la argentina sin perón, por julio fernández baraibar
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A la memoria de Alberto Guerberof, de Buenos Aires,
y Raúl Dargoltz, de Santiago del Estero,
a Roberto Ferrero, de Córdoba,
a Enrique Lacolla, de Córdoba.
5
ÍndicePrólogo.................................................................................................................... 9
Introducción.......................................................................................................... 11
Sobre los maestros ................................................................................................15
Un artículo de hace 18 años......................................................................... 17
El legado de Jorge Abelardo Ramos.............................................................19
Para llamar a los leones calvos, de una vez y para siempre, pumas ............37
En recuerdo de Jorge Enea Spilimbergo.......................................................43
En recuerdo de aquel gigante admirable...................................................... 47
El sectarismo, la tentación permanente.........................................................51
La democracia colonial......................................................................................... 61
Las últimas zonceras del “Super Canciller”................................................. 63
Los modernos macaneadores....................................................................... 67
Las brumas teóricas de la dependencia.........................................................73
“Y tú no sabes quién toca el violín...............................................................75
Sobre el peronismo................................................................................................85
El 17 de Octubre de 1945............................................................................. 87
Cinco tesis para la actualización del Movimiento Nacional........................ 93
Los Muchachos Peronistas........................................................................... 97
Fuerzas Armadas y política nacional........................................................... 99
El peronismo y las clases medias........................................................................ 109
Radicalización de los sectores medios....................................................... 111
El peronismo y la universidad.................................................................... 125
Los estudiantes y el peronismo, una difícil relación.................................. 137
El reencuentro de los estudiantes con la tradición nacional y
latinoamericana.......................................................................................... 141
El golpe contra Isabel Perón y el pueblo argentino................................... 145
El Pensamiento Nacional y la lucha contra la Matrix............................... 147
Después del año 2001......................................................................................... 157
El cadáver del señor Valdemar.................................................................. 161
La oligarquía se amotina............................................................................ 163
Sobre el falso conflicto de las papeleras en el río Uruguay....................... 165
El retorno de la Bruja................................................................................. 167
7
Un profeta del pasado y un cínico defensor de los excluidos.................... 171
Viudas e hijas de Bartolomé Mitre............................................................ 175
No caeremos en la zanja a la que nos quieren llevar los ciegos................ 179
El manejo de nuestro principal ahorro vuelve a la Nación........................ 181
Clarín sabe que esta vez la oposición no tiene ala plebeya........................ 183
Groussac, Borges, Moyano, Clarín y un pequeño miserable..................... 185
El tero y el Pino...........................................................................................189
Entre la estolidez y el cinismo................................................................... 191
Un lamebotas del poder mediático............................................................. 195
Alto en la noche, Mitre vigila.................................................................... 197
Preocupaciones de una ex-izquierdista de La Nación.................................199
A propósito de la Patria...............................................................................201
8
IntroducciónEstos textos han sido escritos a lo largo de treinta y cinco años. El más antiguo fue
escrito la noche misma del fallecimiento del general Perón, en el momento en que
comenzaba a cernirse una gigantesca y ominosa sombra sobre la Argentina y su pueblo.
Los últimos han sido escritos bajo la presidencia de Cristina Fernández, cuando,
nuevamente, las fuerzas de la reacción oligárquica e imperialista amenazan al pueblo
argentino en su larga lucha por la independencia y la justicia social. Son, entonces,
producto de la lucha política. Es decir, se proponen afirmar y exponer los puntos de
vista propios y someter a la crítica los de quienes expresan los intereses ajenos a la
revolución nacional y la unidad latinoamericana.
Algunos de ellos han sido escritos fuera del país, la mayoría de ellos en la
Argentina, pero todo han tenido como objetivo incidir en la política argentina, participar
en el, muchas veces afónico, debate público y ayudar, modestamente, a la comprensión
de los grandes temas nacionales.
La perspectiva y la influencia ideológica de estos escritos son los de la Izquierda
Nacional, corriente de pensamiento a la que me incorporé con los resplandores del
Cordobazo y a la que he sido fiel a lo largo de estos cuarenta y pico de años. Esa
coherencia no ha estado determinada por una fidelidad religiosa a un sistema de ideas
sino por la experiencia de que el mismo ha dado grandes respuestas y grandes
lineamientos a las tortuosas alternativas que el fin del siglo XX y el principio del siglo
XXI han arrojado sobre nuestras espaldas. Estamos convencidos, además, que también
tienen mucho que aportar a las grandes y decisivas batallas por venir.
El sentido de convertir estos escritos -que ya están alojados en la gran biblioteca
de Alejandría que es la Internet- en un libro es el de que estas ideas y estas discusiones
formen parte de la conciencia política de las nuevas generaciones que hoy ingresan a la
lucha en condiciones muy distintas a las que se vivieron entre 1976 y 2001.
Por primera vez, en más de treinta años, surge una generación política a la sombra
de un gobierno que ha decidido enfrentar al sistema de dominación instalado con el
golpe de estado de 1976 y consolidado con la democracia colonial instaurada como
consecuencia de la derrota en la batalla de Malvinas. Afortunadamente, y como
consecuencia de propuestas y medidas impulsadas desde la presidencia de la República,
a partir de la asunción del doctor Néstor Kirchner, la política ha vuelto a ser, para miles
y miles de jóvenes compatriotas, un instrumento de transformación de las condiciones
11
de sometimiento de la Argentina semicolonial y que requiere, por lo tanto, de un
pensamiento transformador. Hay una generación fuerte y nueva que vuelve a indagar
sobre el pasado remoto e inmediato, que vuelve a preguntarse sobre el sentido de la
historia, que vuelve a proponerse cambiar radicalmente el país del privilegio
oligárquico, de la especulación financiera y del sometimiento al imperialismo. Hay una
generación que asume las tareas de la unificación continental como mandato del pasado
y del presente. Es una juventud que busca, como lo hiciéramos hace cuarenta años, las
raíces de nuestros males y la definitiva solución a la injusticia de nuestros pobres, a la
irracionalidad de nuestros desocupados, en estos doscientos años de soledad en un
continente que fue y será nuestra patria, nuestro gigantesco hogar.
El lector encontrará en él homenajes a Juan Domingo Perón, a Arturo Jauretche, a
Jorge Abelardo Ramos y a Jorge Enea Spilimbergo, los grandes maestros que forjaron
nuestro pensamiento, que nos hicieron conocer el país real, que nos permitieron, en
suma, hacer política revolucionaria a partir de las condiciones de la Patria en la que
nacimos.
Podrá también encontrar algunas reflexiones sobre el período inmediato posterior
a las elecciones de 1983 y el inicio de lo que llamamos, junto con Ramos y Spilimbergo
–ya cada uno por su lado-, la democracia colonial que nos permitió hacer todo, o casi
todo, menos independizarnos del cerrojo imperialista de la deuda externa y el chantaje
financiero de los organismos internacionales de crédito.
Hallará algunas reflexiones, escritas a lo largo de todos estos años, sobre el
peronismo, sus luces y sus sombras, el papel fundacional que ha jugado en la
autoconciencia del pueblo argentino y los encuentros y desencuentros que ha tenido con
un sector imprescindible para el gran frente nacional liberador: las clases medias.
Y, por último, encontrará algunos de los escritos producidos ya durante el
gobierno de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández. Desde muy temprano observamos
y denunciamos a la oligarquía agraria argentina como el principal enemigo del
contradictorio y rico proceso iniciado en el 2003. Y podrá leer algunos juicios sobre
distintos personajes de la oposición, de izquierda y de derecha, que una vez más han
lanzado su tradicional movimiento de pinzas contra un nuevo intento de liberación
nacional, acuñado en las condiciones difíciles generadas por treinta y cinco años de
hegemonía oligárquica e imperialista.
12
Estos textos fueron escritos para responder a exigencias del momento, pero su
lectura ayudará a las nuevas batallas por esa Patria Grande justa, libre y soberana que
hoy moviliza a millones de compatriotas latinoamericanos.
Buenos Aires, septiembre de 2009
JFB
13
Esta introducción fue escrita al cumplirse treinta años del despiadado golpe de
Estado de 1976, que se propuso, y logró en gran parte, destruir la Argentina forjada
por los diez años de gobierno peronista. El artículo que aquí presento, estimo, conserva
su actualidad e intento polémico. Cuando en la infame prensa comercial argentina
-gráfica, radial y televisiva-, se multiplican los artículos y programas sobre aquel golpe
de Estado, y en ninguna parte se denuncia la complicidad que esos mismos medios y los
políticos del régimen oligárquico tuvieron con el golpe y con la dictadura que
sobrevino, estas líneas pretenden develar este ocultamiento.
18 de marzo de 2006.
Como en 1930, en 1955 y en 1976Un artículo de hace 28 años
18 años de lucha Ha muerto Juan Domingo Perón. El hecho soñado diariamente, durante 18 años,
por todos los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas posteriores a 1955, por todos
los políticos de los partidos oligárquicos, burgueses y pequeños burgueses, por los
cadavéricos editorialistas de La Nación y La Prensa, por los invernadores y cabañeros
de la Sociedad Rural y por sus enjoyadas esposas, se ha producido. El hombre que
sintetizaba y expresaba las más elevadas ambiciones del pueblo argentino, cuyo nombre
fue bandera de lucha para los millones de postergados y humillados por la prepotencia
oligárquica e imperialista, que alzó a los obreros rurales y urbanos de la Argentina
semicolonial a la conciencia de su papel histórico, ha desaparecido.
Con el General Perón se van 30 años de historia reciente, jalonada por triunfos y
derrotas que hoy constituyen la experiencia histórica de la clase obrera y el pueblo
argentinos.
(...)
El pueblo argentino pudo ver, antes de su muerte, la nueva victoria de Perón. El
primero de Mayo, en el Congreso, expuso, por primera vez como presidente de la
República, su programa nacional revolucionario y latinoamericano. Ese mismo día, él y
su esposa serían silbados en Plaza de Mayo por nuevos grupos de viejo cipayismo.
A partir de ese momento, a los 78 años de edad, haría temblar nuevamente a sus
viejos enemigos, la oligarquía terrateniente y el gran capital especulador e imperialista,
así como a sus nuevos y bisoños aliados.
17
Pudo comprender la hipocresía de los partidos gorilas, gustosos de dialogar con el
enemigo en aras de una unidad nacional solamente aceptada a condición de que el
movimiento nacional no pudiese desarrollar su programa. Pudo reconocer los embates
del desabastecimiento y el mercado negro que acecharan contra su gobierno en los años
‘50. Pudo ver, a los doce meses de su regreso definitivo a la Patria, que sus enemigos
eran los mismos, que sus métodos no habían cambiado. Y el 12 de junio pudo
comprobar emocionado que el pueblo argentino del 17 de octubre no lo había
abandonado. Y este pueblo, que hoy lo llora viril y tiernamente, pudo redescubrir al
Juan Domingo Perón de las grandes jornadas de lucha, llamando al combate,
denunciado al enemigo. “Y pegue, Perón, pegue” reclamaron los trabajadores hace
menos de un mes. Hoy comienzan a acostumbrarse a la idea de que ellos mismos
deberán pegar a los enemigos de la Patria. Sólo ellos tienen derecho de rodear a Isabel
de Perón. Sólo ellos serán los artífices de su propia liberación.
Este texto, del que he extractado los aspectos que me parecieron más
importantes, fue escrito hace 28 años –¡cuán presto se va el placer!- al día
siguiente de la muerte del General. Apareció publicada en Izquierda Popular,
el periódico del FIP de aquellos años, que yo codirigía.
Que pueda seguir mostrándolo orgulloso, después de todos estos años,
es mi homenaje personal al último gigante.
18
El Legado de Jorge Abelardo RamosConferencia realizada el 21 de julio de 2006, en el marco del Taller para el
Pensamiento Nacional, organizado por el sitio www.pensamientonacional.com.ar, en el
Sindicato de Encargados de Edificios de Renta y Propiedad Horizontal (SUTERH).
Este 21 de julio, por obra del azar –ese misterioso hilo con el que teje Clío- nos
encontramos haciendo una reflexión sobre el legado de Jorge Abelardo Ramos, justo en
el atardecer de lo que puede haber sido, para los latinoamericanos, el día más importante
de los últimos diez años.
Podemos decir, sin falsear la verdad, que la Cumbre de Presidentes del Mercosur,
celebrada hoy en Córdoba, con la presencia del Comandante Hugo Chávez, de Evo
Morales; la presencia fundamental del presidente Kirchner, sosteniendo contra los
ataques más calumniosos y viles la alianza estratégica con Venezuela, con el discurso
magistral de Lula, al hacerse cargo de la nueva presidencia pro tempore del Mercosur,
en el que planteó una nueva estrategia brasileña en la política de la integración
latinoamericana; con la presencia, por fin, de Fidel Castro y la firma de los acuerdos que
ponen en jaque el bloqueo económico a Cuba, todo esto, en fin, parecería ser el legado
vivo y concreto del pensamiento y la acción política de Jorge Abelardo Ramos.
Jorge Abelardo Ramos, la persona que posiblemente más haya influido en mi vida,
después de mi padre y de mi madre, –habida cuenta que lo que influyeron mi padre y mi
madre no contaba de mi parte con la racionalidad con la que contaba la influencia de
Abelardo Ramos- era un individuo, como recordarán los que lo conocieron, de una
extraordinaria y singular personalidad.
Pese a su fisonomía poco criolla, pese a ese pelo ígneo que le hizo ganar el
inevitable sobrenombre de El Colorado, a ese aspecto de Groucho Marx a quien, a
veces, gustaba imitar, pese a sus pecas, era descendiente de criollos por el lado paterno:
su abuelo había sido un hombre de a caballo, un payador ácrata de fines del siglo XIX
que, en esos caminos del canto y de la militancia libertaria conoce y se enamora de una
institutriz alemana en una estancia de la provincia de Buenos Aires. Y de ese
matrimonio entre un payador gaucho anarquista y una institutriz alemana nace Nicolás,
el padre, también anarquista, de Jorge Abelardo Ramos quien se casa con doña Rosa,
una muchacha de la clase media, judía, porteña, hija de socialistas y adscripta ella
misma a las ideas del socialismo.
19
Recuerdo un reportaje que le hiciera al Colorado Ramos –posiblemente en el año
’70- la revista Panorama y quien era, en ese entonces, periodista de esa revista, el cura
Ferreiros.
Ferreiros era un cura que ejercía su sacerdocio -quiero decir con esto que no
estaba reducido al estado laical, ni mucho menos- y que escribió un libro llamado La
Cuba de Castro vista por un católico, luego de un viaje que hizo en la década del ’60 a
aquella isla. Era un hombre vinculado a la Democracia Cristiana; un hombre que
siempre permaneció vinculado oficialmente a la Iglesia; compañero y amigo de
Norberto Habbeger, otro joven demócrata cristiano, autor del libro Camilo Torres, cura
y guerrillero, que luego terminaría en Montoneros y fue muerto en aquel suicida intento
al que llamaron “la contraofensiva”.
Y para que se recuerde quién fue el cura Ferreiros: en una ocasión –siendo Juan
Carlos Onganía presidente- Juan García Elorrio -fundador de la revista Cristianismo y
Revolución- increpó a viva voz, a la salida de la Catedral, a Monseñor Antonio
Caggiano. Quien enfrenta a García Elorrio, interponiéndose entre él y el cardenal
primado, fue el cura Ferreiros.
Tuve oportunidad de presenciar ese reportaje a Ramos, en el que éste recordó una
situación que me ha acompañado siempre en la memoria: cómo eran los 1º de Mayo en
su casa, cómo celebraba el 1º de Mayo una familia integrada por un padre anarquista y
una madre socialista.
Contaba Ramos que la celebración del Primero de Mayo, que en esa familia tenía
una importancia muy grande, casi similar a la que en nuestros hogares puede tener la
Navidad o el Año Nuevo, comenzaba la noche anterior –que es la noche de Valpurgis,
una fiesta europea de origen pagano, por otra parte- en una reunión en el Centro
Libertario.
Contaba Ramos que estaban todos esos hombres y mujeres sentados en círculo
alrededor de una mesa, con sus trajes negros y sus sombreros orión. Y había discursos
sobre la redención del proletariado, sobre la destrucción del Estado y la desaparición de
las cadenas de opresión sobre la humanidad. Se turnaban los oradores hasta que, de
pronto, otro, que tomaba la palabra, en lugar de dar un discurso, recitaba un poema
también libertario, quizás de Alberto Ghiraldo, hablando de los mártires y de los héroes
de la lucha obrera. Eso terminaba cerca de la medianoche, cuando todos se volvían a la
casa.
20
Al día siguiente –el 1º de Mayo propiamente dicho- iba al Parque Japonés con su
madre, dado que el parque había sido alquilado por el Partido Socialista, para el uso de
sus afiliados, justamente para celebrar el Día de los Trabajadores.
Con esto quiero decir que Ramos era un hombre criado en éste peculiar ambiente,
del cual él tenía una gran memoria. Pesaba sobre su pensamiento todo este pasado de un
abuelo y un padre anarquistas y una madre socialista.
Jorge Abelardo Ramos tenía, además, un don admirable que era el de la narración.
Contó, una vez, el susto que se dio, siendo un niño de 4 o 5 años, cuando vivían en
Flores. En ese entonces su padre iba y venía. No era una presencia muy permanente en
la casa, incluso tenía residencia también en Montevideo. Tocan a la puerta, contaba
Jorge, y va él –de niñito- y se encuentra con un gigantón –para él- totalmente vestido de
negro, con una luenga barba y con un cuchillo de plata en la mano que le dice algo
incomprensible en iddish, mientras revolea el cuchillo. Contaba Ramos que salió
corriendo, muerto de miedo. Se trataba, en realidad, de un carnicero kosher que venía a
ofrecer sus servicios a la casa de doña Rosa. Tenía ese don para contar historias, que su
relato las volvían inolvidables, porque él las convertía casi en un hecho artístico.
En este marco, la figura literaria que más influye en ese muchacho de 16 o 17 años
–anarquista- es una persona también muy extraña y hoy poco conocida: Rafael Barret.
Rafael Barret es un hombre que tuvo una vida corta y fugaz: vivió 34 años.
También era producto de un connubio extraño entre una aristócrata Álvarez de Toledo,
española, y un inglés, un tal Barret Clark. Nace Rafael en la provincia de Santander, en
España. No se sabe bien, pero parece que realizó sus primeros estudios en Inglaterra y
luego vuelve a Madrid. En 1902, cuando tiene 25 años, agarra a trompadas,
literalmente, en la vía pública, en el centro de Madrid y a la vista de todo el mundo, al
Duque de Arión, lo que le provoca un ostracismo social inmenso. Pero ¿cuál había sido
la razón de este ataque?, que luego fuera comentado por Ramiro de Maeztu en uno de
sus artículos periodísticos, ya que este Rafael Barret era uno de los integrantes de la
“jeunesse dorée” madrileña.
El motivo fue que Barret había retado a duelo a un abogado por un cierto asunto.
Y un tribunal de honor presidido por el Duque de Arión –a pedido del abogado, que le
daba miedo batirse a duelo- declaró que Barret era un notorio pederasta y que, por lo
tanto, no estaba en condiciones de defender su honor. Esta injuria salva al abogado de
una muerte segura. Pero le provoca a Barret tal indignación que –como se acostumbraba
a hacer en aquélla época, cosa que hoy suena ridículo- va a un médico a hacerse los
21
análisis oficiales para que quede asentado que él no era ningún pederasta –cuando uno
sabe de la imposibilidad de probar un hecho negativo-, y así lo agarra a trompadas al
Duque de Arión, que había sido el presidente de aquel tribunal de honor que había
decretado su pederastia.
Todo este incidente provoca su aislamiento social que recién termina con la
aparición de un artículo en la prensa madrileña –en uno de los diarios de mayor
circulación de la época- en donde se publica: “Ayer falleció el señor Rafael Barret”. Lo
declaran muerto.
El joven ve que toda la situación en España está cerrada para él, y se viene para
Buenos Aires: un hombre de veinticinco o veintiséis años, solo, que hasta ese momento
sólo había escrito sobre matemática, porque era un destacado matemático. Funda –
según dicen- la Sociedad Matemática Argentina junto a Julio Rey Pastor y escribe en
algunos diarios y revistas españolas y en el Caras y Caretas.
Pero a los pocos meses de estar en Buenos Aires decide irse como corresponsal a
cubrir una revolución liberal que se había lanzado en el Paraguay y decide afincarse en
ese país.
Queda atrapado por el Paraguay. Se adscribe a estos revolucionarios liberales y
comienza su evolución hacia el anarquismo militante. Lo que es singular es que lo hace,
no a partir de los mártires de Chicago ni de Sacco y Vanzetti, sino de la situación de los
trabajadores yerbateros, de la situación en que se encontraban los indígenas en el
Paraguay.
Era un hombre de una formación nieztcheana -muy de moda en ésa época- y se
transforma en un militante anarquista libertario. Funda un diario, el Germinal, donde
empieza a escribir con una enorme ironía y sarcasmo, rasgos que veremos luego en
Jorge Abelardo Ramos. Sus artículos le provocan la persecución política en el Paraguay,
tiene que entrar y salir, hasta que se exilia en Montevideo. Ahí influye notoriamente en
José Rodó, en Vaz, en Zum Felde, en los intelectuales más destacados del Montevideo
finisecular o de principio de siglo. Barret se vincula a la generación del ’98, y su
presencia funciona como una especie de fermento o de levadura en la que germina esta
renovación ideológica que se produce en ambas márgenes del Río de la Plata. Enferma
de tuberculosis muy gravemente, viaja a Francia tratando de encontrar una cura para su
mal, pero muere a los 34 años de edad.
Éste es el tipo que más influye en el joven Ramos y que le hace ver el conflicto
social, junto con la lectura de los clásicos, del príncipe Kropotkin, de Gorki y de la
22
literatura realista y naturalista rusa. Pero Barret también lo introduce en el tema del
Paraguay, de la Guerra del Paraguay y de sus consecuencias. Es a través de Rafael
Barret donde la preocupación por la infame guerra de la Triple Alianza entra en el
espíritu de Jorge Abelardo Ramos.
En ese anarquismo inicial tuvo como compañero de militancia, de luchas y de
alguna huelga estudiantil a otro gran amigo nuestro: Luis Alberto Murray, de quien
Ramos era compañero de escuela. De alguna manera, Luis Alberto nunca abandonó sus
ideas anárquicas y logró congeniarlas con su catolicismo, su peronismo, su admiración
por León Trotsky y el whisky.
Pero Ramos comienza lentamente a alejarse del anarquismo de su hogar –si uno
cometiera ejercicio ilegal de la psicología, diría que significa un alejamiento del padre-
y comienza a acercarse, siendo muy joven, a los grupúsculos trotskistas que, en Buenos
Aires, comenzaban a surgir merced a la acción y la billetera de Liborio Justo, hijo del
presidente de la República, Agustín P. Justo.
Liborio Justo fue una especie de proto punk, de hippie, de rebelde, hasta el último
día de su vida, un peleador, enemigo de todo el mundo, que a los dieciocho años increpa
a gritos destemplados al presidente Franklin Delano Roosevelt, en la Cámara de
Diputados, en una visita oficial que hiciera el presidente norteamericano a la Argentina
y a su padre, nada menos que el General Agustín P. Justo. Liborio hace una denuncia a
los gritos desde los palcos del Congreso –adonde había llegado justamente en su
carácter de hijo del presidente de la República-.
El indoblegable hijo del presidente fraudulento adscribe a los escritos de León
Trotsky, quien ya ha sido expulsado de la Unión Soviética y se había convertido en el
solitario denunciador de la dictadura burocrática que se ha instalado en el Kremlin sobre
los restos exánimes de la Revolución de Octubre.
Realiza un viaje a Nueva York, del cual hay una interesante colección de
fotografías, tomadas por Liborio, sobre las consecuencias que la crisis del treinta
impuso a los trabajadores norteamericanos.
Y vuelve a Buenos Aires con el objetivo de impulsar y dar forma política a las
ideas del trotskismo en la Argentina. Alrededor de él y de su dinero –y de la capacidad
que tenía de hacer publicaciones, de pagar pequeños periódicos- se empiezan a armar
grupos vinculados al ideario trotskista, que tienen una prodigiosa capacidad
cariocinética, logrando aumentar el número de grupos sin aumentar el número de
personas involucradas en la totalidad del movimiento.
23
El trotskismo en la Argentina de los años ’30¿Qué significaba, para ser breve, el trotskismo, en esas condiciones?
El prestigio que en los años ’30 ostentaba la Revolución Rusa tuvo, en la
generación de hombres como Abelardo Ramos, una importancia iniciática, fundacional.
Yo pertenezco a una generación que se inicia a la vida política –y esto es algo que
el Comandante Hugo Chávez lo recordó ayer- con dos hechos: el Cordobazo, por un
lado, y, por el otro, la guerra de Vietnam, una guerra de liberación victoriosa.
La generación de Jorge Abelardo Ramos se inicia con los resplandores del
Octubre ruso y con el dramático espectáculo de la dolorosa Guerra Civil Española.
En 1930, el prodigioso movimiento de la Revolución Rusa había sido
absolutamente dominado, copado y cerrado por el sistema burocrático encabezado por
Stalin y en el cual toda la generación de revolucionarios que había participado de
manera directa en los Diez Días que Conmovieron al Mundo –como dice John Reed-
habían sido eliminados por la policía secreta de Stalin o estaban sepultados en
mazmorras de las que nadie sabía el paradero. El partido de Lenin se había convertido
en una organización burocrática piramidal, en la que ya no se discutía, sino que se
escuchaban las revelaciones prodigiosas del gran timonel que era José Djugashvilli –
Stalin-, donde todo debate había desaparecido por completo. Esto -que tenía, por lo
menos, un principio de explicación, si no de justificación, en las condiciones de asedio,
de sitio imperialista en que se encontraba la reciente Revolución Rusa- es imitado
meticulosamente por todos los partidos comunistas del mundo, que no estaban sitiados
por ningún cerco imperialista. Y entonces se aplicaron exactamente los mismos criterios
policíacos que se aplicaban en la Unión Soviética. El pensamiento crítico del marxismo
que había iluminado a las generaciones de Lenin y de Trotsky había sido convertido en
un catecismo del Padre Astete, sin discusión alguna, de una estolidez intelectual
repugnante para cualquier persona de veinte años que quisiera cambiar el mundo y que
tuviera respeto por la inteligencia humana.
A eso se le sumaba, en la Argentina, la adscripción más rígida y absoluta a los
lineamientos heredados del Partido Socialista y del liberalismo local, a lo que hay que
agregarle el altísimo componente extranjero, inmigrante, que tenían las primeras
organizaciones de trabajadores y de militantes, tanto socialistas como comunistas. El
Secretario General del Partido Comunista, en ese entonces y por largos años, era un
individuo que hablaba un español cocoliche, el ínclito Vittorio Codovilla.
24
En ese momento, el trotskismo aparece como una posibilidad intelectual de
reflexionar –sobre todo a partir de los escritos de Trotsky posteriores a su exilio de
Rusia, las reflexiones que él hace sobre la revolución traicionada, sobre los grandes
mariscales de la derrota, sobre los procesos de burocratización, etcétera- sobre que
había, más allá de la estolidez staliniana, un mundo de ideas que todavía podía florecer.
Todo esto en medio de una presión enorme, porque –repito- el mismo método de
represión policíaca que se usaba en la Unión Soviética, lo usaba el Partido Comunista
contra aquellos que disintieran con la línea oficial establecida por Moscú, apelando,
directamente, a la calumnia, a la descalificación, a la delación policial y a considerar a
los trotskistas, no militantes políticos con los que se mantiene una disidencia, sino
lunáticos, dementes, orates o provocadores policiales. Éste era el ambiente del
momento: un ambiente cerrado, enrarecido, de una gran presión psicológica, de delirio.
Pero un mundo que se derrumba es un taller de forja –decía don Hipólito
Yrigoyen- y en este magma, con tantos componentes de locura, de neurosis, surgen
algunos elementos que habrán de ser decisivos. En primer lugar, una correcta, aunque
genérica y abstracta percepción de los movimientos nacionales.
Los artículos de Trotsky desde México, el reportaje que le hace el dirigente
sindical argentino Mateo Fossa, algunas reflexiones de Trotsky sobre Getulio Vargas,
empiezan a darle, a estos jóvenes, posibilidades de formular un análisis distinto, un
juicio distinto, donde lo que prevalece es la idea central -planteada por Lenin en su
momento- según la cual el mundo se divide en países imperialistas y países dominados
por el imperialismo. Y que no se pueden usar los parámetros de los países imperialistas
para analizar y dar la lucha política en los países sometidos por el imperialismo.
Esto, que parece una obviedad, era una revolución copernicana. Y lo que dice
Trotsky, en algún artículo, es que entre una democracia que invade a un país feudal
dirigido por un jefe despótico, el deber del revolucionario es defender al país del jefe
despótico feudal contra los demócratas que lo invaden. Y después veremos qué hacemos
con el jefe despótico, antidemocrático y feudal. Pero es el deber del revolucionario
porque la razón de la humanidad está con el país oprimido y no con la democracia
imperialista. Esto los impacta, y de este magma surge –al aparecer Perón en 1945- el
pequeño –pequeñísimo- grupo que interpreta de una manera radicalmente distinta el
nuevo fenómeno nacido el 17 de octubre y que confronta con la totalidad de las
explicaciones que se daban en la Argentina sobre el peronismo.
25
Grupo que ve, principalmente, tres cosas: primero, éste es un país semicolonial, o
sea un país dependiente, oprimido por el imperialismo y por lo tanto, tenemos que
pensar de una manera distinta a como se piensa en los centros imperialistas.
Segundo, ésos que salieron a la calle a defender al coronel Perón, eran los obreros,
no eran murgas de lúmpenes desclasados, como los calificó el periódico filocomunista
Propósitos, sino que eran los obreros, la clase que liberaría a la humanidad de la
sociedad de clases, los agentes de la revolución socialista.
Y tercero, esos trabajadores van detrás de un jefe que no es un dirigente obrero
socialista formado en la Tercera Internacional, sino que es un coronel nacionalista.
Entonces ese grupo se dice: “bueno, vamos a tratar de explicar esto. Vamos a
tratar de darle una racionalidad, porque todo lo que es real es racional, todo lo que
existe puede ser explicado”. Estos grupos contaron con un hombre que jugó un papel
fundamental en la articulación, el trabajo político y la reflexión, como fue Aurelio
Narvaja.
Aurelio Narvaja –a quien no conocí personalmente, pero que pude haberlo hecho,
dado que falleció no hace más de quince años- era, entonces, un joven abogado
santafecino, vinculado originariamente al Movimiento Reformista, de la reforma del
’18, que comienza a reflexionar sobre la naturaleza históricamente progresista del
peronismo y sobre el carácter de clase del 17 de octubre. Este grupo se llamó Frente
Obrero. Pero, paralelamente a Frente Obrero, el joven Jorge Abelardo Ramos –que se
había peleado a puñetazos con Liborio Justo y con Raurich a propósito del 17 de
Octubre- empieza a editar la revista Octubre. Y ésta es la publicación en la que Ramos
comienza a elaborar su reflexión política y su pensamiento político, independiente –
aunque coincidente- con los trabajos del grupo de Aurelio Narvaja.
Comprender al peronismoCreo que la primera cuestión a la que hay que referirse, si se habla del legado de
Jorge Abelardo Ramos, es el aporte ineludible que éste hace a la comprensión del gran
movimiento nacional argentino. Es este aporte a la explicación de cómo y por qué los
trabajadores argentinos se encolumnaron detrás de un coronel y desarrollaron juntos un
gran movimiento cuyas tareas no fueron el socialismo, ni la socialización de los medios
de producción, sino la creación de medios de producción: la creación de un capitalismo
autárquico e independiente.
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Ramos contribuyó de manera fundamental a la explicación de este movimiento de
trabajadores que ayudaron y colaboraron a que hubiese patrones que les expropiasen
plusvalía para que ellos puedan ser, justamente, trabajadores. Esta explicación es un
aporte que Ramos dio, no a lo largo de un libro –como “Revolución y
Contrarrevolución en la Argentina”- sino a lo largo de miles de artículos, de notas
periodísticas, de reportajes, de conferencias. Jorge Abelardo Ramos es, en este punto,
inestimable.
América Latina: un paísA los veintisiete, veintiocho años –en 1949, ya en pleno gobierno peronista-
publica un libro: América Latina: un país. Un libro que, en realidad, tiene un título y su
contenido es otro.
Es muy extraño lo de este libro. Porque el libro habla muy poco de América
Latina. Habla mucho de Argentina y de la historia argentina. Pero es un libro que tiene
una particularidad extraordinaria. Con la capacidad de síntesis casi publicitaria que
caracterizaba la pluma y el ingenio de Jorge Abelardo Ramos, plantear, en 1949, que
América Latina es “un país”, era como intentar convencer al Instituto Nacional de
Meteorología que llueve de abajo para arriba, que nos parece que llueve de arriba para
abajo, pero que, en realidad, llueve de abajo para arriba.
Era una tarea imposible porque la propuesta era absoluta, radical y totalmente
novedosa. En ese época nadie podía pensar que eso se podía decir o siquiera pensar, que
se podría llegar a entrever que América Latina podía llegar a constituirse en un solo
país. Y mucho menos imaginarse que lo había sido.
Esto es lo más subyugante y lleno de posibilidades que tiene el libro América
Latina: Un país, que es un libro inicial. Es el libro de un joven que tiene 28 años, que
tiene muchos errores, muchos desaciertos, muchas imperfecciones, pero que establece
dos cosas. Como dice Methol Ferré, en una excelente nota introductoria que hizo para la
edición de algunos libros de Abelardo Ramos en Uruguay, América Latina: Un país era,
en realidad, dos libros. Uno, Revolución y contrarrevolución en la Argentina y, otro,
Historia de la Nación Latinoamericana. En este pequeño librito de 250 páginas estaban
comprimidos estos otros dos libros fundamentales. La madurez política le permitió
reescribirlos. Pero, en 1949, América Latina: Un país plantea el eje central de su legado
intelectual y político.
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Poco después publica –siempre durante el gobierno peronista- otra cosa que tuvo
el efecto de una enema de vidrio molido –si se me permite la escatológica comparación-
que es Crisis y resurrección de la literatura argentina, un libro de 1954. Y digo que
tuvo estos efectos porque se la agarra descarnada, brutal y provocativamente con dos
vestales de la cultura oficial argentina de entonces y, parcialmente, de hoy: Jorge Luis
Borges y Ezequiel Martínez Estrada.
Es obvio que Crisis y resurrección de la literatura argentina no es una obra de
crítica literaria. Es una obra política. De crítica a la cultura política oficial del país.
No está destinada a discutir las cualidades literarias de Borges y de Martínez
Estrada, sino que está destinada a discutir y criticar el peso que las concepciones de
Borges y de Martínez Estrada tienen sobre el conjunto de la sociedad. Y establece otro
ángulo de su crítica a la realidad argentina: el de la lucha cultural. Fija un principio
básico para un país semicolonial, que es que la lucha por la liberación se da en la cabeza
de los oprimidos de ese país. Y que, para alcanzar el nivel político capaz de cambiar las
condiciones, es necesario realizar una profunda crítica intelectual y política a las bases
espirituales del pensamiento de esa sociedad.
Este es el aporte de esta obra que asesta un golpe en el nudo gordiano de la
dominación política e intelectual de la oligarquía y del imperialismo en la Argentina,
que es el modo de pensar.
Caído el gobierno peronista, Ramos publica –en 1957- Revolución y
contrarrevolución en la Argentina, que es una versión ampliada y corregida de esa
historia argentina que había presentado en América Latina: un país.
Esta historia es corregida en dos puntos esenciales, que Ramos descubre
posteriormente a la publicación de su libro inicial.
Artigas y las Provincias Unidas del Río de la PlataUno de ellos lo cuenta Methol Ferré en ese artículo del que les hablaba y es el
papel de José Gervasio Artigas, el papel articulador que Artigas jugó en la nación
rioplatense. Descubrimiento que Ramos obtiene en sus viajes a Montevideo y en su
amistad, justamente, con Methol Ferré. Fueron Methol Ferré, Vivian Frías, ese gran
historiador y extraordinario expositor que fue Washington Reyes Abadíe y el periodista
Roberto Ares Pons quienes lo introdujeron en la justa apreciación del papel jugado por
Artigas hasta su eclipse en la fronda paraguaya. Estos intelectuales eran los editores
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responsables, en aquella época, de esa revista Nexo, que jugó un papel trascendente en
el proceso de autoconciencia histórica de los rioplatenses.
Su nombre, Nexo, apelaba al papel que el “estado tapón” creado por el Reino
Unido, debería jugar en el proceso de integración suramericano: de vínculo geopolítico
entre la Argentina y Brasil.
Los primeros capítulos del primer tomo de Revolución y Contrarrevolución en la
Argentina, que lleva el título de Las Masas y las Lanzas, son una magistral
interpretación de los momentos iniciales de las Provincias Unidas del Río de la Plata y
del papel jugado por el mejor exponente del federalismo, el oriental José Artigas. La
presentación del Protector de los Pueblos como un caudillo rioplatense cuyo programa
político consistía en mantener la unidad del antiguo Virreinato, y no como el creador del
minúsculo estado del Uruguay, tuvo también un efecto devastador en la concepción
histórica vigente, tanto de cuño liberal mitrista, como de origen nacionalista
oligárquico. En la visión de Ramos, Artigas es el primero y más grande de los federales
y su política se entronca con el proceso de modernización iniciado por los Borbones y
los grandes políticos y pensadores fisiócratas españoles, que tuvo en las Cortes de Cádiz
su más alta expresión transformadora.
Roca y la derrota al separatismo porteñoEl otro aspecto esencial, que actualiza Ramos en este libro, es el de la
resignificación del papel jugado por Julio Argentino Roca, su representación social y el
sentido de la federalización de la ciudad y el puerto de Buenos Aires.
Contra el izquierdismo abstracto, el antiliberalismo de cuño clerical y la
mistificación mitrista, Jorge Abelardo Ramos funda una interpretación, basada en el
paradigma marxista, que emparenta a Roca y al roquismo con los movimientos
populares que lograron la Independencia Americana, que resistieron la hegemonía de la
burguesía del puerto de Buenos Aires y que, con los soldados de un incipiente Ejército
nacional, aplastaron el secesionismo porteño. Con el brillo característico de su pluma,
emparentada con lo mejor de la literatura política argentina –Moreno, Castelli,
Monteagudo, De Angelis y hasta Sarmiento y Alberdi- Revolución y Contrarrevolución
en la Argentina describe de manera singular el período que se inicia bajo la hegemonía
personal del General Julio Argentino Roca en 1870, después de la guerra del Paraguay,
y que culmina en 1910 con su segunda presidencia.
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Revolución y Contrarrevolución en la Argentina es un libro magistral al que
vuelvo dos o tres veces al año para leer algo, para buscar alguna cosa, porque es una
especie de sistema, de clave para poder comprender políticamente diferentes momentos
históricos que son muy complejos y que están mal explicados. Es un libro al que se le
pueden agregar capítulos sobre temas que ocurrieron después de la época en que el libro
termina; pero es muy difícil que se le puedan agregar capítulos a los períodos sobre los
que el libro trata.
Con este libro, decía, Ramos establece de manera definitiva la génesis política del
pueblo argentino y de su clase trabajadora. Y, por lo tanto, vislumbra, tira pautas,
imagina cuál puede ser el desarrollo posible de ese pueblo argentino y de esa clase
trabajadora. Éste, creo, es el aporte central de Revolución y Contrarrevolución en la
Argentina, libro que –en su momento- fue de consumo masivo. Un libro que fue
devorado por, por lo menos, una generación de argentinos.
Uruguay y BoliviaRamos desarrolla, además, una relación muy íntima y comprometida con dos
países, además de la Argentina: con el Uruguay, con el que lo unían casi lazos de
sangre, ya que su padre terminó viviendo en Montevideo, y él mismo se casó con una
uruguaya, Fabriciana Carvallo, una joven intelectual, izquierdista y montevideana,
madre de sus dos hijos mayores.
Fue tan rica la relación que Ramos estableció con el Uruguay que Methol Ferré
sostiene –en ese mismo artículo- que Ramos fue a Vivian Trías lo que Juan B. Justo fue
a Emilio Frugoni. Juan B. Justo fue el precursor de la constitución del pensamiento
central del socialismo uruguayo a través de Emilio Frugoni -su principal dirigente- y,
según Methol, Ramos fue el que consolidó y dio forma al pensamiento político de
Vivian Trías, que llegó a constituir una corriente de la Izquierda Nacional dentro del
Partido Socialista uruguayo.
El otro país con el que desarrolla un compromiso intelectual y político es Bolivia.
Es cierto que, para el trotskismo, Bolivia siempre fue un tema. La característica de la
historia boliviana del siglo XX, el desarrollo de la industria minera, entre otros factores,
hicieron que –curiosamente- el trotskismo tuviera en Bolivia un desarrollo obrero muy
importante. Fue el trotskismo el que organizó los sindicatos mineros, y tuvo un gran
éxito político no sólo entre los trabajadores mineros, sino también en el campesinado.
Para los jóvenes trotskistas de aquella época –estoy hablando de los años 40- el viaje a
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Bolivia era un viaje iniciático. La mina Siglo XX, la mina Catavi, bajar al socavón, todo
eso, era un viaje iniciático para esa generación.
El establecimiento de una serie de conexiones políticas entre Ramos y varios
intelectuales y políticos bolivianos dio origen a su relación con Sergio Almaraz Paz y
posteriormente con quien, posiblemente, sea el discípulo boliviano más afamado de
Jorge Abelardo Ramos, Andrés Soliz Rada, que es el actual Ministro de Hidrocarburos
del gobierno de Evo Morales: un hombre formado personalmente por Sergio Almaraz
Paz, por Jorge Abelardo Ramos y por otro trotskista que se refugió en Bolivia -país al
cual le prestó importantísimos y patrióticos servicios- que fue Adolfo Perelman.
Adolfo, y su hermano Ángel, eran dos jóvenes trotskistas que participaron
directamente en la fundación de la Unión Obrera Metalúrgica, a punto tal que Ángel
terminó sus días como funcionario de la UOM, especialista en paritarias. Según decían,
era el hombre que mejor conocía la lista de actividades fabriles que tenían que ser
cubiertas en las discusiones paritarias. Adolfo se va a vivir a La Paz y es uno de los
hombres que participa activamente en la creación del primer horno de estaño que se
hace en Bolivia –la COMIBOL-, fundado a principios de la década del ’70 bajo el
gobierno del presidente Ovando Candia, caído ya René Barrientos.
Sobre estos dos países, Jorge Abelardo Ramos tenía un punto de vista muy claro,
conocía en profundidad esas dos sociedades e influyó en el debate político interno de
estos dos países. La polémica que mantuvo en los años ’70 con el secretario general del
POR -el Partido Obrero Revolucionario boliviano- Guillermo Lora, un trotskista cipayo,
una especie de Jorge Altamira avant la letre- es histórica, y ha tenido una muy grande
trascendencia política en el debate interno boliviano.
Historia de la Nación LatinoamericanHasta 1968 no publica nada de magnitud. En ese año logra publicar la otra parte
de América Latina: Un país, esa parte que solamente estaba encerrada, criptografiada en
el título. Y nos da otro libro que ha sido y sigue siendo iluminador que es Historia de la
Nación Latinoamericana.
Esta obra es –desde su sistema interpretativo- una obra única en el continente y
con una trascendencia sobre el sistema de ideas latinoamericano que es fundamental. En
esta obra Ramos desarrolla eso que “se cifra en el nombre” –como decía Borges en una
de sus milongas-, eso que estaba en aquél titulo de América Latina: Un país, y muestra
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de qué manera el futuro de nuestra unidad latinoamericana está signado por el inicio de
nuestra vida independiente. Y más aún.
Aún antes de nuestra vida independiente, las condiciones impuestas por la corona
española sobre el Nuevo Mundo determinaban que esto debía ser una sola y gran
Nación.
A partir de ello, Ramos analiza de qué manera ese proyecto originario que
expresaban Artigas, Bolívar y San Martín fue agonizando, fue deteriorándose; qué
intereses concurrieron para que el proyecto se fragmentase, para que esas grandes
visiones continentales que caracterizan la prosa de Bolívar terminaran en pequeñas e
impotentes repúblicas dotadas de todos los elementos formales que caracterizan al
estado burgués, pero de ninguno de sus elementos constitutivos materiales, que actúan
como estados burgueses, pero que no tienen la base material para ser verdaderos
Estados burgueses y, por lo tanto, se convierten en correa de transmisión de las políticas
imperiales.
Este libro desglosa, en sus grandes líneas, la fragmentación y la balcanización
suramericana y aporta otro elemento que es fundamental: da una lucha implacable
contra dos terribles plagas que azotaron nuestro continente, con efectos tan perniciosos
como las que azotaron Egipto bíblico: el cubanismo y la lucha armada.
La revolución cubana, su novedad, su inesperada resolución fue, para la
generación anterior a la mía, el gran elemento nutriente. Y se convirtió, de una
revolución viva, concreta, hecha por hombres y mujeres con enormes sacrificios, en un
país que está a un tiro de piedra de los Estados Unidos, en una abstracción metafísica,
en una especie de libro de Jorge Bucay, en la que se encontraban las respuestas a todos
los males del género humano.
Y esta respuesta estaba dada por la aparición de un nuevo protagonista, el
campesinado, y un nuevo demiurgo, el guerrillero. El guerrillero es el que introduce en
los campesinos la idea del levantamiento socialista y que, a través de su sacrificio, –
heroico y desinteresado- logra redimir al conjunto del género humano. Ésta es la
ideología latente en este cubanismo que caracterizó a los años ’60 y que terminó en el
terrible proceso de las luchas armadas, en el movimiento guerrillero en los distintos
países de América Latina, inclusive en el nuestro.
Jorge Abelardo Ramos, en la Historia de la Nación Latinoamericana, da un
debate profundo, ideológico, político, argumental, usando todo tipo de instrumentos
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intelectuales, para intentar explicar y aclarar a las nuevas generaciones que, por ese
lado, iban a un matadero sangriento.
Podría decir que, lamentablemente, tuvo razón.
Methol Ferré –a quien cito en esto porque posiblemente sea la persona que más
cerca estuvo de ese lejano y a veces frío corazón de Jorge Abelardo Ramos; fue su
mejor amigo y, posiblemente, después de la muerte de Alfredo Terzaga, su único
amigo- nunca se cansa de decir, cada vez que uno hace esos viajes a la Meca de
Montevideo para charlar con él, que el Colorado cumplió una tarea que la posteridad le
va a reconocer: que salvó a miles y miles de jóvenes de ese inicuo martirio.
Creo que esa lucha, los elementos intelectuales de esa lucha y de esa discusión
están dados en la Historia de la Nación Latinoamericana.
La Guerra de MalvinasY por fin, la última gran batalla que dio Jorge Abelardo Ramos quizás haya sido la
que libró durante la guerra de Malvinas. También ahí cumplió su papel, ése para el que
tenía tanta capacidad, el análisis y difusión propagandística de las características
nacionales y legítimas de la guerra.
Posiblemente, uno de sus más destacados méritos como político haya sido su gran
capacidad propagandística. Hay historiadores que intentan minimizar la importancia de
Jorge Abelardo Ramos en la elaboración y creación de estas ideas que he estado
enumerando. Estos críticos, para, disminuir la importancia de Ramos en su propio
pensamiento y, hasta, en su propia vida, sostienen que, en realidad, esas ideas son de
Aurelio Narvaja, y que lo único que hizo Ramos fue repetir lo que había escuchado del
pensador y político santafesino.
Este punto de vista es de una mezquindad ilimitada, de la cual Aurelio Narvaja es
absolutamente inocente.
Más allá de las reflexiones de Aurelio Narvaja, y del aporte que estas reflexiones
hayan tenido en la elaboración del pensamiento básico de Jorge Abelardo Ramos, es
evidente que estas ideas son conocidas urbi et orbi por la prodigiosa capacidad literaria,
propagandística y agitativa del Colorado Ramos para hacerlas conocer y trascender del
pequeño cenáculo de iluminados trotskistas en cuyo seno contribuyó a forjarlas.
Fue la lucha pública y personal que llevó adelante Ramos, contra todas las fuerzas
de la reacción, de derecha a izquierda, la razón por la cual esas ideas salieron de la
catacumba a la luz: por su lucha, y por la capacidad que tuvo de nuclear a cientos, a
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miles de compatriotas, provenientes de distintas extracciones políticas, alrededor de él,
vinculados a él, y que tenían, como base general de pensamiento todas estas ideas, estas
ideas por las que algunos críticos pretenden restarle mérito.
En esto Ramos era un político extraordinario, era un tipo que tenía una enorme
capacidad mediática -por lo menos en los términos en que los medios se manejaban en
la época en que él vivió-. Digamos que su capacidad mediática solamente es comparable
a la de Arturo Jauretche.
Disponía de una admirable capacidad para penetrar el muro de aislamiento e
indiferencia con que el régimen lo proscribía, una enorme creatividad para elaborar
síntesis extraordinarias –especie de epigramas- que cerraban toda discusión posible.
Como cuando le dice a Galtieri: “Muy bien, General. Hemos echado al inglés. Sería
bueno que ahora echemos al Alemán”1. Esta capacidad para encontrar el chiste, la
réplica, el retruécano, la síntesis, esta capacidad de decir la última palabra y de dar a la
vez la sensación de que no cabe otra más, era uno de sus grandes atributos como
político.
Y, a la vez, su prodigiosa oratoria.
Ramos fue uno de los oradores más extraordinarios que he escuchado. La
presentación verbal que hacía de la historia y de la política daba, a sus oyentes, la
sensación de estar viendo una superproducción de cine: uno veía pasar esos ejércitos de
desarrapados criollos que iban a combatir a atildados oficiales españoles, veía cabalgar
a las montoneras federales, flameando el rojo pabellón empolvado por mil batallas, veía
a los inmigrantes, con el miserable atadito de sus pertenencias, llegando al puerto de
Buenos Aires. Veía desfilar ante sus ojos todo lo que su enorme capacidad retórica
explicaba, dejando impregnadas para siempre, en el cerebro de sus oyentes, estas
imágenes que él dibujaba verbalmente, para que, justamente, se convirtieran en el dato
constitutivo de esta nueva manera de ver la Argentina y América Latina.
El legado de Ramos¿Qué ha quedado de todo esto?
Bueno, modestamente, hemos quedado quien les habla y una legión de
compañeros y amigos en todo el país. Pero sospecho que algo más debería haber
quedado.
1 El compañero Gabriel Moretti, de Baradero, en un mensaje electrónico, me ha corregido posteriormente este dato. Ramos no dijo esto a Galtieri, sino al general Iglesias, secretario, entonces, de la Junta Militar, en una reunión que ese oficial mantuvo en el edificio del Congreso con los presidentes de todos los partidos políticos de la época.
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Sintetizaría el legado de Jorge Abelardo Ramos en éste 2006, a doce años de su
desaparición física, en los siguientes puntos:
La interpretación de los movimientos nacionales y su relación con el desarrollo de
las sociedades semicoloniales. No me refiero únicamente al peronismo, sino a los
movimientos nacionales en general. Su crítica, por lo tanto, al sistema de los partidos
tradicionales. Su interpretación de la naturaleza de los movimientos nacionales,
latinoamericanos y del Tercer Mundo. Su análisis sobre el papel del caudillo como
sintetizador de los distintos elementos que componen al movimiento nacional. Estos
recursos, estas herramientas intelectuales que él ha aportado, siguen teniendo la misma
vigencia que tenían el día en que uno –hace cuarenta y cinco años- abrió por primera
vez las páginas no refiladas de Revolución y contrarrevolución en la Argentina.
Otro elemento que Ramos aporta, y cuya vigencia es tan actual como la de los que
acabo de describir, es su interpretación del papel de los ejércitos en el mundo
semicolonial. El papel bifronte de las clases medias, de las cuales los ejércitos no son
sino una parte, tanto en la revolución, como en las contrarrevoluciones; esas clases
medias, colonizadas ideológica y mentalmente por el imperialismo y las oligarquías, a
su vez, constituyen una de las fuerzas sociales fundamentales para la convergencia en el
gran movimiento nacional liberador. La crítica que Ramos hace al progresismo
abstracto y a su falso democratismo tiene su eje en el papel desorientador de las
aspiraciones de estas clases medias, como artilugio intelectual que los lleva a un camino
sin salida, y con el que evitan enfrentar la verdadera solución.
Y, por último –pero no con menos vigencia, ya que tal vez hoy brilla con su
máximo esplendor-, su concepción admirable de la unidad latinoamericana tal y como
hoy se está estructurando.
Hoy al mediodía miraba la transmisión televisiva de la Cumbre de Presidentes del
Mercosur en Córdoba mientras hablaba por teléfono con un amigo. Cuando estaba
hablando Hugo Chávez, le hice un chiste a mi amigo. Le digo: “Esto no existe. Esto es
un producto de la cabeza del Colorado, este hombre no existe. No puede ser verdad
tanta belleza: que haya, como clamaba Ramos en cada uno de sus textos, un militar,
hijo de las clases medias pobres, de un país semicolonial, que plantea la unidad
latinoamericana sobre la base de la unificación de los pueblos. Esto es un producto de
los libros del Colorado, y lo que ocurre es como si se estuviera filmando un guión
escrito por Jorge Abelardo Ramos”.
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Verdaderamente, ahora más que nunca, el proceso de unidad latinoamericana ha
avanzado por los carriles de la interpretación que sobre ella Jorge Abelardo Ramos
ofrecía a nuestra lectura. La vigencia de los movimientos nacionales, es decir, de esos
grandes frentes nacionales antiimperialistas, integrados por vastos sectores sociales de
las sociedades semicoloniales, conducidos generalmente por un caudillo, con las
características que tenía en el siglo XIX Bonaparte, en el siglo XX Perón y en el XXI
Chávez; la vigencia del proyecto de la unidad latinoamericana, creando un arco de
países hispanoparlantes capaces de establecer un equilibrio con el gigante lusitano, son
los elementos que el pensamiento, la obra, la acción política de Jorge Abelardo Ramos
nos han legado hasta nuestros días, y que tienen una vigencia y una utilidad política
incomparable.
Muchas gracias.
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En memoria de Jorge Enea Spilimbergo“No temáis que se extinga su sangre sin objeto,
porque éste es de los muertos que crecen y se agrandan
aunque el tiempo devaste su gigante esqueleto”
Miguel Hernández
Es esta una tarea a la que el pensamiento y las manos se resisten, porque es muy
difícil pensar que Jorge Enea Spilimbergo está muerto y lo es mucho más el tratar de
escribir sobre este gigante, sobre su inteligencia luminosa y su voluntad adamantina.
La lucha por la liberación nacional de las garras del imperialismo, el largo
combate por la creación de una sociedad sin explotadores, la marcha por la unificación
de las patrias suramericanas encontraron en este hombre inmenso su mejor militante.
A los quince años, cuando era un estudiante del Colegio Nacional Buenos Aires,
descubrió, como muchos compañeros de generación, las injusticias de la sociedad
capitalista semicolonial. Provenía Spilimbergo, por parte de su padre, de una familia del
norte de Italia, y su tío Lino era ya el extraordinario pintor de esos rostros de ojos
grandes, de esos coloridos paisajes cordobeses e italianos, que lo convirtieron en uno de
los pocos clásicos de la plástica argentina. Su paso por la Federación Juvenil
Comunista, en aquellos años mozos, le dejaron un imborrable desprecio por los manejos
burocráticos del partido de Victorio Codovilla y Rodolfo Ghioldi, por la adocenada y
ramplona caricatura de marxismo que exhibían sus dirigentes y la lacayuna obediencia a
los dictados de Stalin y la Unión Soviética.
A los 20 años, y vistiendo el uniforme de conscripto de la Aeronáutica, conoció a
Jorge Abelardo Ramos, nueve años mayor que él, quien por entonces comenzaría a
hacerse conocer en las columnas del diario Democracia, bajo el seudónimo de Víctor
Almagro. A partir de entonces, y durante más de veinte años, Ramos y Spilimbergo
dedicarían sus esfuerzos políticos e intelectuales a la creación de la Izquierda Nacional.
Spilimbergo era un renacentista, en el sentido más rico y complejo del término.
Poseía una riquísima cultura general, un vasto saber sobre la historia, tanto europea
como americana, y una prodigiosa avidez de conocimiento. Dueño de una sólida
formación filosófica y literaria, su lectura de Marx y el marxismo tuvo siempre una
fresca impronta antidogmática y un fuerte anclaje en la realidad. Nada más lejano a su
inteligencia política que los abstractos juegos ideológicos o las verdades eternas y
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universales. Su búsqueda y lo que transcribió en sus libros –que son ya fundamentales
del pensamiento moderno de nuestro país- era un pensamiento revolucionario vinculado
orgánicamente a la realidad social, económica y cultural de la Argentina, un instrumento
de conocimiento y de transformación, una herramienta de lucha nacional y social. Y ese
prodigioso cerebro estaba, además, dotado de un extraordinario sentido del humor, una
finísima sensibilidad poética, un admirable estilo literario y una hipnótica elocuencia.
Poseía, más que nadie, la capacidad de transmitir conceptos y emociones, tanto en el
diálogo personal como en la tribuna o la barricada.
El diálogo con Spilimbergo era siempre placentero. Su frecuencia a los grandes
poetas y escritores del Siglo de Oro español, su pasión por la novela y el cine, su
erudición y su simpatía hacían sentir inteligente a su interlocutor. Ponía todo este saber
al servicio de su razonamiento eminentemente práctico y político y era capaz de
establecer asombrosas relaciones, cuya finalidad era conmover la inteligencia y mover
la voluntad.
Su voluntad fue indoblegable. Vivió y murió de la manera que decidió a los
quince años: al servicio de la causa de los oprimidos y la Patria. Nunca tuvo otro interés
que éste, pese a que no era hombre que despreciara –al modo de tanto asceta avinagrado
y dispéptico- los dulces placeres de la vida: un buen vaso de vino, un abundante y
sabroso plato, una fiesta con música y baile con sus compañeros y compañeras. Pero
todo ello estaba subordinado a aquella tarea que se impuso en su paso sobre la tierra: la
militancia política revolucionaria.
Amó a su mujer, Isabel Constenla, “Yiyí”, como muy pocas mujeres han sido
amadas: la admiraba amantísimamente y la llevó en su memoria hasta el último hálito
de una vida rica y ejemplar.
Fue uno de los grandes pensadores nacionales de la segunda mitad del siglo XX.
Fue el constructor insumergible de una fuerza política que, seguramente, lo continuará y
mantendrá vivo su recuerdo. Fue respetado por sus amigos y temido por sus enemigos.
Aún cuando poseía un carácter irascible, que se fue suavizando con los años y la
madurez, carecía de todo rencor. Ejerció sin hipocresías una notable capacidad de
autocrítica y pese a la dureza que las discusiones políticas pudiesen adquirir, recibió
siempre con los brazos abiertos a quienes se reincorporasen a la causa común.
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Este hombre, síntesis y expresión de lo mejor de los argentinos, se ha ido para
siempre. De su pasta deberán estar hechos quienes asuman sobre sus hombros la tarea
de continuar su obra y su lucha. Sus libros, sus reflexiones y su consejo nos iluminarán
el camino para siempre. En algún lugar, quisiera uno pensar, así sea en el corazón del
pueblo, se encontrará Spilimbergo con su amada Yiyí, y en la mesa de El Galeón
volverá a tomar un café con el Colorado Ramos y Don Arturo Jauretche.
“El régimen imperialista -solía decir- lo puede todo. Lo único que no puede, y por
eso será vencido, es dar respuesta a la desesperación, la miseria y el hambre de
millones de seres humanos”. Con toda seguridad, querido compañero Spilimbergo,
cuando los hambrientos argentinos y latinoamericanos recuperen para siempre la
vertical de su dignidad, su nombre y su memoria serán venerados con el mismo fervor
que profesamos quienes compartimos su lucha y sus sueños.
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A los veinticinco años de la muerte de don Arturo Jauretche
El recuerdo de aquel gigante admirableEra el año 1971.
Era una mañana de invierno, fría y estimulante. Sentado a una mesa frente a la
puerta de “El Galeón”, en la esquina de Córdoba y Esmeralda, tomaba un café,
mientras hojeaba el diario, seguramente “La Opinión”. El brillo de la mañana
iluminaba la acogedora y cálida penumbra de la confitería. Distraído en la lectura estaba
ajeno al movimiento de gente del lugar. De pronto una sombra oscureció la página del
diario. Levanto la vista y me encuentro con la alta y voluminosa figura de don Arturo
Jauretche, quien se había acercado a mi mesa. Me pongo de pie para saludarlo y,
obviamente, lo invito a sentarse y compartir un café.
- Como no, gracias. Pero quiero pedirle un favor.
- A sus órdenes, don Arturo.
- Permítame sentarme de ese lado de la mesa. Nunca me siento de espaldas a la
puerta.
Don Arturo tenía entonces setenta y un años –había nacido junto con el siglo–,
pero el revolucionario de Paso de los Libres, el político yrigoyenista de Forja, el
exiliado en Montevideo por la persecución gorila no había olvidado sus hábitos
formados en décadas de conspiración contra el Régimen. Y quería ver de frente a la
Muerte y desafiarla, si ésta venía bajo la forma de un atentado, de un disparo artero.
La anécdota surgió en mi memoria al tratar de explicar en estas breves líneas, para
las generaciones que no lo conocieron, formadas en la “Era de la Boludez” –como
Divididos definió a la década y de la cual no son, por supuesto, ellas las responsables,
sino sus víctimas–, quién fue este luchador incansable, este lúcido intelectual, este
patriota ejemplar y una de las mejores plumas políticas del siglo.
Sus obras principales fueron escritas para que sirvieran de herramienta de lucha
por la independencia nacional y la justicia social. Puso al servicio de esta causa una
inteligencia prodigiosa, que le permitía encontrar en hechos aparentemente
intrascendentes de la vida cotidiana, en lugares comunes del habla popular o en
conductas inconscientes de sectores sociales, el rastro incontrovertible de un sistema de
pensamiento dominante, de un modo de sumisión económica o, por el contrario, de un
rasgo de grandeza irreductible capaz de cambiar el destino de la Patria o “de mis
paisanos”, como gustaba llamar a nuestros compatriotas. Pero puso también, junto a
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esta inteligencia, una acerada voluntad dispuesta a no dejarse comprar con las promesas
de reconocimiento, status social y prestigio con que el sistema premia la docilidad o la
rebeldía acotada, de sus cuadros intelectuales. Se expuso así a una cierta forma de
marginación que sólo fue interrumpida cuando el pueblo logró gobernarse a sí mismo e
iniciar el camino de la soberanía.
Y como si esto no alcanzara, Jauretche escribía extraordinariamente bien. Tenía el
don de convertir lo complejo en sencillo, lo oculto en evidente, lo pretencioso en
ridículo, lo solemne en patético. El primer libro de sus nunca terminadas memorias,
“De pantalones cortos”, es una precisa muestra de este genial contador de historias. El
país de su infancia, la vida cotidiana en un pueblo de la provincia de Buenos Aires, en
donde no hacía mucho habían pasado los hirsutos malones, su tío “el Cautivo”, la
llegada del primer aeroplano, la paulatina incorporación de los inmigrantes, son
contados por Jauretche con la amenidad de las charlas de fogón, sabiendo que ayudaba a
construir una memoria en un pueblo al que sabía olvidadizo.
Pero fue, sin duda, en la literatura política donde su genio brilló hasta convertirlo
en el profeta del destino nacional. Derrocado el general Perón, por la sangrienta
“Libertadora”, Jauretche se enfrentó con sus libros a la omnipotente estructura
ideológica y política del liberalismo. “El Plan Prebisch. Retorno al Coloniaje”, “Los
Profetas del Odio”, “El Medio Pelo en la Sociedad Argentina”, entre otros, fueron los
textos que enseñaron a mi generación cómo era el país real que no aparecía en las
cátedras universitarias ni en los grandes diarios. Y son todavía esos textos los que, a
veinticinco años de su muerte, denuncian desde el pasado, con voz profética, el presente
miserable de un país que no supo o no pudo forjarse el porvenir que sus hombres y
mujeres merecían.
“Mientras tanto nos iremos hipotecando con el fin de permitir que falsos
inversores de capital puedan remitir sus beneficios al exterior. Y como nuestra balanza
de pagos será deficitaria, en razón de la caída de nuestros precios y de la carga de las
remesas al exterior, no habrá entonces más remedio que contraer nuevas deudas e
hipotecar definitivamente nuestro porvenir. Llegará entonces el momento de afrontar
las dificultades mediante la enajenación de nuestros propios bienes, como los
ferrocarriles, la flota o las usinas”.
“Poco a poco se irá reconstruyendo el estatuto del coloniaje, reduciendo a
nuestro pueblo a la miseria, frustrando los grandes ideales nacionales y humillándonos
42
en las condiciones de país satélite”. (Arturo Jauretche. “El Plan Prebisch. Retorno al
Coloniaje”. 1955).
Vaya esta cita premonitoria en recuerdo de aquel gigante admirable.
Publicado en La Razón, Buenos Aires, mayo de 1999.
43
Medio Pelo en política exterior
Las últimas zonceras del “Super Canciller”Pequeña burguesía es un concepto político y social que trata de definir una clase o
sector social que, por oposición a la burguesía y al proletariado, no participa
directamente en la producción de mercaderías. No son propietarios de los medios de
producción –como la burguesía- ni venden su fuerza de trabajo, la fuerza de sus brazos
y la habilidad de sus manos, para transformar las materias primas en manufacturas. La
base económica de su existencia social radica en los servicios, en la administración, en
el sistema bancario y financiero y en el aparato ideológico cultural de la sociedad.
Debido a esta situación intermedia y flotante dentro del sistema de hierro de una
sociedad capitalista, la pequeña burguesía no tiene una propuesta propia, un modelo de
sociedad y de producción que ofrecer y ha debido, a lo largo de la historia, recostarse en
uno u otro de los dos grandes sectores. Así pudo, por ejemplo, sumarse y, en cierta
medida, acaudillar a los pobres de París para producir la Revolución Francesa y, con
ella, la transformación política y económica de la Francia feudal. Ciento cuarenta años
después en Alemania constituyó el ala plebeya de la contrarrevolución hitleriana.
El Medio Pelo de acáBueno, todo esto en las Europas. En nuestras costas, la pequeña burguesía –la
clase media- también ha jugado un papel oscilante y contradictorio. En la medida en que
el enfrentamiento más importante que se produce en nuestra Latinoamérica ha sido entre
las fuerzas nacionales y el imperialismo junto a los grupos oligárquicos nativos, la clase
media se ha volcado ora a uno, ora al otro, según la relación de fuerzas generales de la
sociedad. Así pudo nutrir las filas del yrigoyenismo y democratizar la vida política del
país. Así pudo también llenar la Plaza para vivar a los contrarrevolucionarios del ’55.
A este sector social, a la clase media argentina que ha suspirado y suspira de amor
no correspondido hacia la culta Francia, Arturo Jauretche bautizó para siempre con el
criollo nombre de medio pelo.
Dante Caputo, el canciller de nuestro país, es un claro y lamentable ejemplo de
medio pelo en el gobierno del doctor Alfonsín. Anteriormente desconocido en la
actividad política, tanto dentro como fuera del radicalismo, los actos y las declaraciones
del señor Caputo evidencian muchas veces una peligrosa irresponsabilidad. Tomemos
algunos ejemplos.
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Las zonceras de CaputoLa restauración de la soberanía popular y de la legalidad democrática implicó para
todos los argentinos de bien la necesidad de restablecer la vigencia de los derechos y
garantías constitucionales, brutalmente violadas por la barbarie criminal del terror. El
canciller argentino se presenta en Ginebra y establece la irresponsable tesis de que “el
principio del respeto a los derechos humanos en cada país está por encima del
principio de la soberanía de los estados”. En el siglo pasado, el discreto versificador
Esteban Echeverría había afirmado –y su afirmación ha sido llevada al mármol- que “la
patria no se vincula a la tierra natal sino en el libre ejercicio de los derechos
ciudadanos”. Con ello quería decir ni más ni menos que él se consideraba argentino en
la medida en que en este país hubiera instituciones de acuerdo a su gusto. Entroncada
con esta afirmación de un medio pelo decimonónico, la de Caputo ofrece el justificativo
ideológico para la invasión militar de EE.UU. a la isla de Grenada. Pero al contrario de
Ronald Reagan, para quien los intereses de su país son los intereses de la humanidad, la
zoncera de Caputo somete la independencia argentina a la interpretación interesada que
cualquier potencia pueda hacer de los derechos humanos.
Su célebre aforismo acerca de que “en el 2 de abril no hay nada que celebrar”
define al hombre en genio y figura. El licenciado Caputo se encontraba posiblemente en
París cuando aquellas jornadas gloriosas. Como todos los argentinos que a la sazón
vivían en Europa Occidental habrá sentido en carne propia el aislamiento y la soledad
que la defensa de la soberanía territorial producía en medio de la declarada hostilidad
del Pacto Atlántico. Y como resultado de ello deja la impresión de que prefirió quedarse
mal acompañado que solo. Y parece elegir como propia la explicación del Foreign
Office: la recuperación de las islas australes no es más que una maniobra distractiva del
dictador ebrio para perpetuarse en el poder.
El discurso pronunciado ante la Unión Industrial Argentina es un muestrario casi
completo de todos los lugares comunes del mediopelismo argentino. Con respeto casi
sumiso, Caputo aclara a los empresarios: “Para que ustedes no se asusten (sic), yo creo
que un país como la Argentina con su historia y sus tradiciones… tiene que asumir el
estilo de desarrollo capitalista. Lamentablemente –agregó a continuación- hay muy
poca gente dispuesta aceptar las consecuencias prácticas de esta alternativa”. Esta
tontería deja, por supuesto, sin aclarar qué fue el capitalismo practicado durante los
gobierno de Perón y qué otra cosa fue el capitalismo de Krieger Vassena o Martínez de
48
Hoz. No aclara tampoco qué clase de consecuencias produjeron uno u otro y se
completa con su posterior afirmación: “El desafío consiste en buscar cómo no entrar en
contradicciones con ese país (EE.UU.)”. Esto es, que el único capitalismo que Caputo
ve como posible es aquel que no contradiga los intereses del Norte. Sin tantas
pretensiones Martínez de Hoz y Frondizi han sido y son mucho más claros para afirmar
lo mismo.
Perón, ese demagogo autoritarioPero también sobre política interna se expidió en esa oportunidad. “El peronismo
(provocó una) enorme confusión… sobre el sistema económico argentino”, declaró el
canciller a los postres. “El estilo político que impuso el peronismo, su estilo
demagógico, su estilo autoritario, creó un límite muy claro al desarrollo económico de
este país”. Para no entrar a discutir sobre el carácter autoritario y demagógico del
peronismo –afirmaciones que no se oían desde hace años y que, por suerte no se oyen a
menudo de funcionarios del gobierno- analicemos un poco el sentido más general de
esta opinión. Sin duda, el licenciado Caputo sabe, porque esto se estudia en Francia, que
el surgimiento y la consolidación del capitalismo fueron posibles gracias a la acción de
regímenes con un fuerte contenido de autoritarismo, como lo fueron el de Crownwell,
en Inglaterra, o el de Napoleón, en Francia. Fue también el autoritarismo y cierta dosis
de demagogia las que permitieron a Bismark que los divididos principados alemanes se
convirtieran en la Alemania moderna.
Sus críticas alcanzan no sólo al peronismo, sino al propio radicalismo, el cual “se
contagió, entró durante un largo período en una etapa de confusión respecto de cosas
que había logrado el peronismo, pero de las cuales fue, en buena medida, incapaz de
separar lo sano de aquello que producía problemas”. El tiro va dirigido, obviamente, a
la política de acercamiento y diálogo con el peronismo, llevada a cabo por el doctor
Balbín y sus amigos durante la década del ’70. Si bien este acercamiento estaba
planteado de una manera conservadora y podía significar, en el avance del movimiento
nacional durante esos años, un freno condicionante, las posiciones del balbinismo
implicaron parcialmente un intento de frente nacional democrático. La crítica de Caputo
está planteada desde la derecha y ataca a Balbín, en cuanto éste dialoga con Perón en
lugar de atacarlo por autoritario y demagógico.
El licenciado Caputo no puede estar a cargo del Palacio San Martín en estas horas
críticas. Su respeto reverencial por la civilización europea, cuando tenemos un conflicto
49
abierto con una de las principales potencias de la zona, su occidentalismo proyanqui,
cuando la deuda externa nos enfrenta de hecho a los bancos estadounidenses, y su
desconocimiento de la naturaleza íntima del problema nacional argentino, cuando la
necesidad del frente patriótico se hace evidente a los ojos más contumaces, constituyen
un peligro para la viabilidad de la democracia. Mucho más si de ella queremos hacer un
instrumento de liberación y no un mero adjetivo para ocultar nuestro sometimiento.
El doctor Caputo no responde a las tradiciones del partido que lo llevó al poder ni
a las del país cuya representación ocupa. Su permanencia en el cargo sólo hace más
grave nuestra crisis y más difícil su solución.
Publicado en Izquierda Nacional, Mayo de 1984
50
Los modernos macaneadoresDe arbitristas, profetas, manosantas, curalotodos, santones y otros iluminados de la
modernización
En 1560, España, que en el siglo pasado había descubierto el Nuevo Mundo,
padecía bajo la férula del segundo ejemplar de la dinastía de los Habsburgos, el idiota
místico Felipe II. El reino español y sus hombres y mujeres languidecieron sin otra
esperanza que llegar hasta Cádiz para embarcarse rumbo a las tierras de promisión que
los marinos y cronistas describían en sus relatos sobre nuestra América. De lo contrario,
el convento, el regimiento o la mendicidad aseguraban “una olla de algo más vaca que
carnero, salpicón las más noches”, como cuenta Cervantes sobre el menú de su
hidalgo. Falsos o verdaderos tullidos, llagados de intención, pordioseros cuyo capital
era alguna tara congénita o adquirida, llenaban los caminos y las aldeas de un país del
que había desaparecido la industria artesanal, la agricultura y todo trabajo útil, mientras
a sus puertos llegaban quintales de metales preciosos arrancados por los encomenderos
a las montañas de ultramar, exterminando de paso a los incas y aztecas y haciendo
desaparecer sus notables culturas.
Bajo el reinado del obseso Felipe, de su padre Carlos V y sus sucesores de la
dinastía alemana –todos ellos caracterizados por su cerril reaccionarismo y por sus
tortuosas personalidades- España se empobreció y se enriquecieron los banqueros de los
Países Bajos, cuyas industrias eran financiadas por el oro y la plata americanos.
En este país, arrasado por la inflación y la usura, por el latifundismo y la
improductividad agraria, por el privilegio de una nobleza que consideraba el trabajo
manual una ofensa, donde la picaresca había reemplazado a la industria y la Inquisición
levantaba sus abominables instrumentos de tortura mientras el precio del dinero era diez
veces superior que en el resto de Europa, florecieron los arbitristas.
Charlatanes y curanderosExpertos en arbitrios y soluciones universales, estos personajes pululaban en las
cortes y en los despachos reales, proponiendo delirantes y febriles remedios a las
calamidades económicas de sus contemporáneos. Falsos sabios, farsantes iluminados
que intentaban vender la panaceas que los salvara de su destino de mendigos o
mercenarios en las guerras europeas, escribían largo memoriales, proponiendo
solucionar la crisis fiscal española, sustituyendo, por ejemplo, el uso de mulas en las
tareas agrícolas por bueyes. O invitando a establecer una aduana en el Peñón de
51
Gibraltar para cobrar peaje a las naves que entraban en el Mediterráneo. O reemplazar el
dinero metálico por granos de cacao. Y así distintas ocurrencias, supuestamente
técnicas, que tenían en común el pasar por alto “lo mero principal”: el parasitismo
feudal de la abúlica nobleza castellana, la dependencia financiera que la corona
establecía con la banca flamenca y la ceguera y estupidez de los monarcas.
La Argentina padece hoy una remozada realidad de aquellos pícaros arbitristas.
Una pléyade de iluminados despliega, ante la mirada abotagada de la clase política
argentina, sus libros y folletos ofreciendo la nueva piedra filosofal, la pócima mágica
que nos saque de la crisis. Bajo el genérico nombre de “modernización” ofrecen
maravillosas soluciones que, como en los antiguos libros de alquimia, son definidos con
musicales palabras de remoto origen griego. ¿La industria nacional es ineficiente,
improvisada y no competitiva? Entonces la fórmula se llama cibernética y su
sacerdotisa es la computadora. Tiene la virtud de ahorrar tiempo –como el conejito de
Alicia en el País de las Maravillas, quien estaba apurado sin saber adónde iba-, de
realizar complejísimas ecuaciones y brindar hermosos gráficos en colores.
¿La dificultad es la desocupación, el cierre de fábricas, los problemas gremiales?
La respuesta se llama entonces robótica. Y del attaché del moderno arbitrista salen
plantas fabriles atendidas exclusivamente por prodigios electrónicos, con brazos
articulados y manos en formas de llaves francesas, que desplazándose sobre rieles
realizan las más disímiles y complejas operaciones manuales, todas ellas coordinadas
por la omnisciente sagacidad de la computadora. Si el problema es, en cambio, la
productividad agraria, el rendimiento por hectárea, la obtención de cantidad y calidad
para obtener saldos exportables, la clave es entonces la aún más misteriosa biogenética.
De las entrañas de la computadora saldrán ahora increíbles semillas que repetirán el
milagro evangélico de la multiplicación de los panes, toros de inagotable virilidad,
vacas ninfómanas, pasturas capaces de crecer en la Puna de Atacama, inagotables
torrentes de miel y leche.
El nuevo cuento del tíoEstos arbitristas conocen casi de memoria los engendros seudocientíficos de
Alvin Toffler, un charlatán a escala planetaria, mezcla imperial de predicador mormón y
vendedor de seguros, convertido en supremo pontífice del mito modernista. Rodolfo
Terragno, un periodista radicado en Londres –y que alguna vez supo entender la
naturaleza dependiente de nuestro país y el carácter parasitario de su clase dominante-
52
es el apóstol vernáculo y sus seguidores se reclutan, fundamentalmente, entre los
innumerables licenciados y doctores salidos de nuestras universidades. Y su público lo
forman diputados, senadores –oficialistas y opositores-, ministros y hasta el propio
presidente. Comos poco dotados Habsburgos, pierden horas invalorables escuchando a
los modernos curanderos.
¿Pero qué tienen en común unos y otros, para que ésta sanata penetre en las
muchas veces herméticas cabezas dirigentes? En este caso, como en el cuento del tío se
necesita la complicidad entre el estafador y el estafado, y esta complicidad se basa en
características políticas.
En general podría decirse que ambos son cipayos. Consideran a priori, como un
preconcepto ideológico, la imposibilidad que tienen los argentinos de brindar soluciones
propias y originales a los desafíos que nos impone la historia. Por lo tanto, toda solución
que venga avalada por los centros de poder imperiales goza de una casi automática
aceptación. De ahí la permanente apelación al peligro que tendría un aislamiento de
nuestro país, en caso de plantear una política soberana en materia de deuda externa. La
colonización cultural y su consecuencia, la falta de una clara conciencia y una
indoblegable voluntad nacionales, constituyen el sustrato, digamos, psicológico de la
estafa.
En segundo lugar, y determinado por la anterior, un falso y adocenado
positivismo que ignora que la principal modernización –causa material y eficiente de
todo proceso en tal sentido- es la transformación social.
Los esclavistas de los estados sureños no tecnificaban sus plantaciones porque el
trabajo gratis de los negros les resultaba infinitamente más rentable. Y como clase
parasitaria les importaba un bledo la modernización técnica del conjunto del país. Fue
necesaria una guerra civil y la expropiación de los esclavos –que eso fue la abolición-
para que el sistema industrial del Norte penetrase en el profundo Sur –y aún así de
manera imperfecta-. El maquinismo del siglo pasado necesitó la destrucción social y
política del feudalismo, la depreciación de los productos agrarios y la generación de
mano de obra libre no agremiada –a las antiguas corporaciones de artesanos- para que
surgiese, como consecuencia de ese cambio revolucionario, la fábrica, la máquina a
vapor y la línea de producción. Prodigios mecánicos y cierto conocimiento científico
hubo en civilizaciones antiguas. Pero los mismos no se vincularon a la producción hasta
que no estuvieron maduras las condiciones sociales para su incorporación.
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En el caso de Argentina nos encontramos con un conjunto de clases sociales
improductivas –la oligarquía agraria y financiera- cuyo horizonte económico es la
inamovilidad de las condiciones de su privilegio y para quienes la técnica adquiere el
carácter pasatista que tenía en Grecia o el antiguo Egipto. Estamos, además, en un
sistema social dependiente del capitalismo occidental, que impide bajo distintos
mecanismos financieros y comerciales, el crecimiento económico que esos mismos
países realizaron durante los siglos XVIII y XIX.
Carecemos por lo tanto de los presupuestos sociales capaces de generar avances
tecnológicos propios o incorporar descubrimientos ajenos. Toda pretensión de saltear la
necesaria etapa de transformar el carácter semicolonial y parasitario de la Argentina es
una tarea vana e ilusoria.
En tercer lugar, estos arbitrios tienen la particularidad de relativizar la
importancia del trabajo humano y de la clase que lo monopoliza, el proletariado. En
realidad estas teorías han surgido como reaseguro ideológico y político del mundo
avanzado contra su propia clase obrera, cuya existencia e importancia estratégica
amenaza, aún potencialmente, la continuidad de la explotación capitalista. Se trata, en
suma, de aumentar la exacción de plusvalía relativa, engrosar el ejército de
desocupación y destruir el poder táctico de los grandes sindicatos.
Al llegar a nuestras tierras encajan con el odio oligárquico hacia la clase obrera y
el temor de sectores privilegiados de la clase media hacia una transformación que
aumente la participación en el PBI de los obreros industriales, en desmedro de sus
pálidos privilegios. De ahí quizá las expresiones del Secretario General de la
Presidencia, Germán López –cerril gorila del 45- o del diputado Jaroslasky, vaticinando
la próxima desaparición de la clase obrera y la disminución de su peso político
específico en la Argentina, como producto, crease o no, de la robotización. Sólo estos
macaneadores profesionales creen vivir en un paraíso tecnificado, donde los obreros
aliviados por la máquina de su necesidad de trabajar, organizan quintetos de cuerdas o
recitales de Verlaine. La verdad es que la desocupación crónica, el subempleo y el
cuentapropismo argentinos son producto de la parálisis estructural de nuestra economía,
de la exacción usuraria de la renta nacional, por la vía del endeudamiento, y la
disminución del consumo hasta niveles de mera subsistencia, mientras la especulación,
la fuga de divisas y el consumo de lujo es aprovechado por un reducido grupo de
privilegiados.
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La modernización, sin comillas, en nuestro país implica, antes que ningún
ingenio mecánico o electrónico, retomar y actualizar el nacionalismo económico y
latinoamericano que, a partir de 1945, nos dio el periodo más importante de desarrollo
económico y de bienestar popular.
Implica ratificar la confianza en el pueblo argentino y en su capacidad de
transformación en el sentido que afirmaba Jauretche: “Yo no espero nada de decisiones
milagrosas, pues sé que todo vendrá de esa voluntad y de esa inteligencia argentina,
que hace a nuestro país más fuerte cada vez que quieren quebrantarlo”. Significa estar
dispuestos a transformar de raíz la estructura social que garantiza el atraso y la
dependencia, modificar revolucionariamente las condiciones sociales que impiden el
crecimiento de las condiciones técnicas de la industria y la producción. Significa, por
último, echar mano del robusto sentido común que indica que la iniciativa y la
espontaneidad populares –expresada en distintas formas participativas y
autogestionarias- permitirán liberar más energía social que todas estas maquinitas
prodigiosas.
Quevedo fulminaba así a los arbitristas de su tiempo: “El Anticristo ha de ser
arbitrista; a todos os he de quemar vivos y guardar vuestra ceniza para hacer de ella
cernada y colar las manchas de todas las repúblicas. Los príncipes pueden ser pobres;
más entrando con arbitristas, para dejar de ser pobres, dejan de ser príncipes”.
Que así sea.
Publicado en Izquierda Nacional, Diciembre de 1985
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Las brumas teóricas de la dependenciaEl presidente de la República, doctor Raúl Alfonsín, ha dado a conocer su
pensamiento político. Ante los miembros del Comité Nacional de la UCR, desgranó
durante dos horas y medias la retahíla de lugares comunes humanitaristas, buenas
intenciones y vagas apelaciones a la modernización Y a la ética que constituyen el
núcleo de su estructura intelectual. Poco es lo que de concreto, sólido y operativo puede
extraerse del abigarrado texto. La solidaridad, el pluralismo, el disenso y la
participación democrática son expuestos como valores abstractos ante los que es casi
imposible expresar aceptación o rechazo, puesto que se presentan como ideas generales
y platónicas, espectros descarnados y eternos. No hay en sus complicadas oraciones una
sola apelación a nuestros problemas reales y actuales. La clase obrera, el empresariado
industrial, la oligarquía ganadera y financiera, los grandes bancos imperialistas, el
Fondo Monetario Internacional, la deuda, el desempleo, el cierre de fábricas, ninguno
de estos poco sublimes personajes transitan por su imaginación. El presidente prefiere la
siguiente definición: “La humanidad es el conjunto de los seres que se influyen
recíprocamente en forma incesante y se vinculan con Dios en la búsqueda de la unidad
suprema”.
Esta búsqueda de “la unidad suprema” lo lleva a criticar en términos de una
moralidad ahistórica –y por lo tanto no humana- los enfrentamientos entre “unitarios y
federales, entre la causa yrigoyenista y el régimen, entre el conservadorismo
restaurado en 1930 y el radicalismo proscripto, entre el peronismo y el
antiperonismo”. A su entender todo esto ha sido producto de una especie de mal
metafísico que ha impedido la creación de una “Patria común”. Esta enfermedad del
carácter nos ha aparejado como secuelas “el autoritarismo”, “la violencia”, “la
intolerancia” y “la ineptitud para la negociación”. Según el presidente, toda nuestra
historia desde 1810, los sucesivos fracasos en construir un país se han debido a no haber
entendido “la mentalidad, la interioridad cultural de la gente”. Y esa mentalidad está
determinada por un defecto funesto: “el egoísmo”.
La larga oración laica presidencial terminó, como era de prever, en un llamado a
la modernización, con todas sus artes mágicas, y en su marco, a situarnos “en el camino
acertado de la transformación racional y eficaz”.
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¿Cuál es el significado político de toda esta neblina idealista en boca de un
hombre del que, por el puesto que ocupa, se espera una referencia concreta a nuestra
difícil realidad y algún tipo de propuesta práctica para superarla?
Por un lado, esta vaporosa galaxia de valores supremos es expresión de un
mundo ideológico agrario, es decir preperonista. Desde la perspectiva de su chacra, la
realidad se presenta como una mera sucesión de ciclos naturales, con eventuales
desgracias como sequías o inundaciones. La virtud del gobernante será, entonces, llamar
al ejercicio de sanas virtudes como la resignación o la paciencia. No entrarán en este
cosmos platónico conceptos como la planificación o las fuerzas sociales. Se trata, en
resumen, de templar el carácter y orar para que Dios o los dioses nos sean benignos.
Por otra parte, este discurso no expresa sino la desorientación general que
predomina en el establishment político argentino. Es indudable que, junto con la
disminución del PBI, el aumento del desempleo, la aparición del cuentapropismo y el
resquebrajamiento de la Argentina industrial, el debate político ha sufrido un enorme
retroceso y su discurso es la expresión de deseos de una clase media que, ante las
maldades de la existencia apela a la fórmula que inmortalizó un famoso locutor en la
década del ’60: “¡Sean buenos!”
Lamentablemente la historia no responde a estos llamados. El imperialismo no
nos condonará la deuda ni nos abrirá sus mercados. El sistema oligárquico financiero no
se reorientará a la inversión productiva, ni dejará de conspirar cuando sus intereses se
vean afectados. Ni las vacas volarán, ni los chanchos pondrán huevos. Toda la
verborragia ética del presidente esconde resignación ante la crisis, claudicación ante los
usureros del Norte e incomprensión profunda de la naturaleza histórica –que no moral-
de nuestros problemas.
Aparecido en Izquierda Nacional, diciembre de 1985
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Sobre los sucesos de La Tablada
“…Y tú no sabes quién toca el violín”
Como negra ciudad crece la noche,En que, siguiendo leyes silenciosas,Se enredan las callejas en callejas
Y las plazas se juntan con las plazas,Y muy pronto en mil plazas surgen
torres.Pero en las casas de esta ciudad negra
No sabes tú quién puede residir.En el mudo fulgor de sus jardines
Para bailar los sueños hacen corro,Y tú no sabes quién toca el violín…
Rainer-Marie RilkeEn enero de 1989, a pocos días del desatinado intento de copamiento del cuartel
militar de La Tablada, publiqué en la revista CREAR en el Pensamiento Nacional, que
dirigía Oscar Castelucci, un artículo sobre esos mismos acontecimientos que titulé,
citando un oscuro y bello poema de Rilke “…Y tú no sabes quién toca el violín”. Martín
García me propuso una reescritura de aquél artículo a la luz de las cosas que pasaron a
partir de ese año y que modificaron totalmente el país que hasta entonces habíamos
conocido.
En efecto, el año 1989 era un año de elecciones presidenciales. El gobierno de
Alfonsín, al fin de su mandato, se deshilachaba como poncho de pobre. La negativa del
peronismo a modificar la Constitución e incorporar la posibilidad de la reelección
presidencial había hecho imposible un nuevo mandato para Alfonsín y los crecientes
triunfos electorales del peronismo hacían evidente que el futuro gobierno tendría este
signo. Después de una tensa elección interna, el partido justicialista había erigido a
Carlos Menem como su candidato presidencial, quien había constituido el FREJUPO
con un conjunto de partidos de corte nacional. Nuestro agrupamiento político de
entonces, el Partido de la Izquierda Nacional (PIN) que dirigía Jorge Enea Spilimbergo,
integraba esa alianza electoral conducida por el PJ, junto con el MPL de Jorge Abelardo
Ramos, el MID de Rogelio Frigerio, la Democracia Cristiana de Essio Silveyra y otras
fuerzas menores.
La posibilidad de que el peronismo, encabezando un frente de fuerzas nacionales,
retomase el poder del estado había puesto en alerta al conjunto de las fuerzas políticas y
los sectores sociales vinculados al imperialismo. La política del alfonsinismo era
59
presentar al peronismo y sus aliados como antidemocráticos y generadores del caos. Ya,
un tiempo atrás, el ministro del Interior, Coti Nosiglia, había enviado un grupo de
provocadores a un acto organizado por la CGT de Saúl Ubaldini, y que contaba con la
presencia de los principales referentes peronistas, para que generasen disturbios. En
efecto, los sicarios de Nosiglia comenzaron a romper y saquear las vidrieras de la
sastrería Modart, en la esquina de Perú y Avenida, sucesos que fueron grabados por la
televisión oficialista y profusamente transmitidos. La investigación posterior permitió
establecer que los protagonistas de los hechos de vandalismo pertenecían a los servicios
de “inteligencia”. Fue esa la primera vez que se hizo público hasta dónde estaba
dispuesto a llegar el alfonsinismo, y su mentado fervor democrático, a efectos de
desprestigiar a su oponente, electoralmente mayoritario, según los últimos comicios.
De ahí que aquel artículo comenzara sosteniendo:
“Si alguna duda quedaba acerca de la importancia histórica que las elecciones
del 14 de mayo tienen para nuestro destino nacional, la burda y demencial intentona de
La Tablada ha despejado brutalmente todo escepticismo: en el país están jugando
fuerzas internas y externas dispuestas a evitar a sangre y fuego el triunfo de Carlos
Menem y el FREJUPO y de impedir las elecciones si lo primero se torna imposible”.
Resulta difícil hoy, a raíz de la cobardía de Carlos Saúl Menem, de su
claudicación oprobiosa ante la ofensiva liberal imperialista, tener una idea de lo que se
jugaba en aquellas elecciones.
El país se encontraba en una de las cíclicas crisis generadas por el endeudamiento,
mientras el establishment económico amenazaba con la hiperinflación. El gobierno de
Alfonsín, desde la asunción de su ministro de Economía, Sourrouille, había avanzada en
el camino que le marcaba el FMI, y la incorporación de Rodolfo Terragno a su gabinete
había puesto en la agenda del gobierno el tema de las privatizaciones de Aerolíneas
Argentinas y ENTEL.
La UCD, el partido ultraliberal de Alvaro Alsogaray, había crecido electoralmente
y una intensísima prédica privatizadora era bombardeada diariamente por los medios.
El candidato de la UCR era el gobernador de Córdoba, Angeloz, quien desplegaba
un abierto y declarado programa antinacional, privatizador y de ajuste y detrás del cual
se habían organizado todos los sectores del capital extranjero y del establishment
bancario, financiero, exportador y oligárquico.
Después de una dura interna, el PJ había elegido como su candidato presidencial a
un dirigente que se había alzado con el triunfo por afuera de las estructuras orgánicas
60
del aparato partidario: el entonces gobernador de La Rioja, Carlos Menem. La victoria
en la interna justicialista había significado una importante movilización detrás de un
precandidato que, si bien no explicitaba con claridad su programa, estaba notoriamente
connotado por un aura popular que confrontaba con ciertas deformaciones
demoliberales que se expresaban en algunos sectores del cafierismo.
La alta inflación se había convertido en una de las principales preocupaciones de
los argentinos y el alfonsinismo había comenzado a romper con el electorado de clase
media que le permitió el sorpresivo triunfo de 1983. La clase media sindicalizada, los
docentes y otros sectores vinculados al Estado habían comenzado a sentir las
consecuencias del ajuste destinado al pago de la deuda externa.
En esa coyuntura, la alternativa electoral era clara. O se votaba por Angeloz, quien
prometía realizar el programa de la UCD, o se votaba por Menem, detrás de quien se
agrupaban las grandes mayorías nacionales -los trabajadores, los desocupados, los
pueblos del interior- y que insinuaba un camino distinto al seguido hasta ese momento.
El ultra antiperonismoA fines de la década del ’60 apareció en escena el Ejército Revolucionario del
Pueblo (ERP). Se trataba de un grupo terrorista surgido de una antigua fracción
trotskista, el Partido Revolucionario de los Trabajadores. Con toscas elucubraciones
teóricas tomadas de la llamada “teoría del foco”, pergeñada por el bachiller francés y
asesor del presidente Miterrand, Regis Debray -cuando era un joven entusiasta de las
guerrillas latinoamericanas amparado en su condición de ciudadano de un país de
primera clase-, se dieron a una doble tarea: propagandizar la lucha armada como táctica
política y atentar contra policías y militares. Para lo primero realizaban actos, por así
decir, políticos, que consistían en ocupar una fábrica y arengar a los obreros o robar
camiones con leche y repartirla en barrios populares. Todo este espíritu robinhoodiano
reflejaba a las claras el carácter pequeñoburgués, salvacionista, redentorista del grupo
terrorista, pero su indigencia teórica era compensada por una febril actividad homicida.
Desde un primer momento este agrupamiento se caracterizó por su furibundo
antiperonismo, abrevado en las fuentes del gorilismo trotskista de Nahuel Moreno y
Milcíades Peña (los mismos que consideraban a Perón un agente inglés). En las dos
elecciones de 1973 llamaron al “abstencionismo revolucionario” y, ni bien Cámpora
asumió la presidencia, se apresuraron a declarar que no lo atacarían, pero que
“seguirían combatiendo contra las fuerzas armadas contrarrevolucionarias”.
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Y efectivamente lo hicieron. Atacaron cruentamente varios cuarteles y después de
la asunción de Perón tomaron el Regimiento de Azul, matando a un conscripto y al jefe
de la guarnición y su esposa, tomando de rehén a otro alto oficial a quien
posteriormente matarían. Paralelamente a esto, lanzaron una criminal campaña de
asesinatos contra oficiales medios. Todo esto hizo que el gobierno popular los declarara
fuera de la ley.
Recuerdo que por aquellos años conocí a un capitán del Ejército. Los grandes
triunfos populares le habían cuestionado la formación recibida. Conversábamos, en la
casa de un notable dibujante de historietas, concuñado del capitán, sobre Perón, el
nacionalismo, la unidad latinoamericana, el socialismo y todos los temas que aún hoy
son para conversar con un capitán del Ejército. Este militar, dispuesto a recorrer el
camino que lo volvía a vincular a su pueblo, salía todos los días de su casa –me contaba,
preocupado-, con la pistola en la mano y amartillada, dispuesto a defenderse del ataque
aleve. La caminata hasta el garaje era uno de los momentos más peligrosos del día. No
lo volví a ver después de 1976. Sé que fue un héroe en Malvinas. Pero lo importante del
recuerdo es evocar cómo el salvaje terrorismo del ERP no solamente generaba una
provocación insostenible sobre el gobierno popular, sino que congelaba –ya entonces- a
la oficialidad en la lucha contra la subversión. Su ultraizquiierdismo táctico no era más
que la expresión de su ultra antiperonismo2 estratégico. Las viejas clases medias,
formadas en el liberalismo izquierdizante del ´55, daban expresión a una política
imperialista de debilitamiento del gobierno de Perón.
En realidad, el origen político de los cuadros dirigentes del ERP hay que
encontrarlo en el antiperonismo de la Unión Cívica Radical. Provenían, en general, de
familias radicales de la clase media provinciana y fue en los sectores izquierdistas de la
UCR donde el ERP encontró eco y abogados. Si los Montoneros se consideraban
políticamente integrantes del Movimiento Justicialista, el ERP constituía, de hecho, el
ala radicalizada del liberalismo de izquierda de la UCR.
Esto fue en suma el ERP. Y viene a cuento ya que de alguna manera reapareció
vinculado a los sucesos de La Tablada.
2 Neologismo inventado en aquellos años por Jorge Abelardo Ramos para referirse a las provocaciones de estos grupos sobre el gobierno popular.
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“Quitadle la bomba al anarquista y quedará simplemente un liberal”. (León Trotsky)Ese ERP ya no existía en 1989. Aislado políticamente, la represión militar terminó
con él. Sus dirigentes fueron muertos o se exilaron. Fueron una de las excusas para el
golpe de estado de 1976 y éste los aplastó. Quienes habían estado vinculados a él se
esparcieron por el mundo. Muchos comenzaron a volver después de la elecciones de
1983; algunos lo hacían para integrarse a la actividad política. Los sueños marciales
habían quedado atrás. Desprovistos de sus armas muchos de sus miembros y seguidores
volvieron a ser lo que habían sido, izquierdistas liberales, antimilitaristas abstractos,
antimalvineros, críticos contumaces al “burocratismo” de Saúl Ubaldini, alternativistas
y gorilas.
Algunos de ellos crearon el Movimiento Todos por la Patria. La propuesta era,
más o menos, la siguiente: los partidos políticos argentinos no han hecho otra cosa que
dividir al pueblo. Dentro de cada uno de los partidos tradicionales argentinos –obvia
excepción del liberalismo conservador- hay, permítaseme la expresión, gente buena. Se
trata de juntarlos, peronistas, radicales, socialistas, cristianos, todos, e ir al pueblo, a
“las bases” –concepto abstracto emparentado con el del “buen salvaje” de Rousseau-
supuesta fuente inagotable de todo conocimiento y toda acción.
Uno de sus integrantes más conspicuos entonces, el sacerdote franciscano Antonio
Puigjanet, un hombre bueno y simple, envuelto en turbulencias ideológicas que no
comprendía, define de esta manera el movimiento, en un reportaje que le hiciera, en
prisión, la periodista uruguaya María Ester Giglio:
-”¿Cómo describiría al MTP, al que usted pertenecía?”
-”Como un movimiento político que había descartado la vía violenta, la lucha
armada, pero que pretendía hacer un cambio revolucionario a partir de la
participación de todos. Una de las cosas en que insistíamos era en ésta: democracia
participativa y no representativa. Para eso proponíamos un trabajo en los barrios,
desde las bases”.
Dos elementos caracterizaron a este MTP. Uno, la total heterogeneidad de sus
miembros. En la maniquea y simplista visión de buenos y malos, se trataba obviamente
de estar con los primeros. Todo lo demás era materia opinable que dividía. Segundo, su
cercanía con el gobierno radical. De todos los grupos representativos de la extrema
izquierda cipaya, el MTP era el único que no enfrentaba políticamente al alfonsinismo.
No integraba el FRAL ni la Izquierda Unida y el eje único de su política fue una casi
63
obsesiva preocupación por el peligro del golpe de Estado y los carapintadas. Es cierto
que ésta no fue una cuestión que monopolizara este grupo, pero era sí evidente que
ningún otro había hecho de ello el tema exclusivo de sus preocupaciones.
La breve popularidad del MTPEl MTP saltó al centro de la escena política una semana antes de los hechos de La
Tablada. Su presidente, Jorge Baños, y un grupo de dirigentes denunciaron
aparatosamente una supuesta reunión con fines golpistas entre Carlos Menem, Lorenzo
Miguel y el coronel Seineldín, en la que se habría preparado un golpe institucional que
sacaría a Alfonsín y pondría a Víctor Martínez en su reemplazo. Dan precisiones tales
como un supuesto lugar del encuentro y el nombre del supuesto intermediario.
Inmediatamente la prensa oficialista se abre de par en par para Baños. Los canales del
gobierno informan profusamente sobre la denuncia y entrevistan al dirigente.
Rápidamente, el juez federal, doctor Irurzun, recoge la denuncia e inicia una
investigación judicial, citando a los denunciantes e informando que declararán todos los
supuestos vinculados al plan golpista. La revista El Periodista retoma la cuestión y
truca en tapa una foto en la que aparecen juntos Menem y Seineldín. El Ciudadano no le
va en zaga y embadurna sus amplias páginas con este tipo de basura.
Durante la conferencia de prensa del presidente de la República, que se convirtió
en un virtual discurso de campaña, uno de los periodistas preguntó al doctor Alfonsín
sobre esta supuesta reunión. La respuesta fue breve y enigmática: “Simplemente le
recuerdo que la fecha en que se menciona se realizaba esa reunión, el coronel
Seineldín ya estaba detenido”. Sin desmentir la existencia de la reunión, hace entender
que los propios carceleros de Seineldín estaban enterados y la habrían permitido.
El lunes 23 el país despertaba preocupado. Las radios informaban que un grupo
militar había tomado el Regimiento 3 de La Tablada. Volantes de un “Nuevo Ejército
Argentino” vivaban a Seineldín y Rico, atacaban al ejército liberal y se expresaban a
favor del triunfo de Menem.
El presidente Alfonsín había dicho en aquella conferencia: “… puedo afirmar
categóricamente que no van a tener posibilidades de triunfar los facciosos. Pero
también debo decir con absoluta seriedad que no estoy en condiciones de asegurar con
la misma fuerza, con la misma certeza, que no han de producirse episodios para
adelante”. Nadie que hubiese visto al presidente en alguna de las muchas veces que la
reunión de prensa se pasó por las escasas cuatro horas de TV, pudo evitar recordarlo.
64
Ahí estaba lo que el presidente había anticipado. Los comandos se habían vuelto a
pintar la cara.
Al mediodía la situación informativa había variado, desde distintos sectores se
cuestionaba la autoría. Algo raro, que no cerraba, estaba ocurriendo. Al parecer la
ocupación no habría sido realizada por militares, sino por grupos de civiles, que
previamente habrían esparcido apócrifas proclamas golpistas. No obstante ello y cuando
ya era claro que ni Seineldín, ni Rico, ni ningún militar argentino tenía que ver con el
copamiento del cuartel, La Razón3, tanto en su quinta como en su sexta edición,
continuaba hablando de los seineldinistas al referirse a los ocupantes. La instantaneidad
de los medios electrónicos de comunicación no había llegado al diario oficial.
Al atardecer del fatídico lunes había algunas cosas, no muchas, claras. En primer
lugar, estaba confirmado el carácter civil de los ocupantes y que la identidad de los dos
primeros cadáveres correspondían a un antiguo miembro del ERP y al de quien era
presidente del MTP de Zárate. La información que proporcionó posteriormente el
ministro del Interior no iluminó mucho más la situación.
Desde La Plata, el ministro de Gobierno4, Carlos Alvarez, -presente en el lugar del
combate casi desde un primer momento-, sentaba una hipótesis: el intento inicial habría
sido el de copar el Regimiento, robar armas e huir. La presencia de la Policía de la
Provincia había impedido esto último, junto con la no esperada resistencia del personal
militar. Una llamada a la agencia DyN aumentó los interrogantes. Una mujer
identificada con los ocupantes explicó que se trataba de una Frente de Resistencia
Popular que había ido al cuartel a impedir un golpe. Pedía que se llamara a la gente para
evitar lo que llamó una masacre.
Al día siguiente era recuperado el Regimiento. Más de veinte detenidos eran
llevados a la Policía Federal. También se sabría que entre los muertos estaba Jorge
Baños, presidente de Todo por la Patria.
En el reportaje a Fray Antonio Puigjanet, que ya mencionamos más arriba, pueden
confirmarse algunas de las hipótesis que aquí se plantean. Leemos allí:
3 En aquella época, el vespertino “La Razón” era un órgano oficioso del gobierno alfonsinista.4 El gobernador de la Provincia de Buenos Aires en aquel momento era el doctor Antonio Cafiero. Su ministro de Gobierno, aunque homónimo del Chacho Alvarez, no tenía nada que ver con éste.
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-”Si él (Enrique Gorriarán Merlo5) estaba convencido de que ya no había espacio
para acciones violentas y creía que las cosas debían realizarse de otra manera, ¿por
qué se metió en un hecho como el de La Tablada?”
-”Para evitar una violencia mayor. Ellos tenían la información de que venía otro
golpe militar. En diciembre del '88, un mes antes de La Tablada, un militar que
pertenecía al movimiento democrático de las Fuerzas Armadas, el UALA, nos dijo a
dos compañeros y a mí que se venía otro golpe muy violento. ‘Los militares van a salir
a matar’, nos dijo. ‘Va a correr mucha sangre’”.
-”¿Era verdad?”
-”Yo no sé. Lo que sé es que todo lo que llevó a estos muchachos a hacer lo que
hicieron tiene mucha característica de trampa”.
La periodista no le pregunta y, obviamente, el sacerdote no responde a una
pregunta básica: ¿Por qué se distribuyeron volantes que vivaban a los jefes militares
carapintadas y se disfrazó el operativo como una acción militar destinada a dar un golpe
de Estado?
Pero el propio Puigjanet se anticipa a cualquier suspicacia. Al confesarle su total
falta de capacidad para ser dirigente político, el sacerdote franciscano dice a María Ester
Giglio:
-”Me doy cuenta de que se me escapan de las manos miles de detalles. Hay que
tener una gran astucia; yo soy demasiado crédulo, me dicen una cosa y en general no
pienso que me están mintiendo. La creo”.
Qui prodest?¿Quién se beneficia? solían preguntar aquellos cerebrales investigadores de las
novelas policiales inglesas. Y es a la luz de esta clásica pregunta que debe buscarse la
racionalidad política de aquel hecho criminal.
¿Quién se beneficiaba con un copamiento del Regimiento 3 de Infantería, robo de
armas, algunas muertes y posterior huída de un grupo que deja volantes de solidaridad
con Seineldín y Rico y de apoyo a la candidatura de Menem?
5 Enrique Gorriarán Merlo fue uno de los líderes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Encabezó el ala más militarista de la organización, como puede leerse en el libro de María Seoane sobre Roberto Santucho. Ante la muerte en combate de éste dirigente, y el profundo y peligroso debilitamiento de la organización, se exilió a Nicaragua a final de los ańos setenta. Allí luchó junto al ejército sandinista, donde habría integrado los servicios de inteligencia. Planeó y participó, en los ochenta, en el asesinato del ex-dictador nicaragüense Anastasio Somoza, en el Paraguay. Después de los sangrientos hechos que aquí se están narrando y que condujo desde afuera del regimiento ocupado por sus seguidores, Gorriarán Merlo fue detenido en México, por los servicios secretos argentinos, y condenado a cadena perpetua.
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La respuesta era indudable, entonces, y lo sigue siendo a través de los años: el
oficialismo, el gobierno, el doctor Alfonsín y su proclamado intento de “defender a su
gobierno con dientes y uñas”.
Esta hipótesis le permitiría alcanzar, por lo menos, dos objetivos: vincular a los
militares que entonces acaudillaba Seineldín a un cruento hecho delictivo que ratificaría
la existencia de un clima golpista y enredar al candidato justicialista (Carlos Menem)
con el hecho, aún pasivamente, pero de manera lo suficientemente clara para confirmar
el pacto anunciado por Baños en su conferencia de prensa. La prensa adicta hubiera
hecho el resto.
Pero, de ser cierto lo manifestado por el ministro de Gobierno de la Provincia de
Buenos Aires, doctor Carlos Alvarez, esto habría fracasado y al hacerlo cambió
bruscamente de carácter: un violento acto de terrorismo, inexplicable y demencial si se
prescinde de todo lo aquí expuesto. Se benefició así al conjunto del sistema oligárquico-
imperialista. Se volvió a poner en el centro de la discusión militar el tema del
terrorismo. Y en un día, la conciencia castrense retrocedió al 23 de marzo de 1976.
Todo el desarrollo dialéctico, difícil y ambiguo de una nueva conciencia militar, a la luz
de Malvinas y los destructivos resultados del Proceso, se congeló nuevamente.
La irresponsabilidad criminal del grupo ocupante y de sus instigadores últimos
reunificó a las FF.AA. en el espíritu de cuerpo de la “guerra sucia”.
La cúpula liberal y procesista encontró en sus manos una justificación moral muy
fuerte para aplastar toda resistencia interna. En ese sentido, y solamente en ese sentido,
los acontecimientos de La Tablada serían para el doctor Alfonsín un regalo del cielo: la
provisoria consolidación del generalato continuista.
Y esto último también tiene que ver con las condiciones políticas de entonces.
67
El 17 de Octubre de 1945Ese año y ese mes se presagiaban cosas en la Argentina.
En mayo de ese año Alemania había capitulado y en septiembre firmaba la
rendición el Mikado, pocos días después que dos bombas atómicas, la nueva y pavorosa
arma, cayeran sobre dos ciudades japonesas.
El gobierno militar que había puesto fin a la Década Infame se encontraba aislado.
Sus aciertos políticos –el régimen conservador fraudulento era intolerable- se habían
diluido en una oscura y reaccionaria política cultural y educativa. El tradicional laicismo
de los sectores medios había sido inútilmente agredido por un catolicismo tridentino,
que intervenía las universidades en nombre de neblinosas metafísicas de sacristía. La
declaración de guerra a Alemania no había hecho sino profundizar las diferencias en el
seno de las Fuerzas Armadas, entre aliadófilos y germanófilos, pues la medida no
satisfacía a ninguna de ellas. Las clases medias democráticas y los círculos intelectuales
del establishment vivían la política nacional como un mero capítulo de la lucha mundial
entre la “democracia” y el “fascismo”. Sólo algunos pocos hombres, como el socialista
Manuel Ugarte o quienes se nucleaban en FORJA, alrededor de Arturo Jauretche, veían
el conflicto bélico mundial y nuestra neutralidad como el momento oportuno para
ampliar nuestra autonomía nacional, ante el debilitamiento de los eslabones que nos
sometían política y económicamente al Reino Unido.
El frente “democrático” era sólido y organizado.
Ahí estaba la vieja oligarquía ganadera, encabezada por la Sociedad Rural
Argentina, junto a los monopolios exportadores -como Bunge y Born y Dreyfus- y la
vieja Unión Industrial de los importadores y las empresas imperialistas. Todos ellos
habían convertido al país, en la Década Infame, en “una parte virtual del Imperio
Británico”, como con ufano desparpajo había sostenido Julito Roca, el vicepresidente de
Agustín P. Justo. Ahí estaban los grandes diarios, con La Prensa y La Nación a la
cabeza, cuyos soporíferos editoriales eran tomados como palabra revelada por la clase
media porteña. Para los sectores más populares la Crítica de Botana, con su cocktail de
chantaje, crónica roja y admiración a los aliados, proveía las denuncias y las calumnias.
La revista Sur, de la estanciera Victoria Ocampo, el periódico Propósitos, del
izquierdista Leonidas Barletta, las braguetudas Academias –inútiles instituciones
oligárquicas que afortunadamente han perdido la provecta influencia de entonces-, las
Universidades y el grueso de los partidos políticos militaban en este bando. El partido
70
Socialista y el partido Comunista les insuflaban una desteñida retórica jacobina.
Aparentemente, la conducción de la CGT, dominada por representantes de estos dos
partidos, dotaba de base proletaria al reclamo democrático y rupturista. En suma estaban
todos los elementos sociales que para algún visitante extranjero o para las embajadas de
las grandes potencias podía ser considerada como “toda la Argentina”.
La Marcha de la Constitución y la LibertadEsta aparente consistencia tuvo su expresión multitudinaria en la célebre Marcha
de la Constitución y la Libertad, en el mes de septiembre. Allí, Antonio Santamarina, el
estanciero conservador de la provincia de Buenos Aires, se manifestó codo a codo con
Rodolfo Ghioldi, máximo dirigente del partido Comunista después de Vittorio Codovila
–a la sazón detenido en el cuartel de policía-. Y al frente de ella se destacaba la
voluminosa figura de Spruille Braden, el embajador norteamericano.
Del otro lado no había, aparentemente, nada: un gobierno militar que había
perdido apoyo social y que ya no contaba con la totalidad de los uniformados;
profesores perdidos en sueños hispanistas y en nubes de metafísica escolástica; un
sector de la Iglesia Católica que veía en la política del gobierno la realización de
algunos principios de su doctrina social; y un coronel que parecía estar en todos lados,
que se reunía con desconocidos dirigentes sindicales y con nacionalistas de origen
radical y sobre el que caía el grueso de las críticas del frente “democrático”.
Y por debajo de estas apariencias, según el principio establecido por El Principito
de que “lo esencial es invisible a los ojos”, se estaba creando una nueva sociedad, un
nuevo país.
La guerra, por un lado, y la política de nacionalismo económico puesta en práctica
por el gobierno, había favorecido un intenso proceso de industrialización que
transformaba el paisaje económico del país. Los pequeños talleres del dilatado Gran
Buenos Aires se multiplicaban y ampliaban. El gobierno había creado una Secretaría de
Industria y Comercio y hasta una Dirección de Política Económica. Una nueva clase
social comenzaba a producir, a dar empleo y a enriquecerse. La Argentina se
industrializaba. Con ello comenzaba a conocerse un nuevo problema: la escasez
energética.
Estos talleres daban nuevas oportunidades a los argentinos pobres que sobrevivían
en las orillas de las ciudades del interior. Cada vez más morochos santiagueños,
tucumanos o puntanos encontraban puestos de trabajo en la floreciente industria. En
71
diez años la cantidad de trabajadores del sector manufacturero pasa de unos 440.000 a
casi 1.100.000. La composición de la clase trabajadora argentina se había transformado.
No eran ya aquellos obreros inmigrantes de Italia, de España o del Imperio Ruso. Por el
contrario, muchos de ellos se habían convertido en talleristas y en incipientes
empresarios industriales y sus asalariados eran, ahora, argentinos del interior, cuyas
tonadas comenzaban a hacerse oír en el paisaje porteño.
El mundo que cotidianamente se ponía en movimiento a las cuatro o cinco de la
mañana en ese universo desconocido del Gran Buenos Aires, el de los hombres y
mujeres que somnolientos entraban en la fábrica o el de los empresarios que pugnaban
con el banco para pagar la quincena o el cheque de los insumos, era invisible para la
Argentina oficial, la de los grandes diarios, los salones de las embajadas y la biblioteca
del Jockey Club.
La caída del CoronelLa enorme presión de la vieja Argentina semicolonial, la de los grandes salones y
los peones de pata al suelo, se impuso, por unos días, en los cuarteles. El general
Ávalos, y detrás de él la astucia de comité del radical Amadeo Sabattini, se puso al
frente de la conspiración, encarceló al vicepresidente de la República y Secretario de
Trabajo, coronel Juan Domingo Perón, y convocó a un anciano jurista a formar un
nuevo gabinete que expresase a esa vieja Argentina.
Parecía, y el país visible así quería creerlo, que la breve pesadilla había terminado.
Nuevamente el país se vincularía al resto del mundo, que el totalitarismo y el capricho
del coronel Perón había alejado, “aislando” a la Argentina. Nuevamente nos
encolumnaríamos detrás de los vencedores, sin pretensiones levantiscas. Nuevamente, y
por sobre todo, se volvería a disciplinar a los “cabecitas negras” a los que la demagogia
peroniana había soliviantado.
Y fue entonces que apareció, como un rayo en una noche serena, el país real, sus
hombres y mujeres invisibles. Centenares de miles de trabajadores de todo el país, desde
los cañaverales tucumanos, los obrajes misioneros y el puesto más remoto de las
estancias pampeanas hasta los oscuros talleres suburbanos, los frigorífico platenses y los
arrabales rosarinos, sintieron que con la prisión de Perón, en Martín García, nuevamente
la despreciable oligarquía volvería a imponer su férula de hierro: la del mucho sudor y
poco sueldo, la de la libreta del obraje, la de las balas de la Semana Trágica.
72
Escribe Jorge Abelardo Ramos: “La noche había caído sobre la ciudad y seguían
llegando grupos exaltados a la Plaza de Mayo. Jamás se había visto cosa igual, excepto
cuando los montoneros de López y Ramírez, de bombacha y cuchillo, ataron sus
redomones en la Pirámide de Mayo, aquel día memorable del año. Ni en el entierro de
Yrigoyen una manifestación cívica había logrado congregar masas de tal magnitud.
¿Cómo? –se preguntaban los figurones de la oligarquía, azorados y ensombrecidos-
¿pero es que los obreros no eran esos gremialistas juiciosos que Juan B. Justo había
adoctrinado sobre las ventajas de comprar porotos en las cooperativas? ¿De qué abismo
surgía esa bestia rugiente, sudorosa, bruta, realista y unánime que hacía temblar la
ciudad?”
La presencia decidida del pueblo y los trabajadores, la unanimidad de su respuesta
al golpe palaciego y a la nueva dictadura oligárquica que se cernía sobre ellos, logró
penetrar en el seno mismo de los cuarteles. Modificó la relación de fuerzas entre los
distintos sectores y los hombres más afines al nacionalismo popular del coronel Perón
se impusieron sobre sus jefes influidos por la embajada inglesa, se deshicieron de los
elementos más cavernícolas del golpe del 43 y respaldaron la exigencia de la multitud:
“¡Sin galera y sin bastón, lo queremos a Perón!”
Esa noche se iniciaba otro país, la Argentina justa, libre y soberana.
Vigencia de aquella jornadaSesenta y dos años después de aquella jornada fundadora, el pueblo argentino ha
sufrido dolorosas derrotas y ha intentado otras tantas veces recuperarse de ellas.
Las grandes banderas que se desplegaron en la Plaza de Mayo aquella tarde
soleada, las que el general Perón llevó adelante en sus tres presidencias y para las que
contó, a lo largo de treinta años con el apoyo inclaudicable de su pueblo, tienen plena
vigencia en la Argentina de hoy.
La justicia social, la independencia económica, la soberanía del pueblo y la unidad
de la Patria Grande, las grandes propuestas implícitas aquella tarde, hoy son no sólo
bandera de los argentinos, sino del conjunto de nuestros hermanos latinoamericanos. En
momentos en que los grandes poderes imperiales consideran clausurado el ciclo de las
revoluciones populares y cuando las grandes utopías sociales parecieran haber agotado
su capacidad transformadora, el 17 de octubre convoca hoy a todo un continente.
Aquella tarde soleada ilumina nuestro presente.
73
Hay momentos en la historia de los pueblos que sólo los poetas pueden convocar
con todo el esplendor epifánico que tuvieron en el momento mismo de su realización. El
esfuerzo del historiador se vuelve vano, el intento de objetividad del cronista opaca su
trascendencia, el recuerdo personal del protagonista reduce su grandeza colectiva. Sólo
los poetas logran transformar los datos del investigador o la interpretación del político
en la evidencia connotativa del símbolo y en la verdad movilizadora del mito.
El 17 de Octubre de 1945 es uno de esos momentos que el poeta porteño Alfredo
Carlino define con estas palabras, más iluminadoras que ninguna otra:
Vastedad del abismo.
Arrancaron de Berisso, Ensenada,
Avellaneda y Valentín Alsina.
en el resplandeciente fulgor
de la muchedumbre esperanzada
violaron la fuente de la plaza,
se lavaron los pies del cansancio
y del mundo que se iba, irremediablemente.
Hoy nazco lleno de esta música tamboril,
imperecedera, que seguirá en la descendencia
y en el mito de la popular.
Porque el 17 de octubre fue el nacimiento
y la eternidad nos esperaba.
Publicado en la revista Raíces, Octubre 2007, Año 1, Nº 1
74
Cinco tesis para la actualización del Movimiento Nacional El presente trabajo fue escrito y presentado en el Simposio Proyecciones del
Pensamiento Nacional –a 40 años del mensaje de Juan Domingo Perón “La
Comunidad Organizada”- que organizó la Asociación de Filosofía Latinoamericana y
Ciencias Sociales y que auspició el gobernador de la provincia de Buenos Aires,
Antonio Cafiero, entre el 20 y el 22 de abril de 1989.
1° Tesis: El movimiento nacido el 17 de octubre de 1945 fue un Frente
Nacional.Desde la perspectiva de la Izquierda Nacional concebimos a los partidos como
expresión política de los intereses de las clases sociales y de sectores internos a ellas,
sea esta representación explícita o implícita. El concepto “frente” caracterizará entonces
una expresión pluriclasista, integrada o no por distintos partidos –ello dependerá del
grado de desarrollo de las representaciones políticas de los distintos sectores en danza y
del grado de vigencia del mismo-, pero en el que confluyen distintas clases sociales, con
sus experiencias y tradiciones ideológicas y, fundamentalmente, con sus intereses y
tareas históricas.
El justicialismo nace a la política como un amplio frente social, institucional y
político.
Social: Un conjunto de clases y sectores acuden a la formación del mismo. Si bien
la nueva clase obrera industrial constituye su base fundamental, la nueva burguesía de la
industrialización de los años de la Segunda Guerra Mundial, las clases medias del
interior, sectores postergados de la pequeña burguesía agraria de aparceros y chacareros
pobres y hasta grupos vinculados a la oligarquía tradicional, todos ellos ligados al
mercado interno, integran el nuevo movimiento.
Institucional: Nuevo sindicalismo, ejército nacional-industrial e Iglesia católica
formaron también las columnas institucionales que dieron forma al peronismo. La
debilidad de la burguesía y la inexistencia de un partido que la representase –dado su
enorme dependencia al sistema ideológico oligárquico- determinó que los aspectos
burgueses-conservadores del frente se expresasen a través de la Iglesia, en lo ideológico,
y del Ejército, en lo político. Baste recordar en ese sentido el desmesurado papel que en
el plano del pensamiento expresó el escolasticismo tomista. En cuanto al papel del
Ejército, sostiene Spilimbergo: “En la medida de su intervención en la industria
76
pesada, el Ejército actuaba como burguesía él mismo; y en la medida de su programa
de capitalismo industrial soberano, como partido de facto de la burguesía nacional”6.
Político: La convergencia de diversas tradiciones políticas fue otro elemento
distintivo del justicialismo. Radicales, conservadores, nacionalistas, socialistas,
anarquistas, comunistas y trotskistas se sumaron al frente. La presencia de militantes de
origen marxista o socialista en el seno del movimiento obrero explica, en muchos casos,
la madurez política y organizativa del nuevo sindicalismo 7.
2° Tesis: El Frente del 45 fue nacional y burgués en sus objetivos y
tareas y obrero y popular en su base social.La contradicción fundamental de la Argentina era, en 1945, y aún hoy, entre el
bloque hegemónico oligárquico imperialista y el bloque popular sometido. Desde el
punto de vista económico, el desarrollo de las fuerzas productivas que corresponde a
una sociedad capitalista se ve trabado por la confiscación que hace del excedente aquel
bloque social, derivándolo al derroche suntuario, a la especulación parasitaria o a la
acumulación de los centros imperialistas. Esto determina el carácter de los objetivos y
tareas por parte del bloque popular. Desde el poder, el peronismo creó las condiciones
para la existencia de una economía nacional: un mercado, un sistema de transporte y
comunicaciones adaptado al mismo, un Estado que garantiza el mecanismo de la
plusvalía y su transformación en capital, un esquema de planificación que modifica
sustancialmente el espontaneísmo y fatalismo de la economía pampeana, la apropiación
de parte del excedente agrario con destino al proceso de capitalización industrial, el
control del comercio exterior, de los seguros y reaseguros, del sistema bancario y
financiero, etc.
Ahora bien, lo particular de este frente está dado por el hecho potencialmente
explosivo que la base social que posibilitaba, con su movilización, la realización de este
programa, era la clase obrera industrial. “La contradicción proletariado-burguesía, en
un país capitalista de mediano desarrollo, pero dependiente y semicolonial, creaba una
fuerte tensión interna en la medida que el programa del 45 no era socialista, sino un
proyecto de capitalismo nacional autónomo, con justicia social distributiva”.
6 Spilimbergo, JorgeEenea, Clase Obrera y Poder, pág. 29, Editorial Octubre, Buenos Aires, 19747 Conf. Torre, Juan Carlos, Interpretando (una vez más) los orígenes del peronismo, versión mecanografiada, 1982.
77
3° Tesis: La llamada “irracionalidad” del peronismo no es tal, sino la
única solución históricamente posible, en el plano de la conciencia,
a esta contradicción explosiva.Desde esta perspectiva que venimos señalando, entonces, la tan llevada y traída
cuestión acerca de la “irracionalidad” del peronismo y del carácter predominantemente
“sentimental” de su adhesión es una consecuencia de la hegemonía burguesa en un
movimiento de una enorme potencialidad revolucionaria, tanto por lo avanzado de sus
postulados –fundamentalmente en lo vinculado a la justicia social- como por la base
social que los sostiene –para la cual la justicia social es conditio sine qua non en su
movilización de apoyo-.
Pero se trata de una hegemonía que la burguesía ni siquiera ejerce directamente,
sino a través de la burocracia estatal, el ejército industrializador y una ideología no
obrera, no socialista y hasta no burguesa. Esto, en realidad, más que su “irracionalidad”
constituye su “racionalidad”, en tanto que la razón reside, en primer lugar, en el “yo”
sujeto y agente del proceso y no en el “otro”, en el sistema cultural imperialista
oligárquico. En la medida en que en la base social del movimiento se mantiene la
conciencia revolucionaria –para disputar al bloque de las clases parasitarias el destino
social del excedente económico- sobreviven entonces los elementos específicos de
carácter emotivo que garantizan la movilización obrera y popular.
4° Tesis: Una tardía adecuación del peronismo a los parámetros de la
respetabilidad establecida implica necesariamente una renuncia a
sus interpelaciones revolucionarias.La pretensión de imponer al peronismo una “racionalidad” cuyos parámetros están
generados por el sistema del bloque hegemónico dominante significa, a la luz de lo que
venimos sosteniendo, la imposición de una ideología estrictamente burguesa,
desprovista de sus elementos proletario-populares. Es decir, una nueva “racionalidad”
del frente surgido en el 45 que no incluya sustancialmente la superación de su
naturaleza histórico-social, la incorporación de tareas y objetivos propios de su base
obrera no puede significar sino la renuncia a su capacidad movilizadora contra el bloque
oligárquico-imperialista. Implica reducirlo a un partido del Régimen, con mayor acento
en el aspecto distributivo por razones de tradición, pero que acepta resignadamente las
condiciones impuestas por el bloque hegemónico, al cual pasaría a pertenecer como
nueva ala plebeya.
78
5° Tesis: El frente del 89 exige una actualización doctrinaria que pasa
sustancialmente por la superación en la práctica de las tareas y
objetivos planteados en el 45.Si en el 45 la debilidad orgánica de la burguesía nacional delegó en el Ejército
nacionalista y en el Estado sus funciones propias, en las condiciones de la acumulación
de posguerra, las condiciones de la crisis actual, que afecta las posibilidades burguesas
de acumulación e inversión, hacen necesario, para la viabilidad del proyecto, formas
superadoras de propiedad social. No se trata de restringir la amplitud del frente, más allá
de los límites impuestos por el general Perón: “La unidad nacional para la liberación”.
Por el contrario, significa incorporar necesariamente al conjunto de los sectores
explotados por el bloque hegemónico, pero dotando a este nuevo frente de una política
que exprese los intereses y ambiciones históricas de la clase social que más lealtad ha
demostrado al movimiento nacional: los trabajadores.
Esta propuesta no está, es obvio, desarrollada al modo de un programa. “Cada
paso del movimiento real vale más que una docena de programas”. Está planteado en
términos, precisamente, del movimiento real, como incidencia en el terreno
programático del peso específico que la clase trabajadora tiene en el Frente Nacional y
el papel de articulador colectivo que está llamada a cumplir. Desde el terreno gremial, la
CGT ha jugado, con sus 26 Puntos el papel más avanzado –en momento de gran
repliegue político e ideológico- del bloque histórico del 45 en las condiciones generadas
por trece años de hegemonía oligárquico imperialista.
79
Los Muchachos PeronistasSon Juan Molina, Juancito, y Armando Ponce, el Negro. Tienen más de 70 años,
pero nacieron a la historia hace cincuenta y cuatro, el 17 de Octubre de 1945 y su
nacimiento es testimoniado por esta foto.
Ese día estuvieron en la plaza de Mayo, exigieron la libertad del coronel Perón y
refrescaron sus pies cansados en el agua de la fuente. Son los dos protagonistas aún
vivos del testimonio fotográfico más importante de la historia social argentina del siglo
XX: la que documenta la escena fundadora del más avanzado momento de nuestra
liberación nacional y social.
Como la del niño del levantamiento del ghetto de Varsovia, como la del miliciano
republicano congelado en el momento de caer muerto en la trinchera de la guerra Civil
Española, como la de la niña vietnamita desnuda que corre desesperada con el cuerpo
quemado por el napalm yanqui, la anónima y hermosa foto de esos hombres y mujeres
jóvenes con “las patas en la fuente”, como inmortalizara el gran Leonidas
Lamborghini, sintetiza y expresa la naturaleza social y el sentido democrático del
momento histórico en que fue tomada. Y esa tarde y esa foto signó para siempre la vida
de Juancito y el Negro. Fueron, de ahí en más, peronistas.
Cuando sobre la Argentina arreciaba con toda su furia el vendaval del
neoliberalismo encabezado por Menem y Cavallo, en los años en que los patriotas
éramos despreciados por “habernos quedado en el 45” estos “muchachos peronistas”
fueron entrevistados por Clarín para hablar de aquel gobierno.
Juan Molina, el que trató a Evita, el preso de la revolución “libertadora”, el
dirigente sindical de la Resistencia, fue corto y claro: “Ha rifado al movimiento obrero
y ha olvidado a los pobres y los humildes”.
Armando Ponce, el otro soldado anónimo del 17 de octubre, se extendió aún más:
“Dio un giro hacia el neoliberalismo. Dilapidó el ahorro de muchas generaciones con
las privatizaciones. Y su peor error fue olvidarse de la justicia social”.
Aquí están expresadas, con crudeza y sin eufemismos, las razones por las cuales
el pueblo argentino ha repudiado a Menem, quien hoy fatiga los pasillos de los
tribunales. Pese a las piruetas bufonescas con que intenta ocultar su infamia, el pueblo
del 45 nunca perdió el rumbo aprendido en aquellos lejanos años.
“Nunca se lo vamos a perdonar”, terminó diciendo Armando Ponce. Y esa
sentencia pesará sobre la conciencia del traidor.
80
Fuerzas Armadas y política nacionalEste artículo es el resultado de una recopilación de notas que salieron publicadas
en el periódico Pregón de la Izquierda Nacional, entre agosto y octubre de 1989. El
FREJUPO había ganado las elecciones de ese año, y la existencia de importantes
sectores nacionalistas en el seno del Ejército, iluminados, por un lado, por la
experiencia malvinera y, por el otro, por la perversa resolución de Alfonsín a la
cuestión de la violación de los derechos humanos por parte de los militares procesistas.
Esos sectores, ideológicamente confusos y políticamente débiles, aparecían, entonces,
como una posibilidad capaz de entroncarse con el triunfo popular de aquellas
elecciones.
La cuestión de las FF.AA. ha adquirido un sentido trascendental puesto que, por
primera vez en varias décadas, existe en su seno una fractura de carácter estratégico, a la
vez que un conjunto de fuerzas antinacionales, de izquierda a derecha, pretende
mantener el esquema impuesto por los “libertadores” de 1955.
Según informaciones y reportajes aparecidos en diversos medios de prensa, el
gobierno del doctor Menem estaría listo a declarar un indulto para los miembros de las
Fuerzas Armadas afectados por procesos judiciales. Se ignora, al momento de escribir
estas líneas, cuál será la extensión y las características del mismo, aún cuando diversas
declaraciones permiten interpretar que existirían tres grupos distintos de potenciales
destinatarios de la medida presidencial: los ex altos oficiales condenados por delitos
contra los derechos humanos durante la dictadura militar; los oficiales procesados, sin
sentencia, por el mismo tipo de delitos, y los oficiales con proceso por insubordinación
y actos de indisciplina militar a raíz de los hechos de Semana Santa, Monte Caseros y
Villa Martelli8.
No cabe duda que esta situación es parte de la nefasta herencia que el gobierno
electo de Menem recibió de Raúl Alfonsín. Pero no es menos cierto que la cuestión
militar ha arrastrado sus trágicas consecuencias a lo largo de los casi cuarenta años que
van desde el cuartelazo gorila de 1955. Presentar el indulto como “la solución al tema
militar”, abstrayéndolo de las condiciones que gestaron la actual situación, es tan
erróneo como enfrentar abstractamente a los militares acusándolos de la totalidad de las
desgracias que han aquejado, durante estos cuarenta años, a este desafortunado país.
8 Se refiere a las insubordinaciones de los oficiales medios, denominados “caraspintadas” por el periodismo comercial, y que reclamaban contra la arbitraria política de Raúl Alfonsìn, que enjuiciaba oficiales de menor graduación, mientras ratificaba la conducción liberal de las FF.AA.
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El Ejército en 1945La aparición del peronismo en las jornadas de Octubre del 45 es inseparable de la
existencia de un poderoso y joven sector del Ejército enfrentando a la vieja conducción
liberal creada por Agustín P. Justo. Este sector logra, en 1943, asumir la jefatura del
arma y la dirección política del país. A partir de ese momento, el Ejército se involucra
directa y activamente en la vida económica nacional. Las tendencias nacionalistas
industrialistas, soterradas durante toda la Década Infame, desarrollan su programa: un
capitalismo nacional autónomo, de fuerte intervencionismo y con una importante
participación del sector público a través de grandes empresas estatales.
A partir del 17 de Octubre, establecida la alianza de ese Ejército nacional a través
de Perón –su único e indiscutido caudillo- con las grandes masas populares y,
especialmente, con los trabajadores, las FF.AA. se convierten en un factor determinante
en la actividad política y económica del Estado. Ante la ausencia de una real burguesía
y, por lo tanto, de un partido que la expresase, los cuadros del ejército involucrado en la
industria pesada cumplían su papel, y la institución militar reemplazaba al inexistente
partido burgués. El Ejército encuentra una finalidad, una función vinculada al país como
totalidad, a la vez que desarrolla su propia y específica función. La defensa de la
soberanía territorial y de la independencia nacional era, a la vez, el desarrollo de la
industria pesada, la nacionalización de los transportes, los recursos naturales y las
comunicaciones, el fortalecimiento del mercado interno y el bienestar popular.
Durante casi diez años reina una total unidad en las Fuerzas Armadas. El conjunto
de la oficialidad, con excepciones marcadamente minoritarias, coincidía con los
objetivos y fines del movimiento popular.
El Ejército gorila en 1955 En las vísperas del golpe de 1955, el ejército se vuelve a dividir. La fracción
oligárquica que, durante los diez años de gobierno peronista, había intentado levantarse,
sin éxito, contra la legalidad constitucional, logra su objetivo. Un sector católico
reaccionario se une a la minoría liberal y triunfa el 16 de septiembre de ese año. Meses
después, los elementos nacionalistas reaccionarios son desplazados, a través de un
incruento golpe de estado. El Ejército nacional es desmantelado en sus cuadros, los
oficiales liberales que Perón había pasado a retiro por su actividad conspirativa son
reincorporados, así como los funcionarios policiales enjuiciados por torturas y
83
asesinato9. Se establece, después de los fusilamientos del 9 de junio de 1956, una nueva
unidad, aún cuando los objetivos de esa unidad son diametralmente opuestos a los de la
década anterior.
La industrialización es reemplazada por el catecismo liberal; el papel del Estado,
por el credo de la privatización; el mercado interno, por la apertura de la economía y el
bienestar popular, por la destrucción de las organizaciones gremiales. Se inicia un
período nefasto caracterizado por lo que un autor nacionalista, Aníbal D’Angelo
Rodríguez, describió de esta manera: “la suprema desvergüenza de los generales
abrepuertas que saltan de las palmas sanmartinianas a los despachos de las sociedades
anónimas”.
Durante todo ese nuevo período la unidad estratégica de las Fuerzas Armadas es
total. Los enfrentamientos, aunque serios, de la década del 60 –azules y colorados-
estaban determinados por diferencias tácticas. El antiperonismo cerril del 55 discutía
con un antiperonismo de nuevo cuño, auspiciado por los EE.UU., que intentaba integrar
a un sector del peronismo, limándole todos los elementos revolucionarios y
nacionalistas El proyecto era la integración de la Argentina al sistema generado en
Washington y las Fuerzas Armadas argentinas se convertían en un destacamento de un
Ejército Mundial en lucha contra el comunismo, cuyo Estado Mayor era la OTAN.
“Este Ejército –sostiene el mismo autor- que ha terminado por ser, como
estructura, una inmensa burocracia uniformada que le cuesta carísimo al país y no le
devuelve nada, ni siquiera el ejemplo de un retiro de digna pobreza o el de la
vergüenza que antes llevaba a un oficial deshonrado a pegarse un tiro en la cabeza. A
este Ejército, tarde o temprano, el país le pedirá rendición de cuentas y le exigirá una
transformación total y a fondo. Porque la Nación necesita un Ejército. Pero no éste”.
Illia y el antiperonismo “democrático”El Ejército de la Revolución Libertadora se hizo nuevamente cargo del poder en
1966. El doctor Illia había significado la posibilidad de impedir el triunfo peronista por
medios constitucionales. Desde el gobierno impidió, en complicidad con la dictadura
militar brasileña, el regreso del general Perón a la Argentina y trató de dividir al
justicialismo, aprovechando la lejanía obligada de su jefe y la necesidad del
sindicalismo de generar una conducción propia que diese más autonomía a las
negociaciones gremiales, desvinculándolas de la política de conjunto que imprimía
9 Ver Alejandro C. Tarruella, Juan Ingalinella, el crimen sin paz, en Historias Secretas del Peronismo, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2007, pág. 177.
84
Perón. Cuando las elecciones de Mendoza –en las que se presentaron dos fórmulas
peronistas, una impulsada por el general y la otra por parte de la dirigencia sindical-
demostraron la inviabilidad de esa política, el papel de Illia, como mejor discípulo de la
Libertadora, pierde sentido. Será el momento para que los militares impidan lo que el
sistema constitucional no puede impedir: un triunfo electoral del peronismo. Onganía, el
nuevo jefe del Ejército oligárquico, derroca a Illia y, después de un coqueteo
intrascendente con algunos jefes sindicales y empresarios nacionales, nombra a Krieger
Vassena ministro de Economía. Se iniciaba la llamada “Revolución Argentina”. La
oligarquía, que había hecho el golpe “democrático” del 16 de septiembre de 1955,
asumía, a través del ejército “azul”, la dictadura.
El Cordobazo y el regreso de PerónEl destino posterior de esa “Revolución Argentina”, con sus “tiempos”, sus
ridículas pretensiones ideológicas y sus obtusos ministros generales, terminó, como es
sabido, en el Cordobazo y la ola de insurrecciones populares del interior. El Ejército
encontró en Lanusse a su nuevo jefe para dar la batalla contra un Perón que era, a los
ojos del conjunto del país, el único capaz de dar salida a la grave crisis política generada
por la proscripción del pueblo argentino.
Aún en esas duras jornadas, las FF.AA., formadas bajo la advocación de la
Marcha de la Libertad y el odio gorila al “tirano prófugo”, lograron mantener su unidad
política y, por lo tanto, institucional. Las insurrecciones populares y masivas del 69 y el
70 no permitieron, pese a su estratégica importancia, generar una nueva y definitiva
relación de fuerzas en la sociedad argentina y parte de esa energía revolucionaria
terminó en el callejón sin salida del terrorismo y la lucha armada.
Esto ùltimo –es importante remarcarlo- había estado ausente de las grandes
movilizaciones del ’69 y el ’70. La tan promocionada existencia de francotiradores en el
Cordobazo constituyó un fenómeno puramente individual y sin ninguna conexión
organizativa. Se trataba, como muchos testimonios de la época lo demuestran, de
afiliados radicales cordobeses que guardaban sus armas de la época de la Revolución
Libertadora. Es más, se puede afirmar que el terrorismo y la lucha armada, en sus dos
grandes organizaciones –ERP y Montoneros- nace al margen de las grandes
movilizaciones y como fenómeno de clase media estudiantil que reniega de la lucha de
masas.
85
Y estos grupos, si bien durante cierto período son usados por Perón como amenaza
potencial a la dictadura oligárquica, lograron un objetivo sustancialmente distinto al que
pretendían realizar: unificar al conjunto de las FF.AA. frente a la agresión que sufría
como cuerpo. La teoría de la lucha contrarrevolucionaria, aprendida en los manuales
franceses escritos por los torturadores de patriotas argelinos, se convierte en la nueva
doctrina militar.
Cuando el general Perón retorna en 1973 a la primera magistratura ya no controla,
como en 1945, a su Ejército. Este es profundamente hostil a la política que Perón
formula para el conjunto del país y, encima, ve en el viejo general al jefe de las bandas
terroristas. La almenaza que estos grupos significaban para el propio gobierno de Perón
y el notorio carácter antiperonista que su accionar encerraba, es ignorado por los
estrategas de la guerra contrarrevolucionaria. Al morir el general Perón, los herederos
de la Revolución Libertadora sólo esperan el momento para dar un nuevo zarpazo.
El 23 de marzo de 1976 las dos organizaciones armadas estaban políticamente
derrotadas. Aislados del conjunto del movimiento de masas, del pueblo que libraba en el
seno del movimiento nacional enconados combates para reencontrar el cauce
revolucionario, tanto el ERP como Montoneros sólo producen ataques suicidas que
concitan el repudio popular. Ya en vida del general Perón, el odio cipayo del ERP se
dirige contra el propio caudillo nacional. Los ataques y provocaciones a las Fuerzas
Armadas exasperan a éstas contra los grupos terroristas y contra el gobierno popular. El
Primero de Mayo de 1974, Perón expulsa a los Montoneros de Plaza de Mayo y termina
con la ficción del peronismo de este grupo. Los escarceos de la guerrilla rural en
Tucumán no logran jamás pasar del nivel propagandístico. No hubo en ningún momento
ocupación territorial ni victorias estratégicas. Ante la orden de la Presidencia de la
Nación de terminar con el accionar de este grupo armadao, el Ejército –cuya cúpula
liberal quiere usar el peligro subversivo como subterfugio del golpe- encierra al foco
tucumano, lo hostiliza y lo mantiene como muestra de la “amenaza” que se cierne sobre
la Argentina. El ataque al cuartel de Viejobueno alcanzó el punto culminante de la
desesperación suicida de los grupos armados. El pueblo repudiaba el salvaje tiroteo que
se desarrollaba ante sus ojos y veía diariamente acercarse el fin de la soberanía popular.
Los altos jefes militares preparaban, con José Alfredo Martínez de Hoz, la conspiración
que puso fin al tercer gobierno justicialista. Y aquí comienza la última etapa de los
libertadores.
86
Dice el publicista Daniel Zolezzi: “Cuando los altos mandos decidieron
responder al terrorismo empleando sus mismo métodos, obligaron a sus subordinados
a un modo casi clandestino de actuar que menoscababa su vocación de soldados. Así
comenzaron los jóvenes a resentirse; resentimiento que exacerbó el aval que los
generales dieron en nombre de toda la fuerza a la ruinosa política económica del
Proceso, generadora de la devastadora deuda externa”. Un digno exponente de ese
Ejército, el general retirado Ramón G. Díaz Bessone, pretende responder a estas certeras
acusaciones y, al hacerlo, revela su empecinada ignorancia y su poca visión: “La
economía tuvo una sustancial mejora respecto del gobierno de la señora de Perón, y si
bien evidenció fallas y errores de los que fueron protagonistas, hombres que ocuparon
funciones públicas después del Proceso, y aún hoy, errores de los que nadie estuvo ni
está exento, no admite ninguna comparación con la ruinosa política económica del
gobierno de Alfonsín que es reconocida como la peor de que se tenga memoria”.
La ira y el orgullo herido le impiden ver al jubilado general lo que sus propias
palabras evidencian: la continuidad de Martínez de Hoz en la economía de Alfonsín.
Pero es mucho pedir a nuestro autor que afirma: “Recordemos que la inmensa mayoría
de la población recibió con alivio al Proceso. Leamos los diarios de aquel tiempo,
cuyas noticias no eran producto de la censura”. Pero como más adelante agrega que
“en 1955 la Plaza de Mayo desbordó de pueblo para recibir al general Lonardi”, nos
excusamos de comentar su idea sobre la popularidad. Más rico es, sí, lo de la prensa sin
censura en tiempos del capitán Carpintero. Los grandes diarios apoyaban sin reservas la
restauración oligárquica y los grupos de tareas se encargaban de los que no lo hicieran.
Pero más allá de entrar en inútil polémica con el ex ministro de Prospectiva (sic), su
testimonio ilustra con claridad la profunda miseria intelectual de aquellos generales.
Los guerreros del Atlántico SurLa Guerra de Malvinas vino a poner fin a esta oprobiosa dictadura de burócratas
uniformados al servicio del imperialismo. Quiero citar nuevamente a Zolezzi, puesto
que su filiación impide toda crítica maccartista: “Los mandos altos, que eran a la vez
poder político, encararon la guerra como si la misma no hubiera nunca de salirse de
pautas más o menos normadas: invasión, mediación y acuerdo… no atinaron a dar al
conflicto el carácter integral que la guerra moderna posee”. Y termina con esto: “Ni
durante lo más cruento de los combates se pensó en confiscar la propiedad enemiga,
algo que los ingleses hicieron con todo esmero en las dos guerras mundiales”.
87
“Otros militares, que por su grado no participaban del manejo del gobierno,
veían las cosas desde una óptica totalmente diferente. No hacían el gobierno, hacían la
guerra… y sufrían las consecuencias de las improvisaciones en que habían incurrido
los mandos… Las cúpulas de las fuerzas malgastaban sus esfuerzos en derrocar a la
junta que conducía la guerra en lugar de encaminarlos en el mejor resultado del
conflicto”.
El Ejército de la Libertadora mostraba así su abyección. Y el conjunto de las
Fuerzas Armadas comenzaba a vivir su primera y profunda división desde aquel 16 de
septiembre de 1955, de dolorosa memoria en los trabajadores y el pueblo: los que
enfrentaron con las armas al enemigo colonial y los que habían entregado el país a esos
mismos enemigos.
En julio de 1982, un grupo de generales derrotistas, encabezados por el ínclito
Cristino Nicolaides, da un golpe de Estado y depone al general Leopoldo Galtieri, por
haber enfrentado a Inglaterra y EE.UU. en la batalla de Malvinas. Es este mismo
general Nicolaides –autor de la célebre frase “el Ejército ha decidido dar un giro de
360 grados”- el que entroniza a Bignone en la presidencia de la República y organiza la
salida que desembocó en el triunfo electoral del doctor Raúl Alfonsín.
El radicalismo había tenido estrechas relaciones con el gobierno del Proceso. El
general Suárez Mason era uno de esos contactos. Dice Rosendo Fraga, en su libro
Ejército: del Escarnio al Poder (1973-1976): “…el dirigente radical (Ricardo Balbín)
aprovechó la oportunidad para pedir por el general de Brigada Guillermo C. Suárez
Mason, ‘amigo’ del radicalismo, a quien en el Ministerio de Defensa se pensaba pasar
a retiro por su pasado antiperonista. El pedido de Balbín, coincidente con gestiones
realizadas ante Vicente Solano Lima y el propio círculo de Perón, tuvo éxito, y Suárez
Mason fue designado segundo comandante de Institutos Militares”. Para que no queden
dudas, en una nota, Rosendo Fraga agrega: “Durante el exilio en el Uruguay de 1951 y
1955 Suárez Mason estuvo afiliado a la UCR y en esa época estableció sólidas
vinculaciones con la cúpula de dicho partido”. El propio Raúl Alfonsín, aún en vida de
Balbín, visitaba a su antiguo compañero de estudios y entonces ministro de Interior, el
general Albano Harguindeguy. Más de treinta dirigentes radicales de Córdoba se
convirtieron en intendentes procesistas durante la gestión de Menéndez en aquella
provincia.
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De la caída de Puerto Argentino a las eleccionesDurante la Guerra de Malvinas, Alfonsín se había presentado como el dirigente
político más proclive al derrotismo. Sacó del olvido en que se encontraba sepultado al
anciano ex presidente proscriptivo, Arturo Illia, y lo presentó como la alternativa al
gobierno que guerreaba con el colonialismo inglés. Cuando los oficiales encabezados
por Nicolaides deciden dar el golpe probritánico, ven en Alfonsín al hombre que les
puede sacar las castañas del fuego. También lo ven La Nación y los grandes diarios
oligárquicos. El Ejército se encuentra completamente desprestigiado a los ojos del
pueblo. Han sido siete años de feroz dictadura que han transformado la economía del
país. Una guerra perdida y una merecida fama de torturadores y criminales que recae
sobre la cúpula militar responsable del Proceso, hace imposible la continuidad del
gobierno de Bignone. Las fuerzas económicas que se beneficiaron con la política de
Martínez de Hoz y Alemann, la oligarquía y el imperialismo, no los necesitan más.
Desde los mismos lugares que habían silenciado toda crítica a Videla y sus secuaces
aparecen ahora las terribles denuncias. Alfonsín, como me lo dijera un alto funcionario
de la cancillería argentina de entonces, era la última posibilidad de crear un gran partido
de derecha. Tenía la ventaja, además, de atraer para esa política a los sectores
progresistas de las clases medias.
Mientras tanto los oficiales que habían combatido en Malvinas volvían
silenciosamente al continente. Sin terminar de comprender veían cómo se les daba la
espalda, cómo el sistema político los ignoraba, mientras que los que no habían sabido
conducir la guerra, se sumaban a la desmalvinización. “Después de la derrota, los
combatientes fueron sustraídos de la vista del pueblo, como si fuesen el símbolo de una
lucha que debía olvidarse. Comenzaba desde los altos mandos la ‘desmalvinización’
que, con énfasis continuaría el alfonsinismo”, dice Daniel Zolezzi en su artículo que ya
hemos citado. Y agrega: “El enfrentamiento entre los ‘combatientes’ y los sectores
‘oficiales’ de las fuerzas ya se planteaba de viva voz; y los más jóvenes sumaron al
reproche de la mala conducción de la guerra, el de toda la conducción política impresa
al país durante los años del gobierno militar, que por razones de obediencia
profesional se habían visto forzados a consentir”. Insistimos en la importancia de estas
consideraciones, puesto que provienen de un hombre de extracción nacionalista y con
amplios contactos con la oficialidad del Ejército. “El sector ‘oficial’ de las Fuerzas
Armadas, el que conducía el proceso, prefirió abrir las compuertas electorales –aún a
89
costa de ciertos riesgos- a correr el peligro de ser relevado por el sector ‘combatiente’
que impugnaba tanto su escasa aptitud para conducirlo en la guerra, como su tolerante
cohabitación con la ‘patria financiera’ que había llevado al país a la bancarrota”.
Alfonsín, por su parte, denuncia “un pacto sindical-militar”, lo que le permite
asustar a la clase media, mientras arregla con la cúpula antimalvinera.
El Juicio a las Juntas10
Desde estas mismas páginas hemos criticado duramente la manera en que
Alfonsín intentó dar solución al problema de los delitos contra los derechos humanos
cometidos por el Proceso. Se negó a iniciar un juicio político contra ese período y sus
responsables. Esto hubiera permitido establecer la relación causal entre esa política de
terror y el plan económico aplicado por Martínez de Hoz, relación que fue y es
sistemáticamente ignorada por los países imperialistas que se horrorizaron por la
crueldad sin límite de aquel régimen. Su compromiso con la cúpula heredera y albacea
del proceso le impidió descabezar a esas FF.AA., reincorporar a los oficiales
nacionalistas expulsados por los procesistas y redemocratizar a los cuadros de oficiales.
Por el contrario, Alfonsín se dedicó, después de condenar a las Juntas y a algunos
militares como a Camps –entregado por sus camaradas como mal menor-, a roscar con
los generales más procesistas, persiguiendo y relegando a los oficiales que habían
combatido en Malvinas. Estos sentían que toda la furia alfonsiniana recaía sobre sus
cabezas, mientras que aquellos generales a los que veían como culpables de la derrota
eran desprocesados y sus responsabilidades diluidas en el espeso mar de los zargasos de
la burocracia judicial. Cada uno de los distintos Jefes de Estado Mayor del ejército que
se sucedía en el cargo ratificaba la voluntad alfonsinista de sostener a la cúpula liberal
antiperonista heredada de la Libertadora y el Proceso. El juicio a la Junta que condujo la
guerra de Malvinas fue el símbolo de la entrega y claudicación de la política de
Alfonsín.
En este marco se produjeron las rebeliones de Semana Santa y, a consecuencia del
notorio incumplimiento de la palabra empeñada por el presidente, las de Monte Caseros
y Villa Martelli. Los oficiales rebeldes apelaron a una especie de desobediencia armada
para detener la persecución de la que, sistemáticamente, eran objeto. Alfonsín,
convencido del poder transformador de la realidad que tienen las palabras, intentaba
10 Estas líneas reproducen el parágrafo con el mismo titulo del artículo Fuerzas Armadas y política nacional”, aparecido en Pregón de la Izquierda Nacional, octubre de 1989.
90
negar lo que era evidente, la necesidad de negociar con un sector del ejército que no
respondía a los generales que él nombraba.
Por otra parte, y para atraerse a los generales liberales dictó las leyes de
Obediencia Debida y Punto Final. Con ellas daba respuesta al pedido de poner fin a los
interminables procesos que se prolongaban ya por cinco años y se aseguraba la lealtad
de la cúpula liberal.
Mientras tanto, todo el sistema imperialista, de izquierda y de derecha, ponía el
centro de la cuestión alrededor de los oficiales expresados por Seineldín y Rico. Tanto
Julio Fernández Torres, como Ríos Ereñú y Caridi11 habían participado en el golpe del
55. El primero de los nombrados siendo teniente, tomó la Escuela de Tropas
Aerotransportadas en Córdoba, el 16 de septiembre de aquel año. Como oficiales
superiores tuvieron decisiva participación en el golpe del 23 de marzo de 1976. Fueron,
en el ejercicio de sus cargos, la correa de transmisión de la política norteamericana en el
área. Pero el peligro para la prensa progresista eran los carapintadas.
Así se llega a la sangrienta farsa de la toma del cuartel de La Tablada. Con él,
entre otras cosas, la política militar de Alfonsín perdió absolutamente toda credibilidad.
El Indulto: el remedio y la enfermedadEra vox populi que el sector conocido como carapintada simpatizaba con el doctor
Carlos Menem, durante la campaña electoral. Se suponía que la asunción del actual
presidente impediría la cristalización de una cúpula militar pronorteamericana y
antimalvinera e incorporaría de pleno derecho a los militares cuyas carreras habían sido
postergadas por el sectarismo liberal de Alfonsín y Caridi. Muchos observadores
llegaron, incluso, a interpretar que el indulto era un recurso necesario para terminar con
los enfrentamientos internos del arma. Es cierto, que el indulto a los actos de
indisciplina de Semana Santa, Villa Martelli y Monte Caseros, parecía el resultado
necesario de un cambio de orientación en la suprema conducción del Ejército y el final
de las persecuciones generadas por el antimilitarismo liberal de los radicales. Algunos
imaginaron que el indulto a los militares procesados por violaciones a los derechos
humanos, aún cuando a disgusto, era un paso necesario para finalizar con un tironeo que
no daba solución al problema y sólo servía para irritar a los elementos más
recalcitrantes. Pero la finalización que todo este proceso ha tenido con la consolidación
aparente del general Cáceres y la destitución definitiva del coronel Seineldín, dejan la
impresión de que por una vía reglamentaria se ha violado el espíritu asignado a aquel 11 Los tres fueron Jefes del Estado Mayor del Ejército durante la presidencia de Alfonsín.
91
indulto presidencial. Todo esto parece haber servido para reivindicar el ejército del 23
de marzo de 1976 y dar de baja al del 2 de abril de 1982. El viejo profesionalismo de
cuño liberal, base de operaciones de la política imperialista en nuestras FF.AA. parece
haber ganado espacio en las últimas semanas.
La historia del Ejército no está cerrada. Si en el seno del movimiento nacional se
libran poderosos combates para definir el rumbo del gobierno popular elegido el 14 de
mayo, en el seno de las organizaciones castrenses, deben aún librarse fuertes luchas para
dotar a la Patria de un Ejército dispuesto a defenderla.
92
Radicalización de los sectores mediosEl siguiente artículo es la transcripción, ligeramente editada, de una
entrevista que me realizara Karina Malizzia, para un trabajo académico sobre los años ‘60 y ’70 en la Argentina.
Lo que ocurrió en los años 60 y 70, en la juventud de la clase media, es la
consecuencia de dos procesos, si se quiere, coincidentes, y que, de alguna manera, no se
han vuelto a repetir de esa forma: la radicalización y la nacionalización de las clases
medias.
¿Qué quiere decir esto? Hagamos un poquito de historia.
En general, los sectores juveniles universitarios de las clases medias en la
Argentina fueron, tradicionalmente, de izquierda. Las juventudes universitarias y
estudiantiles se definían, en general, por partidos de izquierda, por el Partido Socialista
o por el Partido Comunista, y, en algunos casos, por otras fracciones menores, de menor
significación numérica como el trotsquismo, etc.
En ese momento –la década del 60- se radicalizan estos puntos de vista hacia
posiciones de izquierda más extremas, motivado esto, fundamentalmente, por la
influencia que tiene, sobre este sector social, la revolución Cubana. Se cuestiona todo el
sistema político representativo parlamentario con su sistema de elecciones periódicas y
se eleva a nivel casi de mito la idea de la lucha armada como solución universal a todos
los problemas. Esto último fue producto de la influencia, casi inevitable, y bastante
nociva, de la revolución Cubana.
El esquema de acceso al poder que tuvieron los revolucionarios cubanos estaba
determinado por condiciones muy específicas, tanto cubanas como internacionales, del
momento histórico en que eso ocurre, año 1958 y 59. Esas circunstancias, tan acotadas
en el tiempo y en el espacio, son elevadas a nivel de principio teórico general aplicable
urbi et orbi. Y así se impone el mito de la guerrilla campesina, la teoría del foco, la idea
de que un pequeño grupo de personas sacrificadas y políticamente iluminadas podía
poner en marcha todo un proceso revolucionario que involucrase al conjunto del pueblo,
bajo la forma de organizarse en un pequeño grupo guerrillero. Esto es lo que, de alguna
manera, caracteriza esa radicalización de las clases medias, que fue el modo como se
expresó el agotamiento que los partidos políticos tradicionales, ya en ese entonces, en la
década del ’60, estaban experimentando.
94
La nacionalización de la clase mediaPero paralelamente a ese proceso se produce otro, que a mi modo de ver es tanto o
más importante que el anterior, que es el proceso de nacionalización de las clases
medias.
La clase media argentina fue, con muy breves excepciones, un sector social con
dificultades para comprender el país real en que vivía. Esta es la razón por la cual la
clase media y especialmente sus sectores universitarios se enfrentan a Yrigoyen en el
’30 y después se enfrentan abierta y francamente con el peronismo entre el ’45 y el ’55
y llegan a participar, como base plebeya, como sostén de masas, del golpe oligárquico
imperialista del 16 de septiembre del ’55, en la llamada Revolución Libertadora. Es
decir, estas clases medias, expresadas de modo militante en sus sectores universitarios,
fueron la base de operaciones que le deron cobertura y apoyo de masas al golpe
minoritario oligárquico y antipopular.
De modo tal que la historia ideológica de la clase media argentina, y su historia en
general, es de desencuentro con el país real, con el país tal cual es. Ello fue el resultado
de la influencia sobre esta clase media de un sistema ideológico perverso que pretendía
adaptar la realidad a ese sistema ideológico, y no generar de la realidad un sistema de
ideas que permitiese una interpretación y una transformación de la misma. Era una
especie de platonismo que exigía que la realidad se pareciese a lo que esa ideología
consideraba que tenía que ser, en lugar de adaptar el sistema de conocimiento y de
análisis a la realidad concreta que se pretendía interpretar.
El país fisiocráticoEsto estaba determinado, básicamente, por el hecho de que ese sector todavía
vivía con la ilusión del país agrario, cuyas exportaciones y su inserción privilegiada en
el Imperio Británico permitían el establecimiento de una clase media bien paga y con
buenos niveles de vida. Ese país agrario, que ya en 1930 no podía satisfacer estas
expectativas, todavía quedaba en la conciencia de esa clase media como el país ideal al
que había que volver después de la experiencia -vivida como artificial por la clase
media - del peronismo. Según esta interpretación, sostenida por todo el sistema oficial
del pensamiento oligárquico, desde la derecha a la izquierda, se había intentado generar
lo que entonces llamaban industrias artificiales –metalurgia, siderurgia, industria
liviana- en lugar de llevar adelante el proceso, concebido como natural y propio de la
95
Argentina, que era el de exportar bienes agrícola-ganaderos y, eventualmente,
desarrollar una industrialización de algunos de estos productos.
Este sistema, que ya en la realidad había llegado a sus límites, todavía funcionaba
en la estructura mental de los sectores medios, que tenían su centro en la tradición de la
Reforma Universitaria con su eje institucional en la autonomía universitaria. La
Universidad, entre 1955, con el gobierno de Aramburu, y 1966 era una especie de isla
democrática en donde regían los más completos derechos constitucionales en un país en
donde la inmensa mayoría de la sociedad estaba proscripta, no podía votar y cuando lo
hacía no podía hacerlo por el candidato que quería, Perón. Esa autonomía universitaria
convierte a la Universidad en una isla democrática en un país no democrático y es, sobre
la base de esta paradoja, que lentamente estos sectores medios comienzan un proceso
casi imperceptible de revisión de lo que fue verdaderamente el peronismo y a
cuestionarse los clichés ideológicos heredados del período de la Revolución
Libertadora.
El país que había generado esa clase media satisfecha, bien pensante y bien
alimentada, había terminado, había explotado, no existía más, y, lentamente, esa clase
media empieza a buscar en el otro país real, en el país del peronismo, de las fábricas, de
la clase obrera, un nuevo camino de interpretación y de desarrollo del país.
Hay una fecha casi simbólica que pone punto final a esa isla democrática: es la
intervención de las universidades por parte del presidente militar Juan Carlos Onganía,
llamada La noche de los bastones largos. Lo único que hace este episodio es imponer
en la universidad las mismas condiciones que existían en el resto del país. Al
intervenirla y al quitarle su autonomía lo que ocurre en la universidad es exactamente lo
mismo que ocurre en el resto del país: la isla democrática se hunde en el mar de la
ilegitimidad y proscripción que imperaba en el conjunto del país. Esto generó las
condiciones de esa nacionalización. De pronto las clases medias universitarias
descubren que viven en un país que no es democrático como ellos creían, y que lo que
prima es la proscripción del peronismo, la prohibición a Perón de venir a la Argentina y
la proscripción, por ende, de la inmensa mayoría de los argentinos que querían votar a
Perón y no podían. Esto provocará un paulatino y cada vez más acelerado acercamiento
de las clases medias al peronismo, a los sindicatos, a la CGT, a la tradición peronista.
96
El Cordobazo y la CGT de los ArgentinosEl momento culminante de este periodo de radicalización y nacionalización de la
clase media es, sin duda, el 29 de mayo de 1969, cuando se produce El Cordobazo, el
levantamiento obrero-estudiantil de Córdoba que derrota y al año produce la renuncia
del autócrata Onganía, que pensaba quedarse durante 10 o 15 años. En el Cordobazo se
produjo una convergencia política en las calles del proletariado peronista tradicional con
las clases medias universitarias, que se acercan, por un lado al peronismo y a su vez
radicalizan sus puntos de vista políticos. Este fue un proceso muy acelerado, de 2 o 3
años. Yo ingresé a la universidad en el ’65. En el ‘66 se produce el golpe de estado de
Onganía, la llamada Revolución Argentina. Yo estudiaba en la Universidad Católica
Argentina y estaba vinculado a sectores católicos juveniles, con preocupaciones
políticas, pero católico. Es increíble como entre el ‘66 y el ‘68 hay una aceleración de
este proceso en el que rápidamente todos estos sectores se van definiendo políticamente
de modo cada vez más marcado y tajante. Incluso yo mismo me vi llevado por una
vorágine histórica en donde debí tomar responsabilidades y definiciones políticas cada
vez más tajantes y radicales.
En el ’68 se produce otro momento culminante en esto que es la aparición de la
CGT de los Argentinos, de Raimundo Ongaro, que produce una convergencia de todos
estos sectores juveniles de clase media estudiantil con el movimiento obrero, con los
sindicatos, al abrir las puertas de la CGT al movimiento estudiantil y a todos los
sectores políticamente inquietos. Esto da como resultado una rápida galvanización de
los sectores enfrentados a la dictadura militar y a su política económica antinacional. La
CGTA se establece como una especie de lugar de contacto de unos con otros, a punto tal
que la mayoría de la gente de aquella época que conozco la conocí en la CGTA. Desde
Firmenich o Abal Medina, hasta dirigentes sindicales, como Julio Guillán, Cayo Ayala
o Pepe Azcurra, los conocí en 1968 en la CGTA. Entonces, tanto la CGTA como el
Cordobazo son dos momentos claves en este proceso.
¿En qué se manifiesta esto o cómo se articula esto en la conciencia política de la
clase media? En un cambio de los paradigmas político-literarios. Si hasta entonces los
grandes maestros de la juventud habían sido José Ingenieros, Alfredo Palacios, Ezequiel
Martínez Estrada, la generación de la Reforma del ’18, en ese momento aparece una
nueva literatura política constituida por autores como Jorge Abelardo Ramos, Rodolfo
Puiggrós, Hernández Arregui, Eduardo Astesano y algunos otros que no tuvieron la
97
misma repercusión posterior, como Julio Mafud. Y la figura central de esto es Arturo
Jauretche, que entre el ’60 y el ’70 se convierte en una figura, hoy diríamos, mediática.
No había programa de TV en donde no estuviera Arturo Jauretche diciendo sus cosas.
Era casi un invitado obligado de Mirtha Legrand, de todos los programas periodísticos
de ese momento, porque tenía un impacto sobre la opinión pública enorme. Llevarlo a
Arturo Jauretche garantizaba el rating. Sus libros se venden como pan caliente, miles y
miles de ejemplares. Su mensaje era básicamente el del nacionalismo, el del patriotismo
y el de mirar la realidad con ojos propios y no con anteojeras prestadas. El de mirar la
realidad argentina desde la propia experiencia argentina y rechazar todo ideologismo
que pusiera anteojeras entre la realidad y el pensamiento y, por lo tanto, se sumaba a la
corriente del revisionismo de la historia.
Se ponen de moda los libros de historia argentina. Todos nosotros leíamos
apasionadamente historia argentina, sobre todo el revisionismo histórico, y todos
nosotros éramos especialistas en Rosas, en Moreno, éramos enemigos de Rivadavia, de
Mitre, reivindicábamos al Chacho Peñaloza y a Felipe Varela, consumíamos infinidad
de literatura histórica argentina. El libro de Ramos “Revolución y contrarrevolución en
la Argentina” fue un libro leído por millones de jóvenes de aquella época. Diría que
hoy no debe haber funcionario peronista de 50 y pico de años que no haya leído a
Ramos en la década del ’60 y ’70. No se podía hacer política sin esa lectura, sin ese
pensamiento.
Este proceso de nacionalización es, a mis ojos, más importante que la
radicalización porque le da un contenido distinto al proceso de radicalización. El
proceso de nacionalización de las clases medias hace que todo ese proceso de
radicalización, en gran parte, se canalice más cerca del peronismo que del
antiperonismo.
Se produce entonces, más que una reinterpretación del peronismo, una
interpretación del mismo. La clase media había interpretado al peronismo con los
parámetros de una sociedad desarrollada, y por lo tanto veía en el peronismo
nacionalismo y condenaba este nacionalismo por fascista. Esto era el pensamiento
oficial de la Revolución Libertadora, de la Universidad (el fundador de la carrera de
Sociología en la UBA, el italiano Gino Germani caracterizó al peronismo como
fascismo de la clase obrera, lo que en sí mismo encerraba una verdadera paradoja
conceptual, un oxímoron político). Lo que esta clase media hace con respecto al
peronismo es no seguir obedeciendo al paradigma que sobre el peronismo tenían los
98
sectores tradicionales de la Argentina. Lo que pone en cuestión es el paradigma
ideológico de la oligarquía demo-liberal. Y por lo tanto reabsorbe todo el pensamiento
nacionalista popular democrático del peronismo. Después se producen cuestiones más
estrictamente políticas vinculadas a la aparición de la organización Montoneros, pero
eso ya es una cuestión de orden político, y estamos hablando de procesos sociales.
El proceso de nacionalización implica el reconocimiento de que en la Argentina
había habido una sola revolución (si se llama revolución a una transformación de las
condiciones políticas y económicas de un país) y esa había sido la que había llevado
adelante el peronismo. Esto es lo que esa generación descubre e interpreta: “acá hubo
una revolución y la hizo el peronismo”. Es cierto que un sector de la juventud pensó
que el peronismo era una herramienta para hacer una revolución socialista, pero esto
también es del orden político y no del social.
Los jóvenes católicos, honestos e idealistas que querían realizar en la sociedad los
valores evangélicos, la hermandad que el cristianismo profesaba, deciden que para
hacerlo tienen que hacerse peronistas y tomar las armas. Los jóvenes izquierdistas que
intentaban también desarrollar una sociedad mas justa, más equitativa sin explotadores
ni explotados, deciden hacerse peronistas y tomar las armas para hacerlo. Esto es lo
característico de aquellos años, en una historia en donde la clase media había estado
totalmente separada de la vivencia y la experiencia histórica de la clase obrera. Mientras
la clase obrera argentina se encontraba a sí misma como tal, con altos salarios, con
sindicatos, con colonias de vacaciones, con vacaciones, con hoteles en la costa, con
mejores niveles de vida, la clase media decía “estos negros hijos de puta se quieren
quedar con el país, son unos negros antidemocráticos, fascistas, llevados por la
zanahoria de un demagogo criminal que es Perón”. Eran dos historias paralelas, no se
tocaban jamás y, mientras, el pensamiento de izquierda decía “lo que hay que hacer es
salvar a la clase obrera del peronismo, sacarla de ese mito peronista para que
encuentre su verdadero pensamiento y su verdadera ideología y sus verdaderos
objetivos”. En ese momento esta historia que marchaba en paralelo se cruza por las
condiciones objetivas del país, porque ese viejo país que permitía esto ya no da más, al
punto que, ya no sólo los trabajadores y el peronismo estaban sujetos a una total falta de
democracia por la proscripción y la prohibición al peronismo de presentarse a
elecciones, sino que también la clase media era sometida a las mismas condiciones
interviniéndole la Universidad, e imponiéndose en el país una dictadura en la que estaba
99
prohibido votar. Eso hace que converjan esas dos experiencias y que sobre todo la clase
media reanalice, revise todo ese paradigma heredado sobre el peronismo.
Aquellos años parecen como si se hubiera puesto de moda hacerse peronista y
usar poncho, y si bien había algo de moda, ésta era la expresión superficial de una cosa
mucho más profunda. Siempre en los grandes movimientos sociales hay elementos de
moda y de snobismo que son la expresión superficial de toda una fuerza subterránea
mucho mas profunda: nadie se hace matar por moda.
Había un sustento moral muy fuerte que en realidad estaba dado, tanto en el caso
de los Montoneros como del ERP, por un elemento casi de orden religioso, católico
místico, de sacrificio y martirio, de inmolación, cosa que es ajena al pensamiento
marxista, que nunca planteó las cosas en esos términos, y, sí, es mas propio de los
procesos políticos en los que la clase media ha tenido un papel principal. Este elemento
es el que le puso mayor dramatismo, y en ello tiene mucho que ver la Revolución
Cubana y la personalidad del Che Guevara, que también elevó el autosacrificio a nivel
de concepto teórico-político, lo que generó en América Latina más daño que beneficio.
El intento de generalización de las condiciones cubanas al resto de América
Latina, hecho por los propios cubanos, es responsable de errores espantosos y muertes,
que si bien fueron voluntarias, fueron llevadas a cabo por un concepto equivocado en lo
táctico, en lo concreto, en el modo de llevarlo adelante, basado también en ciertas
incomprensiones de la realidad latinoamericana.
Que el Che hubiese pensado que se podía hacer una guerrilla campesina en
Bolivia era ignorar que los campesinos desde la revolución del MNR del ’52 tenían
tierra, y el Che lo ignoraba porque era un joven fubista antiperonista (la FUBA,
Federación Universitaria de Buenos Aires era uno de los puntales de la lucha estudiantil
en contra del peronismo).
Esto fue lo que determinó el carácter tan dramático de esa radicalización, esta
especie de reivindicación moral de la lucha armada. La cosa no era hacer la revolución,
sino que era hacer la revolución a través de la lucha armada, pues de lo contrario no
tenía valor. El concepto de la política, que es la lucha por todos los medios por el poder
político del estado y, sobre todo para un revolucionario, la lucha con las grandes masas
por ese poder, esa idea de la política, fue remplazada por la lucha del pequeño grupo
armado que al dar testimonio, generaría admiración y adhesión.
Esto fue una locura que terminó como terminó, no podía terminar de otra manera.
Cuando Fidel Castro comienza la guerrilla en Cuba, Cuba no tiene un ejército, sino una
100
especie de Guarda Nacional de policía. En segundo lugar, a medida que van ocupando
territorios van realizando la Reforma Agraria, con lo cual, los campesinos que quedan
del lado de la guerrilla, inmediatamente se convierten en sostenedores de esa guerrilla
que les ha dado la tierra. En tercer lugar, contaron con el apoyo moral y económico de
todo el sistema democrático liberal latinoamericano que ya repudiaba la dictadura de
Batista. Eran vistos como una especie de alfonsines armados. La marina del Almirante
Rojas le envió un equipo de radio a la guerrilla de Fidel Castro, porque consideraba que
así como la revolución libertadora había derrotado al tirano Perón en la Argentina, la
guerrilla pequeño burguesa liberal de Cuba derrotaría al tirano Batista. Mi papá, que era
muy antiperonista, celebraba la Revolución Cubana, celebraba los fusilamientos que la
Revolución Cubana llevaba adelante, diciendo “acá tendrían que haber hecho lo mismo
con los peronistas”.
Toda esta confusión generó las confusiones que sobrevinieron. Los cubanos se
confiesan marxistas leninistas cuando se dan cuenta que si bien habían hecho la
revolución con apoyo de los norteamericanos, en la medida en que esto afecta a los
intereses norteamericanos ya estos no los apoyan más y entonces declaran “somos
marxistas leninistas”. Eso era algo determinado por la especificidad de Cuba. Elevar
esto a nivel de conceptos generales se convierte en un verdadero desastre, cosa en la que
insisto mucho porque de esto se habla poco en esta universidad.
Los contenidos de esa radicalización se caracterizaron por su nacionalización,
acercamiento al peronismo y a la clase trabajadora peronista. Esto fue lo más
característico de esa época.
Días de peligroAcá no hubo peligro hasta el ’74. Hasta ese momento el peligro era que a uno lo
metieran preso, pero si ocurría lo sacaban en seguida, no era una situación de vida o
muerte. A lo sumo unas trompadas, pero no más que eso. Recién en el ’74, en el ’75 se
pone más pesado, al morir Perón, y ahí empezamos a andar armados. Son cosas a las
que uno se acostumbra, como a todo. En el partido había una orden de que
consiguiéramos un arma, armas cortas, revólveres, y que fuéramos armados.
Cumplíamos esa orden no sin una cierta irresponsabilidad juvenil y una cierta emoción
de andar con un chumbo en la cintura. Es más, se solicitaron autorizaciones para llevar
armas. Al final nunca las obtuvimos pero andábamos calzados. Recuerdo situaciones
graciosas. Por ejemplo, en pleno invierno, pantalón de franela, saco de tweed, pulóver,
101
sobretodo y chumbo, e ir a la peluquería Basile que estaba al lado del teatro Maipo a
que me cortaran el pelo. Adentro había un aire acondicionado que parecía el trópico.
Entro y se me acerca una señorita que me pide los abrigos. Me saco el sobretodo y
cuando me estoy por sacar el saco me acuerdo que tengo un chumbo en la cintura,
entonces le digo “el saco me lo dejo” y me morí de calor todo lo que duró el corte de
pelo, no sabía que hacer con el revólver.
Pero a uno le daba miedo ya en esa época, ya en el ’75, cuando veías pasar los
autos sin patente. A la noche, había siempre un momento de miedo, de inseguridad, el
miedo de que te vinieran a patear la puerta, eso estaba. Sin embargo la posibilidad de
abrirse y largar todo no se le cruzaba a nadie. Nuestra generación decidió dedicarse a la
política para toda la vida. Es decir, yo no he vivido un minuto de mi vida desde los 18
años que no haya estado atravesado por la política. No he vivido un solo día en que yo
no haya hablado, pensado, reflexionado, discutido de política y así toda la gente que yo
conozco.
El sustento era muy verdadero y la política, contrariamente a ahora, por lo menos
en nosotros, en los que nos hicimos marxistas, de izquierda nacional, la política era una
actividad orientada por lo intelectual, es decir, signada por el pensamiento, de modo tal
que el dedicarnos a la política implicaba una enorme parte de tiempo dedicada a
estudiar, a leer y a formarnos políticamente. Lo que se llamaba la formación política
tenía para nosotros una importancia decisiva. Decir de alguien “no le des bola que esta
poco formado” era una descalificación absoluta. Mi generación leyó muchísimo y
escribió mucho en la política.
Cuando cae Isabel se empieza a poner embromado porque evidentemente la
reacción se ha reconstituido ya. El gobierno de Isabel era un gobierno muy débil, y se
reconstituye el bloque liberal. Los viejos partidos demo-liberales, como la UCR,
conspiran con el ejército para derrocar a Isabel y lo logran. Y el fracaso de la
Revolución Nacional, la muerte de Perón y lo que ello implica en un movimiento como
el peronista produjo a su vez una rápida desperonización o antiperonización de ciertos
sectores dirigentes de Montoneros, como Firmenich que, en su lucha contra Isabel,
terminaron coincidiendo con el golpe. El Partido Comunista también celebra la llegada
de Videla, y ya se reconstituye, después de esos 15 años que van del ‘60 al ‘75, el viejo
frente gorila con el radicalismo y el PC a la cabeza. Es decir, el viejo esquema anterior a
los años ’60 queda reconstituido.
102
La brutalidad de la dictadura establecida en el ’76 fue tan grande que no pudo
convertirse en un esquema de poder a largo plazo. Lo que determina la caída de los
militares es la pérdida de confianza de parte de los EE.UU. gracias a la guerra de
Malvinas. Cuando los EE.UU. descubren que estos militares también son inconfiables
porque les agarran veleidades nacionalistas, dejan caer a la dictadura y ponen en su
reemplazo esta democracia semicolonial, o colonial que hemos tenido, una democracia
donde todo está permitido menos lo esencial: liberar al país. Pero esa es otra historia.
Lo que ocurrió en aquellos años fue más o menos así, pero además lo puedo ver
en mi vida. Esto fue una cosa de dos o tres años de intensa discusión y actividad. Perón
gobernó siete meses. El recuerdo que yo tengo de los años que van del ‘70 al ‘75 es
como si hubieran sido 20 años, por la intensidad que tuvieron. Cada día era una batalla
final. Era algo extraordinario.
Lo que ocurre, y se dice poco, es que en ese período se vivió una revolución que
fracasó. Toda otra cosa que se diga tiene mala intención. No es que éramos jóvenes
locos: acá se vivió una revolución y las revoluciones son así, o por lo menos son lo más
parecido a eso que yo puedo imaginar.
Fue una revolución que se perdió y entonces las consecuencias de una
contrarrevolución siempre son terribles, son un baño de sangre, esto se sabe. En ese
momento se sabía que iba a venir una mano muy pesada, porque se había llegado a un
nivel de rebelión muy grande. Lo que el país llegó a representar entre el ‘73 y el ‘75,
hasta que muere Perón, como posibilidad política, el papel que empezó a jugar en
América Latina fue muy grande. Entonces acá había que limpiar todo esto. Había que
eliminar toda posibilidad de que esto volviera a ocurrir en los próximos, por lo menos,
10 o 15 años. Creo que si no se dice que lo que hubo acá fue una revolución y que lo
que vino después fue una contrarrevolución todo se reduce a una pelea entre militares
malos y chicos buenos, y eso le quita toda politicidad a lo que ocurrió, le quita toda
sustancia histórica, queda como una especie de cuento de hadas que no sirve para nada,
no sirve para que mis hijos y mis nietos entiendan lo que pasó. Si no se deja claro esto, a
los que murieron los matamos de nuevo, porque pareciera que los mataron por boludos,
o porque los llevaron de las narices, cuando lo que hubo acá fue una revolución que se
perdió, seguida por una contrarrevolución muy sangrienta como lo son todas. Está bien
hablar de los derechos humanos, pero no hay que dejar de decir esto. Las
contrarrevoluciones han sido terribles en todas partes del mundo. Lo que sucedió es que
por primera vez en la Argentina la contrarrevolución afectó a la clase media.
103
‘68 a ‘71, vida cotidianaLa actividad política era casi todos los días. Casi todos los días yo tenía reuniones
en distintos lugares. Primero, yo me integro a una pequeña organización en la Facultad
de Derecho de la UCA, una organización no estrictamente política, pero donde
intentábamos generar un pequeño ámbito de discusión política y después hacíamos tarea
de promoción social: íbamos a un barrio en González Catán a hacer promoción social,
los sábados a partir de la 1 de la tarde y volvíamos como a las 10 de la noche, y allá
hacíamos distintas tareas sociales, ahí conocí a la madre de mis hijos, y de esa época
tengo amigos de toda la vida. Ahí lo conocí, por ejemplo, a Pepe Albistur, el actual
Secretario de Medios de la Presidencia de la República. En esas reuniones, en el ámbito
de la facultad discutíamos, leíamos, nos recomendábamos libros, comentábamos los
libros que leíamos, tomábamos contacto con gente para conocer sus opiniones. Después
tomo contacto con lo que se llamaba Acción Sindical Argentina (que no existe más) que
era una organización sindical católica, que dio origen a la Confederación
Latinoamericana de Trabajadores, que es la organización sindical Social Cristiana, con
sede en Caracas. Allí tomé por primera vez contacto directo y personal con sindicalistas,
con obreros portuarios, que estaban peleando porque les habían intervenido el sindicato
y el puerto, y había una lucha de los portuarios muy dura, en la que yo participé
indirectamente, a través de estos dirigentes obreros. Ahí ya me comprometí más, me
hice cargo de la biblioteca, empecé a organizar conferencias y reuniones. Para entonces
ya había leído a Jauretche, pero sobre todo a Ramos, y ahí había comenzado ya mi
acercamiento a la gente de Ramos y a él. Después viene el período de la CGTA y allí
me vinculo a dirigentes de mayor envergadura sindical, y a un gran dirigente tucumano
de la FOTIA, de los trabajadores cañeros, que se llamó Benito Romano. Formo parte de
la CGTA, integro y soy un poco el coordinador, el responsable de una comisión de
ayuda a Tucumán que estaba pasando por una crisis. Organizo una serie de conferencias
en ese lugar, y ya en el año ‘69 me integro al grupo de Ramos (el Partido Socialista de
la Izquierda Nacional).
Después estaba todo el tema de los cristianos, el Movimiento de Sacerdotes para
el Tercer Mundo, todo el ambiente cristiano que estaba muy movilizado. Hubo
encuentros cristianos muy importantes en los que participé. Cuando entro en contacto
con la gente de Ramos, ahí inmediatamente lo que hacemos es constituir la primera y
única agrupación estudiantil marxista que hubo en la UCA. Yo organizo esa agrupación
en la Facultad de Derecho que se llamó Asociación Estudiantil Nacional y Social, y ahí
104
logro juntar como a 40 o 50 chicos y chicas, que son integrados al partido, que era
mucho decir para una facultad de 500 alumnos. Era casi el 10 %, era como si vos
metieras en la Facultad de Económicas 2500 tipos, lo cual significo un quilombo muy
grande en la Universidad, donde yo era prácticamente un convicto.
Entorno familiarMi papá era muy antiperonista, muy gorila, y yo discutía mucho con él. Por
supuesto suponían que yo estaba en algún tipo de actividad pero nunca supieron en
realidad mucho y eso fue motivo de un permanente malestar con mis padres. Nunca
terminaron de reconocer esa actividad mía. No lo querían ver. Era distinto con otros
amigos, que venían de hogares peronistas, en donde todo era como más natural, con un
lógico miedo de los padres de “no te vayas a meter en líos” pero sin una tensión
ideológica tan grande. Mi familia, como una familia bien tradicional y representativa de
la clase media –mi padre se inició como empleado de comercio y llegó a ser gerente de
una cadena de tiendas- era una familia que logró con el peronismo un buen status social
y era profunda y visceralmente antiperonista. Yo me acuerdo a mis padres celebrando
alborozados los bombardeos del 16 de junio del 55, en donde mataron a 300 personas.
Pero esto era muy representativo de la clase media. Entonces en mi caso ese fenómeno
era casi de laboratorio, yo vengo de una familia antiperonista que en ese proceso me
nacionalizo y me radicalizo.
Primero nos movíamos con el dinero de cada uno y cuando nos habíamos
organizado políticamente en organizaciones político-partidarias se generaba unas
finanzas de la organización que tenía su origen en las cuotas y aportes de los militantes
más otro tipo de actividades. La actividad de la Izquierda Nacional se financió durante
muchos años con una escuela de periodismo. Ramos y sus amigos fueron los creadores
de una escuela de periodismo que estuvo abierta muchos años, donde se cobraba una
cuota. Gran parte de la financiación política venía de la escuela de periodismo. Siempre
terminaba mal porque se gastaba más de lo que entraba.
Entorno académicoEn la UCA el profesorado era muy reaccionario, eran más bien enemigos, de
modo tal que mi relación con mis profesores no fue una relación cordial, no tuve en la
Universidad ningún profesor que me haya dejado una señal.
En la UBA había un poco de todo, era distinto. Lo que había menos eran
profesores nacionales, aunque también ahí aparece un proceso muy interesante que
refleja exactamente esto que estuvimos hablando. Me refiero a la aparición de las
105
Cátedras Nacionales. Las Cátedras Nacionales, que aparecen en el ’66 –como ves casi
como un resultado inmediato de la intervención militar a la que nos referimos antes- son
un conjunto de profesores universitarios que generan una especie de polo ideológico
nacional peronista, constituyéndose en una especie de grupo político que tomó ese
nombre, Cátedras Nacionales.
Eso tuvo una enorme importancia en el debate ideológico de aquella época:
Gonzalo Cárdenas, Alcira Argumedo, Justino Farrell, eran profesores peronistas que se
definen como peronistas y que establecen una política ideológico-universitaria desde el
peronismo. Tuvieron una gran influencia sobre esa generación.
Mi universidad era un antro reaccionario en donde La noche de los bastones
largos no causó cambios. Pero era tan fuerte todo el movimiento de la sociedad que no
pudo evitar que también ahí se produjera el mismo fenómeno, porque todo esto era una
fuerza de la naturaleza, no se podía contener, no había lugar en donde te pudieras aislar
de todo esto. Donde había jóvenes, preocupados, honestos y buenos, esto era un
hervidero.
Hacíamos todo lo mismo que hacen todos los jóvenes (bailes, música, levantes,
reuniones de amigos) pero absolutamente todo estaba cruzado por la política. Vos te
casabas con una chica que era una compañera, con la que sabías que lo que le proponías
era una vida de militante.
A partir del 76En la dictadura del ‘76 los que estaban en la línea de fuego eran los tipos que
estaban en la clandestinidad armada. En ese sentido nosotros no estábamos en la línea
de fuego. Los que estaban en la línea de fuego lo sabían y vivían clandestinamente,
vivían con documentos falsos, etc. Acá nadie ignoraba a qué estaba jugando.
Yo tenía amigos que estaban en la línea de fuego y andaban volados. Yo a
Ricardo Grassi, que era uno de los directores de Descamisado, me lo encontraba en la
calle de vez en cuando con la sensación de que era una boleta que caminaba.
Afortunadamente para él, y para mi posible complejo de culpa, ello no ocurrió. Ricardo
reside hoy en Italia. Tampoco tenías muchas ganas de quedarte ahí charlando porque te
iban a comer a vos por algo que no tenías nada que ver. Estaban muy como alma en
pena. Se les había desarticulado todo. Se nos había desarticulado a todos, en realidad,
pero los tipos que estaban en la clandestinidad armada estaban más expuestos.
106
El Peronismo y la Universidad12
Han pasado ya casi veinticinco años desde el fallecimiento del general Perón. Hay
una distancia de 57 años con el 17 de octubre de 1945. Es la distancia que existe entre
el 25 de mayo de 1810 y la mitad del mandato electoral de Sarmiento, en 1867, los años
transcurridos entre la caída de Yrigoyen y los últimos años de la presidencia de
Alfonsín o la que media entre el centenario de 1910 y la presidencia inconstitucional de
Juan Carlos Onganía (1967). Cuando la obesa hija del rey de España nos visitara en los
fastos del centenario no existía el automóvil. Bajo la estólida égida de los mostachos de
Onganía, el hombre llegó a la luna.
Con esto quiero decir que, quienes formamos parte de la causa nacional y popular
tenemos el derecho, y la obligación, de realizar una necesaria reflexión y un debido
inventario sobre estos 57 años de luchas, de profundas victorias y derrotas. El
peronismo ya ha comenzado a ser historia. Esto nos exige una mirada despojada de
dogmatismos, estrechez mental y respuestas elaboradas para situaciones pretéritas y
terminadas.
Aquí delante de mis ojos, detrás de la pantalla de la computadora, tengo un
cuadrito que encierra una carta que el general Perón me enviara en 1971.
La Agrupación Universitaria Nacional (expresión estudiantil de la Izquierda
Nacional en aquellos años) había ganado el congreso de FUA de 1970 y en la
declaración de ese Congreso, por primera vez en la historia del movimiento
universitario surgido de la Reforma del 18, se menciona y asume como propia y
vinculada a aquellas banderas, la fecha del 17 de octubre de 1945.
Como uno de los responsables de la política universitaria envié a Perón una carta
adjuntándole una serie de documentos entre los que estaba el Manifiesto del X°
Congreso de la FUA.
Esta carta es una respuesta de Perón. En ella me agradece el envío y dice
textualmente: “El Manifiesto del X° Congreso en el que la Juventud Argentina
Universitaria asume la tradición de lucha que brota de las gloriosas jornadas del 17 de
octubre de 1945 y del 29 de mayo de 1969 es para nosotros los viejos, una esperanza y
una garantía…” y sigue. Lo que aquí quiero destacar es el circunloquio que elige Perón
12 Este texto se originó en una polémica en la lista virtual Reconquista Popular. El interlocutor es un compañero peronista a quién llamaré C. y a quien agradezco la sincera exposición de sus puntos de vista que me permitieron ordenar mis propios pensamientos y opiniones.
107
para evitar aceptar que la Federación Universitaria Argentina, la odiada FUA, se había
nacionalizado.
No era la Juventud Universitaria Argentina, así con mayúsculas, ya que no existía
ninguna organización con ese nombre. Era el organismo de masas del movimiento
estudiantil, la CGT de los estudiantes, la que había asumido la tradición del movimiento
nacional y su fecha simbólica. Pero el zorro había perdido el pelo, pero no las mañas. El
General Perón había sido uno de los principales artífices de la sindicalización de los
trabajadores, pero se resistía -y los peronistas universitarios pro montoneros de entonces
se resistieron ciegamente- a la sindicalización de los estudiantes, esa democrática
herencia de la Reforma Universitaria.
El compañero C. escribe:
“El peronismo nunca fue reformista. Al contrario. Planteó la política
universitaria peronista como una superación de la reforma. Así lo expresó Perón en el
discurso al aceptar el Honoris Causa en la Universidad de La Plata. Y así quedo
plasmado en la ley Universitaria 13031.
“En esta ley y sus considerandos está el mas puro pensamiento del gran General
sobre la cuestión universitaria. Nada más lejos de la llamada Reforma, que estos
conceptos de Perón.
“Perón expresa otra concepción de la Universidad Argentina. Simplemente
porque expresaba otra concepción de la Patria, la Nación y del Pueblo. Una
concepción distinta a la que expresaban los chicos acomodados cordobeses de la
Reforma”.
Efectivamente. El peronismo y el general Perón no comprendieron la Reforma
Universitaria y esto es algo que debe ser puesto en el debe y no en el haber. La Reforma
Universitaria de 1918 y su Manifiesto Liminar constituyeron el inicio de un gigantesco
movimiento popular latinoamericano, único en el mundo, que dio expresión a las clases
medias, que democratizó las viejas universidades oligárquicas, asumió la herencia
hispanoamericana y cuyo resplandor iluminó al APRA de Haya de la Torre y alcanzó su
punto culminante en la Revolución Cubana, tal como se encargó de demostrarlo el
oriental Alberto Methol Ferré en memorable artículo.
La formación de Perón, su pertenencia al ejército justista, no lo vincularon a esa
pujante tendencia que constituyó la fragua política de todas las generaciones
universitarias latinoamericanas posteriores al 18.
108
En ese sentido –no en el de la democratización real de la enseñanza universitaria
que incorporó a ella a los hijos de los trabajadores-, la política universitaria de Perón no
superó a la Reforma.
Lamentablemente, de la mano del peronismo -repito para quede definitivamente
claro- se realizaba en el país la más profunda y decisiva de las transformaciones y, como
herencia de los sectores más retrógrados de la Revolución del 43, se instalaron en la
Universidad los elementos a los que la Reforma había derrocado. El nacionalismo
clerical y policíaco de los Ottalagano, el conservadorismo reaccionario de los Arce e
Ivanissevich fueron la respuesta de Perón a la universidad.
Transcribo a continuación una extensa cita de “La Era del Bonapartismo”, el
tomo V de “Revolución y Contrarrevolución en la Argentina”, de Jorge Abelardo
Ramos, edición 1972.
“La Universidad fue el cuartel general de las fuerzas contrarrevolucionarias y la
“base de masa” y agitación de la oligarquía, como lo había sido en 1930 y 1945. Pero
quien lanzó a los estudiantes a los brazos del envejecido bando oligárquico, con su
profesorado sin caletre de reblandecidos memoristas, fue el mismo Perón. Las medidas
que adoptó hacia la Universidad fueron al principio positivas, pero insuficientes en sí
mismas para conquista la adhesión del estudiantado. La supresión de aranceles,
supresión de los exámenes de ingreso, campamentos de vacaciones, etc,. eran
dispuestas al mismo tiempo que se anulaban todas las conquistas de la Reforma de
1918 en relación con la representación estudiantil en los Consejos. La autonomía
universitaria era destruida, lo que no constituye una regresión si se la considera
aisladamente, puesto que un país en un proceso revolucionaria no podrá ofrecer una
autonomía a las Universidades dominadas por la reacción”.
“Pero en este caso, la ‘reacción’ era la misma política universitaria del
peronismo, que introducía en las cátedras a los elementos más cavernícolas del
período juniano, mezclados con profesores liberales sin partido, cipayos de todos los
colores junto a otros profesores que representaban la línea nacional y democrática de
la revolución popular. A la imperiosa voluntad gubernamental de establecer su
influencia en las aulas, el estudiantado universitario respondió con los idiotismos
clásicos de la ‘democracia’ y la ‘dictadura’, que en ese momento, sin embargo,
adquirían virtualidad ante el espectáculo de la policía allanando las casas de estudio y
deteniendo masivamente a los alumnos. A la FUA cipaya, el gobierno peronista intentó
oponer una CGU fascista. Con tales métodos que se derivaban de toda la actitud de
109
Perón hacia los ‘ideólogos’, la influencia nacionalista oligárquica en la Universidad
fue dominante.”
“Como despreciaba a los ‘ideólogos’ fue vencido por ellos en dos formas: los
‘ideólogos’ reaccionarios lo representaron en la Universidad y los ‘ideólogos’ cipayos
lo enfrentaron allí mismo. El hijo universitario del pequeño burgués afectado por la
política económica de Perón, encontraba en la Universidad los argumentos necesarios
para llevar el odio de sus padres a las calles. De este modo, el carácter históricamente
progresivo del peronismo, su esencial nacionalismo popular, era vencido en los centros
más importantes de la cultura argentina. A esta derrota concurrían sus amigos
potenciales, los estudiantes y sus amigos reales, los profesores nacionalista
oligárquicos. A la luz de este equívoco, la Reforma Universitaria de 1918 era
combatida por el peronismo, que cumplía en muchos aspectos algunos de sus
postulados; y aparentaban defenderla sus verdaderos adversarios, los partidos cipayos
enemigos de Yrigoyen, sirvientes de la oligarquía antirreformista.”
“El imperialismo advirtió agudamente la trágica impotencia de Perón. Supo
utilizar esta contradicción en su provecho, empleando las formas ideológicas de la
‘democracia burguesa’ tradicional y del socialismo puro, pero imbuyéndolas de un
contenido antinacional.”.
Hasta aquí Ramos.
Es cierto que desde el punto de vista de la composición social la Universidad se
democratizaba. La creación de la Universidad Obrera, origen y fundamento de la
Universidad Tecnológica Nacional, permitió la incorporación a la enseñanza
universitaria de los mejores hijos de la clase trabajadora, a la vez que comenzaba a dar
respuesta a la cuestión de la enseñanza vinculada a un país que se industrializaba. Pero
lo que el peronismo no pudo dar a la Universidad -justamente a la Universidad- fue un
pensamiento que recogiese las mejores tradiciones nacionales y democráticas de la
Reforma del 18 y las uniese a las banderas de independencia económica y
transformación social que se desplegaban en el conjunto del país.
Y esto fue un error porque dejó en manos del imperialismo -como, mejor que yo,
lo expresa Ramos en el texto citado- la conducción política e ideológica de las clases
medias.
Más adelante dice el compañero C.:
“Ud. puede o no estar de acuerdo con las concepciones del General. Pero si
somos nacionales, y el General fue el líder, no podemos estar entonces en contra de
110
todo lo que el general propone. Porque hasta ahora no encuentro en donde converge
Ud. con el General Perón.”
Creo que debe ser Ud. el único de la lista que no encuentra cuál es mi
“convergencia” con el General Perón. En primer lugar, no se trata de una convergencia.
Sostengo que el general Perón lideró una revolución nacional en la Argentina,
revolución que sentó las bases de la Argentina moderna, y cuya acción se ha prolongado
hasta 57 años después de las jornadas del 45, por más exhausta y debilitada que haya
llegado.
Por otra parte, no coincido con “todas” las concepciones de Perón. Para dar un
sólo ejemplo, su difuso y no definido concepto de “sinarquía” -tomado en préstamo de
los ideólogos fascistas europeos- siempre me pareció un erróneo modo de referirse al
imperialismo, que no es un sistema conspirativo de dominación, sino un resultado de la
mecánica objetiva del capitalismo, y, más precisamente, del capital financiero.
El problema de pertenencia al campo nacional y popular no está determinado por
la aceptación lisa y llana de “todos los fundamentos y desarrollos doctrinarios”, como
afirma el compañero C., sino en la comprensión política cabal de la antítesis Revolución
Nacional o Imperialismo, de la naturaleza política y social del movimiento liberador y
las clases y sectores sociales que lo componen en su contradicción con el imperialismo
y la génesis histórica de nuestra Patria Grande.
“Tal vez Ud. no se resigna a que a Perón, no lo agarraban de zonzo tan
fácilmente. Cuando Ud. se refiere al Xª congreso de la FUA y la contestación del
General podemos hacer un ejercicio al revés del que hace Ud”.
“Si yo quiero pensar mal, puedo entonces concluir que los chicos de la FUA del
X° Congreso quisieron quedar bien con el viejo general, hacerse los populares para no
quedar tan descolgados de la lucha que los trabajadores organizados llevaban
adelante para lograr su retorno, y le hicieron el verso de asumir las banderas del 17 de
octubre y todo eso. Pero no eran estos sus sinceros sentimientos”.
Disculpe, compañero C., pero esto es una verdadera tontería y una falta de respeto
a mi inteligencia, a la de los otros integrantes de la lista y a la del propio Perón. Su
ignorancia sobre la historia y las luchas del movimiento estudiantil de aquellos años es,
a juzgar por lo que Ud. expresa, amplia y profunda.
El X° Congreso de la FUA de 1970 es un hito histórico. Como resultado de las
grandes movilizaciones iniciadas en 1969 el movimiento estudiantil comienza, en
condiciones de semiclandestinidad, un proceso de reorganización después del
111
desmantelamiento producido por la intervención universitaria del obtuso espadón
Onganía. Empiezan a reorganizarse los centros de estudiantes y se realizan elecciones
de Centro en casi todas las facultades y universidades del país. El movimiento
estudiantil, uno de los grandes protagonistas de esas poderosas movilizaciones que
hacen tambalear al dictador Onganía, reconstruye sus organismos representativos
nacidos de aquellas jornadas del 18 y, en el marco de ese proceso, comienza a perfilarse
una fuerte tendencia nacional, que expresaba, en el seno de las universidades, ese
movimiento de “nacionalización de las clases medias” del que tantas veces hemos
hablado en estas discusiones.
Efectivamente piensa Ud. mal. Pero mal, en el sentido de equivocadamente.
Ese congreso no fue una reunión de dirigentes que, pasándose de vivos, intentaban
engañar al “viejo general”, para usar sus palabras. Fue una asamblea de unos 400
delegados surgidos de elecciones masivas en las facultades de todo el país, con una
representatividad de aproximadamente 200.000 estudiantes, cuya sesiones se
prolongaron a lo largo de un extenso fin de semana en la ciudad de Córdoba. La
composición política del congreso incluía las siguientes fuerzas: un bloque de
ultraizquierda conformado por el FAUDI (PCR en su etapa de Revolución Cultural)13 y
el TUPAC (Vanguardia Comunista14, grupo que fue virtual y, por supuesto,
salvajemente exterminado durante el Proceso) y alguna representación del trotsquismo
clásico, un bloque liberal integrado por la Franja Morada radical y el MNR (Partido
Socialista Popular de Estévez Boero) y un bloque nacional integrado por AUN (Partido
Socialista de la Izquierda Nacional), Franja Morada socialista (cuyo dirigente Mario
Teruggi salió elegido como presidente de FUA15) y la Franja Morada anarquista (un
sector reformista, ya desaparecido, cuyos dirigentes más representativos eran Panconi,
de La Plata, y Garat de Rosario. No hubo representantes del partido Comunista, porque
este sector, calculando la situación de minoría en la que se encontrarían, decidió romper
con la FUA y organizar un seudo congreso divisionista. Tampoco hubo representantes
13 El Partido Comunista Revolucionario, cuya fracción estudiantil se denominaba Federación de Agrupaciones Universitarias de Izquierda (FAUDI), no había aún realizado el acercamiento a la derecha peronista que lo convertiría en defensores de José Lòpez Rega. Ese proceso se haría público recién en 1974-75. La posición del PCR en las elecciones de 1973 fue sintetizada en la consigna “Ni golpe ni elección, insurrección”. Al no comprender la cuestión de la soberanía popular implícita en las sublevaciones del interior, consideraban que aquellas debían convertirse en una insurrección obrera generalizada, que, por otro lado, es su permanente posición: el mito del “argentinazo”.14 Vanguardia Comunista fue una derivación del Partido Socialista de Vanguardia, convertida a un furioso maoísmo y a la línea de “guerra popular prolongada”.15 Teruggi se hizo, posteriormente, peronista y murió asesinado en La Plata junto con el dirigente radical Sergio Karakachof, de quien era socio en un estudio jurídico.
112
peronistas. Y esto se debió, justamente, a la negativa de los sectores peronistas
universitarios a participar en las elecciones de centro. La peregrina idea que guiaba este
virtual boicot al proceso de organización político gremial de los estudiantes se basaba
en el argumento, puramente ideológico, de que los centros y la FUA eran liberales y que
la tarea de los peronistas en la universidad debía ser armar organizaciones peronistas.
Esta visión sectaria dejó en manos de la Izquierda Nacional de entonces la
responsabilidad de librar una batalla política e ideológica tendiente a sumar a los
estudiantes al gran frente de liberación nacional.
Las sesiones fueron de una enorme intensidad y la delegación de AUN logró
dividir a la Franja Morada, de modo tal que los sectores mencionados terminaron
votando junto con nosotros la propuesta política que se llamó Manifiesto del X°
Congreso de la FUA, cuyas características ya he mencionado, y que fuese escrito por
Jorge Enea Spilimbergo, a la sazón responsable de la política estudiantil del PSIN. Es
este documento el que mereció, de parte del general Perón, los elogios que hoy cuelgan
de la pared de mi biblioteca.
Continúa el compañero C.:
“Y los hechos le dieron la razón al viejo General que no estaba gagá como
muchos de los chicos fuístas creían”.
“La razón de parte de Perón esta demostrada por los hechos posteriores y las
conductas de estos chicos de la FUA. Cuando el General retornó en el 73, se
sublevaron alevosamente desde todas las universidades contra su liderazgo, contra su
gobierno, y contra sus políticas. ¿Qué pasó, estimado amigo, con esa Declaración?
Parece que la perdieron en alguna letrina”.
“Igual que en los años del viejo Irigoyen. Igual que en la década 45 al 55
¡Siempre igual estos chicos traviesos de la FUA reformista! Siempre objetivamente del
lado antinacional. ¿O acaso no es verdad lo que le digo?Estuvieron contra Perón,
amigo mío. Y por más explicaciones que Ud. me dé, lo único que vale es que estuvieron
contra Perón y luego contra Isabel. Todo lo demás es verso. La única verdad es la
realidad”.
Acá demuestra nuevamente Ud. su ignorancia, a la par que una cierta mala fe y
pésimo gusto.
Su aversión a la FUA y al movimiento estudiantil casi nos relevaría de la
necesidad de explicar los errores del peronismo con respecto a este sector.
113
En ese Congreso nadie consideraba que Perón estuviese, como Ud. dice, “gagá”.
Había antiperonistas de derecha, antiperonistas de izquierda y nacionales. Los últimos
triunfaron pese al boicot de los “peronistas”. Cuando el general retornó en 1973, la
universidad estaba en manos de estos últimos peronistas que habían dejado los centros
estudiantiles y las Federaciones en manos del antiperonismo. En realidad, los que se
sublevaron alevosamente contra su liderazgo, contra su gobierno y contra sus políticas
fueron los peronistas, o, por lo menos, una buena parte de ellos. La Juventud Peronista
Lealtad, para recordar un ejemplo, rompió con Montoneros a raíz del abandono de la
Plaza el 1° de Mayo de 1974 y se hicieron fuertes en algunas facultades, como Ciencias
Económicas (decano Oscar Sbarra Mitre) y Derecho (decano Mario Kestelboim), en la
UBA, sin enfrentarse con Perón. Quienes impulsamos y, como ahora saben, redactamos
aquella histórica declaración continuamos defendiendo al gobierno de Perón, nos
enfrentamos a fierrazos con bandas montoneras en Filosofía y Ciencias Económicas de
Buenos Aires (en aquella época separadas por la Avenida Córdoba) y mantuvimos, en la
universidad y en todo el país, la defensa de Isabel, de la legitimidad de su gobierno y de
la nacionalización de la bocas de expendio de combustible, pese a la archirreaccionaria
intervención de Ivanissevich y Ottalagano, que fue la única respuesta que al peronismo
se le ocurrió para reemplazar a Puiggrós y que, como Ud. comprenderá, no nos ayudaba
en nada en nuestra tarea.
Se da cuenta entonces que lo que Ud. dice a continuación es solamente sonido y
furia:
“Si Ud. niega a Perón. ¡bárbaro¡ Esta en todo su derecho. Pero no se haga el
filoperonista, ni el comprensivo con el General, ni que está del mismo campo nacional
que el General ni nada de eso. Se acepta al General en sus esencias y doctrina y en sus
políticas o no se lo acepta y listo”.
Le dejo a Ud. las esencias del general. Ni soy filoperonista ni comprensivo ni
nada por el estilo. Soy, como todos los compañeros de la Izquierda Nacional, parte
integrante del movimiento nacional. Perón falleció en 1975 y si no nos ponemos a la
tarea de reconstrucción del gran movimiento de liberación, con los reconocimientos y
las críticas que cada uno de sus integrantes considere necesarias, todo esto que estamos
hablando será algo parecido a los tiernos recuerdos que nuestros padres tenían de la
conscripción, recuerdos en los que lo más lindo, en realidad, era que eran jóvenes.
Y para terminar nos dice el compañero C.:
114
“Respecto a la destrucción de libros. Se lo cambio por los 5 millones de rusos
asesinados por los bolcheviques de Lenin-Trostky y que Ud. seguramente justificará
como medidas revolucionarias. ¿O no? Porque si no los justifica, entonces Lenin y toda
la cúpula bolche son unos asesinos. Y si los justifica por revolucionarios, entonces
justifique que nosotros, que también estábamos realizando una revolución, no
matábamos, pero, qué vamos a hacer, algo teníamos que quemar. Preferimos quemar
libros en vez de hombres y mujeres. ¿No le parece que somos los peronistas más
piadosos y respetuosos de los Derechos Humanos que los bolcheviques en este sentido?
¿Se asusta Ud. que había censura en la argentina revolucionaria del General Perón?
¿Y en Rusia de Lenin? ¿Y en la actual Cuba de Castro? ¿En el Vietnam de Ho Chi Min
había libre prensa? ¿De eso no se asusta mi estimado compatriota? Dígame con
sinceridad qué piensa de la censura de Castro. Porque estuvo muy entusiasmado con
Fidel cuando visitó nuestro país. Y Ud. respeta a Cuba como una Nación
revolucionaria. ¿O no? Si me convence, le prometo revisar todo mi pensamiento en
este tema libreprensista.
¿Qué le pasa, compañero? ¿De nuevo le agarró el dolor de muelas? En mi
mensaje no me referí genéricamente a que se quemasen libros. Le conté que
secuestraban libros de quienes apoyaban, sin chupar las medias, al gobierno de Perón16.
Y que dejaban la cuestión cultural en manos de verdaderos energúmenos, reaccionarios,
arribistas y contrarrevolucionarios, tipo Apold o el diputado Visca.
Y, por otra parte, ¿quién mencionó a Lenin y Trotsky? Me hace Ud. acordar a un
chiste que oí hace muchos años. Un norteamericano se encuentra con un ruso en un bar
en Paris. Al poco de tomar unas copas entran en conversación y, en algún momento,
como para decir algo, el norteamericano pregunta al ruso: “¿Es cierto que hace tanto
frío en Moscú?” Airado, el ruso responde: “Ah, sí, ¿y ustedes con los negros?”
Ahora bien, si le interesa mi opinión le diré que la política de prensa de Castro es
de una pobreza patética. La mera idea de tener solamente el Granma para leer cada
mañana se acerca en mucho a la idea del infierno.
Y sigue C.:
“Le hago otra pregunta. Si está ud. al mando de una revolución nacional,
antiimperialista, y la prensa, elemento fundamental en el curso político de un Estado
por la influencia sobre la población que ella tiene, desata una campaña organizada 16 Me refiero a la prohibición y secuestro, por orden del diputado Visca, vinculado a la Policía Federal, del libro América Latina, un País, de Jorge Abelardo Ramos, que fue el antecedente de su magistral Historia de la Nación Latinoamericana.
115
perfectamente para propiciar su derrocamiento en favor del imperio, ¿qué hace Ud.?
¿Sigue aferrado al principio liberal de la prensa libre? ¿O defiende la revolución
nacional aunque sea a costa de La Prensa y La Nación y demás publicaciones
antinacionales?”
Pero, entonces, Ud. no entendió nada. Lo que hemos sostenido no es la defensa
abstracta de la libertad de prensa, que como sabemos es simplemente la libertad de
empresa, sino una crítica a la política universitaria y cultural del peronismo en los
cincuenta, su rechazo a darle el lugar que se merecían los grandes intelectuales
nacionalistas democráticos y la preeminencia de los elementos burocrático policiales en
el área. Y esto lo hacíamos no por razones abstractas o de buen pensar, sino
convencidos de que esto contribuyó a su deterioro y caída, más que a su conservación y
desarrollo.
“Ademas, Ud. pone en duda la magnitud del peronismo porque como Ud. dice,
la mayor transformación de la historia argentina contemporánea la realiza el
Peronismo pero la clase media se espantaba...”
“Así que para que la clase media caquera, en especial la porteña, que era la que
se espantaba con mayor nitidez, no se espante, había que incorporar el liberalismo que
esta clase profesa casi religiosamente, a los efectos que no se espante... ¡Pero que
conclusión revolucionaria la de Uds.! ¡Francamente sin parangón!
No galope que hay aujeros, le dijo un guapo a un valiente. ¿Se da cuenta Ud. que
justamente la dificultad que tiene en entender algo tan sencillo como lo que decimos es
una demostración, casi de libro, de la incomprensión del peronismo a los sectores
medios? Relea mi extensa cita de Ramos y controle sus reflejos condicionados. Verá
Ud., entonces, que lo que estamos planteando es simplemente la posibilidad de
incorporar al proceso de liberación nacional a uno de sus elementos fundamentales,
quitándoselo al imperialismo como masa de maniobra: la clase media, de la cual la
universidad es uno de los sectores más dinámicos y esenciales.
Y para terminar con sus puntos de vista, dice C.:
“Me puede explicar qué hizo la clase media Cubana cuando llegó Castro”
Y acá está Ud. regando fuera del cantero. La revolución cubana fue, casi por
definición, una revolución de la clase media urbana con apoyo del campesinado al que
convirtió en clase media. A Miami se fugó la burguesía compradora, la mafia vinculada
al régimen de Batista y sectores “lumpen” vinculados a los servicios en una ciudad
como La Habana, convertida en un gran lupanar: taxistas, vendedores de quiniela,
116
artistas de varieté, grandes y pequeños proxenetas, dueños de medios, como Goar
Mestre. Pero todos los cuadros de la revolución cubana tienen su origen en la clase
media y es, justamente, ese carácter el que la vincula con la gran Reforma Universitaria
del 18. Es más, si alguna crítica puede hacérsele a la Revolución Cubana es su
naturaleza pequeño burguesa, su utopía de socialismo sin industrialización, su idealismo
eticista. El 95 % de los dirigentes cubanos es de origen gallego inmigratorio. La mafia
de Miami se convirtió en clase media en Florida. Hasta ese momento eran o grandes
burgueses o lúmpenes intersticiales.
Aquí creo haber expuesto mis puntos de vista.
Salteo algunas de sus consideraciones escritas, creo, con ofuscación para pasar a
una de sus últimas oraciones:
“Le propongo lo siguiente. ¿Por qué no se esmera más, tanto Ud. como tantos
otros buenos pensadores que tiene la izquierda nacional, en traer a la memoria de los
compatriotas cada una, en toda su extensión, de las realizaciones del peronismo?”
Yo le hago una contrapropuesta: ¿Por qué no se dedica Ud. a contarnos anécdotas
de las buenas épocas peronistas, que seguramente debe tenerlas en cantidad, en lugar de
discutir cada una de las críticas que a, por lo menos, veinticinco años de los hechos, es
necesario formular? En esta respuesta verá Ud. lo ofensivo de su pregunta.
A su pesar o con su beneplácito, creo que nuestra función en la realidad argentina
y en los apasionantes años que vienen no es traer a la memoria, sino ayudar a generar un
nuevo pensamiento nacional revolucionario que actualice los contenidos, los objetivos y
los fines de nuestra gran revolución pendiente. No somos arqueólogos del peronismo ni
de nada. Somos militantes revolucionarios que consideran que no todo murió en 1975
con la desaparición del gran coronel del 45.
117
Los Estudiantes y el Peronismo, una difícil relaciónHistoria Crítica del Movimiento Estudiantil de Córdoba, Tomo II (1943-1955)
Roberto A. Ferrero
Alción Editora, Córdoba 2005
Afirmar que el movimiento estudiantil argentino surgido de la Reforma
Universitaria de Córdoba en 1918 fue un duro y sistemático opositor al proceso político
iniciado el 17 de Octubre de 1945 es ya un lugar común. Pero los entretelones y matices
de ese enfrentamiento, por un lado, y la existencia de un movimiento estudiantil de
filiación declaradamente peronista son aspectos de nuestra historia contemporánea que
aún no tienen una gran bibliografía. La aparición de este nuevo libro del investigador
cordobés Roberto Ferrero es un valioso aporte a la cobertura de esta laguna. Este Tomo
II de su Historia Crítica del Movimiento Estudiantil de Córdoba abarca el período
que va desde el golpe militar de 4 de junio de 1943 hasta la contrarrevolución
oligárquica del 16 de septiembre de 1955, justamente los años de aquel dramático
enfrentamiento que tan aciagas consecuencias tuviera tanto para el movimiento
estudiantil como para el conjunto de la revolución nacional iniciada en las jornadas del
45.
Como queda claro desde el título, el libro se circunscribe a la actividad estudiantil
y a las organizaciones y dirigentes que en aquella época actuaban en la Universidad
Nacional de Córdoba, en la cual estudió y se formó políticamente el propio autor. Este
hecho, lejos de relativizar sus conclusiones, le da a las mismas un carácter emblemático
pues en la Córdoba de aquellos años se manifestaron de modo paradigmático las
diversas contradicciones que estallarían dramáticamente en los bombardeos a Plaza de
Mayo de junio del 55 y en el alzamiento católico y liberal de septiembre del mismo año.
Pasan por sus páginas nombres y apellidos de hombres y mujeres jóvenes que
luego ocuparían un lugar en la política nacional: Conrado Storani, Horacio
Domingorena, Jorge Roulet, radicales, Américo García, luego frondizista, Fernando
Nadra, miembro de la Comisión Política y vocero público del Partido Comunista a
principios de los 70, Silvia Bermann, reformista antiperonista en aquellos años y
devenida en dirigente montonera en los 70, Marcelo y Gustavo Roca, hijos del líder de
la Reforma del ’18, Deodoro Roca, Horacio Sueldo, dirigente y candidato a presidente
de la Democracia Cristiana, Lucio Garzón Maceda, abogado laboralista de simpatías
alfonsinistas, Jorge Dall’Aglio, estudiante reformista de medicina entonces y hoy
118
peronista y especialista en materia de Salud y Obras Sociales, entre otros de quienes
enfrentaban en la década del cincuenta al peronismo en el gobierno. Pero también nos
encontramos, y ésta es una de las virtudes del libro de Ferrero, con un movimiento
estudiantil de cuño peronista organizado en “sindicatos de estudiantes” que agrupaban
desde católicos tradicionalistas –tendencia ésta muy fuerte en la clerical Córdoba de
entonces- hasta quienes militaban en diversas formas del nacionalismo popular.
Pero Ferrero es capaz también de acercar al lector el ambiente de las residencias
universitarias, la singular atmósfera de aquel Barrio de Clínicas y su Plaza Colón, el
abigarrado conjunto de estudiantes de todas las provincias del noroeste argentino, las
diferencias entre quienes habían nacido en Córdoba y estudiaban bajo la severa férula
de la mirada familiar y aquellos riojanos, tucumanos, santiagueños o catamarqueños que
vivían, gracias a la distancia del rigor paterno, la bohemia de entonces con sus peñas,
sus discusiones y sus sueños. Ferrero no menciona sólo nombres de dirigentes y
militantes, sino que habla de jóvenes llenos de idealismo, entrega y dedicación a una
causa.
Especial atención merece el tratamiento y la documentación de Ferrero al analizar
de manera crítica el hipertrófico papel que ocupó el nacionalismo reaccionario, clerical
y fascistoide en la política universitaria del peronismo. Estos elementos, llegados a la
Universidad con la intervención del golpe de 1943, se adaptan rápidamente a la política
peronista y se convierten en el rostro autoritario, policíaco y oscurantista de un régimen
que, en el resto de la sociedad, llevaba a cabo una profunda revolución política,
económica y social. Pero no hay en el libro de Ferrero una división maniquea y
simplista sobre las poderosas fuerzas que la historia comenzaba a desatar en la
Argentina.
Dice el autor, haciendo la síntesis de ese riquísimo y contradictorio período:
“Los reformistas, aun en la década del Cincuenta cuando quedaron en minoría
en el seno del estudiantado, combatieron acerbamente al gobierno peronista y
trabajaron por su caída. Prisioneros del dilema anacrónico proveniente de la Segunda
Guerra Mundial –‘Fascismo o Democracia’- se enfrentaron al régimen del general
Perón viendo en él la encarnación local del nazismo, sin alcanzar a percibir su
progresividad histórica global”.
“Sin embargo, ese posicionamiento de la Reforma en relación al gobierno de la
Revolución Nacional no obedecía solamente a una mirada lanzada a través del cristal
deformante de la ideología que el movimiento reformista sustentaba. Existía un
119
elemento –y de la mayor importancia- de carácter subjetivo: la naturaleza reaccionaria
y hasta confesional de la cultura peronista en todas sus esferas (empezando por la
enseñanza primaria y secundaria, con sus clases de religión e intolerancia). Sea por la
falta de adhesión de las clases medias democráticas –que Perón buscó y no encontró a
través de la alianza propuesta a Amadeo Sabattini-, sea porque el nacionalismo
católico gozaba de gran predicamento en las Fuerzas Armadas, o por una combinación
de ambas circunstancias, el hecho es que el entero escenario de la cultura oficial quedó
bajo la hegemonía asfixiante de las facciones nacionalistas de derecha y de la Iglesia”.
Pero Ferrero expone también que el peronismo “juzgaba a la Reforma como
‘liberal, individualista, atea y positivista’, (caracterización más o menos exacta si se la
refiere al Reformismo de los años peronistas, pero errada en cuanto al Movimiento del
’18), pero reconocía generosamente que el movimiento reformista ‘fue la primera
tentativa seria de quebrar el régimen de gobierno universitario oligárquico, creando la
conciencia de la participación estudiantil en los Consejos directivos de las
Universidades’…Más aún: el peronismo universitario y la CGU no perdían
oportunidad de señalar que ellos habían venido a cumplir realmente lo que la Reforma
predicaba pero nunca fue capaz de llevar a cabo”.
En cuanto a la visión de los reformistas sobre las originarias banderas
antiimperialistas y latinoamericanas de la rebelión del ’18, sostiene Ferrero que “fueron
abandonadas y sacrificadas durante la Guerra y los primeros años de la postguerra en
honor a la alianza mundial de la Izquierda y la URSS con el imperialismo anglosajón”
… “(el reformismo) festejó la caída de Gualberto Villarroel en la contrarrevolución
boliviana de 1946; denigró a Getulio Vargas en Brasil y enalteció a Roosevelt como
‘Paladín de la Democracia’, disminuyendo simétricamente a quienes como el doctor
De Olmos (peronista) se negaron a rendirle homenaje en 1945 por ser el jefe de una
nación imperialista, como que lo era”.
“Paradójicamente, estas banderas dejadas de lado por la Reforma Universitaria
fueron retomadas y agitadas vigorosamente por las juventudes universitarias peronistas
nucleadas en la CGU, que aplaudieron la Revolución Nacional de Paz Estenssoro en la
Bolivia de 1952, repudiaron en las calles el derrocamiento de Jacobo Arbenz en
Guatemala, reclamaron la Independencia de Puerto Rico y la libertad de su líder,
Pedro Albizu Campos, y apoyaron constantemente a Getulio Vargas y al General
Ibáñez del Campo en Chile, caudillos populares con los que Perón intentaría la
120
primera política concreta de unidad latinoamericana: el ABC, torpedeado por los
EE.UU.”.
Esta contradicción, que costó duros enfrentamientos, represión policial y la
participación de amplios sectores de la clase media universitaria en la contrarrevolución
de los “libertadores”, no pudo ser resuelta en aquellos años. En las postrimerías del
segundo gobierno de Perón, cuando el aula reformista se unió a la penumbra de la
sacristía para restaurar el orden oligárquico, ya era tarde para intentar una posición
capaz de unir al ’18 con el ’45, tal como lo intentaron los jóvenes nucleados en el ADER
o el manifiesto de los “40 pelandrunes”, un último y tardío intento de un grupo de
reformistas en evitar el golpe, que Roberto Ferrero rescata del olvido.
Los agnósticos y anticlericales reformistas –radicales, socialistas, comunistas y
hasta anarquistas-, formaron una sola fuerza con la reacción clerical, demócrata
cristiana y liberal, ocuparon la CGT y marcharon en el gran “Desfile de la Victoria” el
22 de septiembre de 1955, junto al ejército de Lonardi y Videla Balaguer y bajo la
consigna de “Cristo Vence”.
La sombra de esas jornadas pesaría como un oscuro sueño en el cerebro de la
siguiente generación.
El II Tomo de esta Historia Crítica del Movimiento Estudiantil de Córdoba se
hace cargo, con el bisturí del historiador, y trae a las nuevas generaciones la experiencia
de aquellas dolorosas jornadas.
Buenos Aires, 9 de Enero de 2006.
121
El reencuentro de los estudiantes con la tradición nacional y
latinoamericanaHistoria Crítica del Movimiento Estudiantil de Córdoba, Tomo III (1955-1973)
Roberto A. Ferrero
Alción Editora
Córdoba, 2009
Hace tres años, al comentar la aparición del tomo II de la Historia Crítica del
Movimiento Estudiantil de Córdoba, del historiador y ensayista cordobés Roberto
Ferrero, titulamos: Los Estudiantes y el Peronismo, una difícil relación.
Acaba de aparecer, editado por Alción Editora, el Tomo III de la extensa obra, la
que cubre el período que va desde la contrarrevolución oligárquica de 1955 y la vuelta
del peronismo al gobierno en 1973. Y el título que elegimos para esta recensión intenta
expresar el fenómeno histórico y político que el autor relata a lo largo de su
documentado trabajo.
Como sabemos, 1955 encontró a la mayoría del movimiento estudiantil argentino,
y por ende al cordobés, vitoreando a los generales Lonardi y Aramburu y al almirante
Rojas. Fue parte activa del golpe oligárquico contra el gobierno peronista y participó
activamente del revanchismo que se descargó sobre el estado, la universidad y los
sindicatos, que implicó expulsión de profesores peronistas, prisión de dirigentes obreros
y fusilamiento de peronistas desarmados.
Lo que esta tercera parte del estudio de Roberto Ferrero narra, por lo contrario, es
el lento, difícil, conflictivo y contradictorio camino que llevó a una gran mayoría del
movimiento estudiantil a ponerse, nuevamente, del lado de los trabajadores. Un camino
que también significó una revisión de sus fundamentos ideológicos, asumiendo poco a
poco la tradición de lucha del pueblo argentino, desde los tiempos de la Guerra de la
Independencia.
El libro analiza y relata las dos vertientes fundamentales del movimiento
estudiantil, la originada en la Reforma de 1918, el reformismo, y la nacida de corrientes
católicas populares, muy representativa en Córdoba, el integralismo. Describe cómo
desde ambas vertientes se confluyó, con criterios tácticos disímiles, al apoyo, en
algunos casos, y a la integración, en otros, al peronismo. También aparece en sus
páginas la perseverancia –en aquel tiempo minoritaria- de sectores vinculados a la
122
izquierda cipaya, portuaria y antilatinoamericana, vinculados al partido comunista, al
radicalismo y al socialismo chacarero.
Además de referirse específicamente a lo acontecido en aquellos tumultuosos años
en la provincia de Córdoba, Ferrero extiende su visión y su información sobre el
conjunto del movimiento estudiantil de la época, sobre los grandes congresos nacionales
tanto de la FUA como de las corrientes integralistas.
Y si en el tomo II encontramos como jóvenes a muchos protagonistas posteriores
de la política argentina, en este volumen nos volvemos a encontrar con hombres y
mujeres que son o han sido protagonistas, para bien o para mal, de la política
contemporánea, así como muchos otros que cayeron, muertos o desaparecidos en el
vendaval de los años 70 o en la salvaje represión del Proceso de Videla y Martínez de
Hoz. Desde Juan Schiaretti, José Manuel de la Sota, Olga Riutort o Domingo Cavallo,
hasta Mariano Pujadas, Rody Vittar, Ignacio Velez, Víctor Hugo Sáiz, Eduardo
González o el propio autor, todos ellos partícipes, de una u otra manera, en el agitado
proceso político estudiantil de aquellos años.
Ferrero cuenta también, con profusa documentación, la incidencia que la aparición
de la Izquierda Nacional a mediados de los sesenta (el PSIN y el FIP) tuvo en esa
nacionalización de los cuadros y las tendencias estudiantiles, así como el peso que
adquiere la Agrupación Universitaria Nacional –la organización estudiantil de la
Izquierda Nacional- en la reorganización de los centros de estudiantes, de las
Federaciones regionales y de la Federación Universitaria Argentina. El análisis que hace
Ferrero sobre el Xº Congreso de la FUA, realizado en 1970 en la ciudad de Córdoba, era
una deuda que la historiografía tenía con el movimiento estudiantil y con la historia de
las ideas en nuestro país. Dice Ferrero: “También se aprobó el proyecto de Declaración
y Tesis Política Nacional presentado por AUN, que por el trascendental cambio que
introducía en la línea ideológica de la FUA fue bien caracterizado como “Segundo
Manifiesto Liminar” de la Reforma Universitaria. (…) La tesis 12 reivindica como
propias las luchas del Yrigoyenismo, la tradición del 17 de Octubre de 1945 y las
jornadas de 1969 así como la ‘tradición precursora y esclarecida de la Reforma de
1918’”.
El doctor Roberto Ferrero es un dirigente de la Izquierda Nacional cordobesa de
intensa actividad política en los años que este tomo refleja. Ello no obsta a que, con
objetividad y camaradería, formule la historia de la aparición y desarrollo de las
tendencias estudiantiles de origen católico que en Córdoba fueron masivas y llegaron a
123
ser mayoritarias a las reformistas en diversas elecciones de claustro estudiantil. Estos
sectores, que comienzan una notable radicalización a partir del golpe de estado de
Onganía en 1966, se convirtieron en gran parte de la juventud universitaria peronista de
principios de los ’70, muchos de los cuales integraron las organizaciones armadas
peronistas, mientras otros se alejaban de esa variante hacia formas políticas de lucha
antidictatorial. El libro de Ferrero cuenta detalles de esta evolución, algunos de sus
momentos culminantes, y lo hace empapado en un cálido recuerdo hacia aquellos
jóvenes y aquellos años apasionantes.
Este Tomo III de la Historia Crítica del Movimiento Estudiantil de Córdoba
está a la altura de sus antecedentes y se constituye, sin duda, en fuente de enseñanza y
pasión revolucionaria para las nuevas generaciones de argentinos, ávidos de descubrir
nuestro pasado inmediato, muchas veces más velado que el remoto.
Buenos Aires, 14 de julio de 2009
124
24 de marzo de 1976
El golpe contra Isabel Perón y el pueblo argentinoAunque el hecho no tenga una gran consideración oficial, hoy, 24 de marzo, la
Argentina recuerda el derrocamiento del gobierno popular y democrático, de signo
peronista, de Isabel Martínez de Perón, llevado a cabo por la cúpula antinacional y
entreguista de las Fuerzas Armadas, con el apoyo y la complicidad – activa o pasiva –
del conjunto de los partidos políticos argentinos de izquierda y derecha, incluido
amplios sectores del justicialismo.
Una vez más la crápula militar, política e intelectual vinculada a la oligarquía
terrateniente y al capital extranjero derrocaba un gobierno popular. Los mismos sectores
sociales, los mismos partidos políticos, las mismas tradiciones intelectuales y, en
muchos casos, los mismos personajes que habían bombardeado al pueblo indefenso en
Plaza de Mayo, que habían derrocado al gobierno del general Juan Domingo Perón en
1955, que habían fusilado a los militares y civiles patriotas que al año siguiente se
alzaron para restaurar el orden constitucional y echar a los usurpadores, volteaban otro
gobierno peronista, elegido popularmente por el 67 % de los votos, y que, en medio de
enormes provocaciones, trataba de desarrollar el programa por el que había sido electo.
El gobierno de Isabel – debilitado e infiltrado por sectores que intentaban
cambiar su rumbo – tuvo la enorme tarea de tratar de llenar el hueco que la muerte del
general Perón dejara en la política argentina y en el seno de su propio movimiento.
Desde el momento mismo de su fallecimiento, la cúpula liberal de las FF.AA. comienza
a conspirar contra su sucesora constitucional. Todo tipo de aprietes y traiciones
empiezan a desarrollarse, desde fuera y desde dentro de su partido, para sacarla del
poder. El pueblo peronista y, fundamentalmente, los grandes sindicatos industriales,
habían logrado expulsar del seno del gobierno a la pústula antipopular, reaccionaria y
liberal del lopezrreguismo – que con el plan Rodrigo intentó adelantarse a los designios
de Martínez de Hoz – y la presidente de la República acababa de nacionalizar las bocas
de expendio de combustibles, quitando a las empresas imperialistas la parte del león del
negocio petrolero. El movimiento nacional y popular de la Argentina atravesaba, es
cierto, horas de dificultad y zozobra. El lugar central y articulador ejercido por el
general Perón en los últimos treinta años no era fácil de reemplazar. Pero en pocos
meses habría elecciones generales y el pueblo argentino tendría la oportunidad de
reconstituir y fortalecer con su voto estas debilidades.
125
La Unión Cívica Radical, con la retórica evanescente y las citas de Almafuerte
de Ricardo Balbín, había dado, unos días atrás, un ultimátum a la presidente. También el
prosopopéyico y engolado Oscar Alende, el mismo que había sostenido con el énfasis
habitual en él a Roberto Levingston – aquel oscuro generalote de “inteligencia” que
sucedió a Onganía –, había tenido su turno para apostrofar al gobierno. Ellos, más
Horacio Sueldo de la democracia cristiana, Francisco Manrique, el ex bombardeador de
Plaza de Mayo, Fernando Nadra y Rubens Iscaro del partido comunista, los estólidos
hombres de negocios del frondizismo, los socialistas de Américo Ghioldi y Luis Pan,
aquel olvidado Héctor Sandler, heredero de Aramburu y hoy “utilísimo y satelital”
empresario televisivo, Raúl Alfonsín y el siempre atribulado Ernesto Sábato, el diario
La Nación y Clarín, Jacobo Timerman desde La Opinión y Juan Carlos Coral y Nahuel
Moreno desde la secta trotskista llamada Partido Socialista de los Trabajadores –
traducción directa del Socialist Workers Party norteamericano – las conducciones de
Montoneros y del ERP, todos, con la excepción del Frente de Izquierda Popular (FIP), el
Partido Comunista Revolucionario (PCR) y el callado y no consultado pueblo argentino,
bregaban por voltear a la presidente.
Y el 24 de marzo de 1976 lo lograron. Y lo festejaron.
Así declaró al día siguiente el partido comunista:
“Ayer, 24 de Marzo, las F.F.A.A. depusieron a la presidenta María E. Martínez,
reemplazándola por una Junta Militar integrada por los comandantes de las tres armas.
No fue un suceso inesperado. La situación había llegado a un límite extremo ‘que
agravia a la Nación y compromete su futuro’, como dice en uno de los comunicados de
las F.F.A.A.”.
No es necesario abrumar al lector con el texto completo de esta bienvenida al
general democrático Jorge Rafael Videla por parte del comunismo argentino. Baste para
terminar esta perfecta síntesis de su complicidad con el golpe:
“El P.C. considera auspicioso que la Junta Militar haya desechado una solución
‘Pinochetista’. (…) Los imperialistas y fascistas sueñan con el pinochetazo, con un baño
de sangre”.
El 24 de marzo de 1976 no fue tan sólo el resultado de una conspiración militar
liberal y entreguista. Fue un golpe cívico militar oligárquico e imperialista, fomentado,
apoyado y celebrado por toda la cipayería de izquierda y derecha, que arrojó del poder,
una vez más a un gobierno nacional y popular.
126
Fueron esas fuerzas políticas y sociales que dieron origen al monstruo que no
vaciló en devorarse a sus propios socios y amigos.
Ocultarlo, deformarlo o negarlo sólo servirá a futuras contrarrevoluciones.
Buenos Aires, 24 de marzo de 2004
127
El Pensamiento Nacional y la lucha contra la MatrixEl 16 de noviembre de 2007 se llevó a cabo, en el Auditorio del Pabellón
Argentina, de la Ciudad Universitaria de la Universidad Nacional de Córdoba, un
encuentro sobre el Pensamiento Nacional. Fui invitado a participar en una mesa
redonda sobre este tema, moderada por Francisco Pestanha y en la que intervinieron el
doctor Ernesto Ríos, Eduardo Rosa, César “Tato” Díaz y el licenciado José Luis
Muñoz Azpiri .
Esta fue mi intervención:
Pestanha: […] Ahora me toca, justo llegaste Julio, se que anoche estuviste en el
homenaje a Alberto Methol Ferré y me imagino que después habrá habido una cena.
Después nos contamos. Julio, el amigo, Julio Fernández Baraibar, es periodista, político
y escritor. Autor de Un solo Impulso Americano, el Mercosur de Perón, guionista y
productor de cine, con películas como Mirtha de Liniers a Estambul y El General y la
fiebre. Es director del documental La ceniza y la brasa, sobre Arturo Jauretche y es
militante de la corriente denominada Izquierda Nacional. Julito.
Julio Fernández Baraibar: Bueno, muchísimas gracias. En primer lugar
supongo que los oradores que me antecedieron habrán también dado el necesario y justo
agradecimiento a quienes nos han convocado a la ciudad de Córdoba para tratar,
discutir, difundir y ampliar las perspectivas del pensamiento nacional, tarea que es, en
mi humilde opinión, una de las más importantes y estratégicas que los argentinos
tenemos que desarrollar en este momento particular de nuestra historia. Y celebro a la
vez que esto pueda hacerse en aulas de la Universidad de Córdoba a la que no vengo
desde aquel célebre Congreso de FUA de 1970.
Han pasado 37 años, por lo menos para mí, desde la fecha en que los sectores
nacionales del movimiento estudiantil logramos, por primera vez, introducir en las
banderas de la Federación Universitaria Argentina -es cierto que por un breve tiempo,
pero el hecho histórico es que lo logramos- las reivindicaciones nacionales y populares,
logramos que en el programa adoptado por la FUA en aquel histórico congreso, el 17 de
Octubre de 1945 fuese asumido como una fecha perteneciente al conjunto del pueblo
del cual obreros y estudiantes formaban y forman parte indisoluble. De modo tal que
estar hoy aquí hablando de los mismos temas, con 37 años más, que gritábamos y
discurseábamos en aquel congreso de FUA, es para mi algo que me llena de emoción,
por un lado, y me enorgullece, por el otro.
128
¿Por qué los argentinos y los pueblos latinoamericanos tenemos que hacer
encuentros, tener cenáculos, revistas, libros, bibliotecas, editoriales, películas, videos
que se refieran a algo que podría considerarse tan elemental como lo que llamamos
pensamiento nacional?
Porque si uno va a Francia o va a Alemania o a Suecia no encuentra algo que se
llame pensamiento nacional francés, alemán o pensamiento nacional sueco como una
especificidad. Todo es nacional francés, nacional alemán o nacional sueco. No es
motivo de debate, ni es motivo de encuentros académicos, políticos o militantes. Lo que
se piensa en cada uno de esos países es producto de la experiencia, la conciencia, la
acumulación histórica de esos pueblos.
Y sin embargo, nosotros en la Argentina, en el Río de la Plata, en América Latina,
nos juntamos para precisar, definir, reivindicar el pensamiento nacional.
En mi opinión, la razón de esto se halla en el carácter semicolonial, dependiente,
de nuestros países, desde sus orígenes mismos o inmediatamente después de que
surgieran a la vida independiente.
La diferencia entre una colonia, -las islas Malvinas, para dar un ejemplo cercano-,
y una semicolonia es que en la colonia gobierna la potencia extranjera, las instituciones
son de la potencia extranjera, el ejército es de la potencia que ocupa colonialmente la
región, las leyes están determinadas por la potencia extranjera, etc., mientras que en una
semicolonia, ese país sojuzgado por el imperialismo tiene todos los atributos de la
independencia, de la soberanía: tiene sus parlamentos, sus casas de gobierno, sus
ejércitos, sus academias, sus universidades, sus leyes, sus códigos civiles, toda la
estructura propia de un país soberano.
Y entonces el descubrimiento de que ese país es una semicolonia no es algo
evidente a los ojos. Para usar la metáfora de Antoine de Saint-Exupéry en El Principito:
“lo esencial es invisible a los ojos”, como diría también el amigo Tato Díaz17, chiste
este que él mismo me acaba de hacer.
(Risas).
Lo esencial es invisible a los ojos en el país semicolonial porque hay toda una
pantalla que hace creer que somos independientes y el ejercicio de descubrimiento de
nuestra condición de dependientes, el ejercicio intelectual y político de descubrir la
naturaleza semicolonial de nuestra sociedad es el pensamiento nacional. Y el campo de 17 El periodista y profesor universitario César "Tato" Díaz, de la Universidad Nacional de La Plata, gran investigador del pensamiento nacional y de su inclusión en el discurso de los medios, es ciego, hecho con el que bromea frecuentemente.
129
lucha por la liberación, que en los pueblos coloniales se da en el enfrentamiento liso y
llano de los hombres y mujeres del pueblo sojuzgado con la potencia imperial ocupante,
en las semicolonias ese enfrentamiento se da en la cabeza de cada uno de los hombres y
mujeres que integran esa sociedad. La lucha por la liberación y contra la opresión se da
en nuestros cerebros.
Por eso el pensamiento nacional ocupa el lugar central en una política
transformadora, liberadora para nuestros países y de ahí la necesidad de descubrir, de
sostener y de profundizar y difundir que existe una manera de ver las cosas que es
distinta de las que nos imponen el imperialismo y las clases sociales aliadas a ese
imperialismo que funcionan como correa de transmisión del pensamiento imperial.
Hay una película que tuvo un gran éxito, a punto tal que se hicieron tres
secuencias, una detrás de la otra, vista, sobre todo, por los jóvenes argentinos que
encontraron en ella una serie de condiciones y elementos que la convirtieron en un éxito
de taquilla. Se llama Matrix y seguramente algunos la han visto. Para los que no la han
visto sintetizo rápidamente de qué trata esta película.
La humanidad, en un futuro no definido, ha sido dominada por las máquinas que
la propia humanidad creó. Las máquinas se han hecho señores de la tierra y han
convertido a los seres humanos, a cada uno de los seres humanos, en pequeñas pilas
conectadas a un enorme sistema planetario que es la fuente de energía que hace mover
al mundo. La humanidad ha sido parasitada por las máquinas convirtiéndola en fuente
energética de las mismas. Como esto es muy brutal y descarnado y cualquier ser
humano se revelaría ante esta situación de sojuzgamiento y de indignidad moral a la que
es sometido, las máquinas, cuando conectan a cada ser humano al sistema energético, lo
conectan también a una computadora. En esta computadora hay un programa que se
trasmite al cerebro de cada uno de los tipos que están conectados a la red eléctrica. Ese
programa ¿qué es? La vida, al parecer, la verdad. La gente va a trabajar, toma el
colectivo, se pelea con el jefe, le dice un piropo a la compañera de trabajo, vuelve a la
casa, compra un vinito, se toma un vinito, vive una vida más o menos feliz o más o
menos infeliz, tal como la vivimos cada uno de nosotros.
Hay en esa humanidad un grupo que se rebela, que ha descubierto la cosa y se
rebela ante esta situación. Viven sumergidos, son muy poquitos y tratan de reclutar
nuevos luchadores contra la Matrix, que así se llama ese programa que se inscribe en la
cabeza de cada hombre y le hace pensar que la vida es tal como la ven.
130
Logran contactar a un individuo y, a través de la Matrix, porque la única relación
que tienen con la realidad es ésa, le dicen que esto no es así, que es otra cosa; que todo
esto es una mentira. Y lo convidan, después de explicarle que es una mentira y
planteándole que hay una manera de desprenderse de esa mentira, a ver la realidad.
Ahora bien, le aclaran que ver esa realidad lo puede volver loco, porque es una cosa
abismalmente distinta a la que había pensado hasta ese momento. Le proponen
sintéticamente: “Tenés una pastilla roja y una pastilla verde. La pastilla verde te va a
devolver a esa vida normal que has tenido hasta ahora. Allí donde vas a trabajar,
gozás suavemente, sufrís suavemente y vivís. La pastilla roja, le dicen, te va hacer ver
la realidad. Es desgarrador, pero es la única manera que tenés de ser libre”.
El hombre opta por la pastilla roja, toma la pastilla roja y en el momento de tomar
la pastilla roja recobra la lucidez y ve que él es nada más que una pequeña pila humana
insertada en una red infinita de seres humanos que le dan energía a las máquinas.
El pensamiento nacional es nuestra pastilla roja. Es ni más ni menos que la
pastilla roja que nos da la lucidez necesaria, la iluminación necesaria para ver de qué
manera el imperialismo nos ha convertido a cada uno de nosotros y, lo que es peor, a
nuestras sociedades en pequeñas pilas que solamente contribuyen a darle energía al
sistema imperial. Esa es la función que tiene el pensamiento nacional.
Cuando Raúl Scalabrini Ortiz, después de su viaje por Europa, después de su
recorrida por Alemania y entender, este muchacho entrerriano, cómo funciona el gran
mundo, cómo funciona de verdad el gran mundo, después de ver cómo es la vida, en la
realidad, no como lo muestra la Matrix, no vuelve a ser el mismo de antes.
¿Y cuál es nuestra Matrix? El diario La Nación, la revista Perfil, Canal 11, Canal
13, Canal 9, esa es nuestra Matrix.
Después de volver de ese viaje, Scalabrini escribe, en un esfuerzo denodado de
investigación, la historia de los ferrocarriles ingleses.
Y descubre la Matrix, y ve cómo es el sistema de dominación. Ve cómo el sistema
de dominación opera no sólo en los ferrocarriles, que, al fin y al cabo, una investigación
puede sacarlo a la luz. Sino que descubre cómo el sistema de dominación opera en el
cerebro de los dominados para impedirles inclusive creer que lo que dice esa
investigación es cierto, es la realidad. Porque esa investigación, que demuestra que la
Argentina era, en 1930, un país semicolonial, el Sexto Dominio del Imperio Británico
era una verdad que atentaba contra la Matrix que funcionaba diariamente en el cerebro
de cada argentino que iba a trabajar y volvía. Porque toda la Argentina y la sociedad
131
argentina parecían iguales a la inglesa, a la norteamericana, a la francesa, a cualquier
otra y ese velo que la opresión cultural del imperialismo y de las oligarquías aliadas al
mismo impone sobre el conjunto de los pueblos, ese velo mental es el que dificulta ver
la vida tal cual como es.
Es decir, es lo que impide ver el núcleo central, la clave central de la dominación
imperialista, de nuestra naturaleza y de nuestro carácter semicolonial, dependiente.
De esto estamos hablando y discutiendo. Lo hicimos en Tandil, hace unos meses y
como una especie de vieja trouppe de teatro de la legua, esta murga se traslada de
pueblo en pueblo, llevando esta canción, este sonido: el pensamiento nacional, la
necesidad de establecer un pensamiento nacional, la necesidad de hurgar en nuestra
historia para encontrar la raíz de nuestros problemas actuales y la clave de nuestro
desarrollo futuro. La necesidad de indagar en las causas culturales de nuestro país para
ver cómo, desde el sistema cultural dominante, se construye la Matrix que nos impide
ver la dominación. La necesidad de desarrollar una política que permita que las
universidades del país no contribuyan de manera decisiva a incorporar a la Matrix a las
nuevas generaciones de estudiantes, de técnicos, de ingenieros y de intelectuales
argentinos.
Esa, ni más ni menos, es la función y el papel que cumple este bendito
pensamiento nacional que hoy nos ha reunido y que con estas palabras he querido
sintetizar para Uds.
Muchas gracias.
(Aplausos)
Público: Sería importante que en pos de la verdad el pensamiento nacional y el
revisionismo histórico tuviéramos en cuenta el hecho de que un Abelardo Ramos
termina pactando con Menem, que fue el mayor destructor de lo que el peronismo había
construido. Hagamos esa crítica porque Menem lo hizo en nombre del peronismo.
Julio Fernández Baraibar: Yo creo que la pregunta del compañero nos obliga a
ampliar la cuestión porque es evidente, como el compañero ha dicho de manera
contundente, que el conjunto de las fuerzas nacionales argentinas y agregaría el
conjunto de las fuerzas nacionales latinoamericanas, como el MNR boliviano, para dar
un ejemplo, fueron sacudidas, conmovidas, permeabilizadas por la gigantesca ola
reaccionaria que apareció en el mundo a partir de la desaparición de la Unión Soviética,
como potencia alternativa al imperialismo norteamericano y la ola de neoliberalismo
opresor que se descargó sobre el mundo semicolonial. Esa ola arrastró al peronismo,
132
arrastró a las direcciones más importantes del peronismo, a sus direcciones provinciales,
a toda su estructura dirigente.
Fue un momento de una enorme debilidad para las fuerzas nacionales de todo el
mundo semicolonial, donde la hegemonía imperialista era casi arrasadora. Y arrastró
también a mi maestro, Jorge Abelardo Ramos, en los últimos años de su dignísima,
brillante y admirable vida política e intelectual. Algunos intentamos no ser arrastrados,
algunos no fuimos arrastrados.
Todo el período del menemismo y de esa ola reaccionaria permitieron la
realización plena de todas las banderas de la Revolución Libertadora, ya que ese
proceso contrarrevolucionario –encabezado por Menem- sólo podía ser llevado con
éxito si se hacía desde una traición a las banderas y a las tradiciones fundamentales del
movimiento nacional, para contar así, con una masa electoral que le diese justificación y
legitimidad. Pero digo, muchos intentamos no ser arrastrados por la ola. Yo militaba en
la época del menemismo, cuando las elecciones de Menem, en la Izquierda Nacional
con Jorge Enea Spilimbergo, quien había planteado, en ese momento y desde unos años
antes, diferencias, puntos de vista divergentes con las posiciones y puntos de vista que
llevaba adelante Jorge Abelardo Ramos. Puntos de vista, los de Jorge Abelardo Ramos,
que cristalizaron en ese pálido final al transformarse en embajador de Menem en
México, pero que no alcanzó, porque la muerte fue generosa con él, no alcanzó a
cumplir en su persona, por lo menos, lo que hubiera significado, a mi modesto y leal
saber y entender, afiliarse al peronismo menemista. La muerte como un ángel reparador,
evitó ese penoso acontecimiento.
Creo que el tema de las traiciones, el tema de las debilidades que han permitido
que los movimientos nacionales se conviertan en determinado momento del desarrollo
histórico en arietes contra la nación y la Patria deben ser incorporados a la discusión y a
la reflexión colectiva de todos los nacionales. Nosotros, modestamente, desde la
Izquierda Nacional, lo hemos venido haciendo. No hemos silenciado nunca ninguno de
los errores, pero tampoco queremos convertir esos errores en una lápida, en una indigna
lápida que impida ver la prodigiosa obra intelectual y política de Jorge Abelardo
Ramos, cuyo libro Historia de la Nación Latinoamericana, que cumplirá, el próximo
año, el 40º aniversario de su aparición, encuentra hoy en la revolución bolivariana, en
los acontecimientos del Mercosur, en Lula, en Morales, una especie de realización
cinematográfica de aquel guión que en 1968 pensó Jorge Abelardo Ramos.
133
De manera tal que a cada cual lo que le corresponde. No lo vamos a reivindicar a
Ramos por los errores de los últimos años de su vida y lo vamos a reconocer
personalmente como un maestro, como una guía y como quien nos enseñó, en mi caso,
a entender este país. Esto es lo quería agregar.
Público: Mirando al pensamiento nacional como una unidad que empezamos a
conocer ahora. Va ahora porque recién la empezamos a conocer nosotros los jóvenes.
¿Cuáles son sus criterios, a todos Uds, los temas centrales porque nos deberíamos
preocupar no solo culturales, sino también estructurales para nuestro país? Se que son
muchísimos pero que jerarquía le darían Uds.
(Después de la intervención de Pepe Muñoz Azpiri)
Julio Fernández Baraibar: Sí, yo voy a agregar, mejor dicho voy a tratar de
subsumir este objetivo que plantea Pepe Muñoz Azpiri, y que me parece central, en una
cuestión que, a mi modo de ver, es previa y es, creo, la tarea central que le corresponde
a mi generación que ya tiene 60 años y a la generación política que viene.
Creo, compañeros y compañeras, que se ha terminado definitivamente,
definitivamente, la posibilidad de pensar políticas nacionales en términos de los
pequeños países en que ha sido convertida la gran heredad española. No existe ninguna
de las grandes políticas culturales, estratégicas, militares, tecnológicas, energéticas que
pueda ser concebida bajo el pequeño campanario de la Argentina, el pequeño
campanario de Bolivia, el pequeño campanario de Uruguay y me atrevo a decir, aunque
parezca paradójico, el pequeño campanario del Brasil. Tenemos que convencernos de
que nuestro principal pensamiento debe estar dirigido a la unidad suramericana y
latinoamericana. Tenemos que congeniar con el comandante Chávez, que se ha
propuesto como tarea central volcar todos los esfuerzos de Venezuela y de su petróleo
para la estructuración de una unidad latinoamericana que se hará… y que la está
haciendo Chávez, mal que le pese al Rey de España y al señor que se retira …
(Aplausos)
… y al señor que se retira enojado.
Persona del público: Es un payaso Chávez.
Fernández Baraibar: Payaso lo llamó Cosme Becar Varela, ¿Ud. es Cosme
Becar Varela?
Persona del público: No.
Fernández Baraibar: Pues piensa igual que él. Chávez, mal que les pese al señor
y al rey de España que quiere actuar todavía como si Fernando VII viviera, es el centro
134
de nuestra política, de nuestro pensamiento y de nuestra reflexión. No hay solución a
Malvinas sino en términos latinoamericanos, no hay discusión con los ingleses sobre las
reservas energéticas y mineras de la Antártida sino en términos de políticas
latinoamericanas. Es el conjunto de los latinoamericanos que tenemos que enfrentarnos
a las grandes fuerzas imperialistas. Entonces, -ya termino- si no nos ponemos como eje
la necesidad de dejar ser argentinos, uruguayos, bolivianos, chilenos, peruanos para ser,
en primer lugar, latinoamericanos, si no nos ponemos como eje eso, vamos a repetir,
para beneplácito de las grandes potencias, el ridículo enfrentamiento que hoy estamos
teniendo con el Uruguay. Porque los uruguayos están pensando como uruguayos, las
autoridades uruguayas están pensando en Uruguay y las autoridades argentinas están
pensando en Argentina y acá tenemos que pensar en la cuenca del Plata, tenemos que
pensar en el Mercosur, tenemos que pensar en la unidad latinoamericana. Ésta, a mi
modo de ver, y mal que le pese al amigo que se acaba de retirar airado, es la tarea y el
centro de nuestra política y de nuestra vida.
(Aplausos)
Pestanha: Había otra pregunta. Sulé.
Sulé: No adhiero a tus últimas palabras. Adhiero a las últimas palabras de
Pesthana en tanto y en cuanto la Argentina debe realizarse como tal para que esa
realización sea eficaz al conjunto de iberoamericana. Creo que no hay que olvidar
aquellas expresiones de Perón que dijo que vamos a la continentalización y agregó:
Argentinos no olviden que la Argentina es el hogar. En Europa se establece una unidad
europea, pero el alemán no deja de ser alemán por la unidad europea, el francés no deja
de ser francés por la unidad europea, sino que esa unidad permite una mayor afirmación
de las comunidades nacionales. En tanto las comunidades nacionales se desarrollan va a
ser posible el desarrollo de un bloque que le ponga freno a los intereses del
imperialismo, en ese sentido yo coincido con sus últimas expresiones Pesthana, nada
más.
Pestanha: Le paso.
Fernández Baraibar: Yo no coincido con el amigo Sulé para nada en este punto.
En otras muchas cosas sí. En primer lugar, la nación Argentina no tiene nada que ver
con la nación francesa. La nación Argentina es el resultado de una balcanización de una
gran nación que estamos tratando de reconstruir y que es latinoamericana. La
comparación y el pensar que las diferencias nacionales que existen entre Argentina y
135
Brasil son similares a las que existen entre Francia y Alemania, donde han corrido
siglos de luchas y hectolitros de sangre es, creo, una comparación desacertada.
Nosotros, cuando hablamos de una integración latinoamericana, no hablamos de
una integración al modo como está ocurriendo -porque tampoco se ha consolidado- en
Europa, que es el intento de integrar a naciones radicalmente distintas, con historias
diversas, con constituciones materiales e históricas, con genes diversos.
La integración latinoamericana es, en mi perspectiva, una reintegración. Nosotros
intentamos volver a la primitiva visión que tuvieron estas tierras cuando San Martín,
Bolívar y Artigas cabalgaron con los ejércitos liberadores. A esa unidad previa a la
balcanización es a la queremos volver. Por eso, particularmente, no le damos un carácter
nacional, en el sentido que tiene el concepto de nación francesa, ni a Bolivia, ni a
Argentina, ni a Chile, ni a ninguno de los países latinoamericanos. Son productos de una
balcanización, cuyos responsables fueron las grandes potencias de entonces y las
minorías oligárquicas de cada uno de esos países.
Pestanha: Queda planteada entonces una buena disidencia para el análisis, sana.
Hay otra pregunta, si si, hay otra pregunta pero vamos a cerrar. Digamos para que de
alguna manera acercando a los chicos que están trabajando y anotando. Una disidencia
que creo que es fundamental. Acá hubo una disidencia que me parece que tiene que ser
un tema de discusión y de debate. Ahí tienen un planteo por ejemplo concreto y bueno
Uds irán analizando a partir de los textos y del abordaje de su propia experiencia cual es
la que vayan a compartir de alguna forma. Pero me parece una decisión interesante y
sustancial.
Había otra pregunta.
Público: Me parece que es necesario ver como nuestros países vecinos, nuestros
pueblos hermanos van logrando su propia identidad y si es factible en este momento,
más adelante, o si fue factible una integración de pensamiento, es decir la pregunta
concreta ¿cómo ven Uds a los grupos de pensamiento de los distintos pueblos hermanos
de la región?
Fernández Baraibar: Desde mi opinión el tema sería así. Este es un punto tan
importante como el anterior. El que acaba de plantear el amigo, el compañero. Una de
las tareas principales de la integración, una de las tareas principales de esta urgencia que
planteábamos recién es conocernos, conocernos, saber qué son los brasileros, saber cuál
es su historia, saber cuál es la historia del Uruguay, saber que significó Batlle y
Ordóñez, saber que significó Aparicio Saravia, aquí del otro lado del charco. Saber
136
quién fue el general Belzú en Bolivia. Conocernos, acercarnos, porque, como decía
anoche el Tucho Methol Ferré, con su tartamuda elocuencia, “no podemos amar a lo
que no conocemos”. Las Universidades, las escuelas tienen que introducir historias
latinoamericanas. Conocemos más de la Primera Guerra Mundial que de la Guerra del
Chaco. Conocemos más de la Guerra Franco Prusiana que de la Guerra del Salitre.
Tenemos que conocer a nuestros hermanos, conocer a aquellos con los que nos vamos a
integrar, sentir a aquellos a quienes vamos a amar y formar una gran confraternidad. De
esa manera vamos a descubrir cuál es el hilo del pensamiento histórico en cada uno de
estos países, quiénes son los que tocan el violín en la misma frecuencia y en el mismo
tono que nosotros. Pero no es una tarea que esté realizada, es una tarea que tenemos que
realizar para que nuestros nietos no tengan la misma ignorancia que tenemos nosotros
sobre nuestros hermanos vecinos, me parece que por ahí apunta el interrogante del
compañero.
137
El cadáver del señor ValdemarNo faltan, en esta proliferación de novedosas teorías sociales y políticas que ha
caracterizado los últimos veinte años, quienes han decretado la muerte histórica de la
oligarquía, junto con la de los estados-nación, la independencia nacional, las clases
sociales y, por supuesto, la lucha de las mismas por imponer su hegemonía sobre el
conjunto de la sociedad.
Según sus corifeos, el proceso de planetarización de la economía imperialista ha
disuelto las antiguas estructuras sociales que sostenían a las sociedades semicoloniales
y, con ello, a sus viejas clases dominantes. En su reemplazo, afirman, una nueva casta
de gerentes universales impone sus criterios, determinados por modernos paradigmas
técnicos, disuelve los antiguos privilegios y moderniza las arcaicas y parasitarias formas
productivas.
La oligarquía argentina, formada alrededor de los grandes invernadores, los
terratenientes de la pampa húmeda y el sistema de consignatarios y exportadores, ha
monopolizado el humus pampeano –uno de los principales recursos naturales de la
Argentina, por su extensión y fertilidad- desde las Mercedes Reales en tiempos de la
colonia y por medio de una apropiación forzada ya en épocas independientes, y ha
determinado, desde 1810, el destino de los argentinos, lo que llevó a Sarmiento a
afirmar que en nuestro país “las vacas dominan la política”.
Esa clase social, lamentamos informar a sus necrólogos, lejos de haber
desaparecido, se mantiene viva, como el espantoso cadáver hipnotizado del señor
Valdemar, en el célebre cuento de Edgar Allan Poe, y continúa exigiendo su libra de
carne al resto de la sociedad del Plata. Sostenida a lo largo de casi doscientos años por
su incorporación privilegiada al mercado mundial, el llamado proceso de globalización
no ha hecho sino endurecer su situación monopólica, ampliar su participación en el PBI
y dar alas a su soberbia y voracidad.
Queremos alertar que, como en 1955 y en 1976, estos parásitos repudian todo
intento de poner al Estado Nacional al servicio del interés común de los trabajadores y
el pueblo argentinos y que han comenzado a mostrar los colmillos de su odio y avaricia.
En el momento en que el fracaso, sangriento y doloroso para el conjunto de la
población, de la política que estos oligarcas sostuvieron, aplaudieron y defendieron
durante los últimos treinta años, lleva al gobierno a asumir algunas medidas para evitar
el injustificado aumento de precios, amenazan como lo hicieran –repito, porque la
139
memoria es frágil- en 1976 con un paro ganadero, con dejar de enviar animales al
mercado interno, un típico e histórico prolegómeno de toda provocación golpista en la
Argentina.
Queremos alertar, tanto a los trabajadores y al pueblo, como al propio gobierno,
que en la distracción de la campaña electoral, la oligarquía ganadera, la enemiga
histórica del progreso, el bienestar y la libertad de la Argentina, se prepara para dar una
batalla por sus injustos e injustificados privilegios. Y como tenemos memoria y la
hemos visto actuar a lo largo de cuarenta años sabemos de lo que son capaces cuando
sienten que un gobierno no expresa su omnímoda voluntad: lo voltean e imponen una
salvaje dictadura en nombre del libre juego de la oferta y la demanda y el ahorro
público. Ya la tuvimos en 1955 y en 1976. Es más, todavía no hemos terminado de salir
completamente de ellas.
El cadáver insepulto del señor Valdemar debe morir definitivamente para que el
pueblo argentino pueda vivir.
Buenos Aires, 21 de setiembre de 2005.
140
La oligarquía argentina se amotinaSabido es que el verdadero artífice y estratega del sangriento golpe de estado de
marzo de 1976 fue José Alfredo Martínez de Hoz, un oligarca relamido cuya prosapia
delictiva se remonta al siglo XVIII. Curiosamente, mientras sus sicarios uniformados,
ya valetudinarios, están encerrados en arrestos domiciliarios o en salas de terapia
intensiva, este liquidador de la vida y los bienes de la comunidad argentina pasea su
indigna humanidad por la calle Florida, todas estas soleadas mañanas de la primavera
porteña. Ese “discreto encanto de la oligarquía”, ese dulce sentimiento de ser, en
última instancia, los dueños del país y su gente, esa agradable sensación que da el
pensar “a nosotros no nos pueden hacer nada” es lo que explica que este criminal se
vuelva invisible a los ojos de compatriotas que se encolerizan con un comisario
suburbano o se levantan de la mesa de un restaurante al aparecer el asesino Astiz,
valiente frente a monjas y cobarde frente a los ingleses.
Y son esas espirituales razones, asentadas sobre el monopolio de las tierras más
feraces del planeta, sobre la prodigiosa concentración de la propiedad agropecuaria
experimentada en la Argentina durante los años 90 y sobre el control parasitario y
rentístico que ejercen sobre toda la estructura económica nacional, las que han puesto a
la oligarquía argentina nuevamente en pie de guerra contra un gobierno que intenta
revertir los últimos treinta años de privilegio y saqueo.
El desatinado aumento del precio de la carne, las provocativas declaraciones de
los dirigentes de la CRA, de CARBAP y de la Sociedad Rural, las amenazas de realizar
un boicot dejando de enviar ganado para el consumo son los prolegómenos del
alzamiento que esta clase miserable está organizando contra el gobierno del doctor
Kirchner.
Inmutables a cualquier incentivo económico tendiente a aumentar la
productividad agraria, la oligarquía ganadera –verdadero núcleo de los sectores
enemigos del país y de su pueblo- pretende que los argentinos paguemos la carne al
precio internacional, hoy en aumento por distintas razones coyunturales, como si el
asado o la milanesa fuesen un producto de importación.
Mienten cuando rechazan las retenciones o cuando reclaman su inocencia como
formadores de precio. Chantajean al gobierno y al resto de los argentinos cuando se
niegan a acordar los precios y amenazan con el paro agrario.
141
La justicia de las retencionesLas retenciones a las exportaciones cárneas son la consecuencia directa de una
medida gubernamental, el establecimiento del precio del dólar en $2,95-3. El
economista cordobés Salvador Treber dejó claramente establecido, en un oportuno
artículo aparecido en la Voz del Interior, que si el gobierno permitiera una paridad en el
precio de equilibrio, la cotización del dólar estaría alrededor de $ 2,15. Estos 80
centavos de más que el sector agropecuario recibe por sus exportaciones no es el
resultado de un aumento de la productividad o una baja en sus costos, sino de una
decisión política del Estado que mantiene un precio alto del dólar, comprando en dos
años algo así como 11.500 millones de dólares. Pero la gavilla de parásitos
improductivos considera que son de ellos y que esa retención (de un porcentaje variable
que va del 23,5 en el caso de la soja al 15 en el caso de la carne) perjudica su
rentabilidad y el “desaliento cunde en las sacrificadas filas de los productores
agrarios”. Si el argumento del desaliento fuese cierto, los productores agrarios
argentinos deberían figurar en el libro Guinness como récord en la materia: hace más de
cincuenta años que viven desalentados, mientras invierten en lujosas propiedades en
Punta del Este, Pinamar o Cariló, en suntuosas e importadas 4x4 o en la Bolsa de Nueva
York. Ocultan, como trapaceros y ventajistas que son, que esa retención, en el caso de la
soja, le sigue dejando un mayor ingreso de 13,8% que no es producto ni de su capacidad
inversora, su pericia planificadora o su preocupación por el aumento constante de la
productividad.
Los argentinos sabemos claramente lo que las palabras paro agrario significan.
Vivimos sus efectos en 1976, contra el gobierno de Isabel Perón, y fueron el inicio del
golpe militar procesista.
La vieja y nunca enterrada oligarquía pampeana se ha amotinado contra el
gobierno. Es un deber denunciarla y es una tarea pendiente hacerla desaparecer como
clase social. Esas tierras y su producción pertenecen al conjunto del pueblo argentino y
deben servir para el interés del conjunto de la nación.
Publicado en Patria y Pueblo Año 3, N° 11, Buenos Aires, 14 de diciembre de
2005.
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Sobre el falso conflicto de las papeleras en el río UruguayCarta al Ministro de Relaciones Exteriores de la Argentina sobre la papelera
uruguaya y el papelón argentino
Buenos Aires, 29 de julio de 2005
Señor
Ministro de Relaciones Exteriores de
la República Argentina
Dr. Rafael Bielsa
Presente
Estimado ministro:
Como Ud. bien sabe, la política exterior de un país no puede estar sujeta a los
avatares de una opinión pública perversamente manipulada por el monopolio privado de
los medios de comunicación ni a las cambiantes encuestas de opinión en épocas
electorales.
Dentro de los grandes lineamientos estratégicos de nuestra política exterior, el
Mercosur y los países que lo integran constituyen, y deben constituir, su principal
preocupación. Todo lo que afecte la más estrecha, fraterna y solidaria relación con los
estados que integran este embrión de unidad suramericana debe ser motivo de intensa
preocupación, estricta atención y urgente solución, con la prudencia y la
confidencialidad que, en general, ameritan las relaciones internacionales.
El Uruguay, el paisito como lo llaman sus hijos con cariño, no es un país
industrial. Diversas razones históricas, que orientales como Alberto Methol Ferré,
Washington Reyes Abadie y Carlos Machado nos han hecho ver a los argentinos, lo
condenaron a la evanescente riqueza de la renta diferencial, a un empobrecido presente
pastoril, sin fábricas que den trabajo a sus laboriosos compatriotas, con inmensas
colonias de emigrados económicos que buscan en Australia y Nueva Zelanda el
porvenir que no encuentran en su patria.
Resulta verdaderamente doloroso y carente de toda racionalidad que la intención
uruguaya de instalar en Fray Bentos una fábrica de papel, como las que ya hay en
nuestro país, se haya convertido, para un reducido grupo de ciudadanos argentinos, en
una amenaza de la misma magnitud genocida que el bombardeo atómico de Hiroshima.
La acción de sedicentes organizaciones ambientalistas, el sensacionalismo ignorante de
la prensa comercial, el oportunismo electoralista de algunos políticos argentinos, más la
143
sospecha de intereses que intentarían traer el emprendimiento a la Argentina, han
convertido esta cuestión perfectamente secundaria en un problema que amenaza la
armonía entre los dos países y, lo que es aún peor, la posibilidad de acordar con el
Uruguay políticas comunes en el ámbito del Mercosur. No fue la causa directa del
resultado en la elección del presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, pero el
Uruguay no aceptó la propuesta argentino-brasileña en el medio de este patético
enfrentamiento.
Pero resulta aún más preocupante que el ministerio de Relaciones Exteriores no
haya sabido ponerse por encima de este cuestionamiento local, apareciendo ante la
opinión pública uruguaya como haciéndose eco o apoyando el mismo, dando
explicaciones a los vecinos y sometiendo decisiones de política internacional a una
asamblea barrial.
Esta situación sólo beneficia a quienes, desde la Argentina, el Uruguay o
Washington atentan contra todo intento de romper nuestra balcanización y erigir en el
sur del continente un sólido bloque de poder que aúne nuestros estados y nuestros
pueblos.
Estimado señor Ministro:
Es imprescindible que se restablezca un sano criterio de interés superior por
sobre estos reclamos que, por ingenuidad, ignorancia o perfidia, atentan contra lo que
debe ser el más alto objetivo de nuestra Cancillería: la unidad suramericana.
Es necesario dar amplia información y debate sobre estos grandes temas, para
contrarrestar, en parte, el poderoso sistema de comunicación que monopolizan los
sectores vinculados al gran capital imperialista, que son quienes, en definitiva, imponen
la agenda a discutir.
Es preciso restablecer la confianza y la amistad con el gobierno y el pueblo
uruguayos en la idea de que nuestra compañía jamás será un obstáculo para su bienestar
y desarrollo sino un instrumento esencial a esos objetivos.
La más importante tarea que generación alguna se impuso en este continente es
lo que está en juego: convertir nuestras aisladas y débiles naciones en una integrada y
fuerte confederación de repúblicas.
Quedo a su disposición
Julio Fernández Baraibar
144
El Retorno de la BrujaSu paso por la política argentina fue un resultado, como tantas otras desgracias
que azotaron al país, de la dictadura cívico militar de naturaleza oligárquica e
imperialista que sufrimos a partir de 1976, conocida como “el Proceso”.
El nombramiento en la CONADEP, creada por Raúl Alfonsín en 1983, convirtió
a la profesora de francés y Educación Democrática Rosa Graciela Castagnola de
Fernández Meijide en una figura de injustificada repercusión política. Previamente la
crueldad ciega y torpe de los esbirros de la dictadura habían secuestrado y hecho
desaparecer, posiblemente por un error, a su hijo Pablo de 17 años.
Desde la actividad en defensa de los Derechos Humanos se perfilaron
claramente sus atributos políticos: una adscripción fiel a los postulados demoliberales
impuestos en el país por la Revolución Libertadora, un antiperonismo rampante, una
gran ignorancia y un mal genio y autoritarismo que, de inmediato, la hizo merecedora
del mote de “La Bruja”.
En 1991 junto a Chacho Álvarez quien, rota por completo su vinculación con el
peronismo, se había convertido en un adalid del “progresismo” porteño, la profesora, ya
desaparecido el itálico Castagnola, Graciela Fernández Meijide aparece como fundadora
del FREDEJUSO y se postula a la diputación por la ciudad de Buenos Aires, sin salir
electa. No obstante, quien sale electo en dichos comicios fue otro candidato del
FREDEJUSO, esta vez a concejal porteño. En efecto, Aníbal Ibarra, un joven ex fiscal
del juicio a la Junta Militar, accede al Concejo Deliberante y comienza la carrera que
terminaría dramáticamente con el humo tóxico de Cromagnon.
El Frente del Sur, creado en 1992 para presentar a Pino Solanas a la senaduría de
la Ciudad de Buenos Aires, tenía, como se sabe, dos sectores claramente diferenciados.
Por un lado, el partido Encuentro Popular de Luis Brunati, uno de los diputados
peronistas rebeldes al giro de Menem, el Partido de la Izquierda Nacional de Jorge Enea
Spilimbergo y, en cierta medida, el Partido del Trabajo y el Pueblo –sigla legal del
Partido Comunista Revolucionario de Otto Vargas- expresaban una línea de
aproximación al movimiento de masas antimenemista, a los sectores más combativos de
la CGT, que luego constituirían el MTA, y, en general, hacia los postulados nacionales,
democráticos y antiimperialistas que habían caracterizado al peronismo. Por el otro, el
partido Comunista, sectores del partido Intransigente, el Partido Humanista y diversos
amigos personales de Pino Solanas, como Manuel Gaggero, Alcira Argumedo, Eduardo
145
Jozami y Horacio González sostenían una tendencia progresista, democratista y alejada
de las expresiones combativas de la CGT, un punto de vista en el que la oposición a
Menem estaba muy mezclada con los prejuicios antiperonistas gorilas de la clase media
porteña.
Pasadas las elecciones, el FREDEJUSO y, sobre todo, la extraña fascinación que
Álvarez tenía sobre los progresistas de todo pelaje, logra que el Frente del Sur, ya sin la
participación del Partido de la Izquierda Nacional, se incorpore a un nuevo Frente
Grande. Las elecciones del año 93 llevan a Graciela, junto con Álvarez, a la Cámara de
Diputados de la Nación.
Desde el parlamento y su bancada progresista, la señora Fernández Meijide
comienza a convertirse en una especie de módica Pasionaria contra los excesos de
corrupción y mal gusto del gobierno de Menem, sin que su voz se escuchara en temas
como las privatizaciones o el esquema cambiario, que ya había comenzado a hacer
agua.
El año 1994 la verá convertida en constituyente nacional. Desde su escaño
seguirá las directivas de Chacho Álvarez, quien es ya un decidido defensor de la política
económica del gobierno. Las críticas verbales al Pacto de Olivos no le alcanzaron a la
profesora para retirarse de la convención, como sí lo hizo un miembro de su bancada, el
obispo de Neuquén, don Jaime de Nevares.
De ahí en más no vendrían más que triunfos para ella. Terminada la nueva
constitución que crea la autonomía de la Capital Federal, participa del encuentro de la
Confitería El Molino, donde comienza a gestarse lo que sería posteriormente la Alianza.
Desde la lista del FREPASO, el nuevo frente formado con Bordón, fue electa
senadora por la Capital Federal. Luego triunfaría sobre, nada menos que, Chiche
Duhalde en las elecciones legislativas, triunfo que la llevaría a presentarse a
gobernadora de la provincia de Buenos Aires.
Al inicio de esta campaña comienza a viajar para proyectar su imagen en el
exterior. Uno de esos viajes la lleva a los EE.UU. gobernado, entonces, por Bill Clinton.
Fue, justamente, a la vuelta de este viaje donde tuvo lugar la más importante expresión
política de la profesora Graciela Fernández Meijide. “Clinton es del palo” dijo a los
desconcertados periodistas, para referirse al tipo de relaciones que pensaba haber
logrado establecer con el gobierno que por la época bombardeaba Yugoslavia. Y la
expresión la pinta a la perfección. Esta pobre señora pensaba –y nada hace suponer que
no lo siga pensando- que ella -y a los que ella representa- y Bill Clinton, el jefe del
146
superimperialismo, el representante de la plutocracia mundial, el general en jefe del más
grande ejército de la historia humana, pertenecen a la misma pandilla, al mismo lado, al
mismo partido, que es el de la gente buena. La profesora jamás hubiera dicho que Bush
o Nixon eran “del palo”. No. Ellos son agresivos, imperialistas, racistas, cowboys
malos y feos. Pero el joven, sonriente, rubio, lindo y demócrata Clinton, claro que es
“del palo”.
Sus días políticos terminaron antes que terminara el miserable gobierno
encabezado por de la Rúa. Nombrada por éste, como ministra de Desarrollo Social tuvo
que renunciar, en el 2001, pero mucho antes de diciembre, por nombrar como
interventor del PAMI a su cuñado Angel Tonietto, o sea por nepotismo y corrupción, las
únicas críticas que formulara al gobierno de Menem.
La noche la tragó, las jornadas del 19 y 20 de diciembre la sepultaron en el
olvido y nadie, o casi nadie, se acordaba ya de Graciela.
Y, entonces, estos recuerdos, ¿a propósito de qué?
Es que hoy la prensa hablaba de ella, como en la canción de Joaquín Sabina.
En una librería de la calle Florida, la Bruja Fernández Meijide presentó un libro
al que ella o la editorial han llamado La Ilusión – El fracaso de la Alianza vista por
dentro. En compañía de Alfonsín y algunos otros políticos en situación de retiro, la
profesora de Educación Democrática desempolvó sus viejas admoniciones. Como en las
pasadas épocas de su paso por el estrellato, sostuvo que el Gobierno incurre en un
“incumplimiento” de la Constitución de 1994, cuando “se lesionan las instituciones, se
margina al Congreso con un exceso de decretos de necesidad y urgencia, y cuando no
se respeta al Poder Judicial a través de los cambios en el Consejo de la Magistratura”.
Y aprovechó la más inmediata coyuntura, para sostener que “siempre se dice
que la gente vota con el bolsillo y que no se le puede ganar a un gobierno en tiempos
de bonanza económica, pero ahora se acaba de demostrar en dos lugares (por la
Capital y Tierra del Fuego) que no es tan así cuando la gente tiene la prevención de que
algo no anda bien en el plano institucional”.
Sus maestros, Zuretti y Peñaloza, autores inolvidables de los manuales de
Educación Democrática de toda una generación no podrían sino estar felices de su
discípula.
Buenos Aires, 28 de junio de 2007.
147
El sectarismo, la tentación permanenteEste artículo se refiere a circunstancias ocurridas a lo largo de tres riquísimos
años, durante los cuales el pueblo argentino reinició el camino de su liberación y el de la
unidad latinoamericana.
En octubre de 2004 un grupo de compañeros, encabezado por mí, decidió sumarse
al pequeño grupo partidario Patria y Pueblo con las siguientes consideraciones:
Por qué y para qué nos integramos a Patria y PuebloHan pasado diez años del fallecimiento de Jorge Abelardo Ramos y, hace tan sólo
un par de meses acaba de irse Jorge Enea Spilimbergo. Los dos fundadores, militantes y
constructores políticos de la Izquierda Nacional ya no están con nosotros, pero han
dejado tras de sí un importante y trascendental legado. Hay una generación de militantes
de nuestra corriente que accedieron a la vida política con los fuegos insurreccionales de
1969 y tiene hoy la edad y la madurez necesarias para tomar la posta dejada por los
fundadores. Pero también existe una nueva camada de jóvenes militantes, del campo
social, del movimiento estudiantil y del movimiento sindical, que se ha sumado a
nuestras filas como resultado de las grandes movilizaciones del nuevo siglo, que ha
recogido las banderas de la Izquierda Nacional y las despliega a los nuevos vientos que
hoy soplan en nuestra América Latina.
Muchas de las tareas que hemos intentado desarrollar a lo largo de estos últimos
cuarenta años han comenzado a hacerse fuerza social y política.
La Patria GrandeLa Unidad de la Patria Grande ha dejado de ser una consigna para desplegar
agitativamente y se ha convertido en bandera estratégica para un decisivo número de
estados de nuestra balcanizada tierra. Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay están
consolidando un Mercosur que ha dejado de estar en manos de economistas y
empresarios, para pasar a ser iluminado con proyectos culturales, políticos, científicos,
territoriales y militares. A este grupo inicial de países se le ha sumado la Venezuela
Bolivariana, que bajo la conducción del Comandante Hugo Chávez despliega para el
conjunto de nuestros pueblos las antiguas aspiraciones del Libertador.
El mapa político de Suramérica ha comenzado a dibujarse con el mismo lápiz con
que Perón, como presidente y estratega del movimiento nacional argentino, y Jorge
Abelardo Ramos, en la lucha ideológica y política desde el llano, esbozaron, hace ya
cincuenta años, nuestro inevitable destino continental.
148
Nunca, desde los tiempos de las guerras por la Independencia ha sido tan fuerte,
tan sólido y tan operativo el sentimiento de pertenencia a una misma Patria. Desde todos
los puntos de nuestro inmenso continente llegan expresiones de gobierno y de pueblos
que anhelan sumarse a este Mercosur, que ha logrado poner coto al ALCA, la política
norteamericana de dominación en el área. Lejos de afirmarse, el ALCA ha debido
posponer sus planes, gracias a la presión mancomunada del Mercosur, que ha
encontrado en las cancillerías de Brasil y Argentina la coincidencia de objetivos que
faltaban durante estos últimos diez años. Cada semana se amplía y profundiza, en
reuniones presidenciales, ministeriales y diplomáticas, la institucionalización de nuestro
gran espacio. Si bien, existen dificultades en países del Pacífico, como Chile o Perú, que
se resisten, por razones históricas y sociales, al impulso de unidad, es cada día más
evidente la confraternidad y comunidad de intereses y objetivos que existen entre los
países de la Cuenca del Plata y entre sus respectivos gobiernos.
La Argentina y la crisis del modelo imperialistaEn nuestro país, el partido justicialista, que sigue conteniendo a las grandes
mayorías nacionales, se encuentra en la confusa encrucijada de un laberinto. Limitado y
agobiado por los años de sumiso silencio y callada obediencia a la política oficial
menemista, a los mitos monetaristas del liberalismo y a la voluntad de la potencia
imperialista hegemónica, EE.UU., tiene dificultades insalvables para reencontrarse con
sus ideales y programa históricos. Ha dejado de ser ese mero instrumento electoral al
que el General Perón acudía para ratificar en las urnas la legitimidad que previamente
residía y era ejercida en el seno del pueblo, para convertirse en un partido del régimen.
Es por eso que el partido justicialista ha dejado inevitablemente afuera a los
mejores elementos del peronismo, a los sectores más profundamente vinculados a su
experiencia histórica y a las nuevas generaciones de hombres y mujeres del pueblo que
saben de ésta tradición, pero no encuentran el cauce político que la exprese.
El 19 y 20 de diciembre de 2001, los sectores populares argentinos, los
trabajadores, las grandes masas de desocupados y amplios sectores de la clase media
empobrecida, hicieron temblar hasta sus cimientos el modelo político y económico de
dominación imperialista, haciendo renunciar al ideólogo del mismo, el ministro de
Economía Domingo Cavallo y al impávido, conservador y reaccionario presidente
radical Fernando de la Rúa. Durante unos días nuestro pueblo fue dueño de las calles y
factor determinante y exclusivo para la constitución de una nueva relación de fuerzas en
149
la Argentina. Pero el alzamiento popular no se convirtió en una revolución. La debilidad
de los trabajadores, la liquidación del apa_rato productivo, el retroceso gigantesco de
las conquistas alcanzadas habían sido de tal magnitud que imposibilitaron que esa nueva
relación de fuerzas se convirtiese en acción política revolucionaria. Y las elecciones no
hicieron sino reflejar estas limitaciones.
Por un lado, Carlos Menem, el autor y responsable del desmantelamiento del
aparato del Estado y de la entrega de nuestras empresas y riquezas nacionales a la
voracidad imperialista, intentaba continuar y profundizar su vasallaje, con un programa
que, de cumplirse, impediría para siempre nuestro desarrollo soberano y pondría en
riesgo la marcha y profundización del proceso de unidad continental expresado en el
Mercosur.
Por otro lado, Adolfo Rodríguez Sáa, quien en unos días como presidente, puso al
país nuevamente de pie y lleno de entusiasmo y fe en el futuro, al declarar la moratoria
de la deuda externa, lanzar un amplio plan de lucha contra la pobreza y la desocupación
y volver a las fuentes tradicionales del movimiento nacional, expresó en su programa y
en su cam_paña el proyecto más osado y radical: un retorno a la política histórica del
peronismo en el marco de la necesaria reconstrucción del Estado nacional desguazado.
Y por fin, la candidatura de Néstor Kirchner aparece como resultado exclusivo de
tres negativas: la de Eduardo Duhalde a presentarse como candidato en los días en que
el miedo producido por el asesinato de Santillán y Kostecki le hacían decir cualquier
cosa; la de las encuestas electorales a la candidatura de José Manuel de la Sota; y la de
Carlos Reuteman a aceptar la invitación del PJ. Ungido a último momento, logró
acumular el peso del aparato partidario bonaerense, formado sobre la base del más
crudo clientelismo político en manos de los intendentes del gran Buenos Aires. Fue este
candidato el que asumió la presidencia, cuando el candidato que había obtenido más
votos, Menem, se negó cobardemente a presentarse al balotaje.
El gobierno de KirchnerAsume entonces el gobierno un sector del peronismo con una base
predominantemente pequeño burguesa, cuyos dirigentes habían sido ejecutores
complacientes de las políticas desnacionalizadoras del menemismo, sin muchos
vínculos con el movimiento sindical, con una visión bastante provinciana de la realidad
política nacional y que es tributario de su triunfo al poderoso aparato que maneja con
150
mano firme Eduardo Duhalde. El gobierno del presidente Kirchner llegaba, entonces, al
gobierno como resultado de una profunda división en el seno del peronismo.
A casi dos años de estos hechos, este gobierno ha dado muestras de sus luces y
sus sombras.
Nos encontramos con un gobierno débil, con muy escasos cuadros administrativos
propios y con una alta concentración del poder en la figura del presidente, que intenta
reconstruir el aparato del Estado en sus aspectos esenciales, que, con una paciencia a
veces exasperante, pretende resistir las presiones sin límites de las empresas
privatizadas y que ha asumido una negociación de la deuda externa con dignidad y
firmeza. Se trata de un gobierno que ha planteado como estratégica la continuación del
Mercosur y ha sabido aislar a estas negociaciones de los altibajos del comercio regional
y de los reclamos sectoriales, pero que no se atreve a revisar en profundidad los
postulados económicos liberales y ha sido incapaz, pese a algunos esfuerzos, de dar
solución rápida y profunda al hambre que sufre un inmenso sector de nuestro pueblo.
Estamos frente a un gobierno que ha reivindicado la soberanía argentina sobre las Islas
Malvinas y a los combatientes que en ella lucharon como no había ocurrido durante los
veinte años de democracia formal, pero cuyo ministro de Economía se resiste a reactivar
el mercado interno por la vía del aumento salarial y mantiene un conservador superávit
fiscal, en momentos en que la creación de nuevas fuentes de trabajo y la reactivación
económica deberían constituir el único objetivo de la conducción del área.
Este gobierno ha intentado a lo largo de dos años de independizarse del poder
generado por el sistema de caciques del partido Justicialista y ha buscado ampliar su
base de sustento hacia sectores de la clase media progresista, fundamentalmente de la
ciudad de Buenos Aires, y con cierta inserción en sectores desocupados de la ciudad y
del Gran Buenos Aires. Estos intentos han tenido un escaso éxito, razón por la cual, y
ante la inminencia de elecciones legislativas en el 2005, el presidente Kirchner y sus
amigos han debido reparar los puentes con la maquinaria electoral del justicialismo y su
sistema de aprietes y favores. El gobierno se encuentra así sostenido por un minoritario
sistema de dirigentes vinculados a cierto progresismo izquierdista, con escaso poder
electoral, y por la estructura del PJ, sus gobernadores, intendentes y punteros, educados
políticamente en el menemismo, que desconfían orgánicamente del santacruceño y sus
intentos reformistas. El concepto elaborado y sostenido por Alberto Guerberof de “un
gobierno sin partido en un país sin estado” sintetiza con claridad la debilidad orgánica
tanto del gobierno como de la sociedad en su conjunto, después del vendaval que
151
liquidó la herencia del peronismo, del yrigoyenismo, como YPF y hasta del roquismo,
como el correo, el agua y el ejército nacional fundado en el servicio militar obligatorio.
La oposiciónDel otro lado, lo enfrenta el conjunto del sistema imperialista, los acreedores
externos, las privatizadas, el sector agrario enriquecido por la devaluación y enemigo
declarado de las retenciones a las exportaciones, los viejos y nuevos representantes de
los sectores enriquecidos durante los noventa a costa del empobrecimiento de la
mayoría de los argentinos, con sus López Murphy, Macri y Sobisch. Estas clases
sociales han gobernado el país desde el golpe de estado de 1976 y, por primera vez, se
encuentra sin una dirección unificada y con un enorme descrédito social y político.
Hasta ahora no han podido confrontar con el gobierno sino a través de la figura
mediática del señor Blumberg en el tema de la seguridad pública, fundamentalmente
alrededor de los secuestros extorsivos.
El cuadro opositor se completa con la sistemática campaña de descrédito
desplegada por la señora Lilita Carrió con gran repercusión en la prensa comercial y en
las usinas políticas del neoliberalismo. La ex diputada alfonsinista encabeza un amplio
frente opositor que abarca desde un tibio progresismo hasta sectores ultraizquierdistas
que creen vivir en una situación preinsurreccional y llevan adelante una política de
confrontación que, si bien no puede alcanzar el poder, socava al gobierno facilitando y
hasta dando excusas a la acción de la derecha imperialista.
El reagrupamiento de la Izquierda Nacional, hacia un nuevo movimiento
nacionalEn los últimos casi treinta años la Izquierda Nacional sufrió los embates y las
derrotas que experimentó el conjunto del pueblo argentino. Se produjo entonces un
largo proceso de escisiones y rupturas que llevaron a una completa dispersión de sus
cuadros y organizaciones. Algunos compañeros pasaron por el justicialismo y,
decepcionados, volvieron a su casa. Otros compañeros desarrollaron distintas
experiencias políticas a lo largo de estos años, organizando alguna forma de
nucleamiento político en su provincia o en su ciudad o comprometiendo su acción
militante en organizaciones gremiales. Hay compañeros que con sus organizaciones
lograron establecer vínculos de estrecha colaboración y respeto con sectores del
nacionalismo, tanto de origen militar como peronista. Hay compañeros y organizaciones
que han desarrollado un intenso trabajo de organización social, agrupando a obreros
152
desocupados y sus familias y llevando adelante emprendimiento productivos solidarios.
En todos ellos ha permanecido vivo el pensamiento estratégico de la Izquierda Nacional
y los acontecimientos históricos de los últimos años no han hecho sino reafirmar esta
convicción. Entendemos que es necesario, sin plazos y sin condiciones, iniciar un
movimiento unificador de toda esta fuerza en un diálogo y cooperación sinceros y
fraternales, en donde nos reconozcamos en nuestras experiencias sin anteojeras
ideológicas y sin prejuicios derivados de enfrentamientos que ya tienen un cuarto de
siglo. Este proceso de reencuentro y unificación deberá plantearse sin ideas
preconcebidas acerca de la organización que nos daremos y dando cara a la magnitud de
las tareas que los nuevos tiempos y la juventud argentina nos exigen.
Pero este objetivo sólo adquiere sentido en la realización de la otra tarea
estratégica: la de la recreación del gran movimiento nacional revolucionario que exprese
al conjunto de las clases y sectores esquilmados por el imperialismo, a los trabajadores
sindicalizados y a la vasta multitud de obreros desocupados, campesinos sin tierra,
empleados con sueldos miserables, profesionales sin destino en la producción y
estudiantes sin futuro, a las nuevas generaciones de militares que anhelan unas Fuerzas
Armadas al servicio de la integridad territorial y del desarrollo económico soberano de
la Patria. Con el aporte de miles de dirigentes y militantes peronistas que no fueron
corrompidos por el menemismo, de miles de dirigentes gremiales que han resistido
durante todos estos duros años, de miles de esforzados dirigentes sociales que hicieron
frente al hambre de sus compatriotas y los ayudaron a organizarse y enfrentar al poder,
de miles de hombres y mujeres, jóvenes y viejos las banderas históricas del pueblo
argentino volverán a flamear victoriosas como lo hicieron el 17 de octubre de 1945.
Entendemos que la mejor manera de poner en acción estos puntos de vista y
alcanzar estos objetivos es dando un paso concreto hacia esa unidad, no para cristalizar
particularidades, sino para respetarlas y asumirlas en el movimiento general. Vemos a la
Izquierda Nacional como un gran torrente político e ideológico necesario para enfrentar
los combates que vienen.
El movimiento Patria y Pueblo, con quien hemos mantenido permanente contacto,
con quien hemos participado en la campaña del Movimiento Nacional y Popular en las
últimas elecciones, ha logrado constituir en la región metropolitana una importante
organización militante con presencia en el movimiento de desocupados, en el
movimiento barrial y en el movimiento estudiantil. A su vez, ha desarrollado una tarea
153
de reagrupamiento de los cuadros de la IN con una visión amplia y fraterna que
compartimos.
En esta perspectiva y con las convicciones aquí expresadas, los abajo firmantes
hemos decidido integrarnos al movimiento Patria y Pueblo, desde donde continuaremos
luchando por la liberación nacional y la unidad latinoamericana.
Un balance, tres años después Hasta aquí aquel documento.
Como se ha visto, intentamos integrarnos, entonces, a una organización política
preexistente, con estas consideraciones y objetivos. Fui elegido en un plenario como
miembro de la Mesa Nacional del partido y, a partir de ese momento actué persiguiendo
la realización de los objetivos planteados en la declaración precedente, realizando una
intensa labor tendiente a la unificación de distintos sectores con origen común en la
Izquierda Nacional, así como en la elaboración de la política nacional y latinoamericana
del movimiento.
Desde el principio mismo de la incorporación surgieron algunas diferencias con
respecto a dos puntos:
En primer lugar, al tipo de organización que debíamos crear. Mi opinión, junto
con la de algunos otros compañeros, era la construcción de una amplia organización que
nuclease a afiliados y militantes que coincidieran con los grandes lineamientos de la
Izquierda Nacional expresados por Patria y Pueblo en la coyuntura política que nos
tocaba vivir, mientras que otros compañeros, mayoritarios en la conducción del partido,
insistían en la formación de una cerrada estructura de cuadros descripta con abundancia
de metáforas militares, del tipo “ejército en marcha”. Se insistía en un criterio
formalista según el cual cierto modo de organización partidaria, con cuadros
regimentados bajo un cercano control de la dirección, fundado en deformados conceptos
de origen leninista, aseguraría la incorruptibilidad de los cuadros y la intransigencia de
la política. Pese a que el partido fundado por el propio Lenin, según sus estrictos
criterios, fue el que entregó la propiedad estatal rusa a una mafia formada por los
propios cuadros partidarios, los demás integrantes de la mesa de PyP se aferraban a
estas viejas concepciones. En lugar de plantearse el problema de dotar de nuevas
representaciones a las grandes masas a las que los grandes partidos tradicionales ya no
pueden representar - como se expresaba en nuestro documento- se optaba por el
pequeño cenáculo, con sus reuniones de núcleo presididas por un miembro de la
154
dirección, con la obligatoriedad de concurrir a ellas y demás preceptos de la liturgia de
los grupos de izquierda. La discusión quedó abierta y postergada. Mi opinión era que el
desarrollo de la política generase las condiciones necesarias para resolverla, habida
cuenta de que, según mi punto de vista, esta diferencia no podía interferir en nuestra
voluntad de construir una formación política numerosa, influyente y capaz de generar y
hacer política.
La segunda diferencia importante era un punto de vista crítico de mi parte a
subrayar las diferencias surgidas en la Izquierda Nacional hace treinta años, cuando se
inició el alejamiento entre Ramos y Spilimbergo. Si bien tanto los compañeros más
veteranos como yo habíamos permanecido junto al último en aquellas jornadas y lo
habíamos acompañado durante todas o algunas etapas del camino, consideraba que
reabrir la discusión sobre aquellos lejanos tiempos sólo serviría para ahondar el
distanciamiento entre los diversos grupos de IN, cuando la tarea central era la
convergencia, tal como lo expresaba nuestra declaración.
Actuamos y actué en consonancia con ella. Fui uno de los impulsores de la
publicación de la revista Política y, hasta último momento, busqué el acuerdo con otros
grupos de IN para que fuese una edición conjunta y no sólo el producto de PyP. Tuve
que luchar contra la inoportunidad y el permanente sectarismo de Néstor Gorojovsky,
quien, en medio de las negociaciones con el movimiento Causa Popular, conducido por
Alberto Guerberof y que acompañó a Ramos en las querellas de 1975, saliera
públicamente con un intempestivo brulote contra Jorge Abelardo Ramos, en evidente
actitud rupturista.
Di charlas y conferencias en todas partes del país expresando el punto de vista
sostenido por PyP y, pese a la cautelosa y desconfiada actitud de varios miembros de la
mesa, mis intervenciones públicas, personales, por escrito, por radio, televisión e
internet, jamás entraron en colusión con la línea política de PyP, sino que, por el
contrario, abrían perspectivas para la acción política de nuestro movimiento.
No obstante ello, a lo largo del tiempo, se fue desarrollando una desconfianza y
una falta de confraternidad, cuyo origen, según pude enterarme hace unos días, radicaba
en lo que dieron en llamar mi “concepción sobre la construcción partidaria”, es decir
en mi negativa a conformar una secta salvacionista, y mi insistencia en construir un
movimiento en el que los argentinos de carne y hueso, sin mayores dones que su mera
preocupación por su patria y su futuro pudieran encontrar un lugar de lucha.
155
No voy a poner a quienes hayan llegado hasta aquí en la penosa tarea de conocer
las pequeñas maniobras, las zancadillas arteras o la hipocresía que tuve que sufrir por
mi resistencia a convertirme, a mi edad, en un boy scout, para quien debería ser más
importante ser orgánico que ser político. Todo tipo de personajes, incluso ajenos al
partido –lo que no deja de ser paradójico en un grupo autorreferenciado a su
sacramental organicidad- desfilaron en la campaña de desprestigio previa a la ejecución.
El teléfono dejó de sonar para comunicarme la suspensión de reuniones o las novedades
del movimiento. Había comenzado la acción de enfriamiento.
El hecho es que la mayoría de la mesa nacional de PyP decidió expulsarme, el
sábado último, por el hecho de que mi “inorganicidad ha generado un mal ambiente en
la mesa”, aún cuando “soy la persona que más coincide políticamente con PyP” y
dándole a la expulsión la forma cínica de una licencia no solicitada. Como no se
animaron a votar una expulsión –cosa que propuse-, concientes de la naturaleza sectaria
que tal actitud comportaba, encontraron este cínico recurso, inútil para ocultar la
naturaleza sectaria y excluyente de la actitud.
De manera, estimados amigos, que por decisión de la dirección de PyP y de su
rampante celotismo he dejado de pertenecer al agrupamiento, y que, por lo expuesto,
han resultado incorrectas nuestras presunciones sobre que, desde allí, podríamos llevar
adelante un proyecto de unificación de la Izquierda Nacional. Si han sido incapaces de
convivir con quien ha marcado un punto de vista diferencial en un par de cuestiones, es
imposible que de ese agrupamiento surja política unificadora alguna, la que tendría que
absorber diferencias más complicadas y con un desarrollo identitario de años de
militancia. Quienes hoy dirigen PyP, he llegado a la conclusión, quieren construir, tan
sólo, una pequeña secta sin voluntad integradora, autocomplaciente con su estrechez y
doctrinarismo, orgullosa de su pequeña talla y su dogmatismo.
Libre de los compromisos que traté de preservar y respetar, continúo como
siempre en la lucha por la liberación nacional y la unidad latinoamericana a la que me
sumé a los veinte años. Las ideas de la Izquierda Nacional siguen siendo un instrumento
irremplazable en esa tarea. Sigo considerando, como lo expresamos en aquella
declaración de hace tres años que “es necesario, sin plazos y sin condiciones, iniciar un
movimiento unificador de toda esta fuerza en un diálogo y cooperación sinceros y
fraternales, en donde nos reconozcamos en nuestras experiencias sin anteojeras
ideológicas y sin prejuicios derivados de enfrentamientos que ya tienen un cuarto de
siglo. Este proceso de reencuentro y unificación deberá plantearse sin ideas
156
preconcebidas acerca de la organización que nos daremos y dando cara a la magnitud
de las tareas que los nuevos tiempos y la juventud argentina nos exigen”.
Cuando el pueblo argentino, después de la última elección, ha ratificado la política
del presidente Kirchner de reasumir el rumbo de nuestra revolución nacional
latinoamericana, cuando las declaraciones de la nueva presidente Cristina Fernández de
Kirchner ratifican y profundizan esa voluntad popular, al responder con patriótica
firmeza y dignidad la alevosa provocación del imperialismo yanqui, a través del
mismísimo FBI, se hace, también, más necesaria que nunca “la recreación del gran
movimiento nacional revolucionario que exprese al conjunto de las clases y sectores
esquilmados por el imperialismo, a los trabajadores sindicalizados y a la vasta
multitud de obreros desocupados, campesinos sin tierra, empleados con sueldos
miserables, profesionales sin destino en la producción y estudiantes sin futuro, a las
nuevas generaciones de militares que anhelan unas Fuerzas Armadas al servicio de la
integridad territorial y del desarrollo económico soberano de la Patria”, como
sosteníamos hace tres años.
Esta seguirá siendo mi lucha y será ésta la última vez que hable sobre estos
lamentables incidentes.
Pântano do Sul, Isla de Florianópolis, Santa Catarina, Brasil, 13 de diciembre de 2007
157
Un profeta del pasado y un cínico defensor de los excluidosDesde La Nación y el Clarín de hoy se lanzan oscuras premoniciones contra el
proyecto de reestatización de los fondos previsionales.
La del diario de los Mitre la firma el economista Juan José Llach, de amplia y
recordada actuación en los tiempos de Menem y Cavallo. Comienza diciendo: “Lo más
evidente es la preocupación y aun la angustia de la mayoría de la población más por la
situación interna que por la crisis global”.
Este descubrimiento del agua tibia intenta ocultar dos cosas. Una, que lo mismo
ocurre en todos los países del mundo y que, en general, siempre ha ocurrido igual. Una
crisis global y sistémica es percibida por los ciudadanos, en su aislamiento individual,
como resultado, o bien de los propios errores, o del gobierno. El capitalismo, con su
moral del éxito individual como producto de la virtud y su repudio a toda intervención
estatal, da el justificativo a ambas respuestas. La complejidad del sistema económico
global, lo invisible y anónimo de los procesos económicos esenciales ocultan para el
ciudadano particular el mecanismo de la crisis.
La otra es que son estos mismos economistas –cuyo deber cívico es correr estos
velos que oscurecen una mejor comprensión del sentido y magnitud de la crisis- quienes
ayudan a la falsa conciencia, puesto que si lo hicieran caería sobre ellos, sobre sus falsas
concepciones, sus equivocados pronósticos, para no hablar de sus nefastas y
destructivas gestiones de gobierno, todo el furor de sus víctimas.
A continuación, Llach despliega un dramático escenario, que ha sido típico en
todos los charlatanes neoliberales que desde hace treinta años ocupan el presunto saber
económico, cuya finalidad es hacer creer al desconcertado ciudadano que las cosas en
nuestro país han tenido efectos más letales que en ningún otro. Frente a un gobierno que
no obedece estúpidamente sus directivas, que cuestiona los criterios que llevaron al país
a su propia crisis en 2001 -que son los criterios de Llach y sus cómplices-, estos alzan la
voz con gesto airado y profetizan el incendio que ellos y sólo ellos desataron hace siete
años.
Habiendo sometido a los débiles, a los pobres, a los enfermos, a los viejos y a los
niños de este país a un inescrupuloso empeoramiento de sus condiciones de vida, de su
integración social, cuando el gobierno intenta establecer un cerco a la crisis, recuperar el
control pleno de su ahorro y de su sistema previsional, salvándolo de la segura muerte
de la especulación, Llach y los suyos salen a hablar en nombre de los débiles. “Si se
158
aprueba este malhadado proyecto, y siguiendo la tradición nacional los fondos
expropiados se gastan, también sufrirán mucho los débiles del futuro”. Nada le dice al
mal economista y peor contador que ya hoy, quienes cobraban de sus afjps, contaban
con un subsidio del estado para sostener su retiro. Desde la instauración de la jubilación
privada los únicos que se han gastado los fondos de sus aportantes han sido las propias
administradoras, en comisiones leoninas, en malas inversiones y en sueldos dignos de
los buitres de Wall Street. El Estado ha seguido pagando sus jubilaciones, las ha
ajustado –cada vez que ha habido una conducción popular al frente de la República-, y
los aportes de los trabajadores constituyen el fondo solidario para responder a quienes
se jubilan. Pero para que el ridículo sea mayor, Llach agrega: “Los jubilados, a quienes
se prometen haberes que serán impagables, y los chicos y jóvenes de hoy, que ya
adultos deberán hacer esfuerzos adicionales para mantenerlos”. Han sido las
crapulosas afjps las que prometieron retiros siderales, las que engañaron a sus
aportantes –muchos de ellos inscriptos de prepo, por orden del Estado-, y las que
debilitaron con su accionar el sistema de reparto.
Llach no da un solo argumento a la discusión. Anuncia tempestades, asusta,
distorsiona y confunde. Sabemos que detrás de ello no está sino el interés de sus
mandantes.
En Clarín la firma es de Alcadio Oña, un empleado de muchos años del
monopolio, de total confianza, por lo tanto. La crítica no tendrá, entonces, ese tupé de
conocimiento hermético que caracteriza a los llamados economistas, sino algo más
popular, de más llegada. ¿Y que descubre Oña? Ni más ni menos que “el caso de los
que están afuera del sistema previsional”. Con todo derecho usted se preguntará si las
AFJPs lo hacían, si esos fondos, de alguna manera, estaban destinados a paliar la
situación de quienes, debido al desmantelamiento que llevaron a cabo los columnistas
de La Nación, como Llach, quedaron al margen, en la orilla o fuera del sistema
previsional.
¿Cuándo se preocupó Alcadio Oña y el diario Clarín de los trabajadores en negro?
¿Clarín les pagaba los aportes jubilatorios a los jóvenes a los que hacía trabajar como
pasantes, en plena furia desreguladora?
Por el contrario, todas las campañas llevadas a cabo por el MTA –en épocas de
Menem- y por la CGT, después, en contra del trabajo en negro, todos los artículos,
declaraciones y expresiones parlamentarias que, por ejemplo, realizó el actual diputado
Héctor Recalde contra esta lacra impuesta por el neoliberalismo, no encontraron en
159
Clarín –o en Alcadio Oña, que es lo mismo- el menor eco, la menor respuesta. Hace tan
sólo unos días el jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, otorgó mezquinos
aumentos salariales en negro a los docentes, lo que explica el repudio de las
organizaciones sindicales mayoritarias de ese sector, pero no hubo ningún Alcadio Oña
que viera en ello “una expresión rotunda de la fragmentación del mercado laboral, de
la desprotección y de la imposibilidad de hacerse oír”. Por el contrario, lo que los
lectores de Clarín pudieron leer fue una abierta crítica a los dirigentes sindicales que
condenaban a los niños, según estos escribas, a la ignorancia y el oscurantismo.
Por supuesto que el alma buena de Alcadio Oña no toleraría firmar una columna
donde se hiciera la apología de estos fondos carroñeros que sustraen a la Nación el
ahorro de sus trabajadores, como son las AFJPs, ni le permitiría afirmar que está muy
bien que se cobren las comisiones del 35 % que se cobraban estas sanguijuelas. Para eso
están los Melconián y los Broda. Su papel de hombre bueno es oponerse a la
nacionalización de los fondos previsionales en nombre de los que no han realizado
aportes jubilatorios. Una hipocresía digna de un diario hipócrita.
Caracas, 4 de noviembre de 2008
160
El manejo de nuestro principal ahorro vuelve a la Nación El proyecto de reestatizar el sistema previsional argentino que acaba de enviar la
presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su aprobación por parte del Congreso
pondrá fin a una de las más inicuas apropiaciones del ahorro argentino por parte del
capital financiero internacional y devolverá a los argentinos el manejo del mismo.
El sistema de las AFJP fue impuesto en el medio del saqueo al que fue sometido
el país por Menem, Cavallo y el neoliberalismo financiero. Además de la pérdida de
nuestras grandes empresas estatales, el transporte aéreo, las comunicaciones, el petróleo,
el hierro, el carbón, la minería y hasta el correo, el sometimiento del país a los dictados
imperialistas impuso la apropiación por parte de las finanzas internacionales del sistema
previsional. Millones de argentinos fueron forzosamente afiliados a las AFJPs que
prometían, como lo hace todo estafador, una prodigiosa multiplicación de los aportes
obligatorios. Muchas voces se levantaron entonces contra el sistema, cuyo simple
análisis matemático evidenciaba como un timo mondo y lirondo. Entre ellas, la del
entonces diputado Moisés Fontenla, que en un librito de unas cien páginas demostró la
burla que se estaba montando, el saqueo a que se sometía al país y la imposibilidad del
sistema a mediano plazo.
La propuesta de Cristina ha puesto fin a esa iniquidad y nuestro Estado vuelve a
recuperar este fundamental instrumento financiero. Aprovechando la situación de
desmadre del sistema financiero internacional, cuya génesis está en su misma mecánica
–la producción de más dinero por medio del dinero, sin necesidad de la trabajosa
intermediación de la mercancía-, el gobierno continúa recuperando para la voluntad
nacional los comandos económicos estratégicos.
Después que el fanatismo liberal de los republicanos se transformara en
nacionalización de los bancos, después que Sarkozy declarara muerto el sistema
financiero mundial que regía hasta hace quince días, ¿cuáles serán los argumentos de la
oposición?, ¿qué principios sacrosantos de libertad individual habrá pisoteado esta vez
el gobierno?
Ya están alegando que se usa con fines recaudatorios. ¿Y con eso qué? En
momentos en que un vendaval financiero y económico da vueltas patas para arriba todo
el mundo capitalista, es obligación, y no sólo derecho, de un gobierno tener bajo sus
manos la mayor cantidad de herramientas que garanticen el menor costo posible para
sus ciudadanos. Se van a respetar los derechos de los aportes ya efectuados y se
161
respetará a quienes quieran poner en la timba de las finanzas privadas la parte de su
ahorro extra. Pero los fondos acumulados hasta hoy no van a zozobrar como producto
del gran casino financiero. Ni enriquecidos, venales y pésimos administradores podrán
cobrar sus siderales sueldos, mientras se evapora el ahorro de más de diez años.
Ya han aparecido en la prensa canalla los pájaros de rapiña convocando a un
torrente de juicios contra el estado. Ya han aparecido los émulos de la gata de doña
Flora que se quejan por las formas o el momento. La señora Carrió pone sus ojos en
blanco y profetiza nuevos fines del mundo, tal como lo hace con frecuencia. La
desvaída oposición sólo intenta desprestigiar al gobierno, mientras de su seno no ha
salido una sola idea o proyecto para enfrentar la crisis mundial, que los tomó por
sorpresa, sin excepción.
El gobierno de Cristina, en medio de la tormenta, ha retomado la iniciativa
política. El siguiente paso debe ser la derogación de la actual ley de entidades
financieras y la sanción de un nuevo instrumento legal que devuelva al país su
capacidad y control.
Caracas, 21 de octubre de 2008
162
Clarín sabe que esta vez la oposición no tiene ala plebeyaLos medios -y fundamentalmente Clarín- saben que la decisión presidencial de
reestatizar el sistema previsional argentino cuenta con un importante apoyo de los
sectores de clase media que fueron decisivos en el complot sojero contra la política del
gobierno, en el llamado conflicto del campo. Saben que muy pocos argentinos que
viven de un sueldo van a salir a la calle a defender a las nefastas afjps.
Y es por eso que, en la edición de hoy, el escriba político de Clarín sale a
denunciar como paranoia de la presidenta Cristina y de Néstor Kirchner la evidente
coincidencia de intereses, sin apoyo masivo, entre los buitres del sistema bancario y
financiero argentino, un pequeñìsimo sector social paquete circunscripto a Callao y
Santa Fe y los countries de Pilar y, por supuesto, el sistema mediático monopolizado.
Dice Van der Kooy “Néstor Kirchner cree también ahora que hay poderes en las
sombras que han comenzado a desestabilizar los mercados apenas el Gobierno de su
esposa, Cristina Fernández, anunció la voluntad de reestatizar el sistema de
jubilaciones privadas” Y a lo largo de su nota no emite una sola argumentación que
contradiga esta suposición compartida por millones de argentinos. Los “mercados” no
son, como ha quedado demostrado con la crisis bursátil desatada en EE.UU. una entidad
abstracta y sin rostro. Por el contrario, detrás de esa fachada se mueven, intrigan,
conspiran y amenazan hombres y mujeres concretos, -dueños de bancos, altos ejecutivos
financieros, empresarios, agentes de bolsa, especuladores, embajadores, directores de
diarios y televisoras- que por todos los medios intentarán quedarse con el ahorro
argentino, puesto que es lo que han venido haciendo desde hace diez años en nombre de
la libertad de comercio y el derecho de propiedad.
Pero Van der Kooy sabe, como digo, que esta vez no lo acompañarán caceroleros
de Flores o Caballito -ya bastante enojados con la especulación inmobiliaria en sus
barrios- y que varios partidos de la oposición han declarado desde hace años sus críticas
a las afjps. Pero lo que Clarín quiere evitar con su paranoica denuncia sobre la supuesta
paranoia presidencial es que las amplias mayorías de los argentinos que fueron afiliados
a la fuerza al sistema privado, que apoyan el desmantelamiento de este sistema de
saqueo financiero, se movilicen, como deberán hacerlo, para defender el proyecto al que
hoy amenazan una hipócrita UCR, el desatino apocalíptico de la diputada Carrió y el
gatoflorismo de una sedicente izquierda, a la que no hay proyecto que le venga bien.
163
El capital financiero en la Argentina está conspirando e intentará evitar que el
Congreso sanciones el proyecto presidencial. Los Pinedos y los de Narváez saldrán a
apoyar cualquier propuesta que impida la sanción del proyecto oficialista. Y usarán para
ello, no el rostro abominable del neoliberalismo de los '90 -derrotado mundialmente por
sus propias calamidades- sino la hipócrita bonhomía de estos sepulcros blanqueados de
la oposición radical-socialista-arista, que, una vez más, jugarán el triste papel de
heraldos de la oligarquía y el imperialismo.
Caracas, 29 de octubre de 2008
164
No caeremos en la zanja a la que nos quieren llevar los ciegosLas medidas económicas anunciadas por la presidenta Cristina en la tarde del
martes 25 de noviembre y completadas con los anuncios formulados en la Cámara de la
Construcción son una continuidad del esquema político-económico implícito en la
reestatización del sistema previsional, que acaba de ser ratificado por el Congreso
Nacional.
Habíamos dicho hace unas semanas que la defensa de las AFJPs no tendría ala
plebeya. La fila ominosa de La Parábola de los ciegos de Pieter Brueghel, que se formó
durante la infame insurrección sojera, ya se había despeñado en la inexorable zanja a la
que eran conducidos, justamente, por su ceguera, la crisis del sistema capitalista
mundial había extendido sus amenazantes sombras y la avidez carroñera de ese
engendro menemista no podía conmover a ninguna persona honesta. Ningún ciego
estaba ya en condiciones de guiar a otros ciegos, so pena de desbarrancarse como las
pobres figuras pintadas por el maestro flamenco. De ahí el fracaso de todo el frente
gorila oligárquico-financiero en movilizar a sectores de la clase media contra la acertada
medida presidencial. De ahí, también, la abrumadora votación en ambas cámaras que
convirtieron en ley la vuelta al sistema de reparto y el retorno al estado de los fondos en
los que había metido mano el capital financiero.
La propuesta presidencial retoma la iniciativa y da una respuesta al desafío de la
crisis global en la más estricta tradición nacional argentina. El Estado nacional, que las
dos últimas presidencia han logrado restaurar en su majestad y autonomía –aún cuando
todavía haya mucho por hacer- asume la función de mantener el trabajo y la inversión
productiva nacional, el ingreso de los trabajadores y la legítima rentabilidad empresaria,
mientras que destina un importante presupuesto a la obra pública que, se sabe,
constituye un poderoso dinamizador de una economía autocentrada.
Estas medidas se convierten, en la actual coyuntura internacional, en un verdadero
escudo nacional capaz de enfrentar una crisis, que ni Argentina ni Suramérica han
generado. La ineluctable mecánica del imperialismo capitalista ha sido la causa material
y eficiente de este maremoto y, como otras veces, intentará descargar sus efectos y
costos sobre el mundo semicolonial.
Las propuestas presidenciales han levantado un muro de contención a esas
intenciones. Mientras la oposición –los ciegos de Brueghel- divagan en místicos
165
mandatos y apocalípticos escenarios, la presidenta Cristina formula una política
nacional concreta.
Ello merece todo nuestro apoyo.
Caracas, 25 de noviembre de 2008
166
Groussac, Borges, Moyano, Clarín y un pequeño miserableEste es el modo como los monopolios mediáticos -convertidos, también en
Argentina, en el eje articulador de la oposición golpista, falsamente democrática y
oligárquica, igual que en Venezuela- intentan defender el autoritario, despótico ejercicio
de su libertad de empresa. Seguramente los lectores latinoamericanos requieran de una
breve explicación.
Quién es Hugo MoyanoHugo Moyano es el secretario general de la Confederación General del Trabajo
(CGT), un poco gordo, negro -como se dice en mi país- de ascendencia indígena, fiero,
para los parámetros de belleza de la revista Gente o Para Ti, como pisar mierda
descalzo, habla como millones de argentinos, con errores de prosodia, desdibujando las
“eses” finales -nosotros decimos comiéndose las eses, pero como la expresión es
anfibológica la he evitado-.
Ha sido el más duro y consecuente opositor al menemismo, cuando muchos de sus
compañeros eran cooptados por la corrupción neoliberal. Ha logrado que, no sólo los
conductores de camiones, sino todo el personal que trabaja alrededor de un camión -esto
es los recolectores de basura, los cargadores de camiones en las transportadoras de
bebidas, los descargadores de los supermercados, es decir los sectores menos
especializados y por lo tanto peor pagados de la clase trabajadora argentina- hayan
obtenido convenios que han logrado elevar la dignidad de estos trabajadores y sus
familias al nivel de un maestro o un empleado de banco.
Moyano y la CGT son dos soportes decisivos del gobierno de Cristina Fernández.
Constituyen la base proletaria, asalariada, de un gobierno débil en muchos aspectos,
pero que ha intentado en los últimos siete años -incluyendo la gestión de su marido-
cambiar el rumbo neoliberal, proimperialista y prooligárquico de la Argentina.
Hugo Moyano en la Biblioteca NacionalEste gobierno, lanzado a una lucha sin cuartel con el sistema mediático, lleva a
Moyano a la Biblioteca Nacional -una especie de templo laico del iluminismo
oligárquico, donde los espectros de Paul Groussac y de Jorge Luis Borges, con su
mezcla de cinismo y desprecio por las razas de humilde color, aún asustan a los lectores
trasnochadores- para discutir la sanción de una nueva Ley de Radiodifusión, que
reemplace a la vigente, impuesta por la dictadura de Videla.
167
Y he aquí, en toda su restallante infamia, clasista y reaccionaria, la crónica de uno
de los paniaguados y alquilones con que Clarín pretende expresar a la clase media
argentina, en su edición de hoy, sábado 10 de mayo de 2008.
Lo primero que intenta resaltar es el carácter patibulario del público que siguió a
Moyano. Para ello titula:
“Rodeado de una barra de camioneros, el jefe de la CGT habó en la Biblioteca
Nacional”
Días atrás, en la Feria Nacional del Libro había dado una conferencia el periodista
norteamericano Tom Wolfe, frente a un entusiasta público integrado en su mayoría por
muchachas de mediana edad, que celebraban con los ojos en blanco las ocurrencias del
ambiguo personaje. A nadie se le ocurrió titular “Barra de entusiastas solteronas dio
marco a la conferencia de un escritor extranjero”, por ejemplo.
¿Que pretende el jefe de redacción de Clarín, con ese título?
¿Que la primera visita del negro Moyano como expositor a la Biblioteca Nacional
fuese acompañada de un coro de doncellas que, en blancas togas, le arrojase pétalos de
rosa a su paso?
El hombre, siguiendo al Martín Fierro, debe haber pensado “yo soy toro en mi
rodeo y torazo en rodeo ajeno” y, para sentirse más seguro, se hizo acompañar por sus
iguales: fornidos recolectores de basura a razón de 3.500 kilos por noche, choferes de
gigantescos camiones de 150.000 dólares, conocedores de todos los comedores que hay
entre Buenos Aires y La Quiaca, o entre Río Gallegos y San Pablo, con su infaltable
toalla en el cuello y su voluminoso abdomen asomando bajo los pliegues de la camisa
desabrochada.
Y este hecho, democrático, plebeyo, popular, Clarín pretende convertirlo –en
actitud de señora gorda lectora de Andrés Oppenheimer- en un baldón a la sacralidad
del recinto. La Prensa y La Nación ya lo hicieron durante y después del peronismo.
También lo había hecho el periódico Propósitos, del partido comunista en 1945.
Clarín ha logrado entrar en tan poco honroso Salón de la Fama.
El verdugo como víctima del decapitadoLa segunda maniobra del monopolio es ponerse en el papel de víctima, actitud
esta que los venezolanos conocen muy bien.
Este multimillonario monopolio, que factura diariamente millones de dólares, se
siente amenazado por “una campaña de agresiones” consistente en que “militantes
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camioneros repartían ayer en la sala calcomanías con las leyendas ‘Clarín miente’ y
‘TN-Todo Negativo’”. Las tiernas y sensibles almas de doña Ernestina, sospechosa de
cambiar la identidad de sus hijos adoptivos durante el videlato, y de Magnetto, cuyo
dedo índice debe tener el tamaño del obelisco como producto del ejercicio de contar los
billetes de dólares ganados en los últimos treinta años, sienten que su dictadura es
amenazada por unas leyendas distribuidas en la Biblioteca Nacional por un grupo de
recolectores de basura.
Su mera enunciación revela la infamia del Clarín y la lacayuna obediencia del
plumífero que firma el artículo.
Frente a este arrastrado Marcelo Helgfot se alza, ejemplar y admirable, la renuncia
de Claudio Díaz a las mieles y seguridades de la esclavitud que ofrece Clarín a sus
paniaguados.
Caracas, 10 de mayo de 2008
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Un lamebotas del poder mediáticoHay un ignoto diputado, que ha intentado iluminar su opacidad, recorriendo
cuanto programa opositor existe en el país -el 99 % de ellos- de pasado desconocido.
Escritor de copie y pegue, con oscuras relaciones con no menos dudosas ongs, que
exhibe un curriculum repleto de desconocidos premios y menciones, que se refirió de
esta manera a los elogios de Frank La Rue al anteproyecto de Ley de Servicios
Audiovisuales:
Dijo el señor Fernando Iglesias, que de él se trata: “Sinceramente, esperaba una
actitud diferente de un funcionario de la ONU. La libertad de expresión siempre es un
riesgo que tiene la oposición porque el Gobierno es quien detenta el poder. Por eso, si
usted quiere saber qué pasa en el país debería hablar con la oposición y no con un
Gobierno que le puede contar cuentos de hadas. Y encima usted luego hace
declaraciones que lindan la ingerencia en asuntos soberanos de nuestro país, sin
siquiera conocer los cuatro proyectos que tiene presentado la oposición”.
“Le cuento –agregó Iglesias dirigiéndose a La Rue- que somos nosotros los que
recibimos las denuncias en la Comisión porque los que se arrogan el derecho de
controlar la democracia no bajan a dar quórum para tratar estos temas en el recinto”.
Este crapulita de anónima trayectoria pretende hacer creer al funcionario
guatemalteco, como si el hombre fuera imbécil y no supiera la verdad, que el Gobierno
es quien detenta el Poder, en la Argentina.
El diputadito porteño, otrora niño mimado de la adiposa dirigente anaranjada, vive
en un mundo de película hollywoodense donde el malo es el Gobierno y los buenos la
oposición. No importa que en ella militen monopolios como el de Clarín, verdadero y
casi exclusivo poder en la formación de la opinión pública argentina, porque el
diputadito Iglesias está a favor de los cuentos de hadas de Nelson Castro, de Mariano
Grondona, de Leuco o de Majul -el novio mediático de su jefa-.
Pero como el oscuro diputadito sabe la verdad, aprovecha para criticar al enviado
de la ONU y así rapiñar un poco de centimil en el amenazado pasquincito de barricada,
Clarín, por un gobierno autoritario y arbitrario que tiene el tupé de abrir la discusión de
una ley en el seno del pueblo y sus organizaciones. Iglesias es un tipo para tener en
cuenta, cuando haya que atribuir responsabilidades.
Buenos Aires, 16 de julio de 2009
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Alto en la noche, Mitre vigila
Cuentan que Homero Manzi se enojó un día con uno de estos nacionalistas
empiringotados, de buena pluma y apellido eufónico, peleador y bueno para las
diatribas, y le lanzó: “¡Vos que te metés con todos los próceres, menos con el que dejó
un diario de guardaespaldas!”
Y esto no fue una metáfora más del gran poeta popular. Quien se mete con don
Bartolomé Mitre, se encuentra cara a cara con la prosa soporífera de los editoriales de
La Nación o con la pluma alquilada de alguno de sus escribas. Y a su vez el poderoso
guardaespaldas se encargó de sepultar en el silencio o el olvido a todos aquellos que se
metieron con el fundador.
Bastó que el flamante secretario de Cultura de la Nación, Jorge Coscia, nombrase
en el salón Miguel Cané –el diputado impulsor de la siniestra Ley de Residencia que
habilitó al gobierno a expulsar a inmigrantes sin juicio previo-, los nombres y la
memoria de Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, Homero Manzi y Abelardo Ramos,
todos antimitristas militantes, para que el patovica del prócer, actuase de inmediato.
Primero fue una nota de alerta. Había llegado alguien que quería “politizar la
cultura y culturizar la política”. Y que invitaba a los participantes del gran debate
nacional a desenmascarar sus posiciones, a no ocultarlas detrás de falsas buenas
intenciones.
Al día siguiente llamaron a uno de sus opinadores a perpetuidad. La venerable
profesora Beatriz Sarlo, jubilada no sólo de su càtedra universitaria, sino también de sus
empujes izquierdistas de otrora, pero en plena actividad antiperonista, se presentó para
la pelea de fondo.
La excusa fue la Marcha Peronista.
A pedido de sus actuales patrones, los ojos de Sarlo se pusieron en blanco y
mostró su virginidad republicana ultrajada. “Los cantores de la marcha seguramente
pensaron que estas diferencias entre partido y gobierno son viejas manías del
formalismo republicano”.
La señora Sarlo no entiende que hoy, después de más de sesenta años, la marcha
peronista no es tan sólo una marcha partidaria, sino el himno que expresa al conjunto de
los argentinos enfrentados al bloque oligárquico que intenta recuperar el manejo del
Estado. Es mucho más que una canción partidaria. Es la marsellesa argentina, la
conjunción, a nivel simbólico, de la Argentina de los héroes de la Independencia, de los
171
caudillos federales, de los obreros del 17 de octubre y de los desocupados del 2001. Y
lo que sí sabe y oculta es que esa Argentina, la Argentina que Mitre mandó a matar con
sus coroneles, cuya sangre no había que ahorrar, según Sarmiento, esa Argentina
reflejada en el plano de la cultura por los hombres mencionados por Coscia y por
muchos de los que allí estaban, muy pocas veces tuvo oportunidad de ocupar el sitio que
el Estado nacional tiene asignado para la Cultura.
No lo estuvo con Menem, donde los valores y la política en nombre de los cuales
escribe Sarlo, manejaron al país a su antojo y en beneficio de los suscriptores de La
Nación. Ni siquiera lo estuvo con el anterior secretario, más allá de su prudencia y
corrección.
Lo que es evidente en el resentido artículo de Beatriz Sarlo es que actúa sin
explicitar su mensaje político. Todo lo contrario de lo que propuso Coscia esa misma
noche. Uno de los temas que ha hecho conocer, tanto en entrevistas mediáticas como en
actos oficiales, es su propuesta de desenmascarar el debate: que cada uno diga en
nombre de qué o de quién habla. Y él lo hizo.
Sarlo, que actúa en nombre de la tradición cultural del mitrismo porteño, del
conservadurismo republicano, de la Argentina de pocos y para pocos, lo oculta detrás de
una máscara presumida, de profesora izquierdista retirada.
Solamente por esta falsificación intrínseca a su argumentación puede la señora
Sarlo dudar sobre la convocatoria democrática, no excluyente y respetuosa lanzada por
el Secretario de Cultura. Detrás de sus comentarios insidiosos se ve el espectro de
Bartolomé Mitre y su falsificación histórica y política.
Buenos Aires, 30 de julio de 2009
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Preocupaciones de una ex-izquierdista de La NaciónLa señora Beatriz Sarlo ha vuelto a cumplimentar desde las páginas de La Nación,
en su suplemento Enfoques, la obligación que tan honroso lugar le genera: enfrentar -y
denunciar- desde la izquierda, con erudición académica y pujos gramscianos, el intento
del gobierno de retomar la iniciativa en el campo de la cultura y el debate intelectual.
Bajo el título En el país de los fiscales ideológicos, la profesora retirada toma
como centro de su ataque las claras referencias políticas del Secretario de Cultura de la
Nación, Jorge Coscia, y los enunciados y definiciones de Carta Abierta.
En su crítica a este último movimiento político intelectual, originado en los
ámbitos universitarios, prima un aburrido formalismo idealista y un desprecio
reconcentrado a todo intento del gobierno, de la presidenta o de sus defensores de
expresar un sistema de ideas de antigua tradición, al que el liberalismo, al cual hoy
adscribe Beatriz Sarlo, ha denigrado sistemáticamente. Que la presidenta declare no ser
“sarmientina” o que reivindique a Manuel Dorrego contra su asesino Juan Lavalle,
significa, para la ex maoísta del partido comunista revolucionario de los sesenta y
setenta, una ingenua expresión de adolescencia radicalizada.
La crítica a Jorge Coscia adquiere, a su vez, un servicial matiz de denuncia, donde
abundan las referencias al trotskismo y al comunismo. Acostumbrada al silenciamiento
que los medios de la reacción liberal impusieron sobre la Izquierda Nacional y sus
intelectuales más destacados, Beatriz Sarlo recupera la memoria de las discusiones de su
juventud y la ferocidad con que estos puntos de vista eran enfrentados por la izquierda
universitaria. En efecto, la Izquierda Nacional se caracterizó por la intransigente crítica
al socialismo de Juan B. Justo y sus avinagrados seguidores, al comunismo de Victorio
Codovilla y, en general, a toda la izquierda que coincidió con la Sociedad Rural en su
condena al peronismo y las masas trabajadoras del 17 de octubre, y en su participación
en la Revolución Libertadora y en el golpe cívico militar del 24 de marzo de 1976. En
ese sentido, los autores de la Izquierda Nacional que menciona Sarlo -Ramos,
Spilimbergo, Alberti, Galasso-, así como Puiggrós y Hernández Arregui, cumplieron un
importantísimo papel en la conformación de un pensamiento crítico y revolucionario en
el momento en que se produjo la confluencia de amplios sectores de la clase media
urbana con los trabajadores y el peronismo. Junto con peronistas como Arturo
Jauretche, Fermín Chávez, Muñoz Azpiri y otros, los autores antes citados facilitaron en
173
aquellos años la comprensión del fenómeno peronista a las generaciones posteriores a la
Revolución Libertadora.
En esa tarea, la explicación de cómo los partidos de la izquierda tradicional –el
stalinismo ruso, el socialismo de Repetto y Juan B. Justo y el trotsquismo
pronorteamericano- habían enfrentado a los trabajadores y a Perón, habían rechazado el
aguinaldo y habían constituido la Unión Democrática con Ramón Santamarina y
Victoria Ocampo, fue un capítulo insoslayable. Beatriz Sarlo deja ver las cicatrices que
ese debate dejaron en su delicada piel al decir que Jorge Abelardo Ramos “no puede ser
más cruel con los socialistas a quienes acusa de todas las mezquindades: pequeña
gente ilustrada pero irremediablemente tonta, extranjerizante y, como los comunistas y
los gorilas, despreciativa de las masas populares”. Sin embargo, no da un solo
argumento que desmienta esta acusación ratificada por la experiencia histórica.
Sarlo intenta soslayar, con evasivas retóricas, que, efectivamente, existía y existe
“una izquierda que no entendía la Nación y una derecha que decía entenderla pero
despreciaba la Nación popular concreta”.
Que Jorge Coscia, desde el lugar del Estado dedicado a las políticas culturales,
hoy reivindique la validez de esta disyuntiva, no puede sino inquietar a los dueños de
La Nación y sus sucriptores. Beatriz Sarlo sale, entonces, a dar la batalla tras la máscara
de su impoluto academicismo. Pero la máscara no puede ocultar su pelambre gorila.
¿Dije pelambre?
Quise decir raigambre.
Buenos Aires, 7 de setiembre de 2009
174
A propósito de la PatriaLeopoldo Marechal nos dejó un poema que, a quienes amamos esta Patria con
nombre platino, nos ha marcado para toda la vida.
La Patria era una niña de voz y pie desnudos.
Yo la vi talonear los caballos frisones
en tiempos de labranza,
o dirigir los carros graciosos del estío,
con las piernas al sol y el idioma en el aire.
(Los hombres de mi estirpe no la vieron:
sus ojos de aritmética buscaban
el tamaño y el peso de la fruta.)
La Patria era un retozo de niñez
en el Sur aventado, en la llanura
tamborileante de ganaderías.
Yo la vi junto al fuego de las yerras
estampando su risa en los novillos;
o junto al universo de los esquiladores,
cosechando el vellón en las ovejas
y la copla en las dulces guitarras de setiembre.
(No la vieron los hombres de mi clan:
sus ojos verticales se perdían
en las cotizaciones del Mercado de Lanas)
Con las cuartillas escritas por Felipe Noguera y Alberto Berro –según informa
La Nación de este domingo- el presidente de la Sociedad Rural Argentina, Hugo
Biocatti, afirmó: “La Patria es nuestra historia y también nuestra conciencia de esa
historia”. Con ello, el estanciero pretendió, con sus palabras, desplegar la concepción
del “Campo” sobre la Patria.
De repente “los ojos de aritmética”, que sólo ven el tamaño y el peso, “los ojos
verticales”, que sólo perciben la suba y la baja de los precios, se sintieron en la
obligación de explicarnos a los argentinos qué es la Patria.
Es bueno que, por fin, se acepte el desafío de discutir sobre nuestra historia y
sobre la conciencia de nuestra historia, porque es, justamente la conciencia de esa
historia, la huella que ha dejado en las generaciones vivas, lo que hace evidente que la
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Patria a la que se refiere Biolcatti es una Patria muy distinta a la que está dibujada en el
corazón y la memoria colectiva de la inmensa mayoría de los argentinos.
Dicen Noguera y Berro, a través de Biolcatti: “Cuando el campo dice Patria,
piensa con nostalgia en aquel magnífico granero del mundo capaz de alimentar a la
humanidad entera, hoy convertido en presa de la voracidad fiscal y la falta de políticas
adecuadas”.
En cambio, cuando el pueblo argentino dice Patria recuerda con dolor y con
indignación histórica aquel Centenario de un “granero del mundo”, regido con estado
de sitio, con la Ley de Residencia y donde, un año antes, los cosacos de la policía de
Ramón Falcón reprimieron un acto del 1º de Mayo dejando tendidos 8 muertos y 105
heridos. Aquel 25 de mayo de 1910 se celebró con los integrantes de la redacción de las
publicaciones obreras La Protesta, La Batalla y La Acción Socialista presos, junto a un
centenar de militantes populares. Mientras la Argentina de la Sociedad Rural saludaba
embelezada a la obesa representante de la corona española, la “infanta” Isabel, patotas
oligárquicas empastelaban imprentas anarquistas, apaleaban a trabajadores desarmados
y generaban terror blanco en las barriadas humildes.
Aquella Argentina no era “capaz de alimentar a la humanidad entera”, como
sus escribas le hacen fantasear a Biolcatti, sino que apenas era capaz de alimentar a los
argentinos viejos del interior postrado y a los nuevos argentinos que se hacinaban en los
oprobiosos conventillos. Tan sólo alimentaba a los ingleses con su chilled beef, y a
cambio de ello les entregaba el control de sus puertos, sus ferrocarriles, sus frigoríficos,
su prensa y su gobierno.
Esa Argentina, a cuya añoranza se suma, con aire de hijo bastardo, Eduardo
Buzzi, es la que llevó dos años después al proceso de sindicalización agraria, enfrentado
a la clase terrateniente tradicional, que se conoció como Grito de Alcorta. Ni siquiera
para los fundadores de la Federación Agraria Argentina, chacareros criollos, italianos y
españoles, la Argentina del Centenario tenía un lugar. La incorporación de la Argentina
rural al mercado internacional y los recursos generados por la renta diferencial se
convirtieron en fanfarronerías de nuevo rico, en dilapidación suntuaria, en viajes a
Europa con la familia y la vaca, en tirar manteca al techo con cocottes franchutas de
besos lentos y manos rápidas.
Esa es la nostalgia que le dictan Noguera y Berro al parvenu Biolcatti. Es
simplemente un adorno retórico a la exigencia perentoria de esa clase social, que, en sus
176
pretensiones, no ha cambiado desde el Centenario: la renta agraria es nuestra y hacemos
con ella lo que queremos.
Vuelve Biolcatti a la historia, cuando dice: “Pienso en Manuel Belgrano, en
José de San Martín, en Domingo Faustino Sarmiento, en Juan Bautista Alberdi.
Hombres que le dieron a la Patria todo, sin pedirle nada. Hombres que fundaron y
construyeron esta Nación sin necesitar superpoderes. Que murieron en la dignidad de
su pobreza, sin tener que presentar declaraciones juradas. Pienso en ellos y me
avergüenzo.”
Vuelve a vigilar Mitre desde lo alto de la noche el examen de historia del
estanciero lechero.
¡Pobre Manuel Belgrano! Quería desarrollar la industria textil para hacer velas y
sogas para nuestros barcos, y estos tipos reniegan de una Argentina industrial, que sólo
puede construirse con la apropiación por parte del Estado de sus excedentes rentísticos.
¡Y que San Martín no necesitó superpoderes! Los tuvo y los usó
discrecionalmente. Los tuvo en Mendoza, como gobernador militar, y los tuvo en Perú
como Protector. Es muy linda la historia de las damas mendocinas entregando su tiempo
y sus joyas a la causa de la Independencia. Y es útil para falsear la verdadera imagen del
Libertador. En uso de las atribuciones que le exigió al gobierno de Buenos Aires para
aceptar su nombramiento, San Martín expropió a las clases pudientes cuyanas para usar
sus bienes sobrantes en beneficio de la causa independentista. Aquí se ve, en su
manifestación práctica, la utilidad que la historia de Mitre tiene para el sistema de
dominación argentino. ¡Qué bueno es ocultar que San Martín fue un gobernante dotado
de plenos poderes, sin control parlamentario alguno!
El sanjuanino está muy bien en boca de Biolcatti, que desde su cargo hace
evidente la crítica observación sarmientina de que el poder en la Argentina de entonces
tenía “olor a bosta de vaca”. Y, podemos agregar, la Sociedad Rural Argentina quiere
que vuelva a tenerlo.
En cuanto a lo de la pobreza de Alberdi no podemos sino aceptarlo. El gobierno
de los ganaderos y los importadores de la ciudad de Buenos Aires le negaba el pago de
sus sueldos como representante argentino en París. “La dignidad de su pobreza” tenía
mucho más de castigo mitrista que de virtud republicana. Hace bien Biolcatti en
avergonzarse de ello.
Cuando el pueblo argentino dice Patria recuerda con orgullo y dolor la sangre
gaucha derramada por los soldados criollos a lo largo y lo ancho de América del Sur,
177
cuando Rivadavia –a quien los asesores de Biolcatti se olvidaron de nombrar o quizás
su nombre ya no tiene el impacto publicitario de otras épocas- le quitaba su apoyo al
ejército de San Martín, obligándolo a retirarse de Perú. Rememora la firmeza de Juan
Manuel de Rosas defendiendo la soberanía de la Confederación, frente al asedio de
ingleses y franceses, y saluda con devoción a los héroes de la Vuelta de Obligado. La
palabra Patria para los argentinos pobres, para los asalariados –obreros y maestros- es el
levantamiento gaucho contra la tiranía porteña, es el exilio, la tuberculosis y la muerte
de Felipe Varela, es la cabeza del Chacho clavada en la plaza de Olta.
Esa palabra nos recuerda con orgullo los levantamiento de Yrigoyen contra el
“régimen falaz y descreído” de la oligarquía del campo y nos alegra con el desborde
arrabalero de los votos radicales de 1916.
Patria es para nosotros, los argentinos que estamos fuera del predio ferial, de la
estancia y de la inversión en soja, la sangre obrera derramada en las calles de Barracas y
Parque de los Patricios durante la Semana Trágica y el levantamiento de Paso de los
Libres contra la dictadura justista.
Nosotros no tenemos que avergonzarnos, como Biolcatti. Nos pone orgullosos el
recuerdo de los obreros bien pagos del 17 de octubre y nos alegra la insolencia plebeya
de Evita, nombrando a su madre al frente de la Sociedad de Beneficencia.
La Patria, en suma, ha sido para nosotros una larga lucha por la Independencia,
por construir una sociedad soberana, por reparar la injusticia, por dar voz a los
desheredados. Desde el 2001, que son los años que Biolcatti mejor conoce, hemos
tenido que dar una dura lucha para sacarnos de encima las políticas que nos impuso la
Sociedad Rural Argentina desde su participación en el golpe de 1976 y dar trabajo a los
desocupados, blanquear a los trabajadores informales y mejorar el salario de todos. La
preocupación por la pobreza en boca del presidente de la SRA tiene el mismo valor que
la preocupación del verdugo por la salud del condenado a muerte.
En suma:
La Patria no ha de ser para nosotros
nada más que una hija y un miedo inevitable
y un dolor que se lleva en el costado
sin palabra ni grito.
Por eso, que la Sociedad Rural mejor no hable de la Patria.
Buenos Aires, 2 de agosto de 2009
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