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Autor: Clara Inés García Coordinadora Investigación Básica Instituto de Estudios Regionales INER, Universidad de Antioquia Título: La sociedad frente a la guerra Acción colectiva en localidades y regiones de Antioquia. Abstract: La ponencia analiza las respuestas que han dado actores o colectividades locales y regionales en Antioquia frente a las violencias de la guerra y sus efectos de destrucción a lo largo de los últimos 20 años. En particular se abordan las regiones de Urabá y Oriente antioqueño, regiones en las que sucesivamente, en las últimas décadas, se han producido los más elevados índices de violencia y desplazamiento forzado en el país. Las respuestas de las sociedades se dilucidan desde tres claves: a) Los tiempos y los lugares de la guerra y las variaciones que ello introduce en los marcos de significación de la acción de las sociedades locales y regionales. b) La manera como las sociedades locales asumen la dominación, coacción, o hegemonía que imponen los actores armados y elaboran una acción colectiva. c) La manera como las respuestas sociales a la guerra revierten sobre la misma sociedad que reacciona. Se plantea cómo la acción de una sociedad que resiste a las violencias de la guerra no se agota en el intento de neutralización de los efectos de la violencia y del poder de coacción de los actores armados, ni en la invención de nuevos recursos sociales, culturales y políticos que la reconfiguren como sociedad. Esas mismas acciones también contienen significados contradictorios o ambivalentes, definidos en función de la manera como el conflicto armado se inserta en la dinámica de las sociedades locales y sus propios conflictos. Para finalizar se realiza una síntesis de las diferencias mayores sobre las cuales interactúan el conflicto, las acciones de resistencia y el Estado según sean los rasgos dominantes de cada región - como región de frontera interna la una, y como región central e institucionalizada la otra.

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Autor: Clara Inés García Coordinadora Investigación Básica Instituto de Estudios Regionales INER, Universidad de Antioquia Título: La sociedad frente a la guerra Acción colectiva en localidades y regiones de Antioquia. Abstract: La ponencia analiza las respuestas que han dado actores o colectividades locales y regionales en Antioquia frente a las violencias de la guerra y sus efectos de destrucción a lo largo de los últimos 20 años. En particular se abordan las regiones de Urabá y Oriente antioqueño, regiones en las que sucesivamente, en las últimas décadas, se han producido los más elevados índices de violencia y desplazamiento forzado en el país. Las respuestas de las sociedades se dilucidan desde tres claves: a) Los tiempos y los lugares de la guerra y las variaciones que ello introduce en los marcos de significación de la acción de las sociedades locales y regionales. b) La manera como las sociedades locales asumen la dominación, coacción, o hegemonía que imponen los actores armados y elaboran una acción colectiva. c) La manera como las respuestas sociales a la guerra revierten sobre la misma sociedad que reacciona. Se plantea cómo la acción de una sociedad que resiste a las violencias de la guerra no se agota en el intento de neutralización de los efectos de la violencia y del poder de coacción de los actores armados, ni en la invención de nuevos recursos sociales, culturales y políticos que la reconfiguren como sociedad. Esas mismas acciones también contienen significados contradictorios o ambivalentes, definidos en función de la manera como el conflicto armado se inserta en la dinámica de las sociedades locales y sus propios conflictos. Para finalizar se realiza una síntesis de las diferencias mayores sobre las cuales interactúan el conflicto, las acciones de resistencia y el Estado según sean los rasgos dominantes de cada región - como región de frontera interna la una, y como región central e institucionalizada la otra.

Workshop: Obstacles to robust negotiated Settlements Particular topic: Local responses to conflict Abril 29-30-31 de 2003

LA SOCIEDAD FRENTE A LA GUERRA. Acción colectiva en localidades y regiones de Antioquia.

Clara Inés García Instituto de Estudios Regionales, INER

Universidad de Antioquia Introducción Esta ponencia analiza las respuestas que, a lo largo de los últimos 20 años, han dado actores o colectividades locales en las regiones de Urabá y el Oriente antioqueño a las violencias de la guerra y sus efectos de destrucción. El interés general que tiene el tema en el marco de este seminario, es el de aportar elementos de juicio acerca de las lógicas bajo las cuales se mueven o actúan las colectividades frente a las condiciones de guerra que le son impuestas. En un plano más específico el análisis se propone develar los elementos que configuran la acción en contextos de guerra particulares. La confrontación armada en el caso colombiano se configura sobre el enfrentamiento entre guerrillas y Estado. Sin embargo, como el conflicto por principio es dinámico, los significados que adquiere para la población que lo vive cotidianamente varían según los contextos concretos de la guerra, esto es, según sus tiempos y lugares, según la configuración de la sociedad local o regional en la que la guerra se desarrolle, según los actores que dominen en la sociedad local y en la dinámica de la guerra y según las tradiciones de organización y movilización social de los actores sociales en el territorio en capacidad de enfrentarse a situaciones de dominación o coerción. Es justamente sobre esa complejidad de factores sobre la cual voy a estructurar esta ponencia. La clase de respuestas que se analizarán son las producidas como acciones colectivas identificables en los registros de prensa, en documentos producidos por las mismas comunidades y actores de la sociedad civil y en entrevistas con agentes participantes. Centraré la ponencia en dos de los casos regionales asociados a los más altos índices de violencia y desplazamiento forzado en Colombia y a la calidad y diferencia de las respuestas que actores y colectividades locales producen ante la guerra en la historia reciente de Antioquia. En primer lugar mostraré cómo las respuestas de las sociedades tienden a variar en función de la relación de dos dimensiones básicas de la vida social: el tiempo y el lugar del conflicto. Aquí interesa resaltar las especificidades de los “contextos de significación”.

Todo conflicto prolongado tiene su propia historia. En la dinámica de las interacciones se reconfiguran y redefinen los actores, las estrategias y las significaciones. En esa dinámica se producen variaciones sustanciales en la relación entre los actores enfrentados y entre éstos y la sociedad local en la que se insertan. Los actores que protagonizan los enfrentamientos, sus estrategias, las formas bajo las cuales se efectúa el enfrentamiento y las significaciones que las poblaciones afectadas le atribuyen a todo lo anterior, son elementos que cambian a lo largo del proceso. De ahí que sea indispensable para la dilucidación del carácter y del significado de las respuestas de la sociedad, hacerlo a la luz de la periodización del conflicto. El otro elemento que juega un papel determinante es el lugar. Las condiciones sociales, culturales, institucionales y políticas de cada región influyen en la manera como se configura el conflicto general en ella, y cómo la sociedad se define frente la confrontación violenta que se desarrolla sobre su territorio. Al lugar se asocian el carácter de las experiencias, valoraciones, organización, relaciones y redes con que cuenta la sociedad civil, lo mismo que la manera como el Estado se inserta en la vida local. Los casos que vamos a analizar pertenecen a dos regiones totalmente diferentes: Urabá y el Oriente Antioqueño. La primera es una región de poblamiento reciente (hace 50 años tenía sólo 15.000 habitantes, hoy se estima tiene 435.000) en la que prima su condición de frontera interior y una dinámica territorial que presiona por la articulación física y social de su territorio y la transformación de su situación de exclusión histórica a la de una región reconocida y con presencia del Estado. El Oriente Antioqueño es el caso contrario: una región consolidada que jugó papel importante en la configuración histórica de Antioquia, que mantiene lazos estrechos con el área metropolitana de Medellín y que cuenta con fuerte presencia de las instituciones y con actores organizados que participan en la orientación de los destinos de su colectividad. En la actualidad cuenta con 569.800 habitantes1.

En segundo lugar es importante desentrañar las principales claves bajo las cuales se estructuran las respuestas sociales ante la situaciones de la guerra en los contextos locales. Esas respuestas se analizarán también en dos dimensiones:

En primer lugar, desde la acción colectiva en la que se configura una manera de percibir y enfrentar a los actores de la guerra. Se trata de analizar cómo las sociedades locales asumen la dominación, coacción, o hegemonía que imponen los actores armados y cómo elaboran una manera colectiva de actuar ante la misma, resistiendo, adaptándose o inclusive sumándose al proyecto impuesto. Es indispensable entonces diferenciar, según el lugar o el período del conflicto, a qué actores armados percibe la sociedad local como el poder coactivo que restringe la libertad y autonomía de acción y que causa daños y destrucción, y qué acciones estructura frente a él y si éstas son fragmentadas, heterogéneas o articuladas. Se trata de entender a qué responde la sociedad local y cómo lo hace.

El segundo de los ángulos a tener en cuenta es el de los efectos que tiene la acción colectiva sobre la constitución del actor social o la sociedad local que plantea la acción de “respuesta”. Se trata de observar en las acciones colectivas frente al

1 Los datos demográficos actuales son estimativos censales a 1999.

conflicto armado, las transformaciones que se producen en los propios actores locales que las proponen. En toda interacción se transforman los dos lados que se ponen en contacto. Igualmente en las situaciones donde actores sociales particulares o la sociedad local en su conjunto adelantan acciones frente a los actores armados y los efectos de su guerra y actúan en consecuencia, ésta sociedad acaba transformándose a sí misma. Se trata de entender entonces, no sólo a la sociedad frente a la guerra y sus actores, sino también frente a sí misma, como sujeto de su destino histórico. Es colocar la lupa también en la manera como las respuestas de la sociedad revierten sobre ella misma.

En síntesis, se abordará el análisis de las acciones que los actores o las colectividades locales de Urabá y Oriente Antioqueño plantean frente al conflicto armado que se desarrolla sobre su territorio, identificando los distintos contextos de significación que es posible distinguir según períodos del conflicto y características regionales. Urabá tiene una historia más larga del conflicto armado y de la acción colectiva a él relacionada. Oriente antioqueño sólo entra recientemente en la escena de la guerra. Se plantea cómo la acción de una sociedad que resiste a las violencias de la guerra no se agota en el intento de neutralización de los efectos de la violencia y del poder de coacción de los actores armados, ni en la invención de nuevos recursos sociales, culturales y políticos que la reconfiguren como sociedad. Esas mismas acciones también contienen significados contradictorios o ambivalentes, definidos en función de la manera como el conflicto armado se inserta en la dinámica de las sociedades locales y sus propios conflictos. Para finalizar se realiza una síntesis de las diferencias mayores sobre las cuales interactúan el conflicto, las acciones de resistencia y el Estado según sean los rasgos dominantes de cada región - como región de frontera interna la una, y como región central e institucionalizada la otra. Conflicto y acción colectiva

• Urabá. Ambivalencias En la primera etapa de formación de los grupos guerrilleros en el país, entre los finales de los años sesentas y setentas, se delimita en Colombia un primer núcleo de territorios de influencia guerrillera en regiones periféricas en proceso de colonización, entre las cuales Urabá y el Bajo Cauca en Antioquia constituyen dos de los nichos predilectos de tal proceso2. A partir de un segundo período –1980 – 1990-, los grupos guerrilleros adquieren una presencia extendida en los territorios de importancia económica de las regiones periféricas de las márgenes o del centro del país. La primera experiencia de paz que el gobierno adelanta por entonces en el nivel nacional (la tregua de 1984 a 1987) tiene particular impacto en Urabá. Durante ella se escala el conflicto armado, al igual que el conjunto de conflictos que se desarrollan en los diferentes ámbitos de la vida social –por las condiciones laborales en el sector bananero, por el acceso a la tierra, por los derechos humanos3. La década termina con la instauración de una Jefatura militar en la región.

2 Ver Camilo Echandía: Mapas de la geografía de la expansión territorial de la guerrilla. Mapas FARC y ELN. Descripción EPL, página 57.... 3 Véase los gráficos del conflicto en Urabá para la época en : Clara Inés García. “Urabá: región , actores y conflicto. 1960-1990. Editorial CEREC-INER, Bogotá, 1996. paginas 282-284.

La vida cotidiana de la población se ve totalmente alterada. La militarización por parte de las fuerzas del orden del Estado, la guerra sucia ejercida desde todos los flancos y las acciones guerrilleras que actúan, más allá de los puros enfrentamientos con la fuerza pública, sobre la destrucción de infraestructura pública y privada4 y sobre las organizaciones y las movilizaciones sociales de los sectores sociales subordinados. Esta última modalidad garantiza a los grupos guerrilleros una inserción directa en los ejes de la vida económica de sus zonas de influencia, y el control de todos los intersticios de la vida social en ellas. En el caso de Urabá esta última modalidad tiene connotaciones especiales: - Las guerrillas se insertan en los sindicatos de la industria bananera y, mediante una

estrategia eficazmente concertada, logran el reconocimiento de la organización sindical, el establecimiento de la ley laboral en Urabá y el mayor número de afiliados a una organización de este tipo en el país 5. Tales logros no se producen sin coacción y violencia sobre los mismos trabajadores. Estos quedan atrapados entre tres fuegos: la lucha por su propio proyecto sindical, la guerra sucia patrocinada desde las filas de los patronos y el control guerrillero que les hace perder su autonomía y los lanza a una cadena de muertes violentas sin precedentes en virtud de la competencia interguerrillera por el control obrero y del territorio del eje bananero6.

- Los grupos guerrilleros están igualmente en la base del denominado “movimiento de recuperadores de tierra”, mayoritariamente en manos del EPL, mediante el cual se invaden tierras de las fincas ubicadas en el eje bananero, con cerca de 40 invasiones registradas entre los años 1985 y 1986. Con el tiempo y la intervención del Incora y de otras instituciones del Estado, estas tierras serán la base para la constitución en el área de una economía campesina platanera que se inserta en las redes del mercado mundial.

- Muchas de las movilizaciones por los derechos humanos adelantadas por los sindicatos están atravesadas por la instrumentalización de las organizaciones armadas que también utilizan el discurso de los derechos humanos y el patrocinio a esta movilización como arma de lucha contra el Estado en los casos en que ellos son las víctimas de la guerra sucia generalizada, no así cuando ellos son los propios victimarios.

- Los llamados “éxodos campesinos” y tomas de alcaldías o de oficinas públicas, iniciados en 1983 a manera de protesta contra la militarización y los enfrentamientos entre la fuerza pública y la guerrilla en las veredas de economía campesina, se intensifican a partir de 1988, a raíz de las masacres sistemáticas perpetradas en fincas bananeras o en localidades específicas contra grupos de pobladores y trabajadores, por parte del nuevo actor que aparece en la escena, los grupos paramilitares.

- Los dos grupos guerrilleros, al final de la década como Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, también se apoyaron en Urabá para realizar en octubre de 1988 y en acción concertada en otras regiones del territorio nacional, lo que quisieron convertir

4 Especialmente puentes y torres de energía y de comunicación y las instalaciones productivas de las fincas. 5 La historia y la significación social y política de esta inserción puede consultarse en “Clara Inés García, “Urabá… op. cit , páginas 101 – 138 y 145 – 158. 6 Esta última implicó para los trabajadores: una bomba a la sede de Sintagro en 1995, la muerte de 100 obreros en los campos de las fincas como producto del enfrentamiento armado de los dos grupos, además de un cierto número de líderes muertos por vía de la guerra sucia.

por entonces en una insurrección general. Eso le costó a la población de Urabá no sólo el paro general, sino la destrucción de puentes, de empacadoras, de carros, de fincas.

La totalidad de la población en Urabá queda afectada por la guerra que se libra en la región entre las guerrillas y el Estado. Los aspectos directamente comprometidos son: la vida, con los más altos niveles de homicidios y de masacres del país en la década, la incapacidad de expresión y de acción autónomas de los sectores sociales subordinados y unas condiciones en las que la libertad de circulación, esparcimiento, y de trabajo están restringidas. Los Empresarios no vuelven a sus fincas y las dejan en manos de administradores. El resto de la población clama al Estado su presencia en instituciones laborales, judiciales, de derechos humanos y de desarrollo. Este es el resultado de la guerra en una sociedad no estructurada, donde ni las instituciones ni la normatividad rigen. Es una sociedad que antes que organizarse se ve fracturada e intensamente polarizada política y socialmente; en ella la población ha quedado, por la fuerza de los acontecimientos, encuadrada sin proponérselo, en uno o varios de los polos del enfrentamiento, (entre trabajadores y empresarios bananeros, entre campesinos y terratenientes o especuladores de tierras, entre los bandos militares configurados por las guerrillas al interior de los movimientos sociales y entre guerrillas y paramilitares). Ante un nivel de coerción y de violencias tan pluridimensional y tan generalizado, y conflictos tan cruzados, ¿cómo se plantean y cómo se pueden interpretar las acciones que actores y colectividades locales adelantan frente a los actos de coerción y violencia y frente a los actores que los ejercen? La respuesta a este interrogante es compleja en virtud de la triple faz que cualquier acción tiene en el Urabá de esa época. En primer lugar, hay una enorme dosis de violencia y dominación ejercida por los señores de la guerra en los territorios de sus respectivas influencias. Es también muy alta la dosis de sometimiento de la población al actor que ejerce el poder, por cuanto éste ejerce, como arma de guerra, el control de la totalidad de los resquicios de la vida social en una población que no ha tenido la experiencia previa de organizarse autónomamente y de actuar en el espacio de lo público. En segundo lugar, ante un Estado ausente y por décadas sólo presente a través de su faceta militar muchas veces asociada a la arbitrariedad y a la violencia, el clamor social general por el cese de la violencia, el respeto a la vida y el ejercicio de la justicia, suele canalizarse en la época a través de consignas tales como la desmilitarización y la protección y defensa de los derechos humanos y por la presencia de jueces, oficinas laborales, seguro social. Las dos primeras dicen mucho de la lectura predominante que se hacía del conflicto armado en ese entonces: el actor frente al cual se expresa el rechazo es la fuerza pública: por desmilitarización se entiende salida del ejército de los territorios donde se dan las confrontaciones con las guerrillas; por derechos humanos se entiende la salvaguarda frente a los actos abusivos cometidos por los agentes del Estado. Son reivindicaciones que representan la única posibilidad de expresión de rechazo a las violencias por parte de una población que no está en capacidad de expresar el rechazo a los actores del otro polo del conflicto. Pero son también reivindicaciones que los grupos guerrilleros promueven y apoyan, por cuanto posibilitan deslegitimar al Estado frente al conjunto de la población sobre la cual ellos mismos ejercen coacción y violencia, y frente a las agencias internacionales.

En tercer lugar, en los conflictos laborales o por la tierra en los cuales los grupos armados intervinieron, trabajadores y campesinos actúan con una inevitable ambivalencia. Por una parte, ante la dominación y actos de violencia que los empresarios aplicaron sobre los trabajadores bananeros durante los 20 primeros años de la industria bananera7, los trabajadores vieron la posibilidad de ganar un objetivo buscado largamente -el reconocimiento como actor social y la aplicación de las leyes laborales- apoyados en la coacción y orientación dada por los grupos guerrilleros al manejo del movimiento sindical y como resultado de la imbricación compleja de intereses múltiples en un mismo movimiento. De manera similar acontece con el movimiento por la tierra. Así, la incapacidad de actuar con autonomía, ser objeto de violencia y ganar como actor en su proyección a futuro, son tres cosas que, en este caso, van juntas. El rechazo a las guerrillas no manifiesto explícitamente a través de acciones colectivas y el apoyo a la organización sindical que aquellas dirigían se concilian en los hechos. Por eso podemos afirmar que en la década del ochenta en Urabá, no hay acción colectiva de rechazo a los efectos de la confrontación armada que no contenga una importante dosis de ambivalencia.

• Urabá. Exploraciones En los albores de la nueva década el gobierno nacional ha logrado una segunda experiencia de paz en el país, la entrega de armas y el acogimiento de un proceso de reinserción social y política por parte de dos de los grupos guerrilleros: el M-19 y el EPL. La nueva Constitución de 1991 acompaña el inicio del período. La paz con el EPL es especialmente importante en Urabá, por ser esa región el epicentro de dicha agrupación. En la región se han implantado nuevas instituciones: la Iglesia católica con la Diócesis en Apartadó, las oficinas del ministerio del trabajo, el seguro social, juzgados, y la creación de tres Consejerías Presidenciales (para las relaciones obrero-patronales y la protección de la dignidad humana, para la reforma agraria y para la reconciliación y rehabilitación). Los empresarios bananeros han organizado Fundaciones y comprometen inversión social. El Estado comienza a invertir significativamente. No obstante, y en virtud de las nuevas maneras de articularse el conflicto, este período está signado por una escalada de la confrontación armada y de las violencias jamás imaginada. Las localidades se colocan en el ojo del huracán de los grupos armados: la descentralización administrativa, la elección popular de alcaldes y las transferencias de recursos a este nivel, las vuelven centro de atención y de búsqueda de influencia en la ejecución o el acceso a los recursos que allí se manejan. Y en Urabá, el poder local deviene aún más significativo por el papel que éste juega en la competencia entre las dos agrupaciones políticas salidas de las entrañas de los procesos de paz experimentados hasta el comienzo de los años noventa –la Unión Patriótica y Esperanza Paz y Libertad. Los grupos paramilitares se organizan de manera orgánica y se extienden por el territorio nacional. En Urabá su accionar pesa sobremanera, puesto que allí se consolida el núcleo central de la organización paramilitar más poderosa del país y la que va a 7 El imperio del poder del empresario se manifiesta en el pacto y manejo de la relación laboral, la militarización de las fincas en conflicto laboral y la guerra sucia que cobra vidas entre los líderes que impulsan la organización sindical desde el año de 1964.

ocupar la cabeza de la organización nacional. De la confrontación directa entre guerrillas y fuerza pública, se pasa en este período al predominio del enfrentamiento entre guerrillas y paramilitares. Y en este nuevo contexto, la población civil se convierte en el objetivo militar predilecto: el control de los territorios se mide en función de la capacidad de coacción y amedrentamiento de la población, más aún, las batallas se dirimen utilizando a los pobladores como símbolos de los golpes al contrincante: más que batallas directas entre actores armados, éstos miden su capacidad de acción y de control del territorio masacrando pobladores de las supuestas zonas de influencia del contrincante. A ello se suma la nueva estrategia de “tierra arrasada” con la cual los grupos paramilitares van tomando en el lapso de seis años el control de la región, expulsando y vaciando veredas y pueblos enteros de norte a sur. La destrucción de infraestructura física adquiere carácter de estrategia militar. Puentes y torres de energía eléctrica, de comunicaciones y de televisión, son las más frecuentes. Además se continúa con la guerra sucia y se generaliza el asesinato de líderes de todas las organizaciones sociales y políticas. El encarnizamiento se extiende del campo laboral al de la política donde jugaban su papel los nuevos actores políticos, la UP y Esperanza Paz y Libertad. En definitiva: el conflicto se degrada, la guerra sucia se acentúa y golpea a los líderes de todas las tendencias, domina la disputa entre paramilitares y guerrillas, los pobladores se convierten en objetivo militar, masacres, tierra arrasada y desplazamiento forzado producen una enorme crisis humanitaria (Urabá muestra por entonces las cifras más alta en el contexto nacional), la ingobernabilidad se convierte en la pauta. A estos cambios en el carácter del conflicto se asocian nuevas maneras de acción de los actores sociales locales. De la parálisis o de actuar al vaivén de su instrumentalización por los actores armados, se pasa a la exploración de una serie de acciones tendientes a trabajar por la humanización del conflicto, por sacar a la población civil de la guerra y por lograr acuerdos que permitan construir espacios de trámite de lo público. La intervención decidida de la Iglesia es un primer factor que juega para facilitar esa nueva posición: la instauración de la Diócesis de Apartadó en 1988 y la figura del Obispo, Monseñor Cancino, quien comienza a mediar en los conflictos y a proponer y facilitar salidas en primer lugar, y, en segundo lugar, la organización en 1994 de una Comisión Verificadora conformada por ongs de la iglesia católica y la pastoral social, que se encargó de esclarecer el carácter de los hechos violentos que agobiaban la zona cuando, con la intervención sistemática de los paramilitares en el conflicto, se sobrepasan todos los umbrales. Su informe en 1995 se constituyó en la primera palabra que con legitimidad se pronunció públicamente y emitió un diagnóstico del conflicto; éste se consideraba el primer paso para poder desbrozar caminos en medio del maremagnum y la oscuridad de la guerra sucia. Por iniciativa de los actores sociales se anteponen a la fuerza de los hechos de la guerra una serie de acciones: - “la neutralidad activa”, declarada en octubre de 1994 por la Organización Indígena de Antioquia. Los indígenas organizados en el nivel nacional y con una tradición de resistencia al exterminio que históricamente vivieron, organizan su resistencia: hablan en el nivel local con cada uno de los actores enfrentados en sus territorios, se declaran

neutrales frente a todos los bandos y los conminan a sólo transitar por ellos sin hacer daño y sin implicarlos ni en sus acciones ni en sus representaciones del enfrentamiento. La neutralidad se declara inclusive frente a las fuerzas del Estado. Si bien esta posición es un acto de resistencia, primero en un contexto en el que el resto de actores sociales no acataba aún a desarrollar estrategias organizadas para resistir, es también un acto con connotaciones muy problemáticas con relación al reconocimiento de las instituciones y del Estado. - El otro actor que, representando los intereses de la región, organiza una protesta masiva contra los actos que las guerrillas cometen y que perjudican a las comunidades en general, es la UP en cabeza del alcalde de Apartadó, quien lidera una marcha contra la primera acción dinamitera en escala nacional sobre las torres de energía en 1991, y que en Urabá tienen uno de los principales nichos de afectación. Es la época en que esta organización política, salida de las FARC y tutelada por ellas durante su primera fase, se distancia y expresa un grado de autonomía importante, resistiendo precisamente a los actos de su propia organización de origen. Este grado de autonomía, alcanzado rayando los albores de los noventa, les vale poco tiempo después quedar presos de la coacción abierta de las FARC y la consiguiente purga política desde el mismo Estado. - el tercer gran espacio de organización de actos de resistencia a los efectos de la guerra es el de los dos pactos políticos de Apartadó: el primero, que no alcanzó a tener ninguna eficacia, es el intento, al final de 1993, del conjunto de las organizaciones políticas –liberales, conservadores, Up y Esperanza Paz y Libertad- de acordar términos de convivencia en el manejo de lo público en la localidad. El segundo, denominado “el consenso de Apartadó” pactado en agosto de 1994, cubre un amplio abanico de fuerzas cívicas y políticas organizadas –9 en total-8, que sí tiene efectos prácticos, pues se produce un intervalo en el que en Apartadó hay un margen de gobernabilidad. Estos 9 actores acuerdan apoyar el nombre de Gloria Cuartas como candidata a la alcaldía de Apartadó y una vez elegida, apoyar un primer experimento de construcción de lo público en Urabá. La figura de Monseñor Cancino está siempre tutelando y mediando en el proceso. Son actores de la sociedad civil, no del Estado, los que intentan, hacen, logran o fracasan en el objetivo de lograr pactos que permitan actuar colectivamente en torno de un objetivo común y medir distancias con relación a la instrumentalización de los actores sociales y políticos de la sociedad por parte de los actores de la guerra. - El Colombiano, el principal diario regional de Antioquia, dispuso sus páginas cada domingo durante seis meses, entre fines de 1994 y principios de 1995, para que el conjunto de actores, armados, públicos y civiles expusieran sus posiciones y opinaran con respecto de las de los demás en “Los diálogos por Urabá”. Las FARC fue la única organización que no participó en ese intento de relacionar por medio de la palabra escrita al conjunto de actores interesados en la orientación de los acontecimientos en Urabá. - La diócesis de Apartadó y los alcaldes de Urabá permanentemente se están ofreciendo para dialogar con las guerrillas y lograr algún punto de entendimiento. Inclusive en

8 Entre ellas: Unión Patriótica (UP), Partido Comunista Colombiano (PC), Esperanza Paz y Libertad (EPL), Partido Liberal de Urabá, Partido Conservador, Grupo Campesino Cristiano con la comunidad (C4), Movimiento Cívico Partido Nacional Cristiano, Movimiento Cívico Apartadó para todos, Movimiento Cívico Generación 2. (Tomado de El Tiempo, sábado 27 de agosto de 1994)

mayo del 95 los alcaldes piden una tregua, a la que los paramilitares respondieron con un no rotundo. - La sociedad civil regional propone volver a Urabá un “Distrito Especial de Paz”. El obispo en varias ocasiones sugiere tratamiento especial -a la manera inclusive de experimento- en asuntos de paz, en contraposición a lo que inmediatamente se emite como decreto del Gobierno nacional, al ser Urabá declarada en 1996 “Zona Especial de Orden Público” . Se observa entonces en Urabá una sociedad civil compuesta de actores diversos que no cree en la capacidad de las instituciones y que, acompañada por la Iglesia católica, tantea por diversas vías y con resultados demasiado precarios y efímeros, la búsqueda de espacios donde fuera posible debatir diferencias y llegar a acuerdos sobre proyectos de interés común y para experimentar su propia capacidad de acción sin las presiones y la violencia de los grupos armados. Una parte muy significativa de esta misma sociedad civil también plantea ante el gobierno nacional y departamental alternativas diferentes a las soluciones militaristas y de orden público de las autoridades públicas, apoyadas por algunos sectores sociales en la región. Y el conjunto de esta misma sociedad plantea también acciones de resistencia directa a las acciones de destrucción de las guerrillas, en la modalidad de la protesta pública, por la vía de los intentos de acercamiento a los actores armados, el diálogo y la petición de treguas y declarando como bandera la necesidad de acatar el derecho internacional humanitario. Tales son los tres grandes campos en los que se da la acción de la sociedad civil ante los efectos de la guerra. El conjunto de acciones que se expusieron atrás muestran entonces una sociedad que afronta a un mismo tiempo la resistencia contra las imposiciones o vejaciones impuestas por los actores de la guerra, el proyecto de construcción de su propia capacidad de actuar en el espacio público y su propia alternativa frente a las posiciones militaristas del Estado y el accionar de sus organismos de seguridad por fuera de los cánones de los derechos humanos. A pesar de ello estas experiencias son demasiado vulnerables por su carácter local sin respaldo ni articulación a soluciones estructurales en el nivel nacional, ni cuenta en el nivel local con un Estado que apoyara con decisión dichas experiencias y por el curso interminable de la guerra en la que al final del período prevalece el poderío paramilitar.

• Oriente Antioqueño. Un movimiento En el ámbito nacional, la guerra adquiere nuevas dimensiones y calidades. Desde el Nudo de Paramillo se extiende la acción paramilitar sobre el conjunto del territorio nacional. Las masacres de población civil se convierten en el arma que se esgrime contra el contrincante y el desplazamiento forzado sigue su marcha. La acción guerrillera también toma una nueva dimensión: los secuestros se vuelven industria y la destrucción de pueblos la nueva manera de hacer la guerra. El control de las elecciones en un porcentaje importante de municipios, el chantaje sobre la acción de las autoridades locales, el poder de manipulación de los recursos públicos, la “vacuna” se generaliza sobre contratistas, comerciantes, ganaderos, empresarios. A las amenazas, los secuestros y los asesinatos de alcaldes y concejales en diversas localidades del país los sigue en el año 2002 la orden general de abandono de sus cargos a estos mismos funcionarios so pena de muerte. El Caguán sirve de territorio base para el sostenimiento de la estrategia de las FARC, que ahora se imponen como el actor que domina la

orientación de la guerra desde el flanco guerrillero. Bogotá y las principales ciudades capitales se convierten también en campo de la guerra. El profesor Daniel Pecaut sintetizó el nuevo giro del conflicto armado como el de “una guerra contra la sociedad”, con lo cual se quiere subrayar que ahora la sociedad en su conjunto se ve afectada por la confrontación, sin distingos de clase, de actividad o de territorio y cada vez es más explícita la pérdida general de legitimidad de la lucha guerrillera. Para este período se analizará el caso del Oriente antioqueño. 9 Este proporciona una experiencia cualitativamente diferente a la de Urabá, en virtud del momento en que la región queda insertada en el ojo del huracán de la guerra, y de las características que la sustentan como región histórica y consolidada, donde media una tradición, un encuadramiento institucional y la existencia de actores sociales organizados de muy variada especie, que incluye una historia de activos movimientos sociales locales y regionales. Además es esta región la que en este último período de la guerra toma el relevo encabezando las cifras de violencia y desplazamiento forzado en el país. Es además la región más militarizada del país. El interés particular que tiene su control para los grupos armados radica en que allí está instalada la infraestructura que produce el 30% de la energía eléctrica nacional, la atraviesa la vía que une a Medellín con Bogotá y otras troncales nacionales y es contigua al área metropolitana con cuyos actores y actividades está interpenetrada. Los temas que golpean a actores económicos locales y nacionales, representantes políticos de las comunidades, líderes y pobladores en general son los siguientes: - La actividad económica, el empleo y el desarrollo local se ven drásticamente afectados

por acciones tales como: la destrucción de la infraestructura privada y pública, el secuestro, la inseguridad y la incapacidad de la fuerza pública de controlar la vía Bogotá-Medellín, la amenaza y extorsión a comerciantes de las localidades, a empresas de transporte, a empresas productivas.

- La capacidad nacional de producción y distribución de energía eléctrica tienen en esta zona uno de sus puntos más vulnerables por concentrar el 30% de dicha capacidad. La

9 Durante ese período en Urabá se estabiliza relativamente el dominio paramilitar al interior de “la herradura” (denominación que se le da al territorio entre el río Atrato y la Serranía del Abibe), y bajo su control se restablecen las condiciones de operación de la actividad económica sin el chantaje de la guerrilla y los asesinatos en serie que acompañaban la realización de la actividad política en momentos de dominio guerrillero o de disputa guerrillera-paramilitar. En el centro de Urabá reina ahora el orden impuesto por la ley paramilitar: 47.800 desplazados hasta 1998, 14.000 más entre enero de 2000 y 2001que ya no hablan ni actúan; los que quedan o han regresado se acomodan, al igual que los actores locales sociales, económicos y políticos. Entre tanto en las periferias de ese territorio, la disputa se mantiene activa. La condición a la que allí se ven sometidas las colectividades, fluctúa entre el desplazamiento forzado y las “comunidades de paz” que sostienen a toda costa la posibilidad de mantenerse en el territorio, principalmente en el Atrato. En Síntesis: Urabá muestra en la actualidad dos maneras muy distintas de responder a las condiciones de la guerra: por un lado, en el interior de la región predomina el acomodamiento generalizado al orden y dominación que impone el actor paramilitar; por otro lado, entre los habitantes de las microcuencas de la zona del Atrato prevalece la resistencia organizada y acompañada desde 1997 por la Iglesia y las agencias religiosas de carácter nacional e internacional, mediante la cual sus habitantes logran sobrevivir en condiciones extremadamente precarias, aisladas y vulnerables. Formas más sutiles y de bajo perfil sobre cómo los pobladores reaccionan frente a la guerra que se libra en Urabá y a la condición de dominio paramilitar, o sobre hasta qué punto algunos actores se compenetran con el proyecto paramilitar que se ejerce en el corazón de la región, deben ser objeto de investigación especial.

acción de los grupos armados implica así la destrucción de la infraestructura eléctrica nacional y el riesgo de los trabajadores y funcionarios de estas empresas en las labres de reparación y operación en la zona

- La gobernabilidad de las 23 localidades de la región, algunas más vulnerables que otras, es la otra de las dimensiones sociales fuertemente afectada a través de la amenaza a la vida de los alcaldes y concejales, el secuestro de autoridades locales y la imposibilidad de administrar en el lugar.

- La crisis humanitaria que se produce a partir del desplazamiento forzado producido por la disputa guerrillas-paramilitares en las veredas, los pueblos y la autopista, la destrucción de pueblos -San Francisco, Cocorná, Granada- el bloqueo de abastecimientos por militarización o por orden paramilitar.

La reacción de la sociedad ante estos hechos se articula a partir de cinco experiencias básicas: - Prodepaz. Es el programa de desarrollo y paz de la región del Oriente antioqueño

surgido con asesoría del Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio y por iniciativa de las empresas de energía eléctrica afectadas con los atentados dinamiteros constantes a las torres de transmisión y a las centrales de producción de energía; a este programa se suman los empresarios de Antioquia organizados en Proantioquia. La iniciativa se apoya en el papel mediador de las diócesis de Sonsón-Rionegro (oriente antioqueño) y Magdalena Medio y en la experiencia de ongs de la Iglesia católica colombiana como el Cinep (actor principal en la experiencia del Magdalena medio) y Justicia y Paz que juega su papel en los temas humanitarios. Se formó en 1999 con base en un cambio de concepción acerca del papel de las empresas en la sociedad, que pasa de un interés exclusivo por la gestión de los impactos de sus acciones en comunidades puntuales ubicadas dentro de su radio directo de influencia, a asumir una responsabilidad política sobre el conjunto del entorno en el cual están insertas. Su objetivo es el de apoyar la planeación y el desarrollo en la región mediante la consulta a las comunidades y las iniciativas locales con el propósito de que, en ese proceso de identificación y formulación de proyectos sociales y productivos, se generen valores de solidaridad, convivencia, sentido de pertenencia e identidad territorial, con visión regional, y sea posible la construcción de redes comunitarias, institucionales y empresariales de carácter regional. El tema humanitario lo manejan puntualmente en los asuntos que afectan a las empresas. El tema de la interlocución con actores armados y el impulso y el apoyo a iniciativas de convivencia, que es objeto central de la experiencia en el programa del Magdalena Medio, no es central en este caso, por considerar que sobrepasa su propia capacidad de gestión como empresas. El gran interrogante que les queda es el de saber hasta qué punto el sólo trabajo por el desarrollo pueda lograr avanzar en el proceso de paz. De ahí que en el nuevo experimento del Laboratorio de Paz que recientemente se instaura en la región (ver más adelante), participan con entusiasmo.

- La experiencia local de San Luis. Esta iniciativa comienza en 1996 con el paro de

los trabajadores de Cementos Río Claro apoyados por la comunidad y los comerciantes locales contra los grupos armados que dinamitaron torres de energía y obligaron a la empresa Cementos Río Claro al cierre temporal y al desempleo de cerca de 350 familias en una localidad de 16.000 habitantes. Se organiza después la

asamblea comunitaria de conciliación del municipio de San Luis que tiene un doble propósito: a) pensar en la inversión social como una estrategia para conciliar intereses encontrados y capaz de convocar inclusive a los actores de la guerra y b) no concebir al actor armado como un “enemigo”, sino reconocerlo como parte de la colectividad, y buscar puntos de encuentro y lograr acuerdos que amainen los efectos de la guerra sobre la comunidad. Los logros son inmediatos. 10 La experiencia se replica en otras localidades.

- Una iniciativa regional que aglutina a los alcaldes de las 23 localidades y sus

comunidades y que es reconocida como el movimiento de alcaldes del Oriente antioqueño. Los alcaldes actúan con el respaldo de las asambleas comunitarias de sus respectivos municipios. Los colectivos locales apoyan la iniciativa de sus alcaldes por cuanto la experiencia les enseña que perder el miedo a hablar y plantearse como actores ante los grupos armados se convertía en la mejor estrategia para protegerse en una situación en la que el estado no estaba en capacidad de hacerlo.11 Se realizan por parte de los alcaldes las sesiones permanentes por la humanización del conflicto armado”integradas entre agosto y octubre de 2000 por 18 alcaldes12, a las cuales siguieron 14 meses (octubre 2001 a diciembre 2002) de

10 Se logra construir un espacio de relaciones horizontales en donde permanente todos los actores aprenden ( a comunicarse y a construirse a si mismos y a reconocer a los demás) y en el cual se ha logrado mejorar la coordinación interinstitucional y comunitaria al interior del municipio y las relaciones con la empresa privada. El intercambio entre los socios permite evidenciar inclusive las debilidades del proceso administrativo y de planificación local y encontrar salidas conjuntas. También la empresa privada reformuló su papel social y el proceso de inserción en la región., y desde 1998 puso en funcionamiento la Fundación Rio Claro. Todos los índices de violencia bajaron drásticamente de manera inmediata. Y la inversión, si bien no alcanza para la superación de la pobreza, si permite dejar instalado un proceso de planeación concertada , que los pobladores resaltan como el resultado más importante. (Ver: Banco Mundial – Fundación Corona, Programa de Alianzas para la Convivencia y la Superación de la Pobreza. “Alianza para el desarrollo social como estrategia para enfrentar el problema de la violencia en el municipio de San Luis, Antioquia”. Documentación realizada por David Marulanda García. Instituto de Estudios Regionales –INER de la Universidad de Antioquia, Medellín, 1999) 11 De una parte, el presidente de Fedemunicipios afirma cómo la labor de los alcaldes es “ para bajarle la intensidad al conflicto armado” “Mientras el Estado sea impotente para garantizar la gobernabilidad local..” ( El Tiempo, 11 de noviembre de 2001 página 1-6 “Paz: 500 diálogos clandestinos” El Tiempo, 11 de noviembre de 2001 página 1-6 “Paz: 500 diálogos clandestinos”). Desde otro ángulo, y como lo expresan pobladores: se trata de “bajar intensidad al conflicto al ejercer el poder soberano que representaba y decirle a los actores armados “somos nosotros los que decidimos nuestro desarrollo, nuestras alternativas, pero déjenos hacer”. Alguien se atrevió a cuestionar a los actores armados y a los cuatro días ya estaba muerto. Eso nos enseñó que si no estábamos unidos y fuertes terminábamos todos en una cuneta. Esto es un espacio de protección”. (Banco Mundial – Fundación Corona, Programa de Alianzas para la Convivencia y la Superación de la Pobreza. “Sonsón, Ciudad de la Esperanza”. Documentación de caso, Asamblea Comunitaria Unidos por el Desarrollo y la Democracia, realizada por Clara Inés Aramburo Siegert. Instituto de Estudios Regionales –INER de la Universidad de Antioquia, Medellín, marzo de 2003). Versiones distintas de esta misma afirmación se repiten de una a otra localidad. 12 Que trabaja en dos frentes: Con relación a la Humanización de la confrontación armada en el oriente del departamento de Antioquia los aspectos siguientes : - Detener las masacres, las muertes selectivas, los ajusticiamientos y toda acción contra el derecho a la

vida de los y las habitantes residentes en esta región. - Detener los secuestros económicos o políticos, y las desapariciones forzadas. - Detener el desplazamiento forzado - Detener los bloqueos económicos y los bloqueos de vías. Con relación a lo que denominan la “Gobernabilidad y economía”: - Detener las acciones contra la gobernabilidad municipal. No puede ni debe continuar el trauma a la

administración y a los servicios públicos, para ciudadanos-as en municipios del oriente de Antioquia. - Detener las acciones armadas contra la infraestructura eléctrica, vial y productiva de la región. Las

“acercamientos humanitarios” con los grupos armados adelantados por una comisión de alcaldes, en su mayoría conservadores y cuyo principal acuerdo fue el de la suspensión unilateral del hostigamiento y de los ataques del ELN en todos los frentes de acción contra infraestructura, ataques a pueblos y estaciones de policía, secuestros y extorsiones, a cambio de una gestión de los alcaldes a favor de sacar las estaciones de policía del centro de los pueblos13. Esta acción marcó el punto crítico de este tipo de “acercamientos” inmediatamente desautorizada por el Estado y el punto culminante de la gestión de los alcaldes por esta vía. A su vez marcó el punto de inflexión del movimiento hacia la construcción de un espacio en el que confluyeran más actores, fuera posible llegar a acuerdos con las autoridades públicas departamentales y nacionales y se construyera un frente de acción regional más sólido.

- El espacio de los alcaldes se transforma en un espacio de confluencia de actores

regionales en general, mediante el acercamiento y relación con las autoridades del

exigencias económicas para sostener la continuidad de la guerra a empresarios, medianos productores, transportadores, distribuidores de mercancías, campesinos de mediana producción, comerciantes y profesionales, asfixia cada vez más la débil economía de la región”. (Ver “Construcción de Territorio. Alcaldes del oriente Antioqueño. Humberto Restrepo García y Hernando Martínez Suárez, Ginebra, Suiza, febrero 7-9 de 2002)

13 El Frente Carlos Alirio Buitrago del Ejército de Liberación Nacional ELN, por decisión UNILATERAL, suspende acciones armadas contra las Estaciones de Policía de los Municipios del Oriente del Departamento de Antioquia, hasta el 11 de abril de 2002. El Frente Carlos Alirio Buitrago del Ejército de Liberación Nacional ELN, decide de manera UNILATERAL, no realizar hostigamientos, ni acciones armadas contra efectivos de la Policía Nacional, en un perímetro de cien metros a la redonda de las Estaciones de Policía de los Municipios pertenecientes a la región del Oriente Antioqueño. El Frente Carlos Alirio Buitrago del Ejército de Liberación Nacional ELN, decide de manera UNILATERAL que, las residencias y sitios de habitación de los Agentes de Policía, ubicados dentro del mismo perímetro de cien metros alrededor de las Estaciones de Policía, en los Municipios del Oriente del Departamento de Antioquia, no serán atacados. Durante este periodo de suspensión de acciones ofensivas contra la Policía Nacional, en las jurisdicciones señaladas, los Alcaldes del Oriente Antioqueño que participan de este proceso, asumen el compromiso de gestionar ante los organismos, constitucional y legalmente competentes, la reubicación de las Estaciones de Policía de los Municipios del Oriente Antioqueño y/o la implementación de una Policía Comunitaria. En su defecto, la población residente en torno a las Estaciones de Policía, debería ser reubicada con garantías. Sistema eléctrico en la región. El Frente Carlos Alirio Buitrago del Ejército de Liberación Nacional ELN, manifiesta que, “ante un cese del terrorismo de estado, se comprometería a suspender las acciones de sabotaje contra el sistema eléctrico en la región del Oriente Antioqueño”. Sistema vial autopista Medellín – Bogotá. El Frente Carlos Alirio Buitrago del Ejército de Liberación Nacional ELN, manifiesta su disposición para “explorar propuestas que permitan la disminución y suspensión de acciones armadas sobre la autopista Medellín – Bogotá, en términos de no realizar bloqueos, sabotajes, retenciones y recuperaciones”. Secuestros o retenciones. El Frente Carlos Alirio Buitrago del Ejército de Liberación Nacional ELN, manifiesta su disposición para “discutir propuestas alternativas frente al tema de retenciones”. Proceso de acercamientos humanitarios. Tanto la organización armada Frente Carlos Alirio Buitrago del Ejército de Liberación Nacional ELN, como los Alcaldes del Oriente Antioqueño de este proceso, manifiestan su interés de dar continuidad a este espacio de encuentro para Acercamientos Humanitarios. Montañas del Oriente Antioquia, octubre 25 de 2001” (documento declaración pública (no. 4) Alcaldes del oriente antioqueño en sesiones permanentes por la humanización del conflicto armado. Avances de acercamiento humanitario con el Frente Carlos Alirio Buitrago del Ejército de Liberación Nacional ELN.)

nivel departamental y nacional14 y el reconocimiento de otros actores en la región acerca del enorme potencial que tiene confluir en un espacio común en el cual se pueda pensar y actuar como región. Tal proceso ha tenido dos caras: una, que culmina con el proceso de asociación comenzado por los alcaldes y sus comunidades en La Asamblea Provincial Constituyente que se establece en septiembre de 2002 y otra, ligada a las posibilidades que brinda una alianza entre los actores regionales, el Estado y agencias internacionales como La Comunidad Europea. Esta última experiencia se materializa en el Laboratorio de Paz que se crea también desde el inicio de la presidencia de Uribe Vélez.

- El Laboratorio de Paz del Oriente antioqueño es una experiencia que se inicia en

septiembre de 2002. Pretende convertirse en una plataforma de autonomía territorial y gestión política que se funda en la búsqueda de la gestión humanitaria, la solución política del conflicto, y la formulación y gestión de políticas de desarrollo. Su reto está en la invención de metodologías que permitan la interlocución y confluencia de actores locales, regionales, nacionales, internacionales, públicos y privados15 que trabajen en función de la construcción de salidas al conflicto en la región y de un modelo de desarrollo que integre las fuerzas de la economía, la política y la identidad regional en el marco del logro de la paz.16 Es una experiencia que hasta ahora da sus primeros pasos. Internamente se disputan dos tendencias políticas principales: Una de ellas propugna por un trabajo más orientado a la construcción de la convivencia y de la autonomía de la sociedad para decidir su destino mediante un trabajo de construcción política. Se opone a que la gestión se centre en el plan de inversiones del gobierno por la doble connotación que ésta puede adquirir: o convertirse en un programa empresarial o darle ventaja a los victimarios17. La otra tendencia concentra su atención en los programas de inversión; Prodepaz y Gobierno nacional son sus principales adalides. El último

14 Tuvo su antecedente en el decreto de 1998 que crea nacionalmente los concejos municipales de paz a los cuales se adaptan las asambleas comunitarias que en la región se habían alcanzado a formar por iniciativa propia ante el conflicto armado y que a partir de la intervención del gobierno nacional al acuerdo que los alcaldes adelantaron en el último de los “acercamientos” con el ELN en octubre del 2001. 15 Al Laboratorio de Paz del Oriente confluyen: la Asamblea Provincial Constituyente, el Consejo de Alcaldes del Oriente antioqueño, la Gobernación de Antioquia, la Diócesis de Sonsón-Rionegro, la Presidencia de la República, la Vicepresidencia de la República, la Oficina del Alto Comisionado para la Paz, la Comunidad Internacional, las entidades regionales y nacionales públicas y privadas, los Ministerios, la Dirección Nacional de Planeación y el Congreso de la República. (Documento Ejecutivo: Laboratorio de Paz Provincia del Oriente Antioqueño. Oficina Laboratorio de Paz, Medellín, febrero de 2003. 16 Es una plataforma política montada como una alternativa de cooperación interinstitucional, comunitaria y gubernamental para avanzar en un proceso de Paz y Desarrollo de la región. Se funda en dos grandes ejes: el primero, la Convivencia y seguridad ciudadana integral, a través de la articulación de políticas de paz del Gobierno Nacional, Departamental y Provincial. El segundo, el Modelo de Desarrollo Social y Económico pertinente y apropiado a la región, en una alianza solidaria-empresarial del sector público, el sector privado, el sector comunitario y la cooperación internacional. (Carta Pública de Compromiso, Carmen de Viboral, 28 de octubre de 2002, firmada por Francisco Santos como gobierno nacional, por el Doctor Eugenio Prieto, gobernador encargado de Antioquia y Humberto Restrepo, presidente del consejo de Alcaldes del Oriente antioqueño. Documentos de la Oficina del Laboratorio de Paz, Medellín. 17 “cuando se hacen pactos con las guerrillas o las autodefensas para canalizar inversiones, no se está beneficiando a las víctimas, sino que se le está dando ventaja política a los victimarios.” “Este proyecto denominado Laboratorio de Paz en el Oriente Antioqueño, no tiene política y tiende a ser un plan de inversiones para que los alcaldes se unan alrededor de unos programas empresariales”. “La guerra no se acaba con empresa, se acaba con política” Jaime Jaramillo Panesso, en El Colombiano, diciembre 3 de 2002. “Alcaldes sólo están pensando en la inversión y no en la paz”, página 3ª.

parecería interesarse exclusivamente en la inversión, el primero en la metodología y pedagogía ciudadana y democrática y transparente que requiere esa inversión. El gobierno nacional, por fuera de ese Laboratorio, adelanta una política de seguridad que es contestada por el resto de los actores que componen el Laboratorio de Paz. Cuál sea el resultado de esta experiencia es algo por determinar con base en la evaluación del proceso y de los resultados que progresivamente vaya arrojando el mismo. La Comunidad Internacional tiene los ojos puestos en ella y la intención de apoyarla con recursos.

Cuáles son los asuntos que definen el perfil de la acción de los actores locales y regionales del Oriente Antioqueño? En primer lugar, una acción acumulativa que comienza con iniciativas locales y sectoriales para llegar a una experiencia regional comunitaria e interinstitucional. En segundo lugar, una acción en la que el sector empresarial marcha del mismo lado de las comunidades locales y sus alcaldes. En tercer lugar, una acción que tiene como horizonte la relación entre la sociedad y el Estado. En cuarto lugar, una acción que piensa la posibilidad de aportar al proceso de paz en el nivel local y regional combinando esfuerzos en el tema humanitario, en lo que los alcaldes denominan “microprocesos de paz” o “micro escenarios políticos de humanización, hacia el movimiento regional de reconciliación” 18, y en una metodología de concertación regional sobre programas de inversión que salden la deuda social que de hecho tiene la región y que se aplican como proceso pedagógico de ciudadanía. En quinto lugar, una acción que se plantea en oposición a la acción armada sin confrontarse con los actores armados: es una acción que tramita gestiones humanitarias en la medida en que la guerra va produciendo los hechos, o en la que pueda prevenirlos; es una acción que pretende amainar los efectos de destrucción y violencia sobre las comunidades locales y regional mediante esa interlocución con los actores armados que logra acuerdos puntuales y transitorios; es una acción que mantiene la puerta abierta al diálogo y al reconocimiento de la necesidad de la inclusión de quienes están en las filas armadas en una sociedad que debe ser construida entre todos. En sexto lugar, es una acción que piensa la solución de la guerra como estando en manos del Estado nacional, donde el aporte de la región radicaría en la construcción de sociedad, ciudadanía y desarrollo y en el planteamiento de un nivel de acercamientos con los grupos armados que logra acuerdos puntuales que amainan la intensidad de sus acciones contra la sociedad. Por último, una acción en la que la Iglesia católica es actor central de mediación. Es un proceso en el que, además, los actores organizados buscan fortalecer o visibilizar su legitimidad política en la construcción de sociedad, frente a la pérdida generalizada de legitimidad política de las guerrillas. Epílogo: Del análisis de los casos regionales de Urabá y Oriente antioqueño es importante sacar conclusiones a dos niveles. El primero, apunta a una reflexión general sobre las lógicas

18 Documento: “Provinci a del oriente antioqueño, Laboratorio de Paz. Propuesta para la prevención, atención y restablecimiento del desplazamiento forzado en el oriente antioqueño de consejo de alcaldes del oriente antioqueño. Carmen de Viboral, octubre de 2002

bajo las cuales se mueven los actores en localidades y regiones que enfrentan los efectos la violencia de la guerra. El segundo, resalta las diferencias mayores del conflicto armado y de la acción colectiva frente a éste, según el carácter de las regiones observadas. Las lógicas generales de la acción Una tendencia muy en boga para analizar la manera como las sociedades locales enfrentan los estragos y las violencias de la guerra está formada por el conjunto de estudios sobre las experiencias de resistencia. De hecho en Colombia, éste tipo de respuestas se plantean sobre todo a partir de los años 90 -cuando la disputa guerrillero-paramilitar se extiende por doquier- y se generalizan más claramente, a partir de la estrategia de guerra adoptada por las Farc desde finales de esa misma década. La acción colectiva de resistencia articula prácticas locales no violentas dirigidas a socavar el poder del que domina y ejerce la violencia, a obtener un propio sentido de control desafiando el miedo, a reparar y recrear los elementos de la cultura y la identidad golpeadas o destruidas por la violencia como método para aplastar la voluntad, y buscar soluciones a las deprivaciones de la guerra y al conflicto local.19 Las acciones colectivas locales y regionales analizadas en Urabá y Oriente antioqueño contienen las mismas claves enunciadas. Sin embargo se encuentran unas adicionales que no permiten encuadrar dicha acción de manera dicotómica, como si sólo se tratase de una acción que resiste a las acciones de los señores de la guerra. La acción colectiva no se agota en la oposición o intento de neutralización de los efectos de la violencia y el poder de coacción de los actores armados y en la invención de nuevos recursos políticos, culturales y económicos que la reconfiguren y fortalezcan como sociedad local o regional. Los actores que la adelantan están cargados de múltiples intencionalidades según la compleja red de conflictos y solidaridades en las que se insertan y bajo las cuales se redefinen los significados de la guerra misma, incluidos aquellos que contienen significados contradictorios o ambivalentes entre sí. Si ello fue más evidente en Urabá, con acciones que reforzaban la deslegitimación del estado o el aprovechamiento de la acción guerrillera, también está presente inclusive en el acto más simbólico del movimiento de alcaldes del Oriente antioqueño, cuando éstos hacen visible ante el país la resistencia colectiva a la guerra con los acercamientos a los actores armados y la intención de gestionar el cambio de ubicación de las estaciones de policía. En Urabá las ambivalencias en la acción proceden de dos fenómenos: de las polarizaciones preexistentes en la sociedad donde los actores armados se insertan (la polarización entre los sectores sociales subordinados y los económicamente poderosos) que facilitan que el conflicto armado la utilice y las ahonde; esta ambivalencia también procede de la representación negativa que porta la gente del común acerca del Estado como agente exclusivamente represor y arbitrario y que al oponerse a éste, favorece de hecho al actor guerrillero. En el Oriente antioqueño, las ambivalencias proceden de un

19 Ver “A different kind of war story”. Carolyn Nordstrom, University of Pennsilvania Press, 1997. Michael Randle. “Resistencia civil. La ciudadanía ante las arbitrariedades de los gobiernos”. Paidos, España, 1994. “Paul Routledge. “Terrains of resistanse. Non violent social movements and de constestation of place in India”. Foreword by John Agnew. Usa, 1993

pragmatismo a ultranza en la tradición histórico-cultural del pueblo antioqueño, aplicado inclusive a momentos de confrontación violenta20 y de una condición política general de la sociedad que, ante la debilidad del Estado, busca mecanismos alternativos de protección así éstos debiliten aún más al Estado21. Hay un segundo asunto que se destaca en las dos regiones: el papel de los alcaldes populares22, su capacidad de liderazgo social y político, su capacidad de convocatoria a la diversidad de los actores locales. Este papel refleja la condición de una sociedad donde los partidos no median, no tienen legitimidad, donde las instituciones están desprestigiadas. No es el primer caso en Colombia donde los alcaldes populares se convierten en la figura política capaz de transformar la dinámica de localidades y ciudades. En el caso del Oriente vemos su impacto sobre una región completa. La Iglesia católica por su parte, es la otra institución clave en todos los procesos: es la única capaz de ejercer las mediaciones y de representar autoridad moral. Así, diferencias regionales abismales –como las hay entre Urabá y Oriente antioqueño- no alcanzan a borrar una característica en común al conjunto de la sociedad: la precariedad general de las instituciones y de la sociedad civil en el ámbito de los sectores sociales subordinados. Los alcaldes, al cumplir papel en ambos frentes -como actores político-institucionales y como actores que organizan y movilizan la sociedad civil en un plano no político-partidista- se convierten en coyunturas críticas de la guerra, en protagonistas de la iniciativa de la sociedad local y regional. El último de los aspectos que se destacan es el que muestra los límites del propio Estado, así éstos sean de muy diferente condición e impacto en cada caso. Estos límites pueden leerse también como las ambivalencias que el mismo Estado mantiene con respecto de la acción de los colectivos locales o regionales. En el caso de Urabá, con las omisiones o las acciones arbitrarias que debilitan de hecho las iniciativas que fortalecerían a la sociedad. En el caso de Oriente, los límites del Estado para consolidar la iniciativa colectiva están en la posibilidad de convertir la alianza con la sociedad civil –necesaria desde el punto de vista de la iniciativa local- en mecanismo de cooptación para sus planes de distribución de los recursos públicos en cada territorio y de apoyo a las políticas gubernamentales. Es sin embargo responsabilidad de la sociedad civil mantener la autonomía en este caso regional. Las diferencias mayores de la acción colectiva frente a la guerra. El análisis de la acción colectiva que tiene en cuenta la condición del lugar proporciona claves importantes para la comprensión del significado de la acción23. Relacionar la acción colectiva a los contextos particulares donde ésta se produce aporta claves de

20 Ver Fernando Botero Herrera: “Estado, Nación y Provincia de Antioquia. Guerras civiles e invención de la región, 1829 - 1863 ”. En edición Hombre Nuevo Editores, Medell ín 2003. 21 Recuérdese las palabras del presidente de la Federación de Municipios cuando justificaba ante la opinión pública el que los alcaldes del Oriente antioqueño hubieran llegado a acordar con el ELN la posibilidad de gestionar el traslado de las estaciones de policía. (ver atrás, cita No. 11) 22 La elección popular de alcaldes en Colombia se instaura en 1988, apenas hace 15 años. En la guerra, como actores locales, son muy vulnerables a la amenaza, secuestro y asesinato. No obstante en la guerra también, han demostrado el papel tan importante que juegan en la articulación de las sociedades locales y su capacidad para enfrentar mínimamente los efectos de destrucción física y social de la guerra. 23 Routledge, página 21

interpretación acerca de la orientación de las acciones más allá de la pura intencionalidad de los propios actores. De otra manera lo afirma también Nordstrom cuando sostiene que toda la invención comprometida en las acciones de resistencia de los pobladores locales frente a la devastación de la guerra se da dentro de un campo de posibilidades culturales24, lo cual, desde mi óptica, refuerza la importancia de los contextos de significación particulares, y por tanto también del lugar. El cuadro siguiente destaca entonces las diferencias mayores que las regiones muestran con relación al conflicto, a la resistencia y al Estado: En Urabá, una región internamente fracturada, el conflicto armado utiliza y ahonda las polarizaciones preexistentes y la acción colectiva se ve atrapada por las polarizaciones que añade la guerra. El conflicto desestructura aún más la sociedad. La orientación de la resistencia muestra la condición totalmente precaria de la sociedad y del Estado de la región: la primera busca construir lo primero de lo primero: espacio público y márgenes mínimos de autonomía frente a los actores de la guerra, (además del reconocimiento y aplicación de las normas del dh y dih) sin contar con experiencias previas consolidadas de sociedad civil, de identidades colectivas, de instituciones . Pero inclusive en esas condiciones de precariedad, la sociedad local reacciona e inventa posibles soluciones. Se trata de la construcción primigenia de sí misma como colectivo local y regional en condiciones de guerra. Es la condición más difícil a la que se puede ver avocada la capacidad de resistencia de una sociedad frente a las desestructuraciones que impone la guerra Existe una fractura entre la sociedad local y el Estado, que opera a dos niveles: En el papel que el Estado juega en el fracaso de la acción de resistencia local en la época de mayor confrontación violenta, por no apoyarla, por dejar aislada la iniciativa local. Correlativamente el Estado tiende a representarse por gentes y actores como actor de guerra no neutral, como factor de riesgo y frente a éste se plantean acciones ambivalentes que manifiestas su propia debilidad o que tienden a reforzarla. En el Oriente antioqueño, una región relativamente articulada, la guerra produce una fractura que enfrenta directamente y desde el comienzo al conjunto de la sociedad con los actores armados, fractura que tiene como efecto lograr una mayor articulación social, al provocar un proyecto colectivo para el desarrollo y el empoderamiento regional y para dar salidas a los temas económicos y sociales que más afecta la guerra en el territorio. En este caso la sociedad local y regional se vale de los recursos sociales, políticos y culturales con que cuenta en la configuración de su acción de resistencia. Su reto es el de lograr los niveles de autonomía social y política y de democracia no existentes anteriormente. Acorde con el grado de institucionalización de la región, el Estado juega el papel de aliado. Ello no obsta para que también se presenten ambivalencias en la acción colectiva frente a él (ver acápite anterior) y en los limites del papel de su alianza. El apoyo del Estado es básico para el éxito de la acción de resistencia del colectivo regional frente al accionar de los grupos armados. Los actores regionales lo explicitan: el Estado se encarga de los asuntos de la guerra y de la solución del conflicto general; el Estado valida y apoya institucional y financieramente el proyecto regional. La región actúa en ciertos niveles de protección de las comunidades, autoridades locales e

24 Nordstrom, páginas 198-199

infraestructura y aprovecha la oportunidad que introdujo la crisis de la guerra para adelantar camino en la construcción de sí misma como región.

Los detalles de las diferencias mayores presentadas entre las regiones pueden observarse en el cuadro que sigue:

Conflicto y acción colectiva frente a la guerra según la región (Período de mayor intensidad en la producción de violencia por la guerra)

Regiones

Región desestructurada y desinstitucionalizada

Urabá (década del 90)

Región institucionalizada y consolidada

Oriente Antioqueño (1998 – 2003)

Antecedentes ¬ Sociedad previamente polarizada. ¬ Sociedad no fracturada.

El polo de la guerra ¬ El conflicto armado utiliza y

ahonda las polarizaciones preexistentes.

¬ El conflicto armado se asume como ajeno por los actores sociales locales y regionales.

El c

onfli

cto

El polo de los actores sociales

¬ La acción colectiva local y regional se ve atrapada por el conflicto armado.

¬ La acción colectiva local y regional se articula en oposición a la guerra.

Los temas de la acción

¬ El Humanitario. ¬ La búsqueda de articulación de un

espacio capaz de convocar acción conjunta de agentes cívicos y políticos.

¬ El Humanitario. ¬ La construcción de un proyecto de

desarrollo regional concertado entre todos los agentes civiles e institucionales.

¬ detener los métodos más violentos contra la población.

¬ Protección de la población civil. de las autoridades locales y de la infraestructura.

El tema humanitario

¬ Presión al Estado y a los actores armados para acoger DH y DIH.

¬ Gestión permanente con grupos armados para amainar o prevenir los efectos de todo orden sobre la sociedad.

El tema de la construcción colectiva

¬ Intento de construcción de lo público: buscar acuerdos mínimos de expresión, convivencia y trámite de la cosa pública.

¬ Desarrollo regional fundado en la concertación, gestión de proyectos, y pedagogía de convivencia y democracia.

Relación con actores armados

¬ Mediaciones frente a los dos temas de la acción.

¬ Confrontación esporádica e inicial.

¬ Contactos directos y Mediaciones frente al tema humanitario.

¬ Sin confrontación directa.

Relaciones con el contexto ¬ Aislamiento de la acción local. ¬ Articulación local – regional –

nacional – internacional.

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Relación Sociedad - Estado ¬ Aislamiento, oposición. ¬ Alianza en el trámite de diferencias.