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Page 1: Bartolomé de Las Casas - Del Único Modo
Page 2: Bartolomé de Las Casas - Del Único Modo

FR. BARTOLOMÉ DE LAS CASAS

DEL UNICO MOD@DE ATRAER A TODOS LOS PUEBLOS

A LA VERDADERA RELIGIÓN

Advertencia prèlimínar deAcusrm Mn.LARBs CA¡u.o

Introducción deLswls- Hmxn

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FONDO DE CULTURA ECONOMICAMlšxlco

Page 3: Bartolomé de Las Casas - Del Único Modo

Primera impresión del texto latino, con arregloal manuscrito de Oaxaca del siglo XVI, 1942Primera versión española, 1942Segunda edición, en Colección Popular, 1975

Traducción deATENÓGENES SANTAWRÍA

D. R. © 1942,' FoNno DB CULTURA EcoNóM1cAAv. de la Universidad, 975; México 12, D. F.

Impreso en México

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ADVERTENCIA

EL PRIMERO, al parecer, que dio noticia de la obradel Padre Las Casas, que hoy sale a luz, fue el domi-nico Fr. Antonio de Remesal en su Historia generalde las Indias 0ccidentales.1 Al tratar, en efecto, dela muerte del famoso ex obispo de Chiapas (1566),apuntó algunas curiosas noticias acerca de sus obrasmanuscritas e impresas, y escribió a este propó-sito: 2

“Otro libro, de que arriba se ha hecho mención,que intituló De unico vocationis modo, del qual pa-rece que hizo muchos traslados, porque yo he vistoquatro de ellos: el que está en el Colegio, el que yotengo, otro en la Nueva España y otro en poder dellicenciado Antonio Prieto de Villegas, cura de Mazal-tenango en la costa de Guatemala, y todos de unamisma letra." __

Del manuscrito citado en primer término por Re-mesal, o sea del que se custodíaba en el Colegio delos dominicos de San Gregorio de Valladolid (Espa-ña), cabe sospechar que fuera el mismo que en 1597pasó a Madrid por orden de Felipe II, en virtud deuna Cédula fechada en 24 de septiembre de dichoaño y publicada por José Toribio Medina.” Acom-paña a este documento el inventario de los manus-

1 Historia General de las Indias Occidentales y particularde la Gobernación de Chíapa y Guatemala. Escribese junta-mente los principios de la Religión de nuestro glorioso padreSanto Domingo y de las demás Religiones. Madrid, por Fran-cisco de Abarca y Angulo, Año 1620 (Al fin: 1619).

2 P. 670 a. -9 Biblioteca Hispano-Americana (1493-1810). I, Santiago de

Chile, 1893. DD- 253-254... 7

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De seguro que, a pesar de la diligencia que hemospuesto en este trabajo, serán muchos los defectosque en el se habrán deslizado. Con todo, abrigamosla esperanza de haber contribuido, en. la medida denuestras fuerzas, al noble empeño del Fondo de Cul-tura Económica de poner al alcance de los estudio-sos le generosa doctrina del "Defensor de los Indios".

AGUsrtN M1LLARRs CARLOColegio de México, 1942.

16.

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INTRODUCCIÓN

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I. EL MANUscR1ro Y su AUTOR

EL TRATADO que ahora se imprime por primera vezes considerado como una de las tres grandes obrasde Fr. Bartolomé de Las Casas, y dará gloria a sunombre mientras se estudie la conquista, de Américapor los españoles.1 Las ideas principales de estadisertación sobre el único método verdadero parala predicación de la fe han sido conocidas hacemucho tiempo a través del excelente resumen hechopor Antonio de Remesal en la segunda década delsiglo xvII,2 pero el manuscrito mismo se creía per-dido. Así lo pensaba don Joaquín García Icazbal-ceta,° y tan sólo gracias a los esfuerzos de otrogran erudito mexicano del siglo pasado, NicolásLeón, fue descubierto este fragmento del trabajo ysalvado para la posteridad!

1 Robert Streìt, Bibliotheca Missionum, vol. I, p. 109. Lasotras dos obras son su Historia de las Indias y la HistoriaApologética. Streit consideraba el De Unico "ein ueberausgrosser Verlust fuer die Missionswissenscha.ft" (una pérdidaextraordinaria para la ciencia de las misiones). A estas obrasdebería sin duda añadirse el único trabajo de Las Casas quetodavía queda por publicar, la detallada argumentacióngåiãshizo en Valladolid contra Sepúlveda. Este manuscrito

ta de más de quinientas páginas en folio, y está, oestaba en 1934, en la Biblioteca Nacional de París (NouveauFonds Latin, Ms. N? 12926). La Carnegie Institution de Wash-ington ha depositado una copia fotostática de esta obra enla Biblioteca del Congreso de Washington.

2 Historia General de las Indias Occidentales, y particularde la Gobernación de Chiapa y Guatemala, Madrid, 1619,llb. m, cap. rx.

0 Fray Juan de Zumarraga, México, 1881, p. 186.4 Respecto al descubrimiento, León escribió con brevedad

en los Anales del Museo Michoacano, año n, pp. 177-179.21

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Aunque el manuscrito así rescatado del olvido pa-rece incluir todos los conceptos esenciales del tra-tado original, hay que subrayar que la obra aquípublicada contiene tan sólo los capítulos 5, 6 y 7del Libro primero. Nadie sabe si el resto de la obraaparecerá alguna vez. Tenemos que contentarnos conla porción que se ha podido conservar, y tratar decomprender su importancia teórica y su influenciaen la conquista.

No hay indicación precisa en el tratado de cuándoni de dónde fue escrito. Es probable que fuera com-puestoen Guatemala durante los años 1536 y 1537.Remesal indica que fue a comienzos de 1537 cuandoLas Casas hizo a los españoles que allí residían, sufamoso ofrecimiento de poner en práctica en Guate-mala los principios contenidos en este tratadofi Perocomo Las Casas hace referencia 0 en el presente ma-nuscrito a la bula Sublimis Deus de Paulo III, fe-chada en junio de 1537, resulta que la obra, tal comohallegado hasta nosotros, debe de ser una revisiónposterior del primer tratado, porque la bula difícil-mente pudo llegar a Guatemala hasta fines de 1537.

Pocos escritos han tenido en la historia del mundoun efecto tan inmediato como este denso tratado,recargado con cientos de citas, puesto que condujoal famoso experimento de la Vera Paz en Guatemala,del que hablaremos más adelante. Las Casas nuncaìmprimió este compendioso volumen, aunque em-pleó con frecuencia sus ideas en otros tratados, ypoco antes de su muerte en 1566 parece haber esta-do gestionando que el Papa Pío V lo aprobara y lopublicaseff En esto no tuvo éxito, pero la obra con-

5 Remesal, op. cit., lib. 111, cap. IX.0 P. 259.'T En su Petición a Su Santidad Pío V, su último escrito

conocido, Las Casas se refiere a un libro que ha presentadoal Papa sobre “qué cosas son necesarias para la justificada22

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tinuó siendo citada@ y era tenida en tanta estimaque se sabe de cuatro copias que estuvieron en cir-culación en los primeros años del siglo XVII. Ignora-mos por qué raros medios el presente fragmentoha sido conservado a través de los siglos; pero aquíestá, ofreciéndose al examen de todo el que quie-ra tratar de comprender los vigorosos trabajos deFr. Bartolomé de Las Casas, obispo de Chiapas, unade las figuras más grandes y más discutidas de laconquista de América por los españoles.

En la época en que Las Casas compuso este tra-tado era ya uno de los hombres más experimenta-dos en los asuntos del Nuevo Mundo. Habiendollegado a La Española en 1502 formando parte de laprimera gran emigración de españoles a las tierrasrecién conquistadas, había tenido indios en enco-mienda, había renunciado a ella en 1514 porqueconsideraba el sistema injusto, y en 1515 había co-menzado su carrera como protector de los indios,que continuó hasta su muerte en 1566. Uno de susprimeros experimentos había sido el infructuosointento en 1519 y 1520 de fundar una colonia en lacosta de Paria con honrados labradores españolesforma de promulgar el Evangelio y hacer licita y justa guerracontra los gentiles." Agustín Yáñez cree que estas palabraspueden referirse al tratado De unico vocationis modo. (FrayBartolomé de Las Casas. Doctrina, México, 1941, p. 161). Esposible, no obstante, que Las Casas se refiriera a los tratadosDe Thesauris y Doce Dudas, que ahora están en la bibliotecaJohn Carter Brown, en Providence, Rhode Island. Pero algodel tratado De Thesauris fue tomado directamente del Deunico vocationis modo según Nicolás León, quien describióestos tratados en un folleto titulado Noticia y descripciónde un códice del Ilmo. D. Fr. Bartolomé de Las Casas, Mo-relia, 1886.

B Para una nota bibliográfica detallada, con referenciasexactas a Nicolás Antonio, Antonio de León Pinelo, Alfonsode Peña Montenegro, Quétif-Echard, Eguiara y Eguren, Be-ristlzòièn, Medina y otros, véase Robert Strett, op. ctt., vol. n,p. .

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que ensenaran a aceptar a los indios las creenciasy las costumbres españolas por medios pacíficos.El fracaso de estos proyectos -debido en no peque-ña parte a las acciones de otros españoles menoshumanitarios- surnió a Las Casas en profundo aba-timiento. Se retiró al convento de dominicos de laciudad de Santo Domingo, Española, en 1521, y entróen la orden dos años más tarde. Durante variosaños parece haberse dedicado a las obras de reli-gión y al estudio. En 1529 pudo someter a la autori-dad de los españoles al cacique indio Enriquillo,muy notorio por su rebeldía, mediante procedimien-tos pacíficos y amistosos.” Durante los cinco añossiguientes visitó a México, Nicaragua, Honduras yotras partes del imperio español en- el área del MarCaribe. Así pues, pocos funcionarios, colonos o ecle-siásticos habían disfrutado de una experiencia másamplia en las nuevas tierras que Las Casas, cuandoen 1536 comenzó a escribir este tratado.

II. Anrscantmrss ms LA sI'rUAc1óN

La doctrina enunciada por Las Casas en esta obra,la primera de una larga serie de sus escritos polé-micos, era bien sencilla. Citaba, como lo hizo el PapaPaulo III en la bula Sublimís Deus, las palabras deCristo, “id y predicad a todas las criaturas", y losdos hombres estaban acordes en que los indios ame-ricanos quedan incluidos. Las guerras contra ellos

9 Remesal, op. cit., vol. m, caps. 1-3. Algunos escritoreshan puesto en duda la. importancia de este episodio, pero eldominìco alemán Benno Biermann ha descubierto y publi-cado recientemente una carta escrita en 1534 por Las Casasen la que narra todo este asunto. “Zwei Briefe von FrayBartolome de Las Casas" (Dos cartas de Fr. Bartolomé deLas Casas), Archivum Fratrum Praedicatorum, vol. Iv (1934),pp. 187-220.

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eran injustas y tiránicas, declaraba Las Casas; porlo tanto, el oro, plata, perlas, joyas y tierras que seles habían arrebatado tenían que serles devueltos.No sólo era il 1 emplear la fuerza para dominarlosy convertirlos, sino que era innecesario.

Este-"era el argumento, y antes de examinar ladoctrina en detalle, será útil subrayar que el puntooentral de discusión, si la fuerza debería o no serGmplwda para convertir a los indios, era un viejoproblema que había surgido durante los primerosaños de la conquista. A Colón le fue ordenado quetratara "amorosamente" a los indios, en las instruc-ciones reales -1° relativas a su segundo viaje, fecha-das el 29 de mayo de 1493, pero siempre ocurrían'"incidentes" que algunos españoles creían que de-bían ser castigados por la fuerza. Los sacerdotesenviados en este segundo viaje para evangelizar alos indios y enseñarles "paz y buena voluntad" pron-to quisieron dar un ejemplo, castigando a sangreyffuego a la tribu que había destruido la gua.miciónque había dejado el Almirante en su primer viaje.”f Las instrucciones reales, no obstante, ordenabanque a los indios se les instruyera en la fe por me-dios pacíficos.12 Pero, ¿qué iba a hacerse cuandohabía eclesiásticos como el fraile jerónimo Fr. Ber-nardino de Manzanedo, que informaba en 1518 quelos indios de La Española y de San Juan parecíanno tener amor por la doctrina cristiana y no la acep-tarían a menos que se les foizara a hacerlo?13 Siem-

10 Martin Fernández de Navarrete, Colección de los viajesy descubrimientos que hicieron por mar los españoles desdefines del siglo xv, Madrid, 1825-1837, t. II, pp. 66-72.

11 Arthur Helps, The Spanish Canquest of America, Lon-dres, 1900. vol. I, p. 93.

12 Como, por ejemplo, en la instrucción a Diego Colón de3 de mayo de 1509. Navarrete. op. cit., t. n, pp. 327-337.

13 Manuel Serrano y Sanz, Orígenes de la dominación es-pañola en América, Madrid, 1918, p. ptxvin.

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pre que los monarcas españoles trataban de los asun-tos de Indias este problema era el principal. En1524, por ejemplo, el rey aprobó la liberación deciertos indios, a despecho de que habían confesadoser caníbales, porque pensaba que la mejor manerade atraerlos a la fe y de apartarlos de sus usos abo-minables era mediante la benevolencia.”

A pesar de esta actitud de los reyes, opiniones deíndole contraria seguían siendo remitidas desde elNuevo Mundo. El 19 de mayo de 1532 el Presidentey la Audiencia de la Nueva España, junto con los pre-lados y los frailes, dieron al rey el parecer unáni-me de que los indios eran tan belicosos que se hacíamuy necesario que sintieran la fuerza del brazo real,no sólo para la seguridad de los españoles, sino tam-bién para que los indios fueran con ello adoctrina-dos en la fe.15

En la respuesta real no se aprobaba esta política,recomendándose, en cambio, que los indios de laNueva España fueran atraídos a la fe y a las cos-tumbres de los españoles haciéndoles vivir entreéstos.1° Durante la junta de 1533, celebrada enEspaña para discutir lo que había de hacerse conlos indígenas de La Trinidad, se decidió que debe-rían ser llevados al conocimiento de la fe tan sólopor la gracia de Dios, y no por la fuerza, pero quesi se resistían o impedían la predicación, la fuerzapodría ser ernpleada."

De un modo análogo, los teólogos y juristas de laépoca se ocuparon del problema y escribieron dis-quisiciones que conocemos tan sólo por sus títulos.

'14 Herrera, Dec. 3, lib. 6, cap. 1.15 Archivo de Indias, Indiferente General 1530, fol. 452.10 Vasco de Puga, Provisiones, cédulas, instrucciones de

Su Magestad, México, 1878, t. 1, p. 273. También en D.I.U..t. 10, pp. 132-133.

17 Herrera, Dec. 5, lib. 5, cap. 7.26

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.Tuan López de Palacios Rubios, que compuso el pri-mer tratado sobre el Nuevo Mundo, el De Insulis,1Bescribió un Tratado esƒorzando a los Indios a laFe católica.” Isolanis de Milán compuso De Imperiomilitante Eccesiae (1515), y Nikolaus Herborn DeInsulis noviter inventis (1532).2°

Pero cuando Las Casas se puso a examinar losescritos sagrados y profanos existentes sobre lamanera adecuada de tratar a los infieles y de atraer-les a la fe, tenía la idea no sólo de corregir loserrores de los funcionarios reales y de los autoresde tratados eruditos, sino también los de los colo-nos y conquistadores españoles. Algunos de éstosestaban tan seguros de que los indios eran bestiaso casi bestias, y que no había que tenerles considera-ción ni darles cuartel, que otro dominico, Bernar-dino de Minaya, tuvo que ir hasta Roma para obte-ner de Paulo III en 1537 la bula Sublimis Deus, queafirmaba que los indios eran seres racionales, cuyasvidas y propiedades tenían que ser respetadas.”Oviedo, a quien Las Casas consideraba como uno desus principales enemigos, representaba bien la acti-tud de estos españoles cuando afirmaba rotunda-

1B Ed. Fondo de Cultura Económica, 1954.19 Nicolás Antonio, Biblioteca Hispana Nova, t. 1, p. 719.20 Para referencias a estos y a tratadistas posteriores,

véase Joseph Schmidlin, Katolische Missionslehre im Grund-iss (La enseñanza misionera católica en sus fundamentos),Muenster in Westfalia, 1919, pp. 3-29; y su "Katolische Mis-sionstheoretiker des 16. und 17. Jahrhunderts” (Teóricoscatólicos misioneros de los siglos XVI y XVII), Zeitschrift fürMissionswissenschaƒt (Revista de ciencia de las misiones),vol. In (1911), pp. 213-237. Véase también Antonio de LeónPinelo, Tratado de Conƒirmaciones Reales, parte I, cap. 19y Juan de Solórzano, De Iure Indiarum, pp. 441-498.

21 Una descripción detallada de este episodio puede en-contrarse en el artículo del autor “Pope Pau.l III and theAmerican Indians", Harvard Theological Review, vol. 30(abril, 1937). DP. 65-102.

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mente: “Ya se desterró Sathanás desta isla [la Es-pañola]: ya cesó todo con cesar y acabarse la vidaa los más de los indios."22

Otros colonizadores, tales como Espinosa y Zua-zo, pensaban que "parece que es Dios Nuestro Señorservido de que estas gentes de indios se acaben to-talmente, o por los pecados de sus pasados o suyos,o por otra causa a nosotros oculta, e que pase equede el señorío e población en Vuestra Magestade sus sucesores y pobladas de gente cristiana/'2~"

Como Oviedo decía: "¿Quién puede dudar que lapólvora contra los infieles es incienso para el Se-ñor?", Las Casas compuso su De Unico Vocationismodo contra este estado de cosas de media centu-ria de conquista violenta, de odio acumulado y devejación de los indios.

III. LA DocrRmA

Para quienes hayan leído las vigorosas fulminacio-nes y los tremendos epítetos de Las Casas en suBrevísima Relación de la Destrucción de las Indiaso en la Historia de las Indias, el moderado lenguajey las exhortaciones elocuentes del presente tratadoserán una sorpresa agradable. Podría parecer queaquí está haciendo un esfuerzo especial para prac-ticar lo que ha predicado. Rara vez menciona lasIndias, y desarrolla su argumento en un plano ele-vado en el que sólo se consideran las verdades uni-\šersales. Es digno de observarse también que Las

` asas nunca parece haber invocado ningunas autori

22 Gonzalo Fernández de-Oviedo y Valdés, Historia generaly natural de las Indias, Islas y Tierra Firme del mar Océano,t. I, p. 139. Madrid, 1851.

23 D.I.I., t. xt, p. 348.28

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dades contemporáneas, tales como la de TomásMoro, cosa que hacía Vasco de Quiroga.”

Los cuatro primeros capítulos del tratado, que nofiguran en el presente manuscrito, los dedicaba LasCasas '.a explicar la sencilla verdad de que todaslas gentes sobre la faz de la Tierra han sido llamadaspor,,Dios a recibir la fe como un beneficio de laliberalidad divinaflfi Aunque es cierto que los hom-bres difieren unos de otros en todas partes, es sen-cillamente imposible que toda una raza o nación-por estúpida o idiota que sea-, carezca en absolu-to de capacidad para recibir la fe. Es evidente queesta afirmación incluía a los indígenas del NuevoMundo, en particular cuando se aprecia que los in-dios son en su mayoría seres inteligentes, y que enuna proporción elevada están dotados de un entendi-miento excepcional, como puede verse por lo quehacen en las artes mecánicas y liberales.”

24 Silvio A. Zavala, La "Utopía" de Tomás Moro en la Nue-va España, México, 1937.

25 Remesal hace un resumen de estos primeros capítulos(op. cit., lib. In, cap. 1x) y Las Casas se refiere a ellosen las primeras páginas del capítulo quinto. Ya en 1519, enuna 'junta celebrada en Barcelona, Las Casas había hecho unamagnífica declaración sobre este asunto al decir: “Nuestrareligión cristiana es igual y se adapta a todas las nacionesdel mundo, y a todas igualmente recibe, y a ninguna quitasu libertad ni sus señoríos, ni mete debajo de servidumbre,so color ni achaque de que son siervos a natura o libres,como el reverendo Obispo parece que significa." Las Casas.Historia de las Indias, l.ib. 111, cap. 149.

26 Con posterioridad Las Casas había de ser aún más categótico con respecto a la naturaleza de los indios, llegandoa sostener que llenaban todos los requisitos puntualimdospor Aristóteles para la vida buena. Véanse su Historia Apolo-gética y la obra del autor Las teorias políticas de Bartoloméde Las Casas (Instituto de Investigaciones Históricas, Bue-nos Aires, 1935). Sobre el conjunto de la controversia res-pecto a la naturaleza de los indios, véase la obra del autorFirst Social Experiments in America, Cambridge, Ha.rvardUniversity Press, 1935.

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Las Casas entra aquí en el meollo de la cuestión,afirmando:

La Providencia divina estableció, para todo el mundoy para todos los tiempos, un solo, mismo y único modode enseñarles a los hombres la verdadera religión, asaber: la persuasión del entendimiento por medio derazones, y la invitación y suave moción de la voluntad.Se trata, indudablemente, de un modo que debe ser co-mún a todos los hombres del mundo, sin ninguna dis-tinción de sectas, errores, o corrupción de costumbres.”

Las Casas demuestra esta proposición de una ma-nera muy erudita, en treinta y seis largos apartados,mediante citas y ejemplos del Antiguo y~ del NuevoTestamento, con referencia a las enseñanzas y a laconducta de Cristo y sus Apóstoles, mediante la so-lemne autoridad de los santos doctores de la Iglesiay de su antigua tradición, y con una multitud dedecretos de los distintos Papas. Aunque el espaciono nos permite una exposición detallada de estostreinta y seis apartados, algunos de los argumentosempleados por Las Casas son dignos de especialatención.

La única manera de influir sobre los seres racio-nales, explica, es mediante 'j_:¿_Er§_uasi_c3¿1 de suentendimiento”, según __I,g:k_`:Ii'J_o___Aristóteles. Ademåí,ši`g`|ìiëìïd'o"_ã_Sà;n' Agustín, la fe dëpëñdë de la creen-cia, la cual presupone el entendimiento. Por lo tanto“el modo de enseñar, de encaminar o de atraer alseno de la fe y de la religión cristiana a los hom-bres que se encuentran fuera de él, debe ser unmodo que persuada al entendimiento y que mueva,exhorte o atraiga suavemente la voluntad".2B

A fin de creer las verdades del cristianismo, quie-nes las escuchen deberán estar con ánimo tranqui-

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lo, tener tiempo suficiente, que les permita apreciary darse cuenta de la verdad,_ y no habrán de sufrirviolencia que pueda inspirarles aversión a las nue-vas ideas. Es indudable que Las Casas, aunque nolo menciona, no aprobaría el Requerimiento, aquellargo documento jurídico que era leido a los indiospor los capitanes españoles, por el cual se jus_ti_fica-ba la conquista por las armas 'sì 'los indios no récìii-Íoaíí desde" luego la autoridad de los monarcasespañoles y no consentían la predicación de la fe.”En opinión de Las Casas, la precipitación o elempleo de la fuerza repelen más que atraen a losque todavía no son cristianos. A decir verdad, lapredicación a los infieles es un arte que tiene queser estudiado. Sobre todo, los ánimos de los oyen-tes no han de estar dominados por la pena o lacólera si han de aceptar la verdad. Las Casas de-muestra conocer las leyes naturales que los psi-cólogos están ahora pregonando ante el mundo,cuando afirma:

Pero la costumbre es un hábito, o engendra un hábitocon la repetición de actos adquiridos; el cual, si no esuna naturaleza propiamente dicha, es indudablemen-te una forma de naturaleza, ya que la costumbre haceque las operaciones acostumbradas sean fáciles, prontasy desembarazadas, como si la misma naturaleza leshubiera dado principio.

Es necesario que quien se propone atraer a los hom-bres al conocimiento de la fe y de la religión verdade-ras, que no pueden alcanzarse con las fuerzas de lanaturaleza, use de los recursos de este arte. Es decir,que frecuentemente, que con la mayor frecuencia posi-

29 Sobre la historia de este curioso Requerimiento, véanselos artículos del autor titulados "The Requerimiento and itsinterpreters", Revista de Historia de América, México, año I,nã' 1 (1938), pp. 25-34, y "A aplicação do Requerimento naAmerica Espanhola”, Revista do Brasil, Rio de Janeiro, sept.,1938, pp. 231-248.

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ble, proponga, explique, distinga, detennine y repita lasverdades que miran a la fe y a la religión; que induzca,persuada, ruegue, suplique, imite, atraiga y lleve de lamano a los individuos que han de abrazar la fe y la re-ligión. Y que prosiga por este camino hasta que, con lafrecuente presentación, manifestación, predicación y dis-tinción de la doctrina; con la explicación de las verda-des creíbles; con el niego, la súplica, la inducción, lainvitación, la suave atracción, la conducción fácil y se-gura; con la frecuente repetición de estos actos, seengendre paulatinamente en el corazón de los oyentesuna fuerza, una disposición, una costumbre o un hábitoagradable que dé origen, finalmente, a una inclinacióncasi natural a las verdades de la fe y de la religión.El ánimo del hombre entonces, fortalecido y dispuestocon esta inclinación, escuchará con mayor placer lasverdades mencionadas que, por estar acostumbrado aoírlas, le serán ya agradables; se alegrará de ver pro-porción para el conocimiento de las verdades de la feque oye o se le proponen, y las aceptará con más faci-lidad; y las verá, no como extrañas a la razón, sinocomo confonnes y ajustadas a ella en cuanto a la ver-dad. Y de consiguiente, a los hombres, aun a los idóla-tras e infieles, no les será tan difícil abandonar losritos de la infidelidad y las supersticiones de su depra-vada religión; y si han recibido- ya la fe y religión ver-daderas, pero tal vez con simulación o tibieza, mudaránsinceramente de ánimo, comenzando a vivir con fervory adelantándose hasta conseguir un verdadero pro-vecho.3°

El argumento deriva ahora hacia otro punto. LasCasas principia con Adán y muestra que desde elcomienzo del tiempo los santos patriarcas han dadomuestras de un espíritu paternal al tratar con losdemás hombres. Los libros de profecías dan abun-dantes testimonios 'sobre este punto, porque indi-can que la fe era enseñada -y aquí vemos un buenejemplo de la suavidad de expresión de Las Casas

30 P. 95.

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en este tratado: “Así como la lluvia y la nieve bajandel cielo, no impetuosa, no_vio1enta, no repentina-mente, con suavidad y blandura, y empapando latierra con su caida.""1

Este método fue instituido por Cristo, quien or-denó que fuera observado por sus Apóstoles. Aunqueel método era usualmente eficaz, si los medios pa-cíficos no daban resultado, lo único que tenían quehacer era abandonar semejantes lugares. Así Cristoconcedió a los Apóstoles licencia y autoridad parapredicar la fe tan sólo a aquellos que voluntaria-mente desearan escucharla. No habían de forzarni molestar a quienes no quisieran hacerlo. Ni ha-bían de castigar a quienes expulsaban a los Após-toles de sus ciudades. Según declaraba, "Os envíocomo ovejas en medios de lobos”.

Expone luego Las Casas las cinco condiciones quedeben existir si la predicación a los infieles ha detener éxito." Son las siguientes:

1. Los oyentes deben comprender que los predi-cadores no tienen intención de adquirir dominiosobre ellos.

2. Los oyentes deben estar convencidos de queninguna ambición de riquezas mueve a los predi-cadores.

3. Los predicadores deben ser tan “dulces y hu-mildes, afables y apacibles, amables y benévolos alhablar y conversar con sus oyentes, y principalmen-te con los infieles, que hagan nacer en ellos la vo-luntad de oírlos gustosamente y de tener su doctrinaen mayor reverencia"..

4. Los predicadores deben sentir el mismo amory caridad por la humanidad que los que movierona San Pablo, permitiéndole llevar a cabo tan enor-mes trabajos.

El P. 153.W Pp. 249-303.

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5. Los predicadores deben llevar vidas tan ejem-plares que sea claro para todos que su predicaciónes santa y justa.

Para cada uno de estos cinco puntos, Las Casasacumula una multitud de autoridades y ejemplos,en particular de los escritos de San Juan Crisósto-mo, a quien caracterizaba como “el brillantisimoSan Juan Crisóstomo, quien habló más espléndiday copiosamente que los demás doctores de la santaIglesia"."

El razonamiento se hace ahora histórico. Las Ca-sas muestra que la persuasión pacífica fue el mé-todo primitivo de la Iglesia, y se refiere en par-ticular a la conquista espiritual de España y deInglaterraffl Aquí aparece una de las pocas referen-cias específicas a las Indias que Las Casas se per-mite en todo el tratado: Cuán diferente de estas

W P. 303.M Desde luego no cita todos los ejemplos posibles de con-

versión de los tiempos medievales. Si lo hubiera hecho, esta-ría claro que en muchas de estas conversiones medió lafuerza, en especial cuando los gobernantes cristianos comba-tian contra una raza extranjera. (James T. Thayer, The Me-dieval Missianary, Nueva York, 1936, pp. 73-14.) Asi “la con-versión de Noruega es ejemplo de la política drástica de unrey despiadado. El rey Olaf Tryggvason procedió metódica-mente, provincia por provincia; y la Heimskringla, historiaposterior de los reyes de Noruega, relata algunos episodiosprofimdamente interesantes sobre la devoción a los antiguosdioses que hubo de dominar, en ocasiones con crueldad casiincreíble" (La.ing, Chronicle of the Kings of Norway, 1844,vol. I, pp. 427 ss.). El sínodo de Bamberg en 1059 declaróexpresamente que el aumento de los diezmos era un justomotivo para la conversión por fuerza de los esclavos. (JamesW. Thomson, Feudal Germany, Chicago, 1928, p. 398.) Porúltimo, una autoridad católica del siglo xnt ha afirmado:"Sobre este punto la doctrina de la Edad Media estaba deacuerdo con los Padres de la Iglesia, en especial con Gre-gorio el Grande..., quien ensalzó al exarca Gennadio deÁfrica por haber emprendido una guerra victoriosa para lapropagación del cristianismo" (Joseph Hergenroether, Catho-34

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conquistas fue la manera como los españoles lle-varon a Moctezuma y Atahualpa el conocimiento deCristo. Esto es lo único que dice Las Casas sobreun tema que más tarde había de desencadenar todoslos torrentes de siìperas recriminaciones.

Por último, los decretos de la Iglesia, y en espe-cial la bula Sublimís Deus de Paulo III -que repro-duce en su totalidad-35 son citados para reforzarfel argumento, y Las Casas llega a rematar triunfal-Jmente los treinta y seis apartados con un detalladoresumen de todo lo que ha dicho antes. Asi terminael capítulo quinto.

El capítulo sexto es mucho más breve y está de-dicado a exponer, para demolerlo inmediatamente,el método guerrero de predicar la fe. A aquellos quesostienen que los infieles han de ser sometidos pri-

lic Church and Christian State, vol. Ii, pp. 147-149. Londres,1876). Sin embargo, la cuestión ha sido muy debatida, comopuede verse en las siguientes obras ftmdamentales: MaudeHuttmann, The Establishment of Christianity and the Pro-scription of Paganism, Nueva York, 1914; J. B. Saegmueller,Lehrbuch des katolischen Kirchenrechts, t. 11, 3! ed., Fribur-go, 1914, pp. 110, 181; y F. X. Wernz, Jus decretalium, t. vi,Prati, 1913, pp. 295-301, 304-309.

Como muestra de la naturaleza peren.ne de esta contro-versia sobre el empleo de la fuerza para convertir a losinfieles, es interesante notar que en 1920 algimos misionerosprotestantes de los Estados Unidos que trabajaban en Chi-na, rehusaron aceptar la intervención de unos cañoneros paraproteger sus vidas y propiedades. Cualquiera que haya podidoser la práctica general medieval, sin embargo, Las Casastenía razón al emplear ejemplos de la historia de España.Es digno de notar, como indica Edgar Prestage, que "nohay paralelo en el Cid al mandato de conversión forzadadado en la Chanson por Carlomagno, ni a la manera en quequienes hacen resistencia a esta orden son decapitados, ahor-cados o quemados vivos. Por el contrario, el poeta castellanoinsiste en la afabilidad y mesura de que da muestras el Cidcon los moros derrotados (Cantar, 541, 802, 851)". E. Prestage,editor, Nueva York y Londres, 1928, p. 115.

ll-5 Pp. 365-367.35

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meramente, quiéranlo o no, para predicarles luego,Las Casas les replica que eso significa la guerra. Yla guerra lleva consigo los siguientes males:

El estrépito de las armas; las acometidas e invasio-nes repentìnas, lmpetuosas y furìosas; las violencias ylas graves perturbaciones; los escándalos, las muertesy las carnioerías; los estragos, las rapiñas y los despo-jos; el privar a los padres de sus hijos, y a los hijosde sus padres; los cautiverios; el quitarles a los reyesy señores naturales sus estados y dominios; la devasta-ción y la desolación de ciudades, lugares y pueblos innu-merables. Y todos estos males llenan los remos, lasregiones y los lugares todos de copioso llanto, de gemi-dos, de tristes lamentos y de todo género de luctuosasca1amidades.¦"6

Además, este sistema es contrario a la manerapacífica favorecida por los sabios filósofos, por elejemplo de los patrìarcas anteriores a la venidade Cristo y por Cristo mismo. Por lo tanto, todoslos que emprenden semejantes guerras están, priva-dos del amor de Dios, y en realidad odian a Dios.No son cristianos, sino auténticos imitadores deaquel “notable y asquerosisimo seudoprofeta y se-ductor de los hombres, de aquel hombre que man-cilló todo el mundo, de Mahoma, queremos decir".*"

Quienes emprenden guerra semejante, pero dicenque no están forzando a los infieles a aceptar lafe y que se limitan a apartar los obstáculos queimpiden a los predicadores enseñar la fe, hablan-afirma Las Casas- de una manera absurda ydisparatada, pues bajo tales condiciones lo únicoque resulta es un resentimiento perdurable y una

N P. 397.M P. 459. El Islam ha sido muy calumniado a este respec-

to, afirrna T. W. Amold, quien cita muchos pasajes del Co-rán para probar que esta religión no defendía la conversiónpor la fuerza. The Preaching of Islam, 2! ed., Londres, 1913,pp. 3-5.

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fingida conversión por temor a males peores. Seme-jantes personas no sólo son precursores del Anti-cristo, sino también secuaces de Mahoma en sumétodo de conversión a sangre y fuego. Así terminael capítulo seis.

El capítulo siete consta de un sumario y de losejemplos finales de la conclusión alcanzada enlos dos capítulos anteriores. La primera, y la única,conclusión de Las Casas, es ésta:

La guen'a contra los infieles de la tercera catego-ria (es decir, aquellos que nuncah HE la fe ni deTá`I@ëšìïjï"cjüé"í1"uìi`cì hì'r†›feìdïdoa nin@ñ Í es “temeraria, injusta,cua y tiránica", aunque pueda alegarse que la guerrase emprende tan sólo para preparar a los infielesa recibir la fe o para desplazar impedimentos a supredicación. Semejante guerra está claramente con-tra la ley natural, la ley divina y la ley humana."

A continuación Las Casas enuncia varios corolariosaudaces, que deben haber motivado que más deun conquistador lo denunciara como un hombrepeligroso, que trataba de destruir la sociedad delNuevo Mundo. Porque en una tierra en la que pro-bablemente todos los españoles, en un momento oen otro, habían combatido a los indios, Las Casas seatreve a 'hacer las afirmaciones siguientes: 5°

1. Todos los que emprenden semejantes guerraso que contribuyen a ellas de cualquier modo pecanmortalmente. Se extiende con gran detalle sobrela naturaleza exacta, la cualidad y los grados delpecado asi cometido. “

2. Todos los que son o hayan sido causantes detales guerras están obligados, como requisito previopara su salvación, a hacer restitución a los infieles

503-505.521 ss.se 31?

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de todo lo que éstos hayan perdido en las guerrasy -aqui hay una orden muy tajante- “a satisfa-cerles solidariamente por todos los daños que leshayan hecho". Sobre la extensión del daño a pagarLas Casas no deja duda, pues explica que, si bienparte de la angustia y del sufrimiento causados porla guerra nunca puede ser reparada, el español quehubiese matado a un infiel debería ciertamente estarobligado a mantener a la mujer e hijos del indiomuerto durante todo el tiempo que éste pudiera ha-ber vivido.*°

3. Como una especie de corolario suplementario,Las Casas declara que los eclesiásticos erraban gran-demente -aun en caso de tener el poder y la auto-ridad episcopales- si, estando dedicados a la pre-dicación e instrucción de los indios, los castigabanpor cualquier pecado que pudieran haber cometido,antes 0 después de su conversión, con azotes terri-bles, el encarcelamiento u otros castigos, bien apli-cados por sus propias manos o bien por mandatosuyo.*1

Cierra Las Casas el primer libro de su tratadocon una exhortación tomada de San Próspero a ga-

40 Un ejemplo acerca de que semejantes doctrinas tuvieronen efecto influencia, se encuentra en un manuscrito de laBiblioteca del Congreso de Washington referente a un con-quistador casi desconocido, llamado Diego de Carvajal, quehabía combatido durante quince meses en las guerras contralos indigenas de Chile en 1565 y 1566. El 8 de agosto de 1568se presentó en Lima ante un notario público y testigos, ydeclaró que, dado que por entonces no estaba decidido sila guerra era justa o no, se sentía obligado a comprometersea hacer restitución a los indios, seg1Iu1 lo ordenado por elarzobispo Jerónimo de Loaysa, de acuerdo con el parecer deciertos frailes franciscanos y dominicos. Stella Clemence, ed.,Catalogue of Harkness Manuscripts in the Library of Con-gress, Washington, 1937, p. 237. El mismo Las Casas habíainfluido sobre los soldados de Nicaragua para que no ayu-daran al gobernador Contreras a hacer una entrada, cuando38

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nar las almas por medios suaves y por una compren-sión tierna con preferencia _a la fuerza imperiosa.

IV. EL nxPER1MENro DE LA VERA PAz

Si el De Unico Vocationís Modo fuera tan sólo unomás de los muchos tratados de naturaleza teóricaescritos sobre América, apenas si estaría hoy justi-ficada su publicación, aun tratándose de una obrade Fr. Bartolomé de Las Casas. Pero este extensomanuscrito, con su rico acopio de citas cuidadosa-mente reunidas de una multitud de escritos -que,por cierto, revelan la abundancia de libros que LasCasas pudo tener a su disposición en algún monas-†¢I'i0- §§_ìEP9!!?41f.e por_®

1. Las Casas fue retado inmediatamente por losespañoles seglares para que tratara de llevar a lapráctica sus ideas, y

2. El experimento resultante, llevado a cabo enVera Paz, Guatemala, es una ilustración excelentedel hecho de que la conquista española de Américafue mucho más que una empresa militar notableen la que un puñado de españoles sometió a todo uncontinente en un tiempo sorprendentemente corto.denunció la expedición desde el púlpito como un illa`eimpío, y ãïiïnazó a fôãos los que participïirï en ella conel castigo de la Iglesia. D. I. I., t. vn, pp. 116-148.

H Las Casas debe haber empleado la palabra "obispo" de-liberadamente, porque hay noticia de que el obispo de Méxicohabía solicitado en 1537 facultad para castigar a los indios,en su calidad de padre de los mismos, por los delitos quecometían después de bautizados, y también para obligarlos a"venir a la doctrina y a los oficios divinos" (Genaro García,El clero de México durante la dominación española, México,1907, pp. 40-44). Según Remesal, algunos eclesiásticos deNueva España tenian varios oepos en sus casas, ponian a losindios en ellos y “con el azote o rebenque en la mano lesenseñaban la doctrina" (op. cit., lib. VI, cap. x).

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Fue también probablemente el esfuerzo mayor quejamás haya visto el mundo para hacer prevalecerla justicia y los preceptos cristianos en una épocabrutal y sanguinaria. Este concepto es tan impor-tante que requiere alguna explicación antes de des-cribir la entrada de Las Casas en Vera Paz.

El concepto no' es nuevo, porque investigadorescomo Rafael Altamirafifl José María Chacón y Cal-vo,43 Ricardo Levene,44 Ernest Nys,45 Femando delos Ríos,“ Silvio Zavala,4'l y algunos otros, han apor-tado contribuciones de importancia a este tema.Pero en general puede decirse que la historia de laconquista española de América ha sido escrita -almenos en los Estados Unidos- a la manera heroicade William Hickling Prescott, en el tono irónico dePhilip A. Means, o en fragmentos monográficos des-tinados a servir de tesis doctorales en las universi-dades. Nadie ha estudiado todavía en conjunto los

42 Casi todas las publicaciones y enseñanzas del profesorAltamira pueden ser citadas como ejemplo aqui. Tal vez lapublicación más adecuada sea: Rafael Altamira y Crevea yJosé Maria Ots y Capdequi, “Biblìographie des Etudes surl'Histoire Coloniale provenant d'auteurs espagnols ou publiésel-ps lfiìâtšzågne, 1900-1931", Bibliographie d'histoire coloniate, Pa-

4›B Véase especialmente su ”Criticismo y Colonización", Uni-versidad de La Habana, t. 11 (1934), 81-100; su introducciónal Cedularìo Cubano, Madrid, 1929 y su Experiencia de losIndios, Madrid, 1934.

44 Introducción a la historia del derecho indiano, BuenosAires, 1934.

45 “Les publicistes espagnols du xvre siècle et les dnoits desIndiens", Revue de droit international et de législation com-parée, t. Jun (1889), pp. 533-560.

40 Religión y estado en la España del siglo xvi, NuevaYork, 1927; y “The religious character of colonial law insixteenth century Spain", Proceeding of the Sixth Intematio-nal Congress of Philosophy, 1926, Nueva York, 1927, pp. 481-5.

47 Las instituciones jurídicas en la Conquista de América,Madrid, 1935.40

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teóricos de la conquista española que estuvierondecididos a que la dominación española en Américasiguiera principios justos y» cristianos.

Esta lucha comenzó casi con la conquista mis-ma, pues surgió una disputa sobre el primer carga-mento de indios que fueron llevados a España paraser vendidos como esclavos. El 12 de abril de 1495el obispo Fonseca recibió orden de la corona paraque vendiera dichos indios, y al dia siguiente otrodocumento le ordenaba que guardase el dinero reci-bido de la venta hasta que los teólogos pudierandar satisfacción a la conciencia real con respectoa la moralidad del acto.” Conforme la conquistaavanzó de las islas del Caribe a México, Perú, Chiley las islas Filipinas, surgió un torrente de libros ytratados polémicos escritos por misioneros y funcio-narios de la corona en el Nuevo Mundo y por teóri-cos académicos y juristas profesionales de Espa-ña, que hacen recordar las polémicas enconadas yeruditas que se produjeron durante la controversiamedieval de las investiduras.

Fue una lucha quijotesca, podemos decir hoy, peroha de recordarse que Don Quijote fue una auténticaexpresión del genio español en la época de la gran-deza de España. Era un hombre de ideales, inspi-rado por la pasión de corregir los defectos del mun-do, y con este fin se lanzó sobre el mundo queveía. No es exagerado decir que en la conquista lacorriente quijotesca del carácter español apareceen su forma mejor, y la sanchopancesca en la peor,hasta que la batalla llega en ocasiones a convertirseen una lucha abierta entre los aspectos más eleva-do y más bajo de la naturaleza humana.”

48 D. I. I., vol. 30, pp. 331, 335.49 Para algunas observaciones acertadas sobre este aspecto

quijotesco de la conquista, véase John A. Mackay, That OtherAmerica, Nueva York, 1935, pp. 16-18.

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Incluso cuando se ha hecho mención de las teo-rías españolas relativas a sus problemas coloniales,ha sido por lo general- con tm propósito despectivo,señalando cuán lejos estaba la conducta españolaen América de la teoría hispana. A veces la preocu-pación de los españoles por elaborar una políticaque pudieran justificar ante su propia concienciase ha desechado como hipócrita religiosidad, algoasí como el espíritu de la foca de Alicia en el paísde las maravillas, que derramaba lágrimas tan amar-gas mientras se apresuraba a ayudar al carpinteroa comerse las ostras.fi° Fue su sed de oro la quellevó a Cortés a México y a Pizarro al Perú, diceAdam Smithfil y Thorstein Veblen es todavía másexplícito: “La empresa española de -colonización fueima empresa de pillaje, inflamada e inflada por elfanatismo religioso y la vanidad guerrera."W Los"revìsionistas" españoles, deseosos de justificarlos procedimientos de sus antepasados y de com-batir la “leyenda negra" de España en América, hanreplicado a estas críticas citando largos extractosde la colección oficial de las humanitarias leyes deIndias, con la intención de demostrar la naturaleza

5° Quienes no pueden comprender cómo España pudo sera la vez cruel y noble en la conquista, deberian reflexionarsobre el hecho siguiente: New England se convirtió en focodel movimiento realizado en el siglo xïx para libertar a losesclavos negros en los Estados Unidos, pero fue tambiénla parte del pais que más impulso dio al tráfico de esclavospara el Brasil. El propietario de la Bangor Maine Gazette,por ejemplo, predicaba la abolición desde las columnas desu periódico, al mis-mo tiempo que participaba en la cons-trucción de barcos que sabia iban a ser empleados en elilícito comercio de esclavos. Lawrence F. Hill, “The Abolitionof the African slave to Brazil", Hispanic American HistoricalReview, vol. XI (1931), p. 193.

51 Wealth of Nations, lib. 1v, cap. 7. "De las colonias".B2 Wesley Mitchell, ed., What Veblen Taught, Nueva York,

1936, p. 310.42

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justa de la conquista española y del sistema co-lonial.5“

Sin alistarse uno mismo en ninguno de los dosbandos, deberá confirmar la verdad que el historia-dor escocés William Robertson proclamó hace tiem-po, al escribir que “los monarcas españoles, habien-do adquirido una especie de dominio antes descono-cido, formaron un plan para ejecutarlo, al que nose encuentra nada parecido en la historia de loshechos humanos".54 Esto fue, desde luego, debidoal hecho importantísimo de que las bulas de dona-ción de Alejandro VI y -las subsiguientes de Julio II,conferían a la corona de España el poder de dirigirtanto los asuntos de la Iglesia como los del Estadoen América. Los eclesiásticos, que siempre habíantenido papel destacado en los consejos reales espa-ñoles, se convirtieron así en asesores de confianzadel monarca y del Consejo de Indias, principal ór-gano administrativo para el gobierno de las colonias,y su influencia, que -se dejó sentir en todas partes,aseguró que cada paso de la conquista fuera exami-nado desde el punto de vista de la moral cristiana.

Esta combinación única de poderes explica tam-bién la preocupación del Consejo con todo génerode problemas religiosos. En ima ocasión, por ejem-plo, el Consejo llegó a discutir solemnemente lacuestión, acaloradamente disputada en las Filipinas,de si los chinos convertidos al cristianismo en Ma-nila, deberían ser forzados a cortarse las coletascomo muestra visible de haberse librado de susanteriores creencias paganasfifi Incluso entre los

53 Una de las más recientes obras de este tipo es la de Cons-tantino Bayle, España en las Indias: Nuevos ataques y nue-vas defensas. Nueva edición, Madrid, 1940.

'M History of America, Londres, 1777, vol. rr, p. 353.SÉ5 Archivo de Indias, Filipinas 339, lib. DI, part. 2, fol.

1 vto.

/--"*"S- 4 43

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simples soldados había una curiosa preocupaciónpor observar las formas jurídicas correctas, y hastaun conquistador tan feroz como Lope de Aguirre setomó la molestia de rebelarse en forma legal, redac-tando en plena selva del Amazonas un manifiestoen que anunciaba a la corona española que habíadejado de estar sometido a las leyes de España.”

La gran masa de material referente a este asuntoque existe en el Archivo de Indias de Sevilla atesti-gua en silencio hoy hasta que punto extraordinariolas personas interesadas de todas clases, a amboslados del Atlántico, se lanzaron en el conflicto.

La tendencia teológica y legalista de la mentali-dad española del siglo xv1 contribuye también aexplicar la multitud de teorías ocasionadas por laconquista.

Cierto es que el solo examen de las teorías y delos teóricos de la conquista española de Américanos llevaría a una árida e infructuosa enumeraciónde disputas teológìcas, a no ser por el hecho deque algunas de las varias teorías derivadas de losconfusos campos de la filosofía y la doctrina reli-giosa medieval influyeron de hecho, en ocasiones detm modo decisivo, en el curso de los acontecimien-tos en el Nuevo Mundo.

Uno de los ejemplos más dramáticos de la in-fluencia de ima teoría fue el experimento de la VeraPaz llevado a cabo en Guatemala durante los años1537-1550 por Las Casas y sus compañeros domini-

äfi Emiliano Jos, La expedición de Ursúa al Dorado, larebelión de Lope de Aguirre y el itinerario de los "Maratho-nes", Huesca, 1927, pp. 76-79. Es curioso también observarque Pizarro encontró en Juan Coronel, canónigo de Quito,un partidario contra el Emperador Carlos V, y que Coronelcompuso un tratado sobre este asunto, titulado “De BelloIusto" (Juan Cristóbal Calvete de Estrella, Rebelión de Pi-zarro en el Perú y vida de don Pedro Gasca, Madrid, 1889,vol. 11, pp. 159-60).44

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cos. Cuando este fraile atrevido expuso en el púlpi-to la doctrina sustentada en el tratado De UnicoVocationis Modo, los colonizadores españoles queresidían en Santiago de Guatemala lo tomaron abroma.” Segím lo describe tm cronista, “atmqueel libro estaba escrito en tm latín elegante", loscolonizadores se rieron de él y de su autor. El Señorhabía puesto a aquel tipo tan impertinente en susmanos, o al menos así lo creían ellos, y su regoci-jado desprecio tuvo la fuerza de estimular a LasCasas para que pusiera en práctica su proposiciónde convertir a los indios por medios pacíficos sola-mente. Estaban muy seguros de que atmque LasCasas escapase con vida, su fracaso sería tan es-trepitoso que en adelante se verían libres de susabsurdos y molestos sermones.

Al ser así desafiado, Las Casas eligió la únicatierra que quedaba por conquistar en aquella re-gión, la provincia de Tuzutlán, un país de montañas,

57 Un buen relato de conjunto de este famoso episodio seencuentra en Remesal, op. cit., lib. rn, cap. 1x. El autor haconsultado también el material correspondiente en el Archivode Indias y ha utilizado las siguientes historias manuscritas:

1. Martín Alfonzo Tovilla. Relación historica dyscreptivade las provincias de la Vera Paz y de la del Mancha de elReyno de Goatemala y de las costas, mares, y puertos prin-cipales de la dilatada America. 1635. Ms. 24 de la BibliotecaProvincial de Toledo, España. De especial utilidad el libro 1,caps. 7-24.

2. Anónimo. Historia philosophica y politica de los estable-cimientos y comercio de los Europeos en las dos Indias.Ms. 1928, Biblioteca Nacional, Madrid.

3. "Información hecha en el Pueblo de Tecuhut.la.n", 2 ju-lio, 1545. Colección Muñoz, t. B4, fol. 110 y vto. Academia dela Historia, Madrid.

4. “Relación de la provincia; tierra de la Vera Paz.. . desdeel año de 1544 hasta este de 1574." Colección Muñoz, t. 39,fols. 92-104. Una obra moderna, basada en el material impresoexistente, es la de Karl Sapper, Die Verapaz im 16. und 17.Jahrhundert. Ein Beitrag zur historischen Geographic und

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lluvioso, tropical, lleno de tigres, leones, serpientes,grandes monos y, por añadidura, falto de sal. Losindígenas que allí vivían eran feroces, bárbaros eimposibles de someter, o al menos así lo creían losespañoles, porque tres veces lo habían intentado yotras tantas habían vuelto "con las manos en lacabeza" de aquella provincia que en el acto denomi-naron “Tierra de Guerra".

A esta provincia y a estas gentes se ofreció a irLas Casas para inducirles voltmtariamente a que sedeclararan vasallos del rey de España y le pagarantributo de acuerdo con sus posibilidades; para pre-dicarles y enseñarles la fe cristiana; y todo esto sinarmas ni soldados. Sus únicas armas serían la pa-labra de Dios y las “razones del Santo Evangelio".

Las peticiones que Las Casas hizo fueron modera-das, y el gobemador Alonso Maldonado las aceptósin dilación: Que los indios sometidos por mediospacíficos no habrían de ser repartidos entre losespañoles, sino que dependerían directamente de la

Ethnographie des nordoestlichen Guatemala. Abhl. der Bayeri-sehen Akademie der Wissenschaften, Mathematisch-Natur-wissenschaftliche Abteilung. Neue Folge, Heft 37. 46 pp.Muenchen, 1936. (La Vera Paz en los siglos xv! y xvn. Con-tribución a la geografía histórica y a la etnografía del nord-este de Guatemala. Actas de la Academia Bávara de Cien-cias, Sección de matemáticas y ciencias naturales. Nuevaserie, cuaderno 37. 46 pp. Munich, 1936). Véase también, delmismo autor, "Die Dominikanerprovinz Vera Paz in Guate-mala als Vorbild der südamerikanischen Missionsstaaten”(La provincia dominicana de la Vera Paz en Guatemalacomo modelo de los territorios de misiones de Sudamérica),en Ibero-Amerikanísches Archiv, Jahrgang icnï, l-left 3, octu-bre, 1939, pp. 217-244. El autor residió en Guatemala de 1888a 1900. Afirma que la Vera Paz permaneció relativamentelibre de influencia española u otra extraña, durante 350 años.Sin duda esto se debió, en parte, a la obra de Las Casas, yquizás a la naturaleza belicosa de los indios y la asperezade la tierra contribuyeron asimismo a la conservación de lascostumbres indígenas.46

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corona, debiendo pagar tan sólo un tributo reduci-do, y que durante cinco años no se permitiera a losespañoles la entrada en la provincia, salvo a Las Ca-sas y a los dominicos, a fin de que los españolesseglares no alteraran a los indios ni provocaranescándalo.

Habiendo concluido este acuerdo con el gobema-dor, Las Casas y sus compañeros -los frailes Ro-drigo de Ladrada, Pedro de Angulo y Luis Cáncer-pasaron varios dias dedicados a la oración, al ayunoy a otras disciplinas y mortificaciones espirituales.Luego planearon con cuidado su programa, y co-menzaron por componer algtmos romances en lalengua india de la Tierra de Guerra. Estos roman-ces eran virtualmente una historia del cristianismo,porque describían la creación del mundo y la caidadel hombre, su expulsión del Paraíso, y la vida y mi-lagros de Jesucristo. Después Las Casas buscó y en-contró a cuatro mercaderes indios cristianos habitua-dos a trafìcar en la Tierra de Guerra, y con granpaciencia les enseñó de memoria todos los versos y,además, a que los cantaran de una manera agradable.

Por fin, en agosto de 1537, los-indios partieronsolos con sus mercancías, a las que Las Casas habíaañadido algunas baratijas españolas, tales como ti-jeras, cuchillos, espejos y cascabeles, que eran muypreciadas por los indigenas. Los mercaderes se en-caminaron directamente al gran cacique de las tri-bus de la Tierra de Guerra, tm personaje belicoso,grandemente respetado y temido por todos. Despuésde comerciar todo el día, uno de los mercaderespidió un teplanastle, instrumento indio, y el grupose puso a cantar todos los versos que habían apren-dido. La novedad de la situación, la armonía del-instrumento y de las voces, y la nueva doctrina -en:especial la afirmación de que los ídolos que adora-ban eran demonios y de que sus sacrificios humanos

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eran malos- produjeron gran admiración e interésentre los indios.

Durante las ocho noches siguientes los mercade-res repitieron sus recitales, accediendo gustosos alas demandas del auditorio para que repitieran al-gunas partes preferidas ima y otra vez. Cuando losindios quisieron saber más, les replicaron que sólolos frailes podian enseñarles. Pero ¿qué eran frai-les? Entonces los mercaderes los describieron: hom-bres vestidos con trajes blancos y negros, solte-ros, que llevaban el pelo cortado de ima maneraespecial; hombres que no querían ni oro, ni plu-mas, ni piedras preciosas, y que dia y noche canta-ban las alabanzas de su Señor ante bellas imágenesen las iglesias. Tan sólo estos santos varones -nisiquiera los grandes señores de España- podíaninstruir a los indios, y los frailes vendrían muygustosos si se les invitaba. El cacique quedó con-tento con todo lo que le habían dicho y envió a suhermano menor para rogar a los frailes que vinie-ran y les enseñaran. Su emisario, no obstante, de-bería observar en secreto si los frailes se conducíancomo habían dicho los mercaderes.

Podemos estar seguros de que Las Casas y suscompañeros pasarían algunos días de ansiedad antesde que volvieran los mercaderes llevando consigoal ernisario y su cortejo. Aceptaron gozosos los pre-sentes enviados por el cacique y, mientras el emi-sario estaba visitando la ciudad, conferenciaron ydecidieron enviar únicamente a Fr. Luis Cáncer, unmisionero devoto y experimentado que conocía bienlas lenguas indígenas. Así pues, los indios, cargadoscon las baratijas españolas, regresaron a su Tierrade Guerra llevando con ellos al padre Cáncer. Alentrar en el territorio del cacique encontró levan-tados arcos triunfales de flores, y grandes fiestaspreparadas para darle la bienvenida. El propio jefe48

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recibió a Cáncer con el mayor respeto y veneracióny ordenó que se construyera en seguida ima iglesia.Asistió con interés a la primera misa que se celebróallí, y le impresionaron particularmente las vestidu-ras y la limpieza del fraile, porque sus propios sacer-dotes andaban con vestidos sucios, los cabellos pe-gados con sangre, y sus templos no eran más quechozas llenas de hollín y de basura. Asegurado porsu hermano de que el fraile llevaba realmente elgénero de vida descrito por los mercaderes, y cal-mado su temor de una invasión armada por lasnoticias de la orden del gobernador Maldonado, eljefe decidió hacerse cristiano y ordenó a todo supueblo que hiciera lo mismo. Fue el primero enderribar y en quemar sus antiguos ídolos. Así se ganóla primera alma en la Tierra de Guerra.

Cáncer se apresuró a volver a Santiago, donde LasCasas y los otros frailes se regocijaron al saber lasnuevas del éxito de su sistema pacífico. Al cesarlas lluvias, en octubre de 1537, Las Casas y PedroAngulo fueron a la Tierra de Guerra y allí contem-plaron un ejemplo de la firmeza de su cacique enla fe: no quiso permitir los habituales sacrificios depapagayos y otras aves y animales en la ceremonianupcial de su hermano el emisario, a despecho dela oposición que hubo en Cobán, cuyo cacique era elpadre de la novia. El fiel cacique también reedificóla iglesia, que algunos de sus vasallos desafectos ha-bían quemado, y arregló el que los frailes visitaranotras partes de su territorio, donde hicieron numero-sas conversiones.

Es natural que todo esto fuera una bomba paralos colonizadores españoles de Guatemala, quieneshabían esperado un desastre tan completo que LasCasas nunca se hubiera atrevido a escribir ni adecir palabra sobre el tema de la conversión pací-fica ni de la restitución a los indios de sus propie-

AO

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dades. No cabe duda de que buscaron los mediospara desbaratar el éxito de los dominicos, a pesarde la orden del gobernador Maldonado. Los docu-mentos no arrojaron luz sobre los acontecimientosdel año 1538 en la Tierra de Guerra -y he podidoconsultar todos los manuscritos existentes en elArchivo de Indias de Sevilla- pero es evidente queen noviembre de 1539 Las Casas era todavía másfuerte que sus detractores, porque Pedro de Alvara-do,59 el conquistador más importante, y luego gober-nador de Guatemala, escri-bía en aquel mes al reyque Las Casas estaba a punto de salir para Españapara traer más eclesiásticos, y elogiaba cálidamentesu obra, como también lo Hizo el obispo.”

Este apoyo oficial, unido a la elocuencia y a lamucha experiencia de Las Casas, hizo su efecto.Durante el año de 1540 salió tm verdadero torrentede decretos reales destinados a fomentar la conver-sión pacífica de los indios. Solamente el 17 de octu-bre se promulgaron doce de estos decretos. Losfranciscanos debían proporcionar a Las Casas indiosque estuvieran a su cuidado, y que, como los mer-caderes, tuvieran talento musical; se encargó a losoficiales reales de que castigaran a todos los espa-ñoles que burlaran la orden del gobernador de noentrar en la Tierra de Guerra; y el acuerdo de Mal-donado con Las Casas fue confirmado solemnemen-te. También se concedió dinero; y el rey concluyópor solicitar varios caciques indios -don Juan, el

53 Archivo de Indias, Guatemala 9, n'? 15. En esta carta,fechada el 18 de noviembre de 1539, Alvarado se refiere aLas Casas como “muy honrado religioso y persona que hacemucho fruto en la tierra con su buena doctrina así en losindios como en los cristianos".

-59 Archivo de Indias, Guatemala 156. El obispo hacía re-ferencia en esta carta, fechada el 22 de noviembre de 1539,a Las Casas y a su constante compañero Fr. Rodrigo deLadrada como "compañeros de Dios verdaderos".50

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primer convertido, don Gaspar, del pueblo de Che-quicizten, don Miguel de Chicicastenango, y donJorge de Terpanatitan- para continuar ayudandoen la conversión de los indios vecinos.°° Más tardedon Miguel, don Gaspar y otros, reciben escudosde armas por este importante trabajofil

Sería grato para quienes creen en el triunfo defi-nitivo de la justicia en este mundo poder decir queen adelante las cosas siguieron bien en Guatemala;pero no ocurrió así. Durante diez años los coloni-zadores y los eclesiásticos disputaron como perrosy gatos sobre la predicación pacífica de la fe. En elcurso de la lucha el concejo de Santiago informóal rey que Las Casas era un fraile iletrado, un tipoenvidioso, apasionado, turbulento y nada santo, quetenía la tierra revuelta, y que podría destruir, si no

~se le ponía obstáculo, la dominación española enel Nuevo Mundo; 02 además, que los llamados indios"pacíficos" se rebelaban cada día y mataban amuchos españoles. Pero de España siguieron salien-do reales órdenes en apoyo de Las Casas y de suscompañeros dominicos.” Ya la Tierra de Guerra-fue designada oficialmente Tierra de la Vera Paz, adespecho de la risa burlona de los colonizadores.Í; Las Casas volvió a Guatemala en 1544 como obis-po de Chiapas, región que incluía la Tierra de la

,_ 00 Archivo de Indias, Guatemala 393, lib. 2, fols. 125-130.i 61 Nobilíarño de Conquistadores de Indias, Madrid, 1892,lámina xxxvm, núms. 2, 5, 6. En 30 de junio de 1543 salióun Valladolid una real orden "Concediendo escudos de ar-mas a los cinco caciques de los pueblos ya nombrados y queOyudaron a Casas.” Archivo de Indias, Guatemala 393, lib. 2,føls. 203 vto.-205.~ G2 Rafael Arévalo, ed., Colección de documentos antiguosdel Archivo del Ayuntamiento de la Ciudad de Guatemala,Guatemala, 1857, pp. 15-17.

05 Archivo de Indias, Guatemala 392, libs. Zy 3, que contie-nen muchas de estas órdenes.

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Vera Paz. La batalla fue emprendida con tanta vio-lencia por los colonizadores que la corona tuvo queenviar un emisario especial a Guatemala en 1547para que investigara los supuestos malos tratos alos dominicos, el cual informó que podían encon-trarse muchas pruebas en apoyo de la acusación.Durante algím tiempo el obispo Las Casas tuvo quehuir a Nicaragua para escapar a las iras de susfeligreses, a los que había excomulgado a diestro ysiniestro, incluso a los jueces.” La lucha para pre-dicar la fe pacíficamente continuó, incluso hastadespués de la renuncia de Las Casas como obispoen 1550, cuando tenía setenta y seis años.

El final del experimento se narra en una tristecarta enviada por los frailes al Consejo de Indiasel 14 de mayo de 1556.” La escribían, dice el infor-me, para que el rey pudiera saber con claridad loque había pasado. Durante años los frailes habíantrabajado con energía a despecho del gran calor yde la “aspereza” de la tierra, habían destruido ído-los, edificado iglesias y ganado almas. Pero siempre“el demonio estaba vigilante" y por último, habíaespoleado a los sacerdotes paganos, que apelaron

04 Diego Ramírez informó que los dominicos aprendíancon diligencia las lenguas indigenas y servían a Dios y alrey, pero que los españoles se lo estorbaban. Se reían de losfrailes, trataban de minar la confianza de los indios enellos, les decían a los indios que los frailes entraban en laorden porque no podian sustentarse por si mismos, y em-pleaban “otms palabras muy feas" contra ellos. Archivode Indias, Justicia 331. fol. 152. Tomás López, que llegó aGuatemala después de que Ramirez había hecho su infor-mación, da una descripción detallada del gran tumulto oca-sionado por la negativa de Las Casas a confesar encomen-deros en una carta al rey, fechada en marzo de 1551. (Archi-vo de Indias, Guatemala 9.) El licenciado Sandoval envió unlargo informe al rey sobre todo esto, fechado en 19 de sep-tiembre de 1545. (Colección Muñoz, t. 84, p. 76. Academia dela Historia, Madrid.)

05 Archivo de Indias, Guatemala 168.52

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a ciertos indios infieles vecinos para fomentar larebeldía. Los frailes y sus acólitos fueron expulsa-dos de sus casas, a las que se_ prendió fuego, y unostreinta fueron muertos a flechazos. Dos de los frai-les fueron asesinados en la iglesia, y uno fue sacri-ficado ante un ídolo. Uno de los que murieron fueFr. Domingo de Vico, misionero celoso y sabio, quesabía predicar en siete lenguas indias diferentes.Cuando los frailes pidieron auxilio a los españolesde Santiago para castigar a los indios infieles, lorehusaron suavemente, citando la disposición realque les prohibía tener trato con los indios o entraren el ten-ìtorio.°° Con posterioridad el rey ordenóel castigo de los indios rebeladosf" la Tierra de laVera Paz se empobreció todavía más, y se desvane-ció la posibilidad de ganar a los indios por mediosexclusivamente pacíficos.”

V. Acomncrmmmos PosrantonnsEs instructivo hacer notar que los promotores origi-nales del experimento de la Vera Paz nunca cejaronen su convicción de que todas las gentes -inclusolos indios- podían y debían ser llevados al conoci-miento de la fe por medios cristianos y pacíficos.Pedro de Angulo, que formaba parte del grupo de

00 Audiencia de Confines al rey, en carta fechada el 21de abril de 1556. Archivo de Indias, Guatemala 9.

67 D. I. U., t. 17. PP. 163-165. Archivo de Indias, Guatema-la 386, lib. 1, fols. 229-231.

05 Informes posteriores sobre el estado lamentable de laprovincia pueden verse en D. I. U., t. 17, p, 213, y en el infor-me del obispo Rosillo, de 20 de marzo de 1600, Archivo deIndias, Guatemala 163. La tierra parece que nunca estuvototal o permanentemente cristian_iza_da, porque en 1696 tuvoggar otra "reducción" cuya descripción ocupa cuatro grandes

gajos con dos mil páginas en folio. Archivo de Indias, Gua-temala 152-153.

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frailes que hicieron la primera entrada, aceptó elobispado de la Tierra de la Vera Paz en 15610”-aunque sabía todo lo que allí había pasado- y,cuando la muerte le sorprendió poco después, toda-vía estaba trabajando en pro de su ideal. Luis Cán-cer, el fraile que primero había entrado en la tierra,informaba en una carta a Las Casas de que ibacamino de la Florida, para conquistar allí pacífica-mente, a despecho de algunas murmuraciones de queiba "al matadero“."° Así ocurrió, porque poco des-pués de desembarcar en la Florida, indios hostilesatacaron a Cáncer y a los suyos, aniquilándolos. Encuanto a Las Casas, hasta que murió en 1566, a laedad de 92 años, continuó fiel a la idea de que losindios eran seres humanos que debían ser evange-lizados pacíficamente, y no asesinados; protegidos, yno despojados. Para concluir esta introducción con-vendrá, por lo tanto, citar ejemplos posteriores dela práctica de las doctrinas expuestas en este tra-tado.

Tal vez deberia afirmarse previamente que LasCasas no tenía la exclusiva de la idea. Asoka, el san-to de la India, la había tenido ya algrmas centuriasantes de Cristo.” Erasmo defendía la misma polí-tica en su Ecclesiastes síve contionator evangelicus

É@ .UPT*

;.Q .HÉ-›17, pp. 167-168.I. I 7, p. 199. Motolinia, entre otros, no aprobó

esta aventura de la Florida, ibid., p. 258.'T1 Véase su afirmación en "Verdadera Conquista". Vincent

A. Smith, Asoka. Oxford, 1909, pp. 172-175. Casi parece que lacontroversia entre los métodos de fuerza y los pacíficos esuna fórmula característica que puede encontrarse en todaslas conquistas. Por ejemplo, en Tasmania en 1830 el gobiemoinglés trató de reunir a todos los aborígenes a fin de pro-tegerlos de los colonos, que los consideraban como una razadegenerada, y casi como a bestias salvajes que deberían serimplacablemente exterrninadas, y de los batidores de monte,0 sea convictos fugados, que cazaban a los negros por de-porte. El gobierno gastó 30000 libras, empleó cinco mil sol-54

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(1535), casi por la misma fecha en que Las Casasescribía su tratado.” O-tros frailes, como el fran-ciscano Jacobo de Testera, .que estuvo en Yucatánen 1533, habían intentado llevar a la práctica estapolítica, al principio con bastante éxito." Es sabidoque el arzobispo Zumarraga favoreció también ladados, policía y paisanos, pero esta red humana capturó tansólo a un hombre y a un muchacho indígenas. En cambio,un enladrillador metodista llamado George Robinson pudorealizar la tarea él solo, por ser conocido como amigo cor-dial de los indígenas, que tenían confianza en él. “Desar-mado y acompañado únicamente por unos cuantos indígenasamigos, fue a los bosques para discutir con los indígenas ypara explicarles que, a despecho del trato que les dieran loscolonos y los guardianes, el gobierno deseaba protegerlos.Con riesgo inminente de su vida recorrió cientos de millasdesde un escondrijo de los naturales a otro. Mediante esteesfuerzo, hecho sin ayuda, todos los negros supervivientes-ahora tan sólo 203- fueron reunidos. (George P. Murdock,Our Primitive Contemporaries. Nueva York, 1934, pp. 17-18).Los informes escritos por Robinson se encuentran en JamesErskine Calder, Some account of the wars, extirpation, habits,etc., of the native tribes of Tasmania, Hobart Tovlm, Tasma-nia, 1875. Ejemplos todavía más modernos de este conflictoocurrieron en el país de los menangkaban en las islas Pan-dang, donde los holandeses lograron pocos progresos durantedoscientos años hasta que en 1907 hicieron proposiciones pa-cíficas y tuvieron éxito. Fay-Cooper Cole, "The relation ofanthropology to Indian and Immigration Affairs", Science,nueva serie, vol. 71 (7 de marzo, 1930), pp. 250-251.

T2 François Rousseau, L'Idée missionnaire aux xvie etxviie síecles, París, 1930, p. 43.

13 A1 llegar a Champotón, Testera envió un mensaje a losindios, anunciándoles que venía con intenciones pacificas, sinamias, y solamente con el propósito de llevarlos al conoci-miento del Dios verdadero. Después de muchas consultas,los indios dieron permiso a Testera y a sus compañeros paraentrar en su territorio. Más tarde trajeron voluntariamentesus ídolos para que fueran quemados, y reconocieron la au-toridad del rey de España, Cogolludo, Historia de Yucatán,Madrid, 1688; Mérida, 1867-1868, Z vols., lib. 2, cap. 13. Esteepisodio está también descrito por Las Casas en su BrevísímaRelación. A. M. Fabié. Vida y escritos de Las Casas, t. II,pp. 255-256.

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idea." Algunos oficiales españoles, tales como elvirrey Antonio de Mendoza, fueron partidarios dela misma idea, pues Mendoza envió a Fr. Marcosde Niza a la conquista de Culiacán con órdenes deemplear la persuasión y no la fuerza.” El fraile Her-nando de Arbolancha, de la orden de la Merced,evangelizó pacíficamente a los indios de la provinciade Arnatlán en Guatemala en 1550 7° y en el mismoaño Fr. Rodrigo de la Cruz informaba al Emperadordesde Ahuacatlán en Nueva Galicia de que uno desus compañeros, llamado Bemardino, había evangelizado pacíficamente a los indios en un gran terri-torio de cuarenta leguas de largo." Informes aná-logos fueron enviados en 1561 por Fr. Jacinto 'fa ysin duda muchos otros ejemplos podrán descu-brirse.

El significado de la obra de Las Casas está en elhecho de que solamente él elaboró de antemano unajustificación completa y teórica de su política, y deque, al ser desafiado, puso en práctica su idea de unmodo dramático, y durante cierto tiempo, con éxito.Es imposible demostrar que todos los numerososintentos posteriores de predicación pacífica de lafe, después de la Vera Paz, estuvieran inspiradospor Las Casas y por sus compañeros dominicos. Enocasiones la influencia de Las Casas fue explícita-mente reconocida, como en el caso del obispo Miguel

74 Joaquín García Icazbalceta, Don Fray Juan de Zumarra-ga, México, 1881, pp. 151-152.

'T5 D. I. I., t. rn, pp. 2l5ss.'70 D. I. U., t. xvm, pp. 107-108.77 Mariano Cuevas, Documentos inéditos del siglo xvi para

Ia historia de México, México, 1914, p. 333. En otro documen-to publicado en este volumen, Alonso de Zurita se refiere auna obra similar de los franciscanos cerca de Panamá, y delos agustinos en otros lugares. Ibid., p. 333.

'IB Joaquín García Icazbalceta, Nueva Colección de docu-mentos para Ia historia de México, t. 11, p. 243.

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de Benavides y Domingo de Salazar, quienes a fi-nes del siglo XVI se opusieron en las islas Filipinasa la doctrina del jesuita Alonso Sánchez, partidariode la sumisión a sangre y fuego.” Fr. Antonio de laAscensión también invocó en 1602 las terías de LasCasas en la conquista de California.”

Pero, por lo general, no había referencia específicaa la influencia de Las Casas. El jesuita Juan Bau-tista de Segura intentó en 1570 convertir a los i.ndiosrappahanock sin la ayuda de la fuerza, pero laexpedición de ocho misioneros fue asesinada al añosiguientefil La real orden de 1573 que daba la pautapara la manera de hacer descubrimientos y conquis-tas proclamó una vez más la doctrina de la bondady de la persuasión, expresada por primera vez en lasinstrucciones a Colón.”

Otra ratificación importante de los aspectos esen-ciales de la doctrina de Las Casas se encuentra en el

79 El autor tiene en preparación los tratados de Benavi-des y Salazar. Debería señalarse que Sánchez fue probable-mente el único jesuita que defendió en público la doctrinade la sumisión a sangre y fuego. Una refutación del cargo deque la Compañía favorecía semejante predicación se encuen-tra en Friedrich Stegmueller, “Eine ungedruckte Denkschriftdes P. Franz, S. I." (Un escrito inédito del P. Francisco,S. I.), Archivum Historicum Societatis Jesu, Ann. VI, fasc. I(enero-junio, 1937), pp. 5&6Z.

90 Citado por Henry R. Wagner, Spanish Voyages to theNorthwest Coast, San Francisco, 1929, p. 269.

81 W. Eugene Shiels, Gonzalo de Tapia, Founder of the FirstPermanent Iesuit Mission in North America, Nueva York,1934, pp. 20-21; Antonio Astrain, Historia de la Compfiia deJesús en la Asistencia de España, Madrid, 1905, t. 11, pp. 295-296. Shiels hace también referencia a un intento análogo delos franciscanos en la Alta California (op. cit., p. 90) y a lalabor de Tapia en Sinaloa durante el periodo 1591-1594 (op.cit., caps. x-xvn). Los padres Kino y Salvatierra también en-sayaron este método en centurias posteriores.

82 El texto completo de esta importante reglamentaciónestá en D. I. I., t. 16, pp. 142-187.

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primer intento espanol para dar una exposición com-pleta y coherente sobre la teoría y la práctica delas misiones en América, el De promulgando Evan-gelio apud Barbaros (l584?) de José Acosta. Se en-cuentra mucho material sobre intentos posterioresdel jesuita Juan Font en Perú hacia 1600,” y enla llamada guerra defensiva que emprendió en Chilehacia la misma época.” Es de notar también quecuando los jesuitas fueron a ftmdar sus famosasreducciones del Paraguay, existió una analogía con-siderable entre la práctica de los jesuitas y la teo-ría de Las Casas.”

Las disputas continuaron. En 1617 el Consejo deIndias se negó a permitir a un capitán español laconversión por fuerza de los indios de Talamancaen Costa Ricafif' aunque algunos españoles todavía

S3 Además de abundante material manuscrito en el Archi-vo de Indias (tal como en Lima 33; Lima 34, lib. 6; y en ellegajo con signatura 71-3-29), los libros siguientes contieneninfonnación: Astráin, op. cit., t. 4, pp. 541 ss.: Relaciones Geo-gráficas de Indias, t. 4, pp. 451, 165 ss.; y Andrés Pérez deRibas, Historia de tos Triumphos de Nuestra Santa Fee entregentes más bárbaras y fieras del Nuevo Orbe, Madrid, 1645.

M J. T. Medina, Biblioteca Hispano-Chilena, t. I, Santiago,1897. Mucho antes, en la época del gobernador Francisco deVillagra, se había hecho un intento para someter y convertira los indígenas chilenos por medios pacíficos, pero pareceque no dio resultado, según el memorial de Diego Ronquillo,“Las cosas que los naturales de aquel reyno an hecho endeservicio de Dios nro. señor y de su Magestad", BibliotecaNacional, Madrid, Ms. 3044, n? 26, fol. 249. Gaspar de Salazaren su "Memorial de las cosas de Chile" hace un informeanálogo. Ibid., Ms. 3044, nt 27.

85 Esta analogía fue observada por J. Pfotenhauer, DieMissionen der Jesuiten in Paraguay, Jütersloh, 1891-1893,Z vols., vol. Z, pp. 19 ss.

9/0 R. Fernández Guardia, History of Costa Rica, p. 342.Hubo otra disputa sobre la misma cuestión durante losaños 1677-1700. Francisco de Paula García Peláez, Memoriapara Ia historia del Antiguo Reino de Guatemala, Guatema-la, 1852, t. 3, p. 57.ss '-

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segu.ían pensando que “la voz del Evangelio se escu-cha únicamente allí donde los indios han escuchadotambién el sonido de las armas de fuego".W Otrosseguían la opinión siguiente:

Tratarlos con blandura, mientras las maneras blandasse encuentre que sirven, será lo mejor sin compara-ción; pero si el blando pulimento no sirviere, entoncesno dejaremos de pedir martilladores y albañiles bastan-tes -quiero decir nuestros soldados veteranos entrena-dos en los Países Bajos- para que los desbasten y lospreparen para las manos de nuestros predicadoresfifl

Contra estas actitudes Las Casas combatió duran-te toda su vida. A pesar de toda oposición, su idealde conducir pacíficamente a la fe a los indígenasdel maravilloso mundo nuevo descubierto por losespañoles siguió viviendo después de el. Las doctri-nas tan cuidadosamente sostenidas por multitud decitas en su De Unico Vocationis Modo nunca fuerontotalmente olvidadas, no obstante el fracaso en laTierra de la Vera Paz, porque otros frailes en dis-tintas partes del imperio español del Nuevo Mundose inspiraron en el tratado ahora impreso por pri-mera vez y en el experimento de la Vera Paz paraseguir el mismo ideal en su propio territorio.

Podremos no aceptar como verdad evangélica to-das las cifras de Las Casas sobre la destrucción delos indios y encontrar imposibles de creer todos losduros cargos que hizo contra sus compatriotas espa-ñoles. Pero, ¿podrá nadie que conozca este tratado

B1 Citado por Alejandro de Humboldt, Personal Narrative,Londres, 1876, vol. Z, p. 219.

33 Richard Hakluyt en una carta de 15 de abril de 1609.Parece estar citando de la dedicatoria del relato del Caba-llero de Elvas de la expedición de De Soto. E. G. R. Taylor,The Original Writings and Correspondence of the two RichardHakluyts. Londres, 1935, vol. Z, p. 503.

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y el experimento de la Vera Paz dejar de simpatizarcon la actitud del Consejo de Indias, que, al serlepresentado para su aprobación un libro que atacabaa Las Casas, opinó “que al Obispo don Fray Bar-tolome de Las Casas no se había de contradecir, sinocomentarle y defenderle"? 9°

VI. ABRsvIArURAs

D. I. I. Colección de documentos inéditos relativosal descubrimiento, conquista y colonización delas posesiones españolas en América y Oceania.42 vols. Madrid, 1864-1884.

D. I. U. Colección de documentos inéditos relativosal descubrimiento, conquista y organización deLas antiguas posesiones españolas de Ultramar.25 vols. Madrid, 1885-1932.

Herrera. Antonio de Herrera y Tordesillas. HistoriaGeneral de los hechos de los castellanos en lasislas y Tierra Firme del mar Océano. 4 vols. Ma-drid, 1601-1615.

Lnwts HANKE

99 Remesal, op. cit., lib. x. cap. xxiv.60

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DEL ÚNICO MODODE ATRAER A TODOS- LOS PUEBLOS

A LA VERDADERA RELIGIÓN

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CAPÍTULO QUINTO

del libro intitulado Del único modo de atraer atodos los pueblos al seno de la verdadera religión,escrito por fray Bartolomé de Casaus, de la ordende Predicadores, y antiguo obispo de la real ciu-dad de Chiapas, en el Nuevo mundo de las Indias.

¶ TERMINADO en el capítulo anterior el discurso enque asentimos que los elegidos, mediante la influen-cia y acción de Cristo, Cabeza de la Iglesia, han dereunirse y llamarse de entre todas las naciones, tri-bus y lenguas, y de los lugares más apartados detodo el mundo; que este llamado es tal que no hayningún pueblo 0 nación, en toda la redondez de laTierra, que quede enteramente privado de este bene-ficio gratuito de la divina liberalidad; que entrelos que gozan de este beneficio se encuentran quie-nes han de alcanzar el descanso que no tiene fin,sean ellos pocos o muchos; y que, por consiguiente,tratándose de nuestros pueblos indígenas [siguenpalabras aisladas que quedan del folio roto]y debe admitirse igualmente por la demasía omult o gravedad o toda ella por [hastaaquí las palabras aisladas] puede ser que los hayaferoces o crueles. Dijimos también que de ningímmodo es posible que toda y sola una raza o nación,o que los hombres todos de alguna región, provin-cia o reino, sean tan del todo estúpidos, imbéciles eidiotas, que no tengan absolutamente ninguna capa-cidad para recibir la doctrina evangélica; aunquees verdad que en todas partes los hombres se dife-rencian unos de otros por la mayor o menor sutileza

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e ingeniosidad de su inteligencia y razón. Muchísi-mas pruebas y autoridades trajirnos y pusimos a lavista para demostrar nuestras aserciones.

¶ En resolución, aseveramos no solamente que esmuy razonable admitir que nuestras naciones indí-genas tengan diversos grados de inteligencia natural,como es el caso con los demás pueblos, sino quetodas ellas están dotadas de verdadero ingenio; ymás todavía, que en ellas hay individuos, y en ma-yor número que en los demás pueblos de la Tierra,de entendimiento más avisado para la economía dela vida humana. Y que si alguna vez llega a faltaresta penetración o sutileza de ingenio, tal cosa su-cede, sin duda algtma, con el menor número de indi-viduos, o mejor dicho, con un número insignificante.

Y esta diversidad, como quedó también demostra-do, proviene de causas naturales, sean universaleso particulares. De contingentes y [siguen palabrasaisladas del folio roto] efectos manifiestos...de los cuerpos celestes... y amenidad de la re-gión... y... los cuerpos... que... [hasta aquí laspalabras aisladas] de la mediana complexión y dela disposición moderada o temperamento de loshumores del cuerpo, Nace también de la bondad delas potencias interiores y de sus respectivos órga-nos, como son el sentido común, la imaginación, lafantasía, la memoria sensitiva. Dimana, igualmente,de causas accidentales, tales como la sobriedad yla templanza en la comida y en la bebida; la mo-deración y la continencia en las aficiones a lascosas sensibles y a los vicios; y también de la au-sencia de inquietudes y cuidados por las cosas tem-porales; de la falta o del sosiego con relación alas perturbaciones que causan las pasiones del alma,como son la ira, la tristeza, el dolor y otras pasiones semejantes (cosa que puede dimanar de un64

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esfuerzo intencional o también de una favorablecomplexión natural).

¶ Trae su origen, finalmente, de las obras admira-bles, con admirable artificio y con el mayor primortrabajadas a mano, como se ve en las artes mecáni-cas, no siendo menores las pruebas que, con res-pecto a las artes liberales, o a algtmas de ellas, handado hasta el presente.

¶ Terminado, repetimos, el discurso en que expu-simos lo que aquí acabamos de recordar, vamos enadelante a poner nuestra consideración, como loprometimos, en el estudio del modo, verdaderamen-te natural, general, uniforme y único, de acuerdocon el cual han de ser llamados e invitados a la fede Cristo y a la religión cristiana los elegidos o pre-destinados, y con cuya invitación y llamamiento,como se ha dicho ya también, comienza a realizarsesu divina predestinación.

A examinar la naturaleza y fundamentos de estadoctrina se encamina principalmente nuestro em-peño en toda la extensión de este libro primero. Asípues, para ilustrarla con-mayor facilidad, vamos aestablecer la siguiente conclusión.

§ PRIMERO

coNcLUsIóN

¶ La Providencia divina estableció, para todo elmundo y para todos los tiempos, un solo, mismoy único modo de enseñarles a los hombres la ver-dadera religión, a saber: la persuasión del entendi-miento por medio de razones y la invitación ysuave moción de la voluntad. Se trata, indudable-mente, de un modo que debe ser común a todos

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los hombres del mundo, sin ningtma distinción desectas, errores, o corrupción de costumbres.

¶ Esta conclusión se demuestra de muchas mane-ras: con argumentos de razón; con ejemplos de losantiguos padres; con el precepto y forma de predi-car que Cristo estableció para todos los tiempos;con la manera de obrar, o sea con la práctica delos apóstoles; con autoridades de los santos doc-tores; con la costumbre antiquísima de la Iglesia, yfinalmente, con ntunerosos decretos eclesiásticos.

¶ En efecto, se demuestra primeramente con ar-gumentos de razón, entre los cuales sea éste elprimero. Es uno solamente el modo, propio dela Sabiduría divina, como que delicada, dulce ysuavemente provee y mueve a todos los seres crea-dos para que efectúen' sus actos y tiendan a susfines naturales. Pero, entre todos los seres creados,las criatLu'as racionales son superiores y de mayorexcelencia que todas las demás que no fueron he-chas a la imagen de Dios; y son, por otra parte,criaturas a las que provee la Sabiduría divina de unmodo singular por ellas mismas, en tanto que provee a las demás en atención a éstas, como se de-mostró al principio del capítulo 1'? Luego la Sabi-duría divìna mueve a las criaturas racionales, o seaa los hombres, para que realicen sus propios actosu operaciones, delicada, dulce y suavemente. Pero,según las enseñanzas de la fe, los hombres se mue-ven y encaminan a la verdadera religión únicamenteen virtud de una ley común, como se infiere de estaspalabras del último capítulo de san Mateo: "Id,pues, e instruid a todas las naciones, bautizandolasen el nombre del Padre, del Hijo y del EspírituSanto, enseñándolas a observar todas las cosas queyo he mandado"; y de las siguientes de la Epístolaa los Romanos (cap. 10): "La fe viene del oír y eloír depende de la predicación de la palabra de Jesu-66

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cristo." En consecuencia, el modo de enseñarles alos hombres la verdadera religión debe ser delicado,dulce y suave. Pero este modo no es otra cosa sinola persuasión del entendimiento y la moción de lavoluntad, como se probará adelante. Luego la Pro-videncia divina ha establecido, para todo el mundoy para todos los tiempos, tm mismo y solo modode enseñarles a los hombres la verdadera religión, asaber, la persuasión del entendimiento y la invita-ción o excitación de la voluntad.

¶ La proposición mayor es manifiesta. Porque laSabiduría divina provee a todos los seres creadosde tal manera, que no solamente los mueve a efec-tuar sus actos u operaciones naturales, sino quetambién les da liberalmente y les imprime ciertasformas y virtudes, que son los principios de susoperaciones, para que por sí mismas se inclinen aestos movimientos. Y así, los movimientos con queDios mueve a las criaturas, vienen a serles con-naturales, convenientes, suaves y fáciles; no de otramanera que si tuvieran en sí mismas algím princi-pio de inclinación, en cuya virtud esta misma incli-nación es natural y suave, comunicándole a la pie-dra, por ejemplo, la gravedad que la hace tendernatural y suavemente hacia abajo.

Las criaturas, por consiguiente, no sólo son lle-vadas a sus propios fines por un agente extrínseco,sino que se dirigen ellas mismas, en cierto modo, atales fines, como si tendieran a ellos de una maneraespontánea. Por esta razón se dice en el Libro dela Sabiduría (c. 8), que la divina Sabiduría "abarcafuertemente de un cabo a otro todas las cosas", esdecir, lo hace todo con perfección, según la glosa,“y las ordena a todas con suavidad". Por dondetodas las cosas, en virtud de la naturaleza que divi-namente se les ha comunicado, tienden a los finesa los cuales las ha ordenado la Sabiduría divina, de

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conformidad con la exigencia de la impresión quede antemano han recibido. Y como todas las cosasproceden de Dios en cuanto es bueno, como dicensan Dionisio (De Divin. Nomin., 3 y 4) y san Agus-tin (lib. 21, c. 22, De Civ. Dei), por eso todas lascosas creadas, conformándose con la impresión quedel Creador han recibido, se inclinan al bien apete-cible, ya que la operación propia de cualquiera serconstituye su fin respectivo, puesto que es su segtm-da operación. De aquí que se dé el nombre de vir-tuoso y bueno a todo lo que se encuentra biendispuesto con respecto a su propia operación, pu-diendo así encaminarse al fin que Dios le ha seña-lado, de acuerdo con su manera particular de ser. Yasí es como se descubre en los seres de la natura-leza cierta circulación, puesto que, saliendo del Bien,se dirigen a su vez al mismo Bien.

Con suficiente amplitud trata de estas cuestionessanto Tomás en los siguientes y en otros muchoslugares: la- Zae-, q. 6, art. 1, c. y q. 110, art. 2 incorp. y 2a- 2a-e-, q. 23, art. 2, q. 165, art. 1, c.

¶ La primera consecuencia se demuestra en laforma siguiente. No es conveniente que Dios proveamenos a las criaturas que ama para que alcancenun bien sobrenatural. Luego con mucha mayor razónha de infundirles a los hombres, a quienes muevepara que alcancen un bien sobrenatural etemo, al-gunas formas o cualidades, para encaminarlos sua-ve, dulce y fácilmente a la consecución del biensempitemo.

Por otra parte, suele Dios algunas veces mover lavoluntad humana sin necesidad de imprimirle al-guna forma particular, como cuando alguna vez haceque el hombre, sin tener un hábito especial, pro-penda a lo que no propendía, o quiera lo que antesno quería. Esto, sin embargo, se efectúa sin violen-cia, pues tal movimiento es siempre suave y natural6R

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en cierto modo. Trata de esta cuestión santo Tomás(De Vita, q. 22, art. 8, c.).

¶ La segtmda consecuencia se demuestra así. Se-gún la doctrina de la fe, el movimiento que se realizapara que las criaturas racionales ejecuten los actosu operaciones que les son propios y para que alcan-cen el bien sobrenatural etemo, debe ser semejanteen grado sumo, y en ninguna manera contrario, almovimiento que la Sabiduría divina dispuso y esta-bleció para todos los seres de la creación. De otramanera, se derogaría la disposición divina y se tras-tomaría el orden divinamente establecido en la na-turaleza; y se destruiría también la dignidad de lacriatura racional, que en tan alta estima ha tenidoDios, pues parecería que se había tenido menos pro-videncia de ella, que de las demás criaturas que leson inferiores y a las que provee en atención a ésta;lo que sería una grande sinrazón. Y por eso, si al-guno dijese o hiciese lo contrario, se llamaría y seríaen verdad un violador y destructor de la disposi-ción divina y del orden divinamente establecido.Pero el movimiento o modo como la divina Sabidu-ría encamina a todos los seres creados, y sobre todoa los seres racionales, a la consecución de su propiobien natural o sobrenatural es dulce, delicado ysuave. Luego el modo de llamar a los hombres alseno de la verdadera religión, mediante la cual hande alcanzar el bien sobrenatural etemo, debe ser unmodo delicado, dulce y suave, en un grado muchomayor que el del modo que corresponde a los demásseres de la creación.

¶ Es también evidente la última consecuencia.Porque así como una sola es la ley de Cristo, queno varía ni ha variado nunca, ni variará jamás hastael fin del mundo, así también una sola es la fe y la re-ligión cristiana establecida por Cristo, promulgadapor los Apóstoles. recibida, predicada y observada

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siempre por la Iglesia universal; y una sola, final-mente, es la especie de las criaturas racionales que,mediante sus individuos, se halla dispersa por todoel mundo; y es evidente que a estas criaturas or-denó Cristo que les anunciaran y predicaran lamisma ley, la misma fe católica y la misma religión,los Apóstoles primero, y después de ellos, sus su-cesores, cuando dijo: ”Id por todo el mundo: pre-dicad el Evangelio a todas las criaturas", a saber, alas criaturas racionales (Mr., últ.) ; y también (Mt.,últ.): "Id, pues, e instruid a todas las naciones", etc.

Así pues, fue del todo razonable y congruente quela Sabiduría divina estableciera un mismo, solo yúnico modo de enseñarles a los hombres la verda-dera religión, es decir, de predicarles la ley evan-gélica y la fe católica, en todo el mundo y en todotiempo. Y pasamos en silencio por ahora lo que atañea la relig'ón del Antiguo Testamento y al culto divinodesde Adán hasta Moisés, porque también en aque-llos tiempos, como adelante se demostrará, emplea-ron los santos padres el mismo y único modo deenseñar la verdadera religón; cosa que, si no nosengañamos, parece insinuar el Espíritu Santo conlas palabras de la Sabiduría (c. 8) arriba citadas:"Abarca fuertemente de un cabo”, etc., que la glosaexplica diciendo: Desde el principio del mundo has-ta la venida de Cristo asienta con firmeza obrasadmirables y testimonios sinceros por el AntiguoTestamento; y desde la encamación del Verbo has-ta el fin del mundo, expone la suavidad del Evan-gelio".

Y si la divina Sabiduría expone, esto es, predicay enseña la suavidad del evangelio, cosa clara esque ha establecido un modo de predicar la ley evan-gélica conforme a la'misma ley, es decir, un modoblando, suave y dulce. Y baste lo dicho con respectoa esta primera razón.70

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§ SEGUNDO

¶ La primera parte arriba apuntada se demuestra,en segundo lugar, de la manera siguiente. El modonatural de mover y dirigir las cosas naturales haciasus propios bienes naturales, consiste en que semuevan, dirijan o lleven de acuerdo con el modo deser y naturaleza que tiene cada una de ellas, segúnenseña el Filósofo (29 Phys.). Todas las cosas, dice,se encaminan o llevan naturalmente, según la apti-tud natural que tienen para ser llevadas o encami-nadas. Y así, vemos que de una manera se muevennaturalmente los cuerpos pesados, como sucede conla piedra, y de otra manera los leves, como el fuego,en virtud de la diferente naturaleza de que una yptro están dotados.i ¶ Pero la criatura racional tiene una aptitud na-tural para que se lleve, dirija o atraiga de unamanera blanda, dulce, delicada y suave, en virtudde su libre albedrío, para que voluntariamente es-cuche, voluntariamente obedezca y voluntariamen-te preste su adhesión y su obsequio a lo que oye.Luego el modo de mover, dirigir, atraer o encaminara la criatura racional al bien, a la verdad, a la vir-_tud, a la justicia, a la fe pura y a la verdadera re-ligión, ha de ser un modo que esté de acuerdo con'el modo, naturaleza y condición de la misma cria-tura racional, es decir, un modo dulce, blando, deli-cado y suave; de manera que de su propio motivo,con voluntad de libre albedrío y con disposición yfacultad naturales, escuche todo lo que se le pro-ponga y notifique acerca de la fe, de la verdaderareligión, de la verdad, de la virtud y de las demáscosas que se refieren a la fe y a la religión.r, ¶ Se evidencia la proposición menor con aquellademencia del Eclesiástico (c. 6): “La palabra dulcetnultiplica los amigos." Y así leemos de san Clemen-

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te y de san Silvestre, que por la dulzura de suspalabras y por la agradable suavidad de su conver-sación, eran amados no solamente de los cristia-nos, sino también de los paganos y judíos. Y pro-sigue la autoridad que acabamos de aducir: "Yaplaca a los enemigos." Y efectivamente, usando depalabras suaves pudo Gedeón ablandar a los hom-bres de Efraín que se habían excitado contra él(Iud. 8).

¶ Valerio Máximo (c. últ. tít. I, lib. 5), hablandodel elogio de la afabilidad dice: "La dulzura de laafabilidad se apodera también de la fiera índole delos bárbaros, y suaviza la ciega y feroz mirada de losenemigos, y doblega los espíritus más ensoberbeci-dos por la victoria; ni es para ella cosa ardua odifícil encontrar camino apacible entre las armasenemigas o entre las espadas que encuentra a supaso. Triunfa sobre la ira, disipa el odio, mezcla lasangre enemiga con las lágrimas de los enemigos, yhasta las órdenes dignas de admiración que Aníbalda para las exequias de los romanos", etc.: esto es,que Aníbal dictó órdenes para que se diese piadosasepultura a los generales del ejército romano.

¶ También san Agustín, comentando aquellas pa-labras de san Juan (c. 6): “Nadie puede venir a mí,si el Padre que me envió no lo atrae”, dice en eltrat. 26: "El ánimo es atraído por medio del amor."Y más adelante añade: “Ved de qué manera atraeel Padre: enseña deleitando, no imponiendo unanecesidad", etc. La razón de esta conducta se en-cuentra en la generosidad del espíritu humano, pues,como Séneca dice, el espíritu del hombre más biense lleva persuasivamente que no por la fuerza; por-que el alma tiene en sí algo sublime y elevado quede suyo desecha toda imposición, sujetándose, encambio, por medio del deleite que encuentra en al-guna cosa respetable o en algím bien, con el cual72

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juzga decoroso elevarse sin menoscabo de su propiadignidad.

¶ Viene también a nuestro propósito lo que elFilósofo dice (Ethic. 8), que la benevolencia esel principio de la amistad.

¶ Aunque la consecuencia es manifiesta, puedeprobarse brevemente, sin embargo, teniendo en cuen-ta que, de acuerdo con la condición de la naturalezahumana que goza de libre albedrío, el modo conve-niente y natural como las criaturas racionales hande moverse, dirigirse y encaminarse a su propiobien, debe ser dulce, delicado y suave; de suerteque este movimiento les sea delicado, dulce, suavey connatural, tendiendo y encaminándose a él de supropio motivo, no menos que los demás seres de lacreación.

¶ Por otra parte, como para aceptar y recibir lasverdades que miran a la fe y a la verdadera religión,se requiere necesariamente que se crean; y comonadie puede creer sino queriendo, no cabe dudaen que para que la criatura racional se induzca acreer lo que se refiere a la fe y a la religión cris-tiana, sea necesario que el entendimiento se persua-da por medio de razones y que la misma voluntadse excite y se atraiga; lo cual no puede realizarsesino proponiendo delicada, dulce y suavemente loque ha de creerse. Luego las criaturas racionalesdeben atraerse a la fe y a la religión cristiana dulce,blanda y suavemente, de manera que oigan, acepten,reciban y crean lo que con relación a la fe y a lareligión se les notifica, obrando de su propio movi-miento, con voluntad de libre albedrío y con unadisposición natural.

¶ Que sea necesario persuadir al entendimiento yexcitar y atraer dulcemente la voluntad, se demues-tra, en primer lugar, con el siguiente razonamiento.

¶ La fe consiste en el asentimiento que da la vo-73

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luntad a las proposiciones que se creen, porqueasentir es lo que con propiedad se llama creer. Perosegún san Agustín, creer es pensar con asentimien-to; y pensar no es otra cosa sino discurrir e inves-tigar por medio de la razón. Luego para que el en-tendimiento asienta a las proposiciones de la fe yde la religión cristiana, que es la única verdadera,se requiere necesariamente que se persuada por me-dio de razones. Y como la voluntad es la que manday mueve las potencias del alma hacia sus propiosfines, se requiere también que esta facultad se in-cline y se mueva en virtud de alguna razón quetenga suficiencia para moverla y que le parezcaaceptable, encontrándose así en posibilidad de man-dar que el entendimiento asienta determinadamentea una de las diferentes partes que se le presentan,en atención a que aparece bueno y razonable el asen-tir a esa determinada parte.

No de otra manera cree un hombre en las pala-bras y en el testimonio de otro hombre; cree por-que encuentra conveniente creerle, en atención a suautoridad, a sus buenas razones y también a la uti-lidad que halla al dar fe a sus palabras.

¶ La proposición mayor es de santo Tomás(22. 28-G-, q. 1, art. 4, y 3 Sent., dist. 23, q. 2, art. 2,qla. 1?, y De Verit. q. 24, art. 1, c.). Dice que el enten-dimiento asiente a alguna proposición de dos mane-ras. La primera consiste en que se mueva por elobjeto mismo que se conoce; el cual, o se conocepor sí mismo, como sucede con los primeros princi-pios que forman el dominio del entendimiento, o seconoce mediante otro objeto previamente conocido,como sucede con las conclusiones que constituyen elcampo de las ciencias. Y lo que atañe a la fe y ala religión cristiana no se conoce por sí mismo, nimediante otro objeto anteriormente conocido, en laforma indicada. '74

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¶ La segunda manera consiste en que el enten-dimiento asienta a alguna proposición, no porquese mueva suficientemente por su propio objeto, sinoporque obedece a una elección que lo inclina a darvoluntariamente su asentimiento a una de las partesque se le ofrecen. Y de esta manera se asiente a lasverdades de la fe y de la religión cristiana, pues lavoluntad es la que obliga al entendimiento a que sedetermine a dar su asentimiento, atmque no se mue-va en virtud de algún objeto conocido. En este caso,la voluntad, que elige el asentir detenninada y pre-cisamente a una parte y no a otra, es la causa delasenso del entendimiento.

¶ Se prueba la consecuencia atendiendo a que elhombre, antes de dar su asentimiento, considera,investiga y discurre, pasando de una a otra, por lasdiferentes afirmaciones que acerca de la fe ha escu-chado. Y este discurso, según santo Tomás (2a- 2a-e,q. 2, art. 1,' en c. y ad 2m-), no implica un acto deli-berativo de la voluntad, sino un acto del entendi-miento que delibera antes de tener una plena visiónde la verdad. Y la investigación que supone el acto decreer, no es la investigación de la razón natural quedemuestra la verdad de lo que se cree, sino una in-vestigación de los motivos que inducen al hombrea creer, como son éstos: que Dios, creador de todaslas cosas, es quien ha manifestado estas afirmacio-nes; que la verdad de tales afirmaciones se derivade una Verdad que es infalible; que con autoridaddivina y mediante la revelación nos las enseñanCristo, Hijo único de Dios, y sus ministros los profe-tas y los apóstoles, hombres en verdad santos yadornados de la mayor probidad.

De esta manera se pone de manifiesto que parainducir al hombre a prestar su asentimiento a lasverdades de la fe y de la religión cristiana en que vaa instruirse, es necesario proponerle y notificarle a

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su entendimiento las razones apuntadas, y persua-dirlo con ellas a dar su asentimiento a la verdad. Elhombre, por su parte, pensará e investigará discu-rriendo de una en otra proposición, si las cosas sonen realidad como se le asegura que son; y de estemodo podrá ver que con razón debe dar su aquies-cencia, su asentimiento y su adhesión, como es justodarla a la verdad o a la proposición mas verdadera.Esta doctrina se evidencia con la autoridad desanAgustín (De praedest. sanct., c. 2), “¿Quién -dice-no ve que primero es pensar que creer? Ciertamenteque nadie cree en alguna cosa, si no ha pensadoantes que hay razón para creerla. Y aunque arre-batadamente, aunque instantáneamente vuelen porsu mente algunas de las reflexiones que precedena la voluntad de creer, y ésta las siga luego y lasacompañe como si estuviera estrechamente unida aellas; es necesario, sin embargo, que todo lo que secree, se crea en virtud de una reflexión precedente,ya que el creer no es sino el pensar dando un asen-timiento. Pero no todo el que piensa cree, y por esohay muchos que piensan pero no creen; sino quepiensa todo el que cree, y creyendo piensa, y pensan-do cree". Hasta aquí san Agustín.

Es necesario, en consecuencia, que por medio derazones se persuada el entendimiento del hombre aquien se va a enseñar la fe y la religión cristianas,de modo que en fuerza de la reflexión y de la inves-tigación vea que es bueno y útil dar su consenti-miento y su asenso a una de las proposiciones quese le ofrecen. Se confirma lo dicho con la prácticadel apóstol san Pablo (1 Co., c. 5): Persuadimos alos hombres teniendo la razón del Señor. Y en losHechos de los Apóstoles (c. 19), se lee que san Pabloentrando después en la sinagoga predicó librementepor espacio de tres meses, disputando con los judíos,y procurando convencerlos en lo tocante al reino de76

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Dios. Y estando en Roma (c. 28), "predicaba el reinode Dios, desde la mañana hasta la noche, confir-mando con autoridades las proposiciones que sen-taba, y probándoles lo perteneciente a Jesús con laley de Moisés y con los Profetas”. Vemos aquí ex-puesto con claridad que el modo de enseñar la fe yla religión debe ser persuasivo con relación al enten-dimiento.

¶ Con respecto a la voluntad hay que admitirigualmente que el modo de enseñar la fe debe serun modo que atraiga, exhorte o excite esta facultad.

Esta afirmación se demuestra de la manera si-guiente. Como la voluntad por ser libérrima tieneuna disposición natural para ser llevada al biende una manera suave, como se ha probado ya; y so-bre todo, como no es posible obligarla a creer, porimpedirlo la libertad de libre albedrío de que estádotada, se infiere claramente que es necesario exhor-tarla, excitarla o atraerla con halagos, para que seincline al objeto al cual se pretende inclínarla, ytienda y se encarnine a él de su propio motivo y deuna manera suave, como queda también dicho.

Viene al caso lo que el mismo Apóstol dice (1 Tim.,c. 4): “Entretanto que yo voy, aplícate a la lectura, ala exhortación y a la enseñanza." Y en este puntosan Ambrosio se expresa así: "Hay exhortación cuan-do convidamos a los hombres a realizar alguna bue-na obra, usando de palabras suaves.” Y queda apun-tado ya de alguna manera cuáles son los atractivosque deben emplearse para enseñar la fe y la religión,a saber, dar a conocer la bondad y la dignidad di-vinas ; mostrar cuán bueno y dulce es Dios conaquellos que lo buscan de veras; exponer cuál es elpremio, que es la vida eterna, y cuán exoelente esel bien que Dios promete a los que creen, cosas tangrandes que ni el ojo fue capaz de ver, ni el oídode escuchar. Con la consideración de estos bienes la

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voluntad se siente atraída, deleitándose en elloscomo en un bien grato y deleitable, moviéndose prin-cipalmente con el premio que se le promete, al cualtiende naturalmente, aunque sea de una manera casiciega, puesto que la naturaleza misma a.nsía ser feliz.Este es el pensamiento que Boecio expresa en lassiguientes palabras (Prosa 29, De Consol., lib. 3):“Porque en el corazón del hombre está plantada na-turalmente el ansia del verdadero bien." Y añadeadelante: “Pero vuelvo a la consideración de los de-seos de los hombres cuyo corazón, aunque la memo-ria esté oscurecida, tiende siempre al sumo bien, ala manera del hombre bebido que no sabe por quécamino ha de volver a su casa."

Con estos atractivos, repetimos, se mueve la vo-luntad para mandar que el entendimiento se deter-mine a un objeto, asintiendo y adhiriéndose a lo quesobre la fe y la religión se le propone, como a unobjeto bueno, útil y del todo digno de aceptación.Esto es lo que el santo Doctor dice con las palabrasarriba citadas: que la voluntad determine al enten-dimiento porque considere como cosa digna, con-veniente y buena el adherirse a lo que se le proponey el asentir a este objeto y no a otro. Por esta razóndice san Agustín que el hombre puede haoer otrascosas aun no queriendo; pero que no puede creersino queriendo (Trac., 26 sup. Ioan, c. 6).

¶ Pero como con este modo de asentir, el entendi-miento no se determina a la verdad de la fe comocuando se determina a su propio objeto, que es lavisión de un objeto inteligible; por eso sucede quesu movimiento no se encuentra todavía en estadode quietud, sino que se halla todavía en aptitud depensar e inquirir acerca de las proposiciones quecree, aunque les haya prestado el más firme asen-timiento; porque en cuanto lo exige su propia na-turaleza, no está aún satisfecho ni determinado a78

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un solo objeto, puesto que en este caso, si está de-terminado a la verdad de la fe, lo está en virtudsolamente de un medio extrínseco. Y de aquí quepueda con razón decirse que el entendimiento estácautivo, puesto que está reducido dentro de con-fines extraños, esto es, dentro de confines propiosde la voluntad. Por este motivo dice el Apóstol:“Reduciendo a cautiverio todos los entendimientos,en obsequio a Cristo" (29 Co., c. 10).

¶ San Agustín explica el modo como se atrae yexcita la voluntad cuando el hombre oye lo referen-te a la fe y a la religión, fumdándose en aquellaspalabras ya citadas: "Ninguno viene a mi si miPadre no lo trajere." “¿Qué es lo que decimos aqui,hermanos míos? Si somos traídos a Cristo, luegocreemos contra nuestra voluntad; luego se nos haceviolencia; la voluntad no se siente movida." Y pro-sigue adelante: "El ánimo se atrae con el amor. ¿Ycómo puedo creer voluntariamente si se me atrae?Pero yo te respondo que es poco decir que eresatraído de tu propia voluntad, porque eres atraídopor tu propio deleite. ¿Y qué significa el ser atraí-do por medio del deleite? 'Cifra tus delicias en elSeñor y satisfará los deseos de tu corazón.' Tienecierto deleite en el corazón el hombre a quien lees dulce aquel pan celestial. Y en verdad, si el Poetapudo decir que a cada uno lo atrae su propio deleite,atrayéndolo no la necesidad, sino el deleite, no laobligación sino la delectación; con cuánta mayorrazón podemos decir nosotros que se atraen a Cristolos hombres que se deleitan con la dicha, que sedeleitan con la virtud, que se deleitan con el pensa-miento de la vida eterna, siendo Cristo la suma detodos estos deleites. Dame un amante y sentirá loque digo; dame al que desea", etc. Y más adelanteañade: "Le enseñas a la oveja una verde rama yla atraes; le muestras al niño unas nueces y lo

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atraes también; y puedes atraer todo lo que tú quie-ras, atrayéndolo con el amor; atraer a cualquierasin lastimar su cuerpo, porque lo atraes con loslazos del corazón", etc. Hasta aquí san Agustín.

¶ Queda, pues, demostrado que la voluntad, paramover el entendimiento del hombre que va a recibirlas enseñanzas de la fe y de la verdadera religión, aque preste su asentimiento y adhesión a las verda-des de la misma fe y religión, se atrae, se muevee inclina de un modo dulce, delicado y suave, de sulibre albedrío, y más todavía, por medio del placer,de la delectación y del amor. En consecuencia, esuna verdad, y una grande verdad, que el modo deenseñar, de encaminar o de atraer al seno de la fey de la religión cristiana a los hombres que se en-cuentran fuera de él, debe ser un modo que persua-da al entendimiento, y que mueva, exhorte o atraigasuavemente la voluntad.

§ TERCERO

¶ La primera parte se demuestra, en segtmdo lugar,con una razón semejante a la anterior, en la formasiguiente. Según el Comentarista (3 De Anima, com-ment, 3), los conocimientos que tenemos se realizanen nosotros de dos modos: de un modo natural y deun modo voluntario.

Decimos que nuestro entendimiento entiende na-turalmente, cuando entiende algo sin que haya pre-cedido ningún raciocinio. En este modo de entender,el entendimiento no puede disentir una vez que hayaentendido los términos respectivos; ni tampoco pue-de la voluntad dejar de creer que sea verdad loque se le propone como verdadero. Tal sucede con80

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las proposiciones primeras denominadas primerosprincipios, dignidades o primeros conceptos delalma, como son, por ejemplo, que no puede sucederque una cosa sea y no sea al mismo tiempo; queel todo es mayor que cualquiera de sus partes;que si de cosas iguales se quitan cosas iguales, soniguales las que quedan, etc.

, Se dice que estas proposiciones se entienden natu-ralmente, porque el entendimiento, en fuerza de supropia naturaleza, es decir, por la virtud o luz na-tural del entendimiento del agente, está en aptitudde recibir el conocimiento de tales proposiciones, sinnecesidad de un previo raciocinio, sino mediantesolamente el conocimiento de los ténninos respec-tivos, como puede verse en el 1? Poster. Por dondesucede que al oír alguno tales proposiciones, lasacepta al momento como verdaderas, según diceBoecio (Lib. de Hebdom.).

¶ Decimos que el entendimiento conoce volunta-riamente, cuando aquello que conoce no se le mani-fiesta inmediatamente como verdadero, siendo en-tonces neoesario un previo raciocinio para que puedaaceptar que se trata en el caso de una cosa verda-dera. Así tenemos que el entendimiento no admitelas proposiciones de esta categoría como verdaderas,a no ser que así lo quiera, y que haya raciocinadosuficientemente sobre ellas, movido por la voluntady obrando de propósito.

¶ Según san Dionisio (7 De Dívin, N0min.), racio-cinar es llegar al conocimiento de una verdad inte-ligible, procediendo de una cosa conocida a otradesconocida por medio del discurso de la razón. Ysan Agustín (De Quant. Amìm) dice que el raciocinioes la investigación que la razón haoe. Porque el en-tendimiento, antes de estar informado por la forma-inteligible, duda e investiga; pero una vez que estáinformado por la razón, la investigación cesa, el en-; 81

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tendimiento presta su asentimiento y queda fijoen la proposición que ha entendido; y se dice enton-ces que el entendimiento ha dado con firmeza suadhesión. Por este discurso de la razón los hombresse llaman racionales.

Por lo dicho anteriormente se entiende que elraciocinar se compara con el entender, como el mo-verse con el aquietarse, o como el buscar con eltener. Lo primero implica imperfección; lo segundo,perfección.

¶ Hay que considerar que cuando decimos que elentendimiento raciocina y entiende voluntariamente,cosa que al parecer no corresponde sino a la volun-tad, lo decimos porque el entendimiento es el prin-cipio del acto humano que contiene la raíz de lalibertad (aunque según el Filósofo, 6 Ethic., sondos los principios, a saber, el entendimiento y lavoluntad). Efectivamente, la razón toda de la li-bertad depende del modo de ser del conocimiento,porque en tanto quiere la voluntad en cuanto elentendimiento entiende; y si nada entendiera el en-tendimiento, nada tampoco elegiría o querría la vo-luntad. Así sucede porque el apetito va en pos delentendimiento, ya que el apetito no tiene otro obje-to más que el bien, que la virtud cognoscitiva lepropone; por donde si el entendimiento entiendeuna cosa, la voluntad no puede elegir o querer lacosa contraria. Si algunas veces parece que el ape-tito o la voluntad no va en pos del entendimiento, esporque en tales casos el apetito y el juicio del enten-dimiento no se refieren al mismo objeto. El objetodel apetito es un objeto particular operable, mien-tras que el objeto del juicio de la razón es algunasveces un conocimiento universal, al cual, a su vez,puede algunas veces ser contrario al apetito; peronunca puede ser contrario al apetito el conocimien-to de un objeto particular operable. Si alguno, pornn

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ejemplo, quiere fornicar, aunque sepa por un cono-cimiento universal que es malo hacer tal cosa, sinembargo, en aquel caso particular juzga que le esbueno el acto de la fornicación, y lo acepta, en con-secuencia, bajo la especie de un bien. Porque es ver-dad, como dice san Dionisio, que nadie puede obrartendiendo a un objeto malo.

Este es el modo como el entendimiento contiene'en sí la voluntad, radical e inicialmente o en prin-`cipio, mientras que la voluntad la contiene formal yfeompletivamente. Se ve, pues, que la raíz de la liber-tad toda se encuentra cimentada en la razón huma-xna. Esta doctrina es de santo Tomás y se encuentra¿principalmente en De Vita, q. 24, art. 2, in corp.

En relación con el entendimiento, es necesarioïener presente también que la voluntad debe estar'libre de la oscuridad que proviene de las perturba-ciones que causan las pasiones del alma. Porque asíitzomo los astros que de ordinario nos alumbran yhacen que la tierra germine, suspenden su acción¡cuando entre ellos y nosotros se interponen nubesoscuras; así también el entendimiento y la razón¡gue alumbran e iluminan al hombre en el conoci-ïniento de la verdad, suspenden su actividad con la'¶iresencia de tales perturbaciones, Y así como el agua'Bel mar, estando tranquila, se presenta clara como'ël cristal y permite que la vista la penetre y vea lo'true debajo de ella se encuentra, pero estorba la vis-›t`a- luego que se enturbia agitada por el viento; asíïambién el ánimo del hombre, estando en quietud, noëlterrumpe el discurso de la razón, ni el juicio del

tendimiento; pero pone obstáculos a este juiciogoaìeste discurso luego que se conmueve y conturba

f` la presencia de alguna inquietud o aflicción, conel sentimiento del temor, de la tristeza, del dolor,le la ira o de cualquiera otra pasión que puedaòscurecer la mente. E igualmente, así como el agua

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que baja de las altas montañas corre libremente si-guiendo un camino recto, pero desvía su curso luegoque encuentra obstáculo en algún peñasco despren-dido de la misma montaña, así también la razóndiscurre con rectitud y con rectitud juzga igualmen-te el entendimiento, cuando no están impedidosen su libertad; pero si se alteran por efecto de cual-quiera perturbación, al punto encuentra obstáculo,tanto la razón para discurrir con libertad, como elentendimiento para juzgar con la misma libertad ypara llegar al conocimiento de la verdad. Así piensaBoecio (lib. 1, metro 7 De ConsoZ.): "Ningrma luzpueden difundir los astros cuando están ocultos en-tre negros nubarrones." Y después de poner ejem-plos de las cuatro principales pasiones del alma, pro-sigue diciendo: ”También tú, si deseas contemplarla verdad con espléndida luz, sigue tu camino enlínea recta, desecha el gozo, desecha el temor; ahu-yenta la esperanza y no permitas la presencia deldolor. Cuando estas pasiones imperan, la mente seoscurece; está aprisionada con duras cadenas." Es-tas son sus palabras.

¶ De lo dicho se desprende que para que la razónpueda investigar, dudar y discurrir libremente, ypara que el entendimiento pueda también entendero conocer con libertad cualesquiera verdades yadherirse a ellas con firmeza, obedeciendo al impe-rio de la razón, exceptuando los casos en que setrata del conocimiento de los primeros principios,como se ha dicho, necesariamente se requiere tenertiempo, se requiere tener tranquilidad y sosiego, yse requiere, por tanto, que la misma razón y elmismo entendimiento gocen de libertad. De estamanera las inquietudes o perturbaciones citadas nopondrán impedimento, ni a la razón en su racioci-nio, ni al entendimiento en su intelección. Se requie-re, finalmente, que la voluntad esté exenta de cual-nl

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quier violencia en el ejercicio de sus propias opera-ciones.

¶ Ahora bien, las verdades que miran a la fe y ala religión cristiana se encuentran, no en la catego-ría de las verdades que se conocen naturalmente,sino en la categoría de las verdades que se creen,según se ha indicado. Porque como estas verdadesno se presentan al entendimiento como verdaderasinmediatamente, puesto que están fuera del alcancede toda la naturaleza, para que se tengan por ver-daderas es menester que anteoeda un raciocinio;esto es, se necesita que la razón raciocine libre-mente, libertad que consiste en la exención de lasinquietudes o perturbaciones producidas por las cua-tro pasiones mencionadas y que pueden conftmdirla razón quitándole la posibilidad de investigar, dedudar y de discurrir libremente, pasando de unaverdad conocida a una desconocida; que despuésdel raciocinio, el entendimiento esté asimismo librede las inquietudes y perturbaciones apuntadas, paraque no tenga estorbos al conocer y pueda presen-tarle a la voluntad lo que acerca de estas verdades,haya oído; y por fin, que la voluntad sea libérrimaen sus actos, es decir, que de su propio movimientoencuentre goce y complacencia en oír aficionarsea lo que se le propone, y de consiguiente, en incli-narse a mandar que el entendimiento preste su asen-so a estas verdades. Se infiere de aquí que para que,puedan creer las verdades que conciernen a la feÉy a la religión aquellos hombres que las ignoran, esÃfnecesario que su razón y su entendimiento se en-_` entren en estado de quietud y tranquilidad, y por_ _to, que estén alejados de toda inquietud, de toda" sión que pueda traerles cualquier perturbación.

› necesario, además, que tengan tiempo, no breve,que la razón pueda raciocinar libre y suficiente-

Ífliente, y en que, a continuación, el entendimiento` as

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pueda juzgar y tener por verdaderas tales afirma-ciones; y es necesario, en fin, que la voluntad nosufra ninguna violencia ni contrariedad algtma quela disguste, para que pueda oír con complacencialas verdades que acerca de la fe y de la religiónse le proponen, para que se aficione a ellas y lasdesee y ansíe como un bien apetecible y para que,yendo adelante, preste el asenso respectivo junta-mente con el entendimiento.

Pero no es posible que esto se realice sino propo-niendo las verdades de la fe y de la religión sose-gada, tranquila y dulcemente, de un modo suave,apacible y halagador, y en intervalos sucesivos detiempo; cosas que implican una agradable persua-sión del entendimiento y una excitación atrayente yapacible de la voluntad. Luego el modo de instruira los hombres en la fe y religión verdaderas debeser un modo que persuada al entendimiento y quemueva y atraiga suavemente la voluntad. Lo que he-mos aducido está tomado de lo que santo Tomásdice (1 par. q, 9, art. 8, c. y 1=-2=-°, c. q. 5 1, 1m- y2°- 2=-°, q. 53, art. 3, c., y 2°- Sent., dist. 9, art. 8, 1"'-y De Verit., q. 24, art. 2°- c. y lib. 3 Contra Gent.,c. 217 in 4=- ratione).

§ CUARTO

¶ Del modo siguiente se expone la tercera pruebade la misma proposición. El apetito de la voluntad,cuyos actos todos tienen su principio y su raíz enel amor, sigue siempre al entendimiento, como pue-de inferirse de lo que antes se ha comprobado. Por-que el bien percibido o conocido constituye el objetode la voluntad, puesto que esta facultad es, en elorden de los seres intelectuales, lo que la inclina-R6

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ción en el orden de los seres naturales, y recibe tam-bién el nombre de apetito natural. Esta inclinaciónnatural trae su origen de la afinidad o convenienciaque el ser natural tiene con el objeto al cual seencamina, de acuerdo con su forma específica, quees el principio de su inclinación; como sucede conla piedra, que tiene afinidad y conveniencia con ellugar inferior al cual naturalmente se dirige. Se en-tiende que así debe ser, porque los seres naturales,en virtud de las formas que los constituyen en susformas respectivas, tienen una inclinación a sus pro-pios fines, a los cuales llegan mediante el ejerci-cio de estas mismas operaciones; puesto que cadauno de los seres de la naturaleza obra con actosespeciales que se conforman con su manera especialde ser.

De lo dicho se sigue que tratándose de las cria-turas inteligentes, sea natural que de la forma inte-ligible se origine una inclinación de la voluntad asus propias operaciones y a su propio fin, en virtudde que mediante la fonna inteligible percibe unacosa que se le presenta como conveniente y atrac-tiva. Y conmoverse y ser atraído de esta manerapor un objeto determinado, no es otra cosa sinoamarlo.

Porque conocemos, pues, alguna cosa, por eso laamamos; y desde el momento en que la amamos,la deseamos si está ausente, y nos deleitamos conella si está presente; nos entristecemos si se nosimpide alcanzarla, y odiamos lo que no nos permitellegar a ella, o lo que de ella nos aparta; y nosairamos, en fin, contra cualquiera cosa que nos es-torbe la posesión de la cosa amada. Dice a propósitosan Agustín (lib. 14, cap. 14 De Trinít.), que nadiepuede amar aquello de que no tiene memoria yque le es por completo desconocido. Porque el amorno es sino la aptitud o proporción del apetito con

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el bien, acompañada de la complacencia en el mis-mo objeto; y así decimos que un individuo amaalgún bien, en cuanto se aficiona y se complace enél, como en el objeto que le es conveniente y propor-cionado; lo que no puede suceder si primero no lopercibe y conoce como conveniente, atractivo y per-fectivo del individuo que lo apetece y sobre el cualejerce su atracción. Toda esta doctrina es de santoTomás (1=- 2--°, q. 28, art. 2°-, y De Verit., q. 22, art. 3,c. y q. 24, art. 2, y lib. 4, cap. 19 Contra Gent.).

¶ Consecuentemente, para que los hombres seaficionen, se complazcan, amen, deseen y busquenla fe y religión verdaderas, y también cualesquieraotras cosas de que no hayan oído hablar todavía, esnecesario que primero las perciban como cosas queles son convenientes y dignas de deseo, de investiga-ción y de amor. Pero, como se infiere de lo yadicho, para lograr esto es menester usar de un me-dio conveniente y connatural a la criatura humanao racional, obrando así de una manera debida, útil yeficaz; esto es, se necesita, en primer lugar, que larazón discurra pasando de una cosa oída y conocidaa otra desconocida; que, en seguida, el entendimien-to perciba y juzgue o dé su parecer, entendiendoque se trata de una cosa buena, proporcionada yatrayente, y que como tal se la presente a la volun-tad; y por último, que la voluntad se aficione a ellapropendiendo a sus propias operaciones, es decir,que se incline a amar, a desear y a deleitarse en elobjeto que el entendimiento le ha presentado.

Presupone todo esto, según santo Tomás, que lasverdades de la fe y de la religión, así como las decualquiera otra virtud o bien, se nos expongan yexpliquen, sosegada, tranquila y dulcemente, em-pleando un modo apacible y suave, rogativo y atra-yente, y con intervalos sucesivos de tiempo, paraque podamos pensar primeramente sobre las afir-RR

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maciones que se nos proponen e inferir si hemosde creerlas y aceptarlas dando nuestro consenti-miento, o hemos de desecharlas manifestando nues-tra inconformidad; para saber, en resolución, si sonafirmaciones que nos convienen y son dignas de quelas creamos, segím se demostró arriba con la autori-dad de san Agustín; porque es verdad que nadiepuede creer alguna afirmación, si no ha conocidoantes que debe creerla. En conclusión, es indispen-sable tener el tiempo suficiente para oír, pensar,discurrir y deliberar acerca de las cosas que se nosproponen, y saber de esta manera si son verdaderaso falsas, si son dignas o ìndignas de que les preste-mos nuestro asentimiento.

¶ Se infiere de lo dicho que el proponer las ver-dades creíbles, de ninguna manera significa quehaya que emplear la coacción o la violencia pormínima que sea; significa solamente que ha dehacerse la presentación sencilla, el ofrecimiento, ladistinción y la explicación de lo que ha de creerse,mediante una persuasión agradable y una suave yhalagadora invitación, como se comprende ya y secomprenderá con mayor evidencia adelante.

¶ El entendimiento, persuadido con la presenta-ción, explicación y apacible insinuación de las ver-dades creíbles, recibe la forma inteligible de don-de nace, en nosotros los seres inteligentes, la in-clinación de la voluntad para aceptar y creer lasverdades de la fe y de la religión; porque en virtudfle esta forma inteligible percibimos lo que hemos de-ëreer, como un objeto que nos conviene y nos mue-ve, que nos perfecciona y nos atrae hacia sí, no deotra manera que si hubiéramos contraído ya ciertaäfinidad y conveniencia con este acto de creer, odon Dios, a quien por la fe y la religión nos dirigi-tïnos como a un fin. Pero si el entendimiento no estátodavía determinado, entonces la voluntad intervie-

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ne para moverlo y determinarlo a dar su asentimien-to, a realizar el acto de creer, como extensamentese ha demostrado.

¶ De todo lo dicho se desprende con claridad quepara mover a los hombres a creer mediante las ope-raciones de su entendimiento y de su voluntad, espreciso proponerles las verdades relativas a la fey a la religión, o a cualesquiera otras virtudes obienes, por medio de la enseñanza externa impar-tida de un modo tranquilo, modesto, agradable, de-tenido y en intervalos sucesivos de tiempo, persua-diendo al entendimiento y halagando o atrayendosuavemente la voluntad, y declarando suficiente yeficazmente la utilidad y el premio que los creyen-tes han de alcanzar ; pues la fe proviene del oír, yel oir depende de la predicación de la palabra deJesucrito (Ro. c. 10).

Pero si tales verdades se propusieran con arre-bato y rapidez; con alborotos repentinos y tal vezcon estrépito de las armas que respiran terror; o conamenazas o azotes, o con actitudes imperiosas yásperas; o con cualesquiera otros modos rigurososo perturbadores, cosa manifiesta es que la mentedel hombre se consternaría de terror; que con lagrita, el miedo y la violencia de las palabras, se con-turbaría, se llenaría de aflicción, y se rehusaría, deconsiguiente, a escuchar y considerar; se confundi-rían, en fin, sus sentidos externos al mismo tiempoque sus sentidos internos, como la fantasía o imagi-nación. Y el resultado vendría a ser que la razón seanublaría y que el entendimiento no podría percibirni recibir una forma lúgubre y odiosa, puesto queestimaría todos estos modos como malos y detes-tables; y no tendría, por tanto, ningtma afinidad oconveniencia con el acto de creer, sino por el con-trario, una disconformidad y una incongruencia lasmás detestables.90

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La voluntad, a su vez, no sólo estaría imposibili-tada para aficionarse o amar, antes al contrario, severía necesitada a odiar y a indignarse de ese apara-to de terror que, a juicio del entendimiento o delhombre por su entendimiento, estaría injustamenteobligada a sufrir; porque el entendimiento percibi-ría dicho aparato como disconforrne y malo, y deconsiguiente, como digno de aborrecimiento. Lavoluntad se adelantaría naturalmente hasta ordenar-les a la facultad irascible y a las demás facultades,que repelieran la acción de sus contrarios. Y elalma, finalmente, se vería totalmente inundada enlas amarguras del cuerpo y del espíritu, porqueinteriormente hiere lo que exteriormente agobia.

Luego el modo connatural, congruente, agradabley apropiado a la condición de la naturaleza humanacon que se debe instruir a los hombres en la fe yreligión verdaderas, ha de ser necesariamente unmodo que persuada al entendimiento y que halagueo excite la voluntad, etc. Lo que nuevamente hemosaducido en este párrafo 6? del número 4, se ha to-mado en su mayor parte de lo que escribe santoTomás (1fl- part. q. II1 5, art. 1 ad 1m- y 2-- 2--°, q. 6art. 1 per tot., y 3 Sent. dist. 23, q. 3, art. 2 ad 1"'-et 2'=-, y Contra Gent. lib. 3, c. 152, 1, 4, De Verit.q. 28, art. 7 per tot., q. 27, art. 3. ad 12"*-, Opusc. 1,c. 3, ad Ro. 10 lec. 2 in fin. y ad Ef. 2, lec. 3, col. 1in fine).

¶ De manera evidente se confirma lo que hastaaquí hemos dicho con una relación que san Clemen-te apunta en la epístola a Santiago, hermano delSeñor (lib. 10), que contiene una sentencia del bien-aventurado apóstol san Pedro.

"Yendo Pedro con el mismo Clemente y con loshermanos Nicetas y Aquila, que deseaban ardiente-mente la conversión de su padre a la fe cristiana, ala casa de los padres de estos últimos; como al lle-

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gar encontraran que estaban durmiendo todavía, sedetuvieron a la puerta esperando que despertaran.Pedro, entretanto, comenzó a hablarles de esta ma-nera: Oídme, muy amados consiervos míos; sé quele tenéis un grande amor a vuestro padre; pero si lourgís a que reciba antes de tiempo el yugo de la re-ligión, me temo que no esté todavía preparado, ytal vez podría consentir aparentemente en atencióna vuestros ruegos; pero la resolución que en estecaso tomara no sería firme, porque lo que se hacepor respeto al hombre no es de aprobarse, ademásde que presto se desvanece. Por tanto, mi opiniónes que lo dejéis vivir a su voluntad durante un año,y que en ese tiempo, andando con nosotros, puedasencillamente oír lo que decimos, mientras instrui-mos a los demás. Y como tiene una intención rectade conocer la verdad, él mismo manifestará su vo-luntad de recibir el yugo de la religión; pero si nole agradare recibirlo, que siga, no obstante, siendouno de nuestros amigos. Porque sucede que los queno reciben de corazón este yugo, cuando comienzana darse cuenta de que no pueden soportarlo, nosolamente lo arrojan en presencia de uno, sino que,como para excusar su debilidad, comienzan a blas-femar de las virtudes de la religión y a murmurarde aquellos a quienes no pudieron seguir o imitar.

"A estas palabras respondió Nicetas: no contra-digo, Pedro, señor mío, tus acertados y buenos con-sejos; pero quiero hacer una pregunta para saberlo que ignoro. Si nuestro padre muriere durante elaño que, según tu mandato, hemos de esperar, ¿baja-ría al infierno sin merecimientos y sería eternamenteatormentado? Aprecio, dijo entonces Pedro, tu com-pasiva intención, y no te inculpo en lo que mira alas cosas que ignoras. Pero, ¿piensas que si a juiciode los hombres algtmo ha vivido rectamente, se sal-vará sin duda alguna? ¿No reflexionas que quien co-92

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noce los secretos de los hombres ha de juzgarlo,para que se vea con cuál rectitud ha vivido? ¿Nopuede suceder que haya vivido bien a la manerade los gentiles, sujetándose a sus instituciones y asus leyes, o por respeto a la amistad de los hom-bres, o solamente por la costumbre, o por cualquie-ra otra causa o exigencia, y no por la misma virtudo por Dios? Porque los que hayan vivido rectamentepor sólo Dios y por su justicia, son los que llegarána la vida eterna y recibirán el bien perdurable delreino celestial. No se alcanza la salvación por lafuerza, sino por la libertad; no por la gracia de loshombres, sino por la fe divina.

"Por otra parte, hay que tener en cuenta que Diosconoce lo futuro y sabe si este hombre es suyo ono; porque si sabe que no es de los suyos, ¿quépodemos hacer nosotros en lo que él ha establecidodesde el principio? Por esto en cuanto puedo os doyeste consejo: cuando despierte y nos hayamos sen-tado como deseosos de saber algo, proponedle so-lamente aquello que quiera saber; y así se iráinstruyendo entre nosotros, mientras nosotros habla-mos." Y prosigue la relación más adelante: “Deje-mos esto aparte; y si es digno de entrar por lapuerta de la vida eterna, Dios le presentará algunaocasión oportuna, y el principio de su salvaciónvendrá entonces de Dios y no del hombre. Así pues,como dije antes, es necesario darle ocasión de oír,caminando él con nosotros, lo que nosotros dis-cutamos. Os he dicho que hay que buscar unaoportunidad, porque vi con cuánta prisa andabais; ycuando Dios ofrezca esa oportunidad, obedecedrnevosotros en lo que os he dicho”, etc.

Después de mucho tiempo y por lo mucho quehabía oído de las enseñanzas de san Pedro, por lamultitud de milagros que había presenciado y tam-bién por las contrariedades que había sufrido, al fin

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se convirtió de su propia voluntad. Fue bautizadopor san Pedro, después de haber ordenado un ayunoa todo el pueblo, a solicitud del mismo Alejandro.Así se lee al fin del libro décimo arriba citado.

¶ Con suficiente claridad se deduce de esta rela-ción de san Clemente que las verdades creíbles de-ben proponerse a quienes van a instruirse en la fey religión cristianas, no con palabras duras y áspe-ras, no con alborotos ni amenazas, no arrebatadani instantáneamente, sino de un modo apacible,blando, benévolo y agradable, con mucha detencióno con mucho espacio de tiempo, hasta que, instrui-dos exterior y suficientemente en la doctrina cristia-na y encendidos en deseos de alcanzar la fe, de sulibre voluntad y obrando Dios interiormente, pidanellos mismos la fe, la reciban y queden así libresde sus errores.

§ QUINTO

¶ La misma proposición se demuestra, en cuartolugar, de la manera siguiente. El predicador omaestro que tiene el encargo de instruir y atraera los hombres a la fe y religión verdaderas, debeestudiar la naturaleza y principios de la retórica,y debe observar diligentemente sus preceptos enla predicación, para conmover y atraer el ánimo delos oyentes, con no menor empeño que el retóricou orador que estudia este arte y observa en su ora-ción sus preceptos, para conmover y llevar a susoyentes al punto que se propone. Pero el retórico uorador estudia y observa con suma diligencia ensu discurso los preceptos de la retórica, con el finde conmover y llevar a sus oyentes, etc. Luego elpredicador o maestro que tiene el encargo de ins-fl/1

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truir y atraer a los hombres a la fe y religión ver-daderas, debe estudiar la naturaleza y principios dela retórica y debe observar con suma diligencia suspreceptos al enseñar o predicar, para que logreconmover e inducir el ánimo de aquellos a quienesse propone instruir y atraer a la fe y religión cris-tianas.

¶ La legitimidad de la consecuencia, así como laverdad de la proposición mayor, se demuestran conmuchas razones que hemos aducido ya y con el si-guiente razonamiento. Las verdades de la fe y de lareligión cristianas son verdades que exceden la ca-pacidad de los sentidos y del entendimiento huma-nos, puesto que contienen proposiciones como lareferente a que Dios es Trino y Uno, con otras deesta categoría, cuyo conocimiento está fuera delalcance de la naturaleza humana, como lo dicetambién el Eclesiástico (c. 3), en estas palabras:“Porque muchas cosas se te han enseñado quesobrepujan la humana inteligencia." Se trata, pues,de proposiciones difíciles de entenderse y creerse,más aún, de proposiciones que no se entienden sinoque se aceptan únicamente por la fe; y son, además,muy arduas en la práctica y harto elevadas para lasaspiraciones de la esperanza del hombre. Luego elpredicador o el maestro que tiene el encargo deinstruir, debe con no menor empeño, etc.

¶ Con las siguientes palabras de Tulio (De Orat.,lib. 2), se demuestra la proposición menor: "Asícomo el que quiere inducir o conmover a sus oyen-tes, dice, para que acepten lo que desea, necesitaante todo atraerse sus ánimos, pudiendo de esemodo hacerlos benévolos, atentos y dóciles." Pordonde uno de los primeros preceptos de la retóricaenseña que, por medio del exordio, el orador debeganarse insensiblemente la benevolencia de sus oyen-tes a fin de tenerlos de su parte.

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¶ Y los ánimos se ganan con la suavidad de lavoz, con la modesta expresión del semblante, conla ostentación de la afabilidad y con la delicadezaapacible de las palabras, cosas que, según el mismoTulio, son las más a propósito para atraer la bene-volencia del auditorio. El mismo Orador, entre otrascondiciones principales, señala las tres siguientescomo necesarias para todo aquel que intente con-vencer a los demás.

¶ “Toda la virtud que la elocuencia tiene parapersuadir se apoya en estas tres condiciones: demos-trar la verdad de las afirmaciones que defendemos;cautivar los ánimos de los oyentes; lograr moverlospara que acepten lo que pretendemos persuadirles,cualquiera cosa que ella sea." Así dice Tulio.

La tercera condición, principalmente, nos enseñaque debemos acomodarnos, como el mismo Tuliodice poco después, al ánimo de aquellos ante quie-nes hablamos, a fin de poder traerlos al propósitoque deseamos. Y hablando acerca del mismo punto,escribe el propio Tulio: “Conviene que el orador oconsejero observe lo siguiente con el mayor empe-ño posible: que en el exordio hable con acierto;que haga la narración con lucidez; que argumen-te con vigor; que deduzca con firmeza ; que engalanecon elevación; que pronrmcie con claridad y distin-ción. Y, finalmente, que instruya, que deleite y queconmueva; pues con esto llenan su misión los ora-dores."

¶ Luego el predicador de la verdad y el maestrode la fe, cuando se propongan instruir a los hom-bros a quienes desean mover e inducir a la fe y ala religión, necesitan mucho más, o mejor dicho,más que ningrmo otro, ganarse ante todo el ánimode sus oyentes, principalmente el de aquellos a quie-nes por vez primera se invita a la verdad de la fe,esto es, a los infieles, con la suavidad de la voz, conDA

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la alegría o agradable expresión del semblante, con laostensión de la afabilidad, con la delicadeza apaci-ble de las palabras, con la suavidad en la enseñanzay en el convencimiento y con una benevolencia delei-table. En suma, deben obrar de manera que instru-yan, deleiten y aficionen.

Pero todos los mencionados preceptos de la retó-rica que los consejeros, los retóricos u oradores, ymás que todos, los predicadores de la verdad y losmaestros de la religión cristiana deben estudiar conel fin de atraerse los ánimos de sus oyentes, hacién-dolos benévolos, dócìles y atentos, no se enderezana otra cosa, sino a persuadir al entendimiento y aexcitar y atraer nuevamente la voluntad. Luego elmodo de enseñar la fe pura y la verdadera religióndebe ser un modo que persuada al entendimiento, ymueva y atraiga dulcemente la voluntad.

¶ Se confirma todo lo dicho en los párrafos prece-dentes con lo que san Agustín enseña (lib. 4, c. 2 DeDoctr. Christ.) diciendo: "Como con el arte oratoriapueden persuadirse tanto las afirmaciones verdade-ras como las falsas, ¿quién osará decir que la ver-dad haya de presentarse inerme en quienes la de-fienden contra la mentira? ; ¿cómo puede ser quequienes se empeñan en persuadir la falsedad, oconozcan ya a sus oyentes, o con el modo de hablaren el exordio logren hacerlos benévolos, atentos odóciles, y que los defensores de la verdad ignorenestos medios de persuasión?; ¿cómo es posible queaquéllos expongan el error con gravedad, con perspi-cuidad, con verosimilitud, y que éstos no obren deigual modo tratándose de la verdad?; ¿quién puedeser tan necio que no pueda pensar con cordura enesto?" Y concluye san Agustín (c.4): “El expository el doctor de las Sagradas Escrituras, el defensorde la verdadera fe y el impugnador del error deben,

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en consecuencia, enseñar el bien y disuadir delmal; usando de los recursos de la oratoria debenatraerse a los adversarios, infundir ánimo en losremisos y notificar a los ignorantes lo que han dehacer y lo que deben esperar. Y cuando hayan en-contrado benévolos, atentos y dócìles a los oyenteso los hayan hecho tales, han de proceder a poneren ejecución lo demás, segfm lo pida el argumentode que se trate." Y continúa diciendo (c. 12): “Hadicho un varón elocuente, y ha dicho la verdad, queel hombre elocuente ha de hablar de tal modoque instruya, deleite y persuada." Y agrega en se-guida: “El instruir viene de la necesidad, el deleitarcorresponde a la suavidad, el persuadir es propiode la victoria." Y concluye (c. 17): “Luego quien seempeña en persuadir con la palabra lo que es bue-no, no debe menospreciar ninglma de estas trescosas: instruir, deleitar y convencer; y ha de argu-mentar y expresarse de tal manera que, como diji-mos, al oírlo se le comprenda, agrade y convenza.Y cuando haya logrado esto con propiedad y acierto,no sin razón podrá llamársele elocuente, aun cuandotal vez no consiga el asentimiento de sus oyen-tes", etc.

He aqui cómo también san Agustín es de sentirque el maestro o predicador de la verdad, o quien-quiera que tenga el encargo de enseñar y de atraera los hombres a la fe y a la religión cristianas, debeganarse el ánimo de sus oyentes; debe hacerlos be-névolos, dócìles y atentos; debe instruirlos, delei-tarlos y convencerlos. Lo que no demuestra otracosa, sino que el modo de enseñar, invitar y atraera los hombres a la fe pura y a la verdadera religión,debe ser necesariamente un modo que con razonespersuada al entendimiento y con delicadeza muevay atraiga la voluntad.

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§ SEXTO

¶ Prueba quinta fundada en la semejanza con elmodo de llevar a los hombres al conocimiento dela ciencia. El modo de inducir a los hombres al co-nocimiento de la religión y de la fe cristianas, es odebe ser semejante al modo de llevarlos al conoci-miento de la ciencia. Pero el modo natural de llevara los hombres al conocimiento de la ciencia, es unmodo que persuade al entendimiento y atrae, mueveo excita la voluntad. Luego el modo de atraer a loshombres al conocimiento de la verdadera religióny de la fe pura, debe ser un modo que persuadaal entendimiento y que atraiga, mueva o excite lavoluntad.

La consecuencia es legítima. La proposición ma-yor se evidencia con los tres siguientes razonamien-tos. En primer lugar, porque en una y otra debenintervenir la enseñanza de la ciencia y la audicióno instrucción del discípulo; en otros términos, por-que en una y otra hay que enseñar o instruir demanera que el oyente crea, para que alcance laciencia con perfección. Esta aseveración es evidentecon relación a la ciencia; porque como al comenzarel estudio no es posible que desde luego sea capaz eldiscípulo de llegar a la plenitud de toda la doctrinaque en el maestro se encuentra, ni puede tampocoentender las razones con que el maestro lo instruyey lo lleva poco a poco hasta la perfecta posesión dela ciencia, es necesario, entretanto, que crea al maes-tro acerca de las enseñanzas que le pone a la vista.Por esta razón dice el Filósofo que el que aprende-tiene necesidad de creer.

¶ Lo mismo hay que decir tratándose de la fe.Porque como la última felicidad del hombre consis-te en cierta visión sobrenatural de Dios, hasta lacual no puede elevarse el mismo hombre sino paula-

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tinamente y a la manera de un discípulo; por eso,para que pueda alcanzar la perfecta visión de Diosy con ésta su felicidad, es menester que antes creaa Dios, como el discípulo cree al maestro que loinstruye. Luego el modo de llevar a los hombresal conocimiento de la fe y de la religión cristianas,es semejante al modo de llevarlos al conocimientode la ciencia.

¶ Se demuestra, en segundo lugar, considerandoque, tratándose de ambas, tanto en el maestro comoen el discípulo se encuentra la misma verdad, que esobjeto del entendimiento. En efecto, el conocimien-to del que aprende es una semejanza del conoci-miento del que enseña, así como entre los seresnaturales la forma del ser engendrado es una seme-janza del ser que engendra. Por donde así comoen la enseñanza el maestro produce en la mente deldiscípulo una semejanza del conocimiento científicoque posee, exponiéndole la doctrina de la cienciade que se trate y removiendo los obstáculos que sepresentan, obrando así mediante una persuasión ex-terna, así también se dice que el predicador o elmaestro de la verdad divina, proponiendo y explican-do la doctrina de la fe que posee, y removiendo losobstáculos que a ella se opongan, engendra la fe ensus oyentes, con un medio de persuasión externa.

El predicador, empero, no es una causa suficientepara engendrar la fe; la causa principal y propiade esta misma fe es Dios, que mueve interiormenteel ánimo del hombre para que preste su asentimien-to, como se ve en las siguientes palabras (Ef. c. 2):“Porque de pura gracia habéis sido salvados pormedio de la fe, y esto viene de vosotros, siendocomo es un don de Dios; tampoco en virtud devuestras obras anteriores, puramente naturales, paraque nadie pueda gloriarse." Y (Fil. c. 1): “Pues quepor los méritos de Cristo se os ha hecho la gracia,100

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no sólo de creer en él, sino también de padecer porsu amor." Y (Ro., c. 12): “Según la medida de la fe,que Dios ha repartido a cada cual.”

¶ Pero es verdad, sin embargo, que el entendimien-to del creyente encuentra ayuda en algunas cosascreadas, como son el testimonio de los milagros, laenseñanza que recibe de las personas mencionadas,y a las veces, también, algunas razones humanasque, a manera de persuasiones probables, llevancon facilidad al hombre a entender que verdadera-mente hay que creer las verdades que se creen. Asíse entienden las palabras de san Agustín (lib. 14,c. 1. De Trinít.), en que afirma que por medio de la.ciencia se engendra en nosotros la fe, se nutre, sedefiende y se robustece. Es doctrina de Santo To-más (2=- 2°-° q. 6, per tot. y q. 171, art. 6, c.). Pero.adelante examinaremos este punto con mayor am-plitud. Véase todo lo que a este propósito dijimosarriba, cap. 4, § 14.-- ' ¶ Tercera prueba de la proposición mayor. En la,adquisición de la ciencia se presupone en nosotrosla existencia de ciertos gérmenes de las ciencias, esdecir, la existencia de los primeros principios delentendimiento que desde luego se conocen con laluz del entendimiento agente, mediante las especiesabstraídas de los seres sensibles, como arriba sedijo. En estos principios universales, como en ele--mentos gerrninadores, están contenidas todas lasconclusiones científicas; y la mente, partiendo de.estos conocimientos universales, se encamina a laintelección actual de todos los conocimientos par-ticulares, que anteriormente conocía de un modo¿universal y como en potencia. Y entonces puede de-=fl.irse que el hombre ha llegado al conocimiento de laciencia. Por esta razón se dice (1 Poster.) que toda.doctrina y toda ciencia provienen de un conocimien-ao preexistente.

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De igual manera, el conocimiento natural de Dios,aunque indeterminado, viene a ser el fundamentode la fe. Porque Dios ha adomado el alma de unaluz intelectual, con la cual le ha dado cierto cono-cimiento de sí mismo, que es el principio especialdel conocimiento en el orden de la fe, así como enel orden de las ciencias los conocimientos de losprimeros principios que le ha dado, vienen a seramanera de gérmenes especiales de donde nacen lasmismas ciencias; así también ha plantado Dios entodos los seres de la naturaleza los principios germi-nadores de todos los efectos que han de producir.Por eso el hombre puede llegar desde luego a algúnconocimiento de Dios por medio de la razón natural.

¶ Efectivamente, viendo los hombres que los se-res de la naturaleza obran de acuerdo con un ordendeterminado, comprenden las más de las veces queexiste algún ser que regula los movimientos de lascriaturas que contemplamos, concluyendo que nopuede haber un orden sin la existencia de un orde-nador. Así dice santo Tomás (2=- 2°-°, q. 85, art. 1,c., y ad le-); y con mayor extensión en la Sum.Contra Gent., lib. 3, c. 38.

Este modo de alcanzar una idea de Dios señalaPlutarco diciendo (lib. 1 De placit. philos.): "Enrealidad, por aquí concebimos en alto grado la no-ción de Dios; pues vemos que el sol, la luna ylos demás astros observan ima regularidad inmu-table al ocultarse bajo la tierra y presentarse nue-vamente con su misma particular hermosura; y alsurgir, saliendo de la grandiosidad que los ocultaba,por los mismos puntos invariablemente y a las mis-mas horas." Y prosigue un poco adelante: “Porquecontemplando las estrellas alcanzaron primeramentela idea de Dios; pues por ella vinieron al conoci-miento de que alguna causa había de tener el ordende las cosas y fenómenos naturales, como la cons-10')

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tante sucesión del día y de la noche, del inviernoy del estío, del nacimiento y término de los se-res de la naturaleza." Boecio dice también (lib. 3,pr. 2 De Cor1s0l.): “Porque está naturalmente plan-tada en el corazón de los hombres el ansia delverdadero bien." Lactancio, por su parte, escribe(lib. 3, c. 11 Divin. Instit.): "Consta, pues, del con-sentimiento de todo el género humano, que es ne-cesario aceptar la religión. Quiso Dios que la natura-leza del hombre fuera tal, que deseara con ansias yapeteciera dos cosas: la religión y la sabiduría."Estas son sus palabras.

También san Gregorio Nacianceno (lib. 2 DeTheol., col. II), dice: "Puesto que toda criaturaracional arde en deseos de llegar a Dios, a la causaprimera; pero por las razones que he indicado, nole es posible alcanzar con el entendimiento aquellasublimidad.” Así se expresa. Tampoco pasó en silen-cio esta verdad san Juan Damasceno quien habla(lib. 1, c. 1 y 3 De Orthod. Fide): “El conocimientode la existencia de Dios es un conocimiento natural-mente innato e ingénito, que el mismo Dios ha pues-to en la inteligencia de todos los hombres. Y losmismos seres del universo, con su coordinación aligual que con su gobierno, insinúan la grandezade la naturaleza divina." Así habla el Damasceno.Aristóteles (De Caelo et Mundo, 1, c. 3, y 2, c. 1)dice: “Todos los hombres tienen una estimaciónacerca de los dioses; y todos señalan el alto cielocomo el lugar de la divinidad; y todos, así bárba-ros como griegos, saben que hay dioses. Con clari-dad se ve que lo inmortal se adapta a lo inmortal;ni es posible que sea de otra manera." Estas sonlas palabras del filósofo. Conversando Tulio (lib. 1-De Leg.), así se produce: “Tratándose de los mis-mos hombres, decimos que no existe ningún pueblo,por indómito o salvaje que sea, que no comprenda

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que debe admitirse la existencia de un Dios, auncuando ignore cuál sea su naturaleza. De donde sesigue que tendrá un conocimiento de Dios todo aquelque sepa, como si recordará, de dónde ha nacido."Este es el pensamiento de Tulio. Y, finalmente, santoTomás (De Verit. q. 10, art. 12 ad 1-=-) dilucida estepunto diciendo que se afirma que el conocimientode la existencia de Dios está naturalmente plantadoen todos los hombres, porque en todos los hombresestá naturalmente plantado un principio por dondepueden llegar al conocimiento de la existencia deDios.

¶ Existe en los hombres otro germen o principionatural que constituye también un verdadero fun-damento de la fe. Consiste éste en el deseo naturalde conocer la verdad, en lo referente a Dios sobretodo, y de obrar y vivir conforme a la virtud; y enel deseo, también, de alcanzar el sumo bien, siquierasea de un modo confuso y mediante una semejanzasuya. En virtud de estas aspiraciones, los hombresdesean naturalmente unirse con su principio, por-que en esta unión consiste la perfección de todaslas criaturas. Y por aquí se demuestra que el movi-miento circular es un movimiento perfecto (8 Phys.),puesto que une el fin con su principio; y, conrespecto al hombre, no puede unirse con su princi-pio, sino mediante la inteligencia y el conocimiento.Así se explica que en esta unión consista la últimafelicidad del hombre. Es doctrina de santo Tomás(1^- 2*-=, q. 24, art. 2; De Verit q. 10, art. 12, 5"*-; ysobre 1 Metaph. lec. 1).

¶ Consecuentemente, así como la ciencia que ad-quirimos presupone en nosotros la existencia de losgérmenes científicos, es decir, de los principios uni-versales de que se ha hablado, de donde el maestroo instructor lleva la mente del discípulo al conoci-miento actual de las verdades particulares que an-104

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teriormente conocía en potencia, de manera confusay en su razón universal, así también la fe presupone el conocimiento que de Dios puede tener el hom-bre en esta vida, el conocimiento que la razón puedeproporcionar en este punto, y la inclinación y deseonaturales del bien. y de la ciencia, para que el hom-bre pueda alcanzar la verdad, principalmente la quea Dios se refiere, y para que pueda, igualmente,obrar,y vivir conforme a la virtud. En consonanciacon esta doctrina, demuestra el Filósofo (2 Ethic.)que las virtudes que tenemos, así como las cien-cias que poseemos, son naturales en nosotros, encuanto a la amplitud y principio de su existencia;porque tenemos naturalmente en nosotros los prin-cipios, naturalmente conocidos, de las cosas quepueden saberse y de las que pueden o deben hacerse,constituyendo así dichos principios los gérmenesde las virtudes intelectuales y morales; y tambiénporque existe en la voluntad un apetito del bien,q-ue está de acuerdo con la razón. Habla de estacuestión santo Tomás (l°- 2°-°, q. 63, art. 1, c. ; 2--2@-°, q. 108, art. 2, c.; 1 Sent., dist. 17, p. 1, art. 3, c.;3 Sent., dis. 33, q. 1, art. 2, qla. 1, c. y dist. 36, art.[falta el núm.], y De Verít., q. 1, art. 8 en sutotalidad).

¶ Por tanto, el hombre necesita del hábito naturalde los principios para que sus conocimientos pue-dan determinarse por medio de los sentidos, con laayuda del maestro que explica los principios comu-nes, aplicándolos a materias determinadas. De estaprimera enseñanza pasa el maestro a señalar algu-nas conclusiones, y tras éstas otras más, presentan-do también algunos ejemplos sensibles y otros recur-sos semejantes, con lo cual lleva con seguridad elentendimiento del discípulo al conocimiento de laverdad; y conforta, igualmente, el entendimiento deldiscípulo, explicándole las relaciones que existen

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entre los principios y las conclusiones, porque me-diante la presentación de imágenes exteriores letransmite el discurso de la razón que interiormenterealiza con su razón natural.

Con este método la razón natural del discípulo,usando de todas las explicaciones recibidas comode instrumentos, y mediante la luz natural de suinteligencia, llega al conocimiento de las verdadesque anteriormente desconocía. El enseñar, dice sanAmbrosio en el comentario de la Epístola a Timo-teo, consiste en insinuar en la inteligencia de losoyentes lo que ignoraban. En este sentido se diceque uno enseña a otro; porque de esta manera seimprimen en la mente del discípulo las formas inte-ligibles, con las cuales se forma la ciencia que harecibido por medio de la enseñanza. La ciencia seforma, pues, inmediatamente, por el entendimientoagente, mediatamente, por el maestro que enseña;pues el maestro presenta las imágenes de los obje-tos inteligibles, de donde el entendimiento agentetoma las especies inteligibles que luego imprime enel entendimiento posible. Por esta razón, las mismaspalabras del maestro, oídas o leídas, tienen, en cuan-to a la generación de la ciencia, la misma relaciónque los objetos que están fuera de la mente, ya quede unas y de otros recibe el entendimiento las espe-cies inteligibles ; aunque es verdad que las palabras,por su mayor proximidad, tienen más eficacia quelos objetos sensibles que se encuentran fuera de lamente; las palabras, en efecto, son representacionesde las mismas especies inteligibles.

¶ Por consiguiente, antes de poseer la ciencia,necesita el discípulo de un agente que por mediode la enseñanza lo lleve a poseerla actualmente, se-gún se afirma en el 8 Physic.; de suerte que elmaestro incita el entendimiento del discípulo paraque aprenda lo que le enseña, a la manera de un106

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agente esencial que mueve alguna cosa de la poten-cia al acto (el que instruye se asemeja al quemueve el dedo para mostrar algún objeto, según sanAgustín, prólogo a su De Doctr. Chrit.). Y de aquínace la inclinación de la voluntad que con la con-sideración del fruto que ha de obtener y con ladelectación que le trae el conocimiento de la ver-dad, tiende a estudiar y a poner en juego los mediosque se requieren para la consecución de la ciencia.

Así también es el proceso con relación a la fe.Con el conocimiento natural que queda apunta-do; con el deseo de conocer la verdad, principal-mente la que a Dios se refiere; con la inclinacióna la virtud y al bien, principios fortalecidos interior-mente con la luz de la fe que Dios infunde y exte-riormente con la explicación y definición de lasverdades creíbles; y con las razones humanas pre-sentadas por el anunciador o predicador de la fe,de donde el entendimiento agente recibe las formasinteligibles que le parecen razonables, grabándolasa su vez en el entendimiento posible del modo yaexplicado, se lleva al hombre con seguridad, comocon algunas razones probables de persuasión, acomprender que verdadera o racionalmente debecreerse lo que se cree, interviniendo también la mis-ma luz de la fe divinamente infundida, y que recibeel nombre de hábito de la fe.

Y este hábito de la fe debe también recibir denuestra parte una determinación o explicación, lomismo que el hábito de los principios que tenemosirmatos y al cual se asemeja. Por donde santo To-más dice (1 Sent., art. últ., prol.) que conviene queel modo de enseñar la ciencia teológica sea median-te la relación de milagros; lo que demuestra di-ciendo que, además de la luz infusa, es necesarioque el hábito de la fe se distinga y determine a losobjetos creíbles por medio de la enseñanza del pre-

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dicador, según lo que dice el Apóstol (Ro., 10), “¿ycómo creerán en él, si no se les predica?", del mis-mo modo que el conocimiento de los primeros prin-cipios que nos son naturalmente ingénitos se deter-mina mediante los objetos sensibles que percibimos.Pero la verdad del predicador se confirma con losmilagros, como se ve en estas palabras de san Mar-cos (c. últ.): “Y sus discípulos fueron, y predicaronen todas partes, cooperando el Señor, y confirmandosu doctrina con los milagros que la acompañaban."Conviene, pues, que el modo de enseñar la cienciateológica sea mediante la narración de los milagros,que se encaminan a la confirmación de la fe. Ycomo, por otra parte, estos principios tampocotienen proporción con la razón humana, en el estadoque guarda en esta vida, donde recibe sus conoci-mientos de los objetos sensibles; por eso es necesa-rio llevarla al conocimiento de estos principios, me-diante las semejanzas de los objetos sensibles. Estodice santo Tomás.

¶ En lo que mira a las mencionadas determina-ción y explicación de las verdades que se han decreer, se dice que la fe se adquiere por medio de laciencia teológica, que establece una distinción entrelos artículos creíbles, del mismo modo que se diceque el hábito de los principios se adquiere por lossentidos; lo cual es verdad en cuanto a su distin-ción, no en cuanto a la luz con que se conocen. Poreso se dice también que el hábito infuso es seme-jante al hábito innato, pues así como el hábito na-tural se da en la creación, así también el hábitoinfuso se da en la reparación. Y por esta razón, asícomo el hábito natural de los principios, que esingénito en los hombres, no puede reducirse al acto,ni es posible tampoco adquirir la ciencia, si antesno se determinan, ni se explican, ni se aplican amaterias determinadas, para que de este modo se108

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encamine el humano entendimiento al conocimientode la verdad y a la adquisición de la ciencia, comose ha dicho ya; así tampoco puede reducirse al actoel hábito infuso, si la fe no se determina, o por elmismo Dios mediante la revelación, o por el hom-bre mediante la exposición de la doctrina. Así lo dicesanto Tomás (3 Sent., dist. 23, q. 3, art. 2 ad 1'"-et 4"*-).

¶ Conocida, pues, la verdad mediante la explica-ción de la fe, es razonable que nazca necesariamentela inclinación de la voluntad, por la delectación quenaturalmente produce la verdad divina que ha em-pezado a conocerse o a creerse y que supera todaslas demás delectaciones. Porque, como dice el Filó-sofo (11 De Anima) aunque es poco lo que acerca delas sustancias superiores conocemos, sin embargo,amamos y deseamos este poco más que todo elconocimiento que tenemos acerca de las sustanciasinferiores. Y dice también (2 Caeli et Mundi), queaun cuando las cuestiones que sobre los cuerposcelestes se agitan, no pueden resolverse sino consoluciones pobres y limitadas, sucede, sin embargo,que los oyentes reciben con ellas una intensa delec-tación.

Fundándose en la anterior consideración, el mis-mo Filósofo (10 Ethíc., c. 9) acomete al filósofoParménìdes, quien en cierta ocasión intentaba per-suadir a un hombre a que había que prescindirdel conocimiento de lo divino, diciendo que el hom-bre sabe de las cosas humanas y el mortal de lasmortales; pero lo reprende el Filósofo afirmandoque el hombre debe aspirar, en cuanto le sea posi-ble, al conocimiento de las cosas inmortales y di-vinas.

¶ Se infiere de lo dicho que una vez propuestaslas nobilísimas verdades divinas que contiene la fe, yuna vez explicadas y definidas como conviene, pa-

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rece imposible, por la mayor parte, que no engen-dren en el ánimo de los oyentes algún goce, algunadelectación, algún amor, alglma ansia, apetito oinclinación a seguir oyendo, aprendiendo y creyendootras verdades que a la misma fe se refieran. Tratade este punto santo Tomás (Swm. contra Gent.,lib. 1, c. 5).

§ SÉPTIMO

¶ Luego el hombre necesita de un motor, guía opredicador, que con la instrucción religiosa, conla determinación o explicación de las verdades creí-bles, con razonamientos probables, como ejemplosy semejanzas, y como si señalara con el dedo e im-primiera y grabará en la mente las verdades de lafe, lo conduzca exteriormente a creer lo que ha decreer ; porque, como dice santo Tomás, los predica-dores son los que con su acción exterior disponenal hombre para recibir la fe, removiendo tambiénlos estorbos que puedan presentarse. Y lo mismosucede tratándose de la gracia, de la caridad y delos demás dones, esto es, que se alcanzan moviendo,instruyendo, exhortando, corrigiendo o ejerciendocualquiera otro ministerio semejante, ordenado a laconsecución de la fe o de la gracia. De este modocooperan los predicadores para que el hombre reci-ba la gracia, o para que no la pierda, si la ha recibi-do ya; pero, efectivamente, sólo Dios puede con-ferir la fe o la gracia sin el concurso de ningunacriatura. Es doctrina de santo Tomás (1- 2--°, q. 76,art. 2, 2f-- y q. 109, art. 7, c. y 2-- 2---, q. 6, 1 c. y3- par., q. 109, art. 6, 21-- y 3 Sent., dist. 19, art. 1,qla. 1, c. y De Verít. q. 18, art. 3, c. y q. 27, art. 3, 12-'-y 14-1- y lib. 3, c. 154 Contra Gent.).110

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¶ Más todavía; aunque es muy cierto que todoslos recursos hrunanos y exteriores que se han men-cionado, no son suficientes para producir el referidoconocimiento de las verdades creíbles, ni el firmeasentimiento respectivo, sin la intervención del hábi-to de la fe que dimana de Dios; y aunque es ciertotambién que el solo hábito de la fe sin el auxiliode tales recursos podía ser suficiente, si Dios qui-siera; con todo, en virtud de una ley común, tratán-dose por lo menos de los adultos, se requiere nece-sariamente la doctrina exterior, la instrucción, lanarración, la exposición, explanación o explicaciónde lo que ha de creerse, para que puedan recibirla fe y conseguir su salvación. Porque “la fe pro-viene del oír, y el oír depende de la predicación dela palabra de Jesucristo"; “¿y cómo oirán hablarde El si no se les predica?", se lee en la Epístolaa los Romanos, c. 10. Lo que parece demostrarsetambién suficientemente, considerando que a todoadulto que haya llegado a la edad de la discreción, lees necesario tener los hábitos adquiridos de la fe,de la esperanza y de la caridad, para que puedacreer y amar a Dios y al prójimo, y para quepuedaesperar los bienes futuros; es decir, necesita haceractos u obrar por medio de los mismos hábitosinfusos de la fe, de la gracia y de las demás virtu-des que se infunden en el bautismo, como enseñasanto Tomás (3-- par. q. 69, art. 6 y 8 en su totalidad,y 4 Sent. dist. 4, q. 2, art. 2, q1-- 3, 1--).

Esta afirmación es ahora indudable, porque haquedado definida por la Iglesia en la Clementinaúnica sobre la Santísima Trinidad y la fe católica. Yla razón es que todos los adultos están obligadosa obrar de acuerdo con estos mismos hábitos, comose deduce de los lugares siguientes: "Vosotros, pues,habéis de poner todo vuestro estudio y cuidado, enjuntar con vuestra fe la fortaleza, con la fortaleza

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la ciencia, con la ciencia la templanza, con la tem-planza la paciencia. con la paciencia la piedad, conla piedad el 2111101' fratemal, y con el amor frater-nal la caridad o amor de Dios. Porque si estas vir-tudes se hallan en vosotros, y van creciendo más ymás, no quedará estéril y sin fruto el conocimientoque tenéis de nuestro Señor Jesucrito" (2 Pet. 1).En la Epístola a Filemón (1, 6) se lee: “Tu partici-pación en la fe se haga manifiesta por el conoci-miento de todas las obras buenas que se practicanen tu casa por amor de Jesucrito." Santiago (c. 2)escribe: "¿De qué servirá, hermanos míos, el que11110 diga tener fe. Si no tiene obras?” Y san Juan(Epi-W 1. C- 3): "No amemos solamente de palabrasy con la lengua, sino con obras y de veras." SanPablo dice nuevamente (Ga. c. S): "Sino la fe, queobra animada de la caridad"; y (Heb., c. 10): “Pon-gamos los ojos en los otros para incentivo de caridady de buenas obras”; y (Ro., c. 2): “Que no son jus-tos delante de Dios los que oyen la ley, sino los quela cumplen, esos son los que serán justificados."Y el siervo que no quiso trabajar con el talento quehabía recibido, fue arrojado a las tinieblas de afuera(Mt., 22). Esta doctrina es contra los impiísimos lu-teranos.

¶ Pero, en realidad, ninguno puede obrar median-te los solos hábitos infusos de la fe, de la esperanzay de la caridad, porque están como adormecidos yligados, como si se encontraran en individuos queestuvieran durmiendo, principalmente tratándose delos párvulos; y también tratándose de los adultos,cuando al bautismo no ha precedido ninguna expli-cación de la fe o ninguna instrucción aclaratoriapor medio de la enseñanza externa, aunque se supu-siera el caso de algún infiel que sin ninguna ins-trucción previa no pusiera ningún óbice, lo queparece imposible.112

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Por otra parte, sin embargo, hay que .admitircomo cosa del todo cierta, según los santos y prin-cipalmente santo Tomás, que si algún individuo secriara en las selvas o entre animales salvajes, perosiguiera el dictamen de la razón natural en cuantoal apetito del bien y al alejamiento del mal, que eslo que se llama no poner óbice o hacer uno lo queesté de su parte, Dios le revelaría por medio dealguna inspiración interior los conocimientos nece-sarios para creer, o le enviaría algún predicadorde la fe, como lo hizo con Comelio, enviándole asan Pedro, y con los macedonios, enviándoles a sanPablo (Hech., 10, 16). Y la razón concuerda con elmismo santo Tomás, en que es propio de la Provi-dencia divina el proveer de lo necesario para lasalvación a cualesquiera individuos, con tal que nopongan de su parte ningún impedimento. Es doctri-na de santo Tomás (2 Sent., dist. 28, art. 4, 41-- y3 Sent., dist. 25, q. 2, art. 1, q1-- 1, 1"- y art. 2, q1-- 2, c.Y más expresamente en De Verit., q. 14, art. 11, 1-=- y2-=- y Ad Roma., 10, lec. 3).

¶ Es necesario, pues, que a las personas que ha-yan recibido el bautismo como de ordinario se re-cibe, se les expongan los artículos de la fe quedeben creer, para que adquieran los hábitos de lafe, de la esperanza y de la caridad, denominadoshábitos adquiridos. Pues es evidente que si algúninfante se criara entre sarracenos e infieles, nuncapodría creer, por el camino ordinario, los artículosde la fe en virtud de los hábitos infusos; a no serque nueva y actualmente se le explicaran, para quea continuación, viviendo entre cristianos, pudieraformar el hábito adquirido. Así se excitan y actúan,por decirlo así, los hábitos infusos con los hábitosadquiridos mediante las enseñanzas de los padreso maestros, o con los estudios sagrados.

Lo mismo hay que decir del adulto que recibe el113

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bautismo sin la previa ensenanza de la fe, ni la expli-cación de lo que debe creerse; o del que lo recibepermaneciendo y conversando siempre con los in-fieles y los moros durante su formación. Con res-pecto a lo dicho véase a santo Tomás (3 Sent.,dist. 25, q. 2, art. 1, q1- 1, c. et per to. y q1-- 2 perto. Y 4 Sent., dist. 4, q. 2, art. 2, q1-- 3, 1-1- et 2--).

¶ Con lo que queda expuesto se ve copiosamentecomprobada la grande semejanza que existe entreel modo de llevar al hombre al conocimiento de laciencia y el modo de llevarlo al conocimiento dela fe, ya por pa.rte de los principios que en una yotra se suponen, ya también por parte del procesode deducción que se desarrolla mediante la explica-ción de los principios con que se lleva a los hom-bres al conocimiento de la ciencia y al conocimientode la fe o de la religión, en virtud del arte y de laacción del maestro o del predicador de la fe.

¶ Se patentiza la misma semejanza, en cuartolugar, con el siguiente argtnnento. En la adquisi-ción de la ciencia, el maestro o instructor que cono-ce totalmente la contextura de su doctrina, no se laenseña de una sola vez al discípulo, ni tampoco le en-seña las razones de ser de los puntos sutiles conque se propone ilustrarlo, porque no sería capaz deentenderlas; pues si así fuera, de una vez, al comen-zar, alcanzaría toda la ciencia con perfección, cosaque no vemos. Sino que, por el contrario, empiezapor enseñarle algunas afirmaciones, cuyas razonespuede fácilmente comprender el discípulo al tiempode comenzar su instrucciórï; y así, paulatinamentese acomoda a su capacidad. Porque entre los seresde la naturaleza no puede suceder que algo paserepentinamente del estado de imperfección al es-tado de perfección; ni que la acción de alguna cosaimperfecta se reciba perfectamente, luego al comen-zar, en una cosa imperfecta; sino que se recibe,114

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primero, de una manera imperfecta, y en seguida, deuna manera perfecta; y así sucesivamente hastallegar a su última perfección. Por eso dice Plutarco(De Opiƒ. Audit.): "Las palabras que oímos haránen nosotros las veces de una simiente, con que, enfuerza de su tendencia natural, podremos concebirun fruto que en breve madurará y saldrá a luz. Por-que las inteligencias no echan de menos la replecióncomo los vasos; sino que, al modo de la madera,quieren encenderse, para que la virtud inventiva seexcite juntamente con el apetito de la verdad." Estodice Plutarco.

¶ Es necesario afirmar que así sucede también tra-tándose de la adquisición de la fe. Porque como laúltima perfección adonde se encamina la criaturaracional, como hemos dicho, consiste en el conoci-miento perfecto de Dios; y como a este conocimien-to no puede llegar por la virtud, acción e instruc-ción del mismo Dios, que es el perfecto conocedorde sí mismo; llegará, o inmediatamente por sí conuna inspiración interior, o mediatamente con ladoctrina del predicador divinamente revelada. Perocomo el hombre no es capaz de alcanzar un conoci-miento perfecto de una sola vez, al comenzar, segúnacabamos de decir, cosa clara es que no pueda lle-gar al perfecto conocimiento de Dios, sino obrandoa la manera del que aprende, esto es, procediendosucesivamente de lo imperfecto a lo perfecto, deacuerdo con la condición de su naturaleza, comotambién queda ya demostrado.

El Apóstol (1-- Co., c. 3) evidencia la verdad delo que afirrnamos diciendo: "Por eso, como a niñosen Jesucrito, os he alimentado con leche, y no conmanjares sólidos; porque no erais todavía capacesde ellos; y ni aun ahora lo sois, pues sois todavíacarnales." Y Cristo nuestro Redentor dijo a los Após-toles: (Io., c. 16): "Aún tengo otras muchas cosas

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que deciros; mas por ahora no podéis comprender-las." San Agustín, al comentar estas palabras apli-cándolas al mismo propósito, dice (lib. 83 Quaest.,q. 53): “Que haya primeramente en la tierra un gra-do ordenado. a la justicia celestial que ya se mandaa los más fuertes, lo manifiesta el Señor al decir: ysi en lo ajeno no fuisteis fieles ¿quién pondrá envuestras manos lo propio vuestro?" ( Lc., c. 16). Y elmismo Señor nuestro declara que las almas se ins-truyen de acuerdo con los grados que les correspon-den, diciendo: “Tengo otras muchas cosas que deci-ros: mas por ahora no podéis comprenderlas." Ytambién el Apóstol dice: “Y así es, hermanos, queyo no he podido hablaros como a hombres espiri-tuales, sino como a personas aún carnales, os healimentado con leche", etc. Y lo que con estas per-sonas se hizo, sabemos que se hace con todo el gé-nero humano, de manera que a los hombres camalesse les mandan unas cosas, y otras a los hom-bres espirituales, según la oportunidad de los tiem-pos", etc. Esto dice san Agustín.

¶ De lo dicho se infiere que la doctrina de la fey de la verdadera religión debe adquirirse paulati-namente, yendo de lo menor a lo mayor y siguiendoel modo de la enseñanza, según estas palabras (10.,c. 6): "Cualquiera, pues, que ha escuchado al Padre,y aprendido su doctrina, viene (por medio de la fe) amí." Luego el modo de atraer a los hombres al cono-cimiento de la fe y de la religión cristianas es o debeser semejante al modo de llevar a los hombres alconocimiento de la ciencia.

Queda demostrada así la proposición asentada alprincipio del párrafo 6? en la prueba 59. _

¶ Las afirmaciones aducidas son de santo Tomás(1. Par. q. 117, a.rt. 1 per to.; 2-- 2---, q. 2, art. c. yq. 6, art. 1 per to. Y 3 Sent., dist. 21, q. 2, art. 2, q1--

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1, c. infine. Y 1==- et 2==- Y De Verit., q. 11, art. 1,c. ad 1fl=- et 2m- et 12==- y art. 2, c. y q. 14, art. 11, c.Y lib. 3, c. 152, 154 Contra Gent.).

§ OCTAVO

¶ Terminados los razonamientos con que se demos-tró que el modo de atraer a los hombres a la fe essemejante al modo de atraerlos a la ciencia, faltaprobar que uno y otro modo son igualmente persua-sivos con relación al entendimiento y suavementeatrayentes o excitativos con respecto a la voluntad,como lo afirma la proposición menor puesta en la59 prueba, al principio del parrafo 69.

¶ Como se ha dicho de paso en.la exposición deotras razones, para adquirir los conocimientos de a1-guna ciencia, es menester que el hábito de losprincipios se determine y explique por medio delos sentidos, y que el maestro preste ayuda al enten-dimiento, proponiendo, explicando, aplicando, forta-leciendo, guiando, a fin de que el entendimientoagente reciba las formas o especies inteligibles y lasgrabe o imprima en el entendimiento posible. Y esevidente que todo esto requiere y supone en el dis-cípulo un estudio intenso, un esfuerzo, una aten-ción y una aplicación de la intención y demásfacultades, mediante las palabras y acción del maes-tro, lo que concuerda con aquellas palabras de losProverbios (c. 2) : “Si la buscas con el ardor con quese buscan las riquezas, y la procuras desenterrarcomo se hace con un tesoro, entonces aprenderásel temor de Dios."

Para lograr esto se requiere necesariamente quela razón y el entendimiento estén libres de la oscu-

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ridad que traen las perturbaciones producidas porlas pasiones del alma, como se dijo, para que la ra-zón pueda discurrir con rectitud y el entendimientocomprender o pronunciar su juicio con libertad.Porque la quietud del ánimo se deriva del sosiegode las pasiones, traído por el orden que impone ladeliberación de la razón humana; pero como lasconmociones súbitas e impetuosas se anticipan ala deliberación de la razón, por eso alteran y per-turban el ánimo. Así lo dice Boecio (lib. 2, Prosa 1,De Consol.: "Todo cambio repentino en las cosas, seefectúa no sin una especie de conflicto en el áni-mo." Así dice Boecio. Con evidencia se ve, pues, queson necesarias en el ánimo la quietud, la tranquili-dad y la libertad que proviene de la ausencia de lasagitaciones perturbadoras que dan origen a las pa-siones; pues una vez producido el temor, da origena la tristeza; la tristeza, al dolor interior o exterior;el dolor a la ira, y la ira a la indignación, al menos-precio y al desdén. Y cualquiera de estas pasionesatrae hacia sí toda o la mayor parte de la inten-ción; y como todas las potencias del alma radicanen la misma esencia del alma, y como cada una delas almas no tiene sino una sola intención, se infiereque, si la actividad de una potencia atrae con inten-sidad la intención del alma, es necesario que laretraiga también de la actividad de las demás po-tencias.

De lo dicho se sigue que si alguna cosa atrae haciasí toda o una gran parte de la atención del alma, nopuede tolerar la presencia de cualquiera otra cosaque requiera una grande atención. Pero el temor, latristeza, el dolor 0 la ira atraen toda 0 una granparte de la atención, con algo que repugna al ape-tito natural. Luego indudablemente será difícil, ymás aún, casi imposible que el ánimo del hombreocupado por cualquiera de las referidas perturba-118

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ciones, pueda, mientras dure tal ocupación, prestarla atención, el estudio, el esfuerzo y la necesariaaplicación a los medios con que se adquieren losconocimientos científicos; estará, por tanto, impe-dido para llegar al conocimiento de cualquieraciencia. Por consiguiente, para conocer la ciencianecesariamente se requieren en el ánimo o entendi-miento la tranquilidad, la quietud y la ausencia dela oscuridad que traen las pasiones humanas.

Consecuentemente, el instructor 0 maestro debeprecaverse diligentemente contra las perturbacionesdel temor, de la tristeza, del dolor, de la ira y delas demás pasiones semejantes. Y debe, por el con-trario, tomar el modo y camino de la inducción, dela persuasión, de la blandura, de la mansedumbre,como se ha demostrado, para convencer el entendi-miento del individuo a quien se haya propuestoinstruir ; y debe, igualmente, usar de la excitación,de la moción natural, de la atracción suave y de loshalagos, presentando y dando a conocer los bienesy utilidades (que son el objeto de la voluntad) queel discípulo ha de conseguir por medio de la ciencia.De otro modo, es imposible que el entendimientopreste su asenso a cualquiera proposición, si antesno se persuade con quietud y se lleva con tranquili-dad al fin propuesto, como queda asentado, y se vepor el Filósofo (4 Metaph.), en aquellos que yerran,particularmente acerca de los primeros principios;ni tampoco es posible que la voluntad mande queel entendimiento preste el asenso respectivo. Luegoes verdadera la proposición menor, esto es, que elmodo natural de llevar a los hombres al conocimien-to de la verdad, debe ser un modo persuasivo conrelación al entendimiento, y motivo excitativo ysuavemente atractivo con respecto a la voluntad.

¶ Con otro argumento se demuestra la misma pro-posición en la forma siguiente. Según el Filósofo

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(2 Physic.), el arte imita a la naturaleza; y por estarazón la ciencia de lo artificial tiene con los objetosartificiales la misma relación [que la naturaleza conlos objetos naturales]. La razón es, según santoTomás en el lugar citado (lec. 4), que el principiode la operación artificial es el conocimiento; ytodos nuestros conocimientos nos vienen de losobjetos sensibles y naturales por medio de los sen-tidos; y por eso, tratándose de los objetos artificia-les, obramos a semejanza de la naturaleza en suspropias operaciones. Y realmente, en tanto sonimitables los seres naturales, en cuanto la natura-leza toda está ordenada a su propio fin por un prin-cipio inteligente; pues se comprende que la natura-leza es obra de una inteligencia, como se afirmaen el libro De Causis, en atención a que se encaminaa sus fines usando de medios determinados, cosaque también imita el arte en sus operaciones. Lanaturaleza, en efecto, no es sino la razón de un arte,arte divino, comunicada a los seres naturales, encuya virtud estos mismos seres se mueven tendiendoa un fin determinado; como si el artesano construc-tor de una nave, por ejemplo, pudiera infundirle ala madera una virtud con que la misma madera pu-diera modificarse por sí misma, para darse la formade la nave.

Pero la naturaleza, según el mismo Filósofo en ellugar arriba citado, procede paulatinamente en susactividades, de manera que en las plantas y en todossus efectos no obra arrebatada, repentina o violen-tamente; sino paso a paso, paulatina y ordenada-mente, con un andar blando, lento y suave, estoes, disponiendo el sujeto o la materia, pues talesson los medios determinados que pone en ejecución.Así vemos que en la generación de los animales exis-te un determinado orden de proceder; porque el ani-mal no se forma de una vez en su principio, pues120

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se requiere la existencia del semen, en primer lugar;y este mismo semen no adquiere su madurez ins-tantáneamente, sino que, tierno al principio, vamadurando ordenadamente hasta alcanzar su per-fección. Igual proceso se advierte en las plantas,donde primero arraiga el tronco y crece; brotandespués las hojas, vienen en seguida las flores yaparecen finalmente los frutos. Y lo mismo sucedecon el fuego, que va desecando poco a poco la ma-dera, para darle a continuación la forma a la cualse encamina.

La razón de este proceso se encuentra, como diceel Filósofo en el lugar citado, en que cada uno delos seres de la naturaleza obra conforme a la apti-tud natural que tiene para obrar; y segú.n la naturalaptitud que tiene para obrar, así obra, si no encuen-tra ningún obstáculo. Esta proposición se convierteen esta forma: porque así tiene aptitud naturalpara obrar, por eso así obra, si no se presentaalgún obstáculo, según queda indicado. Esto eslo que se expresa cuando se dice que la naturalezaapetece un fin, es decir, que tiene una aptitudnatural para dirigirse a ese fin, según S. Tomás, enel lugar citado, lec. 13. Y como la naturaleza pro-cede ordenadamente pasando de lo anterior a loposterior, según se dijo también, por eso, si la na-turaleza hiciera los objetos artificiales, como, porejemplo, una casa o una nave, los haría siguiendoel mismo orden que guarda el arte; es decir, quetratándose de la casa, echaría primero los cimien-tos, levantaria después las paredes y sobrepondríafinalmente el techo; y lo mismo haría con relacióna la nave, donde primero prepararía la madera, yefectuaría a continuación todo lo demás. De estamanera procede la misma naturaleza en la produc-ción de los seres arraigados en la tierra, es decir,en las plantas; cuyas raíces, a manera de cimien-

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tos, se fijan en la tierra; cuyos troncos al modode las paredes, se elevan en alto, y cuyas hojas, aguisa de techos, sobresalen cubriendo el conjuntoinferior. Concluye de aquí el Filósofo que en el arte,lo mismo que en la naturaleza, se procede igual-mente de lo anterior a lo posterior, como claramen-te se descubre también en la salud, que puederecuperarse tanto por la naturaleza como por elarte; pues así como la naturaleza trae la saludcalentando y enfriando, así también procede el arte.Se ve ya evidentemente que, en la naturaleza, unacosa o una operación se hace por otra, esto es, quese hace lo anterior en virtud de lo posterior, de lamisma manera que en el arte.

Prosigue el Filósofo demostrando que este ordencon que la naturaleza procede en sus obras, gradualy paulatinamente de lo imperfecto a lo perfecto, esun orden necesario, porque es natural en fuerza delapetito de la misma naturaleza, que tiende a un findeterminado. Por eso, dice, se hace una cosa en aten-ción a otra, es decir, lo imperfecto y anterior sehace, se ordena a lo perfecto y posterior; y es ne-cesario que así también se proceda en el arte. Sepatentiza, por tanto, que así como en las obras de lanaturaleza se tiende al fin, gradual y paulatinamen-te, siguiendo un orden natural, porque tienen en síuna aptitud natural para ser hechas en tal forma; yporque, al contrario, como se deduce del 59 Meta-phys., la naturaleza se horroriza ante todo lo violen-to y repentino, porque está fuera de la aptitudnatural o inclinación de los seres naturales, e impidela prosecución del movimiento espontáneo ya empe-zado, o pone estorbos para que no comience, pordonde (como se dirá después) la violencia es unímpetu que hace fuerza; así también es necesarioque se proceda en las obras de arte, ordenada,gradual y paulatinamente, y no de manera arreba-122

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tada, impetuosa y violenta. Luego el arte, o el maes-tro que por medio del arte anda empeñado en comu-nicarles la ciencia a sus discípulos, si ha de imitara la naturaleza, debe proceder paulatina, blanda,suavemente y sin violencia, lo que no significa otracosa sino que, con relación a sus pequeños alumnoso discípulos, debe obrar proponiendo, animando,atrayendo, explicando, induciendo y llevando de lamano, como queda ya demostrado.

Así es, en realidad, porque, de acuerdo con elmodo natural que conviene a las criaturas racio-nales, éstos son los medios determinados con losque tienen aptitud natural para que se induzcan olleven al conocimiento de cualquier ciencia; perono con medios arrebatados, impetuosos y violen-tos que, por el contrario, estorbarían los propósitosde aprender, inten°umpiendo el curso de la instruc-ción, si ya se hubiere comenzado, o poniendo impe-dimentos para que ni siquiera se comience. Luegoel modo natural de atraer a los hombres al conoci-miento de las ciencias, es un modo persuasivo conrespecto al entendimiento, y motivo excitativo osuavemente atractivo con relación a la voluntad.

¶ Así, pues, como el modo de atraer a los hom-bres al conocimiento de la fe y de la religión es tansemejante, y mejor dicho, es igual al modo deatraerlos al conocimiento de la ciencia; en primerlugar, porque en una y otra intervienen la enseñan-za del maestro y la audición o instrucción del dis-cípulo; y porque en ambas existe la misma verdaddel conocimiento entre maestro y discípulo, puestoque el conocimiento del que aprende es una seme-janza del conocimiento que tiene el que enseña;

¶ En segundo lugar, porque en una y otra se su-pone la existencia de algunos primeros principioscomunes, naturalmente conocidos, independiente-

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mente de los principios que el hombre tiene espe-cialmente grabados acerca de Dios;

¶ En tercer lugar, por la semejanza en cuantoa la definición 0 explicación de los principios o delas verdades creíbles, y de los hábitos sobrenaturalesinfusos; en cuanto a-l modo con que se mueve elentendimiento del creyente y se encamina y llevade la potencia al acto; en cuanto a la remoción delos estorbos que se presenten y en cuanto a la nece-saria inclinación de la voluntad;

¶ Y en cuarto lugar, finalmente, porque en unay otra se ha de proceder de lo imperfecto a lo per-fecto, y es necesario, por tanto, que en uno y otra,al comenzar, se propongan las afirmaciones más sen-cillas, anteriores y de más fácil comprensión (paraque el arte imite a la naturaleza); y después las máscomplicadas, posteriores y difíciles de entenderse.Y como el modo natural de atraer a los hombresal conocimiento de la ciencia debe ser necesaria-mente un modo sosegado, tranquilo, lento y, másbien lentísimo, y que con razones persuada al enten-dimiento y con halagos excite y atraiga la voluntad;se infiere que el modo de atraer a los hombres a lafe y a la verdadera religión, debe ser, con mayornecesidad, un modo que con razones persuada alentendimiento y con delicadeza mueva y atraiga lavoluntad.

Se comprende que son más necesarias la persua-sión y la moción delicada en este caso, primero, por-que según se indicó en el párrafo 3, le son más nece-sarias al hombre la fe y la verdadera religión sinlas cuales, como escribe el Apóstol (Heb., c. 11), esun imposible agradar a Dios y salvarse, que el cono-cimiento de cualquiera ciencia, que el conocimientode todas las ciencias, que el conocimiento de cuan-tos misterios se ocultan en el cielo y en la tierra.

¶ Y en segundo lugar, porque (como también124

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se dijo en el párrafo 3?), para adquirir o poseerla fe y abrazar la religión cristiana, se requiereprincipalmente el acto de la voluntad que man-da, mueve y reduce a cautiverio el entendimien-to, determinándolo a una de las partes de la con-tradicción y a prestar su asentimiento a las verda-des de la fe; y como para ejercer este imperionecesita la voluntad de algún motor que la muevay que no es otro sino el bien conveniente, útil odecoroso, en cuya virtud elige el asentir determina-da y precisamente a una parte, lo que es adherirsea un objeto como verdadero; se deduce con clari-dad que es necesario, de una manera muy especial,que cuanto se haga con relación a los individuos quehan de creer, le sea a la voluntad apacible, grato,suave, deleitoso, amable, deseable, etc. Y estas con-diciones tienen, indudablemente, el sosiego, la tran-quilidad, la explicación dilatada y no pesada, elorden suave, el proceso lentísimo, la animación ama-ble, la inducción blanda, la conducción delicada, y,en fin, todo lo que sea tiernamente excitativo y dul-cemente atractivo; porque todos estos medios tienenuna aptitud natural para mover e inclinar la volun-tad del hombre, a la manera de un objeto propio deesta misma facultad.

Pero si se obra de otra manera, si se prescindede estos medios atrayentes que el entendimientopercibe como un bien (que es su objeto), es im-posible que la misma voluntad pueda conmoverse,por impedírselo su propia libertad que de ningunamanera puede ser obligada; y por tanto, es tambiénimposible que asienta por elección a cualquieraverdad que se le proponga. Por el contrario, si elentendimiento le presenta estos medios, no puedela voluntad dejar de quererlos e inclinarse a ellos;no puede dejar de amarlos y desearlos, movida,necesariamente, no con una necesidad de coacción,

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sino con una necesidad de su inclinación natural;y consiguientemente, se verá en la necesidad, conla necesidad que acabamos de mencionar, de mo-ver el entendimiento reduciéndolo a cautiverio; ypor aquí mandarle que asienta y se adhiera, cre-yendo, a las verdades que sobre la fe y la religiónse le propongan. En conclusión, es necesario queel modo de atraer a los hombres al conocimientode la fe y de la religión, sea un modo persuasivocon respecto al entendimiento, y excitativo y atrac-tivo con relación a la voluntad, con mucha mayor ra-zón que tratándose del modo con que se enseña o seadquiere la ciencia; un modo que, en el mayor gradoposible, sea sosegado, tranquilo, lentísimo, de suerteque sea eficaz para persuadir al entendimiento, ycon halagos mover, excitar y atraer la voluntad.Muchas de las afirmaciones asentadas son de santoTomás (1 par. q. 85, art. 3, 1==- y q. 105, art. 5, c. yq. 45, art. 8, c. y 4m- 12°-, q. 6, art. 4, c. per to. y q. 9,art. 1, c. y art. 4, c. y con más claridad en De Verit.,q. 22, art. 5, 6, 8. Y lib. 2, c. 74, y lib. 3, c. 24 ContraGent. Y super 2 Phys. lec. 4, etc.).

§ NOVENO

¶ Se demuestra, en sexto lugar, la misma proposi-ción anterior, con un argumento fundado en las de-ducciones hechas en el párrafo precedente. El modoconnatural al hombre de adquirir o enseñar la cien-cia, es el modo que se emplea cuando se imita ala naturaleza. Vemos, en efecto, que el arte imitaa la naturaleza y suple sus defectos, cuando lasfuerzas de la misma naturaleza llegan a ser inefica-ces. Esto es evidente, porque cuando falta la luzdel sol (que origina el día vulgarmente llamado126

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artificial, y que según Aristóteles [6 Topic.], es elpaso del sol sobre la tierra, y que según los astró-nomos es el tiempo que dura desde la salida del solhasta su ocaso), y llega la noche como consecuenciade la ausencia del sol, los hombres, echando manoentonces del arte, sacan luz del pedemal con la cualpueden alumbrarse y trabajar, sustituyendo conella la luz del sol. Igualmente, cuando la vista esdébil o cuando desfallece por la edad avanzada,subsanan los hombres esta deficiencia de la natura-leza con los anteojos inventados por el arte. Y lomismo sucede en otros muchísimos casos.

Se comprende, pues, que como la fe y la verdade-ra religión no pueden alcanzarse con las fuerzas dela naturaleza, puesto que son dones sobrenaturalesque exceden todas las facultades naturales; es nece-sario que para instruir a los hombres en ellastando a la naturaleza en cuanto nos sea posible,ocurramos al arte en todo aquello en que unoshombres, por la tendencia de su natural aptitud,puedan ser dispuestos, preparados, ayudados e ilu-minados por otros hombres, para que puedan reci-bir la fe y la religión. Y en realidad, como dice elFilósofo (1 Metaphys.), en todas aquellas cosas enque la naturaleza no provee o no puede proveer,todo el género humano vive ayudado de la razóny del a.rte; esto es, que la vida de los hombres seregula y conserva con el socorro de la razón y delarte. Luego es cierto que, tratándose de un negociotan grande, tan arduo y tan del todo necesario,como es el que concierne a la fe y religión cristia-nas que no pueden alcanzarse con las fuerzas na-turales, hay que usar del arte, a fin de que loshombres puedan instruirse y recibir estos dones, deacuerdo con la tendencia de la aptitud natural inhe-rente a su propia naturaleza.

¶ De lo dicho se deduce que las cosas que nos127

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son ordinarias o familiares en fuerza de algunacostumbre, nos son más conocidas, como afirma elmismo Filósofo (2 Metaphys.); y por eso sucedeque entre los hombres se aceptan aquellas cosas quese dicen de acuerdo con las costumbres; porque lascosas que son familiares en virtud de una costum-bre, se oyen con más gusto y con mayor facilidadse aceptan. Sucede así, en realidad, porque es na-tural que nos parezca justo el que se nos hablede alguna cosa del modo como estamos acostum-brados a oírla; pero si se nos dice alguna cosa queesté fuera de lo que estamos acostumbrados a oír,advertimos luego que, desde el punto de vista de laverdad, no se nos presenta semejante a lo que esta-mos acostumbrados a oír; sino que se nos presentacomo menos conocida, como más alejada de la ra-zón, y en consecuencia, como menos verdadera, sien-do todo efecto de que tal cosa está fuera de loacostumbrado. Y las cosas que no nos son familia-res, no pueden hacérsenos tales, sino en fuerza deuna frecuente repetición de los actos correspondien-tes; por donde aparece la necesidad del arte, queviene a subsanar las deficiencias de la naturaleza.

Las cosas que nos son familiares por la costum-bre, hemos dicho, nos son más conocidas. Y la razónde este hecho se encuentra en que la costumbre sereduce a una naturaleza, porque la costumbre engen-dra en nosotros un hábito que inclina del modocomo la naturaleza inclina; y por eso se dice (Lib.de Mem. et Reminis.) que la costumbre es unasegunda naturaleza. Efectivamente, por el hecho detener alguno tal naturaleza o tal hábito, tiene unadeterminada propensión para hacer o adaptarse atal 0 cual cosa; y de consiguiente, para alcanzarcualquier conocimiento, se requiere la existencia deuna proporción determinada entre el que conocey el objeto conocido.128

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De aquí concluye el Filósofo que en esta familia-ridad y en esta proporción estriba la grande fuerzaque tiene la costumbre, y lo demuestra con el ejem-plo de las leyes, hablando en esta forma: Las leyesdictadas por los hombres manifiestan por la expe-rlencia cuánta es la fuerza que tiene la costumbre;porque para que se preste asentimiento a estasleyes, influye más en fuerza de la costumbre, loque se aduce fabulosa y puerilmente, que el mismoconocimiento de la verdad. Por esta razón algunoslegisladores, para retraer a los hombres del mal yatraerlos al bien, incluyeron en sus leyes algunascosas que se conforman con la diversa manerade ser de los pueblos y naciones, aunque algunas deellas fueran frívolas y vanas. Los hombres, sin em-bargo, por haberlas oído desde su niñez, y portanto, en fuerza de la costumbre, les dan su aproba-ción mejor que al conocimiento de la verdad.

Se infiere, pues, que lo que es familiar en fuerzade alguna costumbre, se oye con mayor gusto ycon mayor facilidad se acepta; porque las cosas quenos son familiares, nos son agradables; y las cosasque no son agradables, se nos hacen agradables envirtud de la costumbre, como escribe el mismoFilósofo (1 Rhet.).

¶ Pero la costumbre es un hábito, o engendra unhábito con la repetición de actos adquiridos; elcual, si no es una naturaleza propiamente dicha, esindudablemente una forma de naturaleza, ya quela costumbre hace que las operaciones acostumbra-das sean fáciles, prontas y desembarazadas, como sila misma naturaleza les hubiera dado principio.

En consecuencia, es necesario que quien se pro-pone atraer a los hombres al conocimiento de lafe y de la religión verdaderas, que no pueden alcan-zarse con las fuerzas de la naturaleza, use de losrecursos de este arte. Es decir, que frecuentemente,

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que con la mayor frecuencia posible, proponga, ex-plique, distinga, determine y repita las verdadesque miran a la fe y a la religión; que induzca, per-suada, ruegue, suplique, imite, atraiga y lleve de lamano a los individuos que han de abrazar la fe yla religión. Y que prosiga por este camino hastaque, con la frecuente presentación, manifestación,predicación y distinción de la doctrina; oon la ex-plicación de las verdades creíbles; con el ruego, lasúplica, la inducción, la invitación, la suave atrac-ción, la conducción fácil y segu.ra; con la frecuenterepetición de estos actos, se engendre paulatinamen-te en el corazón de los oyentes una fuerza, unadisposición, una costumbre o un hábito agradableque dé origen, finahnente, a una inclinación casinatural a las verdades de la fe y de la religión. Elánimo del hombre entonces, fortalecido y dispuestocon esta inclinación, escuchará con mayor placerlas verdades mencionadas que, por estar acostum-brado a oírlas, le serán ya agradables; se alegraráde ver proporción para el conocimiento de las ver-dades de la fe que oye o se le proponen, y las acep-tará con más facilidad; y las verá, no como extrañasa la razón, sino como conformes y ajustadas a ellaen cuanto a la verdad. Y de consiguiente, a los hom-bres, aun a los idólatras e infieles, no les será tandifícil abandonar los ritos de la infidelidad y lassupersticiones de su depravada religión; y si hanrecibido ya la fe y religión verdaderas, pero tal vezcon simulación o tibieza, mudarán sinceramente deánimo, comenzando a vivir con fervor y adelantán-dose hasta conseguir un verdadero provecho.

¶ Pero para efectuar los referidos actos que danorigen a la costumbre y al hábito, son necesariosel espacio de tiempo, la quietud y la tranquili-dad; el estudio, el esfuerzo y la aplicación de laintención de las demás facultades del alma, median-130

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te las palabras y acciones del predicador o maestrode la fe, y del que exhorta, invita 0 persuade laverdadera religión. Y presupone todo esto que el áni-mo de los oyentes se haya cautivado con la suavidadde la voz, con la alegría del semblante, con la mani-festación de la mansedumbre, con la delicadeza apa-cible de las palabras, con la amable inducción ycon la benevolencia grata y deleitable, como se de-mostró en el párrafo 49.

En consecuencia, para que alguno, usando delarte e imitación de la naturaleza, pueda inducir alos hombres al conocimiento de la fe y de la ver-dadera religión, necesita emplear un modo quepersuada al entendimiento, y mueva y atraiga suave-mente la voluntad. Queda así demostrada la pro-posición.

§ DECIMO

¶ Se demuestra, en séptimo lugar, la misma propo-sición, confirmando también la razón precedente,con el ejemplo de un sabio filósofo que, empleandocierto arte, atrajo a los hombres primitivos quevivían en un estado salvaje y muy semejante al delas fieras, a un género de vida más humano, a laaceptación de la educación en las buenas costum-bres, al conocimiento de Dios y al culto de la reli-gión divina tal como existía entonces, logrando quese reunieran para vivir juntamente dentro de laconstitución y comunidad propias de las ciudades.Pudo aquel filósofo realizar esa obra dándoles aconocer su propia utilidad y los frutos que con unavida más racional habían de alcanzar, y atrayéndo-los con la elocuencia y gracia de sus palabras. Sevalió, pues, de los recursos del arte, convencido tam-

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bién de que los hombres nacen con una aptitudnatural para ser atraídos e inducidos a la virtud.

¶ Lo testifica, en efecto, Cicerón en el proemioa su Retórica antigua y en la oración en defensade P. Sestio, produciéndose en estos términos:

“Pues hubo un tiempo en que los hombres, a seme-janza de los animales salvajes, vagaban esparcidospor los campos, viviendo de la caza y sin disponernada con el dictamen de la razón, sino gobernan-dolo casi todo por la fuerza. No tenían en cuentatodavía ni el culto de la religión divina, ni losdeberes que la humanidad impone; ninguno habíavisto matrimonios contraídos conforme a las leyes,nadie sabía con certeza cuáles eran sus hijos, nihabía quien comprendiera la utilidad que podríatraerle la equidad del derecho. Así que, por el errory la ignorancia, la pasión, ciega y temeraria domina-dora del alma, abusaba de las fuerzas corporalespara satisfacer su apetito, trayendo su séquito depemìciosísimos males. Entonces un hombre, mag-nánimo sin duda y adomado de prudencia, com-prendió qué disposición había y cuánta aptitud seencerraba en el ánimo de los hombres para realizarcosas las más grandes, si hubiera alguien que laaprovechara, mejorándola con la educación. Y usan-do de medios a propósito, se dio ese hombre a latarea de reunir en un lugar y congregar aquelloshombres dispersos por los campos y ocultos enselváticos albergues; e induciéndolos a todo lo quefuera útil y honesto, de fieros e inhumanos comoeran, pudo hacerlos tratables y apacibles, contra-diciendo ellos el principio por la falta de costum-bre, y escuchando después con más empeño, envista de la razón y por el convencimiento de lapalabra.

"Y segím mi parecer, no fue una elocuencia calla-da y pobre la que en breve tiempo logró apartar132

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aquellos hombres de sus antiguas costumbres, redu-ciéndolos a modos diversos de vivir; y más toda-vía, que, fundadas ya las ciudades, lograra queaprendieran a guardar fidelidad y a mantenersedentro de los límites de la justicia; a acostumbrar-se a obedecer de su voluntad a los demás y a juz-gar que no sólo había que fatigarse, sino tambiéndar la vida cuando el bienestar común lo exigiera.¿Y era posible dar cima a tal empresa si los hom-bres no hubieran podido persuadir con la elocuenciacreada con la razón?

"Sin una persuasión insinuada con razonamientosgraves y delicados, es indudable que nadie, gozandode un grande poder apoyado en la fuerza, habríaquerido someterse a una autoridad sin ser forzado,consintiendo en igualarse con aquellos a quienespodia superar, y renunciando voluntariamente a susdeliciosísimas costumbres, sobre todo cuando ha-bían adquirido ya la fuerza de una naturaleza porsu larga duración”, etc. Esto dice Tulio.

¶ He aquí la eficacia del arte. Con palabras lle-nas de dulzura, con la persuasión cariñosa y lenta,oportuna y delicada, pudo aquel hombre prudenteconvertir bestias en hombres, incitando con razonessu entendimiento, y conmoviendo y atrayendo sudepravada voluntad. No, por cierto, con el ímpetuo violencia de las armas, sino con la fuerza de lamisma razón natural, que pudo obrar aun contrala segunda naturaleza misma, esto es, contra lacostumbre inveterada. Logró su intento, moviendo,induciendo, persuadiendo afectuosamente a aquelloshombres de costumbres depravadas y de vida erran-te como la de las fieras, primero, a escuchar yentender las cosas provechosas de que les hablaba;en seguida [a pasar] de una vida salvaje a otra decostumbres apacibles; después, a reunirse en unmismo lugar y formar agrupaciones que posterior-

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mente se llamaron ciudades; a amar la justicia, laequidad y la virtud; y, finalmente, a reverenciarla fe, esto es, a Dios.

¶ También el moral Plutarco (lib. 1 De Placít.Philos., c. 7) refiere el mismo hecho, aunque breve-mente, diciendo: “Pues hubo un tiempo en que loshombres vivian una vida desenfrenada, salvaje yseñora de la violencia. Esta vida ilegal, es decir,fuera de toda ley, fue desapareciendo con la intro-ducción de las leyes: y después, teniendo ya lasleyes suficiencia para evitar los delitos públicos,sucedía, sin embargo, que muchos delinquían priva-damente. Surgió entonces un hombre inteligente querebatió el error, poniendo la verdad en sus justostérminos y persuadiendo a los hombres que habíaun Dios que vivia con una vida que nunca enveje-cía; quien oye y ve esto y tiene bastante inteligen-cia", etc.

Proceder paulatinamente, con delicadeza y suavi-dad, de lo imperfecto y menor a lo perfecto y mayoren la doctrina o enseñanza religiosa, he aquí el arteo el orden con que, aun a juicio de los paganosguiados, sin embargo, con la luz de la razón, seinduce a los hombres, así sean los más bárbaros, losmás salvajes y los más semejantes a las bestias, alconocimiento de la fe y de la religión. Pero estemodo es el más conveniente y connatural al hom-bre; luego es un modo que persuade al entendi-miento y atrae suavemente la voluntad. Y quedaasí comprobada la misma proposición.

¶ Lo que arriba hemos concluido se confirma,con un ejemplo notable y muy hermoso, no muydiferente de los que acabamos de mencionar.

¶ Se lee de un rey de Babilonia llamado Evomel-sadac, que era tan cruel, tan maligno y tan tirano,que llegó al extremo de hacer que se despedazarael cuerpo de su padre en mil fragmentos, mandando134

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que se dieran a otros tantos buitres, temiendo queresucitara. Nunca podía oír de nadie, ni menos acep-tar, ningún consejo o alguna reprensión por su vidaperversa; antes por el contrario, maltrataba frecuen-temente a quienes lo aconsejaban o reprendían, noescapando con vida algunos de ellos.

Viendo esto un filósofo llamado Jerses, se propusoreducirlo a una vida racional con el juego de aje-drez que había inventado. Al efecto, comenzó porenseñar el juego a los camareros y servidores quesabía que eran más amados del rey y andaban máscerca de él atendiendo a su servicio, y jugaba amenudo con ellos en presencia del mismo rey. Mu-cho le agradó a éste aquel juego y quiso aprenderlo,diciéndole al filósofo que se lo enseñara. Contestóel filósofo manifestando que no podía aprenderlo, ano ser que se convirtiera en un discípulo, en lo queconvino el rey. Entonces el filósofo comenzó a ense-ñarle las propiedades del juego del ajedrez, descri-biéndole al mismo tiempo con toda claridad lascostumbres del mismo rey y las de sus servidores,familiares, jueces, oficiales, militares y demás per-sonas de la casa real, así como las calamidades y latiranía que el reino estaba sufriendo. El rey, dán-dose cuenta de la prudencia y habilidad del filósofo,le preglmtó con mandamiento conminatorio, por quéhabía inventado aquel juego. ¡Oh, señor y rey mío!,deseo ver que tu vida sea una vida gloriosa, lo queno podré alcanzar hasta que te vea señalado por tuamor a la justicia y por tus costumbres humanas,para que el pueblo te ame; desearía, pues, que fue-ras otro y que te dominaras primero a ti mismo, túque dominas a otros con injusticia y violencia; pueses justo que puedas mandarte a ti mismo lo quequieras mandar a los demás; y ten presente que losgobiernos que obran con violencia no pueden durarmucho tiempo.

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Con estas palabras y otras semejantes logró re-ducir al rey a los términos de las buenas costum-bres y a una vida razonable y disciplinada.

¶ Podemos aplicar esta relación a la vida de cua-lesquiera personas. Porque nuestra vida es como eljuego del ajedrez, donde sucede a menudo que quiencree que va a ganar, pierde el juego; porque volun-tariamente deja que le quiten parte de su familia, eigualmente puede ser muerto por su adversario encualquier ángulo del tablero. Y aplicando a nuestrointento el ejemplo apuntado, decimos que aquel reybabilónico es la razón humana que ha de gobemarlotodo; la reina es la carne, y la familia son los sen-tidos y los bienes naturales y fortuitos. Luego se levan quitando al hombre poco a pocos estos bienes,esto es, se van reduciendo a los términos de larazón y de la virtud. Y entonces un hombre pruden-te, un solicito maestro o predicador cuyas entrañasarden en la caridad y celo del honor divino y dela salvación de las almas, como si jugara y fueraperdiendo algo de lo suyo, esto es, con su humil-dad, su mansedumbre y su paciencia; con el sufri-miento del hambre, de la sed y de otros trabajos;con las adversidades provenientes de su mala ybuena fama, llevado todo en paciencia por amor aDios y al prójimo, se gana al mismo rey, es decir,a la razón humana, obrando prudentemente confor-me a las circunstancias de lugar y tiempo, y usandode medios convenientes y naturales a la criaturaracional de acuerdo con la condición de la natura-leza humana; y lo persuade dulce, delicada y suave-mente a aceptar los bienes y frutos consiguientes,principalmente los que se refieren a la fe y a lareligión. De esta manera va dominando paulatina-mente la insolencia y rebeldía de los sentidos indis-ciplinados, la imprudencia de la carne, la presun-ción humana y también los errores de los hombres136

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cuya mente está oscurecida con la ignorancia de lasverdades divinas; hasta que, finahnente, con lahabilidad de un juego especial, toda la familia realse somete a las normas de la disciplina, a la reformade las costumbres y a las verdades de la fe y de lareligión. Por donde el rey, esto es, la razón del hom-bre indisciplinado y la de aquel que yace en las tinie-blas de la infidelidad, creyendo que va a ganar eljuego, es decir, que va a persistir en su mala vidao en la ceguedad de sus errores, verá que el adver-sario de su sensualidad y de sus demás defectos, quesinceramente busca su salvación, es el que ha triun-fado al fin, ganándolo todo para Dios.

Asi como las gotas que continua y paulatinamentecaen sobre un duro peñasco suelen al fin excavarlo;así también la instrucción frecuente y continua, dul-ce y suave, y la corrección oportuna y perseverantedestilada paulatinamente y presentada con delica-deza, dulzura y humildad, suele algunas veces pe-netrar, iluminar, conmover, purificar de sus críme-nes, disipar las tinieblas de su impiedad y reduciral camino de la salvación y de la verdad, aun a lospecadores más culpables y criminales, y a los hom-bres más endurecidos y más sumergidos en loserrores de la infidelidad. Con lo dicho se demuestrasuficientemente la proposición anterior.

§ UNDECIMO

¶ Octava prueba fundada en el segundo modo deprobar, o sea en los ejemplos. En la enseñanzade la fe y religión cristianas hay que adoptar ypracticar el mismo modo que en la enseñanza y con-servación del culto y religión del verdadero Dios

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observaron y practicaron los antiguos santos pa-dres, así como los que en los tiempos subsiguientesles sucedieron en la Iglesia de Dios, en sus tres esta-dos. Pero ese modo fue persuasivo en relación conel entendimiento, y excitativo y suavemente atrac-tivo en cuanto a la voluntad. Luego el modo de en-señarles a los hombres la fe y religión cristianases, o debe ser, un modo persuasivo con relación alentendimiento, y excitativo y suavemente atractivocon respecto a la voluntad.

Es evidente la consecuencia. La proposición ma-yor se demuestra así: La fe de los antiguos creyen-tes, la de los que posteriormente les sucedieron, yla nuestra, es la misma y única fe; esto es, la fe delos hombres que vivieron antes de la Ley, durantela Ley, y actualmente en la Ley de gracia. Porqueen estos tres estados se enseñaron y se enseñan lasmismas verdades que se refieren a la fe de la Divi-nidad. Así lo testifica el Apóstol diciendo que cree-mos teniendo el mismo espíritu de fe (11 Cor., c. 4).De donde se sigue que la fe correspondiente acualquiera de estos tres tiempos o estados es lamisma y la única; y de consiguiente, es necesarioque uno sea también el modo de enseñarla. Y auncuando la fe haya venido desenvolviéndose hastael estado de gracia en cuanto a la explicación delas verdades creíbles, no por eso puede concluirseque haya sido necesario variar el modo de enseñar-la. Además, como los antiguos santos padres se ins-truyeron proféticamente en las verdades concernien-tes a la fe de la Divinidad, como se lee en la Epís-tola de san Pedro (29, c. 1), donde dice que aque-llos santos varones de Dios hablaron inspirados porel Espíritu Santo, hay que creer que también fueroniluminados con relación al modo de enseñar e ins-truir a los hombres en la fe. Luego en la enseñanzade la fe y de la religión hay que seguir y practicar138

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el modo que aquellos padres observaron y emplea-ron en la enseñanza y conservación del culto y de lareligión del único Dios verdadero.

¶ Se demuestra igualmente la proposición menorcon lo que aquellos santos padres practicaron conlos hombres a quienes habían de atraer e instruiren la fe y religión, en los tres diversos tiempos oestados que se han mencionado. Porque, como dicesan Agustín (lib. 10, c. 14, De Civ. Dei, y lib. 83,Quaest. q. 53), la Providencia divina lo gobiernatodo con hermosura; y así, la serie de todas lasgeneraciones, desde Adán hasta el fin de los tiem-pos, se gobierna como la vida de un hombre desdesu niñez hasta su ancianidad, dividiendo en diver-sos periodos de edad el tiempo de su duración. Yen cuanto al Pueblo de Dios, la recta doctrina inicialvino ensanchándose en el conocimiento y culto delverdadero Dios, con nuevas enseñanzas acomodadasa determinados tiempos, como a periodos diversosde edad, y -con la influencia de algunas personasadaptadas a cada uno de aquellos mismos tiempos.Y como el Pueblo de Dios era pequeñísimo en susprimeros años, o mejor dicho, no era un pueblo,sino la reunión de algunos individuos o familiasescogidas de donde había de nacer el Redentor delmundo, y que eran las que adoraban a Dios conuna fe verdadera y con buenas obras, mientras todoslos demás hombres declinaban a una infame e igno-miniosa vida, durante la primera edad, y a la idola-tría durante la seglmda, por eso bastaba que elmodo de enseñar e instruir a los hombres en la fey en la religión fuera patemal, o sea una enseñanza amanera de patemal exhortación.

Así piensa santo Tomás cuando dice (3 Par. q. 70,art. 2) que los padres que vivieron antes de la Leyinstruian a sus familias en las cosas divinas con elmodo de una exhortación paternal. Y así también

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lo dijo el Señor a Abraham (Gn., c. 18): que hade mandar a sus hijos, y a su familia después desí, que guarden el camino del Señor", adorando alverdadero Dios y no declinando a los ídolos, "yobren según rectitud y justicia", portándose biencon el prójimo, dándole lo que es suyo y no qui-tándole nada. San Agustín, por su parte, escribe(lib. 19, c. 16 De Civ. Dei): "Por lo cual, aunquenuestros padres que vivían conforme a la justiciatenían siervos, de tal modo administraban la pazdoméstica que, en cuanto a los bienes materiales,distinguían el estado de sus hijos, de la condiciónde sus siervos; pero en lo que mira a la adoracióna Dios, en quien han de esperarse los bienes eternos,atendlan con igual amor a todos los miembros desu familia." Y continúa un poco adelante: “Y losque obran como verdaderos padres de familia, cui-dan de que todos los individuos que forman lafamilia, como verdaderos hijos, tributen culto aDios, haciéndose dignos de El y ansiando llegar a lamansión celestial", etc. Esto dice san Agustín.

¶ Este modo de exhortación paternal es natural-mente persuasivo con respecto al entendimiento yexcitativo y atractivo con relación a la voluntad; esun modo quieto, blando, tranquilo y dulce; supli-cante, lento y no repentino ni turbulento; razonabley atrayente, como de sí y de lo anterionnente dichose desprende.

De este sentir es también el Filósofo (2 Oecon.),quien al exponer las diferentes leyes referentes algobierno doméstico, dice que los Padres de familiadeben ingeniarse para gobernar a los miembros desu casa con benignidad y mansedumbre. Y el Após-tol (Ts. 1, c. 2) indica el modo de la exhortaciónpaternal diciendo: “Más bien nos hicimos párvuloso mansos y suaves en medio de vosotros, como unamadre que está criando, llena de ternura para con140

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sus hijos; de tal manera apasionados por vosotros,que deseábamos con ansia comunicaros no sólo elevangelio de Dios, sino daros también hasta la mis-ma vida: tan queridos llegasteis a ser de nosotros. _ _Testigos sois vosotros, y también Dios, de cuánsanta, y justa, y sin querella alguna fue nuestramansión entre vosotros, que habéis abrazado la fe,sabiendo como sabéis que nos hemos portado concada uno de vosotros (a la manera que un padrecon sus hijos), amonestándoos, consolándoos, y con-jurándoos a llevar una vida digna de Dios, que osha llamado a su reino y gloria."

¶ Jesucristo muestra el modo de esta paternalexhortación en la parábola del Hijo pródigo (Lc.,c. 15), donde introduce un padre que viendo delejos a su hijo que había vivido una vida pródigay harto culpable, movido de sus entrañas de mise-ricordia, corre a su encuentro y echándole los brazosal cuello, lo besa. Después, como el otro hijo quenunca había desobedecido los mandatos de su padrese había indignado por el banquete celebrado porel regreso de su pródigo hermano, y se negaba aentrar a la presencia de su padre; saliendo éstefuera, comenzó a instarlo con ruegos, procurandopersuadirlo con razones y atraerlo con blandura,amabilidad y dulzura, diciéndole: Hijo mío, tú siem-pre estás conmigo y todos los bienes míos son tu-yos; pero era muy justo el tener un banquete yregocijarnos, por cuanto este tu hermano habíamuerto y ha resucitado, estaba perdido y ha sidohallado.

¶ Con evidencia se infiere de lo aducido que elmodo natural y propio de la instrucción y exhorta-ción paternales, es delicado y dulce, lleno de blan-dura y amor, e igualmente atractivo y suplicante;y, por consiguiente, un modo que persuade al enten-dimiento y excita y atrae suavemente la voluntad.

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¶ Es de creerse que el primer hombre, Adán, usóde este modo paternal en la instrucción de sus hijosy demás descendientes, durante el tiempo de suvida. Este modo empleó también Set, su tercerhijo, de quien dice Josefo (lib. 1, c. 4 Antiq. Iud),que, criado y llegado a la edad en que podía yadiscernir los bienes que la virtud requiere, comoera un varón egregio, obró de manera que pudodejar hijos imitadores de sus virtudes. Siendo, pues,un varón egregio y amante de la virtud y que dejóhijos que lo irnitaron, por la eficacia de la doctrinaque recibieron, hay que concluir acerca de tal hom-bre que, en la instrucción de sus hijos, no se apartódel modo con que naturalmente instruyen los padresa sus hijos.

¶ Lo mismo debe admitirse tratándose de lospadres que le sucedieron hasta Noé inclusive.

¶ De este último padre dice Beroso (lib. 3, Anti-quit.) que en Armenia, una vez que desaparecieronlas aguas del diluvio, instruyó a las gentes en lateología y en los ritos sagrados, enseñándoles tam-bién la sabiduría humana; y que su mujer Arecia,Titea o Esta, de donde se deriva el nombre de Vesta,les enseñó a unas doncellas el modo de conservarinextinguible el fuego sagrado. Pero el enseñar llevaconsigo la necesidad de un modo que persuada alentendimiento y excite la voluntad, como quedó de-mostrado en el párrafo 6?. Luego en la enseñanzade la fe y de la religión, Noé y su mujer usaron deun modo conveniente y connatural con la criaturahumana; y, en consecuencia, de un modo de exhor-tación paternal o sea de un modo que persuade alentendimiento, y exhorta, mueve y atrae suavementela voluntad.

¶ Queda ya demostrado con los testimonios de laSagrada Escritura cómo o de cuál modo usó Abra-ham para enseñarles a sus hijos las verdades de la142

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religión, que no fue otro sino el de la exhortaciónpatemal.

¶ El mismo juicio ha de formarse acerca de suhijo Isaac y de su nieto Jacob, puesto que fueronvarones santísimos y amadísimos de Dios. Se ve queJacob empleó el modo de una exhortación paternal,cuando, conociendo que iba a morir, llamó a todossus hijos y les dijo: “Juntaos todos aquí, a fin deque os anuncie las cosas que han de sucederos enlos días venideros. Reuníos, y oíd, hijos de Jacob,escuchad a Israel vuestro padre" (Gn., c. 49). Ydespués de la muerte de Jacob, José su hijo leshabló a sus once hermanos con estas palabras: “Notemáis pues: yo os mantendré a vosotros y a vues-tros hijos. Y los consoló y habló con expresionesblandas y amorosas" (Gn., c. 50). Vemos en estaspalabras que el modo de hablar que emplearon aque-llos padres adornados de prudencia, fue blando ydelicadísimo y, por consiguiente, persuasivo en cuan-to al entendimiento y suavemente atractivo con rela-ción a la voluntad; y debemos admitir que aquellosvarones fueron solícitos, tratándose principalmentede la enseñanza y de la fe y de la religión.

Una comprobación manifiesta de lo que venimosafirmando se encuentra en lo que acerca de losdoce patriarcas se escribió; pues en los testamentosde cada uno de ellos se lee lo que Roberto, obispolincolinense, tradujo del griego en latín, y que men-ciona Vicente, aunque con brevedad (Spec., lib. 2,c. 125 y sig.). En estos testamentos se descubre queaquellos patriarcas, estando próximos a su muerte,exhortaban a sus hijos a practicar el culto divino yejercer las virtudes, sirviéndose de la persuasióny de una atracción delicada, deduciéndose de aquique éste era el modo con que, mientras vivian, exhor-taban a los miembros de sus familias.

¶ Rubén les habló de esta manera a sus hijos:1,-fx L 143

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"Oíd, hermanos mios, escuchad todo lo que osmando, yo Rubén, vuestro padre. Ved aquí que hoyos digo, poniendo al Dios del cielo por testigo,que no viváis en la maldad de la juventud, ni osdeis a la fornicación en que yo me fundí, mancillan-do el lecho de mi padre Jacob." Y profetizandoacerca de la venida de Cristo, dice mucho más ade-lante: “Obedeced a Levi, porque él conocerá la leydel Señor y distribuirá la justicia y los sacrificiosen todo Israel, hasta la consumación de los tiem-pos ; de Cristo príncipe de los sacerdotes", etc. Estodice Rubén.

¶ Simeón, entre otras cosas, dijo: "Guardaos, hi-jos míos, de todo celo y de toda envidia; obrad consencillez de ánimo y con buen corazón, pensandoen el pad-re de vuestro padre, a fin de que derramesobre vuestras cabezas la gracia, la gloria y la ben-dición, como lo veis en él mismo." Y profetizandoacerca de Cristo, dice adelante: “Entonces la tierratoda se verá libre de tribulaciones, y todos cuantosestán bajo el cielo se verán libres de la guerra; en-tonces será glorificado Adán, cuando el gran señorDios de Israel aparezca en la tierra como hombre,salvando a Adán en él. Entonces serán conculcadostodos los espiritus del mal, y sobre todos los espí-ritus perniciosos reinarán los hombres; entoncessurgiré lleno de alegría y bendeciré al Altísimo porsus maravillas. Porque Dios, tomando cuerpo hu-mano y comiendo con los hombres, salvará a losmismos hombres. Y ahora os digo, hijitos mios,obedeced a Levi y por Judá os veréis libertados; yno os alcéis contra estas dos tribus, porque de ellasnacerá la salvación de Dios. Pues el Señor haráque de Levi surja el príncipe de los sacerdotes yde Judá el rey Dios y Hombre” (es decir, Cristo, quefue sacerdote de la tribu de Levi y rey de la tribude Judá). Y prosigue diciendo: “Así salvará a todas144

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las naciones y a la raza de Israel. Por eso os doy to-dos estos mandamientos, para que a vuestra vezlos deis a vuestros hijos y los observen de genera-ción en generación", etc. Así habló Simeón.

Con evidencia da a entender que vio en espíritula encarnación del Hijo de Dios, Cristo, que, se-gún la carne, habia de descender de dos tribus, lade Leví y la de Judá; y que vio también la reden-ción del género humano.

¶ Leví predijo a sus hijos congregados en su pre-sencia muchas cosas sobre la venida de Cristo, sobresu pasión, resurrección y segunda venida, de dondetomamos lo siguiente. Introduciendo un ángel quele habla, dice: "El ángel me dijo: estarás cerca delSeñor y serás su ministro; anunciarás sus misteriosa los hombres, y predicarás sobre el Libertador deIsrael que ha de venir. Y de tu descendencia, Levi,y de la descendencia de Judá saldrá y apareceráante los hombres el Señor, y por vosotros salvaráa todo el género humano; y tú vivirás de la partedel Señor." Y prosigue adelante: "Asi, pues, cuandoel Señor nos dirija sus miradas, todos nosotros nosconmoveremos; y los cielos y la tierra y los abismosse conmoverán ante su grandeza." Y más adelante:"Hasta que Dios visite todas las naciones con lasentrañas misericordiosas de su Hijo, que será parasiempre. Pero tus hijos pondrán las manos en Elpara crucificarlo, y por eso se te da consejo einteligencia, para que procures que tus hijos loconozcan; porque será bendito aquel a quien Elbendijere, y perecerán todos los que delante deEl maldijeren."

Todas las anteriores son palabras que el ángel ledirige a Levi. Y el mismo Levi, después de un largodiscurso, dice: "Y ahora, hijos míos, os mando quetemáis al Señor vuestro Dios de todo vuestro corazóny que obréis con sencillez, conformándoos con todas

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sus leyes. Ensenad a vuestros hijos las letras paraque entiendan durante toda su vida, leyendo ince-santemente la ley de Dios; porque todo el que conoz-ca la ley de Dios será honrado y no será peregrinoen cualquiera parte adonde vaya. Practicad la virtud,hijos míos, en la tierra, para que enoontréis la feli-cidad en el cielo; sembrad el bien en vuestras al-mas, para que encontréis el de vuestra vida. Porquesi sembráìs el mal hallaréis y cosecharéis toda suer-te de tribulaciones.

"Y ahora os digo, hijos míos, que he sabido porla escritura de Enoc, que en los últimos días obra-réis impíamente contra el Señor; que con toda mali-cia pondréis las manos en él, y que por vosotrosserán confundidos vuestros hermanos y serán lairrisión de todos los pueblos. Pero vuestro padreIsrael no se manchará con la impiedad de los prín-cipes de los sacerdotes que pondrán sus manos enel Salvador del mundo." Y más adelante dice: “Hevisto ahora en el libro de Enoc que andaréis erran-tes durante setenta semanas; que manoharéis elsacerdocio y profanaréis los sacrificios; que concul-caréis la ley y despreciaréis las palabras de losprofetas; que en medio de vuestra perversidad per-seguiréis a los hombres justos y odiaréis a los piado-sos; que detestaréis las palabras de quienes os diganla verdad y llarnaréis mentiroso al hombre que ven-drá a renovar la ley en virtud del Altísimo. A estehombre, después de haberle puesto precio, le daréismuerte al fin, no sabiendo que ha de resucitar; ysu sangre inocente, por vuestra malicia, caerá sobrevuestras cabezas. Por El quedará vuestro santuarioabandonado y profanado hasta su mismo pavi-mento."

Y prosigue más adelante: “Dios entonces hará quesurja un nuevo sacerdote, a quien le serán reveladastodas las palabras del Señor; él juzgará en la tierra146

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con verdad durante todos los tiempos, y reinará lapaz sobre la tierra. Los cielos se abrirán, y del tem-plo de la gloria descenderá hasta él la santificaciónmanifestada con una voz paternal, como la de nues-tro padre Abraham a su hijo Isaac. Y la gloria delAltísimo estará en él, y en él reposará el espíritude inteligencia y de santificación con que comuni-cará a sus hijos la magnificencia del Señor, en ver-dad y para siempre; y no tendrá jamás sucesión entoda la serie de las generaciones futuras. Con susacerdocio desaparecerán todos los pecados; los in-justos se alejarán de la maldad y los justos descan-sarán en él; y él mismo abrirá las puertas delparaíso", etcétera.

Así les habló a sus hijos el patriarca Levi. Y con-siderando sus palabras, no hay necesidad de insi-nuar cuán manifiesta y claramente haya profetizadosobre la encarnación del Hijo de Dios; sobre supasión, su muerte y su resurrección; sobre la perfi-dia, la calumnia, la conjuración y el crimen quecontra él cometieron los judíos; sobre su reino, susacerdocio y sobre la duración de éste hasta el díadel juicio final.

Cosa extraña es y digna de admiración a la vezque de consuelo para la inteligencia y la fe de loscristianos, que la maliciosa ceguedad de aquel pue-blo haya llegado al extremo de no comprender unasprofecías tan evidentes como éstas, y otras muchí-simas, cegándolos su malicia, como también estabaprofetizado (Is., c. 6), (Sab., c. 2), y en otros muchoslugares de las Sagradas Escrituras.

§ DUODECIMO1 Asimismo les habló Judá a sus hijos en un largodiscurso, diciéndoles entre otras muchas cosas que

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por brevedad omitimos, lo siguiente: “Y ahora, hijosmíos, amad a Leví para que podáis perseverar, yno os alcéis contra él para que no perezcáis. El Se-ñor me dio a mí el imperio, y el sacerdocio a él, ysubordinó el imperio al sacerdocio; a Leví le dio elsacerdocio y el imperio a Judá, y sometió el impe-rio al sacerdocio; me dio a mí lo que está en latierra, y a él lo que está en el cielo; y como sobrepu-ja el cielo a la tierra, así sobrepuja el sacerdocio alimperio que está en la tierra. El Señor lo eligió tam-bién con preferencia a ti, para que esté cerca de él ypara que participe de su mesa y de las primicias delos hijos de Israel; y tú serás para el como el mar."Y prosigue adelante: “Después de estas cosas osnacerá en paz un astro de la raza de Jacob, y de midescendencia surgirá un hombre como sol de justi-cia; y andará con los hombres lleno de mansedum-bre y de santidad, y no se hallará en él pecadoalguno. Y se abrirán los cielos sobre él para derra-mar el espíritu de bendición que viene del Padre, yderramará sobre vosotros el espíritu de la gracia;y seréis sus hijos en verdad, y guardaréis todos suspreceptos desde el primero hasta el último. Estees el Hijo del altísimo Dios, y éste es la fuente devida para todos los hombres; entonces resplandece-rá el cetro de mi reino, y de vuestra raza surgiráel instrumento de la plantación; con él se alzará lavara de la justicia para los pueblos, a fin de juzgary salvar a todos cuantos lo invoquen.” Y continúadespués: "Guardad, pues, hijos mios, todas las le-yes del Señor, porque él es la esperanza de todos losque aman sus caminos." Esto dijo el patriarca Judá.

¶ E Issachar comenzó a hablar de este modo asus hijos: “Oíd, hijos de Issachar, a vuestro padre;prestad oídos a las palabras del amado del Señor."Y más adelante prosigue: "Vivid con sencillez decorazón, pues por ella he conocido la complacencia1451

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del Señor. El hombre sencillo no ambiciona las ri-quezas, ni toma los bienes de su prójimo; no apete-ce ricos manjares, ni busca variedad de vestidos ; nose promete largos años de vida, sino que acepta úni-camente la voluntad de Dios; y nada pueden contraél los espíritus de la maldad. Guardad, pues, hijosmíos, la ley del Señor, conservad la sencillez y vividcon inocencia; no os limitéis a contemplar los man-datos del Señor y las acciones del prójimo, sino que,yendo adelante, amad a Dios y a vuestro prójimo ycompadeceos del pobre y del enfenno." Y luego:"Entre los hijos de Jacob el Señor ha glorificadoa Leví y a Judá, pues entre ellos repartió Dios suherencia dándole a uno el sacerdocio y al otro elimperio. Obedecedlos, por tanto, y vivid con aquellasencillez con que vuestro padre vivió.

"He sabido, hijos míos, que en los últimos tiem-pos abandonarán vuestros hijos la sencillez y seapegarán a la avaricia." Y más adelante dice: "De-cidles, pues, a vuestros hijos que cuanto antes sevuelvan al Señor, porque el Señor es misericordio-so.” Y dice después: "Yo, fuera de mi esposa, aninguna otra he conocido, ni he deseado nada decuanto deseable tiene el prójimo; no ha morado elengaño en mi corazón, ni ha salido de mis labiosla mentira; con el hombre contristado he gemido, yhe compartido mi pan con el pobre, no comiendoyo solo; no he traspasado los límites, y he ejercido lapiedad en todos los días de mi vida; con toda la in-tensìdad de mi alma he amado la verdad del Señor,y como a hijos míos he amado a todos los hombres.Y si vosotros, hijos míos, practicáis todas estascosas, huirán de vosotros todos los espíritus malig-nos, y tendréis, en cambio, al Dios de los cielosen vuestro corazón", etcétera.

¶ Zabulón a su vez, después de haber habladocopiosamente de la crueldad que sus hermanos co-

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metieron contra José execrándola y encomiandograndemente la comniseración y la misericordia, diceal fin: "Y ahora, hijos míos, os digo que observéislos mandatos del Señor y uséis de misericordia nosólo con todos los hombres, sino también con lascriaturas irracionales; pues por eso me bendijo elSeñor, y, estando enfermos todos mis hermanos, fuiyo el único que quedé sano, porque conoció Dioscuál fue la elección que cada uno había hecho. Te-ned, por tanto, hijos míos, entrañas de misericor-dia; porque así como el hombre obre con su próji-mo, así obrará Dios con él." Y más adelante: “Porqueel que da a su prójimo, recibirá multiplicado lo quehaya dado." Y dice más abajo: "He visto en la escri-tura de mis padres que en los días últimos osalejaréis del Señor, y os dividiréis en Israel; que se-guiréis a dos reyes, y cometeréis toda suerte deabominaciones; que adoraréis toda clase de ídolos, yvuestros enemigos os reducirán a cautiverio; quedespués de esto os acordaréis del Señor y os arre-pentìréis, y El os convertirá, porque es compasivoy misericordioso." Más adelante continúa: “Y des-pués que haya sucedido esto, os nacerá el mismoDios que en sus alas traerá luz de santidad, desalvación y de misericordia. El redimirá a los hijosde los hombres de todo cautiverio en que los espíri-tus malignos los tengan; y conculcará a todos losespíritus de la maldad y convertirá a todos los pue-blos para que lo imiten; y veréis a Dios en formade hombre, porque Dios eligió a Jerusalén y le diosu nombre. Y nuevamente provocaréis su ira con lamalicia de vuestras palabras, y seréis desechadoshasta el día de la consumación."

¶ El patriarca Dan habló asi: "Oíd, hijos de Dan,todos mis discursos; prestad oídos a las palabrasde vuestro padre. Durante toda mi vida he apro-bado en mi corazón lo que es bueno, porque le150

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complace a Dios la verdad acompañada de las bue-nas obras; he detestado el daño, la mentira y laira, porque son cosas que enseñan al hombre todasuerte de maldades. Os confieso ahora, hijos mios,que en lo íntimo de mi corazón me alegré de lamuerte de José, hombre amante de la verdad y delbien, y que me regocijaba de su bendición, porquenuestro padre lo amaba más que a nosotros." Des-pués de hablar abundantemente en detestación de laira y del celo o envidia, prosigue con estas palabras:“Guardad, pues, hijos mios, los mandamientos delSeñor y observad su. ley; huid y aborreced la men-tira, para que el Señor habite en vosotros." Y másadelante: “Os nacerá de las tribus de Judá y deLevi el Salvador del Señor; El hará la guerra contrael demonio, y les dará a vuestros jóvenes la victoriade la venganza; El dará libertad a las almas cauti-vas de los santos, y convertirá vuestros corazonesincrédulos al Señor; El les dará una paz eterna aquienes lo invoquen, y los santos descansarán en El,y los justos se alegrarán con la nueva Jerusalén,que durará eternamente para glorificar a Dios. Jeru-salén no sufrirá más la desolación, ni el cautiverioIsrael, porque el Señor estará con ellos viviendoentre los hombres; y el santo de Israel reinará sobreellos con humildad y pobreza; y el que crea en El,reinará de verdad en el cielo. Así, pues, hijos mios,temed al Señor." Y continúa un poco adelante:“Y estará su nombre en todos los lugares de Israel, ycomo salvador estará en medio de los pueblos. Loque habéis escuchado de vuestro padre enseñadlotambién a vuestros hijos, para que os reciba el Pa-dre de las naciones; porque es veraz y magnánimo,afable y humilde, y enseña con sus obras la ley delSeñor.” Así habló Dan.

¶ También Neftalí, una vez reimidos sus hijos,comenzó a hablarles con estas palabras: "0íd, hijos

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míos, hijos de Neftalí: a su imagen creó Dios atodos los hombres, guardando un orden detennina-do. El Sol, la Luna y las estrellas no alteran el ordenque se les ha impuesto; tampoco alteréis vosotrosla ley de Dios con el desorden de vuestros actos.Los pueblos, engañándose y abandonando al Señor,han trastornado el orden y han ido en pos de laspiedras y de los leños, siguiendo el espíritu delerror; pero vosotros, hijos míos, no obréis así; porel contrario, reconoced al único Dios verdadero." Ydice más adelante: "He aqui, hijos míos, que oshe mostrado los últimos tiempos, y todo se realizaráen Israel. Mandad, pues, que vuestros hijos ayudena Levi y a Judá, porque de Judá' nacerá la salva-ción de Israel y por él será bendecido Jacob; puespor su cetro aparecerá Dios y habitará en la tierracon los hombres, para que salve a la descendenciade Israel y congregue a los justos llamándolos deentre las naciones. Si practicáis el bien, hijos míos,os bendecirán los hombres y los ángeles; por vos-otros será Dios glorificado entre las naciones, y eldemonio huirá de vosotros; os temerán los animalesy los ángeles os recibirán. Procurad, pues, ser en-tendidos y prudentes en las cosas de Dios, conocien-do el orden de sus mandatos y las leyes con que serigen todas las cosas, para que Dios os ame." Estodijo Neftalí.

¶ Gad también, entre otras cosas, así les dijo asus hijos: "Y ahora, hijos míos, oíd las palabras deverdad para que practiqueis la justicia, guardéistodas las leyes del Altísimo, y no faltéis llevadospor el espíritu del odio ; pues el espíritu malignoestá en todas las acciones de los hombres. Por tanto,hijos míos, guardaos del odio que llega hasta come-ter iniquidades contra el mismo Señor, porque noquiere oír las palabras de sus mandatos sobre elamor al prójimo, y peca contra Dios; y si alguno152

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de vuestros hermanos delinque, al momento quiereanunciarlo a todos y se da prisa para que se le juz-gue por su delito y sea castigado de muerte." Aducemuchas razones para detestar el odio y confiesa quetuvo esta pasión contra su hermano José; y dice enseguida: “Desechad, pues, de vuestras almas el odioy amaos los unos a los otros con rectitud de cora-zón. Y decidles también a vuestros hijos que honrena Judá y a Leví, porque el Señor hará que de sudescendencia nazca la salvación de Israel. He sabidoque al fin de los tiempos se alejarán de ellos vues-tros hijos, y aparecerán ante el Señor llenos deperdición, de ruina y corrupción." Así habló Gad.

¶ Viene Aser en seguida, quien de este modohabló a sus hijos: "Oíd, hijos de Aser, a vuestropadre, porque os voy a mostrar todo lo que es rectodelante de Dios. Dos caminos les dio el Señor a loshijos de los hombres; dos pensamientos y dos accio-nes, dos lugares y dos fines; y así, todas las cosasvienen a reducirse a dos, de las cuales una es con-traria a la otra; son dos caminos, el del bien y eldel mal. Hay también dos dictámenes en nosotrospecadores, que nos impelen, o a -la honestidad, o ala torpeza; si el hombre se inclina al bien, todas susacciones se desenvuelven dentro de la justicia, ysi llega a delinquir en alguna cosa, luego se arrepien-te; porque acostumbrado a pensar en el bien y adesechar el mal, al momento corrige sus pecadosy aparta la malicia de su alma; pero si se inclinaal mal, todos sus actos estarán contaminados demaldad y desecharán el bien." Y más adelante dice:“Por tanto, hijos míos, atended también vosotros alos mandatos del Señor obrando con sinceridad y si-guiendo la verdad, porque los que obran con doblez,doblemente serán castigados. Observad la ley delSeñor y no consideréis el mal como bien, sino con-siderad lo que en realidad es bueno y practicadlo

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en todos los mandatos del Señor, volviéndoos a Ely descansando en El; pues los fines que los hom-bres se proponen manifiestan su rectitud. Y reco-noced cuáles son los ángeles de Dios, y cuáles losde Satanás."

Y prosigue diciendo más adelante: "Yo sé que pe-caréis y seréis entregados en manos de vuestros ene-migos; que vuestra tierra será desolada y vosotrosseréis esparcidos por los cuatro ángulos de la tierra;y que en vuestra dispersión seréis dispersados comoel agua inútil, hasta que el Altísimo visite la tierra.Y viniendo como hombre, comerá y beberá con loshombres, quebrantando silenciosamente la cabezadel dragón; con esta agua salvará a Israel y a todoslos pueblos, siendo El Dios, oculto en la forma deun hombre. Por tanto, decidles a vuestros hijos estascosas, para que no se descuiden en la ley de Dios,escrita en las tablas del cielo; porque vendrá díaen que los incrédulos se someterán a la ley del Se-ñor; y vosotros que obráis impíarnente, impíamenteobraréis contra Dios, no obedeciendo su ley, sinolos mandatos de los hombres. Y por esto seréis es-parcidos como mis hermanos Gad y Dan, que noconocían su región, ni su tribu, ni su lengua; peroDios os congregará con la fe, por la esperanza en sumisericordia y en atención a Abraham, Isaac y Ja-cob." Estas son las palabras de Aser.

¶ José, habiendo convocado a sus hijos y a sushermanos, les dijo: “Hijos míos y hermanos mios,oíd a José el amado de Israel; prestad oídos, hijosmíos, a las palabras de vuestro padre. Conocí enmi vida la envidia y la muerte con que mis herma-nos querían perderme; ellos me odiaron, pero elDios de mis padres me cuidó; me metieron en unacisterna, y el Altísimo me sacó, fui vendido comoesclavo, y el Señor me libertó; fui reducido a cauti-verio, y su poderoso brazo me salvó; padecía yo154

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hambre, y el mismo Señor me alimentó; estaba yodesolado, y Dios me consoló; me encontraba enfer-mo, y el Altísimo me visitó; me hallaba en la cárcel,y el Salvador me regocijó; estaba yo encadenado, yel Señor me desató. Cuando los egipcios me acusa-ron, él defendió mi causa, me libró de la envidia ydel dolo y me exaltó; porque también Focimar, jefede los cocineros del Faraón, me confió su casa; ytambién peligró mi vida por una inverecunda mujerque me solicitaba para cometer iniquidades conella", etc. Refiere aquí José los diversos modos deque usó aquella mala mujer para inclinarlo a consen-tir, y de los cuales dice: “Con diez tentaciones quesufrí quiso atraerme y en todas fui magnánimo,porque la magnanimidad es una medicina eficaz yla fortaleza trae muchos dones consigo." El santoarzobispo florentino [faltan los números de la cita]refiere algunas cosas sobre estos modos y tentacio-nes que sufrió con aquella mujer.

Después de hablar sobre otros muchos puntos,prosigue José: "Ved, pues, hijos míos, qué grandescosas obran la fortaleza y la oración con el ayuno.Y si vosotros también amáis la_sobriedad y la cas-tidad con fortaleza y humildad de corazón, el Señorhabitará en vosotros porque ama la sobriedad; yaquel en quien habita el Señor, aunque caiga en laenvidia, en la esclavitud o en la calumnia, el Señorque habita en él no solamente lo librará de malpor su castidad, sino que también lo exaltará y loglorificará como a mi." Más adelante dice: "Ved,hijos mios, cuántas cosas he sufrido; amaos los unosa los otros, y desechad de entre vosotros con magna-nimidad las enemistades encubiertas; porque elSeñor se deleita en la concordia de los hermanosy en la elección del corazón probado en el amor.” Yprosigue un poco después: "Así, pues, hijos míos, siobserváis los mandatos del Señor, también os exal-

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tará el Senor llenándoos de bienes perpetuamente."Y un poco adelante dice: "Oíd también, hijos míos,los sueños que tuve: doce ciervos andaban paciendoy nueve se escaparon y fueron dispersados por latierra. Igualmente vi tres, pues de la tribu de Judánació una virgen que vestía una túnica de finísimolino, y salió de ella un cordero inmaculado. Y a laizquierda de este cordero había una especie de león;y todas las bestias lo acometieron con violencia, ylas venció el cordero y las destruyó conculcándolasa todas; y se alegraban de él los ángeles, los hom-bres y toda la tierra. Pero a su tiempo sucederá esto,en los últimos días.

"Vosotros, pues, hijos míos, observad los manda-mientos del Señor y honrad a Judá y a Levi, porquede sus descendencias nacerá el Cordero de Dios, lagracia que salvará a todos los pueblos y a Israel.Su reino es un reino eterno que nunca desaparecerá;mientras que mi reino terminará entre vosotros,como el guarda de los árboles frutales que no sepresenta más después de la cosecha. Sé que despuésde mi muerte os atribularán los egipcios; peroDios os vengará y os llevará a la repromisión devuestros padres", etc. Esto dijo el glorioso y casti-simo José.

¶ Viene finalmente el patriarca Benjamín, quiencon estas palabras les habló a sus hijos: “Y vosotros,hijos míos, amad al Señor Dios del cielo y oíd susmandatos, imitando al bueno y santo varón José;temed al Señor y amad al prójimo. A nuestro padreJacob le pidió también José que orara por nuestroshermanos, y que no les imputara el Señor la maldadque hubieran podido meditar contra él; y por esoexclamó Jacob: oh José, hijo mío; venciste las en-trañas de tu padre; y abrazándolo, comenzó a besar-lo largo tiempo diciéndole: se cumplirá en ti laprofecía del cielo acerca del Cordero de Dios y156

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Salvador del mundo; porque el inmaculado seráentregado por los injustos, y el que no tiene pec21d0morirá por los impíos en medio de la sangre df? 13alianza, para salvar a las naciones y a Israel; y des-terrará al demonio y a sus servidores. Contemplad.hijos míos, el fin que tiene el hombre bueno; imiladsu misericordia con buena intención, para que OSadornéis también con coronas de la gloria. El h0H1¬bre bueno no tiene la vista entenebrecida." _

Y más adelante dice: “Por tanto, decidles tamblénvosotros estas cosas a vuestros hijos para que lasguarden etemamente; pues así obraron Abraham.Isaac y Jacob, quienes nos dieron todo esto enherencia diciéndonos: guardad los mandarnieI1f0Sde Dios hasta que el Señor revele su salvación fltodos los pueblos. Entonces veréis a Enoc, a N06.a Sem, a Abraham, a Isaac y a Jacob levantarse 8la diestra, inundados de gozo; entonces nos leva-IPtaremos nosotros, cada uno con su cetro, adoraI1d0al Rey de los cielos que apareció en la tierra enforma de humildad humana; y todos cuantos en latierra creyeron en él, con él se regocijarán enÍ011-ces; y todos éstos resucitarán para la gloria, y 105otros para la ignominia. El Señor juzgará prirI1¢1`0a Israel por la injusticia que contra él cometió, pl-ICSno quiso creer en el Dios libertador que vino $11carne humana; y entonces juzgará a todas las nø¢1¢>nes que no creyeron en él, cuando apareció s0bI'ela tierra. Con los elegidos de entre las naci0l'l€Srefutará a Israel, como refutó a Esaú cuando 10?Idumeos [?] seducían a sus hermanos con la f0lÍH1-cación y la idolatría, y fueron desechados por DIOSperdiendo la herencia de los hijos que no amøfl 3Dios. Pero si vosotros vivís procurando vuestra San-tificación según la voluntad del Señor, habita1`éͧnuevamente en mí con la esperanza. Y se congregfil'-'=1todo Israel en presencia del Señor. Y ya no me 113-

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marán lobo rapaz por vuestras rapiñas, sino obrerodel Señor que alimenta a los que practican el bien."

"Y en los últimos días surgirá de mi descenden-cia el amado del Señor, y oirá en la tierra su vozque será una nueva doctrina; y como luz de inteli-gencia iluminará a todas las naciones que han de seriluminadas, y vendrán a Israel para su salvación;y a manera de lobo tomará de entre ellas sus pre-sas y las entregará a la sinagoga de los pueblos, yestará en las sinagogas de estos pueblos hasta laconsumación de los siglos; y entre los principalesde ellos estará como una melodía musical en loslabios de todos; y en libros santos se escribiránsus obras y sus palabras, y será para siempre elelegido del Señor. Por él me instruyó mi padreJacob diciéndome: El compcnsará la pequeñez desu tribu.” Así habló Benjamín.

No sé qué cosa más clara pudo decirse de la ve-nida del Mesías, redentor del mundo Jesucristonuestro Señor, que las cosas que con tanta eviden-cia predijeron los referidos patriarcas, inspiradospor un espíritu profético, acerca de su vida, desu conversación santísima, de su predicación, de sumuerte, de su resurrección, de los frutos de su pa-sión, y de todo lo demás que mira a la redencióndel género humano, y en lo que maliciosa e irremi-siblemente erraron los antepasados de los judíos.

¶ Y es de saber aquí que los mencionados testa-mentos de los patriarcas estuvieron por mucho tiem-po escondidos y celosamente guardados, de maneraque ni nuestros doctores, ni los antiguos intérpreteshabían podido encontrarlos; debiéndose esto a lamalicia de los judíos que los tenían ocultos por lasevidentísimas, clarísimas y repetidas profecías deCristo que en ellos se encuentran escritas. Pero alfin, los investigadores griegos de las antiguas escri-158

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turas, trabajando con la mayor diligencia, cautelosa-mente los venían buscando y con mayor cautela losvenían adquiriendo, traduciéndolos fielmente de lalengua hebraica en la griega. '

Pero nuevamente quedaron ignorados por muchí-simos años estos escritos, porque no se encontrabaningún perito en ambas lenguas, en la griega y en lalatina, ni intérprete alguno a quien pudiera enco-mendarse el cuidado de la traducción; hasta quellegaron los días del obispo lincolinense, Robertosegundo, apellidado Grosetesto, quien envió hastala Grecia algunos investigadores diligentísimos paraque, sin detenerse por los gastos para los cualeshabía proveído con abundancia, trajeran un ejem-plar de los mencionados testamentos.

El venerable Obispo entonces, para perpetuar lamemoria de estas lucidísimas profecías, dando nue-vo vigor a la fe cristiana, trasladó aquellos escritosdel griego, al latín, lenguas en que era tenido comoversadísimo, interpretándolos palabra por palabracon lucidez y fidelidad, el año 1242. Obra es estapara infundir mayor confusión en los judíos y entodos los herejes y enemigos de la Iglesia católica,con unas profecías tan llenas de elocuencia y másesplendentes que la misma claridad de la luz.

¶ Se comprueba, pues, con evidencia, para inferirnuestra conclusión de las mencionadas exhortaciones paternales de los patriarcas, que el modo con-veniente y connatural a la criatura racional, con queha de instruirse a los hombres en la verdaderareligión, es y ha sido siempre, persuasivo con res-pecto al entendimiento, y excitativo y delicadamenteatractivo con relación a la voluntad; es decir, unmodo razonable, tranquilo, modesto, blando, pausa-do, suave y dulce. Y queda así comprobada una vezmás la primera conclusión.

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§ DECIMOTERCIO

¶ Después de los doce patriarcas, viene a ocupar sulugar correspondiente Moisés, varón santísimo y elmás afable de cuantos moraban entonces sobrela tierra. Cuyo modo de enseñar nos consta por eltestimonio de la divina Escritura, y particularmentepor las siguientes palabras del Deuteronomio, c. 1:"Comenzó a explicarles la ley del Señor y a decir-les”, etc. Y en el C. 4 se lee: “Ahora bien, ¡oh Israel!escucha los ritos y las leyes que yo te enseño, paraque con su observancia tengas vida." Y más ade-lante añade: "Bien sabéis que os he enseñado lospreceptos y las leyes judiciales que me ordenó elSeñor mi Dios: así pues, los practicaréis en la tierraque habéis de poseer, y los observaréis y pondréisen ejecución. Pues tal debe ser vuestra sabiduría ycordura delante de las gentes, que oyendo referirtodos aquellos preceptos, digan: ved aquí_ un pueblosabio y entendido, una gente esclarecida. Ni hay otranación, por grande que sea, que tenga tan cercanosa sí los dioses, como está cerca de vosotros el Diosnuestro, y presente en todas nuestras súplicas y ora-ciones. Consérvate, pues, a ti mismo ¡oh Israel! yguarda tu alma con mucha vigilancia. No te olvidesde las grandes cosas que han visto tus ojos, ni seborren de tu corazón en todos los días de tu vida.Las has de contar a tus hijos y nietos", etc.

Con bastante claridad se ve en estas palabras queMoisés, en la enseñanza de la ley de Dios, de lareligión y del culto divino, empleó un modo per-suasivo por lo que toca al entendimiento, y exhorta-tivo y suavemente atractivo con relación a la vo-luntad. A fin de persuadir al entendimiento, da larazón de sus palabras cuando dice: “Que me ordenóel Señor mi Dios": y en orden a mover y atraer lavoluntad, propone o explica la utilidad o premio1AÍ\

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que habían de recibir si guardaban sus enseñanzas,añadiendo: “Para que con su observancia tengáisvida", y “Pues tal debe ser vuestra sabiduría ycordura delante de las gentes, que oyendo refe-rir", etcétera.

¶ De este modo natural de enseñar usó tambiénSamuel, hombre fiel y profeta del señor, quien, comose lee en el libro 1? de los Reyes, C. 12, dio a Israelentre otras muchas enseñanzas, las siguientes: “Aho-ra bien, aquí tenéis a vuestro rey. Con todo, sitemiereis al Señor y le sirviereis, y escucháis suvoz, y no fuereis rebeldes a sus palabras, entonces,así vosotros como el rey que os gobierna, seréisdichosos siguiendo al Señor Dios vuestro. Pues yovoy a invocar al Señor, y enviará repentinamentetruenos y lluvias. Con lo que todo el pueblo temióen gran manera al Señor y a Samuel, y dijeron to-dos juntos a Samuel: Ruega por tus siervos al SeñorDios tuyo para que no muramos.” Dijo entonces Sa-muel al pueblo: "No temáis: sin embargo, no osapartéis del camino del Señor, sino servidle de todovuestro corazón; ni queráis descarriaros en pos decosas vanas. Por lo demás, lejos de mi cometer talpecado contra el Señor, que yo cese nunca de rogarpor vosotros: yo os enseñaré siempre el recto ybuen camino. Así pues, temed al Señor y servidlede veras y de todo vuestro corazón, ya que habéisvisto las maravillas que ha obrado en vosotros”, etc.

¶ El rey Salomón, una vez concluido el temploy estando congregado todo el pueblo de Israel, sepuso en pie en una tribuna de bronce; y volviendosu rostro, bendijo a toda la multitud de Israel (es-tando atenta toda aquella turba), dándole a conocerlos beneficios recibidos de Dios; y oró por ellaexhortando a todos a caminar por los caminos delSeñor y a guardar sus mandamientos y las cere-monias de la ley (3 R., c. 8 y 2 Paral., c. 6).

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¶ Viene a propósito la conducta que observó Jo-safat cuando nombró a sus príncipes, a los sacer-dotes y levitas, a los doctores y predicadores, y losenvió por su reino para que instruyeran al pueblo;los cuales, llevando el libro de la Ley, recorrierontodas las ciudades de Judá doctrinando al pueblo,como se lee en el 2 c. de los Paralipómenos, c. 17.Ahora bien, el enseñar e instruir suponen el empleode un modo persuasivo para el entendimiento, yexhortativo y atrayente para la voluntad, como que-da ya demostrado. Una cosa semejante hizo el reyJosías, "el cual dio luego orden, y se congregaronen su presencia todos los ancianos de Judá y deJerusalén. Y subió el rey al templo del Señor, acom-pañado de todos los varones de Judá y de los mora-dores de Jerusalén, de los sacerdotes y profetas, yde todo el pueblo, chicos y grandes, y leyó delan-te de ellos todas las palabras del libro de la alianzahallado en la casa del Señor. Y puesto el rey enpie sobre su tribuna hizo pacto delante del Señorde que todos seguirían al Señor y guardarían suspreceptos y amonestaciones y ceremonias con todoel corazón y con toda el alma, y restablecerían en suobservancia las palabras de esta alianza escritasen aquel libro; y ratificó el pueblo este pacto", etc.Así se ve en el 49 de los Reyes, c. 23.

Y el 2? de los Paralipómenos, c. 35, agrega que elrey Josias celebró en Jerusalén la Pascua del Señor,“para lo cual hizo que los sacerdotes ejerciesen susfunciones, y los exhortó al cumplimiento de su mi-nisterio en la casa del Señor. Dijo también a loslevitas, por cuyas instrucciones se santificaba todoIsrael para el culto del Señor: Colocad otra vez elarca en el Santuario del Templo, edificado por Salo-món. Ahora, pues, servid al Señor Dios vuestro y a supueblo Israel; y estad apercibidos casa por casa, yfamilia por familia", etcétera.162

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Vemos aquí que también los reyes, al enseñare instruir a su pueblo en la ley del Señor y en lareligión verdadera, exhortándolo igualmente a obser-var los mandamientos de Dios, usaban de un modopersuasivo con respecto al entendimiento, y exhor-tativo con relación a la voluntad, como de un mediocongruente y natural, y, en consecuencia, apropiadoa la naturaleza humana y común a todos sus indi-viduos.

¶ Lo mismo se infiere del 1? de Esdras, c. 7, dondeleemos que Esdras dispuso su corazón para inves-tigar la ley del Señor, y para cumplir y enseñar enIsrael los preceptos y las ordenanzas. En el c. 9 seescribe que instruyó suficientemente al pueblo. Y enel libro 2?, c. 8, vemos que "se puso en pie en unatribuna de madera, que había mandado hacer paraeste fin de hablar al pueblo. Abrió, pues, Esdras ellibro a vista de todo el pueblo, como que se hallabaen un lugar más elevado que todos" (de dondevino en la Iglesia la costumbre de sobresalir en elpúlpito el predicador que va a instruir al pueblocristiano) ; “Y así que le abrió, púsose en pie todala gente."

¶ Bendijo Esdras a Dios nuestro Señor con unagrande voz, como quien pide a Dios gracias parahablar bien y provechosamente; "Y leyeron el librode la ley de Dios clara y distintamente, de modo quese entendiese: y en efecto, entendieron cuanto seiba leyendo. Y Nehemías (que es el mismo Atarsatao copero del rey), y Esdras sacerdote y escriba, ylos levitas, que interpretaban la Ley a todo el pue-blo, dijeron: este día está consagrado al Señor Diosnuestro", etcétera.

Vemos con claridad en los pasajes anteriores cuánlejos estuvieron de aquellas enseñanzas la turba-ción y la aspereza, la dureza y la violencia, el terrory el tumulto, las amenazas, la celeridad y cuanto

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pudiera perturbar el entendimiento, ofuscándolo conla oscuridad de las inquietudes; y cuán lejos tam-bién estuvo lo que pudiera provocar o infundir enla voluntad el miedo, la tristeza, el odio y el horror.Porque se refiere de Esdras y de Nehemías querecitaron la ley de Dios, distinta y claramente, paraque pudiera entenderse; y que, además, se la inter-pretaron a todo el pueblo. _

¶ Encontramos todavía un manifiesto y preclaroejemplo de la exhortación paternal y, por consi-guiente, del modo único y natural de instruir a loshombres en la ley de Dios y en la religión verdadera,en el anciano Tobías; quien, temiendo más a Diosque al rey, no cesaba de poner en ejecución susobras de misericordia (Tob., c. 2).

¶ A fì.n de instruir a su hijo en el temor del Señory en la guarda de sus mandamientos, lo llamó a supresencia y comenzó a hablarle con las siguientespalabras, según está escrito en el c. 4 del mismolibro: "Escucha, hijo mio, las palabras de mi boca,y asiéntalas en tu corazón, como por cimiento. Lue-go que Dios recibiere mi alma, entierra mi cuerpo; yhonrarás a tu madre todos los días de tu vida; por-que debes tener presente lo que padeció, a cuántospeligros se expuso por ti, llevándote en su vientre.Y cuando ella habrá también terminado la carrerade su vida, la enterrarás junto a mí.

"Tú, empero, ten a Dios en tu mente todos losdías de tu vida; y guárdate de consentir jamás enpecado, y de quebrantar los mandamientos delSeñor Dios nuestro.

"Haz limosnas de aquello que tengas, y no vuel-vas tus espaldas a ningún pobre; que así consegui-rás que tampoco el Señor aparte de ti su rostro. Sécaritativo según tu posibilidad. Si tuvieres mucho,da con abundancia; si poco, procura dar de buenagana aun de esto poco que tuvieres; pues con esto164

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te atesoras una gran recompensa para el día delapuro. Por cuanto la limosna libra de todo pecadoy de la muerte eterna, y no dejará caer el alma enlas tinieblas del infierno; sino que será la limosnamotivo de gran confianza delante del soberano Diospara todos los que la hicieren.

"Guárdate, hijo mío, de toda fomicación, y fuerade tu mujer nunca cometas el delito de conocera otra. No permitas jamás que la soberbia domineen tu corazón o en tus palabras; porque de ellastomó principio toda especie de perdición. Guárdatede hacer jamás a otro lo que no quisieres que otrote hiciese a ti. Alaba al Señor en todo tiempo; ypídele que dirija tus pasos, y que estén fundadasen él todas tus deliberaciones."

¶ En el libro de Job también, en las discusionesque tuvo éste con sus amigos, donde cada uno seesforzaba en enseñar a los demás sus conocimien-tos, esto es, sus profundos misterios, se ve amplí-simamente confirmada la verdad que venimos de-fendiendo, como puede comprobarlo quienquieraque las examine.

¶ Y en los libros sapienciales, Proverbios, Ecle-siastés, Cantar de los Cantares, Sabiduría y Eclesiás-tico, se encuentra muy a menudo demostrada nues-tra afirmación sobre el modo paternal de instruira los hombres, en la palabra “hijos”; y, sin dudaalgtma, también en la materia misma que de suyoes persuasiva, inductiva y atrayente.

"Tú, ¡oh hijo míol, dice Salomón, escucha lascorrecciones de tu padre, y no deseches las adver-tencias de tu madre. Ellas serán para ti como unacorona para tu cabeza, y como un collar preciosopara tu cuello. Hijo mío, por más que te halaguenlos pecadores, no condesciendas con ellos, etc. Hijomío, ¡oh, si recibieras mis consejos, y depositarasmis mandamientos en tu corazón! Para que tus

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oídos estén siempre atentos a la voz de la sabidu-ría, etc. Hijo mio, no te olvides de mi ley, y guardaen tu corazón mis mandamientos, etc. Oíd, hijosmíos, las instrucciones de un padre, y estad aten-tos para aprender la prudencia. Yo quiero darosun rico don, no abandonéis mis preceptos, etc.Atiende, hijo mío, a lo que te enseña mi sabidu-ría, etc. Hijo mío, si incautarnente saliste por fiadorde tu amigo, etc. Hijo mío, guarda mis consejos, ydeposita en tu corazón mis preceptos. Hijo, honraal Señor para que prosperes." Y pueden citarseotros muchos lugares que se hallan principalmenteen los Proverbios.

¶ En el Eclesiastés, c. 5, leemos: "No hables nadainconsideradamente, ni sea ligero tu corazón enproferir palabras indiscretas delante de Dios. Si hi-ciste algún voto a Dios, no tardes en cumplirlo." “Nosea tu lengua ocasión de que peque tu cuerpo. Perotú teme a Dios. Si vieres la opresión de los pobres,la violencia que reina en los juicios, y el trastornode la justicia en una provincia, no hay que turbartepor este desorden; pues que aquel que está en altopuesto, tiene otro sobre sí", etcétera.

¶ Y el libro de la Sabiduría principia así: "Amadla justicia, vosotros los que juzgáis la tierra. Sentidbien del Señor, y buscadle con sencillez de corazón."En el c. 6: ”Escuchad, pues, oh reyes, y estad aten-tos; aprended vosotros, oh jueces todos de la tierra:dad oídos a mis palabras, vosotros que tenéis elgobierno de los pueblos, y os gloriáis del vasallajede muchas naciones. Porque la potestad os la hadado el Señor; del Altísimo tenéis esa fuerza, elcual examinará vuestras obras, y escuchará hasta lospensamientos”, etc. Y más adelante continúa: "Amadla ley de la sabiduría todos los que estáis al frentede los pueblos”, etcétera.166

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¶ El Eclesiástico dice también de este modo(c. 1): “Sólo el Creador, Altísimo, Omnipotente yRey grande, y sumamente terrible, es el Señor Dios.El temor del Señor es gloria, es objeto para glo-riarse, es alegría y corona de exultación. El temordel Señor recreará el corazón y dará contento ygozo, y larga vida. El amor de Dios es gloriosasabiduría. Hijo, si deseas la sabiduría guarda losmandamientos, y Dios te la concederá", etc. Yen el c. 2: "Hijo, en entrando en el servicio deDios, persevera firme en la justicia y en el te-mor, y prepara tu alma para la tentación. Con-fía en Dios y El te sacará a salvo; y enderezatu camino, y espera en El ; conserva su temor hastael fin de tus días." En el c. 3: "Los hijos de la sabi-duría forman la congregación de los justos; y laestirpe de ellos, no es otra cosa que obediencia yamor. Escuchad, hijos, los preceptos de vuestropadre, y hacedlo así si queréis salvaros. Honra atu padre para que venga sobre ti su bendición”, etc.En el c. 4: "Hijo, no defraudes al pobre de sulimosna; ni vuelvas a otra parte tus ojos por noverle. No deseches el ruego del atribulado, ni tuer-zas tu rostro al menesteroso. Muéstrate afable a laturba de los pobres. Libra de la mano del soberbioal que sufre la injuria, y no se te haga esto gravoso.La sabiduría infunde vida a sus hijos, y escoge alos que la buscan y va delante de ellos en el caminode la justicia; y así, quien la ama, ama la vida", etc.

Se encuentran en este libro un sinnúmero detextos semejantes que demuestran, y no con oscuri-dad por cierto, el modo persuasivo y atrayente quela divina Sabiduría estableció para enseñar e ins-truir a los hombres en la fe y en la verdadera reli-gión, cosa que también se demostró con casi todoslos libros históricos de la Sabiduría divina que hastaaquí hemos recorrido.

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§ DECIMOCUARTO

¶ En innumerables pasajes, de los cuales vamos atranscribir algunos, comprueban abundantementelos libros proféticos la doctrina sobre el modo deenseñar que venimos demostrando.

Y refiriéndonos en primer lugar a Isaías que,como dice san Jerónimo en el Prólogo, merece másel nombre de evangelista que el de profeta, vemoscon claridad en su mismo libro, que usó del mencio-nado modo de enseñar, al profetizar e instruir alpueblo de Jerusalén. Pues dice al comenzar, hablan-do en persona de Dios: “He criado hijos y los heengrandecido, y ellos me han menospreciado. Oídla palabra del Señor ¡oh príncipes que imitáis a losreyes de Sodoma! Escucha atento la ley de nuestroDios, tú ¡oh pueblo semejante al de Gomorral ¿Dequé me sirve a mi la muchedumbre de vuestras víc-timas? Lavaos, pues, purificaos, apartad de misojos la malignidad de vuestro pensamiento, cesadde obrar mal, aprended a hacer el bien, buscad loque es justo, socorred al oprimido, haced justiciaal huérfano, amparad a la viuda. Y entonces venidy argüidme, dice el Señor: aunque vuestros pecadosos hayan teñido como la grana, quedarán vuestrasalmas blancas, etcétera.

En el c. 2, donde expresamente habla de la ve-nida de Cristo y de la conversión de los gentiles, selee: "Y todas las naciones acudirán a él, y vendránmuchos pueblos y dirán: on, subamos al monte delSeñor", es decir, a Cristo; “y a la casa del Dios deJacob", esto es, a la Iglesia, "él mismo nos mostrarásus caminos." Acudirán a él las naciones, esto es,voluntariamente y persuadidos antes con razonespor medio de la instrucción y doctrina de los predi-cadores, y atraídos con la promesa de los premios,delicada y suavemente explicados. Así se entiende,168

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sin duda, porque aquella voz: "¡Ea! suba.mos", esciertamente la voz de los que vienen de su librevoluntad, y de los que con alegría invitan a otrosal bien conocido y aceptado de una manera debida;pues nadie suele invitar con alegría a otros, sinotratándose de algo que tienen por bueno y de locual voluntariamente participan o han participa-do ya.

¶ En el c. 35 se lee: “Esforzad las manos flojasy enrobusteced las rodillas débiles. Decid a los pusi-lánimes: ¡ea! buen ánimo y no temáis: mirad avuestro Dios que viene a ejecutar una justa ven-ganza": esto es, castigando en sí mismo nuestrospecados. "Dios mismo en persona vendrá, y os sal-vará. Entonces se abrirán los ojos de los ciegos", etc.Donde literalmente habla de la venida, predicacióny demás obras de Cristo, así como de la vocaciónde los gentiles. .

¶ Y en el c. 49 se escribe: “¡0íd, islas, y atended,pueblos distantes! El Señor me llamó desde elvientre de mi madre."

¶ En el c. 51 dice: "Escuchadme, vosotros los queseguís la justicia y buscáis al Señor: atended a lacantera de donde habéis sido cortados. El Señor,por tanto, consolará a Sión, y consolará todas susruinas", etcétera.

¶ En el c. 52: “Levántate, levántate ¡oh SiónlArmate de tu fortaleza. Alzate del polvo, levántate:toma asiento ¡oh Jerusalén!"

En el c. 55 vemos que el Espíritu Santo pone ymuestra el modo que los predicadores del evangeliodeben emplear en la vocación de los gentiles al senode la fe y de la religión cristiana, con la semejan-za de la lluvia y de la nieve. Porque la lluvia es elagua que plácida, blanda y suavemente desciendede las nubes a la tierra; y de igual manera caetambién la nieve. Por donde, así como la lluvia y la

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nieve bajan del cielo, no impetuosa, no violenta, norepentinamente como el aguacero, que es una lluviaimpetuosa, violentísima y tanto más breve cuantomás precipitada; sino paulatinamente, con suavidady blandura, y empapando la tierra con su caída; asítambién la predicación y la doctrina de la palabrade Dios deben presentarse a los oyentes de un modopersuasivo y atrayente; lo que significa que ha deser un modo blando, suave, plácido, dilatado o len-to, y modesto, como repetidas veces se ha demos-trado. Esto dan a entender las siguientes palabras:“Y al modo que la lluvia y la nieve descienden delcielo, y no vuelven más allá, sino que empapan latierra, y la penetran, y la fecundan, a fin de que désimiente que sembrar y pan que comer, así será lapalabra que saldrá de mi boca: no volverá a mí sinefecto, sino que hará todo lo que he querido, ytendrá buen éxito en todo aquello a que la envié."

Y como dondequiera que se trata de la plantacióno predicación de la palabra de Dios se observa unmodo debido, plácido, suave y connatural a la cria-tura humana, se sigue inmediatamente que la citadacomparación da a entender que los oyentes recibie-ron voluntariamente el fruto de la palabra divina."Porque saldréis en medio de la alegría"; estoes, porque saldréis de los errores en que os halla-bais; “y en medio de la paz seréis conducidos ala patria"; a saber, a la patria celestial, como dice laglosa. `

¶ Un modo de enseñar semejante, o mejor dicho,el mismo modo de enseñar se encuentra en toda laserie de los escritos sagrados de la Ley antigua, asícomo en todos los lugares donde se trata de la ins-trucción de los hombres en la fe y en la verdaderareligión.

¶ Queda evidenciada la razón puesta en el párra-fo 11? (para tratar nuestra argumentación con ma-170

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yor brevedad): a saber, que el modo de enseñar queemplearon los antiguos santos padres y sus suceso-res en todos los estados de la Iglesia, por lo menosantes de la ley de Cristo, al enseñar la fe y religiónverdaderas, fue un modo persuasivo por lo quetoca al entendimiento, y atractivo o suavementemotivo y exhortativo en lo que mira a la voluntad;y, consecuentemente, que es un modo que debe se-guirse del todo en la enseñanza de la fe y religióncristianas.

¶ Y queda así demostrada también la primeraparte de la conclusión con los ejemplos de los anti-guos padres durante toda aquella edad, que es elsegundo modo de probarla, como lo prometimosal principio.

§ DECIMOQUINTO

¶ Del siguiente modo se demuestra, en noveno lu-gar, la primera parte de la conclusión con el tercermodo de probar que ofrecimos en el §1?, a saber,con el precepto y forma de enseñar establecidospor Cristo.

¶ El modo o la forma que Cristo estableció ymandó que se observara al enseñar y anunciar suevangelio y su fe a las naciones esparcidas por todoel mundo, y durante todos los tiempos, desde suascensión a los cielos hasta el día del Juicio, es unmodo o una forma establecida por la sabiduría yprovidencia divinas. Pero esa forma o ese modo espersuasivo tratándose del entendimiento, y suave-mente motivo y atractivo en cuanto a la voluntad.Luego el modo de enseñar a los hombres la verda-dera religión, establecido por la providencia y sabi-

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duría divinas es, por lo que toca al entendimien-to, etcétera.

La primera consecuencia se demuestra con la pro-posición mayor. En efecto; Cristo, Hijo de Dios, esla sabiduría del Padre; es verdadero y único Dioscon el Padre y con el Espíritu Santo. Y como laciencia de estas tres divinas personas es la mismay la única, así también, indudablemente, es una mis-ma su sabiduría y una misma su providencia. Por-que en él, lo que obra el Hijo es obra de Dios, comolo dice san Hilario (lib. 7 De Trin.): “La fe orto-doxa atestigua que las obras ad extra de la Trinidadson indivisibles e inseparables." Luego todo lo queCristo, viviendo en carne mortal, estableció y or-denó, fue establecido y ordenado por la Providenciadivina.

¶ Se demuestra la proposición menor con la for-ma que les prescribió Cristo a sus apóstoles y dis-cípulos, las dos veces que los envió a predicar. Seve la primera misión en san Mateo, c. 10, y en sanLucas, c. 9; donde se escribe que, habiendo convo-cado a los apóstoles, los envió a predicarles a losjudíos. Se lee también en san Lucas, c. 10, quedesignó a otros setenta [y dos] discípulos paraque les predicaran a los mismos judíos, a quienesconvenía predicarles en primer lugar, porque a ellosfue principalmente enviado Cristo; porque así esta-ba divinamente ordenado (Hch., c. 13): "A vosotrosdebía ser primeramente anunciada la palabra deDios": y también para que los judíos no pudieranalegar razón al negarse a recibir a Cristo, diciendoque enviaba a los apóstoles para que les predicarana los gentiles, como dice la glosa.

Y les dijo: "Id y predicad, diciendo: se acerca elreino de los cielos." Porque el reino de Dios seacerca por la fe; pues así como pecando se hacetierra el hombre, así también, siendo justo, se con-172

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vierte en cielo, donde Dios preside. Y por eso sedice: "El reino de Dios está dentro de vosotros", etc.Así dice la glosa. _

Y prosigue diciendo: "Y sanad enfermos, resuci-tad muertos, limpiad leprosos, lanzad demonios; dadgratuitamente lo que gratuitamente habéis recibido.No llevéis oro, ni plata, ni dinero alguno en vues-tros cintos, ni alforja para el viaje, ni tampocobastón. En cualquiera ciudad o aldea en que entra-réis, inforrnaos quién hay en ella que sea digno yperrnaneced en su casa hasta vuestra partida. Alentrar en la casa, saludadla diciendo: la paz seaen esta casa." Y san Lucas dice: "Decid ante todaslas cosas: la paz sea en esta casa." Prosigue sanMateo: “Si la casa la merece, vendrá vuestra paz aella; mas si no la merece, vuestra paz se volveráa vosotros. Quien no quiera recibiros ni escucharvuestras palabras, saliendo fuera de la tal casa ociudad, sacudid el polvo de vuestros pies. En ver-dad os digo que Sodoma y Gomorra serán tratadascon menos rigor el día del juicio, que no la talciudad.

"Mirad que yo os envío como ovejas en mediode lobos (o según dice san Lucas: como corderosentre lobos, que es lo mismo). Por tanto, sed pru-dentes como serpientes y sencillos como palomas.Pues os entregarán a los tribunales, y os azotaránen sus sinagogas", etc.

No estará fuera de nuestro propósito citar lassiguientes palabras de san Mateo, c. 11: “Venid a mítodos los que andáis agobiados con trabajos y car-gas, que yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vos-otros y aprended de mí que soy manso y humildede corazón, y hallaréis el reposo para vuestras al-mas; porque suave es mi yugo y ligero el peso mío."Esto es, aprended de mí a ser mansos y humildesde corazón.

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¶ Aquí tenemos la forma y el modo que el mismoHijo de Dios y sabiduría del Padre estableció yprescribió a sus apóstoles y discípulos, y a sus su-cesores, para predicar la ley de Cristo y atraer alos hombres a la religión verdadera y cristiana. Deeste modo usó primero el mismo Cristo,`y este modoobservaron puntual e inviolablemente los apóstolesen la conquista espiritual de todo el mundo, comoadelante se demostrará.

¶ Que esta forma o modo de predicar la verda-dera religión sea un modo que por medio de razonespersuada al entendimiento, y mueva, incline y atrai-ga suavemente la voluntad, se demuestra, en cuantoa la persuasión del entendimiento, de la siguientemanera. Cristo, al mandar que se predicara diciendoque se acercaba el reino de Dios, mandaba que sepredicara la penitencia en orden a la remisión delos pecados, que fue el primer tema de sus enseñan-zas, según se lee en el c. 4 de san Mateo: “EmpezóJesús a predicar y decir: haced penitencia, porqueestá cerca el reino de los cielos." Y consecuente-mente dice san Marcos (c. 6), que salieron los dis-cípulos a predicar, exhortando a los hombres a quehiciesen penitencia; es decir, a que por medio dela misma penitencia se acercaran al reino de loscielos.

Es cosa manifiesta que al predicar el reino de loscielos o el reino de Dios, debían los apóstoles usarde la persuasión, sea cual fuere el significado de laspalabras "reino de los cielos o de Dios", que puedeninterpretarse de varias maneras, como vamos a ver-lo en seguida.

Para algunos, el reino de Dios es el mismo Cristo,ftmdándose en estas palabras de san Mateo (c. 12):“Si yo echo los demonios en virtud del espíritu deDios, síguese por cierto que ya el reino de Dios hallegado a vosotros": es decir, que ha llegado Cristo,174

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dador de ese reino; pues por el echar los demoniosen virtud de Dios, demostró que él era Cristo. Y eneste sentido se toma aquí el reino de los cielos; esdecir, que este reino es Cristo, según el parecerde Nicolás de Lira. Y esta era la materia de la pre-dicación de los apóstoles, apropiada a aquellos tiem-pos, según el mandato del mismo Cristo, como diceel propio Nicolás; porque se les anunciaba a losjudíos que Cristo había llegado.

Con mejor acuerdo dicen otros que el reino delos cielos que en realidad mandaba Cristo que losapóstoles anunciaran, era la eterna bienaventuranzao la vida eterna, conforme a las siguientes palabrasde san Mateo, c. 5: “Si vuestra justicia no es másperfecta que la de los escribas y fariseos, no entra-réis en el reino de los cielos." Pues este es el sumobien que a ningún profeta se le había oído nombrarde una manera expresa. Así lo dice el Crisóstomoen su homilía 34': sobre san Mateo: "Ves aquí lasublime dignidad de los apóstoles; nada que al cuer-po se refiera, nada que a los sentidos ataña, nadaque se asemeje a la doctrina de Moisés o a la delos profetas, sino algo nuevo e inaudito que nuncaenseñaron los anteriores. Porque bienes terrenaleseran los que aquéllos prometían; mientras que alos apóstoles se les mandaba que predicaran el reinode los cielos y toda aquella bienaventuranza." Estoescribe el Crisóstomo.

¶ Puede también decirse que el reino de los cieloses el evangelio o el estado del nuevo testamento,según lo que afirma san Mateo en el c. 13: "Tododoctor instruido en lo que mira al reino de los cie-los, es semejante a un padre de familia", etc. Tododoctor, esto es, todo aquel que está instruido en elreino de los cielos, o sea en el evangelio, o tambiénen el nuevo testamento, etcétera.

¶ Para que al explicar el reino de los cielos, cual-175

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quiera que fuera el sentido en que se tomara, pu-dieran los oyentes entender los términos, compren-der la doctrina e inducirse a la penitencia, necesita-ban los apóstoles aducir razonamientos a fin deinstruir e iluminar las inteligencias, para que de estemodo pudieran los mismos oyentes juzgar que lesera bueno y provechoso el asentir a las palabrasy a la doctrina de los predicadores.

No es, pues, verosímil que los apóstoles se limi-taran a decir sola y desnudamente las palabras“reino y penitencia": sino que, al anunciar la vidaeterna, que es la interpretación más probable del“reino de los cielos", debían predicar también losmedios de alcanzarla. Así pues, habían de predicarque era necesario alejarse de todos los vicios, porquepara ningún pecador habrá lugar en la vida eterna(19 Co., c. 6): “No queráis engañaros: ni los forni-carios, ni los idólatras, ni los adúlteros, etc., hande poseer el reino de Dios." Por tanto, como aquelera un tiempo aceptable a Dios, durante el cualpodían los hombres alcanzar la vida eterna, debían,consecuentemente, abstenerse de todos los vicios,pues así lo enseñó Cristo (Lc., c. 14), diciendo queel espíritu del Señor lo había enviado a promulgar elaño de las misericordias del Señor.

Así debían predicar los apóstoles, pues así eracomo predicaba san Pablo (29 Co., c. 6): "Llegadoes ahora el tiempo favorable, llegado es ahora eltiempo de salvación. No damos a nadie motivo al-gìmo de escándalo", etc.: donde manifiesta asimis-mo que era menester renunciar a todos los vicios, yaque tenían entonces un tiempo favorable. De estamanera predicaban los demás apóstoles, porque to-dos ellos predicaban guiados por el mismo Espíritu( 1! Co., c. 2); y sobre todo, porque como se leanunciaba entonces al hombre el reino de los cielosadonde había de llegar, era necesario que se le pre-176

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dicara igualmente que debía apartarse de todo loque pudiera irnpedirle la consecución de este bien.San Pablo predicaba diciendo (19 Co., c. 9: “Todoslos que han de luchar en la palestra, guardan entodo continencia: y no es sino para alcanzar unacorona perecedera; al paso que nosotros la espera-mos eterna”, etc. Así que, para alcanzar aquellacorona, debían abstenerse de muchas cosas. Y enla Epístola a los Efesios, c. 4, se lee: “Debéis desnu-daros del hombre viejo. El que hurtaba, no hurteya”, etcétera.

¶ De las palabras citadas se desprende que losapóstoles predicaban todo lo referente a las buenascostumbres aduciendo razones con que pudieranpersuadir e ilustrar las inteligencias de los oyentes;pues en vano se predica.ría a los hombres el reinode Dios o de los cielos, la penitencia y la vidaeterna, si no se les indicara también el camino y elmodo de conseguirla. Predicaban, pues, todo lo quea estos bienes se refiere, exponiendo las razones parapersuadir. Así fue como obró Cristo; pues aunquese dice de él (ML, c. 4) que predicaba diciendo“Haced penitencia", como si fuera de estas palabrasningunas otras hubiera dicho; consta, sin embargo,que predicaba otras muchas cosas referentes a ladirección de las buenas costumbres.

A este propósito dice también san Pablo (19 Co.,c. 2): "Puesto que no me he preciado de saber otracosa entre vosotros, sino a Jesucristo, y a éste cru-cificado"; 'es decir, no os he predicado sino la muer-te de Cristo. Y, sin embargo, es manifiesto quepredicó otras muchas cosas pertenecientes a lascostumbres, a las causas de la muerte de Cristo, alprovecho que de allí se siguió, etcétera.

¶ Se lee, pues, que Cristo les dijo a los apóstolesestas palabras “se acerca el reino de los cielos",porque cuando se le manda a alguna persona que

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haga algo, se entiende que, consiguientemente, sele da también todo aquello sin lo cual es imposi-ble hacer lo que se ha mandado. Y como Cristomandó entonces que se anunciara el reino de loscielos, se infiere que con este mandato les insinuabaque predicaran también todo lo que al reino de loscielos se refería; lo cual se ve indicado con másclaridad en estas palabras de san Lucas, c. 9: “Yenviólos a predicar el reino de Dios". Pero todas lasparticularidades mencionadas no eran sino razonespara persuadir al entendimiento, como de sí se des-prende con suficiente claridad. Luego la forma oel modo que con fuerza de precepto les dio y pres-cribió Cristo a sus apóstoles y discípulos para pre-dicar su ley, fue un modo ftmdado en razones per-suasivas con relación al entendimiento.

§ DECIMOSEXTO

¶ Se demuestra igualmente la segunda parte de laafirmación, esto es, que aquel modo de enseñar fueun modo que movía, inclinaba y atraía suavementela voluntad.

Efectivamente, era bastante atractivo y suficientepara inclinar y mover la voluntad, el saludar al pre-sentarse y el adelantarse en tributar honor a laciudad, aldea o casa adonde se dirigían. Porque hanacostumbrado los hombres al comenzar a hablar,particularmente con los desconocidos, usar del sa-ludo por urbanidad a fin de que la petición de losbienes que con el saludo se hace, sea el principiode sus palabras; y se tiene por rudo e inurbano alque no saluda. De aquí que el saludo antes de empe-zar a hablar sea ya casi una necesidad entre los178

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hombres, en fuerza de la costumbre; y por esoCristo instruyó a los apóstoles diciéndoles que seadelantaran a los demás con el saludo. Y, en efecto,es una virtud el tributar honor antes que recibirlo,como se dice en la Epístola a los Romanos, c. 12:“Procurando anticiparos unos a otros en las señalesde honor"; es decir, que cada uno procure honrara los demás, antes que ser honrado de ellos. Y enla homilía 329 sobre san Mateo, dice así el Crisósto-mo: “No queráis pensar que, porque sois doctores,tengáis derecho a esperar que aquéllos os lleven elsaludo adonde estáis; por el contrario, adelantaosen honrar y sed los primeros en saludar."

¶ Jesucristo mandó que en la salutación se pro-nunciaran principalmente estas palabras, "la paz seaen esta casa", tal vez porque entre los hebreos ysirios, entre quienes se encontraban entonces losapóstoles, se acostumbraba este modo de saludar,como lo insinúa san Jerónimo al comentar a sanMateo; o bien, porque es evidente que ninguna otramanera de saludar encierra en si mayor númerode bienes, como la de saludar a alguno deseándolepaz. Porque todo saludo contiene la petición de bie-nes para la persona a quien se saluda; y este modode saludar comprende muchísimos bienes.

En efecto, la paz, como dice san Agustín (lib. 19,c. 13, De Civ. Dei), es la tranquilidad del orden; yningún bien puede faltar donde reina la tranqui-lidad del orden. Y en el sentir de san Isidoro(Etymol.), la paz es un estado de tranquilidad yquietud, y la mutua amistad entre muchos. Porquetodos los hombres están ordenados a la bienaven-turanza; y si hay tranquilidad en el orden, se sigueque necesariamente ha de llegarse a ella, puesto quenada hay que interrumpa el orden. Cuando la tran-quilidad impera, los hombres desean también tenerla quietud temporal y se ordenan para alcanzarla;

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pero si encuentran algím estorbo que les impidaobtenerla, les será necesario ir en pos de ella; yentonces, o la alcanzarán o, de otra manera, noencontrarán nada que pueda igualarla. Porque lapaz es un bien tan grande que, como oímos decir,nada hay más hermoso, nada más precioso, nadamás deleitable ni útil que los hombres ansíen po-seer. Y según se lee en una Extravagante bajo eltítulo “De las sepulturas en común", "Sabemos ylo deducimos de la evidencia de los hechos, queúnicamente en tiempo de paz es posible adorardebidamente al autor de la paz." Así se dice allí. Ysobre la misma paz se escribieron en verso estospensamientos: "la paz nos trae el nombre de la pazy un presagio de amor. Esta suave voz dice a todosque es digna de ser amada. La paz es el sumo bien-estar; y quien la desprecia no podrá poseer a aquelcuya paz consiste en contemplar la perfección.”

No sin razón, por tanto, dijo Dionisio Magno quetodas las criaturas desean la paz con un apetito na-tural. Y por eso el Rey pacífico dispuso con benignaconmiseración, que los que viven bajo su dominiosean castos, pacíficos y modestos, como dice elproemio de las Decretales.

¶ El Señor, segím dice Remigio, ordenó a susdiscípulos que al entrar ofrecieran la paz, para quemediante este saludo de paz eligieran casa o hués-ped; como si con toda claridad les hubiera di-cho: ofreced a todos la paz a fin de que, aceptán-dola, manifiesten que son dignos; e indignos, si ladesecharen. Y aunque, fundados en la opinión delpueblo, hubieran elegido ya los predicadores unhuésped digno, habían de saludar, sin embargo, paraque más bien_fueran invitados en atención a sudignidad, y no que pudiera parecer que entrabande su voluntad solamente.180

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Pero mandó Cristo que buscaran un huésped dig-no, mirando por la buena fama de los apóstoles;porque si fueran a hospedarse en casa de personasde mala fama o de hombres perversos, podía nacercontra ellos la sospecha de que eran hombres ma-los; pues todo ser viviente ama a sus semejantes yse une a ellos (Ecclí, c. 13); y la semejanza esla causa de la amistad, como escribe el Filósofo(89 Ethic., c. 2). Pero morando con los buenos, se-rían tenidos por buenos, puesto que con el santo,santo serás, dice el Salmo 17. Es necesario, por otraparte, que los santos predicadores gocen de buenaopinión también entre los infieles (1 Ti., c. 3). Y aeste propósito dice también san Jerónimo: "Ha deelegirse el huésped fundándose en la opinión delpueblo y en el dictamen de los vecinos, para quela infamia no menoscabe la dignidad del predica-dor." Esto dice san Jerónimo.

Fue voluntad del Señor que los apóstoles no sólofueran en sí varones buenos, amantes de la paz yportadores de ella, sino que también aparecierancomo tales ante los demás, según estas palabrasde Isaías (c. 52): "Qué hermosos se parecen en lasmontañas los pies del que anuncia y predica la paz.”Esta fue la paz que restableció el Señor por mediode la sangre que derramó en la cruz (Col., c. 1);sobre la paz anunció la buena nueva, como se diceen la Epístola a los Efesios (c. 2): "Vino a evange-lizar la paz a vosotros que estabais alejados, comoa los que estaban cercanos." Y así, no es de admirarque haya mandado que se anunciara la paz.

Es evidente, por tanto, que los apóstoles, al anun-ciar a los moradores de las ciudades, aldeas y casasla buena nueva de la paz, cosa tan dulce, tan amabley deleitosa, no podían menos que atraerlos y hacer-los gratos y benévolos, para que a su vez les ofre-cieran hospitalidad a los mismos apóstoles, a fin de

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que los recibieran con gratitud y benignidad y escu-charan gustosamente su doctrina.

¶ Harto atractivo era también el ver a los apósto-les pobres, humildes y afables; el darse cuenta deque no buscaban, ni mucho menos pedían, oro niplata, ni dinero ni menesteres caseros, ni cosa algu-na temporal o terrena por mínima que fuera; y nisiquiera los alimentos necesarios, contentándose conlo que voluntariamente quisieran darles.

Tampoco se les concedió a los apóstoles, comoafirma santo Tomás en su comentario a san Mateo,el poder hospedarse y comer en la casa de cual-quiera individuo, sino solamente en la de aquel queencontraran digno y de buena voluntad. Pues demanera puntual dijo Cristo: “En cualquiera ciudado aldea en que entrareis, informaos quién haya enella digno y pennaneced en su casa hasta vuestrapartida." Esto es, no queráis andar de casa en casapara hospedaros; en primer lugar, como dice sanJerónimo en su homilía, para no contristar a loshuéspedes, que con tal conducta se sentirían despre-ciados; pues sería indecoroso este proceder y seríatambién un indicio de ingratitud, porque obrandode este modo entristecerían y despreciarían a quie-nes habían ejercido con ellos las obras de la hospi-talidad y de la caridad.

¶ En segundo lugar, para no dar acerca de simismo una opinión de ligereza, indigna de quienostenta el nombre de predicador cristiano. Y Jesu-cristo quería que los apóstoles fueran varones gravesy constantes, a fin de que fueran tenidos en mayorrespeto y autoridad; y para que de este modo fuerasu doctrina más apreciada de sus oyentes y pudie-ran cosechar en ellos frutos más abundantes.

¶ En tercer lugar, para evitar la nota de gula yvoracidad; pues podrían juzgar algunos que losapóstoles mudaban de hospedaje para entregarse182

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al placer de gustar manjares más exquisitos en lascasas de otros huéspedes. Así sucedió cuando los fa-riseos, viendo a Cristo comer con los publicanos, loincrepaban diciendo que lo hacía por voracidad(ML, c. 11, y Lc. c. 17).

¶ Por otra parte, era cosa suficientemente atracti-va y bastante a mover, inclinar y ganarse el ánimode los oyentes, el sanar graciosamente a los enfer-mos, resucitar a los muertos, limpiar a los leprososy lanzar a los demonios de los cuerpos posesos.Porque nada les es ordinariamente más grato a loshombres, como recibir grandes beneficios u obse-quios de los demás, sin que contra su voluntad sevean obligados a corresponder con otra cosa sinocon la gratitud. Y es cosa manifiesta que aquellostan grandes y tan poco vistos beneficios que losapóstoles hacían milagrosamente a quienes los reci-bían y escuchaban, eran eficacísimos para ganarseel amor y la dilección de éstos, y naturalmente, apro-piados para hacerlos benévolos, dócìles y atentos,disponiéndolos así a escuchar y recibir la doctrinaque se les predicaba, y a creer.

Si los apóstoles hubieran exigido dinero por lascuraciones y grandes beneficios que hacían, sin dudaque sus oyentes no dejarían de contristarse mucho;pero como nada exigían, eran gustosamente amadosde ellos, los cuales se empeñaban con facilidad enoírlos con el mayor interés y con la mayor atención,y en recibir la doctrina que se les enseñaba. Y Cris-to les mandó que curaran a los enfermos que en lasciudades encontraran, para que con la obra delos milagros pudieran atraerse a los hombres, incli-nándolos a recibir la palabra que les predicaren. Yoíd qué es lo que ordena: “Y decidles que se acercaa ellos el reino de Dios. Porque si sanáis primero yluego enseñáis, tendrán feliz éxito vuestras palabrasy creerán los hombres que el reino de Dios les ha

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llegado ya", dice Teofilato comentando el c. 10 desan Lucas. Constaba, efectivamente, que no podianser sino varones óptimos aquellos que se mostrabantan liberales, aquellos que gratuitamente impartíantantos y tan grandes bienes a los que se veían afli-gidos de gravísimas desazones y de enfermedadesincurables; aquellos que pudiendo, si quisieran, re-unir incontable dinero y amontonar riquezas consi-derables, todo lo despreciaban como estiércol arro-jado en las plazas.

Luego el sanar a los enfermos, resucitar a losmuertos, etc., era suficiente incentivo para moverdelicadamente e inclinar las voluntades de los oyen-tes a amar a los apóstoles y a recibir gozosamentesu doctrina, etc. Luego la forma y el modo queCristo estableció para predicar el evangelio, no sóloson razonablemente persuasivos en lo que toca alentendimiento, sino también delicadamente excita-tivos, inclinativos y atrayentes en lo que mira a lavoluntad.

¶ Bastante atractivo era, finalmente, y del todoeficaz para hacer benévolos y atentos a los oyentes,el hablar los apóstoles anunciando aquellos sobre-naturales, nuevos, inauditos y nunca pensados bie-nes atañederos a la vida eterna, más suaves y másdulces que lo más dulce y suave que pudiera exco-gitarse. Pues se trataba del mayor bien que podíadescubrirse a los hombres, y del más eficaz paraatraerlos, inclinarlos y moverlos suavemente a reci-bir y prestar su aquiescencia a la doctrina de losapóstoles; -puesto que quienes los oían comprendíanque todos los creyentes, después de los trabajos,pesadumbres y miserias de la vida presente, iríana vivir en medio de goces una vida de interminabletranquilidad. _

Queda, pues, evidenciado que la forma de predi-car el evangelio, instituida y ordenada por Cristo184

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a sus apóstoles, y mediante éstos a sus sucesores, esuna forma que por medio de la razón persuade alentendimiento y atrae, inclina y mueve delicada-mente la voluntad.

§ DECIMOSEPTIMO

¶ Después de haber instruido el Señor a sus após-toles y discípulos en el modo con que habían deportarse con las ciudades, aldeas o casas que losrecibieran con benevolencia, voluntad y cariño, lesdio también las normas con que habían de procedercon aquellos que no los recibieran: “Caso que noquieran recibiros, les dice, ni escuchar vuestras pa-labras, saliendo fuera de la tal casa 0 ciudad, sacu-did el polvo de vuestros pies. En verdad os digo queSodoma y Gomorra serán tratadas con menos rigoren el día del juicio, que la tal ciudad."

Se ve en estas palabras que Cristo concedió alos apóstoles solamente la licencia y autoridad depredicar el evangelio a los que voluntariamente qui-sieran oírlo, pero no las de forzar o inferir algunamolestia o desagrado a los que no quisieren escu-charlos. No autorizó a los apóstoles o predicadoresde la fe para que obligaran a oír a quienes se nega-ran a ello, ni los autorizó tampoco para castigar aquienes los desecharan de sus ciudades; porque noestableció para castigarlos ninguna pena corporal,sino una pena eterna: "Caso que no quieran reci-biros, dice, ni escuchar vuestras palabras, saliendofuera" (no dijo: insistid y predicadles, quieran o noquieran; y si perseveran pertinazmente en desecha-ros, no dilatéis el castigo infligiéndoles penas huma-nas): sino "sacudid el polvo de vuestros pies. Enverdad os digo que Sodoma y Gomorra serán trata-

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das con menos rigor en el día del juicio, que la talciudad." Como si abiertamente les dijera: El casti-go de tal repulsa me queda reservado a mi sola-mente; no os lo concedo a vosotros.

De la exposición anterior podemos deducir losiguiente. Así como Cristo no estableció ningunapena corporal para castigar en este mundo, a lomenos por los hombres, a quienes no aceptaran sufe, esto es, a los que no creyeren; sino una penaeterna después de esta vida, como se desprende deestos testimonios: “Pero el que no creyere serácondenado" (Mr., últ.); y (Mt., 11 y Luc., 10): "En-tonces comenzó a reconvenir a las ciudades dondese habian hecho muchísimos de sus milagros, por-que no habían hecho penitencia": es decir, porqueno habían creído. “¡Ay de ti, Corozáinl, ¡ay de ti,Betsaidal, que si en Tiro y en Sidón se hubiesenhecho los milagros que se han obrado en vosotras,tiempo ha que habrían hecho penitencia, cubiertasde ceniza y de cilicio. Por tanto, os digo, que Tiroy Sidón serán menos rigurosamente tratadas en eldia del juicio, que vosotras. Y tú, Cafarnaúm, etc.:porque si en Sodoma, etc. Por eso te digo, que elpaís de Sodoma en el día del juicio será castigadocon menos rigor que tú"; de igual modo, tampocoestableció Cristo ninguna pena temporal aplicablepor los hombres, sino una pena eterna que se apli-cará en el otro mundo a quienes se negaren a oírla predicación de la fe, o no quisieren admitir orecibir a los predicadores de la misma fe; reserván-dose, por tanto, el castigo de unos y de otros.

Se confirma esta aserción con la autoridad desanto Tomás, quien, exponiendo las mismas pala-bras "sacudid el polvo", etc., dice en el "Tratadocontra los impugnadores de la religión", c. 15, al4? argumento: “Al cuarto argumento, debe decirseque el Señor mandó que los apóstoles sacudieranlflá

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el polvo de los pies, como un testimonio contraaquellos que no los reciben. Y así se lee en Marcos,c. 6: Sacudid el polvo de vuestros pies, en testi-monio contra ellos. Por eso tocante a las palabrasde Lucas, c. 10 sacudid el polvo, dice la glosa: Paraconstancia del trabajo terrenal que en vano empren-dieron en favor de aquéllos. Y este testimonio seordena al juicio divino, como se ve en las palabrasde Mateo, c. 10: En verdad os digo que Sodoma yGomorra serán tratadas con menos rigor en el diadel juicio, que la tal ciudad. El Señor mandó, pues,a sus discípulos que se retiraran de aquellos queno los recibieren, los cuales se reservan para serjuzgados por sus crímenes en el dia del juicio;como son los infieles de quienes se lee: A los deafuera Dios los juzgará (1 Co., c. 5). Pero se poneen manos de la Iglesia el juicio de los que estánadentro, es decir, de los fieles. Por donde si algunoquisiere entrar en la sociedad de los fieles, y contra-dijere injustamente el hombre, no debe reservarseesto al juicio divino, sino llevarse al juicio de laIglesia para que imponga la corrección." Esto diceformalmente santo Tomás.

¿Qué cosa más clara pudo decirse o pensarse paraque conste que a ningún hombre dio Cristo ningunapotestad para forzar o molestar a cualesquiera in-fieles que se nieguen a escuchar la predicación dela fe, o a recibir en su territorio a los predicadores?El castigo de tal repulsa corresponde, no al juiciohumano, sino al divino, después de esta vida. Y paraque a nadie le quede en adelante la menor dudaacerca de esta verdad, nótese la conducta del mismoCristo en orden a la confirmación de la misma.Yendo a la ciudad de Jerusalén y conviniendo des-viarse a la ciudad de Samaria, despachó algunosmensajeros, a Santiago y a Juan, para que prepa-raran en ella hospedaje y lo demás que fuera

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necesario; pero no queriendo los samaritanos reci-birlos, indignados los apóstoles por aquella inhuma-nidad y repulsa, dijeron al Señor: ”¿Quieres quemandemos que llueva fuego del cielo y los devore?Pero Jesús, vuelto a ellos, les respondió diciendo:No sabéis a qué espíritu pertenecéis. El hijo delHombre no ha venido para perder a los hombres,sino para salvarlos" [Lc., c. 9]. El espíritu de Cristo,en efecto, es un espíritu de mansedumbre, segúnlas siguientes palabras de Isaías, c. 61: "El espíritudel Señor está en mí, porque el Señor me ha ungi-do, para anunciar la palabra a los que son mansos":y en el c. 42 leemos: “He aquí a mi servidor, yo losostendré." Y prosigue diciendo adelante: “Yo hederramado mi espíritu en él"; y añade: "No rompe-rá la caña cascada y no extinguirá la mecha hu-meante."

Y quería que los apóstoles tuvieran este espíritu,como buenos discípulos e imitadores de su buenMaestro; y así, añade: "El Hijo del Hombre no havenido a perder a los hombres, sino para salvarlos";porque esta venida suya no era de justicia, sino demisericordia, según estas palabras de san Juan, c. 3:"Pues no envió Dios a su Hijo al mundo para con-denar al mundo, sino para que por su medio el mun-do se salve." Y por eso recibió un nombre adecuadoa ese fin, llamándose Jesús, como se lee en sanMateo, c. 1: "A quien pondrás por nombre Jesús;pues él es el que ha de salvar a su pueblo o librarlede sus pecados."

Hablando sobre el mismo espíritu de mansedum-bre dice Teofilato: "Cristo, enseñándoles su ley,que era más sublime que la vida de Elías, los re-prende y aparta de tal pensamiento, enseñándolesque era menester obrar con mansedumbre con aque-llos que los ìnjuriaban.” Y san Cirilo escribe: "Y elSeñor, que lo conocía todo con anterioridad, sabíaHU!

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que sus enviados no serían recibidos de los samari-tanos. Pero con todo, les mandó que se adelantasen,porque acostumbraba ser solicito en todo para pro-vecho de sus discípulos; pues eran los futurosmaestros de todo el mundo, y tenían que recorrerlas ciudades y las aldeas para predicar la doctrinaevangélica; y alguna vez habrían de encontrarse conalgunos que se negarían decididamente a recibir lasagrada predicación, como negándose a que Jesúsmorara con ellos. Les enseñó, pues, que al anunciarla doctrina divina, debían ir llenos de pacienciay de mansedumbre, y no con ánimo hostil e iracun-do, ni acometiendo con crueldad a quienes los ofen-dieran. Pero los apóstoles no tenían todavía eseespíritu; por el contrario, encendidos en ardientecelo, querían que bajara fuego del cielo sobre lossamaritanos." Así dice san Cirilo.

Y que haya sido provechoso el usar de aquellamansedumbre, lo demostró suficientemente despuésde algunos días la conversión de los samaritanos,realizada por el mismo Salvador por medio de lamujer samaritana. Prosigue el texto evangélico: "Ycon esto, se fueron a otra aldea": dándoles así laforma con que habían de obrar, como lo adviertesan Buenaventura al comentar el mismo pasajede san Lucas: “Que antes huyas de los hombres,y no que contiendas con ellos", de acuerdo con lanorma que les dio a sus discípulos (Mr., c. 10):“Cuando en una ciudad os persigan, huid a otra", etc.Esto dice san Buenaventura.

Se evidencia, pues, con el ejemplo y con las obrasdel mismo Redentor (cuyas acciones se enderezana nuestra instrucción, porque el Padre nos lo hadado como testigo, jefe y maestro, según el vatici-nio de Isaías, c. 55: "He aquí que lo he dado a lospueblos como testigo y como jefe y maestro a las na-ciones"; y san Mateo, c. 17: "Este es mi querido

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Hijo, en quien tengo todas mis complacencias: a Elhabéis de escuchar”; es decir, obedecedlo e imi-tadlo, porque no sólo con sus palabras, sino tambiéncon sus obras ordena lo que había de hacer paraimitarlo); se evidencia, decimos, que de ningunamanera se ha de hacer mal o fuerza, o se ha decastigar a los infieles que nunca hayan recibidola fe, cuando se nieguen a escucharla o a recibir alos predicadores de la misma fe. Y evidentementeaparece luego la consecuencia: que quienes obrande manera contraria se convierten en usurpadoresdel juicio que a Dios corresponde, y, consiguiente-mente, se hacen a manera de transgresores del pre-cepto divino.

§ DECIMOCTAVO

¶ Se confirma lo anteriormente elucidado con laspalabras que siguen en el texto donde aparece lareferida forma de predicar el evangelio. "Mirad, dice,que yo os envío como ovejas en medio de lobos"; ocomo dice san Lucas, c. 10: "Como corderos entrelobos", que es ciertamente lo mismo. Con estaspalabras les enseñó a los apóstoles y a los discípulosque era necesario que fueran no solamente pacíficosy despreciadores de los bienes temporales o transi-torios; graves y humildes; moderados y liberales,porque graciosamente derramaban grandes benefi-cios; caritativos y agradables a sus huéspedes; debuena fama y sin que pudiera tachárseles ningúndefecto o desorden; sino que debían también serpacientísimos; y en tal grado fuertes con la pacien-cia, que pudieran vencer con la mansedumbre atodos sus adversarios y perseguidores. Por eso dice:190

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Mirad que yo os envío como ovejas o corderos enmedio de lobos.

Vienen también al caso las siguientes palabras desan Juan, c. 20: “Como mi Padre me envió" a pade-cer, “así os envío también a vosotros”; no os envíoa los deleites sino a los padecimientos, donde habéisde portaros con inocencia; porque el que tiene elencargo de predicar no debe hacer males, sino tole-rarlos. Así dice la glosa. Es, en efecto, de la condi-ción de la oveja el sufrir males, pero no e1 dehacerlos: y así, los predicadores del evangelio aninguno le han de hacer mal, sino que, con su man-sedumbre, han de tolerar y vencer las debilidadesy persecuciones, como queda dicho ya. Del mismomodo lo dice también san Gregorio en la homilía 17*sobre los Evangelios: "Quien recibe el cargo de lapredicación, no debe hacer males para que, con sumisma mansedumbre, pueda mitigar la ira y la cruel-dad de los demás, y pueda curar las heridas de lospecados, estando también herido él con el peso delas aflicciones.” Esto dice san Gregorio.

San Cirilo a su vez (c. 55, lib. 12), comentandolas palabras de san Juan, c. 20, “como mi Padre meenvió", escribe así: “Jesucristo nuestro Señor llamóa sus discípulos al apostolado glorioso, y consolida-ron éstos el mundo trastornado, convirtiéndose ensustentáculos suyos"; por donde también el Salmistadice de la tierra y de los apóstoles: "Porque yo afir-mé sus columnas" ; pues los discípulos son las colum-nas y la fortaleza de la verdad. De ellos dice que losenvía como su Padre lo envió a El, para mostrartambién la dignidad del apostolado, para descubrirla grandeza del poder que se les dio y para señalar-les el camino que debían seguir en sus afanes y ensu vida. Si los envía como su Padre lo envió a El,¿no cabe considerar a qué envió el Padre a su Hijo?,porque sólo así, y no de otra manera, podrán imitar-

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lo. Por eso, interp-retandonos de muchas manerasla naturaleza del apostolado, algunas veces decía:No he venido a llamar a los justos, sino a los peca-dores para que hagan penitencia; otras veces afir-maba: Porque no tienen necesidad de médico lossanos, sino los que están enfermos; y con respectoa las palabras “Bajó del cielo", dice: “sino paraque por El se salve el mundo. Todo lo cual dio aentender en poquísimas palabras, diciendo que losenviaba como a El mismo lo había enviado su Pa-dre; para que por aquí entendieran que habían deinvitar a los pecadores a hacer penitencia; que ha-bían de curar a los enfermos del cuerpo y del alma;que al dispensar estos bienes no hacían su voluntadsino la de Aquel que los enviaba; y que con su predi-cación y con la doctrina de la fe habían de salvaral mundo. Con cuánto empeño hayan llevado a tér-mino esta empresa, sin grande trabajo puede muybien saberse leyendo los Hechos de los Apóstoles ylas Epístolas de san Pablo.” Hasta aquí san Cirilo.

¶ Vemos aquí que Cristo indicó el camino quedebían seguir en su-vida y en el negocio de la felos promulgadores de la ley evangélica, que no esotro sino el que siguió el mismo Redentor del mun-do, cumpliendo puntualmente la voluntad de suPadre. Este cumplimiento consiste, sin duda algu-na, en invitar a los pecadores a la penitencia comoEl los invitaba: mediante una conducta intachabley santísima; con la mansedumbre y la paciencia;con el amor y la dulzura; pero no con acciones quealejaran a los pecadores más de lo que estaban; noafligiéndolos ni angustiándolos con el rigor, con elterror o con el despotismo; con la aspereza, conla turbación o con la amargura ; con las persecu-ciones, con cargas pesadas o con insultos. Mediantelas enseñanzas de 1a fe y con una vida irreprensi-ble y fecunda en luminosos ejemplos de virtudes,192

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debían atraerse igualmente por lo menos a los en-fermos del espíritu ; que si así lo hacían, ciertamenteque a tales predicadores se les concedería tambiéndivinamente el poder de sanar las enfermedades cor-porales.

Obrando de este modo, sin duda que el mundo seinstruiría y se salvaría; se cumpliría plenamente lavoluntad de Cristo que era quien los enviaba, yla del eterno Padre también. El mundo no se per-turbaría, ni sufriría escándalos inexterminables, nise hundiría en odios y errores irremediables contrala fe y la religión cristianas.

¶ Con las afirmaciones anteriormente asentadasconsuena lo que san Cirilo escribe sobre las siguien-tes palabras de san Juan, c. 4: “Mi comida es hacerla voluntad del que me ha enviado, y dar cumpli-miento a su obra." “Desechando de sus palabras,dice, toda atenuación, les propone el punto con lamayor claridad. Porque como iban a ser los maes-tros del mundo, les enseña con su ejemplo que hade tenerse mucho mayor cuidado de la salvación delos hombres que de los propios cuerpos; y al decirque era para él un alimento suavísimo el hacerla voluntad de su Padre y el dar cumplimiento a suobra, brevísimamente describe la condición del mi-nisterio apostólico. Les manifiesta, por tanto, quees necesario que se vean afligidos, para que no atien-dan sino al ministerio de la enseñanza; y para que,de lo que al cuerpo le es necesario, no reciban avoluntad, sino solamente lo preciso para sustentarsus vidas." Esto dice san Cirilo.

¶ Vemos aquí que el alimento de Cristo es hacerla voluntad de su Padre; y la voluntad de su Padrees que se dé cumplimiento a su obra; y su obra esla conversión y la salvación de los pecadores pormedio de la doctrina de la fe. Y de tal importancia

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es esta obra, que debe preferirse a todo lo demásy aun al cuidado del propio cuerpo.

Ni es de admirar; "Pues nadie tiene amor másgrande que el que da su vida por sus amigos" y susprójimos (Io., c. 15). El mismo san Juan dice ensu primera Canónica, c. 3: “En esto hemos conoci-do la caridad de Dios, en que dio su vida por nos-otros; así nosotros debemos dar la vida por nues-tros hermanos." Por eso les enseña con su ejemploa los maestros del mundo y a los promulgadoresde su ley que, posponiendo todo lo terrenal, muchomayor cuidado ha de tenerse de la salvación de loshombres que del propio cuerpo; esto es, los exhortaa que lo imiten, indicándoles que en esta imitaciónestá comprendida la condición del ministerio apostó-lico. Enseña, repetimos, que los predicadores de lafe a quienes incmnbe en cualquiera fonna ejercereste ministerio, han de dirigir sus miradas a la con-versión y salvación de las almas, como al fin de suvocación; y que han de empeñarse en alcanzarlashaciendo los mayores esfuerzos posibles.

¶ Pero volvamos a la mansedumbre y a la pacien-cia que Cristo añadió a la fonna de predicar la ley,y que los predicadores deben necesariamente ejer-cer en el desempeño del grandioso ministerio apos-tólico.

Como ovejas, dice, os envio en medio de lobos;que es decir, no os envío con poder de annaspara que con la violencia sometáis las naciones avuestra doctrina, como lo hizo Nabucodonosor en-viando al general de sus ejércitos, Holofemes, asubyugarle todos los pueblos y a destruirle sus dio-ses, para que él solo pudiera ser tenido por dios(Iud., c. 3); sino que os envío como ovejas entrelobos; esto es, como personas que a nadie dañan nipueden dañar; os envío tales que podáis sufrir lasinjurias de quienesquiera que sean. Y con tanto194

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empeno ensena y manda Cristo practicar la manse-dumbre, que aduce la semejanza de la oveja y dela paloma; yo, dice, os envío como ovejas; y, sedsencillos como las palomas.

¶ Hablando de este punto en la homilía 349 sobresan Mateo, dice el Crisóstomo: "Después, para quese viera que se acercaba un nuevo e inaudito modode combatir y un admirable ejército de soldadosque iban a dirigirse a los campos de batalla, iner-mes, vestidos con una sola túnica, sin calzado nibastón, sin cintos ni alimentos propios, no pone fina sus palabras aquí; sino que, mostrando su poderinexpugnable, aun cuando tenían que ir contra lo-bos, y no simplemente ir contra lobos, sino estarentre ellos, les manda, sin embargo, que tengan lamayor mansedumbre ; y no sólo eso, sino que tengantambién la sencillez de la paloma. Porque así podíadescollar su virtud en el grado más alto, si queda-ban vencidos los lobos por todos aquellos que, estan-do en medio de ellos y viéndose heridos por todaspartes con las mordeduras de aquellas fieras, nosólo no desfallecían, sino que lograban trocar lanaturaleza de los lobos por la de las ovejas.

"Y es ciertamente mayor y más admirable cosamudar la mente y el corazón de los adversarios, quedominarlos a fuerza de espada; sobre todo si seconsidera que no eran sino doce los apóstoles envia-dos contra todos los demás hombres, que sobrepa-saban a los lobos en atrocidad. Avergüéncense, pues,aquellos que obrando de manera contraria, persiguencomo lobos a sus adversarios, mirando que unaspoquísimas ovejas fueron bastantes a vencer unainnumerable muchedumbre de lobos.

"Y es cierto que, mientras nos conducimos, comoovejas, con facilidad vencemos a los enemigos; perotan pronto como nos revestimos de la naturalezade los lobos, luego quedamos vencidos. Porque en-

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tonces no recibimos ningún socorro de nuestro Pas-tor, que no apacienta lobos sino ovejas. Y por eso, sinos convertimos en lobos, al punto se retira y nosabandona, ya que no permitimos que brille en nos-otros su virtud." Y sigue diciendo más adelante:"Porque no dijo: luchad contra ellos y pelead, yacometed a los que os pongan asechanzas; sino alcontrario: llegad hasta sufrir las mayores afliccionesy peligros."

Y más adelante prosigue: "Se sobrepusieron, sinembargo, y vencieron aquellos doce hombrecillos;y, lo que es más admirable, no desbarataron a susadversarios ni los despedazaron; sino que se atra-jeron sus inteligencias y sus corazones.

"Y hay que considerar que en ninguna parte ahu-yentaron los apóstoles ni dieron muerte a los enemi-gos que los acechaban; por el contrario, encontrán-dolos más fieros y abominables que los demonios,lograron reducirlos a una vida angelical. Y así, paraque no se entregaran al pemicioso culto de los ído-los, por la libertad que se dio a la naturaleza huma-na, exterminaron a los demonios, seductores y co-rruptores de los hombres, no sólo de las casas y delas ciudades, sino también de los mismos desiertos.Y, lo que nadie habría pensado nunca, se llevó atérmino esta empresa, sin la ayuda de ninguna le-gión, sin el auxilio de ningunas armas; sino con lospadecimientos de los apóstoles únicamente. Las ciu-dades, las sinagogas, los reyes y los príncipes teníanante sí a los doce hombres; y con cadenas, conazotes, con cárceles y con cuanto podían, los conmi-naban para que callaran. Pero no pudieron cerrarleslos labios, sino que, así como ninguno puede ofus-car los rayos del Sol, así tampoco pudo nadie atarleslas lenguas."

Más adelante continúa: "Es increíble, sin dudaalguna, que un hombre ejercitado en los estanques196

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y cerca de las pieles, y educado en el oficio de pu-blicanos, se atreviera a despegar los labios estandodelante de reyes y sátrapas que obraban empeñosa-mente, asistidos de satélites con las espadas desen-vainadas; estando encadenado y apremiándolo todospor todas partes; era imposible, repetimos, que seatreviera a despegar los labios y que pudiera pro-ferir alguna palabra, porque no sufrían aquellosjueces oír ninguna justificación; sino que, amedren-tados con la novedad del dogma, mandaban que sele aplicara la pena de tormentos, como a pestíferoy común enemigo de los hombres. Estos son los quetrastornan todo el mundo, y aquí están; éstos sonlos que predican nuevamente contrariando los edic-tos del César y llamando rey a Jesucristo. Los jue-ces, por tanto, estaban ya prevenidos contra ellosen todas partes, y ninguna virtud humana, sin elauxilio divino, habría podido demostrar que predi-caban la verdad, y que lo que se oponía a las leyescomunes de los hombres”, etc. Bellísimamente dicetodo esto san Juan Crisóstomo.

¶ Cosas dignas de notarse dice san Ambrosio enel mismo sentido comentando a san Lucas (lib. 6):“En los mandatos evangélicos se da a entender cuáldebe ser el que anuncia el reino de Dios: que nolleve ni bastón ni alforja, ni calzado ni dinero; estoes, que no busque el socorro en medios terrenales;sino que, fortalecido en la fe, tenga para sí quecuanto menos busque tal socorro, tanto mayor éxitopodrá obtener. A ellos, ante todo, se les da el man-dato general sobre la paz y la constancia, diciéndo-les que anuncien la paz, que ejerciten la constan-cia, que respeten los derechos de las relacioneshospitalarias, afirmando que es ajeno al predicadordel reino celestial el andar de casa en casa y elmudar los derechos inviolables de la hospitalidad.

"Pero así como Cristo dispuso que se recompen-197

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sara la gracia de la hospitalidad, así también mandóque cuando no fueran recibidos, sacudieran el polvode sus pies y salieran de la ciudad. Se enseña coneste mandato que no es un bien mediocre la recom-pensa de la hospitalidad, puesto que no solamentehemos de dar la paz a nuestros huéspedes, sino quetambién, si hubiere en ellos algunas faltas propiasde la inconsideración humana que los afearan, ha-brán de borrárseles al recibir las huellas de la pre-dicación apostólica. Y no sin razón, según escribesan Mateo, se les ordena a los apóstoles que elijanla casa donde han de hospedarse, pues se ordenaesto para que no haya motivo que obligue a cambiarde hospedaje y a violar las obligaciones que ésteimpone. Pero así como, literalmente, se enseña queésta es la forma del venerable precepto de la sa-grada obligación de la hospitalidad, así también seinsinúa el misterio de la sentencia divina." Estodice san Ambrosio.

Y comentando (lib. 7) las palabras “no llevéisalforja", etc., dice: “Con evidencia expresó en otrolugar qué significa no llevar alforja para el viaje;pues escribe san Mateo que les dijo a sus discípu-los: no llevéis oro ni plata. Y si se nos prohíbellevar oro, ¿por qué nos empeñamos en arrebatarloy llevarlo? Si se te manda que des lo que tienes,¿cómo es que acumulas lo que se te prohíbe poseer?¿Vas a robar, tú que predicas que no se ha de robar?Tú que dices que no se ha de fornicar, ¿vas a fomi-car? Tú que aborreces los ídolos, ¿vas a cometersacrilegios? Tú que te glorias de la ley, ¿vas a des-honrar a Dios con tus prevaricaciones? Pues porvosotros se blasfema contra el nombre de Dios. Nose condujo así san Pedro, que fue el primer ejecutordel mandato divino, quien demostró que no se ha-bían derramado enel vacío los mandamientos delSeñor; y así, cuando un pobre le pidió que le diera198

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algún dinero, respondió: No tengo plata ni oro. Segloria él de no tener plata ni oro ¿y os avergonzáisvosotros de tener todavía menos de lo que ambi-cionáis?

Y sobre aquellas palabras “no llevéis bastón", dicemás adelante: “Manda que los apóstoles dejen elbastón, pues así juzgó san Mateo que debía escribir-se. ¿Qué es el bastón sino el signo de la potestadque se ha de ejercer y el instrumento con que hande castigarse las ofensas? Luego el mandato deaquel hmnilde Señor cuyo juicio se ennobleció conla humildad; el mandato de aquel humilde Señorfue puesto en ejecución por sus discípulos con obrasde humildad; pues los envió a plantar la fe, noobligando, sino enseñando; no ejerciendo la fuerzadel poder, sino ensalzando la doctrina de la hu-mildad.

"En este punto juzgó que debía unirse la pacien-cia a la humildad; porque él mismo, según el tes-timonio de san Pedro, cuando lo maldecían, noretomaba maldiciones; cuando sufría, no prorrum-pía en amenazas. Esto quiere decir: imitadme amí; deponed los deseos de venganza; soportad lainsolencia de los que os hieren, no con la relaciónde la injuria, sino con la magnanimidad de lapaciencia.

"Ninguno debe imitar el mal que reprende en losdemás. Heridas más profundas son las que abre lamansedmnbre en los contumaces; con este puñocorresponde el Señor al que hiere diciendo: Al quete hiera en una mejilla, preséntale la otra." Y unpoco más adelante sigue diciendo: “¿O por ventura,solamente antes de la pasión del Señor, que reafir-mó los corazones de los pueblos vacilantes, fuenecesaria la mansedumbre, siendo necesaria des-pués de ella la reprensión? Halague el Señor, increpePablo, persuada el que no pueda ablandar aun a

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los corazones endurecidos; argumente el que nopueda persuadirlo todo. De la doctrina de la Leyhabía tomado san Pablo la vara de la autoridad(2 Co., 4). Y por eso dice el Señor en el AntiguoTestamento: Castigaré con la vara de la justiciasus iniquidades; pero en el Nuevo vemos que Elmismo se ofreció para perdonar a todos diciendo:Si me buscáis a mí, dejad que éstos se vayan.

"Y leemos en otro lugar que cuando los apóstolesquerían pedir que bajara fuego del cielo, para queconsumiera a los samaritanos que se negaron arecibir a Jesús nuestro Señor en su ciudad; Éste,volviéndose a ellos, dice: No sabéis a qué espíritupertenecéis. El Hijo del Hombre no ha venido paraperder a los hombres, sino para salvarlos", etc. Has-ta aquí san Ambrosio.

§ DECIMONONO

¶ Vemos, pues, evidentemente confirmado y robus-teciendo de mil modos, por decirlo así, todo lo quehemos dilucidado en los párrafos precedentes, acer-ca de la forma que Cristo prescribió a sus apóstolesy a los que habían de sucederles en su misión, parainvitar a los hombres a la religión verdadera. Cuánbenigna fue, cuán suave, cuán pacífica y razonable;cuán inculpable, ejemplar y amable; cuán llena demansedumbre y de paciencia; de clemencia, de dul-zura y de caridad, y cuán graciosamente donadorade beneficios con aquellos que escuchaban y acep-taban el nombre de Cristo. Se refiere lo dicho a laforma que Cristo instituyó en la primera misión,cuando envió a los santos apóstoles y a los discí-pulos a doctrinar a los judíos, enviándolos como700

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a un gimnasio, a fin de que paulatinamente se prepa-raran para predicar y se instruyeran para la futuracampaña que contra todo el mundo iban a em-prender.

¶ En la segunda y última misión con que despuésde su resurrección los envió a subyugar a todo elmundo, con mayor brevedad despachó sus órdenesacerca de la forma de predicar, presuponiendo yconfirmando cuanto había dicho y mandado con elmayor empeño en la primera misión; de manera queesta segunda forma fue la misma que estableció enla citada primera misión. "Id, pues, les dice, e ins-truid a todas las naciones, bautìzándolas en elnombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo;y enseñándolas a observar todas las cosas que os hemandado" (Mat., últ. y Marc., últ.): "Id por todo elmundo; predicad el evangelio a todas las criaturas";esto es, a las naciones de toda suerte de gentes. "Elque creyere y se bautizare, se salvará; pero el queno creyere, será condenado." Y al terminar, dice elevangelista: "Y sus discípulos fueron, y predicaronen todas partes, cooperando el Señor, y confirman-do su doctrina con los milagros que la acompa-ñaban.”

Con mayor brevedad que los anteriores, san Lucashabló de la siguiente manera sobre la forma depredicar: "Así estaba ya escrito, y así era necesarioque Cristo padeciese, y que resucitase de entre losmuertos al tercero día; y que en nombre suyo sepredicase la penitencia y el perdón de los pecadosa todas las naciones, empezando por Jerusalén. Vos-otros sois testigos de estas cosas." Así dice en` suEvangelio; y en los Hechos (c. 10), repite el mismosan Lucas algo acerca de la manera de predicar:"Y nos mandó que predicásemos y testificásemosal pueblo que él es el que está por Dios constituidojuez de vivos y de muertos. Del mismo testìfican

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todos los profetas, que cualquiera que crea en él,recibe en virtud de su nombre la remisión de lospecados."

Y en la penitencia incluyó Cristo y prescribió elbautismo; porque en él se hace la penitencia porla confesión y deposición de los antiguos males eimpiedades, y va acompañada al mismo tiempo dela remisión de los pecados, como escribe allí Teo-filato. La glosa ordinaria dice por su parte: “Eranecesario que los ministros que iban a predicar lapenitencia y el perdón a todos los pueblos empeza-ran por Jerusalén, no solamente porque a los judíosse confiaron las palabras de Dios, y porque a elloscorresponde la adopción de hijos, y la gloria y lasalianzas y las leyes; sino para que los pueblos en-vueltos en los errores y en los crímenes alentaranla esperanza del perdón, en vista, sobre todo, deesta señal de la piedad divina; es decir, viendo quese les concedía el perdón a los que crucificaron alHijo de Dios.” Y la glosa interlineal dice: “No sola-mente al pueblo judío o en alguna determinada par-te de la tierra se ha de predicar lo que se manda.Pues antes se dijo: no vayáis a tierra de gentiles; asaber, para que la predicación de los apóstoles fueraprimeramente desechada en la Judea. Pero ahorase dice: predicad el evangelio a todas las criaturas,sean creyentes o no lo sean, como enseña Teofilato."La glosa interlineal dice también acerca de las pala-bras ”echarán los demonios": “Quitando de loscorazones de los demás la malicia, con la eficaciade sus exhortaciones.” Así dice la glosa. Y Bedaescribe: "Porque el que antes de su pasión habiadicho: no vayáis a tierra de gentiles, después queresucitó de entre los muertos manda diciendo: id,pues, e instruid a todas las naciones."

Severo, por su parte, dice también: “Luego lamisma única potestad vuelve a crear a todos los202

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pueblos trayéndolos a la salvación, como los creópara la vida." Y al enviar a los apóstoles a predi-carle a todo el mundo, les impuso este triple minis-terio: primero, el de enseñar la fe; segundo, el deaclministrar los sacramentos a los creyentes; ter-cero, el de instruir a los creyentes imbuidos en lagracia de los sacramentos, para que observaran losmandatos divinos y se adomaran de buenas costum-bres, Ordenó lo primero con estas palabras: Id,pues, e instruid a todas las naciones; lo segundo, conéstas: bautìzándolas en el nombre del Padre, y delHijo, y del Espíritu Santo; y lo tercero, con lassiguientes: enseñándoles a observar todas las cosasque yo os he mandado.

Con cuánto empeño, con cuánta solicitud y vigi-lancia, con qué fervoroso celo y caridad hayan ejer-cido los apóstoles y discípulos de Cristo estos tresministerios en la primera y segunda misión; y loshan de ejercer los predicadores y los que están obli-gados a hacer sus veces por el encargo que se lesha encomendado, nos consta, en parte, por lo quese ha dicho ya; y en parte y con mayor evidencia,por los testimonios siguientes.

En el c. 6 de san Marcos se dice de los apóstolesque "salieron a predicar, exhortando a todos a quehiciesen penitencia: y lanzaban muchos demoniosy ungían a muchos enfermos con óleo y los sana-ban.” San Lucas en el c. 9 escribe: "Habiendo, pues,partido, iban de lugar en lugar, anunciando el evan-gelio, y curando enfermos por todas p-artes." En elcapítulo último escribe san Marcos: “Y sus discí-pulos fueron y predicaron en todas partes, coope-rando el Señor, y confirmando su doctrina con losmilagros que la acompañaban." Se evidencia, final-mente, con el testimonio de san Lucas en los Hechosde los Apóstoles, y con lo que escribe san Pablo ensus Epístolas; de las cuales particular y bellísima-

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mente trata el Crisóstomo comentando a san Mateoen las homilías 339 y 34?, y con mayor amplitud enla homilía 79 sobre el c. 2 de la 1* Epístola a losCorintios, así como en otros muchos lugares desus obras.

¶ Queda comprobado con todo lo dicho que unasola y misma forma de predicar el evangelio fuela que Cristo estableció, así antes de la resurreccióncomo después de ella; a saber, una forma persuasivamediante razones en lo que toca al entendimiento,y suavemente excitativa, conmovedora y atrayenteen lo que mira a la voluntad; puesto que fue unaforma pacífica y abundante en benignidad, en dul-zura y caridad. Así es en verdad, porque, comoextensamente se ha probado ya, el enseñar consisteen ilustrar el entendimiento de un modo tranquiloy afable, plácido e inductivo, atento y sucesivo, pau-sado o con intervalos de tiempo; y consiste igual-mente en atraer la voluntad del discípulo con elofrecimiento de cosas suaves, gratas y deleitables.Luego la forma que Cristo estableció para predicarel evangelio es persuasiva para el entendimiento, yatractiva para la voluntad.

¶ En suma: predicar la penitencia y el perdónde los pecados en nombre de Jesucristo; testificarque El es quien fue constituido por Dios como juezde vivos y de muertos; persuadir que todos losprofetas dan testimonio de que cuantos crean enEl recibirán, en virtud de su nombre, la remisiónde sus pecados; convencer a todos los pueblos en-vueltos en el error y en los crímenes, de modo quese animaran e indujeran a esperar el perdón de susantiguos delitos, atraídos por las muestras de ladivina piedad, que prometía el perdón de su pecadoa los mismos judíos que habían crucificado al Hijode Dios; llevar a cabo toda esta obra, demuestraque la predicación, la explicación, la intimación y704

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la anunciación que en ella emplearon, fueron razo-nablemente persuasivas en cuanto al entendimiento,y suavemente excitativas, conmovedoras y atrayen-tes con relación a la voluntad. Lo cual se confirmacon las palabras de la citada glosa: “Quitando delos corazones de los demás la malicia, con la eficaciade sus exhortaciones.” Así dice la glosa.

Luego la forma que Cristo, Hijo de Dios, estable-ció para predicar su evangelio en toda la tierra, enla primera y en la segunda misión de los apóstoles,fue la misma y la única; y fue una forma encamina-da a persuadir con razonamientos al entendimientoy a excitar, mover y atraer suavemente la voluntad.

¶ Es del todo evidente, y harto superfluo seríaprobarlo, que esta forma y este modo de predicarel evangelio debe observarse en todos los pueblosy naciones y en todo el mundo igualmente, sin esta-blecer ninguna diligencia, cosa que tocamos ya enel §19?, en la proposición mayor. Cristo, en efecto,dio su mandato diciéndoles a los apóstoles que fue-ran por todo el mundo y que enseñaran a todos lospueblos, sin escoger pueblo o lugar algimo deter-minado. Luego tampoco debemos nosotros estable-cer ningima diferencia o distinción en cuanto a lu-gares u hombres.

¶ Que este modo de enseñar el evangelio debadurar todo el tiempo, esto es, desde la ascensiónde Cristo hasta el día del juicio, se evidencia delmodo siguiente. El evangelio es el evangelio o leydel reino de Cristo (Mr., c. 24): "Se predicará esteEvangelio del reino": pero el reino de Cristo hade durar hasta el fin del mundo; luego el evange-lio de Cristo o la nueva ley ha de durar tambiénhasta el fin del mundo. Así lo expresan las palabrasde san Mateo en el lugar citado: “En verdad osdigo que no seacabará esta generación, hasta quese cumpla todo esto": palabras que el Crisóstomo

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explica refiriéndolas a la generación de los fieles queson el reino de Cristo.

Santo Tomás aduce la. razón de lo anterior dicien-do que como el estado de la nueva ley sucedió alestado de la antigua, como un estado más perfectosucede al imperfecto, ningím estado puede haberen esta vida más perfecto que el estado de la nuevaley. Porque ninguna cosa puede estar más cerca delúltimo fin que aquello que introduce en este últimofin; y esto es lo que hace la nueva ley. Por eso diceel Apóstol (Heb., c. 10): "Esto supuesto, hermanos,tenemos la firme esperanza de entrar en el San-tuario por la sangre de Cristo, camino nuevo y devida que nos abrió" para llegar a Dios. Por dondeno puede haber en esta vida ningím estado más per-fecto que el estado de la nueva ley, ya que las cosasson tanto más perfectas, cuanto más se acercan asu último fin." Esto dice santo Tomás (1=- 2*-°, q. 106,art. 4, per to.)

Luego la misma forma o el mismo modo de pre-dicar el evangelio se observará o debe observarseen todo tiempo; esto es, hasta el día del juicio, asícomo en todo pueblo y en todo lugar. Es manifiestala conclusión, porque así como no distinguió Cristopueblos de pueblos ni lugares de lugares, así tam-poco distinguió tiempos de tiempos. Y como el reinode Cristo que es la generación de los fieles, o laIglesia de Cristo, o el estado de la nueva ley, hade durar hasta el día del juicio; tenemos en con-clusión que la misma ley o el evangelio de Cristodebe durar hasta el fin del mundo. Y como tambiénse ha de predicar, según las palabras de Cristo,concluimos que también debe observarse hasta en-tonces la misma forma y el mismo_modo de pre-dicar.

Y con esto ponemos fin al noveno modo con quenos propusimos probar la primera parte de nues-206

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tra conclusión; esto es, por medio del precepto yforma establecidos por Cristo, como dijimos antesen el párrafo 19?

§ VIGESIMO

¶ Fundamos la décima prueba en los mismos p-re-ceptos o forma de predicar puesta en ejecución porlos apóstoles. Para declarar este argumento, pudoser abundantemente suficiente lo que el evangelistaincluyó en este breve compendio (Mr. últ.): “Y susdiscípulos fueron, dice, y predicaron en todas par-tes, cooperando el Señor, y confirmando su doctrinacon los milagros que la acompañaban."

No es menester probar que los apóstoles obser-varon la misma forma y el mismo modo de predicar,siendo, como eran, verdaderos imitadores de lasobras de Cristo y los mayores observadores de suspreceptos, como se ve en estas palabras (1 Co., c. 4y 11): “Os ruego que seáis imitadores míos; asícomo yo lo soy de Cristo": lo que antes había orde-nado ya el mismo Cristo (Io., c. 13): “Ejemplo os hedado, para que, lo que yo he hecho con vosotros, lohagáis vosotros también." Es, por tanto, cosa ciertaque los apóstoles observaron perfectamente, sin mu-dar nada en lo más mínimo, todo lo que Cristo lesmandó, incluyendo la forma que les dio para lapredicación del evangelio; de otra manera, no ca-bría decir que fueron perfectos imitadores de Jesu-cristo.

Puede probarse también con la razón natural estaproposición. El orden natural de las cosas es de talcondición, que los seres que son inferiores imitana los seres superiores, según la posibilidad de sunaturaleza. Y por eso los agentes naturales, como

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superiores, hacen que los seres pacientes se les ase-mejen. Y el principio primordial de donde proce-den todos los seres es el Hijo de Dios, como dicesan Juan, c. 1: “Por él fueron hechas todas lascosas.” Por esta razón él es el modelo primordiala quien todas las criaturas imitan, como a verdade-ra y perfecta imagen del Padre; por lo cual dicesan Pablo (Col., c. 1) que “él es imagen del Diosinvisible, engendrado ante toda criatura; pues en élfueron criadas todas las cosas": y es en cierto modoel modelo especial de las gracias espirituales conque las criaturas espirituales se ilustran, según laspalabras del salmo 109 dirigidas al Hijo: “En losesplendores de los santos te engendré de mi seno,antes que el lucero existiera."

Y este modelo divino se hallaba primero muylejos de nosotros, como dice el Eclesiastés, c. 2:“¿Qué es el hombre para que pueda seguir al Reysu creador?” Y por eso quiso hacerse hombre, parapresentarles a los hombres un modelo `h1.unano. Aeste intento dice san Agustín (lib. De Agone Chríst.):“Contra qué perversidad no se precave el que deseacontemplar y obrar conforme a las palabras y alos hechos de aquel hombre, en que el Hijo de Diosse nos dio como un modelo de vida." Y como unmodelo de la Divinidad, lo imitan primeramente losángeles y en seguida las demás criaturas, como dicesan Dionisio (c. 10 De Angel. Hier.). Y así también,como dechado de la htunanidad, se propone princi-palmente a los apóstoles, como superiores que son, ya los demás prelados de la Iglesia. Por eso se lesdijo: "Ejemplo os he dado", etc. ; y en segundolugar, los mismos apóstoles y prelados de la Iglesia,informados con el ejemplo de Cristo, se proponencomo dechados de vida a sus súbditos, según lomuestran estas palabras de san Pedro (19 c. últ.):“Siendo verdaderamente dechados de la grey": y208

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éstas de san Pablo (2 Ts., c. 3): "A fin de daros ennuestra persona un dechado que imitar."

Y como Cristo, a manera de un dechado de lasgracias espirituales, enseñó y estableció la formade predicar o promulgar su ley, no sólo con suspalabras sino también con sus obras, esto es, per-suadiendo y atrayendo dulce y suavemente a loshombres; es claro que los apóstoles, primeros pre-lados de la Iglesia y superiores de todos los fieles,como discípulos que no echaban en olvido sus pa-labras o preceptos, como verdaderos imitadores desus obras, y como modelos propuestos a los demás,observaron en la predicación y anunciación de laley de Cristo la forma indicada, sin violarla enlo más mínimo.

En cuanto a que Cristo haya enseñado e institui-do la forma referida no solamente con sus palabras,sino también con sus obras, es cosa atestiguadapor todos los evangelistas. Cuando comenzó a predi-car siendo humilde y manso de corazón, y enseñan-do a los demás a practicar la mansedmnbre y lahumildad, humilde y mansamente conversaba conlos hombres, atrayéndolos con su dulce conversa-ción e inspirándoles confianza para acercarse a Dios,como lo indican aquellas palabras en que se diceque por él nos acercamos a Dios (Ro., c. 5). Por suparte san Mateo dice, c. 9: "Que estando Jesús a lamesa en la casa de Mateo, vinieron muchos publi-canos y pecadores, que se pusieron a la mesa a co-mer con El y con sus discípulos." Exponiendo estelugar, dice san Jerónimo que los publicanos y lospecadores comprendieron, por la conversación deCristo llena de dulzura y benignidad, que habíanencontrado ocasión para hacer penitencia, dejandoel pecado y abrazando una vida mejor; y por estemotivo tampoco desesperaban de su salvación. En elc. 4 de san Lucas se lee que enseñaba en las sinago-

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gas y era estimado y honrado de todos; y que parademostrar que había sido enviado con un espíritude suavidad y dulzura, entrando en la sinagoga segúnsu costmnbre, fuele dado el libro del profeta Isaíasy -comenzó a leer aquel pasaje: “El Espíritu del Se-ñor reposa sobre mí: por lo cual me ha consagradocon su unción divina y me ha enviado a dar buenasnuevas" ; esto es, a anunciar la paz y la buena nueva“a los pobres, a curar a los que tienen el corazóncontrito, a anunciar libertad a los cautivos, y alos ciegos vista, a soltar a los que están oprimidos,a promulgar el año de las misericordias del Señor yel día de la retribución. Y arrollado el libro entre-gósele al ministro, y sentóse. Todos en la sinagogatenían fijos en él los ojos. Y comenzó a decirles:La escritura que acabáis de oír, hoy se ha ctunplido.Y todos le daban elogios y estaban pasmados de laspalabras tan llenas de gracia que salían de sus la-bios": es decir, de las palabras llenas de gracia yelocuencia, eficacísimas y sapientísimas, con quese hacía amable para con todos.

Vemos 'aquí cuánta dulzura empleaba en su pre-dicación para persuadir, atraer y ganarse a los hom-bres. Por eso se escribe en el salmo 44: “Dios teungió con el óleo de la alegría con más excelenciaque a los que participan de la unción contigo. Entus labios está derramada la gracia." Y la glosade las citadas palabras de san Lucas, c. 4: “El Espí-ritu del Señor, etc., dice: Fue ungido, pues, con lavirtud celestial para regar con el tesoro eterno dela resurrección la pobreza de la naturaleza huma-na; para dar libertad a las inteligencias; para ilu-minar la ceguedad de las almas; para sanar a losque tienen despedazado y contrito el corazón, alivian-do el quebranto de su arrepentimiento y perdo-nando sus pecados; y para predicar el año de lasmisericordias del Señor; el año del jubileo y de la210

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verdadera libertad; el tiempo de la gracia en quela Iglesia visible anda peregrinando por el Señor.Y después del año de las misericordias, para predi-car el día de la retribución, cuando el Hijo delHombre venga con sus ángeles en medio de lagloria, a dar a cada uno conforme a sus obras ; paraanunciar o hacer todas estas cosas. Por eso dice quefue enviado, porque el Espíritu del Señor, reposóen él." Hasta aquí la glosa.

En el mismo c. 4 refiere san Lucas que “las gen-tes le anduvieron buscando y no pararon hasta en-contrarle; y hacían por detenerlo no queriendo quese apartase de ellos", cautivadas por la suavidad desus palabras, por su gracia, modestia y mansedum-bre. “Mas El les dijo: es necesario que yo prediquetambién a otras ciudades el evangelio del reino deDios: para eso he sido enviado. Y así andaba pre-dicando en las sinagogas de Galilea."

En otro lugar vemos que los príncipes y los fari-seos despacharon ministros para prenderlo, y des-pués de haberlo oído, se volvieron sin llevarlo. Ydando la razón por qué no lo habían prendido, dije-ron: “Jamás hombre alguno ha hablado como estehombre": esto es, tanta es la sabiduría, la elocuenciay la dulzura de sus palabras, con tanta fluidez, or-den y doctrina se produce, que nadie hay que se leasemeje. Ni es de admirar, puesto que El es la úni-ca palabra de Dios, que no puede tener deficienciaen su palabra. En otro lugar se lee que san Pedroexclamó: "Señor, ¿a quién hemos de ir? Tú tienespalabras de vida etema"; que es decir: con tantadulzura y gracia hablas Tú, y es tan provechosatu doctrina, que nos será imposible encontrar aotro semejante a ti. Así es que Tú nos bastas. Y sanLucas escribe en su capítulo último: “Dijo Cleofás:lo de Jesús Nazareno, el cual fue un profeta, podero-so en obras y en palabras", santo y perfecto en to-

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das sus acciones y en todas sus palabras, porqueeran sus palabras dulcísimas, sapientísimas y elo-cuentísimas; y primero en sus obras, porque Jesúsempezó a obrar y a enseñar (Hechos, c. 1); y deaquí sus grandes alabanzas, como dice san Mateo,c. 5: “El que los guardare y enseñare, éste serátenido por grande en el reino de los cielos." Era, portanto, digno de alabanza y grande en su vida, y dignode alabanza en sus enseñanzas, a los ojos de Diosy de todo el pueblo.

¶ Nuevamente dice san Pedro (Hch., c. 10): "Elcual ha ido haciendo beneficios por todas partes pordonde ha pasado, y ha curado a todos los que esta-ban bajo la opresión del demonio, porque Dios es-taba con Él. Nosotros somos testigos de todas lasobras que hizo."

¶ Y en el c. 2 de su primera canónica escribe elmismo san Pedro: “Él no cometió pecado alguno, nise halló engaño en su boca. Cuando le maldecían, noretornaba maldiciones, cuando sufría, no prorrum-pía en amenazas." -

¶ Vemos expuesto aquí que no solamente con suspalabras enseñó y prescribió la mencionada formade predicar el evangelio, sino que la puso en prác-tica primeramente; y con su precepto, apoyado ensus propias obras, impuso la obligación de obser-varla a sus apóstoles y a los que habían de suce-derles en este ministerio.

¶ En efecto, las obras de Cristo, mucho más quesus palabras, son para nosotros una verdadera ley.Porque siendo El la ley etema, el arte y la sabiduríadel Padre, y el Verbo revestido de came mortal, porcuyo medio habló Dios Padre al mundo; todo loque nos dijo estaba ya en la mente y en la voluntaddel Padre; y, por tanto, en la mente y en la volun-tad de la Trinidad altísima. Y como Él es la primeraVerdad encarnada que no puede engañarse ni enga-

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ñar, ni mentir, errar o equivocarse en su doctiinaevangélica; se infiere también que con sabiduría,con arte y sin la menor deficiencia nacida de error,dispuso no solamente nuestra reparación o reden-ción, y la promulgación o manifestación de su leyy de su doctrina; sino que también eligió sin enga-ño ni error, dispuso, adaptó, reguló y proporcionólos medios más convenientes, más congruos, mássaludables y más adecuados y así como el modomejor y la forma más artificiosa que pudieran ele-girse, regularse, proporcionarse, adaptarse y esco-gitarse para invitar y atraer a los hombres, incli-nándolos a que gustosamente, voluntariamente y sindilación, recibieran su doctrina y su ley.

Y finalmente, como Cristo es la ley divina, eternay reconocida como humana por su exterior; todo loque dijo de palabra e hizo con sus obras, esto es,todo lo que hizo y obró, tiene para nosotros nomenos fuerza de ley divina que lo que pronunciócon sus labios, esto es, lo que manifestó exterior-mente con sus palabras, tratándose de las cosasque conciernen a la honestidad de las costumbres,a la vida cristiana, al trato humano con los próji-mos y a todo aquello en que quiso que los hombreslo imitaran. Exclúyense los milagros y los consejos,a los cuales es de creerse que no nos obligó, comose ve tratándose de estos últimos.

Por aquí se deduce que tanto sus obras como suspalabras tienen fuerza de ley, especialmente en loque hizo con el fin de que también nosotros lo hicié-ramos, como son la predicación del evangelio y elllamamiento de los infieles a la ley de Cristo, o seala reducción de sus demás ovejas a su rebaño; acer-ca de lo cual enseñó y estableció el camino, el modoy la forma con que debemos nosotros hacer estas yotras cosas semejantes. Se prueba esta afirmacióncon la autoridad de san Gregorio en la homilía 179

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sobre el evangelio: “Y Jesús designó a otros setenta[y dos]" donde dice así: “Nuestro Señor y Salvador,hermanos carísimos, nos exhorta, algunas veces, consus palabras; otras, con sus obras. Y sus mismasobras constituyen verdaderos preceptos, porque alhacer alguna cosa sin pronunciar palabra, se descu-bre lo que debemos hacer nosotros." Esto dice sanGregorio. Y en su homilía [falta el núm.] escribeel mismo santo: "Sus obras nos muestran una cosacon su virtud, y nos hablan de otra mediante unasignificación misteriosa."

He aquí cómo las obras de Cristo hablan lo mismoque si hablara El con palabras. En consecuencia,tanto las obras de Cristo como sus mismas pala-bras, tienen fuerza de ley divina, son elementosconstitutivos de una ley y de una obligación quedebe tener eficacia para todos los hombres, asígrandes como humildes; para los apóstoles, papasy obispos; para los emperadores, reyes o príncipescualesquiera, y cualquiera que sea el estado, la dig-nidad o la excelencia en que estén constituidos; paratodos, cualquiera que sea la condición, el grado, elempleo o el género de vida que tengan; porque setrata de la ley de Aquel que es Señor de todos, “delos príncipes y de los reyes de la tierra" (Ap., c. 1).Y en la Epístola a los hebreos, c. 1, se lee: “Para suobservancia e imitación."

A mayor abundamiento, el mismo Cristo animabafrecuentemente con sus palabras a los hombres ylos exhortaba a que imitaran sus obras, como se veen san Mateo, c. 11: "Aprended de mí que soy man-so y humilde de corazón": y en san Juan, c. 13:“Porque ejemplo os he dado, para que, lo que yohe hecho con vosotros, lo hagáis también"; y en laprimera Epístola de san Pedro, c. 2: “Cristo padeciópor nosotros dándonos ejemplo, para que sigáis suspisadas"; y san Pablo, finalmente, escribe en la Epís-214

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tola a los Efesios, c. 5: "Sed, pues, imitadores deDios, como que sois sus hijos muy queridos; yproceded con amor, a ejemplo de lo que Cristonos amó."

Y más todavía; se ve que fue voluntad de Cristoobligar a la observancia de su ley con las obrasque hizo, más que con las palabras que pronunció;porque la intención del que habla es más eficaz paradar a entender alguna cosa que la misma voz, comodicen los juristas (Digesto, "De supellectile legata”,ley "Labeo"): “No debe atenderse tanto a las pala-bras como a la voluntad." Y se dice también (Códi-go, “Quae res pignoii obligari possunt", ley últ. y enla causa 22, cuest. 5 del Decreto, cap. "Humanaeaures") que nadie ha de considerar las palabras,sino la voluntad y la intención; porque no debeservir la intención a las palabras, sino las palabrasa la intención. Esta doctrina se halla también enlas reglas para la inteligencia del derecho, y espe-cialmente en el cap. "Propterea” en el título “Deverborum significatione” de las Decretales. Y larazón está en que las palabras se formaron paraque por su medio manifestemos nuestros pensa-mientos y los hagamos llegar al conocimiento de losdemás (Decr., caus. 22, q. 2, c. "Is autem").

Por otra parte, es verdad que casi todo el numero-sísimo género humano aspira vehementemente alconocimiento de los hechos pasados; y nada hayque incite con recursos más abundantes y con ma-yor eficacia el ánimo del hombre a la imitación,como las gloriosas hazañas de los antepasados, segúnafirma el papa León. Por eso vemos que se fingenrepresentaciones y comedias en que se introducenpersonas ficticias, con el objeto de grabar profunda-mente en los corazones de los hombres lo que desea-mos enseñarles. Y la explicación de este hecho estáen que les es connatural a los hombres el hacer uso

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de algunos signos sensibles para entender algunascosas y enseñarlas también a los demás. Por mediode objetos sensibles se llega al conocimiento de lascosas inteligibles y divinas, como se dice en la Epís-tola a los Romanos (c. 1): “Las perfecciones invi-sibles de Dios se han hecho visibles por el conoci-miento que de ellas nos dan sus criaturas." Asíque, se ha proveído al hombre divinamente para quesea posible recordarle las verdades divinas mediantelas criaturas sensibles, y para que de este modopueda lograrse que dirija mejor su atención a esasmismas verdades.

Segím santo Tomás (2 Sent., dist. 9, art. 2, c. etad 1'=-, 2'"-, 3'"-), “esta es la razón porque se han pues-to imágenes en las iglesias; a saber, para que se fijeen nuestra memoria el misterio de la Encarnacióny los ejemplos de Cristo y de los santos, y paramover los sentimientos de devoción, que se excitanmás eficazmente con las cosas que vemos que conlas que oímos." Esto dice santo Tomás, quien es-cribe también lo siguiente (lib. 3, c. 119 ContraGent.): “Y por eso no sin razón procuró diligente-mente el evangelista san Lucas citar las obras deCristo antes que sus palabras: empezó Jesús, dice, aobrar y a enseñar (Hch., c. 1). Y en el Evangeliodel mismo san Lucas, c. últ.: "Lo de Jesús Naza-reno, el cual fue un profeta, poderoso en obras yen palabras, a los ojos de Dios y de todo el pueblo",se citan primero las obras y a continuación laspalabras.

En la homilía sobre las palabras del Evangelio:"Yo soy el buen Pastor", dice san Gregorio: "Hizolo que enseñó, practicó lo que mandó. Como insi-nuándonos que con mayor fuerza nos ligan a la leyevangélica las obras de Cristo que sus palabras. Por-que se advierte que el mismo Señor quiso insinuar-nos expresamente esta verdad cuando, para dar716

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testimonio de que era Dios y de que con razóndebían creerle los hombres, adujo, no el testimoniode sus palabras, sino el de sus obras (10., c. 5):“Estas mismas obras que yo hago, dan testimonioen mi favor de que me ha enviado el Padre." Y(Io., c. 10): “Las obras que yo hago en nombre demi Padre, éstas están dando testimonio de mí", aña-diendo adelante: "Cuando no queráis darme créditoa mí, dádselo a mis obras.”

“E igualmente inducía a sus discípulos a manifes-tar, mediante la práctica de las buenas obras, queél era el Hijo del Padre celestial, como se lee ensan Mateo, c. 5: "Brille así vuestra luz", es decir,vuestra vida, “ante los hombres, de manera que veanvuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Pa-dre", etc. Y "Amad a vuestros enemigos", etc. "Paraque seáis hijos de vuestro Padre celestial”; dondeseñaló las obras más bien que las palabras.

¶ En resolución, Cristo enseñó y estableció la for-ma y el modo de predicar, primero, con las obras, ydespués, con las palabras. Y si no hubiera enseñadomás que con sus obras, este modo y esta forma deenseñar tendrían fuerza de ley, y obligarían a todoslos hombres a ponerla en ejecución en la mismamateria, como un medio oportuno, conveniente yproporcionado con el fin de la predicación; estoes, con el fin de llevar y reunir a todos los pueblosdentro de su fe; y más todavía, como un medionecesario para nosotros en orden a la consecucióndel mencionado fin.

¶ Y aunque es verdad que Cristo contaba conotros muchos modos de atraerse a los hombres, paranosotros, sin embargo, no hay otros modos, sinolos que él mismo enseñó, practicó, llevó a cabo, ydeterminó y mandó que practicáramos y ejerciéra-mos nosotros. De donde nace que a ningún hombrele es lícito ir por otro camino, o buscar otro medio

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diferente de aquél, o usar de otro medio o formacontraria en la enseñanza de la doctrina evangélicao promulgación del evangelio; puesto que es nece-sario que obedezcamos fiel e inviolablemente la leyde Cristo, tanto en sus enseñanzas o palabras, comoen sus acciones u obras divinas.

§ VIGESIMO PRIMERO

¶ Los apóstoles, por consiguiente, estaban obligadosa seguir a su Maestro; y como príncipes y mayoresen la Iglesia universal constituidos por el mismoCristo, y como dechados vivientes de los demás, te-nían que imitarlo; y consiguientemente, estabanobligados a observar perfectamente el modo y for-ma referidos, al anunciar la ley de Cristo y la buenanueva. Veamos de alguna manera, en general, pri-mero, y luego en particular, cuál fue el éxito quealcanzaron al poner en práctica este precepto.

¶ Acerca de esta imitación común de las obrasde Cristo por parte de los apóstoles, así habla sanJuan Crisóstomo en un sermón de Pentecostés:"Recorrieron todo el mundo aquellos pescadores y,encontrándolo enfermo lo devolvieron a la salud,y mirándolo en ruinas, le dieron estabilidad, sinmover escudos, sin estirar arcos, sin arrojar saetas,sin derramar dinero, sin confiar en su misma elo-cuencia. Estaban desnudos de medios temporales,pero se hallaban revestidos de Cristo; eran po-bres, pero estaban ricos por otra parte; carecían dedinero, pero poseían el reino de los cielos; no reci-bían consuelos humanos, pero tenían en cambio a suSeñor; 'Estad ciertos, les dijo, que yo estaré convosotros todos los días hasta la consumación de los218

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siglos.' Recorrieron toda la tierra, andando las ove-jas juntamente con los lobos; envió las ovejas a loslobos, pero no fueron heridas por estos animales;sino que, por el contrario, adquirieron los lobos lamansedumbre de las ovejas."

Y dice antes en el mismo sermón: “Eran cierta-mente pescadores, y mientras dormían, las redestrabajaban; y entonces cogían peces para darlesmuerte; pero ahora pescan hombres para salvarlos,haciendo correr a los cojos, iluminando a los cie-gos, limpiando a los leprosos y ahuyentando a losdemonios; así lo atestigua la multitud de los quecreen las cosas divinas. Eran viñadores, y estandoausentes sus personas, la viña florecía y producíaracimos. Eran viñadores y pescadores; eran torresy columnas; eran médicos y capitanes, eran maes-tros y puertos, pilotos y pastores; eran atletas ycombatientes y portadores de coronas triunfales. Soncolumnas, porque con su virtud son la fortalezade la Iglesia_; y son fundamentos, porque en su con-fesiónf se fundó la Iglesia, diciendo el Señor: Túeres Pedro, y sobre esta piedra, etc. Son puertos,porque apaciguaron tempestades impías; son pilo-tos, porque le enseñaron al mundo el camino de larectitud. Como pastores, ahuyentaron a los lobos yampararon a las ovejas. Son aradores, porque des-arraigaron las espinas; son viñadores, porque arran-caron de raíz las labruscas y sembraron la semillade la piedad; son médicos, porque curaron nuestrasheridas”, etcétera.

Y hablando de los apóstoles en el Tract. contragent., dice: "No movieron armas, ni gastaron dine-ro; no usaron de la fuerza corporal, ni de multitudde ejércitos, ni de ninguna otra cosa semejante; sinoque se valieron únicamente de palabras sencillasy del ejercicio de una grande virtud, y de la obrade los milagros; pues predicando sobre el Cruci-

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