abebe bikila
Post on 10-Dec-2015
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Abebe Bikila, el etíope descalzo
El primer gran héroe africano vino de Etiopía y su gran mérito fue lograr el primer oro para
África en unos Juegos Olímpicos al ganar la maratón de Roma 1960. Descalzo y con récord del
mundo incluido, Bikila demostró que el continente negro estaba capacitado para ponerse a la
altura de occidente. Abebe Bikila nació en un pequeño pueblo de Etiopía, era hijo de un humilde pastor de cabras y
no aprendió a leer hasta los 14 años. A los 20, se
alistó a la Guardia Imperial de Haile SelassieI,
como tantos otros jóvenes etíopes que buscaban
un sustento. Hasta entonces, el joven Abebe sólo
había corrido de forma esporádica, pero el día que
vio desfilar a los atletas del equipo nacional que
habían participado en los Juegos
Olímpicos Melbourne 1956, con las camisetas con
la palabra Etiopía escrita a la espalda, supo
cuál iba a ser su destino.
Así comenzó su andadura como atleta. Poco a poco comenzó a ganar diversas pruebas de
fondo y batiendo récords en el campeonato de las Fuerzas Armadas, entre ellas la maratón. Sin
embargo, pese a su cierto reconocimiento, fuera de Etiopía no le conocía nadie y no fue
seleccionado para participar en los Juegos de Roma. Pero la fractura de un pie jugando al
fútbol de uno de los miembros del equipo de maratón permitió su inclusión. Y no desaprovechó
el regalo que le hicieron.
Bikila pasó a la historia el 10 del septiembre de 1960. Aquél día un etíope desconocido empezó
la maratón descalzo. Las zapatillas que le dieron para correr, unas Adidas (patrocinador
olímpico) no le resultaban cómodas. Aunque él se encargaría de darle un toque heroico al final
de la prueba. “Quería que el mundo supiera que mi país, Etiopía, ha ganado siempre con
determinación y heroísmo”, dijo.
El mundo se quedó impresionado viendo a un atleta correr descalzo al tiempo que pensaban
que así no iba a llegar a ninguna parte. Pero lo cierto
es que llegó muy lejos. Bikila se destacó muy pronto
sobre el empedrado romano y junto con el marroquí
Rhadi Ben Abdesselam, el gran favorito, llegaron
hasta los últimos 3 kilómetros. Cuando ambos
pasaron junto al obelisco de Axum, Abebe apretó
para llegar solo a la meta estableciendo una nueva
plusmarca mundial de 2h:15:16. Bajo el arco
de Constantino, Bikila puso a Italia a sus pies.
Cuatro años más tarde, esta vez con zapatillas, volvió a ganar el oro en Tokio batiendo de
nuevo el récord del mundo con 2h:12:11. Se convertía en el primer atleta en revalidar el título
olímpico de maratón. Y de nuevo lo logró de forma heroica e impresionante, porque sólo seis
semanas antes había sido operado de apendicitis, lo que afectó a su programa de
entrenamiento. Bikila rompió todos los esquemas. No sólo ganó, sino que acabó tan entero que
esperó a sus rivales haciendo una tabla de gimnasia.
En los Juegos Olímpicos de México 1968, Bikila, ya con 36 años, no pudo hacer triplete por
culpa de unas molestias en su rodilla y, sobre todo, porque padeció el mal de altura, lo que le
obligó a retirarse en el kilómetro 17. Esa fue su última participación olímpica y la última vez que
se le vio correr.
Al año siguiente, Abebe sufrió un accidente de coche (con el Volkswagen que le había regalado
el Gobierno por su victoria en Tokio) al intentar esquivar a un grupo de estudiantes en una
manifestación. Quedó parapléjico para siempre, algo que aceptó con la misma entereza que
cuando obtuvo la gloria. “Los hombres de éxito conocen la tragedia. Fue la voluntad de
Dios que ganase en los Juegos Olímpicos, y fue la voluntad de Dios que tuviera mi
accidente. Acepto esas victorias y acepto esta tragedia. Tengo que aceptar ambas
circunstancias como hechos de la vida y vivir feliz”, dijo entonces.
Fue invitado a los Juegos de Múnich, donde impresionó
ver en silla de ruedas al que había sido paradigma de la
zancada. La ovación fue atronadora en todo el estadio
olímpico. Un año después fallecía como consecuencia de
una hemorragia cerebral producto de secuelas del
accidente. En su país, más de 65.000 personas y con el
emperador Haile Selassie I presente, despidieron a su
héroe.
Prácticamente hasta su portentosa actuación en Roma 1960, el continente negro no era nada
en los Juegos Olímpicos. Bikila fue una inspiración para las siguientes generaciones. Desde
entonces, los africanos han ido aumentando su poder en las carreras de fondo, siendo los
auténticos dominadores mundiales. Su compatriota, Haile Gebrsselasie, otro de los grandes
fondistas de la historia, lo resumió en su día de esta manera: “Bikila hizo que nosotros, los
africanos pensáramos: Mira, él es uno de nosotros, si él puede hacerlo, nosotros
podemos hacer lo mismo”. El corredor descalzo sigue corriendo en las mentes de los
africanos.
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