cisma oriental
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CISMA
Francis Dvornik
CISMA ORIENTAL
En el origen del c.o. los acontecimientos y los postulados polticos han jugado un papel
ms importante que las diferencias dogmticas, consideradas frecuentemente como la
verdadera causa del c. Las races de todo el proceso hay que buscarlas en la ideologa
poltica de la primitiva Iglesia cristiana. Los primeros filsofos polticos de la cristiandad -
Clemente de Alejandra y Eusebio de Cesarea- adaptaron a la doctrina cristiana la
concepcin poltica del helenismo, nico sistema poltico que exista entonces; al
emperador cristiano se le denegaba el carcter divino que le haba atribuido el paganismo,
pero, no obstante, se le miraba como representante de Dios en la tierra, con autoridad
suprema respecto a los asuntos civiles y a los eclesisticos.
La filosofa poltica del helenismo, una vez cristianizada, fue admitida no slo por los
emperadores cristianos sino tambin por toda la Iglesia. Por tanto, los emperadores
cristianos -a partir de Constantino- crean que su primera obligacin era cuidar del bien de
la Iglesia y defender la verdadera fe. De parte de la Iglesia, el primer resultado de esta
aceptacin del sistema poltico helnico en forma cristianizada fue el deseo de adaptar la
estructura y organizacin eclesisticas a las estructuras estatales del imperio romano, pues
ste, al reunir en s diversidad de pueblos, pareca representar el preludio de la
universalidad de la Iglesia. La divisin de la Iglesia en patriarcados y dicesis segua el
ejemplo de la divisin del imperio en distritos de mayor y menor magnitud. El obispo de
Roma fue reconocido en todas partes de buen grado como la cabeza de la Iglesia, tanto ms
cuanto que resida en Roma, cabeza y centro intelectual del imperio. La eleccin de
Constantinopla como residencia del emperador no afect a la posicin del obispo de Roma
dentro de la Iglesia, posicin que haba sido definida por los primeros concilios,
especialmente por el de Nicea (325) y el de Calcedonia, y que haba sido confirmada
solemnemente por el emperador Justiniano.
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Era tan patente el reconocimiento de esta posicin excepcional del obispo de Roma en
virtud de su carcter apostlico y petrino, que el mismo obispo de Roma apenas hizo
resaltar este primado ms que unas pocas veces por no creerlo necesario. La elevacin de
Constantinopla al segundo puesto en la jerarqua de la Iglesia, hecho que se efectu en el
segundo concilio de Constantinopla (581), fue considerada como una preeminencia
honorfica. En oriente fue vista como una consecuencia lgica de la adaptacin a la
estructura poltica. Por eso, Dmaso I la acept sin oposicin alguna. Pero cuando el
concilio de Calcedonia concedi al patriarca de Constantinopla la jurisdiccin sobre Tracia
y toda el Asia Menor, Len I vio en ello un peligro para el primado de Roma y se neg a
reconocer el canon 28 del concilio. Aunque el canon no fue incluido en las colecciones
oficiales de cnones de la Iglesia oriental, sin embargo, el patriarca de Constantinopla
continu administrando las regiones que le haba confiado el concilio y conservando el
rango supremo en la Iglesia de oriente.
Debido a esto, Len I y sus sucesores acentuaron, ms que los papas anteriores, el carcter
apostlico y petrino del primado de Roma. Pero la Iglesia oriental daba poca importancia
al hecho de que una sede episcopal apelara al carcter apostlico, ya que en su propio
territorio haba muchas sedes que directa o indirectamente haban sido fundadas por los
apstoles.
Sin embargo, pronto aparecieron los inconvenientes que tuvo para la marcha de la Iglesia
la adaptacin cristiana del sistema poltico helnico. Los emperadores abusaron muchas
veces de su obligacin de defender la verdadera doctrina, intentando continuamente
subordinar los intereses de la Iglesia a sus intereses polticos y personales. Es verdad que
los obispos reconocan el derecho que tena el emperador a convocar concilios, pero, por
otra parte, defendan, con ms o menos xito, su propio derecho hereditario a definir y
explicar la doctrina ortodoxa.
La tensin que, como consecuencia de esto, surgi entre el poder imperial y el eclesistico,
se acentu de manera especial durante el gobierno del emperador Constancio (337-350),
quien prest su apoyo al arrianismo, y en el gobierno de Anastasio I (491518), que indujo
al patriarca Acacio a que favoreciera al monotelismo. Justiniano, que haba puesto fin al
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llamado cisma acaciano (485-519) en favor del papa Hormisdas y que se haba reservado el
derecho a resolver las cuestiones teolgicas, ante la oposicin de los obispos se vio
obligado a declarar solemnemente en la VI novela del ao 535: los mayores regalos
que Dios, en su bondad infinita, ha concedido a la humanidad son el sacerdotium y el
imperium. En los asuntos divinos debe ser competente la autoridad espiritual, en los
humanos la autoridad civil. Ambos poderes deben realizar su cometido con todo esmero y
en colaboracin mutua para bien de la humanidad. Esa novela fue acogida en todas las
colecciones de cnones de la Iglesia oriental. ste es el motivo por el que todas las Iglesias
orientales aspiraban siempre a unas relaciones armnicas con el poder civil.
La protesta del papa Gregorio Magno contra el patriarca de Constantinopla por haberse
arrogado el ttulo de patriarca ecumnico dio origen a un resentimiento entre oriente y
occidente, resentimiento que incit al emperador Focas a confirmar nuevamente el ao
607, a peticin de Bonifacio III, la primaca de Roma en la Iglesia. El sexto concilio
ecumnico, que conden el monotelismo, fue un triunfo del papa Agato. El emperador
Justiniano II puso fin a las nuevas dificultades que haban surgido entre Roma y
Constantinopla debido a la condena de ciertas costumbres occidentales en los snodos de
oriente. Con ocasin de la visita que el papa Celestino i hizo a Constantinopla, Justiniano
II confirm una vez ms el primado de Roma en la Iglesia. Durante todo este tiempo los
papas reconocieron la supremaca poltica de los emperadores, comunicndoles su eleccin
a travs del representante del emperador en Ravena y solicitando de ellos la confirmacin.
Acontecimientos polticos interrumpieron en el s. VIII estas relaciones sinceras. Los papas
tuvieron que defender con sus soldados la ciudad de Roma y el centro de Italia contra los
ataques de los longobardos, que se haban establecido en el norte de Italia e intentaban
extender su poder a toda Italia. Los emperadores, amenazados por los persas, los varos y
los eslavos, no pudieron conceder a los papas la ayuda militar que stos les pedan.
El ao 751, cuando el rey de los longobardos, Aistulfo, amenazaba la ciudad de Roma, el
papa Esteban I recurri a Pipino, rey de los francos, en busca de ayuda. Pipino derrot a
Aistulfo y entreg a la Santa Sede el exarcado de Ravena y el ducado de Roma. Estos
acontecimientos agravaron de nuevo las relaciones entre el papa y Constantinopla; pero
como, al menos externamente, la regin conquistada recibi el nombre de provincia
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imperial, no se produjo an la ruptura. Las controversias iconoclastas tampoco empeoraron
la situacin. Los defensores del culto a las imgenes buscaron ayuda en Roma y la
encontraron. La emperatriz Irene en un documento que fue ledo ante el VII concilio
ecumnico (787), reconoci al papa como primer sacerdote que presida la Iglesia desde la
sede de Pedro.
La primera gran ruptura se debi a unos acontecimientos estrictamente polticos. El papa
Len III, amenazado por la aristocracia romana, recurri en busca de ayuda al sucesor de
Pipino, a Carlomagno. ste no solamente prest al papa la ayuda requerida sino que puso
fin al dominio longobardo en Italia. Para manifestar su agradecimiento a Carlomagno, el
papa lo coron emperador en Roma el da de Navidad del ao 800. En Bizancio fue
considerado esto como una sublevacin contra el emperador legtimo de Constantinopla.
Carlomagno era consciente de esto; sin embargo l no tena prevista la coronacin. Para
legitimar este suceso, Carlomagno quiso casarse con la emperatriz Irene y, de esta forma,
unir nuevamente el antiguo imperio romano. Al ser destronada la emperatriz Irene por
Nicforo I (802-811), se produjo la guerra, que no termin hasta que el emperador Miguel
I reconoci a Carlomagno como corregente de occidente (812).
Estos acontecimientos influyeron notablemente en la evolucin posterior del papado y de
las relaciones entre la Iglesia romana y la oriental. Los papas, liberados de su dependencia
poltica frente a los emperadores de oriente, podan confiar en la ayuda de los emperadores
francos y asegurar su posicin en occidente, sin necesidad de tener en cuenta la situacin
especial de la Iglesia de oriente. El papa Nicols I (858-867), apelando a la declaracin
sobre la perfeccin del poder papal que el papa Gelasio I haba hecho durante el cisma
acaciano (484-519), puso fin, empezando por occidente, a todos los intentos de autonoma
de las regiones eclesisticas de mayor extensin, despus de haber sometido al
metropolitano de Ravena y a Hincmar de Reims. Despus, el papa quiso hacer valer su
soberana directa sobre la Iglesia oriental.
La controversia entre Focio y el patriarca Ignacio pareca ofrecer una buena ocasin para
conseguir esta meta. Ignacio, que haba sido nombrado patriarca por la emperatriz
Teodora, sin eleccin alguna por parte del snodo local, tuvo conflictos con el nuevo
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regente Bardas, al ser depuesta Teodora. Entonces, por consejo de los obispos, que queran
evitar una tensin con el nuevo gobierno, renunci a la dignidad patriarcal. El snodo
episcopal eligi como sucesor de Ignacio al seglar Focio, presidente de la cancillera (856).
Este fue reconocido como patriarca legtimo incluso por los partidarios de Ignacio. Pero
una minora del clero le neg al poco tiempo la obediencia, proclamando como patriarca
nuevamente a Ignacio. A1 parecer, la oposicin fue provocada por motivos polticos, a
saber: la elevacin de Teodora el cargo de regente. La oposicin fue condenada en un
snodo, y Focio comunic su entronizacin al papa. Este, por su parte, envi dos legados a
Constantinopla para que se informaran de los hechos. Los legados quedaron convencidos
de la legalidad de la eleccin de Focio y, juntamente con el snodo local (861), declararon
nulo el patriarcado de Ignacio. Sin embargo, el abad Teognosto, jefe de la oposicin,
consigui escaparse hasta Roma y entregar al papa una carta de apelacin que l mismo
haba falsificado como si fuera de Ignacio.
Por otra parte, Ignacio haba declarado expresamente en el snodo que l no haba apelado
a Roma y que tampoco tena intencin de hacerlo. Como Teognosto le haba prometido al
papa obediencia incondicional de su partido, mientras que Focio, convencido de la justicia
de su causa, rehusaba nuevas negociaciones, Nicols I se decidi en favor de la causa de
Teognosto, condenando a sus propios legados, excomulgando a Focio y declarando a
Ignacio patriarca legtimo. A1 enviar despus el papa misioneros a Bulgaria, que haba
sido cristianizada desde Bizancio, Focio, juntamente con Miguel III, reuni un snodo de la
Iglesia oriental. En l se acus al papa de haber violado los derechos del snodo tanto en
Constantinopla como en Bulgaria y se peda al emperador de occidente, Luis II, que
depusiera a Nicols I. Pero entretanto, Basilio I haba hecho asesinar a su coemperador
Miguel III, se haba proclamado emperador y, para ganarse el apoyo de Roma, haba
depuesto a Focio y nombrado patriarca nuevamente a Ignacio. En estos acontecimientos
vio Roma la confirmacin de lo acertada que haba sido la poltica oriental del papa
Nicols I. Adriano II conden de nuevo a Focio y envi legados a un concilio (869-870),
que confirm la decisin del papa. Focio fue desterrado, pero la mayora de los obispos y
del clero le permaneci fiel.
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Estos acontecimientos dieron ocasin al primer gran c. entre Roma y la Iglesia oriental,
provocado por motivos polticos y malas interpretaciones por ambas partes. Pero el c. dur
solamente unos aos. Una investigacin ms profunda de los documentos que se refieren a
esta controversia ha demostrado que Focio e Ignacio se haban reconciliado y que el mismo
Ignacio haba solicitado de Roma que enviara legados a un nuevo concilio con el fin de
desterrar los malos entendidos. Pero el concilio no se llev a cabo hasta despus de la
muerte de Ignacio (879-880), y fue presidido por Focio, a quien se haba nombrado
nuevamente patriarca de Constantinopla. Fueron declaradas nulas las decisiones del
concilio que haba condenado a Focio y se afirm la unin dentro de la Iglesia oriental y su
unidad con Roma. La Iglesia oriental pudo de esta forma defender su autonoma en sus
propios asuntos. En este punto estaban de acuerdo Focio e Ignacio. El papado no
consigui, por tanto, romper la autonoma de la Iglesia oriental.
En los documentos referentes a esta discusin se encuentra material suficiente para probar
que la jerarqua oriental no neg el primado de Roma, ni siquiera Focio. En las cartas del
concilio local del ao 861, presidido por Focio, se encuentran expresiones que dan a
entender que la Iglesia oriental reconoce el derecho de apelacin al obispo de Roma.
Tambin los partidarios de Focio recurrieron al papa en contra de una decisin del
patriarca Ignacio.
Por el contrario, el acercamiento de los papas a los reyes y emperadores francos signific
desde el principio un gran peligro para la libertad de la Iglesia. Carlomagno y sus sucesores
crearon una teora, segn la cual el rey cristiano es no solamente un soberano civil sino
tambin sacerdote, a la manera de Melquisedec, que fue sacerdote y rey. Reclamaban, por
esto, el derecho a intervenir no slo en los asuntos de la Iglesia sino tambin en la eleccin
de los papas. Algunos clrigos, sirvindose de una falsificacin, la llamada donacin de
Constantino, haban intentado probar en vano que Constantino el Grande -por tanto, antes
de que la residencia imperial fuera trasladada a Constantinopla- haba entregado al papa los
dominios de Roma y de toda Italia. Para los emperadores de occidente, Roma e Italia eran
partes de su imperio. Sus intentos por someter tambin las provincias bizantinas del sur de
Italia agudizaron la tensin entre oriente y occidente. Los bizantinos estaban dispuestos a
reconocer a los papas elegidos por los romanos, pero se sintieron ofendidos ante la
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intromisin cada vez mayor de los emperadores francos en la eleccin del papa y ante las
reformas francas introducidas en Roma, y sobre todo ante la interpolacin del Filioque, la
cual proceda de Espaa y haba pasado a la liturgia franca. Los papas rehusaron durante
mucho tiempo admitir este trmino en el smbolo niceno por no inquietar a los orientales;
segn la opinin de estos ltimos un cambio tal no poda llevarse a cabo ms que a travs
de un concilio.
Es verdad que Focio defenda que el Espritu Santo procede solamente del Padre, pero esta
cuestin no fue la base de su c., ya que Roma no haba aceptado an este trmino en el
credo niceno. Pero en el snodo del ao 867, Focio y sus obispos acusan a los misioneros
francos de estar divulgando en Bulgaria el uso de este trmino. Con los papas francos se
introduce esta costumbre tambin en Roma. Parece ser que fue el papa Sergio IV (1009-
1012) el primero que -despus de su consagracin- envi al patriarca de Bizancio el
smbolo de la fe con el trmino Filioque, juntamente con su carta de entronizacin. Sergio
II, patriarca de Constantinopla, rechaz la carta y el smbolo de fe adjunto. A1 parecer,
desde ese momento no fue indicado ya ms el nombre del obispo de Roma en los dpticos
orientales. Este acto tan poco amistoso muestra hasta dnde haba llegado ya la hostilidad,
pero no fue expresin de un c. declarado.
Sin embargo, para la Iglesia occidental tuvo mayores consecuencias la reestructuracin de
la administracin eclesistica al introducirse el derecho franco de iglesia propia, derecho
que restringa la autoridad de los papas. Segn el derecho romano, el propietario de una
iglesia o fundacin, de un obispado o monasterio era una organizacin o una sociedad. Sin
embargo, segn el derecho consuetudinario de los germanos, el seor de iglesia propia
consideraba como propiedad suya el templo o monasterio construido en sus territorios, y
los beneficios de este templo o monasterio los recaudaba l. Este sistema de iglesia propia
se extendi despus por toda la Iglesia oriental. Los fundadores reclamaban el derecho de
elegir a los administradores de las iglesias y abadas fundadas y dotadas por ellos. Este
sistema, unido al derecho feudal, contribuy de una manera decisiva al aumento del poder
de los reyes y de los seores de occidente; el poder del papa y de los obispos, en cambio,
qued muy debilitado. Las consecuencias de esto fueron: simona, matrimonio de clrigos,
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investidura de laicos. Todos estos factores contribuyeron al estado calamitoso de la Iglesia
occidental en los s. X y XI.
Una reaccin contra este estado de cosas fue la reforma del monacato iniciada en la abada
de Cluny (reforma cluniacense). En Lorena y Borgoa surgieron otros movimientos de
reforma. Para estos movimientos la raz de todos los abusos consista en el sistema
teocrtico introducido por los francos, segn el cual el rey, en cuanto sacerdote, tena
autoridad no slo en los asuntos terrenos sino tambin en los espirituales. La salvacin de
la Iglesia consista, segn estos movimientos, nicamente en el robustecimiento del poder
papal, elevndolo no slo por encima de todos los obispos, sino tambin por encima de los
reyes y los prncipes. En la Iglesia oriental la evolucin fue completamente diferente: no se
produjeron estos abusos, y, adems, los sacerdotes no estaban obligados al celibato. Pero
como el occidente desconoca la situacin de la Iglesia oriental, quiso aplicar las ideas de
reforma tambin en oriente.
El movimiento de reforma tom pie en Italia al ser nombrado papa Len IX (1049-1054),
de espritu reformista, por el emperador Enrique III (1039-56). El papa eligi como
colaboradores a tres personas que estaban dedicadas al movimiento de reforma: los monjes
Humberto y Hildebrando y el arzobispo de Lorena, Federico; con su ayuda pudo implantar
el movimiento de reforma tambin en Italia. Len IX quiso reforzar tambin su autoridad
en las Iglesias de rito latino del sur de Italia, sobre todo en Apulia. Estas regiones estaban
bajo el dominio de Bizancio y en su mayora pertenecan al rito griego.
Por su parte, Miguel Cerularo (1043-58), patriarca de Constantinopla, que desconfiaba de
los latinos, quiso reforzar su autoridad en la regin del sur de Italia que perteneca a
Bizancio. Por eso, segua con toda atencin la actividad que los reformadores ejercan en
estas regiones. Creyendo que los intereses de su Iglesia estaban amenazados en Italia,
decidi emprender un cotraataque; mand que las instituciones religiosas e iglesias de rito
latino que existan en Constantinopla pasasen al rito griego; las iglesias y monasterios que
se negaron a cumplir esta orden fueron cerrados. La brutalidad de este acto ciertamente no
estaba justificada. A1 mismo tiempo, Cerulario pidi al obispo de Acrida que previniera a
los sbditos bizantinos en Italia contra la actividad que los latinos desplegaban en esa
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regin. Len de Acrida envi entonces una carta al obispo latino de Trani, en Apulia, en la
que criticaba algunas costumbres de la liturgia latina, sobre todo la de usar pan zimo en la
Eucarista. Esto caus una gran agitacin en la Iglesia bizantina, situacin que se agrav
ms an con los acontecimientos polticos. Los normandos, llamados por un administrador
de varias ciudades de Apulia que haba desertado de Bizancio, vinieron en ayuda,
derrotaron al ejrcito griego y se asentaron en gran parte de la provincia. Desde all, los
normandos constituan una amenaza no slo para las otras posesiones bizantinas sino
tambin para el patrimonio de los papas. El emperador Constantino IX nombr
comandante supremo de Apulia a un latino, Argyros (1051). El patriarca, que consideraba
a Argyros como un enemigo personal suyo, intent evitar este nombramiento, pero no lo
logr. Por deseo del emperador, Argyros propuso al papa una coalicin militar para luchar
contra los normandos, y Len IX la acept. Pero las tropas de los dos aliados fueron
vencidas por los normandos (1053), quienes tuvieron al papa internado durante un ao en
Benevento.
Mientras tanto, el papa encarg a su colaborador, el cardenal Humberto de Silva Candida,
que refutara las acusaciones de len de Acrida contra los latinos. Humberto redact un
tratado muy hiriente, en el que condenaba con toda dureza las costumbres de la Iglesia
griega. Pero como entretanto compareci ante la corte papal una nueva embajada del
emperador, que traa adems una carta, breve pero corts, del patriarca, el papa decidi no
publicar el tratado de Humberto. En lugar de esto, mand tres legados a Constantinopla:
Humberto, Federico de Lorena y el obispo de Amalfi. Su misin era formar una nueva
alianza con el emperador en contra de los normandos y entregar al patriarca una carta que
haba sido formulada por Humberto. El patriarca, sin embargo, rehus recibir a los legados
porque en la carta se le negaba el ttulo de patriarca ecumnico y el segundo puesto en la
jerarqua eclesistica y, adems, se dudaba de la legitimidad de su elevacin al patriarcado.
Ofendido por esta postura del patriarca, Humberto public su tratado contra los griegos y
los acus pblicamente en una discusin de haber borrado del smbolo niceno el trmino
Filioque. Pero sus ataques, en contra de lo que l esperaba, solidarizaron al clero griego en
torno al patriarca. El emperador intent en vano mitigar la actitud antilatina de su clero,
pues tena un gran inters en firmar la alianza con el papa. Irritado ante la postura hostil del
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patriarca y del clero, Humberto redact una bula, en la que excomulgaba al patriarca y
condenaba las costumbres de la Iglesia griega; la deposit en el altar de la baslica de Santa
Sofa y, juntamente con sus acompaantes, abandon la ciudad.
Esta bula demuestra un gran desconocimiento de la evolucin histrica y de las costumbres
de la Iglesia griega.
El emperador se vio entonces obligado a mandar que el patriarca rechazara la bula en un
snodo. Y este mismo snodo excomulg a los legados del papa. Resulta, por tanto, irnico
que precisamente el escrito del papa que deba restablecer la armona, terminara en un c.
entre Roma y la Iglesia oriental.
La mayor parte de la responsabilidad de esta situacin recae sobre dos personas:
Humberto, con su desconocimiento trgico de la Iglesia griega, y el soberbio patriarca
Cerulario, con sus prejuicios antilatinos. Pero como el patriarca excomulg nicamente a
los legados, y no al papa ni a la Iglesia occidental, no se puede hablar de un c. consumado.
Adems, est muy en duda la legitimidad de la excomunin que Humberto hizo recaer
sobre el patriarca, pues cuando Humberto la dict, el papa Len IX estaba ya muerto. En
todo caso, este triste acontecimiento muestra cun grande era la distancia que durante los
siglos anteriores se haba ido creando entre la Iglesia oriental y la occidental. En esta
ltima fase fueron tambin cuestiones polticas, y no dogmticas, las que jugaron el papel
definitivo. Los fieles no se enteraron de este c. hasta despus de mucho tiempo. En los
aos siguientes, ambas partes intentaron la reconciliacin varias veces. La idea de las
cruzadas hizo renacer, al principio, la esperanza de una nueva unin, pero lo que en
definitiva hizo fue ahondar ms la brecha, sobre todo entre las grandes masas de la
poblacin. El primer acto cismtico ocurri en Antioqua, cuando a raz de la conquista de
la ciudad por los cruzados fue nombrado, adems del patriarca griego, un patriarca latino.
Las especulaciones polticas fueron en gran parte la causa del fracaso de todos los intentos
de reconciliacin. Los griegos seguan aferrados a su propio punto de vista, segn el cual el
papado, en cuanto cabeza de la Iglesia universal no tiene apenas ninguna misin que
cumplir. Los occidentales, por su parte, desarrollaron la teora de la superioridad del poder
espiritual sobre el temporal. Esta teora, que no fue conocida en la Iglesia oriental, ofusc,
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a partir de Gregorio VII, toda la evolucin de la Iglesia durante el medioevo. Durante la
poca de las cruzadas fue creciendo la mutua desconfianza, hasta terminar con la conquista
y el saqueo de Constantinopla el ao 1204. Al poner en Constantinopla un patriarca latino,
el c. qued consumado. Este ltimo acto de la tragedia hizo que fracasaran todos los
intentos de unin que se realizaron despus.
Las cuestiones teolgicas, sobre todo la del Filioque, que al principio haban jugado
nicamente un papel secundario, se convirtieron en grito de batalla. A pesar de esto, no se
puede ocultar que los motivos que fundamentalmente han contribuido al c. oriental no
fueron teolgicos.
El da 7 de diciembre de 1965, los representantes de la Iglesia griega ortodoxa y de la
Iglesia romana, el patriarca Atengoras y Pablo VI, obispo de Roma y patriarca de
occidente, hacan una declaracin en la ciudad de Constantinopla en la que se referan a las
mutuas excomuniones de ambas Iglesias. Esta declaracin no puso fin al c., pero puede ser
considerada como la base de una futura reconciliacin.
http://bibliotecacatolicadigital.org/Mundi/1/cisma.htm
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