analisis institucional

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Rene Loman El análisis institucional licué Lourau I I análisis institucional "Si, en la crisis instaurada por la institución del aná- lisis, todo es significante con relación al deseo, es cla- ro también que todo es significante con relación al di- nero, a la autoridad, a las formas de poder; en suma, a las relaciones institucionales". El análisis de institu- ciones, de organizaciones o de grupos se ha conver- tido en institución. El sustrato material de la institución dice más que sus discursos articulados. Eso que dice o, mejor, no dice, se di- simula con el secreto, la canalización de las informaciones, la racio- nalización ideológica. El análisis institucional quiere producir una nueva relación con el saber, una conciencia del no saber que deter- mina nuestra acción. Para ello se vale de "analizadores": el niño re- vela el divorcio entre la formación y el ingreso en la vida adulta, la vida del capitah la mujer nos habla de la separación entre la bús- queda de la felic dad y la ambición social; el enfermo, del límite en- tre la contempla! ión y la acción; el loco, de la barrera entre lo nor- mal y lo patológico; por fin, el viejo muestra la negatividad que co- rroe la noción de adulto separando un período, cada vez más breve, que es la existencia útil para el capital, de lo que constituye una suerte de "sobrevida". Es que la separación, la barrera, es constituti- va de la realidad institucional. Loureau estudia la génesis del concepto de institución dentro de una elucidación histórico-crítica, y después de analizar en detalle los métodos prppnestes-desde la terapia del grupo pequeño hasta la moderna psicosociología, formula su propuesta de "socioanálisis" y de "provocación institucional", los dos polos entre los que oscila la intervencióií. A morrortu /editores

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  • Rene Loman El anlisis institucional

    licu Lourau I I anlisis institucional

    "Si, en la crisis instaurada por la institucin del an-lisis, todo es significante con relacin al deseo, es cla-ro tambin que todo es significante con relacin al di-nero, a la autoridad, a las formas de poder; en suma, a las relaciones institucionales". El anlisis de institu-ciones, de organizaciones o de grupos se ha conver-

    tido en institucin. El sustrato material de la institucin dice ms que sus discursos articulados. Eso que dice o, mejor, no dice, se di-simula con el secreto, la canalizacin de las informaciones, la racio-nalizacin ideolgica. El anlisis institucional quiere producir una nueva relacin con el saber, una conciencia del no saber que deter-mina nuestra accin. Para ello se vale de "analizadores": el nio re-vela el divorcio entre la formacin y el ingreso en la vida adulta, la vida del capitah la mujer nos habla de la separacin entre la bs-queda de la felic dad y la ambicin social; el enfermo, del lmite en-tre la contempla! in y la accin; el loco, de la barrera entre lo nor-mal y lo patolgico; por fin, el viejo muestra la negatividad que co-rroe la nocin de adulto separando un perodo, cada vez ms breve, que es la existencia til para el capital, de lo que constituye una suerte de "sobrevida". Es que la separacin, la barrera, es constituti-va de la realidad institucional.

    Loureau estudia la gnesis del concepto de institucin dentro de una elucidacin histrico-crtica, y despus de analizar en detalle los mtodos prppnestes-desde la terapia del grupo pequeo hasta la moderna psicosociologa, formula su propuesta de "socioanlisis" y de "provocacin institucional", los dos polos entre los que oscila la intervencii.

    A m o r r o r t u / e d i t o r e s

  • Kihlioleca de sociologa l aiiiilyse insliulionelle, Ren L o u r a u o I.cs Kditions d e Minuit , 1970 Primera edicin en castellano, 1975; p r i m e r a re impres in , 1988; se-g u n d a re impres in , 1991; te rcera re impres in , 1994; cuar ta reim-presin, 2001 Traduccin, N o e m Fiorito de L a b r u n e Revisin, A m a d e o A. Bignami

    Unica edicin en castellano autorizada por Les Editions de Minuit, Pa-rs, y deb idamente p ro teg ida en todos los pases. Q u e d a h e c h o el deps i to q u e prev iene la ley 11a 11.723. Todos los d e r e c h o s de la edicin en castel lano reservados p o r A m o r r o r t u edi tores S. A., Para-guay 1225, 7a piso (1057) Buenos Aires.

    La r e p r o d u c c i n total o parcial de este l ibro en f o r m a idnt ica o modi f icada p o r cua lquier m e d i o m e c n i c o o e lect rnico, incluyen-d o fo tocop ia , g r a b a c i n o c u a l q u i e r s i s tema d e a l m a c e n a m i e n t o y recuperac in de informacin, n o autorizada p o r los editores, viola d e r e c h o s reservados . Cua lqu ie r ut i l izacin d e b e ser p r e v i a m e n t e solicitada.

    Indus t r ia a rgen t ina . Made in Argen t ina

    ISBN 950-518-052-7

    I m p r e s o en los Talleres Grficos Color Efe, Paso 192, Avellaneda, provincia de Buenos Aires, en e n e r o de 2001.

    Donde hay muro por delante y por detrs, abundan la mur-muracin, la envidia y la conspiracin mutuas. Rabelais, Gar-ganta, libro I , cap. LI I .

  • ! Introduccin

    1. Usted es asalariado; tiene una familia. Rgimen del salario, matrimonio; he ah dos normas universales, propias de nues-tra sociedad. Con ellas se asocia todo un cortejo de normas, modelos y valores de comportamiento. Con el rgimen del sa-lario estn ligadas las nociones de oficio, fbrica, oficina, huel-ga, sindicato; con el matrimonio, las de propiedad privada, familia, herencia, educacin. Otras normas o modelos son ca sificados como sinnimos o antnimos del rgimen del salario o del matrimonio. As, el capital, la ganancia, las rentas, los honorarios, se inscriben en un sistema de ingresos del que forma parte el salario, mientras que el celibato, el divorcio, la viudez, el adulterio y la poligamia se inscriben, junto con el matrimonio, en un sistema de relaciones sexuales. Usted es comerciante o agricultor, o ejerce una profesin li-beral. La norma denominada salario no le concierne direc-tamente; pero le atae en la medida en que tiene empleados a quienes paga. En cambio, usted se halla inscripto a igual t-tulo que el asalariado en el sistema de la familia. A igual ttu-lo, dice el derecho; pero no en las mismas condiciones materia-les e ideolgicas, replica la sociologa. En efecto, las relaciones que usted mantiene con la institucin de la familia no son las mismas, segn usted sea un asalariado o no. Digamos que us-ted acepta la idea o la imagen de la familia como clula so-cial universalmente difundida en nuestra sociedad. Una norma universal, o considerada tal, ya se trate del matri-monio, de la educacin, de la medicina, del rgimen del sala-rio, de la ganancia o del crdito, es designada institucin. El hecho de fundar una familia, el acta de matrimonio, as co-mo el fundar una asociacin, de iniciar un negocio, de crear una empresa, un tipo de enseanza, un establecimiento m-dico: tambin estos fenmenos llevan el nombre de institucin. En otra poca se hablaba de instituir a los nios (en el senti-do de formarlos) y de instituir un pueblo (en el sentido de darle una constitucin poltica).

    Por ltimo, formas sociales visibles por estar dotadas de una

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  • oi>!,Mii/!K'in jurdica y /o material: una empresa, una escuela, mi hospital, el sistema industrial, el sistema escolar, el siste-ni.i hospitalario tic un pas, son denominadas instituciones. En el lenguaje habitual se emplean sobre todo las expresiones institucin escolar o institucin religiosa. En otros con-iex ios se prefiere hablar de una organizacin, un organismo, una administracin, una sociedad, una compaa, una asociacin. Kn los tres casos que hemos enumerado, el concepto de insti-tucin no tiene el mismo contenido. Significa esto que lo abarca todo, y es por ello confuso e inutilizable? Es ms exac-to decir que, analizado dialcticamente, se descompone en sus tres momentos: universalidad, particularidad, singularidad.1 El momento de la universalidad es el de la unidad positiva del concepto. Dentro de ese momento el concepto es plenamente verdadero, vale decir, verdadero de manera abstracta y gene-ral. El salario y la familia son normas universales de la socie-dad, hechos sociales positivos en lo abstracto; nicamente en lo abstracto. En efecto: el momento de la particularidad expresa la nega-cin del momento precedente. Es as como, en nuestras socie-dades regidas por el rgimen del salario y el matrimonio, un individuo puede ser no asalariado v soltero sin hacerse pasible de sanciones oficiales. Toda verdad general deja de serlo ple-namente tan pronto como se encarna, se aplica en condiciones particulares, circunstanciales y determinadas, vale decir, den-tro del grupo heterogneo y cambiante de individuos que di-fieren por su origen social, edad, sexo, status. Por lo tanto, no se debe confundir la universalidad con la totalidad: aque-lla lleva en s misma su contradiccin. Toda idea es tan ver-dadera como su contrario, no en general, como lo pretende el escepticismo, sino desde que se encarna en la accin de los in-dividuos y de las colectividades. Y sin embargo, la sociedad funciona, bien o mal, porque las normas universales, o as consideradas, no se encarnan direc-tamente en los individuos: pasan por la mediacin de formas sociales singulares, de modos de organizacin ms o menos adaptados a una o a varias funciones. El momento de la singu-laridad es el momento de la unidad negativa, resultante de la accin de la negatividad sobre la unidad positiva de la norma universal.2

    1 G. W. F. Hegel, Science de lu logique, Propdeutique philosophique, Phnomnologie de l'esprit. 2 Consigno aqu este resumen de la dialctica hegeliana, sumamente

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    A menudo se confunde particularidad y singularidad, y se opo-ne artificialmente lo general (lo universal) a lo particular, ol-vidando que esta oposicin es puramente abstracta, que nunca existe en la prctica, sino solamente en la ideologa y en la filosofa idealista. Con esto se anula el tercer momento del concepto de institucin y, lo que es an ms grave, la accin recproca de los tres momentos, sin la cual no hay dialctica. Con la oposicin entre lo particular y lo general, la dialctica es reemplazada por antinomias racionales, naturales o fa-tales entre el individuo y la sociedad (o el mundo), anti-nomias que se resuelven acordando preeminencia ya sea a la sociedad o al individuo. Otra confusin, consecuencia de la primera, consiste en asimi-lar las formas sociales singulares a las normas universales, o bien en reducirlas a la mentalidad de los individuos. En el pri-mer caso, estamos frente a la concepcin tradicionalista, auto-ritaria, que ve en el orden establecido una positividad y una verdad intocables. En el segundo caso, se trata del psicologis-mo o del esplritualismo, segn los cuales todos los problemas sociales son imaginarios, y es preferible cambiar al hombre antes de pensar en cambiar el orden social. Dotada de una organizacin administrativa (por ejemplo, una asociacin basada en la ley de 1901) , de una organizacin material (por ejemplo, una empresa), o de ambas a la vez, to-da forma social se define negativamente con respecto a las otras formas sociales y con respecto al conjunto del sistema social. En efecto, todo ordenamiento instituye una ruptura en-tre lo que se puede y lo que no se puede hacer dentro de la forma social considerada. La ruptura concierne tambin a lo que es deseable u obligatorio hacer y, por otra parte, a lo que no es ni deseable ni obligatorio. Los modelos de accin posi-ble, las normas de la accin impuesta y sancionada y los mo-dos de la accin simplemente deseable constituyen, en el en-trecruzamiento y en las contradicciones de una organizacin singular, un universo diferente de los universos definidos por otros ordenamientos, en otras organizaciones. Las finalidades y el funcionamiento de una crcel no son idn-ticos a las finalidades y al funcionamiento de una planta in-

    esquemtico, simplemente para recordarlo. Sin embargo, su mencin es indispensable, en la medida en que la mayora de los socilogos cono-cen muy mal la dialctica o la rechazan. El auge del positivismo, tanto en sociologa como en otros sectores del pensamiento, es acompaado por una declinacin del pensamiento negativo (cf. H. Marcuse, Raison et rvolution, Pars, Ed. de Minuit, 1968).

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  • diminu o de iinu escuda. Sin embargo, a veces ocurre que los pirmi.i ..011 trabajadores (sometidos al rgimen infantilizante del peculio, es decir, a un estatuto particular del rgimen del Niiliirio), y que simultneamente se los escolariza o reeduca, ll entrecruzamiento de las instancias ergolgica, educativa y 01 ri ela ra remite entonces al conjunto de un sistema social que, Iiiera de la crcel, articula de modo singularmente ms libre los modos de accin propios del trabajo, de la educacin y de las sanciones. La organizacin jurdico-tcnica de la crcel se sita negativamente con respecto a la organizacin social nor-mal. Lo mismo podra decirse de formas sociales menos totales o totalitarias 3 que la crcel: la escuela, el hospital, la fbrica, el tribunal, el cuartel, la organizacin poltica. Por ejemplo, es la escuela-cuartel (segn la frmula de Fernand Oury, ya clsica en Francia) equiparable a un verdadero cuartel? No; pero tampoco se identifica en medida mayor con su funcin educativa. Sus funciones de vigilancia mdica, de cuidados ma-ternales y guarda de los nios, de represin, etc., son a tal punto evidentes que llegan al menos ante los ojos de sus usuarios a anteponerse a su funcin oficial. Como lugar donde se trabaja, la escuela no es una fbrica ni un cuartel; pero la organizacin de las tareas, su control, la sancin de los resultados, la ideologa del esfuerzo, la interiorizacin de normas fijadas por los adultos, todo ello crea por lo menos homologas entre el universo del trabajo explotado y el uni-verso del aprendizaje escolar. As lo atestigua toda una lite-ratura clnica o novelstica. En cuanto a la fbrica, ciertos socilogos de la industria qui-sieran situarla en una categora completamente ajena a la de las instituciones totalitarias. Sin embargo, ella no escapa a esa transversalidad de las instancias y funciones que hemos evo-cado. Al igual que otras formas sociales, es atravesada por lo educativo y lo carcelario, pero bajo el signo del principio de Hendimiento, nico principio de realidad de la sociedad indus-trial (segn Marcuse). La fbrica es una escuela, una dura es-cuela para los individuos a quienes la sociedad priva de es-cuela tan pronto abandonan la infancia. La fbrica es una cr-cel, una crcel donde no se obliga a entrar y donde no se re-tiene a nadie, pero donde ciertos individuos se ven obligados a ingresar por la lgica del origen social, de la herencia cul-tural y de la seleccin escolar.

    3 E. Goffman, Asiles, Pars, Ed. de Minuit, 1968.

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    Toda forma social posee por consiguiente una unidad, un ca-rcter especfico producido por su finalidad oficial (la pro-duccin, la gestin, la educacin, el control, la ayuda, la pro-teccin, etc.) , finalidad que, tomada en s misma y aislada-mente, recibe el nombre de funcin. La finalidad de las em-presas industriales consiste en producir, si con ello se entiende lo que diferencia la fbrica de la escuela o de una administra-cin. Si se llama funcin a esa finalidad autonomizada, ello se debe tan solo a que ese concepto es el que mejor explica la existencia de un sistema social racional, profundamente dife-renciado, as como de una divisin del trabajo funcional, donde no solamente cada individuo est en su justo sitio, sino que todos los rganos del cuerpo social ocupan su legtimo lugar, prestan servicios irreemplazables y ejercen un poder in-discutible. Esto permite al socilogo de las organizaciones afir-mar tranquilamente, cuando estudia las disfunciones de las grandes organizaciones burocrticas francesas, que emprende un estudio cientfico, es decir, funcionalista.4

    2. La sociologa de las organizaciones olvida que si bien toda forma social posee una unidad funcional, esa unidad, si-guiendo la definicin que da Hegel del momento de la singu-laridad, solo puede ser negativa. La finalidad ms operato-ria de la organizacin ( su funcin oficial ) est ligada a otras finalidades creadas por la existencia de relaciones continuas entre determinada organizacin y las otras organizaciones con diferente funcin, as como por las relaciones que la primera mantiene con el conjunto del sistema social. No basta con de-finir racionalmente una organizacin por los servicios que esta brinda o que est destinada a brindar. Hay que tener en cuenta adems que la fbrica, o la compaa, producen mode-los de comportamiento, mantienen normas sociales, integran a sus usuarios dentro del sistema total. Por ltimo, se debe considerar que en la fbrica nc se organiza solamente ni ante todo el trabajo, la produccin, el incremento del rendimiento y de los servicios, sino un fragmento de la clasificacin social y de la lucha de clases. Es tan poco cientfico adoptar como trmino de referencia de la investigacin o de la intervencin sociolgicas tal o cual objetivo de rendimiento, como lo sera tomar como trmino de referencia del estudio sobre un con-vento el servicio de Dios. La fbrica tiene como funcin

    4 M. Crozier, Le phnomne bureaucratique, Pars, Ed. du Seuil, 1963, pg. 14.

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  • producir automviles o gas natural; pero su primera funcin cn pioduc ir ganancia: toda su organizacin y todas las disfun-cioncs de esta tienen como sistema de referencia real, y no imaginario, esa institucin casi sagrada del modo de produc-( III capitalista que es la plusvala. De igual modo, la escuela tii nc como funciones preparar para la vida profesional, pro-porcionar tina cultura general, etc.; pero su funcin primera consiste en interiorizar las normas oficiales del trabajo explo-tado, de la familia cristiana, del Estado burgus. En la escuela, se aprende tambin a interiorizar el modelo de la fbrica. En ella, como en esta, se aprende a humillarse ante los supe-riores, y en segundo trmino, o si es necesario, se aprende un oficio. Si se consideran las grandes funciones sociales que son la produccin y la educacin, la transversalidad de dichas fun-ciones aparece (aunque en niveles diversos de conciencia, lo cual implica cierto tipo de anlisis) tanto en la fbrica co-mo en la escuela, en el partido poltico como en la asociacin deportiva, en la Iglesia como en la Universidad. La unidad de una organizacin consiste, por un lado, en un ordenamien-to especfico de las funciones sociales en torno de una fun-cin oficialmente privilegiada y, por el otro, en la exclusin oficial de algunas otras funciones, que entonces pasan a ser latentes, accidentales o informales. Agreguemos a ello que el sistema as formado se define a su vez globalmente, con res-pecto a la globalidad ms vasta que lo subsume: el sistema social como totalidad de las relaciones entre elementos in-cluidos en una institucin territorial (la ciudad), un terri-torio nacional o un rea de influencia poltica (imperialismo, Estados coloniales). Esta ltima relacin entre una organizacin considerada co-mo totalidad y la totalidad del sistema socioeconmico es tambin negativa, pero en un sentido particular. La pequea o mediana organizacin debe contar con el Estado-patrn, y al mismo tiempo aprovecha su libertad relativa frente a ese patrn. Por el contrario, una gran organizacin puede dis-poner de una potencia igual o superior a la del Estado. Tal es el caso de las iglesias, de los partidos polticos y de las compaas supranacionales. La negatividad que se vio actuar dentro de la organizacin se reproduce aqu, de manera in-versa entre el sistema global y una organizacin particular El objetivo principal de la empresa industrial de gran enver-gadura ya no es producir automviles, sino asegurarse una hegemona nacional o internacional. Con el imperialismo o

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    con el sistema socialista internacional, esa inversin es casi total, puesto que el Estado mismo ya no es ms que un subsis-tema dentro de una globalidad controlada de modo interno-ex-terno por el Partido o por otro instrumento de presin po-ltica. Desde un punto de vista dialctico, hay que tratar entonces de superar la teora de la organizacin, lo cual no significa recusarla ni menospreciarla en modo alguno. Cuando postula una especie de unidad positiva de la organizacin definida a partir de sus funciones (con las correcciones que Merton o Parsons imponen al funcionalismo), el positivismo suprime una parte fundamental del objeto de conocimiento: la nega-tividad que acta en el sistema global y en cada uno de los elementos que lo componen. Como suele ocurrir en ciencias sociales, el objeto real (en este caso, la gran empresa) ejer-ce una atraccin tan grande, oue se lo toma de inmediato co-mo objeto de conocimiento. Este empirismo, corregido me-diante diversas sistematizaciones (subjetivistas en Crozier, accionalistas en Touraine, psicosociolgicas en Merton, es-tructuralistas en Parsons) o recurriendo a datos cuantifica-bles, merece sin duda el calificativo de abstracto que se le asigna a veces. Confundir con la realidad objetiva la ideolo-ga pragmtica de los sujetos-clientes del socilogo atestigua, en efecto, una abstraccin, una autonomizacin de las fun-ciones nobles denominadas crecimiento, desarrollo, inver-sin, servicio social, en detrimento de las funciones incon-fesadas e inconfesables, pero perfectamente objetivas de las organizaciones.

    5 Para ser completa, la crtica de la teora de la organizacin debera incluir un estudio comparativo de la teora sociolgica y de la teora poltica (leninista y anarquista) de la organizacin. La teora sociol-gica de la organizacin procura superar tanto el taylorismo como ja psicologa industrial. En cambio, la teora poltica preserva en general, dogmticamente, la infalibilidad de la teora circunstancial y ambigua del centralismo democrtico, que es contempornea del taylorismo. Invocar as a Lenin, contemporneo y admirador de Taylor, tes-timonia una actitud pasatista, que encontramos aun en tericos im-pregnados de trotskismo. Estos tericos confunden la psicosociologa y la sociologa de las organizaciones en una misma reprobacin, aunque con cierta indulgencia hacia la segunda. A menudo se amalgaman los ensayos de anlisis institucional con los modelos de anlisis a que nos hemos referido. Idntica amalgama caracteriza a algunos socilogos de la organizacin y a la mayora de los comunistas ortodoxos. Esta com-probacin, conviene precisarlo, no apunta a su vez a una amalgama. Como comprobacin emprica, las observaciones precedentes exigen anlisis e investigaciones que, cabe esperar, se efectuarn pronto.

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  • I,u mic miopa tic las organizaciones tiene el mrito de poner dr relieve los sistemas de poder y decisin, y de no disimu-lur sus propias orientaciones reformistas, modernistas (anti-i unsci vndoras, pero tambin antirrevolucionarias). Sin em-Imigo, ella se condena a no captar totalmente el momento de In organizacin. Despus de haber sugerido las razones te-ricas tle esta insuficiencia, es necesario indicar brevemente sus razones histricas. Durante mucho tiempo, las racionalizaciones que se comprue-ban en la teora de las organizaciones hicieron estragos en derecho. Segn el Cdigo Civil esa clave de las fantasas polticas de la burguesa, nadie puede ignorar la ley. Cien aos ms tarde, la ciencia de los sueos instituye, no ya el saber abstractamente universal y asequible, sino el no-saber universal: nadie puede conocer su propio deseo. En la misma poca, el marginalismo logra legitimar la plusvala psicologi-zando las bases objetivas de la economa poltica: la ganan-cia est justificada por la necesidad de satisfacer los deseos, la demanda, las preferencias de los consumidores. Los incon-venientes de la anarqua econmica, las contradicciones sur-gidas de la racionalizacin, son motivo de reflexin para ex-pertos como Taylor o Fayol, y tambin para tericos como Durkheim o Weber. El no-saber de la sociedad sobre su pro-duccin de riqueza se revela an con mayor intensidad que .durante la poca de Ricardo o de Marx. Las crisis del capi-talismo obligan a encontrar una nueva teora susceptible de legitimar la anomia introducida por la empresa industrial, ese foco de negatividad. Hay que reconstruir un nuevo cdigo civil. Siguiendo los pasos de la organizacin cientfica del trabajo y de la psicologa industrial, la sociologa de las organizacio-nes aporta un elemento a esta reconstruccin, a este New Deal generalizado. Para ello tiene que postular la racionalidad del nuevo orden social: la sociedad industrial. Tiene que con-siderar como orden de derecho, y no meramente de hecho, aquello que ms se presta a ser cuestionado, tanto desde el punto de vista del derecho encarnado en el Estado como des-de el punto de vista del movimiento obrero: la institucin econmica denominada fbrica y ms tarde grandes talleres, empresa, compaa, sistema imperialista. Tiene que recons-truir lo que construyeron los juristas de la poca napoleni-ca, sobre nuevas bases, pero en una idntica perspectiva ideo-lgica: la de la autonomizacin de un momento de la prc-tica social, que ya no ser la prctica jurdica, sino la prctica

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    de la gestin econmica. Sin desaparecer por ello, el jurista, el escribano, el juez, el abogado, el filsofo del derecho, ce-den una parte del lugar que ocupaban en el sistema social al economista, al ingeniero, al tecncrata, al psicosocilogo y al socilogo de las organizaciones. 'Este ltimo abandona entonces a la psiquiatra social y a la psicosociologa las formas sociales totales, que en el len-guaje habitual siguen llamndose a veces instituciones. Sin embargo, las organizaciones econmicas no son un univer-so ajeno a las instituciones tradicionales; no estn reservadas al socilogo de las organizaciones. Los fenmenos de poder, los sistemas de accin, de decisin, de control, de negocia-cin que las constituyen, no difieren fundamentalmente de aquellos que pueden analizarse en las instituciones no pro-ductivas. La misma diferenciacin spenceriana, en el plano de la funcin oficial, entre instituciones reguladoras (de control social) e instituciones operativas (de produccin) no es decisiva cuando se trata de construir un objeto de co-nocimiento sociolgico. Al igual que la separacin, institui-da en el plano acadmico, entre etnologa y sociologa, la separacin entre una sociologa de las instituciones y una so-ciologa de las organizaciones se basa en lo que Althusser llama el desconocimiento de lo econmico: hay problemas eco-nmicos en un organismo no productivo, as como hay problemas de control social y de connotacin poltica en un organismo econmico. La materialidad de todas las institu-ciones, tengan o no funcin econmica, es un hecho sociol-gico fundamental, evidenciado por la morfologa social y tam-bin por la antropologa cultural, cuyo mayor aporte es pre-cisamente ese. La transversalidad de las ms diversas funcio-nes dentro de instituciones en apariencia tan opuestas como lo son un organismo deportivo, una iglesia, una empresa, un sistema de enseanza, es tan importante para el socilogo co-mo la transversalidad de las pertenencias y de las referen-cias reveladas por los individuos y los grupos que componen aquellas diversas formas sociales. Por consiguiente, la unidad de las formas sociales existe sin duda: es la encarnacin de una determinada imagen de la totalidad, refractada por el conjunto del sistema social. Se trata de una unidad negati-va, que afirma una o varias funciones privilegiadas, y que al mismo tiempo contradice otras funciones, otros sistemas de pertenencia y referencias que son privilegiados en otras for-mas sociales. .Estas funciones negadas, presentes-ausentesj ac-tan simblicamente, es decir, por intermedio de actos y d

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  • |niliilinis, de 110 icios y de silencios que no se pueden vincular unvocamente con una o varias funciones privilegiadas.

    i. Puede decirse que el anlisis institucional es reclamado por esta caracterstica del sistema social, as como por las caren-cias que revelan los mtodos de abordaje sociolgicos, psicosociolgicos y econmicos. Las carencias de la sociolo-ga, pero tambin las del psicoanlisis, las del derecho y de la economa poltica, procuran articularse dentro del anlisis ins-titucional, que no por ello pretende sustituir cada una de estas disciplinas, y menos an englobarlas a todas. Articular caren-cias, ver relaciones donde solo se vean elementos coherentes y homogneos, comprobar un problema donde se crean en-contrar soluciones, no es acaso lo que caracteriza a todo m-todo nuevo, lo que justifica, segn la frase de Bachelard, la ndole polmica de la prctica cientfica? La constitucin negativa de las formas sociales denomina-das instituciones u organizaciones es lo que induce a la so-ciologa a buscar un instrumento de anlisis que permita di-lucidar la seriedad, el dolor, la paciencia y el trabajo de lo negativo.6 La clnica sociolgica, la observacin sobre el terreno, la encuesta profundizada que se basa en bancos de datos cuantificados, no responden enteramente al objeto del anlisis institucional, porque trabajan sobre datos positivos, sobre hechos perfectamente exteriores al observador o al en-cuestador. El trabajo de lo negativo, entre los tres momen-tos del concepto y entre los momentos y la totalidad, indica que no existe un dato positivo (y cuantificable) en estado puro, puesto que la unidad positiva no es ms que un mo-mento: el momento de la universalidad. Se habla de anlisis institucional porque las organizaciones sociales de todo tipo, que el socilogo estudia, no son reduci-bles a sistemas positivos que bastara desmontar, sino to-talidades parciales, y como tales doblemente trabajadas por la negatividad. Por ser totalidades, presentan la negatividad formal que se adhiere a todo hecho social positivo, dado que toda positividad simple e inmediata contiene ya su propia ne-gacin. Por ser parciales, es decir, por estar subsumidas en el conjunto de las formas de organizacin que constituyen el sistema social, pueden entrar en oposicin absoluta con el sis-tema. Tomada entre la negatividad formal y la negatividad

    6 G. W. F. Hegel, Phnomnologie de l'esprit, Pars, Aubier-Mon-taigne, 1939, prefacio, pg. 18.

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    absoluta,7 la organizacin no puede ser considerada como un hecho social puramente objetivo: una intervencin que com-promete al observador supone un anlisis de este compromiso. Tomar por objeto de conocimiento la negatividad formal des-cartada por la sociologa de las organizaciones y la negativi-dad absoluta descartada por la psicosociologa, no signifi-ca acaso arriesgar resultados negativos, e inclusive una ope-racin enteramente nihilista que siembre la confusin den-tro de la organizacin, y se contente con ello? Es lo que obje-tan no solamente clientes potenciales del anlisis institucio-nal, sino tambin algunos socilogos. Sin negar esos riesgos, conviene precisar un punto muy mal percibido en el estado actual de la investigacin. El anlisis institucional no preten-de producir un super-saber clandestino y misterioso, ms com-pleto y ms verdadero que los otros saberes fragmenta-rios. Aspira, simplemente, a producir una nueva relacin con el saber, una conciencia del no-saber que determine nuestra accin. El psicoanlisis, mejor que la sociologa, permite captar la importancia del concepto de no-saber. Qu s en cuanto a lo que determina mi accin y en cuanto a lo que obedece, sobre mi deseo, mis inclinaciones y repulsiones, tanto en ma-teria poltica como en materia de gustos y colores? El psi-coanlisis significa precisamente el descubrimiento del no-sa-ber como regla universal de la accin y, por consiguiente, como base de toda empresa de conocimiento. El no-saber so-bre el deseo y el no-saber sobre aquello que funda la socie-dad pueden tener un origen comn: esta es una hiptesis pos-freudiana, en la medida en que Freud y la mayor parte de sus seguidores no evitan ver en el psicoanalista a un sabio del no-saber, capaz de descifrar tanto los meandros de la historia y de la vida social como los contornos de una neurosis. La sociologa de tendencia positivista, por su parte, descon-fa del psicoanlisis, en el cual finge no ver sino consideracio-nes vagas y arbitrarias. O bien, si admite el descubrimiento freudiano, es para circunscribirlo: en el nivel del individuo, fuera del campo sociolgico. Para el socilogo y el economis-

    7 G. W. F Hegel, Science de la logique, 2a. parte, captulo final L'Ide absolue. Lo negativo formal corresponde al primer negativo, es decir, al segundo momento de la dialctica. Lo negativo absoluto corresponde al segundo negativo, es decir, al tercer momento (nega-cin de la negacin). Vase, asimismo, H. Lefebvre, Logique formele, logique didectique, Pars, Anthropos, 2a. ed., 1969.

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  • li, ns como para el fsico, estara reservada una positividad sin sombras, un acto de conocimiento despojado de toda ne-gatividad. Sin embargo, la etnologa se encarga de sealar a la sociologa la contingencia de los sistemas de accin racio-nales, que esta cree decodificar en los pases donde se usa corbata y paraguas. Hay derecho a lanzar todo el incons-ciente sociblgico al limbo del predesarrollo y a la humedad de los tristes trpicos? Y si el origen comn del no-saber respecto de mi deseo y del no-saber respecto de la historia fuera esa cosa, ni individual ni colectiva, descubierta por Freud? Si, ms all del proyecto subjetivo, as como de las configuraciones que las sociedades dibujan a medida que nie-gan sus formas mejor establecidas, quedaran por descifrar quin sabe qu signos, qu influencias y qu ascendien-tes de un zodaco social? Desde hace cincuenta aos, grande es la tentacin de estable-cer un paralelo entre la revolucin psicoanaltica y una revo-lucin sociolgica, todava en esbozo. As como Freud remi-ti la clave de los sueos al pasado, pero conservando al me-nos la forma del proyecto contenido en el ocultismo, tam-bin el socilogo conservara, superndolos, los viejos hors-copos causalistas, surgidos tanto de Saint-Simon y de Auguste Comte como del ocultismo. De estas analogas tentadoras, retengamos al menos lo si-guiente: buscar una interpretacin del presente y de las vas del futuro en los sueos o en los astros, en lo infinitamen-te pequeo o en lo infinitamente vasto, en el microcosmos o en el macrocosmos, en las entraas de aves o en el estudio de los enfrentamientos entre clases sociales, pueblos y razas, o en cualquier otro soporte de interpretacin, no es acaso manifestar la marca de todo szber? Cualquiera que sea este, y no solamente el saber respecto del deseo, est marcado por un irreductible deseo de saber: este es, despus de la insis-tencia en el no-saber, el segundo aporte del psicoanlisis a la teora institucional. La importancia asignada por el psicoanlisis al compromiso del observador en el objeto de observacin arrastra al psi-coanalista, y tras l al socilogo, a consecuencias que, en ver-dad, no estaban incluidas en la teora de Freud. Me refiero al papel desempeado por la relacin de dinero y la relacin de poder en la intervencin. El tercer aporte del psicoan-lisis, en sus derivaciones ms actuales, consiste en mostrar que cuando se inicia el psicoanlisis, subjetivamente, pa-ra ver ms claro en el propio deseo, se produce objetivamen-

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    te un reacondicionamiento de las relaciones que el analista y el cliente mantienen con el dinero como forma universal del in-tercambio, y con el poder como forma habitual de las rela-ciones de produccin. En tales condiciones, no basta orquestar interminables varia-ciones sobre el carcter altamente simblico de las prestacio-nes exigidas al cliente. Desde el punto de vista del anlisis del acto de intervencin analtica como totalidad, no es co-rrecto reducir al simbolismo parental toda palabra y todo acontecimiento referido al dinero y al poder. En el acto psi-coanaltico, inscripto objetivamente en un sistema de formas econmicas, as como en un sistema de conocimientos y un sistema de procedimientos teraputicos, el dinero y el poder no son nicamente materiales tiles para la elaboracin in-consciente del deseo, para la articulacin de la demanda ni para el trabajo desordenado del acting-out. Lo primordial en el acto psicoanaltico no es slo la estructura libidinal del cliente y del analista librados a la iluminacin intermitente de la transferencia y la contratransferencia. Nada salvo una ideologa no analizada, una ciega contra-transferencia ins-titucional permite postular una primaca del sistema de pa-rentesco simblico, de la libido o del aparato inconsciente con respecto a las connotaciones materiales y sociales de la intervencin. Si, en la crisis instaurada por la institucin del anlisis, todo es significante con respecto al deseo, est claro tambin que todo es significante con respecto al dinero, a la autoridad y a las formas de poder, es decir, a las relaciones institucionales. Quiere decir esto que el anlisis institucional, queriendo ha-blar de los materiales dejados de lado o subestimados por los otros modelos de anlisis, acuerda una importancia peli-grosa al factor subjetivo? Si el peligro existe, es desde la perspectiva de una filosofa subjetivista, tan discutible como su opuesto, el objetivismo. La alternativa frente a los des-varios del positivismo no es el subjetivismo, como tampoco el nihilismo de la intervencin destructora y salvaje. Ella re-side en la clara consideracin da los lmites tericos y prc-ticos con que tropieza el anlisis en situacin, y que l mis-mo traza cuando se instituye en la prctica social. El examen de estos lmites es inseparable de la conciencia del no-saber, que nunca debe estar ausente del anlisis. Quin mejor qiv; Hegel, terico desgarrado del Saber Absoluto, podra ofre-cer una idea de ese no-saber? El espritu conquista su ver-dad solamente a condicin de reencontrarse, en el desgarra-

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  • miento absoluto. El espritu es este poder en cuanto no se asemeja a lo positivo que se aparta de lo negativo (como i iiando decimos de una cosa que no es nada, o que es falsa, y entonces, desembarazndonos de ella, pasamos sin ms a otra cosa); el espritu es este poder nicamente cuando sabe mirar de frente lo negativo y morar en l.8

    8 Phnomnologie de l'esprit, prefacio, pg. 29. Se trata del pasaje dedicado al anlisis.

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    Primera parte. Las teoras institucionales

  • r | 1. La institucin en la filosofa del

    derecho

    I. Puntualizaciones

    Rousseau instituye el anlisis permanente de las ins t i tu to nes. Es verdad que en metafsica, en filosofa, en poltica, el problema institucional se haba planteado mucho antes. Pue-de decirse, empero, que hay una inversin rousseauniana de la reflexin sobre la institucin. Antes de l, esa reflexin tomaba como sistema de referencia implcito o explcito el estado de hecho, es decir, el Estado apoyado en la Providen-cia Divina. A partir de l, habr siempre una corriente de re-flexin institucional para la mal el Estado ya no ser la Pro-videncia de la vida social. Rousseau inaugura esta corriente al confiar la legitimidad no ya al estado de hecho, sino al pueblo soberano. Rousseau se distingue asimismo de los dems filsofos de la Ilustracin. Por ejemplo, Montesquieu, a quien tanto ,Hegel como la filosofa del derecho y la sociologa positi-vista invocan de buen grado, postula una coherencia fun-cional de las sociedades. Por eso distribuye las cualidades de cada pueblo en funcin del rgimen poltico instituido: la virtud es necesaria en una Repblica . . . En cambio, Rousseau intenta aislar, mediante el mtodo inductivo, las estructuras constitutivas de todo sistema social a partir del modelo no-minal (y no real) del contrato. Hegel responde al anlisis de Rousseau. Adems, evala las consecuencias de la aplicacin de su teora: la Revolucin Francesa, el reino de la libertad absoluta, el Terror, la propagacin y negacin del concepto de libertad siguiendo la va del jefe de Estado conquistador. Entre la aparicin de El contrato social y de la Fenomenologa del espritu se in-terpone medio siglo de hirviente historia, en cuyo transcurso nacen el Estado moderno, la gran industria y su consecuen-cia en el dominio del saber: las ciencias sociales. Durante es-ta fase el concepto de institucin fue trabajado por los pueblos y hombres polticos mucho ms de lo que fuera estu-

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  • diado por los telogos y filsofos del derecho durante mil aos. All donde el filsofo Rousseau haba actuado como socioanalista in abstracto, sobre el papel, el ciudadano de 1792 por ejemplo el ex marqus de Sade, secretario de la Seccin de las Picas en vsperas del Terror tuvo ocasin de esbozar anlisis institucionales in vivo et in situ, en su seccin, en los clubes, en las asambleas revolucionarias y en otras instituciones agonsticas (o contrainstituciones) carac-tersticas de todas las pocas donde la historia permite que lo instituyente sumerja a lo instituido. Otro ciudadano, ori-ginario de esa misma Crcega que pidi a Rousseau un pro-yecto de Constitucin, da a Francia y a una parte de Euro-pa la mayora de sus actuales instituciones. Al igual que Sa-de, Bonaparte es al menos cuando joven un gran lector de Rousseau. Cabe preguntarse, sin embargo, si la figura del legislador a caballo corresponde verdaderamente al modelo del legislador no directivo propuesto por El contrato so-cial. De hecho, responde mejor al ideal filosfico y poltico de Hegel. Este ltimo interesa al socilogo como terico de la institu-cin. Por sobre todas las cosas, el mtodo dialctico, la teo-ra de los tres momentos del concepto (universalidad, par-ticularidad, singularidad), la potencia luminosa que Hegel confiere a la negatividad, tanto en su Lgica como en sus de-ms obras, han orientado sin cesar mis pasos. Una gnesis del pensamiento institucional exigira una inves-tigacin que partiera al menos de la Antigedad griega. Aqu, siguiendo a Hegel, se preferir la gnesis conceptual a la gnesis temporal, con sus ventajas y sus riesgos. Las grandes obras del pensamiento griego, en cuanto registran el trnsi-to del despotismo oriental a la democracia, del modo de pro-duccin asitico al modo de produccin precapitalista, ilus-tran en el plano mtico la crisis institucional y tambin el anlisis institucional de la cual surgi la civilizacin occi-dental. Edipo y Antgona, esos grandes transgresores de lo instituido, obsesionan sin cesar el pensamiento de Hegel.1 Al matar a la Esfinge, Edipo mata a la vieja Asia. Y cuando opone su violenta negativa al positivista Cren, Antgona instaura la gran oposicin entre las leyes de la polis y las leyes subterrneas, entre la dominacin poltica y las insti-tuciones como instancias simblicas, extralegales. Estas le-

    1 G. W. F. Hegel, Phnomnologie de l'esprit, Pars, Aubier-Mon-taigne, 1941, vol. II, pgs. 17-26, 232-49.

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    yes divinas no estn escritas, pero son infalibles. No se ha-llan en vigencia desde hoy ni desde ayer, sino desde siempre, y nadie las vio nacer.2 A veces ntimamente mezclada con el pensamiento mtico (con Platn), a veces por su propia cuenta, las filosofas griega y romana oponen al letargo asitico el proyecto analtico que instaura a la conciencia como juez de s misma y de la regla social.3 Pensar las tcnicas, pensar el lenguaje, pensar la ley. eso pretenden los sofistas, esos extremistas a quienes la institucin universitaria, siguiendo a Platn, an condena. Al tratar de restituir como dice Rabelais en el muy sim-blico elogio del Pantagrulion el saber antiguo a Eu-ropa, el Renacimiento marca una etapa importante en la evolu-cin del pensamiento institucional. Mientras que Calvino opo-ne a las instituciones eclesisticas de la Babilonia papal sus Instituciones cristianas, Rabelais, que en apariencia no lle-va tan lejos el cuestionamiento, ofrece sin embargo, con la Abada de Thlme, un hermoso ejemplo de utopa crtica. En el punto de articulacin entre institucin religiosa e ins-titucin educativa, tenemos aqu una muestra de anlisis ins-titucional, que se apoya en una crtica institucional e ideol-gica. Thlme es la contrainstitucin educativa; dicho de otra manera, una institucin verdaderamente educativa, en el sen-tido que el humanismo del Renacimiento da a la educacin.4 Tay Jean des Entomeures no pretende convertir la Abada, que l quiere fundar de acuerdo con sus sueos de monje desviante, en un instrumento de su poder y de la dominacin eclesistica: Cmo podra gobernar a otros deca cuan-do no me s gobernar yo mismo?. Henos aqu de lleno co-mo ms tarde en El contrato social y en el Emilio ante un legislador y un gobernante (pedagogo) no directivos. Ra.oelais agrega: Y pidi a Garganta que instituyera su reli-gin al contrario de todas las dems.

    l primero de los grandes principios de la contrainstitucin de Thlme pone directamente el acento en la clausura ins-titucional de los conventos para rechazarla. Ninguna muralla rodear a Thlme, y no sin razn: donde hay muro por

    delante y por detrs, abundan la murmuracin, la envidia y la conspiracin mutuas. Como buen analista de la institu-

    2 Sfocles, Antgona, 2 episodio, Pars, Classiques Garnier, Tbatre de Sophocle, vol. I. 1 M. Dtienne, Les maitres de vrit dans la Grce archique, Pars, Maspero, 1967. 4 F. Rabelais, Garganta, libro I, caps. LII-LVIII.

  • cin, Fray Jean ve que la institucin de la separacin en la cual Marx habr de ver la esencia de la burocracia se halla en el origen de muchos de los fenmenos que los modernos psicosocilogos y psicoterapeutas han aprendido a conocer. Notemos que no solamente se ha aludido a las anomalas de la comunicacin dentro de la institucin, sino tambin dentro de los dos campos instituidos por la separacin: adentro y afuera. El segundo principio de la contrainstitucin indica una trans-gresin ms provocativa que la consistente en suprimir la clausura. Por lo dems, l es consecuencia de esta. Fray Jean desea que se permita entrar a las mujeres, y que se aplique a los religiosos que pudieran penetrar en la Abada el ritual de purificacin que ciertos establecimientos conventuales ap'i-caban a las visitantes. Una vez suprimidas las murallas, el de-seo no es reprimido por la institucin. El tercer principio no es sino la condena de todo reglamento, de toda utilizacin del tiempo dividido por campanadas: la distribucin de su vida cotidiana escapa, en general, a los individuos que dependen de una o de varias instituciones y separa las formas posibles de actividad, as como la clausura separa el sistema total de la institucin del sistema total de la sociedad. El cuarto principio retoma, amplificndolo irnicamente, el tema del cuerpo y de la mujer, presente ya en el segundo prin-cipio. Habitualmente se enviaba al convento a las mujeres po-co agraciadas o a quienes su familia ya no poda mantener. En cambio, fray Jean quiere que Thlme seleccione hermo-sas mujeres y bellos jvenes. La frontera, a menudo incierta, entre lugar de retiro y lugar de terapia espiritual, queda aqu ntidamente marcada. Notemos de paso que, si bien la con-trainstitucin rechaza la divisin instituida por las institucio-nes habituales, establece en cambio una nueva divisin, nue-vas fronteras entre categoras y criterios sociales. El quinto principio prolonga a la vez el anterior y el segun-do. Esta vez, el carcter mixto de la Abada es presentado no ya como una posibilidad, sino como una regla o una contra-rregla: Se decret que donde antes no haba hombres, ya no hubiera mujeres solamente, y a la recproca. El argu-mento psicosociolgico es que la prohibicin de comunicar-se instaurada tradicionalmente entre ambos sexos produce solo encuentros clandestinos. El sexto principio profundiza Ja crtica de las modalidades pa-ra ingresar en la institucin y salir de ella. Fray Jean sustitu-

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    ve el compromiso de quedar prisionero del convento a perpe-tuidad por la ms completa libertad de abandonar Thlme. En el captulo LVII, donde aparece la famosa frmula Haz lo que quieras, y hablando esta vez de Thlme en tiempo pa-sado, Rabelais especifica que, en la mayora de los casos, los jvenes de ambos sexos abandonaban juntos la Abada, para entrar en la vida activa regularizando su situacin de pareja, lin sptimo y ltimo lugar, F-ay Jean instituye los contravo-tos, o la ausencia de votos al entrar en la institucin. A la inversa de las instituciones que reproducen, reforzndolos, los conflictos entre clases o categoras sociales y crean impe-rativos y sanciones, la contrainstitucin crea posibilidades. Al voto de castidad se opone la posibilidad de estar casado (de vivir juntos a la espera del matrimonio). Al voto de pobreza se opone la condicin de riqueza, lo cual no deja de esclarecer la inspiracin aristocrtica de la utopa. Al voto de obedien-cia se opone la regla de vivir en libertad. Kstos siete principios trazan los contornos de una institucin destinada a muchachas entre diez y quince aos, y a varones entre doce y dieciocho aos. Subrayemos tres rasgos de la utopa rabelaisiana, que permiten hacerse una idea bastante precisa de lo que aqu se procura formular mediante el con-cepto de institucin. Kn primer trmino, la institucin es un espacio singular. Es el lugar clausurado, marcado, lugar de la represin libidinal; un lugar dividido en el espacio y el tiempo sociales; un lugar sometido a normas imperativas, que refleja en parte las nor-mas sociales de la clase dominante acentundolas, y en parte instaura normas especiales que dan la espalda tanto a las re-glas jurdicas como a la ley natural. Un lugar donde las mo-dalidades de ingreso (de pertenencia) y de egreso (de exclu-sin) estn firmemente codificadas dentro de un sistema sim-blico, donde se reconoce una voluntad de regulacin siem-pre problemtica del ingreso mediante el egreso. El cont nido del concepto designa aqu establecimientos perfectamen-te delimitados dentro del espacio social, organizaciones o gru-pos definidos mediante una seleccin y / o por las caracters-ticas de una clientela, y simbolizados en el espacio urbano o rural por una arquitectura funcional. Adems del conven-to y de otras instituciones religiosas, se evocan infaliblemen-te dos tipos de instituciones cuya matriz es el convento: las instituciones hospitalarias y las instituciones educativas. Ms en general, se piensa en todas las instituciones morfolgi-camente separadas en el espacio y en el tiempo sociales: cuar-

  • id , o i i r d , etc. En todos estos casos se trata de lo que, con (nlninn, se puede denominar instituciones totalitarias o totales/' Totalitarias porque, encontrndose separadas de las normas sociales exteriores, y adems fuertemente regla-mentadas, ofrecen una analoga con los sistemas polticos lla-mados totalitarios. Pero tambin totales, en un sentido, porque encarnan el proyecto siempre latente en nuestra cultura de condensar en un espacio el concepto de totali-dad, que constituye siempre la obsesiva aspiracin de la filo-sofa occidental. Condensacin y desplazamiento espaciales que presentan, con el triunfo del racionalismo, los caracteres de una esquizofrenizacin del pensamiento y de la prcti-ca social.6

    En segundo lugar, el modelo utpico de la Abada de Thlme acenta otro momento del concepto de institucin: el de la norma universal que busca encarnarse en las formas singula-res, institucionalizadas, de sociabilidad. En el caso de Thl-me, el momento de la universalidad de la institucin Aba-da corresponde al de la educacin como funcin social per-manente, transhistrica, institucionalizada en todas las cul-turas, cualesquiera que sean las formas en las que se inscrib dicha funcin. En el modelo rabelaisiano se valorizan los momentos de la singularidad y de la universalidad, pero a expensas del mo-mento de la particularidad. El punto ciego de la utopa huma-nista reside, en efecto, en el modo de reclutamiento de los thelemitas, en los criterios aristocrticos de admisin en la institucin y, por consiguiente, en la determinacin de las fuerzas instituyentes que componen la sociedad. Es un monje, protegido por un jefe poltico, quien tiene la capacidad de fundar, de instituir, un establecimiento revolucionario de enseanza. Quienes tienen deiecho a ingresar en l son jve-nes bien nacidos. Al considerar este elitismo sociocultural co-mo algo natural y evidente, la utopa pedagogista, tanto en la actualidad como en el siglo xvi, deja de lado el drama social. Sobredeterminando las particularidades de esta forma social singular que es la institucin educativa (abada, escuela, gothul, preceptorado, etc.), el sistema social fragmenta la apa-rente universalidad de la educacin como funcin natural de toda sociedad. Para comprender la interaccin de estos

    5 E. Goffman, Asiles, Pars, Ed. de Minuit, 1968. 6 J. Gabel, La fausse conscience, Pars, Ed. de Minuit, 1962.

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    ires momentos, la accin de la negatividad de que son por-tadores unos con respecto a los otros, hay que explorar el sistema oficial y el sistema oculto de las normas, valores y modelos que constituyen la trama de las conductas dentro de loda institucin. Antigona muestra cmo determinado siste-ma institucional, basado en la preeminencia oficial de la fa-milia, entra en conflicto con un sistema institucional nuevo y que no ha sido an institucionalizado, fundado sobre la preeminencia de la polis. En la sociedad monrquica y ecle-sistica posfeudal, donde se sita Rabelais, la Iglesia sigue siendo uno de los principales cdigos para descifrar condicio-namientos institucionales, pero el Estado entra en competen-cia con ella. Cuando triunfa la impugnacin el protestan-tismo, el sistema estatal termina por suplantar al sistema eclesistico romano, no sin reconstituir dialcticamente nue-vas formas singulares nacionales de cristianismo. En la actualidad, el carcter sobredeterminante del sistema insti-tucional global se manifiesta, no solamente a propsito de las instituciones familiares o educativas, sino tambin de institu-ciones cuya funcin es producir. El dinamismo de la gran empresa norteamericana no puede ser disociado de un orden social favorable a la empresa ( . . . ) Esta no puede ser re-producida fuera de su marco institucional y social.7 El sistema social, con todas las contradicciones, todos los mo-vimientos que lo hacen y deshacen, es el sistema de referen-cia de todo socioanlisis. Si, en nombre del pragmatismo de la buena forma socioeco-nmica, el anlisis institucional subestimara la importancia del sistema social global como sobredeterminante de las par-ticularidades de toda institucin, no hara ms que repetir el error de la sociologa de las organizaciones, que consiste en retomar la visin inconscientemente normativa que caracte-riz a la filosofa del derecho. En consecuencia, las reflexio-nas precedentes permiten abordar, siguiendo los lincamientos de la filosofa del derecho, uno de los ms antiguos contextos del concepto de institucin. El principio metodolgico que valoriza la gnesis conceptual con respecto a la gnesis tem-poral invita a aislar de este contexto dos ejemplos: Rousseau v Hegel.

    / I\ Hetmn, Les secrets des gants amricains, Pars, Ed. du Seuil, IV69.

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  • II. Rousseau y el derecho subjetivo

    La tensin entre nominalismo y realismo es una de las opo-siciones fundamentales de la filosofa occidental desde hace ochocientos aos. Tras la fachada intelectual de la disputa entre dos escuelas, se trata de una verdadera lucha, en el sen-tido poltico del trmino. Una lucha donde se enfrentan no solo individuos vidos de influencia o de seguridad dentro de las instituciones universitarias, sino tambin clanes, grupos y sectas ms o menos institucionalizados segn el modelo del maestro y del discpulo. Las universidades, smbolo de la uni-versalidad del saber, fueron instituidas en el momento en que la separacin entre saber terico (la aletheia cristiana) y saber filosfico (la doxa racionalista) ya no poda ser disi-mulada o reabsorbida. El que tales universidades, sometidas a la Iglesia y los monarcas, hayan tenido dificultades en desa-rrollar la enseanza nominalista nos ilustra sobre la natura-leza institucional de la famosa Querella de los Universales.8 Un elemento de esta querella es la cuestin de la ndole de las Ideas. Segn Cassirier, si la idea de justicia es una pura representacin, idntica suerte est reservada a toda idea. La idea vale entonces solamente por institucin (thesis) y no por naturaleza (phys is ) ; tiene realidad solo por institu-cin, y no debe su contenido y su duracin relativa ms que a la institucin. El siglo x v n ya haba percibido las conse-cuencias jurdicas y polticas del problema. Grocio, por ejem-plo, en su Doctrina sobre el origen de la sociedad y del dere-cho, relaciona el aspecto lgico del problema con sus aspec-tos tico y poltico. Despus de haber revestido formas diversas en el transcurso de los siglos, la oposicin nominalismo-realismo se reaviva a fines del siglo XVII y en el siglo xv in . La vieja antinomia entre lo que pertenece al orden natural y lo que ha sido ins-tituido humana o divinamente emerge en la cuestin del ori-gen de las lenguas. Leibniz, Condillac y Rousseau, y otros, to-man posicin a favor de una de ambas tesis o las contraponen. Cuando Filaleto 10 afirma que el origen de las lenguas reside

    8 Vase Brhier, Histoire de la philosophie-, L. Rougier, La scolastique et le thomisme, Pars, Gauthier-Villars, 1925; Une faillite: la scolas-que (versin condensada del anterior), coleccin Liberts, J.-J. Pau-vert, 1966, La mtaphysique et le langage, Pars, Flammarion, 1960. 9 E Cassirer, La philosophie des Lumires, Paris, Fayard, 1966, cap. 6. 10 G Leibniz, Nouveaux essais sur l'entendement humain, libro 3, Les mots.

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    u i una institucin arbitraria en virtud de la cual determi-nada palabra ha sido voluntariamente el signo de determi-nada idea, a Tefilo le cuesta hallar en la teora de las ideas innatas algo que pueda atemperar el nominalismo de su ad-versario: Yo s explica que en las escuelas y en todas partes se acostumbra decir que las significaciones de las pa-labras son arbitrarias (ex instituto), y verdad es que no estn determinadas por una necesidad natural; pero no dejan de 'estarlo por razones tanto naturales, donde el azar cumple cierto papel, como tambin morales, donde hay eleccin. Aristotlicos, cartesianos, partidarios de Locke, piensan en general como Condillac, que existen signos institucionales y, como Rousseau, que la palabra es la primera institucin so-cial.11 Esto no les impide disputar acerca de las determina-ciones naturales, sobrenaturales y sociales de esa institucin. No siempre las oposiciones aparecen claramente delimitadas: cuando Tefilo, defensor de la tesis teolgica, invoca causas naturales, lo hace para recuperar un resto de trascendencia, siguiendo a Descartes y rechazando la tabula rasa y el empi-rismo absoluto de Gassendi o Locke. Cuando Rousseau espe-cifica que la institucin de la palabra solo debe su forma a causas naturales, lo hace sobre todo para descartar las causas sobrenaturales y secularizar la institucin del lenguaje, a la espera de secularizar las dems instituciones. Podra decirse que, en Rousseau, el concepto de institucin es genrico: en-cuentra un lugar tanto en el Ensayo sobre el origen de las len-guas, como en El contrato social o en el Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres-, tanto en sus es-critos sobre teatro y msica como en el Emilio. Las ltimas lneas del ltimo captulo (captulo xx) del En-sayo sobre el origen de las lenguas indican la importancia que Rousseau atribuye a la relacin entre lenguaje y forma de gobierno. Retomando una idea del gramtico Duelos, subraya: Sera materia de un examen asaz filosfico observar en los hechos, y mostrar mediante ejemplos, hasta qu punto el ca-rcter, las costumbres y los intereses de un pueblo influyen sobre su lengua. Esta perspectiva sociolingstica est prsen-le en el Discurso sobre el origen de la desigualdad, cuando Rousseau se contenta con dejar planteado el gran interrogan-le acerca de qu es lo que funda el concepto de sociedad: Hejo a quien quiera emprenderlo el anlisis de este difcil problema: qu ha sido ms necesario, la sociedad ya formada

    11 J.-J. Rousseau, Essai sur l'origine des langues. cap. 1

  • para instituir las lenguas, o ias lenguas ya inventadas para establecer la sociedad. Lo que el derecho subjetivo aisla es, en verdad, la actividad social instituyeme. Cuando Rousseau utiliza el concepto de institucin, parecen deslizarse tres significados que no dejan de evocar los tres momentos del concepto reconocibles en Ra-belais; pero siempre acentuando el momento descuidado por este:

    a. El significado universal, estructural o incluso tpico, de la institucin, se refiere a normas instituidas, a lo que ya se halla establecido. b. El significado singular, morfolgico, de la institucin, se refiere a formas sociales visibles, de origen ya sea eclesistico o estatal. c. El significado particular, dinmico, de la institucin, se re-fiere al acto de instituir, de fundar, de modificar el sistema instituido. Aqu reside lo instituyeme. El contrato social tra-ta de quien osa emprender la tarea de instituir un pueblo, y en varias oportunidades se indica el problema casi metafsico que se presenta ante el legislador no directivo: la dificultad consiste en comprender cmo puede haber un acto de gobier-no antes de que el gobierno exista, y cmo el pueblo, que no es sino soberano o subdito, puede convertirse en prncipe o magistrado en ciertas circunstancias. Ya antes Rousseau ha-ba sealado esta paradoja de la institucionalizacin: Sera necesario que el efecto pudiera anticiparse a la causa; que el espritu social, que debera ser obra de la institucin, prece-diera a la institucin misma. Es una paradoja que los parti-darios del derecho objetivo atribuirn con facilidad a la vi-sin errnea, demasiado espontanesta, del derecho subjeti-vo, pero que tiene larga vida: reaparece sumamente actualiza-da en la reflexin de Kant, as como en los debates de la Re-volucin Francesa y de las revoluciones siguientes. En un pla-no ms modesto, los psicosocilogos, pedagogos, psicoterapeu-tas, la ven surgir cuando procuran instituir formas de self-government en el seno de los grupos que dependen fuertemen-te de las instituciones.

    La paradoja de Rousseau, su impensado,12 procede del con-texto terico en el cual se intenta pensarla. Tras la discusin

    12 L. Althusser, Sur le Contrat social, Cahiers pour I'Analyse, n? 8, L'itnpens de Jean-Jacques Rousseau.

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    sobre el concepto de Naturaleza, en el contexto da la oposicin entre derecho civil y derecho natural, no se plantea acaso el concepto de institucin? Rousseau no postula el estado de na-lu raleza como ideal o como proyecto poltico, sino como sis-lema de referencia de la reflexin sobre el origen de la desi-gualdad, es decir, de la estructura del sistema social. Quienes invocan el estado natural como objeto real son precisamente los tericos reaccionarios como Hobbes, a quienes Rousseau combate. Ellos imaginan un estado da naturaleza dominado por la lucha por la vida, lo cual les permite deducir la idea de un contrato basado en la esclavitud y en la sumisin al orden existente. Muy por el contrario, Rousseau seala:

    a. Que el estado de naturaleza del que se habla es, en realidad, el ltimo estado de degeneracin de ciertas sociedades. As lo confirma la etnologa.13 Para Rousseau, el estado de naturale-za es una ficcin terica, un objeto de conocimiento (y no un objeto real), un modelo nominal (pero no real), que l adop-ta para construir el concepto de sociedad. Dicho en lenguaje hegeliano: el estado de naturaleza no es un ideal ni un paraso perdido, sino la negatividad en el corazn de lo social. Esto explica que, segn Rousseau, l signifique la no-sociabilidad ( antes de la propiedad privada, o ms bien sin propiedad privada); y explica tambin la eleccin de un gobernante particular para un alumno particular en el Emilio, que es otro modelo nominal. b. Que el contrato no se establece entre gobernantes y gober-nados, tal como en la actualidad pretenden, por ejemplo, al-gunos socilogos.14 Eso sera simple esclavitud, como lo indi-car un rousseauniano inesperado: Sade. El contrato se fija entre miembros iguales; el nico contrato es el de la asocia-do! (El contrato social, libro I I ) . En la voluntad general, en el cjnsenso, las voluntades particulares no se confunden con la i nclinacin o el capricho de su representante, sino que se fun-den, en el sentido de fusin (que no es confusin) y se fundan

    13 C. Lvi-Strauss, Tristes tropiques, 9a. par.e, cap. 38 14 Instaurar una negociacin, institucionalizar los conflictos: este es

  • in el sanelo de liuuliun. Articulndose con sus semejantes medanle un compromiso total, el ciudadano descripto por Koiissc-aii alcanza el momento de la universalidad. En lugar de ser, como se ver en Hegel, aquel a quien no incumbe saber, el pueblo de Rousseau slo es pueblo en la conciencia de su actividad instituyente.

    La paradoja y la apora propias, de la institucin dentro de la concepcin del derecho subjetivo son esclarecidas de modo violento por dos Aufklrers pertenecientes a la poca revolu-cionaria: el Aufklrer activo Saint-Just y el Aufklrer contem-plativo Kant. El primero decreta, un poco someramente, que es necesario sustituir, mediante las instituciones, la influen-cia personal por la fuerza y la justicia inflexible de las leyes.15 Esto significa que las instituciones del Antiguo Rgimen, ba-sadas en el poder personal, cumplan una funcin opuesta a la verdadera funcin de las instituciones. Y pocos aos antes, el antiterrorista Kant declaraba: Es fcil instaurar la Aufkl-rung (Ilustracin) en algunos sujetos mediante la educacin (. . .) Pero ilustrar un siglo es tarea extremadamente larga y penosa, ya que surgen obstculos exteriores que pueden im-pedir en parte este tipo de educacin o dificultarlo-16 Los tradicionalistas y Hegel se encargarn de sistematizar esos obstculos 'exteriores, a menudo subestimados por el derecho subjetivo. Al hacerlo, asignarn al concepto de institucin un significado de coercin exterior y legtima que en nuestra po-ca tiende a confundirse con la definicin que de l ofrecen el sentido comn y la ideologa dominante.

    III. Hegel y el derecho objetivo

    La querella entre derecho subjetivo y derecho objetivo no ser estudiada aqu por s misma, como no lo fue la que opone no-minalismo y realismo. Se puntualizarn solamente algunos as-pectos de la reflexin sobre las instituciones efectuada por la emigracin francesa ( generalmente en Alemania ), antes de pa-sar a una formalizacin que es la ms avanzada, ya que inten-ta superar la oposicin de lo subjetivo y lo obj'etivo: nos re-ferimos a la de Hegel.

    15 Saint-Just, Fragments sur les institutions rpublicaines. 16 I. Kant, Qu'est-ce que s'orienter dans la pense?, Paris, Vrin, 1959.

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    I. La sociologa emigrada

    La sociologa teocrtica o emigrada 17 fue elaborada pol-los pensadores de la contrarrevolucin. En mayor o menor medida, autores como Maistre, Bonald, Rivarol, Mallet du Pan, Snancourt forman parte de lo que se denomina escuela iradicionalista francesa. Esta, que ejercera enorme influencia sobre el pensamiento de Augusto Comte (el cual influir a su vez sobre los neotradicionalistas de la Accin Francesa has-la mediados del siglo x x ) , presenta a veces tesis muy seme-jantes a la doctrina, ms conocida, de la escuela histrica ale-mana. A pesar de sus diferencias, los tradicionalistas encuen-tran su unidad en el movimiento de reaccin violenta contra la Ilustracin en general, y contra Rousseau y el derecho sub-jetivo en particular. Para ellos, ms an que para los juristas modernos discpulos de Hauriou, no solamente lo institucio-nal precede a lo contractual, sino que lo institucional debe quedar protegido de toda accin poltica o jurdica. El hom-bre no puede dar una constitucin a la sociedad religiosa o poltica, as como tampoco puede dar gravedad a los cuerpos, 0 extensin a la materia, proclama Bonald. Las instituciones, al igual que las categoras filosficas de extensin y materia, son ideas dotadas de realidad. Pretender modificarlas o de-rribarlas es atacar la naturaleza, la obra de Dios. Ya existen cuando el hombre aparece. Al igual que el lenguaje dentro de la concepcin realista, son de institucin divina. Por lo tan-to, la sociologa emigrada nunca podra tener por obj1 to la sociedad en su funcionamiento y en sus movimientos contra-dictorios; el objeto de esta sociologa es la sociedad instituida. I'n su Teora del poder (que mereci la aprobacin de Bona-parte y vali a su autor el permiso para regresar a Francia a i n de ocupar un cargo importante en la Universidad imperial), as como en otras obras,18 Bonald postula la particularsima bise de su teora institucional. Dicha base es lingstica. No < s sorprendente que considere a Leibniz como el filsofo ms importante, aunque el realismo mitigado (a decir verdad, '.1 conceptualismo) de este ltimo no implique obligatoriamente una ideologa reaccionaria. La teora tradicionalista, anuncia-dora del positivismo y de la escuela del derecho objetivo (y

    1 / l\ Baldensperger, Le mouvement des idees dans l'migration fran-(,//', Pars, Plon, 1924. IH Bonald, Thorie du pouvoir, 1796 (ao en que aparece la obra, mu-ilici ms liberal, de otro emigrado, Chateaubriand: Essai sur les rvolu-tmns), La lgislation primitive, 1802.

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  • tambin, en parte, de la sociologa durkheimiana), se basa so-lo parcialmente en las categoras del realismo. La poca de la Revolucin Francesa produjo una confusin muy comprensi-ble en las relaciones entre nominalismo y realismo. La distin-cin se hace menos exacta que durante los perodos de calma, precisamente porque la sociolingstica de los tericos polticos y de los filsofos sociales no es ms que una pieza de sus cons-trucciones ideolgicas, que ellos intentan legitimar como cons-trucciones cientficas.19 Cuando ciertos rousseaunianos, arre-pentidos a consecuencia de los acontecimientos revolucionarios, readoptan posiciones realistas pero conservando parte de la teora contractual de Rousseau, este repliegue terico acom-paa a otro repliegue hacia la religin como garanta de la so-ciedad constituida. Saint-Martin, Fabre d'Olivet (y otros gnsticos revolucionarios), Sebastian Mercier (y otros utopis-tas apasionados por la lingstica) corrigen la filognesis rous-seauniana invocando un origen divino de las lenguas y recha-zando la arbitrariedad del signo (en la relacin entre signifi-cante y significado a la vez que la relacin entre signo y ob-jeto). Todas las instituciones humanas son frgiles y estn sujetas al cambio; pero en medio de ese fluir es necesario ha-llar un ncleo estable, que garantice una ideologa de la esta-bilidad. Aun antes de que Chateaubriand restablezca con ella el valor del cristianismo, la prueba mediante las maravillas de la naturaleza sirve ya a Fabre d'Olivet para restablecer la tras-cendencia del lenguaje: Ah! si la palabra fuera un arte mec-nico, una institucin arbitraria, tal como lo han afirmado Hob-bes, y con anterioridad a l Gorgias y los sofistas de su escuela, tendra, pregunto, esas races profundas que, surgidas de una reducida cantidad de signos y confundindose por un lado con los elementos de la propia naturaleza, echan por el otro esas ramificaciones inmensas, coloreadas por los destellos del genio, que invaden el dominio del pensamiento y parecen alcanzar los lmites del infinito? Se ve acaso algo semejante en los juegos de azar? Cundo han presentado las instituciones humanas, por perfectas que sean, esa progresin en su forma y en su crecimiento?.20

    Fabre d'Olivet fundamenta la trascendencia de las instituciones en esa particularidad de la institucin del lenguaje que los lin-

    19 Despus de la Comuna de 1871 surgen igualmente un cientificismo de derecha y un cientificismo de izquierda. Despus de los disturbios de mayo de 1968 en Francia, algunas tendencias del estructuralismo y las ciencias humanas se descubren una potencialidad revolucionaria. 20 F. d'Olivet, La langue hbraique restitue, 1815.

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    gistas llaman doble articulacin. Por una parte, una reduci-da cantidad de signos, que se confunden por un lado con los elementos de la naturaleza: aqu se reconocen los materiales del lenguaje (el significante es material), los fonemas, cuyo nmero es limitado. Por otra parte, la serie infinita de los mor-femas, esas inmensas ramificaciones, que parecen alcanzar los lmites del infinito. De esta posibilidad no finita nace la idea segn la cual el lenguaje y las dems instituciones regu-lares son de origen divino, es decir, superan las dbiles po-sibilidades de las instituciones humanas. Basando su teora del poder en una gramatologa bastante somera, Bonald extraer las ltimas consecuencias de esta visin preorganicista y na-turalista de las instituciones como estructuras existentes desde siempre y para siempre, y a las que basta reactualizar, reve-lar en el sentido qumico del trmino. Bonald afirma que una revelacin, incluida en el lenguaje, ac-ta de modo perpetuo en la sociedad. Lo atrae hacia el lenguaje su valor institucional dejando totalmente de lado su valor con-tractual, visible en la palabra. La lengua francesa habla como se debe pensar y expresa lo que debe ser. Por lo tanto, la frase y el discurso franceses expresan el discurso y la modula-cin de la verdadera sociedad. As como existe una estructura ternaria de la frase modelo (sujeto, verbo, atributo o comple-mento), existen tambin las tres categoras de causa, medio y efecto, y tal principio debe ser aplicado a toda sociedad, en las personas sociales de poder, ministro y sbdito. Esto, en cuanto a las instituciones estatales. Las instituciones religiosas se organizan bajo las formas de Dios, mediador, creyente. Idntica estructura ternaria se aplica al conjunto de las cate-goras sociales: las mujeres, los nios y los trabajadores ma-nuales componen el estado domstico, mientras que el ser-vicio pblico se compone de sacerdotes, magistrados y gue-rreros, etctera.

    La ndole especulativa da esta teora del poder no pas del todo inadvertida para los contemporneos del autor, dispues-tos, sin embargo, a aceptar cualquier racionalizacin que pu-diera legitimar la vuelta al orden. Ni siquiera un pensador tan prximo a Bonald como fue Joseph de Maistre pudo seguir esta concepcin hasta el fin. Este ltimo propone la trascen-dencia de la institucin atenindose al punto de vista estricta-mente metafsico: El hombre no puede hacer una constitu-cin, ni se podra escribir ninguna constitucin legtima; nun-ca se ha escrito y nunca se escribir a priori la recopilacin de las leyes fundamentales que deben constituir una sociedad ci-

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  • vil ii irll^lii'ui Siiln (iiniiilo la sociedad se encuentra ya cons-iiiuiiLi mu que puedii decirse cmo, es posible hacer declarar 0 i'x|ilii ir |iiii escrito algunos artculos particulares; pero tales 1 le liii.ii iones son casi siempre el efecto o la causa de inmensos nuiles, v siempre cuestan a los pueblos ms de lo que valen.21 YII miles de que la sociologa, por medio de Comte y despus de Spencer y sus discpulos hasta llegar a la escuela francesa de sociologa, intentara precisamente explicar cmo la socie-dad se encuentra ya constituida, Hegel ofrece una respuesta que influir durante mucho tiempo en la filosofa del derecho: el listado de hecho constituye la base de todas las instituciones.

    2. El concepto de institucin en Hegel

    Zn oposicin a los embrollones del libre arbitrio, que pre-tenden agregar una teora del Estado a la que es convalidada por el carcter formal de ser vlida en el Estado, Hegel es-tablece un derecho positivo, una ciencia filosfica del de-recho [que] tiene por objeto la idea del derecho, es decir, el concepto del derecho y de su realizacin.22 El derecho subjetivo no posee otro fundamento que el confe-rido por la moralidad objetiva. Se puede oponer al derecho positivo y a las leyes el sentimiento del corazn, la inclinacin y el libre arbitrio. Pero que al menos no sea la filosofa la que reconozca tales autoridades; el hecho de que la violencia y la tirana puedan constituir un elemento del derecho positivo es un suceso accidental que no se relaciona con la naturaleza de este. Esta declaracin, no desprovista de violencia, ser reto-mada por traaicionalistas y por positivistas, tanto juristas co-mo socilogos o polticos, y no requiere comentario alguno. El objetivismo de la escuela histrica no es la verdad que Hegel opondr luego al derecho subjetivo. La justificacin a partir de los orgenes, el historicismo, olvida tener en cuenta la legislacin como un elemento condicionado dentro de una totalidad. Por eso, cuando el intento de legitimacin a par-tir de la historia confunde gnesis temporal y gnesis concep-tual, termina haciendo inconscientemente lo contrario de lo que se propone. La continuacin parece indicar que semejan-te confusin es propia tanto de los tradicionalistas como del

    21 J. de Maistre, Principe gnrateur des constitutions politiques et des autres institutions humaines, 1809. 22 G. W. F. Hegel, Principes de la philosophie du droit, 1821.

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    derecho subjetivo: Cuando el nacimiento de una institucin aparece, dentro de circunstancias determinadas, plenamente adaptado y necesario, llenando as la funcin exigida por el punto de vista histrico, entonces, si se generaliza este tipo de justificacin, el resultado es el opuesto; no siendo iguales las circunstancias, la institucin pierde su sentido y su derecho (Hegel analiza el ejemplo de los conventos). Habiendo descartado desde el comienzo la moralidad subjetiva como fundamento suficiente del derecho, y sin ocultar las cr-ticas que merece la escuela histrica del derecho cuando se abandona al camino fcil de la gnesis temporal olvidando la gnesis conceptual, Hegel plantea los criterios objetivos de la institucin. Para comprender el lugar que ocupa este concep-to, debemos reinstalarlo dentro del sistema de referencia so-ciolgico de Hegel. La sociedad civil abarca los tres momen-tos siguientes:

    a. La mediacin de la necesidad y la satisfaccin del individuo mediante su trabajo y mediante el trabajo y la satisfaccin de las necesidades de los dems; es el sistema de las necesidades. b. La realidad efectiva del elemento universal de la libertad, contenido en este sistema; es la defensa de la propiedad me-diante la justicia. c. La precaucin contra el residuo de contingencia que estos sistemas conservan y la defensa del inters particular como algo comn, mediante el poder de polica y la corporacin.

    El sistema de las necesidades y el sistema de defensa de la pro-piedad, que representa el elemento universal de libertad contenido en el primer sistema, no constituyen un todo per-fecto, una racionalidad que funcione por s misma. El tercer momento existe, por consiguiente, para recuperar el residuo de contingencia y conferir una positividad a aquello que en los dos momentos anteriores segua siendo abstracto. La ar-mona, en efecto, no est dada en cada momento, aunque sea preestablecida como algo consustancial a la sociedad civil.23 Como debe funcionar, la sociedad civil exige o admite la pluralidad de sistemas de pertenencia y de referencia en su principio nico y universal. Y, correlativamente, puede fun-cionar porque es pluralista. Segn Hegel, el conjunto colec-

    23 La sustancia es, esencialmente,! la relacin de accidentes consigo mismos, explica Hegel en la Encyclopdie y, nuevamente, refirindose a la familia, en los Principes.

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  • tivo es una reunin y una diferenciacin de grupos generales, un organismo formado por sistemas particulares de necesida-des, de tcnicas y de trabajos, de formas de satisfacer las ne-cesidades, de cultura terica y prctica, sistemas a que los in-dividuos estn asignados, de donde surge la diferencia de cla-ses. Esas clases son tres:

    1. La clase sustancial o inmediata: la que integran los propie-tarios del suelo, basada en la agricultura y el matrimonio. Fun-dadores de la institucin estatal, la propiedad privada y el ma-trimonio (que equivalen a una restriccin de la vida sexual y una restriccin al uso del suelo) representan la esencia de la institucin: La seguridad, la consolidacin, la permanencia en la satisfaccin de las necesidades, todos estos rasgos que constituyen las virtudes ms evidentes de esas instituciones, no son ms que formas de lo universal y otras tantas encar-naciones en que el fin ltimo de la racionalidad se afirma en esos objetos. Volveremos a encontrar casi textualmente esta de-finicin de la institucin en la filosofa del derecho francs del siglo xx, bajo la pluma de Hauriou y sus discpulos. 2. La clase industrial, reflexiva o formal subdivide su activi-dad en trabajo para las necesidades industriales (artesana-do) y trabajo para una demanda ms universal (la fbrica). Aqu, como en el caso de la clase sustancial, hay que tener en cuenta divisiones en especies, que abarcan sin duda los gra-dos de la estratificacin social, tal como se la considera en la sociologa moderna. Puesto que la nica clase sustancial es la que se caracteriza por la propiedad privada del suelo, en su definicin de la clase industrial Hegel descarta el criterio de posesin de los medios de produccin (capital y saber) que adoptar luego Marx. 3. La clase universal, que se ocupa de los intereses generales de la vida social, debe estar liberada del trabajo directo que se realiza para satisfacer las necesidades, ya sea mediante su fortuna privada o mediante una indemnizacin del Estado que solicita su actividad, de tal manera que el inters privado encuentre su satisfaccin en su trabajo para lo universal. Se advierte aqu una imagen de la burocracia, en el sentido doble y ambiguo del trmino: a la vez clase dirigente (personal po-ltico, una parte del cual proviene de las dos primeras clases) y clase de los funcionarios de todos los rdenes.

    La familia y la sociedad civil (cuya sustancia deriva de la institucin familiar) son dos esferas que tienden a salir de su

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    idealidad para s y a devenir espritu real infinito. El espritu o idea real en acto, en cuanto infinito, es lo que distribuye en estas esferas el material de esa realidad finita, es decir, re parte tanto los individuos como las masas, de modo tal que esa asignacin aparece, a cada particular, como producida por la accin de las circunstancias, el libre arbitrio y la leccin personal del destino. Todo ocurre como si, tambin aqu, una doble articulacin presidiera la institucin de las relaciones so-ciales, como ya lo haba sugerido la visin de Fabre d'Olivet. El material de la realidad finita (excelente definicin de la materia constituida por los fonemas) es distribuido o reparti-do por el espritu real infinito (inmensas ramificaciones del dominio del pensamiento, deca Olivet) que caracteriza a la primera articulacin, la de los morfemas. Esta operacin transforma el material finito en materia significante y, en el caso de la sociedad, da al individuo la ilusin de poder reinven-tar en todo momento el lenguaje, y de encontrar libremente su propio lenguaje, para pensar lo que le ocurre. Sin embargo, Hegel parece reservar este contacto inmediato con el espritu infinito, con la idea real exacta, a la clase sustancial o agrcola y a la clase universal: la primera tiene inmediatamente en s misma su universal concreto, y la se-gunda tiene en su destinacin el universal para s, como obje-tivo, como terreno y fin de su actividad. Por el contrario, el medio entre ambas, la clase industrial, est orientada esencialmente hacia lo particular, y por eso le es propia la corporacin.

    Por lo tanto, la clase industrial debe buscar su universal dentro de una encarnacin de la idea en acto, mientras que las otras dos clases lo encuentran ya-ah, sea en su origen o en su fin. La corporacin, en el sentido hegeliano del trmino, es el pur-gatorio de la clase industrial. Mientras que las clases sustancial y universal pueden reivindicar inmediatamente, identificndo-se con las instituciones, el derecho de lo singular, los indi-viduos que componen la clase industrial permanecen en lo par-ticular mientras no pasen por la mediacin de la corporacin. La corporacin es la forma singular que permite compensar el handicap espiritual consistente en la ausencia de la cultu-ra y de la propiedad privada. La institucin de la corpora-cin corresponde al punto de vista de asegurar la riqueza, a la introduccin de la cultura y de la propiedad privada en otra esfera. Para Hegel, tanto como para los fisicratas del siglo XVIII, tal introduccin sigue siendo eminentemente sospechosa, aunque reconozca que los defectos de la clase industrial se de-

  • Iimi n o Milu iil 1111 i . H i l c s | ) i ] | n n o y l a a p a r i c i n d e u n a i l r l t r , Iiih i i i in lnci i n l.i nn-iiiiua mecanizacin del trabajo, h nnu niiiun juveniles, I legel percibi la funcin que cumpla

    Ik iiici iini/m un continua del trabajo dentro de la esfera in-i l i imii i i l Veinte; a los ms tarde, no ve en ese fenmeno una N I I M I I I K la, n siquiera un accidente, porque no relaciona la mecanizacin con otros accidentes para descubrir la sustancia de la actividad industrial. Sus reflexiones sobre la legitimidad du la corporacin percibida como la nica cosa establecida, porque est reconocida legalmente, permiten que se mani-fieste el conservadorismo que orienta su obra. Sin embargo, el hecho de que Hegel haya visto en la corporacin una encarna-cin del espritu infinito en la materia finita de la produccin industrial no le quita el mrito de haber formalizado el con-cepto de institucin en el sentido de instancia fundadora de la sociedad (propiedad privada, matrimonio, Estado, etc .) . Ser ms legtimo asombrarse viendo cmo Durkheim, un si-glo ms tarde, vuelve a caer en la trampa de una concepcin demasiado morfolgica y cosista de la institucin, cuando pro-pone combatir la amenaza de la anomia mediante un retorno a las corporaciones. Dejemos de lado entonces el discutible sistema de referencia sociolgico (el sistema de las necesidades) que propone He-gel. En la seccin consagrada al Estado, definir de manera ms general la universalidad objetiva, la potencia de la razn en la necesidad, en una palabra, las instituciones (pargrafos 263, 264, 2 6 5 ) .

    Los individuos de la colectividad son a su vez seres espiri-tuales, por lo cual contienen los dos elementos: la individua-lidad extrema consciente y voluntaria, y la extrema universa-lidad que conoce y quiere la realidad sustancial, y por consi-guiente alcanzan la justificacin de ambos aspectos solamente si son activos, tanto como personas privadas cuanto como per-sonas sustanciales. Por ello, en las dos esferas mencionadas, llegan a la primera realidad en forma inmediata, por una parte, y por la otra, a la segunda merced a dos medios: en las insti-tuciones, que son lo virtualmente universal de sus intereses particulares, tienen la esencia de su conciencia de s; y en la corporacin ellas les procuran luego una actividad y una ocu-pacin orientada hacia un objetivo universal.

    Para la clase industrial, la consumacin de ambas esferas (individualidad y universalidad) se opera en el trabajo: este

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    es un punto importante pata la teora de la institucin, ya que aqu Hegel se separa totalmente de sus contemporneos tra, dicionalistas, partidarios del derecho abstracto, y para quienes las instituciones ni siquiera necesitan ser consumadas, puesto que existen desde siempre. Sin embargo, queda en pie una importante distincin entre las clases sustancial y universal, por un lado, y por otro la clase industrial. Lo que todas las clases alcanzan inmediatamente, es la individualidad extrema consciente y voluntaria. La universalidad, en cambio, como ya se ha visto, no se da inmediatamente sino a las dos clases que participan directamente en la vida del espritu, a travs de la pertenencia a las instituciones y la identificacin con ellas. La clase industrial debe pasar por las corporaciones. Aunque Hegel parece indicar aqu que tanto la institucin co-mo la corporacin son un medio, una mediacin, no se debe olvidar que la relacin con las instituciones no es la misma cuando se es agricultor o funcionario que cuando se es miem-bro de la clase industrial. El trabajo de la tierra y el servicio del Estado llevan a comunicarse directamente con lo universal; el trabajo industrial es solamente una ocupacin dirigida hacia un objetivo universal, a condicin de que ese trabajo est or-ganizado a partir del modelo espiritual de la corporacin. Si en Hegel la institucin es una mediacin, se trata de una mediacin inconsciente, interiorizada. La corporacin, por el contrario, es una mediacin exterior, impuesta solamente a determinada clase de individuos.

    La frmula aplicada particularmente al concepto de institucin en el pasaje citado nos interesa no tanto por la secuencia prin-pal q u e no es sino una repeticin casi textual (lo que hay de virtualmente universal en sus intereses part iculares) como por la secuencia siguiente: mediante la institucin,, adquieren la conciencia de s. Esto remite a la crtica del derecho sub-jetivo y de la nocin misma de subjetividad. Ya en la introduc-cin, Hegel hablaba de esta fuga ante todo contenido como ante una limitacin, asimilndola a la libertad negativa, la libertad del vaco. Para superar este momento de la li-bertad abstracta, conviene concebir la negatividad inmanente en lo universal o en lo idntico, como en el yo. La autode-terminacin del yo consiste en ponerse a s mismo en un esta-do que es la negacin del yo, por ser determinado y limitado, y en seguir siendo s-mismo ( . . . ) El yo se determina en tan-to es relacin de negatividad consigo mismo. Ms adelante, al estudiar el paso de la moralidad subjetiva a la moralidad objetiva, Hegel establece que la universalidad y la objetividad

  • son totalidades relativas, que deben ser integradas en la totali-dad, como constitutivas de la voluntad subjetiva: La integra-cin de estas dos totalidades relativas en la identidad absoluta est ya cumplida en s cuando, justamente, la certidumbre sub-jetiva de s, desvanecindose en la vanidad, ha devenido idn-tica a la universalidad abstracta del bien. El sujeto no est dado antes de la institucin ni a pesar o en contra de ella, sino que se da en tanto es instituido. El ejem-plo del matrimonio y de la familia sirve para probar, contra las teoras contractuales que consideran la persona autnoma en su individualidad, que solamente la familia es una persona sustancial cuyos miembros son los accidentes. Pero, cul es el vnculo social que liga esos accidentes para constituir una sustancia? Es la identificacin de las personalidades, que no es sino el espritu moral objetivo. Este proceso de identificacin, que da su fundamento a la fa-milia, dndoselo al mismo tiempo a los miembros de esta co-mo voluntades subjetivas, no deja de evocar el proceso de identificacin que Freud utiliza para establecer la existencia de una estructura libidinal.24 Ms en general, nos sugiere la idea segn la cual las instituciones reproducen simblicamente, en los momentos del Estado y de la sociedad civil, el sistema de parentesco objetivado en el momento de la familia. El lu-gar que Hegel asigna a la negatividad en la constitucin del yo es aqu esencial: relacin de negatividad consigo mismo, el yo se constituye, en la estructura libidinal, como determina-do y limitado a la vez por las identificaciones con el padre, con la madre, y como mantenindose igual a s mismo, en tanto se le atribuy ser a su vez el objeto de identifica-ciones, y en tanto le resulta imposible no a