américa latina: militares · el dilema del estado costarricense: seguridad nacional o soberanÍa...
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Dirk KruijtEdelberto Torres-Rivas
Coordinadores
AméricaLatina:
militares ysociedad-I
355.03A49a América Latina: militares y sociedad / coord.
Dirk Kru ijt , Edelberto Torres-Rivas. --1. ed.-San José: FLACSO, 1991.
2 v.
258 p.
[SBN 9977-68-024-8 Obra CompletaISBN 9977-68-025-6 Volumen 1
1. Militarismo-América Latina. 1. Kruijt , Dirk.11. Torres-Rivas, Edelberto. 111. Titulo.
Editor:Sebastián Vaquerano
Procesamiento del texto:Raúl Figueroa Sarti
Esta publicación se hace con la colaboración financieradel gobierno de Holanda
o Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales· FLACSO
Primera edición: Diciembre de 1991Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales - li'LACSO
Secretaria General. Apartado 5429. San José, Costa Rica
ÍNDICE
Tomo 1
PRESENTACIÓN
Edelberto Torres-Rivas y Dirk Kruijt
PRIMERA PARTE:INTERVENCIONES MILITARES Y SEGURIDAD
LA SOCIOLOGÍA DE LA INTERVENCIÓNMILITAR EN LA POLÍTICALATINOAMERICANA
Kees Koonings
LA PROBLEMÁTICADE SEGURIDAD EN CENTROAMÉRICA
Gabriel Aguilera
SEGUNDA PARTE: CASOS EN CENTROAMÉRICA
HONDURAS: LA TRANSICIÓNDE LA SEGURIDAD A LA DEMOCRACIA
Leticia Salomón
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EL SALVADOR: LA SUBORDINACIÓNDEL PODER MILITAR AL PODER CIVIL
Mariano Castro Morán 119
EL DILEMA DEL ESTADO COSTARRICENSE:SEGURIDAD NACIONAL O SOBERANÍA
Mercedes Muñoz Guillén y Rodia Romero 147
GUATEMALA: LOS MILITARES Y LA TESISDE ESTABILIDAD NACIONAL
J ennifer Schirmer 183
PANAMÁ: LA TRANSICIÓN ABRUPTAAL PODER CIVIL
Mark B. Rosenberg 221
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Segunda Parte
CASOS EN CENTROAMÉRICA
HONDURAS: LA TRANSICIÓNDE LA SEGURIDAD A LA
DEMOCRACIA
Leticia Salomón
Reflexionar sobre el significado político-militardel tránsito de una sociedad cuyo sistema político seencontraba fuertemente sesgado por la política deseguridad a otra» cuyo eje central es la democracia»exige una previa ubicación en términos de contextoy en términos de precisión conceptual. Se vuelvenecesario insertar a Honduras en el contexto regional de la década de los ochentas, precisar los términos de las relaciones entre civiles y militares» yrescatar el papel de las Fuerzas Armadas Hondure
ñ as en una década de enorme impulso internacionala su función geopolítica. Para lograrlo es oportunoprecisar que el término seguridad» tal como fue considerado» trasciende los límites geográficos e in volucra un fuerte componente ideológico, referido a ladefensa del sistema occiden tal, como se con templaen la doctrina de la Seguridad Nacional. Es con veniente destacar que muy ligado a este concepto deseguridad se encuen tra un concepto de democracia»de fuerte con tenido geopolítico» que circunscribe toda actividad, estatal o privada, en términos de su
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adhesión o no al sistema hemisférico, occiden tal ycristiano.
En el contexto anterior, la reaparición de losciviles en la conducción burocrático-administrativadel Estado al inicio de los ochentas -Roberto SuazoCórdova (1982-1986) y José Azcona Hoyo (19861990)- significó una afirmación de la democracia entanto tránsito de un régimen conducido por militares a otro dirigido por civiles, y una reafirmación dela misma en tanto defensores expresos del referidosistema occidental. En estas circunstancias y contal tipo de concepciones) se producía una extrafiasimbiosis en la cual seguridad y democracia aparecían plenamente identificadas y con vertidas en elsubstrato del discurso ideológico que impregnó elsistema político durante toda la década. Esta tradicional, débil y restringida concepción de la democracia, en un contexto regional desfavorable a otrotipo de acepciones de contenido más profundo, intensificó la tradicional subordinación de los políticos civiles a los militares y permitió el salto a unasubordinación mayor, la de los in tereses nacionalesa los intereses supranacionales, valga decir a losintereses geopolíticos de los Estados Unidos. De esta manera, las instituciones castrenses refuerzan supapel protagónico en el sistema político hondureñoy ponen en evidencia la fragilidad de las estructurasinstitucionales civiles y su incapacidad para enfrentar con éxito la amenaza subversiva que diera formay contenido a casi toda su intervención en el sistemapolí tico hond urefio.
En este contexto, la crisis centroamericana anivel regional, y las últimas manifestaciones de laguerra fría a nivel internacional, se convirtieron enlos impulsadores de una concepción de la seguridadque hizo de las Fuerzas Armadas interlocutores válidos y directos -sin mediaciones políticas de ningún
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tipo- de los Estados Unidos, en el desarrollo de suestrategia militar hacia la región centroamericana;en estas circunstancias las variaciones del sistemapolítico y de lo que pudiera denominarse la estrategia interna de los cuerpos armados, estarían endependencia directa de las variaciones del con textoexterno, lo que pondría en evidencia su incapacidadpara articular políticas emergentes que le obligarana redefinir sus funciones hacia el ámbito regional,nacional e institucional, ante la eventualidad de uncambio drástico de los componentes del contexto.En consecuencia, la distensión acelerada entre losEstados U nidos y la Unión Soviética, evidenciada enlos cambios drásticos de lo que se denominara elbloque socialista, al finalizar la década de los ochentas, sumado al giro experimentado por la crisis centroamericana con la derrota electoral de los sandinistas a principios de 1990, se con vierten en eldetonante que pone fin al substrato ideológico deldiscurso castrense y obligan a transitar por la víade una democratización más amplia que tiene comopostulado fundamental la conclusión de la seguridad como eje del sistema político.
Es en este lapso que se inserta la transición quemotiva nuestro proceso reflexivo. No se refiere solamente al paso de un eje articulador a otro, sinotambién al paso de una década a otra y, curiosamente, a la sustitución de un gobierno de filiación Liberal (partidaria) a otro de susten tación Nacional(conservadora). Nuestra preocupación se centra enel análisis de tres elementos cuya articulación nospermitirá captar no sólo las dificultades de la transición sino también los condicionan tes que harán dela misma un proceso fácil o difícil. Me refiero a lasociedad civil, el Poder y el sistema político.
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LA DÉCADA DE LA SEGURIDAD
La década de los ochentas nos presenta un panorama muy negativo en términos de la situación deun conjunto de elementos que definirán la marcadatendencia de la década a privilegiar el aspecto militar (estratégico) por encima del elemento civil. Ladécada se inicia con un protagonismo sumamentedesgastado de las Fuerzas Armadas, un turbulentorégimen militar de más de siete años en el cualconfluyeron desde el reformismo inicial del GeneralOswaldo López Arellano (1972-1975), hasta la gradual contrarreforma del General Juan Alberto Melgar Castro (1975-1978); desde los últimos vestigiosde caudillismo castrense hasta la constitución delconflictivo Consejo Superior de las Fuerzas Armadas ' (1975) y desde la constitución de una beligerante base de apoyo entre sindicalistas, campesinos yempresarios, hasta la consolidación de una políticaexcluyente que cerraba la apertura política iniciadapor el reformismo.
Los partidos políticos, tradicionales instrumentos de mediación, no habían podido superar el descalabro producido por el experimento de unidadnacional impulsado en los inicios de los setentas.Lucían anquilosados, repetían los mismo viejos discursos e insistían, por inercia, en un retorno a laconstitucionalidad que les permitiera recuperar elusufructo del poder. Los resultados del proceso electoral que culminó en 1980 y que favoreció al partidoLiberal, fue más un voto de rechazo popular al régimen que concluía y al partido político con el cual se
1. Cuerpo colegiado de las Fuerzas Armadas, constituido en laactualidad por sesenta oficiales y que funciona como par lamento en materia de decisiones poUticas que competen a lainstitución y el pa ís ,
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identificaba, que un voto de confianza al partidoganador. El proceso de democratización que se iniciaba con el cambio de actores -civiles por militares- en la conducción burocrático-administrativadel Estado, no supuso pérdida de la hegemonía castrense en el in terior del sistema político. Al con trarío, s u posición se vio fortalecida por un con tex toregional favorable que redujo la participación de lospolíticos civiles a niveles estrictos de formalidad.En esta década destacan por su importancia los niveles de segregación y autonomía de las FuerzasArmadas, que reforzaron su corporativismo en losmomentos de mayor agudización de la crisiscentroamericana.
En este contexto, los partidos políticos limitadospor las circunstancias al ejercicio del poder formal,se resignaron a respetar los límites impuestos porla seguridad y se recluyeron en los escasos márgenesde maniobra que les permitía el sistema, reduciendomucho más el escaso poder del que disponían. Laseguridad suponía la irrelevancia del sistema departidos en lo referente al manejo del poder político,pese a que el retorno a la constitucionalidad forzabasu entrada al escenario político. De esta manera seprodujo una delimitación de espacios de influenciaen la que los políticos civiles se limitaron al manejointerno de la crisis y a cierto manejo diplomático desu impacto en las relaciones internacionales, entanto las Fuerzas Armadas se dedicaron al manejomilitar, obviando la mediación política, establecidaen la Constitución. Esta situación no dejó de producir ciertas contradicciones, motivadas por la bipolaridad en la toma de decisiones y profundizó muchomás la tradicional autonomía de la institucióncastrense.
La década de los ochentas presentó también unasociedad civil muy débil y desarticulada que sólo dio
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señales de recuperación al finalizar la misma. Labeligerancia que presentaron las organizacionessindicales y campesinas en la década del reformismose vio sustancialmente disminuida por la implantación de la doctrina de la Seguridad N acional en laprimera mitad de la década. De esta manera, unapolítica excluyente y represiva en lo interno se sumaba a una política ideologizada y subordinada enlo externo. Únicamente el sector más conservadorde la empresa privada intentó insertarse en el proyecto de seguridad articulando sus intereses con losplanteamientos neoliberales en boga en otros paísesde América Latina.
La debilidad de la sociedad civil y la desorganización del sistema político fueron determinantes enla acelerada autonomización de las Fuerzas Armadas, elevadas al rango de interlocutor directo porlos requerimientos internacionales en materia deseguridad. No obstante, cambios al interior de loscuerpos castrenses, motivados por una mezcla deinconformidad con el manejo de la seguridad y conflictivos intereses promocionales, produjeron un giro, limitado pero creciente, en el plano interno ypretendieron corporatizar el vínculo directo con losEstados Unidos minimizando, hasta ese momento,el dinámico papel de la Jefatura de las Fuerzas Armadas. El relativo ablandamiento del frente internode la seguridad, sentó las bases de una reactivaciónde la sociedad civil que sumó a su descontento político el descontento social motivado por el deteriorode sus niveles de vida. La cuestión social había sidocontenida artificialmente por la crisis centroamericana, concretamente por la inyección de divisas recibida en momentos de grave deterioro de la crisiseconómica.
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LOS HECHOS QUE MARCARONLA TRANSICIÓN
La década de los ochentas impregnó al sistemapolítico hondurefio con un fuerte componente ideológico. El establecimiento de la seguridad como ejefundamental del sistema, militarizó la percepciónglobal del conflicto y lo insertó en un contexto internacional en el cual los intereses nacionales aparecían totalmen te minimizados. De esta manera lacrisis centroamericana se convierte en el fenómenopolítico-militar ideal para poner en práctica la percepción del enemigo internalizada en las FuerzasArmadas por la lógica del entrenamiento militar ypor la socialización de la doctrina de la SeguridadN acional. Era fácil la ubicación del enemigo conesta visión y con la manipulación de la versión militarizada de la democracia. El enemigo se identificaría con todo lo que se opusiera a la perpetuación delsistema hemisférico y con todos los que se atrevieran a cuestionar o a tratar de alterar el orden internacional de distribución de las zonas de influencia.En este contexto el discurso castrense construidocon precisión desde los años sesentas y reproducidopor los centros de enseñanza militar, tuvo en lacrisis centroamericana la oportunidad ideal pararealizarse en forma plena, proyectando internacionalmente lo que solamente en forma esporádica habían logrado proyectar en el plano in terno. Eranatural que esta concepción geopolítica fuera particularmente sensible a las variaciones internacionales y a las modificaciones de la estrategia de defensahemisférica sostenida por los Estados Unidos. Cualquier cambio, por pequefio que fuera, podría alterarsustancialmente no sólo la percepción coyuntural dela crisis regional, sino también el rol institucionalde los cuerpos armados en la sociedad hondureña.
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Yeso fue lo que sucedió. Los acelerados cambiosen los países que conformaron lo que se llamó elbloque socialista y los sustanciales cambios acontecidos en el Estado y la sociedad soviéticos, sentaron las bases de la distensión y dejaron sin razón deser a la guerra fría que enfrentara a los EstadosUnidos con la Unión Soviética y que hiciera de éstael principal enemigo del sistema hemisférico occidental. Estos hechos alteraron sustancialmente lasbases en las que se había sustentado la formaciónprofesional de las Fuerzas Armadas a nivel continen tal, provocando una situación de descon trol yanarquía congruente con el impacto ideológico provocado por los cambios, dejándolas sin discurso ypoco faltaba para que se quedaran también sin enemigo. El sustancial giro experimentado por la crisiscentroamericana con la derrota de los sandinistasen los inicios de la nueva década hicieron desaparecer el espectro del enemigo ideológico, identificadocoyunturalmente y por obra de la seguridad con elenemigo geográfico. El impacto sobre la estructuracastrense tenía que ser contundente. Y no era paramenos, se resquebrajaba lo que había sido la piedraangular de su formación profesional durante casitrein ta años y se derrumbaba el enemigo que le dabasentido a su existencia institucional desde que decidieron dejar de lado la función primordial con la quehabían surgido.
Por su parte, el sistema político que había sidoreducido a su condición de cómplice subordinado dela seguridad, experimenta una cierta revitalizaciónal finalizar la década de los ochentas, motivada porel proceso electoral que concluiría en noviembre de1989 y que abriría paso a las expectativas de cambioen materia económica y social. El cambio políticoera percibido como una necesidad dentro de la alternancia que suponía el proceso de democratiza ..
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ción. Es decir que las expectativas de cambio eranasociadas prioritariamente a la necesidad de sustituir un partido político por otro en la conducciónburocrático-administrativa del Estado. El partidoLiberal se había desgastado en los dos gobiernos quecaracterizaron la década. Su otrora papel cuestionador de las fuerzas castrenses en el sistema político,se transformaba en un papel de subordinación, matizado por una buena dosis de pragmatismo. En estas circunstancias emerge el conservador PartidoNacional, base de sustentación política de los militares en el ejercicio del poder, obligado por lascircunstancias a desempeñar un papel fundamen talen la transición que nos ocupa, sin que exista en suslíderes la menor disposición por enfrentar los retosque supone reformular el poder político. El nuevogobierno civil que inicia su gestión en enero de1990, se inserta en la dinámica del proyecto neoliberal y se ve obligado por los organismos financierosin ternacionales a realizar un programa de ajusteestructural de la economía, lo cual implica, entreotras cosas, un recorte presupuestario en todas susdependencias, incluido el Ministerio de Defensa, y
un necesario como urgente proceso de reformas estatales en el que se ubica a las Fuerzas Armadascomo uno de sus aparatos fundamentales.
Con estos elemen tos se inicia la transición de laseguridad a la democracia, en circunstancias en quela primera continúa internalizada en civiles y militares, pese a la desaparición de las circunstanciasinternacionales y regionales que le dieron fundamento; y la segunda no ha logrado superar las limitaciones ideológicas que le impiden convertirse enel gran proyecto de esta década, pese a los notablesavances en materia de apertura de espacios.
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LOS RETOS DE LA TRANSICIÓN
La transición de la seguridad a la democraciapasa necesariamente por la supremacía de la i nstitucionalidad civil sobre la institución castrense.Ello obliga a realizar un conjunto de cambios queinvolucra a civiles y militares y sus relaciones conel sistema político y la sociedad civil. Lo anterior sevuelve muy difícil en una sociedad de fuerte tradición militarista en la que la institución castrenseguarda para sí una fuerte cuota de poder político yuna vasta red de influencias que penetra en la sociedad civil y llega hasta el sistema político. El poderpolítico que alcanzan los cuerpos castrenses radicaen su alto y creciente grado de autonomía, conseguido en forma crecien te desde que se crea la J efatura de las Fuerzas Armadas en la Constitución de1957, y sustentado en un proceso corporativo conflictual que en la actualidad tiende a resquebrajarse. Dicho poder se sustenta también en la debilidaddel sistema político y en la falta de dinamismo de lasociedad civil. En la medida en que se altere lanaturaleza de estos elementos y en la proporción enque el contexto internacional favorezca la velocidadde estos cambios, los retos que plantea la transición, se definirán favorablemente hacia la democracia en su sentido más amplio y participativo.Analicemos los retos más importantes que planteala transición para la presente década.
Desmili tarizac iondel sistema pol ttico
El sistema político hondureño, concebido comoconjunto de fuerzas sociales que devienen fuerzas
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políticas, es decir, como grupos, clases o fraccionescon posibilidades reales de acceso al poder, presen tauna crisis de hegemonía que se ha intentado resolver por la vía de las reformas o por la vía de larepresión. La imposibilidad de solucionar en formadefinitiva esta crisis, nos remite a la existencia defuerzas que aún no logran definir los límites de lahegemonía y, mucho menos, a establecer sus intereses como hegemónicos dentro del sistema político.En estas circunstancias las Fuerzas Armadas, conlas ventajas que les da la cohesión interna, imponensu hegemonía y se adjudican un poder arbitral en lasolución de conflictos que atañen directamente a lasfuerzas del sistema político, e inclusive, a las fuerzas de la sociedad civil. En este aspecto, la transición debe concluir el ciclo de desmilitarizaciónque se inició en el gobierno sustituyendo los militares por los civiles en la conducción políticoadministrativa del Estado, y debiendo llegar hastael sistema político para superar la formalidad delproceso que se limitó a desmilitarizar el gobierno,manteniendo la militarización del sistema político(Rouquié, 1984: 415). La supremacía militar en elseno del sistema político, en tanto maneja los hilosdel poder y capitaliza las debilidades de las fuerzaspolíticas, se convierte en un factor desestabilizadordel proceso de transición y nos remite a las esferasdel poder en cuyo seno se debe realizar una redistribución que defina los límites que competen a cadafuerza.
Redefinici6n de las relacionesfuerzas armadas-sociedad civil
Las Fuerzas Armadas han establecido relacionessumamente conflictivas con la sociedad civil, basa-
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das en identificar a un enemigo en toda forma organizativa de la sociedad que trate de reivindicar susderechos más elementales. De esta manera organizaciones de obreros, campesinos, sectores medios,mujeres e iglesias han sido víctimas de una políticaexcluyente que les consideraba como una amenazaa la estabilidad social. Dicha situación ha sido unanorma en las fuerzas castrenses, salvo en el interregno reformista de 1972-1977, en el cual se produjo un acercamiento institucional entre éstas yorganizaciones empresariales ante organizacionessindicales y campesinas. La exclusión adquirió matices de violencia con la doctrina de la SeguridadNacional, sín tomas moderados en la época posteriory curiosos signos neutrales en la actualidad. El elemento más sensible de este tema es el que se refierea la violación de los derechos humanos, hecho quese impuso en forma sistemática en la época de augede la doctrina de la Seguridad Nacional pero quecontinuó hasta la actualidad, aunque en forma másesporádica. Este elemento se constituye en una delas lacras legadas por la década de la seguridad y enun elemento incómodo en la transición en tantosigue sin resolverse el problema de los desaparecidos y el problema de la responsabilidad ante losexcesos de la llamada guerra sucia. Es indudableque el contexto internacional y las hipótesis de guerra que de él emanaban, fueron determinan tes en lapercepción que las Fuerzas Armadas han tenido dela sociedad civil (Bustamante, 1990: 43). De ahí lapreponderancia adquirida por las fuerzas policiales,encargadas de neutralizar al enemigo que tendía aidentificarse con la sociedad civil. Estas fuerzastecnificaron la represión en la época de la seguridadpero no profesionalizaron su función al grado derepresentar numerosos excesos que venían a confirmar la regla de la exclusión.
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Un elemento importante que marcará en formadefinitiva al proceso de transición se refiere al énfasis que en este aspecto están realizando los Estados Unidos al redefinir su política hacia una regióncada vez menos conflictiva, desde la óptica geopolítica. Resulta interesante observar los esfuerzos querealizan las Fuerzas Armadas por man tener unaimagen a tono con las nuevas exigencias del contexto internacional y los momentos incómodos a los quese enfrentan cuando America's Watch y AmnistíaIn ternacional denuncian, como lo hicieron recien temente, que en Honduras todavía se violan los derechos humanos. Denuncias como éstas resultan muyembarazosas cuando se están redefiniendo las reglas del juego en materia de asistencia militar norteamericana y se hacen esfuerzos verdaderamentenotables por insertarse como ganadores en los profundos cambios del contexto internacional. En estascircunstancias no sería extraño observar, en la transición, un nuevo acercamiento institucional de lasfuerzas castrenses hacia la sociedad civil, tratandode capitalizar una relación que podría resultar provechosa desde la óptica de la negociación o desde laperspectiva de la legitimidad. Las posibilidades sevuelven más reales si consideramos el recelo castrense hacia el sistema de partidos políticos que deantemano es excluido del listado de mediadores confiables. Es interesante observar, además, la tendencia a descartar medidas represivas como funciónnatural de las Fuerzas Armadas y la propensión arechazar pedidos que en ese sen tido emanan de losempresarios y del partido gobernante.
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Replanteamientode la {unción militar
Los cambios experimentados por el contexto internacional obligan a las instituciones armadas aredefinir una estrategia de inserción en el Estado yen la sociedad y a replan tearse cuál es la finalidadde su función y, más específicamente, cuál es el rolque están llamadas a desempeñar en el nuevo ordenimpuesto por ese contexto. Para ello es preciso empezar por reconceptualizar la seguridad adjudicándole una connotación más nacional que supere losinconvenientes de la supranacionalidad implícitosen la acepción geopolítica de la misma. Se vuelvenecesario rescatar la función inicial de la institución castrense referida a la defensa de la soberaníae integridad territoriales, gravemente deterioradapor la deformación ideológica al priorizar las amenazas. En este sentido, la transición exige un replanteamiento de su papel como "constructores dela Nación", al estilo del concepto norteamericano(Nat ion Building), diseñado para enfrentar la amenaza comunista a nivel continental y concebido parasustituir la supuesta debilidad o incapacidad de losciviles no sólo para enfrentar al comunismo sinotambién para construir el poder nacional (Tapia,1980: 27). El desarrollo de la acción cívico- mili tar,de dudosa efectividad en otra época y otras circunstancias, luce en la actualidad extemporánea y desfasada para lograr BUS objetivos iniciales. Se vuelvenecesario revisar viejos conceptos, dotarlos de contenidos nuevos y ajustarlos al nuevo orden que hoyenfrentamos.
Es necesario transformar esa imagen maniqueade las Fuerzas Armadas por encima de la sociedad,monopolizando la idea de nación y disponiendo ar-
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bitrariamente las cuotas de la protección o de laexclusión institucional a los diferentes grupos de lasociedad civil. Es importante revisar las actividadestradicionales que justificaban la presencia de lasFuerzas Armadas, y redimensionarlas en la transición; el terrorismo, por ejemplo, que no es descartable en una situación de crisis o de resistenciademencial ante los cambios del contexto; el tráficode armas, utilizado como argumento convincente enla década de la seguridad, que va perdiendo su validez en la medida que las instituciones militareshondureñas establecen acuerdos con los sandinist as, in teresados ahora en estrechar vínculos. N uevos temas van apareciendo en la agenda de latransición. Sus motivaciones lucen un tanto forzadas por las circunstancias internacionales, másconcretamente por las prioridades que los EstadosUnidos están estableciendo en su nueva estrategia.El discurso ecológico se pone a la orden del día; laprotección al medio ambiente y Ia creación de batallones verdes lucen todavía como anzuelos en lapesca de oportunidades existenciales y económicas.El narcotráfico, espinoso tema que toca importantes resortes de la sociedad y del Estado, obliga alrediseño de una política de enfrentamiento que nolesione el principio irreductible de la soberanía.
Superada la hipótesis de guerra, los cuerpos castrenses tienen que prepararse para la paz. Esto implica transformar la academia militar que ahoratiene otras prioridades, orientadas a internalizar lamagnitud de los cambios internacionales y su impacto en la conformación de una nueva imagen del mundo, del área y de la nación. El replanteamiento de lafunción militar y el consecuente rescate del rol primario se enfrentará -de hecho ya lo está haciendoa un problema que atañe directamente a tres paísesdel área y que podría constituir un nuevo concepto
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de la crISIS centroamericana, esta vez sin motivación geopolítica y sin mediaciones ideológicas, tal esel caso del Golfo de Fonseca. Actualmente se estádiscutiendo en la Corte Interamericana de Justiciaun problema de límites fronterizos y marítimos entre Honduras y El Salvador que involucra a Nicaragua en lo que respecta a los derechos sobre esasaguas que, a su vez, permiten la salida al OcéanoPacífico con derechos sobre la plataforma marítima.La imposibilidad de un acuerdo entre los países involucrados podría desatar un enfrentamiento bélicoque vendría a poner en precario la intención de losEstados Unidos de pacificar el área. Las presionespor esta vía ya se están haciendo sentir y no seríacasual una resolución de la disputa por la vía delacuerdo entre militares y no entre civiles. De todasmaneras con viene recordar que la razón de ser detodo cuerpo militar es prepararse para enfrentaruna guerra externa y éste podría ser el medio eficazpara replantear una hipótesis de guerra y generarun consenso que legitime su presencia como fuerzapolítica en la sociedad.
Fortalecimientodel profesionalismo
El proceso de segregación de la sociedad civil, haconducido a las Fuerzas Armadas hondureñas a fortalecer un espíritu de cuerpo que les ha encerradoen sí mismas, fortaleciendo tendencias autárquicasque les volvieron autosuficientes con respecto a lasociedad civil. El grado de profesionalismo, muyligado a la tendencia creciente a la corporatización,se fue incrementando en el terreno de la formaciónmilitar y en la perspectiva de la formación civil. Supercepción del papel, que desempeñaban en la socie-
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dad, les impedía definir con claridad los límites profesionales, preparándose también para asumir ladirección burocrático-administrativa del Estado,cuando la incapacidad civil y las circunstancias lorequirieran. La inserción de militares en la Universidad en la década de los setentas cumplía, ademásde las clásicas funciones de in teligencia, un propósito de insertarse en el ámbito estrictamente civilde la conducción del Estado. La cantidad de oficiales que se forman en Economía, Derecho, Administración de Empresas, Administración Pública,Ingeniería, etc. se está constituyendo en un verdadero obstáculo a la disciplina cuando tienen queacatar órdenes de otros oficiales que no tienen formación civil. El problema fundamen tal radica en lodisperso de su formación y en la falta de una perspectiva clara acerca de sus relaciones con el Estadoy la sociedad. En estas circunstancias se vuelve necesario que, en la transición, las Fuerzas Armadasrecuperen y fortalezcan su rol militar-profesional,despolitizando su función y rescatando los viejosprincipios de subordinación y respeto a la an tigüedad y a la jerarquía. Lo anterior es particularmenteimportante ante la inestabilidad que provocan lasconstantes pugnas personales, disfrazadas de pugnas promocionales, en el interior del Consejo Superior que, en veloz carrera hacia el poder, estándesestabilizando la institución, a tal extremo, queen los últimos siete años los cuerpos armados hantenido cinco jefes.
Es indudable que éste es un problema que debeser abordado en la transición. Un cargo que desdefue creado ha ido concentrando tal nivel de poderque constituye la variante militar de la presidenciacivil y que se enfrenta a ésta y a la sociedad enigualdad o superioridad de condiciones, tiene queatraer las aspiraciones de oficiales que, en una se-
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cuencia de alianzas maquiavélicas, obligan a cadaelegido a realizar alianzas catastróficas o a impulsar procesos de depuración que expulsan a oficialesque pudieran desempeñar una función militar eficiente pero que, coyunturalmente, se convierten enuna amenaza golpista, real o potencial. Dicho fenómeno cobra vigencia en la actualidad cuando seacerca la hora cero" a partir de la cual cualquieroficial que acceda a la Jefatura de las Fuerzas Armadas puede terminar el período actual y tener derecho a ser reelecto constitucionalmente. Ante estaevidencia de inestabilidad de la institución castrense, con negras perspectivas para profesionalizar lafunción militar y con potenciales amenazas para lasociedad civil, se vuelve necesario poner en la agenda de la transición suprimir el referido cargo y sustituirlo por el mismo Consejo Superior, en el planomilitar, y por el Ministerio de Defensa, en el planocivil. La notoriedad que este cargo ha adquiridoúltimamente, conduce a percibirlo como un cuartopoder del Estado, al cual se subordinan, gustosamente resignados, los verdaderos poderes del Estado. En estas circunstancias, la democracia que sequiere construir no pasará de ser una frágil y absurda caricatura.
Redefin icián de la autonomía
El tema de la autonomía militar se vuelve extremadamente sensible en el abordaje de las relaciones
2. Se refiere a que en el próximo mes de julio de 1991, se cumplela mitad del período constitucional para el cual fue electo elanterior J efe de las Fuerzas Armadas. El actual jerarca cas..trense fue nombrado para concluir el periodo de tres años yconstitucionalmente no puede reelegirse.
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civiles-militares, en el marco de la transición. Esnatural que una inat i tuci ón , acostumbrada al uso ydisfrute del poder, se resista a que sus privilegiossean restringidos y sus espacios de acción, in vadidos. En el caso de las Fuerzas Armadas hondurefias,la autonomía, directamente vinculada a la corporatización, alcanzó su expresión más alta en la época de implantación de la doctrina de la SeguridadNacional basándose en una ideología corporativaque la moldeaba y en un nivel técnico-profesionalalto que daba forma a su segregación institucional(Varas) 1988: 23). Las fuerzas Armadas poseyeronestas características mientras duró el proceso expansivo de la mencionada doctrina. Su gradual desplazamiento en la misma década de la seguridad ylas consecutivas pugnas promocionales, han debilitado sustancialmente su corporatización y puestoen precario los basamentos de su autonomía. Laprecariedad de este fenómeno ha estado en consonancia con el debilitamiento del contexto y la consecuente reducción de la segregación. Pese a lasafirmaciones oficiales, la autonomía castrense nosremite a subordinar la institucionalidad civil y areducir la capacidad de control sobre la instituciónmilitar. Dicha autonomía se traduce en una delimitación de espacios que sefiala hasta donde puedellegar la competencia civil, en materia militar, entanto la desmilitarización del sistema político debeestablecer hasta donde puede llegar la competenciamilitar, en materia política. El problema de la autonomía en la transición se reduce al establecimiento de una clara definición de espacios para impedirla trascendencia de límites por parte de los militares y facilitar control, por parte de los civiles. Setrata entonces de que los castrenses conserven suautonomía administrativa pero que reduzcan, aceleradamen te, su autonomía política, como paso pre-
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vio al establecimiento definitivo del control civil.Para lograrlo es importante apoyar e impulsar políticas de contención, y en el mejor de los casos, reducir la autonomía. Es importante, también, el apoyoa políticas emanadas en ese sentido por la nuevaestrategia de los Estados Unidos y el estímulo deiniciativas civiles en el Congreso, para el establecimiento de límites: reducir el presupuesto, eliminarpostas m ilttares, reformular el servicio militar obligatorio, reducir el tamaño de la institución, etc. Laredefinición de la autonomía debe estar orientada adevolver a la institucionalidad civil la competenciapara decidir en su propio espacio, el cual le ha sidoarrebatado, con su consentimiento o sin él, generalmente sin él. En consecuencia, no se trata de atacara la institución castrense, sino de rescatar la institucionalidad civil, en el marco de constituir unaverdadera democracia.
Creaci6n de unacultura democrática
Transitar de la seguridad a la democracia supone una radical transformación ideológica que perciba el entorno social y político de una maneradiferente. Este no es un problema estrictamentemilitar, pese a que ellos son los primeros que tienenque transformar su cosmovisión, sino que trasciende sus límites e involucra a toda la sociedad. Laconstrucción cultural de la democracia supone eliminar prejuicios, suspicacias, recelos y prejuicios detipo político-ideológico y refundar nuevas categorías de análisis para interpretar los fenómenos políticos y sociales de nuestra realidad. En el caso quenos ocupa, la militarización del sistema político pu-
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do realizarse únicamen te sobre una base consensualde apoyo que suponía el consentimiento, la debilidad y la complicidad del subordinado, en este caso,los civiles. En este contexto, la cultura imperanteen el sistema político y en algunos sectores de lasociedad civil ha tenido un marcado sello autoritario que les ha llevado a in terpretar la realidad deuna manera simplista y maniquea. La percepción dela sociedad como lugar de enfrentamiento entre buenos y malos, entre los que apoyan al sistema hemisférico y los que lo atacan, entre demócratas ysubversivos, legitimaba la militarización del sistema político y reducía a nivel de enemigo a todo aquelque postulara la idea de una cultura verdaderamente democrática.
En un proceso de expulsión de la seguridad comoeje del sistema político, debe perfilarse un proyectopara sustituir viejos valores por otros que den cuenta del cambio sustancial experimen tado por el contexto internacional. La superación de formas culturales atrofiadas por el autoritarismo, debe ser unpostulado de la transición y una tarea fundamen talen el espacio de la institucionalidad civil. No sepuede continuar asumiendo una actitud subordinada cuando las circunstancias favorecen y exigen unaactitud contraria que restablezca el con trol civil delEstado y de la sociedad. N o pueden los políticosciviles seguir enajenando su independencia y buscando la sombra protectora de la estructura de poder castrense para impulsar sus pequeños proyectosy sus grandes ambiciones. Crear una cultura democrática supone el punto de partida fundamental para sentar las bases de su identificación como sujetoshistóricos de un proceso cada vez más amplio y renovado. La tolerancia y el pluralismo deben ir formando parte de la nueva cultura y deben ir abriendoespacios políticos participativos a sectores de la so-
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ciedad permanentemente excluidos por la visión autoritaria de la cultura, difundida desde el sistemapolítico.
Rea{irmaci6n de lamediacion civil en lasrelaciones militares internacionales
La autonomía de la institución castrense, notablemente incrementada en la época de implantaciónde la doctrina de la Seguridad Nacional, sentó lasbases de una relación impulsada por los militareshondureños y consentida por los estrategas norteamericanos, basada en el establecimiento de un vínculo directo que minimizaba la presencia civil y sesaltaba las instancias de mediación gubernamental,explícitamente establecidas en la Constitución. Este precedente, sumamente nefasto para la institucionalidad civil, puso en evidencia la irrelevancia delas mediaciones políticas cuando están en juego losin tereses de la seguridad. Este hecho fortaleció laprepotencia militar y redujo, mucho más, la competencia civil en materia castrense (control de presupuesto, fiscalización de la asistencia, ejercicios deentrenamiento, decisión en las hipótesis de guerra,etc.), de la misma manera que se cerraban haciaadentro los límites que se abrían hacia afuera. Enla transición hacia la democracia éste es un capítuloque debe cerrarse en el ámbito de las relacionesinternacionales. Los cuerpos armados no son un Estado dentro del estado hondureño, sino únicamenteun aparato estatal que cae en el ámbito de la subordinación política hacia la institucionalidad civil.
En la medida en que la región ha perdido conflictividad, desde la óptica geopolítica, se abre un espacio favorable para redefinir las mediaciones. El
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primer paso ha sido dado por la administración norteamericana que ahora se muestra interesada enrevertir los hechos que caracterizaron a la décadade la seguridad -en los cuales tuvieron plena responsabilidad- y trata de presionar para reducir eltamaño de las Fuerzas Armadas en la región y restaurar la supremacía de los civiles sobre la institución castrense, canalizando la asistencia militar através de las instancias civiles, como debió habersido siempre. Este hecho pone en evidencia que lascosas están cambiando más rápido y con más profundidad de lo que muchos esperaban. Una decisióncomo ésta viene a trastrocar toda la red de usufructo de la asistencia canalizada hasta ahora sin ningún control administrativo y pone sobre la pared ala institucionalidad civil, en este caso al partidogobernante, en el sentido de asumir su responsabilidad histórica y enfrentar al poder militar en supropio terreno. Con las publicitadas evidencias defragilidad política y subordinación del partido gobernante -incluida su bancada mayoritaria en elCongreso y el flaman te gabinete económico- poco sepuede esperar en materia de decisión y de convicción. La misma debilidad evidenció el partido opositor en la década de la seguridad, con lo que llegamosa la conclusión de que se vuelve necesario construirun nuevo tipo de liderazgo entre militares y civilesque supere el sentido del pragmatismo y del oportunismo por el lado civil y que plantee un nuevo discurso y una nueva actitud por el lado castrense.Solamente así se estarán sentando las bases de unasólida transición.
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Crecimiento del control civilsobre las fuerzas armadas
Con los antecedentes expuestos, se puede deducir que el camino de la transición será sumamentedifícil. Son muchos los elementos que están enjuegopara que el camino esté libre de obstáculos, de conflictos y hasta de retrocesos. Son muchos los añosde creación y recreación de las condiciones que hicieron posible militarizar el sistema político y lainternalización del discurso castrense en la sociedad, para que en un corto intervalo se construya unsistema político diferente, se asimile una culturademocrática y se redistribuya el poder político. Elreto está planteado y las condiciones no pueden sermás favorables. El período de transición de la seguridad a la democracia, está marcada por un elemento central: el restablecimiento del control civilsobre las Fuerzas Armadas, y hacia allá deben estarencaminados los esfuerzos nacionales y las presiones internacionales. Son muchas las tareas que hayque realizar, lo más adecuado es empezar por lasmás fáciles si es que se puede aplicar este términoa la enorme responsabilidad que implica incursionar en el ámbito del poder político.
El reto está planteado para todas las fuerzas queconstituyen la sociedad civil y el sistema político.Civiles y militares tienen que encontrar el caminodel diálogo y de la reconciliación para que la transición se libre de violencia y de fisuras insuperables.Los sectores involucrados en el proyecto de construcción de una auténtica democracia, tienen queunir SUB esfuerzos para acortar ese período de cambio y recordar que la decisión de construirla debearrancar de ellos mismos ya que un proyecto comoéste no se realiza por decreto y -mucho menos- poruna voluntad supranacional que así lo ha decidido.
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