupa una casa, tiene que hacerfiestas todos los días? No es humano, yono quiero hacer fiestas todos los días, noes humano, se vuelve un trabajo.Entonces pensamos que podíamos ir avivir ahí y venir a las fiestas cuando deverdad quisiéramos. Pero el lugar metiraba mala onda. Quizás sea unasensación mía, aunque también lo hablécon otros amigos. Pero lo cierto es queyo en esa casa nunca me sentí bien, nisiquiera me acuerdo de una fiesta dondehaya estado bien, aun cuando la genteque vivía ahí me gustaba, los quería. Yosé que los fantasmas no existen, peroque los hay, los hay. Yo no soy

supersticioso, pero, por si acaso, unamorgue..."

Durante todo ese verano no habíahabido más explosiones en el Valle deSusa. El 4 de noviembre, en Borgone,alguien hizo saltar los transformadoresde dos repetidoras, a cincuenta metrosde distancia una de otra: una de laMediaset de Berlusconi —con unagarrafa de gas de camping— y la otra dela radio de los carabineros —con uncaño lleno de pólvora negra. Nadiereivindic ó los atentados. Dos díasantes, en la puerta de la iglesia de Vaie,aparecieron otros volantes de los

"Lobos Grises por una Valsusa Libre:Sentimos el deber ineludible decontinuar nuestra misión desesperadacontra una tiranía omnipotente que estáaplastando al mundo en una morsa debrutalidad y de abominable injusticia.Dirigimos nuestra plegaria a lasdiversas divinidades arcaicas denuestras montañas...", decían, y después:"Si en Italia trabajaran todos los quepueden, vos trabajarías una hora porsemana (...) El clero, como elcapitalismo, te quiere pobre, necesitadoy sufriente", decían, y terminabaninvitando a todos a una guerra contra lasinstituciones.

Y el 10 de noviembre, en Rosta, unagarrafa de gas de 25 kilos no explotójunto a las vías de la línea Turín-Modane. Fue el último de la serie.Después, tan misteriosos como habíanaparecido, atentados y atentadores sedisolvieron en el aire.

Soledad, ya en Turín, quizás tuvoalguna noticia de todo esto. No esimposible: los diarios locales le dieroncierta difusión. Pero sabemos que notenía la costumbre de leer la prensa.

Los primeros días en la CasaOkupada de Collegno Soledad estaba unpoco perdida. No era lo mismo vivir en

un lugar en pleno funcionamiento queponer en marcha una casa donde nohabía casi nada.

"Este squater está ocupado hacepoco por lo que hay mucho trabajo:blindar puertas, barricadas en lasventanas, instalación eléctrica, H2O,tirar paredes, levantar otras", le escribióen esos días a Ezequiel Gramático. "Asíque aprendí mucho de construcción,soldadura, taladro, corriente. Nuestracasa es chica, pero tenemos sala deconciertos, biblioteca, sala de video".

En realidad lo que tenían eranespacios donde instalarían esas cosas:la Casa todavía no funcionaba y, sin

embargo, ya tenía problemas con lapolicía: "Como es la única casa ocupadade este sector de Torino, la policíamolesta mucho", le escribió a su amigoEzequiel. "Nosotros no estamos enTorino sino a 20 kilómetros, en lasafueras. Y siempre damos de qué hablary nosotros contestamos. El problema esque la Digos, más fuerte que la policía,sigue a toda la gente del movimientoanárquico, y nos sigue muy de cerca. Amí ya me agarraron un par de veces. Lapróxima me deportan. Pero la únicasolución que tengo es casarme, y es loque voy a hacer".

Unos días antes los punx-anarcos de

Turín habían ido a las puertas de lacárcel de Le Valette a tocar música paralos presos: era una de sus formas máshabituales de manifestar su solidaridadcon ellos. Esa tarde un agente de laDigos agarró a Soledad y se la llevóhasta la esquina:

—Tené cuidado, vos. Lo único quenos falta es que vengan de la Argentina arompernos las pelotas. Quedatetranquila porque si no, te pongo en lafrontera y acá no te vemos más el pelo.

"Ya conseguí marido, es un amigo deotro squater", seguía su carta a Ezequiel."Y nos resulta a todos muy divertido.Otra razón para hacer una gran fiesta.

Siempre hacemos fiestas, conciertos,cenas, cine, reuniones. Y todo sin $. Sellama Bella Vita —que es por ejemploorganizar un concierto sin cobrarentrada, sin cobrar el bar; o juntarnos acomer en un squater y todos aportamosde beber y comer y tratamos que aquelloque cada uno cocina sea procurado sindinero. El dinero que manejamosnormalmente termina para los presospolíticos o para los abogados o paraimprimir material, etcétera".

"Finalmente desarrollamos eldiscurso de la gratuidad, que nosotrosllamamos 'bella vita', porque estábamoshartos de reproducir dentro de las casas

ocupadas la división entre gestores yconsumidores, clientes que llegan ypagan", dirá Mario Skizzo, precursorokupa. "Yo estuve a cargo de la libreríade El Paso durante nueve años y merompía mucho las pelotas discutir congente que venía a comprar librosanarquistas y me pedía que le hiciera undescuento porque no tenía plata y yo ledecía 'no, mirá, yo lo pagué tanto, nopuedo'. No, eso es el almacén, las callesestán llenas de almacenes, el mundo yaestá hecho de almacenes. Así queempezamos con esta práctica de lagratuidad, en las cenas, en las fiestas, entodo lo posible. Esto se hizo sólo en

algunas casas: el Barocchio, el Asilo, unpoco en Collegno...".

En Collegno Andrea la visitabaalgunas noches; otras, Soledad lo iba aver al Asilo: él se había mudado delBarocchio tras una pelea con varios desus ocupantes. "Una vez entró la policíaen Collegno y vio unos cables robados—Sole estaba con Tarzán todavía, conAndrea", dirá su amiga SilviaGramático. "Afanar cables es un laburotremendo. Los cables son pesadísimos,después hay que limpiarlos, ir a venderel cobre: es todo muy sacrificado. Y ahíen Turín podés vivir con lo que serecicla. Ahí se tiran tantas cosas. En el

mercado de Porta Palazzo a última hora,la verdura y la fruta no cuesta nada: o tela venden muy barata o directamente tela regalan".

Andrea se estaba poniendo cada vezmás difícil, y una noche la tensión sehizo insoportable: "Sole se peleó conTarzán en esa cena en el Barocchio",dirá Silvano Pelissero, el Druida. "Erauna fiesta y se pelearon, después sepelearon de nuevo en la casa. No sécómo pasó, pero me parece que inclusose pegaron. Ahí ya dejaron de versedefinitivamente, Tarzán no vino por laCasa nunca más". Soledad sintió másalivio que pena: por alguna razón, sus

relaciones solían complicarse hastaterminar transformadas en trampas cuyofinal era un respiro.

El otoño había caído sobre Turín, yTurín cambia mucho en otoño. La ciudadluminosa y serena del verano seconvierte en un pozo de niebla y de gris;Soledad trató de no sentirlo. Se decíaque era normal que la ciudad leresultara, por momentos, hostil; sucompromiso no era con Turín, era conlos que querían que Turín y el mundofueran otros. Una de esas tardes dellovizna fue a fotocopiar materialesanarquistas a una librería.

—¿Pero vos por qué creés en todasestas cosas? ¿Tan mal te tratan, a vos?

—No, no es eso. Lo que pasa esque...

Intentó contestarle Soledad. Elitaliano le fluía cada vez mejor pero,por momentos, se le seguía trabando.

—Disculpame, ¿vos de dónde sos?—De la Argentina.—Ah, argentina. ¿Y qué venís a

hacer, acá, a molestar a la gente? ¿Porqué no te vas a tu país a hacerquilombo?

"Fabiolo Carolo", le escribió a suamigo Fabián Serruyo. "Ayer 18.10.97hablé por teléfono a Villa Rosa y, como

siempre, por el primero que pregunté fuepor vos. Mamá me dijo que esta últimasemana habías estado en cama ydeprimido, también un poco resfriado.Supongo que será un resfrío boliviano.

"Fabito, ¿por qué no te venís paraacá? Descubrí un montón de gente quevive sin trabajar, sin pagar el alquiler ydivirtiéndose siempre. Es verdad,existe, porque de hecho ahora elegí vivirasí.

"Ahora estoy en mi cuarto de la casadonde vivo hace más de un mes. Es unacasa ocupada, por lo que para mí es unpoco riesgoso porque soy ilegal y acá devez en cuando viene la yuta. Pero no

pasa nada. En esta movida de lossquatter (casas ocupadas) hay unaconsigna importante además de larevolución y la A y todo eso, que esvivir bien sin dinero. Esto se llama'Bella Vita'".

Y, unos días después: "Fabitoquisiera que pudieras venir. Acá haymucha $$$ circulando así que si sosvivo algo manoteás. Fa, trata de venircon Gaby. Te extraño un montón. Lo queme piacce de piú es ir al supermarket.Compro leche y pan y todo lo otro me lorobo. Una vez me agarraron. Vení. Yono sé si vuelvo a Buenos Aires".

Su padre se lo reprochaba. El tema

reaparecía en cada charla telefónica:—¿Y, para cuándo tenés la vuelta?—No sé, papá, todavía no sé bien.

Lo que pasa es que acá estoy muy bien,estoy haciendo una cantidad de cosasque me interesan. El Asilo, lascuestiones de la ecología, ayudar a losque están presos, a los desocupados...

—A mí me encanta lo que hacés allápero también lo podés hacer en tu país,que hace tanta falta. Si vas a hacer deRobin Hood hacelo acá, así ayudás a tugente y encima no vas a tener que estarsin documentos, con el peligro de que teagarren en cualquier momento...

—No, en la Argentina está todo

podrido, no se puede hacer nada, papá,vos lo sabés mejor que nadie.

El vencimiento de su pasaje seacercaba, y cada vez era más claro queSoledad no volvería en diciembre. Laidea de que podría quedarse muchotiempo en Italia se le apareció con todaclaridad pero, aun así, no imaginaba quefuera para siempre:

"A mí acá me pasan cosas muyfuertes", le escribió a su amigo Fabiándías más tarde. "Aprendo mucho y aveces tengo miedo, y me quedo mudapor ejemplo en una conversación. Enestos días no sé por qué pero me cuestacomunicarme con la gente. No puedo

hablar y adentro exploto. Pero estoybien. Todo cambio es bueno. Capaztenga que ser la luna. Cuando hay lunallena estoy más sensible".

Quizás por eso extrañaba a los suyosy oscilaba; a veces pensaba que quizássus meses italianos resultaran un paso:una forma de acumular experiencias quedespués podría aplicar en su lugar, consus amigos de toda la vida:

"Fabito, tengo un proyecto pensado yme gustaría que lo hagamos juntos.Quiero ocupar una casa. Todos tenemosel derecho de habitar un lugar, esnatural. Acá vivimos en casas ocupadasy es tan distinto. Bueno, no te lo puedo

explicar, pero quiero intentarlo.Supongo que por la zona Norte(provincia) hay alguna casa viejaabandonada. Pero no tiene que serpropiedad privada, tiene que sermunicipal o estatal o algo así. Uncolegio, una sala de primeros auxilios,un asilo. Cualquier cosa tipo así. Así seempieza, después de ahí podemosempezar una historia diferente. ¿Teimaginás? Vivir en una casa, un grupo degente, amigos, mezcla, fuerza, con poca$...

"Fabito de mi corazón. Te quieromucho y te recuerdo. Ojalá estés bien.

"No te quemes la cabeza, ni dejes

que te la quemen. Aguante Vieja! Acátengo ganas de cosas y cuando vuelvalas quiero compartir con vos."

Para redondear su idea, Soledadterminó la carta con unos versos:

"Nota sobre construcción de lasmasas

Alguna gente es joven y nada másY alguna gente es vieja y nada másY alguna está en el medio y solo en

el medioY si las moscas usaran ropaY todos los edificios ardieran en

fuego doradoSi el cielo se sacudiera en la danza

del vientreY todas las bombas atómicas abajo

empezaran a gritar.

Alguna gente es vieja y nada másY el resto sería lo mismoY el resto sería lo mismo.

Los pocos diferentesSon eliminados bastante rápidoPor la policía, por sus madresSus hermanos y otros por sí mismosLo que queda es lo que vesEs duro.Fabi: que nadie nos elimine. Te

quiero. Sole."

Aquella mañana hacía frío en Turíny más frío en la Casa Okupada deCollegno. Soledad y Francesca estabancalentando agua en la cocina; ya teníanluz y solían tener agua, que traían con uncaño de plástico que habían conectado auna canilla lejana varios cientos demetros. La conexión, por supuesto, nopagaba impuestos.

—¿Viste que está el circo éste, nome acuerdo cómo se llama?

—No, yo tampoco, pero ya sé, vi loscarteles en el centro.

—Mediano, me parece: circoMediano, o Medrano, no sé. ¿Y sihacemos algo?

El circo Medrano era unainstitución: noventa años antes, en París,sus payasos, saltimbanquis y arlequineshabían sido los inspiradores de muchoscuadros de Pablo Picasso.

—¿Algo como qué?—No sé, Fran, algo. No puede ser

que esos guachos se aprovechen, queexploten a esos pobres animales que nopueden defenderse, ¿no? Los muy hijosde puta tienen tigres, leones, camellos,caballos... ¡Hasta un rinoceronte, tienen,y los explotan a todos!

En todo su viaje, aun en situacionesmuy incómodas, Soledad habíamantenido su régimen vegetariano; pero

su compromiso contra la matanza deanimales, ahora, era un nudo de un tejidomucho más complejo.

—Y, capaz que se puede. Sí, estaríabien.

Esa tarde Soledad se pasó un ratolargo redactando un volante pararepartir a la entrada del circo. Seacordaba de su intento en Buenos Aires:le daba mucho placer poder aplicar algode su vida argentina a esta nueva vidatan distinta. "A través de este manifiestoconvoco a la gente a tomar conciencia,una vez más, de aquello que realizamoscotidianamente, que es la lucha contra elpoder. En este caso, luchar contra el

poder sobre otros más débiles, losanimales, seres vivos igual que nosotrospero que no tienen voz para protestar.Concientizarnos de que mucha gente seaprovecha de los animales para alcanzara satisfacer sus intereses económicos,sin importarles que se trata de seresvivos, que sufren y sienten igual quenosotros los hombres. Personas queutilizan a los animales del mismo modoque un objeto simplemente para tenerpoder y dinero, llegando a asesinarlosburdamente o sometiéndolos a torturas oexperimentos. Se puede luchar contraeso, iniciemos grandes o piccolasacciones..."

Soledad paró y volvió a leer lo quehabía escrito en su cuaderno del PatoDonald. No estaba muy conforme: aveces tenía esa sensación de que laspalabras se le rebelaban, que nollegaban a decir lo que ella quería quedijeran. Y tenía que traducirlo alitaliano. Si no lo conseguía podía hacerotra cosa: imprimiría unas fajas quedijeran que la función ha sidosuspendida y las pegaría sobre losafiches del circo ése. Pero tambiéntendría que conseguir quien se lotradujera al italiano. Quizás Francesca,pero ella no entendía el castellano.Quizás Silvano, que era el único que lo

hablaba más o menos bien. Dos díasantes Francesca y ella les habíanpropuesto a Silvano y Edoardo que sevinieran a vivir a la Casa. Los dos lasestaban ayudando mucho con lostrabajos, parecían buena gente, eranserios, activos; también era cierto queeran un poco más grandes y no siemprecompartían los mismos gustos, lasmismas actitudes, pero estaba claro quela Casa de Collegno, para sobrevivir,necesitaba llenarse. Ojalá acepten,pensó Soledad.

"Después de aquella vez en elverano la volví a ver en noviembre",dirá su compañero Silvano Pelissero.

"Soledad estaba en la casa de Collegnocon esta chica Francesca, y necesitabanarreglar la puerta porque por las nochesentraban albaneses. Entonces yo fui paraallá para hacerlo y compré todo elmaterial porque ella no tenía suficiente.Edoardo trabajó conmigo: les pusimosuna cerradura especial porque ellastenían un poco de miedo. Ella nos ayudóen el trabajo: no era de esas que sequedan mirándote. Entonces una nocheme dijeron si quería ir a vivir yotambién allí porque la casa estaba casivacía. Yo acepté, porque me pasabaparte de la semana en el Valle de Susa,en Bussoleno, donde tenía mi casa y mi

taller de herrería, y Collegno mequedaba bien porque estaba más cercade mi pueblo, no tenía que atravesartodo Turín para salir, y además ellas mecaían bien. Edoardo se sumó pocodespués".

5. BALENO

La primera vez que lo metieronpreso, Edoardo Massari tenía veintiochoaños. Había nacido el 4 de abril de1963 en Turín; su padre, Renato, era unempleado de la Olivetti; su madre,Paola, se ocupaba de la casa y loschicos. Poco después la familia Massarise mudó a Ivrea, en el Canavese, amenos de cien kilómetros. Edoardoestudió allí y allí dejó el colegio; allídecidió aprender mecánica y conoció alos primeros anarquistas. Pero no sesintió parte del movimiento hasta 1987;en esos días y en Turín, en El Paso, la

primera casa ocupada, Edoardoencontró sus compañeros y su nombre.

—Baleno, Baleno, lavoro meno.El jingle era famoso: la propaganda

de un detergente que decía que limpiabatodo más fácil y, por lo tanto, permitíatrabajar un poco menos. Y suscompañeros de El Paso, que no eranprecisamente obsesivos de la limpieza,se lo cantaban porque él sí, porque éllimpiaba hasta los últimos detalles.

—Baleno, Baleno, lavoro meno.A Edoardo le divirtió el mote; poco

después su sentido triunfó sobre suorigen: Baleno, en italiano, significarayo.

Edoardo se pasó un par de añosyendo y viniendo entre Turín e Ivrea,ayudando en las ocupaciones, poniendosus conocimientos de mecánica alservicio de los anarquistas; a fines delos ochentas instaló una bicicletería enIvrea. "Yo le llevaba a arreglar la bici yél siempre me recibía con una sonrisa,como a todo el mundo", dirá Irene, unacliente de Ivrea. "Era tan amable, uno deesos tipos que te parecen sobre todobuenos. Solía estar muy fumado, con lamirada un poco perdida, la sonrisa quele colgaba de los labios...". Si Turín esFiatópolis, Ivrea es Olivettitown, unavieja ciudad romana, sede de un

marqués y de un obispo que, desdeprincipios de siglo, vive del granfabricante de máquinas de escritorio:una ciudad provinciana, 30.000habitantes que se conocen bien y sevigilan cuanto pueden.

No era el mejor lugar para un grupode anarquistas. En la primavera de 1991Edoardo y sus compañeros decidieronactuar: ocuparían la piscina de Arè enCaluso, un pueblo vecino. La piscina —con sus vestuarios y demásconstrucciones — había costado unafortuna pero nunca había sidoinaugurada; los okupas la pusieron enfuncionamiento y armaron un centro de

actividades que duraría ocho meses.Cuando el desalojo se hizo inminente losanarcos canaveses intentaron oponerse;Edoardo y otros cuarenta ocuparonsimbólicamente la municipalidad deCalusso. No consiguieron nada; unosdías más tarde, Edoardo se encadenó auna reja en la plaza Ottinetti de Ivrea,una tarde en que el alcalde inaugurabauna exposición. Al final laMunicipalidad desalojó la piscina y lajusticia acusó a sus ocupantes. Laprimera condena de Edoardo Massarifue a 7 meses y 15 días de prisión ensuspenso.

La noche del 19 de junio de 1993algo explotó en el taller de Edoardo. Élsiempre diría que estaba soldando elcuadro de una bicicleta cuando el calorhizo saltar la pequeñísima bombona d egas que sirve para inflar las ruedas delas bicis. El estallido fue menor: losvecinos no se despertaron, los vidriosno volaron, pero Edoardo se lastimó lapanza y un brazo. Eran heridas muyleves; después Edoardo se preguntaríatantas veces por qué no se las curó allímismo. Pero decidió que, por si acaso,era mejor ir a la Sala de PrimerosAuxilios y se fue solo, caminando. Doshoras más tarde, cuando volvió a su

taller, la policía lo estaba esperando: elmédico los había llamado.

Él insistió con su versión delaccidente: les decía que si hubieraestado haciendo una bomba nunca habríaido al hospital y que, en el peor de loscasos, tampoco habría vuelto a su taller.Y que si le hubiera explotado una bombaentre las manos le habría hecho algo másque esos rasguños. Todo muy lógico,pero los policías lo conocían comoanarquista y se la tenían jurada. Sepasaron horas revisando el taller; alfinal encontraron, en un frasco, cuarentagramos de pólvora negra: los necesariospara un par de petardos navideños.

Satisfechos, lo llevaron a la cárcel deIvrea y lo acusaron de tenencia deexplosivos.

Al día siguiente los diariosnacionales no mostraron ninguna duda:"Para la policía preparaba un atentadocontra la prefectura de Ivrea — Labomba le explota en las manos", titulóLa Stampa, el cotidiano de los Agnelli;"Joven herido por el artefactorudimentario que estaba armando —Bomba le estalla en las manos", titulóLa Repubblica: "Quería construir unabomba artesanal para ponerla,probablemente, en la prefectura de Ivreapara vengarse de dos condenas: una al

pago de 700.000 liras de multa y la otraa 7 meses y medio, que los jueces lehabían infligido días pasados": ya teníanincluso las razones. Y en el periódicolocal, La Sentinella del Canavese, unperiodista Daniele Genco decía que una"Bomba le explota en las manos al líderde los ocupantes de Arè" y reproducíalas palabras del subcomisario local: "Silo hubiera utilizado, el artefacto habríatenido un efecto devastador".Sorprendente, visto que ya habíaexplotado y su efecto había sido tanmodesto.

En los días siguientes EdoardoMassari fue acusado de una bomba

colocada en el acueducto de Ivrea tresmeses antes y de otra que explotó en elDistrito Militar de Turín hacía seismeses: ambas acusaciones seríanabandonadas semanas más tarde pero,mientras tanto, los diarios lasreprodujeron como si hubieran sidohechos probados. De pronto, Edoardo seconvirtió en una figura pública. Losokupas anarquistas de Turín lodefendieron en una pequeña publicaciónimpresa en el Barocchio: Historia de unmontaje. "Se afanan en explicarnos quelas bombas las ponen los anarquistas yno se trata de un trabajo de rutina de losServicios Secretos de la policía y los

carabineros del Estado italiano, como seha comprendido. Para enriquecer elasunto, le adosan al herido laresponsabilidad de todos los atentadosen un radio de 40 kilómetros en torno aIvrea en los últimos diez años. (...) Parapintar con trazos fuertes la figura de unhipotético súper revolucionario losmentirosos de La Stampa, LaRepubblica y Sentinella promueven aEdoardo Massari a líder de uninexistente colectivo anarquista queocupó la piscina de Arè. Paradesacreditar a los muchachos queautogestionaron brillantemente, durantemeses, la escandalosa piscina millonaria

de Arè, mal terminada y mal utilizadahasta entonces. Seguro que molestamucho a patrones y botones que la genteretome lo que les fue rapiñado pormedio del Estado —en este caso lapiscina— y que lo haga de formaautogestionaria, sacando del juego alaparato estatal de canas, jueces,políticos y bufones del papel impreso.Por eso se subraya tanto la colaboraciónofrecida por Edoardo Massari a losocupantes de la piscina de Arè. Losgroseros montajes de policías yperiodistas provinciales no alcanzan aenfangar la experiencia de autogestiónque reúnen a cientos de jóvenes en el

Canavese y a miles en Turín, Milán,Aosta, en la vecina Suiza y en todo eloccidente europeo, desde Berlín aBarcelona. La práctica de la autogestiónparte de la necesidad real de abrirseespacios y es compartida por todos losque no quieren ver aniquilada la propiadignidad, la propia libertad por lacorrupción del Estado y el dinero.Periodistas siervos mentirosos, para elpróximo linchamiento inventen algomejor", decían, y terminaban con elllamado a una manifestación "ensolidaridad con Edoardo Massari, rehénen las prisiones del Estado" y unaconsigna: "¡La bomba es la

autogestión!".Mientras tanto, Edoardo seguía

preso.

Durante seis meses, Edoardo tuvo laclara sensación de que lo habíanolvidado en la cárcel: ni juicio ninuevas pruebas ni la posibilidad delibertad condicional. "Edo me contabalo mal que había vivido en la cárcel deIvrea", dirá Silvano Pelisserio."Continuas vejaciones psicológicas yfísicas de los guardias, provocacionesde otros detenidos. Para él la reclusiónfue un verdadero calvario". Sus huelgasde hambre no mejoraron su situación:

Edoardo se desesperaba.Poco antes de Navidad, el obispo de

Ivrea, Luigi Bettazzi, publicó uneditorial en el semanario de la diócesis,Il Risveglio Popolare; lo tituló "FelizNavidad Massari" y decía que "laopinión pública, incluso sin compartirlas opiniones de Massari, se da cuentade que en un Estado de derecho todociudadano, aun el más discutible, sipuede ser encarcelado por sospechas opor precaución, no puede permanecer enla cárcel si no se prueba su culpabilidadconcreta y su peligrosidad efectiva. Poreso tomo a Massari como símbolo detantas personas que sufren la cárcel bajo

las acusaciones más variadas y quetienen derecho —ellos y la opiniónpública— de saber el porqué lo antesposible. Los que cuentan —de lospolíticos a los industriales— estánobviamente en condiciones de provocarpresiones y protecciones, de presentaraclaraciones y compromisos, de obtenercomprensión y rápidasexcarcelaciones".

El 22 de diciembre unamanifestación recorrió el centro deIvrea: doscientas o trescientas personaspedían la liberación de Edoardo. Lamarcha era pacífica hasta que uncomisario pretendió que le entregaran

carteles y banderas: hubo corridas,enfrentamientos, detenciones, una jovenherida. El juicio fue fijado para el 17 deenero: al cabo de varias sesionesEdoardo fue condenado a un año y 11meses y, poco más tarde, a 4 meses máspor un incidente con un guardiacárcel.Fueron casi dos años de prisión. Reciéna mediados de 1996 Edoardo Massariconseguiría el arresto domiciliario, quecumplió en una casa comunitaria de donLuigi Ciotti —un cura que hacíacampaña contra los narcotraficantes—en San Ponso Canavese.

Edoardo recuperó la libertad en

diciembre de 1996 y fue a instalarse alAsilo de la via Alesandria. A poco dellegar empezó a compartir unahabitación, justo detrás de la cocina, conSilvano Pelissero. A veces la vida en lacasa ocupada cumplía con sus sueños;otras no era tan feliz.

"Edoardo era una persona muyparticular: muy cerrado, muy taciturno,muy original", dirá Stefano, ex ocupantedel Asilo. "Y tenía la particularidad dedecir siempre lo que pensaba, y hacerlo.Una persona muy coherente, muyradical. Incluso en la ropa, en laalimentación: era vegetariano, estaba encontra de la muerte de animales y de la

transformación industrial de losalimentos así que evitaba los productosindustriales, no bebía alcohol —unacerveza cada seis meses, en los grandesmomentos. Era muy curioso, muyinteligente, casi un genio: una de esaspersonas que tienen formas de razonarmuy distintas de las de la masa, uno quepodía llegar, con los mismos elementos,a conclusiones completamenteoriginales. Cuando hablabas con él se leocurrían cosas que a vos nunca se tehabrían ocurrido. En el movimiento loveían como a una persona fuera de lanorma: a algunos les gustaba más, aotros menos, algunos lo admiraban,

otros lo tomaban en broma. Algunosdecían 'ése está un poco loco'. A veces,si sos muy coherente con tus ideas,podés hacer cosas que les resultenincomprensibles a los demás, oinadecuadas para la situación".

Las mujeres no parecían contar entresus intereses principales. "Había estadobastante en la cárcel, y no era uno quepensaba mucho en las mujeres, nuncahabía tenido una historia de verdad.Tenía sus encuentros, sus cosas, peronunca una historia de esas que parecenrealmente serias.", dirá Ibrahim, exocupante del Asilo. "Sí, Edoardo tuvopocas mujeres", dirá Paola Massari, su

madre. "Porque no quería mezclar anadie en sus asuntos, por si acaso; élsiempre decía que no quería tener mujer,pero era porque nunca había encontradouna que le interesara realmente".

Edoardo era un tipo inventivo, capazde fabricar extrañas máquinas, comoaquella especie de mortero para hacertofu o el aparato que disparaba cal: unaaspiradora invertida que en vez deaspirar escupía, y servía para combatirlos desalojos. Su operador debía subiral techo de la casa y rociar con cal a lospolicías que trataban de entrar: así losmantendrían a raya, suponía.

"Edoardo era un tipo muy seco,

flaco, musculoso, pura fibra. No era muyalto, un poco más de uno setenta; eranervioso, muy fijado con lamacrobiótica, con el yoga, las plantasmedicinales, las curas alternativas. Eravegano y ni siquiera comía azúcar osal", dirá Ibrahim. "Las veces que mehablaba me contaba siempre la mismahistoria, de una vez que se había idodesde Italia a Marruecos en bicicleta,hasta Ketama, y el fumo que había allá ylos viajes que se hizo en bicicleta pormi país. Pero era muy cerrado, parecíaque sólo pensaba en sus cosas, a vecesse calentaba y le gritaba a cualquiera.Eran raras las veces en que se lo veía

alegre, solamente cuando fumábamos...".Edoardo Massari había decidido que

no le interesaba dormir ocho horasseguidas: suponía que el mejor sistemaconsistía en dormir dos horas cadacuatro, y muchas veces se ponía atrabajar a martillazos a las cuatro de lamañana como si fuera lo más normal:esas noches, sus compañeros del Asilolo odiaban suavemente.

"Cuando se le ocurría una idea noaceptaba mediaciones, demoras: queríallevarla a cabo de inmediato", diráPipero, ocupante del Asilo. "Eraexplosivo: cuando pensaba algo lohacía, sin reparar en lo que pensarían

los otros. Cuando se ponía a trabajar ensu taller a la madrugada y despertaba atodo el mundo te daban ganas dematarlo".

Pero lo respetaban por otras cosas:su generosidad, su disposición, suentrega: "Edo era muy bueno para hacertodo tipo de trabajos", dirá Silvano, suamigo. "Era un tipo siempre dispuesto aayudarte en lo que fuera necesario, teprestaba todo lo que tuviera, tehospedaba en su casa, iba con vos arecuperar materiales cuando eranecesario: vos sabías que siemprepodías contar con él".

Poco después de su salida de la

cárcel, un grupo de anarcos turineses fuea Roma para manifestar su apoyo a lospresos: tenían previsto desplegar unoscarteles y gritar sus consignas frente alas paredes de la cárcel militar romana ydespués escapar, antes de que llegaranlos carabineros. Edoardo había armadounas ristras de petardos para la ocasión;cuando sus compañeros decidieronretirarse él quiso quedarse hasta quedetonaran: tuvieron que convencerlo alas puteadas de que había un plan y queera conveniente para todos que tambiénél lo respetase.

A Edoardo Massari no le gustabaque le sacaran fotos.

6. AMOR LLEGÓ

Suele pasar: la felicidad no dejamuchos rastros. Sabemos que en lasegunda quincena de diciembre EdoardoMassari y otros diez amigos y amigas dela movida turinesa decidieron ir a pasarel fin de año al calor español. Sabemosque entre ellos había una chica que solíadormir con Edoardo; sabemos queSoledad se sumó al grupo. Es curioso:he encontrado gente que me contópormenores de casi todo en esos meses—y ninguno que sepa casi nada de esteviaje.

Quedan datos desperdigados,

imágenes, fragmentos: una fiesta en laCasa de la Montaña, el centro de ocupasanarquistas de Barcelona; una playa enFuengirola donde durmieron dos o tresnoches; una playa en Tarifa, en la unióndel Atlántico con el Mediterráneo y,sobre todo, un avión a Las Palmas deGran Canaria donde Edoardo se negabaa ponerse el cinturón porque no queríaaceptar órdenes de nadie —y Soledad sereía y se reía. Queda la imagen de un finde año en una plaza, en un pueblocanario, donde Soledad descubrió queAño Nuevo no tenía por qué ser unasunto de familia.

Unos días antes, en esa playa de

Tarifa, había empezado algo. Ya alprincipio del viaje Edoardo y su amigase pelearon; alguna de esas noches, elitaliano y la argentina se miraron de otromodo —y después lo que importó no fuemirarse.

"Nos veo juntos en aquella playa,desnudos, tan juntos", le escribiríaSoledad, sólo tres meses después, aEdoardo, de celda a celda. "Logro sentirel perfume del mar, el sonido de las olasque golpean en las piedras, el vientosuave ligero, el sol caliente en nuestracara. Yo agarro tu cara con mis manos ydespués las paso por tu espalda. Vos meagarrás fuerte, me apretás, nos besamos,

reímos, somos felices, mi amor".Tenemos, a lo sumo, suposiciones,

rastros. Pero nunca sabremos en verdadlo que pasó entre ellos esos días, cómofue que empezó ese amor que, tan corto,sería definitivo. En ciertos casos losdetalles —me digo, me consuelo —importan poco. En los primeros días deenero Soledad estaba de vuelta en Turíncon su nuevo novio. Los dos mesessiguientes cambiarían su vida parasiempre: la convertirían en eso queahora es y no es.

"Mi hijo y Soledad tuvieron deinmediato una relación muy bella", dirá

Paola Massari, la madre de Edoardo."Aunque se llevaban diez años tenían...no sé, algo tan particular, se entendíancon sólo mirarse. Ellos eran distintosporque Edoardo no había estudiado,hizo hasta la mitad del bachillerato, yella había hecho una carrera. Y tambiénen muchas otras cosas, pero se entendíancomo muy poca gente. Edoardo era unapersona especial, algunos decíanextraño, pero era normal".

Su romance no duró más de diezsemanas: setenta días, como mucho, consus setenta noches —y alcanzó, sinembargo, para definirles la vida:Soledad quedará inscrita en su pequeña

historia como la novia de EdoardoMassari. Pero ya desde el principio lapareja que se había constituido empezóa actuar, en muchos planos, como unapareja bien constituida. Casi t odos esosdomingos, por ejemplo, Edoardo ySoledad fueron a visitar a los padres deél en la cabaña de Brosso, en lo másremoto de la Val Chiusella. El lugar esencantador: una colina en el final de unvalle, intrincado entre montañasimponentes, puro verde y el blanco de lanieve y el azul de un cielo que no suelenublarse. Los padres de Edoardo sehabían encariñado con esa chica dequien su hijo parecía tan enamorado:

"Sole era una chica muy madura, con unnivel de sensibilidad y de personalidadmuy alto; entendía muy bien a laspersonas y las cosas", dirá RenatoMassari, el padre de Edoardo. "Paranosotros Sole era su mujer, y teníamosuna bellísima relación con ella".

Y, además, a los Massari les dabacierto alivio que su hijo hubieseencontrado por fin una mujer que leimportara: no querían juzgar su vidapero sin dudas preferían la idea de queintentara calmarse, formar una familia,tener hijos y, para eso, la primeracondición era ese amor. "Edoardo teníamuy buena relación con sus padres y

enseguida les hizo conocer a Soleporque ya desde el principio le parecióuna relación importante", dirá Silvano,su compañero de la Casa. "Y sus padresestaban contentos de ver que su hijoestaba de novio con Soledad porquequerían que su hijo se pusiera de novio yse casara con una buena chica, y laconsideraban como una de su familia".

Aun cuando no la conocíandemasiado bien; sólo lo que ella quisomostrarles: "Sole tenía esta idea de quela vida no era plena si no hacía algo porlos demás", dirá Renato Massari. "Estaidea la traía ya de la Argentina, meparece que había hecho alguna cosa con

las tribus indias, sobre sus derechos; lossuyos no querían, le decían pensá envos, pensá en vos, pero eso no era loque Sole quería, y cuando se encontrócon Edoardo y entendió que tenía lasmismas ideas... más allá del vínculo deafecto, eso creó otro tipo de vínculo,más fuerte quizás, algo muy particular,algo que muy pocos alcanzan...".

"Por ejemplo, él siempre fuetímido", dirá su madre. "Entoncessiempre le costó decir palabrasafectuosas. Aunque se fue a vivir solobastante pronto, siempre fue unmuchacho muy unido a su familia, perole costaba demostrar sus sentimientos...

Decía una cosa pero pensaba otra, ySole esto lo entendió enseguida.Entendió a través de lo que decía yhacía que él no era como se presentaba.Tenía un carácter muy tierno, entoncestrataba de parecer duro, porque tantos seaprovechan de los que son dulces,tiernos. Y ella lo había entendido. Él eraun impulsivo, un aries: soltaba de golpetodo lo que pensaba, lo que lopreocupaba y después se le pasaba. Solehabía entendido y cuando él sedesahogaba así ella no le hacía caso ydespués le decía lo que tenía que decir.Una vez en una carta él le dijo 'vosentendiste mi carácter mucho mejor que

yo mismo'. Era verdad".La Casa Okupada de Collegno era,

queda dicho, la morgue de unmanicomio. Es curioso pensar que enese depósito de muertos desdichadosMaría Soledad Rosas vivió losmomentos más felices de su vida.

La vida en Collegno cambió muchocuando dos de sus tres habitantes setransformaron en una pareja. Soledad yEdoardo se dedicaban intensamente a suamor y a sus costumbres ahoracompartidas. "Cuando se metió conBaleno ella cambió muchísimo. Balenoera muy serio, muy militante, uno que

estaba convencido", dirá Ibrahim, exocupante del Asilo. "Cuando Soledad sefue a Collegno ya no la veíamos mucho.Y después, cuando se enganchó conBaleno, menos todavía. Estaban en elmomento más fuerte de su romance.Algunas veces venían al restorán delAsilo, poco. Pero cuando los veíamosparecían muy muy felices".

Soledad ya era vegetariana: en esosdías terminó de hacerse vegana, comoEdoardo. No comían ningún productoanimal, ni siquiera los no-violentoscomo huevos, leches, quesos. En verdadsólo podían comer ciertas verduras: nipapas ni tomates ni berenjenas. Sí

ciertas harinas, gomasio, quínoa, mijo,alpiste, soja, quesos de soja, frutas,nueces. Tampoco se permitían el azúcar:debían endulzarse con miel o jarabe dearce —que era una fuente importante deenergía. "Se pasaban horas paraconseguir todo eso", dirá Silvano."Lleva mucho tiempo encontrar estascosas y llevárselas. Era un fanatismoloco, ése, era un trabajo increíble. Ytambién la marihuana tenían queconseguirla, no era tan fácil". Edoardohabía convencido a Soledad deacompañarlo en la práctica de laurinoterapia: cada mañana juntaban enun frasco su primera orina para tomarse

un par de tragos. Como no bebíanalcohol y comían tan sano, sus orinas eraun líquido leve, casi incoloro, quesupuestame nte les lavaba el organismoy lo reconfortaba.

"Yo con Sole hablaba pero tampocotanto, porque ella tenía su relación consu novio y yo no quería meterme en elmedio", dirá Silvano. "Ellos estabanmuy pegados, andaban juntos todo eldía, hacían sus ayunos, sus huelgas desilencio —se pasaban sin hablar días ydías, algo terrible para un italiano. Erauna cosa muy extraña, yo no queríasaber nada. Hacían yoga a la mañana, ala tarde y fumaban mucha marihuana.

Baleno tenía sus períodos de depresióny períodos de mucha euforia. Lamarihuana le servía para distendersepero a veces después se ponía peortodavía. Y a veces nos peleábamos portonterías. Él se enojaba porque yocortaba el jamón sobre la mesa de lacocina donde él apoyaba su pan yentonces él decía q ue mi jamón, que erapuro animal, contaminaba su pan".

Sus huelgas de silencio llamabanmucho la atención de sus compañeros:eran, decían Edoardo y Sole, unaexperiencia de autodisciplina y unamanera de buscar formas decomunicación extraordinarias.

"Nosotros les preguntábamos si estabanlocos", dirá Luca Bruno. "Loscargábamos por estas cosas pero ellosse las tomaban muy en serio y nosotrosal final las respetábamos".

"Baleno era un chico bastante triste",dirá Silvia Gramático. "Cocinaba muybien, unos panes muy naturistas. Perocomía una comida triste, disciplinada,mucho arroz integral y esas cosas. Unavez me contó que se había encadenado auna plaza, no me acuerdo dónde. Teníaesa postura de mártir, del que sufre y sehace cargo por todos. Sole alenamorarse se debe haber enamoradotambién de todo eso, se había

identificado mucho. Ellos eran comomártires, como gente que sufre portodos, que se hace cargo de todo eldolor de la humanidad".

Es una versión posible. Pero lefaltan datos: el recuerdo, sobre todo, dela alegría continuada, la felicidad quelos dos sentían esos días: por fin,después de tanta búsqueda, tenían lasensación de haber encontrado lo quetanto buscaron. El amor suele produciresos efectos.

"Habíamos vuelto a hablarnos porteléfono y yo la escuchaba muy bien,muy contenta", dirá Gabriela Rosas, suhermana. "Me decía que estaba muy

enamorada de Edoardo, me lo describiócomo un tipo muy fuerte, grandote,medio callado, que no hablaba mucho.Que desde el primer momento que lovio, ella se había enamorado de él y quenunca pensó que le iba a dar pelota,pero al final sí. Y me lo pintaba como untipo bueno, más grande que ella, que lacuidaba y protegía mucho. Me pareceque debe haber sido el primer tipo quela cuidaba. Siempre había sido al revés:ella había sido la protectora. Me sentíatranquila, no veía ningún peligro...Además me decía que había encontradono sólo ese amor; también algo que lallenaba, una ideología, un grupo de

gente. Yo la veía bien, comprometidacon algo, con un grupo de personas en elque era una más, que tenían objetivos,programas, acciones. Ella se sentía muyparte de todo eso. A mí me encantaba, laescuchaba coherente con ella misma.Estoy segura de que se sentía bien, queestaba contenta, que no extrañaba y queno quería volver. Y si lo que acáteníamos para ofrecerle era una vidamedianamente cómoda y elegía aquello,es porque evidentemente aquello lehacía mejor. Creo que estaba feliz".

Mientras tanto la Casa progresaba.Entre Silvano y Edoardo la habían

arreglado mucho —y Soledad tambiénhabía contribuido con su trabajo. Eledificio estaba bien asegurado contralos desalojos: los dos artesanos habíanblindado las puertas y las ventanas paraconseguir cierta ventaja ante un intentopolicial. En el hall de entrada habíaninstalado una barra y unos silloncitos,todo recuperado por ahí; las paredes dela cocina estaban revestidas depedacitos de mosaicos, cantidad decolores; el salón antes morgue ya teníaun escenario para teatro y música; lashabitaciones del primer piso estabanbien pintadas y el baño funcionaba.

"Enero y febrero vivimos en esta

casa y seguíamos arreglándola", diráSilvano Pelissero. "Para eso de vez encuando necesitábamos materiales y losrecuperábamos de algunas obras enconstrucción". También, otras veces,recuperaban la comida en algúnsupermercado o la nafta sacándola decoches estacionados en la calle."Edoardo se había construido, a supesar, una vida de perseguido", diráStefano, ex ocupante del Asilo. "Ennuestra cultura si no pensás como lamayoría y lo decís y encima actuás enconsecuencia, te volvés un perseguido.Porque infringís las leyes, pero lasinfringís poniendo en discusión sus

principios fundamentales: las infrinjoporque creo que no tendría que haberleyes ni jefes ni jueces ni tribunales. Asíque le rompieron bien las pelotas".

Me he preguntado muchas veces siimporta, para el desarrollo de estahistoria —para la historia de la vidabreve de Soledad Rosas— saber en quémedida ella y sus compañeros estabanfuera o dentro de la ley. De una ley que,de todas formas, no reconocían. Locierto es que después, cuando losdetuvieron, nunca los acusaron de robarnafta en la calle o caños en una obra ocomida en un supermercado. Ellos lohacían: consideraban que toda

propiedad es un robo y que vivir sinrespetarla era su derecho y —de algunamanera — su obligación: parte de sucompromiso militante. Es cierto que losrobos no eran para "los demás"; loshacían en su propio, escaso beneficio.Pero también es cierto que su discursosuponía que tenían que hacer aquí yahora aquello que su discurso lesdictaba. Y es cierto sobre todo que,cuando los detuvieron, los acusaron decosas muy distintas.

Soledad se cortó el pelo al ras: yano era esa nena que salía en la foto delpasaporte. Ahora era una mujer, una

mujer nueva, una ¿revolucionaria?"Cortarse el pelo le endureció un pocola cara, que era tan bella, tan suave",dirá Ita, ocupante del Asilo. "Cuando semetió con Edoardo se puso mucho mássevera. Me daba la sensación de que sehabía hecho grande, creció muy rápido,tomó ciertas posiciones, se hizo firme".Aun así Soledad seguía yendo a fiestasdel Barocchio, a cenas del Asilo, aconciertos de El Paso; Edoardo nosiempre la acompañaba y, algunasveces, Soledad fue sola, bailó, se comióun hongo, se divirtió como antes, sintióuna culpa moderada. Después volvía ala Casa y a su amor.

"Pero la historia de esta casaocupada nunca fue feliz", dirá Silvano."Los que venían a quedarse hacían pocoy se iban rápido. Y en un ciertomomento vi que había otra gente quevenía a la casa a hacer otras cosas.Algunos la usaban como depósito parasus cosas, otros para poner suscarteles... nosotros buscábamos másgente para que se quedara en la casa yno encontrábamos; también es cierto quefue muy poco tiempo".

Pero tampoco tenían pensadoquedarse mucho más. Tanto Silvanocomo Edoardo y Soledad la tomabancomo un lugar transitorio, casi de paso:

su verdadera intención era ocupar unacasa en el campo o en la montaña.Solían decir que la sociedad urbana losoprimía y que necesitaban el aire, elespacio de afuera: la verdadera vida,suponían, no estaba en las ciudades.

Y sin embargo, no dejaban detrabajar para mejorar la Casa y amenudo aparecían nuevos problemas. Undía descubrieron que unos empleadosdel municipio de Collegno habíanencontrado por casualidad la conexióntrucha de agua que los abastecía y lacortaron. Necesitaban restablecerlacuanto antes.

"Esa noche éramos quince o veinte y

me acuerdo que hacía un frío de perros,invierno, pleno enero", dirá Luca Bruno."Tuvimos que excavar porque teníamosque conectar uno de esos tubos negrosde poliestireno con una canilla queestaba lejísimos, a unos sesenta osetenta metros, pero todo bajo tierra,para que no se viera. Y la tierra estabacongelada, dura como una piedra, yteníamos que calentarla con un soldadorde gas para poder cavar. Tuvimos quehacerlo de noche para que no nosvieran". Lo que no sabían era que losespías de la Digos —los serviciosespeciales de la policía— ya estabanvigilando la Casa: que aquella noche,

seguramente, vieron todo.

Nadie recuerda ahora, exactamente,qué noche de enero fue esa noche. Todosdicen que debió ser alrededor del 15pero nadie sabe precisiones. Sí sabemosque el 15 de enero de 1998, poco antesde las doce, desconocidos entraron en laintendencia de Caprie, un pueblo delValle de Susa, a unos 30 kilómetros deTurín, y robaron un fax Olivetti, unaimpresora Epson, tres sellos con elescudo municipal y una máquinadesbrozadora. Cuando se fueron, laplanta baja del mu nicipio se incendió:es muy probable que los ladrones hayan

prendido el fuego."Alguien se subió al balcón del

primer piso del edificio, echó espumasobre la sirena de la alarma, rompió elvidrio y entró", informó el semanariolocal Luna Nuova en un artículo titulado"Caprie, un incendio doloso devasta lasoficinas municipales". "Una vez adentrointentó, sin conseguirlo, abrir la cajafuerte, forzó escritorios y bibliotecas,apropiándose de un fax y una impresora.Después, tras haber roto otra cerradura,bajó a la planta baja y después al garaje.En el garaje estaban estacionados unFiat y un motocarro. Por razones aún noaclaradas los ladrones cargaron un

compresor en el auto, después lorociaron con nafta y le prendieronfuego".

El incendio destruyó el coche —dela policía municipal— y cantidad deherramientas y máquinas, y dejó eledificio casi inutilizable. En un primermomento nadie entendió de qué setrataba. Los periódicos locales hablabande que el incendio era el resultado del"despecho frente a un b otín tan magro"o de algún "malhumor frente a laadministración municipal". De hecho, elintendente Pierluigi Giuliano recibió enesos días una carta que lo amenazaba:"Tenés que parar de robar la plata de

los ciudadanos de Caprie y de arreglartodo en tu propio interés". El intendenteprefirió la versión chorros menores:convocó a una asamblea donde dijo asus paisanos que "el hecho de que hayanabierto todos los armarios y escritoriosy que se hayan llevado el fax y laimpresora nos hace pensar en el clás icohurto con efracción".

En principio nada relacionaba esterobo e incendio con el resto de losatentados contra el TAV en el Valle deSusa. Ni, mucho menos, con SoledadRosas, Edoardo Massari y SilvanoPelissero.

"Silvano siempre decía que losestaban siguiendo", dirá Luca, viudo deSoledad. "Cuando venía al Asilo dejabael auto lejos, tomaba un ómnibus ollegaba a pie, y la verdad que nosotrosnos reíamos un poco, creíamos que erasu paranoia, que estaba un poco pirado yveía canas por todas partes. Y al finalresultó que tenía razón".

En esos días Silvano y Edoardohabían sido exonerados en el caso Ros-Marini, la gran investigación contra elmovimiento anarquista italiano. Lanoticia debería haberlos alegrado perolos preocupó: ¿por qué ellos, entre másde sesenta compañeros? ¿Qué se

escondía detrás de esa exoneración?Algunos de los suyos llegaron a mirarloscon sospecha: ¿qué habrían hecho paraconseguir ese privilegio?

"Y para colmo yo veía que nosestaban investigando, que nos seguían,que nos controlaban", dirá SilvanoPelissero. "Primero pensaba que seguíanbuscando pruebas para la Ros-Marini,pero cuando nos bajaron de ahí ya noentendí más nada. Igual yo le decía aEdo que nos fuéramos, que la policíanos estaba siguiendo. Pero a él no leimportaba nada, él estaba en medio desu amor, todo el resto le daba igual".

El miércoles 4 de febrero, hacia las

diez de la noche, Soledad y Silvanoandaban por Turín en el Fiat de élcuando un patrullero les hizo luces paraque pararan. Silvano trató dedisimularlo pero se preocupó; Soledadse asustó porque seguía sin tener laresidencia. Dos policías se acercaron,uno por cada ventanilla, y el que estabaa la izquierda les pidió los papeles.

—Está bien. Pero se pasaron unsemáforo en rojo.

—No, agente, para nada.—Sí, le digo que se lo pasaron, la

última esquina.—Le aseguro que no.—Se lo pasaron, y nos van a tener

que acompañar a la comisaría.—¿Cómo a la comisaría? ¿Eso de

dónde carajo salió? Yo no me paséningún semáforo, pero si quiere hacermeuna boleta hágamela y listo.

Insistió Silvano: pagar boletas noestaba entre sus hábitos. Pero lospolicías no le dieron opciones:

—Nos van a tener que acompañar.Es la regla nueva, hay que llevarlos paralevantarles un acta.

Silvano nunca había oído hablar desemejante regla y se resistió. Lospolicías empezaron a impacientarse:

—Ya está, basta de charla. Manejádespacio, nosotros los seguimos de

atrás. Y no hagas nada raro porque...En la comisaría les volvieron a

mirar los papeles y les hicieron las fotosde prontuario. Al cabo de media hora yaestaba todo listo pero les dijeron que sequedaran ahí, que faltaba un trámite.

"En la comisaría, mientrasesperábamos, yo le decía a Sole 'ves loque les decía a vos y a Edo, esta historiano es normal'", dirá Silvano Pelissero."Me parece que ahí ella empezó aentender".

Los soltaron cinco horas más tarde.Después sabrían que los policías habíanarmado la detención para colocar unmicrófono en el Fiat. Por lo pronto, al

día siguiente, Silvano encontró un par detornillos sueltos en el suelo de su auto.

Era muy tarde cuando llegaron devuelta a la Casa de Collegno. Edoardolos esperaba despierto y preocupado.

—Edo, tenemos que irnos, cuántasveces te lo tengo que decir. Nos tienencontrolados, nos van a hacer cagar, hayque rajarse.

—Pero dale, Silvano, vos siempreigual. No exageres, qué me estásdiciendo.

"Ellos no querían convencerse peroyo empecé a comprar dólares, tenía elpasaporte preparado, todo, quería irme aMéxico o a Albania", dirá Silvano. "Yo

había conseguido comprarme 3000dólares, pero quería llevarme por lomenos 4000. Estaba decidido a irme yles insistía, trataba de convencerlos. Sime iba solo pensaba volver a México; lode Albania era por si ellos no queríanalejarse demasiado. Albania está cercay hablan italiano. Yo le decía a Edoardoque fuéramos allá, que no estaba tanlejos de su familia, porque él no queríadarle a la madre el disgusto de alejarsedemasiado".

—En serio, pensá... piensen lo deAlbania. Edo, de ahí los podés llamarpor teléfono todo lo que quieras, estáscerca, nos quedamos ahí un tiempo y

vemos qué pasa. Y además fijate porquetenés el coche lleno de micrófonos, andáal mecánico que te los saque, me cagoen Dios, por favor.

"Pero ellos estaban en otra cosa,querían casarse, tener un hijo, irse alCanavese y vivir en una granja...", diráSilvano. "Estaban enamorados yjugaban, hacían planes...". Si Balenohubiera sabido que era un peligrosoterrorista quizás habría reaccionado deotro modo, más acorde con sucondición; en su ignorancia, se quedó enItalia porque estaba enamorado y porqueno quería vivir lejos de sus padres.

—¿Y cómo hacías para seguir

compartiendo un proyecto con ellos?—En cierto momento todo se volvió

una locura. Por un lado, era interesanteseguir con la solidaridad con los presos,hacer vivir esa Casa porque era un puntodonde podías llevar adelante iniciativas,distribuir materiales. Pero por otro ladose entendía que no podíamos avanzar:venía poca gente, y los que venían noquerían hacer nada. Se tomaban un té oun café, fumaban su maría, pegaban uncartel en la pared y no hacían nada más;los trabajos no les daban ganas. Yoestaba un poco cansado, y encima estacuestión del seguimiento de la cana. Eraun momento raro, en que yo veía que la

cosa no funcionaba pero lo seguíahaciendo, me dejaba llevar. Y por otraparte, fue una situación que sedesarrolló de forma un poco urgente.Los canas nos escuchaban, así queestaban al tanto de todo. Sabían que yohabía entendido lo que estaba pasando,que me quería ir y tuvieron que acelerartoda su operación para agarrarnos. ConEdoardo y Soledad era más fácil,porque ellos estaban ahí y seguíanpegados, pero yo me quería ir lo antesposible.

7. CORRERÍAS

"Yo nací en una noche de violencia ysufrimiento extremo", escribiría, treintay siete años más tarde, SilvanoPelissero: aquel día, 16 de noviembrede 1961, la fábrica de dinamita Nobelde Avigliana saltó por los aires y lasvíctimas terminaron en el mismohospital donde él nacía. DespuésSilvano se iría convirtiendo en uncampesino del novecento: un piamontésfornido, bien plantado, de cara ancha yojos claros, el pelo partido al medio, lasmanos gruesas que fueron perdiendoalgunos dedos en enganches diversos.

Sus padres eran campesinos enBussoleno, un pueblo grande en el Vallede Susa, a mil metros de altura, 45kilómetros de Turín y 20 de la fronterafrancesa: tenían una granja con vacas,chanchos y gallinas y vendían susproductos en los mercados de lospueblos de la región. Su madre,Jeannette, era la hermana de unresistente francés de Grenoble. Supadre, Bruno, había participado, muyjoven, en la lucha contra los fascistas yconservaba, de aquellos tiempos, suscompañeros y sus escopetas. "Mi padreme enseñó que es preciso defenderse dela tiranía con las armas", diría mucho

después Silvano. "Yo frecuentaba a suscompañeros. Ellos me contabanepisodios de la guerra partisana, lastorturas, los sufrimientos, muchos deellos habían estado internados enMatthausen. Todos tenían sus armas ensus casas o en sus coches".

Silvano siempre pensó quetrabajaría en la granja de sus padres.Una noche de 1981, cuando volvió delservicio militar, el incendio de sugallinero se interpuso en sus planes:cuando los bomberos vinieron a apagarel fuego descubrieron una docena deviejos fusiles y pistolas y bombas demano, el arsenal de su padre resistente,

y un par de granadas que Silvano sehabía encontrado en el cuartel dondecumplía sus deberes patrióticos.

Padre e hijo fueron arrestados; dosdías después el padre tuvo un infarto enla pris ión. Silvano supuso que la mejormanera de asegurar su liberacióninmediata era hacerse cargo de todo yconfesó ante el juez. En cuanto el padrese recuperó desmintió a su hijo: lasarmas, declaró, eran sólo suyas. Pero laconfesión de Silvano ya tenía cursolegal. Cuando empezó el proceso, trasseis meses de prisión preventiva, elabogado de los Pelissero demostró queel "arsenal" era un amasijo de fierros

oxidados, inútil para todo servicio; elfiscal consiguió que los condenaran, aunasí, a dos años y seis meses de prisióncondicional. Los Pelissero salieron dela cárcel para encontrarse con que elpueblo los miraba de reojo: durante sucautiverio, los periódicos locales habíanlanzado todo tipo de historias sobreellos: que estaban ligados con la mafia,con los restos de las organizacionesarmadas de la izquierda, con losneofascistas; había para todos losgustos. Silvano quedó marcado: erafrecuente que la policía lo detuvierapara interrogarlo, muchos lo señalaban,la fama de violento lo seguía. Aquellas

llamas modelaron su vida.

Bruno Pelissero murió en 1983durante una operación de hernia en unhospital público; Silvano retomó lagranja familiar. Cuatro años más tardetambién murió su madre. La granja, bajoimpuestos e imposiciones cada vez máspesadas, le daba pérdidas; Silvano sebuscó un trabajo de obrero en unafábrica cercana. "Recuerdo como unapesadilla horrible, quizás peor que laprisión, las ocho horas de trabajo en lafábrica", escribirá años después."Contaba los minutos que faltaban parasalir. Lo mismo hacía en la escuela. Y a

la noche la paranoia de los retrasos y deno despertarme. Mi problema es que soyincompatible con cualquier orden socialpropuesto por estas democracias".

Hacia fines de los ochentas Silvanoprefirió alejarse de Bussoleno y susagentes de la ley —que no le dabantregua. En Turín encontró trabajo comoherrero y empezó a frecuentar El PasoOkupado y los grupos anarquistas; allítambién lo detuvieron varias veces, enmanifestaciones y pintadas. En 1989conoció a una mujer con la que se sintióligado por auras alquímicas y destinoscósmicos; durante un tiempo vivió ycreyó que moriría con Gloria.

En el verano de 1994 la Digos lodetuvo en Ivrea junto a su nuevo amigo ycompañero, Edoardo Massari, por"pegatina ilegal" de carteles en un parde vidrieras. "La amistad que me ligabacon Edo ustedes la conocen bien",escribirá Silvano años más tarde. "Eramucho más que una afinidad política.Era seguramente una hermandad cuyasbases indispensables eran la ayudarecíproca y la sinceridad. Nosconocimos en el 1994 y entre nosotrosapareció enseguida la afinidad. El vivíaen una casa agrícola y ya buscaba lavuelta a la naturaleza. Como yo".

Poco después Silvano consiguió el

pasaporte: hacía años que se lo negabanpor causa de sus causas. Hacía años,también, que tenía una idea fija: queríaconocer América Latina.

El mito latinoamericano siempreestuvo vivo entre los militanteseuropeos. Más fuerte en ciertas épocas,en otras diluido, tiene que ver con lashistorias de guerrillas y revoluciones enpaíses supuestamente abiertos a lahistoria: donde la consolidación de lospoderes no les parece, a ellos europeos,tan sólida como la que padecen. En elotoño de 1994 Silvano llegó a México;allí vivió casi dos años con muy pocodinero y expediciones más al sur, a

Guatemala, Nicaragua, Honduras. Alpartir se había despedido de Gloria, suamor eterno, para siempre. En Real deCatorce, en el desierto del nortemexicano, una vieja bruja experta encartas y hongos le aconsejó que de ahíen más viviera solo: que dejara debuscar su completud en una hembra.

En mayo de 1995 volvió a Italia porun par de meses y participó en laorganización de un acto contra elproyecto de Tren de Alta Velocidad queiba a atravesar su región, el Valle deSusa. En marzo de 1996 volvió del todo:se estableció en Bussoleno, donde teníaun taller de herrería, y pasaba algunos

días por semana en Turín, en las casasocupadas anarquistas, o algunas semanasen Villa Freundier, una casa ocupada deGinebra. Esa vida errante, decía, era losuyo, pero también tenía problemas.

"En cuanto volví tuve un primerproceso por una pegatina junto con otroscompañeros anarquistas de Ivrea. Elsegundo fue por una pintada en unapared, junto con otro compañero". Unanoche de mediados de agosto de 1996estaba en su casa de la via San Lorenzo,en Bussoleno, cuando oyó unos ruidos.Bajó despacio, sin hacer ruido, y llegó aver a dos tipos jóvenes que seescapaban con cierta parsimonia:

Silvano pensó que serían policías, noladrones. Unos días des pués se fue aGinebra, donde tenía pendiente untrabajo. Allí estaba el 23 de agosto,cuando alguien tiró un par de molotovscontra una máquina perforadora de laConsonda, la compañía que habíainiciado las exploraciones del terrenopara la construcción del TAV, cerca deBussoleno. Edoardo Massari, mientrastanto, estaba preso.

Silvano siguió yendo y viniendoentre Turín y Bussoleno, herrería y casasocupadas. Durante el '97 tuvo su cuarto,junto con Edoardo, en el Asilo; antes defin de año se fue, junto con él, a vivir a

la Casa Okupada del manicomio deCollegno.

"Vivíamos de arriba", escribirá mástarde. "Es decir, al margen del sistematrabajá-consumí-morite. Trabajandopoco, consumiendo nada, nocolaborando con las instituciones,haciendo tareas políticas contra estesistema en todos sus componentes,viviendo nuestros días con emocionesgrandes, de forma muy intensa. Se vivíamás allá de todo. Instantes maravillosose irrepetibles porque únicos, siempredistintos unos de otros. Se organizabanfiestas todas las semanas, donde serecogían fondos para mandarles a los

compañeros presos en las prisiones delEstado. Ejercitar la libertad total y fuerade toda regla de la así llamada vidacívica ya es, en sí mismo, un delito".

—El sábado te hago un regalo.—¿Por qué?—¿Qué, no lo querés?—Ah, sí, por el día de los

enamorados... Yo también.—Vamos a quemar un cajero

automático. ¿Sabés qué son los cajerosautomáticos?

Le preguntó Edoardo, y Soledad dijoque sí: está grabado. A partir de estemomento parte de esta historia pasa a

ser un relato policial: las grabacionesclandestinas que hizo la policía en elVolkswagen Polo de Edoardo, elregistro de sus idas y venidas por Turín.Las fuerzas del orden debían estar muyaburridas o muy desesperadas: habíandispuesto para esas persecucionesmedios que los muchachos seguramenteno se merecían. Micrófonos en loscoches, GPS —Global PositioningSystem, un seguidor satelital que permiteubicar un móvil en todo momento—,autos de seguimiento, micrófonossatelitales capaces de grabar susconversaciones dentro de una casa,vigías con videos frente a la puerta de la

Casa: un batallón, una fortuna de dinerospúblicos. A partir de ese momento, suhistoria se pone en escena con diálogosde ocasión:

—Tengo una botella de una cosaespecial que prendemos con un petarditoespecial... Se enciende y quema a másde 2000 grados y funde hasta el metalquizás...

—¿Y cómo se hace?—Y, vas y lo ponés.—¿Pero cómo se hace esta cosa

especial?—La encontré. No se encuentra

fácil, tuvimos mucho culo deencontrarla, una botella. Una botella de

plástico llena. Pero una botella llenapesa dos o tres kilos.

—Esa la queríamos hacer en elsupermercado.

—No, ésa se quema pero noestalla... Esta tenés que prenderla conuna mecha, cuando la prendés hace unallama de un metro y el calor que da tefunde hasta el hierro.

—¿Y no es conveniente dividirla yquemar tres o cuatro...?

Dijo Soledad, según los policías,ese jueves 12 de febrero, 17 horas.Todos estos diálogos —las grabacionesde estos diálogos— provienen de una delas partes, la menos creíble: la que tenía

que demostrar que no estaba trabajandoal pedo. Me pregunto —me lo hepreguntado muchas veces— si eslegítimo utilizar este material. Soledad,un mes después, le escribiría a Edoardolo horrible que le resultaba "saber queesos bastardos escucharon todasnuestras conversaciones". Eso la hacíasentir "contaminada, sucia", dijo, y nodijo violada pero habría podido. Dudé.Me dije, finalmente: lo voy a usar,porque parece una aproximacióninmejorable a Soledad y Edoardo enesos días finales, pero aclarando cuálesson sus fuentes y todos mis reparos.Edoardo le contestó que no:

—No, porque si la dividís te quedamuy poco, en cambio así hacés un buendaño. Cuando queramos damos unavuelta por Turín y buscamos un cajeroautomático que nos venga bien y laapoyamos... pero en una de esas labotella resbala.. quizás hay que meterlaadentro de un bolso o algo así...

—Y se prende enseguida y tenemosque escaparnos.

—También podemos hacer que seprenda un poco después.

—Tenemos que fijarnos bien que nohaya cámaras de video.

—Pero, dale. Te ponés unacapucha...

—Un pasamontañas.—No, porque el pasamontaña no

podemos, es una cosa rapidísima, tac, semete el petardito, se pone esta cosa enuna bolsa, después el petardo se meteadentro por arriba, capaz que yaprendido con una mecha o algo que durepoco... esta cosa es polvo de óxidoférrico, el óxido del hierro mezcladocon polvo de aluminio...

—¿O sea que eso se puede hacer encasa...?

—Se puede, pero no sé lasproporciones justas y además adentrohay que meter otra cosa que yo no sébien que es...

—No sé si se puede llegar con elcoche, porque a veces hay cámarasdonde menos te lo esperás, en una deesas hay un cajero y después a veintemetros una peletería...

—Pero si miramos bien...—Casi todas las peleterías tienen

cámaras.—Sí, pero no estacionamos delante

del cajero, como mínimo enfrente.Tenemos que estar atentos que no hayanadie que nos vea ponerla... porque sihay alguno que nos ve ponerla...

—Hay que ir vestidos de negro ode...

—De oscuro.

—De oscuro.Dijo Soledad, pero no era tan fácil:

los problemas operativos surgían en losrincones más insospechados. Edoardono tenía pantalones oscuros.

—Pero yo solamente tengo estospantalones, porque los marrones lospuse a lavar.

—Tenemos que llamar a la Alcovapara ir a buscar la ropa lavada.

—Sí, hay que llamarlos parahacerles acordar de la ropa. Capaz quese acuerdan pero... No, llamarlos ydecirles si quieren venir a cenar, sivienen a cenar vengan a eso de lasnueve, nosotros cocinamos, acuérdense

de la ropa, bueno, chau... ¿Querés quevayamos a...? ¿Qué era lo quenecesitábamos? Podemos ir a ver esacosa para hacer la marihuana ahí abajo...

Febrero en Turín es invierno muyinvierno; noche y niebla. Edoardo ySoledad se pasaban días y días sinmayores marcas, unas horas de yirarbuscando algo, otro rato en la casa, eltiempo para el yoga y los arreglos, algúnsalto a la cama, a veces una fiesta o cenaen las casas ocupadas. Una vida sinreglas ni obligaciones pero tampocograndes logros: una vida de ordinariamarginalidad.

—¿Pero vos robás siempre, Sole?—Yo no quiero darles plata a estos

hijos de puta, aunque tuviera no se ladaría.

Las escenas de la vida en el autoespiado se suceden y no se diferenciandemasiado. Los espiados se repartíanentre el entusiasmo por alguna acciónmás o menos política, más o menosestrafalaria, que solía quedarse en elproyecto, y las discusiones sobrevariados temas y la necesidad de algúnpequeño afano que a veces llegaba arealizarse. Como cuando Edoardo ySilvano planeaban robarse documentosde identidad en Ivrea, aunque "por un

documento en blanco no te pagan mucho,hay que encontrar quién te la compre yen una de ésas te dan 200.000 liras cadauno o ni siquiera". O cuando Edoardoestaba robando nafta de un cocheestacionado y se cortó con su propianavaja, "porque no la abrí bien, no labloqueé, se volvió a cerrar y me cortó,bruto tajo, ahora quema, me corté hastael hueso". Soledad le dijo que se pusieraazúcar que es cicatrizante o pegamentopara cerrar la herida o que levantase lamano así le salía menos sangre.

—La sangre no duele, igual, y si lolevantás así la sangre sale menos...

O cuando discutían largamente si les

convenía robarse un par de sauces o denogales para plantar en el jardín deCollegno:

—Porque el sauce crece muy rápido,pero necesita agua todos los días. Poreso quiero poner una canilla afuera.

Dijo Soledad.—El sauce llorón es débil, yo tenía

dos y se murieron los dos.Se opuso Silvano.—Claro, claro que es débil, en mi

casa hay...—En cambio los nogales no se

mueren nunca.—Pero los sauces crecen más

rápido, en un par de años los tenés. Si

todavía estamos ahí...Y otras veces eran sólo palabras de

amor, confusas y tiernas, como las delmiércoles 18 entre Edoardo y Soledad:

—¿Cómo me queda esta boina?¿Está bien? Porque quiero ir a ver a miamor, es...

—¿Amores?—Sí, porque tengo muchos, se

llaman Edoardos Balenos Massaris.—Menos mal, menos mal.—Me acuerdo que cuando Andrea

estaba en el hospital de Ivrea penséquién carajo es este Massari libre.Estaba por todos lados, 'Massari libre,Massari libre'.

—Dale...—'¿Cómo que no sabés quién es

Massari? No, no sé quién es Massari. EsBaleno. Ah, Baleno'.

—Dale. ¿No lo sabías?—No sabía que tu apellido era

Massari, que eras tan famoso, tanconocido.

—¿Y qué decías de este Massari?¿Vos qué decías

—Massari libre.—No, pero vos ¿qué pensabas?—Pero ¿quién es este Massari? Yo

siempre decía Marzio libre, Salvo libre,Markus libre, ¿este Massari quién será?Uno más de estos. Y mirá lo que resultó.

Amor precisa juegos: cada amor seinventa el estilo de los suyos. "A vecesEdo se paraba y dejaba pasar el auto dela policía y después lo seguía", diráSilvano. "Sole los insultaba, jugaban,era como si todo fuese un juego paraellos, esos días de febrero".

El día de la boina Silvano, mástarde, subió al auto. Soledad y Edoardose iban a la montaña al día siguiente, avisitar a la familia, y Soledad dijo quequería salir temprano para que pudieransubir a esquiar. Entonces Silvanoempezó a hablar de su odio por lasestaciones de esquí. O, al menos, eso

dicen las transcripciones policiales:—Yo siempre pensé en poner autos

bomba en las estaciones de esquí.—Claro. Voy a esquiar y antes de

irme pongo una bomba.Le dijo Soledad.—Carajo, yo les tengo un odio a las

estaciones de esquí, un odio... Carajo,pondría una ametralladora en la montañacon cinco, seis cajas de cartuchos ydespués, el domingo al mediodía,cuando hay colas, todos amontonados,porque el sol está caliente, empiezo aametrallarlos, pam, pam, pam... Carajo,con una MG, mi sueño es una MG, meharía como cuarenta, cincuenta muertos.

Entonces Silvano empezó a hablarde un sabotaje hecho ocho años atrás enuna estación de esquí con dos topadorasde 500 caballos. Y prometió:

—Yo tengo todos los contactos parasabotear estas centrales, las visité variasveces...

—¿Las de tu región?—Sí, de mi región.—¿Del Valle de Aosta?Le preguntó Soledad. Parece un

detalle menor pero, a la luz de lo quepasaría poco después, no lo era:Soledad no sabía siquiera que la regiónde Silvano era el Valle de Susa. O, porlo menos, eso asegura la transcripción

del acta oficial de acusación.—No.Le contestó Edoardo, y Soledad se

acordó:—Ah, Valle de Susa.—Sí, y también sería justo ir a hacer

algo ahí en el Valle de Aosta.—Sólo que en el Valle de Aosta

estoy fuera de base.—Pero...—Estoy fuera de base, en cambio en

mi valle yo tengo las bases, loscontactos...

Dijo Silvano. Pero todo —casi todo,en esos diálogos robados por losagentes de la ley— parecían sueños o

proyectos o proclamas de intencioneslejanas.

—Yo digo uno de esos circos quetienen animales, acá, en Turín. Capazque hacer una pintada... Pero vos tenés...ayer me hablabas de hacer algo en elMcDonald's.

—¿En el McDonald's?—Sí. Yo no puedo inventar nada, no

sé preparar...Dijo Soledad, modesta de repente.

Algunas ideas persistían, aunque fuerancambiando de características. Hastavolverse casi tiernas. Edoardo seinspiró:

—Sería lindo hacer una especie debomba que cuando explote sólodesparrame colores, una pintura roja,por todas partes...

—¿Y eso lo sabés hacer?—Sí, que no le haga mal a nadie.La frase, después, sería usada por la

acusación: "sería lindo hacer unaespecie de bomba", citaron los fiscalescon el engaño del recorte. Y la frase, enrealidad, era un chico jugando: "unaespecie de bomba que cuando explotesólo desparrame colores, una pinturaroja... que no le haga mal a nadie".

—Pará, veamos dónde comemos. Enel Asilo no; vayamos mejor a la Alcova.

¿Y cómo se hace eso que decías?—Y, habría que probar, porque no

sé... Nunca lo hice, se puede probar,habría que hacer... Agarrar un recipientede plástico fino, una botella de plástico.

—Muy finitas, están esas que nocuestan un carajo que las hacen finitasfinitas...

—Y después meterle adentro lapintura y agarrar unos petardos, yo tengounos petardos, se ponen adentro de algopara que la pintura no los arruine...después se ponen junto a la botella conun tubo de cartón y le pasás la mechapor adentro... lo único que hay queconseguir es una mecha... y la mecha no

sé, un tanto así, dos o tres minutos demecha, después vas al McDonald's...

Le iba explicando Edoardo, ySoledad se entusiasmaba:

—Qué grande, con toda la genteadentro...

—Pero tendrías que dejarla sobreuna mesa y deberías...

—Sí, cuando me voy la dejo.—Pero sobre la mesa...—Están las cámaras de video.—Sí, hay que ir primero a mirar.—¿Sabés dónde la dejo? Donde

están los tachos de basura, ahí arriba ychau. La dejo rápido, en un minuto...

Dijo Soledad, ya viéndose, ya

saliendo, completando su acción. PeroEdoardo tenía algo que discutir:

—Sí, sí, porque al McDonald'spodés entrar también sin comprar nada,estás ahí, te sentás un minuto. Sólo queentonces es una cosa... violenta...

—No es violento eso.—¿No es violencia? Pero...—No es violencia.—Pero...—Es pintura nomás... Puede hacer

daño, sabés, porque... qué historiasacarse toda esa pintura.

—Sí, si le cae a la gente, si le cae enlos ojos a los chicos... hay que ver...

—Me fijo bien un horario en que no

haya chicos. En un horario en que vayantodos estos conchetos de mierda.

—A la noche antes de que cierren,hay que ver a qué hora cierran y hacerloa esa hora... hay que fijarse a qué horacierran...

—¿Cómo estás?—Bien. ¿Y vos?—Agarrada.—¿Agarrada?—Agarrada.—Agarra...Se reía. Soledad se reía:—A vos, amor, a vos.—Madonna... Noche y día, siempre

juntos, eh...—¡Qué lindo!—¿Estás contenta?—Si estoy bien sí, cuando venís a

romper las bolas, bue, me quedaría sola,pero... estoy tan contenta, contentísima,sí.

—¡Pero no es mi culpa, me cago enDios!

—Ni tuya ni mía. Lo que digo es queyo no sé nada, estuve hasta las dos ymedia... la una y media sentada sin saberqué carajo van a decidir... ¿Entoncesqué hago? Si yo no sé un carajo.

—Yo tampoco sé nada, Sole, yo sé

lo mismo que vos, me cago en Dios.Disculpame... tardan dos meses parahacer una cosa... y después sí, no, sí,voy al Asilo, no voy al Asilo. Otra gentellamó, dice que no viene. Yo...

Estaban, dicen los espías, en el Polode él, yirando como tantas veces. Era elviernes 21 de febrero de 1998, las dosde la mañana, consta en actas; Edoardoy Soledad llevaban la bomba de pinturaque habían inventado y estabanbuscando la manera de probarla, perovenían de mal humor: parece que teníanotro plan y se habían pasado horasesperando a unos compañeros que nuncaterminaron de llegar.

—...lo que yo quería decirte es queno sé qué estaba haciendo, esperando, aver qué deciden ustedes. Yo estoy en elmedio, es cierto, no tengo una mierdaque ver... No hago más nada, y voshacés tus cosas tranquilo, carajo.

Se quejó Soledad.—No, no es eso.La atajo Edoardo, o lo intentó. La

discusión siguió hasta que él le propusoque eligieran un blanco para su bombade colores:

—¿Adónde?—Al centro. ¿Te tengo que decir el

lugar preciso?—No.

—No sé, en el centro, no sabía ni yo,en algún lugar municipal, yo qué carajosé. A probar y poner esta cosa para vercómo sale. Ahora la probamos nosotrosen algún lugar que nos parece y alcarajo.

—¿Qué lugar?—Donde nos parezca. Si vemos un

lugar que nos parece la ponemos yvemos cómo funciona. Esta vuelta essólo para ver si funciona, despuésentonces se la puede usar para otrashistorias.

Suponen los espías que el cochesiguió andando; ellos, mientras tanto,escuchaban. Y dicen que escucharon que

Edoardo insistía:—Estoy buscando un lugar para

ponerla. Demos una vuelta. Capaz queen la esquina, así, así podemos verla. Laponemos en la esquina y vemos cómocarajo sale.

—¿Qué es eso de ahí? Esasoficinas...

—Es el Palacio de Justicia nuevo, esun edificio donde quieren poner todoslos tribunales desparramados por Turín.

—Ah..—Me cago en Dios... Poné el freno

de mano.—¿Qué?—Poné el freno de mano. ¿No

tenemos ni siquiera un encendedor?—No, me lo... Sí, lo tengo yo.—¿Lo tenés?—Sí.—Dámelo.Aquí la grabación pasa al silencio.

El tiempo de pensar lo descuidado detodo esto, caserito, una auténticachapuza: pasaban por ahí, decidierontirar la molotov de pintura en esaesquina. Después se oía una explosión yde nuevo sus voces; él primero:

—¡Me cago en Dios! ¡Qué fuerte!¡Qué quilombo que hace!

—...acá en la zona se van a asustartodos.

—Y tiene su efecto.—Fue muy rápido.—Treinta segundos. Sí, sí, mirá

cómo ensucia todo el suelo...—El coche, el coche también.—Mirá el suelo. Madonna...—Mirá el coche.Soledad y Edoardo se reían. Debían

estar mirando el resultado, su obra.—¡Qué quilombo que hace, genial!

Pegó la pintura contra la pared... elpetardo la tiró contra la pared. Eran tresen uno, tres petardos en uno...Buenísimo. Hay que probar con coloresmejores en los lugares más estratégicosde Turín.

—Sí, ese color era un poco blando,no se veía tanto.

Dijo Soledad, y así termina latranscripción que presentó la acusaciónen el juicio. Pero en la transcripcióncompleta se verá que la conversaciónseguía —y que no es inocente que elfiscal no haya incluido la continuación.No es difícil hacer que las palabras deotros digan lo que uno quiere que digan,o que callen lo que uno prefiere quecallen. Como ciertos gestos de cuidado,de atención a los demás:

—¿Sabés dónde habría que ponerla?Hay que ponerla más abajo, no en elaire, en el suelo, así la explosión... al

máximo le da a la gente en las piernas,no en la cara.

Dijo Edoardo.—¿Cómo, cómo?—Ponerla baja, en el suelo, al

lado... Abajo, sabés.—Para que no le haga mal a nadie.Seguía la grabación. Después

Soledad insistía con su tema recurrente:que por qué no la ponían en unapeletería, que así podían arruinarlesunas cuantas pieles a esos turros. Y ahísí se terminaba la intromisión de losespías. Que de inmediato se presentaronen el lugar, aquella noche, y constataron"que sobre la esquina del edficio sito en

via Cavallí esquina via Casalis erapresente una vasta mácula de sustancialíquida de color rojo cuyas gotas ysalpicaduras habían alcanzado tanto lapared como la superficie callejeraadyacente como un móvil que seencontraba estacionado en lasadyacencias inmediatas", o sea: unamancha de pintura. El coche se alejaba ylas actas policiales hablaron de un"mecanismo explosivo" y de una "acciónimportante": no debían ser muyexigentes. Después las actas policialesdijeron que los agresores, controladospor el GPS, se fueron a la Casa deCollegno; en las actas consta que la

autoridad no fue a buscarlos porque "enese momento no estaba disponible uncontingente de personal adecuado" —¿oporque estaban esperando descubrirlosen algo que realmente valiera la pena?La excusa de la falta de personal esdebilucha: ¿de verdad las fuerzas de laley se engañaban entre ellas o solamentesimulaban engañarse?

—Qué bien hablás el inglés, Sole,como el italiano, qué bien.

—Sí, eso lo podemos usar parahacer algo... Yo me puedo hacer pasarpor... cualquier cosa, puedo entrar encualquier ambiente. ¿No te digo que me

mandaron a una escuela privada, sólo demujeres, religiosa...?

—Para aprender inglés.—Sí, mi padre me decía "pero yo

vendo todo para que vos vayas a estaescuela". Yo le lloraba, decía "peropapá, no me mandes a esta escuela"...

Cuatro noches después Edoardo,Soledad y Silvano seguían discutiendosobre su bomba de colores. Aquella vezhablaban de pedir sangre de vaca en unacarnicería para conseguir un efecto másrealista en un McDonald's:

—Hay un McDonald's acá cerca, atres minutos de acá.

Dijo Edoardo.

—Sí, lo vi, pero también podemosbuscar uno que está cerca de laUniversidad.

Dijo Soledad.—Vamos a verlo, pero vamos de

noche.—¿Por qué?—Cuando está cerrado.—Yo quiero cuando... cuando hay

gente adentro. Cuando están todos esosconchetos de mierda, hacerles unabuena... Hasta pensé lo que podemosescribir.

Dijo Soledad, pero Silvano noestaba de acuerdo:

—Eso no es nada. Mi idea es que

hay que... que la única forma decombatirlos es meterles terror, conbombas verdaderas.

—¿Pero sabés el terror que les dacuando están todos bañados de sangre?

—Todos bañados de sangre y dicen"carajo, acá estalló de verdad algo".Escuchan una explosión fuerte...

Dijo Edoardo y Soledad seentusiasmó:

—Hace bum, una bomba, unaexplosión, después se ven todosbañados de sangre...

Y Silvano ahora sí estaba deacuerdo:

—Dicen carajo, éstos sí que...

—...pueden hacer algo más y no lohacen.

Completó Edoardo.

Otras veces el micrófono escondidoen el coche se pone más groserotodavía, más obsceno: se dedica aregistrar conversaciones tan íntimas, ademostrar que los problemas íntimos nosuelen ser sofisticados, que por algo soníntimos: contarlos es, cada vez meparece más claro, guarangada. La nochedel 25 de febrero, ya casi madrugada, ladiscusión empezó porque Soledad sesentía mal; Edoardo insistía en quehabía comido algo que no debía en el

momento equivocado. Parecía banal,pero fue derivando:

—Pero hasta vos sabés queenseguida después de hacer yoga notenés que comer, me cago en Dios, te lotengo que decir yo...Pero bueno, hacé loque carajo quieras, a mí qué mecalienta...

—Mirá, mirá, dejame que yo haga loque tengo que hacer... si te rompí laspelotas andá a cagar. ¿Por qué te rompílas pelotas?

—Me rompe las pelotas cómoustedes se portan conmigo...

—¿Pero cómo? ¿Yo qué te hago?—Me están gastando.

—¿Yo te gasto...?—Váyanse todos a cagar.—¿Pero yo te gasto?—Todos juntos tratan de gastarme.

Váyanse a cagar, yo trato de hacer cosaspara ustedes...

—Pero mirá, sos un boludo.—Con todo lo que tengo que hacer,

me cago en Dios, perder el tiempo conesta gente...

—Yo hice yoga, vine a hacer yogacon vos, así que... callate conmigo, nome digas... si yo te rompí las pelotasandá a cagar. Pensá antes de hablar.Carajo, no puedo ir tan rápido comovos, a los pedos no puedo, yo, eh.

—A los pedos quiere decir comerenseguida después de hacer yoga, eso esir rápido. Ir a los pedos no es lo quehago yo, es lo que hacen ustedes, mecago en Dios.

—Yo respeto...—Eso es ir a los pedos.—Yo respeto tus tiempos, vos

respetá los míos, también. Yo te...—Todo el tiemp o vamos vamos

vamos vamos, ya está, basta.—Escuchame un poco. Yo te respeto

a vos. ¿Vos por qué no me respetás amí?

—Yo no hablo más, carajo, y hagotodo lo que quiero, y si los demás me

siguen bien, si no voy solo. Eso, solo.—Carajo, yo a vos te sigo, voy con

vos, no detrás, voy junto con vos, y vosme tratás mal a mí. ¿Por qué me tratásmal?

—¿Yo te traté mal? Me estoyhinchando las pelotas ahora por ciertascosas, bueno. Vos sabés por qué.

—Carajo, por qué...—Me rompen las pelotas todos

ustedes, y me quieren gastar, dejenmetranquilo.

—¿Pero en serio creés que tequeremos gastar? ¿Yo te gasto, a vos?

—No sé.—Pensá bien antes de hablar,

porque me estás ofendiendo vos a mí,ahora, eh. Porque yo a vos no te gasto, tetomo muy en serio, me parece quedemasiado en serio, yendo detrás tuyomuy en serio, y en cambio vos pensásque te estoy gastando, pero vos no vesun carajo. Yo escucho todo lo que decís,te respeto, te sigo, te tomo comoejemplo, y venís a decirme que yo tegasto. Pero...

La discusión siguió y siguió. Si hastadan ganas de solidarizarse con esospobres policías que se dedican aescuchar tanta banalidad: no hay quienles pague el tedio de esas horas. Si hastadan ganas de no reconocer que la vida

es a menudo así, tontita, tan menor,aunque la literatura necesite presentarlade otro modo.

—Lo que te digo es que yo no tengoproblema en adaptarme a vos, lo hagoporque lo quiero hacer, pero por quévos no podés adaptarte...

—A mí no me parece bien que teadaptes, no tenés que...

—Sí, está bien adaptarse, porqueestamos juntos, por eso, eso quiere deciradaptarse.

Decía Soledad, conciliadora, peroesa noche Edoardo no quería conciliarnada:

—No, yo no quiero que nadie se

adapte a nadie. No quiero que vos teadaptes a mí. Si hacemos cosas juntos esporque nos viene bien hacerlas juntos yno porque nos adaptemos, ¿eh?

—Sí, uno se adapta, uno se adapta.—Vos te adaptás, yo no. Te estás

equivocando.—Está bien, está bien, no me adapto

más.—Te estás equivocando.—No me adapto más a nada, sí, me

debo estar equivocando.—Si te adaptás te estás

equivocando.—Sí, me estoy equivocando, tenés

razón.

—Porque mirá, te adaptás y despuéste sentís mal...

—Tenés mucha razón.—Te sentís realmente mal.—No, no entendiste. Porque si yo

veo que vos hacés cosas mejor que yo,ciertas cosas, yo quiero... eso quieredecir adaptarse, dejar las malascostumbres que uno tenía antes de hacerlas cosas mejor, eso quiere deciradaptarse. ¿Eso es equivocarse? No sé,eh. Pero cuando hablo yo, te lo juro, vosni me escuchás cuando te hablo...

La pelea fue amarga y Soledadquedó tocada. Esa misma noche, enCollegno, se escribió una carta a sí

misma en su cuaderno. Allí decidió queella era la culpable:

"Por qué tengo que aceptar sumanera de jugar, no tengo ningún motivopara hacerlo, tengo que meterme en lacabeza que mi palabra vale tanto comola suya. Ojalá cada día tenga máscarácter para hacer valer mi palabra, sino la hago valer ante él menos valdráante esta sociedad cruel que quisieratanto destruir. No es culpa suya de queno me escuche cuando hablo. Lo quesucede es que mi voz no es losuficientemente fuerte para que laescuche un sordo.

"¿Acaso tengo miedo de que si no

hago como él dice, no me quiera? Yovalgo y si él no sabe mirarlo pues que seponga anteojos. Al final yo puedo serbeneficiada porque tengo la capacidadde escuchar y ver todo, y poder elegir loque más me gusta.

"No quiero elegir el camino de lasoledad, quiero hacer todo lo que tengoen mente y esto incluye sentarme en unamesa con amigos a comer y compartiruna conversación; tener tiempo para mí,tener tiempo de leer un artículo, deescribir tres renglones sin que lapersona que elegí como compañero mevigile. De qué libertad hablo si no soycapaz de hacer respetar mi propia

libertad."Lo quiero mucho, pero más me

tengo que querer a mí misma".Terminó proponiéndose, y al final

aclaró: "Miércoles 25 de febrero, éstaes la conclusión después de que tuve unadiscusión con él, ésta es mi sensación,mi sabor amargo".

Era una noche extraña: al díasiguiente le tocaba ir de boda.

"Creo que lo que le pasó allá fue queella sintió que había empezado a tomarel control de su vida, que habíaempezado a manejar su vida como ellaquería, lejos de nosotros o lo que fuera,

con ese grupo de gente que la valoraba",dirá Gabriela Rosas, su hermana. "Lavaloraban porque era activa, era linda,era distinta, era latinoamericana; alláera valorada, cuidada y protegida. Erauna de las más chicas del grupo. Ese díase había comprometido a muerte contodo lo que ellos hacían. Había decididocasarse para quedarse, habíademostrado de alguna manera valor ycompromiso. Ella se sentía valorada yquerida por toda esa gente, como no sehabía sentido nunca acá, ni por susamigos ni por su familia quizás. Ellahabía encontrado todo eso allá y loperdió cuando fueron a la cárcel, cuando

Edoardo se mató".

La invitación era un cartón chiquitodoblado en dos que tenía en la portadalas fotos de los cuatro; más adentrodecía "Gentil Señor, Gentil Señora:obligados por este mundo erizado deleyes a formalizar legalmente nuestroamor no nos espantamos ni renunciamosa una ocasión para festejar". Lainvitación era confusa: supuestamente nose trataba de legalizar ningún amor.

Las parejas también eran confusas:una estaba formada por un brasileño,Maurizio, y una italiana, Chiara; la otrapor un italiano, Luca, y una argentina,

Soledad; las dos eran falsas. Sólo lasunía la necesidad de los dossudamericanos de conseguir los papelesde residencia. Las dos se estabancasando, jueves 26 de febrero,mediodía, en el Registro Civil delParque de la Tesorería de Turín.

"Era mejor que no se casara con suverdadero novio para no mezclar elinterés matrimonial con el amor", dirá sunovio de ese día, Luca. Los padres deEdoardo, en cambio, todavía piensanque su hijo no pudo casarse con Soledadpor un problema legal, porque habíafijado residencia en una cárcel de Turín"para que nosotros no tuviéramos

problemas", y que eso le impedía hacerlos trámites correspondientes.

"Así que preparamos todas las cosaspara hacer esta fiesta. Y hasta vino mimadre", dirá Luca. "Ella me dijo 'yo séque es todo un juego, pero por una vezque mi hijo se va a casar, yo quieroestar'". Y estuvo y se rió y algunos dicenque soltó una lagrimita. "Nos divertimoscomo locos", dirá Ita, compañera deLuca desde hace muchos años. "Luca yyo fuimos juntos a elegir los anillosnupciales para él y la otra, fue una risa".

Fue toda una fiesta y alguien lafilmó: quedarán, de aquel día, treintaminutos de video. En el video se verá

que la novia Soledad llevaba un traje dehombre oscuro que le quedaba un pocogrande, una camisa celeste, una enormecorbata azul rabioso, los labios muypintados, su flor en el ojal y casi ningúnpelo en la cabeza, salvo la cola que lesalía de la nuca hasta el cuello: se veráque la novia estaba rigurosamentevestida de varón. Se verá que su maridose había puesto un sobretodo marrón, unchaleco amarillo, su corbata morada, elpelo engominado, una botella de vodkaen la lánguida mano. A sus lados, lanovia de él era testigo de ella y el noviode ella era de él: Ita iba de negro -punk,Edoardo de campera verde, pantalones

de corderoy marrón, borceguíes, y senotaba que la situación no le gustaba.Los demás —se verá en el video—estaban firmemente decididos a épatertodo burgués que se cruzara.

Se verá que la concurrenciaintercambiaba botellas, chistes, miradas,carcajadas. Se verá, en las sacudidas dela imagen, que el cameraman también sereía a mano suelta. Que el consejeromunicipal era un señor muy serio deanteojos con la banda italiana cruzada alpecho que les dio sin esperanzas susconsejos, porque sí, porque era sutrabajo, y que después pidió a losnovios que se acercaran y le preguntó a

Soledad si quería tener a Luca pormarido, que ella dijo que sí, que los dosse entrelazaron los anillos; que EdoardoMassari miró insistente el suelo,incómodo, al borde del cabreo. Y quedespués el consejero llamó a la noviapara firmar el acta de matrimonio y queella fue, muy seria:

—Por favor, señora.—Señorita.Dijo Soledad en el video y cuarenta

anarquistas largaron las brutascarcajadas. "No, no era una concesión alEstado", dirá Luca, el novio. "Alcontrario, era una manera de joderlo,porque entonces no podían expulsar a

Sole. Y además les rompíamos laspelotas a los canas, ya no podíanamenazarla más".

Después, a la salida, el videomostrará la algarabía: Silvano tirabaarroz, los novios cambiaban de pareja ylos policías de la secreta filmabanencantados desde un balcón de esemismo edificio. Era la mejor forma dehacerse un buen archivo. "Para burlarsehay que tener con qué", dirá Silvano,años más tarde. "Algún respaldo, porquecuando los jodés ellos contraatacan. Eraun juego divertido pero trajo venganzas.

Sole y Edo podrían haberse ido aBrosso, al pueblo de Edoardo, se

perdían unos meses, se casabantranquilos, hacían una vida normalitapor un tiempo. Pero eso no cuadraba conesta idea de espectacularizar todo queprimaba en el movimiento —y entoncesllamaron la atención y provocaron, peropara provocar hay que tener la fuerzasuficiente para bancarse el contrgolpe.Y nosotros, ya vimos, no la teníamos".

Del Registro Civil las dos nuevasparejas y sus viejas parejas y todos susamigos fueron al mercado de PortaPalazzo, el gran mercado al aire libre deTurín, que a esa hora ya había cerrado:el descampado estaba lleno de basura,cajones y más cajones tirados en el piso,

tomates, lechugas, naranjas: todo mediopodrido y en medio de todo, los noviosy sus fotos nupciales. Después laconcurrencia fue a seguir la fiesta en elBarocchio, donde mimaron una bodareligiosa: Soledad y Edoardo noquisieron ir; ya habían tenido suficiente.

"Lo del casamiento de Sole fueterrible", dirá Cecilia Pazo, su prima."El día que lo contó por teléfonoestábamos con Gaby y nos cagábamosde risa. Le dijimos '¿Cómo que tecasaste?' y ella nos dijo 'sí, pero no mecasé con el tipo que me gusta. Me casécon otro'. No podíamos parar dereírnos". Era, es cierto, un buen chiste.

A Marta Rey de Rosas, su madre, no lehizo tanta gracia:

—Fijate la ingenuidad nuestra,Soledad me manda a pedir una partidade nacimiento legalizada por elconsulado italiano. Yo, como una idiota,salí, hice todo el trámite, tuve que ir alcolegio de escribanos y tuve que pagarpara mandarla por correo diplomático.Ella me había dicho que necesitaba esopara un contrato de trabajo por no sécuánto tiempo. Después nos venimos aenterar que fue para casarse.

—¿No les contó que se casaba?—No, para nada. Nos contó después

de que se había casado.

—¿Los llamó por teléfono paracontarles?

—Sí. No me lo dijo a mí, se lo dijoa Gabriela.

—Y Gabriela te lo contó a vos.—Claro, la otra gritaba y decía

tantas barbaridades que tuvimos quepreguntarle qué pasaba. Nos dijo 'Solese casó'. '¿Cómo que se casó?' 'Sí, conun amigo de un amigo, para tener laresidencia en Italia'. Lo que no teperdonás es cómo no te das cuenta,cómo te envuelven en esas cosas y nosospechás. ¿Qué nos hubiera costadoaveriguar por el consulado si eraposible que a alguien le dieran un

contrato de trabajo por dos años? Meparece que se casó el 14 de febrero.Tengo los papeles. Si no fue ese día, fuepor ahí.

—¿Por qué no sospecharon?—Porque le creí. Nada nos hacía

sospechar que Soledad estabamintiendo. Además, nunca en la vida nosmacaneó. ¿Por qué no le iba a creer?

"Mi vieja, que es lo cristiano, seempezó a desesperar", dirá GabrielaRosas. "Y mi viejo no: 'No, no, estábien, si tiene que hacerlo... mucha gentehace eso', empezó a justificar. Ahí papáempezó a cambiar un poco la actitud, eracomo que tenía que empezar a

defenderla. Sus amigos empezaron apreguntarle: '¿Y Sole por qué no viene,qué hace, dónde vive, con quién?'Entonces él tenía que empezar ainventarse su propia historia paracontarle a sus amigos, a la familia. Ahíempezó a justificarla y 'no puede ser,estos italianos de mierda son todos unosfachistas. Si se tuvo que casar, y bueno,que se case'. Entonces empezó a hablardel casamiento pro forma. Fue tangracioso".

El humor policial siempre esinvoluntario: sus informes meticulososinforman, entre otras cosas, que se ve

que sus tres perseguidos, "por cómo seexpresan, tienen la obsesión de que lossiguen y los escuchan" —decían los quelos seguían y escuchaban. Silvano, dehecho, insistía a menudo en su certeza deque tenía un micrófono en el coche. Y,sin embargo, nunca tomaron la decisiónmás simple que tomaría, en esascircunstancias, cualquier grupomedianamente organizado: dejar eseauto para conseguir otro.

La noche de la boda Soledad yEdoardo no tuvieron una noche debodas. O eso imagina la policía: susescuchas los sitúan a eso de las 11 en elVolkswagen Polo junto con Silvano, en

plena cháchara. Edoardo se quejaba desu inactividad:

—Ideas hay. Pero estamosdemasiado controlados, losseguimientos, los micrófonos, nopodemos hacer nada.

—Carajo.Aportó Soledad y Silvano redobló:—Y encima estamos distraídos por

todas estas otras actividades, te distraenal 99 por ciento. Al final las accionesque conseguís hacer son sólo como unhobby, cositas en el tiempo libre. Enrealidad el tiempo principal se pasa o encurritos o en estas iniciativas, que deésas sí hay una detrás de la otra, mirá el

matrimonio.—Porque si decidís hacer algo

groso lo tenés que preparar...—Claro, no son cosas que se puedan

hacer de un día para el otro, eh, mañanaa la ma ñana hagamos un...

—No, ya sé. La pensás, la estudiás.Pero si querés hacer una buena acciónen grupo la hacés, ¿por qué no la podéshacer?

Dijo Soledad y Edoardo se pusoserio:

—Sí, pero entonces hacés eso yninguna otra cosa...

—Para hacer una acción de grupotenés que tener un grupo organizado, y

para organizar un grupo se necesita unaño de aislamiento, organizar un grupode diez personas...

Dijo Silvano: en la conversaciónestaba claro que no era su caso. Despuéshablaron —dice la policía— de lacantidad de asaltos, 2.400 en Italia elaño anterior, el país más asaltante deEuropa, y Silvano les explicó quecuando agarraban a un ladrón con armassin haber disparado le daban entre dos ytres años. Soledad quiso saber más:

—Pero yo hago una pregunta, ¿no?En el movimiento yo no sé quién hace yquién no hace asaltos, pero los que loshacen, los que se sabe, están todos en

cana o hay otros que lo hacen y no sesabe y están afuera, pero pienso que lagente del movimiento, que yo conozco,no hacen asaltos.

Silvano estaba de acuerdo:—Yo también pienso lo mismo, sí.

¿Y entonces?—Entonces quiero decir que los

tipos del movimiento, los nuestros quehacen asaltos terminan todos en cana.

—Y sí, los encierran bienencerrados.

—Por eso me pregunto dónde estántodos esos que hacen asaltos y que estánafuera.

Insistía Soledad, e intervino

Edoardo:—No, esos hacen la suya, no se van

a hacer ver en las casas ocupadas, ¿no?Silvano aseguró que no:—Seguro, los que yo conozco ni en

pedo irían a un centro social y noquieren tener nada que ver con eso...

Después Soledad y Edoardocomentaron que en unos días teníanganas de irse al sur de España para eljuicio de los anarquistas arrestados porel asalto del banco de Córdoba:visiblemente no tenían planes demasiadoclaros. También pensaban irse a laArgentina, unos meses después. Soledadquería que su hombre conociera su país

y sus amigos y estaban imaginando unlargo viaje: atravesarían por tierramedio África y se tomarían un barcohasta Brasil. No parece el clásicoproyecto de una célula de militantesterroristas. De pronto Edoardo tuvo unmal presentimiento:

—No sé, vos y yo estamos juntos,pasa algo, algún hecho y a mí me metenen cana, me condenan, me dan cinco oseis años, digamos siete años...

—Uh...—Vos te encontrás sola, ¿entendés?

¿Y qué hacés?—Hago todo lo posible para sacarte

de la cana.

Le dijo Soledad.—Tá bien, pero ponele que después

de hacer todo lo posible no conseguíshacer nada y...

La discusión siguió. Soledad ledecía que entonces tendrían que cambiarel régimen penitenciario para que ellapudiera visitarlo porque no iba a estarcasada con él —sino con Luca—, y élque qué carajo iba a cambiar.

—¿Qué vas a cambiar? Sacatelo dela cabeza que yo... yo no voy en cana,así que olvidate de eso de venir a vermea la cárcel. No, yo en cana no voy más.

Nunca sabremos si fue esa noche ola siguiente cuando Soledad escribió en

su cuaderno una carta que después nomandó: "La policía está bastantecaliente en estos días. Siempre hayalguien que da vueltas cerca de la Casao autos que nos siguen o paranoia demicrófonos. Acá la represión es muycaliente, pero no como en la Argentina,donde te asesinan". Y Silvano, años mástarde, escribirá en el margen de latranscripción judicial de esas palabras:"¿Qué decís, Sole? ¡¡Si a vos teasesinaron!!".

PRISIÓN

1. LA CAÍDA

Sus sospechas aumentaban y teníaque hacer algo. Desde aquella vez enque se lo llevaron detenido junto conSoledad, Silvano Pelissero había notadoque su coche no terminaba de andar bien—y estaba seguro de que la policía teníaalgo que ver. Sin embargo se dejabaestar. Varias veces había buscado unelectricista que se lo revisara pero eradifícil dar con uno a quien pudieradecirle que creía que tenía un micrófonoen el coche. La gran organiza ciónterrorista que la policía estaba a puntode desenmascarar no tenía siquiera los

medios de revisar un auto."Así que fui a ver a varios

electricistas y les decía 'mirá, tengo uncorto, hay una dispersión deelectricidad, algo se come toda labatería, en cuanto lo dejo dos díasparado se descarga; si podés encontramela causa'", dirá Silvano Pelissero. "Unome decía 'no, tu coche es muy viejo',otro que no tenía tiempo: tardé unos díasen encontrar a uno dispuesto. El tipohizo una prueba y no entendió nada, medijo que era algo complicado, quevolviera cuando él tuviera más tiempo yme dio una cita para unos días después.Era un taller cerca de Susa, en medio

del campo".Susa es el poblado principal del

Valle de Susa, ya llegando a la fronterafrancesa, y el día fijado fue el jueves 5de marzo de 1998. Lucía el sol: laprimavera se presentaba antes detiempo. Ese día el gobierno de centroizquierda de Romano Prodi anunciabaque la cantidad de italianos bajo la líneade pobreza había pasado del 6,3 porciento en 1994 al 7,5 en 1997: que ahoraeran más de cuatro millones y quemuchos de ellos tenían un trabajoregular; mientras tanto los sindicatosferroviarios anunciaban una nuevahuelga y los políticos se quejaban de la

proliferación de "partiditos". En Rusiase vendía por primera vez en ochentaaños un lote de terreno urbano, en Chinala crisis de la economía asiáticafavorecía reformas para profundizar laeconomía de mercado, en Europa loscancilleres se preocupaban por losasesinatos serbios en Kosovo yamenazaban a Milosevic con accionesmás duras, en Washington la prensaamericana revelaba detalles de larelación entre los puros de Clinton y laspartes de Monica; la cotización deldólar y de las acciones puntocomseguían subiendo en todo el mundo. EnTurín miles de voluntarios se reunían

para recibir al medio millón deperegrinos que llegarían para laexhibición del Santo Sudario, otrostantos preparaban el gran desfile decarnaval previsto para el domingo, unestudio anunciaba que el 10 por cientode los bebés nacidos en la ciudad eranhijos de un matrimonio interracial,seguían las colas para ver a Leonardo diCaprio en Titanic, las Spice Girlsiniciaban su primera gira por Italia, elmusical Hair se reponía tras 30 años yla economía local se regocijaba: lasacciones de la Fiat en la bolsa de Milánsuperaban por primera vez los 7000puntos. Era un día como tantos: hacia las

cuatro de la tarde Silvano se presentócon su Fiat Ritmo en el taller delelectricista de Villarfocchiardo.

"Entonces el mecánico se puso abuscar la pérdida de la electricidad y laencontró en el techo del auto, del ladode adentro", dirá Silvano. "Cuando lodesmontó había un objeto grande comoun paquete de cigarrillos lleno de cablese incluso una larga antena. El mecánicose preocupó, dijo qué es esto, le diomiedo. Justo en ese momento suena elteléfono; el mecánico fue a atender y sepuso blanco. El tipo temblaba, casi nohablaba: escuchaba, decía sí, sí, porsupuesto. Seguramente era la cana que le

decía que no se metiera más en elasunto. Porque los policías debían estarescuchando que él toqueteaba el coche ylo llamaron para advertirlo. El tipo sepuso muy nervioso, no sabía qué hacer,trataba de hacer tiempo. Un par deminutos después veo un auto de lapolicía de civil que da vueltas por ahí".

—Bueno, poneme el techo que mevoy, ¿cuánto es?

—No sé, yo qué sé. 60.000 liras.—Bueno, pero ponelo rápido, dale.Silvano se subió a su coche,

consiguió arrancarlo y salir del taller sinque lo viera el patrullero. Peroenseguida descubrió que había otros: se

paró en una estación de servicio, unoscientos de metros más allá, y buscó unteléfono público. En tiempos dehipercomunicación, uno de los jefes dela gran organización terrorista que lapolicía estaba a punto de desenmascararno tenía siquiera un celular para unaurgencia.

"Quería hablar con mi abogado,Claudio Novaro, a ver si me decía quéhacer. Él no estaba; su secretaria medijo 'bueno, venga a la oficina': no sepreocupó nada por el asunto. Pero fue unerror mío llamar al abogado, porquetenía el teléfono intervenido. Yo notendría que haber llamado a nadie,

tendría que haber dejado el coche e irmea pie, por el campo, esconderme. Y envez de eso le dije 'bueno, trato de ir paraallá'. Un error gravísimo".

—¿A vos te parece?—¿Cómo si me parece? Tenía un

micrófono así de grande en el coche, noes que me parezca.

—¿A ver? Dejame verlo.Su viejo amigo Remo era un experto

en armas, vivía a unos pocos metros ytenía una historia de militancia dederecha. Pero Silvano pensó que quizá spodía darle algún consejo útil y fuehasta su casa a contarle lo que estabapasando. Allí pasó más de una hora; la

charla fue crispada y Silvano tenía quehacer algo. Decidió volver a su coche ytratar de llegar hasta la oficina de suabogado, en el centro de Turín.Enseguida descubrió que tenía variospatrulleros detrás. Cuando pasó por elpueblo de Chiusa San Michele estacionófrente a un bar y entró a llamar de nuevopor teléfono. Los policías tambiénentraron, las armas en la mano:

—¡Quieto, Pelissero! ¡Estásdetenido!

Y el peligroso terrorista se entregósin intentar la menor resistencia. "Meagarraron, me esposaron y me metieronen un patrullero. Nadie me dijo nada",

dirá Silvano. "Me llevaron a lacomisaría y me dejaron ahí sentado,había uno que me miraba todo el tiempopero nadie me decía nada: ellos yasabían todo lo que querían saber".

Después, en las horas y horas ymeses y años que se pasaría pensandosobre los hechos de esos días, SilvanoPelissero supondría que quizás lospolicías esperaron su reacción, sudescubrimiento del micrófono, paratener una excusa que les permitieraarrestarlo. Si no, se decía, no tendríasentido que lo hubieran instalado tanmal, que la conexión fuera tanchapucera, que se hubieran olvidado

incluso los tornillos tirados en su coche.Aunque aparentemente les habríaconvenido esperar un poco más, a ver siconseguían más pruebas, más cómplices,alguna acusación más seria. O quizás lohicieron mal porque no supieron hacerlomejor, porque eran simplemente unosineptos. Eso, pensó, sería más peligrosotodavía.

Nunca lo hacía: esa mañana,Soledad Rosas tampoco había leído suhoróscopo, que le auguraba "algunoscontratiempos durante el fin de semana,que después serán superados si seremedian ciertos errores de juicio y de

conducta".Aquella tarde Soledad estaba

tranquila: se había pasado un par dehoras cuidando su jardín —que le dabamucho trabajo, que no terminaba dedespegar— y estaba a punto de empezarunos ejercicios de yoga cuando escuchólos golpes en la puerta. Eran las ocho; lanoche estaba clara.

—¿Quién es?—Somos compañeros de Boloña.Le contestaron, y ella abrió. Después

lo escribiría: "Abrimos la puerta ytreinta tipos con y sin uniformeirrumpieron en nuestra vida". Soledadtardó unos segundos en entender lo que

pasaba; después, cuando lo entendió, noentendió lo que estaba pasando. Lospolicías y los carabineros empuñabansus armas, corrían hacia todos losrincones de la casa, se tiraban sobreEdoardo y sobre ella, gritaban, gritabantodo el tiempo. Soledad se sentía en otromundo.

"Era una investigación que venía delejos. Largo trabajo, el suyo, el deespiarnos días y días, el de vigilar a sussospechosos", escribirá Soledad desdela cárcel. "Tecnología avanzada, tantaplata —plata de la gente que paga susimpuestos, cómplices/víctimas de estaacción asquerosa—, micrófonos,

cámaras, relevamientos satelitales,seguimientos. Monitoreos sin pausa leshabían permitido hace dos meses'hipotetizar nuestra implicación en porlo menos tres atentados'. Estánorgullosos de sus sofisticados medios deinvestigación. No pensaban arrestarnostodavía, aquella noche del 5 de marzo,querían esperar un poco, así agarraban atoda la 'hipotética' banda".

Edoardo y Soledad quedaron en unrincón, esposados, vigilados por variospolicías: se miraban, trataban de darseánimo con ojos tan desanimados.Soledad pensó que sería un error, queserían unas horas, que ojalá no se

enteraran en su casa. Edoardo era máspesimista: ya los conocía. Mientras, dosdocenas de agentes de la ley revolvíancada rincón de la Casa ocupada: tras unpar de horas dijeron que habíanencontrado unos volantes, 19 botellasmolotov —que los okupas solían tenerpara resistir los desalojos—, un tubo desilicona, una impresora, una bengala,algunos libros.

—Ahora van a venir a la comisaría.Y despídanse bien de todo esto.

La Casa Okupada de Collegno habíasido ocupada por la policía.

Era jueves. Los jueves a la tarde, en

Radio Black Out, la radio rebelde deTurín, los okupas hacían un programaque se llamaba Tuttosquat —igual quesu revista. Luca, el marido de Soledad,estaba frente al micrófono cuando lollamaron para decirle que se habíajuntado mucha policía alrededor de laAlcova, otra casa ocupada en el corsoSan Maurizio, junto a los JardinesReales. Así que decidió usar el poder dela radio:

—Compañeros, hay mucha canafrente a la Alcova, tememos que tratende desalojarla. Compañeros, todos losque puedan vayan para allá, hay queoponerse al desalojo. Compañeros...

Unos minutos después Luca tambiénfue. Lo que vio lo sorprendió: loscarabineros tenían rodeada la casa perono entraban, como si estuvieranesperando algo. Frente a ellos uncentenar de jóvenes también semantenían expectantes: había gritos,provocaciones mínimas. Luca y otrostres se les acercaron para tratar deentrar y les dijeron que no, que teníanórdenes de que no entrara nadie.

—¿Pero qué es lo que pasa, oficial?¿Qué está pasando?

—No sé, yo cumplo órdenes.Luca también se extrañó porque no

vio a ninguno de los policías habituales:

a fuerza de enfrentarse con ellos, losokupas conocían a todos los que seespecializaban en okupas, y esta vez noestaban allí.

"Mientras estábamos ahí alguienvino a decir que también estaban frenteal Asilo: entonces algunos se vinieronpara acá, para el Asilo, donde sóloquedaba uno de nosotros porque todoslos demás se habían ido a la Alcova",dirá Luca. "Y acá en el Asilo había unómnibus atravesado en la calle,cortándola, y policías adentro. Tarzán yyo les dijimos que vivíamos acá y quequeríamos entrar para estar presentes enel procedimiento. Entramos, y habían

roto vidrios, revuelto todo,despanzurrado muebles, meado loscolchones... Después, cuando insistí, memostraron la orden de allanamiento,donde aparecían las razones: asociaciónsubversiva, armas... No encontraronnada, pero se llevaron cantidad deboludeces: libros, revistas dehistorietas, máquinas de escribir, unaespecie de bomba de utilería que estabacolgada en la pared. Hasta encontraronunos gramos de marihuana y no losconsignaron: les importaba tres carajos.Era evidente que estaban buscandopruebas para algo más importante".

—Muchachos, están haciendo

mierda todo, se mearon los colchones,nos están reventando.

Gritó Luca: en la puerta ya se habíanjuntado unos cuantos okupas. El clima secaldeaba. Entonces llegó una cuadrillade la Municipalidad con instrumentospara tapiar la entrada del Asilo:

—¿Pero qué, nos van a desalojar?—¿Y qué se creían, que les

estábamos haciendo la limpieza?"Mientras, nosotros, en la puerta,

escuchamos que los canas estabanatacando la Alcova y salimos todos paraallá", dirá Ita, ocupante del Asilo. "Erancomo las doce de la noche. La policía yaestaba adentro y nosotros entramos, se

armó quilombo: piñas, patadas, ydespués los carabineros se fueron.Parece que la Alcova no les interesaba;lo que querían era tenernos ocupadosmientras revisaban y desalojaban elAsilo".

El Asilo Ocupado también habíasido ocupado por la policía.

En la comisaría los mantuvieronseparados. Soledad tenía hambre perono quería pedir nada; pensaba que lomejor era mantenerse desafiante,disimular cualquier flaqueza, no darsepor vencida.

Mientras tanto, en otra comisaría,

otros policías volvían a meter a Silvanoen un furgón. No le dijeron adónde iba:tras una hora de viaje lo bajaron en lapuerta de su casa familiar, en Bussoleno.No eran los primeros en llegar.

"Mi casa era muy grande, una viejacasa campesina, y estaba repleta depolicías, carabineros conpasamontañas", dirá Silvano."Estuvieron un rato haciendo suallanamiento y no encontraban nada:estaban tristes, abatidos. Hasta que depronto llega Petronzi contento y grita'¡miren lo que encontramos, el depósitode los Lobos Grises!'". GiuseppePetronzi era el jefe del grupo

antiterrorista de la Digos y, cuando loescuchó, Silvano creyó que empezaba aentender —y lo que entendió le dio unescalofrío. Todavía trató de mantenercierta elegancia:

—¿Qué está diciendo? Vamos, nome haga reír.

"Entonces todos empezaron a gritarsí, lo encontramos, lo tenemos, y sealegraron y seguían gritando, empezarona llamar por teléfono, llegó otro camiónlleno de carabineros", dirá Silvano."Habían encontrado mis motos, un auto,libros sobre anarquía, el 'laboratorio delos explosivos' —que era mi herbolario—, mi taller de carpintero y herrero.

'Acá hacían los explosivos, acá hacíanlas bombas', decían, estaban comolocos. No había ningún control: ésospusieron ahí todo lo que quisieron —yni así fue gran cosa".

A eso de las seis de la madrugadalos policías y carabineros cargaron uncamión con libros, herramientas, zapatosy las motos de Silvano y se llevaron aldetenido con sus pruebas para internarloen la cárcel de Le Valette. A eso de lasseis de la madrugada, en otra comisaríade Turín, otros policías reunieron aSoledad y Edoardo, les leyeron unaorden de arresto y los metieron en uncelular para llevarlos a la cárcel. En Le

Valette, la prisión principal de Turín,cada uno quedó encerrado en una celdade aislamiento. Soledad trataba de noceder al pánico y se decía que era todouna tontería, un error o una minucia yque a lo sumo en un par de días volveríaa la calle. Ni se imaginaba de qué laacusarían.

Los okupas turineses pasaban por elmomento más intenso de sus vidaspolíticas: estaban excitados, no podíanparar. Las crisis son dolorosas pero son,también, el momento en que unmovimiento puede sentirse vivo y lossquatters, de pronto, habían pasado al

centro de todas las miradas. Aunque elprecio era alto: por el momento teníantres compañeros presos y dos casasdesalojadas. Pero la pelea reciénempezaba.

Al día siguiente, viernes 6, un par decientos se reunieron frente a laMunicipalidad: la manifestación yaestaba prevista porque, ese día, la JuntaMunicipal discutiría su política hacialos centros sociales, pero su objetivocambió por los acontecimientos del díaanterior. Los okupas cantaron contra losdesalojos y las detenciones, tiraronpetardos, encendieron bengalas violetase intentaron cortar una calle, hasta que la

policía decidió que ya habían cantadosuficiente y los cargaron.

Turín es una ciudad de orden.Habitualmente las autoridades turinesashacen tales esfuerzos por mantener elcentro de la ciudad tan limpio yreluciente que parece difícil imaginar lairrupción de las bestias. Pero por unosminutos algo se quebró. Hubo carreras ,palos policiales, piedras anarquistas:los manifestantes dieron vuelta tachos debasura para bloquear el avance de lapolicía y empezaron a romper vidrieras.La primera en caer, a las cuatro de latarde, fue la de la peletería MaluianKoko.

—¡Qué bueno, una peletería! Cuandose lo cuente a Sole le va a encantar...

"Tras la enésima provocación,cultura y creatividad metropolitanasexplotan en las vidrieras del centro, ycada cual expresa lo mejor de sí", decíaun volante anarco días más tarde;"aunque los comerciantes no supieronapreciarlo".

—Esta va a ser una primaveracaliente en Turín.

Gritaba desde un parlante un locutorde Radio Black Out. Las corridasduraron media hora y terminaron condiez detenidos, una herida, veintevidrieras rotas. Al otro día los diarios

hablaron mucho de la violenciadesatada.

"Algunos vidrios rotos, pintadas enlas paredes, vidrieras destruidas y dicenque esto es violencia", escribirá pocodespués, en un artículo para Tuttosquat,Soledad. "Violencia es un desalojo, esun teléfono intervenido, un seguimiento.Violencia es una cárcel donde tratan dematarte todos los días. Violencia es laexplotación humana y ambiental,violencia es un juez, un cana, el Estado,el poder".

Mientras tanto, en el Asilo, seisokupas habían entrado por el patiotrasero y trepado hasta el techo sin que

nadie pudiera detenerlos. Allídesplegaron un cartel que decía"Ocupación de Alta Velocidad"; lospolicías los miraban desde abajo sinsaber bien qué hacer. "Radio Black Outcontó lo que estaba pasando y empezó allegar gente", dirá Luca. "Las puertas delAsilo estaban clausuradas y la policíacercaba la manzana, pero nosotrosestábamos en el techo y nuestroscompañeros alrededor. Estuvimos asívarias horas. Al final, a eso de las docede la noche, la cana levantó el cerco ypudimos recuperar el Asilo. No sabés eldesastre que habían hecho ahí adentro".

—¿Ustedes a esa altura sabían qué

había pasado con los tres detenidos?—Vino el abogado Novaro y nos

contó un poco la situación. Ahí todo semezcla, un gran quilombo: tres amigosarrestados, la casa hecha mierda,grandes polémicas. Algunos dijeron quela represión no tenía que ver con lascasas ocupadas sino por el tema de laTAV. A nosotros nos habían reventadola casa, no lo podíamos creer. Y ademásesos tres eran ocupantes de casas, vivíanen una casa ocupada, eran nuestrosamigos, así que los defendíamos comotales, más allá del hecho de que fueraninocentes o culpables en la historia delTAV: eso no nos importaba. Después

ellos nos dijeron que no tenían nada quever con esa historia, pero nosotros, hastaentonces, los habíamos defendido igual.Aun si hubieran sido culpableshabríamos estado en contra de sudetención.

En la prisión de Le Valette, Soledady Edoardo, cada cual en su celda deaislamiento, seguían sin saber de quéeran inocentes.

"Nuestro tipo de vida no le gusta alpoder, le rompemos las pelotas", diráStefano, ex ocupante del Asilo. "Perosiempre dimos muy poco flanco para unarepresión definitiva. La forma en que

vivimos, lo que hacemos, cómointervenimos en la cuestión social,difícilmente puede ser condenado comoviolento, malvado... Ocupamos casasque están vacías: puede molestar aalgunos pero no es para tanto.Escribimos cosas en las paredes:también puede molestar pero la mayoríalo entiende. En cambio, al interesarsepor la cuestión de la alta velocidad ydecir que la vía que les parecía mejorpara oponerse era la acción directa, lalucha de las bases, ellos dieron unflanco a una serie de acusaciones máspesadas. Era una gran ocasión para losorganismos represivos de darle un buen

golpe a las casas ocupadas, acusándolasde cosas mucho más graves que lashabituales. Aunque ellos no hicieronnada: no hicieron atentados, pero losacusaron de cosas que 'habrían podidohacer'".

A la mañana siguiente, sábado 7 demarzo, los diarios nacionales y localeslo explicaron con grandes titulares. LaStampa daba una buena síntesis; lostítulos eran varios: "Golpe en Turín,capturados los ecoterroristas. Los'Lobos Grises' acusados de los atentadoscontra los trenes de alta velocidad en elValle de Susa. Negocios dañados tras la

irrupción en los centros sociales". Y elartículo de introducción, en la tapa, dabael tono de lo que diría la prensa en losmeses siguientes: "Son anarquistas los'Lobos Gris es', los ecoterroristas delValle de Susa que en los dos últimosaños se hicieron protagonistas de unaserie de atentados contra la altavelocidad. La otra noche los carabinerosdel Ros y los hombres de la Digosarrestaron a tres de ellos. Se trata deEdoardo Massari, 38 años, un squatterexperto en la construcción deexplosivos. Con él terminaron en lacárcel el presunto basista valsusinoSilvano Pelissero, 37 años. El tercer

detenido es María Soledad Rosas, 24años, argentina de Buenos Aires. Se lessecuestró material explosivo. El arrestode los tres desencadenó la reacción delos squatters turineses. Unamanifestación de solidaridad frente almunicipio se terminó con la carga de lapolicía. Balance lamentable: losanarquistas destruyeron las vidrieras deuna veintena de negocios del centro ehirieron a dos policías. Son siete losarrestados".

La información se desplegaba en laspáginas interiores, pero en ese resumenya había lugar para tantos errores. Nosólo que no acertaron ni una edad —

Edoardo tenía 34 años, Silvano 36,Soledad 23—, ni que no había expertosen explosivos ni que la reacción de lossquatters fue desencadenada por losdesalojos de sus casas, que ni siquierase nombraban. Sobre todo, el diario sehacía cargo, sin el menor signo deinterrogación, del discurso policial:"Son anarquistas los 'Lobos Grises', losecoterroristas del Valle de Susa...". Losperiodistas, a veces, intentan confirmarlo que el poder les cuenta; no fue el casode éstos, ni de casi ningún otro en Italiaen esos días. La Repubblica, porejemplo, titulaba: "Detenidos tressubversivos". No tres sospechosos, tres

acusados, tres personas, no: tressubversivos.

Y el tono y las acusaciones seextendían al conjunto de los squatters:sus veinte vidrieras rotas de la vísperaeran, según los títulos de los diarios, una"Guerrilla en el corazón de Turín" queconsistió en "Dos horas de batallacontra las vidrieras" a cargo de"Malhechores dispuestos a todo" en"Turín a merced de los autónomos".

El clima de desamparo ya estabacreado. Los comerciantes declarabanque las autoridades de la ciudad eranincapaces de defenderlos y "mantener elorden público". Uno de ellos lo

explicaba todo:—Tiraron con piedras y palos contra

las vidrieras. Rompieron por el gusto deromper, sin ningún motivo.

Ese día el prefecto de Turín, MarioMoscatelli, salió a tranquilizarlos en unaentrevista:

—La policía trató de dividirlos,dispersarlos, dejándoles siempre unavía de escape. No queríamosencerrarlos, embotellarlos; en tal caso elencuentro habría sido físico, muyviolento. Podía resultar un muerto. Yeso nadie lo quiere.

—Los comerciantes protestan.Cincuenta contra toda una ciudad.

Algunos temen que sea un desafío ypiden intervenciones duras, capaces deaislar a estos malhechores.

Insistió el periodista de La Stampa.Y el prefecto:

—Seguiremos haciendo nuestrodeber. Dentro de dos meses, en mayo,espero, instalaremos algunas cámaras devideo en los puntos neurálgicos de laciudad. Será un experimento piloto paratoda Italia. Sabremos dar una respuestaal pillaje, al vandalismo y a ladelincuencia. Pero respetando la ley, sincaer en la emotividad.

Las cámaras, el control socialreforzado, es cierto, no son reacciones

emotivas: son pura lógica de Estado.

Ese sábado los responsables de laoperación policial anunciaron, en unaconferencia de prensa, sus éxitosantiterroristas. Los dos fiscales a cargode la investigación, el adjunto MaurizioLaudi y el sustituto Marcello Tatangelo,explicaron que estaban seguros de quelos tres acusados pertenecían a losLobos Grises.

—Fue una investigación larga ylaboriosa. No tuvimos ayuda de ningúncolaborador y menos de infiltrados;usamos instrumentos extremadamentesofisticados, como grabaciones

ambientales y seguimientos.Dijo Laudi. Maurizio Laudi era un

fiscal de origen izquierdista que sehabía reconvertido: Pasquale Cavaliere,el jefe del Partido Verde piamontés,solía quejarse de que cada vez quepresentaba una querella contra unindustrial que poluía o envenenaba a susobreros con alguna sustancia, sechocaba con Laudi que conseguíaexculparlos. Después Laudi dijo que lacaptura de los tres anarquistas estabaprevista para más adelante, perotuvieron que adelantarla porquePelissero descubrió aquel micrófono.

—Tenemos hallazgos de tipo

documental que prueban su pertenencia alos Lobos Grises.

Dijo Laudi, aunque aclaró que notenía "elementos para ligar directamentea los tres a la ejecución de losatentados". Y explicó que "dos centrossociales de Turín fueron allanados sólopor el hecho de que eran habitualmentefrecuentados por los tres arrestados yque en algunos casos partieron de allípara realizar los atentados" —aunque noaclaró cuáles, teniendo en cuenta que notenía elementos para ligarlos. Al final,Laudi soltó la frase que todosretendrían:

—No tenemos pruebas de que los

arrestados hayan participado en losatentados más graves, pero tenemos lacerteza granítica de su participación enlos episodios menores.

Se refería sobre todo al incendio dela Municipalidad de Caprie, pero lo quequedó fue el carácter granítico. Al díasiguiente todos los diarios titularon"Existen pruebas graníticas": la frasehizo fortuna y la certeza quedóestablecida. Todos lo saben: el trabajode los jueces y los diarios consiste enproclamar la verdad.

Todavía, a cinco años de su últimasupuesta bomba, nadie sabe quiénes

fueron los "Lobos Grises" italianos. Yadesde el nombre, la supuestaorganización era confusa: la referencia alos lobos suena más a fascismo que aanarquía, y el color gris no suele serreivindicado por ecologistas o porácratas. Para colmo ya existían unosLobos Grises: el peor antecedenteposible. Los Lobos Grises fueron ungrupo neofascista turco formado a finesde los sesentas y liderado por unconocido colaborador de los serviciossecretos, Abdullah Catli. Durante lossetentas sus cachorros mataron a cientosde estudiantes, abogados, periodistas,sindicalistas y otros militantes de

izquierda; siempre se los supusoprotegidos por la CIA y el agregadomilitar americano en Ankara.

Los Lobos tuvieron un momento degloria mediática. Su operación másconocida fue muy conocida: el 13 demayo de 1981 uno de sus militantes,Mehmed Ali Agca, disparó contra elpapa Juan Pablo II en la plaza de SanPedro. Ya entonces el nombre LobosGrises había quedado muy ligado con lomás bruto de la extrema derecha.

Pero si faltaba algo, la cuestiónterminó de aclararse en noviembre de1996, cuando un tal Husseyin Kocadag,jefe de la policía secreta turca, se mató

en un choque de autos. Junto con élmurieron Abdullah Catli, ya entoncesbuscado por asesinato y tráfico dedrogas, y su novia Gonza Uc, una exreina de belleza vinculada con la mafia.Saltó el escándalo: la policía dijo quesu oficial estaba trasladando a dospresos, pero la mentira duró poco. Catlillevaba armas policiales, un paquete decocaína y seis documentos de identidadcon nombres diferentes. Su relación conel gobierno quedó clara: el ministro delInterior tuvo que renunciar y la historiase publicó en todas partes. No habríasido lógico que un grupo de anarquistasp iamonteses retomaran el nombre de

esos parapoliciales para reivindicar susacciones "ecoterroristas" en el Valle deSusa.

—Yo nunca pude saber si los LobosGrises existen o existieron. Lo único quesabemos es que alguien hizo volantes ylos firmó Lobos Grises...

Dirá mucho después Luca Bruno,viudo de Soledad.

—¿Pero ustedes supieron de algunaotra presencia de este grupo, losconocieron, supieron algo más?

—No. Nunca supimos nada sobreellos. Además vos escuchás LobosGrises y pensás ah, son fascistas. Y sileías sus volantes estaba claro que no

eran anarquistas. Tenían detallesracistas: en uno de sus volantes, porejemplo, pusieron "afuera losmeridionales del Valle de Susa". Nopodían tener nada que ver con nuestrasideas, eso está muy claro. Muy muy claro.

El otro éxito mediático de laacusación fue la imposición de lapalabra "ecoterroristas". La palabraparece, a primera vista, levementecontradictoria, y fue inventada por losenemigos de los grupos a los quesupuestamente define: he buscado muchopero no encontré ningún grupo que se

llame a sí mismo ecoterrorista. Dehecho juntar la palabra eco y la palabraterrorista es un gran argumento contracualquier demanda ecologista.

Lo más parecido a un grupoecoterrorista sería el Earth LiberationFront, una organización de origenamericano que consiste en una serie decélulas totalmente independientes entresí —sus miembros no se conocen paragarantizar su seguridad. El ELF dice queel propósito de sus acciones es "infligirdaños económicos a los que seaprovechan de la destrucción yexplotación del medio ambiente; revelarlas atrocidades cometidas contra la

tierra y las especies que la pueblan;tomar todas las precauciones necesariascontra el daño a cualquier animal,humano o no humano". En los últimoscinco años —dice el ELF— sus célulasllevaron a cabo atentados por unostreinta millones de dólares contra estetipo de objetivos.

"Cualquier acción directa para pararla destrucción del medio ambiente queadhiera a nuestros estrictos parámetrosde no-violencia puede ser consideradauna acción del ELF. El sabotajeeconómico y la destrucción depropiedad privada están incluidos enesos parámetros. No hay forma de

contactar al ELF de su zona. Cadapersona consciente debe tomar suresposabilidad para detener laexplotacion del mundo natural. Ya no sepuede seguir pensando que alguien otrova a hacerlo. ¿Quién, si vos no?¿Cuándo, si no ahora?".

Aquel sábado 7, en la cárcel de LeValette, la jueza de instrucción FabriziaPironti le comunicó por fin a Soledadlos mo tivos de su arresto. La acusaciónprincipal era la asociación subversivacon finalidad de terrorismo y desubversión del orden democrático —según el 270 bis del Código Penal, un

artículo creado por Mussolini yeliminado tras la Liberación, que elEstado it aliano reflotó en los setentaspara combatir a las Brigadas Rojas. Eseartículo dice que "cualquiera quepromueva, constituya, organice o dirijaasociaciones que se propongan elcumplimiento de actos de violencia confines de subversión del ordendemocrático será castigado conreclusión de siete a quince años. Y elque participe en tales asociaciones serácastigado con reclusión de cuatro aocho". Soledad, Edoardo y Silvanotambién serían acusados de pertenenciaa banda armada, tenencia de armas y

explosivos y documentos falsos, delincendio de la Municipalidad de Capriey de varios hurtos y tenencia de materialrobado.

Cuando Soledad conoció losmotivos de su arresto empezó aentender, poco a poco, que no saldría enunos días. Aunque, al principio, la ideale sonaba ajena: era algo que le estabasucediendo pero no parecía real. Esemismo día escribió su primera cartadesde la prisión a sus compañeros delAsilo:

"Queridos amigos, disculpen porcómo les escribo, no sé si entenderánbien esta mezcla de italiano y español,

ahora tengo tiempo de aprender bien,voy a pedir un diccionario, así por lomenos no me equivoco al escribir.¿Cómo están? Espero que bien, me jodiótanto escuchar que quisieron desalojar elAsilo, pero ellos no saben que ese lugarno se toca, el Asilo tiene vida propia,esa cocina llena de sol y plantas. Sontodos ustedes los que le dan esa cosaespecial. Yo estoy bien, más fuerte quenunca, y llena de paciencia. Me jode nopoder concretar tantos proyectos lindoscomo tenía, quería tocar el bajo,ocuparme del huerto, llenar la casa degirasoles, la Casa empezaba a brillar, sucorazón empezaba a latir fuerte, casi

como el Asilo."Y ahora que empieza a hacer calor,

qué lindo. Resistí todo el invierno,algunos me decian 'ya vas a ver quecuando emp iece a hacer frío te vas'.Imagínense si el frío me va acondicionar. Y ahora que hacer calortengo que estar acá. Pero resistiré hastala victoria, lucharé. Pero cuando veo elsol pienso que es el mismo que loscalienta a ustedes y siento que asíestamos en contacto.

"¿Escucharon de qué nos acusan? Yono entiendo cómo es posible que por untaladro y unos tubos digan que somosladrones, cuando ellos roban con

corbata y guantes blancos. No entiendocómo estamos acusados de bandaarmada, cuando son otros los que andancon pistolas y tienen licencia para matar,pero ellos lo hacen por 'el orden de lasociedad'. Ví una cosa que dice quesomos terroristas, me parece que seequivocan. Aquí somos amantes de lalibertad y luchamos por ella.

"No sé si esta carta llegará, ocuándo. Mientras tanto estoycompletamente aislada. Pero lostelegramas llegan. Querría tanto saberalgo de Baleno, no sé si podréescribirle, si pueden diganle que estoybien y que lo quiero mucho, pero mucho.

¿El Druida? A él también lo recuerdomucho, tengo lindos recuerdos de él. Nose preocupen por mí, todavía tengo unpoco de plata, pero pienso que Balenono tiene mucha. El problema es quenosotros dos tenemos que comprar casitoda la comida, acá todo tiene carne yatún, y las cosas personales tipocompresas, sobres, estampillas, todo escaro, la puta madre.

"Amigos, hagan cosas lindas ypasenla bien, no se preocupen ni sepeleen por estupideces, desde acáadentro les puedo decir qué linda es lavida y cuánto más linda la libertad. ¡Sitienen eso, tienen todo!", escribía

Soledad y, después de los besos ysaludos, pedía a sus compañeros unfavor: "Nunca me gustó pedir nada, peroesta vez no me queda otra. Querría sólodos cosas. La primera un libro de yoga,ahora nuestro profesor no está más porun tiempo. Y el yoga me hacía muchobien. Y la otra cosa es un poco ridículapero muy significativa para mí. Yoplanté cuatro árboles en la Casa yparece que no va a llover por unos días.Dos árboles estaban a la izquierda de lacasa, otro enfrente detrás de los pinos yotro en la esquina del fondo a laderecha. También había rosas y otrasflores. Si es mucho trabajo no lo hagan,

pero si pueden denles un poco de agua.Pienso que sin agua sufren mucho".

2. LOS MISTERIOS DELVALLE

El Valle de Susa es un pasaje casiidílico que empieza unos kilómetros alnorte de Turín, ancho, plano, y se vaencerrando y escarpando hasta que llegaa la frontera con Francia y las alturas delos Alpes. En su inicio, cerca de laciudad, están las fábricas; en el final,cerca de las cumbres, una de lasmayores estaciónes de esquí de Europa:entre ambos, unos 85.000 habitantes quese reparten en un corredor de prados,bosques, nieves por donde pasaron, de

Aníbal en más, todas las invasiones:Alarico, Carlomagno, Barbarroja,Napoleón y siguen firmas.

El valle tiene, en el final delrecorrido, menos de dos kilómetros deancho. Visto desde el tren, Susa es unvalle rebosante de muchas casas, cablesde alta tensión, una autopista y un par decarreteras menores; visto desde laautopista, un valle saturado de un par decarreteras, muchas casas, cables de altatensión y una línea de tren; visto desdeuna casa cualquiera, un valle atiborradode cables de alta tensión, una autopista,muchas casas, una línea de tren y un parde carreteras subalternas. También hay,

por supuesto, galpones, talleres, algunafábrica pequeña. Dicen que solía ser unespacio campesino y salvaje: ahora hayque esforzarse para imaginarlo. Esto esItalia y no hay, creo, en el mundo, ningúnpaís donde la naturaleza esté tan llena decivilización como en Italia.

El valle de Susa siempre fue unlugar de paso, y los lugares de paso sonconfusos. Después de los grandesconquistadores llegaron los pequeñosventajeros: los pasos del Valle sirvenahora para los contrabandos másvariados —desde drogas y armas ydinero sucio en tiempos de paz hastapartisanos y fugitivos en tiempos de

guerra. El valle es un venturoso coladory, no sólo por eso, en Italia se lo hallamado Valle de los Misterios.

En los últimos treinta años esosmisterios fueron muy variados. A finesde los sesentas el Valle fue esconditemás o menos público de varios camposde entrenamiento de los neofascistas deOrden Nuevo; a mediados de lossetentas uno de sus pueblos, Bussoleno,produjo el grueso de Primera Línea, ungrupo de la izquierda armada. Y todo eltiempo los servicios, los traficantes, loscorruptos. Una de las comunas de laregión, Bardonecchia, es la única delnorte de Italia que fue intervenida por

sus conexiones con la mafia: en estecaso, los calabreses de la 'ndrangheta.

A principios de los ochentas, unacompañía privada con participaciónestatal empezó la construcción de labruta autopista que uniría Turín conLyon a través del valle y el paso alpinodel Fréjus. La Società Italiana Trafori eAutostra de Fréjus —SITAF— es unnegocio opulento con cuentas pococlaras. Las obras costaron unos milmillones de dólares —con gran parte deaportes estatales— y su administraciónya causó quince investigaciones porcorrupción, construcciones abusivas yespionaje.

La SITAF tiene una influenciacomprensible sobre todo lo que pasa enel Valle: algunos dicen que los mediospara mantenerla no siempre son los máslegales. Entre ellos un ex policíaantiterrrorista y consejero provincialneofascista, Germano Tessari, que ladenunció en 1992 para aceptar, en 1995,el puesto de jefe de seguridad de lacompañía —tras el hallazgo, en un túnelde la autopista, de cien kilos deexplosivos.

Uno de los amigos y colaboradoresde Tessari se llamaba GianfrancoFuschi. La primera vez que habló con ladueña de una armería del Valle, Luisa

Duodero, le dijo que trabajaba en losservicios secretos civiles —Sisde— yque necesitaba comprarle centenares dearmas "que, por supuesto, no quedaríanregistradas en ninguna parte". Le explicó—contó después la armera— que lasnecesitaba para darles a los carabinerosalgunas pistolas sin registro y, sobretodo, para tener armas que pudieran ser"encontradas" en ciertos procedimientospoliciales. En el Valle de Susa siemprehubo mucha policía porque era unafrontera muy permeable –"estratégica",según el gobierno italiano. Pero esapolicía tenía que justificar su existenciacon ciertos logros: hacer detenciones

falsas que le permitieran no hacer lasverdaderas.

La armera contó, en su juicio, quefue a consultar a Tex Tessari —todavíaoficial de carabineros— y que elhombre le dijo que estaba todo bien. Yque después consultó a su cura confesor,el párroco de Susa, que le dijo lomismo. Así que le entregó 397 pistolastruchas a Fuschi. Que, unos años mástarde, sería denunciado por su ex jefe yamigo Tex por una serie de homicidios:se habían peleado por un par detraiciones, nada grave. Fuschi, desolado,se disparó una bala de 38 en el baño deun tribunal de Turín, pero sobrevivió y

empezó a hablar hasta por los codos: sehizo cargo de once muertes "ordenadaspor los servicios" y, por si no le creían,contó una: cómo había matado —parapracticar— a un campesino con un tirode un calibre 22 tan sutil que la muertese había archivado como infarto. Laexhumación probó que decía la verdad.Después el ex servicio se adjudicó unpar de atentados "ecoterroristas" contralas líneas de alta tensión que traíandesde Francia la electricidad producidapor la central nuclear Superphenix: dijoque se los había encargado su jefeoperativo. Las declaraciones de Fuschiterminaron de confirmar la rara maraña

de servicios, mafia y ultraderecha queactuaba en el Valle. Todo esto paradecir que el Valle de Susa no necesitabaun Tren de Alta Velocidad para llenarsede misterios. Pero la abuela tuvo cría.

El proyecto del Tren de AltaVelocidad —TAV— que ligaría Lyon yTurín a través del paso de Fréjus fuelanzado a fines de los ochentas en elmarco de los proyectos de la ComunidadEconómica Europea para llenar elcontinente de trenes velocísimos. En1991 se constituyó la TAV, unasociedad con 40 por ciento de capitalesestatales y 60 por ciento de privados: la

Fiat, el IRI —Istituto per laRicostruzione Industriale— y el ENI —Ente Nazionale Idrocarburi—. Unosaños después, el Estado se haría cargode todas las inversiones y dejaría a sussocios la administración de los trabajosy las ganancias correspondientes. Lalínea, de unos 250 kilómetros, deberíacostar alrededor de 7.000 millones dedólares.

Los argumentos oficiales erantremendistas: "Es una obra vital para eldesarrollo de Turín y el Piamonte", dijoel intendente turinés, ValentinoCastellani; "sin ella quedaríamos fuerade Europa y el Valle de Susa sería

cancelado". Sin el TAV, decían, seperderían cientos de miles de empleos.Su viabilidad y su necesidad económicase discutieron y se discuten mucho.Críticos independientes dicen que elnegocio sería inviable si no fueraporque las empresas participantesconsiguieron que el Estado lesgarantizara con sus propios fondos unasganancias imposibles. Y que el proyectoes de una oscuridad utilísima pararepartir prebendas y donaciones aamigos y aliados. Pero, además, lamayoría de los valsusinos rechazó desdeel principio esta nueva irrupción en suterritorio.

Tenían, por variadas razones, muchomiedo. Los trabajos durarían más de unadécada, obligarían a demoler unas dosmil casas y perturbarían su vida durantetodo ese tiempo: para terminar en unasituación todavía peor, imaginaban.Parte del trayecto iría por la superficie:agregaría un tajo más al espacio repletodel Valle, lo cortaría en dos, lo poluiríay, sobre todo, lo llenaría de un ruido quelos expertos consideran intolerable:unos 200 decíbeles, un batifondosemejante al de un avión aterrizando."Es un ruido neurotizante", dijo elprofesor Chiocchia, especialista delPolitécnico de Turín; "si se cría a un

chico cerca de una línea de altavelocidad seguramente será retardado".

El resto pasaría por un tremendotúnel bajo el monte Moncenisio: el máslargo del mundo, 52 kilómetros, 3.000millones de dólares. El túnel tendríamenos influencia en el medio ambiente,pero su construcción —suponían loscríticos— desviaría todos los cursos deagua subterráneos que alimentan el Valley produciría sequías e inundacionesincontrolables. Además, esasprofundidades montañosas son ricas enuranio radioactivo y los escombrosextraídos contaminarían bosques yprados. Los lugareños también se

quejaban de que no obtendrían ningúnbeneficio de ese "progreso" queacabaría con su hábitat: si terminabanpor construirlo, el supertren no haríamás que pasar por ahí.

Por eso los municipios, asociacionesde vecinos, ciudadanos se opusieron alproyecto casi desde el principio. Losecologistas, por supuesto, estaban a lacabeza, y algunos de ellos tenían críticasmás ideológicas: decían, sobre todo, queera una nueva "falsa necesidad" creadaen nombre del progreso y destinada amantener en marcha la máquinacapitalista.

"La desertificación del campo, elamucharse en las periferias sin nombre yen ciudades invivibles, la vidatotalmente dominada por los imperativoseconómicos, el tiempo libre y ladiversión transformadas en mercadería,el creciente sentimiento de laabsurdidad de una vida semejante y lacontinua fuga hacia adelante para tratarde olvidarlo, son la suerte común denuestra época. El transporte rápido delas mercaderías y los hombres era unaexigencia esencialmente económica y sevolvió un fin en sí: las exigenciasfuncionales de la vida estereotipada delos dirigentes, mediadores y cortesanos

de esta movilidad mercantil seimpusieron al conjunto de la poblacióncomo necesidades dominantes. El únicointerés general que merece ser discutidoen este fin de siglo es la tentativa deponer fin al saqueo de la vida, y no la deganar unos minutos. Y el únicocrecimiento que vale la pena afirmar esel de la existencia humana, el único quepermitirá salir de esta oscura prehistoriaeconómica. Nadie se escapa deldesastre. Aunque no todos vivamos juntoal recorrido del TAV. Todos vivimos alo largo del trayecto de la economía",decía un folleto que circulaba en losambientes anarquistas italianos a

mediados de los noventas.Y otro suponía que "el placer de

viajar percibido como undescubrimiento es una cosa, laobligación de desplazarse lo más rápidoposible es otra. Los TAV no son másque la respuesta a esta falsa necesidadde recorrer el mayor espacio posible enel tiempo más breve. ¿Pero de quéespacio y tiempo están hablando? ¿Deun ir y venir masturbatorio de Turín aParís y de París a Milán, cada unoagarrado a su agenda, seguro deencontrar la misma comida trucha, lamisma bebida insípida, el mismoaburrimiento que habría podido

encontrar en la estación de partida? Conel TAV se podrá alcanzar, trasfastidioso viaje, la misma coca y lamisma hamburguesa en cinco horas y noen diez (...).

"Los que lamentan que el TAVdestripe las montañas, devaste losprados, seque los geranios en lasventanas y las tierras a su paso, tienenrazón, pero hay mucho más. No se tratasólo de un ataque contra la vida dealgunos sujetos, sino contra el sentidomismo de la vida. Progreso, economía yproducción, 'optimizar' los recursoshumanos, son versos que se mantienenpara hacer funcionar el sistema, para una

masa crédula, miedosa, que no se atrevea liberarse. Como el capitalismo noslleva al precipicio, hay que hacerlodescarrilar".

No eran éstos, en general, losargumentos de los valsusinos queprotestaban de tanto en tanto contra losavances —no muy efectivos— del AltaVelocidad: la cosa, por el momento,seguía en estudios y proyectos y loscampesinos del valle se quejaban de laamenaza contra su hábitat y suscostumbres ancestrales y, de vez encuando, organizaban una pequeñamarcha o un petitorio muy civilizado quenunca pasaba a mayores.

Los diarios y noticieros solían dar,en cambio, bastante espacio a los treceatentados que tuvieron lugar en el Valleentre agosto de 1996 y noviembre de1997. Reducir la oposición al TAV a lacolocación de algunas bombas era lamejor forma de criminalizar a cualquieropositor. Y, para eso, nada mejor que"descubrir a una peligrosa organizaciónterrorista" y cargarla con el peso de esaoposición.

Es curioso: en las copiosasgrabaciones policiales —en casi milpáginas de intensísimo espionaje —Soledad, Edoardo y Silvano no hablancasi nunca del tema del TAV y el Valle

de Susa. Es más: ya vimos que en uno deesos diálogos Soledad Rosas norecordaba siquiera cuál era el valle dedonde venía Silvano Pelissero, el vallecuya preservación pedía, a golpe deexplosiones, su supuesto grupoterrorista.

3. LA PRISIONERA

El martes 10 de marzo a las siete dela mañana, tras cuatro días de detención,una guardiacárcel despertó a Soledad deun grito destemplado:

—¡Rosas, arriba! Vamos, rápido.Vestite bien, que te llevan al tribunal.

—¿Bien qué quiere decir? ¿Comoustedes?

A esa misma hora, en la secciónmasculina de la misma cárcel, Edoardose despertó con gritos parecidos. A esamisma hora, en la cárcel de Cuneo,Silvano era embarcado en un furgónpolicial que lo llevaría hasta el Palacio

de Justicia de Turín. "Yo había estadoincomunicado, no tenía ningunainformación sobre lo que estabapasando, no me dejaban escuchar laradio, ver la televisión, leer diarios,nada", dirá Silvano. "Nadie me decíanada. Lo único que supe fue que unguardia me dijo que en la radio estabanhablando de nosotros, pero yo no lespreguntaba nada, porque sé que sólo tecontestan mentiras, es mejor nopreguntar, hacerse el indiferente, hacerun poco de gimnasia". Esa mañana LaRepubblica informaba con su aplomohabitual: "Siguen en la cárcel los tres'lobos grises'". Esa mañana Fabrizia

Pironti, la jueza de instrucción, lestomaría la primera declaración:

—¿Nombre?—María Soledad Rosas.—¿Nacionalidad?—Argentina.—¿Edad?–23 años.—¿Estado civil?—Solt..., digo: casada.El interrogatorio fue formal: en

realidad, la jueza no quería preguntarlesnada y se limitó a "establecer susidentidades". Pero después de laspreguntas a cada uno debía comunicaroficialmente los cargos a los tres

acusados. Para eso los convocó a susala.

—¡Entran los detenidos!Cuando vio a Edoardo, Soledad tuvo

que reprimir un sobresalto: su primerareacción había sido correr hacia él,abrazarlo, besarlo, pero los guardias loimpedían. Se miraron y le impresionó lacara de su hombre: lo veía abatido,oscuro, desesperanzado.

—Sole, ¿cómo estás?Le preguntó Silvano.—Bien, estos mierdas no me van a

asustar."Ella estaba dura, combativa", dirá

Silvano. "En cambio, Edoardo no decía

nada. Soledad iba muy mal vestida peroalegre, entera, y Edoardo estaba muydeprimido, casi al borde del llanto".

Soledad contuvo un gesto y la juezaempezó a leerles la acusación. Eran losmismos cargos que ya les habíanadelantado, salvo el de banda armada:como no habían encontrado ningún armade fuego, los fiscales no tuvieron cómosustentarlo y la jueza no lo admitió.

"La Pironti, con esa cara demosquita muerta, nos hablaba como sifuéramos unos incapaces, como si ellafuera un ejemplo de persona y nosotrosunos pobrecitos", escribiría Soledadmás tarde. "Siempre con esa sonrisa

falsa, detrás de la cual se esconde lamasacre". Ese día Soledad conociótambién al abogado de los squattersturineses, Claudio Novaro: "Cuandohablaba con la jueza se reía y tenía laespalda curvada, parecía un nenechiquito delante de un monstruo, de ungigante".

El abogado Novaro estabapreocupado por los cargos, aunquerechazaba la asociación subversiva:"Incluso una asociación que,hipotéticamente, se propusiera haceratentados contra el tren de altavelocidad no podía ser acusada deintentar la 'subversión del orden

democrático', porque no pretendía deninguna manera acabar con el Estadopara construir otra forma de Estado, noquería subvertir o cambiar el ordendemocrático". Dos años antes Novarohabía defendido a Silvano y Edoardo enun juicio por la rotura de unas vidrierasy consiguió la absolución: los policíasdenunciantes dijeron en su parte que loshabían detenido in fraganti a las doce ymedia de la noche y después, ya en eltribunal, declararon que todo habíasucedido a las cuatro de la mañana.Entonces el juez les preguntó si estabanseguros que era a las cuatro y el policíacontestó que sí; pero usted escribió que

era a las doce y media. Y bueno, mehabré equivocado. El fiscal tuvo queretirar la acusación. Pero este asunto eramuy otra cosa:

—Creo que la fiscalía estáagigantando una cuestión que presenta,como máximo, hechos individuales.Además, Pelissero sabía que lo teníanbajo vigilancia y no parecíapreocuparse. Es un signo de que no teníanada que esconder.

Dijo aquel día el abogado Novaro,que siempre pensó que la detención yacusación de Soledad tenía una razóncasi banal: la ley italiana, cuando defineasociación subversiva, establece que se

necesitan por lo menos tres integrantespara constituirla; con Edoardo y Silvanono alcanzaba. Y, aunque ella ni siquieraestaba en Italia cuando se produjo lamayoría de los atentados, tuvieron queincluirla.

A Soledad, por el momento, leimportaba más ganar unos minutos paraestar con Edoardo. Pero su encuentro fuemuy breve: estaban rodeados dedemasiada gente y no pudieron decirsecasi nada. Cuando los policías losvolvieron a esposar para devolverlos ala cárcel les permitieron despedirse conun beso veloz.

"Edo, ¿cómo estás, cariño?",empezaba Soledad su carta del sábado14, con sus corazoncitos dibujados.

"Casi empiezo a escribir enargentino, disculpame, sucede que memandaron carta de la Argentina, de mimamá, y del Asilo me la mandaron acá.En casa por suerte no saben nada,esperemos, a menos que escriban algoen los diarios de allí. Por suerte hoy mehan dicho que puedo llamarlos. Novaroparece que se mueve. Toda nuestraesperanza está en sus manos.

"Yo hago mucha fuerza, muchavisualización. Nos visualizo a nosotrostres libres paseando por algún lado, y a

nosotros dos nos veo juntos en aquellaplaya, desnudos, tan juntos. Logro sentirel perfume del mar, el sonido de las olasque golpean en las piedras, el vientosuave ligero, el sol caliente en nuestracara. Yo agarro tu cara con mis manos ydespués las paso por tu espalda. Vos meagarrás fuerte, me apretás, nos besamos,reímos, somos felices. Yo tengo muchafe en las visualizaciones, creo quefunciona, seguro que sí, esto sucederá,antes o después sucederá, el mar nosespera y nosotros debemos tener muchafuerza, paciencia, paz y todo lo demás,pero también memoria. Esto no loolvidaré nunca más ni quiero olvidarlo y

después te explicaré por qué. Me vienena la cabeza tantos recuerdos bellos perocuando llegan prefiero dejarlos dormirporque si no, lloro. Sólo quiero pensaren el futuro. Espero que este presentepase rápido, muy rápido, pero haymuchos recuerdos bellos, mi amor.

"Una cosa buena: hoy me trajeronuna sartén y la pasta integral. Piensocomer ensalada de zanahorias y pastacon aceitunas cortadas chiquititas y unpoco de aceite. Acá no podemos hacermás que charlar y fumar algún cigarrillo,yo ahora fumo dos o tres por día.Fumaría más pero no quiero arruinarme.Ayer hice una hora y media de yoga, hoy

también lo haré y así todos los días,incluso respiración. Trato de hacerlo alas dos o tres de la mañana, cuandonadie me rompe las pelotas. Sería geniala las seis de la mañana pero a esa horahace mucho frío. Normalmente medespierto a esa hora, por el frío, perome quedo en la cama hasta las ocho,ocho y media. Estoy escuchando laradio, la manifestación, dicen que hay700 personas, ¡cuántos! Se ve que lagente está muy hinchada las pelotas. Sedice incluso que el intendente quierepedir firmas de la gente para vaciartodas las casas ocupadas.

"Y decime, ¿tu mamá fue a verte?

Espero que sí. Yo tengo mucha nostalgiade mi mamá, ahora que estoy acáadentro. Ojalá mañana pueda hablar conella, sólo que se necesita un traductor,imaginate. Pienso decirle que estaré enla montaña por algún tiempo y que poreso no podré llamarla mucho en elfuturo.

"Tanto amor tira abajo todas lasparedes. Si la historia la escriben losque ganan, eso quiere decir que hay otrahistoria, la verdadera historia, quienquiera oír que oiga", terminabadiciendo, en castellano, y unas palabrassueltas: "Fuerza, lucha, moral alta,dignidad, meditación". Y los dibujos de

un solcito con un arcoiris —en italianoarcoiris se dice arcobaleno—, y unpronóstico final: "Y un día brillaremosmucho más".

Aquel sábado Soledad escuchaba enRadio Black Out el relato de lamanifestación que pedía su libertad,junto con la de Edoardo y Silvano.Estaba aprendiendo un papel nuevo, taninesperado: el de Enemigo PúblicoNúmero 1.

Para muchos era la encarnación delmal: una extranjera, una sudaca, que sehabía implicado con esos terroristas. Un"Comité anti-squatter" —Comitato

Spontaneo dei Cittadini per Torino CittaSicura — recientemente formado conapoyo de los partidos de derechaexplicaba sus razones. Lo comandaba elhijo del dueño de una gran tienda deelectrodomésticos con muchassucursales:

—El hallazgo reciente demecanismos explosivos ha confirmadola imposibilidad material de controlaresas estructuras ilegales. Es peligrososeguir tolerando su existencia.

En la ciudad los honestoscomerciantes no paraban de quejarse delos squatters:

—Tenemos miedo. Ese adoquín que

rompió la vidriera podía haber matado aalguno. ¿A quién tenemos que pedirleque nos cuide? Los políticos y lasfuerzas del orden se tiran el asunto comouna papa caliente.

Y los medios seguían ellinchamiento: "Confirmado el arresto detres ecoterroristas", informó LaRepubblica; "Los tres estaban listospara nuevos atentados", tituló LaStampa; "En los centros sociales estánlas pruebas de los atentados", reveló IlGiornale. Y el jueves 13, cuandoaparecieron en Bussoleno unas pintadaspidiendo la libertad de los presos, LaStampa lo explicó: "Los Lobos Grises

reaparecen en el Valle de Susa".Los okupas intentaron un

contraataque. El sábado 14 se juntaronen el Balon y salieron en manifestaciónpor la ciudad: eran unos mil y, a supaso, los comerciantes cerrabanostensiblemente sus cortinas metálicas.Pero no hubo ningún incidente. Mientrasmarchaban repartían un volante: "Somossantos, pero no queremos mártires". Elvolante decía que la Municipalidad,propietaria de las casas ocupadas, habíaintentado "aprovechar las turbiasoperaciones policiales de estos díaspara cerrar tres de ellas. No lo logró,pero la vanguardia de la gente de pro

sigue proponiendo una operación delimpieza ante la llegada de peregrinos,santopapa y sudario. O incluso delpróximo circo. La magistratura vendebuzones, la prensa — servicial y servil— los hace creíbles: corta yconfecciona sobre los squatters unestereotipo idiota. ¡No crean en losmedios! Toda nuestra solidaridad aSilvano, Edoardo y Soledad. Libresenseguida. Todos libres". La firmaban elAsilo, el Barocchio, la Alcova y otroslugares ocupados.

Soledad había seguido lamanifestación por la radio. Encerrada ensu celda, sin la menor idea de qué sería

de ella, también aprendía otro papel aúnmás inesperado: el de heroína.

O algo así. Lo cierto era que todosesos anarcos y okupas gritaban por ella:ella —con sus dos compañeros— era larazón de que todos ellos estuvieran esatarde en las calles de Turín, y era unasituación que jamás se habríaimaginado. En algún sentido, pensó, lacárcel era una especie de medalla: altenerme acá adentro me están diciendoque los molesto, que no pueden dejarmeen libertad. El Estado italiano la habíaconvertido en uno de sus enemigos mástemibles; sus compañeros, en unestandarte. Aunque tampoco se

engañaba: sabía que había algo más, quesu amenaza no era tanta. Y, al mismotiempo, ese nuevo papel la cargaba deresponsabilidades: tendría que estar a laaltura, aprovechar las miradas que secentraban en ella para hacer y decircosas que favorecieran al movimiento;no podía desaprovechar su oportunidad,debía estar a la altura de los temoresenemigos. No sería fácil, pero lointentaría.

"Queridos amigos: muchas graciaspor todo el amor que me dan. No tengopalabras para expresar todo lo quesiento acá adentro, bronca, mucha

bronca", empezaba la segunda carta deSoledad a sus compañeros del Asilo, laque escribió aquel sábado. "Bronca,pero también mucho mucho amor portodo lo que están haciendo por nosotros.En este lugar de mierda la policía tehace sentir chiquita, casi inexistente.Pero uno es tan grande como el enemigoque elige para combatir. Por eso todosnosotros somos grandísimos, somosgigantes. Y yo acá adentro me hago cadadía más grande, más dura y, lo digo contodas las letras, cada día me hago másrebelde.

"Esta es la razón de mi vida."¿Y ustedes? ¿Cómo están? Sean

fuertes, muy fuertes, porque la represióncrece cada día, pero nosotros tambiéncrecemos, vamos siempre más adelanteque ellos. Nosotros somos gente libre yestamos tanto más adelante porquesomos capaces de vivir sin leyes, nadiedebe decirnos qué debemos hacer,nosotros sabemos perfectamente quécosas debemos hacer y qué cosas no.Pero ellos hacen las cárceles porquetemen que su imperio se venga abajo,entonces te encierran por la fuerza ygracias a todos sus cómplices.Bastardos.

"Amigos, ahora querría decir cosasque nunca les dije, ustedes son la

primera razón por la cual decidíquedarme acá en Italia. Me dieron tanto,quizás ustedes no lo saben, pero para míson todos muy especiales. Yo nuncahabía estado tanto tiempo lejos deBuenos Aires, de mis amigos, de mifamilia. Pero acá encontré otras cosasmás fuertes, y la voluntad de crecer, deconocer.

"Yo sé que a veces ustedes me veíany no sabían qué decirme, yo tampoco,pero las palabras no siempre sonnecesarias. La gente se siente en la piel.Al menos yo lo siento así. No porcasualidad el primer día que llegué alAsilo la puerta estaba abierta, no tuve

necesidad de tocar el timbre. Es delocos, todo un océano de distancia y yollegué al lugar indicado. Pensar que elmundo es tan grande, pero hay un lugarpara cada uno, y yo pienso que encontréel mío. Por eso tengo que salir de acá,esto no es para mí ni para nadie. Acáquieren torturarte, física ypsicológicamente, pero no loconseguirán, no nos vencerán. ¡A lamierda todos estos mierdas!".

El día anterior Soledad había tenidoaudiencia con su abogado, ClaudioNovaro. Mientras salía vio, a lo lejos, aEdoardo: lo estaban llevando a algunaparte y gritó su nombre a voz en cuello.

Edoardo no llegó a oírla. Y los guardíasque la llevaban la metieron en una celdade castigo varias horas.

—Así aprendés que acá las reglaslas ponemos nosotros, Rosas.

Soledad estaba preocupada por sufamilia: suponía que no sabían nadasobre su arresto y esperaba quemantuvieran su ignorancia. Pidiópermiso para llamar a su casa: queríadecirles que se iba unos días a lamontaña, que estaba bien, que losvolvería a llamar en cuanto pudiera.Pero no se lo daban y pidió, en su cartaal Asilo, que no dijeran nada: "Si ellosllaman desde la Argentina, por favor

díganles que yo quise llamar antes deirme a la montaña pero no era posiblecomunicarse porque había problemascon Telecom para las llamadasinternacionales. Por favor, no les digannada más".

En Buenos Aires, los padres deSoledad empezaban a preocuparse:solían hablar con ella una vez porsemana, pero ahora hacía más de dosque no tenían noticias. Así que llamaronal Asilo:

"Llamamos varias veces.Llamábamos y no nos decían nada,nunca encontrábamos a nadie", dirá

Marta Rosas, su madre. "Nos decíanahora no está, esperá que te comunico,busco, hola, chau, cualquier huevada y tepasabas quince minutos esperandohablar con alguien que te dijera dóndeestaba Sole. Pero no había caso".

La primera noticia de su detenciónllegó por la puerta de atrás: la dueña dela posada de Alpe Devero llamó a suhermana en Pilar para contarle que lapolicía había pasado por su casapreguntando por su antigua empleada, yque había leído en los diarios que estabadetenida. Y la hermana llamó a su amigaSilvia Gramático para contárselo. En losdiarios argentinos, por supuesto, no

había aparecido la menor mención delcaso.

"Cuando yo me enteré de que cayópresa no sabía cómo decírselo a lospadres", dirá Silvia Gramático. "Así queprimero hablé con Gabriela a ver quépodíamos hacer, sin pensar que lacuestión era tan grave".

"Esa mañana Silvia vino a tocar eltimbre a nuestra casa de Villa Rosa",dirá Gabriela Rosas. "Entonces mellama y me dice 'vení, que te tengo quecontar algo'. Yo voy hasta su casa y elladice 'me parece que está pasando algoraro porque me llamaron de la pensiónde allá para decirme que fue la policía a

preguntar por Soledad'. Yo no queríaque se enteraran mis viejos hasta que yono supiera bien qué era lo que estabapasando, para tranquilizarlos".

Silvia y Gabriela se fueron hasta unlocutorio y llamaron al Asilo: alguien,allí, no cumplió con la consigna —o nola conocía— y les dijo que Soledad yallevaba varios días arrestada. Pero nosupo o no quiso explicarles por qué.

—Carajo, ¿qué puede haber pasado?—La deben haber agarrado sin

documentos, Gaby, a veces pasan esascosas.

Entonces llamaron al cónsulargentino en Milán, a ver si sabía algo.

"Le habló Gabriela, le dijo que era lahermana de Soledad y le preguntó quéhabía pasado", dirá Silvia Gramático."El tipo no sabía nada, le dijo que lollamara de nuevo en una hora, que iba aaveriguar. Cuando volvimos a llamar fueun golpe: el tipo le dijo que estaba muyasombrado por la gravedad de lasituación, que no era una pavada. No,dijo que era algo muy pesado".

Gabriela decidió guardarse elsecreto, por el momento. "Fue por esacuestión de protegerla", dirá Gabriela."Hasta saber bien qué pasaba, de qué sela acusaba. Yo quería hacerlo bien,saber qué decirles. No quería ir a

decirles 'Soledad está presa'. Queríatener el abogado, decirles 'Soledad estápresa, pero no se preocupen que hayalguien que se está ocupando del tema'".

Aquel sábado Gabriela volvió ahablar un par de veces con el cónsul,que le explicó que su hermana estabaacusada de ecoterrorismo. Y el domingollamó a un abogado muy amigo suyo quese puso en campaña para ayudarla: ellunes a primera hora ya se habíacomunicado con un abogado milanés conrelaciones argentinas, Ugo Pruzzo. Elmartes, Pruzzo les mandó los primerosfaxes con precisiones sobre los motivosdel arresto.

"Recién ahí, cuando me dijeron bienlos cargos y ya tenía el abogado, hablécon papá", dirá Gabriela Rosas. Y losdos se pusieron de acuerdo en no decirlenada a Marta Rosas.

—¿Por qué?—No sé. No teníamos huevos para

decírselo, esperábamos un milagro delcielo, que pasara algo y Soledad salieray ya está, fue un mal sueño, no hace faltaque se entere. Yo esperaba que pasaraalgo así y no tener que decírselo a nadie,que fuera una pelotudez, que no pasabanada, que no era nada serio, que sehabía afanado algo. Jamás me imaginéque la acusación era tan seria.

—¿Ni siquiera cuando te dijeron queera por ecoterrorismo?

—No, no caía. Pensaba que sehabían equivocado de persona, no sé.Pensaba cualquier cosa, que en unasemana ya está, que estaba detenida enuna comisaría. Nunca me imaginé queestaba en una cárcel de alta seguridad enTorino. Yo esperaba sinceramente notener que decírselo a mamá.

"Yo me acuerdo que cuando Solecayó presa, un día Gabriela se va muytemprano con Silvia y me dice 'mami,quedate, Silvia quiere que la lleve conel auto a ver una cosa', era un sábado alas ocho de la mañana. Yo le creí", dirá

Marta Rosas. "Y a la semana siguiente,no sé si estaba durmiendo la siesta perosé que estaba acostada y que vino Luiscon Gabriela, me despertaron y medijeron 'te tenemos que contar una cosade Sole'. Yo le digo 'bueno, ¿qué pasa?¿Está embarazada?'. Y me dicen 'no, noestá embarazada; está presa, pero no tepreocupes'; todo así como que ya seresolvía. Me dijeron que era unproblema de documentos, nada grave. Esmás, yo decía que cómo podía ser, queestaban violando los derechos humanos,que no se puede tener incomunicadadurante tanto tiempo a una personaindocumentada. Porque ellos no me

explicaban cómo era el asunto. Noentiendo por qué no me lo dijeron desdeel principio, son esas estupideces quehacen algunas personas pensando que teprotegen cuando en realidad te hacenmucho más daño. Es el día de hoy queno lo entiendo".

Después los Rosas le pidieron aSilvia Gramático que no dijera nada:como el asunto no había salido en losdiarios argentinos, aquí nadie se habíaenterado. "Ellos me pidieron que no selo dijera a nadie", dirá Silvia. "Que sialguien me preguntaba por Sole yodijera que ella seguía en Europa,paseando, todo bien".

"Amor, buenas noticias", escribióese domingo 15 Soledad. "Hay unaguardia acá que se llama Antonella,siempre fue buena conmigo, me resolviómuchos problemas acá adentro, y ahorame llamó para preguntarme qué díaquiero hablar con mi familia. Estesábado parece que voy a poder. Estoymuy contenta, así no se preocuparán pormí. Acá adentro cuando encontrás a unabuena persona le ponés todas tusesperanzas. Antonella me da consejos,también ella me dice que la mejordefensa es el silencio. Quedate tranquiloque ni siquiera con ella hablo más de lonecesario pero se ve en sus ojos que es

buena. Ella me dice que me respetaporque yo la respeto y que si salgo deacá no me olvide de ella.

"Y la segunda buenísima noticia esque casi seguro puedo tener la entrevistacon vos. Llené todos los papeles y ellahará personalmente todo lo posible paraque nos dejen.

"Amor mío, quedate tranquilo quenos vamos a ver pronto, estoysegurísima. Hacé visualizaciones denosotros dos juntos y vas a ver cómo sehace posible. Y también ruego que nome den el arresto domiciliario. Debo serla única persona del mundo que prefiereno salir de la cárcel. Claro que quiero

salir, pero solo con vos, ya sabés."Chau, nos hablamos más tarde."Edo, hoy ya te escribí tres cartas

pero ninguna me gusta y ahora empiezootra porque quiero comunicarme con vospero mis ideas están confusas, noconsigo expresarme bien. Esta mañaname levanté y me di una ducha y lavé miropa. En el baño tuve un encontronazocon una chica, quería sacarme de lapileta, me dijo que ella la necesitaba.Después a la tarde, en el recreo, siemprehay cuatro que creen que porque hacemás tiempo que están acá tienen másderecho a jugar, pero todas queremospasar el tiempo. Mirá que pelearse por

esas cosas. Esto es lo que me pone mal,tanta competencia, tantos chismes, celos,faltas de respeto, tantas conversacionessin sentido, tanta obscenidad y ningunasolidaridad, o casi ninguna. No quierocontarte con detalle todo esto porque avos también te pasa lo mismo, esperoque no, yo pienso que las mujeres sonpeores que los hombres.

"Acá hay cinco que se gritan en elcorredor todo el día, si no las mandás alcarajo te aplastan, a mí me da lo mismopelearme o no, no son mis amigas,estamos juntas por fuerza y no porelección. Yo sólo quiero estar tranquilay que me respeten, pero hasta son

celosas. Ayer una me dijo que misamigos hacían una manifestación por míy yo le dije que sería mejor que pensaraantes de hablar porque la manifestaciónera por todos los detenidos e inclusocontra la cárcel, pero ellas parecencontentas de estar acá. (...)

"Al final este domingo no hablé conmamá. Pobre, va a empezar apreocuparse porque hace tres semanasque no la llamo. Le escribí una carta y ledije que estaba en la montaña con vospreparando la tierra para hacer un huertobiológico, a la fuerza tengo que ponermementirosa.

"¿Sabés qué? Ahora me siento un

poco hinchapelo tas con vos (y teescribo cartas de una chica de 15 años)pero en lo que siento soy sincera.

"Si hay algo que no te va en todo loque te escribo decímelo. Yo solo quierohacerte compañía y también quiero queal menos a través de estas hojas sientasel amor que siento por vos. Quizás ya telo dije demasiado y te rompo las bolas.Bueno ahora te dejo, espero que tellegue esta última carta. Acordate que sila celda donde estás da a la secciónfemenina, podés agitar una camisetatuya, así te veo. (...)

"Ahora son más o menos las nuevede la noche y terminé de leer toda esa

mierda de hojas que nos dio el abogado,y todo eso me hace sentir mal y hasta meda miedo tomar conciencia de lagravedad del asunto. También me sientomal, casi sucia, de saber que esta gentede mierda se ha metido en nuestra vida.No sabés cuánto asco me da. Quierosaber de vos lo más pronto posible,decime qué pensás de estas hojas.

"Te quiero y te necesito tanto, sientoque esto es una pesadilla, la cosa máshorrible que sentí nunca. Esta vez tepido ayuda, por lo menos dos palabrasque me hagan sentir bien. Espero queesto se termine pronto, no quiero más.

"Siempre, tu pequeña Sole".

La vida en la cárcel se le ibavolviendo una rutina: es curioso comocasi cualquier cosa puede volverse unarutina. Soledad leía los libros que lemandaban sus compañeros, escuchaba laradio, se preparaba las verduras quepodía conseguir, se lavaba la ropa,trataba de charlar con otras presas. Surelación con ellas no era fácil: muchasla consideraban una rara, una especie decaprichosa que ni siquiera había tenidoque robar para vivir o acuchillar a unhombre porque no quería que le pegaramás: una nena con veleidadesrevolucionarias. A veces se peleaba conalgunas; con otras se iba haciendo

amiga. Pero su actividad principalseguían siendo las cartas:

"Hoy me desperté bien, al alba,cuando empieza a aclarar y me puse ahacer yoga, estaba lo más tranquila.Después limpié y me comí el desayuno,una naranja, una manzana y unazanahoria", le escribió a Edoardo elmartes 17. "Después leí un libro de laguerra civil española. Lo que más meacuerdo de nosotros dos es cuandoestábamos en España, el mar en Cádiz,qué belleza, y cuando estábamos en lacasa rodante. ¿Te acordás de esa noche?Desde medianoche hasta las cuatro y meacuerdo de todo, amor mío, todo lo

bello que vivimos juntos. Nuevamenteme desperté romántica. ¿Te parezcodemasiado infantil? Espero no aburrirte.

"Esta noche soñé que estaba en elsupermercado haciendo las compras,estaba sin vos y no sabía qué comprar,hacía todo mal, hasta que en un momentoni siquiera sabía dónde estaba micarrito. Al final lloraba porque tebuscaba y no te encontraba".

Eran momentos: el desasosiego dequedarse sin el hombre que habíaadoptado como guía. Pero en esos díasrecibió una carta de él —que se haperdido, que parece haberse perdido—donde Edoardo le contaba su mayor

preocupación: se sentía terriblementeculpable "por haberla metido en esteasunto", responsable de suencarcelamiento, desconsolado. Lomismo les había dicho a sus padres, quepudieron visitarlo por primera —y única— vez el lunes 16:

—Yo lo que no soporto es que pormi culpa la gente que quiero estápasándola mal. Tengo miedo de que mihermano tenga problemas en el trabajopor mi culpa. Y por ustedes, que setuvieron que aguantar a todos esos hijosde puta por mi culpa.

Su padre trató de tranquilizarlo peroera cierto que la había pasado muy mal:

al día siguiente de las detenciones enCollegno, dos docenas de policías sehabían presentado en su cabaña de laValchiusella para ponerlo todo pataspara arriba. Dijeron que buscabanpruebas y se llevaron la mayor parte desus herramientas —para ver si eranrobadas. Y una impresora que Edoardoles había llevado un tiempo antes: lospolicías decían que era la que habíanrobado en la Municipalidad de Caprie.

—Y sobre todo me preocupo porSole, tan jovencita, tan fresca, quiénsabe cómo va a poder aguantar la cárcel,y todo por mi culpa.

Soledad no estaba de acuerdo: le

parecía que esa culpa la menospreciabay contestó aquella carta con un tonoentre gracioso y decidido, casi peleador;era una discusión que ya habían tenidoalguna vez:

"Amor mío, ¿sabés una cosa muyimportante? Decile al chico que duermecon vos que se está equivocando mucho.Vos a mí no me metiste en ningúnquilombo. Yo soy un ser independiente ytodo lo que hago lo decido yo, ni vos nininguno son responsables de mi arresto.Él dice que vos me hiciste arrestar y esono lo puedo permitir. Nosotros dos nosencontramos bien juntos y por esohicimos cosas juntos, y todavía otro

motivo muy importante es quecompartimos una idea. Ése no tiene nadade razón. Vos no tenés ningunaresponsabilidad y no tenés que sentirningún tipo de culpa. Quedate tranquilo,amor, vos no me metiste en nada. Soylibre para decidir qué hago y qué nohago".

Quizás la alivió habérselo dicho.Ese mismo día, en otra carta, Soledad ledio una gran noticia: "Tres de la tarde:quiero darte una buena noticia. Hoyempecé a reír. Al menos así el tiempo sepasa más rápido y me divierto un poco.En el patio somos una decena de chicas,más o menos, algunas toman sol, otras

juegan al calcetto. Hoy jugamos todasjuntas al orologgio di Milano fa tic-tac.Me divertí, me armé un traje de baño ytomo el sol y me gusta mucho y mequedé dormida. A esta hora me llega elcorreo. Qué bueno, hay una carta tuya.Voy a leerla.

"Amor, gracias por esas bellasflores que me mandaste. Son tan lindas,mucho más lindas que las que estaban enla cocina. ¿Sabés una cosa? Sos másdulce que toda la miel del mundo, a tumanera tan especial. Sos especial paratodo y eso te hace ser único. No haynadie en el mundo como vos, estoysegurísima de eso, tan segura que tuve

que venir hasta Italia para encontrarte."Las dos últimas noches soñé con

vos. La primera entrabas en mi celdacon el abogado y preparábamos unahistoria para hacerte salir. Al final yo teabría la ventana y salías. Y esta nochehe soñado que volvíamos a la Casa.Todas mis plantas estaban todavíavivas, yo les daba mucho agua.

"¿Escuchás la radio, ahora? Hanpuesto tangos para mí, para todosnosotros, y no te podés imaginar lo queme hace sentir. Me da tanta fuerza, mehace salir por la ventana, me libera elcorazón. Me permite volar, que es tanimportante acá adentro. En este momento

me siento mucho más libre, yo, que todaesta mierda de guardias que veo dandovueltas acá adentro, porque mi cabeza eslibre, cada día más libre".

4. MUERTE DE UNANARQUISTA

En las calles de Turín los anarco-punx-okupas trataban de mantener vivoel asunto. Era, por supuesto, unacuestión de solidaridad, pero también desupervivencia: tenían la clara sensaciónde que la ofensiva les apuntaba y que sidejaban pasar sin más reacciones esteintento de criminalización de todas susactividades en poco tiempo más estaríandadas las condiciones para sudestrucción definitiva. Varias veces, enesos días, grupos de veinte o treinta

interrumpían una avenida con algunapuesta en escena o simplemente gritos ypetardos; el miércoles 17 dos docenasde anarquistas entraron en la oficina deLa Stampa en la calle más elegante deTurín, via Roma 80. Llevaban bengalasamarillas, serpentinas y gusanos,pintaron la A en la pared de mármol,filmaron todo con una video y dejaronvolantes —firmados Moscas Blancas —que resumían su relación con la prensa:"Terroristas son los periodistas".

Mientras tanto, el abogado Novarointentaba desentrañar la acusación,enroscada en un idioma delirante: "Enlos capítulos que prececden han sido

referidas en orden las pruebas concretasadquiridas sobre la base de loshallazgos objetivos percibidos en laCasa Okupada", decía, con crecientetacañería de comas el informe policialde la Operación TAV. "Con ellos seencuentran necesaria e imperiosamenterelacionadas las ya importantesadquisiciones que han permitido haceremerger bajo el perfil subjetivo laconsabida determinación de los tresacusados de reunirse entre ellos con elfin de cumplir acciones delictivasincluidas en un mismo designiocriminoso por realizarse en tiempoindeterminado o sea mientras subsistía

entre ellos el común compartir ya sea dela convivencia, ya de la mismamentalidad de protesta contra el ordendemocrático del Estado por realizarsecon los atentados demostrativos queprogramaban (gran parte no realizadospor cuanto corresponde al período deactividad de la investigación técnica) opor aquellos que han sido cometidos enel Valle de Susa cuyas fuertes analogíasobjetivas se consideran seguramenteadjudicables por lo menos al lugardonde los mismos habitaban".

O sea, en criollo: que en todas susgrabaciones no habían conseguidosorprender nada concreto sobre los

atentados que estaban investigando —osobre algún plan concreto para atentadosfuturos. "Ellos dijeron que nosotrosestábamos en toda esta historia del Vallede Susa pero que nunca dijimos nadaporque nos cuidamos perfectamente dehablar de eso en todas las grabacionesque tienen", dirá Silvano Pelissero, elúnico acusado vivo. "Ahí, según ellos,fuimos astutísimos. Pero después nosacusaron de cosas que sólo podría hacerun estúpido, como llevar la impresorasupuestamente robada en laMunicipalidad de Caprie a la casa delos padres de Edoardo o dejar losnúmeros de serie en la soldadora robada

allí. Yo creo que tendrían que habersedecidido: o somos astutísimos o somosunos estúpidos".

Soledad no podía creer lo queestaba escuchando en Radio Black Out.En verdad no lo podía creer: primeropensó que estaba volviéndose loca, queoía cosas raras. Pero la canción estabaahí:

—Me dicen el matador, nací enBarracas;

si hablamos de matar mis palabrasmatan.

No hace mucho tiempo que cayo elLeón Santillán

y ahora se que en cualquier momentome la van a dar.

No quería, pero un par de lágrimasle rodaron despacio. Después agarró unpapel y empezó otra carta: "¡Carajo! Noesperaba esta canción de los FabulososCadillacs, Matador. Me la canté delprincipio al fin. ¿Cómo sabían que megusta tanto? Sentí como si me faltara elaire". Siempre le había gustado peroahora, en su celda, la canción le hablabade ella misma, de su historia, y era comopegarles a todos los guardias y reírse deellos:

—Viento de libertad, sangrecombativa;

en los bolsillos del pueblo la viejaherida.

De pronto el día se me hace denoche,

murmullos, corridas, aquel golpe enla puerta, llegó la fuerza policial.

Mirá hermano en qué terminastepor pelear por un mundo mejor."Esta música se llama murga, es

música popular que se hace en la calle",siguió escribiendo. "Cada carnaval, quepara nosotros es en verano, un grupo degente de cada barrio se junta, unoscuarenta o más, y después de trabajarduro escribiendo las canciones yhaciendo la música y practicando todo

el verano, esta semana de carnaval vanpor toda la ciudad cantando y bailando.Las canciones hablan de protestas, deproblemas sociales, de policía que mata,de gente sin proceso tras diez años decárcel, de 30.000 desaparecidos por losmilitares de la dictadura. Ahora dicenque están en democracia pero nosotrosya sabemos que es la misma dictadura".

La Argentina, a la distancia, se lehacía distinta: a veces pasa. SuArgentina, ahora, ya no era ese barrio deperros y esos campitos de caballos sinoun país amenazador oscurecido por elhambre y el recuerdo de una dictadura.Su historia en él, su futuro posible

habían cambiado:"Allá la gente tiene miedo de salir a

la calle porque tienen miedo de larepresión, que es muy fuerte, y prefierenolvidarse de lo que pasa. Pero tambiénhay gente que sale y grita fuerte y hacequilombo y protesta, aunque pienso quepor ahora la revolución en la Argentinaestá muy lejos. Yo tarde o tempranovolveré, y seguro que tendré mucho quehacer. Por eso a veces me pregunto quéhago acá en Italia, si sé que allá haytanto que hacer, pero después metranquilizo pensando que acá estoyaprendiendo tantas cosas lindas parahacer. Tantas formas distintas de

luchar". La radio seguía sonando:—Me dicen el Matador de los cien

barrios porteños.No tengo por que tener miedo, mis

palabras son balas,balas de paz, balas de justicia.Soy la voz de los que hicieron callar

sin razón,por el solo hecho de pensar distinto,

ay Dios."Yo, amigos, mientras tanto, tengo

que esperar un poco, hasta que uno quepiensa que tiene la facultad de juzgardecida cuándo tendrá ganas de dejarmesalir. Pero estoy bien, y en estos díasempecé a reír. Cuando llegué acá veía a

las otras que reían y no podíaentenderlo, pero ahora enitendo, así eltiempo pasa más rápido, te desahogás, yademás es como reírseles en la cara aestos: ¿quién podrá sepultar unacarcajada?".

La preocupación de su familia lapreocupaba, por momentos, más que supropia incertidumbre. El miércoles 18Soledad le escribió una carta a suhermana Gabriela y la mandó al Asilopidiendo que la despacharan desde uncorreo cualquiera. En esa cartaintentaba, todavía, disimular loindisimulable:

"Hermanita, sobrinito:Ayer recibí una carta tuya linda, las

dos fueron muy hermosas, y eso sí queme dan ganas de volver a verte.

Te aseguro que tengo bastantes ganasde verte y que viajar a Buenos Airesforma parte de mis proyectos, sobretodo para verte. El otro día le escribí aFabián y justamente le decía cuántasganas tenía de caminar perdidos porBuenos Aires los tres, como solíamoshacer. Te aseguro que se repetirá, no haynada que pueda impedirlo".

No hay nada que pueda impedirlo,decía, y lo que su hermana leería comouna alusión al destino era, en realidad,

una forma de decirle sin decirlo que nopodía ir ni a la esquina: que todo, por elmomento, lo impedía.

"Tarde o temprano viviremos cosasmucho más lindas todavía, ahora queseremos uno más. A mí me gusta elnombre Diego, estoy casi segura queserá varón. Yo no quiero imponerle misideas a nadie, no me creo la dueña de laverdad ni soy una dictadura parapretender que todos piensen de unacierta manera. tampoco quiero metermedentro de un esquema, eso me limitaría.Antes de ser de cierta tendencia políticaprefiero ser una persona; por cierto asílo creo, soy Soledad y mi principal idea

es aquella de la libertad, la libertad delas personas y todo lo que esto quieredecir. ¿Pero qué sucede cuando te cortanla libertad, cuando te la cortan de unamanera u otra, cuando se acaban tussueños o cuando arrestan a alguien? Deadentro sale una fiera que pelea de unaforma u otra. Cuando vuelva a casa tecontaré bien cómo se debe hacer cuandote imponen cosas, cuando te obligan. Yoquisiera vivir la vida de una manera, sinmolestar ni hacerle mal a ninguno. Perono te dejan, te imponen el poder dealgunos pocos".

Otra vez: lo que parece una metáforade la sociedad autoritaria no es más que

la descripción que no describe su vidaen esa cárcel. Pero Soledad habíadecidido mantener la mentira —quetampoco lo era; era, más bien, lanarración de unos sueños que solíatener:

"Bueno, perdoname este miserablepedazo de papel, no es fácil conseguirloporque ahora estoy en la montaña y poreso no puedo llamar tan seguidamente.Estoy a mil metros de altura en una casade piedra de unos trescientos años.Estamos acá haciendo el proyecto decultivar la tierra orgánicamente,verduras biológicas, plantas aromáticasy medicinales. Por acá también hay

vacas y ovejas pero yo no tomo leche,sólo disfruto de verlas y librementepastorearlas. Puedo decirte que eshermoso. Quisiera ese libro de Foucaultpero no lo conseguí en español. Si tenésganas podés enviármelo y también unafoto tuya. Tengo ganas de verte. Estanoche soñé con vos, estábamos en uncampo muy grande y vos tenías al Tero yyo al Dos y medio. ¿Cómo están esasdos bestias? (...) Bueno hermanita sehace de noche y la luz de la vela no esbuena para escribir. Podrás imaginarteque acá arriba no llega la luz".

Seguramente no podía imaginárselo,pero era tan cierto: allá arriba —allá

abajo — no llegaba la luz. Para esoSoledad tendría que haber podido "bajara la ciudad".

"Te mando la carta por medio de unamigo que baja mañana a la ciudad.Mandale un gran beso a mamá y papá.¿Quiénes son esos dos gatos nuevos?Gaby, me olvidaba, perdí la agenda ytodas las direcciones. Escribiré todo aBerutti, en vos confío, pero por favor siel sobre dice Fabián es Fabián y así.Mandame la dirección de Claudito,todavía no sé por qué se pelearon tanto.

Te quiero mucho y te extraño, ungran beso".

El truco no funcionó: al día siguiente

supo que su familia ya se había enteradode todo, por el llamado desde la pensiónde Alpe Devero. Ya había mandado esacarta cuando recibió un telegrama de supadre, y se lo contó a Edoardo: "Meencuentro un poco confusa. Sucede querecibí un telegrama de Papá. Él y mihermana saben todo, no sé cómo. Teníaun poco de quilombo porque primero lesmandé una carta diciéndoles que mehabía ido a la montaña. No quería que sepreocuparan, pero ahora se armó elquilombo porque se enteraron de todo.(...) No he podido hablar con ellostodavía. Ahora por culpa de mi últimacarta lo sabrá incluso mi mamá. Si ellos

no sabían nada yo estaba más tranquila.Esto es mi asunto y me lo banco sola, sinmi familia, pero ahora pienso que ellosestán mal por mí y gastarán la platacuando no tienen mucha, yo no losquería mezclar pero una vez más,paciencia".

Tenía razón, quizás, Gabrielacuando decía que su hermana no sabíamentir. Soledad decidió escribirenseguida otra carta pidiéndolesdisculpas y contándoles todo.

Al día siguiente recibió un nuevotelegrama: su padre y su hermana lecontaban que le mandaban un abogado,Gian Paolo Zancan, recomendado por

Ugo Pruzzo.

En esos días el abogado Ugo Pruzzohabía viajado a Buenos Aires paraatender otros asuntos y se reunió con lafamilia Rosas: allí terminó deconvencerlos de que aceptaran ladefensa de Gian Paolo Zancan. Pruzzoera un argentino que llevaba muchosaños en Milán, especialista en derechocomercial y se necesitaba, les dijo, unpenalista turinés: Zancan era el másapropiado, el presidente de la Orden deAbogados de Turín.

"Pruzzo nos había conseguido aZancan", dirá Gabriela Rosas. "Este

Zancan es como un Cúneo Libarona deallá, está en todas. Si había alguien quela podía sacar, era él. Cuando lomandamos, todos pusieron el grito en elcielo: Soledad, todos los chicos. Nadielo quería".

Aun así, la familia insistió. "Lo quepasa es que Zancan tiene muy mala famaen el ambiente carcelario, se dice que esun tipo que hace todo tipo de arregloscon las autoridades, y eso Soledad losabía", dirá Luca, su marido.

La reunión con Pruzzo fue terriblepara la familia Rosas: recién entoncesterminaron de entender que la situaciónde Soledad era muy grave. "Él nos

hablaba de estrategias, de deportación,de cuáles eran las posibilidades, cuáleslos cargos. Intentaba explicarle a mimamá el tema del ecoterrorismo, que eracomo una asociación ilícita con finesterroristas. Acá el ecoterrorismo noexiste. Ni yo podía entender eso. Él nosdecía que eran tres, los habían metidojuntos y los acusaban en grupo deterrorismo, de organización terroristacon fines ecológicos: ecoterroristas.Nos contó que había grabaciones,escuchas telefónicas, habían puestoaparentemente micrófonos adentro de lacasa. Había un montón de puntos encontra. Parecía una película de terror

que cada vez te asustaba más, comoJurasic Park, que cada vez aparecía unmonstruo más feo. A medida que pasabael tiempo el asunto era cada vez másfeo. Y Pruzzo nos decía que Zancan y élestaban de acuerdo en que a Soledad loque le convenía era desconocer todo,abrirse del grupo y ser juzgada comoindependiente, porque ella no teníaantecedentes y los otros sí. Si el juicioera a los tres juntos, ella iba a serjuzgada con el mismo peso que los otrosdos. Nosotros no nos podíamoscomunicar con Soledad en esa época,estaba incomunicada. Él empezó a tratarde que la dejaran llamar por teléfono

desde la cárcel. Había que organizarloporque había que pedirle unaautorización al juez, tenía que atender elteléfono una persona determinada, eratodo un quilombo".

Su familia confiaba en Zancan e,incluso, le pagaron un primer honorario:mucha plata. Pero Soledad no terminabade aceptarlo: "Primero fue un quilomboque aceptara a los abogados quepusimos nosotros, porque es el preso elque tiene que aceptar al abogado", diráGabriela Rosas. "Ella tenía al abogadodel grupo, que era este Novaro, y noquería saber nada con el abogado que lequeríamos poner nosotros porque ella

quería que fueran los tres juntos. Decía'yo lo voy a aceptar si él tambiéndefiende a Eduardo y a Silvano'.Obviamente, nosotros no podíamospagar también por la defensa deEduardo y de Silvano. Se lo dijimos.Pero la convencimos de que lo que labeneficiara en su defensa iba abeneficiar también a los otros dos. Queno iba a ser una defensa para ella solabasada en el perjuicio de los otros dos.Había dos estrategias: la limpiamos aella ensuciando a los demás o lalimpiamos a ella y tratamos de limpiar alos demás también. La más sencilla erala primera, porque ella no tenía

antecedentes. Jamás ni siquiera se lapudimos mencionar por segunda vez. Encuanto percibió que la defensa de ellapodía perjudicar a los otros nos mandóal carajo".

Soledad terminó por aceptar, conmuchos reparos, a Gian Paolo Zancan.No le duraría mucho tiempo. El asuntopuede parecer menor pero era básico.En esa disputa por la elección de unabogado, en ese tironeo entrefidelidades contradictorias se jugaría,ahora sabemos, la suerte de su vida.

Cuando lo vio se le tiró encima:literalmente se le tiró encima. Los

guardias que la llevaban trataron dedetenerla pero no pudieron o noquisieron hacer todo lo necesario parapoder. Él también se sacó de encima asus propios guardias y, por un minuto oun año o diez segundos, Edoardo ySoledad se abrazaron con más que todoel cuerpo: se abrazaron. En silencio, sinquerer decirse nada, sin mirarse, con losojos cerrados, con un temblor y esasganas de llegarse hasta los huesos seabrazaron. Hasta que los guardiasrecuperaron el control de la situación:

—Rosas, Massari, basta, ya basta.Ellos no hicieron caso; los guardias

tuvieron que agarrarlos de los hombros

y tirar para terminar de separarlos. Eramartes 24 de marzo –24 de marzo— yEdoardo, Silvano y Soledad pasabanante el Tribunal de la Libertad parapedir su excarcelación. La audiencia fuebreve y formal: el abogado Novaro hizosu demanda, la jueza la escuchó y, sindecir nada más, informó que su decisióntardaría un par de días. Cuando salieron,Novaro les dijo que era pesimista:

—En esta instancia no tenemosmuchas esperanzas, no se haganilusiones. Esto va a haber que pelearlomás adelante, en el juicio.

Soledad estaba, de nuevo,preocupada: veía que Edoardo no era el

de antes y que se dejaba atravesar por eldesánimo.

—Amor, tené confianza, que al finalvamos a ganar, ya vas a ver.

—Sí, sí, ya lo sé, no te preocupes.Cuando les dijeron que se los

llevaban intentaron besarse de nuevo.Pero esta vez los guardias estabanpreparados.

—Caminen, vamos, no rompan lasbolas.

Se lo llevaron primero a él. Soledadlo vio alejarse arrastrando los pies, conun policía a cada lado. Al final delpasillo Edoardo se dio vuelta, le hizo ungesto de adiós con los ojos y labios.

Soledad gritó algo. No sabía que no ibaa verlo nunca más.

"Te vi, te abracé, me quedé sinpalabras de la emoción", le escribióSoledad esa noche. "Viste que fuimostan fuertes los dos que ni siquiera losagentes consiguieron separarnos y por lomenos nos dejaron un minuto. Ahoraestoy en mi celda y no oigo nada de loque dicen en el corredor ni recuerdonada de lo que me dijo el abogado. Sóloveo tu cara, sólo siento nuestro abrazo,mi dolor de cabeza se fue; el amor esmás fuerte.

"En este momento estoy recibiendo

tu carta del jueves 19. Quedate muytranquilo que si yo salgo nadieencontrará una palabra en mi boca. Heaprendido que es mejor no hablar y sercapaz de mandar al carajo a laspersonas, decirles que no me rompanmás las bolas. Otra cosa importante quetengo que decirte es que yo de acá nosalgo sin vos. Así que podés estartranquilo y verás que no voy a hablarcon nadie, también porque no tengo nadaque decir.

"Mientras tanto, con las demásdetenidas, todo tranquilo. De hecho,hablando de mandar al carajo, mandé aun par y están muy tranquilas conmigo,

ninguna me rompe las bolas. Sé que vosquizás no me tenés confianza, pero vas aver que sí podés confiar. No puedodecírtelo, sólo puedo demostrártelo,hacértelo ver.

"Querría tanto que tu presentimientofuera que los tres nos viéramos de nuevoafuera; no imagines que alguien nosquiera hacer daño. Pero hablando depresentimientos, ¿te acordás que dosdías antes de nuestro arresto me dolía laespalda y te dije siento que alguien meestá haciendo daño y vos te reíste y medijiste pero cómo podés creer en unacosa así? Lo que quiero decirte es que,como vos decís siempre, tenemos que

escuchar esa voz interna, ese instintoque sale de adentro. Perdoname por lacarta de ayer domingo donde estoy unpoco celosa; no me hagas caso. Vos sosun hombre libre de sentir lo que quieras,no tenés que sentir ninguna culpa por tussentimientos, sean lo que sean. Tuscartas del jueves y viernes me hacensentir bien. No tenés que pedirmeperdón por nada de nada, si sentís queno me has respetado no es tu culpa, soyyo la que debe hacerse respetar. Laspersonas tienen que hacerse valer por loque son.

"Cariño mío, no te escribiré enespañol porque es mejor que lo

aprendas cuando estemos en laArgentina. ¿Entendés mi italiano? Loque me parece raro es que yo te escribíese pedazo de canción en español perodespués en la segunda página lo escribíen italiano. ¿Cuando te abren las cartasvos estás enfrente?

"Si la historia la escriben los queganan

eso quiere decir que hay otrahistoria, la verdadera historia,

quien quiera oír, que oiga."Esto quiere decir que la voz que se

hace oír más fuerte es la de lospoderosos, la historia que ellosescriben. Pero esto te hace pensar que

realmente existe otra his toria, lanuestra, la de la gente, la del pueblo, yel que la quiera oír puede hacerlo, sólotiene que sacarse las vendas de los ojos.

"Ahora te escribo en español, amormío, te quiero tanto que nadie ni nadapodrá impedir que lo haga. Tu retrato escasi tan lindo como vos; lo que más megusta es el corte de tu pelo. Es buena tupeluquera. ¿Será que la conozco?".

Su peluquera era ella misma; nuncasabremos si Edoardo llegó a leer estacarta.

El miércoles 25 de marzo elconsejero regional y jefe del partid o

Verde piamontés Pasquale Cavaliererecibió un telegrama inesperado: se lohabía mandado, el día anterior, EdoardoMassari desde la cárcel de Le Valette yle pedía que por favor lo visitara. En losveinte días que llevaba preso, Cavaliereya había ido a verlo un par de veces: suinmunidad parlamentaria se lo permitía.

"Cuando entré en su celda se largó allorar", dirá más tarde PasqualeCavaliere. "Me dijo que era víctima deun montaje, que no había relación entrelo que había podido hacer y la gravedadde las acusaciones de la fiscalía".Edoardo le insistió en que no tenía nadaque ver con esos extraños Lobos Grises

ni con los atentados contra el Tren deAlta Velocidad en el Valle de Susa. Yvolvió a hablar de su culpa: no podíasoportar la idea de que Soledadestuviera presa por él. Visiblemente sunovia no lo había convencido de que noera culpa suya.

Cavaliere lo vio muy deprimido, yse preocupó: "Al salir fui a hablar conel director de la cárcel, para señalarleel estado de grave pesadumbre en que seencontraba el detenido. El director sedio por enterado y me dijo que seocuparía de él y que le haría llegar loslibros que había pedido. También medijo que ya estaba bajo control médico".

Remo Urani, el médico jefe de LeValette, le había mandado hacer losexámenes físicos y psiquiátricos derutina y había dado su informe: "Massarifue visto como un detenido lúcido,orientado, bien dispuesto al diálogo, sinriesgos evidentes de patologíapsiquiátrica. A tal punto que, en síntesis,el juicio de los médicos que lo visitaronfue: 'No tiene ideas autolesivas y elriesgo de suicidio o incluso de violenciacontra sí mismo o contra otros es muybajo'."

A la mañana siguiente el Tribunal dela Libertad anunció su fallo previsible:Edoardo Massari, Silvano Pelissero y

María Soledad Rosas no tenían derechoa la libertad condicional mientras sesustanciaba el juicio porque"ciertamente Massari, Rosas y Pelisserohan consituido una estructura asociativadotada de medios y de un programadeterminado de comisión de delitos".

El tribunal aseguraba que "existe unafuerte contigüidad entre los tresprocesados y los autores de losatentados" pero reconocía que no se leshabía probado "con el materialprobatorio recogido, la participaciónmaterial ni concursal ideológica en losepisodios criminosos que en realidadconstituyeron la premisa de la

investigación" —o sea, los atentadoscontra el TAV. Aun así consideraba que"es elevadísimo el riesgo de reiteraciónde los actos delictivos de naturalezaanáloga" a los investigados. Por esoEdo, Silvano y Sole debían quedarse enla cárcel mientras se dirimieran lasacusaciones en su contra: eran, en elmejor de los casos, muchos meses y,más probablemente, varios años.

Esa tarde Edoardo le escribió aSoledad su última carta.

Esa noche los okupas turinesesdecidieron llevar a la calle sudescontento con la decisión del tribunal.

En el cine Massimo, en el centro de laciudad, el actor americano HarveyKeitel daba una especie de conferenciaante cientos de personas cuandoapareció un grupo de dos o tres docenasllevando carros de supermercado controzos de granito: era una alusión muydirecta a las "pruebas graníticas" delfiscal Maurizio Laudi. Los okupasdesparramaron el granito por la sala y sesubieron al escenario para leer uncomunicado: sin entender qué sucedía,el actor más duro de Hollywood saliócorriendo detrás de los telones.

—¡Volvé, Harvey, te perdonamos!Cuando los okupas desocuparon el

lugar, Keitel volvió a su lugar. Entoncesexplicó que su retirada no había tenidonada que ver con el miedo: que él habíasido marine y cinturón negro y se habíaido para tratar de contener sus instintosguerreros. Hubo sonrisas.

Mientras tanto, en la cárcel, Soledadreleía unas cartas de Edoardo. Después—ya eran casi las ocho— salió alpasillo a charlar con alguna presa. Perono encontró ninguna con quien le dieranganas. "Ellas tratan de divertirse perome parece que piensan demasiado en loshombres, lo entiendo porque hace tantoque no están con ninguno, pero meaburre un poco", le escribió poco rato

después, ya en su celda, a Ita, ocupantedel Asilo. "Yo veo el amor de otramanera. Quizás yo también después deseis meses o un año de estar acá pensarélo mismo. Pero ahora estoy probandouna manera nueva de amar, lo hago pormedio de cartas. A Edo le escriboprácticamente todos los días. Él meescribe que está bien, pero otro chicoque me escribe y que está con él me diceque está muy bajo, e incluso elconsejero regional que vino a verlo medijo que estaba bajo".

Era, en ese momento, lo que más ladesesperaba: ver que su hombre estabamal y que ella no podía hacer nada por

ayudarlo. "Hoy recibí una carta suya yme dice que le doy mucha fuerza con miscartas, y lo más lindo es que consiguiópasarme una piedrita que se llamamadreperla, yo tengo un pedacito y éltiene otro. Yo estoy segura de que elamor es mucho más fuerte que lasparedes de esta cárcel", decía, perotambién se descorazonaba: incluso suscartas, si le servían para algo, tardabanen llegarle demasiado tiempo: "Acá lohorrible es que querría hablar con él odecirle algo lindo, pero las cartas llegan2 o 3 días después". Si por lo menos ladejaran encontrarse con él, mirarlo,hablar un rato. Soledad estaba segura de

que entonces sí podría ayudarlo. Aunquele daban ataques de pesimismo bienfundado:

"Te digo la verdad, no sé cómoterminará todo esto. El fiscal esdemasiado malo, y con toda la plata quese gastaron en nosotros, no creo que nosdejen ir así nomás. Hicieron tantapublicidad de todo esto que ahora nopueden quedar como boludosdejándonos en libertad. El abogado medio las grabaciones de todas nuestrasconversaciones. Después de leerlas hetomado más conciencia de la gravedaddel asunto. No sabés qué horrible saberque esos bastardos escucharon todas

nuestras conversaciones. Solamenteescribieron lo que les conviene paraesta historia, pero escucharon tambiénnuestra vida privada. Ahora cuandohablo me siento paranoica. Me sientocontaminada, sucia, todo es un abuso".

Pero no se dejaba vencer por lanegrura: seguía los consejos de suhombre. "En la vida todo vuelve, lomalo que me hacen ahora volverá enfelicidad cuando esté libre. Mientrastanto, ahora trato de convertir lonegativo en positivo. Edo me lo enseñó,y estudio mucho, leo libros... Quizás alfinal algo bueno saldrá de todo esto.Esperemos".

Al día siguiente, viernes 27,Edoardo recibió en su celda la visita delabogado Novaro: tenían que charlar dealgunas cuestiones procesales. Edoardoparecía de mucho mejor humor. "Lanegación de la libertad condicional nofue una gran sorpresa para él: en losdías previos yo le había aclarado biensu situación", dirá Claudio Novaro. "Noesperaba demasiado, en esa instancia.Así que la negativa del tribunal no fueun sacudón inesperado: ya lo habíamosconsiderado desde antes. Y me dijo quecuando vio a Cavaliere se había dejadollevar por el malestar, que había tenidoun tropiezo nervioso. Pero que ahora se

sentía mejor. No me parecióparticularmente turbado; no al punto depoder prever lo que se venía. Despuésdiscutimos juntos los problemas deljuicio".

Fueron quince, quizás veinteminutos. Después Novaro se fue yEdoardo se quedó solo en su celda.Nunca quedará claro la razón por la cualtenía una celda individual, cuando lamayoría de los presos compartíandormitorio. Esa tarde, pese a lo quehabía supuesto su abogado, Edoardoseguía deprimido. Ni siquiera teníaganas de escribirle a Soledad y sólo lehizo un dibujo, un diseño que en yoga

significa "armonía total". Lo metió en unsobre y le pidió a un guardia que lomandara al pabellón de las mujeres.

Después siguieron sucediendo todasesas cosas que nunca terminaremos desaber. Esa noche Edoardo no durmió yen algún momento tomó la decisióndefinitiva. A eso de las cinco se levantóde su cama, sacó la sábana y empezó aatarla a lo s barrotes de la cama dearriba. Después se anudó al cuello laotra punta.

AMOR SE FUE

1. UN FUNERAL

Aquella tarde el sol era un exceso.En su cabaña del fondo de los Alpes lospadres de Edoardo escucharon que seacercaba un coche: la cabaña cuelga deuna pendiente que domina el camino ynadie puede llegar sin que lo vean. Es unlugar aislado: los Massari se instalaronallí en 1994, cuando la presiónperiodística contra su hijo, tras suprimera detención, los forzó aabandonar su casa de la ciudad de Ivrea.Del coche se bajaron el alcalde deBrosso y el jefe de carabineros de lazona que venían a decirles que su hijo

estaba muerto.—¡Ustedes lo mataron, asesinos!

¡Ustedes lo mataron!Gritó Renato Massari en cuanto los

escuchó. Pero hoy, casi cinco añosdespués, sigue sin haber certezasdefinitivas sobre la muerte de EdoardoMassari. Aunque ahora casi todos susparientes y amigos creen en la hipótesisdel suicidio. Hubo, por supuesto, unaautopsia oficial, que determinó comocausa de la muerte la "asfixia porestrangulamiento": miles y miles decasos en todo el mundo han demostradoque esas pericias suelen mostrar granimpericia. Sin embargo, sus padres no

quisieron pedir una contraprueba.—¿Ustedes tuvieron alguna sospecha

sobre su muerte?—Sí, no hay ninguna seguridad

sobre lo que pasó. Nunca se sabe. Fíjeseque hubo esta historia en Valle de Susaen que un hombre apareció muerto ydeclararon que había sido un infarto ydespués el asesino lo confesó y entoncesdescubrieron que había sido un tiro de22 en el corazón. Es muy desalentador ynos parece que no sirve para nada seguirinvestigando, de ahí no saldría nada. Lopensamos un poco, podríamos haberhecho denuncias, cosas, pero en esecaso tendríamos que habernos metido en

procesos, en historias cada vez másoscuras. Y preferimos mantenernosdistantes, no para no participar sinoporque es un camino imposible. Yademás nuestra salud no es buena, eincluso por nosotros y por nuestro otrohijo tenemos el deber de seguir adelantecon la vida.

Aquel año, el año de las muertes,Renato Massari tuvo tres infartos y sepasó meses hospitalizado tras unaoperación de cinco bypass.

—¿Y no necesitaban saber qué pasóen realidad?

—¿Cómo podríamos saber cuál es larealidad? Porque incluso si hubiéramos

sabido algo nos habríamos metido en uncamino todavía peor, saber lo querealmente sucedió, ¿y después qué? Ir apedir justicia a estos jueces, a losmismos jueces que decidieron que elloseran culpables sólo porque lo dijo unpolicía... Parece mentira. Estas cosaspueden pasar en Argentina o en Chile,no en Italia.

Esa noche yo no les contesté, porqueera su huésped, que lo que pasa enArgentina o Chile es que los padres delos muertos sí pelean por ellos. Algunasveces.

Otros también dudaron. Soledad,

antes que nadie, que terminóconvenciéndose de que Edoardo habíatomado la decisión de matarse. LucaBruno, ocupante del Asilo, que ahoratambién cree que se mató: supone que ala policía o la justicia italianas no lesconvenía matarlo, porque con su muerteperdieron parte de su caso y se lescomplicó mucho la instancia judicial.Aunque no termine de saber por qué fue:"No sé por qué se mató. Sé que reciénhabía salido de una larga persecución:dos años de cárcel por aquellos cuarentagramos de pólvora negra. Una cantidadridícula: aun si hubiera querido haceruna bomba, con eso no podía hacerle

mal a nadie. Y se había dado cuenta deque esta acusación era grave. Si porcuarenta gramos de pólvora se habíapasado dos años en cana, por asociaciónsubversiva y banda armada le podíacaer una docena... El juez acababa dedecidir que tenían que esperar el juicioen prisión, aunque no tenía ningunaprueba para sustentar las acusacionesprincipales, y sólo le quedaba el robo eincendio en la Municipalidad de Caprie.Pero se hizo evidente que iban a hacertodo lo posible para dejarlo adentro —aunque no tuvieran demasiadas bases. Yque con eso ganaban el tiempo suficientepara seguir armando la acusación por

todo el resto. Y además porque Balenoestaba en el principio de una historia deamor muy intensa, una historia que teníaapenas dos meses, estaba en el momentode mayor intensidad... y estar separado ypensar que no iba a volver a ver a sumujer por quién sabe cuánto tiempo. Enmedio de un amor feroz, esa ausenciapuede hacerse insoportable".

Mientras tanto, aquel día, en lacárcel de Cuneo, Silvano Pelisseroestaba escribiendo una carta a suscompañeros de una casa ocupada deTurín, el Prinz Eugen, donde lesrecomendaba tener los ojos muyabiertos: "Inviertan plata en

instrumentos para descubrir micrófonosescondidos en las casas. Entre ustedesseguramente circulan espías ocolaboradores. Tienen las casas llenasde micrófonos. Seguramente la Alcova,el Barocchio, La Cascina y el portón delAsilo están bajo control de cámaras devideo. Luces apagadas. Ruido. Radio atodo volumen. En los autos losmicrófonos están en los espejosretrovisores internos. Los receptoressatelitales —que teníamos yo y Edo—son cajas colocadas entre el techo y elaislante. Los cables llegan desde la luzinterna. A menudo las cámaras de videoestán en los faros o los espejos externos

de coches estacionados. Autosaccidentados y abandonados. Difundanestas informaciones con precaución, esmejor no crear paranoias y fobias".

Aquella mañana Silvano firmó lacarta, la metió en el sobre y vio llegar auno de sus compañeros con un gestoagitado:

—Escuchá, hubo una tragedia, loacaban de decir en la radio.

"Yo no supe qué pensar sobre lamuerte de Edoardo", dirá Silvano ahora."Me pregunté si lo habían matado, nosabía. En la cárcel yo hablaba con otrosdetenidos y me decían que en la sección41 bis mataban prisioneros, lo

sofocaban con un almohadón y despuéslo colgaban y el médico lo declarabasuicidado. Pero no sé qué pasó ahí. Nohay elementos para decir que se suicidóni para decir que lo mataron. No dejóuna carta, perdoname Soledad,perdónenme compañeros, nada. Perotampoco hay ninguna prueba que digaque lo mataron".

Pocos días después de su muerte, sinembargo, Silvano asumía en sus cartasque su amigo se había suicidado: "Elpoder constituido siempre aconseja a losperdedores que olviden el pasado.Baleno no olvidó y ganó la pelea. Leescupió en la cara al mundo de los

resignados al suplicio cotidiano de lamuerte lenta", escribió y, una semanadespués: "Admiro a Edo. Tuvo un valorque yo no tengo. Mi huelga de hambre esun suicidio lento. Espero tener másfuerza alguna vez...".

El movimiento en general terminaríapor aceptar la tesis del suicidio. Pero laexplicaría por la violación del encierroy la desesperación que eso supone.Como en el comunicado de laFederación Anarquista Italiana:"Edoardo era víctima de una de laspeores prepotencias: fue privado de lalibertad, y prefirió la muerte". O eldiputado verde Paolo Cento, que habló

de un "homicidio de Estado consumadoen un clima inaceptable de represióncontra los centros sociales de Turín".

Stefano, ex ocupante del Asilo, fuemás preciso en sus hipótesis: "Edopodía ser original, genialoide, taciturno,lo que quieras, pero estúpido no. Yocreo que él nunca se habría colgado porun momento de depresión. Yo estoy casiseguro, aunque nadie me lo puedaconfirmar, que le dijeron 'o nos dasnombres, apellidos y direcciones detoda la gente de esta banda armada o tequedás en la cárcel para siempre'. Lainstitución del arrepentido es un inventoitaliano. Pero no sólo esta banda armada

no existía; además, Edoardo no tenía lamenor intención de hablar con la policíani de fútbol: nunca lo había hecho y noestaba dispuesto a empezar a esa altura.Y entonces le deben haber dicho 'ok, siése es el juego, lo vas a jugar todo loque quieras porque te vas a pasar elresto de tu vida en la cárcel'. Loacorralaron: le hicieron entender que sino hablaba lo dejaban en la cárcel parasiempre —y Edoardo tenía buenasrazones para creerles. Lo dejaron sinsalida: o la traición o el encierro. Y laúnica salida que encontró fue un últimopito catalán: el que decide mi vida sigosiendo yo".

Fue un día de decisiones. Aquel 28de marzo, en la cárcel de Saluzzo, cercade Turín, Luca Caire, 23 años —robosde autos, venta de marihuana— decidiósuicidarse. Y no muy lejos, en Trani, unamujer, Teresa Massari —venta dedrogas, la libertad en julio— también lodecidió. Sus historias no aparecieron enlos diarios.

"Carniceros bastardos, ustedes sonlos responsables de la muerte de Balenocomo de todas las que suceden en laprisión todos los días. ¡Asesinos! Losterroristas criminales son ustedes:periodistas canas criminales y

especuladores del TAV. Nuncahabríamos querido escribir estecomunicado. Desde ahora la vida en estaciudad de muertos nunca será igual, y laculpa es toda de ustedes", decía unvolante que firmaron, esa misma tarde,"Todos los lugares ocupados y lasindividualidades rebeldes".

Aquel día, en cuanto salió de lacárcel de Le Valette, Luca Bruno corrióal primer teléfono para llamar a suscompañeros del Asilo y darles lanoticia. El Asilo está a menos de unkilómetro del mercado de pulgas delBalon, el lugar de cita, todos los

sábados, del otro Turín: árabes, anarcos,vendedores de ocasión, ladroncitos,marginales variados. Antes delmediodía todo el Balon estaba al tanto yorganizaba su respuesta. Mientras tanto,Radio Black Out convocaba a los máslejanos:

—Hay que manifestar, compañeros,hay que salir a la calle, hay que dar unaprimera respuesta. La muerte de nuestrocompañero Edoardo Massari es una másen una larga serie de homicidioscarcelarios. Pero no es una más, porqueninguna muerte es una más...

"Baleno murió pero estuvo vivo. Lospoderosos de esta ciudad nunca lo

estuvieron", decía una de las primeraspintadas en las paredes del Balon: lafirmaban los Ocupantes del Asilo. A esode las tres de la tarde ya eran un par decientos. Pintaron una tela con una solapalabra, que resumía sus emociones, ysalieron en manifestación hacia el centrode la ciudad. El cartel decía Asesinos ysus gritos también.

—Y esta es la última carta querecibimos de Edoardo. Nos decía que"verlos frente al Tribunal de la Libertadme dio fuerzas. Estoy contra el esquemade esta sociedad: trabajá, consumí,morite. La cárcel es una tortura..."

Decía Radio Black Out y la

manifestación avanzaba por el centro deTurín entre compradores de sábado a latarde. De cerca la seguían varios cochesy camionetas de los carabineros y lapolicía antidisturbios en uniforme decombate: un rato antes, el ministro delInterior, Giorgio Napolitano, habíahablado con el prefecto de la ciudadpara poner a su disposición todas lasfuerzas necesarias para "prevenirincidentes". Frente al municipio lamarcha se encontró con un concierto derock. Un muchacho se subió al escenarioy pidió permiso a los Max Oil dePinerolo para leer su comunicado. Losrockeros le dieron el micrófono; su voz

retumbaba con el poder de dos milwatts:

—¡Asesinos! Los terroristascriminales son ustedes: periodistascanas criminales y especuladores delTAV.

El tránsito se enredaba. Loscomerciantes bajaban las cortinas de susnegocios; un oficial de policía instruía asus hombres a los gritos:

—Si atacan, dos patadas en lacabeza y al carajo.

No atacaron. Un poco más allá, en laesquina de XX Settembre y viaGaribaldi, una chica se subió al techo deun ómnibus para leer el comunicado:

—Nunca habríamos querido escribireste comunicado. Desde ahora la vida enesta ciudad de muertos nunca será igual,y la culpa es toda de ustedes.

Terminó la chica y sus compañerosla vivaron. Un cameraman de la RAIintentaba filmarlos: la chica desde elómnibus le gritó que dejara de filmar. Eltipo siguió; varios manifestantes loatacaron y le rompieron la cámara.Tenían las caras enmascaradas conpañuelos y palos en las manos.

—Ustedes, periodistas, también sonresponsables de esta muerte.

Le gritaban. Otros pintaban"asesinos" en las paredes que

encontraban a su paso. Aislados en lamarcha, el consejero Pasquale Cavalierey el concejal Marco Revelli, deRefundación Comunista, trataban deconvencer a los anarquistas de empezar"un diálogo constructivo". Dosmanifestantes le contestaron que ya eratarde para andar charlando:

—Estos hijos de puta nos matan de apoquito o como hoy, de golpe. Nuncahicieron nada por nosotros y ahora sesorprenden si salimos a la calle, si lesrompemos unas vidrieras... ¡Manga dehipócritas!

La marcha terminó sin másincidentes. Esa noche unos quinientos

volvieron a recorrer el centro para gritarsu indignación; treinta o cuarenta sefueron hasta Collegno y reocuparon laCasa donde Edoardo había vivido. Elintendente dijo que no pensaba mandaruna orden de desalojo "por algunos días.Después de lo que pasó no querríarecalentar los ánimo s". El fiscalMarcello Tatangelo no tuvo ese prurito:esa misma tarde declaró:

—Lo lamento mucho por esemuchacho. Pero los resultados de lainvestigación habían hecho inevitable laprisión preventiva.

Su compañero Maurizio Laudi pidióde inmediato una escolta policial. En los

noticieros de la televisión nacional, lafoto de Silvano Pelissero era exhibidacomo si fuera la de Edoardo Massari. Yla prensa hablaba de la "muerte de unLobo Gris". El Estado y sus grupos depoder necesitan enemigos quejustifiquen su existencia, su control; losokupas —y su supuesto brazo armado—eran ideales para constituirlo. Elsquatter "se declara en contra de todoslos poderes, rompe las vidrieras delcentro cuando la policía lo ataca,rechaza toda definición y todo vínculocon la política oficial; es tan enemigoque se arriesga al aislamiento", escribióen el diario de izquierda Il Manifesto

Paolo Griseri.—Lo más irritante es leer quiénes

somos y qué hacemos según periodistasque no nos conocen para nada.

Decía, esa misma tarde, un locutorde Radio Black Out:

—Nos pintan como cabezas huecas,extraviados que no tienen nada quedecir, que se divierten rompiendo lasvidrieras del centro. '¿Qué leen?' sepregunta un periodista, alelado. Mire,leemos de todo. Tenemos muchas ideasy quizás por eso quieren taparnos laboca. Y por lo de las vidrieras rotas enel centro, ¿por qué no dicen que lapolicía cargó con violencia inaudita

contra una manifestación de protesta?¿Por qué no dicen que las vidrierasfueron rotas como reacción ante esascargas? La única justicia es la justiciaproletaria. Los tribunales y las cárcelesvolarán por los aires. Ay, Sole,disculpanos que nos olvidamos dehablaaaar despaciiiiito. Pero seguro quevos nos entendés igual.

El sábado a la noche le habíandevuelto su radio y un par de frazadas,pero seguía bajo vigilancia permanente.

El domingo 29 Soledad y Silvanoempezaron sus huelgas de hambre. Cadauno por separado dijeron que la

emprendían para homenajear a sucompañero, contra el sistema carcelarioy por su libertad; Soledad, además, ledijo a Pasquale Cavaliere —que volvióa visitarla— que quería que laautorizaran a ir al entierro de su hombre,el jueves 2 de abril, en el pueblito desus padres. Soledad pesaba, en esemomento, 47 kilos.

—El sistema nos oprime, quieremantenernos dentro de su maquinaria.Pero Edo decidió morir, eligió sulibertad. Y también lo hizo para que nonos olvidaran en la cárcel.

Le dijo al consejero verde. Elabogado Novaro, mientras tanto, le

pedía al Tribunal el arresto domiciliariopara Soledad:

—¿Cómo puede haber formado partede una asociación subversiva si no haceni un año que llegó a Italia y conoció aMassari en noviembre? Además, hay unmarcado contraste entre los hechosespecíficos contenidos en la acusación—el hurto y el incendio en laMunicipalidad de Caprie, la botella conpintura lanzada contra el Palacio deJusticia, un robo de nafta en una obra—y la acusación de que los tres formabanparte de una asociación para subvertir elorden del Estado. Sí, repito que habíacharlas, proyectos de atentados, pero es

cierto que durante todo el tiempo en quefueron seguidos los vieron empeñarsesobre todo en hurtos en supermercados.En este sentido, los jueces han forzadolos datos objetivos que aparecen en lainvestigación y los han encajado en elescenario más grande e inquietante delas actividades de los así llamadosLobos Grises.

"Ayer a la mañana vinieron a micelda Pasquale Cavaliere con el directorde la cárcel y otros funcionarios",escribió esa tarde Silvano Pelisserodesde su prisión de Cuneo. "Mepreguntaron si estaba bien. ¿Qué lespodía contestar? ¿Está bien uno al que

se le muere, colgado en su celda, uncompañero y hermano? ¿Está bien unoque se prepara a vivir acá adentro, en laprivación absoluta, por años? ¿Está bienun ser pensante que sabe que cuandosaldrá en supuesta 'libertad' seencontrará en una sociedad másmierdosa que antes? Les contesté coninsultos, agravando así mi situación".

Que ya era grave.

En Buenos Aires la familia Rosasestaba al borde de la desesperación. Lamuerte de Edoardo Massari fue paraellos un choque de realidad: no sólosignificaba que el novio de su hija

acababa de suicidarse en prisión, quelos diarios hablaban del tema, que suproblema se había hecho público;también, y sobre todo, que ya no podíanseguir creyendo que Soledad tenía uninconveniente menor, un patinazo que sesolucionaría más o menos pronto. Esamisma semana Ugo Pruzzo llegó aBuenos Aires y volvió a reunirse conellos:

—El problema es que Soledad noestá mostrando u na actitud decolaboración. Ahora se ha declarado enhuelga de hambre: eso es lo peor, laindispone con los jueces. Es necesarioconvencerla de que deje la huelga, de

que adopte una actitud más sensata. Y elproblema es que por el momento no seha confiado con Zancan tampoco. Lasveces que él la fue a ver no le hizomucho caso, no colaboró.

El abogado Pruzzo les volvió a decirque, por su falta de antecedentes,Soledad tenía la posibilidad de pedir laextradición: que la mandaran a BuenosAires mientras seguía la investigación,con el compromiso de volver para eljuicio. Que después podría cumplir o nocumplir. Era la salida más completa ylos Rosas ya se la habían planteado porteléfono. "Yo creo que la mamá queríaque se volviera y se olvidara de todo:

que cerrara el paréntesis", dirá SilviaGramático, su compañera de viaje. "Nose dieron cuenta de que ella ya era otra.Ellos querían sacar a Soledad delproblema sin pensar en lo que ellaquería hacer. Se pusieron muy enfrente,y ella siguió adelante sin poder parar"."Nosotros ya habíamos hablado conSole de esa posibilidad", dirá suhermana, "y ella nos sacó recagando".

—Sí, lo sé. No podemos insistir máscon esto porque si ella no quiere volverno va a volver. Es ella la que se tieneque defender, no podemos obligarla.Entonces, lo mejor que podemos hacerpor ahora, hasta el juicio, es sacarla de

la cárcel. Conseguirle el arrestodomiciliario.

Les dijo Pruzzo.—Pero para eso tenemos que

convencerla de que cambie su actitud,que empiece a dialogar con el juezporque si no, no va a conseguir nada. Yesas cosas no se pueden discutir porteléfono, y menos por el teléfono de lacárcel, que lo están escuchando.

Soledad y su familia habían habladopor teléfono varias veces, y cadacomunicación era un tormento. Cadasábado, los Rosas se reunían a esperarla llamada, que podía llegar o no llegar.Cuando atendían un guardia de la cárcel

les decía que se prepararan para hablar:recién entonces les pasaba a Soledad.Las llamadas no podían durar más detres minutos: los Rosas se anotaban enun papel lo que cada cual quería decirle,para aprovechar al máximo ese tiempo.Aunque sabían que no podían hablar denada importante: las conversacioneseran escuchadas y grabadas por loscarceleros. Cada vez que terminaban dehablar, la alegría se les mezclaba con eldesaliento.

—Yo creo que es necesario queviaje alguno de ustedes, tendrían quehablar con ella, convencerla. Ahora esurgente: lo primero es sacarla de la

huelga de hambre, que le puede hacermuy mal.

Dijo Pruzzo y los Rosas se miraron."Mi papá dijo que él no viajaba porquesabía que se iba a terminar peleando conSoledad, que no iba a ser de muchaayuda", dirá Gabriela Rosas. "Él creíaque tenía que ir yo. Mamá no porqueestaba muy mal, como en estado deshock, no estaba fuerte como para ir yocuparse de eso. No era sólo ir a estarcon Soledad sino ver a los jueces, a losabogados".

—Yo viajo. Tiene razón el doctor,desde acá es muy difícil intervenir, nose puede hacer nada. Yo soy la que

puede irse más fácil, en cuatro o cincodías preparo todo y me voy para allá.

Dijo Gabriela Rosas. La facilidadera relativa: Gabriela estabaembarazada de seis meses y en plenareforma de su casa, pero esa mismatarde llamó a la agencia de viajes.

—Rosas, preparate para salir.Las guardias la esposaron y la

llevaron por el pasillo con un par deempujones: nadie le quiso decir adóndeiba. Eran las tres de la tarde; la metieronen un furgón policial muy custodiado yarrancaron. Soledad imaginó destinos:el tribunal, un hospital, otra prisión,

vaya a saber. En el Instituto de MedicinaLegal de via Chiabrera la bajaron contremendas precauciones y la llevaron,siempre rodeada, hasta la morgue. En elmedio de tantos uniformes parecíatodavía más chiquita. Hacía frío. En uncostado de la sala, sobre una tarima demetal, bajo una campana de vidrio,estaba Edoardo.

—Amor, mi amor.Gritó Soledad y empezó a llorar.

Había pensado que quería mantenersefirme; cuando lo vio supo que no podría.Trató de taparse la cara con las manos:las esposas le lastimaron las muñecas.El cuerpo de Edoardo estaba tapado por

una sábana blanca: su cara ya no teníamirada, la barba hirsuta, el coloragrisado de los muertos. Soledad nuncahabía visto un muerto. Pensó: nuncaantes había visto un muerto. Pensó: separecen a los vivos demasiado.

Pasaron minutos. Soledad ensilencio, los ojos clavados en el muerto.Ya no lloraba: era silencio. Toda ellaera silencio. Después un guardiacontaría que dijo 'hasta la vista, amor,nos vemos pronto'. Yo no la oí.

Le dijeron que tenían que salir. Laescoltaban varios carabineros; aun asíse las arregló para saludar a losfotógrafos con el clásico fuck you: esa

foto de una chica rapada y esposada ydesafiante recorrería el mundo. En lafoto Soledad tenía un jogging adidas, unpulover gordo con su cierre relámpago yun policía de boina que la agarraba delos brazos; también tenía los labiosapretados, la mirada hacia abajo para notropezar en la escalera, la cara flaca porla huelga de hambre y esposas en lasmanos; en la foto Soledad levantaba lasdos, unidas, esposadas, con el dedomedio de cada una en desafío. Era ungesto de amor y enfrentamiento: ella,después, contaría que lo hizo por orgulloanarquista y por su hombre.

"Los abrazo fortísimo con todo mi

corazón y toda mi rabia", les escribióesa tarde, ya de vuelta en la cárcel, a lospadres de Edoardo. "Es difícil encontraruna explicación a todo esto, aunque si lopienso quizás no tanto: Edo era unapersona demasiado libre como paraestar en un lugar como éste. Este lugarno es para él, ni para nadie. Sólo mereconforta pensar que él es nuevamentelibre, esta vez para siempre. Yo piensoque cuando una bella persona como él seva es porque acá ya no tiene nada quehacer".

Escribió Soledad, y no habló de loque sí tenía para hacer en este mundo:seguir siendo su hombre, acompañarla:

no habló de su terrible decepción.Seguramente no eran cosas para decirlesa los padres del muerto.

"Pienso que la vida es sólo un pasopara prepararse para ir a un lugar muchomejor, donde somos realmente libres.Hoy fui a verlo al hospital y cuando lovi sentí que eso no era él, que eso erasólo un cuerpo, demasiado material y meconvencí de que él no estaba realmenteallí sino en otro lugar. Pienso y sientoque está entre nosotros.

"Me resulta muy difícil seguiradelante ahora, pero lo haré tanto por mícomo por él, de alguna forma lo haré. Esmuy difícil salir de la cama a la mañana,

pero lo consigo si pienso que cuando melevante haré yoga: puedo continuargracias a tantas cosas lindas que él medio".

Esa tarde Soledad insistió en quequería que le permitieran ir al entierrode su hombre, al día siguiente en BrossoCanavese. La jueza Fabrizia Pironti lecontestó a través de la prensa:

—No, es imposible. Su presenciaallí provocaría graves problemas deorden público.

Esa tarde los okupas de Turíndecoraron el frente del Tribunal de laLibertad —el que había negado la

libertad provisional o la prisióndomiciliaria— con bombazos de pinturaroja. En otras ciudades italianas —Roma, Bologna, Milán— anarquistashicieron manifestaciones y actos derepudio. Y los turineses anunciaron unagran marcha de protesta por la muerte deEdoardo y la prisión de Soledad ySilvano para ese sábado 4 de abril. Laconvocaban todas las casas ocupadas dela ciudad: sería la última vez que todasellas —anarquistas y comunistas— sereunirían en una iniciativa común. Losmanifestantes llegarían de toda Italia, lasautoridades y los buenos burgueses seasustaban, grupos políticos que nunca se

habían mezclado con los squatters ahoraquerían participar:

—Cualquiera puede venir a nuestramanifestación, pero no queremos siglasde partidos políticos, los mismos quecon sus manos blancas firman nuestrosdesalojos. No queremos que nadie use elescenario de la muerte de Baleno paraganarse un lugar en los diarios, lo que yaestá sucediendo.

Dijo alguien en Radio Black Out. Lamarcha del sábado asustaba, pero anteshabía que enterrar a Edoardo.

En Brosso Canavese el sol brillasobre todo en invierno. En Brosso, esa

tarde de invierno, no había sol:amenazaba lluvia. Desde el mediodíaunos doscientos squatters habían idollegando al pueblito: casi dos horas deviaje de Turín por caminos que se hacencada vez más estrechos, más sinuosos,que se enredan entre picos nevados.Brosso es un lugar encantador: callesangostas, varias docenas de casas sinninguna estridencia, una vieja iglesia depiedra con su pequeño cementerioalrededor. La obra de generaciones ygeneraciones de piamonteses que nuncapensaron en producir ninguna obra:montañeses espesos, agricultoressólidos y romos. Es un lugar común:

bajo la superficie tersa de cada paisajedeleitable se esconden los ronquidos dela bestia.

"Nosotros les pedimos a losmuchachos que estuvieran tranquilos,que era un funeral, y los muchachos sequedaron tranquilos", dirá PaolaMassari, la madre de Edoardo; losmuchachos eran, por supuesto, loscompañeros de su hijo. "Y queríamosmantener la privacidad del funeral y lespedimos a los periodistas que novinieran. No queríamos que convirtierannuestro dolor en un espectáculo paravender. Pero algunos vinieron,provocaron". Que fueran era, para los

deudos, una provocación: ellos habíansido muy claros en su reclamo deintimidad. Y los squatters se habíanhecho eco, a su manera:

—¿Ustedes son periodistas?—Sí, bueno, en realidad...—Toménselas de acá, rápido. Éste

no es un lugar para ustedes. La familialo dijo clarito, no quieren que hayaperiodistas. Ustedes también lo matarona Edo, no los queremos acá, son unoschacales, váyanse.

Les decían tres o cuatro squatters enla plaza de Brosso a periodistas de LaRepubblica, Il Manifesto y La Stampa."Nosotros habíamos pedido

explícitamente que no hubieraperiodistas", dirá Luca, ocupante delAsilo. "Un entierro es un asunto privado,no queríamos tener por ahí dandovueltas a los mismos tipos que habíanhecho tanto mal con sus difamaciones,que habían escrito que nuestros amigoseran terroristas peligrosos, lobos grises:que los habían declarado culpablesdesde el primer día, sin necesidad depruebas o comprobaciones". Lo habíadicho, también, Radio Black Out: "Losperiodistas que quieran seguir el funeralde Baleno se atendrán a lasconsecuencias". Pero los periodistastambién acarrean cierta mitología

profesional: los periodistas creen quetienen que contar sobre todo lo que otrosno quieren que cuenten y eso, que esrespetable cuando los otros son los quesuelen imponer sus normas, se vuelvediscutible cuando los otros son de abajo.

El ataúd llegó a las tres de la tarde.Lo esperaban, en la plaza, sus padres ysus parientes y sus compañeros. Locubrían una bandera negra con una Apintada en rojo, lluvia de flores blancasy una gran cruz de metal plateado;repicaron las campanas de la iglesia.Poco después aparecieron el obispo deIvrea, Luigi Bettazzi, y el cura LuigiCiotti, un sacerdote comprometido en la

lucha contra la mafia, creador del GrupoAbel —que ayuda a drogadictos. DonCiotti venía con su custodia:

—¡Ahí viene el cura con sus tiras!Gritó alguien, y él trató de explicar

que no tenía más remedio que llevarlosporque estaba amenazado. La discusiónfue breve. Antes de cargar el ataúd ahombros, los anarquistas le pidieron alpadre de Edoardo que sacara la cruz:

—Es una forma de respetar suideología, sabe.

El padre aceptó: la cruz quedó enmanos del párroco y la comitiva se pusoen marcha, cuesta arriba, hacia laiglesia. Algunos vecinos los

acompañaban. El silencio era extremo,los pasos arrastrados. La iglesia estabaa un centenar de metros; ya llegandoalgunas mujeres empezaron a recitaravemarías. El cortejo entró en la iglesia:muchos anarquistas se quedaron afuera.

—A Edo le pediría que no se ofendasi lo comparo con el Buen Ladrón.Aquel hombre era una especie deanarquista de su época, un opositor alpoder romano que sin embargo usabainstrumentos de odio y de violencia. Esehombre, en la cruz junto a Jesús, sesorprendía de ver condenado a unopositor que operaba con el amor y sinviolencia. Y, al pedirle que lo dejara

entrar en el Reino, mostró que habíaentendido las enseñanzas de Cristo.

Dijo monseñor Bettazzi en suhomilía. Afuera su voz se oíaentrecortada. Algunos anarquistas loescuchaban; otros charlaban entre ellos,fumaban, miraban las nubes negras apunto de romperse. La mezcla eracuriosa:

—Jesucristo en la cruz entendió alladrón que le pedía su misericordia y surecuerdo. Hoy ciertamente el Señortiene en cuenta la soledad que hallevado a Edoardo a su trágico gesto ylo llevará consigo a la Resurrección.

Siguió el obispo. De pronto alguien,

afuera, pegó un grito:—¡Ése, ése que está ahí es Ge nco,

el asesino!Era Daniele Genco, el periodista de

Ivrea que había empezado su campañacontra Edoardo cuando cayó preso en1993. "El tipo lo había acusado de todotipo de mentiras", dirá Luca. "Y eso enun lugar chiquito y cerrado es terrible,porque todos te conocen, conocen a tufamilia: es muy eficaz. Es medieval:antes te ponían la cabeza y las manos enuna picota; ahora lo hacen poniendo tufoto y tus datos en el diario y contandolas peores mentiras. A Baleno este tipole había jodido la vida y sus padres

habían tenido que cambiar de pueblo porla presión de este individuo. Y el tipo sepresentó ahí, a la entrada de laiglesia...".

Tres hombres se le acercaron yempezaron a pegarle. Después se lessumaron cuatro más: puñetazos, patadas.No había policía: los doscientosefectivos que había mandado lacomisaría de Ivrea estaban a treskilómetros: "Tenemos órdenes dequedarnos acá", dijo el jefe deloperativo. "Si nos ven allá va a ser laguerra. Así que no nos acercamos". Losgolpes arreciaron, hasta que otrossquatters se interpusieron:

—Está bien, déjenlo, ya está bien,compañeros.

Daniele Genco sería hospitalizadocon muchas contusiones y una vértebralesionada. Más tarde otros periodistasserían corridos a pedradas de losalrededores de la iglesia.

"El funeral fue un momento de grantensión, de conmoción colectiva", diráIta, ocupante del Asilo. "No sabíamossi, al final, iban a dejar venir a Sole.Que la dejaban, que no la dejaban, habíacantidad de versiones. Estábamos pormeter el cajón en la fosa y vimos quellegaba el camión celular: ésa debe ser

Sole, la dejaron. Y finalmente la vimosbajarse rodeada de guardias de LeValette: todos nos pusimos a llorar, ellay nosotros".

La jueza la había autorizado a últimomomento: es probable que haya influidola presión de un grupo de parlamentarios—Cento, Colombo, Gardiol y Valetto—que amenazaron con una huelga dehambre. En el cementerio de Brosso,Soledad se mezcló en un abrazo conPaola Massari: las dos juntas lloraronun rato largo. A su alrededor suscompañeros gritaban 'Libertad para Soley Silvano'. Ya llovía.

"Entonces la aplaudimos, todos

tratábamos de tocarla, de abrazarla",dirá Ita. "Al principio los guardias seasustaron y se pusieron duros, despuésse dieron cuenta de que queríamostenerla entre nosotros y hubo tironeos,nos la disputábamos. Ella nos saludabaa todos, nos abrazaba, nos besaba. Unpoco contenta de vernos, muy triste porla muerte de Edo. Después hubo un largosilencio y nos quedamos todos frente ala fosa, callados, muy emocionados".

Hasta que Soledad hizo un chiste.Dije: un chiste. Señaló a Luca, sumarido por ley, y al ataúd y dijo:

—Aquí mi marido, aquí mi amante.Y todos se rieron; fue un momento

de distensión extraña. El cajón seguíacubierto por la bandera negra y había,sobre ella, un cartel manuscrito porSoledad: "Vivir fuera de las leyes queesclavizan, fuera de las reglas estrechas,fuera de las teorías formuladas para lasgeneraciones futuras. Vivir sin creer enel espejismo del paraíso terrestre, vivirpara la hora presente y más allá delespejismo de la sociedad futura. Vivir ypalpar la existencia del placer,orgulloso de las guerras sociales, es másque un estado mental: es una forma deser, ya mismo. Baleno".

Soledad lo miraba, lloraba, seenjugaba las lágrimas con el revés de

las manos. "Cuando salí de la cárcelpara el funeral", escribiría esa noche asus compañeros del Asilo, "pensécuánto me gustaría llevar algo paradejarle a Edo, pero me revisan 20.000veces por día, era imposible, ni siquierame dejaron una cartita que le escribípara llevarle. Pero cuando llegué,mágicamente vi que estaba con él esafrase. La escribí yo, ésa era mi letra. Meacuerdo del día que la escribí. Es unafrase del '68, yo la había encontradoentre cosas que él había escrito y comome gustó tanto la transcribí en una hojagrande y la pegué en la pared al lado dela estufa. ¿Entienden? Qué bueno, siento

como que ustedes entendieron mi deseode dejarle algo importante, y era esafrase".

—Edo no está ahí.Dijo Soledad, señalando el cajón al

borde de la fosa. Un centenar de puñosse levantaban hacia el cielo.

—Yo lo veo en las caras de todosustedes.

Alguien le había dado un ramo deflores amarillas. Entre varios empezarona bajar el ataúd: Soledad besó sus floresy las tiró en la tumba.

—Chau, Baleno, hasta la vista.Dicen que dijo por segunda vez.

2. UNA MARCHA

"Qué lindo. Hoy pude abrazarlos alos dos y me sentí muy bien, si me puedopermitir decirles que ahora para míustedes son como papá y mamá", lesescribió esa tarde Soledad a los padresde Edoardo. "Los míos están muy lejos ylos necesito tanto, en este momento esbueno saber que ustedes están acá, medan mucha fuerza. Siento que Edo estáentre nosotros, libre, miro el cielo ypuedo verlo, miro adentro mío y loencuentro. Sólo no está materialmente,pero aparece en nuestros gestos, ennuestras acciones. Esta tarde había una

mujer rubia con ojos azules y con suhija, también rubia, de ocho o diez años.¿Ustedes saben quiénes son? No puedenimaginar la fuerza que esa nena metransmitió. Si ustedes la conocen díganlecuánto bien me hizo sentir, sus ojos seacercaron a mi corazón. ¿Saben qué medijo la madre? Mi hija querría ser comoEdo y como vos, y yo le dije que seguroque sería mejor".

A las siete de la tarde Soledad yaestaba de vuelta, escribiendo en laprisión, cuando escuchó la música. Seasomó a una ventana: allá abajo, en lacalle, sus compañeros la saludaban conun concierto de rock, bengalas y

petardos. "Nosotros estábamos todosjuntos, nos alentábamos y consolábamoslos unos a los otros", dirá Ita, "pero ellaestaba sola, tenía que volver a su prisióncon todos estos guardias, una situaciónhorrible, dolorosa. Por eso fuimos aacompañarla esa noche".

"Amigos, son las diez y todavíapuedo escucharlos del otro lado del muro. Esta noche no hay muros. Para míestos muros son sólo un símbolo que conmi fuerza y la de ustedes dejará deexistir", escribió Soledad a suscompañeros.

"Escuché todo y fue muy bello, estoyllena de fuerza, pero la sensación más

bella es que por prime ra vez en estosmeses todas nosotras, las detenidas,hemos estado juntas.

"Estábamos todas en las ventanas,gritando y bailando, haciendo luces conlos encendedores. Hoy por primera vezdesde la muerte de Edo agarré su foto, élbailó conmigo, definitivamente estáentre nosotros.

"Cuando se prendió la bengala tuveuna sensación extraña, dos sensaciones:por un lado una bella luz en el cielo, unaestrella, una luz de libertad, pero almismo tiempo vi la maldita acusaciónque pesa sobre nosotros. En esemomento grité espontáneamente

'cuidado, por una bengala así nosmetieron en cana'".

Soledad estaba agotada. Esa noche,por primera vez, durmió horas y horasde un tirón.

Al día siguiente los ataques contralos periodistas en Brosso Canavese seconvirtieron en titulares de primerapágina. La prensa reaccionaba y cerrabafilas en su propia defensa. "Pensé: ahorame matan", titulaba La Stampa bajo unafoto de Daniele Genco.

—Yo soy no violento y por lo tantocondeno esta agresión... pero hago notarque no todos los periodistas fueron

agredidos.Dijo al día siguiente, casi pícaro, el

obispo Bettazzi.—Y se podía respetar la voluntad de

los familiares, que habían pedido unaceremonia privada. En los funerales deGiovannino Agnelli la privacidad fueperfectamente respetada. ¿Por qué en losde Massari no?

Es cierto que los poderosos nonecesitan pegarle a un periodista: paraeso tienen policías alrededor. Muchodespués Luca me dirá que, por sucarácter, quizás él no le habría pegado:es una muestra de cómo se definen lasconductas dentro del anarquismo: "Yo

los habría obligado a alejarse de otromodo. Yo actúo a mi modo pero no levoy a decir nada al que actúa de otro. Nicondenarlo ni darle lecciones de moral.Si alguno decide quemarle un coche a unperiodista o pegarle, a mí puede nogustarme, pero esa es mi valoraciónpersonal; si tengo la ocasión se lo digoal que lo hizo, pero no voy a hacer unadeclaración pública, no voy a decir queestoy en contra de eso".

Las relaciones de los squatters conla prensa siempre fueron conflictivas; engeneral, los movimientos contestatariossuelen cuidar sus contactosperiodísticos: consideran que una buena

difusión de sus hechos es necesaria parasu proyecto. Los squatters, en cambio,no tienen esa idea y, además, siempre sesintieron maltratados por los"plumíferos del sistema".

—¿Dónde estaban, turros, cuandonosotros queríamos hablar con ustedes?Cuando los llamábamos, cuandoqueríamos que informaran sobre undesalojo... Ahora, hijos de puta, vienena lucrar con el muerto. Hacen diagramassobre qué come un squatter, cómo seviste un squatter, qué música escucha.Todo confuso, achatado, todo igual. Yosoy una marginal pero soy sobre todouna persona. Y siempre estuve acá,

pelotudos.Escribió un periodista que le dijo,

en esos días, una anarquista en la puertadel Delta House Ocupada de la viaStradella. "O sea que teníamos unavoluntad muy fuerte de no tener ningunacomunicación con ellos, porque losconsiderábamos responsables de lo quehabía pasado", dirá Luca. "Uno de ellos,incluso, que había sido un militanteimportante de la izquierda en lossetentas, nos acusaba de talibanes'porque no queríamos tener relacionescon el mundo exterior': para ellos, elhecho de no querer hablar con losperiodistas significaba no querer

relacionarse con el mundo exterior, deencerrarnos en nuestro espacio". Paramuchos sigue siendo incomprensible: enuna sociedad dominada por la difusiónperiodística los que eligen no participardel mecanismo —que les pareceprofundamente desconfiable— soncriaturas insensatas. Como si fueraimpensable elegir otros terrenos decomunicación y de combate —fuera dela prensa. "Encima los tipos habíandescubierto el fenómeno squatt: por unlado hacían esta campaña; por otrohabrían pagado oro por hablar connosotros, por poder decir 'hemosentrevistado a los peligrosos squatters,

hemos ido a sus casas'. Nosotros losrechazábamos sin vueltas, teníamos muyclaro qué posición tenían frente anuestras actividades: siempre trataronde anular nuestro movimiento, demistificarlo para alejar cualquiersimpatía que la gente pudiera tener pornosotros".

Los ejemplos abundan. Uno de losmás elocuentes es, quizás, el artículopublicado en esos días por el semanarioPanorama y firmado por un señorVittorio Feltri: "Así que (los squatters)redescubrieron uno de los más antiguosmedios de vida: la limosna. Algunos danvueltas por la ciudad con una jauría,

pero no van a la caza del zorro; se tratade actividades venatorias de otrogénero, las presas son los billetes queesos delincuentes burgueses, apiadadosde esos pobres animales pelones, sacande sus portafolios. El único problemaestá en distinguir entre los mendicantesquién ladra y quién lleva, porque laabundancia de pelos y pulgas y mugreconstituye un denominador común entrebípedos y cuadrúpedos. Los squatters noson todos así. Hay peores. La mayoríavive en los centros sociales, se nutre decerveza y huye con puntillosaregularidad ante cualquier ocasión detrabajo. Canta y expresa su creatividad

escribiendo las paredes en un lenguajeincomprensible para la gentuza comonosotros que, por diferente, resultacastigada a golpes y patadas. (...) Notienen nada que decir y han elegidoinvertir su energía no en laconversación, sino en actividades másserias. Como la preparación de cartas-bomba y molotovs para lanzar, en lugarde mensajes verbales, durante susgozosas manifestaciones. (...) No hacennada, comen y si no comen beben,bailan, atormentan guitarras, pasean amenudo por los paraísos artificiales,presumiblemente entre hombres ymujeres el cortejo es ligero, no pagan el

alquiler, al vestido no dedican atención,jabón y champú no los tientan, paramantenerse en forma no invierten engimnasios, con todos los adoquines quehay para tirar".

El retrato es perentorio, y su autorquizás coincidiría —desde enfrente—con Luca, el ocupante: "Hay una cosamuy interesante que dijo el fiscal al finaldel proceso contra Silvano: nosotrosnunca pensamos que estos tres pudieranponer en peligro al Estado, porque elEstado tiene miles de personas armadas,dotaciones, aviones, todo, y estos tres nolo podían poner en crisis, decía elfiscal. Pero la vida que llevaban, la

forma en que actuaban podía ser unejemplo de rechazo del sistema quepodía resultar contagioso. Como quiendice 'no nos asustaban, pero eran unejemplo pésimo para la gente normal';esa era la 'peligrosidad social' de la quetanto hablaban. El ejemplo de quienconsigue vivir sin inclinar la cabeza anteellos, y que muestra que eso es posible,practicable, que se pueden crearagujeros que incluso pueden agrandarse,si todo va bien, y que todo eso no esabsurdo, que no es utópico. Eso era loque no soportaban".

Una docena de periodistas esperaba.

Hacía media hora que esperaban algo yno terminaban de saber qué sería. Erancasi las cuatro de la tarde: ese mediodíalos okupas los habían llamado paraconvocarlos a una conferencia de prensaen el local municipal de Porta Palazzo yallí estaban, frente a una mesa a la quese sentaban tres hombres y cuatromujeres en silencio, que los miraban ymiraban sin palabras. Algunosperiodistas empezaban a sudar de losnervios. Detrás, policías de uniforme yde civil, no fuera que. Sólo se oía elronroneo de las cámaras de televisión.

De pronto Luca se levantó y extendióunos papeles sobre la mesa: papeles

amarillos de carnicería. Y los sietesacaron bolsas de plástico de bajo lamesa y los fueron vaciando: dejabansobre el papel cabezas de conejo,higaditos de pollo, rodillas de cordero,intestinos de vaca. La sangre chorreósobre la mesa; el silencio se volvió máspesado.

—Esto es lo que ustedes quieren:morfénselos. Hasta luego.

Dijeron los okupas, y se fueron. "Amí me gusta más hacer esas cosas, esteestilo de intervención conceptual", diráLuca varios años después.

—Hola. Tengo una noticia.Acabamos de salir del Continente, el

supermercado. Éramos unos cincuenta, yteníamos hambre. Encontramos muchascosas buenas. Gelatinas, salmón,champagne. Comimos de todo.

Contaba, tres horas más tarde, unsquatter por teléfono en directo porRadio Black Out. La comida, dijo, erauna forma de poner en escena susolidaridad con la huelga de hambre desus compañeros presos. Su relato eragoloso:

—La gente nos miraba y preguntaba:¿ustedes quiénes son? Los de los centrossociales. No entendían. Somos lossquatters, les explicamos. ¿Entoncesahora van a romper todo? No, teníamos

hambre y comimos. Habíamos puesto uncartel: 'Tenemos un hambre de lobosgrises'. Nadie nos detuvo. Los estamosfilmando a todos, nos dijo uno delhipermercado. Afuera había un guardián,un viejito de sesenta años que tenía unapistola y se paró delante de nosotros.Pero sus propios colegas de laseguridad se lo llevaron. Ahora nosvamos, que están llegando lospatrulleros de la policía. Nosotros, lasMoscas blancas, hemos actuado otravez. Ch au, hasta la próxima.

Y la radio puso su jingle de esosdías: "No le crean a la prensa, no lecrean a la prensa", y siguió con su

campaña:—¿Qué hacían ayer un obispo bueno

y un cura bueno en el funeral de Baleno?Nos quieren usar, está claro. Con loscuras y los obispos, nosotros, ¿quétenemos que ver? Nada, nada que ver.Mañana seremos tantos, están llegandoadhesiones de toda Italia, inclusoalgunas que no agradecemos. La deRefundación comunista, por ejemplo.¿Qué vienen a hacer? Y no queremosencontrar periodistas en la marcha: lorepetimos ahora, así por lo menos nopueden decir que no sabían. Nosotros,los squatters —les gusta este nombre,ahora, ¿no?— decimos fuerte y claro

que la relación con ustedes no nosinteresa, que la primera página nosimporta un carajo. Y mañana vamos aser tantos...

La gran manifestación se preparabay aterraba a las autoridades y los buenosburgueses de Turín. Pero antes, esamisma mañana, Gabriela Rosas llegó alaeropuerto de Turín. Llevaba una valijachica y una panza imp ortante; loprimero que hizo fue ir al estudio delabogado Zancan: una de suscolaboradoras la acompañó enseguida ala oficina de la jueza Pironti, parapedirle que la autorizara a visitar a suhermana. "La jueza me hizo algunas

preguntas: cómo era Soledad, si teníaantecedentes en Buenos Aires", diráGabriela Rosas. "Le dije que no, que erauna chica normal que había sidoeducada como cualquier chica de clasemedia de la Argentina, que nunca habíatenido problemas con la policía, quenunca había participado en política. Queestábamos todos muy sorprendidos conlo que está pasando porque Soledad noera para nada como se decía. Era laverdad."

Hacía muchos años que Turín notemía tanto. Y el país se alarmabatambién. El presidente del Consejo,

Romano Prodi —de visita oficial enInglaterra — decía que estaba "muypreocupado por los incidentes de Turín,expresión de un malestar que no puededejar de preocupar al gobierno". Ydurante los días anteriores el ministrodel Interior, Giorgio Napolitano, habíaescuchado a los políticos de la derechay a las asocaciones de comerciantesturineses que le reclamaban queprohibiera la manifestación. Pero elgobierno de centroizquierda no podíapermitirse ese recorte de las libertades,y al fin la autorizó. Aquel sábado laciudad apareció infestada de cartelesllamando a la marcha: "Los terroristas

son ustedes: administradores y patronesdel TAV, jueces, canas de todo tipo,periodistas y opinadores varios,políticos todos, ciudadanos silenciosos,con sus persecuciones, con sus jaulasdentro y fuera de la cárcel, con su tácitoe inocente silencio, ustedes le pusieronla soga al cuello". Los diariosanunciaban el apocalipsis –"Turínblindada por la invasión squatter","Cuenta atrás en la ciudad blindada","Vigilia de alta tensión", "Turín cierracontra los squatters", "El día delmiedo"— y sus lectores les creían.

—¿Oye, te acuerdas de aquellapintada que hicimos una vez, hace la

ostia de tiempo? ¿Aquella que poníaburgués, tu pesadilla es mi sueño?

Le decía un catalán cuarentón a suamiga en el patio del Asilo, esa mañana:recién llegados, desayunaban entre unmundo de gente que se agitaba conpanes, carteles, frutas, abrigos, palos.Para los okupas del Asilo y las demáscasas había sido una semana agotadora:la más intensa de sus vidas políticas.Había empezado siete días antes con lamuerte del amigo y, tras marchas,funerales e intervenciones varias,terminaba con el ajetreo de preparar lagran manifestación y recibir a cantidadde compañeros que llegaban desde todo

el país —y Suiza, Francia, España,Alemania, Holanda.

Dos chicas, en medio del caos,repartían un volante con lasinstrucciones para la marcha de la tarde.Las habían consensuado las casasocupadas turinesas en una asamblea: "Lamarcha es una de las mil formas deprotesta que usamos: será una marchadecidida, pero no queremos provocarencontronazos con los canas. Acordateque si sos un duro y sabés correr rápidoy pelear con éxito, detrás hay alguienque puede no serlo. Acordate que lapolicía y los diarios están esperandoesta ocasión para volver a ponernos el

cartelito de vándalos y delincuentes. Siestás caliente y querés romper todohacelo, pero no hoy que, por elección,queremos ir tranquilos. Si vos elegís lamúsica y el ritmo, el baile serádesenfrenado y mágico; si los canasmarcan el paso vas a ser un instrumentoen sus manos". Los anarco-punxturineses se preparaban para terminar enpaz la manifestación más grande de susvidas, pero los burgueses de Turín no losabían y, si lo hubieran sabido, habríanimaginado alguna trampa. O se habríansentido ligeramente defraudados.

El Balon hervía de banderas negras,

y muchos mástiles eran más quemástiles. Algunos manifestantes usabanpasamontañas; la mayoría iba a caradescubierta, y llegaban por cientos:hacia las tres de la tarde eran ocho odiez mil. La mayoría, anarquistas ysquatters de toda Italia, pero tambiénestudiantes, jóvenes diversos,inmigrantes, algunos militantes de laizquierda radical, unos pocos concejalesverdes y comunistas. Las columnasestaban a punto de ponerse en marcha yno sabían bien hacia dónde: elintendente les había prohibido pasar porel centro e incluso por Porta Palazzo, elmercado de frutas y verduras, quinientos

metros más arriba. Pero cuando lacabeza de la manifestación empezó amarchar, con el gran cartel negro quedecía Asesinos, encaró hacia elmercado.

Que ya estaba cerrado. Todo loestaba, aquella tarde. El cielo se cerrabasobre la ciudad; la ciudad se habíacerrado por temores. Ni negocios nitranvías ni personas sueltas; sólopolicías y manifestantes. La ciudad eraun tablero para esos movimientos. Lospolicías eran más de mil, llegados desdetodo el norte, fuertes con sus cascos yescudos y pistolas y tanquetasantidisturbios y perrazos. Los

anarquistas avanzaban hacia ellos, porel camino prohibido; a último momentolos de la ley se abrieron y los dejaronpasar. Las dos partes se tanteaban,probaban hasta dónde podían enfrentarsesin llegar al enfrentamiento. Era curiosoque ninguna de las dos quisiera labatalla anunciada.

—¡Sole y Silvano libres! ¡Libertadpara todos!

Los cantos de las manifestacioneseuropeas no suelen ser rítmicos nirimados: éstos tampoco. El cortejomarchaba pesado, con gritosdesperdigados, caras tensas,helicópteros revoloteando por arriba,

los cantos de sirenas. Todos los diarioslo habían anunciado, los políticos lohabían repetido: frente a la marchaanarquista, una "ciudad blindada". Y loestaba: sus habitantes habitualesrefugiados, nadie para escuchar losgritos de esos diez mil que la cruzaban.La ciudad blindada contra esas palabras,resistiendo. Una marcha que nocomunicaba porque no encontraba aquién decirle nada: porque la mayoría seblindaba en el prejuicio y la marcha erauna mancha que sólo reafirmaba —paraquienes ya lo sabían— lo sabido. Losperiodistas los seguían desde el costado,pastoreados por docenas de policías

tipo armario.—¡Chacales, afuera, asesinos!Los saludaban desde adentro, y

Radio Black Out, que transmitía endirecto, reafirmaba:

—Son unos provocadores, unosinfames. No queremos periodistas ennuestra marcha. Hay que boicotear sutrabajo de mierda.

Los organizadores no admitíancarteles de partidos políticos: quienquiera participar, habían dicho, que lohaga como individuo. Al fondo, algunoselectos comunistas marchaban aislados,mirados con recelo:

—¡Ustedes apoyan a este gobierno

que reprime y ahora vienen acá,canallas!

Les gritó una chica de pelo rapado alo Sole. El cortejo llegó a la estación detren de Porta Susa; de ahí siguió hasta elnuevo Palacio de Justicia —terminadopero sin uso todavía: era allí dondeEdoardo y Soledad habían lanzado subomba de pintura. Miradas controlabanlas esquinas, ventanas, recovecosdiversos para ver de dónde les llegaríael ataque. El Palacio no tenía custodia:"Mejor vidrios rotos que cabezas rotas",dijo después el jefe de policíaFrancesco Faranda, para explicar sudecisión.

—¡...y ahora las ventanas delPalacio vuelan en pedazos, les lluevenpiedras y vuelan en pedazos...!

Se entusiasmaba la radio. No erantodos los manifestantes; dos otrescientos apedreaban con dedicaciónlos vidrios del Palacio, que caían comomoscas.

—Y esos hijos de puta los cobraronfortunas porque eran blindados.

Dijo un enterado. Pocos díasdespués no estallaría el escándalo: loscontratistas habían facturado comovidrios blindados unas ventanas muycomunes. Que seguían cayendo sin quenadie interviniera para evitarlo,

mientras las paredes del Palacio secubrían de pintadas:

"Todos somos Lobos Grises"."Edo estás vivo con nosotros"."De cárcel se muere, de lucha se

vive".A lo lejos los policías mordían el

freno. Al cabo de unos minutos elcortejo volvió a ponerse en marcha. Ibadejando en el camino humos verdes,azules, amarillos, unos gritos, rojos:

—¡So-le li-be-ra! ¡So-le li-be-ra!Escuchaba Soledad por la radio en

su celda, golpeteando distraída con losdedos sobre la tapa de un libro: seguíael ritmo pero no prestaba atención a las

palabras. De pronto se dio cuenta de quehablaban de ella y se rió. Pedían sulibertad, gritaban por ella. Por mí,pensó, y no pudo evitar un sobresalto deorgullo. Duró poco: enseguida se dijoque no, que no correspondía, que ella nohabía hecho nada particular y que todohabía costado demasiado caro. Que nohabía hecho nada particular, se dijo. Enesos días había pensado muchas vecesen los caprichos del azar: por qué ella,para bien y para mal, por qué ella y nocualquier otra. Sabía que hasta entoncestodo le había sucedido mucho más porazar que por sus decisiones pero ahoraera el momento, pensaba, de empezar a

tomar las decisiones que confirmaranese azar: que la pusieran a la altura desu historia. No sería fácil, pero tenía quehacerlo.

—¡So-le li-be-ra! ¡So-le li-be-ra!Oyó ahora, mucho más bajo, casi

borroso, y se volvió a reír: los estabaoyendo en vivo y en directo, allí, bajo suventana, y era gracioso que la realidadle llegara más lejana que la radio. Alláabajo, ahora, una banda de saxo,clarinete, trombón, guitarra, bajo yredoblante tocaba una especie de jazz;alrededor, otros tiraban humo de coloresy cohetes.

—La rabia se está liberando de una

forma tranquilísima y espléndida.Decía Radio Black Out. La calle,

que Soledad veía cada vez más irreal, sevolvía un circo muy real. Alguien pintó:"Bello como una cárcel en llamas".Hasta que aparecieron unas camionetaspoliciales y la realidad se hizo distinta:piedras, corridas, botellas, gritos.

—¡So-le li-be-ra! ¡So-le li-be-ra!Después la marcha se normalizó de

nuevo.—¡No somos extraños ni malvados!Gritaba un anarquista con un

parlante, el tono burlador:—¡Somos buenos, hemos

demostrado que somos buenos, no

somos vándalos!El cortejo se iba deshilachando.

Muchos tomaban el camino de laestación de tren, otros volvían a lascasas ocupadas. Unos pocos apedrearonlas vidrieras de Marvin, el negocio deelectrodomésticos del padre del jefe delComité Antisquatters. Radio Black Outintentaba un balance:

—Esta gente, que dicen que es tanviolenta, ha demostrado en lamanifestación de hoy que sabe decircosas importantes sin romper todo.

Unos rezagados pintaban una últimapared: "Feliz cumpleaños, Edo". Ese 4de abril Edoardo Massari —Edo,

Baleno— habría cumplido treinta ycinco años.

Horas más tarde el ministro delInterior, Giorgio Napolitano, hizo supropio balance:

—No sucedió nada dramático,gracias al empeño de las fu erzas delorden.

Y Radio Black Out:—Fue una jornada tranquila y

pacífica, como queríamos que fuera.Era la impresión de muchos okupas.

De hecho, aquella noche hubo fiesta envarias casas ocupadas. Pero los diariosdel día siguiente tenían otra visión:

"Tres horas de una marcha lúgubre yrabiosa: ningún incidente grave peromuchos actos de vandalismo";"Squatters, una marcha del miedo";"Turín, rehén de los squatters"; "ElOlivo regala Turín a los autónomos";"Turín, una tarde años 70: también lasBrigadas Rojas fueron minimizadas"."La ciudad vivió un día de pesadilla ysólo se despertó cuando terminó lamanifestación", decía el Corriere dellaSera, y seguía: "No hubo incidentesgraves pero la tensión era altísima, laviolencia de las palabras y de loscarteles y pintadas dejaba a todos unapromesa: la guerra de los squatters no se

terminó sólo porque en su granconcentración nacional de ayer nosucedieron los encontronazos tantemidos".

Los comerciantes pusieron el gritoen el cielo —que es el lugar favorito delos comerciantes gritones:

—Por cuatro semanas hemossoportado sus marchas, hemos vivido enel terror y la inseguridad. Sufrimosdaños en nuestras estructuras y ennuestro trabajo y nos callamos la boca.Pero ya se acabó. De ahora en adelanteya no bajaremos las cortinas; nospondremos delante de las vidrieras paradefender nuestra propiedad, nuestro

trabajo y la libertad con palos ybastones. Ya no queremos delegarnuestra seguridad en las fuerzas delorden. Que el gobierno y el intendente seenteren y actúen en consecuencia.

Declaró el presidente de laAsociación de Comerciantes, GiuseppeDe Maria. La factura de los daños noterminaba de estar clara: los medios losestimaron en 200 o 300.000 dólares —sobre todo los famosos vidriosblindados del Palacio de Justicia.

—Fueron filmados y fotografiados.Procederemos contra ellos.

Tranquilizó Faranda, jefe de policía.En un acto por mártires de la resistencia

antifascista, el intendente ValentinoCastellani se puso a tono:

—Hoy recordamos a esos mártiresque regalaron la libertad incluso a losque hoy la usan malamente, y que notienen nada que ver con la democracia.

Su asesor de Presupuesto, elcomunista Stefano Alberione, habíaestado en la marcha: al día siguiente lapresión de los medios estuvo a punto deprovocar la caída de la Junta Municipal.El intendente, primero, lo echó; después,cuando pidió públicas disculpas, loreintegró a su puesto. Pero algunossectores de la izquierda, en esos días,llamaron al diálogo con los anarquistas.

Incluso la ministra de la SolidaridadSocial del gobierno del Olivo, LiviaTurco, mandó una carta a Il Manifesto,"Démosles la posibilidad de dialogar:Hace unos meses que hemos abierto enTurín una consulta con los jóvenes paraponer a punto, juntos, un diseño de leyque ofrezca nuevos instrumentos decomunicación y de poder. Sé que todoesto les parecerá poco interesante a losque, llenos de desconfianza y rencor,piensan en el gobierno y lasinstituciones como enemigospermanentes, pero igualmente les pido—a ellos y a la gran mayoría de jóvenesque no protestan pero que no por eso son

necesariamente más felices— que seconcedan a sí mismos y a nosotros laposibilidad de una escucha recíproca yde un encuentro. Sería, creo, una formade darle significado a la muerte deEdoardo Massari y de conseguir que nosea olvidada en pocos días y pocostítulos de diario".

La ministra comunista hablaba deescucha. Pero definía a los jóvenes quese oponían al diálogo como "llenos dedesconfianza y de rencor", mientrasellos se definían c omo portadores deideas que no se basan en la desconfianzay en el rencor sino en la convicción deque las leyes y las instituciones son

instrumentos de opresión. Y que por esono les interesaba charlar con quienes lasrepresentaban e instrumentaban.

Los mismos anarquistas que habíanintentado dar una imagen pacífica en sugran manifestación rechazaban esediálogo: no querían discutir con sectorescomprometidos con el gobierno y lasinstituciones — no creían que tuvierannada que debatir con ellos. El pacifismode su manifestación no terminaba dequedar claro.

Era una especie de granmalentendido y sectores anarquistassupusieron que se habían equivocado:unos decían que habían lanzado un

mensaje que nadie estaba dispuesto aescuchar, otros que ese mensaje era unerror. Poco después, una revista anarca—Pagine in Rivolta— publicó una"Carta de Turín": "Esta rabia noconsiguió explotar, nos autocastramosreprimiendo impulsos de destrucción,las ocasiones que nosotros mismoshabíamos creado fueron desperdiciadasy no nos sacamos las ganas. Si lohicimos por temor a la represión nosequivocamos, ya que por lo que pasó enel funeral y en la manifestación del 4 deabril la represión nos golpeó duro ysigue denunciando y arrestando.¿Entonces, por qué no desahogamos

nuestros impulsos? ¿Por qué no haberdevastado e incendiado el Palacio deJusticia? ¿Por qué no cargamos nosotroscontra la policía cuando miles depersonas presentes estaban dispuestas ahacerlo?". No todos lo pensaban, peromuchos sí. Lo cierto es que lamanifestación del 4 de abril fue, por elmomento, una especie de canto delcisne, el último gran momento delmovimiento okupa de Turín. Después,nunca nada volvió a ser como antes.

3. LA CONTRAPARTIDA

"Hola a todos. No tengo nadapensado para escribirles. Voy a dejarmis sentimientos instintivos. No sésiquiera si les daré la carta, escribo conla intención de agarrarme de algo, queacá adentro no encuentro", escribióaquel domingo 5 de abril Soledad a suscompañeros del Asilo.

"Estoy cansada, cansadísima deescuchar que todos hablan de nosotros,tan mal. Acá adentro no hay forma decontestar a todo lo que dicen, quéimpotencia tan terrible. A veces piensoque menos mal que Edo no está más,

esto es mucho más grande que nosotros,yo casi no consigo seguir adelante. Notengo ni cabeza ni cuerpo para resistir,pero seguiré. Siento que por algunarazón debo hacerlo. Mi razón son misideas, pero acá adentro están todasprohibidas. ¿Cómo hacer? Este es unmundo de reglas, están todas las reglasde afuera pero concentradas al cien porciento, todo contra mi naturaleza. Seguiradelante en este momento es comodesear que una palmera crezca en elPolo Norte.

"Mañana tendré que hablar con elfiscal. Tengo que encontrarmepersonalmente con el asesino número

uno. Para mí es el primer culpable de lamuerte de Edo. ¿Con qué cara debomirarlo, qué debo decirle? Deberíaescupirle la cara como mínimo. Pero,como siempre pasa acá, deberé buscarfuerzas en alguna parte, poner cara detranquila, respirar hondo y decir con'moderación', porque si no, no me dejanhablar, que para mí las reglas no existen.Tendré que explicarle a Tatangelo quésignifica ser libertario porque él notiene ni idea. Esa vez en el tribunal éldecía que él era libertario y quenosotros éramos ignorantes deficientes.Mierda, me quiero morir, este domingoinfernal".

"Esta mañana me llamó Luca, queestaba trabajando en la radio de loscentros sociales —Black Out—, lamisma que escucha Sole todo el tiempoen la prisión", escribió Gabriela Rosasese domingo a su familia en BuenosAires. "Luca le dijo a Sole-al aire— quetenía una llamada de Buenos Aires. Así,sin decirle quién era yo, le mandé enjeringozo toda nuestra fuerza y nuestroamor para enfrentarse al interrogatoriode mañana.

"Por la tarde Luca me llevó aconocer la casa donde vive Sole. Esome impresionó mucho pero me ayudó acomprender un poco más sus

pensamientos y la forma de vida queeligió. Todo lo que hay adentro estáconstruido por los chicos. Camas quecuelgan del techo, lámparas de hierrosoldadas, baños y cocina decorados conpequeños azulejitos y pintado deinfinidad de colores diferentes.Desordenada, eso sí, pero en todos losrincones se puede ver el amor y elesfuerzo con que Sole, Edoardo ySilvano arreglaron la casa. Como lapreocupación de Sole era que no se lesecaran las plantas, aproveché y lasregué todas. Ahora, para cuidar la casamientras los chicos no están, se quedan avivir otros chicos que mantienen y

cuidan todo."En el sótano está ese lugar donde la

policía dice que había encontradoexplosivos. Es en realidad un tallerdonde Edoardo y Silvano soldaban yarreglaban cosas viejas que encontrabanpor ahí. Lo único que la policía encontróen realidad fue un cartucho de luz debengala y un paquete con silicona. Elresto eran todas herramientas de trabajoy de la bicicletería de Edoardo.

"Aparentemente no hay pruebasconcretas contra ellos, menos contraSole. Sólo grabaciones telefónicas quesacadas de contexto pueden sercomplicadas. No tienen pruebas sobre

hechos, sólo palabras, intercambios deopinión y discusiones. ¿Es esto undelito? En la casa no había nada quejustifique una acusación por terrorismo.

"La explicación de por qué esto tuvotanta difusión en Italia es relativamentesimple. El gobierno actual es de centroizquierda, la oposición de derecha y losmedios pertenecen a grandescorporaciones, dueños de fábricas yempresas obviamente muy ligadas a laderecha política. La derecha acusa a laizquierda de ser permisiva y fomentar eldesorden social, los medios se suman.Resultado: el cuarto poder en su máximaexpresión".

Las dos hermanas se abrazaban, sereían, se miraban, se tocaban, se reíanotra vez. Hacía casi un año que sehabían despedido y nunca imaginaronque el reencuentro sería así, con una rejade por medio.

—Gaby, no sabés todo lo que tuveque pasar...

Ese lunes Gabriela Rosas se habíalevantado temprano. Luca, su cuñadopor ley, la pasó a buscar para llevarla ala prisión de Le Valette. Allí tuvo quesoportar esperas y revisaciones hastaque la llevaron a través de un patio grisy largos corredores a un cuarto partidoen dos por una mesa de material; en el

medio de la mesa había una reja de unmetro de altura.

—¡Hermanita, hermanita! ¡Vino mihermana, vino mi hermana!

Gritó Soledad cuando vio a Gabrieladel otro lado de la mesa, de las rejas.Por un momento se miraron, sin saberqué hacer, hasta que Soledad se subió ala mesa. Gabriela se subió también; asíparadas, las dos hermanas pudieronabrazarse por encima de la reja.

—A ver, mostrame la panza, Gaby,dale .

Gabriela se levantó la camisa,Soledad le acariciaba el embarazo; másatrás, las guardias se reían.

—Valentina, Valentina... Cómo lapifié, que te dije que seguro iba a ser unvarón.

Gabriela la miró sin decir nada: lareconocía y no, era y no era la Soledadde siempre.

—¡Bueno, bueno, ya está!Dijo una guardia y las hermanas

volvieron a sentarse: ahora lloraban,mezcla de alivio, tristeza, ciertafelicidad.

—Perdoname, hermanita, perdonamepor lo que te dije de traer hijos a estemundo... Cuando llegué acá empecé atomar conciencia de un montón de cosasque pasaban en el mundo y que estando

allá ni siquiera se me ocurría pensar. Aveces me daba bronca y no podía ver elfuturo ni algo bueno en el futuro y poreso reaccioné tan mal cuando me dijisteque estabas embarazada.

—No te preocupes, Sole, ya pasó.Las hermanas hablaron de sus

padres, de los amigos argentinos, de unpar de tonterías. Después Soledad ledijo que estaba jodida: de verdadjodida. "Me dijo que ella sentía que consu detención le habían cagado la vida",dirá Gabriela Rosas. "Que por primeravez en su vida se había sentido bien, quese había sentido querida y respetada porsus compañeros, que estaba muy

enamorada de Eduardo, quecompartieron muchas cosas y que ahoraestaba muy mal y muy enojada con élporque la había dejado sola. Pero almismo tiempo lo defendía, en ningúnmomento me dijo ni que él la habíametido en el quilombo ni nada por elestilo. Sólo estaba enojada porquehabían entrado juntos y él la habíadejado sola".

La charla era intensa, emotiva.Gabriela le contaba sobre su casa nueva;parecía un relato casual pero no erainocente: "Le decía cómo era el patio, ellimonero, que la casa tenía treshabitaciones: una para mí, una para

Valentina y la otra para ella", diráGabriela. "Y que necesitaba que meayudara, yo quería que viniera para queme ayudara a cuidar a Valentina, así yopodía terminar la facultad. Y meinventaba cosas para que quisiera estarconmigo, para que quisiera venirse aBuenos Aires".

Pero no se lo decía directamente,hasta que se dio cuenta de que tenían losminutos contados y fue al grano.Gabriela Rosas quería, en lo inmediato,convencer a su hermana de que dejara suhuelga de hambre y que pidiese elarresto domiciliario. Y, a medianoplazo, insistiría con la posibilidad de

una extradición que le permitiría esperarel juicio en Buenos Aires.

—Tenés que laburar con Zancan,darle bola. Yo entiendo que vos no tequieras separar de Silvano, pero tusituación no es igual a la de él, él tieneantecedentes, ya lo detuvieron variasveces.

—Sí, pero en esto estamos juntos yyo no lo voy a abandonar. ¿Vos podésentender eso?

Hubo un silencio. Gabriela casiestaba de acuerdo, pensaba que suhermana tenía razón, pero esa razón nola llevaría a nada bueno.

—Pero pensá que va a ser mucho

más importante tu lucha desde afueraque desde adentro. Salí y seguí con tusideas, seguí luchando y quedate en Italiapero salí, acá adentro no podés hacernada, acá sos un muñeco de torta.

Era, también, una manera de decirleque se abriera, que aceptara la opciónde ir a un juicio sola.

—No, Gaby, no entendés. Para míesta forma de lucha también es válida,desde acá adentro puedo seguirescribiendo, peleando por los presos,mandando cartas para que las lean en laradio...

—Por lo menos pará con la huelgade hambre, en serio. Aunque sea hacelo

por nosotros, Sole. A mí me hace muymal toda esta angustia de que vos estésmal, ya bastante con que estés acá comopara que además me sumes la huelga dehambre.

—Gaby, yo estoy haciendo lo queustedes me dicen, lo acepté a Zancan,todo bien. Pero lo de la huelga no sé, yomisma la largué, ahora no puedoecharme atrás y dejarlo solo a Silvano...

—Sole, por favor. Pensá en vos,pensá en nosotros. Hacelo por tusobrina, hermanita.

Las dos hermanas se quedaron unminuto en silencio. Después Soledadintentó una sonrisa que le salió triste:

—No sé, Gaby, no te aseguro nada.Pero te prometo que lo voy a pensar muyen serio.

"Sole puede pedir la deportaciónhasta el momento del juicio pero ellaespera que ése sea el último recurso alque deba acudir", informó a su familiaGabriela Rosas. "Es inocente y bastantele han cagado la vida como pararenunciar a volver a ver a sus amigos depor vida. Nos ama, quiere volver a laArgentina pero espera que no sea de estamanera. Sole está muy bien, es fuerte,está muy íntegra y es absolutamenteinocente. Si siempre vimos en Sole auna chica débil y sin personalidad,

deberían verla ahora. Es tan fuerte, taníntegra y tan segura de sí misma que pormomentos logra confundirme y hacermesentir a mí a un 'parásito' de estasociedad egoísta e intolerante... No sepreocupen, todavía pienso volver —llego el 13 a las 8,30 de la mañana.

"Podemos no compartir su ideologíani la forma en que eligió vivir, pero nosomos iguales a los que la encerraronemitiendo juicios de valor injustoscuando nadie puede en realidad tirar laprimera piedra. ¿Te acordás viejo unadiscusión que tuvimos en Villa Rosadonde vos acusabas a la juventud de hoyde ser apolítica y no militante? Bueno,

Sole encontró en Italia algo en qué creery sólo por formar parte de una idea nopueden condenar a nadie".

—Sólo contestaré las preguntas enrelación con el cargo de asociaciónsubversiva para decir...

Esa mañana Soledad Rosas fueinterrogada por los fiscales Tatangelo yLaudi. Iba vestida de riguroso negro y elabogado Zancan le había preparado unarespuesta escueta:

—...que no sé absolutamente nadasobre los Lobos Grises. Y quierosubrayar que a la fecha de mi llegada aItalia, en septiembre de 1997, los

atentados del caso ya habían sidocometidos.

Y eso fue todo. Silvano Pelisserotambién fue interrogado, esa mañana,pero se amparó en su derecho a nocontestar. Cuando entraba se cruzó conSoledad, que salía. El encuentro fuebrevísimo:

—Hola, Sole, fuerza, la lucha sigue.No abandones, Sole.

Le alcanzó a decir antes de que losguardias lo obligaran a seguir de unempujón. Y otros guardias se llevaron aSoledad hacia el furgón y su celda en LeValette.

Soledad no sabía qué hacer. La

súplica de su hermana la habíaconmovido pero no sentía que pudieraabandonar su postura por una cuestióntan personal. Aunque, al mismo tiempo,tampoco tenía derecho a joderle la vidaa su familia. No sabía: lo seguiríapensando, pero tenía que decidir algopronto. Entendía, confusamente, que ellaya no era sólo ella: que cualquierdecisión que tomara implicaba a unacantidad de gente y tenía un significadoque la excedía ampliamente.

"La situación estaba cargada desimbolismos, Soledad se habíaconvertido en una banderita delmovimiento", dirá Gabriela Rosas. "Por

un lado está bien, porque ellosdefendían la inocencia de los chicos y ladefendían bien. Pero por otro lado, paramí, para una persona que no estabacomprometida ideológicamente, teshockeaba ver cómo la usaban como unacausa común, algo que le daba unión yfuerza al movimiento".

Soledad ya era una figura pública.Al día siguiente, martes 7 de abril, eldiar io La Repubblica completaba sufama improvisando sobre su familia–"una de las más notorias de BuenosAires"— y su pasado reciente: "Segúnlos investigadores llegó a Bolzano trashaber dejado España donde se habría

arrimado a Pablo Rodríguez, unanarquista argentino que, en la mañanadel 18 de diciembre, con el españolManuel García y dos italianos, elanarquista insurreccionalista dePinerolo, Michele Pontolillo, y MariaLavazza, ex terrrorista de Primera Líneade Milán, había asaltado un banco delcentro de Córdoba. Un golpe ritmadopor una creciente y absurda violencia.Los cuatro, en efecto, tomaron comorehenes al guardia Manuel Castagno(sic) y no dudaron en dispararle tresbalazos en el estómago al primer signode reacción. Enseguida, antes de sercapturados, mataron a dos guardias,

María Angeles García y María SoledadMuñoz Navarro", decía el diarioromano. La presunción era vaga y falsa—que Soledad conocía a los asaltantes— pero, gracias a ella, ya estabaimplicada en un asalto con variosmuertos: contaminada por los muertos.

La historia era descabellada pero,entonces, nadie podía saberlo. Cuandoempecé a investigar su vida y meencontré con la referencia a su paso porEspaña —aun sin ninguna participaciónen ningún asalto— lo creí. Los diariositalianos —y algún diario argentino—contaban que Soledad había llegado aItalia tras pasar por España: yo no tenía

ninguna razón para dudarlo.Pero después el asunto se me

complicó: los tiempos no daban y,además, el nombre de Pablo Rodríguezparecía una confusión con el de su exnovio porteño. Después SilviaGramático me dijo que las dos habíanviajado directamente a Italia; al final viel pasaporte de Soledad, donde estabaclaro que había llegado a Milán al díasiguiente de salir de Buenos Aires, sinparadas intermedias. Pero seguía sinsaber de qué se trataba, hasta quedescubrí el origen del invento: latontería policial da para todo.

Los servicios italianos se llevaron

de la Casa de Collegno la agenda queSoledad había usado desde antes dedejar la Argentina. De allí sacaronmaterial para su informe: "En lasindicaciones escritas en español en lafecha 4 de junio de esa agenda se lee:'Salimos a las 10.00 ha Rio Terrero —Cordoba nos recibió un primo deEnrique y su esposa. Son dos personasde 65 y 69...'. Verosímilmente lamuchacha antes de llegar a Italia pasópor España". El 4 de junio de 1997Soledad todavía estaba en la Argentina yfue a visitar con sus padres a unosparientes cordobeses: eso cuenta suanotación. Pero a los policías y fiscales

italianos nunca se les ocurrió averiguarsi existe una Córdoba en la Argentina;nunca, si allí hay un pueblo que se llame"Rio Terrero" —Río Tercero—; nunca,revisar el pasaporte de la acusada;nunca, pedir a sus colegas argentinos lafecha de su embarque en Ezeiza: podríanhaberse enterado de que salió el 22 dejunio, un día antes de su llegada a Milán.Si un médico hace algo así lo juzgan pormala praxis; si un obrero, lo dejan sintrabajo. La policía, en cambio, y elpoder judicial sacan de semejantespavadas conclusiones que puedencostarle a cualquiera años de cárcel. Ylos diarios las repiten sin piedad.

"Querida hermanita, si estás leyendoesta carta es porque logré superar lasreglas de mi cárcel. Imaginate cómo sonlas normas que pasar una carta aescondidas es como pasar un muroaltísimo sin hacerse daño. Esto no es loque te quiero decir, más que nada meimporta que sepas que yo no soy unaidealista solamente", había escritoSoledad en esa carta que le pasó a suhermana arrugada, escondida en unpuño, cuando se vieron por segunda vez,el miércoles 8. Gabriela tuvo quedisimular, aguantarse la impaciencia deleerla hasta estar afuera.

Antes, en su charla, Soledad había

estado ambigua:—Decidí que voy a hablar con la

jueza por lo del arresto domiciliario.Por ahora no te prometo nada, pero voya hablar y ver cómo viene.

Le dijo a su hermana y le pidió quele comprara ropa para esa audiencia:

—Algo azul o lila, son colores queinspiran inocencia, viste. Con eso me vaa tratar mejor.

Gabriela se alegró: era un síntomade que quería salir. Esa misma tarde lecompraría un pantalón y una camisa lilasen Benetton. Pero antes terminaría deleer la carta clandestina:

"Antes que eso y siempre, seré

Soledad, una persona que siente, quellora, que sueña y que, sobre todo, ama.Sobre todo ama a su familia pero que leda vergüenza decirlo y demostrarlo yque le duele mucho no poder hacerlo.Será por eso que cuando estoy lejos deustedes me permito sentir libremente loque siento por ustedes.

"Hermana, vos sos mi amiga delalma, mi mejor amiga, y nunca voy aolvidar lo que vos y Valentina estánsufriendo por mí y tampoco me lo voy aperdonar. Todo lo que me portó a estaracá adentro no me avergüenza nitampoco me arrepiento. Supe siempre loque hice y tenía mis buenas razones. No

quería ni quiero vivir por un míserosueldo que te porta a crepar como unavíctima sumisa en una sociedadrepresora. Yo todo este tiempo trabajépor mí y construí para embellecermecomo persona. Cuando te veo con esapanza tengo ganas de irme con ustedesdos a Buenos Aires y darte una mano entodo lo que necesites.

"Cuando me decías cómo es tu casame imaginaba una mañana sola en elpatio tomando el desayuno con vos yValentina tomando la teta y que despuésnos íbamos a dar una vuelta con el perroy quería imaginar que repartíamosnuestro tiempo para cuidarla y las dos

poder también hacer nuestras cosas."Quedate tranquila que si no es

ahora será más adelante. Lamento nodarte una mano en este momento, pero encuanto pueda me voy con vos a hacertecompañía. Sabés que no soy una chicamuy estable, sobre todo de residencia,pero no dudo de querer estar con vos.Estoy en un período de muchísimaconfusión, estoy viviendo cosascompletamente desconocidas. Estandoencerrada se prueban sensaciones queno conocía, todo muy extraño, muyincierto y en la cabeza tengo una grancomplicación. Es como que acá adentrome encuentro con una persona diferente

a lo que siempre fui, como cuandoencierran a un perro cuarenta días paraver si tiene rabia, son constantesprovocaciones y encuentros con la partemás límite de tu existencia. Seguiradelante todos los días es un desafíomuy grande, pero quiero hacerlo porquesé que antes o después seré nuevamentelibre. Lo que no quiero es dejarme lavarel cerebro, así es como que buscanamansarte y borrar tu personalidad, acáno se trata de personas, sólo somosdetenidos, que esto pueda borrar todo tupasado, toda tu persona. Por eso es ungran desafío.

"Yo soy mucho más fuerte de lo que

creía y busco convertir lo negativo enpositivo. Hermanita, lo que queríadecirte es que yo te amo y a papá ymamá también, que por la única razónque levanto la huelga de hambre es porvos, pero sobre todo por Valentina, quees la que más siente todo. Si fuera pormí y por mis ideas, continuaría sincomer hasta el final. Sólo lo hago porustedes. Los quiero mucho, Sole".

Gabriela tuvo que contener un gritode triunfo y de alegría. Años más tarde,cuando me la mostró, me pidió que laleyera yo, porque ella se emocionabademasiado.

"Recibí el telegrama de Teresa queme anuncia el fin de la huelga de hambrede Sole bajo presión de sus padres y desu hermana embarazada", escribióSilvano Pelissero desde su celda deCuneo. Él seguía con su huelga y, paraentonces, ya pesaba 55 kilos. "Laentiendo. Las presiones lacrimosas de lafamilia tienen éxito allí donde a menudoel terror autoritario falla. Yo sigoadelante solo".

Silvano la entendía pero se sentíalevemente traicionado. Aunque, enverdad, nunca había esperado mucho deSoledad: en sus cuatro meses de relativaconvivencia en Collegno muy pocas

veces habían charlado cara a cara, ytodavía la veía como una chica que sehabía enredado en todo esto por el azarde su amor por Edoardo. Le habíancontado sobre su entereza, su dignidadde esos últimos días, pero todavía noterminaba de tomarla en serio. Y,además, su situación no mejoraba:

"Lo más fastidioso son las requisaspermanentes. Típicas de las cárceleschicas de máxima represión. Cada vezque salís de la celda te requisan",escribió en esos días a un amigo. "Amenudo, una vez por semana, tedesnudan. Te revisan la boca con unapaleta de madera. Te revisan los pelos

con un peine. Hasta te miran lospendejos. Meten las manos en tuszapatos y en el agujero del inodoro de lacelda y se pasan veinte minutospalpándote toda la ropa. ¡Qué trabajo demierda hacen estos subhumanos!", decíaSilvano Pelissero, y seguía con suhuelga de hambre.

Los squatters turineses estabanlevemente confusos: tras la gran marchadel sábado era como si se hubieranvaciado, como si hubiesen puesto todassus energías en la calle y los resultadosno estuvieran claros. Y la represión,mientras tanto, seguía: en esos días la

Orden de Periodistas del Piamonteamenazó al responsable de Radio BlackOut con el retiro de su permisoprofesional, la prensa batía el parchedel peligro squatter y la policía detuvo—en casa de sus padres— a LucaBertola, acusado de los golpes alperiodista Genco.

Gabriela seguía sus trámitesfrenéticos: debía conseguir, antes de laaudiencia fijada para el jueves 16, unlugar para proponer como residencia deSoledad y la garantía de una instituciónrespetable. Mientras, aprovechaba almáximo sus visitas. El lunes 13, en lapenúltima, Soledad le había dicho de

nuevo que quería recusar a Zancan, quese sentía culpable de abandonar aSilvano. Antes de volver el miércoles,Gabriela le pidió a Luca que la ayudaraa convencerla de que no lo hiciera.

—Yo no la voy a convencer de nada,ella es totalmente libre de hacer lo quequiera.

Le dijo Luca. Cuñado y cuñada porla ley se entendían bien: no coincidíanen casi nada pero la amabilidad delitaliano, su disposición a ayudar en todolo que pudie ra le caían muy bien a laargentina. El diálogo entre ellos erafluido pero incomprensible: cada cualhablaba en su idioma.

—Luca, la concha de tu madre, poruna vez dejá la política de lado.

—Nosotros somos anarquistas, cadauno es dueño de tomar sus propiasdecisiones, para eso hacemos todo loque hacemos. Yo no voy a influir en lomás mínimo en la decisión de otro.

—No te estoy pidiendo que influyassino que le hables de las ventajas.

—Y de las desventajas.Le contestó Luca, y se reía. "Zancan

le proponía que hiciera ese papel demuchachita engañada por unos tiposmalos, la tontita inocente que no teníanada que ver ni entendía nada", diráLuca después. "Y ella lo rechazó. Si

jugaba este papel habría difamado a suscompañeros: los habría hecho quedarcomo unos tipos que se aprovechaban dela chiquita tonta para llevarla de lasnarices —y quedaban como unos hijosde puta. Pero también se difamaba a ellamisma. Ella no tenía ninguna gana depasar por tonta, por su propio orgullo.Era orgullosa. En lo que hacía se veíaclaramente que lo había elegido, que noera que le sucediera por casualidad".

—No, pero aclarale que en ningúnmomento vamos a perjudicar a Silvano.

Insistía Gabriela.—¿Te parece? Con ese hijo de puta

de Zancan nunca se sabe...

Gabriela no consiguió ese apoyo,pero sí que Soledad no rechazara aZancan —al menos por unos días. Ytambién los requisitos para pedir elarresto domiciliario. La cuestión teníaun problema suplementario: Soledad notenía domicilio ni parientes en Italia y,por lo tanto, no estaba claro dóndepodría cumplir el arresto. Peroconsiguieron un garante, el cura LuigiCiotti, y un lugar, una comunidad paraenfermos de sida en la provincia deCuneo, a hora y media de viaje de Turín.La casa se llamaba Sottoiponti —Bajolos puentes—; el lugar, Bene Vaggena.El viernes 17 la jueza de penas Fabrizia

Pironti —que unos días antes le habíanegado el arresto domiciliario—decidió que ahora sí María SoledadRosas podría tenerlo:

—El lugar es tranquilizador desde elpunto de vista de su ubicacióngeográfica y su tipo de ambiente. Y lapeligrosidad social de la acusada puedeconsiderarse residual.

Declaró para justificar su decisión."Recibí el telegrama y escuché la

noticia de la 'liberación' de Sole. PobreSole. De una cárcel a otra", escribió esedía Silvano desde su celda. "De LeValette al Grupo Abel. Me informésobre cómo se vive ahí adentro. Los que

estuvieron no resistieron más de 20 días,si tenían en su espíritu una chispita derebeldía. Y si te resignás, entonces teinsertás bien y feliz de vivir como lasmasas: sirviendo a los patrones desiempre. No sé cómo le irá a Sole. Peropienso que tendrá que ser mucho másfuerte que lo que fue hasta ahora. Balenohizo lo mejor. Él también había pasadopor el largo calvario de lascomunidades terapéuticas. Seguro quetambién pensó en eso antes de terminarlacon esta bufonada de la libertad y lajusticia. Veo días duros para Sole. Hastapuede ser que cambie. Que searrepienta. Que 'entienda sus errores' y

tras un largo recorrido de sufrimientos yjustas expiaciones se reinserte de formaproductiva en el sistema: ¡y entoncesdirá que vuelve a vivir!"

Era un riesgo posible: los fiscalesantianarquistas habían tenido un granéxito con las declaraciones de laarrepentida Namsetchi Mojdeh: en ellashabían basado todo el caso Ros-Marini,y es probable que pensaran que podíanrepetir el mecanismo con SoledadRosas: como Mojdeh, Soledad erajoven, extranjera, enamorada, nueva enel movimiento.

"Sole es joven y quizás sea inmaduratodavía", seguía la carta de Silvano.

"Tal vez el suyo fue sólo un accidente enel camino. Quién sabe. Sólo el tiempopodrá contestarnos. Cuando caíste en lasgarras del sistema todo se vuelve másdifícil y a veces las certezas vacilan. Yotambién tengo fuerte dudas sobre mifuturo. Lo veo seguramente triste ynegro".

—Rosas, prepará todas tus cosas. Tevas, ¿te lo dijeron?

Los diputados verdes tenían razón:la muerte de Edoardo había servido parasacarla de la cárcel. Soledad trataba deno pensar que ése era el precio: si no,no podría dejar nunca esas rejas. Pormomentos le daba una gran alegría

pensar que en pocas horas estaría en larelativa libertad del encierro en unacasa de campo. En otros, la invadía lavergüenza, la sensación de habertraicionado. Luca le había dicho que nofuera boluda, que desde la comunidadpodría hacer más cosas, que nadie tieneque estar en la cárcel si encuentra lamanera de esquivarla. Que había queaprovechar cualquier resquicio delsistema, que los okupas no queremos sermártires, que esas son cosas decomunistas. Soledad lo entendía peroigual se sentía un poco sucia, aquellatarde, mientras juntaba su ropa, suscuadernos, su radio, las pocas cartas que

le quedaban de su hombre.

"Cuando entrás a Le Valette tepalpan el escroto y te controlan el ano",escribió en esos días Silvano Pelissero.Fue una burla menor: aquel sábado 18de abril, mientras Soledad se preparabaa partir al arresto domiciliario, Silvanoera trasladado a la cárcel de Turín.

"Después vas a los Recién Llegados.Colchones húmedos de meo, sábanashúmedas. Basura por todas partes.Vómito seco sobre las paredes y sangresalpicada por todas partes. El color noes el gris sino el sucio, el asqueroso.Todo hierro está oxidado. Los calabozos

pueden contener hasta 8 o 10 personas.Drogones en crisis. Locos. Marroquíes yalbaneses recién golpeados por loscanas, con la nariz y los labioschorreando saliva y sangre. No pegás unojo porque está lleno de gente que selamenta, llora, grita y tira los jarros adiestra y siniestra. El inodoro estátapado de basura 12 horas por día.

"Si tenés suerte, después de un día odos te mandan a los bloques. En el Bestá lleno de buchones, delatores,renegados de todo tipo, violadores ycafiolos. En en el C hay muchosextracomunitarios, la mayoría drogones,y drogones italianos (...) En la sección 7

el tufo que domina el aire es el del meoy la comida podrida. La sección estápintada de un blanco amarillento. Acátambién la mugre y la basura inundantodo. Mi celda sólo tenía una cama.Oxidada, por supuesto. El colchónestaba roto y le faltaban pedazos. Estabahúmedo de meo. Las sábanas tambiénestaban húmedas y la frazada sucia detierra y polvo. No había ni mesa ni sillani televisión ni ningún mueblecito paraponer mis cosas. Ni espejo y la pareddel baño la habían tirado abajo apatadas y nunca la habían vuelto alevantar. Los vidrios de plexiglásestaban rotos y faltaban algunos. En su

lugar había bolsas de plástico pegadascon cinta scotch. En las paredes lashabituales salpicaduras de sangre,vómito, sopa, café con leche. Al ladodel inodoro, meo, y manchas de mierdahasta la altura de la cara. Vigilado nochey día. La noche me controlaban cadatanto con una linterna. (...) ¡Si Edoestaba en este lugar de mierda es fácilentender cómo se suicidó!".

"Fue un sábado. Cuando le dieron elOK fue todo muy rápido porque no teníaque enterarse la prensa ni nada por elestilo para que no supiera el lugar dondeiba a estar. Yo agarré mi bolsito y mi

valijita y me fui a esta casa a esperarla",dirá Gabriela Rosas. "Estaba todo hechouna mugre. Limpié un poco, le hice lacama, arreglé la habitación donde iba adormir con ella, porque yo me iba aquedar ahí un par de días. Y a latardecita escuchamos las sirenas. Lacasa estaba como en una loma, tenía unao dos hectáreas en total. Tenía un laguitocon un monte atrás y hacia abajo, lejos,se veía el pueblo. El caminoserpenteaba para subir a la lomita.Veíamos la caravana. Era todo undespliegue: cuatro o cinco motos, dos otres autos de los carabineros y el carroazul grandote donde iba ella. Veías que

aparecían y desaparecían hasta quellegó. Los policías entraron a recorrer lacasa antes de que ella bajara ypreguntaron quién era yo. Estaba eldueño de la casa, que se llamaba Enrico,Luca y yo. No tenía que haber muchagente. Nos pidieron documentos y ahí ladejaron bajar. Ella me dio un abrazo tantan largo: estaba recontenta".

LOS ÚLTIMOS DÍAS

1. LAS PRIMERASDESPEDIDAS

La casa de la comunidad Sottoipontien Bene Vaggena es como un fin delmundo: se llega por un senderoimposible, por donde un coche pasa aduras penas, entre maizales y malezas.Son un par de kilómetros de huella que,con cada lluvia, convierten a la casa enuna celda de aislamiento.

A lo lejos se levanta el Monviso,majestuoso; la llanura alrededor es casipampa, si no fuera porque otros montesla encierran por todos los costados. Y

no hay gente ni construcciones a la vista:es muy raro en Italia. Hasta que surge, alfondo, la casita de cemento sin revoque:el huerto al frente a veinte metros de laentrada, una hondonada detrás llena deárboles y matorrales desmañados, elcalor. En verano el paisaje se hace seco,pajizo: pálido de amarrete. La casitatiene una galería: desde allí se ve muyescaso paisaje, salvo, por delante, elcampo triste de maíz.

La comunidad Sottoiponti era lacreación de Enrico De Simone, unturinés amigo de los anarquistas, exheroinómano, seropositivo, que se habíapasado los últimos años dando charlas

para enfermos de sida: trataba deexplicarles los beneficios de lamedicina natural y de una actitudpositiva, en érgica, para resistir suenfermedad. Unos mes es antes, cuandoun herborista amigo aceptó prestarle esacasa que no usaba, Enrico organizó elrefugio. Para vivir fabricaba juguetes demadera —caballos, marionetas,avioncitos— que solía vender en elBalon.

La comunidad funcionaba más omenos. Era autogestionaria y no teníasubsidios ni padrinos: no solía tenerfondos. En esos días de abril sus únicoshabitantes eran Enrico y una chica

Alessandra, drogadicta enrehabilitación, que se fue poco después.

"El día que la llevaron nos avisarony salimos enseguida a verla", dirá Ita,ocupante del asilo. "Fuimos como diez,en dos o tres coches. Soledad reciénhabía llegado, estaba todo lleno depolicías, el camión celular, lospatrulleros. Después fue muy fuertetocarla, abrazarla sin canas adelante: fuemuy emocionante. Y todos queríamosfestejarla, hacerla sentir bien. Estuvimoshasta tarde, algunos se quedaron adormir para acompañarla. Pero ellaestaba triste, tristísima. Y débil, porq ue

recién terminaba su huelga de hambre.Decía que no entendía lo que habíahecho Edo. Se escribían cartas de amor,si vos resistís yo resisto, resistamosjuntos, y de pronto el otro te deja así, tesentís mal, ya no sabés qué hacer. Latristeza se le veía en los ojos. No eraque hablase mucho, pero alcanzaba conmirarla en los ojos y te dabas cuenta deque había cambiado, que estaba marcadapor lo que había pasado".

La casa de Bene Vaggena no teníaningún lujo. Abajo, la cocina, conespacio para una mesa no muy grande, elsaloncito de cuatro por cinco, laescalera de hierro que subía al primer

piso. Donde estaban los dosdormitorios: el de Enrico y el que seríade Soledad. Su dormitorio tenía un pisode plástico, una cómoda vieja, una camagrande contra la pared del fondo, unaventana. Era muy luminoso: por laventana orientada al este le entraría elsol de las mañanas. Al lado estaba elbaño, muy chiquito. Y más arriba, bajoel tejado, un altillo con cinco o seiscamas de metal para que se quedaran losamigos. Comparada con los espaciosbarrocos del asilo, la casita de BeneVaggena era una especie de celdaaustera, muy vacía. Pero, pensabaSoledad, cualquier cosa era mucho

mejor que la prisión. Eso pensaba, losprimeros días.

Esa mañana el sol le entibió la caramuy temprano: hacía mucho que nosentía ese calor. Soledad suspiró,primero, de placer; después, enseguida,recordó dónde estaba, por qué, y pensóque iba a ser duro despertarse lasmañanas.

En la cama, a su lado, Gabrieladormía todavía. Soledad se levantó, sefue a lavar los dientes, hizo su primerpis en el frasco donde lo colectaba: eraun pis incoloro, inodoro, el pis de unapersona que sólo comía ciertas verduras

y granos. Dentro de un rato se lo tomaríapara purificarse el organismo o selavaría con él el pelo o la cara. Laurinoterapia era una de las costumbresque le quedaban de Edoardo y queríaconservarla; además la hacía sentir muybien. Era domingo y 19 de abril,segundo día en la casa: dentro de un ratoem pezarían a llegar sus compañeros deTurín. Tenía ganas de verlos y tantasganas de quedarse sola. En realidad, sedijo, no sabía muy bien qué era lo quequería.

—Tendrías que haberlo visto, Sole,fue increíble. Justo cuando estaban todosesos chupacirios ahí adelante, los dos se

subieron a la muralla de porta palatina yse pusieron en bolas ahí nomás, yentonces desplegaron ese cartel. Fueincreíble.

El cartel decía "Asesinos. SilvanoSole y Luca libres" y los chupaciriosestaban justo ahí, en la catedral deTurín, porque el sábado había empezadoel gran evento católico: la exhibicióndel Santo Sudario, que llaman laOstensión. Estaban todas las autoridadesde la Iglesia y el Estado; los fieles eranmenos que los previstos y la catedral noestaba llena. Pero al fin al de la misa losfeligreses aplaudieron a Marina Doria,viuda del ex rey Vittorio Emanuele.

Entre los carteles de la catedral habíauno que resumía la idea de la creencia ysu relación con el saber: "Para el quecree, no es necesaria ningunaexplicación. Para el que no cree, todaexplicación sobra".

—Los de la catedral no sabían quéhacer, los turistas los filmaban, noscagamos de risa. Desde arriba de lamuralla los pibes les decían 'qué tantomiran un pedazo de tela si nosotrossomos el cuerpo de Cristo...' era genial.

Los dos cuerpos crísticos —con suspasamontañas — fueron detenidos yacusados de atentado al pudor.

—Los squatters nunca hacen lo

previsible.Intentó justificarse el jefe de policía

tiempo después, porque no había sabidoprever el incidente:

—Y casi siempre ponen en escenaacciones realmente sorprendentes. Queaparecieran sin calzones en la portapalatina era francamente la última cosaque nos esperábamos el día del inicio dela Ostensión.

Ese domingo 19 también fueron averla los padres de Edoardo, que lellevaron fotos de él, algunas cartas queguardaban, su cariño y su angustia.

—Sole, qué alegría verte acá. Vos

sabés que para nosotros ahora vos soscomo nuestra hija.

Y después llegó su abogado UgoPruzzo. Charlaron un rato; cuando se fue,Paola Massari se lo reprochó:

—Me parece que a Edo no le habríagustado que tomes un abogado vos sola,sin Silvano, sin los compañeros.

Soledad se sentía completamentetironeada. Por un lado estaba su lealtada su hombre muerto, a sus compañeros;por el otro, aparentemente, su amor a sufamilia. No era una decisión quequisiera tomar. Quizás por eso, esanoche, cuando Gabriela volvió ahablarle de los abogados, Soledad no le

hizo caso. Gabriela se cabreó:—Al pedo estoy acá, no sé para qué

mierda vine si al final no me escuchás."Parecía una película, la situación

era ridícula", dirá Gabriela Rosas. "Eracomo que todos estábamos tironeándolaa Soledad. Los chicos por un lado, lafamilia de Edoardo por el otro, yo porotro, los abogados más allá. Todosestaban diciéndole qué hacer, cómo,cuándo y dónde. Yo me doy cuenta ahoraque lo veo a la distancia, pobre mina,debe haberse sentido tan presionada enese momento, tan mal".

Charlaban en el salón; ya sóloquedaban en la casa tres o cuatro

personas y los sobresaltó una luzintensa.

—¡Cuidado! ¡Cúbranse!El coche de los carabineros había

llegado hasta la entrada de la casa yapuntado sus faros hacia ellos: un sustocasi tonto, un par de canas que queríanmostrarles su poder. Soledad tenía queestar a su disposición: cada vez quevenían —y venían varias veces cada día— debía salir a mostrarles que todavíaestaba allí. Al cabo de unos días esasirrupciones se hicieron insoportables yun par de okupas de Turín vinieron aarmar una barrera en el camino, a veinteo treinta metros de la casa, para que el

patrullero no pudiera entrar. Entonces,cada vez que oía la bocina, Soledaddebía salir hasta el camino y reportarse.

El martes 21, en Ivrea, un juezcondenó a varios meses de cárcel anueve anarquistas arrestados endiciembre de 1993 —casi cinco añosantes— por participar en unamanifestación por la libertad deEdoardo Massari. El jueves 23 enRovereto un grupo de anarquistas vacióuna bolsa de mierda en la sede de dosdiarios locales: "Periodistas, venimos adevolverles un poco de su mierda". Elsábado 25 los okupas turinesesmanifestaron su apoyo a Soledad y

Silvano frente a la cárcel de Le Valette.El 27, a un mes de la muerte deEdoardo, alguien decoró rojo el frentede la Orden de Periodistas de Turín.

—Bueno, tenemos que arreglar,limpiar, poner en orden todo esto.

—Seguro, hermanita. Yo te ayudo."No hablaba mucho Sole. En

realidad estaba recallada", diráGabriela Rosas. "Me enseñó a haceryoga, me hacía hacer ejercicios, mecontaba de la urinoterapia, me leía cosasen italiano que yo no entendía. Meenseñaba a cocinar sin cebolla.Hacíamos pelotudeces para pasar el

tiempo, el día se hacía largo. Creo quedespués llevaron una televisión, pero enese momento no había. Había radio,música. A Sole la vi bien pero muydistinta. Yo ya había percibido, con lasvisitas en la cárcel y las llamadastelefónicas, cuánto había cambiado. Eralógico, con todo lo que había pasado, eltiempo que estuvo encerrada, la muertede Eduardo. Supongo que la afectómuchísimo, porque estaba muy distinta alo que era antes de irse. En BuenosAires, cuando dormíamos juntas en lamisma habitación, éramos de quedarnoshablando hasta cualquier hora, decontarnos todo. Era una relación muy

profunda, no había nada que no nosdijéramos. Y ahora, esos días que yoestuve ahí, ella se quedaba despiertaabajo y yo, que no daba más, me iba adormir y nunca pudimos tener unaconversación a solas entre las dos.Nunca pudimos tener un momento deencuentro verdadero, en esos días".

A veces podían charlar unosminutos, entre dos silencios. Soledadinsistía en que todo lo había hecho porsu voluntad:

—A mí nadie me puso un revólverpara hacer lo que hice, siempre fueporque quise.

—'Tá bien, pero vos sabés que lo

que yo no puedo justificar es laviolencia y eso...

—Violencia es la del Estado,hermanita, no seas ingenua.

—Sí, pero ustedes...—Es distinto. Yo puedo tirar una

molotov y quemar un depósito de no séqué, de últimas podría, pero nunca leharía nada a las personas. En cambio, elEstado ejerce violencia todo el tiempo,te obliga a todo tipo de cosas, te correcon su poder para que hagas lo quequieren que hagas...

"Soledad estaba endurecida, másadulta. Yo la había criado, la llevaba atodos lados, salía con mis amigos, no se

vestía sin preguntarme qué se ponía",dirá su hermana. "Y de repente, cuandoestuve allá, no me consultaba nada, nome decía nada, no me daba ningunaexplicación de lo que hizo, de losporqué. Maravilloso, pero para mí fuetan raro... porque no viví el proceso.Estuve un año sin verla y cuando volví averla era otra persona. No palpé elcrecimiento. Fue llegar y ver que estásdelante de una mina totalmente distinta.

"No sé si tomaba distancia de mípara no lastimarme. Quizás lo hacía poreso. O porque realmente estaba muy maly no estaba en condiciones de acercarsea nadie. Pero estaba súper dura. Muy

aislada, muy distinta. Súperdisciplinada, parecía un soldado. Selevantaba a tal hora, se iba afuera, hacíasus ejercicios de yoga, entraba, setomaba su pis, todas esas cosas de laurinoterapia. Tenía una disciplina. Acáera un desbole Soledad: se levantaba acualquier hora, comía cualquier cosa,era una mina muy desordenada, con ellay con su cuerpo. Allá estaba resaludabley tenía el cuerpo de un atleta. Fibrosa,con músculos. Estaba resana, muy bienfísicamente: eso lo noté enseguida. EnBuenos Aires no: se enfermaba o estabaojerosa. Allá tenía otra mirada, otraexpresión: estaba luminosa. Con una

mirada súper triste pero con la pielsuave, distinta. Y distante. Cada detallehacía que no fuera la misma persona. Nosé si había crecido, pero habíacambiado muchísimo".

"Hola, Silvano, no hago otra cosaque pensarte. Desde que salí de lacárcel me siento muy mal: ¿por qué yoafuera y vos y todos los demásadentro?", le escribió Soledad en esosdías. "Estoy mal porque me siento muyimpotente, no sé qué puedo hacer.Quiero ver a Novaro pero no vinotodavía, necesito hablar con él parasaber cómo seguirá todo. Estoy

pensando seriamente qué hacer conZancan, me da la sensación de que esuna persona muy sucia, lo veo como uncorrupto. Si vos estás de acuerdo lediría a Zancan que nos defienda a losdos, o si no, no lo quiero más como miabogado.

"Estoy muy dolida. Recién ahora queestoy afuera de la cárcel me siento peorque nunca. No está Edo, no estás vos.Busco a Edo en cada momento y noacepto que él no vuelva con nosotros,me falta tanto. Tengo una rabia tangrande y fuerte que me estoydestruyendo porque este odio que tengoadentro me quema. Desde que salí de la

cárcel no duermo casi nada, estoynerviosa, me hablan y yo no puedoseguir el hilo del diálogo. No tengo elcoraje de abrir los diarios y ver cómonos ensucian la tevé, los periodistas, lagente común, toda esta mierda de mundoque nos rodea pero que nosotrosqueremos destruir.

"Al menos ahora tú estás en LeValette donde pienso que es un pocomenos duro que Cuneo, aunque losdetenidos me decían que Alessandriaera mucho más liviano.

"Se preocupan porque si nos sucedealgo es una gran responsabilidad paraellos. A nosotros nos quieren muertos

porque somos sus enemigos y no lesservimos para nada porque no somos susesclavos. Precisamente como ahoraquieren matarnos a nosotros también,debemos estar más vivos que nunca. Yopersonalmente quiero morir porqueestoy destruida, pero continúo avantiporque debo seguir peleando yluchando. Esta es mi única razón deexistir, una verdadera revolución social.Yo para mí misma no quiero más nada,no está Edo, no tengo nada. Pero todavíaestás vos y tal vez tú tienes ganas decontinuar adelante por la memoria deEdo y por nuestra causa.

"Amigo mío, confío en que cuando

salgas los dos podamos hacer tantascosas. ¿Cuál es la razón de tu huelga dehambre? ¿Solamente estás buscandomorir? Decime la verdad, yo siento esoy me hace estar muy mal".

—Yo te quiero tanto, hermanita. Note preocupes.

Esa tarde habían tenido unadiscusión violenta por la cuestión de losabogados; a la noche, antes de dormirse,cuando ya se habían quedado solas,Soledad quiso reconciliarse con suhermana.

—En serio, Gaby, no te preocupes,que todo va a salir bien.

A Gabriela le llamó la atención queno le preguntara qué le pasaba. Antes,cuando discutían, Soledad siempre lepreguntaba qué había hecho, qué habíadicho para que se enojara. Pero ahorano; era sólo no te preocupes, todo se vaa arreglar. Igual, pensó Gabriela, ya eraalgo. Y la charla siguió. DespuésSoledad se atrevió a la pregunta que lebailaba en la cabeza:

—¿Qué pasaría si yo no volvieramás? ¿Qué pasaría con ustedes si no mevieran más?

El silencio fue denso.—¿Pero de qué me estás hablando?Gabriela pensó que la frase se podía

entender de dos maneras: que estabahablando de no volver o de matarse.Pero no atinó a preguntarle; se puso allorar y le salió entrecortada larespuesta:

—Soledad, por qué no te vas a laconcha de tu madre. Nos destrozaría,vos sabés, nos haría mierda.

Le dijo, y se fue de ese cuarto. "Eralo peor que nos podía pasar después detodo esto", dirá Gabriela Rosas."Estábamos luchando tanto por ayudarla,por apoyarla, que la peor manera determinar con todo esto era... la maneraen que terminó. No te digo que ella lohaya planeado, pero sí que todos los

días pensaba en la idea de matarse.Porque esa distancia que tomaba en esemomento yo la veía como que estabamal y necesitaba estar sola o que estabamuy triste por todo lo que había pasado,pero hoy la veo como su manera dedespedirse, de irse alejando poco apoco".

Cuatro días después Gabriela Rosasse fue, antes de lo previsto, a BuenosAires. Estaba agotada. "Me sentíaresola", dirá Gabriela. "Los chicos eranmuy amables pero no hacían ningúnesfuerzo para que yo entendiera de loque hablaban. Soledad no me daba

pelota. Me daba pero no me daba:cocinábamos juntas, hacíamos algúncomentario, una pelotudez, pero lamayor parte del tiempo ella estabacallada. En silencio o leyendo. Estabapresa, no estábamos pasando un fin desemana en el campo. Era una mierda.Me di cuenta, o Soledad me hizoentender, que no tenía sentido que mequedara más tiempo. Que ya habíaconseguido mi objetivo, que me fueratranquila. Ella ya estaba en una casa,estaba cuidada, que no me preocuparapor ella, que iba a estar todo bien. Queme podía volver a casa, que me quedaratranquila. Estábamos en situaciones casi

opuestas. Yo estaba embarazada, felizcon eso, llena de vida, de futuro. Ellatenía toda la carga de la muerte".

La última tarde fueron a dar unavuelta por el terreno detrás de la casa.Pasando un alambrado había una lomasembrada de avena que bajaba hasta unpequeño bosque con un laguito ínfimo.Soledad había tomado la costumbre deir, cada atardecer, a ese lugar a verponerse el sol y hacer sus ejercicios.

"Esa tarde yo la acompañé", dirá suhermana. "No me acuerdo bien de quéhablamos pero recuerdo que hablamos.Seguramente era algo sin importancia oestaríamos acordándonos de cuando

éramos chicas y estábamos en el campo.Fue un ratito de unión. Estábamos lasdos solas, sentadas en el pasto mirandoel sol. Fue el momento en que la sentícerca de mí. Ni cuando dormíamos ninada. De los cinco días que estuve ahíése fue el único ratito que sentí queestábamos juntas. Y al día siguiente,cuando me fui, me acompañó hasta latranquera y me despidió como si mefuera a ver mañana. No fue unadespedida. Nos abrazamos, nos dimosun beso".

—Cuidate.—Sí, cuidate vos. Hablamo s.Fue una despedida de quien no

quiere despedirse.

Pero Soledad imaginaba despedidastodo el tiempo. Poco después de lapartida de su hermana le escribió aSilvano, que ya había sido transferido ala cárcel de Novara, una carta casidesesperada. Silvano la recibiríamuchos días más tarde: "Recién estelunes a la noche", escribiría tressemanas después, "recibí una carta deSole con fecha del 28 de abril. Era muyfea. Me decía que 'quería seguir a Edo...'Me cayó muy muy mal. Enseguida mandéuna carta urgente de sostén y apoyo peropara ser todavía más rápido mandé un

telegrama, en el que la invitaba a nodecepcionarme haciendo alguna tonteríadel tipo suicidio. Empezaba diciéndoleque pensaba mucho en ella y que noquiero dejarla sola ni ahora ni después.Pero debe estar viva y con el cerebro enorden".

Más tarde, el 16 de mayo, Silvanorecibió en su celda de la cárcel deNovara un telegrama de Soledad: "Yopienso siempre en vos. ¿Por quédecepcionarte? Soledad".

2. LA DECISIÓN

Al principio su emoción principalera la bronca; después se fueimponiendo el tedio. Cuando no sedesesperaba, Soledad se aburría. Losdías se sucedían siempre iguales: largos,calientes, aburridos. Algunos, laalegraban las visitas de Turín; muchosestaba sola, desganada, sin saber quépensar, pensando demasiado. Ya nohabía acción: los días eran todo locontrario. Después de la vorágine de losdos meses anteriores, su vida setransformó en una lentitud devoradora.

Soledad trataba de distraerse: leía

varias horas cada día —ella, que nuncahabía leído mucho, se tragaba librossobre el anarquismo, la guerra civilespañola, alguna novela— y trabajabaen el huerto que había organizado. Teníafrutillas, lechugas, chauchas, papas,berenjenas, remolachas, tomates,albahaca, melones, zapallos, cada cualcon su cartelito de cartón.

—Se nota que vos no sos campesina.Le dijo un día un compañero Turinés

burlándose de los letreros y Soledadestuvo a punto de ofenderse. Alguien lehabía regalado una pareja de ocas; lasllamó Ócrata y Ácrata y a veces ladivertían con gritos y morisquetas y

batallas contra sus dos perros. Encambio, su relación con Enrico era muycomplicada. Se peleaban por lostrabajos que él le encargaba —y en losque colaboraba muy poco: cortar leñapara cocinar y calentarse, arreglar algúncaño, pintar una pared. Y, sobre todo,tenían problemas con el manejo deldinero: "en los días que estuve ahí,Enrico vivía pidiéndome plata para estoy para lo otro", dirá Gabriela Rosas. "ysole me decía que no le diera plata, quefuera a hacer las compras yo, por siacaso. Ella escondía su plata en unabotella enterrada en el corral de losgansos. Tenía miedo de que Enrico se la

robara".Los días se hacían largos. Salvo

cuando llegaban las visitas: compañerosTurineses , sobre todo, pero tambiénanarquistas de otras ciudades italianas,franceses, algún español. "Desde suarresto, con todo lo que había pasado,Soledad empezó a salir mucho en losdiarios", dirá Stefano, ex ocupante delasilo. "Y entonces se le acercó unacantidad de gente que antes ni laconocía. O sea que, en esos primerosdías, si querías ver a Sole tenías quehacer la cola. Yo la fui a ver un par deveces y si pudimos hablar cinco minutosfue mucho. La verdad que era un embole

hacer quién sabe cuántos kilómetrospara ver a una cantidad de gente que yono conocía o conocía muy poco. Quizásésta sea una excusa, porque en realidadyo estaba tan deprimido por todo lo quehabía pasado. Pero lo cierto es queempecé a ir cada vez menos, y supongoque a varios nos pasó lo mismo".

Soledad se había convertido en unafigura pública, en el centro de unproceso que no había generado. Perodecidió hacerse cargo. Otra de susactividades de esos días consistía encontestar interminablemente cartas ymensajes que le llegaban desde todaEuropa. Le parecía que era su

obligación, que se lo debía a Edoardo ya sus compañeros. Y la cumplía con sumejor denuedo.

"Yo de una cosa estoy segura", diráMarta Mosas, su madre. "Yo acá enBuenos Aires despedí a un ángel ycuando volví a verla en Italia era otrapersona, nada que ver con lo que yohabía despedido".

Es difícil, para madres y padres,resignarse a los cambios de sus hijos,los pasos que los van alejando de susórbitas. Pero si esos pasos los llevanhacia territorios tan dramáticos, laaceptación se hace casi imposible.

Marta Rosas decidió su viaje a fines deAbril, poco después de la vuelta deGabriela: iría a Italia para terminar desacar a su hija del atolladero: queríaconvencerla de que ya estaba bien, quese volviera: "Yo me acuerdo que hablécon su madre antes de que se fuera y medijo 'Yo le voy a decir que se deje dehacer boludeces, a ver si esta boluda secree que es la pasionaria'", dirá JosefinaMagnasco, su compañera de colegio. "Yel padre decía 'bueno, si tiene tantavocación de servicio que se venga y queayude acá a la gente, a los indios, aquien sea'".

Marta Rosas llegó al aeropuerto de

Turín una mañana de primaveraesplendorosa. Luca la esperaba: sehabía tomado en serio susresponsabilidades de pariente político.Sin pasar por la ciudad la llevó a BeneVaggena: Marta sólo pensaba en ver a suhija cuanto antes. Pero el encuentro nofue lo que había imaginado: la granjaestaba repleta de gente, Soledad no larecibió con la emoción que descontaba:"La encontré fría, poniéndome límites",dirá su madre. "Después nos abrazamos,nos besamos, lloró, lloré. Yo lleguéantes del mediodía, estaban preparandoel almuerzo, ella me mostró lahabitación y me dijo 'si se quedan a

dormir los padres de Edo acá, vos,Mamá, dormís allá con la señora y yoduermo arriba'. Yo le dije si estabaloca. 'Soledad, yo acá no vengo paradormir con los papás de Edoardo ni connadie, vengo para estar con vos, ¿cómovoy a dormir con alguien que noconozco?'".

Marta le había llevado ropa interior,jeans, remeras, pero se encontró con quesu hija andaba todo el tiempo vestidacon la ropa de Edoardo: camisetasenormes, el pantalón con botamangasdobladas y un cinturón enrollado a lacintura para que no se le cayera.

—Solita, no hace falta que estés tan

mal vestida, con eso todo roto. Dameque te lo coso o te lo achico.

—No, Mamá, dejálo, ¿No te dascuenta de que lo uso así porque era deEdoardo?

"Ella estaba acosada con tanta gente,tenía que atender a tanta gente, tenía queresponder tanta correspondencia, teníatanta demanda de las exigencias deEnrico, tenía tanto que hacer, pobrecita,tanto trabajo ahí", dirá su madre. "Alprincipio dormíamos las dos en doscamas con un solo colchón de dosplazas. Gabriela me había dicho quehabía una sola cama y todo lo que teníaque llevar: sábanas de dos plazas, de

una plaza, porque no había nada. Cuandoyo llegué había de todo: sábanas,toallas, ropa, de todo, mucho más de loque cualquier persona puede tener. Se lohabían llevado sus compañeros, lellevaban cosas todo el tiempo; meimagino que las robaban para ella".

Marta Rosas no la pasaba bien. Leresultaba difícil adaptarse a esa vida:las visitas de a muchos, las charlas queno entendía, las reuniones que durabanhasta el alba, los conflictos con Enrico,los trabajos para mantener la casa enorden. Y la actitud de Soledad nomejoraba las cosas. "Sí, la presencia de

su madre la afligía...", dirá Ita, ocupantedel asilo. "una mujer que siempre estaballorando, que estaba tan triste: 'pero quéte han hecho, volvé a casa, cómo vas aseguir así'. Cómo si no respetara a suhija, las elecciones de su hija. A mí meparece que Sole se vino hasta acátambién para salir de la órbita de suspadres, con tanta mala suerte que sumadre se le apareció cuando encimaestaba presa y no tenía forma deescaparle".

Marta Rosas estaba dispuesta asoportarlo todo porque tenía la metamuy precisa de llevarse a su hija devuelta a casa, pero lo que más le dolía

era el trato displicente o crispado, ladistancia que Soledad ponía entre ellas.

"Soledad había cambiado tanto...",dirá su madre. "Ella era una persona quetenía que demostrarte su cariñotocándote. Vivía peinándote, sacándotelos granitos, depilándote, arreglándotelas manos. Vivía encima de uno, decualquiera. Pero ahí estaba fría, distante.Para darle un beso, por ejemplo, teníaque esperar a que se durmiera. Yo meiba a la habitación antes que nadie:como siempre había tanta gente yfumaban tanto y tomaban tanto yhablaban todos a la vez... Arriba habíauna buhardilla llena de camas, así que

por ahí se quedaban cinco o seis o diez.Nunca sabías a cuántos ibas a saludar ala mañana siguiente. Y después detrabajar quince horas, el cuerpo no medaba, y además yo estaba haciendo unanovena para que todo se arreglara ytenía que ir a rezarla a las siete de latarde, y el frío no me permitía seguirhaciendo nada, así que me iba a acostar.Pero también me levantaba cuando seacostaba el último para limpiar la casa ypreparar todo.

"Yo me iba a la habitación y cuandoella volvía la acariciaba o la tocaba, yella enseguidita se sentaba, se asustabao, si no, tenía que esperar que se

durmiera para besarla. Eso fueespantoso, fue terrible. Me acuerdo undía que estábamos en la casa con elhijito de Enrico, un chico de cuatro añosque se llamaba Iuri y a Sole la amaba.Estábamos jugando y yo le contaba aIuri, 'Cuando Sole era bambina, mammale daba un baccio en el ojo, en la nariz',hacíamos como un circo, yo le daba elbeso a Iuri, Iuri a Sole y Sole me lotenía que dar a mí. Él le pedía 'baccio amamma' y ese día me ligué como diezbesos de Sole y de Iuri. Mirá lo quetenía que hacer. Un día le dije llorando'fijate lo terrible que es para mí tenerque esperar que te duermas para poder

darte un beso'".—Lo que pasa es que el que está en

la cárcel, así sea un día, aprende adormir con un ojo solo, Mamá. No sabeen qué momento lo van a matar, lo van aviolar, le van a robar las cosas quetiene.

—Sí pero ahora estamos acá, noestamos en la cárcel.

Soledad la miró cansada, comoquien se pregunta por qué tiene queexplicar cosas tan obvias:

—Acá hay muy poca diferencia conla cárcel.

"Al principio, cuando yo llegué,Soledad escuchaba ladrar los perros a la

madrugada y se levantaba en seguida",dirá su madre. "No descansaba nunca.No entiendo cómo hacía, porque no sedrogaba para estar despierta. Ladrabanlos perros y ella se levantaba: muchasveces ladraban por una rata o unaserpiente, pero otras veces era porquevenían los carabinieri. Entonces, si no televantabas enseguida o no prendías laluz del cuarto, empezaban a tocar lasirena. Así que ella dormíasobresaltada. Entonces yo le decía'descansá, que yo ya llevo durmiendodos horas antes que vos y cuando oigaalgún ruido, la sirena o cuando vea elreflector, te despierto'. Así y todo se

levantaba. Ya al final estaba un pocomás relajada, ya la despertaba yo: 'Sole,vinieron'".

Entonces Soledad tenía que vestirsey salir hasta la tranquera a dar elpresente. Su madre, en esos días, solíaacompañarla; ella le decía que sequedara, que no valía la pena, peroMarta Rosas insistía. La casa estabavigilada por micrófonos satelitales y lapolicía sabía perfectamente quiénentraba o salía: sus visitas sólo eran unaforma de afirmar su poder. Pero a vecesse pasaban un par de días sin aparecer."Era para tentarla para que se escapara",dirá su madre.

—¿Y para qué les servía que seescapara?

—Para perseguirla, no sé, paramatarla.

"No puedo creer que la rubia que sepeleaba conmigo en la plaza, o aquellacon la que di algunas vueltas enciclomotor sea una señora de su casa",le escribió en esos días Soledad a suamiga Lorena Dussort, su ex sociapaseaperros. "Yo elegí un caminodistinto al tuyo pero también fui muyfeliz. Y elegí una realidad distinta a latuya pero que es igualmente válida.Cuando llegué a Italia y mano a mano

que fui descubriendo otra realidad mesentí 'coinvolta' espontáneamente.Encontré una realidad concreta deoposición a la otra realidad que nuncame gustó, esa realidad de represión,manipulación, policía, gobierno yexplotación animal y humana. Noencontré otra manera de hacer algocontra esto que para mí lleva al hombrea la destrucción.

"Efectivamente este sistema tedestruye lentamente, como pasó conEdoardo, que murió asesinado en unacárcel por policías, jueces, opiniónpública, etcétera, etcétera. Muriópeleando por la libertad del hombre y

del mundo. Pero yo todavía estoy acá ypienso seguir peleando más que antes,porque la conciencia se despierta cadavez más dentro mío, y no me permite laindiferencia ante esta realidad.

"Ahora estoy en el campo, que escomo una prisión sin rejas, no puedomoverme libremente en ninguna parte, nisiquiera puedo hacerme los mandados, yesto no existe. Me resisto y me opongo,jamás quisiera adaptarme. Te explico:como no tengo antecedentes ni tampocotienen pruebas mías me dieron el arrestodomiciliario hasta el juicio. Yo estoybien y aguanto, resisto. Mamá está acáconmigo. Sé que no soy muy simpática

con ella, ni con nadie en este momento,pero la quiero mucho. También vienenamigos y compas a verme. Me la pasogran parte del día leyendo y escribiendoo haciendo la huerta. Hay dos perros,Fiore y Kira. La última por tenercachorros. Si supiera dónde voy a ir aparar me agarraría uno, pero hastaoctubre no sé nada.

"Lorenita yo te pienso mucho, ytambién te quiero. Te lo digo decorazón, si no no te diría nada. Esperovolver a verte en algún momento. Yoquisiera volver alguna vez a la argentinapero cuando lo decida yo, no un juez.Ahora te mando un gran abrazo, a vos, y

a todos los tuyos."Con amor sincero. Sole".

"El día más triste de mi vida estandoen Italia fue el día que Pelissero teníauna audiencia en el Tribunal y Soledadse había enterado por los amigos y medecía 'mamá, rezá para que a mí tambiénme citen, así puedo ver a mi amigo'",dirá Marta Rosas, su madre. "Y entoncesnovaro le avisó por teléfono que la ibana venir a buscar para que asistiera a esaaudiencia. Si vieras lo feliz que se pusocuando vino el furgón a buscarla. Yocreía que me moría, pero le pregunté quése iba a poner. Se puso un vaquero, un

buzo de Edoardo y unas botas".—¿Sole, por qué no vas mejor

vestida, para que vean que estás bien,que te pueden confiar, que te pueden darun trabajo?

—No, no, me voy con esto que es deEdoardo, esto nos va a traer suerte.

"Se fue cantando, contenta, saltando,feliz. No podés imaginarte lo que sesiente cuando... Cuando llegamos alcoche los dos policías se bajaron ydijeron Rosas, o una cosa así, y lahicieron pasar atrás, entre rejas, y lacerraron con un candado.

Fue triste. Fue el peor momentoporque me di cuenta de que ya estaba

todo perdido".Era el miércoles 6 de mayo: el

interrogatorio no tuvo gran importanciapero Soledad pudo hablar unos minutoscon Silvano. "La vi en el tribunal, estabamuy cabreada, fumaba y fumaba, gritababastardos, no les tengo miedo, hijos deputa", dirá Silvano Pelissero."Hablamos unos minutos con Novaro.Yo no sabía qué decirle: 'Tratá demantenerte fuerte, ya vas a ver cuandosalgamos lo que vamos a hacer', y ellafumaba y fumaba y yo le decía quetratara de fumar menos, que lo dejara. Ydespués se la llevaron y yo me quedépreocupado. Escribí al asilo que estaba

preocupado porque la vi muy mal"."Sole me pareció muy turbada,

deprimida y confusa", escribiríaSilvano. "Veía un futuro negro. Inclusome dijo que pensaba que no podría saliradelante. Ahí yo no entendía e intentétranquilizarla pero sin entender bien lasituación. Está cargada de odio y derabia. Me parece que comunica pococon Enrico...". Silvano, esa mañana, nosupo reaccionar: recién terminó deentender lo que estaba pasando días mástarde, cuando recibió las cartas queSoledad le había mandado antes.

"Esta es la historia", escribiríaSilvano Pelissero. "Soledad me manda

una carta. Sale el 26 de abril. Llega acáa novara el 11 de mayo. Pero no a mí.La carta está en un sobre con ladirección de un detenido común en otrasección. ¿Cómo fue? Sole en su carta,que después leí, está muy turbada,deprimida y confusa. Me confiesapropósitos autodestructivos y me pideuna ayuda moral inmediata. El 28 Soleme manda a través de Luchino otra cartacon contenido similar. (...) Me llegó enun sobre dirigido a ConstantinoCaminisch, el 7 de mayo. Yo vi a Soleel 6 a la mañana en el Tribunal. Estabatristísima y deprimidísima. Yo no sabíaqué pensar. La vi muy mal pero no sabía

cómo comportarme y estuve un pocodemasiado frío. Ahora entendí todo yademás de pensar continuamente en ellale escribo todas las cartas exprés ytelegramas que puedo. Estoy muypreocupado por ella y también entendíque me necesita mucho, ahora ydespués", les decía Silvano a suscompañeros del Asilo.

Silvano Pelissero, en esos días,también afrontaba problemascomplicados. Dos semanas antes,convencido por la insistencia de suscompañeros de prisión, había levantadosu huelga de hambre: en treinta días

había perdido doce kilos. Estaba débilpero, sobre todo, había recibido losataques más inesperados.

La campaña surgió en la prensapiamontesa: empezaron contando que lapolicía encontró en su biblioteca, entremuchos otros libros, un ejemplar delMein Kampf de Hitler anotado. De allídeducían una antigua simpatía fascista y,a partir de eso, más infundios: que habíamilitado en la derechista Liga del Norte,que tenía relaciones con los servicios deinformaciones del Estado. "Mire si lacampaña habrá sido fuerte que un díaSoledad me preguntó si Silvanorealmente había andado con los

fascistas", dirá el abogado ClaudioNovaro. "O sea que Soledad sabía muypoco sobre ellos, no estaba muy segurade nada".

Silvano Pelissero siempre negóestas acusaciones, pero parte de laprensa de izquierda e incluso algunossectores anarquistas las retomaron: lesresultaba más fácil, más cómodocreerlas y justificar su abandono de uncaso en el que nunca se habían sentidocómodos.

El 5, desde la cárcel de Novara,Silvano mandó una declaración dirigida"a la sociedad civil, a los compañerosanarquistas, a los verdes, rojos, negros,

a quien entendió todo o nada, a quien nole interesa nada de lo que pasaalrededor, a todos los que intentancambiar el curso de la historia".

"Confirmo y subrayo que soyanarquista insurreccionalista eindividualista. Hablo en mi nombre y noen el de Soledad y Edoardo. Manifiestoser incompatible con el modo de vida deustedes. Con el sistema de trabajoasalariado y respeto de la propiedad yla riqueza adquiridas por cualquiermedio. Manifiesto ser hostil al proyectoTAV en Italia tanto como en Francia oAlemania o donde sea. Soy hostil alturismo tanto en las nieves del Valle de

Aosta como en las playas de Cancún enMéxico. Me declaro hostil a cualquieruso de la energía nuclear tanto como aluso exagerado y fuera de lugar delautomóvil. Soy hostil al turismo eincompatible con toda forma deautoridad desde el dragoneante en elcuartel hasta el juez que condena oabsuelve a su capricho, el cana quecumple su deber o el capataz.Fundamentalmente no consigo ver unespacio practicable, por mis imperativasexigencias libertarias, en esta sociedadllamada civil y de la paz a cualquiercosto. No consigo ver ningún espacio dediálogo con vuestra mayoría que durante

un siglo ha dado la espaldamezquinamente a la tierra en nombre deesa infamia que justifica todoexterminio: el Progreso.

"Niego, sin embargo, con firmezacualquier participación incluso marginalen cualquier atentado en el Valle deSusa o donde sea. Niego y rechazoobstinadamente cualquier participacióno favorecimiento de un grupo llamadoLobos Grises o de cualquier otro grupode otra especie.

"La idea de grupo chirría, esincompatible con mi carácterindividualista y reservado, diría casihermético. Concluyo esta breve

declaración de aclaración, más dirigidaa los compañeros que me manifestaronsu solidaridad que hacia la sociedadcivil que me acusa de ecoterrorismo,subrayando que no reconozco a nadie elpoder y la autoridad para juzgar misacciones. Tomaré nota de la condenaque se pronuncie contra mí, que serácumplida sólo y exclusivamente envirtud de una mayor fuerza numérica ytécnica.

"Y que cada cual piense lo quequiera y haga lo que le parezca. El quequiera me apoyará y el que no, merehuirá como si fuese un demonio salidode quien sabe qué fosas del infierno

social".Las primeras diferencias dentro del

frente que la represión había contribuidoa formar aparecieron a propósito deSilvano Pelissero; después las clásicasdiferencias ideológicas y políticashicieron el resto. A mediados de mayola unión que había posibilitadomanifestaciones como la del 4 de abrilestaba rota, y los okupas no sabían cómoseguir adelante.

La primera gestión de Marta Rosasen Turín fue ir a ver al doctor GianPaolo Zancan. Y lo que le dijo elabogado la llenó de esperanzas:

—Primero una pregunta, señora:¿usted de cuánto tiempo dispone paraquedarse acá en Italia?

—No, todo el tiempo que la ley melo permita.

—Entonces creo que le puedo daruna noticia muy favorable: yo creo quesi hacemos las cosas bien usted va apoder volverse a la Argentina con suhija.

Era lo mejor que podía haber oído:Marta Rosas lanzó un suspiro ilusionadoy le preguntó cómo sería eso. Elabogado le explicó que si se hacían laspeticiones correspondientes, y dada lasituación del caso y la falta de

antecedentes de Soledad, era muyprobable que el fiscal y la jueza laautorizaran a esperar el juicio en laArgentina. Y que ese trámite, enprincipio, no tenía por qué tardar más dequince días. El abogado era pomposo:

—Por eso le digo, señora: aprincipios de la semana próxima vamosa Tribunales, ustedes hacen el pedido,firman un compromiso de que Soledadva a volver para el momento del juicio yponemos en marcha la cuestión. Y paramediados de mayo, como mucho elveinte o veinticinco, usted y su hijavuelan de vuelta a Buenos Aires.

—Ay, doctor, sería lo mejor que me

podría pasar.Marta Rosas quedó en volver el

lunes para ir al Tribunal. En cuanto saliódel estudio se metió en el primerlocutorio que encontró y llamó a sumarido:

—Luis, tengo una gran noticia, estoytan contenta. ¡Soledad se vuelve en unpar de semanas!

Esa noche, en Buenos Aires, LuisRosas y su hija Gabriela festejaron.Todavía no sabían que, a su regreso aBene Vaggena, Marta se habíaencontrado con dificultades.

—No, mamá, yo no me voy a ir yabandonar a mi compañero en la cárcel.

—Pero Solita, vos sabés que acámetida no le sos útil a nadie. Te estánusando y acá presa, ¿para qué servís?, sini siquiera le podés llevar cigarrillos aPelissero. Yo me he comprometido quepara el juicio vamos a estar acá devuelta.

—No, ya te dije. Yo de acá sola nome voy, no me voy a ir dejando preso ami compañero. Además, yo quierovolver a la Argentina, pero no así: voy avolver con todos los derechos, cuandolo decida yo, no un juez de mierda.

"Cuando me dijo que no se iba, a míse me vino el mundo abajo", dirá MartaRosas. "Yo todavía no entiendo por qué

no se quiso venir conmigo. No sé si fueporque no la dejaron o porque no quiso.Cuando me dijo eso estábamos en lacasa y había muchos de sus compañerosy todos se pusieron a hablar, a gritar y adecir cosas, supongo que estabandiscutiendo este asunto. Yo en esemomento no entendí lo que hablaban, lostanos, como cualquier persona delmundo, cuando quiere que la entiendasse hace entender de alguna manera, peroahí había como diez personas y todoshablaban a la vez y tenían la radiopuesta a todo lo que daba para que nolos grabaran los micrófonos de lapolicía, decían. Así que yo no entendía

nada y me fui a la habitación. No sabésla tristeza que tenía".

A la mañana siguiente Ugo Pruzzo,el otro abogado de la familia Rosas,llamó desde Milán para pedirle a MartaRosas que cambiaran la fecha de lapresentación judicial: el martes leresultaría mucho más fácil que el lunes.

—Sí, lo entiendo, pero me pareceque ha habido algunos cambios. ¿Puedehablar un momento con Soledad?

—Sí, claro.Soledad fue tajante:—Mire, doctor, yo le agradezco

mucho todo lo que Zancan y usted han es

tado haciendo, pero quería avisarle quea partir de ahora mi único representanteva a ser el doctor Novaro.

"Ese día yo hablé con Luis y loprimero que me dijo fue 'hacete la valijay andate a España a visitar a tusparientes; aprovechá el viaje, recorré loque quieras de Europa'", dirá MartaRosas. "Gabriela se enojó también, seenojó tanto. Me decían 'te tenés que ir deahí; están todos locos'. Yo no compartíala decisión de Sole, pero no por eso meiba a ir de Italia. Mi viaje había sidopura y exclusivamente para estar conella, no me importaban las condiciones.Si ella no aceptó lo que yo le proponía,

la posibilidad de estar bien de algunamanera, si prefirió eso, se lo tengo querespetar. Ya no estamos hablando de unacriatura de diez años, dependiente, sinode una mujer de veinticuatro".

—¿Por qué creés que decidió eso enese momento?

—No sé si no le permitieron venir,no sé si porque de alguna manera a ellale gustaba ser centro y estar ahí, contanto reconocimiento. La verdad, no sé.Yo me enojé mucho, muchísimo. Pero aldía siguiente hablamos un poquito, yestaba bien: yo respetaba su decisión,más allá de lo que ella hubiera decidido,era lo que yo más amaba en el mundo y

me iba a quedar con ella todo el tiempoque pudiera, que Gabriela no menecesitara. Pero no sabés lo que meduele no haberla podido traer, nohaberme dado cuenta de que corría tantopeligro su vida. Uno no tiene la bola decristal para saber qué va a pasar, pero siyo hubiese sospechado que este iba a serel fin...

María Soledad Rosas habíadecidido no volverse a su país con elrabo entre las piernas: se quedaría consus compañeros, sería, definitivamente,una de ellos. Hasta entonces casi todo lehabía sucedido por azar o por designiosajenos; en ese momento acababa de

tomar la decisión que cambiaría su vida:que la transformaría en su muerte.

3. ILUSIONES

El sábado 23 de mayo SoledadRosas cumplió veinticuatro años. Suscompañeros le habían prometido unfestejo pero llegaron al final de la tarde:se habían pasado el día en la ciudad,anticipando la visita del Papa JuanPablo II, que llegaría el domingo paraver el Santo Sudario.

Turín estaba acorazada: lasautoridades temían que los anarquistasles arruinaran el festejo y lesprohibieron cualquier salida. Pero esesábado más de quinientos squattersdesfilaron por el centro de la ciudad. El

cortejo estaba encabezado por el PapaGallo –"el único papa que nunca mató anadie, que nunca pidió ni una lira y quequiere que todos sean libres"—, querepartía a los fieles salchichas asadas,fumaba porros y abrazaba pulposascortesanas vestidas con muy poco. Loescoltaban los Guardias Suizos llegadosdesde las casas ocupadas de Ginebra,monjes mendicantes, penitentes conlátigos y una escuadra de buenosladrones. Sonaban cumbias, salsa yrock&roll: el clima era una mezclaextraña de tensión extrema y fiestadesatada —y la manifestación terminósin grandes incidentes. "Nos vigilaba el

comisario que, con su celular, estaba enestrecho contacto con Dios, parapreguntarle si se puede cargar contra unPapa, los hermanos y las hermanas",describiría más tarde Tuttosquat."Quizás Dios, que mira desde alláarriba, prefiere no tomar decisionesapresuradas. Y hace saber que no legusta lo que ve, que está muycontrariado, pero que para esta gentetiene el Infierno. Sólo que en Turín elinfierno ya lleva dos mesesfuncionando". En la marcha esa versióndel infierno aparecía citada: carteles yconsignas contra la muerte de Edoardo yla prisión de Silvano y Soledad. Cuando

la fiesta terminó varios de losprocesionantes tomaron el camino deBene Vaggena.

—...que los cumplas feliz, que loscumplas feliz...

Allí, esa noche, comieron y bebierona la salud de la cumpleañera y de sumadre. "Ahí los chicos armaron unaterrible pipa de hachís y le ofrecieron amamá q ue la encendiera, porque era lahomenajeada", dirá Gabriela Rosas. "Ymi vieja les contestó algo así como 'siestuve tantos años viviendo sin esto, novoy a empezar ahora... Déjenme vivirunos años más sin...'. Y no sé si laprendió mi hermana o quién. Era una

situación muy fuerte para ella,imaginate".

Esa tarde, antes de la fiesta, lospadres de Edoardo habían ido a saludara Soledad. Le llevaron un gran ramo deflores, plantas para su huerto, unascartas que ella le había mandado aEdoardo y ciertas convicciones:

—Paola, ¿vos qué creés que pasacon los hombres cuando se mueren?

Le preguntó Soledad a la madre desu hombre, católica ferviente, comoquien busca una certeza.

—Sole, yo estoy convencida de que,más allá de que uno crea o no crea,quien hace el bien va hacia algo bello y

quien hace el mal va hacia algo horrible."Sole me pedía como una

confirmación, ya que yo creía mepreguntaba cómo pensaba que podía serel más allá", dirá Paola Massari, lamadre de Edoardo. "Yo creo que lasreligiones dicen paraíso, infierno ydemás, y por algo lo dicen; quizás nosea exactamente como creemos nosotros,pero seguramente los que quisieron elmal, los que pensaron solamente en símismos terminarán mal. No sé cómo,eso concierne a un dios, un buda, a quiensea que esté por encima de nosotros,pero los que quisieron el bien para losdemás, incluso si lo hicieron malamente,

irán hacia algo bello".Soledad la miraba y asentía. Se

acordaba de otra charla semejante, unpar de años atrás, en Buenos Aires, consu amiga Sole Vieja, y se dejó llenar porun alivio que se parecía bastante a laesperanza.

"Estoy muy preocupado por Soledady también entendí que me necesitamucho, ahora y después", les habíaescrito, el 11 de mayo, SilvanoPelissero a sus compañeros del Asilo."Nunca había pensado en estaeventualidad. Pero hace algunos díasentendí que es así. Había hecho para mí

otros proyectos que ahora estoycambiando, teniendo en cuenta a Sole.Quizás me esté equivocando e interpretomal las palabras y las situaciones. Si esasí, díganmelo"

Hay, en esta historia llena dedesvíos, un afluente extraño, un riachocasi inexplorable: en algún momento,Silvano y Soledad empezaron a teneruna comunicación más que fluida: lascartas los acercaron mucho más que loque habían podido suponer. Pero no hepodido ver esas cartas, si es que existentodavía: sólo quedan, de ese riacho,referencias más o menos mediadas.

El 19 de mayo Silvano les escribió a

Ita y Giorgia, compañeras del Asilo,sobre su vida en la cárcel; se quejaba dela falta de interlocutores: "Aquí se hablamucho, incluso demasiado de política.Entre nosotros prisioneros políticos sehabla casi siempre de cuestionestécnicas, afinidad, conceptos, teorías,ideologías, compromisos, disociaciones,recorridos, cárceles especiales, Europaunida, grabaciones, antagonismo,insurrección, revolución, reacción,rebelión, desorden, caos, confusión,orden mundial, etc., etc. Con loscomunes se habla poco o nada:abogados, buchones, tribunales, jueces,años hechos y por hacer —pasado

olvidado y futuro que no está. Tres ocuatro horas cada día se discute de esto.

"Sobre el resto hablo solo. O hablocon ustedes por carta. Siempre quelleguen enteras y en tiempo útil. Sólocon Ita, Giorgia y Sole hablo de cosasmías, íntimas y reservadas. En el fondono conozco bien a ninguna de las tres.Tampoco sé por qué empecé a dialogarcon ustedes. Quizás porque la cana teobliga a pensar. La distancia y lasituación dramática a veces derribanciertas inhibiciones que estaban ahí hacesólo tres o cuatro meses. Pasaron tantascosas y todas tan rápido. Con Edo teníabuena confianza. Hablábamos a menudo

de ustedes, compañeras. De Ita sehablaba menos porque estabas y estás yacomprometida. Y la vida de pareja es uncompromiso. Hablábamos de eso en elcoche, cuando íbamos y veníamos, parapasar el tiempo. Pero en la realidad detodos los días yo no pensaba mucho eneso. No veía ninguna compañera'practicable'. Era y soy muy exigente,quizás demasiado. Con Dennis hablabade vos, Giorgia, y te consideraba 'capazcomo compañera'. Los veía bien, comoya te lo dije. Pero en nuestras charlas noíbamos mucho más allá. Había cosaspara hacer y además no conocía bien aDennis. Quién sabe cómo habría seguido

la historia de ustedes. Cuando yo estabaen México tardé ocho meses en entenderpor qué no me llegaban cartas de minovia. ¡No llegaban porque ella no lasmandaba! ¡Linda historia! ¡Cuando mefui me dijo que me amaba tanto! ¡Quéchistes le hace la naturaleza al hombre!Pero quién sabe cómo serán realmentelas cosas...

"Después de todo lo que pasó mesiento muy cerca de Sole. Sole hasoportado dolores y sufrimientos quevan mucho más allá de su capacidad desoportar. En las pocas cartas que mellegan cada tanto me habla de lastorturas incluso físicas que sufría en Le

Valette. Como las continuasperquisiciones corporales internas quele hacían (hasta dos veces por día:cuando iba y cuando volvía de ver alabogado). Como las entradas en su celdacon el fin de encontrar gillettes o vidriospara autolesionarse. Como las veces quela despertaban de noche para ver sitodavía estaba viva... ¡Cuánto ha sufridoesta muchacha! Su única culpa es haberamado a Baleno y vivir en una casadonde yo también vivía. Le mando porlo menos 3 o 4 cartas por semana.Algunas noches hasta sueño con ella.Pensando en ella, y por lo tanto en Edo,me lleno de tristeza. Si pienso que para

Sole las cosas todavía no se terminaronme apeno más. Pueden pasar tres añosantes de que termine el proceso. No sécómo será Sole dentro de tres años.Creo que en el pasado amé mucho a misnovias. No lo merecían. Sole mereceríaser amada tanto de ahora en más y tenerlargos momentos de felicidad. Yo creoque no soy capaz. Me parece que elamor del que disponía se terminó. Quelo agoté".

Y una semana después, en una cartaa Ita, Silvano volvía sobre la cuestión:"Me escribo mucho con Sole, que meparece una persona interesante y piola.Mucho más que lo que pensaba. Es

cierto que no la conocía nada bien.Nunca entenderé cómo Edo tuvo lafuerza y el coraje de abandonarla.Terminada esta historia seguramentehabrían tenido una bella historia juntos.Porque estaban hechos realmente el unopara el otro. Ya antes del arresto yohabía entendido que estaban bien juntos.Pero tenían que irse de Turín o por lomenos de la Casa de Collegno. Quiénsabe cómo viven los ocupantes nuevos.Me gustaría que me escribieran. Sisueñan cosas particulares por lasnoches. Si están de acuerdo entre ellos.Si pasan cosas raras. (...)

"Para mí el amor es una cosa seria.

Como la revolución. En la revolución site equivocás te dan perpetua o te morís.El amor para mí es una cosa serísima.No es fantasía. Quizás sea locura.Seguramente es una tentativa de superarlos límites. Debería ser eterno. Nodebería ser efímero. Para ser eternodebería seguir una lógica precisa. No tela explico porque es un poco largo ydifícil y no es importante.Absolutamente no quiero que sea unjuego, nunca. Es como asaltar un banco.No tenés que hacerlo nunca por juego opor broma. Nunca me acerqué a unamuchacha o mujer que no conozco bien ynunca pienso en relaciones temporales".

Por eso, en este caso, se lo habíatomado muy en serio: "hace algunos díasentendí que es así. Había hecho para míotros proyectos que ahora estoycambiando, teniendo en cuenta a Sole.Quizás me esté equivocando e interpretomal las palabras y las situaciones. Si esasí, díganmelo". Nadie podría. Soledad,aparentemente, estaba empezando aconsiderar la posibilidad de una nuevarelación —aunque nunca sabremos cómohabía imaginado esa alianza: sus cartasa Silvano se perdieron y no habló de lacuestión con casi nadie.

Sólo, quizás, con JosefinaMagnasco, su amiga del colegio, hacia

fines de junio: "La llamé por teléfono yesa vez le dije 'ya me imagino queestarás rompiendo corazones por allá'.Era un tema delicado preguntarle eso,con todo lo que le había pasado. Peroteníamos mucha confianza y por larelación que teníamos siempre lo queera difícil de hablar se hablaba primero.Con ella no existía ofenderse. Era a losbifes. Y ella me dijo 'es increíble, escomo si estuvieras acá, cómo podéssaberlo'. Me dijo 'cómo podés saberlo' yyo le dije 'no, te pregunto'. Yo parahincharla, sé que es una situaciónjodida. Entonces me dijo 'está saliendoun nuevo sol para mí', una cosa así.

Como que estaba empezando a salir conun chico que le gustaba, y que estabatodo bien". Salir no era la palabra másprecisa en este caso.

4. LA CASI MUERTE

—Vos, si seguís así, vas a terminarcomo el inútil de tu novio.

Soledad no pudo creer que habíaoído lo que había oído y se quedó fría,sin palabras.

—Sí, a vos te digo. Vas a terminarcomo ese maricón, colgada de una soga.

El carabinero la miraba con odio,como diciendo dale, reaccioná, hacécualquier cosa así te rompo la cara deun tortazo. O digo que te escapaste y tecago de un tiro. El carabinero tenía unapequeña cicatriz entre los ojos y losojos cargados de un odio que no debía

saber dónde poner. Eran las seis de unamañana destemplada, Soledad tiritabaen camiseta y estuvo a punto decontestar pero se dijo que no, que esa noera la forma. Muchas veces los policíasencargados de cuidarla eran amables,llegaban hasta la barrera como quien sedisculpa, le ponían caras de perdonápero nos mandan; otros, en cambio, lemostraban que era un placer joderla.

—O no, porque no tenés huevos,pelotuda.

Soledad se preguntó qué le habríahecho para que la insultara así;enseguida se dijo que qué bueno, que siese policía la odiaba tanto era porque

ella y los suyos eran un peligro para elorden que él representaba y sonrió: loestaban consiguiendo. Cuando entró enla casa decidió que ya era muy tardepara volver a la cama y puso agua parahacerse un té. Sobre la mesa de lacocina tenía el libro que Silvano lehabía mandado la semana anterior:

"Cuando llega la orden de partir, elguerrero mira a todos los amigos que seha hecho en el camino. A algunos les haenseñado a escuchar las campanas de untemplo sumergido, a otros ha contadohistorias alrededor del fuego. Sucorazón se entristece pero sabe que suespada está consagrada y debe obedecer

las órdenes de Aquel a quien ofreció sulucha. Entonces el guerrero de la luzagradece a sus compañeros de jornada,respira hondo y sigue adelante, cargadocon los recuerdos de una jornadainolvidable", leyó Soledad en voz alta ycerró el Manual del Guerrero de la Luzde Paulo Coelho.

Hay libros en los que cada quienpuede leer lo que quiera. Soledad pensóque el Guerrero tenía razón: quizás lomejor fuera irse. Aprovechar cualquierdistracción de los policías —habíaveces que la abandonaban, que noaparecían por un par de días — yescaparse. Quizás podría conseguir

alguien que la escondiera o que laayudara a pasar a Francia a través de lasmontañas; quizás no llegara a ningunaparte y tampoco le importaba: pensó quela fuga en sí misma, el hecho de romperlas reglas que ellos le imponían yaalcanzaba. Tenía que pensarlo mejor,pero podía ser una buena manera desalir de este estancamiento que la teníacada vez más agobiada.

La partida de su madre la alivió;también le trajo un leve desamparo. Seacordó de esa mañana, la semanaanterior, que amaneció con fiebre,engripada, mocosa, y ella le trajo un té

de yuyos con miel y Soledad aceptó esosmimos, que la cuidara como cuando erasu nena. Pero al rato ya se sintió denuevo atosigada y se volvió a poner enguardia: su madre no se daba cuenta deque ella ya no era aquella nena.

Soledad sabía que Marta Rosas sólotrataba de ayudar y también sabía que dealgún modo había sido injusta con ella,pero el alivio de su partida era real.Marta se había ido tres días antes; sehabía despedido con llantos yrecomendaciones y Soledad, a últimomomento, fue a cortarle un jazmín de esaplanta que cuidaba más que ningunaporque se la había regalado Edoardo.

—Solita, no lo cortes, acordate de loque vos siempre decís: si querés serfeliz un instante cortá una flor, si querésser feliz toda tu vida cuidá un jardín.

—No me digas qué hacer. Yo te loquiero dar, mamá. Yo sé que es tu plantafavorita.

Y se lo dio y su madre lo guardópara siempre y se besaron con másllantos y Marta se subió al coche deLuca y recién esa noche, cuando se fue aacostar, Soledad tuvo la sensación deque algo le faltaba y le sobraba algo.

El 10 de junio era miércoles y sinembargo la casa estaba llena de visitas.

Ya no era tan común. "Al principioíbamos mucho a verla, después lasvisitas se hicieron más espaciadas", diráLuca Bruno, su marido

por ley. "Muchas veces nosquedábamos a dormir, para no hacer elviaje de vuelta de noche, y nosvolvíamos a la mañana. Algunas vecesla pasábamos muy bien".

Pero ese mediodía varios okupashabían llegado desde Turín para hacerlecompañía; tres o cuatro se instalaronfrente al televisor porque esa tarde, enParís, las selecciones de Brasil yEscocia inauguraban el mundial defútbol. Otros se sentaron con ella en la

galería y le contaron que habían estadoen Milán, en el juicio de PatriziaCadeddu, "la cartera" acusada de haberllevado a Radio Popolare la nota dereivindicación de esa bomba deestruendo colocada en la Municipalidadmilanesa.

—Y también hubo consignas por vosy por Silvano.

Soledad pensó que era tan rarohaberse convertido en una especie desímbolo de las luchas okupas y al mismotiempo no dejara de ser ella, Sole, unachica que acababa de cumplirveinticuatro años y seguía encerrada enuna casa perdida en el medio del campo

sin amigos cercanos, sin amor, sin unaidea clara de qué sería de su vida. Y yoque tantas veces pensé que esos nombresque veía pintados en las paredes debíanser de personas con tantas seguridades,se dijo. Quizás algunos eran; quizás lamayoría son como yo, pensó.

—Hicimos un quilombo... Cuandonos enteramos de la sentencia fuimos ala galería Vittorio Emanuele y tiramosno sé cuántos volantes y prendimos unasbengalas de colores... No sabés elquilombo que se armó.

—¿Y la sentencia cómo fue?—Un desastre. Le dieron cinco años

los muy hijos de puta. ¡Cinco años!

Soledad lo recibió como un mazazo:si a Patrizia por ese hecho menor lehabía caído esa condena, ella no podíaesperar menos. Brasil metió su segundogol. Soledad subió a su cuarto y agarrósu cuaderno: "Asesinos asquerosos,muertos vivos. Les gusta cómo vivimosnosotros pero no tienen capacidad parahacerlo. Están llenos de prejuicios,están llenos de represiones, son hijos deesclavos y no saben hacer más que eso.Sienten envidia, pero tanta que decidenencerrarnos en una cárcel asquerosa, unacárcel que representa sus emociones, suescuálida vida. Pero no les alcanza. Suresentimiento es tan fuerte que nos

matan, como hicieron con Baleno porqueseguramente querían ser como él peronunca lo conseguirán. Incluso a mí mehan matado, yo estoy casi muerta oquerría estarlo, querría irme conBaleno", escribió Soledad sin saberpara qué: para nada especial, paranadie, porque necesitaba poner susconfusiones por escrito, darles laapariencia de algún orden.

"Me pregunto tanto en estos díascómo debo luchar, cuál debe ser miestrategia, porque con la nuestra noalcanza. ¿Cómo debo hacer? Silvano enla cárcel, Edo muerto, yo también. Enestos días sólo pienso en la destrucción,

creo que es la única salida. Unadestrucción definitiva porque mi terribledolor no me deja ver más allá. Antes del5 de marzo todavía tenía una esperanzade cambio. Estaba convencida de que deuna manera u otra nuestras acciones —bellísimas— llevaban a algo mejor.Pero un grupito de bastardos aquellanoche entraron a casa: siamo compagnidi Bologna.

"Abrimos la puerta y treinta canascon perros irrumpieron en nuestra vida.Ojos llenos de sangre, manos primitivasque en diez segundos rompían todo eltrabajo que habíamos hecho, materialesescritos, diarios, discos, herramientas,

cartas, plantas, todo por el suelo. Edo yyo nos mirábamos a los ojos sinhablarnos, los dos con los ojos llenos delágrimas. Sabíamos que esa seríanuestra última noche juntos. Estosbastardos quisieron incluso destruir elamor. Estoy segura que no saben quéquiere decir amor, pero seguramentesaben que es algo bello porque todo loque ellos no tienen es bello.

"Esa noche dieron una orden y lastropas en uniforme invadieron nuestracasa a la búsqueda de pruebas paraencarcelarnos. ¿Qué buscan? Nos handicho que buscan elementos quedemuestren la existencia de una banda

armada. Banda no es nada, es demasiadopoco y no podría contener nuestrasdesmesuradas intenciones, sólo podríacomp rimir nuestras inconteniblesexplosiones. Banda armada es lapolicía; nosotros somos guerreros. Elque se levanta abiertamente contra laopresión propia y ajena es el únicorealmente libre. Cualquiera que no temalo desconocido es libre de elegir losinstrumentos que prefiera según lascircunstancias y las actitudesindividuales, sin límites.

"Era una investigación que venía delejos. Largo trabajo el suyo, el deespiarnos días y días. Gran tecnología

tras de nosotros: microfonos espías,microtelecámaras, relevamientossatelitales, seguimientos, monitoreos sinpausa, que les habían permitido ya hacedos meses 'hipotetizar nuestra relacióncon por lo menos tres atentados'. Estánorgullosos de sus sofisticados medios deinvestigación. No pensaban todavíaagarrarnos esa noche del 5 de marzo.Querían esperar un poco, así agarrabana toda la banda. ¿Se acabó el terror enValle de Susa o todavía quedan otrosbombarderos? Es demasiado rápidopara cantar victoria. Su imaginación esdemasiado sucia, vieron demasiadospoliciales americanos. ¿Banda armada,

asociación de ecoterroristas? Bo,demasiada poca cosa para nosotros,nosotros somos mucho más que eso.Estas palabras limitan nuestrasverdaderas intenciones de destrucción'sin límites, sin miedo'. Banda armadason los policías, asociación es todo elaparato jurídico, ecoterroristas son losdel TAV que devastan el valle paraaumentar su control. Nosotros somosguerreros. ¿Silvano, jefe de una banda?No me hagan reír, no es tiempo de reír.Nosotros no necesitamos jefes, nosotrosnos levantamos contra todo tipo deórdenes, contra todo tipo de represión,contra todo tipo de autoridad. No

tenemos un jefe. Sólo estamos unidospor nuestra complicidad.

"Volvamos al caso. Sólo somossospechosos, nada de qué agarrarseconcretamente, tres volantes, unamolotov, una impresora, un tubo desilicona, una bengala, un par de cartasentre mí y otro compañero detenido enEspaña me hacen formar parte de unrobo de un banco. Adentro. Esto alcanzapara meterlos en la cárcel como medidacautelar pero todavía no tenemossuficientes elementos para juzgarlos.

"Mientras dura la encuesta nuestroscompañeros protestan en la calle.Estamos vivos. No somos cuatro gatos

muertos de hambre. Algún vidrio roto,pintadas en las paredes, vidrierasdestruidas, y dicen que eso es violencia.Violencia es una cárcel, violencia es ladestrucción humana y ambiental,violencia es un juez, un policía,violencia es el Estado, violencia es elpoder. Y toda esta violencia mata a unapersona, una bella persona, llena defuerza, de rebelión, amante de lalibertad. Luchó tanto por ella, de todaslas maneras. Una persona que luchócontra la sociedad consumista para noser consumido. Baleno era un rebeldeincontrolable, un 'ilegal' al cien porciento —le gustaba mucho que lo

llamaran así, estaba orgulloso de serlo—, y por eso una persona demasiadopeligrosa para dejarla vivir. Atentabacontra la hipócrita paz social, personapeligrosa para este orden democráticodictatorial. Nada mejor que matarlo, asílo sacan del medio y creen que nosotrosnos pararemos. Pero eso no sucederá,estamos demasiado decididos, somosdemasiado orgullosos. Ahora Balenoestá dentro de cada uno de nosotros, estáen nuestras acciones, en nuestrasiniciativas. Por eso ahora somos todavíamás rebeldes. Nuestras fuerzas se handuplicado: la nuestra más la de Edo,más la de Silvano, que tratan de

ensuciarlo y hacerlo morir enaislamiento y silenciar su voz en elvacío de un corredor de cárcel. Su vozestá en nuestras voces y nosotrosgritamos cada día más fu erte".

Iba hacia Bene Vaggena cuando lopensé: me pareció, al mismo tiempo, queera una tontería y una clave. Hay frasesque circulan: muchos decimos, muchasveces, que son inaceptables la miseria,el hambre, y que si existen es porqueunos pocos ricos se quedan con todoslos recursos. Saber casi común: unaconstatación que hacemos a menudo. Y,en general, tras enunciarlo no vamos

mucho más allá; decimos uy, qué hijosde puta y, si acaso, intentamos algunaintervención que no excede las normas.Es lo que suele llamarse adaptación almedio —o salud, incluso: hay queaprender a vivir con ciertas cosas. Noignorarlas, no dejar de pensarlas:convivir con ellas.

Quizás, pensé, la clave, la diferenciaSoledad sea sólo ésa: que ella, una vezque empezó a pensarlo, no pudo decir uyy volver a revolver sus porotos de soja.Soledad siguió las consecuencias de sudescubrimiento y no lo embalsamó conla resignación acostumbrada. Decidióapartarse, ponerse de algún modo

enfrente de todos esos que tantossolemos considerar unos canallas.

Soledad decidió no adaptarse. Aveces resulta extraño, casi infamantepensar cuánto lo hacemos, cuántos.Resulta extraño desde adentro y, desdeafuera, más extraño: a los que no lohacen, esa extrañeza puede llevarlos aun desprecio por los que sí muydesalentador, muy inquietante. Esedesprecio suele volversecontraproducente: aísla a los queintentan hacer algo, puede neutralizarlos,los lleva a posiciones aparentementeextremas que confortan a los adaptados.Por eso se difunden sus finales como

ejemplos: vieron, así tenían queterminar, estaban locos. Creían en suspalabras.

En síntesis, la diferencia Soledad escasi tonta: poner en acto lo que muchosdicen. Creerse sus palabras.

"Nosotros, que gritamos contra elprogreso, 'viaje progresivo a laautodestrucción' no deseado por algunaspersonas como nosotros", siguióescribiendo Soledad Rosas. "Nosotrosmismos decidimos cuándo destruir ocuándo construir, no esperamos que otrolo decida por nosotros. Nosotros, queelegimos nuestra propia violencia —

contraviolencia— sin aceptar ningunaimposición y sin aceptar ninguna otraviolencia. Nosotros no nos dejamosengañar, porque no estamos muertos. Noformamos parte de esta ciudad queparece una cámara mortuoria. Unavidriera rota trata de despertar a estosmuertos, pero ellos duermen todavíamás. Nada, ni siquiera la muerte losdespierta porque tienen miedo de abrirlos ojos y verse a sí mismos, porquesaben que se darán asco, y saben que yaestán muertos. Querrían ser comonosotros pero tienen miedo, tienenenvidia de nosotros, porque saben quesu camino es el camino de la muerte.

Tienen envidia de que no deleguemosnuestra vida en otros, envidia de que notengamos necesidad de reglas, por esoquieren matarnos, por eso nos meten enla cárcel —lugar que representa susemociones, sus vidas, ellos ya están enla cárcel desde que nacen. ¿Qué tenemosque hablar con ellos? Nada. Ningunareconciliación con esta sociedad, ningúndiálogo. Sólo la guerra. Esto es lo únicoque tenemos que hacer con ellos. Enestos días sólo pienso de qué maneradebo continuar esta batalla. Deboestudiar un método más eficiente, porquemi método por ahora no basta. Mientrashaya gente en la cárcel no habré ganado

mi pelea. He elegido un enemigo muygrande, pero deberé volverme másgrande todavía, deberé encontrar lamanera justa de combatir. Parece quenuestros métodos no bastan, deberán sertodavía más duros. No tengo miedo. Esmi única razón de existir".

Soledad cerró el cuaderno y noquiso volver a leer lo que había escrito.Mañana, quizás, podría soportarlo.Cuatro años más tarde, cuando me loleyó, Paola Massari, la madre deEdoardo, todavía no podía: lloraba ylloraba y se estrujaba los ojos con lasmanos.

A veces Soledad abandonabacualquier intento de entender: eran susmomentos más felices. Un paseo conperros por los límites de su cárcelcampestre, un puñado de granosrevoleado a las ocas, una página que lesonaba luminosa, el sol cayendo, unllamado de Buenos Aires en el celularque le habían conseguido, un tomatecosechado y brillante, alguna charla.Pero eran los menos: largos lapsosSoledad se hundía en pensamientos queno terminaban de resultarle claros.

"Cuando estaba presa a veces mellamaba y me pedía por favor que meacordara de ella, que le prendiera una

vela", contará su amiga SoledadEchagüe, Sole Vieja. "Y cuando yo lallamaba me decía 'ma, por favor,prendeme una de tus velas y rezá'. Esome flasheó". Soledad tenía, en esos días,el cuerpo suspendido: su cuerpo sólocumplía con las necesidades másprimarias pero el amor, o incluso elsexo, se le habían vuelto ajenos. Aveces le faltaban; a veces, esas veces, sedecía que, muerto Edoardo, nuncapodría volver a coger con nadie y nisiquiera se desesperaba: era como unvelo ligero que le envolvía la cabeza.Otras esperaba que el tiempo ledevolviera su deseo y esperarlo la

llenaba de culpa. Penaba, se decía ycontradecía tantas cosas, y le costabamucho encontrar con quién hablar: todossus visitantes de esos días coinciden enque no solía hacerles confidencias.

"Siempre trató de darnos ánimos anosotros aun cuando ella teníaproblemas", dirá por ejemplo PaolaMassari, la madre de Edoardo. "Nuncanos dijo nada de las dificultades quetenía con Silvano o con su mamá, másbien se confió a otros porque sabía quenosotros ya teníamos nuestra carga...".Ibrahim, un amigo suyo del Asilo, dirálo mismo pero en tiempo presente: "Solenunca habla de lo que había pasado

entre ellos, eran cosas íntimas, sólo paraella. Podés ser muy amigo de ella, perono te dice nada sobre Baleno, sobre sussufrimientos... Estaba tan triste, pero nodecía nada". Y lo mismo dirían suabogado Novaro, sus compañeros Ita yLuca y varios más: que seguramentehablaba con los otros.

"¿De mí, qué te puedo contar? Debueno, poco", le escribió en esos días asu amiga Lorena Lacoste. "Todavía nohay perspectivas de libertad y cada díame parece que todo sea máscomplicado. Pensar en el juico y laspreguntas que me harán me hacen sentirmal de panza. De lo que Silvano y yo

respondamos depende un porcentaje denuestra posibilidad de pocos años decárcel. Pero la mayoría depende de lavoluntad del juez y de la influencia ypresión que hará la policía especial y elEstado. Es un juicio político, a nosotrosnos quieren juzgar y condenar pornuestras ideas anarquistas yrevolucionarias y no por lo que dicenque hicimos. No tienen ninguna pruebaconcreta para acusarnos pero se lasinventan.

"Bueno, te cuento cómo paso misdías, acá hace mucho calor y un gran solque sale a las 5.30 de la mañana y seesconde a las 9 de la noche. Hasta las

10 de la noche es de día por lo que losdías se me hacen bastante largos. A lasdiez de la mañana ya estoy levantada, yhago una hora de yoga (es muy bueno,hace bien a todo el cuerpo, y a todos losórganos internos, también hace bien a lacabeza y a la inteligencia). Despuéshago las típicas cosas de la casa. Elproblema es el dinero porque estaAsociación no toma dinero del Estado nide ninguna institución. Hacemos juguetesde madera pero no alcanza. Pero comohay muchos árboles de fruta se meocurrió hacer mermelada y venderla alos amigos. Cuando se termine la frutaespero que se me venga en mente otra

idea buena, o estar libre".Probablemente con nadie hablaba

tanto como con Silvano, con quien nopodía hablar. Y las cartas eran un azar:"En Bene Vaggena, Soledad teníaproblemas para mandar las cartasporque el buzón estaba a un kilómetro yella no podía llevarlas", dirá SilvanoPelissero. "Enrico iba y venía, a vecesella le daba plata para comprar cosas yél se olvidaba. Entonces ella se poníanerviosa, estaba enojada, a vecesdeprimida. Otras veces parecía máscombativa, aunque sin optimismos. Ellase daba cuenta de que era difícil, que elproceso era algo muy complicado, que

el abogado no hacía nada. Y solíaescribirme sobre la Argentina: me decíaque era un lugar de mierda, de gente queno hace nada, resignada, triste, y mecontaba sobre sus amigos, los noviosque había tenido, el hecho de que sehabía peleado con sus padres porqueellos querían convertirla en unaestudiante modelo, una chica bien comosu hermana Gaby".

El 19 de junio Silvano retomó suhuelga de hambre: le habían vuelto anegar el arresto domiciliario y decidióreclamarlo del único modo que podía.Un preso está tan privado de poder y deelecciones que sólo puede actuar contra

sí mismo.

A fines de junio Soledad entrevióuna salida relativa: su abogado ClaudioNovaro le dijo que iniciaría los trámitespara que la autorizaran a salir a trabajary que podía llegar a conseguirlo. Lalegislación carcelaria italiana contemplavarias formas de semidetención; ademásdel arresto domiciliario, muchos presospueden trabajar durante el día con elcompromiso de volver cada noche a sucasa.

Novaro volvió a hablar con el curaLuigi Ciotti; si él le conseguía unempleo sería más fácil que la jueza

Pironti autorizara las salidas. El 30 dejunio Novaro la llamó para decirle queel trámite estaba bien encaminado; en latarde del 1º de julio, cuando sonó sucelular, Soledad pensó que si la llamabasu familia les contaría la novedad.

—¿Solita?—Sí, mamá, soy yo.—¡Valentina! ¡Nació Valentina!Pocas veces se había sentido tan

sola. Se imaginó a sus padres reunidosalrededor de su hermana y su sobrinarecién nacida; no estar con ellos era ungolpe demasiado fuerte. "DespuésSoledad se calentó conmigo porquetardé como dos días en llamarla", dirá

Gabriela Rosas. "Cuando la llamé desdeel hospital me reputeó. 'Hija de puta,cómo tardaste tanto tiempo'. Pero estabacontenta, me pareció que estabacontenta".

Era, si acaso, una alegría pasajera,opacada por las tristezas del encierro yla distancia. "Este es un período duropara todos, pero son las duras pruebasde la vida, esta vida que es sólo un lugarde paso en el viaje hacia el lugarrealmente libre y bello donde nuestroquerídisimo Edo se encuentra ahora,donde nosotros lo volveremos aencontrar el día de nuestro últimoviaje", les escribió en esos días a los

padres de Edoardo. Soledad tenía, aveces, esa capacidad de decirle a cadacual lo que suponía que quería escuchar.Quizás por eso situó a Edoardo en unmundo de maravillas más allá; o, quizás,porque estaba cada vez más convencidade que ese mundo era real.

"Mientras tanto debemosforzosamente estar acá, seguir con ladura batalla. Pero estoy convencida deque la única forma de hacerlo es conamor. Tengo más de un motivo parasentir odio, pero este odio sólo medestruye y destruye todo lo que hay a mialrededor. Por eso intento y logroconvertirlo en amor. Para reforzar mi

amor alimento mi espíritu con las cosasmágicas de la naturaleza, con la plantaque crece día tras día y finalmente meregala una flor, con el sol que sale todaslas mañanas y con la gran nube negraque me refresca cuando hace muchocalor. Necesito estas cosas simples ybellas en este momento en que estoyrodeada de obstáculos tan difíciles.Estoy pensando en la posibilidad deirme de acá. He hablado seriamente conEnrico, ya que no conseguimos ponernosde acuerdo y en los dos o tres últimosdías su actitud ha cambiado para bien,con respecto a mí y al lugar. Muchasveces me dijo que no quería estar más

acá, y eso lo lleva a tener una relaciónnegativa con el lugar y, por lo tanto, conla gente, yo y Carmen, que vivimos acá.Pero, como les decía, él ahora me dijoque quiere estar acá y seguir adelantecon el proyecto de Sottoiponti. Veremoscómo siguen las cosas en los próximosdías. Ahora los saludo con mucho amory les mando un abrazo cósmico y todami fuerza.

"Sinceramente, Soledad."Con amor, a la mamá y el papá más

valientes del mundo".

"La última vez que hablé con ella lanoté un poco mal", dirá Josefina

Magnasco, su compañera del colegio,que la llamó el sábado 4 de julio. "Solepor un lado era muy débil, muyinfluenciable: si vos le decías 'voshiciste esto', y ella te decía que no, y selo volvías a decir, ya empezaba a dudarde haberlo hecho. Yo era la mala, y ledecía 'no, Sole, no lo hiciste,defendete'".

(Ese sábado en Piazza Castello, enel centro de Turín, las casas ocupadasanarquistas habían organizado una fiestabella vita sin autorizaciones: salsa,cerveza y descontrol. La policía losmiraba. En un volante, poco después, losokupas escribirán que "los ciudadanos

correctos estaban un poco extrañadospero la fiesta era invitante, los terriblessquatters en vivo no son tan temibles sinla mediación de los medios, empeñadosdesde hace meses en construir a sualrededor un aura de condena y terror".Los bailarines eran varios cientos;muchos más, sin duda, que los quesolían ir a marchas y manifestaciones. Yde vez en cuando alguno gritaba Sole ySilvano libres o Asesinos asesinos.)

"Pero Sole era el ave fénix, siempresalía, nunca en mi vida la vi deprimidamucho tiempo", dirá su amiga Josefina."Ese día me contó lo del trabajo, queestaba por conseguir la autorización

para salir. Y entonces me dijo si lapodía llamar en cinco minutos porqueestaba cambiando las sábanas a unaamiga que estaba enferma. Y yo le dije'no, no puedo, estoy llamando deArgentina, ponete las pilas, decile queespere cinco minutos'. Ella era así, suamiga estaba enferma y, aunque fuerauna alegría hablar conmigo, me decíaeso. Pero también ese día fue que medijo aquello de que estaba saliendo unnuevo sol para ella, eso que te dije, quele gustaba un chico".

La prisión preventiva de SilvanoPelissero y María Soledad Rosas debía

terminar, según las leyes italianas, el 5de septiembre de 1998, a los seis mesesde su arresto. Si para esa fecha lafiscalía no tenía un caso suficientementesólido debía liberarlos. Por eso el lunes6 de julio los acusaron de lo único quequizás podían sostener: el hurto y elincendio del 15 de enero en laMunicipalidad de Caprie. De pronto laterrible acusación de pertenencia abanda armada y la historia de los LobosGrises empezaban a caerse. No era, porel momento, que las abandonaran deltodo: sólo que, faltos de pruebas parasostenerlas, las dejaban como amenaza y"proseguían las investigaciones". Desde

su cárcel, en plena huelga de hambre,Silvano escribía a sus compañerospidiéndoles que publicitaran el asunto:"Les escribo con urgencia paracomunicarles el grave hecho de nuestroenvío a juicio por los delitos de hurto eincendio. ¡No de banda armada oasociación subversiva sino por hurto!Esta es la prueba del montaje. De laausencia total de pruebas que lleven auna banda armada. Hay que denunciarloa los medios de prensa. Pero no paradecir que yo, Edo y Sole somos buenosmuchachos. Hay que evidenciar lapodredumbre de un montaje vergonzosoque ha producido un muerto. Edo se

mató sobre todo por el peso de lasacusaciones. No lo acusaban de hurto eincendio sino de banda armada. (...) Noles pido que defiendan sólo mi libertady la de Sole. Hoy somos nosotros losque estamos acá, mañana serán ustedes.¡No se olviden!".

"...últimamente lo extrañodemasiado, tal vez estoy haciendocualquier cosa y una imagen suya meviene a la mente, me vienen flashes decosas que hacíamos juntos o deimágenes nuestras, como juntos en suauto, en la cocina de la casa, en Brosso,en España, su sonrisa, sus ojos. cuando

pienso en esto me da la sensación que nopuedo resistir más, mamma mia, es tanprofundo el dolor de la muerte queparece que no se puede superar nuncamás, pero tengo que continuar y hacer ungran esfuerzo para aceptarlo y seguiradelante", escribió Soledad en su últimacarta a Silvano Pelissero: poniendo pordelante el recuerdo de Edoardo. Estabafechada el 3 de julio y fue la última: aldía siguiente Enrico se fue a vender susjuguetes a la playa y Soledad, sola enBene Vaggena, no podía mandar nirecibir correo porque el buzón estaba adoscientos metros de la casa, enterritorio prohibido para ella.

"A veces me pregunto si tienesentido continuar adelante con missueños e ideales pues veo que tantaspersonas desde hace tantos años vanadelante con estas ideas y miroalrededor mío y la represión y el controly la angustia son cada vez mayores. Aveces creo que sigo viviendo en estadura situación solamente por el instintode supervivencia, este presente no me datantas cosas buenas y las prospectivasde futuro son escasas al pensar en estamaldita galera".

"La última vez que la vi la notécomo ausente, que no seguía lo que le

decía", dirá Claudio Novaro, suabogado. "Pensé que tenía que volverpronto y tener una buena charla con ella,pero no pensé que la situación fuera tandramática".

El encuentro fue a fines de junio.Después Novaro la llamó por teléfono;Silvano le había dicho que estabapreocupado por ella, que la notaba mal.

—Sole, ¿cómo estás...? DiceSilvano que estás muy deprimida.

—No, él siempre agranda las cosas,no te preocupes. Pero necesito quevengas a verme. ¿Por qué no venís más,últimamente?

—No, sí, voy a ir. Lo que pasa es

que mi padre está enfermo en Milán,tuve que venir a visitarlo...

"Esto debe haber sido el miércoles 8de julio. Soledad parecía muy capaz desobreponerse, pero el dolor estabaadentro, se ve", dirá Novaro. "Yopensaba que tenía que ir a verla peroestaba muy ocupado y, en ese momento,para mi trabajo de abogado, era muchomás importante hablar con jueces yfiscales que hacer de asistente social".

—Bueno, no te preocupes. Por ahorano hay novedades. El lunes o el martespaso a verte y charlamos más tranquilos.

Ese miércoles Soledad ya llevabados días enteros sin ver a nadie: sola en

Bene Vaggena.

—¿Y, cómo te sentís?—Ahora estoy sola acá, me quedé

sola. Cada vez tengo más ganas deescaparme. Estos hijos de puta me estánprovocando para que me escape, medejan sin custodia, me provocan...

—No, no seas boluda, Solita, no teescapes. ¿Adónde vas a ir si te escapás?

—No sé, a España. Llego hastaEspaña y ahí ya no me pueden joder.

—No, no hagás macanas, nena. Lascosas pasan, vas a ver, esto se solucionapronto. A vos te van a dar laextradición, te van a dar una patada en el

orto y te van a mandar de nuevo paraacá. Y si no, yo igual voy a ir a vertepronto.

—Papá.—¿Qué, Solita?—Acordate que yo a vos te quiero

muchísimo."Fue lo último que me dijo y me

quedó acá", dirá Luis Rosas, su padre."Cada vez que me acuerdo me emocionotanto".

"La última conversación, que yo lecorté porque lloraba Valentina, Soledadme contó que andaba bien, que estabatodo muy tranquilo, que tenía unas ocas

que le habían llevado y que ahora leiban a llevar un par de caballos paracuidar", dirá Gabriela Rosas, suhermana. "Fue el miércoles, y ella mepreguntaba a mí. Yo era la que hablaba yle contaba. Al final le dije 'bueno, tellamo mañana porque Valentina estállorando'. 'Bueno, bueno, chau, chau'. Aldía siguiente no la llamé. Y después mefui a Pilar. Se me iba pasando. Aparteyo ni pensaba en ella. Era pañal, teta,pañal, teta. Estaba muerta de dolor, seme había infectado la cesárea. La teníabastante postergada, postergada bien.No la llamé. Pero la últimaconversación fue 'Chau, hasta luego'. En

estos casos nadie avisa, ¿no?".Si es que sabe, si tiene qué avisar, o

si prefiere que alguien se interponga,supongo.

"El miércoles hablamos con ella; enese momento la llamábamos muy amenudo", dirá Marta Rosas, su madre."Soledad me preguntó algo que yarecontra sabía, dónde estaban sus cosas,su televisor, su equipo de música —quelo tenía Gaby. Después los casetes, losCD y su ropa y esas cosas que están acá.Me preguntó si papá iba a ir a verla. Ledije que iba a viajar en septiembre, peroque en cuanto Gabriela se recuperara yoiba para allá. A ver si podíamos alquilar

o comprar un auto. Me dijo 'de ningunamanera permitas que mis amigos o miscompañeros te paguen el pasaje o te denplata'. Le dije que no había ningunanecesidad porque nuestro departamentoya estaba vendido. Que se quedaratranquila, que yo contaba con esa platapara llegar a Italia, alquilarme unavivienda y comprar el auto y todo lo quenecesitara".

—¿Y nada de lo que te dijo ese díate hizo pensar que fuera a...

—No, nada. Nada nada.

La semana anterior Enrico DeSimone había decidido que tenía que

reconciliarse con Soledad. Susrelaciones no eran buenas; él sabía quele había fallado en más de un punto eintentó recomponer con un regalo: laAgenda Negra 1998 es una especie delibrito con espacios en blanco para cadadía y una cantidad de textos y dibujoscon efemérides y consignas anarquistas.La Agenda Negra es roja: a veces pasa.En la página del 1º de enero Enricoescribió su dedicatoria: "Sole, un regalopara que nuestra amistad no mueranunca". Y en la página de la primerasemana de julio, Soledad hizo suprimera anotación: "La abrí en este día 7especialmente y el dibujo es muy bello".

El dibujo era una caricatura muy sucintade un chico y una chica agarrados de lamano bajo el sol; con la otra mano élsostiene una botella, ella un porro.

Soledad hizo otras dos anotaciones:en la semana siguiente, del 8 al 14 dejulio, "También el de esta semana serápositivo". Y, el viernes 17, "Proceso G.Luca Alineri". Eran, sin duda, formas deorganizar futuros. Nadie lo hace si creeque no tiene ya ninguno.

La ilustración del sábado 11 era casiun programa: una brujita volaba enbicicleta sobre un prado hacia una nubeque se enroscaba en la A de anarquía.

5. EL FINAL

El viernes 10 de julio el mundo seaburría: el verano del norte aminorabael ritmo de las informaciones. En Italiael gobierno decidía prolongar laescolaridad obligatoria hasta los quinceaños, los sindicatos de trenes y avionesanunciaban una huelga para el lunessiguiente y el parlamento debatía eldestino de la investigación sobre lacorrupción política llamadaTangentópolis; la Asociación deMagistrados proclamaba que la tentativade los "políticos que intentan sustraersea las leyes pone en peligro la

democracia".En la primera página de La Stampa,

el diario de los Agnelli, un comentarioeditorial empezaba diciendo que "eladministrador delegado de Ferrocarrilesestá revelándose virtualmente máspeligroso que los Lobos Grises". Elhombre había declarado que laprioridad de sus inversiones no estabaen la línea TAV entre Turín y Lyon sinoen la remodelación del túnel de SanGotardo, entre Milán y Zurich.

En Londres recrudecía el miedo alas bombas del IRA, en Moscú laquiebra de la economía rusa amenazabacon arrastrar a Yeltsin en su caída y se

hablaba de golpe de Estado y en BuenosAires Eduardo Duhalde llamaba a unplebiscito contra los proyectos dereelección de Carlos Menem; losmaestros paraban y el ministro RoqueFernández los acusaba de "trabajarpoco"; la AFIP revelaba que lasempresas argentinas evadían cada año6.000 millones de dólares de aporteslaborales. En Beirut la revista MiddleEast Report anunciaba la constituciónde un nuevo grupo islámicofundamentalista formado por egipcios,kuwaitíes, sudaneses, iraníes y sauditaspara golpear "sobre todo objetivosamericanos y occidentales" y dirigido

por un millonario árabe con base en eleste de Afganistán, un tal Osama BinLaden; la noticia no interesaba mucho.Europa, mientras tanto, seguíapreocupada por la represión de loskosovares yugoslavos. En París los trestenores daban un concierto bajo la torreEiffel y la mirada de 3.500 policías y elpresidente Jacques Chirac; era la últimafiesta del Mundial antes de la final deldomingo entre Francia y Brasil —Zidane contra Ronaldo.

En Hollywood Steven Spielbergarrasaba con Saving Private Ryan, unbello canto al patrioterismonorteamericano. En Jerusalén La vita é

bella de Roberto Benigni era aclamadapor el público y su autor condecoradopor el intendente derechista. En TurínHerbie Hancock y Michel Petruccianiinauguraban el Festival de Jazz JVC yBob Dylan se presentaba sin granrepercusión. El consejo municipaldiscutía la propuesta del intendente deequiparar las uniones de hecho con losmatrimonios legales y mostrabapreocupación por el aumento de lacantidad de perros abandonados. En unedificio de la ciudad un raid policialdetenía a treinta inmigrantes ilegales —tunecinos, argelinos y nigerianos— y lesaplicaba un mandato de expulsión del

país; según nuevos estudios, losinmigrantes en Italia mandaban cada añoa sus países unos 500 millones dedólares. En Catania un padredesconsolado contaba cómo se habíaolvidado a su hijo de año y medio en sucoche durante varias horas –"creí que lohabía llevado a la guardería", dijo, peroel chico se murió en el auto. En cambio,en Bruselas, un maestro italiano eracondenado por actos libidinosos con susalumnos de tres años. Hacía calor dentrode un orden: 29 de máxima. El solbrillaba sin tapujos.

Ese viernes una docena de militantes

anti-TAV del Valle de Susa llegaronhasta la casa de Bene Vaggena. Sereunían para organizar algunamanifestación contra la Alta Velocidad:por deferencia hacia Soledad, quequería participar de sus intentos,decidieron hacerlo en su casa. Porvarias horas discutieron propuestas deactos públicos, marchas, volantes,manifiestos y pintadas y terminarondecidiendo la realización de uncampamento. Al principio Soledadestaba entusiasmada; horas de discusiónterminaron por aburrirla levemente.Hacia las siete la mayoría de losmilitantes se había ido.

Sus amigos llegaron a las ocho de lanoche. Eran cuatro ocupantes y exocupantes del Asilo: Michele, Peppino,Giorgia —la novia de Dennis — eIbrahim, y primero hicieron la comida:arroz integral, verduras a la parrilla,zapallitos. Fue una cena para ocho: loscuatro visitantes, Soledad y tresmilitantes valsusinos que se irían a lamañana siguiente bien temprano.

En cuanto terminó la cena losvalsusinos subieron a acostarse: estabanagotados. Los cinco amigos pusieronmúsica en el salón y se acomodaronpara una velada larga y agradable.

"Cuando íbamos, siempre nos

quedamos un rato largo charlando,haciendo chistes" dirá Ibrahim, nacidoen Marruecos. "No charlábamos de nadaimportante. Más bien tratábamos deolvidar un poco la situación,hablábamos de cosas banales, no de susproblemas, nada. Nos hacíamos bromas,a mí me tomaban el pelo porque a vecesme equivoco con algunas palabrasitalianas; a ella porque no conseguíapronunciar la ge: le decíamos que dijeraGingo, que era el nombre del perro deGiorgia, y ella lo llamaba shingo y nosreíamos".

—¿Había mucho fumo?—No, yo no fumo. Y además estaban

los carabineros dando vueltas.Los amigos tomaron cervezas y

escucharon varios casetes, pero el hit dela noche fueron los Gipsy Kings:Soledad e Ibrahim le traducían la letra alos demás y lo pusieron varias veces.Hubo incluso un amago de baile.Soledad tenía un pantalón de Edoardo yuna camiseta grande, suelta, el pelo muyrapado:

—Bamboleo, bambolea, / porque mivida yo la prefiero vivir así. /Bamboleo, bambolea, / porque mi vidayo la prefiero vivir así...

Sonaba el grabador, se divertían. Enalgún momento Soledad pensó que hacía

mucho que no pasaba una noche tanagradable. A las dos y media de lamañana los carabineros tocaron labocina y los deslumbraron con las lucesde su patrullero. Soledad soltó unaputeada y salió a la puerta:

—Acá estamos, carajo, qué mierdaquieren.

"Ellos seguían apuntando con susfaros y ella se emboló. Pero hicimos unpar de chistes y la cosa pasó", diráIbrahim. "Soledad se quedó connosotros hasta bastante tarde, como lascuatro. La última media hora estaba muypensativa. Los demás charlábamos,hacíamos chistes y ella estaba como si

no estuviera: sólo su cuerpo estaba ahí.Y después de media hora de estar así,callada, nos dijo 'eh, yo me voy adormir'".

—Chicos, yo me voy a dormir.Gracias por la visita, de verdad. Megustó mucho que vinieran.

—¿No te quedás un rato más?—No, en serio, estoy muy cansada.

Muy muy cansada, de verdad.

Quién sabe cuándo decidió que erael momento. En esa media hora, esatarde cuando los vio llegar o una semanaantes, unos días: esa madrugada desábado era igual a aquella madrugada de

sábado en que Edoardo se había colgadode su cama. Quién sabe: quién sabe si enalgún momento decidió que era elmomento.

"Nosotros nos quedamos abajo,charlando, escuchando música. Despuésen un momento tuve que ir al baño", diráIbrahim. "La puerta del baño tenía unvidrio traslúcido y no estaba del todocerrada; se veía la sombra de unapersona adentro. Yo creí que quizás eraella o alguno de los otros y me quedéesperando un rato; no quería golpear nidecir nada para no apurar al queestuviera. Pasaron unos cinco minutos yla sombra seguía ahí, no se movía, se la

veía inclinada sobre el inodoro. Penséque quizás alguien estaba mal, quenecesitaba ayuda y abrí la puerta.Entonces la vi".

Lo que más me impresionó cuandolo vi fue lo chiquito que es el baño de lacasa de Bene Vaggena. El baño tiene 80centímetros de ancho por 1,80 de largo;los artefactos están todos en fila,primero el bidet, después el inodoro,des pués el lavatorio y al fondo la duchacon su bañera pequeñísima. Tienemosaicos grises hasta media altura, unaventana por donde se ven árboles yquizás la luna. Un baño tan chiquito, con

tan poco lugar para moverse."Ella tenía los pies hacia atrás, las

rodillas en el suelo y el cuello atado aesa sábana. La sábana estaba atada alcaño de la ducha y ella había puesto lospies para atrás para que el cuerpotuviera lugar para caer, para que el pesodel cuerpo estirara la sábana y laahogara. Lo primero que h ice fuedesatarla, enseguida, empecé a gritar,llamaba a los demás, rápido,muchachos, vengan vengan", diráIbrahim, años más tarde, llorandotodavía.

"Yo la saqué de ahí y estaba tanpesada, intenté hacerle respiración boca

a boca, estaba violeta, parecía que yahacía un rato que estaba ahí. Pero mepareció que todavía estaba viva. Ydespués llegaron los demás y llamamosa la ambulancia, tuvimos que ir con elcoche al principio del camino paraguiarlos hasta la casa; cuando llegarontambién ellos trataron de hacerle larespiración boca a boca pero no hubocaso, estaba muerta. No hubo caso.Porque ella, yo creo, se quería morir".

Estaba, también, aquella nota. Lanota es el colofón de cualquier suicidio:matarse es el gesto más elocuente que sepueda emprender; por eso se le pueden

dar tantos sentidos, y la nota es la últimacortesía del muerto hacia aquellos aquienes ha decidido abandonar: laúnica, quizás.

Soledad dejó, dicen, una nota."Estaba esa carta, donde ella decía queesperaba este momento de estar bien consus amigos para irse, que no quería irsemal...", dirá Ibrahim. "Yo creo que hacíamucho que quería suicidarse, pero noquería irse triste, sino después de unanoche agradable con sus amigos. Y en lacarta decía que había estado muy biencon sus amigos y que entonces, con susamigos cerca, había encontrado el valornecesario para hacer esto y que lo hacía

por propia voluntad, con conciencia delo que hacía, que no se

arrepentiría de lo que estabahaciendo, que quería morirse".

—¿Y decía por qué se habíamatado?

—Porque quería reunirse conBaleno, porque no soportaba vivir sinél.

—¿Era larga la carta?—No, y no queríamos que los canas

la vieran, les dijimos que no dejó nada.Por eso el misterio de la nota. Nadie

ha visto esa nota; nadie, salvo Ibrahim ydos o tres amigos, y sus versiones nocoinciden.

—¿Ella pedía que quemaran lacarta?

Le preguntaré a Ibrahim, y él me diráque no:

—No, no decía nada. Pero era algomuy suyo, íntimo, no queríamos dárseloa los canas, porque sabíamos queentonces la iban a ver los periodistas...

Luca, su marido por ley, también lavio, más tarde:

—Había un mensaje pero decía quehabía que quemarlo, así que loquemamos. Era una hoja arrancada de uncuaderno, escrita con birome.

—¿Y qué decía?—No me acuerdo, eran dos o tres

frases. No me acuerdo."Luca Bruno me llamó por teléfono y

me dijo que Soledad decía 'No soportomás el encierro y no conozco otramanera de ser libre'; eso es todo lo quesé porque después la quemó", diráMarta Rosas.

"A mí me dijo Luca que en esta notaella decía 'sí, estoy cansada, no puedomás'", dirá Silvano Pelissero. "Que eraalgo general, pero nada realmentedefinido hablando de suicidio".

Ita, en cambio, la mujer de Luca,dice que sí:

—Sí, yo me acuerdo. El mensajedecía "Me voy de este mundo de mierda

de la misma manera que se fue Baleno.Quémenlo".

O cualquier otra cosa.

Había, también, junto a la cama, unlibro abierto.

"El libro se lo aconsejé yo, para quese fortificara. Me parecía que era unlibro que podía ayudarla en un momentode dificultad. Yo lo leí tantas veces...",dirá Silvano. "Es un libro que se puedeinterpretar de demasiadas maneras, lopodés interpretar como quieras. Si sosfascista está bien, si sos comunista estábien, si sos católico, si sos musulmán omilitarista o gandhiano, todo está bien,

porque habla de pacifismo, de noviolencia, de armas, de espadas, deguerra, de matar, habla de todo. Y sontodas frases cortas interpretables comoquieras. Es un poco como la Biblia, quepodés interpretar como querés. Sonlibros que no sabés adónde te puedenllevar".

El libro estaba abierto en la últimapágina: "Cuando llega la orden de partir,el guerrero mira a todos los amigos quese ha hecho en el camino. A algunos lesha enseñado a escuchar las campanas deun templo sumergido, a otros ha contadohistorias alrededor del fuego. Sucorazón se entristece pero sabe que su

espada está consagrada y debe obedecerlas órdenes de Aquel a quien ofreció sulucha. Entonces el guerrero de la luzagradece a sus compañeros de jornada,respira hondo y sigue adelante, cargadocon los recuerdos de una jornadainolvidable", decía el Manual delGuerrero de la Luz de Paulo Coelho.

Reunirse con Baleno, decía, quizás,Soledad en su nota. En ese mundo raroque debía encontrarse más allá, enalguno de esos lugares que nunca nadievio. "Sí, ella creía mucho en el espíritu,en un alma que seguía viviendo", diráIbrahim. "A veces cuando estábamos

con Gingo, el perro de Dennis, elladecía 'ves que Gingo está tranquilo, seda cuenta de que Dennis está acá connosotros'. Ella siempre trataba detranquilizar a los demás con esas cosas,con esa creencia, estaba convencida deque el alma seguía viva, que una personano se puede morir así, no es sólomateria, no puede desaparecer así en unmomento". Lo mismo que había charladocon su amiga Sole Vieja, con PaolaMassari, con algunos más.

—Ma, contame otra vez cómo eraeso de la reencarnación, dale.

Supongamos que hacia las cinco de

la mañana del sábado 11 de julio de1998 María Soledad Rosas entró en suhabitación con la certeza de que vivíasus últimos minutos. Supongamos que lohabía decidido: que entró pensando quehabía terminado de entender que ése erasu destino, que por fin había encontradoel coraje necesario para hacerlo.

Supongamos que todavía le sonabanen los oídos las risas de sus amigos, esamúsica tonta pero festiva, algún chistemás o menos malo; supongamos quemiró a su alrededor y vio aquel librosobre la mesa de luz, cerrado; que loabrió y leyó por última vez aquellapágina, buscando letra, justificaciones.

Que dejó el libro abierto, como quiensigue hablando. Que agarró su cuadernoy que escribió, con su birome azul, unaspalabras con la letra muy grande,desmañada: que se sorprendió de lodifícil que le resultaba dibujar cadatrazo. Que volvió a pensar en Edoardo:que pensó que pronto lo vería, que loputeó otra vez por haberla dejado, quele agradeció de nuevo tanto amor y loodió por haberle marcado el camino queestaba por tomar. Que trató de ver sucara y algo se la nubló; que después lapudo precisar. Supongamos que se dijoque no debía demorarse: que tuvo miedode que cualquier demora le quitara el

coraje necesario. Que pensó una vezmás que iba a necesitar mucho coraje.Que nunca se había creído valiente peroque ahora sí iba a serlo. Que no iba aecharse atrás.

Supongamos que entonces fue hastael armario y agarró una sábana limpiadel ropero y que se sonrió: que pensóque era tonto haber pensado en eso, enla sábana limpia, y que uno a vecespiensa cosas extrañas. Supongamos quepensó en su madre, que la sábana limpiala hizo pensar en su madre y entonces ensu padre y en su hermana y en la penaque les daría su decisión; supongamosque no lo pensó. Supongamos que alisó

la frazada que había sobre su cama, quedejó la nota sobre la almohada, que mirósu habitación con distancia infinita: quevio su habitación con la mirada con quese miran las últimas cosas, con lamirada de quien ya no pretende hacerrecuerdos —si acaso, deshacerlos. Yque salió de su habitación y entró en elbaño, ahí al lado, a dos pasos: que laimpresionó que estuviera tan cerca. Quela impresionó que todo estuviera tancerca.

Supongamos que, ya en el baño, semiró en el espejo, se reconoció en elespejo, se sonrió en el espejo y pensóque la sonrisa, por lo que fuera, no le

salía tan triste. Que la sorprendió que sucara en el espejo de esa noche fuera tanparecida a su cara en el espejo cualquiernoche: que el aspecto de todo fuese tanparecido a cualquier otra noche.Supongamos que recordó, una vez más,que intentó recordar la sonrisa deEdoardo. Que entonces se apenó con laidea de que nunca tendría un hijo pero sedijo que cómo podría tener un hijo queno fuera de él: que ésa sería la traiciónintolerable. Supongamos que pensó denuevo, que volvió a pensar que lo queestaba por hacer la acercaría tanto a él,que era una forma extrema, definitiva dela fidelidad. Que él sabría, también, que

desde que murió, ella nunca habíaestado con otro y que ahora eso seríapara siempre. Supongamos que recordóun momento aquella última vez y quedespués se lo sacó de la cabeza: quepensó que si seguía con esa imagennunca sería capaz de hacerlo. Y que,para escaparse, pensó que ojalá suscompañeros supieran disculparla pordejar la pelea; que quizás, si acaso, laentendieran. Que quizás, incluso, sumuerte les sirviera en la lucha.

Supongamos que ya no tenía ganasde pensar nada más: que pensó que yahabía pensado demasiado. Que miró unavez más la sábana limpia blanca muy

planchada, que le temblaron las manoscuando empezó a anudarla al caño de laducha, que le temblaron más cuando sela ató al cuello. Supongamos que miró yvio que casi no había espacio paraarrodillarse y que entonces se pusolevemente de costado y se echó derodillas y sintió el tirón de la sábanaalrededor del cuello, el sofoco de lasábana alrededor del cuello, la gargantacerrando el paso al aire, el aire quefaltaba, las manos apretadas, los ojosapretados. Supongamos que pensó queno conseguiría llegar hasta el final, queno tendría las fuerzas, y que pensó queigual tenía que hacerlo. Supongamos que

apretó las mandíbulas, las manos y sedijo que ya casi estaba. Supongamosque, entonces, pasaron varios minutos,diez, quince minutos, tan largos que esimposible suponerlos.

Aunque todo puede haber sucedidode tantos otros modos.

6. POST MORTEM

La ambulancia tardó casi una hora;sólo pudo constatar que Soledad habíamuerto por asfixia. Ibrahim, Giorgia ylos demás estaban desbordados.Llamaron al asilo, le pidieron a Lucaque viniera. Las salidas de Turínestaban colapsadas por las familias queiban a la costa. Ya eran más de las oncecuando Luca, Ita y Pipero llegaron aBene Vaggena.

"Cuando llegamos ya estaban loscarabineros, todo eso", dirá Luca Bruno."Los carabineros querían llevarse todo,las cosas de Sole, papeles, todo lo que

había. Pero nosotros nos pusimos durosy hubo algunos discusiones, cosas deésas. Entonces llegó el fiscal deMondovi: un verdadero perro, la tratabacomo si fuera una vaca muerta. Loempezamos a insultar, casi llegamos alas manos".

Riccardo Bausone, el fiscal deMondovi, estuvo poco rato: lo suficientepara firmar una orden de registro yprogramar la autopsia para el Lunes. Ypara tratar de echar a los amigos deSoledad, que le comunicaron,vehementes, que se iban a quedar.

"Después llegaron unos periodistas ynosotros le tiramos piedras a su coche",

dirá Luca. "A uno de la televisión se lerompió un parabrisas. A mí me van aprocesar por este asunto".

Una periodista de la Retesette tuvoun corte en la cabeza; los carabinerosinstalaron un retén fuera de la casa paraimpedir la llegada de más informadores.En Turín ya era mediodía cuando ellocutor de Radio Black Out impostó vozde circunstancias para decir que "Lacompañera Soledad se ha quitado lavida". Hasta entonces sólo habíanpasado música: como si no hubieransabido qué decir. Y después más músicay el mismo locutor que repetía suletanía:

—Queremos contarles que, estamadrugada, la compañera Soledad se haquitado la vida.

Otros Okupas empezaron el viajehacia Bene Vaggena. Poco después delmediodía llegó el cajón y los enfermerosde la policía se dispusieron a retirar elcuerpo. "recién entonces pude entrar averla", dirá Luca.

—¿Y cómo la viste?—Tranquila.

Todavía los sorprende: esa foto esdistinta de todas las demás. Los Rosasnunca sacan fotos en blanco y negro peroese día, el del primer baño de Valentina,

que cumplía diez, la foto no teníacolores. En la foto Gabriela Rosasbañaba a su bebé, su madre la ayudaba."Qué raro, ¿no?", dirá Gabriela. "Esopasó justo antes de que todo se fuera a lamierda".

—Hola, ¿Marta?—Sí, Viviana, ¿Cómo te va?—Bien, bien. ¿Qué estás haciendo?—Nada, le estoy preparando el

desayuno a Gaby.Era sábado, ocho de la mañana,

quinta de Villa Rosa. Marta sesorprendió de que Viviana, una de susamigas más antiguas, la que le habíapresentado a su marido más de treinta

años antes, la llamara a esa hora.—¿No escuchaste la radio, no tenés

la radio prendida?—No, ¿Por qué?—¿Y Luis dónde está?—¿Qué pasa, Viviana, para que vos

me llames a las ocho de la mañana y mehagas estas preguntas?

—No, no, decime dónde está Luis,que quiero hablar con él.

Marta, de pronto, entendió todo.Nunca sabrá ni cómo ni por qué, peroentendió de pronto y quiso no entender:

—¿Qué, se murió Soledad?—Sí, apareció muerta esta mañana.

Acabo de escuchar la radio que dice

que...—No, no puede ser, no puede ser..."Lo primero que pensé es que no

podía ser", dirá Marta Rosas, su madre."Es más, en el fondo lo sigo pensando,uno alimenta la esperanza de queSoledad... Como yo no la vi muerta, esmuy difícil aceptar que esté muerta. Yono la vi en un cajón ni la fui a reconoceren una morgue ni me preparó unaenfermedad para saber que se iba amorir. En el fondo es como que todavíapor ahí guardo la esperanza de que estéescondida en algún lugar. Por eso —estolo charlo con mi psicóloga— yo no medesprendo de las cosas de Soledad. De

nada, hasta las estupideces más grandesque te puedas imaginar tengo guardadas.Los aritos, las pulseritas, los cassettes.Porque en el fondo supongo que algúndía me los va a reclamar. Lo que síestuve esperando muchísimo tiempo,pero muchísimo tiempo, es una carta dedespedida".

Marta Rosas llamó a su marido, queestaba trabajando, y le pidió que vinieraenseguida. Y se lo fue a decir aGabriela, que estaba amamantando a subebé: "Entonces le di la noticia a Gaby,que es lo peor que pude haber hecho enese momento", dirá Marta Rosas."Decirle que su hermana había

aparecido muerta mientras le estabadando la teta a su nena me parece unafalta de consideración. No entiendo quéme pasó por la mente para hacer unacosa así".

Marta y Gabriela empezaron allamar a todos los teléfonos que teníanen Turín: esperaban que alguien lesdijera que no, que era un error, quecómo podían imaginarse semejante cosa.Nadie les contestaba: ni el asilo, ni elcelular de Soledad, ni el abogado. Hastaque una voz de mujer atendió el celular:

—Sí, es verdad. Acá estamos, en lacasa, está la policía, la ambulancia. Sí,es verdad.

La radio seguía dando la noticia y laquinta de Villa Rosa empezó a llenarsede gente: venían amigos, parientes,vecinos a darles el pésame, a preguntarqué había pasado. "Pero al principio nopodés ni pensar, no podés explicar, nopodés hablar", dirá Gabriela Rosas."Vienen a preguntarte a vos qué pasó yvos no podés decir nada. No sabés quépasó, no la viste, no estabas. Estábamostan lejos...".

La noticia de la muerte de soledadcayó en Turín como un baño de miedo.De inmediato la policía tomó posicionesen la ciudad. Y con ella el silencio:

—No quiero decir nada. Enmomentos como éstos las palabraspueden volverse piedras. Pero yo sé queella había llegado a Turín después delos atentados.

Dijo Maurizio Laudi, el fiscal que laacusó. Poco antes había llamado alabogado Claudio Novaro:

—Lo he buscado a través deconocidos porque tengo que darle unamala noticia. Es Soledad. Esta mañanala encontaron muerta en un baño de lacomunidad. Se mató. Igual que Massari.Parece que no dejó ninguna nota...

Novaro no supo qué decir: leagradeció el llamado.

—Controlamos la ciudad. Tenemoshombres apostados frente a los posiblesobjetivos de los squatters y controlamoslos centros sociales. Y escuchamosRadio Black Out y seguimos loscomunicados que lanzan en internet.

Dijo, para calmar a sus ciudadanos,Giuseppe Faranda, jefe de policía. Peropor el momento la radio contestataria noconvocaba a ningún encuentro. Sólodecía que se anulaban todas las fiestas,cenas y conciertos previstos en loscentros ocupados para esa noche desábado. Mientras tanto, en el Balon, losanarcos juntaban rabia y trataban deimaginar una respuesta. El mercado

estaba rodeado por la policía.Hacia las cinco de la tarde, dos o

tres docenas se fueron al asilo, a discutirqué hacían. A las diez de la noche, deimproviso, un centenar de anarquistascortó la Piazza Castello con unabarricada. Los policías cargaronenseguida y volaron las piedras,adoquines. Algunos pintaron: "Laudiverdugo, justicia homicida". "Sole vive,Sole en el corazón".

—Esta es nuestra primera acción porla muerte de Soledad.

Decían en Radio Black Out mientrasrelataban en directo las refriegas. Hubocorridas, peleas con la policía, vidrieras

rotas, un par de heridos: nada más queunas horas de tensión sin consecuencias.Era la misma plaza donde, el sábadoanterior, los anarquistas habían bailadosalsa; un volante, después, lo subrayó:"Salsa y palos, palos y salsa. Se bailantodos los ritmos, se está listo paracualquier ocasión. Sin jactancias, sinesos que pretenden explicarnos elcamino y la fórmula victoriosa, sinduros que se pavonean ni polemistas demirada suficiente". Esa noche en Roma yen Milán, otros anarquistas hicieron susmanifestaciones: breves, apenasviolentas.

A la mañana siguiente todos los

diarios italianos reseñaban en suprimera página la muerte de MaríaSoledad Rosas. Los diarios hablaban dela "pequeña pasionaria argentina" y desu familia "rica, elegante y burguesa,conocidísima entre el tout BuenosAires". El diputado verde Paolo Centopedía una interpelación parlamentaria alministro de Justicia Giovanni MariaFlick: "Basta de esta justicia quedespedaza a las personas y las mata bajola forma del suicidio". El académicolocal Gianni Vattimo, en un artículopublicado en el diario de los Agnelli, noestaba de acuerdo, despolitizaba: "Siqueremos tratar el suicidio de María

Soledad Rosas con el respeto que sedebe a las tragedias humanas como ésta,haremos bien en considerarlo como unhecho estrictamente privado". Aunque eljefe de policía de Turín decía que elorden público estaba en peligro:

—Ojalá se lleven el féretro a laArgentina. Eso eliminaría los riesgos deun funeral aquí en Turín.

Esa tarde, en el festival del diarioc o muni s ta L'Unità, el intendentecomunista Castellani fue víctima de unataque feroz de los squatters: leacertaron en el hombro una bombita deagua coloreada. Al día siguiente losdiarios dedicaron páginas enteras al

asalto. Mojado, levemente teñido, elintendente había hablado con un par deperiodistas:

—Lo que más me impresionó fueque me llamaran asesino. Esta gente nosabe lo que dice. Nuestro problema esencontrar un canal de comunicación conellos donde las palabras tengan elmismo sentido para nosotros y paraellos.

Y el diario liberal La Repubblica sehacía eco del malestar de buena parte desu público: "Ayer Turín parecía unaciudad abandonada por sus turineses.Entregada a ellos. Ellos son todos esosque pertenecen a un mundo confuso, sin

raza ni religión. Son losextracomunitarios residentes, lasprostitutas, los clandestinos, lostraficantes, los vendedores ambulantesnegros, los atorrantes, los mendigos. Ylos squatters, la última pesadilla que noviene de tierras lejanas sinodirectamente del vientre metropolitano.Tienen el mismo color de piel, hablan elmismo dialecto que nosotros. Así sonaún más imprevisibles, inaprehensiblese indescifrables que la pesadillaclandestina. A la cual fueron aadicionarse malignamente, como lacomplicación imprevista de unaenfermedad ya grave".

Silvano Pelissero se enteró de lamuerte de su compañera en la cárcel deNovaro. El guardia que se lo dijo tratóde poner la cara conveniente:

—Escuchá, lo lamentamos peroparece que esta Soledad tuvo unaccidente, no sabemos si murió...

Silvano no necesitó más palabras.Ya llevaba veintiocho días en huelga dehambre y su debilidad, de pronto, leresultó intolerable. Un rato más tardeinterrumpió la huelga y pidió que lepermitieran, al menos, ver el cadáver desu amiga. El lunes a la mañana un furgónlleno de policías lo llevó hasta lamorgue de Mondovi. El médico forense

acababa de terminar su autopsia;dictaminó que se trataba de un suicidio.O que "no había razones para suponerque no lo era".

"Después me llevaron a ver elcuerpo y no tenía ninguna huella en elcuello, ni la más mínima", dirá Silvano."Tenía la cara pintada, los labios, lospárpados, pero en el cuello no teníanada, yo la miré muy bien. El cuerpoestaba en un cuartel de carabineros, creoque en Mondovi, me llevaron hasta allí yme dejaron unos minutos y después mesacaron. Estaba bronceada, el pelo unpoco más largo, estaba muy bella..."

Esa tarde, en su celda, Silvano

escribió una carta a sus compañeros delAsilo: "Desde los primeros días demayo empecé a escribirle con granfrecuencia. Cada mes salían hasta 18cartas —en mayo y junio. Cartas llenasde apoyo y de amor. Empecé a amar aSole y a olvidar cárcel y juicio. A veceshasta era feliz. Ella me contestaba conorden y pasión. Y sin embargo, siempredejaba trasuntar fuertes malestares,crisis depresivas, soledad, por elaislamiento en el que estaba. Hacia finesde junio entendí que la situación seestaba agravando. Hice todo lo que pudepara salvar a mi pequeña Sole. Pero éseera su destino. Quizás fue mejor así.

Ahora encontrará allá arriba lafelicidad, la paz, la libertad y el amorque una persona tan linda y simple semerecía. Y que no encontró en estatierra, poblada de carroñerosasquerosos. Entiéndanlo: Sole erarealmente la mujer más linda-rica-simple -buena-dulce-amable y benévolaque nunca conseguí imaginarme. Lamuerte de Soledad me vació de todaenergía, de toda capacidad de amar. Detoda fe en el prójimo. ¡Ha muerto unángel! ¡Ustedes mataron a un ángel!"

En Buenos Aires la prensa seenorgullecía púdicamente del destino de

María Soledad Rosas. Resultaba,finalmente, una de las figuras favoritasde los argentinos: la compatriota quetriunfó en el exterior. Aunque el triunfo,en este caso, sólo pudiera medirse encentimetraje de papel de diario y separeciera tanto a una derrota. Pero elhecho de que fuera una argentina siguióactuando y, de pronto, los squattersitalianos pasaron a ser un temaimportante para los medios de la patria.La leyenda menor de la "PequeñaPasionaria" se abrió pasó a cientos demiles de ejemplares. Con un componenteunánime: Soledad se había hechoanarquista por amor.

Era más fácil: para la prensa de unpaís que renegaba de la política, elcorazón parecía una razón más tolerable,más comprensible que la razón. Noimportó que Soledad hubiera empezadoa vivir y militar con los anarquistasmeses antes de conocer a Edoardo; erasólo un detalle de la realidad que notenía por qué empañar una buenahistoria.

"El acoso de la prensa en esos díasfue terrible", dirá Marta Rosas. "Meaterraba leer las barbaridades queescribían en los diarios. ¿Cómo sepuede tener tan mala información? Lallamaban la Pasionaria argentina: me

pareció una cosa tan ridícula. Despuéshablaban de 'una familia pudiente'. Luishabía estado un año y medio sintrabajar, no teníamos un peso partidopor la mitad. Decían 'De un colegio demonjas a las calles de Torino'. ¿Cuándomis hijas fueron a un colegio de monjas?En la vida, jamás. Tantas barbaridades,tantas burradas. Y teníamos que salir decasa a escondidas, por el acoso de losperiodistas, no sabíamos cómo hacer.Imaginate, en un momento como ése".

—Mi hija fue a terminar al lugarequivocado entre gente malvada yegoísta que funciona como una secta.

Dijo a esa prensa Luis Rosas el

martes 14. Sus declaraciones sepublicaron en Italia; los compañeros deSoledad las leyeron con tristeza ybronca. Al día siguiente, Luis Rosasrepensó sus palabras:

—¿Usted sigue creyendo que laasesinaron?

Le preguntó Rodolfo GonzálezArzac, periodista del efímero Perfil.

—No, ya no. Para empezar, nuncacreí que lo hubiera hecho la policía olos servicios italianos. Pero pensé quelo podían haber hecho sus propioscompañeros para generar un escándalosimilar al que produjeron cuando seahorcó Edoardo Massari. Esto ya lo

descarté. Los squatters son como losdesaparecidos: tipos que luchan por lademocracia mientras tipos como yomiran para otro lado y comen todos losdías.

—A mí no me importa cómo ni porqué se mató.

Dijo, ese mismo día, Marta Rosas.—Sí quiero que me expliquen por

qué la privaron de la libertad durantecuatro meses en los que sufrió tanto.Pero lo único que sé es que la que se fuea Italia era mi hija y lo que vuelve esuna caja de cenizas que ni siquierapuedo saber si son de ella.

"Yo decidí que la cremaran", dirá,años después, Marta Rosas, su madre."Yo sólo habría dejado el cuerpo deSole si hubiese habido lugar en elcementerio donde estaba enterradoEdoardo. Le pregunté a Luca si habíaalguna posibilidad de enterrarla a Soleen ese lugar. Averiguó y me dijo que no,porque los padres se lo habían llevadoal pueblito de donde eran ellos y no sepodía llevarla allá. No quería que Solefuera una tumba donde a lo mejor vanlos turistas sin saber quién carajo era mihija, nada más que a verla como 'oh,mirá, ésta era la Sole que se suicidó,que se murió por amor o que se mató no

sé por qué'. Si yo traía el cuerpo de Soleera una cosa tremenda y también iba aser una manera de darle de comer agente que lo único que le importaba erasacar una nota; imaginate, algo taníntimo y tan tremendo para nosotros ytener que compartirlo con gente que nonos importaba".

"Yo decidí que la cremaran", dirá,años después, Gabriela Rosas, suhermana. "Para traer el cuerpo tenía queviajar alguien. Pruzzo, el abogado, sehabía ofrecido a viajar. Pero había quehacer una serie de papeles, estaba todoel periodismo encima nuestro. Era todohorrible. Si la cremábamos, venía como

una encomienda. Fácil, como el correo.Podíamos mandar a una personacualquiera a buscar las cenizas alaeropuerto. Yo no estaba en condicionesde hacer nada, acababa de tener aValentina, que tenía diez días cuandoSole murió. Yo estaba medio loca. Meestaban pasando cosas tan fuertes y tancontradictorias. No sabía si estarcontenta o estar triste, no sabía cómoestar. No es que no sabía, no podíaestar. Era como si no pudiera sentir nifelicidad ni tristeza. Por eso no quisecomplicar más las cosas y le dije a Lucaque la cremara y que la mandara enavión. Aparte estaba enojada, estaba

súper enojada".—¿Fue como una manera de decir

"que no me rompan más las bolas"?—Sí, así nomás. Estaba reenojada.

Primero fue el shock. Pero después fueun enojo. Mirá que Soledad hizocagadas, pero en vida nunca me habíahecho enojar tanto. Estaba tan caliente,tan mal —mi vieja y mi viejobloqueados— que cuando tuve quetomar la decisión dije 'Crémenla ysáquenla en encomienda. Y a la mierda ybasta'. Eso fue lo primero: todo elsacrificio que hice, todo el viaje, eldolor que me comí para que al finalterminara de esta manera. ¡Era una

bronca! Después hice dos años deterapia, obviamente. Ya la perdoné y mecago de risa y tengo los mejoresrecuerdos. Pero ese primer año fueterrible".

"El padre me contó que la van acremar. Porque no quieren que la usenmás", dijo en esos días JosefinaMagnasco, su amiga del colegio.

Ese mediodía un centenar deanarquistas saludaba un cajón de maderamuy clara. Los periodistas esperaban ala entrada del Cementerio Monumentalde Turín, escoltados por la policía.Había cantidad de policías. Adentro, los

compañeros de Soledad llevaron ahombros el cajón hasta el hornofunerario; lo cubrían una bandera negray flores rojas. Frente al fuego, cada unofue despidiéndose con una caricia en lamadera. Después vino el silencio.Fueron cuarenta minutos de un silencioatronador; alguien diría que era un ritooriental. Que terminó en un aplauso y elcajón cayendo entre las llamas: crecidade las llamas. Más tarde, Luca Brunorecibiría una caja de acero inoxidablecon cenizas.

A la salida hubo puteadas sin mayorconsecuencia: a los periodistas, a lapolicía. La noche anterior las casas

ocupadas anarquistas habían difundidoun comunicado: "Turín verdugo. Lapesadilla continúa. La investigaciónsobre los presuntos ecoterroristas haprovocado otra muerte. Laresponsabilidad de la muerte de Soledebe ser atribuida a los jueces Laudi yTatangelo, que la encarcelaron el 5 demarzo junto con Edo y Silvano,metiéndola en una historia muy sucia; alos periodistas que montaron unacampaña de prensa difamatoria quetodos conocen; a los políticos, en primerlugar los progresistas, que siguenhablando de la diferencia entre lossquatters que hacen cultura y los

squatters terroristas que rompenvidrieras; a los filósofos y sociólogosque todavía, sin vergüenza, parloteansobre malestar juvenil y búsqueda deldiálogo (...) Nosotros no nos vamos devacaciones, e invitamos a todos losamigos amantes de la acción directa avenir a Turín este verano donde hay unSol(e) que quema. ¡Ningún diálogo conlos asesinos!".

Turín sudaba miedo. Aquellamañana, poco antes de las siete y media,una llamada anónima había avisado a lapolicía que encontrarían una bomba enel corso Principe Oddone, bajo las víasdel tren Turín-Milán. Los servicios

ferroviarios estuvieron dos horassuspendidos, miles de personas llegarontarde a sus trabajos, el tránsito fue uncaos. Cuando los artificieros sedecidieron a agarrarla, la bomba resultóuna lata de café con un relojdespertador. A su lado había un volanteescrito con letras recortadas de losdiarios: 'Esto es un pequeñísimo ensayode lo que podría suceder. Lobos Grises'.La organización que nadie nuncaconoció estaba dando sus últimasbocanadas.

Al día siguiente, en el colegio Ríode la Plata, Buenos Aires, el padreAlmada, que había bautizado a Soledad,

ofició misa por el eterno descanso de sualma frente a su familia y a sus excompañeras.

"Ahora estoy un poco mástranquilo", escribió en esos días SilvanoPelissero. "Pero las noches sonterribles. El recuerdo de Sole mecorroe. Era la mujer más linda, rica,simple y generosa que nunca heconocido y que nunca conoceré. Unaverdadera guerrillera-campesina.Arraigada en la tierra y en la naturaleza.Será difícil aceptar su muerte. Ella,como Edo, están muertos, no volveránmás. Están lejos y por eso son felices y

despreocupados y es probable que nosolviden. En el fondo los entiendo".

—Su hija ya está en Edcadassa.Usted vaya a ver al señor Peter, deAlitalia, que la va a estar esperando

Edcadassa —Empresa de CargasAéreas del Atlántico Sud SociedadAnónima— es la empresa que recibe lasencomiendas internacionales en elaeropuerto de Ezeiza y, en esos días,estaba en situación confusa: su dueño,Alfredo Yabrán, se había suicidado dosmeses antes —o, al menos, eso parecía.Esa mañana Marta Rosas se apuró allamar a su marido; horas y trámites

después les entregaron la caja de aceroinoxidable: "Nos dieron una caja demierda con una placa de bronce con lafecha de nacimiento y con la fecha de lamuerte; eso es lo que nos dieron", diráMarta Rosas.

Esa tarde, en su quinta de VillaRosa, la madre de Soledad enterró unascenizas en el cantero donde crecían lasflores favoritas de su hija. "Y me guardéotro poco en un frasquito de mermeladainglesa, que lo tengo en el cajón mío demi cómoda, donde está mi ropa interior.Al día siguiente nos fuimos todos juntospara Mar del Plata".

—La idea de arrojarlas al mar es de

Gabriela y estamos todos de acuerdo,porque es lo que María Soledad hubiesequerido.

Le dijo entonces Luis Rosas aGonzález Arzac, y le explicó por qué:

—Ella era una enamorada de lanaturaleza y ésta es la manera de quevuelva a ella. Amaba tanto a losanimales que si íbamos en auto y veía aun chico cazando pájaros con una ondame hacía parar para decirle que no lohiciera. Yo no quiero visitarla en laChacarita. Quiero recordarla como laúltima vez que la vi: subiendo al aviónpara irse.

"Mi prima vive en Mar del Plata y

mi vieja la adora", dirá Gabriela Rosas."Cuando pensamos dónde íbamos a tirarlas cenizas yo por un lado sentía queella no quería volver. O sea: para quémierda la trajimos si Soledad nuncaquiso volver. Entonces dije 'la tiramosen el mar así va adonde quiera'.Simbólicamente iba a estar en el mismomar en el que hubiera estado, el agua sejunta en algún punto. Y queríamos salirde Buenos Aires porque nos estabanvolviendo locos. Agarramos dosbolsitos, Valentina, el auto y nos fuimos.Llegamos a la casa de mi prima,tomamos un café con ellos. Mi papá sequedó, no fue a la playa. Era invierno,

así que no había un alma. Fuimos a unmuelle medio abandonado, muy largo,que está justo en la playita de lossurfistas. Son las playas del norte, parael lado de Camet".

—¿Hicieron alguna ceremonia?—No, estábamos todos muy mal y no

había una persona cuerda entre nosotrosque pudiera decir algo. Nadie dijo nada.Mamá estaba muy mal. Lo único quedijo cuando tiraba las cenizas fue 'nopuedo creer que mi hija se hayaconvertido en esto, que sea esto ahora'.Tiraba las cenizas y decía eso. Era unamontañita, muy poquito, nada, es unsoplido y ella decía eso: 'no puedo creer

que mi hija se haya convertido en esto,que sea esto ahora'. Eso fue todo.

UN EPÍLOGO

El año pasado Marta Rosas merecibió varias veces en el pequeñodepartamento de Caballíto donde viviósu hija Gabriela, donde ella, Gabriela ySilvia Gramático convencieron aSoledad de irse a Europa, donde sushijas tuvieron sus primeros o segundosamores, donde pasaron tantas cosas quenunca sabré. Tomábamos mate confacturas y hablábamos —ella hablaba—de historias dolorosas. Una de esastardes —tarde a la tarde, casi noche—Marta Rosas me dijo que seguía sin

creer en la tesis del suicidio, que ellapensaba que alguien había matado a suhija Soledad.

—¿Quién, por qué?—O porque era un estorbo para

alguien, podría ser la justicia, la policíao no sé qué... O por la relación conEnrico, andá a saber. A mí me cuestamucho. De toda la gente que hablo,nadie cree que Sole se haya suicidado:amigos, conocidos y hasta profesionales.Están convencidos de que la han matado.Y para mí aceptar que sole se suicidó esaceptar que no la conocía.

"Para mí aceptar que Sole se suicidóes aceptar que no la conocía", me dijo

su madre.Aquella frase también era un

mandato. Yo, que no la conocía, imaginémás de una vez en estos meses que suspadres y hermana, cuando aceptaron mipropuesta de escribir una historia deSoledad, me designaron su enviado: memandaron para que les contara quiénhabía sido su hija. Y yo, que no laconocía, pensé que me correspondíaintentarlo. Muchas veces, a lo largo deestos meses, me pregunté por qué. Nuncadi con una respuesta definitiva. Pensé amenudo en el anacronismo.

La muerte convirtió estos hechoscasi nimios en una historia trágica. Y lo

anacrónico es una muerte —elegida o no— que tuvo como causa causas viejas:el amor, la militancia. Ya nadie muerede amor o de política o, mejor: ya nadiedecide morir de amor o de política.Supongo —todavía supongo— que fueesa diferencia la que me llevó arevolver tanto recuerdo polvoriento,tanto archivo, tanta herida cerrando. Y aapropiarme de ellos: a hacerlos misrecuerdos, mis heridas.

Seguramente nunca sabremos siMaría Soledad Rosas se mató. Habrá,después, muchas discusiones, pero casitodos creerán que sí lo hizo. Y los que

no lo crean no podrán aportar datosprecisos, pruebas convincentes, más alláde la sospecha o de la incomprensión.

Yo suelo creer en su suicidio: sincerteza, con la duda planeando, meparece la historia más probable. Silente,silenciado, el suicidio es una de lasprincipales causas de muerte del mundocontemporáneo, y va creciendo: en losúltimos cincuenta años las tasas desuicidio aumentaron un sesenta porciento —aunque habría que considerarque ahora se registran muchos suicidiosque antes se disimulaban por tabúesreligiosos y sociales. La OrganizaciónMundial de la Salud calcula que cada

año se mata un millón de personas: 2700por día, dos cada minuto. Si usted,lector, abandona estas líneas y mira elsegundero de su reloj durante sesentasegundos y se sustrae al tedio, habráescuchado el ruido sordo de dossuicidios en vaya a saber qué territorio.El suicidio, pese al estupor que provocacada vez, es un enigma muy frecuente.

El suicidio es conservador: elsuicida supone que el presente dura ypermanece, que su desesperaciónpresente va a seguir siendo así por tantotiempo que ya no le queda nada queesperar. Y es, al mismo tiempo, un cantoa la vida: el suicida es un optimista,

alguien que admira demasiado la vidacomo para aceptar que pueda ser sóloeso que le está tocando. No hay nadie,suelo suponer, más optimista —encuanto a las posibilidades de la vida—que un anarquista, alguien que cree queel hombre puede ser lo suficientementeinteligente y bueno como para nonecesitar que lo gobiernen.

Albert Camus dijo que "no hay másque un problema filosóficoverdaderamente serio: el suicidio". Yasí fue desde casi siempre, pero ningunaescuela le dio tanta importancia comolos estoicos. Para Séneca y los suyos, elhombre no podría resistir el vacío de la

vida si no tuviera la libertad desuicidarse. Esa posibilidad deliberación de esta vida lo ayuda a llegaral día siguiente: si no se mata es porquelo sostiene la convicción de que puedehacerlo cuando quiera. "El pensamientodel suicidio es un consuelo poderoso.Ayuda a pasar bien más de una malanoche", escribió Friederich Nietzsche.Muchos siglos antes le habíanpreguntado a Agis, rey de Esparta, cómopodía un hombre vivir libre:"Despreciando la muerte", contestó.Hay, en la partida de Edoardo Massari,ecos de esa vieja sentencia —si lamejor forma de despreciar la muerte es

internarse en ella, no temerla.En esa lectura el suicidio sería el

último refugio de la libertad: laposibilidad de elegir cuando ya no sepuede elegir casi nada. Ese suicidio fueel de muchos que lo eligieron como actopolítico: Jesús necesitó su propia muertepara coronar su prédica, Sócrates ySéneca para no desmentirla. Y tantosotros hicieron de su suicidio un gestoactivo contra sus enemigos: aquellatarde yo estaba en Turín, llegando a laoficina del abogado Novaro, cuando meenteré de que unos musulmanes sehabían matado derrumbando las torresde Manhattan, por ejemplo. Un suicidio

distinto, ofensivo: uno que arrastramuertes de quienes no eligieron. Unoque cierra las puertas que otros,supuestamente, abren.

Pero no sólo en esos casos elsuicidio es político: no hay mayorrechazo a este mundo, a una forma devida, que matarse. Es una negacióncompleta, no una forma de entablar unanegociación, de iniciar un diálogo; es,más bien, la forma de cerrar tododiálogo: de negarse a contestarcualquier pregunta. Sobre todo cuandoel suicida no deja escritos que lojustifiquen.

Sólo un tercio de los suicidas del

mundo deja notas: la conducta máscomún es no dejarlas. Pero Soledadsabía —era evidente— que su muertesería un hecho público: si es legítimointerpretar su decisión en un estadoextremo, se podría pensar que noescribir aquella nota —o escribir unapara que la quemaran— fue cagarse enel mundo de lo público, en las lecturaspolíticas de su acción.

Al no escribirla, Soledad desactivósu muerte como gesto político: podríahaberla convertido en una declaración yno lo hizo. Si así fue, el amor —el dolordel amor ya perdido— se impone comola causa más probable: "Amor se fue.

Cuando llegó / de todo hizo placer. /cuando se fue, / nada dejó que nodoliera", escribió Macedonio.

El suicidio es esto mismo y lo demás allá, el azul y el marrón, un perro ysu contrario. El suicidio crea, sobretodo, un espacio para suposiciones: esla pregunta final, la que va a quedar parasiempre sin respuesta, con exceso derespuestas posibles. Esa pregunta nosdejó Soledad. Todo esto, por supuesto,si es cierto que eligió su muerte.

Gabriel se derrumbó cuando seenteró de la noticia:

—Mamá, Soledad se mató. Yo la

estaba esperandoDijo Gabriel Zoppi y empezó a

llorar: lloraba sin consuelo. Era el lunes13 de julio, departamento de sus padres,Barrio Norte.

—Ya lo sé, hijo, ya sabía, pero nome animaba a decírtelo.

Le dijo su madre y él lloraba:veintinueve años, una hija de ocho, unavida confusa. "Yo sé que eldesencadenante fue eso: no lo soportó",dirá Marta Zoppi, la madre de Gabriel."Después hablando con su amigo Martín,que venía a casa a consolarme, mereconoció que antes de que Soledad sefuera a Italia estuvieron un mes juntos.

No sé si viviendo juntos en eldepartamento porque yo no iba y ademásél no era tan comunicativo para decirme,pero sí que se veían. Se habíanprometido que ella iba a volver y queiban a empezar de nuevo y que ella loiba a ayudar pero que él también teníaque poner su parte".

Gabriel Zoppi se desmoronó. Quizáshaya sido el dolor, quizás los celos,seguramente una mezcla de ambos: él laamaba todavía, creía que la amaba, laesperaba, ella le había prometido quevolvería y ahora se mataba —decían losdiarios— por el amor de otro. Soledadse había matado como su hombre

Italiano: por el amor de él, decían losdiarios; para darle sentido, no decían.Al matarse como él —si se mató—,justificaba la muerte de su hombre. Almatarse como él, de la misma manera,hacía de es a muerte un camino, lavolvía una vía. La sancionaba como unrito repetible, como una iniciación. Latransformaba en algo que los unía, algoque él había hecho y que ella hacía a suvez. La calle sin salida se volvía unapuerta. Frente al peligro de la fidelidadamenazada, era acabar con todatentación: el acto de lealtad definitivo.No habría nunca otro igual, no habríaninguno: un amor para siempre —que no

es poco.Gabriel Zoppi quedaba afuera:

irreparablemente afuera. Martín, sumejor amigo, se preocupó y le propusoun viaje: para olvidarla, para olvidarse,se fue unos días a Brasil. Pero a suvuelta todo seguía igual.

El 4 de agosto su padre pasó por eldepartamento de su hijo: un ambiente enGutiérrez entre Austria y Láprida, detrásdel Hospital Rivadavia. Raúl Zoppi sepreocupó; Gabriel había tomado muchacerveza y le mostró el altarcito queadoraba: fotos de soledad, dos o tresvelas, un par de objetos que noidentificó. Para cambiar el clima intentó

chistes:—Che, Gaby, que no era ninguna

santa...No funcionó. "El día antes vino con

su amigo; yo pienso que a veces lasmadres tenemos como un sexto sentidoporque yo lo acompañé hasta abajo,cosa que jamás hacía", dirá MartaZoppi, su madre. "Abrimos la puerta,caminamos hasta mitad de cuadra ydespués me los quedé mirando a los doshasta que cruzaron Bustamante. Me losquedé mirando, no sé. Eso fue el 5 deagosto, ya estaba oscureciendo".

Al día siguiente, poco antes de lascinco de la tarde, Gabriel Zoppi se sentó

en su colchón, puso la foto de Soledaddel diario Perfil sobre sus rodillas, setomó un trago de cerveza, agarró supistola 22 y se voló los sesos. No dejóninguna carta, pero sus padres estánseguros de que murió de amor.

"Sí, sabemos que se mató por eso,no tenemos dudas", dirá su padre, RaúlZoppi. "Los policías de Reconstruccióndel Hecho dijeron que tenía diecisietebalas sin gatillar. Algunas estabanpicadas. Yo no quise preguntar nada. Éltenía dos colchones y los sacaron ellos.Lo que me llamó la atención es que nohabía sangre. Después me explicaronque era porque la bala de 22 penetra y

enseguida cierra. Tenía solamente unamanchita así, chiquita, una manchachiquita".

La agitación por la muerte deSoledad duró unas semanas más. EnBuenos Aires y en Barcelona grupos deanarquistas hicieron manifestaciones ypintadas frente a las representacionesitalianas. En Londres piquetearon laOficina de Turismo; en Atenas quemarondos coches diplomáticos italianos yotros diez en dos concesionarias Fiat.

En Novara, frente a la cárcel, unosquinientos manifestaron por la libertadde Silvano Pelissero y contra las

muertes de Edoardo y Soledad; esemismo día hubo incidentes en Milán. EnViterbo alguien pintó los pórticos de dosiglesias románicas con consignasanarquistas y comunistas: los squattersnegaron cualquier participación.También hubo marchas y pintadas enBologna, Turín y Bussoleno, en el vallede Susa.

El 3 de agosto el fiscal MaurizioLaudi y el periodista Daniele Gencorecibieron por correo dos cartas-bombaque no explotaron. Al día siguiente elconsejero verde Pasquale Cavaliererecibió otra; en los días siguientes otrosdos políticos de izquierda tuvieron la

suya. Las cartas habían sido enviadasdesde el aeropuerto de Roma, y laprensa les dedicó páginas y páginas. Laelección de los blancos —el hecho deigualar con el mismo ataque a personastan distintas como el fiscal y elperiodista denunciadores, por un lado, yel político amigable, por otro —produjo confusión dentro y fuera delmovimiento anarquista.

Las cartas venían firmadas "LobosGrises"; los medios las atribuyeron a lossquatters y los partidos de derecha lasusaron para pedir el desalojo de todaslas casas ocupadas. Para muchosanarcos eran una provocación y una

manera de acreditar las acusaciones deLaudi. Salvo la casa más antigua, ElPaso, todas las demás ocupacionesturinesas publicaron un comunicadodistanciándose de las bombas: "Nichiflidos ni aplausos: fuera delespectáculo", decían, y denunciaban elnuevo acto de demonización de lossquatters: "Un espectáculo construido amedida de nuestra piel, un espectáculocrudo que requiere sacrificios humanos:desalojos, perquisiciones, arrestos. Dosmuertos suicidados en una investigaciónque hace agua cancelados por elespectáculo de las bombas. Un juezdesacreditado que recupera su

virginidad en pocas horas. Políticos quegozan de una inesperada publicidad.Carabineros y servicios secretosencantados: por fin se trabaja. Perosobre todo nosotros que pasamosmediáticamente de vándalosrompevidrieras a terroristasbombarderos... Estamos dispuestos adefender los lugares donde vivimos, asustraerlos a la degradación de Estado,un Estado que quiere suprimirlos porquepracticamos la autogestión, germen de lacancelación de toda forma deautoritarismo y organización jerárquica.A los que nos muestran como terroristasy clandestinos les decimos que

responderemos abiertamente a todaforma de violencia con la accióndirecta, pública y colectiva, comosiempre lo hicimos".

Pero el episodio de las cartas-bomba dejó, en el movimiento squatter,diferencias y cicatrices que no hancerrado todavía.

"Cuando viniste a casa, Luis te dijoque a nuestra hija la habían matado",dirá Marta Rosas. "Gabriela te dijo quese había suicidado. Yo todavía estoypensando".

Marta Rosas es católica practicante;el punto débil de toda religión es la

explicación del mal, del sufrimiento. Yole pregunté, una de esas tardes, si no sepreguntaba cómo podía ser que Dioshiciera cosas como ésas.

—Dios no tiene nada que ver lamuerte de Sole. Esas cosas las hacen loshombres.

Me dijo Marta, casi ofendida."Yo no creo que Dios tenga la culpa.

Si Dios fue quien lo dispuso, estoyconvencida de que fue porque iba apoder protegerla allá arriba mejor quedonde estaba", seguirá. "Lo que yo lecuestiono a Dios fue por qué pasó portanto dolor antes de morir. Eso sí se lopregunto. Hay muchas preguntas que no

tengo respuesta. Para ésta tampoco. Notengo respuesta para, qué se yo, para...Una mamá no necesita verle la cara a suhijo para saber si está bien o mal, conescucharle la voz por teléfono lealcanza. Cuando yo hablé con ella laúltima vez estaba bien, nada me hizosospechar que iba a haber un desenlacede este tipo. Por eso yo no creo que sehaya suicidado. Ahora que estoyhaciendo terapia, yo estuve muy mal elaño pasado, pero realmente... pensandoen matarme, estaba muy mal, muy muymal. Y bueno, ahora con la terapia escomo que no tengo que preguntarmetanto cosas que sé que nadie me las va a

poder responder".Me dijo Marta. Gabriela Rosas, otro

día, me dijo que su madre nunca aceptóque Soledad hubiera muerto: "Mi mamáno lo aceptó nunca, ni lo va a aceptar",dijo Gabriela. "Mi mamá tiene lafantasía de que Soledad está viva, queestá escondida, que se escapó. Lafantasía de que un día va a aparecer. Yohoy me arrepiento tanto, tanto de haberlacremado. Sé que si hubiera viajado yhubiera traído el cadáver y lohubiéramos visto, si hubiéramos hechoel luto que se supone que teníamos quehacer, todo habría sido mucho mássencillo. Pero todo estaba tan lleno de

dudas, de incertidumbres".—Quizás ustedes eligieron la

incertidumbre frente a lo horrible de lacerteza.

—Depende, mi madre no sé. Pero yonecesitaba la certeza, necesitaba verlamuerta.

Argentino es el hurto de los cuerpos.

Gabriela Rosas está convencida deque su hermana se mató. Siempre pensó,además, que Soledad esperó que nacieraValentina y que, una vez que estuvosegura de que hermana y sobrina estabanbien, actuó. "Creo que cuando nosescuchó a todos bien y felices y supo

que Valentina era un sol, que estaba sanay que estaba todo bien y que yo estababien, creo que ahí decidió morirse enpaz", dijo Gabriela. "Siempre tuve esafantasía, que ella venía pensándolodesde hacía rato y que esperó que todoestuviera bien de este lado para hacer loque tuviera que hacer".

Cuando su hermana murió Gabrielaestaba sumergida en la maternidad.Durante varios meses no quiso volver apensar en esa muerte: "La cremé, lallevé a Mar del Plata, desparramé lascenizas y no quise saber más nada.Tenía mucha bronca. Ahora entiendo lasensación de Sole por la muerte de Edo,

porque fue lo primero que yo sentícuando Soledad murió. Estaba muyenojada con ella por no haber conocidoa mi hija. Sobre todo cuando es unamuerte voluntaria te enojás mal; el dolorviene después. Primero es una bronca decómo te dejan así, que les importás uncarajo".

Sería más fácil, es obvio, pensar quela mataron. Frente a la sospecha delsucidio, el asesinato es un alivio muydeseado. Pero Gabriela no lo cree:"¿Quién puede haberla matado? Loschicos que yo conocí que iban a la casay que la visitaban, no. Esa gente no. Yno creo que la Policía, no creo que el

Estado, no creo que nadie de ellos lahaya mandado matar. No les convenía:la habrían victimizado más todavía. Silo que quería el Estado era sacársela deencima y alejarla lo más posible deTurín, para qué mierda la iban a matar.¿Para hacer más quilombo?".

Gabriela está convencida de que suhermana se mató. A veces piensa quequizás fue el efecto de un momento dedepresión terrible o, más a menudo, quefue el producto de una decisión muymadurada: "Realmente, no sé qué mierdapensó. Jamás podría decirte 'creo quepensó tal cosa, que se le cruzó tal otra'.No lo sé, no lo entiendo ni lo voy a

entender nunca. No entiendo las razones.En dos meses salía, tenía la posibilidadde volver acá con nosotros... Pero no séqué pasaba dentro de su cabeza", dijoGabriela. "Lo que sí sé es que ahora vasa tener tres mil campanas distintasporque yo sí creo que se suicidó y a mimamá y mi papá nunca los vas aescuchar decir eso. Sin embargo, nuncafueron a ver qué pasó. Por un lado haymucho deseo de que no haya sido así,pero, por otro lado, por algo ellos nuncafueron y nunca investigaron. Yo si estoyconvencida de que a mi hija la matóalguien voy, busco, no paro hasta saberqué pasó. Y ellos no fueron a ninguna

parte".

"A veces pienso que mi viejo esperóque yo me casara para matarse", diráLuis Rosas, su padre, un año más tarde,"y Soledad esperó que naciera susobrina para matarse... Por ahí hay algode todo eso".

—Pero entonces vos ahí estásaceptando que Soledad se suicidó, quees lo que yo no acepto.

Le interpuso su mujer, Marta Rey deRosas.

—Yo no sé qué pasó, si se suicidó ola indujeron al suicidio o se matócansada de todo, yo no lo tengo en claro.

Yo tengo claro que a ella laabandonaron en ese lugar, sola, con esetipo enfermo que después también sesuicidó... Es toda una cosa muy rara, sitodos se mataron, si los mataron, yo nosé. Yo si supiera todo esto sería elbarbudo que está en el cielo mirando.Yo durante mucho tiempo insistí en quela habían matado, por todo el contextoen que se dio. Pero no sé, ahora no sé.La que me ha hecho dudar es Gabriela,que dice que se mató. Yo seré el papá,pero la persona que más conocía aSoledad es su hermana. Me han quedadodudas. Yo al principio estabaconvencido de que la habían matado.

Entre otras cosas porque yo creo quetodos los chicos de esa edad que muerenhoy en una cárcel en Buenos Aires esporque los hacen boleta, no porque sematan: porque se les fue la mano con lagolpiza y bueno, qué hacemos con estecadáver; y bueno, colgalo, macho. Nosé, honestamente yo no sé. Lo que yopuedo estar tranquilo, que me costóbastante tiempo razonarlo, es que yo notengo culpas. Por ahí su madre tieneculpa, su hermana tiene culpa, pero yono. Creo que hice lo mejor posible... Loque yo hice por ella quizás ella no me loreconoció en vida, o un poco en algunacartita, pero yo sé que hice todo lo

posible. Yo digo lo que tengo que decir,y decirlo ya para mí es una tranquilidad,porque no quiero que me quede la duda,por qué no se lo habré dicho. Entoncesyo lo digo y si te duele jodete, pero yo telo dije. Yo siempre digo lo que pienso.Pero ella nunca aceptaba un consejo,tenía que vivir sus propias experiencias.Es eso que decía Bonavena, que laexperiencia es un peine que te dancuando estás pelado: Soledad era así.Todo lo que vos podías volcarle porexperiencia personal no le servía: ellase tenía que quemar sola.

Me costó mucho dar con Ibrahim. De

hecho, ya estaba por irme de Turín sinpoder verlo. Le había hecho llegarvarios mensajes, él me mandaba decirque ya vería, que sí, que seguramente,pero no aparecía. Hasta que conseguí ladirección de su casa y fui a tocarle eltimbre. Ibrahim dejó el Asilo hace másde tres años y ahora vive con su mujeritaliana —que también era okupa— y suhijita en un departamento cerca delBalon. Cuando me vio hizo un gestocomo de defenderse o pedirme que no;yo le insistí. Al final me dijo que bueno,que me lo contaría, pero que yo no sabíalo que le costaba volver a hablar detodo eso. A muchos de ellos les cuesta

horrores —horrores— volver a hablarde todo eso.

—A mí me daba tanta culpa. Tantasveces pensé que si nosotros nohubiéramos ido aquella noche ella no sehabría matado, no habría estado contentade pasar una linda noche con amigos yno lo habría hecho...

—¿O sea que vos no tenés dudas deque se suicidó?

—No, y lo hizo de la misma formaque Baleno: ella quería hacerlo así,igual, la misma manera, el mismoperíodo lunar. Ella lo eligió, no es algoque le sobrevino así, de golpe. Fue algomuy estudiado por ella. Si hubiera

querido vivir habría vivido bien,realmente bien. Alguien que tiene lafuerza de suicidarse tiene mucha fuerzapara vivir, el suicidio es algo querequiere tanta fuerza. Matarse asísignifica que uno realmente lo quiere,que tiene mucha fuerza, mucha voluntad.No todos pueden hacer algo así. Laforma en que se mató requiere tantafuerza de voluntad. No es el suicidioclásico, rápido. Tanto tiempo: pareceque se necesita por lo menos un cuartode hora para morir...

Ibrahim lloraba, la voz entrecortada.Yo no sabía qué decir: la culpa, ahora,era toda mía. Lo estaba bombardeando

con fantasmas:—¿Y por qué creés que no quería

vivir?—Porque ya no estaba su guía

espiritual, Baleno. Baleno era todo paraella. Andá a entender, quizás ellatambién sentía culpa por lo que habíapasado, por la muerte de él. Pero Solenunca hablaba de lo que había pasadoentre ellos, eran cosas íntimas, sólo paraella.

Luca Bruno, su marido por ley,también cree que Soledad pensó susuicidio durante muchos días, que lo fuemadurando poco a poco. "Puede ser quehaya esperado", dijo Luca. "Que haya

sido lo suficientemente lúcida comopara esperar. Lucidez no le faltaba, paraun proyecto como ése. Por lo que yo laconocía puedo decir que sí, que puedeperfectamente haberlo hecho". Aunque aveces piensa lo contrario: Soledad habíapedido que la autorizaran a salir atrabajar, recuerda, y si uno estáplaneando su muerte no pierde el tiempoen esas cosas.

"La muerte de Soledad está tanfuertemente ligada a la de Edo, porqueella se había ligado a él de una formatan íntima, tan espiritual, tan profunda,que cuando él murió de la manera en quemurió, ella probablemente eligió este

destino", dijo Stefano, su amigo delAsilo, que también paga culpas. "Yo conSole tengo cierta sensación de culpa:cuando me enteré de que se habíasuicidado, me dije 'carajo, yo que eratan amigo suyo fui dos o tres veces encuatro meses'. Quizás si hubiera estadoen un lugar menos alejado, menos sola,no tomaba una determinación tanextrema. Aunque vaya a saber, en esoscasos...".

Silvia Gramático, su compañera deviaje, tampoco estaba segura, pero alfinal sí: "Yo quería saber si se habíasuicidado o la habían matado. Peroquería estar segura: les pregunté a los

amigos, sé que murió con ellos y yo lescreo. Para mí se suicidó. Yo creo que semató porque no pudo más. No sabíacómo construir lo que estabatransitando, no daba más. Era un lugarmuy fuerte, tenía que bancarseconsecuencias que no eran fáciles".

—Las últimas veces que la vi meparecía muy entusiasta, muy decidida.

Me dijo, en el Asilo, Mario Skizzo,decano de los okupas de Turín.

—¿Entonces te sorprendió sumuerte?

—No, justamente. Son las personasdecididas las que pueden decidir que sevan así. Para Baleno no se puede estar

seguro de qué pasó, porque muriócolgado en una celda de la cárcel; paraSole e s difícil pensar que llegó elagente secreto y la mató.

—¿Y por qué creés que se puedehaber matado?

—No lo sé. Porque era una mujervaliente, digna, muy dueña de sí misma,y frente a una situación que ladisgustaba, con la energía de losjóvenes, decidió terminarla. Puede serque estuviera deprimida, mal, pero locontrolaba muy bien, se la veía entera, ysus comportamientos eran lúcidos: porejemplo, frente a la propuesta dedescargar la culpa en los otros e irse

tranquilamente a la Argentina se negópor completo. Yo respeto mucho esaconducta.

—Y de repente te das cuenta de queSoledad se inmortalizó como unaadolescente

Dirá su prima Cecilia Pazo: "Yo nopuedo tener otra imagen de Sole más quela última y se inmortalizó así, la pibarebelde. No sé si eso fue lo que buscó,pero consiguió que todo el mundo lanombrara, la Sole, la Sole y la Sole. Unlugar de importancia y de privilegio quenunca tuvo en la vida. Logró llamar laatención, que era lo que siempre tratabade hacer".

El abogado Claudio Novaro, encambio, supone que la obligación demantener una conducta le puede haberpesado demasiado: "Temo que ella hayasido fuertemente condicionada por laimportancia que tuvo su historia en losdiarios, en la opinión pública, el hechode que fueron presentados comoenemigos públicos por toda la prensa.Les construyeron una imagen, unaidentidad que no era la suya, tanto susenemigos como sus compañeros, y esolos condicionó. Soledad, por ejemplo,empezó a tener unos discursos muyduros, muy combativos contra lasociedad. Estoy convencido de que no

es lo mismo que habría dicho un pocoantes: porque la cárcel es dura, perotambién porque para el Estado elloseran los enemigos y para suscompañeros, un símbolo que levantar".

Y los símbolos, no me dijo, suelenser tan pesados.

Nadie quería volver a la casa deBene Vaggena. Hacía tiempo que elmovimiento okupa de Turín habíaperdido todo contacto con ese lugar.Probablemente desde el 23 de octubrede aquel año. Esa tarde Enrico DeSimone estacionó su auto al costado deun camino abandonado y escribió sobre

un papel pocas palabras: "Adiós atodos. Perdónenme, pero ya no puedoseguir así". Así era, quizás enfermo —aunque su sida no avanzaba—, o taninjuriado: tras la muerte de Soledad losdiarios y muchos militantes la habíanemprendido contra Enrico y su casa.

Enrico De Simone tenía treinta ynueve años, un hijo de cuatro, una noviaque todos dicen bella; esa tarde conectóun tubo de plástico desde la salida delcaño de escape hasta el interior delcoche, se tomó unas pastillas y sedurmió con el motor prendido. Loencontraron varias horas después,cuando ya no servía.

Por eso, entre otras cosas, nadiequería acompañarme a la casa de BeneVaggena. Pipero, un viejo ocupante delAsilo, finalmente aceptó. Pipero tienecara de meridional y un buen humor quepuede parecer sueño o recelo; aire debuena gente. En el viaje de ida, Piperome contó que tenía un juicio pendientepor una historia en un hipermercado, queestaba en libertad condicional.

Llegamos a través del caminitoserpentino, confuso, casi inexistente: lacasa parecía habitada pero no habíanadie. Las puertas estaban cerradas.Estábamos a punto de irnos cuandoPipero me dijo que esperara un

momento; sin decirme qué haría se subióal tejado, metió la mano por el vidrioroto de una ventana en el primer piso, laabrió, me abrió la puerta. Su libertadcondicional amenazada; entramos.

La ventana resultó ser la del cuartode Sole. Allí quedaban todavía, variosaños después de su final, sus rastros. Enun rincón de la pieza, blanca, clara bajola luz del mediodía, su ropa sigueamontonada: hay camisetas, un par devestiditos, dos o tres shorts, el jeangastado con la A de anarquía pintada enel bolsillo que he visto citado en cartasy artículos de prensa. Esa caja es unaforma del recuerdo, una manera del

olvido.

Así que ahora es cuando me llegapor fin, después de tantos años deintentos fracasados, la ocasión de citarmi poema favorito:

"Ognuno sta solo sul cuor della terratrafitto da un raggio di sole:ed è subito sera."Que escribió Quasimodo y se podría

traducir, licencioso:"Cada quien está solo sobre la piel

del mundotraspasado por un rayo del sol:y de pronto es de noche."

Ita arregla la pieza que comparte conLuca en el Asilo: la están pintandolinda, decorando con gusto. El Asilo yano está tan lleno: cada uno puededisponer de más lugar. Hacía mucho queIta no arreglaba la pieza; por eso, una deesas tardes, me vino a ver con una cajade zapatos:

—Tomá, la acabo de encontrar.¿Vos podés llevarsela a Gabriela? Es loque nos quedó de Sole.

En la caja había un pasaporte, unregistro de conducir, tarjetas de crédito,cartas, estampitas, la agenda negra rojay hasta unos cheques del viajero sincobrar. La caja se había pasado años en

un rincón perdido.—Fue muy duro para todos nosotros,

sabés, muy terrible.Me dijo Ita, el pelo negro y verde, la

mirada pesada:—Después de aquella historia

algunos compañeros empezaron asentirse mal, se fueron, dejaron de creeren lo que creían, se metieron muy fuertecon la droga, los agarró ladesesperación por todo lo que habíapasado. Fue una época de mucho dolor.

Y de miedos extraños: aquelseptiembre, Luca e Ita se fueron devacaciones a Creta: estaban agotados. Aveces veían hombres que les sonaban

conocidos, como si ya los hubieran vistoantes, pero no querían ceder a laparanoia. Una tarde, en Paleocora, en elconfín de la isla, fueron a alquilarbicicletas y el tipo les dijo 'eh, hace unrato vinieron unos tipos y pidieroninformaciones sobre ustedes... Parecíanpolicías'.

—Tras la historia de Sole, Silvano yBaleno, las ocupaciones fuerondemonizadas. El Estado necesitaenemigos para justificarse; en esemomento decidió elegir a los squatterscomo sus enemigos, sus monstruosparticulares. Era algo que tendía aexpandirse y fue bloqueado con la

violencia y con la mentira sistemática delos medios de información. Si no,empezaba a volverse problemático. Enel momento de más difusión ya habíaunas quince ocupaciones; si hubieranseguido creciendo, cincuenta, ochenta,como en Barcelona, habría sido otracosa. Ante cualquier problema podríansalir a la calle miles de personas. Peroahora cualquier intento de nuevasocupaciones es impedido por laviolencia. El último ejemplo es uncolectivo que intentó diez ocupaciones,diez, un récord, y los desalojaron todaslas veces. Casi todos se fueron a vivir alexterior, a Francia, a Alemania, a

Barcelona. Tras aquella historia se hizoimposible ocupar nuevos lugares, y hahabido un ataque frontal del poder queintenta desalojar incluso las casas yaocupadas, empezando por las másdébiles.

Me dijo Mario Skizzo.—Pero fue un golpe a dos bandas;

también les sirvió para mostrarle a lapoblación del Valle de Susa que eraimposible rebelarse contra el proyectodel poder y los grandes capitales para suregión. Así los aterrorizaron poranticipado, les dieron el ejemplo de loque les hacen a los que se oponen a losproyectos del poder y del gran capital:

terminan en la cárcel o, incluso, mueren.Demostraron que los que se permitenoponerse a los proyectos del capital sonmonstruos, son locos, son terroristas.Eso fue lo que consiguieron.

Poco después de la muerte deSoledad, Mario publicó un artículo enTuttosquat que titulaba "Libertad yPlacer". El texto era más teórico que loshabituales de la revista e insistía en que"para que la práctica de la libertad nodesemboque en miserable y odiosofanatismo, con todas sus implicacionesautoritarias, es indispensable quedesarrolle la práctica del placer yabandone decididamente la idea

decimonónica y catastrófica delsacrificio y su mitificación bajocualquiera de sus formas".

El artículo no los nombraba, peroparece evidente que se refería a los dosmuertos recientes del movimiento y susposibles consecuencias. El sacrificio,decía, es un resto autoritario, un puntode contacto con "el cristianismo y elmarxismo: dos carroñas en avanzadoestado de putrefacción". Y que si elanarquismo no se alejaba de esatentación no iba a poder cumplir con suposibilidad de "renacer como única víapara una transformación radical de lasociedad". Era una propuesta sobre la

forma de recordar a Soledad y aEdoardo: un intento de evitar su posibleincorporación al panteón de los mártiresde un movimiento que rechaza la ideadel martirio.

—¿Qué significa Soledad ahora?Le pregunté a Silvano Pelissero.—Una compañera, una compañera

que no está más, que no hay que olvidar,es lo menos que podemos hacer. Unacompañera que el movimiento tiene eldeber de no olvidar, de hacer que losasesinos también la recuerden, y tambiénlas masas. Es un deber, debería ser unesfuerzo de todo el movimiento. Lohacen, pero poco... Porque los

anarquistas no quieren ídolos, noquieren imágenes, entonces dicen'bueno, la recordamos en nuestroscorazones'. Sí, en los corazones sepuede hacer todo lo que quieras, pero larevolución no se hace en el corazón, sehace afuera. Los anarquistas se lavan lasmanos así, los comunistas dicen no eranuestra, entonces hay pocos que larecuerdan. A veces aparecen pintadasque los recuerdan, hace un par de mesesalgunos quemaron maderas y gomassobre la vía del tren, la cortaron, ydejaron unas pintadas "a la memoria deSole y Edo, jueces asesinos, Estadoasesino". Pero hay tendencia a

olvidarlos, porque la gente tiene miedode la muerte de Sole y de Edoardo, tienemiedo de las muertes.

—¿Qué significa Soledad ahora?Le pregunté a Mario Skizzo.—El ejemplo de cómo el azar puede

condicionar completamente la vida. Ellallegó acá por casualidad y en pocosmeses pasó todo esto, que nos dio vueltaa todos. Nuestras vidas cambiaron desdeentonces. Todo cambió, hay una capa derepresión pesadísima. Y sobre todocuando hay muertos sentís algo distinto:ya nada es como antes, aparecen losmomentos de dificultad, de melancolía,de vacío. Después de sus muertes nunca

nada volvió a ser igual.

—Sí, podemos hablar del azar, de sullegada azarosa a un sitio que transformósu vida. Pero también podemos leer todala historia en el sentido inverso.

Me dirá después Cristian Ferrer.—Digo: ¿y si fuera ella la que, con

su llegada, transformó las vidas de todoslos que estaban allí? No hay razones: essólo una intuición, una opción más. Perolo cierto es que con ella empezó adesencadenarse la tragedia, con ellaempezaron las muertes, una detrás deotra. O los muertos: es notable que,entre todos los que perdieron su vida en

esta historia, no hay ninguna mujer fuerade Soledad.

En julio de 2001 muchos miles sereunieron en Génova para oponerse alencuentro de los jefes de los Estadosmás potentes del mundo: el Grupo de losOcho. Los "globalifóbicos" —conperdón de ese nombre tan triste—ocuparon la ciudad y las primerasplanas de los diarios; el movimiento —que ya se había fogueado en Seattle elaño anterior— ganó adeptos eimitadores en todas partes. Los okupasde Turín fueron a Génova, manifestaron,se pelearon con la policía. Uno de ellos,

después, me contaría que un carabinero,mientras les pegaba, invocaba a Soledada gritos:

—¿Por qué no le piden ayuda ahora,boludos, a su amiga Sole?

Sus enemigos también la recordaban.Los músicos de Hierbamala, un grupoque canta ritmos de reggae y de salsapor los festivales del norte de Italia lehicieron una canción:

—Nosotros cantamos la muerte deMaría Soledad Rosas porque es una denosotros, y el amor por ella es el amorpor todos los que han pasado por ciertashistorias y son, de hecho, malas hierbas,parias, o simplemente buena gente

invisible. Nosotros creemos queSoledad volverá bajo otras formas, perocantando siempre la misma canción.

Que también cantaron, en laArgentina, muy brevemente losRedonditos de Ricota. Y un grupo punkque se llama She Devils: la hicieron conel texto de la carta que Soledad escribiócuando se enteró de la muerte de suhombre:

"La rabia me domina y en estemomento, es cruel.

Siempre luché contra lasimposiciones y acabamos en prisión.

Aquí nada puedo decidir, todos losdías me matan.

Despacio siento el dolor.¡Asesina el Estado!¡Protesta con rabia y con dolor!"cantan. "Esta canción la tocamos

siempre, siempre, en los conciertos",dirá Patricia Pietrafesa, letrista ycantante de She-Devils. "Es una canciónmuy importante para mí. Sólo lapresento diciendo 'Esta es la canción deSoledad' y punto: que cada uno entiendalo que quiera, igual me parece clara ycontundente". Es otra Argentina, tandiferente —tan semejante— a la queSoledad dejó en junio de 1997. En juniode 2002, dos días después de la muertede Kosteki y Santillán en el puente

Avellaneda, varios grupos organizaronun concierto in memoriam: She Devilscantó, en ese marco, la canción deSoledad, y Patricia dice que fue muyimpresionante para todos.

Son modos de la persistencia,historias que se resignifican con eltiempo.

La última muerte de esta historia fuela más sorprendente, la más inesperada—y quizás no tenga una relaciónexplicable con el resto. El consejero yjefe regional del partido Verde PasqualeCavaliere era un militante conocido enla izquierda piamontesa. Su conducta

durante el caso TAV fue tan correcta queni siquiera los anarquistas,acostumbrados a la descalificaciónsemiautomática de todo "políticoburgués", lo cuestionaron. PasqualeCavaliere había conocido, a principiosde los años noventa, a una argentina,Andrea Suárez, de paso por launiversidad de Turín. Cavaliere llevabaquince años casado con Teresa perotuvo una historia de amor con Andrea;en 1992, cuando ella se quedóembarazada, él —sin separarse de sumujer— reconoció a su hijo.

Matías y su madre vivían enCórdoba. Cavaliere los visitó un par de

veces; otras, su hijo lo fue a ver a Turín.En julio de 1999 Cavaliere viajó a laArgentina para traer de vuelta al chico;también buscaba cierta informaciónsobre italianos desaparecidos paracontribuir al juicio contra variosrepresores argentinos que se preparabaen Roma.

La mañana del viernes 6 de agostode 1999 Cavaliere estaba solo en lacasa de la madre de su hijo, en el barrioParque Atlántico de Córdoba. Andrea sehabía ido a trabajar, Matías a la escuela.A mediodía, cuando volvió, el chicoencontró la puerta cerrada y nadie quecontestara sus timbrazos. Unos vecinos

llamaron a la dueña de casa. Ella abrióla puerta y entró: en la habitación delchico, el cuerpo de Pasquale Cavalierecolgaba de una sábana atada a una camade dos pisos. El mecanismo eraespantosamente familiar.

Pasquale sí dejó una carta:"Querídisimos, los pesos a veces sevuelven insostenibles y yo, casi sindarme cuenta, he acumulado muchosobre los hombros. Nuestra generaciónha esperado demasiado, y demasiadopesado ha sido hacerse cargo de esto.Hemos mezclado los afectos y lapolítica y, a menudo, muchos denosotros no conseguimos ya desenredar

esta galleta de sentimientos y amoresirresueltos".

La explicación no explicaba grancosa. Pasquale Cavaliere tenía cuarentay un años y nadie sabe bien por quémurió. Sus amigos y compañeros siguenexigiendo alguna claridad. "Pasquale era'la' voz libre del Piamonte. Susdenuncias, documentadas y precisas,acabaron con asesores corruptos yapuntaron a los misterios de nuestraregión: lobbies de constructores, mafias,servicios secretos, TAV. Y también losdesaparecidos: gracias a su acopio dedatos en la Argentina varios militaresargentinos fueron condenados en

diciembre de 2000 a penas que vanhasta los 24 años de cárcel, unaactividad que podría haber 'incomodado'a mucha gente... Pasquale conservabasecretos embarazosos que con su muertese perdieron para siempre. Por esocreemos que lo asesinaron: tal vez loscarniceros argentinos de la dictaduraque exterminó a 30.000 personas; tal vezLos Cuatro, notorios y riquísimosladrones piamonteses que estaban bajosu mira; tal vez algún patrón del Vallede Susa para liberarse de un enemigoincómodo y peligroso".

"Al final todo aquello fue un

episodio muy menor", me dijo, todavíaen la comunidad del Piamonte dondecumplía su cuarto año de arresto,Silvano Pelissero. En el patio yacían susesculturas, hechas de trozos de metalrecuperado, llenas de aristas y depuntas, turbadoras. "Si dos personas nohubieran muerto habrían sido sólo tresarrestos por pequeños atentados. EnItalia hay cantidad de personasasesinadas y nunca se sabe quién lasmató. Y seguramente las ha matado unaalianza entre mafia, servicios secretos,fascistas, políticos. Hay tantos episodiosasí y nadie los sigue, nadie los aclara".

El 21 de julio de 1998, diez días

después de la muerte de Soledad, lanueva jueza, Francesca Cristillin,concedió a Silvano Pelissero el arrestodomiciliario en una comunidad delgrupo Abele en San Ponso Canavese, a35 kilómetros de Turín. Variospolíticos, entre ellos el consejero verdePasquale Cavaliere, habían pedido porél. La tarifa estaba clara: por cadamuerte, un permiso de arrestodomicilario.

Su juicio se abrió en abril de 1999,tras un episodio menor: en Turín y enNavidad, anarquistas secuestraron enuna iglesia una estatua del Niño Jesús ypidieron, a modo de rescate, la

liberación de Pelissero.Hubo unas quince sesiones y las

pruebas eran muy escasas: unaimpresora y un taladro encontrados en lacasa de los padres de Edoardo —quepodían ser, sin certeza absoluta, losmismos robados en la Municipalidad deCaprie—, un par de bengalas de origendudoso y legalidad discutida, unosvideos nocturnos donde no se puedereconocer a nadie y las declaraciones dealgunos policías y agentes secretossobre la posibilidad de que Silvanohubiera tirado de su coche enmovimiento un paquete de volantesfirmados Lobos Grises —pero sólo la

posibilidad: nadie declaró que lohubiera visto hacerlo.

El 13 de diciembre el fiscalTatangelo leyó su acusación. Primero seocupó del único delito aparentementedemostrado: el incendio de Caprie y sus"pruebas graníticas" sólo probarían, enel mejor de los casos, que el acusado ysus dos compañeros muertos habríantenido en sus manos objetos robados enla Municipalidad —pero no suparticipación en el hurto e incendio.

Después Tatangelo explicó queSoledad Rosas y Edoardo Massari noeran Lobos Grises ni tenían nada que veren los atentados del Valle de Susa. Tras

la cárcel, la campaña de prensa, lasmuertes, ahora la fiscalía se desdecía desus acusaciones. El único Lobo Gris —dijo el fiscal— era Pelissero: laspruebas eran aquellos volantes quesupuestamente tiró a la carretera y unalinterna parecida a la que usaron los quepusieron un explosivo en la cabina decontrol de la autopista en Giaglione.Además Silvano —dijo el fiscal—estaba tratando de formar un grupo deapoyo con los otros dos y, por lo tanto,tenía derecho al cargo de "asociaciónsubversiva". Tras años deinvestigaciones, la fiscalía no consiguióque la organización de los Lobos Grises

tuviera más que un supuesto integrante:otro fracaso de la revolución.

Para completar sus cargos, el fiscalacusó a Pelissero de un par de robos endepósitos municipales y de lafalsificación del impuesto de su auto:con esos pequeños delitos le podíaaumentar la pena. Pero le faltaba undetalle: para que hubiera asociaciónsubversiva tenía que demostrar que laacción del acusado ponía en peligro laseguridad del Estado. El fiscalreconoció que esos actos no tenían lafuerza suficiente para amenazar elenorme poder de control de lasinstituciones. Pero que, precisamente

por la pequeñez de sus acciones y acausa del descontento general, podíangenerar cierto consenso: ése era elpeligro verdadero.

El doctor Marcello Tatangelo pidiósiete años de reclusión para el reoSilvano Pelissero. El 31 de enero de2000 el tribunal lo condenó a seis añosy diez meses de prisión. El 21 denoviembre de 2001 la Corte deCasación de Roma determinó que elcargo de asociación subversiva no teníafundamento y que, por lo tanto, lasentencia de Pelissero debía serrevisada. Justo un año más tarde, el 21de noviembre de 2002, la Corte de

Apelación de Turín pronunció lasentencia definitiva: como no habíaasociación subversiva, su pena sereducía a tres años y diez meses decárcel —que ya había cumplido concreces. Silvano Pelissero quedó por finen libertad. Sus compañeros publicaronun comunicado: "El montaje político y lacampaña mediática destinados acriminalizar el movimiento han caído enpedazos. Los famosos y peligrosísimosLobos Grises se han revelado como loque son: sueños del aparato represivo".La policía, la justicia y los medios decomunicación todavía no pidieronperdón por su invención y sus efectos.

"No sé quiénes serán los artífices deeste montaje", escribió SilvanoPelissero. "Es realmente difícil suponerque todo el trabajo haya sido hecho porla Ros y la Digos. Son muchas lasinfluyentes realidades económicasinteresadas en el TAV. Muchos losmillones a disposición. En cuanto aquién cometió realmente los atentadosprefiero no decir nada. Ya se han dichodemasiadas palabras. Se puede pensarque haya sido un hecho insurreccional oproducto de los servicios desviados ouna guerra mafiosa por los contratos. Laúnica realidad son los tres muertos: nome olvido de Enrico De Simone. La

única realidad es mi reclusión. La únicarealidad es el TAV, que sigueatravesando Europa con la más preciosade todas las mercaderías: el tiempo.Tiempo y años robados a nosotros pararegalárselos a otros".

Y los muertos le siguen pesando.Ahora, años después, Silvano sigue sincreer que Soledad se haya matado.

—Yo no esperaba que se matara,pero además su historia me pareceinquietante, porque ese lugar era muyfácilmente accesible, aislado,silencioso.

Me dijo, todavía en su arrestodomiciliario de San Ponso: la radio

estaba a todo volumen por si habíamicrófonos ocultos —Silvano estabaseguro de que había— y, cada tanto, loscarabineros venían a recordarnos quiéndaba las órdenes; desde un rincón de lacocina un barbudo ex drogón nos mirabay eructaba y repetía sin parar 'qué bonitaes la muerte, qué bonita es la muerte'.

—Era el mes de julio, así que hacíamucho calor y todas las ventanas estabanabiertas. Y todos habían tomadobastante, o sea que podrían no haberoído nada, y estaban abajo, con lamúsica fuerte. Y la casa tan aislada, sinluz, en medio del campo de maíz. Si laquerían matar podían entrar por la

ventana y operar tranquilos por un rato.—Pero estaba la nota, el libro

abierto...—Eso del libro abierto no significa

gran cosa, podía estar ahí cuandoentraron los asesinos, abierto o no, y lopusieron ahí sobre la mesa de luz, o yaestaba ahí, o vaya a saber. A mí me dijoLuchino que en esta nota ella decía sí,estoy cansada, no puedo más, algogeneral, pero nada realmente definidohablando de suicidio. Y además sabésque falsificar la caligrafía de unapersona es facilísimo. Agarrás una cartade esa persona, sacás las palabras que tesirven, las calcás y las ponés en el orden

que se te da la gana.—Pero cualquier perito puede

reconocer diferencias, formas de trazary de apoyar las líneas.

—Sí, pero ¿qué decía la nota alfinal?

—Quémenla, se supone.—Quémenla, así que ningún perito

llegaría a verla nunca.—Supongamos, pero ¿qué interés

podían tener en hacerlo? A los fiscalesles servía más llevar a tres acusadosante los tribunales que uno solo.

—Sí, Laudi y Tatangelo sí, pero lasórdenes no vinieron de ellos. Vos sabésque en Italia, como en Argentina o en

tantos otros lugares, pasan cosas queescapan al control de los aparatos delEstado, incluso si los llevan a cabomiembros de esos aparatos.

—¿Y te parece que Soledad, talcomo estaba, podía ser vista comopeligrosa para ellos?

—Seguramente estaba triste. Perotambién sabía que aun así no estabasola, porque estaban los compañeros deafuera y porque yo le escribía, le habíahecho mil promesas, yo no tenía unanovia, podría perfectamente habermeocupado de ella... la relación entrenosotros estaba creciendo incluso desdeel punto de vista sentimental, hacíamos

incluso muchas muchas afirmacionesíntimas, teníamos una comunicación muypersonal, que iba más allá de unaamistad. Y también sabía que ella teníaun rol, y era eso lo que asustaba a loscanas, a toda esa gente: que esta personano estaba deprimida, hundida en elllanto, pobre de mí, qué hago, mi vida seacabó. No, ella seguía diciendo en suscartas que quería combatir a laautoridad y que estudiaba los mediospara poder hacerlo de la forma máseficaz. Les daba miedo. No decía queestaba sola, que su vida estabaterminada, no; decía yo tengo queencontrar otro hombre con quien llevar

adelante la batalla que he empezado.Con esta gente sólo se puede hacer laguerra.

—¿Y qué rol podía haber tenido?—Eso te lo dejo imaginar a vos.

Ella siempre hablaba de montoneros,eta, sandinistas, farc. No hablaba demisericordia, flores, pajaritos, qué lindovivir libres en medio de la naturaleza.No, me preguntaba cómo se podía hacerpara ir a Colombia a aprender. Y seguíadiciendo cosas del estilo 'vos no tenésque abandonarme porque yo te tengoconfianza, sé que vos me entendés...'.Por eso no la dejaban salir de la cárcel:porque tal como era su vida habría

encontrado alguna manera de seguircombatiendo. Por eso no queríanexcarcelarla. Y entendías que era unapersona combativa, que la muerte deEdo la había golpeado pero también lahabía exaltado, la había vuelto máspeligrosa. Por eso les resultaba muyconveniente sacarla del medio... muyconveniente. Ella no hablaba de niños yanimales, no hablaba de mantras yreencarnaciones, decía que tenía queponerse en forma, tenía que aprender atirarse desde cualquier techo, aprendercantidad de cosas porque... porque hayuna guerra, porque ya no podrá haberpaz, ninguna paz. Una así les daba

miedo, no podían pensar en dejarlalibre. Por eso tenían interés en matarlay, al mismo tiempo, ver qué pasaba consu muerte, si había una escalada o todoquedaba tal como fue. Eso es lo que yocreo.

Me dijo Silvano Pelissero y no quisepreguntarle más: me dio pudor. SiSoledad se suicidó también le estabahablando a él: diciéndole que no, queseguía prefiriendo a su amor mu erto.

Yo sigo sin saber. Suelo pensar quesí, que se mató: muchos indicios apuntanen esa dirección. A menudo, durante mibúsqueda, recordé a Serguei Esenin, el

gran poeta lírico de la Rusiarevolucionaria. El 3 de octubre de 1925,a sus treinta, desorientado, desesperado,se encerró en un cuarto de hotel y secortó las venas. Con su sangre escribiósus versos del final: "Morir no es nuevoen esta vida / pero ahora vivir tampocoes nuevo".

Matarse, para Soledad, si se mató,fue nuevo: a veces pienso que fue suúltimo intento de crear. Estaba en manosde sus enemigos, había perdido su mejoramor y tenía que hacer algo con su vida.Quizás pensó que podía hacer con ella—al deshacerse de ella— el finalcorrecto de su historia. Tenía la

responsabilidad de concluir, de darlesentido a toda esa historia: la muerte,más que nada, da sentido. O, dicho de lapeor manera: para mostrar que loshabían matado tenía que morirse.

Matarse, si se mató, era una formade terminar de escribir su vida. Soledadpodría haber vuelto a la Argentina, denuevo pasear perros, intentar otrascosas: podía haber vuelto a ser unachica de tantas. O podía convertirse enun pequeño héroe que ya no tendría queencarar más elecciones. Y eligió —si laeligió— esa vía, la más difícil, la másfácil. Eligió esa vida de muerta en vezde otras. Eligió entre vivir una vida

común y pasear perros y niños ydisgustos y arrugas o convertirse en unpersonaje de tragedia. A veces tienta. Amuchos tienta. Transformarse en losiempre posible, en lo que pudo ser.Escuchar como Alberti.

Es una posibilidad. Hay otras. Detodas formas, por más intentos, por másideas y conjeturas y supuestos, elsuicidio es la forma más brutal de lapregunta: quién era yo, por qué mehiciste aquello, por qué no fuiste lo queyo quería, por qué dejaste que esto fueraasí, quién era yo, por qué. Una preguntaque queda para siempre sin respuesta,porque el suicidio es la pregunta pura,

que cierra en ella misma la expectativade cualquier respuesta. El suicidio nosdeja sin palabras: nos habla demasiado.Y quizás la mataron.

—¿Cómo te gustaría que recordarana tu hija?

Le pregunté, alguna de esas tardes, aMarta Rey de Rosas. Ahora SoledadRosas tiene una sobrinita que nuncaconoció y que se le parece tanto: suabuela, la madre de Soledad, se sueleequivocar: la llama Sole.

—Como era ella, la castañuela, elcascabel. Era realmente una maravillade persona. No sabía lo que era la

envidia; jamás mentía, por eso nosotrosen ningún momento dudamos de lascosas que nos contaba. Era tan humilde.Tengo que reconocer que era unadualidad su carácter, su estado deánimo: una geminiana. Que de unatremenda euforia pasaba a una depresióny a un llanto y a una incomprensión, quenadie la quería, que nadie lacomprendía. Pero también era unalocura de cantar, de bailar, de gritar.Irse a la Doce cada vez que jugabaBoca. Cada vez que gana Boca mepongo tan contenta, y mirá que yo no soyde Boca. Digo 'Sole debe estar haciendoun quilombo ahí arriba con cada gol'.

Son recuerdos privados. Lo que noquería Marta Rosas era que su hija setransformara en una figura pública: "Nome interesaba que Sole fuera una tumbadonde a lo mejor van los turistas sinsaber quién carajo era mi hija, nada másque a verla como 'oh, mirá, ésta era laSole que se suicidó, que se murió poramor o que se mató no sé por qué'", mehabía dicho. En la Argentina actual lasrelaciones prepolíticas —las relacionesde sangre— ocupan gran espacio en elescenario de la política; hay Madres,hay Abuelas, hay Hijos y parecen tener,por sus vínculos de sangre, el derechosobre la historia de sus muertos. Sobre

muertos que, en general, losabandonaron para buscar una vidadistinta. Por ese derecho, entre otrascosas, Soledad Rosas no tiene tumba. Ocasi.

—Nosotros pusimos su foto ahí, enla tumba de Edoardo. Para nosotros escomo si ella también estuviera ahí, conél.

Me dijo en su cabaña colgada de losmontes Paola Massari, la madre deBaleno. Fue la noche en que después medijo que no tenía ninguna seguridad deque su hijo se hubiera suicidado peroque no habían querido investigar sumuerte y que cómo podía ser que algo

así sucediera en Italia, que esas cosassólo pasaban en Chile o Argentina, no enItalia.

Pero es en Italia, en el pequeñocementerio de Brosso Canavese, dondeestá la única tumba. La hizo RenatoMassari con un tronco que su hijoEdoardo había traído del bosque.Renato tiene tiempo: el año de lasmuertes y de sus infartos le dieron elretiro anticipado. Renato es hábil conlas herramientas: lo lijó, lo pulió, lobarnizó y le talló unas letras que llenócon dorado. "Edoardo Massari", dice,"1963-1998"; "In ricordo di SoledadRosas", dice, "1974-1998". Y están sus

fotos y una cruz sin el Cristo, la cruz dela resurrección, y delante está el prado,los valles, las montañas: un mundo quedisimula su final. Y las palabras,talladas en el tronco, de un poetaitaliano: "Libertá c'era si cara... / eamor". Primero habían pensado en otra:"Anche se tutti, io no" —aun si todos, yono— pero les pareció demasiadaprovocación. Así que fue la libertad —nos era tan querida... y amor. Y elprado, los valles, las montañas, el cielotan parecido a una certeza.

"Yo dudo, yo sigo dudando", medijo, aquella vez, Marta Rosas, sumadre. "Pero tengo paciencia. Algún día

Solita y yo nos vamos a encontrar, alláarriba, y ahí me voy a enterar de laverdad. Lo que no sé es cómo voy ahacer para decírtelo a vos después..."

Me dijo y, en medio de las sombras,se rió:

—Va a ser jodido, ¿no? Vas a tenerque esperar a encontrarte con nosotrastambién...

La espera, espero, será larga. Esaserá mi última crónica, y todavía no meimagino en qué idioma intentaréescribirla. Pero está claro, hipócritalector, que ese último capítulo vas aleerlo en otra parte.

Buenos Aires-Turín, 2001-2003

QUIEROAGRADECER SU

AYUDAPARA ESTE

LIBRO:

Sobre todo a la familia Rosas:Marta, Gabriela, Luis, que me abrieronsus puertas y las de Soledad.

A Rodolfo González Arzac,periodista, que me ayudó con muchas delas entrevistas porteñas.

A Tobia Imperato, historiadoranarquista turinés, que hizo honor a suidea y me facilitó todo su material.

A Luca Bruno, Ita Primavera, MarioSkizzo, Pipero y los demás okupas deTurín, tan hospitalarios.

A Silvano Pelissero, que me recibióen su prisión campesina.

A Guillermo Piro, que me ayudó conlos vericuetos del italiano.

A Christian Ferrer, mi maestroanarquista.

A todos los que le hablaron a estelibro.